Textos Poveda 2

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PENSAMIENTOS I *

3. Nunca como ahora debemos estudiar la vida de los primeros cristianos para
aprender de ellos a conducirnos en tiempo de persecución. ¡Cómo obedecían a la
Iglesia, cómo confesaban a Jesucristo, cómo se preparaban para el martirio, cómo
oraban por sus perseguidores, cómo perdonaban, cómo amaban, cómo bendecían al
Señor, cómo alentaban a sus hermanos!

48. Y por último, existe el fenómeno desconsolador de los que llamándose piadosos,
almas escogidas y selectas, ni piensan como los primeros cristianos ante la
persecución, ni se expresan como ellos, no oran ni hacen penitencia, ni se humillan, ni
trabajan, ni ponen en práctica lo que Dios manda, y la Iglesia enseña. O llorar
abatidos, o retirarse desolados, o esconderse acobardados 7.

6. LA CARIDAD, DISTINTIVO DE LOS PRIMEROS CRISTIANOS *


Caridad. Se pondera la caridad en la Obra 1.
El segundo mandamiento semejante al primero.
El amor a los enemigos.
Caridad en pensamientos, juicios temerarios.
S. Pablo ¿Cómo os atrevéis...? 2
No juzguéis y no seréis juzgados.
No condenéis y no seréis condenados 3.
Os habéis hecho jueces dando sentencias inicuas . Santiago 4.
Raíces. Soberbia. Dañado el corazón, Sto. Tomás. Envidia.
Distintas maneras de excusar.
Palabras.
Murmuraciones, críticas, reticencias, porfías, burlas, gestos, risas, chanzas,
bromas.

3. PROTOTIPO, LOS PRIMEROS CRISTIANOS *

El primer pensamiento, y el pensamiento único, y el que queda, y el que ha de ser


hasta el fin: la máxima perfección en las personas y en la Asociación, pero sin nada
externo que dé motivo a confundir la Obra con una congregación religiosa 1.
Prototipo, los primeros cristianos. Tan santas como ellos, tan abnegadas, tan
desasidas de todo lo terreno, tan celosas por la gloria de Dios, tan proselitistas, tan
de la Iglesia. En la primera época hubo gran reserva, después se hizo todo más
público, y ahora hemos de volver al principio. La carta impresa a raíz de la aprobación
pontificia, subsiste en toda su extensión 2, y me ratifico en lo dicho, y añado, que no
se debe dar un paso más en el orden canónico, pero que se debe intensificar cada día
más la vida sobrenatural. No pasar de donde estamos en el orden canónico; pero no
contentarnos nunca con el progreso en la perfección. Todas santas; todo lo nuestro
santo, pero dentro del marco de la Pía Unión. Intangible el Estatuto. Y del reglamento
interno quitar radicalmente todo lo que no sea propio de la Pía Unión y se parezca a
otra clasificación canónica.
La República ha venido a ratificar mi pensamiento y a detener la marcha que podía
llevarnos a otra esfera canónica. Los que no eran como nosotros han venido a darnos
la razón, teniendo que variar para ponerse como nosotros. Lo nuestro es algo hecho
para tiempo de persecución, y ese tiempo comenzó, lo vivimos, y no sabemos cuándo
terminará. Son muchas las Instituciones estructuradas para tiempos de paz; bueno es
que exista una apropiada a los tiempos de lucha.
Respeto las consideraciones que nos movieron a todos para ir introduciendo prácticas,
frases, modos, confundibles con las comunidades religiosas, en las personas que
inspiraron, sugirieron e indicaron tales modos 3 no hubo más que celo, buena
voluntad, fervor, y en mí temor a no escuchar lo que parecía más perfecto. Ahora he
reaccionado y creo que Dios me da valor para afrontar con resolución el contenido de
esta frase: la Obra ha de ser ahora y siempre tal y como se pensó en un principio 4.
Quitemos todo lo que ha podido alterarla y demos consistencia al primer
pensamiento. Santidad más que nunca; virtudes sólidas a costa de la vida; pero nada
que obstaculice la marcha de la Obra, la vida de la Institución. No estamos, ni mucho
menos, ni en España ni en otras naciones, en tiempos de paz, y no es cosa de quedar
en un momento de crisis, privados de este elemento que quizá pueda ser el único
asidero 5. A poca costa podríamos ser una Congregación, pero ¿qué vendríamos a
resolver en la Iglesia? Congregaciones de enseñanza hay muchas y muy perfectas.
¿Para qué multiplicar el número? De no ser Congregación, ni Asociación que vive vida
común sin votos —porque todo ello es entrar en una legislación canónica diferente de
la nuestra 6, que nos dejaría sin la libertad de movimientos que se necesita para llenar
la finalidad que pretendemos— ¿para qué aparecer como tales, dando lugar con ello a
todas las dificultades consiguientes?

NUESTRO PROGRAMA, FE Y CIENCIA *

Ciencia. En nuestro programa, después de la fe, mejor dicho, con la fe ponemos la


ciencia. Somos hijos del Dios de las Ciencias, de quien dice la sagrada Escritura, Deus
Scientiarum, Dominus est 1. El autor de la fe y de la ciencia es uno mismo, Dios, y el
sujeto de la fe y de la ciencia, la criatura humana. Así como os decía el otro día que
seáis mujeres de mucha fe, de fe viva, de fe sentida, y que nunca digáis no más fe,
así os digo hoy, desear la ciencia, buscar la ciencia, adquirir la ciencia, trabajar por
conseguirla y no os canséis nunca, ni digáis jamás, no más ciencia. La mucha ciencia
lleva a Dios, la poca nos separa de Él, dijo un sabio. En fuerza de oír mentiras, y por
vivir en esta época de confusión de ideas y de falsedades de todo género, pasamos
sin protesta el que se ataque a nuestras creencias y se argumente contra nuestra fe
en nombre de la ciencia, y se presente a la Iglesia, a nuestra madre amadísima la
esposa de Jesucristo, como enemiga de la ciencia, y que se establezca un dualismo
dentro de la misma personalidad, (cosas del modernismo) la personalidad religiosa y
la personalidad científica, y hasta se pretende que las mujeres no profundicen en la
ciencia para no quitarles la piedad 2. Todo esto es absurdo, herético, falso de toda
falsedad, gratuita impostura de los que tienen miedo a la ciencia verdadera y explotan
la falsa ciencia para seducir incautos.

Ved cuán expuestas están nuestras estudiantes y cómo hay necesidad de venir en su
auxilio para librarlas de este contagio y enseñarles la doctrina verdadera
restableciendo la verdad única que es ésta. La ciencia no se opone a la fe; la fe no se
opone a la razón, la investigación científica no es peligrosa para quienes conocen bien
la doctrina de la Iglesia.

Nuestra asociación ha de ser la prueba más elocuente de cuanto venimos diciendo. La


cultura sólida de nuestras doctoras y licenciadas debe ser el mentís más rotundo a
todas estas afirmaciones gratuitas.Se dan casos dolorosos, como en todos los
sectores y en todas las sociedades, de que muchas estudiantes piadosas sean poco
cultas, de que en algunas no corran parejas la piedad y la ciencia, de que existan
quienes llamándose piadosas dejan de cumplir sus deberes de estudiante, siendo
desaplicadas, pero estos casos, ni son la regla general, ni dan suficiente argumento
para deducir tan fatales consecuencias. Apenas que no hay estudiantes varones y
mujeres de moralidad dudosa y hasta amorales 3 e inmorales que son ignorantes,
desaplicados y groseros, y a nadie le sería permitido deducir que todos los sabios son
malos e inmorales, ni que todos los inmorales son tontos. Convencidas vosotras de la
falsedad de estos tópicos demasiado vulgares y desacreditados, debéis profesar como
uno de los puntos principales de vuestro programa el amor a la ciencia 4, la necesidad
de la ciencia para ser mañana útiles a la sociedad en el ejercicio de vuestras carreras
5
.

Si sois mujeres de fe, estimaréis como deber primordial el cumplimiento de vuestras


obligaciones, y una de ellas, y sacratísima por cierto, es el estudio, el trabajo, el
asiduo trabajo para capacitaros y ostentar dignamente un título, que si os da acceso a
puestos sociales de importancia y honor, os obliga a adquirir el bagaje científico
necesario, para desempeñarlos dignamente y para no engañar a la sociedad que si os
otorga esos puestos es porque os supone preparadas para desempeñarlos. Para mí, ni
es mujer de fe ni sabe lo que es ser piadosa, la que cursando una carrera, abandona
los libros, deja de cumplir sus deberes de estudiante para dedicarse a otras cosas,
que aún no siendo malas, le impiden llenar sus obligaciones 6. Cuánto daño infieren a
la religión las que haciendo alarde de una piedad indiscreta y egoísta, la desacreditan
con su falta de estudio, desaplicación e incultura. Mucho mejor sería que se dedicaran
a otra cosa y que no penetraran en el santuario de la ciencia.
Y estas tales, que así miran y sienten, son las que por su ignorancia disfrazada
dan ocasión a que los enemigos censuren y critiquen objetivamente, lo que sólo
merece reproche subjetivamente considerado.

Formemos la resolución de que si hemos de ostentar dignamente el título de


católicas, el primero de nuestros títulos 7, hemos de ser también amantes de la ciencia
y del cumplimiento del deber. No quiero, no deseo, no debemos desear, querer, ni
admitir en el seno de la asociación a quienes puedan desacreditar nuestra ideología.

Vayamos, pues, en pos de la ciencia, de los libros, de los maestros, de las bibliotecas,
de las investigaciones de todo orden; de cuanto represente cultura. No desmintamos
la historia que bien claramente nos muestra la armonía de la ciencia 8 y la fe en tantos
y tantos sabios, en el esmero que puso siempre la Iglesia en ser la defensora de la
ciencia, la defensora y custodia del arte y de toda riqueza literaria. Mas el que yo os
diga que améis la ciencia no quiere decir que améis sino a la ciencia verdadera, no a
la falsa ciencia, a los sofismas, a las falacias, a los errores, que so pretexto de ciencia
no dejan de ser mercancía averiada. Habrá muchas cosas que no comprendáis por
falta de cultura y otras, que nunca comprenderéis, porque la ciencia tiene sus
misterios, pero de aquí no debéis deducir que no sea verdadera ciencia. Así como la
autoridad de la Iglesia os garantiza las verdades de fe y los misterios, así la autoridad
de los maestros buenos y de los libros sanos os aseguran en los misterios de la
ciencia.

Pero fijaos bien, los maestros buenos y los libros sanos; pues así como para que la
Iglesia nos sea garantía suficiente le pedimos que sea una, santa, católica, apostólica;
que tenga las notas y dotes de ser la verdadera, así hemos de pedir a los maestros y
a los libros las cualidades necesarias para que nos merezcan fe. No hemos de creer a
cualquier Iglesia, sino a la Iglesia de Jesucristo, ni a cualquier maestro que enseñe la
ciencia, ni a cualquier libro que la contiene, sino a los que no enseñan error, ni
contienen falsedades. Maestros desdichados y libros perversos abundan, así como
falsas religiones 9. Y de esos maestros y de esos libros hemos de librar a nuestras
asociadas, sin [que] sea motivo suficiente para dejarlas desamparadas en el error 10
esa apreciación falsa de que se debe conocer todo, y se debe leer todo y se debe
saber todo. Pero ¿cómo no rige este principio cuando de la salud del cuerpo se trata?
¿Por qué no comemos venenos, ni ponemos en manos de un niño un arma de fuego
cargada? ¿Es acaso menor el estrago que produce en el alma un mal libro y un
profesor engañador, que el que produce en el cuerpo un tóxico? Aprendamos a ser
lógicos y tengamos la persuasión de que si la Iglesia nuestra madre vela por nosotros
prohibiéndonos esos libros y advirtiéndonos que no escuchemos doctrinas malas, no
hace otra cosa que lo que pone en práctica nuestra madre terrena 11 quitando de
nuestra mano el arma cargada e 12 impidiendo 13 que llevemos a la boca la bebida
envenenada 14. Cuando por razón de la necesidad, como acontece en la guerra donde
el arma de fuego se maneja diestramente, la Iglesia juzga que podemos oír ciertas
doctrinas y estudiar ciertos libros, porque nuestra formación nos pone a salvo de todo
peligro, entonces nos autoriza, nos da su licencia para que oigamos y leamos lo que
no ha de sernos perjudicial 15.

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