El Enigma Del Huevo Verde - Pepe Pelayo - Betan-Rotado

Descargar como pdf
Descargar como pdf
Está en la página 1de 60
Pepe Pelayo / Belin EL ENIGMA DELHUEVO VERDE EW EL BOBQUE BEA 2 syne (DELITO! ALGAWEM HA ENYEMEIUAUE AL ZONWO. LAB UNICAB PIBTAB BON UWA. PLUMA ¥ UN EXCTRAHO UEVO: VEHDE, TODOS DAN POR CULPAMLE AL PER: DIZON, PERO EN LA-AGHNOIA OH DETEC ‘VE HLA AL NG EBTAN TAN SEGURO, EL EXTRAORDINAMIO THIO FORMADO POR UN BUND, UN HARO YUNA MULA DEENA ENCARGARHE DE HEBOLVEN EL MIGTENO OVE HA CONMOGIONADE A ‘TODOS LOM ANIMALES DH LACOMANOA, ELOGRARAN CUMPLIF BU MGIC? PEPE PELAYO.CHILENO.CUNANO (1088, ES ESCAMON COWEDIANTD ¥ RBPEGHA: LSTA EN HUMOFE ERE HDICIONIIS PM HA PUBLIGADO FL AMUEEO DP DIOR UM COAUTORIA CON ARAw)s aUMETRNO XUAN MANUEL BETANGGUIT (ETA) CUBANO |1998:2007), FU EMCRITOR, PERIODIGTAY HUMOIUSTA APARTIA DE 7 ANOS DE VAPOR # Pepe Pelayo / Betan El enigma e| huevo ve EL BARCO El enigma del huevo verde Pepe Pelayo / Betan Tlustraciones de Alex Pelayo ediciones EF anigma dal humwe vorde Primera edicion: enero de 2009 Segunda edicién: abril da 2010 Direccion ediional: Rodolfo Hidalge C. Direccién literaria: Sergio Tanhnuz P. lustraciones y cubierta: Alex Pelayo. Diagramacién: Equipo Disefic Ediciones SM Chile ® Pepe Pelayo / Belén © Ceicicnes SM Chile 5.4 Coyancura 2283, ofieina 203 Provicencia, Santiago de Chile ‘wwwr ediciones-sm ct [email protected] ISBN: 978.958.284.578. Registto de Propiedad Irtelectuat Inscrinetin NP 472.268 Impresion: Maval lmpresores, IMPRESO EN CHILE / PRINTED IN CHILE No esta permitida fa repredurcion total 4 pereia de este libro, ni su tratamiento infarmnatico, ni au transmision de ningune forma © por cuelquier mein, ya sea elactrSnico, mecanico, por fotocopia, Por registro u otros métodos, sin e! permise previo Y por escrito de js titulares del copyright. |. Lavictima Oel zorro gris y su Lorri, bilorri Ex LAS FALDAS de una alta montafia, a orillas de un riachuelo que limita con un antiguo bosque por un lado y varias granjas por el otro, vivfa un zorro gris de cola plateada. Su madriguera, excavada con sus propias patas, constaba de un dormitorio, sala de estar, baiio, patio y una espaciosa cocina-comedor —su lugar favorito por ser muy glotén—, que mantenja repleta de alimentos, la mayoria robados porque era un habil y astuto ladrén. Como era su costumbre, Rozo, el zorro, dormia todo el dia para asi poder salir a hacer sus fechorfas de noche. A veces, sofiaba que se apoderaba de un castillo y que los domingos invita- ba a otros zorros importantes a montar a caballo y a perseguir jaurias de perros para cazarlos y darse por la noche un opulento banquete. Suefio que esta vez fue interrumpido, precisamente, por el ruido y el movimiento de sus tripas. Su fino olfato habia percibido el olor de uno de sus manjares favoritos, venido de la puerta de su agujero. Rozo se desplazé silenciosamente hasta la superficie, a pesar de no sentirse completamente despierto. Sacé su hoci- co y lo primero que vio fue un huevo de color verde claro y bastante brilloso. La boea se le hizo agua. Pero receloso y desconfiado como son los de su raza, aguzé su vista y su ofdo observando detenidamente los alrededores. Al con- vencerse de que nadie merodeaba por alli ni aparecia el duefto de aquel sabro- so regalo dejado en su puerta, no pudo soportar mas y con sus patas delanteras 10 agarré el huevo, lo golpeé contra una piedra y lo degust6, sin impor- tarle su condicién de huevo huero —no fecundado por el ave macho, pero empollado por la hembra—, lo que provocaba un fétido olor que Rozo disfrutaba sin el menor asco. Una vez terminado el banquete, pero sin satisfacer del todo su hambre, se recosté en un tronco caido, seco y huece, a un costado de su madriguera. Colocé sus patas delanteras detrds de la cabeza y se dispuso a contemplar las caprichosas figuras de las nubes para tener una buena digestion, mientras interpretaba en voz baja una balada in- ventada por él: Lorri, bilorri, zorro, I'm sorry. Lorri, virin contrazorrin. Huevo, zorrambre iquitame el hambre! OT Pero al callarse un instante, para continuar improvisando la segunda es- trofa, escuchs unas leves pisadas sobre la hierba seca detrés de unos arbustos. Enseguida se puso en alerta y decidid averiguar. Llegé con sigilo hasta el lugar y a través de las ramitas y de las hojas pudo observar que un ave de aspecto redon- deado y color pardo con manchitas ne- gruzcas picoteaba semillitas esparcidas en la tierra. “Nunca he visto a esa extraiia ave por aqui”, se dijo. Rozo, como buen la- drén, conacia a tedos los habitantes de la zona. “Si es macho, la hembra debe ser fefsima”, bromes para si. Porque sa- bia que, a diferencia de los seres huma- nas, los machas en los animales son mas hermosos que las hembras y aquella ave no era muy vistosa que digamos. De nuevo se le volvi6 a Menar Ia boca de saliva. “El huevo fue un aperi- tivo y este plumffero serd el almuerzo”, 12 pens6. Y acto seguido, se lanz6 hacia el ave con sus garras y colmillos dispues- tos a devorarlo todo por delante. Desde lo alto de un érbol, Noma, una mona titi, habia logrado ver el sal- to del zorro, pero como el arbusto le ta- paba la visibilidad no pudo observar lo que sucedia del otro lado. Sin embargo, enseguida vio al ave huir volando y a Rozo volver caminando de forma ex- trafia hacia su madriguera. Y es que el zorro habfa sentido un dolor agudo en su estémago. Iba a gti- tar pidiendo auxilio, pero no pudo. Pri- mero se le paralizé su mandibula, des- pués fue la boca. Aquello avanzaba y le agarré completa la cabeza. Mas tarde su cuelloy las patas, hasta llegar a la enor- me cola. Tan tieso qued6, que perclié el equilibrio y cayé cuan largo era. Por eso Ia mona titi lo vio caer ri- gido, como si fuera un adoro de yeso, y comenzé a dar histéricos chillidos de susto. 14 Pero ne solo ella lo vio, porque desde dentro del tronco hueco donde unos minutos antes Rozo se habia re- costado, dos ojos de mirada fria tam- bién fueron testigos de la escena. Entonces Noma, dando histéricos chillidos de alarma, bajé hasta donde habfa cafdo el zorre, comprobé que es- taba vive y corrié a avisar a una ambu- lancia y ala policia. Los ojos de mirada fria y maligna se retiraron poco a poco del lugar. Il. La policia Canes patanes, pastores investigadores Cuanxpo Rope, el perro poli- cia, Hegé al lugar del suceso acompafia- do por sus dos cachorros aprendices de detectives, ya se habian Ievado al zorro Rozo para el hospital, pues vieron que atin respiraba muy tenuemente, pero respiraba. Lo primero que les ordend Rope a sus cachorros fue que acordonaran un drea de diez metros a la redonda con cintas plisticas de color amarrillo, acci6n que se vio demorada porque ambos perritos trataron de ser lo mas precisos posibles, y a cada rato median para obtener los diez metros exactos. 16 —jAlguien vie algo? —preguntd Rope, acercandose a los animales curio- sos que comenzaron a reunirse detras de la cinta amarilla. Y como ninguno contest, el perro policia alz6 la voz— {Quién de ustedes lamé a la policia? Noma, la mona, levanté vacilante su brazo y dijo con vocecita timida: —Fui yo. —Entences ti lo viste todo —la emplaz6 Rope con un grunido. —No, no, yo no vi nada... yo sélo. me asomé a la puerta de mi casa que esta allé arriba —sefialé a la copa de un Arbol cercano—, Entonces vi a Rozo sal- tar del otro lado del arbusto, a un ave salir volando y al zorro regresar como si estuviera borracho, para caer poste- riormente a tierra, como caerfa un ani- mal disecado, —; Qué ave era? —quiso saber el policfa. —No sé. Nunea la habia visto antes. 7 —jNo mientas! —grité Rope. —jLe juro que digo la verdad! —se asust6 mucho Noma, y comenzé a esconderse detras de los otros animales dando histéricos chillidos de temor. El policiala mird con ojosde duda, pero no dijo nada y se puso a olisquear todo el contorno con su agudo olfato de pastor alemdn. Los cachorros, que al fin habian terminado su labor, lo imitaron y asf es- tuvieron un buen rato en los alrededo- res de la madriguera del zorro, oliendo aqui, husmeando alld, hasta que uno de los aprendices dio un destemplado ladrido. —jHallaste algo? —pregunté su padre enderezando las orejas en- seguida. —No sé —contesté el cachorro desde el otro lado del arbusto donde Rozo habfa caido paralizado—, pero aqui hay un fuerte olor a ave. —Déjame ver a mf —se acercé Rope, peinando la zona con su hoci- co—. Yono huelo nada. —iCémo no! {Si es constante el olor a ave! —insistié el cachorro. —jClaro! ;Cémo no lo vas a oler si tienes una pluma pegada en tu nariz? jQué tonto! —se burlé su hermano, Pero no solo se rid de él, también entoné una cancioncita mientras lo se- falaba con el dedo: El burrito San Vicente lleva carga y no la siente. Alay un perro por aque con plumita en ta naviz. Algo ruborizado, el cachorro se pasé la pata por el hocico y Ja pluma cayé al suelo. —(Encontré una pluma de gallina! —dijo dando varias vueltas hasta echarse delante de su hallazgo. Y pata salir con dignidad de aquella situacisn, se vir ha- ¢ia su hermano—. jSoy mejor policia que td, porque no encontraste nada! El padre examiné la pluma en- contrada por su hijo y movid la cabeza en sefal negativa. —No es de gallina —dijo con se- guridad. —Si no es de gallina, :de qué es? —salté el cachorre un poco nervioso, antes de que su hermano se burlara también de su otra equivocacién, —Parece de perdizén —contest6 el perro policia como si habiara consigo mismo, —De perdi... qué? —alz6 Ia ca- beza el otro perrito. —De perdizén, Aunque por el color opaco parece de una hembra —repitid Rope con aire de profesor de zoologia—. Perdizén... asf se le Hama al tinamti grande, que es una especie de ave con cabeza de gallina, pero con el cuerpo parecido a un balén de futbol. —jPues ya tenemos a la que in- tenté matar al zorro! —aulld alboroza- do el cachorro que encontrara la pluma, 20 mientras se rascaba con furia el cue- lo—. ;Y fui yo quien hallé la pista! —jBah, tanto alboroto por una pluma! —ladré el otro cachorro con en- vidia. — Si la hubieras encontrado tu, seguramente estarias saltando de ale- gria! —le reprocho el hermano. —Basta de discusiones y vamos a buscar a la perdizona esa —intervino Rope conciliador. Y volviéndose hacia los animales que curioseaban, pregun- to—: ;Alguien sabe dénde ubicar por aqui a unos perdizones? Porque no co- nozco ninguno por estos lados. —Yo sé —se sefialé a si misma Tapa, la pata, la més chismosa de los animales de la zona, y todos la miraron extrafiades—. Hace poco se mudaron unas perdizones al laurel que esté por el camino de los cedros. Nadie los habia visto antes. Rope se dirigié a un cachorro y le orden6 entrevistar a todos los vecinos y 21 curiosos presentes. Acto seguico, le hizo sefias al otro para que lo siguiera, y to- maron el camino que le habjan indicado. Un rato después estaban frente al laurel que les dijera Tapa, y Rope ladré fuerte con su autoritaria voz: —jSefiora perdizona, salga usted de inmediato! — Qué sucede? —asomé su ca- beza el ave. —jQueda usted —detenidal —anunci6 el perro policia sin mds mi- ramientos. —;jPresa yo?! ;zPor qué?! —;Por atentar contra la vida del zorro! —respondié el cachorro—. ;Tic- ne derecho a permanecer callada, por- que lo que diga puede usarse en su con- tray...! —Hay unerror... ;C6mo pueden pensar.., ? —lo interrumpié la perdi- zona. —j{No se haga la inocentona! —y el cachorro se le encar6, rascandose el 22 cuello sin hallar la garrapata que lo ase- diaba—. ;Yo mismo encontré la prueba que la hace culpable! —jAcompaiienos, sefiora perdi- zona, y no me obligue a usar la fuerza! —la amenazé Rope. —jUn momento! —dijo el per dizén apareciendo con las plumas eri- zadas en la puerta del nido—. {Qué pruebas son esas que incriminan a mi esposa? —jEsta pluma hallada en la esce- na del crimen! —dijo el cachorro esgri- miéndola en su pata derecha. El perdizon titubed un instante ante la evidencia, pero enseguida se re- compuso y dijo: —No pudo haber sido mi esposa la que dejé esa pluma cn ese sitio. — Por qué afirma eso con tanta seguridad? —lo desafié el perro policfa con su mirada, — Porque mi esposa ha estado todo el tiempo en casa empollando los 24 huevos de nuestros futuros hijos! Al escuchar aquella afirmacién, Rope parecid sorprenderse, pero ense- guida respondié con buena légica: —iComo explica usted entonces la pluma de perdizona en el lugar don- de cayé el zorro? —No es de mi esposa —sonrié tristemente el perdizén. —jgAh, no?! —salté Rope—. jgMe va a discutir a mi que esta no es una pluma de perdizona?! BL ave mit desafiante al perro policfa y le dijo: Se lo discuto porque sé que no es de perdizona, sino de perdizén... —hizo una breve pausa y concluy6—: jEsa pluma quizds sea mial 25. Ill. Los detectives Un biiho, un sapo y una mula: tres detectives de lujo — Awinenme, por favor! jUstedes son los tinicos que pueden ayudarme! —gritaba la perdizona en la ladera de la montafia y ante una peque- fia caverna con el letrero de Agencia H. S.M. en su entrada. —Qué griteria es esa? —salid Malu, la mula—. ;No ve que estamos en una reunién importante? —(Disculpen, pero necesito de us- tedes! —respondié el ave entre sollozos. —jCélmese, cdlmese! —Malu se acercé mas—. Venga, entre a nuestra oficina y ahi nos cuenta todo. 26 La mula, con disimulo, se ade- lanté para despertar a Sopa, el sapo, y a Hobii, el bho, para aparentar que aquella siesta era una teunidn, y los tres, ya con los ojos bien abiertos, reci- bieron a la perdizona y escucharon su historia. —..-y se llevaron preso a mi es- poso. ;Por favor, necesito sus servici jUstedes se tienen que encargar de de- mostrar que no fue él! — Y cémo dio con nosotros, se- Hora? —pregunté Malu. —Yo sali desesperada buscando ayuda por todas partes y me encontré con Tapa, la pata. Ella me dijo dénde tenifan la oficina ustedes. H.,S. yM. consolo mirarse supie- ron que estaban dispuestos a aceplar el caso. Es que desde hacia tres afos tra- bajaban juntos como detectives particu- lates y ya habfan solucionado muchos enigmas en toda la zona, por lo que se conocfan al dedillo. Sus talentos como 27 grandes investigadores, pero a la vez sus cualidades de animales nobles, sen- sibles, comprensivos y dotados de un gran sentido de justicia se habia exten- dido mas alld del bosque, de la monta- na y del rfo. En fin, Ja fara de la Agen- cia H. $. M. era indiscutible, sobre todo porque era la tinica que ofrecia esos servicios en cientos de kilémetros a la redonda. —No se preocupe, sefiora —le dijo Hobii sin dejar de mover lentamen- te su cabeza de un lado a otro— Vaya a su nido y cuide de sus huevos, que nosotros nos encargaremos de liberar a su esposo, Al quedarse solos, los tres amigos comenzaron a trazar el plan de su nue- va investigacién. —Este caso me recuerda aquella vez que descubrimos que Roto, el toro, habia mentide cuando dijo que Cosma, la mosca, lo asalt para robarle, srecuer- dan? —comenté el sapo. 26 —Si, claro que lo recuerde, Sopa —dijo el bho—. Pero laexperiencia nos dice que ningtin caso es igual a otro. —Oye, Hobi, si la cosa es liberar al perdizén como dices, vamos hasta la comisaria, le doy tres patadas a la reja y lo liberamos sin mds cuento. —jPero, Malu, no puedes ser tan mula! —exclamé el bho. Entonces el ave, abriendo sus alas, canté este cha cha cha a viva voz: Uno, dos, tres y cuatro. Una mula pegé al gato con la punta del zapato. El zapato se rompis y la mula se ofendiéb. —{Ti le dijiste ala perdizona que lofbamos a liberar! —sedefendié Malu, cortando a Hobti que iba a repetir la estrofa. —iNo dije eso! —jSi lo dijiste! 29 — Por qué las mulas son tan ter- cas? —continud Hobd, aparentemente molesto—. ;Cuando hablé de liberar al perdizén, me referia a reunir pruebas de su inocencia para que la policfa lo suelte! —Buene, no discutamos mas y vamos a decidir cual es el primer paso —corté Sopa. —Yo propongp hacerle una visita al herido e interrogarlo —dijo el btiho. —Es lo mas légico —agregé el sa —Es lo que habfa pensado —con- cluy6 la mula, propindndole una violen- ta patada a una piedra para no ver las miradas burlonas de sus compaiieros. Un rato después ya estaban en la recepcidn del hospital. El doctor Toga, el gato, los recibid y los condujo has- ta la camilla donde trataban a Rozo, el zorro. —Aqui es —senalé Toga —jPodemos hablar con él, doctor? 30 —quiso saber Sopa. —No sé cémo podran comunicar- se con él, porque hasta ahora no mueve un solo mtisculo de su cuerpo. —Pero qué le pas6, doctor, qué enfermedad es esa? —preguntdé Hobu. —dAtin no lo sabemos, pero esta- mos estudiandolo. — iY nos puede decir si presenta algtin golpe, alguna herida...? —prosiguis Sopa. —No, no hay signos de violencia —respondis Toga. —No hace falta que estén me- tiendo sus hocicos donde no los llaman! —interrumpié e! vozarrén de Rope, el perro policfa, quien Iegé de improviso. Era sabida por todas la eterna ri- validad que existia entre el policfa y sus cachorros, por un lado, y H, S. y M., por el otro. En la totalidad de los casos en que se involucraban ambos bandos, siempte salfan airosos Hob, Sopa y Malu, quienes descubrian con mayor 32 rapidez y eficiencia los misterios. —Permiso, los dejos solos —dijo. ‘Toga, retirandose para no presenciar un nuevo enfrentamiento entre los rivales. —gPor qué no hace falta investi- gat, sefor? —dijo Hobt, volando hasta el lomo de la mula para controlarla, al ver que a su amiga se le habia erizado la crin, sefial inequiveca de furia en ella. —Porque con la pluma que ha- llamos en el lugar no tengo dudas de quién es el culpable —respondié Rope. —Me agradaria saber, senor, si ya usted comprobé que esa pluma per- tenecia precisamente a ese perdizén y no a otro —dijo Sopa. —Este... claro, gde quién iba a ser sino? Es la unica familia de perdi- zones que vive por estos lados. —Y me imagino que también comprob6 cémo un animal tan chico como esa ave pudo dejar asi, en estas condiciones, aun zorro tan grande como Rozo, zno es cierto? —afadié Hobt. 33 —jWau! Nos puede explicar como lo pudo vencer en esa pelea? —lo encaré Malu, bastante molesta- —i8i, porque no hay golpes ni heridas en el cuerpo de] zorro! —insi: tiG Hobt, pero a la vez calmando a su cuadrtipeda amiga. — Yo-yo tengo una teorial! jPe- pero estoy esperando que el perdizén confiese! —tartamudes el perro, carras- peando y reponiéndose paraagregar—: iY mientras no lo haga, se pudrird en la comisarfa! ;Por tanto, los quiero a uste- des lejos del caso para que no interfie- ran con mi investigacién! |De lo contra- rio, les retiro el permiso de detectives ptivados y les clausuro la agencia! ;ZEs- cucharon?! Y dando media vuelta se retir6 con la cabeza y el rabo bien erguides. —jNo lo soporte! —resoplé la mula, moviendo intranquila las patas traseras. —No ¢e sulfures tanto, Malu, ya 34 sabes como es 61 —dijo Sopa. Claro —dijo Hobi—. Y como siempre, no le hacemos ningtin caso y seguimos investigando. —7Qué hacemos ahora? —pre- gunté Sopa después de saltar hasta el lomo de Malu para estar més cerca de su companera, lo que provoce un eriza- miento en la mula por el contacto con la fria piel del sapo. —Yo harfa una visita al lugar de los hechos —propuso el bitho. —Estoy de acuerdo —acepté el sapo. —jEntonces, vamos! —dijo el bitho—. ;No perdamos més tiempo! —jUn momento! —exclamo la mula sacudiéndose a sus amigos de en- cima—. ZY a mfno me vana preguntar? zYo puedo tenet otra idea, no es cierto? —Por supuesto, Malu —dijo Sopa —jCual es esa idea? —se interesd Hobu. SS: La misma de ustedes —res- pondié Malu. —jBaaah! —gritaron el sapo y el buh, dejéndola atras. IV. La pista Ocl mal olor de ese color me da dolor A PESAR del antagonismo existente entre Rope y los tres amigos detectives, el perro policia no tenia otro remedio que reconocer la alta eficiencia de H, 5. y M.a la hora de revisar la es- cena de un delito. Eficiencia debida a que el trio se complementaba de una manera muy especial, como en este caso, pues mientras Hobu observaba todo el perimetro del lugar de los hechos desde el aire, revisando cada palmo con la agudeza de sus penetrantes ojos, Sopa escudrifiaha a ras de tierra, rafz por taiz, sin contar su facilidad natural 37 para revisar chareos, pozas, lagunazos y toda lo que tuviera que ver conagua; en tanto, Malu coceaba aqui y alla, perocon mucho cuidado, para mover las rocas, piedras y tronces y ver si habia alguna evidencia oculta debajo de ellos. Esta vez fue Sopa quien se tropez conalgo que Ilamé su atencidn al registrar tin manojo de tupidas hierbas silvestres, cerca de la entrada de la casa del zorro. Era el cascarén de un huevo que parecia de gallina por su tamano, perose diferen- ciaba de este por su color verde brillante. —jMiren lo que encontré! —lla- m6 a sus compafieros. —jWau! ;Desde cuando las galli- nas ponen huevos verdes? —se extrané Malu, quien fue Ja primera en llegar—. gO sera que esta gallina se aliments mucho con acelgas y espinacas? —Ese cascarén no es de un hue- vo de gallina —aseguré Hoba mientras aterrizaba, aunque ya lo habia visto an- tes de posar sus patas en Herra 88 En ese momento, una sombra se oculté atin més en el interior del tron- co hueco. Sombra que logr6 burlar la aguda mirada del baiho, la meticulosa busqueda del sapo y la cuidadosa ins- peccién de la mula. —jDe quién creen que puede ser? —preguntd Sopa. —Por el color, es de un perdiz6én —contest6 el buho sin la menor duda. —Eso quiere decir —razond el sapo— que habria que culpar al zorro de haberle robado ese huevo a los perdizones. —S{ —se quedé Hobt pensati- vo—, pero también Rope lo va a inter- pretar como el motivo que tuvo el per diz6n para vengarse del zorroy atacarlo de alguna manera. —De qué manera? —pregunté Ja mula perpleja—. Porque ya compro- bamos que Rozo no presenta golpes, ni heridas, ni sefiales de violencia. —Yono creo que el perdizon haya 40 side quien mand6a Rozo para el hospi- tal —dijo Hobu categérico. —Pero que nosotros creamos que el perdizon es inocente no resuelve nada —tesoplé la mula—. Tenemos que pro- barlo. gNo fue eso lo que me dijeron? —Si este cascarén de huevo fuera la clave... —dijo el sapo pensativo, em- pujandolo sin querer hacia donde esta- ba parada la mula. —jOye, echa eso para alla! —pro- testé Malu—. jHuele horriblemente! —{A qué quieres que huela un hue- vo huero? —pregunté Hobii abriendo sus alas como indicando lo que era obvio. —Espera... —advirtié Sopa acer- cdndose mas al cascarén—, es cierto que huele mal, pera no solo a huevo huero. izAh, no?! —exclamé el biho y también se aproximé a olisquear—. Tienes razén, le sale otro olor fuerte y dcido... —¢Qué crees que es entonces? —se interesé la mula. 4 —Déjame ver... —Hobu volvié a olisquear—. Esto se me parece a. De repente, los redondos ojos del buiho se agrandaron como platos y brilla- ron mas que de costumbre, al tiempo que su cabeza daba cuatro giros completos sobre su cuerpo, por lo que Sopa y Malu, que conocian muy bien a su compafiero de pesquisas, se percataron al instante de que acababa de hacer un descubrimiento. —Qué? —preguntaron el sapo y la mula a desafinado duo, —1Ya sé lo que le pas6 al zorro! —{Qué le pas6? —volvieron a in- terrogar Sopa y Malu, repitiendo el tan desastroso coro que solo pueden lograr el rebuzno de una mula y el croar de un sapo al unisono. Hobti se regoded un tanto para acrecentar la ansiedad de sus dos ami- gos antes de responder: — A Rozo trataron de envenenarlo!! Y lasombra dentro del tronco des- aparecié por completo en su interior. 42 V. Mas indagaciones Malis malus, melos moles, malas mulas Una CUADRUPEDA, de la fa- milia de los équidos, a trote lento avan- zaba por un camino de tierra entre el rio y elbosque. Unas rayas blaneas y negras le recorrfan el cuerpo. Marchaba con mu- cha alegria si tenemos en cuenta el pro- iuriciado péndulo que hacia su parado rabo, moviéndolo con tanta rapidez que parecia el limpiaparabrisas de un auto Ultimo modelo. Estaba tan contenta que comenz6 a cantar un viejo bolero: Al pasar por uita toma una mula me encontre yen sts lomo se lefa: “Yo jams te olvidaré”. Sin embargo, a pesar del placer que le brindaba la cancién, de repente se detuve en seco, mientras volvia su cabeza. Sus orejas se pusieron tensas. “Me parecié escuchar pasos”, se dijo. Pero al no ver a nadie por el camino, continud su marcha. A poco andar, de nuevo se de- tuvo al sentir una vez mds los pasos, aunque en esta ocasién con mas clari- dad. Se volteé rapido, pero no lo sufi- ciente. El ruido de pasos desaparecié de pronto, Observé bien los alrede- dores y, muy a su pesat, prosiguid su trote al no ver nada fuera de lo nor- mal. Entonces avanz6 con todos los sentidos alerta. Aquella oculta perse- cucién ya la habia puesto nerviosa y, por qué no decirlo, también la habia asustado. Volvié a ofr los pasos, se detu- vo sin mirar atrds y... los siguid es- cuchando. Viré rapido la cabeza y... silencio absoluto. 44 Se le ocurrié una idea: trotar con Ja cabeza vuelta hacia atrés para no ser sorprendida. Pero por culpa de esa estrategia, unos diez metros mds adelante, la rama de un joven roble le golpeé el cuello y le provocé una torticolis que hizo que co- rriera, casi de lado eso si, hasta su desti- no sin preocuparse mds de los misterio- SOS pasos. —¢Qué te pasé, Malu? —se sor- prendié el bitho al verla entrar asia la agencia. —Choqué con una rama y me dafié el cuello. —Y se puede saber por qué estas pintada como una cebra con esas rayas blancas y negras? —siguié interrogan- dolo Habu. —Porque me dijiste que fuera a ver al perdiz6n preso. 2? -Que me pinté como una cebra para burlar al cachorro de guardia, ya 45 que si me veia como yo soy no me ibaa dejar entrar a la comisaria. —Pues mira, te salvaste porque esos perres son bastante estupidos. Cualquier otro animal se daria cuenta de que las cebras no tienen las rayas ho- tizontales como te las pintaste. —{De verdad? —Claro —le dijo el biiho aguan- tando la risa—. Ademds, éte las hiciste con témpera? Porque con el sudor se te han corrido, se han formado manchas y ahora pareces mas una dalmata gigante que una cebra. —jWau! jEn serio? —Lo més probable es que la pin- tura corrida te cegara y por eso no visite la rama que te golpes el cuello. —No, Hobti —se defendid ense- guida Malu—. No fue la pintura. Estoy segura de que me estaban siguiendo y por preocuparme me accidenté. —j¢Teestaban siguiendo?!—salté el buho—. jUf! Eso quiere decir que el 46 culpable sabe que estamos tras él! —Eso pensé —dijo la mula. —Bueno, jy pudiste hablar con el perdizén? ; —Si, Al principio no crefa que yo Jo queria ayudar. Como no me conoce, ni sabia que su esposa nos habia contratado. .. —Claro —el batho aguante la risa de nuevo— iy con esa pinta! —Asi es —afirmé la mula—. Pero lo pude convencer y me confesé que é1 no tenia nada que ver con lo que le su- cedié al zorro. Sin embargo, me dio la impresion de que no me lo conts todo. —A mi me paso lo mismo con la perdizona. Fui hasta su nido y me repi- ti6 Jo mismo que nos habfa dicho, pero nate que ocultaba algo - —jEntonces, crees que ellos tie- nen que ver con la paralisis del zorro? —pregunté Malu preocupada. —No sé... me parece que no, pero algiin secreto tienen guardado esas aves. AB En ese momento se escuché un sonido parecido a cuando uno lanza una plasticina contra la pared, y ambos amigos dieron un brince del susto. Era el sapo, que después de dar un gran sal- to desde la entrada de la caverna, habia caido encima de una mesa. —jQué pasa, Sopa? —reaccioné primero el buiho, —Vengo del hospital —contesto. stas enfermo? —quiso saber la mula. —jNo, Malu! Fui a Hlevarle a Toga, el gato, las cascaras de huevo que encontramos para que las analizara en el laboratorio. —iY? —lo apuré Hobdi. —Una noticia buena y una mala. —Di la buena primero —dijo el butho. —La buena es que el veneno en- contrado en el huevo es el mismo que habia en el estémago de Rozo —explicd Sopa—. Por tanto, ya estd comprobado 4g que lo intentaron envenenar. —Entonces, ya sabemos cémo fue. Ahora debemos averi guar quién lo hizo y por qué. —Y la mala? —records la mula. —La mala es que Rope, el perro policia, ya sabe que fue un intento de envyenenamiento ¢ insiste en culpar al perdiz6n, porque el zorro le queria ro- bar sus huevos del nido, o algo asi. —jWau! jHay que hacer algo ré- pido! —salto la mula—, ;Vamos para alla y a las patadas liberamos al perdi- zon! —jNo, Malu! jTe he dicho que con la violencia no resolvemos nada! —la regaiié Hobtt —Yo tengo una idea —dijo Sopa. —,Cudl? —preguntaron la mula y el buho. —Vamos asepararnos, Tt, F Tobu, investiga a todos los animales alados que usen venenos. Tt igual, Malu, pero con los terrestres. Y yo lo haré con los 0 acuaticos. Uno de ellos nos Hevard a la solucidn del casa. —Yo estoy de acuerdo —dijo el buho. —Yo también —dijo la mula—. Aunque me hubiera gustado encargar- me de los alados. Mi suefto siempre ha sido volar entre las nubes. —jNo lo puedo creer! {Una mula voladora! omenté Hobu. Y H.,S. y M. salieron de la caverna en diferentes direcciones, sin sospechar el peligro al que se exponian al separarse. S1 VI. Elacusado Oel tibiri tabara de un perdizin enjaulado A QUINIENTOS metros de la comisarfa, el perro policia y uno de sus cachortos caminaban a toda prisa. Pero de pronte, Rope detuvo a su hijo con una pata. Olisqued el aire y se desvi6 del camino unos pasos, llegando hasta un claro entre las hierbas silvestres. En un punto, comenzé a excavar con de- cisién y fuerza con sus dos patas, y la tierra que sacaba y que empujaba hacia atras le cafa encima a su cachorre, que lo habia seguido. —jQué buseas, papa? —pudo preguntar el animalito entre las toses 62 que le provocaban el polvo y la tierra en su hocico. —Nome digas papa! —lo regan Rope sin dejar de excavar—. jTe he dicho mil veces que me digas jefe o comisario! —Disculpa, pa. —Estoy... Pero el perro policia no pudo terminar la frase. Habia aparecido un hueso en el hoyo que acababa de abrir. De una dentellada lo sacé y comenzé a saborearlo, —iJefe!, geome supo que ahr ha- bia un hueso enterrado? —Porque el fantasma del pollo al que pertenece cl hueso me lo susu- tr6 al ofdo —contesté el perro con voz cavernosa, —En serio? —jClaro que no, tontin! —excla- m6 Rope cambiando el tono a regatio—. Yo lo enterré ahi ayer. —jAh! 2Y por qué no me ofrecié jefe! 53 algo del hueso? —quiso saber el cacho- rro con ingenuidad, —Porque ustedes deben comer comida para perros. —jPero son muy malas esas ga- lletitas, jefe! —exclamé el hijo. —jEso no es lo que dicen las cti- quetas! ;Y por el precio, deben de estar riquisimas! —concluyé Rope terminan- do de masticar—. ;Y ahora vamos que tenemos mucho que hacer! Padre e hijo comenzaron a trotar al estilo de los pelotones de soldados y, por supuesto, entonando su ritmica marcha militar, que Rope cantaba casi gritando y su cachorro repetia en igual tono. {Vamos perros a triunfar! [Vamos perros « trivnfar! iPorque hay que investigar! [Porque hay que investigar! iY con Sopa, Malu y Hobii! iY con Sopa, Malu y Hobii! 54 {Voy a ser astuto y duro! jVay aser astute y duro! A duras penas el cachorro podia mantenerse al lado de su padre. Las zancadas de Rope eran enormes, —No sé por qué tanta cosa si ya tenemos al culpable —dije para si el animalito, en medio de la sofocacién debida al trote y durante un silencio del canto de su padre. Pero el fino ofdo de Rope lo escu- cho. — ji, tenemos al culpable, pero nos faltan pruebas! — Y no basta con la pluma y lo que acabamos de descubrir en la farmacia? —No. Esas pruebas no son sufi- cientes para llevar al perdizén a un juz- gado y que lo condenen. —jEntonces? —pregunté el ca- chorro casi sin aliento. —Espero que ahora confiese. Pero antes voy a comprobar algo que nos 55 puede ayudar en el caso. Por suerte para el aprendiz de de- tective, llegaron finalmente a la comisa- rfa. El otro cachorro ya tenfa tode pre- parado segun las 6rdenes de su padre. Se dirigieron a un saloncito don- de los esperaba Noma, la mona, muy nerviosa por cierto. —Muy bien —dijo Rope en cuan- to se acomodaron—. Usted, sefiorita Noma, va a situarse frente a esa venta- na de vidrio que da al salén de al lado, y nos va a decir cual de los cinco ani- males que le mostraremos es el que vio usted volar momentos antes de caer pa- ralizado el zorro. —jEs necesatio que haga eso? —rog6 la mona—. 7Y si me ve cuando lo sefialo y después quiere vengarse de mi? —Eso es imposible. De alld para acd no se puede ver —aclaré un cacho- rro, rascandose con furia el cuello. —j No te rasques para aca, que me 56 van a caer a mi las garrapatas! —protes- té el hermano. —Sefiorita Noma —intervino Rope—,a usted nadie la va a ver, ni na- die le va a hacer nada. Pero si tiene que hacer esto, porque es parte de las prue- has en contra del acusado. jEsta lista? La mona asintié varias veces con, Ja cabeza de manera nerviosa. Entonces Rope tocé un interruptor y se ilumind el salon contiguo. Del suste, Noma dio varios histéricos chillidos. Del otro lado, con un cartén con el ntimero uno en el pecho se encontra- ba parado, de espaldas a la pared del fondo y de frente al vidio, claro esta, un elefante. A su mano izquierda, con el numero dos, un cocodrilo. En el cen- tro, el perdiz6n con el ntimero tres. A la izquierda deeste un reno con elntimero cuatro y por ultimo, con el mimero cin- co, una langosta en una pecera. Todos miraban al vidrio con seria expresién. Cuando la mona se calm, Rope 7 Je repitié la pregunta: —Sefiorita Noma, ;cual de los cin- ¢o sujetos vio usted volar del lugar de Jos hechos cuando estos se produjeron? —No sé, no sé —y la monita se frotaba las manos en sefial de angustia sin dejar de observar a los cinco anima- Jes—. Parece que al uno, pero sin trom- pa... 0 tal vez el dos, pero sin esa boca- Za... aunque pudiera ser el cuatro, pero sin cuernos... o puede que el cinco, pero sin agua... Quizas sea..., puede decirle al ntimero tres que se acerque al vidrio? —jEI ntimero tres que dé dos pa- sos al frente! —ordené el perro policfa por un micréfono. Cuando el perdizén estuvo més cerca de la ventana de cristales polari- zados, la mona achicé los ojos para ob- servarlo mejor y finalmente afirmé. él! —iiEsté segura?! —casi rugi Rope. 3 —)Si! jNo! ;Si! Sf! —y la mona co- menzé a dar histéricos chillidos de ner- viasismo y miedo, mientras saltaba por toda la habitacion. —Muy bien. Se cumplié correc- tamente la formalidad. ;Ahora Ilévate a esa mona! —le sefalé a un cachorro. Y dirigiéndose al otro, agrego—: Y tu, saca a los demas del otro saloncito y dé- jame ahf solo al perdizén Después de finalizar su tarea, los dos cachorros se instalaron en el salén frente a la ventana de vidrios polariza- dos para aprender el método de inte- rrogatarios de su jefe-papa. Este habia entrado a la habitacién donde estaba el ave y, ceremoniosamente, dio unas cuantas vueltas girando en el mismo lugar y se eché delante de él. —Mira, perdizoncito, no me ha- gas perder el tiempo y acaba de conie- sarlo todo. —Pero si ya le he dicho que no hice nada! 60. —Mira, perdizoncito —volvid a hablar pausadamente Rope—, encon- tramos una pluma tuya en el lugar enel que se intenté envenenar al zorro. (Qué mas quieres? —Peigics —Y por si eso fuera poco —inte- trumpié el perro policia, acentuando la calma y serenidad en su tono—, hace un rato averigtié con Chovi, el chive farmacéutico, que tu esposa le compré un veneno hace dos dias. ¢Eso no es su- ficiente para que confieses? —jFse veneno que compré mi esposa lo utilizamos para rociarlo alre- dedor de mi nido, porque una plaga de pulgones se estaban acercando y qui mos proteger nuestros huevos! —jMira, perdizonzote! {Estoy hasta el altimo pelo con tus mentiras! —le gritd, le gruno y lo amenazé Rope con sus colmillos, perdiendo toda la calma— |O confiesas 0... Pero no quiso continuar. Recordé 61 que sus hijos estaban mirando desde el otro lado. Queria ensefarles buenos modales y a controlar las emociones en los interrogatorios. —Mira, perdizoncito —y de nue- vo recuperé el tone tierne de sus pa- labras—, no sé si tendré tiempo para comprobar eso del veneno y los pulgo- nes; 0 no sé si ya el veneno que supues- tamente echaron se esfumé y no se po- dra comparar con el del estémago del Zorro. —iVaya y comprucbelo! [Vera que no miento! —Mira, perdizoncillo, te voy a dar otra oportunidad. Si en unas horas no has confesado, te juro que te pasaras toda tu vida entre rejas,

También podría gustarte