Una Cosa Te Falta
Una Cosa Te Falta
Una Cosa Te Falta
En mayo del año 2000, una mujer paquistaní de 22 años llamada Fakhra Younus sufrió un ataque con ácido
que dejó su cara gravemente desfigurada. Había sido sometida a 39 cirugías durante 10 años para reconstruir
su rostro. En 2012, su calvario recibió gran atención a través de un documental titulado Salvar la cara (Saving
Face). La película eventualmente ganó un Óscar, lo cual fue el primero para Pakistán. Sin embargo, apenas
un mes después de este honor, Fakhra se suicidó saltando desde la ventana del sexto piso de su
apartamento. Fakhra falleció a la temprana edad de 33 años.
Muchos de nosotros tenemos cosas o personas que consideramos como pérdidas impensables o,
tesoros intocables. Por ejemplo, algunos padres no pueden imaginar vivir con la muerte de sus hijos.
Algunas parejas casadas no pueden imaginar vivir sin sus cónyuges. Algunos ancianos no pueden
imaginar sus vidas sin sus casas. Algunos adolescentes no pueden imaginar vivir sin sus amigos.
Algunos deportistas no pueden imaginar vivir estando paralizados. Algunas mujeres no pueden
imaginar vivir sin su belleza. Y a veces, como Fakhra, una vez que se encuentran con estas pérdidas
impensables—es decir, cuando pierden su tesoro intocable—acaban quitándose la vida.
EL JOVEN RICO
En Marcos 10:17-22, vemos la historia del joven rico que le pregunta a Jesús ¿qué tengo que hacer
para heredar la vida eterna?. Sin embargo, para este joven rico, la pérdida impensable era su
riqueza, y es esta dependencia a la que Jesús vio como una deficiencia. «Una cosa te falta...» le dijo
Jesús. Luego, le hizo dos ofertas. En la primera, Jesús le ofreció al joven que renunciara a sus
riquezas a cambio de los tesoros en el cielo. La segunda oferta, que era la mayor de las dos, fue:
«Ven, sígueme». Era una oferta para hacer a Jesús su mayor tesoro, como su única e impensable
pérdida.
Desafortunadamente, para el joven, su riqueza era aquello sin lo que no podía vivir, era su tesoro
intocable. Peor aún, la realidad era que su pérdida era aún mayor. Al elegir aferrarse a la riqueza
como su pérdida impensable, resultaría en su pérdida infinita y eterna ya que perdería no solo los
tesoros eternos en el cielo, sino también al Creador de la riqueza y la vida misma.
El joven dio la espalda y se alejó de Jesús afligido y triste. ¿Por qué? Porque se dio cuenta de que
su esperanza en el simple cumplimiento de los mandamientos no era suficiente. Quizá esperaba
que, mientras pudiera cumplir los mandamientos, Dios no tocaría su tesoro intocable, el cual era su
riqueza. ¿Cómo iba a desprenderse de cosas que ni siquiera había imaginado? Ahora, ¿te imaginas
lo que sintió Jesús mientras el joven se alejaba? Sentir su rechazo a pesar de que Él era digno de
ser el mayor tesoro de todos.
Ser discípulo de Cristo cuesta. En Lucas 14:33, Jesús lo deja claro. Dice: «Así pues, cualquiera de
ustedes que no renuncie a todas sus posesiones, no puede ser mi discípulo» (ver también Lucas 14:26). El
verdadero discipulado es una vida en la cual Jesús es la pérdida impensable y el tesoro intocable,
como Pablo quien dijo: «Y aún más, yo estimo como pérdida todas las cosas en vista del incomparable valor
de conocer a Cristo Jesús, mi Señor. Por Él lo he perdido todo, y lo considero como basura a fin de ganar a
Cristo…» (Filipenses 3:8,). Un verdadero discípulo de Jesús es alguien que dice: «Si ya no tuviera a
Jesús como mi Dios, no podría seguir viviendo». Amén.