95-Texto Del Artículo-297-1-10-20210313
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Estado de la discusión
Eugenio C. Sarrabayrouse*
I. INTRODUCCIÓN
* Doctor en Derecho y Profesor Titular de Elementos de Derecho penal y Procesal penal de la Facultad
de Derecho, Universidad de Buenos Aires (uba). Ex becario del DAAD (Servicio Alemán de Intercambio
Académico) y de la Fundación Alexander von Humboldt. Este trabajo se basa en el capítulo 5 de la
tesis doctoral Responsabilidad penal por el producto, publicada por la editorial Ad-Hoc, Buenos Aires,
2007, pp. 563 y ss; y en la exposición del 26 de noviembre de 2014 efectuada en el concurso para
acceder al cargo de profesor titular ya mencionado.
1
En Europa cuentan con una cláusula de conversión en la parte general, los códigos penales de Ale-
mania (§ 13), España (art. 11), Portugal (art. 10), Austria (§ 2) e Italia (art. 40, inc. 2); en América
Latina, a modo de ejemplo, pueden citarse los códigos de Perú (art. 13), Paraguay (art. 15), Ecuador
(art. 12), Uruguay (art. 3) y Brasil (art. 13).
2
Cfr. Molina, Delitos de omisión impropia, pp. 26-27.
3
Gimbernat Ordeig señala que “…El problema central de los delitos de omisión es el de determinar
cuándo el que se abstiene puede ser hecho responsable igual que si lo hubiera causado mediante una
conducta activa, o de una participación delictiva igual que si hubiera contribuido positivamente al he-
Las disposiciones que regulan los delitos impropios de omisión sólo establecen
una directriz genérica, sin contornos definidos. La cuestión de cuándo son típica-
mente iguales una omisión y un hacer positivo encuentra respuesta en una cláusula
general referida a la existencia de una posición de garante. A la dogmática y a la
jurisprudencia les corresponde elaborar en detalle los elementos que definen esa po-
sición de garante;4 pese a los enormes esfuerzos realizados por la doctrina alemana
en esta materia, se ha dicho, por lo menos hasta principios del siglo xx, que ni ella
ni la jurisprudencia han alcanzado una solución dogmáticamente satisfactoria sobre
esta cuestión.5 Además, la falta de principios firmes y claros generó una expansión
casi ilimitada del campo de aplicación de estos delitos: actualmente se habla de la
posición de garante en la familia, por la asunción de funciones de protección, del
médico, del Estado en la ejecución de la pena, de los policías, por la responsabilidad
derivada de la acción de un tercero, por el hacer previo, por una declaración falsa
dentro de un proceso penal, por los productos peligrosos, por la responsabilidad
propia de determinados ámbitos, etcétera.6
La posición de garante constituye el criterio diferenciador entre la omisión pro-
pia y la impropia. A la persona que ocupa esa posición se la hace responsable del
cho principal (delito impropio de omisión o de comisión por omisión) y cuándo no es ese el caso (delito
de omisión propia)...”, cfr. autor citado, La omisión impropia, p. 316.
4
Cfr. Stree, en Schönke/Schröder, § 13, nm. 1. Algunos autores la consideran como un problema de
tipicidad y otros de antijuridicidad; Welzel, por su parte, considera que el sello especial de los delitos
impropios de omisión es la característica de autor en posición de garante y coincide en la necesidad
de que el juez elabore la parte extrapenal del tipo (cfr. autor citado, Derecho penal, pp. 250-259, en
particular 250).
5
La cita corresponde a Sagenstedt, Garantenstellung und Garantenpflicht von Amsträgern y ha sido
tomada de Gimbernat Ordeig, La omisión impropia, p. 312.
6
A modo de ejemplo, y en relación con estos temas, puede citarse la siguiente bibliografía: Dietlinde,
Begründung von Garantenstellungen in familiären und familienänhlichen Beziehungen, 1997; Beu-
lke, Züchtigungsrecht, FS für Hanack, 1999, p. 539 y ss.; Schneider, Gewalt gegen alte Menschen in
Familie und Heimen, FS für H.J. Schneider, 1998, pp. 378-398; Kiesecker, Arzt und Haft- bzw. Gewahr-
samsfähigkeit, MedR 1999, pp. 51-57; Dertinger, Probleme der Bediensteten im Strafvollzug der
neuen Bundesländer, FS für Alexander Bohm, 1999, pp. 203-217; Frühwald, Häftlingsselbstmorde in
Österreich, Recht und Psychiatrie, 1998, pp. 123-129; Pawlik, Der Polizeibeamte als V-Mann-Führer –
Garantenpflichten durch Sperrerklärung?, MDR 86, 690; Hsü, Garantenstellung des Betriebsinhabers
zur Verhinderung strafbarer Handlungen seiner Angestellten, 1986; las citas han sido tomadas de
Gimbernat Ordeig, quien brinda tres ejemplos considerados de comisión por omisión sobre la base
de la doctrina de la injerencia; entre ellos se destaca el caso del dueño de un restaurant que sirve
alcohol a un cliente (hacer precedente), quien se embriaga; posteriormente aquél no impide que éste
conduzca su automóvil y en ese estado atropelle y mate a un peatón. Para algún sector, el tabernero
responde por homicidio imprudente, cfr. autor citado, La omisión impropia, p. 327; al respecto,
señala Roxin que en un principio la jurisprudencia del Tribunal Supremo Federal había aceptado la po-
sición de garante del dueño (BGHSt 4, p. 20). Ante la crítica de la doctrina, la jurisprudencia limitó
la posición de garante para el caso en que “…el servicio de bebidas conduce a la inimputablidad..”;
cfr. autor citado, Injerencia e imputación objetiva, pp. 148-149.
7
Cfr. Gimbernat Ordeig, La omisión impropia, p. 321, quien destaca que la teoría del deber jurídico
nunca se aplicó consecuentemente, por lo cual se estimó que algunas relaciones familiares o inter-
personales que aunque en sentido civil no daban lugar a deberes de guarda, podían servir de base
para posiciones de garante; y en lo referente a los contratos, comenzó a hablarse de la asunción
fáctica de la obligación (cfr. autor y op. cit., p. 322).
8
Cfr. Gimbernat Ordeig, La omisión impropia, pp. 322-332 con un desarrollo detallado, preciso y ma-
yores referencias bibliográficas; también pueden consultarse Zaffaroni/Alagia/Slokar, Derecho penal,
pp. 575-582, puntos II y III.
9
Cfr. Molina, Delitos de omisión impropia, pp. 31-74, con un amplio y exhaustivo análisis de las
distintas posiciones; de esta obra se tomó la cita de Gimbernat Ordeig, La distinción entre delitos
propios (puros) y delitos impropios de omisión (o de comisión por omisión), pp. 27 y ss.
10
Cfr. autor citado, Dogmática de los delitos de omisión, passim.
11
En definitiva Schünemann considera que el hacer precedente es un caso del versari in re illicita; la
obra fundamental en este punto es su tesis doctoral, Grund und Grenzen, passim.
12
Cfr. Gimbernat Ordeig, La omisión impropia, pp. 336-355.
13
Cfr. autor citado, JZ 1960, p. 180; la cita ha sido tomada de Gimbernat Ordeig, La omisión impropia,
p. 327.
14
Cfr. Gimbernat Ordeig, La omisión impropia, p. 328.
15
También conocido como “Erdal”, por el nombre de la empresa fabricante del producto investigado.
La firma Werner und Mertz GmbH producía un aerosol destinado al cuidado de za-
patos y otros artículos de cuero. El producto se comercializaba a través de dos filiales
(E. R.-GmbH y S- GmbH), que junto con la anterior formaban un grupo empresario. E.
R.-GmbH vendía el producto bajo la marca “E” a comercios dedicados a la alimenta-
ción, droguerías y mercados, mientras que S- GmbH (con la marca “S”) comercializaba
el Lederspray a través de tiendas dedicadas a la venta de zapatos y artículos de cuero.
A partir del otoño de 1980, las empresas comenzaron a recibir informaciones sobre
la existencia de daños en la salud de los consumidores vinculados con el uso del
Lederspray. Los síntomas mencionados eran trastornos respiratorios, tos, náuseas, es-
calofríos y fiebre, y se relacionaban regularmente con cuadros de edema de pulmón.16
Ocasionalmente, las personas afectadas recibieron tratamiento médico y hasta fue
necesaria, en algún caso, la internación en salas de terapia intensiva; la mayoría de
ellas mejoraban tras la administración de preparados con cortisona.17
La aparición de los primeros informes determinó que la firma productora orde-
nara investigaciones internas, centradas en los envases del aerosol devueltos por
los usuarios afectados. No se hallaron defectos de fabricación y sólo se comprobó
que, desde mediados de 1980, la proporción de la sustancia “aceite de siliconas” se
había elevado, por lo cual se modificó la composición del producto. Sin embargo,
continuaron los informes que reportaban la aparición de nuevos problemas en la
salud de los usuarios. Las consultas con toxicólogos de dos empresas químicas y con
un médico tampoco brindaron explicación alguna. Por otro lado, y al comprobarse
que en 1981 la empresa había variado el proveedor de los componentes del produc-
to, se decidió retomar la materia prima utilizada en la fórmula original. Tampoco
esta medida fue suficiente, pues los informes sobre daños y trastornos en la salud
continuaron, con la diferencia de que ahora se trataba no sólo de los aerosoles de
la marca “S” (como había ocurrido en un principio) sino también de los correspon-
dientes a la marca “E”. Por esta razón, a mediados de abril de 1981 se suspendió por
un corto lapso la producción y comercialización de determinados aerosoles de esa
última marca. Pero como las nuevas investigaciones realizadas por la división quí-
mica de la empresa tampoco brindaron resultado alguno, se reanudó la producción
pocos días después.
El 12 de mayo de 1981 la conducción de la empresa celebró una reunión especial
donde trató únicamente los casos conocidos de trastornos en la salud de los usuarios.
En ella participaron todos los directores de la casa matriz y el responsable del labo-
16
Hassemer, Strafrechtliche, p. 253.
17
BGHSt, 37, 108; cfr. también Gimbernat Ordeig, Aspectos de la responsabilidad penal por el producto
en los casos de spray para el cuero y la colza, pp. 64-66.
b. La primera sentencia
Luego de que los directivos de la casa matriz y de las filiales fueran acusados
por la fiscalía, la Cámara Penal de Mainz los condenó por considerarlos responsables
de las lesiones padecidas por un gran número de consumidores del Lederspray. La
responsabilidad de los directores se configuró a través de la omisión dolosa de retirar
a tiempo el producto de los comercios y por continuar su fabricación y venta. El di-
rector del laboratorio de la firma fue considerado cómplice, pues informó y aconsejó
insuficientemente al directorio en la reunión del 12 de mayo de 1981.20 Según el
tribunal, el deber jurídico de evitar daños surge de las obligaciones (o deberes) de
seguridad en el tráfico, de acuerdo con los criterios fijados hacía bastante tiempo en
el campo de la responsabilidad civil por el producto.21 A ello, había que agregar las
disposiciones de la ley sobre responsabilidad civil por el producto vigente en Alema-
nia desde muy poco tiempo antes (diciembre de 1989). Dicho de otra manera, para
18
Cfr. el relato de los hechos que realiza el Tribunal Supremo Federal alemán al resolver el caso en
BGHSt 37, 109.
19
Tal como se expondrá, para el Tribunal Supremo la información recibida fue suficiente para considerar
que los directivos de las filiales habían adoptado como propias las decisiones tomadas en la reunión
especial; cfr. BGHSt 37, 109.
20
BGHSt 37, 110.
21
Que comienza con la sentencia publicada en BGHZ, 51, 91, caso Hühnerpest hasta BGHZ 104, 323,
caso Sprudelfläsche; los fallos son citados por el Tribunal Supremo alemán, cfr. BGHSt 37, 115.
la Cámara Penal de Mainz, los deberes del fabricante eran iguales tanto en el ámbito
civil como en el penal.
A pesar de que no pudo establecerse cuál era la sustancia tóxica específica del
Lederspray que causaba los trastornos, el tribunal de Mainz afirmó la existencia de
una relación causal entre el consumo del producto y los daños aparecidos.
Todos los imputados recurrieron la sentencia ante el Tribunal Supremo Federal
alemán. Sólo tuvo éxito el director del laboratorio, quien fue absuelto.
22
Cfr. Beulke/Bachmann, Die Lederspray- Entscheidung, p. 738; Gimbernat Ordeig, La omision impropia,
pp. 358-359.
Tal como vimos, los daños causados por el ingreso al mercado del producto
con posterioridad a la reunión especial del 12 de mayo de 1981 fueron imputados
como delitos de comisión, pues la producción y comercialización de productos de
distribución masiva en el marco de los fines perseguidos por una sociedad comercial
son imputables penalmente a sus directivos como acciones propias. Sin embargo,
la mayoría de los hechos investigados fueron calificados como delitos impropios
de omisión, pues la imputación consistió en la falta de cumplimiento de la acción
prudente de retirarlos del mercado o de advertir al usuario sobre los peligros de la
utilización del producto. Según el Tribunal Supremo, los directivos tenían el deber
jurídico de mantener a los consumidores del Lederspray convenientemente alertados
sobre los daños a la salud que la composición química del producto podía causarles.
Así, “...quien introduce artículos de consumo (o de primera necesidad) en el tráfico
está obligado a evitar daños, y responde penalmente por los daños causados en caso
de inobservancia imprudente de dicho deber...”.23
En cuanto al fundamento de la responsabilidad de los directivos de la firma, el
Tribunal Supremo marcó una diferencia importante con la Cámara Penal de Mainz,
pues consideró ajena al caso la discusión sobre si los deberes civiles coinciden con
los que fundan la responsabilidad penal de los fabricantes. Conforme con el crite-
rio del BGH, existió de cualquier modo una posición de garante de los directivos,
derivada de un comportamiento peligroso previo y contrario al deber (injerencia).
Por esta razón, consideró innecesario tomar una posición acerca de la justificación,
fundamento y condiciones exigidas para la responsabilidad penal por el “hacer pre-
vio”. Sostuvo que, en cualquier caso, está fuera de discusión que quien ha creado
una fuente de peligros para terceros está obligado a impedir la concreción de los
daños, algo especialmente válido para la producción y comercialización de bienes de
consumo.24 El comportamiento previo de los directivos imputados, creador del peli-
gro, consistió en introducir en el mercado un producto peligroso para la salud de los
consumidores; esta característica surge de las mismas ponderaciones realizadas para
la comprobación de la relación de causalidad.25
El comportamiento previo de los imputados también fue objetivamente contrario
al deber, pues el ordenamiento jurídico, sin excepción, prohíbe la creación de peli-
gros que puedan concretarse en daños para terceros. Este principio rige aun cuando
no exista una ley particular que sancione tales comportamientos peligrosos o haga
responsable penalmente al causante.26
23
BGHSt 37, 114.
24
BGHSt 37, 115-116.
25
BGHSt 37, 117.
26
BGHSt 37, 117. El fundamento jurídico de esta afirmación del Tribunal Supremo se halla en la pro-
tección general que brinda el art. 2, sección 2, primera oración, de la Ley Fundamental alemana,
que remite a una prohibición de dañar, general y válida en todo tiempo, conocida ya en el derecho
romano bajo la fórmula “neminem laedere” o “alterum non laedere” y contenida en las Institutas de
Justiniano (Libro 1, Título 1, “Sobre la justicia y el derecho”). Allí se enumeran como mandatos del
derecho: vivir honestamente, no lesionar a otro, dar a cada uno lo suyo (cfr. Brammsen, Strafrechtli-
che Rückrufpflichten, p. 102 y las notas 20 y 24; sobre el contenido del principio “neminem laedere”,
puede consultarse, Schiemann, Das allgemeine Schädigungsverbot: alterum non laedere, JuS 1989,
pp. 345-350). Al respecto señalan Jescheck / Weigend que el deber de garante por el comportamiento
anterior peligroso se funda en la prohibición de lesionar a otro (“neminem laedere”). Quien crea el
peligro de que otro se lesione (injerencia) debe preocuparse para que ese peligro no se realice en un
resultado típico (autores citados, Lehrbuch, p. 625). Según lo señala el Tribunal Supremo alemán, la
Ley Fundamental de la República Federal de Alemania recibe este principio cuando establece en el
art. 2, sección 2, citado en la sentencia, que “...cada uno tiene el derecho a la vida y a la integridad
corporal...”. Conforme con la doctrina del Tribunal Constitucional, la integridad corporal abarca la
salud tanto en sentido biológico como psicológico; son titulares de este derecho fundamental las
personas naturales sin importar su estado mental, pues la Ley Fundamental alemana no reconoce la
existencia de vidas “sin valor” (cfr. Jarrass/Pieroth, Grundgesetz für die Bundesrepublik Deutschland,
pp. 40 y 63). Acerca de la jurisprudencia del Tribunal Constitucional alemán puede consultarse BVer-
fGE 56, 54-74 y ss. Una de las cuestiones debatidas en la doctrina es si la referencia a ese mandato
general (derivable también de la Ley Fundamental) basta para afirmar la existencia de un deber de
garante o la violación de un deber a través de una acción peligrosa (cfr. Brammsen, Strafrechtliche
Rückrufpflichten, p. 103).
27
BGHSt 37, 118. El término Ausreißer significa que siempre existe un número de casos en los cuales,
por más que el productor ponga toda la diligencia del caso y cumpla con los deberes a su cargo,
fabricará un producto defectuoso. Este margen es tolerable para el ordenamiento jurídico.
28
BGHSt 37, 119.
29
BGHSt 37, 121-122.
30
BGHSt 37, 122.
31
BGHSt 37, 123-124.
32
BGHSt 37, 125-126.
33
BGHSt 37, 126-128.
34
BGHSt 37, 128-129.
35
BGHSt 37, 129.
36
BGHSt 37, 129-130.
Para concluir, el Tribunal Supremo señaló que en los delitos de comisión cuando
varios partícipes producen en forma independiente el resultado típico, cada contribu-
ción individual es causal. Como lo que rige para la comisión también debe regir para
la omisión, y como la decisión de la junta directiva de retirar el producto sólo podían
ponerla práctica varios partícipes, cada uno de los que omitió —pese a su competen-
cia para coproducir— contribuyó a que la medida exigible (retirar el producto) no se
llevara a cabo. Por ello, cada uno respondió por las consecuencias típicas.37
37
BGHSt 37, 131.
38
Cfr. Gimbernat Ordeig, La omisión impropia, p. 373.
39
Cfr. Roxin, AT II, § 32 nm. 196.
…si los peligros que exceden de lo habitual tienen consecuencias dañosas, en ese caso el
obligado es responsable, independientemente de que el comportamiento previo sea o no
contrario al deber, y a no ser que la víctima, imputablemente, se haya puesto en peligro por
sí misma…Con ello, decae también el argumento de que los deberes de salvamento para
el obligado al aseguramiento del tráfico no serían compatibles con la responsabilidad por
injerencia (limitada, supuestamente, al comportamiento precedente contrario al deber)….40
Entre los autores que comparten posiciones similares pueden citarse a Hilgen-
dorf, Brammsen y parcialmente Freund y Jakobs.
Hilgendorf, en su polémica con Kuhlen, considera que la posición de garante
puede deducirse de los deberes de aseguramiento del tráfico que concurren en cual-
quier titular de una industria peligrosa por las fuentes de peligro que caen dentro de
su ámbito de responsabilidad.
Brammsen desarrolló la tesis de que una posición de garante fundada en el deber
de vigilancia obliga a los productores a retirar del mercado los productos que lesionan
la salud.
No comparte la opinión de que esta posición de garante debe limitarse a los
casos en que existe una relación de dominio físico-real sobre la cosa. A los deberes
de retirada corresponden expectativas de comportamientos efectivos y reales, y ellos
existen con independencia de si los productos todavía se encuentran dentro del ám-
bito de la empresa, en el comercio o en manos del consumidor.
Roxin critica el planteo de Brammsen, pues el problema surge a partir del mo-
mento en que el producto deja el ámbito de la empresa y llega a las manos del con-
sumidor o del vendedor. En esos casos ya no puede hablarse de una vigilancia ni de la
posibilidad de intervenir. Desde ese instante, los fabricantes no pueden vigilar más.
La preocupación de cada propietario actual por respetar las advertencias de los pro-
ductores sólo le compete a él y por ende no puede generar ningún deber de vigilancia
para el fabricante.41 Si lo que se pretende es obligar a los productores sobre la base
40
Cfr. autor citado, Alternativ Kommentar 1990 y Nomos-Kommentar zum Strafgesetzbuch ,1997, § 13,
nm 125; la cita ha sido tomada de Gimbernat Ordeig, La omisión impropia, p. 360, nota 132.
41
Esta posición fue sostenida sistemáticamente por Schünemann desde su obra, Grund und Grenzen, ya
citada, hasta el artículo, Unternehmenskriminalität, donde modifica su posición originaria; en aquel
de las informaciones brindadas en esta etapa por los consumidores y los proveedores,
esto no se refiere en absoluto a un deber de vigilancia sino que se funda en un deber
de protección, el cual también puede ejercitarse a cierta distancia.42
La posición de Freund puede enmarcarse tanto en los postulados que siguen los
lineamientos de la Cámara de Mainz como en los suyos propios.
Gimbernat Ordeig ubica a este autor dentro del grupo que funda la posición de
garante en los deberes de aseguramiento del tráfico; Roxin, a su vez, le otorga una
posición autónoma. Los textos de Freund permiten sostener ambas opiniones.43
Para Freund ciertas actividades relacionadas con fuentes de peligro generan
responsabilidades especiales. De manera general, quien ejerce actividades riesgosas
tiene implícita o explícitamente la obligación de actuar para evitar un peligro. Quien
no quiera aceptar esta obligación no está autorizado a ejercer tales actividades, pues
nadie puede pretender los beneficios correspondientes a su actividad sin realizar las
contraprestaciones adecuadas.44
Tanto Seelman como Freund hablan también de la necesidad de diferenciar los
riesgos permitidos en “intensamente riesgosos” (Freund) o elevados en relación con
los comportamientos de la vida diaria, esto es, que exceden de lo habitual (Seelman).45
Señala Roxin que la solución propuesta por estos autores es dudosa pues: 1)
transgrede los principios que fundan la injerencia, donde el comportamiento previo,
en tanto se trata de una imputación típica, debe haber creado una fuente o foco de
peligro mediante la violación del deber de cuidado desde una perspectiva ex ante; 2)
la distinción entre riesgos permitidos “normales” e “intensos” es inútil por su carác-
ter indeterminado; cada elevación del riesgo se comporta como una escala continua,
sin una cesura que permita establecer grados con relevancia jurídica.
Hasta ahora se han considerado riesgos elevados tanto la fabricación de produc-
tos como la circulación de autos. Pero ¿en qué consiste el riesgo elevado cuando se
trabajo señaló que “…el dominio sobre un ámbito de peligro sólo genera deberes de aseguramiento y
no deberes de salvamento. El motivo material de esta diferenciación reside en el requisito de la equi-
valencia con la acción: el no cumplimiento de un deber de salvamento puede ser, moralmente, todo
lo censurable que se quiera e incluso merecedor de pena, pero no es equivalente a la acción porque
sólo puede establecer una relación potencial del omitente con el resultado…” (autor y op. cit.; la
cita ha sido tomada de Gimbernat Ordeig, La omisión impropia, pp. 370-371, nota 150, con mención
de otros trabajos que muestran el mantenimiento coherente de esta posición a lo largo del tiempo).
42
Cfr. Roxin, AT II, § 32, nm. 208-209.
43
Cfr. Gimbernat Ordeig, La omisión impropia, pp. 360-361, nota 133; Roxin, AT II nm. 201-205.
44
Cfr. Freund, AT, pp. 200-201; nm. 69-72.
45
Cfr. Roxin, AT II, § 32 nm. 201. Las citas corresponden a Freund, AT, § 6, nm. 69; Seelman, Nomos
Kommentar zum Strafgesetzbuch, § 13, nm. 117. La posición de Freund es ácidamente criticada por
Schünemann en, Sobre el estado actual de la dogmática de los delitos de omisión en Alemania, pp.
12-17; Freund le responde en su AT, § 6, p. 182, nota. 11.
46
Cfr. Roxin, AT II, § 32, nm. 202-205.
De acuerdo con ello, la creación de una situación de peligro fundamenta una posición de
garante que obliga a la evitación del daño, incluso aunque en todo ello no resida ninguna
infracción del cuidado debido; el comportamiento previo del garante no tiene por qué ser
culpable…De la posición de garante —cuya existencia, de acuerdo con lo expuesto, hay
que afirmar— deriva aquí…la obligación de retirar los aerosoles para el cuero peligrosos
para la salud y que se hallaban ya en el comercio….47
47
La cita ha sido tomada de Gimbernat Ordeig, La omisión impropia, p. 363.
48
Cfr. Roxin, AT II, nm. 198-199. Entre otros, rechazan la posición del Tribunal Supremo alemán Beulke
/ Bachman, Die Lederspray Entscheidung, , p. 739; Brammsen, Strafrechtliche, pp. 102 y ss.; Hilgen-
dorf, Strafrechtliche, pp. 143 y ss.; Kuhlen, p. 568; Meier, NJW 1992, p. 3196; Otto, WiB 1995, p. 933;
del mismo, H.J.Hirsch-FS, 1999, 291, 304 y ss.; Puppe, JR 1992, 30; Systematischer Kommentar zum
Strafgesetzbuch, 6ª ed.,§ 13, nm. 39, 39 b, 40 c; Samson, StV 1991, pp. 182 y 184; Schünemann, en
Gimbernat/Schünemann/Wolter (comp.), 1995, pp. 66 y 68; del mismo, BGH-FG, 2000, v. IV, 638;
las citas han sido tomadas de Roxin, AT II, § 32, nota 338.
49
Cfr. Roxin, AT II, nm. 200.
…para que se dé el requisito del comportamiento previo contrario al deber, se exige una
creación del riesgo desaprobada ex ante. Incluso, y aunque ello no se destaque expre-
samente, esa comprensión del requisito en cuestión, deriva, sin más, de la doctrina hoy
dominante en el Derecho penal de que lo injusto del comportamiento sólo puede ser
determinable ex ante. Los deberes jurídicos deben motivar a sus destinatarios a un deter-
minado comportamiento, y, por ello, un comportamiento sólo puede ser (objetivamente)
contrario al deber de cuidado cuando va vinculado a la creación de un riesgo jurídica-
mente desaprobado cognoscible (objetivamente) en el momento de la acción. Esto tiene
como consecuencia que la introducción de los sprays sólo habría sido contraria al deber
cuando ya en esa introducción se hubiera podido conocer su peligrosidad…Por consi-
guiente, hay que partir de que la introducción en el mercado se hubiera podido conocer
su peligrosidad…Por consiguiente, hay que partir de que la introducción en el mercado
no se realizó de una forma contraria al deber. Si, no obstante, el Tribunal Supremo Fe-
deral afirma esa posición de garante por injerencia, con ello…abandona, materialmente,
el requisito de la injerencia de que la producción del resultado debe descansar en un
comportamiento previo contrario al deber. El que el Tribunal no diga claramente que está
cambiando su jurisprudencia debe ser criticado, como lo debe ser el intento —dogmá-
ticamente inidóneo- de encubrir ese cambio con la ayuda de una contrariedad al deber
objetivo determinada ex post….50
50
Cfr. autor cit., NStZ, 1990, p. 568; cfr. Gimbernat Ordeig, La omisión impropia, pp. 363-364, no-
tas 140 y 141; comparten la posición de Kuhlen, Beulke/Bachman, Hilgendorf y Brammsen, entre
otros.
ción de poner en circulación objetos lesivos de la salud. Habría entonces una vincu-
lación estrecha entre la ley y el hacer previo.
Roxin no reconoce una posición de garante derivada de estas dos fuentes. Es
particularmente relevante que el propio Tribunal Supremo no haya establecido nin-
gún criterio para determinar cuándo una norma extrapenal puede fundar una posición
de garante. Además, del apoyo en la ley de alimentos y artículos de primera necesi-
dad (lmbg) surge un problema adicional: determinar qué ocurre cuando, pese a haber
violado una prohibición, entra en circulación un producto inofensivo.51
51
Cfr. Roxin, AT II, § 32, nm. 206-207.
52
Cfr. Gimbernat Ordeig, La omisión impropia, p. 365.
incrementado en relación con la conducta normal y cotidiana. Ciertamente todo ello nece-
sita ulteriores concreciones. Pero la producción y la introducción en el comercio de bienes
imponen en la sociedad actual una actividad tan arriesgada que desencadena una posición
de garante del fabricante y del distribuidor, independientemente de si, al tiempo de la dis-
tribución, era cognoscible o no una peligrosidad anormal de determinados productos….53
53
Cfr. Kuhlen, Strafhaftung, pp. 568-569; la cita ha sido tomada de Gimbernat Ordeig, La omisión im-
propia, p. 365.
54
Cfr. Kuhlen, Zum Strafrecht, p. 361; la cita corresponde a Gimbernat Ordeig, La omisión impropia, pp.
365- 366, nota 142.
del defecto mediante la reconstrucción de los métodos de fabricación. Por todas es-
tas razones, el fabricante asume la protección del consumidor. Destaca Roxin que el
propio Tribunal Supremo argumentó la cuestión con la misma línea de pensamiento
en el caso del Lederspray. En esa oportunidad manifestó que la organización empre-
saria y el fabricante disponen de la visión más amplia de la situación, debido a que
cuentan con los mejores conocimientos para juzgar la fabilidad del producto y sobre
esa base adoptar las medidas adecuadas; por lo tanto, una acción de retirada empren-
dida por los fabricantes tiene mayores posibilidades de ser efectiva en comparación
con intervenciones de terceros.
Nada de esto se relaciona con una posición de garante derivada de un hacer
previo, pero describe correctamente la posición de protección dominante que ocupa
el fabricante en contraposición con el consumidor.
Fue Schünemann quien en primera instancia desarrolló esta posición. Según él,
el consumidor se entrega al productor de la misma manera en que lo hace el paciente
frente al médico de cabecera, con la misma despreocupación por el peligro. Schü-
nemann quiere limitar esta función de protección a los productos registrados con
marca, porque al ser más caros el consumidor abona también una prestación adicional
cuando los paga. Roxin discrepa en este punto, pues el precio no traduce ninguna di-
ferencia. El costo más elevado de esos productos no simboliza ni expresa una protec-
ción mayor frente a eventuales peligros, sino que exterioriza parcialmente una mejor
calidad y suele constituir un símbolo de status. Por lo tanto, sería dudoso liberar al
fabricante de su deber de protección cuando opta por elaborar productos sin marca.
Para Roxin, el criterio de la asunción de una función de protección permite
explicar sin dificultad alguna la hipótesis del integrante de la empresa que ingresa
tras la puesta en circulación del producto; en este caso, sí es posible transmitir una
función de protección.
El fabricante completa su deber de protección a través de la retirada de produc-
tos que todavía se hallan en los comercios, pues así elimina los peligros de la manera
más eficaz. Frente al consumidor final le basta con divulgar un aviso por distintos
medios de comunicación.
Si el producto fue introducido imprudentemente a priori en el tráfico, también
puede evaluarse una posición de garante por el hecho previo. Estos dos deberes de
garantía juntos no resultan infrecuentes ni problemáticos.55 El fundamento en el
deber de protección ahorra la difícil comprobación de si ya la introducción en el
mercado fue contraria al deber de cuidado.56
55
Como ejemplo brinda Roxin el del padre que se comporta negligentemente en su ámbito de dominio
respecto a los focos de peligro y su hijo sufre daños.
56
Cfr. Roxin, AT II, § 32, nm. 210-216; el trabajo de Schünemann en que se basa Roxin corresponde a
BGH -FS 2000, 640.
Finalmente, Roxin trata la competencia interna para ordenar una retirada del
producto o avisar a los consumidores sobre los peligros que entraña.
En este tema rigen los principios generales de la responsabilidad por el dominio
en el negocio. El Tribunal Supremo alemán lo resumió con precisión en el caso del
Lederspray: los deberes de los directivos son inherentes a los ámbitos en que desarro-
llan su actividad; sin embargo, en situaciones especiales o de excepción rige el prin-
cipio de la responsabilidad general y la competencia en todos los ámbitos. En esas
oportunidades, la empresa se considera una unidad y la totalidad de la dirigencia
debe actuar; un ejemplo de esas situaciones lo brinda la repetición de quejas de los
consumidores por daños ocasionados como consecuencia del consumo de un producto
fabricado masivamente y en serie; en esas circunstancias los directivos deben decidir
sobre las medidas que conviene tomar —en especial, si corresponde suspender la
producción, informar a los consumidores o retirar el producto del mercado— y todos
son responsables sin que importen las divisiones funcionales.57
57
Cfr. Roxin, AT II, § 32, nm. 217; ver la sentencia del Tribunal Supremo Federal alemán p. 123 y ss.
58
Cfr. Freund, Entwurf, p. 479.
59
Cfr. Gretenkort, Herstellen, pp. 124 y ss.
60
Cfr. Eichinger, Die strafrechtliche Produkthaftung im deutschen im Vergleich zum angloamerikanis-
chen Recht, 1997, pp. 347 y ss. La cita ha sido tomada de Kuhlen, Strafrechtliche Produkthaftung,
p. 647, nota 3.
61
Así señala Schünemann: “…lo que no podría discutirse, como mucho, la creación de un tipo espe-
cial…” (autor citado, Unternehmenskriminalität und Strafrecht, p. 101; por su parte, Samson dice
que “…aquí también lo mejor sería que el legislador pudiera introducir una regulación penal…”
(autor citado, Probleme, p. 184); ambas citas han sido tomadas de Gimbernat Ordeig, La omisión
impropia, p. 374, nota 154.
…el productor que fundamenta un riesgo —y esto lo hacen hoy prácticamente todos los
productores— mediante la fabricación o la combinación de materiales potencialmente
peligrosos debería responder jurídico penalmente, sin que sea necesaria acreditar la cau-
salidad, por los daños que surjan dentro de esa conexión. Formulado radicalmente, ello
significaría que toda producción tendría lugar, por así decirlo, con una reserva jurídico
penal. Con la primera aparición de supuestos de daños surgirían para el responsable,
al mismo tiempo, deberes de acción que llevarían, en lo fundamental, a poner fin a la
comercialización, a la retirada del producto o a indicaciones de advertencia para los
consumidores que estuvieran ya en posesión del producto. Una imposición de un de-
ber jurídico penal de estas características puede ser considerado, en nuestra sociedad
química de riesgos, como plenamente adecuado y positivo. Sin embargo, no es tarea de
la jurisprudencia crear un tal Derecho penal de riesgo, sino que ello le está reservado
únicamente al legislador….62
62
Cfr. Kühne, Strafrechtliche, p. 1954; la cita ha sido tomada de Gimbernat Ordeig, La omisión impropia,
pp. 374-375.
63
Cfr. autores citados, Derecho penal. Parte general, pp. 552-554, nm. 12-15. Los autores mencionados
rechazan también el ejemplo clásico de la madre que deja morir a su hijo, pues tiene un contenido
injusto menor que matar.
…hay tipos omisivos que no están escritos, pero cuya existencia no pone en duda la doc-
trina ni la jurisprudencia (el caso del médico que no sutura la herida para que el paciente
muera, la madre que no alimenta al niño para que muera, etc.). Estos tipos equivalen
también a la estructura activa, pero en ellos el autor no puede ser el mismo que el de la
estructura activa —por regla general (…) Aquí no está determinado legalmente el círculo
de posibles autores. (…) Estos tipos impropios de omisión no están todos escritos: los
debe completar el juez individualizando las características de los autores conforme a los
modelos legales (a los que se hallan escritos). Por ende los tipos impropios de omisión
no escritos, son tipos abiertos, al igual que los tipos culposos.67
64
Sentencia del 11 de diciembre de 2007, “Antognazza, María Alejandra s/Abandono de persona califi-
cado”, causa N° 19.143/03.
65
Sentencia del 20 de agosto de 2014, “Recurso de hecho deducido por la defensa de Romina Mariela
Rosas en la causa Rosas, Romina Mariela y otros si p.ss.aa. homicidio calificado”.
66
Cfr. autor citado, Tratado de derecho penal. Parte general, t. III, pp. 447 y ss., en especial, p. 463.
67
Cfr. autor citado, Tratado de derecho penal. Parte general, op. cit., p. 458.
68
Cfr. autor citado, En torno a la constitucionalidad de los tipos omisivos impropios en el Derecho
Penal Argentino, pp. 109 y ss.
69
Cfr. autor citado, Omisión impropia y posición de garante, pp. 117 y ss.
70
Cfr. autor citado, La posición de garante y el principio de legalidad en materia penal, pp. 10 y ss.
71
Cfr. autores citados, en Derecho Penal. La Ley. El delito. El proceso y la pena, pp. 244 y ss.
72
Cfr. autor citado, Homicidio por omisión, en pp. 267 y ss.
73
Cfr. autor citado, Derecho Penal, Parte General, t. I, 2006, pp. 339 y ss.
…Es claro que, de a poco, se va dejando la idea naturalística que ha informado al De-
recho Penal desde Von Liszt hasta el presente y que ha dañado a la dogmática penal,
poniendo en manos de las ciencias duras la resolución de los casos. Y ello se nota en la
insistencia en distinguir los delitos de acción y omisión desde la naturaleza. La ley, que
debe ser tenida seriamente en cuenta, como norma obligatoria —no como un consejo y
malo, como advertía Soler— no distingue. Habla del que matare a otro, y no del que con
acción matare a otro….74
…creo que el estado actual de la dogmática sobre el delito de omisión permite generar
tantas dudas sobre la legitimidad de penar una omisión bajo la descripción de un verbo
de causación que, al menos desde la puridad de los principios, es preferible establecer
legalmente la cláusula de conversión. Lo contrario lleva o bien a una interpretación ana-
lógica de los tipos penales o bien a la admisión de una causalidad en la omisión que no
se puede defender….
De todos modos, este autor no emite aquí una opinión terminante a favor de
que exista una fórmula de punición, pues la ausencia de una cláusula de conversión
no genera una laguna de punibilidad intolerable —como lo sería la derogación de
delitos del Derecho penal nuclear en la parte especial—, sino el hecho de que la
punición imprescindible siga rigiendo en la práctica, aunque por vías objetables
desde el punto de vista constitucional.75
Luego, en su libro de Casos de Derecho penal, el mismo Sancinetti explica que
“…La legislación argentina carece de una cláusula de conversión expresa, pero ello
no significa que los tipos penales de causación no puedan ser aplicados a las omi-
siones de garantes que debían evitar la producción del resultado respectivo.” En este
sentido, aclara que no se trata de aceptar un procedimiento de interpretación analó-
gico en violación al principio nullum crimen sine lege y, en concreto, transgrediendo
la prohibición de analogía in malam partem sino que, por el contrario, el punto es
74
Cfr. autor y op. cit., p. 11.
75
Cfr. Sancinetti, Dogmática del hecho punible y ley penal, pp. 105-111.
definir “…la cuestión de interpretación de hasta qué punto un texto que describe
una acción, como matar, está referido también a la no evitación de la muerte para
quien está obligado a evitar (matar, dejar morir).” De esta manera, precisa que “…
no está en juego la pura descripción de un suceso natural, sino la adscripción de una
responsabilidad, según un criterio normativo...” Y, concluye que “…No se trata, en-
tonces, propiamente, de que los delitos impropios de omisión sean tipos no escritos,
sino de cómo interpretar un tipo que sí está escrito…”.76
Más cerca en el tiempo, ha señalado:
…La cuestión de si los verbos de causación son extensibles a las omisiones o no, es un
problema de interpretación de los tipos que, justamente, sí están escritos (“tipos no es-
critos” no hay). Esto es evidente para las posiciones antiguas y modernas que parten de
la base de la causalidad de la omisión (en el primer grupo, Engisch; en el segundo, Puppe,
Frister); pero aun para quien lo entienda de otro modo, históricamente los verbos de cau-
sación implicaron siempre la imputación de un resultado a una acción o a una omisión.77
Dos son los trabajos más importantes escritos en la Argentina que tratan
monográficamente los delitos de comisión por omisión: el libro de Enrique Baciga-
76
Cfr. autor citado, Casos de Derecho Penal, pp. 293-297.
77
Cfr. autor citado, La relación entre el delito de “abandono de persona” y el “homicidio por omisión”,
pp. 274 y ss.
78
Cfr. autor citado, Derecho penal. Parte general, 5a. ed., pp. 177 y 178.
79
Nino refiere al respecto que frente a la madre que omite alimentar a su hijo recién nacido, dejándolo
morir por inanición “…nuestra reacción hacia ella será casi idéntica a la que tendríamos si hubiera
estrangulado a su hijo (…) estaríamos dispuestos a decir que ha ´matado´ a su hijo…”; cfr. autor
citado, ¿Da lo mismo actuar que omitir?, pp. 801 y ss.
80
Cfr. Peralta, Legalidad y justificación en los delitos impropios de omisión, pp. 43-53.
lupo81 y, mucho más cerca en el tiempo, la tesis doctoral de Gonzalo Javier Molina,
que ya hemos citado.82 A ellas corresponde agregar, aunque referida al Derecho penal
alemán, la de Marcelo Lerman y los distintos trabajos que este autor ha publicado
sobre el tema.83 En el primer trabajo citado, tras resumir la discusión dogmática en
torno al tema, Bacigalupo da cuenta de distintos casos resueltos por la Cámara Crimi-
nal y Correccional de Capital Federal. Por su parte, Gonzalo Molina en la tesis citada,
analiza la discusión en torno a los delitos impropios de omisión desde la perspectiva
del principio de legalidad, pero con acento en dos mandatos derivados de aquél: el
de la ley escrita y el mandato de certeza, este último con respecto a los criterios para
establecer cuándo una persona se encuentra en posición de garante.
c. La jurisprudencia argentina
81
Cfr. Delitos impropios de omisión.
82
Cfr. Delitos de omisión impropia, Rubinzal – Culzoni, Buenos Aires – Santa Fe, 2014; sobre el conte-
nido de la tesis y otros trabajos del mismo autor, véase el comentario y reseña de Carla Salvatori y
la reseña bibliográfica de Victoria Simán Pollastri.
83
Cfr. La omisión por comisión; también, La atenuación facultativa de la pena prevista para los delitos
impropios de omisión en el § 13.2 del StGB, pp. 2074-2086.
84
Art. 106: “El que pusiere en peligro la vida o la salud de otro, sea colocándolo en situación de desam-
paro, sea abandonando a su suerte a una persona incapaz de valerse y a la que deba mantener o cuidar
o a la que el mismo autor haya incapacitado, será reprimido con prisión de dos a seis años. La pena
será de reclusión o prisión de tres a diez años, si a consecuencia del abandono resultare grave daño
en el cuerpo o en la salud de la víctima. Si ocurriere la muerte, la pena será de cinco a quince años
de reclusión o prisión.” Art. 107: “El máximun y el mínimum de las penas establecidas en el artículo
precedente, serán aumentados en un tercio cuando el delito fuera cometido por los padres contra sus
hijos y por éstos contra aquéllos, o por el cónyuge.” Como puede observarse, las dos reglas citadas
regulan casos de comisión por omisión en los que la posición de garante surge de la ley, el contraro
o el hacer precedente (es decir, las fuentes formales). Otro ejemplo de delito de omisión impropia es
el previsto en el art. 144 cuarto, inc. 1º, ubicado sistemáticamente dentro las figuras que reprimen
la tortura: “Se impondrá prisión de tres a diez años al funcionario que omitiere evitar la comisión de
alguno de los hechos del artículo anterior, cuando tuviese competencia para ello…”.
85
Según las reglas vigentes en aquella época, el estupro se configuraba cuando un varón (cualquiera
fuese su edad) accedía carnalmente a una mujer “honesta”, mayor de 12 años y menor de 15; exigía
la presencia de “seducción”, basada en ese carácter de la mujer. Estas reglas fueron modificadas en
1999. El caso Rivas tiene vinculación con el desarrollo de la historia institucional y política argen-
tinas. Nelly H. Rivas era una jovencita de 14 años, que, tras producirse la muerte de Eva Duarte en
1952, acompañó a Juan Domingo Perón (presidente argentino entre 1946-1955; y 1973-1974) en la
residencia presidencial y en algunos actos públicos. Sobre su relación con el expresidente, existen
dos versiones: luego de la caída de Perón, ella y su familia sufrieron todo tipo de persecuciones; otra,
considera que era su amante “oficial”, “comprada” a sus padres a cambio de favores económicos.
86
Cfr. Bacigalupo, Delitos impropios, p. 157. Como dato relevante del caso, hay que destacar que el ex
presidente Perón, por su exilio y por sus fueros, nunca fue juzgado por el caso; es decir, que presentó
la paradoja que solamente el padre y la madre de Nelly Rivas fueron condenados. La sentencia está
publicada en la revista jurídica Juriprudencia Argentina, t. 1962-I, p. 518.
87
La sentencia está publicada en la revista jurídica “Jurisprudencia argentina”, t. 964-III, p. 560;
véase Bacigalupo, Delitos impropios”, p. 158.
88
Cfr. Bacigalupo, Delitos impropios, p. 159; la sentencia está publicada en la revista jurídica Jurispru-
dencia Argentina, t. 1966-IV, p. 82.
89
Cfr. Bacigalupo, Delitos impropios, pa. 159-160; la sentencia está publicada en la revista jurídica
Jurisprudencia Argentina, t. 1966-III, p. 338.
90
También resuelto por la Cámara Nacional Criminal y Correccional de la Capital Federal, Sala 1ª, sen-
tencia del 16 de abril de 1997, publicada en la revista jurídica Jurisprudencia Argentina, t. 1997-IV,
p. 283.
…el verbo ‘adulterar’, utilizado por el tipo, equivale a corromper, alterar o cambiar las
cualidades de una cosa, en este caso, de alimentos destinados a terceros indeterminados,
y, por el otro lado, que la tal alteración, a diferencia del tipo doloso, debe producirse de
un modo negligente, imprudente, imperito o por inobservancia de reglamentos u ordenan-
zas…”. También afirmó que al igual que el delito doloso “…el delito culposo, a cuya ca-
tegoría pertenece el mencionado, tanto puede cometerse mediante acción como mediante
omisión, diferenciándose este último del de comisión en que el autor no infringe el cuidado
debido con un acto positivo, sino, en cambio, omitiendo el acto de cuidado exigido. Para lo
cual es necesario que el autor tenga una posición de garante con respecto a la preservación
del bien jurídico que se trate. De allí resulta que la omisión es equivalente a la acción que
causaría el resultado, en la especie, el daño a la salud de terceros indeterminados….
…mediante la acción de contralor del cuidado y la diligencia con que el personal empleado
en la mencionada casa de comida trataba y elaboraba los alimentos destinados al consumo
de los clientes…” y, con cita del art. 1° del Código alimentario argentino, el juez consideró
que ostentaban una posición de garante de la salud ajena. Además, como los acusados “…
poco menos que vivían en el restaurante y controlaban permanentemente la mercadería,
no puede sino concluirse que en el caso de autos los querellados estaban vinculados de tal
manera con la protección o custodia del bien jurídico de la salud ajena, que la omisión de
actuar en su cuidado les creó una verdadera responsabilidad de autor. Es obvio que, cuando
menos, al haber omitido por negligencia vigilar y controlar el trato higiénico y diligente
que las personas a su cargo debían poner para conservar y elaborar los alimentos, y permiti-
do, de este modo, que éstos fueran servidos a los clientes adulterados por agentes patóge-
nos, también ellos, como ocurre en todo delito impropio de omisión con quienes tienen el
deber de actuar como garantes, ocasionaron el daño en la salud que en autos se trata….91
91
Véase la sentencia publicada en la revista jurídica Jurisprudencia Argentina, t. 1997-IV, pp. 285-286.
92
Como puede apreciarse, en esta sentencia hay cierta confusión entre los delitos imprudentes y la
posición de garante.
93
Se trató del incendio de un local llamado República de Cromañon, ocurrido el 30 de diciembre de
2004, mientras brindaba un recital la banda argentina de rock “Callejeros”. Cuando comenzó el con-
cierto, alguien del público arrojó un elemento de pirotecnia que impactó en una especie de tela de
plástico inflamable llamada “media sombra”, ubicada en el techo. Al advertir el incendio, los asisten-
tes trataron de salir pero algunas puertas estaban cerradas con candados; se produjo un corte de luz
y los materiales de la “media sombra” comenzaron a emitir gases tóxicos, por lo cual, las personas
presentes comenzaron a asfixiarse. En total fallecieron 194 personas y al menos 1432 resultaron
heridas. Se realizaron cuatro juicios orales y fueron condenadas 21 personas (entre funcionarios
públicos, integrantes de la banda musical y empresarios).
¿Cuál es la razón por la que los imputados estaban obligados a impedir el incendio? Para
responder a este interrogante deben considerarse los presupuestos necesarios para que
exista una posición de garante del omitente. Si bien tradicionalmente se ha sostenido que
dicha posición está generada por la ley, el contrato y la conducta precedente (injerencia),
hoy se discute que la ley y el contrato pueden generar responsabilidad penal, y existe un
amplio consenso en que dicha responsabilidad sí puede ser generada por dos grandes gru-
pos de casos, que son aquellos en donde existe la asunción de una función de protección
y de aquellos en los que hay un deber de vigilancia de fuente de peligro. El primer caso se
da, por ejemplo, con relación a los padres respecto de sus hijos o a los médicos respecto
de sus pacientes; y el segundo grupo de casos se fundamenta en la idea de que la creación
de peligros trae en sí la obligación de prevenir sus consecuencias dañosas. En palabras de
Jakobs, el fundamento de la existencia de una obligación de evitar una configuración de
la propia organización que exceda del riesgo permitido es el siguiente: todo titular de un
círculo de organización es garante de la evitación de un contacto social que exceda del
riesgo permito (...) Ahora bien, un punto a aclarar es el vinculado a las características
que debe tener la conducta precedente para generar una obligación de responder por las
posibles afectaciones a bienes jurídicos que de ella se puedan desprender, hallándose pos-
turas que van desde la mera adecuación de la conducta precedente hasta el requisito de la
antijuricidad, pasando por una serie de casos intermedios en los que la conducta resulta
ser más que causalmente adecuada pero menos que antijurídica. Roxin sostiene al res-
pecto que la condición decisiva para la fundamentación de una posición de garante es la
posibilidad de imputación objetiva del comportamiento precedente causante del peligro...
94
Cfr. Molina, Delitos de omisión impropia, pp. 370 y 279.
95
Cfr. Molina, Delitos de omisión impropia, p. 372. Destaca que en el fundamento de la sentencia se
recurrió a la opinión del catedrático Luis Gracia Martin, quien, si bien en la actualidad admite la
constitucionalidad de los delitos de comisión por omisión, los rechazaba antes de la inclusión en el
código penal español de una cláusula de conversión en la parte general. Por lo tanto, según Molina,
si Gracia Martin analizara este caso según el derecho penal argentino, seguramente consideraría
inconstitucionales los delitos mencionados por la falta de aquella estipulación.
V. CONCLUSIÓN Y PROPUESTA
El breve estudio realizado muestra los límites y los problemas existentes para
fundar cuándo existe una posición de garante en el derecho penal argentino, punto
clave en los delitos de omisión impropia. En particular, el análisis de la jurispruden-
cia argentina alerta sobre los peligros de sus contornos indefinidos. Frente al estado
actual de la cuestión, la mejor solución sería incluir una cláusula de conversión en
la parte general (que establezca tal alternativa) pero basada en un numerus clausus.
Luego, en la parte especial, deberían establecerse los delitos que podrían cometer-
se en comisión por omisión, es decir, deberían limitarse los supuestos admitidos.
Esto no eliminará el problema, porque es parte del más general que afecta a todo
concepto jurídico (la ambigüedad y la vaguedad del lenguaje que utilizamos), pero
que en este tema particular podría reducir esas dificultades y garantizar una mayor
previsibilidad de las decisiones judiciales.