Woodward. Centroamericanas

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Capítulo 4

LAS REPÚBLICAS CENTROAMERICANAS

El primer medio siglo de independencia nacional fue una época infeliz para
las provincias antiguamente pertenecientes al reino de Guatemala: Guatemala,
El Salvador, Honduras, Nicaragua y Costa Rica.' Las tensiones en las estructu-
ras sociales y económicas del último periodo colonial llevaron a encarnizados
conflictos políticos y a la guerra civil. Las elevadas expectativas formuladas por
los líderes centroamericanos al principio del periodo se desvanecieron pronto
ante la dureza de la realidad. El estancamiento económico, el antagonismo entre
clases sociales, el desconcierto político y la anarquía sustituyeron a la relativa
tranquilidad y estabilidad de la era hispánica. En vez de una nación del istmo
próspera e independiente, hacia 1870 emergió un fragmentado y conflictivo
mosaico de ciudades-estado autodenominadas «repúblicas». A pesar de todo,
pese al decepcionante ritmo de transformación económica y social, se dieron
algunos importantes y necesarios pasos en la transición del colonialismo a la
moderna dependencia capitalista.

Los historiadores de América Latina pasan a menudo rápidamente sobre la


independencia de Centroamérica con la idea de que fue una simple y natural
consecuencia de la independencia mexicana. Ciertamente en Centroamérica pro-
liferaron las sangrientas guerras que caracterizaron las luchas por la independen-
cia en México y en la Suramérica hispana. Los criollos centroamericanos no
obtuvieron el control del gobierno tras la invasión napoleónica de España en
1808. El dominio peninsular continuó en la ciudad de Guatemala hasta 1821. Y
la independencia fue el resultado de una ley y una asamblea de notables que el
15 de septiembre de 1821 aceptó el fait accompli del Plan de Iguala de Agustín
de Iturbide. Sin embargo, durante las primeras dos décadas del siglo xix el reino
de Guatemala pasó por una dura experiencia de desequilibrio económico y dis-
locación social, y una significativa actividad política. Los conflictos de los años

1. Chiapas, una provincia del reino de Guatemala, se unió a México al llegar la indepen-
dencia. Panamá era una provincia del virreinato de Nueva Granada que se convirtió en parte de
la República de la Gran Colombia.
LAS REPÚBLICAS CENTROAMERICANAS 145

inmediatamente anteriores a la independencia están directamente relacionados


con los factores que dificultaron la unidad centroamericana durante el medio
siglo posterior a 1821.
El periodo 1810-1814, en particular, fue testigo del comienzo de los conflic-
tos políticos en Centroamérica que habrían de durar décadas. Hubo conspiracio-
nes criollas y rebeliones en El Salvador, Nicaragua y Honduras ya en 1811 y
1812 y, a finales de 1813, en la misma capital. Pero el fuerte y eficiente gobierno
de José de Bustamante y Guerra, capitán general y presidente de la audiencia de
Guatemala (1811-1818), impidió el éxito de estos movimientos. Mientras tanto
las Cortes de Cádiz y la Constitución que promulgaron en 1812 proporcionó
definición política y argumentos a los emergentes liberales criollos que ya habían
comenzado a hacer patentes sus resentimientos económicos y sociales. La Cons-
titución de 1812 establecía la libertad de prensa, elecciones no sólo para los
ayuntamientos sino también para las nuevas diputaciones provinciales y la repre-
sentación de las colonias en España; se abría el camino hacia un gobierno más
representativo y procedimientos más democráticos; alentaba el libre comercio y
amenazaba los tradicionales fueros y monopolios. Quedaban establecidos los
fundamentos políticos del Partido Liberal en Centroamérica y de la mayor parte
de su programa durante el resto del siglo.2 Bustamante no reconoció la Consti-
tución de Cádiz e hizo todo lo posible para retrasar su aplicación. Finalmente, la
restauración de Fernando V II en 1814 justificó la autoritaria dictadura de Bus-
tamante y su represión de los liberales. Pero su sucesor en 1818, Carlos Urrutia
y Montoya, débil por su edad y enfermedad, primero relajó el gobierno de mano
dura y más tarde aceptó el restablecimiento de la Constitución de 1812 tras la
revolución de 1820 en España.
La Constitución de 1812 no sólo había alentado y reforzado los argumentos
políticos liberales en Centroamérica, sino que también había subrayado la capa-
cidad de los gobiernos locales y provinciales de tomar decisiones autónomas y de
levantarse contra el tradicional dominio de la metrópoli —España, México o
Guatemala—. Este resentimiento regional y la emergencia del separatismo en
Centroamérica puede documentarse en todas las provincias, pero en ningún
lugar era tan evidente como en El Salvador. Durante largo tiempo parte integran-
te de la provincia de Guatemala, El Salvador había crecido en importancia
durante el siglo xvm como principal productor de añil, la más importante expor-
tación del reino. Tras la destrucción de Santiago de Guatemala en 1773 y su
traslado en 1776 a un nuevo emplazamiento situado a unos 40 kilómetros, San
Salvador se convirtió en la mayor ciudad de Centroamérica y lo siguió siendo
hasta bastante después de la proclamación de la independencia. La creación de
una intendencia en San Salvador en 1786 proporcionó cierta autonomía adminis-
trativa por primera vez y puede considerarse el primer paso hacia el nacionalis-
mo salvadoreño. Siguieron demandas de autonomía religiosa, pues los salvado-
reños solicitaban su propio obispo y la separación de la diócesis de Guatemala.
Las reformas de Cádiz ofrecieron a los criollos salvadoreños una oportunidad de
autogobierno, y, comprensiblemente, San Salvador se convirtió en un semillero
del pensamiento y de la actividad liberales. Á

2. Mario Rodríguez, The Cádiz experiment in Central America, 1808-1826, Berkeley, 1978.
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El resentimiento que los liberales salvadoreños sentían hacia lo que ellos


denominaban la «aristocracia» de la ciudad de Guatemala —las familias conser-
vadoras (la mayor parte criollas) que controlaban la tierra, el consulado y el
ayuntamiento— se daba igualmente en otros centros provinciales desde Chiapas
a Costa Rica. La restauración de la Constitución de 1812 y la convocatoria de
elecciones para los ayuntamientos y diputaciones provinciales en 1820 estimuló
la actividad política y la renovación del debate político de los años 1811-1814 a
través de Centroamérica.
En la propia capital, el diálogo era entre liberales y moderados y se hacía
público en las páginas de dos periódicos. El Editor Constitucional, dirigido por
el vehemente Pedro Molina, un médico de origen bastardo, independiente de las
principales familias y representando a los letrados criollos, desafiaba ahora por
primera vez a las instituciones tradicionales y a la continuidad de la dominación
española. Le daba réplica El amigo de la Patria, editado por José Cecilio del
Valle, que había venido a educarse a la capital procedente de una familia gana-
dera hondurena y había permanecido allí convirtiéndose en uno de los intelectua-
les dirigentes de la colonia y un relevante abogado, ampliamente respetado entre
la élite criolla. Había crecido en posición e importancia durante los años de Busta-
mante como un leal servidor de su gobierno, y sus contactos gubernamentales le
llevaban a aconsejar moderación y prudencia en lo referente a la independencia.
Las familias criollas más destacadas, dirigidas por el clan de Aycinena, sin embar-
go, apoyaron a los agitadores de Molina, puesto que se sentían incómodos ante la
amenaza que para su prestigio y monopolio suponía el anunciado retorno al poder
de los liberales españoles. José del Valle, por su parte, tenia el apoyo del gobierno
colonial, de los europeos, de los contrarios al libre comercio y de los criollos
menos favorecidos. Las elecciones de finales de 1820 no fueron decisivas, aunque
el propio Del Valle ganó la elección a la alcaldía de la ciudad de Guatemala.
En febrero de 1821 Iturbide inició su rebelión en México y la noticia del
Plan de Iguala en favor de una monarquía independiente se extendió hacia el
sur. El nuevo énfasis en la autonomía local entró en juego, pues los ayuntamien-
tos de cada ciudad se encargaron de decidir por su cuenta cuál sería su reacción
ante los acontecimientos de México. En Chiapas, los ayuntamientos de Comitán,
Ciudad Real y Tuxtla se declararon separadamente a favor del Plan el 28 de agosto
y el 3 y 5 de septiembre respectivamente, uniéndose al México independiente. En
Guatemala, el entonces capitán general Gabino Gaínza aceptó el 14 de septiembre
el requerimiento de la Diputación Provincial de celebrar un encuentro general entre
los representantes de las principales instituciones. A l día siguiente, en una tormen-
tosa sesión, los líderes criollos y peninsulares debatieron la cuestión, mientras fuera
una multitud clamaba por la independencia. Finalmente los delegados, incluidos la
mayor parte de los moderados dirigidos por José del Valle, votaron a favor de la
independencia. De hecho, no cambió nada más. La burocracia española, encabeza-
da por Gaínza, permaneció. Se dejó en manos de la aristocracia guatemalteca el
control del gobierno y de la economía. Habiendo escapado del régimen liberal
español, la élite criolla ya no necesitaba la alianza con Molina y con los liberales
locales más radicales; nacía el Partido Conservador.
Se pretendía que la decisión tomada en la ciudad de Guatemala en favor de
la independencia se aplicara en todo el reino, pero la idea de participación local
148 HISTORIA DE AMÉRICA LATINA

era ahora tan poderosa que cada municipalidad votó separadamente mientras las
noticias viajaban hacia el sur. Todos aceptaron la independencia de España,
pero hubo diferencias en sus planteamientos sobre el futuro. En San Salvador, el
29 de septiembre, una junta bajo el liderazgo liberal del padre José Matías
Delgado proclamó la independencia de El Salvador y obligó a los que favorecían
la unión con Guatemala y México a abandonar la ciudad. Otras ciudades salva-
doreñas respondieron de manera diferente y los problemas estallaron. En Hon-
duras, mientras tanto, Tegucigalpa aceptaba el liderazgo guatemalteco, mientras
que Comayagua insistía en la independencia tanto de Guatemala como de Espa-
ña. De manera similar, en Nicaragua la conservadora Granada prometía su
apoyo al gobierno central de Guatemala, mientras que León declaraba la inde-
pendencia de España y Guatemala, a pesar de que según parece ¡deseaban la
unidad con México! Costa Rica, remota y generalmente al margen de las activi-
dades de la capitanía general, se separó de España el 27 de octubre, mantenien-
do ambigua su posición respecto a Guatemala y México mientras establecía un
gobierno provisional completamente independiente del de Nicaragua. Pero casi
inmediatamente sus cuatro mayores ciudades comenzaron a disputar, pues San
José, Heredia y Alajuela competían en igualdad con Cartago, la sede del poder
colonial. Cuando comenzaba su época nacional, Centroamérica se fragmentaba
políticamente y se enredaba en una ola de secesiones regionales y locales.
•La anexión a México se convirtió en el primer tema que claramente dividió
a conservadores y liberales. En general, todos los conservadores de Centroamé-
rica respaldaron la anexión, mientras que los liberales pedían una federación
republicana e independiente. Como controlaban el aparato gubernamental en
Guatemala y en la mayoría de los otros estados, los conservadores consiguieron
bloquear los esfuerzos liberales por impedir la anexión. Un ejército mexicano
enviado por Iturbide reforzó la causa anexionista. La violencia prendió en Gua-
temala y Nicaragua, pero sólo en El Salvador consiguieron dominar los republi-
canos. A finales de diciembre de 1821, 115 ayuntamientos (104 incondicional-
mente y 11 con ciertas estipulaciones) habían acordado su incorporación al
imperio mexicano. Otros 32 dejaron la cuestión en manos del gobierno provisio-
nal, mientras 21 declaraban que sólo un congreso general podía decidir sobre el
tema. Sólo dos ayuntamientos se opusieron completamente a la unión, mientras
67 permanecían a la expectativa. A favor de la anexión estaba también la pode-
rosa influencia del arzobispo Ramón Casáus, que había aceptado la independen-
cia sólo a regañadientes. El 5 de enero de 1822 el gobierno provisional declaró que
la anexión era el abrumador deseo del país —expresado a través de los ayuntamien-
tos— y pocos días después Gaínza, que permanecía como jefe de Estado titular,
prohibió toda resistencia a la decisión. La junta provisional se autodisolvió y
Gaínza supervisó una rápida elección de delegados al nuevo Congreso de México.
Sólo San Salvador y Granada rechazaron abiertamente la anexión, aunque
continuaba la división sobre el tema en Costa Rica, donde había también un fuerte
sentimiento a favor de la unión con Colombia, y en Honduras, donde continuaba
la rivalidad entre Comayagua y Tegucigalpa. Dirigida por Delgado, San Salvador
recurrió a las armas para defender su postura. Sus fuerzas, bajo el mando de
Manuel José de Arce, derrotaron al ejército guatemalteco de Gaínza cerca de
Sonsonate, provocando una sangrienta guerra que continuaría intermitentemente
LAS REPÚBLICAS CENTROAMERICANAS 149

durante décadas y que envenenaría las posibilidades de éxito de una unión centro-
americana. La llegada del nuevo capitán general, Vicente Filisola, con seiscientos
soldados mexicanos fue decisiva. Filisola tomó posesión el 22 de junio de 1822 e
inmediatamente buscó un arreglo negociado. San Salvador entró en estas negocia-
ciones al parecer para ganar tiempo, puesto que en noviembre era ya evidente que
la ciudad no se sometería pacíficamente al dominio mexicano. A finales de mes
Filisola invadió El Salvador con una fuerza de dos mil hombres. San Salvador
buscó frenéticamente una salida a su causa, incluyendo una declaración de anexión
a los Estados Unidos. Todo falló, y la ciudad capitulaba el 10 de febrero de 1823.
A l mismo tiempo, sin embargo, Granada continuaba resistiendo a los anexionistas
en Nicaragua y en abril en Costa Rica tropas antimexicanas procedentes de San
José y Alajuela dominaban a las fuerzas proimperiales de Cartago.
El imperio de Iturbide, por supuesto, estaba ya destinado al fracaso. Mien-
tras Filisola sometía a los liberales de El Salvador, en México los liberales se
pronunciaban contra el imperio con el Plan de Casa Mata. Tras la llegada de las
noticias de la abdicación del emperador, Filisola dijo a la Diputación Provincial
de Guatemala que México estaba en situación de anarquía. Las provincias res-
pondieron entusiásticamente a su convocatoria de un congreso centroamericano
de acuerdo con el plan del 15 de septiembre de 1821. Siguieron elecciones y el
organismo, que comenzó sus sesiones el 24 de junio de 1823, representaba a
todos los estados excepto Chiapas, que optó por permanecer con México. Este
congreso, quizás el más representativo que se haya reunido jamás a instancias de
una autoridad centroamericana, era decididamente más liberal que el gobierno
precedente. Gran parte de los conservadores estaban todavía en México, y de
todos modos se habían desacreditado con el colapso de la monarquía. Bajo la
presidencia del padre Delgado de El Salvador, el 1 de julio de 1823 el congreso
declaró a Centroamérica libre e independiente, adoptando el nombre de Provin-
cias Unidas del Centro de América. A l día siguiente el congreso se convirtió en
Asamblea Nacional Constituyente y comenzó a trabajar en la redacción de una
constitución republicana. México reconoció a las Provincias Unidas en agosto,
mientras Filisola y su ejército se retiraban.

La nueva república centroamericana comenzó con expresiones bastante inge-


nuas de unidad y optimismo hacia el futuro tras cerca de dos años de desunión
y caos que se achacaban ahora a España, a México y a sus «serviles» partida-
rios. Pese al repentino giro de los acontecimientos políticos en favor de los
liberales, la situación real en Centroamérica no era propicia para que se implan-
tara con éxito el tipo de nación moderna y progresista que los redactores de la
Constitución de 1824 imaginaban. Serios problemas económicos y sociales se
levantaron en su camino.
Las Provincias Unidas, a pesar de la pérdida de Chiapas y excluyendo Beli-
ce, contaban con una población de más de un millón de habitantes.3 (Véase el
3. Las actuales estimaciones de la población varían ampliamente y son dudosamente
fiables. Las estimaciones del cuadro 1 reflejan un análisis de estas estimaciones junt o con los
datos demográficos coloniales y de finales del siglo x i x , y un crecimiento estimado del 1,3
por 100 durante los primeros cincuenta años de independencia, tomando en consideración
algunas variaciones provocadas por desastres, epidemias y otras circunstancias locales.
150 HISTORIA DE AMÉRICA LATINA

cuadro 1.) La mayor parte eran campesinos y peones analfabetos con escasa voz
en el futuro del país. Alrededor de un 65 por 100 de la población de Centroamé-
rica eran indios, el 31 por 100 ladinos (mestizos y mulatos) y sólo un 4 por 100
aproximadamente eran blancos. La situación individual de los estados por su-
puesto difería considerablemente de estas estimaciones. Guatemala tenía mayor
porcentaje de indios que cualquier otro Estado, mientras la escasa población de
Costa Rica era predominantemente blanca. El Salvador, Nicaragua y Honduras
tenían principalmente habitantes ladinos. Había algunos negros, sobre todo en
las costas de Honduras y Nicaragua, pero casi todos estaban al margen de la
sociedad centroamericana.4

CUADRO 1

Población estimada de Centroamérica, 1820-1870


(en miles de habitantes)

País 1820 1830 1840 1850 1860 1870


Costa Rica 63 72 86 101 115 137
El Salvador 248 271 315 366 424 493
Guatemala 595 670 751 847 951 1.080
Honduras 135 152 178 203 230 265
Nicaragua 186 220 242 274 278 337
Centroamérica 1.227 1.385 1.572 1.791 1.998 2.312

La economía de Centroamérica había experimentado una considerable trans-


formación en las dos décadas previas a la independencia, lo que añadía cargas
adicionales a la nueva república. En resumen, en el siglo xvm el reino de Guate-
mala se había convertido en un importante exportador de añil salvadoreño y
guatemalteco. Desde las otras provincias no se exportaba mucho más allá del
istmo, pero Honduras y Nicaragua, y en menor grado Costa Rica, eran impor-
tantes suministradores de ganado y alimentos para las regiones productoras de
añil y para el centro administrativo del reino. Una creciente evidencia sugiere
que la economía tardocolonial estaba, por tanto, muy unida a la economía
internacional y que había una significativa integración en la economía del reino.5

4. No existen estadísticas fiables sobre la composición racial de la población, pero para el


conjunto de la región, véanse las estimaciones de Severo Martínez Peláez, La patria del criollo,
ensayo de interpretación de la realidad colonial guatemalteca, Guatemala, 1971, pp. 397-398.
Martínez Peláez dice que Nicaragua era en un 84 por 100 ladina al final del periodo colonial.
Alejandro Marroquín, Apreciación sociológica de la independencia, San Salvador, 1964,
pp. 25-28, ha calculado los siguientes porcentajes para El Salvador en 1807 (excluyendo Sonso-
nate y Ahuachapán, que formaban parte de Guatemala): españoles, 0,86 por 100; criollos,
2 por 100; ladinos, 53,07 por 100; negros y mulatos, 0,1 por 100; indios, 43,07 por 100. Es
probable que la composición racial de la población centroamericana no variara demasiado
durante el periodo, a pesar de que el proceso de mestizaje ciertamente continuó. Es probable
también que, en lo concerniente a la inmigración europea, el porcentaje de blancos en Centro-
américa creciera muy lentamente durante el periodo 1821-1870.
5. Véase Alberto Lanuza Matamoros, «Estructuras socioeconómicas, poder y estado en
Nicaragua (1821-1875)», tesis no publicada, Universidad de Costa Rica en San José, 1976, pp. 83-89.
LAS REPÚBLICAS CENTROAMERICANAS 151

Sin embargo, el rápido declive de la producción de añil salvadoreño durante


las primeras dos décadas del siglo xix provocó un grave desajuste económico en
toda Centroamérica. Plagas de langosta, ataques a los barcos españoles y la
competencia de otras áreas productoras de añil con mejor acceso a los mercados
europeos contribuyeron a esta significativa reducción de las exportaciones y
forzó a los plantadores de El Salvador y Guatemala a cambiar de cultivo y
producir alimentos, interrumpiendo como consecuencia sus compras de ganado
y grano procedente de Honduras, Nicaragua y Costa Rica. Así pues, cuando se
cerraba el periodo colonial el reino se estaba haciendo menos interdependiente y
menos ligado al mercado internacional. Esto significó una reducción del nivel de
vida, en un momento en que los fuertes impuestos y las demandas de crédito del
gobierno español durante las guerras napoleónicas suponían cargas adicionales
sobre las élites centroamericanas.6
Comprensiblemente la aristocracia guatemalteca contemplaba la expansión
comercial, la eliminación de las restricciones económicas y las nuevas exportacio-
nes, especialmente la cochinilla, como el medio para superar sus graves estreche-
ces. Algunos ya se habían pasado al contrabando, principalmente desde la Hon-
duras británica, agravándose sus dificultades con el régimen de Bustamante. A l
mismo tiempo, se oponían al avance económico de otros elementos de la socie-
dad y, tras la independencia, el conservadurismo básico de la clase dominante
llegó a ser manifiesto. Opuestos a ellos, especialmente en las provincias, estaban
los representantes de las profesiones y sectores medios y los burócratas del
gobierno que veían en el liberalismo la oportunidad de mayores avances y opor-
tunidades económicas. Ambas facciones representaban sólo un pequeño porcen-
taje del total de la población; la masa de indios y ladinos estaba al margen de los
debates políticos. Pero la dura coyuntura económica no afectó sólo a las élites.
Ciertamente, la extensión de la miseria entre los pobres urbanos incrementó las
tensiones sociales en la época de la independencia y ayudó a proporcionar solda-
dos para los ejércitos de ambas partes en los conflictos que siguieron.
Los temas que dividían a los liberales y a los conservadores a comienzos del
periodo nacional no eran muy diferentes de los que dividían a los españoles de
la misma época, y habían sido ampliamente delineados en los debates sobre la
Constitución de Cádiz de 1812. Los conservadores se sentían más seguros con la
monarquía, mientras que los liberales eran republicanos. Los Borbones españo-
les no se habían granjeado suficientemente las simpatías de ninguno de los
grupos como para permitir que la monarquía continuara siendo apreciada duran-
te mucho tiempo por los conservadores. Pero incluso después de que la cuestión
de monarquía versus república estuviera aparentemente resuelta en 1824, los
conservadores centroamericanos mantuvieron un serio escepticismo sobre la ha-
bilidad para gobernar de cualquiera que no fuera culto y acaudalado. La insti-
tución más importante en el conflicto liberal-conservador era la Iglesia. Los
liberales buscaban desestabilizarla y separarla del poder político y económico,

6. R. L . Woodward, Jr., Class privilege and economic development: the Consulado de


Comercio of Guatemala, 1793-1871, Chapel Hill, N.C., 1966, pp. 39-41; R. S. Smith, «índigo
production and trade in colonial Guatemala», Híspante American Histórica/ Review, 39/2
(1959), p. 183; Miles Wortman, «Government revenue and economic trends in Central Ameri-
ca, 1787-1819», Hispanic American Historical Review, 55/2 (1975), pp. 262-264.
152 HISTORIA DE AMÉRICA LATINA

mientras que los conservadores la preferían como una defensora de sus privile-
gios y como un elemento vital tanto para controlar como para asegurar el apoyo
de las masas. Los liberales buscaban destruir el control monopolístico de la
economía y eliminar los fueros de los conservadores —eclesial, comercial, uni-
versidad, etc.—. La enseñanza era un tema claramente vinculado a la controver-
sia sobre la Iglesia, puesto que los liberales favorecían la enseñanza laica, con la
educación de las masas como objetivo último, mientras los conservadores defen-
dían un sistema de enseñanza elitista bajo la supervisión de la Iglesia. Los
dirigentes de ambos partidos reconocían la necesidad de modernización y de un
tratamiento racional de los problemas económicos, como muestra la influencia
sobre ambos bandos del utilitarismo de Jeremy Bentham. Pese a que las familias
dirigentes de diferentes partes de Centroamérica estaban interconectadas por
lazos de familia y matrimonio, las diferentes circunstancias económicas y políti-
cas a nivel local tendieron a dividirlas dentro de las propias líneas conservadoras
o liberales. A l principio, había un considerable margen de maniobra política,
pero los encarnizados conflictos que atormentaron Centroamérica tras la inde-
pendencia eliminaron la mayor parte del espacio intermedio y cristalizaron en el
abierto enfrentamiento de dos partidos que caracterizaría la política centroame-
ricana durante el resto de la centuria.

Tras la declaración de independencia respecto a México (1 de julio de 1823),


los liberales dominaron al principio la Asamblea Nacional Constituyente. Se
movieron rápidamente para eliminar los privilegios de clase. El 23 de julio todos
los títulos de distinción, realeza o nobleza, incluyendo el uso del «don», fueron
abolidos. El mismo decreto incluía reformas anticlericales; los obispos y arzobis-
pos, por ejemplo, fueron privados de cualquier título excepto «padre».7 La
anulación de todas las leyes del gobierno imperial mexicano y la perentoria
destitución de los oficiales españoles y mexicanos contribuyeron pronto al resen-
timiento contra los liberales. La primera violencia prendió a mediados de sep-
tiembre, cuando el capitán Rafael Ariza y Torres encabezó una revuelta, solici-
tando ostensiblemente el pago de atrasos a los militares. Esto provocó una
remodelación del gobierno en favor de intereses más conservadores, pero enton-
ces llegaron tropas liberales procedentes de El Salvador para apoyar al gobierno.
Se había evitado la guerra civil, pero los residentes guatemaltecos quedaron
fuertemente resentidos por la presencia de los salvadoreños y la hostilidad per-
sistió incluso después de que se fueran las tropas. Esta sublevación •—y una
revuelta proespañola que el ejército reprimió rápidamente— revelaba las condi-
ciones inestables de Guatemala y la creciente hostilidad hacia la asamblea libe-
ral. Por eso inevitablemente el equilibrio de poderes en la Asamblea comenzó a

7. La terminología colonial también fue rechazada: «audiencia» y «ayuntamiento» se


convirtieron respectivamente en «cortes territoriales» y «municipalidades». Más tarde (21 de
agosto de 1823) fueron abolidos otros símbolos, formas ceremoniales y vestigios aristocráticos.
El «Dios, Unión, Libertad», reemplazó al «Dios guarde a Ud . muchos años» como despedida
oficial en la correspondencia (4 de agosto de 1823). Alejandro Marure, Efemérides de los
hechos notables acaecidos en la República de Centro-América desde el año 1821 hasta el de
1842, Guatemala, 18952 , pp. 11-12; Isidro Menéndez, comp., Recopilación de las leyes del
Salvador en Centro América, San Salvador, 19562, I , pp. 20 y 126.
LAS REPÚBLICAS CENTROAMERICANAS 153

cambiar, mientras el debate sobre la constitución propuesta continuaba. El do-


cumento que finalmente emergió en noviembre de 1824 era un compromiso entre
radicales y conservadores, y José del Valle jugó un papel importante en su
formulación. Combinaba elementos de la constitución española de 1812 y de la
constitución de los Estados Unidos de 1789. Dedicada a la protección de la
«libertad, igualdad, seguridad y propiedad» (art. 2), la constitución de 1824
garantizaba al catolicismo el carácter de religión oficial «con exclusión del exer-
cicio público de cualquier otra» (art. 11), prohibía la esclavitud (art. 13), y
proporcionaba amplias garantías de las libertades individuales (arts. 152-176).
Un complejo sistema de elección indirecta conducía a un Congreso federal uni-
cameral (arts. 23-54). Toda la legislación debía ser aprobada por el Senado
—compuesto por dos senadores de cada estado, de los cuales no más de uno
podía ser eclesiástico (art. 92)—, aunque el Congreso podía invalidar el veto del
Senado con una mayoría de dos tercios, excepto en lo concerniente a impuestos,
que requería mayoría de tres cuartos (arts. 76-86). El presidente no tenía derecho
de veto y estaba obligado a aplicar la ley una vez hubiera sido aprobada por el
Senado (arts. 87-88). El presidente —que era también comandante en jefe de las
fuerzas armadas— y el vicepresidente eran elegidos indirectamente por un perio-
do de cuatro años. El Tribunal Supremo, que tenía de cinco a siete jueces, era
también elegido indirectamente por un periodo de dos años, un plazo sorpren-
dente. La constitución establecía una federación de cinco estados autónomos
con asambleas, cuya primera obligación sería elaborar constituciones estatales
coherentes con la carta federal. Cada estado había de tener también un Consejo
representativo, análogo al Senado federal, para aprobar las leyes y aconsejar a
los gobernadores del Estado (arts. 177-195). La constitución entró en vigor
inmediatamente, incluso antes de que fuera ratificada por el primer Congreso
elegido en agosto de 1825.8
Las primeras elecciones nacionales fueron dominadas por una animosa cam-
paña entre el liberal salvadoreño Manuel José de Arce y el moderado José del
Valle, ambos miembros de la junta de gobierno interina. La violencia irrumpió
en varios lugares, y el gobierno amenazó con la muerte a los que se opusieran al
nuevo sistema constitucional. Cuando en febrero de 1825 se reunió el nuevo
Congreso presidido por el guatemalteco doctor Mariano Gálvez, los liberales
parecían haber triunfado, y sin embargo la elección a la presidencia de abril
favoreció al más moderado José del Valle. A pesar de haber obtenido 41 de los
^9 votos electorales realmente emitidos, le faltó uno para la mayoría de 82 votos
posibles, y de este modo la elección quedó en manos del Congreso. Arce intrigó
no sólo para ganar la presidencia, sino también para crear una plataforma de
coalición que, según él, permitiría al gobierno federal gobernar con éxito. Para
conseguirlo obtuvo el apoyo de algunos diputados conservadores asegurándoles
que no insistiría en la creación de un nuevo obispado para El Salvador. El
Congreso eligió a Arce por mayoría de 22 votos contra 5. Valle rehusó aceptar
la vicepresidencia, lo mismo que el liberal radical José Francisco Barrundia, con
lo que el cargo quedó finalmente en manos del conservador guatemalteco Maria-

8. «Constitución federal de 1824», en Ricardo Gallardo, Las constituciones de la Repú-


blica Federal de Centro-América, Madrid, 1958, I I , pp. 703-738.
154 HISTORIA DE AMÉRICA LATINA

no Beltranena. Por todo ello, la nueva república comenzó su existencia bajo una
nube de sospecha de traición al electorado y con los liberales extremistas (la
facción de Barrundia) ya desencantados con el presidente liberal, a quien creían
vendido a los odiados «serviles» (conservadores).
El gobierno del presidente Arce nunca consiguió verdaderamente un control
efectivo de ninguno de los cinco estados que formaban la federación. Cada uno
seguía su propio camino. Los gobiernos estatales se organizaron con arreglo a la
constitución, pero en varios de ellos había graves desacuerdos entre las facciones
liberal y conservadora. Arce había dirigido personalmente las tropas en la paci-
ficación de Nicaragua a principios de 1825, pero la paz que estableció sólo fue
un breve interludio en el conflicto entre Granada y León. Costa Rica, bajo la
mano firme de Juan Mora, permaneció al margen del gobierno federal y alcanzó
un cierto grado de orden y progreso. Graves problemas amenazaban El Salva-
dor, donde la instalación del padre Delgado como obispo encontró la oposición
del arzobispo Casáus y del gobierno federal de Arce en la ciudad de Guatemala.
Era una opción simbólica que representaba el intenso deseo de los salvadoreños
de independizarse de Guatemala. Sin embargo, el problema más urgente afron-
tado por Arce fue el del gobierno estatal guatemalteco, dominado por las «fie-
bres» liberales y dirigido por Juan Barrundia. Este gobierno procedía de las filas
radicales y continuamente ofendía a los elementos más conservadores del gobier-
no federal aliados de Arce. Durante el primer aflo de presidencia de Arce, la
desavenencia entre los dos gobiernos se amplió. En abril de 1826 Arce destituyó
a Barrundia y en septiembre le puso bajo arresto. El resto del gobierno estatal
guatemalteco, bajo el mando del subgobernador Cirilio Flores, huyó primero a
San Martín Jilotepeque y más tarde a Quezaltenango, donde la legislatura del
Estado proclamó inflamadas leyes liberales, declarando a los hijos de los cléri-
gos herederos de la propiedad de la Iglesia, aboliendo el Consulado y reduciendo
el diezmo a la mitad. Estas leyes eran incumplibles, pero sirvieron de base a
buena parte de la legislación liberal posterior a 1829. La permanencia de los
liberales en Quezaltenango fue breve: en octubre una muchedumbre atacó a
Flores, despedazándole literalmente, y el gobierno liberal se derrumbó.
Un nuevo gobierno estatal guatemalteco bajo el mando del conservador
Mariano Aycinena cooperaba ahora con el presidente Arce en la conducción de
los demás liberales del Estado, pero los liberales salvadoreños se sublevaron
para derrocar el gobierno pro-Arce de San Salvador, haciendo estallar una san-
grienta guerra civil de tres años. Arce mandaba las fuerzas federales, pero su
gobierno dependía tan fuertemente del Estado guatemalteco que Aycinena pron-
to le suplantó en importancia. Odios y atrocidades caracterizaron a ambas par-
tes en los virulentos conflictos que se extendieron por la mayor parte de Guate-
mala, El Salvador y Honduras. En este último Estado, Francisco Morazán reu-
nió a los liberales y, tras derrotar a las fuerzas federales en La Trinidad, Hon-
duras (10 de noviembre de 1827), emergió como la principal figura militar
liberal. Arce buscó ahora la conciliación, y cuando ésta fracasó renunció a la
presidencia en febrero de 1828. El vicepresidente Beltranena asumió el cargo,
pero de hecho Aycinena se convirtió en el principal líder frente a los liberales.
Su gobierno recurrió en grandes cantidades a préstamos forzosos del clero y de
acaudalados ciudadanos del país, incluyendo a comerciantes extranjeros, provo-
LAS REPÚBLICAS CENTROAMERICANAS 155

cando que estos últimos llegaran a desear una victoria liberal. Las tropas fede-
rales obtuvieron una costosa y sangrienta victoria en marzo de 1828 en Chalcua-
pa, pero poco después la suerte cambió a favor del general Morazán. Tras haber
completado su reconquista de Honduras y El Salvador a finales de 1828, invadió
Guatemala a principios de 1829, poniendo sitio a la capital en febrero, al tiempo
que los liberales restablecían el gobierno estatal en Antigua. La victoria de
Morazán en Las Charcas el 15 de marzo fue decisiva, aunque Aycinena no
capituló hasta el 12 de abril.
Las consecuencias inmediatas de la guerra civil (1826-1829) fueron una polí-
tica negativa hacia los líderes conservadores y la promulgación de la legislación
liberal. José F. Barrundia presidió la República hasta septiembre de 1830, cuan-
do las urnas elevaron a Morazán a la presidencia. Morazán derrotó a José del
Valle que, no habiendo participado en el gobierno Arce-Aycinena de Guatemala,
podía ahora retornar a la política, pero fue incapaz de frenar la victoria arrolla-
dura de los liberales. Juan Barrundia fue restituido brevemente como goberna-
dor de Guatemala, pero en 1831 Mariano Gal vez ganó allí la elección. Aunque
pertenecía claramente al campo liberal, el doctor Gálvez era menos radical que
los Barrundia, y entre ellos surgirían desavenencias en su momento. Morazán
tenía también aliados en la administración de los tres estados centrales y los
liberales llevaban ventaja en Costa Rica, pero la oposición en todos estos esta-
dos pronto comenzó a limitar su efectividad. Las dificultades con El Salvador
contribuyeron a la decisión de Morazán de trasladar la capital a San Salvador en
1834.
La elección presidencial de 1834 reflejó el amplio descontento existente res-
pecto a Morazán y su programa, y José del Valle le retó con éxito logrando la
reelección. Sin embargo, desgraciadamente para la causa moderada, Valle murió
antes de tomar posesión, y Morazán permaneció constitucionalmente como pre-
sidente al haber quedado segundo en número de votos. Con José del Valle, al
parecer, moría la última esperanza de una línea moderada. La victoria de Mora-
zán, en la forma que se produjo, dejó una amplia amargura y resentimiento
entre moderados y conservadores. Su frustración se convirtió en odio, pues su
resentimiento contra los liberales se acrecentaba.
El caso del estado de Guatemala es el que mejor ilustra la naturaleza de los
conflictos de los años treinta y sus resultados. Gálvez compartía con Morazán la
convicción de que Centroamérica podía convertirse en una república moderna y
progresista mediante una inteligente legislación social y económica. Con los
dirigentes conservadores en el exilio, un periodo de paz y orden parecía asegura-
do, pues, dotado de extraordinarios poderes para tratar con la oposición, el
gobierno de Gálvez se convirtió en el abanderado del programa liberal de Mora-
zán. Convencidos de que el colonialismo español estaba en la raíz de su subde-
sarrollo, buscaban destruir las instituciones hispánicas y sustituirlas imitando el
aparente éxito de los Estados Unidos. Sin embargo, en la práctica, mientras
Gálvez obtenía una sustancial aceptación en su programa entre la élite, no
consiguió superar la extendida oposición entre las clases más bajas del país.
Las fuentes de oposición fueron varias. La política comercial liberal había
dañado seriamente a la industria textil nativa, y las modificaciones tarifarias de
Gálvez llegaron demasiado tarde para protegerla. Más grave fue un nuevo im-
156 HISTORIA DE AMÉRICA LATINA

puesto directo de dos pesos por cabeza que contribuyó a una agitación campesi-
na generalizada. En El Salvador tal impuesto provocó una amplia rebelión cam-
pesina en 1833, obligando allí a la suspensión de la recaudación, pero Gálvez
mantuvo el impuesto en Guatemala. Las duras exigencias de trabajos forzados
para construir carreteras y otras obras públicas intensificaron el resentimiento.
Otro aspecto impopular del programa económico liberal era la política'que
promovía la adquisición privada de tierras públicas o comunales como medio
para incrementar la producción y las exportaciones. La expansión de la cochini-
lla comenzó a incrementar la demanda de tierra y trabajo de indios y ladinos en
el centro y este de Guatemala. Además, varias grandes concesiones a los extran-
jeros crearon bastante intranquilidad. La actividad comercial británica en Belice
había reforzado la tradicional desconfianza hacia los extranjeros. Las adminis-
traciones coloniales españolas habían tratado duramente a los comerciantes no
autorizados, pero desde la independencia la política liberal les acogía favorable-
mente, provocando el recelo de quienes se consideraban víctimas de la competen-
cia extranjera. La influencia extranjera era evidente en muchos aspectos del
programa de Gálvez, pero las concesiones hechas a los madereros de caoba y los
proyectos de repoblar el norte y el este con colonos ingleses hicieron que los ha-
bitantes de estas regiones consideraran a los liberales más favorables a los inte-
reses extranjeros que a los nacionales. Entre marzo y agosto de 1834 el gobierno
guatemalteco cedió casi toda la tierra pública a compañías colonizadoras extran-
jeras. Como los británicos retenían fuertemente Belice, la Costa de los Mosqui-
tos y las Islas de la Bahía, y como los colonizadores angloamericanos de Texas
se deshacían por entonces del dominio mexicano, muchos guatemaltecos comen-
zaron a dudar del acierto de los esquemas colonizadores de Gálvez. Sin embar-
go, ignorando o ahogando las peticiones de los habitantes contra los contratos
de colonización, Gálvez rechazaba la idea de que los liberales estuvieran vendien-
do su país a los europeos. Las revueltas que estallaron en Chiquimula y otras
ciudades del este en otoño de 1835 se unieron posiblemente a un alzamiento en
El Salvador contra Morazán. Las tropas reprimieron la rebelión, pero los habi-
tantes quedaron resentidos, especialmente tras la llegada del primer contingente
de colonos británicos a mediados de 1836.
Otra parte del programa liberal que resultó ofensiva para las masas rurales
fue el ataque al clero. El anticlericalismo era especialmente alto desde que la
Iglesia había respaldado el régimen conservador de Mariano Aycinena de
1826-1829. El gobierno federal de Morazán exilió a muchos clérigos antilibera-
les, comenzando por el arzobispo Casáus. Tras la supresión de las órdenes
regulares y el establecimiento de la libertad religiosa, el gobierno federal indujo
a los gobiernos estatales a continuar el asalto al tradicional poder y privilegio del
clero. Entre 1829 y 1831 Guatemala censuró la correspondencia eclesiástica,
embargó los fondos de la Iglesia y confiscó las propiedades de los conventos. En
1832 Gálvez suprimió la recaudación del diezmo, eliminó muchas fiestas religio-
sas, confiscó más propiedades eclesiásticas, estableció el derecho de los eclesiás-
ticos a hacer testamento según su propia voluntad y legitimó el derecho de los
hijos de los clérigos a heredar la propiedad de sus padres. Más tarde, la legisla-
tura de Guatemala autorizó el matrimonio civil, legalizó el divorcio y acabó con
la supervisión eclesiástica de la educación. En los pueblos indios y ladinos,
LAS REPÚBLICAS CENTROAMERICANAS 157

donde la política de Gálvez irritaba a los aldeanos, los curas despotricaban


contra un gobierno que desafiaba su autoridad, atacaba sus sagradas institucio-
nes, traía al país extranjeros protestantes y amenazaba los fundamentos de la
sociedad. Estos curas rurales estuvieron en la vanguardia de los alzamientos que
sacudieron Guatemala en 1837.
Aún mayor oposición al gobierno liberal provocó el nuevo sistema judicial.
Persuadidos de que el sistema hispánico de fueros privados y múltiples cortes era
injusto y anticuado, los liberales adoptaron los Códigos de Edward Livingston,
que entraron en vigor el 1 de enero de 1837. José F. Barrundia promovió estos
Códigos, redactados para Louisiana en 1824, como un moderno recambio del
sistema que habían desmontado. El proceso con jurado era la característica
esencial del nuevo sistema, y casi inmediatamente se plantearon problemas en el
campo, donde el analfabetismo era general y la inamovible estructura de clases
hacía el proceso con jurado impracticable. Las masas identificaban los Códigos
más con el dominio centralizado de la ciudad de Guatemala, con la influencia
extranjera y con el anticlericalismo que con la justicia social. Además, la manera
autoritaria con la que los liberales introdujeron estas y otras reformas hicieron
poco por mejorar las relaciones entre gobierno y pueblo. La represión militar en
Centroamérica no dejó de aumentar desde el duro gobierno de Bustamante, de
modo que la conducta de las tropas aumentó la impopularidad de los gobiernos
estatal y federal. Pero contribuyó igualmente a aumentar esta impopularidad la
insensibilidad de estos gobiernos en sus esfuerzos por desarrollar la economía
exportadora, por regular el comportamiento de las gentes —reprimiendo las
críticas a su política y persiguiendo a sus enemigos políticos en el exilio—, así
como sus medidas confiscatorias.
La epidemia de cólera que asoló el país desde Belice en 1837 llevó a los
amenazados y agraviados campesinos del este de Guatemala a una rebelión
abierta. En marzo de 1837 el gobierno puso en cuarentena las áreas infectadas y
tomó otras medidas sanitarias, indudablemente justificadas pero bastante mal
entendidas. Los campesinos, alejados ya del gobierno de Gálvez, temían las
vacunas y creyeron a los curas que les decían que lo que los funcionarios sanita-
rios ponían en el agua era veneno. El resultado fue el pánico y la violencia. Pese
a que la mayor insurgencia de 1837 tuvo lugar en San Juan Ostuncalco, en Los
Altos, donde los nativos atacaron a los funcionarios encargados de hacer cum-
plir los Códigos Livingston, el mayor problema estuvo en la Montaña, región al
este de Guatemala. Emergió un líder natural, José Rafael Carrera, que iba a
organizar y llevar a los campesinos a la victoria e iba a determinar el destino de
Guatemala en los siguientes veinticinco años, hasta su muerte en 1865. Nacido
en la capital en 1814, Carrera, un ladino, había servido como tambor en el
ejército conservador durante la guerra civil de 1826-1829 y más tarde se trasladó
a la Montáma. Allí se dedicó a la cría de cerdos y ganó alguna propiedad después
de que un cura rural le casara con una mujer de Mataquéscuintla. Carrera
inicialmente mandaba una patrulla encargada de hacer cumplir la cuarentena del
cólera, pero se volvió contra el gobierno y dirigió sus tropas en ayuda de los
campesinos que estaban resistiendo a las fuerzas gubernamentales en Santa Rosa.
El liderazgo de Carrera convirtió allí su fracaso en victoria y pronto comandó
una banda guerrillera que controlaba la mayor parte del este de Guatemala. La
158 HISTORIA DE AMÉRICA LATINA

epidemia de cólera limitó la capacidad del gobierno de enviar tropas, mientras


los hombres de Carrera crecían en número y efectividad. A finales de junio dio
a conocer sus demandas en un manifiesto que reflejaba la influencia conservado-
ra y de los curas que le aconsejaban: 1. abolición de los Códigos Livingston; 2.
protección de la vida y de la propiedad; 3. retorno del arzobispo y restauración
de las órdenes religiosas; 4. supresión del impuesto por cabeza; 5. amnistía para
todos los exiliados desde 1829; y 6. respeto a las órdenes de Carrera bajo pena
de muerte a los que no las obedecieran.
Enfrentado a la insurgencia popular, Gálvez formó una coalición de unidad
nacional con los conservadores, reminiscencia de la antigua política de Arce.
Empujó a los liberales más radicales dirigidos por J. F. Barrundia y Pedro
Molina hacia la oposición. Las divisiones entre la élite de la capital fueron
explotadas por Carrera, cuyo desordenado ejército extendió el área bajo su
control y aterrorizaba a los propietarios, comerciantes y viajeros extranjeros.
Los esfuerzos para arreglar la desavenencia entre los liberales acabaron con la
renuncia de Gálvez en favor del subgobernador Pedro Valenzuela, que era más
aceptable para Barrundia. Pero no sirvió para impedir que la horda de Carrera
ocupara la ciudad de Guatemala el 31 de enero de 1838. Éste retiró pronto sus
tropas dé la capital y volvió a su distrito de Mita, pero sólo después de estable-
cer una alianza con los conservadores.
El poder económico de la aristocracia criolla —grandes terratenientes y co-
merciantes— había sido erosionado pero no destruido durante el dominio libe-
ral. De hecho, algunos habían adquirido propiedades confiscadas a la Iglesia y
en realidad habían ampliado sus posesiones durante los años treinta. Pese a que
algunos miembros de esta clase permanecían en el campo liberal, la mayor parte
daba ahora soporte a la causa conservadora. En 1833 los conservadores llevaron
a cabo una importante ofensiva en la asamblea legislativa guatemalteca y corte-
jaron al «general» Carrera intentando satisfacer algunas de sus demandas. La
Iglesia recuperó su antiguo status; los comandantes militares liberales fueron
relevados de sus puestos; se volvió al orden constitucional, lo que permitió a los
conservadores ganar las elecciones; los Códigos Livingston fueron derogados en
marzo. Estas medidas reflejaban la voluntad popular de la que era portavoz el
caudillo de la guerrilla. El preámbulo al decreto del 12 de marzo de 1838,
destituyendo a los que ostentaban cargos sin haber sido elegidos, pone de mani-
fiesto la atención que los legisladores prestaban a este deseo al reconocer que
«una gran mayoría de las poblaciones del Estado se han armado para resistir a
la administración que violaba las garantías y el pacto fundamental», y justifica-
ba la revolución contra Gálvez, «dirigida a restablecer las leyes y la libertad ... y
exigida por propia conservación contra la tiranía, no sólo [como] legítima, sino
consagrada por la razón y la justicia». 9
Carrera, impaciente con el lento avance de la asamblea legislativa en su
desmantelamiento de las reformas liberales, reanudó sus ataques guerrilleros y
amenazó con invadir otra vez la capital. A l mismo tiempo, las victorias electo-
rales conservadoras y el nuevo gobierno municipal encabezado por el conserva-
dor Mariano Rivera Paz pusieron a la facción de Barrundia en una situación

9. Boletín Oficial (Guatemala), n.° 111 (17 de marzo de 1838), pp. 474-477.
LAS REPÚBLICAS CENTROAMERICANAS 159

insostenible. Finalmente, Barrundia recurrió a su aliado liberal, Morazán, que le


ayudó a mediados de marzo con un millar de soldados salvadoreños. El gobier-
no de Valenzuela había advertido al caudillo federal de que no invadiera Guate-
mala, puesto que ello trastornaría el entendimiento con Carrera, que había
retornado pacíficamente a Mita. Pero cuando Carrera volvió a la ofensiva,
obligó al estado a reclamar la ayuda del gobierno federal.
Morazán emprendió una dura campaña para doblegar y destruir a las fuer-
zas de Carrera, mientras arrestaba a la dirección conservadora del gobierno de
Guatemala. Las guerrillas respondieron con nueva ferocidad. Las atrocidades se
multiplicaron en ambos bandos. Y por esta época el gobierno federal se enfren-
taba con la oposición conservadora en Nicaragua, Honduras y El Salvador igual
que en Guatemala, mientras Costa Rica, ahora bajo el semiconservador dominio
de Braulio Carrillo, ignoraba de hecho la federación. El cónsul británico, Frede-
rick Chatfield, que anteriormente había apoyado a Morazán, contemplaba aho-
ra con escepticismo la causa federal y buscaba estrechar los lazos con los nuevos
dirigentes conservadores. Cuando el Congreso federal, resconociendo y sintien-
do estas presiones, declaraba el 7 de julio de 1838 que los estados eran «cuerpos
políticos, soberanos, libres e independientes», Morazán volvió a San Salvador
para restablecer allí su autoridad.10 Para entonces se había debilitado la influen-
cia de Carrera, pero su amenaza no se había eliminado enteramente.
Así pues, a mediados de 1838 la batalla estaba empatada. Carrera era el
campeón de la causa conservadora en favor de la autonomía frente a Morazán y
los liberales de la federación. En otros estados los conservadores consolidaron
su fuerza y organización al aliarse con los caudillos populares emergentes. De
este modo el conservadurismo vino a relacionarse estrechamente con la autono-
mía local y con la ruptura de la federación centroamericana. Con Morazán en El
Salvador, los conservadores recuperaron rápidamente el poder en Guatemala, y
el 22 de julio Valenzuela entregó el poder ejecutivo a Rivera Paz. El nuevo
gobierno emprendió el desmantelamiento del programa liberal. En el interior del
país, Carrera controlaba una amplia área una vez más. La repentina contraofen-
siva en septiembre del general liberal Carlos Salazar, sin embargo, obligó a
Carrera a retroceder a la Montaña, y cuando Morazán se unió a la persecución,
Carrera ganó tiempo acordando el 23 de diciembre abandonar las armas y
reconocer al gobierno de la ciudad de Guatemala a cambio de recuperar su
mando militar en el distrito de Mita.
Animado por el aparente colapso de las guerrillas de Carrera, Morazán
depuso el 30 de enero de 1839 a Rivera Paz y le sustituyó por el general Salazar.
A l mismo tiempo, sin embargo, los conservadores obtuvieron el poder en Hon-
duras y Nicaragua y juntaron sus fuerzas contra los liberales de El Salvador. El
nuevo empuje liberal había convencido a Carrera de que no habría paz hasta
que Morazán fuera eliminado. El 24 de marzo de 1839 en un pronunciamiento
en Matequescuintla, acusó a Morazán de crueldad hacia el clero y otros guate-
maltecos, de destruir el comercio, de confiscar la propiedad privada y de exten-
der el terror por el país. Prometiendo restaurar a Rivera Paz, se alió con los

10. Manuel Pineda de Mont, comp., Recopilación de las leyes de Guatemala, Guatemala,
1869, I , p. 69.
160 HISTORIA DE AMÉRICA LATINA

conservadores nicaragüenses y hondurenos en contra de Morazán. A l cabo de un


mes, Rivera Paz y los conservadores gobernaban de nuevo en Guatemala. Carre-
ra pasó el resto del año acabando con sus otros enemigos de El Salvador y
Honduras. Y en enero de 1840 irrumpió en Los Altos, que se había separado de
Guatemala en 1838, y allí aplastó a los liberales.
En marzo de 1840 llegó la inevitable confrontación decisiva entre Carrera y
Morazán, cuando las fuerzas de Carrera- hicieron 'huir desordenadamente al
ejército liberal en la ciudad de Guatemala. Morazán y unos cuantos oficiales
suyos lograron escapar y finalmente llegaron a David, en Panamá, pero la
federación ya había fracasado. A l cabo de dos años Morazán regresó, reorgani-
zó su ejército en El Salvador con menos apoyo del que esperaba e invadió Costa
Rica, donde derribó a Braulio Carrillo. Los sueños de Morazán de revitalizar la
federación se esfumaron poco antes de que una insurrección popular se levanta-
ra contra él. Después de un juicio muy rápido, fue ejecutado por un pelotón de
fusilamiento el 15 de septiembre de 1842.

La derrota de Morazán y del liberalismo reflejaba tanto el desencanto popu-


lar como el de la élite respecto a la política liberal y una búsqueda nostálgica de
una restauración de la supuesta tranquilidad de la era hispánica. Es igualmente
perceptible una xenofobia prohispánica relacionada vagamente con el nacimien-
to del nacionalismo en cada uno de los cinco estados. Esta tendencia se hizo más
obvia en Guatemala, sede tradicional de la autoridad y la tradición españolas.
Sin embargo, aunque los conservadores claramente habían reforzado su posición,
no eran todavía dominantes. En un periodo caracterizado por la guerra civil,
entre los estados y dentro de ellos, los dueños de Centroamérica en los años
cuarenta eran los caudillos locales, entre los que Carrera era el principal. Carre-
ra intentó mantener su dominio en Guatemala enfrentando a los miembros
liberales y conservadores de la élite y cambiando gobiernos allí donde no se
sometían a su mandato. La Iglesia era la mayor beneficiaria y su principal
soporte institucional; los jesuítas y otras órdenes religiosas regresaron a Centro-
américa. Sin embargo, los liberales encontraron que Carrera era un aliado po-
tencial contra los conservadores, y en buena medida fueron responsables de su
acceso a la presidencia la primera vez, en 1844. Se establecieron algunos contro-
les sobre los privilegios del clero, pero Carrera nunca toleró un retorno completo
a la política liberal, por lo que fue inevitable que los liberales intentaran derro-
carlo.
En 1848 se produjeron nuevas sublevaciones al este de Guatemala, combina-
das con la oposición liberal, para echar a Carrera del gobierno. Los liberales
controlaban el Congreso, y el fracaso de Carrera al no poder acabar con los
levantamientos en la Montaña le llevó a presentar su dimisión en enero. Los
conservadores le convencieron de que la retirara, pero, viendo que los asuntos
empeoraban, decidió aceptar las demandas liberales de una nueva asamblea
constituyente que convocó para el 15 de agosto. En su discurso de la sesión
inaugural pasó revista a los esfuerzos para conseguir la paz en Guatemala, el
crecimiento económico que había tenido lugar y al establecimiento de una inde-
pendencia absoluta en Guatemala en 1847. Anunció entonces su dimisión y se
LAS REPÚBLICAS CENTROAMERICANAS 161

exilió a México, iniciándose al mismo tiempo la crisis que llevaría a su retorno


triunfante.
El caos continuaba mientras Carrera lo contemplaba desde Chiapas. Ni uno
solo de los cortos gobiernos que le siguieron fue capaz de restaurar el orden ni
de proporcionar un gobierno unido. A mediados de septiembre los conservado-
res tomaron de nuevo, de manera temporal, el control del Congreso guatemalte-
co, declararon a Carrera héroe nacional y confirmaron la declaración de inde-
pendencia guatemalteca de 1847. Los liberales, muy divididos entre ellos, como
tan a menudo sucedió en este periodo, se enfrentaron a una oposición conserva-
dora unida. El 1 de enero de 1849 el coronel Mariano Paredes tomó el poder
como jefe de Estado de compromiso en la ciudad de Guatemala. Paredes, que
tenía como asesor al estadista conservador Luis Batres, se opuso al retorno de
Carrera públicamente, aunque en privado lo aceptó. El 24 de enero Carrera
anunció su decisión de restaurar la paz y el orden en Guatemala. Las fuerzas
liberales intentaron impedir su regreso, pero el gobierno de Paredes había mina-
do su eficacia y Carrera tomó Quezaltenango en abril. Poco después el gobierno
obtuvo un acuerdo de paz con el caudillo. Paredes permaneció como presidente
pero Carrera, nombrado de nuevo teniente general, se convirtió en el comandan-
te en jefe de las fuerzas armadas. Mientras restauraba el orden, luchó por
venganza contra los dirigentes liberales que se habían opuesto a él. La amenaza
de la muerte se presentaba a todos los que no huían. De esta manera, los
liberales dejaron de jugar un papel importante en la política de Guatemala
durante veinte años, aunque algunos permanecieron en el Congreso y en los
pequeños cargos.
Tras aplastar la rebelión en la Montaña y marchar hacia El Salvador para
ayudar a los conservadores (véase más adelante), Carrera se convirtió de nuevo
en presidente de Guatemala (6 de noviembre de 1851) y, a partir de 1854, fue
presidente vitalicio, prácticamente un monarca, con autoridad para designar a su
sucesor. Muy unido a la Iglesia y a la aristocracia conservadora fue, hasta su
muerte (ocurrida en 1865), uno de los caudillos más poderosos del hemisferio.
Mantuvo por la fuerza gobiernos favorables en Honduras y El Salvador y ade-
más influyó en la política de Nicaragua y Costa Rica.
Ningún Estado centroamericano escapó a la dominación de los caudillos
conservadores a mediados del siglo xix, aunque sólo Guatemala tuvo uno de
tanta duración como Carrera. La agitación entre caudillos rivales fue especial-
mente devastadora en El Salvador, Honduras y Nicaragua. Con los liberales en
confusión, algunos caudillos, especialmente Trinidad Muñoz en Nicaragua y
Francisco Dueñas en El Salvador, cambiaron de partido para aprovecharse de
las oportunidades y circunstancias locales.
A pesar de que la fuerza liberal se mantuvo en El Salvador, ningún líder que
manifestara ideas morazanistas pudo escapar por mucho tiempo de la interven-
ción guatemalteca. Tras la derrota de Morazán en 1840, Carrera colocó a Fran-
cisco Malespín, uno de sus oficiales, en el poder. El mando militar de éste le
convirtió en el caudillo dominante de El Salvador y en una fuerza política en
Nicaragua y Honduras hasta su asesinato en 1846. Además de sus lazos con
Carrera y los conservadores, Malespín trabajo junto a Jorge Viteri, el activo
obispo de San Salvador, y junto al cónsul británico Frederick Chatfield para
162 HISTORIA DE AMÉRICA LATINA

que, si bien los liberales mantenían sus cargos políticos y legislativos, los intere-
ses conservadores prevalecieran. Sin embargo, la fuerza del liberalismo de El
Salvador llevó a Malespín a cooperar con los liberales y a utilizarlos (como hizo
el propio Carrera en los años cuarenta), cosa que a veces le acarreó problemas
con sus aliados conservadores.
Mientras tanto, Francisco Ferrera, el aliado de Carrera en Honduras, traba-
jó para establecer allí un gobierno conservador y también cooperó con Malespín
neutralizando a los liberales de El Salvador y Nicaragua. Ferrera, al igual que
Carrera, provenía de una familia ladina de clase baja y no estaba conectado con
las familias dirigentes. Igual que en el caso de Carrera, el clero favoreció nota-
blemente su subida al poder e influyó en su pensamiento. Ferrera, gran enemigo
de los morazanistas y que había gobernado este Estado entre 1833 y 1835, se
convirtió en su primer «presidente» en enero de 1841. Aunque fue el caudillo
que mandó en el país hasta su muerte en 1848, los liberales tuvieron a Honduras
en estado de guerra gran parte del tiempo. Ferrera y Malespín controlaban
regularmente a los liberales. El 22 de mayo de 1845 un golpe en Comayagua dio
al dirigente liberal Trinidad Cabanas el control del gobierno durante cuarenta
días. Cuando volvió a controlar la situación, Ferrera declinó la presidencia en
1847, pero continuó como ministro de la Guerra con el gobierno de Juan Lindo,
uno de los caudillos más cultos de este periodo y difícil de clasificar como liberal
o conservador.
Lindo había sido el primer presidente de El Salvador (1841-1842) bajo la
protección de Malespín y allí se había opuesto a la restauración de la federación
de Morazán. A l regresar a su Honduras natal se ganó la protección de Ferrera,
aunque no era del agrado de algunos de los conservadores más militaristas.
Entre sus actos memorables como presidente de Honduras está la declaración de
guerra a Estados Unidos en julio de 1847, apoyando a México. En 1848 convocó
una asamblea constituyente que estableció una constitución más conservadora.
El conservadurismo ilustrado de Lindo proporcionó a Honduras su primera paz
auténtica desde la independencia. Sin embargo, esa paz fue truncada cuando el
ministro de Asuntos Exteriores, el general Santos Guardiola, intentó derrocarlo
en 1850. La intervención de Trinidad Cabanas con las tropas liberales salvado-
reñas y la promesa de ayuda nicaragüense salvaron a Lindo, cuyo conservaduris-
mo estaba más cerca del de José del Vallé que del de Guardiola o Carrera.
Decididamente este hecho le llevó al campo liberal y Lindo se unió a Cabanas,
en El Salvador, en un esfuerzo para derrotar a Carrera en 1851. Sin embargo, el
27 de febrero de 1851, Carrera obtuvo una victoria decisiva en San José la
Arada, cerca de Chiquimula. En 1852 Lindo declinó presentarse a un tercer
periodo presidencial y permitió al Congreso que eligiera a Cabanas como suce-
sor suyo. El liberalismo más militante de Cabanas y sus renovados esfuerzos
para establecer la federación centroamericana le costaron casi inmediatamente
una invasión, desde Guatemala, de Guardiola apoyado por Carrera, que acabó
con la derrota de Cabanas el 6 de julio de 1855. Tras una breve lucha por la
presidencia, Guardiola tomó posesión del cargo en febrero de 1856 y lo mantuvo
hasta 1862. Su escasamente culto gobierno conservador proporcionó algo de
orden pero muy poco progreso a Honduras.
En Costa Rica, tras la ejecución de Morazán en 1842, prevalecieron en
general los intereses conservadores, a pesar de que el Estado permaneció sin
definir hasta que J. Rafael Mora, conservador de mano dura aunque ilustrado,
tomó el poder en 1849 y lo retuvo durante una década. Nicaragua, como con-
traste, sufrió más que cualquier otro Estado a causa de las guerras civiles de
mediados del siglo xix entre conservadores y liberales. Las luchas oportunistas
entre caudillos locales fueron aquí más pronunciadas que en cualquier otro lugar
y las continuas intromisiones, especialmente de los liberales, en los asuntos de El
Salvador y Honduras, llevaron a un conflicto sangriento y costoso. Mientras los
conservadores consolidaban su posición en Granada y sus alrededores, buscaban
también alianzas en el extranjero para controlar la persistente fuerza liberal de
León. Los conservadores nicaragüenses incluso mostraron la buena voluntad de
considerar la reunificación como solución al constante desorden que habían
experimentado desde la independencia. Fruto Chamorro, hijo ilegítimo de un
inmigrante de Guatemala al final de la era colonial, apareció como el principal
caudillo conservador y estableció uno de los clanes conservadores más importan-
tes de Nicaragua. El control liberal de León recibió un duro golpe cuando José
Trinidad Muñoz, renunciando a sus anteriores aliados liberales y apoyando al
conservador J. L . Sandoval, tomó el poder en 1845. Sandoval y algunos conser-
vadores eran casi continuamente asediados por caudillos liberales apoyados des-
de El Salvador. En 1847 el obispo Viteri se trasladó a Nicaragua, donde el clima
político le era mucho más favorable que el liberal de San Salvador, y poco
después Nicaragua consiguió un nuevo concordato con el papa. Cuando Muñoz
volvía al campo liberal y se rebeló contra el gobierno en 1851, las fuerzas de
Chamorro le derrotaron y exiliaron a El Salvador. El surgimiento de Managua
como capital de compromiso entre León y Granada empezó en esta época aproxi-
madamente, cuando varios caciques, entre ellos Chamorro en 1852, establecieron
allí sus cuarteles generales temporalmente. En general los conservadores mantu-
vieron el control a principios de los años cincuenta y siguieron el modelo de toda
Centroamérica de resaltar la soberanía estatal. En 1854 Nicaragua fue designada
«república», se dio el título de «presidente» al máximo dirigente y se cambió,
simbólicamente, la franja superior de la bandera tricolor azul-blanca-azul por
una franja amarilla. El lema del nuevo sello de la república era igualmente
simbólico: «Libertad, Orden, Trabajo». Una constitución conservadora reempla-
zó a la carta constitucional liberal de 1838. A pesar de ello, los liberales no
quisieron rendirse, y en 1855 los invasores liberales procedentes de El Salvador
obtuvieron el control de la parte occidental del país y establecieron nuevamente
un gobierno rival en León. Fue entonces, como veremos, cuando la expedición
pirata de William Walker llegó a jugar un papel decisivo en el conflicto entre los
liberales y los conservadores de Nicaragua.

Desde la independencia de Centroamérica los intereses comerciales de Nor-


teamérica y Europa habían contemplado el istmo en términos de una ruta de
tránsito transoceánica. Tanto el gobierno federal como los estatales habían ani-
mado los proyectos del canal, pero los esfuerzos de los ingleses, holandeses,
norteamericanos y franceses durante las dos décadas posteriores a la independen-
cia no contaron con suficientes recursos y sus ideas estuvieron mal orientadas.
Pese a que abrieron grandes esperanzas, tuvieron escaso efecto. Sin embargo,
164 HISTORIA DE AMÉRICA LATINA

Gran Bretaña y los Estados Unidos seguían una activa diplomacia a fin de
asegurar sus derechos respectivos en cualquier ruta interoceánica, y de proteger
los intereses de sus ciudadanos.
Los intereses económicos de los Estados Unidos en el istmo antes de 1850
eran insignificantes, aunque una serie de agentes norteamericanos realizaron un
excelente trabajo protegiendo a los pocos ciudadanos estadounidenses que había
allí y, quizá más importante, fueron los portadores directos de las «innovaciones
democráticas de la época de Andrew Jackson» en Centroamérica. (Los represen-
tantes franceses tuvieron un impacto ideológico similar y fueron notablemente
importantes en la revolución guatemalteca de 1848.)
Los intereses económicos y territoriales de Gran Bretaña eran más sustancia-
les. Las colonias británicas de Belice y a lo largo de la Costa de los Mosquitos
desde las islas Bahía hasta Costa Rica habían asegurado a Gran Bretaña una
mayor participación en el comercio centroamericano, incluso antes de finalizar
la era colonial." Durante los primeros años de independencia Belice se convirtió
en el principal almacén del comercio centroamericano, mientras que las casas
financieras de Londres concedían créditos y préstamos para el desarrollo tanto
al gobierno federal como a los estatales. Poco después de la independencia, el
gobierno inglés envió a George Alexander Thompson a investigar el comercio y
las posibilidades del canal, especialmente en Nicaragua. Inició estrechas relacio-
nes entre los diplomáticos británicos y los dirigentes centroamericanos, en espe-
cial los del partido conservador. En 1838 John Baily, un proyectista inglés,
supervisó una ruta del canal para el gobierno de Nicaragua que pronto levantó
mucho interés en el extranjero, a lo que contribuyó también un reportaje deta-
llado sobre los potenciales del canal preparado por John L l o y d Stephens, un
agente de los Estados Unidos. Entre 1834 y 1852 Frederick Chatfield representó
al gobierno británico en Centroamérica y trabajó deliberadamente para fomen-
tar y proteger los intereses económicos británicos, al tiempo que trataba de
comprometer a su gobierno en planes imperiales más ambiciosos. Aunque no
participó activamente en la ruptura de la unión centroamericana, simpatizaba en
última instancia con los conservadores y se convirtió en un elemento importante
de la intriga y maniobra política de los años cuarenta, al tiempo que buscaba
garantías para los obligacionistas británicos y llamaba a la Royal Navy cuando
era necesario forzar concesiones. Al iado con los dirigentes conservadores de
Guatemala y Costa Rica, jugó un papel importante en el surgimiento de gobier-
nos conservadores fuertes en esos estados. El secretario personal de Chatfield
era Manuel F. Pavón, uno de los asesores más importantes de Carrera. Así pues,
mientras los estados medianos buscaban la restauración de la federación liberal,
Chatfield trabajaba para oponerse a ella con una liga conservadora o con esta-
dos soberanos conservadores separados.12
Las pretensiones británicas a lo largo de la costa centroamericana habían
preocupado a los liberales desde un principio. La colonia de Belice, la desafor-
tunada aventura de colonización de Poyáis de Gregor MacGregor en la costa

i
11. Troy S. Floyd, The Anglo-Spanish struggle for Mosquitia, Albuquerque, N . M . , 1967.
12. Véase Mario Rodríguez, A Palmerstonian diplomat in Central América: Frederick
Chatfield, Esq., Tucson, Ariz., 1964.
LAS REPÚBLICAS CENTROAMERICANAS 165

hondurena en 1823-1824 y los enclaves comerciales británicos a lo largo de la


Costa de los Mosquitos en Nicaragua sirvieron para expansionar el comercio,
pero también desafiaron la soberanía centroamericana. La persecución británica
de esclavos fugitivos de Belice hacia territorio guatemalteco representó un moti-
vo más de irritación para los liberales, que habían abolido la esclavitud inmedia-
tamente después de la independencia.
En 1839 un barco de guerra británico expulsó a las tropas centroamericanas
de las islas Bahía y, dos años después, lord Palmerston declaraba que las islas
eran territorio británico y que los ciudadanos británicos que se habían instalado
allí debían recibir protección. Este último ejemplo de diplomacia de lancha
cañonera provocó una tormenta de protestas por toda Centroamérica. Los go-
biernos conservadores de mediados de siglo demostraron tener más éxito que sus
predecesores, resistiendo la mayoría de las ambiciones territoriales británicas y
defendiendo la independencia nacional.
Mientras tanto, se habían desarrollado estrechas relaciones entre Gran Bre-
taña y el istmo. La empresa comercial de Belice dirigida por Marshal Bennet y
John Wright se aprovechó del papel de puerto principal de exportaciones e
importaciones de Centroamérica que tenía Belice. A l faltarles puertos propios
protegidos de aguas profundas, los centroamericanos, después de la independen-
cia, miraron hacia los comerciantes de Belice para llevar sus productos al merca-
do y también para suministrarlos con productos manufacturados. En general los
comerciantes británicos no se establecieron en Centroamérica en la misma medi-
da que lo habían hecho en varios países latinoamericanos, pero hubo unas
cuantas excepciones notables. El más importante de ellos fue Bennet, que esta-
bleció, en los años veinte, la casa guatemalteca de William Hall y Carlos Meany
como sucursal de su empresa de Belice. En la misma década, George Skinner y
Charles Klee establecieron casas mercantiles que han continuado siendo impor-
tantes hasta nuestros días. Entre otros que sirvieron los intereses comerciales
británicos durante los primeros treinta años de la independencia encontramos a
Thomas Manning, John Foster, Joñas Glenton y Walter Bridge en Nicaragua;
William Barchard, Richard McNally, Frederick Lesperance, William Kilgour y
Robert Parker, que operaron con menor éxito en El Salvador; y Peter y Samuel
Shepherd en la Costa de los Mosquitos. Los hermanos Shepherd recibieron una
donación de tierra del rey de los mísquitos como pago por unos cuantos cajones
de whisky y rollos de calicó lustroso de algodón.
Las importaciones centroamericanas reflejaban sus estrechos lazos con el
comercio británico. Ya en 1860 casi el 60 por 100 de las importaciones guatemal-
tecas llegaban vía la colonia de Belice, mientras que otro 20 por 100 llegaba
directamente desde Gran Bretaña. Del 20 por .100 restante, tres cuartas partes
llegaban de España. La expansión de la industria textil británica era importante
porque constituía el mercado para el añil y la cochinilla salvadoreños y guatemal-
tecos. Y desde 1825 Gran Bretaña había reducido sus obligaciones en casi la
totalidad de las exportaciones principales de Centroamérica: cochinilla, añil,
maderas de tinte, caoba y otras maderas preciosas, cueros y caparazones de
tortuga. En 1846 todos los productos centroamericanos, excepto el café, entra-
ron en el mercado libre británico. El café, que había pasado a ser más importan-
te que el tabaco en Costa Rica después del colapso de las exportaciones cubanas
166 HISTORIA DE AMÉRICA LATINA

de café a mitad de los años treinta, pronto recibió también un trato preferencial.
Los cuadros 2, 3 y 4 reflejan el grado de expansión del comercio británico
durante los treinta primeros años de independencia.13
Belice quedó como el único puerto británico de alguna importancia, a pesar
de los esfuerzos centroamericanos para desarrollar sus propias estaciones. Los
puertos que conservaban los centroamericanos —como Izabal, Omoa, Trujillo,
San Juan del Norte, Matina— casi nunca albergaban barcos que comerciaran
directamente con el mundo exterior. Servían simplemente de muelles para peque-
ños botes y goletas que navegaban entre Belice y la costa centroamericana. Los
esfuerzos para proporcionar un segundo almacén británico en San Juan del
Norte que sirviera a Nicaragua y Costa Rica fallaron por regla general durante
la primera mitad del siglo. Gran parte de los productos nicaragüenses y costarri-
censes era enviada por barco desde el puerto de Corinto, que poco a poco fue
reemplazando en importancia al puerto colonial de Realejo, o al de Puntarenas,
ambos en el Pacífico. Sólo después de haberse construido el ferrocarril de Pana-
má, en 1865, el comercio de Centroamérica se trasladó hacia el Pacífico.

CUADRO 2

Importaciones a Centroamérica desde Gran Bretaña y Jamaica, 1821-1850


(en miles de libras esterlinas)

Exportaciones Exportaciones Exportaciones


británicas directas británicas a jamaicanas a
Años a Centroamérica Belice Centroamérica Totales
1821-1825 6,7 1.455,9 0,0 1.462,6
1826-1830 12,6 2.805,6 0,0 2.818,2
1831-1835 112,3 2.937,6 74,0 3.123,9
1836-1840 40,3 6.328,9 61,2 6.430,4
1841-1845 76,0 4.578,1 56,4 4.710,5
1846-1850 2.376,4 3.961,5 85,4 6.423,3

13. Los cuadros 2, 3 y 4 están basados en datos compilados de los archivos de aduanas
de la Public Record Office, de Londres, por Roben A . Naylor, «Tables of Commercial Statis-
tics, 1821-1851» y «British commercial relations with Central America, 1821-1851», tesis docto-
ral inédita, Tulane University, Nueva Orleans, 1958, pp. 310-369. Los cuadros están basados en
«valores oficiales». Los cuadros de Naylor también proporcionan, en muchos casos, «valores
declarados» (generalmente más bajos) y volúmenes en toneladas, libras u otras unidades de
medida apropiadas para cada artículo. 'Naturalmente, los cuadros 2, 3 y 4 sólo indican las
importaciones y exportaciones entre Centroamérica y Gran Bretaña e incluyen los productos de
Belice y otros territorios británicos de la costa este centroamericana. Ciro F. S. Cardoso y
Héctor Pérez Brignoli, Centro-América y la economía occidental (1520-1930), San José, Costa
Rica, 1977, pp. 324-325, han compilado dos cuadros estadísticos basados en los datos de
Naylor que presentan las importaciones y exportaciones anuales entre Gran Bretaña y Centro-
américa. Desgraciadamente hay algunos errores importantes en sus cuadros, especialmente en el
que trata de las exportaciones británicas a Centroamérica, donde Cardoso y Pérez han incluido
erróneamente todas las exportaciones británicas de los productos de las colonias inglesas y
extranjeras a Jamaica como importaciones centroamericanas. Además, hay algunos errores
matemáticos o tipográficos en los totales.
LAS REPÚBLICAS CENTROAMERICANAS 167

CUADRO 3

Exportaciones centroamericanas a Gran Bretaña y Jamaica, 1821-1850,


directamente y vía Belice, Perú y Chile
(en miles de libras esterlinas)

Importaciones británicas
desde Centroamérica
Directamente Impon, jamaicanas
desde vía Perú desde
Años Centroamérica vía Belice y Chile Centroamérica Totales
1821-1825 12,8 395,9 3,3 0,0 412,0
1826-1830 23,9 402,7 14,2 0,0 440,8
1831-1835 105,3 1.214,5 51,0 44,9 1.415,7
1836-1840 368,7 2.719,8 129,7 41,4 3.259,6
1841-1845 308,1 4.133,7 435,2 6,9 4.883,9
1846-1850 2.631,7 5.526,7 73,0 2,7 8.234,1

CUADRO 4

Principales exportaciones centroamericanas a Gran Bretaña, 1821-1850


(como porcentaje de la exportación total centroamericana a Gran Bretaña)*

Madera*" Cochinilla Añil Café


Años <Vo °7o 97o %
1821-1825 73,9 7,7 15,5 0,0
1826-1830 66,9 21,6 8,4 0,0
1831-1835 46,3 42,6 4,2 0,3
1836-1840 30,7 63,6 4,3 0,5
1841-1845 18,5 67,3 1,6 12,2
1846-1850 20,9 61,2 0,9 18,8

* Total de las exportaciones centroamericanas a Gran Bretaña según el cuadro 3.


** Caoba, madera nicaragua, palo brasil, troncos, cedro, palo santo y fustete. No se
incluyen otros productos forestales. La mayor parte de esta madera llegaba a Gran Bretaña
desde Belice o la Costa de los Mosquitos y, por lo tanto, no constituye una parte importante del
comercio con las repúblicas centroamericanas.

Los préstamos reforzaron las deudas del comercio entre Gran Bretaña y
Centroamérica. El fracaso de los préstamos de Barclay, Herring y Richardson de
1825 refrenó a los inversores de correr hacia Centroamérica. Sin embargo, una
serie de préstamos de las empresas inglesas a los estados centroamericanos creó
un laberinto de problemas en torno a la deuda que no fue desenredado hasta el
siglo xx. Los liberales animaron tales acuerdos y, aunque los gobiernos conserva-
dores fueron más cautelosos, estas transacciones no terminaron completamente. El
gobierno Carrera, por ejemplo, al negociar en 1856 un empréstito con la firma
londinense de Isaac y Samuel para redimir su anterior deuda, tuvo que dar como
garantía el 50 por 100 de los ingresos aduaneros guatemaltecos para pagar la deuda.
168 HISTORIA DE AMÉRICA LATINA

Como ya se ha dicho anteriormente, los liberales también impulsaron los


intentos británicos de colonización. Desde Guatemala a Panamá, los gobiernos
hicieron proyectos para atraer a inmigrantes europeos, pero los resultados fue-
ron decepcionantes. Unos cuantos ingleses llegaron allí, pero la mayoría de ellos
murieron o bien regresaron a su país, o finalmente se establecieron en los núcleos
urbanos. Fueron notables los proyectos del gobierno Gálvez en Guatemala.'4
A las pequeñas concesiones hechas a los extranjeros que iban llegando, siguió la
otorgación masiva a la Compañía Comercial y Agrícola de la Costa Oriental de
Centroamérica, un grupo cuyos orígenes estaban sospechosamente ligados a la
empresa Poyáis de Gregor MacGregor. La compañía acordó desarrollar toda la
parte oriental del país, es decir, las regiones de Izabal y la Verapaz en el Peten.
Desgraciadamente, los ingleses estaban más interesados en explotar la caoba que
allí había que en la colonización agrícola. En última instancia, el proyecto sólo
levantó los sentimientos antibritánicos entre los residentes de la Guatemala orien-
tal. Se llegó a un acuerdo parecido con la compañía belga para desarrollar el
puerto y la región de Santo Tomás que finalmente sustituyó la concesión hecha
a los ingleses. Carrera y los conservadores tuvieron grandes dudas acerca de la
conveniencia de esta concesión, pero mediante el soborno y la intimidación el
gobierno aprobó el contrato con los belgas y trató de lograrlo por todos los
medios. Sin embargo, el plan fracasó en 1852 y la región de tierras bajas quedó
sin desarrollar. A consecuencia de estos proyectos de colonización mejoró el
servicio de transporte marítimo en la costa del Caribe. La compañía inglesa de
vapores, la Vera Paz, comunicó el Golfo Dulce con Belice, por lo que aumentó
la dependencia comercial de Guatemala con el puerto británico. Más tarde, la
compañía belga estableció relaciones con Bélgica, si bien de forma irregular.
Hacia 1850 había un servicio de vapores regular, a veces poco fiable, entre
Europa y la costa del Caribe.
Si bien la relación de los británicos con el istmo era mayor y hacia 1850,
gracias a Chatfield, se les identificaba con la causa de los conservadores, a
mediados de siglo los Estados Unidos estaban cada vez más involucrados en la
zona y normalmente apoyaban a los liberales. Esto se hizo más evidente después
de 1849, con la elección de E. G. Squier como enviado norteamericano en
Centroamérica. La rivalidad anglo-norteamericana aumentó y llegó a su punto
máximo con la cuestión de la ruta a través del istmo. El descubrimiento de oro
en California en 1848 hizo aumentar mucho el interés de los Estados Unidos por
el istmo. Cuando los norteamericanos navegaban a través de Nicaragua siguien-
do la ruta trazada por Cornelius Vanderbilt, descubrieron que los británicos
habían tomado el control del territorio a ambos lados del istmo, en San Juan del
Norte (Greytown) y la isla del Tigre en la Bahía de Fonseca. Se evitó la guerra
porque mentes serenas acordaron, en el tratado Clayton-Bulwer de 1850, el
control bilateral de cualquier canal en un istmo; Gran Bretaña y los Estados
Unidos se comprometieron a no «ocupar, o fortificar, o colonizar, asumir, o
ejercer cualquier tipo de dominio sobre ... cualquier parte de América Central».
Si bien el tratado hizo descender la atmósfera de hostilidad creada por Chatfield

14. William J. Griffith, Empires in the wilderness: foreign colonization and development
in Guatemala, 1834-1844, Chapel H i l l , N . C . , 1965, trata esta cuestión en detalle.
LAS REPÚBLICAS CENTROAMERICANAS 169

y Squier, apenas hizo disminuir la rivalidad anglo-estadounidense en Nicaragua,


país que entonces padecía la confrontación entre los liberales y los conservadores.
William Walker fue uno de los que cruzaron el istmo en 1850, probablemen-
te por Panamá y no por Nicaragua; era hijo de una austera familia impregnada
de la religión protestante de la frontera y de los principios democráticos jackso-
nianos. Walker fue un estudiante prodigioso; estudió medicina en las universida-
des de Nashville (más tarde Vanderbilt), Pennsylvania, Edimburgo y Heidelberg
antes de abandonar la medicina para estudiar leyes en Nueva Orleans en la
Universidad de Louisiana (más tarde Tulane). Sin embargo, casi inmediatamente
se dedicó al periodismo y se convirtió en editor del liberal y controvertido
periódico de Nueva Orleans Crescent. No obstante, la muerte de su prometida le
hizo abandonar Nueva Orleans para empezar de nuevo en California. Allí se
dedicó de nuevo al periodismo, pero no logró ni prosperar ni satisfacer su
espíritu inquieto. A través de relaciones diversas, primero se puso en contacto
con una expedición filibustera en contra de México que fracasó y después aceptó
organizar una expedición para apoyar a los liberales nicaragüenses que se encon-
traban en dificultades.
El grupo de Walker compuesto de 58 hombres desembarcó cerca de Realejo
el 16 de junio de 1855 y tuvo un notable éxito al ayudar a los liberales en la
consecución de diferentes victorias claves. A pesar de ello, los liberales también
sufrieron reveses en la campaña, y la muerte —en el campo de batalla o a causa
de enfermedades— de varios líderes liberales imposibilitó que Walker pudiera
convertirse rápidamente en el militar liberal dominante de Nicaragua. Granada
cayó en sus manos después de una feroz batalla, tras lo cual Walker intentó
hacer la paz mediante una coalición con los conservadores colaboracionistas.
Aseguró que no atacaría a la Iglesia y ofreció altos cargos a varios conservado-
res, incluyendo a Patricio Rivas, que se convirtió en el presidente de la repúbli-
ca. Algunos liberales quedaron consternados y rompieron con Walker, mientras
que muchos conservadores rehusaron sumarse a la coalición. Este fue el origen
de la guerra entre los «democráticos» de Walker y los «legitimistas». Los otros
gobiernos centroamericanos, ahora todos bajo el mando de gobiernos conserva-
dores, enviaron ayuda a los nicaragüenses y se opusieron a Walker. Rafael Mora
se encargó de organizar esta «campaña nacional» en Costa Rica. Rivas, dándose
cuenta de lo insostenible que era la situación, finalmente dimitió, siendo sucedi-
do por el mismo Walker. En Nicaragua entraron estadounidenses en grandes
cantidades —en su mayoría veteranos de la guerra de México originarios del
,valle bajo del Mississipi a quienes se les había prometido tierra y otras concesio-
nes— para sumarse a Walker. El Nicaragüense, un periódico bilingüe, más en
lengua inglesa que española, proclamó la revolución liberal y el establecimiento
de un régimen democrático.
Los nicaragüenses y sus aliados —los costarricenses de Mora, los guatemal-
tecos dirigidos por Mariano Paredes, los salvadoreños de Gerardo Barrios y los
hondurenos de Guardiola— pronto fueron superiores en número a las fuerzas de
Walker. Primero contuvieron y después hicieron retroceder a los estadouniden-
ses y a lo que quedaba de las tropas liberales, que además de las pérdidas en el
campo de batalla sufrieron una epidemia de cólera. Por otro lado, los británicos
proporcionaron armas y otros aprovisionamientos a los aliados a través de Cos-
170 HISTORIA DE AMÉRICA LATINA

ta Rica. El gobierno de Washington vaciló; nunca reconoció el régimen de


Walker (aunque el ministro estadounidense en Nicaragua lo había hecho), pero
fue lento en actuar. Finalmente llegó la fuerza naval estadounidense y rescató a
Walker y a los escasos supervivientes de la expedición. El 1 de mayo de 1857,
cuando Walker se rindió, terminó la invasión. Subió a bordo de un barco
estadounidense y regresó, siendo recibido en Nueva Orleans como un héroe.
Pronto se encargó de una nueva aventura filibustera. Tras haber visto frustrados
sus planes varias veces debido a la intervención de oficiales de los Estados
Unidos, Walker finalmente logró lanzar una expedición en colaboración con los
disgustados residentes británicos de Roatán que se oponían a la soberanía hon-
durena sobre las islas de la Bahía que los británicos habían reconocido en 1859.
Walker esperaba usar Roatán como base de la nueva expedición a Centroaméri-
ca y por ello estaba en contacto con Trinidad Cabanas que aún luchaba contra
Guardiola en Honduras. Sin embargo, cuando Walker llegó a Roatán, los britá-
nicos aún no se habían ido, de modo que Walker atacó directamente Trujillo.
Después de un breve triunfo fue capturado a consecuencia de la intervención
naval inglesa y fue entregado a las autoridades hondurenas. Tras un breve
juicio, Walker cayó ante el pelotón de ejecución el 12 de septiembre de 1860.
El episodio de Walker tuvo largas consecuencias para Centroamérica. El
sentimiento antinorteamericano y antibritánico se mantuvo hasta mucho después,
originando sospechas y desconfianzas en las relaciones internacionales; también
impulsó la xenofobia que los conservadores siempre habían alimentado. La
alianza con Walker desacreditó a los liberales y permitió que los conservadores
se hicieran fuertes en todos lados, pero sobre todo en Nicaragua. Hacia 1860,
los liberales sólo continuaban representando una seria amenaza en El Salvador.
Centroamérica, si bien ahora estaba definitivamente dividida en cinco estados
soberanos, en todas partes estaba sólidamente gobernada por los conservadores.
Por descontado, los conservadores en general tenían mejores relaciones con
Inglaterra y España que con los Estados Unidos o Francia. El reconocimiento
español de los estados centroamericanos y el nuevo concordato con Roma fue-
ron unos logros notables de la política exterior de los conservadores. Los viejos
problemas con los británicos generalmente se resolvieron amigablemente. Se
solucionó el problema de la deuda repartiéndola entre los diversos estados, si
bien sólo Costa Rica —con la participación menor— la llegó a pagar toda.
Guatemala alcanzó una aparente solución de la cuestión de Belice en 1859 cuan-
do, con el tratado Aycinena-Wyke, reconoció la soberanía británica en aquel
territorio a cambio de que los británicos construyeran un camino de carro desde
la ciudad de Guatemala hasta el Caribe. Como que los británicos no llegaron a
construirlo, cuando más tarde los gobiernos liberales no desearon renegociar el
acuerdo, se anuló el tratado. Honduras también resolvió sus disputas territoria-
les con los británicos hacia 1860, y Nicaragua hizo progresos en la misma
dirección, si bien los ingleses no renunciaron a proteger a los indios mísquitos
hasta finales de siglo.

El predominio conservador en Centroamérica frenó de alguna manera la ten-


dencia de las exportaciones a aumentar y a que la religión se desarrollara sobre las
líneas del capitalismo, que habían sido unas características del periodo liberal. El
carácter de la cultura y la política del gobierno conservador reflejan los valores tra-
dicionales hispano-católicos; se volvió a la agricultura de subsistencia y a proteger las
tierras comunales de indios y ladinos. Las ciudades crecieron muy poco, si es que
crecieron algo, durante la primera mitad de siglo y la vida continuó siendo eminente-
mente rural. Pero después de las guerras civiles, la vuelta al orden fue inevitablemen-
te acompañada de un aumento de la producción agrícola, y los gobiernos conser-
vadores no pudieron resistir la tentación de obtener más ingresos del comercio
extranjero. Las exportaciones aumentaron rápidamente después de 1840 excepto en
Honduras, que sólo exportaba animales y alimentos a El Salvador y Guatemala. Se
continuó dependiendo de los tintes naturales, al igual que durante el periodo
colonial y los años que siguieron a la independencia, siendo El Salvador y Nicara-
gua los principales productores y exportadores de añil. Guatemala también aumen-
tó ligeramente su producción de añil, pero sobre todo dependía de la exportación
de cochinilla. Hacia 1845, el éxito del café en Costa Rica empezó a estimular su
producción en los otros puntos de Centroamérica. La tendencia se volvió aún más
fuerte después de que en 1856 el descubrimiento de los tintes artificiales pusiera en
peligro la elaboración del añil y la cochinilla hasta que finalmente condujo a su
ruina. Aunque la exportación de productos tintóreos continuó siendo el principal
capítulo de las economías exportadoras de El Salvador y Guatemala, el café se
volvió cada vez más importante, especialmente en las tierras altas guatemaltecas.
Hacia 1871, cuando finalmente cayó el gobierno conservador de este país, el café
constituía casi el 50 por 100 de las exportaciones guatemaltecas. La guerra civil de
los Estados Uñidos (1861-1865) hizo posible que Centroamérica participara en una
mayor proporción en el mercado algodonero internacional, pero esto sólo fue
posible temporalmente. No se dispone de estadísticas fiables para todos los países,
pero los cuadros 5, 6 y 7 ilustran el crecimiento que se produjo entre 1850 y 1870.15

CUADRO 5

Principales exportaciones guatemaltecas, en porcentajes


del total de las exportaciones, 1851-1870
Valor de las
exportaciones
(en millones Cochinilla Algodón Café
Años de dólares) % % %
1851-1855 6,2 78,4 0,0 0,0
1856-1860 7,8 81,1 0,0 0,3
1861-1865 7,4 56,4 8,3 11,3
1866-1870 10,8 46,6 2,0 32,4

FUENTE: R. L. Woodward, Class privilege and economic development: the Consulado de


Comercio of Guatemala, ¡793-1871, Chapel HUÍ, N.C., 1966, pp. 58-63.

15. Por el momento, para la mayor parte de este periodo, sólo se han recopilado fragmen-
tarias y a veces no fiables estadísticas comerciales referentes a Centroamérica. El trabajo de
Thomas Schoonover, «Central American commerce and maritime activity in the nineteenth
century: sources for a quantitative approach», Latín American Research Review, 13/2 (1978),
pp. 157-169, sirve de guía para encontrar algún material de este tipo.
172 HISTORIA DE AMÉRICA LATINA

CUADRO 6

Principales exportaciones nicaragüenses, en porcentajes


del total de las exportaciones, ¡841-1871

Valor
de las
exportaciones Metales
(en miles Añil preciosos Cueros Algodón Caucho Maderas Café
Años de dólares) % % % % % % %
1841 167,8 83,1 0,0 14,8 0,0 0,0 1,5 0,4
1851 1.010,0 7,9 39,6 1,2 0,0 0,0 15,8 3,0
1864 1.112,4 8,6 9,1 17,2 47,9 8,8 2,0 1,2
1865 1.155,0 16,9 12,3 8,9 47,1 4,6 2,5 2,6
1867 893,9 44,8 11,4 9,5 9,4 12,6 2,7 4,9
1870 930,3 27,0 17,9 18,0 1,7 15,7 9,7 5,4
1871 1.424,7 26,6 13,0 7,1 5,0 18,3 8,1 8,7

FUENTE: A . Lanuza Matamoros, «Estructuras socioeconómicas, poder y estado en Nica-


ragua (1821-1875)», tesis inédita, Universidad de Costa Rica, 1976, pp. 126-204.

CUADRO 7

Principales exportaciones salvadoreñas, 1864-1874


(en millones de dólares)

Añil Café
total % del total % del total
de las de las de las
Años exportaciones Valor exportaciones Valor exportaciones
1864 1,7 1,13 67,4 0,08 4,8
1866 2,4 1,59 65,1 0,20 8,1
1870 ? 2,62 ? 0,66 ?
1874 3,8 1,70 44,8 1,33 35,0

FUENTES: Mario Flores Macal, Orígenes de las formas de dominación en El Salvador, San
José, 1977, pp. 147-163; David Browning, El Salvador. Landscape and Society, Oxford, 1971,
p. 162.

Después de 1850, Gran Bretaña continuó siendo el principal proveedor de las


importaciones, a pesar de que la importancia de Belice disminuyó mucho al
desarrollarse el comercio en el Pacífico después de 1855. De 1850 a 1870, las
importaciones de Guatemala, según el valor aduanero, procedían de los países
señalados en el cuadro 8 (véase más adelante). Tal como también muestra el
cuadro 8, entre los estados centroamericanos había muy poco comercio. Las
carreteras llevaban desde las ciudades y las regiones exportadoras a los puertos,
mientras que los caminos interestatales eran intransitables. La interdependencia
económica que había empezado a emerger al final del periodo colonial había
desaparecido hacia 1870. Los diferentes estados se separaban cada vez más entre
sí. Por ú lt imo , si bien la intervención extranjera en el istmo no fue muy impor-
tante si la comparamos con otras regiones de Latinoamérica, sin embargo tuvo
mucha importancia para los estados centroamericanos y preparó el camino para
una dominación extranjera aún más importante que se pro dujo cuando los
liberales volvieron al poder.

L a restauración del orden lograda hacia 1860 en la mayor parte de Centro-


américa y la aparición del café como el principal producto de exportación coin-
cidieron con el resurgimiento de los esfuerzos liberales para controlar la mayor
parte de los estados centroamericanos. Entre los miembros más jóvenes de las
élites, especialmente los relacionados con la producción de café, había inquietud
y una conciencia general cada vez mayor de que, a pesar del modesto aumento
de las exportaciones y del crecimiento económico, Centroamérica estaba muy
rezagada respecto a la economía de la Europa occidental y los Estados Unidos.
Este resurgimiento liberal apareció primero en E l Salvador. Gerardo Barrios,
originalmente u n morazanista, había servido a los gobiernos conservadores y
había cooperado con Carrera y M o r a contra Walker, pero después de alcanzar el
poder en E l Salvador en 1859 sus sentimientos liberales volvieron a emerger y
simbólicamente ordenó que se trasladaran los restos mortales de Morazá n a E l
Salvador para enterrarlo con honores estatales. A continuación se hicieron refor-
mas económicas, políticas y educativas a la vez que evitaba cuidadosamente atacar
a la Iglesia y diplomáticamente aseguraba su amistad a Carrera, de Guatemala.
Carrera observó con sospechas y congregó un ejército en la frontera. Cuando en
1863 emergió el inevitable anticlericalismo, Carrera invadió E l Salvador, pero
Barrios le rechazó en Coatepeque. Entonces Barrios se dirigió a Nicaragua a f in
de acabar con el do mi nio conservador allí, pero fue derrotado. Carrera, al
invadir por segunda vez E l Salvador en octubre de 1863, acabó con el régimen
de Barrios; éste fue sustituido por Francisco Dueñas, un conservador más segu-
ro. Barrios fracasó en su intento de volver al poder dos años después, pero
incluso bajo el mando de Dueñas se conservaron muchas de las reformas liberales.

CUADRO 8

Procedencia de las importaciones guatemaltecas, 1850-1870*


(porcentaje del total)

Gran Bretaña 61
Belice 6
Francia 17
Alemania 5
España y Cuba 4
Estados Unidos 3
Bélgica 2
Otros 2
TOTAL 100

* Datos elaborados a partir de las cifras publicadas en la Gazeta de Guatemala, 1851-1871.


174 HISTORIA DE AMERICA LATINA

La muerte de Carrera en 1865 abrió nuevas esperanzas a los liberales en toda


la región. Vicente Cerna continuó la sucesión en Guatemala de gobiernos con-
servadores hasta que la reforma de Miguel García Granados y de Justo Rufino
Barrios le derrocó en 1871. Mientras tanto, los liberales hondurenos acabaron
con el gobierno de los conservadores en aquel país y ayudaron a los liberales
salvadoreños a derribar a Dueñas en el mismo año. En Nicaragua los conserva-
dores continuaron en el poder hasta 1893, pero en cambio poco después de 1860
se empezó a desarrollar una tendencia hacia la política económica liberal. La
transición de Costa Rica al dominio liberal fue en cierta manera más pacífica,
pero el modelo no fue muy distinto. Mora fue derribado en 1859 y a continua-
ción la familia Montealegre —moderados que habían jugado un papel muy
importante en el desarrollo del cultivo del café— dominó durante una década.
Aunque políticamente conservadores, durante los años sesenta empezaron a apa-
recer algunas tendencias liberales en la política educativa, eclesiástica y económi-
ca. Sin embargo, el general Tomás Guardia llevó la reforma liberal más clara-
mente a Costa Rica al establecer una dictadura liberal en este país en 1870.
La reforma liberal de los años sesenta en Centroamérica fue un reto para las
élites criollas que habían establecido regímenes neohispánicos. Después de las
destructivas guerras civiles y de la experiencia política, las familias más impor-
tantes del último periodo colonial lograron restaurar su hegemonía económica y
social. A l mismo tiempo, la colaboración de los caudillos populares impulsó el
proceso de participación de los ladinos en el gobierno, de manera que en Cen-
troamérica hacia 1870 la élite blanca ya no monopolizaba los cargos más altos
del gobierno. Por otro lado, los conservadores no consiguieron proporcionar el
progreso y la expansión de las economías orientadas hacia la exportación en el
nivel que exigían tanto la élite como las clases medias. A pesar de que se
restauró gran parte de la estructura institucional de la era colonial, en este
periodo se desarrollaron dos nuevas instituciones características: el caudillismo y
la soberanía de la gran propiedad, que sobrevivirían en Centroamérica hasta
mucho después de que el partido conservador dejara de ser una fuerza.

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