Woodward. Centroamericanas
Woodward. Centroamericanas
Woodward. Centroamericanas
El primer medio siglo de independencia nacional fue una época infeliz para
las provincias antiguamente pertenecientes al reino de Guatemala: Guatemala,
El Salvador, Honduras, Nicaragua y Costa Rica.' Las tensiones en las estructu-
ras sociales y económicas del último periodo colonial llevaron a encarnizados
conflictos políticos y a la guerra civil. Las elevadas expectativas formuladas por
los líderes centroamericanos al principio del periodo se desvanecieron pronto
ante la dureza de la realidad. El estancamiento económico, el antagonismo entre
clases sociales, el desconcierto político y la anarquía sustituyeron a la relativa
tranquilidad y estabilidad de la era hispánica. En vez de una nación del istmo
próspera e independiente, hacia 1870 emergió un fragmentado y conflictivo
mosaico de ciudades-estado autodenominadas «repúblicas». A pesar de todo,
pese al decepcionante ritmo de transformación económica y social, se dieron
algunos importantes y necesarios pasos en la transición del colonialismo a la
moderna dependencia capitalista.
1. Chiapas, una provincia del reino de Guatemala, se unió a México al llegar la indepen-
dencia. Panamá era una provincia del virreinato de Nueva Granada que se convirtió en parte de
la República de la Gran Colombia.
LAS REPÚBLICAS CENTROAMERICANAS 145
2. Mario Rodríguez, The Cádiz experiment in Central America, 1808-1826, Berkeley, 1978.
LAS REPÚBLICAS CENTROAMERICANAS 147
era ahora tan poderosa que cada municipalidad votó separadamente mientras las
noticias viajaban hacia el sur. Todos aceptaron la independencia de España,
pero hubo diferencias en sus planteamientos sobre el futuro. En San Salvador, el
29 de septiembre, una junta bajo el liderazgo liberal del padre José Matías
Delgado proclamó la independencia de El Salvador y obligó a los que favorecían
la unión con Guatemala y México a abandonar la ciudad. Otras ciudades salva-
doreñas respondieron de manera diferente y los problemas estallaron. En Hon-
duras, mientras tanto, Tegucigalpa aceptaba el liderazgo guatemalteco, mientras
que Comayagua insistía en la independencia tanto de Guatemala como de Espa-
ña. De manera similar, en Nicaragua la conservadora Granada prometía su
apoyo al gobierno central de Guatemala, mientras que León declaraba la inde-
pendencia de España y Guatemala, a pesar de que según parece ¡deseaban la
unidad con México! Costa Rica, remota y generalmente al margen de las activi-
dades de la capitanía general, se separó de España el 27 de octubre, mantenien-
do ambigua su posición respecto a Guatemala y México mientras establecía un
gobierno provisional completamente independiente del de Nicaragua. Pero casi
inmediatamente sus cuatro mayores ciudades comenzaron a disputar, pues San
José, Heredia y Alajuela competían en igualdad con Cartago, la sede del poder
colonial. Cuando comenzaba su época nacional, Centroamérica se fragmentaba
políticamente y se enredaba en una ola de secesiones regionales y locales.
•La anexión a México se convirtió en el primer tema que claramente dividió
a conservadores y liberales. En general, todos los conservadores de Centroamé-
rica respaldaron la anexión, mientras que los liberales pedían una federación
republicana e independiente. Como controlaban el aparato gubernamental en
Guatemala y en la mayoría de los otros estados, los conservadores consiguieron
bloquear los esfuerzos liberales por impedir la anexión. Un ejército mexicano
enviado por Iturbide reforzó la causa anexionista. La violencia prendió en Gua-
temala y Nicaragua, pero sólo en El Salvador consiguieron dominar los republi-
canos. A finales de diciembre de 1821, 115 ayuntamientos (104 incondicional-
mente y 11 con ciertas estipulaciones) habían acordado su incorporación al
imperio mexicano. Otros 32 dejaron la cuestión en manos del gobierno provisio-
nal, mientras 21 declaraban que sólo un congreso general podía decidir sobre el
tema. Sólo dos ayuntamientos se opusieron completamente a la unión, mientras
67 permanecían a la expectativa. A favor de la anexión estaba también la pode-
rosa influencia del arzobispo Ramón Casáus, que había aceptado la independen-
cia sólo a regañadientes. El 5 de enero de 1822 el gobierno provisional declaró que
la anexión era el abrumador deseo del país —expresado a través de los ayuntamien-
tos— y pocos días después Gaínza, que permanecía como jefe de Estado titular,
prohibió toda resistencia a la decisión. La junta provisional se autodisolvió y
Gaínza supervisó una rápida elección de delegados al nuevo Congreso de México.
Sólo San Salvador y Granada rechazaron abiertamente la anexión, aunque
continuaba la división sobre el tema en Costa Rica, donde había también un fuerte
sentimiento a favor de la unión con Colombia, y en Honduras, donde continuaba
la rivalidad entre Comayagua y Tegucigalpa. Dirigida por Delgado, San Salvador
recurrió a las armas para defender su postura. Sus fuerzas, bajo el mando de
Manuel José de Arce, derrotaron al ejército guatemalteco de Gaínza cerca de
Sonsonate, provocando una sangrienta guerra que continuaría intermitentemente
LAS REPÚBLICAS CENTROAMERICANAS 149
durante décadas y que envenenaría las posibilidades de éxito de una unión centro-
americana. La llegada del nuevo capitán general, Vicente Filisola, con seiscientos
soldados mexicanos fue decisiva. Filisola tomó posesión el 22 de junio de 1822 e
inmediatamente buscó un arreglo negociado. San Salvador entró en estas negocia-
ciones al parecer para ganar tiempo, puesto que en noviembre era ya evidente que
la ciudad no se sometería pacíficamente al dominio mexicano. A finales de mes
Filisola invadió El Salvador con una fuerza de dos mil hombres. San Salvador
buscó frenéticamente una salida a su causa, incluyendo una declaración de anexión
a los Estados Unidos. Todo falló, y la ciudad capitulaba el 10 de febrero de 1823.
A l mismo tiempo, sin embargo, Granada continuaba resistiendo a los anexionistas
en Nicaragua y en abril en Costa Rica tropas antimexicanas procedentes de San
José y Alajuela dominaban a las fuerzas proimperiales de Cartago.
El imperio de Iturbide, por supuesto, estaba ya destinado al fracaso. Mien-
tras Filisola sometía a los liberales de El Salvador, en México los liberales se
pronunciaban contra el imperio con el Plan de Casa Mata. Tras la llegada de las
noticias de la abdicación del emperador, Filisola dijo a la Diputación Provincial
de Guatemala que México estaba en situación de anarquía. Las provincias res-
pondieron entusiásticamente a su convocatoria de un congreso centroamericano
de acuerdo con el plan del 15 de septiembre de 1821. Siguieron elecciones y el
organismo, que comenzó sus sesiones el 24 de junio de 1823, representaba a
todos los estados excepto Chiapas, que optó por permanecer con México. Este
congreso, quizás el más representativo que se haya reunido jamás a instancias de
una autoridad centroamericana, era decididamente más liberal que el gobierno
precedente. Gran parte de los conservadores estaban todavía en México, y de
todos modos se habían desacreditado con el colapso de la monarquía. Bajo la
presidencia del padre Delgado de El Salvador, el 1 de julio de 1823 el congreso
declaró a Centroamérica libre e independiente, adoptando el nombre de Provin-
cias Unidas del Centro de América. A l día siguiente el congreso se convirtió en
Asamblea Nacional Constituyente y comenzó a trabajar en la redacción de una
constitución republicana. México reconoció a las Provincias Unidas en agosto,
mientras Filisola y su ejército se retiraban.
cuadro 1.) La mayor parte eran campesinos y peones analfabetos con escasa voz
en el futuro del país. Alrededor de un 65 por 100 de la población de Centroamé-
rica eran indios, el 31 por 100 ladinos (mestizos y mulatos) y sólo un 4 por 100
aproximadamente eran blancos. La situación individual de los estados por su-
puesto difería considerablemente de estas estimaciones. Guatemala tenía mayor
porcentaje de indios que cualquier otro Estado, mientras la escasa población de
Costa Rica era predominantemente blanca. El Salvador, Nicaragua y Honduras
tenían principalmente habitantes ladinos. Había algunos negros, sobre todo en
las costas de Honduras y Nicaragua, pero casi todos estaban al margen de la
sociedad centroamericana.4
CUADRO 1
mientras que los conservadores la preferían como una defensora de sus privile-
gios y como un elemento vital tanto para controlar como para asegurar el apoyo
de las masas. Los liberales buscaban destruir el control monopolístico de la
economía y eliminar los fueros de los conservadores —eclesial, comercial, uni-
versidad, etc.—. La enseñanza era un tema claramente vinculado a la controver-
sia sobre la Iglesia, puesto que los liberales favorecían la enseñanza laica, con la
educación de las masas como objetivo último, mientras los conservadores defen-
dían un sistema de enseñanza elitista bajo la supervisión de la Iglesia. Los
dirigentes de ambos partidos reconocían la necesidad de modernización y de un
tratamiento racional de los problemas económicos, como muestra la influencia
sobre ambos bandos del utilitarismo de Jeremy Bentham. Pese a que las familias
dirigentes de diferentes partes de Centroamérica estaban interconectadas por
lazos de familia y matrimonio, las diferentes circunstancias económicas y políti-
cas a nivel local tendieron a dividirlas dentro de las propias líneas conservadoras
o liberales. A l principio, había un considerable margen de maniobra política,
pero los encarnizados conflictos que atormentaron Centroamérica tras la inde-
pendencia eliminaron la mayor parte del espacio intermedio y cristalizaron en el
abierto enfrentamiento de dos partidos que caracterizaría la política centroame-
ricana durante el resto de la centuria.
no Beltranena. Por todo ello, la nueva república comenzó su existencia bajo una
nube de sospecha de traición al electorado y con los liberales extremistas (la
facción de Barrundia) ya desencantados con el presidente liberal, a quien creían
vendido a los odiados «serviles» (conservadores).
El gobierno del presidente Arce nunca consiguió verdaderamente un control
efectivo de ninguno de los cinco estados que formaban la federación. Cada uno
seguía su propio camino. Los gobiernos estatales se organizaron con arreglo a la
constitución, pero en varios de ellos había graves desacuerdos entre las facciones
liberal y conservadora. Arce había dirigido personalmente las tropas en la paci-
ficación de Nicaragua a principios de 1825, pero la paz que estableció sólo fue
un breve interludio en el conflicto entre Granada y León. Costa Rica, bajo la
mano firme de Juan Mora, permaneció al margen del gobierno federal y alcanzó
un cierto grado de orden y progreso. Graves problemas amenazaban El Salva-
dor, donde la instalación del padre Delgado como obispo encontró la oposición
del arzobispo Casáus y del gobierno federal de Arce en la ciudad de Guatemala.
Era una opción simbólica que representaba el intenso deseo de los salvadoreños
de independizarse de Guatemala. Sin embargo, el problema más urgente afron-
tado por Arce fue el del gobierno estatal guatemalteco, dominado por las «fie-
bres» liberales y dirigido por Juan Barrundia. Este gobierno procedía de las filas
radicales y continuamente ofendía a los elementos más conservadores del gobier-
no federal aliados de Arce. Durante el primer aflo de presidencia de Arce, la
desavenencia entre los dos gobiernos se amplió. En abril de 1826 Arce destituyó
a Barrundia y en septiembre le puso bajo arresto. El resto del gobierno estatal
guatemalteco, bajo el mando del subgobernador Cirilio Flores, huyó primero a
San Martín Jilotepeque y más tarde a Quezaltenango, donde la legislatura del
Estado proclamó inflamadas leyes liberales, declarando a los hijos de los cléri-
gos herederos de la propiedad de la Iglesia, aboliendo el Consulado y reduciendo
el diezmo a la mitad. Estas leyes eran incumplibles, pero sirvieron de base a
buena parte de la legislación liberal posterior a 1829. La permanencia de los
liberales en Quezaltenango fue breve: en octubre una muchedumbre atacó a
Flores, despedazándole literalmente, y el gobierno liberal se derrumbó.
Un nuevo gobierno estatal guatemalteco bajo el mando del conservador
Mariano Aycinena cooperaba ahora con el presidente Arce en la conducción de
los demás liberales del Estado, pero los liberales salvadoreños se sublevaron
para derrocar el gobierno pro-Arce de San Salvador, haciendo estallar una san-
grienta guerra civil de tres años. Arce mandaba las fuerzas federales, pero su
gobierno dependía tan fuertemente del Estado guatemalteco que Aycinena pron-
to le suplantó en importancia. Odios y atrocidades caracterizaron a ambas par-
tes en los virulentos conflictos que se extendieron por la mayor parte de Guate-
mala, El Salvador y Honduras. En este último Estado, Francisco Morazán reu-
nió a los liberales y, tras derrotar a las fuerzas federales en La Trinidad, Hon-
duras (10 de noviembre de 1827), emergió como la principal figura militar
liberal. Arce buscó ahora la conciliación, y cuando ésta fracasó renunció a la
presidencia en febrero de 1828. El vicepresidente Beltranena asumió el cargo,
pero de hecho Aycinena se convirtió en el principal líder frente a los liberales.
Su gobierno recurrió en grandes cantidades a préstamos forzosos del clero y de
acaudalados ciudadanos del país, incluyendo a comerciantes extranjeros, provo-
LAS REPÚBLICAS CENTROAMERICANAS 155
cando que estos últimos llegaran a desear una victoria liberal. Las tropas fede-
rales obtuvieron una costosa y sangrienta victoria en marzo de 1828 en Chalcua-
pa, pero poco después la suerte cambió a favor del general Morazán. Tras haber
completado su reconquista de Honduras y El Salvador a finales de 1828, invadió
Guatemala a principios de 1829, poniendo sitio a la capital en febrero, al tiempo
que los liberales restablecían el gobierno estatal en Antigua. La victoria de
Morazán en Las Charcas el 15 de marzo fue decisiva, aunque Aycinena no
capituló hasta el 12 de abril.
Las consecuencias inmediatas de la guerra civil (1826-1829) fueron una polí-
tica negativa hacia los líderes conservadores y la promulgación de la legislación
liberal. José F. Barrundia presidió la República hasta septiembre de 1830, cuan-
do las urnas elevaron a Morazán a la presidencia. Morazán derrotó a José del
Valle que, no habiendo participado en el gobierno Arce-Aycinena de Guatemala,
podía ahora retornar a la política, pero fue incapaz de frenar la victoria arrolla-
dura de los liberales. Juan Barrundia fue restituido brevemente como goberna-
dor de Guatemala, pero en 1831 Mariano Gal vez ganó allí la elección. Aunque
pertenecía claramente al campo liberal, el doctor Gálvez era menos radical que
los Barrundia, y entre ellos surgirían desavenencias en su momento. Morazán
tenía también aliados en la administración de los tres estados centrales y los
liberales llevaban ventaja en Costa Rica, pero la oposición en todos estos esta-
dos pronto comenzó a limitar su efectividad. Las dificultades con El Salvador
contribuyeron a la decisión de Morazán de trasladar la capital a San Salvador en
1834.
La elección presidencial de 1834 reflejó el amplio descontento existente res-
pecto a Morazán y su programa, y José del Valle le retó con éxito logrando la
reelección. Sin embargo, desgraciadamente para la causa moderada, Valle murió
antes de tomar posesión, y Morazán permaneció constitucionalmente como pre-
sidente al haber quedado segundo en número de votos. Con José del Valle, al
parecer, moría la última esperanza de una línea moderada. La victoria de Mora-
zán, en la forma que se produjo, dejó una amplia amargura y resentimiento
entre moderados y conservadores. Su frustración se convirtió en odio, pues su
resentimiento contra los liberales se acrecentaba.
El caso del estado de Guatemala es el que mejor ilustra la naturaleza de los
conflictos de los años treinta y sus resultados. Gálvez compartía con Morazán la
convicción de que Centroamérica podía convertirse en una república moderna y
progresista mediante una inteligente legislación social y económica. Con los
dirigentes conservadores en el exilio, un periodo de paz y orden parecía asegura-
do, pues, dotado de extraordinarios poderes para tratar con la oposición, el
gobierno de Gálvez se convirtió en el abanderado del programa liberal de Mora-
zán. Convencidos de que el colonialismo español estaba en la raíz de su subde-
sarrollo, buscaban destruir las instituciones hispánicas y sustituirlas imitando el
aparente éxito de los Estados Unidos. Sin embargo, en la práctica, mientras
Gálvez obtenía una sustancial aceptación en su programa entre la élite, no
consiguió superar la extendida oposición entre las clases más bajas del país.
Las fuentes de oposición fueron varias. La política comercial liberal había
dañado seriamente a la industria textil nativa, y las modificaciones tarifarias de
Gálvez llegaron demasiado tarde para protegerla. Más grave fue un nuevo im-
156 HISTORIA DE AMÉRICA LATINA
puesto directo de dos pesos por cabeza que contribuyó a una agitación campesi-
na generalizada. En El Salvador tal impuesto provocó una amplia rebelión cam-
pesina en 1833, obligando allí a la suspensión de la recaudación, pero Gálvez
mantuvo el impuesto en Guatemala. Las duras exigencias de trabajos forzados
para construir carreteras y otras obras públicas intensificaron el resentimiento.
Otro aspecto impopular del programa económico liberal era la política'que
promovía la adquisición privada de tierras públicas o comunales como medio
para incrementar la producción y las exportaciones. La expansión de la cochini-
lla comenzó a incrementar la demanda de tierra y trabajo de indios y ladinos en
el centro y este de Guatemala. Además, varias grandes concesiones a los extran-
jeros crearon bastante intranquilidad. La actividad comercial británica en Belice
había reforzado la tradicional desconfianza hacia los extranjeros. Las adminis-
traciones coloniales españolas habían tratado duramente a los comerciantes no
autorizados, pero desde la independencia la política liberal les acogía favorable-
mente, provocando el recelo de quienes se consideraban víctimas de la competen-
cia extranjera. La influencia extranjera era evidente en muchos aspectos del
programa de Gálvez, pero las concesiones hechas a los madereros de caoba y los
proyectos de repoblar el norte y el este con colonos ingleses hicieron que los ha-
bitantes de estas regiones consideraran a los liberales más favorables a los inte-
reses extranjeros que a los nacionales. Entre marzo y agosto de 1834 el gobierno
guatemalteco cedió casi toda la tierra pública a compañías colonizadoras extran-
jeras. Como los británicos retenían fuertemente Belice, la Costa de los Mosqui-
tos y las Islas de la Bahía, y como los colonizadores angloamericanos de Texas
se deshacían por entonces del dominio mexicano, muchos guatemaltecos comen-
zaron a dudar del acierto de los esquemas colonizadores de Gálvez. Sin embar-
go, ignorando o ahogando las peticiones de los habitantes contra los contratos
de colonización, Gálvez rechazaba la idea de que los liberales estuvieran vendien-
do su país a los europeos. Las revueltas que estallaron en Chiquimula y otras
ciudades del este en otoño de 1835 se unieron posiblemente a un alzamiento en
El Salvador contra Morazán. Las tropas reprimieron la rebelión, pero los habi-
tantes quedaron resentidos, especialmente tras la llegada del primer contingente
de colonos británicos a mediados de 1836.
Otra parte del programa liberal que resultó ofensiva para las masas rurales
fue el ataque al clero. El anticlericalismo era especialmente alto desde que la
Iglesia había respaldado el régimen conservador de Mariano Aycinena de
1826-1829. El gobierno federal de Morazán exilió a muchos clérigos antilibera-
les, comenzando por el arzobispo Casáus. Tras la supresión de las órdenes
regulares y el establecimiento de la libertad religiosa, el gobierno federal indujo
a los gobiernos estatales a continuar el asalto al tradicional poder y privilegio del
clero. Entre 1829 y 1831 Guatemala censuró la correspondencia eclesiástica,
embargó los fondos de la Iglesia y confiscó las propiedades de los conventos. En
1832 Gálvez suprimió la recaudación del diezmo, eliminó muchas fiestas religio-
sas, confiscó más propiedades eclesiásticas, estableció el derecho de los eclesiás-
ticos a hacer testamento según su propia voluntad y legitimó el derecho de los
hijos de los clérigos a heredar la propiedad de sus padres. Más tarde, la legisla-
tura de Guatemala autorizó el matrimonio civil, legalizó el divorcio y acabó con
la supervisión eclesiástica de la educación. En los pueblos indios y ladinos,
LAS REPÚBLICAS CENTROAMERICANAS 157
9. Boletín Oficial (Guatemala), n.° 111 (17 de marzo de 1838), pp. 474-477.
LAS REPÚBLICAS CENTROAMERICANAS 159
10. Manuel Pineda de Mont, comp., Recopilación de las leyes de Guatemala, Guatemala,
1869, I , p. 69.
160 HISTORIA DE AMÉRICA LATINA
que, si bien los liberales mantenían sus cargos políticos y legislativos, los intere-
ses conservadores prevalecieran. Sin embargo, la fuerza del liberalismo de El
Salvador llevó a Malespín a cooperar con los liberales y a utilizarlos (como hizo
el propio Carrera en los años cuarenta), cosa que a veces le acarreó problemas
con sus aliados conservadores.
Mientras tanto, Francisco Ferrera, el aliado de Carrera en Honduras, traba-
jó para establecer allí un gobierno conservador y también cooperó con Malespín
neutralizando a los liberales de El Salvador y Nicaragua. Ferrera, al igual que
Carrera, provenía de una familia ladina de clase baja y no estaba conectado con
las familias dirigentes. Igual que en el caso de Carrera, el clero favoreció nota-
blemente su subida al poder e influyó en su pensamiento. Ferrera, gran enemigo
de los morazanistas y que había gobernado este Estado entre 1833 y 1835, se
convirtió en su primer «presidente» en enero de 1841. Aunque fue el caudillo
que mandó en el país hasta su muerte en 1848, los liberales tuvieron a Honduras
en estado de guerra gran parte del tiempo. Ferrera y Malespín controlaban
regularmente a los liberales. El 22 de mayo de 1845 un golpe en Comayagua dio
al dirigente liberal Trinidad Cabanas el control del gobierno durante cuarenta
días. Cuando volvió a controlar la situación, Ferrera declinó la presidencia en
1847, pero continuó como ministro de la Guerra con el gobierno de Juan Lindo,
uno de los caudillos más cultos de este periodo y difícil de clasificar como liberal
o conservador.
Lindo había sido el primer presidente de El Salvador (1841-1842) bajo la
protección de Malespín y allí se había opuesto a la restauración de la federación
de Morazán. A l regresar a su Honduras natal se ganó la protección de Ferrera,
aunque no era del agrado de algunos de los conservadores más militaristas.
Entre sus actos memorables como presidente de Honduras está la declaración de
guerra a Estados Unidos en julio de 1847, apoyando a México. En 1848 convocó
una asamblea constituyente que estableció una constitución más conservadora.
El conservadurismo ilustrado de Lindo proporcionó a Honduras su primera paz
auténtica desde la independencia. Sin embargo, esa paz fue truncada cuando el
ministro de Asuntos Exteriores, el general Santos Guardiola, intentó derrocarlo
en 1850. La intervención de Trinidad Cabanas con las tropas liberales salvado-
reñas y la promesa de ayuda nicaragüense salvaron a Lindo, cuyo conservaduris-
mo estaba más cerca del de José del Vallé que del de Guardiola o Carrera.
Decididamente este hecho le llevó al campo liberal y Lindo se unió a Cabanas,
en El Salvador, en un esfuerzo para derrotar a Carrera en 1851. Sin embargo, el
27 de febrero de 1851, Carrera obtuvo una victoria decisiva en San José la
Arada, cerca de Chiquimula. En 1852 Lindo declinó presentarse a un tercer
periodo presidencial y permitió al Congreso que eligiera a Cabanas como suce-
sor suyo. El liberalismo más militante de Cabanas y sus renovados esfuerzos
para establecer la federación centroamericana le costaron casi inmediatamente
una invasión, desde Guatemala, de Guardiola apoyado por Carrera, que acabó
con la derrota de Cabanas el 6 de julio de 1855. Tras una breve lucha por la
presidencia, Guardiola tomó posesión del cargo en febrero de 1856 y lo mantuvo
hasta 1862. Su escasamente culto gobierno conservador proporcionó algo de
orden pero muy poco progreso a Honduras.
En Costa Rica, tras la ejecución de Morazán en 1842, prevalecieron en
general los intereses conservadores, a pesar de que el Estado permaneció sin
definir hasta que J. Rafael Mora, conservador de mano dura aunque ilustrado,
tomó el poder en 1849 y lo retuvo durante una década. Nicaragua, como con-
traste, sufrió más que cualquier otro Estado a causa de las guerras civiles de
mediados del siglo xix entre conservadores y liberales. Las luchas oportunistas
entre caudillos locales fueron aquí más pronunciadas que en cualquier otro lugar
y las continuas intromisiones, especialmente de los liberales, en los asuntos de El
Salvador y Honduras, llevaron a un conflicto sangriento y costoso. Mientras los
conservadores consolidaban su posición en Granada y sus alrededores, buscaban
también alianzas en el extranjero para controlar la persistente fuerza liberal de
León. Los conservadores nicaragüenses incluso mostraron la buena voluntad de
considerar la reunificación como solución al constante desorden que habían
experimentado desde la independencia. Fruto Chamorro, hijo ilegítimo de un
inmigrante de Guatemala al final de la era colonial, apareció como el principal
caudillo conservador y estableció uno de los clanes conservadores más importan-
tes de Nicaragua. El control liberal de León recibió un duro golpe cuando José
Trinidad Muñoz, renunciando a sus anteriores aliados liberales y apoyando al
conservador J. L . Sandoval, tomó el poder en 1845. Sandoval y algunos conser-
vadores eran casi continuamente asediados por caudillos liberales apoyados des-
de El Salvador. En 1847 el obispo Viteri se trasladó a Nicaragua, donde el clima
político le era mucho más favorable que el liberal de San Salvador, y poco
después Nicaragua consiguió un nuevo concordato con el papa. Cuando Muñoz
volvía al campo liberal y se rebeló contra el gobierno en 1851, las fuerzas de
Chamorro le derrotaron y exiliaron a El Salvador. El surgimiento de Managua
como capital de compromiso entre León y Granada empezó en esta época aproxi-
madamente, cuando varios caciques, entre ellos Chamorro en 1852, establecieron
allí sus cuarteles generales temporalmente. En general los conservadores mantu-
vieron el control a principios de los años cincuenta y siguieron el modelo de toda
Centroamérica de resaltar la soberanía estatal. En 1854 Nicaragua fue designada
«república», se dio el título de «presidente» al máximo dirigente y se cambió,
simbólicamente, la franja superior de la bandera tricolor azul-blanca-azul por
una franja amarilla. El lema del nuevo sello de la república era igualmente
simbólico: «Libertad, Orden, Trabajo». Una constitución conservadora reempla-
zó a la carta constitucional liberal de 1838. A pesar de ello, los liberales no
quisieron rendirse, y en 1855 los invasores liberales procedentes de El Salvador
obtuvieron el control de la parte occidental del país y establecieron nuevamente
un gobierno rival en León. Fue entonces, como veremos, cuando la expedición
pirata de William Walker llegó a jugar un papel decisivo en el conflicto entre los
liberales y los conservadores de Nicaragua.
Gran Bretaña y los Estados Unidos seguían una activa diplomacia a fin de
asegurar sus derechos respectivos en cualquier ruta interoceánica, y de proteger
los intereses de sus ciudadanos.
Los intereses económicos de los Estados Unidos en el istmo antes de 1850
eran insignificantes, aunque una serie de agentes norteamericanos realizaron un
excelente trabajo protegiendo a los pocos ciudadanos estadounidenses que había
allí y, quizá más importante, fueron los portadores directos de las «innovaciones
democráticas de la época de Andrew Jackson» en Centroamérica. (Los represen-
tantes franceses tuvieron un impacto ideológico similar y fueron notablemente
importantes en la revolución guatemalteca de 1848.)
Los intereses económicos y territoriales de Gran Bretaña eran más sustancia-
les. Las colonias británicas de Belice y a lo largo de la Costa de los Mosquitos
desde las islas Bahía hasta Costa Rica habían asegurado a Gran Bretaña una
mayor participación en el comercio centroamericano, incluso antes de finalizar
la era colonial." Durante los primeros años de independencia Belice se convirtió
en el principal almacén del comercio centroamericano, mientras que las casas
financieras de Londres concedían créditos y préstamos para el desarrollo tanto
al gobierno federal como a los estatales. Poco después de la independencia, el
gobierno inglés envió a George Alexander Thompson a investigar el comercio y
las posibilidades del canal, especialmente en Nicaragua. Inició estrechas relacio-
nes entre los diplomáticos británicos y los dirigentes centroamericanos, en espe-
cial los del partido conservador. En 1838 John Baily, un proyectista inglés,
supervisó una ruta del canal para el gobierno de Nicaragua que pronto levantó
mucho interés en el extranjero, a lo que contribuyó también un reportaje deta-
llado sobre los potenciales del canal preparado por John L l o y d Stephens, un
agente de los Estados Unidos. Entre 1834 y 1852 Frederick Chatfield representó
al gobierno británico en Centroamérica y trabajó deliberadamente para fomen-
tar y proteger los intereses económicos británicos, al tiempo que trataba de
comprometer a su gobierno en planes imperiales más ambiciosos. Aunque no
participó activamente en la ruptura de la unión centroamericana, simpatizaba en
última instancia con los conservadores y se convirtió en un elemento importante
de la intriga y maniobra política de los años cuarenta, al tiempo que buscaba
garantías para los obligacionistas británicos y llamaba a la Royal Navy cuando
era necesario forzar concesiones. Al iado con los dirigentes conservadores de
Guatemala y Costa Rica, jugó un papel importante en el surgimiento de gobier-
nos conservadores fuertes en esos estados. El secretario personal de Chatfield
era Manuel F. Pavón, uno de los asesores más importantes de Carrera. Así pues,
mientras los estados medianos buscaban la restauración de la federación liberal,
Chatfield trabajaba para oponerse a ella con una liga conservadora o con esta-
dos soberanos conservadores separados.12
Las pretensiones británicas a lo largo de la costa centroamericana habían
preocupado a los liberales desde un principio. La colonia de Belice, la desafor-
tunada aventura de colonización de Poyáis de Gregor MacGregor en la costa
i
11. Troy S. Floyd, The Anglo-Spanish struggle for Mosquitia, Albuquerque, N . M . , 1967.
12. Véase Mario Rodríguez, A Palmerstonian diplomat in Central América: Frederick
Chatfield, Esq., Tucson, Ariz., 1964.
LAS REPÚBLICAS CENTROAMERICANAS 165
de café a mitad de los años treinta, pronto recibió también un trato preferencial.
Los cuadros 2, 3 y 4 reflejan el grado de expansión del comercio británico
durante los treinta primeros años de independencia.13
Belice quedó como el único puerto británico de alguna importancia, a pesar
de los esfuerzos centroamericanos para desarrollar sus propias estaciones. Los
puertos que conservaban los centroamericanos —como Izabal, Omoa, Trujillo,
San Juan del Norte, Matina— casi nunca albergaban barcos que comerciaran
directamente con el mundo exterior. Servían simplemente de muelles para peque-
ños botes y goletas que navegaban entre Belice y la costa centroamericana. Los
esfuerzos para proporcionar un segundo almacén británico en San Juan del
Norte que sirviera a Nicaragua y Costa Rica fallaron por regla general durante
la primera mitad del siglo. Gran parte de los productos nicaragüenses y costarri-
censes era enviada por barco desde el puerto de Corinto, que poco a poco fue
reemplazando en importancia al puerto colonial de Realejo, o al de Puntarenas,
ambos en el Pacífico. Sólo después de haberse construido el ferrocarril de Pana-
má, en 1865, el comercio de Centroamérica se trasladó hacia el Pacífico.
CUADRO 2
13. Los cuadros 2, 3 y 4 están basados en datos compilados de los archivos de aduanas
de la Public Record Office, de Londres, por Roben A . Naylor, «Tables of Commercial Statis-
tics, 1821-1851» y «British commercial relations with Central America, 1821-1851», tesis docto-
ral inédita, Tulane University, Nueva Orleans, 1958, pp. 310-369. Los cuadros están basados en
«valores oficiales». Los cuadros de Naylor también proporcionan, en muchos casos, «valores
declarados» (generalmente más bajos) y volúmenes en toneladas, libras u otras unidades de
medida apropiadas para cada artículo. 'Naturalmente, los cuadros 2, 3 y 4 sólo indican las
importaciones y exportaciones entre Centroamérica y Gran Bretaña e incluyen los productos de
Belice y otros territorios británicos de la costa este centroamericana. Ciro F. S. Cardoso y
Héctor Pérez Brignoli, Centro-América y la economía occidental (1520-1930), San José, Costa
Rica, 1977, pp. 324-325, han compilado dos cuadros estadísticos basados en los datos de
Naylor que presentan las importaciones y exportaciones anuales entre Gran Bretaña y Centro-
américa. Desgraciadamente hay algunos errores importantes en sus cuadros, especialmente en el
que trata de las exportaciones británicas a Centroamérica, donde Cardoso y Pérez han incluido
erróneamente todas las exportaciones británicas de los productos de las colonias inglesas y
extranjeras a Jamaica como importaciones centroamericanas. Además, hay algunos errores
matemáticos o tipográficos en los totales.
LAS REPÚBLICAS CENTROAMERICANAS 167
CUADRO 3
Importaciones británicas
desde Centroamérica
Directamente Impon, jamaicanas
desde vía Perú desde
Años Centroamérica vía Belice y Chile Centroamérica Totales
1821-1825 12,8 395,9 3,3 0,0 412,0
1826-1830 23,9 402,7 14,2 0,0 440,8
1831-1835 105,3 1.214,5 51,0 44,9 1.415,7
1836-1840 368,7 2.719,8 129,7 41,4 3.259,6
1841-1845 308,1 4.133,7 435,2 6,9 4.883,9
1846-1850 2.631,7 5.526,7 73,0 2,7 8.234,1
CUADRO 4
Los préstamos reforzaron las deudas del comercio entre Gran Bretaña y
Centroamérica. El fracaso de los préstamos de Barclay, Herring y Richardson de
1825 refrenó a los inversores de correr hacia Centroamérica. Sin embargo, una
serie de préstamos de las empresas inglesas a los estados centroamericanos creó
un laberinto de problemas en torno a la deuda que no fue desenredado hasta el
siglo xx. Los liberales animaron tales acuerdos y, aunque los gobiernos conserva-
dores fueron más cautelosos, estas transacciones no terminaron completamente. El
gobierno Carrera, por ejemplo, al negociar en 1856 un empréstito con la firma
londinense de Isaac y Samuel para redimir su anterior deuda, tuvo que dar como
garantía el 50 por 100 de los ingresos aduaneros guatemaltecos para pagar la deuda.
168 HISTORIA DE AMÉRICA LATINA
14. William J. Griffith, Empires in the wilderness: foreign colonization and development
in Guatemala, 1834-1844, Chapel H i l l , N . C . , 1965, trata esta cuestión en detalle.
LAS REPÚBLICAS CENTROAMERICANAS 169
CUADRO 5
15. Por el momento, para la mayor parte de este periodo, sólo se han recopilado fragmen-
tarias y a veces no fiables estadísticas comerciales referentes a Centroamérica. El trabajo de
Thomas Schoonover, «Central American commerce and maritime activity in the nineteenth
century: sources for a quantitative approach», Latín American Research Review, 13/2 (1978),
pp. 157-169, sirve de guía para encontrar algún material de este tipo.
172 HISTORIA DE AMÉRICA LATINA
CUADRO 6
Valor
de las
exportaciones Metales
(en miles Añil preciosos Cueros Algodón Caucho Maderas Café
Años de dólares) % % % % % % %
1841 167,8 83,1 0,0 14,8 0,0 0,0 1,5 0,4
1851 1.010,0 7,9 39,6 1,2 0,0 0,0 15,8 3,0
1864 1.112,4 8,6 9,1 17,2 47,9 8,8 2,0 1,2
1865 1.155,0 16,9 12,3 8,9 47,1 4,6 2,5 2,6
1867 893,9 44,8 11,4 9,5 9,4 12,6 2,7 4,9
1870 930,3 27,0 17,9 18,0 1,7 15,7 9,7 5,4
1871 1.424,7 26,6 13,0 7,1 5,0 18,3 8,1 8,7
CUADRO 7
Añil Café
total % del total % del total
de las de las de las
Años exportaciones Valor exportaciones Valor exportaciones
1864 1,7 1,13 67,4 0,08 4,8
1866 2,4 1,59 65,1 0,20 8,1
1870 ? 2,62 ? 0,66 ?
1874 3,8 1,70 44,8 1,33 35,0
FUENTES: Mario Flores Macal, Orígenes de las formas de dominación en El Salvador, San
José, 1977, pp. 147-163; David Browning, El Salvador. Landscape and Society, Oxford, 1971,
p. 162.
CUADRO 8
Gran Bretaña 61
Belice 6
Francia 17
Alemania 5
España y Cuba 4
Estados Unidos 3
Bélgica 2
Otros 2
TOTAL 100