Kulfas Kirchnerismo 2003

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KULFAS KIRCHNERISMO 2003 -2015 DEL COLAPSO AL CRECIMIENTO Y SUS DESAFIOS

El despegue productivo fue importante. El agro pudo aprovechar las nuevas condiciones económicas. El crecimiento
quedo excesivamente volcado hacia el cultivo de la soja y sus subproductos, a lo que se sumó cierto estancamiento
en la producción de carne vacuna y en la industria lechera; la producción avícola tuvo un salto importante. La
industria manufacturera se recuperó. Pero ese desempeño exitoso comenzó a mesetarse en 2008. La recuperación
de 2010 y 2011, tras la crisis internacional, fue muy importante. En 2012 y 2013 los problemas se multiplicaron y en
2014 y 2015 el sector entro en franca recesión. Fueron también periodos de implementación de numerosas políticas
alternativas que marcaron un cambio de época. La reestructuración de la deuda constituyo un punto de quiebre, fue
el puntapié inicial de un periodo de desendeudamiento externo. Desde el punto de vista social, la implementación de
la asignación universal por hijo (AUH) fue una respuesta a la grave crisis social legada por las políticas neoliberales,
aunque al poco tiempo esas medidas mostrarían sus límites. La reestructuración no genero nuevas instituciones y se
realizó con programas heredados de periodos anteriores con algún grado de aggiornamento (por ejemplo, en política
industrial). Se recuperó la participación en empresas, entre estas cabe destacar la reestatización de los recursos
previsionales, aerolíneas argentinas y del 51% de las acciones de la compañía petrolera YPF. Desde lo productivo,
reapareció el interés estatal en promover el desarrollo industrial. También se destacaron la creación del ministerio de
ciencia y tecnología y la recuperación del sistema productivo vinculado a la defensa y las comunicaciones. La política
macroeconómica atravesó diferentes etapas. Durante la primera, se implementó un régimen de tipo de cambio
competitivo y estable. Muchos de sus aspectos virtuosos se sostuvieron hasta 2011 a pesar de la reaparición de la
inflación. Durante esos años, el país tuvo superávit en sus finanzas públicas y una buena situación en sus cuentas
externas, que le permitió generar un importante saldo comercial positivo y acumular reservas. El crecimiento
macroeconómico decayó durante el periodo 2012-2015. El resultado fue el estancamiento económico junto con una
manejable pero creciente déficit fiscal y una clara desmejora en la situación externa. Entre 2011 y 2011 la argentina
experimento una de las etapas de crecimiento económico más acelerado de su historia, solo interrumpida
brevemente por los coletazos de la crisis internacional de fines de 2008.

Al respecto una somera contextualización histórica revela datos elocuentes. Entre 1975 y 2002 pueden computarse
catorce de crecimiento y catorce de caída del PBI. La tasa de crecimiento promedio fue de solo el 0,8 % anual. Pero la
historia de estos años no se condice con la trayectoria de largo plazo. Si nos remontamos en el análisis hasta
comienzos del siglo XX, encontraremos cinco periodos de crecimiento acelerado. Lo llamativo es que todos los
periodos tienen una duración similar: once o doce años. Dos de ellos corresponde a la etapa histórica
agroexportadora: 1903-1913 y 1918-1929. Otros dos durante la etapa de industrialización sustitutiva de
importaciones: 1933-1944 y 1964-1974. El quinto periodo es el que estamos analizando entre 2003 y 2013. La
discusión acerca de la naturaleza del crecimiento y sus causas y factores determinantes ha tendido a polarizarse en
torno a dos enfoques. Uno de ellos enfatiza el impulso proveniente del escenario internacional, originado en el
crecimiento de los precios internacionales de los productos primarios. Este enfoque denominado “viento de cola”,
entiende que la argentina creció sustentada en factores externos y con una considerable dosis de buena suerte, en
tanto equivocadas políticas internas no permitió desplazar las trabas estructurales que limitan el crecimiento del
país. Quienes sostienen estas hipótesis suelen agregar que otros países también se beneficiaron, pero pudieron
crecer implementando políticas macroeconómicas más consistentes. Nuestro país no solo habría desperdiciado
oportunidades, sino que habría incurrido en una serie de impericias.

El beneficio fue mayor para aquellos países especializados en minerales e hidrocarburos. El precio internacional de
los metales y el petróleo creció muchísimo más que el de los productos agropecuarios. Si la tesis del viento de cola
fuera cierta, chile, Perú, Venezuela, ecuador o Bolivia deberían haber crecido muchos más que la argentina, pero no
fue así. Cuando comenzó el periodo de desaceleración del crecimiento económico regional, a partir de 2012, la
argentina paso a ser una de las peores economías en materia de crecimiento lo cual revela que existen importantes
factores internos que influyen decisivamente en el crecimiento.

Resulta tan desacertado atribuir el buen desempeño económico a un escenario externo favorable como asociar la
reversión del ciclo positivo a un contexto internacional desfavorable. La recuperación de capacidades productivas y
de una mayor acción estatal aumento los grados de autonomía, el incremento de estos márgenes de acción permitió
atribuir más relevancia a los logros y limitaciones de las políticas internas. Los fracasos del último cuarto del siglo XX
primo cierta tendencia a la “tercerización” de la gestión económica. La idea del éxito es que deleguen las decisiones
económicas y financieras en un cuerpo de tecnócratas debidamente capacitados y dotados de un saber científico. El
origen más evidente fue la figura del ministro de economía, José Martínez de Hoz. La idea inherente a la
conformación de un cuerpo de tecnócratas debidamente formados que constituyen un “equipo económico” proviene
de aquel periodo. Esta idea continuo presente en la década del 90´. Los principales think tanks (tanques de
pensamientos) de orientación liberal emergieron como usinas de cuadros técnicos y funcionarios de gestión en las
áreas económicas. La figura de los economistas creció en importancia dentro de la vida política nacional. Esta nueva
convivencia introdujo tensiones dentro del espacio político. Roberto Lavagna, ministro de economía de Duhalde, fue
ratificado en su puesto por Néstor Kirchner y los logros iniciales apuntalaron la figura de ambos. A fines de 2005, tras
una fase muy exitosa para ambos, desplazo a Lavagna del gobierno.

En adelante tanto Kirchner como CFK dejarían en claro que las decisiones económicas quedaban en manos de la
figura presidencial. Este cambio represento una recuperación de capacidades de la política para forjar su propio
destino y asociarlo a proyectos de rariz popular. El complejo trazado de una línea divisoria entre la toma de
decisiones estratégicas y la injerencia presidencial en la implementación de las políticas es uno de los aspectos
centrales de la controversia. La gestión de la política económica también fue mutando a lo largo de los periodos
kirchneristas. El fin de la convertibilidad trajo consigo la necesidad de elegir un esquema de política monetaria. Se
avanzó hacia un régimen más heterodoxo y centrado en la preservación de un tipo de cambio competitivo, antes que
en uno de base en metas de inflación. Una vez consolidada la recuperación económica y encaminada la resolución de
los problemas más acuciantes de la crisis, la inflación en 2005 suscito nuevos debates y el gobierno se inclinó hacia
una resolución basada en acuerdos de precios.

Esto conllevo un conjunto de intervenciones de mercado, pero la búsqueda de contención inflacionaria colisiono con
los objetivos de desarrollo productivo (incremento de los salarios reales e inclusión social) El desafío de promover
una expansión de la oferta de bienes y servicios acorde con una demanda que se recuperaba a pasos acelerados
choco con las debilidades del sistema financiero doméstico. El gobierno echó mano a algunas herramientas nuevas
(ley de promoción de inversiones) y programas específicos para PYMES, pero la mayor parte de la inversión se
financio con las propias ganancias de las empresas, quedando así reducida la presencia de financiamiento de la
inversión. El primer kirchnerismo finalizaría con un éxito rotundo en resultados económicos, pero habría que afrontar
algunos desafíos (inflación). El segundo kirchnerismo pareció tomar nota de estas necesidades con la creación del
ministerio de la producción. La política industrial continúo girando en torno a ejes preexistentes y al mismo tiempo se
agravo la dependencia de las importaciones en sectores clave como la industria automotriz. La política comercial
procuro, mediante herramientas como las licencias no automáticas de importación, incrementar la producción local y
sustituir algunas importaciones.

El segundo kirchnerismo también sería un periodo de mayor expansión de la política fiscal fundamentalmente
orientada a generar nuevos programas de política social que tuvieron un éxito importante en términos de inclusión
social. Ya durante el tercer kirchnerismo la expansión del gasto adquirió mayor autonomía. Se tendió a gastar mucho
en tiempos de desaceleración económica y crisis, pero no se generaron ahorros fiscales importantes durante el auge
del segundo kirchnerismo.

La economía del tercer kirchnerismo aparece atravesada por el fin de la holgura externa. Las respuestas de política
económica se orientaron a administrar la escasez de divisas. La administración del balance de divisas llevo a restringir
las importaciones, medida que en unas ocasiones tuvo efectos positivos sobre las dinámicas productivas y en otras
causo el efecto contrario, dada la alta dependencia de insumos y bienes de capital de numerosas ramas industriales.
Sustentada en objetivos de corto plazo tendientes a morigerar el drenaje de divisas, o bien sosteniendo a sectores
netamente deficitarios, la política económica quedo envuelta en situaciones contradictorias. Los gobiernos
kirchneristas fueron ampliando poco a poco los márgenes de intervención.

El primer kirchnerismo se contentó con los buenos resultados de la recuperación macroeconómica y el renovado
impulso de la demanda interna. El segundo kirchnerismo se vio limitado por la conflictividad iniciada con el sector
agrario y la emergencia de la crisis internacional.

El tercer kirchnerismo pudo evitar los daños de la cíclicas y tradicionales crisis que afectaron históricamente a la
argentina, pero lo hizo a costa del estancamiento económico. La reducción de la deuda externa y de su peso relativo
significo recuperar grados de libertad para la política pública. Pero una vez alcanzado cierto nivel de
desendeudamiento e iniciada la fase de escasez de divisas, era evidente que resultaba oneroso continuar con ese
proceso y que era recomendable estabilizar los niveles de endeudamiento antes que continuar reduciéndolos a costa
de sacrificar divisas cada vez más escasas. Los gobiernos kirchneristas marcaron un punto de quiebre en términos de
la dinámica distributiva que venía registrándose durante el último cuarto del siglo XX. La economía de este último
cuarto mostraba la consolidación de un creciente divorcio entre el desempeño económico nacional y la distribución
de sus frutos. Durante la “crisis del tequila” en 1994 que provoco en la argentina una caída del 2,8% en el PBI, las
ganancias de las firmas privatizadas de servicios públicos y otras ramas de alto peso en la cúpula empresarial
continuaron su trayectoria alcista.

Las firmas privatizadas continuaban mostrando significativas ratios de rentabilidad, mientras el resto de las empresas
de la cúpula registraba crecientes perdidas en sus balances y, fuera de la cúpula, se multiplicaban las quiebras, los
concursos preventivos y los cierres. La década del 90´aportaria mutaciones notables: la disolución de algunos grupos
económicos, la pérdida de relevancia de otros y una mayor presencia de conglomerados transnacionales. Cabe
destacar la consolidación de un régimen de alta concentración económica, la mayor presencia de capital extranjero y
la disminución del peso relativo del mundo del trabajo en la puja distributiva. En otras palabras, el conflicto
distributivo muto considerablemente, con predominio de los choques de intereses inter empresariales antes que los
clásicos conflictos entre el sector empresarial y los trabajadores. El crecimiento de los niveles de desempleo resto
fortaleza al movimiento sindical y la conflictividad salarial cedió espacio a la preservación de los puestos laborales,
con el cambio en el mercado laboral. El desempleo descendió, el salario se recuperó, el empleo formal creció y el
consumo del sector laboral volvió a pesar en la economía. A estos avances se sumaron los planes de inclusión
previsional, que estimularon la incorporación de numerosas personas que se encontraban fuera de los beneficios de
la seguridad social. Cuando la recuperación del empleo comenzó a mostrar limitaciones allá por el 2009, el gobierno
instrumento una de sus medidas más importantes de política social la AUH. Esta clara mejora en los salarios y
recursos que recibieron los trabajadores y los sectores más vulnerables no se produjo a expensas de los sectores
propietarios del capital. Por el contrario: lo que se observo fue un incremento de las ganancias empresariales. Las
estadísticas también dan cuenta del buen desempeño de las PYMES, la rentabilidad de estas se triplico. El índice de
concentración pega un salto muy importante en 2002 para luego iniciar una fase de descenso. La explicación: la
devaluación de 2002 incremento el valor de las exportaciones argentinas (el comercio exterior se concentra en
grandes empresas es decir en pocas manos) no nos referimos a un incremento en las cantidades producidas o
vendidas, ni a un incremento de cuotas de mercado.

En este caso vemos un cambio asociado en una mera valorización: de cambio subvaluado en 2001 a un cambio muy
alto a partir de 2002. Un análisis alternativo consiste en volver a estimar el ICEG valorizando las exportaciones de
toda la serie a un mismo tipo de cambio promedio de todo el periodo. Esto arroja un resultado más claro sobre la
concentración “física” del mercado. Con este criterio la economía argentina tiende a desconcentrarse tras la salida de
la convertibilidad, pero retoma una senda concentradora a partir de 2010. Se puede encarar un tercer enfoque sobre
el tema, restando las exportaciones del análisis. Así, estaríamos elaborando un ICEG centrado exclusivamente en el
mercado interno. El resultado es todavía más extremo: la concentración se reduce de manera drástica en 2002, pero
retoma su trayectoria alcista al punto que, a partir de 2011 la concentración supera los promedios de la
convertibilidad. Según el enfoque que se adopte, podrá concluirse que intensifico su concentración o bien no
aumento de manera significativa, pero no lo contrario. Pero a diferencia de lo registrado durante la convertibilidad el
segmento PYMES creció, el vínculo entre la masa salarial y el consumo privado mostro una evolución lineal hasta
2009. A partir de 2010 el consumo continúo creciendo estimulado por otros factores (AUH, etc.) Y en segundo lugar
el mercado interno acentuó cierta tendencia a la concentración: el ingreso de las PYMES y los trabajadores redujo su
dinamismo y el sector público compenso en parte esta situación.

La evidencia apunta entonces a caracterizar la trayectoria distributiva de la economía a partir a la desconcentración


hasta 2009 y 2010. Tras la salida de la crisis internacional la tendencia hacia una mayor concentración volvió a
presentarse. En las fases de menor crecimiento la política económica sobre toda la fiscal, genero mecanismos que
evitaron una reversión significativa de estos procesos. El crecimiento económico permitió una mayor inclusión social
y una distribución más equitativa del ingreso sin afectar las ganancias empresarias, muchas de las cuales se vieron
reforzadas por las ganancias en mercados externos y la ampliación del mercado interno. Los sectores productivos
tuvieron un crecimiento muy significativo a partir de 2003, sobre todo hasta 2011. La industria manufacturera tuvo
una fuerte recuperación. El sector agrario disfruto elevados precios internacionales. La construcción también tuvo su
auge, tanto la residencial como la vinculada a obra pública e inversiones privadas. La recuperación del tejido
productivo era una de las deudas de la restauración democrática. entre 2003 y 2008, etapa de recuperación de la
producción acompañada por la expansión del empleo, el surgimiento de nuevas firmas pequeñas y medianas, y el
alza de la productividad, entre otros fenómenos virtuosos.

Lo que vino posterior fue un evidente coletazo de la crisis internacional seguido por una fuerte recuperación entre
2010 y 2011. A partir de 2012 el sector ingreso en una etapa con dificultades crecientes y desde 2014 en franca
recesión. A esto cabe agregar la compleja situación durante este periodo del sector energético argentino que nunca
termino de definir un nuevo régimen regulatorio compatible con el fuerte crecimiento de la demanda. Un régimen
que permitiera salir del esquema fijado en los años noventa, exitoso en materia de inversiones, pero plagado de
defectos en cuanto a equidad, accesibilidad y sustentabilidad. Se produjo un creciente incremento del gasto público
en materia de subsidios para contener las tarifas e importar combustibles. La política pública en materia productiva
tuvo numerosas iniciativas con mayor grado de intervenciones y disponibilidad de recursos. Este proceso no mostro
resultados de gran relevancia. Destaca la reaparición de los viejos problemas de restricción externa, cuyo correlato
material es una industria con altos componentes importados.

El problema entonces no es la falta de políticas o iniciativas de desarrollo sectorial, sino las limitaciones y falencias en
su implementación. Los problemas de implementación conllevan dos dificultades si se fracasa es necesario justificar y
por otro surge el cuestionamiento de las posibilidades reales del estado de ejecutar con eficacia políticas industriales
y sectoriales. El fracaso de una iniciativa concreta y particular muchas veces lleva a impugnar, de una manera general,
ciertas políticas públicas de intervención. Es posible concluir que durante los periodos de gobierno kirchneristas, el
estado recupero un papel relevante en la definición del rumbo económico y su vocación industrializadora, hecho
fundamental a la hora de pensar estrategias de desarrollo. No obstante, las iniciativas, las medidas y los formatos
institucionales no tuvieron la efectividad necesaria. Entre 2003 y 2011 nuestro país mostro el mejor desempeño
económico de la región.

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