Thompson, John, Los Media y La Modernidad

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Thompson, John

2. Los media y el desarrollo de las sociedades modernas

Algunas caracterís cas dis n vas del mundo moderno son el resultado de un conjunto de
transformaciones ins tucionales que se iniciaron en Europa a finales de la Edad Media y a principios de
la era moderna. Una vez que estas transformaciones estuvieron en marcha adquirieron ímpetu por ellas
mismas. Aparecieron nuevas ins tuciones que expandieron el alcance de sus ac vidades. Las prác cas
tradicionales quedarían eclipsadas de manera gradual por los nuevos pos de acciones, nuevos
convencionalismos y nuevas formas de asociación. A través de la exploración, el comercio y la
colonización, otras partes del mundo fueron atraídas paula namente hacia un proceso de
transformación ins tucional.
¿Cuáles fueron las principales transformaciones que tendrían como resultado la cons tución de las
sociedades surgidas a principios de la Europa moderna? En primer lugar, cambios económicos a través
del cual el feudalismo europeo fue transformándose poco a poco en un nuevo sistema de producción e
intercambio capitalista. En segundo lugar, el desarrollo de las sociedades modernas se caracterizó por un
proceso dis n vo de cambio polí co, por el cual las numerosas unidades de la Europa medieval fueron
reduciendo su número de manera gradual y encajando dentro de un sistema de Estados-naciones. En
tercer lugar, el poder militar fue paula namente concentrándose en manos de Estados-nación.
Lo que queda menos claro, a pesar de todo, es establecer si el desarrollo de las sociedades modernas
se ha caracterizado por transformaciones sistemá cas de lo que, en sen do amplio, podría llamarse el
dominio “cultural”.
En este capítulo argumentaré que la incer dumbre respecto al proceso de transformación cultural
procede, en ciertos aspectos, del hecho de que los teóricos sociales y otros estudiosos han estado
buscando los signos del cambio cultural sistemá co en la dirección equivocada. Han tratado de detectar
amplios cambios en los valores y en las creencias, en las ac tudes y en las inclinaciones personales. Tales
cambios son evasivos, variados y en extremo complejos.
El argumento que desarrollaré en ese capítulo es el siguiente: cambiando el punto de mira, podemos
discernir una amplia transformación en el dominio cultural. Si nos centramos en las formas simbólicas y
en sus modos de producción y circulación en el mundo social, entonces deberíamos darnos cuenta de
que, con el advenimiento de las sociedades modernas a finales de la edad media y principios del período
moderno, tuvo lugar una transformación cultural sistemá ca. Las pautas de comunicación e interacción
empezaron a cambiar de manera profunda e irreversible. Estos cambios, que comprenden lo que en
sen do amplio podría ser llamado “media zación de la cultura”, tuvieron unas claras bases
ins tucionales: es decir, el desarrollo de las organizaciones mediá cas que aparecieron en la segunda
mitad del siglo XV y que desde entonces han expandido sus ac vidades.
En este capítulo resaltaré algunos de los aspectos claves de la mediatización de la cultura desde
finales del siglo XV hasta el presente.

Algunas dimensiones institucionales de las sociedades modernas

¿Cómo deberíamos caracterizar las principales transformaciones ins tucionales que empezaron a
tomar forma en Europa a fines de la Edad Media y que conjuntamente han definido al perfil del mundo
moderno? Examinaré brevemente los cambios ins tucionales del poder polí co y económico.
Permítasenos empezar por la economía. En sus inicios la economía medieval era predominantemente
una economía agraria basada en unidades de producción a pequeña escala, tales como el pueblo y el
feudo. Consis a básicamente en una economía de subsistencia. Un nuevo conjunto de relaciones
económicas surgieron, primero en pueblos y ciudades y más tarde en el campo, implicando el creciente
uso de dinero y extensas redes de intercambio. Estas nuevas relaciones coexis eron con las relaciones
feudales tradicionales durante varios siglos.
Thompson, John

Hacia 1450 un caracterís co sistema de producción de bienes de consumo e intercambio había


surgido en Europa y se había expandido rápidamente. Las principales caracterís cas de este nuevo
sistema capitalista son bien conocidas: los individuos par culares que acumulaba un capital con el que
obtendrían medios y materiales para la producción de bienes de consumo, empleando a la vez a
trabajadores que eran recompensados con un salario; los productos finales se vendrían a con nuación a
precios que excedían los costos de producción, permi endo a los capitalistas obtener ingresos de los que
se beneficiaban privadamente y, que en algunos casos, reinver an en la producción.
El comercio dentro de Europa creció y se forjaron vínculos comerciales con otras partes del mundo.
La revolución industrial de finales del siglo XVIII y principios del XIX tuvo lugar en el contexto de un
sistema de economía capitalista. Con la introducción de nuevos métodos de producción la revolución
industrial aumentó enormemente la capacidad produc va de las empresas. Sin embargo, estos
desarrollos ocurrieron dentro de un conjunto de relaciones de propiedad y producción que
permanecieron rela vamente estables.
El Estado moderno tal y como lo conocemos en la actualidad –el “Estado-nación” o el “Estado
nacional”- es un grupo de ins tuciones cuya forma dis n va surgió gradualmente a par r de un largo
proceso de formación del Estado. La Europa medieval se caracterizaba por su gran número de unidades
polí cas de tamaño y fuerza variable. Los mecanismos a través de los que este proceso de consolidación
y centralización tuvo lugar han sido bien analizados por Charles Tilly. Desde la perspec va de Tilly, hubo
dos factores claves. De una parte, los gobernantes establecieron los medios para ejercer el poder
coerci vo. De otra, con el fin de establecer los medios para ejercer el poder coerci vo, los gobernantes
tuvieron que reglamentar la u lización de los recursos de sus súbditos, incluyendo a hombres, equipo y
capital. Los gobernantes recurrirán a un sistema de impuestos y administración más sofis cado.
Mientras los Estados Europeos iban consolidando su control sobre los Estados vecinos, algunas de las
principales potencias europeas fueron extendiendo, a la par, su esfera de influencia en ultramar. En
muchos de estos territorios se instalaron sistemas de administración colonial, estableciendo las bases
para el desarrollo posterior de ins tuciones polí cas configuradas según el modelo europeo.
La organización polí ca interna de los nacientes Estados europeos varió considerablemente con el
paso del empo y de una región a otra. En el período que va desde el siglo XV hasta el XVIII, una forma
de absolu smo, o monarquía absolu sta, surgió en Francia, Austria, Prusia, España y otras partes. Sin
embargo, en Europa –especialmente en Inglaterra- el proyecto de cons tuir un Estado absolu sta nunca
llegó a arraigar en realidad. Por un conjunto de razones históricas diversas, el Estado inglés evolucionó
hacia una forma de cons tucionalismo. Este énfasis, junto con las espectaculares conmociones polí cas
de fines del siglo XVIII y el aumento de la presión en la par cipación polí ca, fomentaron el desarrollo de
un po de democracia liberal, representa va y mul par dista caracterís ca de muchos Estados del siglo
XX.
La formación de los modernos Estados-nación, tanto en Europa como en otras regiones del mundo,
estuvo involucrada de manera compleja con la creación de símbolos y sen mientos de iden dad
nacional. La iden dad nacional podría definirse más o menos como el sen do de pertenencia a una
par cular nación o “patria” territorialmente ubicada, y en la que se comparten un conjunto de derechos,
obligaciones y tradiciones comunes. Podría sostenerse, que el surgimiento del sen miento de iden dad
nacional –y en verdad del nacionalismo, entendido éste como la canalización de la iden dad nacional
explícitamente orientada al logro de unos obje vos- estuvo estrechamente vinculado al desarrollo de
nuevos medios de comunicación que permi an expresar y difundir símbolos e ideas en un lenguaje
común. Ahora deberemos prestar un poco más atención a la naturaleza del poder simbólico y a su
transformación a lo largo del empo.
¿Cómo se transformó la organización social del poder simbólico con el advenimiento de las
sociedades modernas a finales de la Edad Media y principios de la Europa moderna? Existen dos
cambios. El primero está relacionado con el cambio del papel jugado por las ins tuciones religiosas. En la
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Europa medieval, la Iglesia Católica Romana cons tuía la ins tución central del poder simbólico. En las
primeras fases de formación del Estado europeo era habitual que las élites polí cas y religiosas forjaran
alianzas. Sin embargo, en la medida en que los Estados europeos aumentaron su fuerza y desarrollaron
sus propios sistemas de administración, la Iglesia fue quedando paula namente marginada del ejercicio
del poder polí co. Por otra parte, con el advenimiento del protestan smo en el siglo XVI, el virtual
monopolio de la Iglesia Católica se derrumbó.
La fragmentación de la autoridad religiosa y su pérdida de influencia polí ca fuer paralela a un
segundo cambio: la expansión gradual de los sistemas de conocimiento y aprendizaje que hasta entonces
habían tenido un carácter esencialmente secular. En la medida en que el conocimiento cien fico fue
librándose gradualmente de la influencia de la tradición religiosa, el sistema educa vo fue separándose
de la Iglesia. Por supuesto, el acceso al sistema educa vo estaba muy restringido a principios de la edad
moderna.
Hubo además, un tercer cambio importante en la organización social del poder simbólico que ha
recibido, generalmente, menos atención que los dos anteriores y que, en cierta medida, llega a servir de
apoyo a los otros dos: se trata del paso de la escritura a la imprenta y el posterior desarrollo de la
industria mediática. A con nuación nos centraremos en este desarrollo.

Comunicación, producción de bienes de consumo y el advenimiento de la imprenta

El surgimiento de las industrias mediáticas como nueva base del poder simbólico es un proceso que
se puede rastrear hasta la segunda mitad del siglo XVI. Fue durante este período cuando las técnicas de
impresión, originalmente desarrolladas por Gutenberg, se difundieron a lo largo de las urbes Europeas.
Estas técnicas fueron explotadas por imprentas organizadas, en su mayor parte, en forma de empresas
comerciales. El desarrollo de las primeras imprentas fue, así, parte esencial del crecimiento de una
economía capitalista a finales de la Edad Media y principios de la Europa moderna. Al mismo empo, no
obstante, estas imprentas se convir eron en nuevas bases para el poder simbólico que mantenía una
relación ambivalente entre las ins tuciones polí cas de las emergentes naciones-Estado y aquellas
ins tuciones religiosas que reclamaban cierta autoridad en relación al ejercicio del poder simbólico. El
surgimiento de la industria de la impresión representó la aparición de nuevos centros y redes de poder
simbólico que generalmente quedaban fuera del control de la Iglesia y del Estado, pero que ambos
trataban de u lizar en provecho propio y que, de vez en cuando, reprimían.
Las primeras formas de papel e impresión fueron desarrolladas en China, mucho antes de que se
difundieran por Occidente. Como el papel, las técnicas dem impresión también fueron desarrolladas
originalmente en China. Las litogra as empezaron a aparecer en Europa a finales del siglo XIV, y los libros
litografiados aparecieron en 1409. A pesar de ello, los desarrollos comúnmente asociados con Gutenberg
diferían del método Chino original en dos aspectos claves: el uso del po alfabé co en vez de los
caracteres ideográficos y la invención de la prensa de impresión.
Johann Gutenberg empezó a experimentar con la imprenta alrededor de 1440. Gutenberg desarrolló
un método para reproducir letras metálicas a través de la fundición. También adaptó la prensa
tradicional a tornillo. En virtud de esta combinación de técnicas se componía una página.
En 1450 Gutenberg había desarrollado sus técnicas suficientemente para su explotación comercial. En
la medida en que los impresores iban desplazando su equipo y sus habilidades de una población a otra,
las técnicas de impresión se difundían rápidamente. En 1480 las imprentas se habían establecido en más
de un centenar de poblaciones y ciudades de Europa y había surgido un floreciente comercio de libros.
La mayoría de los libros producidos por las primeras prensas estaban en la n, y una proporción
significa va eran de carácter religioso. Las primeras imprentas también produjeron libros de filoso a y
teología, junto a textos sobre leyes y temas cien ficos dirigidos en especial al público universitario. Al
producir estos libros, las primeras imprentas siguieron desarrollando y extendiendo un negocio que
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había exis do antes del advenimiento de la imprenta. Las primeras imprentas encontraron un mercado
establecido y desarrollaron medios altamente efec vos para introducirse en él. Sin embargo, de manera
gradual, la imprenta desplazó las ac vidades de los escribas y copistas.
Las primeras imprentas fueron, en su mayor parte, empresas comerciales organizadas de forma
capitalista. A lo largo del período moderno la mayoría de las imprentas tuvieron unas dimensiones
rela vamente pequeñas. Sin embargo, surgieron algunas organizaciones de dimensiones mayores.
Las imprentas y editoriales que surgieron en los inicios de la Europa moderna eran ins tuciones tanto
culturales como económicas. Además, el hecho de que impresores y editores se implicaran en la
producción de formas simbólicas de bienes de consumo significó que sus relaciones con las autoridades
religiosas y polí cas fueran enormemente significa vas y cargadas de dificultades. Ambas esferas
trataron de u lizar esta industria naciente para sus propósitos, encargando documentos oficiales,
imprimiendo bandos y regulaciones así como trabajos de los pos más variados. Sin embargo, su
capacidad de controlar la producción de los impresores y, por lo tanto, de mantener un control sobre
estos nuevos centros de poder simbólico, quedaba limitado de varias maneras.
La Iglesia no podía controlar las ac vidades de los impresores y vendedores de libros con el mismo
grado de efec vidad demostrado con los escribas y copistas en la época de los manuscritos. Dado que el
número de libros prohibidos se incrementó, la Iglesia acabó por compilar el Index librorum prohibitorum.
El Index fue con nuamente revisado y actualizado, y fue u lizado durante cerca de cuatrocientos años.
Los impresores encontraron múl ples maneras de esquivar la censura. Así, la censura es muló un
vigoroso comercio de contrabando de libros.
Las dificultades inherentes de tratad de controlar el comercio de materiales impresos queda bien
ilustrado durante la Reforma. El papel fundamental que jugaron las nuevas técnicas de impresión en la
difusión de las ideas de Lutero y otros reformistas no puede ser puesto en duda.
Si la imprenta contribuyó a la difusión del protestan smo y a la fragmentación de la cris andad,
también tuvo consecuencias importantes en otros aspectos de la cultura de principios de la Europa
moderna. La creciente disponibilidad de los textos clásicos facilitó y es muló el renacimiento del interés
por la an güedad. La difusión del humanismo italiano hacia el norte de Europa se debe en gran medida,
sin duda alguna, al papel de intermediarios que jugaron editores y traductores. Gracias a la capacidad
reproduc va y conservadora de la imprenta el trabajo de los humanistas del quattrocento pudo
conver rse en algo más que en resurgimiento localizado y e mero del interés por el pensamiento
clásico.
La imprenta también permi ría acumular y difundir datos sobre el mundo natural y la esfera social,
desarrollando sistemas estandarizados de clasificación, representación prác ca. Algunas de las primeras
imprentas se especializaron.
¿Quién leía los libros producidos por las primeras imprentas? Los principales clientes de los libros
producidos por las primeras imprentas eran sin duda aluna las élites urbanas educadas, incluyendo el
clero, los universitarios y los estudiantes, las élites polí cas y la floreciente clase comercial. Sin embargo,
es probable que los libros estuvieran al alcance y fueran leídos por una nada despreciable y creciente
proporción de artesanos urbanos o comerciantes.
La proporción de gente alfabe zada era rela vamente baja entre algunos sectores de la población
urbana, como mujeres, niños y trabajadores no especializados, y entre los campesinos, que cons tuían
el grueso de la población a principios de la Europa moderna. Sin embargo, de esto no se deduce que los
individuos pertenecientes a estos grupos permanecieran al margen del mundo impreso. Es probable que
en algunas ocasiones los libros fueran leídos en voz alta por grupos que se habían reunido por una u otra
razón. Los libros y otros textos se incorporaron a las tradiciones populares que tenían carácter
esencialmente oral, y sólo de manera gradual el mundo de la imprenta transformó las tradiciones y su
modo de transmisión.
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En la medida en que los lectores de libros impresos se tendieron en el decurso del siglo XVI, una
proporción creciente de libros se imprimió en lenguas vernáculas en vez del la n. La creciente u lización
de las lenguas vernáculas es muló los intentos de reproducción más uniforme. Las tradiciones literarias
nacionales empezaron a surgir y a adquirir un carácter dis n vo.
El declive del la n y la aparición de las lenguas nacionales fue un proceso impulsado en parte
por la industria de la imprenta; sin embargo, tuvo consecuencias que fueron mucho más allá de las
preocupaciones de esa industria como tal. Se trató de un proceso interrelacionado de manera compleja
con la posición cambiante de la Iglesia y con el crecimiento y consolidación de las naciones-estado.
La creciente importancia de las lenguas vernáculas también estuvo vinculado al crecimiento y
consolidación de las naciones-Estado. En algunos casos las autoridades polí cas de los primeros Estados
modernos favorecieron ac vamente el proceso de unificación lingüís ca, adoptando un par cular
lenguaje nacional como oficial. La fluidez en este lenguaje nacional adquirió un papel cada vez más
relevante como medio de comunicación con los funcionarios estatales y como forma de acceder al
mercado laboral. Además, en la medida en que los Estados europeos extendieron sus esferas de
influencia allende los mares, el lenguaje oficial de los poderes europeos empezó a dominar las lenguas
de otras partes del mundo, subordinando las lenguas de los pueblos indígenas a las de los colonizadores.
Podría argumentarse de manera plausible que la fijación de las lenguas vernáculas en papel
impreso, y la promoción de algunas de estas lenguas al estatus de lenguas oficiales, fueron condiciones
importantes para el surgimiento de las formas de iden dad nacional y el nacionalismo en el mundo
moderno. En la medida en que impresores y editores u lizaron cada vez más las lenguas vernáculas, se
crearon campos unificados de comunicación más variados que el la n y menos diversos que la
mul plicidad de dialectos hablados. Leyendo en lenguas vernáculas, los individuos gradualmente fueron
tomando conciencia de que pertenecían a una comunidad virtual de lectores.
Resulta plausible, en cierta manera, sugerir que la formación de las comunidades nacionales y
del moderno sen do de pertenencia a una par cular nación territorialmente localizable, estuvo
vinculada al desarrollo de nuevos sistemas de comunicación que permi eron a los individuos compar r
símbolos y creencias expresadas en un lenguaje común. Sin embargo, existen problemas en el
argumento de Anderson. El principal es que la naturaleza precisa de la presunta vinculación entre el
desarrollo de la imprenta y el crecimiento del nacionalismo jamás ha sido tratado en detalle.
Anderson reconoce, por supuesto, que el desarrollo de la imprenta y otros medios técnicos de
comunicación fue, con mucho, una condición necesaria para el surgimiento de una conciencia nacional,
pero no una condición suficiente. Dedica una gran atención a la lucha contra el colonialismo. Sin
embargo, la discusión de estos desarrollos tardíos no está conectada por Anderson de una manera clara
y convincente con el advenimiento de lo que llama el “capitalismo imprenta” de principios de la moderna
Europa.

El desarrollo del intercambio de noticias

Hay otra manera en la que el desarrollo de la imprenta transformó los modelos de comunicación a
principios de la Europa moderna: dando lugar a una variedad de publicaciones periódicas que
informaban de acontecimientos y transmi an información de carácter polí co y comercial. Podemos
dis nguir al menos cuatro pos dis ntos de redes de comunicación antes de la imprenta. En primer
lugar, exis a una extensa establecida y controlada por la Iglesia católica que permi a al papado de Roma
mantener contacto con las elites clericales y polí cas dispersas por toda la cris andad. Segundo, exis an
redes establecidas por las autoridades polí cas de Estados y principados. Un tercer po estaba vinculado
a la expansión de la ac vidad comercial. En la medida en que el comercio y la manufactura creció, se
establecieron nuevas redes de comunicación entre la comunidad de empresarios y entre los principales
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centros comerciales. Finalmente, la información también transmi a en poblaciones y pueblos a través de


redes de comerciantes, vendedores y ar stas ambulantes.
En el decurso de los siglos XV, XVI y XVII, estas redes de comunicación ser verían afectadas por
desarrollos clave. En primer lugar, algunos Estados comenzaron a establecer servicios regulares de correo
cuya u lización, de manera progresiva, fue generalizándose.
El segundo desarrollo que afectó profundamente a las redes de comunicación establecidas a
principios de la Europa moderna fue la aplicación de la imprenta a la producción y difusión de no cias.
Poco después del advenimiento de la imprenta a mediados del siglo XV, comenzaron a aparecer folletos
informa vos, carteles y hojas de papel impresas de varios pos.
Las publicaciones periódicas de no cias e información general empezaron a aparecer en la segunda
mitad del siglo XVI; sin embargo, los orígenes de los periódicos modernos está en las primeras dos
décadas del siglo XVII, cuando los periódicos de no cias aparecen regularmente cada semana con cierto
grado de fiabilidad (los llamados semanarios impresos o “corantos”).
La mayoría de estos primeros no cieros se ocupaban en especial de no cias extranjeras, es decir, de
acontecimientos. La circulación de las primeras formas de no cieros ayudarían a crear el sen do de un
mundo de acontecimientos más allá del entorno inmediato de los individuos, pero que tenía alguna
relevancia, y potencialmente alguna relación, con su vida. Además, la ubicación geográfica de este
mundo raramente se extendía más allá de las principales ciudades y países de Europa.
Aunque los primeros corantos se ocuparon principalmente de no cias extranjeras, no faltó mucho
empo para que los periódicos empezaran a prestar atención a los acontecimientos domés cos. En
Inglaterra este desarrollo tendría que esperar hasta 1640, cuando el estricto control del gobierno sobre
la prensa empezó a debilitarse. Aunque, después de la restauración de la monarquía en 1660 Carlos II
restableció controles estrictos, en el período que va de 1641 a la Restauración la historia de la prensa
vivió un momento decisivo. Fue durante este momento que las publicaciones periódicas surgirían para
jugar un papel clave en las cues ones de Estado, ofreciendo un con nuo flujo de información sobre los
acontecimientos en curso y expresando un variado abanico de puntos de vista.
El desarrollo de una prensa periódica comercialmente orientada, independiente del poder del Estado,
y capaz de ofrecer información y comentarios crí cos sobre temas de interés general entró en una nueva
fase en la Inglaterra del siglo XVIII. Por ese entonces se produjo una explosión de publicaciones
periódicas y apareció una variedad de prensa especializada. Los periódicos eran distribuidos en la ciudad
por redes de vendedores ambulantes y agentes, así como por una inconexa federación de cafeterías que
adquirían los más importantes y los ponían a disposición de sus clientes.
Las autoridades polí cas traban de imponer cierto control sobre la proliferación de no cieros y
publicaciones periódicas mediante la imposición de tasas especiales que, se pensaba, servirían para
restringir la producción y desbancar a los periódicos más marginales, a la vez que se intentaba obtener
así un incremento de los ingresos para la Corona. La Stamp Act de 1712 exigía a los propietarios de
periódicos pagar un penique por cada hoja impresa y un chelín por cada anuncio. Por todas partes la
prensa diaria del siglo XVIII sería controlada y censurada de varias maneras.
La lucha de la prensa independiente, capaz de informar y comentar acontecimiento con un mínimo
de interferencias y control estatal, jugó un papel crucial en el desarrollo del moderno Estado
cons tucional. Algunos de los primeros pensadores liberales y demócratas, como Jeremy Bentham,
James Mill y John Stuart Mill, fueron fervientes defensores de la libertad de prensa. Veían la libre
expresión de la opinión a través de los órganos de una prensa independiente como la salvaguarda vital
contra el uso despó co del poder estatal.

La teoría de la esfera pública: un planteamiento preliminar


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Habermas sos ene que el desarrollo del capitalismo mercan l en el siglo XVI, junto con las
cambiantes formas ins tucionales del poder polí co, crearon las condiciones para que, a principios de la
Europa moderna, surgiera una nueva forma de esfera pública. En este contexto, el significado de
“autoridad pública” empezó a cambiar; comenzó a referirse, cada vez más, a las ac vidades de un
floreciente sistema estatal que había definido legalmente las esferas de jurisdicción y el monopolio del
uso legí mo de la violencia. Al mismo empo, surgió la “sociedad civil” con un dominio de relaciones
económicas priva zadas que se establecieron bajo la tutela de la autoridad pública. Entre la esfera de la
autoridad pública o el Estado, de una parte, y la esfera privada de la sociedad civil y las relaciones
personales, de la otra, emergió una nueva esfera de “lo público”: una esfera pública burguesa cuyos
individuos par culares se reunían para discu r entre ellos la regulación de la sociedad civil. Esta nueva
esfera pública no era parte del Estado sino, por el contrario, un ámbito en el que sus ac vidades podían
ser cues onadas y sujetas a crí ca. El medio de esta confrontación era significa vo por sí mismo: se
trataba del uso público de la razón.
En relación al surgimiento de la esfera pública burguesa, Habermas concede una especial importancia
a la aparición de la prensa periódica. Los semanarios crí cos y morales que aparecen en Europa a finales
del siglo XVII y durante el XVIII brindaron un nuevo forum para dirigir el debate público.
Fue en la Inglaterra de principios del siglo XVIII que se crearon condiciones más favorables para la
aparición de la esfera pública burguesa. La censura y el control polí co sobre la prensa fue menos
estricto que en otras partes de Europa. Al mismo empo, se popularizaron las cafeterías.
Parte del argumento de Habermas sos ene que la discusión crí ca es mulada por la prensa periódica
tuvo, a la larga, un impacto transformador en la forma ins tucional de los Estados modernos. Al ser
con nuamente solicitado el consenso público, el Parlamento se abrió cada vez más al escru nio. El
Parlamento igualmente se hizo más sensible a la prensa y empezó a jugar un papel más construc vo en
la formación y ar culación de la opinión pública. Sin embargo, Habermas también sos ene que, en la
forma específica en que exis a en el siglo XVIII, la esfera pública burguesa no podía durar mucho empo.
El argumento de Habermas posee el considerable mérito de dar un amplio sen do polí co al
desarrollo de la prensa periódica de principios de la Europa moderna. A pesar de todo, permanecen
muchas dificultades con la explicación de Habermas. Aquí me limitaré a destacar algunos problemas de
carácter histórico.
1. Una de las crí cas más frecuentes hechas a la explicación de Habermas es que, al centrar su
atención en la esfera pública burguesa, ende a olvidar el significado de otras formas de discurso
público y ac vidades sociales que exis eron en la Europa de los siglos XVII, XVIII y XIX, formas
que no pertenecían al mundo propio de la sociabilidad burguesa, a la que se oponían y de la que
eran excluidas.
2. De manera similar, puede cues onarse el énfasis de Habermas sobre la prensa periódica de
principios del siglo XVIII. Los fundamentos de Habermas para excluir estas primeras formas de
material impreso, a la vista de su argumentación, no quedan del todo claras. Además, si
Habermas hubiera concedido mayor atención a otras formas de material impreso podría haber
pintado un retrato dis nto del carácter de la esfera pública a principios de la era moderna.
3. Un tercer problema de la argumentación de Habermas ene que ver con la naturaleza restric va
de la esfera pública burguesa. Lo que no se desprende de manera clara de la explicación de
Habermas, a pesar de todo, es la medida en que la esfera pública burguesa estuvo no sólo
restringida a las élites educadas y propietarias, sino también a una reserva predominantemente
masculina.
En los úl mos años un determinado número de universitarias feministas han examinado el
género de la esfera pública y del discurso polí co a principios de la era moderna, y han
esclarecido una serie de cues ones que permanecían soterradas en la explicación de Habermas.
La esfera pública era generalmente interpretada como un dominio de la razón y la universalidad
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en la que sólo los hombres estaban dotados para par cipar en ella. De ahí que el carácter
masculino de la esfera pública burguesa no fuera un aspecto incidental: era una caracterís ca
fundamental de la esfera pública.
4. En términos históricos, el punto más débil de la explicación de Habermas no son probablemente
los argumentos relacionados con el surgimiento de la esfera pública burguesa, sino más bien los
concernientes a su presunto declive. Habermas sos ene que, mientras la esfera pública
burguesa floreció con las propias condiciones del siglo XVIII, los desarrollos posteriores
gradualmente la llevaron a su transformación y desaparición. La separación entre el Estado y la
sociedad civil empezó a derrumbarse en la medida en que los Estados asumieron un creciente
carácter intervencionista y tomaron una mayor responsabilidad en la ges ón del bienestar de los
ciudadanos. Las ins tuciones que una vez ofrecieron un forum a la esfera pública burguesa o
bien desaparecieron o bien sufrieron un cambio radical. La comercialización de los media alteró
su carácter de manera fundamental: lo que una vez fue un forum ejemplar de debates
crí co-racionales se convir ó en otro dominio de consumo cultural, y la esfera pública burguesa
quedó colapsada en un falso mundo de creación de imagen y ges ón de opinión. Esta
“refeudalización” de la esfera pública ha conver do la polí ca en un show dirigido.
¿Posee algún significado esta tesis de la “refeudalizaciòn” de la esfera pública? Ciertamente adquiere
cierta plausibilidad prima facie. Sin embargo, si examinamos el argumento de Habermas con más
detenimiento, resulta manifiesto que adolece de ciertas debilidades. Permítaseme destacar un par de
ellas. En primer lugar, el argumento de Habermas ende a asumir, de manera muy cues onable, que los
receptores de los productos mediá cos son consumidores rela vamente pasivos que están cau vados
por el espectáculo y que pueden ser manipulados con facilidad por las técnicas mediáticas. Por otro lado,
exagera la pasividad de los individuos y omite los aspectos del proceso de recepción.
Un segundo problema del argumento de Habermas concierne a su afirmación de que la esfera pública
de las sociedades modernas ha sido “refeudalizada”. La similitud es más aparente que real. El desarrollo
de los medios de comunicación ha creado nuevas formas de interacción, nuevas maneras de visibilidad y
nuevas redes de difusión de la información en el mundo moderno, todo lo cual ha alterado el carácter
simbólico de la vida social tan profundamente que cualquier comparación entre la polí ca mediática
actual y las prác cas teatrales de las cortes feudales es, a lo sumo, superficial.
Habermas ene razón al llamar la atención sobre el hecho de que las industrias mediáticas
experimentaron grandes cambios en el decurso de los siglos XIX y XX.

El crecimiento de las industrias mediáticas: una panorámica

Quiero concluir este capítulo señalando algunas de las tendencias principales del desarrollo de las
industrias mediáticas desde principios del siglo XIX. Destacaré tres tendencias: 1) la transformación de
las ins tuciones mediáticas en empresas con intereses comerciales a gran escala; 2) la globalización del a
comunicación; y 3) el desarrollo de formas de comunicación mediáticas electrónicas.
1. La transformación de las ins tuciones mediáticas en compañías con intereses comerciales a
gran escala es un proceso que se inició a principios del siglo XIX. En el transcurso del siglo XIX la
escala de la comercialización se incrementó significa vamente. Esto fue debido, en parte, a una
serie de innovaciones tecnológicas en la industria de la impresión y, también, a la
transformación gradual de las bases financieras de las industrias mediáticas y sus métodos de
valoración económica. Al mismo empo, durante la segunda mitad del siglo XIX, se incrementó
de manera significa va el porcentaje de gente alfabe zada, dando lugar a la creciente
expansión de un mercado para los materiales impresos.
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Los desarrollos tecnológicos y la derogación de impuestos permi ó rebajar los precios, de ahí
que muchos periódicos adoptaran, con el fin de atraer a mayor número de lectores, un es lo
más atrac vo y mundano.
Los periódicos se convir eron progresivamente en empresas comerciales que requerían cierta
can dad de capital, con el fin de iniciar y mantener sus ac vidades, ante la creciente presión de
la compe vidad. El tradicional propietario-editor que poseía uno o dos periódicos como
empresa familiar fue transformándose gradualmente en organizaciones mul media y cadenas
de periódicos a gran escala. Los procesos de crecimiento y consolidación llevaron a la creciente
concentración de recursos en muchos sectores de la industria, con unas pocas organizaciones
que dirigían grandes par cipaciones del mercado. Además, los procesos de crecimiento y
consolidación han asumido progresivamente un carácter multimedia, en la medida en que
grandes corporaciones adquieren importantes intereses en varios sectores de las industrias
mediáticas. Frente al poder económico de las grandes corporaciones, muchas organizaciones
mediáticas más pequeñas han quedado excluidas del mercado o han sido forzadas a fusionarse
con otras para defenderse. Sin embargo, la creciente concentración de los recursos no ha
eliminado la totalidad de las organizaciones más pequeñas.
Parcialmente, a través de las fusiones, las adquisiciones de compañías y otras formas de
diversificación, han surgido grandes conglomerados de comunicación a gran escala.
Los conglomerados de comunicación son organizaciones multimedia transnacionales que
poseen intereses en una variedad de industrias vinculadas con la información y la
comunicación.
2. La globalización de la comunicación es un proceso cuyos orígenes pueden ser rastreados hasta
mediados del siglo XIX. En el transcurso del siglo XIX el flujo internacional de información y
comunicación asumió una forma de organización mucho más amplia. El desarrollo de agencias
de no cias internacionales, con sede en las principales ciudades de Europa, junto a la expansión
de las redes de comunicación que vinculaban regiones periféricas de los imperios con sus
centros europeos, establecieron los principios de un sistema global de comunicación e
información que, progresivamente, ha ido ramificando y aumentando su complejidad.
3. La u lización de la energía eléctrica para los propósitos de la comunicación consta entre los
grandes descubrimientos del siglo XIX. Entre otras cosas, permi ó la aparición del sistema
telefónico, la radio y posteriormente la televisión.
El desarrollo y explotación de estas variadas tecnologías se interrelacionó de manera compleja
con el poder económico, polí co y coerci vo. Los intereses comerciales, polí cos y militares
jugaron un papel fundamental en la expansión de las redes de cable durante la segunda mitad
del siglo XIX.

El legado del entorno mediático de finales del siglo XIX y principios del siglo X está cambiando en
la actualidad. En parte, es el resultado de la intensificación de procesos que se iniciaron hace más de un
siglo: el crecimiento de los conglomerados de comunicación han con nuado y los procesos de
globalización han ganado profundidad. Pero hay también nuevos factores que influyen en el proceso.
Entre estos se encuentra el desarrollo de nuevas formas de procesar la información.

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