Intensificacion 2 Cuatrimestre
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Voces humorísticas
Uno de los primeros pensadores en reflexionar sobre el humor fue Aristóteles
en su Poética. Para él, la comedia era una forma de mímesis, de imitación de la
realidad. No de cualquiera realidad, sino de «los peores», de «lo feo». También
para Henri Bergson lo que hay detrás del humor es una «descripción minuciosa
de lo que es, […] descendiendo cada vez más hacia lo hondo del mal para anotar
sus particularidades». Si esto es así, ¿por qué la imitación de «lo peor» de lo
real puede tener un efecto humorístico?
Al pensar en el concepto de humor, es probable que todos lo asociemos de
inmediato con aquello capaz de convertirlo en risa. Pero ¿qué es
específicamente lo que nos hace reír? La dificultad de responder a esta
pregunta se debe al carácter social e histórico de la risa: lo que nos hace reír
está ligado a la sociedad a la que pertenecemos y a la época en la que vivimos.
En todos los casos, para que el humor tenga lugar debe hacer una intención de
hacer reír y un lector que ríe.
Esta risa no siempre se manifiesta con la explosión de la carcajada: puede ser
tan solo una sonrisa, o incluso dejar un sabor amargo. También los mecanismos
lingüísticos que la producen son diversos: repetición, inversión, equívoco,
hipérbole, deformación, extrañamiento, sinsentido, doble sentido, ironía,
sarcasmo.
Parodia y sátira
Además, existen diferentes tipos de humor. Los géneros humorísticos
principales son la parodia y la sátira. Aunque tienen puntos de contacto, su
funcionamiento es diferente.
Estas no son las únicas formas del humor. También podemos hablar de un
humor absurdo o de un humor negro, pro mencionar solo algunas.
Voces de ruptura o el significado como construcción
Las cosmovisiones cambiantes del siglo xx tienen un denominador común:
la ruptura radical con todo lo anterior y la experimentación con nuevas formas
(como las vanguardias europeas y latinoamericanas).
En el marco inestable de las nuevas cosmovisiones, todo comienza a ser
cuestionado. Si el lenguaje es convención, si el mundo no es sino una
representación, ¿qué es lo real?, ¿dónde se encuentra el límite entre ficción y
realidad? El problema del vínculo lenguaje/realidad obliga a reformular, a su
vez, la misma noción de literatura.
Recursos Humorísticos
- La ridiculización: la exageración desmedida de características físicas, de
carácter, situaciones, vicios, costumbres, defectos, y bondades sociales.
- Lo inadecuado al contexto, lo incorrecto, lo que va contra el sentido común,
lo fuera de lugar o tiempo.
- El equívoco, situaciones confusas, desencuentros, desengaños.
- Lo absurdo, lo ilógico, lo que no parece tener ningún sentido o relación con
nada conocido.
- Lo obvio, aquello que todos saben, lo que no hace falta decir y sólo se
sugiere.
- El doble sentido o polisemia, la palabra o término con más de un significado
según la situación.
- El juego de palabras, la rima.
- El juego con el sonido y la pronunciación de las palabras. Consiste en
alterar el modo habitual de pronunciar una palabra o frase con sentido
humorístico.
- La repetición, insistir con una frase palabra o situación, un gesto, una actitud
o una acción natural y habitual de las personas se repite una y otra vez, llega un
momento en que pierde su humanidad y se vuelve mecánica, se automatiza.
- Lo sorpresivo, lo inesperado, lo impensado, lo que descoloca al otro.
- La ironía: es una figura retórica que supone siempre una inversión del
significado. Es una oposición entre el sentido literal y el derivado. Por ejemplo
cuando exclamamos “¡Qué hermoso te quedó el pelo!”, simulando que nos gusta
el rarísimo corte que se hizo un amigo, dando a entender lo contrario, por el tono
de voz, la mirada, los gestos o cualquier otra señal. Que una frase se interprete de
manera irónica depende de la situación y de los participantes.
- La metáfora con sentido humorístico:
- La paradoja: situación en la que sucede todo lo contrario de lo que “debería
suceder”.
- El extrañamiento: el ver las cosas, las costumbres, las personas siempre de
la misma manera hace que nuestra percepción se automatice. Para evitar esta
automatización, para provocar una percepción nueva se utiliza la mirada del
extrañamiento, es decir, ver las cosas como si fuera por primera vez, es una
percepción renovada.
- La complicidad con el lector o espectador.
Géneros Humorísticos
Tipos de humor
Actividades
1- Realiza un informe sobre las tiras cómicas y el humor gráfico en Argentina. Debe tener una
extensión mínima de 3 carillas, se pueden agregar imágenes.
Cuento humorístico de Roberto Fontanarrosa
Mamá
A mi mamá le gustaba mucho el trago. No puedo decir que tomaba una
barbaridad, pero, a veces, cuando a la noche se acercaba a darme un beso, yo
podía percibir su aliento pesado por el alcohol. Ella siempre me besaba antes de
irse a dormir. Yo era chico, estoy hablando de cuando tenía 8 o 9 años. Ella se
quedaba viendo televisión hasta tarde y, antes de ir a acostarse, venía y me
daba un beso. Nunca dejaba de hacerlo. En la mayoría de los casos yo fingía
dormir. O, si estaba dormido, habitualmente ella me despertaba sin querer
porque se tropezaba contra los muebles en la semipenumbra. Tampoco podría
precisar cuándo fue que ella empezó a beber con mayor asiduidad. Cuando
nuestro padre vivía con nosotros, mamá casi no tomaba. En el almuerzo solía
llenar su vaso con soda y luego coloreba la soda con un chorrito mínimo de vino.
Cuidadosamente, como si fuera un químico elaborando una fórmula altamente
explosiva. Pero lo cierto es que, esas noches, en ocasiones, yo podía adivinar
cuándo se asomaba a la puerta de mi cuarto por el aliento. Me llegaba una
vaharada espesa a vino común. Así y todo, me gustaba mucho que viniera a
darme un beso. Además, musitaba algo, como una plegaria o una bendición, que
yo no llega a escuchar, pero agradecía.
Aunque no supiera que el plato contenía gallina, lo mismo se hinchaba, con lo que
quiero decir que no era algo meramente psicológico. Un día, tía Chuco, pobre,
desconociendo el problema de Elena, le regaló una gallinita de chocolate para
Pascuas, y a mi hermana la salvaron con un Decadrón. Se le había hinchado
tanto la cara que parecía una japonesa. Los ojos eran dos tajos. Ella,
justamente, que siempre ha presumido de tener ojos muy lindos. Pero mamá le
caía muy bien a todo el mundo. En realidad, el problema de mamá no era el
alochol. Era el cigarrillo.
Fumar sí, lo hacía públicamente. En eso diría que fue una adelantada del
feminismo. Una activista. Ella me contaba que fumaba desde los 11 años, a
instancias de su padre, que tenía un puesto alto en el ferrocarril Mitre. El
padre la convidó con un cigarro de hoja, muy fuerte, justamente para que le
desagradara y nunca más probara el tabaco, pero ella se envició. Había
momentos en que eso sí me molestaba, porque fumaba mientras comía.
Elena fue siempre muy dramática, muy histriónica. En casa éramos de una clase
media típica. Pero de aquellos tiempos, cuando la clase media vivía bien,
cómoda, tranquila. Al mediodía comíamos tres platos, por ejemplo. Una sopa de
entrada, el plato fuerte y el postre, que casi siempre era fruta o queso y dulce.
Elena tosía, se levantaba y se iba. Siempre fue un poco teatral mi hermana.
Para empezar a fumar, mamá aprovechaba cuando la sopa estaba bien caliente y
echaba humo. Suponía que el humo de sus cigarrillos se mezclaba con el de la
sopa y así se disimulaba.
Sin embargo, no era abusiva. No era una persona a la que le importara muy poco
lo que pasaba a su alrededor, con sus semejantes. La prueba es que se ofrecía,
en ocasiones, a ir a leerles a los enfermos. El problema es que les leía sólo lo
que le gustaba a ella y tuvo una agarrada muy fuerte con un estibador que
había perdido una pierna al caérsele encima una grúa portuaria, y a quien mamá
insistía en leerle Mujercitas, de Luisa M. Alcott. Digamos -para que quede
claro- cuando papá y Elena insistieron con sus quejas por el hecho de que mamá
fumaba en la mesa, dejó de hacerlo. Así de simple. Dejó de hacerlo. Fue cuando
empezó a mascar tabaco, una costumbre que yo creía desaparecida con los
últimos arrieros. Cuando compraba la fruta, mamá se traía para ella unas hojas
de tabaco, las plegaba, se las metía en la boca y comenzaba a masticarlas. Es
cierto, no producía humo, pero llegaba un momento en que se le escapaba un
hilo de saliva marrón verdoso por la comisura de los labios, que me desagradaba
mucho. Debo reconocer que siempre he sido un tipo bastante sensible. Y de
chico, más.
Con el tiempo, mamá volvió a fumar. Le molestaba tener que ir a escupir al baño
cada tanto, mientras masticaba tabaco, ya que, cuidadosa, no quería hacerlo
frente a nosotros. Apunto que era muy obsesiva con el cuidado de la casa.
Enormemente prolija, muy aficionada a los mantelitos calados, a las cortinas
con encajes, a los macramés, a las puntillas. Bordaba muy bien. A mí me gustaba
mirarla por las noches acostado en su cama, escuchando en la radio el
Radioteatro Palmolive del Aire, mientras ella bordaba pañuelitos, masticando
tabaco.
Era muy hábil para las manualidades. Después empezó a armar sus propios
cigarrillos. Al terminar el almuerzo se recostaba en una reposera, en el patio, y
empezaba a armar los cigarrillos. Tenía su propio papel, su propio tabaco. Era
lindo mirarla mientras humedecía con saliva el borde del papel, apretaba el
cilindrito como si fuera un canelón minúsculo, lo encendía, entrecerraba los
ojos en tanto el humo subía. Empezó a hacer eso, es claro, cuando tuvo más
tiempo, cuando ya papá se había ido y tampoco le aceptaban tanto que fuera a
leerles a los enfermos. Toda una sala del Clemente Alvarez había hecho una
huelga de hambre contra su presencia. Llegaron a organizar una marcha de
protesta contra mamá, un tanto injustamente, porque ella tenía la mejor de las
voluntades.
Por cierto, cuando se le dio por fumar toscanitos Génova, el aliento que tenía
por las noches, cuando se acercaba a darme el beso de despedida, era
insoportable. Es duro decirlo, pero es así. Era como si hubiesen destapado una
cisterna cenagosa, con agua estancada, con aguas servidas, una mezcla de
solución biliosa con aroma a animal muerto.
Era feo. Con el tiempo le daban accesos de tos muy fuertes. Ella decía que era
culpa de la pelusa de las bolitas de los paraísos, esos árboles que, en verdad, le
han arruinado los pulmones a más de un rosarino. Y luego, años después, le
echaba la culpa a ese polvillo que llegaba desde el puerto, cuando los barcos
cargaban cereal, no sé cómo le llaman. Tomaba miel, entonces, para suavizarse
la garganta. Comía pastillas de oruzus. O iba a buscar huevos a la terraza para
mezclarlos con coñac y quitarse la carraspera, y allí es cuando yo solía
encontrarla tirada en el gallinero. Tenía linda voz mamá, muy cristalina, y solía
cantar una canción que hablaba de la hija de un viejito guardafaros, que era la
princesita de aquella soledad. O esa otra que decía "en qué se mete, la chica
del diecisiete".
Pero se negaba a culpar al tabaco por su tos, cuando parecía que iba a escupir
los dos pulmones a cada momento. Se le salían los ojos de las órbitas y
lagrimeaba. Nunca la vi lagrimear por otra cosa a ella. Era muy alegre y ponía al
mal tiempo buena cara. De inmediato mezclaba coñac con leche bien caliente, y
decía que eso le calmaría la picazón de garganta, producida por las bolitas de
paraíso.
Yo sabía perfectamente que ése era un remedio para bajar la fiebre, pero ella
se tomaba tres o cuatro vasos y luego me decía que se sentía mejor. Cantaba
para demostrármelo. Pero son cosas que, tarde o temprano, afectan a una
persona. Tiempo después, de grande, a mamá se le habían caído dos uñas de los
dedos de la mano derecha por la nicotina y al respirar se le escuchaba un
crujido, como el que hace un sillón de mimbre al recibir el peso de una persona.
Se agitaba con facilidad y casi no podía subir los veinte escalones hasta le
terraza. Sin embargo, sin embargo, yo creo que el problema de mamá no era el
tabaco. Era el juego.
Ella sostenía que nunca jugaban por plata, con sus amigas, tía Eve, Zulema y las
hermanitas Mendoza. Se encontraban una vez a la semana en casa de Zulema,
casi siempre, y jugaban a la canasta uruguaya. se pasaban, a veces, seis o siete
horas jugando. "Es mi único vicio", decía mamá, y tal vez fuera cierto. Ella decía
que el vino y el tabaco constituían, apenas, rasgos de personalidad.
Lo cierto es que muchas veces desaparecían cosas de casa. Adornos, jarrones,
espejos o ropa de ella misma, y yo estoy seguro de que eso sucedía porque eran
cosas que perdía en el juego con sus amigas. Reconocí, un día, un prendedor con
forma de lagarto, muy lindo, verdecito, que le había regalado mi padre para el
Día del Empleado Bancario, en la pechera de Marilú, una de las hermanas
Mendoza.
La última vez que la vi la noté mal. No nos vemos muy a menudo. Está muy
encorvada, los ojos salidos de las órbitas y su piel luce un color grisáceo
arratonado. Sigue, de todos modos, siendo una persona encantadora, de risa
fácil y trato jovial. La vi tan desmejorada que me tomé el atrevimiento de
llamar al doctor Pruneda para preguntarle por su salud. El doctor Pruneda me
tranquilizó. Me dijo que mamá está muy bien. Demasiado bien para sus vicios.
Pero me dijo que el problema de ella no es el alcohol ni el tabaco ni el juego. Y
me dio el nombre de una enfermedad. Ninfomanía, me dijo. Y reconozco que no
quise averiguar nada más. Incluso ni siquiera le pregunté a Carlos, que está
estudiando medicina y hubiera podido explicarme. Pero él se pone como loco
cuando le toco el tema de mi familia. No sé, por lo tanto, qué significa esa
palabra que me dijo el médico ni quiero saberlo. Temo enterarme de que a mi
madre le queda poco tiempo de vida. Y prefiero guardar en mi memoria, en el
recuerdo, esa imagen que siempre he tenido de ella. Esplendorosa, vital,
encantadora, cariñosa y alegre.
Las aventuras de
Don Quijote de la
Mancha
Recordar la parodia
PARODIA
Parodia es una palabra que proviene del latín parodĭa y que tiene su origen más remoto en la lengua
griega. En concreto, podemos establecer que parodia es un término que está conformado por tres
partes perfectamente delimitadas: el prefijo para-, que puede traducirse como “junto a”; el
vocablo oide, que ejerce como sinónimo de “canción”; y finalmente el sufijo –ia, que es equivalente a
“cualidad”.
Se trata de una imitación burlesca que caricaturiza a una persona, una obra de arte o una cierta
temática.
Las parodias habrían surgido en la antigua literatura griega, con poemas que imitaban de forma
irrespetuosa los contenidos o las formas de otros poemas. Los romanos también desarrollaban
parodias como imitaciones de estilo humorístico, al igual que la literatura francesa neoclásica.
calificada como una parodia que se burla de los libros de caballerías. El heroísmo
De la misma manera, habría que señalar otra obra que se considera una parodia
viajes de Gulliver”, escrita por Jonathan Swift en el año 1726. En ella se nos narra
donde en unos casos será un gigante entre enanos y en otros será él el enano
entre gigantes.
En el ámbito cinematográfico, hay que subrayar que existen muchas películas que
norteamericana “Scary Movie”. Esta, que cuenta con varias partes y que ha sido
dirigida por los hermanos Wayans, viene a ser una clara parodia de la saga de
terror “Scream”.
Saga aquella que ha sido llevada a la gran pantalla por el cineasta Wes Craven y
que gira en torno a la figura de la joven Sidney Prescott, quien en sus distintas
Así, bajo una apariencia oculta, aquel acaba con la vida de las personas que
parodia de los animadores infantiles que, en realidad, no tienen simpatía con los
niños).
CAPÍTULO PRIMERO
Que trata de la condición y ejercicio del famoso
hidalgo D. Quijote de la Mancha
Es, pues, de saber, que este sobredicho hidalgo, los ratos que estaba ocioso
(que eran los más del año) se daba a leer libros de caballerías con tanta afición
y gusto, que olvidó casi de todo punto el ejercicio de la caza, y aun la
administración de su hacienda; y llegó a tanto su curiosidad y desatino en esto,
que vendió muchas hanegas de tierra de sembradura, para comprar libros de
caballerías en que leer; y así llevó a su casa todos cuantos pudo haber dellos; y
de todos ningunos le parecían tan bien como los que compuso el famoso
Feliciano de Silva: porque la claridad de su prosa, y aquellas intrincadas
razones suyas, le parecían de perlas; y más cuando llegaba a leer aquellos
requiebros y cartas de desafío, donde en muchas partes hallaba escrito: la
razón de la sinrazón que a mi razón se hace, de tal manera mi razón
enflaquece, que con razón me quejo de la vuestra fermosura , y también cuando
leía: los altos cielos que de vuestra divinidad divinamente con las estrellas se
fortifican, y os hacen merecedora del merecimiento que merece la vuestra
grandeza. Con estas y semejantes razones perdía el pobre caballero el juicio, y
desvelábase por entenderlas, y desentrañarles el sentido, que no se lo sacara,
ni las entendiera el mismo Aristóteles, si resucitara para sólo ello. No estaba
muy bien con las heridas que don Belianis daba y recibía, porque se imaginaba
que por grandes maestros que le hubiesen curado, no dejaría de tener el rostro
y todo el cuerpo lleno de cicatrices y señales; pero con todo alababa en su
autor aquel acabar su libro con la promesa de aquella inacabable aventura, y
muchas veces le vino deseo de tomar la pluma, y darle fin al pie de la letra
como allí se promete; y sin duda alguna lo hiciera, y aun saliera con ello, si otros
mayores y continuos pensamientos no se lo estorbaran.
Tuvo muchas veces competencia con el cura de su lugar (que era hombre docto
graduado en Sigüenza), sobre cuál había sido mejor caballero, Palmerín de
Inglaterra o Amadís de Gaula; mas maese Nicolás, barbero del mismo pueblo,
decía que ninguno llegaba al caballero del Febo, y que si alguno se le podía
comparar, era don Galaor, hermano de Amadís de Gaula, porque tenía muy
acomodada condición para todo; que no era caballero melindroso, ni tan llorón
como su hermano, y que en lo de la valentía no le iba en zaga.
Decía él, que el Cid Ruy Díaz había sido muy buen caballero; pero que no tenía
que ver con el caballero de la ardiente espada, que de sólo un revés había
partido por medio dos fieros y descomunales gigantes. Mejor estaba con
Bernardo del Carpio, porque en Roncesvalle había muerto a Roldán el
encantado, valiéndose de la industria de Hércules, cuando ahogó a Anteo, el
hijo de la Tierra, entre los brazos. Decía mucho bien del gigante Morgante,
porque con ser de aquella generación gigantesca, que todos son soberbios y
descomedidos, él solo era afable y bien criado; pero sobre todos estaba bien
con Reinaldos de Montalbán, y más cuando le veía salir de su castillo y robar
cuantos topaba, y cuando en Allende robó aquel ídolo de Mahoma, que era todo
de oro, según dice su historia. Diera él, por dar una mano de coces al traidor de
Galalón, al ama que tenía y aun a su sobrina de añadidura.
Limpias, pues, sus armas, hecho del morrión celada, puesto nombre a su rocín, y
confirmándose a sí mismo, se dió a entender que no le faltaba otra cosa, sino
buscar una dama de quien enamorarse, porque el caballero andante sin amores,
era árbol sin hojas y sin fruto, y cuerpo sin alma. Decíase él: si yo por malos de
mis pecados, por por mi buena suerte, me encuentro por ahí con algún gigante,
como de ordinario les acontece a los caballeros andantes, y le derribo de un
encuentro, o le parto por mitad del cuerpo, o finalmente, le venzo y le rindo,
¿no será bien tener a quién enviarle presentado, y que entre y se hinque de
rodillas ante mi dulce señora, y diga con voz humilde y rendida: yo señora, soy
el gigante Caraculiambro, señor de la ínsula Malindrania, a quien venció en
singular batalla el jamás como se debe alabado caballero D. Quijote de la
Mancha, el cual me mandó que me presentase ante la vuestra merced, para que
la vuestra grandeza disponga de mí a su talante? ¡Oh, cómo se holgó nuestro
buen caballero, cuando hubo hecho este discurso, y más cuando halló a quién
dar nombre de su dama! Y fue, a lo que se cree, que en un lugar cerca del suyo
había una moza labradora de muy buen parecer, de quien él un tiempo anduvo
enamorado, aunque según se entiende, ella jamás lo supo ni se dió cata de ello.
Llamábase Aldonza Lorenzo, y a esta le pareció ser bien darle título de señora
de sus pensamientos; y buscándole nombre que no desdijese mucho del suyo, y
que tirase y se encaminase al de princesa y gran señora, vino a llamarla
DULCINEA DEL TOBOSO, porque era natural del Toboso, nombre a su parecer
músico y peregrino y significativo, como todos los demás que a él y a sus cosas
había puesto.
ACTIVIDADES
Luego de la lectura del primer capítulo de la novela resuelvan las actividades propuestas:
CAPÍTULO OCTAVO
Del buen suceso que el valeroso Don Quijote tuvo
en la espantable y jamás imaginada aventura de
los molinos de viento, con otros sucesos dignos de
felice recordación
Aquellos que allí ves, respondió su amo, de los brazos largos, que los suelen
tener algunos de casi dos leguas. Mire vuestra merced, respondió Sancho, que
aquellos que allí se parecen no son gigantes, sino molinos de viento, y lo que en
ellos parecen brazos son las aspas, que volteadas del viento hacen andar la
piedra del molino. Bien parece, respondió Don Quijote, que no estás cursado en
esto de las aventuras; ellos son gigantes, y si tienes miedo quítate de ahí, y
ponte en oración en el espacio que yo voy a entrar con ellos en fiera y desigual
batalla. Y diciendo esto, dio de espuelas a su caballo Rocinante, sin atender a
las voces que su escudero Sancho le daba, advirtiéndole que sin duda alguna
eran molinos de viento, y no gigantes aquellos que iba a acometer. Pero él iba
tan puesto en que eran gigantes, que ni oía las voces de su escudero Sancho, ni
echaba de ver, aunque estaba ya bien cerca, lo que eran; antes iba diciendo en
voces altas: non fuyades, cobardes y viles criaturas, que un solo caballero es el
que os acomete. Levantóse en esto un poco de viento y las grandes aspas
comenzaron a moverse, lo cual visto por Don Quijote, dijo: pues aunque mováis
más brazos que los del gigante Briareo, me lo habéis de pagar.
No la pasó así Sancho Panza, que como tenía el estómago lleno, y no de agua de
chicoria, de un sueño se la llevó toda, y no fueran parte para despertarle, si su
amo no le llamara, los rayos del sol que le daban en el rostro, ni el canto de las
aves, que muchas y muy regocijadamente la venida del nuevo día saludaban. Al
levantarse dio un tiento a la bota, y hallóla algo más flaca que la noche antes, y
afligiósele el corazón por parecerle que no llevaban camino de remediar tan
presto su falta. No quiso desayunarse Don Quijote porque como está dicho, dio
en sustentarse de sabrosas memorias.
Tornaron a su comenzado camino del puerto Lápice, y a hora de las tres del día
le descubrieron. Aquí, dijo en viéndole Don Quijote, podemos, hermano Sancho
Panza, meter las manos hasta los codos en esto que llaman aventuras, mas
advierte que, aunque me veas en los mayores peligros del mundo, no has de
poner mano a tu espada para defenderme, si ya no vieres que los que me
ofenden es canalla y gente baja, que en tal caso bien puedes ayudarme; pero si
fueren caballeros, en ninguna manera te es lícito ni concedido por las leyes de
caballería que me ayudes, hasta que seas armado caballero. Por cierto, señor,
respondió Sancho, que vuestra merced será muy bien obedecido en esto, y más
que yo de mío me soy pacífico y enemigo de meterme en ruidos y pendencias;
bien es verdad que en lo que tocare a defender mi persona no tendré mucha
cuenta con esas leyes, pues las divinas y humanas permiten que cada uno se
defienda de quien quisiere agraviarle. No digo yo menos, respondió Don
Quijote; pero en esto de ayudarme contra caballeros, has de tener a raya tus
naturales ímpetus. Digo que sí lo haré, respondió Sancho, y que guardaré ese
precepto tan bien como el día del domingo. Estando en estas razones, asomaron
por el camino dos frailes de la orden de San Benito, caballeros sobre dos
dromedarios, que no eran más pequeñas dos mulas en que venían. Traían sus
anteojos de camino y sus quitasoles. Detrás de ellos venía un coche con cuatro
o cinco de a caballo que les acompañaban, y dos mozos de mulas a pie. Venía en
el coche, como después se supo, una señora vizcaína que ia a Sevilla, donde
estaba su marido que pasaba a las Indias con muy honroso cargo. No venían los
frailes con ella, aunque iban el mismo camino; mas apenas los divisó Don
Quijote, cuando dijo a su escudero: o yo me engaño, o esta ha de ser la más
famosa aventura que se haya visto, porque aquellos bultos negros que allí
parecen, deben ser, y son sin duda, algunos encantadores que llevan hurtada
alguna princesa en aquel coche, y es menester deshacer este tuerto a todo mi
poderío. Peor será esto que los molinos de viento, dijo Sancho. Mire señor, que
aquellos son frailes de San Benito, y el coche debe de ser de alguna gente
pasajera: mire que digo que mire bien lo que hace, no sea el diablo que le
engañe. Ya te he dicho, Sancho, respondió Don Quijote, que sabes poco de
achaques de aventuras: lo que yo digo es verdad, y ahora lo verás. Y diciendo
esto se adelantó, y se puso en la mitad del camino por donde los frailes venían,
y en llegando tan cerca que a él le pareció que le podían oír lo que dijese, en
alta voz dijo: gente endiablada y descomunal, dejad luego al punto las altas
princesas que en ese coche lleváis forzadas, si no, aparejáos a recibir presta
muerte por justo castigo de vuestras malas obras.
El vizcaíno, que así le vio venir, aunque quisiera apearse de la mula, que por ser
de las malas de alquiler, no había que fiar en ella, no pudo hacer otra cosa sino
sacar su espada; pero avínole bien que se halló junto al coche, de donde pudo
tomar una almohada que le sirvió de escudo, y luego fueron el uno para el otro,
como si fueran dos mortales enemigos. La demás gente quisiera ponerlos en
paz; mas no pudo, porque decía el vizcaíno en sus mal trabadas razones, que si
no le dejaban acabar su batalla, que él mismo había de matar a su ama y a toda
la gente que se lo estorbase. La señora del coche, admirada y temerosa de lo
que veía, hizo al cochero que se desviase de allí algún poco, y desde lejos se
puso a mirar la rigurosa contienda, en el discurso de la cual dio el vizcaíno una
gran cuchillada a Don Quijote encima de un hombro por encima de la rodela,
que a dársela sin defensa, le abriera hasta la cintura. Don Quijote, que sintió la
pesadumbre de aquel desaforado golpe, dio una gran voz, diciendo: ¡oh señora
de mi alma, Dulcinea, flor de la fermosura, socorred a este vuestro caballero,
que por satisfacer a la vuestra mucha bondad, en este riguroso trance se halla!
El decir esto, y el apretar la espada, y el cubrirse bien de su rodela, y el
arremeter al vizcaíno, todo fue en un tiempo, llevando determinación de
aventurarlo todo a la de un solo golpe. El vizcaíno, que así le vio venir contra él,
bien entendió por su denuedo su coraje, y determinó hacer lo mismo que Don
Quijote: y así le aguardó bien cubierto de su almohada, sin poder rodear la
mula a una ni a otra parte, que ya de puro cansada, y no hecha a semejantes
niñerías, no podía dar un paso. Venía, pues, como se ha dicho, Don Quijote
contra el cauto vizcaíno con la espada en alto, con determinación de abrirle por
medio, y el vizcaíno le aguardaba asimismo, levantada la espada y aforrado con
su almohada, y todos los circunstantes estaban temerosos y colgados de lo que
había de suceder de aquellos tamaños golpes con que se amenazaban, y la
señora del coche y las demás criadas suyas estaban haciendo mil votos y
ofrecimientos a todas las imágenes y casas de devoción de España, porque Dios
librase a su escudero y a ellas de aquel tan grande peligro en que se hallaban.
Pero está el daño de todo esto, que en este punto y término deja el autor de
esta historia esta batalla, disculpándose que no halló más escrito destas
hazañas de Don Quijote, de las que deja referidas. Bien es verdad que el
segundo autor de esta obra no quiso creer que tan curiosa historia estuviese
entregada a las leyes del olvido, ni que hubiesen sido tan poco curiosos los
ingenios de la Mancha que no tuviesen en sus archivos o en sus escritorios
algunos papeles que de este famoso caballero tratasen; y así, con esta
imaginación, no se desesperó de hallar el fin de esta apacible historia, el cual,
siéndole el cielo favorable, le halló del modo que se contará en el siguiente
capítulo.
por Sancho ¿Cuál es la primera reacción de Sancho cuando Quijote dice ver
2) Después de que Quijote cae con Rocinante, este es el diálogo que mantienen
justificar esta situación? ¿Por qué decimos que el capítulo VIII es una