Capítulo 5. Valoración Geriátrica Integral

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PARTE II.

VALORACIÓN MULTIDIMENSIONAL
DE LA PERSONA CON DEMENCIA Y
SU ENTORNO

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CAPÍTULO 5. VALORACIÓN
GERIÁTRICA INTEGRAL
Marilú Budinich Villouta

Dado que las personas con demencia, corresponden en su gran


mayoría a personas mayores y/o a personas con necesidades comple-
jas, la valoración geriátrica integral (VGI) o valoración geriátrica multidi-
mensional, adquiere especial relevancia en el abordaje de sus problemá-
ticas, ya sea en contexto del diagnóstico y/o seguimiento de la demencia,
como en el de cualquier otra condición aguda y/o crónica que presenten
durante la trayectoria de esta.

DEFINICIÓN Y CONSIDERACIONES GENERALES


La valoración geriátrica integral corresponde a un proceso diag-
nóstico multidimensional e interdisciplinario cuyo objetivo es cuantificar
las capacidades y problemas médicos, psicológicos, funcionales y so-
ciales de la persona mayor, mediante una valoración social, funcional,
clínica y mental/afectiva con la intención de elaborar un plan exhaustivo
de cuidados para el tratamiento y el seguimiento a largo plazo (1).
Es una herramienta diagnóstica y terapéutica que permite iden-
tificar problemáticas y oportunidades de intervención, sobre todo en
aquellas personas mayores frágiles y/o con síndromes geriátricos. Puede
ser realizada de forma conjunta por un equipo profesional o en forma
individual por un profesional con experiencia y conocimiento en enfo-
que multidimensional. Así mismo, es aplicable en los diferentes niveles
asistenciales adaptando su formato al contexto, ya sea atención prima-
ria, consulta privada, servicio de urgencia, unidad geriátrica de agudos,
hospital, etc, y en una o varias sesiones (2). El cuadro 4 da cuenta de los
principales objetivos de la VGI.

Capítulo extraído con autorización de: Budinich M, Aravena JM, Gajardo J, Fuentes P.
Demencias: una mirada biopsicosocial. 2019. Santiago. 79
Libro completo en www.demencias.cl
Cuadro 4. Objetivos de la VGI (1,2)

– Mejorar la exactitud diagnóstica.


– Pesquisar síndromes geriátricos.
– Promover y mantener la funcionalidad, evitando y/o retrasando la aparición de
dependencia.
– Optimizar la calidad de vida de la persona mayor y su entorno.
– Identificar el nivel asistencial adecuado acorde a las necesidades actuales y
futuras.
– Disminuir morbimortalidad.
– Identificar grupos de riesgo en los cuales las estrategias preventivas y de recupe-
ración funcional tienen mayor impacto.
– Evitar infrautilización, sobreutilización y mala utilización de recursos sociosanitarios.

Antes de profundizar en las particularidades de la VGI y de cada


uno de sus ámbitos, cabe recordar algunas consideraciones prácticas
que pueden ser de utilidad al momento de realizarla:

1. Presentarse. Señalar no sólo el propio nombre sino también el rol y


describir brevemente cuál es la labor que realizará en contexto de
dicha atención. Esto dado que no todas las personas conocen el rol
de las diferentes profesiones.
2. Utilizar lenguaje claro. Evitar tecnicismos pero también el uso de
conceptos erróneos (ejemplo: “preinfarto”, “demencia senil”, “pul-
monía”, etc.).
3. Explicar que se realizarán múltiples preguntas para conocer a la per-
sona y que luego se ahondará en el motivo de consulta.
4. Poner a la persona en el centro de la entrevista, hablándole primero
a ella y luego al acompañante. Explicar que se realizarán preguntas
a ambos para hacerse una idea de la situación.
5. Estar atentos a la presencia de trastornos sensoriales (auditivo o vi-
sual) y/o nivel de deterioro cognitivo, de modo adaptar el contacto
para facilitar la comprensión y comunicación.
6. Identificar y dejar registrado quién es el informante, ya que la historia
construída dependerá de ello.

A continuación serán revisados cada uno de los ámbitos de eva-


luación de la VGI.

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VALORACIÓN SOCIAL
Permite identificar al sujeto en su contexto biográfico y es fun-
damental para poder conocer a quien tenemos en frente, y clave para
elaborar un plan de trabajo útil y eficaz. Considera aspectos como:

- Nombre, edad, estado civil, domicilio y características de este, perso-


nas que viven con él/ella, escolaridad y/o presencia de lectoescritura,
ocupación u oficio actual y previo, motivo del cese laboral si precisa.
- Afiliación de salud, dónde se atiende y si sus controles de salud se
encuentran al día.
- Composición de la red social, precisando lazos familiares o de cercanía
que sean de relevancia para la persona. Por ejemplo: “Si usted tiene un
problema de salud o doméstico: ¿A quién(es) recurre o recurriría?”
- Situación económica. En este acápite, dependiendo del contexto y
problemáticas a identificar se requerirá diferente profundidad. Pue-
de abordarse de forma general, por ejemplo, utilizando preguntas del
tipo: “¿Cómo considera usted su situación económica actual?” y de
acuerdo con lo anterior, levantar mayor información de recursos socia-
les en uso, factores o situaciones de riesgo, etc. o decidir derivar a una
entrevista en profundidad con Trabajador(a) Social.
- Consultar acerca de creencias y valores. Conocer si la persona o su
entorno tienen un determinado credo ayudará a comprender como la
persona se posiciona ante la vida y sus diversas problemáticas, así
como también qué tipo de asistencia espiritual puede requerir en deter-
minado caso (ejemplo: agonía, duelo, enfermedad grave, etc).
- Por último, se debe estar atento a signos que puedan hacer sospechar
de maltrato (quemaduras, úlceras por presión, mordeduras, equímosis,
malnutrición sin explicación clínica, entre otros) (3).

VALORACIÓN FUNCIONAL
La funcionalidad, ámbito que será definido con mayor profundi-
dad en el capítulo 12, corresponde a la capacidad para cumplir o realizar
determinadas acciones, tareas o actividades de diversa complejidad en
la vida cotidiana (4) y constituye un componente fundamental del día a
día, correlacionándose con calidad de vida y pronóstico vital en las per-
sonas mayores (3). Su evaluación busca precisar el desempeño funcional
actual de la persona, así como también la historia de desempeño previo
y de esa forma identificar quiebres en esta y sus eventuales causantes,

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así como también el potencial de recuperación y rehabilitación.
Es fundamental preguntar de forma dirigida por el desempeño en
actividades específicas de carácter avanzado, instrumentales y básicas,
y evitar frases ambiguas como: “¿Usted hace todas sus cosas solo?”
ó “¿Es su familiar autovalente?”.

Ejemplos:
“Usted necesita ayuda de algún tipo para bañarse, vestirse, caminar,
comer o ir al baño?”.
“Usted, ¿sale solo(a) de casa?” “¿Utiliza transporte público?”. Si la
respuesta es negativa se debe consultar cuál es el motivo ya que este puede ser
variado, ejemplo: porque no lo necesita ya que utiliza vehículo, porque le da miedo
caerse o porque le cuesta organizarse con los nuevos recorridos, etc.
“En cuánto a los medicamentos, ¿los organiza usted o hay alguna per-
sona que le ayude a organizarlos y a tomárselos?”. Errores en la administración
de medicamentos o de dinero, pueden deberse a dificultades cognitivas, pero tam-
bién a defectos sensoriales o baja escolaridad, entre otras causas.

Tal como para otros ámbitos de la VGI, existen cuestionarios o


“escalas” para estandarizar la evaluación y seguimiento de la situación
funcional. Dichos instrumentos permiten facilitar la comunicación entre di-
ferentes profesionales y equipos, siendo relevante no sólo conocer los pun-
tajes de estas, sino también los aspectos específicos que evalúan (ejemplo:
Índice de Barthel evalúa bañarse, vestirse, caminar, subir y bajar escaleras,
entre otras).
Las escalas más utilizadas para el ámbito funcional en nuestro
medio son el índice de Barthel (5) que evalúa desempeño en actividades
básicas de la vida diaria y la escala de Lawton y Brody (6) para activida-
des instrumentales de la vida diaria. De ellas, ninguna es específica para
pesquisar deterioro funcional secundario a demencia, pero permiten una
aproximación general útil para el profesional no especialista. Los punta-
jes de las escalas no son un indicador por sí solo, por lo que es funda-
mental poder interpretarlos de acuerdo a la situación de cada persona,
realizando las distinciones necesarias entre puntajes obtenidos por fallas
cognitivas, de aquellos obtenidos por la ausencia o no práctica de alguna
actividad.
En casos de demencia leve y de leve a moderada las actividades
básicas en general no se ven afectadas por esta causa, pero pueden
estar afectadas por otras comorbilidades.
Actividades instrumentales como conducción de vehículos, uso
de teléfono celular, internet, correo electrónico y cajero automático, no se

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encuentran incluidas dentro de la escala Lawton y Brody y es aconseja-
ble explorarlas.
Como parte de la valoración funcional se debe consultar acer-
ca de la rutina diaria, así como también sobre intereses y/o aficiones
actuales y pasadas. Preguntando de igual forma sobre la utilización y/o
necesidad de ayudas técnicas (visión, audición, alimentación, movilidad),
el conocimiento de su uso y cuidado de estas.
El cuadro 5 expone las actividades de la vida diaria (AVD) de
acuerdo a su clasificación según complejidad (3):

Cuadro 5. Actividades de la vida diaria.


Básicas (ABVD) Instrumentales (AIVD) Avanzadas (AAVD)
Permiten el autocuidado Permiten la subsistencia Reflejan mayor interacción
personal de forma independiente social
Comer Lavar Conducir

Vestirse Hacer aseo / limpiar Participar en actividades


comunitarias
Arreglarse Preparar comida Trabajar

Deposición Realizar compras Realizar viajes

Micción Uso del dinero Practicar hobbies

Uso del retrete o WC Utilizar transporte

Traslado sillón-cama Utilizar el teléfono

Deambulación Administración de
medicamentos
Subir y bajar escaleras

Bañarse

En el capítulo 6, se hace referencia a particularidades de algunas


escalas o instrumentos de valoración útiles en contexto de atención a
personas con demencia.

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VALORACIÓN MENTAL O COGNITIVA Y AFECTIVA
Se orienta a precisar aspectos de las esferas afectiva y cognitiva,
con intención de pesquisar situaciones como depresión, ansiedad y de-
terioro cognitivo. Durante esta se deben tener presentes consideraciones
culturales, escolaridad así como también déficit sensoriales que puedan
entorpecer o sesgar la evaluación.
En el capítulo de diagnóstico de demencia (capítulo 4) y en el
de instrumentos de valoración (capítulo 6) se hace mayor referencia a
screening cognitivo.
La valoración afectiva se enfoca en la pesquisa de potencia-
les trastornos depresivos y/o ansiosos. El instrumento más utilizado en
nuestro medio para pesquisa de depresión es la Escala de Depresión
Geriátrica (GDS) de Yesavage existiendo una versión de 5 ítems validada
en nuestro país (7). Además, puede ser de utilidad la escala de Cornell (8)
para personas con demencia moderada o dificultades para comprender
las preguntas de la primera. Preguntas simples como “¿Se ha sentido
a menudo desanimado, depresivo o desesperanzado? y ¿Se ha sen-
tido a menudo con poco interés o placer al realizar cosas?” pueden
ayudar a conversar acerca del ánimo y en caso de ser alguna de ellas
positiva indicar la necesidad de mayor evaluación (10).
La valoración cognitiva y afectiva debe ser correlacionada con
la funcionalidad actual y/o potencial, con la finalidad de identificar si
existen condiciones de riesgo en relación con el desempeño presente
o futuro (ejemplo: uso de armas, quedar solo en casa, estar a cargo de
terceros, manejo de dinero y fármacos, etc.).

VALORACIÓN CLÍNICA
Considera lo esencial de cualquier anamnesis, es decir aspectos
remotos y recientes, involucrando además de forma explícita algunos
aspectos que habitualmente pueden ser pasados por alto si no se buscan
de forma dirigida, como es el caso de los síndromes geriátricos (3).
Fundamental será la historia clínica, dado que allí se encuentra la
etiología y explicación de la gran mayoría de las condiciones y por ende
será clave saber preguntar y escuchar lo que el informante desea decir.
Cabe destacar que es posible encontrar personas con un gran historial
y otras con menos antecedentes clínicos, así como personas con pocas
problemáticas y otras con multimorbilidad.

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En cuanto a los aspectos a indagar, son relevantes diagnósticos
actuales y remotos, ingresos y egresos hospitalarios e intervenciones
quirúrgicas, determinando la repercusión funcional y mental de cada uno
de ellos. Especial énfasis debe hacerse en:

Síndromes geriátricos, los cuales corresponden a situacio-


nes de salud frecuentes en las personas mayores, que habitualmente
no son consideradas patologías propiamente tales por los equipos de
salud y cuya presencia se asocia a mayor riesgo de deterioro funcio-
nal, morbilidad y detrimento en la calidad de vida (3). Se debe preguntar
dirigidamente si han existido o existen caídas, trastorno de la marcha,
miedo a caer, problemas para conciliar o mantener el sueño, alteraciones
en la continencia de esfínteres, alteraciones de tránsito intestinal, dolor,
problemas de memoria, ánimo depresivo, ansiedad, inmovilismo, déficit
sensorial (visual o auditivo), úlceras por presión, presencia de polifarma-
cia (consumo de 4 o más fármacos), sospecha y/o signos de maltrato
físico y/o psicológico.

Fármacos en uso e historia farmacoterapéutica, consultando


acerca de medicamentos utilizados de forma diaria u ocasional. Se debe
poner atención al uso de diuréticos, antihipertensivos, antidiabéticos, digi-
tálicos, antidepresivos, anticolinérgicos, benzodiacepinas y neurolépticos.
Este ítem cobra gran relevancia, ya que el riesgo de iatrogenia en
personas mayores es mayor que en el adulto más joven (10).
Lo más fidedigno para realizar una adecuada revisión de los me-
dicamentos en uso, es solicitar a la persona que acuda con todos los
medicamentos que utiliza habitual y ocasionalmente, en una bolsa, y que
indique que consume de cada fármaco y en qué horario (11), además de
preguntar de forma dirigida si hay algo que pudo haber olvidado traer y/o
que haya tomado durante los últimos 6 a 3 meses (por ejemplo algún
medicamento que suele dejar en el velador para utilizar en la noche o
alguna hierba medicinal). Esto, dado que las personas muchas veces
omiten mencionar fármacos que son de uso crónico o que nunca fueron
indicados en una instancia formal. Por otra parte, también es frecuente
que las personas puedan omitir fármacos que utilizaron hasta hace poco
(incluso hasta el día antes de la consulta) y que son de uso crónico, pero
se les acabaron y al momento de la consulta no los están tomando.
El utilizar la estrategia de “la bolsa de medicamentos” opti-
miza el trabajo del equipo ya que permite tomar decisiones sobre una

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base correcta evitando duplicar prescripciones o no prescribir por
asumir erróneamente que la persona está tomando un determinado
fármaco según consta en registros clínicos o recetas. También per-
mite detectar y registrar reacciones adversas a medicamentos (RAM) e
identificar uso de fármacos potencialmente inapropiados (12), clasifica-
ción de la cual se hablará en el capítulo 11.

Continuando con otros aspectos a evaluar en ámbito clínico de


la VGI, cabe mencionar el consultar acerca de tamizajes o exámenes de
screening realizados, precisando cuáles y hace cuánto tiempo (ejemplo:
mamografía, colonoscopía, densitometría ósea, etc.). Lo anterior permi-
tirá tener una mirada general del estado de salud de la persona, su co-
morbilidad y evitar la duplicidad de pruebas diagnósticas.

En cuanto a los hábitos, se debe consultar acerca de tabaquis-


mo, alcohol, drogas u otras sustancias, así como también acerca del há-
bito miccional y defecatorio, preguntando además dirigidamente si existe
alguna dificultad para contener la orina o existen escapes de orina invo-
luntarios que repercutan sobre la calidad de vida de la persona.

Otro aspecto que muchas veces se omite, es consultar acerca de


la presencia de actividad sexual o dificultades en dicho ámbito, asu-
miéndose erróneamente que probablemente no es de relevancia o no
genera conflicto. Se debe hacer mención con el respeto y delicadeza que
amerita, pero no olvidar, que por ejemplo, las personas mayores también
están expuestas a enfermedades de transmisión sexual, embarazo en
caso de hombres que se relacionan con mujeres en edad fértil y a dis-
función o dificultades como en cualquier otra edad.

Referente a las inmunizaciones, cabe consultar por vacunación


anti-influenza y anti-neumonia que son parte del programa ministerial
nacional, así como también otras que pueden ser adquiridas de forma
particular como el caso del herpes zoster y/o aquellas para situaciones
puntuales como sería el caso de la vacuna antitetánica y la antirrábica.

En cuanto al estado nutricional, se debe preguntar si existen va-


riaciones en el peso en los últimos 3 meses, semestre o último año. Si la
respuesta es positiva, indagar en aspectos como: ¿Dónde come?, ¿cómo
obtiene la comida?, ¿quién cocina?, ¿existen limitantes funcionales o
económicas para el acceso a determinados alimentos?, además de rea-

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lizar anamnesis específica para descartar potenciales patologías asociadas.
Dentro de las potenciales causas de baja ponderal en personas
mayores frágiles se debe tener en consideración la depresión, el dete-
rioro cognitivo y el uso de algunos fármacos que causan alteraciones
del gusto (por ejemplo, sensación de sabor metálico asociado al uso de
zopiclona o macrólidos), así como también aquellos que pueden incidir
en la presencia de anorexia (ejemplo, fluoxetina).
También, es parte de la valoración clínica el consultar si existe pla-
nificación anticipada ante temas de salud y/o de cuidado (capítulo 23).
Por último, será fundamental precisar cuál es el motivo de con-
sulta de la persona mayor y de su familiar/acompañante, y considerarlos
dentro de la priorización de problemas.

EXAMEN FÍSICO
En cuanto al examen físico, este debe practicarse en cada en-
cuentro e independiente del motivo de consulta debe ser siempre com-
pleto, siguiendo el esquema clásico de general a segmentario.
Se debe controlar signos vitales, donde es posible pesquisar la pre-
sencia de ortostatismo que muchas veces puede ser el causante silencioso
de otros síndromes como caídas, mareos o inestabilidad. Cabe destacar
que el ortostatismo corresponde a un descenso de la presión sistólica en
más de 20 mm de Hg y/o diastólica en más de 10 mm de Hg a los 1 y 3
minutos luego de ponerse de pie en comparación con la presión que tenía la
persona luego de estar previamente 5 minutos sentada y tranquila (13,14).
Se debe revisar la piel para pesquisar lesiones malignas, faltas de
higiene, infecciones, etc. Y se deben buscar potenciales adenopatías en área
cervical, axilar e inguinal, así como también examinar la región tiroídea.
No se debe olvidar la boca ni el precisar características de los
dientes, registrando si existen prótesis, piezas sueltas o en mal estado,
ya que muchas veces son estas causantes de problemas nutricionales.
El examen de mamas, pese a que es tardío como tamizaje de
cáncer de mama y no reemplaza a la mamografía, puede permitir pes-
quisar masas o aumentos de volumen.
Se deben buscar también déficit sensoriales (audición, visión) y
tenerlos presente a la hora de interpretar los hallazgos, ya que en oca-
siones se puede creer que la persona no comprende y/o no colabora, y
sucede que no está escuchando las preguntas o indicaciones.
También, se deberá observar la marcha y la conducta durante la
evaluación, así como la interacción con el profesional y el entorno.

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La valoración de la marcha y el equilibrio, se puede realizar me-
diante la observación simple de la postura, presencia de movimientos in-
voluntarios (temblor), longitud y amplitud del paso, velocidad y braceo o
mediante evaluaciones estandarizadas como el test “Timed Up and Go”
(15). Ya sea para aplicación de pruebas estandarizadas o para observación
clínica, se sugiere siempre evaluar la marcha de la persona con un traslado
de al menos 3 metros, (lo cual habitualmente es más factible fuera del box
de atención), así como también observar cómo se sienta y se levanta, ya
que dicho desempeño es indicador de distintas patologías y riesgos.
En relación con el examen neurológico, este fue discutido como
parte de la evaluación diagnóstica de demencia, y corresponde a un as-
pecto del examen segmentario del cual no se debe prescindir.

EXÁMENES COMPLEMENTARIOS
Para una valoración inicial y según las características clínicas de
la persona mayor; se recomienda solicitar hemograma, electrolitos plas-
máticos, perfil bioquímico (glicemia, urea, ácido úrico, colesterol, albúmi-
na, fosfatasa alcalina, calcio, etc.), creatinina, orina completa, urocultivo,
electrocardiograma y radiografía de tórax. En el estudio de deterioro cog-
nitivo se puede añadir la solicitud de niveles de vitamina B12, niveles de
folatos y TSH. La necesidad de otros exámenes además de los ya mencio-
nados dependerán de lo que la historia y evaluación clínica indiquen.

VALORACIÓN DEL CUIDADOR / ENTORNO DE APOYO


Lo recién descrito logrará una mirada multidimensional de la
persona, pero dependiendo del grado de dependencia de esta y de la
complejidad de sus necesidades, será necesario evaluar más en pro-
fundidad las características del entorno de cuidado, identificando a la o
las personas que cumplan el rol de cuidador y evaluando las necesida-
des de estos. Independiente de los instrumentos que se puedan aplicar
en los distintos momentos de evaluación o seguimiento de una persona
siempre será importante precisar en el cuidador: “¿Cuál es el principal
motivo de consulta?” y “¿Cuál es el o los principales problemas en
relación al cuidado?”. Dichos aspectos deben ser incorporados como
parte de las problemáticas e incluidos en el plan de cuidado.
Cabe destacar que se trabajará con la familia y/o cuidador como
parte del plan de intervención de la persona evaluada, pero dicho plan puede
considerar además que los integrantes de la familia sigan a su vez procesos
paralelos y cuenten con controles de salud e intervenciones específicas.

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PLAN
Como parte final de la VGI será relevante registrar todos los pro-
blemas identificados en las diferentes áreas, destinando además un acá-
pite a lo identificado en la red de cuidado o familia.
Los problemas deberán ser priorizados, estableciendo líneas de
trabajo y objetivos, los cuales deben ser discutidos con la persona, si es
posible, y su familia, de modo que de lo recabado en la VGI se genere un
plan consensuado y/o negociado entre los involucrados, que considere
problemas, objetivos o metas (qué es lo que se espera lograr y cómo se
medirá), tareas a ejecutar, plazos y responsables.
La priorización de problemas debe ser global y no por subvalora-
ción, ello quiere decir que un problema social o uno funcional puede ser
prioritario de intervenir y que el avance en otros ámbitos puede quedar
por ejemplo supeditado a la resolución de los primeros, intercalándose
en relevancia.
Una vez implementado el plan será fundamental realizar segui-
miento, reevaluar y hacer ajustes según se requiera.

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