El documento presenta una serie de poemas que describen escenas nocturnas de amor, luna, gitanos y una reyerta. El primer poema habla sobre una persona que mira la luna menguante a través de los corredores. El segundo poema es sobre una luna que baila para un niño en una fragua hasta que llegan los gitanos. El tercer poema describe una reyerta en un barranco con navajas relucientes y hombres muertos.
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El documento presenta una serie de poemas que describen escenas nocturnas de amor, luna, gitanos y una reyerta. El primer poema habla sobre una persona que mira la luna menguante a través de los corredores. El segundo poema es sobre una luna que baila para un niño en una fragua hasta que llegan los gitanos. El tercer poema describe una reyerta en un barranco con navajas relucientes y hombres muertos.
El documento presenta una serie de poemas que describen escenas nocturnas de amor, luna, gitanos y una reyerta. El primer poema habla sobre una persona que mira la luna menguante a través de los corredores. El segundo poema es sobre una luna que baila para un niño en una fragua hasta que llegan los gitanos. El tercer poema describe una reyerta en un barranco con navajas relucientes y hombres muertos.
El documento presenta una serie de poemas que describen escenas nocturnas de amor, luna, gitanos y una reyerta. El primer poema habla sobre una persona que mira la luna menguante a través de los corredores. El segundo poema es sobre una luna que baila para un niño en una fragua hasta que llegan los gitanos. El tercer poema describe una reyerta en un barranco con navajas relucientes y hombres muertos.
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MUERTO DE AMOR
¿Qué es aquello que reluce
por los altos corredores? Cierra la puerta, hijo mío, acaban de dar las once. En mis ojos, sin querer, relumbran cuatro faroles. Será que la gente aquélla estará fregando el cobre.
Ajo de agónica plata
la luna menguante, pone cabelleras amarillas a las amarillas torres. La noche llama temblando al cristal de los balcones, perseguida por los mil perros que no la conocen, y un olor de vino y ámbar viene de los corredores.
Brisas de caña mojada
y rumor de viejas voces, resonaban por el arco roto de la media noche. Bueyes y rosas dormían. Solo por los corredores las cuatro luces clamaban con el fulgor de San Jorge. Tristes mujeres del valle bajaban su sangre de hombre, tranquila de flor cortada y amarga de muslo joven. Viejas mujeres del río lloraban al pie del monte, un minuto intransitable de cabelleras y nombres. Fachadas de cal, ponían cuadrada y blanca la noche. Serafines y gitanos tocaban acordeones. Madre, cuando yo me muera, que se enteren los señores. Pon telegramas azules que vayan del Sur al Norte. Siete gritos, siete sangres, siete adormideras dobles, quebraron opacas lunas en los oscuros salones. Lleno de manos cortadas y coronitas de flores, el mar de los juramentos resonaba, no sé dónde. Y el cielo daba portazos al brusco rumor del bosque, mientras clamaban las luces en los altos corredores.
ROMANCE DE LA LUNA, LUNA
La luna vino a la fragua
con su polisón de nardos. El niño la mira mira. El niño la está mirando. En el aire conmovido mueve la luna sus brazos y enseña, lúbrica y pura, sus senos de duro estaño.
Huye luna, luna, luna.
Si vinieran los gitanos, harían con tu corazón collares y anillos blancos.
Niño déjame que baile.
Cuando vengan los gitanos, te encontrarán sobre el yunque con los ojillos cerrados.
Huye luna, luna, luna,
que ya siento sus caballos. Niño déjame, no pises, mi blancor almidonado.
El jinete se acercaba tocando el tambor del llano. Dentro de la fragua el niño, tiene los ojos cerrados.
Por el olivar venían,
bronce y sueño, los gitanos. Las cabezas levantadas y los ojos entornados.
¡Cómo canta la zumaya,
ay como canta en el árbol! Por el cielo va la luna con el niño de la mano.
Dentro de la fragua lloran,
dando gritos, los gitanos. El aire la vela, vela. el aire la está velando. REYERTA
En la mitad del barranco
las navajas de Albacete, bellas de sangre contraria, relucen como los peces. Una dura luz de naipe recorta en el agrio verde, caballos enfurecidos y perfiles de jinetes. En la copa de un olivo lloran dos viejas mujeres. El toro de la reyerta se sube por las paredes. Ángeles negros traían pañuelos y agua de nieve. Ángeles con grandes alas de navajas de Albacete. Juan Antonio el de Montilla rueda muerto la pendiente, su cuerpo lleno de lirios y una granada en las sienes. Ahora monta cruz de fuego, carretera de la muerte.
El juez, con guardia civil,
por los olivares viene. Sangre resbalada gime muda canción de serpiente. Señores guardias civiles: aquí pasó lo de siempre. Han muerto cuatro romanos y cinco cartagineses.
La tarde loca de higueras
y de rumores calientes cae desmayada en los muslos heridos de los jinetes. Y ángeles negros volaban por el aire del poniente. Ángeles de largas trenzas y corazones de aceite.