Muriel Daniel - Identidad Y Patrimonio
Muriel Daniel - Identidad Y Patrimonio
Muriel Daniel - Identidad Y Patrimonio
Daniel Muriel
A Nuria y Nicolás, por traer tanta luz y alegría a mi vida.
Índice
Contenido
INTRODUCCIÓN
CAPÍTULO I – IDENTIDAD Y PATRIMONIO CULTURAL
1.EL PATRIMONIO CULTURAL COMO RECONSTRUCTOR DE SENTIDO EN UNA ÉPOCA MARCADA POR LA NOSTALGIA, LAS CRISIS Y EL SENTIMIENTO DE DECLIVE
2.1.La conservación física del patrimonio: el caso de la conservación y restauración del Teatro
Arriaga de Bilbao
2.2.La conservación simbólica del patrimonio
2.3.La protección legal e institucional del patrimonio
3.LÍMITES DE LA CONSERVACIÓN Y DE LA ORIENTACIÓN CENTRADA EN EL OBJETO PATRIMONIO
Patricia Filóloga miembro de una asociación relacionada con asuntos de índole cultural y
desarrollo, trabaja en el área de patrimonio lingüístico. Realiza investigación en el
ámbito de las lenguas consideradas minoritarias y coordina proyectos para su fomento y
difusión.
Laura Politóloga miembro de una asociación relacionada con asuntos de índole cultural y
desarrollo, participó como técnico consultora en el proceso técnico-administrativo que
condujo a la designación de un monumento vasco como Patrimonio de la Humanidad
(UNESCO).
Arkaitz Técnico en senderismo (con formación periodística) en una empresa dedicada al diseño
y puesta en marcha de senderos en los que se señala patrimonio histórico-artístico y
natural.
Marta Directora de entidad encargada de controlar y certificar que un producto pueda venderse
bajo una marca (como una denominación de origen) que lo presenta oficialmente como
parte del patrimonio gastronómico vasco.
Amaia Historiadora, técnico responsable del servicio de Patrimonio Cultural del Gobierno
Vasco.
Laureano
Ingeniero, director de museo-territorio relacionado con el patrimonio natural e
industrial.
Sabino Caso Carranza: técnico de instituto dedicado al estudio etnográfico vasco, vecino crítico
con las actuaciones del ayuntamiento.
SITUACIÓN
DESCRIPCIÓN
Figura 2. Ficha resumen de la “Ruta del Agua”, en Araotz, Oñati (Gipuzkoa) donde se listan los
elementos patrimoniales reseñables en cada punto del recorrido. Fuente: Elortza (2001).
Pero no sólo se producen catálogos, puesto que de forma más compleja
se crean bases de datos que permiten búsquedas por múltiples términos que
utilizan interfaces visuales (incluyendo la posibilidad de buscar en un mapa
virtual, por ejemplo). Esto se observa en páginas web de administraciones
públicas, donde se vuelcan los inventarios para su consulta (ver figuras 3 y 4).
Figura 3. Detalles de la base de datos del Patrimonio Histórico de Bizkaia creada por la Diputación
Foral de Bizkaia. Fuente: Diputación Foral de Bizkaia.
Figura 4. Detalles de la base de datos del Patrimonio Cultural Vasco inventariado y catalogado
creada por el Gobierno Vasco. Fuente: Gobierno Vasco.
Se puede observar que en la construcción de inventarios prima resaltar
determinados aspectos de la realidad, que pasan a ser codificados en catálogos y
reservorios de información. Aquí la clave descansa en la propia gestión de la
información y en la transformación que se opera en los elementos que son
listados y catalogados. En la labor de inventariado se está traduciendo una parte
de la realidad sociomaterial (el patrimonio potencial) en datos, texto, signaturas,
fotografías y descripciones ordenadas y relacionadas (en función de categorías
como el tipo de patrimonio, su ubicación o su denominación).
Los inventarios, materializados en los repositorios de información, están
enlazando una realidad difícil de abarcar —la de una vasta herencia sociocultural
— con otra más manejable: listados ordenados de patrimonios. No sólo ayudan a
saber lo que se posee, sino que además hacen de eso poseído —su información
en realidad— algo manejable, cognoscible y a partir del cual se podrán realizar
más acciones.
¿Pero cómo sucede esta transformación? También hay que atender a qué
herramientas, aparte de gestores, historiadores, antropólogos, geólogos o
arquitectos están involucrados en la constitución de estos repositorios que
clasifican patrimonios y unidades de observación. En este sentido, por ejemplo,
encontramos aparatos de precisión como la estación total topográfica que
mediante rayo láser es capaz de medir y registrar las posiciones de los restos
arqueológicos para que puedan ser trasladados a una base de datos:
En el caso de Axlor el yacimiento es acojonante, tienes miles y miles y miles de restos
muy bien conservados, lo que exige precisión. Entonces, cada objeto lo recuperamos en
su posición exacta, con una estación total topográfica, que tiene un rayito láser, te mide
la posición, la registra, y luego la llevamos a una base de datos (Iker).
Figura 5. Estación total topográfica (en el centro de la imagen) en yacimiento arqueológico de Axlor
en Dima (Bizkaia). Fuente: Anuario de Arqueología del Gobierno Vasco (Arkeoikuska).
La importancia de esta herramienta (ver Figura 5) descansa en que es
capaz de ayudar a clasificar en una base de datos grandes cantidades de objetos
que de otro modo sería muy difícil de localizar de modo manual. Junto a otras
técnicas, como las de la criba de los sedimentos, que tras su flotado y/o lavado,
consigue clasificar los restos según distintos tamaños. A partir de ahí, se siguen
otros procedimientos, como los de datación (Carbono 14, termoluminiscencia,
uranio-torio) y otros análisis de laboratorio que permiten completar el registro e
inventariado de los distintos materiales recogidos para que formen parte de una
base de datos.
Estos procesos, técnicas y agencias llevan a cabo una traslación que
transforma restos físicamente ubicados en un lugar (técnicas de excavación
geológica, posición que determina la estación topográfica) y que provienen de
diversas épocas (dataciones realizadas con técnicas especializadas), en imágenes
y textos fácilmente accesibles. Esto se culmina utilizando herramientas las
encuadradas en una lógica GIS (Geographic Information System, Sistema de
Información Geográfico), que permiten geolocalizar los distintos patrimonios
seleccionados para que formen parte de una base de datos informatizada que
mezcla datos estadísticos, definiciones, signaturas y localizaciones:
Figura 6. Detalles aplicación informática que contiene el listado de los Patrimonios Mundiales de la
UNESCO en Reino Unido basada en el software ArcGIS. Fuente: Esri.
Esto es un ejemplo extraído del caso del patrimonio arqueológico, pero la
idea que subyace es que todo profesional del patrimonio dispone de herramientas
que le permiten identificar, clasifica y, en última instancia, inventariar
patrimonios culturales en sus primeras fases.
En este sentido, y común a prácticamente a todos los tipos de patrimonio,
está el soporte informático. Sin él resultaría complicado transformar un conjunto
de patrimonios dispersos y heterogéneos en un inventario como disposición de
elementos ordenados que son accedidos fácilmente y con la información
suficiente y adecuada. Todo podría quedar disminuido a listados simples que no
permiten construir repositorios de información:
Y hemos hecho un listado simple, pero está todavía sin pasar, sin volcar en una base de
datos informática, lo que pasa que se nos ha quedado obsoleta la anterior (Ainhoa).
Son herramientas que, debidamente alineadas, permiten mantener
actualizados los inventarios, de ahí que entren en escena agentes como las
empresas informáticas y los distintos tipos de software que desarrollan. La
búsqueda del inventario vivo, siempre actualizado, no deja de ser algo que el
profesional del patrimonio persigue con ahínco:
Entonces ahora mismo hay una propuesta para una sección dentro del servicio que sea
de control y disciplina, pues que tenga ya un arquitecto más, con una documentalista
que convierta los archivos y los inventarios también en archivos e inventarios de
seguimiento de las intervenciones. Cada informe que se hace aquí de autorización es
una intervención, ha sido catalogado, por lo tanto, eso tiene que incorporarse a los
inventarios, tienen que actualizarse los inventarios y pasar a una base de datos (Fermín).
Todas las intervenciones que vayan modificando aquellos patrimonios ya
listados e inventariados deberían tener su eco dentro del propio inventario, para
que éste siempre refleje el status real de aquello que se posee. Mantener el
inventario constantemente actualizado pasa por hacer seguir circulando los
procesos que lo construyen, para que ningún patrimonio quede fuera del circuito
que lo conectará con sus sujetos.
3. La construcción de lenguajes comunes: la
singularización como resultado del inventario
La producción experta de inventarios requiere que sean comparables y
compatibles entre sí, ya que su potencia estriba sobre todo en su capacidad de
movilización de elementos disímiles para ordenarlos y compararlos de las más
diversas maneras:
A nosotros una labor que nos costó mucho es unificar los inventarios. Entonces, tú en
un inventario si pones nombre, para decirle a un bien, ¿no? Nombre: iglesia de tal. En
otro inventario ponéis Denominación: caserío de porará… pues éstos ya son
incompatibles. Luego a la hora de sacar la información no estábamos partiendo de
campos comunes, y entonces no se puede recuperar esa información bien. Entonces eso
y lo de la creación de tesauros. O sea, si nosotros a eso le denominamos casa torre, es
casa torre, no es torre, ni es torre fuerte. O sea, ese es el lenguaje común de unificación
de lenguaje. Y luego así todos los inventarios son compatibles entre sí (Amaia).
Es una labor, por lo tanto, de construcción de lenguajes comunes para
hacer de las vetas de patrimonio a explotar extraídas de la herencia sociocultural
una superficie estándar de acción (ver figura 7). Así es definido el tesauro,
proyecto de lenguaje común, por el Ministerio de Educación, Cultura y
Deportes:
Un tesauro es un sistema de organización del conocimiento, que, basado en un
vocabulario controlado y dinámico de términos relacionados entre sí de un modo
jerárquico y/o semántico, que se aplica a un ámbito de estudio, en este caso al
patrimonio cultural. El uso de estos tesauros en los sistemas de información y difusión
del patrimonio cultural permite la normalización de vocabularios entre las instituciones
culturales y garantiza una ágil y exhaustiva recuperación e intercambio de la
información[4].
Figura 7. Detalles del Tesauro del Patrimonio Cultural Español (Denominaciones de bienes
culturales: ajuar funerario). Fuente: Ministerio de Educación, Cultura y Deporte.
Sólo de esta manera se puede sostener, en sucesivos procesos, una
conexión entre la vasta herencia cultural aún por definir y los patrimonios
culturales específicos que ayudan a construir una imagen de lo que es nuestro. El
profesional del patrimonio cultural crea inventarios que ayudan a encontrar lo
singular y lo propio de una colectividad, es decir, lo que les diferencia de otros,
mediante la construcción de un lenguaje común. El inventario da nombre, de
forma regulada, al patrimonio.
Es a través de esta contabilidad del saber lo que se tiene y con qué
nombre, lo que permite dilucidar al profesional qué puede ser más o menos
singular y, por lo tanto, valioso como elemento diferenciador para la sociedad
que acoge ese patrimonio. Ya sea como algo más o menos excepcional, como
puede ser un diente de neandertal…
Porque hay objetos que explican mucho, otros que explican poco. Por ejemplo, no es lo
mismo un diente neandertal que un diente de un enterramiento medieval.
Enterramientos medievales hay diez mil y dientes de Neandertal hay ocho y ya está. O
sea, todo hay que ponerlo en su contexto y tiene su valor normalmente por su
singularidad (Iker).
…o con algo que, en principio, pueda considerarse típico pero que
debido a que está en mayor riesgo de pérdida, alcanza también su cuota de
singularidad:
Nos pasó una vez con una persona que tenía carros, diferentes tipos de carros, y los
valorizaba un montón. (…) Y él sabía que lo que tenía… tenía valor y era importante
porque nadie más lo tenía alrededor, simplemente por el mero hecho de que él había
decidido guardarlos, se habían singularizado (CP5).
Los profesionales y expertos, mediante sus inventarios, se convierten en
cazadores y recolectores de singularidades, marcando de este modo los
elementos que han de convertirse en patrimonio. La labor de inventariado ayuda
a construir el objeto patrimonio nombrándolo y catalogándolo: le da un status
singular.
CAPÍTULO IV – Cuidar lo que se tiene: la conservación como
proceso de preservación del patrimonio
Una vez identificados y clasificados qué aspectos de la herencia cultural
pueden formar parte del patrimonio cultural, resulta necesario protegerlos
mediante una serie de actividades que forman el proceso de conservación. La
labor de conservación puede entenderse como el conjunto de actividades
preservacionistas que busca cuidar, mantener y, eventualmente, recuperar los
distintos elementos que han sido identificados como parte del patrimonio. Bajo
este paraguas conceptual entran todos los cuidados que se pueden llevar a cabo
para poder preservar todo aquello que considere patrimonio en cualquiera de sus
múltiples formas: edificios, tradiciones, lenguas, naturalezas, productos, objetos,
herramientas, etc.
1. La importancia de cuidar de lo que se tiene
Si saber lo que se tiene es lo primero que se requiere para poder seguir
completando el resto de mediaciones expertas que desembocan en la relación
patrimonial, cuidarlo es lo que le sigue. Sin cuidar lo que se posee, no se podrá
interpretar para poder socializarlo y, por mucho que se conozca su existencia,
tarde o temprano terminaría por desaparecer definitivamente como posible
sustrato para las construcciones de sentido colectivo. La conservación se
encuentra estrechamente ligada a la posibilidad material de que una parte de la
herencia sociocultural sea apropiable en el futuro por una sociedad o comunidad:
En conservación lo que intentamos es que las generaciones futuras puedan conocer el
patrimonio existente, el no cargarnos, digamos, lo que consideramos que es más
reseñable en términos de patrimonio (Carlos).
Las generaciones futuras comparecen entonces como receptores virtuales
de un patrimonio que les pertenece por herencia. Es un discurso muy extendido
en el ámbito experto, en el que aparece como obligación “preservar para la
posteridad los bienes patrimoniales”, considerados como unos bienes que
“proceden del pasado y se dirigen al futuro” (Ballart y Juan i Tresserras, 2005:
139). Este planteamiento descansa en el imperativo moral por el que el bien
patrimonial, como sobreviviente de los embates del tiempo y de la humanidad,
ha de ser explícitamente protegido para que no desaparezca en el contexto
contemporáneo. Esta es la razón por la que se desarrolla “un instrumento de
gestión específico que llamamos genéricamente conservación” (ibídem).
Para ello hay que conservar los elementos que son calificados como más
reseñables de acuerdo a determinados criterios, pues a través de ellos es posible
transmitir un conocimiento que afecta a la continuidad de las identidades de una
población determinada:
En este pueblo había una casa que tenía ciertos valores culturales (…). Entonces, claro,
el ayuntamiento tenía unos objetivos que eran razonables también. Querían desarrollar
una zona para que la gente joven se quedara a vivir en el municipio y no se marchara
(…). Y, bueno, fue cuestión de negociar (…), hasta llegar a un punto de acuerdo de que
fuera compatible el desarrollo de la unidad que ellos tenían, que era absolutamente
legítima, y el respeto a un valor patrimonial, en este caso de valor local, porque igual
que a las generaciones futuras les quieres ofertar unas condiciones de vida determinadas
(…), también creo que es legítimo ofertarle a las generaciones futuras el conocimiento
de lo que ha sido la historia de su municipio, en este caso a través de un inmueble
(Carlos).
Conocer la historia del lugar que se habita es un mecanismo que dota de
sentido temporal a quien se observa representado en ese relato. Son este tipo de
acciones lo que justifica cuidar lo que se tiene: un patrimonio que pueda seguir
enseñándose en el futuro, un patrimonio que forme parte de la identidad de ese
sujeto virtual aún por llegar.
La importancia de la conservación descansa entonces en su capacidad
para preservar los elementos señalados y ordenados por los inventarios para que
puedan seguir siendo parte de los relatos colectivos de la identidad a lo largo del
tiempo. Las acciones que implica están destinadas a mantener el patrimonio
hasta que pueda ser apropiado por sus sujetos, tanto en el presente como en el
establecimiento de futuras relaciones patrimoniales.
Si la labor de inventariado es importante, lo es porque lo que no se
conoce, no es nombrado y, en consecuencia, no existe; si la labor de
conservación es igualmente importante, lo es porque lo que no se cuida,
desaparecerá y, por consiguiente, dejará de existir. Una, transforma la realidad y
la convierte en información gestionable que puede trasladarse en el espacio y en
el tiempo; la otra, suspende el deterioro de una realidad y le otorga continuidad.
2. La conservación experta del patrimonio
2.1. La conservación física del patrimonio: el caso de la conservación y restauración del
Teatro Arriaga de Bilbao
Uno de los ejemplos más claros del cuidado de un patrimonio en tanto
que entidad física con una materialidad dada sujeta a procesos de deterioro, lo
encontramos en la labor de un experto geólogo especializado en mineralogía y
petrología, que trabajó dentro de un equipo que se encargó de llevar a cabo la
conservación de las fachadas del Teatro Arriaga de Bilbao.
2.1.1. Diagnóstico del estado del patrimonio
2.1.1.1. Identificación de materiales: radiografía de un patrimonio
El primer paso en este tipo de cuidados descansa en los análisis y
estudios que dan cuenta del estado del objeto sobre el que se pretende actuar. Si
el inventario es saber lo que se tiene, el diagnóstico como primera fase de la
conservación es saber cómo se tiene, en qué estado, aquello que se posee.
Para ello, en primer lugar, se elabora una cartografía de materiales (ver
figura 8), que consiste en trasladar a un mapa la composición de los distintos
tipo de piedra que componen las diferentes fachadas del teatro, utilizando una
representación plana del mismo con sus distintas partes coloreadas siguiendo una
leyenda que asocia cada color con un tipo de material específico:
Esto es una cartografía de materiales. Entonces cada color indica un material. Esto va
desde el edificio con andamios, fuimos pateando por todo el edificio, para reconocer
qué materiales lo componen, toda la fachada (Jaime).
Figura 8. Cartografía de materiales de la fachada principal del Teatro Arriaga. Fuente: Herrero y Gil
(2000: 12).
La importancia de esta cartografía descansa en la facilidad con la que
distintos tipos de información se superponen listos para ser asimilados de un sólo
vistazo, en este caso, identificar rápidamente de qué tipo de material está hecho
cada sección del teatro. Conocer el material del que está compuesta la fachada de
un edificio facilita, después, su conservación (qué productos, limpiezas y
tratamientos son los adecuados para cada parte) y el tipo de materiales que han
de usarse si resulta necesaria su restauración.
En el proceso de conservación, al igual que en el inventariado, se observa
un proceso de transformación de la realidad en información ordenada. En un
esfuerzo por planificar la realidad, las distintas partes del edificio son
trasladadas a las dos dimensiones del plano, lo que las hace manejables a los
ojos de quienes han actuar sobre ellas:
Rápidamente sacó unos planos que tenía almacenados en un cajón. Estaban enrollados,
sujetos con una goma elástica. Desenrolló dos de ellos y, apartando unos papeles, libros
y diverso material que tenía sobre la mesa central de su despacho (más grande que
aquella en la que tenía su ordenador), los extendió. En ellos se podía ver varias vistas
del teatro, en los que era posible observar sus distintas partes coloreadas: un lienzo
milimétricamente dibujado e impregnado de amarillos, verdes, rojos, azules y otros
vivos colores. (…) En una mesa rectangular de unos 2 metros por 1 metro y medio
cabía el Teatro Arriaga. Y no sólo eso, se podía detectar con gran facilidad cada uno de
los materiales de los que estaba compuesta su fachada: morteros, calizas, areniscas,
ladrillos (NC).
El diagnóstico conlleva, pues, dos acciones que transforman el objeto
analizado: por un lado, lo traslada a una superficie plana que facilita su manejo,
que puede ser una cartografía como en el ejemplo, pero también podría ser una
descripción textual, una fotografía, una gráfica, una tabla, o la superposición de
varias de estas inscripciones e informaciones; por otro lado, lo desagrega en
partes diferenciadas de acuerdo a algún criterio (tipo de material en el ejemplo)
para crear una superficie de acción que guiará los siguientes pasos de la labor de
conservación.
La construcción de una cartografía de este tipo se apoya en diversas
técnicas de diagnóstico e identificación, que siempre buscan tener el menor
impacto posible sobre los patrimonios que estudian, y que van desde el mero
vistazo…
Pues en parte con la propia experiencia que tienes de geólogo, de ojista, de visu,
simplemente reconociendo… tienes una idea, una primera idea (Jaime).
…algo que es posible gracias a que es un acumulador de experiencias
que las utiliza para aplicar el conocimiento que ha ido adquiriendo a lo largo del
tiempo en su desempeño profesional de forma práctica, hasta otro tipo de
acercamientos al material más agresivos con los elementos a conservar pero más
precisos:
Y luego tomas muestras en las zonas donde se puede acceder, que no tiene impacto
visual o que están deterioradas, y sacas unas pequeñas muestras (…). Entonces luego lo
analizamos. (…) En el Departamento tenemos lo que llamamos Servicio General de
Análisis de rocas y minerales. Entonces a veces con una pequeña esquirla te muestra lo
suficiente, y otras veces se toma una muestra más grande o se recurre a técnicas de
sondeo y se saca un testigo. (…) Un testigo es como un cilindro que se saca en
profundidad de la roca, y luego eso ya se analiza o se somete a distintos tipos de
ensayos (Jaime).
En esta ocasión la movilización de un edificio es literal, tomando
directamente muestras de él. Entre los tipos de muestra se encuentran los
testigos: trozos de roca que, tras un sondeo, nos hablan de las propiedades del
lugar donde se ha extraído:
De unos cajones con forma cuadrada, en apariencia no muy grandes pero bastante
profundos cuando eran abiertos, extrajo lo que él presentó como un “testigo”. Estaba
envuelto en una tela y tenía una forma cilíndrica. Me llamó la atención su tamaño, pues
parecía bastante grande como para que no se notara en la piedra (luego me indicó que
los testigos sólo se sacan de partes no visibles o de zonas ya deterioradas). Apenas me
lo dejó tocar, (…) pero me aseguró que el testigo, ese trozo de roca que tenía delante,
con la experiencia y técnicas adecuadas, les “hablaba” y les “contaba” cada detalle de
su composición (NC).
Es una translación que permite constatar con suma precisión las
características de los materiales de los que está hecho el teatro, sin necesidad de
arrancarlo de sus cimientos o tener que trasladar los laboratorios de análisis a la
ubicación en la que se encuentra. Los análisis sobre el testigo proporcionan
información de enorme precisión:
La piedra arenisca es relativamente homogénea, con un tinte amarillo cercano al
naranja, con una densidad aparente próxima a 2 g/cm3, porosidad del 24%, tamaño de
microporos de unas 7 micras y un 5.6% de absorción. Los componentes químicos
principales son 94-95% de sílice, 3% de alúmina y un 2-3% entre óxidos de K, Ca y Fe.
Mineralógicamente tiene más de un 90% de cuarzo (Herrero y Gil, 2000: 3).
Estas complejas informaciones culminan el proceso de identificación de
materiales, es la radiografía completa del edificio y su composición. De este
modo, se trasladan a un lenguaje interpretable por los expertos hasta lo más
profundos detalles que estructuran materialmente el objeto a conservar.
2.1.1.2. Evaluación del estado de deterioro del patrimonio: resistencia y
patologías
El diagnóstico no se detiene en una identificación y caracterización de
materiales con una mayor o menor complejidad, también se llevan a cabo
pruebas de su resistencia para comprobar el estado en el que se encuentran:
Las pruebas de durabilidad, los ensayos de mecánicos, la resistencia de materiales,
hacer una previsión de cómo se van a comportar los materiales a lo largo del tiempo
(Jaime).
Una vez cartografiado, se evalúa el estado de conservación de la
composición de los materiales de un patrimonio. Con ello se pretende determinar
la capacidad física del patrimonio para resistir el paso del tiempo y los elementos
que pueden dañarlo. Es fundamental conocer la situación en la que se encuentra
el patrimonio en términos de durabilidad y resistencia porque afectará, en el
medio y largo plazo, a sus posibilidades de socialización futuras; al mismo
tiempo, en el corto plazo, influirá en las medidas a tomar para su mejor
conservación y recuperación.
Los peligros que acechan al patrimonio no se detienen en la resistencia
de la estructura de sus materiales, otros elementos externos también pueden
afectar gravemente a su durabilidad. Esto ocurre con determinados entes tanto
orgánicos como inorgánicos que colonizan materialmente al patrimonio:
Entonces hay que identificar cuáles son los microorganismos u organismos micro y
macro. Para esto había gente de paleontología que colaboró, y luego, como había una
colonización vegetal, muchas veces las manchas de una fachada son resultado de que se
acumulan líquenes, hongos y bacterias. Entonces también colaboramos, llevamos al
equipo de botánicos para que determinaran cuáles eran los parásitos que habían
colonizado el edificio (Jaime).
Otro elemento de las patologías del edificio es la concentración superficial de sales.
Estas se dispersan en la superficie de la roca principalmente en forma de cloruros (más
solubles) y sulfatos, o se acumulan en costras o incluso en subeflorescencias (Herrero y
Gil, 2000: 7).
A la observación de las distintas composiciones químicas, mineralógicas
y petrológicas de los materiales, comprobando su resistencia y durabilidad, se le
añade el estudio de los agentes que cubren la fachada y puede llegar a
erosionarla. De este modo es posible determinar cuál es el estado en el que se
encuentra —su nivel de deterioro, las patologías del edificio— y cuál es su
prospección.
Estos agentes, orgánicos e inorgánicos, toman relevancia en el relato del
experto en el momento en el que son visualizados por técnicas que los hacen
emerger. En el caso de las concentraciones de sales, se utiliza una herramienta de
análisis como el difractómetro (ver figura 9), que da como resultado un espectro
de picos que delata su presencia y actividad:
El difractómetro es un aparato que se basa en que prácticamente todos los minerales son
cristalinos, en una estructura ordenada, y lo que hace es aplicar una propiedad que
tienen los rayos X, que se llama la difracción, que consiste en que cuando llegan a una
serie de planos ordenados ocurre como el efecto de la luz con la reflexión, como si
reflejara la luz. (…) Entonces cuando tú coges tu muestra en polvo lo que haces es
intentar ver cuántos tipos de planos atómicos hay, cuánto está espaciado de todos ellos,
y eso lo visualizas en modo de unos picos, y entonces tienes un espectro, un espectro de
picos, y de esa manera lo que haces es identificar qué tipo de minerales hay dentro de
determinada muestra, en una roca, en un producto de alteración, en polvo (Jaime).
Figura 9. Difragtogramas. Fuente: Herrero y Gil (2000: 8).
El profesional no está identificando las partes de un patrimonio o el
contenido de su composición, sino que separa esos elementos que le son
extraños para poder actuar sobre los agentes que lo ponen en peligro. Si la
primera parte del diagnóstico es conocer de qué está hecho el patrimonio,
identificar sus materiales, esta segunda parte consiste en delimitar el patrimonio
en puridad, descartando aquello que lo contamina, que no es apropiado.
Todo ello completa un diagnóstico que disecciona el patrimonio como
entidad finita [boundness], siempre como un sitio, objeto, edificio o cualquier
otra estructura discreta “con fronteras identificables que pueden ser mapeadas,
inspeccionadas, registradas” (Smith, 2006: 31). Desde el propio diagnóstico
dentro de las labores de conservación se está participando en los procesos que
dan forma al patrimonio.
2.1.2. Preservación y restauración del patrimonio
Tras el diagnóstico es posible realizar recomendaciones para que el
patrimonio sea cuidado adecuadamente. En primer lugar, se estipula el modo en
el que habría que limpiar las distintas partes de las fachadas del teatro en función
de los materiales identificados en la fase de diagnóstico:
Dentro de tu capacidad, propones cómo intervenir, por ejemplo, pues el tipo de
limpieza. Si utilizas pues chorros, a presión, chorros secos, húmedos, si trabajas con
arena de cuarzo, etc. (Jaime)
Se propuso que la limpieza de los paramentos de calizas y eventualmente los de
morteros de marmolina, se hiciera también con microesferas de vidrio (finura 0.05-0.12
mm, 50-120 micras), con máquinas de chorro de agua de presión controlada, inferior a
1,5-2 Kg/cm2 (Herrero y Gil, 2000: 9).
Gracias al diagnóstico que desagregó el patrimonio en diversas partes, se
puede llevar a cabo una limpieza minuciosa que atiende a las peculiaridades de
cada segmento. La limpieza elimina elementos extraños y devuelve al
patrimonio a la puridad proyectada en la evaluación de su estado, donde se
discriminó entre lo que era el patrimonio propiamente dicho y aquello que le era
impropio, una contaminación.
En segundo lugar, en el caso de que existieran partes ya deterioradas, se
procuraría revertir el daño para devolver al patrimonio a su estado original. Las
recomendaciones aquí van dirigidas al tipo de materiales a utilizar para llevar a
cabo una restauración de acuerdo a criterios que tengan principalmente en cuenta
parámetros técnicos y estéticos:
En el caso de la arenisca y los paramentos de ladrillo revocados en las fachadas
laterales, justo encima de la arenisca, la elección de Restauro Fuge (juntas) y Restauro
Top (revocos) de Keim, es acertada por su similitud con esa roca y por carecer de
componentes que provoquen la precipitación de sulfatos (Herrero y Gil, 2000: 10).
Son dos pues los criterios que se tienen en cuenta para revertir los daños
identificados en un patrimonio: por un lado, que el material utilizado sea similar
al que va a sustituir o reparar; por otro lado, que el material redunde en la
protección del patrimonio, que evite daños futuros.
En tercer lugar, se propone qué clase de protectores habría que aplicar
para que la limpieza y la restauración realizadas fueran lo más eficientes y
duraderas posible:
Luego también, una vez que se hace la limpieza del edificio, se suele aplicar
protectores. Hay dos tipos de protectores, unos que son consolidantes, que lo que hacen
es generar puentes entre los granos de los componentes para que se mantengan sujetos.
Y luego también se aplican hidrofugantes que repelen el agua, y de esa manera ayudan
un poco al mantenimiento (…), que la humedad no se quede retenida adentro, y por
tanto haya acumulación de sales (Jaime).
Son acciones que buscan producir un efecto conservante en el
patrimonio, protegiendo la integridad de su materialidad y sus límites: lo
consolidan y lo mantienen alejado de agentes extraños y otras impurezas.
A través de este procedimiento que continuamente escruta, desnuda,
clasifica y cuida al detalle de cada parte de la anatomía de un patrimonio, se está
habilitando la posibilidad física de que éste pueda ser disfrutado tanto en el
presente como en el futuro por los sujetos que se acerquen a él. El proceso de
conservación da continuidad al objeto patrimonio, preservándolo: es una
detención (y reversión) del paso del tiempo.
2.2. La conservación simbólica del patrimonio
El proceso de conservación no se circunscribe únicamente a las
cuestiones más ligadas a lo físico y lo material, sino que también cuida de los
aspectos o dimensiones que atañen al contenido simbólico de un patrimonio.
Esto será ilustrado a través de la mención de dos ejemplos: el patrimonio
industrial y las lenguas.
2.2.1. Conservación por resignificación simbólica de lo material: el patrimonio
industrial
El patrimonio industrial está formado, entre otros elementos, por grandes
edificios. Se plantea no sólo su preservación física, sino que también se hace
alusión a la resignificación de su espacio y la función que cumple mediante el
postulado de darle nuevos usos:
Porque uno de los problemas que tiene el patrimonio industrial, y lo que ha pesado
siempre sobre este patrimonio, es el del uso. (…) Lo industrial está tan ligado a lo útil
que parece que cuando su función desaparece, su sentido o su existencia no tiene
sentido su existencia (Leticia).
Esa parece ser pues la pregunta, ¿cómo darle sentido a una existencia que
ya no tiene sentido? Emerge, entonces, la idea de conservación a través de la
reutilización, trabajando sobre el propio objeto para otorgarle una nueva
funcionalidad, que equivaldría a dotarlo de un nuevo sentido, una nueva
existencia. Surge la posibilidad de reutilizar determinados elementos para que
puedan ser conservados como patrimonio, adaptando al presente lo que el paso
del tiempo ha condenado a la obsolescencia y, en algunos casos, a la
inexistencia. Pero de la respuesta a esta primera pregunta surgen nuevos
interrogantes:
Entonces, ¿qué hacer a veces con los pabellones gigantes? (…) O sea, los ejemplos de
reutilización cada vez son… la musealización es un recurso. (…) Esta antigua fábrica,
que está aquí mismo, son casas. Es el típico edificio, una fábrica de pisos, que se
camufla perfectamente en el tejido urbano. Quiero decir que las posibilidades… o un
centro de exposición, yo qué sé (Leticia).
Si ante la pregunta acerca de cómo darle sentido y existencia a lo que ya
no lo tenía, la respuesta consistía en defender su reutilización y, por lo tanto,
permitir de este modo la supervivencia del elemento patrimonial así conservado,
ahora se torna necesario responder a la pregunta que se plantea: qué nuevo uso
concreto darle. La miembro de una asociación de conservación del patrimonio
plantea varias alternativas, como puede ser crear un museo, reconvertir el
espacio en un edificio de viviendas o reutilizarlo como centro de exposiciones.
Las posibles respuestas son múltiples, y el único criterio a tener en cuenta es el
de mantener, en la medida de lo posible, los elementos que caracterizan al
edificio, de “tal modo que la comunidad pueda estar orgullosa de sus logros
anteriores y cuide su pasado” (Bergeron, 2001: 10).
La conservación aquí no se produce únicamente mediante la preservación
material del patrimonio, sino que se hace necesaria para su supervivencia una
incidencia sobre el valor simbólico y funcional que ocupa dentro de la sociedad
hoy. Las prácticas de conservación no sólo delimitan un objeto y pretenden
conservarlo operando los menores cambios posibles en él, también se puede
conservar por medio de una transformación, la que se produce, al menos
parcialmente, a nivel simbólico.
2.2.2. Conservación por materialización: lenguas
Dentro de la preservación de elementos o dimensiones simbólicas de un
patrimonio, nos encontramos de lleno con ciertas partes de la herencia
sociocultural que se moverían casi plenamente en eso que se ha convenido en
denominar patrimonio inmaterial. ¿Cómo conservar estos elementos? ¿Cuáles
son los mecanismos para hacerlo si no se les puede aplicar ningún criterio
similar a los anteriores?
En este tipo de casos resulta complicado separar, incluso analíticamente,
el conjunto de procesos del inventariado de aquellos que engloban la
conservación. Puesto que los elementos inmateriales que forman parte de la
herencia sociocultural deben ser materializados de algún modo para ser
seleccionados como patrimonios, muchas veces el propio inventario, a modo de
archivo, catálogo o base de datos, es la única referencia material a la que se
puede acudir para poder hablar de ello. Construir y mantener ese inventario es
conservar ese patrimonio concreto. Aquí inventario y conservación se
encuentran tan intrínsecamente ligados que apenas es posible ver las costuras
que los unen.
Tomaré como ejemplo el caso de las lenguas, un patrimonio que, cada
vez más según los expertos, está en peligro. Según Payal Sampat, investigador
del Worldwatch Institute (www.worldwatch.org), al “actual ritmo de declive, los
expertos estiman que, para el final de este siglo, al menos la mitad de las lenguas
del mundo habrán desaparecido (…); algunos expertos predicen que las pérdidas
podrían llegar a cotas tan altas como el 90 por ciento” (2001: 34). Sampat añade
además que lingüistas como Michael Krauss estiman que “solamente 600
lenguas en todo el mundo están a salvo de la extinción, lo que implica que
todavía están siendo aprendida por niños” (ibídem).
En este sentido, una de las trabajadoras que dirigió desde una asociación
un programa de investigación para crear una gran base de datos con información
sobre lenguas de todo el mundo que se encuentran en una situación de peligro,
decía lo siguiente:
Nosotros trabajamos en el área de lenguas, hemos hecho un trabajo investigación
durante cinco años sobre las lenguas del mundo. (…) Entonces, hicimos una encuesta,
que recogimos datos sobre aproximadamente unas 800 lenguas de todo el mundo (…).
Nosotros trabajamos las lenguas (…) que están en peligro de extinción, las lenguas
minorizadas, en todo el mundo (Patricia).
La forma de poder conservar de alguna manera estas lenguas en peligro
de extinción, al tratarse de algo inmaterial, pasa por la investigación que es
capaz de recoger datos sobre esas lenguas para registrarlos ordenadamente. Es
un inventario de lenguas que al mismo tiempo es la única referencia que permite
conservarlas en algún formato material que sea accesible para los demás. Ese
patrimonio queda así registrado y transmite una serie de experiencias en torno a
esas lenguas:
Bo es habitual tener acceso a lo que dicen directamente los miembros de las
comunidades lingüísticas. Yo creo que es lo más interesante que tiene esa base de datos,
que no son sólo expertos (…). Bueno, es nuestra obligación ponerlo al servicio de quien
quiera consultarlo (Patricia).
La conservación de elementos inmateriales del patrimonio se hace
mediante algún tipo de reproducción material de ese conjunto inmaterial: se
recopilan experiencias en bases de datos, en páginas web. Se le da un cuerpo,
una sustancia a lo que no lo tiene para que, a partir de ahí, sea posible aplicarle
los mecanismos que buscan alcanzar el objetivo de detener el paso del tiempo
para ese patrimonio. La ley de patrimonio cultural vasco contiene disposiciones
que van en este sentido:
Los bienes etnográficos inmateriales, como usos, costumbres, creaciones,
comportamientos, que trascienden de los restos materiales en que puedan manifestarse,
serán salvaguardados por la Administración competente según esta ley, promoviendo
para ello su investigación y la recogida exhaustiva de los mismos en soportes
materiales que garanticen su transmisión a las generaciones futuras (Gobierno Vasco,
1990).
En conclusión, la conservación de elementos inmateriales que forman
parte del acervo patrimonial busca el mismo objetivo que en su parte más física:
la posibilidad de que pueda ser disfrutado a lo largo del tiempo. Sólo requiere de
soportes materiales que aseguren su reproductibilidad y accesibilidad en el
futuro, salvaguardando del olvido, desuso u obsolescencia funcional a estas
partes del patrimonio.
2.3. La protección legal e institucional del patrimonio
A la conservación física y simbólica del patrimonio se le añade una
tercera pata: la protección oficial que ejercen las instituciones de gobierno y los
instrumentos legales que existen para ello. No todos los elementos que son
considerados patrimonio pasan por algún tipo de protección institucional, pero
aquellos que sí lo hacen disponen de más herramientas para su conservación.
La protección institucional del patrimonio se basa principalmente en la
inclusión de sus elementos en inventarios y catálogos oficiales, amparados
legalmente. Si no han sido incluidos en el apartado anterior, es porque en este
caso se trata de inventarios y catálogos que distan mucho de ser exhaustivos: su
principal finalidad, antes que saber lo que se tiene, consiste en proteger
institucionalmente y con apoyo de herramientas legales los patrimonios que caen
bajo su dominio. Las labores de denominación, catalogación y singularización
del patrimonio han ocurrido previamente, aquí se trasladan algunos de esos
elementos a listas que les dan una protección especial desde un punto de vista
legal. Así reza la legislación vasca al respecto:
Tendrán la consideración de bienes culturales calificados aquellos bienes del
patrimonio cultural vasco cuya protección es de interés público por su relevancia o
singular valor y así sea acordado respectivamente. (…) Los bienes culturales
calificados serán inscritos, a instancia del Consejo de Gobierno, en el Registro de
Bienes Culturales Calificados (…). Tendrán la consideración de bienes inventariados
aquéllos que, sin gozar de la relevancia o poseer el valor contemplados en el artículo
10 de la presente ley, constituyen, sin embargo, elementos integrantes del patrimonio
cultural vasco, y serán inscritos, a los efectos de la presente ley y de las disposiciones
que la desarrollen, en el Inventario General del Patrimonio Cultural Vasco (Gobierno
Vasco, 1990).
Se mencionan ahí los dos instrumentos provistos por la Ley 7/1990 de
Patrimonio Cultural Vasco para la protección legal del patrimonio: el Inventario
General de Patrimonio Cultural Vasco y el Registro de Bienes Culturales
Calificados. Aunque el primero implique un listado de patrimonios designados
con un menor valor o relevancia teóricos, desde un punto de vista técnico y legal
ambos aseguran el mismo nivel de protección para los elementos que forman
parte de sus registros.
La calificación o el inventariado legal son etiquetajes que añaden nuevas
posibilidades de protección para mantener el patrimonio. Sin embargo, el
objetivo buscado por esta lógica conservadora institucional sigue siendo el
mismo: que los sujetos presentes y futuros puedan experimentarlo. Así queda
enunciado en la letra de la ley:
Los poderes públicos, en el ejercicio de sus funciones y competencias, velarán en todo
caso por la integridad del patrimonio cultural vasco y fomentarán su protección y
enriquecimiento y difusión, actuando con la eficacia necesaria para asegurar a las
generaciones recientes y futuras la posibilidad de su conocimiento, comprensión y
disfrute (ibídem).
La conservación del patrimonio, en todas sus dimensiones (material,
simbólica y legal), va encaminada a la detención y eventual reversión (en el caso
de llevar a cabo prácticas conservadoras) del paso del tiempo: da continuidad al
objeto patrimonio, lo preserva de los avatares sociohistóricos.
3. Límites de la conservación y de la orientación centrada
en el objeto patrimonio
La conservación —como el inventariado— está orientada principalmente
al patrimonio como objeto. Sin embargo, se encuentra con una serie de
dificultades que da cuenta de sus limitaciones y de la necesidad por parte del
profesional del patrimonio de ir más allá de la orientación hacia el objeto de la
relación patrimonial.
Dos son las limitaciones principales: la primera, que la conservación en
sí misma no conduce al patrimonio; la segunda, que todo elemento susceptible
de convertirse en patrimonio necesita ser valorado y conocido por algún sujeto
que lo haga propio —o que al menos lo reconozca— si quiere conservarse con
garantías.
Respecto a la primera limitación, que la mera conservación o
restauración de un elemento no lo convierte de forma directa en patrimonio, hay
que destacar que el mero conservacionismo sin ulteriores acciones conduce a
una vía muerta, el olvido:
Buena parte de esa arqueología de gestión, por sus propias condiciones, porque es una
arqueología de tipo de servicios, es una arqueología que lo que se exige es un informe,
no se exige una investigación. Se exige que se recupere, que se investigue hasta cierto
punto, pero no se exige una puesta en valor. Buena parte de esa arqueología se queda en
el olvido. Se hace, se entrega el informe, pero no forma parte ni del conocimiento que
los arqueólogos tenemos de eso, no forma parte ni del imaginario colectivo de los
arqueólogos ni del imaginario colectivo de la gente, ni de nadie (Iker).
Aquello que no forma parte de los imaginarios colectivos de las personas,
deja de tener sentido. Puede que se recuperen elementos que formen parte de la
herencia sociocultural, pero no habrán dado el siguiente paso, que puedan ser
considerados como un propio por alguien. De ahí que la mera preservación no
equivalga a completar un proceso de patrimonialización: no se está cuidando lo
que se tiene, simplemente se cuida algo como si fuera un objeto más.
Por ello es tan importante para el gestor cultural o el técnico en
patrimonio encontrar una utilidad o un destino a los distintos elementos que son
conservados. El patrimonio por definición tiene que ser algo que produzca
efectos, que tenga consecuencias en las personas, en las comunidades en las que
viven. Lo contrario no merece la pena, no es más que un dispendio innecesario y
por lo tanto no puede alcanzar la categoría de patrimonio:
Si restauras cualquier elemento patrimonial lo haces para algo. Si no tienes respuesta de
para qué, es que no te gastes dinero (Lidia).
El objetivo principal es rehabilitar los cascos, pero también rehabilitarlos y
revitalizarlos. (…) Entonces, el objetivo principal es eso, al final, revitalizar los
pueblos. Ya no se trata sólo de arreglarlos sino de revitalizarlos (…). No sirve de nada
arreglar si luego no va a tener función, no va a tener uso (Soraya).
La conservación, como otros procesos, no es más que una forma de
referirse a una transformación o serie de trasformaciones, una trayectoria que va
de un lugar a otro: la conservación conduce necesariamente a otros lugares, a
otros estados, a otras situaciones.
En relación con la segunda limitación —que para que algo sea
efectivamente conservado tiene que ser conocido, querido y apropiado por los
sujetos— el simple hecho de conservar o restaurar materialmente un elemento
no conduce a su automática supervivencia:
Hace poco vi que en no sé qué pueblo habían restaurado el lavadero, y yo sé de otros
sitios donde han restaurado los lavaderos. No sirve para nada restaurar un lavadero.
Nadie va a ir a lavar con agua fría (…). O sea, o se restaura para que haya ahí una
actividad, pero restaurar por restaurar, no (…). O le damos un nuevo uso, o no va a
sobrevivir (Ainhoa).
Una realidad ya superada, aunque forme parte de nuestra herencia
sociocultural, si en las condiciones actuales de vida no tiene sentido, su mera
conservación o restauración puntual no lo convierte en patrimonio. De ahí que
dentro de la conservación simbólica de un patrimonio jugara un papel
fundamental la resignificación: si se lo quiere mantener como testigo del pasado,
ciertos patrimonios han de transformar algunos de sus usos y significados
sociales.
Aquí comienza a asomar la necesidad de ir más allá de los límites de una
atención exclusivamente dirigida al objeto, al elemento —tangible o intangible
— que puede llegar a ser patrimonio de un colectivo:
De poco serviría la restauración y conservación del patrimonio si éste no se difunde y
llega a ser ampliamente conocido por la sociedad (Hernández Hernández, 2002: 11).
Es fundamental volver la mirada hacia los sujetos que pueden hacer suyo
ese patrimonio, porque sin ellos no es posible ninguna conservación real de lo
que, de este modo, ya sí pasaría a ser patrimonio:
Crear, digamos, cierta estima hacia ese patrimonio. Cuando uno no tiene interés, o por
desconocimiento o por lo que sea, pues entonces deja que eso se olvide y se abandone.
Sin embargo, si tú tienes apego hacia algo, ya tratarás de que se cuide, de que se
conserve, y de que se le dediquen los recursos necesarios. Eso es fundamental para la
conservación del patrimonio, ¿no?, que la gente se sienta identificada y lo sienta como
propio (Ana).
Aquí ya se está tratando y problematizando lo que vendrá a continuación
y que se relaciona con el hecho de empezar a volcar su atención más allá del
objeto o práctica a conservar, dictando sus condiciones de posibilidad o
subsistencia: si no es posible generar una querencia o estima hacia el patrimonio
entonces éste caerá en el olvido, se abandonará y se perderá. No será patrimonio
entonces. Por el contrario, si es posible producir una identificación, un apego
hacia ese elemento, en definitiva, lograr que haya individuos y colectivos que se
apropien de él, entonces sí será posible cuidarlo y preservarlo. La construcción
de la relación patrimonial sigue en marcha.
CAPÍTULO V – Hacer entendible lo que se tiene: la interpretación
como proceso de significación del patrimonio
Este capítulo estará dedicado a mostrar cómo el profesional del
patrimonio puede ayudar a descodificar o traducir el patrimonio cultural para
que pueda ser más fácilmente aprehendido por parte de las personas y grupos a
los que representa. Es hacer de intérprete del patrimonio.
La interpretación es el proceso que engloba las actividades dedicadas a
hacer entendible el patrimonio de un modo sencillo, atractivo y adaptado a
distintos colectivos. Del proceso de significación dependerá en gran medida que
finalmente las personas hagan suyo un determinado patrimonio y, si así lo hacen,
en qué sentido lo harán. Esta labor de descodificación del patrimonio hacia sus
sujetos queda bien establecida en los siguientes términos:
¿Qué quiere decir la puesta en valor? Bueno, yo, más que puesta en valor, lo que diría
es que seamos capaces que el ciudadano de a pie, que no es un profesional del
patrimonio, tenga acceso al conocimiento de lo que significa y explicárselo (Carlos).
La puesta en valor pasa por el acceso del sujeto medio, el ciudadano de a
pie, al significado e importancia que el experto ya le ha otorgado al patrimonio,
lo que requiere de una explicación que sea asumible por él. La interpretación se
erige entonces como un paso necesario para que algo, un patrimonio, se ponga
en valor y sea apropiado por los sujetos correspondientes.
1. La importancia de hacer entender lo que se tiene
Si bien el proceso de inventariado singulariza y moviliza una vasta
herencia determinando sus focos de interés y relevancia dándole un nombre al
patrimonio, mientras que el de conservación se encarga de preservar esa
selección, en sí mismos no poseen ninguna incidencia en la configuración de una
experiencia de lo que es nuestro. En ambos casos se trata de prácticas que
generan conocimiento en bruto, muy técnico y experto, poco digerible. Resulta
necesaria una traducción de segundo orden, lo que los propios profesionales
dentro del ámbito del patrimonio llaman interpretación. Este proceso es
fundamental en la construcción de ese lazo que liga patrimonios con sus sujetos:
A nosotros nos pasan esa información en bruto, que es ilegible para el gran público
porque tiene un nivel académico que para la gente de a pie pues no llega. Nosotros lo
que hacemos es convertir ese texto erudito en algo entendible, comprensible, y
acercarlo al gran público. Y para eso hacemos uso de todas las herramientas y de todos
los elementos existentes (Ana).
En ciertas formulaciones teóricas del patrimonio, la interpretación es
entendida como una práctica en la que un guía, un nativo o experto explican al
extranjero, al extraño o al lego, las idiosincrasias de un lugar, de un territorio o
de un objeto (Dewar, 2000). Es importante que en la interpretación se trate como
extraños o extranjeros incluso a quienes son en principio propietarios o
usufructuarios de ese patrimonio que le es interpretado, puesto que, como
argumenta el entrevistado, hay que hacer entendible a los sujetos lo que es suyo.
No obstante, la interpretación se presenta como “el arte de explicar el significado
y el sentido de un lugar que se puede visitar” cuya finalidad sería la de “provocar
en la comunidad su reconocimiento y uso social” (Castells Valdivielso, 2001). Y
es que a los sujetos de un patrimonio no se les supone capacidad automática para
reconocer ese legado.
La clave es observar cómo la comunidad puede llegar a identificarse con
su patrimonio gracias a que esa realidad patrimonial es entendible por ellos, lo
que pasa por el trabajo de extender el conocimiento experto más allá de sus
propias fronteras:
Entonces el principio ese de que el conocimiento no se quede sólo en la comunidad
científica, que a veces sí ocurre en ciertos expertos, pues intentamos romper ese círculo
y decir, muy bien, la comunidad científica tendrá un conocimiento equis, que será de un
nivel, pero la población en general tiene derecho a acceder a esa información y a ese
conocimiento (Carlos).
Si el patrimonio no es entendible más allá de los cerrados círculos de
conocimiento experto especializado, entonces se hará muy difícil que los sujetos
lo sientan como suyo. Es necesario construir salvoconductos entre un ámbito y
otro. Mediante el proceso de interpretación se busca plantar la semilla de la
implicación de las personas a las que va dirigido, ya que eso siempre será signo
de que la labor del profesional del patrimonio está alcanzando los objetivos
propuestos:
Pero si ves que la gente se implica, y había sitios en los que la gente se implicaba
muchísimo, pues dices: “Voy por el buen camino” (Olatz).
Unos objetivos que buscan que los grupos, las comunidades o los
colectivos se impliquen en aquello que les pertenece. Un patrimonio del que
puedan sentirse partícipes, adhiriéndose a él. Pero esto sólo ocurre si pueden
entenderlo, si son capaces de llegar a ver, a través de las lecturas realizadas por
los profesionales, la importancia y valor del patrimonio.
Y esa senda, la del “buen camino”, la de la implicación y la participación
que comienza a facilitar una buena interpretación no siempre es posible
encontrarla. Construir una relación patrimonial, que un grupo se identifique con
un patrimonio, no siempre es fácil y nunca se da de forma automática. Hay que
invertir esfuerzos, medios, trabajo y esperar que otros elementos, muchas veces
fuera del control del propio profesional del patrimonio, otras tantas incluso
desconocidos, se alineen con ellos. Los fracasos interpretativos también están al
orden del día:
Entonces, los técnicos, científicos, expertos, cumplen una función, pero su labor a veces
puede no llegar a cuajar tal y como se espera en un inicio. Porque las condiciones de
partida no son las adecuadas, porque no es el momento adecuado, porque yo qué sé,
porque igual el pasado es demasiado reciente o está demasiado alejado, no sé; la gente
no se siente identificada con eso, o no has acertado con las categorías o con las
sensibilidades a las que puedes llegar (Olatz).
En la falta de cuajo está la clave. Aquí, esta experta patrimonial pone de
relieve las limitaciones y resistencias con las que se encuentra, en ocasiones, al
desempeñar su labor: no cuaja, no liga. Esto hace que muchos profesionales del
patrimonio elaboren un discurso que pone el acento en la dificultad precisamente
para establecer esta ligazón:
Llegar a entender lo que supone el patrimonio, por qué puede ser importante para una
sociedad, es un trabajo de muchos años y de mucha educación y de mucha formación. Y
no se puede improvisar. (Miren).
La emergencia y progresiva consolidación de una cultura experta hace
que cada vez haya más cuestiones, incluidas aquellas relacionadas anteriormente
con aspectos tradicionales o puramente sociales, pasen necesariamente por el
tamiz del saber experto para lograr entidad social: en sus manos se encuentra la
posibilidad de que determinados aspectos de la realidad social sigan existiendo.
La construcción de una relación patrimonial, entonces, no es algo que se
improvisa, requiere dedicación, esfuerzo y conocimientos. Lo importante de un
elemento patrimonial no es tanto el objeto en sí, sino la información que a partir
de él se puede trasmitir y la narración que se puede elaborar apoyándose en él:
Claro, es que yo creo que el valor está en la reconstrucción. O sea, el valor no está en el
objeto, el valor está en la información y está en lo que cuentas a partir de esa
información (Iker).
Es una de las claves que lo asemeja al planteamiento de Freeman Tilden,
a quien se le reconoce como el ideólogo del concepto de interpretación en el
ámbito patrimonial y que definía esta labor como una “actividad educacional que
busca revelar significados y relaciones a través del uso de objetos originales, las
experiencias de primera mano y ejemplos ilustrativos” (1977: 8). En definitiva,
hacer entendible y accesible lo que se tiene, el patrimonio, a los que lo tienen,
los sujetos patrimoniales:
Vamos, que es la razón de ser de las empresas del sector. El hacer eso entendible y
descodificar esos elementos que no los entiende el gran público, como puede ser un
yacimiento arqueológico. Cuando tú ves solamente las cuatro piedras, pues, es muy
difícil para el ciudadano de a pie deducir que eso será una vivienda o era un teatro o una
necrópolis o lo que sea (Ana).
Son las palabras de una profesional que trabaja en una empresa
especializada en la interpretación del patrimonio cultural, cuyo gran objetivo
busca hacer entendibles para todos determinadas realidades ya singularizadas y
conservadas como podrían ser las de un yacimiento arqueológico.
Es algo similar a lo que defienden Ballart y Juan i Tresserras cuando
definen la interpretación como aquello que “ofrece claves para una lectura del
patrimonio que proporcione a los visitantes un significado y una vivencia”
(2005: 174). Estos autores consideran que es a mediados de la década de 1980
cuando se consolida el concepto de interpretación del patrimonio, en gran parte
debido a la celebración en 1985 del I Congreso Mundial de la Interpretación del
Patrimonio, en Banff, Canadá (ibídem: 175). En un sentido similar, Miró,
integrante además de una empresa dedicada a la gestión e interpretación del
patrimonio, entiende que sirve “para dar a conocer algo, para hacerlo inteligible
y para hacerlo inteligible de una determinada manera” (1997: 33). Significar,
hacer inteligible. Eso es la interpretación
Si los sujetos que deberían apropiarse de su patrimonio no son capaces de
identificar lo que tienen delante y por qué, difícilmente podrán identificarse con
ello. Esto es lo que podría estar ocurriendo en determinados sitios en los que es
expuesto el patrimonio para que sea experimentado por distintos grupos. Así lo
narraba la directora de un museo que se percató de que la interpretación llevada
a cabo conducía a un punto muerto en el que nada era entendido…
Era un museo anclado en el siglo XIX, y que la gente no lo entendía. Teníamos un
problema de comprensión. El público, si empiezas a mirar las encuestas, entonces, el
público no lo entendía. Le llamaban ensaladilla rusa. Sí, sí, eso está recogido en las
encuestas. O sea, era un museo ininteligible (Ainhoa).
…lo que lo convertía en un museo indescifrable, donde las personas que
se acercaban a él eran incapaces de comprender lo que allí se exponía por la
escasa o nula interpretación que se hacía de su contenido, como ilustra el
ejemplo de un grabado:
Había un cuadro que era un grabado de principios del veinte, que no explicaba nada, y
abajo ponías “pastoral”, número de inventario, nombre del museo, número 27, barra…
y ya está. Y esto era muy críptico para el visitante. Y como eso, había muchas cosas
(Ainhoa).
El patrimonio era críptico para sus visitantes. Y si es críptico, quiere
decir que necesita una serie de recursos para descifrarlo, cierto saber experto.
Por todo ello es necesario que la interpretación traduzca el patrimonio cultural
para que sea legible por los sujetos a los que va dirigido.
2. El proceso experto de interpretación
La interpretación es la forma en la que patrimonio es significado para que
pueda ser aprehendido por sus sujetos. La directora de un museo narra del
siguiente modo cómo fue parte de este proceso:
Hicimos como dos grupos de asesores, uno en el tema histórico y otro en el tema paz,
que teníamos nuestras reuniones, decidíamos un poco de qué iba a ir, qué textos debía
tener, qué no, y luego ya con el resultado un poco de esas reuniones, nosotros se lo
dábamos a una empresa de gestión sobre el patrimonio cultural y ellos veían cómo
podían museografiar esas ideas que nosotros les habíamos dado (Leire).
De ahí se deduce que dos son las principales cadenas de actividades a
seguir durante la interpretación: las que determinan qué es lo relevante de un
patrimonio y las que establecen cómo contar aquello que ha de saberse sobre
ese patrimonio. Las primeras, buscan identificar qué es lo más importante del
patrimonio, qué es lo que habría que contar sobre él. Las segundas, se aproximan
a cómo contar todo ello para que sea fácilmente interpretable por los sujetos, a
través de qué medios y con qué formas.
2.1. La determinación de lo que es relevante de un patrimonio para sus sujetos
En su abordaje de los estudios de patrimonio como una disciplina que
tiene un carácter aplicado, Howard considera que las preguntas que se tiene que
plantear el experto patrimonial más puro, el gestor, no son del tipo “¿Quién pintó
este cuadro? ¿Cuál es la historia de esta tierra? ¿Cuál es la diferencia entre una
mariposa y una polilla?”, sino más bien “¿Qué es lo que debe comunicarse sobre
este cuadro/tierra/mariposa y para quién? ¿Por qué? ¿En beneficio de quién?”
(2003: 16). A esa segunda serie de preguntas, las que en realidad se cuestionan
sobre la interpretación del patrimonio, es a las que se va a atender
principalmente en este punto. Se trata de observar los mecanismos que ayudarían
a responder a esas preguntas.
Desde el profesional del patrimonio se busca saber lo que las personas
saben acerca de un patrimonio, para poder llevar a cabo interpretaciones mejor
adaptadas a sus gustos, nivel de formación y capacidades de asimilación. Es ésta
una actividad donde se observa una clara inclinación hacia el sujeto del
patrimonio: también se interpreta el patrimonio en función de lo que el sujeto
espera, conoce o cree acerca de él.
El texto se apoyará principalmente en el primer acercamiento de un
proyecto cuyo objetivo consistía en llevar a cabo la conversión de un territorio y
sus elementos potencialmente patrimoniales —la localidad vizcaína de Carranza,
en el norte de España— en un conjunto interpretativo. Se observarán algunas las
técnicas utilizadas por el entramado experto —como el análisis DAFO o la
observación participante— para determinar qué es lo relevante a la hora de
interpretar un patrimonio.
2.1.1. La importancia de saber lo que se quiere
La interpretación del patrimonio no descansa únicamente en lo que los
expertos consideran como aquello que es más importante y relevante, sino
también tiene en cuenta qué posos puede tener un potencial patrimonio para los
sujetos a quienes está destinada su interpretación. Dentro de la importancia de
hacer entender lo que se tiene se incluye el saber lo que los sujetos quieren (lo
que desean, lo que les importa, lo que consideran relevante). Para interpretar el
patrimonio adecuadamente, el entramado experto también tiende a interpretar a
los sujetos a los que busca hacer propietarios de ese patrimonio. La intención es
observar cuáles son las claves interpretativas que pueden tener más éxito entre la
población a las que van dirigidas.
Para ello se llevan a cabo estudios e investigaciones con el objetivo de
sondear qué es aquello que quieren los sujetos y cómo lo quieren, porque
partiendo de ahí resulta más sencillo programar interpretaciones que luego serán
más fácilmente entendibles por aquellos que las visitan. En este sentido se
expresa la directora de un museo que, antes de llevar a cabo toda una
reinterpretación del patrimonio que se exponía en su museo, se apoyó en
estudios sociológicos para conocer con detalle el público potencial al que iba a ir
dirigida la interpretación:
Y empezamos a hacer estudios de público, estudios sociológicos de público, para ver
realmente qué público teníamos, qué era lo que quería, qué estancia tenía, o sea, todo,
queríamos saberlo todo, y efectivamente lo supimos todo. Rápidamente el público nos
pidió objetos tridimensionales, audiovisuales, museo más interactivo, actividades,
exposiciones temporales (Ainhoa).
La investigación sociológica se presenta aquí como una potente
herramienta que ayuda a caracterizar a los sujetos a los que se va a relacionar
con un patrimonio, con la intención no sólo de saber qué es lo que quieren y
cómo lo quieren, sino también para poder adaptar la interpretación a las distintas
tipologías que pueden identificarse dentro de esos grupos a los que se estudia. En
estos términos establece Macdonald este giro en el ámbito de los museos y el
patrimonio:
Antes que poner en escena el conocimiento que los trabajadores del museo ya tenían,
basado en el propio ejercicio de su actividad académica y definido como aquello que el
público debe saber, ahora se enfatiza un tipo de traducción en la que la naturaleza de
la audiencia ha de ser tomada mucho más en cuenta (2002: 47).
Esto es lo que hace necesario profesional del patrimonio como un
intérprete que traduce diversos aspectos de la realidad para que sean entendibles
por las comunidades en las que actúan. Los centros patrimoniales terminan por
constituirse en auténticas agencias de investigación social (ibídem). Antes que
producir conocimiento abstracto que se convierte en norma social, identifican los
canales de paso entre los sujetos y el patrimonio que, con la debida
interpretación, es posible hacer conectar para que ambos se encuentren.
Macnaghten y Urry encuadran esta forma de proceder en lo que consideran una
“cultura del sondeo” [polling culture] (1998: 75). Son las técnicas destinadas a
recoger las actitudes, opiniones y comportamientos de las personas. En el ámbito
del patrimonio se trataría de recoger toda información para adaptarla a mejores
formas de interpretación. He aquí un ejemplo en la elaboración de un plan
director en el que se pretende poner en valor los restos de las murallas de un
casco antiguo:
Para la redacción plan, antes se realizan los estudios previos que sirven por ejemplo
para estudiar qué importancia tiene la muralla dentro del pueblo y para los habitantes
del pueblo. Entonces se hace un estudio sociológico de las murallas en el pueblo (…),
qué significa para el pueblo la muralla, qué importancia se le da (Soraya).
Es importante recoger el significado que un objeto patrimonial pueda
tener para sus sujetos: la interpretación busca significar, dar sentido al
patrimonio. Lo interesante aquí, por lo tanto, es observar cómo se intenta captar
la importancia y los significados que ese elemento patrimonial pueden llegar a
tener para las personas que habitan en el pueblo. El resultado servirá para
interpretar de un modo efectivo y entendible las murallas, tanto para los propios
habitantes como para aquellos que acudan a visitarlas.
Un modo muy eficiente de facilitar que aquello que se busca respecto a
un patrimonio pase a formar parte de los guiones que interpretan el patrimonio,
sobre todo cuando se trata de patrimonios inmateriales, es hacer protagonistas a
los propios sujetos. Resulta muy importante a ojos de los expertos trasladar las
experiencias de los individuos a la interpretación para que ésta transmita esas
emociones que lo harán más fácilmente entendible. Es el caso de la elaboración
de un guion para la recreación de una casa típica de Gernika y la vida que se
llevaba antes y durante la Guerra Civil Española, con especial atención al día del
bombardeo. La recreación simula el espacio de una cocina, con los sonidos
habituales del pueblo junto con la voz de una persona que va narrando todos los
acontecimientos. Todo ello se realizó tomando los testimonios de personas que
vivieron aquellos acontecimientos:
Por ejemplo, el audiovisual de la Casa de Begoña [la casa en Gernika], en el que se
recrea el bombardeo, eso el guion y todo lo escribimos junto con los testigos del
bombardeo, con un grupo de testigos. Ellos vinieron aquí, nos reunimos, el guionista
vino y les dijo un poco cuál era la idea. Entonces, ellos pues empezaron a contar, “pues,
mira, las casas tenían esto y tenían lo otro”, “pues normalmente los domingos la misa
era tal”. Y con eso se hizo el guion, pero con ellos (Leire).
Por lo tanto, para el profesional del patrimonio que quiera realizar una
interpretación del patrimonio, resulta de vital importancia recoger las
experiencias del pasado y plasmarla en guiones que traducen esas vivencias para
que puedan ser experimentadas en espacios y tiempos muy distintos. Se trata de
mantener una efectiva interpretación de lo que aconteció, que conmueva y llegue
a las personas que lo visitan haciendo de ese patrimonio algo entendible y
accesible.
2.1.2. El caso de la planificación del conjunto interpretativo de Carranza
Tal y como aparece explicado con mayor detalle en la introducción,
trabajé como experto sociólogo que se encargó de hacer un estudio que ayudara
tanto a determinar parcialmente la viabilidad social del patrimonio del Valle de
Carranza como —y sobre todo— saber lo que los carranzanos querían respecto
a su patrimonio. El objetivo último consistía en construir un conjunto
interpretativo en todo el valle, es decir, llevar a cabo una interpretación integral
de todo su patrimonio. En colaboración con la empresa de gestión del patrimonio
que se encargaría de producir los guiones que interpretarían todo el patrimonio
carranzano, intenté recoger lo que algunos informantes relevantes de Carranza
subrayaban de su patrimonio, ponderando cómo lo valoraban y cómo lo
relacionaban con sus identidades.
El objetivo principal perseguido por la empresa de gestión del patrimonio
era claro desde el principio: construir un sistema de gestión integral de todo el
patrimonio de Carranza a partir de la elaboración de una línea interpretativa
conjunta para todo su territorio. La idea de gestionar todo el patrimonio de un
territorio a través de la modalidad del conjunto interpretativo o el museo-
territorio no es algo nuevo, así lo expresa en un artículo un experto de una de
estas empresas de gestión patrimonial en quien se inspiraron para realizar su
proyecto:
Al conjunto de elementos que ‘fabrican un sentido’ es a lo que denominamos ‘conjunto
interpretativo’, una especie de gran museo abierto y habitado, en continuo movimiento
y transformación (Miró, 1997: 36).
Esa es al menos el objetivo final del gestor patrimonial, ayudar en la
fabricación de sentido mediando en el proceso que facilita que unos sujetos
hagan suyo un patrimonio. Ese territorio, gran museo “abierto y habitado”, del
que habla Miró, para que tenga un sentido, para que sea significativo tanto para
las personas que lo visitan como para aquellos que viven en él, debe ser hecho
entendible de alguna manera. Es preciso dotarle de una coherencia a través de
una labor de interpretación, el proceso que genera ese sentido, que lo fabrica. En
el diario de campo es recogido el planteamiento de la empresa del siguiente
modo:
Todo esto tenía como objetivo crear una especie de sistema de gestión integral de todo
el patrimonio en Carranza, un sistema que gestionara lo que ya hay y que permitiera ir
añadiendo nuevos patrimonios en ese sistema, siguiendo una pauta ordenada y
protocolizada. Lo que se buscaba era "Hacer de Carranza un recurso patrimonial en sí
mismo. Musealizarlo en sí mismo”. (…) Evidentemente, en todo esto estaba detrás la
idea de poner en valor ese patrimonio y de darle una interpretación total a todos esos
"recursos patrimoniales" dispersos, ya consideraban que la interpretación era también
una forma de gestión (NC).
La interpretación es, pues, una herramienta de generación de sentido y de
gestión que permite ordenar la dispersión de los potenciales patrimonios y hacer
que un territorio en su totalidad sea cognoscible en sus puntos fundamentales.
Aquí el territorio se presenta como una especie de museo-contenedor de un
conjunto de patrimonios que hay que interpretar, siguiendo una serie de guiones.
Y en esa labor de proveer de contenidos a los guiones que interpretan el
patrimonio, es donde entra el saber del sociólogo en juego, sobre todo en
relación con el estudio de lo que piensan los propios sujetos —en este caso los
habitantes de Carranza— de su patrimonio.
Los puntos que resaltan los carranzanos y que van a ser fundamentales
para la elaboración de los guiones son los siguientes: la clave interpretativa
principal, que representa Carranza como una isla cultural y natural; las fortalezas
y potencialidades interpretativas, que se centran sobre todo en el paisaje natural
del valle; las debilidades y riesgos interpretativos, que se deslizan en el caos
organizativo y la ausencia de un proyecto global.
2.1.2.1. La clave interpretativa principal: Carranza como una isla
La principal clave interpretativa que se pudo extraer del trabajo de campo
con los carranzanos es que el territorio en el que viven, por sus características
geográficas, se define utilizando un símil muy concreto: es como una isla.
¿Cuál sería lo que destacaría como más importante, dentro de esos distintos tipos de
patrimonio? –Eh…, el estado natural (…) ¿Y por qué es tan importante? –Pues, porque
es como una isla (Carmelo).
Partiendo de esa definición fundamental del territorio, completada
después con otras fortalezas y potencialidades que detectan los habitantes de
Carranza junto con sus límites y debilidades , es desde donde se construye la
[5]
Del creador Mano del maestro Está demostrado por un determinado arquitecto
De la El propósito Todavía posee su uso original, por ejemplo, sigue siendo una iglesia
función original
Del conjunto La integridad del Está completo con todos sus edificios anexos y jardines
conjunto
Del contexto La integridad del El edificio está en su lugar original y los alrededores son los mismos
lugar que antaño
Figura 11. Taller de producción tradicional de un queso (denominación de origen Ibaizabal). Fuente:
Natur Eskola Bizia.
La activación busca una crear una experiencia que introduzca al sujeto en
un recorrido que lo entretenga y lo involucre. Mediante un audiovisual
explicativo y la recreación de un universo y unas formas de hacer, se conecta al
sujeto con el patrimonio representado, se lo acerca al patrimonio divirtiéndolo.
La entidad que logra adquirir el patrimonio en este caso se construye a partir de
estos mecanismos de entretenimiento. Se deja de un lado la colección, los
planteamientos pasivos de la disposición tradicional de una cultura propia de los
museos decimonónicos, considerados por los expertos como aburridos. El
patrimonio requiere actividad, dinámica:
O en un momento determinado en la ferrería, aparte de que resulta atractivo ver la
ferrería, al ferrón verlo en marcha es súper potente. Luego en el Museo pues haremos
una maqueta, o sea, vas buscando elementos. O sea, el tema museo ya no es colección,
que es un aburrimiento, sino que vas buscando elementos que involucren al visitante
(Laureano).
Figura 15. Taller intergeneracional del Museum Cemento Rezola (Gipuzkoa). Fuente: Museum
Cemento Rezola.
abierta durante décadas tanto para investigadores como para todo tipo de
visitantes. Sin embargo, debido a su estado de conservación, los expertos
decidieron que debía ser cerrada, que tenía que “apagarse”:
Santimamiñe es un reto en el que estamos trabajando. Bueno, se inician los estudios,
unos análisis, lo otro y no sé qué, y bueno, todos los informes dicen que la cueva está
enferma, en términos médicos. Entonces, como dicen los arqueólogos, hay que apagar
la cueva (Carlos).
Esto es un ejemplo de cómo la activación también es un proceso
necesario para mantener la puesta en valor del patrimonio, pues ésta, como si
tuviera un interruptor, en cualquier momento puede apagarse, desactivarse.
Aunque la conservación es un conjunto de operaciones que está orientado al
objeto patrimonio antes que al sujeto, no existiría la posibilidad de poner en
escena ningún patrimonio si éste no es cuidado de forma adecuada. Esto es
indicativo de que cualquier cortocircuito en la circulación de los procesos que
median en la construcción de la relación patrimonial, provocaría su
desmoronamiento.
Ante el dilema que supone elegir entre seguir con la cueva abierta, pero
correr el riesgo de que ésta se termine deteriorando irreversiblemente, y
desactivar la cueva para conservarla, pero provocando entonces que no tenga
ningún efecto sobre los grupos a los que debería dirigirse, se exploran soluciones
técnicas que lo solventen; entre ellas, la que finalmente se acometió, que es la
reproducción en tres dimensiones de la cueva para que pueda ser visitada y
analizada de forma virtual:
Bien, se cierra la cueva, pero nosotros tenemos que ser capaces de ofertar una
alternativa para que la gente conozca la cueva. (…) Entonces, ¿por qué no nos vamos a
las tecnologías? (…) Nosotros lo que pretendemos es una recreación, no una
reproducción exacta, porque es difícil, son 400 metros de cueva. Pero, bueno, las
empresas con las que hemos topado, estamos trabajando en ello y vamos a ser, yo creo,
capaces de hacer la cueva en una visita virtual, a través de rayo láser, hemos hecho
pruebas y nos da la opción (Carlos).
Esa es pues la técnica utilizada: con un escáner láser es posible
reproducir la cueva en tres dimensiones (ver figura 17), con lo que luego se
puede llevar a cabo una réplica virtual de la misma, a la que pueden acceder los
visitantes en una instalación que reutiliza una ermita que se encuentra a pocos
metros de la entrada de Santimamiñe. Con el uso de gafas de realidad virtual se
logra la inmersión dentro de la cueva que la nueva activación permite (ver figura
18). En palabras de uno de los expertos que llevó a cabo el proceso técnico de
escanear tridimensionalmente la cueva (estuvieron involucrados modeladores
3D, iluminadores, integradores, geólogos, arqueólogos y especialistas en arte
rupestre entre otros), la recreación provoca la sensación de “estar rodeado y estar
dentro de la cueva” añadiendo que “la adaptación de la ermita iba en esa línea,
en conseguir la inmersión total del visitante” (Extremo, 2010).
Figura 17. Captura del programa televisivo “Forum” de ETB2, en la que experto explica la
reproducción virtual en 3D de la cueva de Santimamiñe, en Kortezubi (Bizkaia). Fuente: EITB.
Figura 18. Grupo de visitantes utilizando las gafas 3D para poder realizar la visita virtual a la cueva
de Santimamiñe dentro de la ermita de San Mamés en Kortezubi (Bizkaia). Fuente: Virtualware.
Lo que ha de buscar el profesional del patrimonio con sus activaciones es
la inmersión de los sujetos en la experiencia del patrimonio, especialmente si
puede tocar los afectos. Si la recreación logra afectar al sujeto, quiere decir que,
por un lado, posee una influencia sobre él y, por otro lado, atrae su simpatía. Es
la razón por la que existe esa necesidad por parte de los profesionales de colocar
al sujeto, mediante las activaciones, ante unas experiencias que hoy día ya no
pueden experimentarse.
En un museo-territorio que gira en torno a la industria del hierro, su
gestor afirma que “la idea es trasladar a una persona a la edad del hierro”
(Laureano). ¿Cómo es posible, por ejemplo, volver atrás en el tiempo a una
época que ya no es, que no es posible vivir y experimentar en la
contemporaneidad? ¿Cómo trasladar a alguien a un pasado industrial del que
sólo quedan restos? A través de las activaciones patrimoniales que recrean esos
universos sociales extintos o en ruinas:
Entonces lo que hemos hecho ha sido recrear una vivienda de los años 50, en uno de los
barrios obreros, tal y como era en los años 50, con investigaciones, etc. Un aula de los
años 50, también, y una capilla en la cual se explica el mundo religioso también de los
años 50. Esos son todos los espacios visitables, el resto, los ves por fuera (Laureano).
Algunos de los espacios sociales más relevantes de la década de 1950 se
recrean a partir de investigaciones que determinan “tal y como eran” en aquella
época: una vivienda obrera, un aula, una capilla. Se tocan algunos de los más
importantes referentes de sentido de la época —trabajo, educación y religión—,
y se hace a través de los espacios en los que tenían lugar, recreando su existencia
social en la que se incluyen sus edificios, sus estéticas, sus lenguajes, sus
prácticas y objetos cotidianos (ver figura 19):
Pero la idea es decir cómo era la formación, la educación, pero no sólo desde el punto
de vista estético, porque ahí se ven los pupitres, abres los pupitres y te encuentras con
los elementos de formación que había, abres los pupitres y hemos puesto unos textos,
unos libros. Abres algunos y se oye la música, o cómo aprendían, el profe diciendo 1x1,
más 3, más 5, a ver, ¡mal! (Laureano).
Figura 19. Recreación del aula del Buen Pastor de los años 50, en Legazpia (Gipuzkoa). Fuente:
Lenbur Fundazioa.
Como es posible observar, siempre se intenta reproducir al detalle no sólo
los elementos que configuran el espacio que se reproduce, desde un punto de
vista estético y formal, sino que además se procura imbuir al visitante en lo que
allí ocurría. Para ello se utilizan mecanismos como el audio que reproduce
situaciones —escenas si de escenificación del patrimonio se trata— cotidianas
en esa aula. Todo este universo más o menos conectado por esa idea de cómo era
la vida en los años 50 en un barrio obrero industrial, se intenta unificar mediante
la elaboración de una ruta que muestra todo ese universo social. Se trata de la
ruta que se denomina “Un día en los años 50. La ruta obrera” (ver figura 20),
que “te ofrece la posibilidad de hacer un viaje en el tiempo y de adentrarte en el
mundo de las familias obreras de los años 50” según se publicita en su página
web . De nuevo la metáfora del viaje en el tiempo, por la que es posible
[9]
Figura 20. Un día hace 50 años, La Ruta Obrera. Imágenes de díptico promocional sobre la ruta.
Fuente: Elaboración propia.
En la recreación de la vivienda (ver figuras 21 y 22), dentro de los
espacios sociales que es posible visitar en la ruta, se intentan recrear ciertas
sensaciones que están directamente relacionadas con sentidos cuyos estímulos
son relativamente difíciles de reproducir: es posible experimentar uno de los
olores característicos de las viviendas de la época, el olor a chorizo y otros
alimentos. Tanto es así que incluso ocasionalmente hay que airear la estancia
para que no se concentre de forma excesiva el olor. Es una apelación a los
sentidos en toda su amplitud.
Figura 21. Recreación de la habitación de la vivienda obrera de los años 50, en Legazpia (Gipuzkoa).
Fuente: Lenbur Fundazioa.
Figura 22. Recreación de la cocina y despensa de la vivienda obrera de los años 50, en Legazpia
(Gipuzkoa). Fuente: Lenbur Fundazioa.
Algo similar, pero haciendo alusión a otras sensaciones muy distintas, se
busca en otro tipo de activaciones patrimoniales, que también interpelan a los
sentidos y sentimientos de los sujetos de un modo muy directo y emocional. Es
el caso de la recreación de la cocina de una vivienda típica de Gernika en la
época en la que sufrió el bombardeo por parte de aviones alemanas e italianos
durante la Guerra Civil Española. En ella se representa la vida en la localidad
durante la guerra a través de un audio en el que se escucha a una mujer narrar
varias situaciones típicas de la época, a la que se le añaden otros sonidos
ambiente y juegos de luces dentro de la sala:
En primer lugar, sólo podías entrar cuando el museo te dejaba (sí, tenía una sensación
de que el museo tenía cierta vida, al menos con respecto a esa habitación). Cuando
estaba el proceso en marcha, la puerta que daba entrada al mismo se cerraba
automáticamente y se podía leer un cartel que decía algo así como que esperáramos
hasta que el audiovisual terminara. (…) Entramos en la habitación, que recreaba una
cocina de una casa de aquellos años. Nos sentamos y empezó un audio en el que una
señora mayor relataba escenas de la vida cotidiana en aquellos días de guerra. Lo cierto
es que la ambientación estaba perfectamente conseguida, ciclos de día y noche, los
diversos sonidos de la calle (un perro, las campanas, la sirena, pájaros, niños jugando).
Jugaba mucho con el posicionamiento de los sonidos, con el juego de luces que se
encendían y apagaban. Lograba meter al visitante en situación (NC).
Los juegos de luces y sonidos, la cocina recreada o la sensación de estar
en un lugar aislado dentro del museo, todo ello contribuye a que el visitante que
acude al sitio, cuando entra en el habitáculo en el que se desarrolla esta
experiencia de la vida cotidiana durante la Guerra Civil, conecte con la situación.
El visitante se siente inmerso en la experiencia de una época histórica que es
importante para la configuración de ciertos sentimientos de pertenencia para los
vascos, españoles, y todos aquellos que han vivido en contextos de guerra. Esta
forma de proceder se completa con el impacto final, el momento del bombardeo:
En un momento dado empezó a sonar como si estuvieran cayendo las bombas, y
después, poco a poco se va escuchando una canción en euskera y… ¡sorpresa! en frente
de nosotros se va haciendo visible, tras una especie de vitrina-espejo, gracias al juego
de iluminación, un montón de cascotes, de pedazos, de ruinas de la propia cocina. Era
como ver la cocina reducida a ceniza por los bombardeos (pues el juego de luces resalta
la parte de los cascotes en relación con la cocina que queda oscurecida). Impresiona
sobremanera. Justo después de eso, se abre una puerta lateral que nos permite salir.
Otros datos curiosos son que existe un calendario y un reloj en los que aparece la fecha
y hora del bombardeo: el 26 de abril de 1937 a las 16:30. (…) Aquí hay algo de
inquietante, de únicamente vivir, experimentar, el desastre, de hacer museable,
patrimonializable un momento histórico que ha de ser importante para los habitantes no
sólo del pueblo, sino para todos los visitantes (NC).
En la transcripción de estas sensaciones que quedaron reflejadas en el
diario de campo, se destila el impacto de emociones que el observador
experimenta en esta particular puesta en escena del patrimonio. En ella, nos
devuelve a o intenta transmitirnos unos acontecimientos pasados que deberían
formar parte del imaginario colectivo. La imagen de la cocina reducida a
fragmentos amontonados tras los sonidos del bombardeo (ver figura 23) y
habiendo escuchado el pintoresco retrato de la vida cotidiana en aquella época,
consigue el objetivo buscado por sus diseñadores, que esa situación recreada
apele a la sensibilidad del sujeto, afectándolo:
Por eso muchas veces cuando la gente sale de la Casa de Begoña [la casa que recrea el
bombardeo], le toca: “Jo, es duro”. Sí, pero lo que nosotros queremos es eso. Por unos
momentos nos ponemos un poco en el caso de lo duro que tiene que ser vivir una guerra
(…). Y es una manera de vivirlo (Leire).
Figura 23. Vista lateral de la recreación de la cocina de una casa típica de Gernika en 1937. A la
izquierda de la foto (que es lo que se ve de frente desde el banco en el que se sientan los visitantes) hay
un tipo de cristalera-espejo que con los juegos de luces adecuados deja entrever la imagen de la
misma cocina, pero derruida. Museo de la Paz de Gernika (Bizkaia). Fuente: Autor.
Lo esencial en este tipo de puesta en escena es que la realidad
patrimonial pueda ser vivida y sentida independientemente de lo aurático de los
ingredientes de los que se dispone para representarla. Se trata de transmitir las
sensaciones y vivencias, hacer que el sujeto pueda sentir y vivir el patrimonio:
Por eso también es un museo atípico en el sentido también de que en este caso los
objetos no son ni los más valiosos, ni los más importantes. Tenemos pocos objetos y son
menos significativos que lo que es el mensaje del museo. Por eso, como en el logo
aparece “Un museo para sentirlo y para vivirlo” (Leire).
El patrimonio, para ser considerado como tal, ha de ser experimentado.
Pero aún se puede ir más allá: el patrimonio en sí es la experiencia (Smith, 2006:
47). Una experiencia que hace indisoluble el conjunto que forman el patrimonio
y los colectivos que lo experimentan. Los espacios recreados durante la
activación vibran como puntos de encuentro entre expertos y no-expertos y,
sobre todo, entre sujetos y patrimonios. Son los lugares donde existe la
posibilidad de que se establezca la relación que los produce a ambos.
2.3. Estandarización y homologación del patrimonio: El caso de la activación de una
“Pequeña Ruta”
En este apartado se describirán las actividades que intentan estandarizar,
de un modo acreditado y homologado, una determinada versión del patrimonio
para que se pueda interactuar con él por parte de un sujeto activo: por ejemplo,
que sea posible transitarse (como en un recorrido homologado), consumirse
(como en un producto gastronómico con denominaciones de origen) o navegarse
(como en una página web estandarizada para las visitas virtuales al patrimonio).
La activación consiste aquí en el seguimiento de cuidados protocolos y
estándares que después pueden llegar a ser homologados y acreditados por las
entidades destinadas a ello y, en general, por los procedimientos expertos
comúnmente aceptados. El profesional del patrimonio moviliza en estos casos
una gran cantidad de recursos con la intención de transformar el patrimonio en
un producto listo para poder ser interactuado. Partiendo de estos sistemas
estandarizados, homologados y acreditados es más sencillo socializar un
determinado patrimonio.
En este caso, es el estándar el modo en el que se escenifica el patrimonio.
Producido en serie y expuesto siguiendo un patrón cerrado. Las ventajas de este
tipo de activación descansan en que hace fácilmente reconocibles sus códigos y
pueden hacer más sencilla la tarea de fidelizar a los sujetos del patrimonio y
socializar los elementos patrimoniales. Las marcas, las señales tipo y las
nomenclaturas estándar facilitan —al otorgar un marco de sentido compartido
entre sujetos y expertos, entre agentes humanos y no humanos— que cristalice
una relación que tiene de un lado al objeto patrimonio y, del otro, al sujeto
patrimonial.
En este punto se va a describir parte del proceso por el que un técnico
que forma parte de una empresa de senderismo —al que seguí en varias
ocasiones y con quien tuve varios encuentros— diseña y ejecuta una ruta
homologada, una PR o Pequeña Ruta. Es un procedimiento que se enmarca en
una labor que él define con sus propias palabras como “señalización del
patrimonio histórico-artístico”. La activación patrimonial consiste aquí en una
puesta en escena que se realiza a través de un recorrido señalizado y
homologado que va resaltando diversos patrimonios.
El técnico patrimonial se vale de una forma estándar y homologada —
que es la que se utiliza cada vez que se pone en marcha una ruta de estas
características— para escenificar, en un recorrido abierto, un patrimonio. En este
caso, una selección de elementos patrimoniales que se encuentran en un
recorrido que une las localidades vizcaínas de Zaldibar y Elorrio (ver figura 24):
engloba patrimonio arquitectónico (ermitas), patrimonio natural (paisajes y
arboledas), patrimonio histórico (lugar de batallas durante la Guerra Civil
Española, personaje histórico de la zona) y patrimonio etnográfico (un
herradero). La estandarización de la puesta en escena permite recoger y unir
patrimonios muy diversos y dispersos de una manera ordenada y lista para ser
recorrida.
Figura 24. Díptico de la ruta Santa Marina-Santruan (PR – BI 73) entre Zaldibar y Elorrio (Bizkaia).
Fuente: Ruta Zaldibar-Elorrio.
El proceso de creación de nuevas rutas y los patrimonios que pueden
incluirse en la misma se inicia con una primera fase de diseño que siempre parte
de un trabajo de documentación: visita de archivos, consulta de mapas viejos (y
actuales), lectura de bibliografía, búsqueda e identificación de patrimonios ya
inventariados a partir de los cuales se podría articular un sendero. Con ese
primer esquema se va sobre el terreno, y ahí, se hacen modificaciones según
ciertos criterios técnicos o estéticos:
Dio algunos apuntes acerca de qué criterios utiliza para diseñar un camino una vez está
sobre el terreno: nunca pierde de vista la señalización del patrimonio ya sea cultural o
natural, por ejemplo, aparte de las vistas, si puede pasar por un robledal antes que por
un pinar, mucho mejor (NC).
Se trata de una fase relacionada con la interpretación, por lo que no se
ahondará en este aspecto. Sí puede considerarse relevante, no obstante, tener en
cuenta que incluso desde las producciones más estandarizadas, antes de cerrarse,
hay un arduo trabajo de selección, documentación y, finalmente, guionización
que, siempre dentro de los límites de esa materialización estándar concreta y sus
cánones para cumplir con la homologación, varía sustancialmente de producto a
producto. El patrimonio que es activado debe considerarse lo suficientemente
singularizado para que pueda ser apropiado o reconocido como algo que
pertenece específicamente a un colectivo, grupo, pueblo o comunidad.
Una vez se ha cerrado el diseño definitivo de la ruta y se han escogido
los elementos a los que se va a apuntar como reseñables en forma de patrimonio,
se abren varios frentes, lo que implica su conexión con otros agentes: comienzan
las gestiones para la homologación de la ruta, y se ponen en marcha la labor de
producir los materiales concretos que la señalizarán, interpretándola, para
aquellos que decidan pasear en torno a los diferentes patrimonios que se ha
reunido en su recorrido. Una homologación que descansa en unos agentes
particulares, las federaciones de montaña de cada provincia:
La homologación la imparte la Federación de Montaña, o sea, la Federación de
Montaña de cada provincia, tiene un Comité de Senderismo, y es el Comité de
Senderismo el que los homologa (Arkaitz).
Este es el proceso fundamental dentro de este tipo de activación
patrimonial: la homologación del sendero. Es el procedimiento por el que se le
asigna un código alfanumérico al recorrido diseñado y pasa a ser, de forma
oficial y efectiva, una ruta, ya que sin este requisito no sería válida y entonces la
activación no podría llevarse a cabo:
Cuando le pregunté qué ocurriría si no se llegaba el número de la homologación,
respondió bastante airado: “¡Sin número no hay ruta, así de simple! ¡Sin número, no
hay nada que hacer!” (NC).
De este modo taxativo se expresa técnico en senderismo en relación con
la posibilidad de que la ruta diseñada e incluso ya señalizada no le llegara la
confirmación oficial por parte de la federación de montaña, la encargada de dar
el visto bueno y homologar la ruta en última instancia: no habría nada que hacer,
la puesta en escena quedaría arruinada por la ausencia del código que certifica
que esa es una ruta homologada y, por lo tanto, se esfumaría la posibilidad de
que los sujetos accedieran al patrimonio a partir de su recorrido.
La meta es lograr que el patrimonio pueda recorrerse.
Aparte de la regulación establecida por la ley vigente, que ordena todos
los pasos y requerimientos que deben cumplirse para considerar un sendero
como tal (qué condiciones de recorrido debe cumplir, qué agentes deben
homologarlo y supervisar su gestión, qué códigos se asocian a cada tipo de
sendero, etc.), cada tipo de sendero (Turmo, 2007) se encuentra vinculado a una
serie de códigos no sólo alfanuméricos, como puede ser la nomenclatura del
tamaño del camino (GR –gran recorrido–, PR –pequeño recorrido–, o SL –
sendero local–, entre otros), la abreviatura de la provincia si es pequeño (por
ejemplo, BI –Bizkaia) o el número correspondiente, sino que también existe un
lenguaje de colores y formas:
Figura 25. Códigos de tipo (GR, PR o SL) y continuidad según normativa autonómica, nacional e
internacional. Fuente: Federación Española de Deportes de Montaña y Escalada.
Figura 26. Códigos, colores, números, formas y nomenclaturas en los que se codifica el patrimonio.
Fuente: Ruta Zaldibar-Elorrio.
El blanco y rojo corresponde a las grandes rutas, el blanco y el amarillo a
las pequeñas, el blanco y verde a las locales. También se indica con las formas la
continuidad del camino, por dónde continua (dos barras horizontales una sobre
otra), por dónde no (dos barras que se cruzan en aspa) y cuándo hay un giro
importante (barras que se curvan). En la figura 26, además, también aparece el
número homologado de la ruta (la PR-BI 73 y la de su variante, la PR-BI 73.I) y
la leyenda de su recorrido, así como la de otras rutas con las que se cruza o que
se encuentran cerca (GR-123 y GR-229). Es a través de la sucesión articulada de
números, códigos de colores y formas estandarizadas que la escenificación del
patrimonio va tomando cuerpo alrededor de un sendero que ayuda a construir.
Una vez se consigue la homologación del sendero, se puede continuar
con la labor de señalizado material de la ruta y el patrimonio que contiene. Para
ello, es necesario pintar el recorrido con los colores y formas requeridos, de lo
que se encarga minuciosamente el técnico en senderismo (ver figura 27). Toda la
ruta queda así señalada con las marcas y los colores correspondientes, siempre
con la idea de facilitar y orientar en la medida de lo posible el recorrido de los
sujetos que deciden visitarlo, pues, ése es uno de los motivos de poner en escena
un patrimonio siguiendo patrones estándares: que sea fácilmente reconocible su
uso y disfrute.
Figura 27. Marca de continuidad de sendero en una PR o pequeño recorrido. Fuente: Autor.
También es necesario colocar en el terreno una serie de paneles
informativos (ver figura 28) y flechas de señalización para encauzar
debidamente el trayecto de los sujetos que recorren la ruta, pues en todo
momento se trata de que el visitante se mueva dentro de un circuito cerrado que
es el que marca la homologación y los puntos de paso a atravesar y en los que
detenerse. No hay que olvidar de que se trata de un producto estándar y éste
tiene unos límites claros y definidos. Está constantemente delimitado tanto sobre
el terreno, con marcas de pintura y señales que indican direcciones junto con
paneles que muestran mapas en los que se marca el circuito, como sobre el papel
de los dípticos o en la pantalla del ordenador con la página web del recorrido
(ver figura 29). La inscripción estandarizada del recorrido se realiza, por lo
tanto, sobre el mapa y sobre el territorio.
Cuatro son los principales procesos que aquí se han señalado como
fundamentales para la relación patrimonial: inventariado, conservación,
interpretación, activación. No dejan de ser formas —tipos ideales— construidos
a partir de pinceladas de la realidad. Pero en ellos hay un afán por describir de
forma sistemática la serie de procesos que conduce a la emergencia de la
relación patrimonial.
El proceso de inventariado es definido como el grupo de actividades
selectivas y taxonómicas destinadas a identificar, seleccionar, registrar y
clasificar los distintos componentes del patrimonio, singularizándolo. Su
objetivo es dar nombre al objeto patrimonio y singularizarlo. De entre una vasta
herencia de elementos socioculturales que son parte de un colectivo, selecciona
aquellos que puede ser más relevantes para su definición. Al dar un nombre al
patrimonio, le otorga una entidad propia que le permite ser señalado, clasificado
y ordenado. Esta labor de inventariado se nutre de dos procedimientos: la
investigación y la transformación de la realidad en paquetes de información
ordenada.
La definición del objeto patrimonio pasa en primer lugar por saber lo que
se tiene, para lo que es indispensable investigar, producir conocimiento experto
sobre la realidad que determine qué elementos son relevantes. La investigación
encierra el conjunto de acciones desde las que nacen los inventarios detectando,
mediante un recorte, lo que es singular. El siguiente paso que sigue a la
investigación es la creación de repositorios de información, que consiste en
transformar los pedazos de realidad recortados en datos que permiten denominar,
ordenar y clasificar los distintos patrimonios. El resultado es la singularización
de una determinada realidad, nombrada siguiendo un lenguaje unificado por
criterios expertos y profesionales. Primer paso: dar forma y nombre al objeto
patrimonio.
El proceso de conservación es definido como el conjunto de actividades
preservacionistas que busca cuidar, mantener y, eventualmente, recuperar los
distintos elementos que han sido identificados como parte del patrimonio. El
objetivo de la conservación consiste en dar continuidad al objeto patrimonio y
preservarlo. Una vez que se han identificado los distintos patrimonios, éstos han
de ser conservados de algún modo. La acción del profesional del patrimonio se
concentra en la forma de lograr que subsistan independientemente de su
naturaleza. Es lo que permite que tanto en el presente como en el futuro el
patrimonio esté disponible para los sujetos. Las operaciones de conservación
pueden dividirse entre aquellas que tienen en cuenta la parte más material que
compone un patrimonio y aquellas que también apuntan a la preservación de sus
componentes simbólicos. A esto se le añade, en algunos casos, una protección
legal e institucional.
La conservación física del patrimonio pasa en primer lugar por un
diagnóstico de su estado. Resulta necesario conocer en qué situación se
encuentra, por lo se identifican sus materiales, las partes de las que está
compuesto físicamente, y se evalúa su estado, qué patologías sufre y qué
capacidad de resistencia posee. El diagnóstico segmenta el patrimonio en partes
y facilita producir superficies de actuación para permitir una conservación más
eficaz y adecuada a cada caso. Después de la evaluación le siguen las medidas
para su preservación: se limpia, se repara o restaura si es necesario y se le
aplican las medidas preventivas que se considere oportuno.
En relación con la conservación simbólica del patrimonio, ésta se
produce mediante dos operaciones principalmente: por resignificación y por
materialización. Una forma de evitar que un pedazo de realidad se pierda porque
ha dejado de cumplir la función para la que estaba previsto, consiste en
resignificar simbólicamente su papel en la sociedad en la que se inserta. Un
edificio industrial, que ya no produce aquello por lo que fue construido, puede
reconvertirse: un museo, un restaurante, una galería, un grupo de viviendas.
Permite la supervivencia del patrimonio cambiando algunos de sus aspectos
simbólicos y adaptándolo a las condiciones sociales contemporáneas. La otra
forma de conservación simbólica consiste precisamente en producir
materializaciones de un patrimonio que, por su naturaleza, carece de ellas. Una
lengua, unas tradiciones populares, un tipo de danza o una forma de producción,
sólo pueden ser conservados si se dispone de los soportes materiales que
aseguren su reproductibilidad y accesibilidad futuras: bases de datos,
representaciones en vivo, grabaciones, digitalizaciones, etc.
Por último, dentro de la conservación se encuentran las mediaciones que
implican una protección legal e institucional. No todos los patrimonios pasan por
este procedimiento, pero aquellos que lo hacen tienen más recursos para ser
conservados de forma más eficaz. Esta labor consiste principalmente en la
inclusión de los patrimonios en inventarios y catálogos oficiales que les otorgan
una serie de protecciones especiales y amparadas legalmente. Forma parte del
aparato gubernamental involucrado en la construcción de una relación
patrimonial.
El resultado final del proceso de conservación puede resumirse en su
capacidad para detener y, en su caso, revertir el paso del tiempo sobre el
patrimonio. Se trata de proteger el objeto patrimonio de los avatares sociales e
históricos para que tenga una continuidad que le permita ser consistente a lo
largo del tiempo. Segundo paso: consolidar el objeto patrimonio.
La interpretación consiste en el proceso que engloba las actividades
dedicadas a hacer entendible el patrimonio de un modo sencillo, atractivo y
adaptado a distintos colectivos. El objetivo de esta labor de interpretación es dar
sentido al patrimonio para sus sujetos. Demarcados y consolidados, los
patrimonios han de ser significados. El esfuerzo del profesional del patrimonio
se concentra en hacer entender el patrimonio a sus sujetos de un modo atractivo
y accesible, convirtiéndolo en un elemento significativo para ellos. Dos son los
procedimientos a través de los cuales tiene lugar la interpretación: la
determinación de lo que es relevante de un patrimonio y el modo de contarlo.
El proceso de interpretación pasa en primer lugar por la determinación de
lo que es significativo de un patrimonio para sus sujetos. La relevancia de un
patrimonio no sólo descansa en lo que los profesionales del patrimonio
consideran como importante, sino que también se trata de averiguar qué es lo
que los sujetos consideran relevante, qué es lo que quieren acerca de un
patrimonio. Por ello se desarrollan técnicas de investigación y análisis que
sondean aquello que posee mayores posibilidades de ser aprehendido por los
sujetos, para después facilitar una interpretación del patrimonio mejor adaptada
y con mayor sentido. De este primer procedimiento surgen los ingredientes que
dan contenido a los guiones con los que se elabora la interpretación del
patrimonio.
El siguiente paso dentro de la labor de interpretación tiene en cuenta el
mejor modo de contar aquello que es considerado relevante sobre un patrimonio.
La forma óptima de transmitir la importancia de un patrimonio es mediante una
estrategia didáctica: las interpretaciones deben ser accesibles, empáticas y
atractivas. La interpretación tiene que ser sencilla de entender por los sujetos que
se acercan a ella, por lo que se traduce a un lenguaje accesible el conocimiento
experto disponible sobre un patrimonio. Además, tiende a tocar sus afectos para
conectar emocionalmente con ellos, aludir a los sentimientos. Otros factores
considerados son la adaptación de la interpretación a los distintos públicos,
teniendo en cuenta su procedencia, nivel cultural, edad o cualquier otro factor
que pudiera influir en sus capacidades y predisposiciones para entender una
interpretación.
El resultado es la significación del patrimonio para un grupo o individuo.
De este modo, el sujeto —un colectivo, un grupo, una comunidad, una sociedad,
un individuo— comienza a tomar forma. Dotado el objeto patrimonio de sentido
para alguien, comienza a vislumbrarse la posibilidad de la emergencia de una
relación patrimonial. Tercer paso: significar el objeto patrimonio y dar forma a
su sujeto.
La activación es el proceso por el que el patrimonio es socializado a
través de una puesta en escena —una experiencia— que lo conecta a los sujetos
que lo hacen suyo. El objetivo es conectar al sujeto con su patrimonio. Después
de ser singularizado, preservado y significado, únicamente resta socializar el
patrimonio, dar la posibilidad material de que sea apropiado por los sujetos.
Idealmente tres son los modos en los que los que se produce la activación: dando
entidad al patrimonio, recreando experiencias relacionadas con el patrimonio y
mediante una estandarización y homologación del patrimonio.
Las activaciones que pasan por dar entidad al patrimonio, otorgándole un
valor añadido, se nutre de dos procedimientos: imprimir una pátina de
autenticidad y hacer del patrimonio algo atractivo. Si a una puesta en escena del
patrimonio se le incluyen elementos que le dan una capa de autenticidad,
entonces, ese patrimonio así valorizado, permitirá una conexión más directa con
los sujetos. Una forma de introducir autenticidad en las activaciones es la
inclusión de elementos auráticos, es decir, objetos considerados como originales,
que establecen una relación directa entre lo que se representa y lo representado.
Otro método consiste en transmitir un relato consistente y con las técnicas
expositivas adecuadas que conferirán un halo de autenticidad a lo narrado.
Lograr que el patrimonio tenga un mayor empaque, aparte de la autenticidad,
también pasa porque éste sea puesto en marcha de un modo que sea atractivo y
que facilite la interacción con sus sujetos.
En relación con las activaciones que se dan a partir de recreaciones de
experiencias sobre un patrimonio, son dos los procedimientos involucrados: la
teatralización y la consecución de la inmersión total del sujeto. Para recrear la
experiencia que rodea un patrimonio, se interpretan en vivo diversos aspectos
que forman parte de su realidad. Existe la posibilidad de una visita guiada
convencional, pero también pueden ser visitas teatralizadas o recreaciones
integrales que atañen a la experiencia sobre un patrimonio. Incluso los
profesionales del patrimonio invitan e involucran a los sujetos a los que va
dirigido un patrimonio en su propia puesta en escena, formando parte entonces
de la propia representación teatralizada del patrimonio que les pertenece. Muy
relacionado con esta teatralización, está la construcción de espacios en los que
los patrimonios son recreados con gran detalle, lo que permite que el sujeto viva
y sienta el patrimonio de la forma más directa posible. La activación se produce,
así, por inmersión.
La estandarización y homologación del patrimonio es la última forma en
la que es posible activar un patrimonio. Al encapsular el patrimonio en
productos estándar y homologados, facilita que sea accedido de muy diversas
formas: consumido (denominaciones de origen), caminado y observado (rutas
homologadas) o navegado (páginas web) entre otros. Es una forma de movilizar
al sujeto de forma ordenada para que se apropie de un patrimonio que se produce
siguiendo una serie de protocolos y estándares.
El resultado de la activación es el fin del camino, es el proceso definitivo
que permite que emerja la relación patrimonial. El sujeto y el objeto
patrimoniales son dibujados de forma definitiva de un modo que los relaciona
necesariamente: no pueden entenderse de forma independiente, solo tienen
sentido en tanto que están relacionados. Cuarto paso: socializar el objeto
patrimonio y conectarlo con su sujeto.
El patrimonio es, en definitiva, una cuestión de identidad. Una identidad
articulada colectivamente. Y ese aspecto fundamental que da sentido a cualquier
materialización y versión del patrimonio cultural no se da en ningún vacío
social, se establece a través de la construcción de una relación que une
patrimonios y sujetos. En este sentido, la labor de los profesionales del
patrimonio es de vital importancia para que esta relación pueda consolidarse. En
esta obra se han dado algunas de las principales claves para entender y actuar
sobre la realidad patrimonial, en particular, sobre una cuestión que muchas veces
es ignorada pero que sin ella ningún patrimonio cultural sería viable: que el
patrimonio es algo que un grupo, colectivo o comunidad hace suyo. El
patrimonio cultural es, por lo tanto, aquello que define lo nuestro.
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[1]
En las ciencias sociales y humanas este clima de crisis se refleja en formulaciones como la condición
postmoderna (Lyotard, 2000), el reino de lo hiperreal (Baudrillard, 2007), la modernidad líquida (Bauman,
2001), la era del vacío (Lipovetsky, 2004), las consecuencias de la modernidad (Giddens, 1993), el declive
de la institución (Dubet, 2006), la sociedad del riesgo (Beck, 1998) o la crisis de sentido (Berger y
Luckmann, 1997).
[2]
Se hablará en profundidad sobre la interpretación en el capítulo V.
[3]
Un ejemplo en este sentido puede ser el museo de sociedad es el Museo San Telmo, ubicado en Donostia.
Precisamente en los últimos años acometió una serie de reformas para convertirse en un “Museo de
Sociedad Vasca y Ciudadanía, cuyo objeto es la sociedad vasca” (ver
http://www.santelmomuseoa.com/index.php?
option=com_flexicontent&view=items&cid=1&id=3&Itemid=10&lang=es).
[4]
Extraído de http://tesauros.mcu.es/index.htm?operation=accept.
[5]
Para ello se llevó a cabo un análisis tipo DAFO adaptado a una realidad social concreta, la del patrimonio
de Carranza. El análisis DAFO como ya se menciona en la introducción es el acrónimo de Debilidades,
Amenazas, Fortalezas y Oportunidades.
[6]
Comarca occidental de Vizcaya compuesta por los municipios de Balmaseda, Carranza, Arcentales,
Güeñes, Sopuerta, Zalla, Galdames, Gordejuela, Trucíos y Lanestosa.
[7]
http://www.labastida-bastida.org/
[8]
En 2008 adquirió el status de Patrimonio de la Humanidad junto con otras cuevas del norte de España
bajo la denominación “Cueva de Altamira y arte rupestre paleolítico del Norte de España”.
[9]
http://lenbur.com/es/rutas/ruta-obrera/
Table of Contents
Introducción
CAPÍTULO I – Identidad y patrimonio cultural
1.El patrimonio cultural como reconstructor de sentido en una época
marcada por la nostalgia, las crisis y el sentimiento de declive
2.Articulando pertenencias con permanencias
3.El patrimonio cultural como la articulación consciente de lo nuestro
CAPÍTULO II - Cuatro pasos hacia la construcción de la relación patrimonial
1.Los sujetos del patrimonio y la relación patrimonial
1.1.La multiplicación de los sujetos del patrimonio
1.2.El giro hacia los sujetos del patrimonio
1.3.Sin sujetos no hay patrimonio: la construcción
de la relación patrimonial
2.Pasos para la construcción de la relación patrimonial
CAPÍTULO III – Saber lo que se tiene: el inventariado como proceso de
denominación y singularización del patrimonio cultural
1.La importancia de saber lo que se tiene
2.La producción de inventarios
2.1.La investigación como fuente del inventario
2.2.La trasformación de la realidad en datos
informados: la construcción de repositorios de
información
3.La construcción de lenguajes comunes: la singularización como
resultado del inventario
CAPÍTULO IV – Cuidar lo que se tiene: la conservación como proceso de
preservación del patrimonio
1.La importancia de cuidar de lo que se tiene
2.La conservación experta del patrimonio
2.1.La conservación física del patrimonio: el caso
de la conservación y restauración del Teatro
Arriaga de Bilbao
2.2.La conservación simbólica del patrimonio
2.3.La protección legal e institucional del
patrimonio
3.Límites de la conservación y de la orientación centrada en el objeto
patrimonio
CAPÍTULO V – Hacer entendible lo que se tiene: la interpretación como
proceso de significación del patrimonio
1.La importancia de hacer entender lo que se tiene
2.El proceso experto de interpretación
2.1.La determinación de lo que es relevante de un
patrimonio para sus sujetos
2.2.Cómo contar lo que es relevante de un
patrimonio a sus sujetos
CAPÍTULO VI – Socializar lo que se tiene: hacia la activación de una
experiencia patrimonial en el proceso de conexión entre los sujetos y su
patrimonio
1.La importancia de posibilitar la apropiación del patrimonio por parte
de los sujetos: hacia la materialización de la relación sujeto-objeto
patrimonial
2.La activación de una experiencia patrimonial: la puesta en escena del
patrimonio
2.1.Dar entidad al patrimonio
2.2.Recreando experiencias de lo nuestro
2.3.Estandarización y homologación del
patrimonio: El caso de la activación de una
“Pequeña Ruta”
CONCLUSIONES
Referencias bibliográficas