Ciudadanía 2
Ciudadanía 2
Ciudadanía 2
La tradición republicana
Nuestro Estado de derecho adopta la forma
republicana
Para la tradición republicana la república es el modelo de
gobierno óptimo para un Estado. Describimos las carac-
terísticas de la república en el capítulo anterior, cuando
analizamos las formas de gobierno, que hacen que sea
diferente a una monarquía o a una autocracia. Para que el
republicanismo funcione correctamente, se requiere que
los funcionarios tengan un cuidadoso respeto de la ley y
una gran vocación al servicio del bien público, aun si fuera
necesario renunciar a sus intereses privados. Las exigen-
cias de la vida pública demandan las virtudes y los valores
más elevados por parte de los gobernantes. Quienes go-
biernan, por dedicarse a la defensa del bien público, se
Participación ciudadana para consideran más virtuosos que quienes se dedican simple-
sostener tradición republicana
mente a las cuestiones de la vida privada. Asimismo, en
la república, para que tenga éxito, los ciudadanos deben
participar, con valores cívicos y oponiéndose a participar
en hechos corruptos. No debemos olvidar que ningún go-
bierno puede ser corrupto si sus ciudadanos son virtuosos.
Nuestra Constitución tiene la característica de ser escrita y rígida, ya que según el art.
30, la modificación en todo o cualquiera de sus partes demanda un proceso especial.
Desde 1994, tienen jerarquía constitucional los tratados internacionales y convenciones
sobre derechos humanos enunciados en el art. 75 inc. 22, y los que sean aprobados por
el voto de las dos terceras partes de la totalidad de los miembros de cada Cámara del
Congreso de la Nación Argentina. Son complementarios de los derechos y garantías
reconocidos por la Constitución.
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CONSTITUCIÓN Y ESTADO DE DERECHO
El constitucionalismo social
A fines del siglo XIX y principios del XX, los logros del constitucionalismo clásico comen-
zaron a resultar insuficientes. El libre juego de la oferta y la demanda en el capitalismo
produjo fenómenos de gran concentración económica, con monopolios y oligopolios,
por lo que la igualdad formal que declaraban las constituciones contrastaba con las
enormes diferencias sociales entre la alta burguesía y el proletariado. Como respuestas
a esa situación, se intensificaron las luchas obreras, se difundieron los ideales marxis-
tas, y la cúpula de la Iglesia Católica comenzó a emitir encíclicas papales con un alto
contenido social.
México inicia la revolución en 1910, y en 1917 es el primer país en dictar una Constitución
social. En 1919, Alemania sanciona la Constitución de Weimar, que será considerada
un modelo de Constitución social.
Las características del constitucionalismo social están dadas por :
La división de poderes
La teoría de la separación de poderes, que significó un
instrumento de lucha política contra el absolutismo, fue
enunciada por Montesquieu en el siglo XVIII. El constitu-
cionalista francés Raymond Carré de Malberg (1861-1935)
sostiene que, si bien el poder es uno, las funciones y los
órganos (las diferentes personas o cuerpos públicos en-
cargados de desempeñar las diversas funciones del poder)
son múltiples. La doctrina de separación de poderes se
reduce así a una simple distribución de competencias,
Constitución mexicana y los múltiples titulares del poder deben cooperar en el
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CAPÍTULO 3
ejercicio de un poder único, con el fin de formar una voluntad estatal común. Si bien
lo aceptado actualmente es que el poder del Estado no se divide, sino que lo que se
dividen son las funciones o competencias, seguiremos hablando de división de poderes
porque con esas palabras está establecido en la Constitución Nacional.
Las funciones que tiene el gobierno son tres: la legislativa, que supone el estableci-
miento de leyes o normas generales; la jurisdiccional o judicial, por medio de la cual
resuelve conflictos entre personas, instituciones e incluso poderes aplicando las leyes;
y la administrativa o ejecutiva, que es la que le permite reglamentar la ley sin alterar
su espíritu y llevar adelante los actos de gobierno, ejerciendo el poder de policía que
vela por el cumplimiento de las normas.
A fin de evitar abusos de poder, estas funciones se distribuyen en tres ramas: el Poder
Legislativo, el Poder Ejecutivo y el Poder Judicial. Sin embargo, ninguno de los tres
poderes se limita estrictamente a su función específica, porque cada poder se interre-
laciona con los otros dos en un sistema de “frenos y contrapesos” o controles interór-
ganos, que analizaremos en este capítulo. La separación de funciones se lleva a cabo
en los tres ámbitos: nacional o federal, provincial y municipal.
Poder Ejecutivo
El Poder Ejecutivo nacional es desempeñado por el presidente de la Nación Argentina
(art. 87) y puede ser reemplazado (por ausencia, enfermedad, inhabilidad, renuncia o
destitución, según el art. 88) por el vicepresidente; ambos cargos se eligen directamente
en una única fórmula electoral.
Si ninguna fórmula alcanza el 45% de los votos o no logra el 40% con una diferencia ma-
yor al 10% con respecto al segundo, se vuelve a votar entre las dos fórmulas más votadas
(excepto que una de ellas renunciara a participar de la segunda vuelta, como ocurrió
en el año 2003, por lo que queda automáticamente electa la fórmula restante).
En la Argentina, que tiene sistema republicano presidencialista, el Poder Ejecutivo es,
en esencia, unipersonal, y el presidente es el Jefe de Estado y también el Jefe de Gobierno.
Sin embargo, además está integrado por el Jefe de Gabinete de Ministros y por los
ministros secretarios, sin cuya firma carecen de eficacia los actos administrativos del
presidente. Con el objeto de proveer a la defensa común, consolidar la paz interior
y afianzar la justicia, el presidente tiene a su cargo la administración de todas las
fuerzas armadas de la Nación, y es su comandante en jefe. Las fuerzas de seguridad,
para asegurar el orden interno, dependen del Ministerio de Seguridad, y las que cus-
todian nuestra soberanía ante los demás Estados están bajo la órbita del Ministerio
de Defensa.
El presidente gobierna por un período de cuatro años y puede ser reelegido por un
período consecutivo; para una nueva reelección deberá esperar un período interme-
dio. El jefe de gabinete y los ministros son designados y removidos por el presidente
de la Nación.
Sin embargo, el jefe de gabinete debe informar mensualmente al Congreso (un mes a
cada Cámara) sobre las actividades del Poder Ejecutivo, y el Congreso puede interpelar
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CONSTITUCIÓN Y ESTADO DE DERECHO
Poder Legislativo
El Poder Legislativo nacional es bicameral, y está cons-
tituido por una Cámara de Diputados que representa al
pueblo de la nación (257 diputados) y una Cámara de Se-
nadores que representa los intereses de las 23 provincias
y de Capital Federal (72 senadores).
El número de diputados de cada distrito electoral (es de-
cir, cada provincia y Capital Federal) se incrementó desde
Fernando de la Rúa
el momento en que se redactó la Constitución en 1853
hasta la actualidad. En el artículo 46 se fijó la cantidad de
diputados por cada provincia para la primera Legislatu-
ra. El artículo 47 estableció que el número de diputados
para la segunda Legislatura se debía corregir por el censo
nacional a realizarse cada diez años, y el artículo 45 es
producto de la reforma constitucional de 1898, por la cual
se aumentó la base a 33.000 habitantes o fracción que no
bajara de 16.500. Estos artículos y cifras son históricos (no
tiene sentido que estén en la Constitución) y se deberían
quitar, ya que desde 1983 se estableció que cada provincia
tendrá como mínimo cinco diputados, a fin de compensar
las diferencias entre las representaciones provinciales, y
la cantidad de habitantes requerida para elegir un dipu-
tado se amplió a 160.000 o fracción no menor de 80.500
pobladores. Para que haya pluralidad de partidos políticos, se
utiliza el sistema electoral proporcional D’Hont (método de
común divisor), y se reparten los cargos entre los partidos
Ex presidente Nestor Kirchner y
presidenta Cristina Fernandez que obtuvieron mayores proporciones, siempre que hayan
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CAPÍTULO 3
Cámara de Diputados
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Los pasos en que se elaboran, discuten, modifican, sancionan o rechazan las leyes
están detallados en el capítulo quinto de la Constitución Nacional (arts. 77° a 84°). Es
necesario leerlos con detenimiento para entender la labor parlamentaria.
El Poder Ejecutivo interviene también en la formación de las leyes, puesto que puede
elaborar un proyecto de ley y enviarlo al Congreso, y también puede vetar (impedir,
prohibir) una ley si le parece que obstaculiza el normal desempeño de su gobierno.
Sin embargo, su veto no es absoluto: se puede revertir con el voto de los dos tercios de
los legisladores.
Los decretos presidenciales son normas, pero presentan una característica especial: son
de carácter reglamentario (es decir, sirven para aplicar las leyes en casos particulares,
complementan las leyes), no legislativo. Sólo los decretos de necesidad y urgencia, de ca-
rácter legislativo, “cuando circunstancias excepcionales hicieran imposible seguir los
trámites ordinarios previstos por esta Constitución para la sanción de las leyes, y no
se trate de normas que regulen materia penal, tributaria, electoral o el régimen de los
partidos políticos” (art. 99) tienen validez si están refrendados (autorizados fehaciente-
mente) en acuerdo general de ministros y con el jefe de gabinete de ministros, y tienen
vigencia, pero luego deben ser tratados por la Comisión Bicameral del Congreso.
El Congreso, además de tener al juicio político y a las interpelaciones parlamentarias
como forma de control, también puede indagar a la Administración Pública mediante
las comisiones parlamentarias de investigación, que existen aunque no están incluidas
explícitamente dentro de la Constitución, y han sido aceptadas por la doctrina y por
fallos de la Corte Suprema de Justicia. Los titulares del Poder Ejecutivo generalmente
han aprobado su proceder, aunque a veces generaron resistencias.
Si se observan todas las formas de supervisión que tiene el Congreso para controlar la
actuación de los funcionarios y jueces, se puede afirmar que cuando nuestros repre-
sentantes no ejercen estas facultades en los casos que corresponden, están incurriendo
en incumplimiento de su labor como funcionarios públicos.
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CAPÍTULO 3
a solicitud del Poder Ejecutivo, por resolución de la Cámara o por petición de cinco
Diputados, dirigida por escrito al presidente de ésta.
Si termina el período de sesiones ordinarias y quedan asuntos que el Congreso considera
urgente atender, pueden continuar su labor en sesiones de prórroga. Éstas también
pueden ser solicitadas por el presidente de la Nación.
Cuando el Congreso ha entrado en receso, y ocurren graves hechos que alteren el or-
den o fueran de mucha importancia para el progreso de la Nación, el presidente puede
convocar a sesiones extraordinarias, para tratar exclusivamente los asuntos por los
cuales el Congreso ha sido congregado.
Para sesionar, cada cámara debe contar con quórum, que consiste en que estén presentes
en el recinto como mínimo la mitad más uno del total de los miembros de la cámara.
El presidente de la cámara abre las sesiones, da cuenta de los Asuntos Entrados, prepara
el Orden del Día si no lo hubiera hecho la Comisión de Labor Parlamentaria, propone
las votaciones, proclama sus resultados, llama al orden a los miembros de la Cámara si
es necesario, etcétera. Los asuntos que deben tratarse en las sesiones son numerosos:
los proyectos, peticiones y comunicaciones que llegan del Poder Ejecutivo y de distintas
instituciones oficiales (como concejos deliberantes de distintos puntos del país, ban-
cos oficiales, secretarías, etc.), los dictámenes de las comisiones y los observados por
los diputados, los proyectos presentados por los distintos diputados, el orden que se
adopta para tratar los temas, las licencias presentadas por los diputados, etcétera. Por
eso se presentan en un Boletín de Asuntos Entrados, en el que están publicados todos
los asuntos que se hayan presentado hasta las 20 horas del día anterior a la sesión. A
fin de hacer más eficaz el funcionamiento de las cámaras, la mayoría de los asuntos
se derivan a su tratamiento en la comisión que corresponda.
Cuando se considere que un asunto es muy importante, y se debe tratar directamente
en la misma sesión, se hace una moción para el tratamiento sobre tablas. Si se aprueba
esta moción con dos tercios de los votos emitidos, se trata esta proposición como la
primera en el Orden del día.
Existen distintos tipos de proyectos que se tratan en las Cámaras: los proyectos de ley,
de decreto, de resolución, de comunicación o de declaración.
Poder Judicial
El Poder Judicial es ejercido por una Corte Suprema de Justicia y por los demás tribunales
inferiores (art. 108). La Corte Suprema de Justicia está integrada actualmente por siete
miembros, y presidida rotativamente por cada uno de ellos por períodos anuales. En la
medida en que se produzcan vacantes, el número de miembros del Tribunal supremo
disminuirá hasta reducirse nuevamente a cinco magistrados. El número de Jueces de la
Corte había sido incrementado a nueve durante la presidencia de Carlos Saúl Menem
(1989-1999) para obtener dictámenes favorables a sus necesidades; esta situación se
revirtió con la renovación de la Corte Suprema de Justicia durante la presidencia de
Néstor Kirchner (2003-2007), y la Corte actual goza de gran prestigio.
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CONSTITUCIÓN Y ESTADO DE DERECHO
Los tribunales inferiores están formados por los Juzgados de Primera Instancia (cons-
tituidos por juzgados unipersonales donde se inician los trámites), y las Cámaras de
Apelaciones (o de Segunda Instancia, que son tribunales colegiados, y cuyos jueces –o
“camaristas”– se reúnen para estudiar o resolver las apelaciones, es decir, los casos
que se elevan por no quedar alguna de las partes conformes con la resolución o fallo
del magistrado de Primera Instancia).
La organización de estos tribunales inferiores es compleja, porque tienen distintas
competencias, según la índole del pleito y el lugar en que éste se dirime. Por ejemplo,
los Juzgados Federales se ocupan sólo de casos especiales, mencionados en el art. 116
de la Constitución Nacional (violación de leyes federales como las que involucran a la
seguridad pública –entre ellas, el narcotráfico–, la fabricación de moneda, las causas
de ciudadanos extranjeros o las que tienen que ver con garantías constitucionales, o
en las que el Estado es parte). La justicia ordinaria se ocupa de las leyes mencionadas
en el art. 75 inc. 12 de la Constitución: códigos Civil, Comercial, Penal, de Minería, de
Trabajo, etcétera. De acuerdo con la jurisdicción, las causas se tramitan en los Tribu-
nales Nacionales de Capital Federal, los Tribunales Nacionales con asiento en las provincias,
o en los juzgados, tribunales y cámaras de apelación pertenecientes a la organización
de la justicia en cada provincia.
Todos los jueces gozan de la estabilidad de su empleo mientras conserven su buena
conducta; sólo pueden cesar en sus funciones por juicio político, jurado de enjuicia-
miento o por propia voluntad. Esto es así para asegurar la continuidad de su tarea y
la independencia de su actuación, a fin de que no dependan de cambios políticos. Los
miembros de la Corte Suprema son nombrados por el Poder Ejecutivo con acuerdo de
dos tercios de los miembros presentes del Senado; para transparentar la selección, en la
actualidad se hacen conocer a la ciudadanía los antecedentes de los futuros magistrados
propuestos por el Poder Ejecutivo, quienes debieron responder los cuestionamientos de
la sociedad. Los demás jueces federales deben ser seleccionados en terna por el Con-
sejo de la Magistratura y nombrados por el Poder Ejecutivo con acuerdo del Senado. El
Consejo de la Magistratura, además, administra los recursos del Poder Judicial, ejerce
facultades disciplinarias sobre los magistrados y los puede suspender y remover.
El Poder Judicial controla a los poderes Legislativo y Ejecutivo, puesto que puede dic-
taminar la inconstitucionalidad de una norma o de un acto de gobierno.
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