Garrido Quesada Mara TFG Psicologa

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FACULTAD DE HUMANIDADES Y CIENCIAS DE LAS EDUCACIÓN

UNIVERSIDAD DE JAÉN
Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación

Trabajo Fin de Grado

Efectos de los
psicofármacos en el
tratamiento de la
depresión

Alumno/a: María Garrido Quesada

Tutor/a: D. Miguel Rodríguez Valverde


Dpto: Psicología

Junio, 2017
1
Índice

1. Objetivos.........................................................................................................................3

2. Introducción....................................................................................................................4

3. ¿Se sabe cómo funcionan los psicofármacos?................................................................8

4. El curso natural de la depresión....................................................................................12

4.1. Depresión no medicada contra la depresión medicada en la actualidad................13

4.2. Discusión del problema de la cronicidad inducida por fármacos..........................15

4.3. ¿Por qué pienso que los antidepresivos causan más daño que bien?.....................17

4.4. La alta tasa de recaídas después de la exposición a un antidepresivo....................19

4.5. Los daños de los antidepresivos negados o minimizados......................................22

5. Evidencias acerca de la eficacia de los fármacos antidepresivos frente al


placebo..........................................................................................................................25

6. Conclusiones.................................................................................................................28

7. Referencias bibliográficas.............................................................................................32

1
Resumen

Éste trabajo consiste en una revisión bibliográfica de los estudios más relevantes que
se han llevado a cabo durante los últimos años sobre el manejo de los psicofármacos en los
tratamientos de los trastornos psicológicos. Se pretende conocer el uso generalizado de los
antidepresivos, enfocándose en cuanto a la efectividad, los efectos secundarios y las
potenciales reacciones adversas ya que con el paso de los años sigue aumentando el número
de personas que alguna vez los han consumido. Se ofrece una explicación del peligro que
adquiere el prolongado consumo de la medicación en la mayoría de los pacientes,
especialmente en el trastorno depresivo, siendo uno de los trastornos psiquiátricos mas
prevalentes. Por último, se analizan algunos de los principales estudios que se han llevado a
cabo sobre este tema, los cuales ponen de manifiesto la evidencia de las consecuencias
nocivas del consumo de psicofármacos que se observa en la dificultad que conlleva el proceso
de retirada de este tipo de medicamentos.

Palabras clave: Psicofármacos, efectos secundarios, depresión, antidepresivos,


consumir.

Abstract

This work consists in a bibliographic review of the most relevant studies carried out
during the last years about the use of psychoactive drugs in the treatment of mental disorders.
The aim of this work is to know the general use of antidepressants, focusing in the
effectiveness, the secondary effects and the potential adverse reactions, as over the years, the
number of people who has ever consumed antidepressants keeps increasing. It is offered an
explanation about the danger acquired in the long-term consumption of this medication in
most of patients, especially in depressive disorder, being one of the most prevalent disorders.
Finally, it will be analysed some of the main studies which have been carried out about this
topic. These studies show the evidence of the harmful consequences of the psychotropic drugs
consumption, which is shown in the difficulties faced in the withdrawal process of this kind of
drugs.

Keywords: Psychotropic drugs, secondary effects, depression, antidepressants,


consume.

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1. Objetivos

Los objetivos que se plantean con este trabajo son los siguientes:

 Conocer la definición de psicofármaco y el uso de estas sustancias para el tratamiento


de los trastornos mentales.
 Conocer la repercusión de la psicofarmacología teniendo en cuenta la población en la
que vivimos.
 Comprender la relevancia del consumo continuado de los psicofármacos, que hace que
el cerebro comience a funcionar de manera distinta respecto a su estado normal.
 Ser conscientes de la importancia que conlleva el proceso de retirada de este tipo de
medicamentos, de cómo influye tener efectos secundarios de gran impacto en nuestra
salud.
 Tener conocimiento de la creciente prevalencia del consumo de psicofármacos en la
población en general.
 Conocer algunas evidencias existentes acerca de la eficacia de los fármacos
antidepresivos frente al placebo, incluyendo resultados y las conclusiones obtenidas en
dichos estudios.

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2. Introducción

El concepto de psicofármaco esencial es aquel que satisface las necesidades


prioritarias de la atención de salud mental en toda una población. Esto se debe a que los
psicofármacos son cruciales y se seleccionan teniendo en consideración su importancia para la
salud pública, los datos de eficacia y seguridad y la rentabilidad relativa. Se han considerado
claves dentro del contexto de los sistemas de prestación de servicios de salud mental en
funcionamiento, en las cantidades apropiadas, en cualquier momento, en las formas y dosis
adecuadas, con calidad asegurada e información adecuada, y a un precio que las personas
puedan costear. Por ello, sirven para paliar los síntomas de los trastornos mentales, y así
reducir la prevención de las recaídas (OMS, 2009).

La acción de los psicofármacos es fundamentalmente sintomática y, en algunos casos,


es la medida profiláctica esencial para evitar recaídas. Debido al buen uso se facilita la
recuperación del paciente, pero su inadecuada utilización conduce a la aparición de efectos
desagradables con un notable disminución de habilidades y aptitudes que incidirán
negativamente sobre la calidad de vida (Rosagro, 2013).

La psicofarmacología se ha desarrollado a lo largo de los últimos 50 años hasta


convertirse en una disciplina médica (Salazar, Peralta y Pastor, 2010). Por lo tanto no puede
desligarse de la historia psiquiátrica (Rosagro, 2013). La utilización de psicofármacos ha sido
una constante en el devenir cultural del ser humano durante miles años y tiene una larga
historia en medicina (López-Muñoz y Álamo, 2007).

La historia de la psicofarmacología nace en la década de los 50 del siglo XX, con el


comienzo del uso clínico de las sales de litio y el descubrimiento de la clorpromazina y la
imipramina, hallazgos que se han venido a conocer como la "Revolución
Psicofarmacológica". La eficacia de dichos fármacos se descubrió partiendo de hipótesis
equivocadas o por simple casualidad (Salazar et al., 2010). Desde entonces hasta nuestros
días, la psicofarmacología entró en una edad de oro, marcando decididamente el tratamiento
de pacientes con numerosos trastornos psicológicos, ya que a partir de esta época hubo una
importante disminución de pacientes recluidos en instituciones psiquiátricas (Salazar et al.,
2010). Existen gran cantidad de tratamientos en el control farmacológico de los trastornos

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mentales, parte de los cuales resultan eficaces en las etapas agudas de estos y en la prevención
de recaídas. Sin embargo, otros siguen sin demostrar su eficacia a largo plazo y para el control
diario de los trastornos mentales. Por consiguiente, no todos los tratamientos farmacológicos
"eficaces” son “esenciales”, esto puede resultar explicativo cuando se conozcan más a fondo
diferentes factores tales como la eficacia de los tratamientos a largo plazo, las ventajas en
relación a opciones más económicas y la rentabilidad (OMS, 2009).

En función de sus propiedades terapéuticas, los psicofármacos se clasifican, según


Rosagro (2013), en: antipsicóticos y neurolépticos, ansiolíticos e hipnóticos, antidepresivos y
antimaníacos.

Tabla 1:
Algunos de los principales psicofármacos y/o fármacos utilizados en psiquiatría. Adaptada de
(Rosagro, 2013).

Mecanismos de acción Mecanismo especifico y psicofármacos


ANTIDEPRESIVOS
Inhibidores de la Monoaminooxidasa Tranilcipromina
(IMAO/RIMA) Moclobemida
Antidepresivos tricíclicos: Amitriptilina,
Clomipramina, Imipramina, Nortriptilina,
Inhibidores no selectivos de la recaptación Desipramina
de aminas Antidepresivos tetracíclicos: Mianserina,
Maprotilina
Inhibidores selectivos de la recaptación de Fluoxetina, Paroxetina, Citalopram,
serotonina (ISRS) Escitalopram, Sertralina, Fluvoxamina
Inhibidores selectivos de la recaptación de Reboxetina
noradrenalina (IRNA)
Inhibidores selectivos de la recaptación de Duloxetina, Venlafaxina
serotonina y noradrenalina o duales (IRSN)
Antagonistas alfa 2 adrenérgicos o Mirtazapina, Mianserina
Noradrenérgicos y Serotoninérgicos
específicos (NaSSA)

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Modulación 5-HT pre y postsináptica Trazodona
Inhibidores selectivos de la recaptación de Bupropion
noradrenalina y dopamina (IRND)
Agonista melatoninérgico-Antagonista 5HT Aglomelatina
ANSIOLÍTICOS/HIPNÓTICOS
Benzodiacepinas de vida media corta Alprazolam, Loracepam
Benzodiacepinas de vida media intermedia- Bromacepam, Clonacepam, Halacepam,
larga Cloracepato, Diazepam
Hipnóticos Lormetazepam, Ketazolam, Fluracepam,
Zolpidem, Zopiclona
ANTIPSICÓTICOS
Fenotiazinas: Clorpromazina,
Levomepromazina, Flufenazina,
Perfenazina, Trifluoperazina, Tioridazina
Antipsicóticos clásicos o típicos Butirofenonas: Haloperidol
Otras: Pimozida, Flupentixol,
Zuclopentixol, Clotiapina, Loxapina,
Sulpirida
Antipsicóticos atípicos Clozapina, Risperidona, Paliperidona,
Olanzapina, Asenapina, Quetiapina,
Ziprasidona, Aripiprazol, Amisulpirida
EUTIMIZANTES O ESTABILIZADORES DEL HUMOR
Metales alcalinos Litio
Antiepilépticos Carbamazepina, Valproato, Valpromida,
Lamotigina
Otros antiepilépticos Oxcarbazepina, Topiramato, Gabapentina,
Pregabalina
OTROS
Estimulantes Metilfenidato
Anticolinérgicos Biperideno
Inhibidores de la acetilcolinesteresa Tacrina, Donepezilo, Rivastigmina,
Galantamina, Memantina
Interdictores o aversivos Disulfiram, cianamida cálcica

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Teniendo en cuenta la sociedad en la que vivimos, se muestra la relación del consumo
de fármacos psicotrópicos con diferentes características sociodemográficas (Codony, Alonso,
Almansa, Vilagut, Domingo, Pinto-Meza, Fernández, Usall, Dolz y Haro, 2007). La
frecuencia del consumo resulta diferente en función del sexo, con un porcentaje superior de
uso entre las mujeres (44,6%) que entre los hombres (27,4%). Por otro lado, también se
observó un aumento del consumo de psicofármacos conforme aumentaba la edad. En relación
con el estado civil, las personas casadas suelen consumir mayor cantidad que los solteros
(Secades, Rodríguez, Valderrey, Fernández, Vallejo y Jiménez, 2003).

La importancia que se concede al gasto farmacéutico en España es del 18 al 20% del


total gasto sanitario (Codony et al., 2007). En nuestro país se ha producido un incremento
significativo del uso de psicofármacos en los últimos años, y en particular se ha visto
claramente incrementado en los ansiolíticos y antidepresivos (Secades et al., 2003). De hecho
se han considerado entre los más consumidos en la población general y tienen un gran peso en
este gasto, lo que les otorga un gran interés para la salud pública y esto hace que sea un reto
para la planificación sanitaria (Codony et al., 2007).

A lo largo de los últimos años se han realizado numerosos estudios que ponen de
manifiesto la relación entre el consumo continuado de psicofármacos y las alteraciones que
provocan a nivel cerebral. Las controversias se generan tras el uso a largo plazo de
psicotrópicos; ya que a pesar de que alivian daños a corto plazo, las alteraciones causadas
debido al uso continuado son de índole cerebral, y por tanto, su duración es mayor en el
tiempo de los daños que se hubieran ocasionado debido a la progresión natural de la
enfermedad mental, es decir, en ausencia de tratamiento farmacológico. He decidido
centrarme en los antidepresivos, ya que considero que es un tema de gran interés, puesto que
me resulta realmente curioso cómo repercute este tipo de medicación en el organismo. Entre
los trastornos que producen más morbilidad en los últimos años, encontramos los depresivos.
Por ello, me parece interesante estudiar los síntomas que pueden producirse como efecto
secundario a la ingesta continuada de antidepresivos, y el hecho de que los pacientes
consumidores de estos fármacos pueden no ser conscientes de tales consecuencias. Así,
pretendo aprender más sobre este tema a fin de tener más conocimiento sobre la repercusión
que tiene en las personas que lo padecen.

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3. ¿Se sabe cómo funcionan los psicofármacos?

Gracias a la investigación biomédica acerca de las causas y fisiopatología de las


enfermedades y sus síntomas conocemos el desarrollo de nuevos fármacos que se recetan
habitualmente y nuevas técnicas para ayudar al tratamiento de enfermedades. Sin embargo,
desconocemos el desequilibrio químico y cómo actúan la gran mayoría de psicofármacos en
aquellas personas que padecen enfermedades psicológicas a pesar de los grandes avances que
ha experimentado la Medicina y también la Neurociencia sobre todo en la década pasada
(Pérez y González, 2007).

Las grandes inversiones de los gobiernos y las compañías farmacéuticas en


investigación neurocientífica no han descubierto ningún psicofármaco novedoso en los
últimos veinte años. El descubrimiento de los mismos se acabó, sus efectos sufren influencias
de diversos factores que limitan su desarrollo, destacan el exceso de confianza en ciertos
mecanismos de acción de los psicofármacos conocidos o la evaluación de nuevos compuestos
dentro de los modelos farmacológicos convencionales, validados frecuentemente por
mecanismos farmacológicos previos más que por supuestos procesos fisiopatológicos (Pérez y
González, 2007).

Peter Gøtzsche (2014) es médico especialista en ensayos clínicos que ha revisado


críticamente hace unos años atrás las investigaciones sobre psiquiatría siendo cuidadoso y
profundizando en la literatura médica, en concreto sobre la eficacia de los psicofármacos.
También es el responsable del Cochrane Nordic Center que es un centro regional que
contribuye a la toma de decisiones basadas en evidencia en la atención médica mediante la
producción de investigación independiente de alta calidad y revisiones sistemáticas que están
libres de patrocinio comercial.

De acuerdo con Gøtzsche (2014), a menudo las compañías farmacéuticas omiten los
suicidios y otras muertes de los informes de pruebas medicas que publican. Cuando se
investiga muy profundamente, se observa que son muchas las muertes causadas por los
fármacos prescritos, siendo la tercera causa de muerte, detrás de las enfermedades cardíacas y
el cáncer.

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En su artículo Gøtzsche, Young y Crace, (2015) observan que la mayoría de la
literatura publicada no es confiable. Los psiquiatras y los demás médicos desconocen cuáles
son los medicamentos psiquiátricos y de la que manera que se utilizan los fármacos ya que
causan mucho más daño que beneficio. La mayoría de las investigaciones están realizadas por
las compañías farmacéuticas que tienen un gran interés en ocultar los daños graves causados
por sus medicamentos, el uso mucho más de la cuenta, cómo matan a mucha gente y los
daños cerebrales permanentes con muchos de estos por lo que a la gente le cuesta volver a su
vida normal. De acuerdo con el estudio sería mucho mejor si se utilizaran muy pocos
medicamentos, como máximo sólo un 2% de lo que los se utilizan actualmente. Parece
imposible que los médicos hoy en día los reduzcan a ese nivel, pero cualquier fármaco puede
venir con 20, 30 o 40 advertencias, contraindicaciones, precauciones, etc. Y ningún
especialista en el mundo está al corriente de todas ellas, además de ser imposible instruir a
estos para utilizar muy poco los psicofármacos, principalmente para casos agudos y cuando
los pacientes los pidan. Es evidente que esto no puede ocurrir porque la industria farmacéutica
es muy poderosa y mienten metódicamente sobre sus medicamentos tanto en marketing como
en investigación. Después están los incentivos económicos y las fantasías de obtener falsas
soluciones rápidas, pero eso se basa en un error de porque los medicamentos no pueden curar
a nadie. Únicamente pueden atenuar los síntomas para que sean un poco menos molestos,
pero no curan a nadie. Así que estos autores mencionados anteriormente llegan a la
conclusión que sería mejor para la humanidad que retiraran todos estos medicamentos del
mercado, será mucho mejor ya que tendríamos una población más sana y vivir más tiempo
(Gøtzsche, Young y Crace, 2015).

Por supuesto que éste es un enfoque controvertido aunque está basado en la ciencia.
Pero la conclusión es que no sirven para la depresión, que tienen muchos efectos secundarios
y que incrementan el riego de suicidio, no sólo en los niños sino en todos los pacientes.
Entonces, ¿por qué utilizar psicofármacos que incrementen el riesgo de suicidio si lo que más
me preocupa de las personas deprimidas es que se maten? Así que no tienen ningún sentido
usar medicamentos que aumenten el riesgo de suicidio (Gøtzsche, 2014).

El estudio de Gøtzsche (2014), aportó datos de que hay un movimiento en varios


países con vistas de que se utilicen menos medicamentos y de forma menos compulsiva. El
mismo autor dice que en Finlandia por ejemplo existe un método que ha mostrado como se
pueden hacer las cosas mucho mejor, ya que se aplican lo que ellos llaman "diálogo abierto",

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cuando alguien desarrolla una psicosis durante las primeras 24 horas se forma un equipo
compuesto por profesionales y tal vez amigos y familiares que se reúnen y conversan con el
paciente. Hay un encuentro humano con el paciente que no es por la fuerza. Por lo tanto, los
resultados son muy superiores que los de la psiquiatría tradicional y ahora se están
difundiendo este modelo por varios países (Gøtzsche, 2014).

Otra de las conclusiones de este autor es que no deberían usar más antidepresivos, en
particular el Prozac, para nadie. Por ejemplo, uno de los efectos secundarios más comunes de
los antidepresivos es reducir la vida sexual a la mitad ya sea por la falta de libido, ya se
incluso por impotencia del hombre o por la falta total de eyaculación (Gøtzsche, 2014).

A menudo se trata sólo de una cuestión de tiempo que todavía dicen que uno está
enfermo porque tiene desequilibrio químico en su cerebro, las investigaciones científicas
jamás demostraron que sea verdadero. Sin embargo, es precisamente lo contrario el
medicamento produce un cambio en el cerebro y es que crea el desequilibrio químico en el
mismo tiempo. Por la tanto, cuando los pacientes tratan de dejar el medicamento pueden tener
síntomas de abstinencia. Peter Gøtzsche lo llama "Negación organizada" porque se niega el
peligro que entrañan los fármacos en el mundo (Gøtzsche et al., 2015).

Además, teniendo en cuenta la sociedad en que vivimos, esto que está pasando tiene
que ver mucho con el dinero y el enorme poder la industria farmacéutica. Está también
relacionado con el hecho que los médicos reciben incentivos económicos muy perniciosos.
Recetar un antidepresivo a un paciente requiere dos minutos pero si se le va a retirar el
medicamento, les puede llevar meses de duración a los síntomas de abstinencia. Esta retirada
suele ser demasiado rápido, es muy común que bajen la dosis a la mitad, o a un 50%, y eso es
exagerado. Entonces, algunos pacientes les vienen los síntomas de abstinencia que se
interpretan como depresión. Los psiquiatras no utilizan de forma adecuada los fármacos, los
guía el erróneo incentivo económico, porque este uso generalizado ha incrementado el
número de pensiones por discapacidad en todos los países. De hecho han trasformado
problemas agudos en problemas crónicos. Los sentimientos suelen presentar problemas
cuando alguien se convierte en paciente psiquiátrico, y no reaccionan de manera correcta, o
incluso también los pensamientos (Gøtzsche et al., 2015).

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Por último, este apartado se centra principalmente en el autor Peter Gøtzsche, basado
en todas sus investigaciones que tienen una perspectiva muy crítica con respecto al uso de los
psicofármacos en la psiquiatría actual. Afortunadamente toma una actitud crítica mediante las
revisiones de muchísimos estudios, incluso el acceso a estudios no publicados que fue
entonces cuando el autor descubre lo mucho que la industria farmacéutica, y en ocasiones
también los psiquiatras habían engañado con sus ensayos clínicos. Por consiguiente, se
requiere una completa revolución en la psiquiatría, por la cual se focalice en la psicoterapia
tratando a las personas con empatía, comprensión y respeto, aunque se trate de psicóticos
(Gøtzsche, 2014).

Hay una exhaustiva revisión literaria que indica que la psicoterapia es un método que
puede trabajar con esto, pero es difícil si los pacientes tienen los sentimientos embotados por
fármacos. Varios ensayos de control aleatorizado han demostrado resultados prometedores de
la reducción del suicidio y la violencia autodirigida. Brevemente, una selección de terapias
que producen efectos positivos se destacan y se presentan: Terapia cognitiva para la
prevención del suicidio, Terapia cognitivo-conductual, Terapia conductual dialéctica, Terapia
de resolución de problemas, Tratamiento basado en la mentalización y la Terapia
interpersonal psicodinámica. Más específicamente, los intentos de suicidio recientes tuvieron
un 50% menos de probabilidades de volver a intentarlo que los participantes que recibieron
atención habitual mejorada con rastreo y derivaciones. A pesar de los importantes avances en
el desarrollo y la evaluación de tratamientos psicoterapéuticos para la prevención del suicidio,
se necesita investigación adicional para mejorar el estado actual de la ciencia. Un enfoque en
rellenar las lagunas en la literatura y el aumento del rigor metodológico con el que se
conducen los ensayos de control aleatorizado de las psicoterapias de prevención del suicidio
dará lugar a tratamientos cada vez más eficaces para reducir la ideación suicida, los intentos y
las muertes (Brown y Jager-Hyman, 2014).

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4. El curso natural de la depresión

Hace tiempo que existe un amplio consenso acerca de los tratamientos usados por los
psiquiatras, los cuales se creía que eran efectivos para el uso de antipsicóticos. Entonces, se
pretende entender cómo funcionan los antidepresivos que son aquellos fármacos utilizados
principalmente para las personas que sufren depresión. Cuando en un determinado momento
de la vida el estado de ánimo de una persona padece de sentimientos severos y duraderos de
tristeza o síntomas que afectan a la vida cotidiana, se utilizan para corregir los desequilibrios
en los niveles de las sustancias químicas del cerebro. Por otro lado, la investigación del uso de
antidepresivos a largo plazo demuestra que, no solo por los efectos secundarios que provocan
sino porque hay indicaciones de que podrían favorecer la aparición de ideas de suicidio, sobre
todo por el impacto psicológico.

La Organización Mundial de la Salud (OMS, 2017) definió la depresión como: «un


trastorno mental frecuente, que se caracteriza por la presencia de tristeza, pérdida de interés o
placer, sentimientos de culpa o falta de autoestima, trastornos del sueño o del apetito,
sensación de cansancio y falta de concentración».

Según datos aportados por la OMS (2017) se calcula que la depresión afecta a más de
300 millones de personas. Generalmente, es muy usual en todo el mundo. Esta enfermedad es
distinta de las variaciones habituales del estado de ánimo y de las respuestas emocionales
breves a los problemas de la vida cotidiana. Puede convertirse en un problema de salud serio,
especialmente cuando es de larga duración e intensidad grave, y puede causar gran
sufrimiento y alterar las actividades laborales, escolares y familiares. En el peor de los casos
puede llevar al suicidio.

En la actualidad, la depresión va a fomentar que sea un problema para la salud pública


debido a una disminución en la calidad de vida, disminución funcional, discapacidad marcada
y un aumento en la utilización de servicios así como el incremento en la mortalidad por
comorbilidad con otras condiciones médicas (Mori y Caballero, 2010).

El Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-5: APA, 2013)


ofrece una importante oportunidad para reflexionar la manera en que conceptualizamos y

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clasificamos los trastornos mentales. Un sistema de dos dimensiones con ejes de gravedad y
cronicidad simplificaría la clasificación de los trastornos depresivos. Podría incorporar
prácticamente toda la información en la categoría Trastorno Depresivo Mayor (TDM); la
severidad del episodio depresivo mayor, recurrentes y crónicos; la categoría Trastorno
Distímico (TD); especificador del curso longitudinal; y la categoría de apéndice de Trastorno
Depresivo Menor en sólo dos calificaciones, una en cada dimensión (Klein, 2008).

El diagnóstico acertado y el tratamiento adecuado de la depresión son, por lo tanto,


retos cruciales para la psiquiatría y psicología clínica. Las tendencias hacia altas tasas de
recurrencia y discapacidad sostenida en la depresión mayor, particularmente entre las
personas con antecedentes de episodios múltiples, son factores importantes en la planificación
del tratamiento a largo plazo y el manejo clínico. A pesar de las indicaciones terapéuticas
convincentes y la disponibilidad de tratamientos eficaces, el reconocimiento y el tratamiento
adecuado de la depresión siguen siendo limitados. Los antidepresivos mejor tolerados y más
ampliamente aceptados pueden mejorar estas deficiencias (Viguera, Baldessarini y Friedberg,
1998).

4.1. Depresión no medicada contra la depresión medicada en la actualidad

Como sugieren los siguientes estudios, es que antes del uso generalizado de
antidepresivos, los pacientes deprimidos regularmente se ponían bien, y muchos nunca
sufrieron un segundo ataque de depresión mayor. Hoy en día, la abrumadora mayoría de los
pacientes diagnosticados con depresión mayor y tratados con antidepresivos sufren ataques
recurrentes de la enfermedad. Investigadores en Europa, Canadá y los Estados Unidos han
realizado una variedad de estudios "naturalistas" que ayudan a resolver sus preguntas (Weel-
Baumgarten, Van den Bosch, Hekster, Van den Hoogen y Zitman, 2000; Posternak, Solomon,
Leon, Mueller, Shea, Endicott y Keller, 2006; Dewa, Hoch, Lin, Paterson y Goering, 2003;
Patten 2004).

Por un lado, hay autores que opinan que los problemas con los antidepresivos se deben
a un mal uso y que, si se utilizan bien, son beneficiosos. Y en cambio, por otro hay autores,
como Gotzsche y otros, que consideran que son perjudiciales aunque se usen de acuerdo con

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las recomendaciones, y que estaríamos mejor sin ellos, por los efectos que producen en el
cerebro a largo plazo y la cronificación subsiguiente de la depresión.

Está claro que nos encontramos tanto con depresiones breves como con otras que
duran años o incluso las que se convierten en enfermedades crónicas. La duración de una
depresión está en función de la gravedad determinada. Este apartado recapitula una serie de
estudios científicos de manera resumida que manifiestan las diferencias entre la depresión no
medicada contra la depresión medicada en la actualidad. Tradicionalmente, se creía que el
tratamiento eficaz adecuado para tratar la depresión se solucionaba con antidepresivos, ya que
ésta es causada por los desequilibrios en los niveles de las sustancias químicas del cerebro,
pero recientes estudios prueban que el consumo de los psicofármacos puede causar la
dependencia que en numerosas ocasiones. A continuación estos sugieren como se buscan cada
vez más las alternativas para que los pacientes con depresión a menudo no reciban el
tratamiento considerado como terapéutico. Probablemente podamos contestar a las preguntas
¿cómo se ve hoy en día la depresión sin medicamentos? y ¿corre un mejor curso a largo plazo
que la depresión medicada?.

De acuerdo con Weel-Baumgarten et al. (2000), han demostrado que si los


antidepresivos se prescriben en absoluto, las dosis son a menudo demasiado bajas y la
duración del tratamiento muy cortas en comparación con lo que se recomienda para la
depresión. Sin embargo, no sabemos cómo los pacientes con depresión son tratados a largo
plazo y la relación exacta entre la falta de medicación adecuada y el resultado a largo plazo no
es clara, sobre todo en la atención primaria.

Greenberg et al. (1993), es el primer autor que estima que la sociedad pierde
anualmente 43 mil millones de dólares debido a que la crisis de la depresión se ha convertido
en una de las principales causas de discapacidad en todo el mundo. Estas pérdidas tienen dos
formas principales: las pérdidas del mercado de trabajo y los costos de tratamiento
relacionados con la depresión. Gran parte de la literatura sobre la discapacidad del mercado de
trabajo se centra en el impacto de los factores del lugar de trabajo en la productividad,
particularmente en la relación entre el estrés y el desempeño en el trabajo. Los trabajadores
que usaban fármacos de primera línea recomendados y dosis aconsejadas tenían
significativamente más probabilidades de volver al trabajo en lugar de reclamar beneficios por
incapacidad a largo plazo o abandonar su empleo. Estos resultados son congruentes con la

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hipótesis de que los antidepresivos pueden desempeñar un papel importante en la capacidad
de los empleados para reanudar el trabajo (Dewa et al., 2003).

Por último, otro autor como Patten (2004), basa su explicación en que la provisión de
tratamiento tiene la capacidad de reducir su impacto en la salud de la población. Los ensayos
clínicos controlados aleatorios confirman que el tratamiento con medicamentos antidepresivos
puede influir favorablemente en el curso del trastorno depresivo mayor. Las guías de práctica
clínica recomiendan el tratamiento agudo para reducir la duración del episodio, el tratamiento
de continuación para prevenir la recaída y el tratamiento de mantenimiento para aquellos con
alto riesgo de recurrencia.

4.2. Discusión del problema de la cronicidad inducida por fármacos

En el siglo XXI Fava (2003), puso de manifiesto por primera vez la importancia de
que los antidepresivos aumentaban la probabilidad de que una persona que sufría un episodio
depresivo se enfermara crónicamente. Al menos algunos expertos destacados en el campo
coincidieron en que la psiquiatría necesitaba investigar este problema.

La conciencia de los sombríos resultados a largo plazo de la depresión en términos de


recaída y recurrencia está aumentando. Esta conciencia está llevando a la conceptualización
de la depresión mayor como una enfermedad crónica, se han clasificado como el cuarto
trastorno más incapacitante en términos de años de vida ajustados por discapacidad (disability
adjusted life years, DALY), una medida de la carga de morbilidad. A menos que se produzcan
mejoras significativas en la prevención, el diagnóstico y el tratamiento (Fava, 2003). La
depresión mayor suele caracterizarse por episodios depresivos recurrentes crónicos, que
pueden ser breves (2-4 semanas) o prolongados (más de 9 meses), con una duración promedio
de 7-9 meses (El-Mallakh, Gao y Roberts, 2011).

Una paradoja que ha surgido: los médicos son cada vez más propensos a diagnosticar
y tratar la depresión, y los tratamientos se han vuelto más y más refinados. Pero esto en una
perspectiva a largo plazo y no parece importar mucho. Se han propuesto varias explicaciones
para este paradójico fenómeno. El mal resultado entre los pacientes con depresión puede
reflejar el tratamiento inadecuado que los pacientes tienden a recibir en la práctica general, en
términos de dosis o duración del tratamiento, su escaso cumplimiento y las complicaciones de
la comorbilidad médica. En medicina clínica, la probabilidad de que un tratamiento
15
específico, mientras alivia los síntomas de la enfermedad también puede agravar su curso, por
lo tanto ha sido a menudo evaluado. La convicción más común entre los investigadores ha
sido probablemente el reconocimiento de la naturaleza crónica y el aumento de la incidencia
de la enfermedad depresiva. Sin embargo, parece que nos olvidamos y no queremos tener otra
posibilidad: la probabilidad de que los fármacos antidepresivos sean depresivos, al menos en
algunos casos (Fava, 2003).

Por otro lado Fava (2003), sugirió la posibilidad de que los fármacos antidepresivos
pudieran afectar desfavorablemente el resultado de la depresión y se formuló en una hipótesis
específica, en 1994. El uso a largo plazo de fármacos antidepresivos puede aumentar, en
algunos casos, la vulnerabilidad bioquímica a la depresión y empeorar el resultado a largo
plazo y la expresión sintomática de la enfermedad, disminuyendo tanto la probabilidad de
respuesta posterior al tratamiento farmacológico como la duración de los períodos sin
síntomas. Esta hipótesis, en gran parte especulativa, se extendió posteriormente a los riesgos e
implicaciones de la interrupción de la terapia psicotrópica de mantenimiento y se desarrolló
en términos neurobiológicos.

Los antidepresivos pueden inducir procesos que son lo opuesto a lo que la medicación
produjo originalmente, y esto puede provocar un empeoramiento de la enfermedad, continuar
durante un período de tiempo después de la suspensión de la medicación, y no puede ser
reversible. Se propone que se produzca un estado depresivo crónico y resistente al tratamiento
en individuos que están expuestos a potentes antagonistas de las bombas de recaptación de
serotonina durante períodos de tiempo prolongados. Debido al retraso en el inicio de este
estado depresivo crónico, se denomina disforia tardía. Se manifiesta como un estado disfórico
crónico que inicialmente es aliviado transitoriamente pero finalmente se vuelve insensible a la
medicación antidepresiva. Los antidepresivos serotoninérgicos pueden ser de particular
importancia en su desarrollo. La incidencia o los factores de riesgo predisponentes son aún
desconocidos y los sujetos más propensos a beneficiarse de la interrupción del antidepresivo
serían aquellos que han tenido una exposición previa más breve a los antidepresivos por
ejemplo más jóvenes y sin enfermedades médicas crónicas y tienen la forma larga del
transportador de serotonina. Hasta que se lleven a cabo estos estudios, las recomendaciones
de tratamiento deben permanecer sin cambios, pero los ensayos clínicos de reducción de los
antidepresivos y la interrupción durante 6-12 meses en los pacientes que han fracasado la
mayoría de las otras opciones parecen razonables (El-Mallakh et al., 2011).

16
4.3. ¿Por qué pienso que los antidepresivos causan más daño que bien?

Los fármacos psiquiátricos son responsables de la muerte de más de medio millón de


personas de 65 años y cada año más. Sus beneficios tendrían que ser grandiosos para justificar
esto, pero son mínimos (Gøtzsche et al., 2015).

Los estudios sugieren que más de una quinta parte de la discapacidad relacionada con
la salud es causada por enfermedades mentales, y las personas con mala salud mental a
menudo tienen mala salud física y resultados más pobres a largo plazo en ambos aspectos de
la salud. En las personas con trastornos psiquiátricos como la psicosis, trastornos del estado
de ánimo y los trastornos de la personalidad se han observado aumentos de las tasas de
mortalidad estandarizadas y reducción de la esperanza de vida (Fok, Hayes, Chang, Stewart,
Callard, y Moran, 2012).

Por lo tanto, existe una clara necesidad de tratamientos en los trastornos mentales para
tratar de reducir el daño a largo plazo asociado con ellos. La pregunta clave es si ¿los
psicofármacos hacen más daño que bien?. Todas las intervenciones terapéuticas pueden
potencialmente hacer tanto bien como daño, y una evaluación minuciosa de los beneficios y
daños relativos de un tratamiento debe hacerse para los fármacos, al igual que para cualquier
otro. Estas evaluaciones de beneficios y daños se basan en datos de grupo, deben aplicarse a
los juicios de los pacientes individuales y, por lo tanto, sólo pueden ser de carácter consultivo;
la experiencia subjetiva del individuo es crucialmente importante de considerar (Gøtzsche et
al., 2015).

Estos autores enfatizan que para poner a disposición de una persona un número
razonable de medicamentos eficaces, seguros, con la calidad deseable y a un costo razonable,
dedican esfuerzos significativos al examen de medicamentos y seleccionan los más adecuados
de entre los disponibles para la evaluación de los mismos. Dado su falta de beneficio, se
estima que podríamos detener casi todos los psicofármacos sin causar daño, dejando caer
todos los antidepresivos, fármacos para el TDAH, fármacos para la demencia y utilizando
sólo una fracción de los antipsicóticos y benzodiazepinas que usamos actualmente. Esto
conduciría a poblaciones más sanas y de mayor duración (Gøtzsche et al., 2015).

17
La FDA (the Food and Drug Administration) mantiene un gran repositorio de ensayos
controlados por placebo como parte de su nuevo proceso de aplicación de medicamentos.
Antes de llevar a cabo nuevos ensayos de aplicación de fármacos, las compañías
farmacéuticas deben registrarlas en la FDA, que incluye detallar las medidas de resultado
primarias y secundarias y los medios de análisis. El determinar las medidas es esencial para
asegurar la integridad de un ensayo y permite descubrir cuando los investigadores publican
selectivamente las medidas que muestran el resultado que prefieren después de la recopilación
y el análisis de datos (Pigott, Leventhal, Alter, y Boren, 2010). Autores como Rising,
Bacchetti y Bero (2008), publicaron recientemente un metaanálisis de todos los ensayos de
eficacia de nuevos fármacos aprobados por la FDA de 2001 a 2002 y el posterior estado de
publicación de estos ensayos 5 años después. El análisis del metaanálisis documenta un sesgo
significativo en la publicación que infla la aparente eficacia de nuevos fármacos. Además de
poner en duda la información exacta de los ensayos clínicos individuales en artículos de
revistas, sus hallazgos también cuestionan directamente la validez de los metaanálisis que
cubren los medicamentos específicos y las clases de fármacos cuando se limitan a los estudios
publicados.

Por la tanto, las principales conclusiones fueron:

 Los nuevos estudios de aplicación de fármacos con resultados favorables fueron casi
cinco veces más probables de ser publicados que aquellos con resultados
desfavorables.

 El 26,5% de las medidas de resultado primarias detalladas en los ensayos registrados


se omitieron en los artículos de revistas de nuevos ensayos de fármacos.

 De las 43 medidas primarias que no respaldan la eficacia, 20 no fueron incluidas en


los resultados publicados.

 17 medidas sólo se presentaron en los estudios publicados y 15 de ellos mostraron


efectos positivos para el nuevo fármaco.
En todo el mundo, las agencias reguladoras son responsables de garantizar que los
fármacos funcionen y sean aceptablemente seguros. La vigilancia post-comercialización

18
continúa después de que los medicamentos tienen licencia para que evalúen la eficacia y
seguridad una vez que han salido al mercado y son utilizados por la población. Esto puede
perfeccionar o confirmar o negar la seguridad de un fármaco en la población general, que a
diferencia de las poblaciones de estudio incluye personas con condiciones médicas variadas.
Sin embargo, se han expresado muchas preocupaciones acerca de los psicofármacos y, para
algunos críticos, la eficacia terapéutica de los medicamentos se encuentra confrontada con su
capacidad de producir reacciones adversas con el consecuente riesgo en la salud de los
pacientes (Gøtzsche et al., 2015).

Recientes estudios (Fok et al., 2012; Gøtzsche et al., 2015; Pigott et al., 2010; Rising
et al., 2008), que se han realizado esencialmente para examinar rigurosamente el uso de
medicamentos psicotrópicos, han intentado aclarar su eficacia y seguridad, antes y después de
la aprobación reglamentaria. Estas evidencias sugieren que debido a que los fármacos son
inmensamente dañinos cuando se usan a largo plazo, deberían utilizarse casi exclusivamente
en situaciones agudas y siempre con un plan firme para disminuir, lo que puede ser difícil
para muchos pacientes. También se necesitan clínicas de retiro generalizadas porque muchos
pacientes se han vuelto dependientes de fármacos, incluidos los antidepresivos, y necesitan
ayuda para que puedan dejar de tomarlos lenta y seguramente.

4.4. La alta tasa de recaídas después de la exposición a un antidepresivo

Los estudios revisados representan gran parte de la base de conocimientos subyacentes


en las recomendaciones clínicas con respecto al tratamiento de antidepresivos a largo plazo y
los riesgos después de su interrupción en varias ocasiones. Ellos llevan a varias opiniones que
son de interés de investigación y clara relevancia clínica, incluyendo algunos hallazgos
inesperados, y su consideración destaca preguntas específicas que requieren más investigación
(Haddad, 2001; Viguera, Baldessarini y Friedberg, 1998; Bull, Hu, Hunkeler, Lee, Ming,
Markson y Fireman, 2002).

Puede ser instructivo comparar el curso de la enfermedad con el tiempo antes versus
durante el tratamiento a largo plazo como una forma de estimar el impacto del abandono del
tratamiento (Viguera et al., 1998). Los síntomas de interrupción se reconocen con

19
antidepresivos tricíclicos, inhibidores de la monoaminaoxidasa, inhibidores selectivos de la
recaptación de serotonina (ISRS) y diversos antidepresivos. Se ha descrito una amplia
variedad de síntomas, que difieren algo entre las clases de antidepresivos, y varios grupos de
síntomas o síndromes de interrupción parecen existir. Una característica común se inicia
dentro de unos pocos días de detener el antidepresivo o, menos comúnmente, la reducción de
la dosis. Los síndromes de descontinuación son clínicamente relevantes, ya que son comunes,
pueden causar morbilidad significativa, pueden diagnosticarse erróneamente, conducir a un
tratamiento inapropiado y pueden afectar negativamente el cumplimiento futuro de los
antidepresivos (Haddad, 2001). Cuando inicialmente se prescriben antidepresivos, los
médicos también deben considerar la mayor probabilidad de interrupción del tratamiento en
algunas poblaciones. Se encontró que los pacientes separados, divorciados y viudos tenían
más del doble de probabilidades de interrumpir el uso de antidepresivos que los pacientes
casados. En cambio, el apoyo social puede alentarlos a continuar el tratamiento (Bull et al.,
2002). Las estrategias preventivas incluyen reducir los antidepresivos antes de la interrupción
y educar a los pacientes y profesionales de la salud para asegurarse de que los antidepresivos
se toman de forma consistente y no se interrumpe abruptamente. La mayoría de las reacciones
son leves y de corta duración y no requieren ningún tratamiento que no sea la tranquilidad del
paciente. Los casos severos pueden ser tratados sintomáticamente o el antidepresivo puede
reinstalado antes de ser retirado gradualmente (Haddad, 2001).

Una historia pasada de episodios depresivos severos y frecuentemente repetidos es un


predictor clínico del aumento del riesgo de recurrencia después de la interrupción del
tratamiento. Esta asociación está muy bien apoyada por los hallazgos actuales, en los cuales
un curso crónico o una historia de tres o más episodios pasados, comparados con menos
episodios pasados, se asoció con un riesgo mucho mayor de recaída temprana después de
parar los antidepresivos, a pesar de que las definiciones de la historia pasada se sobreponían.
Por otro lado, la historia pasada aparentemente tuvo poca incidencia en el riesgo de recaída
durante el tratamiento de mantenimiento activo. La diferencia en el riesgo de recaída con el
antidepresivo continuo versus discontinuado también varió con la historia pasada. A los 2
años de seguimiento, la diferencia fue casi insignificante (35,9% frente a 47,3%) en los
pacientes con uno o más episodios anteriores, pero triplicada (28,3% vs. 85,3%) en aquellos
con tres o más episodios pasados o un curso crónico. Por lo tanto, la historia pasada debe
tenerse en cuenta en la gestión clínica de los pacientes que interrumpen el tratamiento

20
antidepresivo, así como en el diseño ético de los protocolos de investigación y en el proceso
de consentimiento informado (Viguera et al., 1998).

Algunos de los presentes hallazgos fueron inesperados y por lo tanto son


particularmente interesante:

 En primer lugar, el tiempo calculado hasta el 50% de recaída fue de 14,2 meses
después de detener el tratamiento antidepresivo que se había mantenido durante casi 6
meses después de la aparente recuperación clínica. La latencia media a una recurrencia
de depresión mayor sin medicación también sugiere que algunos pacientes
deprimidos, particularmente aquellos con relativamente pocos episodios pasados,
pueden permanecer estables durante períodos prolongados sin tratamiento de
mantenimiento.
 En segundo lugar, una estabilización más prolongada de la medicación, ya que no se
encontró que siguiera una menor tasa de recaída después de suspender el tratamiento
antidepresivo, si el tratamiento se detuvo poco después de la recuperación o después
de la estabilización en la medicación durante varios meses o varios años. Este hallazgo
inesperado puede simplemente reflejar la aleatorización entre investigaciones
heterogéneas, si es así, se recomienda insistentemente en que la duración del
tratamiento de continuación está controlada por la variación sistemática y asignación
al azar. Hasta que se aclaren los riesgos de suspender la terapia de continuación de los
antidepresivos poco después de recuperarse de un episodio agudo de depresión, se
pide que continúe esta práctica clínica ampliamente aceptada, especialmente para los
pacientes con antecedentes de varios episodios de depresión o evidencia de
enfermedad crónica.
 En tercer lugar, la discontinuación más lenta no produjo un menor riesgo de recaída
posterior. La aparente falta de una asociación de riesgo de recaída con la tasa de
eliminación de antidepresivos podría reflejar diferencias en la historia natural de la
depresión mayor y otros trastornos. Además, las diferencias obtenidas en las tasas de
interrupción del fármaco en días o semanas podrían haber sido insuficientes para
producir un efecto sobre el tiempo de recurrencia que se calculó en un promedio de un
año. Si el mayor riesgo de recaída con más episodios anteriores refleja la presión de
una historia natural más severa, mayor vulnerabilidad a la interrupción del fármaco, o

21
su interacción no está claro. Dada la ambigüedad de la investigación disponible sobre
el tema, se requieren estudios con un diseño científico y ético adecuado que incluyan
tasas sistemáticas variadas de descontinuación de los antidepresivos y especificación
de la historia pasada (Viguera et al., 1998).

El tratamiento exitoso con antidepresivos requiere que los pacientes continúen la


terapia el tiempo suficiente para proporcionar algún beneficio y para reducir la probabilidad
de recaída. Los resultados muestran que la interrupción prematura depende de múltiples
factores, entre ellos la comunicación médico-paciente, el apoyo familiar, la respuesta clínica
al tratamiento y efectos adversos. Aunque la comunicación explícita aumentó la probabilidad
de continuar el tratamiento, parecía haber una falta de comunicación entre los pacientes y los
médicos que tratan, mientras que el 72% de los médicos dijeron que normalmente dicen a los
pacientes que sigan usando antidepresivos durante al menos 6 meses, sólo el 34% de los
pacientes informaron que se les dijo eso. Además, más de la mitad de los pacientes
informaron que no se les informaba sobre la duración esperada de la terapia. El hecho de que
los pacientes no recuerden información específica comunicada por sus médicos puede
explicar parcialmente la falta de comunicación. Si es así, sugerimos que puede ser útil para
los médicos reforzar la duración esperada del tratamiento a sus pacientes durante las visitas de
seguimiento y las discusiones sobre los efectos adversos de la medicación durante el
tratamiento pueden reducir la interrupción del uso de ISRS (Bull et al.,2002).

4.5. Los daños de los antidepresivos negados o minimizados

Como se ha mencionado anteriormente en este trabajo, existe una clara relación entre
el riesgo de suicidio y la severidad del episodio depresivo. Al comparar la información de los
siguientes estudios que se encuentran recogidos de manera resumida, descubrieron que a
pesar de que las compañías farmacéuticas y nuestros reguladores de medicamentos han hecho
todo lo posible para ocultar estos hechos, ya no pueden ponerse en duda que los
antidepresivos son peligrosos y pueden causar suicidio y el homicidio a cualquier edad
(Gøtzsche, 2016).
Hasta la actualidad, hay personas que sufren depresión, existiendo entre ellas riesgo de
suicidio. Para ello es necesario establecer medidas preventivas, fundamentalmente en las

22
primeras semanas de tratamiento, ya que pueden hacer que, el impulso de suicidio que existe
en este período disminuya, mientras persiste el ánimo depresivo y la ideación suicida
(Martínez y González, 2007).

La epidemiología del comportamiento suicida en las personas que toman fármacos


antidepresivos no está bien justificada por los estudios observacionales y gran parte del debate
actual se basa en la experiencia anecdótica. Sin embargo, se han demostrado
convincentemente dos de los principales factores de riesgo para este comportamiento. En
primer lugar, un episodio pasado de conducta suicida está fuertemente asociado con un mayor
riesgo de conducta suicida subsiguiente. Segundo, las personas a las que se les ha mandado
más de un medicamento antidepresivo con el tiempo son sustancialmente más propensas a
desarrollar comportamientos suicidas que aquellas que han tomado sólo un antidepresivo
(Jick, Kaye y Jick, 2004).

Las agencias de medicamentos advierten contra el uso de antidepresivos en niños y


adolescentes porque aumentan el riesgo de suicidio. Es más difícil saber cuál es el riesgo en
los adultos, ya que ha habido una subnotificación masiva e incluso fraude en la notificación
de suicidios, intentos de suicidio y pensamientos suicidas en los ensayos controlados con
placebo (Gøtzsche, 2016).

Algunos autores como Gøtzsche (2016), ha señalado que la FDA (the Food and Drug
Administration) ha contribuido a la oscuridad al minimizar los problemas, eligiendo confiar
en las compañías farmacéuticas, suprimiendo información importante y por otros medios. En
un metaanálisis de los ensayos controlados con placebo de 2006, la FDA informó sólo cinco
suicidios tratados con ISRS uno por cada 10.000 pacientes, pero había muchos más suicidios
en estos ensayos. Cinco años antes, en 2001, Thomas Laughren, que fue responsable de
metaanálisis de la FDA, publicó un documento a partir de datos de la FDA donde informó 22
suicidios en pacientes asignados al azar a los antidepresivos, que es 10 por 10.000, o 10 veces
todas las que informó en el año 2006. En su metaanálisis, la FDA encontró que la paroxetina
incrementó de manera significativa los intentos de suicidio en adultos con trastornos
psiquiátricos.

La Administración de Alimentos y Medicamentos era inconsistente. La agencia afirmó


en que es sólo en los menores de 24 años que estos medicamentos son de riesgo. Pero en

23
2007, la agencia admitió, al menos indirectamente, que los ISRS pueden causar suicidio en
todas las edades. Todos los pacientes que están siendo tratados con antidepresivos para
cualquier indicación debe ser vigilado apropiadamente y observados de cerca por el
empeoramiento clínico, tendencias suicidas y cambios inusuales en el comportamiento. Los
siguientes síntomas, ansiedad, agitación, ataques de pánico, insomnio, irritabilidad, hostilidad,
agresividad, impulsividad, acatisia, hipomanía y manía, han sido reportados en pacientes
adultos y pediátricos en tratamiento con antidepresivos. También se observó que, las familias
y los cuidadores de los pacientes deben ser advertidos de buscar la aparición de estos
síntomas en una base del día a día, ya que los cambios pueden ser abruptos. Parece que la
FDA finalmente admitió que los ISRS puede causar la locura en todas las edades y que los
medicamentos son muy peligrosos, de lo contrario no sería necesario un seguimiento diario.
Sin embargo, dicho seguimiento diario es una solución falsa. Muchas personas se han
intentado suicidar con los ISRS en unas pocas horas después de que todos pensaban que eran
perfectamente bien (Gøtzsche, 2016).

Los inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina (ISRS) y los inhibidores de


la recaptación de serotonina-norepinefrina (IRSN) son algunos de los fármacos más recetados.
El suicidio inducido por los ISRS se informó por primera vez en 1990. Se cree ampliamente
que el riesgo de suicidio no aumenta en los adultos y el apoyo a esto fue proporcionado por un
metaanálisis de la FDA de aproximadamente 100.000 pacientes (Sharma, Guski, Freund y
Gøtzsche, 2016). La agencia emitió un aviso de salud pública sobre el empeoramiento de la
depresión y la ideación suicida con el uso de antidepresivos en pacientes adultos, extendiendo
la vigilancia a la fluoxetina, sertralina, paroxetina, fluvoxamina, citalopram, escitalopram,
bupropion, venlafaxina, nefazodona y mirtazapina (Simon, Savarino, Operskalski y Wang,
2006). Estos datos permiten considerar finalmente como conclusión que el uso de la mayoría
de inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina (ISRS) no produce la formación de la
idea del suicidio en el paciente, sino de las conductas suicidas. Sin embargo, este organismo
vuelve a alertar sobre la posibilidad de que dicha medicación pueda aumentar entre la
población adulta (Silva y Martínez, 2007).

Por otro lado, se puede decir que los fabricantes de antidepresivos y los psiquiatras
argumentan que no hay nada de qué preocuparse porque no se han encontrado un aumento en
los suicidios o intentos de suicidio en voluntarios adultos sanos. Sin embargo, resultaba
discutible esta mala argumentación. Algunos investigadores han señalado que los

24
antidepresivos se pueden administrar con seguridad a los niños argumentando que no había
más suicidios en los ensayos, sólo en los eventos más suicidas, como si no hubiera ninguna
relación entre los dos, aunque todos sabemos que un suicidio comienza con tendencias
suicidas pensamientos, seguido de preparaciones y uno o más intentos (Gøtzsche, 2016).

A lo largo de los últimos años se han realizado numerosos estudios que no excluyen la
posibilidad de que los fármacos antidepresivos puedan precipitar una mayor ideación suicida
o intentos de suicidio en un subgrupo de individuos vulnerables. El manejo de los
antidepresivos como la forma mínima de utilizarlos es un objetivo importante para la
reducción de episodios suicidas en la población en general.

5. Evidencias acerca de la eficacia de los fármacos antidepresivos frente al placebo

A lo largo de los años, se han realizado numerosos estudios que ponen en manifiesto
una vez más, la evidencia empírica sobre la eficacia de los fármacos para la depresión como
primera elección frente al placebo con relación a los diferentes niveles de gravedad de la
sintomatología depresiva. A continuación, expongo algunos de los estudios realizados a lo
largo de los últimos años.

Un estudio realizado por Fournier, DeRubeis, Hollon, Dimidjian, Amsterdam, Shelton


y Fawcett (2010) perseguía como objetivo conocer que los medicamentos antidepresivos
representan el estándar actual de tratamiento para el trastorno depresivo mayor, y comprobar
el grado en que los fármacos superan al placebo ya que han demostrado ser superior al
placebo en miles de ensayos clínicos controlados en las últimas 5 décadas. La gravedad de los
síntomas es una dimensión que puede afectar el resultado del tratamiento. Los criterios de
inclusión requerían que fueran ensayos aleatorios controlados con placebo de un
antidepresivo aprobado por la FDA (the Food and Drug Administration) en el tratamiento de
la gama completa de pacientes con trastorno depresivo mayor o menor. Los estudios se
limitaron a muestras de adultos, la edad de 18 años fueron excluidos. Además, tuvieron que
incluir una comparación entre los medicamentos antidepresivos y placebo de al menos 6
semanas de duración y puntuaciones de la HDRS (the Hamilton Depression Rating Scale) en
la ingesta y al final del tratamiento. Los resultados han mostrado que: la eficacia del
tratamiento con medicamentos antidepresivos para la depresión varía considerablemente en

25
función de la gravedad de los síntomas. Los verdaderos efectos de los fármacos eran
inexistentes entre los pacientes deprimidos con síntomas leves, moderados e incluso graves,
mientras que se podrían ver para los pacientes con síntomas incrementados muy severos

Kirsch, Deacon, Huedo-Medina, Scoboria, Moore y Johnson (2008), examinaron


concretamente, los metaanálisis de la eficacia antidepresiva basados en datos de ensayos
clínicos publicados que revelan beneficios que son estadísticamente significativos. Con los
análisis de conjuntos de datos, incluyendo ensayos clínicos no publicados y publicados, se
comprobaron efectos menores que caen muy por debajo de los criterios recomendados para la
eficacia clínica. Específicamente, los antidepresivos pueden ser eficaces para pacientes
gravemente deprimidos, pero no para pacientes moderadamente deprimidos. Posteriormente
se analizaban los datos presentados a la FDA para la autorización de cuatro antidepresivos de
nueva generación para los cuales se dispone de datos completos, publicados e inéditos. Como
parte del proceso de concesión de licencias, la FDA exige que las compañías farmacéuticas
informen de todos los estudios controlados relacionados con cada indicación propuesta. Es
decir, no debe haber sesgo de informe en el conjunto de datos que analizamos. Por la tanto, en
este estudio se encuentra que el efecto general de los medicamentos antidepresivos de nueva
generación está por debajo de los criterios recomendados para significación clínica, y también
se halló que la eficacia alcanza significado clínico sólo en los ensayos que involucran a los
pacientes más deprimidos y que este patrón se debe a una disminución en la respuesta a
placebo en lugar de un aumento en la respuesta a la medicación.

Por otro lado, Hollon, DeRubeis, Shelton, Amsterdam, Salomon, O’Reardon, Lovett,
Young, Haman, Freeman y Gallop (2005), llevaron a cabo un estudio donde se analiza la
evolución posterior tras el tratamiento inicial de los pacientes asignados al azar a la terapia
cognitiva o a los medicamentos antidepresivos. En el estudio participaron sujetos con
depresión unipolar moderada a grave de 18 a 70 años que fueron reclutados en clínicas
psiquiátricas ambulatorias. El consentimiento informado por escrito se obtuvo por parte de
todos los participantes, por lo que todos ellos sabían que el tratamiento podría ser retirado
poco después de su respuesta inicial. Todos ellos cumplieron con los criterios para el trastorno
depresivo mayor, como lo determinó el manual diagnostico y estadístico de los trastornos
mentales (DSM-IV-TR). En cuanto a los resultados de este estudio sugieren que la terapia
cognitiva tiene un efecto duradero que reduce el riesgo después de un tratamiento exitoso,
como lo indican las tasas de recaída en relación con la retirada de la medicación. Además, la

26
importancia de la terapia cognitiva parece ser al menos tan grande como la que se obtiene al
mantener a los pacientes bajo medicación continuada, lo que se considera ampliamente como
el medio más efectivo para prevenir la recaída. Por lo tanto, parece que hay al menos maneras
de proteger a los pacientes contra la recaída después de un tratamiento exitoso: para continuar
con la medicación antidepresiva o proporcionar la terapia cognitiva durante el tratamiento
agudo. También existen indicios de que el efecto duradero de la terapia cognitiva puede
extenderse a la prevención de la recurrencia. Nadie recomendaría retirar la medicación
antidepresivo de pacientes deprimidos tratados únicamente con medicamentos después de
sólo 4 meses de tratamiento. En este estudio, la medicación fue retirada y los pacientes
comenzaron a tomar la terapia cognitiva únicamente para determinar si esta tenía un efecto
duradero. Con respecto a los presentes hallazgos parecen ser principalmente a la prevención
de la recaída. A pesar de que había indicios de que el efecto duradero de la terapia cognitiva
puede extender a la prevención de la recurrencia, serían necesarias comparaciones directas a
la medicación de mantenimiento en muestras más grandes para evaluar plenamente su valor
relativo. Por otra parte, estos resultados no hablan de las consecuencias de la combinación de
ambas, aunque estudios anteriores sugieren que la exposición previa a la terapia cognitiva fue
al menos tan eficaz como la medicación de antidepresivos continuada en la prevención de la
recaída posterior en el único estudio en el que se compararon.

Para terminar, Khan y Brown (2015) creían que los antidepresivos funcionaron en el
70% de los pacientes deprimidos y el placebo en el 30% de ellos. Sin embargo, esta idea ha
sido objeto de una revisión importante de las últimas dos décadas. Gran parte de la sabiduría
acerca de la magnitud de la respuesta antidepresiva y el placebo se basó en los primeros
ensayos clínicos de los antidepresivos tricíclicos, y estos datos transportados bien en la década
de 1990. No obstante, en los años 1970 y 1980, varios cambios importantes se estaban
produciendo en la psiquiatría. Lo más significativo fue la aparición del DSM-III. Utilizando
este sistema de diagnóstico reduce al mínimo las diferencias entre los subtipos de depresión y
conceptualizado un síndrome amplio llamado trastorno depresivo mayor. Tal diagnóstico
“uniforme” incluye ahora a millones de pacientes y se convirtió en un objetivo para la
industria farmacéutica. Por lo tanto, la Asociación Americana de Psiquiatría, patrocinador del
DSM-III, involuntariamente ampliaron el mercado de los antidepresivos. No es sorprendente
que se han desarrollado una gran cantidad de nuevos fármacos, y casi todos los ensayos para
los nuevos psicofármacos, tales como los inhibidores selectivos de la recaptación de
serotonina (ISRS) y serotonina e inhibidores selectivos de la recaptación de noradrenalina

27
(IRSN) Así que, cuando se accede a los datos publicados de la FDA (the Food and Drug
Administration) de los archivos de los antidepresivos aprobados entre 1985 y 1997, pronto se
hizo evidente que muchas de las suposiciones acerca de la potencia relativa de los
antidepresivos en comparación con placebo no se basaban en datos de los ensayos actuales,
sino en los casos anteriores. Específicamente, se hizo evidente que la magnitud de la
reducción de los síntomas fue de aproximadamente el 40% con los antidepresivos y
aproximadamente 30% con placebo. Los informes de dominio público de la FDA de Estados
Unidos utilizaron la reducción de síntomas como medida de mejora y no incluyen tasas de
respuesta terapéutica. Incluso con esta advertencia, sin embargo, era evidente que la respuesta
del 70% con antidepresivos era en el mejor de los casos una sobreestimación.

6. Conclusiones

En este trabajo se ha llevado a cabo una breve revisión teórica de los resultados que se
han obtenido en los estudios anteriormente expuestos, se pueden extraer una serie de
conclusiones.

Cabe destacar, la percepción subjetiva que cada persona posee sobre el uso de
psicofármacos, que indican que la presencia de enfermedades psíquicas y ciertos factores
psicosociales condicionen significativamente el consumo (Rosagro, 2013). Cabe destacar que
los trastornos mentales constituyen un problema de salud pública actual, con gran impacto en
términos de costes económicos, sanitarios, dependencia y discapacidad. Entre las
enfermedades de naturaleza crónica, como por ejemplo la depresión es la mayor causa de años
vividos con discapacidad (Bones, Pérez, Rodríguez-Sanz, Borrell y Obiols, 2010).

Se ha constatado la relación importante existente entre la prevalencia de enfermedades


mentales con el consumo de psicofármacos. Por este motivo, teniendo en cuenta los
resultados de estudios como el de Haro et al. (2006), comprobaron que cada persona
entrevistada presentó un trastorno mental en algún momento de su vida. Los trastornos más
frecuentes son la fobia específica, el abuso de alcohol y la distimia, destacando los episodios
de la depresión mayor con una prevalencia de 10,5 % alguna vez en la vida. Respecto a los
factores asociados a los trastornos mentales, coinciden con los mencionados anteriormente, el
estar separado, viudo o divorciado, estar desempleado y estar de baja laboral. Y en cuanto a
28
las diferencias por sexo, las mujeres en España presentaron alguna vez en la vida algún
trastorno mental más que los hombres, respectivamente en los últimos meses (Bones et al.,
2010; Haro et al., 2006).

A pesar de que las farmacéuticas no pueden distribuir esta medicación sin receta
médica, y por tanto, siempre debe haber un control médico, es frecuente que se produzca el
consumo sin un seguimiento médico adecuado, se dan fármacos a los pacientes que no se
deberían haber recetado y que interactúan de manera peligrosa con otros fármacos. A menudo
son los médicos los que se equivocan, porque cualquier fármaco puede venir con
consecuencias nocivas y no estar al corriente de todas ellas (Gøtzsche et al., 2015). De modo
que lo que nos hace falta en los años próximos es tomar muchos menos fármacos de los que
tomamos actualmente. Si hiciéramos eso y fuéramos cuidados, podríamos vivir vidas más
largas y mejores. Porque los fármacos tienen muchos efectos secundarios y los pacientes a
menudo no se dan cuenta de que al empeorar podría tratarse de un efecto secundario del
fármaco, el cual siguen tomando porque es lo que sus médicos les dicen.

Existen una gran evidencia de que el uso de medicamentos psicotrópicos, han


intentado aclarar su eficacia y seguridad, antes y después de la aprobación reglamentaria.
Estas evidencias sugieren que debido a que los fármacos son inmensamente dañinos cuando
se usan a largo plazo, deberían utilizarse casi exclusivamente en situaciones agudas y siempre
con un plan firme para disminuir, lo que puede ser difícil para muchos pacientes (Fok et al.,
2012; Gøtzsche et al., 2015; Pigott et al., 2010; Rising et al., 2008)

El propósito principal de estudios como el de Fava (2003) demostraron que el uso a


largo plazo de fármacos puede determinar una mayor vulnerabilidad bioquímica hacia la
depresión y desde entonces se ha revisado periódicamente este tema. Los datos obtenidos
mostraron que:

 Después de seis meses de tratamiento antidepresivo, los fármacos generalmente no


protegen del retorno de los síntomas depresivos.
 Dos tercios de los pacientes tratados con antidepresivos padecen síntomas residuales,
como por ejemplo ansiedad, insomnio, fatiga, deterioro cognitivo e irritabilidad

29
 A medida que los pacientes cambian de un antidepresivo a otro, su enfermedad mental
puede ser impulsada en una fase refractaria, caracterizada por baja remisión, alta
recaída y alta tolerancia.
 Los antidepresivos aumentan el riesgo de un "cambio" en la manía, y por lo tanto en la
enfermedad bipolar. Los antidepresivos también aumentan el riesgo de que los
pacientes bipolares se conviertan en cicladores rápidos y que desarrollen un síndrome
denominado Disforia Crónica Irritable.
 Cuando prolongamos el tratamiento durante 6-9 meses, podemos reclutar procesos que
se oponen a los efectos agudos iniciales de los fármacos antidepresivos. También
podemos impulsar a la enfermedad a un curso maligno y sin tratamiento que puede
tomar la forma de resistencia o aceleración de episodios. Cuando el tratamiento
farmacológico termina, estos procesos pueden ser sin oposición y producir síntomas
de abstinencia y mayor vulnerabilidad a la recaída. Tales procesos no son
necesariamente reversibles.

En cuanto al tratamiento exitoso con antidepresivos se requiere que los pacientes


continúen la terapia el tiempo suficiente para proporcionar algún beneficio y para reducir la
probabilidad de recaída. Cuando inicialmente se prescriben antidepresivos, los médicos
también deben considerar la mayor probabilidad de interrupción del tratamiento en algunas
poblaciones. Se encontró que los pacientes separados, divorciados y viudos tenían más del
doble de probabilidades de interrumpir el uso de antidepresivos que los pacientes casados. El
apoyo social puede alentarlos a continuar el tratamiento. En los últimos años se ha
incrementado el interés por los síntomas de la interrupción del tratamiento con antidepresivos,
se informó por primera vez con imipramina, el primer antidepresivo tricíclico (ATC), hace
más de 40 años. Los síntomas de descontinuación, en la mayoría de los casos, pueden
minimizarse reduciendo lentamente la dosis, pero ha habido varios informes de casos donde
se produjeron síntomas de manera consistente incluso después de repetidos intentos a
disminuir la terapia. La preocupación de la mayoría de los antidepresivos que utilizamos y se
consideran seguros, es que con una interrupción abrupta o reducción rápida de su uso cuentan
con que podría provocar un síndrome de discontinuación que puede suponer una enfermedad
grave y puede ser muy angustiante e incómodo. Por lo tanto, el paciente y el médico deben
tener esto en cuenta al tomar decisiones de prescripción. Por ejemplo, los pacientes que
cambiaron o interrumpieron el uso del ISRS originalmente recetados pueden haber sido más

30
propensos a conseguir ciertos aspectos de la información que les fue comunicada (Haddad,
2001).

El estudio de Gøtzsche (2016), aportó datos sobre la relación que existe entre el gran
número de personas que reciben antidepresivos y dentro de un periodo corto de tiempo, se
suicidan. A medida que aumenta la prescripción de ISRS, aumenta el número de familias
víctimas y el incremento de noticias en las que afirman que la psiquiatría y la industria
farmacéutica causan suicidio. A pesar de que la industria farmacéutica y nuestros reguladores
de medicamentos han hecho todo lo posible para ocultar estos hechos, ya no pueden ponerse
en duda que los antidepresivos son peligrosos y pueden causar suicidio y el homicidio a
cualquier edad. Por lo tanto, este autor sugiere un uso mínimo de antidepresivos en niños,
adolescentes y adultos jóvenes, ya que los daños serios parecen ser mayores y su efecto
parece estar por debajo de lo clínicamente relevante. La FDA (the Food and Drug
Administration) propone que los antidepresivos también pueden causar suicidio en adultos
jóvenes de 18 a 24 años con tratamientos alternativos como el ejercicio o la psicoterapia
pueden tener algún beneficio y podrían ser considerados.

A lo largo de los últimos años se han realizado numerosos estudios que no excluyen la
posibilidad de que los fármacos antidepresivos puedan tener un efecto significado, aunque
sólo para una minoría de los pacientes con depresión a los que se les prescriben fármacos, un
10-15% de los pacientes con depresión mayor. Concretamente, los antidepresivos pueden ser
eficaces para pacientes gravemente deprimidos, pero no para pacientes moderadamente
deprimidos (Kirsch et al., 2008).

En conclusión, con el objetivo de profundizar más en el estudio del tema, sería


conveniente considerar los siguientes aspectos:

 Realizar mayor número de campañas dirigidas a promover actividades de información,


educación y comunicación básica al público consumidor acerca de los problemas
asociados al uso continuado de medicamentos y su predisposición a desarrollar algún
tipo de trastorno mental.

 Sería necesario concienciar sobre la importancia de llevar a cabo un tratamiento


farmacológico eficaz que aporte disminuir la intensidad y duración de los síntomas,

31
pero no en exceso, y concienciar del peligro que tienen muchos efectos sobre el
organismo de modo que pueden obtenerse concentraciones demasiado elevadas de un
fármaco.

 Igualmente es necesario que la gente tome conocimiento sobre la presión que existe
para cambiar el ánimo de una persona o mitigar el dolor que le provoca una
enfermedad, y como dichas presiones pueden llegar a provocar un problema grave de
estado de salud.

 Proporcionar con mayor frecuencia información general a toda la población sobre las
consecuencias nocivas que causan los psicofármacos para que de éste modo se pueda
realizar una detección precoz y por tanto evitar que se desarrolle un problema mayor.

 Llevar a cabo una formación de los profesores que trabajen desde la educación sobre
estos aspectos, con énfasis en el uso racional de los medicamentos y la medicina
basada en las evidencias.

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