Ensayo - Williams - Ensayo Final

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La casa de Bernarda Alba:

una protesta contra el


autoritarismo y opresión
femenina.

Autores: Paolo Carpio y Williams


Romero Mora
Colegio: Santa Ana School
Curso: Comunicación
Grado: 5to de secundaria
El autoritarismo y la opresión femenina en La casa de Bernarda Alba
La obra "La Casa de Bernarda Alba" escrita por Federico García Lorca, es
una obra teatral que ha trascendido el tiempo y el espacio, convirtiéndose
en un símbolo del autoritarismo y la opresión femenina que caracterizó a la
España de la Generación del 27.

Es necesario mencionar que la Generación del 27 fue un movimiento


literario que reunió a escritores, poetas, artistas y pensadores que se
destacaron en la cultura española durante la primera mitad del siglo XX
marcado por la dictadura de Miguel Primo de Rivera (1923-1930) y
posteriormente por la dictadura de Francisco Franco (1939-1975).

Durante este tiempo, el autoritarismo político Según Linz (2000): “El


autoritarismo se caracteriza por la concentración de poder en una sola
persona o en un reducido grupo de individuos, la ausencia de
separación de poderes, la falta de respeto a los derechos individuales
y la supresión de la oposición política.”. influyó significativamente en la
vida cultural y artística de España. Muchos miembros de la Generación del
27 se vieron afectados por la censura, la represión y la persecución política
debido a sus ideas y expresiones artísticas que no estaban alineadas con el
régimen autoritario.

A pesar de las dificultades impuestas por el autoritarismo político muchos


miembros de la Generación del 27 lograron producir obras de gran valor
artístico y cultural, a menudo desafiando las restricciones impuestas por el
régimen. Una de estas obras es “La casa de Bernarda Alba”. Es necesario
plantearnos entonces ¿Toda obra literaria es una forma de protestar
ante un aspecto de la sociedad? ¿La casa de Bernarda Alba denuncia
el autoritarismo impuesto por las dictaduras de España del siglo XX?

La casa de Bernarda Alba es una obra maestra del teatro español que nos
sumerge en el mundo cerrado y asfixiante de una familia dominada por el
autoritarismo de Bernarda Alba, quien encarna un poder opresivo y
despiadado, reflejo de un sistema social y político que reprimía la libertad y
la expresión individual. En este ensayo, exploraremos cómo la obra de
Lorca revela las tensiones, el sufrimiento y la lucha por la liberación en un
entorno marcado por el autoritarismo y la opresión.

La obra nos cuenta la historia de una viuda autoritaria; quien impone un


estricto control sobre sus cinco hijas en un intento de preservar la
reputación familiar. Después de la muerte de su segundo esposo, Bernarda
impone un luto de ocho años en su casa, prohibiendo a sus hijas salir o
relacionarse con el exterior. La tensión y el conflicto entre las hijas, que
anhelan la libertad y el amor, y la opresión impuesta por Bernarda, generan
un ambiente claustrofóbico y opresivo que desencadena rivalidades, celos y
tragedia.

(Fragmento)

BERNARDA.- Pues busca otro, que te hará falta. En ocho años que dure el luto no ha de
entrar en esta casa el viento de la calle. Hacemos cuenta que hemos tapiado con ladrillos
puertas y ventanas. Así pasó en casa de mi padre y en casa de mi abuelo. Mientras,
podéis empezar a bordar el ajuar. En el arca tengo veinte piezas de hilo con el que
podréis cortar sábanas y embozos. Magdalena puede bordarlas.

MAGDALENA.- Lo mismo me da.

ADELA.- (Agria.) Si no quieres bordarlas, irán sin bordados. Así las tuyas lucirán más.

MAGDALENA.- Ni las mías ni las vuestras. Sé que yo no me voy a casar. Prefiero llevar
sacos al molino. Todo menos estar sentada días y días dentro de esta sala oscura.
BERNARDA.- Eso tiene ser mujer.

MAGDALENA.- Malditas sean las mujeres.

BERNARDA.- Aquí se hace lo que yo mando. Ya no puedes ir con el cuento a tu padre.


Hilo y aguja para las hembras. Látigo y mula para el varón. Eso tiene la gente que nace
con posibles.

Las hijas de Bernarda, Angustias, Magdalena, Amelia, Martirio y Adela,


representan diferentes facetas de la opresión y la represión que sufren bajo
el yugo materno. La llegada de Pepe el Romano, un hombre joven y
atractivo, desencadena un torbellino de pasiones, celos y secretos que
culminan en un desenlace trágico.

La obra se desarrolla en tres actos; en el acto primero, nos cuenta que al


morir su marido, Bernarda Alba impone a sus cinco hijas (Angustias,
Magdalena, Amelia, Martirio y Adela) guardar luto durante 8 años seguidos.
En medio de este ambiente opresivo, Adela (la más joven de todas las hijas)
se entera de que Angustias, la hermana mayor, va a contraer matrimonio
con Pepe el Romano, con quien Adela mantiene relaciones en secreto.

Acto primero (Fragmento)

Habitación blanquísima del interior de la casa de Bernarda. Muros gruesos. Puertas en arco con
cortinas de yute rematadas con madroños y volantes. Sillas de anea. Cuadros con paisajes
inverosímiles de ninfas o reyes de leyenda. Es verano. Un gran silencio umbroso se extiende por la
escena. Al levantarse el telón está la escena sola. Se oyen doblar las campanas.

(Sale la Criada)

Criada: Ya tengo el doble de esas campanas metido entre las sienes.

La Poncia: (Sale comiendo chorizo y pan) Llevan ya más de dos horas de gori-gori. Han venido
curas de todos los pueblos. La iglesia está hermosa. En el primer responso se desmayó la
Magdalena.

Criada: Es la que se queda más sola.


La Poncia: Era la única que quería al padre. ¡Ay! ¡Gracias a Dios que estamos solas un poquito! Yo
he venido a comer.

Criada: ¡Si te viera Bernarda...!

La Poncia: ¡Quisiera que ahora, que no come ella, que todas nos muriéramos de hambre!
¡Mandona! ¡Dominanta! ¡Pero se fastidia! Le he abierto la orza de chorizos.

Criada: (Con tristeza, ansiosa) ¿Por qué no me das para mi niña, Poncia?

La Poncia: Entra y llévate también un puñado de garbanzos. ¡Hoy no se dará cuenta!

Voz (Dentro): ¡Bernarda!

La Poncia: La vieja. ¿Está bien cerrada?

Criada: Con dos vueltas de llave.

La Poncia: Pero debes poner también la tranca. Tiene unos dedos como cinco ganzúas.

Voz: ¡Bernarda!

La Poncia: (A voces) ¡Ya viene! (A la Criada) Limpia bien todo. Si Bernarda no ve relucientes las
cosas me arrancará los pocos pelos que me quedan.

Criada: ¡Qué mujer!

La Poncia: Tirana de todos los que la rodean. Es capaz de sentarse encima de tu corazón y ver
cómo te mueres durante un año sin que se le cierre esa sonrisa fría que lleva en su maldita cara.
¡Limpia, limpia ese vidriado!

Criada: Sangre en las manos tengo de fregarlo todo.

La Poncia: Ella, la más aseada; ella, la más decente; ella, la más alta. Buen descanso ganó su
pobre marido.

(Cesan las campanas.)

Criada: ¿Han venido todos sus parientes?

La Poncia: Los de ella. La gente de él la odia. Vinieron a verlo muerto, y le hicieron la cruz.

Criada: ¿Hay bastantes sillas?

La Poncia: Sobran. Que se sienten en el suelo. Desde que murió el padre de Bernarda no han
vuelto a entrar las gentes bajo estos techos. Ella no quiere que la vean en su dominio. ¡Maldita
sea! […]
En el acto segundo, la Poncia descubre la relación entre Adela y Pepe el
Romano.

Acto II (Fragmento)

Habitación blanca del interior de la casa de BERNARDA. Las puertas de la izquierda dan a los
dormitorios. Las HIJAS de BERNARDA están sentadas en sillas bajas cosiendo. MAGDALENA
borda. Con ellas está LA PONCIA.

ANGUSTIAS.- Ya he cortado la tercera sábana.

MARTIRIO.- Le corresponde a Amelia.

MAGDALENA.- Angustias. ¿Pongo también las iniciales de Pepe?

ANGUSTIAS.- (Seca.) No.

MAGDALENA.- (A voces.) Adela, ¿no vienes?

AMELIA.- Estará echada en la cama.

LA PONCIA.- Ésta tiene algo. La encuentro sin sosiego, temblona, asustada como si tuviese una
lagartija entre los pechos.

MARTIRIO.- No tiene ni más ni menos que lo que tenemos todas.

MAGDALENA.- Todas, menos Angustias.

ANGUSTIAS.- Yo me encuentro bien y al que le duela que reviente.

MAGDALENA.- Desde luego que hay que reconocer que lo mejor que has tenido siempre es el
talle y la delicadeza.

ANGUSTIAS.- Afortunadamente, pronto voy a salir de este infierno.

MAGDALENA.- ¡A lo mejor no sales!

MARTIRIO.- Dejar esa conversación.

ANGUSTIAS.- Y además, ¡más vale onza en el arca que ojos negros en la cara!

MAGDALENA.- Por un oído me entra y por otro me sale.

AMELIA.- (A LA PONCIA.) Abre la puerta del patio a ver si nos entra un poco de fresco. (La
CRIADA lo hace.)

MARTIRIO.- Esta noche pasada no me podía quedar dormida por el calor.


AMELIA.- Yo tampoco.

MAGDALENA.- Yo me levanté a refrescarme. Había un nublo negro de tormenta y hasta cayeron


algunas gotas.

LA PONCIA.- Era la una de la madrugada y subía fuego de la tierra. También me levanté yo.
Todavía estaba Angustias con Pepe en la ventana.

MAGDALENA.- (Con ironía.) ¿Tan tarde? ¿A qué hora se fue?

ANGUSTIAS.- Magdalena, ¿a qué preguntas, si lo viste?

AMELIA.- Se iría a eso de la una y media.

ANGUSTIAS.- ¿Sí? ¿Tú por qué lo sabes?

AMELIA.- Lo sentí toser y oí los pasos de su jaca.

LA PONCIA.- Pero si yo lo sentí marchar a eso de las cuatro.

ANGUSTIAS.- No sería él.

LA PONCIA.- Estoy segura.

AMELIA.- A mí también me pareció.

MAGDALENA.- ¡Qué cosa más rara!

(Pausa.)

LA PONCIA.- Oye, Angustias: ¿qué fue lo que te dijo la primera vez que se acercó a la ventana?

ANGUSTIAS.- Nada. ¡Qué me iba a decir! Cosas de conversación.

MARTIRIO.- Verdaderamente es raro que dos personas que no se conocen se vean de pronto en
una reja y ya novios.

ANGUSTIAS.- Pues a mí no me chocó.

AMELIA.- A mí me daría no sé qué.

ANGUSTIAS.- No, porque cuando un hombre se acerca a una reja ya sabe por los que van y
vienen, llevan y traen, que se le va a decir que sí.

MARTIRIO.- Bueno; pero él te lo tendría que decir.

ANGUSTIAS.- ¡Claro!

AMELIA.- (Curiosa.) ¿Y cómo te lo dijo?


ANGUSTIAS.- Pues nada: «Ya sabes que ando detrás de ti, necesito una mujer buena, modosa, y
ésa eres tú si me das la conformidad».

AMELIA.- ¡A mí me da vergüenza de estas cosas!

ANGUSTIAS.- Y a mí, pero hay que pasarlas.

LA PONCIA.- ¿Y habló más?

ANGUSTIAS.- Sí, siempre habló él.

MARTIRIO.- ¿Y tú?

ANGUSTIAS.- Yo no hubiera podido. Casi se me salió el corazón por la boca. Era la primera vez
que estaba sola de noche con un hombre.

MAGDALENA.- Y un hombre tan guapo.

ANGUSTIAS.- No tiene mal tipo.

LA PONCIA.- Esas cosas pasan entre personas ya un poco instruidas, que hablan y dicen y
mueven la mano... La primera vez que mi marido Evaristo el Colín vino a mi ventana... Ja, ja, ja.

AMELIA.- ¿Qué pasó?

LA PONCIA.- Era muy oscuro. Lo vi acercarse y al llegar me dijo: «Buenas noches». «Buenas
noches», le dije yo, y nos quedamos callados más de media hora. Me corría el sudor por todo el
cuerpo. Entonces Evaristo se acercó, se acercó que se quería meter por los hierros, y dijo con voz
muy baja: «¡Ven que te tiente!».

(Ríen todas.) […]

Y finalmente en el acto tercero, Adela se rebela y reclama su derecho a


ser la mujer de Pepe el Romano. Bernarda dispara contra él y dice que lo ha
matado a pesar de haber errado su tiro. Adela, desesperada, sale corriendo
y se encierra dispuesta a quitarse la vida.

III ACTO (Fragmento)

(Martirio cierra la puerta por donde ha salido María Josefa y se dirige a la puerta del corral. Allí
vacila, pero avanza dos pasos más.)

Martirio: (En voz baja.) Adela. (Pausa. Avanza hasta la misma puerta. En voz alta.) ¡Adela!

(Aparece Adela. Viene un poco despeinada.)


Adela: ¿Por qué me buscas?

Martirio: ¡Deja a ese hombre!

Adela: ¿Quién eres tú para decírmelo?

Martirio: No es ése el sitio de una mujer honrada.

Adela: ¡Con qué ganas te has quedado de ocuparlo!

Martirio: (En voz alta.) Ha llegado el momento de que yo hable. Esto no puede seguir así.

Adela: Esto no es más que el comienzo. He tenido fuerza para adelantarme. El brío y el mérito que
tú no tienes. He visto la muerte debajo de estos techos y he salido a buscar lo que era mío, lo que
me pertenecía.

Martirio: Ese hombre sin alma vino por otra. Tú te has atravesado.

Adela: Vino por el dinero, pero sus ojos los puso siempre en mí.

Martirio: Yo no permitiré que lo arrebates. El se casará con Angustias.

Adela: Sabes mejor que yo que no la quiere.

Martirio: Lo sé.

Adela: Sabes, porque lo has visto, que me quiere a mí.

Martirio: (Desesperada.) Sí.

Adela: (Acercándose.) Me quiere a mí, me quiere a mí.

Martirio: Clávame un cuchillo si es tu gusto, pero no me lo digas más.

Adela: Por eso procuras que no vaya con él. No te importa que abrace a la que no quiere. A mí,
tampoco. Ya puede estar cien años con Angustias. Pero que me abrace a mí se te hace terrible,
porque tú lo quieres también, ¡lo quieres!

Martirio: (Dramática.) ¡Sí! Déjame decirlo con la cabeza fuera de los embozos. ¡Sí! Déjame que el
pecho se me rompa como una granada de amargura. ¡Le quiero!

Adela: (En un arranque, y abrazándola.) Martirio, Martirio, yo no tengo la culpa.

Martirio: ¡No me abraces! No quieras ablandar mis ojos. Mi sangre ya no es la tuya, y aunque
quisiera verte como hermana no te miro ya más que como mujer. (La rechaza.)

Adela: Aquí no hay ningún remedio. La que tenga que ahogarse que se ahogue. Pepe el Romano
es mío. Él me lleva a los juncos de la orilla.
Martirio: ¡No será!

Adela: Ya no aguanto el horror de estos techos después de haber probado el sabor de su boca.
Seré lo que él quiera que sea. Todo el pueblo contra mí, quemándome con sus dedos de lumbre,
perseguida por los que dicen que son decentes, y me pondré delante de todos la corona de
espinas que tienen las que son queridas de algún hombre casado.

Martirio: ¡Calla!

Adela: Sí, sí. (En voz baja.) Vamos a dormir, vamos a dejar que se case con Angustias. Ya no me
importa. Pero yo me iré a una casita sola donde él me verá cuando quiera, cuando le venga en
gana.

Martirio: Eso no pasará mientras yo tenga una gota de sangre en el cuerpo.

Adela: No a ti, que eres débil: a un caballo encabritado soy capaz de poner de rodillas con la fuerza
de mi dedo meñique.

Martirio: No levantes esa voz que me irrita. Tengo el corazón lleno de una fuerza tan mala, que sin
quererlo yo, a mí misma me ahoga.

Adela: Nos enseñan a querer a las hermanas. Dios me ha debido dejar sola, en medio de la
oscuridad, porque te veo como si no te hubiera visto nunca.

(Se oye un silbido y Adela corre a la puerta, pero Martirio se le pone delante.)

Martirio: ¿Dónde vas?

Adela: ¡Quítate de la puerta!

Martirio: ¡Pasa si puedes!

Adela: ¡Aparta! (Lucha.)

Martirio: (A voces.) ¡Madre, madre!

Adela: ¡Déjame!

(Aparece Bernarda. Sale en enaguas con un mantón negro.)

Bernarda: Quietas, quietas. ¡Qué pobreza la mía, no poder tener un rayo entre los dedos!

Martirio: (Señalando a Adela.) ¡Estaba con él! ¡Mira esas enaguas llenas de paja de trigo!

Bernarda: ¡Esa es la cama de las mal nacidas! (Se dirige furiosa hacia Adela.)
Adela: (Haciéndole frente.) ¡Aquí se acabaron las voces de presidio! (Adela arrebata un bastón a
su madre y lo parte en dos.) Esto hago yo con la vara de la dominadora. No dé usted un paso más.
¡En mí no manda nadie más que Pepe!

(Sale Magdalena.)

Magdalena: ¡Adela!

(Salen la Poncia y Angustias.)

Adela: Yo soy su mujer. (A Angustias.) Entérate tú y ve al corral a decírselo. Él dominará toda esta
casa. Ahí fuera está, respirando como si fuera un león.

Angustias: ¡Dios mío! Bernarda: ¡La escopeta! ¿Dónde está la escopeta? (Sale corriendo.)

(Aparece Amelia por el fondo, que mira aterrada, con la cabeza sobre la pared. Sale detrás
Martirio.)

Adela: ¡Nadie podrá conmigo! (Va a salir.)

Angustias: (Sujetándola.) De aquí no sales con tu cuerpo en triunfo, ¡ladrona! ¡deshonra de nuestra
casa!

Magdalena: ¡Déjala que se vaya donde no la veamos nunca más!

(Suena un disparo.)

Bernarda: (Entrando.) Atrévete a buscarlo ahora.

Martirio: (Entrando.) Se acabó Pepe el Romano.

Adela: ¡Pepe! ¡Dios mío! ¡Pepe! (Sale corriendo.)

La Poncia: ¿Pero lo habéis matado?

Martirio: ¡No! ¡Salió corriendo en la jaca!

Bernarda: No fue culpa mía. Una mujer no sabe apuntar.

Magdalena: ¿Por qué lo has dicho entonces?

Martirio: ¡Por ella! Hubiera volcado un río de sangre sobre su cabeza.

La Poncia: Maldita.

Magdalena: ¡Endemoniada!

Bernarda: Aunque es mejor así. (Se oye como un golpe.) ¡Adela! ¡Adela!
La Poncia: (En la puerta.) ¡Abre!

Bernarda: Abre. No creas que los muros defienden de la vergüenza.

Criada: (Entrando.) ¡Se han levantado los vecinos!

Bernarda: (En voz baja, como un rugido.) ¡Abre, porque echaré abajo la puerta! (Pausa. Todo
queda en silencio) ¡Adela! (Se retira de la puerta.) ¡Trae un martillo! (La Poncia da un empujón y
entra. Al entrar da un grito y sale.) ¿Qué?

La Poncia: (Se lleva las manos al cuello.) ¡Nunca tengamos ese fin!

(Las hermanas se echan hacia atrás. La criada se santigua. Bernarda da un grito y avanza.)

La Poncia: ¡No entres!

Bernarda: No. ¡Yo no! Pepe: irás corriendo vivo por lo oscuro de las alamedas, pero otro día
caerás. ¡Descolgarla! ¡Mi hija ha muerto virgen! Llevadla a su cuarto y vestirla como si fuera
doncella. ¡Nadie dirá nada! ¡Ella ha muerto virgen! Avisad que al amanecer den dos clamores las
campanas.

Martirio: Dichosa ella mil veces que lo pudo tener.

Bernarda: Y no quiero llantos. La muerte hay que mirarla cara a cara. ¡Silencio! (A otra hija.) ¡A
callar he dicho! (A otra hija.) Las lágrimas cuando estés sola. ¡Nos hundiremos todas en un mar de
luto! Ella, la hija menor de Bernarda Alba, ha muerto virgen. ¿Me habéis oído? ¡Silencio, silencio
he dicho! ¡Silencio!

Como se puede evidenciar la obra aborda temas como la opresión de la


mujer, la lucha por la libertad y la expresión individual, así como la
hipocresía social. A través de un simbolismo intenso y diálogos cargados de
tensión, García Lorca nos presenta un retrato desgarrador de la vida en un
entorno dominado por el autoritarismo y la opresión de la mujer, mostrando
las consecuencias devastadoras que estas condiciones pueden tener en la
vida de las personas.

La opresión de la mujer en la sociedad se refleja en la vida de estas


mujeres, llevándolas a enfrentarse entre sí y a luchar contra las limitaciones
impuestas por un régimen político impuesto y de característica retrograda.
La represión sexual también está presente, especialmente a través de la
figura de Adela, quien busca la libertad en un amor prohibido. Este conflicto
culmina en un trágico desenlace que resalta la imposibilidad de escapar de
las normas sociales impuestas.

La figura autoritaria de Bernarda Alba es central en la obra, personificando


la rigidez de la sociedad y la represión de la individualidad. La rivalidad
entre las hermanas revela la competencia por el escaso poder y libertad que
pueden alcanzar dentro de este entorno opresivo.

García Lorca utiliza simbolismos, metáforas y un lenguaje poético para


transmitir la tensión y la tragedia que rodea a la familia. La elección de un
escenario único, la casa, simboliza la prisión de las mujeres dentro de las
normas sociales y culturales. El calor y la claustrofobia en la casa
representan la opresión que sienten las hijas.

Por todo ello, llegamos a concluir que todo texto literario sí es un una
denuncia a los problemas sociales; pues en esta obra se puede observar el
impacto del autoritarismo en una familia en donde Bernarda representa a los
padres autoritarios que tienden a imponer su voluntad sin considerar las
necesidades u opiniones de sus hijas. Esto puede afectar a los hijos de
diversas maneras, como provocar baja autoestima, dificultades en la toma
de decisiones y una posible rebeldía o sumisión excesiva. Además, los
niños criados en un ambiente autoritario pueden tener dificultades para
desarrollar habilidades sociales y de resolución de problemas y le es más
atractivo elegir lo negativo como forma de protestar.

Asimismo, La casa de Bernarda Alba nos lleva a reflexionar sobre el


impacto del contexto político – social en la condición humana en el seno
familiar; la misma que se puede visualizar en la lucha por la emancipación y
la represión de los deseos individuales en una sociedad marcada por la
hipocresía y el control. La represión de la sexualidad, la imposición de
normas sociales rígidas y la opresión de la mujer son temas centrales que
se abordan a lo largo de la obra, mostrando las consecuencias
devastadoras que pueden surgir de una vida sometida a la voluntad de
otros.

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