Poesía de 1940 A La Actualidad

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POESÍA ESPAÑOLA DESDE 1940 A LA ACTUALIDAD

CONTEXTO HISTÓRICO DE LA LITERATURA ESPAÑOLA DE LOS AÑOS


40 Y 50

▪ La Alemania nazi en 1939 con la invasión de Polonia, se lanzó a la ocupación del


occidente de Europa, y llegó a posesionarse de parte de Francia. En 1940 se produce el
“pacto tripartito” entre Alemania, Italia y Japón que significó la unión de estas tres
potencias militaristas. Por su parte, el ejército japonés en su plan de conquistar el
sudeste asiático destruyó la mitad de la flota norteamericana del Pacífico en Pearl
Harbour en 194l, con lo que Estados Unidos entró en el conflicto adquiriendo
dimensión mundial. Se desarrollaron tres guerras paralelas: Alemania y sus aliados
frente a la Unión Soviética en el este de Europa, Alemania e Italia contra Gran Bretaña
y Estados Unidos en el resto del continente europeo, y Japón contra Estados Unidos en
el Pacífico.
▪ En 1945 finaliza la guerra con la derrota de Alemania. Japón capituló también en
1945, aunque Estados Unidos muestra su poder de destrucción arrojando sendas bombas
atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki, acontecimiento que estremeció al mundo y que
supuso uno de los elementos significativos de la segunda mitad de siglo: el uso de armas
nucleares.
▪ El final de la Segunda Guerra Mundial dará paso al enfrentamiento entre Estados
Unidos y la Unión Soviética, los dos países más poderosos tras la guerra. En 1940 se
crea la OTAN, alianza militar que agrupa a los países capitalistas y en 1955 los
soviéticos y sus aliados replicaron formando el Pacto de Varsovia. Así comienza la
oposición entre el mundo comunista y capitalista, la cual marcó el nacimiento de una
nueva época: la de la Guerra Fría, la cual provocará el crecimiento espectacular de los
presupuestos militares de ambos bandos, atemorizando al mundo con el riesgo de una
guerra atómica. Este periodo de tensión política vendrá acompañado de un gran
crecimiento en la economía mundial. El Plan Marshall norteamericano dará un fuerte
impulso a Europa Occidental que experimentará una etapa de intenso desarrollo que
durará más de veinte años. La reconstrucción de un continente devastado por la guerra
dio paso a una sorprendente prosperidad. En 1952, se funda la Comunidad Europea del
carbón y del acero, que posteriormente, en 1957 se convertirá en el Mercado Común o
Comunidad Económica Europea. En la década de los 50 esa expansión también
aparecerá en los países socialistas, la Unión Soviética, ofrecía un índice de crecimiento
superior al de cualquier país capitalista. Hasta los años 60 no se percibirá con claridad la
superioridad productiva el mundo occidental.
▪ Otro hecho de relevancia tras la Segunda Guerra Mundial fue la transformación de los
países dependientes que constituían el llamado “tercer mundo”, cuyas revueltas
acabaron con los imperios coloniales (independencia de la India en 1947, en 1962
Argelia, emancipación de las colonias asiáticas y africanas de los imperios británico,
francés, holandés y belga).
▪ EN EL ÁMBITO CULTURAL, en los años 40 y 50 se dejan sentir las consecuencias
de los efectos trágicos de la Segunda Guerra Mundial. Tiene gran repercusión el
existencialismo, que, sobre todo desde Francia, se expande por la literatura mundial.
Sus principales representantes son Sartre (La náusea) y Albert Camus (El extranjero),
autores que conjugan en sus obras preocupación existencial e intención social, rasgos
comunes a autores de otras nacionalidades como Tennessee Williams o Arthur Miller en
Estados Unidos. Se desarrolla también el teatro del absurdo, manifestación del malestar
ante una sociedad absurda, con autores como el irlandés Beckett (Esperando a Godot),
el rumano Ionesco (Rinoceronte). Siguen siendo muy influyentes las ideas de Bertolt
Brecht (Madre Coraje) para quien es necesario eliminar la identificación del espectador
con los personajes, lo importante es contribuir a una actitud crítica por parte de quien
contempla la representación. Para ello utiliza efectos de distanciamiento que faciliten
dicha reflexión (escenografía antirrealista, intervenciones de un narrador, ruptura de la
acción por medio de música, proyecciones, etc.)
▪ Desde mediados de los 50, alejándose ya de una intención social, surge en Francia una
nueva novela (nouveau roman), en la que pierde importancia la trama narrativa a favor
de la experimentación formal (minuciosidad en la descripción, importancia de los
objetos, narración en tiempos simultáneos, etc.)

EN ESPAÑA

▪ En España, tras el final de la contienda en 1939, la represión se instauró en la


posguerra. El general Franco concentraba el poder de un sistema que tenía tres pilares:
las fuerzas armadas, Falange como partido único y la Iglesia, legitimadora del nuevo
régimen.
▪ La situación española es de penuria, los productos básicos se encuentran racionados y
se desarrolla el mercado negro (estraperlo). Esta época no supone un estancamiento
sino un retroceso económico y un acusado empeoramiento en el reparto de la riqueza
(salarios muy bajos, alza de los precios, legislación laboral y fiscal a favor del
empresario, prohibición de los sindicatos obreros, etc.)
▪ En 1946, las Naciones unidas condenaron el régimen franquista, de tal modo que la
situación era tan delicada que incluso se planteó la necesidad de una restauración
monárquica. No obstante, el desarrollo de la Guerra Fría favoreció la permanencia del
franquismo dado que Estados Unidos consideraba la Península como lugar de gran valor
estratégico.
▪ La cultura también presentaba un panorama desolador. El final de la Guerra Civil lleva
al exilio a gran parte de la intelectualidad española, la mayoría de los intelectuales
habían muerto o se encontraban encarcelados y el resto marchó al exilio: científicos,
historiadores, filósofos, músicos (Pau Casals, Falla), pintores (Picasso, Miró), cineastas
(Buñuel) y muchísimos literatos. De esta manera se dará una literatura del exilio llena
de particularidades (geográficas, ideológicas, de integración, etc.) que hacen muy difícil
agrupar a los diferentes autores en corrientes o tendencias. Aún así, como características
generales de estos escritores pueden indicarse la evocación de la España perdida, el
recuerdo de la Guerra Civil, el deseo por recuperar el pasado, la nostalgia y la
experiencia del destierro con sus secuelas de dolor, angustia y soledad.

▪ Socialmente, en la década de los 50 surgen ya las protestas por parte de los


trabajadores que promueven huelgas y la inquietud política en contra de la dictadura que
se extienden al ámbito universitario, donde los estudiantes protagonizan a partir del 56
diversos enfrentamientos con las fuerzas del orden.

POESÍA EN LOS AÑOS 50

Las tendencias principales se configuran en torno a la reacción de los poetas de la


posguerra ante su tiempo y son principalmente dos:

• La POESÍA ARRAIGADA representa en cierto modo una actitud de


conformidad; se centra en temas intemporales alejados de la realidad del
momento (la familia, la patria, la religión, el amor o el paisaje) y propugna una
vuelta a las formas clásicas (el soneto, la décima, etc.). La actividad de estos
poetas, que cuidan especialmente la pureza de la forma, se desarrolla alrededor
de dos revistas: Escorial y Garcilaso, en las que se genera una poesía de
inspiración petrarquista.

Los autores más destacados de esta tendencia son Luis Rosales, autor de La casa
encendida (1949), y José García Nieto, aunque dentro de la poesía arraigada
también se puede incluir parte de la obra de Gerardo Diego, Leopoldo Panero,
Luis Felipe Vivanco, Dionisio Ridruejo o José Antonio Muñoz Rojas.

• Frente a esa postura, la POESÍA DESARRAIGADA manifiesta su angustia


ante una realidad inhóspita, incapaz de ofrecer consuelo; en estos poetas se
perciben también las primeras manifestaciones de protesta que marcarán la
década siguiente. Sus poemas hablan de las miserias sociales, de la injusticia, de
la hostilidad de la existencia. El hombre se presenta como un ser desvalido en el
caos y la crudeza del mundo. Es una poesía de estilo directo y sencillo que está
dominada por un tono angustiado. La religiosidad está también presente en las
obras de estos autores, pero asociada ahora con la duda o con la desesperada
interrogación a Dios sobre el sentido del ser humano.

• En la constitución de esta corriente tuvieron una importancia decisiva los libros
de dos autores que actúan como puente entre la generación del 27 y los nuevos
poetas. Estos libros son Sombra del Paraíso, de Aleixandre, e Hijos de la ira, de
Dámaso Alonso, publicados en 1944. En la línea de la poesía desarraigada
destacan los primeros libros de Gabriel Celaya, aunque su libro más
significativo es el de Cantos Íberos, de tono beligerante y de exaltación de la
lucha social. Por su parte la poesía de Blas de Otero, quien pasaría de la poesía
arraigada a la desarraigada y finalmente a una poesía de carácter social. Sus
poemarios más importantes son Ángel fieramente humano (1950) y Redoble de
conciencia (1951) en los que muestra la relación del hombre con un Dios cruel,
impasible ante el sufrimiento humano. En 1955 publicó Pido la paz y la palabra,
obra de preocupación social, de denuncia de la situación española y con la
esperanza en un mundo mejor.

. En la órbita de la revista Espadaña, que propone una poesía cercana a los


problemas humanos, escriben autores como Victoriano Crémer y Eugenio de
Nora.

OTRAS CORRIENTES POÉTICAS

Junto a estas dos principales tendencias, en los años cuarenta se desarrollan otras
corrientes poéticas, como la que surge en torno a la revista CÁNTICO, influenciada por
la obra de San Juan y por los poetas del 27, especialmente por Cernuda. Se caracterizan
por el refinamiento formal, el intimismo y un gusto por la expresión barroca.

Así también, destaca en estos años la poesía del POSTISMO (postsurrealismo), que se
centra en el poder creador de la imaginación y en la importancia del humor en la obra
literaria. Su mayor representante es Carlos Edmundo de Ory, y en relación con este
movimiento se encuentra también parte de la obra de Gloria Fuertes, Juan Eduardo
Cirlot o Ángel Crespo.
POESÍA EN LOS AÑOS 60

Como reacción a la poesía anterior, en los años sesenta del siglo XX se consolida una
lírica concebida como medio de conocimiento o como forma de ahondar en la propia
experiencia.

Características de la poesía de la promoción de los sesenta

A pesar de la peculiaridad de los autores que conforman este grupo, se pueden apreciar
en ellos una serie de tendencias comunes:

Los poetas de la promoción poética de los sesenta (llamada también generación de los
cincuenta) reaccionan contra la concepción instrumental de la poesía anterior y
entienden el poema como un medio de conocimiento y una forma de indagar en la
experiencia personal: el poeta recrea sus emociones, lo que le ayuda a comprenderlas en
profundidad.

En su poesía son habituales temas como el recuerdo de la infancia perdida, la soledad o


la sensación del paso del tiempo. Sin embargo, estos temas se tratan desde una
perspectiva que rechaza voluntariamente el patetismo. El amor, relegado en la poesía
social, vuelve a ser un tema central que sirve a menudo como expresión del erotismo. Y
en relación con el amor, la amistad cobra de nuevo importancia en estos poetas.

La ambientación urbana es el telón de fondo de muchos de sus poemas y es frecuente la


mirada crítica e irónica de algunos autores hacia su origen burgués.

El lenguaje busca la naturalidad; combina la preocupación estilística con un tono


conversacional y se expresa a menudo mediante el verso libre.

Su poesía acude con frecuencia a la IRONÍA, uno de los rasgos más característicos del
grupo. Con ella se manifiesta su sentimiento de inseguridad ante la vida, al tiempo que
constituye un modo de combatirlo.

La lírica de estos autores se abre hacia la literatura extranjera, aunque también vuelve su
mirada hacia el barroco español o hacia algunos poetas del 27, como Aleixandre y
Cernuda.

Los poetas de la promoción

La poesía de estos años está protagonizada por autores nacidos, aproximadamente, entre
1925 y la Guerra Civil. Entre ellos destacan Ángel González, José Manuel Caballero
Bonald, Jaime Gil de Biedma, José Ángel Valente, José Agustín Goytisolo, Francisco
Brines y Claudio Rodríguez. Se incluyen en esta generación, además, otros poetas,
como Carlos Barral, Félix Grande, Agustín García Calvo o Antonio Gamoneda. Hay
que tener en cuenta que, aunque se presente a estos autores en el marco de esta década
(momento en el que su poesía se consolida), su actividad poética posterior es muy
significativa y dará como resultado algunas de sus más altas creaciones.
Jaime Gil de Biedma (Barcelona 1929-íd. 1990) es el principal representante de la
concepción de la poesía como experiencia y explora lo cotidiano con un punto de ironía
que ejerce una enorme influencia en su generación y en los poetas posteriores. Sus
poemas tienen frecuentemente un tono confesional y narrativo en el que se combina el
lenguaje conversacional con la expresión poética.

La obra poética de Gil de Biedma está recogida en el libro Las personas del verbo.
Algunos de sus títulos más significativos son Compañeros de viaje (1959), Moralidades
(1966) y Poemas póstumos (1968).

José Ángel Valente (Orense 1929-Ginebra 2000) entiende la creación poética como un
medio para descubrir la esencia de la realidad porque la poesía es, ante todo,
conocimiento. Su lírica es muy reflexiva y en su estilo se otorga gran valor al silencio,
es decir, a lo que se encuentra únicamente sugerido. Su producción evoluciona desde un
realismo inicial a la posterior reflexión sobre la esencia y la función de la propia poesía.
Común a toda su trayectoria es la exigencia de rigor expresivo, que da lugar a un estilo
escueto y preciso. Algunas de sus principales obras son Poemas a Lázaro (1960), La
memoria y los signos (1966) o El inocente (1970).

Ángel González (Oviedo 1925-2008) representa la transición entre la poesía social de la


anterior generación y la de la promoción de los sesenta. Así, en muchos de sus versos
muestra su preocupación ética y denuncia la hipocresía. Su obra, recogida en Palabra
sobre palabra, en 1972, está teñida de un pesimismo existencial que a menudo
encuentra una válvula de escape en el humor. Entre sus obras destacan Áspero mundo
(1956), Sin esperanza, con convencimiento (1961), Grado elemental (1962), Tratado de
urbanismo (1967) o Procedimientos narrativos (1972).

Claudio Rodríguez (Zamora 1934-Madrid 1999) se vale de un lenguaje de resonancias


rurales para indagar en el misterio de la propia existencia y celebrar la belleza del
mundo y de la vida. Su obra, con ecos de San Juan de la Cruz o de Rimbaud, se
caracteriza por la recurrencia a lo simbólico. La poesía se concibe como una forma de
conocimiento, como el intento de acercarse a la realidad y a la experiencia que de ella se
tiene a través de la palabra. Claudio Rodríguez comienza su actividad poética muy
joven. El don de la ebriedad (1953) supone una fuerte ruptura con la poesía que se
escribe en esos años. Seguirán a este libro Conjuros (1958), Alianza y condena (1965) o
El vuelo de la celebración (1976).

José Agustín Goytisolo (Barcelona 1928 - 1999). La poesía de este autor se caracteriza
por la atención a las propias emociones y el frecuente empleo de la ironía, que se
combina con una posición crítica hacia la realidad contemporánea. De este modo, su
producción enlaza las nuevas tendencias de la poesía de su generación con la poesía de
los años cincuenta. Junto con Gil de Biedma y Carlos Barral, entre otros, conformó la
que se ha denominado Escuela de Barcelona. Asimismo, realizó una importante labor
en la traducción de la obra de poetas italianos, como Cesare Pavese, y, sobre todo,
catalanes. Entre sus obras destacan Salmos al viento (1958), Claridad (1960), Algo
sucede (1968), Bajo tolerancia (1977), Del tiempo y del olvido (1977) o Palabras para
Julia y otras canciones (1980). Murió trágicamente al precipitarse desde la ventana de
su casa.
NUEVAS TENDENCIAS: POESÍA DE LOS LOS 70 Y 80

LA POESÍA DE LOS AÑOS 70

Los NOVÍSIMOS, poetas nacidos tras la Guerra Civil, fueron llamados de esta forma
por su pretendida ruptura radical con la poesía precedente. Su lírica se caracteriza por el
esteticismo y la presencia de numerosas referencias culturales. Esta poesía manifiesta
una voluntad provocadora e irónica y una frecuente reflexión sobre la propia actividad
poética. Se trata, en definitiva, de creaciones de lenguaje artificioso, dirigidas a un
público minoritario capaz de apreciar sus filigranas formales.

Pertenecen a esta corriente Pere Gimferrer, Félix de Azúa, Guillermo Carnero, Ana
María Moix, Leopoldo María Panero, Antonio Martínez Sarrión, José María Álvarez,
Vicente Molina Foix y Manuel Vázquez Montalbán. Todos ellos presentes en Nueve
novísimos poetas españoles, antología realizada por Castellet en 1970.

El autor más emblemático es Pere Gimferrer (Barcelona 1945). De hecho, la nueva


estética se inicia con su libro Arde el mar, premio Adonais en 1966. A este le siguen
otras obras en castellano, como La muerte en Beberly Hills (1968), y en catalán, lengua
a la que se dedicará definitivamente.

La poesía inmediatamente posterior a 1975 sigue marcada por los novísimos y por los
poetas de su entorno. Merecen una mención especial entre ellos Leopoldo María Panero
y su hermano Juan Luis, Antonio Carvajal, José Miguel Ullán, Jenaro Talens y Antonio
Colinas. Aníbal Núñez, contemporáneo de todos ellos, seguirá, sin embargo, una
trayectoria muy personal. Asimismo, surgen en la línea de los novísimos autores
nacidos una década más tarde, como Luis Alberto de Cuenca (1950), Luis Antonio de
Villena (1951), Jaime Siles (1951) o Andrés Sánchez Robayna (1952). Sin embargo,
durante esta nueva etapa los poetas inauguran caminos personales que marcarán su
producción posterior.

LA POESÍA DESDE LOS AÑOS 80

Desde los años ochenta, la poesía se caracteriza por una enorme diversidad. Sin
embargo, de un modo general, puede decirse que la presentación de motivos urbanos, la
adaptación de la tradición a la sensibilidad actual y la revitalización de lo irónico, lo
anecdótico y lo coloquial son algunos de sus rasgos. Así también, la preocupación
estética se manifiesta mediante el experimentalismo o la depuración.

Entre las principales líneas poéticas (algunas nacidas a finales de la década anterior)
destacan las siguientes:

• La poesía experimental de autores como Fernando Millán, José Miguel Ullán,


Antonio Gómez, Felipe Boso o José Luis Fernández de Castillejo (en estrecha
relación con la obra del catalán Joan Brossa) funde lo verbal con las artes
plásticas en una expresión poética visual.
• Sánchez Robayna desarrolla una poesía minimalista o del silencio, heredera de
la poesía pura y marcada por el intelectualismo y la condensación. A esta
tendencia se incorporan Amparo Amorós, Julia Castillo, María Victoria Atencia,
Justo Navarro, José Luis Jover, Álvaro Valverde, Ada Salas, etc.
• Antonio Colinas, Luis Antonio de Villena y Antonio Carvajal, poetas
culturalistas, evolucionan hacia una poesía clasicista (llamada así por su
acercamiento a los autores clásicos) en la que incorporan innovaciones propias
de la poesía contemporánea. Colinas cultiva una estética neorromántica; Antonio
Carvajal y Francisco Castaño se aproximan al gongorismo, y Luis Antonio de
Villena, a la tradición grecolatina con una poesía de marcado hedonismo. Dentro
de la tendencia que recupera el valor de los referentes paganos clásicos se
encuentra también parte de la obra de Víctor Botas, Abelardo Linares o María
Sanz, que combinan la ambientación helénica con la poesía de la experiencia.
Por su parte, en Javier Salvago, Andrés Trapiello o Juan Manuel Bonet, se
aprecia una tendencia neomodernista, en la que impresiones y símbolos cobran
importancia esencial en los poemas.

• Continuadora del 27, se desarrolla la poesía neosurrealista de Blanca Andreu,
Amalia Iglesias, Luisa Castro, Concha García, César Antonio Molina o Juan
Carlos Mestre.
• Se ha señalado también la existencia de una poesía de conciencia social en
algunos escritores como Jenaro Talens o Juan Carlos Suñén. Esta tendencia se
aprecia más claramente en Jon Juaristi, Jorge Riechmann, Roger Wolf o Niall
Binns, caracterizados por el desencanto y la crudeza con la que presentan el
mundo.
• También orientada hacia los referentes colectivos se encuentra la nueva poesía
épica de Julio Llamazares, Julio Martínez Mesanza o Luis Martínez de Merlo o
la poesía de Ana Rosetti que abre el camino de una poesía erótica escrita por
mujeres.

• Pero, sin duda, una de las líneas más importantes y generales en estos años, que
se funde en ciertos autores con algunas de las tendencias anteriores, ha sido la
poesía de la experiencia, basada en el magisterio de Gil de Biedma o de Brines.
Esta se caracteriza por la expresión de las vivencias personales y cotidianas
mediante un lenguaje coloquial, una actitud escéptica y, a menudo, un tono
desengañado e irónico. Los autores más significativos de la nueva poesía de la
experiencia son Luis García Montero y Felipe Benítez Reyes. También se
incluye en ella parte de la obra de Luis Alberto de Cuenca, así como los autores
José Gutiérrez, Carlos Marzal, Javier Egea, Aurora Luque, Benjamín Prado,
Álvaro García o Luis Muñoz.

• Por último, cabe destacar en estos años las personales voces de Juan Lamillar,
Miguel Casado, Esperanza López Parada, Leopoldo Alas, Vicente Valero,
Vicente Gallego o Almudena Guzmán. Asimismo, entre los poetas más recientes
sobresalen Julieta Valero, Jose Luis Gómez Toré, Eva Chinchilla, Miriam
Reyes, Álvaro Tato, Elena Médel, Carlos Pardo, Julio Reija, Joaquín Pérez
Azaústre o Luis Melgarejo.
LA POESÍA EN LA ACTUALIDAD

Resulta difícil ofrecer una nómina de autores de la estricta actualidad, así como
una serie de características, bien temáticas, bien formales o de estilo, debido a la falta de
perspectiva temporal. La nueva poesía que ha venido a conocerse como “poesía de la
posmodernidad”, radica en exponer, valorar y analizar procesos individuales en relación
con el amor o situaciones políticas y sociales, lo más importante es el vínculo con el
individuo, con lo experiencial.

Por lo que respecta a la forma, en general se busca la sencillez, aunque haya una
complicada estructura de fondo, en ocasiones deshaciéndose de estrofas, métrica, rima,
etc. A esto hay que añadir el uso del ordenador, Internet y las redes sociales que
propician la publicación de manera fácil y rápida. Como resultado de todo esto se
generaliza la sensación de que cualquiera puede escribir y publicar poesía, el espacio
está abierto. Así, la poesía, como casi cualquiera otra manifestación artística cuenta con
un amplio público a través de Twitter, Facebook, etc., y por tanto la tarea de su estudio
es prácticamente inabarcable. En este sentido, la “ciberpoesía” ha contribuido a dar voz
a algunas mujeres que han conseguido llegar al reconocimiento como poetas a través de
la vía digital (Twitter, Instagram y YouTube) como Elvira Sastre (Segovia,1992) quien
finalmente publica en la editorial Visor La soledad de un cuerpo acostumbrado a la
herida (2016) o Aquella orilla nuestra (2018).

(Yo no quiero ser recuerdo. Elvira Sastre) https://youtu.be/1sdo9gCB5sI

A pesar de las dificultades comentadas para el estudio de la poesía actual,


mencionaremos tres autores que plantean temas, algunos novedosos, otros quizá no
tanto pero sí su forma de tratarlos o repensarlos poéticamente, además de ser poetas
premiados y reconocidos por la crítica. Estos jóvenes autores son Jesús Aguado, Marta
Agudo y Ada Salas.

Si repasamos algunos de esos nombres, que, con mayor o menor presencia, van
dibujando el paisaje de la lírica española contemporánea, no sorprende la dificultad de
fijar unas coordenadas precisas, no sólo del hecho poético, sino de la propia identidad
tanto del sujeto como del yo lírico, que encuentran cada vez más dificultades para
identificarse entre sí. La precaución contra una visión ingenua del sujeto, y por ende de
la voz poética, no implica que desde la poesía más exigente no sea posible trazar
caminos hacia lo vivido, como prueba, por ejemplo, Jesús Aguado en su
perturbadora Carta al padre (2016), donde, más allá de los ecos kafkianos, hay un
evidente intento de ajustar cuentas con el pasado. Pero, significativamente, Aguado
recurre a un juego de espejos en el que se entremezclan y superponen elementos
ficcionales y biográficos, no siempre fáciles de deslindar entre sí. Por otra parte, aunque
ése no sea el propósito de Aguado, plantear un tema como la paternidad permite
también abrir la reflexión sobre cómo se constituye el yo masculino, dentro y fuera del
poema.

La poética de Marta Agudo

La carne tiene también su protagonismo en la poética de Marta Agudo, como se aprecia


en su último libro, el reciente Historial, seleccionado por la crítica como uno de los
mejores libros de poesía de 2017, donde la experiencia de la enfermedad muestra la
paradójica realidad de un cuerpo que es a la vez lo más propio y lo ajeno:
«Aquí no se comporta nada. Y digo “aquí” porque el cáncer es un espacio; un espacio
o la instalación expectante que disfruta cómo cae pletórica y de nuevo la roca de
Sísifo».

Se insiste en un espacio, el que crea la enfermedad en torno a sí, como si ese cuerpo
dañado —o más bien, el malestar que causa en otros cuerpos— impidiera la misma
posibilidad de compartir un espacio común. La enfermedad es así el origen de una
extraña solidaridad y la constatación de una soledad inevitable, a la vez que funciona de
nuevo como una extraña localización, una suerte de «no lugar» o laberinto cuyas puertas
están selladas.

Ada Salas

Se trata de una de las poetas más aclamadas dentro de la poesía española


contemporánea. En su poesía busca lo esencial, a través del verso libre en poemas
breves y es considerada como seguidora de la poesía de José Ángel Valente. En 1994
obtiene el premio Hiperión de poesía con Variaciones en blanco o el reciente Limbo y
otros poemas (2013) en el que aparece entre otros temas la experiencia erótica. En 2019
publica Descendimiento, obra en la que aparece la aflicción y el sufrimiento que pudiera
pensarse o sentirse como sobrehumano. Inspirada por la obra del pintor Van der
Weyden, El descendimiento de la Cruz, la autora muestra a través de sus versos una
poesía reflexiva, dolorida, de nuevo el dolor existencial.

https://www.museodelprado.es/coleccion/obra-de-arte/el-descendimiento/856d822a-
dd22-4425-bebd-920a1d416aa7

“Lo que pintó Van der Weyden/ es/ la verdad de la muerte. /Y no el lamento. El acto. El
acto/ de morir/el acto/de sufrir.”

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