Ida González - Amores Caprichosos 3 - Juego Caprichoso
Ida González - Amores Caprichosos 3 - Juego Caprichoso
Ida González - Amores Caprichosos 3 - Juego Caprichoso
entre ellos
jamás disminuyó, al contrario supieron cómo
lograr que
florezca cada día más aumentando la
pasión entre ellos.
Ellos eran uno solo, una sola carne, y eran
inmensamente felices, supieron construir un
hogar, un
verdadero hogar, basados en el respeto, la
confianza y el
amor.
-¿Sabes de qué tengo ganas Giancarlo?- él
se relamió
los labios llegando hasta su pequeña
braguita de
encajes en color rojo.
- ¿De qué tiene ganas mi princesa? -
preguntó
desquiciado por ella.
-De que me folles en un callejón sucio y
oscuro,
levantándome contra la pared como una
cualquiera que
luego pagarás por sus servicios.
Giancarlo no pudo evitar soltar una
carcajada al
escuchar a su mujer expresarse de esa
manera y con
semejante locura.
pronto clavando sus ojos en él.
El hombre se sorprendió, abrió los ojos en
demasía y
luego solo sonrió de lado mirándola.
Lapine, susurró de
pronto solo para él.
Ella tragó grueso, era el mismo no había
dudas, y al
parecer él se dio cuenta de quién era
también.
atención el rostro de nadie, no le interesaba,
solo le
interesaba las ropas y las marcas, pero no el
rostro de un
diseñador, mucho menos su vida personal.
- ¿Te gustó Leila? - preguntó Samantha
riendo.
Ella rodó los ojos. -Dejen de decir tonterías y
adiós me
tengo que ir a mi casa, es tarde.
- se apresuró en
caminar saliendo del centro comercial. Ya no
quería
seguir hablando de él.
Una vez llegó a su casa, solo lanzó su
mochila en la
cama y ella también extendiendo sus brazos a
cada
lado, no dejaba de pensar en él, en sus ojos,
en su rostro,
en sus perfectos labios rojos, en esa barba
perfectamente perfilada y ese traje tan
elegante
combinado con su exquisito aroma varonil. Sin
darse
cuenta llevó sus manos acariciando desde su
cuello
bajando hasta sus senos hasta su vientre y
luego se dio
cuenta de lo que estaba haciendo. Era una
locura.
de los celos enfermos y desmedidos de él y
como su
madre lo bajaba de su nube voladora,
amaba esos
momentos, aprendía tanto de ellos.
-Mira Giancarlo De Luca, sabes que tengo
obligaciones
en la clínica, muchas personas dependen
de mí, muchas
familias, debo mantenerme al tanto de todo
lo que
ocurre, del dinero que se invierte, así que
bájale dos
rayitas a tus celos enfermos que sabes que
este
cuerpecito delicioso es solo tuyo.
¡Mamá!
Reclamó Leila en tanto Giancarlo negó
frotando su
rostro y Leila se sonrojó apenada.
¿Qué? No sean exagerados los dos. Y ya
vámonos que
se nos hace tarde.
Giancarlo sujetó a Cloe del brazo antes de
salir y solo la
besó con ganas.
¿Por qué no deja de perseguirme? ¿Acaso
será mi
sombra?
El hombre sonrió de lado, Leila estaba
maravillada con
él, era un hombre demasiado sensual para
su maldita
desgracia.
-Solo quiero hablar contigo un par de
palabras, y de
paso te llevo a donde quieras ir. No te
secuestraré, ni te
mataré. - Raphael sonrió ampliamente y
Leila rodó los
ojos.
manos por su frágil y hermoso cuerpo.
S'il vous plait
Pidió ella y él sonrió al escuchar decirle por
favor en su
dulce idioma.
-No me hables así, porque lo único que me
provocas es
querer besarte, y secuestrarte solo para mí y
hacerte mil
cosas enfermas, que no te imaginas, eres tan
jodidamente alucinante, que me estás llevando
a hacer
cosas que jamás imaginé. - confesó
descarado. Él
nunca fue así, y con ella se estaba
comportando como
un cavernícola, diciendo y haciendo cosas sin
pensar,
pero es que desde que la vio en ese jodido
club, solo ha
tenido pensamiento perversos y nada
decentes, solo
quería una cosa, y era tenerla en su cama,
probar de ella
una noche, disfrutarla y luego la dejaría en
paz, porqué él
no quería más, nada más.
Esa tarde hablaría con Raphael para contarle
su
intención, ¿él estaría encantado no? Lo cierto
es que esa
muchachita inocente no tenía idea de quién
era Raphael
Fontaine, ni cuál era su verdadera intención.
Y tal vez
pronto lo descubriría.
-Hola
Saludó tímida con esa vocecita que a
Raphael le
encantaba oír.
¿Vamos?- preguntó y ella asintió, girando
sobre sus
talones para abrirle la puerta para que ella
pudiera subir.
Él hizo lo mismo rodeando su auto,
ajustando su
chaqueta volvió a subir al lado conductor.
Al subirse lo primero que hizo fue tomarla
de la nuca y
besarla con ansias. Ella intentó seguirle el
beso, ese
beso desesperado. Ella gimió sin querer en
la boca del
francés y él sintió una descarga en su
hombría.
-No quiero nada contigo, eres solo una chica
más, no
tienes nada que me pueda interesar, y además
no me
gustan las mujeres sin experiencia a quien
debo enseñar
todo. - ella temblaba, su mandíbula, sus manos
y sus
piernas. Sus palabras eran como dagas
atravesando su
corazón.
-Me gustan las mujeres de verdad.
- agregó y lo único
que sintió fue la mano de Leila estampándose
contra su
rostro.
Él comenzó a respirar agitado, nunca ninguna
mujer le
puso una mano encima, jamás. Hizo puños sus
manos y
apretó sus dientes para controlarse.
totalmente, su mente era como si quedaba en
blanco y
sin ganas de nada.
Le dio una mueca de sonrisa y extendió su
mano hacia
ella. Le ofreció el folder con la maquetación y
él solo
comenzó a hojear para comenzar a darle un
vistazo.
Esme suspiró al otro lado y finalmente habló. -
-Está bien,
¿Qué quieres?
-Ven, vamos a ver.
-Llévame en tu espalda papá. - pidió ella
parándose en
la cama para que Giancarlo la cargara
sobre su espalda.
Él estaba encantado de hacerlo, desde
pequeña lo hacía
y ahora no le importaba que su hija ya sea
una señorita y
muy alta.
estómago se revolvió al pasear ahora sus ojos
por las
líneas.
Querida Leila, soy tan cobarde para decirte esto
de frente,
así que no encontré otra forma de hacerte llegar
tus
cosas. Lapin, perdóname.
Perdóname por haber hecho lo que hice, no te
mereces la
mierda de persona que soy. Por eso solo decidí
alejarme
antes de que sea tarde, tarde para los dos.
Aunque en este punto ya no sé quién de los dos
pierde
más.
Fui tan egoísta que cuando te vi por primera vez
te quise
para mí, sin medir las consecuencias de mis
actos, una
noche se convirtió en un deseo y ese deseo se
convirtió
en una vida, una vida que no tengo para dar.
a su hija y luego solo giró hacia Raphael.
-Que alegría hijo, que aceptaras cenar con
este viejo.-
Raphael solo sonrió ofreciéndole un abrazo,
apreciaba
mucho al hombre.
-Siempre es un placer.
-Por favor pasemos al comedor, necesito que
me
cuentes cómo va la agencia, en pocos días es
la última
pasarela.
El francés sonrió, era su pasión, desde niño
soñaba con
eso, incluso en sus cuadernos de la escuela el
solo
dibujaba vestidos y no las tareas. Aunque era
de
escasos recursos, nunca perdió las
esperanzas.
creo que tú eres la indicada, además de que
aprenderás
mil cosas allí. Mi esposo es un gran diseñador
aprenderás mucho de él, quiero que seas su
sombra.
-¿Tu sueño es ser una gran diseñadora no es
así?
Leila movió la cabeza repetidas veces, claro
que era su
sueño más grande.
-Entonces esta es tu oportunidad Leila, porque
la
práctica hace al maestro, trabajas para mí y a
cambio
ganas experiencia, mucha experiencia.
-Esme basta. - murmuró Leila desde su
asiento.
-Hasta le brillaron los ojitos cuando te habló.-
Leila
rodó los ojos.
-Es nuestro profesor Esme, no sigas.
-¿Qué te sucedió? ¿Por qué saliste así de la
clase?
Cambio de tema y tampoco le agradó a Leila.
-Tenia ganas de vomitar y corrí al baño. -
Esme no se
creía nada de lo que le decía.
ese que la volvía loca. No podía meterse
completamente
ese pedazo de carne en su boca porque no
solo era
largo sino grueso, Dios lo había dotado en
gran medida,
había sido un hombre bendecido.
Giancarlo estaba a punto de explotar, primero
porque
ella ya lo había calentado con sus mensajes
insinuantes
y segundo porque ella chupaba malditamente
bien, esa
mujer que tenía arrodillada frente a él lo
llevaba a cielo.
De pronto Cloe se levantó sin decir nada en
tanto
Giancarlo arrugó el ceño, no entendía porque
se detuvo
Lo empujó con sus pequeñas manos
llevándolo a la
cama. Entonces sonrió al ver la mirada
traviesa que
tenía Cloe plasmada en sus ojos.
Su miembro apuntaba hacia arriba invitando
a su musa a
sentarse sobre él.
-Te amo. - susurró mientras se
recostaba en la cama, apoyando su espalda
en el
respaldo de la cama abriendo sus largas
piernas.
rostro para mirar a su esposa.
-La directora de la universidad y profesora
de diseño es
la dueña y le ofreció trabajo para ganar
experiencia, ha
visto potencial en ella.
-Claro es mi hija, la mejor. -dijo Giancarlo en
tanto Cloe
negó.
-Eso sí yo la llevaré a su primer día de
trabajo y veré si
está contenta y si tiene ganas de llorar me
quedaré ahí
con ella. -Cloe jadeó.
-Giancarlo, Leila irá a su primer día de
trabajo, no su
primer día de kínder, así que no, respetaras
su espacio y
ya ella nos dirá como le fue, si le gusta el
ambiente y si le
agradará trabajar allí.
-Cloe, entiende que ella es mi bebé, ella es
mi pequeña.
ella rodó los ojos.
en una agencia de esa magnitud. Sin saber
quién era el
dueño de la misma.
Agnés caminaba entre los empleados
sonriendo con
soberbia, había logrado su cometido, tener
una aliada
dentro de la agencia. Sin saber realmente lo
que estaba
a punto de hacer.
Pero de pronto la tierra dejó de girar, de
pronto el aire se
hizo escaso, y como si el mundo hubiera
conspirado
contra ella. Sus ojos hicieron contacto.
Cuando Agnés abrió la puerta de vidrio y
Raphael levantó
la cabeza para ver quién irrumpía en su
oficina mientras
él le mostraba a Frida los diseños para la
nueva
temporada otoño-invierno en París.
salario y de tus funciones específicas. Deja ahí
tus
cosas.- Leila hizo caso, bajó su mochila en la
mesa que
se le había asignado y caminó detrás de su
profesora
para adentrarse en una oficina continua a la de
ese
hombre que llegó como una tormenta a su vida
y ahora
estaba dispuesto a crear un huracán. Al parecer
la vida
se empecinaba en que debía encontrarse con
ese
hombre a toda costa.
-Si no sabes cómo son las cosas, no
hables.-
escupió
Raphael molesto. Al parecer Leila sabía otra
versión de
las cosas y no le parecía extraño eso,
viniendo de Agnés.
-Solo digo lo que veo. - volvió a decir Leila y
el negó.
sorpresa, no solo era hermosa, era inteligente,
y con un
carácter que le encantaría descubrir un poco
más.
Quería saber de qué era capaz.
La tarde transcurrió con prontitud, Raphael
nunca se
sintió tan ansioso como ese día, había salido
de su
oficina más de quinientas veces, solo para
verla a ella,
de lejos, de cerca, de cualquier forma.
Leila había conocido a gran parte de los
empleados, y no
le había pasado desapercibido la mirada de
los hombres
que trabajan allí, especialmente uno de ellos,
Louis quien
no dejaba de mirarla, buscaba excusa para
hablarle en
todo momento, decirle alguna que otra cosa
divertida sin
sentido para que ella solo pudiera reír, acto del
cual
Raphael Fontaine se había dado cuenta, oh
claro que se
había dado cuenta y solo hirvió de celos, ya se
encargaría de dejarle en claro que Leila era su
conejita.
Se sentía patético, ¿Cómo celar de alguien
que no era
nada suyo?
Lo único cierto aquí es que volver a verla
anuló todos
sus sentidos, y su pequeña y casi
inexistente voluntad
de alejarse de ella, se esfumó.
Porque ahora no quería hacer otra cosa
que estar cerca
de ella, verla de cualquier manera.
Condujo hasta su casa, tal vez darse una
ducha, llamar a
su mejor amigo y salir a beber en algún bar
o ver
mujeres bailar en algún club.
momento. Faltaban dos días nada más para
la última
pasarela de la temporada, su mente debía
estar en París
ya ahora mismo, pero esa ilusión de irse a
París para huir
de su malvada esposa y descansar al menos
un mes, se
estaba desvaneciendo, y ese motivo tenia
nombre y
apellido, Leila De Luca, la idea de no ver a
Leila un mes
era tortuosa.
Llegó a la compañía, ansiando que llegue el
medio día
para ver a su pelinegra. Ahora no solo
diseñar ropas y
zapatos era su pasión, ahora también era
verla a ella.
Mirar sus hermosos ojos, sus finos labios y
su piel de
porcelana.
-Frida, ve haciendo maletas, en cuatro días
viajamos a
París. - la mujer solo asintió.
-Si no te preocupes Raphael, ya está... su
jefa de
marketing detuvo sus palabras para girar
hacia las
oficinas al ver a dos oficiales de la policía
caminar en los
pasillos entre los empleados.
Raphael arrugó el ceño, no entendía que
estaba
ocurriendo, ni a qué se debía la presencia de
la autoridad
alli.
-YO... Frida me contó lo que pasó, y no
pude...- tragó
grueso manteniéndose en silencio.
-¿Tú que Leila?
-Yo no pude estar allí como si nada, sin
saber qué pasó
¿Qué fue lo que sucedió Raphael?
Su corazón palpitó al escuchar su nombre
salir de sus
labios. Sonrió levemente emocionado. Ella
se había
preocupado, eso significaba que le
importaba.
-Si te dijera que Agnés me metió aquí, pero
es toda una
farsa nuevamente creado por ella para
manipularme, no
sé si me creerías. - dijo él mirándola,
perdiéndose en sus
hermosos ojos.
-¿Ella te metió aquí?- preguntó incrédula.
Él afirmó moviendo la cabeza levemente.
gemido.
- ¡Leila!
Esa voz hizo que ambos se separan
rápidamente.
soltar una carcajada echando su cabeza hacia
atrás.
Lo vio perderse entre los árboles y rosales y
se metió a
su habitación sin que sus padres se dieran
cuenta de lo
que había ocurrido. Que su princesa de
cuentos de
hadas estaba siendo devoraba por un lobo
feroz.
Al día siquiente Leila despertó muy temprano,
se preparó
para la universidad y bajó con una enorme
sonrisa
dibujada en su rostro.
-Buenos dias.
Saludó ingresando al comedor, donde ya sus
padres
estaban sentados en la mesa para desayunar
como
cada mañana, Giancarlo sin perder detalle de
las
noticias en el periódico y Cloe como siempre
hermosa y
radiante.
Y en la espalda unas alas de seda que caía
hasta su
pies.
porque no se compara en nada a lo que
siento ahora,
nunca sentí vibrar, nunca sentí arder como
ahora...-su
confesión la dejó más confundida aún.
-¿Por qué no me dijiste que ella sería una
de tus
modelos?¿Por qué tengo que enterarme
todo siempre en
último momento?
Una voz a su espalda hizo que ambos se
quedarán
congelados en su lugar.
cuántas modelos se te cruzaba en el camino, así
que no
seas injusto con tu hija y dale el beneficio de la
duda.
-Por eso mismo Cloe, no dejaré que mi hija sea
modelo
ni nada de esa estupidez.
¡Papá! No seré modelo, solo fue para hacer un
favor, no
es lo que tú piensas. - comenzó a temblar.
-Ya no volverás a ese lugar, ya no volverás a esa
estúpida agencia, no necesitas trabajar, punto.
Leila ya no pudo evitar derramar sus lágrimas,
no quería
dejar de trabajar y más que nada, no quería
dejar de ver
a Raphael.
-¡Papá! No me puedes prohibir eso, no puedes. -
gritó
ella derramando sus lágrimas, Cloe moría al ver
asi a su
hija.
-Ya he dicho Leila, no me gusta que hagas esas
cosas y
punto y mientras vivas bajo mi techo harás lo
que yo te
diga.
algo?
-No sé de qué hablas madre.
-Ajá, si seguro. - dijo Cloe poniéndose de pie.
Al día siguiente se levantó temprano lo único
que hizo y
que hace desde que la conoció es pensar en
Leila y
sonreír como idiota recordándola.
Escribió un mensaje y lo envío sin esperar
respuesta.
Que tes journées soient merveilleuses
comme toi et que
ton sourire ne manque jamais à ma vie Leila
(Que tus días sea maravillosos como tú y
que tu sonrisa
nunca le falte a la mía Leila)
Exclamó a viva voz llegando a la oficina,
pasando entre
los empleados. Raphael estaba sonriente,
estaba feliz.
Se acercó a Frida y le besó la mejilla con
ímpetu.
-Hola querida Frida. - Dijo saludándola muy
contento
en tanto ella mordió su dedo pulgar.
-Ven a mi oficina Frida, tengo excelentes
noticias.
-Amigos hoy mando traer el almuerzo para
todos. - dijo
Fontaine caminando hacia su oficina
abriendo los brazos
de par en par, la algarabía en el piso no se
hizo esperar y
todos festejaron con júbilo.
-Buenos días, vengo a ver a mi esposa,
¿Puedo pasar o
está ocupada?- indagó Giancarlo con prisa
llegando
hasta la secretaria.
-Perdón señor De Luca, pero ella aún no ha
llegado.-
contestó la asistente de Cloe un tanto
sorprendida, él
arrugó el ceño.
-¿No ha llegado?
Como era eso posible si habían salido juntos
de la casa
y ella se iría a la empresa, pensó De Luca, o
al menos es
lo que le había dicho, con premura sacó su
teléfono
marcando el número de su esposa, no iba a
negar que
estaba celoso, ¿Acaso Cloe le había
mentido?
-¿Dónde estás?- es lo primero que preguntó
apenas le
contestó en el segundo tono.
seguiremos con nuestras burradas?-preguntó
Giancarlo con una mueca de sonrisa, la
verdad amaba
esos momentos con su esposa, ella era tan
natural, tan
fresca, no había un momento en que no dijera
tonterías,
mismas tonterías que a él lo habían
enamorado y lo
siquen haciendo cada día más.
-Hablemos, dime qué tiene mi princesa. -
cuestionó
Cloe cruzándose de brazos frente a él,
intercambiando
los papeles de hace un rato, en tanto
Giancarlo solo se
recostó en la cómoda y acolchonada silla,
peinó su pelo
con sus dedos abiertos y luego solo frotó sus
labios y su
mentón.
-¿Me creerías si te dijera que no solo el
famoso
diseñador ese y que es también jefe de Leila
fue a hablar
conmigo en la oficina precisamente de ella
sino también
apareció su esposa, también para hablarme
de Leila? Y
eso no es todo, la mujer que al parecer es la
directora de
la universidad y la que le dio el empleo quiere
que viaje
con ellos a París para la nueva temporada.
¿Puedes
creer? a Paris, a Paris.
-Bueno, una última pregunta y ya no te
hablo de él. -
Leila lanzó su mochila sobre la mesa, esa
mochila que
tenía impregnado su aroma en él, todo lo
que el tocaba
quedaba su perfume en él.
Las dos tomaron asiento en la mesa de la
biblioteca, una
frente a otra.
-¿Qué tal besa?- preguntó Esme recostada
en la silla
con los brazos cruzados, una ceja
levantada, y una
sonrisa traviesa en su rostro.
Leila no pudo evitar sonrojarse en extremo
al recordar
sus besos. Se cubrió el rostro con ambas
manos y solo
chilló negando.
Esme río más fuerte de lo normal echando
su cabeza
hacia atrás, ganándose la mirada de los que
estaban en
la biblioteca.
-Para mí desgracia, demasiado bien. -
contestó Leila
sintiendo nuevamente esa cosquilla en su
bajo vientre.
-Tu profesora de la universidad y actual jefa de
la
compañía dónde trabajas pidió para que viajes
con ella y
su esposo a París para la nueva temporada, tu
madre y
yo decidimos que te dejaremos ir.
Leila abrió la boca anonadada, no podía creer
lo que
estaba escuchando, su estómago se revolvió y
su
cabeza comenzó a dar vueltas. ¿Es verdad lo
que estaba
escuchando? Volaría con Raphael a París.
-¿Eso quiere decir que puedo sequir trabajando
en la
agencia?
- preguntó con las emociones a flor de piel,
con una sonrisa que no cabía en su rostro, con
las
cosquillas repasando su cuerpo, con el corazón
martillando en su pecho y en su cabeza.
Cerro la puerta detrás y luego las persianas
para que
nadie viera absolutamente nada de lo que
estaba por
ocurrir. No estaba en sus planes que los
empleados
vieran lo que él estaba a punto de hacer y
antes de que
Leila pudiera procesar nada, si quiera
hablar, él la tomó
del brazo haciéndola girar y estampar sus
labios, sin
dudar Leila le correspondió con frenesí.
Ya no sabía hasta qué punto podía vivir sin
sus besos.
Ella gimió en sus labios y él la aprisionó aún
más con
sus fuertes brazos rodeándole la cintura.
-¡Raphael!- gimió apoyando sus dos manos
en el duro
pecho de él intentando apartarlo.
-¡Por favor!
Pidió ella con el pulso latiendo
exageradamente.
Luego de recomponerse se duchó y sintió
vergüenza por
lo que había hecho hace segundos atrás,
se había
masturbado por él, por un hombre, y era la
primera vez
que lo hacía, pero se había sentido tan
bien no lo iba a
negar.
Al día siquiente amaneció más nerviosa y
ansiosa que
nunca, su padre ya la esperaba para
llevarla al hangar
donde todo el personal incluyendo a
Raphael se estaba
reuniendo para partir rumbo a París.
Cloe sin embargo lloró a mares al saber
que su hija, su
pequeña Leila viajaría sola, sin ella y no la
vería por
mucho tiempo.
-Mamá, todo estará bien, te llamaré
apenas llegue y
hablaremos todos los días.- dijo Leila
consolando a su
madre.
-Sí, sí, perdóname mi amor, es que soy
una mamá
llorona. - dijo secándose sus lágrimas.
Exclamó ella intentando cubrirse, pero Raphael
fue más
rápido y tomó la mano de Leila, besó una por
una y luego
acercó su rostro al de ella, besando sus
suaves labios en
un corto y delicado beso y luego hizo lo
impensable.
Bajó la mano de Leila hasta su hombría, ella
asustada
por ser la primera vez que veía un miembro
masculino
intentó retirar su mano, pero él no se lo
permitió.
-Tócame, tócame por favor Leila, que desde
que te
conocí no he hecho otra cosa más que
masturbarme
pensando en ti, no puedo ni quiero volver a
tocar a otra
mujer, solo a ti, te deseo a ti Leila, en mi cama.
Ella tragó grueso y poco a poco fue sintiendo
que su
mano era liberado y ella se debatía en alejar
su mano de
ese duro tronco de carne que tenía apretando
suavemente o tocar un poco más como él se lo
estaba
pidiendo.
-Y lo único que hice fue apartarlo de mi
hermana y
clavarle el cuchillo en su vientre.
-¡Dios!
Exclamó Leila. -¿Y qué sucedió?
-Defendí a mi hermana del bastardo que
llevaba
abusando de ella por meses, mi madre llegó y
en lugar
de defender a mi hermana comenzó a llorar
por el
hombre que se moría desangrado en el suelo y
comenzó
a gritarnos a mí y a mi hermana, me llamó
asesino.
¿Puedes creer Leila? Defendí a mi hermana
que era
abusada sexualmente y mi propia madre me
llamó
asesino.
más radiante que nunca, con el pelo
ligeramente mojado
y una sonrisa brillante en sus labios.
-Hola. - saludó y le entregó una rosa roja.
-No se compara contigo Leila, pero me
pareció bonita.
- dijo entregándole la rosa.
Ella se sonrojó en extremo, sintiendo su
rostro arder.
-Hola Raphael, gracias.
musito
- ¿Estas lista?- ella asintió.
-Déjame traer mi pequeño bolso y nos
vamos.
anunció. El estaba maravillado con ella, la
repasó de pies
a cabeza, el vestido le había quedado más
que precioso
y su culo se amoldaba perfectamente a la
tela.
De pronto Leila enarcó una ceja y lo miró,
mientras que
él seguía agachando la mirada.
- ¿Se te perdió una hormiga o me estás
mirando el
trasero?- dijo apretando sus labios en una
fina línea.
¿Qué ocurre Leila? - preguntó levantándole el
mentón.
- ¡Leila!- volvió a reclamar el francés.
-Quiero...
- ¿Qué quieres Leila? ¿Qué quieres amor?- le
acarició el
labio con el pulgar.
Ella tomó una bocanada de aire antes de
continuar.
Quiero ser tuya.
- lo dijo finalmente y algo dentro de
Raphael ardió por completo, como un volcán.
- ¿Estás segura? - preguntó ansioso y loco por
ella,
Leila se mordió el labio y afirmó.
Finalmente él se puso de pie para ofrecerle la
mano.
Raphael despidió al gentil violinista y el hombre
amable les dedicó una agradable noche.
-Ven conmigo.
- anunció Raphael llevándola de la
mano, guiándola hacia el interior del hermoso
barco.
Tal vez él ya sabía que eso podía pasar y
adornó la cama
con rosas. -Ya lo tenías planeado. - dijo con
verguenza.
-Quiero tocarte. -pidió desesperada.
-Soy tuyo Leila, llevo tu nombre gravado en
mi piel, en
mi alma, en mi ser, haz lo que quieras
conmigo, pero
nunca me dejes, porque me harás pedazos.
que expresaba todo lo que sentían el uno por
el otro.
Raphael comenzó a dejar besos en el rostro
de la mujer
que tenía debajo de él, mientras
acompasaban sus
respiraciones.
-Que irónico es esto. - dijo y ella solo arrugó el
ceño
sin comprender.
-Soy el mayor aquí, pero eres tu quien me
enseñó lo que
es el amor y como es que se hace.
Leila le acunó el rostro con sus manos. Solo te
doy lo
que me nace de lo más profundo de mi
corazón y lo que
me haces sentir.
-Prometo protegerte y cuidarte como lo más
valioso
que tengo Leila, porque una joya preciosa
como tú, no se
encuentra en cualquier parte y dudo que
exista otra
como tú.
penetraciones, sacó lento y empujó duro
repitió la acción
y comenzó a escuchar los gloriosos gemidos
de su
pequeña conejita, excitándolo aún más.
-Gime para mí. - pidió preso de la pasión
desencadenada entre ellos, Raphael se
hundía en ella
con ganas, con ese deseo que estaba ahí
desde que la
conoció, desde que sintió la suavidad de su
piel.
-Te amo.
- gimió ella elevando su rostro, en tanto él
sonrió eufórico llevando sus dientes hasta el
mentón de
ella, dejando un ligero mordisco allí. Lo cual
hizo que
Leila gima extasiada tocando un punto dentro
de ella
que la llevó a explotar en un glamoroso
orgasmo.
Raphael sintió que lo apretaba, que lo
exprimía a tal
punto de no soportar más y derramarse
dentro de ella en
un gruñido bestial. Pasando por alto un gran
detalle que
en ese momento no importaba para ninguno
de los dos.
riendo con ella.
-Te daré unas cuantas nalgadas por
asustarme de esa
manera. - sentenció y ella se mordió los
labios
ligeramente.
Finalmente llegaron al hotel, la noche se
hacía más fría y
se apresuraron a entrar a resguardarse en el
hotel hasta
que.
¿Raphael, que haces aquí, cuando llegaste? -
ambos
giraron para ver a una hermosa mujer
sonriendo de oreja
a oreja, caminó acercándose a él plantando
un beso en
su boca.
¿Cuándo pensabas llamarme para decirme
que
estabas aquí?
-Solo tú me provocas como no te imaginas,
no paso un
segundo que no te piense, y quiera tocar tu
cuerpo o
besar tus labios.
-No podemos estar así, alguien nos puede
ver. - dijo
ella con ganas de besar esos ricos labios.
Y finalmente él la besó con deseo y pasión,
un beso
brusco y desesperado, un beso cargado de
lujuria, sin
importar donde se encontraban, la
respiración de la
chiquilla comenzó a descontrolarse al sentir
las manos
del francés apretar su cadera y pegarla a su
dura
hombría.
Sus pezones se pusieron duros y su sexo
comenzó a
mojarse.
Finalmente Raphael se alejó de ella
invitándola a que
entre a su habitación y ella quedó con
ganas.
Solo tragó grueso sintiendo su labio vibrar
aún por la
brusquedad del beso.
habían visto en las redes, no negó su
relación con Leila y
aclaró lo que ya muchos sabían, que su
matrimonio era
una farsa hace mucho tiempo.
-¡Suéltala!
Gritó Raphael llegando a ella en dos zanjadas
tomándola
de la muñeca liberando a Leila.
-¡Eres un maldito! Me querías ver la cara de
idiota
mientras los dos se revolcaban y se reían de
mí.- gritó
ella fuera de sí.
-¡Estas demente! ¿Quién te crees que eres
para venir a
mi casa a atropellarnos? Burlarme de ti, estás
loca
Agnés te recuerdo que hace años no somos
nada, eso
deberías recordarlo tu cada vez que te
revuelcas con tus
amantes en mis narices.
-¿Tu casa? Todo lo que tienes es mío
Raphael. - gritó
ella con la ira y la locura corriendo sus venas.
-Te equivocas todo lo que yo tengo lo he
ganado con mi
esfuerzo.
-Si no era por mi estarías aún pudriéndote en
la cárcel. volvió a gritar.
-Ya te cobraste con creces Agnés, ya me
hiciste vivir un
infierno a tu lado, es suficiente, ¿No te
parece?
Observó a Agnés y ella solo le sonrió
levemente. Giró de
nuevo hacia Leila.
- ¿Quién eres tú? Su pulso comenzó a
acelerarse, no
entendía su pregunta, ¿Por qué le preguntaba
aquello?
¿Se había olvidado de ella?
Ella movió la cabeza mientras las lágrimas
salían de sus
preciosos ojos.
-Soy Leila, Raphael, ¿No te acuerdas de mí? -
contestó
con un nudo en la garganta, su hombre, su
amor, no se
acordaba de ella.
El solo la miró fijamente, parpadeó lento y
luego solo
nego.
-NO...
recuerdas nada.
-Es que tú no entiendes Agnés, no sé quién
soy, no te
conozco a ti, está bien eres mi esposa, me lo
has
mostrado, pero todo es extraño para mí, es
como si no
perteneciera aqui.
-Está bien Raphael, cuando te recuperes yo te
llevaré a
la agencia, ¿Bien? - contestó molesta, él
asintió.
-Debo ir a la universidad, pero no tardaré.
- declaró
Agnés colocándose sus pendientes.
- ¿Universidad?
-Sí, soy directora de una universidad.
-ok.
- es todo lo que dijo levantándose para
observar
en la ventana.
Agnés terminó de vestirse y acercándose a
Raphael
dejó un beso en sus labios, tomó su bolso y
salió de la
habitación. El suspiró hondo sintiéndose vacío,
necesitaba respuestas y no sabía dónde
buscarlas
corazón en la mano.
-¿Y quién es esa mujer que dice ser mi
esposa?- ella
negó varias veces moviendo la cabeza
mordiéndose el
labio.
-Aun siguen casados, pero hace muchos
años ustedes
dejaron de ser un matrimonio, ella te ha
hecho mucho
daño.
-¿Daño?- preguntó Raphael sin entender a
qué se
refería.
-¿Es este?- indagó él levantando el pequeño
librito. Ella
caminó apoyando sus nalgas en el escritorio
frente a él.
-Sí es este. - Raphael suspiró hondo.
-Sabes muchas cosas de mí.- sonrió
mirándola y luego
solo la jaló de la mano sentándola en sus
piernas.
-¡Raphael! Nos van a ver. - ella no borraba su
sonrisa, el
tampoco, tanta era su felicidad que pareciera
que la
conocía de hace tanto tiempo.
Detalló su rostro observando lo hermosa que
era.
-¿Ya te hice el amor? - preguntó
sorprendiendo y
sonrojándola, Leila sintió arder su cuerpo
ante esa
pregunta, ella afirmó tímida agachando la
mirada.
Raphael le levantó el mentón obligándola a
mirarlo.
-De seguro fue maravilloso.- Contestó él
perdiéndose
en el brillo de sus ojos.
-Lo fue, fuiste mi primera vez. - confesó Leila
acariciándole la barba sintiendo esas
cosquillas en su
mano, cuando de pronto esa magia entre los
dos
desapareció cuando alguien irrumpió en la
oficina
sorprendiéndolos a ambos.
-Leila, ¿Quién fue? - preguntó furiosa.
-¿Fue esa maldita mujer? Contéstame Leila.
- gruñó
Cloe entre dientes.
-Sí.- es todo lo que Leila alcanzó a decir,
porque Cloe
no le dejó que diga nada más, giró sobre sus
pies
caminando furiosa hacia su auto.
-¡Mamá! ¿Dónde vas mamá?- gritó Leila,
pero ya era
tarde, Cloe arrancó su auto saliendo con
prisa de allí, se
metieron con lo que más amaba en su vida,
habían
despertado a la Leona, esa que no dudaría
un segundo
en pelear con uñas y dientes por su hija.
-Llora mi amor, llora todo lo que quieras, saca
todo ese
dolor que tienes dentro, es la única forma de
encontrar
paz.
-Mamá duele porque lo amo.
-Lo sé cariño, créeme que yo lo sé muy bien,
un día yo
pasé por lo mismo.- Leila solo se secó sus
lágrimas y
parpadeó mirando a su madre.
-¿Tu sufriste por papá?- Cloe le acarició el
rostro
suavemente.
-No te imaginas cuánto Leila, cuando yo
estaba
embarazada, cuando supe que estaba
embarazada, y te
tenía en mi vientre, pensé que tú padre me
había sido
infiel.- Leila jadeó sorprendida. Cloe solo le
colocó un
mechón de su hermoso y negro pelo detrás de
su oreja.
-Pero no fue así, mi orgullo me cegó, y cometí
un error,
no lo escuché y casi lo perdí.
-¡Leila!
-En París... cuando fuiste a París, ¿ Tuviste
sexo con ese
hombre?- Leila tragó grueso sintiendo su
rostro arder.
-Mamá...- No Leila, contéstame. - Cloe
volvió a
caminar hacia su hija, quedando parada
frente a ella.
-Sí. - contestó agachando la cabeza.
-Leila mírame. - la jovencita levantó el
rostro mirando a
su madre con vergüenza.- Júrame Leila,
júrame que se
cuidaron.
Ella parpadeó una y otra vez sin entender.-
¿No
cuidamos de qué?- y fue ahí donde Leila
sintió un balde
de agua fría caer sobre ella entendiendo las
palabras y el
rostro descompuesto de su madre.
Raphael.- lo besó suavemente para luego
caminar hacia
la dirección.
-Es que, no la pienso adoptar, de hecho, la
llamada que
recibí hoy es de mi abogado, Mía, que así se
llama la
niña, legalmente es mi hija.
- ¿Qué?- gritó Giancarlo aturdido.
- ¿Qué fue lo que dijiste Cloe? - ella tragó
grueso.
- ¿Y cuándo carajos pensaba decírmelo? ¿Eh?-
gritó
alterado.
- ¿Cuando fue que decidiste tú sola, cuando fue
que
decidiste sacarme de tu vida?
-No es así. - secó las lágrimas que ya caían sin
permiso.
- ¿Ah no? ¿Pues qué crees? Yo sí veo así.
¿Cuándo fue
que no me di cuenta que ya no importaba para
ti? Se
suponía que éramos un matrimonio, pero creo
que el
único tonto que creía eso era yo.
-Giancarlo, esa niña necesita una madre.
-Si, mi mami es la mejor mamá del mundo.
Pero ahora
que ya sabes que soy tu hija ¿Me quieres?
Ella lo abrazó como si su vida dependiera de
ese acto y
él la estrechó entre sus brazos para recobrar
las fuerzas
para sequir viviendo.
¡Raphael, estás aquí!-exclamó mientras
acurrucaba su
cabeza en el pecho de él.
-Perdóname Leila, perdóname, pero ya no
aguantaba un
día más sin verte mi conejita.
Et je veux être ta femme aussi dans cette vie...
confesó
Leila...
¿Qué es lo que tengo doctora? ¿Es grave?
¿Cuál es el
problema doctora?
- Cloe pregunto con intriga y
preocupación, la doctora finalmente bajó los
papeles de
los análisis en la mesa y observó a Cloe.
-Bueno, tu problema se resolverá en nueve
meses o
menos.- ella sin entender de que hablaba
solo
parpadeó y parpadeó una y otra vez.
-¿Nu..nueve meses? ¿A qué se refiere
doctora?- su
pulso comenzó a latir muy fuerte y su pecho
se oprimió
con fuerza.
-Bueno, Cloe...- su doctora sonrió. - Estas
embarazada.
-¡¿Qué?! -interrogó Cloe casi saltando de su
silla.
-Un milagro Cloe, después de tantos años,
tantos
intentos, de nuevo estas embarazada.
-¿Me está mintiendo verdad doctora?- la
mujer sonrió
negando, extendiéndole el papel donde le
habían
mandado los análisis de prueba de
embarazo, donde
salió positivo, ella cubrió su boca con una
mano y con la
otra sujetaba el papel, el cual temblaba a
causa de sus
temblorosas manos.
donde le dejaron pasar a verla.
-¡Mami! - dijo ella al verla y comenzó a
llorar.
-Mi amor, aquí estoy, aquí estoy bebé. -
Cloe llegó junto
a ella tomando su pequeña manito
dejándole repetidos
besos en él.
-Mamá, ¿Voy a volver a la casa hogar?-
preguntó ella
con los ojitos aguados. Cloe arrugó el ceño
sin entender.
-¿Quién te dijo eso?- ella solo agachó su
mirada.
-Es que yo escuché que tú tendrás otro hijo,
y yo ya
estoy sobrando, y papi no me quiere. - dijo
ella secando
sus lagrimitas
- Eso no es cierto Mía, no sé por qué te
quedaste a
escuchar nuestra conversación, pero si
tendré otro hijo,
pero eso no significa que tú volverás a la
casa hogar, tú
eres mi hija y nada ni nadie me va a
separar de ti.
-No puedo pedir más a la vida, me ha dado
una nueva
oportunidad.- le besó la frente inclinándose
sobre ella.
-Felicidades, dentro de unos meses ya
sabremos si sera
niña o niño.
-Gracias doctora. - agradeció Leila y también
el francés
que estaba más que emocionado y enamorado
no solo
de Leila sino de su pequeño hijo quién crecía
de a poco.
Luego de un momento salieron de la clínica
tomados de
la mano, robándose uno que otro beso, una
que otra
caricia, y una que otra sonrisa.
-¿Te cuento un secreto? - le susurró Raphael
en su
oído.
-¿Sí?- preguntó ella riendo.
-No sé a quién amo más.- ella sonrió y enarcó
una
ceja.
-¿Ah sí?- detuvo su andar volteando hacia él.
-Sí, es que esa cosita tan hermosa me ha
enamorado
totalmente y también estas tú y estoy muy
confundido.
ella se carcajeó echando su cabeza hacia
atrás y luego
solo le rodeó el brazo en el cuello.
-Me las pagarán. -
es todo lo que decía la nota.
Volvió a subir su mano y la abrió
completamente
abarcándole su pequeño vientre donde su
hijo lo
esperaba ansioso, ansioso por nacer y estar
en sus
brazos.
-Aquí está el fruto de nuestro amor. -
Susurró
arrodillándose frente a ella. Leila solo vibró y
se
maravilló al ver la vista que tenía. El francés
se inclinó y
le dejó un dulce beso en su vientre, ella se
mordió muy
fuerte el labio inferior evitando derramar unas
lágrimas.
-Me diste el regalo más hermoso de todos,
me diste la
posibilidad de ser padre, te amo. - y le
deslizó su
pequeña braguita por sus piernas dejándola
completamente desnuda.
Las tres muchachas jadearon, mientras Leila
solo cubrió
su vientre, protegiéndola con la mano.
Mientras las
lágrimas salían por montones.
-Agnes por favor baja el arma. - la gente
alrededor de
ellas la observaban impresionados.
-Leila!- reclamaron sus amigas asustadas.
-Por tu culpa perdí a mi esposo, me quitaste
la
oportunidad de ser madre, no sabes cuánto
te detesto
Leila De Luca, maldita sea la hora en que
apareciste en
mi camino. Pero es fácil ahora vas a volver a
desaparecer y yo y Raphael seremos felices,
se olvidará
de ti, yo haré que te vuelva a olvidar.
-¡No!- gritó ella extendiendo su brazo para
así intentar
resguardarse de algo que tal vez no podría
evitar, cuando
una luz de esperanza apareció.
-¡Suelte el arma! - la policía la rodeó de un
momento a
otro, le estaban siguiendo el rastro hasta que
ella se
descuidó y lograron dar con ella.
-Señoritas, mucho gusto.- se despidió de
ellas no sin
antes regalarle una mirada diferente a
Nathaly quien lo
notó y sintió su rostro arder, tragó grueso y
solo agachó
la mirada. El abogado le había resultado
extremadamente atractivo.
-Tonterías mi niña, estoy un pie acá y un pie
allá.
-Es cierto Catalina, nunca pierdes el estilo,
luces
radiante. - exclamó Cloe con una hermosa
sonrisa.
-Y tú Cloe, por Dios mírate, eres una bomba
de mujer,
ven aquí. - la abrazó con todas sus fuerzas,
Cloe la
quería como a una madre, todos estos años
recibió su
inmenso cariño al igual que toda la familia de
su esposo.
-Cielos mamá, que vieja estás.- bromeó
Giancarlo,
Cloe le dio un codazo en respuesta por su
bocota.
-Vieja tus pelotas. - contestó Catalina y solo
tomó a
Giancarlo de ambos brazos mirándolo. -Hola
mamá,
cuánto te extrañé viejita. - le dijo antes de
abrazarla y
levantarla en el aire.
¡Waao! ¿Y este quién es? - Mía levantó la vista
para
mirar a Dante.
Giancarlo la tomó en sus brazos para
presentársela a su
hermano. -El es tu tío Dante, mi hermano.
-Otra vaquita loca como tú papá. - exclamó de
pronto
sacando una carcajada a todos.
-Hola mi amor, si soy tu tío el más guapo de
todos.
-Si eres guapo como mi papi, pero él es más
guapo, él
es un príncipe. - dijo señalando a Raphael.
Dante se
puso serio y Giancarlo también al escuchar
eso.
-Buenas tardes, soy Raphael Fontaine, mucho
gusto
saludó extendiendo su mano hacia Dante, él lo
tomó y lo
apretó con fuerza.
-Mucho gusto, Dante De Luca, creo que tú y yo
tenemos
mucho de qué hablar.- dijo mirándolo a los
ojos, sin
soltar su mano.
labio al ver a su novio subir con su tío y su
papá, era
tan alto e imponente como ellos dos y ella
estaba
fascinada.
-Tu novio es un manjar Leila
- dijo su abuela
sentándose en el cómodo sofá, ella se
sonrojó en
extremo.
¡Mamá!
- reclamó Paula riendo, Catalina amaba
cuando Paula o Cloe la llamaban así, porque
eso eran,
sus hijas.
ella y sonreír. La jaló del brazo metiéndola a
su cuarto
para luego aprisionarla contra la misma
madera y la
besó con pasión.
-No sabes las ganas que tenia de besarte mi
amor
susurró él para volver a apoderarse de sus
labios.
-¡Raphael! - gimió ella caliente, las hormonas
del
embarazo no la ayudaba en nada, todo el
tiempo estaba
mojada por él.
Él sin dudarlo metió su mano debajo de su fina
blusa del
piyama y fue subiendo hasta llegar a sus
senos, esos
que estaban más grandes.
-Siempre me encantaron, ahora me gustan
más
-
confesó ronco apretándole la punta de sus
pezones.
necesitaba ayuda de lo contrario seguiría
haciendo
daño.
¿Qué?
-preguntó Alex sentado mirando a su amigo
con una sonrisa en su rostro.
¿Me harás rogarte?
- bromeó el francés entrelazando
sus dedos a la altura de su abdomen.
-Anda, dilo, ruégame amorcito - Raphael
rodó los ojos.
-Tengo tanto que ver mi pequeña Lapine, no
sabes
cómo disfruto mirarte todo el tiempo.
Después de un momento llegaron a un lugar.
-Necesito
cubrirte los ojos Leila.
- ¿Qué? -preguntó ella un poco alterada.
¿Confías en mí? - ella asintió y se dejó
vendar con
una fina tela cubriendo sus preciosos ojos,
Raphael la
ayudó a bajar caminando hacia un lugar, el
aroma de
algunas flores inundaron el olfato de la
pelinegra.
- ¿Dónde estamos amor?
Raphael le descubrió el rostro luego de
conducirla por un
hermoso sendero, ella abrió lentamente los
ojos y solo
parpadeó al mirar lo que tenía en frente, una
terraza con
piso de parque iluminado con faroles muchos
de ellos,
alrededor flores y más flores, un pequeño
caminero de
piedra con flores a su alrededor, Leila giró y
giró
observando todo el hermoso lugar.
a Cloe le dará mucho gusto que estés aquí
y a Leila
también.
Luke sonrió asintiendo. -Entonces... ¿no
pudiste
asesinar al yerno?
-bromeó Luke sonriendo viendo la
cara de Giancarlo quien hizo una mueca
graciosa de
fastidio.
-No, no pude acabar con su miserable vida,
solo porque
mi hija no sufriera
-Luke le palmeó la espalda.
-Estoy seguro que ya no eres su príncipe...
-dijo Luke.
-Yo también te amo mi niña, estamos
casados por fin-
Leila apretó sus labios entre sí y solo
observó su mano
enlazada con la de él y sus hermosos anillos
que
brillaban radiantes.
-Yo también mi amor, quiero estar en Paris
contigo y
disfrutar de nuestra deliciosa luna de miel de
nuestro
amor, de nuestra nueva vida juntos, prometo
hacerte
feliz cada segundo de tu vida Leila, prometo
ser tu héroe
y tu protector, prometo enamorarte hasta mi
último día y
juro que si me voy antes te esperaré para
tomar tu mano
y seguir caminando juntos, hasta que
termine esta vida,
y la otra y la otra.
susurrarle mordiéndole la oreja, Raphael tenía
ganas de
meterle la mano bajo su falda y sentir la
suavidad y
humedad de ese delicioso coño.
A duras penas él la soltó y ella tragó grueso
sintiendo su
pecho agitarse y su estómago revolverse.
Leila se despidió de su familia, de cada uno,
su padre no
quería soltarla, su madre mucho menos, pero
debían
hacerlo, su hija ya era una mujer casada, ya
no era una
niña, ahora había alguien más quien cuidaría
de ella día y
noche.
Se despidió igualmente de sus amigos y
conocidos.
Hola de lanzar el ramo-
gritó Esme y todas se pusieron
allí incluidas las mujeres que ya estaban
casadas, Dante
levantó la ceja al ver a su mujer e Hija
esperando atrapar
el ramo.
Se paró entre sus piernas tomándolo del
rostro para
elevarle el rostro y hacer que la mirara.
-Otra hermosa niña viene en camino mi
amor.
- ¿Te imaginas cuatro mujeres? ¿Se imagina
doctora lo
que eso significa, cuatro mujeres en mi
casa? Bueno una
ya no vive allí, pero de todos modos cuando
hacen su
conspiración contra mi indefensa persona
me lastiman
Cloe sonrió y la doctora también.