Ley de Entidades Financieras
Ley de Entidades Financieras
Ley de Entidades Financieras
En los últimos años, los bancos han sido los grandes ganadores de la economía argentina. Con cambios de
gobierno, con recesión, con mayor o menor inflación, con políticas económica más o menos restrictivas, los
bancos siempre fueron un gran negocio.
En 2016, recaudaron 74.560 millones de pesos (BCRA). La gran mayoría de ese dinero se originó en
la especulación financiera, con la compra de deuda del Estado, pero también provino en gran parte de los
hogares a través de créditos para el consumo, tarjetas de crédito, créditos personales y el cobro de servicios,
aranceles y comisiones por cada pequeño movimiento.
Una pequeña cuenta permite darle dimensión al alcance que tienen los bancos en nuestra vida diaria: en
Argentina hay actualmente 36,7 millones de tarjetas de crédito. Una comisión por el mantenimiento de la
tarjeta más barata tiene un costo mínimo de 40 pesos mensuales. Sólo con ese ‘servicio’, se generan ingresos
cada mes de más de 900 millones mensuales si todos cobraran el costo más bajo, algo que no sucede.
Esa misma cuenta se puede repetir con las más de 5 millones de cuentas corrientes y las 42,8 millones de
cajas de ahorro que hay en el país, casi una por persona, que cobran pequeñas comisiones por el uso de
algunos cajeros o la reposición de una tarjeta. Son miles de millones de pesos anuales que salen de los
hogares hacia los bancos.
Esto no siempre fue así. Un cambio abrupto se produjo hace 40 años, en plena dictadura cívico militar, que le
dio forma a este modelo y no pudo ser cambiado a pesar de los intentos que se realizaron durante los más de
30 años de democracia.
"Esto es un cambio de estructura de las instituciones financieras argentinas, una pequeña revolución que va
mucho más lejos de lo que la gente ve. Los vamos a cambiar a todos y a cambiar la mentalidad, que es lo
importante”.
Así definió en 1977 el entonces ministro de Economía de la dictadura, José Alfredo Martínez de Hoz, a su
proyecto de ley de Entidades Financieras ante los militares de la Comisión de Asesoramiento Legislativo,
el congreso de facto creado para la sanción de leyes durante el quiebre constitucional.
La audiencia en la CAL a la que concurrió el ministro fue uno de los últimos pasos que dio el proyecto. Luego
llegaría el decreto en el Boletín Oficial con la firma de Martínez de Hoz estampada debajo de la del
dictador Jorge Rafael Videla. En el calor del verano de 1977, ese proyecto ideado por banqueros, militares y
funcionarios civiles se convirtió en la ley 21.526, una de las 417 normas de la dictadura que aún hoy siguen
vigentes.
Con 40 años de historia, la ley no perdió actualidad y continúa regulando nuestra economía.
Ganadores y perdedores
Los bancos comerciales nucleados en la Asociación de Bancos de la Argentina (ADEBA) fueron los más
demostrativos a la hora de celebrar la ley de Entidades Financieras. No es para menos: la ley compartía las
ideas principales que ellos habían impulsado del proyecto impulsado y les cedió un nivel de poder y negocios
que nunca habían tenido.
En una solicitada publicada el primer aniversario del golpe, titulada “Un año después…", la banca privada
reiteró su adhesión “a los principios de moralización, reconstrucción y recuperación de los valores nacionales”
de la dictadura, y además destacó los cambios estructurales impulsados por Martínez de Hoz en el sistema
financiero. Señalaron allí que la descentralización de los depósitos y la ley de entidades financieras “van
construyendo el marco jurídico que hará posible e impulsará una gran transformación de nuestro sistema
financiero que podrá así contribuir decisivamente al futuro progreso económico”.
Las cooperativas, por su parte, tras una pelea de un año contra el texto que impulsaba Martínez de Hoz,
consideraron que el resultado fue una victoria a medias: lograron evitar con mucha presión pública sobre la
dictadura y la CAL (incluida una solicitada de hasta de 30 páginas en los diarios- el intento de eliminar las
cajas de crédito cooperativas, pero la ley les quitó la posibilidad de operar con depósitos a la vista y muchas
eligieron constituirse en bancos cooperativos para subsistir.
La embajada de los Estados Unidos también celebró, pero con cautela, según los registros en los cables
diplomáticos enviados a la secretaría de Estado filtrados por Wikileaks. El 17 de febrero, Maxwell Chaplin,
encargado de negocios de la embajada, informó sobre la sanción de la ley. Allí mencionó los principales
artículos de la norma pero se centró en algunas restricciones a los capitales extranjeros. “La reacción inicial a
la ley de la comunidad bancaria extranjera fue cautelosa o defensiva. Mientras el Banco Central y el Poder
Ejecutivo tienen una discreción considerable y pueden implementar la ley de manera liberal, el espíritu general
de la ley parece haber sido diseñado para hacer difícil la inversión extranjera en el sector bancario”, comentó.
Y responsabilizó a la Asociación de Bancos de la Argentina de estas decisiones: “ADEBA, la asociación local
de bancos, se escandalizó con el borrador original de la ley y evidentemente persuadió a la CAL para adoptar
una definición más restrictiva de un banco extranjero que en la ley de inversiones extranjeras”, agregó.
La ley y la reforma
La ley de entidades financieras fue una pata, la principal, para borrar la política económica de los gobiernos
anteriores. En ese sentido, la reforma financiera de 1977 significó un giro de 180 grados: en línea con los
cambios que promovían Estados Unidos y Europa, el plan de Martínez de Hoz buscó cortar
la industrialización por sustitución de importaciones y, con una serie de medidas y leyes, puso fin a la
nacionalización de los depósitos por parte del Banco Central, a las tasas de interés controladas y desreguló el
sector financiero. Provocó, lo que resume Eduardo Basualdo en el libro "El Banco de la Nación Argentina y la
Dictadura", que “la economía real quedara subordinada al sector financiero”.
La reforma del sistema financiero argentino se llevó adelante durante 1977 a través de dos leyes que entraron
en vigencia juntas en junio de ese año. La ley 21.495 de descentralización de los depósitos devolvió los
depósitos a los bancos que hasta ese momento eran tomados a cuenta del Banco Central y los autorizó a
captar ese dinero por su cuenta. La otra ley es la ley de entidades financieras.
“El objetivo de Martínez de Hoz apenas asume y sanciona la descentralización de depósitos es desfinanciar al
Banco Central, es decir lo obliga a pedir deuda para mantener reservas y darle más poder a los bancos. Le
sacó el dinero al Central, se lo devolvió a los bancos y los bancos qué hacen con el dinero: lo mejor que
saben hacer, que es a especulación financiera. La ley de entidades financieras complementa la ley de
descentralización de depósitos. Como los bancos vuelven a tener dinero, les hicieron una ley que los liberara
de cualquier regulación. La tan mentada y tan poco científica metáfora de la mano invisible que regula el
mercado”, explica Nápoli.
Estas dos normas se complementaron con la liberalización de las tasas de interés, antes controladas por el
Banco Central, la ley de inversiones Extranjeras y con la posibilidad de las empresas de obtener créditos en el
exterior.
“Si se triplica la cantidad de bancos y todos te ofrecen tasas altísimas, entonces vos en vez de invertir en una
fábrica, en un evento productivo, vas al banco, lo pones a plazo y a los tres meses vas a sacar el doble o el
triple. Ese fue el objetivo. Destruir la industria y beneficiar el capital financiero. Ese fue el objetivo principal, dar
un poder ilimitado a los bancos, que aún lo conservan”, agrega el coautor del libro La Dictadura del capital
financiero.
FUENTE:
https://www.lasleyesdeladictadura.com.ar/index.php?a=ReadArticle&article_id=3#:~:text=La%20ley%2
0de%20Entidades%20Financieras,de%20las%20tasas%20de%20inter%C3%A9s.