Guisán, E. - Individualismo, Utilitarismo y Sociedad

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INDIVIDUALISMO, UTILITARISMO Y SOCIEDAD

ESPERANZA GUISÁN
Universidad de Santiago de Compostela

ABSTRACT

Contemporary Moral and Political philosophy has concentrated eit-


her on defending individual rights, as in the case of contractualism or
other branches of liberalism, or has proclaimed the social duties of men
and women as a social creatures, forgetting invididuality as in most
cases of communitarianism.
I have chosen classic utilitarianism, specially Mill's, in order to show
how utilitarianism of sorne kind can be more reasonable than the other
choices in order to explain the cooperation between reason and moral
feeling as well as between impartiality and sympathy. Best of all, Mill's
utilitarianism, for example, can be shown as an exemplary doctrine that
can please at the same time our individual and social self, overcoming
communitarianism as a complement to liberalism.

Sin duda la teoría ético-política más comentada en este siglo


que acaba, ha sido la que se contiene en Teoría de la justicia de
Rawls.

TtA.o<;Vol. IX, n.o l. Junio 2000, págs. 93-110. © S.I.E.U.

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Esperanza Guisán

En ella, como es bien sabido, el autor anuncia su próposito de


proponer una teoría alternativa del utilitarismol, sin mejor resul-
tado que alcanzar los aledaños de la teoría milliana.
Las teorías contemporáneas: el neoliberalismo, el comunitaris-
mo y el neoutilitarismo poseen sus aciertos y sus fallos. El neouti-
litarismo peca de haberse diluido en las aguas neocontractualistas
convirtiéndose en una ética prácticamente deontológica y formal.
El neoliberalismo ha cometido el desliz de proclamarse liberal y
social, olvidando que éstas son precisamente las características de
las que deriva el utilitarismo clásico de Mili. Por último, el comu-
nitarismo ha sacrificado el elemento individual para corregir el
excesivo individualismo del neoliberalismo.
Curiosamente, sin embargo, la ética utilitarista que ha recibi-
do las críticas más feroces de nuestros contemporáneos no ha sido
el neoutilitarismo de Hare o de Brandt sino el utilitarismo clási-
co, tal vez porque, como ya indiqué, el neoutilitarismo está más
cerca del neoliberalismo contemporáneo que del utilitarismo clá-
sico.
Dentro del utilitarismo clásico existe una rara veta que conju-
ga todos los elementos rescatables de las éticas contemporáneas.
Es el utilitarismo clásico de J. S. Mili, que posee entre otros el
atractivo de rehuir el individualismo al mismo tiempo que el
sociologismo. El individuo es con los demás. Pero el individuo es,
antes que ninguna otra cosa.
Como Robson indica, J. S. Mili fue el autor liberal clásico que
llegó lo más cerca posible a los lindes del socialismo. Y esto lo hace
doblemente atractivo.
Precisamente la simpatía que puedan haber despertado Rawls
o Dorwkin en el presente siglo se debe a su no reconocido espíritu
milliano, que les hace tomar parte por los más desfavorecidos.
Cuando se enfrentan cuidadosamente Mili y Rawls, el pareci-
do es más que extraordinario. Por supuesto que les separa un
siglo, y el lenguaje no solo filosófico sino también común ha cam-
biado lo suyo. Debe observarse que Rawls siempre indicó que sus
críticas van dirigidas a los utilitaristas clásicos, pero la mayoría
de las veces menciona solamente a Bentham y a Sidgwick. N o
incluye a Mili. La filosofía de Mili no está infectada por las faltas
que él encuentra.

l J. Rawls: A Theory of Justice, Oxford University Press, reimp., 1989,


pág. VIII.

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Individualismo, Utilitarismo. y Sociedad
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Además de parecerse al liberalismo progresista, Mill se dife-


rencia de su versión contemporánea cuando ésta se opone a que
sea parte de la función legítima del gobierno el inculcar ninguna
perspectiva moral2.
O lo que es lo mismo, huye Mili por igual de una ética emoti-
vista en la que el ciudadano propone su propia cualidad de bien, y
de una ética comunitarista en la que la sociedad, las instituciones,
establecen el bien de cada uno.
En el caso de Mili es más difícil llegar a clasificarlo por lo que
es, que por lo que no es. N o es intuicionista, ni racionalista more
kantiano, no es fundamentalista, ni emotivista. Se trata de una
filosofía de la sensatez en que entran a dirimir a partes iguales la
razón excesivamente poderosa en Kant y los sentimientos excesi-
vamente altivos como en Hume. Se trata de una tercera vía no
sólo en lo que atañe a la base racional emotiva de la ética, de una
tercera vía en lo que atañe al individualismo y la solidaridad.
Se podría decir que la filosofía de Mili, a diferencia de las sofis-
ticaciones contemporáneas es ingenua, pero eso sería desvirtuar
la misma. Su teoría es sencilla, clara y apela al sentido común de
los mortales, lo cual es mucho más que lo que puede pedirse ordi-
nariamente de una teoría.

INDIVIDUALISMO

Una de las críticas que se ha hecho repetidamente al utilita-


rismo clásico ha sido la de no tener en cuenta a los individiduos
particulares de modo suficiente.
El objetivo de mi trabajo es señalar que de forma totalmente
adecuada, en el caso particular de Mili, la ética cubre los dos fren-
tes: el individual y el social. Por lo que las críticas contemporáne-
as no le alcanzan en ninguno de sus casos, quedando, por el con-
trario, en situación inferior a la de Mili.
Uno de los máximos atractivos que pueda ofrecer una teoría
moral es la defensa de los individuos por encima de las institucio-
nes, pero esto, claro está, dentro de unos límites.
Lo ideal es que sean seres excelentes los que se den la libertad
contagiando las instituciones, haciéndolas liberales.

2 Maclntyre: Tras la virtud, Editorial Crítica, grupo editorial Grijalbo, Bar-


celona, 1987, pág. 242.

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El sueño de compaginar la libertad con la excelencia, la defen-


sa de los indidivuos con la defensa de la comunidad es uno de los
intentos más heroicos de Mili, que ha sido malentendido aquí
corno en tantas otras cosas.
Así se ha hablado de dos Milis, el de On Liberty y el del Utili-
tarianism, cuando es sólo uno y complementario.
Desde luego que hay cierta diferencia entre el contenido de
Utilitarianism y afirmaciones de On Liberty como la que sigue:

"La única libertad que merece este nombre es la de buscar


nuestro propio bien, por nuestro camino propio, en tanto no
privemos a los demás del suyo o les impidamos esforzarse por
conseguirlo"3.

"Sobre sí mismo, sobre su propio cuerpo, y espíritu, el indivi-


duo es soberano" afirmará contundenternente en la pág. 66, para
añadir a continuación una serie de matizaciones que bien podrían
desconcertarnos:

"Casi es innecesario decir que esta doctrina es sólo aplica-


ble a seres humanos en la madurez en sus facultades. No
hablamos de los niños ni de los jóvenes que no hayan llegado a
la edad que la ley fije como la de la plena masculinidad o femi-
neidad.(. .. ) El despotismo es un modo legítimo de gobierno tra-
tándose de bárbaros, siempre que su fin sea su mejoramiento y
que los medios se justifiquen por estar actualmente encamina-
dos a ese fin"4.

Desde un punto de vista contemporáneo, y fuera de un contex-


to rnilliano, se diría que se trataba de una teoría tiránica, cuando
no es así el caso. Ni tampoco hay contradicción entre este párrafo
y el anterior.
Lo que ocurre es que para Mill, a diferencia de muchos libera-
les, el individuo no crea caprichosamente sus valores sino que los
hace crecer cuidadosamente. La libertad es tan importante, nos
dice en el capítulo III Del gobierno representativo, que aunque un
ser todopoderoso y sabio pudiera cuidarse de nuestras vidas éstas
estarían llenas de pobreza, al convertirnos en parásitos de la
sociedad.

3 J.S. Mili: Sobre la libertad, Alianza Ed., Madrid, 1986, pág. 69.
4 !bid., pág. 66.

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Individualismo, Utilitarismo y Sociedad
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No hace falta decir que la noción de libertad de Mill conlleva


una serie de valores como la energía, la iniciativa, la inteligencia,
el trabajar para uno mismo y para los demás.
La libertad no es un fin en sí mismo, sino el medio para que
salgan a la luz nuestras cualidades personales y cooperativas más
destacadas.
Como indiqué anteriormente citando a Mili: "La única libertad
que merece este nombre es la de buscar nuestro propio bien ... "
(pág. 69). Lo cual descarta contundentemente toda forma de rela-
tivismo, ya que no llamaríamos libre, por ejemplo, al que buscase
su propio mal
Por otra parte ya en On Liberty la referencia al bienestar gene-
ral no deja de estar presente:
"Hemos reconocido que para el bienestar intelectual de la
humanidad (del que depende todo otro bienestar), es necesaria
la libertad de opinión, y la libertad de expresar toda opinion"5.
En On Liberty, libro lleno de contradicciones aparentes, se
encuentra el mayor canto al ser humano como especie creativa.
contra del utilitarismo de los resultados en sentido peyorativo se
encuentra un autor que lucha por conseguir las mejores conse-
cuencias para cada uno de los individuos y su totalidad:
"Realmente no sólo es importante lo que los hombres
hacen, sino también la clase de hombres que lo hacen"6.
Lo cual supone una valoración del ser humano y su bienestar
por encima de todos los beneficios que pudiera producir a la so-
ciedad.

"Entre las obras del hombre, en cuyo perfeccionamiento y


embellecimiento se emplea legítimamente la vida humana, la
primera en importancia es, seguramente, el hombre mismo"7.

Con afirmaciones tales se aleja J.S.Mill considerablemente de


caricatura que se ha hecho de sus obras. No sólo no
lo que le hacen decir, como que lo que importa es la producción del
mayor número de cosas buenas, sino que mantiene totalmente

5 Sobre la libertad, pág. 119.


6 Ibid., págs. 129-130.
7 Ibid., pág. 130.

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A falta de mejor palabra denominaré provisionalmente a la


ética de Mili, la ética de la excelencia solidaria, para significar que
lo que importa es producir criaturas creativas, en vez de simples
instrumentos.
Como dice J. S. Mill de modo claro y transparente;

"Suponiendo que fuera posible construir casas, hacer crecer


el trigo, ganar batallas, defender causas y hasta erigir templos
y decir oraciones mecánicamente -por autómatas en forma
humana-, sería una pérdida considerable cambiar por estos
autómatas los mismos hombres y mujeres que habitan actual-
mente las partes más civilizadas del mundo y que seguramen-
te son tipos depauperados de lo que la naturaleza puede pro-
ducir y producirá algún día. La naturaleza humana no es una
máquina que se construye según un modelo y dispuesta a
hacer exactamente el trabajo que le sea prescrito, sino un árbol
que necesita crecer y desarrollarse por todos los lados, según
las tendencias de sus fuerzas interiores, que hacen de él una
cosa viva"S.

Lo que Mili reclama no es la libertad caprichosa para retener


los bienes o los defectos, por dañinos que sean, que nos venga en
gana. Todo esto porque de acuerdo con lo afirmado por Mili:

"Donde la regla de la conducta no es el propio carácter de


la persona sino las tradiciones de los demás, falta uno de los
principales elementos de la felicidad humana"9.

En más de un sentido puede decirse de Mill que es el filósofo


moral socrático por antonomasia, ya que sacrifica el halago de los
demás por procurar su auto-estima, afirmando su conciencia de
acuerdo con principios de reflexión propios y no de acuerdo con la
costumbre.
La argumentación que presentaba en el capítulo III de El
gobierno representativo compara las ventajas de una vida pruden-
cialmente buena procurada por otros y una vida buena buscada
autónomamente. En el caso del despóta benévolo, ¿con qué nos
encontraríamos?

"Un hombre de actividad intelectual sobrehumana diri-


giendo todos los asuntos de un pueblo intelectualmente pasivo.

s Ibid., pág. 130.


9 Ibid., págs. 216-217.

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La nación como colectividad y los individuos que la componen
no tienen ninguna influencia sobre su propio destino. Carecen
de voluntad en lo relativo a sus intereses colectivos. Una
voluntad que no es la suya, y a la cual no pueden desobedecer
sin incurrir en un crimen legal, lo resuelve todo por ellos. ¿Qué
clase de hombres pueden formarse bajo parecido régimen?"lO.

Codo con codo, en el Gobierno representativo, como en la mayo-


ría de las obras de Mili aparece conjuntamente la idea de que lo
que nos lesiona a nosotros lesiona a la comunidad y a la inversa.
Al examinar la conveniencia de que todos participen en la vida
política destaca Mili no sólo el sujeto en particular sino los bienes
que benefician a la comunidad:

"Más importante todavía que todo lo dicho es la parte de


la instrucción adquirida por acceso del ciudadano, aunque
tenga lugar raras veces, a las funciones públicas. Vese llama-
do a considerar intereses que no son los suyos; a consultar,
enfrente de pretensiones contradictorias, otras reglas que sus
inclinaciones particulares; a llevar necesariamente a la prác-
tica principios y máximas cuya razón de ser se funda en el
bien general, y encuentra en esta tarea al lado suyo espíritus
familiarizados con esas ideas y esas aspiraciones, teniendo en
ellos una escuela que proporcionará razones a su inteligencia
y estímulo a su sentimiento del bien público. Llega a entender
que forma parte de la comunidad, y que e1 interés público es
también el suyo"ll.

Cuando nos adentremos en la parte III de esta charla para


hablar de la empatía como eslabón que une los intereses persona-
les y colectivos, tendremos una visión panorámica de la teoría par-
ticular de Mill.
De acuerdo con Berger, Mill no fue egoísta psicológico, a dife-
rencia de Bentham, por ejemplo. "Mili did not seek only pleasure
as the object of our action".12
Para ser más exactos, Mili buscó la excelencia solidaria, la
excelencia compartida, y la redefinió con la "felicidad colectiva".

10 Del gobierno representativo, Tecnos, Madrid, 1985, pág. 31.


11 !bid., pág. 43. '
12 Berger, F.P.: Happiness, Justice and Freedom- The Moral and Political
Philosophy of J.S. Mill, University of California Press, Berkeley y Los Angeles,
Cal., 1984, pág. 37, nota 11.

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Por lo demás éste es el procedimiento habitual para determi-


nar la felicidad individual y colectiva. Mili no creyó nunca, con-
trariamente a los emotivistas, que cada individuo decidiese su
propio bien. Más bien consideró las características de la condición
humana determinadas por jueces imparciales para distinguir los
placeres más elevados de los placeres más bajos.
Por supuesto que éstas y otras afirmaciones de Mili resultan
problemáticas. Si lo bueno y lo malo no son conceptos estricta-
mente individuales, como en Rawls o Dorwkin, ni vienen determi-
nados por el puesto que nos haya tocado desarrollar, como en el
comunitarismo, resulta complejo aunque no imposible decidir lo
que es bueno y lo que es malo.
Podría decirse que para Milllo bueno es lo que produce la exce-
lencia y la perfección, al tiempo que salvaguarda los derechos
individuales. Con lo cual se nos presenta como una de las aporta-
ciones más interesante para una investigación en ética que venga
a corregir los fallos mayores de un liberalismo escéptico, o cuasi
escéptico, que tiene como único valor la libertad, y los valores de
la vida en comunidad propios del comunitarismo. Mili es un pen-
sador progresista que no se conforma con la convivencia pacífica y
la pura tolerancia, sino, como veremos en la parte II, desea lo
mejor para sí mismo y para los demás, defendiendo los deberes
supererrogatorios tan escasos en el liberalismo clásico e incluso en
el neoliberalismo.
Sin embargo, a pesar del cáracter altruista de la ética de J. S.
Mili, habríamos entendido muy mal su propuesta si nos invitase
al sacrificio personal, en aras de la razón pura. Éste sería Kant,
pero no Mill, con quien existen tantas discrepancias.

"Merecen toda suerte de alabanzas los que son capaces de


sacrificar el goce personal de la vida, cuando mediante tal
renuncia contribuyen meritoriamente al incremento de la
suma de la felicidad del mundo. Pero quien hace esto mismo, o
mantiene hacerlo, con alguna otra finalidad no merece más
admiración que el asceta subido a su pedestal"13.

O lo que es igual, cuando el sacrificio es un acto de amor para


un semejante se convierte en una acción admirable y meritoria:

13 J. S. Mill: El utilitarismo, Alianza Ed., Madrid, 4a reimpresión, 1999,


pág. 60.

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"La moral utilitarista reconoce en los seres humanos la
capacidad de sacrificar su propio bien por el bien de los demás.
Sólo se niega a admitir que el sacrificio sea en sí mismo un
bien"14.

Entre las múltiples críticas de que ha sido víctima el utilita-


rismo clásico abundan las malas interpretaciones respecto a su
distribución de bienes. Así dirá Rawls:

"La característica más sorprendente de la visión utilitaris-


ta de la justicia es que no importa, excepto de manera indirec-
ta, cómo se distribuya esta suma de satisfacciones entre los
individuos"15.

Si tal fuera el caso, la teoría de la justicia de Mili sería tan


ofensiva como ninguna pueda serlo.
Por el contrario toda su obra es una réplica en forma de una
teoría de la justicia que tenga en cuenta las necesidades de los
peor situados, las mujeres respecto a sus maridos, o los trabaja-
dores respecto a sus patrones.
Lo que llama la atención en Mili, de forma admirable, es su
sentido de la equidad que se pasa por alto leyes positivas al dicta-
do de una justicia moral.

"De este modo para salvar una vida, no sólo puede ser per-
misible, sino que constituye un deber, robar o tomar por la
fuerza el alimento o los medicamentos necesarios, o secuestrar
y obligar a intervenir al único médico cualificado"16.

Resulta realmente conmovedor el espíritu finísimo de Mili


para distinguir los derechos individuales de los que no lo son, cosa
que no ocurre en el liberalismo contempóraneo.
Es decir, J. S. Mili sabe distinguir perfectamente entre los
intereses generados por el egoísmo y aquellos que son fruto de un
juicio ponderado que ponga en un lado de la balanza los intereses
personales y en el otro los intereses ajenos.
No se trata de una teoría altruista, pero tampoco egoísta, sino
una que intenta hacer justicia a las demandas personales y las de
las demás personas.

14 !bid: pág. 61.


15 Teoría de la justicia, Fondo de Cultura Económica, 1979, pág. 44.
16 El utilitarismo, pág. 132.

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Resulta por tanto llamativo que un autor de la talla de Dwor-


kin proclame que el utilitarismo pueda "cuadrar mejor que la jus-
ticia como equidad con otras partes de esa tradición (americana).
Puede justificar mejor por ejemplo la gran desigualdad que la
mayoría de los americanos siguen dispuestos a aceptar como tole-
rable"17.

SOCIALISMO

El utilitarismo es una teoría extraordinariamente llamativa.


Además de defender los derechos de los individuos a no ser guia-
dos por nadie y crecer y desarrollarse de acuerdo con su propio cri-
terio, es una de las teorías liberales más próximas al socialismo
con que nos podemos encontrar.
Es una doctrina perfeccionista, aunque esta palabra resulta
demasiado seca en español. Más apropiado tal vez sería denomi-
narla teoría de la excelencia solidaria, como ya indiqué.
Que sea teoría de la excelencia nos recuerda el mundo griego,
donde Sócrates y otros apostaran por un individuo virtuoso, que
desarrolla sus excelencias. Que sea teoría de la excelencia solida-
ria significa que la excelencia que se busca no es de tipo individual
e intransferible sino de tipo solidario, como un gran bien a com-
partir.
Se da cierto remoto parecido con Kant en lo que se refiere a los
principios que Hare ha bautizado como de Prescriptividad y Uni-
versalizabilidad. Pero también al mismo tiempo coincide con
Hume en que la "razón es y sólo ha de ser la esclava de las pasio-
nes y a ellas solas ha de servir y obedecer".
A partir de esta meta-ética original en la que se combinan
razón y sentimientos de forma acorde, surgen las diversas genia-
lidades de Mill que se caracteriza por su mesura y ponderación
combinadas con un arranque formalista que le lleva a intentar
cambiar la sociedad, sus costumbres y sus opiniones.
Podría preguntarse si no es Mili un paternalista al preocupar-
se del bien de los demás. Pero la cuestión parece clara. Mill se
ocupa de los bienes psíquicos y materiales que han de acompañar
al ser humano y de liberarlo de todo tipo de oscuridades que
nublen su inteligencia.

17 R. Dworkin: Etica privada e igualitarismo político (Foundations ofLibe-


ral Equality), Paidós I.C.E./U.A.B., Barcelona 1993, pág. 81.

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Mili no descubre el bien y el mal de los seres humanos, sino
que los pone en camino para que lo descubran por sí mismos.
Al contrario de Burke, en el dieciocho, que busca las raíces de
los valores morales en las tradiciones, Mili quiere prescindir de
todo tipo de verdad revelada y descubrir una "nueva religión de
la libertad que contenga los principios morales que descubre el
ser humano mediante su razón y sus sentimientos". Hay un mal
indiscutible en asignar un origen sobrenatural a las doctrinas
recibidas. Un origen así haría de todas ellas algo sagrado y prohi-
biría que fuesen comentadas o criticadasls. "Ya que toda vez que
a un sistema ético se le supone de origen sobrenatural la morali-
dad queda estereotipada, lo mismo sucede también con la ley, y
por las mismas razones entre los creyentes del Korán"19. ética
de Mill es ciertamente heroica ya que se propone hacer tanto bien
a los conciudadanos como una moral sobrenatural sin esperar
ningún premio a cambio2ü.
N o dejan de aparecer curiosas similitudes entre la ética de Mili
y la de Kohlberg. Así nos habla en primer lugar de la ética de la
autoridad y la educación temprana, o del poder de la opinión
pública; "es decir la alabanza y la censura del favor y el desfavor
que nuestra conducta recibe de nuestros prójimos"21.

"Hasta el placer de la autosatisfacción depende en gran


medida de la opinión favorable de los otros. Tal es la influencia
de la opinión pública que hay que ser una persona de calidad
excepcional para convencerse de estar en lo cierto aunque el
mundo -esto es, su mundo inmediato, piense lo contrario-"22.

Con ello nos está diciendo Mili que dejemos de estar influidos
por las ideas ajenas, sino que mediante ellas ejerzamos la presión
que se considera necesaria por parte religión. "En todos los
asuntos humanos, los sentimientos de nuestros prójimos constitu-
yen de un modo u otro la motivación predominante"23.
En El Utilitarismo, al abordar la cuestión de la sanción del
principio de utilidad, vuelve ahora a insistir con más fuerza en la

18 J.S. Mill :La utilidad de la religión, Alianza Ed., Madrid, 1986, pág. 68.
19 Ibid., pág. 69.
2o Ibid., pág. 77.
21 Ibid., pág. 50.
22 Ibid., pág. 53.
23 Ibid., pág. 53.

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Esperanza Guisán

interrelación de los seres humanos y su presión mutua por lo que


a la bondad y maldad de sus actos se refiere:
"Por otra parte, no sólo, efectivamente, el reforzamiento de
los vínculos sociales, como asimismo todo el desarrollo armo-
nioso de la sociedad, proporcionan a cada invididuo un interés
personal más fuerte en consultar prácticamente el bienestar de
los demás, sino que también le llevan a indentificar sus senti-
mientos cada vez más con el bien ajeno, o al menos con un cons-
tante aumento gradual de su consideración de aquél. El hom-
bre, llega, como por instinto, a ser consciente de sí mismo como
ser que, por supuesto, presta atención a los demás. Llega a
resultarle el bien de los demás algo a lo que natural y necesa-
riamente ha de atender, en igual medida que a las necesidades
físicas de la existencia"24.

El punto de partida en Mili, no es pues el contrato, como en el


neocontractualismo contemporáneo, sino un sentimiento peculiar
de los unos hacia los otros, el sentimiento de Sympatheia (sym-
pathy) que se desarrolla paulatinamente.
Estos sentimientos morales no son, para Mill, ni naturales ni
artificiales sino que se asemejan más bien a las facultades adqui-
ridas;
"Por otra parte, si, como yo creo, los sentimientos morales
no son innatos sino adquiridos, no son por ello menos natura-
les. Es natural que un hombre hable, razone, construya ciuda-
des, cultive la tierra, etc., aunque ello implique facultades
adquiridas. Los sentimientos morales no son, desde luego, una
parte de nuestra naturaleza en el sentido de encontrarse en
grado perceptible presentes en todos nosotros, cosa que tienen
que admitir forzosamente aquellos que creen con más fuerza
en su origen trascendental. Al igual que las demás capacidades
adquiridas a las que nos hemos referido anteriormente, la
facultad moral, si bien no es parte de nuestra naturaleza, es un
producto natural de ella"25.

Si bien las asociaciones morales son artificiales, precisan de la


ayuda de sentimientos poderosos con los que pueda armonizar tal
asociación:
"Sin embargo, esta base de sentimientos naturales
potentes existe, y es ella la que, una vez que el principio de la

24 El utilitarismo, pág. 85.


25 !bid., pág. 82.

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felicidad sea reconocido como criterio ético, constituirá la fuer-
za de la moralidad utilitarista. Esta base firme la constituyen
los sentimientos sociales de la humanidad -el deseo de estar
unidos con nuestros semejantes, que ya es un poderoso princi-
pio de la naturaleza humana y, afortunadamente uno de los
que tienden a robustecerse incluso sin que sea expresamente
inculcado dada la influencia del progreso de la civilización"26.

La fe en el progreso es casi inquebrantable en Mili. La educa-


ción, el desarrollo de la mente y de la capacidad de empatía nos
convierten de fieras salvajes que éramos en seres humanos.

"La pobreza como casi todos los males sociales, existe por-
que el hombre sigue sus instintos bestiales sin ninguna consi-
deración"27.

A medida que el ser humano se ilustra dejará de ser un subor-


dinado voluntario, y el parecido entre unos y otros se hará más
evidente.

"Puede anticiparse que este aumento de la inteligencia pro-


ducirá los efectos siguientes. Primero que la masa del pueblo
se resistirá cada vez más a ser dirigida por la simple autoridad
y prestigio de sus superiores ... La teoría de la dependencia y la
protección les resultará cada vez más intolerable y exigirán
que sean ellos mismos los que gobiernen su conducta y su
situación ... exigirán que se aplique su propia voluntad y sus
ideas y sugerencias y no las normas que otras personas han
hecho para ellos"28.

La idea presente en Mili es que todos podemos llegar a saber


que nos conviene una vez que se encuentre expedito cammo
de supersticiones y tiranía.
N o se trata sin embargo de que Mill proponga que cada cual
haga lo que quiera o lo que le venga en gana, sino de que se le
prive de los escollos que hacen que su intelecto y sus inclinaciones
penetren en aquellas cosas que de hecho le producirán a la larga
más felicidad.

26 !bid., pág. 83.


27 J.S. Mili: Principios de economía política, F.C.E., México, 1978, pág. 334.
28 !bid., pág. 649.

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A diferencia de otros autores para los que el servicio a la socie-


dad es una obligación primera, para Mill se trata de una satisfac-
ción primera.
Dada su concepción de la naturaleza humana y las relaciones
humanas,
"el criterio utilitarista mientras que tolera y aprueba todos
aquellos deseos adquiridos, en tanto en cuanto no sean más
peijudiciales para la felicidad general que aliados de ella, reco-
mienda y requiere el cultivo del amor a la virtud en la mayor
medida posible, por ser, por encima de todas las demás cosas,
importante para la felicidad"29.

N o estaría de más pararnos a explorar este último aserto de


Mili: sin virtud no hay felicidad.
No es exagerado afirmar que Mill va mucho más lejos que sus
coetáneos, y que nuestros contemporáneos ocupados meramente
en el respeto a los derechos humanos. Para Mill, en cambio, sin
felicidad no hay virtud. Sin amor a los demás no hay felicidad ni
virtud, y sin virtud no hay amor o felicidad.
Los mecanismos psicológicos son complejos y no basta relacio-
narnos uno a uno. En ocasiones la psique funciona como una fuen-
te de la que fluyen numerosas corrrientes.
Al igual que al principio de este texto veíamos que el amarse y
desarrollarse influía en el gozo de los demás, vendremos a termi-
nar estas meditaciones sobre Mili, considerando que para este
autor el amar a los demás repercute en la felicidad. La vida es
como un movimiento de "feedback", en la que el amor a los demás
nos enriquece y nuestro enriquecimiento repercute en los demás.
N o será exagerado indicar que Mill supera a los neoliberales
en general al proponer una colaboración mutua que vaya más allá
del respeto de los derechos ajenos.
Como ya indiqué anteriormente, para Mill los deberes super-
errogatorios son los deberes individuales, porque no son excesivos
ni suponen una demanda excesiva, sino que tienden a coordinar
los intereses humanos y encontrar la vida buena y la vida feliz en
los actos que se realizan más allá de todo interés subjetivo.
No es de extrañar que autores poco proclives al utilitarismo
hayan alabado su mesura, su distinción de los placeres superio-
res y placeres más bajos.

29 El utilitarismo, pág. 95.

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~-~
Individualismo, Utilitarismo
-~-----------------
Sociedad

"La noción de que la búsqueda de la excelencia por un


camino que acrecienta los talentos humanos está en el corazón
de la vida humana, se encuentra con facilidad no sólo en el
pensamiento político y social de J. S. Mill sino también en su
vida y la de la señora Taylor" ... 3o.

Tampoco es de extrañar que Mili haya sido poco menos que


vilipendiado al no comprenderse las diferencias entre su utilita-
rismo de la excelencia cooperativa con cualquier tipo no matizado
de utilitarismo.
Curiosamente Mill es el autor de temas tan geniales y sobre-
salientes como la "felicidad moral", que han pasado desapercibi-
dos para sus coetáneos y para nuestros contemporáneos.
A diferencia de las teorías revolucionarias que consideraban
que el patrón era el que tenía todas las de ganar con el sistema de
beneficios, y los obreros todas las de perder, Mili propondrá que
tanto los que se aprovechan, como sus víctimas, son igualmente
infelices (idea que tendríamos que buscar en Platón).

"La finalidad del progreso no debe ser tan sólo la de situar


a los seres humanos en condiciones que no tengan que
depender los unos de los otros, sino permitirles trabajar los
unos con o para los demás, unidos por relaciones que no entra-
ñen subordinación de los otros"31.
"Si continúa el progreso ... no hay duda alguna que la situa-
ción del trabajador asalariado irá tendiendo gradualmente a
limitarse a la clase de trabajadores cuyas bajas cualidades
morales hacen que no sean apropiados para nada más inde-
pendiente, y que la relación entre amos y obreros irá siendo
sustituida bajo una de estas formas: en algunos casos la aso-
ciación de los trabajadores con los capitalistas; en otros, y qui-
zás en todos al fin, la asociación entre todos los trabajado-
res"32.
" .. .la forma de asociación que es de esperar predomine no
es la que puede existir entre un capitalista que actúa como jefe
y un obrero que no tiene voz ni voto en la dirección, sino la aso-
ciación de los mismos trabajadores en condiciones de igualdad
poseyendo colectivamente el capital con el cual realizan sus
operaciones y trabajando bajo la dirección de personas que
ellos mismos nombren y destituyan"33.

30 Maclntyre: Tras la virtud, págs. 246-247.


31 Principios de economía política, pág. 653.
32 !bid. pág. 653 .
33 !bid., págs. 660-661.

107
Esperanza Guisán ~~-

Parece verdaderamente increíble que quien haya leído éstas y


las restantes páginas de Mill pueda considerarse autorizado a
acusar al utilitarismo de despersonalización, es decir, de falta de
estima de las personas particulares y sus intereses, que se englo-
ban de una forma despersonalizada.
Quizá todo lo que habría que criticarle al utilitarismo de Ben-
tham, por ejemplo, es su falta de precisión en los términos. La
mayor felicidad del mayor número no es una expresión del todo
feliz, aunque es de gran utilidad en los casos en que hemos de ver-
nos con dilemas éticos.
A mayor abundamiento, según nos lo explica Dinwiddy, la céle-
bre aseveración de que "the push-pin is of equal value with the
arts and sciences of music and poetry", que Mill hizo famosa, se
produjo en un contexto en que Bentham argumentaba contra la
concesión de grandes subvenciones públicas dedicadas a las artes,
que suponía cargar sobre los hombros de la muchedumbre de los
indigentes para diversión de las minorías34.
Por supuesto que es exagerada su aseveración de "no hay"
gusto, para evitar la barrera entre los gustos supuestamente refi-
nados y los gustos groseros.
Mili sería de otra opinión muy distinta al proclamar su conoci-
da frase: "Es mejor ser un ser humano insatisfecho que un cerdo
satisfecho; mejor ser un Sócrates insatisfecho que un necio satis-
fecho35.
Lo cual nos recuerda una vez más que la buena vida no puede
venir marcada por la opinión de las mayorías, sino cuando éstas
son debidamente ilustradas y sensibilizadas para distinguir los
placeres superiores.
Frente al aristotelismo de algunos autores comunitaristas,
Mill es platónico en alguna medida no fiándose de la opinión
común sino de la de filósofos o de jueces imparciales.
N o es exacto decir que Mill es excesivamente platónico, porque
el filósofo o el juez cualificado que en Platón descubre el Bien, en
la filosofía de Mill no intuye, sino induce de la experiencia, lo que
ha de ser considerado bueno.
Ni se puede decir con rigor que incurre Mill en la falacia natu-
ralista a pesar de derivar lo "deseable" de lo "deseado"36, ya que lo
"deseado" por Mili es un concepto ya valorativo que implica lo

34 Dinwiddy, J.: Bentham, Oxford University Press, 1989, pág. 114.


35 El utilitarismo, pág. 51.
36 !bid., pág. 90.

108
Individualismo, Utilitarismo y Sociedad

deseado por las personas más desarrolladas, más abnegadas y con


mayor capacidad de gozo propio y ajeno.
Por supuesto no todas las personas desean lo "deseable", ni
mucho menos, pero todas las personas pueden llegar a desearlo, y
todas las personas de hecho lo desearían de llegar a conocerlo.
Ocurre aquí exactamente igual que con la calidad de los placeres.
No todo el mundo desea los más elevados, pero "es un hecho
incuestionable que quienes están igualmente familiarizados con
ambas cosas y están igualmente capacitados para apreciarlas y
gozarlas, muestran realmente una preferencia máximamente des-
tacada por el modo de existencia que emplea las capacidadees
humanas más elevadas"37.
Este modo de existencia para Mili es aquél en que tratamos
de compaginar nuestra felicidad personal y la felicidad humana,
lo cual no es tan difícil si no olvidamos que somos seres con capa-
cidad de sympatheia, de tal suerte que nos vemos reflejados en
los otros como en un espejo y sentimos y pacedemos, disfrutamos
y gozamos, conforme padecen, sienten, disfrutan y gozan los
demás.
Además de preocuparle la igualdad y solidaridad entre todos
los humanos, fue Mill especialmente sensible, posiblemente gra-
cias a la influencia de la señora Taylor, a la igualdad entre los
géneros, postulando así "la igualdad de acceso de ambos sexos a
todas las ocupaciones industriales"38 porque es una flagrante
injusticia social que no haya elección posible, que no exista nin-
guna otra cárriere para la gran mayoría de las mujeres si no es la
de las ocupaciones más humildes"39.
La fe de Mili en el progreso no fue del todo inocente y barrun-
tó que se tenían que cambiar las cosas:

"No pasará mucho tiempo sin que se reconozca que las


ideas y las instituciones que han convertido el mero accidente
del sexo en la base de una desigualdad de derechos legales y de
una forzosa disparidad de funciones sociales, son el mayor obs-
táculo al mejoramiento moral, social e incluso intelectual"40.

Otras "visiones" de Mili sobre la creciente mejora de la huma-


nidad no fueron tal vez tan acertadas, pero aun así si no somos

37 !bid., pág. 49.


38 Principios de economía política, pág. 650.
39 !bid., pág. 650.
40 !bid., pág. 650.

109
Esperanza Guisán --~-~···~-~-~

pesimistas estaremos de acuerdo con que el promedio de vida ha


aumentado de forma espectacular, que el alfabetismo lleva cami-
no de convertirse en universal, que el nivel de vida ha mejorado
bastante incluso en los lugares más castigados de la tierra.
Es mucho lo que se podría criticar a la filosofía moral y políti-
ca de Mill, pero han sido tantas y tan injustas las críticas al utili-
tarismo en general en este siglo y el pasado que bueno será que
volvamos con insistencia a sus mayores logros.
El nexo de simpatía une al yo con los otros de modo que inclu-
so en On Liberty se busca mejorar la felicidad ajena, dándose el
caso de que cuando mejoramos la felicidad ajena estamos incre-
mentando la nuestra.
Mili no es evidentemente un racionalista kantiano, pero es un
creyente en el entendimiento y el desarrollo sensible y moral,
situándose a años luz de las teorías conservadoras que pretenden
mantener el prejuicio y la tradición. Mili es contumazmente pro-
gresista. Espera todo del ser humano conjuntamente con sus sen-
timientos poderosos de empatía.
Su psicología es optimista, confiando en que una vez que desa-
parezcan las telarañas de los prejuicios los seres humanos puedan
entenderse e incluso amarse.
He recordado en varias ocasiones los reproches que se han
hecho a Mili en este siglo y en el anterior, a veces producto de un
incomprensible rechazo inicial basado en el desconocimiento.
Existen incluso críticas apasionadas que niegan que Mili y
otros utilitaristas hayan suscrito "que todo el mundo cuente como
uno nadie más que uno", una célebre frase de Bentham que en opi-
nión de Mill "debería escribirse por debajo del principio de utili-
dad como comentario explicatorio. El derecho igual de todos a la
felicidad, en la estimación del moralista y el legislador, implica un
igual derecho a todos los medios conducentes a la felicidad"41.
De este modo Mili recomienda una acción mucho más satisfac-
toria que la de es mejor no interferir. N o se trata ya con Mill de un
liberalismo que se conforma con la libertad negativa, o que esca-
motea sus grados de libertad positiva. El utilitarismo de la exce-
lencia cooperativa de Mill es un ejemplo de lo que debiera permi-
tírsenos soñar. Porque de la madera de los sueños también están
barcos y los pueblos.

41 El utilitarismo, pág. 131.

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