Periodismo Ciudadano VS Periodismo Profesional

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Periodismo ciudadano versus Periodismo


profesional: ¿somos todos periodistas?
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P INAR AGUDIEZ CALVO


[email protected]
S ERGIO PRÍNCIPE HERMOSO
[email protected]
Universidad Complutense de Madrid

Recibido: 27 de febrero de 2007


Aceptado: 29 de abril de 2007

RESUMEN
La influencia que Internet ha cobrado en la sociedad y el protagonismo que la interactividad de dicho
medio concede a sus protagonistas, ha llevado a los que ensalzan las excelencias y las virtudes de la Red
a suponer que todos aquellos que intervienen en el proceso comunicativo de este medio electrónico deben
ser considerados periodistas, por el mero hecho de convertirse en agentes activos capaces de difundir
información a un número considerable de público, y, en consecuencia, equiparar dicha actividad con la que
llevan a cabo los profesionales de la información periodística. Nace así el «Periodismo ciudadano» en clara
confrontación y alternativa al Periodismo tradicional, que parece haber perdido el monopolio de la
información. ¿Realmente es posible señalarnos a todos como periodistas?
Palabras clave: Periodismo, Profesión periodística, Periodismo ciudadano, Ciberespacio

Citizen Journalism versus professional


Journalism: are we all journalists?
ABSTRACT
The important role that Internet has received in the society and the wide interactivity that grants to its
protagonists has provoked that everybody who celebrates the excellence and virtues of Network think that
each actor participating in the communicational process of this electronic media must be considered as a
journalist, simply by the mere fact of becoming active agents able to spread information to a great
audience, and, consequently, to compare this activity with the one that is developed by journalistic
information professionals. In this way, “Citizen Journalism” arises as an alternative and as a clear
opposition to the traditional Journalism which seems to have lost the monopoly of the information. But,
is it really possible to consider every one as journalist?
Keywords: Journalism, Journalistic profession, Citizen Journalism, Cyberspace

Estudios sobre el Mensaje Periodístico 189 ISSN: 1134-1629


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SUMARIO: 1. Introducción. 2. Una puntualización previa: periodista no es sinónimo de comunicador


ni medio de comunicación, análogo a Periodismo. 3. La Información periodística y la labor de
periodista. 4. El Periodismo es una actividad profesional que no implica, por cuanto no se
confunde, el simple ejercicio de la libertad de expresión. 5. El ejercicio del Periodismo no puede
estar en manos de cualquiera. 6. El Periodismo en entredicho. 7. A modo de conclusión. 8.
Referencias Bibliográficas, Hemerográficas y Webgráficas.

1. Introducción

La revolución digital, y más concretamente internet, ha convulsionado el mundo de


la comunicación social. Los públicos–audiencias de los medios de comunicación
permanecían relegados, hasta hace poco menos de una década, a jugar un papel de
simple, pasivo y despersonalizado consumidor de mensajes. Y, sin embargo, a pesar
de esa aparente falta de relevancia en el proceso informativo–comunicativo, los
públicos han constituido desde siempre la verdadera razón de ser del trabajo de los
profesionales y de las empresas comunicativas. ¿Cómo justificar, por ejemplo, la
función social que ha de llevar a cabo el Periodismo si obviamos al conjunto de la
sociedad a la que sirve? De ahí que los teóricos de la información defendieran la
presencia activa del “sujeto” audiencia, y tacharan de inaceptable el discurso
informativo u opinativo construido a espaldas de los receptores de mensajes. La
relación emisor–receptor debe estar presidida por una interactividad (feedback) que
procure una comunicación fluida en ambos sentidos. Este fue el modelo que Schramm
presentó en 1954 basándose en C. E. OSGOOD, y la aportación que DEFLEUR realizó en
1966 al modelo comunicacional de SHANNON y WEAVER, salvando la excesiva
unidireccionalidad y unilateralidad que presidía la primigenia fórmula de LASSWELL
(1948). Por tanto, nada novedoso. La información y la opinión son procesos que se
acreditan en la medida en que esperan respuesta por parte del público de cada medio
de comunicación. El comunicador–informador profesional tiene la obligación de
conocer y atender los intereses y necesidades legítimos de un destinatario–usuario que
debe intervenir, a su vez, de manera consciente, activa y comprometida. Adoptando
una actitud selectiva, valorativa y crítica del contenido de los medios de
comunicación, haciendo en todo momento un uso libre y responsable de los mismos.
Merced a las disposiciones apropiadas que para el acceso, presencia y participación en
el proceso informativo–comunicativo, de esos públicos–audiencias, habrán favorecido
a diseñar y constituir las propias empresas y los mismos profesionales de esos medios
(REAL RODRÍGUEZ, 2003: 80-81). Pero el hecho de dar al receptor–emisor la voz y el
protagonismo que merece, no significa que éste pueda llegar a convertirse en
profesional o en empresa. ¿Qué está ocurriendo en la actualidad para que se afirme lo
contrario?

Internet parece haber cambiado los pilares sobre los que hasta ahora se ha

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constituido el proceso informativo–comunicativo. El papel activo que antaño se


defendía para los públicos–audiencias ha dado un giro de 180º. El profesional ya no
parece necesario y la empresa queda relegada igualmente a un segundo plano. Sus
quehaceres se han visto alterados y han dejado de ser indispensables en el nuevo
escenario comunicativo. En el ámbito de la Red no existen las clases ni el reparto de
funciones. Todos son iguales, disponen de las mismas herramientas y hacen idénticas
tareas. El hasta ahora profesional de la información se convierte en un ciudadano
(público–usuario) más en busca de datos y noticias. Y el ciudadano adquiere la
condición de informador que puede “colgar” sus mensajes para todo aquel que, con
una conexión a internet, quiera leerlos, verlos o escucharlos (lo multimedia permite
una integración del ámbito escrito y audiovisual). Se habla ya de nuevos paradigmas
comunicativos (ORIHUELA COLLIVA, 2003; CEREZO y ZAFRA, 2003). El modelo
tradicional ya no encuentra hueco. Ahora todos podemos ser informadores o, como
muchos se han apresurado a afirmar, periodistas (¿por qué no propagandistas,
relacionistas, publicistas o documentalistas?). Pero analizando con detenimiento esta
nueva realidad, ¿realmente es posible señalarnos a todos como periodistas? ¿Podemos
con el suficiente rigor intelectual y científico igualar ambas tareas bajo el mismo
concepto de Periodismo? Parece realmente fácil adquirir la condición de periodista,
¿es tan banal su trabajo que no requiere más esfuerzo que el de comprar o alquilar un
ordenador y pagar una conexión a internet? ¿Es el Periodismo un simple acto por
medio del cual un emisor se limita a lanzar mensajes, cualquier mensaje, sin forma y
fondo definido?
2. Una puntualización previa: periodista no es sinónimo de comunicador ni medio
de comunicación, análogo a Periodismo
Conviene, por cuanto entendemos que en toda esta problemática se están
confundiendo –a veces interesadamente– ciertos términos, hacer unas precisiones
previas aclaratorias. Un comunicador –dice el DRAE– es aquel que descubre,
manifiesta o hace saber algo a alguien. Toda persona que transmite un conocimiento
–del tipo que sea– a otro u otros individuos, con los que comparte un código común
que posibilita el entendimiento entre ellos, es susceptible de ser denominado
comunicador bien a nivel privado o en el ámbito público. A este último puede
responder la figura del periodista, pero también la de un político o cargo público, un
publicitario, un relacionista (profesional de las relaciones públicas)..., o, gracias a
internet, cualquier mortal que tenga a bien abrir una página web, publicar comentarios
en un foro, chatear con los demás miembros de una comunidad virtual o colgar en un
weblog, blog o bitácora (un diario electrónico) los anales de su vida personal o sus
conocimientos sobre una rama del saber humano. Siempre que el envío del mensaje
(conocimiento que se transmite y contenido, por tanto, de la comunicación) sea
susceptible de ser considerado “masivo”, es decir, puesto a disposición de un colectivo
significativamente amplio de personas. Con el número de usuarios que en estos
últimos años ha alcanzado la Red, esta característica ha dejado de ser un impedimento

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para que cualquier ser humano pueda ser considerado un comunicador social.1 Pero
esto no le convierte en periodista ni lo que hace en Periodismo. Los medios de
comunicación social (internet y los tradicionales prensa, radio y televisión) no pueden
ser calificados únicamente como canales de transmisión de contenidos periodísticos.
La comunicación colectiva goza de una variedad que no se circunscribe solamente al
Periodismo ni se acaba en él. Por los medios de comunicación circulan una amplia
gama de mensajes que responden a diversas clases informativas, entre las que se
encuentra el Periodismo, pero también otras que poco o nada tiene que ver con él
(verbigracia la Propaganda ideológica, la Publicidad y las Relaciones Públicas).
Asimismo los contenidos que se emiten a través de dichos medios masivos no son
exclusivamente informativos (pensemos en los programas educativos o de
entretenimiento, por ejemplo). El Periodismo posee unas maneras y cualidades que le
procuran un carácter singular y único, que no debe ser asimilado con otras formas
informativas y comunicativas ciertamente parecidas pero ni mucho menos idénticas.
Así pues, ni todo contenido mediático es periodístico ni todo aquel que sale o
comunica a través de un medio de comunicación puede ser investido
automáticamente, y por esta simple razón, como periodista.
También es necesario precisar, como ya señalara Jesús CANGA LAREQUI (2001: 41)
que no se debe caer en la equivocación de confundir medio o soporte, e incluso
especialidad informativa, con profesión. Elena REAL ya ha tenido ocasión de referirse
a ello:
“Debemos tener muy claro que “periodismo” y “periodista” son términos que
definen una profesión (o, al menos, el oficio que aún es), mientras que los
vocablos “audiovisual”, “digital” o “escrito” aluden a un soporte; por su parte,
las voces “nacional”, “sociedad”, “local”, “cultura”, etc., se refieren a una
diversidad concreta, bien temática bien espacial, dentro de la misma
información periodística. Por lo que cabe suponer que sólo hay un periodismo
y un único periodista. Estos equívocos vienen dados por tomar como referente
una idea del periodismo basado únicamente en el ejercicio, al tiempo que pecan
de una visión segregadora de la misma actividad. Con esto quiero decir, que el
periodista que trabaja en la red es el mismo que el que lo hace en la televisión,
la radio, la prensa escrita o en una agencia informativa; y que las nuevas
fórmulas, formas y medios de trabajo no modifican la esencia del periodismo.
Se puede transformar (y de hecho lo está haciendo, aunque no al ritmo que

. El último informe sobre el estado de la Sociedad de la Información en España elaborado por Telefónica,
1

correspondiente al año 2006, señala que el desarrollo de la banda ancha en nuestro país ha experimentado
un notable crecimiento. En este concepto, España es el décimo país del mundo por número de conexiones
de esta tecnología que, a finales de enero de 2007, se situaba en torno a los 7 millones, un 40% más que en
el mismo periodo de 2006. Este impulso de la banda ancha ha motivado que el número de internautas crezca
un 16%. Ya casi la mitad de los españoles mayores de 16 años (un 47,9%) declara haber usado internet
alguna vez en los últimos tres meses; un 38,4% afirma haber accedido a la Red en el último mes y casi uno
de cada cuatro ciudadanos (un 23,6%) son usuarios habituales de internet (Periodista Digital, 2007).
Aquellos que estén interesados en consultar con más detalle los datos de este estudio pueden hacerlo en
http://www.telefonica.es/sociedaddelainformacion.

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algunos predijeron) el cómo, el dónde y el cuándo del periodismo, pero se


mantiene inalterable (pese a la predicción de los que en su día anunciaron a
bombo y platillo el desahucio de su función social) el qué, el porqué y el para
qué de este noble oficio (todavía, y esto es lo lamentable, aspirante a profesión)
que aún es indiscutible en el seno de las sociedades modernas” (REAL
RODRÍGUEZ, 2005a: 506).
3. La Información periodística y la labor de periodista
El Periodismo es una clase de comunicación colectiva, de índole informativo y
opinativo, que responde a una clara función social: la necesidad que todo hombre tiene
de estar informado y de saber cuanto ocurre, se idea y opina en el mundo. De este
modo, ha quedado establecido que el derecho a la información es un derecho natural y
personal ya que incide directamente en el perfeccionamiento del hombre y es exigencia
de su dignidad de persona humana. A servir a este derecho está dirigido el Periodismo
y la labor profesional del periodista. Ángel BENITO incide en este parecer cuando afirma
que “La vida de comunidad, desde la más primitiva a la más desarrollada, pide al
hombre la necesidad de estar informado, de saber cosas, de preguntarlas y comunicarlas
a los demás en la marcha diaria de la sociabilidad humana. Desde siempre, y al compás
del desarrollo técnico y social, el Periodismo ha venido siendo el instrumento
específico para la ampliación y más perfecta consecución de esa ansia de comunicarse
connatural al hombre” (BENITO JAÉN, 1995: 143)2.
Una tarea que consiste básicamente en elaborar noticias de hechos de actualidad o
comentarios de esos hechos que respondan a una clara utilidad y evidente interés (que
no curiosidad) general o público3, debidamente explicados e interpretados con
veracidad, imparcialidad y honestidad profesional, y trasladados al público con
rapidez sin que por ello se vea mermada su calidad. Así pues, el Periodismo siempre
se ha definido por su sentido público y cívico. El receptor–destinatario
–público–audiencia siempre ha sido su mayor prioridad. A juicio de María Jesús
CASALS, “esa es su principal característica profesional. Un compromiso y una
responsabilidad que se le debe exigir: pensar en el ciudadano, en el receptor, cuando
seleccione su información, cuando formule sus preguntas, cuando decida los
contextos, cuando persiga asuntos de verdadero interés social, cuando haya de
sujetarse a la agenda política. Pensar en el receptor es tener la conciencia de que el
periodismo es una actividad integradora en las responsabilidades, derechos y deberes
de una sociedad democrática. Esto no debería ser una utopía sino las señas de
identidad de lo que encierra el concepto de periodismo” (CASALS CARRO, 2005: 111).

2
. Esta claro que internet ha venido a aumentar con creces estas posibilidades, pero no por ello el Periodismo ha
disminuido su razón de ser en este sentido. Habrá de adaptarse, como es lógico, pero ni mucho menos
pierde su esencia y fundamento originario.
3
. María Jesús CASALS nos refiere que el interés periodístico posee un doble cariz: general o público. El primero
comprende aquellos hechos, acontecimientos y fenómenos que son importantes o trascendentes para una
amplia comunidad de personas. Por su parte, el interés público lo constituyen los hechos, acontecimientos
o fenómenos de trascendencia social, aunque con menor importancia, que forman parte de la existencia
humana, de la naturaleza de las cosas y de la preferencia de un público masivo (CASALS CARRO, 2005: 194).

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El periodista no es un mero intermediario o mediador entre el hecho y el público4.


Es un intérprete, el artífice que nos ayuda a entender la realidad que nos rodea, los
sucesos que acontecen y afectan a nuestra existencia en el mundo. El profesional de la
información periodística no se caracteriza por captar sin más los hechos. Busca con
rigor y minuciosidad el significado que esos hechos poseen, pues bien sabemos que
ver no es comprender. La objetividad y la veracidad del periodista en esta ocupación
son elementos esenciales e imprescindibles5. Deben hacerse todos los esfuerzos
necesarios para garantizar que el contenido noticioso sea fiel, esté libre de prejuicios
y se ajuste al contexto, y que todas las opiniones implicadas sean presentadas de modo
imparcial. Sabiendo ponderar los diferentes pareceres con justicia, colocando a cada
uno en el sitio que le corresponda. Esto es sin razonamientos personalizados que no
tengan su base en los datos y los hechos acontecidos. El Periodismo es ante todo
compromiso con la democracia y los valores que la sustentan, y una neutralidad mal
entendida puede situar a los medios de comunicación en posiciones inhumanas y de
preocupante tibieza ante la defensa de los derechos humanos, por ejemplo. Lo que no
implica caer en el subjetivismo, la parcialidad o la militancia partidista (AZNAR, 2005:
55). Esto es importante aclararlo. El periodista procurará, pues, ofrecer al público
únicamente informaciones exactas, conformes con los hechos, comprobando con el
mejor procedimiento posible todas las informaciones, de modo que ningún hecho sea
voluntariamente distorsionado ni deliberadamente suprimido, así, no difundirá
informaciones sino después de tener una razonable certeza de su verdad, las rechazará
si son dudosas, o precisará su grado de probabilidad, dentro de los límites de sus
propias posibilidades de investigación. Es su deber, dar cuenta de los hechos con
precisión minuciosa, en forma completa, concisa, clara y con respeto, en relación con
todos los antecedentes e informaciones que sirvan a su mejor entendimiento, de
manera que promueva el bien común. El periodista debe metódicamente buscar,
investigar y confirmar cada información, la cual debe comunicar entonces con
precisión y rapidez al público, sin ocultar ni falsificar ninguno de los componentes
estructurales de la noticia, ya sea para obtener un beneficio personal o para servir a
otro propósito, sin sacrificar la exactitud por la rapidez o la verdad por el oportunismo
(REAL RODRÍGUEZ, 2005a: 512-513).

Es asimismo importante, en lo que se refiere a la información, y por lo que también


atañe a una fundamental exigencia ético–deontológica, que ésta aparezca claramente
diferenciada de la opinión para evitar cualquier confusión. Las noticias son

4
. Factor que muchos han apuntado para justificar su desaparición o pérdida de protagonismo en el nuevo
contexto digital. Ahora –afirman quienes así piensan– que todos podemos acceder directamente a la
información ya no precisamos del periodista para enterarnos de lo que ocurre a nuestro alrededor, bien en
el espacio inmediato circundante bien a miles de kilómetros de distancia. Pero la función de periodista tiene
un mayor cometido que limitarse a servir de mera correa de transmisión.
5
. Por objetividad no nos referimos a una tendencia filosófica, social o política. Aludimos a una actitud –que ha
de convertirse en virtud– que debe estar siempre presente en la información de hechos, como acompañante
indispensable de la veracidad del periodista que se esfuerza por conocer fielmente lo ocurrido y
transmitírselo en ese modo al público.

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informaciones de hechos y datos, y las opiniones expresan pensamientos, ideas,


creencias, juicios de valor por parte de los medios de comunicación, los editores o los
periodistas. A este respecto conviene matizar que la exposición “del programa
ideológico” ha de limitarse a la opinión y no debe invadir el ámbito informativo,
porque la opinión fragmenta, desfigura y, a fin de cuentas, puede anular la
información. Los medios de comunicación están obligados a servir información
desapasionada, toda, no sólo la que convenga a su programa ideológico, el cual debe
ser expuesto y defendido de manera expresa, es decir, sin ser disfrazado en la
información. El derecho del público a saber lo que pasa con fidelidad y autenticidad
así lo exige.6
Estas premisas son las que nos ayudan a diferenciar el Periodismo de otros tipos de
información y al periodista de otros profesionales (si es que siempre cabe aplicar este
término) del ámbito de la comunicación social. La Propaganda ideológica, la
Publicidad comercial, las Relaciones Públicas y el Marketing político –por citar otros
usos de la información de actualidad7– son actividades que, a diferencia del
Periodismo, se caracterizan por su afán eminentemente persuasivo (que prima sobre el
cariz informativo, a la inversa que en el Periodismo). Poseen una información
interesada que busca ante todo un cambio en el pensamiento y forma de proceder del
público al que va dirigido. Aunque no por ello resultan quehaceres ilegales o
ilegítimos. La utilidad social y la veracidad que se les supone, ya que si no dejarían de
ser información, es distinta a la exigida en Periodismo. Un publicista, por ejemplo, ha
de evocar las virtudes de un producto comercial sin mentiras que nos induzcan a error
o engaño (esto es lo que se le pide), pero no tiene por qué contarnos todo acerca del
bien anunciado. Si éste posee algún pero o leve inconveniente, cuya omisión no
suponga un perjuicio para el receptor o el interés general, es algo que el consumidor
responsable deberá averiguar por sus propios medios y deducción. Sin embargo, esto
es inconcebible en términos periodísticos, donde la ausencia de datos completos o
medias verdades en una noticia están claramente contraindicados8. Tampoco cabe
confundir con Periodismo la llamada prensa rosa o del corazón (una equivocación
bastante común, aunque no por ello acertada), ya que no goza del interés general o
público –entre otros pormenores– exigible para ser reconocido como tal. Realmente si
se atuviera a esta característica dejaría de existir. La simple periodicidad (de ahí el
término prensa) no es razón para confundirla con el más digno contenido periodístico.
El chismorreo, los rumores, el insulto, la vacuidad y vaciedad, la falsedad, la falta de
tacto y de respeto a la intimidad de los demás, el gusto por la espectacularidad y la
búsqueda, por tanto, de lo meramente impactante, por enumerar los principales males
que propala este clase de anti–información, no son aceptables en el modo de proceder

6
. Lo que aquí hemos venido apuntando sobre las características del trabajo periodístico se reflejan –además de
en la ética y la deontología profesional, claro está– en la teoría de los géneros, que no han perdido su
importancia y vigencia. Véase para estos últimos CASALS CARRO, 2005 y MARTÍNEZ ALBERTOS, 2006.
7
. En distinción con el Periodismo, la actualidad aún presente no constituye un rasgo esencial.
8
. Para un análisis más detallado de las diferencias entre estos distintos tipos de información puede consultarse:
BENITO JAÉN, 1995; CASALS CARRO, 2005; REAL RODRÍGUEZ, 2005b y 2006.

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de la información periodística9. De igual modo, quedan fuera los programas


divulgativos (donde el aspecto informativo o noticioso queda relegado a un segundo
plano), de variedades, magazines, concursos, realitty shows, talk shows, etc. Con estos
razonamientos no pueden considerarse periodistas, no al menos ejerciendo el
cometido que a estos les compete, los actores que intervienen en estas otras
modalidades de información o contenido mediático. Tampoco conviene confundir al
periodista con el colaborador de opinión de un periódico o programa de radio o
televisión, o de un blog o bitácora en internet (aunque un periodista puede desarrollar
esta función10). Igualmente el paparazzi queda excluido de la condición de informador
gráfico. Primero, porque lo que hace no es información y, segundo, por cuanto el
simple ejercicio de esta labor –al igual que el resto de técnicos que asisten al
periodista: especialistas en infografía, maquetadores, documentalistas, especialistas en
márketing, operadores de cámara, distribuidores de prensa, etc.– no otorga
automáticamente la distinción de profesional de la información periodística, es decir,
de periodista11. Se requiere algo más. Hoy en día, como tendremos ocasión de apuntar
más adelante, el periodista ha de definirse apriorísticamente (por reunir una serie de
cualidades anteriores al ejercicio) y no a posteriori (por la simple realización de la
práctica profesional). La capacitación ha de ser previa y ser la consecuencia que
facilite el acceso a la profesión.
Cabe también apuntar que la aplicación rigurosa de los criterios enumerados con
anterioridad (interés general, veracidad, exactitud, honestidad profesional...), y que
deben ser obligatorios en toda información que desee ser catalogada como Periodismo,
es lo que diferencia a un verdadero profesional de un simple aficionado. Al primero ha
de presuponérsele, ha de ser inherente al trabajo que lleva a cabo. Al segundo, sólo cabe
desearlo. La información que circula por internet, fuera de los espacios propiamente
periodísticos (estos son aquellos hechos por periodistas y que contienen noticias con las
premisas propias y exigibles al Periodismo), no está contrastada ni tiene garantizada la
veracidad de lo que transmite12. Las bitácoras, que han venido a destronar a los

9
. Que está lamentablemente contagiando, junto con otras formas comunicativas de dudosa legitimidad, al
verdadero Periodismo. Aunque éste es, evidentemente, otro problema. En este sentido, alguien puede
afirmar que no toda la presa rosa se conduce de igual manera, que también la hay que practica una
información respetuosa y prudente. Cierto es que la prensa del corazón tiene sus clases y grados, pero las
características que la definen se alejan de los patrones propiamente periodísticos.
10
. Por la que será reconocido como periodista en ejercicio.
11
. Estas labores pueden asimismo ser realizadas por un periodista titulado si está cualificado y lo cree oportuno
la empresa comunicativa. Pero no necesariamente, por cuanto no se trata de tareas específicamente
periodísticas. El periodista no es un tecnólogo de la información. Sólo los cámaras o reporteros gráficos
podrán ser considerados periodistas en ejercicio cuando acrediten el título oficial de licenciado en
Periodismo y, al darse de alta en el Colegio de periodistas, justifiquen debidamente esta dedicación
profesional. Para aquellos que deseen abordar con más detenimiento la cuestión sobre qué puede ser
considerado o no ejercicio periodístico –en ese doble vertiente de lo que ha de ser, por un lado, materia
exclusiva del periodista y, por otro, campo compartido con colaboradores ya intelectuales ya técnicos– les
recomendamos leer REAL RODRÍGUEZ, 2003 y 2005b.
12
. Por supuesto, en virtud de su libertad humana, el periodista puede ser mendaz y transgredir sus obligaciones
ético–deontológicas. Incurriendo entonces en una mala praxis del ejercicio periodístico y en un mal uso de
su función informativa. También se espera del médico que cure y salve vidas humanas y, sin embargo,

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periódicos tradicionales en la red, no son en su mayoría periodísticas (no hay que


confundir fondo con formato). Poseen una carga de opinión muy alta y las noticias que
contienen suelen estar tomadas de otros lugares de la red o proceden de la prensa
escrita, la radio o la televisión (son de segunda o tercera mano). No procuran
información propia por falta de fuentes y recursos. Los ciudadanos no poseen el tiempo
suficiente para investigar aunque ahora tengan más capacidad para difundir. Este déficit
social fue la razón primera que antaño supuso la aparición y necesidad del Periodismo
y de los periodistas en las sociedades democráticas, para actuar al servicio del derecho
a la información de los ciudadanos. Y vuelve a ser la causa que refuerza y prolonga su
existencia. Porque aunque los usuarios hayan ganado un merecido protagonismo en el
proceso informativo–comunicativo, no pueden desbancar la actuación de un
profesional que actúa recordémoslo a favor del bien común.
4. El Periodismo es una actividad profesional que no implica, por cuanto no se
confunde, el simple ejercicio de la libertad de expresión
La función pública de la información que lleva a cabo el Periodismo está pues
referida constantemente al derecho humano a la información, del que parte y al que
vale. Ahora bien, la soberanía informativa pertenece a todos los ciudadanos, no es
potestad exclusiva del periodista ni de la empresa comunicativa. A todos nos asiste el
derecho a poder expresar aquello cuanto gustemos (siempre y cuando no ofendamos
los derechos de los demás sujetos). De este modo lo expresa José María DESANTES:
“Más en concreto, el derecho a la información y, por tanto, su ejercicio libre,
no corresponde en exclusiva a los informadores, profesionales o no, ni a las
empresas informativas, sino a «toda persona», como reza el artículo 19 de la
Declaración Universal de Derechos Humanos de la ONU en sus dos palabras
iniciales, por no referirse a otros textos supranacionales del mismo tenor,
incluso a las personas agrupadas, natural o convencionalmente, en una
institución no personificada, como la familia o los grupos parlamentarios. El
sujeto potencial y actual del derecho a la información es toda persona física,
considerada individual o en comunidad y, por extensión, toda persona jurídica,
entre los que se incluyen, obviamente, los informadores y las empresas
informativas, pero no se reduce a ellas; sino que, con razón, puede estudiarse
en el sistema iusinformativo el llamado «sujeto universal de la información»”
(DESANTES GUANTER, 2004: 91-92)
Pero cuando ejercemos esta atribución lo hacemos en virtud de una capacidad
personal. En cambio, el periodista no se conduce sin más como un ciudadano
cualquiera en el ejercicio efectivo de este derecho universal, sino que actúa, ante todo,
como un profesional al servicio de unas facultades (las de investigar y difundir de

puede provocar la muerte de una forma consciente y voluntaria. Está en su decisión autónoma actuar de un
modo u otro, pero no cabe duda de que la primera opción es consustancial a su misión en la sociedad. La
segunda constituye una desviación inaceptable que la comunidad no puede ni debe tolerar. Lo mismo ocurre
con el periodista.

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acuerdo con nuestro texto constitucional) que le han sido confiadas por el conjunto de
la sociedad, dada la dificultad que el propio colectivo social tiene de poder
desarrollarlas con el debido cuidado por sí mismo, a pesar de los avances tecnológicos.
Hay una delegación tácita por parte del público en el periodista13. Esto pone a los
periodistas ante el compromiso profesional y también ante el compromiso público o
social de cumplir adecuadamente con los requerimientos de la información
periodística, porque si no lo hacen así están dejando a los ciudadanos desamparados
en el disfrute o ejercicio del derecho a la información que les corresponde. Ser
periodista no es tanto un derecho como una responsabilidad, y su ejercicio no puede
estar sujeto a arbitrariedad o capricho alguno. “Nadie puede informar si no cumple una
función informativa; nadie puede ejercitar el derecho humano a la información si no
es para realizar la justicia informativa; nadie puede invocar el deber oficial o
profesional de informar si no es para dar perfecto cumplimiento al derecho de los
demás. La información es en sí una función pública, con independencia de que sus
agentes sean públicos o privados” (SORIA, 1991: 14)
Es, por tanto, la satisfacción del deber de informar (correlativo al derecho que
todos disfrutamos), en la especialidad que al Periodismo le corresponde, el que
identifica al periodista frente al resto de los ciudadanos sin distinción profesional, es
decir, que no se comportan al igual que él consagrando su quehacer diario a las
obligaciones y responsabilidades que la práctica periodística conlleva. Resulta
indispensable, pues, diferenciar entre el uso y disfrute de un derecho constitucional y
el derecho al ejercicio profesional de una actividad determinada. Disparidad que para
algunos resulta bastante obvia, pero no así para una nada desdeñable y aparente
mayoría que no parecen reparar en ella (o simplemente la menosprecian) y echan
mano, una y otra vez, del argumento falaz que niega al Periodismo la categoría de
profesión e impide que el periodista pueda ser alguien más que un transmisor de
mensajes (REAL RODRÍGUEZ, 2005a: 508–509).
La empresa informativa (y esto conviene recalcarlo por cuanto el periodista suele
ser un profesional por cuenta ajena) está afectada, de igual manera, por todos aquellos
deberes profesionales que soporta el periodista, lo que se traduce en la obligación,
entre otras cosas, de disponer las condiciones para que los periodistas puedan cumplir
adecuadamente su responsabilidad pública. La Ética periodística (valedora de las
prerrogativas que el Periodismo debe cumplir) también atañe a los empresarios, que
no deben dejar que se diluya y quede postergada frente al legítimo objetivo del
beneficio económico. Una información concebida sólo como mercancía pierde su

. Esta delegación tácita del derecho a la información no puede extrañarnos porque es la misma que se da en
13

otras profesiones y que resulta necesaria a medida que se va haciendo más compleja la vida social. De igual
modo, todos tenemos derecho a la educación, a la salud, a defendernos en un juicio, a procurarnos una
vivienda digna, etc., y no por ello nos ponemos a realizar cada uno por nuestra cuenta tales atribuciones.
La sociedad delega ciertos cometidos de alto valor social en unos profesionales que previamente ha
formado para que puedan ejercer su función o prestar su servicio con idoneidad y solvencia.

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función social y cívica. Todo lo que afecte negativamente al derecho a la información


es algo que le está vedado a la empresa informativa. El periodista debe disponer, por
tanto, de la necesaria independencia y autonomía profesional en su labor informativa.
Responde ante su empresa, para la que trabaja, pero sobre todo ante el compromiso
adquirido con el público, el verdadero titular del derecho a la información. Un público
que también tiene sus obligaciones en este proceso comunicativo. La responsabilidad
ética ha de estar presente en la conciencia de todos ellos.
Así pues, cualquier persona no actúa ni se convierte en periodista por relatar una
experiencia sobre un acontecimiento, comentar una noticia, elaborar un texto sobre
una temática general o especializada (dada su condición de experto en la materia),
colgar una fotografía o un vídeo hecho con su cámara digital..., que gracias a internet
puede poner a disposición de un grupo multitudinario de usuarios a través de una
página web, un foro, un wiki, un blog, etc. La simple recolección, edición y difusión
de noticias no constituye, como ya hemos apuntado, una labor que pueda ser
catalogada sin más como Periodismo ni a quien la hace investido –por este simple
hecho– con el rango de periodista. El movimiento denominado como Periodismo
ciudadano, parte de este planteamiento equivocado. Y el empecinamiento que
desgraciadamente persiste en definir al periodista por la mera actividad ayuda a que el
error crezca en magnitud y se generalice hasta límites insospechados. De esta manera,
se extiende la idea de que ambas tareas (la del periodista, por un lado, y la del público
por otro) son idénticas, están al mismo nivel, y, por tanto, susceptibles de esgrimir las
mismas exigencias en cuanto a derechos informativos (¿y los deberes no cuentan?). Y
ya que son iguales, el profesional puede verse relegado por el aficionado. Así lo
apuntan CEREZO y ZAFRA en su análisis de la sociedad de la información:
“Hasta ahora, el profesional de la información era el periodista; en el nuevo
medio, con unos pocos conocimientos de edición y acceso a la red cualquiera
puede convertirse en informador. [...] Internet ha provocado un nuevo concepto
de información en la que el usuario es parte de ella, tanto es así que, a medida
que éste profundiza en su consumo y uso, puede llegar a convertirse en
generador e intermediario de información y, por qué no, en periodista” (CEREZO
y ZAFRA, 2003: 3 y 7).
En este contexto, los diarios personales on–line (los denominados weblogs, blogs
o bitácoras), y más recientemente el fenómeno wiki14, se presentan como una seria
alternativa a los periódicos “tradicionales” lanzados en internet por las empresas
comunicativas y elaborados por los profesionales. Que temerosos de la competencia
ciudadana han decidido atraerlos fichándolos como periodistas. Este es el caso del

. El concepto Wiki –base de la gigantesca enciclopedia on line hecha por los propios internautas, Wikipedia–
14

consiste en crear páginas webs en las que los usuarios pueden escribir, corregir o editar texto. Al hilo de esta
nueva manifestación de participación ciudadana, ha surgido el proyecto Wikinoticias que pretende ser un
gran espacio (tan amplio como la gente quiera) donde cada cual vaya elaborando y colaborando en las
informaciones que le plazcan.

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diario surcoreano Oh, MyNews, pionero en esta iniciativa, que sólo demanda a sus
nuevos reporteros un buen dominio del inglés e ingresar en una ficha sus datos
personales. Estos son todos los requisitos previos necesarios para comenzar a trabajar
como periodista. Incluso reciben una pequeña gratificación económica por sus
esfuerzos y desvelos en la caza de noticias. Estos peculiares colaboradores aportan un
70% del contenido del periódico. Una cifra nada desdeñable. Los periodistas
profesionales por su parte se encargan de supervisar el material que les llega de estos
espontáneos periodistas, y de la producción de aquellos temas que requieren más
dominio del oficio. La participación de la audiencia en la elaboración de contenidos
no concluye aquí. Además de publicar en el diario, los ciudadanos pueden escribir
comentarios al pie de las noticias, algo cada vez más habitual en los periódicos de
internet (MESO AYERDI, 2005: 15). A Oh, MyNews le han seguido Flickr, YouTube,
Scoopt15, NowPublic16... . Aquí en España, se han sumado a esta búsqueda de la
participación ciudadana diarios como Qué!, 20 minutos, Gennio calle, Reportero
Digital17, La Vanguardia, El Correo..., y las páginas webs de los programas
informativos de La 2 o Antena 3 TV (que ofrecen la posibilidad de su emisión en
televisión, vinculando así ambos medios). Como práctica generalizada, casi todas las
ediciones electrónicas de los grandes diarios tradicionales invitan a los usuarios a
incluir sus propias observaciones debajo de cada noticia y, además, brindan tanto la
posibilidad de enlazar con blogs hechos por periodistas o colaboradores habituales del
diario como que el usuario cree su propio blog dentro del medio. A esta nueva realidad
se la ha bautizado como Periodismo 3.018.

Lo que está ocurriendo, merced al desarrollo tecnológico, no es más que el logro de


ese papel activo que siempre se ha demandado del receptor–público–audiencia –usuario
en el proceso informativo–comunicativo. Una participación que finalmente está
consiguiendo el grado deseado, y que sólo podemos esperar que siga creciendo. Pero de
ahí a equiparar las funciones, las obligaciones y responsabilidades que a cada cual
corresponden en dicho proceso hay un gran trecho. En la base de esta monumental
confusión está sin lugar a dudas la inacabada transición hacia la profesión del
Periodismo, así como los reiterados incumplimientos y vulneraciones que determinados
grupos empresariales y periodistas hacen del ejercicio periodístico. Lo que ha generado
una pérdida preocupante de la credibilidad de los públicos en el Periodismo.

15
. En 15 meses ha conseguido registrar a 12.000 colaboradores en 97 países.
16
. Que se autodenomina una red informativa y participativa, que incluye imágenes e historias procedentes de
sus más de 31.000 periodistas ciudadanos en 130 países.
17
. Una creación del también periódico electrónico Periodista Digital, que pretende dar cobertura a la
información local elaborada por los propios usuarios.
18
. Este término fue acuñado por Dan GILMOR, columnista del San José Mercury News y uno de los primeros
bloggers del mundo. En España fue introducido por el periodista Juan VARELA, quien define así dicho
concepto: “Periodismo 1.0 es el que traspasa contenido tradicional de medios analógicos al ciberespacio.
Periodismo 2.0. es la creación de contenido de y para la Red. Periodismo 3.0. socializa ese contenido y a
los propios medios” (VARELA, 2005: 20). El Periodismo 3.0. se presenta como la capacidad ya no sólo de
transmitir información al usuario, sino de que éste puede transformarla y adaptarla.

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5. El ejercicio del Periodismo no puede estar en manos de cualquiera


El vital papel que juega el derecho a la información, obliga a la sociedad a proveer
un servicio público de expertos para garantizar lo mejor posible la respuesta a ese
derecho natural ya referido de todo individuo y de toda sociedad al conocimiento de
las verdades esenciales para llevar a cabo una vida socialmente digna. Este menester,
que ha de supervisar el Estado como garante del bien común (función que le otorga
nuestra Constitución), recae en las instituciones educativas. La Universidad ha de ser
quien asuma ante la sociedad el cometido de preparar profesionales debidamente
capacitados y competentes. Hasta aquí nada que contradiga o alarme el sentido
democrático de las sociedades fundamentadas en el denominado Estado de Derecho.
Sin embargo, este lógico razonamiento se tuerce cuando quien se quiere ajustar a esta
realidad, al igual que el resto de profesiones tituladas, es la actividad periodística. El
Periodismo no parece tener derecho a exigir que sus futuros profesionales sean
formados previamente mediante una titulación académica específica. Le está vedado
solicitar que en función de los conocimientos complejos y los métodos especiales que
se requieren para la acción de informar y de comunicar; con respecto a las influencias
y efectos que esa acción tiene en la opinión pública y en la cultura popular; con
referencia a la calidad indiscutible que siempre vale suponer a cualquiera de los
mensajes que son puestos en común, la sociedad esté perfectamente legitimada para
reclamar un nivel óptimo de suficiencia e idoneidad, avalada por una Licenciatura en
Periodismo. Lo más que se le permite es sugerir y recomendar dicha capacitación,
que para mayor burla ha de ser abierta. Atenta contra la lógica más elemental declarar
todos los títulos universitarios igualmente aptos para la formación de periodistas.
¿Acaso aceptamos a médicos, abogados, farmacéuticos, arquitectos..., con otra
titulación universitaria que no sea la de Medicina, Derecho, Farmacia,
Arquitectura...? Ni tan siquiera pueden considerarse equivalentes las diferentes
licenciaturas en el ámbito de las Ciencias de la Comunicación (Periodismo,
Publicidad y Relaciones Públicas y Comunicación Audiovisual). Cada título está
destinado a la educación de un profesional determinado, y a ese particular perfil
responde los objetivos del mismo.
Persistir en la exigencia del título académico en Periodismo es fomentar la
censura, instaurar un poder político que maneje a su antojo la información, atentar
contra el deseado pluralismo informativo y la diversidad de opiniones, promover el
corporativismo profesional, generar la pérdida de independencia y autonomía en el
ámbito de los medios de comunicación, y otras lindezas semejantes que postulan sin
ningún rubor los enemigos del Periodismo–profesión. Lo increíble es que todo este
cúmulo de falacias se haya instaurado como verdades incuestionables, y actúen a
modo de barrera infranqueable para un Periodismo que tan sólo desea dar precisa y
puntual respuesta a los requerimientos que, hoy por hoy, le plantean las modernas
sociedades del siglo XXI. Resulta vital para el cumplimiento efectivo de las
funciones y fines que le son propios al Periodismo su definitiva conversión en la

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profesión que merece y está llamada a ser, con todo lo que este término implica19. En
la concepción del Periodismo–profesión, el periodista ya no puede seguir cimentando
la conquista de su condición por la simple realización de la práctica profesional. El
periodista ya no es el que hace esto o lo otro, sino el que está capacitado para hacer
esto o lo otro, el que se ha preparado convenientemente para el ejercicio profesional
del Periodismo…, esté o no desempeñando cualquiera de los actos propios que lo
caracterizan20. La cuestión de la formación adquiere así un peso fundamental en el
proceso de profesionalización del Periodismo. Sólo una enseñanza de calidad fuera de
toda duda conduce a la existencia de periodistas competentes y altamente cualificados,
que hacen posible a su vez una información, una opinión y una comunicación de
indiscutible categoría. Esa educación debe estar en condiciones de responder a las
exigencias que le demandan tanto la sociedad como una información y comunicación
periodística en continuo desarrollo.

Considerar inconstitucional la exigencia legal de la Licenciatura en Periodismo


para ejercer como periodista, ya que no se puede asegurar que con dicha formación el
periodista vaya a ser veraz en su trabajo, es una afirmación tan desafortunada como
absurda. Desde luego, ninguna carrera universitaria puede asegurar que la actuación
de un profesional que ha contribuido a formar, será en adelante, y merced a ella,
completamente honesta. Y, sin embargo, no declaramos inconstitucional su
obligatoriedad. Entristece ver que en ninguna de las definiciones propuestas para el
futuro Estatuto profesional se establece como periodista al licenciado en Periodismo,
si no es como una de las titulaciones impartidas por una Facultad en Ciencias de la
Comunicación (o denominación similar)21. Lo que provoca esta confusión, amén de
una maleada interpretación, es el escaso interés en diferenciar la información
periodística del resto de formas informativas que se engloban bajo el común
denominador de la Comunicación Social. Circunstancia que tiene que ver a su vez con
la parálisis que sufre la profesionalización del Periodismo, que no acierta a responder
qué es un periodista y para qué sirve, o mejor dicho, cuáles son los actos propios que
definen su ejercicio profesional. Esto, querámoslo o no, repercute negativamente en la
enseñanza del Periodismo y en el valor que se otorga a su titulación universitaria.

19
. Para que haya una profesión es preciso cumplir las siguientes características formales: servicio esencial para
la sociedad; vocación; actividad diferenciable de otras; actos propios definidos; exclusividad de
competencias; intrusismo perseguible; centro formativo de grado superior; titulación específica facultativa
para el ejercicio; colegiación obligatoria; control del acceso a la profesión y de su ejercicio; organización
profesional que garantice la autonomía y la independencia; código deontológico; estatuto profesional;
norma laboral generalizada; dedicación principal, estable y que constituya el primordial medio de vida. Para
que cada uno de estos rasgos se desarrollen con el verdadero sentido que se les supone y espera, es preciso
que se sustenten sobre los dos pilares básicos: titulación académica específica y colegiación, ambas con
carácter obligatorio.
20
. Porque la condición de periodista no cesa nunca. La única distinción que cabe establecer es entre el periodista
que ejerce y el que no dicha actividad profesional.
21
. Así lo indica la alternativa presentada por la FAPE, que la designa erróneamente como Facultad de
Periodismo, inexistente en nuestro país.

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La empresa informativa, dentro de su libertad de contratación, está en su derecho de


decidir qué periodista desea emplear. Pero no es tarea suya determinar quién puede o
no ser periodista. Resulta de una frivolidad preocupante afirmar que cualquiera, sin más
condición que la de ser persona humana y ciudadano de un Estado, puede –bien con el
beneplácito del empresario de turno bien mediante las facilidades que hoy brinda
internet– llegar a ser periodista. Sólo un interés espurio contrario al más elemental bien
común podía argüir tamaña mentira. La libertad de expresión tiene que dejar de ser la
excusa más recurrente para negarle al Periodismo su pleno estatus profesional:
“En contra de lo que se nos quiere hacer creer, la libertad de expresión no es
en modo alguno un derecho absoluto e ilimitado por lo que habrá que atenerse,
al menos, a aquellas restricciones que vengan aconsejadas por el sentido
común. Los graves y perniciosos efectos que un desempeño interesado y no
convenientemente cualificado del Periodismo podría acarrear a la sociedad,
hacen preciso que esta actividad sea ejercida únicamente por aquellos que
previamente hayan sido preparados con la imprescindible suficiencia; ya que
prevalece, y esto es importante resaltarlo, el interés social de asegurar la
idoneidad profesional sobre los intereses del individuo o de la empresa a elegir
profesión y personal laboral, respectivamente, para evitar los daños que
pudieran derivarse de la impericia. Se limita de esta manera sólo el derecho al
libre ejercicio de profesión en virtud de un derecho mayor. No se menoscaba en
ningún momento la libertad de expresión de la persona, que puede seguir
haciendo uso de su derecho constitucional, lo que no le lleva a convertirse en
periodista ni a realizar el cometido informativo que solamente éste debe
ejecutar. Como tampoco se ve afectada la libertad de contratación de la empresa
periodística que podrá emplear a quien buenamente le plazca siempre y cuando
sea competente en la tarea que ha de llevar a cabo, lo que, por otro lado,
redunda en su propio beneficio como empresa que, no nos olvidemos, detenta
junto al periodista la función informativa que precisa la sociedad.
Opuestamente a lo que tantas veces se ha afirmado, la mejor defensa de la
libertad de expresión no está (por lo menos en lo que al Periodismo se refiere)
en practicar una política de puertas abiertas donde todos quepan
independientemente de su sapiencia y responsabilidad para con esta
ciencia–arte de incuestionable valor social; reside, en cambio, en saber
garantizar una mayor capacitación y autonomía por parte del periodista,
requisito indispensable para el cumplimiento eficaz y eficiente del derecho a la
información reconocido a cada ser humano”. (REAL RODRÍGUEZ, 2005a: 509)

Junto a la titulación académica se hace necesaria la figura del Colegio profesional,


para poder así adquirir la condición de periodista y ejercer esta precisa profesión
informativa. Titulación académica y colegiación profesional están estrechamente
vinculadas. La colegiación remite de manera indispensable a una titulación
determinada, normalmente universitaria, pues su finalidad esencial es la de garantizar
a la sociedad que las personas que lleven a cabo la profesión hayan sido
convenientemente preparadas. El Colegio profesional acepta a todos aquellos que

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demuestran haber superado los estudios académicos requeridos para el desempeño de


una profesión concreta. No otorga a capricho la condición profesional. Potestad,
repetimos una vez más, que ha de ser vista como una salvaguarda social y nunca como
un ataque discriminatorio contra las libertades de expresión, asociación y elección de
profesión u oficio. La necesidad de servir a un interés público superior justifica tanto la
demanda de titulación como la obligatoriedad de la colegiación (REAL RODRÍGUEZ,
2006: 353). Pero estamos hablando de un Colegio de verdad, de acuerdo a las
características y exigencias legales y constitucionales que se indican para esta clase de
corporación de derecho público. No las pantomimas que han constituido Cataluña,
Galicia y Murcia, a las que se sumará muy pronto la Comunidad de Madrid22, que no
dejan de ser meras Asociaciones profesionales (al sustituir la obligatoriedad de su
pertenencia por la simple adscripción voluntaria) con todos los inconvenientes e
inseguridades que de ello se deriva para realizar las funciones colegiales en su debida
forma y medida. Se desnaturaliza el sentido colegial, cuya figura está siendo
peligrosamente suplantada23. El periodista así definido, por la titulación académica
específica y la colegiación obligatorias, se alza como el único indicado para asumir las
tareas propiamente periodísticas y el sujeto sobre el cual han de recaer los derechos,
deberes y responsabilidades que se desprenden del ejercicio profesional que lleva a
cabo (REAL RODRÍGUEZ, 2006: 341)24.

22
. La Asociación de la Prensa de Murcia, precursora del Colegio de Periodistas de esta Comunidad Autónoma,
quiso inicialmente instaurar la colegiación obligatoria y establecer la titulación académica específica en
Periodismo como única forma de acceso posible al Colegio y al ejercicio de la profesión, tras superarse un
periodo transitorio en el que se aceptarían además dobles y triples vías. Sin embargo, esto hubiera dado
lugar a la existencia de dos clases de colegios profesionales en el campo periodístico: los propiamente
dichos y los que amparados bajo una legalidad que vulneran (¿se puede encontrar mayor incongruencia?)
se denominan y operan como tales. Las diferencias hubieran sido ostensibles, no sólo en lo que se refiere
a la obligatoriedad o no de pertenencia para ejercer como periodista, sino también en lo relacionado a la
titulación académica exigida para ello (ya que no todos los Colegios abogan por las mismas, véase REAL
RODRÍGUEZ 2003 y 2006). Esto hubiera desencadenado discriminaciones que no convenía infravalorar,
amén de haber creado una seria dificultad en relación con la libre circulación de profesionales en territorio
nacional. ¿Cómo se las hubiese ingeniado el futuro Consejo General de Colegios de Periodistas de España
–que pronto verá la luz– para actuar y hablar con una sola voz? La polémica estaba servida. Finalmente, la
presión política surtió los efectos deseados y el anteproyecto de ley fue modificado para crear otro nuevo
“Colegio” voluntario. Madrid, en cambio, a través de la Asociación de Periodistas de esta Comunidad, ya
ha anunciado que se acogerá al modelo de la libre colegiación. Andalucía y País Vasco, desean igualmente
recuperar sus encuentros con los Gobiernos autónomos correspondientes para buscar un nuevo impulso en
la creación de un Colegio de Periodistas, pero no han manifestado todavía –al menos oficialmente– cual
será su postura: si retomar el intento de Murcia o claudicar igualmente siguiendo los pasos de Madrid. En
2006, la Comunidad Autónoma de las Islas Baleares tuvo que renunciar a constituir un Colegio de
adscripción obligatoria para los periodistas. Claro que en este caso se pretendía sacar adelante un híbrido
colegial de periodistas y publicitarios y relaciones públicas (ya que allí existe una asociación profesional
conjunta). Un despropósito corregido y aumentado. La profesora Elena REAL abogó entonces por la fórmula
de dos Colegios separados. Finalmente, sólo salió adelante el Colegio Oficial de Publicitarios y Relaciones
Públicas, siguiendo la estela ya iniciada por Cataluña y Valencia, que no tienen ningún complejo en apostar
sin ambages por su condición obligatoria.
23
. Los Colegios profesionales no son como afirman sus detractores caducos residuos del pasado, símbolos de
los intentos del Gobierno de controlar la sociedad civil, sino todo lo contrario: el instrumento jurídico
adecuado para proteger la indispensable autonomía de los profesionales frente al poder político, los partidos
políticos y los grupos económicos y empresariales.
24
. Al tiempo que supera las contrariedades y absurdos de una descripción basada únicamente en la idea del
Periodismo como simple actividad. Véase REAL RODRÍGUEZ, 2003 y 2006.

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Afortunadamente, la figura del periodista lejos de desaparecer o resultar


prescindible en esta nueva realidad digital se hace más ineludible que nunca. “Siempre
serán necesarios profesionales que administren con eficacia y honradez el derecho a la
información de los ciudadanos. Los públicos siempre necesitarán intermediarios
capaces de investigar la realidad y difundirla. Las bases de datos no pueden
reemplazar a los periodistas. Ni siquiera la posibilidad del acceso directo de los
usuarios a las fuentes y archivos documentales quebrará la necesidad de contar con
profesionales eficaces que filtren, seleccionen y den forma a los mensajes” (PARRA y
ÁLVAREZ, 2004: 143). De similar parecer son VERÓN LASSA (2006: 219), BECERRA
NAVARRO (2005: 5-6), y DÍAZ NOCI y MESO AYERDI (2006: 7).
6. El Periodismo en entredicho
El Periodismo no parece haber cumplido con su parte del “contrato social”. Los
ciudadanos se sienten descontentos y defraudados por unos profesionales y unas
empresas que parecen haber modificado los fines que un día iluminaron su quehacer
comunitario. El diario on–line Periodista Digital justifica las razones que han
motivado el repudio de las audiencias:
“... los ciudadanos están rechazando a los viejos medios de comunicación, a
los que considera comprados y mediatizados. Como consecuencia, esos medios
tradicionales pierden cada día credibilidad y audiencia. De hecho, las
investigaciones sociológicas revelan que los consumidores de información
están perdiendo la confianza en los periodistas y en los medios a pasos
agigantados, porque los consideran al servicio no de la ciudadanía sino del
poder y de sus intereses políticos y económicos”.
“Aquella antigua alianza entre periodismo libre y ciudadanía, que nació como
una garantía de la democracia, ya ha muerto, porque los medios han cambiado
su lealtad al ciudadano por alianzas con los grandes poderes y su servicio a la
democracia, a través de la búsqueda y difusión de la verdad, por el servicio a
sus aliados y anunciantes, a través de la manipulación y el blindaje
informativo.” (Periodista Digital, 2006b).
Y aquí radica para MARTÍNEZ MAHUGO (2005: 319) la causa del estallido de una
revuelta popular para acceder a los medios y a la información pública y publicada. El
Periodismo se degrada preocupantemente, perdiendo la credibilidad y confianza de
una audiencia que ante el enojo generalizado ya aboga, como hemos visto, por
arrinconar al periodista y ocupar su lugar. Estos son, a modo de síntesis, los grandes
males que acechan y en los que incurre actualmente el Periodismo:
– El interés general y público se diluye entre el mayor interés privado de las
empresas y poderes que lo manipulan a su capricho, con el único objetivo de instaurar
su prevalencia y preeminencia social (los medios de comunicación son canales
idóneos para su dominio), y la curiosidad malsana de un público cómplice en una
lucha que sólo busca la mayor audiencia para obtener el mayor rédito económico. El
Periodismo pierde así su ideal de servicio para instaurarse como un poder hegemónico

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con objetivos bastardos, ajenos a los bienes internos que este tipo de comunicación
social procura y regenta.
– Las empresas periodísticas (hoy cabría denominarlas como industrias culturales
ya que son entidades multi–nacionales y pluri–mediáticas que tienen al Periodismo
como otro negocio más) son un apéndice de los poderes políticos, económicos e
ideológicos para los que actúan como grandes gabinetes de comunicación en pro de su
conveniencia, y supeditándolo todo a una cuenta de resultados óptimos, balances
positivos y beneficios garantizados.
– El Periodismo está siendo desplazado por otras formas informativas, que no se
conforman con ser ellas mismas sino que quieren instalarse en el espacio propio del
Periodismo. La Propaganda ideológica, la Publicidad, las Relaciones Públicas y el
Marketing político, por citar los ejemplos más evidentes, están adoptando la forma de
Periodismo pero suplantando su fondo, intoxicándolo con sus características propias,
que sin embargo resultan ajenas y muchas veces contrarias (por no decir letales) al
quehacer periodístico.
– La concentración mediática, aunque la Comisión Europea parece afirmar lo
contrario, no es un buen compañero de viaje para el necesario pluralismo informativo.
La solución no pasa únicamente –como sostiene la Comisión– en instaurar códigos
éticos internos que promuevan la diversidad de opiniones25, sino en lograr mecanismos
que hagan realidad la autonomía e independencia de los periodistas, tanto en el seno
de sus empresas como en el conjunto de la sociedad.
– El Periodismo independiente no existe como tal. Hoy en día es pura entelequia.
Hay demasiados intereses espurios que inciden sobre él. La convergencia audiovisual
malogró la libertad y autonomía que la prensa escrita llegó a tener antes de que las
empresas se decidieran a participar de las licencias de radio y televisión (esto se
originó al abrirse el mercado al ámbito privado). Después vendría la anexión de otras
formas rentables de negocio cultural (editoriales, imprentas, discográficas,
productoras, distribuidoras, operadoras de cable, gestoras de medios, promotoras de
publicidad...). La gran inyección económica que se necesita para mantener estos
grandes emporios mediáticos nos ayuda a comprender –pero no a compartir– su
docilidad y complicidad con los poderes fácticos. Internet puede romper con esta
dinámica, pero no nos olvidemos que también son empresas las que hacen posible que
los usuarios puedan disponer de este servicio en línea, que reciben de los gobiernos la
consabida licencia para operar.

. Con fecha de 16 de enero de 2007, la Comisión Europea presentó en Bruselas un “Documento de Trabajo de
25

los servicios de la Comisión sobre el pluralismo en los medios de comunicación” [SEC (2007) 32], en
respuesta a la preocupación expresada por el Parlamento Europeo y las organizaciones no gubernamentales
sobre la cuestión de la concentración de los medios de comunicación y sus efectos sobre el pluralismo y la
libertad de expresión. Aquellos que estén interesados en su consultan pueden acceder a una versión en
inglés en:
http://ec.europa.eu/information_society/media_taskforce/pluralism/index_en.htm

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– Las empresas multimedia abocan al Periodismo a ser un producto rentable. Hay


que buscar ante todo la mayor ganancia al menor coste. El buen Periodismo, la calidad
informativa, es muy cara. Exige una fuerte inyección en recursos materiales y
humanos. Y ese esfuerzo no se ve recompensado con beneficios tangibles a corto
plazo. La búsqueda de una mayor eficiencia económica y productiva ha provocado,
entre otras cosas, la reducción de gastos e inversión considerables en las redacciones.
El número de periodistas ha disminuido drásticamente, las prejubilaciones están a la
orden del día, los contratos basura son una constante en el mundo laboral periodístico.
La precariedad se ha multiplicado y las condiciones de trabajo ponen en peligro la
función social que desempeña el Periodismo. Una misión de la que es copartícipe la
empresa y que parece haber olvidado.
– La producción se centra básicamente en formatos baratos que supongan óptimos
índices de audiencia. Hay que vender a toda costa, no importa cómo ni con qué. Los
rasgos de la anti–información (rumores, chismorreos, medias verdades, espectáculo,
sensacionalismo, intromisión injustificada en la vida privada, etc.) se adaptan
satisfactoriamente a esta ímproba fórmula, hasta el punto de haber logrado infectar los
más impermeables muros de la denominada Prensa seria o de calidad. La información
basura está al orden del día. La audiencia tiene un papel favorecedor de esta situación
(y una parte de culpa que no podemos infravalorar). Pero no nos engañemos. Esto a la
larga termina generando la pérdida de credibilidad y el descrédito del Periodismo y de
los periodistas que sucumben a ello.
– El desarrollo tecnológico tiene sus luces y sombras. La instantaneidad, una
prerrogativa periodística desde sus inicios, somete la calidad informativa al objetivo
de ser los primeros en dar la noticia. La información vive cercada por un ritmo
continuo de 24 horas que no deja espacio para pensar y respirar. El periodista no tiene
tiempo para contrastar, ni evaluar o reflexionar. Apenas sale a la calle y sus noticias
vienen a ser refritos de los boletines de agencias (hechos por otros periodistas que
también trabajan al límite) y los dossier de prensa de los gabinetes de comunicación
(confeccionados en su mayoría por licenciados en Periodismo que trabajan en el
campo de la Publicidad y las Relaciones Públicas). El periodista ya no controla la
agenda, ni elige los contenidos, ni jerarquiza la información (REIGOSA, 2007: 20). La
consonancia entre los diferentes medios impone un pensamiento único que hace
peligrar el pluralismo informativo y el debate democrático (DADER, 2004).
– Estos problemas se agravan cuando el periodista deja de ser víctima y se
convierte en culpable. Movidos, unas veces, por un desconcertante afán de notoriedad
y otras por ser cumplido hacedor de los intereses de la empresa para la que trabaja, el
periodista deja a un lado su papel de informador y se convierte intencionadamente en
un mero agitador de ideas ajenas. Inventa, tergiversa o falsea los acontecimientos,
mezcla descaradamente opinión con información, abusa de las fuentes anónimas,
trastoca imágenes, no rectifica, doblega todo al fin buscado sin reparar en la corrección
de los medios.

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7. A modo de conclusión
¿Qué hacer ante esta situación? El Periodismo es una especie en peligro de
extinción y nadie da la voz de alarma. Ante este gris, casi negro, panorama al
Periodismo sólo le puede salvar la profesión. Pero la de verdad, la que no encierra
trampas, falsedades ni dobleces. La que pretende ante todo el bien general de la
comunidad a la que sirve, lejos de entregarse en manos del mejor postor, defendiendo
contra viento y marea su labor social frente a todo tipo de presiones, ya externas ya
internas, que sólo desean suplantarla por otra más acorde a sus prebendas. Si el
Periodismo queda supeditado exclusivamente a los intereses de la industria
comunicativa, si su información de actualidad de claro interés público se transmuta en
marketing y propaganda, si el periodista desalmado campea por sus fueros…, poco
más queda ya de él salvo un nombre hueco, carente de su valor original. Se mantiene
el significante, expira el significado. Una burda patraña que muy pocos aciertan a
vislumbrar. Triste porvenir el que tenemos ante nosotros, pero al que nos negamos a
asistir impávidos. Si queremos que esta situación en la que se encuentra el Periodismo
se reconduzca, habremos de empezar a colocar los pilares necesarios. La
profesionalidad del periodista no puede desarrollarse si la profesionalización del
Periodismo no camina en la dirección adecuada. Empecemos, pues, por reasignar,
oportuna y apropiadamente, los papeles que a cada cual corresponden en el proceso
informativo–comunicativo. El público–audiencia, qué duda cabe, es el que dota de
sentido el trabajo periodístico. Pero sólo el profesional de la información periodística,
convenientemente titulado y colegiado, puede estar a la altura de sus exigencias. Unos
requerimientos a los que la profesionalización servirá de amparo para su más perfecta
realización. No podemos permitirnos un Periodismo sin Periodismo ni periodistas.
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