Vaciamiento Del Estado
Vaciamiento Del Estado
Vaciamiento Del Estado
ISBN : 978-607-8935-11-6
CONACYT
Registro Nacional de Instituciones
y Empresas Científicas y Tecnológicas
Registro: 2000747
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Contenido
Introducción.......................................................................................................................................... 13
La Modernidad. Del poder de Dios al poder del capital por la razón............................ 21
Orígenes del desarrollo de la civilización.................................................................................. 21
Ciencia y secularización política..................................................................................................23
El mercado en la lógica del capital transformando las relaciones de intercambio..........26
Construir un mundo social ordenado por la razón. .................................................................28
El nacimiento del Estado Moderno en la política de
las pasiones y los intereses.............................................................................................................. 31
Protestantismo y trabajo finales del nuevo orden social. ..................................................... 31
La política moderna de Hobbes o la subjetividad soberana del Estado ....................................34
La lógica en el pensamiento de Hobbes.......................................................................................35
La naturaleza humana como fundamento de la política de Hobbes............................................38
Apetito natural y deseo como principio de conservación de la vida............................................40
La interpretación antropológica mecanicista de la conciencia política hobbesiana..................... 41
Las leyes naturales o el uso de la recta razón.......................................................................... 42
La sociedad civil. Pacto de unión, pacto de sujeción. ................................................................. 44
Estado civil. La persona política y la constitución de soberanía. ..............................................46
El Estado Científico....................................................................................................................48
Locke. El individualismo posesivo y la política económica liberal. ........................................50
Estado de naturaleza y el derecho natural a los bienes............................................................. 51
El momento de la superación de los límites ...............................................................................53
La propiedad, el dinero y el trabajo como mercancía................................................................. 54
De las posesiones al derecho político.........................................................................................56
Nacimiento de la sociedad civil por el consentimiento................................................................ 57
El nacimiento de una sociedad de intereses. ...............................................................................59
La nueva economía de mercado irrumpe en las costumbres ........................................................62
El Estado de la razón.......................................................................................................................65
La política racional como derecho universal.............................................................................65
El a priori o condición de construcción racional de la libertad ...........................................66
La metafísica trascendental Fuente de construcción del entendimiento.............................69
El fin final. La subjetividad como determinación del juicio crítico. .....................................70
La unidad sintética del entendimiento. Fundamento de la ley moral .................................... 71
El uso del juicio. La facultad del conocer y la facultad del desear, el uso del juicio.....73
La libertad y la construcción del reino de los fines................................................................ 75
El Estado devenido. La construcción de la libertad y el derecho político. ........................79
Autonomía y ciudadanía. ..............................................................................................................79
El papel de la libertad en la constitución del Estado Civil.......................................................80
El Estado formal kantiano. ......................................................................................................... 81
La ontología fenomenológica del universal en Hegel..........................................................85
La eticidad como proyecto político. .............................................................................................85
Resonancia de la lógica de la idea de eticidad aristotélica en la filosofía de Hegel. .......88
Creación de un sistema ontológico para la realización de la libertad. ................................90
La transición al mundo moderno. ..................................................................................................91
Los momentos de la libertad.........................................................................................................95
Dominio y Servidumbre. El deseo como momento dialéctivo de la negación del Estado.....98
El movimiento dialéctico de la naturaleza de la vida.............................................................100
La cultura como campo de formación del mundo. El realismo de Hegel ............................ 102
La religión para el mundo moderno............................................................................................ 104
La eticidad en la lógica ontológica como paso de
la comunidad social a la comunidad política. ....................................................................... 107
E
xisten múltiples y profundos estudios sobre el Estado ¿hace falta uno más? sin
vacilaciones tendremos que asentir ante la innegable y relativa estabilidad de
la estructura política y económica de los Estados contemporáneos que impac-
tan en las interacciones concretas de los hombres, quienes somos testigos y víctimas
de las guerras de intereses, la dominación, la miseria; de la avanzada contra los de-
rechos laborales mínimos, de las políticas de desaparición forzada por el Estado y en
complicidad con el crimen organizado, de la enajenación de la posibilidad de vivir
una vida digna.
La reorganización global del capital está provocando exponencialmente cambios
acelerados en las formas de producción, distribución y consumo de la producción
social, que fracturan hondamente las formas de vida de la modernidad y obligan
a pensar en las relaciones de fuerza entre la sociedad y los poderes institucionales
investidos del Estado.
Es cierto que la sociedad moderna ha experienciado una serie de cambios en sus
formas de intercambio y acumulación del capital, desde el primer acontecimiento
violento (Žižek) de la separación entre los propietarios de los medios de producción
y propietarios de la fuerza de trabajo, hasta la secularización de los asuntos públi-
cos, no sin antes pasar por la organización socioeconómica de lo común de la visión
judeocristiana.
Históricamente en la Europa occidental el poder estatal fue centralizado en los
Estados absolutistas, la Ilustración propuso desde el pensamiento liberal nuevas pau-
tas de relación entre monarca y súbditos abriendo paso a las revoluciones industria-
les y políticas del siglo XVIII. Es sobre ese piso que Hobbes expone la construcción
del Leviatán erigido como autoridad suprema, dando fundamento político a la co-
munidad, pero es Locke quien caracterizará al Estado en su sentido liberal como un
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Vaciamiento del Estado. La estatalidad bajo el signo del capital
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Introducción
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Vaciamiento del Estado. La estatalidad bajo el signo del capital
luego hace políticas poblacionales que harán vivir a unos o dejarán perecer a otros.
El Estado mediante el manejo de la política1 oculta el conflicto enmascarándolo de
acuerdo. Lo político inherentemente conectado con el conflicto es sometido por las
políticas del Estado despolitizándolo.
Las mismas leyes con las que sobrevivirán los más fuertes darán muerte a los
debilitados, los desposeídos, pero con la diferencia de que éstas no son naturales
sino creadas por el hombre, por el Estado como representación de todos. El Estado
soberano se convierte así en un Estado de competencia (Hirsch) que somete y domi-
na estableciendo una guerra permanente, una guerra biopolítica mediante la que se
normaliza a la sociedad dentro de esta lógica de relaciones de poder que cruzan por
la disciplina, la norma, lo orgánico y biológico de la población en consideración de
los requerimientos del gran capital.
La subordinación de la política a las prerrogativas del mercado ha sido acompa-
ñada por los recursos de la democracia, sólo por mencionar algunos, como son los
medios de comunicación y las instituciones electorales, para crear opinión y deter-
minar la política por medio de las elecciones. La democracia ha perdido su función
histórica, ofrecer igualdad política a todo aquél integrante de la sociedad, al margen
de sus creencias, raza, origen o clase social. Los medios de comunicación diseñan
una serie de imágenes del mundo, creando un fantasmagórico mundo de emancipa-
ción y liberación vacío de significado. Las actuales democracias ofrecen el control
de la opinión pública, los medios de comunicación con sus tecnologías sustituyen la
soberanía popular y esta deja de ser democrática, en su lugar se posiciona la antide-
mocrática soberanía del capital.
Las tecnologías anulan la contradicción del sistema e igualan las diferentes clases
en el universo ilusorio del ciberespacio, imponiendo el totalitarismo de la razón ins-
trumental con el velo tecnológico de la sociedad global anónima del Estado nacional
de competencia. Así, la razón tecnológica se superpone a la razón política neutrali-
zando la inconformidad y la resistencia.
Puesta en este contexto, la democracia, abandona la soberanía como origen de
su naturaleza y se pone al servicio del discurso dominante, sugiriendo abiertamente
que hoy la única democracia posible es la sustentada en el liberalismo pragmático
del consenso (Rorty, Rawls), anclado en la ideología del neoliberalismo económico.
Colocada en este sitio, la democracia, pone el acento en la libertad individualizada y
1 La política de acuerdo con Gerardo Ávalos “como saber o conocimiento es un discurso que
describe los fundamentos, consistencia y fines de la vida colectiva de los pueblos en tanto unidad de
los muchos gobernada desde un principio unitario supremo que la articula en cuanto unidad general”,
ver introducción, El monarca, el ciudadano y el excluido. Hacia una crítica de lo político, UAM-
Xochimilco, México. 2006. En la modernidad la política asume pretensiones de cientificidad, aspira a
ser la verdad desde la soberanía, por ello asume el carácter de saber técnico abandonando su sentido
de arte. En ella se formulan los preceptos de acción de los gobernados. Como discurso científico está
orientado a instituir y dirigir la acción colectiva.
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Introducción
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Vaciamiento del Estado. La estatalidad bajo el signo del capital
a que nuestros prójimos puedan recurrir. No hay cultura donde no hay principios
de legalidad civil a que apelar. No hay cultura donde no hay acatamiento de ciertas
últimas posiciones intelectuales a que referirse en la disputa. No hay cultura cuando
no preside a las relaciones económicas un régimen de tráfico bajo el cual ampararse
[…] Cuando faltan todas esas cosas, no hay cultura; hay, en el sentido más estricto de
la palabra, barbarie”.4 Un pueblo que es incapaz de crear sus propias leyes desde el
lugar de la razón, teniendo como causa la moral y la ética, es un pueblo-masa teme-
roso de juzgar por sí mismo. El pueblo-masa carece de moral vive un sentimiento de
sumisión y una conciencia de servicio. Temeroso de pensar es producto de su época
decadente, de una modernidad mermada, sin ideales ni aspiraciones, ausente de dig-
nidad que hace de los Estados nacionales, Estados mediocráticos y de su régimen
democrático mediocracias.
En consecuencia, esta crisis de civilización que tiene su origen en la transforma-
ción de la forma capital se extiende a todo el cuerpo institucional, al propio corazón
de la sociedad civil, las instituciones políticas, educativas, empresariales, no sin an-
tes pasar a través de las formas de producción, distribución, y consumo que delinean
las maneras de pensar, ser, desear, vivir y actuar del individuo y el grupo social.
Las formas y contenidos generados por el capital y los intereses particulares que
se imponen sobre el aparato estatal atraviesan a la comunidad política, imponiendo
la lógica de sus propios valores a los contenidos públicos dándole forma civilizato-
ria, pero no como un acto de transición natural y pacífica, sino provocando múltiples
contradicciones y sometiéndola a presión en todos sus niveles. Ante este evento, la
comunidad estatal se sumerge en el terreno de la autocracia, ahogando los funda-
mentos que le dieron sentido; el pacto social es asaltado por los intereses particula-
res, abandonando las tareas fundamentales de proteger y otorgar seguridad a todos
sus constituyentes en su persona y el resguardo de sus propiedades.
El Estado se ha alejado de las clases subalternas a tal grado de que las excluye de
sus derechos sociales y políticos. Vacía la figura de ciudadanía de su carácter políti-
co y permite que el biopoder mediante la coacción y la coerción abierta de la ley y
las fuerzas armadas, avancen sobre la libertad del individuo y la comunidad políti-
ca, minando su condición racional como fundamento humanizador encarnado en el
principio reflexivo del sujeto libre, colocado en un estado de excepción que violenta
cotidianamente la condición política y crítica del sujeto jurídico.
Las condiciones vigentes imponen a las ciencias sociales la tarea imprescindible
de replantear el sentido de la estatalidad desde la perspectiva crítica. En el presente
trabajo se esta tarea recoge acudiendo a una lectura actualizada de clásicos y con-
temporáneos, como guías de aproximación, se propone la siguiente hipótesis des-
criptiva: la forma Estado es un principio de relación entre Estado e instituciones,
hegemonía y subordinación, poder y consenso, política y conflicto, es decir, una
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Introducción
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Vaciamiento del Estado. La estatalidad bajo el signo del capital
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La Modernidad.
Del poder de Dios al
poder del capital por la razón
L
a modernidad implica reconocer una serie de fenómenos que caracterizan un
largo periodo de desarrollo civilizatorio de larga duración. La modernidad
europea en su primera fase de inicio, según Marshall Berman (2013) del siglo
XVI y hasta finales del XVIII, configuró al hombre nuevo del Renacimiento y el
Humanismo; con sus progresos tecnológicos representó para las sociedades tradicio-
nales una amenaza radical a sus costumbres, valores, creencias, historia y formas de
organización social y política. El salto cognoscitivo del modelo heliocéntrico coper-
nicano clavaría en la incertidumbre a la sociedad de su momento, le dejaría ver al
hombre que no era sino el habitante de un astro más entre otros del universo.
Los estragos de la ola revolucionaria de la década de 1790 cuya dirigencia en-
cabezaba la Revolución Francesa estableció un clima de insurrección que trastocaba
todas las dimensiones de la vida en el orden de lo particular y lo social, con fuertes
determinaciones políticas entre lo público y lo privado, marcando la segunda fase de
la modernidad dando entrada al siglo XIX, como un siglo de incertidumbres caracte-
rizado por las revoluciones liberales que buscaban la autodeterminación política de
los territorios en torno al ideal del Estado Nación.
La fase tercera de la Época Moderna desplegada durante el siglo XX y continua-
da durante el XXI, tomaría rostro tecnológico e industrial con fuertes directrices de
administración científica. El desarrollo del capital expresaría su imperiosa necesidad
de llegar a todos los rincones de la tierra logrando posicionarse en el campo mundial
a través de una serie de mecanismos de coerción y poder; esta etapa creó su sentido
en la lógica capitalista del mercado tomando como pautas del desarrollo nacional y
personal, la productividad y la eficiencia apropiándose del carácter subjetivo de los
hombres.
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Vaciamiento del Estado. La estatalidad bajo el signo del capital
5 Sobre el análisis del tiempo como en una lógica unidimensional hombre-naturaleza véase
Norbet Elias, Sobre el tiempo, FCE, España, 1989. En este trabajo el autor discute la idea de que el
tiempo es un fluir y permanecer, pero también algo lineal y cíclico, continuo y a la vez discontinuo.
Un continuum de etapas en la que cada fase última es, a la vez, un estadio superior de aprendizaje de
la humanidad. Subraya la lógica con la que ha de aproximársele a la discusión sobre el tiempo “Una
idea básica es necesaria para entender el tiempo: no se trata del ‘hombre’y la ‘naturaleza’, como hechos
separados, sino del ‘hombre en la naturaleza’. Con ello queda facilitado el empeño por investigar que
significa el tiempo y por entender que la dicotomía del mundo en ‘naturaleza’ (área de estudio de las
ciencias naturales) y ‘sociedades humanas’ (área de estudio de las ciencias humanas y sociales) conduce
a una escisión del mundo, que es producto artificial de un desarrollo científico erróneo.”
6 Véase Braudel Fernand, “La larga duración” en Historia y ciencias sociales, siglo XXI ed.
1968.
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La Modernidad.
Del poder de Dios al poder del capital por la razón
tos, las más de las veces atonales, discontinuos, vertiginosos y abruptos, son proce-
sos revolucionarios que irrumpen a la sociedad tradicional con la idea de progreso
civilizatorio evolutivo de la modernidad.
Walter Benjamin (en Echeverría, 2008a) haciendo una lectura dialéctica de la
tradición y la modernidad, se opone de manera categórica a la idea de continuum
de la historia porque desconoce la tradición y la coloca en la apariencia, la tradición
es entonces el “discontinuum de lo que ha sido en oposición a la historia como el
continuum de los acontecimientos”. El discontinuum aparece así como una aporía
de la modernidad emergida desde su propio fundamento, la historia de clase. Las
experiencias en el tiempo se tornan expectativas y cuestionan el presente, ya no se
trata sólo de las experiencias pasadas y las expectativas futuras, sino del ahora. Pese
a que la modernidad como proyecto social logra imponerse sobre la forma social
tradicional, no absorbe del todo sus estructuras superándolas, sino que se expresa
como una proyección ambivalente de rupturas, permanencias, continuidades y dis-
continuidades.
El fenómeno moderno como conjunto de experiencias continuas y discontinuas
va supliendo a la formación social tradicional después de cuestionar su constitución,
y al mismo tiempo constituye un conjunto de hechos innovadores que parten de la
necesidad de transformación propia de los seres humanos. La modernidad no supri-
me totalmente las experiencias pasadas, sino que a veces de manera continua y otras
de manera frontal expone una nueva tendencia civilizatoria con una lógica propia
cuyos elementos ofrecen estructuración a la vida social civilizada.
Durante este largo periodo de revolución Europa sufrió grandes y paulatinos
cambios en la organización de las estructuras de la vida social, política y económica.
Muchos fueron sus efectos, destacaremos para ilustrar el análisis de su impacto en la
política sólo el descentramiento teológico, el surgimiento del individuo, la transfor-
mación de la dinámica del mercado, la libertad, las maneras de comprender y expli-
car el mundo de la vida y la relación del hombre con el mundo a través de la razón,
mismos que pueden considerarse como marcas definitivas de la modernidad, poder
dar paso al proceso de estatización y desestatización.
La idea de modernidad tiene como visión la integración del todo social, es un pro-
yecto holista cuyos términos de unificación y caracterización de la nueva sociedad
son el desplazamiento de Dios como centro simbólico ideológico, que daba cohesión
a la comunidad social por las verdades demostradas de la ciencia. Las creencias
religiosas son relegadas al seno de la vida privada dando fin a la realización del pro-
yecto divino. Se desvanecen los mitos, caen víctimas de la Ilustración y su cálculo
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Vaciamiento del Estado. La estatalidad bajo el signo del capital
Frente a los dioses permanece sólo quien se somete sin reservas. El despertar del sujeto se
paga con el reconocimiento del poder en cuanto principio de todas las relaciones. Frente
a la unidad de esta razón, la distinción entre Dios y el hombre queda reducida a aquella
irrelevancia a la que la razón, imperturbable, apuntó ya precisamente desde la más primi-
tiva crítica homérica (1998, p. 64).
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La Modernidad.
Del poder de Dios al poder del capital por la razón
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Vaciamiento del Estado. La estatalidad bajo el signo del capital
Carlos Marx y Federico Engels (1962) analizaron el movimiento de las fuerzas pro-
ductivas, las formas de cambio y de propiedad de la modernidad, determinaron que
la diferenciación entre el campo y la ciudad marcaban el tránsito de la barbarie a la
civilización; de la sociedad tribal al Estado. Esta separación marcaría el comien-
zo del desarrollo del capital independiente de lo que había sido su fundamento, la
propiedad territorial. Pusieron el acento del análisis en el trabajo y el intercambio
causantes de los cambios de fisonomía en la sociedad tradicional que se encontraba
arraigada a la tierra donde vivían sus necesidades y sus relaciones. Aunque es cierto
que las ciudades se encontraban en ciernes y que el trabajo se empezaba a dife-
renciar por grupos de actividad, la división ‒subrayan los filósofos alemanes‒, era
todavía completamente natural el intercambio era poco entre ciudades, la población
era escasa y la limitación de las necesidades no permitía que la división del trabajo
se complejizara.
El desarrollo del mercado era más bien local y se movía bajo la lógica del va-
lor de uso, los artesanos eran cuasi artistas consagrados a su oficio, los mercaderes
apenas establecían contacto con otras ciudades. La dinámica del mercado permitía
el entrelazamiento de los vínculos de cohesión social comunitario, no sólo se satis-
facían las necesidades materiales, sino que era el lugar de encuentro con los otros, se
negociaba, se establecían acuerdos y muchas veces se dirimían las diferencias. Era
un espacio político provincial.
Sin embargo, al separase la producción del cambio y extenderse el mercado, las
ciudades se proveyeron de nuevos instrumentos de producción provocando especia-
lización de la fuerza de trabajo y una nueva división de clases sociales. La división
del trabajo especializada entre las diferentes ciudades trajo consigo el nacimiento de
las manufacturas con carácter de mercancías que daban un giro a la lógica del valor
por el uso colocando en su horizonte la lógica del valor por el cambio. Esta mercan-
cía no se cambiaba usualmente en los marcos de la comunidad, sino que salían del
régimen gremial y se intercambiaban en otras ciudades. Las consecuencias como lo
advierte Marx en El capital fueron el socavamiento de los lazos sociales
El intercambio de mercancías comienza allí donde termina la comunidad, allí donde ésta
entra en contacto con otras comunidades o con los miembros de otras comunidades. Y, tan
pronto como las cosas adquieren carácter de mercancías en las relaciones de la comuni-
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La Modernidad.
Del poder de Dios al poder del capital por la razón
dad con el exterior, este carácter se adhiere a ellas también, de rechazo, en la vida interior
de la comunidad (1979, p.51).
Así, objetos útiles que nacen de las necesidades de los hombres y les permiten
establecer vínculos en el juego de cambio adquieren un valor de uso7 que por su
utilidad está destinado a satisfacer las necesidades de quienes los crean. Estos ob-
jetos en el proceso de desarrollo de la manufactura fueron desplazando su carácter
de utilidad por el de cambiabilidad anclando en su condición ya no de uso, sino en
“la objetivación de un determinado tiempo de trabajo”, el valor de cambio lo ad-
quiere una mercancía en relación con el valor de otra mercancía concreta y distinta,
sugiere Marx que su valor ahora se encuentra determinado por “la relación en la
cual ella se cambia por otra mercancía o en la que otras mercancías se cambian por
ella, [lo que] es igual a la cantidad de tiempo de trabajo realizado por ella” (2009,
§59, p.65). Es decir, que el valor de la mercancía reside fundamentalmente en el
tiempo de trabajo materializado en ella y por el que es susceptible de ser cambiada
por otra mercancía.
La mercancía contiene ahora la doble cualidad ser un objeto necesario y al mis-
mo tiempo intercambiable. Esta investidura del objeto como mercancía permite
a un objeto útil ser un valor de cambio en potencia a condición de “su existencia
como no valor de uso, es decir, como una cantidad de valor de uso que rebasa las
necesidades inmediatas de su poseedor” (Marx, 1979, p. 51). En la medida en que
el proceso de intercambio deja de ser aleatorio y tiende a ser una práctica social
recurrente se hace cada vez más necesario producir para el intercambio. Esto dice
Marx, rompe las formas de intercambio locales y obliga a que el valor de cambio se
generalice hasta convertirse en materialización del trabajo humano en general que
culmina en la encarnación de la forma dinero como mercancía universal.
A partir de este momento se separa el sentido de utilidad de los objetos con que
se cubrían las necesidades concretas de los productores para ser cambiados por el
valor propio de la mercancía alejada de la necesidad, es decir para ser intercambia-
das por otras mercancías. Este es el momento histórico en que el mercado es subsu-
mido en la lógica del capital.
Pero, ¿qué es el capital? se pregunta Marx en los Manuscritos Económico-Fi-
losóficos de 1844, acudiendo a Smith responde “capital es trabajo acumulado”,
inquiere nuevamente ¿qué se adquiere con el capital, por ejemplo, con la herencia
de un gran patrimonio? “El poder de comprar, es decir, el derecho a mandar sobre
todo el trabajo de otros o sobre el producto total de ese trabajo, que de momento
existe en el mercado. El capital, asume, por tanto, el poder de gobernar el trabajo
7 El tema sobre valor de uso y valor de cambio es ampliamente tratado por Carlos Marx en
la sección primera titulada “Mercancía” del Tomo I de El capital ubicándolos como expresiones de la
propia unidad social y como trabajo humano cuya materialización es estrictamente social.
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Vaciamiento del Estado. La estatalidad bajo el signo del capital
y sus productos. El capitalista posee este poder, no por sus cualidades personales
o humanas, sino en cuanto que es propietario del capital. El poder de compra de su
capital, a que nada puede resistirse, le confiere su poder” (1962, p.39). El capital
adquiere su poder entonces de la enajenación, como apropiación del trabajo obrero;
el capitalista, que es el dueño del capital, se lo adjudica como parte de su propiedad
privada y busca sacarle el mayor provecho.
Desde la perspectiva del capitalista –burgués– el trabajador se compra y vende
como cualquier otra mercancía; sin embargo, en perspectiva de Marx, el trabajo
humano no es una mercancía entre otras, es la única que crea valor; por lo que el
obrero no vende su trabajo sino su propia fuerza de trabajo retribuyendo al capital
más valor de lo que pagó.
La mercancía que te he vendido, dice esta voz, se distingue de la chusma de las otras
mercancías en que su uso crea valor, más valor del que costó. Por eso, y no por otra cosa,
fue por lo que tú la compraste. Lo que para ti es explotación de un capital, es para mí es-
trujamiento de energías. Para ti y para mí no rige en el mercado más ley que la del cambio
de mercancías (1979, p.179).
La enajenación se manifiesta tanto en el hecho de que mis medios de vida son los de otro,
de que lo que yo apetezco es propiedad inasequible de otro, como en el hecho de que cada
cosa es, a su vez, otra que ella misma, en el de que mi actitud es otra y, finalmente –lo
que vale también para el capitalista–, en el hecho de que [impera], en general, la potencia
inhumana (1962, p. 97).
El trabajo enajenado aparece así como fundamento último de todas las relacio-
nes sociales del capitalismo pues permite explicar las contradicciones de la econo-
mía política y del ordenamiento social.
Si bien es cierto que la modernidad representa una lucha dialéctica entre la sociedad
tradicional y la sociedad moderna que a decir de Alain Touraine8 está marcada por
8 En este mismo sentido crítico de valoración del impacto social desde una mirada descentrada
del núcleo europeo ofrecen luz valiosa los trabajos desde la perspectiva decolonialista de Walter D.
Mignolo edición en castellano: Cosmópolis: el trasfondo de la Modernidad. Barcelona: Península, 2001
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La Modernidad.
Del poder de Dios al poder del capital por la razón
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Vaciamiento del Estado. La estatalidad bajo el signo del capital
D’Alambert, en Eléments de philosophia, hace una alianza entre ciencia natural y cien-
cia del espíritu. Voltaire marca una época en Francia no precisamente por sus escritos
poéticos y sus primeros textos filosóficos, sino más bien por la apología que hace de la
obra de Newton; otro tanto sucede con los elementos de la filosofía de Diderot y con una
exposición elemental de química de Rousseau (Magallón, 2006, p.29).
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El nacimiento del Estado Moderno
en la política de las pasiones y los intereses
L
a producción en general y la manufactura en particular junto a la expansión
del comercio advirtieron un aumento sustancial gracias al descubrimiento de
América y los productos traídos de estas tierras principalmente metales pre-
ciosos como la plata y el oro permitieron posicionar a una clase sobre la otra. La
colonización de los territorios recién descubiertos avivó la lucha entre las naciones
con un rencor extraordinario, desataron las pasiones que se convirtieron prosecución
de intereses particulares de una sociedad hedonista. Durante el periodo que duró del
siglo XVI al XVIII, “la manufactura, lanzó a las diversas naciones al terreno de la
competencia, a la lucha comercial, ventilada en forma de guerras, aranceles protec-
tores y prohibiciones, al paso que antes las naciones, cuando se hallaban en contacto,
mantenían entre sí un inofensivo intercambio comercial. A partir de ahora, el comer-
cio adquiere una significación política” (Marx y Engels, 1962, p.131).
Junto a los avances en el terreno económico y como parte importante del
afianzamiento de los mismos, casi de manera natural, se generó una ideología ra-
dical –como disciplina mental y moral– que Michel Walzer (2008) consideraría una
política radical que permitía explicar cómo efectivamente el desarrollo económico
estuvo impulsado por las ideas creativas, radicales y revolucionarias de los nuevos
hombres de política –los Santos– que vinculan sus ideas progresistas a la palabra de
Dios.
De entre estos grupos los calvinistas fueron de los primeros en trasladar el poder
del príncipe a los santos, su teoría se basa fundamentalmente en la virtud cívica y el
sentido del deber. La nueva conciencia se vinculó al trabajo dando espacio argumen-
tativo a los funcionarios modernos y a la preocupación política del naciente burgués.
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Vaciamiento del Estado. La estatalidad bajo el signo del capital
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El nacimiento del Estado Moderno en la política de las pasiones y los intereses
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Vaciamiento del Estado. La estatalidad bajo el signo del capital
la enseñanza del autocontrol proporcionó la base para las relaciones contractuales imper-
sonales entre los hombres; dio cabida a la cooperación eficiente sin que hubiera de por
medio ningún intercambio de afecto o ninguno de los riesgos de la familiaridad (2008,
p.321).
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El nacimiento del Estado Moderno en la política de las pasiones y los intereses
Sin lugar a dudas Hobbes era un gran conocedor de la filosofía grecorromana co-
nocía bien la tradición del pensamiento político de los antiguos, pero no se inscribe
en su horizonte interpretativo, antes bien es un refractario de los planteamientos
políticos y morales, sobre todo de los referentes a la metafísica de Aristóteles a la
que considera, junto con el apóstol Pablo, una filosofía vana y perniciosa9 que aleja-
ba del culto a Dios e imponía en su lugar, es decir, en el lugar de la fe cristiana, a la
escolástica como ciencia de Dios que había sido ya causante de guerras prolongadas
en el orbe cristiano y político.
Acusaba a la metafísica aristotélica de crear fantasmas que sólo entorpecían el
desarrollo del buen juicio y la obnubilación de la razón, por lo que se propone abier-
tamente establecer una clara distinción entre las reglas de la religión referentes a la
honra y el culto a Dios, de las reglas filosóficas, es decir, de los juicios de los indivi-
duos particulares y, de este modo, lo que es propio de la religión quede en el terreno
de las Sagradas Escrituras y lo que es propio de la filosofía, a la razón natural
haciendo tabla rasa de todas las opiniones precedentes construye su teoría sobre bases
sólidas, indestructibles del estudio de la naturaleza humana y de las necesidades que
manifiesta esta naturaleza, además de la única manera posible dados estos puestos de
satisfacerlas (Bobbio y Bovero, 1986, p.51).
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Vaciamiento del Estado. La estatalidad bajo el signo del capital
No creas […] que la filosofía cuyos elementos me propongo ordenar aquí sea la que sirve
para hacer piedras filosofales, ni la que ostentan los códices de metafísica, sino la razón
humana natural revoloteando atentamente por todas las cosas creadas y proclamando la
verdad sobre su orden, sus causas y efectos (Hobbes, 2010a, p.163).
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El nacimiento del Estado Moderno en la política de las pasiones y los intereses
11 Ver en El cuerpo, capítulo titulado “Las proporciones de los movimientos y las magnitudes”.
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Vaciamiento del Estado. La estatalidad bajo el signo del capital
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El nacimiento del Estado Moderno en la política de las pasiones y los intereses
16 Hobbes en su capítulo VI del Leviatán utiliza el movimiento interno como principio para
analizar la realidad humana.
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Vaciamiento del Estado. La estatalidad bajo el signo del capital
que se le subordinarán todos los demás deseos, en esta tarea el poder juega un papel
de fundamental importancia porque garantiza la existencia en el futuro, Hobbes com-
prende que “el poder de un hombre (considerado universalmente) viene determinado
por sus medios actuales para obtener algún bien futuro aparente” (2007, p.100).
En este movimiento voluntario, la razón igualmente se subordina al deseo, su
propósito consiste en calcular el mejor curso para lograrlo. Sus deseos y sobre todos
ellos el deseo de vivir. La razón de carácter instrumental le permitirá a Hobbes cal-
cular y computarizar las pasiones, la justicia, la política para justificar la guerra de
todos contra todos bajo el principio de autoconservación, sobre todo la conservación
de la vida como causa de los movimientos internos, es decir la voluntad como deter-
minante de la conducta.
Con la perspectiva del ser pasional alude a la peculiaridad de las acciones humanas,
a la deliberación, a la determinación de las acciones por la voluntad. Ello se tradu-
cirá en una concepción ética hedonista que afianza al Estado hobbesiano, pues el
principio individual hedonista es el principio que explicará los movimientos de la
conducta.
Luego entonces el principio hedonista es siempre el motor de las acciones huma-
nas, es lo que lleva al hombre a satisfacer de la mejor manera las necesidades para
la conservación, es un principio recurrente de continuidad porque el deseo no se
satisface gozándolo una sola vez. El hombre tiende de manera natural a asegurarse
la forma de la satisfacción continua. El deseo, que se finca en la ausencia del objeto
lo empuja a asegurarse en primera instancia la vida, luego la propiedad. La actitud
del hombre es siempre una búsqueda continua de la felicidad como satisfacción y de
poder como medio porque, a decir del filósofo inglés, el poder es como la capacidad
corporal y mental de alcanzar lo deseado.
Tener lo apetecido es poder y el deseo de poder es ilimitado sólo cesa con la
muerte; el apetito natural se afianza en el reconocimiento de la propia superioridad
del hombre, deviene vanidad, de lo que se desprende que es la vanidad y no la per-
cepción, asegura Strauss (2011), el origen natural del hombre, ello significa que no
es nuestra naturaleza biológica, sino la vanidad como intencionalidad, como juicio
moral la verdadera raíz de la naturaleza humana. Luego entonces, el afán de poder
del hombre junto con el supuesto de su apetito natural se traducen en autoconserva-
ción de la vida, la satisfacción del apetito natural se vuelve principio de conservación
de la vida y ello constituye bien primordial, por lo que podemos deducir que el afán
de poder y la autoconservación fundamentan la moral de la filosofía política de Hob-
bes en ella lo bueno y lo malo, lo moral y no moral se encuentran contenidos.
40
El nacimiento del Estado Moderno en la política de las pasiones y los intereses
los individuos, así que de forma natural la relación entre los hombres es de lucha por
la sobrevivencia, es una guerra, pero ésta no es necesariamente el acto de la lucha,
más bien asegura, la disposición hacia ella durante todo el tiempo que haya paz, es
decir, la latencia permanente de batalla. La paz no está garantizada puesto que en la
lucha por el poder todos los individuos tienen las mismas condiciones de asegurarse
la vida y las propiedades de los demás.
La condición natural del individuo es el egoísmo, bajo ella está situada la noción de
racionalidad que se traduce en la búsqueda del mayor beneficio particular, de donde
se desprende que lo verdaderamente individualmente es racional, colectivamente
no lo es, de ello deriva la situación de guerra de todos contra todos, es una guerra
permanente pues, asegura Zarka, no es propiamente la guerra en sí, sino la dinámica
de las relaciones inter-individuales que subyacen a ella.
En este estado pre-social o de naturaleza el hombre está condenado a la libertad,
por ello una filosofía política que pueda ser fundante del Estado tiene que partir de
una consideración realista de la naturaleza humana.
Hobbes desarrolló su ciencia política sobre una interpretación antropológica me-
canicista, trabajó sobre las facultades del hombre estableciendo una relación mecá-
nica y directa entre las sensaciones, la imaginación, la memoria y los movimientos
externos que buscan siempre alcanzar lo deseado. El hombre en estado de naturaleza
pretende asegurarse los medios para la supervivencia, busca con su poder y fuerza
corporal e intelectual dominar o persuadir a los demás para conseguir sus fines.
En este Estado domina la inseguridad, desconfianza absoluta, cada uno es víc-
tima y victimario tiene el derecho de hacer poseer todo lo que considere necesario
para su conservación, y esa es la medida del derecho, y ese es el sentido de la liber-
tad18, pues el “derecho natural es la libertad que cada hombre tiene de usar su propio
poder, como él quiera, para la preservación de su propia naturaleza, es decir, de su
propia vida y por consiguiente, de hacer toda cosa porque en su propio juicio, y
17 Hobbes en su capítulo VI del Leviatán utiliza el movimiento interno como principio para
analizar la realidad humana. e aislado y hostil, es ampliamente desarrollado por Hobbes en el capítulo
XIII de la primera parte del Leviatán.
18 Por libertad Hobbes entiende, de acuerdo con la significación propia de la palabra, la ausencia
de impedimentos externos, impedimentos que a menudo pueden arrebatar a un hombre parte de su
poder para hacer lo que le plazca, pero no puede impedirle usar del poder que le queda, de acuerdo con
lo que le dicten su juicio y razón. Leviatán, p. 132.
41
Vaciamiento del Estado. La estatalidad bajo el signo del capital
razón, conciba como medio más apto para aquello” (Hobbes, 2007, p.132). La tesis
que Hobbes sostiene es que los hombres en estado de naturaleza tienen derecho a
todo, lo que también puede significar que no tienen derecho a nada, pues su igualdad
implica que siempre es posible reclamar el dominio y la posesión de todas las cosas.
En estas condiciones no hay posibilidad de desarrollo de la ciencia, las artes, la
industria, no hay propiedad, ni tampoco sociedad. Por ello la única forma de conse-
guir la paz es roturar la igualdad originaria poniendo límites al derecho natural.
El individuo es movilizado por sus miedos, por el temor a la muerte y por el deseo
de aquellas cosas que son necesarias para tener una vida confortable, cada hombre
desea por imperativo natural su propio bien, tiene derecho por naturaleza a todas las
cosas, por lo que todo el tiempo está en actitud de guerra.
Sin embargo, de esto no puede seguirse que estas condiciones características del
Estado de naturaleza tal situación sea injusta, pues en un estado sin leyes nada es
justo o injusto como el propio filósofo indica, las nociones de bien y mal, justicia e
injusticia, no tienen lugar allí, porque donde no hay poder común, no hay ley, donde
no hay ley, no hay injusticia y que las posibilidades de salir de esa condición a la que
el hombre es arrastrado por sus pasiones, se encuentra en su razón,19 por lo que la
razón sugiere proveerse de artículos de paz sobre los que puedan llegar a acuerdos
con los hombres.
Por contradictorio que parezca Hobbes sugiere el establecimiento de ciertos pre-
ceptos o leyes naturales a fin de que el hombre pueda llegar a su cometido, es decir,
la supervivencia. Sin embargo, difiere del Estado civil, en tanto que para el cum-
plimiento de estos acuerdos, no es necesario que los hombres recurran a un poder
externo, como el poder soberano, condición de su Estado de derecho, sino que esta-
blezcan sus voluntades apelando a la razón, por lo que a su ver no resulta contrario a
la razón que un hombre trate de resguardarse de la muerte y el dolor acudiendo a su
Derecho natural20 de conservar su vida con sus propias fuerzas.
Empero, las leyes naturales no resultan tales en tanto que no fluyen de un poder
soberano, por lo que tampoco hay algo que garantice su cumplimiento. La distinción
del filósofo es clara cuando alude que una Ley de Naturaleza es un precepto o regla
general encontrada por la razón, por la cual se prohíbe al hombre hacer aquello que
sea destructivo para su vida, o que le arrebate los medios de preservar la misma, y
19 Ver El capítulo XIII de Leviatán. “De la condición natural del género humano, en lo que
concierne a su felicidad y miseria”.
20 Hobbes puntualiza su posición sobre el derecho y la razón en su capítulo XIV en su obra
Elementos del derecho natural.
42
El nacimiento del Estado Moderno en la política de las pasiones y los intereses
omitir aquello con lo que cree puede mejor preservarla, aunque los que hablan de
este tema
confunden a menudo jus y lex, derecho y ley, éstos debieran, sin embargo, distinguirse
porque el derecho consiste en la libertad de hacer o no hacer, mientras que la ley determi-
na y ata a uno de los dos, con lo que la ley y el derecho difieren tanto como la obligación
y la libertad, que en una y la misma materia son incompatibles (Hobbes, 2007, p.132).
cada vez que un hombre transfiere su derecho, o renuncia a él, es o por consideración
de algún derecho que le es recíprocamente transferido, o por algún otro bien que espera
obtener de ello, porque es un acto voluntario, y el objeto de los actos voluntarios de todo
hombre es algún bien para sí mismo (2007, p.135).
21 Ver HOBBES, T. Elementos de derecho natural y político, Op. Cit. primera pare Cap. XIV,
§12; y De cive, Op. Cit. primera pare Cap. 1, § 13.
43
Vaciamiento del Estado. La estatalidad bajo el signo del capital
22 Al planteamiento de las leyes naturales Hobbes las llama derivativas, Bobbio sugiere que
el objeto del filósofo es demostrar que su sistema es un sistema deductivo según los cánones de aquel
racionalismo no metafísico va unido a las ciencias matemáticas. Ver BOBBIO, Norberto. Thomas
Hobbes, FCE, México. 1995, p. 106, lo que refleja el estudio positivo de la naturaleza humana.
23 Esto es obligar en conciencia y están vinculados a un deseo de verlos realizados.
24 Ver Norberto Bobbio, Thomas Hobbes, “los dictámenes de la recta razón”, p. 49.
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El nacimiento del Estado Moderno en la política de las pasiones y los intereses
raleza y reacciona por miedo ante los peligros a que en ésta se ve orillado y sólo la
justa conciencia le hace seguir principios elementales para autoconservación.
Esta recta razón25 se encuentra contenida en las leyes fundamentales que marcan
como precepto que el derecho de todos los hombres a todas las cosas no debe ser
retenido, sino que algunos derechos deben ser transferidos o debe renunciarse a ellos
(2010b, p.68). En la transferencia del derecho quedan implícitas dos voluntades, la
de quien cede y la de quien acepta, y los hombres deben estar obligados a cumplir
este pacto que les obliga por la razón.
El propio de Malmesbury se considera escéptico frente a la naturaleza del hom-
bre, duda de la disposición a dar cumplimiento a las leyes naturales en favor de
mantener la paz, tal como se observa en el capítulo XV del Leviatán “no se trata de
promesas mutuas en las que no hay seguridad de cumplimiento por ninguna parte,
como cuando no hay poder civil erigido sobre las partes que prometen, pues dichas
promesas no son pactos”, y en capítulo dos de la primera parte del De Cive
pero los pactos que se hacen mediante los pactos de fe mutua en el que ninguna de las
partes cumple sin más ni más quedan invalidados en el estado de naturaleza si surge una
justa sospecha en alguna de las partes contratantes.
Es claro que para el filósofo no basta con la voluntad de acordar con palabras la
transferencia o donación del derecho originario para que se cumpla lo pactado de fe
mutua.
La certidumbre de la prosecución de las leyes de naturaleza se desdibujan cuando
antepone “no es razonable que un hombre cumpla primero si no parece probable que
el otro vaya a cumplir su promesa después” con ello deja en claro que las leyes de na-
turaleza que tienen como base la confianza no son suficientes para llegar al estado de
paz que es el estado ideal del hombre, para lograrlo asevera hace falta que haya un
poder común en virtud del cual los hombres particulares sean gobernados por miedo
al castigo (2010b, cap. 5, §5, p.117), Hobbes utiliza su argumento hipotético para
plantearse el tránsito de la multitud compuesta por personas naturales que tienen sus
propias voluntades y sus propios juicios sobre las cosas; a la constitución de la per-
sona civil instituida voluntariamente por muchos hombres en una idéntica persona
mediante la celebración de un pacto de cada hombre con cada hombre, como si todo
hombre debiera decir a todo hombre:
25 “La ley de naturaleza es el dictado de recta razón acerca de aquellas cosas que debemos
de hacer u omitir en la medida de nuestras fuerzas, para la constante preservación de nuestra vida y
nuestros miembros” Leviatán pp. 67-68.
45
Vaciamiento del Estado. La estatalidad bajo el signo del capital
No se trata sólo de un acto depositario con carácter unificador, sino que esa unión
es al mismo tiempo un compromiso de sujeción. El pacto de unión y el pacto de suje-
ción se identifican y conforman la sociedad civil, la persona política como el mismo
Hobbes plantea, la unión así lograda recibe el nombre de ciudad o sociedad civil;
y también de persona civil. Porque cuando hay una voluntad de todos los hombres,
debe ser tomada como si fuera una persona; y por la palabra una debemos entender
que es distinta y separada de todos los hombres particulares, una entidad que tiene
sus propios derechos y propiedades (2010b, cap. 5, §9, p.118).
Hobbes mediante el pacto civiliza a la sociedad nacida del Estado de naturaleza
y erige a la multitud en cuerpo político, en una e idéntica persona la así llamada
República, y a un tiempo identifica a la sociedad civil con la ciudad,26 esto tiene
implicaciones importantes si consideramos que ciudad viene del latín civitas y que
utiliza el mismo título para referirse a la República a quien identifica con la multitud
política donante, luego entonces no las considera cosas separadas. La sociedad civil
es el Estado.
Hobbes no destruye la idea de naturaleza humana, sino que la usa como constructo
para repensarla y sugerir la otra cara de la naturaleza del hombre, la que emerge del
establecimiento del pacto, a través de ella muestra el carácter confiable del indivi-
duo. El contrato somete la diversidad de las voluntades a un solo hombre o consejo y
lo hace a través del mecanismo de la transferencia de derecho, en conciencia de que
quien somete su voluntad a la de otro transfiere a ese otro el derecho de hacer uso
de sus propias fuerzas y facultades, pues como propone Hobbes en su De Cive, en
la transferencia de la cosa está implícita se encuentra la transferencia del derecho a
la cosa. Sin embargo, la transferencia implicada en la celebración del pacto advierte
renuncia y aceptación a la vez, es a un tiempo donación del derecho e instauración
de un poder coactivo garante de la seguridad de los individuos.
En el acto de transferencia Hobbes deja al individuo desposeído de todo derecho
incluyendo su derecho natural a resistirse cuando ve amenazada su vida, su inte-
gridad y sus posesiones, con ello contradice, aparentemente al mismo tiempo, su
planteamiento fundamental de las leyes de naturaleza. No obstante, en el Leviatán
buscará subsanar esta falta desarrollando la idea de representación, noción impres-
cindible para ofrecer una mejor claridad de la forma de funcionamiento del pacto y
de la constitución del Estado, con la que le devolverá la libertad al individuo aunque
dentro de un marco institucional.
46
El nacimiento del Estado Moderno en la política de las pasiones y los intereses
Una multitud de hombres se hace una persona cuando son representados por un hombre
o una persona siempre que se haya hecho con el consentimiento de cada uno en particular
de los de aquella multitud, pues es la unidad del mandatario, no la unidad de los repre-
sentados, lo que hace de la persona una, y es el mandatario el portador de la persona, y de
una sola persona. La unidad en multitud no puede entenderse de otra forma (2007, p.158).
47
Vaciamiento del Estado. La estatalidad bajo el signo del capital
En adelante las determinaciones del soberano serán las del cuerpo político entero,
el ciudadano individual no cuenta sino en la representación. La acción política de los
ciudadanos es una virtud de la que queda desposeído el ciudadano en el momento
mismo del pacto, frente a esta persona absoluta, ese Dios Mortal a quien debemos,
bajo el Dios Inmortal, nuestra paz y nuestra defensa (2007, p.167), al ciudadano sólo
le resta obedecer. Obediencia absoluta a cambio de seguridad esa es la realización
del pacto.
El Estado que nace del contrato no es una simple asociación de individuos, im-
plica una relación asimétrica soberano-súbdito,28 es el resultado del pacto a un poder
coercitivo y superior garante del cumplimiento de lo pactado, es decir, la institucio-
nalización del poder como derecho del soberano a castigar, como el uso legítimo
de la espada de la justicia y de hacer la guerra para mantener la paz disponiendo la
espada de la guerra. Así, bajo la espada de la justicia y de la guerra Hobbes plantea
la necesidad de procurarse la seguridad no mediante contratos, sino recurriendo a
castigos,29 “pues sin la espada los pactos no son sino palabras, y carecen de fuerza
para asegurar en absoluto a un hombre” (2007, p.163). El pacto de la sociedad civil
justifica y legitima el origen del Estado contra cualquier tipo de poder dentro y fuera
de la asociación política. La institución del cuerpo político crea soberanía.
La soberanía es, en términos de la lógica matemática de Hobbes, el producto de
la suma de las fuerzas de la naturaleza de los individuos; la humanización del poder
de la naturaleza bajo el poder político donde como sugiere Dalmacio Negro (2009)
su legitimidad se desprende por sí sola del acto de constitución –el contrato– de la
soberanía para los fines de la unión. Luego entonces, la soberanía en el cuerpo polí-
tico refiere al poder resultante de la utilización racional de las leyes de la naturaleza
humana, esto significa que Hobbes infiere la razón y de las leyes naturales –derecho
natural–, la soberanía, es decir, el derecho político.
El Estado Científico
Si ya Maquiavelo y Bodin habían establecido los bases para la constitución del Esta-
do, es Hobbes quien habrá de marcar una distancia considerable contra las imágenes
simplificadoras de la doctrina política del siglo XVII cuya inscripción de sus plan-
teamientos se encontrarán en las tradiciones sacras y estamentales arropadas bajo
el cobijo de esbozos filosóficos de orden teológico y de carácter nobiliario-militar
característicos de las sociedades feudales, pero es Hobbes quien desarrolla una doc-
trina modernizadora ajena a los supuestos medievales del poder fincado en el orden
28 Ver Cap. III de la segunda parte de Elementos de derecho natural y político, donde Hobbes
desarrolla esta doble relación amo-siervo y los títulos de dominio, preparando el terreno para justificar
la monarquía como mejor forma de relación súbdito-monarca, cap. V de Leviatán.
29 Ver De cive, cap. 6, §§ 4-7 pp.124-126.
48
El nacimiento del Estado Moderno en la política de las pasiones y los intereses
30 Ver San Agustín, La ciudad de Dios, libros del 15 al 18, escrita entre 1412 y 1426 a lo largo de
aproximadamente quince años. Fuente Electrónica http://www.iglesiareformada.com/Agustin_ciudad.
html
31 “Dios es rey, regocíjese la tierra, dice el samista. Y dice también reina Yahvéh, los pueblos
tiemblan; sentado sobre querubines, la tierra se estremece. El Leviatán, cap. XXXI Del reino de Dios
por naturaleza, p. 300.
49
Vaciamiento del Estado. La estatalidad bajo el signo del capital
“quieran los hombres o no, Dios es el rey de toda la tierra, y no será desplazado de su
trono porque alguien niegue su existencia o su providencia” (2010b, p.250). Dios es,
ciertamente el soberano de soberanos, pero su reino no es de este mundo, esta pre-
misa constituirá el despunte del desarrollo de la teoría política de Hobbes, siguiendo
el paradigma de la creación divina desplegará todo un aparato crítico racional y
ontológicamente instituido para crear el artificio humano de la política, el Estado.
Creación del hombre fundada en la racionalidad del sujeto, científica naturalizada
dentro de la racionalidad de sus propias leyes que ordenan y organizan el impulso
de la comunidad política. En el plano de lo concreto de la teoría política, ello supone
el abandono del viejo principio de la sociabilidad natural. En adelante el hombre no
debe ser entendido como “animal político” sino como individuo soberano.
La respuesta política de John Locke al antiguo orden estamental absolutista que cen-
tralizaba el poder político y económico de su época fue la garantía de la propiedad.
La posesión individual como fruto concreto de una mentalidad histórica fue la expre-
sión que permitió la introducción de la clase burguesa como nuevo actor económico,
político y deseoso de liquidar de modo definitivo el ya caduco orden propietario que
sostenían sus privilegios en el derecho divino de los reyes que sir Robert Filmer en
su obra El patriarca o el poder natural de los reyes cimentaba en el cobijo de los
derechos de Adán y los Patriarcas.
El asunto de la propiedad es el bastión de la modernidad donde la figura de Locke
juega un papel fundamental por la estrecha relación que estableció entre la propiedad
privada y el trabajo. A diferencia de Hobbes obsesionado por la seguridad y la de-
fensa de una burguesía al servicio del soberano; en el pensamiento de Locke, aunque
con fuerte influencia del mundo científico que lo circundaba y del que adquirió el
hábito de la objetividad y rigor del quehacer científico, gravitaban todavía dema-
siados elementos religiosos que como una especie de horizonte referencial estarán
presentes en la forma de su arquetipo político.
Lo radical del pensamiento lockeano estriba en la íntima conexión que establece
entre los mundos intelectual, moral y material fruto de una conciencia interna racio-
nal donde el individuo es dueño de sí, se posee como su primera propiedad y este es
su resorte motivacional, la propiedad externa es la plasmación material de ese domi-
nio íntimo que alcanza la persona con la consecución de esa conciencia de sí mismo.
La lógica de los argumentos de Locke pueden seguirse claramente a través de dos
cuestionamientos, ¿cómo puede alguien sostener que algo es suyo?, y ¿puede ese
alguien negarse a obedecer a ese otro alguien?; el planteamiento de trasfondo es ¿en
qué consiste la propiedad y cómo se adquiere derecho a ella y con ella el derecho
a mandar sobre los demás. Estas dos cuestiones son ampliamente abordadas en los
50
El nacimiento del Estado Moderno en la política de las pasiones y los intereses
Para Locke el dominio sobre la tierra estaba ligado a la libertad natural de los hom-
bres y a su condición de igualdad, para justificar los alcances de esta idea desarrolla
los fundamentos de la propiedad sobre las ciernes de la Ley natural, que serán los
cimientos de su teoría del derecho de propiedad.
El derecho a la propiedad debía estar garantizado por sobre cualquier autoridad
política y más allá del poder divino, entonces el hombre debía anclar su nueva con-
dición de propietario lejos de estas figuras patriarcales. La tarea es entender el origen
del poder político era desplazar su fuente lejos de la voluntad divina y asentarlo
en el hombre natural. Al igual que Hobbes recurre al estado de naturaleza, pero a
32 Sir Robert Filmer, autor de el Patriarca, un ensayo ubicado en la controversia del periodo de
entreguerras civiles inglesas del siglo XVII, cuyo eje político era la defensa de la monarquía absoluta
por derecho divino. El objetivo de su libro fue refutar la idea que sostenían los parlamentaristas “La
humanidad ha sido naturalmente agraciada y nace libre de toda sujeción, y con libertad de elegir la
forma de gobierno que prefiera; y el poder que cualquier hombre ostente sobre otros le fue concedido
en un principio por la libre voluntad de la multitud” (p. 41). Esta idea era también sostenida por John
Locke quien desde un principio se propuso refutar estos pensamientos y sostener el derecho del pueblo
a deponer al rey (derecho de resistencia por exceso de atribuciones).
51
Vaciamiento del Estado. La estatalidad bajo el signo del capital
mas aunque sea éste un estado de licencia; pues aunque el hombre en tal estado tenga
una libertad incontrolable para disponer de su persona o de sus posesiones, no tiene, sin
embargo, libertad para destruirse a sí mismo ni a ninguna criatura de su posesión, excepto
cuando algún fin más noble que su mera preservación lo demande” (2004, §6, pp.10-11).
El hombre natural de Locke se alimenta con bellotas que recoge de un roble, o con las
manzanas que cosechó de los árboles del bosque, sin duda se ha apropiado de ellas. Nadie
puede negar que el alimento es suyo (2004, §27, p.26).
De manera que Dios, al ordenar al hombre que sometiera la tierra, le dio autoridad para
apropiarse de ella. Y la condición de la vida humana, que exige trabajo y bienes materia-
les en los cuales trabajar, necesariamente da lugar a que haya posesión privada” (2004,
§34:30).
52
El nacimiento del Estado Moderno en la política de las pasiones y los intereses
Si bien el argumento que había utilizado Locke contra Filmer residía en que la tierra
y los bienes emanados de ella los había dispuesto Dios en común para la humanidad
pues “Dios, les dio el mundo a los hombres en común […] todos los frutos que pro-
duce naturalmente, y las bestias que de ellos se alimentan, pertenecen a la humani-
dad en común, en tanto que son producto espontáneo de la naturaleza” (2004, §25,
p.25) en un segundo momento del razonamiento del filósofo inglés, la regla natural
sólo vale para la parte de la humanidad que no haya aceptado el dinero como valor
sustituto de las necesidades de uso de la tierra y los bienes naturales como lo es en
América donde “todavía existe mucha tierra para repartir”, de este modo a decir de
Macpherson (2005) los argumentos expuestos por Locke sobre las limitaciones que-
daba rebasado para procurar la introducción del dinero y eliminar las limitaciones
inherentes a su justificación inicial de la apropiación individual preparando el terre-
no para el despliegue de la política mercantilista.
De manera natural al hombre no le bastaron los frutos que la naturaleza a sus
propias capacidades le otorgaba, para satisfacer sus necesidades tuvo que desarrollar
sus propios instrumentos y crear técnicas de implementación para sacarles el mayor
provecho “Ya no son sólo los esfuerzos del labrador, la labor del cosechador y el
trillador y el sudor del panadero los que han de computarse en el pan que come-
53
Vaciamiento del Estado. La estatalidad bajo el signo del capital
mos…,” las provisiones ordinarias de la vida diría Locke se las debemos a la indus-
tria humana, por lo que
[…] es el trabajo de quienes domesticaron los bueyes, los que extrajeron y forjaron el
hierro y sacaron las piedras, los que derribaron y ensamblaron la madera empleada en
el arado, el molino, el horno o cualquier otro de los utensilios, que son muy numerosos,
utilizados desde que se sembró la semilla hasta que se hizo el pan, y que deben ser puestos
en la cuenta del trabajo y percibidos como efecto de él (2004, §43).
Sin duda para Locke el dinero es el detonador del nuevo deseo por acumular cosas.
Es quien lo lleva a rebasar el valor intrínseco que le atribuye a las cosas mismas por
su utilidad; este hecho por su singularidad es lo que hace pensar a Macpherson que
el verdadero espíritu del filósofo es el mercantilismo traducido en acumulación de
oro para vivificar el comercio. La posesión de la tierra en grandes cantidades toma
sentido, más allá de su inicial lógica racional de poseer sólo lo necesario, ahora se
trata de garantizar mediante el trabajo o por el intercambio mercantil mediado por el
dinero del producto del trabajo del otro, una abundante provisión para sí y su familia.
54
El nacimiento del Estado Moderno en la política de las pasiones y los intereses
55
Vaciamiento del Estado. La estatalidad bajo el signo del capital
tanto el derecho a la propiedad como a los productos que ella otorga, los límites de
apropiación de la tierra y el producto del trabajo de otros, la generación de excedente
y su acumulación, así como la atribución del valor al dinero y su posterior uso para
el desarrollo mercantil convirtiéndolo en capital, están dados por acuerdo libre, ra-
cional y moral entre los hombres, antes, incluso, de la constitución de una vigilante
sociedad civil mediante el estado de naturaleza “justificó también como natural una
diferencia de clase en derechos y en racionalidad, y al hacerlo proporcionó una base
moral positiva a la sociedad capitalista” (Macpherson, 2005, p.219). A través de los
supuestos del Estado de naturaleza Locke fincó las bases legales sobre la posesión
individual de la propiedad y el despliegue de una lógica racional ordenada por el
capital y la ganancia.
esté expuesto a la invasión de otros, pues al ser todos los hombres tan reyes como él,
todo individuo su igual, y al no observar la mayor parte de ellos estrictamente la igualdad
y la justicia, el disfrute de la propiedad que tiene el hombre en tal estado es sumamente
insegura (§123, p.89),
por lo que prevé que en el estado de naturaleza al hombre le sería muy difícil res-
guardar su propiedad que incluye su vida, su libertad y sus posesiones, sin la vigi-
lancia de una ley externa.
Aquí el filósofo ya ha abandonado su idea inicial de una sociedad igualitaria,
asume que el excedente, la acumulación y la introducción del dinero han hecho de
por sí una sociedad de diferencias, por demás necesaria para el despliegue de una
economía mercantilista y el pleno desarrollo del capital, pero sin la guarda de un
cuerpo político que resguarde y garantice las posesiones.
El sistema de justicia fincado en la racionalidad moral del hombre le otorga la
condición de ser juez de sus propias causas, pero hacía de la situación de naturaleza
un estado precario y violento de ahí que Locke reconozca que “el gobierno civil es
56
El nacimiento del Estado Moderno en la política de las pasiones y los intereses
el remedio apropiado para los inconvenientes del Estado de naturaleza” (§13). Sin
embargo, le antepone la Ley natural al Poder Legislativo §134 para comprometer
que la nueva organización como sociedad civil no violentara los principios de per-
tenencia y de anulación de los límites de la posesión que se habían logrado con la
introducción del dinero y el trabajo, de manera tal que el objetivo de la sociedad civil
sería dar vigencia a las leyes naturales y garantizar que el derecho civil fundamentara
los intereses de la burguesía. De este modo Locke coloca en la base de la sociedad
civilizada el nuevo orden de relaciones mediadas por la propiedad en un juego de
propietarios –no propietarios.
57
Vaciamiento del Estado. La estatalidad bajo el signo del capital
Sin embargo, el autor del Segundo tratado sobre el gobierno civil cuida de ser
explícito y dejar en claro ¿qué se entiende como declaración suficiente del consenti-
miento de un hombre para convertirlo en súbdito de las leyes de cualquier gobierno?
su respuesta ofrece dos niveles de participación, en el primero el hombre se somete
libremente como súbdito del gobierno “nadie duda de que el consentimiento expreso
de cualquier hombre para entrar en una sociedad lo convierte en miembro perfecto
de tal sociedad, en súbdito de tal gobierno” (§119); mientras que en el segundo adu-
ce a los propietarios “todo hombre que tenga posesiones o disfrute de alguna parte
de los dominios de cualquier gobierno, está por ello danto su tácito consentimiento
de sumisión; y mientras siga disfrutándolas está obligado a obedecer las leyes de
ese gobierno” (§119). De ello se desprende que el contrato social es el acuerdo por
medio del cual cada hombre conforme a la ley de la razón consiente en renunciar a
su gobierno individual y ser gobernado por una autoridad superior que determina las
relaciones mutuas limitando y moderando el poder de un individuo sobre los demás,
asumiendo a su vez la protección de la ley civil y la condición de ciudadano libre e
igual en el marco de esta legislación.
El consentimiento no es un mero hecho subjetivo psicológico, es ante todo un
hecho legal, sujeción a un poder político de un cierto número de individuos que
consienten ceder su disposición política a otros constituyendo así la sociedad civil o
política; a través de él Locke hace coincidir ley de naturaleza y racionalidad con todo
lo que su lógica mercantilista implica, es decir, con su diferenciación hacendaria y
política que privilegia a unos y somete a otros. En este sentido el consentimiento es
para Pedreira (2009) condición para la diferenciación entre los individuos que de lo
contrario permanecerían libres e iguales en derechos, sólo él es capaz de transfor-
mar individuos libres e iguales en sujetos subordinados a algún poder, de acuerdo
con esta sugerencia el consentimiento puede sacar a los individuos de su estado de
igualdad, donde el dominio de la tierra es común y volverlos individuos desiguales,
en una sociedad en la que hay propietarios y no propietarios, pero ahora bajo la vigi-
lancia de un poder superior, el de la comunidad política o Estado.
El consentimiento de los individuos que instituye la sociedad civil estructura el
régimen político en consideración del poder legislativo como poder soberano su-
premo, este poder recae en el cuerpo político que nace con esta investidura provisto
de legitimidad absoluta para juzgar y tomar decisiones, al margen de la forma de
gobierno que asuma democracia, aristocracia o monarquía, lo que Locke afirma es
que la comunidad política asume suya el poder supremo de la soberanía legislativa.
El nacimiento del Estado tiene en su cimiento teleológico el ejercicio de un poder
diferenciado, la renuncia al poder natural y la aceptación de la jurisdicción del nuevo
poder corporativo constituido. John Locke desarrolla su propuesta sobre el indivi-
dualismo –edificio político de Hobbes–, convirtiendo la propiedad en una institución
cardinal de su pensamiento político.
58
El nacimiento del Estado Moderno en la política de las pasiones y los intereses
La actuación de los hombres movidos por sus pasiones y el logro de sus intereses
utilizando su propia fuerza e inventiva para conseguirlos, como si los hombres vi-
vieran en un estado permanente de guerra, lleva al hombre del siglo XVII a vivir
en una constante amenaza, miedo continuo, peligro de muerte violenta y vivir una
vida solitaria, pobre, desagradable, brutal y corta todas ellas razones que Hobbes
observa en su Leviatán.
La otrora crítica a las pasiones negativas de la naturaleza del hombre que tienen
que ser sometidas al acuerdo social en el cuidado de la conservación de la vida y la
propiedad, ya desde finales del siglo XVII y principios del XVIII, empieza a tomar
una forma constructiva, pongamos por caso a Bernard de Mandeville y sus obras
La fábula de las abejas, o, cómo los vicios privados hacen la prosperidad pública
(1982) y El panal rumoroso o la redención de los bribones (1957), en ellos el autor
no oculta su radical defensa del libre comercio haciendo apología de la corrupción
y el lujo como motores quiásmicos indispensables del crecimiento económico aún a
costa de la ignominia social. Mandeville retrata los vicios como virtudes necesarios
para el movimiento continuo del gran panal –la sociedad–, pues si bien reconoce que
existe derroche, egoísmo, lujo, corrupción y ebriedad en el panal, con el cinismo que
lo caracteriza los dibuja como necesarios en la producción de empleos y la continua-
ción de la vida en él, dejando ver sin tapujos que cuando cese el crimen, la justicia
triunfe sobre la corrupción y la lujuria seda ante la decencia, entonces aunque reine
la sobriedad habrá miseria como reza en El panel rumoroso,
59
Vaciamiento del Estado. La estatalidad bajo el signo del capital
Mandeville abrió un horizonte utilitarista que tomaría forma en las teorías econó-
micas de Adam Smith (1992) bajo el principio de Laissez Faire como la búsqueda
irrestricta del interés individual. Para el economista y filósofo escocés el progreso
de la economía no tiene como condición el desarrollo político, por el contrario pug-
na por un Estado mínimo donde las leyes posibiliten el fluir libre del mercado ya
que sólo este podría ser capaz de satisfacer las necesidades de los hombres que se
mueven por el deseo de mejorar su condición, a la pregunta ¿sería procedente que
el Estado dicta a los capitalistas cómo invertir sus capitales y emplear su fuerza de
trabajo sin el dominio del conocimiento y el manejo financiero que produzca la ma-
yor acumulación para el dueño del capital? Smith responde contundentemente en
La riqueza de las naciones
Los impuestos sobre las cosas necesarias para la vida producen casi los mismos efectos
que un suelo pobre y un mal clima. Las provisiones se encarecen, del mismo modo que
si para producirlas necesitasen más trabajo y mayor costo. Pero así como presencia de
una escasez natural derivada de las malas condiciones del clima y del suelo, resultaría
improcedente aconsejar al pueblo acerca de la manera como debe invertir sus capitales y
emplear su fuerza de trabajo,33 igualmente absurdo sería proceder de tal suerte en el caso
de presentarse una escasez artificial como consecuencia del establecimiento de aquellos
impuestos… Imponer una nueva carga, cuando ya se paga otra mayor en las cosas de
60
El nacimiento del Estado Moderno en la política de las pasiones y los intereses
primera necesidad, y hacer que se paguen más caras otras muchas mercaderías que se
pueden comprar más baratas es, en verdad, un procedimiento absurdo de implantar los
necesarios correctivos (1992, p.411).
Para Smith, quien recoge las ideas de John Locke el motor del progreso humano
es el esfuerzo individual que realiza cada uno y que redunda en beneficio de la socie-
dad. La mejor libertad es la que no interfiere con el desarrollo de las fuerzas del mer-
cado incluyendo las fuerzas del Estado, se trata de una nueva sociedad movida por
las pasiones de sus intereses particulares de las que el egoísmo es sólo una de ellas
dame lo que necesito y tendrás lo que deseas, es el sentido de cualquier clase de oferta,
y así obtenemos de los demás la mayor parte de los servicios que necesitamos. No es la
benevolencia del carnicero, del cervecero o del panadero la que nos procura el alimento,
sino la consideración de su interés propio. No invocamos sus sentimientos humanitarios
sino su egoísmo; ni les hablamos de nuestras necesidades, sino de sus ventajas (1992,
p.17).
Sin embargo, aunque recurre decidida y reiteradamente a lo que para Hobbes eran
vicios como la avaricia logra zanjar las bajas pasiones que se encuentran detrás de
la lucha por el provecho económico particular matizando de preocupación social sus
propósitos
61
Vaciamiento del Estado. La estatalidad bajo el signo del capital
Por más egoísta que se pueda suponer al hombre, existen evidentemente en su naturaleza
algunos principios que le hacen interesarse por la suerte de otros, y hacen que la feli-
cidad de éstos le resulte necesaria, aunque no derive de ella nada más que el placer de
contemplarla. Tal es el caso de la lástima o la compasión, la emoción que sentimos ante
la desgracia ajena cuando la vemos o cuando nos la hacen concebir de forma muy vívida
(2011, Parte I, Sección I, p. 49).
Ella permite al individuo jugarse en las pasiones del otro y reflejar sus propias
emociones es una especie de adscripción-desvinculación emocional que conecta las
acciones en el grupo sin menos cabo de los intereses particulares, por el contrario, al
modo de Hobbes, es lo que nos hace efectivamente resguardarnos de la amenaza de
muerte que es, diría Smith “el gran veneno de la felicidad humana”.
Luego entonces, los intereses y las pasiones de antaño conceptos antagónicos son
ahora manifiestamente empleados como sinónimos, advierte Hirschman. En el uso y
la lógica se van imponiendo y naturalizando los intereses sobre las pasiones, hay una
razón fundamental, la búsqueda del bienestar material. Paradójicamente estos dos
términos enunciados como un solo concepto reflejan la simbiosis de los principios
de origen y, al mismo tiempo, expresan el tránsito a la nueva lógica, la del mercado
y con ello el ascenso del capitalismo.
Los intereses particulares son acoplados a los intereses generales. Este es el na-
cimiento de una nueva sociedad, la sociedad del interés particular con la burguesía
como la nueva imagen del capitalismo.
El pacto firmado en 1688 trastocaba las formas de relación de la sociedad, sus expre-
siones políticas y culturales, imprimiendo en ellas el sello racionalizador de la forma
del poder estatal y la lógica económica de una naciente burguesía agraria en búsque-
da del desarrollo del capital. Sin embargo, este proceso no habría de ser una simple
imposición, paternalista según sugiere Thompson, de las nuevas fuerzas sociales y
62
El nacimiento del Estado Moderno en la política de las pasiones y los intereses
63
Vaciamiento del Estado. La estatalidad bajo el signo del capital
64
El Estado de la razón
L
a obra moral y jurídico política de Kant refleja uno de los pensamientos po-
líticos sustantivos de índole filosófico analítico de la modernidad supone un
complejo entramado conceptual en el que la política es subordinada a la moral
a través del derecho, pero no como una construcción procedente de la experiencia,
sino como una posibilidad de la política en el plano trascendental donde la razón de-
termina la voluntad del actuar humano; dicho de otra manera, donde el orden político
es la manifestación del uso práctico de la razón. La política se construye así sobre
la filosofía trascendental que da primacía a la razón práctica pura sobre la razón
práctica empírica ordenándola sobre la concepción procedimental de los imperativos
categóricos. La valía del análisis kantiano de la política consistió en sistematizar y
armonizar desde una lógica procedimental la moral, el derecho y la política en una
unidad racional universal, el Estado.
El sistema filosófico del pensador de Konigsberg estuvo fuertemente influido de
tres fuentes fundamentales, por un lado se encuentra inmerso en el contexto intelec-
tual de la Ilustración y sus ideales de emancipación cuyas motivaciones eran el pro-
greso y la razón a las cuales se inscribe; otra fuente de su adhesión fue el pensamien-
to contractualista que buscaba la legitimación de un Estado secular fundamentado
en leyes civiles; sin embargo, aunque coincide en lo fundamental con esta escuela
se distancia teóricamente de sus principales pensadores Hobbes, Locke en cuanto a
que el Estado deriva del poder, pues para el filósofo de la Crítica de la razón pura
el Estado deriva justo de la razón, es un concepto y no un ente empírico; aunque
se identifica más con las ideas de libertad y progreso en lo referente al significado
del contrato social de Rousseau va más allá, para Kant el pacto social no encuentra
sentido en la necesidad de supervivencia se trata de una decisión moral fincada en la
razón que implica un compromiso con el conjunto social. La tradición kantiana se
65
Vaciamiento del Estado. La estatalidad bajo el signo del capital
34 En su obra Teoría y Praxis Kant establece los principios para la fundación de un Estado civil
como un Estado jurídico, el primero de ellos es el de la libertas, “La libertad de cada miembro de la
sociedad como hombre […] La libertad en tanto hombre, cuyo principio para la constitución de una
comunidad expreso en la fórmula: nadie me puede obligar a ser feliz a su manera, sino que cada uno
tiene derecho a buscar la felicidad por el camino que le parezca bueno […] con tal que no perjudique
ese derecho del otro.” Cfr. Ibíd. trad. Carlos Correas, Leviatán: Argentina, pp. 42-43. Es claro que para
el filósofo no se nace hombre, no es ésta una condición natural sino una disposición racional a la que se
debe aspirar como principio individual y social, por lo que un Estado civil no puede ser sino la creación
de un conjunto de hombres libres capaces de darse a sí mismo leyes.
66
El Estado de la razón
riosos motivado por la naturaleza humana de las necesidades físicas y materiales del
mundo objetivo, sino un asunto de constitución racional mediante la que el hombre
se construye un mundo, así lo deja claro en su obra ¿Qué es la Ilustración? (2009)
donde el pensador demanda que para el hombre de esta época el pleno ejercicio de
su libertad como un acto del pensamiento por el que se interroga a sí mismo, por sus
acciones y por los motivos de sus acciones “para esta Ilustración tan sólo se requiere
libertad y, a decir verdad, la más inofensiva de cuantas pueden llamarse así: el hacer
uso público de la propia razón en todos los terrenos” (§Ak, VIII 37, p. 85), pero re-
clama no encontrar en el entorno sino restricciones a la libertad, impera el ¡No a la
razón! asevera, por lo que se pregunta ¿cuál es el límite que la obstaculiza [la razón]
y cuál es el que bien por el contrario, la promueve? “El uso público de su razón tiene
que ser siempre libre y es el único que puede procurar ilustración entre los hombres”
(p. 86). Para ello es necesario que contra toda arrogancia e indiferencia se establezca
un tribunal que garantice el pleno ejercicio de las leyes de la razón y que a su juicio
es “no otro que la misma Crítica de la razón pura”.35
De ahí el sentido de su proposición copernicana de la revolución del pensamiento
planteada desde su Crítica de la razón pura (2006) donde el filósofo cuestiona el
sentido de las cosas. Siguiendo a Copérnico analiza su posición crítica “viendo que
no conseguía explicar los movimientos celestes si aceptaba que todo el ejército de
estrellas giraba alrededor del espectador probó si no obtendría mejores resultados
haciendo girar al espectador y dejando las estrellas en reposo” (§B XVI, p. 20) al
igual que Copérnico el filósofo hace que sea la intuición quien determina la natura-
leza del objeto; es decir, dispone que la experiencia como fuente de conocimiento de
los objetos se rige por los conceptos, que no son los objetos de la experiencia quienes
determinan el pensamiento “la misma experiencia constituye un tipo de conocimien-
to que requiere entendimiento y éste posee unas reglas que yo debo suponer en mí
ya antes de que los objetos me sean dados, es decir, reglas a priori” (§B XVI, pp.
20-21) pues son las intuiciones expresadas en conceptos las que colocan propiedades
específicas en los objetos.
La revolución copernicana de Kant estriba en colocar a la facultad legislado-
ra (Deleuze, 2011) o razonamiento del hombre sobre las propiedades aparentes del
objeto, orientando sus esfuerzos a develar las formas de creación del conocimiento
suprasensible independiente de la experiencia que es la fuente del conocimiento em-
pírico o a posteriori, su esfuerzo se orienta a enfatizar la riqueza del conocimiento a
priori que reside en ser un conocimiento necesario con potencialidad universaliza-
dora. El problema según lo ve el filósofo es desentrañar cuáles son las condiciones
de posibilidad de la unificación de la conciencia; la pregunta de sentido que sugiere
este planteamiento desde la teoría crítica kantiana es ¿de qué manera puede toda
pretensión de conocimiento emanar de la razón pura subjetiva y tener validez para
67
Vaciamiento del Estado. La estatalidad bajo el signo del capital
los objetos del mundo sensible de la experiencia? Es claro que Kant busca establecer
una metodología que le permita determinar la estructura de pensamiento que garanti-
ce la unidad de la conciencia (§B 123, p. 124), pero esta metodología no la encuentra
en el racionalismo dogmático ni en el empirismo de la intuición sensible, sino en la
metafísica trascendental crítica fundamentada en la filosofía especulativa desde don-
de, a través del método analítico, determinará la naturaleza de los fines de la razón
que le permiten avizorar una respuesta a la pregunta orientada hacia la unidad de la
conciencia, es decir, encuentra solución en el acoplamiento de nuestras impresiones
sensoriales a las intuiciones puras de la razón, de modo que nuestra receptividad de
los objetos del mundo encuentran lugar en el movimiento del entendimiento, esto es,
en el conocimiento a priori a través de los juicios sintéticos sin lo cual dichas entida-
des no constituirían para nosotros objeto alguno. Es en las condiciones a priori don-
de encuentran validez objetiva las condiciones subjetivas del pensar (§A 90, p. 124).
Es a través de la metafísica que el filósofo somete a crítica a la razón por la ra-
zón misma, es decir, someter a la facultad de la razón suprimiendo toda experiencia
como fundamento de los juicios de la razón, pues busca deducir, a través de una
analítica trascendental los conceptos puros del entendimiento. Esto significa que la
metafísica constituye el paso de lo sensible a lo suprasensible “es la ciencia que
progresa mediante la razón”. A través de la metafísica Kant inquiere el mundo de las
apariencias que pueden seducir a la razón y limitar el entendimiento puro, pues la ex-
periencia en sí misma “no satisface su propia y total determinación” aun cuando cada
experiencia represente una parte del todo dentro de su dominio “el todo absoluto de
toda experiencia posible no es, por sí mismo, experiencia alguna y, sin embargo, es
un problema necesario para la razón” (Kant, 2005b, §40, p. 116), es decir, los con-
ceptos de la razón refieren a la totalidad, a la unidad colectiva por eso se colocan por
encima de la experiencia dada convirtiéndose en experiencia trascendente.
Kant no niega que el origen del conocimiento esté en la experiencia es ahí donde
se origina, pero sí niega que sea el resultado de aquella “aunque todo nuestro cono-
cimiento empiece con la experiencia no por eso procede todo él de la experiencia”
(§B2, p. 42) esto es, que el conocimiento implica una relación necesaria con el objeto
pero no es un mero reflejo de él; es la relación entre la representación y el objeto pen-
sado, pero la representación es la elaboración sintética en la conciencia a la manera
del “yo pienso” donde lo más importante no es la unidad sintética sino su expresión
en tanto que entendimiento, en esa elaboración el pensamiento dispone de conceptos
a priori llamados categorías a las que se someten los fenómenos y por las que el
entendimiento es legislador de la naturaleza. Pero los fenómenos son la expresión
de lo que aparece. Aparecer es su naturaleza sensible, por lo que como apariencia
empírica sólo pueden tener un lugar en el espacio y en el tiempo –intuiciones puras–,
se trata pues de intuiciones que contienen en sí la posibilidad de los objetos como
fenómenos.
68
El Estado de la razón
69
Vaciamiento del Estado. La estatalidad bajo el signo del capital
habrá tantos conceptos a priori a los que deben estar sometidos los objetos dados a
los sentidos, cuantos modos haya de la composición (síntesis) con conciencia, esto
es, cuantos modos haya de la unidad sintética de la apercepción de lo múltiple dado
en la intuición” (§xx 271, p. 22) y la única forma de conocer los objetos como fenó-
meno, es decir mediante el proceso sintético de unificación de los sentidos interno y
externo mediante los que el yo lógico del sujeto de la apercepción es vinculado al yo
psicológico del sujeto de la percepción.
Hay una aprehensión temporal donde el sujeto es afectado por las percepciones
“yo soy consciente de mí mismo es un pensamiento que contiene un doble yo, el yo
como sujeto y el yo como objeto” (§xx 270, p. 19) por el que el yo trascendental da
contenido al sentido interno y externo colocando en un tiempo y espacio determi-
nados por la composición o síntesis que no tiene lugar en la sensibilidad sino en el
entendimiento.
Con este alegato Kant nos conduce a la determinación del juicio como la unidad
de la conciencia en relación con los conceptos y asociaciones de ideas que no son
conceptos vacíos, sino que tienen validez objetiva, en este movimiento argumental
introduce el concepto de “fin final” como tránsito de lo teórico a lo práctico porque la
facultad de actuar respecto a fines es la voluntad. Pero son los objetos naturales mis-
mos quienes dan la ocasión empírica que se aplica a ellos. “El conocimiento a priori
es así el fundamento de la posibilidad de la experiencia o de al menos de aquello en
lo que consiste la unidad objetiva en los juicios” (§xx 347, p. 110), así el concepto de
conformidad a fines toma su sentido en el dominio de la razón práctica, es ahí donde
la idea de un “fin final” presta unidad a los fines de la naturaleza –suprasensible–.
De este modo inicia Kant la determinación de la metafísica sometiendo a críti-
ca la razón a través de la filosofía especulativa exponiéndola al examen crítico. El
problema queda ahora en el ámbito de la relación entre facultades subjetivas que
es el sitio donde se genera la síntesis como representación dinámica puesta en el
espacio y en el tiempo de la relación, entendimiento intuición sensible encarnada en
conceptos. Lo anterior implica que en el acto de conocer no queda fuera la sensibi-
lidad perceptiva, sino que entra en diálogo con la facultad del entendimiento activo
creando conceptos que sirven para juzgar el fenómeno. El “fin final” es un objeto
necesario de la voluntad racional que pertenece a la potestad de la libertad y de la
razón práctica.
A los fines de la naturaleza Kant adiciona el mandato de la ley moral que estable-
ce a priori un “fin final” que no es otro que el sumo bien posible en el mundo.
La ley moral como condición formal impuesta por la razón al uso de nuestra libertad, nos
obliga por sí misma, sin depender de fin alguno como una condición material; pero al
70
El Estado de la razón
mismo tiempo determina a priori un objeto final, al cual nos obliga a inclinarnos, y este
objeto final es el soberano bien, posible en el mundo para la libertad (2009, §LXXXVI,
p. 157).
El sumo bien implica en sí una suposición de libertad por lo que desde el punto de
vista moral-práctico se fundamenta sobre el deber, puntualiza Kant “la ley moral me
ordena convertir al sumo bien posible dentro del mundo en el último objeto de mi
conducta” (2009, §A234, p. 248), de donde se sigue que las condiciones de posibi-
lidad del sumo bien hunde sus raíces en la realización de la libertad como autonomía
de la razón pura práctica, como ley moral que ordena categóricamente, cuya posi-
bilidad real depende de la concordancia de la voluntad propia con la voluntad de un
creador del mundo santo y bondadoso; es decir, como Ser supremo Dios es un ideal
regulativo es la razón pura práctica que aparece como un ser necesario que permite
enlazar los fines en el mundo real con el sumo bien del ser racional libre que puede
hacer observación de la ley divina –conjunción entre virtud y felicidad– porque es
una voluntad autónoma a la que ni siquiera Dios puede utilizar, pues es el hombre fin
en sí mismo, Dios no somete a través del miedo al hombre pues hacerlo equivaldría
a domesticar su sabiduría minando el valor moral de las personas
Dios no es un ente externo al hombre, tampoco una idea viva en él, es la razón
ético-práctica autorreguladora que lo habita.
Kant traza un mundo ideal determinado por la razón pura práctica como la constitu-
ción del mundo suprasensible considerado como noúmeno al que se debe transitar
y en el que pueden situarse los hombres “según los preceptos de la razón pura pero
práctica” (2006, A814, B842, pp. 635-636), un mundo inteligible ordenado a priori
como un sistema de fines donde pueda el hombre accionar en autonomía y autocra-
cia, es decir en independencia y autosuficiencia como el logro de la felicidad que
sólo es posible en el marco de la moralidad.
Sin duda, el filósofo de Königsberg busca fundamentar científicamente mediante
una metodología crítica trascendental la determinación de la voluntad del hombre
más allá de toda dependencia con la naturaleza, tal planteamiento coloca el problema
71
Vaciamiento del Estado. La estatalidad bajo el signo del capital
Las categorías son acciones universales de la razón, a través de las cuales pensamos un
objeto en general (con respecto a representaciones a fenómenos).
Las acciones del entendimiento tienen que ver o bien con conceptos (…) en cuanto a la
relación de unos con los otros (…) o bien con las cosas, pues el entendimiento piensa en
un objeto en general, en la manera de asentar algo en general y sus relaciones. Ambos
casos sólo se distinguen porque en el primero las representaciones son puestas, mientras
que en segundo las cosas son puestas a través de las representaciones (R4276; A.A.,
XVII, pp. 492-493).
Con ello el filósofo diferencia entre el uso lógico y el uso real del entendimien-
to definiendo la relación entre los conceptos puros del entendimiento y los objetos
correspondientes a las representaciones sensibles, de acuerdo con Stepanenko, Kant
pretende haber mostrado que toda representación tiene que hallarse bajo la unidad
formal de la conciencia, es decir, que tiene que estar enlazada mediante categorías
con otras representaciones, entonces identificar esta unidad con la unidad del objeto
significa que toda representación es ya objetiva por el hecho mismo de que tengamos
conciencia de ella (2013, p. 146), pero insiste, no porque ya lo sea de hecho por ser
aprehendida e integrada a una sucesión temporal, sino porque al exigir que toda re-
presentación tenga que poder enlazarse con otras. En esta unidad sólo significa que
toda representación es objetivable; es decir que encuentra su determinación en esa
unidad sintética.
72
El Estado de la razón
Aunque es claro que para el filósofo prusiano el sujeto está definido por la razón,
reconoce el papel fundamental que juega la imaginación tanto en la lógica episte-
mológica objetiva como en la lógica subjetiva de las facultades del alma que Sgarbi
(2011) ha dado en llamar “lógica irracional”, para él Kant desvela una nueva forma
de saber que escapa al dominio de la razón, que no es conceptual ni conceptualiza-
ble pero que permite explicar conceptos como el de libertad, Dios, inmortalidad del
alma, nociones fundamentales para el despliegue de la razón práctica.
Se trata de una lógica prediscursiva de aparentes contradicciones como el placer
sin interés, la conformidad de acuerdo con fines sin fin en sí mismo y la necesidad
subjetiva que busca explicar la experiencia en su totalidad, tanto empírica como tras-
cendental. El filósofo acude al juicio estético que vinculado al juicio teleológico le
permiten crear un modelo explicativo desde una nueva lógica para la interpretación
y construcción de la realidad que medie entre la facultad de conocer y la facultad de
desear.
73
Vaciamiento del Estado. La estatalidad bajo el signo del capital
Encuentra que es la facultad de juzgar la que puede ofrecer las reglas a priori para
el sentimiento de gusto y desagrado como paso intermedio entre la razón pura teórica
y la razón pura práctica “da lugar a una lógica hermenéutica capaz de interpretar y
significar el mundo, sus eventos y sus objetos” (Sgarbi, 2011, p.22) Kant busca en
la facultad de juzgar los principios a priori que no sean deducidos de conceptos a
priori:
74
El Estado de la razón
el juicio del gusto se funda en un concepto […] pero a base del cual nada puede conocerse
ni demostrarse con respecto del objeto, porque ese concepto es en sí mismo indetermi-
nable e impropio para el conocimiento; sin embargo, gracias a ese concepto, el juicio de
gusto adquiere al propio tempo validez para todos […] porque su fundamento determi-
nante se halla tal vez en aquello que puede considerarse como el sustrato suprasensible
de la humanidad (p. 194).
Puede decirse que en este tránsito del mundo categorial de la Crítica de la razón
pura (2006) a la Crítica de la razón práctica (2009) la Crítica del juicio (2005a)
Kant logra integrar una lógica subjetiva analógico abductiva que permite el paso de
75
Vaciamiento del Estado. La estatalidad bajo el signo del capital
considerado como noúmeno, es el único ser natural en quien, del lado de su propia cons-
titución, podemos reconocer una facultad suprasensible –la libertad– y aun la ley de la
causalidad, junto con el objeto de esta última, que él puede proponerse como fin supremo
–el supremo bien en el mundo– (2005a, §84, pp.303-304).
Bajo esta lógica teleológica subyace en los planteamientos del filósofo una lógica
hermenéutica mediante la que el hombre se permite construir relaciones de sentido
con el mundo nouménico, de hecho las cosas del mundo sólo adquieren una posición
teleológica por la libertad con la que el hombre se permite interpretar el mundo y
significarlas, pero esa racionalidad libre no la ejercita en lo individual privado sino
con otros seres morales en el mundo constituyendo en esta interrelación una comuni-
dad moral en la que habrán de interactuar por fines comunes; es decir, en la que ha-
brán de crear el fin moral ordenador orientado al sumo bien que permitirá garantizar
la acción moral de los individuos en su singularidad, de este modo a través de la vía
de la estética y la teleología el filósofo logra dar cuenta del hombre como ser moral,
que a decir de Sgarbi es la conformidad de la obra de arte, es decir, la expresión de
la belleza como símbolo de la moralidad, lo que empuja a la razón, es el momento
propedéutico de la reflexión sobre los seres naturales singulares en su relación sisté-
mica (Sgarbi, 2011, p. 155).
Sin embargo, este fin moral no puede quedar fijo de antemano integrado en con-
ceptos, por el contrario, el juicio de la razón práctica coloca en el lugar de lo univer-
sal no a un concepto, sino a una regla que dispone actuar de modo tal que la máxi-
ma de la voluntad individual propia pueda valer siempre y en todo momento como
76
El Estado de la razón
Fin es un objeto del libre arbitrio, cuya representación determina el libre arbitrio a una
acción (por la que se produce aquel objeto). Toda acción tiene, por tanto, un fin y, puesto
que nadie puede tener un fin sin proponerse a sí mismo como fin el objeto de su arbitrio,
tener un fin para las propias acciones es un acto de la libertad del sujeto agente y no un
efecto de la naturaleza. (2008a, VI, §385, p.236).
77
Vaciamiento del Estado. La estatalidad bajo el signo del capital
Ahora bien, ya que este acto que determina un fin es un principio práctico, que no ordena
los medios (por tanto, no ordena condicionadamente), es un imperativo categórico de la
razón pura práctica, por consiguiente, un imperativo que une un concepto de deber con el
de un fin en general (2008a, VI, §385, p.236).
[…] habré de someterme, como inteligencia, a la ley del mundo inteligible, es decir, de la
razón, que en la idea de la libertad encierra la ley del mismo y, por tanto, de la autonomía
de la voluntad, por consiguiente, las leyes del mundo inteligible habré de considerarlas
para mí como imperativos, y las acciones acordes a este principio, como deberes (2010,
p. 102).
el principio que convierte en deber determinadas acciones, es una ley práctica. La regla
del agente que él toma como principio por razones subjetivas, es su máxima; de ahí que,
respecto a una misma ley, las máximas de los agentes puedan ser, sin embargo, muy di-
ferentes. El imperativo categórico, que sólo enuncia en general lo que es obligación reza
así: ¡obra según una máxima que pueda valer a la vez como ley universal (§ 225, p. 30).
78
El Estado de la razón
[…] todos los deberes, simplemente por ser deberes, pertenecen a la ética; pero no por
eso su legislación está siempre contenida en la ética, sino que la de muchos de ellos está
fuera de ella. Así, la ética manda que yo cumpla el compromiso contraído en un contrato,
aunque la otra parte no pudiera acto seguido obligarme a ello; pero toma de la doctrina
del derecho, como dados, la ley (pacta sunt servada) y el deber correspondiente a ella.
Por tanto, la legislación de que las promesas aceptadas han de cumplirse no reside en la
ética, sino en el Ius. La ética enseña sólo que, aun cuando se suprimiera el móvil que la
legislación jurídica une con aquel deber, la sola idea del deber basta como móvil (2008a,
§§ 219-220, pp. 24-25).
79
Vaciamiento del Estado. La estatalidad bajo el signo del capital
“en primer lugar, sólo a la relación externa y ciertamente práctica de una persona con otra,
en tanto que sus acciones, como hechos, pueden influirse entre sí […]. Pero, en segundo
lugar, no significa la relación del arbitrio con el deseo del otro […], como las acciones
benéficas o crueles, sino sólo con el arbitrio del otro. En tercer lugar, en esta relación re-
cíproca del arbitrio no se atiende en absoluto a la material del arbitrio […], sino que sólo
se pregunta por la forma en la relación del arbitrio de ambas partes, en la medida en que
se considera únicamente como libre […] el derecho es el conjunto de condiciones bajo las
cuales el arbitrio de uno puede conciliarse con el arbitrio del otro según una ley universal
de la libertad (2008a, § B, pp. 38-39).
El derecho como obligación mutua sometida a una regla general conforma la liber-
tad, emana del concepto de libertad existe entre ellos una identidad, el derecho, sos-
tendrá en Teoría y Praxis “es la limitación de la libertad de cada uno a la condición
de que esta libertad concuerde con la libertad de todos en tanto esta concordancia
es posible según una ley universal” esta limitación por la libertad de otro proseguirá
se llama coacción ( 2008b, p.41), esta relación coactiva entre hombres libres será el
cuerpo mismo de la constitución civil que dará forma al Estado civil
Así el estado civil, considerado meramente como estado jurídico se funda en los
siguientes principios a priori:
37 Vale la pena detenerse un poco para aclarar lo que Kant está determinando como persona. En
Metafísica de las costumbres determina que una “Persona es el sujeto, cuyas acciones son imputables.
La personalidad moral, por tanto, no es sino la libertad de un ser racional sometido a leyes morales
(…) de donde se desprende una que una persona no está sometida a otras leyes más que las que se
80
El Estado de la razón
Yo puedo decir Mío un objeto en el espacio aún cuando no tenga una posesión física. No,
diré pues, que una manzana es mía, porque la tengo en la mano (la poseo físicamente),
sino cuando puedo decir que la poseo, aunque mi mano la haya colocado en algún sitio
donde hora se encuentra. De la misma manera no puedo decir que el asiento que ocupo
sea mío por esta sola razón, a menos que tenga el derecho de afirmar que mi posición
continúa, aún cuando yo deje de ocuparlo. En efecto el que en el primer caso (el de la
posesión empírica) quisiera arrancarme de las manos la manzana o hacerme abandonar el
asiento que ocupo, me heriría sin duda respecto de lo Mío interior (la libertad); pero no
me heriría respecto de lo Mío exterior (p. 65).
En sentido estrictamente racional en tanto que “la razón no busca más que la
determinación práctica del arbitrio, según leyes de libertad” (p. 67) el derecho es
una noción de arbitrio del orden racional práctico puro subordinado a leyes de li-
bertad que extiende el concepto de posesión más allá de la consideración empírica
llevándolo hasta idea de potestad del objeto como posesión jurídica de manera que
paradójicamente el Estado jurídico es condición de posibilidad de la libertad. Kant
otorga a la propiedad el lugar de referencia del ejercicio mutuo de la libertad pues la
distinción de lo mío y lo tuyo asegura acciones limitadas por el derecho jurídico para
salvaguardar la propiedad y proveer de un entorno social ideal para la convivencia,
por lo cual estas leyes han de ser públicas y pactadas a fin de dejar atrás el estado
de naturaleza que es un “Estado no-jurídico en el que no hay justicia distributiva” y,
pasar a un Estado civil.
La condición para que el Estado jurídico pueda asegurar la justicia y el pleno ejer-
cicio de los derechos de los ciudadanos es poseer la facultad de coaccionar ya que
sólo bajo el amparo de una ley universal pueden coexistir las libertades de los agen-
tes, “no puede haber ningún privilegio innato de un miembro de la comunidad, en
da a sí misma (o bien sola o, al menos, junto con otras) (§223, p. 30). Lo anterior significa que el
filósofo mantiene su propuesta crítica en el plano metafísico no se trata del sujeto empírico sino el
sujeto relacional mediado por leyes morales que no son sino racionales.
81
Vaciamiento del Estado. La estatalidad bajo el signo del capital
tanto co-súbdito, sobre otro” (2008b, p. 47) esta facultad pertenece al Estado, pero
no de un Estado protector o paternalista, sino aquel emanado de la voluntad gene-
ral de los ciudadanos activos que unidos dan cuerpo a un Estado civil mediante el
establecimiento de un contrato originario. Aunque aquí Kant reconoce en Hobbes
la necesidad de un poder coercitivo superior, el del Estado, asume inmediatamente
en perspectiva Rousseauniana que éste no debe emanar de un lugar externo, sino de
la voluntad general del pueblo, pero por pueblo entiende sólo al grupo de hombres
que tienen la cualidad de ciudadanos misma que se adquiere, además de la cualidad
natural
(no ser niño ni mujer), esta única: que el hombre sea su propio señor (sui iuris), por tanto
que tenga alguna propiedad (abarcando bajo este término cualquier habilidad, oficio o
talento artístico o ciencia) que lo mantenga; es decir, que en los casos en que es otro quien
le permite ganarse la vida, sea necesario que la gane sólo por enajenación de lo que es
suyo, y no consintiendo que otros hagan uso de sus fuerzas, y por tanto es necesario que
no esté al servicio (en el sentido propio de la palabra) de ningún otro que no sea la comu-
nidad (2008b, pp. 51-52).
82
El Estado de la razón
Contra la suprema autoridad legisladora del Estado no hay, por tanto, resistencia legítima
del pueblo; porque sólo la sumisión a su voluntad universalmente legisladora posibilita
un estado jurídico, por tanto, no hay ningún derecho de sedición (seditio), aún menos de
rebelión (rebellio), ni mucho menos existe un derecho de atentar contra su persona, inclu-
so su vida como persona individual (monarca), so pretexto de abuso de poder (tyrannis).
El menor intento en este sentido es un crimen de alta traición y el traidor de esta clase ha
de ser castigado, al menos con la muerte, como alguien que intenta dar muerte a su patria
–parricida– (§ 320, pp. 151-152).
[…] se trata de figuras abstractas elaboradas a priori para captar con el pensamiento la es-
tructura esencial del Estado. Todo Estado entonces, implica la voluntad unida del pueblo
como idea de la razón y el soberano como producto mental. Se trata, en síntesis, de una
vinculación entre ideas de la razón práctica (2006, pp. 192-193).
83
Vaciamiento del Estado. La estatalidad bajo el signo del capital
84
La ontología fenomenológica
del universal en Hegel
S
i Kant plantea un modelo político del orden de la libertad positiva distinguien-
do claramente la moral del derecho, la primera instituida por mandatos como
imperativos categóricos demandaban el obedecer; el segundo establecía impe-
rativos hipotéticos que condicionaban la conducta del sujeto a la fuerza de la ley. El
modelo Kantiano limitaba la libertad para poder garantizarla, con ello la formación
del espíritu subjetivo quedaba en el orden de la moral, mientras que el desarrollo de
la conducta objetiva se confinaba al espacio jurídico. Para Hegel, Kant sólo mira el
deber desde la razón pura práctica, esto es que para él la ley moral es la que conduce
al concepto de libertad, el desarrollo de sus imperativos se encuentra en su obra Crí-
tica de la razón práctica donde la libertad se ve confinada al espacio de concreción
de la ley moral
El concepto de libertad, en tanto que su realidad queda demostrada mediante una ley
apodíctica de la razón práctica, constituye la clave bóveda para todo el edificio de un
sistema de la razón pura, incluyendo a la razón especulativa, el resto de los conceptos (los
de Dios y la inmortalidad), que como simples ideas permanecen en la razón especulativa
sin asidero alguno, quedan asegurados por ese concepto de libertad y reciben con él, y
gracias al mismo, consistencia y realidad objetivas, es decir, que la posibilidad de tales
conceptos queda probada porque la libertad es algo efectivo, dado que esta idea se revela
por medio de la ley moral. (2009, §A5:52)
85
Vaciamiento del Estado. La estatalidad bajo el signo del capital
En Hegel los modelos políticos que atienden a una autoridad soberana, a la ética
como principio y a la fuerza de la ley no son suficientes para generar un Estado per-
fecto, fuerte y duradero con el cual enfrentar los ímpetus de la modernidad marcados
por su dimensión práctica y dirigidos hacia la causa final con una pérdida importante
de lo ético donde la vida en común orientada hacia el buen vivir no está más acom-
pañada de la inmanencia racional, causa y finalidad de la práctica. Así conocimiento,
libertad y naturaleza se escinden, el trabajo y todo producto de lo humano quedan
reducidos al mero sentido de la utilidad, es decir, a mercancía, desvinculado de lo
fundamental que es la propia actividad humana excluyendo su valor como fin en sí.
El filósofo de Stuttgart en el trabajo de la superación de los modelos anteriores
inicia el desarrollo de una de las tareas preliminares que más tarde darán cuerpo a su
propuesta filosófico-política de la Fenomenología del espíritu, en este trabajo Hegel
crea uno de los temas fundamentales que cimentarán su proyecto, la eticidad.
Desde una lógica especulativa analiza y eleva a plano filosófico la vida humana y
sus formas estructurantes concretas como lo muestra en la conclusión del siguiente
extracto:
El gran contenido de la historia universal es racional y tiene que ser racional; una volun-
tad divina rige poderosa el mundo, y no es tan impotente que no pueda determinar este
gran contenido”. Y, puesto que la libertad “no tiene por principio la voluntad y el albedrío
subjetivo, sino el conocimiento de la voluntad universal”, de modo que “el sistema de la
libertad es el libre desarrollo de sus momentos”, “la historia universal es el progreso en
la conciencia de la libertad –un progreso que debemos conocer en su necesidad. Y lo que
media entre razón y libertad es la política, que armoniza y equilibra las múltiples formas
de vida reduciéndolas a las totalidades concretas que son los Estados, por lo que “el Es-
tado es la razón en la tierra”, “…la absoluta totalidad ética no es sino un pueblo” (1982,
pp.§17-18).
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La ontología fenomenológica del universal en Hegel
ciencia de los sujetos, mientras que la multitud subraya Hegel es una “singularidad
absoluta”.
El momento absoluto de eticidad es el momento especulativo de la eticidad na-
tural es el paso de la intuición al concepto absoluto en la forma de unidad. Lo que
significa que las categorías empíricas son elevadas a nivel de lo lógico racional que
capta la esencia de las relaciones entre los sujetos, más allá de la apariencia. Ponga-
mos el caso del contrato donde los sujetos transfieren de manera voluntaria sus pro-
piedades al Ser-Uno absoluto, no se trata de una transferencia empírica, sin embargo,
este Uno absoluto infringe coerción real sobre ellos
el derecho que cada individuo tiene a sus cosas (Sache) ya ha quedado transferido a
los otros, la transmisión misma ha de ser vista como ya realizada; el hecho de que no
haya sido aún lograda la manifestación externa, que la transmisión no se haya dado en la
realidad empírica, todo ello resulta totalmente empírico e incidental, o más bien está ani-
quilado, quedando, por tanto, la propiedad sustraída totalmente a la relación externa, por
medio de la cual la propiedad no sólo se designa como posesión, sino que es aún posesión
para el que ya ha efectuado la transferencia (Hegel, 1982, p.§133).
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Vaciamiento del Estado. La estatalidad bajo el signo del capital
el ejemplo que intenta exponer e imitar es la pólis griega que se convierte en un modelo
que muestra todas las carencias de la sociedad política alemana de su tiempo. No es un
ideal utópico, sino una realidad histórica que sirve de ejemplo para constituir un Estado
moderno” (2005, p.27).
88
La ontología fenomenológica del universal en Hegel
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Vaciamiento del Estado. La estatalidad bajo el signo del capital
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La ontología fenomenológica del universal en Hegel
38 Esta visión de eticidad revela la influencia de la organización de las polis de los clásicos del
mundo antiguo en sus escritos de juventud, mismos que paulatinamente irán transformándose en un
tono más categórico y práctico en su Filosofía Real.
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Vaciamiento del Estado. La estatalidad bajo el signo del capital
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La ontología fenomenológica del universal en Hegel
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Vaciamiento del Estado. La estatalidad bajo el signo del capital
saber absoluto el que determina la conciencia del fenómeno, sino que de modo inver-
so será la conciencia del fenómeno la que se eleve a la conciencia del saber absoluto.
En el mismo sentido que Jean Wahl le atribuye a la fenomenología del espíritu de
Hegel equiparándola a la fenomenología husserliana de “volver a las cosas mismas”,
lo que en palabras del mismo Hegel será referirse a los fenómenos como las cosas tal
como se nos aparecen, Whal insiste en su lectura de Hegel sobre que
la realidad pues, encierra la negación, más desde el momento que hablamos de negación
y concebimos la negación, la negación misma es una realidad, ella es un Dasein; no es la
nada puramente abstracta… Dasein es simplemente el ser determinado, el ser cualitativo”
(1973, p.47).
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La ontología fenomenológica del universal en Hegel
Teniendo como pretensión filosófica articular y justificar desde una perspectiva éti-
ca-política la síntesis racional de los momentos de la individualidad y la universa-
lidad, es decir, de la subjetividad autónoma y la comunidad ética-política, Hegel
analiza categorial y fenomenológicamente el desarrollo de la voluntad o conciencia
libre desde su naturalidad hasta la voluntad racional libre. En sus obras Ciencia de la
lógica y Lógica de la enciclopedia muestra la estructura lógica y argumentativa de
los momentos racionales del concepto de la voluntad hasta llegar a su contenido ra-
cional como voluntad libre universal que justifica el derecho racional que se articula
y desarrolla como sistema de determinaciones racionales de la voluntad libre que se
concreta como Estado racional.
La libertad para Hegel es la condición irrenunciable que nos permiten interre-
lacionar como sujetos con derechos y obligaciones fundamentales que determinan
nuestras concepciones, actitudes, acciones, formas de organización política de suje-
tos libres que por el sólo hecho de serlo están de manera natural sometidos a enjui-
ciamientos éticos, y por lo tanto críticos y racionales del absoluto universal.
El recorrido epistemológico inicia por el sujeto indeterminado en proceso de
constitución de la conciencia, es decir, por el reconocimiento de la certeza sensible.
Hegel ubica al hombre como una “totalidad particular”, le ofrece un significado limi-
tado dentro de la lógica de la totalidad que le permite al hombre existir como objeti-
vidad y al mismo tiempo abstraerse de toda determinación, sólo se tiene a sí mismo
como significación. El hombre se constituye como voluntad del yo inmediato, como
abstracción del pensar, como libertad del entendimiento.
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Vaciamiento del Estado. La estatalidad bajo el signo del capital
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La ontología fenomenológica del universal en Hegel
El concepto es lo libre (das Freie) como la potencia sustancial existente para sí, y es to-
talidad, en tanto que cada uno de los momentos es el todo que es el concepto y es puesto
como unidad inescindible con él; así el concepto en su identidad consigo es lo determina-
do en y para sí” (2006, §160, p.173).
Este proceso metodológico seguido por Hegel es ilustrado por Pierre Jean Laba-
rrière de la siguiente manera
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Vaciamiento del Estado. La estatalidad bajo el signo del capital
barrière se determinará como vida, es decir, como objeto que no es sólo objeto sino
libre transición al sujeto que lo sustenta y que es (1985, p. 109). Por la reflexión es
que el objeto se ha convertido en vida, plena libertad realizada en la intersubjetividad
dialéctica, el Estado.
Dominio y Servidumbre.
El deseo como momento dialéctivo de la negación del Estado
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La ontología fenomenológica del universal en Hegel
40 Vale decir que Bataille en este artículo hace en realidad una crítica al planteamiento de
Hegel sobre alcance de sus argumentos sobre la construcción de la totalidad a partir de la lucha por el
reconocimiento emprendido por la humanidad, sin embargo, valora la posibilidad del auténtico sentido
del movimiento de la negatividad.
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Vaciamiento del Estado. La estatalidad bajo el signo del capital
dejar la vida y la conciencia y destruir sólo su autonomía” (1982, p.15). Las implica-
ciones son profundas pues se trata de la anulación del otro, una relación de domino
y servidumbre.
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La ontología fenomenológica del universal en Hegel
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Vaciamiento del Estado. La estatalidad bajo el signo del capital
42 En la Enciclopedia filosófica para el curso superior Hegel nos aproxima de pronta manera
a la lógica ontológica exponiendo brevemente sus tres elementos fundamentales: La primera cualidad
de la lógica ontológica es el Ser, a él dedica Hegel su primer apartado “1. El comienzo de la ciencia
es el concepto del ser, inmediato, sin determinación. – 2. Este es, en su carencia de contenido, tanto
como la nada. La nada, en cuanto un pensar de aquella vaciedad, es por tanto ella misma, por su lado
invertida, un ser y, por su pureza, lo mismo que aquél. 3. Por tanto, no hay diferencia del mismo, sino
lo que se da es, con eso, solamente el poner de ellos en cuanto distinguidos, y el desaparecer de cada
uno en su contrario, o es el devenir puro.” (Ver §16-32:27) En un segundo momento la lógica nos lleva
a la Esencia como lo perteneciente a la autodeterminación y contiene los momentos dela esencialidad
y de la insencialidad en sí. Lo esencial es lo perteneciente a la autodeterminación, pero lo inesencial
es el momento de la existencia indiferente. Ver (§33-47:33-37) Concretándose en la realidad en cuanto
posibilidad de ser-en-sí o la esencia de su existencia. Lo real mismo es la unidad de su posibilidad y de
su existencia. (Ver §48-53:39)
102
La ontología fenomenológica del universal en Hegel
Tenía claro que sólo mediante la formación el individuo podía llegar a la concien-
cia de sí y este camino no podía ser el de la educación empírica “El trabajo teórico,
me convenzo cada día más, tiene mayor incidencia en el mundo que el práctico; si se
revoluciona primeramente el reino de las representaciones, la realidad no permanece
la misma”, (1991:25) en su desempeño directivo se afana por cohesionar los intere-
ses de la ciencia y la actividad del espíritu. Se debe educar para la autonomía y todas
las prácticas sociales deben estar atravesadas por la razón
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Vaciamiento del Estado. La estatalidad bajo el signo del capital
se deje a su arbitrio una esfera, entre sí y en relación con personas de mayor edad, en la
que ella misma determine su conducta” –discurso del 2 de septiembre de 1811– (1991,
p.107).
104
La ontología fenomenológica del universal en Hegel
La fe en Hegel propone Hyppolite es una evasión del mundo real, una representa-
ción del espíritu más allá de las determinaciones de este mundo y, sin embargo, es la
mima sustancia (1974, p.381) aunque como exterioridad forma parte de la concien-
cia alienada del mundo de la cultura y al mismo tiempo es esencia de espíritu que
todavía no llega a ser religión, pero que por medio de su alienación se percibe más
allá de sí mismo. Es la lucha de la fe y la razón que se supera en la cultura.
El problema que encuentra Hegel es que la fe se presenta como un contenido
extraño a la conciencia por ello rechazado por la ilustración, esto, según su criterio
debe ser sustituido por un pensamiento que la reconozca, la asimile y la integre al
espíritu y pueda incorporar su experiencia como experiencia humana al sentido es-
peculativo del espíritu, o mejor dicho revelarse como la conciencia dormida de la
razón.
De este modo la religión adquiere la forma de la conciencia infinita del ser, pero
no como una absorción de la vida humana en la vida, sino como un mirar en pers-
pectiva humana a la religión, como una forma de trascendencia a través de la obra.
Así como el esclavo se forma y se eleva a una autoconciencia, así el artesano
se eleva a la condición de artista cuando mira en el espíritu de la obra su propio
espíritu, es por medio del entendimiento que el espíritu se eleva por encima de la
obra. El resultado de ello es el saber de sí del espíritu ético, el momento de la “bella
individualidad” donde las costumbres de un pueblo son la obra de todos y como tal
un pueblo que vive consciente de sí como la obra de todos, es un pueblo libre. Pero
la modernidad que vive en el sueño de la individualidad que se eleva más allá del
espíritu disuelve el sí mismo con la certeza de sí en la negación de la sustancia del
mundo ético que se disuelve. La razón ilustrada y la modernidad en discordia escin-
dieron los lazos unificadores entre filosofía y religión, entre fe y saber.
La experiencia de la ilustración no ha sido elocuente, esta pretendida certeza
de sí debe desaparecer y aprender que la conciencia desgraciada debe reconocer
que “Dios ha muerto”, que ahora Dios se revela tal cual es en la comunidad en la
que el espíritu se realiza como autoconciencia, como el espíritu que ella misma es,
Hegel busca los elementos positivos orientadores para reconciliar el extrañamiento
del espíritu con la razón, y según Reyes Mate los encuentra en el mismo destino de
Jesús…, éste aparece como prototipo de hombre cabal… Jesús venía, pues a abo-
lir la diferencia entre fe y razón al hacer de la religión la santa ley de la razón. El
acuerdo entre su misión y el mundo se tendría que hacer al precio de sí mismo en el
sentido de que él tendría que dejar de ser lo extraordinario ya que todo lo ordinario
realizaba el sentido de su misión. La fe se disolvía en la vida y la vida toda absorbía
en su racionalidad toda la divinidad (1991, p.33). Hegel hace un desplazamiento del
Jesús divino al Jesús hombre que fracasa en su misión sublime de salvación, con el
nuevo Jesús encarnado, alejado de la representación, la Iglesia pierde toda la carga
positiva de autoridad, con la nueva forma histórica subjetiva el filósofo entrega a la
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Vaciamiento del Estado. La estatalidad bajo el signo del capital
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La ontología fenomenológica del universal en Hegel
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Vaciamiento del Estado. La estatalidad bajo el signo del capital
Sin política no hay justicia y sin justicia no existe un verdadero Estado, aunque puedan
subsistir formas estatales sin vida, como en el caso de Alemania, sólo aparentemente jus-
tas, que constituye la misión de la crítica poner al descubierto. Pues no se confunden sin
más la política y el Estado, sino que la actividad política sólo alcanza su grado racional
cuando tiene por objeto la permanente configuración del Estado según el concepto de lo
justo, de acuerdo con determinada idea formal del orden, es decir, del Derecho. La políti-
ca es una esencia y el hombre está abocado a la vida estatal (1982, pp.117-118).
Este sentido es el que Hegel expresa en la Fenomenología del espíritu; sin embar-
go, aunque en la Filosofía del Derecho incluye esta apreciación, la desarrolla como
un silogismo donde la eticidad es la síntesis, la superación del derecho abstracto
positivo y la moralidad subjetiva formal. La eticidad es colocada entonces como la
voluntad libre racional que articula la realidad política y social con la moral como el
espacio donde se concreta esta voluntad
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La ontología fenomenológica del universal en Hegel
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Vaciamiento del Estado. La estatalidad bajo el signo del capital
La historia como movimiento es la materia que ocupa al profesor de Jena en afán por
sistematizar el pensamiento, el saber de los hombres y su obra a lo largo del tiempo,
su forma de hacerse hombre el hombre. En este proceso de sistematización tendría
lugar todo lo que sabemos, la evolución del conocimiento a través de los tiempos
en un gran sistema filosófico de carácter omnicomprensible cuya concreción se rea-
lizará en los niveles del momento especulativo como pensamiento que se piensa,
en su momento de exterioridad como filosofía de la naturaleza y finalmente, como
autocomprensión, como autoconciencia del espíritu.
Este gran sistema universal ofrece un sentido filosófico a los procesos de la vida
cotidiana, esto es, dota de pensamiento especulativo a los objetos y acontecimientos
convencionales, para una real comprensión de las condiciones concretas y estructu-
rantes de la vida humana, en este mismo sentido Ramón Vall recupera la idea realista
vinculada al desarrollo del pensamiento especulativo del hombre de Hegel:
El espíritu tiene una historia que debe superar como comprenderse, pero comprenderse
no arroja su pasado por la borda, sino que lo retiene como naturaleza orgánica suya. La
historia queda interiorizada el movimiento descendente que constituirá el sistema desde
la Lógica a la Filosofía de la Naturaleza y del Espíritu [lo confirma] (1994, p.25).
El hombre es un ser pensante y eso lo distingue del animal nos reafirmará es sus
Lecciones sobre la filosofía de la historia universal, pero no basta con reconocer que
el ser humano participa en la historia, porque en realidad lo que se asume es que el
pensamiento está subordinado al ser, al acontecimiento.
Hace falta la especulación para que a través del concepto se pueda establecer el
enlace de los acontecimientos, de ahí la necesidad de hacer un análisis de la historia
desde la filosofía.
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La ontología fenomenológica del universal en Hegel
A través de su sistema universal Hegel buscó albergar todo el saber del hombre
en el tiempo, no sólo como un proceso de evolución del conocimiento sino como una
fuente de explicación de todo lo pensable donde lo infinito pertenece a lo infinito y
éste se expresa en aquél formando el absoluto de manera que conforme a este siste-
ma nosotros no sólo estamos en él sino que el absoluto está en nosotros, y como tal
somos la síntesis histórica del universo.
El recorrido de su propuesta es un recorrido filosófico metodológico inicia expo-
niendo el proceso de producción del conocimiento desde su primer momento como
conocimiento obtenido por la certeza sensible el momento de la autoconciencia hasta
la construcción del saber absoluto; este conjunto de acciones epistemológicas se
despliega y se materializa en el devenir sociales e históricas mostrando que materia
y forma de conocimiento no están separados, por el contrario nos conforman como
entidad, somos la instancia del universo donde éste se hace autoconsciente, “el ab-
soluto está en nosotros” advierte en su introducción a la fenomenología del espíritu,
en el prefacio de la misma obra llama la atención en la aseveración profundamente
radical de que “lo verdadero es el todo”.
Un todo que se manifiesta en cada uno de sus momentos particularmente en la
articulación de todos ellos como sistema. El filósofo no asume una posición deonto-
lógica, pues no es su intención prescribir cómo debe ser la realidad, sino que traza un
horizonte ontológico de comprensión del ser, un sistema de pensamiento que inicia
por colocar al saber en posición procesual que deviene razón. A diferencia de otros
filósofos idealistas coloca al saber cómo instrumento, modifica el objeto a conocer y
lo presenta en su pureza; no sitúa al sujeto como el portador de la verdad, pues si es
un medio la verdad es alterada por su mediación.
Si el saber es un instrumento ello supone que el sujeto del saber y su objeto se
hallan separados, es plantear saber fenoménico y saber absoluto como saberes escin-
didos. Hegel se opone a esta lógica que divide y coloca al saber absoluto por encima
de la conciencia natural, anuncia desde el prólogo de la Fenomenología del espíritu
que representa una violencia el hecho de someter la conciencia natural a la ciencia,
puntos de vista que sostenía Kant y Fichte, para él resulta necesario situarse en la
perspectiva de la conciencia natural y llevarla progresivamente al saber filosófico.
Hegel en Fe y saber (2001) critica a Fichte y Jacobi por establecer como condi-
ción ontológica al saber antes del saber, al absoluto sobre el saber fenomenológico.
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Vaciamiento del Estado. La estatalidad bajo el signo del capital
pues se propone ser un examen crítico del pensamiento humano que parte del análi-
sis de la conciencia en su distinción sujeto y objeto,
44 En este párrafo Hegel realiza su crítica a Kant dirigiendo su mirada a su obra Crítica del
Juicio: § 17.
112
La ontología fenomenológica del universal en Hegel
Los pueblos son el concepto que el espíritu tiene de sí mismo. Por lo tanto, lo que se rea-
liza en la historia es la representación del espíritu. La conciencia del pueblo depende de
lo que el espíritu sepa de sí mismo; y la última conciencia, a que se reduce todo, es que el
hombre es libre (2005, p.126).
Con la actitud del siervo que anclado en el feudo medieval se sentía perfectamente “situa-
do” en el mundo, acompañado y protegido. Conocía su ubicación en el seno de la familia
patriarcal y en las estructuras del feudo. La iglesia lo orientaba sobre lo que tenía que
hacer. Se sabía destinado por Dios a servir al señor en esta tierra, para gozar después de la
vida feliz para siempre en el cielo. Aunque subordinado era dueño de su campo, su arado,
su azada y sus bueyes.
La revolución burguesa vino a sacarlo de este trabajo, de sus condiciones naturales de
vida, y lo arrojó solo y sin protección al marasmo de las ciudades, a vender su fuerza de
trabajo, que fue lo único que le quedó como propio después de la gigantesca expropiación
a la que fue sometido, y que se conoce con el nombre de “acumulación originaria de capi-
tal”. El antiguo siervo era ahora proletariado, quedó solo, en lucha con todos para ganarse
la vida. Pero el burgués, el miembro de la nueva clase en ascenso, no ha quedado menos
solo en la lucha contra otros miembros de la misma clase por la conquista del mercado
(2005, p. 32).
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Vaciamiento del Estado. La estatalidad bajo el signo del capital
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La ontología fenomenológica del universal en Hegel
fenoménico será el saber progresivo que lo absoluto tiene de sí mismo, luego enton-
ces el fenómeno no será extraño a la esencia será su propia revelación, del mismo
modo que la conciencia del fenómeno se elevará a la conciencia del saber absoluto
por medio de la reflexión.
Es claro que para Hegel la fenomenología constituye un momento esencial del
espíritu absoluto y que, por lo mismo, la noción de experiencia se amplíe al campo
de la experiencia ética jurídica-religiosa más allá de la experiencia teórica. Así es
como Hegel traza la ruta filosófica hacia el espíritu sensible, de la certeza sensible
hasta el saber absoluto, donde la conciencia se experimenta a sí misma y promueve
su propio saber, no se trata sólo del saber del objeto, sino de la propia experiencia de
la vida toda como conocer del objeto, conocer de sí misma como conciencia, como
autoconciencia.
Para Hegel los conceptos y las categorías se usan para pensar y reflexionar sobre la
realidad y sus contenidos empíricos. La experiencia humana tiene un aspecto sensiti-
vo, pero como experiencia es imposible sin el pensamiento, sin sus operaciones lógi-
cas y ordenadoras y sin los significados que otro tipo de experiencia, las experiencia
histórica ha modelado en las mentes de los hombres, introduciendo la experiencia
histórica y cultural en el seno de lo trascendental.
Hegel reconoce la importancia de la filosofía kantiana que se ubica más allá de la
experiencia inmediata colocándose en el plano universal, pero con carácter formal.
Sin embargo, le reprocha el haber mantenido separados sujeto y objeto lo que reper-
cutirá significativamente en la forma y el contenido de las categorías y los conceptos,
es decir en la forma en que se manifiesta el razonamiento en el terreno práctico, en la
razón práctica. Terreno de asentamiento del Estado y del derecho que lo corporeiza.
Gerardo Avalos, siguiendo el análisis kantiano de Hegel nos advierte que
Éste [Kant] propone una fina refutación del formalismo por sus propias premisas. El for-
malismo tiene supuestos que no reconoce, y uno de ellos, acaso el más importante, es que
lo formal implica necesariamente al contenido, y de modo más específico, en el caso de
la formulación del imperativo categórico, implica el recurso de la libertad, hay entonces
una tautología si lo que se busca con el enunciado del imperativo es que el hombre sea
racional y libre. Pero entonces somos testigos de que el imperativo moral es analítico y
no sintético, lo que conduce a una situación de aplicabilidad problemática, pues, como
se sabe, cada caso de aplicación es particular y específico, y en todo caso, depende de la
experiencia (2011, p.71-72).
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Vaciamiento del Estado. La estatalidad bajo el signo del capital
lucha de los opuestos que se resolverá en el plano sintético de los contenidos dando
a luz a un nuevo conocimiento.
Hegel se mantiene contra la perspectiva divisionista del ser y el deber ser kantia-
no pues considera que esta separación impide arribar al verdadero ser, a la revelación
filosófica del ser. Lo real no se desprende del imperativo categórico de lo que debe de
ser, para el filósofo de Stuttgart el mundo “es lo que es” pues como sugiere Hyppolite
“el ser mismo que se opone y se dice a través discurso, y las formas de este discurso
han de ser considerados de acuerdo al sentido de ellas y no aisladas como reglas
formales exteriores al contenido de las mismas” (1974, p.65). De manera crítica y
renovada Hegel ha llevado al terreno de lo concreto al deber ser de Kant subsumien-
do objeto y sujeto en la unidad subjetiva y objeto subjetiva.
A través de este juego de intersubjetividad sujeto-objeto Hegel busca darle vida
a un sistema de comprensión del todo como un proceso viviente que absorbe, que
estructura y desestructura al ser humano. Se trata de un sistema en movimiento que
tiene como punto de inicio un momento especulativo, un momento de exterioridad
y como fin un momento de autocomprensión. Es un sistema que fundamentalmente
vincula la especulación a la vida cotidiana y a sus estructuras, a veces superponién-
dose a ellas y otras generando procesos estructurantes a los que suma las propias
formas de vida cotidiana.
En la construcción de este sistema uno de los temas que lo precisan es el de la
eticidad (sittlichkeit) la cual tiene dos momentos, el primero o momento natural lo
constituye el conjunto de costumbres de un pueblo, de aquella potencia dada a un
sujeto por la que es subsumido en la forma de ser de su pueblo.
En cambio, el segundo momento de la eticidad implica la reconstrucción especu-
lativa de ese momento, el paso, a decir de Ávalos (2011), de la intuición al concepto
donde el sujeto supera la potencia determinadora y la convierte en una potencia
práctica que le permite accionar con el objeto en el mundo de las cosas, logrando así
el momento de identificación sujeto-objeto donde el Uno se potencia por lo múltiple.
El análisis del filósofo es el análisis de las relaciones concretas, naturales donde
trabajo, educación, posesión son conceptualizados, despojados de su apariencia em-
pírica y elevadas al plano de la comprensión. En este segundo momento el fenómeno
sensible es tratado por Hegel desde la dimensión del mundo de las ideas, dentro de la
lógica de su propia acción poniendo al descubierto las determinantes que diferencian
a unos de otros, que provocan relaciones desiguales de dominio y de servidumbre.
Los momentos de lo racional más allá de eludir a las costumbres de un pueblo,
pone de manifiesto el proceso relacional por el cual cada individuo libre se forma,
se asume y actúa conforme a la totalidad espiritual autorreferenciada de un pueblo
(tercer momento de la eticidad).
El filósofo está empatando el proceso de conocimiento con el mundo de la rea-
lidad empírica. A través del pensamiento las experiencias del mundo sensible son
116
La ontología fenomenológica del universal en Hegel
117
Vaciamiento del Estado. La estatalidad bajo el signo del capital
118
La ontología fenomenológica del universal en Hegel
indicadas para emitir un juicio bien analizado, evaluando y criticado. Así el despla-
zamiento y la implicación de lo singular en la esencia espiritual es la constitución
de la persona con conocimiento intersubjetivo de su capacidad jurídica, es el paso
de la eticidad natural a la absoluta, el momento que puede servir de fundamento a la
moral.
Cuando en los conflictos sociales un delincuente lesiona a las personas en su
derecho, rompe la eticidad natural, en ese momento obliga a la emergencia de una
disposición a reconocerse recíprocamente como común que son en la eticidad ra-
cional –ante el derecho y la moral éticos–, no obstante, reconociéndose al mismo
tiempo como personas plenamente individualizadas. Sugiere Axel Honneth,
Hegel no sólo quiere mostrar cómo las estructuras del reconocimiento elemental son des-
truidas por actos de alienación negativa de libertad: quiere mostrar también que sólo por
tales actos destructivos pueden crearse las relaciones éticamente maduras de reconoci-
miento, bajo cuyo presupuesto puede desarrollarse después efectivamente una “comuni-
dad de ciudadanos libres” (1997, p.36).
119
Vaciamiento del Estado. La estatalidad bajo el signo del capital
Este proceso de emancipación del sujeto singular atento de sus propios intereses
es empujado a una lucha por el reconocimiento, proceso relacional que marca una
fuerte socialización que hace que, al mismo tiempo que los individuos que devienen
conciencias autónomas atentos a sus pretensiones subjetivas generen conciencia ra-
cional y sentimiento identitario de su comunidad subjetiva.
El proceso de formación intelectual que resulta de las operaciones conceptuales y
categoriales es que cada sujeto asume una conciencia de la totalidad, en este sentido
la teoría política del filósofo alemán asume el carácter analítico de la formación del
individuo para la sociedad, bajo una idea intersubjetiva procesual del hombre.
Son los momentos de la conciencia los que dan forma a las relaciones éticas del
Estado, las que constituyen la cresta referencial de su filosofía “el absoluto”. Para
Hegel el proceso de formación del espíritu se encuentra en la conciencia humana.
Este curso es desarrollado con absoluta elocuencia en Fenomenología del espíritu;
sin embargo, el análisis filosófico que recoge la formación del espíritu subjetivo es
ampliado hacia la experiencia de la conciencia individual donde el individuo puede
participar, donde la conciencia tiene conocimiento de su propio actuar, de este modo
Hegel da cuenta del otro momento de la constitución del espíritu que es el de la auto
objetivación.
Autoconciencia y auto objetivación son dos momentos del mismo proceso rela-
cional ético de la formación del espíritu, y es en la Filosofía Real donde expone la se-
cuencia intelectual operativa para analizar la dimensión práctica del individuo en el
mundo, lo hace echando mano del concepto de voluntad. El proceso formador de la
voluntad es la autoexperiencia, la realización objetiva de las propias intenciones esta
formación, resalta Hegel inicia con la experiencia instrumental del sujeto donde se
conecta internamente con el trabajo, su herramienta y el producto. El trabajo permite
el apartamiento del Yo pues exige las energías y la disciplina para la elaboración del
objeto, que para Hegel es la realización de la obra, produciendo en él la interrupción
de la satisfacción inmediata, por ello la voluntad es el elemento diferenciador entre
espíritu humano y su pura existencia del animal, mediante él da cuenta de la expe-
rienciación del sentimiento de carencia y es esta insatisfacción la que le obliga al
acto del autorreflexión. En la obra la herramienta es sólo una mediación. El hombre
se construye no sólo categóricamente, sino que el propio contenido de su construc-
ción es el resultado de su hacerse y, al mismo tiempo el camino instrumental que le
permite tomar conciencia de su hacer. El hombre tiene la facultad de autocrearse.
Hegel, como sugiere Honneth ensancha la esfera de realización del espíritu sub-
jetivo objetivamente hasta la relación de los sexos; y el momento sistemático que tal
ampliación supone ha de verse en que, con la relación de interacción sexual entre
hombre y mujer, debe introducirse una condición constitutiva de la conciencia en sí
de una persona jurídica. (1997:51) Con el trabajo el Yo se reconoce como sujeto co-
sificado de acción, mientras que el contenido de la relación sexual (hombre y mujer)
120
La ontología fenomenológica del universal en Hegel
El amor se hace objeto de sí mismo con la misma inmediatez, cobra movimiento, está
satisfecho, es la unidad de los extremos que antes era el impulso. Este amor satisfecho,
distinto de los caracteres es lo tercero, lo producido. La unidad se divide en neutros con
respecto al término medio, son con ser diversos. –cita 3 al margen– División del amor en
los extremos que son; su término medio se les enfrenta como un ser abstracto en el que
cada uno muestra al otro su amor convirtiéndose en la alteridad, en la cosa. También el
trabajo por el otro es satisfacción permanente del ansia. La cosa cobra el significado del
amor– (§211, pp.172-173).
Esta relación sólo se desarrolla hasta una relación de verdadero amor en el deve-
nir de un conocimiento intersubjetivamente compartido de los dos, cuando cada uno
ha tenido la experiencia de saberse en el otro se ha alcanzado el objeto deseado, el
ser reconocido por el otro, confirmado en él.
Detrás de la experiencia morosa del reconocimiento hay una exigencia velada de
reciprocidad y esta es la parte sustancial que le interesa a Hegel, el reconocimiento
amoroso en la función de formación de la autoconciencia para la intersubjetividad;
sin embargo Hegel es cuidadoso, pues el amor como elemento de la eticidad es
depositado en el marco y la estructura jurídica –la familia, el matrimonio, la propie-
dad– ya que reconoce que el amor como formación individual se coloca de manera
negativa a distancia del interés social. El destino del amor no es el placer meramente
subjetivo, ni el erotismo individual sino la penetración racional del sentimiento de
solidaridad cuya función es dar fuerza social para la integración de la comunidad.
Su función es mediante el reconocimiento, generar la confianza necesaria en los in-
dividuos para promover y provocar su participación en la formación de la voluntad
política.
En el marco de su interés ahora práctico, real, mundano clama de nuevo en la
Filosofía Real la lucha por el reconocimiento y la tensión creada por la necesidad de
integración de las relaciones precontractuales que, aludiendo a Hobbes, subyacen en
el estado de naturaleza. Precisa la limitación de la esfera de la libertad anclándola en
el potencial moral que obligan a un desplazamiento hacia la relación social intersub-
jetiva con un mínimo de consenso normativo; precisa comprender el paso hacia el
contrato como un proceso práctico que los individuos realizan al momento de deve-
nir conciencias reflexivas de su propia relación de reconocimiento y la elevan a una
relación se derecho intersubjetivamente compartida en una forma institucionalizada
de reconocimiento, el Estado racional.
La totalidad de lo real es natural al hombre porque él es su creador así lo rezará la
síntesis hegeliana “todo lo real es racional y todo lo racional es real”. La realidad es
121
Vaciamiento del Estado. La estatalidad bajo el signo del capital
expresión de la razón, de una razón que se desarrolla que se forma en y por esa reali-
dad que ha sido trabajada por la razón del hombre, como ser histórico y universal; de
ahí que todo lo racional sea a un tiempo también real puesto que la razón se realiza en
la historia, es real, no meramente subjetiva. En otras palabras, la razón es historia y la
historia es racional, ha seguido un camino racional que para Hegel parte de los grie-
gos y llega hasta la Prusia monárquica. La razón ya no le teme a la realidad es real
porque ha devenido racionalmente. La verdad es la realidad y la realidad es la razón,
no son opuestos, realidad y la racionalidad forman el espíritu como una totalidad.
122
Notas para un análisis genealógico
del Estado moderno
A
propósito de las teorías y saberes dominantes sobre el estado es innegable
que la contingencia de su nacimiento obedece a las contradicciones propias
de las pasiones personales y las luchas por los intereses de clase a lo largo de
la historia, el propósito de las siguientes reflexiones tienen la intención de indagar
sobre los fundamentos políticos que legitiman el poder estatal desde el consenso
normativo tomando a la razón ilustrada como punto de partida de su origen, cruzan-
do por el principio contractualista del pacto social cuyo contenido es la razón hecha
fuerza de ley (Derrida), violencia de estado capaz de ordenar y organizar al nuevo y
recién creado ciudadano. En esta línea de ideas encontramos a pensadores profundos
como Hobbes, Locke, Kant quienes construyen su edificio teórico sobre la idea ética
del ciudadano ideal como sujeto abstracto que poco o nada tiene que ver con el sujeto
histórico de Hegel que ofrece la posibilidad de pensar en la construcción del Estado
como movimiento, como proceso intersubjetivo dialéctico hecho de momentos anta-
gónicos que, sin embargo, confluyen en la totalidad, fincado todavía en el mundo de
las ideas; por otro lado Marx mediante su análisis del desarrollo del capital expone
la cimiente del Estado moderno en la materialidad de las relaciones de producción
históricamente situadas en una perspectiva de largo aliento. El interés por realizar
este recorrido sobre la teoría política es revelar elementos para la comprensión de
las implicaciones discursivas de la forma de organización social bajo el ejercicio del
poder del Estado.
Mediante el análisis genealógico se busca colocar el acento en el presente como
resultado caótico y arbitrario de contingencias pasadas y, a la manera foucaultiana,
aguzar la mirada sobre los gritos, los silencios, la negación, la subordinación e
insubordinación de los diferentes, los que sufren, los opuestos, los nombrados por
Frantz Fanon “condenados de la tierra”. Se cuestiona a la manera de la Genealogía
de la moral de Nietzsche los valores hegemónicos , la moral, el origen de la justicia
123
Vaciamiento del Estado. La estatalidad bajo el signo del capital
como equilibrio entre los iguales poderosos así como la forma que han tomado en la
máscara del Estado democrático que descalifica lo diferente como “bajo”, “vulgar”,
“mala conciencia” o “ruin” por no ser lo moralmente bueno desde lo “bueno”, “be-
llo” y “justo” de la ética kantiana, o como diría Norbert Elias (2009) por no ser un
sujeto civilizado que se identifique con las creencias, ideales, objetivos de las clases
industriales de la época. En el último pasaje de esta reflexión aparecen pensadores de
la talla de Nietzsche, Heidegger, Foucault, Žižek y la izquierda lacaniana.
La globalización de la diferencia
124
Notas para un análisis genealógico del estado
En el ‘mundo en que vivimos, donde la modernidad se ha hecho polvo de una vez para
siempre’, el efecto combinado de la comunicación mediática y las migraciones de masas
da lugar a una relación móvil e impredecible entre globalización y modernidad, a partir
de la cual se produce el fenómeno de las ‘esferas públicas en diáspora’ catalizadas por la
creación de colectiva de comunidad y de ‘mundos imaginarios (Marramao, 2006, p. 41,).
125
Vaciamiento del Estado. La estatalidad bajo el signo del capital
126
Notas para un análisis genealógico del estado
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Vaciamiento del Estado. La estatalidad bajo el signo del capital
Uno de los fantasmas igual o tan dramático como la guerra que hoy recorre el mundo
es el desempleo porque cancela la posibilidad de vivir una vida digna. La globaliza-
ción prometía combatir este mal, los países más desarrollados utilizaban esta panta-
lla para encubrir las enormes ganancias que obtienen con el desempleo a través de
la especulación, de acuerdo con Viviane Forrester “las empresas (generalmente muy
rentables) que despiden masivamente mejoran su cotización en la Bolsa justamente
por ello, en tanto sus directivos proclaman que su modo de gestión preferido es la
reducción de los costos laborales, o sea los despidos en masa” (2000, p.10).
Lo anterior implica la reducción y congelamiento de salarios, incrementado por
la inflación, que quedan muy por debajo de los niveles necesarios de subsistencia, la
vida social se deteriora
128
Notas para un análisis genealógico del estado
casi todos los refugiados proceden de “Estados Fracasados”, estados donde la autoridad
pública es más o menos inoperante, al menos en una gran parte del territorio... en todos
estos casos, la desintegración del poder estatal no es un fenómeno local, sino el resultado
de la política y la economía internacionales, y en algunos casos, como en Libia e Irak, el
resultado directo de la intervención occidental (Žižek, 2016, p. 55).
129
Vaciamiento del Estado. La estatalidad bajo el signo del capital
130
Notas para un análisis genealógico del estado
131
Vaciamiento del Estado. La estatalidad bajo el signo del capital
132
Notas para un análisis genealógico del estado
todos los conceptos centrales de la moderna teoría del Estado son conceptos teológicos
secularizados… [que] fueron transferidos de la teología a la teoría del Estado, convir-
tiéndose, por ejemplo, el Dios omnipotente en el legislador todopoderoso, sino también
por razones de su estructura sistemática, cuyo conocimiento es imprescindible para la
consideración sociológica de estos conceptos (2009b, p.37).
133
Vaciamiento del Estado. La estatalidad bajo el signo del capital
Para el filósofo búlgaro la moral no deriva del amor egoísta sino del respeto a la
humanidad y del interés común “el pensamiento de la Ilustración lleva a cultivar el
espíritu crítico” (p. 53), y esto es lo que sugiere defender “demasiada crítica mata la
crítica. En la tradición de la Ilustración, representaría sólo el primer estadio de un
doble movimiento de crítica y de reconstrucción” (p. 53).
134
Notas para un análisis genealógico del estado
Todorov advierte que “tanto el buen desarrollo de la vida política en una repúbli-
ca como la autonomía de los ciudadanos están amenazados por dos peligros simétri-
cos e inversos: el moralismo y el cientificismo” (p.75). El primero porque superpone
el bien a la verdad y el segundo porque hace prevalecer los valores y las decisiones
políticas del conocimiento de las deducciones científicas; de este modo el Yo acon-
tecimiento cartesiano que inaugurará la Ilustración anuncia ya el pensamiento sin
propósito en el proceso puro del pensamiento, del “pienso luego existo”.
esa “nada” misma, el vacío puramente formal que queda luego de que todo el contenido
sustancial se ha “pasado” a sus predicados y determinaciones: en la “subjetivación” de la
Sustancia, su En sí compacto se disuelve en la multiplicidad de sus predicados y determi-
naciones es particulares, de sus “seres para el otro”, y el “sujeto” es esa X misma, la forma
vacía de su “recipiente” que queda una vez que todo el contenido se ha “subjetivado”
(Žižek, 2016).
Desde Hegel el sujeto y el objeto son restos del mismo proceso, son a decir de
Žižek el “resto indivisible” (2013) del sujeto. Esta idea del sujeto como negatividad,
135
Vaciamiento del Estado. La estatalidad bajo el signo del capital
también llamada por Hegel “noche del mundo”, no es sino el reconocimiento dialéc-
tico de la composición ontológico-patológica ambivalente del sujeto que se finca en
la irreconciliación de sí con la realidad, es la idea continuada por Lacan en perspec-
tiva psicoanalítica y que se manifiesta en la figura de Lo Real que ha de tomar forma
de objet a como relleno de la forma vacía que se presenta como “sesgo patológico
constitutivo de la realidad en sí” (Žižek, 2011, p. 88).
Este carácter ambivalente del sujeto permite comprender la insistencia del filó-
sofo de Sttuttgart en que cada tanto el hombre debe salir de su segunda naturaleza
intersubjetiva, positiva estructurada bajo el campo de las representaciones como ley
moral y libre albedrío para dar vuelta a su negatividad abstracta (noche del mundo).
Es a través de la guerra que el hombre abandona su voluntad a la noche del goce, el
no-todo del campo fenoménico, dejando atrás las obligaciones sociales simbólicas y
permitiendo que en el hombre surja: “lo incompleto ‘causa’ lo completo, lo Imper-
fecto abre un lugar que luego llena el espejismo de lo Perfecto” (2016, p. 106). El
espíritu revolucionario es convertido así en un elemento incorpóreo absolutamente
necesario que permitirá el nacimiento de un nuevo orden social como lo fue el mo-
vimiento subversivo de la Revolución Francesa que como “estallido de negatividad
radical socavó el antiguo orden establecido, borró el pizarrón, por así decirlo, para
inscribir el nuevo orden racional del Estado moderno” (Žižek, 2011, p. 106).
La negatividad en Hegel es absolutamente radical pues al lanzar a primer plano
la furia destructiva del acto sublime (en sentido kantiano, como acto caótico) es que
puede vislumbrarse la posibilidad de la creación del “para sí” desde donde tendría
alguna posibilidad el progreso, ello significa que el paso a la universalidad concreta
tiene lugar en la emergencia disruptiva de la “negatividad abstracta”. La universali-
dad por lo tanto no es posible como completud absoluta, sino que el carácter univer-
sal radica precisamente en la falta, el hueco nuclear que particulariza la universali-
dad y que al mismo tiempo ofrece sentido a las partes.
La falta es la Nada que representa al sujeto, pero esa nada no es propiamente nada
sino que es el lugar que ocupa la fantasía es la inclusión en la exclusión, mera expo-
sición, materialización de la ideología que pone al descubierto los antagonismos que
no pueden ser expuestos explícitamente en la vida cotidiana ocultando lo Real pero
creando lo que pretende ocultar, pues la fantasía le permite pasar de una identidad a
otra. No se trata de una forma alucinatoria, es la forma en que se nos enseña cómo
136
Notas para un análisis genealógico del estado
desear y qué desear “reduciendo al [sujeto] al nivel de títere más allá de la libertad y
la dignidad” (Žižek, 1999, p. 17). En realidad, mi deseo es el deseo del Otro, el deseo
de la sociedad, fantaseo con lo que en realidad ella espera de mí. Yo realizo el deseo
del Otro porque lo hago mío, mi voluntad es la voluntad del Otro; sin embargo, el
problema es caer en las redes de la narrativa pues corremos el de pensar que el Otro
demanda de mí su salvación y que mi respuesta está en el sufrimiento, en la caridad,
en la compasión y no en la actividad política. La urgencia es llenar el vacío con la
fantasía,
Cuando el Otro lo hace por mí, en mi lugar, la eficiencia simbólica es la misma que si
lo hiciera yo mismo. Ahí yace la paradoja de la noción de lo “performativo” o del acto
verbal: en el gesto mismo de lograr un acto mediante la pronunciación de palabras, soy
privado de la autoría, el “gran Otro” —la institución simbólica— habla a través de mí
(2013, pp. 132-133).
137
Vaciamiento del Estado. La estatalidad bajo el signo del capital
Materialización de la ideología
La ideología se presenta como una pantalla fantasmática es la ilusión que nos hace-
mos de la realidad para soportar su negatividad
La forma fantasmagórica no es otra cosa para Marx que una relación entre ob-
jetos materiales que oculta la relación social que se establece entre los hombres en
138
Notas para un análisis genealógico del estado
el proceso productivo, y, “al equiparar unos con otros en el cambio como valores,
sus diversos productos, lo que hacen es equiparar entre sus diversos trabajos, como
modalidad de trabajo humano. No lo saben, pero lo hacen” (1976, p. 38).
Žižek recoge esta visión marxista y la lleva al terreno del psicoanálisis lacaniano
para hacer el análisis de los político desde el goce. El sujeto de lo Real que se en-
cuentra dividido, borrado $ (sujeto tachado), es separado de la causa del deseo, el ob-
jeto pequeño a, con lo cual entra en el mundo de los significantes fisurado, escindido,
castrado simbólicamente para lograr llenar el lugar vacío, el sujeto busca fuera de sí
el objeto perdido, el valor de su deseo, creando mediante la fantasía un mundo real y
armónico ocultando el horror de lo Real y al mismo tiempo creando lo que pretende
ocultar, su imaginación lo lleva a fantasear y realizar el deseo haciendo llevadero el
momento del conflicto de lo Real con la ilusión de eliminarlo, sin embargo el goce
que produce tal fantasía es siempre efímero. La fantasía sólo cumple su función de
manera temporal positivando la negatividad de lo Real, falseando su posición en la
realidad social, de acuerdo con Yannis Stavrakakis:
la brecha entre lo real y la realidad es insalvable pero a la vez es lo que estimula el deseo
humano: los perpetuos intentos (en última instancia fallidos) que hace la realidad de do-
mesticar y colonizar lo real, de representarlo en toda su plenitud (2010, p. 63).
Pero como sugiere el filósofo sloveno la fantasía no sólo es la realización del de-
seo en forma alucinatoria, sino que va más allá, desde plano intersubjetivo al sujeto
se le enseña cómo desear, las preguntas fundamentales que sugiere son ¿qué quieren
los otros de mí?, ¿qué ven en mí?, ¿qué soy yo para los otros? en resumidas cuentas,
el sujeto fantasea con lo que los otros ven y esperan de él. Junto a la interpelación
intersubjetiva se encuentra la narrativa como forma privilegiada de fantasía desde la
que se ocultan los antagonismos tras el fetiche del discurso que tienden a justificar la
ideología y su hegemonía.
La ideología se presenta como la fantasía que llena el vacío, es la gran pantalla
que oculta lo Real, pues la lógica de la ilusión escapa a la no reflexión del sujeto y,
en tanto que el imperativo del fantasma es ¡goza!, el sujeto logra la sensación de
completud en el goce. Es así como el goce es el soporte de la ideología fincada en el
fetiche, “es una especie de necesidad de llenar un enorme vacío que el gran Otro nos
satisface por medio de la mediación de la mercancía” (Lazo y Rubio, 2013, p. 47). Es
la noción de fetichismo de la mercancía de Marx la que organiza la vida, el derecho
político como ordenamiento estatal es el resultado de la imposición de las leyes y
preceptos a través de los cuales se organiza la vida política. Ya aquí lo económico
aparece fuera de lo político.
Esta desarticulación y separación da como resultado la fetichización de las for-
mas sociales, donde lo político y lo económico que las ordenan, no se cruzan ni se in-
terfieren ni se comunican directamente; se manejan como entidades independientes
139
Vaciamiento del Estado. La estatalidad bajo el signo del capital
que fisuran la vida social y luego la reorganizan otorgándoles otro sentido. Por ello
la peculiaridad de las formas sociales emergidas de la modernidad es estar signadas
por las dimensiones económica y política como momentos distintos y ajenos de las
propias relaciones sociales, ¿Qué significa y qué implicaciones tiene esto? El quiebre
entre lo económico y lo político condiciona una epistemología y una lógica de pen-
samiento donde las operaciones del pensamiento se encuentran bajo el dominio de
la racionalidad naturalista y objetivista. Así, los convencionalismos que determinan
lo bueno, lo bello y lo justo son creados desde fuera, desde el lugar no-lugar privile-
giado de la soberanía.
Mientras lo político es dictado desde un no-lugar al que sólo tiene acceso el sobe-
rano en tanto poder supremo, lo económico ordena la vida material de los individuos
mediante la forma de producción, distribución y consumo de las mercancías. Es
aquí, en la mercancía, donde hallamos el punto de quiebre epistemológico, la fisura
ontológica que nos remite indefectiblemente a la distinción entre el valor de uso y
el valor de cambio, el primero referido a la materialidad de las cosas y su relación
con las necesidades, el segundo, existente sólo en el pensamiento, y referido a una
cualidad puesta en un sistema de regulación de los intercambios y a la distribución
de las cargas y los productos que cada cual ha de atribuirse.
La forma de la mercancía es abstracta según Sohn-Rethel, y la abstracción domi-
na en todo su ámbito. El propio valor de cambio es, antes que nada, un valor abstrac-
to en contraste con el valor de uso de las mercancías. El valor de cambio sólo puede
diferenciarse cuantitativamente, pero aún esta cuantificación sigue siendo de carác-
ter abstracto pues incluso el trabajo, en cuanto causa determinante de la magnitud y
de la sustancia del valor, deviene “trabajo humano abstracto” (1979, pp.27-29). Bajo
la lógica racional del capital la abstracción mercancía, cuyo desarrollo más acabado
se presenta en el dinero, debe concebirse no como un producto del pensamiento de
los hombres, sino de sus actos, pues es en la efectividad del mercado donde las so-
ciedades capitalistas se reproducen; es ahí donde, de manera práctica, la diferencia
cualitativa de los valores de uso cede paso a esa objetividad espectral pero universal
de las mercancías que quedan sometidas a una abstracción real: el valor devenido
dinero.
Del mismo modo como los conceptos de las ciencias son abstracciones, el con-
cepto económico de valor también es una abstracción pero real. Sólo existe en el
pensamiento, pero no brota de él. Su naturaleza es más bien social y su origen debe
buscarse en la esfera espacio-temporal de las relaciones humanas. No son los hom-
bres quienes producen estas abstracciones, sino sus acciones. “No lo saben, pero lo
hacen” (Sohn-Rethel, 1979, p.28).
140
Desciudadanización y Desdemocratización
en la era de la Posdemocracia.
Fundamentos del vaciamiento
E
l síntoma no es algo ajeno a la realidad social es, antes bien, parte natural
de ella, es la negatividad hegeliana que le da sentido; es a decir de Gerardo
Avalos
141
Vaciamiento del Estado. La estatalidad bajo el signo del capital
Lo que me pone triste es el hecho de que sé que, más tarde o temprano –antes de lo que
estoy dispuesto a admitir –me integraré en una nueva comunidad, olvidando el lugar
que ahora significa tanto para mí. En suma, lo que me entristece es la conciencia de que
acabaré por perder el deseo de (lo que es ahora) mi hogar” (Žižek, 2002, pp. 173-174).
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Desciudadanización y Desdemocratización en la era de la Posdemocracia. Fundamentos del vaciamiento
143
Vaciamiento del Estado. La estatalidad bajo el signo del capital
Así como los conceptos de la ciencia natural son abstracciones, el concepto económico
de valor también es una abstracción real. Sólo existe en el pensamiento humano pero
no brota de él. Su naturaleza es más bien social y su origen debe buscarse en la esfera
espacio-temporal de las relaciones humanas. No son los hombres quienes producen estas
abstracciones, sino sus acciones. “No lo saben, pero lo hacen” (Sohn Rethel, p. 28).
Žižek (2008) lleva el síntoma al orden político estatal moderno, se trata del Uno
excluido, el particular que sale del grupo de significantes para determinar con su sola
presencia a todos los otros, el significante sin significado lacaniano puesto en un lu-
gar vacío como excepción que ofrece darle sutura a la totalidad orgánica del Estado.
El soberano que se distingue de los ciudadanos por el lugar que ocupa se convierte
144
Desciudadanización y Desdemocratización en la era de la Posdemocracia. Fundamentos del vaciamiento
[…] los ‘legalistas’ entre los que figura el juez que redactó las leyes raciales de Nu-
remberg: al tiempo que enfatizaba apasionadamente lo mucho que odiaba a los judíos,
insistía, no obstante, en que no existían fundamentos propiamente legales para apoyar
las medidas radicales que se estaban debatiendo. El problema para los ‘legalistas’ no era
entonces la naturaleza de las medidas, sino su preocupación porque dichas medidas no
estuvieran suficientemente fundamentadas en la ley; tenían miedo a enfrentar al abismo
de una decisión que no estuviera amparada por el gran Otro de la Ley, por la ficción legal
de la legitimidad (2008, p. 85).
45 “‘Pospolítica’ es una política que afirma dejar detrás las viejas luchas ideológicas y además se
centra en la administración y gestión de expertos, mientras que ‘biopolítica’ designa como su objetivo
principal la regulación de la seguridad y el bienestar de las vidas humanas” Slavoj Žižek, Sobre la
violencia… Óp. Cit. p. 55.
145
Vaciamiento del Estado. La estatalidad bajo el signo del capital
146
Desciudadanización y Desdemocratización en la era de la Posdemocracia. Fundamentos del vaciamiento
ción. El homo sacer es “matable” sin que esta muerte sirva siquiera como sacrificio;
al homo sacer, que vive en los márgenes de un orden, se le puede matar y su asesi-
nato quedar impune. El derecho soberano, que según Foucault permite “hacer morir
y dejar vivir” (2008, p. 218), no es sustituido por otro derecho, sino que la lógica del
nuevo derecho penetra, atraviesa y modifica al anterior. El nuevo derecho tiene la
característica de “hacer vivir y dejar morir”, y con ello, la vida queda uniformizada,
regulada, normativizada y sometida a los criterios únicos de la vida en el mundo del
capital.
Agamben recurre a las parejas racionales griegas de zõě —simple vida natural—
y bíos —vida políticamente cualificada—, phýsis —natura— y nómos —cultura—,
para contraponerse a la tesis foucaultiana que plantea de que lo que caracteriza a la
política moderna no es la inclusión de la zõě en la polis, en sí misma antiquísima, ni
el simple hecho de que la vida como tal se convierta en objeto eminente de los cálcu-
los y de las previsiones del poder estatal: lo decisivo es el hecho que, en paralelo al
proceso en virtud del cual la excepción se convierte en regla. El espacio de la nuda
vida está situado originalmente al margen del orden jurídico y va coincidiendo de
manera progresiva con el espacio político —despolitizado—, de forma que exclu-
sión e inclusión, externo e interno, bíos y zõě, derecho y hecho, entran en una zona
de irreductible indiferenciación (Agamben, 2010a, p. 18-19). He ahí la arquitectura
de la vida política moderna y la razón por la cual en la medida en que más avanza y
se desarrolla el capital, se amplían las negaciones de los valores más importantes de
la civilización moderna.
En estas condiciones, lo que se presenta ante nuestros ojos es una violencia
sin precedentes, donde la sacralidad, esa condición de vulnerabilidad, se desplaza
hacia regiones cada vez menos precisas, hacia el terreno de la biopolítica donde se
confunden política y vida biológica de los ciudadanos. Se advierte el peligro latente
del fenómeno del totalitarismo en las formas más simples de la vida cotidiana, pero
sobre todo en la forma extremadamente violenta que adquiere el conflicto social. La
biopolítica deviene tanatopolítica.
La excepción no constituye sólo un momento del ejercicio de la soberanía. Se
trata, más bien, del trasfondo de la política de la discriminación que busca normar,
normalizar, regimentar, la vida ordinaria del hombre común. Cuando el estado de ex-
cepción deja de hacer referencia a la situación exterior y de peligro temporal, tiende
a confundirse con la propia norma y queda vigente, aunque el supuesto peligro haya
pasado.
Es entonces cuando la tanatopolítica se abre en toda su expresión apuntalando
la concreción del Estado nacionalsocialista y con ello la aparición de los campos de
concentración; lo que era temporal adquiere forma espacial permanente quedando
fuera de la norma jurídica, se normaliza. El filósofo italiano, siguiendo de cerca el
análisis Carl Schmitt sobre la dictadura, refuerza la conclusión del jurista alemán en
torno a la relación totalitarismo-democracia
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Vaciamiento del Estado. La estatalidad bajo el signo del capital
el totalitarismo moderno puede ser definido, en este sentido, como la instauración, por
medio del estado de excepción, de una guerra civil legal, que permite la eliminación física
no sólo de los adversarios políticos, sino la de categorías enteras de ciudadanos que por
cualquier razón no sean integrables en el sistema político. Desde entonces, la creación
deliberada de un estado de excepción permanente (aunque eventualmente no declarado en
sentido técnico) ha pasado a ser una de las prácticas esenciales de los Estados contempo-
ráneos, incluidos los denominados democráticos (Agamben, 2010b, p. 11).
Así se entiende el deterioro que sufre la vida política de nuestra época, la recaída
en situaciones y acontecimientos deshumanizantes que han aflorado en los últimos
tiempos y que contradicen la visión progresista de la historia, tan cara a los filósofos
de la Ilustración.
46 “Toda violencia es, como medio, poder que funda o conserva el derecho. Si no aspira a
ninguno de estos dos atributos, renuncia por sí misma a toda validez”. Walter Benjamin, Para una
crítica de la violencia, Edición electrónica www.philosophia.cl, Escuela de Filosofía de la Universidad
de Arcis, p. 9 (25/11/12)
148
Desciudadanización y Desdemocratización en la era de la Posdemocracia. Fundamentos del vaciamiento
47 Es desde está lógica, de la que apenas nos regala una cita (34) sobre la Fenomenología del
Espíritu para poner de tácito cómo el lenguaje es el elementos perfecto en el que la interioridad es
tan exterior cuanto interna es la exterioridad. No profundiza por cierto sobre ella, sin embargo, puede
percibirse el carácter dialéctico de la propuesta.
149
Vaciamiento del Estado. La estatalidad bajo el signo del capital
cisiones. Sin embargo, la paradoja es que esta decisión de lo justo para ser tal debe
seguir una ley, prescripción o regla, “en su libertad de darse una ley, debe poder ser
del orden de lo calculable”, pero alerta Derrida, sólo hay justicia en la medida que es
posible un acontecimiento que como tal excede el cálculo, las reglas, los programas,
las anticipaciones, etc. La justicia, como experiencia de la alteridad absoluta, es irre-
presentable, pero es la oportunidad del acontecimiento y la condición de la historia,
está por venir, es à-venir (1992, pp. 129-191).
Esta entramada argumentativa nos lleva a reconsiderar el fundamento del Estado,
éste no tiene su origen en el pacto social como lazo de vínculo solidario, sino antes
bien en la desligadura que es origen de la nuda vida, este es el verdadero elemento
político originario. Por ello cuando Hobbes funda la soberanía bajo el juicio homo
homini lupus, lo hace considerando al hombre no sólo como mera physis, vida natu-
ral; sino como banido (expratriado, desdeterrado, excluído) como indistinción entre
lo humano (el nómos) y lo animal donde cada uno es para el otro nuda vida, homo
sacer; lo que le lleva a concluir que el Estado de naturaleza es en verdad un estado de
excepción, donde lo que se presenta a nuestros ojos es una violencia sin precedentes,
donde la sacralidad, esa condición de vulnerabilidad, se desplaza hacia regiones cada
vez menos precisadas, hacia el terreno de la biopolítica confunden política y vida
biológica de los ciudadanos.
Así con una visión radical el autor advierte del peligro latente del fenómeno del
totalitarismo en las formas más simples del pensamiento occidental, donde los meca-
nismos políticos de las democracias parlamentarias se confunden con los propios de
los Estados totalitarismos, donde las decisiones sobre la vida se vuelven decisiones
sobre la muerte, y donde la biopolítica deviene tanatopolítica.
En los Estados modernos la determinación normativa de los criterios de un acto
se confunde entre política, religión, medicina, ciencia, empero la distinción sólo ad-
quiere sentido cuando alude al común contexto biopolítico que tiene al cuerpo y no
al sujeto como hombre libre en el centro de gravitación de la democracia. Un ejem-
plo claro de ello es el Leviatán formado por todos los cuerpos expuestos del nuevo
hombre individual.
Agamben utilizando la tesis de Arendt pone en entre dicho la noción de Esta-
do-nación y asimismo la noción misma de soberanía. El refugiado es la expresión
más vivida del homo sacer, ella le da al filósofo italiano la lógica de comprensión
del paso de la soberanía territorial al biopoder moderno; el tránsito entre el dejar
morir, hacer vivir, a la escisión absoluta del hombre entre su animalidad y su yo de
lenguaje, es decir, una zōě sin bíos. Ya excepción no constituye sólo un momento del
ejercicio de la soberanía, no es más el trasfondo de la política de la discriminación
que busca normar, normalizar, hacer común; sino la excepción que se hace regla y
confunde política vida, norma y hecho. Desde donde una vida puede ser calificable,
controlable, disponible y al mismo tiempo eliminable. Una vida que no merece ser
vivida, una vida sin valor.
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Desciudadanización y Desdemocratización en la era de la Posdemocracia. Fundamentos del vaciamiento
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Vaciamiento del Estado. La estatalidad bajo el signo del capital
El totalitarismo moderno puede ser definido, en este sentido, como la instauración, por
medio del estado de excepción, de una guerra civil legal, que permite la eliminación física
no sólo de los adversarios políticos, sino la de categorías enteras de ciudadanos que por
cualquier razón no sean integrables en el sistema político. Desde entonces, la creación
deliberada de un estado de excepción permanente (aunque eventualmente no declarado
en sentido técnico) ha pasado a ser una de las prácticas esenciales de los Estados contem-
poráneos, incluidos los denominados democráticos (Agamben, 2010, p. 11).
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Desciudadanización y Desdemocratización en la era de la Posdemocracia. Fundamentos del vaciamiento
guerra silenciosa convoca la rebeldía de los desplazados como una necesidad de dar
respuesta a la guerra que el Estado no deja de librar, para suprimir el historicismo
político; por eso la respuesta a esta guerra se torna en una necesidad histórica por
recuperar el saber y la memoria, por restituir un “contrasaber” que contra la historia
oficial busca denunciar las traiciones, los abusos, los despojos de la historia del po-
der, pero también una guerra interna como defensa de la sociedad contra las agresio-
nes de sus cuerpos y sus vidas. La reivindicación del cuerpo social, la demanda de
su status como soberano capaz de autogobernarse, administrarse, gestionar, asegurar
para sí el derecho y poder estatal, es decir, estatizarse.
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Vaciamiento del Estado. La estatalidad bajo el signo del capital
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Desciudadanización y Desdemocratización en la era de la Posdemocracia. Fundamentos del vaciamiento
cuyo secreto y misterio es, por un lado, la extracción de plusvalía y, por otro, un plus
de gozar adscrito y adherido al cuerpo, a la muñeca izquierda y al ojo del usuario. El
mecanismo del reloj es siervo de nuestras intenciones y así nos encontramos presentes,
coincidiendo todos a la misma hora, para escuchar una conferencia o asistir a un con-
cierto. Todos concertados por los significantes sociales, los del Otro, encarnados en un
mecanismo que funciona con “exactitud” (p. 17).
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Vaciamiento del Estado. La estatalidad bajo el signo del capital
lo hace por medio de una serie de métodos y técnicas que permiten el control de las
operaciones del cuerpo que de acuerdo con el pensador francés en Vigilar y castigar
(2002), garantizan la sujeción constante de sus fuerzas y les impone una relación de
docilidad-utilidad (p.126). La función de estas técnicas disciplinarias que no sólo
dominan el cuerpo sino también la mente, buscan a toda costa normalizar y evitar las
anomalías y las desviaciones del sistema social; sin embargo, el análisis neoliberal
desde la biopolítica es suficiente para explicar las nuevas formas de sometimiento
del sujeto ya no socavando su libertad, sino llevándola al límite. El Homo sacer de
Agamben ya no está excluido, sino incluido en el sistema, por ello a la política del
cuerpo debe sumarse las nuevas formas inmateriales de la psique
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Desciudadanización y Desdemocratización en la era de la Posdemocracia. Fundamentos del vaciamiento
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Vaciamiento del Estado. La estatalidad bajo el signo del capital
Los entes y objetos que constituyen el mundo se han vuelto se nos han vuelto las cosas
útiles, inservibles o nocivas. Nada escapa a esta idea del mundo como un vasto uten-
silio: ni la naturaleza, ni los hombres, ni la mujer misma: todo es un para […], todos
somos instrumentos. Y aquello que en lo alto de la pirámide social manejan esta enorme
y ruinosa maquinaria, también son utensilios, también son herramientas que se mueven
maquinalmente. El mundo se ha convertido en una gigantesca maquinaria que gira en el
vacío, alimentándose sin cesar de su detritus. Pues el surrealismo se rehúsa a ver al mun-
do como un conjunto de cosas buenas y malas, unas henchidas del servicio divino y otras
roídas por la mente de ahí su anticristianismo. Asimismo, se niega a ver la realidad como
un conglomerado de cosas útiles o nocivas; de ahí su anticapitalismo. Las ideas de moral
y utilidad le son extranjeras […] Hijo del deseo nace el objeto surrealista: la asamblea
de montes es otra vez cena de gigantes; las manchas en la pared cobran vida, se echan a
volar y son ejército de aves que con sus picos terribles desgarra el vientre de la hermosa
encadenada (pp. 121-122).
como la pintura y la escultura, se habían conservado hasta hace bien poco como formas
de artesanía pura; simplemente, no se habían industrializado –de ahí, por ciento, la crisis
en la que se hallan sumidas hoy– La literatura, en cambio se adoptó a la reproducción me-
cánica hace medio milenio, en los días de Gutemberg. El poema ya no se convive como
la representación pública (como sucedía con la épica, que en consecuencia desapareció
tras la invención de la imprenta), ni tampoco (como en el caso, por ejemplo, de la litera-
tura clásica china) como una obra caligráfica. Se trata sencillamente, de una compilación
mecánica de símbolos alfabéticos. Dónde, cuándo y cómo recibimos ese resultado –sobre
un papel, una pantalla o cualquier otro soporte— (pp. 23-24).
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Desciudadanización y Desdemocratización en la era de la Posdemocracia. Fundamentos del vaciamiento
El sujeto impolítico
Este sujeto narcisista tardomoderno no tiene acceso a ninguna forma común del yo,
por eso no alcanza a construir ninguna forma sólida del yo. Es un sujeto depresivo
sobrecargado de tarea pero que no logra alcanzar ninguna meta, el exceso de po-
sitivización de la libertad frente la realización del placer impide la proyección del
carácter del yo, Han aludiendo a Freud sentenciará que “el carácter contiene en sí la
historia de la represión. Retrata un comportamiento del yo determinado en relación
al ello y el súper-yo” (2016c, p. 52). De este modo “mientras el histérico presenta
una forma (morphe) característica, el depresivo no tiene forma, es a-morfo. Es un
hombre sin carácter” (p. 52).
El carácter histérico del sujeto de la sociedad disciplinaria tiene su origen en los
obstáculos, las prohibiciones, en la supresión de la libertad por eso busca continua-
mente transgredir los límites, resistirse a la autoridad, hay una resistencia al otro; sin
embargo, para el sujeto depresivo no hay otro que lo coloque en conflicto, su campo
existencial está definido por la certeza, lo finito, lo controlable; las figuras negativas
de lo desconocido se encuentra fuera de su entorno constitutivo.
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Vaciamiento del Estado. La estatalidad bajo el signo del capital
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Desciudadanización y Desdemocratización en la era de la Posdemocracia. Fundamentos del vaciamiento
aislado de su matriz social sea un actor imaginario que provoca un efecto ideológico
específico: crea efectivamente una implosión, una extraordinaria succión, que vacía de
contenido revolucionario a la gran masa de dominados. El papel de este actor consiste en
absorber y concentrar los elementos revolucionarios y dejarla reducida a un esqueleto de
relaciones de poder y dominación sin salida revolucionaria. Todos los preceptos revolu-
cionarios queden así transpuestos en la figura del terrorista como rasgos esquizofrénicos,
satánicos, malignos, perversos y anormales” (Bartra, 2011, p. 68).
“circuito de dominación recíproca” –donar a, ser donado por- la communitas lleva den-
tro de sí un don de muerte contra el que hay que inmunizarse por medio del contrato,
neutralizar el munus –don a restituir-, vaciar al cum, el immunitas libera, dispensa de la
carga del don “la immunitas no es sólo la dispensa de una obligación a la exención de un
atributo, sino algo que interrumpe el circuito social de donación recíproca al que remite,
sin embargo, el communitas (Esposito, 2009a p. 16).
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Vaciamiento del Estado. La estatalidad bajo el signo del capital
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Desciudadanización y Desdemocratización en la era de la Posdemocracia. Fundamentos del vaciamiento
Tras un análisis histórico político del devenir in situ de la concepción de Estado hob-
besiano Carl Schmitt asevera contundentemente “el concepto de Estado supone el de
lo político” (2009 a), para poder sostenerse realiza un trabajo de distinción desde la
esfera de lo conceptual y de su concreción histórica. No le interesa la aproximación
al Estado en sí, sino su criterio de determinación, es decir, lo político. Para el politó-
logo existen dos momentos importantes en la relación entre estos dos conceptos, uno
en el que se da la separación total y arbitraria de lo político y el Estado donde este
último se coloca por encima del primero manteniendo el monopolio de lo político;
y un segundo momento donde el Estado filtra los espacios sociales tornándolos es-
tatales y al inverso la sociedad penetra al Estado y con ello las instancias del orden
estatal se vuelven sociales, neutralizando y despolitizando importantes dominios de
la realidad.
Para Schmitt la respuesta a esta neutralización de la realidad sólo puede partir de
la identificación del Estado y la sociedad en el Estado total, donde ya no existe nada
que pueda considerarse como absolutamente apolítico. Lo político se encuentra ya
potencialmente en el Estado, representa el modo de vivir de un pueblo donde no hay
oposición entre Estado y sociedad, entre lo político y lo social lo que significa que
desde cualquier ámbito de la realidad se llega a lo político y con ello, desde su inter-
pretación de Hegel, a una intensidad cualitativamente nueva de la forma humana de
agruparse (p. 90), para Schmitt, Hegel se mantiene en todo momento como político
le ofrece los elementos para pensar el concepto en términos de unidad y al mismo
tiempo le proporciona fundamentos lógicos para pensar lo político en clave ética.
En su aspiración de obtener el concepto de lo político Schmitt se manifiesta cau-
teloso de no caer en terreno banal reduciendo todo lo social a lo político, se propone
crear las categorías que pueden dar cuenta del mismo, a fin de lograr un concepto
político cuyos distintivos le den la posibilidad de conducir todo cuanto sea acción
política en un sentido específico.
Pero, ¿cuáles son esas distinciones? Si en el dominio moral la distinción última
es la el bien y el mal; que en lo estético lo es la de lo bello y lo feo; en lo económico
la de lo beneficioso o perjudicial, o tal vez la de lo rentable y no rentable en la distin-
ción política del dominio de lo óntico aquella a la que pueden reconducirse todas las
acciones y los motivos político-ontológicos es la de amigo y enemigo.
Estos rasgos de lo político le permiten a Schmitt comprender las diversas dimen-
siones de la convivencia humana, marcando al máximo como él sugiere la intensi-
dad de la unión o separación, la asociación o disociación (2009a, p. 57). Lo político
entonces es un criterio de demarcación que estriba en revelar el grado en que los
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Vaciamiento del Estado. La estatalidad bajo el signo del capital
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Desciudadanización y Desdemocratización en la era de la Posdemocracia. Fundamentos del vaciamiento
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Desciudadanización y Desdemocratización en la era de la Posdemocracia. Fundamentos del vaciamiento
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Vaciamiento del Estado. La estatalidad bajo el signo del capital
De acuerdo con Schmitt la forma del liberalismo del último siglo vinculada a la
de democracia ha trabajado de manera constante un proceso de transformación y
desnaturalización de todas las ideas y representaciones de lo político neutralizando
y despolitizando todo cuanto posee este sentido. Para ello se ha afianzado en dos
principios fundamentales del Estado de derecho –derecho privado- la ética y la eco-
nomía que, articuladas por la propiedad privada, permiten el despliegue de todo un
sistema conceptual enarbolado por la libertad, por el fanatismo por la libertad, cuyo
cometido es garantizar las condiciones para la misma.
Despolitización de la Democracia
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Desciudadanización y Desdemocratización en la era de la Posdemocracia. Fundamentos del vaciamiento
puede dar un sentido definitivo a lo social, donde la idea de que lo político se define
a partir de un litigio que instituye una comunicación distorsionada entre la comuni-
dad parlante y una parte de esa comunidad que no cuenta como palabra. Cierto es,
diría Ávalos, que las palabras de la política expresan una lucha variada por imponer
hegemónicamente un significado a los términos. En ese sentido, la política se abriría
como un campo de confrontación por los significados de las palabras, y eso marcaría
de inmediato una de las características del universo de lo político (2006, p. 22), daría
un orden de lo visible y de lo decible que hace que tal actividad sea visible y que tal
otra no lo sea, que tal palabra sea entendida como perteneciente al discurso y otra
como sugeriría Rancière al ruido, donde la política51 es una forma de comunicación
distorsionada que no está basada en un fundamento lingüístico comunitario o en
una disposición antropológica hacia lo común, posicionado en contra de la idea de
que existe algún terreno que funda el ejercicio del poder proscribe algún lugar en la
estructura para pensar a los sujetos, pues la mercantilización y la privatización de los
distintos espacios públicos transgredieron el ámbito y la naturaleza de lo político. Al
secuestrar o desnaturalizar los espacios políticos, se anularon las libertades sobre las
que se sostenía y nutría la democracia.
El discurso político privilegia la libertad y la igualdad escondiendo la exclusión
y la discrepancia; seduce al sujeto e invita a formar parte del todo en las decisiones
acordadas y negociadas por la hegemonía a través de las elecciones, en la fantasía
de la igualdad jurídica. Aquí da un giro de tuerca la tesis marxista “no lo saben pero
lo hacen”, y en el análisis de la actitud cínica despolitizada del neociudadano del
neoliberalismo el filósofo Peter Sloterdijk asevera “lo saben y aun así, lo hacen”
porque estamos viviendo en una era cínica donde la relación entre los hombres “es
una relación de estrategia y de táctica, de sospecha y de desinhibición, de programa-
tismo e instrumentalismo, todo ello en la maniobra de un yo político que piensa en
primer y último término en sí mismo, que interiormente transige y exteriormente se
acoraza” (2003, p. 16).
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Vaciamiento del Estado. La estatalidad bajo el signo del capital
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Desciudadanización y Desdemocratización en la era de la Posdemocracia. Fundamentos del vaciamiento
Las neodemocracias (radicales, deliberativas, dirigidas, etc.) no sólo crean sus pro-
pias instituciones para orientar la vida de los ciudadanos, hoy han penetrado en las
identidades sociales más íntimas como la religión, la cultura, la etnia para introyec-
tar sus preceptos e instituirlos y logar así un permanencia de largo alcance de larga
duración (Braudel) porque se incorpora a los anhelos, los apegos, las emociones, el
propio lenguaje y el sentido lúdico, ellos se convierten en el foco de los simbólico,
el campo del imaginario y sus representaciones sociales constituyen la nueva ideolo-
gía que moldea la identidad política de los ciudadanos de la posdemocracia. Es ahí,
donde se instaura el deseo “las individuaciones no se producen más que en campos
de fuerza expresamente definidas por vibraciones intensivas, y que no animan per-
sonajes crueles más que como órganos inducidos, piezas de máquinas deseantes (los
maniquíes)” (Deleuze y Guatari, 1998, p. 91). El fetiche fantasmagórico estructura
el afecto generando modelos de subjetividad que expresan el vínculo entre el poder
hegemónico y la identificación.
Las estructuras de poder de la posdemocracia adquieren fuerza más allá de la
razón y la conciencia estimulando la identificación y la lealtad de un copioso nú-
mero de sujetos a nivel mundial que establecen una relación particular con el poder,
a veces de sumisión y otras de franca aceptación y obediencia. Encontramos aquí
nuevamente resonancia del cinismo que Sloterjik denuncia en su Crítica de la ra-
zón cínica, ese que llama cinismo difuso y que en las civilizaciones no es sino “una
huida a mundos sanos de anestesia desde un mundo crónicamente al revés, lleno de
absurdo cotidiano” (2003, p. 199), pero que les garantiza la sobrevivencia. La sim-
patía con las estructuras de poder que le son impuestas cotidianamente están en su
ser, forman parte de sus apegos emocionales y también están en el ejercicio de sus
propias decisiones, se atan libremente” a ellas unas veces conscientemente y otras
inconsciente en una especie de nueva esclavitud al grado de que “pierden todo en sus
cadenas, hasta el deseo de salir de ellas; aman su servilismo, como los compañeros
de Ulises amaban su embrutecimiento, si hay, pues, esclavos por naturaleza es por-
que ha habido esclavos contra naturaleza. La fuerza ha hecho los primeros esclavos;
su cobardía los ha perpetuado (Rousseau, 2007, pp. 37-38).
Desde la izquierda lacaniana Stavrakakis sugiere que lo que hay tras esta actua-
ción despolitizada es la resonancia de una estructura edípica implícita en el ordena-
miento social de nuestras sociedades en el “Nombre del Padre” (2010, p. 196) esta
figura lacaniana que utiliza el filósofo francés para explicar la estructuración de la
realidad por medio de la imposición de la ley, persuadiendo a los sujetos a aceptar y
sobre todo a obedecer lo que significa el gran Otro, la propia encarnación de la au-
toridad simbólica, discusión que había sido abierta ya desde el siglo XVI con Etinne
De la Boatiè en su Discurso sobre la servidumbre voluntaria donde se pregunta ¿por
171
Vaciamiento del Estado. La estatalidad bajo el signo del capital
qué hay servidumbre más que amistad?,¿por qué existen sociedades a favor del
Estado más que sociedades contra el Estado?, para el político y pensador francés es
difícil creer que haya algo público en el gobierno donde todo es uno.
Es realmente sorprendente –y, sin embargo, tan corriente que deberíamos más
bien deplorarlo que sorprendernos- ver cómo millones y millones de hombres son
miserablemente sometidos y son juzgados, la cabeza gacha a un deplorable yugo, no
porque se vean obligados a una fuerza mayor, sino, por el contrario, porque están
fascinados y, por decirlo así, embrujados por el nombre de uno, al que no deberían
ni temer (puesto que está solo), ni apreciar (puesto que se muestra para con ellos
inhumano y salvaje) (2008, pp. 45-46).
Actualizado por Foucault en el prefacio a El anti Edipo de Deleuze y Guatari ese
uno se encuentra en todos nosotros
172
Vaciamiento del Estado. La lógica del
capital en la desestatización
R
eflexionar en torno a la cuestión del Estado nos remite casi de manera natural
a la forma de Estado capitalista o a sus aparatos de gobierno e instituciones
y, a la manera como éste ordena y organiza nuestras vidas, pero ¿cuál es la
lógica que subyace a sus fundamentos?¿a qué fines atiende y bajo qué contenidos?,
estos cuestionamientos nos conducen, ineludiblemente a pensar sobre el modo de
producción y distribución de las mercancías, puesto que es la forma que mejor revela
el contenido del concepto capital y la manera en que se crean las relaciones en la
producción, el intercambio y el consumo de las mismas.
Esta primera aproximación nos remite a las formas que toman las de relaciones
sociales de producción como determinantes de la estructura de una sociedad, carác-
ter intersubjetivo y complejo, de una “síntesis social”. Nos abre la posibilidad de
considerar las múltiples relaciones que establecen los individuos a partir de su lugar
en la división del trabajo, así como las condiciones epistémicas socialmente necesa-
rias para su reproducción.
Para lograr la incorporación de los sujetos a la lógica del mercado el capital re-
quiere de la mediación del Estado. Esta lógica quebranta al Estado como espacio de
construcción de lazos sociales y lugar de los consensos y las negociaciones entre
sujetos. De acuerdo con Žižek
173
Vaciamiento del Estado. La estatalidad bajo el signo del capital
[…] la persona, para existir como idea, tiene que darse para libertad una esfera exterior.
Puesto que la persona es la voluntad infinita existente en y por sí en su primera determi-
53 Sobre el tema del uso político del cuerpo existe trabajo amplio por una de las representantes
más importantes sobre estudios de violencia y género Judit Butler considero especialmente importante
la revisión de su obra Cuerpos que importan. Sobre los límites materiales y discursivos del sexo,
Paidós, Buenos Aires, 2002.
54 Hegel en la primera parte de su libro Principios de la filosofía del derecho, refiere al derecho
abstracto y su forma propiedad donde expone que “la toma de posesión es por un lado la apropiación
corporal inmediata, por otro la elaboración y por último la simple designación”. [Sic] La toma de
posesión tiene en Hegel un amplio despliegue progresivo en la determinación de la individualidad
orientada a la universalidad; pues, aunque la posesión es fundamentalmente individual, todo lo exterior
en cuanto se relaciona con la posesión del sujeto amplía el espectro de extensión de todo cuanto puede
asir. Mediante la elaboración se conjugan lo objetivo y lo subjetivo de la cosa, por un lado, se asimila
la conformación diversa del objeto y por otro se expresa la subjetividad en los fines del sujeto en la
cosa, pero sólo en la medida en que toma conciencia de sí se aprehende como libre se posee y deviene
propiedad de sí; en este movimiento de conciencia expresa la voluntad del sujeto sobre la cosa y la
significa otorgarle sentido y dominio sobre ella. Vid. George W. F. Hegel, Principios de la filosofía del
derecho o derecho natural y ciencia política, trad. Juan Luis Vermal, Editorial Sudamericana, Buenos
Aires, 2004. §54-58, pp. 69-73.
174
Vaciamiento del Estado. La lógica del capital en la desestatización
nación aún totalmente abstracta, lo diferente a ella, que puede constituir la esfera de su
libertad, se determina al mismo tiempo como lo inmediatamente distinto y separable […]
(2004, p. 61).
Este es el terreno que propone las condiciones para el despliegue de las relaciones
de producción y de propiedad, sobre el que se acunará el Estado como la organiza-
ción de la dominación política de clase. Por ello las normas, las leyes y la lógica de
los conceptos jurídicos se desprenden de la lógica de las relaciones sociales de una
sociedad de producción capitalista, es decir se desprenden de los intereses de una
clase, la clase dirigente o capitalista.
En este entendido, el hombre es sujeto de derecho porque tiene la posibilidad de
determinarse porque posee una voluntad. Sin embargo otra posibilidad de análisis
de la forma Sujeto es el que desprende Marx de la forma mercancía.55 Siguiendo el
análisis económico político que realiza Marx sobre el capitalismo, Pashukanis en su
Teoría general del derecho y el marxismo, recupera el concepto y sitúa a la sociedad
capitalista antes que todo como a una sociedad de propietarios de mercancías. Esto
significa desde su perspectiva que las relaciones sociales de los hombres en el pro-
ceso de producción revisten una forma cosificada en los productos del trabajo, que
55 La mercancía es la abstracción de las relaciones de los hombres, que es una relación entre
cosas. El análisis de Marx encuentra su lugar en la economía política, no obstante, la lleva hasta el
dominio de la filosofía. Marx distingue en toda mercancía su valor de uso de su valor de cambio. El
valor de uso es el valor que un objeto tiene para satisfacer una necesidad. Este concepto se expone los
rasgos de las cosas gracias a los cuales son útiles para la satisfacción de cualquier tipo de necesidad,
desde las biológicas como comer, hasta las más espirituales como las que se refieren al cultivo del alma
y el mundo de la cultura. El valor de cambio es el valor que un objeto tiene en el mercado, y se expresa
en términos cuantitativos, medidos por el dinero. Dos objetos con diferente valor de uso pueden tener
el mismo valor de cambio si así lo determina las leyes del mercado, por ejemplo, una computadora
puede costar lo mismo que una moto. El rasgo peculiar de la sociedad capitalista es que en ella la fuerza
de trabajo es también una mercancía: dado que el productor no dispone de otro recurso para obtener
bienes y medios para su subsistencia, debe poner la fuerza de su trabajo en el mercado y someterse a las
leyes del mercado como cualquier otra mercancía. Básicamente por las leyes de la oferta y la demanda,
la fuerza de trabajo tiene también un precio determinado por las mismas leyes. Pero a diferencia de otras
mercancías –un coche por ejemplo– que satisfacen meramente necesidades humanas, la mercancía que
llamamos fuerza productiva tiene la peculiar característica de producir otras mercancías. La fuerza
de trabajo tiene un valor de cambio (el sueldo que recibe el trabajador) y un valor de uso (su valor
para producir otras mercancías). A su vez, estas mercancías creadas por dicho trabajo tienen, claro está,
valor de uso y valor de cambio, pero el valor de cambio que éstas tienen siempre es superior al valor
de cambio que tiene la fuerza productiva que las ha creado (al salario). Aunque añadamos a este último
valor otras cantidades como las que puedan corresponder a la amortización de las máquinas usadas en
la producción, o los costes financieros que el empresario gasta para llevar adelante su negocio, siempre
habrá una diferencia. A esta diferencia se le llama plusvalía que es el trabajo no pagado al trabajador y
apropiado por la burguesía, es esta la dinámica que define a la sociedad capitalista. Cfr. Karl Marx, El
capital. Libro Primero El proceso de producción del capital, Tomo I, Vol. 1, 17ª edición, Siglo XXI,
México, 1988.
175
Vaciamiento del Estado. La estatalidad bajo el signo del capital
los unos en relación a los otros aparecen como valores. La mercancía es un objeto
en el que la diversidad concreta de las propiedades útiles se convierte simplemente
en la envoltura cosificada de la propiedad abstracta del valor, que se expresa como
capacidad de ser cambiada en una relación determinada contra otras mercancías;
por esta razón explica Pashukanis “al mismo que el producto del trabajo reviste la
propiedades de la mercancía se convierte en portador de valor, el hombre se vuelve
sujeto jurídico y portador de derechos” (1976, p. 108).
La vida social se disloca en relaciones cosificadas que nacen de las relaciones
económicas, el vínculo se encuentra afianzado en el nivel de precios, la tasa de ga-
nancia, el porcentaje de plusvalía, en suma, en el valor mercantil de una parte; y, de
la otra en lo que hace al hombre ser sujeto de derecho todo ello bajo el resguardo de
la lógica del capital y la búsqueda por la mayor ganancia. El Estado y el sistema es-
tatal en términos de Hirsch han sido sometidos a transformaciones considerables en
el curso del desarrollo de la sociedad capitalista […] con la globalización neoliberal
en marcha han sido implantados procesos de reestructuración significativos (p. 132).
Transgresión de la estatalidad
176
Vaciamiento del Estado. La lógica del capital en la desestatización
litigio, el terreno sobre el cual se establece el litigio es la palabra donde los sujetos
se construyen como sujetos.
Lo político permite una aproximación al concepto de subjetividad política desde
las condiciones propias de sus representaciones subjetivas y como actores sociales
en su acción colectiva. Lo político como fenómeno que se da en la comunidad pone
a prueba la condición fundamental de la democracia, la igualdad y la libertad enar-
boladas por el Estado-cosa; permite un acercamiento a las prácticas emancipatorias
como apertura, como construcción de identidades que irrumpen para generar nuevos
espacios, para cambiar y ampliar la lógica de la igualdad, es decir, de la democracia.
Lo político como concepto conduce al sujeto del logos, su subjetividad histórica
confronta la idea de política con la cual se genera una práctica específica de anta-
gonismo que despliega públicamente dispositivos para borrar la diferencia entre las
fronteras de lo político, lo social, lo privado y lo económico.
El juego entre lo político y la política sugiere cuestionar con Scott (2011) ¿cuáles
son esos rasgos de la actitud performativa de resistencia del pueblo oaxaqueño?,
¿Qué patrones culturales de dominación e insubordinación se entrecruzan y contra-
ponen en los espacios de litigio?, ¿cómo se han construido esos rasgos que determi-
nan la actuación rebelde de la subversión? ¿cómo han sido las estrategias utilizadas
por el sujeto para resistir al poder del Estado-cosa?; lo anterior conduce a cuestionar
situaciones de sentido en el discurso oculto que hace presión sobre la ley; la trans-
gresión de la norma como forma de resistencia, lo político de la vida cotidiana. Para
entender el proceso de desarrollo y codificación de la resistencia, resulta indispen-
sable analizar la creación de esos espacios sociales marginales. Sólo especificando
cómo se elaboran y se defienden esos espacios será posible pasar del sujeto rebelde
individual –una construcción abstracta– a la socialización de las prácticas y discur-
sos de resistencia (Scott, 2011, p. 147). En este juego de poder lo privado se vuelve
público y pone en tela de juicio el discurso del poder.
La constitución del ethos subversivo de los subordinados se encuentra en la histo-
ria, en la aproximación a las intensificaciones vinculadas la belleza, donde el interés
revolucionario sabe de los defectos del mundo y conoce cuánto mejor podría ser, aún
más, precisa del sueño diurno de Bloch, se aferra a él en la teoría y en la práctica,
y no sólo de modo instrumental, sino como una lógica de vida y no de muerte; está
según Benjamin en la dimensión simbólica de los objetos de la vida cotidiana, en las
múltiples historias abiertas, de diálogo permanente entre procesos acontecimientos
y discontinuidades57 en oposición a una historia lineal que cuyo telos es la demos-
57 García de León realiza un trabajo interesante sobre la discontinuidad como categoría histórica,
que, junto a otras categorías como la continuidad, de causalidad y de progreso provocan la idea de una
imagen de historia discontinua cuyos diferentes momentos no se dejan totalizar, y en donde las crisis,
las rupturas y los desgarramientos son más significativos y prometedores que la aparente homogeneidad
del devenir. Vid. Antonio García de León, “El instante detenido”, en Bolívar Echeverría (Comp.) La
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Vaciamiento del Estado. La estatalidad bajo el signo del capital
tración del progreso y las bondades de la democracia, que, como supone Bolívar
Echeverría sobre la tesis diez de Benjamin, es necesario ir en contra de un modo de
lo político que ha fracasado ya muchas veces en dar cuenta de la vida política real
y su voluntad democrática, que no ha podido ocultar su nexo profundo con la dicta-
dura oligárquica y su voluntad totalitaria y que, en la coyuntura histórica dentro de
la que escribo, muestra una vez más su inoperancia: primero, como incapacidad de
encauzar la rebelión social del proletariado en la Rusia imperial y, segundo, como
claudicación ante el avance del fascismo por parte de las democracias occidentales. 58
El ejercicio de lo político en la modernidad no puede venir sino de los subordi-
nados, de la irrupción continua y permanente sobre la idea aplastante de progreso,
de esa fuerza política convertida en poder constituyente animado por el deseo de co-
munidad, están presentes y activos en el acto constitutivo la resistencia y el deseo, la
pulsión ética y la pasión constructiva, la articulación de sentido de la insuficiencia de
lo existente y el extremo vigor de la reacción ante una intolerable ausencia de ser. Es
ahí donde la potencia se forma como poder constituyente, no por buscar institucio-
nalidad, sino una forma de construir más ser: ser ético, ser social, ser comunidad.59
Bajo este manto de resistencia se acogen las manifestaciones políticas en el mun-
do que aspiran a una representación política a la redefinición de las relaciones de
poder regional. África y Medio Oriente han vivido un crecimiento de manifestacio-
nes sociales históricas en las que se exhiben reclamos de representación ciudadana,
étnica, lingüística, cultural, económica, la inconsistencia de una cultura política pa-
trimonialista y corporativa nutrida de intercambios clientelares sobre los que se ha
enraizado con mayor fuerza la población más vulnerable, los pobres, los excluidos
confinados a la marginalidad.
El poder se ha servido de viejas estructuras como las tradiciones para ejercer la
dominación local, se ha montado sobre los usos y costumbres de los pueblos para
imponer la lógica del capital sobre el proceso de comunidad estatal.
mirada del ángel. En torno a las tesis sobre la historia de Walter Benjamin, UNAM-ERA.
58 Bolívar Echeverría, “Benjamin mesianismo y utopía”, en Idem, Valor de uso y utopía, Siglo
XXI, México, 2010, p. 134.
59 Antonio Negri, El poder constituyente. Ensayo sobre las alternativas de la modernidad,
libertarias-Prodhufi, España, 1993, p. 44.
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Vaciamiento del Estado. La lógica del capital en la desestatización
el modelo jurídico institucional y el modelo biopolítico del poder para dejar al des-
cubierto al verdadero protagonista de la política, a ese sujeto-objeto de la política, la
nuda vida. Ese lugar limítrofe de indeterminación reducida a mero cuerpo.
Desnudar la relación encubierta entre política y vida, para dejar al descubierto
cómo el pensamiento político occidental, no sólo se encuentra incrustado, sino que
es piedra angular del biopoder.
Utilizando como método una serie de antinomias filosófico políticas, Agamben
en consideración del homo sacer desarrolla la tesis radical de que éste es el funda-
mento biopolítico originario la nuda vida, donde se desvanecen las fronteras que an-
teriormente se marcaban como claras entre política, medicina, economía, entre otras;
y que como tal se encuentra comprendido desde siempre en la política occidental y
su modelo político soberano.
Articulando una estrategia de carácter crítico el autor interpela la forma soberanía
del modelo del contrato de Hobbes para pensarla inmanencia de la vida humana,
desnuda e incalificable, a partir de su principio constitutivo de excepción, como
una forma de determinación, de ese derecho soberano de Foucault de hacer vivir y
dejar morir, o como colocaría de manera radical en el otro extremo Agamben, dejar
sobrevivir, como un colocamiento en ese punto de la indiferencia, de la indistinción
o mejor dicho siguiendo la lógica del autor, de la indistinción con indiferencia.
Agamben recurre a las parejas racionales griegas de zōě (simple vida natural) y
bíos (vida políticamente cualificada) phýsis (natura) y nómos (cultura) para contra-
ponerse a la tesis Foucaultiana que plantea que lo que caracteriza a la política mo-
derna no es la inclusión de la zōě en la polis, en sí misma antiquísima, ni el simple
hecho de que la vida como tal se convierta en objeto eminente de los cálculos y de
la previsiones del poder estatal: lo decisivo es, más bien, el hecho de que, en para-
lelo al proceso en virtud del cual la excepción se convierta en regla, el espacio de la
nuda vida está situada originalmente al margen del orden jurídico, va coincidiendo
de manera progresiva con el espacio político, de forma que exclusión e inclusión,
externo e interno, bíos y zōě, derecho y hecho, entran en una zona de irreductible
indiferenciación (18-19).
Podría decirse que a la manera de la lógica hegeliana60 donde cada opuesto con-
tiene y no contiene al mismo tiempo a su opuesto, donde cada opuesto es mediado
consigo mismo a través de su otro, pero también donde la mediación viene del no
ser de su otro, y al mismo tiempo de la exclusión del otro de sí mismo, Agamben
hace correr su análisis de la biopolítica, apelando a la excepción como condición ne-
60 Es desde está lógica, de la que apenas nos regala una cita (34) sobre la Fenomenología del
Espíritu para poner de tácito cómo el lenguaje es el elementos perfecto en el que la interioridad es
tan exterior cuanto interna es la exterioridad. No profundiza por cierto sobre ella, sin embargo, puede
percibirse el carácter dialéctico de la propuesta.
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La nación es vista como una empresa capitalista a la que habrá de imponérsele están-
dares de calidad y productividad acompañada de alta tecnología especializada que le
permitan entrar en los círculos de la innovación mediante la imposición de las condi-
ciones políticas necesarias para la transformación estructural del capitalismo global.
El rompimiento con el Estado de seguridad del fordismo fue dramático y radical
para la población, pues significó el desmantelamiento de las políticas de intervención
estatal que impulsaba el crecimiento y el desarrollo interno garantizando el pleno
empleo mediante una política económica y social para el nivelamiento sostenido; si
bien el Estado ejercía un fuerte control administrativo sobre la población para garan-
tizar la disciplina y el desplegado eficiente del proyecto económico y político liberal
nacional mediante el monopolio de la opinión pública y la organización social con
la idea de garantizar fidelidad ideológica al proyecto nacional, el viraje hacia el neo-
liberalismo y su principio de desregulación sumado al establecimiento de políticas
fiscales y subvenciones para promover negocios redituables aún a costa de la privati-
zación de los bines públicos patrimoniales y naturales tuvo consecuencias negativas,
crisis económica, fuerte desintegración social y destrucción ambiental mundial.
En este contexto donde las empresas multinacionales se mueven de manera au-
tónoma en el terreno global como actores independientes distintos de las entidades
estatales, la política se reduce a las negociaciones entre Estados, empresas y grupos
sociales por el control de los recursos humanos y naturales, pero también de los
mercados en condiciones desiguales donde el Estado es promotor y garante de las
condiciones de infraestructura para la realización de los procesos productivos y va-
loración del capital es quien asegura la circulación del dinero y la realización de la
plusvalía, agudizando el autoritarismo sistemático de los intereses del capital de cara
a los principios democráticos del tejido institucional del Estado.
La comunidad estatal estructurada ahora por procesos de valoración del capital
da origen a una sociedad marginada y de subocupados sin seguridad social ni labo-
ral, asalariados independientes exentos de derechos políticos y sociales esenciales,
colocados en procesos de pauperización y riesgo social forzados a la migración por
consideraciones laborales o al éxodo por hostilidad militar estatal.
Las calificaciones formales a través de la escolarización no son más garantía de
ingreso y estatus. El sujeto es lanzado al mercado a una lucha descarnada por la so-
brevivencia, el capital socava los recursos de su propia naturaleza y sus condiciones
socioexistenciales tradicionales ensanchando la fragmentación social y el ahonda-
miento de las desigualdades sociales. Sin embargo, y paradójicamente, las relaciones
de explotación social y material, así como su inherente estado de conflicto social
son el motor de su modificación y desarrollo estructural, “la globalización, con los
consiguientes procesos de exclusión económico-social, desgarra la matriz espacial
habitual. La sociedad se ‘des-espacia’ en el sentido de las relaciones y ramificaciones
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Vaciamiento del Estado. La lógica del capital en la desestatización
La corrupción de la clase política que alcanza a los altos mandatarios llega a nive-
les escandalosos alimentando la desconfianza y el abstencionismo. Las grandes em-
presas políticas –partidos políticos–, reducen la participación ciudadana a la acción
electoral donde el ciudadano es un consumidor de imágenes y los partidos políticos
mercaderes de ilusiones en las que pueden verse representados los electores. Se im-
pone una democracia de mercado en la que se compran y se venden las voluntades
sin mediación de una razón ética que sugiera los criterios para la negociación, los
ciudadanos soberanos sólo pueden elegir entre un universo político controlado y
consumir la política, pero no hacerla.
A medida que la política asimila los patrones del mercado la sociedad se va trans-
formando en una sociedad de servicios donde no hay espacio para los actores polí-
ticos, lo que da como resultado la reducción de los márgenes de acción del Estado
y la institucionalización del vacío político incapaz de hacer frente a los problemas e
intereses reales que interpelan a la sociedad.
Las consecuencias de esta flexibilización de la política se revelan como fragmen-
tación social y privatización de los riesgos; es el individuo quien tiene que asumir las
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tura acotada por las formas de desarrollo de valoración del capital que somete a los
sujetos a la dinámica de sus estructuras, a veces de modo sutil identificándose con
sus utopías, otras por la fuerza de la sobrevivencia
la conciencia así creada, no necesariamente feliz sino más bien fatalista y radicalmente
antiutópica, conforma una parte esencial del corset ideológico del Estado propagada con
métodos totalitarios, sino de manera eficiente, como producto de la “sociedad civil de-
mocrática” real. La producen aparatos mediáticos y partidarios, instituciones científicas o
círculos de intelectuales en competencia (Hirsch, 2001, p. 210).
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Vaciamiento del Estado. La estatalidad bajo el signo del capital
Una forma de pensar este trasfondo político del Estado es a través de la filosofía,
pero si se quiere explorar elementos que orienten a las ciencias sociales en la tarea de
búsqueda de alternativas para la reconstrucción de la estatalidad desde la formación
de ciudadanía sería necesario acudir a la teoría política de Hegel desde la Filosofía
del Derecho, para el filósofo el carácter del Estado se encuentra en la satisfacción
de las necesidades e intereses individuales, pero no en el solipsismo (537), sino en la
consideración del carácter del derecho abstracto como un momento de preparación
para la comulgación con el interés común. El derecho abstracto dota al individuo de
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Vaciamiento del Estado. La lógica del capital en la desestatización
la libertad necesaria para la interrelación entre seres que se reconocen como personas
independientes, les ofrece la posibilidad de objetivarse en la realidad social con los
otros; como sujetos jurídicos. Los acredita para la acción en una comunidad ética
donde pueden alcanzar su pleno desarrollo individual, a condición del desarrollo la
autoconciencia racional enmarcada en el marco jurídico del pacto social.
Sin embargo, para asegurare la constitución de una verdadera comunidad ética el
filósofo advierte que la autodeterminación de la conciencia racional debe ascender
al nivel de la determinación moral del sujeto como móvil de la voluntad. La acción
moral como proceso de autorreflexión habrá de ser garante de la libertad ética indi-
vidual. El derecho en este sentido forma parte de las condiciones de autorrealización
del individuo, proporciona conceptos de deliberación moral para que el individuo no
quede atrapado en las directrices de una normatividad que no se corresponde con las
condiciones socioexistenciales de su vida cotidiana. Hoy el Estado contemporáneo
corrompe su constitución ética-jurídica en favor de los intereses de gran capital que
le obliga a realizar reformas estructurales contra el mismo derecho constitucional
social que lo conforma y le confiere sentido como espíritu del pacto social y la pro-
curación del bien común.
Al retraerse el Estado deja un vacío jurídico-político que hace perder la orien-
tación para la realización de la libertad; la determinación de lo justo y lo bueno se
realiza desde los grandes centros financieros quienes citan las directrices morales
que ordenan las acciones del cuerpo social, nadie debe cuestionar que la clonación
de chimpancés por parte del gobierno chino es para bien de la humanidad, ni que
el emprendedurismo es un valor emblemático de esta sociedad moderna; no deben
discutirse los fines aunque se finquen en el abandono ético absoluto que violenten
y agredan la vida o enmascaren el desempleo y el abandono estatal como autoem-
pleo; las prácticas, valores, mentalidades y normas institucionales fueron arrancadas
del cuerpo de la estatalidad y depositadas en una racionalidad eficientista que poco
tiene que ver con la reflexión moral nada que aportar a una práctica de la libertad
que siempre se encuentra comprometida con otras libertades; antes bien este vacío
moral-político rebaja la moral al simplismo de la liberación hedonista del placer por
la servidumbre y, ¿cómo superar esto que Honneth (2016) llamó patologías de la li-
bertad?¿cómo colocar en su justa medida el individualismo desbordante que bloquea
las posibilidades de construir un Estado ético?
Hegel es claro en este sentido, la superación de las patologías de la libertad ne-
gativa, libre de obstáculos para ejercer la voluntad individual tiene que sucederse
en la medida en que todos quienes conforman el cuerpo social puedan realizar su
autonomía y constituir verdaderos campos de reconocimiento como sujetos libres en
acto ético. Siguiendo a Honneth (2016) en su lectura de Hegel sobre la eticidad en
la filosofía del derecho podemos colegir que las condiciones para la eticidad tienen
referencia en las formas de comunicación recíproca y el carácter intersubjetivo de
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Conclusiones
E
l nacimiento del capital dio fin a las certidumbres heredadas por la ilustración,
resquebrajó el orden social y abrió un hueco en el espacio existencial imposi-
bilitando la reflexión frente a las prácticas sociales institucionalizadas. Todo
lo conocido por el hombre se desvaneció en el aire, lo sólido se volvió líquido y en
su lugar tomaron posicionamiento otras formas de organización de la acción social;
nuevas políticas de Estado reconfiguraron la forma social institucionalizando otras
maneras de la convivencia humana, se crearon nuevos símbolos y nuevas certidum-
bres, la realidad desgarrada tomó sentido en el lenguaje pronunciado desde la forma
política del Estado del capital. El nuevo lenguaje político impuso, no de manera
pacífica su verdad como lo hacen todos los vencedores, organizó la política en torno
de sí imponiendo su hegemonía al mundo y sus propios significados. Decimos que
no de manera pacífica porque los conceptos políticos, como cualquier otro concepto,
están cargados de historia, llevan consigo un peso ético, moral y político. En este
trabajo hemos realizado el despliegue de lo político no como las formas de gobernar
bajo un denominador histórico, sino reflexionado sobre las bases conceptuales afian-
zadas en las relaciones de poder reveladoras del conflicto. Lo político en perspectiva
schmittiana, como la polarización de la hostilidad amigo-enemigo.
El presente trabajo ha tomado su carácter en una tesis de visión semiótica de dos
dimensiones: primero partiendo de que en el Estado de la modernidad se descono-
cen los vínculos que atan la economía a la política. Ante esta separación la última
toma la apariencia de determinación estrictamente política sin consideración de las
implicaciones de la dimensión económica y sus intereses en torno a las decisiones
que marcan la vida pública de una nación; segundo, que derivado de lo anterior, lo
político personificado en la eisedad hedonista (Yo soy) del sujeto de la modernidad
se sostiene en la nada y se torna vacío.
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Conclusiones
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De esta manera las nuevas formas de fragmentación en combinación con las for-
mas tradicionales de exclusión como la inequitativa distribución del ingreso pusie-
ron en crisis la legitimación de la representación del Estado según sugieren Negri y
Cocco (2006), el capitalismo globalizado no ha “inventado” la crisis de la soberanía
y aún menos su crisis fiscal, pero ha intentado afirmar el mercado como retórica y
como base de legitimación de esta nueva realidad.
El Estado neoliberal global ha sacudido la estructura estatal modificando institu-
ciones, transformando formas de vida y de trabajo; ha desdibujado las fronteras entre
lo público y lo privado, imponiendo su propia racionalización como modalidad de
acción sobre la naturaleza y el individualismo moral, acarreando con ello la transfor-
mación radical de sus formas de organización, producción y reproducción tanto de
las condiciones materiales para la satisfacción de las necesidades socioexistenciales
de los sujetos como de sus hábitos de consumo, sus formas de interrelación y cons-
titución institucional. Con todo ello desprendió al Estado de su estatalidad y dejó
sólo al aparato estatal –maquinaria de concentración y ejercicio del poder legítimo–,
como la expresión de la totalidad reducida a su forma empírica.
Los riesgos que ocurren al omitirse el esfuerzo de abstracción en el análisis sobre
el Estado es que la realidad empírica que atraviesa los sentidos pasa como verdad
cognitiva que condiciona la lectura de los procesos sociales. Desde esta lógica el
aparato estatal se arroga la investidura de Estado –el Estado aparece cosificado–
y lanza al sujeto de su seno. Para el capital se hace necesario que el individuo se
perciba y se sienta apartado del Estado, que lo considere como un aparato de auto-
ridad que ordena y determina todas las acciones de su vida –mediante la política–;
esto tiene consecuencias importantes para el desarrollo de lo político como toma
de decisiones y acciones sociales en torno a los asuntos público, pues al no haber
reconocimiento de las relaciones vivas que cruzan multidireccionalmente las cosas,
es decir los conceptos cosificados, quedan encubiertas las relaciones de poder que
materializan el mundo impidiendo la expansión y contagio de la estatalidad de la que
todos los sujetos tomamos parte.
El Estado como concepto rígido, fetichiza (Holloway) las relaciones sociales,
se coloca por fuera de las mismas e impide cuestionar la existencia de la dimensión
económica como una dimensión histórica inherente a las relaciones sociales en el
capitalismo, encubriendo los conflictos y los antagonismos de clase que son la base
de la acumulación del capital; sin embargo, este es sólo un momento del Estado,
pues en tanto que proceso implica el reconocimiento de lo político como elemento
dinamizador de las relaciones sociales en tanto promueve la construcción de formas
de organización contrarias a los intereses del Estado como aparato.
Esto significa que a pesar de la rigidización conceptual con que paradigmas re-
duccionistas lo revisten, el Estado no es sólo una estructura determinada por la eco-
nomía, sino al mismo tiempo es un proceso dinámico provocado por el conflicto.
196
Conclusiones
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VACIAMIENTO DEL ESTADO
LA ESTATALIDAD BAJO EL SIGNO DEL CAPITAL
Se terminó de imprimir en la CDMX
en el mes de agosto de 2023,
con un tiraje de 1 000 ejemplares.