Historia
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La guerra civil
El legado del fracaso constitucional
Las provincias registraron, pues, una condición de autonomía anterior y Buenos Aires
transmitieron la situación institucional previa a la Ley de Capitalización. En ese escenario,
cabe preguntarse qué había cambiado con la nueva acefalía del poder central con relación
a 1820. En el plano de la economía, la desestructuración de los circuitos mercantiles
coloniales con la pérdida del Alto Perú y la declaración del libre comercio volcarón,
visiblemente en el caso de Buenos Aires y más tarde en el resto del litoral, el motor del
crecimiento económico hacia la producción ganadera destinada al mercado atlántico. Desde
el punto de vista institucional, los espacios rurales pasaron a un estatus de pleno derecho
en la representación política que, aunque minoritaria respecto de las ciudades en muchos
casos - como lo fue en la misma Buenos Aires durante la década de 1820 -, ponía en
evidencia la transformación ocurrida desde el período colonial, cuando las campañas no
eran más que territorios dependientes de la jurisdicción de los cabildos. Desde el punto de
vista de las prácticas, si bien Ta emergencia de caudillos regionales coexistió con el
creciente proceso de institucionalización política, nadie podría negar que, en el nuevo papel
que jugará después de 1820, se hizo ostensible un cambio significativo en la
reconfiguración de las bases de poder. De manera que la nueva acefalía del poder central
se produjo en un escenario muy distinto a 1820. Tan eficiente había sido ese aprendizaje
que la aventura nacionalizadora del grupo unitario le hizo perder este apoyo de sus
principales bases de poder entre la élite política y económica de la provincia.
Buenos Aires recupera sus fronteras provinciales
La Sala diseñó a Manuel Dorrego gobernador de la provincia de Buenos Aires, quien
enfrentó a la acefalía del poder central debió asumir provisoriamente el manejo de las
relaciones exteriores, según lo estipulado en la Ley Fundamental dictada en 1825 por el
Congreso, de reciente disolución. A pesar de haber sido uno de los líderes más proclives al
desenlace bélico con Brasil y crítico mordaz de la gestión rivadaviana desde 1824, Dorrego
reconoce que no se puede prolongar más el tiempo de la situación de guerra y menos aún
la de un bloqueo absolutamente ruinoso para el río de la plata. A la difícil situación
interprovincial y a la división sumó el descontento de algunos jefes del ejército que lucharon
contra el Imperio del Brasil, quienes no le perdonaron a Dorrego la firma de un tratado que
consideraban deshonroso. Parte del grupo unitario de Buenos Aires –desplazado del
gobierno provincial luego de las elecciones– aprovechó este descontento para derrocar al
gobernador. Liderado por el general Juan Lavalle, quien, una vez finalizada la guerra,
acababa de bajar con su división del ejército a la ciudad de Buenos Aires, se produjo un
movimiento militar del signo unitario que el 1º de diciembre de 1828 destituyó a Dorrego de
su carga y disolvió la Sala de Representantes pocos meses antes. Rosas había sido
designado en aquel cargo por el efímero presidente Vicente López y Planes y ratificado por
Manuel Dorrego cuando era un gobernador gobernado. Cabe destacar que, hasta la reunión
del Congreso Constituyente de 1824, y más específicamente hasta el debate de la Ley de
Capitalización, Rosas no había ocupado cargos políticos en el gobierno ni había mostrado
signos de hostilidad hacia la élite gobernante