La Edad Moderna

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CIENCIAS POLÍTICAS

Unidad 2. Las ideologías y las ideas sobre el


Estado, revisión histórica

La Edad Moderna

La caída de Constantinopla que había sido el último


reducto del Imperio romano de Oriente, o Imperio
bizantino, a manos de los turcos marcó el término de
la Edad Media y el comienzo de la Edad Moderna, un
periodo que inició con el encuentro de América y el
desarrollo de la imprenta de Gutenberg, también dio
origen al Renacimiento basado ya no en el temor a Dios
sino en el humanismo, teniendo al hombre como la
medida de todas las cosas.

La política y la economía evolucionaron de manera acelerada. La libertad religiosa y la libertad


de la ideas fue abriendo paso en todos los ámbitos. El desarrollo científico y los movimientos
ideológicos crearon las nuevas concepciones sobre lo que debería ser el Estado.

Los modelos feudales fueron reemplazados por los incipientes esquemas del capitalismo bajo
la visión del orden y el progreso. El pensamiento ilustrado llevó a un cambio de paradigmas que
concluyeron en la creación de las nuevas repúblicas y con ello nuevas formas de estructurar y
regular al Estado.

Revisemos las ideas de muchos de los filósofos más famosos de la historia que además
rescataron el legado de los pensadores griegos.

Nicolás Maquiavelo

Niccolo Machiavelli1 fue seguramente sin proponérselo


uno de los gestores de este nuevo pensamiento. Para
entenderlo, y sobre todo entender sus motivos, hay
que ubicarlo en su contexto histórico. Nació en 1469
en Florencia, Italia, en una época en que aún estaba
en apogeo el sistema feudal e Italia era un territorio
constituido por ciudades estado como lo era Florencia
(Juárez, 2012).

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Estas ciudades, recibían denominaciones como: principados, marquesados, ducados,
obispados, señoríos, reinos, además de que ya existían algunas repúblicas como
la de Venecia, San Marino y Ragusa (antiguos estados de Italia).Todas estaban en
constante pugna, incluso con el Vaticano que también era una ciudad Estado que
financiaba ejércitos mercenarios (El príncipe, 1513). Además se encontraban bajo el
asedio de reinos provenientes de los territorios de lo que hoy es España y Francia.
En esta situación los estados de lo que hoy es Italia se encontraban en una frágil
situación de estabilidad política, las traiciones e invasiones eran lo cotidiano.

En este clima hostil creció Nicolás en el seno de una


familia noble de Florencia y se educó entre la clase
política de la ciudad de donde aprendió las buenas y
las malas prácticas de gobierno. Su obra más famosa,
El príncipe, fue escrita en 1513 cuando Maquiavelo se
encontraba preso acusado de traición en contra de
los Médicis, la familia gobernante. El Príncipe trae una
dedicatoria “al magnífico Lorenzo de Médicis”, duque
de Urbino, con la que expresa su deseo de congraciarse
con él.

•• Maquiavelo es un pensador que sustenta su teoría en la observación de las


realidades políticas de su tiempo y en el análisis histórico de los fenómenos
políticos pretéritos. Fue un humanista con nostalgia de la grandeza de la antigua
Roma y patriota.

•• No se distinguió su filosofía por procurar el bien moral o material del pueblo, eso
quedaba relegado frente al objetivo de unificar el Estado, por ello se le considera
el iniciador de la razón de Estado que separaba a la política de la ética.

•• Los dos valores centrales del Renacimiento: racionalidad y libertad se aplican


también a la visión renacentista de la sociedad y del pensamiento.

•• El progreso en la historia depende de la acción del hombre y no de la intervención


divina. Piensan los renacentistas, como Maquiavelo, que el hombre es capaz de
construir racionalmente una sociedad de seres libres e iguales: el orden político
ha de ser el reflejo de estos valores. Rechazó el idealismo y la teoría y aplicó el
sentido práctico. La política nada tenía que ver con la moral, la ética o la religión.

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Maquiavelo tiene una concepción totalmente diferente de la sociedad humana:

“El hombre es, por naturaleza, perverso y egoísta, sólo


preocupado por su seguridad y por aumentar su poder
sobre los demás; sólo un Estado fuerte, gobernado por un
príncipe astuto y sin escrúpulos morales, puede garantizar
un orden social justo que frene la violencia humana”.

Fue el primero en usar la palabra Estado (stato) en su sentido moderno. Algunos le atribuyen
la invención de la dictadura moderna y su consiguiente realpolitik, (realismo político) como
expresión específicamente distinta de las antiguas formas de totalitarismo. Sus ideas políticas
estaban impregnadas de sentido práctico y una visión realista de gobierno (Juárez, p.127-128).

La obra de Maquiavelo no busca proponer cómo deberían comportarse las personas en el


poder, relata cómo se comportan en el poder y dada su experiencia personal la naturaleza
humana era esencialmente mala.

En El príncipe2, examinó las causas de la grandeza y decadencia


de los Estados y, en atención a ellas, propuso una serie de
medidas o consejos que seguir por Ios gobernantes para la
adquisición, conservación y fomento de su poder.

En el capítulo XV de su obra se encuentra su célebre doctrina


que le hace considerar lícitos los actos de los gobernantes,
provistos o no de contenido ético, siempre y cuando tiendan al
fortalecimiento del poder y al bienestar público; esta doctrina
se conoce con el nombre de maquiavelismo. De acuerdo con
esa tendencia, se le considera como el iniciador del principio
político invocado tantas veces, de la razón de Estado, o sea, de
la separación de Ia política y de la ética cuando lo requiriese
el incremento del Estado.

No encontramos en el análisis de su obra la expresión de un conjunto sistemático de doctrina


política, sino una serie de reflexiones relacionadas con el aumento y la consolidación de la
autoridad en la persona del gobernante. Para la obtención y para conservar ese poder contribuyen
dos factores, según Maquiavelo, en primer lugar virtú, vocablo italiano que significa fuerza,
inteligencia, astucia, crueldad -cuando sea necesaria para la defensa del poder-, hipocresía,
disimulo, doblez, desconocimiento de la palabra dada y cualquier otro elemento que ayude a
esa obtención y defensa del poder político.

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El otro factor es la fortuna, azar o coyuntura individual o social que llevan al príncipe a
obtener y consolidar el poder. Es célebre también en Maquiavelo el paralelismo de las virtudes
(entendidas a su manera), del gobernante con las cualidades del león y del zorro. El príncipe
debe ser fuerte como un león y astuto como un zorro. Esos principios, tan ayunos de ética,
pero con tanto apoyo en la realidad política de cualquier época, motivaron que su influencia y
difusión adquirieran proporciones extraordinarias y que Maquiavelo sea una de las figuras más
conocidas, discutidas y comentadas de la historia de las ideas políticas, por sus reflexiones
sobre el poder como uno de los ingredientes fundamentales de la comunidad política y que
al consolidarse independizados totalmente, o sea, al convertirse en soberanía, dan origen al
Estado moderno (Porrúa, F., 2005, p. 87-88).

John Locke
Locke nació en Inglaterra en 1623, se graduó en Oxford
y fue médico, teólogo, profesor de griego, economista,
filósofo y empresario del comercio de esclavos (Cohen
M., 2012). Sus postulados dieron el precedente para lo
que se conoció como el pensamiento político liberal, una
de las más importantes influencias de los movimientos
revolucionarios que cambiaron al mundo como la
ilustración y la independencia de las colonias. (Juárez,
F. 2012).

Locke fue uno de los grandes ideólogos de las elites protestantes inglesas que,
agrupadas en torno a los whigs, llegaron a controlar el Estado en virtud de aquella
revolución gloriosa; y, en consecuencia, su pensamiento ha ejercido una influencia
decisiva sobre la constitución política del Reino Unido hasta la actualidad.

Defendió la tolerancia religiosa hacia todas las sectas protestantes e incluso a las religiones
no cristianas; pero el carácter interesado y parcial de su liberalismo quedó de manifiesto al
excluir del derecho a la tolerancia tanto a los ateos como a los católicos.

En su obra más trascendente, Dos tratados sobre el gobierno civil (1690), responde a las teorías
de Filmer y sienta los principios básicos del constitucionalismo liberal, al postular que todo
hombre nace dotado de unos derechos naturales (iusnaturalista) que el Estado tiene como
misión proteger, fundamentalmente, la vida, la libertad y la propiedad. La ley natural que
rige la igualdad primitiva es la razón que establece igualdad e independencia (Juárez, 2012,
p.137).

En esa misma obra, Locke argumenta sobre el derecho de la propiedad, de este modo:

Inicialmente la tierra y todas las criaturas inferiores pertenecían a todos en común,


con una excepción importante: ‘Las personas son propietarias exclusivas de una
cosa, son propietarias exclusivas de sí mismas’. En el estado original (que es como
él piensa que vivía la gente antes de que hubiera gobiernos) nadie tiene derecho al
cuerpo de nadie. Y añade: ‘Es sólo la propiedad la que da la libertad a las personas’.

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Locke agrega un nuevo requisito para poder ser libres:

“La libertad de una persona a seguir su propia voluntad está ahora fundada en el
hecho de tener razón, con la que es capaz de instruirse en esa ley con la que se
gobernará a sí mismo”.

Este requisito adicional permitió a Locke justificar la propiedad de esclavos e invertir él mismo
en una compañía de comercio de los mismos (Cohen, 2012, p. 67). Este planteamiento de Locke
pone en entredicho el pensamiento clásico griego:

Esto fue radical, porque Platón había dicho que las personas nacen con una gran
cantidad de conocimientos innatos, preparadas para hacer cosas complejas como
las matemáticas y, de hecho, hasta para hablar [...] Como la de Platón, esta teoría se
inicia con una búsqueda de la autoridad moral.

Al igual que Platón, Locke dice que la conciencia humana sólo debe tener a Dios para juzgar
todas las cosas; así sitúa el juicio individual muy por encima del de la iglesia y del Estado, y
limita el papel de este último a la protección de la propiedad.

“Siendo todos iguales e independientes, nadie debe dañar a otro en su vida, su salud,
su libertad o sus posesiones”, proclama Locke.

Locke crea una imagen del mundo en el que la máxima


autoridad es la racionalidad, no Dios, y todavía menos la
fuerza bruta, como pretendía el filósofo inglés Thomas
Hobbes.

Locke sostiene que las personas tienen ciertos derechos


fundamentales y, también, intenta devolver la otra mitad de
la raza humana, la femenina a su propio lugar, igual que el
del hombre, a la historia (Cohen, 2012, p. 67).

La influencia de Locke continúa siendo vigente hasta nuestros días, sus principios de igualdad,
independencia y respeto continúan presentes en los sistemas jurídicos como el de los Estados
Unidos (Juárez, F.,2012).

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Jean-Jacques Rousseau

El efecto del pensamiento de John Locke es evidente en


otro de los grandes pensadores de la época moderna,
el suizo Jean-Jacques Rousseau (1721-1778), autor de El
contrato social, uno de los textos fundamentales de la
ilustración francesa en donde analiza “la soberanía de
la voluntad del pueblo” y de cómo la República es la
forma ideal de gobierno (Juárez, J. 2012).

Para él, los hombres vivieron en una comunidad primitiva en libertad natural y
absoluta. En un plano de perfecta igualdad era un buen salvaje. El hombre en estado
de naturaleza es tímido y lo es por que no ha sido alcanzado por la civilización,
considerándolo de igual manera bueno y sociable.

El idílico estado terminó cuando el mundo empezó a transformarse por la agricultura, la cultura,
la propiedad y la desigualdad entre los hombres, por ello fue necesario crear el Estado mediante
un contrato social. Una triada explica la teoría de Rousseau:

•• Estado de naturaleza.
•• Sociedad civil.
•• República democrática.

Rousseau defiende ardorosamente la voluntad general, que es la que tiene que decidir la
actuación del gobernante y el Estado. Según el autor, la máxima del gobierno legítimo y popular
que persigue el bien del pueblo es guiarse por la voluntad general, ella es la expresión de la
suma mayoritaria de voluntades (sufragio electoral, la deliberación legislativa o jurisdiccional).

El cuerpo político es también un ser moral dotado de voluntad. Esa voluntad general, tendiente
siempre a la conservación y bienestar del todo y de cada parte, es el origen de las leyes y la
regla de lo justo y de lo injusto para todos los miembros del Estado. El pueblo soberano no
puede estar representado y no puede delegar su autoridad ni sus derechos a gobernarse. El
pueblo debe gobernar por sí mismo y directamente.

Rousseau señala que es la necesidad de proteger la propiedad lo que da nacimiento a la


sociedad. Advierte que el reto del Estado es asegurar a la vez la libertad pública y la autoridad
del gobierno, pues el fin del hecho político estatal es asegurar los bienes, la vida y la libertad
de cada miembro mediante la protección de todos.

Es defensor de la soberanía popular democrática y considera que esta debe ser expresada
en asambleas y niega la representación popular de la cual piensa ha de llevar fatalmente al
dominio de la mayoría por los representantes populares.

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El concepto de sociedad civil en Rousseau indica
además de la condición política de los hombres
asociados, el carácter progresivo y civilizado del
vivir social moderno, contrapuesto a la sencillez
del modo de vida natural de los salvajes.

El acto imaginario que da origen a una sociedad no es ni siquiera remotamente semejante a un


contrato, ya que los derechos y libertades de los individuos carecen en absoluto de existencia
excepto en la medida en que los hombres son ya miembros de un grupo.

El orden social, es un derecho sagrado que sirve de base a todos los demás. Precisa que se
trata de encontrar una forma de asociación que dé protección a las personas y a los bienes de
cada asociado, y por la cual, uniéndose cada uno a todos, no obedezca más que a sí mismo y
quede tan libre como antes (Juárez, 2012, p. 144).

Sin embargo, el pensamiento racionalista de Rousseau y sus colegas contemporáneos presenta


inconsistencias como explica Francisco Porrúa en Teoría del Estado (2005):

“No estamos de acuerdo con el pensamiento de Rousseau y en general con todo tipo
de contractualismo racionalista, porque estimamos al Estado como una comunidad
política natural, no artificial. Entendemos a la sociedad política con un alcance mucho
mayor en su misión, que la de ser un simple guardián protector de las garantías
individuales”.

“Estimamos además, que la libertad y dignidad esenciales de la persona humana y Ia


estructura y funcionamiento del Estado aun cuando sean establecidas en concreto,
en cuanto a su vigencia formal, por el orden jurídico positivo, este no deriva de la
razón como pretende Rousseau y sus antecesores, sino que su apoyo o fundamento
axiológico se encuentra en su correspondencia con la misma naturaleza de las cosas:
jus est in rebus, dijo el inmortal Domingo de Soto, significando con ello la presencia
indeleble de la ley eterna, la ley natural y la ley humana o derecho positivo, no en
contraposición, sino en íntima y natural concordancia”.

Es importante hacer notar que el pensamiento de Rousseau respecto de la voluntad del pueblo
o voluntad general ha tenido repercusiones extraordinarias en la doctrina posterior llegando
aún a nuestros días con un valor dogmático que la convierte en verdadero mito:

“La voluntad general es la expresión de la suma mayoritaria de voluntades en la


decisión de los actos políticos en la que se requiere su manifestación: en los sufragios
electorales, en las deliberaciones legislativas o jurisdiccionales”.

(Juárez, 2012, p. 144)

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El mito consiste en determinar en forma absoluta que lo que exprese esa voluntad general,
o mayoría de votos en la que se traduce, corresponde indefectiblemente a la verdad política.
Llevada a ese extremo, la doctrina de Rousseau es falsa. La verdad no proviene de la voluntad
de los hombres, sino de la naturaleza de las cosas en las que reside el principio inconmovible
de contradicción.

Así éste lo demuestra: una cosa no puede ser y dejar de ser al mismo tiempo. Si una verdad
política existe como verdad, objetivamente no puede dejar de ser esa misma verdad aun cuando
la voluntad general haya sido, no sólo mayoritaria, sino unánime al exponer que dicha verdad
no existe.

Como el sufragio electoral para elegir a las personas que han de ocupar los puestos públicos
es el medio utilizado por las democracias para ese objeto conviene señalar lo anterior para
no incurrir en el mito de la voluntad general y tener siempre por acertadas las elecciones; y
aún mucho más importante es el aquilatar esa voluntad general en las deliberaciones de sus
asambleas legislativas.

Una ley podrá ser injusta si viola el orden natural anterior y superior a ella, aun cuando
formalmente sea perfecta por haber sido aprobada por la citada voluntad general. Hay que
considerar a esa voluntad general como una técnica necesaria para el buen funcionamiento
democrático pero atribuyéndole el valor correspondiente a la crítica que hemos señalado.

A pesar de los claroscuros de la teoría política de Rousseau, la trascendencia de su obra es


innegable, piedra angular del movimiento conocido como la ilustración francesa.

Carlos de Secondat, Barón de la Brède y de Montesquieu

Hijo de nobles franceses (1689-1755), se desenvolvió en


los ámbitos jurídicos como consejero del Parlamento de
Burdeos para después vivir un tiempo en Inglaterra donde
estudió el modelo político y las ideas revolucionarias
de Locke y otros pensadores (Ruiza, M., Fernández, T. y
Tamaro, E., 2004).

Montesquieu sostiene que hay tres tipos de gobiernos:

•• Gobiernos
A diferencia de,republicanos,
por ejemplo, que pueden Montesquieu
Aristóteles, adoptar formas
nodemocráticas
distingue las oformas de
aristocráticas.
gobierno sobre la base de la virtud del soberano. La distinción entre monarquía y
•• Monarquías.
despotismo, por ejemplo, no depende de la virtud del monarca, sino de si él gobierna
•• Despotismos.
o no por leyes fijas y establecidas. Cada forma de gobierno tiene un principio,
un conjunto de pasiones humanas que lo pusieron en marcha; y cada uno puede
corromperse si su principio es socavado o destruido.

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En una democracia, el pueblo es soberano, y puede gobernar
a través de ministros, o ser aconsejados por un senado, pero
deben tener el poder de elegir a sus ministros y senadores
por sí mismos.

El principio de la democracia es la virtud política, por la cual


Montesquieu significa el amor a las leyes y a nuestro país,
incluida su constitución democrática.

La forma de un gobierno democrático hace que las leyes que rigen el sufragio y la votación
sean fundamentales. Sin embargo, la necesidad de proteger su principio impone requisitos
mucho más amplios.

Desde el punto de vista de Montesquieu, la virtud requerida por una democracia funcional no
es natural. Requiere una preferencia constante de interés público a privado; limita la ambición
al único deseo, a la única felicidad, de prestar mayores servicios a nuestro país que al resto de
nuestros conciudadanos-; y es una renuncia a uno mismo, que siempre es ardua y dolorosa.
Para producir esta renuncia natural a sí mismo, se requiere todo el poder de la educación.

Una democracia debe educar a sus ciudadanos para identificar sus intereses con los intereses
de su país, y debe tener censores para preservar sus costumbres. Debe tratar de establecer la
frugalidad por ley, para evitar que sus ciudadanos se vean tentados a promover sus propios
intereses privados a expensas del bien público; por la misma razón, las leyes por las cuales
se transfiere la propiedad deben apuntar a preservar una distribución equitativa de la
propiedad entre los ciudadanos. Su territorio debe ser pequeño, de modo que sea fácil para
los ciudadanos identificarse con él, y más difícil que surjan amplios intereses privados. (The
Stanford Encyclopedia of Philosophy, 2019).

En Montesquieu, el hombre no es un ser abstracto, es un


individuo que vive inmerso en una sociedad y bajo su
influencia. Al mismo tiempo reconoce que los factores
geográficos también influyen en él, dando con ello el
antecedente del concepto de geopolítica (Porrúa, F. 2005).

La debilidad en la teoría de Montesquieu y de los racionalistas


era que basaban su pensamiento no en los datos de la pura
razón, sino en los que les proporcionaba la observación de
la realidad empírica, por lo que decayó en definitiva por la
transformación política y social que se verificó en el mundo
por obra de las grandes revoluciones del siglo XIX, (Porrúa, F.
2005).

1
Nota. Adaptado de retrato de Nicolás Maquiavelo por Santi Di Tito (1469-1527). Fue un filósofo y político italiano, precursor de la Ciencia Política
moderna. [Fotografía], s.f., Wikipedia
(https://es.wikipedia.org/wiki/Nicol%C3%A1s_Maquiavelo#/media/Archivo:Portrait_of_Niccol%C3%B2_Machiavelli_by_Santi_di_Tito.jpg).
Wikimedia Commons.
2
Nota. Adaptado de la imagen de la portada “El Príncipe” de Nicolás Maquiavelo (1550). Cubierta de portada de la edición 1550 de la obra “El
Príncipe y la vida de Castruccio Castracani da Lucca”. [Fotografía], s.f., Wikipedia
(https://es.wikipedia.org/wiki/El_pr%C3%ADncipe#/media/Archivo:Machiavelli_Principe_Cover_Page.jpg).
Wikimedia Commons.

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