Jauregui Castillo Maria Fernanda 2013

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Masacre de la Sarna: entre el páramo y el olvido

María Fernanda Jáuregui Castillo

Trabajo de grado para optar por el título de Comunicadora Social


Periodismo

Marisol Cano Busquets


Asesora trabajo de grado

Pontificia Universidad Javeriana


Facultad de Comunicación Social y Lenguaje
Comunicación Social

Bogotá, 2013
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Artículo 23 del Reglamento de la Pontificia Universidad Javeriana

“La Universidad no se hace responsable por los conceptos emitidos por los alumnos en sus
trabajos de grado, solo velará porque no se publique nada contrario al dogma y la moral católicos
y porque el trabajo no contenga ataques y polémicas puramente personales, antes bien, se vean en
ellas el anhelo de buscar la verdad y la justicia”

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AGRADECIMIENTOS

Quiero agradecer en primer lugar a mis papás por todo su apoyo durante este camino y en la
conclusión de esta meta. Tal vez sin ellos, habría sido mucho más difícil encontrar el camino.
Agradezco a toda mi familia, mis tías, mis primos, y mis amigos, que siempre estuvieron ahí,
dándome ánimos para avanzar y terminar. A Marisol Cano, mi profesora y guía en este proceso,
una de las que me mostró el valor y la responsabilidad en este oficio, y la que me enseñó el
respeto y amor por lo que se hace, por su apoyo, sus consejos y su paciencia.

Agradezco al Banco de datos de Derechos Humanos y Violencia Política CINEP/PPP y al


Observatorio de Derechos Humanos de Boyacá-Casanare por su ayuda para la realización de este
trabajo. A Ángela Ballesteros, el Padre Prías y Rodulfo. Y sobre todo a cada una de las familias
de esta masacre, a Gilma, Doña Margarita, Zoraida, el Padre Leonidas, Doña Dioselina, Armando
y Nancy.

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Los que se creen dueños de este país siempre han procurado exterminar cualquier alternativa,
cualquier posibilidad otra, cualquier peligro para ellos, y cómo van a adueñarse de todas las
voces, de todas las palabras, de todas las memorias.

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Contenido

INTRODUCCIÓN .......................................................................................................................................11
MEMORIA (La viva imagen) ......................................................................................................................17
Distinciones sobre la memoria ........................................................................................... 17
La memoria, un misterio ................................................................................................................ 17
Memoria individual, colectiva e histórica: Reminiscencia, reconstrucción y construcción .......... 18
Tiempos de memoria........................................................................................................... 36
La memoria es presente (Recordar) ............................................................................................... 36
La memoria es pasado (Representar) ............................................................................................ 56
La memoria es futuro (Hacer)........................................................................................................ 59
Hacer memoria en Colombia ............................................................................................. 61
Hacer memoria en Boyacá ............................................................................................................. 68
PERIODISMO (SENTADO, ESCUCHÁNDOTE) .....................................................................................70
¿El periodismo de memoria para qué? ............................................................................. 74
CONCLUSIONES .......................................................................................................................................84
EPÍLOGO .....................................................................................................................................................86
BIBLIOGRAFÍA..........................................................................................................................................87

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INTRODUCCIÓN

Mucho antes de conocer y empezar en el oficio del periodista, ya me preocupaba por los hechos
de violencia, por las desigualdades, por la política. Nací en un país en conflicto armado. Durante
los casi veintiséis años que llevo acá, en este mundo, ha existido y se ha vuelto costumbre y parte
cotidiana de la vida de todos sus ciudadanos, y ese conflicto ya existía veinte años atrás, nació
después de una época que se llamó La Violencia, así, La Violencia. Sí, yo nací en Colombia, y
ese La Violencia se ha vuelto simplemente la violencia.

A esa preocupación por la política, las desigualdades, la violencia, se sumó el interés en la


investigación y la escritura, la curiosidad, la búsqueda del otro lado, los otros lados, esas ganas y
emoción del descubrimiento, del aprendizaje, de no dar todo por sentado, el deseo de hilar hasta
el último detalle de la historia. Todo fue tomando forma en el periodismo.

Y así, para mí, no había otro camino, qué puede hacer alguien que se ha formado como periodista
y desde la infancia, ha oído, visto, leído, sobre bombas que estallan, personas que llegan a las
ciudades huyendo y dejando atrás todo lo que eran, voces que les hablan a los cautivos en la
selva, pueblos derrumbados entre despojo y abandono, gentes desaparecidas, niños portando
fusiles, muertos que caen río abajo, cuerpos mutilados, esos guerreros, los que van de camuflado,
guerrilleros, militares, paramilitares, y los otros, que se lucran rápidamente produciendo y
exportando droga, y ganando tierra. Este país duele, qué otra opción tiene alguien que se ha
formado como periodista y sabe de estos horrores, qué más si no contar la historia, las historias
del conflicto.

Es en la historia que se cuenta en donde justamente se da la importancia de esa relación entre el


periodismo y el conflicto. Las preguntas esenciales serían qué clase de periodismo de conflicto se
quiere hacer, qué clase de historia se termina contando. Vivimos en la época de la guerra contra
la población civil, en la época en donde los muertos no están tanto en el campo de batalla, sino en
las casas y son sacados a morir a la fuerza. El periodismo que se ve, oye y lee a diario en el
cubrimiento de conflicto siempre nos daba cuenta de aquellos guerreros, conocíamos de memoria
los nombres de sus jefes, nos contaban sus acciones bélicas como si fueran hazañas porque eran
ellos los sujetos de la historia, por el contrario, no sabíamos nada de las víctimas, nos hablaban de
cifras, como si los muertos al dejar de estar vivos no tuvieran historia.
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Otro periodismo ha existido desde que los muertos son civiles, desde el giro subjetivo de la
historia, un periodismo a profundidad, que narra no sólo hechos, sino personas, paisajes,
consecuencias, dolores, esperanzas. Un periodismo de conflicto que he llamado aquí periodismo
de memoria. El periodista de memoria se encontró en el momento histórico en el que la memoria
se reconoció como origen de la historia y también se convirtió en la nueva manera de escribirla.
Apareció en el momento en el que la memoria se volvió la historia de los vencidos, la forma de
hacer justicia por la historia no narrada, desaparecida, por los vencedores, es ahí en donde radica
la importancia de este periodista de conflicto a profundidad.

Había aquí y allá uno que otro narrando la guerra desde los que la vivían en carne propia, la
gente, a los que la guerra les arrebataba, los que sobrevivían, los pueblos, las huellas de los que
ya no estaban y fueron inocentes fuera de cualquier bando. Periodistas haciendo Memoria
Histórica. Sabía que estos periodistas hacían un cubrimiento distinto del conflicto, con una
perspectiva diferente, pero no entendía realmente qué significaba la memoria, qué significaba
hacer memoria. Creía que un periodista que vive en un país en guerra tiene el deber de tratar de
alguna manera la tragedia de ese país, pensaba que su oficio le daba una responsabilidad
importante en esa coyuntura, que en el caso de este país, más grave aún, se ha vuelto el estado
permanente; pero a través de este trabajo, no sólo confirmé la importancia y la necesidad de
cubrir el conflicto armado, sino que la Memoria Histórica es fundamental para la superación del
conflicto y el periodismo es un vehículo de ésta.

De manera que me enfoqué en hacer un trabajo a profundidad de un caso de violencia en el


marco del conflicto armado colombiano actual. Siempre había pensado, además, que cubrir este
tema es el que representa los retos más complicados, fue también por eso que elegí este campo
para hacer mi proyecto de grado, vi ahí la posibilidad de probarme y aprender más como
periodista. Pensé que si lograba cubrir conflicto, hacerlo real, de cerca, lograría cubrir cualquier
cosa, tratar cualquier tema, por más diferente que fuera; mi proyecto de grado representaría así,
mi mayor esfuerzo y la experiencia cumbre en mi carrera de pregrado.

Luego de explorar varios posibles temas, los trabajos del Grupo de Memoria Histórica de la
Comisión Nacional de Reparación y Reconciliación (MH-CNRR), Verdad Abierta, Contravía y el

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Centro de Investigación y Educación Popular/Programa por la paz (CINEP/PPP) me llevaron a
pensar en contar la historia de una masacre, revisar los hechos y el contexto en el que había
sucedido, quiénes eran ellos, los que habían sido arrebatados de este mundo por actores violentos,
quiénes son los que quedaron aquí, con los sueños rotos, con las preguntas: ¿Quiénes lo hicieron?
¿Por qué?, con el corazón en la mano, mientras sus familiares, a los que les fue truncada la vida,
pasaban a engrosar la cifra de las víctimas de esta guerra absurda. ¿Dónde estaba la justicia?
¿Cuál era la reparación? ¿Cómo lograr sobrevivir a la barbarie?

Un caso concreto, en esta radiografía de violencia, que dé cuenta de lo que ha pasado a nivel
nacional, pero también de las dinámicas de la región, dentro de su propia singularidad, dentro de
sus hechos únicos en el tiempo y en la historia de esas vidas con nombre propio: La masacre del
páramo de la Sarna. Los criterios para escoger esta masacre estuvieron principalmente guiados
por la búsqueda de un caso no tan conocido públicamente, con muchas preguntas aún abiertas,
con un alto grado de impunidad.

El CINEP/PPP fue la puerta de entrada, su seguimiento de los hechos violentos en Colombia, su


acompañamiento a las víctimas y su amplio Banco de datos de Derechos Humanos y Violencia
Política permitieron que sus investigadores me guiaran y ayudaran en esta tarea. Ahora le diré
que elegí este trabajo principalmente por la cercanía de la masacre. Toda la gente a la que le he
presentado este proyecto sobre el que leerá a continuación, me ha preguntado por qué Boyacá.
¿Usted es de Boyacá? Me dicen. ¿Tiene familia allá? ¿Amigos? ¿Por qué Boyacá? No, no soy de
Boyacá, no tengo familia, ni amigos allí, como he dicho, conocí la masacre por el CINEP/PPP.
Lo que me inquietaba tanto es que Boyacá queda en la misma región de Cundinamarca, son
departamentos vecinos, y ahí he vivido toda mi vida. ¿Cómo era posible que estando tan cerca, en
9 años desde que ocurrió la masacre, no hubiera siquiera escuchado sobre los hechos? ¿Cómo
puede uno tener tanto desconocimiento de país, de historia propia?

Tengo compañeros oriundos de Boyacá que estudian en mi universidad, Boyacenses que viajan
constantemente allá, donde está su familia, donde crecieron e hicieron sus estudios de primaria y
secundaria, a los que también les interesan los temas políticos y de conflicto de este país, que no
tenían idea de que allí asesinaron a 15 personas en la jurisdicción de Sogamoso, en la vía
principal que va de allí a Yopal, esa mañana del primero de diciembre de 2001. Hay en mi

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universidad incluso activistas líderes oriundos de Sogamoso a favor de los derechos humanos y
en contra del conflicto armado y los crímenes de Estado, y que no tienen mayor conocimiento
sobre el caso. Y esto pasa en todo el país.

¿No es también el desconocimiento y la falta de interés nuestra un paso a la impunidad? ¿Una


injusticia frente a nuestros muertos, hermanos, realidades? Durante el trabajo de investigación de
la masacre, pude darme cuenta de que en Boyacá y Sogamoso poco se sabe de estos horrores, a
pesar de que ese día, los hechos se conocieron en todos los medios nacionales y locales. Sólo 10
años después, luego del inicio de este trabajo, a raíz de una crónica hecha por el canal local y de
la sentencia anticipada a alias Gavilán, uno de los autores materiales, se empezó a aclarar lo que
había pasado, lo que permitió desvirtuar muchas de las hipótesis iniciales que habían quedado en
la memoria colectiva de la población, y se confirmó la autoría de los paramilitares de las
Autodefensas Campesinas del Casanare (ACC).

Fue así como el CINEP/PPP me contactó con el Observatorio de Derechos Humanos de Boyacá-
Casanare (ODDHHBC) y empecé el acercamiento al trabajo en Boyacá. Cuando comencé la
investigación del caso, la información era poca, acercarse a las víctimas fue difícil, más por
escepticismo que por falta de forma de contactarlos, pues el observatorio llevaba un trabajo con
ellos y eso ayudó mucho, aunque había algunos familiares que no se pudieron contactar. También
hablé con los abogados del caso penal y de reparación en el Colectivo de Abogados José Alvear
Restrepo (CAJAR) para empezar a recolectar la información. Pero en marcha del trabajo de
reportería y cuando comencé a planear el trabajo con las víctimas y la forma en que iba a
presentar el resultado final, surgieron muchas preguntas.

En primer lugar, lo que trataría en el trabajo teórico, decidí hacerlo con el enfoque de todas las
inquietudes que iban apareciendo durante el trabajo con el acompañamiento de mi Directora de
Tesis. ¿Qué es realmente la memoria? ¿De dónde sale ese concepto de Memoria Histórica? ¿Sí
será cierto eso de que la memoria es necesaria para la superación del conflicto? ¿Qué reservas
pueden existir frente a esta afirmación? ¿De dónde surge todo ese interés por la memoria respecto
a los conflictos y las guerras? ¿Qué hay detrás de ello? Y entonces se planteó el primer capítulo
sobre memoria para explorar y buscar estas respuestas.

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Seguido a esto, incluso tal vez desde el comienzo, empecé a plantearme los dilemas y retos que se
le pueden presentar al periodista en este campo ¿Cómo hacer la investigación? ¿Cómo narrar los
hechos? El trato con las víctimas, sus derechos, el impacto que podía tener este trabajo en ellas,
qué lenguaje utilizar en la recopilación y presentación de la información, cómo mostrar, cómo
decir, qué precauciones tomar, cómo afrontar los efectos emocionales, qué decisiones respecto al
tema de seguridad y a las posibilidades de caer en la censura o autocensura. De ahí surge el
capítulo de periodismo, donde planteo la importancia del periodismo en la Memoria Histórica, la
importancia del periodismo de memoria en este oficio y en el mundo actual.

Por último, el resultado de este trabajo y el producto de la investigación de caso está en el blog
que he decidido hacer para presentarlo. Sabiendo que debía ser un trabajo a profundidad, pensé
inicialmente en el estilo de la crónica, en un reportaje, o en un informe especial, quería hacer un
trabajo explorando también el lenguaje y las nuevas herramientas que se le presentan hoy al
periodismo, así que decidí empezar a trabajar en la posibilidad de un especial digital y realicé un
blog en el que exploré distintas formas de presentar la información a partir de diferentes
herramientas multimedia, de la incorporación no sólo del texto, sino de la imagen, el audio y el
video en un mismo espacio.

La narración periodística desde lo digital es algo que se ha hecho muy poco en Colombia, el
verdadero periodismo digital hasta ahora se está empezando a desarrollar, aunque ya existen
varios trabajos de memoria en este formato, y eso también influyó en mi decisión porque conocía
la estética y las otras posibilidades que abría este soporte a mí, una forma distinta de narrar y de
llegar a más lugares y personas. Esto también da la posibilidad de estar renovando la
información, que siempre está fluyendo, y da espacio para interactividad con los lectores y con
los que les interesa el tema, además de hacer partícipes activos a quienes harán parte de este
trabajo, con sus opiniones.

En el blog que es el producto que surge de este trabajo, encontrará los hechos y el contexto de la
masacre, antecedentes y lo que ha pasado hasta ahora; las víctimas, quiénes eran, testimonios de
familiares e historias de vida; los victimarios, quiénes fueron y qué adelantos en la justicia van
apareciendo al respecto; las memorias, lo que se ha hecho y se va haciendo en el tema de
Memoria Histórica de La Masacre del Páramo de la Sarna. Este trabajo puede consultarlo en

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http://masacredelasarna.blogspot.com/ y se irá renovando con la nueva información que vaya
apareciendo en un futuro.

Espero que este trabajo sea en primer lugar un aporte a la justicia, la justicia entendida como el
conocer la historia de las víctimas de esta guerra, la justicia como el reconocer la injusticia y el
horror de los hechos, la justicia como el difundir una realidad que hace parte de la violencia de
este país; una posibilidad de apoyo a las víctimas para que esto se haga visible, para que no se
sientan tan solas y para que de alguna forma visibilizar sirva para reducir la impunidad en la que
permanece este caso. Que este trabajo dé luces a los nuevos periodistas interesados en cubrir
conflicto y temas de memoria, y a todos los que trabajan en este campo. Que la sociedad vea,
oiga y lea, que conozca su historia, que seamos más justos.

Así que encontrará una historia, real, de este país; pero en este escrito, sobre todo, encontrará una
reflexión a profundidad del tema de memoria y el papel del periodismo en ésta. En el recorrido de
este documento verá palabras y frases de otro color que al oprimirlas lo llevarán y traerán,
algunas veces, de vuelta. De cualquier manera, es usted el que ha de encontrar el camino.

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MEMORIA (La viva imagen)

Distinciones sobre la memoria

La memoria, un misterio

La memoria es uno de los vehículos en que el hombre viaja en el tiempo, entre espacios y largos
abismos, para ir de un cuadro a otro, entre fragmentos, a lugares recreados de olores, sabores,
colores, texturas y sonidos. Es lo más similar al sueño, cuando no se confunde con el sueño,
cuando no es el sueño mismo. Lo que ocupa a la memoria, como toda imagen creada o ausente,
es un misterio.

Cuando hablamos del baúl de los recuerdos nos referimos al lugar donde guardamos objetos del
pasado que tienen un significado específico, que pertenecieron a un momento particular de
nuestra historia personal. Sin necesidad de algo material, que podamos tener entre las manos,
existe internamente, como parte de nosotros, un baúl propio. Lo que hay en él a veces tiene la
claridad de esas letras borradas por el tiempo en una carta, o algunos pedazos de la carta, o la
hoja en blanco.

Otras veces, existe esa ilusión o ese hecho que parece tan real en nuestra mente, como si
cerráramos los ojos para verlo, o como si estuviéramos en otra dimensión mientras seguimos en
esta, en la que podemos leer la carta completa con toda precisión y lucidez. Esos instantes, sin
embargo, son casi siempre intermitencias. Una exhalación de una luz que no vemos, que está
oculta, y que en un instante parpadea.

Como si en esa porción brevísima del tiempo tuviéramos la suerte de agarrarlo, o se nos
apareciera. O como si tocáramos por un momento la eternidad. Dice Borges en su Historia de la
eternidad que ésta es la simultaneidad de los tiempos (pasado, presente, futuro) y que el tiempo
es su despedazada copia.

Tal vez eso sean nuestras memorias, pedazos de eternidad.


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Memoria individual, colectiva e histórica: Reminiscencia, reconstrucción y construcción

Cuando se nos presenta la carta, como una revelación, se convierte en una búsqueda, ya no es
suficiente ver esas letras borradas por el tiempo en una hoja, tampoco el haber podido, en un
instante, leer la carta como en una acción real en ese momento; hay un capricho, casi una
necesidad, de lograr ver las letras legibles o de volver al instante nítido y quedarnos un poco más
allí, releyendo la carta, tratando de comprenderla.

En medio del intento de entender, surge la pregunta ¿quiénes? ¿A quiénes se nos presenta la
carta, quiénes hacen la búsqueda? ¿A quiénes se les puede atribuir el recuerdo que aparece y la
acción de recordar? Ese momento de reminiscencia parecía tan propio, tan íntimo, pero lo he
estado narrando en primera persona del plural, no del singular. Accedo, con esta concesión, a la
posición de Halbwachs sobre una memoria compartida, un pasado común: usted sabe de qué le
hablo, usted también lo ha vivido conmigo, usted lo recuerda.

“En realidad nunca estamos solos […] llevamos siempre con nosotros y en nosotros una
determinada cantidad de personas que no se confunden”, dice Halbwachs (2004, p.26). Como lo
plantea, parecería, en términos generales, que la memoria individual no existe, que no hay
ningún recuerdo que sea sólo y exclusivamente nuestro. Su propuesta es que todos nuestros
recuerdos están dentro de unos marcos sociales y esto es porque somos individuos que hacen
parte de una sociedad, todas nuestras experiencias están dadas dentro y a partir de los grupos
sociales a los que pertenecemos y en nuestra relación con los miembros de esos grupos. Así que
mi memoria depende mutuamente de su memoria. Mis recuerdos son sus recuerdos.

¿Se acuerda de esa vez en el puente de Boyacá, cuando conocimos a doña Bernarda y nos invitó a
la casa a comer cuchuco? Usted pregunta ¿Doña Bernarda? Sí, la señora con ruana y sombrero a
la que le pedí que me dejara tomarle unas fotos. ¿Cuáles fotos? Una campesina de ruana azul, en
la casa tenía gallinas y una vaca. Por más detalles que le doy, no se acuerda de nada. ¿No se
acuerda que ese día nos varamos? Usted no recuerda a doña Bernarda, ni el cuchuco, la ruana, las
gallinas o la vaca, pero sí la varada de ese día porque fue lo que le dejó huella, y empieza a
acordarse de que doña Bernarda le prestó el lavamanos, y luego, del cuchuco, las gallinas, la
ruana, la foto. Después me pregunta por las arepas boyacenses que nos regaló, de lo que yo no me

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acordaba y le recuerdo que nos parecieron deliciosas. Su y mi memoria individual son una
memoria colectiva. La memoria es entonces algo referencial y para recordar tenemos que seguir
relacionados de alguna manera al grupo social con el que tuvimos esas experiencias.

Mire, usted va a ir de Bogotá a Boyacá, nunca ha viajado allá, le han dicho que luego de pasar…
va a encontrar… y que más adelante… finalmente, verá al lado derecho del camino una pequeña
cafetería en forma redonda y con grandes vidrios. Le parecerá que en su conjunto se ve como una
película fotográfica encarretada lista para revelar, cada ventana será como una foto, y si mira
desde afuera de la cafetería podrá tener, al recorrer la película en toda la circunferencia, una
panorámica de lo que ocurre adentro. Verá que la montaña se extiende plena hacia abajo y vuelve
a subir al otro lado hasta una estatua en la que un hombre parado en los hombros de cinco
mujeres empuña el pabellón Nacional contra el corazón, es el libertador sobre las cinco
repúblicas bolivarianas, este monumento es el Von Miller. Ahora, en la parte más baja de la
depresión, verá el puente de Boyacá, ahí estará también la plaza de banderas, la llama de la
libertad y la estatua de Francisco de Paula Santander.

Usted no conoce el puente de Boyacá, pero, cuando vaya, recordará los lugares por donde debía
pasar para llegar allá, recordará la cafetería, el monumento de Von Miller, el puente, la plaza… al
verlos. Este rastro que he dejado en su memoria, lo que Halbwachs (2004, p. 28) llama semilla de
rememoración, es la que traerá el recuerdo cuando esté en el lugar, igual lo habría podido hacer
un libro, una película, una fotografía.

Halbwachs va más allá para eliminar esa idea de la memoria individual pura. “Cuando una
persona dice: «no puedo creer lo que estoy viendo», siente que tiene dentro de sí misma a dos
seres: un ser sensible que es como un testigo que acaba de declarar sobre lo que ha visto, frente al
yo que no ha visto realmente, pero que quizás vio en otra ocasión, y, quizás también, se ha
forjado una opinión basándose en los testimonios de los demás” (2004, p.25). Es como si el que
acabara de ver le dijera al otro yo, que quizás ya ha visto o ya conoce, para verificar lo que está
viendo ¿eso sí era así? Yo no recuerdo que fuera así, que pudiera ser así, porque lo que estoy
viendo parece imposible. Busca la confirmación del recuerdo en el otro yo, pero además, la
expresión parece un juicio, como si Halbwachs nos dijera que por más que intentemos reconocer
nuestros recuerdos dentro, con nosotros mismos, sólo podemos hacerlo desde los marcos sociales,

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con prejuicios, tradiciones, convicciones, en los que nos encontramos, y lo afirma diciendo que
ese yo al que le preguntamos quizás ya se ha forjado una opinión basándose en los testimonios
de los demás. El grupo habrá dejado la marca.

Cuando Halbwachs dice que “La vida del niño está más sumida de lo que se cree en medios
sociales por los que entra en contacto con un pasado más o menos lejano, que es como el marco
en el que están prendidos sus recuerdos más personales. En ese pasado vivido, mucho más que en
el pasado aprendido por la historia escrita, podrá apoyarse más tarde su memoria” (1995, p. 210),
hace referencia a lo que caracteriza principalmente a la memoria colectiva. El primer grupo del
que hacemos parte es la familia. Se trata de nuestros abuelos, nuestros padres, nuestras
tradiciones, nuestras enseñanzas, nuestras creencias, nuestra historia. La memoria colectiva tiene
que ver, antes que nada, con la raíz, con la identidad, con eso que pasa de una generación a otra,
el legado de las comunidades que recuerdan.

Hay algo fundamental de la sociología de Halbwachs y es que él habla de reconocer el recuerdo


(2004, p. 34), recordar para él es esa reconstrucción que uno hace con el otro tratando de resolver
el rompecabezas de una imagen que los dos conocemos, y eso es posible porque en el proceso
vamos reconociendo la imagen. Los marcos sociales no son sólo la referencia de la experiencia
que se recuerda, sino la referencia de cómo se recuerda: “los instrumentos que la memoria
colectiva utiliza para reconstruir una imagen del pasado acorde con cada época y en sintonía con
los pensamientos dominantes de la sociedad” (Halbwachs, 2004b, p. 10); los datos y las nociones
comunes desde los que reconstruimos no son la simple imagen, sino la forma en que la vemos,
asimismo, el reconocer se refiere a identificar el recuerdo con el marco en el que se produce.

Vuelvo al momento de la imagen que se me aparece con la claridad de unas letras borradas por el
tiempo en una hoja, a esa intuición sensible, como diría Halbwachs (2004, p. 37) en relación a la
posibilidad de recuerdos sin relación alguna con el grupo. Al final, él no lo cree, dice que la
rememoración como un acto personal es una ilusión, Ricoeur utiliza las propias palabras de
Halbwachs para responderle:

Por lo demás, dice el autor, si la memoria colectiva saca su fuerza y su duración de tener como soporte un
conjunto de hombres, son, sin embargo, individuos los que se acuerdan en cuanto miembros del grupo.
Diríamos de buen grado que cada memoria individual es un punto de vista sobre la memoria colectiva, que

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ese punto de vista cambia según el lugar que yo ocupo y que este lugar mismo cambia según las relaciones
que mantengo con otros medios. (Halbwachs, citado en Ricoeur, 2010, p. 161)

*
Volvamos al comienzo*. Si la primera mirada, esa aparición repentina de una imagen del pasado
y la búsqueda dentro de nosotros mismos, hubiera estado narrada en una primera persona
singular, correspondería a la tradición de la mirada interior −como la llama Ricoeur retomando la
expresión Inwardness de Charles Taylor−, una perspectiva filosófica desde la que se ha tratado la
memoria. Ricoeur (2010, Cap. 1) la ejemplifica en Agustín, Locke y Husserl, a partir del cual
busca la reconciliación entre dos movimientos: la tradición antigua de reflexividad desde donde
surge la problemática de la subjetividad, y una nueva tradición de objetividad, proveniente de la
adopción del modelo epistemológico de las ciencias de la naturaleza por parte de las ciencias
humanas, más precisamente desde la sociología, en donde surge el concepto de conciencia
colectiva con Durkheim, que luego retomará Halbwachs hacia el de memoria colectiva. La
oposición entre mirada interior y exterior, la expresa Halbwachs:

Nada se olvida, pero esta proposición puede entenderse en sentidos diferentes. Para Bergson, todo el pasado
permanece entero en nuestra memoria tal como ha sido para nosotros, pero ciertos obstáculos, en particular
el comportamiento de nuestro cerebro, nos impiden evocar todas sus partes. En todo caso, las imágenes de
los hechos pasados están enteramente acabadas en nuestro espíritu (en la parte inconsciente de nuestro
espíritu) como páginas impresas de un libro que podrían abrirse aún cuando no se abren. Para nosotros, al
contrario, lo que persiste no son imágenes totalmente confirmadas en alguna galería subterránea de nuestro
pensamiento, sino, en la sociedad, todas las indicaciones necesarias para reconstruir esas partes de nuestro
pasado que concebimos de forma incompleta o indistinta, o que incluso creemos enteramente salidas de
nuestra memoria. (1995, p. 210)

Ricoeur nombra los rasgos del carácter privado de la memoria aportados por Agustín: la posesión
privada del recuerdo intransferible a otra memoria, mis recuerdos no son los de ustedes, en
cuanto “mía”, mi memoria es un modelo de lo propio para todas mis vivencias; la continuidad
temporal, mi identidad, el vínculo con el pasado de mis impresiones, a través del cual puedo ir
del presente a hace tres meses, a hace cinco años, a mi infancia; el doble sentido de la orientación
en el paso del tiempo: del pasado al futuro, del tiempo del cambio, y del futuro al pasado, de la
espera hacia el recuerdo.

“¿Por qué la memoria debería atribuirse sólo a mí, a ti, a ella o a él, al singular de las tres
personas gramaticales capaces ya de designarse a sí mismas, ya de dirigirse cada una a un tú, ya
de narrar los hechos y las gestas de un tercero en tercera persona del singular? ¿Y por qué la

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atribución no se podría hacer directamente a nosotros, a vosotros, a lo otros? E incluso a las no-
personas: uno, se, cualquiera que, cada uno” pregunta Ricoeur (2010, p. 125 y 126).

Y entonces, plantea una fenomenología de la memoria común a partir de la quinta Meditación


Cartesiana de Husserl, donde éste “propone el tema de la “comunitarización” de la experiencia en
todos sus niveles de significación, desde los cimientos de la puesta en común de la naturaleza
física hasta la conocida constitución de “comunidades intersubjetivas superiores” o
“personalidades de orden superior”” (Ricoeur, 2010, p. 154).

Lo importante de estas intersubjetividades superiores es que Ricoeur (2010, p. 156) les da el


carácter de sujeto de inherencia de sus recuerdos, traslada esos rasgos de la memoria privada,
personal, individual, a una memoria compartida, a una memoria común; el paso de los rasgos de
Agustín de la primera persona singular a la primera persona plural, y muy seguramente, aunque
no lo dice, pero como lo había insinuado en su pregunta, a todas las personas gramaticales e
incluso a las no-personas.

Ricoeur dota a todas las personas de los atributos de la memoria individual: los recuerdos
intransferibles, ese carácter de mía de la memoria, la continuidad temporal de la persona, la doble
orientación en el paso del tiempo. Es por eso que, cuando narro desde un nosotros lo que es esa
memoria personal, esa reminiscencia propia, también me pongo del lado de Ricoeur: Si yo puedo
vivirlo, el otro también puede.

Todos podemos recordar individualmente, todos tenemos ese poder, tenemos nuestros propios
recuerdos, nuestra propia memoria, todos somos sujetos que pueden hacer, actuar. Todos como
conjunto y conjuntos y todos como cada uno. En ese sentido, cada comunidad tendría su propio
baúl de los recuerdos, su propio pasado, pero también cada grupo de los que compone esa
comunidad, igual que cada uno de los que hace parte de ese grupo.

Mientras que Halbwachs dice uno no recuerda solo, Ricoeur dice no sólo uno recuerda. Ricoeur
cree en una memoria colectiva, pero no por eso deja de creer en una memoria individual, y cree
que así como yo tengo mi propio baúl interno, mi familia también lo tiene y los miembros de mi
familia, mi barrio y las familias de mi barrio y cada una de las personas que vive allí.

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*
Pero ¿qué pasa más allá? Qué pasa por ejemplo con esa señora que nunca había visto por acá, se
parece a doña Bernarda ¡Doña Bernaardaa! ¡Es ella! voy a invitarla a mi casa a tomar chocolate
caliente con pan y queso. ¡Salieron y botaron litros de leche, imagínese! Es que ya ni pasa el
camión a comprarla y si se vende, eso es lo mismo que haber hecho nada, prefirieron botar la
leche, como botar el trabajo porque eso es lo que está pasando y como igual se iba a perder por el
paro… y a mi hermano que es papero ahí en Ventaquemada le tocó salir corriendo porque un
policía se le fue encima con un bolillo, me cuenta. Le digo que acá ha habido enfrentamientos
feos con la policía. Mire que algunos estudiantes también han salido a apoyar el paro agrario, y sí
señora, acá toda la comida está carísima, está imposible comprar verdura, papa, leche, y ni se
consigue.

Voy a la tienda a la que entró doña Bernarda, pide una bolsa de leche. ¿Cómo está? Precisamente
yo iba a comprar una para invitarla a tom… No es ella. ¿Nos conocemos? me dice. No, pero las
dos tenemos el mismo problema, no hay leche en la tienda, no hay en mi barrio, tampoco en
donde ella vive. A propósito ¿qué estará haciendo doña Bernarda?

La Memoria Histórica tiene que ver justamente con esa curiosidad, igual que el periodismo, del
que hablaré más adelante. Todas las memorias son diálogos. Podría decir que la Memoria
Individual tiene que ver con un diálogo interior, hablan los egos; la Memoria Colectiva tiene que
ver con las tradiciones y las mentalidades, hablan las memorias individuales al interior de un
grupo, de una comunidad; la Memoria Histórica tiene que ver con un diálogo más amplio, pero a
la vez más general, hablan las memorias colectivas.

De acuerdo a eso, cada memoria es un punto de vista, cada memoria dentro de mí, cada memoria
dentro de la comunidad, cada memoria –sean individuales o colectivas– dentro de un ámbito más
grande, como un país; pero también es un consenso, de ahí que exista una memoria del barrio,
una memoria de la familia, una memoria de un nosotros, y ese consenso significa la intersección
de esas memorias individuales –sean de individuos o de colectivos–, pero también la
construcción a partir del intercambio de memorias.

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Sentarme a comer pan con chocolate con doña Bernarda o cuchuco y arepa boyacense significa
agrandar la perspectiva. Volver a los lejanos, próximos. Estamos compartiendo, mostrando parte
de lo que somos, parte de nuestras memorias, de nuestras identidades –porque poner a hablar a
las memorias es poner a hablar identidades–, conociendo y reconociendo otras memorias,
aprendiendo que existen otras. Usted se fijará en que al final, sobre la mesa, sea chocolate o sea
cuchuco, lo que hay es comida típica colombiana, o si va más atrás, de origen amerindio, si lo
prefiere. Pero más allá de unir las dos mesas bajo el mismo marco de la gastronomía nacional o
de origen indígena, y reconocer así que hacemos parte de un mismo grupo, aunque más amplio;
ese acto de compartir la comida tradicional de cada una es el reconocimiento del otro como igual.

Ese otro como igual implica que hacemos parte de una misma realidad de la que tenemos
memorias diferentes pero compartidas, que la realidad puede ser vista a través de cualquiera de
esas memorias compartidas o individuales, y que el otro, como yo, es capaz de hacer memoria y
de configurar y expresar la memoria colectiva desde la suya individual.

Hay varios aspectos en ese relato de doña Bernarda, la señora de la tienda y yo. Primero, está
ubicado en un acontecimiento nacional que es el paro agrario a mediados del año 2013. Segundo,
aunque la señora de la tienda no es del barrio, lo que significa que pertenece a otra colectividad,
está viviendo de forma similar a mí ese acontecimiento nacional, y eso se explica porque también
pertenece a una misma colectividad que yo que es la de la persona que vive en la ciudad y
consigue sus alimentos comprándolos a través de intermediarios. Tercero, doña Bernarda y yo
tenemos relatos diferentes acerca del paro, sin embargo, nos referimos al mismo acontecimiento y
tenemos la oportunidad de conversarlo.

El tema de las memorias se vuelve una relación de micromundos y macromundos. He venido


planteando acá una primera definición de Memoria Histórica, que sería una memoria de mayor
alcance y tendría que ver con un discurso que reúna a muchos más individuos, lo que implica,
como dije, más diversidad de memorias, pero a la vez dentro de un marco homogéneo. Voy a
equipararla al ámbito nacional, pero considero que así como podríamos hablar de una memoria en
referencia a Colombia, podría aplicarse igualmente a las memorias referidas a una esfera más
regional como Boyacá o como Latinoamérica, a un continente como Europa, a una cultura como
Occidente, a una religión como el Cristianismo o el Islam, y bien podría estar una de esas

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memorias dentro de otra, y ésta dentro de otra, o cruzarse, una con varias más. De eso hablo con
esa descripción de micromundos y macromundos.

En este sentido, la Memoria Histórica es una gran memoria colectiva, pero cuando nos referimos
a memoria colectiva yo pienso en una memoria más local, más comunitaria, más particular, más
íntima, al interior de un grupo en el que todos se conocen o en el que se comparten más detalles
de la vida diaria, de la cotidianidad, y en el que los impactos de cualquier suceso son muy
similares para todos los miembros del grupo; piense en el municipio de Ventaquemada, en la
familia de doña Bernarda, en los lecheros y paperos de Boyacá.

El concepto de Memoria Histórica es problemático para muchos autores que tratan el tema de
memoria, como Ricoeur, Halbwachs y Nora. Hablar de algo histórico es hablar de un
acontecimiento del pasado, pero no sólo eso, sino de algo emblemático o escogido para que
quedara escrito en la historia como algo relevante que constituyó un nudo determinante para un
cambio o que representó una serie de hechos que estaban ocurriendo en su momento. La batalla
de Boyacá quedó plasmada como la batalla decisiva en la campaña libertadora de la Nueva
Granada, al menos eso nos dijeron, así quedó en la historia. Poner el concepto de memoria al lado
de historia resulta complejo porque la historia tiene que ver generalmente con cosas –no sujetos
que tienen memoria, sino con algo abstracto–, la historia de la Nueva Granada por ejemplo, y con
sus personajes, héroes por lo general –de los que no hay memoria sino historia porque todos los
que pudieron tener recuerdos de ellos están muertos–, Simón Bolívar, Francisco de Paula
Santander. Dice Halbwachs:

Admitamos que la historia nacional sea un resumen fiel de los acontecimientos más importantes que han
modificado la vida de una nación. Se distingue de las historias locales, provinciales, urbanas, en que sólo
retiene los hechos que interesan al conjunto de los ciudadanos, o, si se quiere, a los ciudadanos en tanto que
miembros de la nación. Para que la historia así entendida, incluso si está muy detallada, nos ayude a
conservar y a encontrar el recuerdo de un destino individual, es necesario que el individuo considerado haya
sido él mismo un personaje histórico […] Hay acontecimientos nacionales que modifican al mismo tiempo
todas las existencias. Son escasos. Sin embargo, pueden ofrecer a todos los miembros de un país algunos
puntos de referencia en el tiempo. Pero generalmente la nación está demasiado alejada del individuo como
para que considere la historia de su país de otra forma que como un marco muy amplio con el que su
historia sólo tiene muy pocos puntos de contacto. (1995, p. 211 y 212)

La historia ha sido una herramienta para la configuración de identidad nacional, es en la historia


donde se mira toda la vida de una nación, o al menos, así había sido hasta hace poco, hasta
mediados del siglo XX cuando la historia empezó a fijarse en el sujeto. Los ciudadanos del
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común comenzaron a desplazar a los grandes héroes históricos. La verdad histórica daría un giro.
Sin embargo, la historia ha seguido utilizándose para establecer las verdades nacionales y como
herramienta del poder; lo que ha pasado es que la Memoria Histórica, que se supone tendría un
discurso diferente al de la historia convencional ha sido utilizada con los mismos fines. Hay un
ejemplo en su definición a partir del marco del derecho internacional establecido luego de los
sucesos de la segunda guerra mundial, el Instituto de Memoria Histórica de Ucrania quiso valerse
de esta definición de Memoria Histórica dando prioridad a la hambruna de 1932–1933 para
denunciarla como genocidio por parte del régimen comunista y a partir de esto

“Elaborar una historia del Estado desde una perspectiva propia. Se basará en "los hechos reales", pero
éstos serán "dosificados en función de la tarea de construir un Estado nacional", explica Igor Yujnovski, el
director. "La dosis de los hechos históricos en los que la nación venció o puede ser exaltada será muy
grande y la dosis en los que la nación perdió será insignificante". El instituto debe "mostrar a la sociedad
que la independencia del Estado ha sido resultado de la sufrida lucha que la nación ha mantenido durante
siglos" y también que "sólo un Estado nacional independiente puede garantizar la existencia física de los
ucranios".” (Bonet, 2007)

A partir de lo anterior surge la referencia a otras dos definiciones de Memoria Histórica. La


segunda definición tendría que ver con ese conflicto del concepto como unión de dos nociones
que son opuestas en muchos aspectos; se refiere precisamente a esa relación entre memoria e
historia que termina de cierta forma en una fusión de éstas. Memoria Histórica es el
reconocimiento de la memoria como matriz de la historia, pero más allá, es el uso de la memoria
como una nueva forma de hacer historia, se trata del giro subjetivo.

Hubo un cambio en la naturaleza misma del trabajo del historiador. Los historiadores fueron durante
mucho tiempo los depositarios de la memoria comunitaria en la medida en que tenían, casi, el monopolio
de la interpretación, que, de paso, no era libre, porque con frecuencia el historiador era instrumento del
poder. Con el tiempo, el historiador se independizó, para asumir una actitud científica. Pero casi al mismo
tiempo apareció una vida mediática densa, que contribuyó a crear una forma de memoria colectiva,
independiente del poder puramente científico. Las tragedias del siglo XX contribuyeron, en gran medida, a
democratizar la historia, es decir, a hacerla vivir. El hombre comenzó a sentir que lo que vivía era la
historia, contrariamente a lo que sucedía en las sociedades campesinas tradicionales. Cuando un
campesino vivía, no tenía el sentimiento de que lo que hacía se inscribía en una gran corriente o tenía un
significado que superaba su propia vida y la de su familia. Todo cambió cuando el hombre comenzó a
decirse que no vivía en la tradición, sino en la historia. (Nora, 2006)

Me acuerdo de Menocchio, el personaje de Ginzburg en El queso y los gusanos, “El cosmos


según un molinero del siglo XVI” reza el subtítulo del libro. A través de las declaraciones de este
molinero que quedaron en los expedientes del proceso inquisitorial en el que fue condenado, y de
otros documentos que dan cuenta de su vida, el autor reconstruye el orden establecido, la cultura,

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las inquietudes, la forma de vida de la época. Un referente de la microhistoria. Pero esta corriente
está sumida en un movimiento más grande de unas tendencias herederas del materialismo
histórico, que se aleja de la historia tradicional para fijarse en lo que pasa en la sociedad. Este
trabajo de finales de los setenta, es un ejemplo del surgimiento de otras formas para abordar la
historia, desde la investigación de la sociedad y las relaciones al interior de la misma, hasta ver a
la persona del común, lo que vive, piensa, siente, como se relaciona con su mundo. Común y, sin
embargo, parte de la historia, testimonio de una época.

La mirada de muchos historiadores y científicos sociales inspirados por lo etnográfico se desplazó hacia
[…] las subjetividades que se distinguen por una anomalía (el loco, el criminal, la ilusa, la posesa, la bruja)
[…] pero también se acentuó el interés por los sujetos “normales”, cuando se reconoció que no sólo seguían
itinerarios sociales trazados sino que protagonizaban negociaciones, transgresiones y variantes” (Sarlo,
2006, p. 18).

Es el surgimiento del sujeto histórico. Leer y escribir la historia desde la persona que está a su
lado, precisamente por las cosas que lo hacen diferente. Es el interés sobre lo que resalta de la
normalidad, sobresale en esta. La mujer de sombrero rojo entre los transeúntes con sombreros
grises. El señor de ruana en el bus urbano. La mamá que recoge el agua de la lavadora. Y hay
más historias también en cada transeúnte de sombrero gris, en cada pasajero del bus, en cada
miembro de esa familia, en cada mamá. Siempre hay algo chispeante, algo que brinca, que hace
saltar el continuum de la historia –tomando la expresión de Benjamin (1973, p. 6)–. Hay algo
subversivo en eso –en el sentido de que subvierte el orden establecido de las cosas– porque la
historia deja de poner en manos de reyes y gobernantes el poder, y se lo entrega al ciudadano del
común, como usted y como yo. Ahora nosotros podemos escribir la historia. Y esa historia la
hacemos desde nuestra historia, la historia de nuestras vidas, es decir, desde nuestras memorias,
he ahí la maniobra que hace que memoria e historia se doblen para unirse.

Ahora recuerde lo que dice Halbwachs respecto a la historia nacional, acerca de los escasos
acontecimientos nacionales que modifican al mismo tiempo todas las existencias de sus
ciudadanos, sólo puedo pensar en tiempos de crisis, graves conflictos, una guerra, tiempos de
transformación, una revolución, un cambio radical de sistema. Imagine un gobierno que despoja a
todo el mundo de sus propiedades para repartirlas equitativamente entre todos, por ejemplo.
Piense en lo que pasaría si el paro actual en Colombia abarcara a todos los sectores alimenticios o
de transporte y se prolongara por meses. Todos podríamos dar cuenta de esos hechos porque no

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sólo constituirían momentos cruciales de la nación de la que hacemos parte, sino que habrían
tenido un impacto en la vida de todos, hasta el punto de poder cambiarla por completo.

Pero hay más, si elevamos al máximo esa oposición de los nuevos hacedores de historia frente a
los viejos, y nos devolvemos al personaje de Menocchio por ejemplo, los nuevos sujetos
históricos serían sujetos que históricamente, valga la redundancia, han sido marginados,
satanizados y/o sometidos.

Cada comunidad tiene su propia historia. Los obreros tienen una memoria obrera que comenzó a
establecerse cuando la clase obrera estaba desapareciendo. Comenzamos a hablar de memoria campesina en
los años 70, cuando no había más campesinos en Francia. Por entonces, el porcentaje de la población activa
ocupada en la agricultura cayó por debajo del 10%, mientras que después de la Segunda Guerra Mundial
alcanzaba el 45%. Se comenzó a hablar de memoria femenina sólo con la emancipación y la integración de
la mujer en la sociedad francesa. (Nora, 2006)

Luisa Corradini, la periodista que le está haciendo la entrevista a Nora contrapregunta “En otras
palabras, ¿la memoria sectorial o comunitaria aparece después de una conmoción o de una
tragedia?”, Nora contesta: “En cierto sentido. Las guerras, los genocidios, ¿los totalitarismos? La
Shoa es el ejemplo perfecto de la matriz memorial. Fue justamente Auschwitz lo que dio origen a
la expresión “deber de memoria”.” (Nora, 2006). Y es acá en donde se introduce el término de
Memoria Histórica como lo conocemos actualmente, ese oxímoron que no es ni historia ni
memoria y es historia y memoria.

Esas dos condiciones, el sujeto históricamente marginado, satanizado, sometido, y el tiempo de


crisis, la tragedia, dan el contexto para la tercera definición, que ya habíamos mencionado
ligeramente en referencia a Ucrania, la Memoria Histórica es el derecho de las víctimas de que se
sepa su historia, el deber de los estados de darla a conocer y de éstos y la sociedad civil de
reconocerla.

Respecto a ese deber de memoria del siglo XX y XXI dice Sánchez: “La obsesión de la memoria
parece ser un rasgo característico de un tránsito de siglo marcado por las desilusiones del mito
revolucionario y el karma de la guerra.” (2006, p. 15). La tercera definición podemos enmarcarla
en un auge de la defensa de los Derechos Humanos y el Derecho Internacional Humanitario en el
siglo XX.

28
Las guerras modernas alcanzaron unas magnitudes en las que la población civil se ve fuertemente
afectada: Los campos de concentración nazis y soviéticos, dos bombas nucleares, las toneladas de
Napalm sobre Vietnam, las masacres de miles de personas asesinadas por sus conciudadanos
como en el caso de Ruanda en conflictos de tipo étnico y religioso, más exactamente genocidios,
las desapariciones y torturas en las dictaduras del cono sur. A raíz de eso, particularmente luego
de la Segunda Guerra Mundial, que indudablemente fue el suceso determinante para establecer
normas serias y crear organismos en el tema de derechos humanos en el contexto de guerras o
situaciones irregulares en el mundo, teniendo como antecedente los tribunales internacionales de
Núremberg y Tokio, y tras los genocidios de Ruanda y Yugoslavia y la creación de tribunales
especiales también para estos casos, se crea la Corte Penal Internacional para juzgar los crímenes
de lesa humanidad, de guerra y genocidio. Con estos tribunales internacionales también empieza
a aparecer el concepto de Justicia Transicional.

La justicia transicional es el conjunto de medidas judiciales y políticas que diversos países han utilizado
como reparación por las violaciones masivas de derechos humanos. (International Center of Transitional
Justice [ICTJ], 2013). Su objetivo es reconocer a las víctimas y promover iniciativas de paz, reconciliación
y democracia. La justicia transicional no es una forma especial de justicia, sino una justicia adaptada a
sociedades que se transforman a sí mismas después de un período de violación generalizada de los derechos
humanos. (International Center of Transitional Justice [ICTJ], 2009)

La Memoria Histórica relacionada con la guerra apareció a la par de la Justicia Internacional y


Transicional, Sánchez (2006, p. 15 y 16) nombra las medidas que se tomaron luego de diferentes
situaciones de violación masiva de derechos humanos: conciencia colectiva, responsabilidad
estatal, gestos públicos de demanda de perdón, Tribunales Penales Internacionales, exigencias de
apertura de archivos y rectificación histórica de la memoria traumática, y las diferentes
comisiones de verdad. Todos estos gestos tienen un común denominador, el reconocimiento por
parte del Estado y cualquier otro agente responsable, y por parte de la sociedad, de esas
violaciones masivas. Como se verá más adelante, la Memoria Histórica cumple un papel
primordial con respecto a cada uno de los principios fundamentales de la Justicia Transicional:
verdad, justicia, reparación y garantías de no repetición.

Entonces, ¿qué tiene que ver lo histórico con la memoria? Hablar de algo histórico es hablar de
algo que efectivamente pasó, que se supone, fue real, por eso, una verdad indiscutible. Los
testigos se vuelven fundamentales para que un hecho pase a la historia. La historia era escrita por

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los vencedores y ahora la pueden escribir los vencidos dando a conocer sus memorias, esa es su
revancha.

Esos hombres y mujeres que estuvieron detrás de la alambrada en los campos de concentración
no tenían más que sus memorias para contar su tragedia, exorcizar los demonios que aún los
aterrorizaban, hacer justicia por sí mismos. Luego de la Segunda Guerra Mundial hubo un auge
de literatura de quienes estuvieron en los campos nazis particularmente, tanto de sobrevivientes
como de los que murieron y dejaron el testimonio de sus vivencias en diarios, Primo Levi y Ana
Frank tal vez son los más conocidos en esos casos respectivamente. Además de eso, aparecieron
las conmemoraciones y los monumentos a las víctimas. Las víctimas serán de ahí en adelante
protagonistas de la historia, los sujetos históricos por excelencia y personajes históricos: a los que
fueron asesinados o desaparecidos se les recordará y se les rendirá homenaje como se hiciera en
otra época con héroes y próceres de la patria, las víctimas serán los nuevos héroes.
Entonces la historia ya no se quedará en lo que piensa, habla y vive una persona en una
determinada época en la que están sucediendo hechos que serán históricos por su importancia,
como el caso de Menocchio, sino que los testimonios hablarán de las vivencias del mismo hecho
histórico, del hecho hecho historia en carne propia. Ya lo histórico no será algo lejano al
ciudadano, sino que las personas encarnarán y serán la historia misma. Esa afirmación de Nora de
“El hombre comenzó a sentir que lo que vivía era la historia” (Nora, 2006).

Pero siempre habrá un requerimiento para la Memoria Histórica, las vivencias que van a definir
esa memoria siempre tienen que ser de un hecho histórico. Para Halbwachs (1995, p. 212), las
circunstancias exteriores son las que ocupan un primer plano en la Memoria Histórica y ésta es la
lista de acontecimientos cuyo recuerdo conserva la historia nacional. Pensar en los colectivos de
los que hablaba Nora nos da luces, los obreros, los campesinos, las mujeres. La Memoria
Histórica se trata de que grupos, sectores, colectivos, que han generado o han hecho parte de una
crisis o de una transformación, de un acontecimiento, tomen el lugar de la historia.

La Memoria Histórica tiene que ver con insertar unas memorias colectivas en un escenario más
amplio, a nivel nacional en este caso, y explicar unos hechos locales de acuerdo a las lógicas de
éste, es decir que estos hechos más allá de la memoria colectiva están inmersos en unos marcos
establecidos más extensos, complejos y a la vez homogéneos. De igual forma, si se tomara una de

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esas memorias en el marco histórico o nacional, se supone que éstas podrían dar cuenta de parte
de la historia, de este país, para el caso. Si se le preguntan las vivencias a un secuestrado, a una
familia desplazada, si se escucha a un saladero (El Salado, Bolívar) o a un poblador de Bojayá
(Chocó), si se ve a un niño que ha caído en la trampa de una mina antipersonal, se puede hacer
una idea de la historia del conflicto en Colombia, así sea de una versión, de una parte, pero ya
desde ahí se puede tener un pedacito de historia.

El significado de esta inclusión no tiene simplemente el sentido de insertar unos relatos, permitir
que aparezcan en la historia nacional, como coger y pegar en una esquina del collage, dando a
conocer los otros lados de la historia, los de los márgenes, los históricamente invisibles; sino que
significa que los colectivos entran a jugar un rol activo en ésta, entran a disputarse su escritura, la
de las verdades nacionales, lo que se recordará, lo que enseñarán en las escuelas, en las casas,
desde sus propias memorias; pero esto implica no sólo los hechos, sino la visión de los hechos, y
de ahí, la visión del pasado, que es hacia donde uno mira cuando reflexiona sobre el aquí, el
ahora y para qué y hacia dónde. Entonces será también como se recordará, como se enseñará.

Podríamos decir entonces que la Memoria Histórica tiene que ver con esa gran mutación de la
historiografía contemporánea de la que habla Sánchez, “es ese paso inaugural de la narración, de
las cadenas acontecimentales, a la hermenéutica, a las cadenas significativas en sus pluralidades
virtuales, en un contexto que combina larga duración y experiencia colectiva.”(2006, p. 22 y 23).
Y eso implica que es un campo de lucha, de significado, de perspectivas, de ideologías, de
identidades, de ser memoria a volverse historia, decir no sólo qué, sino quién, cómo, por qué,
para qué.

“La definición de la historia delimita, crea patrones y estructuras sociales del sentir, del pensar y del actuar,
la historia no es una especulación sobre el pasado, es factor preponderante de la alienación y de la
alineación estructural de modos de ser y de representar la identidad de grupos y naciones, traza mapas
temporales, sitúa aliados y enemigos, ofrece una forma de explicar las causas del mal, de la tragedia y de los
sufrimientos y otra para explicar el éxito, la esperanza y el por-venir” (Acevedo, 2011, p. 51 y 52)

La Memoria Histórica, esa narración desde los que estamos aquí, es hacer la historia desde la
memoria y a la vez es hacer de la memoria algo histórico. Porque no es sólo tomar esos recuerdos
y esas marcas de esa persona, de ese colectivo, y hacerlos parte de algo más grande conocido por
todos, sino también que la memoria, como está concebida hoy es ella misma un acontecimiento,

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marca un hito en la historia. Una forma de dar voz, participación, de empoderar, de redimirse, de
liberarse, pero también de hacer, de redimir, de liberar.

La historiografía materialista de Benjamin ha sido la base para gran parte de ese discurso de
Memoria Histórica de las víctimas y es en la forma como él concibe el hacer historia en que esas
víctimas, en que esos colectivos, se convierten en sujetos históricos, en el sentido de
transformadores de la realidad, ellos son los que hacen la nueva historia porque tienen la misión
del cambio, de alguna manera, de la salvación, por eso son los nuevos héroes, porque son los
encargados, destinados si se quiere, tienen el poder de la elección, si se prefiere, de hacer la
revolución de la historia y la evolución de la memoria.

En la base de la historiografía materialista hay […] un principio constructivo. No sólo el movimiento de las
ideas, sino que también su detención forma parte del pensamiento. Cuando éste se para de pronto en una
constelación saturada de tensiones, le propina a ésta un golpe por el cual cristaliza en mónada. El
materialista histórico se acerca a un asunto de historia únicamente, solamente cuando dicho asunto se
le presenta como mónada. En esta estructura reconoce el signo de una detención mesiánica del acaecer, o
dicho de otra manera: de una coyuntura revolucionaria en la lucha en favor del pasado oprimido. La percibe
para hacer que una determinada época salte del curso homogéneo de la historia; y del mismo modo hace
saltar a una determinada vida de una época y a una obra determinada de la obra de una vida. El alcance de
su procedimiento consiste en que la obra de una vida está conservada y suspendida en la obra, en la obra de
una vida la época y en la época el decurso completo de la historia. El fruto alimenticio de lo comprendido
históricamente tiene en su interior al tiempo como la semilla más preciosa, aunque carente de gusto.
(Benjamin, 1973, p. 6)

La anterior tesis de Benjamin nos devuelve tres aspectos de la Memoria Histórica, aunque no
utilice este término. Habla de ver la historia como una constelación, al contrario de la historia
tradicional lineal homogénea que se llena de hechos como metiendo hojas en una carpeta.
“Captará la constelación en la que con otra anterior muy determinada ha entrado su propia
época.” (Benjamin, 1973, p. 7), dice en su apéndice A de sus Tesis de Filosofía de la Historia. Es
esa relación entre épocas, ese salto que es el tiempo-ahora, como el viaje en el tiempo pero sólo
desde el presente, algo así como el tiempo es ahora, es decir que en el ahora está todo el tiempo.
Introduce así, ese primer aspecto que es el tiempo presente como el tiempo de la historia,
paradójicamente la memoria se hace historia en la inmediatez, en el hoy, es vivir y escribir lo que
se está viviendo porque los sujetos históricos están en el hoy, la historia se está escribiendo ahora,
ya.

Con el tiempo-ahora introduce así, de alguna manera también, el segundo aspecto que habría que
recuperar que es el tema de escalas, porque es justamente aquí, en la vida del hombre actual
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donde se puede ver toda la vida de la humanidad, todo está ya contenido en este hombre porque
es el resultado de todas las tensiones que ha habido entre los tiempos. Recuerde la cafetería al
lado de la carretera en el Puente de Boyacá ¿la recuerda? Imagínese ahora que cada uno de sus
vidrios, cada ventana que puede ser un cuadro de la película, una foto, es una memoria individual
–sea individual o colectiva-, y a través de cada uno se puede ver la realidad, lo que ocurre
adentro, lo que pasa es que sólo se verá una parte, y con eso me refiero no sólo al cuadro que
alcanza a enmarcar la ventana, sino que usted puede alcanzar a ver a través de ese cuadro todo lo
que ocurre adentro, pero lo verá desde la perspectiva de éste, sólo desde esa entrada. Porque creo
yo que somos diferentes entradas a un mismo espacio, diferentes cuerdas que jalan y sostienen la
realidad desde su propio lugar.

Y lo que pasa cuando usted deja de mirar el cuadro de la ventana desde lejos, sólo lo que hay en
el marco, y se acerca para mirar todo el panorama interior, cambia también lo que ve. También
pasa si entra y mira desde adentro hacia la ventana a través de la que vio desde afuera a la señora
de sombrero rojo sentada en una mesa. Cambia la perspectiva, lo que ve cambia. Así mismo, la
memoria colectiva que alcanza la Memoria Histórica no puede ser ya igual, introducirse en ese
inmenso campo de batalla tiene el costo de transformarla, sea como sea.

“Pero se dibuja una paradoja, los subalternos, para ser sujetos de la historia deben trascender su estadio de
memoria local y comunitaria para enunciarse en el campo de disputas de las élites, en el espacio de la
política pública nacional. La transformación cronotópica es a la par una variación radical de su posición de
enunciación, una que les conduce a dejar de ser subalternos si son escuchados, si su palabra como sujetos de
la memoria se convierte en mensaje para ser sujetos de la historia, si su palabra adquiere el poder para
cambiar la narrativa que les antecedía en la historia.” (Acevedo, 2011, p. 51)

Así que están todas las memorias, todas con su naturaleza diferente dentro del ámbito, del espacio
en que nazcan, se manifiesten, vivan, interaccionen, y si entran a otros espacios serán otras
memorias, tendrán un rostro distinto. Así como se hizo esa separación entre memoria individual y
memoria colectiva, se separa la memoria colectiva de la Memoria Histórica.

Pero hay algo más, hay algo que se repite como una epifanía, un tercer aspecto para concluir que
ya menciona Benjamin, el principio constructivo. Está también en su tesis 14, desde el tiempo-
ahora de hacer de la memoria, la historia: “La historia es objeto de una construcción cuyo lugar
no está constituido por el tiempo homogéneo y vacío, sino por un tiempo pleno, «tiempo -
ahora».” (Benjamin, 1973, p. 5). Y desde el carácter significativo de la memoria, de dar sentido:
33
“Recordar no es solo el acto de evocar un evento sino ser capaz de formar secuencias narrativas
expresivas-significativas (Connerton, 1989). Recordar, por consiguiente, no es un aspecto de
reproducción sino de construcción.” (Área de Memoria Histórica. Comisión Nacional de
Reparación y Reconciliación (CNRR), 2009, p. 57).

Volvamos a nuestro relato, el paro nacional. Doña Bernarda, la señora de la tienda y yo. Piense
usted en esto como tres personas que se encuentran sólo porque todas tienen en su poder una
pieza de un tríptico, es lo que las une, pero ninguna de las tres tiene idea de cómo son las otras
dos partes que faltan. Cuando finalmente las juntan logran encontrar un sentido que trasciende el
que veían o el que le habían otorgado a su propio cuadro. La distancia nos hace andar a ciegas, el
contar nuestra historia al que no la conoce y escuchar la de él es hacer una construcción, esa es la
Memoria Histórica, pero esa construcción sólo se puede dar en el diálogo de las memorias. Así
que cuando yo empiezo a hablar con el otro surge esa posibilidad de intercambio de relatos en el
que no sólo se encuentran las intersecciones, sino las ausencias que llena el otro, el complemento
de la frase que él no ha visto.

Ricoeur habla de un fenómeno de la memoria transgeneracional que estructura secretamente todo


el capítulo Memoria colectiva y memoria histórica de Halbwachs, y que garantiza la transición
entre la historia aprendida y la memoria viva, esto sería la Memoria Histórica para él. “El
descubrimiento de lo que se llamará Memoria Histórica consiste en una verdadera aculturación en
la exterioridad. Esta aculturación es la de la familiarización progresiva con lo no familiar, con la
inquietante extrañeza del pasado histórico.” (Ricoeur, 2010, p. 508 y 509). De acuerdo con lo que
dice Ricoeur se podría pensar en el niño que conoce la historia por memorización de fechas,
hechos, personajes importantes y cuando va a su casa escucha los relatos de sus abuelos que
vuelven todo eso abstracto en algo cercano. “Se trata de una experiencia importante, que
contribuye a ensanchar el círculo de los próximos, de los allegados, abriéndolo hacia un pasado
que, aunque pertenece a los de nuestros mayores aún con vida, nos pone en comunicación con las
experiencias de otra generación distinta de la nuestra.” (Ricoeur, 2010, p. 509).

Mientras en las definiciones anteriores de Memoria Histórica se trata de volver lo privado,


público, o exteriorizar lo interior; en esta noción que propone Ricoeur desde Halbwachs, la
Memoria Histórica interioriza lo exterior, le da a lo público un carácter privado. Ese diálogo de

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las tres, doña Bernarda, la señora de la tienda y yo, esa construcción, no es sólo mirar lo que
cuenta cada una, conocer más allá de mí o mi colectivo implica reconocer. Saber que en el barrio
de la señora que entró a la tienda tampoco hay leche, que la situación por donde doña Bernarda
vive está complicada, esas preguntas: ¿Nos conocemos? ¿Qué estará haciendo doña Bernarda?, es
esa curiosidad de cómo está viviendo eso el otro, cómo se ve desde donde él está, el fuego. Ya no
es conocer y reconocer la imagen, sino reconocer al otro, reconocer la imagen del otro. Entonces
se puede ampliar el círculo de los próximos no sólo hacia un pasado sino al presente desde el que
se está haciendo historia, pero hacia el otro, hacia la ventana del lado y la de más allá. La
construcción sólo se da cuando yo puedo encontrarme con lo que no conozco y reconocerlo. Y
seguro que así veremos más constelaciones.

Así, en el paso de memoria individual a memoria colectiva a Memoria Histórica se va definiendo


la memoria en su carácter de reminiscencia, reconstrucción y construcción.

Como yo lo veo, la memoria es como un tejido de hilos unidos que se cruzan con otros dentro de
un hilo más grande que a la vez se cruza con otros hasta que todos forman una figura, un dibujo.
Incluso los hilos más pequeños están hechos de hilos que no alcanzamos a ver.

Quedan algunas ideas en el aire. Por ejemplo, no vaya a creer todo lo que le he dicho como si
fuera verdad, es una historia. Hasta ahora, la leche se consigue en mi barrio, ¿en el suyo? No
sabemos todavía nada del futuro, pero espero que los campesinos lo resuelvan. Me preocupa
también ese hacer historia sólo desde el presente, se nos pueden olvidar otros tiempos, que
también existieron, que también son válidos. ¡¿Y si creemos que la memoria es toda la verdad?!
Porque verdades también nos podemos aprender de memoria.

35
Tiempos de memoria

El tiempo no lo cura todo, pero sí desplaza lo incurable del centro de atención.


Ludwig Marcuse

El enigma permanente del problema del tiempo es esta complementariedad, y a la vez esta
contienda, e incluso este desgarro entre el desplazamiento de la mente hacia el pasado en que
consiste la memoria y su proyección hacia el futuro en forma de esperanza, miedo, deseo,
precaución, planificación, etc.
Paul Ricoeur

Un tiempo implica al otro, recordar es representar es hacer, construir, crear es. El dolor está en
cada estadio, pero también la capacidad de abordarlo, de rebasarlo. Entremos entonces por
cualquier puerta.

La memoria es presente (Recordar)

La rememoración

La memoria es esa búsqueda del recuerdo, en ese sentido, del significado de la imagen que se le
aparece al sujeto, sea individual o colectivo. Pero también es una búsqueda por la verdad, por
entender a qué se refiere ese recuerdo, a qué verdad, qué significa. El hombre capaz, el hombre
que recuerda es el hombre que actúa, que hace memoria.

La memoria es una elección: Conservación y supresión de recuerdos


“Acordarse es, en gran medida, olvidar”
(Ricoeur, 2010, p. 567)

El grupo de Memoria Histórica (2009, p. 61) dice que la memoria es selectiva, ordenadora y
dinámica porque no sólo elige qué recordar, qué olvidar y cómo hacerlo, con qué sentido,
atribuyéndole qué significado; sino que jerarquiza y se renueva continuamente.

36
Como la memoria es del sujeto y los sujetos, es una acción. Suele hacerse la distinción entre
memoria y olvido como si fueran una oposición, pero el olvido es no poder recordar o no querer
hacerlo. El olvido termina siendo una función o una expresión de la memoria. Dice Todorov
(2008, p. 22) que los términos para contrastar son la supresión (el olvido) y la conservación, y
que lo que hacemos es una selección. Vista así, la memoria humana no es un lugar estático de
almacenamiento, es más un lugar de transacción, donde se selecciona lo que se va y lo que se
queda, o lo que está dormido y lo que está presente activamente. Esta selectividad de la memoria
es la que define realidades. Cuando hacemos memoria, nosotros decidimos qué recordar y qué
olvidar como parte de la doble naturaleza de la memoria como acción. Así, la memoria también
es una elección. Si no eligiéramos, estaríamos ante una enciclopedia gigante interminable.

El pasado es indestructible: El olvido


“Es el olvido el que hace posible la memoria”
(Ricoeur, 2010, p. 565)

Olvidar siempre es una especie de mentira, dice Ricoeur, el olvido es una negación que puede
darse desde el trauma hasta las amnistías. Ricoeur habla de un olvido de reserva, que es el que
está ahí siempre. Es ese cómplice que no nos delata de haber querido guardar tesoros bajo la
mesa.

La memoria es una utilización: Usos y abusos de la memoria


“La recuperación del pasado es indispensable; lo cual no significa que el pasado deba regir el
presente, sino que al contrario, éste hará del pasado el uso que prefiera”
(Todorov, 2008, p. 39 y 40)

No sólo se elige qué recordar y qué no, sino cómo y con qué sentido. Hay usos y abusos de la
memoria. Acá he hecho una tipología de tres clases de abusos, basando sus nombres en los que
plantea Ricoeur en La memoria, la historia, el olvido, pero yendo más allá de sus propuestas y
complementando con lo que dice Todorov en Los abusos de la memoria. Cada tipo de abuso
incluye algún antídoto.

37
Primer Abuso
La sombra de Funes que no olvida nada planea sobre todos nosotros
−La memoria impedida−

““Soy la siniestra memoria”; “tengo más recuerdos que si tuviera mil años…”” (2010, p. 106),
Ricoeur cita la primera frase de Spleen (II) de Baudelaire. El spleen, esa melancolía, ese tedio de
los franceses del siglo XIX, puede resultar siendo la expresión de la primera cara de la memoria
impedida, que llamaré acá memoria literal, de acuerdo a la caracterización de ésta que ha dado
Todorov.

Nada me causa encanto ni atractivo; no me importan mi nombre ni mi suerte, en un eterno


spleen muriendo vivo, y es mi única ilusión, la de la muerte, dice Garrick, el actor del poema de
Juan de Dios Peza. Sobre esa memoria literal pesa una suerte de muerte en vida, y si bien, la otra
cara de la memoria impedida, lo que llamaré el olvido traumático, disimula la cercanía a esa
pulsión de muerte, se puede convertir también en una muerte lenta; es una farsa, la cara de
Garrick cuando es actor, el pueblo al aplaudirlo le decía “Eres el más gracioso de la tierra, y el
más feliz” y el cómico reía.

La memoria impedida se expresa en esas dos caras. La felicidad, el placer se ha ido, cualquier
muestra es sólo una ocultación. No podemos recordar con una sonrisa a ese amor que la vida nos
dio, a cambio de eso, la pérdida nos desborda en una melancolía pasiva de su ausencia y en una
negación activa de que ha ocurrido una tragedia, o una partida. Igual pasa con cualquier hecho
trágico, no se puede recordar con una serenidad y una conciencia de pasado sobre el suceso, nos
martilla sin lograr evitarlo y/o lo evadimos. Cargamos con un peso que nos hunde el alma todos
los días, nos hunde a nosotros contra el suelo. Es una memoria que está herida, que está enferma,
como dice Ricoeur.

Está marcada por los excesos de recuerdo y olvido, pero tiene que ver con lo que Ricoeur llama
demasiado poca memoria, “lo que unos cultivan con delectación melancólica, y lo que otros
rehuyen con mala conciencia, es la misma memoria-repetición. A unos les gusta perderse en ella;
los otros temen ser engullidos por ella. Pero unos y otros padecen el mismo déficit de crítica. No
acceden a lo que Freud llamaba el trabajo de rememoración.” (Ricoeur, 2010, p. 108-109)

38
Está relacionada con el trabajo de duelo, el trabajo de recuerdo, el trabajo de olvido, esta
memoria impedida es la imposibilidad que hay de realizar esos trabajos. La memoria literal
impide olvidar. El olvido traumático impide recordar. Freud (Ricoeur, 2010, p. 98) pone como
antídotos o como procesos para una sana memoria el trabajo de rememoración contra la
compulsión de repetición, el trabajo de duelo contra la melancolía. De esta forma, el trabajo de
duelo y el trabajo de recuerdo están íntimamente relacionados. El beneficio del primero es el
segundo, el primero es el costo para poder realizar una verdadera y sana rememoración, en los
términos económicos de Freud que expresa Ricoeur.

Penélope: escarbar el alma y el movimiento impedido

Ahora, retomando la descripción de la memoria literal que propone Todorov, ésta es una
memoria a secas que se vuelve problemática porque el suceso doloroso:

Es preservado en su literalidad (lo que no significa su verdad), permaneciendo intransitivo y no


conduciendo más allá de sí mismo. En tal caso, las asociaciones que se implantan sobre él se sitúan en
directa contigüidad: subrayo las causas y las consecuencias de ese acto, descubro a todas las personas que
puedan estar vinculadas al autor inicial de mi sufrimiento y las acoso a su vez, estableciendo además una
continuidad entre el ser que fui y el que soy ahora, o el pasado y el presente de mi pueblo, y extiendo las
consecuencias del trauma inicial a todos los instantes de la existencia. (2008, p. 50)

Resalta la obsesión por el pasado, de ahí la venganza, de ahí la rememoración y conmemoración


obsesiva, aspectos que se manifestarán colectivamente en las dos siguientes formas de abuso;
pero lo que más llama la atención es ese “extender las consecuencias del trauma inicial a todos
los instantes de la existencia”. Es el estar atrapados en el dolor de la pérdida. Paralizados. La vida
propia está a merced de esa incapacidad, todo gira en torno al trauma y al recuerdo, lo que
fuimos, lo que somos, lo que queremos y vamos a ser, en nuestra cabeza. No podemos avanzar,
no podemos transformar ni transformarnos, la ruptura se vuelve abismo, continuar es una ilusión.
La vida se puede ir estrechando hasta volverse ella misma imposible. Esa demasiado poca
memoria que nos amarra al vacío y a la oscuridad está muy presente en el Funes de Borges,
“tiene” tanto que ya no tiene nada. Ya no le es permitido el movimiento, le duele guardar
absolutamente todo, me decía un amigo.

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Dos veces lo vi atrás de la reja, que burdamente recalcaba su condición de eterno prisionero:
una, inmóvil, con los ojos cerrados; otra, inmóvil también, absorto en la contemplación de un
oloroso gajo de santonina. Recordar se vuelve una cárcel, pero otra frase del texto de Borges
recalca más ese estar tejiendo y destejiendo lo mismo como Penélope, en una búsqueda de
manipulación del tiempo, casi como un símbolo de detención del mismo en el punto de partida, a
la espera del retorno de lo ido: Dos o tres veces había reconstruido un día entero; no había
dudado nunca, pero cada reconstrucción había requerido un día entero. De este modo, el día
recordado se vuelve perpetuo, no hay más días para quienes recuerdan literalmente. La
contemplación permanente, continua, frecuente, de ese pasado perdido, del día trágico, de lo que
sería si no hubiera pasado nos impide vivir el presente. Muchas veces sólo el trauma trae las
imágenes como un bombardeo, como si el mismo cerebro se ufanara en un acoso que grita y no
puede ser silenciado.

Pero es en ese escarbar y escarbar el recuerdo, traerlo continuamente a la superficie y mantenerlo


allí, en que no puede haber recuerdo. La búsqueda incesante, que no descansa, convirtiendo todo
el hacer del presente en esa recuperación del pasado; la evocación desmesurada en fechas
específicas, la mamá que le celebra el cumpleaños al hijo que ya no está como si aún estuviera,
no hay recuerdo porque no hay pasado, lo que ha/es pasado no se acepta como tal; pasa lo mismo
con la habitación que permanece intacta como congelada en el tiempo, la monumentalización, esa
exaltación, ese culto a lo que era, a lo que fue, para que permanezca por encima de todo. Dice mi
amigo, que además es arquitecto: “cuando usted quiere memorizar algo, o monumentalizarlo, es
porque primero lo tenía debajo de otras tantas cosas entre las que se incluye el mismo lugar del
objeto, cosa que al escarbar para rescatarlo termina por arruinarlo, que de alguna forma también
hacía parte del objeto, o de la historia que él contaba.”

De olvidos, recuerdos-pantalla, paso al acto y actos fallidos

Del episodio del cumpleaños bien podemos saltar al olvido traumático porque éste es una
negación. El olvido traumático tiene que ver con la represión del recuerdo, es la huida, ignorar el
dolor y retirarse del suceso sin asimilarlo. “El exceso de memoria recuerda particularmente la
compulsión de repetición, de la que Freud dice que conduce a sustituir, por el paso al acto, el
recuerdo verdadero por el que el presente se reconciliaría con el pasado”, dice Ricoeur (2010, p.

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108). De esta manera, el trauma y el hecho que lo causó permanecen velados, no es posible
recordar, al menos, el recuerdo queda relegado; a cambio de eso aparecen sustituciones, los
olvidos y los recuerdos-pantalla que surgen de las narraciones que damos de nuestras
impresiones sustituyen el recuerdo por uno falso, el trabajo de duelo y de rememoración es
sustituido por acciones que se repiten y son dañinas, inconscientes e impulsivas, ese paso al acto
−acting out−, que es una representación de lo que está escondido.

Finalmente, la memoria literal termina siendo una expresión de olvido traumático, se reemplaza
el trabajo de duelo y de rememoración por esa acción repetitiva de escarbar el recuerdo que es
terriblemente dolorosa y nociva, y éste termina siendo otra cosa que no es el recuerdo; además,
de cierta manera, también se está reprimiendo. Sin embargo, estas repeticiones consecuencia de
la negación bien podrían manifestarse en adicciones, actos de rebeldía y todo tipo de acciones
repetitivas que saboteen nuestra propia vida, hábitos de autodestrucción. También aparecen los
actos fallidos, que son olvidos, errores y omisiones de la vida cotidiana, pero que por la
repetición igualmente pueden generar saboteo y convertirse en algo grave cuando se refiere a
proyectos:

El olvido de impresiones y de acontecimientos vividos (de cosas que conocemos o conocíamos) y el olvido
de proyectos, que equivalen a la omisión, a la negligencia selectiva, rebelan el lado astuto del inconsciente
colocado en posición defensiva. Los casos de olvido de proyectos –omisión de hacer- revelan, además, los
recursos estratégicos del deseo en sus relaciones con el otro: La conciencia moral sacará de ahí su arsenal de
excusas para su estrategia de disculpa. (Ricoeur, 2010, p. 571)

Working through, per-elaboración o remodelación

La omisión de hacer se convierte en una injusticia con los demás y con uno mismo. Con la
memoria impedida, las personas pueden durar años viviendo una vida miserable o con problemas
que no les deja tener una vida normal pero cuya raíz descansa en el trauma. Esta memoria que es
memoria-repetición como ya lo decía Ricoeur, es el resultado de no poder sanarse y en ella no
hay crítica. “La memoria impedida es una memoria olvidadiza, la persona repite en vez de
acordarse.” (Ricoeur, 2010, p. 568).
No queremos o no podemos enfrentar la pérdida ni enfrentar el dolor. El antídoto para lograr una
sana memoria se trata de encarar lo que ha sucedido y de vivir el duelo, lo que implica ir más allá
del recuerdo y no que quede como la impresión en la cera, intacto en lo que significó cuando
ocurrió la ruptura, como el vacío y la desolación de esa habitación que permanece en el tiempo.
41
La memoria herida se ve obligada a confrontarse siempre con pérdidas. Lo que no sabe hacer es el trabajo
que la prueba de realidad le impone: El abandono de las energías y actividades por las que la libido no deja
de relacionarse con el objeto perdido, hasta que la pérdida no haya sido interiorizada definitivamente.
(Ricoeur, 2010, p. 108 y 109)

Ricoeur (2010, p. 98) acude al término de working through usado por Freud, que se podría
traducir como trabajar a través de, ocuparse de, resolver. Él prefiere per-elaboración o
remodelación, con este uso ya está diciendo que la rememoración en sí implica una diferencia a
lo vivido primeramente. El trabajo de duelo implica tiempo y se trata de resignificar la tragedia.
Para Todorov (2008, p. 54 y 55), admitir la realidad de la pérdida desligándose del doloroso
impacto emocional, dejar de vivir el pasado en vez de integrarlo al presente, abandonar el
dominio por el recuerdo sin poder controlarlo.

Cuando se habla de elaboración del duelo significa lograr finalmente un equilibrio entre lo que se
olvida y se recuerda y la forma en que se hace de tal manera que ya no nos haga daño hasta
manejar y obstaculizar nuestra vida, luego de este proceso que recalca la parte activa de lo que es
ejercer memoria, se le puede dar el lugar al recuerdo y a lo que hemos perdido, sea un ser
querido, una relación, una pertenencia, y todos los proyectos, sueños, posibilidades que habían.
Es un proceso similar a la curación que se logra mediante la recuperación de los recuerdos
reprimidos de la primera infancia en el psicoanálisis de Freud.

Pero ¿qué hará con ellos el sujeto, a partir del momento en que los haya reintegrado a su conciencia? No
tratará de atribuirles un lugar dominante […] sino que más bien los hará retroceder a una posición periférica
donde sean inofensivos; a fin de controlarlos y poder desactivarlos. Mientras estaban siendo reprimidos, los
recuerdos permanecían activos (obstaculizaban la vida del sujeto); ahora que han sido recuperados, no
pueden ser olvidados pero sí dejados de lado. Otra forma de marginación de los recuerdos se produce en el
duelo: en un primer momento, nos negamos a admitir la pérdida que acabamos de sufrir, pero
progresivamente, y sin dejar de añorar a la persona fallecida, modificamos el estatuto de las imágenes, y
cierto distanciamiento contribuye a atenuar el dolor. (Todorov, p. 38 y 39)

Ese resignificar es también separar los sueños, proyectos y posibilidades de lo que se ha perdido
y re-elaborarlos a partir del presente. El trabajo de duelo es de cierta forma volvernos a hacer,
nacer de nuevo, trascender a la ruptura. La mejor honra para nuestros muertos es no rendirnos
ante la muerte, esa es una forma también de hacer justicia. “Una vez terminado el duelo, el yo se
halla de nuevo libre y desinhibido” (Ricoeur, 2010, p. 100). Se habrá tomado conciencia del
acontecimiento traumático, se habrá trabajado en él, se habrá podido asimilar e interiorizar la

42
pérdida, se podrá dar un paso adelante, muchos pasos adelante a pesar de saber que fue algo real
y doloroso, que lo vivimos y nos quebró, que pertenece a nuestra historia, que nos pertenece.

Luego de eso, se podrá por fin recordar equitativamente, recordar serenamente, lograr la
memoria-recuerdo, término de Ricoeur (2010, p.106), quien habla de esa tristeza sublimada que
evocan los últimos cuartetos y sonatas de Beethoven para referirse al cambio de la complacencia
con la tristeza en tristeza sublimada –en alegría–, nos dice: “Y, por cuanto el trabajo de duelo es
el camino obligado del trabajo de recuerdo, también la alegría puede premiar con su favor el
trabajo de memoria. Esta es la memoria “feliz”.

No es olvidar lo que significó en nuestras vidas lo que perdimos, ni abandonar a nuestros


muertos, al contrario, es darles el lugar que se merecen. Recordar qué hizo en nuestras vidas lo
que ya no está, quiénes eran los que ya no se encuentran materialmente a nuestro lado, qué
representaban, qué hicieron en nosotros, más que recordar el significado de la tragedia; y poder
recordar tanto el acontecimiento de la pérdida como lo que se ha perdido de forma crítica y
reflexiva.

Ya no guardaremos los recuerdos como coleccionándolos celosamente, sacándolos del baúl cada
día para revisar cada uno, clasificándolos como Funes, contándolos, sacudiéndoles el polvo, que
queden relucientes, volviéndolos a guardar, o dejándolos allí como un tesoro que ni la vida puede
ver ni tocar. No acariciaremos la tristeza o nuestras acciones compulsivas que la esconden como
si hicieran parte del tesoro. Lo que pasará ahora es que cuando esa chispa de recuerdo de cómo
era lo que teníamos venga a la cabeza repentinamente o sea evocado en fechas, lugares,
conversaciones, momentos específicos, podremos sonreír porque habremos encontrado en el
recuerdo la belleza perdida de lo que teníamos, y sabremos que podemos hacer uso de ese amor y
esa felicidad que había en lo perdido, en el presente, porque es nuestro; de alguna forma, deja de
existir la pérdida y lo que teníamos permanece con nosotros. Tal vez a veces habrá tristeza, pero
que nos desborde más la alegría de lo que ha quedado en el propio ser, en nuestra cabeza, en
nuestra vida, la lucha y la dignidad -la verdadera rememoración-, y que seamos libres.

43
Segundo Abuso
Hemos escrito la historia sobre tantas memorias falsas
-La memoria manipulada-

Nada se conoce bien ni mal le escribí a mi amigo al final de la carta. De vuelta, el correo
terminaba Sí se pueden tener verdades, es solo que las repita 492 veces, cuando haya terminado,
le será imposible sacarla. Esa referencia a la memorización evoca el aprendizaje de la historia en
el colegio, se trata de eso, la memoria tiene que ver con el conocimiento, no significa que sea
verdadero, el memorizar apela a la ausencia de crítica, de contexto, de trascendencia en
posibilidades como cuestionar, transformar, subvertir; hemos podido estar engañados en tantas
ocasiones por verdades establecidas, y eso hace también la memoria, establece verdades. Los
excesos de la memoria manipulada tienen que ver con esos excesos de verdad que corresponden a
trastocarla, suplantarla, evocarla repetidamente con fines predeterminados. Hay, entonces,
excesos de olvido sobre lo que realmente pasó y ha sido desplazado por las falsas memorias o las
verdades alteradas. Recuerde lo que quería hacer el Instituto de Memoria Histórica de Ucrania*,
seleccionar dosificando los hechos reales, dosis grandes de nación vencedora y exaltada, dosis
pequeñas de nación vencida; modelar la verdad para que la sociedad valorara la necesidad y la
lucha de un Estado nacional independiente; todo en pro de la instauración y el fortalecimiento de
la identidad con el mismo. La memoria, que establece verdades, está fuertemente relacionada con
la creación y reafirmación de identidad, finalmente, lo que somos está en nuestras memorias.

Pero mire que nosotros no somos borregos, yo pienso que elegimos qué creer y qué no, sobre qué
establecemos nuestra identidad, puede ser por afinidad, comodidad, miedo, autoprotección,
ignorancia. Hay ahí un tono de ambigüedad al que se refiere Ricoeur sobre un olvido pasivo y
activo, Reyes Mate (2006, p.44) hace esta diferenciación: “No es lo mismo el olvido en el sentido
de desconocimiento del pasado, que olvido en el sentido de no dar importancia al pasado. En el
primer caso el olvido es ignorancia y, en el segundo, injusticia”. Pues vea, yo creo que todos
podemos conocer y hacer verdades por una resolución propia de acuerdo a nuestra relación con el
mundo y todo lo que hay ahí, hechos, versiones de hechos, tradiciones, ideas, “verdades”,
“mentiras”, pero “cierto es” que la balanza siempre tiende a inclinarse para un lado. La memoria
es un instrumento del poder.

44
El vencedor es dueño también de la verdad

“Se cuenta que en las islas Solovetskiye se acababa a tiros con las gaviotas para que no pudiesen
llevarse consigo los mensajes de los prisioneros.” (Todorov, 2008, p.16). Esa ocultación del que
es conocido como el primer campo soviético, dibuja la misma paradoja a la que se refiere
Todorov sobre el exterminio hecho por los nazis, que los vencedores que quieren escribir la
historia tengan que esconder sus “hazañas”, su dominación. Pero es que la historia la están
escribiendo mientras borran al otro, su versión y su existencia, ese es el verdadero botín para
ellos. “«De cualquier manera que termine esta guerra, la guerra contra vosotros la hemos ganado;
ninguno de vosotros quedará para contarlo, pero incluso si alguno lograra escapar el mundo no lo
creería […] La historia del Lager, seremos nosotros quien la escriba»” (Levi, 1995, p. 11). Es una
forma de vencer en el campo simbólico porque se oculta la existencia del otro sin relatar la forma
física de este ocultamiento.

La supresión de la memoria –borrar toda huella– se usa para eliminar simbólicamente al otro o lo
que ha estado establecido. Se borra la historia, las grandezas, la identidad de los vencidos. Se crea
un nuevo orden, nuevas tradiciones, se escribe la historia desde los vencedores. Se hace para
establecer la verdad de unos como La Verdad. Estas son características de regímenes totalitarios.
Prácticas de los nazis y los soviéticos, pero también de las dictaduras del cono sur y de los
ejércitos de ultraderecha. Los autoritarios quieren controlar lo que debe ser o no conservado. Sin
embargo, cada cuadro dirigente reescribe la historia, dice Todorov, se dice qué debe aparecer,
quedar, y qué no, se queman y se censuran libros, se desaparecen los cuerpos, se manipulan
fotografías, se destruyen monumentos, cualquier rastro indeseable para el nuevo régimen, de lo
que había antes o de sus crímenes, las pruebas de que algo existió, de que algo pasó. “El
emperador azteca Itzcoatl, a principios del siglo XV, había ordenado la destrucción de todas las
estelas y de todos los libros para poder recomponer la tradición a su manera; un siglo después, los
conquistadores españoles se dedicaron a su vez a retirar y quemar todos los vestigios que
testimoniasen la antigua grandeza de los vencidos.” (Todorov, 2008, p. 13 y 14). El régimen de la
mentira es el que manda.

45
Memorias e identidades frágiles, reafirmación y suplantación

En nombre de la memoria se hizo el nacionalsocialismo y el fascismo. “Como recuerda Jacques


Le Goff, ´la conmemoración del pasado conoce un punto culminante en la Alemania nazi y la
Italia fascista´, y se podría añadir a esta lista la Rusia estalinista: sin duda, un pasado
cuidadosamente seleccionado, pero un pasado pese a todo que permite reforzar el orgullo
nacional y suplir la fe ideológica en declive.” (Todorov, 2008, p. 45 y 46). A costa de eso se han
negado y reemplazado verdades, pues se busca siempre destacar, como en el caso de Ucrania, lo
que favorece crear o reforzar cierta identidad.

El uso de la memoria para creación y fortalecimiento de una identidad tiene que ver con la
memoria literal extendida a nivel colectivo. En este sentido, recurrir constantemente al pasado en
los discursos y en excesivas conmemoraciones alimenta el espíritu de venganza y cimenta en él la
identidad colectiva. “En 1881, Paul Dérouléde, fundador de la Liga de patriotas y militarista
convencido, proclamó: J'en sais qui croient que la haine s' apaise: Mais non! l'oubli n'entre pas
dans nos coeurs. Sé que creen que el odio se aplaca: ¡De ningún modo! El olvido no entra en
nuestros corazones.” (Todorov, 2008, p. 45 y 46)

Dice Ricoeur (2010, p.572) que la fragilidad de la identidad es una ocasión para manipular la
memoria y esto se hace principalmente a través de la ideología. Lo que explica respecto a la
memoria manipulada (p. 110-116) es que la identidad es frágil por su difícil relación con el
tiempo, ¿Qué significa permanecer el mismo a través del tiempo?, pregunta, se recurre a la
memoria como su componente temporal “en unión con la evaluación del presente y la proyección
del futuro”.

En segundo lugar, dice que la identidad es frágil por la confrontación con el otro, sentida como
amenaza, siempre ha habido problemas con la otredad, el otro se percibe como “un peligro para
la identidad propia, la de nosotros como la del yo […] Son, sin duda, las humillaciones, los
atentados reales o imaginarios contra la estima de sí, bajo los golpes de la alteridad mal tolerada,
los que hacen cambiar radicalmente de la acogida al rechazo”, se pasa de la solidaridad a la
mezquindad, el otro se vuelve el enemigo y a partir de esa concepción y esos atentados reales o
imaginarios se manipula la memoria.

46
En tercer lugar, la identidad es frágil por la herencia de la violencia fundadora. Las
civilizaciones, las naciones, los pueblos de la humanidad se han fundado sobre hechos de sangre,
“actos violentos legitimados después por un estado de derecho precario”, pienso en el relato de
Freud sobre los hijos que matan al padre y el origen de la organización social, la religión y la
restricción moral (Freud, citado en Cruz, 2013), así, esos hechos quedan tapados con el posterior
orden social y el estado de derecho, el olvido traumático ha hecho su aparición, hay una
negación, un recuerdo-pantalla; pero en realidad es el triunfo de unos sobre otros, es ahí donde se
establecen los conceptos de vencidos y vencedores, “los mismos acontecimientos significan para
unos gloria, y para los otros, humillación. A la celebración por un lado, corresponde la execración
por el otro”. Desde ahí, una memoria literal que guarda odio y busca venganza. Los católicos
nacionalistas de Irlanda del Norte que sumaban nombres cada día a la lista de víctimas, según
cuenta Todorov (2008, p.44), y manifestaban su voluntad de “no olvidar y no perdonar”.

Desde ahí también, como ya dije, el olvido traumático. Los olvidos, falsos recuerdos, el paso al
acto y los actos fallidos vuelven a hacerse presentes, ahora colectivamente. “Los vencedores”
niegan sus crueldades y al otro, exaltan sus triunfos pero no los actos deplorables para lograrlos.
Lo hacen con una conciencia de eso y una intencionalidad muy clara, pero también puede ocurrir
que con el tiempo se creen sus propias mentiras, o que desde el comienzo se engañaron respecto
al sentido de sus actos –justifican- y al impacto –reducen la gravedad–, incluso sobre los hechos
mismos, para tapar una culpa, la misma de los hijos que matan al padre.

El pasado les pesa; sienten repugnancia por las cosas que han hecho o sufrido y tienden a substituirlas por
otras. Es posible que, al iniciar la substitución, lo haga con plena conciencia de estar creando un guión
enmendado, mendaz, restaurado, pero menos doloroso que el verdadero; conforme se lo va repitiendo a los
demás, pero también a sí mismo, las distinciones entre lo verdadero y lo falso pierden progresivamente sus
contornos y el hombre termina por creer plenamente en el relato que ha hecho tantas veces y que sigue
haciendo, limando y retocando acá y allá los detalles menos creíbles, incongruentes o incompatibles en el
cuadro de los sucesos de los cuales dice estar enterado: la mala fe inicial se ha convertido en buena fe.
(Levi, 2006, p. 24)

“Los vencidos” también se fabrican realidades para mermar el dolor. Desafortunadamente, eso
también contribuye a la injusticia, porque de cierta forma, puede aportar a reducir la gravedad de
los crímenes de los victimarios y a reforzar sus mentiras.

47
Alberto había sido deportado junto con su padre, que tenía cuarenta y cinco años. En la inminencia de la
gran selección de octubre de 1944, Alberto y yo habíamos estado comentando el hecho con espanto, cólera
impotente, rebeldía, resignación, pero sin tratar de buscar refugio en una verdad consoladora. Llegó la
selección, el «viejo» padre de Alberto fue elegido para las cámaras de gas y Alberto cambió, en el
transcurso de pocas horas. Había oído conversaciones dignas de crédito: los rusos se acercaban, los
alemanes ya no se atrevían a continuar su destrucción, aquella no era una selección como las demás, no era
para las cámaras de gas, la habían hecho para elegir a los prisioneros debilitados, pero recuperables. (Levi,
2006, p. 30)

La madre de Alberto actuó igual cuando él desapareció en la evacuación del campo, “sabía que su
hijo, sólo él, había logrado alejarse de la columna sin que las SS le disparasen, se había escondido
en el bosque y estaba a salvo en manos de los rusos; todavía no había podido enviarles noticias,
pero lo haría muy pronto, de eso estaba segura.”

De ese olvido traumático, se presenta también el paso al acto. Los hechos fundadores son el
origen de más actos violentos por unas heridas no sanadas. Cargamos con una herencia de sangre.
El mito fratricida de Caín y Abel o el asesinato del padre se repiten. “¡Cuántas violencias por el
mundo que sirven de Acting out en lugar de recuerdo!” dice Ricoeur (2010, p.108). Los judíos,
reprimidos y asesinados por los alemanes, reprimen y asesinan ahora a los palestinos. “Una de las
grandes justificaciones de los serbios para explicar su agresión contra los otros pueblos de la ex
Yugoslavia se basa en la Historia: los sufrimientos que ellos han causado no serían más que un
desquite por lo que los serbios han sufrido en el pasado.” (Todorov, 2008, p. 43)

Ahora, siguiendo la explicación de Ricoeur, la ideología funciona en tres niveles, desde la


superficie al interior son de distorsión de la realidad, de legitimación del sistema de poder, y de
integración del mundo común por medio de sistemas simbólicos inmanentes a la acción. Creo
que si volvemos al colegio nos daremos cuenta de que nos enseñan una historia –que puede estar
basada en una distorsión de la realidad-, la aprendemos o aprehendemos más bien –dándole
legitimidad a ésta y al poder que ha creado ese discurso, sin imaginar las vergüenzas que pueden
descansar bajo las glorias–, y nos apropiamos de ella –de tal forma que será el lente a través del
que vemos el mundo y actuamos en él, repetiremos lo mismo en nuestra vida diaria y
celebraremos todas las fiestas nacionales y tradicionales sin pensar si quiera en lo que representan
realmente y los muertos o injusticias que hay debajo–, hay ya una ideología ahí y constituirá
nuestra identidad. Y todo esto se hace a través del relato y se vuelve un círculo vicioso de
reproducción del mismo.

48
El olvido por injusticia

La Verdad queda así establecida en nosotros, ¿no? Esa palabra establecida, si la ve, es muy
fuerte, instaurada, erigida. Siento que es como si nos dieran un baño total, como si nos metieran
en la corteza de un árbol y nos plantaran contra el suelo. Y que si usted ve ese plantar contra el
suelo no significa sólo dejar enraizado inamovible en el lugar que ellos quieren, sino que yo me
imagino con esa expresión una especie de golpe, de pisada, de aplastamiento. El hombre capaz se
vuelve el hombre incapaz. No ejerce la memoria, no hace, no actúa.

Y si lo piensa bien hemos sido árboles muchas veces, pero árboles que se benefician de ese aire
que hay alrededor, que chupan y se alimentan a través de las raíces en ese suelo, que crecen
extendiéndolas y aferrándose más a éste, y van alargándose cada vez más por encima. Por
supuesto, ¡árboles que florecen! ¡y dan fruto!, del que saldrán más árboles, pero en todo caso, de
la misma madera. Habremos sido plantados, yo creo, bajo el sol que más alumbre.

“El recurso al relato se convierte así en trampa, cuando poderes superiores toman la dirección de
la configuración de esta trama e imponen un relato canónico mediante la intimidación o la
seducción, el miedo o el halago. Se utiliza aquí una forma ladina de olvido, que proviene de
desposeer a los actores sociales de su poder originario de narrarse a sí mismos” dice Ricoeur
(2010, p.572).

Pero esto no es tan sencillo para reducirlo a persuasión o coacción del gobierno de turno, no
olvide al niño que tiene sus recuerdos más personales en un marco constituido por los padres y
los abuelos; antes de ir al colegio a aprenderse la cartilla, imitó, como si fuera la normalidad y la
única verdad, aquello que vio en su entorno más cercano; finalmente, el mundo del niño la
mayoría de las veces es como esa canasta en donde lo cargan los padres y es a medida que va
creciendo y saliendo de ella que se le van ampliando el horizonte y los ángulos para mirar. Pero
creo yo que es en la infancia en donde más interiorizamos lo que somos, lo que terminamos
siendo.

Más allá del discurso del rey del momento, ese rey ha llegado ahí por el discurso anterior, y el
anterior, y el anterior…está sostenido en una cultura mucho más antigua que ha pasado de

49
generación en generación y es la que aprobará la dominación simbólica de su régimen. Entonces,
vuelve el tema de las escalas. Hay que ver que antes del colegio está la cuna, antes de la historia
está la memoria, antes de la identidad nacional está la identidad personal. Así que ese “elegimos
qué creer y qué no, sobre qué establecemos nuestra identidad” que proponía no es tan libre, esa
“afinidad, comodidad, miedo, autoprotección, ignorancia” con las que elegimos están basadas en
algo que me atrevería a llamar, ni siquiera establecido, sino que somos. Ya no es que nos han
metido en la corteza de un árbol, sino que es algo que corre en nuestras venas, la sangre de la que
venimos, en todos los sentidos. El poder descansa en el individuo de a pie, en todos los
individuos de a pie y en sus colectividades.

Elegimos, así sea de acuerdo a unos criterios que ya están en nosotros. Como dije, al ir creciendo
tenemos la posibilidad de mirar a otros lados, de ir a otros lados, creo que ya podemos decidir si
creerle o no al profesor, al televisor, o al que habla en la calle, qué creerle, cuánto creerle. Tal vez
podamos ver más. Y ahí está la clave.

Primero, la eliminación de huellas no la hacen sólo tiranos que quieren destruir completamente lo
que había; la caída de las estatuas de Lenin, Stalin, Saddam, la del muro de Berlín, que también
corresponden a un cambio de régimen, fueron celebradas por la gente, por el pueblo. Segundo,
dice Levi “Nadie podrá nunca determinar con precisión cuántos, dentro del aparato nazi, podían
no conocer las espantosas atrocidades que se estaban cometiendo; cuántos sabían algo, pero
estaban en condiciones de fingir que lo ignoraban; y cuántos hubiesen tenido la posibilidad de
saberlo todo, pero eligieron la vía más prudente de tener los ojos, los oídos, y sobre todo la boca
bien cerrados.” (1995, p. 14). La ignorancia no existe, existe la elección de la ignorancia, ignorar
no es sólo no saber sino no dar importancia, ese desconocimiento del pasado al que se refiere
Mate puede ser realmente no un no poder sino un no querer saber, terminaría siendo el mismo
olvido que es injusticia. Y continúa Levi:

Los numerosos hornos crematorios habían sido proyectados, construidos, montados y verificados por una
empresa alemana, la Topf de Wiesbaden (que aún estaba activa a finales de 1975: construía crematorios
para uso civil, y no había considerado necesario hacer cambios en su razón social). Es difícil pensar que el
personal de estas empresas no se diese cuenta del significado exacto de la calidad y de la cantidad de las
instalaciones que les encargaban los mandos de las SS. (1995, p. 15)

50
Dice Ricoeur en referencia al desposeimiento del poder de los actores sociales para narrarse a sí
mismos, que éste va acompañado de una complicidad secreta. Así que esa memoria manipulada
no es sólo la verdad que imponen los vencedores, o el poder, o los otros, sino la complicidad de
la sociedad, de nosotros, mi complicidad por falta de interés, de solidaridad, por preferir cerrar
los ojos o mirar para otro lado.

“El olvido de elusión, expresión de la mala fe, y su estrategia de evasión y esquivez motivada por la oscura
voluntad de no informarse, de no investigar sobre el mal cometido por el contorno del ciudadano, en una
palabra, por un querer-no-saber […]Como activo, este olvido entraña la misma clase de responsabilidad que
la que se imputa a los actos de negligencia, de omisión, de imprudencia, de imprevisión, en todas las
situaciones de no-obrar, en las que se manifiesta después a la conciencia ilustrada y honesta que uno debía y
podía saber, o al menos intentar saber, que se debía y se podía intervenir.” (Ricoeur, 2010, p. 572 y 573)

Tal vez es aquí donde el olvido traumático, expresado en actos fallidos, la negligencia selectiva,
ese no-obrar, alcanza una mayor gravedad, porque ya no hay negación de uno, sino de muchos,
de colectividades, de naciones, de toda la comunidad internacional incluso, frente a hechos
terribles de violencia. En la película Katyn, Jerzy, un oficial polaco sobreviviente a la masacre
que luego se enlista en el ejército del pro-soviético PZPR (Partido Obrero Unificado de Polonia),
dice: “¡Se han difundido rumores monstruosos! Pero nadie debe saber quién fue. ¡Nadie debe
dudar que en 1941 los alemanes mataron a todos de un tiro en la cabeza! (2007, 1:11:25 –
1:12:00)

Hay documentos que constatan que los gobiernos de EEUU y Reino Unido sabían la verdad y la
ocultaron para no perder el apoyo de los soviéticos (El País, 2012). La verdad sobre la masacre de
Katyn en la que el NKVD –la policía secreta soviética– asesinó a miles de oficiales, intelectuales
y civiles polacos en 1940, se empezó a saber hasta 1989. El PZPR gobernó hasta esa época
durante la República Popular de Polonia. Los ciudadanos se vieron obligados o decidieron
guardar silencio y olvidar e integrarse al régimen del nuevo gobierno. “Y no me digas que no sé
de qué hablo, porque todos saben lo mismo que yo. ¡Todos!” (2007, 1:12:50 – 1:13:04), termina
Jerzy.

Piense en los mismos campos soviéticos, negados incluso por quienes fueron víctimas de los
campos nazis, pero tenían afinidad con el comunismo:

Pierre Daix, Marie-Claude Vaillant-Couturier, los otros antiguos deportados comunistas, habían vivido el
infierno de Mauthausen o de Auschwitz y el recuerdo de los campos estaba muy presente en sus memorias.
51
Si se negaban a combatir el Gulag, no era debido a una pérdida de memoria, sino a que sus principios
ideológicos se lo prohibían. Como decía la diputada comunista, ella se negaba a considerar la cuestión
porque sabía <<que no existen campos de concentración en la Unión Soviética>>. […] se transformaban en
verdaderos negacionistas, aún más peligrosos que quienes niegan hoy día la existencia de cámaras de gas,
porque los campos soviéticos estaban por entonces en plena actividad y denunciarlos públicamente era el
único modo de combatirlos. (Todorov, 2008, p. 83 y 84)

¿El régimen de los injustos es el que manda?

La historia a contrapelo

Si usted se fija en lo que se lee atrás de Ricoeur refiriéndose a esa mala fe, negligencia, no-obrar,
hay una expresión: querer-no-saber. Ni siquiera es no-querer-saber sino querer-no-saber, ese
estar primero de la acción antes que la negación nos da una idea de su carácter activo, es la
acción la que decide si negar o dejar ser a ese saber. Nosotros somos responsables de la historia
que se escribe, de la historia que se lee, de la historia que se hace, de las verdades que
aprendemos–aprehendemos, repetimos y enseñamos. Nosotros y nuestras memorias. La memoria
no deja de ser un ejercicio así se la entreguemos a otros, ese entregársela a otros es también
ejercerla, y “ellos” no dejarán de hacerlo. La memoria es siempre un ejercicio. Sea el que sea el
que la practique, sea como sea que lo haga.

¿Cómo dejar ese régimen de los injustos? ¿Cómo romper el círculo? ¿Cómo abandonar el
régimen de la mentira? ¿Cómo despertar del hechizo?

Se trata de –y ahí sí tiene que ver el hombre capaz más allá del ejercicio– ser capaces de levantar
las piernas y desarraigarnos de lo que tenemos que desarraigarnos. Ya no ser más árboles
cómodos, quietos, respirando, alimentándonos, asoleándonos en ese suelo en el que “nos han
puesto” como fichas de ajedrez, esperando a que esa voz profunda que nos ha instalado ahí dé
una orden para movernos. Dejar de deleitarnos en esa posición que nos han dado en el bosque de
árboles –gracias por tenernos en cuenta decimos– como si estuviéramos en el paraíso –luché
tanto para llegar hasta aquí repetimos- y abrir los ojos al fin para ver a nuestro alrededor y darnos
cuenta de que estamos plantados en un cementerio.

Benjamin vuelve a dar una partida desde sus tesis de historia. ¿Se acuerda cuando dije que si
podíamos ver más ahí estaba la clave?

52
Como suele ser costumbre, en el cortejo triunfal llevan consigo el botín. Se le designa como bienes de
cultura. En el materialista histórico tienen que contar con un espectador distanciado. Ya que los bienes
culturales que abarca con la mirada, tienen todos y cada uno un origen que no podrá considerar sin
horror. […]Jamás se da un documento de cultura sin que lo sea a la vez de la barbarie. E igual que él mismo
no está libre de barbarie, tampoco lo está el proceso de transmisión en el que pasa de uno a otro.
[…]Considera cometido suyo pasarle a la historia el cepillo a contrapelo. (Benjamin, 1973, p. 3)

Imagínese lo que es pasar el cepillo a contrapelo. Ver todo lo que está oculto bajo la “natural
corriente”, la “normal dirección”. Cepillar a contrapelo es develar, levantar ese orden que se ve
tan brillante e impecable por encima y revisarlo a detalle, en vez de seguir acariciando el trayecto
que lleva ayudando a que se mantenga en esa quietud y esa complacencia. Es como ver el piso
que hay debajo de esa alfombra, como escarbar la tierra. También es un esfuerzo real, porque
requiere ir en contra del movimiento. Por eso es importante lo que dice Benjamin acerca de que
el pensamiento también es detenerse, la detención de las ideas, esa captura, esa revelación.

La misma palabra movimiento se presta para caer en la trampa o en la excusa. Pasa que a veces
pensamos que nos estamos moviendo, pero ¿recuerda? Que a menudo estamos caminando en
círculos, en un círculo que repite el relato como si una maldición nos hubiera condenado a
reproducir lo mismo día a día. Así que cuando usted se detiene y deja de repetir, como el paso al
acto, como el acto fallido, deja de seguir el círculo y de tapar las tumbas bajo sus raíces, empieza
a moverse realmente, aparece el hombre capaz de hacer memoria.

“Buscar la reconstrucción del pasado es un acto de oposición al poder” dice Todorov (2008, p.
19). Aparece entonces el hombre que para, se da cuenta, se cuestiona, deja de seguir al resto y se
va. Quiere saber. Ha pensado. Que hay algo más allá del círculo, hay algo que no ha visto, que
no conoce. Entonces se vuelve el hombre curioso, que explora, el hombre ávido, el hombre
creador, que rompe la línea, que se acerca a las otras líneas y las observa, que ve cómo aparecen
otros planos en todos sus alrededores, que ve cómo salen muchas líneas de un mismo punto,
cómo se intersectan y construyen unas con otras. El hombre ha salido de pronto de ese estado
hipnótico y el mundo se ha abierto ante él. Todas sus perspectivas, sus visiones, son ahora
diferentes, puede haber sido un accidente incluso. El mismo –él mismo– hombre ahora puede
cambiar.

53
De esa forma, empieza a buscarse, a intentar establecerse nuevamente, pero en el sentido de
buscar su lugar en el mundo, de tomar una posición ahora ya desde sí mismo y con todo lo que ve
alrededor. Empieza a seguir las huellas de donde viene, y ahí ve las ruinas del pasado, las que ha
dejado el progreso, los costos de la llegada hasta allí, hasta donde está ahora, de quien es. Le
interesa la verdad, qué pasó, cuándo, cómo, quiénes, pregunta en las diferentes líneas, en los
diferentes planos, en los diferentes puntos, le pregunta a las ruinas que hablan desde su silencio
irrefutable. Esa construcción de la memoria real -que es real por lo vivida, por lo vista, no porque
nos la han contado o la hemos imitado, sino porque ha sido escarbada, en el sentido de la
búsqueda más allá de nosotros mismos, hacia afuera, hacia el otro, una reconstrucción del pasado
responsable, amplia, heterogénea, plural– es la oposición al poder, en general, al poder de los
totalitarios, al poder de los que disfrazan la democracia, al poder de los injustos, al poder del
mismo pasado sobre nosotros.

Ahora el hombre no se pregunta sobre lo que repetía, sino sobre por qué lo repetía. Cambiar la
forma en que conocemos el mundo es cuestionar no sólo las verdades, sino la forma en que
adquirimos esas verdades. De eso se trata la propuesta de historiador de Benjamin. Así que salir
del discurso que nos han enseñado no es sólo dejar la cartilla a un lado, sino brincar de la canasta
de los padres pero para realmente salir de allí, se trata precisamente de cuestionar más allá de
nuestras ideas, nuestra formación, nuestras tradiciones. No es sólo no cerrar los ojos o no mirar
para otro lado, es ver, y eso implica reflexión, autocrítica. Desprendernos de nosotros mismos, de
nuestra carne, eso es lo más doloroso. Tal vez ese intentar establecerse nuevamente sea tratar de
volver a la ilusión del círculo que va para algún lado, pero este hombre ya no volverá a ser el
mismo, al menos si actúa de esa forma, sabrá que se está mintiendo.

Develar significa poder actuar sobre. Luego de descubrir, el hombre puede crear, porque cuando
conoce algo realmente, escudriñando sus capas, mirando sus negaciones, viendo a través de su
significado, sabe que puede existir algo más, va detrás de ese algo más, lo ve de frente, y puede
alcanzar incluso a saber, imaginar posibilidades que no están a la vista. La memoria es el
hombre capaz de todas las posibilidades. La memoria es una herramienta de poder.

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Tercer Abuso
El Funes y el anti Funes colectivo
-La memoria obligada-

La memoria obligada aparece en dos usos de la memoria que se vuelven abusivos, nuevamente
por el exceso de rememoración, en este caso “a nivel ético-político”, como lo plantea Ricoeur: el
deber de memoria, ese discurso contemporáneo sobre el imperativo de memoria, la Memoria
Histórica en el siglo XX y XXI; y un exceso de olvido en el mismos sentido, la amnistía.

Hay tres riesgos en el imperativo de la memoria, sacralizarla, lo que implica erigir un culto a la
memoria por la memoria, lo cual también la hace estéril; poner de lado a la historia, es decir, el
método histórico que es científico, distanciado, crítico. Se escucha a menudo en las
manifestaciones de los movimientos de o a favor de las víctimas “Para que no se olvide, para que
no se repita”. Pero, ¿nos hemos puesto a pensar qué significa realmente, o hemos caído en ese
repetir en círculo sin saber lo que estamos diciendo? Sánchez diría (2006, p.133) “Recordar es
útil, pero es insuficiente”, resalta la necesidad de hacer memoria pero acompañada de crítica,
reflexión y trascendencia más allá de la rememoración; preguntarse para qué se hace memoria, en
esto consiste también la Memoria Histórica planteada como lo hizo el Grupo de Memoria
Histórica de la CNRR, que tiene que ver con recuperar las memorias de las víctimas, pero acudir
a todo tipo de fuentes más para dar el contexto a esos testimonios y dotarlos de sentido en un
marco más amplio. Por último, el peligro del deber de memoria, es también la explotación de la
figura de víctima.

En cuanto a la amnistía, ese “olvidar los males” es un pacto que hace la sociedad para empezar de
nuevo, no se puede hablar de lo que pasó, es perdón y olvido. Si bien, es necesario olvidar para
poder seguir adelante, también es necesario recordar; la amnistía es la muestra extrema del olvido
traumático de la memoria impedida a nivel colectivo. Ese pacto de silencio mata y se engulle los
corazones. Escribir la historia sobre los cuerpos de los muertos fingiendo que nada pasó es muy
riesgoso, pensar en seguir adelante sin que haya un diálogo al respecto, una reflexión, ¡el derecho
al duelo!, es muy difícil.

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La memoria es pasado (Representar)
Ver no es lo mismo que mirar,
y al mirar, no todas las personas ven lo mismo
Estaciones de Paso, Almudena Grandes

Memoria e historia/ Memoria e historias: Diferencias y encuentros

Reyes Mate introduce las diferencias de la memoria y la historia con la definición de éstas de los
antiguos, para ellos la memoria “era un sensus internus, un sentimiento, mientras que la historia
era el orden del conocimiento de los hechos” (2006, p. 45), algo similar afirma Sánchez cuando
dice “La memoria requiere del apoyo de la historia, pero no se interesa tanto por los
acontecimientos, la narración de los hechos (o su reconstrucción) como dato fijo sino por las
huellas de la experiencia vivida, su interpretación, su sentido o su marca a través del tiempo”
(2006, p. 22). A partir de esto parece haber una división entre la historia como algo objetivo y la
memoria como algo subjetivo. Sánchez lo dirá así: “La historia tiene una pretensión objetivadora
y distante frente al pasado, que le permite atenuar ‘la exclusividad de las memorias particulares’.
Diluye éstas, o así pretende, en un relato común. La memoria, por el contrario, tiene un sesgo
militante, resalta la pluralidad de relatos” (2006, p. 22). Ésta es una de las características
fundamentales de la memoria.

Sánchez diferencia memoria de historia como subjetividad y racionalidad discursiva


respectivamente. A partir de esa diferenciación habría que hablar de varias cosas: primero, del
giro subjetivo; segundo, de lo que implica ese giro subjetivo en general y para el conflicto
armado; tercero, de la memoria y la historia frente a la labor del periodista.

Hay un giro hacia el sujeto en el que la historia empieza a fijarse en éste como fuente, la historia
empieza a ir más allá del método tradicional y se fija en el testimonio, el relato, los actores, lo
concreto y los detalles de la cotidianidad de estos actores. Una línea de la historia para el
mercado “adopta un foco próximo a los actores y cree descubrir una verdad en la reconstrucción
de sus vidas” (Sarlo, 2005, p. 12). “Es la gran mutación de la historiografía contemporánea que
ha saltado de una centralidad del acontecimiento, objeto privilegiado de la historia, a la huella,
objeto privilegiado de la memoria” (Sánchez, 2006, p. 22); y ese giro subjetivo tiene un impacto
no solo en la percepción del pasado, sino en la definición de la verdad y en el periodismo.
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La memoria es, entonces, algo propio del sujeto, lo que conlleva a la segunda diferenciación que
es la memoria como algo dinámico, algo vivo, frente a la historia como algo fijo. “Mientras los
acontecimientos parecen ya fijos en el pasado, las huellas son susceptibles de reactivación, de
políticas de memoria” (Sánchez, 2006, p. 23). Se verá también en Vals Im Bashir, una animación
documental en la que un hombre busca recordar el tiempo pasado en el que estuvo en la guerra
del Líbano, Ari, el protagonista ha empezado a recordar después de veinte años porque un amigo
que también estuvo en la guerra le habló de un sueño frecuente que tenía relación con lo que
había vivido en ese tiempo, una simple pista hizo que él empezara a recordar, su amigo abogado
trata de explicarle cómo funciona la memoria:

La memoria es fascinante. Mira este experimento psicológico. A un grupo de personas le mostraron


diez imágenes diferentes de la niñez. Nueve eran realmente de su niñez y una era falsa: Su retrato
estaba puesto sobre una feria a la que nunca habían ido. El 80 por ciento se reconoció a sí mismo.
¡Reconocieron la imagen falsa como si fuera real! El 20 por ciento no lo recordaba. Los investigadores
les volvieron a preguntar. La segunda vez, los otros dijeron que recordaban la imagen. “Fue un día
maravilloso en el parque con mis padres”. La memoria es dinámica. Está viva. Si faltan algunos
detalles, la memoria llena los espacios con cosas que nunca sucedieron. (Folman, 2008)

En busca de la verdad/En busca de la fidelidad

Pero ¿qué implica esto? Puede ser algo delicado porque de cierta forma se afirma que la memoria
es engañosa y por lo tanto, el testimonio de una persona puede no ser completamente verdadero.
En su trabajo del 2008, Hayner dice “con frecuencia, la gente que ha sobrevivido a atrocidades
cuenta su historia de una forma muy emotiva, contradictoria y fragmentada que socava su
credibilidad, escribe Judith Herman. ¿Cuándo tuvo lugar precisamente determinado suceso? ¿Qué
ocurrió primero? ¿Quién estaba presente? ¿Qué vio usted exactamente? Detalles como éstos, que
se esfuman con el tiempo, se vuelven todavía más confusos en la neblina del trauma psicológico”
(p. 203).

Al contar lo que le dijo el ministro sudafricano S.K. Mbande respecto a las víctimas: “[…] De
manera que hay que buscar lo que trata de decir esa persona. Algunos han olvidado lo ocurrido o,
a causa del trauma, puede que cuenten historias diferentes o cambien constantemente la suya,
porque no pueden recordar con claridad” (2008, p. 190); Hayner plantea que esta verdad

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subjetiva que es la memoria va más allá de los hechos en sí que se cuentan, precisamente su
carácter subjetivo obliga a que el que escucha tenga una mirada más exigente, una mirada a todo
lo que rodea y ha rodeado a esa persona, de cierta forma la memoria de alguien se configura por
la historia que ha vivido y por el significado que le ha dado a los hechos que conforman esa
historia.

Esto es lo que también le explica el amigo abogado a Ari en Vals Im Bashir cuando él le pregunta
que si la única visión que recuerda solo él sobre la masacre en los campamentos palestinos de
Sabra y Shatila es falsa como la foto del experimento, el amigo le dice que es real porque es de
él, y le explica la relación que tiene esa masacre y esos campamentos con los campamentos nazis
y el genocidio judío que vivieron sus padres. “Entonces la masacre está contigo desde que tenías
seis años”, le dice (Folman, 2008). La memoria se construye a través de relaciones, ese es el valor
de la memoria, la subjetividad, que es la verdad de cada persona, los hechos que pasan a través de
alguien, dejan de ser algo muerto y fijo, y se convierten en una visión y una realidad particular.

Reyes Mate hablará de esta realidad al explicar que la realidad no es solo lo que pasó, sino lo que
dejó de pasar. Lo que hay, lo que existe, no es solo lo que está presente sino las ausencias que eso
representa. Lo ejemplifica así “Pinochet es lo fáctico pero si queremos comprender la realidad de
los años de Pinochet tenemos que tener en cuenta la presencia de la ausencia de Allende, es
decir, la sustracción a la sociedad chilena de una experiencia política abortada violentamente”
(2006, p. 46). Qué habría pasado si la UP hubiera sido reconocida como proyecto político y
hubiera podido realizarlo, si no hubiera sido exterminada y rechazada como una alternativa válida
y respetable. Cómo sería Colombia hoy si Gaitán hubiera llegado a ser presidente; si no hubieran
asesinado a los candidatos a la presidencia de 1990, si Luis Carlos Galán estuviera vivo, o Carlos
Pizarro, o Bernardo Jaramillo, o Jaime Pardo, si alguno de ellos hubiera sido o fuera presidente.

Partamos de algo, la verdad no existe, en nuestra vida práctica, sin pensar en conceptos
filosóficos de verdad, la verdad que existe son los hechos, que están ahí, que vemos y que
podemos verificar, si matan a una persona esa persona está ahí muerta, si nace un niño, ese niño
está ahí, llorando, de resto, a partir de esos hechos, existen muchas verdades, y esas verdades
están basadas en la realidad de cada persona, que es su historia, sus relación con el mundo, su

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visión de las cosas, lo que la rodea, su estado interior. Y esta visión de realidad es un cambio de
paradigma que la define también como lo posible.

La memoria es futuro (Hacer)

Respecto a esa definición de la realidad como lo posible, cuando la memoria plantea ese pasado
como una carencia, como un deseo (frustrado) de realización; entonces se convierte en el
despertar de un sueño, Mate cita a Brecht con el poema A los descendientes: “Pide a los nietos
que se acuerden de los abuelos, pero no de los éxitos que ciertamente tuvieron, sino de sus
fracasos, para que ellos hagan realidad sus sueños” (2006, p. 46).

Y este despertar constituye salir de la inconsciencia, pero también hacer una proyección del
futuro, de lo que los antepasados no pudieron o dejaron de hacer, de lo que era posible pero no se
hizo. Ricoeur también hablará de eso citando a Raymond Aron y su Introduction à la philosophie
de l’historire “[…] forma parte de nuestra memoria, no sólo aquello que hicieron, sino también
aquello que les fue imposible hacer. Creo que existe aquí un buen filón para la utopía”
(Aranzueque, 1997, noviembre, p. 113).

Mate da otros dos ejemplos: Los huecos en algunas esculturas de Chillida. “Están ahí, como
minando la pretensión de la materia a ser la única realidad. La presencia o realidad del vacío no
es como la de la materia, pero su sola presencia cuestiona la pretensión de la materia a ser toda
realidad”. Y la obra A los vencidos de Claudi Casanovas. “Las hendiduras son al tiempo la
expresión de derrota y también el espacio por donde puede ʻcolarse el Mesíasʼ”, para Benjamin
las grietas son el principio de la esperanza.

La memoria se vuelve creación. Mate se basa en la definición que Benjamin le da a la memoria


desde el lenguaje, rescata un término que traduce al francés como souvenance y cuyo equivalente
será remembranza o rememoración. Konstruction, no Re-Konstruction, no restauración del
pasado, sino creación del presente con materiales del pasado. (2006, p. 45)

Mate también dice que este pasado ausente del presente es el pasado de los vencidos; desde
Benjamin, que esa realidad del vacío, de las ausencias, de los huecos, solo puede ser vista por
59
éstos. Los vencidos son entonces los encargados de la creación, del cambio. Habla Ricoeur de la
distinción entre el olvido de los propios hechos y el olvido de su significado: “No podemos
olvidar la desgracia, pero podemos olvidar su significado respecto a su proyección del futuro”
(Aranzueque, 1997, noviembre, p. 115). La memoria es una forma de cambiar el significado de
los hechos. Como es algo subjetivo, esta verdad personal está definida también por los intereses
propios; Carlos Castaño, en entrevista con Darío Arizmendi en 2001, decía sobre la masacre de
El Salado que se estaba evitando un mal mayor, eso cambia el significado de los hechos a su
propio propósito; pero asimismo, las víctimas que han sufrido los horrores de la guerra, cambian,
a través de sus memorias, el significado de los hechos, lo que los violentos esperan marcar en
ellos: el terror, la destrucción del tejido social, de sus sueños y todas sus posibilidades.

En su Caja de Herramientas, el grupo de Memoria Histórica del CNRR define la memoria como
“un campo en tensión donde se construyen y refuerzan o retan y transforman jerarquías,
desigualdades y exclusiones sociales. También es una esfera donde se tejen legitimidades,
amistades y enemistades políticas y sociales” (2009, p. 34). La memoria es, entonces, un campo
de lucha de significado.

En términos de superación del conflicto, al hacer visible esa otra realidad, a través de sus
memorias, las víctimas están haciendo justicia. Es el reconocimiento de lo que pasó y la
exigencia de no repetición. Dice Primo Levi, citado por Mate:

‘Los jueces sois vosotros’. Lo dice dirigiéndose a los lectores y la pregunta es ¿qué justicia pueden impartir
los lectores? Sólo una: la de mantener viva en las generaciones siguientes, cuando hayan desaparecido los
testigos, la vigencia de la injusticia pasada. […] La justicia no tiene que ver con el castigo al culpable (como
quiere el derecho) sino con la respuesta a la injusticia y ésta se mantendrá hasta que no haya respuesta
(2006, p.47).

Mate explica el Imperativo de la memoria, que se suele formular como ‘recordar para que no se
repita’, pero que formulado por Adorno es mucho más preciso: ‘reorientar el pensamiento y la
acción para que Auschwitz no se repita’ (2006, p.48). La formulación de Adorno impone la
necesidad del recuerdo, pero también la necesidad de un cambio para que no se repita. La
memoria es cuestionar lo que pasó, pero más allá, cuestionar todo lo establecido. “La mirada del
historiador benjaminiano se emparenta con la del alegorista barroco que no considera las ruinas y
cadáveres como naturaleza muerta, sino como vida frustrada, una pregunta que espera
respuesta de quien lo contemple” (Mate, 2006, p. 45).
60
Y la memoria es justicia porque lucha en contra de los proyectos de olvido de los victimarios.
Los victimarios en las guerras modernas, con el marco de los Derechos Humanos y el Derecho
Internacional Humanitario, procuran borrar cualquier rastro, pero esta práctica lo que busca
también es borrar cualquier huella de los vencidos, borrarlos para siempre, dejar como verdad
única de la historia la de los vencedores. Fue el proyecto de Auschwitz y ha sido el proyecto de
los paramilitares en Colombia.

El deber de memoria, además, consiste en ir más allá de las conmemoraciones y las


reminiscencias, es necesario comprender lo que pasó. “La memoria no tiene por sí sola funciones
terapéuticas o preventivas, si no está acompañada de transformaciones mentales (pensamiento) y
de decisiones políticas (acción), o sea, si no está acompañada de la intervención clínica en el
individuo, y la intervención política en la sociedad que conduzca al cambio de sentido de la
historia de uno y otro.” (Sánchez, p. 133). Entender es más importante que recordar, aunque
recordar sea necesario para entender, dice Sarlo.

Hacer memoria en Colombia

Una sociedad fracturada en un eterno retorno infructuoso:


Cultura de violencia, cultura de consenso

Imagínese usted un pueblo en el que todos los días desaparecen personas, nadie sabe a dónde
fueron, ni quién se las llevó, el ambiente es raro y tenso, pero por alguna razón desconocida, una
fuerza mayor que aterra a las almas, la gente está obligada a guardar silencio, a no preguntar, a no
decir, y a empezar cada mañana como un nuevo día, como si nada hubiera pasado.

En Colombia, el tema de los desaparecidos no ha sido tan nombrado como en las dictaduras del
cono sur, sin embargo, el reciente informe del Grupo de Memoria Histórica habla de 25000
desaparecidos en el conflicto armado actual. Pero mi referencia a esas personas que desaparecen
todos los días del pueblo no quiere hacer alusión exclusivamente a esa figura de desaparición,
sino a todas las formas, no sólo al que desaparece y no se encuentra, sino al que aparece muerto,
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al que se llevaron para torturarlo, al que raptaron para exigir dinero y tratos políticos, al que tuvo
que irse para salvar la vida. Todos esos que en el pueblo ya no se ven más Y el silencio deja una
ausencia inexistente. Ese aparentar que no pasó nada, que nadie dejó de estar, ese olvido que
invade, que con el tiempo se va normalizando y se va volviendo realidad, es la negación de su
existencia, desaparecen del todo esos desaparecidos cuando ni siquiera son nombrados,
recordados, cuando no se pregunta por su paradero, por su destino.

Así ha sido la historia de este país por largo tiempo y sigue siéndolo en muchos lugares. La
historia de Colombia ha sido una guerra entre hermanos desde su fundación y por eso el Estado
siempre ha sido casi fallido, se ha vuelto un multiestado, no sólo un estado con diferentes caras,
sino muchos estados dentro del mismo país, al parecer nunca hemos podido desarrollar una
identidad, algo que nos una, más allá de la violencia. Las ansias de poder de los actores del
conflicto han sido superiores a la necesidad de surgir colectivamente. Las grandes diferencias de
una región a otra han sido acentuadas para la guerra, a pesar de que la carta política del 91 resalta
la igualdad entre la diversidad, como una suerte de búsqueda de identidad a partir de esa misma
diversidad. A cambio de eso hay grandes brechas de un pueblo a otro, de un sector a otro. Este
país tiene pocos dueños, los actores armados y los que están tras ellos. La debilidad de una
concepción como nación siempre nos ha acompañado.

Lo que ha ocurrido con estas guerras hasta hace poco, la Guerra de los Mil Días, La Violencia, es
lo que narro en el pueblo. Dice Sánchez que “la cronicidad de nuestra violencia remite también,
paradójicamente, a una cultura de consenso, que a la larga ha llevado a la idea de que todo es
negociable, todo el tiempo.” (2006, p. 33). Hemos construido nuestra historia de violencia sobre
las amnistías. Antes era muy práctico para terminar una guerra, “perdón y olvido” para todos;
como habían sido guerras civiles con tanta sangre de todos lados, se condonaba a todo el mundo,
para empezar de ceros, otra vez.

Pero ese otra vez nos ha llevado a una guerra fratricida sin fin y a un “recomienzo perpetuo”.
Así, para la mujer que sale a barrer el patio de su casa en el pueblo, la mujer que no volvió a
saber de su vecino, que supo que asesinaron al profesor y que la nueva profesora tuvo que irse,
todos los días son iguales. La mujer lo ve incluso en la televisión, ¿no ha escuchado ese “todos
los días lo mismo, sólo muertos”, “no tienen nada más en las noticias que asesinatos, bombas,

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tomas de pueblos”?, hasta el punto de que nos hemos acostumbrado, es lo normal cuando debería
ser el estado de excepción, y llevamos medio siglo viendo esas imágenes.

Esta apatía lo que revela realmente es el problema que ha habido acá con el consenso, porque ha
sido un consenso falso, de papel, o para unas estrategias equivocadas. Hemos ido por el camino
erróneo. Revisemos. Las amnistías son en gran parte una imposición de los gobiernos, un acuerdo
entre los actores armados.

Somos un país desmemoriado, pero no porque no nos acordemos de lo que ha pasado, sino
porque no le hemos dado el sentido, el peso que se merece cada cosa, y porque hemos sido
repetidores, por un lado hemos actuado repetidamente a manera de representación de los hechos
olvidados por negación, el paso al acto del olvido traumático, por otro lado, nos hemos dejado
absorber por la espiral de la venganza. La amnistía a modo de un perdón total. Nada más lejos de
eso es lo que al parecer ha resultado, el perdón es algo muy complicado de lograr, de decidir, de
poder; pocos deben perdonar cuando se impone una amnistía, es difícilmente un perdón real, pues
eleva el impedimento de hacer el duelo al máximo nivel, con eso la superación del conflicto se
hace imposible. Es una herencia fatal, saber que a sus abuelos los mataron los cachiporros o los
chulavitas, saber que a usted lo sacaron de sus tierras los godos o los liberales que gobernaban en
el pueblo, y que ahora se repite la misma historia.

Es revelador saber que hay guerrilleros hoy que vienen de las guerrillas campesinas de La
Violencia. Alias Tirofijo, fundador de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (Farc)
es uno de ellos, alias Desconfianza, cuya historia es contada por Alfredo Molano en Ahí les dejo
esos Fierros también estuvo en las dos confrontaciones. También se vuelve revelador ver la
herencia ideológica de esa época en algunos lugares del país manifestada en acciones del
conflicto actual, y el mantenimiento de un orden del terrateniente contra el campesino. Gonzalo
Sánchez se cuestiona sobre ese imaginario de que hay un continuum de la guerra, pero
independientemente de eso, hay tres cosas para decir: primero, siempre ha habido ausencia del
estado en lo que constituye el monopolio de la fuerza, presencia territorial, instituciones fuertes y
legítimas, cubrimiento de necesidades básicas en todo el país. ¿Quiénes registran la memoria?
¿Quiénes escriben la historia? ¿Quiénes reconocen a los otros en donde ni el Estado llega?

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Segundo, el conflicto actual tiene unas características muy diferentes a los conflictos anteriores.
Dice Sánchez, acerca de su pregunta sobre el continuum, que surge de una exposición en el
Museo Nacional con motivo del centenario de la Guerra de los Mil Días, que tal vez el mensaje
subliminal que deja la exposición es que si bien esa no es una guerra para emular, “es una guerra
a la cual, por contraste con la presente, se le ven propósitos identificables.” (2006, p. 24)

La guerra actual de Colombia tiene múltiples actores, la guerrilla, los paramilitares, el Estado, las
bandas criminales y el narcotráfico, un fenómeno que además es característico de esta guerra con
respecto a las del pasado. Pero, además, ninguno de esos actores está definido completamente
como una unidad; son grupos fragmentados, acá no hay una guerrilla y una contraguerrilla, hay
muchas; lo mismo pasa al interior del estado, no ha habido unanimidad entre las instituciones, lo
que también le ha quitado legitimidad y eficiencia.

“Diversidad de grupos, de negociaciones, de expectativas, de temporalidades, de memorias […] El M-19 se


apersona de la reforma política; el Quintín Lame, movimiento armado de inspiración indígena, se hace
intérprete del pluralismo cultural y la representación comunitaria; el ELN construye un discurso nacionalista
en torno a recursos naturales; las FARC afirman su tradición y vocación rural haciéndose voceras de
diferentes sectores campesinos” (Sánchez, 2006, p.65).

El paramilitarismo y las autodefensas también tienen diversidad de grupos, de intereses, de


orígenes, de temporalidades, de memorias. Las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), la
organización más grande, también son heterogéneas, vemos el origen de estos grupos en los
ejércitos privados de diferentes sectores, en el narcotráfico, en las ideas contrainsurgentes y de
autodefensa. No sólo se ha negociado en diferentes momentos de la historia con distintos grupos
guerrilleros, sin una unidad del movimiento, sino que en relación al paramilitarismo sólo ha
habido una negociación con las AUC, y no con toda la organización, con divisiones dentro de la
misma al respecto y con la negativa de algunos comandantes; otros grupos de autodefensa como
el caso de los Buitrago de las ACC (Autodefensas Campesinas del Casanare) también dieron la
negativa en su momento para vincularse a ese proceso de desmovilización. Esto es “esa
paralizante circularidad de las negociaciones durante los últimos 20 años” que nombra Sánchez –
a esa afirmación le agregaría mucho más que una década incluso teniendo en cuenta que él
escribió eso hace casi diez-, los procesos de paz interminables, esa imposibilidad para alcanzar el
“punto decisivo” para terminar la guerra y hacer memoria en celebración de su fin.

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La incapacidad para terminar la guerra se debe entre otras cosas a la diversidad de actores
armados y a la ausencia de la unidad entre grupos con ideas similares, la multiplicidad de bandos
no sólo evita que se termine el conflicto con una negociación, sino que hace que grupos que
deberían de alguna forma estar bajo el mismo bando se enfrenten entre ellos, se pierde la claridad
sobre el propósito de cada actor armado. ¿Realmente hay un propósito? La “rutinización de la
guerra”, como la llama Sánchez, el conflicto extendido a lo largo del tiempo sin un resultado
definitivo alguno, el triunfo resolutorio de uno de los actores sobre los demás, la negociación
determinante y real entre todos, hace que la guerra se haga porque sí. Así como es normal ver
la guerra en televisión, verla en el pueblo, también es normal hacerla, aparentemente, quemarse a
bala deja de ser el medio y se vuelve el fin.

Se pierden los objetivos o la coherencia con esos objetivos iniciales, la perpetuación del
conflicto inmoviliza. Empieza el secuestro, los grupos armados se involucran en el negocio del
narcotráfico, para “poder seguir manteniendo la guerra”; hacen alianzas incluso entre grupos que
se supone deberían ser enemigos, guerrillas y paramilitares, guerrillas y ejército. Terminan dando
la impresión general de haber dejado sus ideales por dinero. Decía Iván Cepeda en una columna
sobre la liberación de Ingrid Betancourt y los demás secuestrados, que Las Farc se convirtieron
en mercaderes cuando empezaron a considerar a los seres humanos como mercancías, “dispuestos
a vender a buen precio a los secuestrados, pero también a los miembros de su propio grupo.”
(2008). La debilidad de identidad nacional se refleja en la debilidad de la de estos grupos. La
guerra se vuelve rutina, una forma de vivir, un oficio, entre otras cosas, porque esos actores de la
guerra terminan sin encontrar otras posibilidades; tal vez, no hay ni estado, ni sociedad, ni cultura
que se las ofrezca.

Tuve la oportunidad de hablar con dos desmovilizados del paramilitarismo en dos momentos
diferentes, muy distintos el uno al otro, ambos homogenizados bajo el régimen de las armas, los
dos estaban pensando en regresar, los llamaban para que volvieran a vincularse a grupos
armados, creían que tal vez era mejor, veía yo que sentían su identidad en el monte, que pensaban
que este no era su lugar y no iban a encontrarlo acá, que para eso era que ellos servían, que era lo
que sabían hacer, y hacer otro camino, empezar otra vez, ser otras personas, era muy difícil. Eso
sentía yo de las conversaciones con ellos, pero no busco generalizar y mucho menos concluir una
situación tan compleja para una persona.

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Sin embargo, si vemos los diferentes testimonios de desmovilizados, muchos han pasado por
varios grupos armados sin distinción de ideología, del ELN a las Farc, de ahí a las AUC, de ahí
vuelven a armarse con una “Bacrim”. Estar en un grupo armado se vuelve un trabajo, mueve el
sueldo, es también como los jóvenes que deciden irse al ejército porque sólo allí ven
oportunidades. Se pierde la distinción entre uno y otro grupo, entonces, se vuelve imposible
conciliar. “Elementos que obstaculizan la construcción de la diferencia, y en últimas, las
identidades de los actores, factor indispensable para entablar la negociación” dice Sánchez (2006,
p.71).

Y cuando él mismo dice “Memorias parciales y estratificadas, cuya totalidad perdida es


difícilmente restaurable” (2006, p. 66), pareciera que también dijera que es la fragmentación la
que hace que se pierda la identidad que podría dar una memoria.

Esa imposibilidad de que los mismos grupos armados con ideas similares se unan, entablen
diálogos muestra la misma problemática por la que no ha sido posible resolver la guerra en
Colombia. Una cultura de consenso que no es real. Las amnistías, además de ser acuerdos
generalmente impuestos a la sociedad, terminaban incumpliendo lo que buscaban. El Estado no
sólo ha sido incapaz de integrar a los amnistiados nuevamente a la sociedad, sino que luego de
firmar un acuerdo los asesinaba. De tal manera que la amnistía ha sido una especie de remiendo
para decir en cada momento que se ha acabado la guerra. El asesinato de los amnistiados es el
símbolo de la continuidad del estado de las cosas, antes de la amnistía. Claro, el Estado retoma el
poder, demuestra su fuerza, vuelve a traer el orden. Pero el conflicto, el origen del conflicto sigue
ahí, nada ha cambiado, y pronto el poder será arrebatado nuevamente por el mismo.

El consenso ha sido inexistente. Las negociaciones en este país han sido tan falsas para mantener
el statu quo y el poder entre los mismos, que el solución a La Violencia, la guerra pasada, fue
hacer un trato para que el Partido Liberal y el Conservador, bajo cuyos colores se asesinaba la
gente por todo el país, gobernara por turnos. Una exclusión a cualquier otra posibilidad de
gobierno, a cualquier pensamiento o movimiento diferente. Se reparten ellos el poder. Sánchez
cita a García Márquez poniendo en boca de Bolívar “todas las ideas que se les ocurren a los
colombianos son para dividir” (2006, p. 33).

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Siguiendo con la incoherencia del Estado como actor de esta guerra, esa cultura de creer que todo
se puede negociar todo el tiempo, ha creado alianzas con el diablo, la negociación indebida,
equivocada. El Estado deja de ser legítimo cuando hace tratos con la ilegalidad, dándoles el poder
a estos actores para que hagan su trabajo, o para beneficio de unos. Esto directa o indirectamente,
por acción u omisión.

Así que por un lado está la amnistía y por el otro están las asociaciones del estado con la
ilegalidad. ¿Qué tan efectivo habrá sido para el fortalecimiento de la legitimidad del estado y de
la democracia, que éste, desde los que representaban sus instituciones, atacara al narcotráfico en
alianza con el mismo narcotráfico? La captura y asesinato de Pablo Escobar con ayuda del Cartel
de Cali. ¿Qué tan efectivo le ha resultado gobernar y luchar al lado del paramilitarismo? ¿Qué
seguridad le puede garantizar a uno un estado que trabaja al lado de la ilegalidad? ¿A quiénes les
puede asegurar la seguridad? ¿A cuántos?

La tercera cosa para decir es que esa cultura del consenso que no es real es la que ha mantenido
esta guerra inacabada, inacabable. ¿Cómo negociar, cómo lograr un consenso si el pasado se
niega desde la amnistía y desde los pactos con la ilegalidad? ¿Si no se pueden reconocer en
realidad las raíces, las causas del conflicto, evaluarlas, hablarlas, las consecuencias, los excesos?
¿Si no se pueden reconocer los errores sino se recae en lo mismo en una idea de la trampa y del
bien de unos sobre otros, que en realidad es sobre todos?

Dice Sánchez: “Hay una práctica casi natural de la amnistía en Colombia, que le plantea
problemas a la memoria, a nuestra relación con el pasado. El primero de ellos es cómo
nombrarlo.” (2006, p.36). Más que amnistía yo diría en general pactos de silencio. El problema
de relación con el pasado es que no se puede nombrar algo sobre lo que se ha pactado el olvido,
se impone éste como un silencio, no nombrar es no llamar pero a la vez callar. Negociar implica
debatir, dialogar, llegar a acuerdos reales, reconocer al otro, entender al otro, compartir
decisiones.

Nunca he entendido por qué en Colombia guardamos tanto silencio. No he sabido si es por
¿terror? ¿indiferencia? ¿comodidad? ¿Destrozaron tanto este país que nos cansamos de pelear por

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lo que es justo? ¿O asesinaron a todos los que hablaban y los pocos que quedan sólo tienen un
pequeño eco que aún los salva? Analizando todo esto, creo que es que no hemos hecho el duelo
en este país como sociedad. No nos hemos sentado a hablar honestamente sobre nuestros dolores,
sobre nuestras rabias, a culpar, a reclamar, a dar explicaciones, a perdonar, a reparar, a
transformar.

Y sin duda, eso les ha convenido mucho a los pocos que tienen el poder acá.

Hacer memoria en Boyacá

La Memoria Histórica, como se conoce hoy en el mundo, en reivindicación y reconocimiento a


las víctimas de violaciones a los Derechos Humanos y el Derecho Internacional Humanitario, ha
empezado a emerger desde hace muy poco en el departamento de Boyacá.

En el 2008 se crea el Observatorio de Derechos Humanos Boyacá-Casanare por iniciativa del


padre Javier Giraldo, con la idea de abrir un Banco de Datos regional que hiciera parte de la red
creada por el Banco de Datos de Derechos Humanos y Violencia Política del Cinep (Centro de
Investigación y Educación Popular), que se encarga de recaudar, sistematizar y difundir
información sobre las violaciones más graves a los derechos humanos fundamentales así como
sobre infracciones al Derecho Internacional Humanitario.

En esa época, el Padre Javier Giraldo buscó el contacto con un profesor de la Universidad
Pedagógica y Tecnológica de Colombia (UPTC) que había trabajado con él, y éste a su vez
contactó a otro profesor, el Padre Carlos Prías, para convocar a unas reuniones iniciales,
alrededor de junio o julio, a varias organizaciones sociales que sabían que tenían trabajo con la
comunidad en la región, les interesaba que tuvieran trabajo de base porque la idea era que ellos
recogieran los testimonios de las víctimas.

El observatorio quedó conformado por diferentes organizaciones de tipo comunitario, sindical,


campesino, religioso e indígena. Uno de los impactos del observatorio fue precisamente reunir a
diferentes organizaciones con diferentes objetivos, luchas e incluso tendencias políticas de alguna
forma, bajo el tema de derechos humanos. “Se generó un espacio que, según cuentan los más
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grandes, es como el primer espacio, por lo menos dentro de la historia reciente del departamento,
que sirve para integrar y coordinar las agendas de las organizaciones de Derechos Humanos”
(Ballesteros, 2013)

Inicialmente, el objetivo del observatorio era la recolección y el registro de casos, pero ese no ha
sido el principal resultado. La coordinadora se dio cuenta de que pasaban los meses y las
organizaciones no le enviaban casos, de que no iban a hacer esa labor porque su trabajo
priorizaba unos temas más específicos y a ellos no llegaban directamente las víctimas, se dieron
cuenta de que tocaba salir a buscar. De esa manera fue como empezaron a organizarse visitas a
diferentes lugares de la región y actividades de memoria, estableciendo tres objetivos: Primero, el
registro de casos que se desarrolla a través de las visitas o misiones de derechos humanos que se
realizan en algunas regiones de Boyacá y de Casanare, el objetivo es recibir los testimonios
directos de las víctimas; segundo, la visibilización de los hechos que se hace mediante
actividades públicas y simbólicas como conmemoraciones, peregrinaciones y jornadas por la
memoria; tercero, generar un proceso de organización de víctimas que puedan exigir sus derechos
a la verdad, la justicia, y la reparación y sobre todo posibilitar la no repetición de estos hechos.

En enero del 2009, el observatorio fue invitado a una reunión del Movimiento de Víctimas de
Crímenes de Estado (MOVICE) donde contaron lo que estaban haciendo en Boyacá y desde
entonces se vincularon a la organización de víctimas. En esa reunión se enteraron de que en
Boyacá ya se había creado una representación del movimiento de víctimas impulsado por el
CPDH (Comité Permanente por la Defensa de los Derechos Humanos) pero nunca había
funcionado realmente.

Otro antecedente que hubo, hace aproximadamente 10 años, fue un grupo en Sogamoso que se
llamaba El muro contra la barbarie, que tenía un poco la idea de generar memoria, pero fue muy
local, “creo que lo que hacían también era alguna actividad pública, pero no tuvo la dimensión de
una coordinación de organizaciones ni registro de casos, no, fue más como una actividad de
memoria.” (Ballesteros, 2013)

Algunos de los que impulsaron eso en esa época ven ahora que pueden seguir apoyando desde el
observatorio de alguna manera. Al observatorio llegan jóvenes y personas mayores de la misma

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región con sentido crítico que no pertenecen a ninguna organización. “Personas que en algún
momento de su vida pertenecieron a algún espacio organizativo, por ejemplo algún sindicato y ya
están pensionados, pero ven lo que se está haciendo novedoso y lo ven con admiración y quieren
colaborar, recibimos sus consejos.” (Ballesteros, 2013). Contrario a lo que se esperaría y al
origen en el contacto del profesor de la UPTC, los jóvenes no participan tanto en las
convocatorias y actividades que hacen sobre memoria. “Esperaba más constancia en la población
joven y estudiantil, por ejemplo hay una universidad pública, hay una sede en Tunja, otra sede en
Sogamoso, y ellos no han respondido a este tipo de iniciativas, porque desafortunadamente con el
tema universitario se le da la prioridad es a sus reivindicaciones universitarias, al derecho a la
educación, sin entender la conexión que eso tiene con el resto de temas […] Sorprendente porque
uno piensa que la gente joven va a querer integrarse a estos espacios y estos procesos de manera
constante y no ha sido así.” (Ballesteros, 20133)

A nivel local hay personas y colectivos culturales y de medios que apoyan y trabajan el tema de
memoria. Pero, sin duda, es el observatorio el que ha promovido ese trabajo y el movimiento de
víctimas porque ha sido el que ha rescatado hechos importantes de violencia en la región para
visibilizarlos y recordarlos. Esta red de organizaciones sociales es la que organiza la
peregrinación al Páramo de la Sarna cada año para conmemorar la única masacre conocida
ocurrida en el departamento en el marco del conflicto actual.

PERIODISMO (SENTADO, ESCUCHÁNDOTE)

Escuchar no es lo mismo que entender. Hay quien no sabe escuchar, y quien, aun sabiendo, no
entiende una palabra de lo que escucha.
Almudena Grandes, Estaciones de Paso

La honda raíz en la que descansa mi gusto por el periodismo está en esa imagen en la que de niña
me sentaba con avidez a leer todo lo que mi primo había dejado escrito en el computador. Nunca
fuimos tan cercanos, aunque alguna vez vivimos en la misma casa, pero conocía parte de quien
era a través de lo que escribía. Creo que no eran cosas que pudiera entender fácilmente. A veces
había muchas preguntas.
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La imagen de la niña es esa curiosidad que siempre ha habido en mí y creo que ella fue
alimentada en gran parte por ese husmeo, esa búsqueda y esa lectura a escondidas de algo que se
volvía un tesoro, como un texto prohibido, que trataba de entender, pero sobre todo por el que
como atravesando un espejo, intentaba descifrar a ese hombre que escribía. El texto y el hombre
son uno sólo. El texto era una ventana al hombre, y si descifraba al hombre entendería el texto.
Él era periodista. Sus textos, creo yo que fueron, la primera puerta al mundo real, a algo
desconocido que existía y de lo que no tenía idea, la primera entrada a ese ejercicio del
pensamiento que es hilar preguntas y respuestas en un ciclo tal vez interminable, a cosas más
complejas y a la reflexión sobre la realidad y la vida.

Mi curiosidad, que se fue volviendo mayor a raíz de esas lecturas de lo que dejaba el hombre que
llegaba, escribía y se iba, se convirtió con los años en una concepción de que vivir era conocer,
de que la vida sólo era posible viendo, escuchando, hablando con lo que había más allá de uno
mismo, para retornar siempre con otras realidades, con otras visiones, con otras preguntas; era
como salir a explorar el mundo para buscar entender e irse construyendo a sí mismo desde lo que
ya se es, digamos que ir elaborando a ese ser en el mundo.

Las muchas preguntas que había en los textos eran las preguntas que él, sin escribirlas
directamente, le hacía al que estuviera leyendo, las que el mismo texto provocaba, las que el
lector intuía. Dice Leila Guerriero que si hay algo que el ejercicio de la profesión le ha enseñado
es que un periodista debe cuidarse muy bien de buscar una respuesta única y tranquilizadora a la
pregunta del por qué. Yo creo que el periodista más que responder debe suscitar preguntas,
cuestionar. Bueno, los periodistas escriben primero que todo para que los lectores tengan ciertas
certezas, para que estén informados y sepan qué pasa en el mundo, ¿Cuál va a ser el estado del
clima? ¿Cómo están las carreteras? ¿Qué pasa con el sistema de salud? ¿Cómo funciona el
régimen de pensiones? ¿Quiénes gobiernan, qué están haciendo? ¿Qué ha pasado con el paro
agrario? ¿A cómo están los alimentos? ¿Qué pasa con el conflicto armado? ¿Haremos la paz?

Recuerdo particularmente un guion que se basaba en un suceso real de un atraco que habían
hecho en un bus. El episodio del bus terminaba de forma terrible para alguien, porque la vida en
el mundo tiene también horror. ¿Y qué respuestas salen de ahí? Acá atracan buses, en tiempos

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recientes se supo que hay una banda en Bogotá que roba en los buses que van por la carrera 11,
hay que estar prevenidos. Pero son más las preguntas que surgen. ¿Qué está haciendo la policía,
dónde estaban? ¿Por qué hay gente que entra a un lugar donde los otros no tienen forma de
escapar y los aterrorizan para su propio beneficio? ¿Por qué ocurrió ese suceso terrible? ¿Por qué
lo hicieron? ¿Y los demás? ¿Dónde estaban todos? ¿Quién era ella, la mujer que ultrajaron?
¿Cómo pudo recuperarse? ¿Qué justicia obtuvo? ¿Acaso esa mujer no podría ser usted o yo? ¿No
podría ser su hija o su madre o su hermana? ¿Y qué hizo mientras tanto la otra mujer, el tercer
ladrón, acaso se quedó solo observando?

Mi primo me informaba allí de realidades, que a veces son crueles, divagaba con preguntas.
Informar, transmitir, para que los otros sean libres, para que tengan la suficiente información que
necesitan para elegir. Kovach y Rosenstiel dicen “Deseamos saber lo que está ocurriendo al otro
lado de la colina, estar al corriente de los hechos no circunscritos únicamente a nuestra propia
experiencia. Conocer lo que no conocemos nos proporciona seguridad, nos permite planificar
nuestra vida.” (2004, p. 29)

¿Pero qué pasa como una consecuencia inmediata de ese estar informados? Ese planificar nuestra
vida va más allá de escoger si llevar sombrilla o no, si viajar o no, por dónde, si elegir a éste o al
otro como presidente, si hacemos la paz… ¿y eso de hacer la paz? ¿Qué significa? ¿Qué es
necesario? ¿Qué acuerdos y desacuerdos hay en torno a esa decisión? ¿Cómo lo haremos?
¿Cómo lo lograremos? ¿Para qué? ¿Y luego? ¿Y estas preguntas en plural se refieren a usted? ¿Y
a mí? Ese planificar nuestra vida es también modelarla, formar quiénes somos, qué queremos, y
eso necesariamente pasa por ver al otro. Continúan Kovach y Rosenstiel: “Desde este punto de
vista, el intercambio de información se convierte en la base a partir de la cual se crea comunidad,
se conforman relaciones humanas.”

El leer a mi primo, no tan cercano —alguna vez vivimos en la misma casa—, me ayudó a
conocerlo un poco, y a partir de ahí, también a conocerme un poco a mí misma. Fue como
sentarme a escucharlo. Fue un diálogo, aunque indirecto, así él no lo supiera. Dijo algo, yo recibí
ese mensaje y respondí, tal vez no directamente a él, pero sí a mí misma, y de ahí a los demás, a
los otros, al mundo, estaba respondiéndole a él, a sus preguntas, su interpelación. Eso es el
periodismo, un diálogo. Ese ser en el mundo que se hace de lo que vamos conociendo,

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descubriendo, es ver al otro, vernos a nosotros mismos y tomar decisiones que se convierten en
hechos, en actos, en experiencias, en vida.

El hecho del bus, contarlo, es como una apelación a la sociedad, ¿Dónde estaban ustedes? ¿De
dónde ha salido todo esto? ¿Por qué ustedes hicieron esto? porque todos somos esta sociedad en
la que hemos decidido vivir. “La prensa es «un espejo» de la sociedad, dice David Bartlett, ex
presidente de la Radio and Television News Directors Association [Asociación de Directores de
Informativos de Radio y Televisión]” (Kovach y Rosenstiel, 2004, p. 58). Lo más importante que
resulta de esa transmisión es cómo nos recordaremos, la huella que dejemos, como cambie o
forme nuestra visión de la realidad, pero para querer transformarla, para querer actuar sobre ella,
sobre nosotros mismos. ¿Cómo nos sobrepondremos al horror? Hablando, pienso que es una
posibilidad. Sólo podremos sobreponernos al horror dirigiéndonos al otro.

Cuando leía a mi primo lo estaba también escuchando, escuchaba cada una de sus palabras, y era
así que podía verlo, saber que ese hombre que entraba y salía como un relámpago, existía.
¿Recuerda mi conversación con doña Bernarda? Yo pude tal vez haberla leído en un periódico,
en la radio, en televisión, en internet. Haber escuchado sus palabras, aún sin estar frente a ella,
porque me fueron transmitidas. El periodismo, como la memoria, acerca a los lejanos —que
viven en la misma casa—, y podría ser quizás, el vehículo más efectivo de la Memoria Histórica.
Tal vez por eso es igualmente perseguido por los que quieren definir la verdad y escribir los
hechos, la historia, las historias, a su manera.

El periodismo tiene en común con la memoria, entonces, principalmente, la conversación. El


escuchar a miles de personas que no conocemos y sin embargo son iguales a nosotros,
reconocerlos, reconocernos. El dolor por ejemplo —y esto es algo que entendí de otros— el
dolor creo que usted y yo podemos sentirlo, así sea de distintas maneras, por diferentes motivos.
Conversar implica, ese escuchar y responder como una reciprocidad, entender al otro, conectarse
con el otro, verlo, saber que existe, identificarme en él, ella, ellos, ellas, nosotros, ustedes y
también en las no personas, a las que parecía dotar Ricoeur como sujetos, porque allí también
hay marcas, también hay vida. Conversar es conservar, conversar es, paradójicamente, conservar
y transformar al tiempo. Se conserva a ese otro, sea en nuestras memorias, en nuestras
transformaciones, en nuestra historia, nos marca, nos toca, y se transforma el pensamiento, la

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realidad, las visiones de la realidad, como se transforma la huella de la memoria que no es algo
fijo sino que es dinámica y está viva. Se conserva y se transforma quiénes somos al transmitirlo
—lo que pasa con la memoria individual cuando se vuelve memoria colectiva, con la memoria
colectiva cuando se vuelve Memoria Histórica—. Creo que de eso se trata, si el periodismo, más
allá de informar, no puede lograr eso, no habrá cumplido con una función esencial.

Al final, de nosotros sólo quedará nuestro retrato, que es el relato más fiel de lo que fuimos. Y lo
que eso transmitió a los que lo vieron. Pero para eso tenemos que haber primero escuchado, un
periodista escucha antes de escribir, y de ahí surgen para él todas las verdaderas preguntas.

¿El periodismo de memoria para qué?

No sé a usted, pero a mí periodismo de memoria me suena como a saberse de memoria el


periodismo. Nada más lejos de eso. Muchas veces, frente a la memoria de las personas, el
periodista se queda sin fórmulas. Cada persona es una historia diferente, por eso escucharla y
entenderla implica un trato, un acercamiento distinto con cada una. No sé si exista esa expresión,
pero lo que acá trataré es la relación del periodismo con la memoria, periodismo de memoria será
para mí, específicamente, el trabajo del periodismo que está enmarcado de alguna forma en ese
discurso del siglo XX y XXI de Memoria Histórica en el sentido de privilegiar la versión de los
hechos de la guerra desde las víctimas, principalmente; con el objetivo de buscar la verdad de la
misma fuera de la versión oficial y acudir para eso a los testigos y a los hechos que han
permanecido ocultos; el contar desde las historias de las personas y los colectivos, ese dar voz a
los sujetos, pero particularmente a los sujetos que han vivido la guerra más directamente. Susie
Linfield, directora del Programa de Reportería y Crítica Cultural de la Universidad de Nueva
York, parte de la experiencia de la corresponsal de guerra Martha Gellhorn cuando empezó a
cubrir la Guerra Civil Española para hablar sobre el cubrimiento de la guerra hoy:

Un amigo periodista le sugirió que escribiera sobre Madrid. “¿Por qué le interesaría eso a alguien?
Pregunté. Era acerca de la vida cotidiana. Él señaló que no se trataba de la vida cotidiana de todos”. Y
añadió: “Lo que era nuevo y profético en la guerra en España era la vida de los civiles, que se quedaron en
casa y la guerra llegó a ellos”. Los civiles a quienes les llegó la guerra: ¿podría haber una mejor síntesis de
la trayectoria de los conflictos armados en el siglo XX? […] Las estadísticas confirman la perspicacia de
Gellhorn: el historiador marxista Eric Hobsbawm, por ejemplo, ha estimado que en la Primera Guerra
Mundial los soldados constituían el noventa y cinco por ciento de las muertes; en los conflictos
contemporáneos, los civiles desarmados conforman del ochenta al noventa por ciento de las bajas. En
muchas de las guerras de hoy, los civiles son blancos premeditados y primordiales. Piense, por ejemplo, en

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el Ejército de Resistencia del Señor, el grupo de Uganda que esclaviza niños; en las milicias de la
República Democrática del Congo, que llevan a cabo sistemáticamente violaciones en masa y mutilaciones
vaginales; en los bombardeos talibanes a colegios y plazas de mercado; en todos los ataques de Al Qaeda
contra las mezquitas iraquíes; en las agresiones de Al Shabaab a estudiantes de medicina, profesores y
fanáticos del fútbol; en las guerras en Darfur, Colombia, Chechenia, Liberia y Sierra Leona. (2012)

¿Cómo reaccionar ante esa esclavitud de niños por el Ejército de Resistencia del Señor de
Uganda, a las violaciones en masa y mutilaciones vaginales de las milicias de la República
Democrática del Congo, a los bombardeos a colegios y plazas de mercado, a todos los ataques a
lugares en donde cualquier ciudadano podría estar —su lugar de trabajo, de estudio, su casa, su
ciudad, su vereda— y que hasta hace un tiempo eran inimaginables allí? ¿Cómo reaccionar a los
secuestros, las bombas, las masacres, las torturas, los cuerpos mutilados que van río abajo?
¿Cómo reaccionar a cosas terribles que le están haciendo a gente como usted y yo, y que vienen
indiscriminadamente de cualquier actor armado, como si la guerra que alcanza a los civiles fuera,
efectivamente, como lo dice Pécaut respecto al conflicto colombiano, una guerra contra la
sociedad, en donde todos los actores se vuelven homogéneos porque todos agreden a la
población y por la atrocidad de sus métodos en contra de inocentes?

Desde este oficio, el periodismo de memoria se configura como una respuesta a ese nuevo rostro
de la guerra.

La voz de los civiles a quienes les llegó la guerra

La guerra se vuelve, desde lo que dice Gellhorn y Linfield, una visitante no invitada ni deseada
que podría entrar cualquier día por la puerta de nuestra casa sin que hagamos parte de ningún
bando en guerra. Hablo primero como civil que como periodista, aunque en estos tiempos, el
hecho de ejercer el oficio del periodismo vuelve al que lo hace uno de los blancos específicos
entre los civiles. El encargado de llevar la información se vuelve una incomodidad para
cualquiera que no quiera que esa información sea llevada y el aumento de actores en guerra
implica el aumento de incomodidades. Ser periodista es un oficio de tanta responsabilidad y de
tanto peligro para los intereses de muchos que el periodista violentado en la guerra es nombrado
como periodista, no como civil, se le otorga un carácter particular por la importancia que implica
su oficio para las necesidades de la sociedad en tiempos de violencia cuando está en riesgo la
vida, como a los médicos, los bomberos y los defensores de derechos humanos. Una de las cosas

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que hace diferente al periodista es que puede llegar a tener los medios de difundir a gran escala
lo que está pasando, los asesinatos, los abusos y las amenazas contra el resto de la población.

La Memoria Histórica surge en la segunda mitad del siglo XX precisamente frente a esa guerra
que se vuelca contra los civiles y la transformación de la guerra cambia necesariamente la forma
en que es cubierta por los periodistas. Pareciera que la información, la memoria, la historia, el
periodismo empoderaran al civil desarmado víctima directa para volverlo su sujeto, dotándolo de
una de las pocas formas de defenderse. Continúa Linfield:

Christina Lamb —jefe de redacción del Sunday Times de Londres en Washington y autora de Small Wars
Permitting (Si las pequeñas guerras nos dejan)—, pasó más de dos décadas cubriendo guerras y es la gente
lo que le interesa, no las batallas. Kim Barker —antiguo jefe de redacción del Chicago Tribune en el sur de
Asia y autor de The Taliban Shuffle (La baraja de los talibanes)— está de acuerdo. “La parte más
interesante, para mí, no es cómo la gente muere en la guerra, sino cómo vive”. (2012)

El deber se transforma cuando los sujetos en la guerra cambian. No sólo se vuelve la mirada
sobre ellos sino que, al ser sujetos que no tienen tan fácilmente el poder de difundir su historia,
de que otros, muchos, sepan lo que les está pasando, lo que están sufriendo, lo que les están
haciendo —principalmente porque precisamente están viviendo la guerra y la acción primordial
es la supervivencia ante las armas, que implica escapar, desplazarse, esconderse e incluso llegar
a guardar silencio—; el periodismo se vuelve responsable y es un deber esencial en la guerra ser
un vehículo que narre su historia, que transmita sus voces.

Particularmente hay que resaltar que los civiles a los que les ha llegado la guerra están casi
siempre en un territorio que han llegado a dominar los victimarios y muchas veces éstos están
asociados o son el mismo Estado que se supone debería protegerlos y defenderlos, así que, ante
la imposibilidad de pedir protección y defensa ante las mismas instituciones que los agreden,
asesinan y violan sus derechos, uno de los recursos significativos a los que puede acudir el
ciudadano es la prensa porque eso supone que se diga lo que nadie dice, que otros se enteren y
que si nadie hace algo al respecto, por lo menos alguien habrá sabido de su suerte, que lo que les
pasó, pasó, fue real, y que si ellos llegan a desaparecer, alguien fue responsable de ello.
Sabremos que existieron, que existimos, y que tuvieron voz, que tenemos voz.

Las nuevas guerras ya no se quedan en que los muertos son de uno u otro bando que pueden
llegar a alcanzar la forma de igualarse mediante diferentes estrategias y tácticas militares o
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alianzas que sirven de soporte en armamento, legitimidad, poder territorial y número de
combatientes; sino que esas estrategias y alianzas empiezan a utilizar a la población civil para
golpear al enemigo o como escudo, un ejemplo es que la tierra arrasada se hace con la masacre o
el desplazamiento de pueblos enteros y el poder territorial se toma de la misma manera a costa de
los civiles, otro ejemplo es el uso de los mismos en ataques a objetivos militares como bases y
estaciones de policía usando o afectando a la población civil, lo que pasa también con los
cilindros bomba y las minas antipersona. Los muertos se vuelven las personas indefensas que no
tienen la forma de igualar a su verdugo y difícilmente tienen la posibilidad de hacer una
narración de la guerra que trascienda como los actores de bandos, que tienen el poder y los
medios para difundir e imponer su propio relato, una voz que se escucha más alto, como si fuera
un parlante.

La periodista Patricia Nieto habla del cambio que implicó la transformación de la guerra en
Colombia, que al parecer siguió la misma dinámica mundial dentro de los esquemas de su propio
territorio.

En el siglo XIX hubo unos combates de la palabra, había guerras civiles que se resolvían o se significaban
con mucha frecuencia en el terreno de las cartas, de las epístolas, de los discursos, de los periódicos, de las
reuniones de las plazas públicas […] a partir de 1964 cuando se hace la presentación formal de las FARC
en los territorios colombianos adquiere otra dimensión y ese discurso, esas cartas, esas disertaciones en la
plaza pública, ese cruce de mensajes que se presentaba en el siglo XIX entre los líderes de cada ejército se
opacó, perdió intensidad, porque las formas irregulares de la guerra ocuparon […] ese espacio. (2013)

Dice Nieto que aunque en la segunda parte del siglo XX ya existían los medios electrónicos y
masivos que no había antes y ocupaban el escenario del discurso, la mayor resonancia de la
guerra pasó a estar en las acciones bélicas, que ya no eran sólo combates entre los guerreros sino
muchas estrategias en contra de la población civil. Las acciones del conflicto empiezan a tomar
una mayor frecuencia e intensidad por su carácter irregular y el uso de estrategias y armas no
convencionales, y se crean canales diferentes para el discurso de las palabras y el discurso de las
armas.

Si bien hasta la violencia de mitad del siglo, hubo una proliferación de diarios y novelas de la guerra, la
víctima individual, no letrada, que no es un sacerdote, un militar, un médico, como sucedía en la mitad del
siglo; esa cantidad abrumadora de víctimas anónimas, de a pie, y en muchos casos ciudadanos iletrados y
campesinos, no han tenido, en esa última parte del siglo, los espacios necesarios para poder expresarse, ni
los espacios, ni los medios, ni las estrategias para hacerlo. Esa es una razón, permitir abrir espacios para
que las personas que vivieron, que son testigos y que sobrevivieron a los hechos lo cuenten de viva voz,

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dado que todavía están vivas y que es un periodo reciente de la historia que todavía se puede rastrear con
sus voces. (2013)

Entregar el micrófono a esas víctimas anónimas para que ellas mismas puedan contar su historia
implica también que esas otras voces del lugar, de los que están viviendo la violencia en carne
propia, son saber, conocer los hechos reales que les están ocurriendo allí. Si no fuera por la
información difundida, no sabríamos hoy de los niños acostados en el suelo que jamás se
levantarán en Siria, de las filas de muertos que no se sabe de qué lado vienen, los niños, la
pregunta más sugestiva de a qué bando pertenecieron, de todas las edades, cuerpos que hablan
del absurdo de estar tirados con la vida cortada tempranamente, lo inesperado, el sin sentido.
Difundir al menos abre una posibilidad a la acción y puede llegar a ser una forma de protección.

Que si estamos encerrados o imposibilitados para comunicar lo que está pasando en el lugar
donde estemos, para denunciar, para pedir ayuda, cuando hay armas que amenazan y destruyen
sin gran poder de defensa, haya un mensajero que avise, haya voces que se levanten en nuestro
nombre. Una función fundamental del periodismo en tiempos de guerra, en lugares en guerra, es
convertirse en el parlante de los civiles a los que les llegó la guerra y amplificar la voz que grita
desde lo recóndito, lo oculto, ponerla en alto.

Vigilar el poder

Amplificar las voces del ciudadano del común, del ciudadano que ha sido violentado, del civil al
que le llegó la guerra, podría hacer del periodismo un vehículo de Memoria Histórica, pero éste
diariamente reproduce en su mayoría una única voz, que ya es bien conocida, que trata de
acaparar toda la historia, en vez de dar cabida a muchas voces, múltiples y plurales, diferentes y
diversas. El periodismo, contrario a lo que se supone debería hacer, está reproduciendo el
discurso y la historia oficial, eso es lo que hacen muchos de los medios en Colombia, sobre todo
los que vemos, leemos y oímos a diario.

Cuando prendo el radio todas las mañanas para escuchar las noticias, algunas veces hay
entrevistas a campesinos, indígenas, representantes de colectivos de iniciativa ciudadana,
generalmente porque hacen parte de un tema que surge en la agenda del momento, pero la
mayoría de voces que escucho son la del ministro de esto y de lo otro, del presidente, del

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expresidente, del alcalde, de la canciller, del embajador, del gobernador, del concejal, de la
congresista, del magistrado, de la contralora, del procurador, del fiscal, de la juez, del Director de
la Policía, del Comandante de las Fuerzas Armadas; es más, ellos son los que imponen en gran
medida la agenda de noticias porque es de ellos de donde sale la mayor parte de la información
que recibimos. Por supuesto, me refiero a los grandes medios noticiosos en Colombia, no tan
independientes, no especializados, no alternativos, no comunitarios, no locales; el programa
radial, el periódico, el noticiero televisivo que oyen, leen, ven todos los días la mayoría de los
colombianos y que son distribuidos a nivel nacional, por eso su importancia en el imaginario y
en la construcción histórica del país.

La participación de la ciudadanía, ese dar voz, diariamente se hace presente en llamadas de los
oyentes para hablar sobre el “tema del día”, en la denuncia de algún ciudadano y en las cartas de
los lectores que se eligen y publican; muchas veces se puede partir de eso para investigar a fondo
las denuncias o información que busca dar la gente del común en los medios, pero no siempre se
hace y el peso está en que las noticias diarias tienen como fuente principal y tratan de los
funcionarios públicos, el gobierno, las instituciones. Las noticias se hacen con lo que dice la
oficialidad, las fuentes que se cubren y se consultan son esas, la palabra se le da a los poderosos
en los medios más inmediatos y muy poco a los que no tienen ese poder. La falla también es que
diariamente estamos más frente a un periodismo de la entrevista oficial, la declaración, las ruedas
de prensa, que de profundidad; en parte por la inmediatez precisamente, supongo, del género de
noticia y de un mundo que cada día es más veloz y con una tecnología que lleva los hechos al
ciudadano de forma prácticamente instantánea.

En el conversatorio El periodismo como memoria realizado en el 2011 en la Universidad EAFIT


con motivo del día del periodista se hizo esa crítica acerca del oficio y los medios de
comunicación que le han apostado más a la velocidad y la rápida modernización de sus equipos,
que a una mejora en la calidad de la información. Vigilar el poder tiene que ver con un
periodismo investigativo que implica ir más allá de lo que está a simple vista y se nos es dado,
eso significa profundizar e ir a otras fuentes que tienen otra información de la realidad y de las
acciones del poder, y que pueden llevar al periodista a hechos desconocidos que han
permanecido ocultos a los ojos de la opinión pública.

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Sacar a la luz esos hechos olvidados y escondidos, develar la realidad —lo que significa no sólo
algo que pasó y es real, sino las lógicas y el orden que permitió que eso pasara y que no haya
sido conocido—, es ese trabajo que requiere estar en el lugar de los hechos y acudir, buscar,
acercarse, preguntar a quienes estuvieron allí y vivieron, en el caso de la guerra, un suceso
violento determinado, que pueden tener un relato muy distinto al de los que gobiernan y a los que
tienen los medios para manipular la información.

Los ojos en el poder, vigilarlo, consiste no solamente en estar al tanto de lo que ocurre con los
que tienen ese poder, sino también en escuchar las declaraciones de los ciudadanos del común.
No sería posible hablar de falsos positivos o de robo de tierras sin la denuncia, sin la voz de los
ciudadanos, de las víctimas. Saber lo que ocurre con el poder realmente no está en lo que sale de
las bocas de quienes lo tienen, pues ellos dicen lo que quieren a conveniencia.

¿Qué tipo de noticias puede haber si las noticias de Palacio se buscan sólo en Palacio?

Cuando se está estudiando periodismo el mayor reto es conseguir una entrevista o al menos una
declaración de alguien “importante”, un congresista, un ministro, un magistrado de las altas
cortes, un director de un medio nacional de noticias, un dueño de un grupo empresarial, un
director de la Fuerza Pública, un alto funcionario. Cuando se ejerce el periodismo con el respaldo
de un medio, especialmente los de mayor audiencia, se tiene un acceso mucho más sencillo, se
vuelven las fuentes habituales, se asigna un periodista para cubrir cada uno de los organismos de
cada rama del poder público; si bien es una labor fundamental, esencial para el desarrollo de la
vida diaria y la necesidad de información de un ciudadano y es la primera forma de estar al tanto
y vigilar el poder —de hecho a mí misma me gustaría cubrir el congreso, por ejemplo, porque es
ahí donde uno antes que nadie se entera de las artimañas que utilizan y los beneficios personales
que pretenden meter los congresistas en las leyes—, el reto se convierte en salirse de Palacio, del
Congreso, de las Cortes, de la Alcaldía, de los despachos de los partidos, de la Procuraduría, de la
Contraloría, y dirigirse a los barrios, los municipios, las veredas, dirigirse a donde está la gente,
que son los que mejor pueden dar cuenta de la situación real de los lugares donde viven, que es
donde ocurre la guerra, una versión que podría distanciarse ampliamente de lo que puede decir un
alcalde, un gobernador, o un representante en el Congreso, especialmente los menos interesados

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en dar una versión real en el caso del conflicto que son quienes están involucrados con algún
actor armado.

El periodismo de memoria es el que se para de la silla en donde está sentado todos los días,
asignada a los periodistas en un recinto escuchando a los “honorables padres de la patria”, sale y
se va. A buscar, a ver, lo que ocurre afuera, donde transcurre la vida de las personas.

La vigilancia no se ejerce sólo sobre el poder político de los gobernantes e instituciones del
Estado, sino sobre el poder de todos los actores armados y de los que directa e indirectamente
intervienen en el conflicto, como individuos de algunos gremios, ciudadanos y familias con
poder económico y regional, empresarios y empresas, incluyendo a las multinacionales. Se ha
podido saber, por ejemplo, en este último caso, acerca de la participación de algunas en la
financiación del paramilitarismo en Colombia gracias a la denuncia de los sindicalistas que son
amenazados y asesinados dentro de esta lógica.

Dice Patricia Nieto que una razón para entrevistar a las víctimas es que “esas voces y esas
versiones, esas narrativas orales […] se convierten en una narración de la historia que está por
fuera de la historia oficial que produce el Estado o de la historia que escriben los medios de
comunicación” (2013); y es precisamente ese estar por fuera de esas narraciones oficiales y de los
medios habituales que reproducen el mismo discurso, lo que le permite al periodista mirar hacia
otros lados y encontrar una información que no hallaría fácilmente en medio de esa historia
oficial, y que tiene que ver con los abusos del poder.

Respecto al poder de los medios, el periodismo de memoria, se podría decir, es incluso un


periodismo que como vigilante del poder vigila al mismo periodismo; pues no sólo es crítico de
sí por la necesidad de cuestionarse permanentemente la forma de acercarse, escuchar y narrar
historias por lo delicado del tema de la guerra y la sensibilidad de las fuentes y los sujetos de los
relatos; sino que se ha convertido en un contrapeso al periodismo de rutina que habla del
conflicto armado, es marginado de esos noticieros de masa, surge como una alternativa a esa
forma diaria de dar las noticias de la guerra, se constituye como un periodismo investigativo de
profundidad en el campo del conflicto.

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El periodismo de memoria, al consultar y transmitir los relatos de la gente del común, del obrero,
del campesino, del indígena, del pescador, del minero, de los sectores más vulnerables de la
violencia, cumple con esa función de supervisar al poder ejercido sobre esas poblaciones, esos
ciudadanos; y a la vez, reconoce su importancia y los empodera, hace evidente que ese ciudadano
de a pie también tiene poder, poder de denuncia, de exigencia, de mostrar y decir lo que no ha
sido dicho, lo que encara a esas realidades elaboradas o sesgadas. Una forma en que tiene el
periodista de memoria de hablar del robo de tierras y de quienes han hecho el despojo es
mostrando y contando las historias de esos miles de desplazados, despojados, reclamantes. Una
forma de informar sobre una masacre en la que estuvieron involucrados funcionarios del Estado y
miembros de la Fuerza Pública en la que esos abusos se justifican bajo la estigmatización a la
población como guerrilleros y terroristas, por ejemplo, es mostrar quiénes eran las personas que
asesinaron, qué hacían, cuáles eran sus oficios, cómo eran, muchas de estas masacres por ejemplo
tienen como víctimas a niños o menores de edad, eso, nuevamente, genera una pregunta al poder
de los actores armados y el Estado.

Hay, respecto a la vigilancia del poder, dos aspectos fundamentales que se relacionan con el
oficio del periodismo, la libertad y la verdad. Kovach y Rosenstiel dicen que “los diarios
consolidaron su actividad investigadora como uno de los principios fundamentales que
distinguían al periodismo de otros medios de comunicación pública. Fue su papel vigilante el
que, según la expresión de James Madison, convirtió al periodismo en «un baluarte de la
libertad», de igual modo que la verdad, en el caso del editor John Peter Zenger, se convirtió en la
defensa principal de la prensa.” (2004, p. 156). El periodismo de memoria busca defender la
libertad de las víctimas, la libertad que no tienen garantizada para hablar, para contar su historia,
pero también en el sentido de poder ser libres del yugo de la violencia y de los violentos, que se
mantiene muchas veces gracias al silencio y la ocultación; también la libertad del resto de
ciudadanos, que igualmente hacen parte de esta sociedad en guerra y que necesitan, deben saber
lo que pasa, para poder actuar y tomar decisiones al respecto; y la libertad de la prensa, que
requiere mantener distancia del poder para cumplir con sus principios.

Es la búsqueda de la verdad, su principio fundamental precisamente y que implica vigilar al


poder, la forma de defender esa libertad y lo que en el conflicto armado significa tener un
panorama más amplio y real de lo que ocurre para reconocer a las víctimas, los errores de los

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actores armados, los factores del conflicto y poder realizar una búsqueda más efectiva de
reconciliación y superación del mismo.

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CONCLUSIONES

La primera conclusión y que no tiene que ver con el contenido de este trabajo sino con la
realización y va dirigido como un consejo principalmente a los estudiantes de pregrado es que,
por lo menos, con esta experiencia y en mi caso, creo que siempre es necesario un compañero, un
apoyo, un punto de vista diferente, un equipo. Por supuesto, hacer un proyecto que uno tiene sólo
implica tener una única voz propia, hacerlo a la medida de las propias ideas, lograr lo que uno
tiene pensado, pero no siempre, en definitiva, tener más de un tono o más de una voz también
puede ser importante, sobre todo para lograr ejecutar el proyecto pensado. Hacer un trabajo de
grado no es una tarea sencilla y lo que abarcaba este, lo que se terminó planeando requería
muchísimo trabajo que implica una carga muy grande para una sola persona.

Adicionalmente, particularmente para un tema de conflicto y trabajo en campo, como lo requiere


el periodismo de conflicto y de memoria, como lo he nombrado acá, es mucho más preferible
tener un apoyo, por seguridad, por las diferentes tareas a llevar a cabo, por impacto emocional; un
trabajo compartido es necesario en este tema, pues no es nada fácil. Hablaré de las problemáticas
que se me presentaron para realizarlo, sin tener en cuenta el presupuesto, que de por sí representa
una mayor carga para una sóla persona, la necesidad de un apoyo en la realización del producto y
el trabajo de campo se hicieron evidentes con el trabajo que requiere el trabajo con equipos, había
que conseguirlos en primer lugar, la movilización con estos es de todas formas un poco azaroza si
son costosos, un compañero en el momento de registrar audio, video o fotografía para ayudarlo a
uno con detalles de los equipos, con la calidad del registro, es fundamental.

Recuerdo las últimas fotos que tomé en el páramo, estaba lloviendo, Rodulfo y su sombrilla, un
acompañante del Observatorio me ayudaron, pero y ¿sí él no hubiese estado? Vale resaltar aquí
todo el apoyo brindado desde el primer momento desde el CINEP/PPP y del ODDHHBC durante
todo el trabajo.

El impacto emocional es casi devastador y los temas de seguridad, la claridad en no cometer


imprudencias para no poner en riesgo nada, el trato con las víctimas, en definitiva un compañero
sería un gran apoyo y otra cabeza pensando que nos dé más luces y perspectiva de lo que estamos
haciendo. Lo que me ayudó a asumir este difícil ejercicio fueron no sólo los consejos de mi

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Directora de trabajo de grado, sino las entrevistas a la periodista Patricia Nieto y al psicólogo y
socióloga que han trabajado con las víctimas de Boyacá, y el apoyo y ayuda de quienes trabajan
por la memoria y de los que estaban interesados en que se supiera lo ocurrido.

Al comienzo sólo estaba la pasión por el periodismo y este tema concretamente, pero luego,
cuando empecé a trabajar en la investigación directa del trabajo de campo, me di cuenta, de que
no cualquier periodista puede tratar los temas de conflicto armado viendo a la guerra de frente.
Este trabajo me permitió hacer una profunda reflexión acerca del oficio del periodismo, del
cubrimiento del conflicto y de los trabajos de memoria.

Quise hacerlo porque sentía la obligación, como ciudadana de este país y como periodista, de
aportar de alguna manera a la superación de este conflicto, al reconocimiento de quienes lo han
sufrido más de cerca, a la denuncia de la injusticia y la exigencia de saldar las deudas de la
guerra. Decidí hacerlo, así sea esta la única vez o el inicio de una carrera en ese campo.

Lo que quise con este trabajo fue aportar a que los vencidos, ya no sean nunca más vencidos, sino
que sean vencedores, no por eliminar al otro y borrarlo, sino por llegar a la cima de la montaña,
contar su historia, seguir su camino con todas las cargas que haya podido tener su vida, pero con
la convicción de que al menos en sus memorias hay justicia y pasen a hacer parte fundamental de
esta historia. Que hacer memoria valga la pena para mitigar sus penas al menos un poco.

Nada es tan sencillo como se ve tras la ventana, hay grandes dilemas y muchas verdades
inconclusas. Sólo una conclusión alcancé a tener cercana a lo seguro y es que aunque sea difícil
este tema, de violencia, pérdidas y barbarie; es necesario que alguien se levante y diga acá está
pasando esto, acá y no en otro lado, acá y no en otro tiempo, acá, a nosotros. Y, como por
naturaleza, este es el oficio del periodista, el tema de conflicto, más allá, el tema de memoria, es
un deber. Si no hay periodistas que hablen de esto, nuestros muertos quedarán en silencio para
siempre.

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EPÍLOGO

No es verdad. El viaje no acaba nunca. Sólo los viajeros acaban. E incluso éstos pueden
prolongarse en memoria, en recuerdo, en relatos. Cuando el viajero se sentó en la arena de la
playa y dijo: «No hay nada más que ver», sabía que no era así. El fin de un viaje es sólo el inicio
de otro. Hay que ver lo que no se ha visto, ver otra vez lo que ya se vio, ver en primavera lo que
se había visto en verano, ver de día lo que se vio de noche, con el sollo que antes se vio bajo la
lluvia, ver la siembra verdeante, el fruto maduro, la piedra que ha cambiado de lugar, la sombra
que aquí no estaba. Hay que volver a los pasos ya dados, para repetirlos y para trazar caminos
nuevos a su lado. Hay que comenzar de nuevo el viaje. Siempre. El viajero vuelve al camino.
-Saramago, Viaje a Portugal-

A los viajeros que han tenido pérdidas, a los que ya no están acá, a los que recorren o quieren
recorrer el camino de la memoria.

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 Verdadabierta.com, (2012), “Las verdades del conflicto en los llanos orientales”,


disponible en: http://www.verdadabierta.com/gran_especial/llanos_orientales/home.html,
recuperado: 18 de abril de 2012.

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