Revolucion Del 10 de Noviembre

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8i

CAPITULO VIL

perú: ,8,„.

Disposiciones del virei Abascal i de los gefes realistas Goye-


neche ,
Paula Sanz ,
i Nieto , para rechazar á los insur

gentes de Buenos-Aires. Espedicion de 6óo provinciales


acia Tupiza ,
al mando de don Indalecio González. Caraca
ter de Nieto, i Paula Sanz. Insurrección de Cochabamba.
Salida de columna mandada por el coronel don Fer
una

mín que fue sorprendida i derrotada por los re


Pierola,
beldes de aquella ciudad en Aroma. Retirada del general
Ramírez acia el Desaguadero. Defección del coronel don
Domingo Tristan. Aproximación del general argentino
Balcarce á las gargantas del Alto Perú. Retirada de don
Indalecio González desde la villa de
Tapiza á Santiago de
Cotagaita. Desavenencias entre este i el mayor general don
José Córdova. Resigna aquel el mando de las armas. Ata-^

que de Balcarce contra dicha posición de Cotagaita ,


i su

derrota por la acertada dirección de los fuegos de Gonzá


lez. Llegada del presidente Nieto i del teniente coronel

Basagoitia d reforzar las tropas de Córdova. Desgraciada


espedicion de este último, i su derrota en Suipacha. Dis-<
persion de las tropas realistas. Arresto del mismo Córdova,
Paula S inz, i Nieto i su sacrificio en la plaza
, mayor de
Potosí. Reconcentración de las tropas fieles acia el Desa
guadero para obrar bajo la dirección del general Go-
yeneche.

■Luego que el celoso virei de Lima , don José Fernando


Abascal tuvo noticia del fuego revolucionario que
,
soplaba
8a peí\ú: 181 o.

en el vireinato de Buenos-Aires , i señaladamente del horroro


so asesinato cometido contra el
general Liniers i sus companeros,
conoció la necesidad de desplegar todos los recursos del arte para
hacer frente á unos enemigos, que se habian hecho mas temi
bles desde que sus mismas tropelías i estorsiones los habian
colocado en un punto de compromiso, del que ya no era posi
ble retroceder sin aventurar todos los trances de una
guerra
terca i
desesperada. Siempre solícito por sostener la autoridad
del Rei en aquellos dominios, envió planes, instrucciones,
consejos refuerzos , armamentos
,
i cuantos ausilios estuvieron
á alcance , apesar de hallarse entonces empeñada su aten
su

ción , i divididas sus fuerzas en sofocar la revolución de Qui


to, cuya ejecución había sido confiada á don Joaquín Molina,
nombrado presidente en relevo del conde Ruiz de Castilla.

presidente del Cuzco don José Manuel de Goyeneche,


El

que con su sutil penetración llegó á prever que en el baluar


te impenetrable de su pecho habian de estrellarse todos los ti

ros de la revolución, se ocupó con infatigable constancia en

prepararse á dar un golpe decisivo que añadiera nuevos tim


bres á las armas del Rei, i restituyera la calma á aquella mis
ma á la que él debía el ser.
América ,

La posición topográfica del punto en que ejercía su mando


lo habia colocado á retaguardia de los dos gefes españoles Pau
la Sanz, intendente de Potosí, i Nieto, presidente de Char
cas , que debían primeros diques á la invasión de las
ser los

tropas de la república argentina.


Se hallaba ésta mui ufana con los primeros triunfos con

seguidos sobre el malogrado Liniers i con la incorporación á


,

su partido de las provincias de Tucuman i Salta; i por lo tanto

se figuró que las cuatro principales del alto Perú, Potosí , La

Plata , Gochafearaba i La Paz, sucumbirían fácilmente al pon


, i que
zoñoso cebo de las doctrinas revolucionarias las tropas
in
republicanas recorrerían con mui poco tropiezo aquellos
mensos espacios plantando en la ciudad de Lima el ominoso

árbol de la libertad.
Crecía su confianza al considerar la 'fermentación que rei-
pEr.ú : 1810. 83
naba en dichas provincias del alto Perú , i la corrupción de
las mejores tropas que mandaba el presidente Nieto, pues
voluntarios de
que , compuestas
en
gran parte de los cuerpos
arribeños i patricios de Buenos-Aires , habian mostrado una
decidida adhesión al sistema de su rebelde capital, por cu
razón se habia visto precisado Nieto á desarmarlas.
ya
El de Potosí, como el mas
próximo al peligro,
gobernador
aceleró la marcha de 600 provinciales al mando del coronel
don Indalecio González de Socasa, militar esforzado i decidido,
sagaz ,
virtuoso é inteligente pero poco práctico en los lances
,

de la guerra. Púsose en marcha esta división con dos piezas


volantes i con suficientes municiones para situarse en Chi
,

chas , cuyos mozos debían haber aumentado sus filas en ma


fueron los que únicamente se alis
yor número de 200, que
taron en aquellas banderas , si
el subdelegado interino doctor

Agrelo no hubiera estado vendido á los argentinos.


El 2 de setiembre entró don Indalecio en
Tupiza , capital
de dicho partido de Chichas, i á los pocos días se le reunió
el mayor general don José Córdova, con un corto número de

marinos i provinciales. Fué don Indalecio infatigable en la

organización de su pequeño ejército ,


i en la instrucción de
los nuevosreclutas que habia sacado del pais. Un pliego in
terceptado , que el cabildo de Cochabamba dirigía al rebelde
general Ocampo ,
anunciaba claramente la disposición de aque
lla provincia á sublevarse contra el Rei, como lo verificó mui

pronto.
Los gefes Nieto i Paula Sanz se veian animados de I06
mas nobles sentimientos de honor i virtud ; pero les faltaba
la entereza , el vigor i la energía que se requiere para gober
nar los pueblos en tiempo de discordias civiles. No
creyendo
que la relajación de costumbres fuese tan
aquellos común en

países, empeñaron
se calmar las
agitaciones públicas con
en

la impunidad i la clemencia, procurando confundir á los mis


mos reos con el lleno de sus
gracias i distinciones. Este noble
proceder habría derramado abundantes frutos en la república
ideal de Platón ; pero en países viciados en que se desatendía
84 perú: 1810.
elpundonor i la delicadeza, sino estaba en armonía con sus

aspiraciones ambiciosas ,
no
podia menos de producir el fatal
resultado de que la autoridad fuese desairada, i de que á su

abrigo se madurasen los planes de subversión.


Mientras que la guarnición de Tupiza se preparaba á re
cibir las primeras falanjes enemigas, se observaba en su reta

guardia un activo movimiento. El teniente coronel Basagoitia


habia pasado á Potosí con 500 hombres de las milicias de
Puno i Arequipa ; don Juan Ramírez habia dejado el mando
de La Paz al coronel don Domingo Tristán, i se ocupaba en

oiganizar en sus cercanías 2 d milicianos. El presidente del


Cuzco Goyeneche trabajaba sin cesar por amaestrar nuevos
, ,

soldados en el arte de la guerra, á fin de protejer i apoyar


las operaciones de los cuerpos de vanguardia i mantener los ,

pueblos en la obediencia i respeto. Los buenos realistas se en


tregaban alas mas lisongeras esperanzas, cuando un terrible
golpe, la insurrección de Cochabamba, hizo variar totalmen
te la escena política.

Aquella provincia, situada entre las de Charcas, Potosí i


La Paz, era la mas fuerte, la mas feraz, la mas poblada, i
de ser decisivo para el partido
cuyo influjo finalmente habia
anterior habia estado fluctuan
que abrazase. Ya desde el año
al legítimo Trono español i entre las
do entre sus
juramentos
doctrinas subversivas de los disidentes : vencieron sin embargo
los emisarios de dicha de Buenos-Aires , i por su intriga
junta
estalló la revolución á mediados de setiembre con el apoyo de
la misma guarnición que era del pais. Sus primeros ensayos
fueron la deposición del gobernador su adhesión á los princi
,

al general Ocain-
pios de la república argentina su sumisión ,

po la circulación por
,
todas las demás provincias de sus pape
les incendiarios, su escitacion á seguir el mismo ejemplo, i
sus disposiciones guerreras para llamar
la atención del ejército

realista.
una ocasión
podian los cochabambinos haber elegido
No
mas propicia para sus inicuos designios. Aquel atentado tras

tornó todo el plan de los igefes realistas ; fue preciso pedir á


TET'li: l8lO. 85
Lima nuevos refuerzos i consejos; se
paralizaron ios movi

mientos ostruyó
militares, parte de los bien combi
se una

nados planes contra enemigo, este inesperado golpe au


i. el
mui crítica la po
mentó el compromiso del gobierno é hizo ,

sición de los comandantes que se hallaban organizando nue


vas tropas enaquellos partidos.
La división de Ocampo por un lado i los cochabambinos ,

por otro amenazaban dar un golpe decisivo á las armas del


se habian situado en la villa de Oruro,
Rei ya estos últimos
:

el centro de las cuatro provincias ; habian ocu


que se halla en
pado los fondos i pastas de aquellas cajas, i cortado con Poto
sí i la Plata la correspondencia que al mismo tiempo mante
,

nía mui activa con los disidentes de La Paz, por ios valles del

partido de Sicasica.
Conociendo Ramírez la urgente necesidad de parar los pro

gresos de aquella revolución , é ignorando los intrigantes


ma

nejos i comunicaciones de los paceños con los cochabambinos


apuraba á aquel cabildo para que le franquease refuerzos i
ausilios de que tanto necesitaba ; pero desengañado finalmente
de que no podía contar sino con sus propíos recursos desta ,

có al coronel don Fermín Pierola para que con 450 infantes

escojidos i 1 50 dragones de Tinta se avanzase hasta Sicasic»


á fin de observar á los rebeldes, sin comprometerse en acción

alguna hasta que él puchera reunirsele.


Eseediendo Pierola sus instrucciones, se avanzó cuatro le

guas mes allá de los límites prefijados, i se situó en el llano


ó pampa de Aroma, en donde fue sorprendido en 15 de nc-

viembre, á causa de su poca precaución, por unos 38 caba


llos i 500 infantes. Formada su línea con la mayor precipi
tación , empezó á batirse destacando varias guerrillas ; pero
tiros bien de la artillería
algunos dirigidos enemiga acobarda
ron su tropa, que la caballería insurgente acabó de envolverá!
favor de la ventaja del terreno, tomándole su
campamento i
dispersándola completamente.
Avisado Ramírez de aquella citástrofe por les pocos sol
ados ,
i por el mismo Pierola que
pudieron salvarse de ella,
27
86 pft.ü.' 1810.
tomó posición á la falda del cerro de las Animas., remitió los
fondos públicos i otros objetos de di^cil censen ación al pue
blo del Desaguadero i ,
ofició al coronel don Don 'inep Tris-
tan , gobernador de La Paz para que evacuase aquella ciu
dad, i se le reuniese coníes efectos eleí 1 ave,i!e. i con iedo
cuanto pudiera salvarse déla dilapidación eie los rebel,!' s mas :

Tristan, que ya habia principiado á aficionarse á aquella ile


gítima causa, acabó de decidirse por ella, tan pronto como
supo la derrota de Aroma; i convocada una junta general, se
acordó el reconocimiento de la de Buenos- Aires i el envío de
cuatro dictados para unirse con los cochabambinos, de cu

ya aproximación no dudaban en vifta de sus i.ltimos triun


fos. Empero , estos sediciosos ,
como
gente colecticia i sin dis

ciplina ,
se retiraron precipitadamente' luego que hubieron sa

queado el campo de Pierola i el pueblo deSicssica, por temor


de cjue el ejército Real hiciese algún movimiento contra ellos.
A consecuencia de estos desastres se retiró el impávido
Ramírez á Tiaguanaco para concertar allí nuevos planes que
volviesen á las armas
españolas aquel lustre i esplendor que
siempre habian tenido, i cuyos momentáneos contrastes se

habian debido á inesperacks circunstancias que no habia es

tado en su arbitrio calcular.


Entretanto que las tropas del Rei recibían estos golpes en
el centro del Alto Perú. , se preparaban otros mayores acia
los confines, con las de Buenos-Aires. Dos eran los gefis in

surgentes á quienes estaba confiada la espedicion argentina


el Alto Perú: uno era el general Ocam-
que se
dirijia contra

mando , aunque de
po , hombre absolutamente nulo para el
escelente carácter, i el otro su mayor Balcarce, el que si
para dirigir aquella fuerza,
se
bien tenia alguna disposición
perdía todo el fruto de sus medianos conocimientos con su

arrogancia presunción, que le retraía de tomar


i conse
misma
el
jo alguno de sus oficiales. Reprendido amargamente gene
ral Ocampo por un hermano suyo, sacerdote virtuoso, resi

dente en Córdoba llegó á arrepentirse de sus desvarios 1 es ,


,

taba para abandonar una causa tan injusta i vergonzosa, cuan-


PEMJ -■ I S I oT 87
do la desmesurada ambición de su
segundo le «freció un

plausible pretesto para demitir el mando , del que aquel fue


investido por el representante de la junta, doctor Castelli.
.

Encargado ya Balcarce de aquella espedicion , salió de Ju-


jui á mediados de año llegó á Yavi sin mas contratiempo
,
i

que la deserción de algunos soldados tucumanos, que criados


bajo un temple benigno i delicioso, no podían avenirse con
la rigidez i esterilidad de los puntos á que se iban internan
do. Cuando Balcarce acuarteló su división en la hacienda del

marques del Valle de Tojo á últimos de setiembre , solo con


taba con 800 plazas de todas armas. Este noble americano
habia sabido conservar una perfecta neutralidad entre ambos

partidos : se hallaba en buena armonía i correspondencia con

don Indalecio González, i lo estuvo de mui buena fé con

Balcarce, apenas se presentó en sus vastas posesiones. Unos i


otros recibieron ausilios ; pero fueron de mayor valor é impor
tancia los que suministró á los insurgentes. Mas adelante se
verá este sugeto poner en claro su infiel conducta á la c ausa
del Rei.
Informado el comandante español de que el iba
enemigo
i recibir un refuerzo de mas de 600 hombres, con los que
compondría una fuerza de 1500, doblemente
superior á la
suya ; puesto de acuerdo con su
compañero Córdova, i des
pués de haber oido su consejo guerra, determinó abande
donar la posición de
Tupiza cuyos estensos flancos no podían
,

cubrirse con menos de 48


soldados, i retirarse á Santiago de
Cotagaita, en donde podía hacer una defensa mui vigorosa
con la
simple fuerza que mandaba. Habiendo enviado al cam
po enemigo aun capitán gallego, que lo fue don Juan Gómez,
para proponer algunos medios de zanjar sus respectivas pre
tensiones, volvió dicho, comisionado con la misma negativa
que ya habia previsto el astuto González ; pero con el feliz
resultado de haber
ganado tiempo para emprender su retira
da i de la parte odiosa de la
,
arrojar agresión á los rebelde*
buenos-aireños.
Una terrible alarma suscitada en
Tupiza pocas noches an-
88 pET.ti: 1 8 1 o 7
tes de abandonar aquel pueblo ,
lo que podía esp6*
hizo ver

rarse de unos soldados, que aunque acuartelados en puntos


distantes i diversos, se hallaron reunidos en pocos minutos
sin que faltase ninguno de ellos. No era, pues, el soldado

quien hacia desconfiar del buen éxito de las armas del Rei , i
sí las desavenencias que habian principiado entre Córdova i
González. Era el primero altanero i presuntuoso; i engreido
con su propio mérito, no veia en don Indalecio sino un
gefe
subalterno, adocenado, é inesperto en el arte de la guerra.
Este por el contrario estaba lleno de modestia , de mode
ración i de templanza; i conociendo por lo tanto las fatales
consecuencias que habia de producir la pretensión de Córdo
va al mando de aquellas armas, si él persistía en conservarlo,

tuvo la generosidad de vencerse á sí


mismo, para que no triun
faran los contrarios. No dudando, pues, de que removido
obstáculo darían firmes garantías al buen éxito
aquel se mas

de la causa legítima, puso su división á las órdenes de


su

émulo , reservándose tansolo el mando del batallón del que


era coronel.
El dia 9 de octubre salió de Tupiza para Santiago el nue
vo comandante general á la cabeza de las tropas realistas , i

el 1 1 ocuparon los insurgentes las posiciones que aquellos ha


bian abandonado. Pónese el caudillo argentino en marcha
contra las tropas de Córdova , llega á situarse enfrente de Co

tagaita, i acampa á tiro de cañón en 27 de octubre. Sedien


tos los á causa del calor de aquel dia sin ha
independientes
llar agua en todas aquellas cercanías, se arrojan por saciar tan
la playa, i á tiro de
urgente necesidad á la parte opuesta de
fusil delenemigo. Perecen varios soldados sin que el inmi ,

nente peligro los retraiga de saciar su insufrible sed. Viendo

Balcarce la irremediable pérdida de su ejército, adopta un


terrible todavía que el mismo mal : sin darle
partido mas

mas descanso que el corto tiempo de una hora, que empleó


un parlamentario en ir i volver del campo enemigo, resuelve
el ataque con una gente rendida i sin aliento.
A la llegada de dicho lo fue el bullicio-
parlamentario, que
pEHü" : 1 8 1 o. 8g
S6 oficial Carrera , natural de Córdoba del Tucuman, se for

maron en junta todos


los oficiales realistas para oir la atrevi
Los puntos agitados
da arenga de aquel fantástico emisario.
ver la vil solapería con que camina
en esta discusión hicieron
debió
ban los disidentes ; i la respuesta de los gefes españoles
hacían poca impre
desengañarlos de que sus necios artificios
sión en sus ánimos, re El de la
objetojunta de Buenos-Aires,
el bizarro comandante español, está demasiado conoci-
z>
dijo
55 do ; no habia la menor necesidad de instalación ; el go-
su

»bierno i los pueblos estaban decididos por conservar la Amé-


á Scbsrano últimos ni aun
55 rica en quietud i amor su : estos

55 habian oido el nombre de junta ; ¡ Cuan distantes pues, es- ,

wíaban de desearlo! ¿Han pedido ausilio contra sus gefes?


55 No por cierto. ¿Obedecen á su Rei i autoridades? Nadie lo

55 duda. Luego
¿á qué enviarles tropas que no necesitan ni
55 han solicitado ? La junta ha puesto bien en claro su traición.

55 El
ejército de mi mando sostiene los derechos de Fernan-
55 do VIL El
gobierno de Buenos-Aires no podrá arrancarnos
?5 de las manos las banderas, sino espirando todos al rededor de

-«ellas. Ese mismo gobierno subversivo de Buenos- Aires, en


55 otro
tiempo juró los signos emblemáticos de la autoridad
55 real ; pero ahora no conoce otros que los de la independen-
55cia. Es un hombre vil el
que sigue ese partido. Vuelva V. á
n su
campo, i diga á su gefe que estos son los unánimes senti-
5?mientos de ¡as tropas realistas, i que si tiene el atrevimien-
55 to de
atacarnos, hallará en su mismo lecciones malogro
?5
prácticas de nuestra fidelidad i al Soberano
amor
legítimo,
59
por el que todos estamosprontos á sacrificarnos.53
liste sublime lenguage del mayor general Córdova le
grangeó una
popularidad que hasta entonces no habia tenido,
i le reconcilió los ánimos de los
que habian censurado su alti

va conducta con el coronel González. Sus


protestas salían de
un corazón
puro é incorruptible , i las selló mui pronto con
su
sangre, presentándose como noble víctima ante las aras de
ia monarcfuía.
Irritado Balcarce por la befa i escarnio con
que habia si-
po peuú: 1810.
do tratado farsante dividió fuerza tres
su
embajador, su en

columnas para acometervigorosamente plaza ya los bue


á la :

nos aireños se habian apoderado de las alturas, cuando el co


mandante González les dio un brusco ataque con un refuer
zo
que tenia apostado en las mismas cimas : muchos de los in
surgentes perecieron en este choque; por sustraerse á la
otros

muerte que aquel denodado oficial vomitaba por todas partes,


se
arrojaron por los precipicios ,
i se
introdujo tal terror i con

fusión en el campo
enemigo, que hasta las tropas mas distan
tes de la acción
epiedaron acobardadas, midiendo ya con el de
seo el camino
por donde debían emprender su fuga. El cen
tro abandonó su posición ; el comandante de artillería los dos

cañones que estaban confiados á su mando ; las compañías que


se habian
apoderado de los cerros se entregaron á una fuga
desordenada; fue grande el número de muertos, i no menos
considerable el de prisioneros i heridos; pero ya á los dos
días se habian reunido los dispersos en la villa de Tupiza sin

que las tropas realistas se hubieran ocupado en perseguirlos.


A pesar de esta victoria no estaban tranquilos los gefes es

pañoles: habian contado con algunos refuerzos para tomar una


actidud imponente, i tan solo se les habia unido el teniente
coronel Basagoitia con 350 hombres, i el presidente Nieto
con otros ciento. Aunque el general Goyeneche habia prome

tido enviarles alguna fuerza no pudo cumplir su palabra en


, ,

rason de hallarse sus tropas sin disciplina ni instrucción en ,

cuyo interesante objeto estaba trabajando


con
infatigable celo,
en ellas las armas
para formarlas, de modo que se estrellasen
de los independientes, si la suerte propicia les hacia franquear

el paso de aquellas provincias.


Previa al mismo tiempo, que aun cuando hubiera querido
habrían á tiempo, i que
enviar refuerzos, tal vez no llegado
en caso de recibir algún revés las tropas de Córdova, queda
rían inutilizadas las de que él tanto necesitaba para contener
victorioro. El ejército de
el impetuoso arrojo de un enemigo
rechazar los
vanguardia sin embargo era bastante fuerte para
en el mismo estado de aba-
¡Uaqu.es de Balcarce, si continuaba
p-Rrj: lSlO. 91
timiento i escasez de municiones, que se halló después
en

de la acción de Cotagaita. De tal modo lo creían sus gefes, que

dándola victoria por segura, se determiiuiron á adelantarse

contra él.
Después en
que se peni ó el tiem
de varios debates
el éxito, fue designado por co
po mas precioso para asegurar
mandante de la espedicion, compuesta de 900 hombres, el ma
Córdova. Entra este gefe esforzado en
yor general don José
Tupiza el dia 6 de noviembre; el enemigo habia evacuado
aquel pueblo en el dia anterior, i se habia situado á dos le
la angostura del rio : la villa
guas de distancia mas abajo de
de Tarija ausilió á esta sazón al general Balcarce con 200
hombres mandados por el vizcaíno Larrea. Balcarce levanta
su campo de la
angostura, i pasa á ocupar el pueblo de Naza
reno , situado al frente de Suipacha : la lentidud de Córdova

en atacarle dio lugar á que en el dia 7 llegasen á los inde

pendientes nuevos refuerzos, un obús, i muchas cargas de


municiones. Conviniendo al astuto enemigo que Córdova ig
norase aquellos socorros, esperando que así sería mas ciega su
confianza i mas fácil su derrota , envió por el mismo camino

algunos espías bien amaestrados en el arte del disimulo ,


los

que cayendo con estudio en manos de las tropas realistas ,


las
confirmaron dolosamente en la fatal creencia del lastimoso es

tado de los independientes.


Recreándose ya la imaginación del tan bizarro como in
cauto Córdova con los soñados triunfos ,
que daba por segu
ros sobre las
tropas enemigas, apresuró su marcha, i entró en
Suipacha á las doce del mismo dia 7. Mas en esta ocasión
sagaz
el caudillo argentino, hace un breve movimiento con
algunos sol
dados acia la playa, los que cumplimiento de sus instruc
en

ciones se retiran precipitadamente á la vista del enemigo,


aparentando un
temor, que no era mas que estratagema para
atraer las tropas del Rei, i envolverlas
luego con las embos
cadas que al intento tenían preparadas en las
gargantas de
Charaya. Viendo Córdova la aparente fuga del enemigo , par
te como un
rayo contra él , estiende su línea de batalla hasta
un tercio mas allá de la
playa, el rómpese
bátanse las
fuego,
29 PERtf; lSlO.
tropas con eí mayor denuedo ; pero en lo mas vivo de la pe
lea Balcarce sobre los peruanos
cae con toda su tropa i arti
llería; dirige principalmente sus fuegos contraía tropa eseoji-
da de marinos i veteranos ; rájase un catión desmóntase otro; ,

asoman al mismo tiempo


grupos de indios curiosos por las lo
mas i
campos que dominaban la vista de la refriega ; se des
concierta Córdova atribuyendo á una bien calculada combi
nación lo que era efecto de una rara
aunque funesta casuali
dad; cree que aquellos paisanos son
tropas de reserva; ve en

el entretanto desordenado su centro de batalla, rotas las alas,


izquierda puesta fuga ;
la en sus soldados se
i particular
en

temen caer en las desapiadadas manos de sus con


desmayan ,

trarios ,
i no hallan mas esperanza para salvar sus vidas , que
entregarse á una
fuga precipitada. Todo se perdió en esta des
batalla: dos cargas de plata, artillería, tiendas de
graciada
campaña municiones de guerra i boca , i cuantiosos despo
,

jos fueron los trofeos del victorioso Balcarce.


Aterrado Nieto con la triste nueva de la derrota de Sui
pacha ,
i agobiado su ánimo con el peso de 70 años.
no menos

en medio de la fuga que era el único arbitrio que le queda-


,

tuvo la previsión de enviar á Potosí al conde


daba de Casa
,

Real de Moneda para que diera cuenta de aquellos desgracia


dos sucesos al intendente Paula Sanz ,
i lo determinara á una

los caudales de la Real Hacienda.


pronta fuga salvando todos
Llega el conde á Potosí en la tarde del dia 9; usa de su natu
lucimiento su co
para desempeñar
con
ral actividad i energía
misión; muéstrase Sanz indeciso en sus consejos, i tardo en la
mas le conve
se descuida en tomar el partido que
ejecución;
vuelve González á la carga en la mañana siguiente ,
re
nia ,

suélvese por fin el demasiado confiado i venerable ai.chno;


trata de poner en salvo 200. 3 pesos que tenia en
pastas de
El ayuntamiento un habia recibido
oropero ya era tarde.
;
á Potosí, i
pliego de Castelli anunciándole su próxima llegada
el alcal
mandando que fuera arrestado su gobernador. Entra
el Sanz se re
de Quintana á intimarle la prisión, i pacífico
signa í cuanto quiera exigirse de su moribunda autoridad.
piíüú: 1810 9>¡
En el entretanto habia recogido don Indalecio González
del realista, i habia tomado el camino de
las reliquias ejército
Puno para dirigirse al desaguadero. El presidente Nieto en

compañía del cura de Tupiza i de algunos oficiales emprendió


su retirada por el despoblado que va á la costa. Córdova,
des

amparado i prófugo, tuvo la imprevisión de buscar un asdo en


las cercanías de Potosí ; i por una inesperada fatalidad fueron
arrestados éste i Nieto para sufrir en compañía de Sanz el in
humano castigo que habia decretado el sanguinario Castelli
valieran los
para terror del partido realista. Así pues , sin que
cariñosos oficios de personas interesadas en conservar tan pre

ciosas vidas, fueron estas sacrificadas al furor revoluciona


rio ,
á los diez i nueve dias del mes de diciembre ,
en la plaza
mayor de la espresada ciudad de Potosí.
La fortaleza de ánimo con que estos tres mártires de la
fidelidad recibieron los mortíferos tiros, asestados contra sus

pechos ,
debe ser trasmitida á la mas remota posteridad ,
des
collando particular el último rasgo de heroísmo que dio en
en

esta ocasión el
impávido i pundonoroso Paula Sanz. Después
de haber protestado en alta voz que su larga carrera militar
no tenia mancha
alguna i que habia conservado una cons
,

tante é invariable lealtad al Rei


por cuya sagrada causa i en
,

defensa de sus derechos iba á dar el último aliento pidió por ,

gracia especial que le acercasen las banderas que se habian


desplegado en el acto de aquel horroroso suplicio, re Si esas
55
banderas, dijo el impertérrito magistrado, son las de mi Rei
55 Fernando VII , déseme el gusto de besarlas : sea esta la úl-
55 timaprueba de mi i veneración á tan
amor
augusto Monar-
3? ca
; quede consignado de un modo indeleble mi entereza i
55 decisión i sepa el mundo,
,
que ni los tormentos, ni los mas
55 horrendos
castigos son
capaces de alterar en lo mas mínimo
55 mis puros sentimientos , ni de intimidar á una alma ,
cuya
55 firmeza parece va creciendo á medida
que se aflojan los
•>•> muelles vitales de mi
frágil cuerpo". Terminada esta corta, pero
elocuentísima arenga, le fue concedida la
gracia que solicitaba,
i cesaron de existir
aquellos tres nobles i esforzados españoles.
Qi\ Í-ERÚ : i 81 o.

Tan fehces sucesos dulcificaron los amargos tragos que había


recibido la junta de Buenos-Aires con la abierta oposición de
los montevideanos ,
i con el descalabro
que el general Belg ra
no habia sufrido en las orillas del rio Tebicuari en su espedí"
cion para atraer á su partido , de grado ó por fuerza , la pro
vincia del Paraguai. Engreídos los insurgentes con los triun
fos obtenidos enPerú, corrieron en tropel á ocuparlos
el Alto
destinos de aquellas provincias. Don Juan Martin Pueiredon,
de gobernador de Córdoba pasó á tomar el mando de la presi
dencia de Charcas ,
relevándole su hermano don Diego en el
destino que dejaba. Don Feliciano Chiclana pasó del
gobierno
de Salta á la intendencia de Potosí ; i de este modo fueron

distribuyéndose empleos con la mas ciega confianza.


los
Un estraordinario procedente de Cochabamba, i conducido

por uno de los oficiales de Tinta prisionero de la acción de,

Aroma á su tránsito por Tiaguanaco dio parte á Ramirez


, ,

de estos desgraciados sucesos i de los grandes progresos que


,

iban haciendo los revolucionarios por medio de sus ocultos


hasta el mis
agentes, que hormigueaban por todas partes
en

mo vireinato de Lima. En tal conflicto determinó


el benemé

rito Ramirez retirarse al Desaguadero , i reunirse con la divi

sión del coronel Picoaga,


que se hallaba en aquel punto
aguardando el arribo i-órdenes del general en gefe Goyene-
,

ehe : instruido éste de la desesperada situación de los nego


cios del Alto Perú ,
vio por pública manifestación que en su

decisión i celo por la causa del Rei , estaban cifradas todas


las esperanzas de los buenos para neutralizar los tiros de la
seducción , i para sostener la sagrada causa , por la que había

jurado sacrificarse.
histórica de estas
Quedará suspensa por ahora la relación
provincias ,
hasta la época de 1 8 1 1 , en la que se continuará

proclamando las sabias medidas tomadas por el citado ilustre


el honor de las armas
americano Goyeneche para restablecer
de Castilla, i encareciendo los preciosos laureles de que que
daron cubiertas sus sienes en aquella campaña.

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