Diccionario de Las Defensorias Del Pueblo
Diccionario de Las Defensorias Del Pueblo
Diccionario de Las Defensorias Del Pueblo
Diccionario de las Defensorías del Pueblo / José Carlos Acevedo... [et al.] ;
coordinación general de Alejandro Marcelo Nató ; María Soledad Manín ;
Carlos Rosendo Constenla. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires :
Editorial Jusbaires, 2022.
Libro digital, PDF
Archivo Digital: descarga y online
ISBN 978-987-768-228-1
1. Diccionarios. 2. Derechos Humanos. I. Acevedo, José Carlos. II. Nató, Alejandro Marcelo, coord. III. Manín,
María Soledad, coord. IV. Constenla, Carlos Rosendo, coord.
CDD 323
Consejo Editorial
Presidenta:
Ana Salvatelli
Miembros:
Alberto Maques
Francisco Quintana
Fabiana Haydeé Schafrik
Marcelo López Alfonsín
Jorge Atilio Franza
Alejandra García
Editorial Jusbaires
Coordinación General: Alejandra García
Dirección: Julia Sleiman
Edición: Martha Barsuglia, María del Carmen Calvo y Daiana Fernández
Corrección: Daniela Donni, Leticia Muñoa, Mariana Palomino, Julieta Richiello y Manuel Vélez Montiel
Coordinación de Arte y Diseño: Mariana Pittaluga
Maquetación: Esteban J. González
La presente publicación ha sido compuesta con las tipografías Saira del tipógrafo argentino Héctor Gatti para la
fundidora Omnibus-Type y Alegreya de la fundidora argentina Huerta Tipográfica.
Autoridades
Presidente
Alberto Maques
Vicepresidente 1°
Francisco Quintana
Vicepresidenta 2a
Fabiana Haydeé Schafrik
Consejeros
Alberto Biglieri
María Julia Correa
Anabella Hers Cabral
Gonzalo Rua
Ana Salvatelli
Juan Pablo Zanetta
A ............................................................................................ 13
B ........................................................................................... 43
C ............................................................................................ 53
D ........................................................................................... 117
E .......................................................................................... 251
F ......................................................................................... 293
G ......................................................................................... 305
H ......................................................................................... 315
I .......................................................................................... 323
J .......................................................................................... 363
L .......................................................................................... 375
M ....................................................................................... 389
O ........................................................................................ 429
P ........................................................................................ 449
Q .......................................................................................... 517
R ......................................................................................... 523
S ......................................................................................... 553
T ......................................................................................... 587
U ......................................................................................... 613
V ......................................................................................... 621
X ........................................................................................ 649
Es grave error suponer que las defensorías del pueblo son algo así
como el ápice de un sistema institucional que ha crecido a partir de la
consolidación de la democracia representativa y de la división de las
funciones del Estado. Ese error es el que permite pensar que los re-
caudos de un régimen democrático están asegurados y que, si hay un
defensor o una defensora del pueblo, se perfecciona su mecanismo,
controlando el accionar administrativo y dándole a los habitantes del
Estado facilidad de quejarse para corregir prácticas de mala adminis-
tración. En una palabra, la interpretación de que una defensoría del
pueblo es algo que puede o no existir sin por eso conmover los sillares
democráticos de la organización política. Ese pensamiento está en la
base del hecho de que en la República Argentina, por ejemplo, el insti-
tuto está vacante hace doce años.
Creemos que es al revés, y que así como Cicerón dijo hace dos mil
años que “sin tribunado no hay república”,1 hoy podemos afirmar que
sin defensorías del pueblo no puede haber democracia. Su demostra-
ción es sencilla. En todo sistema pretendidamente democrático el go-
bierno es elegido por el pueblo. Eso incluye directa o indirectamente a
las otras funciones del Estado. ¿Qué sentido tiene entonces crear ins-
tituciones que defienden a las personas de gobiernos que ellas mismas
eligen? ¿Por qué suponer a priori que los administradores malversan la
confianza pública, que los representantes legisladores abusan del po-
der que les delega la sociedad y que la justicia prevarica? ¿No tiene en
sí mismo el sistema institucional los presupuestos correctivos frente
a alguna irregularidad? ¿De quién defienden al pueblo las defensorías
del pueblo?
Pensar negativamente sobre el desempeño de todas las institucio-
nes republicanas pone en cuestión a las reglas de juego, y por esa vía
se llega cuestionar la legitimidad del sistema como hoy, desgraciada-
mente, muchos piensan aquí y en el resto del mundo.
El poder positivo del Estado tiene por objetivo razones de Esta-
do por más que estas se hallen morigeradas hoy, en relación a las del
1. Cicerón, Leyes III, 15.
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Carlos R. Constenla
Presidente emérito del Instituto Latinoamericano
del Ombudsman – Defensorías del Pueblo
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Accesibilidad
Significa la posibilidad de acceso para cualquier persona, inclu-
so las que no tienen limitaciones en la movilidad, la comunicación o el
entendimiento, que les permita acceder a un lugar, a un objeto o a un
servicio. Este término, en relación con las personas con discapacidad o
con movilidad reducida, abarca otras dimensiones e incorpora la noción
de ausencia o eliminación de obstáculos o barreras en el entorno físico
y arquitectónico (vías públicas, vivienda, estaciones de transporte, edi-
ficios), en el transporte (terrestre, aéreo, acuático), a la comunicación,
a la información, a los sistemas, las tecnologías, de modo de brindar a
la persona con discapacidad la mayor seguridad y autonomía posibles,
equiparando sus oportunidades a las de otros sujetos sin discapacidad.
Es materia opinable si la accesibilidad es un derecho. Siguiendo a Agusti-
na Palacios, puede decirse que existen dos posturas: la primera sostiene
que la accesibilidad es un derecho y que bajo esta naturaleza ingresó a la
nómina de “nuevos derechos” (junto con la movilidad personal, la habi-
litación y la rehabilitación) en la Convención Internacional sobre los De-
rechos de las Personas con Discapacidad (en adelante CIDPD); pero hay A
otra interpretación, es aquella que se funda en el hecho de que, cuando
se refiere a la accesibilidad, la Convención no utiliza la palabra derecho, lo
que indicaría que se trata de medios instrumentales indispensables para
el goce de los demás derechos fundamentales (salud, educación, trabajo).
Por barreras de accesibilidad se entiende todo obstáculo que impida o
limite el acceso, la libertad de movimiento o de circulación. En tanto las
barreras urbanísticas son las originadas en estructuras inadecuadas en
lugares tanto públicos como privados, y las arquitectónicas comprenden
aquellos espacios sin rampas o sin sanitarios, debidamente, adaptados.
La accesibilidad en el transporte alude al libre desplazamiento de perso-
nas con discapacidad en trenes, subtes, transporte automotor, marítimo
y aéreo; unidades adaptadas para personas con movilidad reducida o
en sillas de ruedas, unidades de piso bajo, plataformas elevadoras, sis-
temas de inclinación, rampas, paradas y estaciones accesibles, señaliza-
ción sonora, solados hápticos, indicación en escritura Braille, etcétera.
Es preciso mantener en todo tramo o itinerario la cadena de accesibilidad,
porque si esta se trunca, la accesibilidad entendida como mecanismo
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Acceso a la justicia
El acceso a la justicia es el derecho de recibir asistencia judicial
para ser reconocido como sujeto de derecho y garantizar el debido
proceso por vía de la igualdad de las partes. Toda persona debe tener
acceso a los mecanismos adecuados para la resolución de conflictos y
contar con las mismas posibilidades para hacer oír su voz, asegurar
el ejercicio de sus derechos y hacer frente a la discriminación, la des-
igualdad y la injusticia más allá de su estatus económico, social, políti-
co, racial, étnico, migratorio, filiación religiosa, identidad de género u
orientación sexual. Según señala el Programa de las Naciones Unidas
para el Desarrollo (PNUD), se trata de:
… un acceso de todos a los beneficios de la Justicia y del asesoramiento le-
gal y judicial, en forma adecuada a la importancia de cada tema o asunto,
sin costos o con costos accesibles, por parte de todas las personas físicas y
jurídicas, sin discriminación alguna por sexo, raza, religión o nacionalidad.
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Acción de amparo
La acción de amparo es una institución destinada a garantizar,
en forma rápida y eficaz, la vigencia de derechos de raigambre consti-
tucional o legal que resultan restringidos, alterados o amenazados de
manera actual o inminente, por actos u omisiones con arbitrariedad o
ilegalidad manifiesta, llevados a cabo por autoridades públicas o por
particulares. La acción de amparo como vía idónea para la restitución
de derechos o garantías constitucionales o legales afectados requiere
actualidad de la conducta lesiva y falta de otros medios judiciales más
idóneos tendientes a garantizarlos. El amparo, en su origen teórico-
jurídico, tiene una larguísima tradición y acompasó el desarrollo del
pensamiento occidental desde la Edad Media; sus antecedentes pode-
mos rastrearlos en Inglaterra en la Carta Magna (1215), en el Acta de
Hábeas Corpus (1679) y en el Bill of Rights (1689). El origen etimológico
de amparo, proviene del latín anteparāre ‘prevenir’, que significa favo-
recer, defenderse, guarecerse, proteger y, desde esta configuración, el
amparo se constituye en el tutor, monitor, supervisor de la defensa
y resguardo de los derechos fundamentales cuando son afectados de
manera arbitraria o ilegal. En el continente europeo el amparo apare-
ció junto al reconocimiento de derechos y libertades en los códigos y
la función de tutela de estos derechos fue impuesta al Poder Judicial.
A fines de la Segunda Guerra Mundial, combinando con los princi-
pios democráticos que rigieron la formación del Estado de Derecho, el
amparo surgió para tutelar los derechos con alcance individual como
con alcance colectivo, así también contra la inconstitucionalidad de la
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Administración pública
Esta expresión tiene dos acepciones; la primera de ellas se refiere
a la función del Estado que consiste en aplicar las leyes y cuidar de los
intereses y el bienestar públicos; la segunda se refiere al conjunto de los
organismos que –en todas sus escalas y jerarquías– desempeña la fun-
ción administrativa. Constituye la función típica del Poder Ejecutivo,
nacional o provincial, y de los municipios, y se encuentra regulada por
el Derecho Administrativo. En esta última nos detendremos, ya que A
una de las grandes funciones de las Defensorías del Pueblo se vincula
con el control de la administración pública; por ello es tan importante
conocer el universo comprendido en este concepto. La administración
pública es la organización institucional que depende del Poder Ejecu-
tivo. Por lo tanto, las funciones propias de dicho poder se encuentran
diseminadas en su estructura, que se compone de órganos. Es decir,
Ministerios, Secretarías, Direcciones, funcionarios y empleados que
de ellos dependen y entes como Institutos nacionales, Universidades,
entes reguladores, empresas con participación del Estado, entre otros.
Los orígenes de la moderna administración pública pueden situarse
en el período inmediatamente posterior a la Revolución Francesa.
Entonces el poder monárquico aparecía como un foco de arbitrarie-
dad y corrupción, fuente inagotable de abusos y desgracias para los
particulares. El proceso de institucionalización política que se pro-
dujo como reacción al absolutismo pone fin a la concentración del
poder, distribuyendo su ejercicio en órganos diferentes. Esta es la la-
bor que cumplió el constitucionalismo a través del Estado Moderno
Constitucional (siglo XV): transformar el monarquismo, fundado en
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Adultos mayores
Para el Diccionario de la Lengua Española de la RAE (2014): “Adulto,
ta (del latín adultus). 1. Adj. Dicho de un ser vivo: que ha llegado a la
plenitud de crecimiento o desarrollo. 2. Adj. Llegado a cierto grado de
perfección, cultivado, experimentado”. “Mayor (del latín maior, -oris).
… 3. Adj. Dicho de una persona: entrada en años, de edad avanzada…”.
“Persona (del latín persona: ‘máscara de actor’, ‘personaje teatral’. 1. In-
dividuo de la especie humana”.
La Gerontología utiliza indistintamente una y otra expresión:
adulto mayor y persona mayor. A la última etapa del ciclo vital se la
denomina Tercera edad y Cuarta edad. El Informe Mundial sobre el En-
vejecimiento y la Salud, de la Organización Mundial de la Salud (2015)
considera adulto mayor a toda persona de 60 años o más. Esta edad no
necesariamente coincide con la edad de jubilación, dado que esta difie-
re según los países. El envejecimiento de la población es resultado de la
evolución de los componentes del cambio demográfico –fecundidad,
mortalidad y migraciones–. Es un proceso de cambio en la estructura
por edad en la población, caracterizado por el aumento del peso rela-
tivo de las personas en edades avanzadas y la disminución del peso
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Antropología Social
A
La palabra antropología está compuesta por el prefijo griego
“anthropos”, que significa ser humano, y por el sufijo “logos”, que sig-
nifica conocimiento. Deriva de ahí su definición como el campo del
conocimiento sobre el ser humano. En líneas generales, abarca la Bio-
logía/Física, la Arqueología, la Lingüística, la Psicología y la Cultura.
La preocupación por la naturaleza humana y la vida en sociedad siem-
pre existió en la historia de la humanidad y fue fuente de reflexión
de los filósofos clásicos. La maduración de las ideas iluministas en el
Occidente del siglo XVIII va a orientar la consolidación de las ciencias
humanas ofreciéndoles el estatuto de disciplinas científicas a partir
del método de las ciencias de la naturaleza. La ruptura con el modo
teológico de explicación del mundo, las transformaciones económi-
cas, sociales y políticas, van a suscitar indagaciones sobre la existencia
de otros seres humanos que, a pesar de ser parecidos biológicamente
con los europeos, presentaban características y formas de organiza-
ción social, sistemas de creencias y valores distintos. Esto significa
que el impacto de la colonización europea, consolidando el proyecto
de conquista de nuevas tierras, difunde los ideales civilizatorios del
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Asentamientos
La ciudad es un producto social y, como tal, expresa las desigual-
dades y contradicciones de la sociedad que la construye. Si bien la vi-
vienda constituye un derecho humano fundamental, vastos sectores
de la población mundial y, en particular de América Latina, encuen-
tran vedadas o severamente restringidas sus posibilidades de acceder
a una vivienda a través del mercado formal por lo que deben recurrir a
la autoproducción para satisfacer sus necesidades habitacionales. La
informalidad es un fenómeno en expansión en nuestra región, que ha
cobrado mayor envergadura a partir de la segunda mitad del siglo XX
y constituye uno de los principales mecanismos de acceso al suelo
urbano. En la actualidad, se calcula que al menos uno de cada cuatro
ciudadanos tiene acceso a la tierra urbana y a la vivienda únicamente
a través de procesos informales en ciudades donde la informalidad al-
canza magnitudes del orden del 70% u 80%. Los procesos informales
han sido definidos como formas de producción del suelo totalmente
desordenadas y no sujetas a las regulaciones imperantes que presen-
tan como características constitutivas lo “no normativo” y lo “no for-
mal” de su origen como una manifestación normal en un contexto de
condiciones históricamente anómalas por la ausencia de alternativas
institucionales o legales. El fenómeno de la informalidad urbana y su
incremento significativo en la región responde a una multiplicidad de
causas y factores; entre ellos: el crecimiento demográfico de los nú-
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Autonomía
Potestad para dictarse su propia ley. Este vocablo se ha utilizado A
para determinar el poder que tiene un estado soberano para dic-
tar para sí y dentro de su territorio su propia norma, y en la organiza-
ción administrativa estatal es la facultad de un ente de dictar su
legislación. En el estudio del Derecho Público, este término se encuen-
tra en el capítulo de Organización Administrativa, en razón que perte-
nece a las técnicas de distribución de competencias de los entes
estatales. Para Marienhoff, este es un concepto político distinto de la
autarquía (capacidad del ente de administrarse a sí mismo de acuerdo
a una norma superior que le fue impuesta, por ejemplo, la ley de crea-
ción del ente), que es entendida como un término administrativo o
meramente organizativo. Para este autor, autonomía significa que el
ente tiene poder para darse su propia ley y regirse por ella. Dice: “Nues-
tras provincias son autónomas, pero no soberanas”. La autonomía, en
suma, denota siempre un poder de legislación que ha de ejercitarse
dentro de lo permitido por el ente soberano. De modo que autonomía
es un concepto político, porque político es el poder de propia legisla-
ción. El profesor Comadira afirma que la autonomía no es sino una for-
ma o modalidad superior de la descentralización política. En los
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Bienes colectivos
En los últimos siglos, la gobernabilidad de los ecosistemas ha gi-
rado en torno a la propiedad estatal o privada de los recursos que ellos
proveen. Esa fijación con lo dominial es el resultado del paradigma
económico de comprensión del ambiente que prevaleció en occidente
hasta finales del siglo XX, un modelo decisorio que se focalizaba ex-
clusivamente en el rol de la naturaleza como insumo de los procesos
de producción de bienes y servicios, es decir, como activo económico.
Bajo esa mirada, la naturaleza era vista como un objeto susceptible de
apropiación por el hombre para su explotación económica, por lo que
ella siempre tenía un dueño, actual o potencial. O bien lo era el Estado
–como titular de las cosas del dominio público, excluidas del tráfico
mercantil- o bien lo era el particular –como titular de derechos de pro-
piedad sobre el resto de ellas, libremente transferibles en el mercado-.
Esa estructura legal fue el resultado de una larga evolución histórica.
El modelo jurídico romano de res communes, que permitía el uso libre
de bienes de utilidad colectiva como un derecho natural de todos los
ciudadanos, fue abandonado progresivamente luego de la Edad Media B
a favor de un régimen de propiedad estatal, inicialmente titularizado
en cabeza del monarca y luego transferido al Estado liberal como ré-
gimen de excepción frente a la regla de la propiedad privada, nueva
piedra angular del sistema jurídico-social. De ese modo, se construyó
un modelo binario en el que sólo hay bienes del Estado o de los particu-
lares, sin que sea posible concebir categorías intermedias. Al tratarse
de un régimen centrado en la idea de propiedad, la justificación de
la capacidad regulatoria del poder público sobre los bienes comunes
se fundaba en una apropiación del recurso por parte del Estado. La
noción protagónica era, precisamente, la del dominio público, como
única herramienta posible de la gobernabilidad. Lo anterior implicó
sujetar la administración de los principales recursos comunitarios a
una ordenación burocrática y reconocer a la ciudadanía una limitada
injerencia. Bajo el paradigma del Estado-dueño no se reconocía a los
ciudadanos la posibilidad de exigir determinadas pautas de gestión
del recurso (v gr. uso sustentable), no se los empoderaba para incidir,
sino que se los concebía como meros receptores pasivos de decisiones
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de los únicos participantes del sistema: los actores estatales –en tanto
dueños de los recursos- y los actores privados –en tanto titulares de de-
rechos de explotación otorgados por los primeros- Desde finales del si-
glo XX, el paradigma económico ha dado paso al paradigma ambiental.
La naturaleza ya no es entendida exclusivamente como un factor del
proceso productivo, porque hemos asumido la profunda interdepen-
dencia entre el ser humano y su entorno. La naturaleza no es un mero
objeto del hombre y ese cambio de paradigma ha hecho que la premisa
dominial se torne obsoleta. Por ello, el nuevo enfoque enfatiza la di-
mensión social y transindividual de los recursos más valiosos. Frente
a la división binaria de los bienes por su pertenencia al dominio públi-
co o privado, el paradigma ambiental impulsa la introducción de una
categoría de bienes que no pertenecen al Estado ni a los particulares
en forma exclusiva, y que no pueden ser separados en partes que per-
mitan afirmar sobre ellas la titularidad de un derecho dominial. Ellos
son los bienes colectivos. Ya no es posible hablar, entonces, de una ti-
tularidad excluyente en cabeza del Estado. Entre la órbita pública y la
privada hay una esfera social donde se ubican estos bienes colectivos,
y su régimen jurídico trasciende claramente los cánones usuales del
dominio público, en especial por cuanto amplifica el elenco de sujetos
con capacidad de incidir en su gestión. En Argentina, la Corte Fede-
ral definió –en el caso “Halabi” de 2009– a los bienes colectivos como
aquellos que pertenecen a toda la comunidad, son indivisibles y no
admiten exclusión alguna. Puntualizó que “en ningún caso existe un
derecho de apropiación individual sobre el bien ya que no se hallan
en juego derechos subjetivos. No se trata solamente de la existencia
de pluralidad de sujetos, sino de un bien que, como el ambiente, es de
naturaleza colectiva. Estos bienes no pertenecen a la esfera individual
sino social y no son divisibles en modo alguno”. Así como la idea de
dominio público ha permitido a la Administración decidir unilateral
y omnímodamente sobre el uso y destino de los bienes comunitarios
durante más de tres siglos, la noción de bienes colectivos inaugura un
nuevo capítulo de participación de la sociedad civil en la gestión –tanto
privada como estatal– de los recursos comunes, que tiene por funda-
mento la necesidad de asegurar metas de sustentabilidad. El sentido
de calificar a un bien como colectivo es, así, habilitar esa intervención
directa de la ciudadanía, sin depender para ello de los clásicos canales
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B
Bioética
La bioética puede definirse como el estudio sistemático e interdis-
ciplinario de la conducta humana en el campo de las ciencias biológicas
y la atención de la salud, en la medida en que esta conducta se exami-
ne a la luz de valores y principios morales. En primer lugar, para com-
prender cabalmente dicha definición, se vuelve necesario diferenciar a
la bioética de otros dos conceptos: moral y ética. Mientras que la moral
es un conjunto de normas de conducta socialmente aceptadas en una
comunidad, la ética consiste en la reflexión crítica sobre la moral; es
una disciplina filosófica que toma como objeto de estudio a la moral. Así
entonces, podemos analizar a la bioética como ética aplicada, en tanto
implica la utilización del razonamiento ético a un campo de acción es-
pecífico –el de las ciencias biológicas y la atención de la salud–. Ahora
bien, existen dos posiciones contrapuestas con respecto al alcance de la
ética aplicada. Una de ellas, la concibe como la aplicación de una deter-
minada teoría ética, por ejemplo el utilitarismo o la teoría kantiana, a
situaciones particulares, de modo que cualquier tipo de problema ético
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Bullying
La escuela es un espacio social en el cual interactúan diversos ac-
tores tales como alumnos, preceptores, docentes, directivos, padres y
administrativos, y esta interacción adquiere un significado relevante
para estos actores en especial para los estudiantes. En ella, se forja la
amistad, la lealtad, el compañerismo y las habilidades y competencias
sociales y cognitivas por lo que es fundamental garantizar un ambiente
educativo armonioso en el que prime el respeto mutuo. Actualmente,
esta visión constructiva y formadora de la escuela se ve opacada por la
violencia, maltrato y el hostigamiento. Este grave y creciente problema,
se conoce como bulling. El psicólogo noruego Dan Olweus fue quien
acuñó hace más de dos décadas este término, luego de la observación
de esta conducta en la escuela y advirtió sobre el perjuicio que provoca
en la psiquis de los niños el maltrato entre pares por abuso de poder.
El bulling es una conducta hostil o persecutoria, física o psíquica, rea-
lizada por uno o varios niños o niñas en perjuicio de otro u otra. Las
causas de estos ataques permanentes son múltiples y dependen de cada
contexto escolar, pero para configurarse el acoso debe existir más de un
ataque; no es un hecho aislado sino una conducta persecutoria hacia
un integrante de la clase. Las principales características de este hosti-
gamiento son: a) Reiteración de agresiones, b) Permanencia en el tiem-
po, c) Relación de poder asimétrica, d) Intención de producir daño. Las
consecuencias pueden ser, no desear concurrir a la escuela, sufrir de-
presión o nerviosismo, decaimiento de su rendimiento escolar, tener
problemas de integración, sufrir lesiones aún graves, entre otras. La
responsabilidad en cuanto a la prevención, intervención y resolución
del acoso escolar, no es sólo de padres y maestros, sino también del
Estado que debe desarrollar políticas públicas para prevenir y atender
esta grave problemática social a fin de garantizar a los niños y niñas sus
derechos consagrados. Asimismo, la sociedad también es responsable
en velar por ellos, lo que significa que no debe ser permisiva omitien-
do denunciar y no intervenir frente a una situación de hostigamiento
entre pares. La Convención sobre los Derechos del Niño de Naciones
Unidas, firmada en 1989, en su artículo 3 establece la responsabilidad
del Estado en velar por la protección y cuidado del niño. De este modo,
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Calidad de vida
Es un concepto que no resulta sencillo de definir, ya que distintas
personas, en diversos Estados y comunidades en las que están inser-
tas, han de valorar en disímil medida unos u otros factores que contri-
buyen a la realización de su proyecto biográfico. No obstante, resulta
posible adoptar una noción muy general con un consenso relativa-
mente amplio, según la cual la calidad de vida refiere a las condiciones
en las que vive un ser humano. Tales condiciones le permiten disfrutar
de una existencia plena, o bien cuanto menos, dejan al alcance de las
personas los presupuestos básicos a partir de los cuales esa realización
subjetiva es materialmente viable. La preocupación por la calidad de
vida es tan antigua como la especie humana, y, en sentido lato, es in-
cluso extensible a otros seres vivos con capacidad de sentir, cuando no
de razonar. Los animales no humanos que migran en búsqueda de un
clima más benévolo, o se procuran un hábitat más confortable, instin-
tivamente buscan transcurrir su existencia en mejores condiciones.
No obstante, dada su complejidad, su condición de seres pensantes y ,
también, su lamentable tendencia, que demuestra la historia, a causar C
daño a sus semejantes y a la misma naturaleza, es en relación a los
hombres y a las mujeres de este mundo que el estudio de la calidad de
vida adquiere ciertas notas particulares. Es así como a través del de-
recho, esa ciencia orientada a ordenar normativamente las conductas
de las personas en sociedad con miras a la realización de la justicia, se
han realizado avances muy importantes en torno a procurar el bienes-
tar de las personas. Ello, tanto a nivel interno en cada Estado concreto
como –en particular, y con gran relevancia y trascendencia– a través de
instrumentos internacionales sobre Derechos Humanos, a cuyo respe-
to se ha obligado una muy elevada cantidad de países en todo el mun-
do (y cuyo incumplimiento acarrea su responsabilidad internacional).
Así, por ejemplo, la Declaración Universal de los Derechos Humanos,
adoptada por la Asamblea General de la Organización de las Naciones
Unidas (ONU) en 1948, reconoce el derecho de toda persona a la vida, a
la libertad, a la igualdad y a la no discriminación, a no ser sometida a la
esclavitud, ni a torturas, ni a tratos crueles, inhumanos o degradantes,
a acceder a la justicia en defensa de sus derechos fundamentales y a
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Ciudadanía
Según el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, la
ciudadanía es “una cualidad y un derecho del ciudadano”, habitante de
las antiguas ciudades o de Estados modernos, considerado un “sujeto
de derechos políticos y que interviene ejercitándolos, en el gobierno del
país”. En la ciudadanía reside el poder y el fundamento de la democra-
cia. Este término no hace referencia a una colectividad cualquiera, indi-
vidualizable por su simple residencia en el territorio estatal o la sujeción
a sus leyes, sino que se define como un “conjunto de personas ligadas al
Estado por un vínculo jurídico de pertenencia general y permanente”,
se establece un vínculo jurídico y político entre la nacionalidad de un
Estado y de la ciudadanía, trascendiendo la esfera interna del Estado. Su
reconocimiento y concesión se adquiere por quienes forman parte del
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Ciudadanía ambiental
Ciudadanía ambiental es un término que proviene de la unión de
dos conceptos, que por su propia cuenta tienen complejidades y una
historia. Para una acabada caracterización del término consideramos
pertinente delinear primero el concepto jurídico de ciudadanía. La Real
Academia Española nos brinda tres acepciones para la palabra ciudada-
nía: “1. f. Cualidad y derecho de ciudadano. 2. f. Conjunto de los ciuda-
danos de un pueblo o nación. 3. f. Comportamiento propio de un buen
ciudadano.” Más tarde volveremos sobre la última acepción, pero en
este momento importa la cualidad y derecho de ciudadano. En términos
jurídicos es una calidad, una condición por la cual las personas que inte-
gran una sociedad se encuentran habilitadas para el ejercicio de los de-
rechos políticos y las obligaciones de igual carácter (aquellos derechos y
obligaciones vinculados con la toma de las decisiones públicas, la parti-
cipación en la vida política de la sociedad). La definición jurídica destaca
el reconocimiento de derechos civiles y políticos para las personas per-
tenecientes a una comunidad políticamente organizada. De esta forma,
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Comisión Interamericana de
Derechos Humanos (CIDH)
Es un órgano principal y autónomo de la Organización de Estados
Americanos (OEA) que tiene a su cargo la promoción y protección de los
derechos humanos en el continente americano. Junto con la Corte In-
teramericana de Derechos Humanos (Corte IDH) conforman institu-
cionalmente el Sistema Interamericano de protección de los derechos
humanos (SIDH). El artículo 106 de la Carta de la OEA establece que la
CIDH (o Comisión) “tendrá, como función principal, la de promover la
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Competencias
La primera de las competencias de una defensoría del pueblo es la
de recibir las quejas individuales o colectivas de la población, por los C
actos u omisiones de la administración que puedan repercutir nega-
tivamente en el disfrute de los derechos y libertades fundamentales.
Pero no es ésta la única de sus competencias, Gordillo hace una muy
ajustada síntesis que se podría sintetizar en estas ideas centrales: Dis-
cutir, disentir, innovar, provocar la creatividad en el ámbito de la ad-
ministración pública a través de la controversia y la discusión pública;
publicar aquellos comportamientos administrativos que constituyan
un ejercicio defectuoso de la función administrativa; investigar las de-
nuncias que lleguen a su conocimiento; dado su carácter, sin que sea
necesario que las denuncias reúnan requisitos formales, hasta puede
y debe investigar las denuncias anónimas que le lleguen, en tanto re-
únan visos mínimos de seriedad; recomendar privada o públicamente
a los funcionarios intervinientes, sea en informes privados, a través
de su informe público anual, o por intermedio de partes o reunio-
nes de prensa convocadas al efecto, cuáles acciones estime necesario
que la administración pública adopte, o cuáles comportamientos debe
modificar, cuáles nuevas normas de procedimiento incorporar, etc;
criticar, censurar, amonestar en el sentido de reprensión de índole
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diccionario de las defensorías del pueblo
Comunicación
La historia humana es un proceso evolutivo y no fragmentario. Es
movimiento y, por eso, el pensamiento estructurado en compartimen-
tos llevó a crear categorías temporales para poder encuadrar los hechos
del pasado. Así se construyó la idea de una historia por partes que per-
mitió ordenar y comprender lo sucedido. Pero en estos tiempos esa es-
tructura del saber cruje por un inesperado, veloz y dinámico proceso
del conocimiento impulsado por una nueva revolución tecnológica de
características únicas y planetarias. Ya no hay un hemisferio que viva
de día y otro que duerma de noche acompañando la evolución del sol y C
la luna. Nada y nadie parece descansar en este mundo interconectado
donde, en un instante, se puede saber qué está pasando al otro lado del
planeta. Aquella definición anticipatoria de “aldea global” formulada
por el canadiense Marshall McLuhan marcó el camino de lo que vendría
cuando describió cómo el mundo se había convertido en una especie de
aldea de enormes dimensiones y que gracias a los medios masivos la
gente podía enterarse en todo momento qué pasa en cualquier lugar.
Así, la humanidad funciona como una aldea donde sus integrantes
pueden saber que ocurre de manera inmediata gracias a las dimensio-
nes reducidas del entorno donde se vive. El gran pensador ofreció su
idea en los años cincuenta del siglo pasado cuando los medios eran solo
los diarios, la televisión y la radio. Pero la irrupción tecnológica de in-
ternet y el desarrollo espiralizado de las redes digitales revolucionan
esa idea aldeana poniendo en crisis el viejo modelo. La comunicación
es, en esencia, el universo del conocimiento humano en movimiento y
como tal moldea conciencias y conductas. Nadie parece, en estos tiem-
pos, escapar fácilmente de este tsunami planetario marcado por la in-
formación y el conocimiento. Y por eso, como sucede con la vida misma,
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colección institucional
hay que estar abierto a ingresar a esta nueva era que muchos comparan
con aquellos primeros sonidos y olores a tinta de la imprenta de
Gutemberg a mediados del siglo XV. Estamos en la primera fase de una
transición tecnológica profunda y compleja, dando comienzo a un
cambio de ciclo humano de características aún impredecibles, entre
otros motivos, por su rapidez envolvente. Las relaciones interpersona-
les, como las institucionales, están cruzadas por lo nuevo que por ser tal
no hay forma de comprenderlo con prontitud porque no hay experien-
cia, no hay memoria. Antes, la relación era bidireccional, es decir iba del
emisor de la información a la audiencia y en ese esquema los medios
tradicionales tenían el centro del juego. Hoy la información y su corre-
lato el conocimiento fluyen en forma circular y anárquica con múltiples
actores, fuentes, audiencias, emisores y procesadores, donde lo público
y lo privado se confunden o fusionan. Son sistemas descentralizados,
desestructurados, a veces con formas monopólicas como es el caso de
Google, aunque con una gran dispersión de públicos. Impera la sensa-
ción de cierto desorden, propio de todo aquello desconocido, que no
tiene reglas, que está librado a la iniciativa y a la libertad humana. El
conocimiento habita cada vez más en el ciberespacio extraterritorial y
nuestras interdependencias son ya globales. Esta naciente sociedad de
la información está planteando la dicotomía de si el construido rol so-
cial de la comunicación, que se desplazó de los medios tradicionales a
procesos más heterogéneos, terminará siendo impulsada por el propio
desarrollo tecnológico y los negocios que genera. Y para no perderse en
el difuso mar de la globalización general hay que construir desde la co-
municación una identidad e imagen propia que lo distinga. Las múlti-
ples organizaciones son ahora centros emisores y receptores de señales,
informaciones, mensajes, comunicación diversificada y se densifica
constantemente con un tráfico comunicacional que aumenta todo el
tiempo y tiende a la saturación. El fenómeno es la masividad que da
Internet pero con audiencias más fragmentadas y polarizadas, impreg-
nadas por las fuerzas individuales del mercado. Esto suele llevar a la
confusión de entender lo público a la antigua creencia, es decir aquello
colectivo y común, con la categoría de usuario o audiencia más identi-
ficada con la cultura de la economía de mercado. Por otra parte, la di-
versidad de los medios no necesariamente implica un pluralismo
informativo si no viene acompañado por políticas que garanticen pre-
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Conflictividad social
Los intentos de definición tomadas desde la vasta investigación
alrededor de la Teoría del conflicto o aquellos que provienen de discipli-
nas del conflicto internacional, de la perspectiva conflictológica, o de
los Estudios de la paz es la aproximación que se escoge para delimitar
este título. Por ello es muy ilustrativa la descripción de los elementos
de análisis que nos brinda Lorenzo Cardaso que la concibe como “un
proceso de interacción contenciosa entre actores sociales que compar-
ten orientaciones cognitivas, movilizados con diversos grados de or-
ganización y que actúan colectivamente de acuerdo con expectativas
de mejora, de defensa de la situación preexistente o contraponiendo
un proyecto social”. Este enfoque que parte de la base del malestar
como sujeto tácito, incluye la interacción contenciosa, la acción colectiva y
lo social, difiere y también la complementa, del tradicional enfoque res-
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toma de decisiones políticas definen tanto las acciones como las omi-
siones y ambas tienen su correlato en el estado de ciudadanía y por
añadidura en el estado de la democracia. Las capacidades de asimila-
ción y trámite de la demanda social, por parte del actor estatal, nos dan
cuenta de lo situacional ya que, si la intervención conlleva distintos
tipos de violencia con puestas de escena de militarización, como así
también el uso (y abuso) del ejercicio de la fuerza en materia represiva,
nos impone una condición que obliga a repensar el rol del Estado. Para
hacer pie de modo estable es central sostenerse para poder trabajar
la conflictividad mucho más en la prevención de la violencia que en la
resolución de conflictos a través del diálogo. Los denominados “Méto-
dos de gestión, transformación y resolución de conflictos” se postulan
como los dispositivos idóneos para tramitar las tensiones que provie-
nen de la conflictividad. No obstante, si no se genera un núcleo de co-
hesión social aglutinante que incluya a diversos actores y con una
dinámica de integralidad de acciones que permitan la apertura de di-
ferentes procesos, difícilmente se obtengan salidas inclusivas con el
mero instrumento del diálogo. El diálogo se presenta desde la demo-
cracia como un espacio totalizante, ya que podría ser antídoto, aneste- C
sia y solución a cualquier tipo de conflictividad. Se podría caer en
propaganda engañosa, o en situaciones difusas y hasta perversas si la
pretensión dialógica diluyera la potencialidad del activo social. Este es
un motivo a tener presente al momento de verificar la legitimidad que
los propios actores le brindan a la palabra diálogo y sus consecuentes
connotaciones. Para ello es fundamental que se tenga un enfoque dia-
lógico que es distinto que sentar a todos en la misma mesa y que ade-
más ello sea lo suficientemente participativo para que trascienda la
cultura de la polarización que implica lógicas intersectoriales de
responsabilidad compartida y cogestión. Se debe poder superar la
desigualdad de posiciones que ya traen las partes y que, en el diálogo,
por más que existan terceros que garanticen el equilibrio de poder
(igualdad de oportunidades) jamás se van a nivelar las inequidades de
origen con las cuales cada parte llega a dialogar. Si partimos de la
premisa que el flujo de lo ideal deviene hoy en el reflujo de lo real se
podría aspirar a que el desafío en esta materia sería construir un tercer
lado que no sume a las polarizaciones (más leña al fuego) y que busque
personas que puedan edificar puentes de integración. Requiere la
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Consenso
Consentimiento. Conformidad de una persona con una cosa o
acuerdo de varias personas entre sí. Si pensamos en el consenso en una
sociedad, ese acuerdo supone coincidencias en torno a principios, va-
lores o normas o sobre lo que es deseable para esa comunidad. Puede
haber consenso en la toma de postura respecto de un tema. La dificul-
tad del término reside en la imposibilidad de definirlo unívocamente.
Mori realiza un interesante recorrido histórico del término tomando
como punto de partida una concepción de esta expresión que contem-
pla que los vínculos recíprocos establecidos entre los hombres dotan
de sentido a las acciones, las palabras, las cosas y acontecimientos, es
decir lo que orienta sus creencias y conductas. Iniciando este camino
en la Antigüedad se reconoce a Antifonte como el autor de uno de los
primeros textos acerca de la concordia. Luego de él diversos filósofos
tratarán el tema, incluido Platón quien escribe sobre la conformidad
con las costumbres, lo que supone un reconocimiento y un acuerdo en-
tre los hombres. Por su parte Cicerón estudiaría los distintos niveles del
consentir. El desarrollo del pensamiento durante la Edad Media queda
estrechamente ligado a la autoridad de una Iglesia que se afirma en el
poder, no solo religioso y espiritual, sino también en el poder temporal
y político, aquí la interpretación sobre el consentimiento de los hom-
bres se ve limitada. Será el pensamiento político moderno el que pondrá
en discusión el problema de la articulación entre ejercicio de la sobe-
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Constitucionalismo
El término constitucionalismo tiene y ha tenido a lo largo de la
historia, una pluralidad de sentidos. Aquí, en una primera aproxima-
ción a su definición, lo consideraremos como el ideal que plantea que
el poder de gobierno debe ser limitado legalmente con la intención de
garantizar el ejercicio de los derechos individuales. Actualmente, este
ideal se materializa en la mayoría de los Estados a través de sus Cons-
tituciones. Tal concepto refleja el resultado de la lucha que el hombre
ha librado por su libertad desde tiempos remotos. Ha sido un largo
camino el recorrido para echar los cimientos del constitucionalismo C
como hoy en día lo concebimos. Tal es así, que en la antigüedad, ni si-
quiera existía la noción de derechos individuales. El hombre existía
por y para el Estado y sus intereses se subsumían a los de aquel. Poste-
riormente en la Edad Media y en medio de un contexto caracterizado
por las monarquías absolutas europeas, aparecen por primera vez ins-
trumentos en los que son plasmados ciertos derechos –más bien aco-
tadas franquicias– reconocidos por parte de los monarcas a un número
muy limitado de destinatarios. Ejemplos de ello son la Carta Magna
(Inglaterra, 1215) y el fuero de Aragón (España, 1283). Sin embargo, no
fue sino hasta 1647 que se redacta, en el Reino Inglés, el “Agreement of
the People”, un documento en el que se declaran derechos que serían
indisponibles para cualquier autoridad, y a pesar de no haber sido fi-
nalmente sancionado, esboza una cuestión completamente novedosa
para la época: es “el Pueblo” el que acuerda instituir un gobierno que
tendrá ciertos límites. Prosiguiendo esta reseña, resulta de suma im-
portancia destacar a la Declaración de Derechos del Hombre y del Ciu-
dadano (1789) que consagró, como corolario de la Revolución Francesa,
un catálogo de derechos individuales que debían ser respetados por
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Consulta Popular
La consulta popular es una forma directa de participación políti-
ca de los ciudadanos, mediante la cual, a través del ejercicio del voto,
influyen en la toma de decisiones sobre asuntos de relevancia institu-
cional. Refiere tanto al referéndum, es decir, el sometimiento de leyes
a la aprobación popular como al plebiscito que consiste en la consulta
no vinculante sobre temas de interés para la comunidad. En numero-
sos Estados, la consulta popular forma parte del catálogo de derechos
políticos del que gozan los civiles, pero lo cierto es que ello no siempre
fue concebido de esta manera. Si bien podemos remontarnos al siglo V
antes de Cristo para hablar de democracia directa y su nacimiento en
las ciudades-estado de la Grecia clásica, la realidad es que tuvo lugar
allí en función de factores muy particulares, como las condiciones geo-
gráficas, demográficas y, particularmente, gracias a que solo un pe-
queño número de habitantes eran considerados ciudadanos y podían
participar activamente en política. Este contexto cambió radicalmen-
te en la época moderna, caracterizada por sociedades complejas que
abarcan grandes poblaciones y áreas geográficas, lo que dificulta que
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Consumo
Consumo es la acción y efecto de consumir. Es aquella actividad
por la cual el sujeto de esa acción, el consumidor, acude al ámbito in-
material llamado mercado a procurarse (no necesariamente a adqui-
rir) los bienes y servicios necesarios para su subsistencia y, fuera de
ellos, los que sea su decisión o necesidad de obtener. Esta distinción
es basal, ya que si bien el término proviene del idioma latín “cosumere”
que significa gastar, no necesariamente el consumo implica una ero-
gación de dinero por parte del consumidor, ya que dentro del consu-
mo quedan comprendidos los fenómenos gratuitos como los regalos, C
productos adicionales o muestras gratis que se reciban, como también
los casos en que, sin ser parte de un contrato de consumo, se utilicen
bienes o servicios que han sido contratados por otro, o que forman
parte de la propuesta o ámbito y son complementarios de ésta como,
por ejemplo, servicios de estacionamiento, entretenimiento, despla-
zamiento (escaleras mecánicas) que se ofrecen en el establecimiento
del proveedor, cuya prestación no se contrata ni se paga, sino que se
utiliza como destinatario final de esos productos gratuitos o servicios
conexos. El consumo es el más cotidiano de los derechos. Con la pro-
ducción masiva de bienes y la enorme ampliación de la oferta de servi-
cios, el consumo se ha convertido tanto en un asunto de significación
social como en un tema de necesaria atención por parte de las normas
jurídicas y las políticas públicas. El consumo como valor legal y consti-
tucional presupone una decisión social de primacía de conductas por la
cual el empresario, el estado y la ciudadanía deben respetar y adecuar
su comportamiento a las regulaciones de consumo. El consumo cons-
tituye un principio formador del ordenamiento jurídico que obliga a
una concepción omnicomprensiva y multidisciplinaria (económica,
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Consumo sustentable
El concepto de consumo sustentable fue definido por la ONU
como el uso de servicios y productos que responden a las necesidades
básicas y aportan una mejor calidad de vida, al mismo tiempo que mi-
nimizan el uso de recursos naturales y de materiales tóxicos, así como
también, la emisión de desechos y contaminantes sobre el ciclo de vida
de manera tal de evitar poner en peligro las necesidades de futuras
generaciones (ver la Comisión de Naciones Unidas para el Desarro- C
llo Sustentable, 1995). El consumo sustentable es pauta de interpreta-
ción y aplicación del derecho del consumo, y se implica mutuamente
con la noción de desarrollo sustentable, propia del derecho ambien-
tal. El desarrollo sustentable es aquel que involucra una serie de me-
didas encaminadas a la administración eficiente y responsable de los
recursos naturales por parte del ser humano para la preservación del
equilibrio ecológico e implica satisfacer las necesidades de las genera-
ciones presentes sin comprometer las posibilidades de las del futuro
para atender sus propias necesidades en un verdadero compromiso
intergeneracional. En otras palabras, importa poner al ser humano
como centro y razón de ser del desarrollo. Importa que los consumi-
dores se interesen en que los productos que adquieran reúnan los más
altos parámetros de calidad y que, en su proceso de producción, no
deterioren el ambiente, en la inteligencia que cuanto más sanos sean
los productos que consuman, mayor es la posibilidad de disfrutar una
mejor calidad de vida. Los conceptos vinculados de desarrollo y consu-
mo sustentable se asocian con las características de un desarrollo que
además sea políticamente sustentable a través de la profundización de
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Contaminación
Según la RAE, se define a la contaminación (del lat. contaminatio,
-ōnis) como “1. f. acción y efecto de contaminar, 2. f. Ecd. Fenómeno
que se produce cuando una copia se realiza utilizando diversos mode-
los discordantes entre sí”. Es preciso definir entonces el término conta-
minar (del lat. Conntamināre): “1. tr. Alterar nocivamente la pureza o las
condiciones normales de una cosa o un medio por agentes químicos o
físicos. 2. tr. Contagiar o infectar a alguien. 3. tr. Alterar la forma de un
vocablo o texto por la influencia de otro. 4. tr. Pervertir, corromper la
fe o las costumbres. 5. tr. Profanar o quebrantar la ley de Dios”. En el
presente diccionario se abordará la contaminación relacionada con la
primera acepción del verbo y orientada al ambiente. Teniendo en
cuenta que existen numerosas definiciones, se considerará aquella in-
clusiva de sus diversos aspectos. La contaminación es la acción u efec-
to, directo o indirecto, generado por la introducción de contaminantes:
sustancias químicas, organismos vivos, energía, sonido, luz, radiacio-
nes o calor en el medio ambiente o en alguno de sus elementos como el
aire, agua o suelo, que por el lugar en que se produce, la forma o la
concentración genere efectos perjudiciales o nocivos para la salud hu-
mana, la flora, la fauna o la calidad del ambiente. En un análisis sisté-
mico de las causas y consecuencias de la contaminación, la evaluación
ambiental integral describe el funcionamiento del sistema planeta tie-
rra, donde se reconocen las esferas de la sociedad humana y la del me-
dio ambiente. Se aclara que esta separación es metodológica, ya que la
sociedad forma parte del medio ambiente. A partir de la existencia de
fuerzas motrices, tales como los cambios demográficos, los procesos
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Contencioso administrativo
De este modo se denomina a los procesos judiciales donde la
Administración Pública (en adelante AP) es parte actora y/o deman-
dada. Así también de este modo, se denomina la competencia de los
tribunales especializados en el juzgamiento de la actuación de la AP
o las acciones judiciales que se entablan con este fin. La pretensión
principal que caracteriza este tipo de procesos es impugnar las con-
ductas estatales ya sean acciones u omisiones y que se revise la legi-
timidad del accionar de la AP, declarándose su validez o invalidez y
de corresponder hacer lugar o no a la reclamación por daños y perjui-
cios. El origen de este concepto tiene lugar en Francia, donde ocurri-
da la Revolución Francesa se restringió la competencia de los jueces
y mediante una especial interpretación del principio de división
de poderes se estableció que la propia AP se autojuzgaría. En con-
secuencia, a partir de entonces rigió en Francia la administración
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Control de convencionalidad
El control de convencionalidad consiste en la verificación de la
compatibilidad de las prácticas de un Estado –legislativas, judiciales,
administrativas o de cualquier otra índole– con las directivas de los
tratados de derechos humanos de los que aquel es parte. Procura, en
esencia, asegurar la conformidad de los actos internos con los compro-
misos internacionales contraídos por un país. El término fue acuñado
por el ex juez y Presidente de la Corte Interamericana de Derechos
Humanos, Sergio García Ramírez, en sus votos en los casos “Myrna
Mack Chang vs. Guatemala” de 2003 y “Tibi vs. Ecuador” de 2004. La
doctrina fue adoptada y desarrollada por ese tribunal internacional a
partir del caso “Almonacid Arellano y otros vs. Chile” de 2006. En esa
oportunidad, el cuerpo sostuvo que
… cuando un Estado ha ratificado un tratado internacional como la Con-
vención Americana, sus jueces, como parte del aparato del Estado, tam-
bién están sometidos a ella, lo que obliga a velar porque los efectos de las
disposiciones de la Convención no se vean mermadas por la aplicación de
leyes contrarias a su objeto y fin, y que desde un inicio carecen de efectos
jurídicos. En otras palabras, el Poder Judicial debe ejercer una especie de
control de constitucionalidad entre las normas jurídicas internas que apli-
can en los casos concretos y la Convención Americana sobre Derechos Hu-
manos. En esa tarea, el Poder Judicial debe tener en cuenta no solamente
el tratado, sino también la interpretación que del mismo ha hecho la Corte
Interamericana, intérprete última de la Convención Americana.
El control de convencionalidad involucra, básicamente, una obli-
gación que es complementaria a las asumidas por los Estados Parte en
relación con los derechos y garantías reconocidos en la Convención
Americana, y que constituye una aplicación concreta del principio
pacta sunt servanda recogido en los artículos 26 y 27 de la Convención
de Viena del Derecho de los Tratados. La labor de compatibilizar el
comportamiento gubernamental con las obligaciones convencionales
materializa, en efecto, el deber que pesa sobre los Estados de adoptar
las medidas necesarias para asegurar el goce efectivo de los derechos
respecto de las personas sometidas a su jurisdicción. Es por ello que la
Corte Interamericana entiende que ese test de convencionalidad debe
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diccionario de las defensorías del pueblo
ser efectuado de oficio y con efectos erga omnes por todos los órganos
estatales. El control de constitucionalidad es una derivación procedi-
mental directa del rasgo de subsidiariedad que caracteriza a la juris-
dicción de los tribunales de derechos humanos. De acuerdo con ella,
los instrumentos convencionales depositan la tutela de los derechos
en dos niveles correlativos: primero, la labor espontánea de las auto-
ridades domésticas; segundo, el papel suplementario de los órganos
internacionales. La jurisdicción internacional tiene carácter coadyu-
vante; su rol es complementario de la acción interna y ello hace que los
actores principales de los modelos de tutela convencional sean inicial-
mente los funcionarios de cada país. La regla de subsidiariedad no sólo
obedece a la necesaria operatividad del sistema internacional –que se
vería colapsado si debiera afrontar en forma directa e inmediata cada
uno de los planteos originados a escala doméstica– sino que se vincula
sobre todo con el hecho de que las autoridades nacionales poseen le-
gitimación democrática directa y se encuentran en principio en una
mejor posición que los tribunales internacionales para evaluar las ne-
cesidades y condiciones locales. Por ello, en asuntos de política general
en los cuales las opiniones dentro de una sociedad democrática pueden C
diferir ampliamente, debe reconocerse al rol de la autoridad nacional
una especial gravitación, siempre y cuando ella no traspase los pisos
mínimos de protección que establece el sistema. La subsidiariedad es,
así, un pilar esencial de la lógica de estos tratados de cara al goce efec-
tivo y concreto de los derechos allí reconocidos. Esa articulación entre
los niveles interno y supranacional jerarquiza la labor de la autoridad
local pero también califica sus responsabilidades. No alcanza con ins-
tituir órganos supranacionales que protejan los derechos por vía de
la responsabilidad internacional sino que es imprescindible que esa
protección se vea acompañada –en rigor, precedida– por una incorpo-
ración cultural y hermenéutica que asegure el acatamiento espontá-
neo de cada Estado parte. Ese camino empieza a recorrerse cuando las
autoridades locales asumen el rol que tienen encomendado como uno
de los niveles –el primario– del sistema y se encargan oficiosamente de
constatar, a cada paso, que sus actuaciones consultan adecuadamente
el plexo normativo que deben custodiar. De esa forma se concreta la
faceta de prevención de violaciones a los derechos que constituye el
propósito básico del modelo jurídico en juego. En resumidas cuentas,
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Control de legalidad
Este concepto jurídico se utiliza para designar un mecanismo que
tiene el Estado para vigilar que las conductas administrativas cumplan
la ley. Explica el profesor García de Enterría que el principio de legalidad:
… es, con toda claridad, una consecuencia del dogma rousseauniano de
la voluntad general, en virtud del cual no se aceptan ya poderes persona-
les; todo poder es de la Ley, toda la autoridad que puede ejercitarse es la
propia de la Ley; sólo en nombre de la Ley se puede exigir la obediencia.
La ley otorga, y a la vez limita, la autoridad de los agentes, que, como ta-
les, son sólo servidores de la Ley, lex loquens, aunque en el sentido preci-
samente opuesto al que se dio a esta expresión en la Edad Media cuando
se refería al Rey [...] se trata de la conversión del hecho bruto del poder
político en la idea técnica de la competencia legal.
Es una construcción jurídica nacida en el seno de la Revolución
Francesa que implica que cualquier ciudadano puede exigirle al go-
bierno de turno que justifique su actuar ante el Derecho. Entonces,
¿qué se controla? El cumplimiento del ordenamiento jurídico por par-
te del Estado y sus funcionarios. Por ello, el control de legalidad es un
instrumento necesario para la revisión de los actos administrativos
estatales. En la Argentina, gran parte de la doctrina entiende que el
control de legalidad incluye legitimidad y mérito, oportunidad y con-
veniencia. Para Marienhoff, constituye un control jurídico stricto sensu
que puede hacerse de oficio o a petición de parte, alcanzando actos,
comportamientos estatales y personas (funcionarios, empleados o ad-
ministrados). Asimismo, este autor caracteriza este concepto jurídi-
co desde tres puntos de vista: a) Tiempo. ¿Cuándo se controla? Antes
o después de la emisión de un acto o la realización de una conducta.
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los derechos referidos a la protección de niñas, niños y adolescentes.
Dicho documento reconoce tanto los derechos civiles y políticos como
los culturales, económicos y sociales de esta población. Fue adoptada
por la Asamblea General de Naciones Unidas (ONU) el 20 de noviembre
de 1989 y entró en vigor el 2 de septiembre de 1990, de conformidad con
el artículo 49. La Convención establece en forma de ley internacional
que los Estados Parte deben asegurar que todos los niños y niñas –sin
ningún tipo de discriminación– se beneficien de una serie de medidas
especiales de protección y asistencia; tengan acceso a servicios como
la educación y la atención de la salud; puedan desarrollar plenamente
sus personalidades, habilidades y talentos y reciban información sobre
la manera en que pueden alcanzar sus derechos y participar en el pro-
ceso de una forma accesible y activa. Todas estas garantías se expresan
en los 54 artículos de los que está compuesta la Convención. La CIDN
marcó un hito en la historia legislativa de cada país participante, ya que
los países que formaron parte de la misma dieron su consentimiento,
a través de la firma, de cambiar sus legislaciones nacionales para que
estén acorde a los principios de la Convención. Este documento signi-
fica un cambio de concepción respecto de niñas, niños y adolescentes
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Cooperativismo
Según la Real Academia de la Lengua Española (RAE), es la ten-
dencia a organizar un régimen de cooperación, especialmente, en el
orden económico y social. La cooperación es considerada como la obra
conjunta que se lleva a cabo con terceros para lograr un fin común.
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Corte Interamericana de
Derechos Humanos (Corte IDH)
La Corte IDH es una Institución Judicial Autónoma (cfr. art. 1 Es-
tatuto Corte IDH) internacional creada por la Convención Americana
sobre Derechos Humanos (cfr. Capítulo VIII CADH) en el año 1969 que
funciona en el marco de la Organización de Estados Americanos y for-
ma parte del Sistema Interamericano de Protección de Derechos Hu-
manos. Se constituyó definitivamente después de la entrada en vigor
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Cultura
El concepto científico de cultura suele no coincidir con su senti-
do coloquial usualmente asociado a la erudición, cierto tipo de arte, el
conocimiento sofisticado y la alta cultura. Como categoría científica
es el objeto de estudio de la Antropología Social y una dimensión de
análisis preponderante en otras ciencias sociales. La primera defini-
ción de cultura que se reconoce como científica es la del antropólogo
evolucionista E. B. Tylor, quien en 1871, escribió:
La cultura o civilización, en sentido etnográfico amplio, es ese todo
complejo que incluye conocimiento, creencia, arte, moral, derecho,
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C
ración. Las culturas pasan a ser diversas y sólo pueden ser analizadas
en su singularidad. De la mano de estos postulados se consagra, en la
Antropología Social, el relativismo cultural. En la misma época, el traba-
jo del antropólogo polaco Bronislaw Malinowski tendrá también un
destacado impacto en la Antropología Social. Desde una perspectiva
funcionalista que vinculaba lo social a las necesidades individuales,
para Malinowski la cultura:
… es esencialmente una realidad instrumental que ha aparecido para
satisfacer las necesidades del hombre que sobrepasan la adaptación al
medioambiente (…) La cultura, la creación acumulativa del hombre, am-
plia el campo de la eficacia individual y del poder de la acción: y propor-
ciona una profundidad de pensamiento y una amplitud de visión con las
que no puede soñar ninguna especie animal (ver pp. 126-127).
Esta perspectiva se destacó por haber logrado sistematicidad teó-
rica y metodológica para el estudio de la cultura. Los desarrollos poste-
riores del concepto estuvieron marcados por la falta de consenso sobre
su significado y alcance. En 1952, Alfred Kroeber y Clyde Kluckhohn
llegaron a contabilizar en un estudio clásico sobre el tema una lista de
164 definiciones a las cuales ellos mismos sumaban otra. En el contexto
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Debido proceso legal
El debido proceso legal, como enseña Bacigalupo, “en una prime-
ra aproximación exegética, significa el proceso garantizado por la ley”.
Se trata de una garantía genérica que abarca toda una serie de garan-
tías específicas que tienden a asegurarlo con el fin de tutelar los dere-
chos de las personas frente al accionar del Estado e incluso de otros
particulares. En el ámbito interamericano, este puede ser construido
a partir del amplio catálogo de garantías que establece el artículo 8 de
la Convención Americana sobre Derechos Humanos, sobre el cual, re-
saltando su amplio campo de aplicación, la Corte Interamericana de
Derechos Humanos en el caso “Genie Lacayo c. Nicaragua”, sentencia
del 29 de enero de 1997, párr. 74, ha señalado que
… la norma se refiere a las garantías judiciales y consagra los lineamientos
del llamado debido proceso legal o derecho de defensa procesal, que consisten en
el derecho de toda persona a ser oída con las debidas garantías y dentro
de un plazo razonable por un juez o tribunal competente, independiente
e imparcial, establecido con anterioridad a la ley, en la sustanciación de
cualquier acusación penal formulada en su contra o para la determina- D
ción de sus derechos de carácter civil, laboral, fiscal u otro cualquiera.
Su origen, al igual que buena parte de las garantías constitucionales,
puede encontrarse en el derecho anglosajón, específicamente en la ex-
presión due process of law, cuyo origen a su vez se remonta a la Carta Mag-
na de 1215, siendo retomado por la Enmienda V de la Constitución de los
Estados Unidos de Norteamérica, donde se dispuso que “en los asuntos
criminales, nadie puede ser privado de su vida, de su libertad y de sus
bienes sin el debido proceso legal, ni denegar a cualquier persona la igual
protección de la ley”. Posteriormente, fue expandiéndose al resto de los
textos constitucionales, teniendo anclaje al día de hoy en la mayoría de
los Instrumentos Internacionales de Derechos Humanos, tal como pue-
de observarse en el artículo 10 de la Declaración Universal de Derechos
Humanos, en el artículo 26 de la Declaración Americana de los Derechos
y Deberes del Hombre, en el artículo 14.1 del Pacto Internacional de De-
rechos Civiles y Políticos, y en el ya citado artículo 8 de la Convención
Americana sobre Derechos Humanos. Insistiendo en su función de tu-
tela de los derechos de los particulares, Badeni señala que las garantías
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Defensor Civitatis
Las fuentes romanas (siglos IV a VI d. C.) de las que disponemos
para el estudio de la institución son literarias (Eutropio, San Agustín,
Casiodoro) y jurídicas. El presente estudio considerará esencialmente
este segundo grupo de fuentes, especialmente el Código Teodosiano
(año 439), el Código de Justiniano (año 534) y la Novela XV de Justiniano
(año 535), títulos De defensoribus civitatum. La historia de esta institución
a partir de sus orígenes (Constantino, comienzos del siglo IV) es com-
pleja. Las etapas de su desarrollo y de su sistematización hasta Justinia-
no son múltiples, tanto más si consideramos que es necesario
aprehenderlas desde el punto de vista de la división del Imperio entre
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Defensor Universitario
La Defensoría de los Derechos Universitarios o Procuraduría Aca-
démica u Ouvidoria o Defensoría Universitaria en general, es una ins-
tancia independiente de la estructura académica y administrativa de las
universidades e instituciones de educación superior, que no constituye
una autoridad de las mismas y cuyas recomendaciones no son vinculan-
tes y funciona como un Ombudsman especializado al interior de las Ins-
tituciones que han decidido establecerla dotándola de autonomía,
imparcialidad, accesibilidad e independencia, con funciones restaurati-
vas y facultades conciliatorias y de intermediación, que además funcio- D
na como custodia del orden jurídico universitario y garante del régimen
legal del país en donde se establece para la defensa de los derechos
humanos, escolares y académicos de los miembros de la comunidad
universitaria, alumnos, docentes, investigadores y eventualmente tra-
bajadores administrativos para restaurar sus derechos a través de la re-
comendación, cuando se cometan actos irrazonables, injustos o
inadecuados o se realicen acciones u omisiones contrarias a la Legisla-
ción Universitaria o a los Derechos Humanos de los miembros de sus
comunidades, así como para lograr la difusión, divulgación y consolida-
ción de una cultura de derechos humanos y, en su jurisdicción, contri-
buir democráticamente a la consolidación del estado de derecho
constitucional en el país donde se encuentre ubicada. La Universidad
Pública Autónoma y, en su caso, algunas privadas en Latinoamérica y el
Caribe, por un lado, tienen además, dentro de las altas responsabilida-
des que le confiere su autonomía académica, administrativa de gestión
y de normativa interna, así como de elección de sus autoridades y de li-
bertad de cátedra, investigación y enseñanza, la facultad para expedir
todas las normas, reglamentos y acuerdos necesarios, generales y
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Defensores de prensa
Defensor del lector, de las audiencias, del espectador, del oyente,
del público. Ombudsman de prensa. Defensores del derecho a la comu-
nicación. Mediadores que articulan la relación entre los medios de
comunicación social y sus destinatarios. “Lector de lectores” capaz de
descifrar el sentido social de los requerimientos ciudadanos a los me-
dios de comunicación. Representante de los intereses y derechos de los
individuos frente a los medios de comunicación social. Se entiende al
ombudsman como intermediario entre los individuos y las institucio-
nes, representante de sus intereses frente al poder. Los orígenes de su
función pueden rastrearse en la Roma antigua, pero recién es recono-
cido en el siglo XVIII como un funcionario designado por el gobierno
para atender los reclamos de los particulares. Las organizaciones in- D
ternacionales de derechos humanos contribuyeron fuertemente a que
su figura se institucionalice, creando en 1978 el Instituto Internacional
del Ombudsman. Los orígenes del Defensor de Prensa son más recien-
tes. Aunque existen antecedentes de Consejos de Prensa a principios
del siglo XX, este comienza a delinear su significación actual en 1967
cuando por primera vez es incorporado a un medio de prensa gráfica
con dos objetivos: recibir, estudiar y tramitar demandas del público,
y también determinar qué cuestiones estaban operando en la crisis
de los diarios para ofrecer herramientas para su resolución. A partir
de entonces, ha quedado ligado a estos objetivos, aunque su figura se
ha ido expandiendo, adquiriendo diferentes características y nuevas
funciones. La defensoría del lector se nuclea como actividad en 1980 a
través de la Organización del Ombudsman de Noticias (ONO) que inte-
gra a los diferentes representantes a nivel mundial. Esta profesión se
ha consolidado con un poco más de intensidad en Europa y Estados
Unidos, pero su desarrollo es todavía muy incipiente en América La-
tina. En términos mundiales, el porcentaje de profesionales continúa
siendo escaso en relación a la cantidad de medios de comunicación que
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Defensorías especializadas
Las llamadas Defensorías especializadas o de mandato singular es-
tán referidas a un colectivo específico de la población. Tienen designación
parlamentaria y reúnen los atributos de autonomía, independencia y
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tal. Desde un punto de vista político porque parece razonable que para
ciertas materias se establezca una institución autónoma que coadyuve
a proteger los derechos. Cuestiones tan particulares como la de las per-
sonas privadas de libertad, la de los niños niñas y adolescentes, la de los
adultos mayores, o la de los derechos universitarios, justifican la exis-
tencia de Defensorías especializadas tanto por su especialización como
por su inmediatez de información y de acción. La experiencia indica que
por la cantidad de trabajo y por los conflictos que permanentemente la
acosan, las instituciones protectoras de los derechos humanos muchas
veces no llegan a tiempo y con eficacia a esos problemas. Por último,
cabe señalar que el hecho de que existan Defensorías especializadas no
impide ni condiciona que una institución nacional, regional, provincial
o municipal ejerzan las acciones protectoras que la constitución o carta
les encomienda. [Amelia López. Médica. Universidad Nacional de Córdoba.
Defensora de Niñas, Niños y adolescentes de la provincia de Córdoba]
Defensorías locales
La promoción, respeto y protección de los derechos humanos de
todas las personas, sumado a la insatisfacción ciudadana con la insti-
tucionalidad y las autoridades que administran el acceso, ejercicio y
beneficio a esos derechos fundamentales tiene en las instituciones de
poder locales y territoriales su más actualizada y sentida expresión. Es
al nivel de territorios y gobiernos locales –más próximos a las perso-
nas y a sus diversas relaciones cotidianas– en donde se hace posible,
amén de necesaria, la participación de la ciudadanía. Son estos los
principales (aunque no los únicos) factores que explican el surgimien-
to –durante el último tercio del siglo XX– de una de las iniciativas a
favor de la convivencia pacífica más trascendente de las renacientes
democracias de América Latina: las Defensorías locales, que son la
expresión institucional de la participación ciudadana y de la colabo-
ración estado-sociedad civil en lo público que obrando en territorios
de proximidad administrativa, cultural y jurídicamente determinados
buscan asegurar el respeto, promoción y ejercicio de los derechos hu-
manos y la convivencia pacífica de todas las personas. Las Defenso-
rías locales actúan ajustándose a estos principios: 1) favorable acogida,
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Democracia
La democracia es un criterio para medir la legitimidad del poder,
uno de los elementos de la forma política Estado (los Estados suelen di-
vidirse en autoritarios o democráticos) y un principio constitucional,
consagrado en todas las Constituciones de Iberoamérica, que como tal
puede cumplirse más o menos (grados de democracia) y ser más o me-
nos efectivo. El concepto surge en la Grecia clásica, como poder del pue-
blo (los propios ciudadanos toman las decisiones más importantes, las
que se imponen a la comunidad), si bien posteriormente y hasta la actua-
lidad ese poder fue delegado hacia una minoría dirigente, sobre todo por
obra del concepto de representación. Si bien hoy la democracia suele
concebirse como participación de la ciudadanía en los asuntos públicos,
lo que puede realizarse por medio de representantes y solo excepcional-
mente de manera directa, no debe olvidarse la centralidad que dicha par-
ticipación directa tiene para el concepto genuino de democracia. La idea
de participación ciudadana requiere algunas precisiones: a) participa-
ción implica sobre todo decidir, esto es, votar, no solo observar: la publi-
cidad de la acción política no resulta suficiente y la democracia “de D
audiencia” (considerar a los ciudadanos como espectadores pasivos) no
es auténtica democracia; b) participación no implica necesariamente ca-
pacidad de ejecución: por razones obvias, las decisiones no pueden ser
ejecutadas por todos los ciudadanos, pudiendo encomendarse esta tarea
a un grupo determinado de personas; c) los ciudadanos son quienes par-
ticipan, lo que suele entenderse como sinónimo de nacionales mayores
de edad, limitación (no participa toda la población) de por sí discutible,
pues excluye a los residentes extranjeros; d) la participación se refiere a
los asuntos públicos, no a cualquier clase de asuntos, y la delimitación
del ámbito de lo público suele llevarse a cabo de manera formal (dónde y
no qué); así, la democracia estrictamente considerada es, sobre todo, la
democracia política (participación en las decisiones de los órganos del
Estado) y nacional (la participación en el ámbito internacional es más
difícil) y, en su caso, dentro también del llamado espacio público (parti-
cipación en las decisiones de los partidos políticos, sindicatos, organiza-
ciones empresariales y, más raramente, medios de comunicación); e) la
democracia es un procedimiento o, si se quiere, una cuestión de formas
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Democracia participativa
La democracia participativa se define como la posibilidad real y
concreta de que la ciudadanía intervenga en la faz pública, ya sea en
forma activa, al momento de delinear políticas de gobierno, o bien con-
trolando al Estado con el fin de garantizar la transparencia. Para lograr
dicho cometido se han delineado distintas herramientas. Entre ellas,
podemos mencionar el acceso a la información pública, la elaboración D
participativa de normas, las audiencias públicas, la gestión de intere-
ses, el presupuesto participativo, las reuniones abiertas de los entes
reguladores de los servicios públicos, entre otras. En la República Ar-
gentina, la noción de democracia participativa comienza a desarrollar-
se con mayor fuerza en el proceso de reforma constitucional de 1994,
donde los convencionales constituyentes incorporaron nuevos desa-
fíos en la búsqueda de la consolidación de una democracia que haga
efectivo el reconocimiento de derechos. El principio rector de este nue-
vo modelo es la “participación plural de las personas” para garantizar
la nueva gama de derechos colectivos. En este sentido, es posible desa-
rrollar dos modelos. Por un lado, la participación de las personas y gru-
pos en términos de asesoramiento, consultas u opiniones. Por el otro,
el reconocimiento del poder de decisión de esos grupos y personas en el
proceso estatal. Desde esta óptica, el propio Estado deja de ser el cen-
tro de atención y se contempla la posición del individuo en la sociedad,
así como el rol activo de este en la esfera pública. Corresponde tener
presente que en la organización del Estado Argentino rige el sistema
de democracia representativa. No se debe confundir la participación
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Denominaciones
La enumeración de las diferentes denominaciones no es exhausti-
va ni excluyente. Se registran los numerosos nombres utilizados para
designar a esta institución, con la mayor amplitud; esto significa que
no todas ellas reúnen las características que la caracterizan y le dan sin-
gularidad. Más aún, muchos de los países consignados no parecen en
condiciones de garantizar, siquiera, estándares mínimos de respeto a
los Derechos Humanos. Las denominaciones que se informan toman
en general como referencia a las instituciones nacionales y detallan
los nombres que se dan al interior, cuando tienen alguna particulari-
dad. Se enumeran alfabéticamente con excepción de las dos primeras
(ombudsman y defensor del pueblo) por ser las que más lo identifican. Lo
abigarrado del texto impidió atender en muchos casos las exigencias de
una perspectiva de género. En aquellos casos en los que su designación
en el idioma de origen tiene una especial significación, se lo mantuvo.
Una designación puede ser o no ser neutra. En este caso en general no
lo es. Revela en cierto modo su naturaleza y el alcance de sus compe-
tencias. Los nombres recogidos son: Ombudsman por Suecia, Finlandia,
Noruega, Dinamarca, Antigua y Barbuda, Australia, Austria, Barbados,
Bélgica, Belice, Bermuda, Bosnia y Herzegovina, Botsuana, Bulgaria,
Burundi, Canadá, Caribe Holandés (Bonaire, San Eustaquio y Saba),
Ciudad del Cabo - Sud África, Corea, Curaçao, Eslovenia, Estados Uni-
dos, Etiopía, Filipinas, Gambia, Granada, Guyana, Hong Kong (China),
Indonesia, Islandia, Irlanda, Israel, Kosovo, Lesoto, Lituania, Macedo-
nia, Malawi, Malta, Mauricio, Namibia, Países Bajos, Pakistán, Papúa
- Nueva Guinea, Ruanda, San Cristóbal y Nieves, Sierra Leona, Trinidad
y Tobago, Samoa, Sint Marteen, Sri Lanka, Suiza, Tailandia y Turquía.
Defensoría del Pueblo en Argentina, y en algunas de sus provincias. De-
fensoría Ciudadana en la ciudad de La Plata, provincia de Buenos Aires,
y Auditoría en Villa María, provincia de Córdoba. Igual D que Argentina
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Derecho a la Ciudad
El Derecho a la Ciudad es definido como el usufructo equitativo de las ciu-
dades dentro de los principios de sustentabilidad, democracia, equidad y
justicia social. Es un derecho colectivo de los habitantes de las ciudades,
en especial de los grupos vulnerables y desfavorecidos, que les confiere
legitimidad de acción y de organización, basado en sus usos y costum-
bres, con el objetivo de alcanzar el pleno ejercicio del derecho a la libre
autodeterminación y un nivel de vida adecuado. El Derecho a la Ciudad
es interdependiente de todos los derechos humanos internacionalmen-
te reconocidos, concebidos integralmente, e incluye, por tanto, todos los
derechos civiles, políticos, económicos, sociales culturales y ambientales
que ya están reglamentados en los tratados internacionales de derechos
humanos (Art. 1, punto 2, Carta Mundial por el Derecho a la Ciudad).
El término “derecho a la ciudad” fue utilizado por primera vez
por el filósofo, geógrafo y sociólogo marxista francés Henri Lefevbre
en su libro El Derecho a la ciudad, publicado en 1969. En este libro re-
flexiona sobre las formas, funciones y estructuras de la ciudad y de
las necesidades sociales inherentes a la sociedad urbana. Entre otros
aspectos, destaca los impactos negativos que las ciudades de econo-
mía capitalista estaban atravesando como resultado de haber sido
convertidas en mercancías al servicio de la acumulación de capital,
con el consumo como eje de la vida de sus ciudadanos y ciudadanas.
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Derecho a la cultura
El derecho a la cultura y los derechos culturales constituyen un
campo en pleno desarrollo desde el punto de vista del análisis del dere-
cho. Los destacados juristas latinoamericanos Rodrigo Uprimny Yepes
y Luz María Sánchez Duque sostienen que los derechos culturales
… en comparación con otras categorías de derechos humanos, se en-
cuentran todavía en un punto incipiente de su desarrollo, de tal modo
que en este momento hay más preguntas que respuestas concluyentes
sobre su especificidad y las vías para hacerlos efectivos.
En la misma dirección, manifiestan que “es usual calificar a los
derechos culturales como la cenicienta de los derechos humanos”. Una
vez garantizado el derecho a tener derechos, de acuerdo con el con-
cepto desarrollado por Hannah Arendt, es posible establecer que tanto
la Declaración Universal de Derechos Humanos como la Declaración
Americana de Derechos y Deberes del Hombre no realizan una clasifi-
cación de derechos entre los civiles y políticos (DCP) y los económicos,
sociales y culturales (DESC), si bien es posible identificar primordial-
mente DCP en la primera parte (art. 1 al 15) y DESC en los artículos
siguientes. En ambas Declaraciones se establece una serie de derechos
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y garantías que poseen todos los seres humanos por el hecho de ser
seres humanos. En el año 1948, la comunidad internacional consagró
en la Declaración Universal de Derechos Humanos tal vez el primer
instrumento normativo de carácter universal en el que se desarrolló el
alcance de los derechos humanos. El artículo 27 establece que
Toda persona tiene derecho a tomar parte libremente en la vida cultural
de la comunidad, a gozar de las artes y a participar en el progreso cientí-
fico y en los beneficios que de él resulten.
Annamari Laaksonen sostiene que
… en la Declaración Universal de los Derechos Humanos, el acceso a la
cultura constituye uno de los rasgos centrales, así como uno de los ele-
mentos fundamentales a la hora de traducir los derechos culturales en
políticas, junto con el derecho a la cultura.
La doctrina tradicional suele establecer una distinción entre DCP
y DESC, afirmando que los DCP se traducen fundamentalmente en
acciones negativas u obligaciones de no hacer para los Estados y los
DESC requieren acciones positivas u obligaciones de hacer por parte
de los Estados para garantizar su satisfacción. Víctor Abramovich y D
Christian Courtis sostienen que
… la distinción, sin embargo, es notoriamente endeble. Todos los
derechos, llámense civiles, políticos, económicos o culturales tienen un
costo, y prescriben tanto obligaciones negativas como positivas.
Tal vez como consecuencia de la guerra fría y la construcción de un
mundo bipolar de poderes dominantes, en el año 1966 se sancionaron
dos Pactos Internacionales que plasmaron normativa la clasificación
entre DCP y DESC. El Pacto Internacional de Derechos Económicos
Sociales y Culturales reconoció el derecho de toda persona a partici-
par en la vida cultural y dispuso como obligaciones a los Estados Parte
llevar a cabo acciones para asegurar el pleno ejercicio de este derecho,
las necesarias para la conservación, el desarrollo y la difusión de la
ciencia y de la cultura. Asimismo, establece que los Estados se com-
prometen a respetar la indispensable libertad para la investigación
científica y para la actividad creadora. En el ámbito interamericano,
el Pacto de San José de Costa Rica (PSJCR) establece que los Estados
Parte se comprometen a lograr progresivamente la plena efectividad
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Derecho a la identidad
El derecho a la identidad, tal como ha sido entendido en un estudio
desarrollado por la Clínica de Derecho Internacional de los Derechos
Humanos de la Escuela de Derecho de la Universidad de California,
protege las características personales y sociales significativas y cog-
noscibles de un ser humano. De acuerdo a Calvo Suárez, es el derecho
de cada persona a ser reconocida por las demás como poseedora de una
identidad propia e inconfundible, a ser quien auténticamente es. De
tal modo, es un derecho humano fundamental que protege a cada per-
sona frente a la alteración, desfiguración o negación de su “verdadera
persona” y de su proyección externa o social. La identidad está atrave-
sada por múltiples factores. No solo comprende información personal
como el nombre, la fecha de nacimiento, el código genético, la historia
médica, el sexo biológico, el género, sino también los vínculos socia-
les, como lazos familiares, sexuales, afectivos, culturales, religiosos,
políticos, ideológicos, geográficos, etcétera. Se trata de una construc-
ción simbólica cuyos componentes personales y sociales representan
la individualidad de cada ser humano y que, con frecuencia, se hallan
interrelacionados. Asimismo, se trata de características significativas
para la persona y cognoscibles para el resto de la sociedad. En rigor, la
identidad es autopercibida o autodeterminada, en la medida en que
cada persona puede tomar decisiones al respecto y darle forma. A su
vez, es dinámica, ya que es susceptible de una continua transforma-
ción, como proceso de construcción personal y social, a medida que
la persona interactúa y reacciona frente al contexto socio-cultural. En
definitiva, la identidad es lo que somos, porque lo sentimos y lo lle-
vamos a la práctica. En el campo jurídico, las discusiones relativas al
derecho a la identidad han cobrado notoriedad en las últimas déca-
das. Si bien los instrumentos internacionales de derechos humanos
adoptados a partir de la segunda mitad del siglo XX no contienen una
consagración expresa del derecho a la identidad, sí protegen algunos
de sus elementos constitutivos, como el nombre, la nacionalidad, la
vida privada y familiar, la personalidad jurídica, la cultura o la liber-
tad de conciencia y religión. Esto fue especialmente considerado, con
relación a la Convención Americana sobre Derechos Humanos, en los
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Derecho a la memoria
De acuerdo a José Darío Antequera Guzmán:
El derecho a la memoria emerge como la garantía en virtud de la cual el
Estado se ve obligado a implementar mecanismos necesarios para que
la sociedad reconozca las vulneraciones de los derechos humanos y el
derecho internacional humanitario, desde una política de elaboración
constante, pedagógica, pública, participativa y exigible socialmente,
destinada a la consolidación de los ejercicios de memoria pública como
un bastión cultural de la sociedad, sobre la base de la garantía integral de
los derechos a la verdad, la justicia y la reparación.
En efecto, la memoria puede concebirse como un derecho indivi-
dual y colectivo, destinado a entender y elaborar el pasado, mediante
su búsqueda activa. En este sentido, Lizandro Alfonso Cabrera Suárez
señala que
… la indagación sobre la memoria es un ejercicio de comprensión del
presente, de las formas como se moldea socialmente el pasado y se defi-
nen las bases que fundamentan nuestros futuros posibles.
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Derecho a la salud
La Constitución de la Organización Mundial de la Salud (OMS),
aprobada en 1946, definió a la salud como “el estado de completo
bienestar físico, mental y social y no solo como la ausencia de afeccio-
nes y enfermedades”. La salud tiene una importancia vital para los se-
res humanos. Una persona con deficiente estado de salud tendrá
dificultades o se verá imposibilitada de estudiar, trabajar, hacer depor-
tes, relacionarse con los demás y participar de las actividades de la
comunidad. En suma, no podrá disfrutar plenamente de su vida. Te-
niendo en cuenta esas consideraciones, el Derecho Internacional de los
Derechos Humanos reconoció que el derecho a la salud es el “derecho
de toda persona al disfrute del más alto nivel posible de salud física,
mental y social sin distinción de edad, género, nacionalidad, raza, reli-
gión, ideología o condición socioeconómica, que permita el desarrollo
de una vida digna”. Se trata de un derecho humano fundamental, ines-
cindiblemente ligado al derecho a la vida y a la integridad física y psí-
quica, que resulta indispensable para el ejercicio de los demás derechos
humanos. En efecto, los derechos humanos son interdependientes e
indivisibles y están relacionados entre sí. Ello implica que el derecho a
la salud no podrá realizarse si la persona no disfruta de sus otros dere-
chos y viceversa. De modo tal que el derecho a la salud depende y se
vincula directamente con otros derechos humanos tales como el dere-
cho al agua y el derecho a la alimentación adecuada, pero también se
relaciona estrechamente con los derechos a la vivienda, al trabajo, a la
educación, a la igualdad y a la no discriminación, a la intimidad, a no
ser sometido a torturas o tratamientos degradantes, y al acceso a la in-
formación. El derecho a la salud es un derecho inclusivo, pues no solo
abarca el derecho de toda persona a acceder a servicios sanitarios y re-
cibir atención médica oportuna y adecuada, sino que además compren-
de un conjunto de factores determinantes que contribuyen a una vida
sana. Según el Comité DESC, esos factores son los siguientes: a) acceso
al agua potable y al saneamiento; b) alimentos sanos y aptos para el
consumo y nutrición adecuada; c) vivienda adecuada; d) condiciones
sanas en el trabajo y en el medio ambiente; e) acceso a la educación y a
la información sobre cuestiones relacionadas con la salud, incluida la
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buena calidad. Ello requiere, entre otras cosas, personal médico y profe-
sional capacitado, bien remunerado, medicamentos esenciales, equi-
pos hospitalarios científicamente aprobados y en buen estado, agua
potable y condiciones generales adecuadas. Numerosos instrumentos
internacionales han reconocido expresamente el derecho a la salud, en-
tre ellos a nivel universal destacamos el artículo 25 de la Declaración
Universal de Derechos Humanos (1948) y, muy particularmente, el Pac-
to Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales (PI-
DESC), en su artículo 12, cuyo alcance, contenido e interpretación ha
sido exhaustivamente analizado por el Comité DESC en la Observación
General N° 14, adoptada el 11/08/2000. A nivel regional, el Protocolo
Adicional a la Convención Americana sobre Derechos Humanos en ma-
teria de Derechos Económicos, Sociales y Culturales, “Protocolo de San
Salvador” (1988), además de reconocer el derecho a la salud en su art. 10
considera a la salud como un bien público y enumera una serie de medi-
das que los Estados Partes deberán aplicar para garantizar este derecho
(art. 12); la Carta Social Europea, en el artículo 11 de su versión revisada,
establece el derecho de protección a la salud y dispone un conjunto de
acciones que los Estados Partes se comprometen a adoptar para garan-
tizar el ejercicio efectivo de ese derecho; por su parte, la Carta Africana
de Derechos Humanos y de los Pueblos (1981), también lo reconoce ex-
presamente en el primer párrafo del artículo 16 y, seguidamente, obliga
a los Estados firmantes a tomar las medidas necesarias para proteger la
salud de su pueblo y asegurar la asistencia médica frente a las enferme-
dades. Por otro lado, el derecho a la salud también ha sido reconocido
en instrumentos internacionales dedicados a proteger específicamen-
te los derechos humanos de ciertos grupos de personas o colectivos vul-
nerables o en situación desaventajada (por ej. niños, mujeres,
migrantes, personas con discapacidad, etc.). La Convención Interna-
cional sobre la Eliminación de todas las Formas de Discriminación Ra-
cial (1965) reconoce en su artículo 5, inc., IV) apartado e), “el derecho a
la salud pública, la asistencia médica, la seguridad social y los servicios
sociales”. La Convención sobre la Eliminación de todas las Formas de
Discriminación contra la Mujer (1979) promueve la adopción de medi-
das que le aseguren a las mujeres, en condiciones de igualdad con los
hombres, los mismos derechos, entre ellos “el derecho a la protección
de la salud y a la seguridad en las condiciones de trabajo, incluso la sal-
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Derecho a peticionar
Facultad que posee toda persona (física, humana o jurídica, ideal)
de solicitar o demandar, en forma individual o colectiva, un reclamo,
petición, o poner en conocimiento un hecho o una opinión a las
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lex rivi incerta [FIRA III, 224 s.]). De los siglos III a II a. C, el edicto del
pretor sentó las bases para una tutela de la salubritas a través de inter-
dictos específicamente dirigidos a extender su protección a tales fines.
Se pueden recordar algunos interdictos populares a la protección de
los bienes públicos, entre ellos “lugares de la vía pública” y “de ríos y
arroyos públicos” con el objeto de impedir la contaminación de los lu-
gares públicos y garantizar la navegabilidad de los ríos y del uso de las
alcantarillas necesarias para asegurar la limpieza y manutención de
las cloacas y de ese modo la salud pública. De la época clásica, especial-
mente cuando la agresión del ambiente sucedía en un espacio público,
cualquier ciudadano tenía asignado un rol esencial para su cuidado.
El jurista Nerva padre (D. 43, 8, 2,29 [Ulpiano 68 ad. Ed.]) admitía el
empleo del interdicto “que nada puede estar en un lugar público o en
el camino” al que podía recurrir un ciudadano por algún acto que pu-
diese haber envenenado el aire en el espacio público. El aire, el agua
corriente, el mar y las playas y riberas, eran consideradas, en la clasi-
ficación del jurista Marciano (D. 1, 8,2 Marc.3 inst.) en el siglo III d.C.,
entre las cosas que eran bienes comunes en cuanto pertenecían por
derecho natural a todos los hombres (Paolo Maddalena), concepción
esta que hoy, en el plano internacional se aprecia, a pesar de algunas
críticas (Mario Fiorentini) con universal aceptación. Todavía más,
surge hoy la tendencia a individualizar un “modelo” en la protección
antigua de la res publicae in publico usu, mediante interdictos popula-
res que facilitan formas de participación popular al uso de los bienes
comunes (Antonio Saccoccio). Es esta una vía de fortalecimiento de
las relaciones entre Europa y América Latina donde la participación
popular en la protección del ambiente encontró una formalización en
el artículo 11 del Tratado de Lisboa y en el artículo 18 de Brasilia a cuya
promoción, el Defensor del Pueblo está llamado a desempeñar un pa-
pel esencial. [Pietro Paolo Onida. Universidad de Sassari]
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Derecho Público
Según una concepción muy divulgada y de cuño netamente posi-
tivista, el Derecho Público se refiere al conjunto de normas jurídicas
de naturaleza pública, comprendiendo tanto las que regulan la rela-
ción entre el particular y el Estado, como las que regulan las activi-
dades, funciones y organización de sus poderes y de sus servidores.
Sin embargo, ese concepto requiere una profunda revisión crítica,
porque no tiene en consideración su evolución histórica, a partir de
sus remotos orígenes de carácter eminentemente popular. La simple
consulta a un buen diccionario latino es suficiente para que perciba-
mos el sentido genuinamente popular del vocablo: Publicus, a, um, adj.
(= publicus, contrac. de publicus, de populus) Se evidencia pues, la evo-
lución lingüística del adjetivo público, en el sentido verdaderamente
popular: poblicus> populicus> publicus= del pueblo. Derecho viene del
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Desarrollo sustentable
El desarrollo sustentable es aquel que “satisface las necesidades de
la generación presente, sin comprometer la capacidad de las genera-
ciones futuras de satisfacer sus propias necesidades”. En este sentido,
el sendero al desarrollo sustentable es aquel que asegura el sosteni-
miento del bienestar colectivo al cabo de un horizonte temporal (ver
en Pearce y Atkinson). Esta definición, acuñada en el marco de la Co-
misión Brundtland en el año 1987, es seguramente la más difundida y
citada, tanto por su trascendencia histórica como por el margen al que
da lugar su creativa ambigüedad. Con el propósito de dar un marco
para la integración de las políticas medioambientales y las estrategias
de desarrollo a nivel universal (Informe de la Comisión Mundial so-
bre el Medio Ambiente y el Desarrollo, AGNU, 1987), esta definición
estableció las bases para posteriores desarrollos conceptuales y, por lo
tanto, debe ser tomada como un punto de partida. El principio que sub-
yace a la definición dada por la Comisión Brundtland es la necesidad
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Descentralización
El Poder Ejecutivo tiene un conjunto de competencias que el con-
vencional constituyente le asigna, y el modo de distribuir esas funciones
en las estructuras estatales es a través de las técnicas de desconcentra-
ción y descentralización, y ambas tienen por objeto desparramar las
funciones estatales en razón del principio de división del trabajo entre
las estructuras estatales. Cabe señalar que la descentralización como
técnica de distribución puede ser territorial o funcional. En el marco
del Poder Ejecutivo la descentralización es solo funcional. Señala Car-
los Balbín que, en virtud de ella, por un lado, se distribuyen competen-
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que los entes autárquicos, dentro del marco de sus estatutos, también
tienen la capacidad de dictar sus propias normas, de modo que “existiría
a lo sumo una diferencia de grado, de matices, que torna en consecuen-
cia ociosa toda discusión acerca de la naturaleza ‘autárquica’ o ‘autóno-
ma’ de un ente determinado”. Toda vez que tanto los entes autárquicos
como los autónomos poseen capacidad para administrarse y para dictar
sus propias normas, ninguna de estas características resulta definitoria
ni excluyente, por lo que el interés de la distinción quedaría subsumido
al grado de alejamiento del poder central. La creación de entes autóno-
mos se acercaría al modelo estadounidense de las independent agencies
cuyo origen histórico y sentido ha sido limitar las facultades presiden-
ciales. Otra forma de descentralización –que, a la vez, es de asociación–
es la integración regional. Los procesos de integración consisten (a decir
de Raúl Granillo Ocampo) en:
… transformar unidades previamente separadas en partes componentes
de un sistema coherente que tiene como característica esencial la inter-
dependencia, de manera que lo que ocurra en cualquiera de sus com-
ponentes o unidades produzca un cambio predecible en la otra u otras.
La forma de llevar a cabo esta transformación es a partir de la ce-
sión de parcelas de soberanía a entes supranacionales. De esta forma,
los bloques de integración regional constituyen sistemas de gober-
nanza multinivel que, en casos como el de la Unión Europea, pueden
ser calificados (como lo hace Walter Carnota) de neofederalismos. Por
ello, consideramos que la delegación de atribuciones administrativas,
legislativas (competencias) y judiciales (jurisdicción) a organizaciones
supraestatales es un tipo especial de descentralización que la República
Argentina puede llevar a cabo en forma conjunta con otros Estados. A
modo de conclusión, podemos puntualizar que la descentralización se
vincula por una doble vía con la labor de las Defensorías del Pueblo. Por
un lado, porque dentro de su misión queda comprendido el examen de
la actividad de los entes descentralizados, tanto los públicos como los
que prestan servicios públicos, incluidas las empresas explotadas por
particulares, tengan estas o no participación estatal. Por su parte, las
Defensorías son instituciones que gozan de autonomía. Dicha autono-
mía resulta esencial para la misión que deben cumplir, por ello general-
mente se encuentran ubicadas en la órbita del Poder Legislativo, con el
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Desigualdad social
En los últimos años el estudio sobre las desigualdades se ha trans-
formado en uno de los temas centrales de las ciencias sociales. El
concepto tiene un componente tanto analítico como político. La actual
noción de desigualdad puede pensarse a partir de la ilustración y de
la generalización de las relaciones capitalistas de producción cuando
se fueron conjugando los discursos relativos a la igualdad de los hom-
bres y a la desigualdad producto de los procesos sociales. Esta mirada
rompió las visiones de la no igualdad por causas naturales o divinas.
La noción de desigualdad implica –al menos idealmente entonces– un
horizonte de igualdad como base. Y esa igualdad solo es posible bajo la
idea de la existencia de un horizonte común entre las personas. O sea, D
si los hombres nacemos iguales, no tenemos diferencias biológicas, o de
capacidades, o de nacionalidad. Son los procesos sociales los que pro-
ducen diferencias. Para François Dubet, es necesario pensar la igualdad
en relación a la justicia social. Una idea similar plantea Thomas Piketty
pero centrando la desigualdad meramente en los procesos económi-
cos. Dubet afirma que conviven dos concepciones de igualdad: la de
posiciones y la de oportunidades. Si bien ambas buscarían “reducir la
tensión fundamental que existe en las sociedades democráticas entre
la afirmación de la igualdad de todos los individuos y las inequidades
sociales nacidas de las tradiciones y de la competencia de los intereses
en pugna”, el modo en que ello se lograría sería diferente. La primera
de las concepciones se centra en los lugares que organizan la estructu-
ra social. Esta perspectiva, se preocupa por el conjunto de posiciones
ocupadas por los individuos. Para que existe una mayor justicia social
(mayor igualdad o menor desigualdad) lo que se debería hacer es que
las distintas posiciones estén, en la estructura social, más próximas las
unas de las otras, incluso a costa de que la movilidad social de los indivi-
duos no sea una prioridad. La segunda de las visiones más hegemónica
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Desocupación
La noción de desocupación o desempleo, alude a la falta de empleo
en el mercado laboral. La desocupación es una categoría estadística cuya
formulación data de finales del siglo XX. Se refiere al caso de una per-
sona (desocupada o desempleada) perteneciente a la población econó-
micamente activa que se encuentra sin ocupar un puesto en el mercado
de trabajo. Se denomina población económicamente activa al conjunto
de personas que a partir –y hasta– la edad que cada Estado fije como
límites mínimos y máximos para ingresar o egresar del mundo laboral,
se encuentra efectivamente trabajando o está buscando activamente
un puesto de trabajo. En otras palabras, desocupación es la carencia
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Difensore Civico
En Italia se optó por denominar con este nombre a quienes
en otros países se identifican, entre otras denominaciones, como
ombudsman o Defensorías del Pueblo. Sin embargo no existe una ley
orgánica que ordene la Defensa Cívica como un instrumento de tute-
la no jurisdiccional de los derechos de las personas, a diferencia de la
mayoría de los países europeos. El instituto del Difensore Civico no
está contemplado en la Constitución y no existe en la escala nacio-
nal. Instrumentos internacionales de Naciones Unidas y del Consejo
de Europa han invitado, en más de una oportunidad, a sus Estados
miembros a establecer la figura de las defensorías del pueblo de modo
especial en la escala nacional. Italia fue objeto de un reclamo expreso
por parte del Comisario para los derechos humanos del Consejo de
Europa porque la presencia desigual del instituto se traduce en una
protección desigual de los individuos, según el derecho del territorio
en el cual habitan. Esto tiene particular relevancia porque a los Es-
tados que solicitan su admisión en la Unión Europea o en el Consejo
de Europa, se les requiere que tengan establecida una institución na-
cional con los perfiles propios de una Defensoría del Pueblo, a la que
se reconoce indispensable para acreditar la democracia interna del
Estado solicitante. La región de La Toscana contó con un Difensore
Civico hacia el año 1974. Fue la primera de Italia. Sicilia nunca previó
un Difensore Civico, aunque sí lo hicieron Calabria y Apulia, pero
nunca designaron titular. Cerdeña demoró en designar su Difensore
Civico, pero finalmente lo hizo. Umbría lo designó, pero no lo volvió
a cubrir cuando cesó en el cargo. Friul - Venecia Julia derogó la ley del
Difensore Civico que era del año 1981. En Italia, la ley del 8 de junio
de 1990, de ordenamiento de las autonomías locales, estableció que
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Dignidad
Según el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, la
dignidad corresponde a “calidad de digno” y digno “Que tiene dignidad
o se comporta con ella”. Etimológicamente proviene del latín dignitas,
cuya raíz es dignus, que significa “excelencia”, “grandeza”, en donde la
dignidad que posee cada individuo es un valor intrínseco independien-
te de factores externos. El portador de esta cualidad no solo se distingue
y destaca entre los demás, sino que también denota un merecimiento a
un cierto tipo de trato por parte de las otras personas y de la sociedad. De
lo anterior, la dignidad se podría definir como “la excelencia que mere-
ce respeto o estima”. Los seres humanos somos iguales en la medida en
que todos somos portadores de una dignidad común, y por encima de
todas las diferencias que nos individualizan y nos distinguen, es decir,
todo ser humano posee dignidad independiente de la condición en que
se encuentre. La dignidad humana no es un derecho del hombre, sino el
fundamento de los derechos que se reconocen al hombre. La protección
de la dignidad humana se introdujo en el derecho positivo, a nivel in-
ternacional, fundamentalmente a partir del desarrollo de los derechos
humanos, luego de la Segunda Guerra Mundial. En la Declaración Uni-
versal de los Derechos Humanos, así como en los preámbulos de los dos
Pactos posteriores de Naciones Unidas, se reconoce que la dignidad
es inherente a toda persona y constituye la base de los derechos fun-
damentales, por lo que se ha convertido en el valor básico que funda-
menta la construcción de los derechos de la persona como sujeto libre
y partícipe de una sociedad. Sobre esta base internacional universal la
“dignidad humana” se ha incorporado asimismo a los ordenamientos
jurídicos nacionales de los Estados, predominantemente en el marco
de un reconocimiento general como principio fundamental. Desde esta
perspectiva, la noción de dignidad constituye el valor de cada persona,
el respeto mínimo de su condición de ser humano, lo cual impide que
su vida o su integridad sean sustituidas por otro valor social. De ahí que
la dignidad humana ha pasado a constituir el principio esencial de los
valores que fundamentan los distintos tipos de derechos humanos, do-
tándosele en algunas situaciones de “apellido”, entre ellos dignidad: de la
persona humana; del hombre; humana; o del ser humano. La dignidad es la
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diccionario de las defensorías del pueblo
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naturaleza vinculante para los estados. Es así como la Carta de las Na-
ciones Unidas, en su Preámbulo, dispone “la fe de los derechos funda-
mentales del hombre, en la dignidad y el valor de la persona humana”.
El artículo 1 declara, como propósito de la cooperación internacional,
“el desarrollo y estímulo del respeto a los derechos humanos y a las li-
bertades fundamentales de todos”. Su artículo 55, inc. c, enuncia: “la or-
ganización promoverá el respeto universal de los derechos humanos y
a las libertades fundamentales de todos”. Y el artículo 62, inc. 2, señala,
como función del Consejo Económico y Social, la de “hacer recomen-
daciones con el objeto de promover el respeto a los derechos humanos
y a las libertades fundamentales de todos”. La Declaración Universal
de DD. HH. se funda en la consideración ética de que el Estado, la so-
ciedad y los particulares están obligados a respetar a los demás como
personas. De esta forma, la dignidad humana se eleva a mandato ético-
jurídico del cual se derivan distintos valores, los cuales serían tutelados
por los DD. HH. Señalando en su preámbulo que “la libertad, la justicia
y la paz en el mundo tienen como base el reconocimiento de la dignidad
intrínseca y de los derechos iguales e inalienables”. El Pacto Interna-
cional sobre Derechos Civiles y Políticos, por su parte, en el artículo 10,
efectúa una protección específica de la dignidad al consagrar que “Toda
persona privada de su libertad será tratada humanamente y con respe-
to a la dignidad inherente al ser humano”. El Pacto Internacional de los
Derechos Económicos, Sociales y Culturales, en su Preámbulo enuncia:
“la paz en el mundo tiene por base el reconocimiento de la dignidad
inherente a todos los miembros de la familia humana”. La dignidad hu-
mana es un valor fundamental e inalterable, aun y cuando puede ser
interpretado por la persona de manera diversa, su fundamento radica
en que todo ser con capacidad para razonar y decidir se hace acreedor
a ella, es decir, a todo ser humano. La dignidad nos obliga a tratar a
nuestros semejantes por lo que hacen (acciones voluntarias) y no por
lo que son, de ahí que la dignidad esté basada en nuestra condición de
seres libres. Si bien bajo la perspectiva jurídica aún no se ha llegado
a un concepto preciso sobre la dignidad, dada su relevancia, se le ha
incorporado a los ordenamientos constitucionales y documentos con-
vencionales, puesto que de ella se desprenden los principales derechos
fundamentales. [Christian Finsterbuch. Universidad de Chile. Universidad
París 1 Pantheon-Sorbonne]
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diccionario de las defensorías del pueblo
Discapacidad
Discapacidad es el estado en que se halla una persona que presenta
deficiencias físicas, mentales, intelectuales o sensoriales, a largo plazo,
que al interactuar con diversas barreras u obstáculos pueden impedir su
participación plena y efectiva en la sociedad (restricciones) en igualdad
de condiciones con las demás personas. No siempre se definió a la dis-
capacidad como un estado ocasionado a una persona por la existencia
de barreras físicas y sociales, sino que durante largo tiempo los modelos
imperantes que trataban la discapacidad se centraban en el déficit, en
aspectos negativos de la salud de una persona, en elementos que la es-
tigmatizan, ya que solo se contemplaba un trastorno, un traumatismo,
una lesión, una anomalía genética, una enfermedad y no a la persona
como sujeto de derecho. El tratamiento de la discapacidad ha variado
a lo largo del tiempo. El primero de los modelos, llamado de la prescin-
dencia, se ha caracterizado por considerar que las personas con disca-
pacidad son innecesarias, en tanto no resultan útiles a la comunidad y
constituyen una carga familiar y social; por ende, era factible prescin-
dir de ellas de distintas maneras; desde la eugenesia hasta su abando- D
no en instituciones religiosas. Este modelo se considera en extinción,
pero se estima que aún pervive en cierta percepción social. El segundo
modelo, médico o rehabilitador, aparece al término de la Primera Guerra
Mundial, como consecuencia del gran número de combatientes lesio-
nados. El modelo hace hincapié en la deficiencia física, sensorial o psí-
quica y en la obligación de compensar las mismas que le corresponde a
los Estados. Ya no se prescinde, se compensa a través de la cura médica
y la rehabilitación, con la expectativa de que la persona pueda volver a
ser útil a la comunidad. La discapacidad se torna una cuestión de salud
y asistencia social, con la expectativa de “normalizar”; y ese estereotipo
de persona dependiente hace aparecer figuras legales para suplir sus
decisiones (tutores, curadores). Este modelo mantiene vigencia (v. gr.
en alguna legislación o en la toma de decisiones prestacionales para
su rehabilitación), aunque va siendo desplazado por el modelo social.
Según el modelo social de la discapacidad, las limitaciones o barreras que
impone la sociedad son las que provocan la discapacidad al negar las
necesidades de las personas. El déficit no es individual, como en los dos
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diccionario de las defensorías del pueblo
Discriminación
Desde la concepción del Derecho Internacional de los Derechos
Humanos, la discriminación se refiere a la distinción, exclusión, res-
tricción o preferencia, basada en un motivo prohibido, que ocurre
en las esferas política, económica, social o cultural, cuyo propósito o
consecuencia es afectar el disfrute de los derechos humanos o las li-
bertades fundamentales. Típicamente se distinguen cuatro elementos
en esta definición: i) las acciones que constituyen la discriminación,
ii) los motivos que se consideran discriminatorios, iii) los ámbitos en
que acontece, y iv) los resultados que han de producir tales acciones
para calificarlas como discriminación. A este respecto, Jesús Rodríguez
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colección institucional
Zepeda afirma que el elemento del daño que produce es “la pieza para
destrivializar la noción de discriminación”, pasando de una conducta
individual y subjetiva a otra que la ubica en el terreno de la salvaguarda
de los derechos y que la reconoce como un problema estructural. Alda
Facio, por su parte, identifica varias razones por las que el concepto
de discriminación, visto desde la perspectiva de los Derechos Huma-
nos, es importante. Primera, porque se evidencia que la discriminación
puede adoptar diversas formas como una distinción o preferencia, por
ejemplo. Segunda, porque conjunta tanto las acciones que efectiva-
mente tenían la intención de discriminar como aquéllas que sin pro-
ponérselo llegan a hacerlo. Tercera, señala que un acto discriminatorio
puede afectar totalmente un derecho o solo parcialmente, es decir, cier-
tos aspectos del mismo; y cuarta, podría presentarse en cualquier etapa
de la existencia de un derecho, ya sea cuando está siendo reconocido
legalmente, cuando a través de él se satisface una necesidad (goce) o
cuando se ejerce activamente. La discriminación, por otro lado, puede
originarse en motivos como el color, el sexo, la religión, la opinión po-
lítica, la nacionalidad, el origen étnico, la discapacidad, la identidad o
expresión de género, la posición económica o la condición migratoria,
por citar algunos. Sin embargo, estas no son más que diferencias na-
turales o culturales que hacen única a cada persona y por ello, afirma
Luigi Ferrajoli, son tuteladas por los derechos humanos. Así pues, las
raíces de la discriminación no son propiamente tales diferencias sino
las desigualdades. Como sostiene Elisabeth Odio-Benito no existe dis-
criminación pura sino disputas por mantener privilegios, relaciones
de poder, de dominación, de subordinación. La descalificación de las
diferencias se transmite culturalmente a través de los prejuicios o es-
tereotipos, como parte de un proceso para conservar el poder. Según
argumentan Rebecca Cook y Simón Cusack, los estereotipos presupo-
nen que una persona, por el hecho de pertenecer a un grupo, posee de-
terminadas características, actuará de un modo particular o jugará un
rol específico, sin tener en consideración su individualidad, su contex-
to, así como sus necesidades, habilidades o deseos. En síntesis, como
asegura Lippmann, un estereotipo nos habla del mundo antes de que
lo miremos. Ahora bien, la discriminación puede permear las leyes, las
prácticas institucionales, los “valores” sociales y las relaciones entre las
personas, incluso a través del tiempo. De acuerdo con los instrumen-
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Diversidad
Proveniente del latín diversitas, es una noción que hace referencia
a la diferencia, la variedad, la desemejanza y/o la abundancia de co-
sas distintas. La diversidad humana –a través de sus diferentes esferas
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el valor más agitado por esta época y ello generó el contexto ideal para la
propuesta de la división de poderes. En su obra “El Espíritu de las Leyes”,
Montesquieu señaló que cuando el poder legislativo está unido al poder
ejecutivo en la misma persona o en el mismo cuerpo, no hay libertad
porque se puede temer que el monarca o el Senado promulguen leyes
tiránicas para hacerlas cumplir tiránicamente. Tampoco hay libertad si
el poder judicial no está separado del legislativo ni del ejecutivo. Si va
unido al poder legislativo, el poder sobre la vida y la libertad de los ciuda-
danos sería arbitrario, pues el juez sería al mismo tiempo legislador. Si
va unido al poder ejecutivo, el juez podría tener la fuerza de un opresor.
Todo estaría perdido si el mismo hombre, el mismo cuerpo de perso-
nas principales, de los nobles o del pueblo, ejerciera los tres poderes: el
de hacer las leyes, el de ejecutar las resoluciones públicas y el de juzgar
los delitos o las diferencias entre particulares. La finalidad que persigue
este principio republicano es, justamente, la de evitar el desborde del
poder y el peligro para las libertades personales que suscitaría la centra-
lización en la toma de decisiones públicas. Por ello, es imprescindible
que cada poder sea independiente respecto del otro. Respecto a ello se
ha expedido la Corte Suprema de Justicia de la Nación, quien sostuvo
que la doctrina de la división de los poderes o de la separación de las fun-
ciones, especialmente en las sociedades modernas, halla su causa y fina-
lidad en la especialización que pide el cumplido ejercicio de las diversas
funciones que deben satisfacer los Estados. La distribución de dichas
funciones en órganos, cuya integración personal y medios instrumen-
tales está pensada con arreglo a la especificidad de aquéllas, es prenda
de un mejor acierto de sus proyectos y realizaciones. La separación del
poder encierra un reparto de competencias entre órganos separados,
que todos ellos deben respetar. Es por ello que se habla de una “zona
de reserva” de cada poder, que consiste en un margen de competencias
propias y exclusivas que no pueden ser interferidas por otro poder. Del
mismo modo, los poderes no pueden funcionar como compartimentos
estancos, sino que deben funcionar con cooperación mutua, respetan-
do a su vez las atribuciones de cada uno. En la República Argentina, la
Constitución Nacional ha receptado el principio en análisis de tres mo-
dos diversos. En primer lugar, a través de la clásica división tripartita
entre los poderes Legislativo, Ejecutivo y Judicial. En segundo término,
la división federal, que reconoce, en principio, dos órbitas territoriales
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Ecología Social
Ecología social o “eco-anarquismo” es la disciplina que tiene como
objeto de estudio los sistemas humanos en interacción con sus siste-
mas ambientales. Su padre, Murray Bookchin (1921-2006), sentó sus
bases desde un enfoque crítico, teniendo por objetivo encontrar solu-
ción a los problemas contemporáneos que provoca la dominación del
ser humano dentro del actual esquema capitalista. Al explicar el con-
cepto de ecología social, Bookchin sostiene que la naturaleza incluye
también a los seres humanos, por lo que la ciencia debe comprender el
papel de la humanidad dentro del mundo natural; específicamente, el
carácter, la forma y la estructura de las relaciones humanas respecto a
las demás especies y a los substratos inorgánicos del entorno biológico.
Etimológicamente, la palabra “ecología” proviene de las raíces griegas
oikos, que significa “casa”, y logos, que alude a “ciencia” o “tratado”. El
término fue acuñado por Ernst Haeckel en el siglo pasado para definir
la investigación de las interrelaciones entre animales, plantas y su en-
torno inorgánico. Si bien el estudio de la ecología era competencia de
las ciencias naturales, con los graves daños que el hombre ha ocasiona- EB
do a su entorno, esta ciencia trascendió su ámbito originario para con-
vertirse también en objeto de preocupación por parte de las ciencias
sociales. Desde un punto de vista crítico, la ecología estudia el enor-
me desequilibrio resultante de la división entre humanidad y mundo
natural: el Homo sapiens se ha desarrollado desde ese mundo natural
hacia un mundo social propio. Puesto que ambos mundos interactúan
recíprocamente mediante fases evolutivas sumamente complejas es
tan importante hablar de una ecología social como hablar de una eco-
logía natural. En el campo de las ciencias sociales, la importancia de la
ecología es evidente si consideramos que el hombre puede quebrar los
mecanismos de preservación natural de los ecosistemas y desconocer
las consecuencias inevitables de las leyes ecológicas. El daño que el ser
humano ha ocasionado en el ambiente en los últimos tiempos ha tenido
como consecuencia la transformación de la ética: todo ello partiendo
de la base de que el pensamiento común, hasta mediados del siglo XX,
era que “los problemas de la naturaleza los solucionaba la propia natu-
raleza”, por lo que el hombre no se responsabilizaba por su constante
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Educación pública
La educación es un derecho humano fundamental y habilitador,
que se orienta al pleno desarrollo de la personalidad humana, promo-
viendo el conocimiento, la tolerancia, la civilidad y la paz. Por lo tanto
es un bien público, del cual el Estado es el responsable, en una misión
compartida con la sociedad.
Las necesidades para el aprendizaje abarcan tanto las herramientas
esenciales (como la lectura y la escritura, la expresión oral, el cálculo,
la solución de problemas) como los contenidos básicos del aprendizaje
(conocimientos teóricos y prácticos, valores y actitudes) necesarios para
que los seres humanos puedan sobrevivir, desarrollar plenamente sus
capacidades, vivir y trabajar con dignidad, participar plenamente en el
desarrollo, mejorar la calidad de su vida, tomar decisiones fundamenta-
les y continuar aprendiendo. La amplitud de las necesidades básicas de
aprendizaje y la manera de satisfacerlas varían según cada país y cada
cultura, y cambian inevitablemente con el transcurso del tiempo. (Con-
ferencia Mundial sobre Educación para Todos. Jomtien, Tailandia, 1990).
La Declaración Universal de Derechos Humanos proclama en su
artículo 26: “Toda persona tiene derecho a la educación”, por su parte,
en 1989, la Convención sobre los Derechos del Niño estipuló, en sus ar-
tículos 28 y 29, que la enseñanza primaria debería ser “obligatoria y gra-
tuita para todos” y que debería propiciar el desarrollo de las aptitudes
del niño hasta el máximo de sus posibilidades. En la Conferencia Mun-
dial sobre Educación para Todos (en adelante EPT) (Jomtien, Tailandia,
1990), se hizo hincapié en que la educación es un derecho humano y se
elaboró una visión integral del aprendizaje a lo largo de toda la vida.
Diez años más tarde, en el Foro Mundial sobre la Educación (Dakar, Se-
negal, 2000), 164 gobiernos se comprometieron a hacer realidad la EPT y
definieron seis objetivos para lograr la “educación para todos”:
“1. extender y mejorar la educación integral de la primerainfancia, espe-
cialmente para los niños más vulnerables y desfavorecidos; 2. velar porque
para el 2015 todos los niños, y sobre todo las niñas y los niños en situacio-
nes difíciles y los que pertenezcan a minorías étnicas, tengan acceso a una
enseñanza primaria gratuita y obligatoria de calidad y la terminen; 3. velar
porque las necesidades de aprendizaje de todos los jóvenes y adultos sean
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Ejecución extrajudicial
Todo ser humano tiene derecho a la vida; ello es inherente a la con-
dición de persona. La vida es el más importante de todos los bienes ju-
rídicamente protegidos, por lo que su protección es la primera premisa
del Estado de Derecho. Si es lícito matar, todo es lícito. El Comité de
Derechos Humanos de Naciones Unidas ha señalado en su Observación
General Nº 6 que el derecho a la vida constituye un derecho supremo,
respecto del cual no se autoriza suspensión alguna, ni siquiera en si-
tuaciones excepcionales. La protección de la vida implica una absolu-
ta prohibición de cualquier privación ilegal a manos de funcionarios
encargados de hacer cumplir la ley. Los Estados no sólo deben evitar y
castigar los delitos cometidos por los particulares cuyo resultado sea la
privación de la vida, también deben evitar que sus propias fuerzas de
seguridad generen ese resultado en forma arbitraria o ilegal. Esta pro-
tección contra la privación arbitraria o ilegal de la vida se ha entendido
como una norma de jus cogens –lo que implica que no puede ser invali-
dada por otras normas jurídicas– además de un principio general del
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Empoderamiento ciudadano
Las Defensorías del Pueblo, instituciones promotoras de derechos
humanos, están convocadas a trabajar en el empoderamiento ciudada-
no que por condición transitiva traería el empoderamiento ciudadano
de la comunidad. El conocimiento, la difusión y la promoción de de-
rechos constituyen un instrumento imprescindible para desarrollar
el poder de los ciudadanos. El empoderamiento ciudadano se refiere
a la serie de procesos por los cuales aumenta la participación de los E
individuos y las comunidades –que generalmente se encuentran en
una situación minoritaria o claramente desigual– en temáticas tales
como el diario vivir y las fluctuaciones económicas. Generalmente im-
plica, para el beneficiario, el desarrollo de una confianza en sus pro-
pias capacidades y acciones, que se liga al acceso en el control de los
recursos, la representación en los cuerpos de toma de decisiones y la
participación de los procesos de planeación. Todo esto se traduce en
acciones tendientes a empoderar –es decir, hacer poderoso o fuerte– a
personas individuales como tales o como miembros de un grupo so-
cialmente desfavorecido. La palabra “vulnerable” se utiliza como adje-
tivo para hacer referencia a una persona o cosa que puede ser dañada
o recibir lesiones, sean físicas o morales. Las definiciones precedentes
–y su propósito– motivan a los actores institucionales y ciudadanos a
pensar de qué manera aquellos que no tienen voz, que no tienen po-
der y que no logran ser escuchados –por su imposibilidad de acceder
a ciertos recursos económicos, simbólicos, culturales o educativos–
pueden transformarse en empoderamiento ciudadano. Una estrategia
posible para lograr ese empoderamiento es avanzar en la formación
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Espacio público
En el marco de las transformaciones en el orden social, políti-
co, económico y cultural de las últimas décadas del siglo XX, deviene
como término clave del discurso académico, político, mediático, social
y de la agenda técnica y política contemporánea: espacio público.
Esta noción, al igual que otras fórmulas o términos, se define y
se redefine en la historicidad de los conceptos. Así, la idea de espacio
público refiere tanto al espacio de la representación o la acción política
de las interacciones humanas como al espacio del goce en la ciudad.
Un punto de inflexión, en el modo de pensarlo, podríamos situar-
lo en el marco de la crítica a la planificación tradicional, tecnocráti-
ca y centralizada, gestada a partir de los años sesenta, cuando, como
describe Alicia Novick, se constituye en temática ineludible o exclu-
yente desplazando a otras temáticas del ideario del urbanismo, y que
se propone como instrumento de transformación y cualificación de
las ciudades. Desde aquí, “en los debates actuales el espacio público es
pensado como plural y condensador del vínculo entre la sociedad, el
territorio y la política”.
En cualquier caso, se trata de un concepto polisémico asociado
al derecho a la ciudad. Un espacio físico y un espacio simbólico, en el
que se verifica la tensión entre la libertad y la cohesión social, un espa-
cio de construcción de identidades individuales y colectivas, el lugar
donde se expresan las demandas sociales y políticas, el lugar donde los
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do. Tras comprobar que las visitas del CICR a prisioneros de guerra
en Irán y Grecia redujeron sensiblemente la práctica de la tortura en
dichos países, Gautier promovió la idea de un sistema universal de vi-
sitas a todos los lugares de detención, esto es, no limitado únicamente
a situaciones de conflicto armado y a violaciones del derecho inter-
nacional humanitario. El Protocolo llevó a la práctica esa idea, esta-
bleciendo (art. 1) un sistema de visitas periódicas a cargo de órganos
internacionales (el Subcomité de Naciones Unidas para la Prevención
de la Tortura) y de órganos nacionales independientes, a los lugares
donde se cumplan medidas privativas de libertad, con el fin de preve-
nir la tortura y otros tratos o penas crueles, inhumanos o degradan-
tes. Dentro de esta lógica general de prevención, las Defensorías del
Pueblo reúnen las características ideales para cumplir exitosamente
el rol de mecanismos nacionales de prevención de la tortura. Aunque
sin nombrarlas a texto expreso el Protocolo incluye entre estos a las
Defensorías del Pueblo. Ello representa un desafío superviniente, que
confirma la perpetua aptitud de la institución para adaptarse a nuevos
y complejos desafíos. [Álvaro Garcé. Universidad de la República. Ex Comi-
sionado Parlamentario de la República Oriental del Uruguay] E
Estado de Derecho
La expresión Estado de Derecho constituye un ideal que se ha
forjado en la tradición política durante miles de años. El desarro-
llo y conceptualización de la idea es patrimonio de las discusiones de
Aristóteles (350 a. C.); del teórico medieval Sir John Fortescue (1471); en
la Edad Moderna, John Locke (1689), James Harrington (1656) y Nicolás
Maquiavelo (1517); en la Ilustración europea se destacaron los escritos
de Montesquieu (1748), y posteriormente el trabajo de A. V. Dicey (1885).
En el ámbito contemporáneo se pueden mencionar las contribucio-
nes de J. Chevallier (1992), M. J. Redor (1992), Richard H. Fallon (1997),
K. Sobota (1997), Jürgen Habermas (1998), Norberto Bobbio (1994), Luigi
Ferrajoli (1997) y Thomas Carothers (2009). El Estado de Derecho des-
emboca en un cierto “tipo de Estado”, en un modo particular de orga-
nización política, donde su finalidad reside principalmente en someter
el poder al derecho. Aquí debemos introducir la primera distinción. El
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Estado democrático
Aunque no hay una definición comúnmente aceptada, se pue-
de caracterizar al Estado democrático como una organización
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Estereotipo
Un estereotipo es una idea o noción basada en algún rasgo conside-
rado inalterable que se le atribuye a una persona o grupo social. Se trata
de una preconcepción generalizada que categoriza a personas y grupos
sociales en función de determinadas características y/o conductas que
se les adscriben. El estereotipo se repite sistemáticamente de la misma
forma, sin variación y se adquiere y transmite socialmente. Estereotipar
consiste en simplificar, en asociar un conjunto simple de ideas senci-
llas a una categoría social y por ello puede propiciar el esquematismo
en el conocimiento y la incomprensión del otro, generando estigmas y
discriminación ya que opera con prenociones respecto de lo que el otro
es y de cuáles son sus conductas. Los estereotipos son generalizaciones
reduccionistas sobre grupos sociales, personas o categorías de personas,
y en general refieren a la nacionalidad, etnia, género, orientación sexual
y/o clase social. El origen del término se relaciona con una técnica tipo-
gráfica, creada en Francia por el tipógrafo Firmin Didot, que utilizaba
un molde fijo con el que se podían hacer reimpresiones utilizando una
plancha. Constituye un neologismo, formado en el siglo XVIII, por las
palabras griegas stereós (sólido) y týpos (carácter, tipo o modelo). Para la
tipografía, la introducción de técnicas estereotípicas supuso economía,
rapidez y automatismo ya que a partir de la utilización de esas planchas
compuestas por tipos fijos y usadas repetidamente sin variación, se re-
volucionó el mercado editorial produciendo impresiones muy económi-
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Estigma social
Como tantas otras, la palabra estigma se confunde en el uso coti-
diano y en su acepción para las ciencias sociales. El diccionario de la Real
Academia Española la vincula con una marca en el cuerpo, pero también
con el desdoro o la mala fama y su origen en procesos de enfermedad,
esclavitud, o de participación en la gracia divina. Fue el sociólogo nor-
teamericano Erving Goffman quien hacia 1963 advirtió su utilidad para
el análisis de procesos sociales en los que están en juego distintas formas
de discriminación y degradación moral del individuo. En tanto atribu-
to, Goffman reconoció entre sus tipos a: 1) distintas abominaciones del
cuerpo –cicatrices, deformaciones o enfermedades que hacen visible
una disminución física; 2) supuestos defectos de carácter –aflicciones
mentales, adicciones, la homosexualidad, el desempleo, la delincuencia,
incluso la corrupción o la traición–; y 3) una clase de estigma vinculado
a la raza, la nación, la religión, la pertenencia de clase y agregaríamos
hoy el género: negros, judíos, inmigrantes, mujeres, prostitutas... En el
aporte de Goffman es importante notar que dicho atributo y su oposi-
ción a algo así como la “normalidad” no es de por sí desacreditador sino E
en el marco de relaciones sociales específicas, de intercambios e interac-
ciones cotidianas y de procesos de categorización y clasificación social
que emergen de esos intercambios. Por lo tanto, para Goffman el estig-
ma se vincula con el atributo, pero en tanto este está asociado a un este-
reotipo. El estigma entonces implica lo que Goffman llama un “deterioro
de la identidad social” del individuo, esto es, un efecto de inferiorización
que habilita la desigualdad en el trato y el señalamiento público del “pe-
ligro” que este individuo representa. Bajo este mecanismo en definitiva
“reducimos en la práctica, aunque a menudo sin pensarlo, [las] posibi-
lidades de vida” de esa persona, y no sólo de ella sino también de allega-
dos próximos, pues como advirtió el autor muchas veces la mácula es
transmisible y puede contaminar a herederos. ¿Cómo opera el estigma?
A partir de un defecto original, tendemos a atribuirle a la persona que lo
porta un elevado número de imperfecciones hasta el punto de genera-
lizar la deficiencia advertida como incapacidad total. Además, solemos
racionalizar esa animosidad creando teorías ad hoc que dan cuenta de
la inferioridad del otro, como cuando inferimos que del color de la piel
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Ética
Es el conjunto de normas morales aplicables en un período
de tiempo determinado, también puede denominarse así al méto-
do de razonamiento reflexivo que analiza los hechos humanos. Los
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Ética profesional E
La ética explica, desde patrones de generalidad o universalidad, la
experiencia moral humana y prescribe los modos de comportamiento
justificables. La ética profesional comprende el conjunto de principios
morales y modos de actuar éticos en un ámbito profesional, forma
parte de lo que se puede llamar ética aplicada, en cuanto pretende –por
una parte– aplicar a cada esfera de actuación profesional los principios
de la ética general pero, dado que cada actividad es distinta y especí-
fica, incluye los bienes propios, metas, valores y hábitos de cada ám-
bito de actuación profesional. Cada profesión engloba paradigmas del
buen obrar, conforme los siguientes principios o pautas: 1) la ciencia
–profesional con título habilitante. Cada profesión es ensayada a tra-
vés de un plan de estudio y la obtención de su graduación; 2) vocación.
Es totalmente personal; 3) responsabilidad y buena praxis profesional,
que deberá ser analizada en el ejercicio de cada profesión, como así
también la integridad, rectitud, probidad, honestidad, dignidad y sin-
ceridad de su conducta y trabajo. La ética profesional se vincula con
la antropología social, a partir de las transformaciones anatómicas
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Ética pública
Del griego ethos, significa ética, costumbre, hábito. En latín, la
palabra costumbre se designa con el término mos, moris, que también
se traduce como moral. Es común llamar moral a la ética. El carác-
ter moral expresa el modo de ser del hombre por medio del cual este
conoce, juzga y actúa justa o injustamente. La ética proyecta al ser
humano hacia una finalidad, lo hace autodeterminarse, dándole a su
vida sentido y calidad. Las normas a las que hace referencia la ética
apuntan a su valor fundamental: lo bueno y lo justo. La ética lleva con-
sigo elementos que los ciudadanos comparten, sea cual fuera su rela-
ción familiar, su profesión, su oficio, su creencia religiosa; se trata de
elementos comunes que ayudan a la sociedad a vivir en armonía con-
forme a principios de justicia, libertad, igualdad y solidaridad a fin
de hacer más satisfactoria la convivencia humana. Cuando la ética se
aplica y se pone en práctica en el servicio público se denomina ética
pública. Para Oscar Diego Bautista, “La ética pública señala princi-
pios y valores deseables para ser aplicados en la conducta del hombre
que desempeña una función pública”. Ofrece al servidor público un
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Etnocentrismo
Según la Real Academia Española de la Lengua, etnocentrismo es
la “Tendencia emocional que hace de la cultura propia el criterio ex-
clusivo para interpretar los comportamientos de otros grupos, razas
o sociedades”. Una definición similar se encuentra en The Routledge
Encyclopedia of Social and Cultural Anthropology Edited de Alan Barnard
y Jonathan Spencer: “Es la tendencia a ver el mundo desde la propia
cultura o la inhabilidad de entender culturas que son diferentes a la
de uno” (traducción propia). En las ciencias sociales en general y en la
antropología en particular, fueron quizás las corrientes evolucionis-
tas del siglo XIX y las difusionistas las que basaron sus explicaciones
desde esta visión. Las primeras explicaciones que se decían científi-
cas en antropología contenían una visión etnocéntrica de los proce-
sos sociales. Esta posición viene acompañada por un juicio de valor
en torno a la superioridad de una cultura o grupo sobre la otra. En el
evolucionismo, se evaluaba el grado de desarrollo de una cultura en
función de un progreso esperado cuyo punto más elevado era la socie-
dad occidental (la del investigador). Esto servía como modo de juzgar E
prácticas y conductas, y justificaba acciones de imposición de valores.
Otra de las formas en que suele expresarse el etnocentrismo es la de
ver (y valorar) el mundo no ya desde la propia cultura sino a partir de
un grupo de estudio. Eso suele ser llamado “etnocentrismo secunda-
rio”. Si bien las corrientes evolucionistas fueron perdiendo fuerza, las
explicaciones etnocéntricas en las ciencias y en los comportamientos
–formas de ver y valorar a los otros– en gran parte de la sociedad tie-
nen un importante peso. El prefijo “etno” remite a una cuestión “ét-
nica” o “cultural”. Sin embargo, como plantean Grimson, Merenson y
Noel (p. 13) los “centrismos” no sólo remiten a ello: “más bien, lo ‘etno’
aparece como metáfora de todas las diferencias culturales, de todos los
contrastes entre mundo simbólicos, incluyendo por supuesto las dis-
crepancias múltiples que conviven en las sociedades contemporáneas
estratificadas”. Así, por ejemplo, los autores refieren al sociocentris-
mo (un centramiento basado en la posición de clase), androcentrismo
(en relación al género), el cronocentrismo (centrado en el tiempo), el
naciocentrismo (que refiere a la naturalización de la escala nacional
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colección institucional
Eutanasia
El término proviene de la voz latina euthanasia, y esta última del
griego εὐθανασία, que significa literalmente “muerte dulce”. El dic-
cionario de la Real Academia Española, en su vigesimotercera edición,
la define a su vez como “intervención deliberada para poner fin a la
vida de un paciente sin perspectiva de cura” (en su primera acepción)
y como “muerte sin sufrimiento físico” (en su segunda acepción, es-
pecífica del campo de la medicina). No obstante la aparente claridad
del concepto, lo cierto es que los especialistas que se han ocupado del
tema (desde el derecho, desde la filosofía, desde la medicina) han te-
nido importantes desencuentros a la hora de delinear con nitidez sus
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puesto que sin vida es imposible ejercer ni gozar de ningún otro dere-
cho; el hombre es el centro del sistema jurídico y un fin en sí mismo, de
suerte que la preservación de su existencia misma constituye un valor
fundamental respecto del cual los demás habrán de tener un carác-
ter instrumental. Mas por otra parte, las personas tienen derecho a no
desear la prolongación de “cualquier” vida que les toque transcurrir,
cuando a raíz de una enfermedad terminal e irreversible, aquella ha
quedado minorada de tal modo que “mantenerla” artificialmente (lo
cual la moderna tecnología permite) pueda suponer el sacrificio de la
dignidad. Tal balance, sensible –a su vez– al respeto por la autonomía
personal de los sujetos (más aún cuando se han brindado “directivas
anticipadas”), es pues el dilema a resolver; debe procurarse la búsque-
da, en todo caso, de respuestas comprometidas con el mayor respeto
posible por los derechos fundamentales, incluso cuando puedan en-
trar en pugna en un mismo caso; y sobre todo, de soluciones honestas,
desprovistas de otros intereses o intenciones ajenas a la protección de
los derechos del paciente. [Jonathan M. Brodsky. Docente e investigador de
la Universidad de Buenos Aires]
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Federación Iberoamericana
del Ombudsman (FIO)
Fue creada en 1995 en Cartagena de Indias (Colombia) por impulso
de las Defensorías del Pueblo hispanoamericanas y de España y Portu-
gal. Originalmente fue concebida para agrupar a las defensorías nacio-
nales, pero luego de largas deliberaciones se dio lugar a las defensorías
provinciales, autonómicas y estaduales, dándole un status inferior.
Finalmente, en el Congreso Extraordinario llevado a cabo en Nuevo
Vallarta (México), se concedió el ingreso de los defensores del pueblo
municipales, pero sin derecho a voto y sin derecho a participar en los
órganos de dirección. Así y todo fue una resolución hecha a la medida
de los defensores del pueblo municipales de Argentina, que luego se
extendió a la Defensoría de Vecinas y Vecinos de Montevideo. América
Latina y el Caribe carecen de una organización regional de defensores
y defensoras del pueblo, como existen en otros continentes. Originaria-
mente, la Secretaría Técnica de la FIO estuvo a cargo del Instituto Inte-
ramericano de Derechos Humanos. En la realidad se ha convertido en FC
un foro para la cooperación, el intercambio de experiencias y la promo-
ción, difusión y fortalecimiento de la institución de las Defensorías del
Pueblo y reúne en su seno a Defensores del Pueblo, Procuradores, Pro-
veedores, Raonadores (Razonador), Comisionados y Presidentes de Co-
misiones Públicas de Derechos Humanos de los países iberoamericanos
de los ámbitos nacional, estatal, regional, autonómico o provincial. Las
Defensorías del Pueblo que la integran tienen la misión de proteger los
derechos constitucionales y fundamentales de la persona y de la comu-
nidad; supervisar el cumplimiento de los deberes de la administración
del Estado y la prestación de los servicios públicos a la población. De-
fienden y promueven los derechos humanos. Para ello el o la titular de
la institución goza de total independencia para el cumplimiento de las
funciones que la Constitución le confiere. Se rige por la Constitución y
sus leyes orgánicas respectivas. La FIO se rige por su Estatuto (aprobado
en Cartagena de Indias el 5 de agosto de 1995 y reformado en Tegucigal-
pa el 15 de septiembre de 1999, en México DF el 24 de noviembre de 2000,
en Nuevo Vallarta el 20 de junio de 2006 y en Mérida el 21 de noviembre
de 2008) y por las Resoluciones adoptadas por la Asamblea General y el
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Feminismo
El feminismo cuestiona la situación de inferioridad de las mu- F
jeres con respecto a los varones y exige su acceso al mundo público,
eliminando jerarquías y desigualdades entre los sexos. Según la antro-
póloga mexicana Marcela Lagarde:
… es afirmación intelectual, teórica y jurídica de concepciones del mun-
do, modificaciones de hechos, relaciones e instituciones; es aprendizaje
e invención de nuevos vínculos, afectos, lenguajes y normas; se plasma
en una ética y se expresa en formas de comportamiento nuevas tanto de
mujeres como de hombres. [...] El feminismo es, en esencia, política en
acto. Es una crítica filosófica e ideológica a la cultura política autoritaria
y al poder como dominio.
En 1791, Olympe de Gouges, dramaturga y política, redacta, en el
marco de las ideas libertarias de la Revolución Francesa, la Declaración
de los Derechos de la Mujer y de la Ciudadana, que proponía la igualdad
entre hombres y mujeres en todos los aspectos de la vida pública y
privada y la emancipación femenina a través de la equiparación ju-
rídica y legal. Por su osadía, en 1793 fue llevada ante un tribunal re-
volucionario, condenada a muerte y guillotinada al día siguiente.
Simultáneamente, Mary Wollstonecraft, filósofa y escritora inglesa,
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Fiscalía de Investigaciones
Administrativas (FIA) (Arg.)
Institución u órgano cuya función es realizar el control de la regu-
laridad y licitud de los actos estatales en términos de infracciones y de-
litos a fin de juzgar la eventual responsabilidad administrativa y penal
de los agentes públicos. El Estado, a través de sus órganos superiores,
controla la regularidad de los actos estatales y conductas de sus agentes
mediante procedimientos de investigación con el objeto de juzgar la
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F
de la República y el Consejo de Defensa del Estado. Asimismo, en la
República de Paraguay, encontramos a la Secretaría Nacional Anti-
corrupción (SENAC) organismo técnico y de gestión especializada
de la Presidencia de la República, con personería jurídica de derecho
público y plena capacidad de obrar (véase Decreto Nº 10144/2012).
Cabe advertir que la actividad de la Fiscalía de Investigaciones Admi-
nistrativas se vincula con la labor de las Defensorías del Pueblo pues
ambas constituyen organismos de control horizontal de la actividad
de la administración pública. En adición, ambas instituciones gozan
de autonomía respecto del Poder Ejecutivo y sus órganos, quienes
pueden ser objeto de sus investigaciones y actuaciones. Dicha auto-
nomía resulta esencial para la misión que deben cumplir, por ello se
ubican estructuralmente dentro de la órbita del Poder Legislativo, o
en un órgano extrapoder como es el Ministerio Público Fiscal. En otro
orden, se pueden distinguir diferencias sustanciales en cuanto a la
competencia en razón de la materia, mientras que la fiscalía se avoca
a las investigaciones de la “conducta administrativa” de los agentes
de la Administración Pública, atribución que apunta a determinar
hechos que pudieran configurar delitos o infracciones a normas
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Fortalecimiento institucional
El término fortalecimiento institucional puede ser utilizado como
verbo, para hacer referencia al conjunto de acciones tendientes a for-
talecer y mejorar la estructura interna y las capacidades de las insti-
tuciones u organizaciones para que sus gestiones sean más eficaces,
o también como sustantivo, para hacer referencia al resultado de la
mayor eficiencia lograda. El proceso se apoya en distintas disciplinas
como el derecho, la economía, la sociología, la ciencia política, la an-
tropología, la administración de empresas y la psicología, entre otras.
Además, toma conceptos y herramientas como planeación estratégica,
transparencia, rendición de cuentas, lucha contra la corrupción, mar-
co lógico, evaluación de gestión e impacto y cooperación. En defini-
tiva, el objetivo es lograr la transformación de las instituciones para
que sean más eficaces, eficientes, transparentes, responsables, inno-
vadoras y, en el caso de las instituciones de la administración pública,
orientadas a los ciudadanos para llevar a cabo las misiones del Estado.
El origen y el sustento del fortalecimiento institucional se remontan
a la historia de los derechos humanos puesto que, en definitiva, se
apunta a que los Estados puedan cumplir de la mejor manera posible
con sus compromisos en esta materia. La preocupación por el fortale-
cimiento institucional en Latinoamérica surge principalmente en la
década de los 90, pero ha recibido un impulso particular en los últi-
mos 15 años. A nivel internacional el tema ha tomado mayor relevancia
en el último tiempo; uno de los propósitos principales de la Agenda
2030 –que es el marco de acción adoptado por la Organización de las
Naciones Unidas (ONU) para erradicar la pobreza, proteger el plane-
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diccionario de las defensorías del pueblo
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colección institucional
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Género
Desde las distintas disciplinas que componen las ciencias sociales
y las humanidades, y desde los feminismos, tanto sean de origen an-
glosajón, latinoamericano o europeo, existen varias definiciones sobre
género, incluso se habla de género(s) en plural. Pluralidad pensada para
superar el binarismo del emergente de sexo donde se hace una división
de los cuerpos en femenino y masculino, presumiendo según su anato-
mía y fisiología de cara a la reproducción. Reproducción donde a par-
tir de la biología se genera a nivel cultural una asociación inescindible
con la sexualidad que hace presuponer y/o disciplinar la atracción entre
cuerpos biológicamente complementarios a los fines reproductivos, o
sea, presumiendo su heterosexualidad forzosa. Por lo cual las defini-
ciones coinciden en que el concepto de género no puede explicarse ni
entenderse independientemente de la sexualidad, la reproducción y el
patriarcado, plasmada en una dimensión material que hace a las perso-
nas: sus cuerpos. A tal fin, una de las categorías de género que nos parece
más simple y completa a su vez se refiere a la “construcción socio cultu-
ral de los comportamientos y actitudes” de las personas (ver Maquieiras G
D’Angelo, p. 159). En consecuencia, para la autora, las relaciones de gé-
nero no son inmutables, son el producto de fuerzas históricas, políticas
y sociales en constante tensión, que son susceptibles de su cambio por
la acción humana no solo individual sino también en relación con la so-
ciedad en la que se encuentra inserta esa persona. Consonante con esta
definición, Lagarde postula el “orden de los géneros” como una cons-
trucción, es decir, que la organización y distribución de puestos y tareas
en la sociedad como “masculinas y femeninas” no depende de la genéti-
ca o de la anatomía, sino de la cultura. Construcción cultural atravesada
por el entramado social e interviniendo, al mismo tiempo, otras dimen-
siones como la clase, la etnia, la religión, etcétera. Asimismo, definir gé-
nero resulta complejo por hallarse en constante revisión, al punto que
autoras como Rubin han modificado sus mismos postulados, por ejem-
plo, respecto de la categoría “sexo-género”, especialmente interpelada
por la teoría queer en relación con la heteronormatividad. La categoría
comienza a debatirse, entre otro de los hitos fundacionales, con Simone
de Beauvoir quien en su pionera obra de 1949, mediante la frase “No se
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nace mujer, sino se llega a serlo” (p. 207), abre la discusión que tomarán
los estudios de género sobre la diferencia entre la naturaleza y la cultura
representada en la división “sexo/género”. A partir de ello, retomando
aportes que se dan desde la antropología, disciplina que estudia qué es
lo que hacen las personas sobre la naturaleza, cómo se relacionan con
ella, la modifican e interpretan, se llegan a trabajar esta categoría a par-
tir de investigaciones sobre sexualidad y parentesco. En consonancia
con ello, Rubin (p. 59) plantea:
… la idea de que los hombres y las mujeres son dos categorías mutua-
mente excluyentes debe surgir de otra cosa que una inexistente oposi-
ción de lo “natural”. Lejos de ser una expresión de lo natural, la identidad
de género exclusiva es la supresión de semejanzas naturales (por ejem-
plo sus necesidades de alimentación). Requiere represión: los hombres,
de cualquiera que sea la versión de rasgos “femeninos”; las mujeres, de
la versión local de rasgos “masculinos”. La división de los géneros tiene
el efecto de reprimir algunas de las características de personalidad de
prácticamente todos, hombres y mujeres. El mismo sistema social que
oprime a las mujeres en su relación de intercambio oprime a todos en su
insistencia en una rígida división de la personalidad.
Idea que es compartida y complementada desde la Latinoamérica
por Lamas, quien plantea que la categoría nace de tomar como refe-
rencia “la anatomía de varones y mujeres, con sus funciones reproduc-
tivas evidentemente distintas, en base a la cual cada cultura establece
un conjunto de prácticas, ideas, discursos y representaciones sociales
que atribuyen características específicas….”. Categoría que “reglamen-
ta y condiciona la conducta objetiva y subjetiva de las personas. O sea,
mediante un proceso de constitución del género, la sociedad fabrica las
ideas de lo que deben ser los hombres y mujeres, de lo que se supone
‘propio’ de cada sexo” (p. 2). En sintonía con ello, Scott (p. 290) plantea
que “el género se construye a través del parentesco, pero no en forma
exclusiva: se construye también mediante la economía y la política”,
donde existen múltiples ejemplos donde los cuerpos de las mujeres son
una mercancía para consumir por ejemplo en la trata de persona para
la esclavitud sexual, además de resultar la forma “primaria de relacio-
nes significantes de poder” (p. 292). En otras palabras, los géneros se
construyen por oposición y mediante dualismos con cualidades y adje-
tivos opuestos, donde aquellos más disvaliosos le son adjudicados a las
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diccionario de las defensorías del pueblo
mujeres o a los cuerpos cuya anatomía se clasifica como tal o se les asig-
na un lugar de subordinación en órdenes de poder, tal como lo plantea
Olsen. Hacemos referencia a cuerpos masculinos que no tienen deseos
heterosexuales o bien, pese a su heterosexualidad en el marco de rela-
ciones violentas (que son minoritarias en relación a las que sufren las
mujeres), como parte de ese accionar de dominación, se los feminiza
para adjudicarles los disvalores del binomio hombre-mujer. Ejemplo de
ello es la fuerza, racionalidad, objetividad, frialdad que se les adjudica a
los varones o a los cuerpos con una anatomía masculina, en oposición
a la debilidad, sentimentalismo o irracionalidad, subjetividad y calidez
que se les atribuye a las mujeres y, a su vez, a partir de estos adjetivos, se
atribuyen los ámbitos permitidos para desarrollarse a cada género. En
consecuencia, les corresponde a los varones el ámbito público, donde
existe una mayor concentración de poder político, económico, cultural
y simbólico, a diferencia de las mujeres cuyo ámbito para desarrollarse
sería el privado, el hogar y la familia. El concepto de género(s) impac-
ta en el campo jurídico. A nivel histórico, a modo de ejemplo, esto se
refleja en las operaciones de plasmar conquistas sociales y políticas en
instrumentos de derechos humanos, como la Declaración de Derechos G
del Hombre y del Ciudadano fruto de la Revolución francesa, del cual las
mujeres, incluso en su denominación, fueron excluidas pese a su activa
participación, icono de lo cual nos encontramos con Olimpia de Gouges.
Exclusión compleja, porque esconde un derecho patriarcal que bajo la
falacia de la universalidad resulta un instrumento de opresión que hace
a la desigualdad in-visibilizando y del cual hasta hace pocos años tenía-
mos resabios. En Argentina resulta ejemplificativo el apellido paterno
obligatorio para los/as hijos/as de una pareja heterosexual, la incapaci-
dad de ejercicio de los derechos por parte de las mujeres, solo por hablar
del Derecho Civil, sobre el cual se han producido grandes conquistas
desde los feminismos, pero que persisten, por ejemplo, en el campo del
Derecho Previsional. Campo donde las desigualdades se ven en el caso
de las licencias por maternidad y paternidad para las personas asala-
riadas, que en su diferente duración fuerzan los espacios que tienen
que ocupar los varones, quienes deben reintegrarse inmediatamente al
trabajo, al ámbito público, aunque quieran participar activamente en la
crianza de sus hijos/as, mientras que las mujeres tienen licencias más
largas, forzadas a cumplir “preponderantemente” (si tiene una pareja
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Hábeas corpus
Es una garantía que, como acción judicial, tiene por objetivo pro-
teger y garantizar la libertad e integridad personal. Es una acción su-
marísima. Se interpone ante una restricción de la libertad personal o
el agravamiento de los modos y condiciones de una detención legal. Es
una acción que puede ser interpuesta por cualquier persona y, cuando
proceda, también por el/la afectado/a. La acción judicial debe ser eficaz
y cumplir con las siguientes exigencias: 1) Ser una acción rápida; 2) No
estar sujeta a formalidades que retrasen su trámite; 3) La obligación
del/de la juez/a de requerir la presencia de la persona víctima de la pri-
vación ante él o ella; 4) Cualquier persona puede interponerla; 5) Solo el
poder judicial es la autoridad competente para resolver el hábeas cor-
pus. Esta acción comienza a desarrollarse como dique de contención del
poder punitivo de los regímenes absolutistas. Así, el más remoto ante-
cedente de lo que se denomina hábeas corpus, es el Interdicto de homine
libero exhibendo, regulado en la parte sexta del Digesto del Emperador
Justiniano. Una suerte de acción que solo podía interponer el hombre
considerado libre en la antigua Roma. También se puede encontrar su B
H
cuna en el derecho inglés: la Carta Magna de 1215, el Bill of Rights de 1628
o el HC Act de 1640. En el derecho español el Fuero de Aragón de 1428
es su antecesor. Puede interponerse contra acciones u omisiones de
autoridades públicas o de particulares expresamente. Esto último su-
cede en países como Argentina, desde la última reforma constitucional
en 1994, y en países europeos como Inglaterra, desde 1816. Es una ac-
ción que también se encuentra prevista en instrumento de protección
de los derechos humanos como, por ejemplo, la Declaración Univer-
sal de los Derechos Humanos (arts. 8 y 9), Convención Americana sobre
Derechos Humanos (art. 7), el Pacto Internacional de Derechos Civiles y
Políticos (art. 9). Los tipos de hábeas corpus generalmente reconocidos
son (no es una enumeración taxativa):
a. Reparador o clásico: contra detenciones o arrestos ilegales.
Cuando lesionan arbitrariamente la libertad de la persona por
inexistencia de una causa legítima o razonable que justifique la
privación; porque la orden de restricción de la libertad no ema-
na de autoridad pública o porque emana de autoridad incom-
petente. Busca restablecer la libertad ambulatoria.
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Hábeas data
Que tengamos los datos. Instituto por medio del cual se ejerce,
ya sea administrativa o judicialmente, el derecho de toda persona a
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En este contexto, los alcances del instituto del hábeas data mutan
a la par del desarrollo tecnológico que modifica el tratamiento de datos
personales. En este sentido, resulta particularmente importante con-
siderar los avances del Derecho Internacional en la protección de los
datos personales en relación con internet y, más particularmente, en
lo referido a motores de búsqueda. Al respecto, el Tribunal de Justicia
de la Unión Europea ha entendido que la actividad desarrollada por los
motores de búsqueda debe ser considerada como tratamiento de datos
personales y que el gestor de un motor de búsqueda debe ser conside-
rado el responsable del tratamiento de dichos datos personales. En ese
marco reconoció el derecho de toda persona a solicitar que la informa-
ción personal arrojada por una búsqueda “ya no se ponga a disposición
del público en general mediante su inclusión en tal lista de resultados”.
Agregó que este derecho a la protección de los datos personales pre-
valece, “en principio, no solo sobre el interés económico del gestor del
motor de búsqueda, sino también sobre el interés de dicho público en
acceder a la mencionada información en una búsqueda que verse sobre
el nombre de esa persona.” (Tribunal de Justicia de la Unión Europea,
en Google Spain SL, Google Inc. / Agencia Española de Protección de H
Datos, Mario Costeja González, 13/05/2014) Afirmó en el mismo sentido
que cuando se vulnere el derecho a la privacidad y el honor,
… el gestor de un motor de búsqueda está obligado a eliminar de la lista
de resultados obtenida tras una búsqueda efectuada a partir del nombre
de una persona vínculos a páginas web, publicadas por terceros y que
contienen información relativa a esta persona.
Esta obligación de eliminar los datos, corolario del derecho a que
dichos datos sean eliminados, persiste aún en el caso en que no hayan
sido eliminadas del sitio web en el que se publicaron originariamente,
sin importar que la publicación en la página sea lícita. [Roberto Amette
Estrada. Universidad de Buenos Aires]
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Igualdad (I)
El ideal de la igualdad ha ocupado un lugar central en las discusio-
nes filosóficas; existe una extensa bibliografía que intenta definir su
significado. Los debates en torno al concepto, el valor y el alcance de la
igualdad se remontan a la antigüedad. La igualdad ha sido el emblema
de una infinidad de reclamos, como la distribución desigual de la rique-
za entre ricos y pobres, la discriminación racial, la opresión a la mujer,
el antisemitismo, la aversión a las personas del colectivo de lesbianas,
gays, trans, bisexuales e intersex, entre otras formas de odio y discrimi-
nación. El concepto de igualdad ha sido objeto de profundos desacuer-
dos en las teorías políticas y de la justicia contemporánea. Una forma
de conceptualizar la igualdad que presenta un punto de convergencia
entre la amplia gama de teorías es lo que Jeremy Waldron denominó
igualdad básica en Basic Equality, esto es, la idea de que todos los seres
humanos somos moralmente iguales. La igualdad básica rechaza que
se efectúen discriminaciones que asignen un mayor valor a un grupo
de personas o que se determine la inferioridad de una persona o grupo.
La noción de igualdad básica permite un marco conceptual común que CI
admite ideas discrepantes acerca de la igualdad en distintos campos
(como la política, la economía, el derecho, etc.). Las diferencias concep-
tuales radican, en cuanto al alcance y el tipo de respuestas que exige el
ideal de la igualdad, en las distintas dimensiones en las que opera. La
igualdad básica solo es negada por postulados manifiestamente discri-
minatorios (como proponen las corrientes extremistas como el antise-
mitismo, el racismo, el sexismo o misoginia, la homofobia, entre otras
formas de intolerancia). El concepto de igualdad básica tiene su corre-
lato en la formulación clásica del principio de igualdad constitucional
que exige al Estado el deber de asignar igual consideración y respeto
a las personas sometidas a su jurisdicción. El principio de igualdad
ha sido receptado en muchos textos constitucionales. Ejemplos de su
raigambre constitucional encontramos en la Constitución Nacional en
su artículo 16 y en la Décimo Cuarta enmienda de la Constitución de
los Estados Unidos, entre muchas otras normas que ofrece el Derecho
Comparado. La igualdad en su faz jurídica ha sido objeto de diversas
interpretaciones. Roberto Saba propone un encuadre de la discusión
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Igualdad (II)
Es un tipo de relación entre las personas. Un principio que equi-
para a los ciudadanos en derechos y obligaciones. Este principio no
pretende lograr la uniformidad entre las personas, sino lograr que
personas con las mismas características gocen de los mismos dere-
chos y obligaciones. La igualdad de derechos no es solo la exclusión
de la discriminación no justificada, sino también el disfrute por igual
de todos los hombres en una sociedad, de los derechos y libertades
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Igualitarismo
El igualitarismo es una doctrina ético-política que tiene como eje
fundamental la consideración de todas las personas como iguales, sin
efectuar distinción por sexo, raza, religión, orientación sexual, etcéte-
ra. Es decir que se trata de una corriente que plantea la necesidad de
la desaparición o atenuación de las diferencias sociales. No se trata de
una negación de las diferencias, sino una aceptación de las mismas, I
pero sin que ello implique una desigualdad de derechos. La corriente
igualitarista tiene impacto en diversas disciplinas, tales como la filo-
sofía, la economía, la psicología, la antropología, la ciencia política o
la historia. Desde un punto de vista jurídico, la noción de igualdad de
derechos ha sido desarrollada por diversos instrumentos normativos.
Tomando como origen la Revolución Francesa, la igualdad constituye
uno de los pilares de la sociedad y el estado moderno. El núcleo central
del igualitarismo consiste en que todos los seres humanos son iguales,
traducido en el principio jurídico de igualdad ante la ley e igualdad de
derechos. Desde un punto de vista filosófico, Karl Popper cita al sofista
Hipias, a quien Platón le hace decir, dirigiéndose al pueblo:
Señores, yo creo que todos somos miembros de una misma familia, ami-
gos y compañeros; si no por una ley convencional, por lo menos por la
naturaleza. En efecto, ante la naturaleza, la semejanza es una manifes-
tación del parentesco, pero la ley convencional, ese tirano de la humani-
dad, nos fuerza a proceder contra la naturaleza.
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idea del bien, o sea, “la capacidad de poseer, revisar y perseguir racional-
mente una concepción del bien”.[…] A pesar de las múltiples diferencias
biológicas y culturales entre los individuos, todos estamos dotados de
una misma autonomía moral que define nuestra igualdad moral […] El
segundo argumento rawlsiano a favor de la igualdad afirma la arbitra-
riedad moral de las circunstancias que rodean y afectan a las personas y
que éstas no controlan o no han podido controlar. Es el conocido argu-
mento de la rectificación del azar.
En el mismo sentido, expresa Will Kymlicka que “El igualitarismo
de Rawls supone una reacción contra el utilitarismo, pero también re-
sulta en parte un desarrollo de las intuiciones fundamentales del uti-
litarismo, y lo mismo es cierto respecto de la relación entre Dworkin y
Rawls.” [Diego Ramón Fidel. Abogado. Universidad de Buenos Aires]
Imaginario social
El imaginario social es un concepto creado por el filósofo y psi-
coanalista Cornelius Castoriadis (1922 - 1997) usado habitualmente en
ciencias sociales para designar las representaciones sociales encarnadas
I
en sus instituciones. Una de las principales obras sobre el tema es La
institución imaginaria de la sociedad de 1975. Se trata de una construcción
histórica que abarca el conjunto de instituciones, normas y símbolos
que comparte un determinado grupo social y que, pese a su carácter
imaginado, opera en la realidad ofreciendo tanto oportunidades como
restricciones para el accionar de los sujetos. De tal manera, un imagina-
rio no es una ficción ni una falsedad, sino que se trata de una realidad
que tiene consecuencias prácticas para la vida cotidiana de las perso-
nas. Se trata de la incesante y esencialmente indeterminada creación
sociohistórica de instituciones, normas y símbolos que otorgan sentido
al actuar de las personas. La realidad social, la sociedad misma, es cons-
truida “socio-imaginariamente”, es decir instituida colectivamente en
sus formas, en sus estilos, en su pensar, en su actuar y hasta en sus ma-
neras peculiares de emitir juicios. Un imaginario social es una matriz
de sentido que se otorga a los que denominamos realidad. Castoriadis
se opone a las perspectivas en boga en los años 1960 y 1970 que tendían
a pasar por alto que toda sociedad puede ser pensada como un orden
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Incompatibilidades
Las defensorías del pueblo son independientes y en consecuencia
se les impone un severo régimen de incompatibilidades. Se les exige,
por lo general, una dedicación exclusiva. Las incompatibilidades que en
general imponen los distintos estatutos que regulan las defensorías del
pueblo están establecidas, como dice Maiorano, para asegurar su inde-
pendencia en el ejercicio de sus funciones, a la vez que por razones de
consagración funcional. Las incompatibilidades se relacionan también
con la conducta moral del defensor o defensora en bien de las responsa-
bilidades que tiene a su cargo. Por lo general se señalan las siguientes:
• Incompatibilidad con el desempeño de cualquier otra activi-
dad pública.
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Informalismo (Arg.)
Esta acepción es un principio del procedimiento administrativo,
también conocido como formalismo moderado o debilitamiento de la
preclusión, que implica dispensar a los administrados de cumplir con las
formas no esenciales, es decir de aquellas que no están ligadas o exigidas
por el orden público administrativo. Esto implica que en el procedimien-
to administrativo no se utilizan las formas sacramentales que son de ri-
gor ante los órganos judiciales. Manuel María Diez describe al principio
del informalismo como uno de los aspectos fundamentales del procedi-
miento administrativo, o sea el de su carencia de formas estrictas. Este
principio es de la esencia misma del procedimiento administrativo y solo
puede ser invocado por el particular, no así por la Administración para
eludir sus facultades regladas. En ese sentido, la Procuración del Tesoro
de la Nación ha dicho que el informalismo tiende a que el administrado
pueda lograr, superados los inconvenientes formales que se presenten,
el dictado de un acto que decida las cuestiones planteadas ante la Ad-
ministración. Su aplicación impide que el particular pierda un derecho
por el incumplimiento de un deber formal, debiendo la Administración I
optar por la solución más favorable para aquel en dicho sentido. La ate-
nuación de las exigencias formales no esenciales en el procedimiento
administrativo es consecuencia del papel de colaborador que, en él, y en
principio, corresponde atribuir al administrado respecto a la gestión del
bien común atribuida a la Administración Pública. En esa inteligencia,
la Corte Suprema de Justicia de la Nación tiene dicho que el recurrente
administrativo concurre como colaborador en la elaboración de la deci-
sión administrativa aun cuando defiende sus derechos subjetivos, deri-
vando de esa categorización del particular las reglas del informalismo
y la impulsión de oficio. Además, la aplicación del rigorismo formal es
pernicioso también para la Administración, dado que puede afectar la
búsqueda de la verdad material. Las formalidades que se impongan en
el procedimiento administrativo deben ser moderadas, procurando sal-
var la juridicidad de la actuación. Este principio ha sido consagrado en
la Ley Nacional de Procedimientos Administrativos, que en su artículo
1, inciso c., autoriza la excusación de la inobservancia por los intere-
sados de exigencias formales no esenciales que puedan ser cumplidas
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Informe anual
Caracterizadas las Defensorías del Pueblo como magistraturas de
opinión, de influencia o de persuasión, en su tarea de proteger los derechos
fundamentales no es habitual que dispongan de instrumentos para,
por sí mismas, modificar o anular actos ni mucho menos normas que
los vulneren. De ahí que, sin perjuicio de la adopción de algún otro tipo
de resoluciones, desarrollen su tarea poniendo de manifiesto cuáles
son las actuaciones incorrectas, las omisiones, en fin, las circunstan-
cias que impiden la plena efectividad de los derechos fundamentales
mediante la elaboración de un documento en el que, además de dar
cuenta de su actividad, expresan de forma solemne, pública y con un
alcance general cuáles son esos obstáculos (y en su caso las deficiencias
de la actuación administrativa, si es que les corresponde supervisarla).
Dotadas más de auctoritas que de potestas, el informe anual sería la cul-
minación del ejercicio de esa primera condición. Además, con su pre-
sentación, en el caso de que orgánicamente esté vinculada a otra
institución (particularmente, al Parlamento), se cumple la función de
rendirle cuentas, lo que al tiempo determinará las particularidades for- I
males de la tramitación que se dé al informe anual, lo que obliga a con-
siderarlo no solo en el plano de la protección de los derechos sino
también en el de relaciones, controles y equilibrios entre poderes. Aho-
ra bien, no se trata estrictamente de una memoria, ligada a los princi-
pios de transparencia y acceso a la información pública, en la que
consten actividades y datos acerca de asuntos ingresados, admitidos,
resueltos y pendientes, materias a las que se refieren sus resoluciones o
cuestiones presupuestarias y de personal. No ha de ser este el conteni-
do o, mejor, no ha de ser el contenido único de los informes defensoria-
les (sin duda, constituirá un apartado significativo cuando deba
presentarlo ante una institución de la que dependa): lo que les da rele-
vancia es que versan no tanto sobre la propia defensoría sino sobre los
derechos fundamentales. Mejor, en parte tienen como objeto a la pro-
pia institución, porque sus actividades son las que permiten la elabora-
ción del informe anual, pero con ellos se pretende conocer no el “estado
de la defensoría” sino el “estado de los derechos”, en una consideración
global (aunque tiene una indudable fuerza expresiva, el informe anual
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Iniciativa Parlamentaria
(del/la Defensor/a del Pueblo)
Es el derecho concedido al gobierno, a los senadores y a los diputa-
dos, para someter a las cámaras un texto que, en caso de ser aprobado
por ellas, quedará convertido en ley. En el caso del Defensor del Pueblo,
consiste en la atribución de presentar proyectos (principalmente de
leyes) al Poder Legislativo para su eventual sanción. La delegación
de potestades legisferantes importa el establecimiento de cláusulas
constitucionales que prevean que otros poderes o personas o insti-
tuciones distintas del órgano legislativo intervengan en una función
esencial de éste. Entre los poderes, personas e instituciones que cuen-
tan con la potestad de iniciativa legislativa cabe mencionar al Poder
Ejecutivo que posee atribución para presentar proyectos de ley, pero
estos, una vez ingresados en el Parlamento, no limitan al legislador a
tener que acatar el objetivo que persigue el Poder Ejecutivo. En efec-
to, el Congreso podrá, siempre y en cualquier hipótesis, desplegar su
facultad legislativa sin ninguna traba pudiendo ratificar, rechazar, I
modificar o hasta elaborar una alternativa propia sobre la temática de
interés del Ejecutivo. El Poder Judicial cuenta con la atribución de la
iniciativa legislativa en algunas constituciones provinciales y en el de-
recho comparado, cabe destacar el ejemplo de Chile, Colombia, Bolivia
y Ecuador, en donde los organismos judiciales participan en alguna de
las instancias del proceso legislativo, tales como la iniciativa y también
al ejercer un control de constitucionalidad preventivo de las leyes. De
acuerdo a lo que explica Arias, también tiene iniciativa legislativa en
el derecho comparado, las provincias, los estados confederados o las
comunidades autonómicas, a lo cual cabe añadir la facultad de inicia-
tiva del “poder popular” de conformidad con lo establecido en el artí-
culo 39 de la Constitución Argentina en el cual se regula la iniciativa
popular. Cabe destacar que dicha potestad es concedida al Defensor
del Pueblo, siempre que la ejerza dentro de las materias propias de
su competencia, en la Constitución de Colombia (vid. art. 156, CPC)
en Ecuador (art. 145, CPE), en la Constitución Venezolana (art. 204
inc. 5 en su calidad de integrante del “Poder Ciudadano” –órgano inde-
pendiente integrado por el Defensor del Pueblo, el Fiscal General y el
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Inseguridad urbana
La inseguridad urbana se caracteriza por abarcar hechos delic-
tivos con bajo o nulo nivel de organización cometidos en ciudades o
conglomerados urbanos y por las emociones o sentimientos que des-
piertan estos hechos junto a los relatos sociales construidos en torno
a ellos. Entre los delitos urbanos o “comunes” se destacan aquellos
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Instituciones Nacionales
de Derechos Humanos (INDH)
Las Comisiones o Instituciones Nacionales de Derechos Huma-
nos (INDH) son instituciones estatales autónomas de carácter ad-
ministrativo (no son organismos judiciales ni legislativos) que, de
acuerdo a los Principios de París, son competentes en el ámbito de la
promoción y protección de los Derechos Humanos y deben disponer
del mandato más amplio posible establecido en el texto constitucional
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reflejan la diversidad de los países y regiones a los que sirven las dis-
tintas oficinas. El segundo objetivo del IIO es proteger y garantizar los
valores fundamentales de independencia, objetividad, imparcialidad
y compromiso con los derechos humanos. El IIO propicia la creación
de nuevas defensorías del pueblo y oficinas de ombudsman u ombuds-
person donde aún no existen, al mismo tiempo que apoya instituciones
que no cumplen todavía con los criterios básicos establecidos en sus
principios, pero a las que considera como una transición hacia el ple-
no cumplimiento de los principios fundamentales. En sus Estatutos
–cuyas últimas modificaciones fueron adoptadas por la Asamblea
General realizada en Wellington, Nueva Zelandia, el 13 de noviembre
de 2012– se afirma el propósito central del IIO y se formulan una se-
rie de postulados que reflejan los Principios relativos al Estatuto de
las Instituciones Nacionales para la Promoción y la Protección de los
Derechos Humanos, los Principios de París, y las Resoluciones de las
Naciones Unidas sobre la función del ombudsman/defensor del pue-
blo. El IIO cuenta con una Asamblea General compuesta por todos sus
miembros con derecho a voto, un órgano de conducción que es la Junta
Directiva, y un órgano de ejecución denominado Comité Ejecutivo. La I
Asamblea General se reúne con carácter ordinario al momento de cada
Conferencia Mundial del organismo, como mínimo cada cuatro años.
A solicitud escrita dirigida por al menos el diez por ciento (10%) de los
miembros con derecho a voto pueden convocarse reuniones extraor-
dinarias de la Asamblea General. Para obtener quórum en la Asamblea
General debe estar presente la mayoría del número total de miembros
con derecho a voto. La Asamblea General adopta decisiones trascen-
dentes para el IIO, entre ellas, la modificación de los estatutos, la acep-
tación o rechazo del monto de la cuota anual propuesto por la Junta
Directiva, y tiene la última palabra respecto de la aceptación o rechazo
de un nuevo miembro. La Junta Directiva controla, en nombre de los
miembros, el patrimonio y las actividades del IIO, y está compuesta
por: un Presidente, un Vicepresidente Primero, un Vicepresidente Se-
gundo y un Tesorero elegidos por la Junta de entre sus miembros. Un
Secretario General ex officio que deberá ser un ombudsman o defensor
del pueblo designado por la Oficina del Defensor del Pueblo de Austria
(por encontrarse su sede en ese país), previa consulta con el Comité
Ejecutivo y de acuerdo con la Junta. Además, contará con un número
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Intercultural/idad/ismo
El prefijo inter refiere a un espacio entre dos cosas, una reunión
entre dos o más elementos que es superadora porque reúne, pero
no es, ninguna de esas cosas que la antecedieron. Hace alusión a un
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Interés público
Conveniencia de la comunidad. La utilidad, conveniencia o bien de
los más ante los menos, de la sociedad ante los particulares, del Estado
ante los ciudadanos. Debe constituir el alma de las leyes y el criterio del
gobierno. Las limitaciones del dominio se fundan en el interés público
Ese mismo fundamento se encuentra en las servidumbres impuestas
por la ley; unas por evidente utilidad pública y otras en interés de los
particulares. La expropiación forzosa, el servicio militar, los impuestos
y tantas otras instituciones y medidas de gobierno no tienen otra justi-
ficación que un menor quebranto del interés privado para servicio del
interés público. La noción de interés público no puede ser analizada al
margen del nacimiento de la moderna Administración Pública. Poste-
riormente a la Revolución Francesa, el proceso de institucionalización
política que se produce como reacción al absolutismo pone fin a la con-
centración del poder, distribuyendo su ejercicio en órganos diferentes.
Esta es la labor que cumplió el constitucionalismo a través del Estado
Moderno Constitucional: transformar la monarquía, fundado en la per-
sona del rey, en una organización objetiva de la sociedad y del gobierno, I
denominada Estado. La inédita sujeción de la administración al dere-
cho significó un esfuerzo para equilibrar la fórmula: autoridad-potestad
con libertad-derechos subjetivos. En la alternativa autoridad-libertad
se escoge esta última bajo los presupuestos de que la noción de interés
público, fundada en los valores del liberalismo, reconoce una esfera de
libertad integrada por un grupo de derechos individuales que impuso
un límite y sumisión a la actividad estatal. El concepto de interés públi-
co elaborado bajo los presupuestos del Estado Liberal se opondrá a toda
intervención del Estado en la esfera superior de derechos individua-
les protegidos, considerará como obligación esencial de la autoridad
conservar el orden público, el resguardo de la seguridad exterior y el
cabal cumplimiento de la ley. A partir del último cuarto del siglo XIX,
los excesos que impuso el liberalismo en Europa Occidental y su falta
de respuesta a los desafíos de la Revolución Industrial ejercieron una
influencia tal que el Estado Liberal va a devenir en un Estado Social,
el cual postulará que el individualismo era una etapa superada en la
cultura jurídico-política de Occidente, por ser incapaz de solucionar
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Jurisdicción
Jurisdicción deriva de la expresión latina iuris dictio que significa
decir el derecho, se designa así a la administración de justicia. En senti-
do estricto es la función pública de administrar justicia, emanada de la
soberanía del Estado y ejercida por un órgano especial, cuya finalidad
es la realización o declaración del derecho y la tutela de la libertad indi-
vidual y del orden jurídico, mediante la aplicación de la ley en los casos
concretos. Debido al uso indebido de la palabra jurisdicción es necesa-
rio diferenciarla de la competencia que es la facultad de cada juez para
ejercer la jurisdicción en determinados asuntos (materias) y dentro de
cierto territorio. La sociedad para resolver sus conflictos puede recurrir
a varios métodos en el sistema democrático, por ejemplo el voto, nego-
ciación, acuerdos extracontractuales, arbitraje como en las relaciones
internacionales, conciliación como en las controversias laborales. El
método por excelencia es la vía judicial a través del actuar de los tribu-
nales tanto unipersonales como colegiados que despliegan su actividad
J
jurisdiccional, lo cual implica: establecer los hechos controvertidos,
definir e interpretar las normas de derecho aplicables y crear nuevas
normas de ser necesario (individuales aplicables al caso en cuestión). El
descubrimiento de la norma base para la resolución de la controversia
no es simple, muchas leyes son ambiguas por lo que los jueces interpre-
tan la legislación social en sentido amplio y la penal en sentido estricto
(delitos tipificados en el Código Penal). Los jueces se hallan sometidos
a múltiples influencias: las costumbres de la comunidad, los principios
éticos predominantes, los dictados de la lógica, el peso de la historia y
las consideraciones de utilidad y conveniencia. También por los otros
juristas, críticas de colegas eruditos; aun así se impone la naturaleza
del derecho que implica uniformidad, imparcialidad, coherencia lógica
y estabilidad. Antropológicamente, al decir de Ricardo Haro:
El derecho, como todo hecho cultural, debe partir del hombre y regresar a
él para ayudarlo en su realización individual y social. Para ello, la sociedad,
el Estado, el poder político, la Constitución, el gobierno y, en nuestro caso,
la jurisdicción y la competencia, no son temas que se agoten exclusivamen-
te en un puro tecnicismo, sino que solo encuentran sentido y “razón de
ser” en la medida en que cumplan la función de servir al hombre para que,
como decía Mc Ilwain, logre realizar el sagrado derecho de ser hombre.
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atribución del poder político, uno central o nacional y otro local o provin-
cial, por lo que la jurisdicción federal o provincial según es ejercida en el
orden institucional federal o provincial respectivamente. Por su parte, la
jurisdicción contenciosa requiere la presencia de la contienda, el conflicto
de intereses entre dos o más partes, la lucha de las partes para que sus
derechos prevalezcan por sobre los de los otros, pretensiones jurídicas en-
contradas; y la jurisdicción voluntaria supone la inexistencia de conflicto
actual de intereses entre partes, el Estado despliega su actividad jurisdic-
cional para completar, aprobar, dar eficacia y seguridad a algunos actos
de los particulares en los que no existe actividad litigiosa. Al ser una decla-
ración producto de la actividad jurisdiccional del Estado “en cierto modo
en una actitud fedataria, aseguración o aseveración de la verdad, certeza
o genuinidad de un acto pasado por ante el tribunal, y también porque esa
clase de asuntos puede eventualmente transformarse en contenciosos…”,
según Ricardo Haro. Por su parte, el Código Civil y Comercial Argentino
aprobado por Ley N° 26994, art. 2601, contempla la resolución de contro-
versias internacionales por parte de los “jueces argentinos no mediando
tratados internacionales y en ausencia de acuerdo de partes en materias
disponibles para la prórroga de jurisdicción”. Se reafirma el criterio en J
cuanto a la primacía de la fuente internacional por sobre la interna (art. 75
inc. 22 Constitución Nacional). Es destacable el avance logrado en la legis-
lación argentina en materia de jurisdicción a partir del Código Civil y Co-
mercial de la Nación de Argentina, especial mención merece el art. 2610,
Capítulo 2. Jurisdicción Internacional –que tomando como fuentes y an-
tecedentes: arts. 3 y 4 del Protocolo de Cooperación y Asistencia Jurisdic-
cional en Materia Civil, Comercial, Laboral y Administrativa, Las Leñas;
art. 17 de la Convención sobre Procedimiento Civil, La Haya– preserva la
igualdad de trato para acceder a la jurisdicción y dice:
Los ciudadanos y los residentes permanentes en el extranjero gozan del
libre acceso a la jurisdicción para la defensa de sus derechos e intereses,
en las mismas condiciones que los ciudadanos y residentes permanen-
tes en la Argentina. Ninguna caución o depósito, cualquiera sea su de-
nominación puede ser impuesto en razón de la calidad de ciudadano o
residente permanente en otro Estado. La igualdad de trato se aplica a las
personas jurídicas constituidas, autorizadas o registradas de acuerdo a
las leyes de un Estado extranjero.
[Silvia Beatriz Ciavelli. Docente de la Universidad de Buenos Aires]
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Justicia
Vulgarmente el vocablo justicia se identifica con la virtud que incli-
na a obrar y a juzgar teniendo como guía la verdad y dando a cada uno lo
que le pertenece. El concepto también es utilizado para referirse a aque-
llo que es adecuado, que no falta ni sobra, y en tal caso, da lugar a expre-
siones tales como “una cantidad justa, el tiempo justo, la comida justa,
un talle justo, etc.”. En un sentido ético, la justicia es una cualidad o exi-
gencia, que excede la capacidad para dirimir entre lo bueno y lo malo.
No obstante, cuando algo es apreciado “justo”, da cuenta que ha sido
considerado como algo moralmente bueno. En general, lo “moral” im-
plica por definición la presencia de “voluntad humana, intención o vir-
tud”. Es decir, que ni los animales ni las cosas pueden ser justas dada la
inexistencia de voluntad humana o intención. Sin embargo, cuando se
habla de justicia, es característico que también se designen como justas,
relaciones, estructuras e instituciones creadas por los hombres, consti-
tuyéndose en una idea más omnicomprensiva del término. Bajo estas
consideraciones es que se habla de una persona justa, pero también de
una decisión justa, de una situación justa, de un salario justo, de un Es-
tado justo, etcétera. En este sentido decimos que la justicia denota, así,
una correcta asignación o distribución, dado que la justicia es conside-
rada siempre en referencia a algo: “Dar a cada uno lo suyo”. La justicia es
considerada en relación con aquello que me pertenece a mí y aquello que
le pertenece a otro. La correcta distribución entre esto y aquello es justa.
Se refiere a aquello que es atribuible como derecho, como aquello que
me es propio, como una pretensión justificada en razón de algo. En un
sentido jurídico, la justicia es entendida como uno de los valores que
inspiran la creación del derecho, y como aquel ideal que se expresa en la
concordancia con la ley. No obstante, esta última afirmación, admite di-
ferentes opiniones doctrinarias. En un sentido institucional, se habla de
justicia como el término que alude al Poder judicial, es decir al órgano
encargado de la administración del servicio justicia. La justicia también
ha sido definida como el recto proceder conforme a derecho y razón. O
también como el mismo derecho y la propia razón, en su generalidad.
En este sentido se ha sostenido durante mucho tiempo que justicia y
Derecho debieran ser términos sinónimos, aunque no lo fueran en los
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Justicia restaurativa
La complejidad de las relaciones humanas y de los espacios de
convivencia convocan a las Defensorías del Pueblo –en tanto institu-
ciones protectoras de los derechos humanos– a mantener en continua
revisión a sus prácticas. Las demandas actuales de la sociedad ponen
en cuestión a muchas nociones preconcebidas y obligan a generar es-
pacios de conocimiento y de comprensión que garanticen el efectivo
acceso a la justicia mediante la articulación de un enfoque interdisci-
plinario y en correspondencia con las necesidades reales de las perso-
nas. Esta es la dinámica institucional que reconstruye los espacios de
equidad ciudadana y que se preocupa por el establecimiento de nuevas J
formas de abordaje de los conflictos interpersonales que conduzcan a
verdaderas soluciones que comprometan y satisfagan a las partes y a la
sociedad toda. La justicia restaurativa –instrumento clave de esta estra-
tegia igualitaria y reparadora– ha comenzado a permear la normativa
nacional e internacional y tiende a intensificar su presencia en lo cul-
tural penal, en lo comunitario y en las prácticas profesionales. La insa-
tisfacción o la frustración con el sistema de justicia formal, o también
la confrontación con actitudes refractarias que se apoltronan en la pre-
servación de las prácticas del derecho consuetudinario y en los hábitos
tradicionales de la justicia, han dado lugar –por contraposición– a un
cúmulo de respuestas alternativas e innovadoras para el tratamiento
adecuado de los desórdenes sociales. Muchas de estas opciones propor-
cionan a las partes involucradas, y a menudo también a la comunidad
cercana, la oportunidad de participar activamente en la resolución de
los conflictos y sus consecuencias. Estas metodologías contribuyen al
respeto de la diversidad social y cultural y promueven prácticas co-
munitarias responsables. Tanto las formas de justicia restaurativa ya
establecidas, como los nuevos abordajes de conflicto desde el enfoque
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Legitimación procesal (Arg.)
Dilucidar la cuestión relativa a la legitimación procesal del actor
constituye un presupuesto necesario para que exista un caso o contro-
versia judicial. Sabemos que, en general, la justicia no procede de ofi-
cio y solo ejerce jurisdicción a instancia de parte. La existencia de
legitimación procesal –entendida como la aptitud para ser parte en un
determinado proceso– está dada por la titularidad activa o pasiva de la
relación jurídica sustancial controvertida en el pleito. La legitimación
para obrar (activa o pasiva), no es otra cosa –según Alsina– que la de-
mostración de la existencia de la calidad invocada, que es activa cuan-
do se refiere al actor y pasiva cuando se refiere al demandado. Otros
procesalistas la definen como la cualidad que tiene una persona para
reclamar respecto de otra por una pretensión en el proceso y su ausen-
cia se produce, precisamente, cuando la o las personas que se presen-
tan en el proceso no son aquellas que la ley faculta para ejercer la
acción. También como la aptitud de un sujeto o de una pluralidad de
sujetos para postular proveimientos en determinado proceso, proce-
dimiento, tramos o aspectos de los mismos. La legitimación para B
L
obrar, en general, hace referencia a la titularidad del derecho que se
ejercita en el proceso y constituye un presupuesto esencial para la ad-
misión de la acción. Por eso destacamos el pensamiento del procesalis-
ta uruguayo Eduardo Couture, quien se preguntaba: ¿Qué es, pues,
la legitimación procesal? Expresado en las palabras más sencillas, es la
posibilidad de ejercer en juicio la tutela de un derecho. El ordenamien-
to jurídico contempla casos de legitimación anómala o extraordinaria,
que se caracterizan por el hecho que se habilita para intervenir en el
proceso a personas ajenas a la relación jurídica sustancial en disputa.
En estos casos, se produce una disociación entre los sujetos legitima-
dos para demandar, y el grupo o los destinatarios efectivos de la tutela
pedida al órgano jurisdiccional. En la República Argentina, en el año
1994 se modificó parcialmente la Constitución Nacional. Entre aque-
llas reformas, y en referencia a la legitimación procesal del Ombudsman,
cabe destacar lo que plasman sus artículos 86 y 43. El primero de ellos
establece que el Defensor del Pueblo tiene legitimación procesal,
mientras que el artículo 43 dispone que el afectado, las asociaciones de
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Libertad de expresión
La libertad de expresión constituye una nota fundamental del
estado de derecho como así también de la vida democrática. Bidart
Campos la define como:
… el derecho a hacer público, a transmitir, a difundir y a exteriorizar un
conjunto de ideas, opiniones, críticas, imágenes, creencias, etc. A través
de cualquier medio: oralmente, mediante símbolos y gestos, en forma
escrita, a través de la radio, el cine, el teatro, la televisión, etc.
Dicho en otros términos, la democracia moderna no solo supone,
sino que exige la participación de todos sus habitantes. Para que ello
no sea tan solo un postulado normativo sino un elemento afianzado,
es necesario que exista libertad de expresión como un factor medular
para la generación de debate público o, citando los conceptos del juez
William Brennan en la sentencia “New York Times versus Sullivan”, es
necesaria la libertad de expresión para la existencia de un debate pú-
blico “abierto, desinhibido y robusto”. La importancia de este derecho
fue receptada en la Revolución Francesa y en la Revolución de Filadel-
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diccionario de las defensorías del pueblo
fia, los hechos más importantes del siglo XVIII en el pensamiento libe-
ral moderno. En tal sentido, la Declaración Universal de los Derechos
del Hombre y del Ciudadano en su artículo 11 expresa que: “La libre
comunicación de ideas y opiniones es uno de los derechos más precio-
sos del hombre”. Asimismo, el artículo 16 del mencionado instrumento
dispone que: “Toda sociedad en la cual la garantía de los derechos no
está asegurada, ni la separación de los poderes terminada, carece de
Constitución.” En sentido concordante Sabsay expresa que lo dicho
responde a dos contenidos fundamentales del Estado de Derecho que
se encuentran vinculados entre sí; por un lado, la libertad de expresión
entendida desde una concepción amplia, comprensiva del intercambio
de información en los más variados terrenos, del conocimiento, de las
diferentes expresiones de cultura, ideas y demás. Ello permitirá que lo
expresado en el segundo artículo transcripto se haga realidad. La li-
bertad de expresión apuntala y mantiene vigente el Estado de Derecho
proyectándose por un lado hacia la esfera individual, permitiendo el
intercambio de opiniones y saberes como así también el intercambio
de información en sus más diversas variables y tipos. Por el otro lado,
y respondiendo a la órbita colectiva, está vinculado con la vigencia del B
L
sistema democrático en su conjunto. En este orden de ideas, la Corte
Interamericana de Derechos humanos se ha manifestado al respecto
en el caso “Stephan Schimdt” (OC/5/85) en donde dispuso que
… cuando se restringe la libertad de expresión de un individuo, no solo es
el derecho de ese individuo el que está siendo violado, sino también el de-
recho de todos de recibir informaciones e ideas
. Seguidamente, agregó que
… se ponen así de manifiesto las dos dimensiones de la libertad de expre-
sión. En efecto esta requiere, por un lado, que nadie sea arbitrariamente
menoscabado o impedido a manifestar su propio pensamiento, pero im-
plica también un derecho colectivo a recibir cualquier información y a
conocer la expresión del pensamiento ajeno.
Ahora bien, no debe perderse de vista que, ante la inexistencia
de derechos absolutos, decidir los conflictos que involucren la liber-
tad de expresión puede transformarse en una tarea sumamente difí-
cil, máxime si se tiene en consideración que en reiteradas ocasiones
los autoritarismos pretenden limitarla arbitrariamente. En cada caso
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Libertad de prensa
Esta expresión es caracterizada por el Derecho Internacional
como aspecto fundamental para el ejercicio de la libertad de expre-
sión, junto a la libertad de información. La expresión libre de ideas,
opiniones e informaciones se apoya en la libre divulgación, ampara-
da en el derecho a la difusión. El término forma una red conceptual y
práctica junto a otros derechos vinculados a su ejercicio y es producto
de un desarrollo histórico que consagra a la información como un de-
recho universal. Damián Loreti, entre otros, sostiene que el derecho a
la información es un concepto más amplio, que resulta de un proceso
de evolución histórica y jurídica, que integra la libertad de prensa, de
expresión y de comunicación. José María Desantes postula en este sen-
tido diferentes etapas respecto a la libertad y la información, de acuer-
do a los diferentes sentidos que adquiere su articulación. Si bien la
noción de libertad de expresión y las tensiones en relación con su ejer-
cicio pueden rastrearse en la antigüedad a través de diferentes siste-
mas de comunicación, su limitación se evidencia fuertemente a partir
de la invención de la imprenta. Las monarquías absolutistas detentan
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Libertad y libertades
La libertad constituye un término que no solo tiene relevancia
desde el punto de vista jurídico, sino que tiene enorme trascendencia
filosófica, política e histórica. Por libertad, en su sentido más amplio,
se entiende la facultad de cada individuo de pensar, sentir y obrar de
acuerdo a su propia voluntad, autónomamente determinada, sin estar
sujeto a condicionamiento externo alguno. En una primera aproxi-
mación, podemos decir que la antítesis de la libertad, como ausencia
absoluta de ella, es la esclavitud. Sin embargo, decir que un hombre
es libre cuando no es esclavo no es suficiente. Desde el punto de vis- B
L
ta filosófico, se ha entendido la libertad como un atributo inherente
a la naturaleza humana (Thomas Hobbes, John Locke, Jean-Jacques
Rousseau). Esta idea de libertad como valor inherente al ser humano
fue plasmada en distinto textos con valor jurídico, como la Declaración
de la Independencia de los Estados Unidos (1776), y la Declaración de
los Derechos del Hombre y el Ciudadano adoptada en el marco de la
Revolución Francesa (1789) cuyo artículo 1 reconoce que “todos los
hombres nacen y permanecen libres...”. Más contemporáneamente
el artículo 1 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos
(1948) expresa que “todos los seres humanos nacen libres”. La liber-
tad es consagrada en la mayoría de los instrumentos internacionales
de derechos humanos y en las constituciones latinoamericanas como
un derecho fundamental, que puede ser definido como la posibilidad
de los individuos de obrar o no según su parecer o su voluntad, sin
ser obligado a ello ni tampoco encontrar impedimentos para hacerlo.
Como cualquier otro derecho, la libertad no es absoluta, sino que está
sujeta a reglamentación, la que debe ser razonable y concretada me-
diante una ley en sentido formal, es decir, emanada del órgano que
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Manifestación
La manifestación pública es una de las modalidades de ejercicio
del derecho humano a la libertad de expresión y del derecho de reu-
nión. Su finalidad es el “intercambio o exposición de ideas, de la de-
fensa de intereses o de la publicidad de problemas o reivindicaciones”.
Por este motivo, el derecho a manifestarse se encuentra ampliamente
protegido por el Sistema Universal de Protección de Derechos Huma-
nos tanto como por el Sistema Interamericano de Derechos Humanos.
En el ámbito internacional el derecho a manifestarse se encuentra
protegido por el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos
(PIDESC, arts. 19 y 21) y por la Convención Americana de Derechos
Humanos (CADH, arts. 13 y 15) entre otros instrumentos de derechos
humanos. En tanto modalidad de ejercicio del derecho a la libertad de
expresión, el derecho a manifestarse cuenta con la misma jerarquía y
protección que el sistema otorga a ese derecho. La Corte IDH ha consi-
derado que la libertad de expresión es:
… una piedra angular en la existencia misma de una sociedad democrá-
tica. Es indispensable para la formación de la opinión pública. Es tam-
C
M
bién conditio sine qua non para que los partidos políticos, los sindicatos,
las sociedades científicas y culturales, y en general, quienes deseen in-
fluir sobre la colectividad puedan desarrollarse plenamente. Es, en fin,
condición para que la comunidad, a la hora de ejercer sus opciones, esté
suficientemente informada. Por ende, es posible afirmar que una socie-
dad que no está bien informada no es plenamente libre.” (Corte IDH,
Opinión Consultiva 5/85. La colegiación obligatoria de periodistas)
En esa misma dirección, la Relatoría especial para la libertad de ex-
presión manifestó que “el intercambio de ideas y reivindicaciones socia-
les como forma de expresión, supone el ejercicio de derechos conexos,
tales como el derecho de los ciudadanos a reunirse y manifestar, y el de-
recho al libre flujo de opiniones e información.” Todos estos derechos se
constituyen como “elementos vitales para el buen funcionamiento del
sistema democrático…”. Tal como lo sostiene la Corte IDH, la libertad
de expresión resulta esencial en el desarrollo de los sindicatos y en la
protección de los derechos laborales. En este aspecto, es preciso consi-
derar que existe un derecho “de los trabajadores y sus organizaciones
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diccionario de las defensorías del pueblo
Manipulación informativa
En ciencias sociales, como se aprecia en la tercera acepción del tér-
mino del Diccionario de la RAE, “manipular” tiene una connotación ne-
gativa. La manipulación informativa va unida al ejercicio del poder
desde sus orígenes si bien su desvaloración no se generaliza hasta que la
Ilustración desvela que el pensamiento del pueblo no es libre sino distor-
sionado por el engaño deliberado del clero y de la nobleza, para preservar
sus privilegios e intereses, idea retomada y ampliada por Karl Marx
(ideología como visión deformada de la realidad) y por la Escuela de
Fráncfort, y especialmente por Herbert Marcuse, para quien la alianza
entre los poderes políticos y económicos logra adormecer a la población
y uniformizarla bajo patrones de consumo. El uso de la manipulación M
informativa se acrecienta con los medios de comunicación de masas,
cuando el poder se sirve de estos como principal instrumento de legiti-
mación, habida cuenta de la imposibilidad de lograr adhesión solo con
la fuerza física. Quien manipula pretende conscientemente deformar la
realidad de los hechos, negando que lo hace, engañando así doblemente
a la ciudadanía y condicionando sus actos para obtener un beneficio,
para sí o para otro. Se desvirtúa así la función de servicio e intersubjeti-
vidad que debería predicarse de toda comunicación rectamente enten-
dida, para convertirse en instrumento de pura dominación. La
manipulación informativa atenta contra la democracia, entendida como
participación de la ciudadanía en los asuntos públicos, ya que condicio-
na sus decisiones (entre ellas el voto), las cuales, para ser auténticamente
libres, deben basarse en informaciones veraces y no falseadas. Rompe
además la relación de confianza entre gobernantes y gobernados. La
manipulación informativa atenta también contra los Derechos Huma-
nos, en tanto utiliza a las personas como instrumentos al servicio de fi-
nes ajenos a ellas, vulnerando su dignidad, y condiciona, por medios
sutiles pero eficaces, el ejercicio de su libertad, tanto en sentido negativo
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diccionario de las defensorías del pueblo
imponer a los medios los temas que estos deben tratar. Habida cuenta de
la naturaleza intrínsecamente inmoral de toda manipulación informati-
va, sorprende el escaso desarrollo de normas que sancionen el fenóme-
no, más si consideramos que en los últimos años se constata en todo el
mundo una progresiva pérdida de calidad de la información periodísti-
ca, causada por una mayor dependencia de los medios de los intereses
económicos: muchos han sido comprados por empresas ajenas al perio-
dismo (y que por tanto desconocen los valores propios del mismo, que no
son primariamente mercantiles) y la creciente competencia les empuja a
presentar las noticias de forma sectaria (para fidelizar públicos conven-
cidos) o llamativa (para conseguir nuevos públicos). Como en democra-
cia el poder político es mudable, hoy no se manipula tanto para contentar
a este como para ganar dinero o favorecer que otros lo ganen. El mayor
desarrollo normativo se encuentra en los códigos deontológicos del pe-
riodismo, que suelen incluir entre los deberes de la profesión informar
sin “distorsiones” (UNESCO) o sin “distorsión malintencionada” (Fede-
ración Internacional de Periodistas) y no “ocultar la realidad de los he-
chos” (Consejo de Europa). Sin embargo, se trata de normas relativas,
pues su control queda en manos, en el mejor de los casos, de la autorre- M
gulación, la cual ha dado escasos frutos en la práctica, salvo algunas ex-
cepciones interesantes en países anglosajones y del norte de Europa, no
por casualidad los que figuran entre los de mayor calidad democrática
del mundo. Desde el punto de vista jurídico, en la práctica no existe toda-
vía un derecho del público a exigir que la información difundida por los
medios no sea manipulada, y ello pese a que muchas Constituciones re-
conocen expresamente el derecho universal a recibir información veraz.
La razón es que persiste todavía la concepción clásica liberal e individua-
lista en cuya virtud la información es libre, un derecho y no un deber, y
cualquier control de los medios (salvo que estos afecten al honor o a
la intimidad de personas concretas) pone en riesgo (“efecto desalien-
to”) la libertad de expresión y por tanto debe evitarse. Esta concepción
olvida que los medios ejercen un poder real y que todo derecho tiene lí-
mites y conduce a una democracia y a unos derechos humanos empo-
brecidos. Especialmente en el ámbito audiovisual, donde la manipulación
informativa es más perniciosa, en algunos países se están ensayando
fórmulas novedosas de control, normalmente en manos de autoridades
independientes, logrando algunos resultados, que revelan la falsedad del
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colección institucional
Mediación
Más que una definición con precisiones técnicas se podría decir, de
modo coloquial, que la mediación –como método para alcanzar la justi-
cia– es la acción de un tercero que contribuye, en el marco de un proceso,
con quienes se encuentran involucrados en un conflicto para buscar sa-
lidas consensuadas, transformar las historias y mejorar las relaciones.
Los múltiples escenarios en los que se manifiestan los diferendos requie-
ren de mecanismos que podrían enmarcarse en la necesidad de poten-
ciar espacios propicios para encauzar la conflictividad. Se cuenta con
diversos antecedentes de los modos originarios de resolución de conflic-
tos. Sus orígenes han sido tan remotos que podríamos afirmar –sin po-
sibilidad de caer en generalizaciones ampulosas– que todas las
sociedades (tanto en sus facetas institucionales, como en las prácticas
sociales comunitarias) han tenido figuras que ejercieron este rol del ter-
cero. Incluso, algunas de las personas que llevaron adelante esta tarea
han tenido un lugar preponderante en la estructura social, debido a su
legitimidad y respeto, que la misma función implicaba como representa-
ción social. La cultura de la paz ha encontrado en la mediación un instrumen-
to de acción y un remedio contra la violencia que le ha permitido incorporar
esta institución para trabajar en la prevención, gestión y manejo de las
diferencias que se manifiestan en la conflictividad comunitaria, fami-
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colección institucional
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diccionario de las defensorías del pueblo
Medidas cautelares
La palabra “cautelar” se deriva del vocablo latín “cautela”, que signi-
fica prevenir y evitar. La historia de las medidas cautelares se remonta al
derecho romano en el que existían figuras tales como la cautio, la missio
in possessionem, la sequestratio o depósito apud sequestrem. Son medidas pro-
cesales que pueden ser interpuestas con anterioridad o posterioridad
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Medios de comunicación
Instrumentos de producción, transmisión y circulación de signi-
ficados, tecnológica y socialmente determinados. Sistema que tiene
por función la transmisión de mensajes. Conjunto de estrategias efi-
caces para comunicar que adopta una sociedad. Anteceden y exceden
a los medios contemporáneos impresos y electrónicos de difusión
masiva. Entendidos como lugares de producción y reproducción del
sentido, son portadores de mensajes que circulan en un mercado de
discursos. Se entiende como medio de comunicación a toda gestión
del contacto a través de un conjunto de dispositivos técnicos. En este
sentido, los medios son dispositivos tecnológicos de producción-
reproducción de mensajes que articulan una tecnología de la comu-
nicación a ciertos usos sociales, en un contexto histórico específico.
Medios técnicos que permiten que la información sea fijada o preser-
vada a través de diferentes mecanismos de almacenamiento y repro-
ducción. Son generadores de intercambios de productos simbólicos,
que implican un distanciamiento y una codificación. La comunica-
ción mediatizada rompe las coordenadas espacio-temporales dando M
lugar a nuevas formas de interacción social. Son centrales en la vida
pública, en tanto institución social que ha ocupado el espacio de otras
en la construcción de mecanismos de identificación y marcos de re-
ferenciación. Las narrativas mediáticas configuran las relaciones
entre los individuos y permiten significar el mundo y comprenderlo.
Ponen en circulación valores culturales, construyen relaciones entre
lo público y lo privado a través de representaciones simbólicas. Son
matrices de sociabilidad; poseen una dimensión colectiva que impli-
ca una congregación en tiempo real y virtual como espacio simbólico
de reunión de la comunidad. En tanto vehiculizan representaciones
sociales se convierten en escenario de entrecruzamiento de redes de
poder. Son modeladores de la experiencia. Proporcionan referencias
para la conformación y reproducción del sentido común. Visibilizan,
operan en la construcción de sentidos sociales opacando e iluminan-
do diferentes zonas de realidad social. Construyen los acontecimien-
tos para su mediatización. Proyectan imaginarios. Desde sus filtros
reestructuran las formas de conocer y percibir el mundo. Los medios
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Migraciones
Concepto asociado al movimiento, traslado y circulación de perso-
nas o grupos de personas dentro de un Estado, en sus límites adminis-
trativos, como también con respecto al cruce de fronteras
internacionales. Las corrientes migratorias registradas desde Europa
hacia el continente americano durante el siglo XX es un ejemplo de mo-
vimiento migratorio masivo de personas trasladándose por razones de
subsistencia o escapando de situaciones belicosas. Durante el siglo XXI,
las corrientes migratorias masivas internas como externas se han con-
vertido en un tema central en materia política, económica, y social en el
mundo. A raíz de procesos de globalización acelerada, en materia eco-
nómica, como también en la persistencia de conflictos armados y deses-
tabilización social sobre todo en el Oriente Medio, Sudeste Asiático,
Norte y Cuerno de África y América Central, los movimientos migrato-
rios actuales tienen un carácter conjunto que es la búsqueda de mejores
condiciones de vida, incluyendo estabilidad económica y seguridad ga-
rantizada. Considerando la definición técnica de este concepto dentro
del sistema regulatorio del Derecho Internacional, la Organización In-
ternacional para las Migraciones lo definió en el año 2002 como el “mo-
vimiento de población hacia el territorio de otro Estado o dentro del
mismo que abarca todo movimiento de personas sea cual fuere su ta-
maño, su composición o sus causas; incluyendo migración de refugia-
dos, personas desplazadas, personas desarraigadas, migrantes
económicos”. Dentro de esta definición, cabe destacar que existe una
diferencia conceptual y legal en cuanto a la migración interna o el des-
plazamiento cruzando fronteras internacionales, como también el ca-
rácter administrativo de este desplazamiento ya sea de manera regular
(documentación en forma) o irregular (documentación no válida).
Como estipula la Organización Internacional para las Migraciones, el
movimiento de personas dentro de un mismo país para establecer nue-
va residencia de manera temporal o permanente corresponde a migra-
ción interna. Las razones por las cuales el desplazamiento interno
ocurre pueden ser variadas. Si tomamos el caso de América Central o el
Cuerno de África, los desplazamientos internos pueden variar por cues-
tiones económicas y sociales en el primer caso (migración rural-urbana,
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colección institucional
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Migrantes
Se entiende por migrante a toda persona que se traslada fuera
de su lugar de residencia habitual, ya sea dentro de un país o a través
de una frontera internacional, de manera temporal o permanente, y
por diversas razones. Si bien es irrelevante la situación jurídica de la
persona, el carácter voluntario o involuntario del desplazamiento, las
causas, la duración de la estancia o si se trata de un movimiento inter-
no en un Estado o externo, se pueden distinguir distintas categorías
de migrantes, cada una con un régimen jurídico propio: (i) Los traba-
jadores migrantes son aquellas personas vinculadas a una actividad
remunerada en un Estado del que no son nacionales; (ii) Los refugia-
dos son aquellos que debido a temores fundados de ser perseguidos por
motivos de raza, religión, nacionalidad, pertenencia a determinado
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cia y el valor de las personas extranjeras para toda sociedad. [Silke Mayra
Arndt. Defensora del Pueblo Adjunta de la Defensoría del Pueblo de la Ciudad
Autónoma de Buenos Aires]
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Minorías
M
En la actualidad no existe un concepto de minorías de general
aceptación, fundamentalmente por la falta de consenso sobre los ele-
mentos que deben conformar dicha concepción, así como por los gru-
pos que la integran. En término generales, dichos grupos se originan
por la diversidad de opiniones, preferencias, inclinaciones y perspec-
tivas, identificándose por cierta manera de pensar, por sus usos, cos-
tumbres, religión, lengua o dialecto, inclinaciones sexuales, proyectos
de vida social, familiar, profesional, laboral, etcétera, diferenciados
del grupo mayoritario. El Derecho Internacional, aunque aún no con-
cuerda una conceptualización en algún instrumento internacional,
ha tenido avances poniendo el foco en la protección de su existencia e
identidad como grupos sociales carentes de reconocimiento, respeto y
protección. El auge del reconocimiento del estatuto jurídico de las mi-
norías se debe, primero, al progresivo reconocimiento de las minorías
religiosas que siguió a la Paz de Westfalia (1648) y después, al reaco-
modo territorial tras la constitución y posterior disolución del Impe-
rio Austrohúngaro (1867-1919). En efecto, los esfuerzos de los grupos
no dominantes por preservar sus diferencias culturales, religiosas o
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colección institucional
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diccionario de las defensorías del pueblo
que los identifican y los distinguen del resto de la población del Estado
donde se encuentran; c) Otro elemento en común se refiere a la ciuda-
danía de los integrantes de los grupos minoritarios. Sin embargo, cierta
parte de la doctrina rechaza este requisito; d) Otra característica propia
del término es la inferioridad o dependencia, la vulnerabilidad especial
o la situación no dominante de las minorías ante el resto de la pobla-
ción o bien frente al Estado en donde se encuentren localizadas. Dicho
elemento consiste en el peligro de desprotección en el que se encuen-
tran los miembros del grupo diferenciado frente a discriminaciones que
les impiden de hecho ser titulares y gozar de sus derechos humanos en
igualdad de condiciones que las del resto de la población. e) Un último
elemento que se puede desprender de las anteriores definiciones, es la
voluntad del grupo de conservar esas características propias, que los
distingue del resto de la población del Estado donde se localizan. A pesar
de que en el ámbito internacional no existe consenso respecto a un con-
cepto de minorías y por tanto no se encuentra incorporado en ningún
instrumento internacional universal, existen diversas fuentes jurídicas
internacionales que sí lo contemplan. Es así como la Corte Permanente
de Justicia Internacional, en opinión sobre la interpretación del término M
“comunidad”, contenido en el Convenio entre Grecia y Bulgaria, relativo
a la emigración voluntaria de las poblaciones greco-búlgaras, expresó
que por comunidad debe entenderse:
… un grupo de personas en determinado país o localidad, que poseen
una raza, religión, lengua y tradiciones propias y unidos por esta iden-
tidad de raza, religión, lengua y tradiciones en un sentimiento de soli-
daridad, con vistas a preservar sus tradiciones, manteniendo su forma
de culto, asegurando la instrucción y educación de sus hijos de acuerdo
con el espíritu y tradiciones de su raza y prestándose mutua asistencia.
El dictamen, sin mencionar a las minorías de manera precisa, hace
referencia a algunos de los elementos a considerar para la formulación
de su concepto: la presencia de rasgos característicos comunes (len-
gua, religión y tradiciones) y la voluntad del grupo de mantener esas
características propias. Por otra parte, el Comité de Derechos Huma-
nos de la ONU en la Observación General N° 23 sobre el artículo 27 del
Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, dispone que por
minoría se debe entender “aquel grupo de personas que comparten en
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colección institucional
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diccionario de las defensorías del pueblo
Movimientos sociales
Los movimientos sociales son acciones sociopolíticas construidas
por actores sociales colectivos pertenecientes a distintas clases y capas
sociales, articuladas en ciertos escenarios de la coyuntura socioeco-
nómica y política de un país, que generan diferentes polos de fuerza
social y política en la sociedad civil. Participan en los procesos socia-
les y políticos de un país en forma directa o indirecta contribuyendo a
la transformación de la sociedad, teniendo tanto carácter progresista
como conservador o reaccionario dependiendo los proyectos políticos
a que contribuyan sus acciones. Como dice Manuel Castells, “los movi-
mientos sociales pueden ser socialmente conservadores, socialmente
revolucionarios, ambas cosas a la vez o ninguna…”. Se pueden señalar
también otros aspectos al definirlos como actores políticos colectivos
que crean significados y discursos con el objetivo de desafiar los dis-
cursos sociales dominantes y exponer una forma alternativa de definir
e interpretar la realidad y en base a ello movilizar a sus miembros. La
acción colectiva va a ser posibilitada a partir de al menos tres aspectos:
la definición de ciertas realidades y condiciones sociales como injus- M
tas; la construcción de una identidad colectiva, un “nosotros” frente a
un “ellos”, que asuma la voluntad de cambio, y el proceso de conven-
cimiento de sus miembros y futuros miembros de que a través de la
acción colectiva es posible conseguir los objetivos propuestos. La hete-
rogeneidad constituye uno de los aspectos principales del fenómeno de
los movimientos sociales; los hay urbanos, rurales, con distintos objeti-
vos y/o propósitos políticos, grados dispares de solidaridad. Presentan
estructuraciones y modalidades organizativas diferentes, a saber: mo-
vimientos sociales que surgen con el aval de instituciones religiosas, po-
líticas o sindicales; movimientos sociales que se desarrollan a partir de
identidades específicas (sexo, edad, etnia); movimientos sociales moti-
vados por problemáticas vinculadas con la salud, la vivienda, reclamos
medioambientales; movimientos sociales que surgen a partir de una
coyuntura o en el contexto de determinadas políticas económicas, so-
ciales o culturales que generan resistencias; movimientos sociales con
una clara carga ideológica a partir de las cuales se elaboran utopías y ac-
ciones colectivas, etcétera. Algunos ejemplos de estos movimientos que
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Multicultura/lidad/lismo
El prefijo multi denota la existencia de una pluralidad de elementos,
su coexistencia en una situación o condición. Usualmente connota un
término descriptivo que refiere a un sustantivo, en este caso, cultura. In-
dica, entonces, multiplicidad de culturas. Palabra expresiva de la diversi-
dad cultural; multiculturalidad refiere a la coexistencia y convivencia de
diversos grupos culturales en un determinado territorio o Estado. Alude
a una dimensión fáctica, la de una pluralidad de culturas cohabitando
un espacio. Es algo que existe, no refiere a una mera idea o propuesta,
es un fenómeno ocurriendo. Esta coexistencia puede darse de forma pa-
cífica o en conflicto, ello dado la diversidad de la que son portadoras las
culturas (diversidad lingüística, religiosa, cultural, etc.). Se puede tratar
de convivencias paralelas o integradas. Por su parte, el sufijo ismo for-
ma sustantivos que suelen indicar la existencia de sistemas, doctrinas,
escuelas filosóficas o movimientos. El multiculturalismo como fenóme-
no de bases intrínsecamente políticas surge durante la segunda mitad
del siglo XX, a partir de la implementación de una serie de políticas
implementadas por el gobierno canadiense surgidas de un conjunto
de demandas y reclamos de los grupos minoritarios allí residentes. En
América Latina el multiculturalismo se articula con el modelo neolibe-
ral. En tanto definimos a la multiculturalidad como un término des-
criptivo, el multiculturalismo debe considerarse desde una concepción
normativa. No se trata tan solo de asumir la existencia y coexistencia de
diversas culturas en determinado tiempo y espacio, sino que se intenta
avanzar en una regulación de esta convivencia. El primer paso del mul-
ticulturalismo es la afirmación de la diversidad cultural y el reconoci-
miento de la necesidad de los grupos minoritarios de ser considerados
por el Estado en tanto unidad política que los contiene, ya sea desde la
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Multilingüismo
El contacto de lenguas o de variedades de una misma lengua es un
hecho cotidiano que existe desde tiempos remotos. La sociolingüísti-
ca, una de las ramas de la lingüística, estudia desde sus inicios los dis-
tintos fenómenos que surgen a partir del contacto de lenguas como la
diglosia, el bilingüismo, el cambio lingüístico, las interferencias, los
préstamos, el monolingüismo y el multilingüismo, entre otros. Por su
parte, el multilingüismo es un fenómeno social que supone, según la
Real Academia Española, la coexistencia de varias lenguas en un país
o territorio. Resulta oportuno distinguir aquí la noción de multilin-
güismo de la de plurilingüismo, puesto que se los suele utilizar como
sinónimos cuando en realidad responden a tradiciones filosóficas y
culturales distintas. Conforme al Instituto Cervantes, el plurilingüis-
mo refiere a la presencia al mismo tiempo de dos o más lenguas en la
competencia comunicativa de una persona y a la interrelación que se
establece entre ellas. Con ello queremos señalar que estos dos térmi-
nos refieren a situaciones diferentes: el multilingüismo implica solo
el conocimiento o coexistencia de más de una lengua en una sociedad M
determinada, mientras que el plurilingüismo supone el diálogo y la in-
terrelación de varias lenguas en una sociedad, por lo que se reconoce la
alteridad en el grupo social y se favorece el intercambio. Es por ello que
Christian Tremblay afirma que se suele asociar el plurilingüismo con el
concepto de interculturalidad. Como sostiene Luis Martín Rojo, la con-
solidación de una sociedad eminentemente urbana y la ampliación de
los movimientos migratorios han incrementado el multilingüismo. El
Atlas de la Unesco sobre las lenguas en peligro estima que en el mundo
se hablan en la actualidad unas 6.000 lenguas. Olga Anokhina afirma
que más del 90% de los Estados que engloban el 91,2% de la población
mundial es multilingüe. Frente a esta realidad y con la convicción de
que el diálogo intercultural es la mejor garantía de paz, en el año 2001
se aprobó por unanimidad la Declaración Universal de la Unesco so-
bre la Diversidad Cultural. Entre sus principales objetivos se encuen-
tra salvaguardar el patrimonio lingüístico de la humanidad y apoyar la
expresión, la creación y la difusión y fomentar la diversidad lingüística
–respetando la lengua materna– en todos los niveles de la educación,
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Municipio
El municipio es un poder originario al que se reconoce un ámbi-
to de funciones propias y exclusivas que no necesita legitimarse de una
delegación estatal; tiene una existencia propia y sustantiva. La idea que
sostiene el moderno concepto municipalista surge con la Revolución
Francesa, como reacción a la centralización burocrática y a la autoridad
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M
ción del poder, en su repertorio están las defensorías del pueblo, cuya
identidad municipal es evidente. La mayor parte de los problemas que
afectan la vida de las personas, derivan de normas y actos administra-
tivos locales (municipales). El transporte, la educación y la cultura; los
servicios de salud, la limpieza y el alumbrado público, la defensa de los
consumidores, la situación de los inmigrantes, la juventud, la discri-
minación en todas sus modalidades, el ambiente, el ruido, la seguri-
dad son, entre otros, condicionantes de la vida diaria, y el bienestar de
los vecinos depende de que los municipios gestionen eficazmente sus
competencias. Y esto en la práctica, va mucho más allá de las compe-
tencias que en términos de jerarquía constitucional les corresponden
a los municipios. En este sentido es evidente que las defensorías del
pueblo locales están llamadas a convertirse en la puerta de entrada y
en el espacio de acogida y tratamiento del respeto y promoción de los
derechos ciudadanos. Tribuno de la plebe, Defensor civitatis, Síndicos y
Procuradores de derechos, todos han tenido competencias ciudada-
nas. [Carlos R. Constenla. Universidad de Buenos Aires]
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Objeción de conciencia como
derecho humano
No existe, a pesar del amplio tratamiento doctrinario sobre la ma-
teria, una definición sobre objeción de conciencia que pueda conside-
rarse universalmente aceptada. Al contrario, sigue siendo una cuestión
debatida, no solo en lo que concierne a su definición y naturaleza jurí-
dica, sino también con respecto a los supuestos en los que cabe la
posibilidad de invocarla como un derecho –no una simple excepción–
exonerante del cumplimiento de una obligación legal que se encuen-
tra en conflicto grave y directo con la conciencia y el código moral del
ciudadano o grupo de ciudadanos que se declaran objetores. Con la
adopción de la Declaración Universal de los Derechos Humanos y,
posteriormente con el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Polí-
ticos, la objeción de conciencia pasó a ser un problema de derechos
humanos por la interpretación de su derivación del derecho a la liber-
tad de pensamiento, de conciencia y de religión que es amparada en
esos instrumentos legales internacionales. El reconocimiento de este O
derecho es un problema que va ligado a la concepción que cada Estado
propugne sobre la igualdad, la libertad y la participación ideológica de
los ciudadanos para la búsqueda del consenso de la definición de lo
público. Es un tema ligado también al principio de no discriminación,
transversal a todo el sistema de derechos humanos y que se contextua-
liza en modo específico según la coyuntura sociopolítica de los Esta-
dos. Se entiende desde el punto de vista material que la objeción de
conciencia es la negativa de una persona a someterse, por razones de
conciencia, a una conducta que, en principio, le sería jurídicamente
exigible, bien porque la obligación proviene de una norma, bien por-
que deriva de un contrato, de una resolución judicial o administrativa.
Para que el objetor llegue al fin que se propone, es preciso que pueda
demostrar que tiene razones que determinan que la aplicación de la
norma objetada le causa un perjuicio a su integridad moral y a su dig-
nidad. Si el objetor no alega tales razones o estas no tienen entidad
suficiente, la finalidad perseguida por aquel decaería y la norma en
cuestión debería ser aplicada como al resto de los ciudadanos. Desde
mediados del siglo XIX se ha ido configurando la evolución del derecho
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Ombudsman
Se trata de una institución establecida en Suecia en 1809 cuya
misión es controlar a la Administración frente a eventuales abusos,
injusticias, arbitrariedades, demoras y cualquiera otra violación de
los derechos a una persona por parte de los funcionarios del Estado.
André Legrand señaló que esta era una institución típicamente escan-
dinava, nacida al calor de una organización del Estado centralizada y
burocrática que muchas veces se ponía con sus procedimientos por
fuera de los propósitos y aspiraciones que animaban al nuevo cons-
titucionalismo de inspiración liberal de la época y que por eso mis-
mo, no era asimilable por otros regímenes políticos occidentales. Se
dice que sus raíces están en la Cancillería de Justicia creada en 1713
por el rey de Suecia Carlos XII, cuya función más importante era la
de ejercer una tarea de vigilancia para asegurar el cumplimiento de
las leyes por parte de los servidores públicos. Desde tiempo antes se
conocían, tanto en Suecia como en Finlandia (país este último unido
a Suecia desde el siglo XIII), instituciones que, en alguna medida, po-
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Opinión pública
Opinión, del latín opinio: juicio que es incierto, costumbres de una
sociedad. Público proviene del latín publicus que deriva de poplicus o
populus: pueblo. Lo público como la res pública, lo que es común y ac-
cesible a todos. La opinión será pública porque surge del debate pú-
blico cuyo objeto es la cosa pública. Las primeras aproximaciones al
concepto pueden rastrearse en la filosofía griega a partir de la separa-
ción entre Doxa (opinión) y Episteme (ciencia), el saber del vulgo frente
al auténtico conocimiento de la ciencia reservado a una minoría. El
término adquiere relevancia vinculado a la filosofía política del XVII
y XVIII. Algunas referencias pueden encontrarse en Thomas Hobbes
quien, a partir del reconocimiento de la emancipación de las atadu-
ras religiosas, da por primera vez validez a la opinión de los particula-
res. Por su parte, John Locke postula la existencia de la ley moral, Law
of opinion, ley de la reputación u opinión desde la cual la comunidad
evalúa virtudes y vicios. De manera más clara, el término aparece en
Jean-Jacques Rousseau como “voluntad general” que encarna el bien
común, opinión del pueblo por tradición, espontánea, sin reflexión ni O
discusión pública racional. El hombre se subordina a la comunidad a
través del contrato social. La opinión pública resguarda la moral pú-
blica, controla al individuo y asegura la cohesión social. Como produc-
to de la burguesía en ascenso y la multiplicación de los espacios de
reunión e intercambio, comienza a desarrollarse una esfera ciudada-
na, políticamente activa y crítica al estado absoluto, que se identifica
como opinión pública. Se han desarrollado una serie de enfoques para
el análisis de la opinión pública, que funcionan como grandes líneas
explicativas. Para Jürgen Habermas emana de la burguesía con una
doble función: la crítica y la legislativa y conforma como principio de
autoridad para la legitimación de las decisiones del estado. Es racio-
nal, igualitaria y fruto del debate colectivo para la toma de decisiones.
Este modelo se basa en la noción de acción comunicativa orientada al
entendimiento a partir de la conciliación de los fines individuales a
través de la negociación y el diálogo intersubjetivo. Se presenta como
una red de comunicación de opiniones en la que diferentes actores in-
teractúan generando una opinión de carácter general. A partir de la
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Organismos de control
Entidades públicas especializadas que desempeñan funciones de
auditoría, investigación, prevención y persecución de irregularidades O
y delitos cometidos en el ejercicio de funciones públicas. Por otro lado,
se ha definido la noción de control del siguiente modo: “es una activi-
dad ejercida por el órgano controlante, mediante diversos procedi-
mientos, sobre los actos o hechos del órgano controlado, para verificar
si en la preparación o cumplimiento de los mismos se han observado
todos los requisitos constitucionales y legales”. En definitiva, si bien la
expresión “control” posee una variedad de significaciones, mantiene
un núcleo común: hacer efectivo el principio de limitación del poder.
Preliminarmente, cabe destacar la distinción que hace Guillermo
O’Donnell entre el control vertical que es ejercido por los ciudadanos
sobre el gobierno desde fuera del Estado y el control horizontal que es
el que ejercen entre sí las distintas agencias que son parte del Estado.
En el primer caso, la ciudadanía controla a sus agentes o representan-
tes –de abajo hacia arriba–, mientras que, en el segundo caso, agencias
independientes en un mismo nivel ejercen funciones de control mu-
tuo. Entre los mecanismos de control vertical, se distingue por un lado
el control ejercido por los ciudadanos mediante las elecciones y, por el
otro, el control ejercido a través de la auditoría social. Asimismo, entre
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Participación ciudadana
La participación ciudadana, lejos de constituir un postulado dog-
mático, se transforma en un principio que debe atravesar transversal-
mente todo el ordenamiento jurídico que regule la toma de decisiones
públicas. Se cristaliza a través de los canales que los órganos estatales
abran para crear vínculos entre los sectores tomadores de decisiones
públicas y la ciudadanía. La participación no debe ser entendida como
un mecanismo destinado a desligar tareas y responsabilidades que le
corresponden al Estado, sino que por el contrario, como manifiesta
Nuria Cunill Grau, constituye “una alternativa para la construcción de
consensos y como un medio para contener la discrecionalidad de la
burocracia”. En otros términos, el instituto apunta a ampliar el con-
cepto de democracia y a entenderlo como mucho más que el acto de
votar incorporando canales de comunicación entre los tomadores de
decisiones y la población. Asimismo, la participación debe responder
a un esquema de colaboración social creando confianza mutua en-
tre el Estado y la Sociedad Civil. Debe contener en su interior formas
representativas que le permitan combinar decisiones políticas en su B
P
sentido amplio y de desarrollo y los procedimientos creados para dar-
le curso deben resguardar la plena efectividad del derecho evitando
que la participación sea solo un paso formal para la cristalización de
una decisión tomada con anterioridad y a puertas cerradas. En este
orden de ideas, la cultura participativa es la mejor manera de poten-
ciar el desarrollo social en un contexto de limitación de recursos; los
resultados producidos por una sociedad que trabaja en conjunto son
superiores en la creación de beneficios y en la apropiación de ventajas
de desarrollo social. Dicho en otros términos, una sociedad activada
por la participación es siempre más que la suma de beneficios de to-
dos los proyectos individuales. Lejos de constituir un concepto único y
abstracto, la participación se cristaliza a través de la creación e imple-
mentación de numerosos institutos que intentan llevarla a la práctica.
En América Latina existen un vasto número de regulaciones que han
abierto caminos permitiendo el ejercicio de este derecho a través de,
por ejemplo, las audiencias públicas, la reglamentación de la elabora-
ción participativa de normas o los reglamentos generales que abren
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Participación política
La participación política es considerada un elemento funda-
mental de los sistemas democráticos. Se define como un conjunto de
comportamientos, acciones y actividades llevadas a cabo por los ciu-
dadanos, individualmente como miembros de un colectivo cuyo ob-
jetivo es demandar, explicar, influir o tomar parte de los procesos de
decisión. Es un mecanismo concebido para incidir en la toma de deci-
siones relacionado, por lo tanto, con el poder político y directamente
con la elección de los gobernantes. Eva Anduiza y Agustín Bosch listan
una serie de prácticas participativas de amplio rango: votar (en elec-
ciones o referéndum); participar en campañas electorales (participar de
reuniones, colaborar con la financiación y difusión, etc.); ser miembro
activo de un partido político; de un grupo, asociación u organización
de carácter político (sindicato, organización empresarial, organizacio-
nes no gubernamentales, etc.); participar en manifestaciones o actos
de protesta; participar de boicots a diversos productos o marcas por ra-
zones políticas, éticas o medioambientales; desobedecer una ley por
razones políticas o éticas; contactar con los medios de comunicación
o con los representantes políticos sobre cuestiones públicas; llevar
distintivos de contenido político; participar en grupos o asociaciones
sobre cuestiones locales y colaborar con algún mecanismo de partici-
pación directa en políticas locales (como los presupuestos participati-
vos). Se excluyen formas como: el interés por la política, las discusiones
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Patrimonio cultural
La noción de patrimonio cultural, tal como hoy lo entendemos,
es un término relativamente moderno que ha sido producto de una
larga evolución conceptual. Esa evolución está marcada por un pro-
ceso de ampliación desde un concepto restringido de “monumento
histórico artístico” hacia uno más abarcativo que identifica el patri-
monio cultural con el conjunto de “bienes culturales”, entendidos –en
una de sus definiciones más clásicas– como aquellos que constituyen
un testimonio material dotado de valor de civilización. La preservación del
patrimonio cultural es un derecho humano que integra el plexo de de-
rechos económicos, sociales y culturales y como tal ha sido reconocida
en diversos instrumentos internacionales, entre ellos el Pacto Interna-
cional de Derechos Económicos Sociales y Culturales (art. 15). Por su
parte, la Declaración Universal de la UNESCO sobre Diversidad Cultu-
ral del año 2001, en su artículo 7, consagra al patrimonio cultural como
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P
Esta corriente da nacimiento a un nuevo entendimiento del concepto
de “monumento”, como testimonio y prueba de acontecimientos pa-
sados relevantes, dotándolo de un valor histórico que se complementa
con una dimensión de valoración artística. Pese a estos trascenden-
tes cambios, existen dos grandes limitaciones. Por un lado, el inte-
rés se reduce a una determinada época y ámbito geográfico, y por el
otro esta transformación conceptual que se limita a un determinado
grupo social: los eruditos, artistas y humanistas. El concepto de patri-
monio cultural en sentido estricto nace recién en el siglo XIX, cuando
se simboliza en los llamados “monumentos nacionales” sobre la base
cultural del romanticismo decimonónico. El concepto de monumen-
to se impregna de valores ideológicos y espirituales que simbolizan la
identidad cultural de un pueblo o de una nación. La identidad cultural
de un pueblo se relaciona con el conjunto de monumentos históricos,
elementos en los cuales se reflejan diversos aspectos de su cultura que
son inmateriales y anónimos. A partir del siglo XX –más precisamente
luego de la Segunda Guerra Mundial– se advierte que no solo los monu-
mentos o edificios de valor histórico o artístico permiten reconstruir la
cultura desarrollada por un grupo humano, sino todos aquellos objetos
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que pueden dar cuenta del modo de vida del hombre en relación a su
medio. Signos hasta entonces ignorados o relegados adquieren un
valor insustituible para definir la cultural en su sentido más amplio y,
como consecuencia de ello, aparece la necesidad de tutelarlos. Así surge
la noción de “bien cultural”, entendido como cualquier manifestación o
testimonio significativo de la cultura humana. El concepto abarca, pero
supera ampliamente, el del “monumento histórico” para comprender
también otros numerosos objetos y testimonios hasta entonces poster-
gados. La UNESCO, en Politiques culturelles, ha señalado que
… la formulación contemporánea del concepto de “bien cultural” ha permi-
tido desbordar ampliamente los límites de la tradicional política cultural:
se ha superado el concepto de monumento singular o de la obra de arte
como objetos únicos de tutela, para llegar a una visión integrada de los
bienes culturales que comprenden todos aquellos objetos a los que se re-
conoce un valor proporcionado por la cultural, entendida esta como “la
conciencia que una comunidad humana posee del propio vivir histórico,
y con la cual tiende a asegurar la continuidad y el desarrollo de sí misma.
El empleo del concepto de “bien cultural” es acuñado y difundido
en el ámbito internacional por la UNESCO a través de la Convención
para la protección de los bienes culturales en caso de conflicto arma-
do (1954) y la Convención sobre la Protección del Patrimonio Mundial,
Cultural y Natural (1972). Mediante este último instrumento, dicho
organismo reconoce que algunos bienes culturales tienen relevancia
para la humanidad en su conjunto y prevé su declaración como “Patri-
monio Mundial, Cultural y Natural”. A nivel nacional resulta relevante
mencionar la tarea de la “Comisión Franceschini” en Italia, que con-
sagró una de las definiciones clásicas de “bien cultural” como “todo
bien que constituya un testimonio material dotado de valor de civiliza-
ción”. El hecho de que se haya ampliado considerablemente la noción
de patrimonio cultural para abarcar bienes hasta antes postergados
no significa que no sea relevante formular una diferenciación entre
los distintos objetos que integran esta categoría. En otras palabras, y
como señalan Guillermo Orozco Pardo y Esteban Pérez Alonso:
… se hacen distinciones en razón de la necesidad de especializar y adap-
tar su régimen jurídico para adecuarlo a las características de cada tipo y
concretar su régimen y control. A tal efecto, el tratamiento y protección
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Periodismo
Ligado al desarrollo de actividades en la prensa periódica. Profe-
sionales de la comunicación. Ejercicio de la profesión del periodista.
Campo de poder. En tanto profesión, sus antecedentes históricos se
ubican a fines de la Edad Media en Europa, ligados a las ciudades por-
tuarias donde los periódicos proliferaban. Con la imprenta se produce
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Planificación familiar
La planificación familiar permite a las personas tener el número
de hijos que desean y determinar el intervalo entre embarazos. Se lo-
gra mediante la aplicación de métodos anticonceptivos y el tratamien-
to de la esterilidad. El concepto de planificación familiar fue definido
por un Comité de Expertos de la OMS en 1970:
La planificación de la familia se funda en prácticas que ayudan a indi-
viduos o a parejas a evitar los nacimientos no deseados, favorecer los
nacimientos deseados, regular el intervalo entre embarazos, adaptar el
orden cronológico de los nacimientos a las edades de los padres y deter- P
minar el número de niños que constituirá la familia.
Para estos fines, se necesita educación y asesoramiento en sexua-
lidad y medicina preventiva y servicios que proporcionen métodos
anticonceptivos y realicen asistencia sanitaria en tratamiento de in-
fecundidad, asesoramiento genético y detección precoz de patologías
que puedan repercutir en la fecundidad. Observamos que actualmente
existen cinco mecanismos que permiten organizar la planificación fa-
miliar, a saber: 1) Los métodos de barrera evitan el embarazo impiden
que los espermatozoides lleguen al óvulo; 2) Los métodos de hormo-
nas impiden que los ovarios de la mujer suelten al óvulo. Si este último
llega a salir, las hormonas dificultan que los espermatozoides lleguen
a él, puesto que hacen que el moco de la vagina se vuelva más espeso.
Finalmente, si un espermatozoide logra fertilizar al óvulo, las hormo-
nas evitan que la capa interior de la matriz sustente el embarazo; 3) Los
DIUs (Dispositivo Intra Uterino) que representan el método de anti-
concepción más utilizado en el mundo y consiste en un dispositivo que
se coloca en el interior del útero de la mujer para evitar la concepción;
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Plebiscito
Tal como advierte Norberto Bobbio, la única manera de enten-
der a la democracia es considerarla como un conjunto de reglas que
establecen quién está autorizado para tomar las decisiones colectivas y
bajo qué procedimientos. Obedecen a este término tan amplio, nume-
rosas clasificaciones, entre las que se encuentra aquella que distingue
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Pluralismo
Pluralidad: Doctrina filosófica opuesta al monismo, supone el
mundo formado por individuos y conjunto de individuos. También,
sistema que reconoce y acepta la pluralidad de doctrinas y posiciones.
El origen de la doctrina pluralista puede encontrarse en Europa, es-
pecíficamente en Inglaterra, a partir de los enfrentamientos contra el
absolutismo y, en América ante la emergencia de los nuevos Estados
constitucionales y la democracia liberal. Se transformaría en una co-
rriente dominante dentro de la ciencia política estadounidense du-
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Pobreza
Una de las principales dificultades que presenta este término es
precisamente su definición, ello por tratarse de un problema complejo
y multidimensional no reducible a un solo aspecto de análisis. El Pro-
grama de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) define la po-
breza como la incapacidad de las personas de vivir una vida tolerable.
Entiéndase la posibilidad de llevar una vida saludable con acceso a la
educación y al disfrute de un nivel de vida decente, donde primen ade-
más la libertad política, el respeto de los Derechos Humanos, la segu-
ridad personal, el acceso al empleo digno e inclusive la participación
en la vida de la comunidad. El Banco Interamericano de Desarrollo
(BID) considera a la pobreza como la falta de acceso o dominio de los
requisitos básicos para mantener un nivel de vida aceptable; es pobre
aquel que no puede alimentarse o no tiene acceso a servicios básicos.
Destaca que la pobreza no es solo una condición económica, sino tam-
bién la constituye la falta de capacidades para cambiar estas condicio-
nes. Paul Spicker sistematiza al menos doce sentidos para el término
pobreza y los agrupa por semejanzas familiares. Desde un concepto ma-
terial se analiza primero la variable necesidad, es pobre quien carece de
bienes o servicios básicos para su subsistencia (comida, vestido, te-
cho). Una segunda variable vincula a la pobreza como a un patrón de
privaciones. La relevancia aquí reside en el tiempo transcurrido en esta
situación de privación (hambre y la falta de vivienda entre otros). Las
privaciones temporales (situación de víctimas de catástrofes) no son
suficientes para construir pobreza. Los dos aspectos anteriores están
ligados con la concepción de la pobreza como una limitación de recursos,
en tanto toda necesidad lo es de algo, cuando se carece de ingresos o
recursos suficientes para satisfacerlas un sujeto puede ser considera-
do pobre. Para la ONU, la pobreza es una condición caracterizada por
una privación severa de necesidades humanas básicas (que incluye ali-
mentos, agua potable, instalaciones sanitarias, salud, vivienda, educa-
ción e información). El segundo grupo de refiere a la pobreza como
situación económica. El primer análisis se focaliza en el nivel de vida que
no refiere a formas específicas de privación sino a la condición econó-
mica que ubica a determinados sujetos por debajo del estándar
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Poder negativo
El poder político puede manifestarse de dos maneras: como poder
para crear y aplicar el derecho (poder positivo) y como poder para im-
pedir su aplicación (poder negativo). El poder negativo es una forma
de incidir en las decisiones políticas opuesta a aquellas que conoci- P
mos a partir de la tradición liberal representativa. En otras palabras,
se trata de una forma diversa del ejercicio de la soberanía de parte del
pueblo. El poder negativo se puede expresar de dos maneras: directa
(huelga, resistencia a la opresión) o indirecta (a través de una magis-
tratura o institución estatal a la que se asigne esa responsabilidad). La
idea del poder negativo fue elaborada a partir de la llamada secesión
de la plebe romana en el siglo V antes de cristo por medio de la cual,
el pueblo, agotado por las arbitrariedades del patriciado, se retiró al
Monte Sacro, cerca de Roma y no regresó hasta que se le aseguraran
reformas jurídicas que lo pusieran al abrigo de la usura y de los abusos
de los poderosos, a la vez que el reconocimiento de una magistratura
especial, la del Tribuno de la Plebe, que en consideración a la autoridad
moral que tenía y, a pesar de no tener ningún “poder positivo”, ejer-
cía el derecho de veto contra toda norma de la naturaleza que fuere
que hallara contraria a los intereses populares. Este concepto de poder
negativo fue recogido por Nicolás Maquiavelo que, en los primeros ca-
pítulos del libro I de los Discursos sobre las primeras décadas de Tito Livio,
señala como característica de la República romana y como motivo de
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Poder político
Desde un punto de vista filosófico político, se concibe al poder
como la capacidad que tiene un individuo o un grupo de modificar
la conducta de otros individuos o grupos. Pierre Bourdeau lo define
como “una energía social, emanación de una representación mental,
colectiva y dominante, del orden social deseable”, en nombre de la cual
se presta acatamiento al mando político. Cabe destacar que el poder
siempre se manifiesta en la relación humana y en su génesis está la
obediencia: se tiene poder en la medida en que se es obedecido. Ahora
bien, para comprender el concepto de lo político, es necesario acotar
la noción de poder al ámbito claramente estudiado por él. A fin de en-
tender el ámbito propio de la política, se debe aplicar una segunda ca-
tegoría, a saber: la distinción entre amigo y enemigo introducida por
Carl Schmitt. Esta diferenciación independiza a la política de las otras
disciplinas, puesto que cada una tendrá su distinción propia. Lo ético
se definirá por la distinción entre el bien y el mal, lo estético por lo
bello y lo feo, lo económico por lo rentable y lo no rentable, lo religioso
por lo divino y lo mundano, etcétera. Entonces, la política tiene un ám-
bito propio y distinto, ya que mientras exista la distinción entre ami-
gos y enemigos, el ámbito es específicamente político. En otro orden
de ideas, la legitimidad es el fundamento principal del poder político,
ya que transforma un poder de hecho en un poder de derecho. Por lo
tanto, el poder se relaciona con la capacidad que tenga una persona
para imponer su voluntad sobre otro aun cuando el otro se le oponga.
Otra forma de ejercer el poder es la dominación y se reproduce a tra-
vés de dos sujetos, el dominante que impone mandato y el dominado
que obedece. Por ende según Max Weber, existen tres tipos de domi-
nación: 1) tradicional (costumbres y tradiciones) “se obedece porque
siempre fue así”; 2) carismática, justificada porque el dominado pien-
sa que el dominante tiene “poderes especiales”, relación cuasi-afectiva
entre dominado y dominantes; 3) racional legal, el dominado justifica
el mandato del dominante en la medida que creen válido el orden ju-
rídico. En otras palabras, en la teoría política moderna y en sus varias
versiones, el concepto del poder está conectado con nuestro propio en-
tendimiento de los humanos como seres políticos, de los orígenes de
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Política
La política es una actividad orientada en forma ideológica a la toma
de decisiones de un grupo para alcanzar ciertos objetivos. También pue-
de definirse como una manera de ejercer el poder con la intención de
resolver o minimizar el choque entre los intereses encontrados que se
producen dentro de una sociedad. Ahora bien, cabe destacar que el po-
der ha sido definido tradicionalmente como “consistente en los medios
para obtener alguna ventaja” o, de manera análoga, “el conjunto de los
medios que permiten conseguir los efectos deseados”. Entonces, el po-
der se define como la relación entre dos sujetos de los cuales uno impo-
ne al otro su voluntad y le determina a su pesar, su comportamiento. El
poder político pertenece a la categoría del poder de un hombre sobre
otro hombre (ejemplo: relación entre gobernante y gobernado, entre so-
berano y súbdito, entre estado y ciudadano, orden y obediencia, etc.).
La utilización del término ganó popularidad en el siglo V antes de cristo
cuando Aristóteles desarrolló su obra titulada justamente Política. El tér-
mino proviene de la palabra griega polis, cuyo significado hace alusión
a las ciudades griegas que formaban los estados donde el gobierno era
parcialmente democrático. Es en esta cultura donde intenta formali-
zarse la necesidad humana de organizar la vida social y los gobiernos
desde tiempos ancestrales. En la misma línea, no han sido escasos los
intentos por clasificar el término política durante la antigüedad. Entre
los pensadores más importantes se encuentran Platón y Aristóteles. El
primero, en su obra La República, manifiesta que la forma en la que de-
bía gobernarse un pueblo era a través de la observación de la realidad
y la puesta a prueba de cambios y mejoras idealistas y que dicho tra-
bajo debía estar a cargo de los seres más sabios de esa sociedad. Por su
parte, Aristóteles proponía un enfoque científico de la política, donde
el análisis social se hiciera tomando en cuenta elementos psicológicos,
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Política cultural
La política cultural podría ser definida en primer término como
el conjunto de medidas y acciones desarrolladas por los Estados desti-
nadas al desarrollo cultural. La Organización de las Naciones Unidas
para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) es el organismo
especializado de las Naciones Unidas en la materia. En el ámbito de
esta organización se han definido los estándares internacionales en
materia de política cultural. En el marco de la conferencia mundial so-
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Política social
La política social es el conjunto de normas, lineamientos, institu-
ciones, programas y recursos públicos que el gobierno utiliza y destina
para proteger, promover, mejorar y garantizar los niveles de bienes-
tar de la población. A través de esta política, no solo se busca aliviar
la pobreza, combatir la discriminación, la exclusión, la marginación
y evitar conflictos sociales sino reducir los riesgos que enfrenta la po-
blación, igualar las oportunidades entre todas las personas, así como
asegurar la redistribución de la riqueza y los bienes públicos, la co-
hesión y la justicia social. La política social al situar a las personas en
el centro de las políticas públicas puede ser entendida como el medio
para la realización de los derechos sociales y, tal como postuló Thomas
Marshall, de la ciudadanía social. La política social atiende los contex-
tos, las condiciones y las tensiones que emanan de la realidad, de las
demandas y de luchas sociales y políticas. Cada sociedad a partir de su
base cultural (del conjunto de conocimientos, creencias, costumbres y
valores que la caracterizan) y de acuerdos políticos, va consensuando
los temas que formarán parte de la agenda pública y definiendo las P
reglas básicas de convivencia que normarán la interacción social, así
como los actores que participarán y sus responsabilidades. Estos con-
sensos no son estáticos, sino que van variando a través de los años, por
lo que también se van modificando las prioridades, sus objetivos y sus
formas de ejecución. Así se va configurando la política social en cada
sociedad. Para hablar de los orígenes de la política social es necesario
remontarse a la Inglaterra de principios del siglo XIX, lugar en donde
se implementaron las primeras medidas sociales dirigidas a atender la
pobreza, primero como un fenómeno causado por conductas indivi-
duales incorrectas hasta transitar hacia su reconocimiento como pro-
blema público e irse institucionalizando como una política a inicios
del siglo XX. En esa misma época, en contraste, durante la Alemania
de Bismarck la atención de los problemas sociales buscaba la unifica-
ción nacional, estableciendo un régimen de seguro social obligatorio.
Entre los ámbitos más antiguos de la política social se identifica la
asistencia social que atiende a poblaciones en situaciones de vulnera-
bilidad temporal o permanente. Otro ámbito que se fue desarrollando
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Políticas públicas
El concepto políticas públicas se refiere a las actividades del Estado,
desarrolladas de manera ordenada y consistente conforme a reglas, enca-
minadas a conseguir objetivos de interés general. Articulan, o pretenden P
articular, las instituciones de gobierno dentro de un marco legal, econó-
mico y social determinado. Son diseñadas y ejecutadas por los gobiernos,
comprometiendo los presupuestos públicos, pero también los recursos
de la sociedad dado el carácter determinante de sus decisiones. Las po-
líticas públicas expresan la manera ordenada y sistemática como el go-
bierno cumple y desarrolla mandatos legales o ciudadanos. Las políticas
públicas, entonces, se refieren al carácter específico de la administración
en y desde el gobierno. Desde ese punto de vista se trata del cumplimien-
to de los mandatos que desarrolla diferenciándose así de la administra-
ción privada. Es el concepto de Estado y su referencia al interés general,
desde donde se reconoce la presencia de la política en la administración.
La existencia de una diversidad de intereses, esencia de la política, hace la
diferencia, aunque las teorías de lo público recuperen conceptos y prin-
cipios de la administración general. En 1951, Harold Lasswell utilizó, por
primera vez en el mundo académico, el concepto de análisis o ciencia de
las políticas, las cuales se pueden convertir en objeto de estudio tras su
división en etapas, criterio compartido por Charles Jones para quien “Es-
tas etapas corresponden, por lo general y en este orden, a la definición
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Prácticas restaurativas
El Instituto Internacional para Prácticas Restaurativas define las
prácticas restaurativas como un campo de estudio que ha surgido reciente-
mente y que ofrece un hilo común que vincula a la teoría, la investigación
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Presunción de inocencia
La presunción de inocencia, definida en el ámbito interamerica-
no como “el derecho de toda persona inculpada de un delito a que se
presuma su inocencia mientras no se establezca legalmente su culpa-
bilidad” –según lo establece el artículo 8.2 de la Convención Americana
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Presupuesto participativo
Estas ideas no habían arraigado aún en la cultura política latinoa-
mericana. Sin embargo, comenzaban a abrirse algunas experiencias de
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Prokuratura rusa
La institución de la Prokuratura acredita, en Rusia, poder y presti-
gio social. La Ley Federal “Sobre Prokuratura de la Federación de Rusia”
la definió como el único sistema centralizado federal de los organis-
mos de supervisar la observancia de la Constitución y la ejecución de
las leyes vigentes en el territorio ruso. La estructura de la Prokuratura
rusa es jerárquica e incluye tres escalas: general; regional (de los suje-
tos de la Federación), militares y otras especializadas y de los distritos,
ciudades, especializadas territoriales y otras. La General está encabe-
zada por el Prokurator General que es nombrado y cesado por el Consejo
de la Federación (Cámara Alta del parlamento ruso) a propuesta del
Presidente de la Federación Rusia por cinco años. Los prokuratores de
los estados de la Federación son nombrados por el Presidente de Ru-
sia a propuesta del Prokurator General, en consulta con las regiones de
la Federación, mientras que los fiscales de las ciudades y los distritos
son nombrados por el Prokurator General por cinco años. La Prokuratura
rusa fue creada por el emperador Pedro I “el Grande” en 1722. Por este
medio el zar intentaba eliminar “la injusticia, la corrupción y la ilega- P
lidad”. Pedro consideraba al Prokurator “mi ojo, a través del cual veré
todo”. En 1802 el Ministerio Público se integró al Ministerio de Justi-
cia. En la reforma judicial del 1864, se mantuvo en la Prokuratura rusa
la función de la supervisión de la legalidad en los procedimientos cri-
minales. En noviembre de 1917, el gobierno revolucionario abolió los
tribunales existentes, la supervisión de la Prokuratura rusa, etcétera.
Sin embargo, esta institución se restableció en mayo de 1922 como una
parte del Comisariado del Pueblo de Justicia. Se le asignaron las fun-
ciones de supervisión en nombre del gobierno sobre la legalidad de la
actividad de todas las instituciones y de los individuos, la iniciación de
la persecución penal, los reclamos contra resoluciones que violaban la
ley, la observación directa de las actividades de las autoridades de in-
vestigación, el mantenimiento de la acusación en el juicio y el control
de las condiciones de las prisiones. En 1933, se estableció el Ministerio
Público de la URSS que se convirtió en un órgano independiente del
Estado. El Prokurator, que estaba a su cargo, era designado entonces
por el cuerpo supremo del poder del Estado. La Constitución de 1936
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Provedor de Justiça
Es la denominación bajo la cual la institución del Defensor del
Pueblo fue acogida en Portugal, en el marco del cambio de régimen
político producido por la Revolución del 25 de abril de 1974. Esta recep-
ción en un contexto de democratización y afirmación del Estado de
derecho y de las libertades fundamentales, es decir, en plena edifica-
ción de un nuevo orden político y social, confiere al Provedor de Justiça
un matiz institucional propio, ya que ese contexto histórico es parte
de su origen. Creado primeramente por Decreto-Ley N° 212/75, del
21/04/1975,, el Provedor de Justiça nace como institución para la defensa
de los derechos de los ciudadanos. La consagración constitucional que
siguió con la aprobación de la Constitución de 1976 lo define desde su
origen como un instituto independiente, no judicial, que se propone
la protección de los derechos fundamentales con el poder de dirigir
a los poderes públicos, las recomendaciones necesarias para prevenir
y reparar ilegalidades o injusticias. Dos aspectos sobresalen de esta
inserción (innovadora en ese tiempo) del Provedor de Justiça en el mar-
co constitucional. En primer lugar, no fue incorporado en la parte de
la Constitución relativa a la organización de los poderes del Estado,
sino en la relativa a los derechos y deberes fundamentales. En segundo
lugar, la opción del constituyente de elegir más ampliamente los po-
deres públicos como los destinatarios de su supervisión lo aparta del
modelo clásico, en el cual la acción del Ombudsman está circunscripta
al control de la administración pública. Por lo tanto, puede afirmar-
se que el Provedor de Justiça contribuyó al desarrollo de un nuevo con-
cepto de Ombudsman (los derechos humanos) que inspiró la creación
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Pueblo
Término con pluralidad de acepciones. Existe la definición que
identifica al pueblo con una población, ciudad o lugar específico. Si
la definición, en cambio, se realiza desde una perspectiva sociológica
clasista el pueblo es una porción de la sociedad conformado sectores P
sociales no privilegiados. En palabras de Guillermo O´Donell, es una
subcomunidad dentro de la Nación y está compuesta por los menos fa-
vorecidos. El análisis etnográfico refiere a un conjunto de individuos
con determinados rasgos raciales. A esta última podemos incorporarle
la variable cultural. Por último, la perspectiva política-jurídica refie-
re al conjunto de personas que se encuentran ligados al Estado por
un vínculo de ciudadanía. Es el conjunto de hombres cuya conducta
constituye el contenido del orden jurídico. Ello le brinda su esencia y
lo diferencia de la población de un Estado. A esta definición se le pue-
den incorporar nociones vinculadas a la existencia de una conciencia
nacional, una comunidad cultural o política; se trata de una comuni-
dad voluntaria que constituye el elemento personal del Estado. Carlos
Nino ha señalado:
… la ambigüedad del término destacando, sin embargo, que su conteni-
do erige al P como fundamento del sistema democrático, aquel que es
expresión de la soberanía popular, donde el P no se somete a los desig-
nios ajenos, sino que se gobierna a sí mismo.
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Pueblos indígenas P
Acordar una definición de pueblos indígenas ha sido objeto de
una larga discusión y, de hecho, no existe una definición precisa, pre-
valeciendo la idea de que dicha definición no es estrictamente nece-
saria al momento de garantizar sus derechos. Existen otras formas de
denominar a los pueblos a los que se hace referencia en este apartado,
que son igualmente válidas tales como pueblos originarios, pueblos
aborígenes, entre otras. Aquí se adopta la expresión pueblos indígenas
simplemente porque es la adoptada por el Derecho Internacional. Las
primeras definiciones en ámbitos internacionales sobre poblaciones
indígenas pueden recogerse en el Informe Martínez Cobo. En 1971,
el Relator Especial de la Subcomisión de Prevención de la Discrimi-
nación y protección de las Minorías (Relatoría que no existe hoy en
esos términos) de Naciones Unidas elaboró un informe en el que se
refirió la discriminación social sufrida por las poblaciones indígenas
y recomendó a la ONU realizar una investigación sobre la cuestión.
Así, se nombra a José R. Martínez Cobo como Relator Especial para
dicho estudio en el que debían proponerse medidas para eliminar la
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Quejas y reclamos
Son conceptos distintos, pero a los fines de las defensorías del
pueblo producen similares efectos. Una queja es expresión de pena, de
aflicción, de resentimiento, de disconformidad. Exterioriza malestar,
disgusto o fastidio por algo. ¿Puede entonces, entendida en estos tér-
minos, tener una queja efectos jurídicos? En el pasado, el Derecho no
estaba concebido para sustentar queja. La acción judicial se reservaba
para reparar o resarcir un derecho que hubiera sido específicamente
dañado (este fue uno de los mayores avances que se deben al Derecho
romano: identificar las fuentes de la responsabilidad). Pero la queja en
sí misma, no habilitaba una acción, no tenía entidad como para poner
en marcha un procedimiento judicial, no pasaba de ser la exterioriza-
ción más o menos precisa de un disgusto provocado por algún motivo.
La queja solo podía tener efectos cuando hubiese un expreso reconoci-
miento (entendido como concesión) del poder. La queja abría apenas
un crédito moral que expresaba el derecho que el príncipe concedía
por su gracia a un súbdito para que este le hiciese conocer una injusti-
cia, y así, por su “benevolente” intervención, sancionara al infractor. C
Q
La queja estaba a medio camino entre la nada y el derecho. No llegaba
a articularse como un derecho con posibilidad de modificar o reparar
a través de la justicia algún agravio para el quejoso. Se instituye como
una herramienta menor de la reacción contra el abuso, no es eficiente
para articular una acción porque no hay derecho subjetivo lesionado
ni interés legítimo vulnerado. Existe una situación de hecho que pue-
de herir o incomodar a alguien o incluso a la propia conciencia social,
pero sin entidad ni envergadura como para avivar la fuerza imperativa
del Derecho. La queja se dirige al conocimiento de las autoridades ad-
ministrativas sobre el proceder personal de los agentes, ya sea indivi-
dual o como cuerpo. Tiene significado de protesta dirigida a rectificar
y para que se tomen las medidas contra el mal proceder de los agentes
responsables. Reclamar es otra cosa. Según el Diccionario de la Len-
gua Española es pedir o exigir con derecho o con instancia, es el verbo
que moviliza la acción, la in ius vocatio de los romanos que, dado el ca-
rácter privado del proceso civil clásico, tenía por objeto darle a quien
estaba legitimado activamente a reclamar algo y el derecho a que se
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Racismo
El racismo es un término que etimológicamente proviene del fran-
cés: racisme, concretamente de race (raza) y el sufijo -isme. Se trata de una
doctrina que defiende el postulado sobre que algunas etnias o linajes
humanos, especialmente el propio, son por naturaleza superiores a
otros. En las ciencias relacionadas con la biología, el concepto de raza se
refiere a los grupos en que se subdividen algunas especies biológicas a
partir de rasgos fenotípicos y de una serie de características que se
transmiten por la simple herencia genética. Parece ser que el término
raza comenzó a usarse en el siglo XVI y tuvo su auge en el siglo XIX,
adoptando incluso una categoría taxonómica equivalente a subespecie.
En 1905, el Congreso Internacional de Botánica suprimió el valor taxo-
nómico de raza. A pesar de ello, su uso se mantiene en la lengua común
y es muy frecuente cuando se trata de animales domésticos. En el caso
de las personas, existe una opinión mayoritaria entre los especialistas
según la cual resulta inadecuado el uso del vocablo “raza” para referirse
a cada uno de los diversos grupos humanos, y se considera que es más
apropiado utilizar los términos etnia o población para definirlos. Más R
aún, gran parte de la comunidad científica considera que para referirse
a seres humanos, desde un enfoque biogenético, las “razas” no existen.
Las personas, por su origen común, pertenecen al mismo repertorio ge-
nético y las variaciones que podemos constatar en sus características
físicas no son el resultado de genes diversos, sino de diferencias que de-
rivan de la propia historia de su adaptación al medio. No obstante, exis-
ten otros especialistas que abogan por seguir utilizando la palabra
“raza”, quizás por la pura comodidad que produce la convención, toda
vez que permite fácilmente identificar a personas que comparten cier-
tas características. Por su parte, los términos “etnia” y “población” ten-
drían, el primero, un significado más entroncado con características
culturales y el segundo con características geográficas. La palabra “ra-
cismo” parece que fue recogida como nombre por primera vez en 1932 y
desde 1938 como adjetivo: “racista”. Lo cual coincide con la época del pe-
ríodo de entreguerras. Por lo tanto, lejos de ser una palabra vetusta, se
trata de un neologismo relativamente reciente. Al parecer, por la propia
dinámica de la ideología comunista, en su afán de aunar a todo el
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Recomendaciones
El o la titular de una Defensoría del Pueblo no tiene poder positivo.
Jamás desde el Tribunado de la República romana, establecido hace al-
rededor de 2.500 años para defender los derechos del pueblo, pudo crear
o derogar normas, reglamentos o actos de gobierno. Su poder ha sido
negativo desde lo persuasivo hasta lo impeditivo y obstructivo. Estas
recomendaciones, impedimentos y obstrucciones son instrumentos ju-
rídicos incardinados en el sistema constitucional de los Estados. Las re-
comendaciones son, en parte, las primeras manifestaciones de ese poder
impeditivo u obstructivo. Por la lógica de las relaciones institucionales
de las defensorías del pueblo con el poder político, las recomendaciones
son los instrumentos más utilizados y que mejor condicen con una ra-
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Referendo o referéndum
Conforme al tenor literal de la última versión digital del Diccio-
nario de la Real Academia de la Lengua Española, la entrada o voz
“referendo” encuentra su procedencia en el francés “reférendum” y este
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Refugiados
Término asociado con la movilidad de personas a través de fronteras
internacionales y con la caracterización de la persona que busca refugio
después de huir de su lugar de residencia a consecuencia de guerras, re-
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Relaciones raciales
Aunque el tema de las relaciones raciales se haya afirmado en las
discusiones académicas, su origen se remonta a las luchas sociales lle-
vadas adelante por la comunidad negra norteamericana contra el ra-
cismo que se dieron a partir de la década del cincuenta. Se trata de una
discusión, al igual que tantas otras, originada a partir de luchas polí-
ticas por derechos, destacándose su nacimiento en suelo americano.
Las movilizaciones políticas en una de las principales potencias de la
época han sido responsables del llamado de atención sobre el problema
de convivencia entre poblaciones autóctonas, nuevos colonos, pobla-
ciones en proceso de diáspora, sus relaciones de poder, de dominación
y racismo. El término adquirió un carácter más amplio al entrar en la
academia inglesa, francesa, indiana y sud africana, sobre todo a partir
del inicio de la década del noventa, cuando este último país terminaba
un largo proceso de apartheid social, en especial: el conflicto en torno
de las relaciones de convivencia entre negros y blancos. Todavía, en
aquella década con la disolución del bloque soviético y la Guerra de
los Balcanes, el tema se tornó en una pieza clave para la comprensión R
de su fenómeno en territorios donde, aparentemente, había un cierto
consenso de convivir sin conflicto. De este modo, si hasta en la expe-
riencia norteamericana el término se restringía a la comunidad negra,
en la actualidad ella se define como una forma de abordaje y de análisis
de relaciones entre diversos grupos étnicos, sus relaciones de desigual-
dad de poder, la lucha por los recursos y los conflictos inherentes a los
mismos. Al localizarnos en el origen de los estudios de la entrada ter-
minológica relaciones raciales, la especificidad norteamericana nos
hace reflexionar sobre el carácter multiétnico de nuestro continente.
Así, en lo que respecta a la especificidad americana de amplitud del tér-
mino, este se relaciona a dos niveles: el de encuentro y el de la diáspora
o racismo. El primer caso se trata de la relación entre el colonizador
europeo y sus grupos autóctonos que aquí habitaban. En La conquista de
América Tzevan Todorov narra ese encuentro. Describe las estrategias y
artimañas utilizadas por los europeos para el establecimiento de su do-
minio sobre el territorio recién ocupado. El segundo revela un tortuoso
proceso de diáspora enfrentado por la población negra esclavizada. Tal
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Requisitos personales
Para desempeñar la titularidad de una Defensoría del Pueblo,
las leyes suelen requerir determinada edad, arraigo, solvencia moral,
no haber sido condenado por delito alguno y el pleno disfrute de sus
derechos civiles y políticos. En general no se requiere ser abogado ni
profesional del Derecho, aunque muchos lo consideran conveniente.
Es sin embargo un requisito en los países escandinavos en los que el
Ombudsman tuvo origen y en Latinoamérica en Perú, El Salvador, Gua-
temala, Ecuador y Colombia. Gordillo dice:
No es una función concebida para un abogado en cuanto profesional del
derecho, sin perjuicio de que puede serlo un abogado, sino para un polí-
tico independiente, o una persona independiente con vocación política,
en el sentido arquitectónico y constructivo de alguien que se ocupa de
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Resistencia a la opresión
La lucha contra un gobierno injusto puede adoptar diversas mo-
dalidades, como la revolución política, la desobediencia pacífica, la
huelga general o la protesta social. En la modernidad, el concepto fue
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Responsabilidad patrimonial de
la Administración
La responsabilidad patrimonial de la Administración, considerada
hoy un elemento esencial del Estado de Derecho, surge porque, como
consecuencia del crecimiento de la Administración, esta produce cada
vez más daños, generando una demanda social de reparación. Inicial-
mente se utiliza la responsabilidad civil extracontractual, recogida en
R
los Códigos Civiles. La doctrina se inicia en el Consejo de Estado fran-
cés que comienza distinguiendo entre daños debidos a la actuación
personal del funcionario y daños que no encuentran un autor claro
dentro de la Administración. En cuyo caso, el afectado puede dirigirse
directamente contra esta, rompiendo así la anterior tendencia propia
del Estado absoluto y la irresponsabilidad de la administración. La res-
ponsabilidad patrimonial de la Administración, distinta a la del funcio-
nario, se admite primero con carácter excepcional, siempre que la ley
expresamente lo admita, para generalizarse progresivamente después,
convirtiéndose en principio general del derecho público. Este modelo
francés se traslada a España y a los países de América Latina (aunque
en los países con menos renta el desarrollo es escaso, por razones ob-
vias), adquiriendo desde mediados del siglo XX (en España en la leyes
de Régimen Local de 1950 y de Expropiación Forzosa de 1954) sus rasgos
actuales que son los siguientes: a) Aunque quien paga es la Administra-
ción, hoy la responsabilidad patrimonial de la Administración cubre los
daños producidos por cualquier poder público, si bien cuando el
causante es el legislador o los tribunales suelen establecerse algunas li-
mitaciones (p. ej., respectivamente, necesidad de previsión legal
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lado, la eficacia jurídica a los derechos sociales y, por otro, los límites a
la potestad legislativa de determinar el gasto público y la potestad ad-
ministrativa de ejecutarlo. Esta vía de conexión resulta especialmente
fructífera para garantizar derechos de prestación, sea cuando la Admi-
nistración incumple su deber de protección de derechos de defensa, sea
cuando no realiza las prestaciones propias de los derechos sociales y
causa con ello un daño efectivo e individualizable a los titulares de tales
derechos. Si admitimos que existe una obligación administrativa de
evitar daños a los administrados y que entre esos daños se incluyen los
causados por omisiones de protección o prestación de derechos, el in-
cumplimiento de dicha obligación debería considerarse de entrada an-
tijurídico. Dejando fuera el caso de la discrecionalidad administrativa
(que se mueve normalmente extramuros del ámbito de protección de
los derechos), raramente podrá aducirse aquí la existencia de un deber
jurídico de soportar estos daños, a no ser la culpa del perjudicado, en
situaciones próximas al abuso de derecho (por ejemplo, un ciudadano
que vio agravada su enfermedad por no haber seguido las instrucciones
de su médico). La mayor parte de los incumplimientos de las obligacio-
nes de protección o prestación producen daños en el sentido de la res- R
ponsabilidad patrimonial de la Administración. En cuanto a la relación
de causalidad entre la omisión de la Administración y el daño produci-
do, desde la doctrina de la responsabilidad objetiva, pese a sus matiza-
ciones, no es necesario que haya culpa o negligencia de la Administración.
Si existe una obligación administrativa de protección o prestación, si
esta obligación no se cumple y, como consecuencia de ello, se produce
un daño, cabe presumir que existe un nexo causal, invirtiéndose la car-
ga de la prueba. En definitiva, la responsabilidad patrimonial de la Ad-
ministración sirve, aunque la jurisprudencia apenas es consciente de
ello, para garantizar, aunque de forma complementaria, derechos hu-
manos y fundamentales con bastante eficacia, al menos en compara-
ción con otras garantías. Se trata de una garantía tardía (no pretende
que el derecho se cumpla sino obtener una reparación económica
porque no se cumplió) pero con un importante efecto preventivo de
violaciones futuras. Del estudio de la jurisprudencia sobre responsabi-
lidad patrimonial de la Administración en materia de derechos
fundamentales (especialmente fructífera en relación con la vida y la sa-
lud) se deducen además dos consideraciones de gran interés, por
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Salud pública
La salud pública es el conjunto de políticas y acciones orientadas
a mejorar la salud de la población como parte integrante de su calidad
de vida. Aunque existe una clásica definición genérica de la Organiza-
ción Mundial de la Salud (“la salud no es sólo la ausencia de enferme-
dad, sino también el estado de bienestar físico, psicológico y social del
individuo y de la comunidad”), su significado concreto no es unívoco
y universal, sino que varía en función del contexto histórico, social y
cultural: una misma condición de salud puede ser patológica, normal
o un “designio divino” en distintos momentos y lugares. Los conte-
nidos y alcances de la salud pública están también influidos por esa
historicidad y están profundamente ligados al rol del Estado en una
etapa y sociedad determinadas. Las concepciones y prácticas públicas
orientadas a la higiene sanitaria y a la prevención se encuentran desde
las más antiguas civilizaciones, principalmente relacionadas con la ur-
banización progresiva de las sociedades, la generación de problemas
de provisión de agua y alimentos, la eliminación de excretas y basura,
vivienda y hacinamiento y la producción de epidemias. A fines del si- B
S
glo XVIII y principios del XIX, se consolidó el rol y las competencias
del Estado en las acciones de protección sanitaria. Diversos precurso-
res, como Frank en Alemania, y Chadwick en Inglaterra, sentaron las
bases de la salud pública como política y acción de gobierno. Durante
la segunda mitad del siglo XIX, la salud pública se expandió en Eu-
ropa “como hija de la medicina y los movimientos sociales”. En Gran
Bretaña, se desarrolló un mayor énfasis en el saneamiento del medio,
la prevención de epidemias, la acción de los gobiernos locales y la par-
ticipación comunitaria, mientras que en Europa continental se tendió
al centralismo, al desarrollo del poder de policía y a la mejor asistencia
de los enfermos en relación con la mano de obra y los ejércitos. Hacia
finales de la Segunda Guerra Mundial, el advenimiento del constitu-
cionalismo social y los derechos de segunda generación dieron lugar a
la seguridad social contemporánea y habilitaron el acceso a la atención
médica a millones de ciudadanos en todo el mundo. Los Estados incre-
mentaron sus funciones en el desarrollo de políticas activas y la salud
pública agregó la organización de los sistemas y servicios de atención
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S
Salud reproductiva
La salud reproductiva es un estado general de completo bienestar
físico, mental o social, y no solo la ausencia de enfermedades o dolen-
cias, en todos los aspectos relacionados con el sistema reproductivo, sus
funciones y procesos. Además, la salud reproductiva comprende la liber-
tad y capacidad para disfrutar de una vida sexual satisfactoria, placente-
ra y sin riesgos, y de procrear con la libertad para decidir hacerlo o no
hacerlo, cuándo y con qué frecuencian (El Cairo, 1994). Ello implica que
una persona conozca su cuerpo de tal manera que pueda cuidarlo y ser
capaz de tomar decisiones respecto a la forma de ser, sentir, amar y ac-
tuar, como hombres o como mujeres, con las condiciones apropiadas
para tener una vida sexual segura, satisfactoria y placentera, no necesa-
riamente ligada a la procreación. De este modo, abarca el derecho a reci-
bir servicios adecuados de atención a la salud, lo que implica la existencia
de un conjunto de métodos, técnicas y servicios que contribuyan a la
salud y permitan atender adecuadamente las necesidades de las perso-
nas durante todo el ciclo de vida, incluyendo también la atención de los
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Seguridad
El concepto de seguridad que refiere a derechos ciudadanos se ha
vuelto en los últimos tiempos particularmente recurrido y polémico en
el contexto de la crisis estructural del capitalismo y, más acotadamente,
en el contexto de la crisis también estructural del Estado Benefactor o
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Seguridad ciudadana
Concepto multívoco que tiene como fin crear un ambiente ade-
cuado para la convivencia pacífica de las personas, garantizar la inte-
gridad física de estas, los derechos de los individuos, sus bienes, y el
resarcimiento del daño a las víctimas. Se pondera el desarrollo de labo-
res de prevención de los delitos y las violencias por medio de políticas
de seguridad no reactivas poniendo el foco en los factores que gene-
ran inseguridad. Comprende diferenciar políticas estatales y sistemas
de protección de derechos contra abusos policiales que tiene como eje
central la participación de la ciudadanía en los procesos de gestión de
políticas públicas que, para ser completos, incluyan su participación
en la formulación, ejecución y evaluación de resultados. Para que las
políticas públicas formen parte de este paradigma se requiere adoptar
una política democrática de seguridad atravesada por accountability,
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de seguridad social han llevado a que los juzgadores resuelvan con ex-
tremo cuidado, pues en palabras de la CSJN:
Dado que la seguridad social tiene como cometido propio la cobertura
integral de las consecuencias negativas producidas por las contingencias
sociales, el apego excesivo al texto de las normas sin apreciar las circuns-
tancias particulares de cada caso, no se aviene con la cautela con que los
jueces deben juzgar las peticiones vinculadas con la materia previsional…
Esto es así porque en rigor “… los beneficiarios de la seguridad
social son todos los hombres, y su objeto es amparar las necesidades
que dificultan su bienestar…” [María Inés Velasco. Abogada y docente. Es-
pecialista en previsión social]
Servicio público
El servicio público es una institución paradójica del derecho públi-
co, ya que a partir de ella es que se define la función administrativa del
Estado que da origen a la Administración Pública, entendida como un
conjunto de órganos estatales (ministerios) que tienen por fin adminis-
trar (del latín “ad” que significa “a”, “al” o “hacia”; y “ministrare” que signi-
fica “servir”) los servicios públicos. Sin embargo, la doctrina
administrativista no ha logrado un consenso en torno a su definición.
Ahora bien, más allá de las múltiples opiniones que existen a nivel doc-
trinario que, en mayor o menor medida, han influenciado –también– a la
jurisprudencia, existen ciertos puntos en los que es posible encontrar
acuerdos. Uno de estos tiene que ver con los tres elementos del servicio
público que León Duguit mencionaba en los orígenes de esta institución,
a mediados del siglo XIX: el objetivo o funcional, el subjetivo u orgánico
y el normativo. El primero se relaciona con la satisfacción de un interés
general (fin público); el segundo, con la persona prestadora del servicio
(en cuanto a este punto no existe consenso en lo absoluto); y, el tercero,
refiere a que existe un régimen exorbitante del derecho privado que re-
gula esta institución. A partir de estos tres elementos podemos elaborar
una definición de servicio público que, a pesar de ser minimalista, resul-
ta lo suficientemente amplia como para adaptarse a cualquier variación
doctrinaria o jurisprudencial particular, en atención a que se encuentra
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cutido de este tema para la doctrina. Más allá de quienes están a favor, o
en contra, del principio de subsidiariedad, es preciso señalar que la idea
del servicio público nace junto con la de titularidad estatal de la activi-
dad. Es decir, se entendía que quien debe prestar el servicio público es el
Estado. Sin embargo, los Estados tienen muchas necesidades públicas
que cubrir y sus recursos son limitados, por lo que no es extraño que
muchos no tengan la capacidad financiera de abrir centrales eléctricas,
construir ferrocarriles o fabricar y poner en órbita satélites artificiales
que faciliten las telecomunicaciones, entre otras actividades. Para todas
esas cuestiones que no pueden ser cubiertas con fondos públicos es que,
con el devenir de la historia, se desarrollaron las privatizaciones que con-
sisten en otorgar a particulares, o a asociaciones público-privadas, la ex-
plotación del servicio público a cambio de que realicen las inversiones
que el Estado no puede hacer. De esta forma, se diferencia la titularidad
(estatal) de la explotación (concesionario/permisionario) del servicio.
Ahora bien, la doctrina también ha desarrollado una clasificación de los
servicios públicos, en torno a la titularidad, por lo que podrían existir
casos en los que no haya titularidad estatal, sino solamente potestad re-
gulatoria. De esta forma, existe el servicio público propio, que es aquel S
brindado por el Estado en forma directa o a través de un concesionario/
permisionario y el servicio público impropio, prestado por el sector pri-
vado bajo disposiciones reglamentarias establecidas por la Administra-
ción Pública. Es importante destacar que, aun cuando la doctrina no es
pacífica respecto de aquel elemento subjetivo u orgánico que menciona-
ba Duguit, el Estado no puede desentenderse del control del servicio pú-
blico, aun cuando es ejecutado por el sector privado. Por ello, una
consecuencia del fenómeno privatizador ha sido el crecimiento de la es-
tructura administrativa y la complejización de su organización a partir
de la creación de los entes reguladores, cuya principal función es estable-
cer el marco regulatorio de estas actividades y velar por su cumplimien-
to. Las Defensorías del Pueblo, a pesar de no ser entes reguladores de los
servicios públicos, cuentan con amplias facultades de fiscalización en su
faceta de organismo de control de la Administración Pública, pudiendo
requerir información y formular recomendaciones a los entes regulado-
res; así como accionar judicialmente en defensa colectiva de los derechos
de los usuarios de servicio público. [María Soledad Manin. Universidad de
Buenos Aires]
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Sistema Interamericano de
Derechos Humanos
De la misma naturaleza que otros sistemas regionales de promo-
ción y protección de Derechos Humanos, por ejemplo la Comisión Eu-
ropea y la Corte Europea de Derechos Humanos, como marca Ledesma,
el Sistema Interamericano de Protección de los Derechos Humanos
tiene su origen en una serie de mecanismos y procedimientos previs-
tos tanto por la Carta de la Organización de Estados Americanos como
en la Declaración, y luego Convención Interamericana de Derechos
Humanos y en otros instrumentos jurídicos o documentos básicos
para la promoción y protección de los derechos humanos conexos a
esta. El origen específico del Sistema Interamericano de Derechos Hu-
manos es igual al primer paso fundamental tomado por los Estados
americanos en la Conferencia Interamericana sobre Problemas de la
Guerra y de la Paz, celebrada en Ciudad de México del 21 de febrero al
8 de marzo de 1945, enfatizando la aspiración de crear un instrumento
regulatorio en materia de derechos humanos para toda la región. Por
ello, durante la Novena Conferencia Internacional Americana,
organizada en Bogotá desde el 30 de marzo al 2 de mayo de 1948, los
Estados americanos aprobaron los dos instrumentos jurídicos funda-
cionales del Sistema Interamericano de Derechos Humanos: i) la Car-
ta de la Organización de Estados Americanos que proclama los
derechos fundamentales del individuo, sin distinción de raza, nacio-
nalidad, credo, o sexo, y que establece como uno de los deberes funda-
mentales de los Estados el de respetar los derechos de la persona
humana, y ii) la Declaración Americana de los Derechos y Deberes del
Hombre. Este último instrumento fue la primera declaración regional
en materia de protección y promoción de derechos humanos con ca-
rácter universal, inclusive, siete meses antes de la adopción de la De-
claración Universal de Derechos Humanos de la Organización de las
Naciones Unidas. Ahora bien, desde la creación de estos dos instru-
mentos fundacionales del sistema interamericano de derechos huma-
nos, la proliferación de nuevas regulaciones en materia de derecho
internacional con foco en la protección de los derechos humanos tam-
bién significó la creación de nuevos instrumentos regionales de pro-
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Soberanía alimentaria
El concepto de soberanía alimentaria fue introducido por la
Vía Campesina en 1996, durante el Foro Mundial por la Seguridad
Alimentaria que se realizó en paralelo a la Cumbre Mundial de la
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Sociedad civil
Las menciones del concepto de sociedad civil y de composición y
funciones de la misma se han generalizado en las últimas décadas.
Organismos internacionales, gobiernos centrales y gobiernos locales,
el sector académico o el sector privado, casi sin excepciones, incluyen
en sus planes, actividades o propósitos, el trabajar y vincularse con la
sociedad civil. Algunos organismos internacionales de financiamiento
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Sociología
Hasta que Auguste Comte (1798-1857), su creador, creyó que su
obra significaba una ruptura con el pasado y establecía el marco lógi-
co, no se la había nombrado a la presunta nueva ciencia. Sin embargo,
quienes habían iniciado ese campo de estudio fueron Montesquieu
(1689-1755), que a través de su obra El espíritu de las leyes, describe la
historia suprimiendo lo sobrenatural en la explicación de las socie-
dades humanas proponiendo el método comparativo para el estudio
de las instituciones sociales y, más tarde, Saint Simon (1760-1825) de
quien tomó gran parte de sus elaboraciones teóricas. Comte sostiene
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Tarifa
Si bien la Real Academia Española define a la tarifa asimilándola
al concepto de precio o tasa, estos son tres términos muy distintos en
el vocabulario jurídico. Mientras que el precio constituye el valor que
se pacta para el pago de un contrato y la tasa es un tributo que se debe
abonar en función de un servicio estatal prestado a favor del contribu-
yente, la tarifa es el valor que paga el usuario de un servicio público,
ya sea concesionado o de gestión estatal. Otra diferencia fundamental
entre la tarifa y la tasa (que no se presenta respecto al precio) es el fin
de lucro. Mientras que esta última está dirigida a compensar el gasto
que se genera a partir de una actividad que el Estado está obligado a
realizar, la primera obedece a una actividad comercial (la prestación
del servicio público) que busca la obtención de una ganancia. Esto úl-
timo lleva a una gran parte de la doctrina a sostener que las potestades
regulatorias del Estado sobre las tarifas no pueden llegar al punto de
declarar la gratuidad de un servicio público, a menos que el Estado sea
quien absorba su costo a través de subsidios o gestionándolo por sí
mismo. En esta inteligencia, la doctrina no es unánime en torno a si la CT
tarifa es el resultado de una actividad contractual o regulatoria, por lo
que utilizan los términos precio y tarifa indistintamente. Pero algu-
nos autores opinan que, en realidad, posee un carácter mixto al menos
en los casos en los que el servicio público se encuentra concesionado.
Así, tendría un carácter contractual entre concedente y concesiona-
rio y un carácter reglamentario respecto de los usuarios. Ahora bien,
aunque no es lo común, nada impide que el Estado no ejerza su po-
testad regulatoria, por lo que podrían existir tarifas cuyo valor se en-
cuentre exclusivamente librado a lo que determine el mercado. Desde
esta perspectiva, podemos clasificar a las tarifas, en virtud del grado
de intervención estatal, en libres, reguladas y mixtas. Las primeras son
aquellas en las que el Estado deja librado al mercado el establecimien-
to del valor de la tarifa. Las segundas son aquellas en las que el Estado
determina el valor de forma unilateral y compensa a los prestadores
del servicio público (en los casos de concesiones) a través de subsi-
dios. Finalmente en el tercer grupo, el Estado establece una “tarifa de
referencia” y un porcentaje dentro del cual el valor puede fluctuar en
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virtud de lo que mande el mercado; este sistema equivale a fijar una ta-
rifa mínima y una máxima. En cuanto a las formas en las que se tarifa
un servicio público, se clasifican en planas y escalonadas. Las primeras
son aquellas en las que se establece un valor fijo por una determinada
cantidad de tiempo como, por ejemplo, las tarifas telefónicas, o una de-
terminada cantidad de consumo, por ejemplo, las tarifas energéticas.
Las segundas establecen valores escalonados en virtud de diferentes
secciones de espacio o tiempo, por ejemplo: las tarifas del transporte
público. Ahora bien, más allá de la forma que se utilice para regular la
tarifa, deben respetarse una serie de principios comunes a todas ellas.
Estos son: 1. Proporcionalidad, según este principio la tarifa no sólo
remunera la infraestructura desarrollada para la prestación del servi-
cio, sino también el servicio prestado. De este principio se desprende
que tiene que existir un equilibrio entre la tarifa cobrada y la actividad
del prestador del servicio. 2. Irretroactividad, este principio se vincula
con otro denominado “publicidad” que apunta a que el usuario debe
tener certeza del valor de la tarifa que se le cobra, por ello, no podría
establecerse un valor (de forma posterior al uso del servicio) que se
aplique a un servicio prestado con anterioridad. 3. Juridicidad, el Es-
tado tiene la potestad de establecer las tarifas y el prestador privado
puede hacerlo sólo cuando cuenta con una autorización normativa al
respecto. 4. Publicidad, el valor de las tarifas debe ser público, esto a fin
de brindar certeza al usuario respecto del costo del servicio que con-
sume. El Ombudsman, ya sea bajo su faceta de órgano de control de la
Administración Pública, o como institución destinada a la defensa de
los Derechos Humanos, posee amplias facultades en materia tarifaria.
Por una parte (como órgano de control) está facultado para observar
la razonabilidad técnica de la regulación tarifaria por parte de la Ad-
ministración Pública, así como observar el correcto cumplimiento del
debido proceso para su sanción, especialmente, cuando se deba cum-
plir con mecanismos que aseguren la participación ciudadana en el
procedimiento. Cómo institución destinada a la tutela de los Derechos
Humanos, el Defensor del Pueblo está facultado para accionar frente a
la vulneración de los derechos de usuarios de servicios públicos. [Car-
los Adrián Garaventa. Universidad de Buenos Aires]
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Tolerancia
Es el respeto a las ideas, creencias o prácticas de los demás cuando
son diferentes o contrarias a las propias. También es un principio ético de
la convivencia humana. La “tolerancia de culto” es el derecho reconocido
por la ley para celebrar privadamente actos de culto que no son los de la
religión del Estado. El concepto de tolerancia necesita inexcusablemente
de una justificación que racionalmente legitime el actuar propio del que
tolera, y ese actuar tolerante no debe surgir de la indiferencia o indulgen-
cia, sino de la aceptación de la diversidad cultural, religiosa, sexual, étnica,
etcétera. El movimiento de la tolerancia comenzó en los primeros siglos
de la modernidad europea a partir del sentimiento de desesperación que
generó entender la inutilidad de las guerras de religión –estado por el
cual las creencias son motivo suficiente para querer eliminar al otro–. El
proceso de paz es la característica que se querrá garantizar como institu-
ción en el derecho de culto o libertad de creencias. El 16 de noviembre de
1995, la UNESCO declaró el “Día de la tolerancia” resultando que los paí-
ses miembros de la Organización de Naciones Unidas para la educación,
ciencia y cultura adoptaran una Declaración de Principios sobre la Tole- T
rancia en la que se define que el respeto, la aceptación y el aprecio de la
rica diversidad de las culturas de nuestro mundo, de nuestras formas de
expresión y los medios de los seres humanos no sólo son un deber moral,
sino además una exigencia política y jurídica, virtud que hace posible la
paz, contribuye a sustituir la guerra por la cultura de la paz. En el actuar
social podrían distinguirse tres tipos de tolerancia: tolerancia ético social,
tolerancia jurídica y tolerancia social. La primera se ejerce respecto de
las prácticas y doctrinas morales dentro del ámbito del obrar social para
lograr un bien común. Así, la justificación a este tipo de tolerancia radica
en que a través del acto que se tolera se consiguen salvar opiniones y prác-
ticas más valiosas que aquellas que se han de padecer. Claro que deben
distinguirse antes tres niveles de “bienes” –tales como la honestidad, la
deleitabilidad o la utilidad–, entonces, se justifica cuando debe consen-
tirse un mal para salvar un bien, o cuando se debe transgredir un bien
inferior para salvar un bien superior o consentir un mal inferior para evi-
tar un mal superior. Sin embargo, entra en conflicto la elección entre dos
bienes o dos males de igual jerarquía que podría resolverse acudiendo a
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Trabajo
Para definir el concepto de trabajo es necesario distinguir tres al-
cances atribuidos a la noción: 1) según su naturaleza esencial u ontoló-
gica; 2) según su utilización en la actualidad y 3) según el Derecho. 1. El
trabajo en su conceptualización esencial: Se entiende que es trabajo a
toda “actividad o acción humana voluntaria” tendiente a transformar
una materia, ya sea esta física o inmaterial. La materia es concebida
como “todo lo que existe”, todo aquello que es y que tiende a ser modifi-
cado. Entender la materia de este modo implica que toda modificación
voluntaria que se le efectúe mediante una actividad humana es trabajo.
En esta directriz, cualquiera fuese la índole o esfuerzo que requiriera
esa actividad implicaría una producción humana, es decir, un trabajo.
En el caso de producir una idea, estaríamos ante un trabajo intelectual.
Cualquier producción, al necesitar indefectiblemente de un esfuerzo,
de un salir de sí, de pasar de la quietud a la actividad, necesita un accio-
nar del hombre para un fin. Trabajo es, entonces, toda energía puesta
en la producción de una actividad o un bien, independientemente de
si esta acción humana es o no remunerada, puesto que toda actividad
humana voluntaria a los fines de transformar la materia es considerada
un trabajo humano. Tampoco importa si esta actividad se realiza para
el intercambio de bienes o servicios o si se efectúa a los fines de la su-
pervivencia o el ocio. El trabajo, en su conceptualización esencial, no
puede acotarse a las vicisitudes de la historia, sociología, economía, o
cualquier otra ciencia, puesto que su definición esencial implica exhibir
su naturaleza más profunda, pura y abarcativa. En este entendimiento,
se considera trabajo a toda creación humana que posea las virtualida-
des de libertad y dignidad, sin que la calificación moral o ética que se
le pueda endilgar posteriormente a esta transformación de la materia
obste a su esencia como expresión humana. 2. El concepto de trabajo
en la actualidad: Podría decirse que, a partir del Antiguo Testamento,
se estigmatizó al trabajo como castigo o sufrimiento. Desde entonces,
la laboriosidad u ocupación comenzó a tomar un rol negativo, donde
el que trabaja lo hace porque es condenado a hacerlo o porque ha sido
confinado a la desdicha del deber trabajar. El conceptualizar de esta
manera al trabajo originó el poder. El que no necesitaba trabajar, y po-
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diccionario de las defensorías del pueblo
día no hacerlo, era dichoso. El otro, era menospreciado por no ser me-
recedor de esa no actividad. Se comienza entonces a confundir trabajo
con esfuerzo y sufrimiento. Tal es así que en psicología, en el ámbito
del empleo, se utiliza el concepto de “normalidad sufriente del traba-
jo”. Consecuentemente y casi a la par, surge el trabajo como utilidad. El
desmesurado afán por dominar y la pretensión de adquirir siempre una
utilidad cada vez mayor y de controlar la naturaleza creó el poder entre
los hombres, el que obliga a uno a trabajar para otro que está en mejores
condiciones que el prestador, estableciendo así desigualdad. El concep-
to de trabajo, entonces, mutó y de aquí surgió lo que bien describió Carl
Marx, “la fuerza de trabajo es una mercancía”; lejos de lo que en realidad
y en esencia el trabajo es, o de lo que debería ser. Entonces, en una uti-
lización reduccionista del concepto, actualmente la idea de trabajo se
circunscribió a “actividad en sujeción –en mayor o menor medida– de
una persona a otra”. Corolario de esta sucesión de hechos fue que el con-
cepto de trabajo en la modernidad pasara a sintetizarse y utilizarse so-
lamente a los fines de entenderlo como toda prestación de servicios (no
voluntario) a cambio de dinero (destinado a la subsistencia). Los auto-
res han dicho que entender el trabajo de esta manera acotada hace per- T
der su sentido como tal, es decir, libre, voluntario, artístico, innovador,
creativo, gratificante, exaltador de uno mismo, para volverse dominado
por el carácter no voluntario del mismo y tan para lograr un solo fin: la
subsistencia (por medio del salario). 3. El concepto de trabajo según el
Derecho: En este contexto en donde el trabajo se transformó meramen-
te en mercancía con su consecuente existencia de una lucha de poder
entre quienes detentan el capital y quienes no, es donde recién nace el
Derecho del Trabajo y, en su afán de orientar y clasificar, otorga a la
noción de trabajo un alcance, ineludible de dependencia expresada en
sus tres manifestaciones: económica, jurídica y técnica. Desde el pun-
to de vista jurídico, el trabajo es reconocido como un derecho humano
fundamental que debe ser respetado por la sociedad y el Estado. En este
entendimiento, se suele señalar que el trabajo es un derecho y deber so-
cial, agregando que no es artículo de comercio. Exige respeto para la
libertad y dignidad de quien lo presta y debe efectuarse en condiciones
que aseguren la vida, la salud y un nivel económico decoroso para el tra-
bajador y su familia. Como corolario de esta expresión, la Declaración
Americana de Derechos y Deberes del Hombre en su artículo XXXVII
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colección institucional
Trabajo social
En un sentido amplio, alude a la acción que puede consistir en asis-
tencia, ayuda, estimulación, provisión de recursos, conocimientos o es-
trategias, que involucra a personas y estructuras con el fin de enfrentar
los desafíos que ofrece el medio y aumentar el bienestar (satisfaciendo
necesidades, solucionando problemas) y, especialmente, hace hincapié
en aquellos casos donde se requiere ayuda externa para llevar adelante
tal finalidad. En sentido restringido, es una profesión, de basamento ético,
a través de la cual un personal calificado –trabajador social– dirige su
accionar con el fin de lograr la adaptación de individuos, grupos y co-
lectividad/comunidad, provocando cambios, tendiendo a satisfacer ne-
cesidades y aspiraciones, logrando su desarrollo integral y fomentando
el bienestar. Las acciones pueden ser de tipo preventivas, protectorias,
promocionales, de capacitación y asistenciales, entre otras, ejercidas
mediante el diagnóstico previo y posterior tratamiento, poniendo en
juego los recursos externos de la comunidad y los internos de los indi-
viduos. Como ciencia, posee métodos propios, se nutre de las ciencias
sociales y humanas en general, tales como la antropología, economía,
ciencia política, psicología, psiquiatría, sociología, biología, pedagogía,
ecología, historia, entre otras. De esta manera es posible aludir a su
identificación como una tecnología social ya que aplica los conocimientos
de las ciencias sociales y humanas a la realidad (enfoca científicamente
los problemas) para transformarla y conjuga la teoría y la práctica. Su
origen como práctica –acción– tendiente a intermediar con las personas,
grupos o comunidad y estructuras, con el fin de enfrentar los desafíos
que ofrece el medio y aumentar el bienestar, tiene su centro en las for-
mas de solidaridad más antiguas, entre las que se encontraban la ayuda
social. Las actividades eran desarrolladas por voluntarios o por las anti-
guas instituciones inspiradas en la caridad, en general, vinculadas con la
religión, luego sobrevino su secularización e intervencionismo estatal.
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diccionario de las defensorías del pueblo
Pero aún puede remontarse a tiempos más antiguos a raíz del interés
en solucionar necesidades comunes. Inicialmente se ve marcado por
principios religiosos (ayuda al prójimo/hacer el bien), como el budismo
y el islam. En el primer siglo después de Cristo, se encuentra el Sistema
Alimenticio de Nerva que pretendía ayudar a los necesitados y asegu-
rar la nutrición en los niños, mientras que ya en el siglo XVI comienzan
los movimientos de caridad. En cuanto a la formación del trabajo social
como disciplina, su origen se encuentra en los problemas sociales sur-
gidos a consecuencia del desarrollo industrial, los que las instituciones
humanas tradicionales no podían resolver debido a su complejización.
La Revolución Industrial conllevó cambios profundos en cuanto a lo de-
mográfico, económico, urbano, político y social, incluyendo un nuevo
modo de producción (capitalismo), los que fueron coadyuvados y pro-
fundizados posteriormente con la Revolución Francesa. Si bien la po-
breza y sus implicancias siempre habían existido, el desarrollo industrial
la visibiliza y acentúa, generando movimientos sociales que en diferen-
tes supuestos se manifestaron por medio de las huelgas y movimientos
de autodefensa de ciertos sectores (como los trabajadores) para conse-
guir mejores condiciones laborales, de vida, de salud, de alimentación, T
de educación, delineándose así la cuestión social. Los problemas sociales
adquirieron una dimensión tan particular que fueron necesarias nue-
vas estrategias de intervención, debiendo el Estado ser un agente más
activo en la prestación de asistencia, ello a raíz de que el proletariado
adquiere consciencia de sí y se organiza en defensa de sus intereses. In-
glaterra fue el escenario inicial, ya que fue uno de los primeros países
que experimentó los efectos de la industrialización y de la inmigración.
Respecto a la profesionalización del trabajo social, la misma es compleja
por ser social e históricamente construida. Se considera que desde fines
del siglo XIX y en el siglo XX la etapa estuvo orientada a la construcción
profesional, siendo el punto de partida Mary Richmond con la primera
propuesta científica centrada en la investigación, además de la influen-
cia del Estado de Bienestar. La acción fundante del concepto de trabajo
social se encuentra caracterizada por distintos principios como la de-
fensa y respecto de los derechos humanos y la justicia social, que a su vez
se conforman por el respecto por el valor intrínseco de los seres huma-
nos y la dignidad, respeto a la diversidad, no hacer daño. De esta forma,
se llevan a cabo los fines de facilitar el cambio social, la cohesión social,
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Transparencia
La transparencia corresponde a un Estado que brinda informa-
ción sobre las políticas públicas que implementa, sus decisiones, ac-
tividades, planes de acción y sus fuentes de datos de forma completa,
abierta, oportuna, de fácil acceso y gratuita. La palabra transparencia
–proveniente del latín trans, a través, y parens entis, que aparece– hace
referencia a la “cualidad de transparente”, adjetivo que, dicho de un
cuerpo, significa “a través del cual pueden verse los objetos claramen-
te”. Los precedentes de la transparencia los podemos encontrar en la
Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano de 1789, du-
rante la Revolución Francesa, que estipula claramente en su capítulo 15:
“La sociedad tiene derecho a pedir a todos sus agentes cuentas de su
administración”. Diversos autores estudiaron su concepto, opuesto al
de secreto. Kant enunció e ilustró el principio fundamental según el
cual “todas las acciones referentes al derecho de otros hombres cuya
máxima no puede ser publicada, son injustas”. Norberto Bobbio, por
otro lado, reconoció que, aunque la publicidad del actuar político es
una regla en la democracia, algún tipo de excepción a dicha regla exis- T
te en cualquier democracia. La transparencia puede ser pasiva o ac-
tiva según la información sea solicitada a demanda o si el Estado la
disponibiliza públicamente. La transparencia pasiva se asocia con el
ejercicio del derecho al acceso a la información de la ciudadanía y con
la convicción de que la información que posee el Estado debe ser ac-
cesible y pública. La información que se brinda es la demanda. Aquí
es preciso recordar que la información no es propiedad del Estado y
el acceso a ella no se debe a la gracia o favor del gobierno, sino que
pertenece a los ciudadanos. El acceso a la información pública cons-
tituye una conditio sine qua non para el adecuado funcionamiento de
los regímenes republicanos, ello por cuanto no existe requisito más
importante para alcanzar la credibilidad democrática que un Estado
responsable y permeable al escrutinio de los habitantes. Así, no se con-
cibe hablar de control en la actividad administrativa y en los actos de
los gobernantes, si como contrapartida no se reconoce el derecho de
acceso a la información pública en cabeza de cualquier persona. En
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colección institucional
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diccionario de las defensorías del pueblo
Transporte público
La palabra transporte tiene dos acepciones muy distintas, pero
íntimamente relacionadas. Como verbo, trasladar algo (cosas o per-
sonas); y, como sustantivo, refiere a los distintos medios que existen
para realizar la acción de trasladar. Cuando nos referimos al transpor-
te, en un sentido jurídico, lo hacemos en su acepción de verbo, como
una obligación de hacer (transportar) que forma parte de un contrato.
Este puede celebrarse entre privados o con el Estado. Cuando el con-
trato se celebra exclusivamente entre particulares, sin intervención T
estatal (más allá de la que puede tener por fines puramente regula-
torios, por ejemplo: habilitar los vehículos para prestar este servicio),
nos encontramos frente a un caso de transporte privado. En el trans-
porte público, en cambio, el Estado ocupa un lugar fundamental en la
relación contractual, ya sea porque presta directamente el servicio o
porque lo presta un particular a partir de una concesión en la que la
Administración Pública regula el precio del contrato (tarifa) y controla
que el servicio se preste en forma obligatoria, general, universal, con-
tinua y regular. Es preciso aclarar que, aunque el servicio público de
transporte siempre refiere al transporte público, la utilización de este
último término no siempre hace referencia a un servicio público. Por
ejemplo, algunas regulaciones establecen para el transporte de perso-
nas por automotor de larga distancia que, más allá del servicio público
concesionado, las empresas transportistas puedan ofrecer otros ser-
vicios –de mayor categoría– que, sin dejar de ser transporte público,
no constituyan un servicio público. Por el mismo motivo, el transpor-
te público no se limita, solamente, al servicio público de transporte y
puede estar dirigido tanto al transporte de personas como de cargas.
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Trata de personas
La definición de trata de personas la podemos sintetizar en la co-
mercialización ilegal de personas y todas las actuaciones que faciliten y
propicien la misma, en la que se someta a las víctimas a una explotación
que conlleve a un atentado contra su dignidad y derechos fundamenta-
les. En la época romana, encontramos antecedentes a esta comerciali-
zación en la que se secuestraban a personas libres para venderlas como
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Tribuno de la plebe
La secesión de la plebe y su retirada al Monte Sacro, en el año 494 T
antes de Cristo, son, para muchos, las primeras muestras de huelga
general popular. La principal consecuencia de la protesta plebeya fue
la creación del Tribuno de la Plebe, magistrado encargado de la defen-
sa de los derechos de los plebeyos, que cuenta con el poder de intercessio
o veto ante cualquier decisión de un magistrado ordinario o extraordi-
nario que pudiera dañar los intereses plebeyos. El Tribuno de la Plebe
tenía también el Iusauxilii (derecho de ayuda o asistencia a los plebe-
yos frente al imperium de los magistrados supremos). Juan Jacobo
Rousseau, en el Contrato Social, dice que el poder mayor de este magis-
trado era que no formando parte del poder de gobernar ni de legislar,
“no pudiendo hacer nada”, podía impedirlo todo. Maquiavelo, admira-
dor de la República romana, reconoció en su Discurso sobre la Primera
Década de Tito que las características de la aquella República, así como
su perfección, se debían a la separación de la plebe y del Senado y a la
creación de los Tribunos. El Tribunado fue en Roma el equilibrio entre
el poder patricio, representado por el Senado y las magistraturas su-
premas, todavía no plebeyas, y la voluntad popular. En su criterio,
las contradicciones entre patricios y plebeyos son esenciales para
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Usuarios
Usuario viene del latín usuarius, entendido como quien usa una
cosa ajena con ciertas limitaciones. La Real Academia Española lo de-
fine como la persona que es destinataria de un servicio privado o pú-
blico, en la acepción que nos ocupa. En el caso concreto, el usuario
goza de una actividad que le es debida como parte del cuerpo social
que integra, y que legislativamente se tiene como servicio público, en-
tendida como toda actividad o cobertura de necesidades que el Estado,
en representación de la comunidad, interpreta en un momento deter-
minado que debe ser declarada tal, mediante una decisión política que
implica someterla a un régimen especial de regulación. Muchas veces
el concepto de usuario se usa como sinónimo de consumidor en rela-
ción con los servicios en general, e incluso los trabajos jurídicos y legis-
lativos que suelen referirse a “consumidores y usuarios” en conjunto,
pero su configuración conceptual más precisa se da en su rol de prota-
gonista de una relación con un prestador de servicio público. La dife-
rencia parte del sujeto con quien se entabla la relación (una empresa
de servicios públicos estatal o privada), pero además se distingue del U
consumidor en que éste adquiere o utiliza bienes o contrata servicios
que terminan con su uso personal, familiar o social (destinatario fi-
nal), mientras que el usuario aprovecha un régimen prestacional que
no se agota ni consume por su uso, sino que se renueva y se presta con
continuidad y con vocación de universalidad, permanencia (regulari-
dad) y con fines de interés general. Los servicios públicos son indica-
dores de calidad de vida y pueden ser satisfechos por la estructura
propia del Estado o por privados mediante el sistema de concesiones,
permisos o licencias, pero constituyen un cometido estatal en cuanto
a su competencia, que no puede ser transferida sin afectar los atribu-
tos esenciales del poder estatal. Esto origina la responsabilidad del Es-
tado que nunca pierde la titularidad de la actividad. De modo que, si el
Estado concesiona los servicios, la relación concesionario-usuario no
es la de cliente regido por el Derecho Privado, sino que es eminente-
mente de Derecho Público. Además, aunque algunas empresas los de-
nominen “clientes”, los usuarios de servicios públicos no revisten esa
condición, toda vez que no tienen la posibilidad de seleccionar en el
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con carácter universal a todos los usuarios para que puedan disfrutar
del mismo sin distingo arbitrario alguno. Trato equitativo y digno: Co-
rresponde al deber del Estado de estudiar estrategias para garantizar
a los sectores carecientes la provisión de servicios públicos. Tiene su
correlato en el deber de los prestadores de financiar el costo del servi-
cio a categorías de pobladores de bajos ingresos, o a aquellos que el
Estado decida subsidiar. Importa también la protección de los datos
personales del usuario brindados al prestador. Derecho de acceso a los
servicios públicos: es el caso del usuario potencial que se encuentra
comprendido en planes de expansión de los servicios aún no cumpli-
dos y que tienen el derecho que les sea brindado. Este es un derecho
subjetivo con alcances reglamentados por las condiciones razonable-
mente fijadas para cada servicio, que no deben ser arbitrarias ni res-
trictivas, en base al principio de que estos tienen que llegar a la mayor
parte de la población (esencialidad operativa). El derecho se formula
como la prerrogativa de pasar de usuario potencial a activo. [Carlos
Eduardo Tambussi. Universidad de Buenos Aires]
Utilidad pública
Útil para la comunidad. Conveniencia particular para la
colectividad. Si bien esta expresión, en términos abstractos, resulta
vaga y puede parecer omnicomprensiva, el estudio de diferentes
sistemas jurídicos iberoamericanos nos indica que esta expresión
se aplica para calificar determinadas situaciones jurídicas concretas
a fin de habilitar determinadas acciones del Estado vinculadas con
el ejercicio del poder de policía. Por tal motivo, se realizó un estudio
comparativo para verificar los supuestos en los que la declaración de
utilidad pública es un requisito para determinadas acciones del Estado.
En los lineamientos clásicos, la declaración de utilidad pública respecto
de un bien debe concurrir como fundamento de la expropiación
forzosa. Esta consiste en la acción y efecto de expropiar, de desposeer
de una cosa a su propietario dándole en cambio una indemnización
justa. Se entiende que la facultad de expropiar está reservada a los
organismos estatales provinciales y municipales y a condición de que se
efectúe por causa de utilidad pública, calificada por ley y previamente
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Vacíos urbanos
El término vacíos urbanos, puesto en circulación en el discurso pú-
blico en las últimas décadas, constituye una conceptualización que en sí
misma conlleva una contradicción esencial. En palabras de Manuel Del-
gado: “nada urbano está vacío, porque está siempre lleno de sociedad.
Si no, no es urbano”. Sin embargo, resulta un término ineludible en el
marco de cierta retórica urbanística contemporánea y de las estrategias
urbanísticas de la gestión local del territorio, en cuanto a la condición de
vacancia de tierra, obsolescencia edilicia o de usos y la pérdida de refe-
rencias simbólicas –percibidas o programadas– y –consecuentemente–
la oportunidad de transformación de espacios urbanos y de la ciudad.
Desde aquí, las expresiones V. U. o tierra vacante, que más allá de algunas
cuestiones específicas suelen utilizarse de modo indistinto, remiten a
una multiplicidad de formas, tipologías, tamaño y ubicación relativa de
espacios en la ciudad pasibles de asignación o reasignación a distintos
usos urbanos y su reconfiguración material y simbólica. En este senti-
do, en su eventual asignación de usos, es preciso valorar las caracterís-
ticas o los atributos del vacío urbano, cuestiones de tipo geográfico y B
V
técnico o componentes simbólicos y culturales, según el propósito de
la intervención. Podemos hablar así, tanto de terrenos, edificios, cons-
trucciones, pequeños espacios o espacios intersticiales, que no remiten
a una forma, posición o localización específicas ni a ningún requisito
de dimensión y que pueden ser pasibles de significaciones y sentidos
diversos según el grado de apropiación de los habitantes de la ciudad,
el proceso de vacancia, la situación en la coyuntura y su dinámica ten-
dencial. Si entendemos los V. U. como “un recurso que puede ser movi-
lizado para la mejoría de la calidad de vida urbana” (ver Larangeira de
Araujo), la gestión de estos debe trascender los intereses particulares y
la coyuntura, inscribirlos en su capacidad dinamizadora de la ciudad
en el mediano y/o el largo plazo. Llevar a cabo este propósito, requiere
de concertar políticas públicas comunes y coordinadas entre los múlti-
ples actores que piensan/construyen ciudad: los gobiernos, las distintas
fuerzas políticas, de modo de evitar que la discontinuidad política-ad-
ministrativa derive en la discontinuidad de la implementación de pla-
nes, programas y el desarrollo del ordenamiento territorial a largo plazo
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Valores
Los valores son cualidades de las cosas, hechos o personas. Debe
tenerse en cuenta que la particularidad del vocablo se relaciona con
su multiplicidad de acepciones o sentidos y, de esta manera, se con-
sidera como valores a las pautas o abstracciones que guían y orientan
el comportamiento humano hacia la realización de la persona, pero
también son considerados cualidades/propiedades de los objetos ma-
teriales que los sostienen –depositarios–. La axiología (del griego άξιος
-axios- “valioso, que tiene valor”, y λόγος –logo- “tratado”) es una dis-
ciplina que comienza a tener lugar en la segunda mitad del siglo XIX
y es considerada una rama de la filosofía que se encarga del estudio
de la naturaleza de los valores y juicios valorativos; la cual se divide en
dos grandes vertientes: la ética (que se ocupa de la teoría de los valores
morales o de lo bueno) y la estética (la cual tiene en miras la teoría de los
valores artísticos o de lo bello). El vocablo valor proviene del latín vale-
re que significa “ser fuerte”, al ser empleado con distintas acepciones
semánticas, la más frecuente es la utilizada para referirse al valor eco-
nómico, en el sentido de precio o cotización de las cosas o mercancías,
por lo que el vocablo tiene un origen económico que luego es incorpo-
rado a la filosofía por autores como Kant (2008) y Nietzsche (1996). Es
recién en el siglo XX que cobra relevancia como tema de investigación
en esta área. Por lo tanto, existen tipos de valores como los personales,
socioculturales, familiares, espirituales, organizacionales, materiales
y el valor en sentido moral desde un punto de vista filosófico. Entre las
características de los valores se encuentran la polaridad y la jerarquía
o gradación, las cuales son reconocidas por la mayoría de los autores,
luego surgen caracteres particulares según la teoría sobre la naturale-
za de los valores a la que se haga referencia. El carácter de la polaridad
refiere a que los valores se presentan desdoblados en un valor positivo,
al que le corresponde uno de tipo negativo –antivalores– (ej: belleza/
fealdad, bueno/malo, justo/injusto, etc.). Por lo general, los valores se-
rán deseados y aspirados por placer, necesidad o deber, pero los an-
tivalores tienden a ser rechazados por sus carencias o perjuicios. La
jerarquía supone la existencia de valores inferiores y superiores, por
ende se ordenan jerárquicamente (generalmente denominado tabla
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una cosa, hecho o persona que lo posee y un sujeto que lo aprecia, esti-
ma o descubre. Una de las corrientes que se posiciona dentro de dicha
teoría es el estructuralismo axiológico, ubicándose como un expositor
a Frondizi, quien considera que el valor surge de la relación entre el
sujeto y el objeto y, de esa relación, se origina una cualidad –valor–.
Entendemos que ambas corrientes –objetivista y subjetivista– carecen
de una explicación satisfactoria acerca de la naturaleza de los valores,
reparando en que su síntesis es lo más acertado y requiriendo como
elementos necesarios al objeto y al sujeto, considerando además las
circunstancias psicológicas, sociales, culturales en un tiempo y lugar
determinados. Los valores como pautas o abstracciones que guían y
orientan el comportamiento humano hacia la realización de la per-
sona tienen una connotación de inconmensurable importancia en lo
que hace a la convivencia social, ya que son estos los que sustentan la
coexistencia armoniosa y el normal funcionamiento, no solo de esta,
sino de los Estados en su interior, como respecto de su ámbito exterior.
[Romina Micaela Lattini. Universidad Nacional de La Plata]
Vida
El derecho a la vida que tiene toda persona humana es, por un
lado, el primer derecho natural y preexistente a toda legislación posi-
tiva incluso cuando esté previsto en ella y, por otra parte, constituye la
condición previa necesaria para la realización y disfrute de todos los
demás derechos. En el caso de este último fenómeno, se trata de una
pauta no solamente con basamento jurídico, sino que resulta conse-
cuencia de la lógica y del instinto común: ningún derecho fundamen-
tal del que goce un ser humano por el mero hecho de ser tal puede ser
ejercido si aquel deja de existir. En otras palabras, la vida de las perso-
nas físicas, por cuanto presupone su existencia, precede y condiciona
los demás derechos que, fenecida aquella, se desvanecerían. Por ello,
no sorprende que los principales instrumentos internacionales sobre
Derechos Humanos consagren expresamente el derecho a la vida, y
en particular entre sus disposiciones iniciales. La Declaración Univer-
sal de los Derechos Humanos, adoptada por la Asamblea General de la
Organización de las Naciones Unidas en 1948, establece en su artículo
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V
El derecho de toda persona a la vida está protegido por la ley. Nadie podrá
ser privado de su vida intencionadamente, salvo en ejecución de una con-
dena que imponga la pena capital dictada por un Tribunal al reo de un deli-
to para el que la ley establece esa pena (art. 2, apartado 1; y ello sin perjuicio
de las excepciones contempladas en el apartado 2 del mismo artículo).
La contrapartida del derecho de toda persona a la vida es la obliga-
ción internacional de los Estados de respetarlo, garantizarlo y proteger-
lo. Como corolario de ello, el incumplimiento de dicha obligación por
parte de los Estados, ya sea a través de conductas activas u omisivas, es
fuente de responsabilidad internacional. En el ámbito interamericano,
cabe tener presente que la Corte Interamericana de Derechos Huma-
nos ha resuelto que el ilícito internacional atribuido al Estado puede
originarse en actos u omisiones de cualquier poder u órgano estatal,
con independencia de su jerarquía, de su individualización y de la in-
tencionalidad, la culpabilidad u otros requisitos de la configuración de
un delito criminal previstos por la legislación penal interna. Inclusive,
la actuación de terceras personas con el apoyo o la tolerancia del poder
público en la infracción del derecho a la vida reconocido en la CADH,
u omisiones que hayan permitido la perpetración de esas violaciones,
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Violencia
Conceptualmente ambigua por la pluralidad de definiciones su-
ministradas según cada proceso político abarcando multiplicidad de
campos interdisciplinarios y áreas de investigación. Se presenta como
una relación social compuesta por un fenómeno humano, biológica-
mente gratuito y psicológicamente voluntario. La violencia en cual-
quiera de sus formas es ante todo comunicacional, da un mensaje.
La función expresiva tiene como acción social en una de sus dimen-
siones comunicar alguna característica elegida por sus practicantes
y eventualmente ubicar a su perpetrador en determinada estructura
social. Le es asignada una carga negativa en cuanto al otro; lo doblega,
le desarticula su voluntad, lo elimina, lo desposee, o le resta autono-
mía. Proviene del latín violentia que refiere al abuso o uso excesivo de
la fuerza, cualidad de violentus. Vis significa fuerza y desciende de la
raíz indoeuropea wei que equivale a fuerza vital. Lentus, por su parte,
actúa como sufijo que tiene valor continuo por lo cual se alude a la con-
tinua utilización de la fuerza. Con respecto al derecho, la violencia lo
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Violencia institucional
Una definición ceñida a cuestiones de orden formal podría dete-
nerse exclusivamente en la explicitación de qué tipo de violencias ejer-
cidas por cuáles instituciones hacen a esta noción. Sin embargo, aún
esa entrada tan sencilla a la cuestión presenta problemas apenas se
busca contar con mayor precisión: ¿de qué tipo de violencia habla-
mos?, ¿ejercida por cuáles instituciones y en qué circunstancias?, ¿se
trata siempre de prácticas ilegales? Aquí una primera cuestión a desta-
car es que esta voz, cuyos alcances están relativamente consensuados
pero no del todo cerrados, implica el reconocimiento que la existencia
de la noción violencia institucional resulta de una lectura y análisis
del desempeño de las instituciones y las burocracias estatales a la
luz del paradigma de los derechos humanos lo cual implica, obviamen-
te, al Derecho Internacional de los Derechos Humanos que se apoya en
los principales tratados internacionales en la materia. Así, atendiendo
a lo que en los diferentes campos empíricos distintas organizaciones y
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Vivienda
La vivienda cumple un rol esencial como satisfactor de un con-
junto de necesidades básicas que resultan imprescindibles para que
las personas puedan vivir con dignidad. Desde esta perspectiva, el sig-
nificante “vivienda” no se restringe a la mera imagen de un techo y
cuatro paredes, sino que convoca el espacio físico que brinda albergue,
cobijo, intimidad, protección y seguridad y que posibilita el desarro-
llo de la personalidad y de las relaciones interpersonales. La vivienda
suele cumplir también –en particular entre los sectores de menores
ingresos– un rol fundamental en la subsistencia de los grupos fami-
liares al constituirse como centro económico en el cual las personas
desarrollan sus actividades básicas. Considerando las múltiples fun-
ciones que cumple, la vivienda ha sido definida como una configura-
ción de servicios –los servicios habitacionales– que deben dar satisfacción
a las necesidades humanas primordiales, necesidades que varían con
cada sociedad y grupo social. Así entendida, la vivienda juega un rol
decisivo en la calidad de vida de las personas y resulta esencial para la
realización de una amplia gama de derechos humanos. Para que una
vivienda supere el test de adecuación que exige el derecho internacio-
nal debe reunir un conjunto de estándares, entre los que se destacan:
seguridad jurídica de la tenencia (todas las formas de tenencia –incluida
la ocupación– deben gozar de cierto grado de seguridad de la tenencia
y de protección contra el desahucio, el hostigamiento u otras amena-
zas); disponibilidad de servicios e infraestructura (se debe garantizar a sus
habitantes el acceso a agua potable, a energía, y a servicios e infraes-
tructura básica); asequibilidad (los costes que entraña una vivienda de-
ben ser conmensurados con los niveles de ingresos de sus ocupantes y
no deben comprometer la satisfacción de otras necesidades básicas);
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Vivienda social
Un primer acercamiento a la noción de “vivienda social o de interés
social” refiere a un capital socialmente asignado y protegido por la ac-
ción directa del Estado a partir de las reglas del mercado, producto de
una política estatal. El significado y condición de vivienda social supone
acuerdo entre los diferentes actores y sus posicionamientos en cada mo-
mento histórico. No ha sido así a lo largo de la historia, sus diferentes
conceptualizaciones posibilitaron distintas estrategias que operaron en
su atención, involucrando al Estado como actor necesario. Encierra la V
contradicción de pensar la vivienda en clave social, cuando es la socie-
dad en su conjunto que produce vivienda según diferentes asignacio-
nes, modos y procesos, según una reorganización y redistribución del
territorio entre distintos sectores sociales de acuerdo a jerarquías que
legitiman las posiciones sociales. El acceso a la vivienda para sectores
excluidos de la lógica del mercado es un bien de uso individual, no es ni
colectivo ni público, que requiere una asignación “social” específica. Es
el Estado mismo quien determina a quién se le asigna, lo que se produce
a través de políticas de vivienda, definiendo las condiciones materiales y
simbólicas que van asegurar la integración del destinatario al cuerpo so-
cial en su conjunto o, en su detrimento, a excluirlo. El acceso a la vivien-
da tiene connotaciones multidimensionales que refieren al acceso a la
ciudad, a los bienes y servicios que posibilitan vivir y producir en la ciu-
dad. Por ello, el concepto de vivienda social debe incorporarse a la no-
ción de hábitat. Esto es, como refiere Merklen, asociada al conjunto de
servicios y recursos físicos, sociales, simbólicos y culturales en un barrio
y ciudad determinados. Fernández Wagner incluye la dimensión
política del acceso a la vivienda al interrogar cómo se definen los sujetos
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Voto extranjero
Otorgarles derecho a las personas extranjeras a elegir a sus go-
bernantes es una forma de integrar a este grupo a la vida democrá-
tica de un país o de una ciudad e implica brindarles la posibilidad de
involucrarse en los asuntos públicos del sitio donde habitan, que in-
defectiblemente afectan su vida cotidiana. El lugar de nacimiento de
una persona, como única causa, no debería limitar el ejercicio de ese
derecho político. En la medida que los extranjeros cumplan con ciertos
requisitos, como por ejemplo: i) una edad mínima, ii) documentación
apropiada, iii) determinado estatus de residencia, iv) cierta antigüe-
dad en el lugar, v) no contar con inhabilitaciones que estén reguladas
por ley, no resulta razonable privarlos de su derecho a voto. El derecho
al voto es esencial para la democracia, que es a su vez un medio fun-
damental para garantizar los demás derechos humanos. Los derechos
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Vulnerabilidad
Todos somos vulnerables. La condición de vulnerabilidad es in-
manente a la naturaleza de los seres humanos. Sin embargo, la vul-
nerabilidad como concepto, que permite entender las diferencias y
desventajas de ciertas personas, está definida por múltiples circuns-
tancias que se pueden asociar desde el marco jurídico, desde la justi-
cia, la equidad, las políticas públicas, el bienestar social y la eficacia en
la garantía de los derechos humanos. Esto significa que la compren-
sión de la vulnerabilidad no es unilineal ni monolítica; es una condi-
ción multifactorial que sitúa en evidente desventaja formal y real, a
determinados seres humanos. Es importante esta anotación porque
en el uso cotidiano del lenguaje, la referencia a este concepto se inicia
en el léxico y en el tratamiento formal que las leyes alcanzan a dimen- V
sionar sobre la cuestión. Empero por su naturaleza metanormativa,
la vulnerabilidad se alimenta de las concepciones propias de áreas del
conocimiento tan importantes como la biología, la economía, la so-
ciología, el derecho (natural y positivo), por citar algunas. Incluso, la
proyección misma del término vulnerabilidad debe anclarse en otros
tópicos como el bienestar social y económico que definen en qué grado
y en qué nivel de problemática para su auxilio puede cualquier perso-
na ser considerada como vulnerable. En seguimiento de estas ideas,
la vulnerabilidad es una circunstancia tangible y real; la persona y/o
el grupo considerados vulnerables padecen una condición de inde-
fensión real e incluso formal debido a que su situación concreta de
desventaja social las limita e impide el ejercicio pleno de sus derechos
humanos. Por tanto, el grupo vulnerable nace de los diferentes aspec-
tos de las interrelaciones y de la colaboración entre los hombres dentro
del marco de la organización socioeconómica. Es en este campo donde
se establecen y aplican las normas jurídicas en general y específica-
mente las de rango constitucional, encaminadas a la procura de un
aseguramiento mínimo de los derechos de las personas. La dimensión
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Xenofobia
El término xenofobia proviene de concepto griego xénos (extranjero)
y phónos (miedo). Por tanto en un primer momento, podemos definir
la xenofobia como miedo, odio o rechazo hacia lo extranjero. Situando
este término en un concepto sociopolítico hace referencia a la fobia a
las etnias y culturas distintas y sobre todo extranjeras, concretándose
en una ideología que consiste en el rechazo de las identidades cultura-
les diferentes a las propias que provengan de territorios o naciones dis-
tintas, especialmente si proceden de países o pertenecen a etnias hacia
los que se comparten prejuicios y estereotipos negativos. El motivo de
dicho sentimiento o actitud viene dado por la sensación de amenaza
que tiene el individuo respecto de su estado de bienestar por la llegada
de gente extranjera que puede alterar dicha estabilidad. Algunos au-
tores han relacionado la xenofobia con la aporofobia o el rechazo del
pobre o persona sin recursos económicos, de la misma forma se gene-
ra este sentimiento con los extranjeros sin recursos. Si el extranjero
tiene dinero es extraño que se genere un sentimiento de xenofobia, no
viéndose tanto como una amenaza. Igualmente, el autóctono tiende a C
X
aceptar al inmigrante siempre que renuncie a los rasgos identitarios
de su cultura, como la religión, idioma o costumbre, y así se genere
un proceso de cohesión social. Esta sensación de amenaza hace que
se dificulte la interacción con los extraños. Se debate la conveniencia
o no para la cultura receptora del aporte cultural de los inmigrantes
que pueden ir en detrimento de identidad y bienestar social. Como tó-
picos estereotipados que generan los sentimientos e ideas xenófobas
podemos encontrar: la diferencia de apariencia, de cultura y de con-
ducta; la desviación de las normas y de los valores distintos a la de los
autóctonos; la competición por recursos escasos de espacio, de empleo
educación y bienestar social; y la amenaza percibida como posible in-
vasión. El sentimiento de xenofobia está en relación con la posición de
la persona en la estructura social, nivel cultura, su interacción directa
o no con los inmigrantes, así como también si se tiene una relación
directa con la clase de información reflejada en los medios de comuni-
cación, así como en los discursos políticos. Los efectos de la globaliza-
ción han propiciado la aparición de ideologías en la que se propugna
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757
ÍNDICE AUTORES
A
ACEVEDO, Carlos 29
AGOSTINO, Ana 166
AGUERRE, Nicolás 160
ALEXEEVA, Tatiana 505
ALONSO, María Victoria 388, 463
AMETTE ESTRADA, Roberto 112, 261, 321, 393
ANDRIOLA, Karina Alejandra 310
ARAS, Francisco 603
ARNDT, Silke Mayra 304, 411, 645
AVILÉS, Eleonora 268
AYOUB RICHE, Cristina 288
B
BARROS, Fernanda 543
BELLOCCHIO, Lucía B 245
BERTONI, Leandro 333, 420
BETTONI, Analía 583
BEVILACQUA, Lilian 286
BIANCHI, Fiorella 313
BONAZZOLA, Pablo F. 557
BRODSKY, Jonathan M. 57, 292, 336, 630
BUGALLO, Daniel J. 380
BUSTOS FERNÁNDEZ, Paolina 586
C
CANÉ, Santiago 65, 531
CAPOMASI, Romina Paola 52
CARBAJAL, Liliana María 271, 625
CARDOSO, José Lucas 134
CARMONA ARELLANO, Nancy 242
CARVAJAL BASTO, Luis 494
CERIANI, Paula Victoria 41, 105
CIAVELLI, Silvia Beatriz 367
COLOMBO, Analía Isabel 106, 145
COLOMER VIADEL, Antonio 460
CONDE GONZÁLEZ, Francisco Javier 350
CONSTENLA, Carlos R. 71, 73, 132, 162, 198, 233, 249, 265,
297, 334, 355, 427, 438, 481,
522, 530, 544,
CONSTENLA, Enrique C. 546
COX URREJOLA, Sebastián 152
CRUZ, Anabel 583
CUSTODIO LÓPEZ, Ramón 222
CUVIELLO, Sabrina Soledad 473
D
DALLOCHIO, María Sol 89
DARCY, Norberto C. 179, 195, 208
DE BARTOLOMÉ CENZANO, José Carlos 528
DE PABLO, Nadia Carolina 143, 385, 403, 441, 466
DELAPLACE, Domitille 211
DOMINGO BARBERÁ, Elia 609, 654
E
ELJATIB, Axel Omar 549
ESCOBAR ROCA, Guillermo 157, 396, 552
ESPÓSITO, Julia 424
F
FALCÓN, Juan Pablo 382, 454
FERNÁNDEZ ESTRADA, Julio 612
FIDEL, Diego Ramón 169, 331, 488
FINSTERBUSCH, Christian 236, 416
FIZZOTTI, Andrea 97
FORASTIERI, María Josefina 371
FURFARO, Lautaro 327
G
GALINDO ROLDÁN, Juan Manuel 224
GARAVENTA, Carlos Adrián 590, 605
GARCÉ, Álvaro 263, 273
GARCÍA ASCOLANI, María José 436
GERSCOVICH, Alicia 642
GODOY, Mariana Inés 283
GONZÁLEZ, Paula Irene 147, 413
GONZÁLEZ CHÁVEZ, María de Lourdes 648
GONZÁLEZ MAGAÑA, Ignacio 471, 560
GRANDINETTI, Rita 258
GROSSMAN, Osvaldo Alejandro 23
H
HECKETSWEILER, Laurent 128
HOPP, Cecilia Marcela 219
I
INOSTROZA, María Victoria 275
J
JIMENEZ, Ezequiel 407, 540, 575
JUSTO, Juan Bautista 47, 102
K
KOTLIK, Marcos D. 69, 172, 175
L
LAMBERTO, Raúl 37, 374
LAMBRUSCHINI, Gustavo 563
LARA SÁENZ, Leoncio Severino 141
LATTINI, Romina Micaela 182, 469, 600, 628
LIFSCHITZ, Miguel 502
LÓPEZ GONZÁLEZ, José Luis 538
LÓPEZ, Amelia 150
LOVAT, Alejandra Mariel 285, 329, 592
M
MANÍN, María Laura 302, 344, 444
MANÍN, María Soledad 26, 121, 227, 361, 499, 571, 620
MARÍN CARRERA, Osiris Edith 491
MATTA, Juan Pablo 32, 115
MAZZA, Leandro Nicolás 347, 565, 632
MILOS HURTADO, Juan Domingo 59
MOREL, Gabriela Victoria 99
MOURE , Ana María 62, 203
N
NATÓ, Alejandro Marcelo 20, 80, 399
NEGREDO CARRILLO, Oscar 497
NEGRETE, Claudio R. 76
NITTO, Maximiliano A. 49, 313
O
ONIDA, Pietro Paolo 184
P
PAJARES MONTOLÍO, Emilio 342
PALMIOTTI, José 137
PAZOS, Cecilia 17, 239
PENNELLA, Silvina 35, 639
PEREIRA, Vantuil 543
PERELMAN, Mariano 229, 290
PÉREZ LÓPEZ, Xesús 125
PIERINI, Alicia 215
PINTO LYRA, Rubens 448
PIRERA, María 187, 255
PITA, María Victoria 636
PRATES, Antonieta 516
PRESNO LINERA, Miguel Ángel 278
R
RAMÓN FERNÁNDEZ, Francisca 109
RINS, Ismael 579
S
SAMPAIO VENTURA, Catarina 511
SANTÁNGELO, Juan Pablo 201, 484, 486
SÁNTO SÉ MELLO, Katia 32
SANTOSTÉFANO, Carolina Noemí 232, 598
SCIANCA LUXEN, Paula 318
SURGIK, Aloísio 198
T
TABOADA, Federico Germán 66, 400
TAMBUSSI, Carlos Eduardo 91, 94, 508, 618
TERZIBACHIAN, María Fernanda 83, 358, 422, 457, 475, 479, 513
THITEUX ALTSCHUL, Monique 299
TORREMARE, Guillermo F. 595
U
URIBE ARZATE, Enrique 648
V
VELASCO, María Inés 568
VERGARA, Nicolás Daniel 247, 338
VILLALTA, Carla 280
VILLÁN DURÁN, Carlos 192
Y
YAKIMAVICIUS, Mariano Gustavo 297, 353