Descartes Vida y Obra

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DESCARTES

MÉTODO Y REALIDAD EN LA FILOSOFÍA RACIONALISTA

1.- CARACTERIZACIÓN DEL RACIONALISMO

Se designa con el término de racionalismo a un movimiento filosófico que se


desarrolla en el siglo XVII en el continente europeo. En una elemental aproximación se
caracteriza por las siguientes notas:

* Absoluta confianza en la razón humana. Para precisar qué significado tiene esta
confianza debemos hacer referencia a dos aspectos: El origen del conocimiento y el
ideal del mismo.

El primer aspecto significa que el conocimiento tiene su origen en la razón, siendo


esta la única fuente de conocimiento válido, por lo que conocimiento racional y
conocimiento científico se identifican. La información que proporcionan los sentidos
es confusa y no merece el nombre de conocimiento.

El segundo aspecto significa que su ideal de conocimiento es el de un sistema


deductivo, en el que a partir de unas ideas o principios primeros, evidentes por sí
mismos, se deducen las demás verdades. El conocimiento se constituye como un auto
despliegue de la razón.

* Afirmación de la existencia de ideas innatas. Esos primeros principios, a partir de


los cuales se constituye todo el cuerpo del saber, no derivan de la experiencia, ni son
generalizaciones de la misma. Admitir ideas innatas, sin embargo, no significa que el
hombre nazca con ellas, sino que la razón posee cierta predisposición natural a
producirlas.

* Aspiración a crear una única sabiduría humana. Este saber debe ser universalmente
válido en el orden teórico y rector de la conducta humana en el orden práctico.

* Resulta también ilustrativo señalar la gran admiración y el gran desarrollo que


prestaron al conocimiento matemático los filósofos racionalistas. Las matemáticas se
presentaban como el arquetipo de la sabiduría humana: ciencia segura, exacta,
progresiva y universalmente válida.
* Temáticamente hay en el racionalismo dos conceptos centrales: Dios y la sustancia.

* Señalar por fin una gran preocupación por el método.

2.- EL MÉTODO

El punto de partida de Descartes en su actitud crítica ante la filosofía,


básicamente el saber escolástico de su tiempo, que se presenta como una pluralidad de
sistemas, muchas veces contradictorios. Y como, según Descartes, las restantes ciencias
toman sus principios de la Filosofía, deben resultar, también ellas forzosamente
dudosas. Tengamos en cuenta el carácter unitario del saber, tesis muy querida para los
racionalistas: el edificio del saber es un todo orgánico, en el que la metafísica constituye
los cimientos del mismo. Esa desconfianza hacia la Filosofía hace que su objetivo más
inmediato sea el de sanear los cimientos del edificio del saber, haciendo un análisis
previo de las razones que lo han motivado. Las razones posibles del fracaso son
achacables a la incapacidad de la razón o la creencia de un metro adecuado. Como
racionalista no puede aceptar la primera razón, sobre todo si tenemos en cuenta que la
Razón es única, y esa Razón ha obtenido y está obteniendo éxitos deslumbrantes en el
campo de las matemáticas. La raíz, pues, del mal estará en el método inadecuado, es
decir, en la mala dirección de la Razón. Por eso el remedio consistirá en buscar un
método para guiar bien la Razón.

Naturalmente que Descartes es consciente de la dificultad de encontrar un nuevo


método, jamás encontrado por tan excelentes ingenios que le han precedido. Pero cree
hallarlo mediante la consideración del procedimiento matemático. El hecho de que las
matemáticas estuvieran en posesión de la práctica del método facilitó la tarea de
Descartes, pero no es excusó de justificarlo. Dado que el método matemático sirvió de
inspiración, es necesario ver en que consiste. Se distinguen en este método dos modos
de conocimiento: La intuición y la deducción.

La intuición es una especie de luz natural que permite que la razón capte
inmediatamente conceptos simples sin que quede posibilidad de duda o error. Estás
primeras verdades o principios son los llamados axiomas, a partir de los cuales funciona
la deducción.

Se entiende por deducción el modo de conocimiento por el que la razón descubre


las conexiones que se dan entre las ideas simples. En el sentido que se emplea este
término en Matemáticas significa obtener unas verdades a partir de otras, y este sentido
se mantiene en Descartes.

Descartes define su método como "un conjunto de reglas ciertas y fáciles que
hacen imposible para quien las observe exactamente tomar lo falso por verdadero y, sin
ningún esfuerzo mental inútil, sino aumentando siempre gradualmente su ciencia, le
conducirán al conocimiento verdadero de todo lo que es capaz de conocer". A pesar de
sus defectos, la lógica, el análisis de los geómetras y el álgebra constituyen las tres
ciencias en que Descartes se inspira para establecer su método, que expone
sintéticamente en cuanto preceptos:

* El primer precepto establece como criterio de verdad la evidencia, y aduce


como notas de la evidencia la claridad y la distinción. La evidencia es contrapuesta por
Descartes a la conjetura, que es aquello cuya verdad no aparece a la mente de modo
inmediato. No es la evidencia cartesiana la que resulta de la experiencia sensible o
criterios de autoridad, sino la que se consigue por intuición intelectual. Entiendo por
intuición, dice en las Reglas, no el testimonio fluctuante de los sentidos o el juicio falaz
de la imaginación que coordina erróneamente, sino un concepto de la mente pura y
atenta tan fácil y distinto, que quedamos completamente libre de dudas en cuanto al
objeto de nuestra comprensión. La intuición es el acto puramente racional con el cual la
mente percibe su propio concepto y se hace transparente a sí misma. La claridad y
distinción constituyen los caracteres fundamentales de una idea evidente. Se entiende
por claridad la presencia nítida y manifiesta de una idea a la mente que la considera; y
por distinción la separación de otras ideas, de modo que no contengan nada que
pertenezca a las demás y por tanto no pueda confundirse con ellas.

* El segundo precepto o regla es el del análisis. Consiste en dividir cada una de


las dificultades que se van a examinar en el mayor número de partes posibles y
necesarias para resolverlas mejor. Una dificultad es un complejo de problemas en el
cual están mezclados lo verdadero y lo falso. La regla del análisis está al servicio de la
intuición, pues solo si el problema es absolutamente determinado y liberado de toda
complicación superflua permite el ejercicio de la intuición.

* El tercer precepto o regla es el de la síntesis. Consiste en conducir


ordenadamente los pensamientos, ascendiendo gradualmente desde los más simples
hasta los más complejos. Este proceso responde y está al servicio de la deducción. En el
orden deductivo, son primeras las cosas que Descartes llama absolutas, es decir,
provistas de una naturaleza simple y, como tales, independientes unos de otras. Son, en
cambio, relativas, las que deben ser deducidas de las primeras mediante una serie de
razonamientos. La necesidad del orden deductivo implica que sea de indagar este orden
cuando no se encuentra naturalmente.

* El cuarto precepto representa la comprobación de los análisis y las síntesis ya


realizados; mediante el recuento y las enumeraciones se comprueban los análisis, y,
mediante las revisiones, las síntesis.

3.- LA DUDA

Establecido ya el método que debe seguir, la primera tarea que emprende


Descartes es la búsqueda de esas verdades indubitables, objetos de la intuición, a partir
de las cuales él pueda deducir todo el campo del saber. Puesto que se trata de encontrar
unas verdades incuestionables es natural que someta a duda todo aquello de lo que sea
posible dudar. De todas formas, conviene subrayar que la duda cartesiana no es una
duda escéptica, sino metódica, es decir, solo con vistas a hallar lo indudable, como paso
preliminar para llegar a la evidencia. Son tres los motivos para dudar:

* La falacia de los sentidos. En efecto, los sentidos a veces nos engañan, y por
ello puedo pensar que me puedan engañar siempre. El alcance de este motivo de duda
solo afecta a la apariencia de las cosas, pero no a la existencia de las cosas mismas.

* La no distinción de la vigilia y el sueño, puesto que, en ocasiones, cuando


dormimos, tenemos representaciones semejantes a las que tenemos cuando estamos
despiertos. Así cabe pensar que incluso las percepciones que parecen más manifiestas,
no sean más que mentirosas ilusiones. El alcance de este motivo de duda es superior al
primero, pues parece afectar a la propia existencia de las cosas. Lo único que quedaría a
salvo serían las verdades de la matemática, pues, duerma o esté despierto, dos más tres
serán siempre cinco y un cuadrado tendrás siempre cuatro lados.

* El proceso de duda alcanza su máxima radicalidad con la hipótesis del genio


maligno, no menos engañador que poderoso, el cual emplea todo su poder en
engañarme. Esta hipótesis altamente improbable, viene exigida por la radicalidad con
que se propone someter a crítica todas las opiniones, y equivale a decir que tal vez mis
estructuras mentales estén mal constituidas y me equivoco siempre cuando me pongo a
pensar.

4.- LA PRIMERA VERDAD Y PROTOTIPO DE TODA VERDAD


La duda cartesiana no desemboca en el escepticismo. Del mismo hecho de dudar
surge la primera certeza. En efecto, si dudo, si estoy persuadido de que nada hay en el
mundo, si soy engañado por cierto genio maligno, sí, en definitiva, pienso, hay que
concluir que yo soy, que yo existo. De esta manera la afirmación pienso, luego existo,
se presenta como la primera certeza, capaz de resistir todo posible motivo de duda. Y no
solo es la primera verdad, conocida mediante la intuición, sino el prototipo de toda
verdad porque la percibo con toda claridad y distinción. Así, todos los que perciba con
igual claridad y distinción será también verdadero.

Ya sé que soy. Pero, ¿qué soy?. Descartes no puede definirse como cuerpo, y
como algo que derive de él, ya que, de momento, está persuadido de que nada corpóreo
existe; el único material de que dispone es el pensamiento. Por eso responde: "yo soy
una cosa que piensa". Así pues, Descartes ha hallado la existencia del yo y la naturaleza
de ese yo como cosa pensante.

5.-LAS IDEAS

Descartes procede de las Meditaciones Metafísicas al análisis del único material


con que cuenta el yo pensante: las ideas. De este análisis interesa destacar su teoría de la
realidad objetiva de las ideas, pues esta teoría es la que posibilita el salto desde las ideas
hasta la realidad extramental de Dios y las cosas.

Descartes distingue en las ideas un doble aspecto: las ideas como modos o
formas del pensamiento - procesos psíquicos que ocurren al yo pensante -, o como
poseedoras de un contenido representativo, que Descartes denomina realidad objetiva de
la idea. En el primer sentido todas las ideas son iguales y todas parecen proceder de mí;
en cambio, si se consideran en cuanto a su contenido representativo, entonces son muy
distintas unas de otras, unas contienen mayor realidad objetiva que otras. ¿A qué se
debe que una idea contenga tal realidad objetiva y no tal otra? Antes de responder a esta
pregunta, hay que aclarar la distinción que establece entre realidad objetiva, realidad
formal y realidad eminente. Llama a realidad objetiva a la realidad conceptual y es la
clase de realidad que corresponde propiamente a las ideas. Realidad formal, en cambio,
es la realidad propia de los objetos. Por último, cuando habla de realidad eminente, se
refiere a una clase de realidad, qué es más realidad que la formal, y en consecuencia la
incluye. Hecha esta aclaración, la respuesta a la pregunta por la realidad objetiva de las
ideas es clara: para que una idea tenga una determinada realidad objetiva debe haberla
recibido de una causa que tenga esa realidad formal o eminente. ¿Y qué se sigue de todo
esto?, que, si la realidad objetiva de alguna de mis ideas excede a la realidad propia de
mí, hasta el punto que esa realidad no esté en mi, ni formal ni eminentemente, entonces
yo no puedo ser causa de tal idea y, en consecuencia, hay algo distinto de mí, que es la
causa de dicha idea.

Desde el Yo, cree Descartes poder justificar las ideas adventicias (las que
parecen proceder del mundo exterior), y las facticias (las que la mente parece construir a
partir de otras ideas), pues nada parece haber en ellas, tan excelente que no pueda
proceder de mí mismo; es decir, la realidad objetiva de todas esas ideas no excede a la
realidad formal propio del yo.

Ahora bien, hay una idea, que no es adventicia, ni facticia, sino innata, cuya
realidad objetiva sobrepasa con mucho la realidad formal contenida en mí: Dicha idea
es la idea de Dios. La idea de Dios es la de una sustancia infinita, eterna, inmutable...
Descartes carga el acento sobre la nota de infinitud y concluye diciendo que es
imposible que yo ser finito sea la causa de esa idea.

6.- LA EXISTENCIA DE DIOS Y DEL MUNDO

Admitida la conclusión que yo no puedo ser la causa de la idea de un ser infinito,


el camino queda expedito para probar la existencia de Dios a partir de dos argumentos:

- La idea como realidad objetiva requiere una causa real proporcionada; luego, ley de
un Ser Infinito requiere una causa infinita; luego, ha sido causada en mí por un ser
infinito; luego el ser infinito existe.

- El segundo es el clásico argumento ontológico: La idea del ser más perfecto


requiere la existencia, pues en caso contrario no sería la idea del ser más perfecto, ya
que le faltaría la perfección de la existencia; luego, el ser más perfecto, Dios, existe.

Además del argumento que muestra a Dios como causa de su idea en mí, en la
Meditación tercera hay un argumento que presenta a Dios como causa de mi propia
existencia: yo, que me reconozco como ser imperfecto, reconozco al mismo tiempo que
no puedo ser el autor de mi ser, pues, al crearme a mí mismo, desde luego no me
hubiera privado de ninguna en las perfecciones que concibo en la idea de Dios.

Una vez reconocida la existencia de Dios y su naturaleza como poseedora de todas


las perfecciones, ya puede afirmar la veracidad divina y destruir el motivo de duda más
radical de todos, la hipótesis del genio maligno: pretender engañar no es un signo de
poder, sino de debilidad, de malicia, en definitiva, de imperfección, y, por tanto, no
puede darse en Dios. Probada la veracidad divina, Dios se convierte en el garante de la
verdad: todas las cosas que concibamos clara y distintamente son verdaderas tal y como
las concebimos; es decir, Dios respalda la aplicación del criterio general de certeza.

Para probar la existencia de las cosas corpóreas Descartes argumenta así: Dios sería
falaz si me enviara las ideas de las cosas corpóreas directamente por sí mismo o por
mediación de alguna criatura más noble que los cuerpos, pues no me ha otorgado
ninguna facultad para querer que eso sea así y, si me ha dado una fuerte inclinación a
creer que dichas ideas me son enviadas por las cosas sensibles. Así pues, dado que Dios
no es engañador, como realmente existente en los cuerpos, es lo que percibimos en ellos
con claridad y distinción, es decir, aquello que es objeto de la geometría especulativa (se
está refiriendo a las cualidades primarias: extensión, movimiento, figura). En cuanto a
las cualidades secundarias, como son el sonido, la luz, el color..., no son percibidas con
claridad y distinción, y no existen en los cuerpos, sino me sujeto.

A partir de las ideas claras y distintas de extensión movimiento y figura deduce


Descartes su física, que constituye una interpretación mecanicista de la Naturaleza. A
las sensaciones, en cambio, les asigna un papel práctico; están destinadas a orientarnos
en nuestro comportamiento vital, enseñándonos lo que nos conviene o perjudica, pero
nada nos dice acerca de la verdad de las cosas.

El mecanicismo cartesiano puede resumirse así: Dios crea la materia inerte e inyecta
en ella una cantidad de movimiento, que en virtud de la inmutabilidad divina,
permanece siempre constante. Esta materia, definida como extensión geométrica, se
divide en innumerables átomos materiales, los cuales chocan entre sí y dan lugar a los
diversos cuerpos. La estructura y el funcionamiento de los cuerpos se explican por estas
tres leyes: principio de la inercia, la ley de que todo tiende a moverse en línea recta y el
principio de la conservación del movimiento. Estas tres leyes derivan de la
inmutabilidad divina. Descartes incluye en la interpretación mecanicista de la naturaleza
también a los cuerpos orgánicos de las plantas y animales, incluido el cuerpo del
hombre.
7.- LA SUSTANCIA

De todo lo expuesto se deduce que Descartes distingue tres ámbitos de realidad: Dios
o la sustancia infinita, el yo o sustancia pensante y los cuerpos o sustancias extensa.
Descartes define la sustancia como aquello que existe de tal modo que no necesita de
ninguna otra cosa para existir. En este sentido literal es claro que la definición solo
corresponde a la sustancia infinita, pero prefiere mantener la definición para la triple
sustancia, expresando de esta manera la independencia mutua entre la sustancia
pensante y la sustancia extensa. Esta independencia entre ambas sustancias él la
fundamenta en el hecho de que se obtiene de ellas ideas claras y distintas. Nosotros no
percibimos las sustancias como tales, sino que solo conocemos sus atributos o
propiedades esenciales: la extensión es el atributo de los cuerpos y el pensamiento del
yo. Descartes habla también de modos o modificaciones de la sustancia; la figura y el
movimiento son modos de la sustancia extensa; la imaginación y el sentimiento lo son
de la sustancia pensante.

La aplicación de la doctrina de la independencia y autonomía de las sustancias en el


caso del hombre - compuesto de sustancia pensante y sustancia extensa, alma y cuerpo -
trae importantes consecuencias: por un lado, la inmortalidad del alma, por otro la
libertad del hombre. En efecto, el alma, en tanto que sustancia pensante, queda excluida
del mecanicismo y la necesidad propia de los cuerpos. Con todo, a pesar de concebir
cuerpo y alma como dos sustancias autónomas, Descartes es consciente de la
interacción real entre ambas en el caso del hombre: cuando mi cuerpo está herido, no
solo percibo la herida mediante el entendimiento, sino que además siento dolor. ¿Cómo
conciliar este hecho con la concepción de cuerpo y alma como sustancias
independientes? Descartes da una solución de corte fisiológico, bastante oscura por otra
parte: el alma estaría localizada en un punto concreto del cuerpo, la glándula pineal,
situada en la parte central del cerebro, y a través de ella tendrá lugar la interacción
cuerpo y alma.

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