Historia Navidad

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1.

Es lo único que deseo

RICK BRAGG
delgada y baja de estatura pero tan fuerte como un hombre.
Me daba galletitas con crema de maní y pollo frito, aunque no
Debo de haber tenido unos nueve años de edad, y era
en ese orden.
demasiado serio y digno para sentarme sobre el regazo de
Papá Noel en la tienda de departamentos Mason's, en -¿Qué va a traerte Papá Noel, cariño? -me preguntó.
Anniston, Alabama, pero lo suficientemente chico aún para
-Yo quería un G.I. Joe -repuse-, pero Sam me dijo que solo las
pedirle -¡por favor, por favor, por favor!- un soldado G.I. Joe
niñas juegan con muñecos, y como no soy una niña, creo que
en la Navidad.
ya no lo quiero.
-Ya estás muy grandecito para jugar con muñecos -me dijo
Unos días después, vi una caja con mi nombre junto a su
Sam, mi hermano mayor, quien solía jactarse de que, el día
árbol navideño. La había envuelto con papel delgado, tanto
que nació, se sacudió el polvo en la sala de partos y se fue a
que se podía ver a través de él: ¡era un G.I. Joe!, el vestido
casa caminando.
con uniforme de marinero, pero no me habría importado que
-G.I. Joe no es un muñeco -repliqué, enojado. llevara ropa de vendedor de seguros. Me pasé los días que
faltaban para la Navidad con una extraña sensación de paz.
-Sí lo es.
Cuando abrí la caja, mi mamá fingió sorpresa. Papá Noel, dijo,
-iClaro que no! seguramente se había aliado con mi tía Juanita. Adoro a mi tía
Juanita por haber hecho eso. Amo a mi madre por hacer todo
En 1968, en el condado de Calhoun, Alabama, esa discusión lo que podía, día tras día. Sé que la Navidad significa mucho
se consideraba un diálogo intelectual. Estaba yo a punto de más que todas esas cosas materiales, que incluso tal vez esté
pellizcar a Sam cuando mi cansada madre me tomó del brazo mal calificar esas cosas de milagros, por pequeños que sean.
para que me extasiara con la nieve artificial que caía sobre un El milagro, creo, está en el corazón de esas dos mujeres.
ciervo que tenía limpiapipas en lugar de cuernos. Sam se
acercó resueltamente a Papá Noel, como un adulto pequeño,
para pedirle -me parece- una sierra eléctrica y algunos
Rick Bragg es autor de libros, entre ellos All Over but the
cartuchos para escopeta.
Shoutin' y The Prince of Frogtown. En 1996 ganó el Premio
-¿crees que me lo traerá? -le pregunté a mi madre. Pulitzer en la categoría de reportajes.

En aquel entonces ella lavaba ropa ajena y limpiaba casas


cuando podía. La cercanía de la Navidad le causaba mucho
temor: temor de que para sus tres hijos fuera un tiempo de
enorme desilusión.

-No lo sé, hijo -contestó, mientras con la otra mano sujetaba


a mi hermano menor, Mark, quien se asustó al ver a ese
hombre extraño con traje rojo e intentaba huir a las
montañas.

-Es lo único que deseo -dije, esperanzado.

No sabía yo que desear algo era como darle a mamá una


patada en el vientre. Cuando escribo acerca de mi niñez y la
Navidad me resulta difícil no sonar un poco como Dickens. No
me refiero a que escriba tan bien, sino a que, cuando era
niño, la Navidad era para mí como un sube y baja de tristeza y
júbilo, tal vez la prueba más clara de la brecha entre pobres y
ricos. Un G.I. Joe era un juguete caro, que costaba más de lo
que mi madre a veces ganaba en un día; sin embargo, ahora
que tengo más de 50 años y evoco aquellos tiempos, los
desengaños se disipan en mi mente y surgen recuerdos de
cosas que se parecen mucho a los milagros. Al día siguiente
entré cabizbajo en la cocina de mi tía Juanita, quien era

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