Todesca 12

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Todesca, Jorge. Cap 12: El mito del país rico.

“Argentina levantate y andá”


Menem arrancó su presidencia en 1989 con un discurso bastante patriótico y, por decirlo de
alguna manera, antiyanqui. Aunque su imagen evocaba al caudillo Facundo Quiroga, su
primer discurso ante la Asamblea Legislativa fue más moderado, prometiendo combatir la
corrupción y revitalizar la economía. Sin embargo, también advirtió que los resultados no
serían tan rápidos como todos desearían.
Su gabinete era un verdadero mosaico, con figuras de distintos sectores, desde sindicalistas
hasta ejecutivos de empresas poderosas. El Plan B&B (por Bunge & Born), implementado
rápidamente, incluyó una devaluación significativa, aumentos en combustibles,
electricidad, agua y telefonía, y medidas para estabilizar las finanzas públicas. Menem
buscó apoyo en diversos sectores, reduciendo subsidios y dando paso a la privatización de
empresas públicas.
Aunque logró acuerdos con el FMI y se aprobaron leyes clave como la de Emergencia
Económica y la de Reforma del Estado, la economía seguía en aprietos. Hubo tensiones
internas y cambios en el equipo económico. A finales de 1989, la hiperinflación hizo su
regreso, con el dólar subiendo de manera vertiginosa.
El cambio de rumbo de Menem sorprendió a muchos, ya que buscó apoyo en diversos
sectores, desde el agropecuario hasta la industria. Intentó reconciliar al país, recibiendo los
restos de Juan Manuel de Rosas y pronunciando un discurso de reconciliación nacional
frente al Ejército.
A pesar de estos esfuerzos, la economía seguía en crisis. A finales de 1989, Erman
González asumió como ministro de Economía, liberando el mercado de cambios y
revirtiendo algunas medidas de su antecesor. Sin embargo, la hiperinflación se instaló
nuevamente, cerrando el año con una inflación del 40%, una caída del poder adquisitivo del
salario del 33%, y una contracción económica del 4.8%.
Estados Unidos tampoco entendía del todo el cambio de discurso de Menem, ya que la
situación interna en Argentina era bastante caótica. Además, el gobierno argentino rechazó
la invasión estadounidense a Panamá, lo que complicó aún más las relaciones bilaterales.
En resumen, el inicio del gobierno de Menem fue un vaivén de desafíos y sorpresas.
“Estamos mal pero vamos bien”:
El plan de reformas de Menem también estaba en aprietos con resistencia a las
privatizaciones, especialmente por parte del sector sindical. Aunque se acordó con el FMI,
solo se desembolsó un primer pago antes de quedar en suspenso. La corrida bancaria llevó
al gobierno a la conversión forzosa de depósitos a plazo fijo en Bonex 1989.
A pesar de críticas y reclamos por seguridad jurídica, Menem defendió la medida,
argumentando que la cultura de especulación previa no era sostenible. La iliquidez inicial
generó recesión, pero pronto la emisión monetaria creció, alimentando la inflación.
La credibilidad del gobierno se erosionaba, y se discutían alternativas como volver a
controles de cambios y precios o establecer un régimen de convertibilidad con el dólar.
Menem, sin embargo, se inclinaba por un enfoque más tradicional y cauteloso. Su ministro
Erman González implementó un nuevo paquete de ajuste con aumentos de tarifas e
impuestos.
Menem buscó comprensión y consenso, explicando en un encuentro con representantes de
la industria automotriz que estaban en una Argentina diferente a la de Perón en 1946.
Destacó la necesidad de adaptarse al mundo moderno y capitalista, reafirmando el
peronismo como capitalismo social.
La presión era intensa, con debates sobre el proceso de privatizaciones y escándalos de
corrupción. Menem, en abril de 1990, enfrentó una marcha a favor de las privatizaciones y
la reforma del Estado, pronunciando la famosa frase: "Estamos mal, pero vamos bien."
A pesar de tropiezos en la administración económica diaria, el gobierno logró avances en la
reforma del Estado, privatizando empresas como Aerolíneas Argentinas y parte de las
petroquímicas. También expandió la Corte Suprema y restauró el acuerdo con el FMI en
mayo de 1990.
Después de dieciocho meses, la economía mostraba un crecimiento magro del 0.4%, con
inflación del 1,344% y una recuperación insuficiente del poder adquisitivo del salario.
Aunque las cuentas externas se equilibraron y se generaron reservas, el dólar subió
significativamente.
El último trimestre de 1990 estuvo marcado por eventos políticos, como la participación en
la Guerra del Golfo, denuncias de corrupción y un nuevo alzamiento militar liderado por el
coronel Mohamed Seineldin, que fue rápidamente sofocado por el Ejército. A pesar de los
desafíos, Menem seguía firme en sus objetivos de cambio.
La quinta convertibilidad:
A finales de 1991, nombraron a Domingo Cavallo como el jefe de la plata, o sea, el
Ministro de Economía. Enseguida mandó al congreso una movida que decía que un dólar
valdría 10,000 australes. La jugada era esta: el Banco Central vendía dólares al precio fijo,
congelando la plata que la gente ponía en pesos. Además, el banco podía comprar dólares
hasta emitiendo moneda. Pero ojo, todos los dólares que compraban y vendían tenían que
tener respaldo en reservas. ¿El objetivo? Parar la máquina de imprimir plata que usaban
para tapar el agujero en las cuentas públicas.
Este plan tenía cosas buenas, como frenar la inflación, pero también tenía sus trampas. Si
los precios internos subían, nuestras cosas se ponían más caras en dólares, y las cosas que
importábamos se volvían más baratas, lo que desbalanceaba el negocio. Además, el Banco
Central, al no poder imprimir dólares, corría el riesgo de que si mucha gente quería vender
sus australes por dólares, el banco no pudiera manejarlo y los bancos se fueran al traste o se
fuera todo al giro.
Después, hubo charlas con el FMI y se armó un plan llamado Brady. Desde marzo, la
inflación se calmó, quedando por debajo del 1% cada mes. La economía creció un montón,
como un 9%, y la gente se largó a comprar y a invertir. Pero empezamos a ver que los
precios subían, un 21% en total. Las importaciones se duplicaron en 1991, en parte por la
inversión que creció, pero también porque nuestros productos nacionales se volvieron más
caros. Las exportaciones, sobre todo las industriales, bajaron, pero la balanza comercial
seguía dando ganancias.
En este período, tuvimos un montón de plata extranjera entrando al país, ayudada por las
tasas bajas en el mundo. Esto ayudó a que las cuentas del gobierno estuvieran bien y que el
valor del dólar se mantuviera. Como la cantidad de plata que circulaba dependía de las
reservas, todo ese dinero de afuera hizo que tuviéramos más plata y crédito barato. Pero
para 1994, la balanza comercial cambió y tuvimos un déficit. El crecimiento no fue parejo:
la construcción y los servicios iban viento en popa, pero la industria crecía menos y el
campo se quedó en punto muerto. Y el tema del empleo no estaba muy bien, con más gente
sin trabajo cada vez.
El apogeo del mito:
En esos primeros días de creación del país, mucha gente en Argentina estaba emocionada
con cualquier idea económica que prometiera devolver al país a un lugar destacado en el
mundo. El gobierno también alentaba esta actitud. Durante 1991, se establecieron muchas
normas para detallar cómo funcionaría la economía bajo las nuevas reglas.
Se simplificaron las tarifas de importación y se redujeron los aranceles para fomentar la
competencia exterior. El gobierno también eliminó muchas regulaciones, como los
controles de precios, flexibilizó las negociaciones salariales y eliminó restricciones en los
servicios de transporte. Se privatizaron servicios públicos, como los teléfonos, y se
vendieron propiedades del Estado, generando ingresos significativos.
Aunque la economía creció casi un 9%, hubo cambios preocupantes. Las importaciones
aumentaron rápidamente, especialmente bienes de consumo, mientras que las exportaciones
disminuyeron, especialmente en productos industriales. Aunque el saldo comercial seguía
siendo positivo, disminuyó en 4.500 millones de dólares. Sin embargo, la entrada de
capitales extranjeros y los retrasos en el pago de la deuda mantuvieron las reservas en
aumento, respaldando la idea de que la convertibilidad era exitosa.
Este auge económico también se atribuyó a la entrada masiva de dinero extranjero, pero
hubo desafíos. Se transfirieron servicios públicos al sector privado, como la telefonía,
generando ingresos, pero también se produjo un déficit en la balanza comercial. Aunque la
economía creció, la industria y la agricultura no lo hicieron al mismo ritmo.
A pesar de los problemas, la gente se sentía optimista y el gobierno tenía éxito en las
elecciones. Menem inició un período exitoso, respaldado por la convertibilidad y las
privatizaciones. Sin embargo, la entrada masiva de capitales extranjeros también generó
desequilibrios económicos, con un aumento del desempleo y una dependencia creciente de
la deuda.
El Mercosur también experimentó cambios, con la apertura comercial, pero la falta de
planificación y análisis causó conflictos. A pesar de estos desafíos, el gobierno celebró
elecciones constituyentes en 1994, que llevaron a la reforma constitucional permitiendo la
reelección presidencial. Esto marcó el final de un período de cambios económicos y el
comienzo de lo que se esperaba fuera una era de prosperidad.

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