Discurso - Medalla de Oro
Discurso - Medalla de Oro
Discurso - Medalla de Oro
Ante todo gracias por estar aquí. Gracias por acompañarme y por compartir conmigo un día tan especial.
Gracias por el reconocimiento público con el que me dispensan y por el premio inmerecido con el que me
distinguen.
A veces faltan palabras en el lenguaje para expresar los sentimientos del alma. Y es que no siempre
encontramos los vocablos adecuados para describir todas las emociones. Sobre todo las más intensas.
Me va a costar decirles todo lo que siento, porque siento mucho más de lo que puedo y debo expresar. Pero si
las palabras son mitad de quienes las pronuncian y mitad de quienes las escuchan, haré un esfuerzo por
compartir con todos ustedes, con todos vosotros, con todas vosotras, tanto cariño y tanto agradecimiento.
Hace más de cuarenta años que pertenezco a la Universidad, digo esto porque el verbo y el sentimiento que
quiero expresar esta tarde, es pertenecer, que en la tercera acepción del diccionario de la Real Academia
Española de la Lengua significa “ser parte integrante de algo”.
Yo me considero parte integrante de esta Universidad, y la Universidad forma parte de mí. Por tanto, nos
pertenecemos y nos sentimos identificadas. Y es que mi trabajo y mi vida han estado y están vinculados a la
Universidad y a la educación. Y ya no sabría hacer otra cosa. Y ya no querría vivir de otra manera.
Enseñar y aprender es lo que he hecho a lo largo de mi vida. Es lo que me ha hecho sentirme especial.
Alguien dijo que enseñar es aprender dos veces, dar y recibir conocimientos y sentimientos, enseñanzas y
aprendizajes. Y eso es lo que quiero seguir haciendo.
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DISCURSO MEDALLA DE ORO DE LA UMA
La Universidad es mi otro hogar. El hogar es el lugar donde uno es esperado, decía Antonio Gala.
Gracias por esperarme y recibirme, una vez más, en la Universidad de Málaga. Gracias por otorgarme un
nuevo privilegio. Por halagarme con el mayor reconocimiento: la Medalla de oro de esta Universidad.
Ser parte de la historia de esta institución académica es el mejor regalo. Compartir este privilegio con todos
mis predecesores, rectores de esta Universidad, es la mayor distinción. Pero ser reconocida y sentirme
valorada por todos ustedes, por la comunidad universitaria, es el mayor beneficio moral que puedo recibir.
Si ya sentía una deuda de gratitud infinita con esta Universidad, a partir de hoy siento que esa deuda será
impagable. Por eso espero ser merecedora de tan alta distinción y deseo que todos ustedes sientan que han
acertado con este reconocimiento.
Mi honor, mi gran honor, ha sido representar a la Universidad de Málaga durante casi doce años como
Rectora de esta institución. Velar por sus principios, defender sus intereses, garantizar sus derechos. Sentirme
continuadora de aquellos malagueños y malagueñas que hace más de cuatro décadas clamaron por las calles:
“Málaga por su Universidad”. Y la consiguieron, con tesón, con valentía y con unidad.
A todos ellos dedico también estas palabras emocionadas. Con todos ellos quisiera compartir, también, este
momento. Porque la Universidad ha cambiado a Málaga y Málaga se ha transformado con su Universidad.
Aquella ciudad a la que Vicente Alexandre llamó “ciudad del paraíso”, por su clima y la bondad de sus gentes,
cuna de civilizaciones milenarias.
Aquella ciudad abierta y tolerante, que llegó a ser primera ciudad industrial de España en el siglo XIX, ejemplo
de dinamismo económico y social y abanderada de las libertades constitucionales, pero desposeída de una
de las señas de identidad cultural más distinguidas: tener una Universidad; es hoy una ciudad universitaria,
moderna, tecnológica y, sobre todo, una ciudad cultural, que se ha proyectado económica y socialmente
liderando el progreso de Andalucía.
Siento que esta tarde recorro los pasos de la breve pero intensa historia de la Universidad de Málaga. Y paseo
por el Colegio de San Agustín, por la plaza de El Ejido, por Martiricos, por el barrio de El Palo, por Teatinos,
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DISCURSO MEDALLA DE ORO DE LA UMA
por el Rectorado, en el corazón del Parque de Málaga y, sobre todo, llego a la Misericordia. Mi punto de
partida, la Facultad de Ciencias, mi facultad en la que llegué de la mano de mi maestro académico y científico
Fernando Marín, de mi mentor, de mi amigo y de su mujer, mi querida Espe.
Mi Facultad en la que he pasado buena parte de mi vida, el centro desde el que he visto nacer, crecer y
multiplicarse la Universidad de Málaga. El Centro donde enseñé, aprendí y viví los mejores años de mi vida.
Donde conocí a mis compañeros de Departamento, el de Morfología, hoy de Biología Celular, Genética y
Fisiología Animal.
Compañeros, colegas pero, sobre todo, amigos, amigos del alma, y también a mis alumnos, algunos de ellos
empezaron a trabajar conmigo y me ayudaron a formar mi primer Grupo de Investigación y a conseguir
proyectos, hoy todos ellos grandes docentes y extraordinarios investigadores.
Permítanme que en este momento de nostalgia recuerde a mi última discípula, la Doctora Rivera, Ali, mi
querida Ali, hoy responsable de aquel grupo de investigación CTS161.
Mis recuerdos me llevan a aquellos primeros pasos, a la Universidad deslavazada de los años setenta, a la
Universidad de jóvenes profesores no numerarios, llenos de ilusión y ganas de construir el futuro de esta
institución académica, que hoy es la segunda empresa de la provincia en número de trabajadores y una de las
que más riqueza crea y proyecta en su entorno.
Mis recuerdos me conducen a aquella Universidad reivindicativa, crisol de las esperanzas de una juventud que
anhelaba libertad. Una Universidad inspiradora de grandes pensadores, forjadora de ideales, formadora de
magníficos profesionales, del mundo de las humanidades, del ámbito de las ciencias y las tecnologías.
Quizás sea este el momento de improvisar un suspiro, o un respiro, ahogando la memoria que no es más que
el juego entre el recuerdo y el olvido.
El tiempo envejece la piel, apaga la mirada, enturbia la sonrisa, pero no puede cambiar nuestros principios. No
conseguirá cambiar aquello en lo que creemos, por lo que sentimos, vivimos y luchamos. Y yo siento que la
educación sigue siendo uno de los pilares sobre los que se construye la sociedad civilizada, el pasaporte para
el futuro.
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Mandela decía que la educación es el arma más poderosa para cambiar el mundo y el mundo necesita
cambios. Para acabar con la ignorancia, para desechar las servidumbres, para poner fin a la pobreza y
garantizar la igualdad de oportunidades y la igualdad de derechos entre mujeres y hombres.
Sólo a través de la educación conseguiremos crear conciencia del perjuicio que la desigualdad causa en la
sociedad. Sólo por medio de la formación alcanzaremos la verdadera libertad.
Tal vez porque mis principios son tan sólidos, porque mis convicciones están tan arraigadas, una tarde del
mes de junio, va a hacer ahora un año, acepté el encargo de la Presidenta de la Junta de Andalucía, de
cambiar la Universidad por la Escuela, de asumir la dirección y la coordinación de la enseñanza no
universitaria en Andalucía, trasladando mi experiencia en la gestión de la educación superior, a la organización
de la docencia y la programación de la formación primaria, secundaria, el bachillerato y la Formación
profesional en Andalucía junto con las enseñanzas especiales.
Desde entonces mi campo de visión de la Educación ha crecido así como mi admiración por los miles de
maestros y maestras, profesores y profesoras que enseñan, forman y siembran la semilla del conocimiento en
las mentes y las conciencias de nuestros niños y niñas, nuestros jóvenes, se ha multiplicado o, mejor dicho, ha
crecido exponencialmente.
Como también ha cambiado mi percepción de la política, que debe ser, como decían los clásicos el arte de lo
posible, servir a los demás y no servirse de ellos, defender los intereses generales y aspirar al bien común.
Probablemente, en estos momentos y después de una legislatura frustrada, nos sintamos aún más
defraudados por los políticos y por su visión, a veces, mezquina de la realidad, pero no es el momento de
seguir desprestigiando la política, es el momento del rearme ético de los ciudadanos, es el momento de
participar y exigir más eficacia, más transparencia, más capacidad de negociar y de acordar.
Que no hayamos sabido estar a la altura de las circunstancias no significa que debamos castigar a la política
con nuestra indiferencia. La política es tan importante que no debemos dejarla solo en manos de los políticos.
Tenemos la obligación de participar y el derecho a decidir nuestro futuro, si no lo hacemos otros lo harán por
nosotros y nos sentiremos aún más frustrados.
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Estoy convencida de que de esta nueva situación saldrán leyes de consenso en educación, en sanidad, en
asuntos sociales y en todas las materias básicas de organización del Estado. Porque la pluralidad es buena y
el mestizaje ideológico es necesario.
Pero no quiero hablaros de política, o sólo de política. Esta tarde en la que me siento afortunada, quiero
compartir mi felicidad con todos los que me acompañan. Como dicen cuando toca la lotería: este premio está
tan repartido, que puede resultar hasta justo.
En primer lugar, quiero dar las gracias al Rector y al Consejo de Gobierno de la Universidad de Málaga, por
concederme esta distinción, por convertir este acto académico en uno de los actos sociales más relevantes de
mi vida.
Gracias Rector, gracias querido amigo José Ángel, con el que he compartido muchas horas de trabajo pero,
sobre todo, de amistad, de compañerismo, de cariño.
Mucha suerte en tu nueva andadura. Tienes personalidad y experiencia suficiente para dejar tu impronta en el
gobierno de la Universidad. Estoy convencida de que conquistarás nuevas metas para esta institución
académica y que sabrás proyectar la luz de su buen hacer sobre un proyecto de Universidad que liderará el
futuro de Málaga y de Andalucía.
En segundo lugar, quiero agradecer el trabajo a todos los miembros de los Equipos de Gobierno que he
presidido, y a los que no puede nombrar uno a uno, sobre todo, por el miedo a cometer el error imperdonable
de olvidar algún nombre. A ellos y ellas les dedico esta medalla, porque en su honor la recibo y la exhibiré
como símbolo del reconocimiento a un trabajo en común, a un esfuerzo compartido y a un proyecto de
Universidad que hemos construido entre todos. No os olvidaré nunca. Gracias de todo corazón.
Gracias a mi gabinete, no solo por vuestra entrega y dedicación sino por haber aguantado mis enfados, cortos
sí, y por compartir conmigo también las alegrías, los buenos y los malos momentos, se que siempre estabais
ahí, dándome ánimo y cariño.
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En este punto, tengo que detenerme un momento para tener un reconocimiento y un recuerdo especial para
dos compañeros y amigos muy importantes para mí y que hoy ya no están entre nosotros, el Prof. Alejandro
Rodríguez Carrión que nos dejó hace 7 años ya y al Prof José María Troya que se fue hace solo un mes.
También mis palabras de agradecimiento al Consejo Social, a sus presidentes y a sus miembros en las
diferentes etapas, siempre dispuestos para trabajar por la UMA, buscando las mejores soluciones. Muchas
Gracias.
Por supuesto mi especial agradecimiento a los que hoy me acompañáis en esta nueva aventura. Formáis
parte de mi pasado, de mi presente y estoy segura que también de mi futuro.
Gracias por acompañarme, una vez más, asumiendo los riesgos de lo incierto. Mi agradecimiento será eterno
para mi Paqui y para mi Enrique, a los que trato en sentido posesivo, pero no es así, es más bien porque creo
que los tres formamos una única persona.
Deseo dar las gracias a todos los representantes institucionales con los que he coincidido, porque siempre
encontré palabras de apoyo y acciones de reconocimiento. A todos mi mas sincero agradecimiento.
Por supuesto, mi reconocimiento a todos los Rectores con los que he compartido problemas y soluciones,
desasosiegos y esperanzas. Mi más absoluta lealtad porque siempre sentí su ánimo y su aliento, en
Andalucía, y en la Conferencia de Rectores. Como yo, fueron ustedes depositarios de un enorme caudal de
confianza, y ese es el mayor reconocimiento, que crean en ti.
De nuevo os pido una concesión, poder dirigirme a mi amigo Joaquín, ex Rector de la Universidad de Sevilla,
sin el, sin su generosidad, nunca habría existido AndalucíaTech, nuestro Campus de Excelencia, en el que
tanto el como yo creemos y sabemos que tarde o temprano tendrá el protagonismo que deben adquirir los
Campus de Excelencia. AndaluciaTech debe ser esa bandera que une a dos Universidades Andaluzas, la vela
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que navega rumbo hacia el progreso, con un destino seguro, hacia la búsqueda de la excelencia. Gracias,
muchas gracias, amigo Joaquín.
Desde aquí quiero agradecer también el apoyo a mi nuevo equipo, al que me acompaña en la Consejería de
Educación, que se que andan por aquí.
Se que me voy a olvidar de personas muy próximas a mí, pero cuando la emoción embarga es difícil controlar
la mente.
Pero no puedo olvidarme de mis queridos amigos, los de los jueves Mariano, ellos que forman parte de mi vida
personal, también me han acompañado en mi vida profesional, sabéis lo mucho que os quiero, pero tal vez
nunca os haya dado las gracias, simplemente por estar conmigo. Gracias desde lo más profundo de mi
corazón.
Y por último, mi cariño y mi amor incondicional a mi familia. Porque sin ellos nada hubiera sido igual, porque
ellos si que me esperan, haciendo de mi casa un hogar y a veces también se desesperan.
Mi madre, porque me dio la vida y sigue velando por mi.
Mi marido, porque supo confiar, compartir y sufrir conmigo, dividiendo a la mitad los problemas, haciéndolos
así mucho más livianos.
Mis hijos, porque forman parte de mi ser y son la razón de mi vida, son mis críticos pero también mi apoyo, e
incluso, en ocasiones mi paño de lágrimas.
A mi hermano Juan Ángel y mi primo José María, por estar siempre ahí, dispuestos a ayudarme o simplemente
a estar.
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DISCURSO MEDALLA DE ORO DE LA UMA
Y mis nietos, porque son el motor de nuestras vidas y nuestra esperanza en un mundo mejor, los que me
hacen feliz cada momento que paso con ellos o simplemente cuando miro una foto o veo un vídeo, que es lo
que hago cuando la tensión del trabajo supera el control personal.
Y ahora si que ha llegado el final. Me gustaría concluir esta intervención recordando de nuevo a los clásicos.
Decía Ovidio que el regalo tiene la categoría de quien lo hace. Y quien me ha premiado esta tarde ha sido la
Universidad de Málaga.
“Pido perdón por los errores y doy las gracias por todo lo demás.”
ADELAIDA DE LA CALLE
MEDALLA DE ORO DE LA UNIVERSIDAD DE MÁLAGA