Lectura Bodegón
Lectura Bodegón
Lectura Bodegón
ISSN: 1131-5598
[email protected]
Universidad Complutense de Madrid
España
Legido-García, Mª Victoria
Del bodegón a la basura. Representaciones de alimentos en la historia del arte desde la
perspectiva de la fotografía contemporánea
Arte, Individuo y Sociedad, vol. 28, núm. 3, 2016, pp. 415-427
Universidad Complutense de Madrid
Madrid, España
Mª Victoria Legido-García
Facultad de Bellas Artes. Universidad Complutense de Madrid.
[email protected]
Resumen
El artículo habla de la representación de alimentos en la Historia del Arte; estudia porqué las
representaciones de comida tradicionalmente han sido consideradas como un género menor y plantea la
hipótesis de su revitalización en el mercado del arte contemporáneo a través de la fotografía. Mediante
el análisis de imágenes de comida en diferentes épocas, el texto explica que los bodegones casi siempre
han sido símbolos de la superabundancia, presentando fundamentalmente alimentos, y en algunas
ocasiones desperdicios. Continúa con la idea de que las sobras en las antigüedad eran orgánicas y sin
embargo, en la actualidad los still life se han convertido en representaciones de basura, de desechos, y
desperdicios en todas sus acepciones.
El texto demuestra, mediante el análisis de algunas obras contemporáneas fotográficas, que el
tema de la comida hoy es mucho más relevante de lo que la crítica de arte argumentaba en el pasado.
Las imágenes de objetos conforman un sistema de representación y significado en continua evolución
que es el reflejo de nuestra cultura. Estas fotografías nos hablan de sociología, política y economía
mostrándonos en la actualidad el impacto que está sufriendo el medioambiente debido a nuestras rutinas
cotidianas.
Palabras clave: comida, basura, bodegón, arte, fotografía, impacto medioambiental.
Legido-García, M.V. (2016): Del bodegón a la basura. Representaciones de alimentos en la historia del
arte desde la perspectiva de la fotografía contemporánea. Arte, Individuo y Sociedad, 28(3) 415-427
Abstract
This essay reflects about the representation of food in Art History analysing why food performance
have been consider traditionally as a minor issue and keeps the hypothesis of its exponential growth in
the contemporary art market, very much alive today in the form of photography images. This article
analyses the representation of food at different moments in art history, defending the idea of abundance
in the still life images. The text argues about that formerly presented mainly food and although essentially
no record of these representations were always organic waste; however at the present time still life
images have become garbage representations, waste in all its forms, non-degradable litter.
Through the analysis of some of the most relevant art works related with gastronomy representation,
this article shows, that contemporary still life are pretty much reliable than what a superficial criticism
had argued in the past. They conform a whole representation system and meaning, in a constant
evolution that place us in the centre of culture, because the still life talks about sociology, politics and
economy. Definitely they talk about the environmental impact that we produce across our daily routines.
Keywords: food, waste, still life, art, photography, environmental impact.
Sumario: 1. Los Xenia, 2. El Bodegón y la naturaleza muerta, 3. El arte y el sentido del gusto,
4. El contenido de los bodegones contemporáneos. Referencias.
1. Los Xenia
La relación entre el arte y la comida ha sido intensa durante siglos. Las primeras
representaciones de comida aparecen ya en la villas romanas, recibiendo el nombre
de Xenia. Los Xenia originariamente eran las ofrendas de alimentos que las familias
griegas y romanas realizaban a sus invitados.
Según Norman Bryson (1990) el término procede de Xenos, ceremonia con
la que se acogía los extranjeros y que consistía en ofrecer una comida de bienvenida
a los huéspedes. El primer día los invitaban a comer, enviándoles al día siguiente
cosas naturales tales como frutas, vegetales, pollos, huevos, miel y otros productos
del país, para darles sustento y autonomía. Los productos que se ofrecían en origen
fueron sencillos, obtenidos directamente de la naturaleza, crudos o poco elaborados.
Los huéspedes debían sentirse como si estuvieran en su propia casa y los anfitriones
se procuraban de ocultar las desigualdades entre ambos, evitando exhibir la posición
social y económica.
Cuando los romanos se rodearon de mayor lujo comenzaron a proveerse de
comedores, aposentos y almacenes de provisiones para sus convidados, decorándolos
con estos motivos; por esta razón los artistas llamaron Xenia a las pinturas que
representan la comida que se ofrecían a los invitados.
A partir de esta costumbre ritual de hospitalidad los bodegones se convirtieron
en el motivo de frescos y mosaicos de paredes y suelos de las estancias de las villas
romanas. La intención de los anfitriones al realizar estas representaciones, era mostrar
de alguna manera, los productos alimenticios que podrían degustar sus huéspedes.
En estas representaciones comenzaron a aparecer poco a poco algunos productos
con algo de elaboración como los lácteos y los panes; y es curioso observar como
en el periodo Helenístico estaban representados también los desperdicios: peladuras
de frutas, cáscaras de frutos secos, huesos, espinas, etc. Este tipo de mosaicos fue
denominado en la época como asarôtos oikos (Fig.1) o suelo sin barrer.
Parece ser que la costumbre española de arrojar los desperdicios al suelo en los
bares viene de los romanos, ya que como cuenta Plinio el Viejo en su Historia Natural,
un artesano griego llamado Sosos de Pérgamo inventó un mosaico para el pavimento
en él estaban representados, de forma realista, los restos de la comida.
En los primeros tiempos de Roma los banquetes eran rituales en los que lo divino
estaba unido a lo humano; los difuntos familiares se sepultaban bajo el suelo de las
casas y por tanto la presencia de estos se consideraba permanente en la casa. Una
creencia muy extendida era que no se podía recoger el alimento que había caído de
la mesa al suelo y volverlo a poner en la mesa. Si caía al suelo, automáticamente
formaba parte del mundo subterráneo de los difuntos, por lo que debía dejarse ahí y
posteriormente recogido por los esclavos, en el momento oportuno, sería quemado
como ofrenda a los Lares. Posiblemente por ello se considera que todo alimento que
toca tierra se pone automáticamente en contacto con el reino de los muertos. Marco
(2010).
Existía la creencia de que las almas de los difuntos podían estar relacionadas de
alguna manera con los detritus, pues éstas se alimentaban de todo aquello que caía al
suelo, de ahí que no se pudiesen recoger estos residuos. Vemos pues cómo este tipo de
decoración, lejos de quedarse en una mera representación realista de los desperdicios
generados durante el convivium, o en una casual fantasía del artista, contaba con un
considerable sentido simbólico que hacía referencia a la vida humana y a la presencia de
la muerte. (Iñiguez y Gascón, 2012: 225).
Figura 1. Mosaico de una villa de Vigna Lupi, copia romana de un original de Sosos de Pergamo, II
sec. a.C., Roma, Museo Vaticano. Recuperado de http://aulalettere.scuola.zanichelli.it/
Pero además, nosotros creemos que el término naturaleza muerta procede del
pensamiento ilustrado, ya que la iconografía naturalista fue calando a lo largo del
renacimiento en el modus operandi de los artistas. La separación iconográfica entre
lo que era ciencia y arte se fue desdibujando porque en algunas ocasiones los mismos
autores trabajaban por encargo tanto para expediciones, como para los gabinetes
de curiosidades o palacios; y en otras, porque gracias a la difusión de la zoología
y la botánica tanto los animales como las plantas comenzaron a adquirir el estatus
de “motivo del arte” que se había perdido en el medievo. Aunque la historia de la
religión y en cierto modo la del arte se han empeñado durante siglos en dotar de
contenido espiritual a estas representaciones; lo que aparece en la actualidad por
encima del simbolismo religioso, son sus claras influencias científicas: el interés por
catalogar, describir y reproducir de manera meticulosa la realidad.
El término bodegón fue acuñado en España y provenía de la palabra bodega,
es decir el lugar donde se guardaba la comida junto con la bebida. De todos los
términos usados para nombrar de una u otra manera la representación de alimentos,
consideramos que aunque suene anticuado, es el español el que más se adecua a este
tipo de representaciones, ya que hace mención específica a los alimentos. En otras
terminologías caben también representaciones de naturaleza como flores y plantas,
o representación de otros objetos, que aún siendo inertes no son comestibles o no
pertenecen al universo de la coquinaria.
En España parece que las representaciones de comida más antiguas de las que
se tiene constancia son los bodegones de Sánchez Cotán (1600), aquí hasta bien
entrado el siglo XVI los bodegones representan la comida de una manera austera,
sin ostentación. Es a partir de los viajes y descubrimientos de los europeos hacia
otros continentes, primero de los portugueses hacia África y Oriente y después de
los españoles hacia la Indias Occidentales y América, cuando las representaciones
de comida se vuelven fastuosas y comienzan a representar el lujo y el bienestar. Se
convierten en un reflejo de una sociedad enriquecida por el espolio de los recursos
naturales de otros continentes. A partir del siglo XVII los bodegones son claras
representaciones del nacimiento de la primera sociedad de la sobreabundancia, siendo
los máximos exponentes de este subgénero las pinturas holandesas y flamencas.
Existe un antecedente similar de los años 70 del pasado siglo, en la galería Daniel
Templon, Michael Journiac vestido como sacerdote, daba de comer al público que
asistió a la inauguración unas rodajas de morcilla que había elaborado con su propia
sangre. Presentándose a si mismo como obra y autor, como cuerpo y sangre de
Creador.
Con todos estos antecedentes cabe preguntarse el porqué la intervención de Ferrán
Adriá en la Documenta de Kassel del 2007 no ha de ser arte. Quizás sea porque sabe
mejor el compañero de China Adams que la exquisita gastronomía del prestigioso
chef, o podría ser porque de sus obras no han quedado sobras como en las de Daniel
Spoerri.
Las fotografías de Laura Letinsky (Fig.3) son una buena muestra de estos aspectos,
ella nos presenta ambiguos paisajes de una mesa después de comer, en ellas aparecen
restos de comida, vajillas de usar y tirar, cosas abandonadas, sobras, migas, manchas
y arrugas. Con claras influencias del bodegón clásico, sus bodegones sugieren la
intimidad de la vida domestica. Nos hablan del espacio privado como lugar de
exhibición personal, del tiempo en femenino y del gusto por los objetos banales.
Pero además hay algo en sus bodegones que nos habla de la actualidad, del
consumo y del derroche. Ella nos presenta los desperdicios de nuestra cotidianeidad;
sus imágenes no son como las barrocas representaciones de grandes banquetes,
sino restos del día a día. Sus sobras, por desgracia no son solamente orgánicas.
Ella comparte con otros autores como Wolfgang Tillmans, , Jackson Hindley, Sevin
Lewin, Peter Johansen, Marco Ugolini o Joachim Lapotre (Fig.4) la representación
de objetos de un solo uso: servilletas de papel, vasos de plástico, latas y platos de
cartón conviven con los restos de comida.
Figura 5. Klaus Pichler. Tomatoes. Place of production: Albenga, Italy. Cultivation method: Foil
green house • Time of harvest: All- season. Transporting distance: 1.035 km • Means of transportation:
Truck. Carbon footprint (total) per kg: 0,31 kg • Water requirement (total) per kg: 215 l. Price: 0,89 € /
kg. Recuperado de: http://kpic.at/
Los bodegones por tanto, hoy como siempre, son un reflejo de la sociedad de la
abundancia. Si pensamos que más de un tercio de la comida que se produce en el
primer mundo acaba en el cubo de la basura (40 millones de toneladas), y que sólo
con la mitad de ésta comida que tiramos podríamos hacer desaparecer el hambre del
mundo, los bodegones contemporáneos son nuestra vergüenza social. Pero si a esto
le añadimos que “En toda la historia de la humanidad nunca se había llegado a la
paradoja de que la basura, lo que desechamos, atentara contra la propia conservación
de la especie” (Nogué, 2009: 6). Estos bodegones además de rabiosamente
contemporáneos son, como ya ocurriera en el periodo barroco, símbolos del lujo, de
la avaricia y la opulencia.
“La basura es un síntoma de riqueza, porque la riqueza significa despilfarro, derroche
y excedente, las sociedades sin basura revelan una economía de la subsistencia, de la
escasez, en la cual nada sobra y todo se aprovecha” (Pardo, 2010:164)
El proyecto de Peter Mezel & Faith D´Alusio es probablemente uno de los
trabajos que mejor traduce en imágenes este hecho. Ellos en Hungry Planet (Fig. 6)
se dedicaron a realizar fotografías de familias en varios países del mundo, posando a
modo de bodegón con los productos que consumían en una semana. Este trabajo no
sólo pone en evidencia la sobreabundancia del primer mundo frente a la carestía del
tercero, sino también deja ver las ingentes cantidades de basura que producimos, ya
que todos los alimentos que consumimos están sobre-envasados. Pero además nos
enseña lo mal que nos alimentamos desde la opulencia. Si comparamos el consumo
semanal de alimentos de familias de algunas partes del mundo como por ejemplo
Estados Unidos o Europa con muchas zonas de la Asia, India o Sudamérica, podemos
comprobar que la base de la alimentación del denominado primer mundo son las
comidas precocinadas y las bebidas artificiales frente a los cereales, las legumbres,
las frutas y verduras frescas y el agua, que consumen mayoritariamente los habitantes
del segundo y tercer mundo. Nosotros nos gastamos más dinero, comemos mucho
peor y encima contaminamos mucho más.
Figura 6. Peter Menzal & Faith D´Aluisio. A. Familia del Norte de Carolina. EEUU. Gasto semanal
341 €. B. Familia de Ecuador. Sudamérica. Gasto semanal 31€. C. Familia del Chad. África. Gasto
semanal 1, 23 €. Hungry Planet. What the World Eats. Berkeley, California: Ten Speed Press, 2005.
Según cuenta Donald Kuspit (2009: 5) en su libro El Fin del Arte, una instalación
con restos de comida del artista Damien Hirst que montó en el escaparate de la galería
Eyestorm fue desmantelada y arrojada a la basura. El encargado de limpieza dijo
creer que se trataba de desperdicios: “En cuanto vi aquel desastre resoplé…a mi
arte no me pareció mucho”, lejos de sentirse disgustado a Damien Hirst le pareció
divertido y contestó… “el arte imita a la vida pero demasiado fielmente”.
De todo esto se deduce que el tema del bodegón contemporáneo es mucho más
relevante de lo que la crítica argumenta, pues es un sistema de representación y
significado en continua evolución. El tema del comer, acto que realizamos unas tres
veces al día, no sólo nos confronta con nuestra propia razón de ser, sino que conforma
la base de nuestra cultura. Los bodegones hoy nos hablan de medioambiente, de
política y economía; de la producción y distribución de alimentos en todo el mundo.
Plantean un tema que está directamente vinculado a las trasformaciones de la sociedad
y por tanto, con el discurso artístico y la historia del arte.
Los bodegones contemporáneos ya no son las naturalezas muertas del pasado,
pues no queda ni atisbo de naturaleza en ellos, hoy son más memento mori que nunca,
son vanitas, puesto que no sólo hacen mención a nuestra propia desaparición como
especie, sino también a la de todo el planeta tierra.
Referencias
Bright, S. (2005). Fotografía Hoy. San Sebastián: Nerea.
Bryson, N. (2005). Volver a Mirar. Cuatro ensayos sobre la pintura de naturalezas
muertas. Madrid: Alianza Forma.
Calabrese, O. (1994). Como se lee una obra de arte. Madrid: Cátedra.
Corbeira, D., Jiménez, C. & Bonet, E. (Comisarios) (2002). Comer o no comer:
o las relaciones del arte con la comida en el siglo XX. Salamanca: Consorcio
Salamanca.
426 Arte, Individuo y Sociedad
2016, 28(3) 415-427
Mª Victoria Legido-García Del bodegón a la basura. Representaciones de alimentos...