Matar Al Padre4
Matar Al Padre4
Matar Al Padre4
Mabel Fuentes
EL HISTORIAL
conoció
“Años después de la muerte del padre, y cuando el hijo reconoció por vez primera el
placer del coito, surgió en él la idea de que aquel goce era algo tan extraordinario, que
merecía la pena de asesinar a su padre para conseguirlo” (3)
¿Por qué asesinar a un padre que ya está muerto, para conseguir un goce que se acaba
de obtener? ¿Es que cree que ese goce fue posible porque su padre estaba muerto? Todos los
comentarios de Freud, nos indican, por el contrario, que para “el hombre de las ratas” su padre
estaba vivo en el más allá. Mas allá de la muerte, que él ubica en un continuo con la vida:
basta abrir una puerta a medianoche, para que el desaparecido retorne.
Pero no sólo el muerto debe estar vivo, sino que además hay que hacerlo gozar,
ofrecerse a su mirada, el pene desnudo; ofrecerse a su crueldad: el único atormentado con el
tormento de las ratas, es el hijo que lo fantasea.
Goce en el tormento, que Freud pinta como “horror ante un placer del que no
tenía la menor conciencia”(3). Podríamos preguntarnos, ¿cuál es el sujeto que experimenta
este placer horroroso, o este horror placentero?. ¿Se trata del hijo, o de trata del padre en el
hijo?
Sea como fuere, de lo que él haga ( el hijo) depende que la fantasía se cumpla o no:
“No devolveré el dinero, pues si lo hago, sucederá aquello” (3) y luego el mandato: “Tienes
que devolver las 3.80 coronas al teniente A” (3). El mandato indica hacer lo que ocasionará
que suceda “aquello”. Pese a que el mandato contiene un absurdo: no es al teniente A. al que
le debe el dinero, toda la escena está sostenida en la frase: “Tu padre no puede equivocarse”
(3).
¿En qué no puede equivocarse el padre? Es el hijo aquí que no puede equivocarse
respecto a aquello con lo que el padre goza, o mejor dicho no encuentra en el discurso del
padre, el equívoco que le permitiría horadar ese goce y sustraerse a él. Sabía que su padre era
violento y fácilmente irritable, la historia del capitán cruel, le hace recordar esta faceta del
padre, por otra parte siempre presente en la transferencia. Además de llamarle “mi capitán” se
levantaba durante las sesiones para alejarse de Freud, temerosos de que lo golpeara. Otro
objeto del goce paterno era el dinero, por él abandonó a la mujer deseada para casarse con su
madre, y procurarse así una cómoda situación económica. Dinero y crueldad, objetos del goce
paterno, de un padre que renunció a jugarse por su deseo, aparecen asociados en las ratas.
“Tantos florines, tantas ratas” es una asociación que no sólo se refiere a los honorarios que
abonaba Freud, sino también a la prostitución, que podría ser una manera de nombrar la
posición del padre en el matrimonio.
La culpa por no haber estado junto a su padre en el último instante, empieza a
atormentarlo, cuando a raíz de la muerte de una tía, escucha decir al viudo: “Otros hombres
hacen lo que quieren, pero yo he vivido sólo para esta mujer”, y supone que es una alusión a
la infidelidad conyugal de su padre.
Esa culpa, Freud la interpreta como expresión del deseo inconsciente de muerte hacia
su padre, pero agrega, que si se hace tantos reproches, es porque de ellos extrae placer. La
culpa ha devenido entonces, un goce en sí mismo.
Entonces, volvamos a la frase del viudo, que es uno del los momentos claves: a partir
de allí empieza a fantasear con la vida ultraterrena , y se vuelve incapaz para estudiar. Si
“otros hombres hacen lo que quieren” alude a que su padre tenía otras mujeres, quiere decir
que lo que el padre quería, lo que el padre deseaba hacer sexualmente, no lo deseaba de la
madre. Esto hace cadena con la muchacha modesta que el padre cortejaba antes de casarse, y
con el matrimonio por conveniencia.
“Un padre no tiene derecho al respeto y al amor...más que si hace de una mujer objeto
a minúscula que causa su deseo”...”Poco importa que tenga síntomas, si añade a ellos el de la
perversión paterna, es decir, que su causa sea una mujer que él se haya conseguido para
hacerle hijos, y que a éstos, lo quiera o no, les brinde un cuidado paternal” (4)
Pero,...¿será lo mismo que la mujer ocupe el lugar de objeto a sea una cualquiera, o
coincida con la madre de sus hijos? Lo que descubre “el hombre de las ratas”, es que más allá
del dinero y la crueldad, el padre tal vez, él empieza a sospecharlo, viene a su memoria esa
vieja historia de familia, tal vez hubo una mujer como causa del deseo, que no es la madre. Le
atribuirá entonces al padre, la clásica disociación de la vida amorosa, que él mismo mantiene.
Ese poco de realidad del que se sostiene esta suposición acerca de la vida sexual del padre, es
una expresión de su père-versión: que no le haya faltado al padre, ningún goce.
El empieza a sospecharlo ( que una mujer pueda ser causa del deseo) cuando tiene su
primer coito, ese placer tan intenso, ese goce tan extraordinario, no será que su padre puede
equivocarse? ¿No se habrá equivocado eligiendo para meter en su cama no a la mujer
cortejada, sino a la que podría proporcionarle una buena situación económica?
El saber sobre el goce del padre empieza a tambalear, y en esa grieta donde podría
intuirse el deseo del Otro paterno, y por ende su falta, se edifica el fantasma de las ratas. La
causa precipitante de la enfermedad –dice Freud- es tener que elegir entre dos muchachas;
pero ¿ no podría plantearse que esta elección es entre el dinero y una mujer? Elegir una mujer,
no sólo significa contrariar la voluntad del padre, sino poner en duda, el saber del padre sobre
cuál es el goce que conviene a un hombre.
El capitán cruel se equivoca, y él sabe que se equivoca. Pero igual sostiene su absurdo
mandato: “Tu padre no puede equivocarse” (3). Crea entonces la fantasía del padre vivo en el
más allá, gozando del tormento de las ratas, pero aún no basta, hay que dotarlo de ese goce
recién descubierto, goce del coito con una mujer. Para sostener al Otro, lo coloca como dueño
de la totalidad del goce. Es así que colocándolo como Amo, puede desear su muerte. “Valdría
la pena asesinarlo”, en primer lugar, si ese Otro existiera, en segundo lugar si su asesinato le
procurara como heredero lo que supone que le pertenece: todo el goce. La culpa, la
provocación al castigo en la transferencia, forman parte de su entrega como objeto al goce del
Otro. En su fantasma sostiene la existencia del Otro: todo saber –todo goce- todo saber sobre
el goce. Pero esta fantasía se produce justamente en el momento en el cuál cree haber
descubierto que el Otro no sabe. Allí donde por poco se descubre la castración en el Otro, ahí
el fantasma restituye la integridad del Otro, al precio de colocarse como su objeto, y de
renunciar al deseo.
2
UN FRAGMENTO DE “EL ELEGIDO”
DE THOMAS MANN (5) (´)
3
honrosamente y como cumple a su condición, cosa que desgraciadamente por mis malditas y
culpables exigencias he hecho más difícil”.
Murió el duque de Grimald, y según cuenta el espíritu de la leyenda “ya no estaba
más, para separar como padre al hermano de la hermana. Después de los rigurosos consejos y
advertencias del padre, esa misma noche yacieron juntos como varón y mujer”.
“Willo, conmovido por la muerte de su padrde, suspiraba excitado, hasta que por
fin...abandonado por Dios, entre mil ilícitos besos entró en el lecho de su hermana. Ella lo
recibe diciendo: ¿Cómo señor duque? Me concedeis un gran honor con esta inesperada
visita...¿Qué méritos tengo para sentir vuestra querida piel junto a la mía? Mi alegría sería
completa si callaran los lúgubres graznidos de las lechuzas...”
En el instante en que Willo intenta separar las rodillas de su hermana, el buen perro
Hanegiff, que siempre les había acompañado, empezó a aullar de un modo desgarrador, y
como no obedeciera la orden de callarse “saltó el hidalgo de la cama y salvaje y lleno de rabia
se precipitó sobre su daga y lo degolló, cuando este expiró...volvió al lugar de su otra
infamia” Interrogado por Sibylla responde: “ya esta hecho. Anaclet, mi escudero me es
devoto y fiel. Mañana pondrá todo en orden, lo enterrará y hará desaparecer todo rastro. Y
nadie nos preguntará. Después de la muerte de Grimald nadie puede hacerlo”.
“Así llegaron ellos hasta el fin y satisfacieron el deseo que el demonio les había
inspirado. Y dijo él enjugándose la boca: “Ahora ya está hecho, lo podremos hacer una y mil
veces más”.
¿Quién sino el duque Grimald, es quien marca al hijo el camino del incesto? El cortejo
del padre hacia la hija, su posición de rival frente a todos los que la pretenden, su negativa a
entregarla a un hombre, son como luego lo formula Willo, los que lo han empujado al lecho
de su hermana.
Grimald, reconoce en su lecho de muerte, que “sus malditas y culpables exigencias”
han hecho todo más difícil para ambos hijos. Pero sus indicaciones a Willo, acerca de casar a
su hermana con prontitud, carecen de eficacia, al no haber renunciado él en vida a la posesión
de su hija. Al esperar en ella, la recompensa que la vida le debía por haberle quitado a su
mujer, al pedirle que no se entregue a un hombre en señal de agradecimiento a su padre, la
prohibición del incesto es inoperante simbólicamente. Sólo su presencia en vida, separa al
hermano de la hermana.
Respecto a Willo, entonces, el duque de Grimald ocupa el lugar del Padre Imaginario,
rival que por su pura fuerza, impide mientras vivo, priva a Willo en lo real del goce de un
objeto simbólico: Sibylla no vale como hermana, sino en tanto ocupa el lugar de la madre
perdida. En ese lugar ha sido colocada por el duque Grimald, “me arrebatan una mujer, me
entregan a cambio una hija”, a la que no puede situar simbólicamente como hija, y la
imaginariza como mujer, como su mujer. ¿Cómo puede un padre cumplir su función si no hay
para él una mujer como causa de su deseo? No es la ausencia de la madre la que produce todo
este desarreglo, sino que el padre desmiente que ha perdido una mujer, que le falta una mujer.
Falta entonces el agente de la castración simbólica, el Padre Real, puesto que aquél que debía
soportar ese lugar como ser hablante, no muestra en su discurdo la barra que lo ubica a él
mismo como sujeto deseante, (S barrada), que daría lugar a la tachadura del Otro, y como
producto una causa de deseo, que siendo su falta lo fuera también para el hijo.
La falta de la operación de castración, impide que el Falo se instaure como significante
significante del goce como imposible. Es únicamente en el plano imaginario que la muerte
del padre permite el acceso al goce.
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Rebajado asi a (menos phi) el objeto imaginario, carente de imagen especular, aparece
aquí como un hermoso i(a): los hermanos son gemelos, pueden mirarse el uno al otro como un
espejo. Este semblante encubre la presencia del objeto a como real.
Lo único que un padre tiene para donar a un hijo es la castración, a la vez como falta
real, y como significante fálico, un S1 para que pueda ser representado ante él como sujeto
para un S2. Cuando por su propia falla simbólica, un padre no puede ausentarse de su
operación, cuando no puede amar a su hijo, en el sentido de darle lo que no tiene, entonces le
da lo que tiene: su trono, sus objetos de goce, han de pertenecerle cuando, como dice Grimald
“muy a mi pesar, yo muera”. Provoca asi la fantasía de su muerte como acceso a un goce
supuesto posible, y la contrapartida de este deseo de muerte, que en realidad no es más que un
deseo de sucesión, es el temor a la retaliación. El padre imaginario, es persecutorio, inmortal
y terrorífico. Y tanto más debe serlo cuanto más hay que ignorar lo que no tiene, lo que le
falta. Tanto más cuando de su castración no se quiere saber nada.
Por eso, el momento de la muerte, como un real que hace límite, es un momento
crucial en la vida de un hombre: Willo responderá con un pasaje al acto, el “Hombre de las
ratas” inventará una forma de hacerlo gozar en el más allá, ambos lo mantienen vivo.
Freud, en cambio, quien se siente “totalmente desamparado” frente a la muerte de su
padre, no espera una herencia, se pone a escribir un libro, un libro donde sitúa, entre otras
cosas su propia rivalidad con el padre, pero también el lugar del inconsciente y del deseo
como inmortal.
A partir de “la más tajante pérdida” lo inmortal no es el padre, sino el deseo.
REFERENCIAS:
1. Sigmund, Freud: “La interpretación de los sueños”. Prólogo de 1908. Obras completas-Biblioteca
Nueva.Madrid 1972.
2. Ernest, Jones: “Vida y obra de Sigmund Freud”. Tomo I Ediciones Hormé S.A.E.- Bs.As. 1976.
3. Sigmund, Freud: “Análisis de un caso de neurosis obsesiva ( caso: El hombre de las ratas” 1909) Obras
completas- Biblioteca Nueva. Madrid 1972.
4. R.S.I. Jacques, Lacan: Versión crítica/ para la circulación interna de la E.F.B.A. Traducción al castellano
R.R.Ponte.
5. Thomas, Mann: “El elegido” Editorial sudamericana. Bs.As.1970
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