Matar Al Padre4

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¿MATAR AL PADRE?

Mabel Fuentes

El 23 de octubre de 1896, muere Jakob Freud, padre de Sigmund Freud.


En los meses siguientes, sus cartas a Fliess anuncian el gérmen de lo que formulará
luego como el complejo de Edipo. En julio de 1897 inicia su autoanálisis y poco tiempo
después comienza la escritura de su libro “La interpretación de los sueños”. Es en ese libro,
poblado de padres difuntos, que Freud hace público por primera vez su descubrimiento de la
existencia de deseos de muerte hacia el progenitor del mismo sexo, que es vivido como rival,
en razón de la tentación incestuosa, en el caso del varón hacia la madre.
Sin embargo, en contraste con este descubrimiento, escribe: “este libro, constituye una
reacción a la muerte de mi padre: el acontecimiento más importante, la más tajante pérdida en
la vida de un hombre” (1), “su muerte, ha hecho revivir en mí todos mis sentimientos
tempranos. Ahora me siento completamente desamparado” (2)
¿Nos alcanzará la hipótesis de una dualidad amor-odio para explicar este contraste? A
través de un historial freudiano y de un texto literario, intentaré avanzar un poco más.

EL HISTORIAL
conoció

“Años después de la muerte del padre, y cuando el hijo reconoció por vez primera el
placer del coito, surgió en él la idea de que aquel goce era algo tan extraordinario, que
merecía la pena de asesinar a su padre para conseguirlo” (3)
¿Por qué asesinar a un padre que ya está muerto, para conseguir un goce que se acaba
de obtener? ¿Es que cree que ese goce fue posible porque su padre estaba muerto? Todos los
comentarios de Freud, nos indican, por el contrario, que para “el hombre de las ratas” su padre
estaba vivo en el más allá. Mas allá de la muerte, que él ubica en un continuo con la vida:
basta abrir una puerta a medianoche, para que el desaparecido retorne.
Pero no sólo el muerto debe estar vivo, sino que además hay que hacerlo gozar,
ofrecerse a su mirada, el pene desnudo; ofrecerse a su crueldad: el único atormentado con el
tormento de las ratas, es el hijo que lo fantasea.
Goce en el tormento, que Freud pinta como “horror ante un placer del que no
tenía la menor conciencia”(3). Podríamos preguntarnos, ¿cuál es el sujeto que experimenta
este placer horroroso, o este horror placentero?. ¿Se trata del hijo, o de trata del padre en el
hijo?
Sea como fuere, de lo que él haga ( el hijo) depende que la fantasía se cumpla o no:
“No devolveré el dinero, pues si lo hago, sucederá aquello” (3) y luego el mandato: “Tienes
que devolver las 3.80 coronas al teniente A” (3). El mandato indica hacer lo que ocasionará
que suceda “aquello”. Pese a que el mandato contiene un absurdo: no es al teniente A. al que
le debe el dinero, toda la escena está sostenida en la frase: “Tu padre no puede equivocarse”
(3).
¿En qué no puede equivocarse el padre? Es el hijo aquí que no puede equivocarse
respecto a aquello con lo que el padre goza, o mejor dicho no encuentra en el discurso del
padre, el equívoco que le permitiría horadar ese goce y sustraerse a él. Sabía que su padre era
violento y fácilmente irritable, la historia del capitán cruel, le hace recordar esta faceta del
padre, por otra parte siempre presente en la transferencia. Además de llamarle “mi capitán” se
levantaba durante las sesiones para alejarse de Freud, temerosos de que lo golpeara. Otro
objeto del goce paterno era el dinero, por él abandonó a la mujer deseada para casarse con su
madre, y procurarse así una cómoda situación económica. Dinero y crueldad, objetos del goce
paterno, de un padre que renunció a jugarse por su deseo, aparecen asociados en las ratas.
“Tantos florines, tantas ratas” es una asociación que no sólo se refiere a los honorarios que
abonaba Freud, sino también a la prostitución, que podría ser una manera de nombrar la
posición del padre en el matrimonio.
La culpa por no haber estado junto a su padre en el último instante, empieza a
atormentarlo, cuando a raíz de la muerte de una tía, escucha decir al viudo: “Otros hombres
hacen lo que quieren, pero yo he vivido sólo para esta mujer”, y supone que es una alusión a
la infidelidad conyugal de su padre.
Esa culpa, Freud la interpreta como expresión del deseo inconsciente de muerte hacia
su padre, pero agrega, que si se hace tantos reproches, es porque de ellos extrae placer. La
culpa ha devenido entonces, un goce en sí mismo.
Entonces, volvamos a la frase del viudo, que es uno del los momentos claves: a partir
de allí empieza a fantasear con la vida ultraterrena , y se vuelve incapaz para estudiar. Si
“otros hombres hacen lo que quieren” alude a que su padre tenía otras mujeres, quiere decir
que lo que el padre quería, lo que el padre deseaba hacer sexualmente, no lo deseaba de la
madre. Esto hace cadena con la muchacha modesta que el padre cortejaba antes de casarse, y
con el matrimonio por conveniencia.
“Un padre no tiene derecho al respeto y al amor...más que si hace de una mujer objeto
a minúscula que causa su deseo”...”Poco importa que tenga síntomas, si añade a ellos el de la
perversión paterna, es decir, que su causa sea una mujer que él se haya conseguido para
hacerle hijos, y que a éstos, lo quiera o no, les brinde un cuidado paternal” (4)
Pero,...¿será lo mismo que la mujer ocupe el lugar de objeto a sea una cualquiera, o
coincida con la madre de sus hijos? Lo que descubre “el hombre de las ratas”, es que más allá
del dinero y la crueldad, el padre tal vez, él empieza a sospecharlo, viene a su memoria esa
vieja historia de familia, tal vez hubo una mujer como causa del deseo, que no es la madre. Le
atribuirá entonces al padre, la clásica disociación de la vida amorosa, que él mismo mantiene.
Ese poco de realidad del que se sostiene esta suposición acerca de la vida sexual del padre, es
una expresión de su père-versión: que no le haya faltado al padre, ningún goce.
El empieza a sospecharlo ( que una mujer pueda ser causa del deseo) cuando tiene su
primer coito, ese placer tan intenso, ese goce tan extraordinario, no será que su padre puede
equivocarse? ¿No se habrá equivocado eligiendo para meter en su cama no a la mujer
cortejada, sino a la que podría proporcionarle una buena situación económica?
El saber sobre el goce del padre empieza a tambalear, y en esa grieta donde podría
intuirse el deseo del Otro paterno, y por ende su falta, se edifica el fantasma de las ratas. La
causa precipitante de la enfermedad –dice Freud- es tener que elegir entre dos muchachas;
pero ¿ no podría plantearse que esta elección es entre el dinero y una mujer? Elegir una mujer,
no sólo significa contrariar la voluntad del padre, sino poner en duda, el saber del padre sobre
cuál es el goce que conviene a un hombre.
El capitán cruel se equivoca, y él sabe que se equivoca. Pero igual sostiene su absurdo
mandato: “Tu padre no puede equivocarse” (3). Crea entonces la fantasía del padre vivo en el
más allá, gozando del tormento de las ratas, pero aún no basta, hay que dotarlo de ese goce
recién descubierto, goce del coito con una mujer. Para sostener al Otro, lo coloca como dueño
de la totalidad del goce. Es así que colocándolo como Amo, puede desear su muerte. “Valdría
la pena asesinarlo”, en primer lugar, si ese Otro existiera, en segundo lugar si su asesinato le
procurara como heredero lo que supone que le pertenece: todo el goce. La culpa, la
provocación al castigo en la transferencia, forman parte de su entrega como objeto al goce del
Otro. En su fantasma sostiene la existencia del Otro: todo saber –todo goce- todo saber sobre
el goce. Pero esta fantasía se produce justamente en el momento en el cuál cree haber
descubierto que el Otro no sabe. Allí donde por poco se descubre la castración en el Otro, ahí
el fantasma restituye la integridad del Otro, al precio de colocarse como su objeto, y de
renunciar al deseo.

2
UN FRAGMENTO DE “EL ELEGIDO”
DE THOMAS MANN (5) (´)

“Había en tiempos pasados, en Flandes y Artois, un duque de nombre


Grimald...Ningún príncipe parecía gozar del favor de Dios como éste...Junto a su mujer
Baduhena, pasaban muy gentilmente sus días, bendecidos con todos los ricos bienes de la
tierra”...”Sólo una cosa les faltaba para ser felices: los hijos”. Ya tenían ambos cuarenta años
cuando sus plegarias fueron escuchadas. “...el Todopoderoso levantó la maldición y la
princesa conoció las alegrías de la maternidad. Alegrías poe desgracia sólo destinadas a
extinguirse en los tormentos el alumbramiento”...”No debía gozar la mujer de los niños
gemelos que entre extraños gritos dio a luz. A ella en cambio se le ocultó la luz, y el duque
Grimald, quedándose viudo, fue al fin padre”
Los niños tomaron los nombres de Willo y Sibylla, en tanto Willo se convirtió en
heredero del país y su personaje principal” Sibylla, “en su delicada condición de mujer,
conmovía el hosco corazón del padre de un modo enteramente distinto”.
Los años pasaron, y los niños fueron creciendo. “...el duque Grimald, había tenido
siempre preferencia por la señorita...de modo que cuanto más ese pimpollo se abría, tanto más
galante y delicado se mostraba con ella, al paso que cuanto más crecía el hidalgo, más
rudamente lo trataba”
Llegó de esta manera la edad en que Sibylla tenía que ser entregada en matrimonio, a
lo que su padre rehusaba siempre con una excusa u otra.
Mientras tanto, la relación entre Willo y Sibylla, entre hermano y hermana, se había
vuelto tan intensa y tierna, que de esta manera Willo le habló: “Cuando Dios haya prolongado
la vida de nuestro querido y respetado padre, hasta el límite que le es dado vivir al hombre
seré duque de Flandes y Artois. Los ciudadanos necesitan un duque que los proteja y ése soy
yo. Pero cuando ellos arrojen sus gorros en el aire, quiero llevarte de la mano a ti, la mejor de
todas las doncellas, la única que es parte mía, conduciéndote entre la multitud como hermana
y duquesa”. En este punto de la conversación irrumpe el padre: “Hijo del duque Grimald;
¿otra vez te encuentro bribón, junto a esta hermosa criatura, junto a tu hermana?...Por cierto
que mientras yo viva seré su único protector, defendiédola de todo y con mayor ahinco de los
varones, y si tu alimentas la idea de que guardar la intimidad de esta encantadora niña, más
corresponde al hermano que a su severo padre, te daré con mi propia mano dos buenas
bofetadas” “Retírate de aquí!...El duque quiere charlar ahora con su hijita”
Después de alabar su hermoso cuerpo, su esplendorosa floración, así le dice a su hija:
“El anciano tiene que sentirse corrido ante el joven. A pesar de ello, hay en él la dignidad en
el lugar de la belleza del cuerpo, y tú encantadora niña no olvides que Grimald es tu padre, y
que le debes agradecimiento y cariño, pues te ha echado al mundo perdiendo tempranamente
a su esposa. Sobrado conozco que tal como vas pronto tendrías que casarte, pues muchas
dulces señales hablan ya de tu madura dondellez. Yo no anhelo más que tu felicidad, más
ciertamente, no juzgaré al primero que se llegue a buscarte como al mejor. Tu novio, no sólo
ha de gustarte a ti, sino que es menester además, que yo mismo lo considere digno de envidia,
y por mi fe, yo, viejo caballero, no estoy dispuesto a considerar mejor que a mí a ninguno”
Así, de acuerdo a estas palabras, fue rechazando uno por uno a todos los pretendientes,
indisponiéndose de este modo con las otras cortes. Sorprendióle en esta actitud la parálisis, y
advertido por sus médicos de que su muerte era inminente, solicitó de los más cercanos
prestaran juramento de fidelidad a su hijo Willo: “Cuando yo esté muerto, poned vuestras
manos entre las suyas, aunque parezca ridículo que él tenga que protegeros, cuando en
realidad es el rapaz el que necesita de vuestra protección y apoyo”. Y a su hijo y heredero le
encomendó el cuidado de su hermana “ hasta que, y espero sea lo más pronto posible, la cases

3
honrosamente y como cumple a su condición, cosa que desgraciadamente por mis malditas y
culpables exigencias he hecho más difícil”.
Murió el duque de Grimald, y según cuenta el espíritu de la leyenda “ya no estaba
más, para separar como padre al hermano de la hermana. Después de los rigurosos consejos y
advertencias del padre, esa misma noche yacieron juntos como varón y mujer”.
“Willo, conmovido por la muerte de su padrde, suspiraba excitado, hasta que por
fin...abandonado por Dios, entre mil ilícitos besos entró en el lecho de su hermana. Ella lo
recibe diciendo: ¿Cómo señor duque? Me concedeis un gran honor con esta inesperada
visita...¿Qué méritos tengo para sentir vuestra querida piel junto a la mía? Mi alegría sería
completa si callaran los lúgubres graznidos de las lechuzas...”
En el instante en que Willo intenta separar las rodillas de su hermana, el buen perro
Hanegiff, que siempre les había acompañado, empezó a aullar de un modo desgarrador, y
como no obedeciera la orden de callarse “saltó el hidalgo de la cama y salvaje y lleno de rabia
se precipitó sobre su daga y lo degolló, cuando este expiró...volvió al lugar de su otra
infamia” Interrogado por Sibylla responde: “ya esta hecho. Anaclet, mi escudero me es
devoto y fiel. Mañana pondrá todo en orden, lo enterrará y hará desaparecer todo rastro. Y
nadie nos preguntará. Después de la muerte de Grimald nadie puede hacerlo”.
“Así llegaron ellos hasta el fin y satisfacieron el deseo que el demonio les había
inspirado. Y dijo él enjugándose la boca: “Ahora ya está hecho, lo podremos hacer una y mil
veces más”.

COMENTARIOS SOBRE EL TEXTO

¿Quién sino el duque Grimald, es quien marca al hijo el camino del incesto? El cortejo
del padre hacia la hija, su posición de rival frente a todos los que la pretenden, su negativa a
entregarla a un hombre, son como luego lo formula Willo, los que lo han empujado al lecho
de su hermana.
Grimald, reconoce en su lecho de muerte, que “sus malditas y culpables exigencias”
han hecho todo más difícil para ambos hijos. Pero sus indicaciones a Willo, acerca de casar a
su hermana con prontitud, carecen de eficacia, al no haber renunciado él en vida a la posesión
de su hija. Al esperar en ella, la recompensa que la vida le debía por haberle quitado a su
mujer, al pedirle que no se entregue a un hombre en señal de agradecimiento a su padre, la
prohibición del incesto es inoperante simbólicamente. Sólo su presencia en vida, separa al
hermano de la hermana.
Respecto a Willo, entonces, el duque de Grimald ocupa el lugar del Padre Imaginario,
rival que por su pura fuerza, impide mientras vivo, priva a Willo en lo real del goce de un
objeto simbólico: Sibylla no vale como hermana, sino en tanto ocupa el lugar de la madre
perdida. En ese lugar ha sido colocada por el duque Grimald, “me arrebatan una mujer, me
entregan a cambio una hija”, a la que no puede situar simbólicamente como hija, y la
imaginariza como mujer, como su mujer. ¿Cómo puede un padre cumplir su función si no hay
para él una mujer como causa de su deseo? No es la ausencia de la madre la que produce todo
este desarreglo, sino que el padre desmiente que ha perdido una mujer, que le falta una mujer.
Falta entonces el agente de la castración simbólica, el Padre Real, puesto que aquél que debía
soportar ese lugar como ser hablante, no muestra en su discurdo la barra que lo ubica a él
mismo como sujeto deseante, (S barrada), que daría lugar a la tachadura del Otro, y como
producto una causa de deseo, que siendo su falta lo fuera también para el hijo.
La falta de la operación de castración, impide que el Falo se instaure como significante
 significante del goce como imposible. Es únicamente en el plano imaginario que la muerte
del padre permite el acceso al goce.

4
Rebajado asi a (menos phi) el objeto imaginario, carente de imagen especular, aparece
aquí como un hermoso i(a): los hermanos son gemelos, pueden mirarse el uno al otro como un
espejo. Este semblante encubre la presencia del objeto a como real.
Lo único que un padre tiene para donar a un hijo es la castración, a la vez como falta
real, y como significante fálico, un S1 para que pueda ser representado ante él como sujeto
para un S2. Cuando por su propia falla simbólica, un padre no puede ausentarse de su
operación, cuando no puede amar a su hijo, en el sentido de darle lo que no tiene, entonces le
da lo que tiene: su trono, sus objetos de goce, han de pertenecerle cuando, como dice Grimald
“muy a mi pesar, yo muera”. Provoca asi la fantasía de su muerte como acceso a un goce
supuesto posible, y la contrapartida de este deseo de muerte, que en realidad no es más que un
deseo de sucesión, es el temor a la retaliación. El padre imaginario, es persecutorio, inmortal
y terrorífico. Y tanto más debe serlo cuanto más hay que ignorar lo que no tiene, lo que le
falta. Tanto más cuando de su castración no se quiere saber nada.
Por eso, el momento de la muerte, como un real que hace límite, es un momento
crucial en la vida de un hombre: Willo responderá con un pasaje al acto, el “Hombre de las
ratas” inventará una forma de hacerlo gozar en el más allá, ambos lo mantienen vivo.
Freud, en cambio, quien se siente “totalmente desamparado” frente a la muerte de su
padre, no espera una herencia, se pone a escribir un libro, un libro donde sitúa, entre otras
cosas su propia rivalidad con el padre, pero también el lugar del inconsciente y del deseo
como inmortal.
A partir de “la más tajante pérdida” lo inmortal no es el padre, sino el deseo.

EL PADRE COMO EXCEPCION

Si el padre es una excepción a la función de la castración, no lo es como sujeto, no es


un sujeto que tiene pleno acceso al goce. El padre como excepción, ese  x  x, ( por lo
menos existe un x que dice no a la castración) que cierra el conjunto de  x  x, todos los
seres hablantes que dicen sí a la función fálica, función de castración; es una función lógica,
que va en la línea del Padre Real, como Padre muerto desde siempre.
Ese Padre real no es ningún ser hablante, es el no-decir del medio decir del padre. “La
normalidad no es la virtud paterna por excelencia, sino solamnete el justo mi-dieu
( medio-dios homofónico con medio-decir) dicho al instante, o sea el justo no-decir” (4) Es
esa porción de no-decir, por decir sólo a medias, que ubica al padre como sujeto deseante, la
que acota la père-versión ( versión hacia el padre) en la que el sujeto queda como objeto del
goce del Otro, de un Otro sin barrar.
“El padre interviene en el buen caso, para mantener en la represión ( Unterdrückt) en
el justo mi-dieu ( medio-dios) la versión que le es propia por su père-versión, única garantía
de su función de Padre” (4).

REFERENCIAS:
1. Sigmund, Freud: “La interpretación de los sueños”. Prólogo de 1908. Obras completas-Biblioteca
Nueva.Madrid 1972.
2. Ernest, Jones: “Vida y obra de Sigmund Freud”. Tomo I Ediciones Hormé S.A.E.- Bs.As. 1976.
3. Sigmund, Freud: “Análisis de un caso de neurosis obsesiva ( caso: El hombre de las ratas” 1909) Obras
completas- Biblioteca Nueva. Madrid 1972.
4. R.S.I. Jacques, Lacan: Versión crítica/ para la circulación interna de la E.F.B.A. Traducción al castellano
R.R.Ponte.
5. Thomas, Mann: “El elegido” Editorial sudamericana. Bs.As.1970

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