Armonia 01 - Temblores Nupciales

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TEMBLORES NUPCIALES

Nota introductoria de la Traductora:


En esta historia, nos encontramos en Cadence, una Tierra alterna que había tenido
conexión con nuestra Tierra antes de la caída de la Cortina o Portal que las separaba y
que en un pasado muy lejano había sido habitada por una raza extraterrestre llamada
Harmonics o Armónicos. Es un mundo similar al nuestro, excepto porque allí la magia y
las situaciones paranormales son usuales. La autora en este sentido utiliza una palabra
especial: rez, que es utilizada a la vez como sustantivo y como verbo, y designa el suceso
y la acción paranormal, mágica, sobrenatural. He preferido dejarlo como en el original y
conjugar este “verbo” de la manera que he podido: espero que sea legible. Los sentidos
paranormales son transmitidos y canalizados a través de las piedras amarillas llamadas
ámbar, que desde la Antigüedad son consideradas poderosos amuletos mágicos.
Que disfruten el libro!

TEMBLORES NUPCIALES

Título Original: Bridal Jitters

Por JAYNE CASTLE

Traducción: Gillean K. [email protected]

Uno

Harmony, Cadence City, doscientos años después del cierre del Portal.

-Entonces, ¿es verdad lo que dicen acerca de los Cazafantasmas?-. Adeline Delmore se
inclinó más cerca y habló quedo mientras se servía otra galleta dulce con escarcha
anaranjada-. ¿Son realmente asombrosos en la cama después de que han acribillado a un
fantasma? He oído que el sexo es increíble inmediatamente después de una combustión.
La pregunta sorprendió a Virginia Burch precisamente mientras tomaba un sorbo del
ponche de vino espumoso. Tosió y casi escupió. El calor se derramó por sus mejillas.
Desafortunadamente, reflexionó sombría, el rosado brillante no era su mejor color,
especialmente en su cara. Echó un vistazo alrededor para asegurarse de que nadie más
había alcanzado a oír la escandalosa pregunta de Adeline.
Las oficinas de Gage & Burch estaban abarrotadas de amistades y colegas, algunos de
los cuales no podía reconocer porque, si bien estaba celebrándose su compromiso, la
mayoría traía puestos máscaras y disfraces. Era la semana de Halloween, después de
todo; por lo demás, se conocía en Cadence como fiesta de fin de semana. Se preguntó si
el hecho de que sus amistades hubieran escogido hacer una fiesta sorpresa de
compromiso con un tema de Halloween era un mal agüero. No era que necesitara
mucho para advertirle que su futuro matrimonio era probablemente un error enorme.
Afortunadamente, alguien había elevado el volumen de la música. El latido
golpeteante de una canción de rez-rock creaba una manta de franco ruido que silenciaba
eficazmente las conversaciones. Hasta donde podía decir, nadie había alcanzado a oír la
pregunta de Adeline acerca de los hábitos sexuales de los Cazafantasmas.
-Uh- dijo Virginia. Para darse un poco más de tiempo, buscó a tientas una servilleta
decorada con una caricatura de una mujer con un puntiagudo sombrero negro y una
capa, montando un palo de escoba-. Uh, pues bien...
-He oído las historias- continuó Adeline, con los ojos brillantes-. Y si recuerdas, por
entonces salía con ese cazador guapo, hace un tiempo. Ese con los ojos azules y el pelo
negro y rizado. No puedo recordar su nombre.
-Brett-. Era agotador mantenerse al día con la siempre cambiante lista de novios de
Adeline, pensó Virginia. Pero Brett había sido memorable, en su mayor parte porque
había sido un fanfarrón jactancioso. Por supuesto, un montón de Cazafantasmas eran
fanfarrones jactanciosos.
Pero no Sam. Cualquier cosa que pudiera llamárselo, no era un cazador típico.
Ella pasó la mirada a través del cuarto hasta donde su combinación de reciente
prometido y socio de negocios estaba parado hablando con uno de los invitados. Sam
Gage no tenía que hacer ninguna jactancia, pensó tristemente. Uno, simplemente
mirándolo, podía saber que podía cuidarse de cualquier fantasma que surgiera frente a
él.
Estaba completamente segura de que era tremendo en la cama también, pero
comenzaba a pensar que nunca podría averiguar la verdad por sí misma.
-Oh, cierto, es verdad- dijo Adeline-. Brett. Ese era su nombre. De todos modos, él
hizo algunas afirmaciones muy interesantes y prometedoras. Los Cazafantasmas no son
exactamente tímidos en lo que se refiere a contarte cosas sobre su pericia sexual. Pero
nuestra relación no duró lo bastante como para que yo hiciera algún experimento. De
todas maneras, siento curiosidad. Sé que no es nada de mi incumbencia...
-No, no lo es.
-Pero soy tu mejor amiga en el mundo entero- le recordó Adeline-. Si no puedes
decírmelo, ¿a quién podrías decírselo tú?
Virginia despejó su garganta y resolvió ser honesta.
-Lo siento, no estoy en posición de contestar a tu pregunta.
Adeline se quedó como si hubiera visto ella misma un fantasma.
-¿No lo estás? Pero vas a casarte con Sam Gage. Él es un Cazador. Ésta es tu fiesta de
compromiso.
-Por raro que parezca, para mí se ve más como una fiesta de Halloween.
-De acuerdo, de acuerdo, es porque decidimos darle un tema. Todas las mejores fiestas
tienen temas. Lo leí en la edición del mes pasado de Harmonic Home & Garden.
-No puedo creer que Harmonic Home & Garden dijera que Halloween es considerado
un tema apropiado para una fiesta de compromiso.
-Personalmente, pensé que era algo muy original-. Adeline miró a través del cuarto
abarrotado hasta donde Sam estaba de pie. Una luz especulativa brilló intensamente en
sus ojos engañosamente inocentes-. ¿Estás diciéndome que no lo han hecho aún? Qué
extraño.
-Adeline, ya te expliqué que Sam y yo tenemos la intención de solicitar una licencia
de matrimonio de conveniencia de dos años, no una licencia definitiva.
-¿Qué más da? Eso no significa que no vayan a dormir juntos, ¿verdad?- la interrumpió
Adeline abruptamente, con los ojos enormes-. ¿Verdad?
-Esto es negocio- tragó Virginia-. Te lo dije.
Adeline parecía escéptica.
-¿Negocios cien por ciento?
-Sí.
-¿De veras, absolutamente?
Virginia luchó por reprimir el pánico que la había estado carcomiendo en los pasados
días.
-Como dije, es un arreglo comercial.
Adeline gimió.
-No lo creo. Sam y tú hacen una pareja perfecta.
Virginia hizo una pausa, su taza plástica de ponche a medio camino hacia su boca.
-¿Qué te ha dado esa idea?
-¿Estás bromeando? Sam y tú están hechos el uno para el otro. Tienen tanto en común.
-¿Tanto?
Las cejas de Adeline se alzaron.
-Bien, para empezar, ambos son adictos al trabajo, reprimidos y obsesivos. Ninguno de
los parece saber cómo divertirse.
-Muchísimas gracias.
Adeline rió ahogadamente.
-Deberías haber visto la cara que pusieron cuando entraron a la oficina esta tarde.
-No esperábamos una fiesta, Adeline.
-Sí, lo sé-. Adeline sonrió con aire satisfecho-. Era una fiesta sorpresa. ¿Y funcionó?
Virginia pensó en la forma en que su estómago se había encogido cuando había abierto
la puerta más temprano y había sido saludada con chillidos de “¡Sorpresa!”.
-Funcionó- refunfuñó dentro de su ponche-. Estaba terminantemente sorprendida.
Adeline le dirigió un admonitorio ceño fruncido.
-Un gran número de personas dedicaron un montón de esfuerzo para lograr esto.
Hazme un favor: trata de parecer como si estuvieras pasando un buen rato, ¿de acuerdo?
Sam finge estupendamente.
Sam podía fingir estupendamente cualquier cosa, pensó Virginia de forma arisca, hasta
en una imprevista fiesta de compromiso. Lo vio momentáneamente a través del bosque
de globos negros y anaranjados que colgaban del cielo raso. Todavía hablaba con el
hombre de gafas que parecía muy entusiasmado.
Aun rodeado de balanceantes duendes de cartón, Jinetes Sin Cabeza de plástico y
varias yardas de papel crepé negro y anaranjado, él parecía, como lo hacía
invariablemente, completamente a gusto, completamente en control.
Él era un radar de energía -de energía paranormal, claro-... un Cazafantasmas... pero,
afortunadamente, no caía en la moda del pelo largo, supermacho, vestido de caqui y
cuero que prefería la mayoría de los Cazadores. Esa noche estaba vestido con unos
pantalones negros y camiseta negra, y una chaqueta color café claro que se ajustaba a sus
hombros anchos. Lucía un sencillo anillo de oro con un reluciente ámbar, en vez del set
de maciza hebilla de cinturón o un pendiente vistoso.
Había un aire relajado alrededor de él. La sutil languidez de un depredador natural a
gusto entre sus presas se desprendía de él en ondas psíquicas. Virginia podía sentir la
energía perturbadora a través del cuarto. Nadie más parecía ser particularmente
consciente de ese aura... al mismo tiempo peligrosa y profundamente sensual... que lo
envolvía, pero ponía de punta todos los cabellos diminutos de su nuca.
Otra punzada de pánico bombardeó a través de ella, desestabilizando al mismo tiempo
sus sentidos físicos y paranormales. El asalto combinado a su conciencia la hizo temblar.
Los ataques de ansiedad empeoraban, pensó. Cada vez que contemplaba el matrimonio
con Sam, sentía las pequeñas sacudidas del rez, elevando sus temblores.
¿Qué había hecho?
Había estado de acuerdo en casarse con Sam Gage; eso era lo que había hecho.
Concedido, era sólo un matrimonio de conveniencia por dos años. No obstante, iba a
estar legalmente atada a él por dos años completos.
¿Qué había hecho?
Se obligó a sí misma a hacer un par de respiraciones profundas. Cuando eso no
bloqueó la marea de desasosiego que estaba haciendo cosas extrañas en sus entrañas,
probó otro sorbo del ponche de vino.
Simplemente un matrimonio de conveniencia. Eran lo suficientemente comunes.
Acabaría en dos años a menos que Sam y ella eligieran renovarlo por otro período de dos
años. No habría razón para hacerlo, se aseguró a sí misma; no había ninguna excusa para
convertir ese MC (Matrimonio de Conveniencia) en un matrimonio más formal y
mucho más vinculante.
Adeline estaba en lo correcto; tenía que proyectar un poco más de entusiasmo, se dijo
Virginia. Había estado de acuerdo en el MC, después de todo. Era una magnífica
inversión comercial. Y ciertamente no podía culpar a sus amistades por dar una fiesta.
Tenían buenas intenciones. Y estaba genuinamente unida a la mayor parte de ellos.
Estaba rodeada de una representativa porción de prototipos profesionales y no tan
profesionales involucrados en muchos de los legítimos -y no tan legítimos- negocios que
habían nacido alrededor de la excavación de la legendaria Dead City de Cadence. Había
un buen número de académicos de la universidad que estaba en proceso de edificar
carreras distinguidas estudiando las ruinas extraterrestres. Estaban también varios
contratistas y paraarqueólogos freelance, como ella, y unos cuantos compañeros
Cazafantasmas de Sam, que proveían de seguridad a los equipos de excavación. Además,
había un surtido colorido de dueños de galerías, buscavidas, y ratas de las ruinas1 que
operaban alrededor del comercio de artefactos extraterrestres.
Eran un grupo heterogéneo, por no decir más, pero todos ellos estaban atados por su
interés mutuo en dedicar sus vidas a la exploración y excavación de las ruinas que
habían dejado los antiguos Harmonics extintos mucho tiempo atrás.
Debería haber sido una ocasión alegre, pero podía sentir el pánico mordiscando su
estómago.
-Lo siento, Adeline. Supongo que no estoy de humor para fiestas esta noche.
-Finge- dijo Adeline con una mirada adusta.
Virginia le dirigió una sonrisa renuente.
-Sí, señora.
-Así está mejor-. Adeline exploró su cara más estrechamente-. ¿Qué ocurre? Pensé que
estabas entusiasmada con este arreglo. ¿Por qué de pronto te acobardas?
-No estoy acobardada.
-Sí, lo estás. Ésta es tu vieja amiga, Adeline, ¿recuerdas? Te conozco mejor que
cualquier otra persona. Has estado poniéndote gradualmente irritable y muy nerviosa
durante las dos semanas pasadas.
Virginia la miró furiosamente y tomó el cucharón del ponche.
-He estado un poco ocupada últimamente, ¿de acuerdo? Precisamente terminé el
trabajo Henderson ayer, y Sam y yo firmamos el contrato con nuestro primer cliente
compartido esta mañana. Comenzamos a trabajar en el proyecto mañana mismo. Encima
de todo, mi familia me fastidia acerca de este MC, si bien les he explicado cien veces que
es simplemente un trato comercial.
-¿Tu familia continúa convencida de que Sam simplemente se está aprovechando de
ti?
-Esa es su posición oficial-. Virginia sirvió un cucharón más de ponche en su taza-.
Pero la verdad es que quieren que me una en un matrimonio convencional con Duncan.
Adeline se encogió de hombros.
-No los puedo culpar. Duncan es un maravilloso buen partido. Buena familia, buenas
conexiones. Una persona estupenda.

Ladrones de tumbas y asentamientos arqueológicos. (N. de la T.)


-Duncan y yo somos amigos, pero nunca seremos más que eso-. Virginia dejó caer el
cucharón de vuelta al bol y tomó un gran trago del ponche-. Duncan y yo sabemos eso,
aunque nuestras familias no lo hagan.
-Quieres decir que tú no lo amas, y que él no te ama a ti.
-Sí. Eso es exactamente lo que digo.
Adeline levantó sus cejas.
-Entonces, en lugar de un matrimonio bonito y seguro con el buen y viejo Duncan,
vas a asumir un arriesgado MC de dos años con un hombre que apenas conoces y que
además es un Cazafantasmas. Córcholis, no puedo imaginar por qué tu familia está
molesta por esta decisión. Nop. No puedo pensar una sola razón por la que tus familiares
tendrían algún problema con tus planes.
Virginia le dirigió una elocuente mirada.
-Es comercial.
Adeline asumió una irritante expresión omnisciente.
-¿Sabes lo que pienso?
-¿Qué?
-Pienso que has adquirido un caso radical de nervios. Temblores nupciales, como mi
tía Sally diría.
-Eso es ridículo. ¿Por qué estaría nerviosa?
-Excelente pregunta.
-Éste es simplemente un trato comercial-. Virginia sospechó que comenzaba a sonar
desesperada. Trató de moderar su tono. Quería sonar fría y serena. Tan fría y serena
como Sam había sonado cuando le había presentado la propuesta hacía tres semanas.
-Esta sección del Barrio Viejo está agendada para edificar complejos familiares dentro
del siguiente par de años- le había explicado él-. Los inversionistas y arquitectos ya
comienzan a meter las narices. Esta casa va a valer una fortuna muy pronto. Pero
mientras tanto, he encontrado la manera de aferrarme a ella.
Ella contempló a su nuevo casero con alarma genuina. Había alquilado una oficina y
un apartamento en el piso superior de la casa de él hacía menos de dos meses. Había
encontrado la vieja casa al final de un día largo e infructuoso, consumido en la búsqueda
de virtualmente cada dirección de casas en alquiler costeables en el Barrio Viejo de
Cadence City. No había sido un alquiler anunciado, pero había decidido investigar
después de notar una pequeña señal en la puerta, en la que se leía Seguridad Dead City,
Sam Gage, Propietario.
Su objetivo había sido preguntar al desconocido señor Gage, que era claramente una
pequeña persona de negocios como ella misma, si estaba enterado de cualquier lugar
adecuado por los alrededores. Los alquileres más adecuados, había aprendido, eran con
frecuencia obtenidos por el boca a boca en vez de los avisos clasificados.
Su impresión inicial de Sam Gage, dueño y único empleado de Dead City Security, no
había sido la que esperaba de un Cazafantasmas que había puesto un negocio como
asesor de seguridad. Lo había encontrado en su oficina, los tobillos apoyados en su
escritorio, profundamente ensimismado en ponerse al corriente del Journal de Para-
Arqueología. Lectura seria para un Cazafantasmas, había pensado. La mayoría de los que
ella conocía preferían las Playmates Psíquicas Hambrientas de Sexo o Las Doncellas
Desnudas del Amazonas de las Catacumbas Alienígenas.
Antes del fin de la conversación, Gage le había ofrecido una oficina en el primer piso y
un apartamento en el segundo. Ella se había enamorado de ambos lugares en el mismo
momento que los había visto. Y comenzaba a pensar que se había enamorado de su
nuevo casero aproximadamente al mismo tiempo, pero ese era por completo otro asunto,
uno que no quería encarar.
-¿Aferrarte?- repitió ella cautelosamente-. ¿Hay algún problema?
-Simplemente lo usual. Los impuestos, la conservación, las reparaciones-. Él desplegó
los dedos de su mano, con un anillo de ámbar, en un gesto que abarcaba todas las
pruebas y tribulaciones que implicaba la propiedad de la casa-. Esta casa se construyó
inmediatamente después de la Era de la Discordia. Eso la hace poseer alrededor de cien
años de edad. Se construyó para durar, así que está en buen estado, pero necesita un
montón de trabajo.
-Ya veo-. Ella miró alrededor: las molduras elegantes, los destellantes pisos de madera
y las ventanas excepcionalmente enmarcadas.
El lugar era perfecto para su negocio personal de asesoría. La posición, sólo a dos
bloques cortos de la pared grande y verde de cuarzo que rodeaba Dead City, era ideal. Su
trabajo requería viajes frecuentes hacia arriba para después descender en las antiguas
catacumbas de las ruinas extraterrestres. Desde allí, ella podría caminar a su lugar de
trabajo, lo que significaba que no tendría el gasto de un coche.
Se aclaró la voz ansiosamente.
-¿Estás pensando en subir la renta? Porque, si es así, me gustaría recordarte que tengo
un arrendamiento de un año.
Él apoyó sus manos sobre el escritorio y se inclinó ligeramente hacia adelante. Sus ojos
color ámbar eran firmes y atentos.
-No, no voy a subir tu renta. Tengo una propuesta para ti. Si las cosas se resuelven de
la forma que pienso que lo harán, será pavoroso.
Su idea había sido un arreglo comercial sincero. Un matrimonio de conveniencia y
una fusión del negocio de asesoría de ella con el Dead City Security de él. Sam había
pintado un cuadro deslumbrante. Funcionando como una sola entidad, Gage & Burch
Consulting, duplicarían sus ingresos de la noche a la mañana. Juntos, podrían competir
por clientes más grandes y lucrativos. El aumento de la renta entraría dentro de los
gastos de mantenimiento. El MC aseguraría que pagaran impuestos más bajos. Cuando la
casa fuera vendida a los desarrolladores en dos años, compartirían por partes iguales las
ganancias. Una situación beneficiosa para ambas partes.
Todo lo que ella tenía que hacer era encontrar la manera de ser tan fría acerca del
arreglo como Sam. Desafortunadamente, mientras más se acercaba la fecha de la boda,
menos segura estaba que tal cosa fuera posible.
-Te lo dije- dijo Virginia a Adeline-. Sam quiere aferrarse a esta casa hasta que algún
desarrollador esté dispuesto a pagar muchos dólares por ella. Él se ofreció a participarme
en las ganancias. Es una oportunidad comercial fantástica para mí-. ¿A quién estaba
intentando convencer?, se preguntó.
Adeline trató de alcanzar un trozo de caramelo anaranjado neón.
-Puede que el hecho de que sea simplemente un trato comercial es parte del problema.
Tal vez eso no es lo que quieres tú.
No, pensó Virginia. Definitivamente no era lo que quería. A última hora esa misma
tarde, después de una caminata y una taza de café en un solitario y pequeño parque al
final de la calle, finalmente se había obligado a sí misma a encarar ese hecho. Estaba
enamorada de Sam, pero todo lo que él quería de ella era su firma en un contrato. El
matrimonio, especialmente un matrimonio de conveniencia, sería el infierno. El factor
de frustración de por sí probablemente la conduciría a la dependencia psiquiátrica más
cercana en menos de un mes. Estaba casi segura que no podría llevar a cabo el arreglo.
Pero aún no había decidido cómo decírselo a Sam.
Había tenido intención de sacar a colación el asunto esa noche. Luego, había abierto la
puerta de la oficina y había entrado directamente a la fiesta de compromiso.
A duras penas podría mencionar el tema en medio de una fiesta. Esperaría hasta la
mañana. La mañana siguiente era lo suficientemente pronto como para contarle que
tenía dudas.
Sintió una sensación de culpable alivio al haber tomado la decisión de postergar lo
inevitable por otras pocas horas.

Ella dudaba. Él podía sentir sus escalofríos a través del cuarto. Cada vez que atrapaba
su mirada, ella desviaba la mirada o comenzaba una conversación ferviente con
quienquiera que acertara a estar cerca.
El último de los invitados finalmente se fue poco después de la medianoche. Sam cerró
la puerta detrás del último rezagado y vio a Virginia hundiéndose en la silla detrás de su
escritorio. Su futura esposa se veía aliviada y exhausta. También con cara de pocos
amigos. Pero por otra parte, últimamente, se la veía tensa e irritable con más frecuencia.
Los temblores nupciales. La cosa más extraña era que mientras más ansiosa ella parecía,
más calmado y más seguro se volvía él.
Virginia se reclinó en la silla y cerró sus ojos.
-Pensé que nunca se irían.
-Tenían buenas intenciones- dijo él.
-Lo sé-. Ella descansó su cabeza contra el respaldo de la silla-. Pero no entienden.
-Seguro que lo hacen. Nos casaremos. A las personas les gusta celebrar matrimonios.
Incluso los MC.
-No veo por qué.
-Porque hay una veta romántica enterrada dentro de la mayor parte de la gente-
explicó él pacientemente-. En lo más profundo, todo el mundo espera que los
matrimonios de conveniencia lleguen a convertirse en algo real.
-Esa es una esperanza muy poco realista. Estadísticamente hablando, la mayoría de los
MC acaban en la primera o la segunda fecha de renovación, a menos que alguien cometa
un error y quede embarazada-. Ella hizo una pausa significativa-. Y no hay
absolutamente ninguna excusa para ese tipo de error.
-Correcto. Ninguna excusa.
Se cometían pocos errores de ese tipo, porque la Primera Generación de Colonizadores
que se había establecido en Harmony había elaborado una legislación muy estricta para
proteger el matrimonio y la familia. Las políticas sociales más liberales de la Tierra
habían sido abandonadas cuando la Cortina de Energía que había servido como portal
entre mundos inesperadamente había sido cerrada, dejando desamparados a los Colonos.
Los fundadores, desesperados por proveer una estructura social que asegurara la
supervivencia de la colonia, habían optado por leyes severas. Pero en su sabiduría, los
proyectistas de la Primera Generación también habían comprendido que las duras reglas
que no tomaran las debilidades humanas en cuenta finalmente fallarían. El fracaso de la
estructura social del pequeñísimo grupo de colonos desesperados significaría una
catástrofe.
En un esfuerzo por ocuparse de las debilidades humanas básicas, los fundadores habían
previsto matrimonios social y legalmente sancionados: matrimonios de conveniencia,
para cobijar muchas de las más tradicionales y menos románticas razones que
impulsaban a la gente al matrimonio: la presión familiar, la profesión, o la pura y simple
pasión. Las parejas que elegían tener niños solicitaban un matrimonio más formal que el
de conveniencia.
El gangueo y gorjeo mudo de una guitarra de rez-rock sonó en la calle. Sam cruzó la
oficina hacia la ventana, hizo un espacio entre las persianas, y estudió la acera cubierta
de noche.
El Barrio Viejo rebosaba de parranderos esa noche. La espesa niebla fluvial que había
cubierto Cadence todas las noches durante los pasados días no había disuadido a nadie.
La gente vestida como brujas, duendes, y fantasmas... una especie de hadas, los no muy
reales vestigios de peligrosa energía alienígena conocida como manifestaciones
sensitivas de energía de disonancia o UDEM... iban a la deriva adentro y fuera de las
brumas. Las luces anaranjadas iban y venían misteriosamente en las sombras. Mientras
Sam observaba, una sonriente calabaza hueca apareció fuera de la penumbra. Alguien
gritó con susto fingido. La risa áspera hizo eco en la noche.
Esa era víspera de Halloween, y ya el nivel de ruido era alto. Mañana por la noche, la
noche de Halloween, sería un manicomio. La mitad de Cadence concurría al Barrio
Viejo para la fiesta. No había ninguna parte del pueblo con una atmósfera más digna de
Halloween que los distritos de mala fama aledaños a las paredes antiguas de Dead City.
En esa parte del pueblo, la psicoenergía ambiental se filtraba continuamente a través
de grietas diminutas, a menudo invisibles, en las piedras de color esmeralda. Fluía muy
gradualmente hacia arriba desde las millas interminables de túneles de cuarzo verde y
los corredores bajo el pavimento. Los remolinos y corrientes pequeñas de energía eran
parte del atractivo de los Barrios Viejos de todas las ciudades en Harmony que se habían
construido cerca de los terrenos de las ruinas antiguas. Los turistas y nativos por igual
adoraban las sensaciones espeluznantes, especialmente en esa época del año.
Tal vez había algo de cierto en la teoría de que los parpadeos psíquicos y de
paraenergía eran más fuertes en esa época del año, pensó Sam. Desde que era un niño
corriendo suelto en las calles, siempre le había parecido que era más consciente de los
vestigios de la antigua psicoenergía alienígena en Halloween. Esa noche no era la
excepción. Los trazos no completamente humanos de poder que se filtraban desde City
Dead se sentían muy fuertes. Susurraban a través de su mente, concientizándolo
profundamente del invisible mundo paranormal que revoloteaba justamente más allá del
rango de los sentidos físicos. La oleada de niveles de poder que detectaba probablemente
no eran más que el resultado de su hiperactiva imaginación, pensó. La misma
imaginación que había invocado la idea brillante de convencer a Virginia de consentir
en un matrimonio de conveniencia.
En retrospectiva, todo lo que podía decir era que había parecido una buena idea en ese
momento.
Detrás de él, Virginia bostezó.
-Mejor durmamos un poco. Mac Ewert nos esperará temprano mañana por la mañana.
Está ansioso por recobrar su sitio de excavación a fin de poder llevar su equipo de
regreso al trabajo. Hizo algo maravilloso al acordarse de mí cuando está perdiendo tanto
dinero con cada día de trabajo perdido.
-Estás en lo correcto. Necesitamos algo de sueño. No querrás quedarte dormida frente
al primer cliente de Gage & Burch-. Sam volvió la espalda a la ventana-. Te acompañaré
hasta tu puerta.
Por breves segundos, la tensión en los ojos de la joven amainó. Ella le dirigió una
sonrisa familiar, risueña, el tipo de sonrisa que le había destinado frecuentemente hasta
que le había pedido que anexara su negocio al de él y solicitaran un MC. Ante la visión
de esa mirada encendida, Sam sintió su cuerpo tensarse por completo. El deseo que
había sido tan duro de ocultar en los pasados dos meses calentó su sangre. Con cada hora
que pasaba, se hacía más difícil sofocar la ráfaga de anticipación sexual que lo enardecía
cada vez que estaba junto a Virginia.
Cuando su noche de bodas llegara, sería un manojo de nervios.
¿Qué diablos había estado pensando? Un matrimonio de conveniencia en el cual él
dormía en el tercer piso mientras Virginia dormía en el segundo lo volvería ciertamente
loco.
Ella se levantó de la silla y se desperezó.
-Pensé que era mi turno de acompañarte hasta tu puerta.
-¿Quieres lanzar una moneda al aire?
-De acuerdo, pero esta vez déjame intentarlo con una de las mías. No confío en esa
que a ti te gusta usar. Siempre sale cara-. Ella extrajo un cuarto de dólar de su bolsillo-.
Pide.
-Cara-. Él se movió hacia ella.
Ella lanzó la moneda en el aire. Él la atrapó antes de que golpease la superficie pulida
de su escritorio.
-Cara- dijo él sin molestarse en mirarla.
Ella arrugó su nariz.
-Estás de suerte. Estoy demasiado cansada para discutir.
En la puerta de la oficina, ella hizo una pausa para apagar las luces. Él la siguió afuera
hasta el pasillo delantero y echó llave. Juntos, subieron por la escalera central
elaboradamente esculpida hacia el segundo piso y fueron por el corredor hacia la suite
pequeña que ella usaba como apartamento.
Virginia abrió su puerta, entró, y dio media vuelta para enfrentarlo a través de la
abertura estrecha. Sus ojos, verde oro, eran grandes y profundos en las sombras. Él podía
sentir el zumbido de conciencia en sus sentidos paranormales y podía saber que
respondía a ella en el plano psíquico tanto como en el nivel físico. La psicoenergía
sensual brillaba tenue y perturbadoramente en el estrecho espacio que los separaba. ¿No
la podía sentir ella?, se preguntó. ¿Era realmente inconsciente de la atracción entre
ellos?
El recelo en sus ojos lo intranquilizó. Conforme pasaban los días, ella parecía cultivar
más inquietudes. Sus temores de volverse loco por la frustración sexual estaban
sumergidos bajo una inquietud nueva: ¿qué ocurriría si ella cambiaba de idea? ¿Qué
ocurriría si ella cancelaba el MC?
Permanece sereno, se dijo a sí mismo. Esto funcionará. Tenía que funcionar.
-Buenas noches- dijo tan casualmente como pudo. Se obligó a sí mismo a retroceder
un paso. Lo que realmente quería hacer era levantarla en sus brazos y cargarla a través
de la pequeña sala de estar, directamente a su dormitorio-. Te veré en la mañana.
Ella vaciló.
-¿Sam?
-¿Sí?-. Él se dio cuenta de que había dejado de respirar.
Ella suspiró.
-No importa. No era importante. Buenas noches.
Muy amablemente, ella cerró la puerta en su cara.
Él se recordó a sí mismo respirar.
Dos

Él no durmió bien esa noche.


No fue el ruido de las masas en la calle o los susurros de psicoenergía de Dead City lo
que lo mantuvieron despierto. Era la comprensión de que Virginia se alistaba a decirle
que no quería experimentar con el matrimonio. Lo sabía con la misma seguridad conque
sabía que cuando ella cancelara el compromiso, su mundo iba a volverse tan poco
prometedor y gris como la marea de niebla que había hervido sobre el río.
Había rodado fuera de cama al amanecer, se había afeitado, se había duchado y vestido
para la reunión con Ewert. Todavía cavilaba sobre varias maneras de convencer a
Virginia de que el MC era una idea estupenda cuando bajó la escalera para recoger la
edición matutina del Cadence Star. Abrió la puerta principal y fue saludado por una
pared de niebla gris. La niebla era tan espesa que había bloqueado la visión del sol
naciente, creando un crepúsculo artificial que parecía que duraría todo el día.
El clima perfecto para Halloween.
Dio poca importancia a la niebla. No afectaba el trabajo del día de hoy. Virginia y él
estarían trabajando bajo tierra en las catacumbas. Por debajo de millas interminables de
corredores verde encendido, no existía el día o la noche.
Vio el paquete pequeño en el escalón precisamente mientras alcanzaba el periódico.
Un siseo débil de esa psicoenergía demasiado familiar murmuró a través de sus sentidos
en una advertencia silenciosa.
-Con mil diablos. Maldita forma de iniciar el día.
Se puso en cuclillas sobre sus talones para obtener una mirada más cercana del objeto
cuadrado envuelto en papel de estraza. Estaba dirigido a Gage & Burch Consulting. No
había dirección en el remitente. No lo recogió.
-¿Algo mal, Sam?- llamó Virginia a medio camino, bajando las escaleras.
-Una entrega no programada-. Él no apartó su vista del paquete.
-¿Qué es eso?
-Creo que es mejor que eches un vistazo a esto. Si estoy en lo correcto, entonces cae en
tu área de habilidad, no en la mía.
Ella descendió el resto de escaleras rápidamente y se apresuró a través del amplio
vestíbulo delantero hacia la puerta. Se paró al lado de él y miró el paquete.
Frunció sus labios pensativamente.
-Uh-Oh.
-Odio cuando usas esa jerga profesional-. Él la recorrió con la mirada-. ¿Qué piensas?
-Lo mismo que piensas tú, me imagino. Es una trampa de ilusión. Puedo sentir el
patrón de energía. Alguien nos dejó un pequeño y sucio truco. Apuesto que fue algún
idiota que tenía demasiadas botellas de Green Ruin para beber anoche. Probablemente
pensó que sería una gran broma de Halloween.
-Creo que cambiará de idea cuando lo encuentre- dijo Sam suavemente.
Virginia lo recorrió con la mirada, frunciendo el ceño ligeramente.
-No te preocupes, es simplemente una pequeña trampa.
-¿Puedes desrezzar eso?
-¿Resuena el ámbar? Por supuesto que puedo desrezzarlo. Pero no voy a hacerlo aquí
afuera en el escalón delantero. Hagámoslo pasar a la cocina.
Ella se agachó y recogió rápidamente la caja con una indiferencia que hizo a Sam
sobresaltarse. Él la siguió a la gran cocina detrás de la casa y la observó colocar la caja en
el mostrador lleno de cicatrices.
-Podrías querer pararte un poco hacia atrás- dijo ella mientras recortaba la cuerda-.
Por si acaso.
-Somos socios, ¿recuerdas?-. Él se acercó más al mostrador.
Ella sonrió mientras comenzaba a desenvolver el paquete.
-Sí, pero nunca me has visto trabajar. No te culparía por ser un poco más cuidadoso.
Aun las trampas pequeñas y sencillas de ilusión pueden ser muy desagradables si no son
desenvueltas correctamente.
-He pasado un montón de tiempo bajo tierra y he trabajado con algunos
entrampadores torpes. He percibido el flashback de una trampa accidentalmente abierta
más de una vez.
-Bien, no habrá ningún flashback esta vez. Tienes mi garantía personal.
Su arrogancia fría y profesional lo divirtió. Él la observó arrancar a tiras el papel de
estraza. Apareció una caja de cartón pequeña. Con un trato más cauteloso del que había
hecho expresión hacía un momento, ella abrió la tapa y contempló el interior.
-Bien, bien, bien- murmuró. Sonó tan risueña como si simplemente hubiera recibido
un ramillete de flores.
Personalmente, él podía pensar en un número de otras cosas que preferiría encontrar
en su umbral en la mañana, además de una trampa de ilusión. Pero si el desafío de
desrezzar elevaba el estado de ánimo de Virginia y le daba alguna otra cosa en qué
pensar además de cancelar su matrimonio, podía estar dispuesto a pasar por alto la
travesura.
-¿Qué es eso?- preguntó.
-Una pieza muy bonita-. Ella anguló la caja para permitirle mirar más de cerca el
objeto adentro-. Una pequeña jarra de ungüento. Calidad de museo. No espectacular,
pero realmente excelente. Obtendría un buen precio en una galería. No puedo imaginar
a nadie en su sano juicio desaprovechándolo simplemente para jugar un truco cruel en
Halloween.
Sam observó la jarra pequeña de cuarzo verde. Estaba elegantemente redondeada en
una forma que no era realmente muy cómoda para una mano humana. La parte superior
estaba tallada en un diseño ligero y caprichoso, parecido a muchas que había visto en el
transcurso de su carrera. El arte y la escultura dejada atrás por los Harmonics extintos
hacía mucho tiempo siempre le recordaban las descripciones del poeta Goethe de la
arquitectura de la Antigua Tierra: música congelada.
-Estás en lo correcto- dijo él-. No es único, pero definitivamente valioso. Quienquiera
que sea nuestro bromista, debe ser un coleccionista rico si puede usar un artefacto que
vale un par de pianos de cola simplemente para utilizarlo como truco de Halloween.
Una trampa de ilusión tenía que estar anclada en un artefacto o en viejo cuarzo verde
de las ruinas para funcionar.
-Probablemente estaba demasiado borracho para darse cuenta de lo que estaba
haciendo-. Virginia levantó cuidadosamente la parte superior de la jarra y miró con
atención en el interior oscuro-. De acuerdo, aquí vamos. Es un patrón sencillo. No
tardará mucho.
-Es fácil para ti decirlo-. Él miró las sombras dentro de la jarra pequeña de ungüento.
La oscuridad que contenía no era normal. Había una cualidad densa en ella, la única
advertencia visible de la diminuta trampa. En la incandescencia extraña de las
catacumbas verdes de Dead City, era demasiado fácil que el miembro de un equipo de
excavación confundiera una ilusión oscura con una sombra ordinaria, pero allí en la
cocina brillantemente iluminada, la diferencia era obvia para un ojo adiestrado.
Obvia, pero no menos peligrosa.
Él había visto el trabajo de otros entrampadores, pero ésa era la primera vez que
observaba a Virginia en acción. Ella había tenido sólo unos pocos clientes durante el
tiempo que había estado alquilando la oficina, y había tratado con esos clientes ella
misma.
Él sintió la chispa de psicoenergía y el temblor en el aire. Un rez muy elevado. Estaba
impresionado. Ella era tan poderosa como sus credenciales académicas afirmaban.
Técnicamente hablando, era una pararresonadora de energía efímera; una
entrampadora en lengua vulgar. Con la ayuda del ámbar especialmente afinado que
llevaba en sus pendientes, podía enfocar su tipo particular de energía paranormal en una
forma que le permitiera neutralizar las malvadas y algunas veces mortíferas trampas de
ilusión. Las trampas perversas eran uno de los peligros del trabajo de los paraarqueólogos
en las ruinas alienígenas. La inmensa mayoría de entrampadores se convertían en
paraarqueólogos. Era una de dos trayectorias profesionales naturales, la segunda era el
mercado ilegal de antigüedades.
Una trampa de ilusión tenía su truco. Una vez que se daba un paso en falso, soltaba
una efímera red de psicoenergía en una pesadilla extraterrestre que envolvía la mente de
la desafortunada persona que la había provocado. Dos trampas nunca producían las
mismas visiones desgarradoras. Algunas eran simples de desrezzar, especialmente las
realmente antiguas. Pero en posteriores trampas de los Harmonic, la energía había sido
tejida en patrones complicados que lo desafiaban todo excepto a los entrampadores más
expertos.
Nadie que hubiera sobrevivido a la experiencia de ser completamente atrapado en la
red de una trampa de ilusión podía describir las pesadillas. Sam lo había sentido en
bastantes ocasiones, cuando había sido bombardeado con algún flashback de energía de
alguna trampa mal abierta, y sabía que las visiones estaban compuestas de colores
inimaginables y una oscuridad que inspiraba vértigo. Los expertos afirmaban que las
pesadillas duraban sólo unos cuantos minutos antes de que el cerebro humano buscara
refugio en la inconsciencia. El estado de coma resultante, sin embargo, podía durar por
horas o días. Cuando la víctima eventualmente despertaba, él o ella invariablemente
sufría una amnesia que ocultaba la mayor parte de los recuerdos del acontecimiento.
Algunos nunca se recuperaban completamente. Tendían a ir a dar a las instituciones
mentales para parapsíquicos de los distritos. Otros quedaban tan traumatizados que
nunca podían trabajar bajo tierra otra vez.
Nadie sabía por qué los Harmonics habían puesto trampas para bobos en sus
catacumbas subterráneas. Quienquiera que sus enemigos hubieran sido, se habían ido
hacía tanto tiempo como los que habían colocado trampas para ellos.
-Lo tengo- dijo Virginia con mansa satisfacción. Hizo una respiración profunda y
levantó la mirada de la jarra-. Ni siquiera calentó mi ámbar. Está limpio.
-Buen trabajo-. Él recogió la jarra y la dio vueltas en sus manos, examinándola desde
cada ángulo. El burbujeo de energía maligna que le había advertido de la trampa había
cesado. La trampa podía ser reactivada por un entrampador experto, pero a menos que lo
hicieran, la jarra de ungüento era segura de manipular.
Él miró hacia abajo, en el interior. La sombra antinatural y viscosa se había ido. En su
lugar quedaba la oscuridad ordinaria que uno esperaba encontrar en el interior de
cualquier vasija pequeña. Pero había algo más dentro de la pequeña jarra. Él extrajo un
cuadrado de papel doblado.
Virginia frunció el ceño.
-Parece una nota.
-Sí, ¿verdad? Tal vez nuestro bromista quiere jactarse. Muy considerado de su parte
proveernos una pista-. Él desdobló el papel y leyó en voz alta la única frase escrita en
ella. “Feliz Halloween. Los fantasmas y los duendes son reales en las catacumbas esta
semana. Eso no te incumbe. Ésta será tu única advertencia”.
-¿Qué demonios?
-No muy original- comentó Sam.
Virginia arrebató el papel de su mano.
-Déjame ver eso-. Sus cejas se unieron en una línea severa mientras leía
silenciosamente. Luego lo miró-. ¿Qué piensas acerca de todo esto?
-Pienso- dijo Sam- que los competidores de Mac Ewert no quieren que nosotros
vayamos a trabajar para él. No sería la primera vez que un rival ha tratado de ahuyentar
los asesores de otro equipo.
-Huh-. Ella dejó caer la nota en la basura-. Obviamente quienquiera que haya enviado
esto no se da cuenta con quién está tratando. La firma de Gage & Burch no se asusta tan
fácilmente.
Sam vio la audaz determinación en sus ojos y sonrió. Por alguna razón,
repentinamente se sintió muchísimo más optimista acerca de sus proyectos de
matrimonio que cuando había bajado las escaleras más temprano.
-La cosa más endemoniada que alguna vez he visto-. Mac Ewert pasó una mano de
dedos desafilados por sus delgados cabellos grises-. He tenido noticias de cascadas, pero
he estado trazando un mapa de las catacumbas durante veinte años, y esta es la primera
vez que me he topado con una.
-Son raras- concordó Sam-. Pero opino que lo podemos manejar.
Virginia sintió su mandíbula caerse. Apenas logró disimular su conmoción. Estaba
asombrada por la respuesta casual de Sam al anuncio de Ewert. ¿Iban a tener que
desrezzar una cascada? Casi gimió en voz alta. De toda la mala suerte... Eso era justo lo
que no necesitaban para su primera vez como la nueva firma de Gage & Burch; una
tarea casi imposible. Ella era la que había respondido a la llamada de Mac la mañana
anterior. Él ciertamente no había mencionado nada acerca de una cascada.
Se recordó que las cascadas caían en el área de pericia de Sam. Tenía que admirarlo por
proyectar una imagen de confianza profesional, pero dudaba seriamente que hubiera
tenido alguna experiencia con cascadas. Pocas personas la tenían.
Había leído acerca de ellas, por supuesto. Estaban descritas en los libros de texto como
las únicas cascadas de manifestaciones sensitivas de energía de disonancia... UDEMs
fantasmas... que podían bloquear corredores enteros. A diferencia de la mayoría de esos
fenómenos, no flotaban suavemente sin rumbo fijo a través de los túneles subterráneos
de Dead City. En lugar de eso, estaban enraizados en un lugar, formando paredes
impenetrables de psicoenergía hirviente que podía freír a cualquiera lo suficientemente
idiota como para estar demasiado cerca. Poco era conocido acerca de ellas, porque
también pocas habían sido descubiertas. Aquéllas que habían sido encontradas habían
sido desrezzadas por equipos de expertos muy caros, altamente especializados, no por
asesores de seguridad de escasa importancia. Sam actuaría sin ayuda de nadie con esa. El
nombre de ella estaba ahora en la puerta recién repintada de la oficina, pero eso no
quería decir que pudiera ayudarlo con la cascada. Ése era un trabajo para un
Cazafantasmas. Un buen, realmente magnífico Cazafantasmas. Todo lo que ella podía
hacer era animarlo y hacerle porras.
Ewert le dirigió a Sam una mirada mezcla de desesperación y demanda agresiva.
-¿Crees que puedes manipularlo, Gage? Este proyecto ya está fuera de calendario. He
tenido un retraso después de otro en los túneles durante el último mes. No puedo
ofrecer más dinero.
-Echaré una mirada- dijo Sam-. Le puedo dar una respuesta segura tan pronto como la
examine.
Ewert plantó sus manos en su escritorio y recorrió con la mirada al hombre vestido de
caqui y cuero que se recostaba contra la pared.
-Leon, aquí presente, piensa que ningún cazador solitario puede desactivarla. Me ha
dicho que voy a tener que pactar con el gremio para conseguir un equipo de expertos. El
problema es que mi presupuesto no se estirará tanto.
-Es grande- dijo Leon lenta y pesadamente-. Más energía fantasma de la que alguna
vez he visto en un lugar, y he estado trabajando bajo tierra por cerca de unos malditos
quince años.
Virginia le echó una mirada. Leon Drummond era el Cazafantasmas del equipo Ewert.
Estaba trabajando en un contrato gremial estándar. Había dejado en claro que resentía
que hubieran llevado un asesor privado para manipular el problema de la cascada.
Leon era todo lo que daba a los Cazafantasmas una mala reputación, en lo que a
Virginia concernía. Era arrogante, machista, maleducado y tenía un gusto deplorable
para vestir. La hebilla demasiado grande de su cinturón estaba tachonada con ámbar en
tanta cantidad, que si alguna vez caía en un río, estaba más que segura de que se
hundiría como una piedra.
-Como dije, le podré responder después de que haya dado una vistazo a la cascada-
dijo Sam serenamente.
-Sírvete tú mismo- masculló Leon.
Ewert se reclinó cansadamente en su silla.
-Leon te llevará al sitio. No puedo permitir que cualquier otro entre al corredor hasta
que la cascada sea despejada. Es demasiado peligroso. Por el amor de Dios, no hagas nada
estúpido. Si tú y la señorita Burch no pueden manipularla, entonces simplemente
díganlo. Mi seguro no cubrirá ninguna demanda.
Sam asintió con la cabeza mientras se ponía de pie.
-Tendremos eso en mente. ¿Lista, Virginia?
Aunque más no fuera, eso iba a ser interesante, pensó ella. No muchas personas
conseguían una oportunidad para ver una cascada real de energía fantasma. A pesar de
sus dudas, la anticipación aumentaba dentro de ella.
-Lista- dijo.
Con indiferencia, Leon consiguió destorcerse a sí mismo de la pared de la oficina. Dio
vuelta y salió a través de la puerta sin decir palabra. Sam y Virginia lo siguieron afuera,
hacia donde el vehículo de suministros esperaba.
La extraña incandescencia verde emitida por el cuarzo de matiz esmeralda que revestía
las catacumbas alienígenas siempre tenía el mismo efecto en Virginia: enviaba un
diminuto escalofrío de temor y admiración a lo largo de su columna vertebral. La
sensación no era un escalofrío de miedo exactamente; más bien una respuesta profunda,
elemental hacia aquello que no era humano. Había crecido en la misma sombra de las
ruinas antiguas, y se había percatado de su respuesta psíquica a la energía peculiar que
resonaba dentro de sus paredes desde la infancia. Pero no creía que alguna vez estuviera
enteramente a gusto en los túneles misteriosos. Alguna parte suya siempre se sentiría
como una intrusa allí.
Nadie sabía qué apariencia habían tenido los Harmonics antiguos. Ningún cuadro o
registro de descripciones físicas había sido encontrado alguna vez. Nada del arte que
había sobrevivido describía a los seres extintos que lo habían creado. Nadie incluso
podía adivinar por qué los habitantes originales de Harmony habían construido esas
millas interminables de catacumbas, además de las que nunca habían sido trazadas en un
mapa. Pero una cosa era cierta: el negocio de explorar, trazar mapas y excavar restos
mortales de las ruinas era enorme. Y la competición podía ser feroz.
Virginia se sentó junto a Sam en el segundo banco del pequeño camión de suministros
de lados abiertos. Leon Drummond tomó el volante, piloteando el vehículo a través del
laberinto de corredores que se intersectaban con la ayuda de un localizador rez de
ámbar. Había guardado un silencio malhumorado desde que habían dejado la oficina de
Ewert.
Sam no había tenido mucho que decir tampoco. Virginia lo estudió con el rabillo del
ojo. Tomaba el asunto con calma, pensó. Pero, a la sazón, Sam siempre tomaba los
asuntos con calma. Si tenía algunas dudas acerca de enfrentar una cascada peligrosa de
energía disonante sensitiva, entonces no permitía que se vieran.
Virginia quería preguntarle por qué no había mencionado a Mac Ewert la trampa de
ilusión que habían encontrado en su umbral esa mañana, pero no iba a sacar el tema a
colación delante de Leon Drummond.
Había otro asunto más personal para el que aún no había tenido tiempo esa mañana
tampoco, se recordó: el matrimonio. Se había prometido a sí misma que hablaría con
Sam sobre sus dudas crecientes, pero entonces se había originado la cuestión de la
trampa de ilusión, y después de eso, habían tenido que apresurarse a reunirse con Ewert.
Debido a una cosa y otra, ella había encontrado excusas para no ocuparse del asunto de
su matrimonio.
Recorrió con la mirada la profunda abertura verde encendida de un corredor que se
intersectaba mientras Leon conducía más allá de él. Había un aviso de peligro anunciado
en un cartel a la entrada. Prohibida la entrada. Zona sin mapear. En cierto modo, como
su compromiso, pensó ella. Otro pequeño escalofrío la traspasó, pero esa vez no tuvo
nada que ver con las catacumbas extraterrestres. Hablaría con Sam esa tarde, se
prometió. Inmediatamente después de que hubieran terminado ese proyecto.
No podía postergarlo otro día más. Sus nervios no podrían soportar el stress.
Estudió las paredes de cuarzo mientras el camión de suministros traqueteaba a lo largo
del corredor. Los interminables pasajes de piedra verde estaban interrumpidos aquí y
allá por pequeñas aberturas, ligeramente menores al tamaño humano que, ella sabía por
experiencia, conducía a las cámaras. La mayor parte de los cuartos y las antecámaras
descubiertas en las regiones subterráneas de la ciudad antigua eran pequeñas, pero
también habían sido encontrados algunos espacios vastos y exóticos. Los exploradores
habían tenido que desentrampar cámaras tan grandes y elegantemente proporcionadas
que muchos paraarqueólogos habían asumido que habían sido usadas para funciones
ceremoniales o tumbas reales. Pero podrían con facilidad haber sido utilizados como
hangares subterráneos de las aeronaves por todo lo que se sabía.
Veinte minutos más tarde, Leon redujo la velocidad del vehículo y doblaron a la
entrada de un túnel bifurcado. Virginia vio momentáneamente otro aviso de
emergencia. Prohibida la entrada: UDEM Adelante.
Leon detuvo el camión y finalmente se dignó a hablar.
-La cascada está por ese corredor a la derecha.
El anuncio era innecesario. La pulsante luz verde ácido de la gran concentración
sobrenatural de energía fantasma era ya visible. Latía en la entrada del corredor.
Virginia lo contempló, asombrada. Nunca había visto tal grado de luz fantasma en un
solo lugar en su carrera entera. Sólo podía adivinar el tamaño del UDEM mismo. Estaba
todavía fuera de la vista, a la vuelta de la esquina.
Al lado de ella, Sam se movió. Salió del vehículo y caminó hacia la entrada del
corredor que se bifurcaba. Su cara recia estaba grabada en líneas de concentración y
anticipación aguda. Él esperaba con ilusión eso, pensó Virginia. Bien, ¿qué más había
esperado ella? Él era un Cazafantasmas, después de todo, y éste era indudablemente el
espectro de energía más peligroso, más desafiante al que alguna vez había tenido que
acudir a desrezzar. Ella probablemente sentiría la misma excitación si enfrentasen una
trampa de ilusión particularmente complicada.
Sam hizo una pausa en la entrada del túnel. Echó una mirada hacia atrás sobre su
hombro y le dijo:
-Espera aquí. Voy a echar un vistazo más de cerca.
Leon apoyó sus brazos en el volante y observó a Sam desaparecer a la vuelta de la
esquina, en la pulsante luz verde.
-Esto no tardará mucho. Una vez que él vea el tamaño de esa cosa, estará de regreso.
Tendría que ser un tonto para tratar de resolver esa porquería por sí mismo.
A Virginia no le gustó su tono. Lo último que quería hacer era esperar allí con Leon.
-Voy con él-. Ella brincó ágilmente del camión.
Leon frunció el entrecejo.
-¿Eres Cazadora también?
-No, soy una entrampadora.
-Este no es trabajo para ningún entrampador- dijo Leon-. Hay un fantasma allí dentro,
no alguna pequeña y estúpida trampa de ilusión.
Virginia lo ignoró. Fue rápidamente hacia la entrada del túnel. Cuando rodeó la
esquina, casi se sintió cegada por el resplandor agudo y extrañamente frío. Entrecerró
sus ojos contra la incandescencia intensa y vio a Sam. Estaba silueteado delante de una
pared de pura energía verde en forma de catarata.
Era una visión asombrosa. La luz se desplomaba, formaba remolinos y fluía en ondas
oceánicas que se vertían en una fuente interminablemente circulante desde cielo raso al
piso y de regreso otra vez. La agitada pared de energía bloqueaba el corredor entero, que
era más estrecho que la mayoría. Las dimensiones interiores eran mucho más pequeñas
que aquellos túneles exteriores donde Leon Drummond esperaba en el camión.
Por alguna razón, el silencio de la cascada golpeó a Virginia de manera extraña, si bien
había visto durante su entrenamiento que bastantes fantasmas raramente asociaban el
ruido con ellos. Unas pocas explosiones y restallidos y el siseo ocasional de la energía
helada constituían el registro usual de los efectos sonoros.
-Eso realmente se parece a una cascada- exclamó ella mientras se adelantaba para
unirse a Sam-. Casi planeaba ver un río o una piscina de psicoenergía formándose en el
fondo.
Sam la miró ceñudamente.
-Pensé que te dije que esperaras en el camión.
-Ni lo pienses-. Ella contempló las olas verdes que daban volteretas-. Somos un equipo,
¿recuerdas?
-Ésta no es energía de ilusión.
-Correcto. Tú eres el experto en estas cosas. Yo simplemente supervisaré.
Él vaciló.
-Siempre he trabajado a solas.
-Ya no-. Ella giró hacia él-. Fue tu idea asociar nuestros negocios, ¿recuerdas?
Él le dirigió una mirada extraña.
-Sí. Recuerdo.
Ella se devolvió hacia las cascadas de fuego verde.
-¿Bien? ¿Cuál es tu opinión profesional, Señor Cazafantasmas? ¿Lo puedes manejar?
Sam no contestó inmediatamente, pero sus ojos brillaron en la incandescencia
reflejada. Su boca se curvó ligeramente.
-¿Resuena el ámbar?- preguntó con el justo asomo de arrogancia del Cazafantasmas
tradicional-. Sí, lo puedo manejar. Pero tendré que desrezzar esto una sección a la vez.
-¿Por qué?
-Porque no es realmente un fantasma grande. Está compuesto de un número de
UDEMs más pequeños que han sido conectados para crear el efecto de cascada.
-Ajá. Eso tiene sentido. Quienquiera que haya hecho esto, también imaginó cómo
anclarlo en el lugar, como una trampa de ilusión. Nunca he oído hablar de un fantasma
que simplemente no flotara suavemente sin rumbo fijo.
Sam se movió un poco más cerca de la cascada.
-Es viejo. Muy, muy viejo. Probablemente está aquí desde hace eones.
-Puedo creerlo-. Virginia tembló-. Estoy segura de que los antiguos sabían un montón
de trucos de Halloween que nosotros los humanos descubrimos de la forma más difícil.
-Bien, pongámonos manos a la obra-. Sam caminó lentamente a través del túnel,
midiendo la anchura de la cascada. Se paró en un lado.
Virginia sintió la ráfaga invisible de psicoenergía humana. Un montón de ella. Había
visto a Sam trabajar antes, pero nunca en un proyecto que demandara tanto paratalento.
Ella retrocedió un paso respetuoso, sin querer introducirse en su procedimiento o
perturbar su concentración. Desrezzar ese monstruo fantasma iba a requerir una gran
cantidad de psicopoder enfocado.
El silencio zumbó por unos minutos.
La cascada de luz dio una llamarada, destellando sobre los pómulos firmes de Sam. El
resplandor verde transformó los ángulos y planos duros de su cara en una máscara
extraña, amenazadora. Él siguió observando, aparentemente fascinado por la cascada.
Probablemente porque él estaba concentrado tan intensamente en el trabajo, ella fue
la que oyó primero el quejido agudo del motor del camión. Virginia echó un vistazo por
sobre su hombro, asombrada al ver que después de todo, Leon había entrado al corredor.
El pequeño camión enfiló hacia donde Sam y ella estaban parados, frente a la cascada.
Se movía rápidamente; demasiado rápidamente. Levantó una mano para advertir a Leon
que se detuviera.
Luego se dio cuenta de que Leon no estaba manejando el coche: nadie estaba en el
camión de lados abiertos. Alguien había rezzado el motor, haciendo funcionar el
engranaje y lo había empujado por el estrecho corredor hacia Sam y ella. Era un ataque
muy bien meditado. Asumiendo que el vehículo continuara viajando en línea recta,
había sólo un pie de espacio a cada lado. Con una sensación repugnante en la boca del
estómago, comprendió que aun si pudieran aplastarse contra la pared en ese lugar
estrecho, no lo lograrían. Cuando el camión se estrellara contra la cascada de energía,
habría una explosión. El flashback de energía fantasma se estrellaría sobre ellos. Si
sobrevivieran a la experiencia, la marea de pura energía alien freiría sus cerebros. Sam y
ella no podrían hacer mucho más que sentarse frente a las comedias de sitcom la
rezpantalla veinticuatro horas al día por el resto de sus vidas.
Si sobrevivían. Y era un muy gran "si".
-Sam.
Él dio media vuelta, comprendiendo la situación en una sola mirada.
-Hijo de perra-. Él la levantó en sus brazos-. Espera. Agárrate.
Ella quiso discutir, pero no pareció que hubiera mucho por qué hacerlo. No había
ningún lugar para correr. Envolvió sus brazos alrededor del cuello de él y enterró la cara
contra su pecho, llenando sus sentidos del perfume masculino una última vez. Si iban a
morir, no podía pensar en nadie con quien morir mejor que Sam.
-Te amo- murmuró ella en su camisa.
Pero sabía que él no la había oído. En primer lugar, el camión estaba casi sobre ellos
ahora. Lo que rezzaba el motor, gritaba también ruidosamente para hacer incluso
imposible una conversación normal.
La segunda cosa que imposibilitaba un adiós dramático era que Sam proyectaba una
cantidad enorme de psicoenergía. Ella podía sentirla envolviéndola mientras él la
abrazaba fuertemente contra su pecho. Tanto poder precisaba el uso de todos sus
recursos internos, tanto físicos como paranormales. Lo último que él podría hacer en ese
momento era prestar atención a lo que ella había mascullado en su camisa. Era
asombroso que Sam tuviera fuerzas incluso para sostenerla en sus brazos.
Ella oyó el quejido del camión avanzando velozmente, sintió que Sam apretaba sus
brazos ferozmente alrededor de ella, y luego, algo imposible… repentinamente se sintió
rodeada por un mar aturdidor de energía alien. Energía fantasma.
Comprendió que Sam había preferido escapar del camión brincando a través de la
cascada con ella en sus brazos.
La cascada de color verde ácido se derramó sobre ella en una ola gigante. Virginia se
preparó psicológicamente para la combustión abrasadora de su mente pero,
increíblemente, la energía no la tocó. Podía sentir su peso presionándola por todos
lados, podía sentir el poder crudo que bullía en la cascada, pero no la tocó. Como si ella
estuviera protegida por una película invisible.
El mundo remolineó en su eje. Sintió un ruido sordo e irritante que le quitó la
respiración. Oyó a Sam gruñir y luego tocó el cuarzo verde y fresco bajo ella. Percibió al
instante que habían aterrizaron en el piso del corredor... al otro lado de la cascada.
Sam cayó y comenzó a rodar con ella en sus brazos, llevándola hacia el borde del túnel
hasta chocar con fuerza contra la pared de cuarzo.
Sam la soltó y se puso de pie. Dio media vuelta para mirar hacia la cascada de energía
verde. Virginia, aturdida, se incorporó lentamente, quitándose el pelo enredado de los
ojos. Clavó la mirada en la cascada. Sam la había llevado a través de esa masa de energía
alienígena. Sin un arañazo.
A menos, claro, que eso fuera como se sentía uno después de que el cerebro se le
hubiera frito. Tal vez su mente aún no había entendido el hecho de su propia
destrucción. Quizá toda una era de mirar sitcoms todavía la aguardaba. El Cielo la
ayudara, y quizá realmente los disfrutaría.
Antes de que pudiera mencionar esa horrible posibilidad a Sam, oyó la explosión al
otro lado de la cascada UDEM. Sabía lo que había sucedido porque había visto
acontecimientos similares, si bien en una escala por lejos más pequeña: el camión se
había estrellado contra la pared de energía y había rebotado hacia atrás como una pelota
de goma. La explosión inevitable que acompañaba el encuentro de un objeto inamovible
y un vehículo imparable había tenido lugar en un punto de impacto al otro lado de la
cascada.
Allí, en el reverso de la cascada de energía, todo continuaba como siempre. No habría
contracorriente de energía.
Un silencio abrumador descendió. Nada lo fragmentaba excepto el siseo ocasional y los
restallidos producidos por la fuente de energía fantasma.
-Lo hiciste-. Virginia arrancó su mirada de la cascada y miró a Sam-. Nos pasaste a
través de... eso... en una sola pieza. ¿Cómo, en nombre de la Antigua Tierra, lo hiciste?
-No desrezzé la maldita cascada por completo. Simplemente neutralicé una sección lo
suficientemente grande como para permitirnos atravesarla por alrededor de treinta
segundos-. Él habló distraídamente, como si sus pensamientos estuvieran en alguna otra
cosa mucho más importante-. No hubiera podido mantenerlo mucho más que eso. Al
menos no mientras...- se interrumpió.
-Quieres decir que no habrías podido desrezzarlo más que unos pocos segundos y
arrastrarme a mí a través de él al mismo tiempo- dijo ella-. No tienes que deletrearlo. Sé
cuánto psicopoder debe haberte costado un pequeño salto a través de la cascada. He
debido haberme sentido tan pesada como ese maldito camión en tus brazos.
Las cejas de Sam se levantaron.
-Un caballero nunca llama atención sobre el peso de una dama.
-Aprecio eso-. Ella frunció el ceño-. Has debido haber derretido tu ámbar.
Él echó un vistazo al anillo.
-Sí, está fundido. Tengo un trozo de reserva, pero no podré usarlo durante algún
tiempo.
Ella miró alrededor cautelosamente. La sección de corredor en la cual estaban parados
se parecía mucho al sector al otro lado de la cascada. La misma incandescencia pálida,
luminosa y verde iluminaba el cuarzo impermeable. Aquí y allá, podía percibir el
indicio revelador de sombras de ilusión que marcaban puertas falsas hacia las
antecámaras o cuartos escondidos. El laberinto vertiginoso de túneles que se
intersectaban se extendía delante de ellos, tan lejos como alcanzaba a ver.
La diferencia entre esa sección de las catacumbas y las del otro lado de la cascada, por
supuesto, era que ese sector aún no había sido oficialmente mapeado. La forma más
segura de salir sería regresar a través de la cascada, pero eso no sería posible hasta que
Sam se hubiera recobrado de las consecuencias de la fundición de su ámbar. Además,
Leon Drummond podía estar esperando en el otro lado.
Ella comprobó sus pendientes.
-Mi ámbar está todavía bien. Al menos no nos flaqueará nuestro sentido de la
orientación.
Bajo tierra, lo único que podía mantenerlos orientados era el ámbar sintonizado. Sin
él, las millas interminables de los extraños túneles de cuarzo se convertirían en un
laberinto desesperadamente impenetrable, aun con un localizador.
-Drummond trató de matarnos- dijo Sam sin inflexión-. Supongo que él es nuestro
bromista de Halloween.
-¿El que dejó aquella trampa en nuestro umbral anoche?
-Sí. Alguien le debe pagar muy bien para sabotear al equipo de mapación de Ewert. El
gremio desaprueba este tipo de cosas. Mala publicidad.
-Especialmente ahora cuando el gremio hace un intento tan duro de fortalecer una
buena imagen pública-. Virginia se levantó torpemente sobre sus pies. Miró hacia abajo,
medio esperando encontrar marcas de combustións en sus pantalones. No vio nada
excepto unas cuantas arrugas nuevas. Miró hacia arriba otra vez-. Sam, debes estar
exhausto.
-Todavía no. El efecto de la combustión todavía me patea por dentro. El zumbido
durará cerca de una hora. Luego voy a tener que dormir por al menos dos o tres horas.
No hay manera de evitar eso.
Ella asintió con la cabeza. El síndrome era bien conocido. Los Cazafantasmas que
expedían grandes cantidades de psicoenergía necesitaban tiempo para recuperarse.
Sam estudió los corredores que se bifurcaban en direcciones diferentes detrás de ella.
-Necesitamos encontrar un lugar donde podamos escondernos por algún rato. En una
hora voy a estar dormido, por las buenas o por las malas.
Ella echó un vistazo alrededor.
-¿Por qué no podemos quedarnos simplemente aquí? Nadie más va a venir a través de
la cascada.
-Probablemente no- acordó Sam-. Pero eso no es lo que me tiene preocupado.
-¿Bien? ¿Qué está preocupándote? ¿Aparte del hecho de que Drummond recién trató
de acorralarnos?
-Se me ocurre que quienquiera que haya contratado a Leon Drummond para
entretener a Mac Ewert y evitar que hiciera cualquier progreso en este corredor, puede
estar haciendo algo ilegal de este lado de la cascada.
Virginia ensanchó sus ojos a medida que la comprensión se abatía sobre ella.
-Sí, por supuesto. Un proyecto ilegal de excavación a este lado lo explicaría. Pero si
estás en lo correcto, entonces podríamos toparnos con los camaradas de Drummond de
un momento a otro.
-Diría que ese es definitivamente una posibilidad-. Él echó a andar hacia ella-. Ven,
tenemos que encontrar un lugar para escondernos hasta que pueda dormir el efecto de la
combustión.
-Hay algunas cámaras o cuartos donde podremos escondernos por unas pocas horas-
dijo ella-. Todo lo que tenemos que hacer es escoger alguno que no haya sido mapeado
aún. Es probable que nadie nos busque durante las siguientes pocas horas. Caray, dudo si
alguien siquiera vendrá a buscarnos. Drummond debe pensar que estamos muertos. Él
sin duda contará a los demás que fuimos imprudentes, nos freímos en esa cascada, y que
la empresa de Gage & Burch está acabada.
-Exacto. No tiene manera de saber que sobrevivimos. De todos modos, no quiero
tomar más riesgos de los necesarios-. Sam la miró-. Hemos desperdiciado un montón de
tiempo.
La urgencia que sentía en él la preocupó. Virginia abrió la boca para decir algo
reconfortante, pero las palabras quedaron atrapadas en su garganta. Sam estaba a sólo
una corta distancia ahora. Por primera vez desde que habían pasado a través de la
cascada, tuvo una mirada cercana de sus ojos. Lo que vio allí aquietó su respiración por
breves segundos.
Ardiente, intenso, brillante; el deseo sexual, elemental y peligrosamente urgente,
resplandecía en sus ojos. Su mirada literalmente centelleaba con lo que, en cualquier
otra circunstancia, ella podría haber confundido como la primera prueba de que él se
sentía genuinamente atraído por ella.
La pregunta de Adeline regresó a ella en una ráfaga embarazosa.
-Entonces, ¿es verdad lo que dicen acerca de los Cazafantasmas? ¿Son realmente
asombrosos en la cama después de que han acribillado a un fantasma? He oído que el
sexo es increíble inmediatamente después de una combustión.
Lo que veía en Sam ahora, se percató, no era más que las consecuencias de un gasto
masivo del psicotalento de un Cazafantasmas. Químicamente hablando, era el resultado
de una combinación de testosterona, adrenalina, y el potente cóctel biológico que sus
poderes paranormales habían echado en su corriente sanguínea.
Nada personal, se recordó a sí misma. Él no se sentía atraído hacia ella, per se.
Simplemente sucedía que él estaba lleno de rez y necesitaba sexo, y ella era la única
hembra a la vista. Cualquier cosa en faldas probablemente sería lo mismo para él en ese
momento.
-Eh... ¿Sam? ¿Estás bien?
-No-. Él la siguió, dirigiéndose hacia el primer corredor de bifurcación-. Pongámonos
en movimiento.

Tres

Él se estaba volviendo loco. Lo sabía, pero no había mucho que pudiera hacer al
respecto. Mantenerse firme en su autocontrol requería cada jirón de la poca fuerza de
voluntad que podía reunir. Cruzarlos a ambos con seguridad a través de la cascada había
precisado más poder de lo que alguna vez había usado en su vida; más de lo que había
sabido que poseía. No tenía la intención de decirle la verdad a Virginia: que habían
estado condenadamente cerca.
Lo habían hecho, pero durante el proceso, había derramado tanto vataje psíquico a
través de su ámbar, que había destruido las propiedades resonantes de la piedra afinada.
El ámbar fundido significaba que se había excedido de sus límites usuales. Siempre había
un precio que pagar.
Había experimentado antes el zumbido sexual que a menudo ocurría después de una
combustión importante. En el pasado, siempre se había sentido completamente en
control de la previsible excitación. Pero esta vez las cosas eran diferentes. No era
precisamente porque la combustión hubiera sido mayor; el problema real era que esa
vez estaba solo con Virginia, la mujer que había estado deseando por casi dos meses.
Estaba en las garras de un deseo febril que era el peor de todos, porque había trabajado
muy duro para suprimirlo y esconderlo.
Bien, entonces tenía una tarea difícil. Simplemente unas cuantas hormonas furiosas.
¿Qué más daba? No era un niño. Podía controlarse. Tenía que controlarse. Si flaqueara
ahora, probablemente la aterrorizaría y la pondría en su contra para siempre. Cualquier
oportunidad que tuviera con ella se convertiría en humo.
Trató de concentrarse en moverse hacia delante por el corredor, registrando las
paredes en busca del indicio más escaso de energía de ilusión que indicara una cámara
escondida que pudieran usar. Todos los cuartos que habían sido hallados en los
corredores habían sido sellados con trampas de ilusión. Si pudieran encontrar un cuarto
sellado que se viera como si nadie más hubiera desrezzado la trampa que lo custodiaba,
Virginia la podría abrir, y podrían esconderse adentro durante unas pocas horas.
Simple. Todo lo que tenía que hacer era concentrarse y no pensar en el hecho de que
ella estaba sólo a unas pocas pulgadas de él.
-Sam, estás temblando-. Virginia tocó su frente con dedos suaves, averiguadores-.
Benditos Cielos, estás ardiendo. Debes tener fiebre. ¿Es esto normal?
-Con mil diablos, no me toques-. Él cerró sus ojos e inspiró profundamente. Genial.
Ahora le estaba gritando-. Ambos podríamos arrepentirnos si lo haces.
Ella frunció el ceño; no con miedo o conmoción, sino con una preocupación que lo
aterró. Si empezaba a comportarse de manera dulce y maternal, estaría perdido.
-Esto no puede ser normal- insistió ella-. Creo que la combustión ha debido haberte
enfermado.
-Confía en mí, es normal- dijo él a través de los dientes apretados-. Un poco intenso,
pero normal.
No podía echarlo a perder y perder el control. No ahora. Era crucial que no la asustara.
Porque tal vez, simplemente tal vez, realmente la había oído decir "te amo" en esos
pocos segundos antes de que la llevase a través de la cascada.
-Baja la velocidad, Sam, no puedo mantener el mismo paso que tú.
Se dio cuenta de que andaba a paso sostenido por el corredor mientras rastreaba las
paredes en busca de signos reveladores de ilusión oscura.
-Lo siento-. Se obligó a sí mismo a reducir la velocidad un poco.
-Está bien. Deja que sea yo quien se preocupe por encontrar una cámara entrampada.
Estamos de regreso a mi campo ahora-. Ella se movió delante de él-. Creo que veo algo
por el camino, allí adelante. Sí, lo puedo sentir.
Él hizo un intento, pero no sintió el fuerte sabor psíquico de la ilusión oscura.
-No siento una maldita cosa.
-Probablemente porque tus parasentidos están por ahora bajos de rez. Pero estoy
segura de que hay algo allí-. Ella estalló en un trote rápido-. Positivo. Y es grande. Una
trampa grande usualmente indica una cámara grande. Tal vez tengamos suerte y
encontremos un palacio. Siempre tienen montones de antecámaras pequeñas alrededor
de ellos. Bastantes lugares donde esconderse.
Él esperaba que ella estuviera en lo correcto. Debajo de la oleada de necesidad sexual y
las ráfagas de zumbido de la combustión, pensó que podía detectar las primeras
advertencias del colapso que pronto seguiría. No podía permitirse sufrir un colapso en el
corredor abierto. No cuando había una posibilidad de que la cohorte de Leon
Drummond pudiera estar por los alrededores. Tenía que permanecer sobre sus pies el
tiempo suficiente para asegurarse de que Virginia estuviera a salvo.
La siguió a la vuelta de una curva y vio que ella se había parado delante de lo que, a
primera vista, daba la apariencia de ser una sección de la verde pared de cuarzo.
Pero había algo no completamente bien en la parte central. Él miró con atención más
estrechamente, parpadeando para despejar su visión borrosa. La pared fluctuaba
ligeramente antes de volver a enfocarse. Ilusión oscura.
-Grande- masculló él.
-Sí. Muy inusual. También muy, muy viejo.
El tono pensativo, decididamente académico de su voz lo preocupó. Lo último que
podían permitirse hacer era perder el tiempo mientras ella analizaba la trampa desde un
punto de vista profesional.
-Puedes redactar esto para un artículo en el Journal de ParaArqueología cuando
terminemos- dijo él con impaciencia-. Ahora mismo, necesitamos meternos en el
espacio detrás de él.
Ella le dirigió una mirada malhumorada.
-Lo sé. Dame un minuto, de todas maneras. Hay algo diferente acerca de esta trampa.
Una ola nueva de interés se derramó sobre él, llenando de más rez los efectos ya
efervescentes de la combustión.
-¿Puedes manejarlo? Porque en caso de que no, tenemos que encontrar otro...
-Puedo manejarlo- le aseguró ella-. Es simplemente... diferente, eso es todo. No puedo
explicar...- calló súbitamente-. No importa.
Empezó a trabajar desenredando la trampa que obstruía la puerta. Con impaciencia, él
observó el corredor en ambas direcciones mientras ella desrezzaba la entrada.
-Lo tengo- murmuró Virginia suavemente.
Había una nota perturbadora en su voz, pero él no tenía tiempo para cuestionarse
acerca de ella. Dio media vuelta y vio que había ahora una abertura en la pared verde.
Virginia ya había pasado a través de ella.
Él la siguió rápidamente, asombrado de que tuviese que cerrar sus ojos un momento
para ajustarse al interior oscuro de la cámara. Su primera impresión fue de un espacio
vasto lleno de sombras de pociones verdes. Su derredor resplandecía, tal como el túnel
lo hacía, pero la luz emitida por el cuarzo era mucho más débil y mucho más opaca allí
dentro. El efecto era de un crepúsculo esmeralda.
Lo único que podía decir con certeza era que esa cámara era grande, mucho más
grande que cualquiera de las que alguna vez hubiera visto. En la penumbra, no podía
divisar las paredes lejanas o el cielo raso. El espacio estaba lleno de un sinnúmero de
estructuras de tamaños diversos, todas modeladas del familiar cuarzo verde. Estaban
apiñados estrechamente juntas, y amontonadas encima unas de otras, formando lo que
parecían los bloques de una ciudad en miniatura abarrotada de apartamentos pequeños.
Los bloques estaban separados por sendas estrechas y serpenteantes.
Él echó a andar hacia el más cercano de los apartamentos, evaluándolo como escondite
potencial. Vio una abertura estrecha. Parecía lo bastante grande para proporcionar
acceso al interior del edificio, pero lo suficientemente pequeño para ser protegido por
un solo hombre armado con una pistola mag-rez.
Perfecto.
-Espera mientras restauro la trampa- dijo Virginia detrás de él.
Él caminó de arriba abajo impacientemente mientras ella trabajaba. En cuestión de
segundos, la sombra de ilusión otra vez oscureció la entrada de la cámara.
-No engañará a un entrampador experto- dijo mientras se volvía para confrontarlo-,
pero podría pasar desapercibido para un Cazador o un trabajador del equipo de
excavación, especialmente si él o ella tiene prisa.
-Con suerte, no hay nadie allí afuera buscándonos.
-Pero tú no quieres depender de suerte, ¿verdad?
-No-. Él escudriñó la cámara oscura-. ¿Qué diablos es este lugar?
-¿Quién sabe?-. Ella caminó lentamente hacia él, explorando los cañones estrechos
entre las estructuras como de apartamentos-. Nunca he visto algo como esto. Tal vez era
un zoológico. Todos esos cubículos pequeños y esos cuartos podrían haber sido jaulas
para animales.
-Tal vez. Tan fácilmente como podrían haber sido unos casilleros de almacenamiento,
o un parque de oficinas, o una prisión.
-Probablemente nunca lo sabremos.
Él se detuvo delante de la estructura de apartamentos más cercana. Parecía tener una
altura de varios pisos. Podía ver muchas filas de aberturas pulcramente marcadas al lado.
-Deben haber cien cuartos pequeños allí dentro- dijo-. Podemos usar uno de ellos.
-¿Sam?- Virginia sonó inquieta otra vez-. ¿Estás pensando en esconderte dentro de ese
edificio en concreto?
-Ajá. ¿Está entrampado?
Ella se acercó más para examinar la entrada.
-Sí- dijo.
Él frunció el ceño.
-¿Bien? ¿Lo puedes desenredar?
-Sí- dijo otra vez muy uniformemente.
Él esperó unos pocos segundos, pero no sintió ninguna psicoenergía. Ella clavaba los
ojos en la entrada entrampada, pero no estaba trabajando.
-¿Qué infiernos está mal?- preguntó él-. No es como si tuviéramos todo el día.
Ella giró lentamente para encararlo. En el crepúsculo verde, sus ojos estaban más
oscurecidos que el interior del cubículo.
-No este- dijo-. Probemos otro.
Él comenzó a discutir y luego se recordó que cuando llegaban a las trampas, ella era la
profesional.
-Bien, escoge otro, pero apresúrate.
Ella ya se movía ya bajando la senda estrecha entre dos amenazadoras estructuras. Él
se paseó detrás, controlando su temperamento mientras ella dejaba pasar tres entradas
entrampadas más. Silenciosamente, deseó que Virginia hiciera su elección a fin de que
pudiera continuar la tarea de improvisar alguna suerte de defensa que la protegiera
mientras él dormía completamente después de la combustión.
Ella cambió de dirección en una intersección y bajó a otra senda. Justamente cuando él
estaba listo para asumir el cargo y hacer la elección por ella, la mujer se detuvo.
-Aquí- dijo. Sonaba aliviada-. Esta está bien. Podemos entrar.
-Era hora- gruñó él-. Haz lo que tengas que hacer.
Ella lo recorrió con la mirada.
-No hay problema. No hay trampa en esta entrada.
-Diablos-. Él echó una mirada más de cerca. El portal que ella había escogido parecía
más elaborado que los demás. Era más ancho, más labradamente esculpido. Era más alto,
también. Él negó con la cabeza. No sería tan fácil defenderlo. Se marchó dando media
vuelta, escudriñando las filas de aberturas misteriosamente encendidas en las paredes
verdes.
-No, este no está bien- dijo bruscamente-. Escoge uno con una trampa que puedas
reanudar después de que estemos dentro. Nos dará un nivel adicional de protección.
-Éste es el único que he visto que se siente bien.
Él la miró ceñudo.
-¿Qué diablos quieres decir con se siente bien?
-Justamente lo que dije. Este está bien-. Una obstinada determinación brilló en sus
ojos-. Ésta es mi área de habilidad, y te digo que éste será un lugar más seguro para
escondernos que cualquiera de las otras posibilidades que he visto hasta ahora.
-Pero no está entrampado.
-Hay algo mal acerca de esas trampas en las otras entradas- dijo ella-. Los podría
desenredar, pero no creo que debiera hacerlo.
-¿Que no crees que debieras hacerlo?-. Él quiso sacudirla. ¿No se percataba de que
trataba de protegerla?-. ¿Qué tipo de razón es esa? Si llegamos a ser arrinconados en esta
cámara por un par de cazadores tratando de proteger un sitio ilegal de excavación,
vamos a necesitar toda la ayuda que podamos conseguir. Quiero un portal que esté bien
entrampado.
Ella envolvió sus brazos alrededor de sí misma y lo miró con convicción
inconmovible.
-No podemos entrar en ninguno de esos otros cuartos. Confía en mí en esto, Sam. Ésta
es la única cámara que he visto que se siente segura.
Él vaciló.
-¿Estás segura?
-Sí-. Ella bajó los brazos y tocó su mejilla. Dejó caer su mano inmediatamente cuando
él se sobresaltó-. Sam, tenemos que meterte dentro. No estás bien. Me asustas.
-Simplemente no me toques- la advirtió-. No hasta que haya dormido.
-Es ridículo. ¿Cómo puede doler que te toque? Sam, no te conduces con naturalidad. Si
tienes una onza de sentido común, admitirás que no estás en condiciones de encargarte
de la empresa de Gage & Burch por el momento.
Ella estaba en lo correcto, pero él no quería admitirlo. Otra ola de escalofríos se
abalanzó sobre él.
-Encuentra un cuarto entrampado.
-No tenemos tiempo para tonterías. Tú necesitas dormir.
-Dentro de un rato. No aún.
-Oficialmente me declaro jefe de esta asociación, al menos por ahora. Y digo que tú
necesitas dormir. Ven conmigo.
Ella extendió la mano sin previo aviso. Su pequeña mano se cerró alrededor de su
brazo, enviando una marea de sensaciones ensordecedoras a través de sus sentidos. Esta
vez sabía que estaba perdido. El hambre rugiente bramó más allá de la última de sus
defensas. Un gran estremecimiento de necesidad lo demolió. Ya no poseía la voluntad
para resistir.
Cuando ella lo jaló amablemente hacia el portal, él se tambaleó una vez y luego
tropezó en pos de ella. En ese momento la habría seguido dondequiera que lo llevara;
directamente al infierno, si allí fuera donde ella deseara dirigirlo.
Ella parecía inconsciente de la tormenta que lo tenía en sus garras. Lo condujo a través
del portal no entrampado hacia un cuarto ancho, suavemente iluminado. Él se dio
vagamente cuenta de una alta escultura en medio del espacio. Ascendía hacia el cielo
raso, delicadamente esculpida en los familiares diseños aéreos y abstractos que los
Harmonics privilegiaban. Había una piscina poco honda bajo ella. Las corrientes
esmeraldas de energía brillante se vertían delicadamente desde lo alto del cuarzo
elaboradamente diseñado. Las ondas suaves rebotaban y chapoteaban en la piscina.
-Una fuente- Virginia contuvo el aliento con admiración-. Nunca he visto nada como
esto. Nunca inclusive he oído de nada como esto. Tal vez este lugar era alguna suerte de
parque, o tal vez era un huerto en alguna casa rica Harmonic. ¿Pero por qué entonces,
todos esos cuartos diminutos fuera?
-Tal vez el barrio se arruinó. Se convirtió en un tugurio-. Sam negó con la cabeza,
incapaz de concentrarse en la fuente o cualquiera de las otras preguntas ella había
hecho. Todos sus sentidos sobrerezzados estaban fascinados por ella.
-Por aquí- dijo Virginia.
Él no contestó. Sabía que estaba de tal manera absorto ahora, que si tratara de hablar,
nada coherente saldría de su garganta. Clavó la mirada anhelantemente detrás de su
cabeza mientras ella lo impulsaba a través de un portal interior. Tenía una cabeza
bellamente moldeada, estableció él. Y el color de su pelo, un cálido color moreno rojizo,
era perfecto. El deseo ardiente de arrastrarla hacia el piso duro de cuarzo y cubrir el
cuerpo femenino con el suyo fue casi abrumador. Rezó por derrumbarse en el sueño
profundo antes de que sucumbiese al torrente de deseo que pulsaba a través de él.
Dentro de la antecámara más pequeña, Virginia hizo una pausa.
-Esto servirá, creo. Puedes dormir aquí.
Él vio fugazmente algunos baúles grandes organizados alrededor del cuarto, una
escalera verde en la esquina, pero en todo lo que podía pensar era en Virginia. Cerró sus
ojos para dejar fuera la visión de ella. El intento para desterrar esa visión de sus sentidos
no funcionó. Su perfume lo golpeaba como un narcótico.
Derrúmbate, pensó. Simplemente derrúmbate, y eso será todo. Luego recordó algo
más; algo que tenía que hacer primero. Metió la mano en su bota y quitó la pistola
pequeña delgada de mag-rez. Se la tendió.
-Toma esto. Si alguien pasa a través de la puerta de esta cámara antes de que me
despierte, entonces úsalo.
Ella miró la pistola y luego levantó sus ojos alarmados hacia los de él.
-¿Desde cuándo empezaste a llevar un mag-rez?
-Desde que me topé con la primera rata de ruina en mi primer asignación consultiva-
él dijo bruscamente-. Casi terminé muerto. Después de eso, empecé a llevar a uno.
También llevo una linterna, si bien nadie cuenta alguna vez con encontrar un túnel
oscurecido, y además más ámbar afinado. Llámame supersticioso. ¿Sabes cómo usar esto?
-No, claro que no- dijo ella remilgadamente-. La instrucción en el uso de armas mag-
rez no está incluida en el plan de estudio del departamento de arqueología de la
universidad. Probablemente porque es ilegal llevar uno bajo tierra.
Él apretó sus dientes y señaló el arma.
-Ésta es la trabilla de seguridad. Desengánchala antes de usarla. Cuando quieras
disparar, simplemente apúntalo en dirección a ese portal y aprieta el gatillo. No te
preocupes por la puntería. Esta cosa atolondrará a un hombre a pesar de dónde le des.
Ella parecía dudosa.
-¿Piensas realmente que lo necesitaré?
-No puedo pensar claramente ahora mismo- dijo él rotundamente-. Simplemente
tómalo y prométeme que lo usarás si es necesario.
-De acuerdo-. Cautelosamente ella lo tomó de su mano.
Él miró alrededor en busca de un lugar donde echarse. Pero a pesar de todo, zumbaba
aún con el crepitante zumbido de la combustión, y la energía sexual continuaba
derramándose a través de él. Pasarían algunos minutos más antes de que pudiera
refugiarse en el sueño. Cerró los ojos, resistiendo la despiadada necesidad. Cuando
levantó sus pestañas, vio que Virginia lo observaba con intensa preocupación.
-¿Sam?
-Te deseo.
Ella parpadeó pero no se echó para atrás.
-Lo siento- masculló él. Se limpió la frente húmeda con el dorso de su manga-. No
puedo evitarlo.
-Lo sé-. No había miedo en sus ojos, pero había algo distinto; algo que podría haber
sido amarga resignación-. Está bien. Entiendo acerca de los efectos de la combustión.
-Al infierno con la combustión-. Incapaz de mantener sus manos fuera de ella más
tiempo, él agarró sus hombros-. Te he deseado desde el día que atravesaste mi puerta
principal.
Ella clavó los ojos en él con lo que sólo pudo haber sido asombro.
-¿De verdad?
Él gimió, la jaló duro contra su pecho, y colocó en ángulo su barbilla.
-Más de lo que alguna vez he deseado cualquier cosa o alguien más en mi vida.
Él la besó antes de que ella pudiera responder. Él tenía que besarla. Simplemente un
beso, se prometió a sí mismo. Un pequeño drenaje para la carga sexual. En el momento
en que terminara, seguramente el colapso lo habría alcanzado. Tenía que abatirse
pronto. En cualquier segundo a partir de entonces. Luego escaparía en la inconsciencia
compasiva de sueño antes de que hiciera cualquier otra cosa realmente estúpida.
Como plan, pareció simple y sincero. No obstante, podría estar alucinando ya, pensó.
Pero sin embargo, tan genial como el esquema parecía, tan pronto como tomó su boca,
algo horrendo, maravilloso, espantosamente malo sucedió. Virginia puso sus brazos
alrededor de su cuello y lo besó también.
-Oh, Sam.
-Oh, carajo.
Su respuesta fue la gota que hizo desbordar el vaso. Él acunó su cara en sus manos y
bebió ávidamente de sus labios como si pudiera consumir la esencia de su espíritu
vibrante. Ella gimió suavemente y tensó la sujeción en su cuello. Él podía sentir el
abultamiento de sus pechos bajo la sarga robusta de su camisa. El interior de su boca era
caliente y acogedor, tal como había imaginado.
Por primera vez, tuvo miedo de que el choque lo venciera antes de que pudiera
terminar lo que había comenzado. Un sentido enteramente nuevo de urgencia lo azotó.
No atreviéndose a levantar su boca de la de ella por miedo a que de alguna manera
pudiera perderla, comenzó a desnudarla. No era una tarea fácil. Sus manos se
estremecían tanto que apenas podría manejar los botones.
Él sintió los dedos de la mujer deslizarse bajo la pretina de sus pantalones,
deslizándose de arriba abajo sobre la bastilla de su camisa. Sus palmas se aplastaban
contra su pecho, y él pensó que traspasaría el techo. Se dio cuenta de que ella temblaba
también.
-Sam, ¿estás seguro de que no estás enfermo?
-Estoy bien-. Él luchó contra su camisa.
-Estaba tan asustada de que tú...
-No hay nada que temer-. Él logró arrancar su boca de la de ella el tiempo suficiente
como para besar su garganta-. Lo juro. No tienes que tenerme miedo. No te lastimaré.
Nunca te podría lastimar.
-Lo sé. Eso no era lo que quería decir.
Él terminó de abrir a tientas el último de los botones que cerraban su camisa.
Descascaró la prenda fuera de sus hombros y la arrojó a un lado. Luego se oyó a sí
mismo pronunciar un gemido grueso y ronco. Podía sentir sus pezones pequeños y
rígidos presionando contra la tela lisa y brillante de su sostén.
Ella estaba trabajando en su cinturón ahora. Esa dulce tortura estaba casi más allá de
su resistencia. Cada vez que sus dedos rozaban su piel, pensaba que explotaría.
Él jaló los tirantes de su sostén hacia abajo de sus brazos, liberando sus pechos. Apoyó
su frente ardiente contra la frente fresca de ella y miró las curvas tensas y puntiagudas.
-Eres tan bella- masculló, impresionado.
Ella le dirigió una sonrisa rociada con misterio infinito.
-No, pero tú me haces sentir bella.
Él carecía de la paciencia para discutir. Ella era hermosa; la mujer más bella, más
deseable que alguna vez había visto en su vida. Él sabía eso, aunque ella no lo hiciese.
La levantó en sus brazos, con la intención de bajarla al piso. Por el rabillo del ojo, vio
un cofre ancho esculpido en cuarzo. No era más suave que el piso, pero al menos se
parecía vagamente a una cama.
Llevó a Virginia hacia el diván duro y la bajó sobre él. Ella colocó la espalda sobre la
piedra esmeralda, su pelo derramándose alrededor de su cabeza, con ojos
resplandecientes de deseo, y lo observó con gran expectación mientras él desabrochaba
su cinturón.
Su expresión casi acabó con él.
Dio, impacientemente, un tirón a su ropa. El cóctel en su corriente sanguínea lo volvía
descoordinado y torpe. Pero cuando finalmente se inclinó sobre el cofre y atrajo a
Virginia a sus brazos, nunca se había sentido mejor en su vida.
Nada en toda su vida había sido así de bueno.
Deslizó una pierna entre las de ella y humedeció sus dedos en su calor líquido.
Ella se quedó sin aliento, tembló y cerró los ojos. Ella deslizó su palma por el pecho
viril, a través de su vientre, y más bajo. Sintió sus dedos cerrarse alrededor de él y pensó
que su corazón podía detenerse.
-Sam.
Otra ola de necesidad tronó a través de él.
-No, no me toques así. No seré capaz...
-Está bien.
-Deja de decir eso-. Él se apoyó sobre la parte superior de ella. Sus ojos de oro verde
estaban luminosos de deseo-. Virginia, ésta no es la forma en que quería hacer esto, pero
no puedo esperar. No esta vez.
-Está bien- dijo ella. Abrió sus piernas para él, levantó sus rodillas y envolvió sus
brazos alrededor de Sam-. De verdad.
-Sujétame-. Fue mitad súplica, mitad demanda-. Prométeme que no me dejarás ir.
-Nunca.
Él apretó sus ojos cerrados contra la corriente de necesidad que amenazaba a barrerle
hacia un mar oscuro. Ella cambió de posición bajo él, y el deslizamiento de su piel
sedosa contra él casi concluyó la cuestión directamente.
Él se zambulló profundo; hundiéndose alocada, gozosamente en el canal ajustado,
apretado de su cuerpo. Sintió la resistencia inicial y luego ella se cerró alrededor de él.
Ella gritó y se pegó a su cuerpo, agitándose en su abrazo.
Sam se meció violentamente contra ella, impulsándose hasta la empuñadura con cada
empuje, necesitando labrar un lazo que los uniera bastante después de ese encuentro.
El clímax lo golpeó. Simultáneamente, pensó que sentía a Virginia convulsionarse bajo
él, pero no pudo estar seguro. Apenas estaba a tiempo de registrar una sensación tan
intensa que verdaderamente no podría ser descrita como placer. Pero no era dolor,
tampoco. Alguna otra cosa, pensó vagamente, algo infinitamente más importante.
No hubo tiempo para analizar el sentimiento increíble. Apenas segundos después llegó
el colapso. Sólo podía maravillarse de que no lo hubiera golpeado antes.
Se derrumbó encima de ella, consciente de que la atrapaba contra el cofre de cuarzo
con su peso. Pero no había nada que pudiera hacer al respecto.

El sueño profundo, sin imágenes lo había alcanzado, pensó Virginia. Ella había querido
acariciarlo y tocarlo durante semanas, pero esa era la primer oportunidad que había
tenido para satisfacer su anhelo.
Examinó los planos feroces de su cara, saboreando el ángulo decidido de su mandíbula
y la forma agradable, masculina de sus orejas. Su pelo oscuro estaba tentadoramente
desgreñado donde ella había pasado sus dedos más temprano. Con los ojos cerrados, él
era todo bordes duros y hombre rudo y bruñido. Pero cuando sus ojos estaban abiertos,
se veía la inteligencia y el autocontrol que definía su naturaleza.
Cuando Sam amara, pensó, sus emociones serían tan estables y tan perdurables como
la incandescencia de cuarzo Harmonic.
Incapaz de resistirse a la tentación, ella extendió la mano muy cuidadosamente y
lentamente la cerró alrededor de la parte superior de su muslo musculoso. Era duro y
caliente bajo sus dedos. Ella deslizó su palma lentamente hasta su rodilla, saboreando el
tacto de él.
Sam se estremeció y masculló algo en su sueño. Sobresaltada, ella quitó de un tirón su
mano y se retiró. Pero cuando él no se despertó, Virginia extendió la mano otra vez.
Esta vez, ella trazó un camino hacia arriba sobre su pecho, rizando sus dedos en el pelo
crujiente allí. Él cambió de posición ligeramente, pero ella supo por la estabilidad de su
respiración que estaba todavía profundamente dormido. Una parte de él, sin embargo, se
excitaba, advirtió. Clavó los ojos en su pene, fascinada al ver que parecía hincharse en
longitud y anchura otra vez. Aparentemente, el sueño profundo de la combustión no
suspendía la operación de todos los sistemas.
Había probablemente una ley en contra de mirar de esa manera, pensó. Y si no la
había, debería haberla. Era, absolutamente, demasiado... divertido.
Por otra parte, ella iba a casarse con él pronto. Seguramente eso le daba algunos
derechos.
-Bastante de diversión voyeurística y juegos- masculló-. Se supone que debes hacer
guardia.
Recogió la ropa descartada de Sam y cubrió su torso con su camisa. Luego dobló sus
pantalones y los colocó pulcramente bajo su cabeza para servir de almohada. Ya
comenzaba a sentirse realmente como una mujer casada, pensó, divertida.
Con una última mirada, giró y caminó fuera, en el cuarto de la fuente. La energía
verde continuaba fluyendo y salpicando en la piscina pequeña. Eso, sin duda, era lo que
había estado haciendo por muchos miles de años.
Afirmó una mano en el borde grueso del portal y miró alrededor con interés
profesional. Ese cuarto tenía el mismo tacto taciturno, curiosamente reflejante de la
antecámara más pequeña en la cual Sam dormía. No podía explicar, aun para sí misma,
por qué esos espacios se sentían seguros mientras los cubículos incontables de afuera no
lo hacían.
Quitó su mano de la pared y se abrió paso a través del cuarto de la fuente hacia la
puerta exterior. Miró fijamente al pasillo estrecho que separaba ese bloque de celdas del
otro frente a ella y oyó intensamente, con sus sentidos físicos y paranormales.
Nada. Ninguna indicación de que la inusitada trampa que guardaba el portón principal
de ese extraño complejo hubiera sido vulnerada. Ni voces o ruido de pasos hacían eco en
los caminos que intersectaban las filas de edificios enlazados de los cubículos. No
detectó nada que indicara que alguien que pudiera estar buscándolos hubiera
descubierto la cámara del zoológico.
Ella esperó en silencio en el cuarto de la fuente un rato más con inquietud, consciente
del peso de la pistola de mag-rez en su cadera. Gradualmente, el aburrimiento se asentó
sobre ella. La curiosidad profesional empezó a carcomerla. Cualquier cosa que hubiera
sido ese lugar, constituía un descubrimiento espectacular. Tenía un grado en
paraarqueología, y se mantenía al día con las investigaciones sobre el tema. Estaba
realmente segura de que nada ni remotamente semejante a ese nido de cubículos
diminutos entrampados, habían sido escritos alguna vez en la literatura académica.
Ella dio un paso, cautelosamente, fuera en la senda oscura, con la visión de un artículo
en el Journal de ParaArqueología con su nombre como autora bailando en su cabeza. Ese
tipo de publicidad haría maravillas por la reputación de la nueva firma de Gage &
Burch.
Caminó lentamente a lo largo de la calle llena de penumbra e hizo una pausa delante
de las primeras pequeñas celdas que surcaban el pequeño callejón. Examinó la sombra
densa que destellaba precisamente al borde de su visión. El ojo humano podía detectar
que los Harmonics habían tejido sus peligrosas redes, pero no podían directamente
enfocar la atención en la psicoenergía casi invisible.
Se acuclilló, concentrándose con sus parasentidos y explorando el patrón. Conforme
había concluido más temprano, no había nada particularmente complicado acerca del
diseño. Lo podría deshacer con facilidad. Pero el profundo sentido de incorrección era
perturbador. Todo dentro de ella se resistía a la idea de desenredar la trampa.
Con una sacudida, le vino a la mente que quizá no fuese la trampa misma lo que
consistía en el peligro. Tal vez la amenaza auténtica existía... o una vez había existido...
dentro del cuarto. Quizá la trampa era simplemente una advertencia.
Tal vez ese lugar una vez había sido un hotel Harmonic y todas esas trampas pequeñas
no fueran nada más que ordinario signos de No Molestar colgados en los picaportes de
las puertas para disuadir a las criadas de entrar inesperadamente.
Contempló esa posibilidad por un momento y luego regresó a su teoría del zoológico.
Le agradaba mucho más. Las trampas podrían haber funcionado como cercas para
conservar a las criaturas peligrosas encerradas adentro o disuadir a las visitas curiosas de
acercarse demasiado a las bestias dentro de las jaulas.
Se enderezó y caminó unos pocos pies más para examinar algunas de las otras entradas
de ilusión oscura. Cada una de ellas emitía las mismas advertencias psíquicas cristalinas.
Al cabo de un rato, regresó al cuarto de la fuente. Una comprobación rápida de Sam
demostró que él estaba quieto, completamente fuera de acción por el momento.
Se sentó en un banco de cuarzo encendido mirando hacia el portal no entrampado y
sacó la pistola de mag-rez de su cinturón.
Se preguntó cuánto tiempo dormiría Sam.

Sam despertó con un sentido de urgencia, como si alguien acabara de gritar "¡fuego!".
Se incorporó rápidamente, los recuerdos regresando en una ráfaga caliente. Pero no
había nada que señalara que la situación se había alterado mientras había dormido los
peores efectos de la combustión. Si cualquiera de los compinches de Leon Drummond
había atravesado el portal, habría despertado con las manos y los pies atados, o se habría
despertado del todo.
El alivio barrió a través de él. Algo suave se deslizó de su pecho y cayó al piso. Miró
hacia abajo y vio su camisa. Virginia lo habría cubierto con ella después de que él se
hubiera dormido, lo cual había sido inmediatamente después de que la hubiera tomado
con toda la delicadeza de un gato fantasma en plena brama.
Virginia. Cerró sus ojos mientras las imágenes fluían a través de él, quemándolo más
intensamente que el fuego fantasma. Por breves segundos los saboreó. Luego la realidad
se impuso. Sabía que el recuerdo de su respuesta apasionada no podía ser nada más que
una ilusión urdida por sus sentidos inflamados; alguna suerte de racionalización extraña
parapsíquica para lo que le había hecho.
Pero todavía podría sentir la blandura de la piel del interior de sus muslos y el abrazo
húmedo, ardiente de su cuerpo. Simplemente recordarlo hizo que sus entrañas se
tensaran una vez más.
La había deseado más de lo que alguna vez hubiera pensado era posible desear a alguna
mujer. Pero no a causa del zumbido de la combustión. La verdad era que la había
deseado de la misma salvaje manera por semanas. La única diferencia era que hacía dos
horas, había perdido el control.
El destello de alivio que había experimentado después de despertar se evaporó. En su
lugar apareció un mar sin fondo de temor. Tenía que encarar la sombría verdad: después
de semanas de ser tan discreto, tan cuidadoso, existía una condenadamente buena
probabilidad de que hubiera destruido el luminoso futuro que había trabajado tan duro
para construir.
Y no tenía a nadie a quien culpar excepto a sí mismo.
Virginia había tenido un mal caso de temblores nupciales antes de que se embarcaran
en esa aventura. Después de lo que él le había hecho en ese cuarto, ella sin duda lo
aborrecía. Sería un milagro que no la hubiera aterrorizado. Probablemente ella estuviera
haciendo planes en ese mismo instante no sólo para cancelar su matrimonio, sino su
asociación de negocios también.
Él recogió su camisa y se puso de pie. La cólera se derramaba por su cuerpo. Estaba
furioso consigo mismo. La pérdida de control había sido inexcusable. Sólo podía rezar
porque no la hubiera lastimado.
¿Cuánto tiempo habría estado inconsciente? Echó una mirada a su reloj pulsera. Dos
horas. Lo suficiente como para restituir una parte pero no toda su psicoenergía agotada.
Necesitaba más sueño para funcionar en plena capacidad, pero podía ingeniárselas con la
que había recobrado durante la siesta.
Agarró sus pantalones y se los puso. Lo único que podía hacer para resarcir a Virginia
era regresarla con toda seguridad a la superficie.
Una sombra se movió en el portal que separaba la antecámara del cuarto de la fuente.
No una sombra de ilusión, pero bien podría haberlo sido, considerando la desesperación
de la situación en que se encontraba.
-Sam-. Virginia revoloteó ansiosamente en el portal-. Estás despierto. ¿Todo bien?
-Lo suficientemente bien-. Él se percató con una sacudida que no quería encontrar los
ojos de Virginia. No quería ver la acusación y la cautela que sabía encontraría allí-.
¿Nada nuevo allí afuera?
-Estamos todavía solos en este lugar. Comienzo a pensar que estaba en lo correcto
cuando sugerí que una vez esto podría haber sido un zoológico. Algo acerca de la
naturaleza de las trampas me hace pensar que estaban destinadas a mantener a las visitas
alejadas de lo que fuere que acostumbrara vivir en todas esas jaulas o cajas.
-Lo que fuera que una vez vivió en esas celdas, hace mucho tiempo que no está-. Él
trató de alcanzar sus botas. No recordaba habérselas sacado. Su mandíbula se apretó
más-. ¿Traes el mag-rez?
-Aquí mismo-. Ella dio unos pocos pasos dentro del cuarto para dársela-. Sam, ¿estás
realmente bien?
-No te preocupes, lograré sacarnos de aquí-. Él tomó la pistola pequeña y la empujó de
vuelta a su cinturón-. Hay probablemente otra salida por aquí en alguna parte, pero creo
que nuestra mejor opción es salir de la misma forma en que vinimos.
Ella se detuvo.
-¿De nuevo a través de la cascada?
-Sí. Es la última cosa que Drummond esperaría. Especialmente después de todo este
tiempo. A estas horas nos habrá reportado como oficialmente desaparecidos,
probablemente muertos por una explosión de energía de disonancia. Dudo que lo
encontremos pendiente al otro lado esperándonos. Pero por si acaso, tendré el mag-rez
en mi mano cuando pasamos a través de la cascada.
-Bien. Lo que sea que creas mejor. Eres el experto en la energía fantasma.
Él se echó una ojeada y se dio cuenta de que estaba vestido. No podía encontrar más
excusas para evitar sus ojos. Era tiempo de actuar como un hombre. Dio lentamente la
vuelta hasta confrontarla.
-Virginia...
-Sam...
Ambos dejaron de hablar, clavando los ojos en el otro. En la penumbra, era imposible
para él leer la expresión de sus ojos. Si tenía miedo, ella lo escondía bien, pensó.
Se preparó psicológicamente e hizo un intento otra vez.
-Siento lo que sucedió- dijo lisamente-. No sé qué más decir. Te podría prometer que
no ocurrirá de nuevo, pero no sé si puedo mantener esa promesa.
Ella no fingió entender mal.
-Ya veo.
Él inspiró profundamente.
-Me doy cuenta de que debes tener dudas acerca de nuestro arreglo comercial, así
como también de nuestro matrimonio. No te culpo. He estado pensando en eso también.
-¿Lo has hecho?
Él echó una mirada alrededor del cuarto tranquilo.
-Éste no es el momento o lugar para hablar de cómo vamos a terminar nuestros
futuros negocios.
-No, no lo es-. Hubo una nota perturbadora, desinflada en su voz.
-Sí, bien, dejemos esa conversación para más adelante-. Él echó a andar hacia la
puerta, consciente que aun en las profundidades del desastre, todavía estaba haciendo
un intento para comprarse a sí mismo algo más de tiempo. Las probabilidades iban
fuertemente en su contra para convencerla de llevar a cabo el matrimonio después de lo
que había sucedido, pero no podía rendirse sin una pelea.
Ella lo miró mientras la seguía.
-Sam, ¿lamentas realmente lo que sucedió?
-Caramba, sí, lo siento-. Él plantó una mano contra el portal verde de piedra y empezó
a enfrentarla-. Hacerte el amor era lo último que quería hacer.
Ella se rigidizó.
-Me doy cuenta de que estabas sobrerezzado por la combustión.
-Esa no es excusa.
-Simplemente dime una cosa. ¿Hubiera sido lo mismo cualquier cosa con faldas para ti
dos horas atrás?
Él miró ceñudamente los pantalones de Virginia.
-No traes puestas faldas-. Ella entrecerró sus ojos.
-Fue una figura retórica.
-Nunca uses figuras retóricas cuando hables con un cazador que está todavía
recuperándose de una combustión. Tendemos a ser literales, aun en nuestros días
buenos.
-Por el amor del Cielo, este no es momento para comentarios sarcásticos. Hablamos de
nuestro futuro.
-Creí que acabábamos de decidir hablar de eso más tarde-. Él quitó su mano de la
pared y salió abruptamente hacia el cuarto de la fuente.
-Maldita sea- gritó ella detrás de él- no te atrevas a dejarme con la palabra en la boca
cuando te hablo. Ven de regreso aquí, Sam Gage.
-¿Qué diablos quieres de mí?-. Él sintió su temperamento comenzar a arder-. Dije que
lo siento. Usualmente no me falla el control, ni aun después de una combustión. Pero las
cosas se salieron de control esta vez-. Ella, con un gesto de la mano, abarcó todo para
indicar el baúl de cuarzo en el cual habían hecho amor-. ¿No significó lo que sucedió
aquí dentro nada para ti?
-Por supuesto que sí. Quiero decir que eché a perder todo. Pero lo que está hecho está
hecho.
Ella levantó su barbilla, sus ojos brillando intensamente de cólera.
-¿Lo desharías si pudieras?
-¿No acabo precisamente de decir que yo...?- él dejó de hablar abruptamente. No había
caso en mentir. El daño estaba hecho. Volvió a apretar los dientes-. Desearía que
hubiera ocurrido en otras circunstancias. Desearía haber hecho las cosas diferentes.
Desearía no haberte dado un susto mortal.
-¿Pero no estás realmente, verdaderamente arrepentido de haber hecho el amor
conmigo?
Él vaciló.
-Bien...
-Simplemente dilo.
Él se sintió arrinconado. La desesperación, la cólera, y la frustración hirvieron juntas,
un potaje peligroso condimentado con emociones que sabía no manejaba
adecuadamente.
-¿Quieres la verdad? La verdad es la que te dije poco antes de que te lanzara encima de
ese cofre maldito de piedra. La verdad es que he estado queriendo hacer el amor contigo
desde el primer día que te vi.
Un silencio corto, intenso, cautivó la cámara.
Las cejas de Virginia se encresparon en un gesto ceñudo feroz.
-Bien. Porque así es como me he sentido desde el primer momento que te vi también.
Él sintió como si le hubiera caído un rayo. Por breves segundos, estuvo demasiado
atontado para hacer cualquier cosa más que mirarla fijamente.
-¿De verdad?
-Sí-. Ella lo miró furiosamente-. Pero parecías tan distante y frío. Tan serio.
Continuabas hablando sobre cuántos clientes nuevos atraeríamos al trabajar en equipo...
Seguiste sin parar sobre cuánto dinero haríamos ambos hace una vez que vendiéramos la
casa a los desarrolladores…
Él finalmente logró descongelarse. Dio un paso hacia ella.
-Nunca quise vender la casa en primer lugar. Se me ocurrió la idea porque pensé que
sería una buena forma de convencerte para aceptar un matrimonio de conveniencia.
Creí que si yo...- él se detuvo-. Caramba, no sé lo que pensaba.
Ella se aclaró la voz.
-Somos ambos adultos. Somos solteros. No hay ninguna razón por la que simplemente
no podamos admitir que nos sentimos atraídos. Los matrimonios de conveniencia están
diseñados justamente para este tipo de situación.
-Un convenio legal, socialmente aceptable, de dos años.
-Exactamente-. Ella se encogió de hombros-. Si es simplemente pasión, probablemente
se extinguirá sola en ese tiempo.
-Sí. Seguro-. Ni en un millón de años. ¿Cómo podría dejarla ir en dos años? Mejor no
aceptar en primer lugar, si sabía que eventualmente la perdería. Pero, ¿cómo podría no
tomar lo que ella ofrecía?
-Virginia...
-Eso es lo que querías, ¿verdad? Ese fue el trato. Un MC de dos años-. Ella sonrió
demasiado brillantemente-. Y estuve de acuerdo.
Estaba actuando de manera extraña, y lo hizo sentirse más inquieto que nunca. ¿Qué
diablos sucedía? Había obtenido exactamente lo que había deseado, lo que esperaba
cuando había inventado ese plan en primer lugar.
-¿Sabes?, estabas en lo correcto cuando dijiste que éste no era el momento ni el lugar
para discutir este tipo de cosas- dijo Virginia enérgicamente-. Mejor emprendamos la
marcha.
Él se movió hacia ella.
-¿Es sexo todo lo que deseas de esto?
-¿No es lo que quieres tú?
-El sexo es bueno. Genial-. La cólera pulsó en él-. Puedo ocuparme del sexo.
La cara de Virginia se tensó con renovada preocupación.
-¿Sabes?, realmente no te ves normal aún, Sam. Todavía podrías estar bajo los efectos
de la combustión. Tal vez, lo mejor es que duermas un poco más antes de que tratemos
de regresar hasta el final de esa cascada.
-Estás en lo correcto acerca de una cosa. No me siento realmente normal.
Los ojos de la muchacha se ampliaron a medida que él cerraba la distancia entre ellos.
-Ahora simplemente detente un maldito minuto- dijo Virginia-. Si piensas que vamos
a tener relaciones sexuales cada vez que afirmas estar bajo los efectos de la combustión,
puedes pensarlo otra vez. Admitiré que es interesante, pero...
Ella dejó de hablar abruptamente cuando él atrapó sus muñecas y la inmovilizó contra
la pared.
-Recién dijiste que estabas en este trato por el sexo- le recordó él.
-No tengo nada en contra del sexo-. Su voz era tensa de cólera-. Pero la próxima vez
que lo hagamos, quiero asegurarme de que es real. No simplemente el resultado de una
condenada sobrecarga por la combustión. ¿Me comprendes?
-No-. Él se acercó más-. Explícamelo en palabras cortas.
-Quiero estar segura de que soy yo a quien deseas. Quiero tener la seguridad de que no
sólo cualquier hembra desempeñaría el mismo papel para ti.
-Confía en mí, nadie más lo haría.
Hubo un silencio corto, tenso. Luego Virginia despejó su garganta y meneó sus dedos,
dentro de las manos de Sam que la asían.
-En ese caso, deja de actuar como un idiota cazador machista.
Él dejó las muñecas de la joven ancladas contra la pared.
-Pero soy un idiota cazador machista.
-No, no lo eres- masculló ella, de verdad malhumorada esta vez-. Deja de hablar así.
-Tenías razón al decir que me comporté como un idiota machista un par de horas atrás
cuando hice el amor contigo, poco antes de que me derrumbase. ¿Qué ocurriría la
próxima vez que nos enfrentáramos a este tipo de situación? ¿Voy a tener que escuchar
un montón de acusaciones acerca de que cualquier cosa en faldas me serviría? Cada vez
que suceda, ¿tendré que explicar que sabía que era contigo con quien hacía el amor?
-Simplemente porque deseaba estar segura de que supieras que era yo...
-Créeme. Sé que eras tú. Así como sé que eres tú ahora.
Él la besó, dura y deliberadamente, dejándola sentir la frustración y el genio que había
despertado en él, dejándola saber que esa vez, él sabía absolutamente que ella era la
mujer que había inmovilizado contra la brillante pared de cuarzo.
Ella se puso rígida de pronto. La desesperación lo acuchilló.
-Virginia-. Él soltó sus muñecas y atrapó la cabeza femenina entre sus manos-. Con
mil diablos, Virginia. Te deseo tanto.
Ella dio un grito amortiguado y estiró sus brazos alrededor del cuello de Sam,
besándolo febrilmente.
-No quise llamarte cazador estúpido, machista e idiota.
-No te preocupes por eso-. El alivio se desperezó dentro de él-. Algunas veces lo soy.
-No-. Ella enterró con fuerza los dedos en el pelo de Sam-. Nunca. Supe desde el
primer día que no eras un cazador machista.
-¿Sí?-. Él tomó su tierno lóbulo entre los dientes y mordisqueó ávidamente-. ¿Cuál fue
tu primera pista?
-Estabas leyendo el Journal de Para-Arqueología en lugar de la última edición de
Playmates Psíquicas Hambrientas de Sexo.
-Afortunadamente para mí, mi suscripción se había agotado tres meses atrás- él dijo
fervientemente contra su garganta-. Nunca tuve tiempo para renovarla.
Ella se rió suavemente. Su cabeza se inclinó hacia atrás contra el brazo masculino.
-Oh, Sam, ¿piensas realmente que esto funcionará?
-Lo haremos funcionar-. Dos años. Él tenía dos años completos para hacerlo funcionar.
Tocó con el borde de su lengua la piel suave bajo el cuello de la camisa de Virginia.
Ella se rigidizó.
-¿Sam?
-Está bien. Aun sin faldas, estoy fuera de toda duda que trato con la dama correcta.
-No, un momento-. Ella plantó sus palmas contra los hombros de él y lo apartó.
Él se calmó, consciente de que algo estaba mal.
-¿Qué es?
-Psicoenergía. La puedo sentir. Alguien trata de derribar la trampa grande en la
entrada a este zoológico.
-Los amigos de Drummond. Así que vinieron a buscarnos, después de todo-. La carga
de anticipación sexual que había arponeado a través de él instantáneamente se
transmutó en otro tipo de zumbido de alta frecuencia rez.
-Espera aquí-. Él giró y fue velozmente al cuarto de la fuente. Hizo alto en el portal
exterior y escuchó con intensidad. El sonido se transmitía mejor bajo tierra. Entonces,
percibió la psicoenergía.
Oyó voces reverberando a lo lejos. Venían de las afueras de la entrada a la enorme
cámara del zoológico.
-...pérdida de tiempo. No me interesa lo que diga Drummond. De ninguna forma el
tipo atravesó esa cascada con la chica entrampadora. Ningún Cazafantasmas de escasa
importancia podría ser tan bueno. Y aun si él lo fuera y lo hubiera atravesado con ella,
tendría un infernal efecto de combustión. Estará debilitado durante al menos otra hora o
dos.
-Estamos trabajando para Fairbanks, no para Drummond. Él dijo que no tomáramos
más riesgos, y es el que paga. Las órdenes fueron de comprobar cada posibilidad en este
condenado corredor, de modo que es lo que haremos. Ahora, cállate y desenreda esta
trampa.
-De acuerdo, de acuerdo. Dame un minuto. Es grande.
Sam dejó el portal y fue hacia donde Virginia estaba de pie esperando.
-Vamos-. Él la tomó del brazo.
-¿Dónde?
-Arriba-. Aferrándola, echó a andar hacia la escalera esmeralda-. Es más fácil cazar
cuando estás en lo alto.
-Lo que digas.
Ella lo siguió arriba de los peldaños estrechos y serpenteantes hacia el siguiente nivel.
Él la condujo hacia la entrada cubierta de penumbra, hasta otra cámara parecida a la que
había debajo. Un manantial de energía caía silenciosamente en medio. Varios cofres
más, elaboradamente esculpidos, estaban dispuestos de una manera mañosa alrededor
del cuarto.
Pero la cosa que lo interesó más fue la ventana estrecha. Él vaciló antes de cruzar el
umbral y dar un vistazo a Virginia.
-¿Entrampada?
Ella negó con la cabeza, frunciendo el ceño.
-No. Este cuarto está limpio. Tal vez esta fue la tienda de souvenirs del zoológico.
-O el cuarto de visitas de la prisión-. Él fue a la ventana, apoyó una mano en el marco
ancho, y miró hacia abajo, en la senda-. Esto funcionará. Si se molestan en buscar hasta
aquí, entonces tendré una visión clara.
-...Lo tengo. Estamos adentro.
-Carajo. ¿Qué diablos es este lugar? Mira todos esos cuartos pequeños. ¿Algún hotel
barato, no crees?
Virginia se movió con vacilación hacia el portal. Luego caminó lentamente por el
cuarto, cuidando de dejar una distancia respetuosa de la fuente de energía.
-No me gusta esto.
-No te preocupes. Tengo la corazonada de que una vez que echen una buena mirada a
todos estos cubículos pequeños y se percaten de cuánto tiempo les llevará buscar en este
lugar, encontrarán alguna otra cosa para hacer. Si llegan hasta aquí, podré manejarlo.
-Lo sé-. Ella plegó sus brazos muy apretadamente bajo sus pechos-. Sam, temo que el
entrampador probará desrezzar algunas de las trampas.
Él se hundió más profundo en la penumbra y observó la senda.
-¿Y?
-Te lo dije, creo que no deberían ser tocados. Si él empieza a birlar alguno de ellos
buscándonos...
Ella dejó de hablar.
Él la contempló.
-Estás verdaderamente preocupada acerca de la naturaleza de esas trampas de ilusión,
¿verdad?
-Sí-. Su boca se apretó-. Te lo dije, hay algo muy, muy extraño acerca de ellas. De una
u otra manera, a todos parecen deletrear No Molestar en colosales letras mayúsculas.
-Lo que fuere que no quisiera ser perturbado hace tiempo se ha ido, Virginia.
-Lo sé, pero simplemente... no se siente apropiado.
Él se encogió de hombros.
-Tal vez ese entrampador allá abajo llegará a la misma conclusión, y él y su amigo el
cazador nos dejarán en paz.
-...nos puede tomar más de un par de horas pasar a través de este cuarto lugar por
lugar. Debe haber centenares de cubículos aquí dentro. Y están todos entrampados, te
digo.
-Si llegaron hasta aquí, entonces ninguno de ellos estará de grandes condiciones. Gage
se habrá colapsado, y la entrampadora estará asustada por sus sensaciones. Apuesto que
habrán escogido uno de estos cuchitriles cerca de la entrada. Ponte a trabajar, hombre.
Prefiero encontrar al bastardo antes de que se recobre del choque. Será más fácil de
tratar de ese modo.
-Uh, Drake... no me gusta el aspecto general de estas trampas.
-No me importa cómo te parecen. Empieza a abrirlas.
-Hay algo realmente extraño...
-Cállate y ponte a trabajar, Chaz. A menos que tú seas el que se lo explique a
Fairbanks.
-Seguro. De acuerdo. Estoy trabajando en ello.
-Oh, diablos- murmuró Virginia-. Él va a hacerlo.
Sam apartó la vista de la senda el tiempo suficiente como para mirarla. La alarma
extrema en su voz lo preocupó. Estaba asustada, pensó. Genuina, completa,
profundamente asustada.
-¿Qué sucede contigo y esas trampas?- comenzó a preguntar.
-Sam-. Sus ojos se ampliaron en la alarma repentina-. Apártate. Ahora.
-No te preocupes, cariño, estoy vigilando...
-Él lo ha hecho. Ha destejido la primera trampa. Lo puedo sentir.
-Está bien...
-No, no está bien-. Ella voló hacia él a través del cuarto y agarró su brazo-. Apártate de
la ventana.
Automáticamente, él comenzó a resistirse al tirón de sus dedos. Pero la urgencia en
ella no iba a ser ignorada. Se recordó a sí mismo que las trampas caían en el área de
experiencia de Virginia. Eran socios. Tenía que respetar sus instintos.
Le permitió arrastrarlo fuera de la ventana. Ella lo jaló más profundo dentro del
cuarto.
-Agáchate- murmuró ella, arrastrándolo detrás de un baúl grande de cuarzo-. Apúrate.
Él se encorvó al lado de ella, la pistola de mag-rez en su mano.
-Espero que sepas qué diablos estás haciendo.
Antes de que ella pudiera responder, un chillido inhumano, mezcla de furia y
desesperación, rasgó la penumbra del zoológico alienígena. Hizo eco interminablemente
contra las paredes. Sam se congeló, su mano cerrándose herméticamente alrededor de la
pistola. A su lado, Virginia se estremeció.
-¿Qué en nombre de la Antigua Tierra?- murmuró Sam.
Un grito muy humano se levantó, un grito agudo, pleno de terror.
-Hay algo allí dentro.
Chaz, el entrampador, pensó Sam.
-...salgamos... aquí...
Otro grito alienígena se alzó, uniéndose al gemido in crescendo del primero. Y luego
nació un torrente de chillidos, alaridos, aullidos, y gritos atroces. Había una calidad
diabólicamente triste en esos sonidos antinaturales, como si todo lo que una vez había
habitado en esas celdas hubiera sido despertado de sus siglos de sueño profundo para
protestar por el disturbio. La cacofonía de gritos ajenos a ese mundo ahogó por completo
los gritos de Chaz y Drake.
El enorme cuarto del zoológico comenzó a ensombrecerse. La penumbra verde pareció
espesarse y ponerse más densa. Sam siguió la mirada de Virginia. Ambos se asomaron a
la ventana. Fue como investigar las profundidades de un mar extraterrestre.
-Queridos Cielos- dijo Virginia con asombro.
Él sabía lo que pasaba por su mente. No había nada que pudiera llamarse día y noche
en las ruinas. La incandescencia del cuarzo era siempre estable. Cierto, había habido más
sombras de lo usual en la cámara del zoológico, pero habían sido ligeras, y habían
permanecido en un nivel constante.
Hasta ahora.
Sólo la cámara en la cual se escondían permanecía luminosa. Dentados pedazos de
vidrio roto, de relámpago verde, brillaban intermitentemente fuera de la estrecha
abertura, desgarrando la oscuridad pesada que envolvía el zoológico. Los chillidos
extraterrestres se hicieron más y más fuertes.
Más relámpagos crepitaron. Mientras Sam observaba, un rayo de energía de matiz
ácido iluminó alguna cosa que flotaba en algún punto en el aire, fuera de la ventana.
Él vio momentáneamente un espectro verde como hecho de telarañas, en capas tan
delgadas y transparentes que se podía ver directamente a través de él. Mientras
observaba, otro espectro se unió al primero.
-UDEMs- murmuró Virginia-. Cuando Chaz desenredó la trampa, debió haber
perturbado algo.
-Cualquier cosa que sean, esos no son fantasmas de energía corriente-. Sam exploró
cautelosamente con su mente, tratando de tocar la huella reveladora de psicoenergía
emitida por las manifestaciones sensitivas normales de energía de disonancia. Lo que
recogió con sus parasentidos se sentía... malo. Cortó totalmente la sonda de inmediato.
No quería atraer la atención de los extraños espectros.
-Si no son UDEMs, ¿qué son?- preguntó ella muy suavemente.
-Son fantasmas de energía de algún tipo, pero como ninguno que alguna vez haya
tratado. Mira la forma en que se mueven.
-Como si...- Virginia vaciló-. Como si estuvieran dirigidos a alguna parte en concreto.
-Sí. Derecho hacia Chaz y Drake.
-Pero eso es imposible.
-Ajá.
Ella estaba en lo correcto, por supuesto. Los UDEMs no eran seres sensibles.
Ciertamente no eran los fantasmas de los que hacía mucho tiempo habían muerto,
aunque más de uno o dos buhoneros y estafadores habían tratado de convencer a los
ingenuos de eso durante años.
Técnicamente hablando, los UDEMs no eran nada más que pelotas de psicoenergía
residual sobrante de lo que fuere que una vez había impulsado la tecnología Harmonic.
La única razón por la que se llamaban “fantasmas” era porque tendían a flotar a través de
los corredores antiguos como fantasmas.
El relámpago verde serpenteó por la oscuridad brumosa fuera de la ventana. Más
fantasmas fueron a la deriva más allá de la abertura, fluyendo hacia la entrada de la
cámara del zoológico.
-Con mil diablos- dijo Sam-. ¿Qué diantres sucede allí afuera?
-No sé, pero te puedo decir que ésta es culpa de Chaz- dijo Virginia torvamente-. Él
los hizo estallar. Sabía que había algo extraño acerca de esas trampas.
Los gemidos horrendos parecían aumentar y decaer en la noche antinatural.
-Suena como una reunión de almas perdidas- murmuró Virginia-. Incluso ni siquiera
puedo oír a Chaz y Drake ahora. ¿Te preguntas qué les habrá ocurrido?
-Tal vez no queramos saberlo.
-Tal vez estés en lo cierto.
Virginia estaba acuclillada cerca, pero Sam advirtió que había tenido cuidado para no
estorbar la mano en que sostenía la pistola. No era como si el mag-rez fuera a ser
efectivo contra todo lo que estaba allí afuera, pensó. Si una de esas cosas cambiaba de
curso y flotaba a través de la ventana, su única esperanza sería su psicotalento.
Más relámpagos chispearon violentamente. Una y otra vez, despedazaron la noche.
Pero no había un acompañamiento de truenos, notó Sam. Por alguna razón, eso sólo
hacía que los destellos de energía parecieran aún más extravagantes.
-Es como cayera una tormenta allí afuera- masculló Virginia.
-Tal vez eso es exactamente lo que es- dijo Sam, pensando en ello-. Una tormenta de
energía provocada por el desenredamiento de la primera trampa.
-¿Pero para qué propósito?
-¿Quién sabe? Hablamos de los Harmonics. Nadie tiene una pista de por qué hicieron
cualquiera de las cosas que hicieron. Si el lugar era un zoológico o una prisión, como es
posible, sería normal que instalasen algunas medidas inusuales de seguridad. Tal vez
presenciamos algún tipo de sistema que tuviera la intención de acorralar a los fugitivos.
-Sam-. Virginia tocó su brazo, sus ojos fijos en la ventana-. Mira.
-Lo veo.
Uno de los espectros se había detenido delante de la abertura. Sam se dijo que era
simplemente un UDEM sin discernimiento, pero era demasiado fácil imaginarse que
miraba con atención en ese cuarto, como si detectase una presa.
Se preparó, no queriendo usar psicoenergía a menos que no hubiera alternativa,
porque no podía estar seguro de que su talento funcionara contra esas cosas.
El fantasma revoloteó. La porción más brillante de él era por lo menos de tres pies de
largo, pero su aura flameaba en una banda mucho más ancha de verde ácido.
Flotó a través de la ventana.
-Carajo.
A su lado, Virginia tomó una respiración profunda, pero no dijo nada.
Es tiempo de decidir, pensó Sam. Podría tratar de aguijonearlo hacia atrás fuera de la
ventana o podría intentar conectar con él. Optó por aguijonearlo.
Él envió un pulso de psicotalento, convocando suavemente energía del cuarzo de las
paredes, el techo y el piso. Una pelota pequeña de fuego verde encendido tomó forma en
el centro del cuarto. Él la propulsó amablemente hacia el intruso.
El UDEM extraño que había flotado a través de la ventana hizo una pausa, como si
estuviera confundido. Luego, para el enorme alivio de Sam, se alejó del fantasma más
pequeño.
Flotó en el aire hacia atrás, fuera de la ventana, y desapareció dentro de la estela de la
escuela de fantasmas vagando a través de las calles del zoológico.
Virginia exhaló en un suspiro largo y suave.
-Bien. Muy bien.
Él casi podía saborear su alivio. Por primera vez, se dio cuenta de que tenía la camisa
estaba pegada a la espalda.
-Que jamás se diga que no sé cómo hacer pasar a una dama un momento divertido en
Halloween.
-Un montón de Cazadores habrían tratado de bombardearlo hasta hacerlo añicos- dijo
ella muy seriamente-. Por alguna razón, creo que ese método no hubiese surtido efecto.
-No- dijo él-, no creo que lo hubiese hecho.
La tormenta crujió y resplandeció. Un desfile interminable de espectros y fantasmas
que sonaban desolados se movían rápidamente tras la ventana.
La tempestad pareció enfurecerse durante horas, pero cuando por fin comenzó a
menguar, Sam miró su reloj pulsera. Se sintió asombrado al ver que sólo habían pasado
veintitrés minutos.
-Creo que acaba- dijo Virginia.
Gradualmente, los gemidos perversos amainaron. Los relámpagos se hicieron pálidos,
luego cesaron por completo. Como si alguna mano invisible hubiera alcanzado un
interruptor, la familiar incandescencia verde fluyó poco a poco de regreso a la
atmósfera. La oscuridad extraña se retiró a las sombras combinadas de las cuales había
venido.
-Ha debido parecer una eternidad para Chaz y Drake- murmuró Virginia.
-Puede haber resultado ser justamente eso.
-¿Estás diciendo que no crees que hayan sobrevivido?
-No sé lo que pasó allí afuera, pero fuere que fuere, estaban desprotegidos-. Sam sonrió
ligeramente-. Gracias a ti, estábamos a salvo en este cuarto.
Él se puso cautelosamente de pie y fue a la ventana. Cuando miró hacia fuera, vio que
todo parecía igual a antes de que la tempestad hubiera sido disparada.
Virginia se puso de pie lentamente detrás del baúl.
-¿Ahora qué?
-Ahora saldremos de aquí antes de que alguien haga estallar otra tormenta-. Él se
movió velozmente hacia ella-. ¿Lista?
-Si me estás esperando, lo estoy.
Encontraron a Chaz y Drake descansando sobre el piso, cerca de la portilla principal del
zoológico. Era obvio que los dos hombres, desesperados, habían tratado de escapar a
través de ella, pero algo había provocado que la trampa de ilusión que había allí volviera
a activarse. La energía de la tormenta había descendido sobre ellos antes de que Chaz
pudiera destejer la trampa una segunda vez.
Virginia vaciló, y luego se agachó al lado de uno de los hombres y lo revisó en busca
del pulso. Miró hacia arriba con sorpresa.
-Está inconsciente, pero vivo.
-Lo mismo aquí-. Sam rebuscó entre los bolsillos del hombre vestido en cuero y caqui,
hasta que encontró una licencia gremial y un localizador cuadriculado energizado con
ámbar-. Esto es todo lo que necesitamos. El localizador muestra tres salidas en este
sector. No tendremos que regresar a través de la cascada, después de todo.
-¿Qué vas a hacer con licencia de ese hombre?
-Se lo daré a Mercer Wyatt. Él puede hacerse cargo a partir de allí-. Sam se puso de
pie-. Los policías gremiales sabrán qué hacer.
Virginia le dirigió una mirada extraña.
-¿Tú tienes… uh, amistad con la cabeza del Gremio de Cazadores?
-Dejémoslo simplemente en que Wyatt y yo nos conocemos. Él me adeuda un par de
favores-. Sam estudió la trampa de ilusión que protegía la salida-. Sigue adelante y
desrézzalo. Arrastraré a estos dos fuera de aquí. Los dejaremos en el corredor. Wyatt
puede enviar a uno de su personal a limpiar este desorden.

Cinco

-Estábamos tremendamente preocupados-. Adeline se sirvió un resto de tarta negra y


anaranjada del plato en el escritorio de Virginia-. Primero oímos que Sam y tú se habían
perdido en los corredores: una información que, me apresuro a agregar, ninguno de tus
camaradas creyó en primer lugar ni siquiera un minuto, porque todos nosotros sabemos
qué buenos son Sam y tú; y luego nos enteramos de que lo dos fueron bombardeados por
alguna suerte de fantasma masivo llamado cascada.
-La parte de la cascada era verídica-. Virginia se meció hacia atrás en su silla y tomó
un sorbo de sidra picante y condimentada-. Pero, como puedes ver, ninguno de nosotros
fue bombardeado.
Miró su reloj pulsera, preguntándose qué entretendría a Sam. Después de hablar con la
policía, él había ido a encontrarse con Mercer Wyatt. A ella no le había gustado eso. No
era un secreto en Cadence City que Wyatt dirigía el gremio como si fuera su reino
privado. Un montón de personas, incluyendo a un editorialista del Cadence Star, lo
consideraban no mucho más allá de un gángster. Pero ella no podía argumentar con el
hecho de que si se era un Cazafantasmas, tenía que forjarse alguna suerte de relación
comercial con el gremio. No le había preguntado a Sam precisamente qué tipo de
“favores” lo unían a Wyatt. No estaba segura de querer saberlo.
-¿Qué más había, exactamente, allá abajo en los túneles?- preguntó Adeline dando un
bocado a su tarta.
-Una banda de ratas de las ruinas bajo la dirección de un empleado recientemente
despedido del Museo Universitario llamado Fairbanks, que hicieron un hueco en la
pared justamente bajo el sótano del museo. Lo usaban para extraer algunos de los activos
del museo. Cosas que habían estado almacenadas por años, que no podrían haberse
echado en falta por años. Si Mac Ewert accidentalmente no hubiera encontrado de
casualidad esa cascada y nos hubiera contratado para que lo ayudáramos a desrezzarla,
las ratas probablemente nunca habrían sido atrapadas.
Los huecos en una pared no eran raros. Usualmente, se plasmaban en fisuras y grietas
diminutas a través de las cuales podía pasar poco más que la psicoenergía ambiental.
Pero algunas de las aberturas en el grueso cuarzo de las murallas y corredores
subterráneos eran lo bastante grande como para que un hombre pudiera gatear a través
de ellas. Unas cuantas eran incluso más grandes: al pasar los eones, los viejos huecos de
la escalera y las columnas vacías ya no ascendían a ninguna parte. Era una de ellas la que
Fairbanks, un entrampador de energía, había descubierto al trabajar en el sótano del
enorme museo.
Adeline la contempló con la mirada de un inquisidor profesional.
-¿Y ahora qué?
Virginia se encogió de hombros.
-Los polizontes lo toman desde aquí. Por lo último que oí, habían arrestado a todo el
mundo excepto a Leon Drummond. Pero dudo que él escape. No con el gremio
buscándolo, así como también la policía.
-No hablaba de tu gran caso. Sé que la empresa de Gage & Burch lo ha cerrado.
Probablemente esté todo en las noticias de la noche-. Adeline seleccionó un pastelito
negro y anaranjado-. Quise decir, ¿qué ocurrirá ahora con Sam y contigo?
Virginia tomó otro sorbo de sidra picante y contempló la niebla pesada que flotaba en
la calle, fuera de la ventana de la oficina.
Pensó en la pasión que había explotado entre ellos en la pequeña cámara de la fuente.
-Buena pregunta- dijo ella quedamente.
Las calles angostas y las sendas retorcidas del Barrio Viejo estaban pobladas de niebla,
pero eso no disuadía a las multitudes de duendes, fantasmas, brujas y monstruos surtidos
que habían ido al distrito a celebrar Halloween.
Virginia salió del pequeño restaurante familiar con Sam a su lado poco después de las
diez. Podía sentir los pulsos vagabundos de psicoenergía que se filtraban de las ruinas.
Parecían más fuertes de lo usual esa noche. Tal vez era cierto que Dead City estuviese
más viva en Halloween que en otras oportunidades. Percibió constantes escalofríos
pequeños a través de sus parasentidos. Algunos simplemente cosquilleaban; algunos eran
más perturbadores. Pero no podía estar segura de que todos ellos se debiesen a la energía
ambiental Harmonic. Sabía que algunas de las ondas eran atribuibles a Sam, que parecía
despreocupadamente inconsciente del nuevo nivel de conciencia que pulsaba entre
ellos.
Cuando él había sugerido cenar juntos más temprano, ella había estado segura de que
él quería hablar del futuro. Pero lo único que se había discutido sobre una botella de
vino y una comida pausada de ravioles de queso y buen pan, había sido su caso.
No quería oír otra palabra acerca de ese caso. Estaba sinceramente harta de discutir ese
caso.
Sam hizo una pausa en las escaleras del restaurante y atisbó la marea de celebrantes
disfrazados que inundaban la calle.
-No sé tú, pero he tenido suficiente de fantasmas y duendes por un tiempo- dijo-.
¿Qué dices de dar un atajo a casa y hacer un brindis privado por el final exitoso del
primer caso de Gage & Burch?
Casa. Para hablar más acerca de su estúpido caso. Virginia se endureció.
-Sam, necesitamos hablar de nosotros.
-Lo sé- dijo él.
Ella estaba tan asombrada por su acuerdo que se quedó momentáneamente sin habla.
La boca de él se encorvó ligeramente mientras la tomaba del brazo y la guiaba a lo largo
de una calle lateral, lejos de las masas de jaraneros.
Ella metió de un empujón sus manos enguantadas en los bolsillos de su abrigo y le
dirigió una mirada de reojo. La expresión de Sam era tan enigmática como siempre, pero
ella sentía algo bullendo bajo la superficie.
Había llegado a conocerlo mejor de lo que había pensado durante las pasadas pocas
semanas. Y mucho de lo que ahora sabía, por cierto, verificaba su impresión inicial. Sus
instintos habían sido correctos ese primer día. El barniz frío y autosuficiente era una
capa para las pasiones profundas, la determinación inquebrantable y la fuerza sólida
como una roca que había en el corazón de ese hombre. Si Sam Gage daba su palabra de
honor, se podía confiar con absoluta seguridad.
Si Sam Gage alguna vez decía que te amaba, entonces podías depender de ese amor
para siempre.
Los compromisos como ese eran cosas peligrosas. Sam probablemente lo sabía mejor
que nadie, pensó ella. Tal vez era por eso por lo que era tan cuidadoso acerca de hacerlos
en primer lugar.
Ella se decidió a echarse al agua.
-Sam, acerca de nuestro matrimonio...
-No quiero a un MC- él dijo a secas.
Eso la hizo detenerse abruptamente en mitad de la acera. Ella se detuvo y dio media
vuelta para confrontarlo.
-¿Has cambiado de idea?
-Sí-. Él la observó con ojos ilegibles-. No funcionará. No puedo manejarlo.
La desesperación avanzó ferozmente a través de ella.
-¿No lo puedes manejar? Pero fuiste quien lo sugirió en primer lugar.
-Fue un error. Creo que lo supe todo el tiempo, pero después de lo que sucedió en las
ruinas, estoy seguro de ello.
-Ya veo-. Ella no supo qué decir. Así no era como había anticipado que acabara la
conversación-. Pensé que después de lo que sucedió, podías sentir de modo diferente,
pero no me di cuenta...
-Un matrimonio de conveniencia me volverá loco- la interrumpió-. No quiero...
Él dejó de hablar repentinamente, mientras una figura disfrazada de duende en un
abrigo negro salía de las sombras. La luz brilló malvadamente en una pistola mag-rez.
-Diría truco o regalo- gruñó Leon Drummond detrás de la espantosa máscara-. Pero no
tienes elección. Vas a obtener el truco, lo quieras o no.
Virginia recobró el aliento. Drummond la ignoró. Ella podía ver el destello maligno de
sus ojos a través de los huecos en la máscara. Pero la atención del hombre estaba
enfocada en Sam.
-Estoy sorprendido de que estés todavía por aquí, Drummond- dijo Sam-. Los hombres
de Wyatt te están buscando.
-Tú, hijo de perra, tú echaste a perder todo- siseó Leon-. Habíamos casi acabado. Dos
días más y habríamos cerrado la operación sin ningún problema. El museo no habría
extrañado las piezas que tomamos hasta la siguiente auditoría completa. Pero Ewert
tuvo que hacerte venir, y arruinaste el condenado proyecto por completo.
-¿Qué puedo decir?- Sam sonrió fríamente-. Es mi trabajo.
-Bien, ha sido la última maldita cosa que harás-. Drummond levantó la pistola de mag-
rez-. Nadie se entromete con Leon Drummond y sale sin pagarlo. Especialmente ningún
detective privado de dos bits.
Leon se concentraba tan ferozmente que nunca advirtió siquiera la pelota de energía
verde que se formaba rápidamente detrás. Virginia quedó impresionada. No todos los
Cazadores podrían emplazar un fantasma fuera de Dead City, y mucho menos
controlarlo.
La energía fantasma dio una llamarada y pulsó, recogiendo fuerza mientras Leon
continuaba con su perorata acalorada.
-La gente de Wyatt vigila mi casa, gracias a ti. Incluso ni siquiera puedo llegar a mi
coche. Cubren el aeropuerto también. Tendré que usar los túneles para salir de Cadence.
-Riesgoso- dijo Sam, sonando suavemente interesado-. No muchas personas van lejos
en los túneles una vez que sobrepasan los sectores no mapeados. Una forma
desagradable de salir, a solas en un laberinto lleno de trampas y fantasmas y quién sabe
qué más. Dicen que aun cuando alguien sobrevive a la experiencia, no queda realmente
cuerdo luego.
-Lo haré-. La mano de Leon se cerró herméticamente en el mag-rez-. Pero primero me
aseguraré de hacerte pagar por lo que hiciste.
La pelota de fuego fantasma era muy grande ahora. El aura de energía pulsó hacia
afuera abruptamente, envolviendo a Leon Drummond. Él avanzó dando tumbos
salvajemente cuando los contornos del campo verde lo tocaron. Su pelo se erizó. Su boca
se abrió en un grito silencioso. El mag-rez cayó de su mano y traqueteó en el pavimento.
Unos pocos segundos más tarde, Drummond se derrumbaba, inconsciente, al lado de
su arma.
Virginia exhaló lentamente.
-Realmente eres bueno, socio.
Sam le dirigió a Drummond una mirada despectiva y se volvió hacia ella.
-¿Dónde nos quedamos?- preguntó.
Ella se tragó y logró despegar sus ojos de Drummond, quieto y silencioso.
-Yo, uh, creo que intercambiábamos opiniones sobre el hecho de que ya no quieres
casarte.
Él frunció el ceño.
-No dije eso. Dije que no quería un matrimonio de conveniencia.
-Oh-. El corazón de Virginia se sintió repentinamente ingrávido-. Dijiste que eras del
tipo literal en tus días buenos.
-Pensé que un MC te daría tiempo para acostumbrarte a la idea de un matrimonio
real- dijo él con un aire de determinación tenaz-. Pero no creo que pudiera hacerlo,
seguro de que simplemente intentabas averiguar si doy la talla.
-¿La talla? Pero no hay nada incorrecto con tu talla. Ya sé que eres el apropiado.
Perfectamente.
-Quiero un compromiso. Quiero niños. Quiero saber que estarás allí diez, veinte,
cuarenta años. No quiero jugar a las casitas contigo. Quiero un hogar.
-Oh, Sam, eso es lo que quiero yo también-. Ella se lanzó contra él tan salvajemente
que fue admirable que no se cayesen al suelo-. ¿Por qué no dijiste nada antes?
Él la atrapó, la acercó y envolvió sus brazos alrededor de ella.
-Tuve miedo de ahuyentarte- dijo en su pelo-. Se me ocurrió el trato por la venta de la
casa y el plan del MC como un camino que pudiera asegurarme el atarte a mí hasta que
pudiera convencerte de enamorarte de mí.
-Me enamoré de ti el día que alquilé la oficina y el apartamento.
-¿Por qué infiernos no lo dijiste entonces? Mira todo el tiempo que hemos
desaprovechado.
Ella levantó su cabeza y sonrió.
-¿Cómo iba a saber que te habías enamorado de mí? Nunca dijiste nada. Fuiste siempre
tan frío, tan controlado. Comenzaba a preguntarme si alguna vez te excitabas por algo.
Los ojos de Sam brillaron.
-¿Tú quieres excitación? Vamos a casa. Te garantizo que se me ocurrirá algo excitante.
Ella vaciló, señalando hacia Drummond.
-¿Qué hay acerca de él?
Sam gimió.
-Supongo que sería mejor asegurarnos de que Mercer Wyatt envíe a alguien a
arrestarlo. Si lo dejo aquí, corremos el riesgo de que despierte más tarde y dé la lata.
-Llama a Wyatt- sonrió Virginia, consciente del profundo florecimiento de felicidad
interior-. Puedo esperar.

Seis

La recepción siguiente al servicio de bodas de contrato formal fue dada en las oficinas
de abajo de Gage & Burch. El radiante padre de Virginia y sus hermanos brindaron por
la novia y el novio tan repetidas veces, que su madre tuvo que llamar un taxi para
llevarlos a casa. Adeline representó brillantemente su papel de dama de honor. Mercer
Wyatt creó un pequeño tumulto cuando apareció con un regalo para los recién casados...
un fino florero de calidad de museo Harmonic, que debía costar muchos miles de
dólares. Virginia hizo una nota mental de preguntar a Sam la naturaleza precisa de los
favores que él había hecho al Jefe del gremio.
Cuando la fiesta hubo terminado, Sam insistió en llevar en brazos a Virginia subiendo
las escaleras y atravesar el portal del dormitorio oscurecido. La largura de su falda blanca
de raso caía en cascada sobre su brazo. El velo era una nube de telarañas que se pegaba a
su manga.
Él la puso en la cama ancha, en un desorden de raso y seda, y fue al tocador. Ella se
reclinó cómodamente contra el respaldo de la cama y lo observó quitarse los gemelos. Él
se sacó su camisa blanca y luego quitó la botella de champaña del cubo para hielo que
estaba posado en un pedestal.
El corcho hizo un sonido apropiadamente alegre cuando salió de la botella. Sam
escanció dos vasos llenos de champaña burbujeante y los llevó de regreso a través del
cuarto hacia la cama. Le dio uno a Virginia.
-Por nosotros- él dijo suavemente.
-Por nosotros-. Ella sonrió.
No apartaron la mirada el uno del otro mientras bebían el brindis por su futuro.
Cuando Virginia había vaciado su vaso, Sam lo tomó y puso también el suyo en la mesa
de noche.
Ella vio la incandescencia estable del amor y la felicidad en sus ojos cuando él se
volvió hacia ella. Supo que él veía la misma expresión reflejada en su mirada.
Ella se deslizó fuera de la cama y se puso de pie. Él extendió la mano para descorrer el
velo de su pelo. Virginia le dio la espalda, él besó su nuca y empezó a trabajar en los
botones diminutos que aseguraban su traje.
Un escalofrío de placer la traspasó cuando el corpiño del vestido cayó hasta su cintura.
Sam puso sus brazos alrededor de ella desde atrás y ahuecó las manos en sus pechos. Sus
pulgares rasparon sus pezones. Él dobló su cabeza y besó el lado de su garganta.
-Te amo- dijo.
Ella se apoyó contra él, saboreando la percepción caliente y lisa de su pecho desnudo.
-Te amo.
Un momento más tarde, el espumoso de traje cayó en una piscina de seda a sus pies. Él
desabrochó su cinturón. Cuando ella se dio la vuelta, lo encontró listo para ella, su duro
cuerpo ferozmente excitado. Él la recogió en sus brazos otra vez y la reacomodó contra
las almohadas. Ella trató de alcanzarlo con una clase de hambre que nunca había
conocido.
Él la aplastó contra la cama suave, su boca caliente y profundamente sensual bailando
en su piel. Todos sus sentidos estaban abiertos a su contacto, tanto los paranormales
como los físicos. La efervescente e invisible psicoenergía zumbaba en el aire que los
rodeaba. Ella sabía que venía de los dos, atraída por su pasión y atizada por el placer.
Sam se tomó su tiempo para hacerle el amor, elaborando un baile lento y sensual. Ella
sintió su boca en sus pechos, sus dientes ligeros y tentadores en sus pezones tensos. A su
vez, lo besó en los hombros, usando sus dientes en formas que lo hicieron murmurar
amenazas roncas y eróticas.
Cuando, eventualmente, él se vengó, ella quiso gritar de deleite. Pero no produjo
ningún sonido porque él le había robado hasta la respiración.
Él separó sus piernas, se ubicó entre ellas, y pujó lenta, profundamente. Virginia
hundió sus uñas en los contornos duros de su espalda musculosa y se glorió en el calor
lleno y pesado de su erección.
Sam se impulsó fuera de su canal y luego presionó hacia adelante otra vez. La
sensación intensa de ser imposiblemente distendida fue casi demasiado. Se irguió contra
él, demandando silenciosamente que se moviera más rápidamente.
Pero él sólo rió suavemente en la oscuridad y murmuró cosas malvadas que
exacerbaron el tormento sensual.
Finalmente ella no pudo soportar más. Empujó el pecho de su esposo. Los ojos de Sam
brillaron mientras le permitía rodar sobre su espalda.
Ella se ubicó encima de él, calzándolo, besando su pecho y su garganta, montándolo
con un abandono salvaje que los llevó a ambos al corazón del puro éxtasis.
Mucho tiempo más tarde, Virginia despertó, consciente de que Sam no estaba
dormido. Se agitó y estiró y giró los dedos de los pies a lo largo de la pierna masculina.
-¿Algo mal?- preguntó.
-No-. El brazo de Sam se apretó alrededor de ella-. Estaba simplemente pensando
acerca de ese lugar donde nos escondimos mientras me recuperaba de la combustión.
-¿El zoológico?
-Mientras más pienso en eso, más creo que tal vez no fuera un zoológico.
Ella se encogió de hombros.
-Un complejo de apartamentos baratos o un hotel de mala muerte. Tal vez una prisión,
como sugeriste. Dudo que alguien alguna vez lo sepa con seguridad, aun cuando los
expertos lleguen al final desenredando todas las trampas.
-Cierto, pero hay una explicación para la cámara desde donde miramos. Se ajusta a
todo lo que experimentamos mientras estábamos en ella, y explica bastante.
Ella se sostuvo sobre un codo y lo miró.
-¿Cuál es?
-Tal vez con lo que tropezamos era un cementerio Harmonic.
Por un momento, ella no pudo creer que lo había oído correctamente. Y luego las
implicaciones la golpearon. Su boca se secó.
-¿Crees que era un cementerio?
-Eso explicaría sobre todo las cámaras pequeñas- dijo él seriamente.
-Tumbas y criptas-. Ella se estremeció-. Dios mío. Ahora que lo mencionas...
-También sería el motivo de los sentimientos extraños que tenías de las trampas que
guardaban los cubículos. Tal vez estaban puestas como advertencia contra perturbar a
los muertos.
-Pero ese cuarto de la fuente y la antecámara pequeña fuera de ella…- ella se
interrumpió rápidamente-. ¿Por qué no estaban entrampadas?
-Probablemente porque no era una tumba. Pudo haber sido una cámara de meditación
o un cuarto de mirador. O pudo haber sido el lugar donde los ataúdes estaban exhibidos
para la venta, por todo lo que sabemos.
-Aaargh-. Ella se derrumbó hacia atrás en la almohada-. ¿Crees que realmente pasamos
Halloween en un cementerio alienígena?
-Opino que hay una buena probabilidad de que lo hiciéramos, sí.
Ella clavó los ojos en el cielo raso.
-Esto me aturde-. Abruptamente, se incorporó en medio de las sábanas-. ¿Pero qué
hay de esa tormenta extraña de energía que Chaz detonó cuando desenredó una de las
trampas? Y esas cosas que vimos flotar después en la ventana. No crees que fueran...-.
Virginia se interrumpió, incapaz de expresar con palabras sus pensamientos.
Sam sonrió ligeramente.
-¿Fantasmas de verdad?
-No-. Ella agitó violentamente su cabeza-. Absolutamente me rehúso a creer en eso.
Los únicos fantasmas son las manifestaciones sensitivas de energía de disonancia. Los
UDEMs. Compuestos de psicoenergía ambiental. No existe nada de eso de fantasmas de
verdad.
-Lo que digas-. Él enhebró sus dedos a través del pelo de su esposa-. ¿Quién soy yo
para reñir con una experta como tú?
-Definitivamente no eran fantasmas de verdad- ella repitió enérgicamente. Luego
frunció el ceño-. Pero acerca de esa antecámara fuera del cuarto de la fuente…
-¿Qué hay acerca de ella?
-Si era un cuarto para funerales o alguna suerte de cámara de presentación, entonces
ese cofre grande donde nosotros... donde nosotros...
-¿Donde hicimos el amor por primera vez?
-Ha debido haber sido un...
Sam sonrió abiertamente.
-Sí, creo que podría haber sido un ataúd o un sarcófago.
Ella tragó.
-¿Hicimos el amor encima de un ataúd? ¿Nuestra primera vez juntos fue en una casa
mortuoria alienígena? ¿Encima de un ataúd?
-Estoy bastante seguro de que estaba vacío- dijo Sam-. No había trampa, ¿recuerdas?
-Ese no es el punto. ¿Qué se supone que diré a nuestros nietos cuando nos pregunten
acerca de nuestra primera cita romántica? ¿Que me llevaste a un cementerio alienígena
y me hiciste el amor salvaje y apasionadamente encima de un sarcófago?
Sam rugió de risa y la apoyó sobre la espalda. Se inclinó hasta que cubrió el cuerpo de
su mujer con el suyo. Luego sostuvo sus brazos a cada lado de su cabeza y la miró con
ojos que brillaban con diversión sensual.
-Tal vez deberíamos hacer nuestra propia tradición privada de Halloween- sugirió-.
Podríamos buscar un cementerio alienígena nuevo cada año.
-Ni siquiera pienses en ello.
Él sonrió lentamente.
-¿Entonces qué piensas acerca de ponernos a trabajar en crear algunos niños a fin de
que un día tengamos esos nietos que mencionaste un minuto atrás?
-A fin de cuentas, esa es una idea verdaderamente brillante-. Ella envolvió sus brazos
alrededor de su cuello y urgió su boca hasta que tocara la de ella.
Él la besó hasta que ella dejó de pensar en Halloween y cementerios y sarcófagos
alienígenas; hasta que ella no podía pensar en nada más excepto su amor y el futuro que
construirían juntos.

FIN

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