Armonia 01 - Temblores Nupciales
Armonia 01 - Temblores Nupciales
Armonia 01 - Temblores Nupciales
TEMBLORES NUPCIALES
Uno
Harmony, Cadence City, doscientos años después del cierre del Portal.
-Entonces, ¿es verdad lo que dicen acerca de los Cazafantasmas?-. Adeline Delmore se
inclinó más cerca y habló quedo mientras se servía otra galleta dulce con escarcha
anaranjada-. ¿Son realmente asombrosos en la cama después de que han acribillado a un
fantasma? He oído que el sexo es increíble inmediatamente después de una combustión.
La pregunta sorprendió a Virginia Burch precisamente mientras tomaba un sorbo del
ponche de vino espumoso. Tosió y casi escupió. El calor se derramó por sus mejillas.
Desafortunadamente, reflexionó sombría, el rosado brillante no era su mejor color,
especialmente en su cara. Echó un vistazo alrededor para asegurarse de que nadie más
había alcanzado a oír la escandalosa pregunta de Adeline.
Las oficinas de Gage & Burch estaban abarrotadas de amistades y colegas, algunos de
los cuales no podía reconocer porque, si bien estaba celebrándose su compromiso, la
mayoría traía puestos máscaras y disfraces. Era la semana de Halloween, después de
todo; por lo demás, se conocía en Cadence como fiesta de fin de semana. Se preguntó si
el hecho de que sus amistades hubieran escogido hacer una fiesta sorpresa de
compromiso con un tema de Halloween era un mal agüero. No era que necesitara
mucho para advertirle que su futuro matrimonio era probablemente un error enorme.
Afortunadamente, alguien había elevado el volumen de la música. El latido
golpeteante de una canción de rez-rock creaba una manta de franco ruido que silenciaba
eficazmente las conversaciones. Hasta donde podía decir, nadie había alcanzado a oír la
pregunta de Adeline acerca de los hábitos sexuales de los Cazafantasmas.
-Uh- dijo Virginia. Para darse un poco más de tiempo, buscó a tientas una servilleta
decorada con una caricatura de una mujer con un puntiagudo sombrero negro y una
capa, montando un palo de escoba-. Uh, pues bien...
-He oído las historias- continuó Adeline, con los ojos brillantes-. Y si recuerdas, por
entonces salía con ese cazador guapo, hace un tiempo. Ese con los ojos azules y el pelo
negro y rizado. No puedo recordar su nombre.
-Brett-. Era agotador mantenerse al día con la siempre cambiante lista de novios de
Adeline, pensó Virginia. Pero Brett había sido memorable, en su mayor parte porque
había sido un fanfarrón jactancioso. Por supuesto, un montón de Cazafantasmas eran
fanfarrones jactanciosos.
Pero no Sam. Cualquier cosa que pudiera llamárselo, no era un cazador típico.
Ella pasó la mirada a través del cuarto hasta donde su combinación de reciente
prometido y socio de negocios estaba parado hablando con uno de los invitados. Sam
Gage no tenía que hacer ninguna jactancia, pensó tristemente. Uno, simplemente
mirándolo, podía saber que podía cuidarse de cualquier fantasma que surgiera frente a
él.
Estaba completamente segura de que era tremendo en la cama también, pero
comenzaba a pensar que nunca podría averiguar la verdad por sí misma.
-Oh, cierto, es verdad- dijo Adeline-. Brett. Ese era su nombre. De todos modos, él
hizo algunas afirmaciones muy interesantes y prometedoras. Los Cazafantasmas no son
exactamente tímidos en lo que se refiere a contarte cosas sobre su pericia sexual. Pero
nuestra relación no duró lo bastante como para que yo hiciera algún experimento. De
todas maneras, siento curiosidad. Sé que no es nada de mi incumbencia...
-No, no lo es.
-Pero soy tu mejor amiga en el mundo entero- le recordó Adeline-. Si no puedes
decírmelo, ¿a quién podrías decírselo tú?
Virginia despejó su garganta y resolvió ser honesta.
-Lo siento, no estoy en posición de contestar a tu pregunta.
Adeline se quedó como si hubiera visto ella misma un fantasma.
-¿No lo estás? Pero vas a casarte con Sam Gage. Él es un Cazador. Ésta es tu fiesta de
compromiso.
-Por raro que parezca, para mí se ve más como una fiesta de Halloween.
-De acuerdo, de acuerdo, es porque decidimos darle un tema. Todas las mejores fiestas
tienen temas. Lo leí en la edición del mes pasado de Harmonic Home & Garden.
-No puedo creer que Harmonic Home & Garden dijera que Halloween es considerado
un tema apropiado para una fiesta de compromiso.
-Personalmente, pensé que era algo muy original-. Adeline miró a través del cuarto
abarrotado hasta donde Sam estaba de pie. Una luz especulativa brilló intensamente en
sus ojos engañosamente inocentes-. ¿Estás diciéndome que no lo han hecho aún? Qué
extraño.
-Adeline, ya te expliqué que Sam y yo tenemos la intención de solicitar una licencia
de matrimonio de conveniencia de dos años, no una licencia definitiva.
-¿Qué más da? Eso no significa que no vayan a dormir juntos, ¿verdad?- la interrumpió
Adeline abruptamente, con los ojos enormes-. ¿Verdad?
-Esto es negocio- tragó Virginia-. Te lo dije.
Adeline parecía escéptica.
-¿Negocios cien por ciento?
-Sí.
-¿De veras, absolutamente?
Virginia luchó por reprimir el pánico que la había estado carcomiendo en los pasados
días.
-Como dije, es un arreglo comercial.
Adeline gimió.
-No lo creo. Sam y tú hacen una pareja perfecta.
Virginia hizo una pausa, su taza plástica de ponche a medio camino hacia su boca.
-¿Qué te ha dado esa idea?
-¿Estás bromeando? Sam y tú están hechos el uno para el otro. Tienen tanto en común.
-¿Tanto?
Las cejas de Adeline se alzaron.
-Bien, para empezar, ambos son adictos al trabajo, reprimidos y obsesivos. Ninguno de
los parece saber cómo divertirse.
-Muchísimas gracias.
Adeline rió ahogadamente.
-Deberías haber visto la cara que pusieron cuando entraron a la oficina esta tarde.
-No esperábamos una fiesta, Adeline.
-Sí, lo sé-. Adeline sonrió con aire satisfecho-. Era una fiesta sorpresa. ¿Y funcionó?
Virginia pensó en la forma en que su estómago se había encogido cuando había abierto
la puerta más temprano y había sido saludada con chillidos de “¡Sorpresa!”.
-Funcionó- refunfuñó dentro de su ponche-. Estaba terminantemente sorprendida.
Adeline le dirigió un admonitorio ceño fruncido.
-Un gran número de personas dedicaron un montón de esfuerzo para lograr esto.
Hazme un favor: trata de parecer como si estuvieras pasando un buen rato, ¿de acuerdo?
Sam finge estupendamente.
Sam podía fingir estupendamente cualquier cosa, pensó Virginia de forma arisca, hasta
en una imprevista fiesta de compromiso. Lo vio momentáneamente a través del bosque
de globos negros y anaranjados que colgaban del cielo raso. Todavía hablaba con el
hombre de gafas que parecía muy entusiasmado.
Aun rodeado de balanceantes duendes de cartón, Jinetes Sin Cabeza de plástico y
varias yardas de papel crepé negro y anaranjado, él parecía, como lo hacía
invariablemente, completamente a gusto, completamente en control.
Él era un radar de energía -de energía paranormal, claro-... un Cazafantasmas... pero,
afortunadamente, no caía en la moda del pelo largo, supermacho, vestido de caqui y
cuero que prefería la mayoría de los Cazadores. Esa noche estaba vestido con unos
pantalones negros y camiseta negra, y una chaqueta color café claro que se ajustaba a sus
hombros anchos. Lucía un sencillo anillo de oro con un reluciente ámbar, en vez del set
de maciza hebilla de cinturón o un pendiente vistoso.
Había un aire relajado alrededor de él. La sutil languidez de un depredador natural a
gusto entre sus presas se desprendía de él en ondas psíquicas. Virginia podía sentir la
energía perturbadora a través del cuarto. Nadie más parecía ser particularmente
consciente de ese aura... al mismo tiempo peligrosa y profundamente sensual... que lo
envolvía, pero ponía de punta todos los cabellos diminutos de su nuca.
Otra punzada de pánico bombardeó a través de ella, desestabilizando al mismo tiempo
sus sentidos físicos y paranormales. El asalto combinado a su conciencia la hizo temblar.
Los ataques de ansiedad empeoraban, pensó. Cada vez que contemplaba el matrimonio
con Sam, sentía las pequeñas sacudidas del rez, elevando sus temblores.
¿Qué había hecho?
Había estado de acuerdo en casarse con Sam Gage; eso era lo que había hecho.
Concedido, era sólo un matrimonio de conveniencia por dos años. No obstante, iba a
estar legalmente atada a él por dos años completos.
¿Qué había hecho?
Se obligó a sí misma a hacer un par de respiraciones profundas. Cuando eso no
bloqueó la marea de desasosiego que estaba haciendo cosas extrañas en sus entrañas,
probó otro sorbo del ponche de vino.
Simplemente un matrimonio de conveniencia. Eran lo suficientemente comunes.
Acabaría en dos años a menos que Sam y ella eligieran renovarlo por otro período de dos
años. No habría razón para hacerlo, se aseguró a sí misma; no había ninguna excusa para
convertir ese MC (Matrimonio de Conveniencia) en un matrimonio más formal y
mucho más vinculante.
Adeline estaba en lo correcto; tenía que proyectar un poco más de entusiasmo, se dijo
Virginia. Había estado de acuerdo en el MC, después de todo. Era una magnífica
inversión comercial. Y ciertamente no podía culpar a sus amistades por dar una fiesta.
Tenían buenas intenciones. Y estaba genuinamente unida a la mayor parte de ellos.
Estaba rodeada de una representativa porción de prototipos profesionales y no tan
profesionales involucrados en muchos de los legítimos -y no tan legítimos- negocios que
habían nacido alrededor de la excavación de la legendaria Dead City de Cadence. Había
un buen número de académicos de la universidad que estaba en proceso de edificar
carreras distinguidas estudiando las ruinas extraterrestres. Estaban también varios
contratistas y paraarqueólogos freelance, como ella, y unos cuantos compañeros
Cazafantasmas de Sam, que proveían de seguridad a los equipos de excavación. Además,
había un surtido colorido de dueños de galerías, buscavidas, y ratas de las ruinas1 que
operaban alrededor del comercio de artefactos extraterrestres.
Eran un grupo heterogéneo, por no decir más, pero todos ellos estaban atados por su
interés mutuo en dedicar sus vidas a la exploración y excavación de las ruinas que
habían dejado los antiguos Harmonics extintos mucho tiempo atrás.
Debería haber sido una ocasión alegre, pero podía sentir el pánico mordiscando su
estómago.
-Lo siento, Adeline. Supongo que no estoy de humor para fiestas esta noche.
-Finge- dijo Adeline con una mirada adusta.
Virginia le dirigió una sonrisa renuente.
-Sí, señora.
-Así está mejor-. Adeline exploró su cara más estrechamente-. ¿Qué ocurre? Pensé que
estabas entusiasmada con este arreglo. ¿Por qué de pronto te acobardas?
-No estoy acobardada.
-Sí, lo estás. Ésta es tu vieja amiga, Adeline, ¿recuerdas? Te conozco mejor que
cualquier otra persona. Has estado poniéndote gradualmente irritable y muy nerviosa
durante las dos semanas pasadas.
Virginia la miró furiosamente y tomó el cucharón del ponche.
-He estado un poco ocupada últimamente, ¿de acuerdo? Precisamente terminé el
trabajo Henderson ayer, y Sam y yo firmamos el contrato con nuestro primer cliente
compartido esta mañana. Comenzamos a trabajar en el proyecto mañana mismo. Encima
de todo, mi familia me fastidia acerca de este MC, si bien les he explicado cien veces que
es simplemente un trato comercial.
-¿Tu familia continúa convencida de que Sam simplemente se está aprovechando de
ti?
-Esa es su posición oficial-. Virginia sirvió un cucharón más de ponche en su taza-.
Pero la verdad es que quieren que me una en un matrimonio convencional con Duncan.
Adeline se encogió de hombros.
-No los puedo culpar. Duncan es un maravilloso buen partido. Buena familia, buenas
conexiones. Una persona estupenda.
Ella dudaba. Él podía sentir sus escalofríos a través del cuarto. Cada vez que atrapaba
su mirada, ella desviaba la mirada o comenzaba una conversación ferviente con
quienquiera que acertara a estar cerca.
El último de los invitados finalmente se fue poco después de la medianoche. Sam cerró
la puerta detrás del último rezagado y vio a Virginia hundiéndose en la silla detrás de su
escritorio. Su futura esposa se veía aliviada y exhausta. También con cara de pocos
amigos. Pero por otra parte, últimamente, se la veía tensa e irritable con más frecuencia.
Los temblores nupciales. La cosa más extraña era que mientras más ansiosa ella parecía,
más calmado y más seguro se volvía él.
Virginia se reclinó en la silla y cerró sus ojos.
-Pensé que nunca se irían.
-Tenían buenas intenciones- dijo él.
-Lo sé-. Ella descansó su cabeza contra el respaldo de la silla-. Pero no entienden.
-Seguro que lo hacen. Nos casaremos. A las personas les gusta celebrar matrimonios.
Incluso los MC.
-No veo por qué.
-Porque hay una veta romántica enterrada dentro de la mayor parte de la gente-
explicó él pacientemente-. En lo más profundo, todo el mundo espera que los
matrimonios de conveniencia lleguen a convertirse en algo real.
-Esa es una esperanza muy poco realista. Estadísticamente hablando, la mayoría de los
MC acaban en la primera o la segunda fecha de renovación, a menos que alguien cometa
un error y quede embarazada-. Ella hizo una pausa significativa-. Y no hay
absolutamente ninguna excusa para ese tipo de error.
-Correcto. Ninguna excusa.
Se cometían pocos errores de ese tipo, porque la Primera Generación de Colonizadores
que se había establecido en Harmony había elaborado una legislación muy estricta para
proteger el matrimonio y la familia. Las políticas sociales más liberales de la Tierra
habían sido abandonadas cuando la Cortina de Energía que había servido como portal
entre mundos inesperadamente había sido cerrada, dejando desamparados a los Colonos.
Los fundadores, desesperados por proveer una estructura social que asegurara la
supervivencia de la colonia, habían optado por leyes severas. Pero en su sabiduría, los
proyectistas de la Primera Generación también habían comprendido que las duras reglas
que no tomaran las debilidades humanas en cuenta finalmente fallarían. El fracaso de la
estructura social del pequeñísimo grupo de colonos desesperados significaría una
catástrofe.
En un esfuerzo por ocuparse de las debilidades humanas básicas, los fundadores habían
previsto matrimonios social y legalmente sancionados: matrimonios de conveniencia,
para cobijar muchas de las más tradicionales y menos románticas razones que
impulsaban a la gente al matrimonio: la presión familiar, la profesión, o la pura y simple
pasión. Las parejas que elegían tener niños solicitaban un matrimonio más formal que el
de conveniencia.
El gangueo y gorjeo mudo de una guitarra de rez-rock sonó en la calle. Sam cruzó la
oficina hacia la ventana, hizo un espacio entre las persianas, y estudió la acera cubierta
de noche.
El Barrio Viejo rebosaba de parranderos esa noche. La espesa niebla fluvial que había
cubierto Cadence todas las noches durante los pasados días no había disuadido a nadie.
La gente vestida como brujas, duendes, y fantasmas... una especie de hadas, los no muy
reales vestigios de peligrosa energía alienígena conocida como manifestaciones
sensitivas de energía de disonancia o UDEM... iban a la deriva adentro y fuera de las
brumas. Las luces anaranjadas iban y venían misteriosamente en las sombras. Mientras
Sam observaba, una sonriente calabaza hueca apareció fuera de la penumbra. Alguien
gritó con susto fingido. La risa áspera hizo eco en la noche.
Esa era víspera de Halloween, y ya el nivel de ruido era alto. Mañana por la noche, la
noche de Halloween, sería un manicomio. La mitad de Cadence concurría al Barrio
Viejo para la fiesta. No había ninguna parte del pueblo con una atmósfera más digna de
Halloween que los distritos de mala fama aledaños a las paredes antiguas de Dead City.
En esa parte del pueblo, la psicoenergía ambiental se filtraba continuamente a través
de grietas diminutas, a menudo invisibles, en las piedras de color esmeralda. Fluía muy
gradualmente hacia arriba desde las millas interminables de túneles de cuarzo verde y
los corredores bajo el pavimento. Los remolinos y corrientes pequeñas de energía eran
parte del atractivo de los Barrios Viejos de todas las ciudades en Harmony que se habían
construido cerca de los terrenos de las ruinas antiguas. Los turistas y nativos por igual
adoraban las sensaciones espeluznantes, especialmente en esa época del año.
Tal vez había algo de cierto en la teoría de que los parpadeos psíquicos y de
paraenergía eran más fuertes en esa época del año, pensó Sam. Desde que era un niño
corriendo suelto en las calles, siempre le había parecido que era más consciente de los
vestigios de la antigua psicoenergía alienígena en Halloween. Esa noche no era la
excepción. Los trazos no completamente humanos de poder que se filtraban desde City
Dead se sentían muy fuertes. Susurraban a través de su mente, concientizándolo
profundamente del invisible mundo paranormal que revoloteaba justamente más allá del
rango de los sentidos físicos. La oleada de niveles de poder que detectaba probablemente
no eran más que el resultado de su hiperactiva imaginación, pensó. La misma
imaginación que había invocado la idea brillante de convencer a Virginia de consentir
en un matrimonio de conveniencia.
En retrospectiva, todo lo que podía decir era que había parecido una buena idea en ese
momento.
Detrás de él, Virginia bostezó.
-Mejor durmamos un poco. Mac Ewert nos esperará temprano mañana por la mañana.
Está ansioso por recobrar su sitio de excavación a fin de poder llevar su equipo de
regreso al trabajo. Hizo algo maravilloso al acordarse de mí cuando está perdiendo tanto
dinero con cada día de trabajo perdido.
-Estás en lo correcto. Necesitamos algo de sueño. No querrás quedarte dormida frente
al primer cliente de Gage & Burch-. Sam volvió la espalda a la ventana-. Te acompañaré
hasta tu puerta.
Por breves segundos, la tensión en los ojos de la joven amainó. Ella le dirigió una
sonrisa familiar, risueña, el tipo de sonrisa que le había destinado frecuentemente hasta
que le había pedido que anexara su negocio al de él y solicitaran un MC. Ante la visión
de esa mirada encendida, Sam sintió su cuerpo tensarse por completo. El deseo que
había sido tan duro de ocultar en los pasados dos meses calentó su sangre. Con cada hora
que pasaba, se hacía más difícil sofocar la ráfaga de anticipación sexual que lo enardecía
cada vez que estaba junto a Virginia.
Cuando su noche de bodas llegara, sería un manojo de nervios.
¿Qué diablos había estado pensando? Un matrimonio de conveniencia en el cual él
dormía en el tercer piso mientras Virginia dormía en el segundo lo volvería ciertamente
loco.
Ella se levantó de la silla y se desperezó.
-Pensé que era mi turno de acompañarte hasta tu puerta.
-¿Quieres lanzar una moneda al aire?
-De acuerdo, pero esta vez déjame intentarlo con una de las mías. No confío en esa
que a ti te gusta usar. Siempre sale cara-. Ella extrajo un cuarto de dólar de su bolsillo-.
Pide.
-Cara-. Él se movió hacia ella.
Ella lanzó la moneda en el aire. Él la atrapó antes de que golpease la superficie pulida
de su escritorio.
-Cara- dijo él sin molestarse en mirarla.
Ella arrugó su nariz.
-Estás de suerte. Estoy demasiado cansada para discutir.
En la puerta de la oficina, ella hizo una pausa para apagar las luces. Él la siguió afuera
hasta el pasillo delantero y echó llave. Juntos, subieron por la escalera central
elaboradamente esculpida hacia el segundo piso y fueron por el corredor hacia la suite
pequeña que ella usaba como apartamento.
Virginia abrió su puerta, entró, y dio media vuelta para enfrentarlo a través de la
abertura estrecha. Sus ojos, verde oro, eran grandes y profundos en las sombras. Él podía
sentir el zumbido de conciencia en sus sentidos paranormales y podía saber que
respondía a ella en el plano psíquico tanto como en el nivel físico. La psicoenergía
sensual brillaba tenue y perturbadoramente en el estrecho espacio que los separaba. ¿No
la podía sentir ella?, se preguntó. ¿Era realmente inconsciente de la atracción entre
ellos?
El recelo en sus ojos lo intranquilizó. Conforme pasaban los días, ella parecía cultivar
más inquietudes. Sus temores de volverse loco por la frustración sexual estaban
sumergidos bajo una inquietud nueva: ¿qué ocurriría si ella cambiaba de idea? ¿Qué
ocurriría si ella cancelaba el MC?
Permanece sereno, se dijo a sí mismo. Esto funcionará. Tenía que funcionar.
-Buenas noches- dijo tan casualmente como pudo. Se obligó a sí mismo a retroceder
un paso. Lo que realmente quería hacer era levantarla en sus brazos y cargarla a través
de la pequeña sala de estar, directamente a su dormitorio-. Te veré en la mañana.
Ella vaciló.
-¿Sam?
-¿Sí?-. Él se dio cuenta de que había dejado de respirar.
Ella suspiró.
-No importa. No era importante. Buenas noches.
Muy amablemente, ella cerró la puerta en su cara.
Él se recordó a sí mismo respirar.
Dos
Tres
Él se estaba volviendo loco. Lo sabía, pero no había mucho que pudiera hacer al
respecto. Mantenerse firme en su autocontrol requería cada jirón de la poca fuerza de
voluntad que podía reunir. Cruzarlos a ambos con seguridad a través de la cascada había
precisado más poder de lo que alguna vez había usado en su vida; más de lo que había
sabido que poseía. No tenía la intención de decirle la verdad a Virginia: que habían
estado condenadamente cerca.
Lo habían hecho, pero durante el proceso, había derramado tanto vataje psíquico a
través de su ámbar, que había destruido las propiedades resonantes de la piedra afinada.
El ámbar fundido significaba que se había excedido de sus límites usuales. Siempre había
un precio que pagar.
Había experimentado antes el zumbido sexual que a menudo ocurría después de una
combustión importante. En el pasado, siempre se había sentido completamente en
control de la previsible excitación. Pero esta vez las cosas eran diferentes. No era
precisamente porque la combustión hubiera sido mayor; el problema real era que esa
vez estaba solo con Virginia, la mujer que había estado deseando por casi dos meses.
Estaba en las garras de un deseo febril que era el peor de todos, porque había trabajado
muy duro para suprimirlo y esconderlo.
Bien, entonces tenía una tarea difícil. Simplemente unas cuantas hormonas furiosas.
¿Qué más daba? No era un niño. Podía controlarse. Tenía que controlarse. Si flaqueara
ahora, probablemente la aterrorizaría y la pondría en su contra para siempre. Cualquier
oportunidad que tuviera con ella se convertiría en humo.
Trató de concentrarse en moverse hacia delante por el corredor, registrando las
paredes en busca del indicio más escaso de energía de ilusión que indicara una cámara
escondida que pudieran usar. Todos los cuartos que habían sido hallados en los
corredores habían sido sellados con trampas de ilusión. Si pudieran encontrar un cuarto
sellado que se viera como si nadie más hubiera desrezzado la trampa que lo custodiaba,
Virginia la podría abrir, y podrían esconderse adentro durante unas pocas horas.
Simple. Todo lo que tenía que hacer era concentrarse y no pensar en el hecho de que
ella estaba sólo a unas pocas pulgadas de él.
-Sam, estás temblando-. Virginia tocó su frente con dedos suaves, averiguadores-.
Benditos Cielos, estás ardiendo. Debes tener fiebre. ¿Es esto normal?
-Con mil diablos, no me toques-. Él cerró sus ojos e inspiró profundamente. Genial.
Ahora le estaba gritando-. Ambos podríamos arrepentirnos si lo haces.
Ella frunció el ceño; no con miedo o conmoción, sino con una preocupación que lo
aterró. Si empezaba a comportarse de manera dulce y maternal, estaría perdido.
-Esto no puede ser normal- insistió ella-. Creo que la combustión ha debido haberte
enfermado.
-Confía en mí, es normal- dijo él a través de los dientes apretados-. Un poco intenso,
pero normal.
No podía echarlo a perder y perder el control. No ahora. Era crucial que no la asustara.
Porque tal vez, simplemente tal vez, realmente la había oído decir "te amo" en esos
pocos segundos antes de que la llevase a través de la cascada.
-Baja la velocidad, Sam, no puedo mantener el mismo paso que tú.
Se dio cuenta de que andaba a paso sostenido por el corredor mientras rastreaba las
paredes en busca de signos reveladores de ilusión oscura.
-Lo siento-. Se obligó a sí mismo a reducir la velocidad un poco.
-Está bien. Deja que sea yo quien se preocupe por encontrar una cámara entrampada.
Estamos de regreso a mi campo ahora-. Ella se movió delante de él-. Creo que veo algo
por el camino, allí adelante. Sí, lo puedo sentir.
Él hizo un intento, pero no sintió el fuerte sabor psíquico de la ilusión oscura.
-No siento una maldita cosa.
-Probablemente porque tus parasentidos están por ahora bajos de rez. Pero estoy
segura de que hay algo allí-. Ella estalló en un trote rápido-. Positivo. Y es grande. Una
trampa grande usualmente indica una cámara grande. Tal vez tengamos suerte y
encontremos un palacio. Siempre tienen montones de antecámaras pequeñas alrededor
de ellos. Bastantes lugares donde esconderse.
Él esperaba que ella estuviera en lo correcto. Debajo de la oleada de necesidad sexual y
las ráfagas de zumbido de la combustión, pensó que podía detectar las primeras
advertencias del colapso que pronto seguiría. No podía permitirse sufrir un colapso en el
corredor abierto. No cuando había una posibilidad de que la cohorte de Leon
Drummond pudiera estar por los alrededores. Tenía que permanecer sobre sus pies el
tiempo suficiente para asegurarse de que Virginia estuviera a salvo.
La siguió a la vuelta de una curva y vio que ella se había parado delante de lo que, a
primera vista, daba la apariencia de ser una sección de la verde pared de cuarzo.
Pero había algo no completamente bien en la parte central. Él miró con atención más
estrechamente, parpadeando para despejar su visión borrosa. La pared fluctuaba
ligeramente antes de volver a enfocarse. Ilusión oscura.
-Grande- masculló él.
-Sí. Muy inusual. También muy, muy viejo.
El tono pensativo, decididamente académico de su voz lo preocupó. Lo último que
podían permitirse hacer era perder el tiempo mientras ella analizaba la trampa desde un
punto de vista profesional.
-Puedes redactar esto para un artículo en el Journal de ParaArqueología cuando
terminemos- dijo él con impaciencia-. Ahora mismo, necesitamos meternos en el
espacio detrás de él.
Ella le dirigió una mirada malhumorada.
-Lo sé. Dame un minuto, de todas maneras. Hay algo diferente acerca de esta trampa.
Una ola nueva de interés se derramó sobre él, llenando de más rez los efectos ya
efervescentes de la combustión.
-¿Puedes manejarlo? Porque en caso de que no, tenemos que encontrar otro...
-Puedo manejarlo- le aseguró ella-. Es simplemente... diferente, eso es todo. No puedo
explicar...- calló súbitamente-. No importa.
Empezó a trabajar desenredando la trampa que obstruía la puerta. Con impaciencia, él
observó el corredor en ambas direcciones mientras ella desrezzaba la entrada.
-Lo tengo- murmuró Virginia suavemente.
Había una nota perturbadora en su voz, pero él no tenía tiempo para cuestionarse
acerca de ella. Dio media vuelta y vio que había ahora una abertura en la pared verde.
Virginia ya había pasado a través de ella.
Él la siguió rápidamente, asombrado de que tuviese que cerrar sus ojos un momento
para ajustarse al interior oscuro de la cámara. Su primera impresión fue de un espacio
vasto lleno de sombras de pociones verdes. Su derredor resplandecía, tal como el túnel
lo hacía, pero la luz emitida por el cuarzo era mucho más débil y mucho más opaca allí
dentro. El efecto era de un crepúsculo esmeralda.
Lo único que podía decir con certeza era que esa cámara era grande, mucho más
grande que cualquiera de las que alguna vez hubiera visto. En la penumbra, no podía
divisar las paredes lejanas o el cielo raso. El espacio estaba lleno de un sinnúmero de
estructuras de tamaños diversos, todas modeladas del familiar cuarzo verde. Estaban
apiñados estrechamente juntas, y amontonadas encima unas de otras, formando lo que
parecían los bloques de una ciudad en miniatura abarrotada de apartamentos pequeños.
Los bloques estaban separados por sendas estrechas y serpenteantes.
Él echó a andar hacia el más cercano de los apartamentos, evaluándolo como escondite
potencial. Vio una abertura estrecha. Parecía lo bastante grande para proporcionar
acceso al interior del edificio, pero lo suficientemente pequeño para ser protegido por
un solo hombre armado con una pistola mag-rez.
Perfecto.
-Espera mientras restauro la trampa- dijo Virginia detrás de él.
Él caminó de arriba abajo impacientemente mientras ella trabajaba. En cuestión de
segundos, la sombra de ilusión otra vez oscureció la entrada de la cámara.
-No engañará a un entrampador experto- dijo mientras se volvía para confrontarlo-,
pero podría pasar desapercibido para un Cazador o un trabajador del equipo de
excavación, especialmente si él o ella tiene prisa.
-Con suerte, no hay nadie allí afuera buscándonos.
-Pero tú no quieres depender de suerte, ¿verdad?
-No-. Él escudriñó la cámara oscura-. ¿Qué diablos es este lugar?
-¿Quién sabe?-. Ella caminó lentamente hacia él, explorando los cañones estrechos
entre las estructuras como de apartamentos-. Nunca he visto algo como esto. Tal vez era
un zoológico. Todos esos cubículos pequeños y esos cuartos podrían haber sido jaulas
para animales.
-Tal vez. Tan fácilmente como podrían haber sido unos casilleros de almacenamiento,
o un parque de oficinas, o una prisión.
-Probablemente nunca lo sabremos.
Él se detuvo delante de la estructura de apartamentos más cercana. Parecía tener una
altura de varios pisos. Podía ver muchas filas de aberturas pulcramente marcadas al lado.
-Deben haber cien cuartos pequeños allí dentro- dijo-. Podemos usar uno de ellos.
-¿Sam?- Virginia sonó inquieta otra vez-. ¿Estás pensando en esconderte dentro de ese
edificio en concreto?
-Ajá. ¿Está entrampado?
Ella se acercó más para examinar la entrada.
-Sí- dijo.
Él frunció el ceño.
-¿Bien? ¿Lo puedes desenredar?
-Sí- dijo otra vez muy uniformemente.
Él esperó unos pocos segundos, pero no sintió ninguna psicoenergía. Ella clavaba los
ojos en la entrada entrampada, pero no estaba trabajando.
-¿Qué infiernos está mal?- preguntó él-. No es como si tuviéramos todo el día.
Ella giró lentamente para encararlo. En el crepúsculo verde, sus ojos estaban más
oscurecidos que el interior del cubículo.
-No este- dijo-. Probemos otro.
Él comenzó a discutir y luego se recordó que cuando llegaban a las trampas, ella era la
profesional.
-Bien, escoge otro, pero apresúrate.
Ella ya se movía ya bajando la senda estrecha entre dos amenazadoras estructuras. Él
se paseó detrás, controlando su temperamento mientras ella dejaba pasar tres entradas
entrampadas más. Silenciosamente, deseó que Virginia hiciera su elección a fin de que
pudiera continuar la tarea de improvisar alguna suerte de defensa que la protegiera
mientras él dormía completamente después de la combustión.
Ella cambió de dirección en una intersección y bajó a otra senda. Justamente cuando él
estaba listo para asumir el cargo y hacer la elección por ella, la mujer se detuvo.
-Aquí- dijo. Sonaba aliviada-. Esta está bien. Podemos entrar.
-Era hora- gruñó él-. Haz lo que tengas que hacer.
Ella lo recorrió con la mirada.
-No hay problema. No hay trampa en esta entrada.
-Diablos-. Él echó una mirada más de cerca. El portal que ella había escogido parecía
más elaborado que los demás. Era más ancho, más labradamente esculpido. Era más alto,
también. Él negó con la cabeza. No sería tan fácil defenderlo. Se marchó dando media
vuelta, escudriñando las filas de aberturas misteriosamente encendidas en las paredes
verdes.
-No, este no está bien- dijo bruscamente-. Escoge uno con una trampa que puedas
reanudar después de que estemos dentro. Nos dará un nivel adicional de protección.
-Éste es el único que he visto que se siente bien.
Él la miró ceñudo.
-¿Qué diablos quieres decir con se siente bien?
-Justamente lo que dije. Este está bien-. Una obstinada determinación brilló en sus
ojos-. Ésta es mi área de habilidad, y te digo que éste será un lugar más seguro para
escondernos que cualquiera de las otras posibilidades que he visto hasta ahora.
-Pero no está entrampado.
-Hay algo mal acerca de esas trampas en las otras entradas- dijo ella-. Los podría
desenredar, pero no creo que debiera hacerlo.
-¿Que no crees que debieras hacerlo?-. Él quiso sacudirla. ¿No se percataba de que
trataba de protegerla?-. ¿Qué tipo de razón es esa? Si llegamos a ser arrinconados en esta
cámara por un par de cazadores tratando de proteger un sitio ilegal de excavación,
vamos a necesitar toda la ayuda que podamos conseguir. Quiero un portal que esté bien
entrampado.
Ella envolvió sus brazos alrededor de sí misma y lo miró con convicción
inconmovible.
-No podemos entrar en ninguno de esos otros cuartos. Confía en mí en esto, Sam. Ésta
es la única cámara que he visto que se siente segura.
Él vaciló.
-¿Estás segura?
-Sí-. Ella bajó los brazos y tocó su mejilla. Dejó caer su mano inmediatamente cuando
él se sobresaltó-. Sam, tenemos que meterte dentro. No estás bien. Me asustas.
-Simplemente no me toques- la advirtió-. No hasta que haya dormido.
-Es ridículo. ¿Cómo puede doler que te toque? Sam, no te conduces con naturalidad. Si
tienes una onza de sentido común, admitirás que no estás en condiciones de encargarte
de la empresa de Gage & Burch por el momento.
Ella estaba en lo correcto, pero él no quería admitirlo. Otra ola de escalofríos se
abalanzó sobre él.
-Encuentra un cuarto entrampado.
-No tenemos tiempo para tonterías. Tú necesitas dormir.
-Dentro de un rato. No aún.
-Oficialmente me declaro jefe de esta asociación, al menos por ahora. Y digo que tú
necesitas dormir. Ven conmigo.
Ella extendió la mano sin previo aviso. Su pequeña mano se cerró alrededor de su
brazo, enviando una marea de sensaciones ensordecedoras a través de sus sentidos. Esta
vez sabía que estaba perdido. El hambre rugiente bramó más allá de la última de sus
defensas. Un gran estremecimiento de necesidad lo demolió. Ya no poseía la voluntad
para resistir.
Cuando ella lo jaló amablemente hacia el portal, él se tambaleó una vez y luego
tropezó en pos de ella. En ese momento la habría seguido dondequiera que lo llevara;
directamente al infierno, si allí fuera donde ella deseara dirigirlo.
Ella parecía inconsciente de la tormenta que lo tenía en sus garras. Lo condujo a través
del portal no entrampado hacia un cuarto ancho, suavemente iluminado. Él se dio
vagamente cuenta de una alta escultura en medio del espacio. Ascendía hacia el cielo
raso, delicadamente esculpida en los familiares diseños aéreos y abstractos que los
Harmonics privilegiaban. Había una piscina poco honda bajo ella. Las corrientes
esmeraldas de energía brillante se vertían delicadamente desde lo alto del cuarzo
elaboradamente diseñado. Las ondas suaves rebotaban y chapoteaban en la piscina.
-Una fuente- Virginia contuvo el aliento con admiración-. Nunca he visto nada como
esto. Nunca inclusive he oído de nada como esto. Tal vez este lugar era alguna suerte de
parque, o tal vez era un huerto en alguna casa rica Harmonic. ¿Pero por qué entonces,
todos esos cuartos diminutos fuera?
-Tal vez el barrio se arruinó. Se convirtió en un tugurio-. Sam negó con la cabeza,
incapaz de concentrarse en la fuente o cualquiera de las otras preguntas ella había
hecho. Todos sus sentidos sobrerezzados estaban fascinados por ella.
-Por aquí- dijo Virginia.
Él no contestó. Sabía que estaba de tal manera absorto ahora, que si tratara de hablar,
nada coherente saldría de su garganta. Clavó la mirada anhelantemente detrás de su
cabeza mientras ella lo impulsaba a través de un portal interior. Tenía una cabeza
bellamente moldeada, estableció él. Y el color de su pelo, un cálido color moreno rojizo,
era perfecto. El deseo ardiente de arrastrarla hacia el piso duro de cuarzo y cubrir el
cuerpo femenino con el suyo fue casi abrumador. Rezó por derrumbarse en el sueño
profundo antes de que sucumbiese al torrente de deseo que pulsaba a través de él.
Dentro de la antecámara más pequeña, Virginia hizo una pausa.
-Esto servirá, creo. Puedes dormir aquí.
Él vio fugazmente algunos baúles grandes organizados alrededor del cuarto, una
escalera verde en la esquina, pero en todo lo que podía pensar era en Virginia. Cerró sus
ojos para dejar fuera la visión de ella. El intento para desterrar esa visión de sus sentidos
no funcionó. Su perfume lo golpeaba como un narcótico.
Derrúmbate, pensó. Simplemente derrúmbate, y eso será todo. Luego recordó algo
más; algo que tenía que hacer primero. Metió la mano en su bota y quitó la pistola
pequeña delgada de mag-rez. Se la tendió.
-Toma esto. Si alguien pasa a través de la puerta de esta cámara antes de que me
despierte, entonces úsalo.
Ella miró la pistola y luego levantó sus ojos alarmados hacia los de él.
-¿Desde cuándo empezaste a llevar un mag-rez?
-Desde que me topé con la primera rata de ruina en mi primer asignación consultiva-
él dijo bruscamente-. Casi terminé muerto. Después de eso, empecé a llevar a uno.
También llevo una linterna, si bien nadie cuenta alguna vez con encontrar un túnel
oscurecido, y además más ámbar afinado. Llámame supersticioso. ¿Sabes cómo usar esto?
-No, claro que no- dijo ella remilgadamente-. La instrucción en el uso de armas mag-
rez no está incluida en el plan de estudio del departamento de arqueología de la
universidad. Probablemente porque es ilegal llevar uno bajo tierra.
Él apretó sus dientes y señaló el arma.
-Ésta es la trabilla de seguridad. Desengánchala antes de usarla. Cuando quieras
disparar, simplemente apúntalo en dirección a ese portal y aprieta el gatillo. No te
preocupes por la puntería. Esta cosa atolondrará a un hombre a pesar de dónde le des.
Ella parecía dudosa.
-¿Piensas realmente que lo necesitaré?
-No puedo pensar claramente ahora mismo- dijo él rotundamente-. Simplemente
tómalo y prométeme que lo usarás si es necesario.
-De acuerdo-. Cautelosamente ella lo tomó de su mano.
Él miró alrededor en busca de un lugar donde echarse. Pero a pesar de todo, zumbaba
aún con el crepitante zumbido de la combustión, y la energía sexual continuaba
derramándose a través de él. Pasarían algunos minutos más antes de que pudiera
refugiarse en el sueño. Cerró los ojos, resistiendo la despiadada necesidad. Cuando
levantó sus pestañas, vio que Virginia lo observaba con intensa preocupación.
-¿Sam?
-Te deseo.
Ella parpadeó pero no se echó para atrás.
-Lo siento- masculló él. Se limpió la frente húmeda con el dorso de su manga-. No
puedo evitarlo.
-Lo sé-. No había miedo en sus ojos, pero había algo distinto; algo que podría haber
sido amarga resignación-. Está bien. Entiendo acerca de los efectos de la combustión.
-Al infierno con la combustión-. Incapaz de mantener sus manos fuera de ella más
tiempo, él agarró sus hombros-. Te he deseado desde el día que atravesaste mi puerta
principal.
Ella clavó los ojos en él con lo que sólo pudo haber sido asombro.
-¿De verdad?
Él gimió, la jaló duro contra su pecho, y colocó en ángulo su barbilla.
-Más de lo que alguna vez he deseado cualquier cosa o alguien más en mi vida.
Él la besó antes de que ella pudiera responder. Él tenía que besarla. Simplemente un
beso, se prometió a sí mismo. Un pequeño drenaje para la carga sexual. En el momento
en que terminara, seguramente el colapso lo habría alcanzado. Tenía que abatirse
pronto. En cualquier segundo a partir de entonces. Luego escaparía en la inconsciencia
compasiva de sueño antes de que hiciera cualquier otra cosa realmente estúpida.
Como plan, pareció simple y sincero. No obstante, podría estar alucinando ya, pensó.
Pero sin embargo, tan genial como el esquema parecía, tan pronto como tomó su boca,
algo horrendo, maravilloso, espantosamente malo sucedió. Virginia puso sus brazos
alrededor de su cuello y lo besó también.
-Oh, Sam.
-Oh, carajo.
Su respuesta fue la gota que hizo desbordar el vaso. Él acunó su cara en sus manos y
bebió ávidamente de sus labios como si pudiera consumir la esencia de su espíritu
vibrante. Ella gimió suavemente y tensó la sujeción en su cuello. Él podía sentir el
abultamiento de sus pechos bajo la sarga robusta de su camisa. El interior de su boca era
caliente y acogedor, tal como había imaginado.
Por primera vez, tuvo miedo de que el choque lo venciera antes de que pudiera
terminar lo que había comenzado. Un sentido enteramente nuevo de urgencia lo azotó.
No atreviéndose a levantar su boca de la de ella por miedo a que de alguna manera
pudiera perderla, comenzó a desnudarla. No era una tarea fácil. Sus manos se
estremecían tanto que apenas podría manejar los botones.
Él sintió los dedos de la mujer deslizarse bajo la pretina de sus pantalones,
deslizándose de arriba abajo sobre la bastilla de su camisa. Sus palmas se aplastaban
contra su pecho, y él pensó que traspasaría el techo. Se dio cuenta de que ella temblaba
también.
-Sam, ¿estás seguro de que no estás enfermo?
-Estoy bien-. Él luchó contra su camisa.
-Estaba tan asustada de que tú...
-No hay nada que temer-. Él logró arrancar su boca de la de ella el tiempo suficiente
como para besar su garganta-. Lo juro. No tienes que tenerme miedo. No te lastimaré.
Nunca te podría lastimar.
-Lo sé. Eso no era lo que quería decir.
Él terminó de abrir a tientas el último de los botones que cerraban su camisa.
Descascaró la prenda fuera de sus hombros y la arrojó a un lado. Luego se oyó a sí
mismo pronunciar un gemido grueso y ronco. Podía sentir sus pezones pequeños y
rígidos presionando contra la tela lisa y brillante de su sostén.
Ella estaba trabajando en su cinturón ahora. Esa dulce tortura estaba casi más allá de
su resistencia. Cada vez que sus dedos rozaban su piel, pensaba que explotaría.
Él jaló los tirantes de su sostén hacia abajo de sus brazos, liberando sus pechos. Apoyó
su frente ardiente contra la frente fresca de ella y miró las curvas tensas y puntiagudas.
-Eres tan bella- masculló, impresionado.
Ella le dirigió una sonrisa rociada con misterio infinito.
-No, pero tú me haces sentir bella.
Él carecía de la paciencia para discutir. Ella era hermosa; la mujer más bella, más
deseable que alguna vez había visto en su vida. Él sabía eso, aunque ella no lo hiciese.
La levantó en sus brazos, con la intención de bajarla al piso. Por el rabillo del ojo, vio
un cofre ancho esculpido en cuarzo. No era más suave que el piso, pero al menos se
parecía vagamente a una cama.
Llevó a Virginia hacia el diván duro y la bajó sobre él. Ella colocó la espalda sobre la
piedra esmeralda, su pelo derramándose alrededor de su cabeza, con ojos
resplandecientes de deseo, y lo observó con gran expectación mientras él desabrochaba
su cinturón.
Su expresión casi acabó con él.
Dio, impacientemente, un tirón a su ropa. El cóctel en su corriente sanguínea lo volvía
descoordinado y torpe. Pero cuando finalmente se inclinó sobre el cofre y atrajo a
Virginia a sus brazos, nunca se había sentido mejor en su vida.
Nada en toda su vida había sido así de bueno.
Deslizó una pierna entre las de ella y humedeció sus dedos en su calor líquido.
Ella se quedó sin aliento, tembló y cerró los ojos. Ella deslizó su palma por el pecho
viril, a través de su vientre, y más bajo. Sintió sus dedos cerrarse alrededor de él y pensó
que su corazón podía detenerse.
-Sam.
Otra ola de necesidad tronó a través de él.
-No, no me toques así. No seré capaz...
-Está bien.
-Deja de decir eso-. Él se apoyó sobre la parte superior de ella. Sus ojos de oro verde
estaban luminosos de deseo-. Virginia, ésta no es la forma en que quería hacer esto, pero
no puedo esperar. No esta vez.
-Está bien- dijo ella. Abrió sus piernas para él, levantó sus rodillas y envolvió sus
brazos alrededor de Sam-. De verdad.
-Sujétame-. Fue mitad súplica, mitad demanda-. Prométeme que no me dejarás ir.
-Nunca.
Él apretó sus ojos cerrados contra la corriente de necesidad que amenazaba a barrerle
hacia un mar oscuro. Ella cambió de posición bajo él, y el deslizamiento de su piel
sedosa contra él casi concluyó la cuestión directamente.
Él se zambulló profundo; hundiéndose alocada, gozosamente en el canal ajustado,
apretado de su cuerpo. Sintió la resistencia inicial y luego ella se cerró alrededor de él.
Ella gritó y se pegó a su cuerpo, agitándose en su abrazo.
Sam se meció violentamente contra ella, impulsándose hasta la empuñadura con cada
empuje, necesitando labrar un lazo que los uniera bastante después de ese encuentro.
El clímax lo golpeó. Simultáneamente, pensó que sentía a Virginia convulsionarse bajo
él, pero no pudo estar seguro. Apenas estaba a tiempo de registrar una sensación tan
intensa que verdaderamente no podría ser descrita como placer. Pero no era dolor,
tampoco. Alguna otra cosa, pensó vagamente, algo infinitamente más importante.
No hubo tiempo para analizar el sentimiento increíble. Apenas segundos después llegó
el colapso. Sólo podía maravillarse de que no lo hubiera golpeado antes.
Se derrumbó encima de ella, consciente de que la atrapaba contra el cofre de cuarzo
con su peso. Pero no había nada que pudiera hacer al respecto.
El sueño profundo, sin imágenes lo había alcanzado, pensó Virginia. Ella había querido
acariciarlo y tocarlo durante semanas, pero esa era la primer oportunidad que había
tenido para satisfacer su anhelo.
Examinó los planos feroces de su cara, saboreando el ángulo decidido de su mandíbula
y la forma agradable, masculina de sus orejas. Su pelo oscuro estaba tentadoramente
desgreñado donde ella había pasado sus dedos más temprano. Con los ojos cerrados, él
era todo bordes duros y hombre rudo y bruñido. Pero cuando sus ojos estaban abiertos,
se veía la inteligencia y el autocontrol que definía su naturaleza.
Cuando Sam amara, pensó, sus emociones serían tan estables y tan perdurables como
la incandescencia de cuarzo Harmonic.
Incapaz de resistirse a la tentación, ella extendió la mano muy cuidadosamente y
lentamente la cerró alrededor de la parte superior de su muslo musculoso. Era duro y
caliente bajo sus dedos. Ella deslizó su palma lentamente hasta su rodilla, saboreando el
tacto de él.
Sam se estremeció y masculló algo en su sueño. Sobresaltada, ella quitó de un tirón su
mano y se retiró. Pero cuando él no se despertó, Virginia extendió la mano otra vez.
Esta vez, ella trazó un camino hacia arriba sobre su pecho, rizando sus dedos en el pelo
crujiente allí. Él cambió de posición ligeramente, pero ella supo por la estabilidad de su
respiración que estaba todavía profundamente dormido. Una parte de él, sin embargo, se
excitaba, advirtió. Clavó los ojos en su pene, fascinada al ver que parecía hincharse en
longitud y anchura otra vez. Aparentemente, el sueño profundo de la combustión no
suspendía la operación de todos los sistemas.
Había probablemente una ley en contra de mirar de esa manera, pensó. Y si no la
había, debería haberla. Era, absolutamente, demasiado... divertido.
Por otra parte, ella iba a casarse con él pronto. Seguramente eso le daba algunos
derechos.
-Bastante de diversión voyeurística y juegos- masculló-. Se supone que debes hacer
guardia.
Recogió la ropa descartada de Sam y cubrió su torso con su camisa. Luego dobló sus
pantalones y los colocó pulcramente bajo su cabeza para servir de almohada. Ya
comenzaba a sentirse realmente como una mujer casada, pensó, divertida.
Con una última mirada, giró y caminó fuera, en el cuarto de la fuente. La energía
verde continuaba fluyendo y salpicando en la piscina pequeña. Eso, sin duda, era lo que
había estado haciendo por muchos miles de años.
Afirmó una mano en el borde grueso del portal y miró alrededor con interés
profesional. Ese cuarto tenía el mismo tacto taciturno, curiosamente reflejante de la
antecámara más pequeña en la cual Sam dormía. No podía explicar, aun para sí misma,
por qué esos espacios se sentían seguros mientras los cubículos incontables de afuera no
lo hacían.
Quitó su mano de la pared y se abrió paso a través del cuarto de la fuente hacia la
puerta exterior. Miró fijamente al pasillo estrecho que separaba ese bloque de celdas del
otro frente a ella y oyó intensamente, con sus sentidos físicos y paranormales.
Nada. Ninguna indicación de que la inusitada trampa que guardaba el portón principal
de ese extraño complejo hubiera sido vulnerada. Ni voces o ruido de pasos hacían eco en
los caminos que intersectaban las filas de edificios enlazados de los cubículos. No
detectó nada que indicara que alguien que pudiera estar buscándolos hubiera
descubierto la cámara del zoológico.
Ella esperó en silencio en el cuarto de la fuente un rato más con inquietud, consciente
del peso de la pistola de mag-rez en su cadera. Gradualmente, el aburrimiento se asentó
sobre ella. La curiosidad profesional empezó a carcomerla. Cualquier cosa que hubiera
sido ese lugar, constituía un descubrimiento espectacular. Tenía un grado en
paraarqueología, y se mantenía al día con las investigaciones sobre el tema. Estaba
realmente segura de que nada ni remotamente semejante a ese nido de cubículos
diminutos entrampados, habían sido escritos alguna vez en la literatura académica.
Ella dio un paso, cautelosamente, fuera en la senda oscura, con la visión de un artículo
en el Journal de ParaArqueología con su nombre como autora bailando en su cabeza. Ese
tipo de publicidad haría maravillas por la reputación de la nueva firma de Gage &
Burch.
Caminó lentamente a lo largo de la calle llena de penumbra e hizo una pausa delante
de las primeras pequeñas celdas que surcaban el pequeño callejón. Examinó la sombra
densa que destellaba precisamente al borde de su visión. El ojo humano podía detectar
que los Harmonics habían tejido sus peligrosas redes, pero no podían directamente
enfocar la atención en la psicoenergía casi invisible.
Se acuclilló, concentrándose con sus parasentidos y explorando el patrón. Conforme
había concluido más temprano, no había nada particularmente complicado acerca del
diseño. Lo podría deshacer con facilidad. Pero el profundo sentido de incorrección era
perturbador. Todo dentro de ella se resistía a la idea de desenredar la trampa.
Con una sacudida, le vino a la mente que quizá no fuese la trampa misma lo que
consistía en el peligro. Tal vez la amenaza auténtica existía... o una vez había existido...
dentro del cuarto. Quizá la trampa era simplemente una advertencia.
Tal vez ese lugar una vez había sido un hotel Harmonic y todas esas trampas pequeñas
no fueran nada más que ordinario signos de No Molestar colgados en los picaportes de
las puertas para disuadir a las criadas de entrar inesperadamente.
Contempló esa posibilidad por un momento y luego regresó a su teoría del zoológico.
Le agradaba mucho más. Las trampas podrían haber funcionado como cercas para
conservar a las criaturas peligrosas encerradas adentro o disuadir a las visitas curiosas de
acercarse demasiado a las bestias dentro de las jaulas.
Se enderezó y caminó unos pocos pies más para examinar algunas de las otras entradas
de ilusión oscura. Cada una de ellas emitía las mismas advertencias psíquicas cristalinas.
Al cabo de un rato, regresó al cuarto de la fuente. Una comprobación rápida de Sam
demostró que él estaba quieto, completamente fuera de acción por el momento.
Se sentó en un banco de cuarzo encendido mirando hacia el portal no entrampado y
sacó la pistola de mag-rez de su cinturón.
Se preguntó cuánto tiempo dormiría Sam.
Sam despertó con un sentido de urgencia, como si alguien acabara de gritar "¡fuego!".
Se incorporó rápidamente, los recuerdos regresando en una ráfaga caliente. Pero no
había nada que señalara que la situación se había alterado mientras había dormido los
peores efectos de la combustión. Si cualquiera de los compinches de Leon Drummond
había atravesado el portal, habría despertado con las manos y los pies atados, o se habría
despertado del todo.
El alivio barrió a través de él. Algo suave se deslizó de su pecho y cayó al piso. Miró
hacia abajo y vio su camisa. Virginia lo habría cubierto con ella después de que él se
hubiera dormido, lo cual había sido inmediatamente después de que la hubiera tomado
con toda la delicadeza de un gato fantasma en plena brama.
Virginia. Cerró sus ojos mientras las imágenes fluían a través de él, quemándolo más
intensamente que el fuego fantasma. Por breves segundos los saboreó. Luego la realidad
se impuso. Sabía que el recuerdo de su respuesta apasionada no podía ser nada más que
una ilusión urdida por sus sentidos inflamados; alguna suerte de racionalización extraña
parapsíquica para lo que le había hecho.
Pero todavía podría sentir la blandura de la piel del interior de sus muslos y el abrazo
húmedo, ardiente de su cuerpo. Simplemente recordarlo hizo que sus entrañas se
tensaran una vez más.
La había deseado más de lo que alguna vez hubiera pensado era posible desear a alguna
mujer. Pero no a causa del zumbido de la combustión. La verdad era que la había
deseado de la misma salvaje manera por semanas. La única diferencia era que hacía dos
horas, había perdido el control.
El destello de alivio que había experimentado después de despertar se evaporó. En su
lugar apareció un mar sin fondo de temor. Tenía que encarar la sombría verdad: después
de semanas de ser tan discreto, tan cuidadoso, existía una condenadamente buena
probabilidad de que hubiera destruido el luminoso futuro que había trabajado tan duro
para construir.
Y no tenía a nadie a quien culpar excepto a sí mismo.
Virginia había tenido un mal caso de temblores nupciales antes de que se embarcaran
en esa aventura. Después de lo que él le había hecho en ese cuarto, ella sin duda lo
aborrecía. Sería un milagro que no la hubiera aterrorizado. Probablemente ella estuviera
haciendo planes en ese mismo instante no sólo para cancelar su matrimonio, sino su
asociación de negocios también.
Él recogió su camisa y se puso de pie. La cólera se derramaba por su cuerpo. Estaba
furioso consigo mismo. La pérdida de control había sido inexcusable. Sólo podía rezar
porque no la hubiera lastimado.
¿Cuánto tiempo habría estado inconsciente? Echó una mirada a su reloj pulsera. Dos
horas. Lo suficiente como para restituir una parte pero no toda su psicoenergía agotada.
Necesitaba más sueño para funcionar en plena capacidad, pero podía ingeniárselas con la
que había recobrado durante la siesta.
Agarró sus pantalones y se los puso. Lo único que podía hacer para resarcir a Virginia
era regresarla con toda seguridad a la superficie.
Una sombra se movió en el portal que separaba la antecámara del cuarto de la fuente.
No una sombra de ilusión, pero bien podría haberlo sido, considerando la desesperación
de la situación en que se encontraba.
-Sam-. Virginia revoloteó ansiosamente en el portal-. Estás despierto. ¿Todo bien?
-Lo suficientemente bien-. Él se percató con una sacudida que no quería encontrar los
ojos de Virginia. No quería ver la acusación y la cautela que sabía encontraría allí-.
¿Nada nuevo allí afuera?
-Estamos todavía solos en este lugar. Comienzo a pensar que estaba en lo correcto
cuando sugerí que una vez esto podría haber sido un zoológico. Algo acerca de la
naturaleza de las trampas me hace pensar que estaban destinadas a mantener a las visitas
alejadas de lo que fuere que acostumbrara vivir en todas esas jaulas o cajas.
-Lo que fuera que una vez vivió en esas celdas, hace mucho tiempo que no está-. Él
trató de alcanzar sus botas. No recordaba habérselas sacado. Su mandíbula se apretó
más-. ¿Traes el mag-rez?
-Aquí mismo-. Ella dio unos pocos pasos dentro del cuarto para dársela-. Sam, ¿estás
realmente bien?
-No te preocupes, lograré sacarnos de aquí-. Él tomó la pistola pequeña y la empujó de
vuelta a su cinturón-. Hay probablemente otra salida por aquí en alguna parte, pero creo
que nuestra mejor opción es salir de la misma forma en que vinimos.
Ella se detuvo.
-¿De nuevo a través de la cascada?
-Sí. Es la última cosa que Drummond esperaría. Especialmente después de todo este
tiempo. A estas horas nos habrá reportado como oficialmente desaparecidos,
probablemente muertos por una explosión de energía de disonancia. Dudo que lo
encontremos pendiente al otro lado esperándonos. Pero por si acaso, tendré el mag-rez
en mi mano cuando pasamos a través de la cascada.
-Bien. Lo que sea que creas mejor. Eres el experto en la energía fantasma.
Él se echó una ojeada y se dio cuenta de que estaba vestido. No podía encontrar más
excusas para evitar sus ojos. Era tiempo de actuar como un hombre. Dio lentamente la
vuelta hasta confrontarla.
-Virginia...
-Sam...
Ambos dejaron de hablar, clavando los ojos en el otro. En la penumbra, era imposible
para él leer la expresión de sus ojos. Si tenía miedo, ella lo escondía bien, pensó.
Se preparó psicológicamente e hizo un intento otra vez.
-Siento lo que sucedió- dijo lisamente-. No sé qué más decir. Te podría prometer que
no ocurrirá de nuevo, pero no sé si puedo mantener esa promesa.
Ella no fingió entender mal.
-Ya veo.
Él inspiró profundamente.
-Me doy cuenta de que debes tener dudas acerca de nuestro arreglo comercial, así
como también de nuestro matrimonio. No te culpo. He estado pensando en eso también.
-¿Lo has hecho?
Él echó una mirada alrededor del cuarto tranquilo.
-Éste no es el momento o lugar para hablar de cómo vamos a terminar nuestros
futuros negocios.
-No, no lo es-. Hubo una nota perturbadora, desinflada en su voz.
-Sí, bien, dejemos esa conversación para más adelante-. Él echó a andar hacia la
puerta, consciente que aun en las profundidades del desastre, todavía estaba haciendo
un intento para comprarse a sí mismo algo más de tiempo. Las probabilidades iban
fuertemente en su contra para convencerla de llevar a cabo el matrimonio después de lo
que había sucedido, pero no podía rendirse sin una pelea.
Ella lo miró mientras la seguía.
-Sam, ¿lamentas realmente lo que sucedió?
-Caramba, sí, lo siento-. Él plantó una mano contra el portal verde de piedra y empezó
a enfrentarla-. Hacerte el amor era lo último que quería hacer.
Ella se rigidizó.
-Me doy cuenta de que estabas sobrerezzado por la combustión.
-Esa no es excusa.
-Simplemente dime una cosa. ¿Hubiera sido lo mismo cualquier cosa con faldas para ti
dos horas atrás?
Él miró ceñudamente los pantalones de Virginia.
-No traes puestas faldas-. Ella entrecerró sus ojos.
-Fue una figura retórica.
-Nunca uses figuras retóricas cuando hables con un cazador que está todavía
recuperándose de una combustión. Tendemos a ser literales, aun en nuestros días
buenos.
-Por el amor del Cielo, este no es momento para comentarios sarcásticos. Hablamos de
nuestro futuro.
-Creí que acabábamos de decidir hablar de eso más tarde-. Él quitó su mano de la
pared y salió abruptamente hacia el cuarto de la fuente.
-Maldita sea- gritó ella detrás de él- no te atrevas a dejarme con la palabra en la boca
cuando te hablo. Ven de regreso aquí, Sam Gage.
-¿Qué diablos quieres de mí?-. Él sintió su temperamento comenzar a arder-. Dije que
lo siento. Usualmente no me falla el control, ni aun después de una combustión. Pero las
cosas se salieron de control esta vez-. Ella, con un gesto de la mano, abarcó todo para
indicar el baúl de cuarzo en el cual habían hecho amor-. ¿No significó lo que sucedió
aquí dentro nada para ti?
-Por supuesto que sí. Quiero decir que eché a perder todo. Pero lo que está hecho está
hecho.
Ella levantó su barbilla, sus ojos brillando intensamente de cólera.
-¿Lo desharías si pudieras?
-¿No acabo precisamente de decir que yo...?- él dejó de hablar abruptamente. No había
caso en mentir. El daño estaba hecho. Volvió a apretar los dientes-. Desearía que
hubiera ocurrido en otras circunstancias. Desearía haber hecho las cosas diferentes.
Desearía no haberte dado un susto mortal.
-¿Pero no estás realmente, verdaderamente arrepentido de haber hecho el amor
conmigo?
Él vaciló.
-Bien...
-Simplemente dilo.
Él se sintió arrinconado. La desesperación, la cólera, y la frustración hirvieron juntas,
un potaje peligroso condimentado con emociones que sabía no manejaba
adecuadamente.
-¿Quieres la verdad? La verdad es la que te dije poco antes de que te lanzara encima de
ese cofre maldito de piedra. La verdad es que he estado queriendo hacer el amor contigo
desde el primer día que te vi.
Un silencio corto, intenso, cautivó la cámara.
Las cejas de Virginia se encresparon en un gesto ceñudo feroz.
-Bien. Porque así es como me he sentido desde el primer momento que te vi también.
Él sintió como si le hubiera caído un rayo. Por breves segundos, estuvo demasiado
atontado para hacer cualquier cosa más que mirarla fijamente.
-¿De verdad?
-Sí-. Ella lo miró furiosamente-. Pero parecías tan distante y frío. Tan serio.
Continuabas hablando sobre cuántos clientes nuevos atraeríamos al trabajar en equipo...
Seguiste sin parar sobre cuánto dinero haríamos ambos hace una vez que vendiéramos la
casa a los desarrolladores…
Él finalmente logró descongelarse. Dio un paso hacia ella.
-Nunca quise vender la casa en primer lugar. Se me ocurrió la idea porque pensé que
sería una buena forma de convencerte para aceptar un matrimonio de conveniencia.
Creí que si yo...- él se detuvo-. Caramba, no sé lo que pensaba.
Ella se aclaró la voz.
-Somos ambos adultos. Somos solteros. No hay ninguna razón por la que simplemente
no podamos admitir que nos sentimos atraídos. Los matrimonios de conveniencia están
diseñados justamente para este tipo de situación.
-Un convenio legal, socialmente aceptable, de dos años.
-Exactamente-. Ella se encogió de hombros-. Si es simplemente pasión, probablemente
se extinguirá sola en ese tiempo.
-Sí. Seguro-. Ni en un millón de años. ¿Cómo podría dejarla ir en dos años? Mejor no
aceptar en primer lugar, si sabía que eventualmente la perdería. Pero, ¿cómo podría no
tomar lo que ella ofrecía?
-Virginia...
-Eso es lo que querías, ¿verdad? Ese fue el trato. Un MC de dos años-. Ella sonrió
demasiado brillantemente-. Y estuve de acuerdo.
Estaba actuando de manera extraña, y lo hizo sentirse más inquieto que nunca. ¿Qué
diablos sucedía? Había obtenido exactamente lo que había deseado, lo que esperaba
cuando había inventado ese plan en primer lugar.
-¿Sabes?, estabas en lo correcto cuando dijiste que éste no era el momento ni el lugar
para discutir este tipo de cosas- dijo Virginia enérgicamente-. Mejor emprendamos la
marcha.
Él se movió hacia ella.
-¿Es sexo todo lo que deseas de esto?
-¿No es lo que quieres tú?
-El sexo es bueno. Genial-. La cólera pulsó en él-. Puedo ocuparme del sexo.
La cara de Virginia se tensó con renovada preocupación.
-¿Sabes?, realmente no te ves normal aún, Sam. Todavía podrías estar bajo los efectos
de la combustión. Tal vez, lo mejor es que duermas un poco más antes de que tratemos
de regresar hasta el final de esa cascada.
-Estás en lo correcto acerca de una cosa. No me siento realmente normal.
Los ojos de la muchacha se ampliaron a medida que él cerraba la distancia entre ellos.
-Ahora simplemente detente un maldito minuto- dijo Virginia-. Si piensas que vamos
a tener relaciones sexuales cada vez que afirmas estar bajo los efectos de la combustión,
puedes pensarlo otra vez. Admitiré que es interesante, pero...
Ella dejó de hablar abruptamente cuando él atrapó sus muñecas y la inmovilizó contra
la pared.
-Recién dijiste que estabas en este trato por el sexo- le recordó él.
-No tengo nada en contra del sexo-. Su voz era tensa de cólera-. Pero la próxima vez
que lo hagamos, quiero asegurarme de que es real. No simplemente el resultado de una
condenada sobrecarga por la combustión. ¿Me comprendes?
-No-. Él se acercó más-. Explícamelo en palabras cortas.
-Quiero estar segura de que soy yo a quien deseas. Quiero tener la seguridad de que no
sólo cualquier hembra desempeñaría el mismo papel para ti.
-Confía en mí, nadie más lo haría.
Hubo un silencio corto, tenso. Luego Virginia despejó su garganta y meneó sus dedos,
dentro de las manos de Sam que la asían.
-En ese caso, deja de actuar como un idiota cazador machista.
Él dejó las muñecas de la joven ancladas contra la pared.
-Pero soy un idiota cazador machista.
-No, no lo eres- masculló ella, de verdad malhumorada esta vez-. Deja de hablar así.
-Tenías razón al decir que me comporté como un idiota machista un par de horas atrás
cuando hice el amor contigo, poco antes de que me derrumbase. ¿Qué ocurriría la
próxima vez que nos enfrentáramos a este tipo de situación? ¿Voy a tener que escuchar
un montón de acusaciones acerca de que cualquier cosa en faldas me serviría? Cada vez
que suceda, ¿tendré que explicar que sabía que era contigo con quien hacía el amor?
-Simplemente porque deseaba estar segura de que supieras que era yo...
-Créeme. Sé que eras tú. Así como sé que eres tú ahora.
Él la besó, dura y deliberadamente, dejándola sentir la frustración y el genio que había
despertado en él, dejándola saber que esa vez, él sabía absolutamente que ella era la
mujer que había inmovilizado contra la brillante pared de cuarzo.
Ella se puso rígida de pronto. La desesperación lo acuchilló.
-Virginia-. Él soltó sus muñecas y atrapó la cabeza femenina entre sus manos-. Con
mil diablos, Virginia. Te deseo tanto.
Ella dio un grito amortiguado y estiró sus brazos alrededor del cuello de Sam,
besándolo febrilmente.
-No quise llamarte cazador estúpido, machista e idiota.
-No te preocupes por eso-. El alivio se desperezó dentro de él-. Algunas veces lo soy.
-No-. Ella enterró con fuerza los dedos en el pelo de Sam-. Nunca. Supe desde el
primer día que no eras un cazador machista.
-¿Sí?-. Él tomó su tierno lóbulo entre los dientes y mordisqueó ávidamente-. ¿Cuál fue
tu primera pista?
-Estabas leyendo el Journal de Para-Arqueología en lugar de la última edición de
Playmates Psíquicas Hambrientas de Sexo.
-Afortunadamente para mí, mi suscripción se había agotado tres meses atrás- él dijo
fervientemente contra su garganta-. Nunca tuve tiempo para renovarla.
Ella se rió suavemente. Su cabeza se inclinó hacia atrás contra el brazo masculino.
-Oh, Sam, ¿piensas realmente que esto funcionará?
-Lo haremos funcionar-. Dos años. Él tenía dos años completos para hacerlo funcionar.
Tocó con el borde de su lengua la piel suave bajo el cuello de la camisa de Virginia.
Ella se rigidizó.
-¿Sam?
-Está bien. Aun sin faldas, estoy fuera de toda duda que trato con la dama correcta.
-No, un momento-. Ella plantó sus palmas contra los hombros de él y lo apartó.
Él se calmó, consciente de que algo estaba mal.
-¿Qué es?
-Psicoenergía. La puedo sentir. Alguien trata de derribar la trampa grande en la
entrada a este zoológico.
-Los amigos de Drummond. Así que vinieron a buscarnos, después de todo-. La carga
de anticipación sexual que había arponeado a través de él instantáneamente se
transmutó en otro tipo de zumbido de alta frecuencia rez.
-Espera aquí-. Él giró y fue velozmente al cuarto de la fuente. Hizo alto en el portal
exterior y escuchó con intensidad. El sonido se transmitía mejor bajo tierra. Entonces,
percibió la psicoenergía.
Oyó voces reverberando a lo lejos. Venían de las afueras de la entrada a la enorme
cámara del zoológico.
-...pérdida de tiempo. No me interesa lo que diga Drummond. De ninguna forma el
tipo atravesó esa cascada con la chica entrampadora. Ningún Cazafantasmas de escasa
importancia podría ser tan bueno. Y aun si él lo fuera y lo hubiera atravesado con ella,
tendría un infernal efecto de combustión. Estará debilitado durante al menos otra hora o
dos.
-Estamos trabajando para Fairbanks, no para Drummond. Él dijo que no tomáramos
más riesgos, y es el que paga. Las órdenes fueron de comprobar cada posibilidad en este
condenado corredor, de modo que es lo que haremos. Ahora, cállate y desenreda esta
trampa.
-De acuerdo, de acuerdo. Dame un minuto. Es grande.
Sam dejó el portal y fue hacia donde Virginia estaba de pie esperando.
-Vamos-. Él la tomó del brazo.
-¿Dónde?
-Arriba-. Aferrándola, echó a andar hacia la escalera esmeralda-. Es más fácil cazar
cuando estás en lo alto.
-Lo que digas.
Ella lo siguió arriba de los peldaños estrechos y serpenteantes hacia el siguiente nivel.
Él la condujo hacia la entrada cubierta de penumbra, hasta otra cámara parecida a la que
había debajo. Un manantial de energía caía silenciosamente en medio. Varios cofres
más, elaboradamente esculpidos, estaban dispuestos de una manera mañosa alrededor
del cuarto.
Pero la cosa que lo interesó más fue la ventana estrecha. Él vaciló antes de cruzar el
umbral y dar un vistazo a Virginia.
-¿Entrampada?
Ella negó con la cabeza, frunciendo el ceño.
-No. Este cuarto está limpio. Tal vez esta fue la tienda de souvenirs del zoológico.
-O el cuarto de visitas de la prisión-. Él fue a la ventana, apoyó una mano en el marco
ancho, y miró hacia abajo, en la senda-. Esto funcionará. Si se molestan en buscar hasta
aquí, entonces tendré una visión clara.
-...Lo tengo. Estamos adentro.
-Carajo. ¿Qué diablos es este lugar? Mira todos esos cuartos pequeños. ¿Algún hotel
barato, no crees?
Virginia se movió con vacilación hacia el portal. Luego caminó lentamente por el
cuarto, cuidando de dejar una distancia respetuosa de la fuente de energía.
-No me gusta esto.
-No te preocupes. Tengo la corazonada de que una vez que echen una buena mirada a
todos estos cubículos pequeños y se percaten de cuánto tiempo les llevará buscar en este
lugar, encontrarán alguna otra cosa para hacer. Si llegan hasta aquí, podré manejarlo.
-Lo sé-. Ella plegó sus brazos muy apretadamente bajo sus pechos-. Sam, temo que el
entrampador probará desrezzar algunas de las trampas.
Él se hundió más profundo en la penumbra y observó la senda.
-¿Y?
-Te lo dije, creo que no deberían ser tocados. Si él empieza a birlar alguno de ellos
buscándonos...
Ella dejó de hablar.
Él la contempló.
-Estás verdaderamente preocupada acerca de la naturaleza de esas trampas de ilusión,
¿verdad?
-Sí-. Su boca se apretó-. Te lo dije, hay algo muy, muy extraño acerca de ellas. De una
u otra manera, a todos parecen deletrear No Molestar en colosales letras mayúsculas.
-Lo que fuere que no quisiera ser perturbado hace tiempo se ha ido, Virginia.
-Lo sé, pero simplemente... no se siente apropiado.
Él se encogió de hombros.
-Tal vez ese entrampador allá abajo llegará a la misma conclusión, y él y su amigo el
cazador nos dejarán en paz.
-...nos puede tomar más de un par de horas pasar a través de este cuarto lugar por
lugar. Debe haber centenares de cubículos aquí dentro. Y están todos entrampados, te
digo.
-Si llegaron hasta aquí, entonces ninguno de ellos estará de grandes condiciones. Gage
se habrá colapsado, y la entrampadora estará asustada por sus sensaciones. Apuesto que
habrán escogido uno de estos cuchitriles cerca de la entrada. Ponte a trabajar, hombre.
Prefiero encontrar al bastardo antes de que se recobre del choque. Será más fácil de
tratar de ese modo.
-Uh, Drake... no me gusta el aspecto general de estas trampas.
-No me importa cómo te parecen. Empieza a abrirlas.
-Hay algo realmente extraño...
-Cállate y ponte a trabajar, Chaz. A menos que tú seas el que se lo explique a
Fairbanks.
-Seguro. De acuerdo. Estoy trabajando en ello.
-Oh, diablos- murmuró Virginia-. Él va a hacerlo.
Sam apartó la vista de la senda el tiempo suficiente como para mirarla. La alarma
extrema en su voz lo preocupó. Estaba asustada, pensó. Genuina, completa,
profundamente asustada.
-¿Qué sucede contigo y esas trampas?- comenzó a preguntar.
-Sam-. Sus ojos se ampliaron en la alarma repentina-. Apártate. Ahora.
-No te preocupes, cariño, estoy vigilando...
-Él lo ha hecho. Ha destejido la primera trampa. Lo puedo sentir.
-Está bien...
-No, no está bien-. Ella voló hacia él a través del cuarto y agarró su brazo-. Apártate de
la ventana.
Automáticamente, él comenzó a resistirse al tirón de sus dedos. Pero la urgencia en
ella no iba a ser ignorada. Se recordó a sí mismo que las trampas caían en el área de
experiencia de Virginia. Eran socios. Tenía que respetar sus instintos.
Le permitió arrastrarlo fuera de la ventana. Ella lo jaló más profundo dentro del
cuarto.
-Agáchate- murmuró ella, arrastrándolo detrás de un baúl grande de cuarzo-. Apúrate.
Él se encorvó al lado de ella, la pistola de mag-rez en su mano.
-Espero que sepas qué diablos estás haciendo.
Antes de que ella pudiera responder, un chillido inhumano, mezcla de furia y
desesperación, rasgó la penumbra del zoológico alienígena. Hizo eco interminablemente
contra las paredes. Sam se congeló, su mano cerrándose herméticamente alrededor de la
pistola. A su lado, Virginia se estremeció.
-¿Qué en nombre de la Antigua Tierra?- murmuró Sam.
Un grito muy humano se levantó, un grito agudo, pleno de terror.
-Hay algo allí dentro.
Chaz, el entrampador, pensó Sam.
-...salgamos... aquí...
Otro grito alienígena se alzó, uniéndose al gemido in crescendo del primero. Y luego
nació un torrente de chillidos, alaridos, aullidos, y gritos atroces. Había una calidad
diabólicamente triste en esos sonidos antinaturales, como si todo lo que una vez había
habitado en esas celdas hubiera sido despertado de sus siglos de sueño profundo para
protestar por el disturbio. La cacofonía de gritos ajenos a ese mundo ahogó por completo
los gritos de Chaz y Drake.
El enorme cuarto del zoológico comenzó a ensombrecerse. La penumbra verde pareció
espesarse y ponerse más densa. Sam siguió la mirada de Virginia. Ambos se asomaron a
la ventana. Fue como investigar las profundidades de un mar extraterrestre.
-Queridos Cielos- dijo Virginia con asombro.
Él sabía lo que pasaba por su mente. No había nada que pudiera llamarse día y noche
en las ruinas. La incandescencia del cuarzo era siempre estable. Cierto, había habido más
sombras de lo usual en la cámara del zoológico, pero habían sido ligeras, y habían
permanecido en un nivel constante.
Hasta ahora.
Sólo la cámara en la cual se escondían permanecía luminosa. Dentados pedazos de
vidrio roto, de relámpago verde, brillaban intermitentemente fuera de la estrecha
abertura, desgarrando la oscuridad pesada que envolvía el zoológico. Los chillidos
extraterrestres se hicieron más y más fuertes.
Más relámpagos crepitaron. Mientras Sam observaba, un rayo de energía de matiz
ácido iluminó alguna cosa que flotaba en algún punto en el aire, fuera de la ventana.
Él vio momentáneamente un espectro verde como hecho de telarañas, en capas tan
delgadas y transparentes que se podía ver directamente a través de él. Mientras
observaba, otro espectro se unió al primero.
-UDEMs- murmuró Virginia-. Cuando Chaz desenredó la trampa, debió haber
perturbado algo.
-Cualquier cosa que sean, esos no son fantasmas de energía corriente-. Sam exploró
cautelosamente con su mente, tratando de tocar la huella reveladora de psicoenergía
emitida por las manifestaciones sensitivas normales de energía de disonancia. Lo que
recogió con sus parasentidos se sentía... malo. Cortó totalmente la sonda de inmediato.
No quería atraer la atención de los extraños espectros.
-Si no son UDEMs, ¿qué son?- preguntó ella muy suavemente.
-Son fantasmas de energía de algún tipo, pero como ninguno que alguna vez haya
tratado. Mira la forma en que se mueven.
-Como si...- Virginia vaciló-. Como si estuvieran dirigidos a alguna parte en concreto.
-Sí. Derecho hacia Chaz y Drake.
-Pero eso es imposible.
-Ajá.
Ella estaba en lo correcto, por supuesto. Los UDEMs no eran seres sensibles.
Ciertamente no eran los fantasmas de los que hacía mucho tiempo habían muerto,
aunque más de uno o dos buhoneros y estafadores habían tratado de convencer a los
ingenuos de eso durante años.
Técnicamente hablando, los UDEMs no eran nada más que pelotas de psicoenergía
residual sobrante de lo que fuere que una vez había impulsado la tecnología Harmonic.
La única razón por la que se llamaban “fantasmas” era porque tendían a flotar a través de
los corredores antiguos como fantasmas.
El relámpago verde serpenteó por la oscuridad brumosa fuera de la ventana. Más
fantasmas fueron a la deriva más allá de la abertura, fluyendo hacia la entrada de la
cámara del zoológico.
-Con mil diablos- dijo Sam-. ¿Qué diantres sucede allí afuera?
-No sé, pero te puedo decir que ésta es culpa de Chaz- dijo Virginia torvamente-. Él
los hizo estallar. Sabía que había algo extraño acerca de esas trampas.
Los gemidos horrendos parecían aumentar y decaer en la noche antinatural.
-Suena como una reunión de almas perdidas- murmuró Virginia-. Incluso ni siquiera
puedo oír a Chaz y Drake ahora. ¿Te preguntas qué les habrá ocurrido?
-Tal vez no queramos saberlo.
-Tal vez estés en lo cierto.
Virginia estaba acuclillada cerca, pero Sam advirtió que había tenido cuidado para no
estorbar la mano en que sostenía la pistola. No era como si el mag-rez fuera a ser
efectivo contra todo lo que estaba allí afuera, pensó. Si una de esas cosas cambiaba de
curso y flotaba a través de la ventana, su única esperanza sería su psicotalento.
Más relámpagos chispearon violentamente. Una y otra vez, despedazaron la noche.
Pero no había un acompañamiento de truenos, notó Sam. Por alguna razón, eso sólo
hacía que los destellos de energía parecieran aún más extravagantes.
-Es como cayera una tormenta allí afuera- masculló Virginia.
-Tal vez eso es exactamente lo que es- dijo Sam, pensando en ello-. Una tormenta de
energía provocada por el desenredamiento de la primera trampa.
-¿Pero para qué propósito?
-¿Quién sabe? Hablamos de los Harmonics. Nadie tiene una pista de por qué hicieron
cualquiera de las cosas que hicieron. Si el lugar era un zoológico o una prisión, como es
posible, sería normal que instalasen algunas medidas inusuales de seguridad. Tal vez
presenciamos algún tipo de sistema que tuviera la intención de acorralar a los fugitivos.
-Sam-. Virginia tocó su brazo, sus ojos fijos en la ventana-. Mira.
-Lo veo.
Uno de los espectros se había detenido delante de la abertura. Sam se dijo que era
simplemente un UDEM sin discernimiento, pero era demasiado fácil imaginarse que
miraba con atención en ese cuarto, como si detectase una presa.
Se preparó, no queriendo usar psicoenergía a menos que no hubiera alternativa,
porque no podía estar seguro de que su talento funcionara contra esas cosas.
El fantasma revoloteó. La porción más brillante de él era por lo menos de tres pies de
largo, pero su aura flameaba en una banda mucho más ancha de verde ácido.
Flotó a través de la ventana.
-Carajo.
A su lado, Virginia tomó una respiración profunda, pero no dijo nada.
Es tiempo de decidir, pensó Sam. Podría tratar de aguijonearlo hacia atrás fuera de la
ventana o podría intentar conectar con él. Optó por aguijonearlo.
Él envió un pulso de psicotalento, convocando suavemente energía del cuarzo de las
paredes, el techo y el piso. Una pelota pequeña de fuego verde encendido tomó forma en
el centro del cuarto. Él la propulsó amablemente hacia el intruso.
El UDEM extraño que había flotado a través de la ventana hizo una pausa, como si
estuviera confundido. Luego, para el enorme alivio de Sam, se alejó del fantasma más
pequeño.
Flotó en el aire hacia atrás, fuera de la ventana, y desapareció dentro de la estela de la
escuela de fantasmas vagando a través de las calles del zoológico.
Virginia exhaló en un suspiro largo y suave.
-Bien. Muy bien.
Él casi podía saborear su alivio. Por primera vez, se dio cuenta de que tenía la camisa
estaba pegada a la espalda.
-Que jamás se diga que no sé cómo hacer pasar a una dama un momento divertido en
Halloween.
-Un montón de Cazadores habrían tratado de bombardearlo hasta hacerlo añicos- dijo
ella muy seriamente-. Por alguna razón, creo que ese método no hubiese surtido efecto.
-No- dijo él-, no creo que lo hubiese hecho.
La tormenta crujió y resplandeció. Un desfile interminable de espectros y fantasmas
que sonaban desolados se movían rápidamente tras la ventana.
La tempestad pareció enfurecerse durante horas, pero cuando por fin comenzó a
menguar, Sam miró su reloj pulsera. Se sintió asombrado al ver que sólo habían pasado
veintitrés minutos.
-Creo que acaba- dijo Virginia.
Gradualmente, los gemidos perversos amainaron. Los relámpagos se hicieron pálidos,
luego cesaron por completo. Como si alguna mano invisible hubiera alcanzado un
interruptor, la familiar incandescencia verde fluyó poco a poco de regreso a la
atmósfera. La oscuridad extraña se retiró a las sombras combinadas de las cuales había
venido.
-Ha debido parecer una eternidad para Chaz y Drake- murmuró Virginia.
-Puede haber resultado ser justamente eso.
-¿Estás diciendo que no crees que hayan sobrevivido?
-No sé lo que pasó allí afuera, pero fuere que fuere, estaban desprotegidos-. Sam sonrió
ligeramente-. Gracias a ti, estábamos a salvo en este cuarto.
Él se puso cautelosamente de pie y fue a la ventana. Cuando miró hacia fuera, vio que
todo parecía igual a antes de que la tempestad hubiera sido disparada.
Virginia se puso de pie lentamente detrás del baúl.
-¿Ahora qué?
-Ahora saldremos de aquí antes de que alguien haga estallar otra tormenta-. Él se
movió velozmente hacia ella-. ¿Lista?
-Si me estás esperando, lo estoy.
Encontraron a Chaz y Drake descansando sobre el piso, cerca de la portilla principal del
zoológico. Era obvio que los dos hombres, desesperados, habían tratado de escapar a
través de ella, pero algo había provocado que la trampa de ilusión que había allí volviera
a activarse. La energía de la tormenta había descendido sobre ellos antes de que Chaz
pudiera destejer la trampa una segunda vez.
Virginia vaciló, y luego se agachó al lado de uno de los hombres y lo revisó en busca
del pulso. Miró hacia arriba con sorpresa.
-Está inconsciente, pero vivo.
-Lo mismo aquí-. Sam rebuscó entre los bolsillos del hombre vestido en cuero y caqui,
hasta que encontró una licencia gremial y un localizador cuadriculado energizado con
ámbar-. Esto es todo lo que necesitamos. El localizador muestra tres salidas en este
sector. No tendremos que regresar a través de la cascada, después de todo.
-¿Qué vas a hacer con licencia de ese hombre?
-Se lo daré a Mercer Wyatt. Él puede hacerse cargo a partir de allí-. Sam se puso de
pie-. Los policías gremiales sabrán qué hacer.
Virginia le dirigió una mirada extraña.
-¿Tú tienes… uh, amistad con la cabeza del Gremio de Cazadores?
-Dejémoslo simplemente en que Wyatt y yo nos conocemos. Él me adeuda un par de
favores-. Sam estudió la trampa de ilusión que protegía la salida-. Sigue adelante y
desrézzalo. Arrastraré a estos dos fuera de aquí. Los dejaremos en el corredor. Wyatt
puede enviar a uno de su personal a limpiar este desorden.
Cinco
Seis
La recepción siguiente al servicio de bodas de contrato formal fue dada en las oficinas
de abajo de Gage & Burch. El radiante padre de Virginia y sus hermanos brindaron por
la novia y el novio tan repetidas veces, que su madre tuvo que llamar un taxi para
llevarlos a casa. Adeline representó brillantemente su papel de dama de honor. Mercer
Wyatt creó un pequeño tumulto cuando apareció con un regalo para los recién casados...
un fino florero de calidad de museo Harmonic, que debía costar muchos miles de
dólares. Virginia hizo una nota mental de preguntar a Sam la naturaleza precisa de los
favores que él había hecho al Jefe del gremio.
Cuando la fiesta hubo terminado, Sam insistió en llevar en brazos a Virginia subiendo
las escaleras y atravesar el portal del dormitorio oscurecido. La largura de su falda blanca
de raso caía en cascada sobre su brazo. El velo era una nube de telarañas que se pegaba a
su manga.
Él la puso en la cama ancha, en un desorden de raso y seda, y fue al tocador. Ella se
reclinó cómodamente contra el respaldo de la cama y lo observó quitarse los gemelos. Él
se sacó su camisa blanca y luego quitó la botella de champaña del cubo para hielo que
estaba posado en un pedestal.
El corcho hizo un sonido apropiadamente alegre cuando salió de la botella. Sam
escanció dos vasos llenos de champaña burbujeante y los llevó de regreso a través del
cuarto hacia la cama. Le dio uno a Virginia.
-Por nosotros- él dijo suavemente.
-Por nosotros-. Ella sonrió.
No apartaron la mirada el uno del otro mientras bebían el brindis por su futuro.
Cuando Virginia había vaciado su vaso, Sam lo tomó y puso también el suyo en la mesa
de noche.
Ella vio la incandescencia estable del amor y la felicidad en sus ojos cuando él se
volvió hacia ella. Supo que él veía la misma expresión reflejada en su mirada.
Ella se deslizó fuera de la cama y se puso de pie. Él extendió la mano para descorrer el
velo de su pelo. Virginia le dio la espalda, él besó su nuca y empezó a trabajar en los
botones diminutos que aseguraban su traje.
Un escalofrío de placer la traspasó cuando el corpiño del vestido cayó hasta su cintura.
Sam puso sus brazos alrededor de ella desde atrás y ahuecó las manos en sus pechos. Sus
pulgares rasparon sus pezones. Él dobló su cabeza y besó el lado de su garganta.
-Te amo- dijo.
Ella se apoyó contra él, saboreando la percepción caliente y lisa de su pecho desnudo.
-Te amo.
Un momento más tarde, el espumoso de traje cayó en una piscina de seda a sus pies. Él
desabrochó su cinturón. Cuando ella se dio la vuelta, lo encontró listo para ella, su duro
cuerpo ferozmente excitado. Él la recogió en sus brazos otra vez y la reacomodó contra
las almohadas. Ella trató de alcanzarlo con una clase de hambre que nunca había
conocido.
Él la aplastó contra la cama suave, su boca caliente y profundamente sensual bailando
en su piel. Todos sus sentidos estaban abiertos a su contacto, tanto los paranormales
como los físicos. La efervescente e invisible psicoenergía zumbaba en el aire que los
rodeaba. Ella sabía que venía de los dos, atraída por su pasión y atizada por el placer.
Sam se tomó su tiempo para hacerle el amor, elaborando un baile lento y sensual. Ella
sintió su boca en sus pechos, sus dientes ligeros y tentadores en sus pezones tensos. A su
vez, lo besó en los hombros, usando sus dientes en formas que lo hicieron murmurar
amenazas roncas y eróticas.
Cuando, eventualmente, él se vengó, ella quiso gritar de deleite. Pero no produjo
ningún sonido porque él le había robado hasta la respiración.
Él separó sus piernas, se ubicó entre ellas, y pujó lenta, profundamente. Virginia
hundió sus uñas en los contornos duros de su espalda musculosa y se glorió en el calor
lleno y pesado de su erección.
Sam se impulsó fuera de su canal y luego presionó hacia adelante otra vez. La
sensación intensa de ser imposiblemente distendida fue casi demasiado. Se irguió contra
él, demandando silenciosamente que se moviera más rápidamente.
Pero él sólo rió suavemente en la oscuridad y murmuró cosas malvadas que
exacerbaron el tormento sensual.
Finalmente ella no pudo soportar más. Empujó el pecho de su esposo. Los ojos de Sam
brillaron mientras le permitía rodar sobre su espalda.
Ella se ubicó encima de él, calzándolo, besando su pecho y su garganta, montándolo
con un abandono salvaje que los llevó a ambos al corazón del puro éxtasis.
Mucho tiempo más tarde, Virginia despertó, consciente de que Sam no estaba
dormido. Se agitó y estiró y giró los dedos de los pies a lo largo de la pierna masculina.
-¿Algo mal?- preguntó.
-No-. El brazo de Sam se apretó alrededor de ella-. Estaba simplemente pensando
acerca de ese lugar donde nos escondimos mientras me recuperaba de la combustión.
-¿El zoológico?
-Mientras más pienso en eso, más creo que tal vez no fuera un zoológico.
Ella se encogió de hombros.
-Un complejo de apartamentos baratos o un hotel de mala muerte. Tal vez una prisión,
como sugeriste. Dudo que alguien alguna vez lo sepa con seguridad, aun cuando los
expertos lleguen al final desenredando todas las trampas.
-Cierto, pero hay una explicación para la cámara desde donde miramos. Se ajusta a
todo lo que experimentamos mientras estábamos en ella, y explica bastante.
Ella se sostuvo sobre un codo y lo miró.
-¿Cuál es?
-Tal vez con lo que tropezamos era un cementerio Harmonic.
Por un momento, ella no pudo creer que lo había oído correctamente. Y luego las
implicaciones la golpearon. Su boca se secó.
-¿Crees que era un cementerio?
-Eso explicaría sobre todo las cámaras pequeñas- dijo él seriamente.
-Tumbas y criptas-. Ella se estremeció-. Dios mío. Ahora que lo mencionas...
-También sería el motivo de los sentimientos extraños que tenías de las trampas que
guardaban los cubículos. Tal vez estaban puestas como advertencia contra perturbar a
los muertos.
-Pero ese cuarto de la fuente y la antecámara pequeña fuera de ella…- ella se
interrumpió rápidamente-. ¿Por qué no estaban entrampadas?
-Probablemente porque no era una tumba. Pudo haber sido una cámara de meditación
o un cuarto de mirador. O pudo haber sido el lugar donde los ataúdes estaban exhibidos
para la venta, por todo lo que sabemos.
-Aaargh-. Ella se derrumbó hacia atrás en la almohada-. ¿Crees que realmente pasamos
Halloween en un cementerio alienígena?
-Opino que hay una buena probabilidad de que lo hiciéramos, sí.
Ella clavó los ojos en el cielo raso.
-Esto me aturde-. Abruptamente, se incorporó en medio de las sábanas-. ¿Pero qué
hay de esa tormenta extraña de energía que Chaz detonó cuando desenredó una de las
trampas? Y esas cosas que vimos flotar después en la ventana. No crees que fueran...-.
Virginia se interrumpió, incapaz de expresar con palabras sus pensamientos.
Sam sonrió ligeramente.
-¿Fantasmas de verdad?
-No-. Ella agitó violentamente su cabeza-. Absolutamente me rehúso a creer en eso.
Los únicos fantasmas son las manifestaciones sensitivas de energía de disonancia. Los
UDEMs. Compuestos de psicoenergía ambiental. No existe nada de eso de fantasmas de
verdad.
-Lo que digas-. Él enhebró sus dedos a través del pelo de su esposa-. ¿Quién soy yo
para reñir con una experta como tú?
-Definitivamente no eran fantasmas de verdad- ella repitió enérgicamente. Luego
frunció el ceño-. Pero acerca de esa antecámara fuera del cuarto de la fuente…
-¿Qué hay acerca de ella?
-Si era un cuarto para funerales o alguna suerte de cámara de presentación, entonces
ese cofre grande donde nosotros... donde nosotros...
-¿Donde hicimos el amor por primera vez?
-Ha debido haber sido un...
Sam sonrió abiertamente.
-Sí, creo que podría haber sido un ataúd o un sarcófago.
Ella tragó.
-¿Hicimos el amor encima de un ataúd? ¿Nuestra primera vez juntos fue en una casa
mortuoria alienígena? ¿Encima de un ataúd?
-Estoy bastante seguro de que estaba vacío- dijo Sam-. No había trampa, ¿recuerdas?
-Ese no es el punto. ¿Qué se supone que diré a nuestros nietos cuando nos pregunten
acerca de nuestra primera cita romántica? ¿Que me llevaste a un cementerio alienígena
y me hiciste el amor salvaje y apasionadamente encima de un sarcófago?
Sam rugió de risa y la apoyó sobre la espalda. Se inclinó hasta que cubrió el cuerpo de
su mujer con el suyo. Luego sostuvo sus brazos a cada lado de su cabeza y la miró con
ojos que brillaban con diversión sensual.
-Tal vez deberíamos hacer nuestra propia tradición privada de Halloween- sugirió-.
Podríamos buscar un cementerio alienígena nuevo cada año.
-Ni siquiera pienses en ello.
Él sonrió lentamente.
-¿Entonces qué piensas acerca de ponernos a trabajar en crear algunos niños a fin de
que un día tengamos esos nietos que mencionaste un minuto atrás?
-A fin de cuentas, esa es una idea verdaderamente brillante-. Ella envolvió sus brazos
alrededor de su cuello y urgió su boca hasta que tocara la de ella.
Él la besó hasta que ella dejó de pensar en Halloween y cementerios y sarcófagos
alienígenas; hasta que ella no podía pensar en nada más excepto su amor y el futuro que
construirían juntos.
FIN