Los Tres Grandes de Francia
Los Tres Grandes de Francia
Los Tres Grandes de Francia
Muck era un hombre de baja estatura, delgado, con una prominente nariz
ganchuda y una expresión mefistofélica. Tenía una colección de cicatrices
que recordaban las peleas que tuvo en Heidelberg. En su juventud, se
decía que se parecía a Wagner, y algunos incluso creían que era hijo
ilegítimo del compositor. Fumaba cinco paquetes de cigarrillos al día y
tenía un temperamento explosivo, mostrando inclinaciones hacia
expresiones escatológicas incluso durante sus conciertos. Impaciente,
impulsivo y nervioso, se asemejaba a Bülow en más de un sentido. Estaba
totalmente dedicado a su arte, incluso dirigiendo una gran cantidad de
música con la que no simpatizaba simplemente porque consideraba que
esas piezas debían ser escuchadas. En Boston, dirigió el estreno
estadounidense de "Cinco piezas para orquesta" de Schönberg y comentó:
"No puedo decir si hemos interpretado música, pero les aseguro que
hemos ejecutado cada una de las notas de Schönberg exactamente como
están escritas".
6. Si usted cree que los bronces no soplan con bastante fuerza, rebaje los
otro punto o dos.
Todo esto es muy ingenioso y revela talento para la paradoja punto y por
supuesto, hay una verdad esencial en cada una de las observaciones.
Pero de todos modos es frívolo. También podría afirmarse que los tiempos
rápidos de Strauss provenían del cinismo o el hastío. Sus campos fueron
rápidos desde el principio y llegaron a ser más veloces a medida que
envejeció, hasta el extremo en que Friedelin Wagner y otros afirman que
eran inexplicables. Karl Böhm insiste en que Strauss en la sala de
conciertos en nada se asemejaba a Strauss en los discos.
En sus mejores expresiones, Strauss tiene mucho más que decir que lo
que se manifiesta a través de estos discos. Un director no hubiese podido
alcanzar su eminencia si no hubiera tenido mucho que dar. su principal
aportación fue probablemente la rectificación del exceso romántico. Pronto
se distancia de la escuela de Kinich e incluso de la tradición de Bülow y
Wagner en la cual se había formado. Strauss atacó la práctica entonces
universal de usar y tardando antes de los segundos temas. En cambio,
reclamó una línea larga y continua, que exigía proporción y equilibrio.
Siempre evitó el sentimentalismo.
Durante la mayor parte del siglo XIX en Italia, que había originado tantas
cosas importantes en la historia de la dirección, no aportó un solo director
destacado a la escena internacional. En este país hubo directores, algunos
buenos, pero en general eran, a lo sumo, expresión de una cultura y una
tradición operísticas. En Italia existieron muy pocas orquestas sinfónicas
durante el siglo, e incluso en las grandes casas de ópera el nivel era bajo.
Los directores italianos rara vez salían de Italia y, cuando acudían como
directores invitados a las principales capitales de Europa, lo hacían
únicamente para dirigir una ópera italiana.
También dirigió algunos conciertos, entre ellos una famosa velada de 1913
con la Novena Sinfonía de Beethoven en el lugar principal. Toscanini salió
de la Metropolitan Opera en uno de sus típicos accesos de cólera y jamás
volvió. Más tarde, la Metropolitan Opera realizó todos los esfuerzos
posibles para traerlo, pero Toscanini era un hombre que jamás se olvidaba
ni perdonaba. Se limitó a rezongar: “Dirigiré sobre las cenizas del
Metropolitan”.
El último concierto del viejo fue doloroso. Fue el 4 de abril de 1954, más o
menos una semana antes de cumplir 87 años, había enviado una carta de
renuncia a la NBC. Durante la emisión, Toscanini sufrió lo que quizá fue el
único bloqueo mental de su vida. Los oyentes advirtieron que la Bacanal
de Tannhäuser comenzaba a detenerse y amenazaba con desintegrarse.
Hubo una pausa y todos se sintieron conmovidos al oír en el aire los
acordes de la Primera Sinfonía de Brahms. Había sucedido que Toscanini
prácticamente había cesado de marcar el tiempo y permanecía de pie con
una expresión vacía en la cara. Falleció 3 años después.
Willem Mengelbert.
Fue de los pocos directores que llegaron a la orquesta sin haber sido un
niño prodigio en algún instrumento. Nunca había tocado en una orquesta y
maduró lentamente. En su juventud, el músico de baja estatura,
desmayado y enjuto, con la prominente nariz de Adán y un cuello largo
hasta el extremo de la deformidad, era tímido y no impresionaba a nadie
como una figura vigorosamente musical. Estudió en Múnich y dirigió en
Zurich, Estrasburgo y Lübeck, sin realizar grandes progresos.
Fue un hombre del espectáculo que manipuló las partituras más que otros
directores desde principios del siglo, y que sus transcripciones y a menudo
sus interpretaciones podían ser vulgares. Admitido todo eso, persiste el
hecho de que durante sus ocho años en la Orquesta de Filadelfia creó uno
de los grupos más brillantes que hayan existido jamás, una maravilla de
color, precisión, energía y virtuosismo. En 1936, después de renunciar a la
Orquesta de Filadelfia, continuó dirigiendo parte de las temporadas
siguientes, pero se apartó definitivamente de la orquesta en 1941 y
regresó solo para afrontar ocasiones funciones como director invitado. Sin
embargo, se mantuvo tan activo como siempre y formó la Orquesta Juvenil
Panamericana (1940-1942) y con ella realizó una gira por América del Sur.
Apareció con la Sinfónica de la NBC, la Filarmónica de Nueva York, la
Sinfónica de Houston, la Ópera de la Ciudad de Nueva York y la Ópera
Metropolitana. Su iniciativa más reciente fue la creación de una Orquesta
Sinfónica Norteamericana, que inauguró una serie anual en Nueva York en
el año 1962. Falleció el 13 de septiembre de 1977. Por entonces, con 95
años, aún activo como director de orquesta.
Otto Klemper y la escuela alemana.
Desde los tiempos de Stamitz, los países de Europa Oriental han aportado
su cuota de directores. De Hungría llegaron Liszt, Seidl, Richter y Nikisch,
de bohemia provinieron Smetana, Nápravnik y Mahler, hoy se recuerda
principalmente como compositor a Bedrich Smetana, pero fue un pianista y
un director brillante, que dirigió orquestas en Suecia y en su propio país.
Estuvo constantemente sobre el estrado entre 1865 y 1874. También
Antonin Dvorák fue considerado un excelente director y no solo de su
propia música. Esa línea se destaca igualmente en el siglo XX. Entre los
directores húngaros importantes están Fritz Reiner, George Szell y Eugene
Ormandy y algunos más jóvenes, por ejemplo, Janos Ferencsik e Istvan
Kertesz, sí estando al comienzo de los que sin duda serán carreras
importantes. Otros dos húngaros, Antal Dorati Y George Solti, ya se
encuentran a la misma altura y muchos creen que Solti es el director más
grande de obras de Wagner en el periodo que se abre después de
Furtwängler. Ferenc Fricsay, que murió joven, también era húngaro: un
director de inmensas posibilidades tanto en la ópera como en la sinfonía.
Talich alcanzó una tremenda reputación, pero viajó poco, aunque en efecto
realizó varias giras europeas con la filarmónica Checa, la orquesta que él
dirigió de 1920 a 1941. Los expertos familiarizados con su labor
coincidieron en la afirmación de que era uno de los auténticos grandes del
siglo y sus grabaciones confirman esa opinión.
Cuando era un director joven se identificó con los modernos, si bien nunca
demostró mucha simpatía por la música dodecafónica. Su ejecución de los
clásicos hasta Brahms nunca ha sido aceptada del todo. Sus ideas acerca
de Stravinsky, Strauss y Bartòk pueden ser seguras, sus conceptos acerca
de la música anterior son amanerados e impropios a juicio de muchos. Es
difícil decir hasta dónde sus manierismos sobre el estado han influido en el
pensamiento de la crítica, probablemente que gran medida.