S3 Tarea 3
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Vicerrectorado Académico
TAREA 3:
LITERATURA EGIPCIA
MITO DE OSIRIS
Gracias al historiador griego Plutarco, noticias muy
interesantes acerca de un mito que para las antiguas gente
de Egipto fue, con toda seguridad, uno de los más
importantes; su culto aparece ya en tiempos de la V dinastía,
y posteriormente llegó a ser el mito egipcio por excelencia,
perpetuado en una gran variedad de versiones. En su libro
sobre Isis y Osíris, narra la historia de la gran diosa Isis, cuyo
real hermano y esposo Osíris fue asesinado por su otro
hermano Seth.
Según los textos de las pirámides, Osíris era hijo de Geby y de Nut, las
divinidades de la tierra y el cielo. Una tradición de la época baja pretendía que Nut,
maldita por Ra, se había visto en la imposibilidad de hacer nacer a los hijos que
esperaba (Osíris, Horoeris, Seth, Isis y Nefthis). Entonces una estrategia de Thot la sacó
de apuros. Este dios creó los cinco epagomenos y durante ellos Nut pudo dar a luz a
sus hijos.
Osíris fue un gran rey. Su reinado fue todo beneficio y progreso para Egipto.
Sacó a sus súbditos de la rudeza primitiva, les enseñó a cultivar la tierra, a preparar el
vino, a extraer los metales del subsuelo, a disponerlos para que pudieran ser útiles
mediante las industrias, hizo nacer las artes, dio a sus súbditos leyes justas y hasta les
inculcó el amor y respeto a los dioses. En su obra de civilización y bondad fue secundado
infatigablemente por su esposa y hermana Isis, gran maga cuya ciencia sobrenatural le
ayudó mucho a realizar sus invenciones, y que sabía compartir con él el poder le
reemplazaba durante sus ausencias. Thot, el escribano sagrado, el administrador
adepto protector de las letras, artes y ciencias, y Anubis, el dios guerrero, su compañero
fiel, fueron también preciosos auxiliares de Osíris.
Todo pues hubiese sido perfecto de no haber tenido Osíris un hermano envidioso
Seth. Este Seth pasaba todo el tiempo maquinando intrigas contra su hermano. Pero
Isis velaba y durante muchos siglos sus manejos perversos fueron inútiles. Hasta que
un día Seth hizo fabricar un cofre suntuosamente decorado, de la dimensión exacta del
cuerpo de Osíris. Luego celebró un banquete, en el que se sentaron a la mesa con
ambos hermanos los setenta y dos cómplices de Seth. Alegres, cual se suele estar tras
las buenas comilonas, Seth envió a los presentes a meterse en el cofre, prometiendo un
buen regalo a quien lo llenase completamente. Tras haberlo intentado todo en vano,
Osíris entró en él y en efecto, pudo ajustarse perfectamente. Más apenas lo había
hecho, los conjugadores cayeron sobre él, cerraron la tapa, la clavaron solidamente, y
luego, llevándole hasta el Nilo, le arrojaron a él. El gran río recibió el cofre, y como a una
nave sin timón, arrastrándola dulcemente, la condujo hasta el mar.
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Al llegar aquí, tres versiones distintas cuentan la suerte futura del cofre y de su
precioso contenido. Según los textos de las pirámides, Isis ayudada por Nefthis, acabó
por encontrar el cuerpo de su esposo, pero en estado de descomposición, los huesos
ya desunidos. Sus lamentos fueron tales, que Geb y Nut corrieron en su ayuda,
readaptaron los miembros del cadáver y tras ello, Ra, que sostenía la cabeza (los demás
dioses estaban en torno suyo), le ordenó resucitar. Osíris despierta y ya no se corrompe
y se descompone.
Una vez los pedazos en su poder, se dispuso a darles vida de nuevo. Para ello
tomó la forma de un milano, se posó sobre el cadáver, empezó a mover suavemente las
alas, y Osíris volvió inmediatamente a la vida, fecundándola al punto y dejándola
embarazada de Horus. Por su puesto como acabamos de ver, le faltaban las partes
sexuales, pero ¿qué habrá imposible para un Dios? A otros muchos, ¿no lo os hemos
visto realizar cosas no menos extraordinarias? Y además según la versión, Isis las
sustituyó por un falo hecho de madera de sicómoro.
Esa lucha fue larga y encarnizada. En esta epopeya egipcia hubo de todo. Hasta
episodios divertidos, bien que terribles para los protagonistas, así, por ejemplo: en uno
de los infinitos encuentros y combates, Seth arranca un ojo a Horus y Horus le arranca
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los testículos. Naturalmente Horus empieza a chillar por la pérdida de su ojo y Horus se
lamenta por la pérdida de sus oréanos, a los que sin duda apreciaba mucho, bien que
no fuesen indispensables para ciertas funciones tratándose de dioses (ante él estaba el
tuerto, como prueba, nacido de Osíris que le engendró en Isis en un falo improvisado);
de todas maneras, los suspiros y bramidos de uno y de otro llegan hasta Thot, quien,
apiadado, baja, se acerca a ellos y recompone el ojo y lo otro.
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