P. Antonio Royo Marín OP - La Tentación

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308 P. I I I . DESARROLLO NORMAL DE LA VIDA CRISTIANA L. I. C. 3.

LA LUCHA CONTRA EL DEMONIO 309


No hay una norma fija o clara señal para distinguir cuándo la tenta-
ción procede del demonio o de otras causas. Sin embargo, cuando la ten-
tación es repentina, violenta y tenaz; cuando no se ha puesto ninguna cau-
sa próxima ni remota que pueda producirla; cuando pone profunda turbación
CAPITULO III en el alma o sugiere el deseo de cosas maravillosas o espectaculares, o incita a
desconfiar de los superiores o a no comunicar nada de cuanto ocurre al
La lucha contra el demonio director espiritual, bien puede verse en todo eso una intervención más o
menos directa del demonio.
RIBET, L'ascétique c.16; La mystique divine t.3; TANQUEREY, Teología ascética n.219-25;
1531-49; DESIDERIO COSTA, El diablo; GARRIGOU-LAGRANGE, Tres edades 5,6; SAUDREAU,
L'état mystique c.22-23; SCHRAM, Théologie mystiquel p.i. a § 174-204; JOSÉ DE TONQUEDEC, Dios n o tienta j a m á s a nadie incitándole al mal (Iac. 1,13). C u a n -
¡Acción diabólica o enfermedad?; ETUDES CARMÉLITAINES, Satán. d o la Sagrada Escritura habla d e las tentaciones de Dios, u s a la pala-
b r a «tentación» e n su sentido amplio, c o m o simple experimento d e
El segundo enemigo exterior con el que hemos de luchar a brazo partido u n a cosa—tentare, id est, experimentum sumere de aliquo 6—, y n o
es el demonio. Por su gran importancia en la práctica, vamos a estudiar este con relación a la ciencia divina ( q u e n a d a ignora), sino c o n relación
asunto con la máxima extensión que nos permita la índole de esta obra. al conocimiento y p r o v e c h o del h o m b r e m i s m o . Pero D i o s p e r m i t e
Damos aquí por sabido todo cuanto enseña la Teología dogmática acer- q u e seamos incitados al mal p o r n u e s t r o s enemigos espirituales para
ca de la existencia de los demonios, de su naturaleza y de las razones de su
enemistad hacia nosotros 1. Nos vamos a fijar únicamente en la acción dia- d a r n o s ocasión d e mayores merecimientos. Jamás permitirá q u e sea-
bólica sobre las almas, que reviste tres formas principales: la tentación, la m o s t e n t a d o s p o r encima d e nuestras fuerzas: «Dios es fiel, y n o per-
obsesión y la posesión. mitirá q u e seáis t e n t a d o s sobre vuestras fuerzas; antes d i s p o n d r á
con la tentación el éxito para q u e podáis resistirla» (1 C o r . 10,13).
Son i n n u m e r a b l e s las ventajas d e la tentación vencida c o n la gracia
y ayuda d e D i o s . P o r q u e humilla a Satanás, h a c e resplandecer la glo-
ARTICULO 1 ria d e Dios, purifica nuestra alma, llenándonos d e h u m i l d a d , a r r e -
p e n t i m i e n t o y confianza e n el auxilio divino; nos obliga a estar siem-
LA TENTACIÓN 2
p r e vigilantes y alerta, a desconfiar d e nosotros mismos, esperán-
dolo t o d o d e Dios; a mortificar n u e s t r o s gustos y caprichos; excita
167. Según el D o c t o r Angélico, el oficio p r o p i o d e l d e m o n i o a la oración; a u m e n t a n u e s t r a experiencia, y n o s hace m á s circuns-
es tentar 3 . Sin e m b a r g o , a ñ a d e e n seguida 4 q u e n o todas las t e n - pectos y cautos e n la lucha contra n u e s t r o s enemigos. C o n razón
taciones q u e el h o m b r e padece p r o c e d e n del d e m o n i o ; las h a y q u e afirma Santiago q u e es «bienaventurado el varón q u e soporta la t e n -
t r a e n su origen d e la propia concupiscencia, c o m o dice el apóstol tación, p o r q u e p r o b a d o recibirá la corona d e la vida q u e D i o s p r o -
Santiago: «Cada u n o es t e n t a d o p o r s u s propias concupiscencias, metió a los q u e le aman» (Iac. 1,12).
q u e le atraen y seducen» (Iac. 1,14). C o n todo, es cierto q u e m u c h a s Pero para o b t e n e r todas estas ventajas es menester adiestrarse
tentaciones p r o c e d e n d e l d e m o n i o , llevado d e su envidia contra el en la lucha c o n el fin d e obtener la victoria m e d i a n t e el auxilio de
h o m b r e y d e s u soberbia contra Dios 5 . C o n s t a e x p r e s a m e n t e e n la Dios. Para ello n o s ayudará m u c h o conocer la estrategia del diablo
divina revelación: «Revestios d e la a r m a d u r a d e Dios para q u e p o - y la forma d e reaccionar contra ella.
dáis resistir a las insidias del diablo; q u e n o es n u e s t r a lucha contra
la c a r n e y la sangre, sino contra los principados, contra las potes- 168. 1. P s i c o l o g í a d e la tentación.-—Acaso e n n i n g u n a otra
tades, contra los d o m i n a d o r e s d e este m u n d o tenebroso, contra los
página inspirada aparece c o n tanta transparencia y claridad la e s -
espíritus malos d e los aires» ( E p h . 6,11-12). Y San P e d r o compara
trategia solapada del d e m o n i o e n su oficio d e t e n t a d o r como e n el r e -
al d e m o n i o a u n león enfurecido q u e a n d a d a n d o vueltas e n t o r n o
nuestro deseando devorarnos (1 Petr. 5,8). lato impresionante d e la tentación d e la p r i m e r a mujer, q u e oca-
sionó la r u i n a d e t o d a la h u m a n i d a d . E x a m i n e m o s el relato bíblico,
1
2
Cf. 1,63-64; 109; 114. d e d u c i e n d o s u s enseñanzas m á s i m p o r t a n t e s 7 .
No conocemos nada mejor sobre la tentación en todas sus formas que los artículos
de P. MASSON, O.P., en «La vie spirituelle* (desde noviembre de 1923 hasta abril de 1926).
He aquí el índice de los mismos: a) SE ACERCA EL TENTADOR.—No siempre lo tenemos a nuestro lado.
I. La tentación en general (naturaleza, universalidad); II. Sus fuentes. La carne (naturaleza Algunos Santos Padres y teólogos creen que al lado del ángel de la guar-
de la concupiscencia); El mundo y sus armas (la violencia, la seducción); El demonio (el per-
sonaje y su historia, la obra del tentador, su acción sobre la inteligencia, el apetito sensible da, deputado por Dios para nuestro bien, tenemos todos u n demonio,
y el cuerpo material); III. El proceso de la tentación; IV. Finalidad de la misma (por parte designado por Satanás para tentarnos y empujarnos al mal 8 ; pero esta
del demonio, por parte de Dios). El plan de Dios: obra de justicia y de misericordia.
3
I,U4,2. 6
1,114,2; II-II,g7,i.
* Ibid., 3. 7
Cf. Gen. 3.
» Ibid., 1. . • Cf. PETAD, De ángel. 1.4 c.27.
L. I . C. 3 . LA LUCHA CONTRA El, DEMONIO 311
310 1*. III. DESARROLLO NORMA!, DE LA VIDA CRISTIANA
le dice que será feliz si se entrega una vez más al pecado. «En todo caso
suposición no puede apoyarse en ningún texto de la Sagrada Escritura —añade—, Dios es infinitamente misericordioso y te perdonará fácilmente.
del todo claro e indiscutible. Parece más probable que la presencia del Goza una vez más del fruto prohibido. Nada malo te sucederá. ¿No tie-
demonio junto a nosotros no es permanente y continua, sino circunscrita
nes experiencia de otras veces? ¡Cuánto gozas y qué fácil cosa te es salir
a los momentos de la tentación. Esto parece desprenderse de ciertos rela-
tos bíblicos, sobre todo de las tentaciones del Señor en el desierto, termi- del pecado por el inmediato arrepentimiento!»
nadas las cuales dice expresamente el sagrado texto que el demonio se re- Si el alma abre sus oídos a estas insinuaciones diabólicas, está perdi-
tiró de El por cierto tiempo: «diabolus recessit ab illo usque ad tempus» da. En absoluto está todavía a tiempo de retroceder—la voluntad no ha
dado todavía su consentimiento—; pero, si no corta en el acto y con ener-
(Le. 4.13)-
gía, está en gravísimo peligro de sucumbir. Sus fuerzas se van debilitando,
Pero, aunque a veces se aleje de nosotros, lo cierto es que otras mu-
las gracias de Dios son menos intensas y el pecado se le presenta cada vez
chas veces el demonio nos tienta. Y aunque en ciertas ocasiones se lanza
repentinamente al ataque sin previa preparación—con el fin de sorprender más sugestivo y fascinador.
al alma—, otras muchas, sin embargo, se insinúa cautelosamente, no pro-
poniendo en seguida el objeto de la tentación, sino entablando diálogo e) L A VACILACIÓN.—Escuchemos el relato bíblico:
con el alma.
«Vio, pues, la mujer que el árbol era bueno para comerse, her-
b) PRIMERA INSINUACIÓN: «¿Conque os ha mandado Dios que no comáis moso a la vista y deseable para alcanzar por él sabiduría...»
de los árboles todos del paraíso?»
El demonio todavía no tienta, pero lleva ya la conversación al terreno El alma empieza a vacilar y a turbarse profundamente. El corazón
que le conviene. Su táctica continúa siendo la misma hoy como siempre. late con violencia dentro del pecho. U n extraño nerviosismo se apodera
A personas particularmente inclinadas a la sensualidad o a las dudas con- de todo su ser. No quisiera ofender a Dios. Pero, por otra parte, ¡es tan
tra la fe les planteará en términos generales, y sin incitarlas todavía al mal, seductor el panorama que se le pone delante! Se entabla una lucha dema-
el problema de la religión o de la pureza. «¿De verdad que Dios exige el siado violenta para que pueda prolongarse mucho tiempo. Si el alma, en
asentimiento ciego de vuestra inteligencia o la omnímoda inmolación de un supremo esfuerzo y bajo la influencia de una gracia eficaz, de la que se
vuestros apetitos naturales?» ha hecho indigna por su imprudencia, se decide a permanecer fiel a su
deber, quedará fundamentalmente vencedora, pero con sus fuerzas mal-
c) L A RESPUESTA DEL ALMA.—Si el alma, al advertir que el simple trechas y con un pecado venial en su conciencia (negligencia, semicon-
planteamiento del problema representa para ella un peligro, se niega a sentimiento, vacilación ante el mal). Pero las más de las veces dará el paso
dialogar con el tentador—derivando, por ejemplo, su pensamiento e ima- fatal hacia el abismo.
ginación a otros asuntos completamente ajenos—, la tentación queda es-
trangulada en su misma preparación y la victoria obtenida es tan fácil como
rotunda: el tentador se retira avergonzado ante el olímpico desprecio. Pero f) E L CONSENTIMIENTO VOLUNTARIO.
si el alma, imprudentemente, acepta el diálogo con el tentador, se expone
a grandísimo peligro de sucumbir: «Y cogió de su fruto y comió, y dio también de él a su marido,
que también con ella comió.»
«Y respondió la mujer a la serpiente: Del fruto de los árboles
del paraíso comemos, pero del fruto del que está en medio del pa- El alma ha sucumbido plenamente a la tentación. Ha cometido el pe-
raíso nos ha dicho Dios: No comáis de él ni lo toquéis siquiera, cado, y muchas veces—por el escándalo y la complicidad—lo hace co-
no vayáis a morir». meter también a los demás

El alma se da cuenta de que Dios le prohibe terminantemente reali- g) L A DESILUSIÓN.— ¡Cuan distinto encuentra la pobre alma el pe-
zar aquella acción, entretenerse en aquella duda, fomentar aquel pensamien- cado de como se lo había pintado la sugestión diabólica! Inmediatamente
to o alimentar aquel deseo. No quiere desobedecer a Dios, pero está per- de haberlo consumado experimenta una gran decepción, que la sumerge
diendo el tiempo recordando que no debe hacer eso. ¡Cuánto más sencillo
en la mayor desventura y en el más negro vacío:
sería no haber llegado siquiera a tener que recordar sus deberes morales,
estrangulando la tentación en sus comienzos y no molestándose siquiera
«Abriéronse los ojos de ambos, y, viendo que estaban desnudos,
en ponderar las razones por las que debe hacerlo así!
cosieron unas hojas de higuera y se hicieron unos cinturones».
d) PROPOSICIÓN DIRECTA DEL PECADO.—El alma ha cedido terreno al
enemigo, y éste cobra fuerzas y audacia para intentar directamente el asalto: ' La pobre alma se da cuenta de que lo ha perdido todo. Se ha quedado
completamente desnuda delante de Dios: sin la gracia santificante, sin
«Y dijo la serpiente a la mujer: No, no moriréis; es que sabe Dios las virtudes infusas, sin los dones del Espíritu Santo, sin la amorosa inha-
que el día que de él comáis se os abrirán los ojos y seréis como Dios, bitación de la Santísima Trinidad, con pérdida absoluta de todos los mé-
conocedores del bien y del mal». ritos contraídos a costa de ímprobos esfuerzos durante toda su vida. Se ha
producido un derrumbamiento instantáneo de toda su vida sobrenatural,
El demonio presenta un panorama deslumbrador. Detrás del pecado y sólo queda, en medio de aquel montón^de ruinas.Jsu amarga decepción
se oculta una inefable felicidad. Ya no sugiere al alma el pensamiento de y la carcajada sarcástica del tentador.
que «será como Dios»—esa utopía sólo pudo presentarla una vez—, pero
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h) L A VERGÜENZA Y EL REMORDIMIENTO.—Inmediatamente se deja oír,
inflexible y terrible, la voz de la conciencia, que reprocha el crimen co- súplica. Con razón decía San Alfonso de Ligorio, refiriéndose a la necesidad
metido: absoluta de la gracia eficaz, que sólo puede conseguirse por vía de oración:
«El que ora, se salva, y el que no ora, se condena». Y para decidir ante la
«Oyeron a Yavé Dios, que se paseaba por el jardín al fresco del duda de un alma si había o no sucumbido a la tentación solía preguntarle
día, y se escondieron de Yavé Dios Adán y su mujer en medio de simplemente: «¿Hiciste oración pidiéndole a Dios la gracia de no caer?»
la arboleda del jardín. Pero llamó Yavé Dios a Adán, diciendo: Esto es profundamente teológico. Por eso Cristo nos enseñó en el Padre
Adán, ¿dónde estás?» nuestro a pedirle a Dios que «no nos deje caer en la tentación».
Y es muy bueno y razonable que en esta oración preventiva invoquemos
Esta misma pregunta, que formula al pecador su propia conciencia, también a María, nuestra buena Madre, que aplastó con sus plantas virgina-
no tiene contestación posible. Sólo cabe ante ella caer de rodillas y pedir les la cabeza de la serpiente infernal, y a nuestro ángel de la guarda, uno
perdón a Dios por la infidelidad cometida y aprender de la dolorosa expe- de cuyos oficios principales es precisamente el de defendernos contra los
riencia a resistir en adelante al tentador desde el primer momento, o sea, asaltos del enemigo infernal.
desde el simple planteo de la cuestión, cuando la victoria es fácil y el triun-
fo seguro bajo la mirada amorosa de Dios. 2) Durante la tentación.—La c o n d u c t a práctica d u r a n t e la t e n -
tación p u e d e r e s u m i r s e e n u n a sola palabra: resistir. N o basta m a n -
169. 2. C o n d u c t a práctica a n t e las t e n t a c i o n e s . — P e r o tener u n a a c t i t u d meramente pasiva (ni consentir n i dejar d e consen-
precisemos u n p o c o m á s lo q u e el alma d e b e hacer antes d e la t e n - tir), sino q u e es m e n e s t e r u n a resistencia positiva. P e r o esta resisten-
tación, durante ella y después d e ella. E s t o acabará d e c o m p l e t a r la cia positiva p u e d e ser directa o indirecta.
doctrina teórica y el adiestramiento práctico del alma e n su lucha
contra el enemigo infernal. a) RESISTENCIA DIRECTA es la que se enfrenta con la tentación misma
y la supera haciendo precisamente lo contrario de lo que ella sugiere. Por
ejemplo: empezar a hablar bien de una persona cuando nos sentíamos ten-
1) Antes de la tentación.—La estrategia f u n d a m e n t a l p a r a p r e - tados a criticarla, dar una limosna espléndida cuando la tacañería trataba
venir las tentaciones la sugirió N u e s t r o Señor Jesucristo a los discí- de cerrarnos la mano para una limosna corriente, prolongar la oración cuan-
pulos d e G e t s e m a n í e n la n o c h e d e la cena: «Velad y orad para n o do el enemigo nos sugería acortarla o suprimirla, hacer un acto de pública
caer en la tentación» ( M t . 26,41). Se i m p o n e la vigilancia y la oración. manifestación de fe cuando el respeto humano trataba de atemorizarnos, etc.
Esta resistencia directa conviene emplearla en toda clase de tentaciones,
a) Vigilancia.—El demonio no renuncia a la posesión de nuestra a excepción de las que se refieren a la fe o a la pureza, como vamos a decir
alma. Si a veces parece que nos deja en paz y no nos tienta, es tan sólo en seguida.
para volver al asalto en el momento menos pensado. En las épocas de calma
y de sosiego hemos de estar convencidos de que volverá la guerra acaso b) RESISTENCIA INDIRECTA es la que no se enfrenta con la tentación,
con mayor intensidad que antes. Es preciso vigilar alerta para no dejarnos sino que se aparta de ella, distrayendo la mente a otro objeto completamente
sorprender. distinto. Está particularmente indicada en las tentaciones contra la fe o la
Esta vigilancia se ha de manifestar en la huida de todas las ocasiones castidad, en las que no conviene la lucha directa, que quizá aumentaría la
más o menos peligrosas, en la previsión de asaltos inesperados, en el domi- tentación por lo peligroso y resbaladizo de la materia. Lo mejor en estos
nio de nosotros mismos, particularmente del sentido de la vista y de la casos es practicar rápida y enérgicamente, pero también con gran serenidad
imaginación; en el examen preventivo, en la frecuente renovación del pro- y calma, un ejercicio mental que absorba nuestras facultades internas, sobre
pósito firme de nunca más pecar, en combatir la ociosidad, madre de todos todo la memoria y la imaginación, y las aparte indirectamente, con suavidad
los vicios, y en otras cosas semejantes. Estamos en estado de guerra con el y sin esfuerzo, del objeto de la tentación. Por ejemplo: recorrer mentalmente
demonio, y no podemos abandonar nuestro puesto de guardia y centinela, la lista de nuestras amistades en tal población, los nombres de las provincias
si no queremos que se apodere por sorpresa, en el momento menos pen- de España, el título de los libros que hemos leído sobre tal o cual asunto,
sado, de la fortaleza de nuestra alma. los quince mejores monumentos que conocemos, etc., etc. Son variadísimos
los procedimientos que podemos emplear para esta clase de resistencia indi-
recta, que da en la práctica positivos y excelentes resultados, sobre todo si
b) Oración.—Pero no bastan nuestra vigilancia y nuestros esfuerzos. La se la practica en el momento mismo de comenzar la tentación y antes de
permanencia en el estado de gracia, y, por consiguiente, el triunfo contra la permitir que eche raíces en el alma.
tentación, requiere una gracia eficaz de Dios, que sólo puede obtenerse por
vía de oración. La vigilancia más exquisita y el esfuerzo más tenaz resul-
tarían del todo ineficaces sin la ayuda de la gracia de Dios. Con ella, en A veces la tentación n o desaparece en seguida d e h a b e r l a recha-
cambio, el triunfo es infalible. Esa gracia eficaz—como ya dijimos—escapa zado, y el d e m o n i o vuelve a la carga u n a y otra vez c o n incansable
al mérito de justicia y a nadie se le debe estrictamente, ni siquiera a los ma- tenacidad y pertinacia. N o h a y q u e desanimarse p o r ello. E s a insis-
yores santos. Pero Dios ha empeñado su palabra, y nos la concederá infali-
blemente si se la pedimos con la oración revestida de las debidas condicio- tencia diabólica es la mejor p r u e b a d e q u e el a l m a n o h a s u c u m b i d o
nes. Ello pone de manifiesto <a importancia excepcional de la oración de a la tentación. Repita s u repulsa u n a y m i l veces si es preciso c o n
gran serenidad y p a z , evitando c u i d a d o s a m e n t e el nerviosismo y la
L. I. C 3 . LA LUCHA CONTRA KL DEMONIO ¡515
314 P. I U - DESARROLLO NORMAL DE LA VIDA CRISTIANA en cuenta el temperamento y las disposiciones habituales del penitente y
aplicando el principio moral de la presunción. Si es alma habitualmente de-
t u r b a c i ó n . C a d a n u e v o asalto rechazado es u n n u e v o mérito c o n t r a í - cidida a morir antes que pecar y, por otra parte, es propensa a escrúpulos,
d o a n t e D i o s y u n n u e v o fortalecimiento d e l alma. Lejos d e enfla- deberá mandarle comulgar, despreciando esas dudas y. limitándose a hacer
quecerse el a l m a c o n esos asaltos c o n t i n u a m e n t e rechazados, a d q u i e - un previo acto de contrición por lo que pudiera ser. Si^se trata, en cambio,
re n u e v a s fuerzas y energías. E l d e m o n i o , viendo s u p é r d i d a , acabará de un alma que suele caer fácilmente en pecado mortal, de conciencia ancha
p o r dejarnos e n p a z , s o b r e t o d o si advierte q u e n i siquiera logra t u r - y sin escrúpulos, la presunción está contra ella; es probable que consintió
b a r la p a z d e n u e s t r o espíritu, q u e acaso era la única finalidad i n t e n - en la tentación, y no debe permitirle comulgar sin recibir antes la absolu-
t a d a p o r él c o n esos reiterados asaltos. ción sacramental. El penitente en uno y^otro caso debe atenerse con humil-
dad a lo que le manifieste su confesor o director espiritual y obedecer senci-
C o n v i e n e siempre, sobre t o d o si se trata d e tentaciones m u y t e - llamente, sin contradecirle o discutir con él.
naces y repetidas, manifestar lo q u e n o s pasa al director espiritual.
El Señor suele r e c o m p e n s a r c o n nuevos y poderosos auxilios ese
acto d e h u m i l d a d y sencillez, del q u e t r a t a d e a p a r t a r n o s el d e m o -
nio. P o r eso h e m o s d e t e n e r la valentía y el coraje d e manifestarlo
ARTICULO 2
sin rodeos, s o b r e t o d o c u a n d o n o s s i n t a m o s f u e r t e m e n t e inclinados
a callarlo. N o olvidemos q u e , c o m o e n s e ñ a n los maestros d e la vida
LA OBSESIÓN DIABÓLICA
espiritual, tentación declarada, está ya medio vencida.

3) Después de la tentación.—Ha p o d i d o ocurrir ú n i c a m e n t e u n a L a simple t e n t a c i ó n es la forma m á s corriente y universal c o n q u e


d e estas tres cosas: q u e h a y a m o s vencido, o s u c u m b i d o , o t e n g a m o s ejerce Satanás s u acción diabólica e n el m u n d o . N a d i e está exento d e
d u d a e i n c e r t i d u m b r e sobre ello. ella, n i a u n los m a y o r e s s a n t o s . E n todas las etapas d e la vida cris-
tiana e x p e r i m e n t a el a l m a sus asaltos. Varían las formas, c a m b i a n
a) Si HEMOS VENCIDO y estamos seguros de ello, ha sido únicamente los p r o c e d i m i e n t o s , a u m e n t a o d i s m i n u y e s u intensidad, p e r o el h e -
por la ayuda eficaz de la gracia de Dios. Se impone, pues, u n acto de agra- c h o m i s m o d e la t e n t a c i ó n p e r m a n e c e c o n s t a n t e a t o d o lo largo d e
decimiento sencillo y breve, acompañado de una nueva petición del auxi- la vida espiritual. N u e s t r o Señor Jesucristo quiso ser t e n t a d o t a m -
lio divino para otras ocasiones. Todo puede reducirse a esta o parecida in- bién, p a r a e n s e ñ a r n o s a nosotros la m a n e r a d e vencer al enemigo d e
vocación: «Gracias, Señor; a vos os lo debo todo; seguid ayudándome en nuestras almas.
todas las ocasiones peligrosas y tened piedad de mí».
P e r o a veces el d e m o n i o n o se c o n t e n t a c o n la simple tentación.
b) Si HEMOS CAÍDO y no nos cabe la menor duda de ello, no nos des- T r a t á n d o s e , s o b r e t o d o , d e almas m u y elevadas, a las q u e apenas
animemos jamás. Acordémonos de la infinita misericordia de Dios y del re- i m p r e s i o n a n las tentaciones ordinarias, despliega t o d o s u p o d e r i n -
cibimiento que hizo al hijo pródigo, y arrojémonos llenos de humildad y fernal, llegando, c o n la p e r m i s i ó n d e D i o s , h a s t a la obsesión y a veces
arrepentimiento en sus brazos de Padre, pidiéndole entrañablemente per- posesión corporal d e s u víctima. L a diferencia f u n d a m e n t a l e n t r e a m -
dón y prometiendo con su ayuda nunca más volver a pecar. Si la caída h u - bas formas consiste e n q u e e n la obsesión la acción diabólica es ex-
biera sido grave, no nos contentemos con el simple acto de contrición; acu-
trínseca a la p e r s o n a q u e la p a d e c e , m i e n t r a s q u e e n la posesión el
damos cuanto antes al tribunal de la penitencia y tomemos ocasión de nues-
tra triste experiencia para redoblar nuestra vigilancia e intensificar nuestro d e m o n i o e n t r a r e a l m e n t e e n el c u e r p o d e s u víctima y le maneja
fervor con eFfin de que nunca se vuelva a repetir 9 . desde dentro c o m o el chófer maneja a s u gusto el volante d e l a u -
tomóvil.
c) Si QUEDAMOS CON DUDA sobre si hemos o no consentido, no nos E s t u d i e m o s p r i m e r o la obsesión, dejando p a r a el artículo siguien-
examinemos minuciosamente y con angustia, porque tamaña imprudencia t e el análisis d e la posesión.
provocaría otra vez la tentación y aumentaría el peligro. Dejemos pasar un
cierto tiempo, y cuando estemos del todo tranquilos, el testimonio de la 170. 1. N a t u r a l e z a d e l a o b s e s i ó n . — H a y obsesión s i e m p r e
propia conciencia nos dirá con suficiente claridad si hemos caído o no. En
todo caso conviene hacer un acto de perfecta contrición y manifestar al con- q u e el d e m o n i o a t o r m e n t e al h o m b r e desde fuera d e u n a m a n e r a t a n
fesor, llegada su hora, lo ocurrido en la forma que esté en nuestra concien- fuerte, sensible e inequívoca q u e n o deje lugar a d u d a s o b r e s u p r e -
cia o, mejor aún, en la presencia misma de Dios. sencia y acción.
E n la simple t e n t a c i ó n n o aparece t a n clara la acción diabólica;
ESCOLIO.—Suponiendo que se trate de un alma de comunión diaria, e n absoluto, p o d r í a o b e d e c e r a otras causas. P e r o e n la v e r d a d e r a y
¿podría seguir comulgando hasta el día habitual de confesión con duda de auténtica obsesión, la presencia y acción d e Satanás es t a n clara e
si consintió o no en una determinada tentación?
No se puede dar una contestación categórica y universal aplicable a inequívoca, q u e n i el alma n i s u director a b r i g a n la m e n o r d u d a d e
todas las almas y a todos los casos posibles. El confesor juzgará teniendo ello. E l a l m a conserva la conciencia d e s u acción vital y motriz sobre
sus órganos corporales—cosa q u e desaparece en la posesión—, p e r o
' Cf. sobre este asunto el precioso librito de TISSOT El arte de utilizar nuestras faltas,
en el que se recoge largamente lu doctrina de San Francisco de Salea.

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