P. Antonio Royo Marín OP - La Tentación
P. Antonio Royo Marín OP - La Tentación
P. Antonio Royo Marín OP - La Tentación
El alma se da cuenta de que Dios le prohibe terminantemente reali- g) L A DESILUSIÓN.— ¡Cuan distinto encuentra la pobre alma el pe-
zar aquella acción, entretenerse en aquella duda, fomentar aquel pensamien- cado de como se lo había pintado la sugestión diabólica! Inmediatamente
to o alimentar aquel deseo. No quiere desobedecer a Dios, pero está per- de haberlo consumado experimenta una gran decepción, que la sumerge
diendo el tiempo recordando que no debe hacer eso. ¡Cuánto más sencillo
en la mayor desventura y en el más negro vacío:
sería no haber llegado siquiera a tener que recordar sus deberes morales,
estrangulando la tentación en sus comienzos y no molestándose siquiera
«Abriéronse los ojos de ambos, y, viendo que estaban desnudos,
en ponderar las razones por las que debe hacerlo así!
cosieron unas hojas de higuera y se hicieron unos cinturones».
d) PROPOSICIÓN DIRECTA DEL PECADO.—El alma ha cedido terreno al
enemigo, y éste cobra fuerzas y audacia para intentar directamente el asalto: ' La pobre alma se da cuenta de que lo ha perdido todo. Se ha quedado
completamente desnuda delante de Dios: sin la gracia santificante, sin
«Y dijo la serpiente a la mujer: No, no moriréis; es que sabe Dios las virtudes infusas, sin los dones del Espíritu Santo, sin la amorosa inha-
que el día que de él comáis se os abrirán los ojos y seréis como Dios, bitación de la Santísima Trinidad, con pérdida absoluta de todos los mé-
conocedores del bien y del mal». ritos contraídos a costa de ímprobos esfuerzos durante toda su vida. Se ha
producido un derrumbamiento instantáneo de toda su vida sobrenatural,
El demonio presenta un panorama deslumbrador. Detrás del pecado y sólo queda, en medio de aquel montón^de ruinas.Jsu amarga decepción
se oculta una inefable felicidad. Ya no sugiere al alma el pensamiento de y la carcajada sarcástica del tentador.
que «será como Dios»—esa utopía sólo pudo presentarla una vez—, pero
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L. I. C. 3 . LA LUCHA CONTRA EL DEMONIO 313
h) L A VERGÜENZA Y EL REMORDIMIENTO.—Inmediatamente se deja oír,
inflexible y terrible, la voz de la conciencia, que reprocha el crimen co- súplica. Con razón decía San Alfonso de Ligorio, refiriéndose a la necesidad
metido: absoluta de la gracia eficaz, que sólo puede conseguirse por vía de oración:
«El que ora, se salva, y el que no ora, se condena». Y para decidir ante la
«Oyeron a Yavé Dios, que se paseaba por el jardín al fresco del duda de un alma si había o no sucumbido a la tentación solía preguntarle
día, y se escondieron de Yavé Dios Adán y su mujer en medio de simplemente: «¿Hiciste oración pidiéndole a Dios la gracia de no caer?»
la arboleda del jardín. Pero llamó Yavé Dios a Adán, diciendo: Esto es profundamente teológico. Por eso Cristo nos enseñó en el Padre
Adán, ¿dónde estás?» nuestro a pedirle a Dios que «no nos deje caer en la tentación».
Y es muy bueno y razonable que en esta oración preventiva invoquemos
Esta misma pregunta, que formula al pecador su propia conciencia, también a María, nuestra buena Madre, que aplastó con sus plantas virgina-
no tiene contestación posible. Sólo cabe ante ella caer de rodillas y pedir les la cabeza de la serpiente infernal, y a nuestro ángel de la guarda, uno
perdón a Dios por la infidelidad cometida y aprender de la dolorosa expe- de cuyos oficios principales es precisamente el de defendernos contra los
riencia a resistir en adelante al tentador desde el primer momento, o sea, asaltos del enemigo infernal.
desde el simple planteo de la cuestión, cuando la victoria es fácil y el triun-
fo seguro bajo la mirada amorosa de Dios. 2) Durante la tentación.—La c o n d u c t a práctica d u r a n t e la t e n -
tación p u e d e r e s u m i r s e e n u n a sola palabra: resistir. N o basta m a n -
169. 2. C o n d u c t a práctica a n t e las t e n t a c i o n e s . — P e r o tener u n a a c t i t u d meramente pasiva (ni consentir n i dejar d e consen-
precisemos u n p o c o m á s lo q u e el alma d e b e hacer antes d e la t e n - tir), sino q u e es m e n e s t e r u n a resistencia positiva. P e r o esta resisten-
tación, durante ella y después d e ella. E s t o acabará d e c o m p l e t a r la cia positiva p u e d e ser directa o indirecta.
doctrina teórica y el adiestramiento práctico del alma e n su lucha
contra el enemigo infernal. a) RESISTENCIA DIRECTA es la que se enfrenta con la tentación misma
y la supera haciendo precisamente lo contrario de lo que ella sugiere. Por
ejemplo: empezar a hablar bien de una persona cuando nos sentíamos ten-
1) Antes de la tentación.—La estrategia f u n d a m e n t a l p a r a p r e - tados a criticarla, dar una limosna espléndida cuando la tacañería trataba
venir las tentaciones la sugirió N u e s t r o Señor Jesucristo a los discí- de cerrarnos la mano para una limosna corriente, prolongar la oración cuan-
pulos d e G e t s e m a n í e n la n o c h e d e la cena: «Velad y orad para n o do el enemigo nos sugería acortarla o suprimirla, hacer un acto de pública
caer en la tentación» ( M t . 26,41). Se i m p o n e la vigilancia y la oración. manifestación de fe cuando el respeto humano trataba de atemorizarnos, etc.
Esta resistencia directa conviene emplearla en toda clase de tentaciones,
a) Vigilancia.—El demonio no renuncia a la posesión de nuestra a excepción de las que se refieren a la fe o a la pureza, como vamos a decir
alma. Si a veces parece que nos deja en paz y no nos tienta, es tan sólo en seguida.
para volver al asalto en el momento menos pensado. En las épocas de calma
y de sosiego hemos de estar convencidos de que volverá la guerra acaso b) RESISTENCIA INDIRECTA es la que no se enfrenta con la tentación,
con mayor intensidad que antes. Es preciso vigilar alerta para no dejarnos sino que se aparta de ella, distrayendo la mente a otro objeto completamente
sorprender. distinto. Está particularmente indicada en las tentaciones contra la fe o la
Esta vigilancia se ha de manifestar en la huida de todas las ocasiones castidad, en las que no conviene la lucha directa, que quizá aumentaría la
más o menos peligrosas, en la previsión de asaltos inesperados, en el domi- tentación por lo peligroso y resbaladizo de la materia. Lo mejor en estos
nio de nosotros mismos, particularmente del sentido de la vista y de la casos es practicar rápida y enérgicamente, pero también con gran serenidad
imaginación; en el examen preventivo, en la frecuente renovación del pro- y calma, un ejercicio mental que absorba nuestras facultades internas, sobre
pósito firme de nunca más pecar, en combatir la ociosidad, madre de todos todo la memoria y la imaginación, y las aparte indirectamente, con suavidad
los vicios, y en otras cosas semejantes. Estamos en estado de guerra con el y sin esfuerzo, del objeto de la tentación. Por ejemplo: recorrer mentalmente
demonio, y no podemos abandonar nuestro puesto de guardia y centinela, la lista de nuestras amistades en tal población, los nombres de las provincias
si no queremos que se apodere por sorpresa, en el momento menos pen- de España, el título de los libros que hemos leído sobre tal o cual asunto,
sado, de la fortaleza de nuestra alma. los quince mejores monumentos que conocemos, etc., etc. Son variadísimos
los procedimientos que podemos emplear para esta clase de resistencia indi-
recta, que da en la práctica positivos y excelentes resultados, sobre todo si
b) Oración.—Pero no bastan nuestra vigilancia y nuestros esfuerzos. La se la practica en el momento mismo de comenzar la tentación y antes de
permanencia en el estado de gracia, y, por consiguiente, el triunfo contra la permitir que eche raíces en el alma.
tentación, requiere una gracia eficaz de Dios, que sólo puede obtenerse por
vía de oración. La vigilancia más exquisita y el esfuerzo más tenaz resul-
tarían del todo ineficaces sin la ayuda de la gracia de Dios. Con ella, en A veces la tentación n o desaparece en seguida d e h a b e r l a recha-
cambio, el triunfo es infalible. Esa gracia eficaz—como ya dijimos—escapa zado, y el d e m o n i o vuelve a la carga u n a y otra vez c o n incansable
al mérito de justicia y a nadie se le debe estrictamente, ni siquiera a los ma- tenacidad y pertinacia. N o h a y q u e desanimarse p o r ello. E s a insis-
yores santos. Pero Dios ha empeñado su palabra, y nos la concederá infali-
blemente si se la pedimos con la oración revestida de las debidas condicio- tencia diabólica es la mejor p r u e b a d e q u e el a l m a n o h a s u c u m b i d o
nes. Ello pone de manifiesto <a importancia excepcional de la oración de a la tentación. Repita s u repulsa u n a y m i l veces si es preciso c o n
gran serenidad y p a z , evitando c u i d a d o s a m e n t e el nerviosismo y la
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314 P. I U - DESARROLLO NORMAL DE LA VIDA CRISTIANA en cuenta el temperamento y las disposiciones habituales del penitente y
aplicando el principio moral de la presunción. Si es alma habitualmente de-
t u r b a c i ó n . C a d a n u e v o asalto rechazado es u n n u e v o mérito c o n t r a í - cidida a morir antes que pecar y, por otra parte, es propensa a escrúpulos,
d o a n t e D i o s y u n n u e v o fortalecimiento d e l alma. Lejos d e enfla- deberá mandarle comulgar, despreciando esas dudas y. limitándose a hacer
quecerse el a l m a c o n esos asaltos c o n t i n u a m e n t e rechazados, a d q u i e - un previo acto de contrición por lo que pudiera ser. Si^se trata, en cambio,
re n u e v a s fuerzas y energías. E l d e m o n i o , viendo s u p é r d i d a , acabará de un alma que suele caer fácilmente en pecado mortal, de conciencia ancha
p o r dejarnos e n p a z , s o b r e t o d o si advierte q u e n i siquiera logra t u r - y sin escrúpulos, la presunción está contra ella; es probable que consintió
b a r la p a z d e n u e s t r o espíritu, q u e acaso era la única finalidad i n t e n - en la tentación, y no debe permitirle comulgar sin recibir antes la absolu-
t a d a p o r él c o n esos reiterados asaltos. ción sacramental. El penitente en uno y^otro caso debe atenerse con humil-
dad a lo que le manifieste su confesor o director espiritual y obedecer senci-
C o n v i e n e siempre, sobre t o d o si se trata d e tentaciones m u y t e - llamente, sin contradecirle o discutir con él.
naces y repetidas, manifestar lo q u e n o s pasa al director espiritual.
El Señor suele r e c o m p e n s a r c o n nuevos y poderosos auxilios ese
acto d e h u m i l d a d y sencillez, del q u e t r a t a d e a p a r t a r n o s el d e m o -
nio. P o r eso h e m o s d e t e n e r la valentía y el coraje d e manifestarlo
ARTICULO 2
sin rodeos, s o b r e t o d o c u a n d o n o s s i n t a m o s f u e r t e m e n t e inclinados
a callarlo. N o olvidemos q u e , c o m o e n s e ñ a n los maestros d e la vida
LA OBSESIÓN DIABÓLICA
espiritual, tentación declarada, está ya medio vencida.