El Espiritu Santo

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 73

SECCIÓN XI

EL ESPÍRITU SANTO

487
CAPITULO 59

¿QUIEN ES EL ESPÍRITU SANTO?

Muchas personas han llamado al siglo veinte el siglo del Espíritu Santo. El
surgimiento y propagación del pentecostalismo con su gran énfasis en los
ministerios del Espíritu Santo, y el florecimiento del énfasis del
dispensacionalismo en las obras del Espíritu son características de esta
edad. También la preocupación del siglo por la evangelización del mundo
acentuó la necesidad de conocer el poder del Espíritu para lograr esto.
Aunque este énfasis en la obra del Espíritu ha sido algo bueno, no siempre
se ha orientado escrituralmente; por lo tanto, hoy existe una necesidad aun
mayor de prestar atención a la enseñanza bíblica sobre este tema.

I. EL ES UNA PERSONA

Que el Espíritu sea una persona, a menudo se niega expresando el


concepto de que Él es una personificación, digamos, del poder —muy
semejante a la afirmación de que Satanás es una personificación del mal.
Esta negación de Su personalidad ha ocurrido a través de la historia de la
iglesia, primero por los monarquianos, los arrianos, los socinianos y hoy
por los unitarios, los liberales, y algunos teólogos neoortodoxos.

A. El posee y exhibe los atributos de una persona

1. Él tiene inteligencia. Conoce y escudriña las cosas de Dios (1


Corintios 2:10–11); posee una mente (Romanos 8:27); y puede
enseñarles a las personas (1 Corintios 2:13).
2. El demuestra sentimientos. Puede ser contristado por las acciones
de los creyentes (Efesios 4:30 —una influencia no puede ser
contristada).

488
3. Él tiene una voluntad. La usa al distribuir dones al cuerpo de Cristo
(1 Corintios 12:11). También dirige las actividades de los cristianos
(Hechos 16:6–11).

Puesto que la personalidad genuina posee la inteligencia, los sentimientos,


y la voluntad, y puesto que el Espíritu tiene estos atributos, Él tiene que
ser una persona.

B. El realiza las acciones de una persona


1. Él nos guía a la verdad oyendo, hablando, y haciendo saber (Juan
16:13).
2. El convence de pecado (Juan 16:8).
3. El hace milagros (Hechos 8:39).
4. El intercede (Romanos 8:26).

Estas son actividades que una influencia o una personificación no


pudieran hacer, pero que la Escritura demuestra que el Espíritu Santo
puede hacer.

C. A Él se le atribuye lo que sólo se le podría adscribir a una


persona
1. Él es uno a quien hay que obedecer (Hechos 10:19–21).
2. Se le puede mentir (Hechos 5:3)
3. Se le puede resistir (Hechos 7:51).
4. Se le puede contristar (Efesios 4:30).
5. Se le puede blasfemar (Mateo 12:31).
6. Se le puede afrentar (Hebreos 10:29).

Es incongruente pensar que una influencia actúe y reaccione de estas


maneras.

D. Él se relación a como persona con otras personas


1. Con los apóstoles. Él se relaciona con los apóstoles en una manera que
demuestra su propia y distinta personalidad (Hechos 15:28). Él es una

489
persona como ellos son personas; sin embargo, Él es una persona distinta
e identificable.

2. Con Jesús. Él se relaciona con el Señor de tal manera que si el Señor


tiene personalidad uno tiene que concluir que el Espíritu también la tiene.
Sin embargo, Él es distinto de Cristo (Juan 16:14).

3. Con otros miembros de la Trinidad. Él se relaciona con las otras


personas de la Trinidad como una persona igual (Mateo 28:19; 2 Corintios
13:14).

4. Con Su propio poder. El Espíritu está relacionado con Su propio poder,


pero también se distingue de aquél para que no concluyamos que Él es
meramente una personificación del poder (Lucas 4:14; Hechos 10:38; 1
Corintios 2:4).

E. Una consideración gramatical


Varias veces los escritores del Nuevo Testamento usan un pronombre
masculino para referirse al Espíritu (lo cual es neutro). El ejemplo más
claro de esta excepción al uso gramatical normal es Juan 16:13–14, donde
se usa el pronombre masculino demostrativo dos veces para referirse al
Espíritu mencionado en el versículo 13. Otras referencias son menos
claras, puesto que los pronombres masculinos usados puede que se
refieran a la palabra “Paracleto” (el cual es masculino, 15:26; 16:7–8) o a
la palabra arras (que también es masculina [en griego], Efesios 1:13–14).
Sin embargo, la excepción clara al accidente normal en Juan 16:13–14 sí
respalda la personalidad real del Espíritu.

Cada una de estas líneas de evidencia escritural nos lleva a la conclusión


de que el Espíritu Santo, aunque un ser espiritual, es una Persona real
como el Padre, o el Hijo, o como lo somos nosotros.

490
II. EL ES DIOS

El Espíritu no solamente es una persona, sino que es una persona especial,


porque Él es Dios. Pruebas de la personalidad no son necesariamente
pruebas de la deidad; pero las pruebas de la deidad también son pruebas
de Su personalidad. Si Dios es una persona, y si el Espíritu también es
Dios, entonces Él también es una persona.

A. Sus nombres demuestran Su deidad


Los nombres divinos del Espíritu revelan Su deidad. A Él se le relaciona
por nombre con las otras dos personas de la Trinidad dieciséis veces
(Filipenses 1:19: “el Espíritu de Jesucristo”, y 1 Corintios 6:11: “el Espíritu
de nuestro Dios”.

Además, la promesa de nuestro Señor en mandar “otro Consolador”


(Juan 14:16) usa la palabra “otro”, que significa uno de la misma clase. En
otras palabras, si Cristo es Dios, entonces el Espíritu, el otro Consolador
de la misma clase, también es Dios.

B. Sus atributos son los que sólo pertenecen a Dios


Como hemos visto, el Espíritu tiene atributos que demuestran que Él es
realmente una persona, pero también posee atributos que solamente los
tiene Dios, lo cual, por lo tanto, demuestra que Él es Deidad. Estos
atributos son la omnisciencia (Isaías 40:13; 1 Corintios 2:12), la
omnipresencia (Salmo 139:7), y la omnipotencia por virtud de Su obra en
la Creación (Job 33:4; Salmo 104:30).

Él también es verdad, amor, dador de vida, pero el hombre también


puede ser estas cosas en un sentido relativo.

C. Sus acciones son las que solamente Dios puede hacer


1. Él fue la causa del nacimiento virginal (Lucas 1:35).

2. Él fue el agente en dar las Escrituras inspiradas (2 Pedro 1:21).

491
3. Él estuvo involucrado en la creación del mundo (Génesis 1:2). Aquí,
como en otros usos del “Espíritu de Dios” en el Antiguo Testamento,
podemos preguntar si las referencias son claramente a la tercera persona
de la Trinidad o a Dios como espíritu (lo cual Él es). Comentando sobre el
versículo 2, Leupold da una respuesta juiciosa a la pregunta.
“Absolutamente ningún otro que el Espíritu Santo está considerándose
aquí…. Puede que se requiera la luz completa de la revelación del Nuevo
Testamento para que discernamos que el Espíritu Santo de Dios aquí es el
mismo que en el Nuevo Testamento se reconoce como el Espíritu Santo;
pero teniendo esa luz, no tenemos que vacilar en creer que éste arroja luz
clara sobre el uso anterior de la expresión en el Antiguo Testamento…. ¿No
parece razonable que el Espíritu de la inspiración hubiera expresado de tal
forma las palabras que tratan de Su actividad que, cuando la revelación
completa del Nuevo Testamento llegara, todas las declaraciones tocante al
Espíritu estuvieran en perfecta armonía con esta revelación posterior?”
(H.C. Leupold, Exposition of Genesis [Columbus: Wartburg, 1942],
pp.49–50).

D. Sus asociaciones con las otras personas de la Divinidad


demuestran Su deidad
1. El Espíritu como Yahveh. El Nuevo Testamento identifica al Espíritu de
Yahveh del Antiguo Testamento, particularmente cuando cita un pasaje
del Antiguo Testamento en el cual Dios habló y lo atribuye al Espíritu (cf.
Hechos 28:25 con Isaías 6:1–13 y Hebreos 10:15–17 con Jeremías 31:31–
34). Esta es evidencia fuerte de que los escritores del Nuevo Testamento
consideraron que el Espíritu es Dios.

2. El Espíritu y Dios. La blasfemia contra el Espíritu y el mentirle a Él es


igual que hacerle estas cosas a Dios (Mateo 12:31; Hechos 5:3–4).

3. Igualdad. El Espíritu se asocia en un plano de igualdad con el Padre y


el Hijo (Mateo 28:19; 2 Corintios 13:14). En la referencia de Mateo el uso
del “nombre” en singular fortalece la prueba. Él es una persona y es Dios.

492
CAPITULO 60

EL ESPÍRITU SANTO EN EL
ANTIGUO TESTAMENTO

Las aproximadamente cien referencias al Espíritu de Dios en el Antiguo


Testamento dan evidencia de Su obra durante ese período. Sin embargo,
no todos creen que estas referencias señalen a la tercera persona de la
Trinidad. Por ejemplo, P.K. Jewett cree que en el Antiguo Testamento el
Espíritu Santo nunca se usa para indicar “una persona distinta del Padre
y el Hijo”, sino “la naturaleza divina vista como una energía vital” (“Holy
Spirit”, The Zondervan Pictorial Encyclopedia of the Bible [Grand Rapids:
Zondervan, 1975], 3:184). Mientras que es cierto que el Antiguo
Testamento no revela la doctrina de la Trinidad, con todo, parece
comunicar la idea de que el Espíritu es una persona, no simplemente una
energía vital (Salmo 104:30). Leon Wood observa correctamente que
“también es importante reconocer que el asunto de la identidad del
Espíritu Santo en el Antiguo Testamento no es tanto una cuestión de lo
que las personas pensaban tocante a este miembro de la Divinidad, como
de cuál fue la intención de Dios mismo, que inspiró a los escritores” (The
Holy Spirit in the Old Testament [Grand Rapids: Zondervan, 1976], p. 19).
Y sí sabemos por el Nuevo Testamento que fue el Espíritu Santo quien
estuvo obrando en los tiempos del Antiguo Testamento (Hechos 7:51; 2
Pedro 1:21).

I. LA OBRA DEL ESPÍRITU EN LA CREACIÓN

A. La evidencia
Siete versículos hablan de los varios aspectos de la obra del Espíritu Santo
en la Creación. Ellos son: Génesis 1:2, Job 26:13 (?); 27:3; 33:4; Salmos
33:6; 104:30; e Isaías 40:13. Mientras que algunos opinan que no son
493
referencias claras al Espíritu, en realidad no hay ninguna buena razón para
considerar que no lo sean (aunque en algunos de estos versículos los
traductores usan “aliento” en vez de Espíritu).

B. Su actividad
El Espíritu estuvo involucrado en el planeamiento general del universo
(vv. 12–14).

Él también estuvo activo con relación a la creación de las estrellas del cielo
(Salmo 33:6).

El Espíritu participó en la creación de la tierra (Génesis 1:2). La palabra


“movía” (en otras referencias hallada solamente en Deuteronomio 32:11,
“revolotea” o “aletea” y Jer. 23:9, “tiemblan”) significa que el Espíritu
rondaba por encima de la tierra, aún no formada ni habitada, y la cuidaba.

El Espíritu obró en la creación de los animales (Salmo 104:30) y del


hombre (Job 27:3; 33:4). Así que el alcance de Su actividad incluyó todas
las facetas básicas de la Creación.

II. LA OBRA DEL ESPÍRITU EN LA REVELACIÓN Y LA


INSPIRACIÓN

Que el Espíritu Santo fue el agente en revelar y grabar el mensaje de Dios


para el hombre en los tiempos del Antiguo Testamento se enseña
claramente tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo.

Pedro aporta la afirmación más inclusiva sobre el tema, en 2 Pedro 1:21.


Las profecías no se originaron por la voluntad del hombre, sino que los
escritores fueron llevados o movidos por el Espíritu. El mismo verbo
aparece en ambas partes del versículo, indicando que la voluntad del
hombre no fue lo que las trajo, sino el Espíritu de Dios. Los hombres que
escribieron actuaron como agentes pero sus voluntades no controlaron ni
interfirieron con lo que Dios deseó comunicar; el Espíritu fue quien los
guió.

494
Versículos específicos del Antiguo Testamento, como 2 Samuel 23:2 y
Miqueas 3:8, indican que los profetas hablaron por medio del Espíritu.

Además, el Nuevo Testamento atribuye al Espíritu Santo ciertas citas


del Antiguo Testamento. Cuando, debatiendo con los Fariseos, Cristo citó
del Salmo 110, El reconoció que fue escrito por David pero dado por el
Espíritu (Mateo 22:43). Pedro citó del Salmo 41 en conexión con el
reemplazo de Judas, y dijo que el Espíritu Santo predijo esto tocante a
Judas por boca de David (Hechos 1:16). Después Pedro también afirmó
que el Salmo 2 fue dado por el Espíritu Santo “por boca de nuestro padre
David” (Hechos 4:25). Pablo también citó del Antiguo Testamento y
atribuyó lo citado al Espíritu Santo (28:25 de Isaías 6:9–10), y el escritor
a los Hebreos hizo lo mismo en dos lugares en esa epístola (Hebreos 3:7;
10:15–16). Entonces, estas citas del Nuevo Testamento indican claramente
que el Espíritu obró en comunicar la verdad de Dios en los tiempos del
Antiguo Testamento.

III. LA OBRA DEL ESPÍRITU SANTO CON RELACIÓN


A LAS PERSONAS

El ministerio del Espíritu Santo a las personas en los tiempos del Antiguo
Testamento no era igual de lo que ha sido desde el día de Pentecostés. Sea
cual fuere, el Señor aclaró bien que sería diferente después de Pentecostés.
Note cuán repetidamente el Señor habló de la “venida” del Espíritu (quien
ya estaba presente) en Su conversación con los discípulos en el aposento
alto (Juan 15:26; 16:7–8, 13). Esto indica que el Espíritu estaba obrando
en ese entonces y que Su obra tomaría un carácter diferente después de
Pentecostés. Cuando el Señor hizo resumen de ese contraste, dijo que el
Espíritu “mora (tiempo presente) con (para) vosotros, y estará (tiempo
futuro) en (en) vosotros” (14:17). Mientras que hay una interpretación
opcional del tiempo presente en la segunda cláusula, i.e., está en vosotros,
la mayoría de los comentadores prefieren el tiempo futuro. Por supuesto,
esto delinea el contraste entre el ministerio del Espíritu cuando el Señor
495
habló estas palabras y el ministerio futuro después de Pentecostés.
Buswell, queriendo disipar ese contraste, traduce la palabra en como
“entre”, haciendo que la promesa signifique que el Espíritu estaría entre la
compañía de los discípulos. El sí reconoce que pudiera entenderse con el
significado de “en vosotros individualmente” (Systematic Theology
[Grand Rapids: Zondervan, 1962], 1:115). Muchos comentadores
simplemente parecen no estar conscientes de que se está haciendo alguna
diferencia aquí.

“La obra preparatoria del Espíritu sobre los discípulos se expresa por
las palabras: ‘mora en vosotros’, y la relación más cercana en la cual
entraría con ellos en Pentecostés por: ‘estará en vosotros’. Por lo tanto,
debemos tener cuidado de no leer con la Vulgata, menei en el futuro,
morará en la primera preposición, ni con algunos alejandrinos, esti, es, en
la segunda. El significado completo de la frase consiste en la antítesis del
presente mora (comp. menon en v. 25) y el futuro estará. El contraste de
los dos regímenes con vosotros (comp. par’ humin de v. 25) y en vosotros
corresponde exactamente con el de los tiempos verbales” (Commentary
on the Gospel of St. John [Edinburgh: T. & T. Clark, 1881], 3:141).

Con este contraste en mente, tenemos que tratar de delinear y


sistematizar lo que el Espíritu hizo por las personas en los tiempos del
Antiguo Testamento.

A. La naturaleza de Su obra
Tres palabras parecen explicar el ministerio del Espíritu a las personas en
el Antiguo Testamento.

1. Él estaba en algunos. Faraón reconoció que el Espíritu estaba en José


(Génesis 41:38). Faraón probablemente no entendió que era el Espíritu
Santo, pero revelación posterior parece clarificar esto. El Espíritu estaba
en Josué, por eso Dios lo escogió (Números 27:18). El Espíritu estaba en
Daniel (Daniel 4:8; 5:11–14; 6:3). En estos ejemplos la preposición
empleada es beth, “en”.
496
2. El Espíritu venía sobre algunos. La preposición usada para describir
esto es al. Varios experimentaron este ministerio del Espíritu (Números
24:2; Jueces 3:10; 6:34; 11:29; 13:25; 1 Samuel 10:10; 16:13; 2 Crónicas
15:1). Esto incluyó a los jueces, a Saúl, y a los profetas Balaam y Azarías.

3. El Espíritu llenó a Bezaleel (Éxodo 31:3; 35:31). Esto parecía ser una
ayuda especial para guiar a los artífices al ellos trabajar en la construcción
del tabernáculo.

B. El alcance de Su obra
1. Limitado en cuanto a pueblo. Después que Dios escogió a Israel para
que fuera Su pueblo, la obra del Espíritu fue con ese grupo, primordial si
no exclusivamente. Por supuesto, Israel era una nación espiritualmente
mixta tanto con creyentes como con no creyentes. No obstante, el Espíritu
Santo ministró a la nación entera estando con el pueblo y guiándolo
(Nehemías 9:20; Isaías 63:10–11, 14). Esto parece haber sido una relación
general. Aparentemente Él tuvo relaciones más íntimas con algunos
dentro de la nación (véase arriba y Números 11:29).

Sin embargo, no tenemos revelación clara del ministerio del Espíritu


fuera de Israel. Génesis 6:3 puede que sea una excepción si el versículo
significa que el Espíritu juzgó a la humanidad por su maldad en los días de
Noé. Pero el versículo puede que sea una advertencia de que el espíritu
humano que Dios puso en los seres humanos no permanecería siempre
porque la humanidad sería destruida en el Diluvio. Por cierto no había
ninguna indicación de que el Espíritu convenciera al mundo de pecado en
los tiempos del Antiguo Testamento (como hace ahora, Juan 16:8), y
ninguna otra nación disfrutó de Su presencia general entre ellos como
Israel. Hasta donde podemos saber por lo que está escrito, Su ministerio
era a Israel y a los individuos en Israel.

2. Limitado en cuanto a clases de ministerio. Como se ha afirmado


anteriormente, no hallamos un ministerio de convencimiento general,
ninguna habitación en el hombre ni poder dado como después del
497
Pentecostés (7:37–39), ningún sellamiento, y por cierto ningún bautismo
(todavía es futuro en Hechos 1:5). La regeneración del Espíritu no se
menciona específicamente, aunque algunos opinan que el Espíritu estaba
regenerando en el Antiguo Testamento porque los creyentes dan evidencia
de una batalla dentro de sí mismos como resultado de la presencia tanto
de lo viejo como de lo nuevo.

3. Limitado en cuanto a la perpetuidad. El Espíritu le dio poder a Sansón;


después el Señor lo dejó (Jueces 13:25; 16:20). El Espíritu vino sobre Saúl
y después lo dejó (1 Samuel 10:10; 16:14). Aparentemente no había
garantía de la presencia permanente del Espíritu en los tiempos del
Antiguo Testamento.

Posiblemente pudiera hacer una analogía entre el ministerio del


Espíritu en el Antiguo Testamento y la gracia en el Antiguo Testamento.
Ambos estaban presente durante ese período, pero el Espíritu que obró en
el Antiguo Testamento “llegaría” en ministerios nuevos y más completos
después del Pentecostés; igual que las manifestaciones de la gracia en el
Antiguo Testamento estaban opacas comparadas con la gracia que inundó
al mundo cuando vino Cristo (Juan 1:17; Tito 2:11).

498
CAPITULO 61

EL ESPÍRITU SANTO EN LA
VIDA DE NUESTRO SEÑOR

I. EL NACIMIENTO DE CRISTO

El Espíritu Santo participó en la concepción de nuestro Señor en el vientre


de la virgen María. El resultado fue Su encarnación (Lucas 1:35).

II. LA VIDA DE CRISTO

A. Los aspectos del ministerio del Espíritu


1. Cristo fue lleno del Espíritu (Lucas 4:1). La palabra aquí indica que esta
era la característica de Su vida (como en Hechos 6:3, 5). No fue algo
momentáneo, sino una relación que Él tuvo toda su vida.

2. Cristo fue ungido con el Espíritu (Lucas 4:18; Hechos 4:27; 10:38;
Hebreos 1:9). Esto quería decir que Él es el Mesías (El Ungido) y que tenía
poder para desempeñar Su ministerio profético.

3. Cristo se regocijó en el Espíritu (Lucas 10:21). Esto posiblemente fue


una evidencia de que Él estaba lleno del Espíritu.

4. Cristo anduvo en el poder del Espíritu durante toda Su vida. Esto fue
predicho por Isaías (Isaías 42:1–4; 61:1–2) y experimentado por Jesús de
Nazaret en Sus ministerios de predicación (Lucas 4:18) y de hacer milagros
(Mateo 12:28).

B. Las áreas del ministerio del Espíritu


1. El ministerio del Espíritu en la vida de nuestro Señor estaba
relacionado con Su oficio de Profeta. Al comienzo de Su ministerio público
El declaró que el Espíritu del Señor estaba sobre El para proclamar el año
favorable del Señor (Lucas 4:18).
499
2. El ministerio del Espíritu también lo capacitó para llevar a cabo
algunos de Sus milagros. Sin duda, algunos de los milagros del Señor se
llevaron a cabo en el poder del Espíritu. Esta atribución fue la causa del
incidente tocante el pecado imperdonable (Mateo 12:28, 31). Él también le
dio vista a los ciegos porque el Espíritu estaba sobre El (Lucas 4:18). En el
Antiguo Testamento el darle vista a los ciegos era una prerrogativa de Dios
(Isaías 29:18; 35:5; 42:7). Así que, cuando el Señor le restauró la vista a los
ciegos Él se estaba proclamando claramente como el muy esperado Mesías
de Israel. Uno esperaría que el ministerio del Espíritu (de ungir y
capacitar) estuviera conectado con esta clase de milagro que demostraba
que Jesús era el Mesías ungido. En todo el Antiguo Testamento no hay
ninguna información de una persona ciega que recibiera la vista. Ninguno
de los discípulos del Señor tuvo parte en la restauración de la vista de ciego
alguno. Solamente el papel de Ananías en la recuperación de la vista de
Pablo tiene alguna relación, aunque esto era diferente de lo que hizo
nuestro Señor cuando le dio vista a quienes jamás habían visto. Así que,
cuando Cristo entró en la escena de la historia y les dio vista a muchos
ciegos, esta fue una fuerte proclamación de que Él era el Mesías.

Se documentan más milagros de Cristo en esta categoría que en


cualquier otra. Mateo registra la curación de dos ciegos en particular
(9:27–31), la de los ciegos en general (11:5), la del ciego que provocó el
pecado imperdonable (12:22), cantidades adicionales no especificadas de
ciegos curados (15:30), y la sanación de los ciegos el Domingo de Ramos
(21:14). Marco documenta la sanación de un ciego en Betsaida (Marcos
8:22–26) y la restauración de la vista a Bartimeo y a su amigo en Jericó
(10:46–52, también registrada en Mateo y Lucas). Juan documenta la
curación del hombre que nació ciego (Juan 9:1–41). Y todas estas fueron
efectuadas en el poder del Espíritu.

Pero evidentemente algunos de los milagros del Señor fueron hechos


en Su propio poder de Dios-Hombre. La mujer con la hemorragia continua
fue sanada por Su propio poder (Marcos 5:30). La curación del paralítico
500
que fue bajado por el techo por sus amigos se atribuye al poder del Señor
(Lucas 5:17). La sanación en masa de una multitud, después de haber
escogido los discípulos, resultó de Su propio poder (6:19). Aquellos que
llegaron a arrestarlo en el huerto de Getsemaní fueron derribados hacia
atrás momentáneamente por la demostración del poder de Su propia
deidad cuando Él dijo “YO SOY” (Juan 18:6).

Algunos dirían que estos milagros fueron atribuidos a Cristo pero


realmente efectuados por el poder del Espíritu, que estaba dentro de Él.
Mientras que esto pudiera ser cierto, no parece ser la forma normal de
entender los textos. Así que, es mejor reconocer que El hizo algunos de Sus
milagros en el poder del Espíritu (particularmente aquellos que aportaban
evidencia a Su alegación de ser el Mesías, por restaurarles la vista a los
ciegos) y otros en Su propio poder.

C. El conflicto acerca del ministerio del Espíritu


Mateo 12:22–37 y Marcos 3:22–30 relatan el conflicto sobre el poder del
Espíritu que ocurrió en Galilea, mientras que Lucas narra un incidente
similar en Judea, aproximadamente un año después (11:14–23).

El conflicto relatado en Mateo y Marcos surgió porque el Señor sanó a


un hombre que estaba ciego y mudo (lo cual probablemente significaba
que también era sordo). Sin embargo, la posesión por demonios era la
causa actual de sus problemas. Mientras que los exorcistas judíos podían
echar fuera demonios, ellos hubieran tenido gran dificultad con este caso,
porque ¿cómo se comunicaría uno con una persona ciega y muda y, muy
probablemente, sorda también? Cuando el Señor sanó todos los males a
una vez, las personas se quedaron asombradas y empezaron a sugerir que
Jesús era verdaderamente su Mesías. Esto provocó la acusación blasfema
de los fariseos de que Satanás estaba haciéndole el favor a su amigo Jesús
de retraer los demonios de las personas para hacer aparecer como que
Cristo mismo tenía ese poder. De modo que, dijeron ellos, ¿quién desearía
seguir a un amigo de Satanás como Jesús obviamente lo era?

501
La respuesta del Señor consta de tres declaraciones. (1) Un reino o una
casa dividida contra sí misma no puede permanecer. En otras palabras,
Satanás no destruiría su propio reino por alinearse él mismo con el reino
de Jesús. Cierto, Satanás pudiera haber permitido a los exorcistas judíos
echar fuera los demonios, pero eso no crearía la división básica en el reino
de Satanás como si Jesús lo hiciera, si verdaderamente lo hubiera hecho
por el poder de Satanás.

(2) El Señor entonces señaló que la acusación era absurda puesto que
los fariseos reconocían que los exorcistas judíos no echaban fuera los
demonios por el poder de Satanás. Así que, ¿por qué habían ellos de
acusarle a El de hacerlo de esa manera?

(3) La única conclusión lógica a la cual se llega en virtud de estos hechos


es que el reino de Dios había llegado, puesto que Cristo estaba derrotando
a Satanás al quitarle sus víctimas y haciéndolo en el poder del Espíritu de
Dios.

Ahora bien, al acusar a Jesús de estar en liga con Satanás, los fariseos
se estaban poniendo al lado de Satanás. Además, estaban acusando al
Espíritu Santo, en cuyo poder Cristo echaba fuera los demonios. ¿Qué
quiso significar el Señor cuando dijo que un pecado contra el Hijo del
hombre era perdonable pero no lo era contra el Espíritu? El significó que
aunque fuese posible que ellos malentendieran las reclamaciones de Él,
semejante ignorancia, aunque deplorable, era perdonable. Pero el no
entender el poder del Espíritu no era perdonable, puesto que el poder y el
ministerio del Espíritu eran bien conocidos desde los tiempos del Antiguo
Testamento.

Hablar contra el Espíritu no era meramente un pecado de la lengua. Los


fariseos no pecaron solamente con sus palabras. Era un pecado del corazón
expresado en palabras. Además, lo de ellos fue un pecado cometido en Su
presencia. Para cometer este pecado particular se requería la presencia

502
personal y visible de Jesús en la tierra; por lo tanto, cometerlo hoy en día
sería imposible.

Pero el demostrar maldad de corazón es imperdonable en cualquier


tiempo si uno muere persistiendo en rechazar a Cristo. El destino eterno
de una persona se determina en esta vida, pero ningún pecado es
imperdonable mientras que una persona tenga aliento. De hecho, el Señor
exhortó a los fariseos a que se pusieran a Su lado en vez de en contra El
(Mateo 12:30), que manifestaran arrepentimiento de corazón (vv. 33–35),
y que hablaran palabras que evidenciaran un corazón justo y no aquellas
que resultaran en su condenación (vv. 36–37). Pablo mismo provee
evidencia de que la blasfemia es perdonable (1 Timoteo 1:13).

D. La importancia del ministerio del Espíritu

1. El desarrollo de la humanidad. Razonablemente podemos dar por


sentado que el Espíritu tomó parte en el desarrollo de la humanidad de
Cristo (Lucas 2:52; Hebreos 5:8). Su crecimiento tenía que haber estado
relacionado con el Espíritu que lo llenó y lo ungió.

2. La dependencia de Cristo. El sí dependió del Espíritu para dirección y


para el poder a lo menos en algunos de Sus milagros.

Si el inmaculado Hijo de Dios usó estos ministerios del Espíritu, ¿cómo


podemos esperar nosotros vivir independientes de Su poder?

III. LA MUERTE DE CRISTO

Usualmente se cita Hebreos 9:14 como evidencia de que nuestro Señor se


ofreció a Sí mismo en Su muerte por medio del Espíritu. La evidencia
respecto a si es o no una referencia al Espíritu Santo está dividida a partes
bastante iguales, lo que hace difícil una conclusión definitiva.

La evidencia de que esta es una referencia al Espíritu es la siguiente: La


carencia del artículo (textualmente, por espíritu eterno) señala al Espíritu

503
Santo igual que la carencia del artículo en 1:2 señala más claramente a
Cristo.

Teológicamente, es razonable esperar que si el Espíritu tomó parte en


el nacimiento de Cristo y en Su vida, que también lo hiciera en Su muerte.

La evidencia de que esta no es una referencia al Espíritu, sino al mismo


espíritu eterno que tenía Su deidad es la siguiente: La ausencia del artículo
se referiría más naturalmente a otro que el Espíritu Santo, puesto que la
designación Espíritu Santo usualmente incluye el artículo.

Si esto se refiere al espíritu eterno de Cristo, entonces no es una


referencia a la naturaleza divina que ofreciera a la naturaleza humana, sino
a la Persona entera que se ofrecía a Sí misma por la acción del poder-
espíritu más elevado que había dentro de Él. Su propio espíritu divino
participó en el ofrecimiento del Dios-Hombre.

Otro versículo, 1 Pedro 3:18, puede que se refiera a la acción del Espíritu
con respecto a la muerte de Cristo. Sin embargo, usualmente se piensa que
este versículo se relaciona con la obra del Espíritu en la resurrección de
Cristo. Surgen dos problemas mayores en su exégesis. Uno concierne a la
identificación de “espíritu”, ya sea que se refiera al Espíritu Santo o al
mismo espíritu eterno de Cristo. Si es lo anterior, entonces la forma es
instrumental: “por el Espíritu [Santo]”; si es lo posterior, entonces es
locativo, “en el espíritu [de Cristo]”. El paralelismo con “carne” puede que
le dé preferencia a la idea del espíritu de Cristo. Si es así, entonces no
tenemos ninguna información del ministerio del Espíritu Santo con
relación a la muerte de Cristo (a no ser que Hebreos 9:14 tenga que ver con
eso) o a Su resurrección.

Pero aun si la referencia es al Espíritu Santo, todavía existe otro


problema. Concierne al uso del participio aoristo, “vivificado por el
espíritu” (KJV [versión inglesa]). Normalmente, el participio aoristo
indica acción simultánea o antecedente a la del verbo principal, pero no
subsecuente. (Hechos 25:13 no es una excepción, puesto que su “llegada”
504
puede ser un período de tiempo dentro del cual una parte era el saludar, o
que a menudo se mandaban los saludos antes de la llegada). Si el verbo
principal es “murió”, entonces la acción de vivificación no puede referirse
a la Resurrección, la cual era subsecuente a Su muerte. Se referiría a alguna
vivificación al tiempo de la Crucifixión (acción simultánea). Sin embargo,
si el verbo principal en la cláusula es “llevar”, entonces es concebible que
la vivificación pudiera referirse a la Resurrección, la cual precedió a la
llevada de nosotros al cielo. En este caso la referencia es a la resurrección
de Cristo. En la primera opción se refiere a alguna clase de vivificación o
fortalecimiento en la cruz. Pero en cualquiera de los dos casos no está claro
que estuviera implicado el Espíritu Santo, en vez del espíritu de Cristo.

Finalmente, algunos citan a Romanos 1:4 para enseñar que el Espíritu


Santo tomó parte en la resurrección de Cristo. De nuevo existen dos
problemas exegéticos. Uno concierne a la identificación de “Espíritu de
santidad”. El paralelismo con “según la carne” argumenta a favor de que
se refiere al espíritu mismo de Cristo, más bien que al Espíritu Santo. El
segundo problema concierne a identificar cuál(es) resurrección(es) está(n)
en vista. Textualmente, el texto dice “una resurrección de muertos”. Esto
puede que se refiera (a) a la resurrección de Cristo de entre las personas
muertas, o (b) a las resurrecciones que El hizo mientras estaba en la tierra,
o (c) a todas ellas, incluyendo la Suya. Pero en cualquier caso, es menos
que cierto que el Espíritu estuviera directamente implicado.

En realidad, no existe ninguna evidencia clara que indique la obra


directa del Espíritu en la muerte o la resurrección del Señor. Por supuesto,
en el sentido de que estas actividades se relacionan con la segunda persona
de la Trinidad, las tres personas divinas estuvieron implicadas.

505
CAPITULO 62

LA HABITACIÓN DEL ESPÍRITU

Según notamos en el capítulo anterior cuando tratamos de Juan 14:17, el


Espíritu hace ciertas cosas nuevas y especiales desde Su “venida” en el día
de Pentecostés. Como el corazón de estos ministerios distintivos está el
ministerio de habitar en los creyentes, porque es fundamental para todos
Sus ministerios a los cristianos en esta edad.

I. LAS PERSONAS HABITADAS

Para expresar la habitación, Pablo no sólo usa la preposición en, sino


también el verbo oikew, habitar (Romanos 8:9; 1 Corintios 3:16; aunque,
por supuesto, algunas veces usa solamente la preposición como en 6:19).
El adjudica este ministerio del Espíritu a todos los creyentes.

A. El Espíritu que mora en ellos es un don de Dios a todos los


creyentes.

Varios pasajes enseñan claramente que el Espíritu es dado a todos los


creyentes y no selectivamente a algunos (Juan 7:37; Hechos 11:16–17;
Romanos 5:5; 1 Corintios 2:12; 2 Corintios 5:5). Uno esperaría que fuese
así, ya que una dádiva no es un premio y el recibir este don no se asocia
con mérito alguno.

B. Si el Espíritu no habita en alguno, eso indica que no es


salvado.

Pablo declaró que el no tener el Espíritu equivale a no pertenecer a Cristo


(Romanos 8:9). Judas también describió a los apóstatas como carentes del
Espíritu (Judas 19) y “sensuales” [guiados únicamente por sus sentidos].
Esta es la misma palabra traducida “natural” en 1 Corintios 2:14, otro
versículo que describe a un individuo que no es salvo. Ser natural es no ser
506
salvo y no tener el Espíritu. Por lo tanto, la tenencia del Espíritu caracteriza
a todos los que han nacido de nuevo.

C. Los creyentes en pecado están habitados por el Espíritu.


La prueba decisiva de si el Espíritu habita en todos los creyentes o no, es
si habita o no en cristianos que estén en pecado. Claramente, sí lo hace.
Primera Corintios 6:19 fue escrito a un grupo muy diverso espiritualmente,
algunos creyentes buenos, espirituales, pero muchos que eran carnales y
mundanos; aun así Pablo no dice que solamente el grupo espiritual estaba
habitado por el Espíritu. Un hermano, que a juicio de Pablo era creyente
(5:5), estaba viviendo en pecado grave. Otros estaban en litigios legales
unos contra los otros (cap. 6). Aun así Pablo dice que el Espíritu estaba
“en” todos ellos (v. 19). No sólo se abstiene de hacer excepciones a su
afirmación, sino que hace la morada del Espíritu Santo en el creyente la
base de su exhortación a vivir en santidad. Entonces, claramente, en todos
los creyentes, pero sólo en los creyentes, el Espíritu mora.

II. LA PERMANENCIA DE LA HABITACIÓN

Algunos que admiten que el Espíritu es dado a todos los creyentes sienten
que Él puede separarse de aquellos que cometen ciertos pecados. Así pues,
reconocen Su habitación pero niegan la permanencia de ella.

Sea cuales fueren los pecados capaces de causar Su partida, tendrían


que ser más graves que la fornicación del capítulo 5 o las disputas legales
del capítulo 6, porque Pablo no excluye a estos creyentes de su afirmación
de que el Espíritu habitaba en ellos (v. 19).

Además, si el Espíritu dejara a los cristianos que pecan, entonces dejan


de ser cristianos según Romanos 8:9. El Espíritu no puede abandonar a un
creyente sin que envíe de nuevo a ese creyente a una condición de perdido,
no salvado. La seguridad del creyente y la habitación permanente del
Espíritu son doctrinas inseparables.

507
Pero también tenemos la promesa positiva del Salvador de que El oraría
al Padre, el cual daría otro Ayudador “para que esté con vosotros para
siempre” (Juan 14:16). Por cierto, el pecado afecta la efectividad del
Espíritu en la vida del creyente, pero no quita Su presencia de los
creyentes.

III. ALGUNOS PROBLEMAS CONCERNIENTES A LA


HABITACIÓN DEL ESPÍRITU

A. ¿No es la obediencia una condición para la habitación?


Pedro habló del Espíritu Santo como “el cual ha dado Dios a los que le
obedecen” (Hechos 5:32). ¿Significa esto que la obediencia sea una
condición para que se dé el Espíritu, de modo que sólo ciertos (i.e., los
obedientes) creyentes tienen el Espíritu? Sí, si la obediencia se comprende
en la forma en que Pedro la usó. Él se estaba dirigiendo al Sanedrín
incrédulo y concluyó enfatizando el asunto de su obediencia. ¿Obediencia
a qué? Ciertamente, la obediencia del Sanedrín no tenía nada que ver con
obediencia a los asuntos de la vida cristiana, puesto que ellos no eran
cristianos. La obediencia a la cual el los llamó era el obedecer (creer) a la
verdad de que Jesús era el Mesías de ellos. Poco después algunos de los
sacerdotes en Jerusalén sí creyeron y Lucas los describe como “también
muchos de los sacerdotes obedecían a la fe” (6:7).

Otras dos referencias usan la obediencia como sinónimo de recibir la


salvación de Cristo. Pablo describió el propósito de su misión como “para
la obediencia a la fe en todas las naciones por amor de su nombre”
(Romanos 1:5). El escritor de Hebreos dijo que Cristo llegó a ser la fuente
de la salvación eterna para todos los que le obedecen (Hebreos 5:9). Por lo
tanto, si la obediencia se entiende correctamente (como obedecer el
Evangelio), sí es una condición para recibir el don del Espíritu.

508
B. Pero, ¿no hay ilustraciones de la temporalidad de la
habitación?

Sí, las hay, pero son todas antes del día de Pentecostés (1 Samuel 16:14;
posiblemente Salmo 51:11; Lucas 11:13; Juan 20:22). Pero no hay tales
ejemplos después de la venida del Espíritu en el día de Pentecostés. Ya que
aquellos de antes del Pentecostés corresponden a una economía diferente
del Espíritu, no se pueden usar para probar que lo mismo sucede después
del Pentecostés, cuando el Espíritu Santo vino a morar en los creyentes
permanentemente.

C. ¿No demuestra la dilación en darles el Espíritu a los


samaritanos que es subsecuente a la salvación y por lo tanto
selectiva?

De que hubo una espera en darles el Espíritu a los samaritanos es claro; La


pregunta es: ¿Por qué? Algunos dicen que la habitación llega subsecuente
a la salvación y no necesariamente a todo creyente. Otros equiparan este
dar el Espíritu con la llenura del Espíritu. Aun otros dicen que el
procedimiento era diferente en este caso porque los samaritanos fueron el
primer grupo no judío en ser incorporados en la iglesia. Esto último es
verdad en parte: Los samaritanos eran en parte judío y en parte gentil. El
patrón puramente gentil para la concesión del Espíritu se halla en Hechos
10:44, donde el Espíritu fue dado a los gentiles en casa de Cornelio en el
momento en que creyeron.

La mejor explicación de la espera en el caso de los samaritanos está en


la naturaleza cismática de la religión de ellos. Su adoración era rival de la
adoración judía en Jerusalén; por lo tanto, Dios necesitaba demostrarles a
ellos que su nueva fe cristiana no debía también ser rival de la iglesia
cristiana en Jerusalén. La mejor manera de mostrar sin que quedara duda
que los cristianos samaritanos pertenecían al mismo grupo que los
cristianos de Jerusalén (y vice versa, para demostrarles a los líderes en
509
Jerusalén que los samaritanos eran genuinamente salvos) era esperar a
que Pedro y Juan vinieran de Jerusalén a Samaria para dar el Espíritu
Santo. Esta espera y el uso por Dios de Pedro y Juan para comunicar el
don del Espíritu salvó a la iglesia primitiva de tener dos iglesias madres o
iglesias rivales.

D. ¿No demuestra Hechos 19:1-6 que la habitación es


subsecuente a la salvación?

Para responder sí a esta pregunta se requiere que entendamos que los doce
discípulos de Juan el Bautista ya eran creyentes cristianos antes de
conocer a Pablo en Éfeso. Pero este no es el entendimiento correcto. Ellos
no se hicieron creyentes en Jesús por creer el mensaje de Juan y recibir su
bautismo; se hicieron creyentes cristianos solamente después que Pablo
les explicó la diferencia entre Juan y Jesús. De hecho, el texto no nos da a
entender que ellos hubieran aun entendido mucho acerca del mensaje de
Juan. Pero cuando entendieron y creyeron lo que Pablo les explicó,
inmediatamente recibieron el Espíritu por medio de la imposición de las
manos de Pablo. No hubo ninguna espera.

El patrón normal para recibir el Espíritu se estableció en la casa de


Cornelio, donde el Espíritu fue dado cuando las personas creyeron, lo cual
ocurrió mientras que Pedro estaba predicando y antes que fueran
bautizados en agua (10:44, 47).

E. ¿Qué relación hay entre la habitación y la unción?


La unción en el Antiguo Testamento, un asunto muy solemne, hacía santa
o sacrosanta a una persona o cosa (Éxodo 40:9–15). Estaba asociada con
el Espíritu Santo y con la capacitación para el servicio (1 Samuel 10:1, 9;
Zacarías 4:1–4).

510
En el Nuevo Testamento, Cristo fue ungido (Lucas 4:18; Hechos 4:27;
10:38; Hebreos 1:9) y los creyentes son ungidos (2 Corintios 1:21; 1 Juan
2:20, 27). En lo concerniente a la unción de creyentes, estos pasajes
parecen enseñar que es algo que no se repite, sino que permanece.
Mientras que en el Antiguo Testamento el ungimiento se relacionaba más
con el servicio (como también lo fue el ungimiento de Cristo), la unción de
los creyentes del Nuevo Testamento implica una relación que nos capacita
para comprender la verdad. La unción del Antiguo Testamento parece
acercarse más a la idea de la llenura del Espíritu, mientras que la de los
creyentes tiene que ver con la morada del Espíritu. No todo creyente la
experimentaba en el Antiguo Testamento; hoy, sí. Pudiera ser que se
repitiera en el Antiguo Testamento; hoy permanece en todo creyente.

El Nuevo Testamento enseña con claridad que el Espíritu habita


permanentemente en todos los creyentes. No permitamos que nuestra
familiaridad con esto empañe su significado. Este ministerio permanente
y universal a creyentes está en vivo contraste con el ministerio de
habitación del Espíritu en el Antiguo Testamento (Juan 14:17). Significa
que, ya sea que lo sintamos o no, Dios el Espíritu Santo vive
constantemente dentro de nuestro ser. Esto debiera darnos (a) un sentido
de seguridad en nuestra relación con Dios, (b) una motivación para
practicar la presencia de Dios, y (c) una sensibilidad a los pecados contra
Dios.

511
CAPITULO 63

EL SELLAMIENTO DEL
ESPÍRITU
Tres pasajes del Nuevo Testamento hablan de este ministerio particular
del Espíritu. El primero, 2 Corintios 1:22, dice que Dios nos ha sellado y
nos ha dado las arras del Espíritu, Efesios 1:13 agrega que fuimos sellados
con el Espíritu (to pneumati) cuando creímos, y además, que el Espíritu es
las arras de nuestra herencia. Efesios 4:30 afirma que fuimos sellados por
o con (en) el Espíritu hasta el día de la redención.

Este ministerio específico del Espíritu constituye algo que no se


menciona en ninguna parte del Antiguo Testamento. Leon Wood trata de
edificar un argumento para que ocurriera durante ese período, alegando
que, puesto que el sellamiento se relaciona con la seguridad del creyente y
también con la habitación, y puesto que los santos del Antiguo Testamento
estaban seguros y habitados, también tenían que haber sido sellados (The
Holy Spirit in the Old Testament [Grand Rapids: Zondervan, 1976], pp,
70–1). Si esto fuera cierto, solamente se podría inferir; no se afirma
específicamente en ningún lugar. Más bien, parece ser algo que Dios ha
hecho para los creyentes solamente desde el día de Pentecostés.

I. QUIENES SON SELLADOS

Como en el caso de la habitación, el sellamiento le pertenece solamente a


creyentes, y a todos los creyentes. En 2 Corintios 1:22 Pablo no hace
excepciones al escribirle a un grupo en el cual fácilmente las excepciones
pudieran justificarse. Todos son sellados. De no ser esto cierto, entonces
¿cómo pudiera Pablo hacer de ello la base para la exhortación a no
contristar al Espíritu en Efesios 4:30? El habría tenido que decir que
solamente aquellos creyentes que son sellados no deben contristar al
Espíritu.
512
II. CUANDO SON SELLADOS

Al igual que la habitación, el sellamiento ocurre en el momento de nuestra


conversión. El “y” en 2 Corintios 1:22 conecta el sellamiento con el don del
Espíritu como las arras. Y el Espíritu es dado cuando creemos (Hechos
2:38).

Se puede hacer la exégesis, legítimamente, de Efesios 1:13 en dos


maneras, lo cual resulta en dos distintas respuestas a la pregunta de
cuándo las personas son selladas. El verbo principal es “fuisteis sellados”.
El participio aoristo que lo acompaña es “creyendo”. Ahora bien, el
participio puede expresar una acción que precede a la del verbo principal.
De ser así, entonces el creer tuvo lugar antes del ser sellado; i.e., hubo un
intervalo de tiempo entre creer y el ser sellado. O el participio puede que
indique una acción que ocurrió al mismo tiempo que la del verbo principal.
Si este es el caso, entonces el creer y el sellamiento se efectuaron al mismo
tiempo. Exegéticamente, cualquiera de las dos pudiera ser correcta. Pero
teológicamente, el creer y el sellamiento tienen que ser simultáneos. De
otra manera sería posible tener creyentes no sellados.

III. QUIEN(ES) LOS SELLA(N)

Claramente, Dios es quien sella a los creyentes (2 Corintios 1:22). Es


menos clara la cuestión de que si el Espíritu Santo es también un agente
en el sellamiento. Efesios 4:30 parece indicar que El sí lo es, porque usa lo
frase “por el cual” [versión inglesa]. Sin embargo, esto pudiera significar
“en quien”. Efesios 1:13 es ambiguo; no se expresa ninguna preposición. El
Espíritu puede ser el agente o la esfera del sellamiento, o ambos. Somos
sellados por el Espíritu y en el Espíritu.

Si ambas cosas son ciertas, pudiera ser como decir: “Yo fui al mercado
en mi automóvil”. Usted habrá querido expresar: “por medio de mi
automóvil”, considerando este vehículo como el agente que lo llevó al
mercado. O: “por sentarme dentro (la esfera) de mi automóvil”, pensando

513
del carro como el receptáculo en el cual fue llevado. En realidad ambas
cosas son ciertas. El automóvil sirvió a la vez como el agente que lo llevó y
el receptáculo en el cual usted estaba situado. Similarmente, el Espíritu
realizó el sellamiento como el agente, y como resultado estamos ubicados
en El.

III. LA DURACIÓN DEL SELLAMIENTO

El sellamiento es hasta el día de la redención (4:30). Esto se refiere a ese


día futuro cuando nuestra redención será totalmente completada,
incluyendo el recibimiento de nuestros cuerpos de resurrección (cf.
Romanos 8:23). Así que el sellamiento garantiza el cumplimiento
completo de las promesas de Dios a nosotros. Y ningún creyente puede
resultar despojado del sello en camino al cielo.

V. RAMIFICACIONES DEL SELLAMIENTO

A. Seguridad
El concepto del sellamiento incluye las ideas de posesión, autoridad,
responsabilidad y, sobre todo, seguridad. El sellamiento nos da seguridad
de las promesas de Dios hacia nosotros, especialmente de nuestra
salvación. Podemos estar seguros de que (a) Él nos posee, (b) tenemos una
salvación segura sellada por y en el Espíritu, y (c) es Su propósito
guardarnos hasta el día de nuestra completa redención.

El correo certificado ofrece un buen ejemplo del concepto de la


seguridad en el sellamiento. Cuando se certifica la correspondencia, no
sólo tiene que sellarse cuidadosamente, sino que entonces el agente de
correos sella los bordes de manera que se pueda detectar cualquier
alteración de ese sellamiento. Solamente dos personas pueden romper ese
sello legítimamente, el destinatario y el remitente (si la correspondencia
es devuelta a él). En el caso de los creyentes, Dios es el remitente y el
recipiente a la vez, y Dios es el que hace el sellamiento. Así que solamente

514
Dios puede romper el sello, y Él ha prometido no hacerlo hasta el día de la
redención. Tanto 2 Corintios 1:22 como Efesios 1:13–14 mencionan al don
del Espíritu como las arras junto con el sellamiento. La asociación es muy
lógica. El sellamiento garantiza que recibiremos todo lo que Dios nos ha
prometido, algo de lo cual espera a nuestra redención futura. La presencia
del Espíritu en nuestras vidas sirve como las arras o la promesa de que
todo será cumplido. En los asuntos humanos, cuando ya el dinero de las
arras se ha dado y se ha recibido, tanto el comprador como el vendedor
están comprometidos a completar la transacción. Similarmente, el don del
Espíritu sirve como el compromiso de Dios de que Él no va retractarse de
ninguna de las promesas que nos ha hecho.

B. Pureza
El pensamiento del día de nuestra completa redención, cuando seremos
perfectos, nos debe causar un sentimiento de vergüenza acerca del pecado
en nuestras vidas ahora. Además, el hecho de que tenemos una relación
con el Espíritu Santo, quien se entristece cuando pecamos, debe
motivarnos a la pureza. ¿Qué pecados Lo entristecen? Cualquier pecado y
todos ellos. Pero en el contexto inmediato (los dos versículos que rodean
al 4:30) se subrayan los pecados de la lengua. Por supuesto, lo que sale de
nuestras bocas es indicio de lo que está en nuestros corazones. El pensar
de nuestro sellamiento por y en el Espíritu Santo debe guardar nuestros
labios.

515
CAPITULO 64

EL BAUTISMO DEL ESPÍRITU

Otro ministerio del Espíritu que es característico de esta edad posterior al


Pentecostés es el de bautizar en el cuerpo de Cristo a los que creen. Fue
predicho primeramente, no en algún pasaje del Antiguo Testamento, por
Juan el Bautista (Mateo 3:11 y paralelos). Pero este ministerio no fue
experimentado por persona alguna durante la vida terrenal de nuestro
Señor, porque Él dijo después de Su resurrección y antes de Su ascensión
que ocurriría “dentro de no muchos días”, en el día de Pentecostés (Hechos
1:5). Este ministerio específico sirvió un propósito particular —agregar
personas al cuerpo de Cristo—, y puesto que el cuerpo de Cristo es
característico de esta edad, también lo sería la obra del Espíritu en
bautizar.

I. CONFUSIÓN TOCANTE AL BAUTISMO


DEL ESPÍRITU

La confusión rodea esta área de la doctrina cristiana del Espíritu Santo, y


causa divisiones entre creyentes y oscurecimiento de esta gran verdad.
¿Qué razones hay para esto?

Una de las razones para la confusión se relaciona con un concepto no


claro del cuerpo de Cristo. Si uno cree que la iglesia comenzó con Abraham
o con Juan el Bautista, entonces es muy probable que le será más difícil
ver la distinción del ministerio de bautizar que tiene el Espíritu en esta
edad. Así que, el bautismo generalmente se hace un sinónimo de la
experiencia de conversión (Donald Guthrie, New Testament Theology
[Downer’s Grove: InterVarsity, 1981], p. 564). Pero si uno reconoce al
cuerpo como algo que comenzó en Pentecostés, entonces será clara la
necesidad de que el Espíritu bautice a las personas en ese cuerpo.
516
Un énfasis excesivo en el bautismo por agua, particularmente por
inmersión, a menudo oscurece o aun destruye la doctrina del bautismo del
Espíritu. Si las dos verdades no se distinguen, usualmente se pierde la
verdad del bautismo del Espíritu, porque se le considera como
simplemente otra manera de hablar del bautismo por agua. E.Y. Mullins,
un teólogo bautista de la pasada generación, entendió el bautismo del
Espíritu como el bautismo en la iglesia (local), implicando que el bautismo
(por agua) literal es una actividad guiada por el Espíritu de acuerdo a 1
Corintios 12:13 (International Standard Bible Encyclopedia [Grand
Rapids: Eerdmans, 1943], 1:399–401). Dale Moody, un teólogo bautista de
esta generación, declara que “Dios imparte el Espíritu en el bautismo” (The
Word Of Truth [Grand Rapids: Eerdmans, 1981], p. 447).

La asociación contemporánea por los Pentecostales del bautismo del


Espíritu con una segunda bendición y/o con la experiencia de las lenguas
como evidencia de haber sido bautizado, aumenta la confusión.

Algunas veces no se hace distinción entre el bautismo del Espíritu y la


llenura del Espíritu, lo que resulta en que el “bautismo-llenura” ocurre
subsecuente a la conversión, y no a todos los creyentes. Este punto de vista
no incluye el hablar en lenguas necesariamente; ya que considera el
bautismo como ser uno lleno de poder especial. La falta de claridad se
complica con el hecho de que grandes hombres, como R.A. Torrey y D.L.
Moody, no estaban claros en esta área. Torrey enseñó que una persona
puede o no ser bautizada con el Espíritu al momento de salvación (The
Baptism with the Holy Spirit [Minneapolis: Bethany House, 1972], pp.
13–4). En su biografía de Moody, Torrey se refiere al bautismo de Moody
como algo que ocurrió subsecuente a la salvación (Why God Used D.L.
Moody [New York: Revell, 1923], pp. 51–5).

Tenemos que admitir que esta falta de claridad no siempre es


malintencionada; pero, lamentablemente, a veces estos conceptos
erróneos se promueven a propósito. En cualquiera de los casos, a los

517
creyentes se les despoja de una verdad importante que abarca nuestra
unión con Cristo y una base sólida para la vida santa.

II. CARACTERÍSTICAS DEL BAUTISMO DEL ESPÍRITU

A. Solamente se efectúa en esta dispensación

Como ya se ha señalado, no existe ninguna predicción del bautismo en el


Antiguo Testamento, y nuestro Señor dijo que ocurriría por primera vez
cuando el Espíritu llegara en el día de Pentecostés (Hechos 1:5). Después
Pedro le llamó a esto el “principio” (11:15–16). Que este ministerio se
efectúa solamente en esta dispensación también lo respalda el propósito
del bautismo, unir a creyentes al cuerpo de Cristo; y el que el cuerpo sea
característico de sólo esta dispensación, apoya la conclusión de que este es
un ministerio sólo para esta dispensación.

B. Es la experiencia de todo creyente en esta dispensación

Tres hechos respaldan esta conclusión. El texto central, 1 Corintios 12:13,


afirma claramente que todos han sido bautizados al igual que a todos se
les ha dado a beber de un mismo Espíritu (por Su morada en el creyente).
El que esto se dijera de la iglesia de Corinto, que incluía tan variadas
condiciones espirituales, indica que la carnalidad no excluye a uno de este
ministerio.

En ninguna parte de las Escrituras hay ni siquiera una exhortación a


que alguno sea bautizado con el Espíritu. Esto indica que todos los
creyentes han experimentado este ministerio.

Si “un bautismo” en Efesios 4:5 se refiere al bautismo del Espíritu (lo


cual es lo más probable), entonces eso también se aplica al mismo grupo
de los que tienen “un Señor” y “una fe”, i.e., todos los creyentes.

518
C. Ocurre al momento de la salvación y no se repite de allí en
adelante

Si no ocurriera en la salvación, entonces existirían creyentes


verdaderamente salvos pero que, por no haber sido bautizados por el
Espíritu, no pertenecerían al cuerpo de Cristo. El bautismo es lo que une
al creyente al cuerpo, así que si alguien pudiera ser salvo y no bautizado,
entonces sería un creyente fuera del cuerpo.

Si fuera necesario que el bautismo se repitiera, entonces eso sólo


pudiera ocurrir si el creyente fuera primero desconectado del cuerpo de
Cristo y tuviera que ser unido de nuevo. Puesto que el primer bautismo en
la conversión une al individuo al cuerpo, entonces si se necesitara un
segundo bautismo, tendría que haber ocurrido un removimiento del
cuerpo entre los dos bautismos.

III. RESULTADOS DEL BAUTISMO DEL ESPÍRITU

A. Nos une al cuerpo de Cristo


Esto abarca las siguientes verdades, que a menudo traen convicción. Estar
en Su cuerpo significa que somos levantados con El a vida nueva
(Romanos 6:4) y debemos ejercer nuestros dones para mantener ese
cuerpo en buen funcionamiento (el contexto de 1 Corintios 12:13).

Experimentar un solo bautismo sirve de base a la unidad del cuerpo y a


la exhortación a mantener esa unidad (el contexto de Efesios 4:5).

El que un segundo bautismo no sea necesario nos da seguridad de la


firmeza de nuestra posición en Su cuerpo.

B. Actualiza nuestra crucifixión juntamente con Cristo


El estar asociado con Cristo en Su muerte, sepultura, y resurrección
establece la base para realizar nuestra separación del poder del pecado que
habita dentro y nuestro andar en novedad de vida (Romanos 6:1–10;
Colosenses 2:12).

519
IV. LA DOCTRINA CONTEMPORÁNEA DE DOS
BAUTISMOS DEL ESPÍRITU

Debido a que 1 Corintios 12:13 es muy claro al afirmar que todos los
creyentes han sido bautizados, y porque algunos maestros
contemporáneos desean justificar el concepto de un bautismo especial
para recibir poder (una segunda bendición), ha surgido una doctrina de
dos bautismos del Espíritu que es, a mi entender, una nueva enseñanza.

Mientras que el pentecostalismo antiguo enseñaba uniformemente que


el bautismo del Espíritu era una investidura de poder, siendo la evidencia
del mismo las lenguas, el nuevo pentecostalismo contempla dos
bautismos. Uno es el del versículo 13, que todos los creyentes
experimentan y es llevado a cabo por el Espíritu, y coloca a las personas
en el cuerpo de Cristo. El otro bautismo se ve en el libro de los Hechos y es
llevado a cabo por Cristo en el Espíritu para experiencias de poder. El
primero ocurre en la conversión y resulta en una posición; el segundo
ocurre después, y se puede repetir, y es para tener poder. El primero no
requiere el hablar en lenguas; el segundo, idealmente, sí.

El Nuevo Testamento usa las frase “bautizar con, en, o por el Espíritu”
solamente siete veces (Mateo 3:11; Marcos 1:8; Lucas 3:16; Juan 1:33;
Hechos 1:5; 11:16; 1 Corintios 12:13). En realidad, estas siete se pueden
colocar en tres categorías: las predicciones en los Evangelios; el señalar
hacia antes y hacia después del Pentecostés en las dos referencias en
Hechos; y la explicación doctrinal en 1 Corintios. En los Evangelios parece
más natural entender que Cristo es quien bautiza en el Espíritu, como la
esfera en la cual las personas son bautizadas. En Hechos y Corintios parece
ser más natural entender que el Espíritu es el agente, y el cuerpo de Cristo
la esfera en la cual las personas son bautizadas. Sin embargo, estas
distinciones no son tan inflexibles. Tanto Cristo como el Espíritu son
agentes, y el Espíritu al igual que el cuerpo son esferas. Cristo es el agente
final porque El mandó al Espíritu, quien es, por así decirlo, el agente

520
intermediario (Hechos 2:33). El cuerpo claramente es una esfera, y el
Espíritu otra. Esto es similar a la obra del Espíritu en sellar —Él es a la vez
el agente que sella y la esfera en la cual somos sellados.

Sin embargo, el neopentecostalismo tiene que hacer distinciones


agudas. Las referencias en los Evangelios y en Hechos, dicen ellos, son
referencias a Cristo como agente y al Espíritu como la esfera que traen
poder al creyente. Este es el bautismo en el Espíritu. La referencia en 1
Corintios revela al Espíritu como el agente y al cuerpo como la esfera, y es
el bautismo por el Espíritu.

Todos los creyentes han sido bautizados por el Espíritu, pero no todos
ellos han experimentado el bautismo en el Espíritu.

A propósito, el ultradispensacionalismo usa el mismo argumento para


los dos bautismos a fin de respaldar su enseñanza de dos iglesias durante
el período de los Hechos. La iglesia petrina, o la iglesia judía, existió desde
Pentecostés hasta Pablo; y la iglesia cuerpo, desde Pablo en adelante. La
iglesia judía recibió el poder por el bautismo en el Espíritu, y la iglesia
paulina, o cuerpo, es formada por el bautismo por el Espíritu (Charles F.
Baker, A Dispensational Theology [Grand Rapids: Grace Bible College
Publications, 1971], p. 503).

Tal frase, aparentemente técnica y no muy empleada, es muy probable


que se refiera a la misma actividad todas las veces que aparece. El
establecer dos bautismos separados y distintos tiene poco apoyo, para
decir lo menos. El ver dos agentes es bíblico, debido a Hechos 2:33, y muy
normal porque las diferentes personas de la Trinidad a menudo están
implicadas en la misma obra. Además, Efesios 4:5 dice que solamente hay
un bautismo. Es la obra de Cristo por la agencia del Espíritu el unir a la
iglesia, el cuerpo de Cristo, con todos los privilegios y responsabilidades
que vienen con esa posición, a aquellos que creen.

521
522
CAPITULO 65

LOS DONES DEL ESPÍRITU

La doctrina de los dones espirituales es casi exclusivamente paulina; el


único uso de la palabra fuera de los escritos de Pablo se halla en 1 Pedro
4:10. El pasaje importante de Efesios 4 le atribuye el dar los dones al Cristo
resucitado y ascendido. El pasaje importante de 1 Corintios 12 enfatiza la
obra del Espíritu como el dador de los dones. El otro pasaje principal,
Romanos 12, no especifica el agente. Puesto que solamente mencionamos
brevemente el ministerio de Cristo con relación a Su entrega de dones a Su
cuerpo al tratar de la cristología, veremos la doctrina en detalle aquí.

I. LA DEFINICIÓN DE LOS DONES ESPIRITUALES

A. Qué ha de entenderse
La palabra que designa los dones espirituales (charisma), obviamente
relacionada con la palabra empleada para expresar gracia, significa algo
que se debe a la gracia de Dios. El uso de la palabra en el Nuevo
Testamento abarca desde la dádiva de la salvación (Romanos 6:23), hasta
el don del cuidado providencial de Dios (2 Corintios 1:11), y el uso más
frecuente relacionado con los dones de gracia al creyente. Cuando se usa
con esta última connotación, yo sugiero que un don espiritual es una
habilidad dada por Dios para servicio.

En esta definición propuesta, el sinónimo para don es habilidad. Un


don espiritual es una habilidad. “Dada por Dios” nos recuerda que Cristo
y el Espíritu son los dadores de los dones, y “para el servicio” intenta captar
el énfasis que se halla en los pasajes centrales de que los dones han de
usarse en servir al cuerpo de Cristo.
523
Aunque existe una cercana analogía entre los dones espirituales y los
talentos (ciertamente ambos son dados por Dios, 1 Corintios 4:7), los
talentos, por ejemplo, pueden o no ser usados para servir al cuerpo.

B. Lo que no ha de entenderse
1. Un don espiritual no es un lugar de servicio. El don es la habilidad, no
donde se ejerce la misma. Se puede enseñar dentro o fuera del ámbito de
un aula formal, y en cualquier país del mundo. Es posible ayudar en la
iglesia o en el vecindario.

2. Un don espiritual no es un oficio. El don es la habilidad y se puede


ejercer tenga uno o no un oficio en la iglesia local. Con relación a esto existe
mucha confusión en cuanto al don de pastor. El don es la habilidad de
pastorear a las personas. Esto lo puede hacer una persona que ocupa lo
que llamamos, en nuestra eclesiología moderna, el oficio del pastorado. O
lo puede hacer un superintendente de hombres o una superintendente de
mujeres en una escuela. O lo puede hacer una esposa y madre en la casa.

3. Un don espiritual no es un ministerio a un grupo de edad específica.


No hay un don de ministrar a jóvenes, o a niños. Todas las edades
necesitan el servicio de pastores, maestros, administradores, ayudantes,
etcétera.

4. Un don espiritual no es la técnica de una especialidad. No hay don


espiritual de escribir o de educación cristiana o de música. Estas son
técnicas en las cuales se pueden usar los dones espirituales.

5. Un don espiritual es diferente de un talento natural. Ya he mencionado


que un talento puede ser usado o no para servir al cuerpo de Cristo,
mientras que un don espiritual sirve positivamente. Notemos algunos
contrastes adicionales entre los dones espirituales y los talentos naturales.

524
TALENTOS NATURALES DONES ESPIRITUALES

Dados por Dios a través de los padres Dados por Dios independiente de los padres

Dados en el nacimiento Obviamente dados en la conversión

Para beneficiar a la humanidad en general Para beneficiar al cuerpo en particular

Así que, un don espiritual es una habilidad dada por Dios para servir al
cuerpo de Cristo dondequiera y comoquiera El dirija.

II. LA DISTRIBUCIÓN DE LOS DONES ESPIRITUALES

A. Son distribuidos por el Cristo resucitado y ascendido (Efesios


4:11)

El hecho de que la Cabeza del cuerpo le da dones a Su cuerpo eleva el uso


de los dones a un nivel alto y santo. Estos son Sus dones, que nos son
confiados porque El necesita que nosotros los usemos para edificar Su
cuerpo. ¡Qué dignidad le da esto aun a lo que parece ser la obra de más
humilde!

B. Son distribuidos por el Espíritu Santo de acuerdo a Su


voluntad (1 Corintios 12:11, 18)

¿Por qué le da El un don específico a un creyente? Porque Él es quien mejor


sabe lo que el cuerpo necesita y lo que le conviene a cada creyente para
servicio. Si así lo creyéramos, esto impediría que nos quejáramos de no ser
como otra persona, y debiera motivarnos a usar al máximo lo que Dios nos
ha dado.

¿Cuándo nos da el Espíritu Santo Sus dones? Es muy probable que en


la conversión. Si son dones del Espíritu, y no tenemos el Espíritu hasta la
conversión, entonces es de suponer que Sus dones se den en ese tiempo.

525
Puede que no descubramos todos los dones que nos fueron dados al
momento de la salvación, pero yo me inclino a pensar que los tenemos
todos en ese tiempo. A medida que crecemos, otros dones pueden salir a
la luz para ser usados en diferentes tiempos de nuestra vida, pero es lo más
probable que los poseamos todos desde la conversión. Quizás no podamos
decir qué combinación particular de dones tenemos hasta que miremos
retrospectivamente a nuestras vidas y veamos cuáles Dios ha usado en
todos nuestros días.

C. Son distribuidos a todos los creyentes


Ningún creyente está sin a lo menos un don espiritual. Pedro afirma
claramente que todos tienen por lo menos uno (1 Pedro 4:10). Cada
creyente es soltero o casado, y ambos estados son llamados dones
espirituales (1 Corintios 7:7). Posiblemente muchos creyentes también
tienen los dones de ayudas o de servir.

Pero ningún creyente tiene todos los dones. Si así fuese, entonces la
metáfora en 12:12–27 no tuviera sentido. Si algún creyente poseyera todos
los dones, entonces no necesitaría de otros creyentes. El sería la mano, el
pie, el ojo y el oído —el cuerpo entero, lo cual es imposible—. Los creyentes
necesitan de otros creyentes simplemente porque ninguno posee todos los
dones.

D. Son distribuidos al cuerpo de Cristo como un todo


Con esto quiero enfatizar que una congregación no debe esperar que todos
los dones estén representados en ella. Su estado de crecimiento y madurez
puede que no lo requiera. Dios conoce lo que cada grupo necesita, y se
ocupará de suplir adecuadamente.

También digo que no toda generación ha de esperar necesariamente


tener todos los dones. Un don dado una vez es un don dado al cuerpo
entero de Cristo. Dios concedió los dones fundamentales de apóstoles y
profetas al principio (Efesios 2:20). Después que el fundamento fue puesto

526
por aquellos que emplearon esos dones, otros dones fueron necesarios.
Pero en el siglo veinte todavía nos estamos beneficiando de esos dones
fundamentales y edificándonos sobre los mismos. Fueron dados en el
primer siglo al cuerpo entero a través de todos los siglos. Ninguna
generación ha sido menoscabada. El Espíritu le da a la iglesia como El
desea, y conoce exactamente lo que cada creyente, cada congregación, y
cada generación necesita. (Una de las presentaciones más equilibradas y
concisas de toda esta doctrina es, de William J. McRae, The Dynamics of
Spiritual Gifts [Grand Rapids: Zondervan, 1976], 144 pp.)

III. EL DESCUBRIMIENTO Y DESARROLLO DE LOS


DONES ESPIRITUALES

El “peligro del péndulo” opera con relación a los dones espirituales. Un


movimiento del péndulo expone la idea de que los dones espirituales son
esencialmente inadecuados para el servicio cristiano hoy en día porque
fueron dados a la iglesia primitiva y el único asunto importante hoy en día
es la madurez, no los dones. Al moverse para el lado opuesto se halla el
énfasis de que uno no puede ni aun comenzar a servir a no ser que esté
seguro de su(s) don(es) espiritual(es). Si los dones espirituales fueron
dados solamente a la iglesia primitiva o si son inadecuados para el servicio
hoy en día, entonces ¿por qué aparecen en los libros del Nuevo Testamento
escritos para la segunda generación de creyentes y para los que vivieron en
todas partes del Imperio Romano? (Efesios y 1 Pedro). Además, puesto que
los dones son necesarios para que el cuerpo de Cristo funcione
correctamente, ¿cómo sería posible que no se den hoy y aún se mantenga
el funcionamiento correcto? Por otro lado, si un creyente tiene que saber
el (los) don(es) espiritual(es) que tiene antes de servir, entonces ¿por qué
no se manda en algún lugar que uno descubra sus dones espirituales? A
todos se nos manda que usemos nuestro don (1 Pedro 4:10 —“minístrelo”).
Ningún texto dice que tenemos que saber qué don tenemos antes de ser

527
capaz de servir. Aun así me arriesgaré a usar la palabra descubrimiento en
el título de esta sección a fin de animar al lector a que use el don que posee.

A. Infórmese de cuantos dones haya en su vida


Existen tres categorías de dones en la vida de todo cristiano.

1. Habilidades naturales. Dadas por Dios al uno nacer, incluyen cosas


como el cociente de inteligencia, una medida de salud y fuerza, talentos
musicales, habilidades lingüísticas, aptitudes para la mecánica, etcétera.

2. Habilidades adquiridas. Entre éstas, cocinar, coser, manejar un


automóvil, aprender un idioma, tocar un instrumento, etcétera. Aunque
quizás no lleguemos a apreciar tales destrezas, recuerde que muchas
personas en el mundo tienen pocas oportunidades de adquirir habilidades
en estas áreas.

3. Dones espirituales. El creyente debe informarse de las distintas


habilidades que Dios ha puesto en su vida. En otras palabras, debe hacer
un inventario para saber qué mercancías tiene disponibles para el uso del
Señor. Sólo a través del proceso de hacer inventario periódicamente puede
el creyente discernir qué áreas de servicio debe explorar.

B. Prepárese por aprovechar toda oportunidad disponible


Este principio se aplica a las tres categorías de habilidades. Sáquele filo a
sus talentos, adquiera destrezas, y trabaje en desarrollar sus dones
espirituales. Sí uno cree que tiene el don de enseñar, entonces le será
necesario estudiar. Puede ser que la habilidad de comunicar sea dada más
directamente (aunque aun a ese don se le puede sacar filo por medio de la
educación), pero ciertamente el contenido se tiene que aprender.

El don de evÁngelizar en la iglesia primitiva no sólo abarcaba la


predicación de las Buenas Nuevas sino también ir de un lado a otro con el
mensaje. Para este fin pudiera ser necesario que uno cuide de su salud y
así contar con el vigor que requiere viajar y proclamar el Evangelio.

528
Si uno sospecha que tiene el don de dar, entonces tratará de ser un buen
mayordomo en todas las áreas de la vida (1 Corintios 4:2). La habilidad de
ser generoso es dada por Dios, pero el tener los recursos con los cuales ser
generoso requiere disciplina en los asuntos financieros.

Si uno tiene el don de exhortación, ciertamente debe estar basado en el


conocimiento bíblico. Para que una exhortación sea válida y valga la pena,
tiene que estar arraigada en verdades bíblicas. Y, por supuesto, el tener
conocimiento bíblico requiere estudio.

C. Esté activo en la obra del Señor


Los dones se descubren y se desarrollan por medio de la actividad. La
práctica trae percepción de todas las habilidades de uno, y también
desarrolla esas habilidades. Si usted intenta descubrir su(s) don(es)
espiritual(es), entonces no rechace oportunidades de servir, aunque
piense que no caen dentro de la esfera de sus habilidades. Es posible que
Dios esté tratando de comunicarle que usted tiene habilidades que aún no
reconoce.

Si se halla activo en hacer lo que pueda, entonces se presentarán otras


oportunidades que traerán a la luz dones espirituales adicionales. Por
ejemplo, cuando primero hallamos a Felipe en el libro de los Hechos lo
vemos que ayuda a distribuir dinero de socorro a las viudas necesitadas (y
disgustadas) (6:5). Es de dudarse que antes de tomar este ministerio él se
sentara para decidir ¡si tenía o no ese don espiritual! Aquí estaba una
oportunidad para servir, y él la aprovechó. El demostró ser fiel al llevar a
cabo esa humilde tarea. El Señor entonces le confió otro ministerio, el de
evangelizar a los samaritanos (8:5) y, después, al eunuco de Etiopía. Por
continuar empleando ese don, llegó a ser conocido como Felipe el
evangelista (21:8). Pero primero fue Felipe el ayudador de viudas.

El mismo principio obró en la vida de Esteban. El primeramente sirvió


junto a Felipe en ministrar a las viudas. Pero también estaba lleno de fe

529
(6:5), y era un gran testigo (7:1–53). La fidelidad en una oportunidad lleva
a otras oportunidades.

Permítame presentarle una comparación interesante entre algunos de


los dones espirituales y algunos de los mandamientos que son dados a
todos los creyentes. El punto fundamental de esta comparación
simplemente afirma que se nos manda servir en muchas áreas, ya sea que
pensemos o no que tenemos el don espiritual correspondiente.

DONES DADOS A ALGUNOS MANDATOS DADOS A TODOS

1. Servir 1. Servirse uno al otro (Gál. 5:13)

2. Exhortar 2. Exhortarse uno al otro (Heb. 10:25)

3. Dar 3. Todos dar (2 Corintios 9:7)

4. Enseñar 4. La Gran Comisión (Mateo 28:19)

5. Hacer misericordia 5. Ser benignos (Efesios 4:23)

6. Fe 6. Caminar por fe (2 Corintios 5:7)

7. Evangelizar 7. Todos testificar (Hechos 1:8)

Así que, a todos se les manda desempeñar varios ministerios, ya sea que
posean el don espiritual correspondiente o no. Si obedecemos fielmente
estos mandamientos, puede que descubramos nuestros dones espirituales
particulares.
530
D. Sea un buen mayordomo del estado de soltero o casado
Si cualquiera de los estados es un don espiritual (1 Corintios 7:7), entonces
es esencial ser fiel en la mayordomía que acompaña a cualquiera de los dos
estados. El ser soltero o el estar casado son dones espirituales que
necesitan ser desarrollados. En ambos casos se ha de ser mayordomo fiel
(4:2). Tanto el soltero como el casado tienen que estar creciendo en la
santificación (1 Tesalonicenses 4:3). Ambos tienen que redimir el tiempo
(Efesios 5:16).

La persona soltera tiene que prestarle atención particular a la pureza, a


la disciplina financiera, a usar el tiempo libre para estudiar la Palabra a
buscar oportunidades para servir, digamos, en un país extranjero por corto
plazo. La persona soltera debe ocuparse en las cosas del Señor, y de cómo
ha de agradarle a Él (1 Corintios 7:32). La persona casada tiene que
prestarle atención a su familia y, aun así, poner la obra del Señor en primer
lugar (vv. 29, 33). El propio ejercicio y desarrollo de estos dones puede ser
un factor importante en el uso de los otros dones a través de la vida.

E. Esté dispuesto a hacer cualquier cosa por el Señor


En realidad, la dedicación y el estar dispuesto a hacer cualquier cosa es
más importante que descubrir su(s) don(es) espiritual(es). El pasaje que
trata de los dones en Efesios 4 comienza con una exhortación a una vida
digna y un caminar humilde (vv. 1–2). Varias exhortaciones a la dedicación
preceden a la discusión extensa acerca de los dones en 1 Corintios 12 (3:16;
6:19–20; 10:31). Y el pasaje en Romanos 12 comienza con un gran
llamamiento a la dedicación de la vida, en los versículos 1 y 2. Uno que no
esté dedicado, nunca descubrirá todas las habilidades que Dios le ha dado,
ni tampoco desarrollará aquellas que pueda descubrir.

531
IV. LA DESCRIPCIÓN DE LOS DONES ESPIRITUALES

A. Apostolado (1 Corintios 12:28; Efesios 4:11)


En un sentido general, la palabra significa uno que es enviado (en el caso
de Epafrodito en Filipenses 2:25). Pero el sentido técnico del apostolado
se refiere a los Doce, y posiblemente algunos otros como Pablo y Bernabé
(Hechos 14:14). El don fue dado para fundar la iglesia y fue acreditado por
señales especiales (2 Corintios 12:12; Efesios 2:20). Este no es un don que
Dios da hoy en día.

B. Profecía (Rom. 12:6; 1 Corintios 12:10; 14:1-40; Efesios 4:11)


Como apostolado, profecía se usa tanto en un sentido general en un
sentido técnico. En el sentido general se refiere a la proclamación y, por lo
tanto, a la predicación. Pero técnicamente un profeta no sólo podía
proclamar el mensaje de Dios, sino que también era capaz de predecir el
futuro. Todos sus mensajes, ya fuera proclamando o prediciendo, venían
directamente de Dios por revelación especial.
Parece que este don debió de haber sido dado bastante ampliamente en
los tiempos del Nuevo Testamento, aunque sólo algunos profetas se
mencionan específicamente (Agabo, Hechos 11:27–28; profetas en la
iglesia de Antioquía, 13:1; las cuatro hijas de Felipe, 21:9; y los profetas en
la iglesia de Corinto, 1 Corintios 14). Este también fue dado para fundar la
iglesia, innecesario después de ese período y después que el Apocalipsis
fue escrito en el Nuevo Testamento.

C. Milagros (1 Corintios 12:28) y Sanidades (vv. 9, 28, 30)


Esta es la facultad de hacer señales especiales que incluyen la sanidad
física. Pablo ejerció este don en Efeso (Hechos 19:11–12); pero, sin
embargo, el no lo ejerció o no pudo ejercerlo en los casos de Epafrodito
(Filipenses 2:27), Timoteo (1 Timoteo 5:23), o Trófimo (2 Timoteo 4:20).
El don de sanidades puede que se considere como una categoría dentro del
don mayor de hacer milagros. Por ejemplo, Pablo al hacer venir ceguera

532
sobre Elimas el mago (Hechos 13:11) ejerció el don de milagros pero,
ciertamente, no fue una sanidad. Reconocemos que Dios puede hacer un
milagro o una sanidad sin que alguien ejerza un don (como la señal física
que acompañó a la llenura del Espíritu en 4:31).
Si es así, entonces no procede que si uno considera los dones de
milagros y de sanidades como transitorios, también esté diciendo que Dios
no hace milagros ni sanidades hoy en día. El simplemente está diciendo
que los dones ya no son operativos porque ha cesado la necesidad de ellos;
i.e., autenticar el mensaje del Evangelio.
Hoy en día un creyente no puede necesariamente esperar ser sanado.
No es la voluntad de Dios darles a todos buena salud. Aunque Pablo oró
sincera y repetidamente, y aunque él mismo poseía el don de sanar, no fue
la voluntad de Dios sanarle de su aguijón en la carne (2 Corintios 12:8–9).
Si fuese la voluntad de Dios sanar a todo creyente, entonces ningún
creyente moriría, porque aun la última enfermedad sería sanada. Los
sanadores reconocen sus limitaciones, porque ellos no afirman poder
sanar dientes deteriorados o reparar huesos rotos instantáneamente.
Descartar los medios humanos disponibles para la sanidad y
simplemente orar por una cura milagrosa es como orar por una cosecha y
entonces sentarse en una mecedora, rehusando plantar o cultivar la tierra.

D. Lenguas e interpretación de lenguas (1 Corintios 12:10)


El don de lenguas es la habilidad dada por Dios de hablar en un idioma
terrenal desconocido para el que habla. La interpretación de lenguas es la
facultad de interpretar ese mensaje en un lenguaje que entienden los
oyentes. Sin duda, en la primera aparición de las lenguas, en Hechos 2, se
trataba de idiomas (note la palabra “lenguas” en vv. 6 y 8). Se supone que
las lenguas en 1 Corintios no eran diferentes.
Los propósitos de la interpretación de las lenguas eran dos: comunicar
verdad de Dios, y autenticar la verdad del mensaje cristiano,
especialmente al pueblo judío (1 Corintios 14:5, 21–22). Debido a que los

533
corintios estaban abusando de este don, Pablo puso restricciones estrictas
para su uso: solamente dos o tres podían hablar en cualquier reunión;
nadie podía hablar en lenguas a no ser que el mensaje fuera interpretado;
siempre se prefería la profecía; y las mujeres tenían que guardar silencio
(vv. 27–34).
Lenguas no interpretadas, especialmente en una oración privada, son
infructuosas (v. 14), simplemente porque aun el que ora no sabe lo que está
pidiendo. Por lo tanto, es mejor orar con entendimiento, que significa usar
un lenguaje que la persona comprende.
Ya sea que uno crea o no en el don bíblico de las lenguas, la enseñanza
pentecostal de que las lenguas son la señal necesaria de haber sido
bautizado por el Espíritu es incorrecta. Pablo dijo que todos los creyentes
en Corinto estaban bautizados (12:13) pero no todos hablaban en lenguas
(v. 30).

E. Evangelización (Efesios 4:11)


Esta habilidad de proclamar el mensaje del Evangelio con claridad
excepcional, también incluía la idea de que el ministerio del evangelista
era itinerante. Además se podía ejercer públicamente o en privado. Ya sea
que uno tenga o no el don de evangelización, todo creyente debe testificar.

F. Pastor (Efesios 4:11)


Esta es la habilidad de pastorear al pueblo de Dios, proveyéndoles,
cuidándoles, y protegiéndoles. En el versículo 11 enseñar está conectado
con pastorear, y en Hechos 20:28 el gobernar también lo está.

G. Servir (Romanos 12:7; 1 Corintios 12:28; Efesios 4:12)


Esta es la habilidad de ayudar o servir en el sentido más amplio de la
palabra.

H. Enseñar (Romanos 12:7; 1 Corintios 12:28; Efesios 4:11)


Esta es la habilidad de enseñar la verdad de Dios. Aparentemente, el don
a veces se da solo y en otros casos en conexión con el de pastorear.

534
I. Fe (1 Corintios 12:9)
Esta es la facultad de creer a Dios para que El supla necesidades
específicas. Todo creyente debe andar por fe y cada uno tiene una medida
de fe, pero no todos tienen el don de fe.

J. Exhortación (Romanos 12:8)


Esto abarca la habilidad de animar, consolar, y amonestar a las personas.

K. Discernimiento de espíritus (1 Corintios 12:10)


Esta era la facultad de distinguir entre las fuentes genuinas y las falsas de
la revelación sobrenatural cuando se daba en forma oral antes de que el
canon se completara.

L. Hacer misericordia (Romanos 12:8)


Como el don de servir, éste implica socorrer particularmente a los
enfermos y los afligidos.

M. Dar (Romanos 12:8)


Esta parece ser la habilidad de ser muy generoso en el uso de los medios
que uno posee. Se debe ejercer con sencillez, i.e., sin la idea de recibir algo
en cambio o de lucro personal.

N. Administración (Romanos 12:8; 1 Corintios 12:28)


Esta es la capacidad para gobernar en la iglesia.

O. Sabiduría y conocimiento (1 Corintios 12:8)


Como otros dones de la iglesia primitiva, éstos implicaban la habilidad de
entender y comunicar la verdad de Dios a las personas.

Esta lista enumera dieciocho dones distintos (aunque yo he juntado


varios de ellos). ¿Es esto todo? En ningún lugar hallamos alguna
sugerencia de que haya otros dones, y los que han sido enumerados
parecen ser suficientes para la edificación del cuerpo de Cristo.

535
CAPITULO 66

LA LLENURA DEL ESPÍRITU

El concepto de que el Espíritu llena a las personas aparece quince veces en


el Nuevo Testamento, cuatro de ellas antes del Pentecostés. Parece tener
un doble énfasis, y sus ramificaciones son muy significativas con relación
a la vida y actividad del creyente.

I. LA RELACIÓN DE LA LLENURA DEL ESPÍRITU CON


LA ESPIRITUALIDAD

A. Una definición de la espiritualidad

En 1 Corintios 2:15 tenemos lo que más se aproxima a una definición de la


espiritualidad, y en realidad esa es solamente una descripción. Si el
creyente espiritual juzga, examina o discierne todas las cosas, pero él
mismo no es entendido por otros, entonces la espiritualidad significa una
relación madura, pero aun en progreso, con Dios.

Esto requiere por lo menos tres cosas: (a) la regeneración; (b) los
ministerios de Dios en la vida del creyente; y (c) tiempo para crecer en
madurez.

B. El papel del Espíritu en efectuar la espiritualidad

Si la madurez es un aspecto clave de la espiritualidad, entonces el Espíritu


Santo tiene que asumir un papel importante en efectuarla. El poder
discernir abarca el conocimiento de la voluntad y la perspectiva de Dios.
Esto lo realiza el Espíritu por Su ministerio de enseñanza (Juan 16:12–15).
También incluirá orar conforme a la voluntad de Dios, lo cual se logra con
la dirección del Espíritu (Romanos 8:26; Efesios 6:18). El creyente

536
espiritual ciertamente estará empleando los dones espirituales que el
Espíritu da acompañados del poder para ejercerlos (1 Cor. 12:7).
Aprenderá a guerrear victoriosamente contra la carne por el poder del
Espíritu (Romanos 8:13; Gálatas. 5:16–17). En fin, la llenura del Espíritu
es la clave para que haya espiritualidad en el creyente.

C. Algunas ramificaciones del concepto

Si la espiritualidad está relacionada con la madurez, entonces puede haber


grados de espiritualidad, puesto que hay niveles de madurez. Pablo
aparentemente esperaba que los creyentes en Corinto hubieran alcanzado
en cinco o seis años tal nivel de madurez que pudieran ser llamados
espirituales. El Evangelio fue predicado por primera vez en Corinto en su
segundo viaje misionero (alrededor del 50 A.D.), y su primera carta a la
iglesia, en la cual el reprendió a los cristianos porque no les podía tratar
como a personas espiritualmente maduras, fue escrita cerca de 56 A.D.

Aparentemente una persona podía volver atrás en algún área de la


espiritualidad sin perder todo lo que había ganado a través de los años.
Algunos pecados afectarían más áreas de la vida y de la comunión que
otros.

Si la llenura del Espíritu se relaciona con el control del Espíritu en una


vida, entonces ciertamente un nuevo creyente puede ser controlado en las
áreas que él conoce. Pero eso no significa que sea espiritual, puesto que no
ha pasado suficiente tiempo para que él madure. A medida que viene la
madurez, salen a la luz más áreas en las que se necesita control. Según
vayamos respondiendo positivamente y permitamos que el Espíritu
amplíe Su control, maduraremos más y más. Y así sucesivamente.

El hecho de haber sido cristiano por algún tiempo no garantiza la


espiritualidad, puesto que la persona puede que no haya permitido al
Espíritu controlar su vida durante algunos de esos años.
537
Hay etapas de madurez. Aunque uno pueda haber alcanzado la
madurez, siempre queda más madurez por alcanzar. La espiritualidad es
una relación madura, pero aún en proceso de maduración, con Dios.

II. LA LLENURA DEL ESPÍRITU

La llenura del Espíritu parece tener dos facetas. La primera puede ser
descrita como un hecho soberano de Dios por el cual El posee a alguien
para una actividad especial. Esto lo expresa la frase griega pimplemi
pneumatos agiou, y subraya el evento de estar lleno, más bien que el
estado resultante de la llenura. Ocurre en Lucas 1:15 (Juan el Bautista), 41
(Elisabet), 67 (Zacarías); Hechos 2:4 (el grupo del día de Pentecostés); 4:8
(Pedro), 31 (los creyentes); 9:17 (Pablo); y 13:9 (Pablo).

Observe que esta faceta de la llenura fue experimentada por algunas de


las mismas personas más de una vez y sin que fuera interrumpida por
pecado alguno, lo cual pudiera haber hecho necesario que la llenura se
repitiera. La repetición se debió a una nueva necesidad de servicio
especial, no a la intervención del pecado (2:4; 4:8, 31). Además, Dios hizo
esto como un hecho soberano, sin imponer condiciones sobre aquellos que
habían de ser llenados.

La segunda faceta de la llenura puede describirse como la influencia y


control extensivos del Espíritu en la vida del creyente. Evidencia un estado
de llenura permanente, en vez de un evento específico. Produce cierto
carácter de vida, y parece ser un sinónimo cercano de la espiritualidad. Se
indica por la frase griega plere o pleroo pneumatos agiou. Se halla en
Lucas 4:1 (Cristo); Hechos 6:3, 5 (los primeros ayudantes de los
apóstoles); 7:55 Esteban; 11:24 (Bernabé); 13:52 (los discípulos); y Efesios
5:18 (creyentes).
538
Esta faceta de la llenura del Espíritu es la más excelente referencia de
carácter que uno pudiera tener. Parece ser algo que todo creyente puede
experimentar (Hechos 13:52) pero no algo que todo creyente experimenta
realmente (6:3). Aunque requisitos específicos no se mencionan en estos
contextos, los requisitos normales para el crecimiento cristiano serían las
condiciones para obtener esta clase de carácter.

La única vez que Pablo escribió de la llenura (5:18), enfatizó este


aspecto de estar lleno. Puesto que él lo mandó, aparentemente no pensaba
que todos sus lectores la habían experimentado. Dos preguntas surgen en
la interpretación de este versículo.

La primera es, ¿Cuál es el significado de “espíritu”? ¿Se refiere al


Espíritu Santo, o al espíritu humano? Si se trata de este último, entonces
el versículo significa que se haga uso del espíritu humano en la adoración
corporal (aunque no hay ninguna otra referencia a la llenura del espíritu
humano). Ciertamente, las otras veces en que aparece en pneumati, en
Efesios (2:22; 3:5; 6:18) y Colosenses (1:8), todas tienen que ver
claramente con el Espíritu Santo. Así que es de suponer que Pablo también
se refiriera al Espíritu Santo en 5:18. Note que el verbo pleroo se usa con
relación a Dios (3:19) y al Hijo (4:10). ¿Por qué habría de cambiar Pablo al
espíritu humano en 5:18? (Para un punto de vista que afirma que es el
espíritu humano, véase S.D.F. Salmond, “The Epistle to the Ephesians”,
The Expositor’s Greek Testament [Grand Rapids: Eerdmans, 1952],
3:362.)

La segunda pregunta concierne al uso de en. ¿Significa con el Espíritu,


o por el Espíritu? En otras palabras, es el Espíritu el contenido, o el agente
de nuestra llenura? En este caso puede tener cualquiera de los dos o ambos
significados. (Para la idea de “contenido” véase Romanos 1:29 y 2
Corintios 7:4.) Posiblemente aquí se deben entender ambas ideas. El

539
Espíritu es el agente que nos llena de Sí mismo (como en C.J. Ellicott, St.
Paul’s Epistle to the Ephesians [London: Longmans, 1868], p. 124).

Resumiendo: la llenura del Espíritu es a la vez la investidura del poder


soberano de Dios para actividad especial y el Espíritu que nos llena de Su
propio carácter.

III. LAS CARACTERÍSTICAS DE LA LLENURA DEL


ESPÍRITU

A. Carácter como el de Cristo (Gálatas 5:22-23)

Cuando el Espíritu controla una vida, Su fruto se producirá en esa vida. Y,


por supuesto, la descripción del fruto del Espíritu es una descripción de
ser semejante a Cristo. Sin embargo, cada una de estas características tiene
que considerarse en todos sus aspectos, no solamente una faceta que es
compatible con nuestras ideas de lo que es ser como Cristo.

Muchos indudablemente conciben el ser como Cristo como un reflejo


de sus propias personalidades. Un introvertido probablemente pensará de
nuestro Señor como tímido y retraído, mientras que un extrovertido lo
verá como un líder agresivo. Cuando se definen completamente las nueve
palabras que componen el fruto del Espíritu, tenemos un cuadro completo
de lo que verdaderamente es ser como Cristo.

Por ejemplo, el amor se compone no sólo de ternura, sino también


algunas veces de severidad. Cuando Cristo trataba con los niños,
manifestaba ternura. Cuando echó del templo a los cambistas, mostró
severidad. Pero ambos hechos fueron demostraciones de Su amor, porque
Él es Dios, y Dios es amor.

El gozo no sólo se manifiesta en la felicidad sino también en la tristeza


(1 Pedro 1:6). La paz incluye la tranquilidad, pero puede implicar también
problemas en las relaciones humanas (Mateo 10:34). La longanimidad
540
significa ecuanimidad y paciencia pero no excluye cierta reprensión (como
el Señor hizo con Felipe, Juan 14:9). La gentileza y la bondad significan
pensamientos y acciones benefactoras, lo cual pudiera incluir echar cerdos
al mar de Galilea como un acto de bondad hacia las personas que estaban
involucradas en ese negocio ilegal (Mateo 8:28–34). La fidelidad
ciertamente implica servir con regularidad y formalidad, pero puede que
incluya una acción irregular. La mansedumbre es ser amable, pero no
excluye la masculinidad. El dominio propio afecta todas las áreas de la vida
(1 Corintios 9:27).

B. Implicación evangelística

Cuando la llenura del Espíritu se menciona en el libro de los Hechos, se


reportan conversiones. La llenura del Espíritu en el día de Pentecostés
(2:4) resultó en la conversión de 3.000 personas (v. 41). La llenura de los
discípulos en 4:31 resultó en que multitudes de hombre y mujeres se
convirtieran al Señor (5:14). Uno de los requisitos para escoger a los
primeros ayudantes fue que fuesen llenos del Espíritu (6:3). A esto siguió
la conversión de varios sacerdotes (v. 7). Pablo fue lleno del Espíritu
después de su conversión, y el fruto de su vida se conoce bien. Cuando
Bernabé, que estaba lleno del Espíritu, fue a Antioquía, muchos se
convirtieron (11:24). Ciertamente, aquellos que oraron (4:24) y los que
dieron (v. 34) participaron tanto como los que dieron testimonio
directamente, lo que resultó en estas conversiones.

C. Alabanza, adoración, acción de gracias, sumisión (Efesios


5:19-21)

Pablo enumera estas cuatro evidencias de la llenura del Espíritu después


de escribir el mandamiento de ser llenos en el versículo 18. La alabanza se
expresa externamente por hablar entre ellos con salmos, himnos y cánticos
541
espirituales. Cantar y alabar en el corazón evidencia una actitud interna de
adoración. El dar gracias debe considerarse en la forma más inclusiva
posible, y fue escrito por un hombre que en esa ocasión estaba en arresto
domiciliario en Roma, en espera de ser juzgado. Sumisión en las relaciones
de la vida (esposo/esposa, padres/hijos, amos/esclavos) es también
característica de la vida llena del Espíritu. Note que todas estas son cosas
muy comunes que afectan la rutina de la vida, no acontecimientos
extraordinarios de fuerza espiritual.

IV. ¿COMO PUEDO SER LLENO DEL ESPÍRITU?

No existe ejemplo alguno de oración por la llenura del Espíritu en el


material del Nuevo Testamento posterior al día de Pentecostés. Así que el
orar, por muy sincero que se haga, aparentemente no es la forma de ser
llenado.

Si la llenura se refiere al control del Espíritu en la vida de uno (ya sea


en el sentido de que Dios soberanamente tome a una persona o de un
control permanente que resulta en el carácter), entonces la llenura se
Relaciona con la sumisión. Cuando yo estoy dispuesto a permitir al
Espíritu que haga lo que El desee, es decisión Suya el hacer conmigo lo que
a Él le plazca. Yo puedo controlar mi deseo pero no puedo manipular Sus
actividades.

A medida que uno madura, su conocimiento y perspectivas se


profundizan y se amplían. Saldrán a la luz nuevas áreas que necesitan ser
sometidas. Por lo tanto, las personas llenas necesitan ser llenadas según
continúen madurando en el Señor. Pero ningún creyente debe sentirse
satisfecho si no es llenado en cada etapa de su crecimiento espiritual.

542
BAUTISMO LLENURA

OCURRE SOLO UNA VEZ EN LA VIDA DE


ES UNA EXPERIENCIA QUE SE REPITE
CADA CREYENTE

NUNCA OCURRIÓ ANTES DEL DÍA DE OCURRIÓ EN EL ANTIGUO


PENTECOSTÉS TESTAMENTO

NO NECESARIAMENTE
EXPERIENCIA DE TODO CREYENTE
EXPERIMENTADO POR TODOS

NO SE PUEDE DESHACER SE PUEDE PERDER

RESULTA EN UNA POSICIÓN RESULTA EN PODER

OCURRE A TRAVÉS DE LA VIDA


OCURRE CUANDO CREEMOS EN CRISTO
CRISTIANA

NINGÚN REQUISITO PREVIO (EXCEPTO


DEPENDE DE LA SUMISIÓN
LA FE EN CRISTO)

543
CAPITULO 67

OTROS MINISTERIOS DEL


ESPÍRITU

I. ENSEÑAR

El ministerio de enseñanza del Espíritu fue una de las últimas promesas


de Cristo antes de Su crucifixión. Él dijo: “Aún tengo muchas cosas que
deciros, pero ahora no las podéis sobrellevar. Pero cuando venga el
Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad; porque no hablará por su
propia cuenta, sino que hablará todo lo que oyere, y os hará saber las cosas
que habrán, de venir. El me glorificará; porque tomará de lo mío, y os lo
hará saber. Todo lo que tiene el Padre es mío; por eso dije que tomará de
lo mío, y os lo hará saber (Juan 16:12–15).

A. Tiempo
Este ministerio particular del Espíritu era aún futuro cuando nuestro
Señor habló estas palabras. Comenzó el día de Pentecostés y continúa a
través de esta edad. La comprensión clara de Pedro según se revela en su
sermón en aquel día es evidencia del comienzo de este ministerio.

B. Contenido
Por lo general el contenido del ministerio abarca “toda la verdad” (el
artículo definido aparece en el texto griego). Esto, por supuesto, significa
la revelación concerniente a Cristo mismo, pero sobre la base de la Palabra
escrita (porque no tenemos ninguna otra información acerca de El sino
mediante la Biblia). Por lo tanto, Él le enseña al creyente el contenido de
la Escritura, lo cual le guía a un entendimiento de la profecía (“cosas
porvenir”). Esta particularización de la promesa general concerniente a la
enseñanza, debe de animar a todo creyente a estudiar la profecía. Note

544
también que el Espíritu no origina Su mensaje, sino que éste proviene del
Señor.

C. Resultado
El resultado del ministerio de enseñanza del Espíritu es que Cristo es
glorificado. Si Él no es glorificado, entonces el Espíritu no ha estado
ministrando. Note también que no es el Espíritu quien es glorificado, o
quien debe ser glorificado en un servicio religioso, sino Cristo. Además, si
a Cristo se le conoce sólo a través de la Palabra escrita, entonces El será
glorificado cuando la Palabra de Dios se exponga en el poder del Espíritu.

D. Procedimiento
¿Cómo le enseña el Espíritu al creyente? Juan declara: “La unción que
vosotros recibisteis permanece en vosotros, y no tenéis necesidad de que
nadie os enseñe; así como Su unción misma os enseña todas las cosas, y es
verdadera y no es mentira, según ella os ha enseñado, permaneced en El”
(1 Juan 2:27). Esto no puede significar que maestros humanos sean
innecesarios en la explicación de la Palabra de Dios. Si fuera así, entonces,
¿cuál sería el uso del don de enseñar? (Romanos 12:7). Juan escribió
tocante a la presencia de anticristos en el grupo. Habiendo declarado su
propia convicción concerniente a las herejías, él simplemente afirmó que
ningún hombre realmente tenía que comunicarles la verdad, porque el
Espíritu Santo se la confirmaría a ellos. Los maestros humanos son una
conexión necesaria en el procedimiento de instruir a los creyentes, aunque
la autenticación final de la enseñanza viene del Espíritu.

II. GUIAR

“Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos
de Dios” (Romanos 8:14). El ser guiado es confirmación de ser hijo, porque
los hijos son guiados. Esta obra de guiar es función particularmente del
Espíritu. Romanos 8:14 lo afirma, y el libro de los Hechos lo ilustra
ampliamente (8:29; 10:19–20; 13:2, 4; 16:6–7; 20:22–23). Este ministerio
545
del Espíritu es uno de los de más seguridad para el cristiano. El hijo de
Dios nunca necesita caminar en la oscuridad; siempre tiene la libertad de
pedir y recibir direcciones del Espíritu mismo.

III. DAR CERTIDUMBRE

El Espíritu también es el que le da la seguridad al creyente de que es un


hijo de Dios. “El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que
somos hijos de Dios” (Romanos 8:16). La palabra aquí para hijos es tekna,
y enfatiza el hecho de que el creyente participa de la vida del Padre. Debido
a esto, también participa, como heredero, de las posesiones del Padre. La
certidumbre de todo esto es obra del Espíritu en el corazón de cada
creyente.

Indudablemente, la seguridad también viene al corazón del creyente


por un mayor entendimiento de algunas de las cosas que el Espíritu ha
hecho por él. Por ejemplo, la seguridad aumenta cuando uno entiende lo
que significa ser sellado con el Espíritu y que se le han dado las arras del
Espíritu como garantía de la consumación de la redención (Efesios 1:13–
14). La comprensión de lo que implica el hecho de que el Espíritu una al
creyente al cuerpo resucitado e inmortal de Cristo, también sustenta la
seguridad. Por supuesto, el dar entendimiento de estos grandes
acontecimientos es parte del ministerio de enseñanza del Espíritu Santo,
así que en muchas maneras el Espíritu Santo está relacionado con la
certidumbre en el hijo de Dios e interesado en la misma.

IV. ORACIÓN

A. La declaración.
Aunque no comprendamos completamente las ramificaciones de que el
Espíritu ore en el creyente, el hecho de que Él lo hace es perfectamente
claro: “Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues

546
qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo
intercede por nosotros con gemidos indecibles” (Romanos 8:26).

B. La necesidad
La razón declarada por la cual necesitamos ayuda es nuestra debilidad (la
palabra es singular). Él nos ayuda en nuestra completa debilidad, pero
especialmente como se manifiesta con relación a nuestra vida de oración,
y particularmente en cuanto a saber por qué orar en el momento presente.
Mientras esperamos nuestra redención completa, necesitamos ser guiados
en los detalles de la oración.

C. El método
La manera en que el Espíritu contribuye a suplir nuestras necesidades se
describe en general por la palabra “ayuda”, lo cual literalmente significa
que “pone mano a la obra en cooperación con nosotros” (R. St. John Parry,
“Romans”, Cambridge Greek Testament [New York: Cambridge
University Press, 1912], p. 120). Esta ayuda se da específicamente en
“gemidos indecibles [demasiado profundos para las palabras]”. Estos
gemidos, el significado de los cuales no se puede captar, no hallan una
expresión adecuada o formulada. Una cosa sí sabemos: están de acuerdo
con la voluntad de Dios.
Se nos dice en otro pasaje que el Espíritu guía y dirige nuestras
oraciones (Efesios 6:18). Esto es más el guiamiento del corazón y la mente
del creyente cuando éste ora, que los gemidos indecibles del Espíritu
mismo.

D. El resultado
El resultado de tal vida de oración es la certidumbre del creyente de la
seguridad de su futuro y su completa redención (Romanos 8:23). Este
ministerio del Espíritu es como arras que garantizan esa redención. Esa
vida de oración satisfactoria nos ayudará a mantenernos contentos en este
mundo presente mientras esperamos por la consumación. El ministerio
del Espíritu, entonces, no sólo tiene que ver con la oración contestada, sino
que cultiva nuestra certidumbre y contentamiento en esta vida.

547
CAPITULO 68

LA HISTORIA DE LA DOCTRINA
DEL ESPÍRITU

I. HASTA EL CONCILIO DE NICEA

A. Testimonio ortodoxo
La formulación doctrinal de la fe cristiana no ocurrió toda a la vez en algún
punto de la historia de la iglesia. Ni tampoco todas las doctrinas cristianas
se definieron a un ritmo igual. Algunas veces una doctrina llamó la
atención; en otras ocasiones la luz se enfocó en una doctrina diferente.

La doctrina del Espíritu Santo no recibió mucha atención en los


primeros siglos en lo que concierne a una definición formal. Lo que hemos
llegado a conocer como la expresión ortodoxa de la doctrina del Espíritu
fue atestiguada por la iglesia primitiva en la fórmula bautismal, en el Credo
Apostólico, y en el castigo del error cuando éste aparecía. El uso del
nombre triple de Padre, Hijo, y Espíritu Santo enseña implícitamente y en
la práctica que la iglesia primitiva reconocía la deidad y personalidad del
Espíritu.

En cuanto a lo que concernía al Espíritu, el énfasis principal en la época


que siguió a la de los apóstoles estaba sobre la experiencia del Espíritu más
bien que en la doctrina. Este énfasis se nota particularmente en El Pastor
de Hermas. En la era de los apologistas el Espíritu se hallaba muy relegado
de la literatura, ya que el énfasis estaba sobre el Logos. Al mismo tiempo,
parece que no había ninguna experiencia errónea del Espíritu a pesar de
la falta de la definición doctrinal.

548
B. Montanismo (170)
Fue con el montanismo que el tema del Espíritu Santo cobró prominencia.
El ímpetu original para este movimiento nació de una reacción en contra
de la creciente rigidez y frialdad de la iglesia organizada. El montanismo
(también conocido como la herejía frigia) apareció en Frigia alrededor del
año 170 mediante el ministerio de Montano y dos mujeres, Priscila y
Maximila. Ellos se proclamaron a sí mismos profetas y anunciaron el
período como la Era del Paracleto, en la cual se darían nuevas revelaciones
de Dios. Enfatizaron la proximidad del fin del mundo e insistieron en
normas morales muy altas y estrictas para sus seguidores. Fue esta alta
moralidad lo que atrajo a Tertuliano y otros al movimiento.

Debe recordarse que el montanismo fue un movimiento ortodoxo en


contraste con el gnosticismo. También fue una reacción contra el
gnosticismo con su intelectualismo, el cual aparentemente levantaba una
barrera contra la comunicación personal del alma con Dios. Para muchos,
el montanismo abogaba por la presencia activa y el ministerio del Espíritu
en la iglesia y un estilo de vida más espiritual en la misma. Sin embargo, el
montanismo fue rechazado oficialmente debido a su insistencia en la
revelación adicional, y al hacerlo así, la iglesia afirmó su creencia de que el
Espíritu no da nuevas revelaciónes aparte de las Escrituras. Aun con todo
este énfasis en la experiencia del Espíritu, la doctrina permaneció en su
mayor parte sin ser formulada en esos tiempos.

C. Sabelianismo (215)
El monarquianismo fue el predecesor del sabelianismo. En su forma
modalítica, el monarquianismo enseñaba que el Hijo era meramente otro
modo de expresión del Padre. Noctos y Placceas fueron líderes en este
movimiento, y ellos también enseñaban el patripasionismo (i.e., que el
Padre fue crucificado). Puesto que los Monarquianos enseñaban que el
Hijo era otro modo de expresión de Dios, fue inevitable que la iglesia se
viera forzada a considerar la relación del Espíritu con el Hijo y con el

549
Padre. Sabelio enseñaba que Dios era una unidad, pero que se revelaba a
sí mismo en tres formas o modos diferentes. Estas tres formas no eran tres
hipóstasis, sino tres papeles o partes desempeñados por el Dios singular.
El sabelianismo fue el primer error mayor tocante a la Trinidad que ganó
un gran número de seguidores en la iglesia.

D. Arrianismo (325)
La controversia arriana se nombra así porque fue ocasionada por los
puntos de vista antitrinitarios de Arrio, un presbítero de Alejandría. El
principio monoteísta del monarquianismo fue un concepto dominante en
su punto de vista. Sin embargo, él hacía distinción entre el único Dios
eterno y el Hijo que fue generado por el Padre y tuvo principio. El también
creía que el Espíritu Santo fue lo primero que el Hijo creó, porque todas
las cosas fueron hechas por el Hijo. Atanasio se opuso a Arrio, y se convocó
el Concilio de Nicea para discutir la disputa.

La declaración principal del concilio tuvo que ver con la deidad de la


Segunda Persona, y la conclusión fue que Cristo era “de la misma
sustancia” que el Padre. La atención del concilio se enfocó en el Hijo, más
bien que en el Espíritu, y el Credo Niceno meramente menciona al
Espíritu: “Yo creo en el Espíritu Santo”. Sólo se puede decir de esta
declaración que infiere la deidad y la personalidad del Espíritu Santo
debido a su conexión con la declaración específica concerniente al Hijo.
Por qué el concilio no fue igualmente específico concerniente al Espíritu,
es cuestión de conjetura. Posiblemente la iglesia se conformó con no
anticipar herejía o no ir más allá de lo que la ocasión demandaba. Sin
embargo, Atanasio fue mucho más definido en su propia enseñanza,
manteniendo vigorosamente que el Espíritu, como el Hijo, era de la misma
esencia que el Padre.

550
II. DESDE NICEA HASTA LA REFORMA
PROTESTANTE

A. El Concilio de Constantinopla (381)


El Concilio de Nicea no lo arregló todo. Aunque la propia enseñanza de
Atanasio era claramente ortodoxa y detallada, el Credo Niceno había sido
indefinido, concerniente al Espíritu. Surgió una nueva controversia y las
personas empezaron a afirmar que no creían en la deidad del Espíritu.
Como resultado, se levantaron los Macedonios, cuyo fundador,
Macedonio, obispo de Constantinopla, sostenía que el Espíritu era una
criatura subordinada al Hijo. Su partido fue apodado los
Pneumatoquianos (“difamadores del Espíritu”). La corriente principal de
la enseñanza ortodoxa era que el Espíritu Santo era divino o de lo contrario
el Hijo no era divino. Basilio de Cesarea, Gregorio Nacianceno, y Gregorio
de Nisa fueron paladines del punto de vista ortodoxo y prepararon el
camino para el Concilio de Constantinopla.

La controversia llegó a tales proporciones que el emperador Teodosio


tuvo que convocar a un concilio en Constantinopla con la participación de
150 obispos, que representaban solamente a la iglesia oriental. El concilio
se reunió en 381 y, bajo la dirección de Gregorio Nacianceno, formuló la
siguiente declaración concerniente al Espíritu Santo:

“Y creemos en el Espíritu Santo, el Señor, el Vivificador, que procede


del Padre, el cual debe ser glorificado con el Padre y el Hijo, y quien habla
a través de los profetas”. Se ha señalado que el credo empleó notable
moderación al evitar la terminología “de la misma sustancia” (la cual se
aplicó a Cristo en el Credo Niceno) para expresar la unidad del Espíritu
con el Padre y el Hijo: En realidad, al Espíritu ni aun se le llama Dios en el
Credo, aunque los términos en los cuales se describe Su obra no pudieran
emplearse con respecto a algún ser creado. No obstante, la declaración se
opuso a los Macedonios, aunque no afirmó la consustancialidad del
Espíritu con el Padre ni definió su relación con el Padre y con el Hijo; y

551
dejó establecida la deidad del Espíritu del mismo modo que el Concilio de
Nicea lo había hecho con la cuestión de la deidad de Cristo.

B. Agustín (354-430)
1. De Trinitate. El concepto de la Trinidad en la iglesia de Occidente
alcanzó una formulación final en esta obra de Agustín. Su interés en la
doctrina de la gracia naturalmente lo había de llevar a una consideración
del Espíritu, porque sus propias experiencias le enseñaron cuán necesario
el poder del Espíritu es al creyente. En este tratado, él declaró que cada
una de las tres personas de la Trinidad posee toda la esencia y es
interdependiente de las otras. Afirmó que él no estaba satisfecho con la
palabra “personas” para expresar las tres hipóstasis, pero que la usó “para
no permanecer callado”. En su concepto de la Trinidad, el Espíritu procede
tanto del Padre como del Hijo.

2. La controversia Pelagiana (431). Agustín también enfatizó


grandemente la gracia eficaz como la obra del Espíritu. Esto influyó
profundamente no sólo en su doctrina del hombre y del pecado sino
también en su doctrina del Espíritu. Pelagio, su oponente en la
controversia, abogaba por una negación práctica del pecado original y
enfatizaba la capacidad del hombre de hacer el bien aparte del poder del
Espíritu. El Concilio de Éfeso se ocupó de la controversia en 431, condenó
a Pelagio y sus puntos de vista, y apoyó a Agustín y los suyos. Aunque el
pelagianismo fue oficialmente condenado, no fue erradicado de la iglesia,
porque el pelagianismo y el semipelagianismo (como también el
agustinismo) han llegado hasta el día presente.

C. El Concilio de Calcedonia (451)


En el 451 el Concilio de Calcedonia, representando las sedes de Roma,
Constantinopla, Antioquía, y Jerusalén confirmaron las decisiones de
Nicea y Constantinopla. El concilio declaró explícitamente que el Credo
Niceno era una declaración suficiente y propia de la Trinidad, y que las
cláusulas agregadas por el Concilio de Constantinopla en 381 tuvieron
552
únicamente el propósito de clarificar, no cambiar el Credo Niceno. Esto
estableció firmemente la doctrina del Espíritu Santo.

D. El Sínodo de Toledo (589)


Aunque la cuestión de la deidad del Espíritu se había resuelto en
Constantinopla y Calcedonia, todavía permanecía el importante y
misterioso asunto de la relación precisa del Espíritu con el Padre y el Hijo.
Este fue un problema que se desarrolló en Occidente (lo de la deidad del
Espíritu ocurrió en Oriente). El término “generación” se empleaba para
describir la relación del Hijo con el Padre, mientras que “procedencia” se
utilizaba para denotar la relación del Espíritu. La cuestión era: ¿Procedía
el Espíritu solamente del Padre, o del Padre y el Hijo? Aunque el Concilio
de Constantinopla no declaró que el Espíritu procedía tanto del Hijo como
del Padre, esta era la creencia de muchos líderes de la iglesia. Se veía la
necesidad de creer esto, no fuera que la procedencia del Padre se estimara
como una negación de la unidad esencial del Hijo con el Padre. Sin
embargo, no hubo unanimidad sobre este punto, porque otros estimaban
que decir que el Espíritu procedía del Padre y del Hijo significaría que el
Espíritu fuera dependiente del Hijo, y esto interferiría con Su deidad.

Los teólogos occidentales se adhirieron a la procedencia del Padre y del


Hijo, y ellos agregaron la famosa cláusula “filioque” (“y del Hijo”) al Credo
de Constantinopla en el Sínodo de Toledo. La cláusula declaraba que el
Espíritu “procede del Padre y del Hijo”. Cómo la cláusula “filioque” entró
en el credo es un asunto de discusión. Algunos creen que fue un “error” del
copista. En cualquier caso, la cláusula nunca causó sospecha, sino que se
repetía sínodo tras sínodo como doctrina ortodoxa. Los líderes en la iglesia
oriental consideraban que la iglesia occidental estaba alterando el credo
establecido en Constantinopla y nunca adoptaron la adición de “filioque”,
y la declaran herejía hasta hoy.

Así se resolvieron, sin dejar lugar a dudas, tres asuntos que tenían que
ver con la Trinidad, por lo menos en la iglesia de Occidente. La deidad del

553
Hijo se decidió en el Concilio de Nicea; la deidad del Espíritu, en
Constantinopla; y la procedencia del Espíritu del Padre y del Hijo, en el
Sínodo de Toledo. La presencia de la herejía había obligado a la iglesia a
resolver estos importantes asuntos doctrinales.

E. Abelardo (1079-1142)
Abelardo habló de la Trinidad en formas que causaron que lo acusaran de
sabelianismo. El nombre del Padre, dijo él, representa el poder; el del Hijo,
la sabiduría; el del Espíritu, la bondad. Algunas veces él parecía indicar
distinciones personales reales en la Deidad, pero otras veces sus
ilustraciones y expresiones eran modalistas.

F. Tomás de Aquino (1225-1274)


Tomás tenía el entendimiento que suelen tener los ortodoxos acerca de la
Trinidad. Generalmente hablando, sin embargo, los siglos que precedieron
a la Reforma Protestante le agregaron poco a la doctrina del Espíritu más
allá de lo que fue muy bien sintetizado por Agustín. En Occidente,
mientras que todavía estaba en efecto la influencia de Agustín, la iglesia
llegó a ser semipelagiana (restando énfasis al pecado original y
enfatizando la libertad de la voluntad del hombre).

Esto, junto con el clericalismo creciente y sus consecuencias (que


promovía los poderes especiales de los sacerdotes) tendía a alejar las
mentes de muchos de cualquier estudio adicional del Espíritu Santo.
Aunque había tendencias hacia el misticismo de parte de algunos, no se
hizo ningún estudio realmente fresco de la doctrina del Espíritu hasta el
tiempo de la Reforma.

III. DESDE LA REFORMA HASTA EL PRESENTE

A. La Reforma Protestante (1517)


Hasta el tiempo de la Reforma, la atención de la iglesia se había fijado
solamente en la persona del Espíritu. Con la Reforma, se le dio atención a

554
Su obra. En lo concerniente a la persona del Espíritu, todas las confesiones
de la Reforma expresaban la doctrina ortodoxa del Espíritu con relación a
las otras Personas de la Trinidad. Respecto a Su obra, hubo un énfasis
renovado en la necesidad de Su obra en la regeneración del hombre,
porque se regresó al énfasis de Agustín acerca de la depravación total del
ser humano.

Otra contribución importante de los reformadores fue su énfasis en la


necesidad de la iluminación del Espíritu. La Iglesia Romana enseñó que
solamente el sacerdote podía interpretar la Palabra de Dios, mientras que
los reformadores promovían abiertamente el estudio de la Biblia,
afirmando que a todos los creyentes podían ser enseñadas sus verdades
por el ministerio de enseñanza del Espíritu Santo.

El énfasis de Lutero en la justificación por fe le condujo a decir mucho


de la obra del Espíritu en este sentido. Calvino enfatizó esos aspectos de la
obra del Espíritu que se asocian con la Trinidad y el ministerio del Espíritu
en los corazones y las vidas de los creyentes.

Los varios documentos y credos procedentes de la Reforma son


uniformes en su ortodoxia. La Confesión de Augsburgo, los Artículos
Anglicanos, la Formula Concordiae, la Confesión Helvética, y la Confesión
de Westminster, todas, afirmaron la deidad del Espíritu conforme al
Concilio de Calcedonia, incluyendo tanto la cláusula “filioque” como los
énfasis particulares traídos a la luz por la misma Reforma. Ciertamente, se
puede decir que no fue hasta el tiempo de la Reforma que hubo una
doctrina desarrollada del Espíritu Santo.

B. El socianismo (o socinianismo) y el arminianismo


Casi todo movimiento religioso es seguido por excesos y reacciones. La
Reforma no fue la excepción. Algunos fueron al extremo del entusiasmo y
misticismo desequilibrados. Otros tendieron a un racionalismo que casi
pasó por alto del todo la obra del Espíritu en la vida. En el siglo dieciséis
los socianos declararon que era erróneo creer que las personas de la
555
Trinidad poseyeran una sola esencia. Con esta enseñanza se hicieron eco
de los arrianos, pero fueron más allá de ellos al negar la preexistencia del
Hijo y definir al Espíritu Santo como una “virtud o energía que fluye de
Dios al hombre”.

De la iglesia reformada misma surgió el problema serio en conexión con


lo que se conoce como la teología arminiana (Arminio, 1560–1609). Toda
la tendencia de esta enseñanza era enfatizar el esfuerzo y la voluntad
humanos, y hacer de la salvación una obra del hombre, más bien que de
Dios; en la que la voluntad humana reemplaza la obra del Espíritu en la
regeneración.

El Sínodo de Dort (1618–1619) se reunió para tratar el asunto, y


condenó a la teología arminiana, enfatizando en la forma más fuerte
posible la necesidad de la obra y el poder del Espíritu Santo. Sin embargo,
el sínodo no eliminó la teología arminiana, que florece hasta el día de hoy.
El movimiento puritano en Inglaterra hizo mucho para contrarrestar el
arminianismo por su énfasis en la doctrina de la gracia.

C. Juan Owen (1616-1683)


Una de las contribuciones más importantes de los puritanos fue el libro de
Owen Discourse Concerning the Holy Spirit. Muchos creen que su obra
nunca ha sido superada. Es un desarrollo de los grandes principios de la
Reforma con relación al Espíritu Santo y la vida cristiana.

D. Abraham Kuyper (1837-1920)


La obra de Kuyper también es clásica en su campo, particularmente en
vista del racionalismo que había invadido a Europa. Swedenborg (1688–
1772) negó la Trinidad. Schleiermacher (1768–1834), aunque él
contrarrestó el racionalismo prevaleciente enfatizando la necesidad y la
realidad de la religión personal, negó las realidades objetivas de la
Encarnación, la Cruz, y la venida del Espíritu. Su doctrina de la Trinidad

556
era sabeliana —las personas de la Deidad eran solamente modos de
manifestación. Se negó la personalidad individual del Espíritu, y la obra
del mismo se definió como “el Espíritu colectivo de la nueva vida corporal
que fue iniciada por Cristo”. Ritschl (1822–1889) revivió el
monarquianismo de Pablo de Samosata. La suya era una teología sin
metafísicas, que necesariamente afectaba su punto de vista tocante al
Espíritu.

E. Los Hermanos Plymouth (1825)


Es a los Hermanos que le debemos un entendimiento adecuado del
ministerio bautizante del Espíritu y la naturaleza distintiva de la iglesia del
Nuevo Testamento. La iglesia le debe mucho al testimonio dado por los
Hermanos a la importancia de la Palabra de Dios, la iluminación del
Espíritu, y la posición que tiene el creyente en Cristo por la obra del
Espíritu. Hubo divisiones deplorables dentro de su grupo, pero los
Hermanos tuvieron un testimonio importante de la presencia, el poder, y
la dirección del Espíritu en la iglesia.

F. La Neoortodoxia
La Neoortodoxia es un movimiento del siglo veinte surgido de la teología
de Karl Barth (1886–1968). Fue una reacción al liberalismo que mantuvo
influencia hasta que los horrores de una guerra mundial llevaron a los
hombres a pensar más seriamente tocante al pecado y su propia
incompetencia para resolver sus propios problemas. El movimiento
neoortodoxo proclamaba ser una nueva reforma que llamaba a los
hombres de nuevo a la Biblia. Lo logró, pero no a la Biblia de los
Reformadores, puesto que los teólogos neoortodoxos voluntariamente han
abrazado las enseñanzas del liberalismo concernientes a la exactitud y
veracidad de la Biblia, mientras al mismo tiempo tratan de predicar el
mensaje de la Biblia.

557
Aunque la neoortodoxia tiene casi tantos exponentes como teólogos
neoortodoxos hay, se puede decir que por lo general su punto de vista del
Espíritu Santo deja mucho que desear. La mayoría de los escritores
neoortodoxos niegan la personalidad distintiva del Espíritu, y afirman Su
deidad sólo al representarlo como una manifestación divina de Dios.
Consideran al Espíritu Santo más como una actividad de Dios que como
una persona de la Deidad.

El punto de vista propio de Barth se ha llamado modalista, aunque él


rechazaría el término. El rechaza lo que comúnmente se concibe como el
modalismo: la manifestación divina de Dios en tres maneras, porque le
parece que dice muy poco en lo que respecta a expresar correctamente la
doctrina de la Trinidad. Por otro lado, rechaza la palabra “persona”
concerniente a la Trinidad, porque le parece que enseña demasiado; i.e.,
triteísmo, o tres Dioses. Su punto de vista parece ser que la Trinidad es un
triple modo de manifestación, y menos que tres personas. Barth, en
contraste con la mayoría de los maestros neoortodoxos, cree en la deidad
del Espíritu.

G. Neoliberalismo
El surgimiento y la amplia aceptación de le teología neoortodoxa han
impulsado al liberalismo a examinar sus propias doctrinas. El resultado ha
sido el nuevo liberalismo, que es el viejo liberalismo con una tendencia a
tomar el pecado más en serio y ser menos optimista. Su enfoque de los
problemas del mundo puede que sea diferente, pero sus enseñanzas
difieren poco del antiguo liberalismo. El neoliberal descarta rápida y
totalmente la doctrina ortodoxa del Espíritu, simplemente, porque no cree
en la deidad de la Segunda Persona de la Trinidad. Por consiguiente, no
existe en realidad la Trinidad, ni, por supuesto, ninguna Tercera Persona
divina. El Espíritu es meramente una función de Dios carente de cualquier
característica distintiva de la personalidad.

558
H. Pentecostalismo
Indudablemente, el pentecostalismo moderno es una reacción a la
esterilidad que comenzó a caracterizar en la era moderna a las iglesias
establecidas. Enfatiza el bautismo del Espíritu como una segunda obra de
la gracia para la investidura de poder, y promueve el regreso a la
experiencia de todos los dones que se dieron en los tiempos del Nuevo
Testamento. La doctrina ortodoxa concerniente al Espíritu Santo se da por
sentada; la realidad de la obra del Espíritu Santo en las vidas de los
cristianos es lo que se promueve, y no siempre correctamente.

Así en el curso de la historia de la iglesia uno ve la primera formulación


de lo que ha llegado a conocerse como la doctrina ortodoxa del Espíritu,
entonces su definición en los primeros concilios, y su desarrollo durante la
Reforma. Con cada iniciativa encaminada a definir o desarrollar la verdad,
ha habido movimientos que se alejan, ya sea en la forma de frialdad
racionalista o de entusiasmo desequilibrado y misticismo. La historia nos
debe de enseñar que la doctrina ortodoxa no sólo es importante para la fe,
sino igualmente vital para la vida. Quizás en ninguna doctrina sea más
importante este acoplamiento de la verdad con la vida que en la enseñanza
concerniente al Espíritu Santo.

559

También podría gustarte