Volver A Jane Austen

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VOLVER A JANE AUSTEN

La novela de Jane Austen se inscribe en la tradición de Defoe, Richardson,

Fielding, Swift pero para renovarla, ya que esta escritora no se propone brindar placer y

entretenimiento y, de paso, enseñar. En efecto, Austen retoma innovaciones técnicas

que emplearon esos escritores como el interés de presentar a sus personajes como

individuos tal como puede verse en los títulos de las novelas: Tom Jones, Joseph

Andrews, Pamela, Clarissa, Robinson Crusoe, Gulliver; se trata, entonces, de nombres

y acontecimientos contemporáneos y no de personajes históricos como había hecho la

novela anterior a dichos escritores.Con Defoe, Richardson y Fielding queda fijada

técnicamente la novela para ciento cincuenta años de modo que todas las que se

escriben a lo largo del siglo XIX no tienen grandes innovaciones.

Quizá el mayor cambio en la novelística a partir del siglo XVIII, además del

tema y personajes contemporáneos, lo constituye el abandono del narrador totalmente

omnisciente. Richardson recurre a la forma epistolar y Defoe utiliza la primera persona

en todas sus relatos. Todo ello implica una superación de la novela picaresca,

caracterizada por la sucesión lineal de aventuras y su presentación fragmentaria.

Estos cambios se entienden dentro de una serie de acontecimientos que marcaron

las pautas novelísticas. Podemos mencionar, entonces, que el surgimiento de la nueva

novela se inscribe dentro del desarrollo del pensamiento occidental a fines del siglo

XVIII, básicamente la idea de que la realidad puede ser descubierta por los individuos a

través de los sentidos (John Locke, 1632-1704). En este desarrollo del pensamiento

filosófico, el realismo emergió como reflexión crítica, antitradicional, que valora lo

original en su concepción moderna de cambio, evolución, novedad, opuesto al idealismo

romántico.

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Otro aspecto importante que influyó en la novelística inglesa lo constituyen los

cambios que implicaron un avanzado sistema de modernización política en Inglaterra.

En efecto, este país se libró tempranamente de las relaciones sociales feudales, a

diferencia del resto de Europa, con una revolución que se produjo entre 1640 y 1660.y

la creación del parlamento, figura pionera que contrrarrestó el poder monárquico.

Un tercer aspecto a señalar lo constituye el llamado por Hauser “nuevo público

lector”, fenómeno que favoreció la nivelación social y significó el crecimiento

sorprendente del número de lectores propiciado por los clérigos protestantes desde el

púlpito, quienes recomendaban la lectura de Richardson, por ejemplo, y sus

moralizantes novelas. Dicho crecimiento se debió también a la aparición de bibliotecas

circulantes, a mediados del siglo XVIII, y a la profesionalización del escritor que se

liberó del proteccionismo, condicionante en las ideas, del mecenas.

Pasemos ahora a referirnos a Jane Austen. Nació en 1775 en Steventon, pueblo

del sur de Inglaterra. Era hija de un clérigo cuya muerte llevó a Jane y sus hermanas a

vivir en casa de parientes. Entre 1811 y antes de morir, en 1817 escribió seis novelas:

Persuasión, Orgullo y prejuicio, Sensatez y sentimientos, La abadía de Northanger,

Mansfield Park, Emma y una breve novela epistolar, Lady Susan, sin tener, como dice

Virginia Woolf, “un cuarto propio” para escribir ya que lo hacía en el comedor de la

casa.

El primer aspecto que debemos considerar para encarar la lectura de las obras de

Jane es el espacio social en que se mueven sus personajes: “la cognoscible comunidad”

(Raymond Williams 1997), problema que es parte de la historia social de Inglaterra

carcana al siglo XIX. Contrariamente a lo que se cree sobre la comunidad rural como

sumario de relaciones directas, el problema de lo que es conocido en dichos lugares es

crítico. Además, se trata de una sociedad inestable puesto que existe un activo proceso

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de cambios sociales favorecidos por el comercio, las posesiones coloniales, la milicia,

los casamientos, que transformaron las casas y las posiciones sociales. Es el mundo más

difícil de describir.y es el mundo de las novelas de Jane Austen. En ellas, todas las casas

rurales y sus familias son vistas como pertenecientes a una tradición común: la de la

cultivcada clase media rural. El trasfondo social, el “hacer y rehacer de las casas”

(Williams 1997), es una idealizada abstracción, por eso podemos poner el énfasis en una

ficción de relaciones personales. No obstante, estas no constituyen una observación de

procesos psicológicos porque lo que le interesa a Austen es el descubrimiento y puesta

en relato de las actitudes que gobiernan el comportamiento humano en situaciones

reales.

Si buscamos a Emma el mundo social de la pequeña comunidad, encontramos

estas situaciones:

-el señor Knightley es dueño de Donway Abbey;

-Robert Martin es uno de los nuevos granjeros-caballeros, arrendatarios de

aquél;

-los Woodhaouse tienen poca tierra pero Emma heredará treinta mil libras “de

otras fuentes”;

-el señor Elton tiene alguna propiedad independiente pero debe “hacer su camino

como él pueda en el comercio”;

-el señor Weston pertenece a una familia que se fue elevando dentro de la

gentilidad y la propiedad;

-Harriet se descubre que es la hija de un comerciante bastante rico y se casa con

Robert Martin, caballero rural;

-los Cole viven del comercio y llegan a ser segundos en fortuna y estilo de vida

luego de los Woodhouse.

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Cabe señalar, entonces, que, en el proceso de cambios en este pequeño mundo,

se producen confusiones sociales y contradicciones causantes de muchos de los

problemas de la conducta de los personajes. Las relaciones sociales y económicas son

vistas como elementos de conducta. En este sentido, la crítica de la escritora es social y

no moral pues en ella la intransigente moralidad está separada de las bases sociales, algo

que hacen también Coleridge, Arnold, George Eliot. La “cognocible comunidad” es la

malla de propietarios de casas y familias. Estar cara a cara a ella es pertenecer a esa

clase. Es así como vemos el paso del siglo XVIII al XIX cuando el campo está

cambiando y hay una nueva conciencia histórica. El problema de la pequeña comunidad

es un problema de punto de vista y de conciencia.

El segundo aspecto de Emma a tener en cuenta es cómo la situamos dentro del

género y, en este sentido, puede decirse que es una novela de educaciónn como Rojo y

Negro de Stendhal, Papá Goriot de Balzac, Oliver Twist de Charles Dickens. La novela

de aprendizaje, en una de sus modalidades, ofrece una imagen del hombre en proceso de

desarrollo pues el protagonista es una imagen dinámica. La transformación del propio

héroe adquiere importancia para el argumento. El tiempo penetra en el interior del

hombre y forma parte de su imagen pues este tipo es el de una novela del desarrollo del

ser humano. (Bajtin 1985).

La educación que debe realizar consigo mismo la protagonista es una

transformación de su orgullo excesivo y deseo de imponerse a las vidas de los otros,

ambos agravados por su falta de autoconocimiento. El desafío para Jane Austen supone

que, con una heroína así, debía evitar que, al ver las faltas de Emma, perdiéramos la

simpatía por ella. La solución eficaz consiste en valerse de la protagonista como punto

de vista privilegiado de los acontecimientos. Al mostrar la mayor parte de la historia a

través de los ojos de la heroína, el narrador hace del lector un partícipe de los hechos

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cercanos a ella. ¿Cuáles son estos errores de Emma? En primer lugar, manipula a

Harriet, luego flirtea con Frank Churchill por vanidad; maltrata a Jane Fairfax a causa

de sus buenas cualidades; tiene malas maneras con la señorita Bates a causa de su

propia falta de ternura; se jacta de su posición social y económica como lo hace la

señora Elton. En este sentido dice Wayne Booth (1974) que Jane Austen, al desarrollar

el uso sostenido de la introspección logra inducir.una respuesta emocional paralela entre

la heroína y el lector. Si la autora hubiera presentado una introspección prolongada de

Jane Fairfax, superior en todo a Emma, la mostraría como un personaje más simpático

que ésta. No obstante, la simpatía suscitada por la presentación de la experiencia interna

de la heroína conduce al lector a suspender su juicio moral.

Asimismo, el señor Knightley es el principal correctivo de los errores de Emma.

En cada reproche y crítica de este caballero a la protagonista está el juicio de Jane

Austen. No obstante, dichas reconvenciones vienen de alguien con quien la heroína

congenia. Respecto de los otros personajes, Jane Austen entra y sale de sus mentes con

gran libertad, eligiendo qué revelar y qué ocultar. Por ejemplo, si no nos da a conocer

qué piensan Jane Fairfax y Frank Churchill es, justamente, para crear el misterio con la

ausencia de introspecciones de estos. Además, esa carencia de datos permite que, al

crecer el misterio, el lector pueda establecer sus estrategias de lectura.

El uso del misterio en Emma está acompañado, creciente y decrecientemente,

por la ironía en forma de contraste entre lo que Emma sabe y lo que el lector sabe.

Siempre que la ironía dramática aumenta al revelar información al lector, el misterio se

destruye. Cuanto antes veamos el plan secreto de Frank Churchill, mayor será el placer

al observar las numerosas interpretaciones equivocadas de su conducta por parte de

Emma y tanto menos interés tendrá aquel en el relato. En una segunda lectura, al

desaparecer el misterio, crecerá la ironía, resultado de la completa pérdida de misterio, y

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el lector reconocerá los profundos errores cometidos por la imaginación de Emma. El

comportamiento egoista de la heroína para con Harriet se halla en el marco de unos

valores que la protagonista no respeta y reconocerá hacia el final del libro, ayudada por

las observaciones des señor Knightley. Esos valores son estimados por la autora y serán

aprendidos por Emma, que sufre una auténtica reforma, también debido a las malas

consecuencias de los hechos que ella provoca.

Además, la heroína resulta ser adelantada para su época en relación con su

decepción por el matrimonio. Así pues, se jacta ante Harriet de su indiferencia por el

casamiento lo cual produce un efecto cómico porque ella siempre piensa en el

matrimonio de los otros como el bien mayor. El feliz desenlace, al modo de los cuentos

de hadas, es la consecuencia también cómica del error de Emma sobre sí misma y sobre

la condición humana.

Con respecto a cómo se construye el relato, el inicio constituye una presentación

maestra de Emma, desde el exterior de ella, por un narrador omnisciente que hace uso

de una economía en la información, al carecer de detalles y de descripción del aspecto

físico de la heroína. La voz narrativa se desplaza desde la interioridad hasta la

exterioridad del personaje. El relato comienza con una carencia inicial de la

protagonista: la falta de la madre, la soledad luego del casamiento de su institutriz, la

señorita Taylor, con el señor Weston. También, de una falla social que ella debe

corregir por medio de la intervención de otro personaje que oficia de correctivo y la

guía en ese aprendizaje social y autoconocimiento. Emma hace daño a Harriet, a Jane

Fairfax, a la señorita Bates. En este último caso, por el trato poco afectivo de la heroína

con personas carentes de fortuna. Estos inicios con una falla o carencia de algo material,

afectivo, social, vincula a la mayoría de los relatos entre sí, habida cuenta de que es el

comienzo propio de los cuentos folklóricos, tal como lo señala Vladimir Propp. (1977).

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Al igual que en estos, en el desenlace con la boda en Emma, la protagonista llega al

reconocimiento de los propios errores y de que ama al señor Knightley.

Los tres primeros capítulos presentan progresivamente a los personajes y el

desatino inicial con Harriet y con el señor Elton. Así por ejemplo, el capítulo 3

corresponde a la presentación de Harriet y al proyecto de Emma respecto de la joven,

cuya amistad le puede resultar útil. Además, estos capítulos también exhiben el núcleo

de la microsociedad de la novela y se desplazan en el espacio: Hartfield, lugar de

residencia de la familia Woodhouse, núcleo central de las reuniones sociales,

perteneciente al pueblo de Highbury; luego Randalls y Donwell Abbey, lugares donde

viven los Weston y del señor Knightley, respectivamente. Más lejos está Enscombe,

residencia de los Churchill. En cuanto a Londres, sólo es mencionada pero no hay

acciones de los personajes que transcurran allí.

Con respecto al capítulo 3, cabe señalar que el narrador relata la vida del señor

Weston que es la historia de un casamiento desafortunado debido a dos pérdidas: pierde

por muerte prematura a su mujer y pierde la paternidad al dejar a su hijo Frank al

cuidado de sus tíos Churchill. El señor Weston vuelve a hacer fortuna y finalmente se

casa con la señorita Taylor, institutriz de Emma. En esta historia condensada aparecen

la caída y ascenso social de un personaje que constituye el microrrelato que dobla uno

de los temas del texto y que, a su vez, provee de otros motivos al texto como el del hijo

que está lejos y se espera.

En el mismo capítulo 3, podemos encontrar algo más. Los cambios que se

producen en esa pequeña sociedad significan grietas y fisuras que ponen en

cuestionamiento algunos valores y esto se manifiesta a través de la ironía y ambigüedad.

En efecto, la referencia del narrador, en dicho capítulo, .al internado de la señora

Goddard, permite a un lector perspicaz advertir que allí se establece qué se espera de

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una mujer y de una esposa instalando un cuestionamiento, por parte de Austen, a esas

instituciones de su tiempo. Al establecimiento de la señora Goddard lo califica de

“honesto” y agrega que era “a la antigua usanza donde se vendía una razonable cantidad

de conocimientos y habilidades por un precio razonable”, todo lo cual apuntaba a que

las jóvenes “no volvieran a casa convertidas en prodigios”. (27) Evidentemente, se trata

de un colegio mediocre para señoritas pobres, como es el caso de Harriet. Otros

ejemplos los constituyen la aparente valoración de las siempre buscadas reuniones

sociales y de las conversaciones que se producen allí, como ocurre con el pasaje en que

la señora Elton habla sobre las fresas; la charla alcanza allí el punto más alto de

trivialización. De este modo, el texto ironiza sobre su propia materia. También lo

hallamos en las conversaciones del señor Woodhouse sobre comidas, resfríos,

vacaciones en el mar, las cuales causan, en parte, la soledad de Emma pues su padre

“era incapaz de mantener con ella una conversación seria o de simple ingenio”. (9)

Ironía y ambigüedad van también juntas cuando se instalan en el texto respecto

de los cánones de la novela realista, como la ausencia de descripción de los personajes y

de espacios físicos. Austen parece insinuar, pues, que no hay nada que describir ni

contar. Probablemente, esta escritora se adelantó a Flaubert cuando este dijo, en una

carta a Louise Colet, que deseaba escribir una novela “sobre nada”.

Otro aspecto que es el motivo de una sutil crítica por parte de la escritora es el

del casamiento adecuado. La importancia que le da Austen a la presentación de Donwell

Abbey, propiedad del señor Knightley, corresponde a la mirada de futuro propietario de

Emma y a su estimación del valor social y económico del “matrimonio adecuado” el

cual asegura un lugar en la sociedad y posibilita mejoras económicas y ascensos como

son los casos de la señorita Taylor, institutriz de Emma, de Harriet y de Jane Fairfax.

Como opuesto, el “casamiento inadecuado” es el desigual en educación y relaciones

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sociales menos que en paridad económica. Estos son los casos del señor Weston, casado

con la señorita Churchill, la cual nunca dejó de extrañar su pasar económico destacado

en Enscombe, la residencia familiar. También el señor Elton hace un casamiento

inadecuado con una señorita Hawkins ignorante, vulgar, impertinente, presuntuosa,

vanidosa, “pagada de sí misma, convencida de su propia importancia y decidida a

brillar”, tal como la ve Emma. (312)

Este tipo de desorden social es uno de tantos otros que presenta Emma. Algunos,

como el desorden familiar, es consecuencia del casamiento inadecuado. En este caso,

encontramos al hijo del señor Weston, Frank, fruto de su casamiento con la heredera

Churchill, el cual es criado por sus tíos luego de la muerte de su madre. Harriet es la hija

natural de un rico comerciante quien desconoce su origen. Jane Fairfax es criada por los

señores Campbell. En estos casos, estamos frente a jóvenes cuyas familias están

incompletas. Otra forma de desorden social es la falta de conducta como es el caso del

comportamiento disimulado de Frank y Jane, comprometidos en secreto, lo cual lleva a

Frank a aparentar interés por Emma para ocultar sus verdaderos sentimientos. También

constituye una falta social el deseo de Emma de dirigir la vida de los demás,

imaginando sentimientos en los otros y cometiendo así, errores serios de conducta

social..

Asimismo, figuran otros desórdenes sociales como los robos cometidos en

Highbury que tanto asustan al señor Wooldhouse y la aparición de gitanos, típico grupo

social marginado a través del tiempo. .

Debemos ocuparnos ahora del principio constructivo del texto, “el principio

formal dominante” (Altamirano/Sarlo 1993) que en Emma es el punto de vista o

focalización, es decir, desde dónde se narra, desde la mirada de qué personaje. En este

caso, la cercanía a la conciencia, al mundo psicológico, corresponde

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preponderantemente a Emma, punto central cuya conciencia ocupa un lugar privilegiado

y de la cual abundan las introspecciones. En menor medida, el otro punto de vista de la

novela es el señor Knightley. El texto se desdobla: pues el punto de vista es, según la

clasificación de Genette (1989), variable, es decir, se traslada desde la centralidad de

Emma hacia el señor Knirghtley, con la intervención, también, del narrador. Se realiza

el desplazamiento del punto de vista pero no se elimina la voz narrativa, voz que es

regulada por renuncia voluntaria a la omisciencia.en algunos pasajes. Jane Austen

elimina la intervención abusiva del narrador, propia de la novela realista del siglo XIX,

propiciando así una instancia narrativa más impersonal. Además, otorga mayor

movilidad al relato planteando al lector una actividad que es homóloga a la actividad

psicológica por medio de descubrimientos progresivos.

Por lo tanto, este narrador de Austen es un analista desapasionado que deja lugar

a la emergencia de un lector no manipulado, con conciencia crítica, que hace

inferencias, especialmente a partir de los diálogos. De este modo, el lector

progresivamente, toma conciencia y lo hace por medio de varias técnicas:

presentaciones directas en las que ese narrador se hace cargo de la información, tramos

de introspección y tramos de diálogos. De modo que estamos ante un texto muy activo,

sorprendente para su época.

Asimismo, en algunos momentos, el narrador delega los juicios valorativos,

como en el caso del señor Knightley. Si este narrador no evitara la omisciencia y

contara todo, entonces, el lector quedaría privado de conocer los errores de Emma y él

mismo, como Emma, no quedaría atrapado en sus propias equivocaciones. Un ejemplo

es el enigma respecto del origen del regalo del piano a Jane Fairfax. Esto produce un

efecto de misterio que es relevante. El ver y no ver son la línea maestra del código

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simbólico de la novela y la ceguera de Emma, el tópico principal. Otro tópico, al que ya

nos referimos, es el del casamiento adecuado.

De este modo, el enigma y la ironía instauran dos direcciones en el texto que

ameritaría una doble lectura de la novela. La primera lectura nos presenta los enigmas y,

con ellos, el aumento del misterio. Inversamente, en una segunda lectura, el lector

reconocería los enigmas y, al mismo tiempo, disminuiría el misterio, consecuentemente,

al entender el lector cuáles son los misterios, captaría la ironía.con la cual percibe las

grietas de un mundo aparentemente ordenado. Este mundo es el que se abre a la

modernidad con sus cambios y perturbaciones provocando en los individuos una crisis

de la experiencia vital que consiste en la destrucción de la confianza en un orden total

del mundo social, orden que en el siglo XVIII significaba igualar la organización de la

naturaleza para imponer una jerarquización social. (Jan Brück 1982)

Asimismo, debemos analizar otro aspecto de esta novela que se adelantó a la

impasibilidad narrativa de Flaubert en unos cuarenta años (Madame Bovary se publicó

en 1857, Emma en 1815). Este otro aspecto lo constituyen los equívocos y errores como

motores de la narración que son típicos de la comedia de enredos. Emma hace ilusionar

a Harriet con el señor Elton, luego con Frank Churchill y, finalmente, teme que el señor

Knightley pueda tener algún interés en su amiga. También se equivoca cuando cree que

Frank se ha fijado en ella y coquetea con él. En estos equívocos y errores intervienen

también los juegos de acertijos y charadas en tanto modelan las intrigas del texto y

revelan lo oculto de los sentimientos. Los errores también llevan a conflictos como el

que se produce entre Jane Fairfax y el señor Dixon. Cada personaje proporciona una

solución distinta la cual depende del lugar social de aquel.

Hay una intercalación de motivos entrelazados en el texto. El motivo del hijo

ausente, que está lejos y es esperado, Frank Churchill, es un motivo derivado de la

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historia del señor Weston y su matrimonio inadecuado. Asimismo, hay una articulación

espacial entre lugares lejanos que proveen motivos de conversación: Enscombe,

residencia de la familia Churchill, Maple Grove, residencia del señor Suckling, cuñado

de la pedante señora Elton. Estos lugares lejanos son auqellos desde donde llegan

personajes que producen cambios y hacen posible acciones. No obstante, algunos no

llegan nunca a Highbury como los parientes de la señora Elton y los Dixon.

Además, debemos mencionar el motivo más importante de la novela: la ceguera.

Hay varias cosas que Emma no puede ver: en primer lugar, no reconoce las cualidades

de Robert Martin, joven granjero de las posesiones del señor Knightley a quien este

aprecia. La situación social de este joven es un inconveniente para que Emma tenga

algún trato con él. Emma sí tiene trato con los pobres como la señora Bates y su hija y

otros más a quienes ayuda. Es curioso que esta heroína sí tiene trato social y hasta

amistad con Harriet, joven que carece de virtudes y méritos propios de una dama; no

tiene recursos ni educación y todo lo cual es un serio impedimento para un casamiento

que implique un ascenso social. En cambio, tanto la señorita Taylor, institutriz de

Emma, como Jane Fairfax, acceden a una mejora social importante porque ambas son

educadas y poseen muchas buenas cualidades.

Asimismo, la ceguera impide ver a Emma lo más importante y que constituye el

arduo camino de su aprendizaje: su deseo de organizar la vida de los demás, su afán de

imaginar romances y casamientos, quizá porque ella no desea casarse. El

reconocimiento de sus errores es el incio de su transformación, debida en mucho a las

intervenciones y reconvenciones del señor Knightly. Por eso Emma, en una

introspección, nos muestra cómo se había equivocado: “¿Cómo aceptar que se había

engañado y que había vivido de engaños? ¡Cuántas equivocaciones, cuánta ceguera en

la cabeza y en el corazón!” (474) se dice la protagonista luego que Harriet le confesara

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que alentaba una ilusión respecto del señor Knightley porque se había sentido guiada en

ello por su amiga, la señorita Woodhouse. .

En Emma sólo interesa una sola clase: el sector que se ocupa de su ascenso

social y es lo que Jane Austen quiere mostrarnos: las mezquindades de un grupo ávido

de mejora económica y social. El trabajo casi no es nombrado, excepto el de institutriz,

extraño grupo social semi-intelectual que se introduce en las clases altas. Jane Fairfax,

en una conversación con la señora Elton, se refiere a esta ocupación como de una

“comercio”, “sitios para la venta, no de carne humana pero sí de inteligencia humana”.

(347). Las bodas deben gozar del aprecio del círculo social. Así Emma, luego que

Harriet decide rechazar la oferta de matrimonio de Robert Martin, le dice que no la ha

perdido como amiga: “No podría haber ido a visitar a la señora Robert Martin de la

granja Abbey- Mill. Ahora te conservaré para siempre…Quedarías fuera de la buena

sociedad”.(77) La cena en casa de los Cole constituye un ejemplo acerca de cómo se

marcan claramente las diferencias sociales. En efecto, la llegada de Emma produce una

sucesión de sonrisas y deferente recibimiento por parte del resto de los invitados. En

primer lugar, llegaban los invitados de más categoría: terratenientes, un abogado, el

señor Cox. Las señoras de menor categoría social llegaban más tarde, después de la

cena, entre ellas las señoritas Bates, Fairfax y Smith quienes llegaban a pie.

En un círculo pequeño como es Highbury, se considera una obligación recibir a

las personas modestas pero bien educadas y, por lo tanto, merecedoras de un trato

deferente. Tal es el caso de la familia Cole, de la señorita Bates y de Jane Fairfax a

quienes todos tratan con consideración. En este sentido resulta ilustrativo el reproche

del señor Knightley a Emma por haber maltratado a la señorita Bates, “una mujer

pobre” y eso debería haber asegurado la compasión de la heroína.

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Para presentar esta materia narrativa, Austen tuvo no sólo una gran perspicacia

en la observación de conductas sociales sino también una excelente habilidad para poder

trasladar al relato los pequeños y anodinos acontecimientos que ella observaba a diario

en la vida de su pueblo. Vale destacar lo que dice de ella Virginia Woolf en Common

reader:

Nuestro conocimiento de Jane Austen procede de unos cuantos chismes, unas pocas cartas, las
que se salvaron de ser quemadas por su hermana Cassandra, y sus libros.
Encantadora pero recta, querida en casa pero temida por extraños, de lengua mordaz pero tierna
de corazón. Estos contrastes, según testimonios de familiares y conocidos, son el perfil de Jane que nos ha
llegado. Recta, meticulosa y taciturna cuentan las habladurías de Jane.
No desea reformar ni aniquilar. Uno tras otro crea sus necios, sus mojigatos, sus seres
mundanales, sus señores Collins, sus sir Walter Elliot, sus señoras Bennet.
Murió a los cuarenta y dos años. Si hubiera vivido unos años más, habría escrito precediendo a
Henry James y a Proust. Murió justo cuando estaba empezando a sentir confianza en su propio éxito.

Finalmente, puede decirse que Jane Austen, absolutamente innovadora en las

técnicas, parece refractar los códigos sociales de una época que iba desapareciendo: los

usos y costumbres sociales del siglo XVIII, sobrevivientes un siglo después. No

obstante, no debe leerse su narrativa simplemente así. En efecto, esta escritora brillante

supo captar detrás de las maneras y convenciones de un micromundo social

determinado, la avidez por lo material y el ansia por el prestigio social, ambas cosas

anheladas por las gentes de todos los tiempos y los espacios.

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BIBLIOGRAFÍA

Altamirano/Sarlo (1993), Literatura/Sociedad (2ª. edición) Buenos Aires, Edicial

Bajtín, Mijaíl (1985) “La novela de aprendizaje” en Estética de la creación verbal,

México, Siglo XXI

Genette, Gérald (1989) Figuras III, Barcelona, Lumen

Booth, Wayne C.(1974) “Control de distancia en Emma” en La retórica de la ficción,

Barcelona, Bosch

Brück, Jan (1982) “From aristotelean mimesis to bourgois realism” Poetics 2

Hauser, Arnold (2006) “La novela social en Inglaterra”, “El público lector” en Historia

social de la literatura y el arte (2ª. edición) Buenos Aires, Debate

Propp, Vladimir (1977) Morfología del cuento, Madrid, Fundamentos

Williams, Raymond (1997) Solos en la ciudad. La novela inglesa de Dickens a D. H.

Lawrence, Madrid, Debate

Nota: Los números de páginas que figuran en el cuerpo del trabajo corresponden a la

siguiente edición:

Jane Austen (1996) Emma, Alianza, Madrid.

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