Concurso MP
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Definir que es derecho resulta una de los problemas que mayor dificultad presenta, ya que este
concepto puede tener diversos significados a la vez, el cual va a depender del concepto en que el
mismo sea enunciado.
El jurista Santiago Nino en su obra “Introducción al Análisis del Derecho”, establece varias
hipótesis de la dificultad de definir derecho, esto tiene su origen en la adhesión de una cierta
concepción sobre la relación entre el lenguaje y la realidad.
La palabra derecho es ambigua, y para colmo posee la peor de las ambigüedades que es la
constituida de tener varios significados relacionado entre sí, también presenta vaguedad. El último
inconveniente que presenta la palabra derecho es la carga emotiva.
Manuel Atienza en su obra “El Sentido del Derecho” expresa, cito: “No hay realidad una manera
expedita de contestar esta pregunta, ya que para ello se necesita partir de un concepto inequívoco
de lo que es derecho y de lo que no es, y lejos de existir de consenso al respecto. Derecho es un
fenómeno histórico relativo a sociedad concretas”. Fin de la cita.
Desde el punto de vista del lengua y de las definiciones, abarcar el concepto de derecho solo hay
una definición válida para cada palabra, que se obtiene por intuición intelectual de la naturaleza.
Cierto hechos intrínseco de los fenómenos, definir no es otra que describir, por lo que son tres los
elementos esenciales para conceptualizar el derecho, que son: 1- La vaguedad; 2- La ambigüedad;
y 3- La carga emotiva.
Significa que sus contenidos son órdenes, prohibiciones y permisos, esto es regla del
comportamiento, que no solo existen en el sentido sociológico, sino también en el sentido operativo
que deben ser usadas por el individuo.
Es considerado como el conjunto de principios generales, que inspiran soluciones ante situaciones
que no estén reglamentadas o resueltas por el derecho positivo.
Los principios del derecho son axiomas que se invocan y se pronuncian con valor jurídico, al
margen de su reconocimiento en el texto legal especifico. Además, están avalados en la conciencia
colectiva porque tienen un origen en una parte del derecho natural, no son normas, sino ideas
capaces de inspirar un conjunto normativo. Su función es completamente distinta a la de las
normas, estas ideas deben ser tomadas en cuenta para el Juez cuando pretenda llenar la
insuficiencia y la oscuridad de un texto legal y cuando desarrolla una labor interpretativita; en razón
de que las normas concretas son capaces de expresar el real sentido de la ley, tomando como
base los principios generales que le han servido de inspiración.
Como ordenamiento jurídico se puede reseñar que es “un cuerpo de normas generales coherentes,
de las cuales proceden todos los demás elementos del orden jurídico, es la regla del derecho
destina a organizar el funcionamiento de la sociedad.” “Es el cuerpo de normas que tiene como
finalidad la prevención del conflicto, y su fin esencial es ordenar justamente la vida en sociedad”.
Es importante señalar que el ordenamiento jurídico regula diversos tipos de conducta, pues,
algunas de estas reglas obligan, otras permiten y otras prohíben.
Validez. Según Hans Kelsen (1881-1973), es:“Laexistencia especifica de las normas y constituye
su existencia obligatoria, cualidad que no tienen las meras órdenes”.
Justicia. Se debe de abarcar en dos dimensiones: a) justicia como virtud personal; y b) justicia
como cualidad de orden social. Es por ello que,Santo Tomás de Aquino(1225-1274) la define
como: “La perpetua y constante voluntad de dar cada uno lo suyo. En cambio, la justicia como
cualidad del orden social está relacionada con la concepción Tomista del derecho natural o “ius
naturale”.
Eficacia. Para H. Kelsen, la aplicación judicial de las normas jurídica determina su eficacia. Una
norma es eficaz si es obedecida por los súbditos, o en caso de desobedecida aplicada por los
Jueces.
En cuanto a las concepciones Iusnaturalismo, del concepto de derecho tenemos que los
fenómenos jurídicos están estrechamente relacionados con los valores morales y con la justicia; es
por ello, que una amplia corriente del pensamiento siempre ha supuesto que esta relación
necesariamente debe reflejarse en la definición del derecho.
Sobre este particular nos encontramos con las siguientes tesis, a saber:
a. La norma de todo sistema jurídica, reflejan de hecho los valores y aspiraciones morales de
la comunidad en la cual rigen lo de los grupos de poder, que participan directa o
indirectamente en el dictado de tales normas.
d. Los Jueces deben recurrir a normas y principios morales que no están claramente resuelta
por la norma jurídica.
a. Una tesis de filosófica ética, que sostiene que hay principios morales y de justician
universalmente válido y asequible a la razón humana; y
En cuanto a las concepciones positivistas, los propulsores de esta corriente son Bentham y
Austin creían en la posibilidad de justificar racionalmente un principio moral universalmente valido,
del cual se derivan todos los juicios valorativos. Es el llamado principio de utilidad, el cual sostiene,
en sustancia “que una conducta es moralmente correcta, cuando contribuye a incrementar la
felicidad del mayor número de gente”. Es más, estos autores sostuvieron que este principio está en
consonancia con la naturaleza humana, y Austin afirmaba que deriva en última instancia de la
voluntad divina.
Indica Nino que el pensamiento ideológico es una posición valorativa que sostiene, que los jueces
deben tener en cuenta en sus decisiones un solo principio moral, el que prescribe observar todo lo
que dispone el derecho vigente pero una vez se advierte esto, se advierte también la radical
debilidad del positivismo ideológico.
El positivista ideológico viene a decir, como ya saber, que el derecho debe ser obedecido porque
es derecho, con lo cual reduce la justicia al derecho positivo, al derecho vigente y de alguna forma
identifica al derecho con la moral. De ahí, que se le acuse de incurrir en contradicción y de ser un
seudopositivista.1
El modelo más influyente del positivismo jurídico metodológicoo conceptual siglo XX se encuentra
probablemente en la obra de Hart, quien a diferente de Kelsen no piensan que las normas de un
sistema jurídico pueda tener cualquier contenido, y considera que se puede establecer
racionalmente un mínimo contenido de justicia, que toda organización social debe incorporar para
ser viable y que él denomina “contenido mínimo de derecho natural”. 2
En cuanto a las concepciones realistas,estas identifican el derecho no con las normas, sino con
las conductas: El derecho para ellos, es comportamiento humano y en particular comportamiento
de los jueces y de otros funcionarios. Como suscribió un famoso jurista norteamericanoJuez
Holmes a finales del siglo XIX, a saber: “Saber lo que es derecho equivale a lo conocer lo que
dicen los códigos, las leyes, sino a predecir lo que los jueces dada ciertas circunstancias harán”.
La concepción del derecho para los realistas o versión americana, ponen énfasis en el derecho
considerado como una práctica social, como un fenómeno esencialmente fluido. El derecho in fieri,
más bien que el derecho formalmente establecido y subraya el carácter instrumental del derecho
en esa tradición, el derecho es, sobre todo, un medio de construcción.
Sus representantes más caracterizados de esta corriente son: Jerome Frank, Llewellyn y Alf
Ross.
Reglas y principios
Concepto de norma. Es el conjunto de reglas que se impone a la conducta de los seres humanos
que viven en sociedad, pudiendo ser obligatorias y exigidas en la mayoría de los casos.
Normas morales: Son interpretativas, pero a diferencia de la norma jurídica no son obligatoria, ya
que la misma se refiere a la conciencia del individuo.
Normas jurídicas: Es el conjunto de reglas que interponen a los seres humanos que viven en
sociedad, y cuyo cumplimiento es obligatorio.
Estructura: La norma tiene dos (2) elementos que son el objeto de la norma, este es el hecho o
situación que la norma considera, y la valoración que son la consecuencia del hecho.
Caracteres:
1- Generalidad; 2- Coactividad; 3- Permanencia; 4- Exterior; 5- Bilateral
- Generales o Especiales
- Rígidas y Flexibles o Elásticas
- Imperativas y Supletorias o Dispositivas
- Regulares y Excepcionales
Ordenamiento jurídico
Es el conjunto de normas generales que regulan el comportamiento del hombre en sociedad, que
se encuentra compuesto de distintos órdenes, marco formal y marco material.
La teoría de lanorma jurídica y la teoría del ordenamiento jurídica, forman una completa teoría del
derecho; principalmente desde el punto de vista formal, en cuyo aspecto se estudia la norma
jurídica considerada de manera aislada; mientras que en el punto de vista material, se estudia el
conjunto complejo o sistema de norma que constituye un ordenamiento jurídico.
Se ha podido comprobar bajo exhaustiva investigación, que en realidad las normas jurídicas no
existen nunca solas, sino siempre en un contexto de normas, que tienen entre sí relaciones
particulares. Este contexto de norma se suele denominar “ordenamiento”, y es bueno observar
desde el principio que la palabra de “derecho” tiene entre muchossignificados, también el de
ordenamiento jurídico. Aunque sea evidente la comprobación de que las normas
jurídicasconstituyen siempre una totalidad, y que la palabra “derecho” se usa indistintamente,tanto
para indicar una norma jurídica individual, como para referirse para un determinado conjunto de
normas jurídicas.
Hans Kelsen ha llamado a su obra capital “Teoría Pura del Derecho” porque su intenciónha sido
liberar a las ciencias jurídicas de elementos extraños como la psicología, la sociológica y la ética;
que no hay otra norma que la positiva; y que el concepto norma humanas básicamente al deber ser
no al ser, este es el sentido que tiene ciertas acciones humanas dirigidas con intención hacia el
comportamiento de otros que, proponen y ordenan esecomportamiento. Hans Kelsen, plantea que
las normas primariasson las que prescriben obligaciones, en ciertas condiciones o no, y que las
normas jurídicas secundariasson meros derivados de las normas primarias y su ejecución solo
tiene sentida a los fines de una explicación más clara del derecho.
La unidad y la coherencia del ordenamiento jurídico están estrechamente vinculada, una norma
inconstitucional que vulnera lo establecido en la constitución en virtud del principio de no
contradicción, debe ser expulsada del ordenamiento jurídico, pues de lo contrario se afecta la
unidad y la coherencia del ordenamiento. Del mismo modo la plenitud es una característica
indisolublemente ligada al concepto de unidad.
El derecho penalsanciona y reglamenta deberes que nacen de las relaciones de la vida en común,
alguno deberes correspondiente a la moral social y nunca moral individual o la religiosa, sino más
bien, a los actos prejudiciales o dañosos para el orden social cuando turben gravemente la
seguridad pública y cuando la sanción civil o reparadora sea ineficaz para evitar su comisión.
2.1. Las nociones de fuentes del Derecho: fuentes formales y fuentes materiales.
El termino fuente designa tanto la idea de principios u origen, como los causes por lo que algo
discurre, el derecho emana o procede de un conglomerado informe de factores de tal manera que
la pregunta acerca del origen de una norma, nos remite.
En este últimotérmino, a las preguntas acerca de la norma cualquiera nos remite en ultimo termino,
a las situaciones o circunstancias de hechos que explican porque y para que la norma se dictó.
Es posible afirmar que fuentes del derecho designan los factor que originan el derecho, es decir,
designan todo lo que contribuye a contribuido a crear el conjunto de reglas jurídicas aplicables en
un momento dado.
El diccionario de la lengua española define “fuente” como: principio, fundamento u origen de una
cosa. En lo que respecta a las fuentes del derecho, vamos a estudiar dos elementos: la causa
productora y el medio de producción, es decir, causa materia y causa formal.
Fuentes materiales:
Son factores y elementos que provocan la aparición y determino del contenido de las normas
jurídicas. Están constituida por este conjunto amplio y complejo de factores morales, sociales e
ideológicos.Decía Cornil, la fuente de lasreglas del derecho se encuentra a decir verdad en la
misma vida social.
Fuentes formales:
Son las manifestaciones exteriores de una voluntad dispuesta a dar derecho, a dar nacimiento a
una nueva norma jurídica que proviene de un acto individual o colectivo humano, que la moldea y
hace surgir a la realidad.
El artículo 1 del Código Civil, dispone que: “Que las leyes entran en vigencia a partir de su
publicación en el Distrito Nacional y al segundo día de su publicación, para el resto del país.
Excepcionalmente algunas leyes disponen de manera especial la fecha de entrada en vigencia”.
El fin de vigencia de una ley, en sentido general, las leyes, tienen vigencia indefinida, sin embargo
algunos textos legales tienen un término fijado, tal como ocurre en algunas leyes fiscales, como
vencido el plazo de pleno derecho la disposición legal queda sin efecto.
El fin de la vigencia de la ley, viene dado o resulta de la derogación o abrogación, ya sea tacita o
expresa y por el termino fijado por la misma. Al referirnos a derogación, resulta de dejar sin efecto
una ley, para que exista la derogación debe de existir una norma, es decir, una ley solo puede
derogar otra ley. La derogación, como expresamos anteriormente, tiene dos (2) vertientes, esto es
de manera tacita o de manera expresa.
También constituye una derogación tacita, los motivos que han justificado la norma legal; así una
ley de presupuestos queda derogada al vencer el periodo para la cual ha sido establecido.
Es bueno señalar que la ley derogada sea tacita o expresamente, no resucita por la derogación
que se haga a su vez de la ley que la derogo. Algunos autores expresan tacita fomenta la
confusión legislativa, y sume al ciudadano en el desconcierto al impedirle saber cuál es la norma
vigente en determinada materia o asunto.
Segundo Aspecto del Enfoque, se debe señalar el Principio de Irretroactividad de la ley, el cual
significa que la ley es progresiva, es decir, solo se aplica hacia delante, no hacia atrás.
La Constitución de la Republicaseñala en su artículo 47 que: “La ley solo dispone y se aplica para
el porvenir, no tiene efecto retroactivo, sino cuando sea favorable para el que este subjudice o
cumpliendo condena”.
Del mismo modo lo dispone el artículo 2 del Código Civil Dominicano, que: “La ley no dispone, sino
para el porvenir, no tiene efecto retroactivo”.
Este principio se encuentra igualmente dispuesto en el artículo 4 del Código Penal Dominicano,
que expresa lo siguiente: “Las contravenciones, los delitos y los crímenes que se cometan, no
podrán penarse sino en virtud de una disposición de ley promulgada con anterioridad a su
comisión”.
La Constitución aparece únicamente como una norma organizativa de los poderes, y declarativa de
los derechos cuya concreción se remite a la ley. La constitución es una norma superior con
consecuencia relevante que condiciona que caracterizan su aplicación y su integración en el
bloque normativo. La fuerza vinculante de la constitución se manifiesta en una vertiente adicional e
indirecta, la interpretación conforme a constitución de todo ordenamiento.
En cuanto a los mandatos materiales las constituciones modernas se configuran no solo como: 1-
Ordenadora de los procedimientos de elección de los gobernantes: 2- Ordenadoras de los
procedimientos de separación y coordinación de los poderes.
Supremacía de la norma
El artículo 6 de la Constitución dominicana prevé, que son nulos de pleno derecho toda ley,
decreto, resolución, reglamente acto contrario a la constitución.
La Constitución constituye la base de todo ordenamiento jurídico que rige al Estado. Esto plantea,
que en caso de litigio, todo operador jurídico esta compelido en primer lugar a determinar si la
constitución como norma sustantiva, resuelve por si misma el caso que se trate. Y en segundo
lugar, debe determinar que las normas propuestas son o no contrarias a la constitución.
La Constitución es la ley suprema, en ese mismo orden jerárquico se encuentra en los tratados
internacionales, aprobados por el Congreso, la ley ordinaria, luego los decretos y reglamentos, y
finalmente los actos y resoluciones de los estamentos públicos.
La posición que ocupan los tratados internacionales en el sistema de fuentes, es similar al que
ocupa la constitución esta particularidad se debe a que los tratados internacionales, en cuanto a
fuente del derecho no son producto de la voluntad exclusiva del estado, sino consecuencia del
consenso o convenio entre los estamentos del Estado Dominicano y otros Estados, sujetos del
derecho internacional.
2.6. La ley.
Es fuente de creación del derecho, podemos definirlas como acto votado por las Cámaras
legislativas y promulgado por el Presidente de la República, que se impone a libre albedrío de los
hombres.
Los decretoses el termino genérico mediante el cual se designa todas las decisiones del Jefe del
Estado, y se clasifican en: 1- Decretos Ordinarios, relativos a asuntos administrativos, como el
nombramiento de funcionarios y empleados públicos; 2- Decretos Leyes, consistente en la
delegación expresa y especial del Poder Legislativo ante las circunstancias excepcionales a favor
del Poder Ejecutivo.
Los reglamentostienen por objeto legislar sobre materia no prevista en la ley, o desarrollar las
normas sentadas en una ley con el fin de facilitar su aplicación. Emanan del Poder Ejecutivo,
según lo dispone el artículo 128 inciso B de la Constitución, como: “…b) Promulgar y hacer publicar
las leyes y resoluciones del Congreso Nacional y cuidar de su fiel ejecución. Expedir decretos,
reglamentos e instrucciones cuando fuere necesario;”…
Estos se clasifican en: 1- Autónomos, cuando versan sobre materias consideradas nuevas; 2-
Delegados; y 3- De Ejecución, cuando versan sobre aspectos relativos a la aplicación de las leyes.
2.9. La doctrina.
Se denomina doctrina al conjunto de opiniones emitidas por los estudiosos del derecho a través de
libros, revistas y artículos de periódicos.
También es fuente importante del derecho en vista de que muchas reformas legislativas se deben
a la doctrina, ya que el influjo que ella ejerce por los medios de comunicación inciden en la
conciencia de legisladores para que entiendan la necesidad de la reformación o elaboración de una
determinada ley.
3Código Civil de la Republica Dominicana. Artículo 4:“El juez que rehusare juzgar pretextando silencio, oscuridad o insuficiencia de la
ley, podrá ser perseguido como culpable de denegación de justicia.”
TEMA III. TEORÍA DE LA INTERPRETACIÓN
Es la averiguación del sentido de una norma, a través de datos y signos mediante los cuales esta
se manifiesta para medir su precisa extensión y la posibilidad de aplicación. Para Hart la
interpretación es un acto mediante el cual el receptor (o lector de las palabras del legislador)
atribuye significado que lee en la ley escrita.
Objeto
La interpretación tiene como objeto, las normas jurídicas y otros estándares como los principios
generales del derecho; al igual que como las normas jurídicas reconocen múltiples fuentes, que
podrían llamarse especiales:
1. Interpretación de la ley
2. Interpretación de los contratos
3. Interpretación del tratado internacional
4. Interpretación de las sentencias
La exegesis jurídica
Esta Escuela se base en que la interpretación jurídica debe necesariamente consistir en la consulta
de la ley como fuente única y exclusiva del derecho. Los exegetas sostienen que el derecho es la
ley, que la interpretación de ley es averiguación de la voluntad real del legislador, y que toda
interpretación que no sea tal, debe ser rechazada.
El método exegético se inclina a considerar los textos con un valor absoluto, para ellos la ley es
única fuente del derecho y su texto ofrece la solución a todas las dificultades. Los medios utilizados
por los seguidores de esta escuela son: los de inducción y deducción.
Esta escuela aspiraba eliminar el culto a la ley y a dar a los tribunales una mayor libertad e
interpretación de la ley.
Según la escuela del derecho libre, el juez no debe guiarse por las normas positivas, sino por su
apreciación del contenido moral y social de las relaciones jurídicas, aunque muchos autores son de
opinión que tanta libertad a los jueces caen en un subjetivismo que se opone a la seguridad
jurídica.
Según Hart (en su obra “The Concept of the Law” capitulo 7) la textura abierta del derecho abierto
implica que las palabras abiertas del legislador o las palabras que formulan una regla de
precedentes judiciales, son generales y abstractas, en consecuencias tiene una zona focal en la
que nadie discute el significado de la palabra, pero también tiene una zona de penumbra en la que
juristas igualmente competente pueden tener interpretaciones distintas de las mismas palabras.
La distinción foco-penumbra, justifica la distinción entre casos fáciles y difíciles, mientras en los
fáciles hay coincidencia interpretativa, en los difíciles la comunidad jurídica se encuentra
irreconsiderablemente dividida.
Con el propósito de alcanzar el significado y el mensaje de las normas, diversos métodos han sido
propuestos y desarrollados, entre estos tenemos los métodos clásicos en los cuales ya hacía
referencia Savign(fundador de la Escuela Histórica) y que son el gramatical, el lógico, el
sistemático y el histórico. Se pueden considerar entre estos también el método teleológico, que
muchos autores consideran dentro del método lógico.
Gramatical
Lógico
Es aquel que utiliza los razonamientos de la lógica para alcanzar el verdadero significado de la
norma. Este método consiste en la composición del pensamiento o las relaciones lógicas que unen
sus diversas partes.
Histórico
Pretenden interpretar la norma recurriendo a sus antecedentes, como las ideas de sus autores al
concebir o elaborar los proyectos, los motivos que propiciaron la redacción y emisión de la ley,
informes, debates, ect…
Sistemático
Introducen la idea de que una norma no es un mandato aislado, sino que responde al sistema
jurídico normativo orientado hacia un determinado rumbo en que conjuntamente con otras normas
se encuentra vigentes, que por tanto siendo parte de este sistema y no pudiendo desafinar ni rehuir
del mismo, el significado y sentido de la norma jurídica podrá ser obtenido de los principios que
inspiran ese sistema; principios y consiguiente significado y sentido que incluso pueden ser
advertidos con mayor nitidez del contenido de otras normas del sistema.
Teleológico
Este método tiene el prefijo “tele” que significa “fin”, por tanto este método es entonces el que
pretende llegar a la interpretación de la norma, a través del fin de la misma, buscando en su
espíritu que es la finalidad por la cual la norma fue incorporada al ordenamiento jurídico.
Axiológico
Procura la interpretación de la norma, a partir del estudio de los valores que se encuentran
incorporados al derecho positivo. Trata el problema de los valores jurídicos, es decir, dilucida
cuáles son los valores que harán correcto un modelo de derecho, o que primaran a la hora de
elaborar o aplicar el derecho.
B. DERECHO CONSTITUCIONAL
TEMA 1: CONSTITUCIÓN. CONSTITUCIONALISMO. DERECHO CONSTITUCIONAL Y
ESTADO
Es la teoría o ideología que rige el principio de gobierno limitado y la garantía de los derechos en
las dimensiones estructurales de la organización político-social en una comunidad.
El constitucionalismo moderno, vendría hacer así una técnica específica de limitación de poder,
con fines garantisticos. El concepto de constitucionalismo conlleva, como se puede observar, un
claro juicio de valor, es por eso en el fondo una teoría normativa de la política, como lo es la teoría
de la democracia y la teoría del liberalismo.
Se habla de constitucionalismo moderno para designar el movimiento político, social y cultural, que
sobre todo a mediados del siglo XVIII cuestionan los planes político, filosófico y jurídico, los
esquemas tradicionales de dominio jurídico, sugiriendo al mismo tiempo la invención de una forma
de ordenación y fundamentación del poder político.
Derecho Constitucional es mucho más amplio que la constitución, puesto que contiene o incorpora
normas que exceden en números y alcance, que la que expresa textualmente la constitución, ya
que se integran también de normas que nacen de la costumbre, de la jurisprudencia y de la
doctrina.
El poder constituyente, es el que reposa en manos del pueblo, quien es el soberano; esta
concepción surge a raíz de la Revolución Francesa en el a;o 1789 (porque Jochy me dijo), donde
quedó estipulado que el pueblo tenía la voluntad de elegir a sus representantes en las instituciones
públicas.
Para hacer una relación entre el poder constituyente y el estado, luego de haber definido lo que es
el poder constituyente, es preciso se;alar que al definir estado lo hacemos en el enfoque de las
instituciones o funcionarios que van a ejercer los poderes otorgados por el sufragio.
Esta relación nace de la otorgada entre poderdante y poderdado, y por ende la constitución
estipula las reglas para la elección y organización de las instituciones y sus intervinientes. En la
República Dominicana, la Constitución ha mantenido desde su creación estos preceptos.
La Constitución como norma es la Ley fundamental y suprema que se da un pueblo libre. En ese
sentido, como Ley fundamental, la constitución normativa es fundadora de la sociedad política
pues define los principios y reglas según las cuales serán resueltas las cuestiones comunes y
generales por oposición a las cuestiones particulares y privadas que son regidas por las reglas de
la sociedad civil. En el sentido de Ley Suprema, es una Ley superior a todas las demás leyes.
Todas las leyes hechas por los gobernantes, especialmente las leyes votadas por el Poder
Legislativo y promulgadas por el Poder Ejecutivo, están subordinadas a la Constitución. En tanto
que Ley Suprema, la Constitución es jerárquicamente superior a toda regla de Derecho no importa
cual sea su naturaleza, privada o pública, interna o internacional. Es en ese sentido que la
Constitución define una jerarquía de normas fundada en un orden jurídico que concierne por
prioridad y principalmente las normas internas tales como las leyes, los decretos y las
resoluciones. Tratándose de normas externas, la Constitución debe entenderse como una norma
de reconocimiento más que de jerarquía, ya que la misma no puede ser “jerárquicamente superior”
a las leyes de los países extranjeros o las leyes internacionales como la costumbre o los tratados.
La Constitución reconoce a las normas externas un cierto lugar en el orden interno (generalmente
lo hace), integrándolas a este y asignándoles un determinado tango en la jerarquía de las normas,
como ocurre en el caso de los tratados internacionales. Pero, en todo caso, la Constitución no es
ley suprema si no es ella, la que determina la incorporación de la norma externa en el orden
jurídico interno. La Constitución normativa ni es dada por Dios, ni dada por un caudillo o un líder
revolucionario, sino que es la obra de un pueblo libre, es el acto de la comunidad de mujeres y
hombres que se afirman libres y que para permanecer libres se fijan ellos mismos su propia ley.
Características de la Constitución como norma: se caracteriza por ser (I) Norma; (II) Primera
Norma; (III) Norma Suprema; (IV) Fuente del Derecho; (V) Norma vinculante y; (VI) norma de
aplicación directa.
I.- Cuando se afirma que la Constitución es una norma, lo que se afirma es que es una norma
jurídica, la norma suprema de nuestro ordenamiento. Son principio vitales, vivos, que otorgan y
limitan los poderes del Gobierno de nuestra nación. En ese mismo sentido es que se ha
establecido que la Constitución no es un simple marco de principios políticos organizadores del
poder, una mera declaración de buenas intenciones, un reconocible conjunto de ideales
programáticos.
II.- La Constitución ocupa el lugar de primera norma en el ordenamiento jurídico dominicano. Así se
desprende del artículo 46 que considera “nulos de pleno derecho toda ley, decreto, resolución,
reglamento o acto contrario a esta Constitución” y de la lectura del contenido material de muchos
de los artículos constitucionales. Afirmar que la Constitución es la primera norma supone que ésta
es a norma fundamental del ordenamiento. El carácter de primera norma de la Constitución obliga
al operador jurídico a buscar en la Constitución antes que en las demás fuentes los materiales
normativos necesarios y las pautas u orientaciones indispensables.
III.- Establecer una norma suprema, una Constitución, significa que la función normativa queda a
su vez sujeta a normas (las normas que dispone la Constitución) que son el fundamente y limite de
su validez, es decir, que la Constitución como norma suprema significa que no ha de existir una
norma superior a esta y por consiguiente dichas normas han de ajustarse al marco dispuesto por
esta. Aparecen así dos categorías de normas: las normas que crean los órganos legislativos o
normativos y las normas a que han de ajustarse contenidas en la Constitución.
La Constitución como norma suprema implica, en consecuencia, una determinada estructura del
ordenamiento jurídico. Por ello, la supremacía de la Constitución es un concepto histórico: no todo
ordenamiento jurídico tiene una Constitución.
IV.- Resulta que la Constitución es fuente formal del Derecho de donde emanan valores, principios
y reglas de inspiración para el Juez, para funcionarios y para particulares. Concebir la
Constitucióncomo fuente implica aceptar la aplicación judicial de la Constitución y, en general, que
todos quienes deban aplicar el Derecho, deberán tomar en cuenta la norma constitucional como
premisa de su decisión, como si se tratase de cualquier otra cosa. Esta no será solo norma sobre
normas, sino norma aplicable, no será solo fuente sobre la producción, sino también fuente de
derecho sin más.
V.- En la concepción normativa clasica de Constitución, esta tiene como destinatarios directos a los
poderes públicos. De ahí que se entienda la Constitución como norma vinculante para todos los
órganos estatales. Según Kelsen, la Constitución no es más que el conjunto de normas que
regulan la actividad de los órganos estatales.
Hoy se admite que la Constitución expande su fuerza vinculante material a todos los sujetos
públicos con capacidad para producir actos jurídicos, sin excepción alguna. Desde el legislador
hasta el más humilde inspector de aduanas, todos los funcionarios y agentes estatales, están
directamente e inmediatamente vinculados por la Constitución. “Los preceptos constitucionales
vinculan a todos los poderes públicos y son origen inmediato de derechos y obligaciones no meros
principios programáticos.
VI.- La aplicación directa es en gran medida el resultado del carácter normativo de la Constitución.
Cuando se afirma que una norma constitucional tiene aplicación directa, lo que se dice es que ella
debe ser tomada como regla material idónea para la solución administrativa y judicial de conflictos
intersubjetivos concretos, que ella ha de ser la pauta normativa que orientará la decisión de los
casos cotidianos particulares, que el Juez o la Administración habrán de tomarla como regla de
decisión, sin tener que acudir a la ley que la reglamente o desarrolle. Se trata de eficacia directa
del texto constitucional.
Las normas son las reglas y principios jurídicos definidores de un patrón de comportamiento o
creadores de esquemas jurídicos para la solución de conflictos. Junto con los Derechos, que no
son mas que las prerrogativas que tienen las personas para hacer o exigir algo (derechos
subjetivos), las normas pertenecen al ordenamiento jurídico, que no es mas que la globalidad de
normas vigentes en un determinado Estado (derecho objetivo). Este ordenamiento no es un
conjunto de normas dispersas e inconexas que se trata de un orden dotado de una cierta
coherencia y unidad intrínseca, lo que la doctrina tradicional denomina la “unidad del ordenamiento
jurídico”. Este sistema de normas al que se llama ordenamiento es un sistema normativo estatal en
la medida en que es el Estado el sujeto creador de las normas.
Para ver la Constitución en sentido normativo (como Ordenamiento Jurídico) se requiere que ese
documento tenga un contenido especifico: (I) que consagre una serie de reglas que limiten el poder
político; (II) que esas reglas estén informadas por principios materiales fundamentales como la
separación de poderes, la separación del poder constituyente de los poderes constituidos, la
garantía de los derechos fundamentales, la exigencia de un gobierno representativo y el control del
poder. La Constitución normativa no es un precisamente un ser, sino que es un concepto del deber
ser.
La Constitución como norma superior del ordenamiento jurídico designa el conjunto de normas
positivas (reglas y principios), generalmente plasmadas en un documento escrito (La
Constituciónescrita, la “Constitución formal”) y que, respecto a las demás normas del ordenamiento
jurídico, presentan un carácter fundacional y una primacía normativa. La Constitución es una ley
dotada de características especiales que le vienen de la forma, de su procedimiento de creación y
de la posición jerárquica de sus normas. Su posición jerárquico-normativa superior implica que:
I.- las normas constitucionales constituyen una ley superior a las demás que recoge el fundamento
de su validez en si misma (autoprimacía normativa); II.- las normas de la Constitución son normas
de normas, es decir, que constituye una fuente de producción de otras normas (leyes, reglamentos,
etc.); y III.- la superioridad normativa de las normas constitucionales implica el principio de
conformidad de todos los actos de los poderes públicos a la Constitución.
Kelsen resalta el rol de la Constitución en la génesis del Derecho en tanto esta establece cuales
órganos y mediante que procedimiento serán creadas las normas del ordenamiento jurídico. En el
pensamiento kelseniano, la Constitución es fundamentalmente la norma que regula las fuentes del
Derecho, la producción jurídica, es decir, la fuente de las fuentes del Derecho. Concebir a la
constitución como fuente del Derecho implica aceptar la aplicación judicial de la Constitución y, en
general, que todos quienes deban aplicar el Derecho, deberán tomar en cuenta la norma
constitucional como premisa de su decisión, como si se tratase de cualquier otra norma. Que la
Constitución sea fuente de Derecho significa que tiene eficacia directa por lo que “no será solo
norma sobre normas sino norma aplicable, no será solo fuente sobre la producción, sino también
fuente de derecho.
De modo más claro, la Constitución es un sistema abierto, toda vez, permite los influjos del sistema
valores y de los principios jurídicos fundamentales provocando su modificación, la creación de
nuevas normas acordes con los tiempos y la modificación de las existentes.
El sistema de valores es el conjunto de ideas y creencias propias de la sociedad, que
condicionan el comportamiento humano y el sistema de normas sociales.
Cuando se abandona la concepción descriptiva de la Constitución y esta pasa a ser una norma
jurídica, la constitución se convierte en un texto sujeto a interpretación como las demás normas.
Pero, al ser una norma de características distintas a las de las normas ordinarias como la ley y el
reglamento, la interpretación de la Constitución adopta unos razgos que la hacen distinta de la
interpretación jurídica en otras áreas del Derecho.
I.- El interpretativismo considera que los jueces, al interpretar la Constitución, deben limitarse a
captar el sentido de los preceptos expresos en la Constitución o, por lo menos, de los claramente
implícitos. El interpretativismo considera que los límites de la competencia interpretativa son la
textura semántica y la voluntad del legislador. El control judicial de constitucionalidad tendría
entonces unos límites claros: la propia Constitución escrita y la voluntad del poder político
democrático. Esta corriente parte de un entendimiento de la función de la
Constitución esencialmente institucional y procedimental en virtud de la cual compete a esta
establecer procedimientos y competencias de los órganos estatales y rechaza como improcedente
la fijación constitucional de fines y contenidos de justicia.
II.- La corriente del no interpretativismo defiende la posibilidad y la necesidad de que los jueces
invoquen y apliquen valores y principios sustantivos, “principios de libertad y de justicia”, contra los
actos de los poderes públicos que no sean cónsonos con el proyecto de la
Constitución. Lospresupuestos de esta corrientes son: (I) la soberanía de la Constitución, ya que el
derecho de la mayoría es limitado por la Constitución no solo cuando existen reglas
constitucionales específicas sino también cuando las formulaciones constitucionales se presentan
bajo la forma de estándares, de conceptos vagos; (II) la objetividad de la interpretación que no es
perturbada por el hecho de que los jueces apliquen los principios están anclados en un
determinado punto social, aparte de que la interpretacion de la Constitución se realiza siempre
tomando en cuenta el texto, la historia, los precedentes, las reglas de procedimiento y las normas
de competencia, lo que permite una interpretación tendencialmente objetiva; (III) el no
interpretativismo supone que el Derecho Constitucional esta compuesto no solo de reglas jurídicas
concretas sino sobre todo por principios jurídicos abiertos como la justicia, la imparcialidad, la
igualdad, la libertad y el debido proceso, cuya concretización a través de la mediación judicial es
una tarea indeclinable de los jueces, si se quiere asumir el Derecho como una integridad.
Interpretar una norma constitucional consiste en atribuir un significado a uno o varios símbolos
lingüísticos escritos en la Constitución con el fin de obtener una decisión sobre problemas
prácticos, dicha interpretación deberá estar fundada normativo-constitucionalmente. La
interpretación constitucional tiene tres dimensiones relevantes: (I) interpretar la
Constitución significa procurar el Derecho contenido en las norams constitucionales; (II) investigar
el Derecho contenido en la ley constitucional implica una actividad compleja que se traduce
fundamentalmente en la atribución de un significado a un enunciado o disposición lingüística (texto
de la norma); y (III) el producto del acto de interpretar es el significado atribuido. Esta definición de
interpretación constitucional resalta el componente adscriptivo-decisorio de la interpretación y
rechaza la concepción de la interpretación como actividad meramente cognoscitiva o dirigida al
conocimiento.
El método lógico utiliza los argumentos de lógica formal para extraer el sentido de la norma. Estos
argumentos incluyen a “a contrario sensu”, “a fortiori ratione”, “ad absurdum”, “a generali sensu”, “a
rubrica” (en sentido contrario; un argumento con mayor razón; al absurdo; en sentido general; ).
Aunque los argumentos lógicos de razonamiento son útiles como auxilio del intérprete que utiliza
los demás métodos, muchas veces son inútiles porque la Constitución no es una matemática.
El método sistemático parte de la idea de que la Constitución es un todo coherente que recoge
todos los principios esenciales del a sociedad, al cual deben sujetarse todas las normas e
instituciones del ordenamiento jurídico y cuyas normas no deben ser interpretadas de manera
aislada.
El método teleológico pretende llegar a la interpretación de la norma a través del fin de la misma,
buscando en su espíritu, que es la finalidad por la cual la norma fue incorporada al ordenamiento
jurídico. Este método entiende que el fin de la norma radica no en la intención del constituyente
sino en que esta ligada esencialmente a esta. Es ponerse en las sandalias del constituyente para
pensar como este hubiese pensado si tuviese que elaborar de nuevo la norma para aplicarla a un
caso del presente, es para muchos más que un método de interpretación, una verdadera técnica
adivinatoria cercana más a la astrología que al Derecho Constitucional.
El método tópico, según sus partidarios la interpretación constitucional vendría a ser un proceso
abierto de argumentación entre varios participantes a través el cual se busca adaptar o adecuar la
norma constitucional a la solución del problema concreto. El intérprete se sirve de varios puntos de
vista que permiten desvelar, dentro de las varias posibilidades derivadas de la polisemia de sentido
del texto constitucional, la interpretación más conveniente para el problema.
Método de la concretización: parte de la idea de que la lectura de un texto normativo arranca por
la pre comprensión de su sentido a través del intérprete, el cual es un mediador entre el texto
sujeto a interpretación y el contexto de la norma. La actividad de interpretación sería entonces un
constante ir y venir entre el texto y el contexto (círculo hermenéutico).
La norma constitucional, como toda norma jurídica, debe ser interpretada. En este sentido, cabe
hablar de interpretación “de” la Constitución, la cual puede llevarse a cabo o bien a raíz del control
de constitucionalidad o bien como consecuencia de la aplicación directa e inmediata de la norma
constitucional.
El principio del efecto integrador significa que, en la resolución de los problemas jurídico-
constitucionales, se debe dar preeminencia a los criterios que favorecen la integración política y
social y que refuercen la unidad política.
El principio de máxima efectividad supone que de varias posibles interpretaciones se debe dar
preferencia a la que mayor eficacia confiera a la norma constitucional. Este principio ésta ligado al
principio de máxima expansión de los derechos fundamentales.
Para Häberle, “en los procesos de la interpretación constitucional se insertan potencialmente todos
los órganos estatales, todas las potencias públicas, todos los ciudadanos y grupos”. Ciudadanos y
grupos, jueces y demás poderes y órganos estatales son “fuerzas de producción interpretativa”, es
decir, “interpretes constitucionales en sentido amplio”.
Häberle parte del hecho de “quien ‘vive’ la norma (co-) interpreta también”. O, para decirlo en buen
dominicano, el corazón de la auyama solo lo sabe el cuchillo. De ahí la importancia de los “auto
entendimientos” de los titulares de los derechos fundamentales: el empresario próspero conoce su
derecho fundamental a la legalidad tributaria del mismo modo que el parcelero empobrecido
percibe tener un derecho fundamental a acceder a la propiedad inmobiliaria titulada.
Por eso, “el ciudadano que interpone un recurso de amparo constitucional es tan interprete
constitucional” como el órgano estatal que plantea ante el Tribunal Constitucional un conflicto de
competencias.
Y es que, como nos recuerda otro gran constitucionalista, el italiano Gustavo Zagrebelsky, los
principios constitucionales tienen “un alcance universal y expresan aspiraciones” que no se limitan
a un determinado país, por lo que “sus violaciones son relevantes en cualquier lugar de la tierra en
la que esto ocurra”.
Nuestro Derecho Procesal Constitucional toma en cuenta la ampliación del círculo de intérpretes
constitucionales. La Constitución permite accionar en amparo al afectado en sus derechos
fundamentales y al que actué en su nombre (artículo 72). Del mismo modo, todo aquel que tenga
un interés legítimo puede accionar en inconstitucionalidad contra las normas (artículo 185.1 de la
Constitución). La Suprema Corte de Justicia llegó incluso a admitir que cualquier persona que
atacase o defendiese la constitucionalidad de una norma podía acudir a la jurisdicción
constitucional especializada como “amigo de la corte”. Y es que, como señala Häberle, todos
estamos inmersos en la interpretación constitucional, “incluso los mismos no afectados
inmediatamente por una interpretación”.
El resultado, sin embargo, no está exento de conflictos. Como afirma Häberle, “el consenso resulta
también del conflicto y del compromiso entre los participantes que defienden egoístamente
opiniones e intereses divergentes”. El Derecho Constitucional es, sobre todo, “derecho del conflicto
y del compromiso a la vez”. La clave es que el proceso de interpretación se mantenga tan abierto
como sea posible.
Esto explica por qué, como bien señala Zagrebelsky, “los hombres y los juristas ‘inflexibles y sin
matices’ no se compadecen bien con el tipo de vida individual y social que reclama el Estado
constitucional de nuestro tiempo. Su presencia, además de ser fuente de fragilidad y emotividad,
constituye un potencial de asocialidad, agresividad, autoritarismo y, en fin, no sólo de
inconstitucionalidad, sino también de anticonstitucionalidad.”
(I) El Control político, o más bien, el control de los poderes constituido puede ser de naturaleza
política, es decir, ejercido por órganos políticos. Los constituyentes estadounidenses han pensado
en este tipo de control cuando facultaron al Presidente de los Estados Unidos el derecho de oponer
un veto suspensivo a las leyes votadas por el Congreso.
Los franceses crearon el proyecto del Jurado Constitucional, descrito como un verdadero cuerpo
de representantes, con la misión especial de juzgar los reclamos contra todo atentado a la
Constitución.
(II) El Control jurisdiccional es ejercido por órganos habilitados para decir Derecho, ósea, los
jueces. Este tipo de control se impone cuando la Constitución es considerada como Derecho.
Desde el momento mismo en que existe una constitución verdaderamente normativa, una ley
fundamental y suprema que se impone sobre las demás normas del sistema jurídico,
abandonándose la concepción descriptiva de la Constitución como simple proclama de principios
políticos relativos al buen gobierno de la sociedad, a no tiene sentido el control político de la
constitucionalidad. Dos sistemas de control jurisdiccional se conciben: (a) el sistema difuso o
norteamericano; y (b) el sistema concentrado o austriaco.
(a) En el sistema difuso, la competencia para controlar la constitucionalidad de las leyes se le
reconoce a todos los jueces como parte inherente de la función jurisdiccional de aplicar las leyes a
lo casos concretos sometidos a la apreciación judicial. Se trata del “judicial review”, sistema
plasmado en el caso Marbury vs Madison, y que ha sido el sistema tradicional dominicano. Este
sistema parte de la idea expresada por el Juez Marshall de que la constitución es superior a
cualquier acto ordinario de la legislatura y que un acto de la legislatura que contradiga la
constitución es nulo.
El control de constitucionalidad puede ejercerse por vía incidental o por vía principal:
En el control por vía incidental la inconstitucionalidad del acto solo puede ser invocada en el
transcurso de una acción sometida a apreciación de cualquier tribunal con la finalidad de que el
mismo inaplique la norma inconstitucional al caso concreto. Conocido también como control por vía
de excepción, este control se asocia generalmente al control difuso, aunque los mismos no se
identifican, pues hay sistemas, como el alemán y el italiano, donde existe el incidente de
inconstitucionalidad, que obliga al juez a quo, contrario a los sistemas difusos, a suspender la
acción hasta que el Tribunal Constitucional se pronuncie sobre la cuestión de inconstitucionalidad.
En el control por vía principal las cuestiones de inconstitucionalidad se suscitan a titulo principal
mediante un proceso constitucional autónomo ante un tribunal constitucional con competencia para
juzgar la inconstitucionalidad de los actos de los poderes públicos a pedido de determinadas
personas con legitimidad procesal para ello, independientemente de la existencia de controversia.
El control por vía principal puede conducir a un control abstracto de los actos normativos, como en
el caso dominicano, o una garantía concreta de los derechos fundamentales, como es el caso del
recurso de amparo alemán, español y mexicano.
Las partes del control: El principio fundamental del proceso constitucional es que la cuestión de
inconstitucionalidad solo puede ser iniciada por determinadas personas (personas con legitimidad
procesal) u órganos públicos (un número limitado de titulares de dichos órganos), pero nunca por
los propios órganos de control, quienes no pueden auto apoderarse ni iniciar ex oficio el control. En
el sistema dominicano, donde hay una legitimidad universal, la facultad de impugnar la
constitucionalidad se le reconoce a cualquier persona (quisque de populo) en la forma de una
acción popular.
(I) Efectos generales y efectos particulares: se distingue entre un sistema en el que el órgano
controlador de constitucionalidad anula el acto inconstitucional con eficacia erga omnes (respecto
de todos) y un sistema en el cual se inaplica el acto reputado inconstitucional con eficacia inter
partes (entre partes). En el primer caso, propio del sistema de control concentrado, tras la
declaración de inconstitucionalidad, se producen efectos generales que conducen a la eliminación
del acto inconstitucional del ordenamiento jurídico. En el segundo caso, propio del control difuso,
se producen efectos particulares, siendo inaplicado el acto considerado inconstitucional al caso
concreto y quedando vigente en el ordenamiento hasta que sea debidamente anulado o derogado
por los órganos competentes.
La Constitución en su artículo 188, establece con relación al control difuso, instituyendo que: “Los
tribunales de la República conocerán la excepción de constitucionalidad en los asuntos sometidos
a su conocimiento.”
Las decisiones del Tribunal Constitucional son definitivas e irrevocables, y constituyen precedentes
vinculantes para los poderes públicos y todos los órganos del Estado, esto en virtud del artículo 31
de la ley No. 137-11 sobre los Procedimientos Constitucionales y el Tribunal Constitucional,
estableciendo además en el artículo 47 de la referida ley, que: “Sentencias Interpretativas. El
Tribunal Constitucional, en todos los casos que conozca, podrá dictar sentencias interpretativas de
desestimación o rechazo que descartan la demanda de inconstitucionalidad, declarando la
constitucionalidad del precepto impugnado, en la medida en que se interprete en el sentido que el
Tribunal Constitucional considera como adecuado a la Constitución o no se interprete en el sentido
o sentidos que considera inadecuados”.
El termino fuente designa tanto la idea de principios u origen, como los causes por lo que algo
discurre, el derecho emana o procede de un conglomerado informe de factores de tal manera que
la pregunta acerca del origen de una norma, nos remite.
En este último término, a las preguntas acerca de la norma cualquiera nos remite en ultimo
termino, a las situaciones o circunstancias de hechos que explican porque y para que la norma se
dictó.
Es posible afirmar que fuentes del derecho designan los factor que originan el derecho, es decir,
designan todo lo que contribuye a contribuido a crear el conjunto de reglas jurídicas aplicables en
un momento dado.
El Diccionario de la Lengua Española define “fuente” como: principio, fundamento u origen de una
cosa. En lo que respecta a las fuentes del derecho, vamos a estudiar dos elementos: la causa
productora y el medio de producción, es decir, causa materia y causa formal.
Fuentes materiales: Son factores y elementos que provocan la aparición y determino del
contenido de las normas jurídicas. Están constituidas por este conjunto amplio y complejo de
factores morales, sociales e ideológicos. Decía Cornil, la fuente de las reglas del derecho se
encuentra a decir verdad en la misma vida social.
Fuentes formales: Son las manifestaciones exteriores de una voluntad dispuesta a dar derecho, a
dar nacimiento a una nueva norma jurídica que proviene de un acto individual o colectivo humano,
que la moldea y hace surgir a la realidad.
Podemos mencionar las siguientes fuentes tanto sean internacionales como supranacionales, a
saber: los tratados internacionales, las decisiones de los organismos a los cuales pertenece el
Estado Dominicano, tales como: Nacional Unidas y el Sistema de las Naciones Unidas, el Sistema
Interamericano, el Sistema de Integración Centroamericana, el Sistema Iberoamericano, entre
otros.
4.3. La ley.
Es fuente de creación del derecho, podemos definirlas como acto votado por las Cámaras
legislativas y promulgado por el Presidente de la República, que se impone a libre albedrío de los
hombres.
4.4. El reglamento.
Los reglamentos tienen por objeto legislar sobre materia no prevista en la ley, o desarrollar las
normas sentadas en una ley con el fin de facilitar su aplicación. Emanan del Poder Ejecutivo,
según lo dispone el artículo 128 inciso B de la Constitución, como: “…b) Promulgar y hacer publicar
las leyes y resoluciones del Congreso Nacional y cuidar de su fiel ejecución. Expedir decretos,
reglamentos e instrucciones cuando fuere necesario;”…
Estos se clasifican en: 1- Autónomos, cuando versan sobre materias consideradas nuevas; 2-
Delegados; y 3- De Ejecución, cuando versan sobre aspectos relativos a la aplicación de las leyes.
4.5. La jurisprudencia.
Las decisiones judiciales se encuentran formuladas y redactadas en sumarios bajo los artículos de
los códigos y de las leyes cuyos textos interpretan.
4.6. La costumbre.
La Constitución de 2010, a pesar de las críticas que generó el proceso de su reforma que
desembocó en su entrada en vigor, poco a poco ha ido legitimándose en la conciencia popular y en
el seno de la comunidad jurídica nacional. Solo hay que ver cómo muchos de los sectores que
gritaban hace unos años “esta no es mi Constitución” son los que hoy encabezan acciones
constitucionales destinadas a defender derechos fundamentales o atacar normas que consideran
vulneradoras de los preceptos constitucionales. Podría afirmarse que hoy todos los ciudadanos,
incluso quienes en determinado momento se sintieron excluidos de una reforma que entendieron
debieron haber sido hecha mediante una asamblea constituyente y no una consulta popular, se
consideran defensores de la Constitución.
4Código Civil de la Republica Dominicana. Artículo 4:“El juez que rehusare juzgar pretextando silencio, oscuridad o insuficiencia de
la ley, podrá ser perseguido como culpable de denegación de justicia.”
Tribunal Superior Administrativo, docente de varias universidades y de la Escuela Nacional de la
Judicatura, y co-autor del libro “Derecho Constitucional”, pertenece a esa nueva camada de
doctrinarios que construyen la dogmática constitucional del Estado Social y Democrático de
Derecho y que, en esta ocasión, aborda un tema crucial para el Derecho constitucionalizado al
influjo de la reforma constitucional de 2010.
Y es que no podía ser más oportuna la obra de Concepción Acosta si tomamos en cuenta que, a
partir de la entrada en vigor del Código Procesal Penal que consagró el recurso de casación por
violación de la jurisprudencia, pero principalmente tras la reforma constitucional de 2010 y la
adopción de la Ley Orgánica del Tribunal Constitucional y de los Procedimientos Constitucionales
(LOTCPC), instrumentos normativos que consagran el precedente constitucional, la República
Dominicana comienza a transitar de la órbita de la familia romano-germánica en donde la ley es la
fuente del Derecho por excelencia al ámbito del sistema del Common Law o familia
angloamericana en donde la jurisprudencia constituye la fuente del Derecho por antonomasia.
Esto tiene una trascendencia insoslayable tanto para el funcionamiento del ordenamiento jurídico
como para la propia enseñanza del Derecho: con la introducción del precedente constitucional, ni
el operador jurídico puede funcionar al margen de las decisiones vinculantes de la Alta Corte
constitucional ni el profesor de Derecho puede enseñar ninguna rama del Derecho sin tomar en
cuenta las interpretaciones que de la Constitución y de las normas infra-constitucionales hacen los
jueces constitucionales especializados.
El libro de Concepción Acosta es muy útil para comprender no solo cómo funciona el precedente
constitucional sino también para conocer los principales precedentes del Tribunal Constitucional,
comentados uno por uno por el autor. Y lo que no es menos importante: este libro contribuye a
entender en su justa dimensión el precedente, que muchos juristas ahora, queriendo ser más
papistas que el Papa, cosa que ocurre con todos los renegados, pues no son pocos los que han
abjurado del positivismo legalista francés para jurar por la bandera popular del
neoconstitucionalismo y su nuevo positivismo jurisprudencial, lo ven como cosa petrificada, como
ukase absoluto e inconmovible, cuando en realidad, el precedente es dinámico y, por eso, hasta la
propia LOTCPC (artículo 31, párrafo I) establece la posibilidad por parte del Tribunal Constitucional
de cambiar el precedente, siempre y cuando se justifique el viraje jurisprudencial.
De ahí que compartimos las ideas de Concepción Acosta cuando afirma que el precedente
constitucional “no debe ser sacralizado, puesto que no solo puede petrificarse el ordenamiento
jurídico sino que, además, podría provocar inaceptables injusticias en la decisión de un caso”, ya
que “las eventuales equivocaciones del pasado no tienen por qué ser la justificación de
inaceptables equivocaciones en el presente y el futuro”.
El autor llega incluso a considerar, opinión que compartimos totalmente, que los jueces del Poder
Judicial y del Tribunal Superior Electoral pueden apartarse del precedente del Tribunal
Constitucional “siempre y cuando fundamente[n] esta conducta en argumentos que conciten
plausibilidad general”. En fin, “el juez no debe aceptar, en cierto modo, ciegamente, el precedente,
aunque el respeto de los precedentes no sea una exigencia caprichosa, tampoco puede traducirse
en un aprisionamiento de la razón, ni significar que los jueces queden atrapados por antiguos
errores o evolución del ordenamiento jurídico”.
TEMA V. LA REPÚBLICA DOMINICANA Y SUS PRINCIPIOS ESTRUCTURALES
Considero que de la dignidad de la persona como valor central, emanan la justicia, la vida, la
libertad, la igualdad, la seguridad y la solidaridad, que son dimensiones básicas de la persona, que
en cuanto tales se convierten en valores y determinan la existencia y legitimidad de todos los
Derechos reconocidos por nuestra Constitución.
Es una moderna expresión histórica de la realidad política de los pueblos libres que atiende al
principio de legalidad (imperio de la ley), pero con una vigencia ya no concreta, esto es, referida
únicamente a la función de juez (latu sensu) como idea directriz y limitadora de los excesos de
poder del Estado, en cualesquiera de sus manifestaciones orgánicas: Legislativa, ejecutiva o
judicial, y que garantiza estrictamente el principio de seguridad jurídica.
A partir de esta concepción puede afirmarse que allí donde hay reconocimiento y respeto por la
dignidad personal del súbdito, de parte del gobernante, a la luz de un orden jurídico de delimita,
con claridad, sus respectivas esferas de acción, existe un Estado de Derecho, sin que ello
implique necesariamente un determinado tipo de organización política: monarquía, democracia,
etc.
Sus fines tienen mayor alcance e incluyen, entre otros, promover la prosperidad general; garantizar
la efectividad de los principios, derechos y deberes consagrados en la Constitución; facilitar la
participación de todos en las decisiones que los afectan y en la vida económica, política,
administrativa y cultural de la Nación. Del Principio de Estado Social nacen las obligaciones del
Estado frente a los individuos y de los individuos frente a la sociedad.
La constitución no se refiere al principio de la unidad del Estado de manera expresa. Sin embargo,
se trata de un principio ordenador implícito que estructura la organización político-territorial del
Estado dominicano y cuyo reconocimiento constitucional nunca ha sido puesto en duda.
El Estado unitario es aquel que, en un determinado territorio y para la población que en este vive,
tiene un soporte único para la estatalidad. Esto significa que: (I) existe una organización política y
jurídica (el Estado) al que se le imputan en términos exclusivos la totalidad de las competencias
típicamente estatales (representación externa, defensa, justicia); (II) consecuentemente, existe una
soberanía interna y externa, no existiendo otras organizaciones soberanas colocadas en posición
de equiordenación (confederación) o en posición de diferenciación (federación); (III) de la unidad
del Estado resulta la inmediación de las relaciones jurídicas entre el poder central y los
ciudadanos, no existiendo cuerpos intermedios entre el Estado y los ciudadanos; y (IV) la unidad
del Estado implica la indivisibilidad del territorio.
La Constitución establece que “la República Dominicana reconoce y aplica las normas del Derecho
Internacional general y americano en la medida en que sus poderes públicos las hayan adoptado y
se pronuncia a favor de la solidaridad económica de los países de América y apoyará toda
iniciativa que propenda a la defensa de sus productos básicos y materias primas (art. 3). Se
establece aquí el principio de apertura al Derecho internacional que implica la apertura
constitucional a la integración americana.
La apretura internacional implica una apertura a la integración regional con América. Cuando la
Constitución afirma que la República Dominicana se pronuncia a favor de la solidaridad económica
de los países de América y apoyará toda iniciativa que propenda a la defensa de sus productos
básicos y materias primas (art. 3) y cuando afirma que la República Dominicana reconoce aplica
las normas del Derecho Internacional general y americano e la medida en que sus poderes
públicos las hayan adoptado (art. 3); está expresa e implícitamente consagrando la apertura
constitucional a la integración regional americana. Es por estas razones que el artículo 3 constituye
el Artículo América de la Constitución dominicana en la medida en que constitucionaliza un deber
de solidaridad regional, esto no en sentido de una hegemonía con vistas a dominar un pedazo del
mundo, sino una región, o mejor dicho, una asociación fundada en la igualdad de derechos.
C. DERECHO PENAL
TEMA 1: DERECHO PENAL. FUNDAMENTO Y LÍMITES A SU INTERVENCIÓN
La ley penal en el tiempo, es el periodo de vigencia de la ley, este periodo comprende desde su
nacimiento o promulgación hasta el momento de su modificación o derogación. Se dice que hay
sucesión de leyes penales, cuando un hecho es regulado por una ley nueva que describe un
crimen penal que antes no existía, cuando hace desaparecer el tipo existente y cuanto modifica la
descripción o la penalidad de las figuras del delito.
En sentido general y avocándonos a la definición que nos da Garaud, podemos decir que el
Derecho Penal es el conjunto de leyes que reglamentan en cada país, el ejercicio del derecho de
represión del Estado. Y de acuerdo a Leoncio Ramos, consiste en el conjunto de principios y reglas
jurídicas que determinan las infracciones, las penas o sanciones y las relaciones del Estado con
las personas con motivo de las infracciones.
En cuanto a lo que es el fundamento del derecho penal, entendemos que como instrumento de
control social, su finalidad consiste en el mantenimiento de la paz sociales fundamenta en el
derecho que la sociedad eroga en cada Estado para reprimir las acciones que se consideran
contrarias a un orden público establecido y que se acuerda a través de leyes de aplicación general
y obligatoria; y presenta sus límites en principios sustanciales del derecho, que limitan la
intervención del Estado, como el principio de legalidad, de intervención mínima, el principio de
lesividad, de culpabilidad, e inclusive a través de reglas que rigen el alcance de las reglas
basamentadas en el Jus Puniendi de cada Estado.
En palabras de Luigi Ferrajoli, el Derecho Penal no es más que una técnica de definición,
comprobación y represión de la desviación, que se manifiesta en restricciones y constricciones
sobre las personas de los potenciados desviados y de todos aquellos de los que se sospecha o
son condenados como tales. Y en ese sentido, señala que operan tres restricciones: al delito, a la
pena y al proceso; estableciendo que la restricción al delito consiste en la definición y prohibición
de los comportamientos clasificados por la ley como desviados. Que la restricción al proceso es el
sometimiento coactivo a juicio penal de todo aquello que resulte sospechoso de una violación de
las prohibiciones penales. Y que la restricción a la pena, no es más que la represión o punición de
todos aquellos a quienes se juzgue culpable de una de dichas violaciones.
Las Constituciones de que se dotan las sociedades democráticas recogen el contenido básico de
un acuerdo social que incorpora un conjunto de valores que constituyen los principios superiores
que orientan el desarrollo social, inspiran la actuación de los poderes públicos y fijan los objetivos
que la sociedad aspira alcanzar.
Y en ese sentido, el Derecho Penal es un sistema de control social que trata de garantizar
directamente el orden social, procurando que los comportamientos individuales se ajustan en todo
caso al orden de convivencia establecido, identificando determinados comportamientos que
resultan inaceptables para el sistema, estableciendo algunas sanciones o castigos para quienes
incurren en los mismos, y precisando cuál es el procedimiento que se seguirá para aplicarlos.
Pero cabe resaltar que el Derecho Penal se concentra en los comportamientos que se consideran
más inadmisibles, esto es, en los ataques más graves contra el sistema social. También, es
necesario recalcar que las sanciones que aplica son las más rigurosas y el procedimiento que
emplea para imponerlas es el más formalizado.
El Derecho Penal, como sistema de Control social, proporciona las respuestas más graves a los
ataques más intolerables, es por ello que solo puede ser utilizado como último mecanismo,
reservado solo para aquellos casos en que la inadaptación o inadecuación de los comportamientos
individuales no puede repararse o corregirse mediante otros instrumentos menos lesivos, que
estos mecanismos se muestren insuficientes, o que la gravedad de los ataques a los valores
comúnmente aceptados ponga en serio peligro a la organización social.
También podemos incorporar dentro del ámbito del derecho objetivo, la definición que atribuye Von
Lizt al Derecho Penal, toda vez que establece que el Derecho Penal es el conjunto de reglas
jurídicas establecidas por el Estado que asocian al crimen como hecho la pena como su legítima
consecuencia; aunque, de acuerdo a Guirao, la definición resulta un tanto incompleta toda vez que
olvida elementos importantes del derecho como las medidas de seguridad y los estados peligrosos,
y en ese sentido, plantea que una definición correcta del Derecho Penal, desde el punto de vista
objetivo, le asociaría al conjunto de normas jurídicas, reguladoras del poder punitivo del Estado,
que definen delitos, prohíben su comisión y asocian a los mismos, como presupuesto, penas y/o
medidas de seguridad como consecuencia jurídica.
El derecho Penal Subjetivo, por su lado, es el derecho a castigar o Ius Puniendi. Esto es, la
facultad que tiene el Estado para definir delitos, establecer penas y aplicarlas.
El derecho Penal también persigue elaborar instrumentos que posibiliten y faciliten la aplicación
racional de tales normas penales a los casos reales que presenta la práctica forense (el derecho
que tiene de elaborar estos instrumentos, pertenece al derecho subjetivo, en tanto que las reglas
que ya resulten trazadas en estos instrumentos, compete al derecho penal objetivo).
Para definir los delitos y establecer las penas, el derecho Penal también se sirve de teorías como
la teoría del delito que permite determinar si una determinada conducta es o no delito y la teoría de
la individualización de la pena, que permite determinar racionalmente cuál es la cantidad de pena
que debe aplicarse en cada caso concreto.
Pero la capacidad punitiva del Estado requiere que se cumplan ciertas condiciones y se respeten
ciertos límites para que sea legítimo, como el principio de protección, de lesividad, de culpabilidad,
el in dubio pro reo, de no exigibilidad, entre otros principios o presupuestos fundamentales, que
derivan de la propia Constitución, como la protección efectiva de los derechos de la persona, que
en el marco del artículo 8 de la Constitución, constituye la finalidad principal del Estado; el hecho
de que las penas no pueden ser vejatorias ni implicar la pérdida o disminución de la integridad
física del individuo o de su salud, como también el hecho de que en nuestro Estado se encuentra
prohibida la pena de muerte.
Visto que el Derecho Penal es un conjunto de normas, queda claro que el elemento básico que lo
constituye son normas jurídico penales.
Las normas penales suelen expresarse a través de preceptos legales. La norma jurídica es un
mensaje prescriptivo que transmite a los ciudadanos un mandato o prohibición de actuar o de no
hacerlo, y que transmite a los jueces y fiscales unas indicciones precisas, ordenándoles la
imposición de penas o medidas cuando las personas incurran en determinados comportamientos.
Desde esta perspectiva, por lo tanto, todas las normas penales que están recogidas en la parte
especial del Código Penal y que contienen la descripción de un comportamiento delictivo,
contienen, en realidad, dos normas jurídicas, la dirigida al ciudadano y la dirigida a los jueces y
fiscales.
Pero hay casos en los que el supuesto de hecho o la consecuencia jurídica no se encuentran
inmersas en un mismo precepto jurídico (norma jurídica-artículo), sino en otro lugar. En estos
casos decimos que las normas se encuentran incompletas, ya que se complementan con otras
normas (artículos, Ej. Arts. 295 y 304 CP). Como también existen las denominadas normas
penales en blanco, que son aquellas que fijan expresamente la consecuencia jurídica pero no
expresan el supuesto de hecho, sino que remiten su determinación a otras normas, no penales, y
ello con independencia del rango normativo de la norma remitida (Ej. Los casos de quiebra, que el
supuesto de hecho se encuentra contenido en el Código de comercio, y las sanciones en el Código
Penal).
Las normas penales en blanco se emplean en los casos en que la conducta que constituye el
supuesto de hecho está estrechamente relacionada con otras ramas del ordenamiento jurídico
distintas del penal, que tienen un alcance y un contenido distintos de estas. Pero, en todo caso,
una vez completada la norma penal en blanco, en cuanto a su supuesto de hecho con la norma
extrapenal, es una norma penal íntegra o completa. (En ningún caso son admisibles las
denominadas leyes penales en blanco al revés, en que las normas penales fijan los supuestos de
hecho, remitiendo la determinación de la pena a disposiciones extrapenales).
Lo idóneo siempre es que el derecho penal configure las normas penales de modo completo,
incorporando los supuestos de hecho de sus normas sin incluir referencias a otros sectores del
ordenamiento jurídico.
Los fines de la pena se encuentran estrechamente vinculadas a las funciones que se le asignan al
Derecho Penal, entre ellas, la función preventiva, que considera la pena como un medio de
prevención del delito, y la función represiva, que fundamentan la pena en la retribución y, por
tanto, en la idea de Justicia absoluta. Tales problemas, entre el sentido y finalidad de la pena han
dado lugar, a la llamada lucha de escuelas, entre algunos que son partidarios del criterio
legitimante de la Justicia (teorías absolutas) y otros que proponen como único criterio el de la
utilidad de la pena (teorías absolutas).
Siendo las teorías absolutas aquellas que atienden únicamente al sentido de la pena,
prescindiendo de su utilidad o fin: “la pena se impone como retribución por el mal causado”; “La
pena se impone porque es necesaria, y la pena justa y necesaria será aquella que produzca al
autor un mal que compense exactamente el mal que ha causado libremente”.
Según estas teorías las penas tienen un límite de garantía para el ciudadano, porque ha de
guardar proporción con el delito, sin que se pueda castigar más allá de la gravedad del delito
cometido, porque esta utilización del individuo para conseguir penas que le rebasan y trasciende,
se opone a la dignidad humana. Y solo se han de aplicar en los casos en que la persona haya
delinquido
Las teorías relativas, por otra parte, atienden al fin que se persigue con la pena, que es el misión
de prevenir delitos como medio de protección de bienes jurídicos: “No se pena porque se ha
delinquido, y como mera respuesta retributiva al delito cometido, sino para que no se delinca, como
instrumento dirigido a prevenir delitos futuros”.
Se denominan teorías relativas, porque frente a las tesis retribucioncitas, que se apoyan en el valor
justicia, que es absoluta, las necesidades de prevención son relativas y circunstanciales.
Para los utilitaristas, la pena no se justifica moralmente por el hecho de que quien la recibe haya
hecho algo malo en el pasado (eso ya no se puede evitar), sino para promover la felicidad general,
haciendo que mediante los distintas funciones de la pena (desanimar a otros y al propio penado a
volver a delinquir, reeducarlo) en el futuro no se cometan más delitos. Y entienden que se
encuentra justificada una pena si y solo si: a) ella es un medio eficaz para evitar la ocurrencia de
ciertos males sociales; b) ella es un medio necesario, en el sentido de que no hay otra forma
menos perjudicial para evitar esos males; y c) el perjuicio que ella acarrea para su destinatario es
menor que los que los perjuicios que la sociedad sufriría si la pena no se aplicara. Y añade
Bentham que sobre la base del principio de utilidad, si la pena debe ser admitida del todo, sólo
podría serlo en la medida en que ella promete evitar un mal mayor.
En cuanto a las teorías relativas de prevención especial, sitúan el fin de la pena en apartar al
delincuente de la comisión de futuros delitos. Se diferencian de las teorías de prevención general,
porque estas teorías se refieren a la colectividad, mientras que las teorías de prevención especial,
buscan prevenir los nuevos delitos que pueda cometer un delincuente que ya ha delinquido, bien
mediante su aseguramiento, bien mediante su reeducación y resocialización. (La prevención
especial no opera en el momento de la amenaza o conminación penal, sino en el de la ejecución
de la pena, donde se presta importancia a tres puntos cruciales: a) La idea de resocialización del
delincuente; b) la corresponsabilidad de la sociedad en el delito y, c) la importancia de la ejecución
penal basada en el tratamiento).
Ahora bien visto que, cada teoría por sí sola no resulta suficiente, hay doctrinarios que se han
avocado a entrelazar ambas teorías, en la denominada Teoría de la unión, toda vez que, según
establece Muñoz Conde, retribución y prevención son dos polos opuestos de una misma realidad,
que no pueden subordinarse el uno al otro, sino coordinarse mutualmente, por entender que la
pena se justifica en su capacidad para reprimir (retribución) y prevenir (protección) al mismo
tiempo, por lo que se dice que la Pena debe ser a la vez Justa y útil; y en ese sentido Roxin
distingue diferentes estadios en los cuales convergen cada teoría, a saber:
El principio de legalidad es una exigencia de seguridad jurídica y una garantía individual. Seguridad
jurídica, porque el ciudadano debe poder conocer qué no puede hacer (o qué no puede hacer (o
qué debe hacer) y la pena que sufrirá si lo hace (o deja de hacerlo). Y, garantía individual, porque
el ciudadano no puede verse sometido a un castigo, si no está previsto en una ley aprobada por el
órgano competente del Estado.
Pero, las normas jurídico-penales, como consecuencia del principio de legalidad, deben reunir una
serie de requisitos que se sistematizan en la tradicional exigencia de Lex certa, lex praevia, lex
stricta y lex scripta.
Lex Certa:
Lex Stricta.
Lex Scripta.
Ley escrita o ley formal. Se fundamenta en el hecho de que la ley escrita o formal, es la única
fuente del derecho penal, y por ello está prohibido fundamentar la punibilidad en la costumbre.
Aunque esta exclusión de la costumbre rige estrictamente en la fundamentación de la punibilidad.
Y no impide que pueda admitirse como fuente indirecta in bonam parte.
Lex Praevia.
Este principio se completa con el de no ultra-actividad de la ley penal, en cuya virtud la ley penal
tampoco se aplica a hechos realizados con posterioridad a su derogación.
El Derecho Penal, como medio de control social, debe limitarse a intervenir en los casos en que la
protección social no puede conseguirse por medio de otros instrumentos que sean menos lesivos
para los derechos individuales. Por esta razón el derecho penal tiene el carácter de última ratio. Y
en este sentido, su aplicación solo debe reservarse contra los ataques más graves a todos los
bienes jurídicos. Ello implica que el derecho penal incorpora a su ámbito, únicamente, algunos
bienes jurídicos (los más relevantes), y en relación a los mismos, tipifica como conductas
delictivas, exclusivamente, los ataques más graves, esto es, aquellos que no pueden evitarse
eficazmente mediante otros instrumentos de control social.
De este principio también deriva el principio del Nom Bis In Idem, que prohíbe que una persona
sea juzgada y sancionada dos veces por un mismo hecho. Y para que tenga plena eficacia este
principio despliega sus efectos tanto materiales como procesales, en cuanto a la identidad del
sujeto, en cuanto al hecho y en cuanto al fundamento.
Esta idea de lesividad o dañosidad social del bien jurídico puede enunciarse afirmando que “No
hay hecho punible sin ben jurídico vulnerado o puesto en peligro”. Según indica Ferrajoli, este
principio impone la carga de la demostración de la lesividad de la conducta.
La necesaria lesividad del resultado condiciona toda justificación utilitarista del derecho penal como
instrumento de tutela y constituye su principal límite axiológico.
La Sala Constitucional de Costa Rica ha afirmado que ningún derecho puede legitimar una
intervención punitiva cuando no exista por lo menos una afectación a un bien jurídico total o
parcialmente ajeno, individual o colectivo.
Es sobre el cual debe aceptarse toda la construcción teórica y legal del concepto del delito. Según
este principio para que pueda hablarse de delito, debe existir un acto humano, un comportamiento,
una conducta, y no hay conducta humana sin participación interior en la gente, en lo que hace u
omite.
De esta manera podemos definir siguiendo a Fontan Balestra, a la acción o conducta con el
movimiento corporal voluntario, que mediante una relación causal, produce una modificación del
mundo exterior perceptible, de ser apreciado por los sentidos, que se denominan resultados.
Los elementos de la acción o conducta son: 1) Movimiento corporal voluntario: Es aquel realizado
por el sujeto con ánimo de realizarlo y que no haya habido ningún factor o elemento ajeno a ello
que lo haya impulsado, el resultado es la modificación del mundo exterior, susceptible de ser
apreciado por medio de los sentidos. La relación causal es el vínculo entre el movimiento corporal
y el resultado, de acuerdo con este principio se debe asegurar que solo se exija responsabilidad
penal por conductas externar y concretas. La principal consecuencia de esta premisa fundamental
es, la consagración de la punida del mero pensamiento. Las actitudes o decisiones que no se
plasman en una conducta externa, han de quedar libre de cualquier responsabilidad penal, ni la
disposición genérica de evadir ni las actitudes o decisiones que no trascienden al exterior.
Podemos decir que cuando hablamos de ley, nos referimos a la disposición de carácter general
aprobada por el poder legislativo , es decir, y como nos dice Vives Antón “ es la manifestación del
poder legislativo, producida según el procedimiento constitucionalmente previsto, expresada por
escrito y revestida de las demás formalidades necesarias, cuyas prescripciones han de ser
acatadas por los órganos ejecutivos y judiciales, y que puede emitir, de modo libre e independiente
cualquier clase de reglas o decisiones vinculantes para todos los ciudadanos, siempre que no sean
contrarias a la Constitución”.
El Código Penal es la única fuente directa del derecho penal. Pero, puede haber otras normas que
componen el ordenamiento punitivo y que gozan de la misma eficacia creadora de normas
penales, como son:
a. Leyes Penales especiales, que son aquellas leyes distintas al Código Penal, que
contienen tipos penales, penas y medidas de seguridad.
b. Leyes penales temporales, que son aquellas que desde el momento de su aprobación
establecen que tienen una vigencia limitada al período de tiempo que establece la propia
ley.
c. Leyes penales excepcionales, que son una modalidad de leyes temporales,
caracterizada porque nacen para abordar problemas específicos de una situación
excepcional que aparece súbita e inesperadamente, y a la que debe hacerse frente con
medidas legislativas especiales, llamadas a regir únicamente para los hechos cometidos
durante esa situación excepcional.
En cuanto al ámbito temporal de la ley, como decía Jiménez de Asua “el ordenamiento jurídico no
permanece inmutable en el devenir del tiempo, u mientras unas leyes se extinguen, otras nuevas
surgen para servir a las transformaciones y a las exigencias de la sociedad”. Y, en ese sentido,
establece Guirao, que la sucesión de leyes se produce en cuatro supuestos distintos:
a. Con la creación de nuevos tipos penales, que incriminan nuevas conductas, antes atípicas.
b. Despenalizando o destipificando ciertos hechos que antes eran considerados típicos y
punibles.
c. Cuando se modifica la descripción de un comportamiento que ya es típico.
d. Cuando se varía la punibilidad de un comportamiento que ya es considerado típico.
Pero la sucesión de leyes plantea un problema, y es en cuanto a la determinación de cuál ley es
aplicable en el tiempo. Y en ello entra con todo su esplendor el principio de irretroactividad de la ley
penal.
Según este principio, la ley aplicable al delito, desde el punto de vista temporal, es la vigente en el
momento de su comisión.
Esta es una exigencia derivada del principio de legalidad penal, en cuya virtud, las leyes penales
únicamente alcanzan a los hechos cometidos después de su entrada en vigor.
La aplicación temporal de la ley, exige determinar el tiempo de comisión del delito (en este sentido,
la doctrina dominante considera que éste se comete en el momento de la ejecución de la acción,
en el momento en que debía realizarse la acción omitida o en el del resultado impedido).
Pero este principio presenta una excepción, prevista inclusive en el artículo 47 de la Constitución
Dominicana, y es en cuanto a la ley más favorable al acusado. Según esta excepción el principio
de irretroactividad no opera cuando una ley posterior beneficie al que está subjúdice o cumpliendo
condena.
Son disposiciones que se refieren a la aplicación del derecho penal del Estado.
Constituye un conjunto de normas o principios que resuelven los supuestos de concurso o colisión
de diversos derechos Penales de distintos Estados. A saber:
b. Principio Real o de defensa, que justifica la aplicación del Derecho Penal de un Estado a
hechos que se han cometido fuera del territorio nacional, pero que protegen bienes jurídicos
que se encuentran en él, y que son objeto de especial protección por su relevancia para la
integridad del Estado como tal. (Art. 56 del CPP)
e. Principio del Derecho Penal por Representación. Este principio interviene cuando, por la
causa que sea, no tiene lugar la extradición y el Estado autoriza al tercer Estado que tiene
en su poder al autor del hecho punible cometido para que lo juzgue aplicándole su ley penal
(este principio solo está vigente en España).
Existe la extradición activa y la pasiva, siendo la primera, el acto por el que un Estado solicita a
otro la entrega del individuo que, habiendo delinquido en su territorio, se refugió en el territorio del
Estado requerido. Y la pasiva, consiste en la entrega de un delincuente, hecha por el Estado donde
se ha refugiado, a aquel que ha solicitado su entrega para juzgarlo o hacerle cumplir la condena ya
impuesta. Arts. 161 y 162 del CPP.
También se pueden dar casos de extradición de tránsito y de reextradición. Entendiendo que existe
extradición de tránsito cuando, para trasladar a la persona, del Estado requerido al Estado
requirente, es preciso atravesar un tercer Estado. Y en el caso de la reextradición, ésta se produce
cuando un individuo extraditado es a su vez reclamado por otro Estado en cuyo territorio cometió
un delito distingo a aquél que ha dado lugar a su extradición.
El concepto de Delito.
La Teoría jurídica del Delito es la sistematización de los diversos elementos que, partiendo del
Derecho Penal positivo, pueden entenderse comunes a todos los ilícitos penales o a un grupo
significativo de ellos.
Estas cuatro categorías se comportan de una manera escalonada, y por ende no resulta posible
entrar a valorar la punibilidad de un hecho si previamente no se ha determinado la culpabilidad, ni
ésta sin analizar antes la antijuridicidad, ni ésta sin constatar primero la tipicidad.
En nuestro Código Penal, el articulo 1 contiene la llamada clasificación tripartida del delito, según la
cual: “la infracción que las leyes castigan con penas de simple policía es una contravención; la
infracción que las leyes castigan con penas correccionales es un delito, y la infracción que las
leyes castigan con penas aflictivas e infamantes, es un crimen.
Delitos de Acción o de Comisión: Son delitos que reclaman el movimiento o la acción corpórea del
agente.
Delitos de Inacción o de Omisión: Es cuando consiste en una abstención: El agente omite hacer lo
ordenado por la ley.
Delitos de Comisión por Omisión: Es cuando el delito positivo de comisión, se realiza por una
abstención. Ej. Una Madre no le da alimentos a su niño con la intención de que éste muera. >En
estos casos, la omisión produce las mismas consecuencias que una acción de comisión, siempre
que esta acción esperada, le sea exigible<.
B) Delitos Instantáneo y Continuos:
Los Delitos Continuos: Existen cuando la acción que lo constituye se prolonga, es decir, cuando el
estado delictuoso prosigue durante cierto tiempo. Estos a su vez, se dividen en continuas
permanentes y continuas sucesivas.
Delitos Simples: Son aquellos que están integrado por un solo acto.
Delitos Colectivos o de Hábitos: Son los que requieren un conjunto de actos, ninguno de los
cuales, si se les toma aisladamente, es delictuoso en sí. Ejemplo la usura.
Delitos Intencionales: Son aquellos en los cuales el agente ha ejecutado la acción sabiendas de
que era un delito, y queriéndolo como tal.
Delitos No Intencionales: Son aquellos en los que, el agente no ha querido el acto como delito,
pero debido a una falta suya, o aun sin falta, ha realizado el acto previsto y sancionado por la ley.
Delitos Conexos: Se dice que dos o más delitos son conexos, cuando hay entre ellos un lazo, una
relación tan estrecha, que hace depender los unos de los otros o explicar los unos por los otros.
Delitos complejos: Existen delitos Complejos cuando: a) cuando hay unidad de delito en una
pluralidad de actos delictuosos; b) cuando un solo acto material produce varias infracciones; o, c)
cuando existen muchos actos constitutivos de varios delitos.
Delitos Continuados: cuando la acción o las acciones que lo producen se prolonga en el tiempo.
Delitos Especiales: Son aquellos que se encuentran previstos por leyes especiales
2.1. Tipicidad.
La tipicidad se refiere a la descripción de los elementos que configuran los delitos, en el sentido de
la delimitación de las conductas punibles de las que no lo son y de las conductas que son punibles
entre sí.
La ley debe contener de forma precisa todas las circunstancias del hecho y de las consecuencias
jurídicas asociadas al mismo, y la tipicidad es la categoría del delito a la que se encomienda esa
función garantizadora del principio de legalidad, toda vez que es por medio del tipo penal como la
ley delimita las conductas sancionadas.
- Función de garantía, toda vez que garantiza el principio de legalidad al exigir que la ley
contenga de forma precisa todas las circunstancias del hecho y de las consecuencias
jurídicas asociadas al mismo.
- Función de Motivación. Ya que con la imposición de la pena asociada a su comisión,
motiva para que no se realicen dichas conductas.
- Función Indiciaria. Según la cual, la tipicidad tiene la función de indicar cuáles conductas
son consideradas antijurídicas.
El tipo penal, con carácter general, puede quedar estructurado en una parte objetiva y otra
subjetiva, como plasmación de los factores internos (subjetivos) y externos (objetivos) de todo
comportamiento humano.
Así los elementos estructurales de la parte objetiva del tipo son la conducta, los sujetos y el objeto.
Siendo la conducta el núcleo central del tipo, en tanto que es la realización de lo descrito en el
verbo.
En los casos en que el verbo describa un resultado (matar-robar), ese resultado pasará a ser un
elemento de la parte objetiva del tipo y con él, el necesario nexo causal entre la conducta humana
y ese resultado, que es lo que se denomina relación de causalidad. En efecto, si la conducta del
tipo de homicidio es matar a otro, la conducta típica no será disparar, apuñalar, dar veneno o
golpear, sino que dichas acciones efectivamente tengan como resultado la muerte de una persona.
En cuanto al sujeto, se distinguen los sujetos activos de los sujetos pasivos, consistiendo los
primeros (sujetos activos) en aquellos sujetos que ejecuten la conducta descrita en el verbo que
forma el núcleo del tipo de que se trate. Aunque no necesariamente es quien realiza directa y
personalmente la conducta, sino aquél a quien pueda imputársela como un hecho propio, en el
sentido de que tiene el dominio sobre ella. Y junto al sujeto activo, siempre existirá un sujeto
pasivo, que será el titular del bien jurídico lesionado, que puede ser en ocasiones una persona
física, como una persona jurídica o moral. Pero, es necesario destacar que sólo la persona física
puede ser sujeto activo, pues el hombre es quien está dotado de conciencia y voluntad, por lo que,
es el único que puede delinquir.
En el caso del objeto del delito, es aquello sobre lo cual recae físicamente la conducta descrita en
el verbo y puede ser tanto una persona como una cosa, e incluso puede coincidir con el sujeto
pasivo, en los casos de delitos contra los particulares.
También dentro del tipo, existen elementos descriptivos y normativos. Siendo los elementos
descriptivos aquellos que el legislador utiliza para expresar realidades aprehensibles por los
sentidos. Y los elementos normativos son, por su parte, los que se refieren a realidades sociales o
de valoración jurídica.
La conducta humana (acción u omisión) es la base sobre la cual descansa toda la estructura del
delito, la teoría del delito y el eje de la consideración axiológica y natural del hecho punible.
La acción puede referirse tanto a la realización de una acción, en sentido estricto, como a la
omisión de un comportamiento determinado y también a la realización de una acción dirigida a la
lesión del bien jurídico y la que se lleva a cabo sin esa dirección, pero sin el cuidado debido.
El concepto acción ha sido abordado por diversas escuelas. Así, según la escuela clásica, la
acción quedaba caracterizada por dos aspectos, por un lado, como causa, la existencia de un
movimiento corporal humano y, por otro, como efecto, que dicho movimiento tuviera un resultado
en virtud del cual se modificara el mundo exterior. Abordado a partir de la escuela socialista, sólo
sería acción aquellas que socialmente puede ser valorada como apta para producir un resultado.
Y según la escuela finalista, la acción se define como intención o finalidad dirigida a la consecución
de un objetivo.
Se dice que la acción es elemento previo del delito, toda vez que sin acción (valorada como acción
y omisión) no existe delito como tal. Ya que se precisa que concurra una acción para que se pueda
decir que esa acción es típica, antijurídica y culpable.
En su concepción de ilícito penal tiene su origen una estrecha concepción con la retribución de la
pena y son un reflejo de una drástica reducción especial. Esta teoría se caracteriza por un
concepto de acción basado en la dirección del comportamiento del autor a un fin determinado, en
finalismo se tiene el conocimiento previo de un hecho determinado para lograr un fin o alcanzar un
objeto de manera premeditada e intencional.
Es la elección de la voluntad al resultado, delito doloso y culposo, la causación del resultado más
el dolo de conocimientos de los hechos.
Concibe la acción como un movimiento voluntario físico o mecánico que produce un resultado
captado por el tipo penal, desplazando el análisis y la valoración de su finalidad principalmente, al
momento de ocuparse del delito denominado culpabilidad. Los juristas que se agrupan en torno del
sistema casualista, aceptan que el primer elemento del delito lo constituye una acción u omisión
causal, que se concreta en un movimiento o ausencia de movimiento corporal voluntario.
Que el examen del proceso psicológico que determino esa acción u omisión, es decir, del dolo o la
culpa, no pertenece al estudio de la fase objetiva del delito, sino a la subjetiva, ósea, de la
culpabilidad.
Partiendo del concepto de delito, como acción típica, antijurídica y culpable, y a la misma
existencia de un comportamiento humano (acción) presupone que los movimientos corporales han
sido realizados voluntariamente para poder estar ante una conducta contraria a las normas penales
(acción típica), esta deberá haber sido realizada con dolo, o al menos, de modo imprudente. Por
último, para poder hacer responsable al agente de dicha acción, es preciso que haya actuado
culpablemente (con capacidad de motivación y conociendo la antijuridicidad del hecho). La relación
entre los citados elementos subjetivos, de los tres estratos del delito opera de modo de círculos
concéntricos, en el sentido de que la afirmación del dolo, presupone la de una acción
voluntariamente realizada y, a su vez, la culpabilidad sólo cabe plantearse una vez afirmado un
previo conocimiento de los efectos de la acción. Y la exigencia de tales elementos en el delito,
responde al presupuesto de la responsabilidad subjetiva, emanado del principio de culpabilidad.
Las dos modalidades de responsabilidad subjetiva con que pueden realizarse los delitos son: el
dolo y la imprudencia.
Los aspectos subjetivos del ilícito penal pasan a dividirse en las dos categorías básicas del delito –
tipicidad y culpabilidad- del modo siguiente:
a. En la tipicidad: Dolo/ imprudencia (conocimiento real o potencial de los elementos
objetivos del tipo)
b. En la culpabilidad: conocimiento de la prohibición de la conducta.
El delito es la obra consciente y asumida por el autor (dolo); pero, en algunos casos, la producción
del resultado contrario al ordenamiento jurídico se ha debido a una actuación negligente o
descuidada, pero que no formaba parte del plan del autor (imprudencia).
El Dolo
La Imprudencia.
Los Códigos Penales no limitan la intervención del Derecho Penal a las conductas lesivas
realizadas dolosamente, sino que sancionan también los resultados producidos por negligencia o
desatención, esto es, por imprudencia.
En el ámbito de la realización imprudente del hecho, podemos encontrar casos en que, o bien el
autor tiene un conocimiento de la posibilidad, pero la descarta por la expectativa de que no se dará
el hecho típico (estaríamos entonces ante la llamada imprudencia consciente), o bien, no tiene
conocimiento de tal posibilidad de producción del hecho típico, si bien debía haberlo tenido, y con
ello evitado el resultado producido (imprudencia inconsciente).
También se hace necesario resaltar que la actuación de la víctima es un importante factor a tener
en cuenta a la hora de modular la gravedad de la infracción del deber de cuidado. La autopuesta
en peligro de la víctima puede llegar a excluir la responsabilidad del que causalmente genera un
resultado lesivo; pues bien, asimismo, la intensidad de la imprudencia puede variar según si la
víctima, a su vez, ha actuado negligentemente.
Este orden suele ser asumido, en ocasiones como un orden jerárquico, basado en la gravedad de
la conducta realizada; así, un homicidio, por ejemplo, realizado con dolo intencional, será más
grave que un homicidio realizado con dolo eventual.
Dolo intencional. En este tipo de dolo, el autor persigue la realización del delito.
En este tipo de dolo se afirma que “el que mata y sabe que mata, entonces quiere matar” es decir,
el que actúa a sabiendas de que producirá un resultado “quiere” ese resultado, porque en caso
contrario no actuaría.
Dolo Eventual. Es la modalidad más relevante del dolo, porque determina el límite con la
imprudencia. Este tipo de dolo se caracteriza porque al autor se le presenta la posibilidad –la
eventualidad- de que el resultado se produzca y aún así actúa. Para algunos, lo relevante es que el
agente cuanta con la producción del resultado y a pesar de ello actúa; para otros que el actor se ha
decidido a favor de la posible lesión del bien jurídico.
(Estaremos ante un caso de dolo eventual cuando el agente, conociendo el concreto riesgo de su
acción para el bien jurídico asuma el riesgo de lesión; y, estaremos, por el contrario, ante una
imprudencia consciente, cuando el agente, aun conociendo el riesgo de su acción, confíe en que el
resultado lesivo no llegue a producirse; es por ello, que algunos autores afirman que inherente a la
imprudencia siempre existe un error: el agente yerra sobre su confianza en que la situación de
peligro no desembocará en el resultado.
El error de tipo consiste en el conocimiento por parte del agente de alguno o algunos de los
elementos descritos en el tipo. Así, si el dolo se define precisamente en virtud del conocimiento de
los elementos del tipo, el error de tipo constituye su reverse, y excluye por tanto el dolo.
A la hora de caracterizar el error de tipo, el primer paso es diferenciarlo del llamado error de
prohibición. El error de tipo consiste en el desconocimiento de la situación objetiva descrita por el
tipo penal; en cambio, el error de prohibición, consiste en el desconocimiento de que la realización
de ese hecho está prohibida por el derecho penal. Establecer tal diferenciación es importante,
porque según de qué se trate las consecuencias jurídicas serán distintas. Así, en el caso del error
de tipo, como ya hemos afirmado, habremos de negar la concurrencia de dolo y, según si el error
era evitable o no, podrá apreciarse una imprudencia o imputar el resultado a la falta de un deber de
cuidado. En cambio, el llamado error de prohibición plantea problemas distintos y da lugar a
diferentes consecuencias, situadas en el ámbito de la culpabilidad.
Como ya hemos apuntado, también serán diferentes las consecuencias, según estemos ante un
error evitable (vencible) o inevitable (invencible), puesto que en el primer caso, podrá condenarse
por imprudencia y en el segundo, la conducta será impune. Partiendo de ello, puede decirse que el
error evitable es aquel en que habría podido evitarse el resultado si se hubiera aplicado el cuidado
debido en la concreta situación. Y, el error inevitable, por su parte, será el que no hubiera logrado
evitarse ni aun prestando toda la atención exigible. Pero para decidir si el error es objetivamente
vencible se debe atender a las posibilidades del hombre medio ideal según la correspondiente
posición jurídica, colocado en la situación del autor y con los conocimientos de éste.
El error de tipo invencible produce la impunidad, porque en este caso se entiende que la persona
no solo no tuvo la intención de realizar el hecho, sino que, además, no infringió el deber de
diligencia, puesto que le era imposible superar el error, aun actuando prudentemente.
El error sobre la dirección del curso causal. Como el error puede referirse a cualquier elemento
del tipo, también se puede referir al objeto de ataque o al curso causal. Los supuestos de error in
objeto (in persona) se caracteriza porque el autor confunde el objeto de ataque, dirigiendo su
acción contra un objeto (o una persona) distinto del que pretendía. Pero por regla general, esta
modalidad será irrelevante para la calificación jurídica del hecho, porque el tipo legal no
individualiza la protección de la persona o del objeto de ataque en función de su identidad o su
individualidad. Por ello, para el dolo de homicidio, por ejemplo, basta con que el sujeto se
represente que mata a otro, siendo indiferente para el derecho penal que ese otro sea Pedro o
Juan. Pero el error será relevante allí donde el legislador haya considerado relevante la identidad
de la víctima o la individualidad del objeto, por ejemplo, en el caso de un magnicidio, y aunque
haya matado a otra persona el autor, sería igualmente condenado por un homicidio doloso
consumado, porque el presidente no deja de ser otro, y ello ha sido abarcado por el conocimiento
del autor, además de que concurre una tentativa inidónea de magnicidio.
El error en el curso causal se trata de error sobre la dirección que tome el curso causal por él
creado, produciéndose el resultado pretendido, pero por un curso causal distinto al abarcado por el
dolo. Ej. A arroja a B desde lo alto de un precipicio a un río caudaloso con la intención de que
muera ahogado, pero B, se golpea en la caída con un saliente rocoso y muere antes de caer al
agua.
También existe en el error lo que se ha denominado la aberratio ictus (error en el golpe), que
constituye también una forma de desviación del curso causal, y esa desviación conlleva que el
resultado se materialice en un objeto de ataque distingo. En este sentido, este grupo de supuestos
guarda similitud con el error in persona (o in objeto), puesto que en ambos casos, el sujeto quiere o
asume, por ejemplo matar a A, y termina por matar a B, la diferencia es precisamente que en el
error in objeto no hay desviación del curso causal, ya que el agente mata al sujeto que se
representaba, errando solo sobre su identidad. En cambio, en la aberratio ictus, el curso causal
termina por dirigirse a un sujeto distinto del previsto.
TEMA 4: LA OMISIÓN
Delitos de omisión son aquellos cuya regulación típica no describe la realización de una conducta
activa (normalmente descrita con una referencia causal: causar la muerte, causar lesiones, etc.),
sino una conducta omisiva, un no hacer algo determinado. Y de otra parte, la omisión constituye
también una forma de realización de los tipos de resultado, junto a la modalidad activa de
producción del delito en cuestión; así, por ejemplo, la madre que deja morir de hambre a su niño
pequeño realiza un delito de homicidio (o infanticidio) igual que si lo hubiera matado activamente.
Ambas formas de abordar la omisión en derecho penal se denominan “omisión pura” y “comisión
por omisión”, respectivamente.
La noción de omisión no debe entenderse como el concepto antónimo del de “acción”, equiparando
con ello omisión con “pasividad” o con “no hacer”. La acción es un concepto prejurídico,
omnicomprensivo tanto de comportamientos activos como omisivos, y que constituye el primer
eslabón de la teoría del delito y primer presupuesto para la sanción. En cambio, la omisión es un
concepto normativo, porque presupone la existencia de una norma (no necesariamente jurídica).
“Lo característico de la omisión es que no se lleva a cabo la conducta exigida por una norma de
mandato”.
En este sentido, por omisión no debe entenderse la mera pasividad, un mero no hacer; omitir
significa no hacer algo determinado, prescrito por una norma. Así la conducta consistente en “estar
de pie” no es una omisión; podrá serlo, pero solo cuando exista una norma que imponga hacer
algo determinado. Así, si delante de la persona que está de pie hay otra que acaba de ser
atropellad y se está desangrando, entonces el comportamiento del sujeto podremos calificarlo
como omisión, puesto que hay una norma (jurídica o ética) que establece un deber de socorrer a
los demás cuando se hallen en peligro.
a. Los delitos de omisión pura. Se trata de delitos en los que lo que realiza el tipo no es la
omisión de la evitación de un determinado resultado, sino la mera omisión de una acción
que el ordenamiento jurídico ordena que se realice en aras, ciertamente, de la protección
de un bien jurídico. También son denominados delitos de inactividad.
b. Los delitos de comisión por omisión. Como se había referido, se trata de formas de
realización de los tipos de resultado de la parte especial, en base a la inactividad del
sujeto.
Un mismo delito puede ser realizado tanto por una acción, como por una omisión.
Cuando en la acción se aprecian tanto elementos activos como omisivos, si la acción ha precedido
a la omisión, esta prevalecerá sobre aquella cuando el comportamiento activo no haya sido típico,
porque al tiempo de ejecutarlo, no concurrieron dolo ni imprudencia. Si, por el contrario, la acción
que precede a la omisión se ejecutó ya con dolo o imprudencia, entonces prevalecerá el
comportamiento (activo y pasivo) más grave, siendo desplazado el de menor entidad, concurriendo
ambos cuando sean igualmente graves.
Los delitos de omisión pura y de comisión por omisión, poseen determinados elementos comunes
que habrán de estar presentes para poder afirmas la tipicidad de la omisión, ya como delito
concreto, ya como modalidad de realización de un delito de resultado.
Se plantea como primer elemento de partida la existencia de una situación típica, en la que deben
darse los elementos descritos en el correspondiente tipo penal y a partir de la cual surge el deber
de actuar. Un segundo elemento será la ausencia de la acción debida, pudiendo consistir en el
comportamiento del sujeto, que puede ir desde no hacer nada, hasta realizar otra conducta distinta
a la prescrita por el mandato. Un tercer elemento básico es la capacidad actual del sujeto de
realizar la conducta omitida, tanto en un sentido puramente fáctico (casos de fuerza irresistible, etc.
en los que estaríamos ante una ausencia de acción), como en un sentido normativo, debiendo
serle exigible la conducta: así no sería exigible la acción que conllevará un riesgo para la propia
vida del sujeto
Como se había dicho, la comisión por omisión constituye una forma de realización de los tipos de
resultado recogidos en la parte especial del Código Penal. Así delitos como el homicidio, las
lesiones, el aborto, las detenciones ilegales y en general todos aquellos delitos cuya regulación no
prevea formas específicas de actuación, sino meramente la producción de un resultado lesivo,
podrán ser realizados tanto por acción como por omisión.
Lo determinante, para poder equiparar la omisión de la acción en los delitos de resultado es que el
omitente tenga a su cargo el control de una situación de peligro por haber asumido su vigilancia, y
que permita con su omisión que ese riesgo desemboque en el resultado.
Mir Puig considera que el injusto de la comisión por omisión parte de las dos ideas siguientes: a) la
creación o aumento, en un momento anterior, de un peligro atribuible a su autor; b) que tal peligro
determine, en el momento del hecho, una situación de dependencia personal del bien jurídico
respecto de su causante.
Lo que caracteriza la autoría en los delitos comisivos es que el resultado lesivo puede atribuirse al
autor como una obra suya. Y ello es así porque el resultado es consecuencia de la creación de un
riesgo emanado de la acción del autor, riesgo cuya existencia depende totalmente de la libre
actuación del agente. Por ello, para hallar una situación idéntica en la comisión por omisión
tendremos que afirmar que el autor tiene asimismo un total dominio del foco del peligro que
amenaza con producir el resultado.
Junto a los requisitos necesarios para fundar los presupuestos de responsabilidad de la comisión
por omisión, la imputación de un resultado delictivo a una omisión presupone asimismo la
concurrencia de los requisitos generales de la imputación objetiva y subjetiva que también son
aplicables al delito comisivo, a saber: La causalidad y la relación de riesgo en el tipo objetivo, y el
dolo o la imprudencia en el tipo subjetivo.
Como ya hemos afirmado, en sentido naturalista, la omisión no causa nada, puesto que no
conlleva la aplicación de energía en el mundo exterior. En consecuencia, en los delitos de comisión
por omisión, el requisito de la relación de causalidad que preside la imputación del delito activo, no
será de aplicación. En lugar de ello, para que pueda imputarse el resultado será preciso poder
concluir que el sujeto habría podido evitar el resultado, si hubiera realizado la acción a la que
estaba obligado. Es lo que la doctrina denomina causalidad hipotética.
De acuerdo a esta concepción, para que un sujeto pueda responder de un delito en comisión por
omisión, es preciso que la conducta a él exigida hubiera evitado con toda seguridad, o al menso,
con una probabilidad rayana en la certeza, la producción del resultado. Ello permitiría establecer
una relación condicional entre omisión y resultado semejante a la requerida en la comisión activa.
El castigo de la tentativa del delito se fundamente en la finalidad preventiva del Jus Puniendi; así,
en aras de una más efectiva protección de los bienes jurídicos, se castigan ya fases anteriores a la
consumación para intentar evitar, mediante la función de motivación de las normas de conducta, no
solo la lesión, sino ya la realización de conductas que puedan llegar a lesionar los intereses
protegidos por el derecho penal.
El principio de lesividad, así como el clásico principio Cogitationes poena nemo patitur, vienen a
operar como límites restrictivos de la punición. Desde el primero, solo aquellas conductas que
conlleven un cierto riesgo para la indemnidad de los bienes jurídicos habrán de ser sancionadas
bajo pena. El segundo establece el presupuesto de que “los pensamientos no delinquen “, es
decir, que el Estado debe respetar el fuero interno de la persona, sin que resulte legítimo el
castigo de la mera exteriorización de las ideas o de las intenciones criminales.
El respeto a tales principios conlleva que la regla general habrá de ser de la impunidad de los actos
preparatorios del delito, pues los mismos, en principio, carecen del peligro necesario para ser
merecedores de sanción penal y forman parte del ámbito privado de actuación del sujeto. En el
desenvolvimiento del iter criminis, los actos preparatorios se encuentran en una fase intermedia
entre lo que puede llamarse la “fase interna” del delito (momento de ideación y deliberación por
parte del autor), que indudablemente pertenece al ámbito de las cogitationes, al fuero interno del
sujeto.
¿Por qué castiga la ley conductas que no llegan a la lesión del bien jurídico protegido? Si, por
ejemplo, la ley quiere evitar que se mate ¿por qué castigar el disparo que no alcanza a la víctima y
no le da muerte? Tres grupos de teorías tratan de responder a esta pregunta por caminos distintos:
a. Las teorías objetivas, que sostienen que la razón del castigo, es la puesta en peligro del
bien jurídico protegido.
b. Las teorías subjetivas, que ven el fundamento de la pena de las fases anteriores a la
consumación en la voluntad contraria a derecho manifestada.
c. Las teorías mixtas, que sostienen que el merecimiento de pena lo decidiría la conmoción
en el sentimiento de seguridad de la colectividad.
Existe, por lo general, consenso en que un requisito mínimo inapelable para considerar
merecedora de pena una conducta, debe ser un cierto grado de relevancia lesiva externa, es decir,
que la conducta conlleve un mínimo de lesividad social, trascendiendo así la mera relación
subjetiva de contrariedad a la norma.
La tentativa del delito aparece regulada en los artículos 2 y 3 del Código Penal Dominicano, los
cuales disponen:
Art.2: Toda tentativa de crimen podrá ser considerada como el mismo crimen, cuando se
manifieste como un principio de ejecución, o cuando el culpable, a pesar de haber hecho cuanto
estaba de su parte para consumarlo, no logra su propósito por causas independientes de su
voluntad, quedando estas circunstancias sujetas a la apreciación de los jueces.
Art. 3: Las tentativas de delito no se reputan delitos, sino en los casos en que una disposición
especial así lo determine.
El código Penal Dominicano acoge la fórmula del comienzo de la ejecución. Y parte del
presupuesto de que sólo los hechos exteriores ya subsumibles en la descripción típica del delito
respectivo, y no la fase preparatoria de ideación y deliberación del delito, pero tampoco la fase
externa de preparación previa a la conducta típica, puede considerarse como un comportamiento
relevante para el derecho penal.
Así por ejemplo, la tentativa de homicidio consistirá en comenzar la ejecución de actos que ya
pueden subsumirse bajo la conducta descrita como “matar a otro”. De ese modo, actos como
comprar el arma, acechar a la víctima o apostarse en el lugar desde el que horas después se
disparará no constituyen un comienzo de ejecución del homicidio, pues no pueden definirse como
“comenzar a matar”.
La ideología liberal exige la limitación de la punición a los actos ejecutivos, por ser más próximos a
la consumación del delito, excluyéndose la punición de aquellos actos que, por su lejanía, pudiesen
dar lugar a la posible arbitrariedad judicial y la consiguiente inseguridad jurídica. La distinción entre
actos preparatorios y ejecutivos, considera conformadores de la tentativa solo a los segundo,
mientras los primeros permanecen impunes.
“En tanto los pensamientos no sea han exteriorizado en acciones, son completamente irrelevantes
para el derecho penal”.
Teoría objetivo – formal. Según esta teoría, sólo serán actos de tentativa aquellos que realicen la
acción descrita por el tipo legal correspondiente, esto es “cuando la conducta del autor pueda
conjugarse conforme al verbo típico”. Así todos aquellos actos que queden fuera del sentido del
verbo típico serán considerados actos preparatorios. Pero, aunque esta teoría respeta al máximo el
principio de legalidad, no aporta criterios para determinar el comienzo de ejecución.
Teorías materiales: teoría del peligro y teoría de la impresión. Según estas teorías estaremos ante
el comienzo de la tentativa, en el momento en que la acción incida directamente en la esfera de la
víctima.
Teoría de la inmediatez o de los actos intermedios. Según esta teoría estaremos ante el comienzo
de la ejecución del delito, no solo cuando el autor realice actos típicos, sino también con la
realización de actos previos que se hallen en una relación de inmediatez con aquellos. Así, no
podremos afirmar el comienzo de la tentativa de violación, cuando el autor entra en la vivienda de
la víctima, porque entre la acción de entrar en la casa y la acción típica, todavía faltan actos
esenciales.
Tentativa inidónea.
Por tentativa inidónea deben entenderse aquellos supuestos en los cuales, ya sea por la
inidoneidad de los medios empleados, por la del objeto o bien por la del sujeto, la conducta era
desde un principio inadecuada para llegar a la consumación del delito que se pretendía realizar.
Ejem. En el caso de que un sujeto dispare a otro creyendo que dormía cuando en realidad ya
estaba muerto, o intenta matarlo suministrándole una dosis de bicarbonato, creyendo que se
trataba de un potente veneno.
De la tentativa inidónea es preciso distinguir la figura del delito putativo. Esta concurrirá cuando el
sujeto realiza una conducta en la creencia errónea de que está prohibida por el derecho penal.
Pero la diferencia entre ambas consiste en que la tentativa inidónea puede ser punible (en nuestro
caso no lo es) y el delito putativo es siempre impune, en virtud del principio de legalidad.
Pero, desde un punto de vista más moderno, se justifica la exención de pena en que la sanción
deviene en innecesaria cuando es el mismo aturo el que con su acción de desistimiento devuelve a
la colectividad la confianza en la vigencia de la norma, al desistir de su plan delictivo y reconducir
su conducta al cumplimiento de las normas penales.
Dos son los requisitos que, de acuerdo con la regulación legal del desistimiento deben exigirse
para poder aplicar la exención de pena. En primer lugar, la eficacia del mismo en orden de la
evitación del resultado, dado que condición para la exención de pena es que el resultado no haya
llegado a producirse, y en segundo lugar, la voluntariedad del desistimiento.
En cuanto al primer requisito, se dice que es preciso que el desistimiento haya llegado a evitar el
resultado, porque en los supuestos de desistimiento malogrado, en los que el agente intenta
infructuosamente evitar la producción del resultado, una vez realizada la acción de tentativa, no le
será aplicable la exención de pena prevista para el desistimiento; aunque se podrían considerar
circunstancias atenuantes.
5.5. La voluntariedad.
La voluntad puede entenderse como la potencia del hombre, que le mueve a hacer o no hacer una
cosa, o como la intención determinada, deseo de hacer una cosa o de que otros la hagan.
La voluntariedad se excluye en los supuestos de coacción psicológica externa, en los que la opción
por continuar con el delito se ve acompañada de una amenaza o un mal. Y cuando alguna
circunstancia aparecida antes de la consumación y que no la impide materialmente, ejerce tal
influencia psicológica en el sujeto, que no le permite otra decisión que la de desistir.
La diferencia estructural básica entre el autor y el partícipe podría establecerse en el hecho de que
el autor es aquel a quien se le puede imputar el hecho como propio, mientras que el partícipe
interviene colaborando en un hecho ajeno (es autor quien realiza el hecho).
Bajo el esquema de autoría/ participación, existe una persona que ocupa el papel central en la
realización del hecho (autor) y otras contribuyen al fin delictivo con actos de apoyo o ayuda,
subordinados a la acción principal (actos de participación)
7.4. Coautoría.
7.5. Complicidad.
El concepto unitario de autor considera autor a todos los intervinientes que aporten una
contribución causal a la realización de la conducta descrita en el tipo legal, con independencia de
la importancia que corresponda a su contribución en el marco de la totalidad del suceso. Para esta
concepción, el diferente rol de los intervinientes y la importancia que su contribución haya tenido
para el éxito del proyecto delictivo, sólo es tenido en cuenta a la hora de concretar la cuantía de la
pena.
Pero la inmensa mayoría de los sistemas jurídico-penales acoge la distinción entre autoría y
participación, es decir acogen una teoría diferenciadora. Dentro de estas podemos trazar una
primera distinción entre las teorías extensivas y las teorías restrictivas.
El concepto extensivo de autor parte, al igual que la teoría unitaria de la causalidad, y, en concreto,
de la teoría causal de la equivalencia de las condiciones, según la cual toda ayuda que haya
contribuido causalmente al resultado es causa del mismo.
Teoría Subjetiva
Teorías Restrictivas
Desde esta concepción restrictiva, no todo aquel que contribuya a causar el resultado ha de ser,
solo por ello, autor del mismo, porque la causación del resultado no es equivalente a la realización
del tipo (causación no es igual a la realización del delito. Para esta es preciso algo más que la
causación). Desde esta concepción entonces, se parte de la necesidad de la distinción entre
autoría y participación, pero asimismo, se rechaza el elemento subjetivo como criterio de
delimitación, acogiéndose la premisa de que es posible encontrar criterios objetivos que delimiten
la importancia de la contribución al hecho punible.
Las concepciones restrictivas, todas parten de la misma premisa: autor es quien realiza el tipo;
partícipe quien contribuye a dicha realización con actos situados en la órbita del tipo
a) La teoría objetivo formal. Esta teoría considera que solo quien realiza todos o algunos de los
actos ejecutivos expresamente previstos en el tipo podrá ser considerado autor. Pero si bien esta
teoría se apega al principio de legalidad. Fue criticada, porque no es capaz de explicar la autoría
mediata (autor mediato es aquel que realiza el delito sirviéndose de otro que actúa como un mero
instrumento, al carecer del conocimiento sobre la trascendencia de su acción o de la capacidad de
evitarla) y por el hecho de que tampoco llega a soluciones razonables en torno a la coautoría,
porque llevaría a negar carácter de autor a quienes realizan actos en división de trabajo que
resultan esenciales para la consecución del delito.
b) La Teoría del Dominio del Hecho. Esta teoría acoge un criterio material para delimitar la
autoría de la participación, según el cual, autor del hecho será quien ostente el dominio final sobre
el acontecer de la acción típica hacia el resultado lesivo. Esta fórmula genérica se ha concretado
afirmando que ostenta el dominio del hecho quien tiene en sus manos el curso causal del suceder
típico, de modo que la producción del resultado depende de su decisión.
Autoría Directa individual. Siempre será autor quien realiza de propia mano los elementos del
tipo. Una sola persona realiza por sí mismo todos los elementos del tipo, razón por la que tiene un
pleno dominio del hecho.
Autoría mediata. El dominio del hecho se concreta en el dominio sobre la decisión. El autor
mediato no realiza de propia mano los elementos típicos (no ejecuta la acción); sin embargo, tiene
el dominio pleno sobre la decisión, pues quien fácticamente ejecuta la acción se halla en un estado
de error o coacción provocado por aquél. Se imputa el hecho al hombre de atrás porque es él
quien, al haber instrumentalizado a aquél, tiene el control sobre el riesgo del suceso para el bien
jurídico protegido, y tal dominio es lo que permite calificar como autor al hombre de atrás, a pesar
de que no ha ejecutado de propia mano los actos descritos por el tipo penal, se fundamenta en que
el agente tiene un control sobre la decisión de actuar del otro, control fundado en la
instrumentalización que el hombre de atrás hace de aquel, que puede darse bajo las siguientes
circunstancias:
- Por un déficit de conocimiento. El que actúa se halla sumido en un error sobre el riesgo
de su acción para la producción del resultado típico, o bien sobre un error acerca de la
prohibición del hecho.
- Por un déficit de libertad. El que actúa lo hace sin libertad para elegir la realización de los
actos ejecutivos debido a la situación de coacción, de necesidad o de inimputabilidad que
ha generado – o de la que se ha aprovechado- el hombre de atrás.
- Por un déficit de cualificación típica del instrumento. Son los casos llamados de
“instrumento doloso no cualificado”, en los que el instrumento carece de los requisitos
típicos para poder considerar típica la conducta realizada, poseyéndolos el hombre de
atrás.
Coautoría. Será coautor quien ostente el dominio funcional del hecho. Ese dominio funcional pasa
por la aportación de una parte esencial del hecho, de la cual dependa la consecución del proyecto
delictivo global. Coautoría consiste entonces en la realización en común del delito por varias
personas, pero ocupando todas un papel equiparable en importancia, es decir, ejerciendo todas
ellas el papel de autores.
Coautores son los que realizan conjuntamente y de mutuo acuerdo el hecho típico, aportando una
contribución esencial para la consecución del delito. O como nos dice Mir Puig, son autores los que
cometen el delito entre todos. Como ninguno de ellos por sí solo realiza completamente el hecho,
no puede considerarse a ningún partícipe del hecho de otro. Y rige en este caso el principio de
imputación recíproca de las distintas contribuciones, según el cual, todo lo que haga cada uno de
los coautores, es imputable a todos los demás, pero para que esta imputación recíproca se dé, es
preciso el mutuo acuerdo, que convierte en partes de un plan global unitario las distintas
contribuciones. Por lo que se dice que son requisitos de la coautoría el mutuo acuerdo y la
contribución esencial (sin la cual el hecho punible no habría podido ser realizado). Así se dice que
para poder imputar un determinado resultado al dolo del agente es preciso que este hubiera
asumido su producción, para poder imputar a un coautor lo realizado por todos los demás es
también preciso que este tuviera conocimiento y hubiera asumido que el resto de los coautores van
a llevar a cabo sus respectivos actos encaminados a la producción del delito (debe existir un plan
conjunto, previamente acordado, pero nada obsta con que este plan sea tácito y actual, surgiendo
durante la misma realización del hecho). El mutuo acuerdo delimita además el ámbito de la
imputación recíproca, ya que el exceso de un coautor respecto del plan conjunto no puede serle
imputado a los demás, sino que será únicamente atribuido a quien realiza la acción que va más
allá de lo asumido conjuntamente por los coautores.
7.8. La regulación de la autoría y la participación en el Código Penal Dominicano.
Ubicación típica de las formas de autoría y participación.
Según el concepto restrictivo de autor, son autores quienes realizan el tipo legal, esto es, aquellos
a quienes puede imputárselo como propio; en cambio, los partícipes realizan otras acciones que
contribuyen a la realización del delito.
Pero si bien, el legislador solo utiliza el término cómplices para englobar todas las formas de
participación, ello no obsta para que podamos establecer una clasificación entre conductas de
inducción y conductas de complicidad en sentido estricto.
Los casos de coacción presentan más dudas, en relación con la cuestión de si cabe la autoría
mediata. Ello se debe a que, de una parte, el instrumento que actúa coaccionado actúa con dolo y
realiza un hecho típico, y en muchas ocasiones, antijurídico; de otra, a que en estos casos, el
sujeto sí tiene capacidad, aunque limitada, para decidir acerca de la lesión del bien jurídico, a
diferencia de aquellos en los que existe un error, en los que la falta de conocimiento sobre la
trascendencia de su acción impide al sujeto tomar una decisión al respecto.
Pero, siempre ante una autoría mediata en los casos en los que con la amenaza del hombre de
atrás sitúe al instrumento ante una situación de estado de necesidad, porque el delito que haya de
realizar bajo coacción sea menos grave que el mal con que se amenaza, la conducta del
instrumento nos sería antijurídica, al estar amparada bajo un estado de necesidad, por lo que, bajo
el criterio de accesoriedad limitada, la conducta del hombre de atrás o se califica como autoría o
quedará impune, pues no cabe participar en un hecho que no es contrario a derecho.
En los casos en los que la conducta del agente sí sea antijurídica, se acoge el criterio de
responsabilidad, según el cual la utilización de la coacción sólo dará lugar a una autoría mediata
cuando ésta, por las circunstancias en que se realiza y la gravedad de la amenaza, llegue a anular
la capacidad de decisión del sujeto acerca de la lesión del bien jurídico, pues sólo entonces podrá
decirse que el hombre de atrás ejerce un pleno dominio sobre la decisión de producir el resultado.
En caso contrario nos hallaríamos ante una inducción.
7.10. La inducción.
Si los autores se caracterizan por ocupar un papel central en el hecho punible, atribuyéndosele el
mismo como una obra propia, los partícipes, por el contrario, ocupan un papel secundario, en la
medida en que su contribución posee una menor relevancia para la producción del resultado lesivo.
Si el hechos e va a imputar a los autores, la participación, en consecuencia, consiste en la
contribución a un hecho ajeno. Ello implica que la participación solo puede concurrir cuando existe
un hecho principal atribuido a un autor (principio de accesoriedad).
Según Mir Puig, el partícipe contribuye a causar el hecho del autor, sea interponiendo una
condición propiamente causal del mismo, sea favoreciendo eficazmente su realización (lo que
basta para la complicidad), si además puede imputársele personalmente esa contribución.
En principio, cualquier medio puede ser idóneo para generar esa resolución de voluntad en el autor
del hecho, pudiendo ser realizada a través de dádivas, promesas o incluso amenazas, siempre que
estas últimas no den lugar a una pérdida de la libertad de decisión que convierta al agente en un
mero instrumento determinado por el inductor, porque entonces nos hallaríamos ya en el ámbito de
la autoría mediata.
Desde un punto de vista objetivo, los requisitos de la inducción pueden perfilarse desde la teoría de
la imputación objetiva, considerando como “resultado” propio de la inducción la generación de la
resolución del inducido. Así el primer requisito objetivo sería el de la causalidad: el influjo psíquico
del inductor debe ser causal para la resolución del delito por parte del inducido, en el sentido de la
teoría sine qua non. Esta relación causal no se dará en los casos en que la persona a la que se
intenta inducir ya estaba resuelta a cometer el delito. En este sentido se puede afirmar que la
inducción debe generar la resolución delictiva respecto de un delito concreto y a un autor concreto.
Desde el plano subjetivo, la inducción debe ser dolosa. No cabe en consecuencia la inducción
imprudente. El inductor solo responderá por el delito realizado, siempre que, lógicamente, esté
abarcado por el dolo.
7.11. La complicidad.
Por lo que respecta a su aspecto objetivo, la complicidad debe consistir en una aportación efectiva
al hecho principal, que haya constituido en una contribución al mismo.
En lo tocante a su aspecto subjetivo, al igual que la inducción, la complicidad debe, en principio,
ser dolosa, bastando con un dolo eventual. Debe existir un doble dolo: tanto referido a prestar la
ayuda, como al referido a la realización del hecho principal.
En principio la acción del cómplice puede tener lugar tanto en la fase de preparación del hecho
como en la fase de ejecución. Se distingue de la coautoría porque esta tiene su ámbito de
intervención limitado a la fase de ejecución, puesto que solo quien actúa cuando el hecho está ya
en la fase de realización tiene un dominio de configuración del hecho típico. Ello permite concluir
que, como regla general, las aportaciones de medios o de hacer que se realicen en la fase de
preparación serán de complicidad, por lo que los verdaderos problemas de delimitación con la
conducta se darán con respecto a conductas realizadas en fase de ejecución.
De todo lo anterior, cabe resaltar que la complicidad se caracteriza por prestar una aportación
secundaria, menor, no determinante del éxito del plan delictivo y la escasa relevancia de esa
contribución es lo que permite negar que el cómplice tenga un dominio sobre el hecho, como sí
tiene el coautor.
La Antijuridicidad.
Para poder calificar un acontecimiento como delito, y con ello, para poder asignarle una pena, es
necesario, aunque no suficiente, que se trate de una acción típica. Cuando decimos que una
acción es típica, estamos diciendo que está descrita como prohibida en una norma penal, con lo
que estamos diciendo a su vez, en un Estado democrático en el que rige el principio de legalidad,
que el legislador la considera socialmente lesiva: que se trata de un comportamiento humano al
que cabe asignar un empeoramiento de la vida social, la lesión de un bien jurídico.
Sin embargo, esto no siempre es así. Puede suceder que una conducta que dañe un bien jurídico y
que esté como tal descrita en un tipo penal como generalmente prohibida, esté sin embargo,
permitida por otra norma en ciertas circunstancias excepcionales- por ejemplo en una situación de
legítima defensa- se trataría así de una conducta típica, pero no antijurídica.
Lo que parece inicialmente injusto, indeseable, resulta finalmente justificado; la conducta que
parecía contraria a Derecho en cuanto es infractora de una norma de prohibición resulta finalmente
jurídica (conforme a derecho) porque está descrita como permitida en una norma de permiso que
en realidad lo que hace es recortar el ámbito de la norma de prohibición. De ahí que el juicio de
juridicidad (constatada la tipicidad) consiste en indagar si concurre alguna norma permisiva, alguna
casusa de justificación.
Por todo lo anterior, podríamos afirmar que estaríamos frente a un hecho antijurídico cuando se
trate de un hecho típico y no justificado por el ejercicio de un derecho o de un deber. Así lo afirma
Molina Fernández cuando establece que “Solo actúa antijurídicamente, el que comete plenamente
un delito mediante una acción típica y no justificada, cometida culpablemente. La antijuridicidad
también sirve para expresar no solo la lesividad jurídica, sino también la negatividad social de
cierto comportamiento.
Desde un punto de vista material, la causa de justificación de una situación especial en la que el
ordenamiento jurídico permite la lesión de un bien jurídico: permite la realización de una conducta
típica, en principio lesiva, en principio prohibida. Junto con la norma prohibitiva que conforma el
tipo, concurre una norma permisiva que recorta el ámbito de la anterior, permitiendo en ocasiones
lo que aquella prohibía en general.
- La legítima defensa de los delitos de homicidios, golpes y heridas (Arts. 327 y 328 C.P.)
Pero debemos tomar en cuenta que el artículo 65 del mismo Código Penal Dominicano establece
que “Los crímenes y delitos que se cometan no pueden ser excusados, sino en los casos y
circunstancias en que la misma ley declara admisible la excusa”.
Ver antijuridicidad, allí se habla de eso, aunque de manera un tanto general, pero se sacan
conclusiones como el hecho de que “una acción antijurídica debe ser necesariamente típica’, ya
que la antijuridicidad presupone además de que no se encuentre justificada la acción, que la
misma sea contraria a derecho, lo que sin duda permite establecer la tipicidad o los tipos, que no
son más que conductas descritas formalmente por la norma como contrarias a derecho.
En el caso de la legítima defensa, la justificación se explica, por un lado por el derecho individual
de defensa “El hecho típico realizado en legítima defensa, no es un hecho injusto, pues, porque es
un acto de defensa de la libertad propia o ajena frente a una conducta fruto del ejercicio
extralimitado de la libertad ajena. El daño se legitima como acto justo de defensa”. Por otro lado,
porque son actos de justicia “la defensa solo hace justa la lesión si la agresión es ilegítima”.
Hay autores que afirman que la legítima defensa se basa en dos principios esenciales: en la
protección individual y el prevalecimiento del derecho, porque, la legítima defensa presupone
siempre que la acción típica sea necesaria para impedir o repeler una agresión antijurídica a un
bien jurídico individual.
En el Código Penal Dominicano, la legítima defensa está prevista en los artículos 328 y 329; de
manera esencial, el artículo 328 establece “No hay crimen ni delito, cuando el homicidio, las
heridas y los golpes se infieran por la necesidad actual de la legítima defensa de sí mismo o de
otro”. De donde se advierte que se deben encontrar reunidos algunos elementos para que la
misma pueda configurarse, a saber:
1. Una agresión. Puesta en peligro de un bien jurídico. Agrede a otro quien inicia un curso de
riesgo, ej. Contra su vida, su integridad física, su honor, su libertad, su libertad sexual;
2. Una agresión actual o inminente. Significa que se ha producido ya un peligro y que ese
peligro no ha cesado.
Un sujeto realiza un hecho típico de daños o de lesiones como conducta necesaria para evitar un
mal mayor. Al igual que en la legítima defensa, el sujeto se ve inmerso en una crisis en la que las
dos salidas posibles implican un mal y en la que termina eligiendo la que resulta más beneficiosa
desde la perspectiva valorativa del ordenamiento. La diferencia básica con la legítima defensa es
que condiciona radicalmente la ponderación entre las alternativas de conducta, es que no concurre
aquí una agresión injusta a la que vencer.
- El mal que se evita ha de ser un mal desde el punto de vista de las valoraciones
subyacentes al ordenamiento jurídico (la muerte es un mal y la muerte es un mal, pero no
lo es la falta de libertad de un preso).
- No se dará una situación de necesidad que pueda justificar la lesión típica posterior,
cuando haya sido precisamente el lesionador el que haya provocado intencionadamente
dicha situación. No se podrá pretender que su daño al bien ajeno esté justificado, pues ha
sido él precisamente quien ha generado el peligro para causar el daño típico.
TEMA 8: LA CULPABILIDAD
La Culpabilidad.
Que la conducta haya sido realizada culpablemente, quiere decir que el autor haya actuado con
capacidad de culpabilidad, ello es consecuencia de la garantía inherente al principio de
culpabilidad o de responsabilidad subjetiva, esto es, que la conducta sea realizada con dolo o
imprudencia.
Para poder afirmar la culpabilidad de un autor respecto a lo realizado y, con ello, hacerle
penalmente responsable, es preciso que se cumplan tres requisitos:
a. Que tenga capacidad para comprender la relevancia del hecho y de actuar conforme a
dicha comprensión (imputabilidad);
b. Que conozca (o haya podido conocer) que su conducta estaba prohibida por las leyes
penales (conocimiento de la antijuridicidad)
Con la acción, la tipicidad y la antijuridicidad se enjuician el hecho, sin atender a las circunstancias
personales del autor, porque estas son objetos del análisis propio de la categoría de la
culpabilidad.
La culpabilidad conlleva un juicio de desvalor, de reproche hacia el sujeto que realizó la conducta
antijurídica, o, en otros términos, implica la atribución de responsabilidad por lo realizado y,
consecuentemente, la legítima posibilidad de imposición de una sanción penal. Pero cabe formular
una pregunta ¿Cómo puede justificarse ese juicio de reproche, esa atribución de responsabilidad?
Y para esto, es preciso avocarnos al libre albedrío y al fundamento de la pena. Desde la primera
posición (libre albedrio) se asume que el hombre tiene capacidad de decidir sobre su actuación. A
partir de este criterio, se dice que es posible la atribución de culpabilidad, por cuanto solo puede
reprocharse a alguien lo realizado si hubiera podido actuar de otro modo. Y en cuanto a que es
fundamento de la pena, se dice que el fundamento de la culpabilidad es la necesidad preventiva de
pena, y que solo ocurre en aquellos ciudadanos que tienen capacidad de ser motivados por la
norma. Si la finalidad del derecho penal es la evitación de conductas lesivas de bienes jurídicos a
través de normas de conducta, el presupuesto de la culpabilidad radicará en la capacidad del
sujeto de ser motivado por la norma. Basta con atribuir que el sujeto, en el momento de realización
del hecho, estaba en condiciones psíquicas normales a los efectos de ser motivado por la norma
de conducta.
A partir de las concepciones psicológicas se entendía que el dolo formaba parte de la culpabilidad
(entendida como la parte subjetiva del delito) y no de la juridicidad como hoy día se entiende, y es
por ello que la culpabilidad, a partir de estas concepciones se entendía como un nexo psicológico
entre el hecho y el autor del mismo, siendo el dolo o la culpa, las dos posibles conexiones
psíquicas que permitían vincular el hecho con el autor.
Pero estas concepciones fueron abandonadas y se optó por la asunción de una perspectiva
normativa de la culpabilidad, porque la concepción psicológica no podía explicar la imprudencia
inconsciente sobre la cual había consenso en afirmar que debía ser castigada, pero que, sin
embargo no cabía afirmar un vínculo psicológico entre el autor y el hecho, porque, precisamente se
caracteriza porque el sujeto no se representa la posibilidad de producción del resultado.
Se llega a afirmar que el fundamento de la culpabilidad solo puede radicar en razones preventivas,
de necesidad de pena. Y ciertamente, la culpabilidad es consecuencia de un juicio de atribución de
responsabilidad y esa atribución de responsabilidad, en Derecho Penal, solo tiene sentido cuando
la aplicación de una pena resulta necesaria desde la finalidad preventiva que la legítima.
8.4. La imputabilidad o capacidad de comprensión genérica de la ilicitud.
Es requisito ineludible que el sujeto haya llevado a cabo su acción u omisión bajo determinadas
condiciones psíquicas que permitan afirmar que, o bien podía haber actuado de otro modo, o bien
había podido acceder al mensaje contenido en la norma y acomodado su conducta al mismo.
La posibilidad de decidir actuar o de dejarse motivar por la norma es distinta si quien actúa es una
persona mayor de edad o si es menor de edad; si es una persona mentalmente sana a si quien
actúa era un esquizofrénico, etc.
La imputabilidad venía definida como la capacidad de conocer y querer la realización del hecho. De
ahí que actualmente se considera que la imputabilidad requiere dos notas esenciales: a) La
capacidad de comprender lo injusto del hecho; y, b) la capacidad de dirigir la actuación conforme a
dicha comprensión.
En palabras de Mir Puig “La culpabilidad supone, en primer lugar, un determinado desarrollo o
madurez de la personalidad y unas determinadas condiciones biosíquicas que le permitan conocer
la licitud o ilicitud de sus acciones u omisiones y obrar conforme a ese conocimiento. La
imputabilidad capacidad de culpabilidad es por ello un presupuesto de la culpabilidad”.
Algunos autores también justifican este fundamento, en el hecho de que quien desconoce la norma
carece de la posibilidad de haber actuado de otro modo, en cuanto desconocía las consecuencias
de las opciones a tomar, desconocía la antijurididicidad.
El juicio de la evitabilidad evoca una forma de referirse a un conjunto de casos en los cuales a
pesar de que el sujeto activo cometió un error de prohibición, este error “debe imputarse a la
cuenta del autor”. Pero este juicio lleva a interrogantes Político Criminales, tales como si existe un
Deber General de Información; al respecto, Enrique Bacigalupo entiende que “debe rechazarse la
posibilidad de definir la evitabilidad del error mediante la infracción de un deber de informarse.
El incumplimiento de tal deber no tiene porque determinar la evitabilidad del error, pues no es
posible concluir en forma totalmente segura que si el autor le hubiera dado cumplimiento, hubiera
alcanzado el conocimiento correcto de la relación entre acto y orden jurídico. Otros autores
entienden que no es justo que el Estado entienda que exista un deber de conocimiento de la norma
por parte de todas las personas y, para solucionar el planteamiento utiliza el principio de In dubio
Pro reo: La duda favorece al reo.
Las circunstancias agravantes se definen como aquellos hechos que, uniéndose a los elementos
materiales o morales del delito, aumentan la criminalidad de la acción o la culpabilidad del autor.
Pero la única clasificación más conocida es la que distingue las circunstancias agravantes
objetivas de las subjetivas.
Y, las atenuantes, por su parte son circunstancias que tienden a disminuir o atenuar la pena
imponible y, en algunos casos, hasta impiden la imposición de una pena. (Se habla dentro de las
circunstancias atenuantes de las excusas. Y para diferenciarlas, las atenuantes son aquellas que
disminuyen la pena a imponer, y la excusa son las que tienden a impedir su imposición).
Las circunstancias atenuantes propiamente dichas, son circunstancias accidentales del tipo, no
descritas expresamente en la norma, que tienden a disminuir la pena establecida para el hecho
prohibido y cuyo apreciamiento se realiza de manera unilateral por el Juez o tribunal.
Una visión constitucional sugiere que no se aplique ninguna circunstancia atenuante sin que se
explique, en la sentencia, de dónde deduce o cuáles son las atenuantes tomadas en cuenta para
reducir la pena, Todo ello deriva de la obligación impuesta a los tribunales de motivar debidamente
sus decisiones, lo que implica que deban indicar, igualmente, los motivos que le indujeron a rebajar
la pena.
Las circunstancias atenuantes se encuentran previstas en los artículos 463 del Código Penal
Dominicano y en el artículo 340 del Código Procesal Penal.
1- Agravantes especiales.
- Del Abuso de confianza. Por el valor de la cosa y por la calidad del autor del hecho (cuando se
trata de un empleado o asalariado de la víctima).
2- Agravantes Generales.
- La calidad de funcionario público. Se trata de una agravante establecida en el artículo 198 del
Código Penal.
Al igual que las atenuantes propiamente dichas, las especiales o excusas, son una circunstancia
accidental en el tipo que unidas a sus elementos generales y especiales tiene como efecto atenuar
la pena o eximir al imputado de la misma. Las excusas se encuentran determinadas
limitativamente en la ley y la sentencia que reconozca su existencia debe establecer que se
verifican suficientes condiciones para constituirlas.
Tradicionalmente las excusas han sido clasificadas en dos categorías: 1. Las llamadas excusas
atenuantes o hechos justificativos y las excusas absolutorias, y 2. Las excusas generales y las
especiales.
Los hechos justificativos tienden a disminuir la pena, mientras que las excusas absolutorias hacen
desapareceré, no solo la posibilidad de aplicar la pena sino que surten efecto, de manera
retroactiva, sobre la responsabilidad penal y civil la cual desaparece. Cuando se verifica una
excusa absolutoria, en realidad no existe infracción porque bajo tales circunstancias la ley
reconoce la inexistencia del tipo.
Dentro del primer grupo, encontramos las atenuantes cuyo único efecto es atenuar o disminuir la
pena imponible conforme la ley (tal es el caso de la provocación establecido en el artículo 321 del
Código Penal Dominicano); y, por otra parte, las absolutorias, que tienen por finalidad evitar que la
pena sea impuesta aun y cuando el autor de la infracción sea declarado culpable (el
arrepentimiento en ciertos tipos de infracciones como en los casos señalados en los artículos 100 y
138 del CP).
En el segundo grupo encontramos las excusas generales que, como su nombre lo indica, se
aplican por igual a todas las infracciones o a un determinado grupo de ellas, como la provocación y
la legítima defensa), mientras que las excusas especiales se aplican únicamente a algunas
infracciones especificas (como la excusa establecida en el artículo 380 del CP, para el robo
cometido por ciertas personas unidas por lazos de parentesco con la víctima).
En cuanto a sus efectos. Si se trata de una excusa simplemente atenuante, trae como
consecuencia la atenuación de la pena. Si se trata de una excusa absolutoria, la pena
sencillamente no será aplicada. (Ver Art. 326 CP).
Las diferencias esenciales entre las circunstancias atenuantes propiamente dichas y las
circunstancias especiales o excusas, son: 1. Que mientras las atenuantes propiamente dichas no
están determinadas expresamente en la ley, las atenuantes especiales o excusas sí lo están. 2.
Que las atenuantes propiamente dichas n tienen un número limitado, mientras que las atenuantes
especiales o excusas se encuentran limitativamente enumeradas en la ley.
Como ya sabemos, existen diversas formas de intervenir en el hecho típico, como son la autoría y
la participación. Y en el sistema establecido en la legislación dominicana, el partícipe resulta
condenado por el mismo ilícito que el autor. Por ello, la pena imponible al participe se determina
conforme a la pena aplicable al autor del hecho aunque, por mandato expreso de la ley, la pena
correspondiente al partícipe es disminuida en un grado, pero esta pena pueda presentar algunos
inconvenientes en la práctica cuando intervienen atenuantes o agravantes.
Pero no ocurre lo mismo con las agravantes, porque en el caso de estas sí existe comunicabilidad
aunque la misma no es biunívoca, ya que las agravantes relativas a la persona del autor se
comunican al partícipe, pero las de este no se les comunican a aquél.
Son las denominadas agravantes objetivas, que van unidas al hecho, que son perfectamente
comunicables. Por eso, cuando se trata de un robo agravado por la manera o el tiempo de su
comisión, la agravante afecta al partícipe porque él es tal del hecho. Esto ocurre porque se
entiende que el partícipe cuando ha consentido en cometer la infracción ha aceptado a todas las
eventualidades y asumido todos los riesgos que implica el ilícito, incluyendo el consentimiento del
empleo de todos aquellos medios necesarios para cometer el hecho.
Pero la solución no es la misma para el caso de las llamadas agravantes subjetivas, es decir,
aquellas que surgen como consecuencia de la calidad que tiene el autor del ilícito, ya que algunos
han opinado que estas agravantes son totalmente personales y que, por tanto no pueden ser
comunicadas al partícipe, pero otra corriente (incluso nuestra Suprema Corte de Justicia) ha
entendido que estas agravantes deben comunicarse al cómplice ya que, por un lado, según la
legislación aplicable a la materia (Art. 59 CP), se es cómplice (partícipe) de la infracción cometida
por el autor, y por el otro, porque la pena que corresponde al partícipe se fija tomando en cuenta a
la pena que corresponde al autor.
Hay casos en que un mismo acto constituye varios tipos penales a la vez. O que quienes cometen
el delito ejecutan a la vez varios actos violatorios de distintas leyes penales.
Hay concurso de infracciones cuando el elemento activo de la infracción (autor) haya cometido dos
o más infracciones sin que haya intervenido condenación irrevocable con respecto a ninguna de
ellas.
Hay diversos tipos de concurso de infracciones. Se dice que pueden ser: real o material, ideal o
intelectual.
1. Sería un concurso real o material cuando el autor del hecho ha cometido varios actos
que, de manera separada y por sí mismos, constituyen un ilícito distinto. Cada hecho
constituye una violación a un tipo penal distinto.
La influencia que tiene el concurso de infracciones sobre la responsabilidad penal del autor o
partícipe resulta en responder si ellos deben ser sancionados mediante la imposición de tantas
penas como ilícitos hayan cometido y si tales penas deben ser ejecutadas todas de manera
sucesiva, una detrás de la otra. Para resolver esta problemática, está el llamado sistema de suma
o adición de penas, el sistema de no cúmulo o absorción de las penas y el sistema de cúmulo
jurídico de las penas. (El sistema de suma o adición de penas consiste en imponer la pena
correspondiente a cada infracción. Según la regla de absorción de las penas, en todos los casos
debía imponerse la pena correspondiente al delito más severamente castigado. Y en el sistema de
cúmulo legal o jurídico de las penas, se puede acumular las penas sin que en ningún caso se
sobrepase el límite máximo establecido en la ley).
La decisión de cuál norma aplicar cuando se presenta un concurso de leyes, depende mucho de la
interpretación de las distintas normas que sean posibles aplicar. La doctrina ha elaborado diversos
principios que tienen por finalidad hacer más fácil la aplicación de la norma que corresponda. Los
principios más conocidos son el de especialidad, el de la subsidiariedad y el de consunción.
Siguiendo el principio de especialidad, cuando haya concurso entre varias normas, se aplicará la
ley más especial. Esto es el tipo que mejor se ajusta al caso en particular (Ej. El homicidio
cometido por un hijo: el homicidio es la norma general, mientras que el parricidio es la norma
especial). Siguiendo el principio de subsidiariedad, se pretende aplicar la norma general frente a la
subsidiaria (en el caso de un homicidio y de una tentativa de homicidio). Y según el principio de
consunción, si un hecho se subsume dentro de otro, se aplicará la norma que prohíbe este último.
Se trata de que un mismo hecho no sea juzgado doblemente, ni que una persona sea sancionada
dos veces por un mismo hecho (principio de ne bis in idem).
El Código Penal Dominicano acoge el sistema de no cúmulo de penas, pero solo en cuanto a los
crímenes y delitos, ya que en el caso de las contravenciones se admite el cúmulo de las penas.
9.10. Consecuencias de la regla de no cúmulo o absorción de las penas.
La regla del no cúmulo o absorción de las penas, tiene como consecuencia que se aplique solo la
pena más grave. Esto es que la pena más grave absorbe a las demás, y se entiende en ese
sentido que se encuentran contenidas dentro de esta pena (de la pena más grave).
Como hemos dicho, solo no aplica esta regla en el caso de las contravenciones, pero también en
relación a algunos tipos penales, tal es el caso del artículo 49 de la ley 36, que establece el cúmulo
de penas cuando dispone que todas las sanciones establecidas para las armas de fuego, serán
aplicadas sin perjuicio de aquellas en que pueda incurrir el imputado por otros hechos punibles
cometidos por él correlativamente con aquellos incriminados por dicha ley.
Y en cuanto a la evasión de prisioneros, ya que dispone que en estos casos, la pena impuesta por
la evasión se cumplirá inmediatamente después de cumplida su condena, o después que se le
descargue de la instancia a que dio lugar al imputación del crimen o delito que motivó su prisión.
En el ámbito jurídico, el principal instrumento con que cuenta el Estado como medio de reacción
contra el delito es la pena, de ahí que se diga que la pena es la consecuencia jurídica de los actos
reprochados por el derecho penal.
Desde el punto de vista de quien la sufre, la pena siempre implicará la privación forzosa de
derechos subjetivos, como la vida, la libertad o el derecho de propiedad sobre bienes materiales,
impuesta a quien es declarado culpable de la realización de un acto considerado socialmente
dañoso y relevante para el derecho penal.
b) Las teorías relativas, que legitiman el poder punitivo del Estado en función de la
persecución de un fin preventivo: prevención general y prevención especial.
Pero, desde el punto de vista negativo de la pena, la misma es considerado como el instrumento
menos efectivo de todos los que existen como medio de solución de la conflictividad social, porque
además de que es un mero hecho de poder político del que es imposible deducir ningún
fundamento jurídico racionalmente concebible, tampoco sirve para alcanzar los fines proyectados
en las legislaciones penales, muy por el contrario, los resultados que de ella se derivan son, por lo
general, opuestos a los pregonados en los discursos legitimantes. En palabras de Zaffaroni, la
pena es “(a) una coerción, (b) que impone una privación de derechos o un dolor (c) que no repara
ni restituye, y (d) ni tampoco detiene las lesiones en curso ni neutraliza los peligros inminentes.
Pero, en sentido general, la pena se define como la sanción jurídica y proporcional basada en la
culpabilidad que surge como consecuencia de un acto delictivo.
La medida de seguridad, en cambio, no es la consecuencia de una mala acción o delito, sino del
estado peligroso del autor y se dirige tanto a imputables como a inimputables. Pero, para su
imposición se requieren unas condiciones mínimas: que debe estar definida en la ley, debe tener
un carácter jurisdiccional; su aplicación debe tener la realización de un hecho delictivo como
presupuesto fundamental; y debe seguir un fin de protección social y de readaptación.
Determinar la pena es establecer la consecuencia jurídica que habrá de derivarse de cada delito.
Una pena implica siempre la afectación de uno o varios de los bienes jurídicos de los que es titular
el condenado. En consecuencia, la determinación de la pena implica establecer cuál es el bien
jurídico que se va a afectar, por cuánto tiempo y en qué condiciones o modalidad.
Históricamente han existido distintos sistemas de determinación de la pena, entre los cuales
podríamos señalar: el judicial, el legal y el mixto. En el primero, la determinación de la pena queda
en poder del juzgador, preponderantemente, quien, en virtud de su libre arbitrio determina el tipo
de pena, su extensión y la modalidad de cumplimiento. A partir del sistema legal o absoluto, le fue
suprimida totalmente a los jueces la facultad de establecer penas discrecionalmente: se asigna a
cada delito una pena absolutamente determinada, no susceptible de ser modificada por el
juzgador.
Y en el sistema flexible o mixto, el legislador fija los límites mínimos y máximos de la pena,
permitiéndole al Juez la posibilidad de desplazarse discrecionalmente en un rango considerable
dentro el cual podría fijar el monto exacto de la pena en función de criterios de justicia y equidad.
10.3. Pena y medida de seguridad.
La distinción entre pena y medida de seguridad pudo establecerse a través de la finalidad de cada
uno de esos instrumentos de reacción frente al delito. Si la pena tenía un fin expiatorio, la medida
tenía un fin tutelar. Si la pena es la consecuencia del hecho culpable, la medida es la consecuencia
del estado peligroso. Si la pena es para imputables, la medida es para inimputables.
Pero esos criterios de diferenciación han tenido que ir siendo abandonados en la medida en que
las teorías preventivas han ido proyectando una finalidad de carácter preventivo a la pena, lo que
ha traído como consecuencia que tanto la pena como la medida de seguridad sirvan a los mismos
fines. En la actualidad, las medidas de seguridad se le aplican tanto a imputables como a
inimputables.
Según el sistema vicarial o de aplicación conjunta, la pena es una reacción que mira al pasado,
porque presupone entonces la culpabilidad del autor por la comisión de un hecho antijurídico. La
medida de seguridad en cambio mira hacia el futuro, ya que presupone una peligrosidad duradera
del autor.
Al igual que la pena, la medida de seguridad se rige por el principio de legalidad, en el sentido de
que toda medida debe de estar prevista en la ley y en virtud de presupuestos previamente
establecidos. De igual modo deben ser impuestas por un órgano jurisdiccional, mediante un
proceso y por último la medida de seguridad debe ser proporcional, tomando como base el hecho
que la genera.
Existen diversos criterios que afirman por un lado, que el fin de la pena se basa en la retribución
(causación de un mal a causa de un mal), que corresponde a las teorías absolutas del derecho,
que ubican en el fin de la pena la retribución por el mal causado; el criterio de prevención (especial
y general), que establece que la pena tiene como fin la prevención de futuros delitos, y en ese
sentido plantea que la pena procura que la sociedad, en sentido general se abstenga de cometer
delitos, y que en sentido especial, la aplicabilidad de la pena, propugna que con la aplicabilidad de
la pena y con el sistema de resocialización se prevengan delitos posteriores de aquel que ha sido
sancionado.
Y también están la teoría unificadora, que plantea que la pena tiene en sí, fines preventivos, tanto
generales como especiales, como también fines retribucioncitas, y que cada fin se hace evidente
atendiendo a diversas fases o etapas.
Por naturaleza, toda pena implica una lesión a algún derecho fundamental, que puede ser la
libertad, la vida, la integridad física, el patrimonio, los derechos civiles y políticos, etc. El hecho de
que esa agresión esté formalmente legitimada por el derecho sobre la base de justificaciones
políticas razonables (Derecho del ius puniendi del Estado) o no, es una circunstancia que no
desnaturaliza el carácter lesivo a los derechos fundamentales que posee toda pena.
Y así han referido algunos doctrinarios, que las penas constituye serias violaciones a los derechos
humanos.
10.6. El principio de resocialización.
La pena siempre debe ser determinada a partir de los principios de culpabilidad y proporcionalidad,
sin embargo, la ejecución o el cumplimiento debe ser definido mediante un sistema integral que
incluya privación de libertad por internamiento, cumplimiento de metas educativas y terapéuticas,
cambios positivos en la conducta, pudiéndose variar el internamiento total por modalidades de
cumplimiento fuera de los centros penitenciarios.
Clasificación en función del bien jurídico afectado. En función de esta clasificación, las penas
pueden ser privativas de libertad (reclusión mayor, reclusión menor prisión correccional y arresto),
privativas de derechos (la interdicción por determinado tiempo de ciertos derechos cívicos, civiles y
de familia, y la degradación cívica), y pecuniarias (multa).
También existen las llamadas penas fijas y penas flexibles. Siendo las fijas aquellas que no
admiten un razonamiento de proporcionalidad por parte del Juez, es decir que no tienen un rango
(de uno a cinco años), sino que establece una única pena a aplicar (20 años, por ejemplo). Y son
flexibles aquellas penas que dejan un margen de discrecionalidad al Juez (de 5 a 20 años).
Es decir que en su configuración tienen un mínimo aplicable, como un máximo. Dentro de las
penas fijas se encuentran la modalidad de reclusión mayor de 20 y 30 años, y dentro de las penas
flexibles podemos citar, la modalidad de reclusión mayor de 3-20, de 5-20, de 3-10 años; las penas
de detención, que son de 3 a 10 años; las de reclusión menor, de 2 a 5 años; como las penas
correccionales, de 6 meses a 2 años.
Según estas teorías, la pena se justifica como retribución justa. Es la sanción o mal impuesto al
delincuente para que pague el precio de haber quebrantado la ley penal.
En nuestro Código Penal de origen francés, el propio legislador deja claro que la finalidad de la
reacción estatal frente a los delitos más graves es afligir al condenado (penas aflictivas), es decir,
causarle un dolor o sufrimiento para que pague por el daño que causó a su víctima y a la sociedad.
Otro fin perseguido con la pena en nuestra legislación originaria es infamar (penas infamantes),
esta tiene por finalidad deshonrar a los condenados. La degradación cívica es un ejemplo de una
pena infamante. Algunos ejemplos clásicos de penas aflictivas, es la muerte, los trabajos públicos y
la reclusión. Pero en la actualidad, en nuestra legislación, ya han sido suprimidas las dos
primeras, por lo que solo prevalece la reclusión.
Esta teoría considera que las penas debían ser intimidatorias; que son útiles y necesarias, pero
que deben ser justas.
El sistema de justicia penal dominicano, conforme ha ido adoptando los avances que sean
producido en el campo de las ciencias penales, cuenta en la actualidad con un sistema mixto de
reacción contra el delito, compatible con la teoría de la unión.
Ahora bien, los verdaderos instrumentos normativos que de forma decisiva incorporan toda una
filosofía moderna sobre el fin preventivo especial de la pena, con marcado énfasis hacia la
resocialización, lo constituyen la ley 164 de 1980, sobre la libertad condicional y la ley 224, del
1984, sobre régimen penitenciario.
Ambas leyes tienen dos aspectos importantes en común, y es que crean un régimen de penas y
medidas de seguridad diferentes a la estructura clásica que habíamos venido utilizando a través
del código Penal, y lo segundo es que las dos legislaciones poseen una configuración punitiva
basada en la prevención general, eso así por el marcado interés del legislador porque el sistema
de penas establecido se constituyera en un instrumento de intimidación para disuadir tanto el
tráfico de drogas, como la violencia intrafamiliar.
La ley 50-88, en su estructura punitiva denomina todas las penas restrictivas de libertad como
prisión, abandonando la clasificación tradicional de las penas en función de su gravedad que las
divide en reclusión mayor, reclusión menor, prisión y arresto. Sin embargo, se mantiene más o
menos fiel a la tradición con respecto a las escalas de penas flexibles y en las penas únicas o fijas.
Es por ello que constituye una constante en esta ley, la prisión de seis meses a dos años, de 2 a 5,
de 3 a 10, de 5 a 20 y la pena única de 30 años.
Como novedad esta ley trajo consigo la suspensión de un año de las operaciones en contra de
importadores, fabricantes, distribuidores de determinadas sustancias sin cumplir con las
condiciones requeridas en la propia ley; la clausura de determinados establecimientos, la
suspensión del ejercicio profesional para los regentes de farmacias. Y, en su artículo 86 prohíbe
aplicar circunstancias atenuantes a los declarados culpables de violación de la ley 50-88.
Por su parte, la ley 24-97, significó un agravamiento de todas las consecuencias jurídicas
derivadas de las infracciones relacionadas con la violencia contra la mujer o violencia doméstica o
intrafamiliar, con el objetivo de prevenir este tipo de violencias a través de las amenazas punitivas
de alto perfil, así como mediante el establecimiento de un conjunto de medidas de seguridad que al
aplicarse sirvieran de protección al miembro familiar agredido o en riesgo de seguir siendo
maltratado. También establece una prohibición para la aplicación de circunstancias atenuantes en
los casos de violencia e incesto.
En cuanto a las medidas de seguridad, la ley 50-88, establece como una de ellas, el envío del
procesado, cuando se compruebe su situación de adicto, a un centro de desintoxicación y
rehabilitación. Y la ley 24-97, dispuso que se pudieran aplicar conjuntamente penas y medidas de
seguridad. A tales fines estableció un sistema de medidas de seguridad (orden de protección) de
carácter cautelar aplicables previa a la instrucción y juicio, a saber:
Principio de Legalidad. Postula porque no hay delitos ni penas sino es en virtud de una
determinación legal: nullum crimen nulla pena sine lege penale. En virtud de este principio, es al
legislador a quien le corresponde la facultad de crear un marco general de punición para cada
delito, en el que se establece la identidad de las penas o las medidas de seguridad, su límite
temporal y las condiciones de ejecución.
Respeto a la dignidad humana. Considera que la pena, bajo ninguna circunstancia debe implicar
una agresión o violación al derecho fundamental que tiene todo individuo a que se respete su
dignidad humana. En consecuencia, no podrá establecerse, pronunciarse ni aplicarse en ningún
caso la pena de muerte, ni las torturas, ni ninguna otra pena o procedimiento vejatorio o que
implique la pérdida o disminución de la integridad física o de la salud del individuo.
Principio de Proporcionalidad. Que procura que el sacrificio del derecho sea equilibrado con
respecto al grado de satisfacción del interés público perseguido que se alcanza en el caso
concreto. Para la efectividad de este principio, se requiere que se realicen tres juicios. El juicio de
idoneidad, de necesidad y de proporcionalidad, propiamente dicho. El de idoneidad, según el cual,
la pena debe ser idónea para alcanzar el fin propuesto. En cuanto a la necesidad, debe ser
necesaria, en el sentido de que no exista otra pena más moderada o con un menor grado de
afectación para la preservación de los derechos de la persona que va a ser afectada por la pena. Y
en cuanto a la proporcionalidad, que la pena no resulte desmedida en comparación con la
gravedad de los hechos y las condiciones particulares del sujeto.
El juicio sobre la pena se encuentra previsto en el artículo 375 y siguientes del CPD, al disponer lo
relativo a la división del juicio.
Que tanto la imposición del tipo de pena, como del monto, sea fruto de un examen objetivo y
profundo de las condiciones objetivas y subjetivas relacionadas con el imputado, el contexto social
y las condiciones de la víctima, y es por ello, que se requiere la presentación obligatoria de un
informe, que debe ser valorado por los jueces antes de decidir acerca de la pena.
El numeral 1, del artículo 426 del Código Procesal Penal establece como uno de los motivos para
recurrir en casación “cuando en la sentencia de condena se impone una pena privativa de libertad
mayor a 10 años”.
10.15. Judicialización de la ejecución de la pena.
El órgano creado para hacer efectivo el control judicial de la ejecución de la pena es el Juez de la
Ejecución, de conformidad con lo establecido en el artículo 74 del Código Procesal Penal.
La ejecución de una pena privativa de libertad debe llevarse a cabo solo en el ámbito de la libertad
del individuo y en la restricción de derechos expresamente establecida en el Código Penal como
penas accesorias. No puede bajo ninguna circunstancia afectar otros derechos como el disfrute de
una alimentación adecuada, un trato digno por parte de las autoridades penitenciarias, condiciones
de habitabilidad aceptables, respeto a la integridad física, posibilidad objetiva de entretenimiento,
acceso a programas educativos, asistencia sanitaria efectiva, etc. Y el Tribunal de Control de
Ejecución de la pena está para velar porque estas condiciones mínimas se cumplan o se lleven a
cabo bajo fiel ejecución.
OTROS TEMAS:
La teoría del delito facilita una interpretación sistemáticamente orgánica del sistema jurídico.
Descubre las conexiones internas de las normas jurídicos–penales, evitando con ello lagunas y
contradicciones. Facilita una función crítica de la ley penal, colaborando técnicamente en la
formulación de las eventuales reformas legislativas que se proyecten.
Una de las funciones más trascendentales y que definen con mayor nitidez el papel político
criminal del sistema del hecho punible, es acentuar la tarea de manifestación fiel de los principios y
garantías constitucionales y de todas sus consecuencias, en la determinación de la punibilidad de
una conducta.
Básicamente la teoría del delito tiene por misión asegurarse de que ninguna conducta vaya a ser
punible si la interpretación de las consecuencias de alguna garantía constitucional indica la
presencia de algún obstáculo para ello. Es de ahí que se dice que las garantías constitucionales
también constituyen límites innegables para el sistema del hecho punible, o para la teoría del
delito.
La teoría del delito se trata de una de las manifestaciones de la política criminal. Política que se
formula a través de dos manifestaciones claras: por un lado, el derecho penal sustantivo y, por
otro, el derecho procesal penal o sistema de enjuiciamiento. La teoría del delito es la parte del
derecho penal sustantivo que tiene por objeto la aplicación racional de las normas jurídicos
penales-generales y tipos penales de la parte especial.
Hay tantos niveles de subsunción como niveles analíticos tiene la teoría del delito.
La solución del caso no es la que parezca mejor al que juzga, sino la que disponen las normas
legales, esto en vista del principio de legalidad.
Es necesario que se tenga en cuenta que el caso no le viene representado al intérprete en una
formulación pura, sino como un conglomerado de datos de un sector de la realidad que requiere un
trabajo de separación de lo importante y lo no importante para que pueda ser transformado en el
supuesto de hecho que se requiere para trabajar en su solución. La lectura correcta del caso es la
primera tarea que tiene el interprete, y cualquiera falta de precisión en esta etapa, llevara a
soluciones incorrectas en el proceso de subsunción.
Las decisiones deben ser tomadas en audiencias públicas y contradictorias. En ellas se debe llevar
adelante el mayor trabajo del juez. Claro está que esas audiencias se pueden desarrollar de un
modo formalista, como simple “vista de causas” o “audiencias “in voce”, donde las partes se
presentan pero no hay una verdadera discusión. El nuevo sistema busca que las decisiones
judiciales (o la gran mayoría de ellas) se tomen en audiencias orales donde las partes litiguen y
presenten, cuando sea necesario y según el tipo de decisión, su prueba y sus argumentos. La sala
de audiencia es el lugar de trabajo del juez y de las partes. Cuantas más audiencias se realizan,
cuanto más se litiga en esas audiencias y cuando los jueces toman sus decisiones sobre la base
delo que se ha discutido delante de ellos en la sala de audiencias, más avanza la cultura
adversaria y se dejan atrás las prácticas inquisitoriales. En los sistemas donde se hacen pocas
audiencias (en especial las audiencias en la etapa preparatoria) más se fortalece la tradición
inquisitorial.
Bajo todas sus formas, ya sea en su nudo papel de víctima o cuando asume su papel de acusador
articular, la participación de la víctima empuja al sistema hacia sus formas adversariales, cámbiala
dinámica de trabajo de los fiscales. En contextos procesales en los que el Ministerio Público no
tiene mucha práctica o no está suficientemente organizado, las posibilidades de que en esa
institución se reconstruyan las prácticas inquisitoriales es muy grande. Uno de los mejores
instrumentos para detener esa tendencia a la burocratización del Ministerio Público es el contacto
de los fiscales con las víctimas y que ellos asuman claramente un rol de defensa de sus intereses.
Cuanto más estrecha es la relación víctima-fiscales, más se pueden contrarrestar las tendencias
inquisitoriales de la persecución penal.
No obstante, existen otras instituciones y muchas otras reglas de actuación a las que también hay
que prestar atención, pero las señaladas son especialmente útiles a la hora de fortalecer las
tendencias adversariales del sistema en su lucha contra la tradición inquisitorial.
Claro que existen otras normas, reglas o instituciones a las que se les debe prestar atención, pero
es muy importante tomar conciencia que no se puede lograr todo al mismo tiempo, salvo que nos
interese construir ficciones. Por lo tanto, lo que hemos señalado son instituciones prioritarias, a las
que se les debe prestar especial atención para que el nuevo sistema de justicia penal avance.
Cuesta que en la forma de actuar de los jueces, fiscales o abogados y de quienes dirigen o
administran las instituciones judiciales se cree una clara conciencia de la prioridad de ciertas
instituciones sobre otras. Ha sido preferible desconocer el funcionamiento real del sistema de
justicia penal antes que concentrar energías y recursos en aquellas reglas que deben ser
preservadas ante todo.
1. Todo el campo de la justicia penal está atravesado por dos grandes fuerzas que configuran las
instituciones y las prácticas de todos los actores y generan reglas de juego. Por una parte, se
busca que el programa punitivo del Estado, es decir, que las decisiones de utilizar la violencia del
Estado (cárcel) en determinados conflictos que han sido entonces definidos como delitos sean
efectivas. El objetivo es, visto desde esta perspectiva, la construcción de una persecución penal
efectiva y la gran tarea por delante es reducirlos enormes niveles de impunidad que existen, en
especial en los delitos más graves, los que causan más daño a la sociedad. Por otra parte, se
busca que al utilizar el poder penal del Estado no se produzcan abusos y arbitrariedades que
puedan arruinar la vida de una persona. Por ello se construyen límites. Al conjunto de esos límites
los conocemos como sistema de garantías y el objetivo es proteger a cada ciudadano del peligro
del uso arbitrario, injusto o ilegal del poder penal.
Se nos hace fácil muchas veces quedarnos atrapados en la simple idea con la que expresamos un
ideal tranquilizador. Como concepto, es decir, como herramienta para entender lo que ocurre, el
mismo no es tan útil porque no nos llama la atención suficientemente sobre el problema real y
principal, que es ir resolviendo en la actuación cotidiana las tensiones que atraviesan el trabajo de
la justicia penal. En particular no nos llama la atención quedarnos situados en una cómoda idea de
“armonía” en las grandes tareas que tenemos por delante: por una parte, construir lo más
rápidamente posible un sistema eficiente y eficaz de persecución penal, que no funde su falsa
eficiencia en el abuso de poder y, por la otra parte, sostener los derechos fundamentales y las
garantías judiciales en un contexto social y de violencia y grandes reclamos. Es preferible estar
atentos a la existencia de estas tensiones antes que acomodarnos en ideas que nos permiten
construir ficciones que ocultan el funcionamiento real del sistema penal.
3. Ese punto de equilibrio es inestable y variado. Cambia según los momentos de la sociedad y
cambia también según la clase de los delitos y las condiciones reales de la persecución penal y de
la defensa de los derechos. Lo que empuja a que este equilibrio sea inestable son siempre otras
fuerzas sociales. Tanto la fuerza de la eficiencia o de las garantías está sustentada en otras
fuerzas. No debemos pensar en esta antinomia como si se tratara de principios vs. realidad. En
ambas dimensiones existen problemas bien reales. Por una parte, existe el dolor de las víctimas
que son afectadas por el delito, la inseguridad de la vida cotidiana y el temor generalizado que eso
genera. Por el otro, tenemos la realidad de los abusos de poder, de las prisiones prolongadas, de
los juicios sin defensa, de las condiciones carcelarias inhumanas o del abuso y brutalidad policial.
Estas son dimensiones igualmente reales.
4 Pero el utilizar esta antinomia fundamental como concepto básico de comprensión no significa
que ella nos muestre el problema principal que en estos momentos debemos resolver.
Lamentablemente el problema principal de nuestros sistemas es que funciona mal en ambas
dimensiones. Hoy contamos con un sistema de investigación y de persecución penal notoriamente
ineficiente y al mismo tiempo con un sistema de garantías también débil e ineficiente. Es
fundamental comprender que ambas debilidades no dependen una de otra. El sistema de
investigación no es ineficiente por culpa de que existen muchas garantías ni el sistema de
garantías es débil por culpa de la eficiencia de la persecución penal. Ambas debilidades son
autónomas y tienen causas propias. Sin embargo, como es bastante común que se culpe a la
existencia de derechos del imputado por la ineficacia de la investigación, o que se culpe a la
existencia de una persecución penal por la falta de derechos del imputado, al uso de esa argucia la
denominamos falsas antinomias. La superación de las falsas antinomias es la tarea principal que
debemos encarar, porque ellas ocultan los verdaderos problemas.
Cuando hablamos de “problemas reales” sería muy importante contar con información precisa
sobre el funcionamiento del sistema. Todavía no contamos con buenos sistemas de información
que permitan construir una política criminal de base empírica. Existen muchos problemas en este
punto, las estadísticas son endebles, no se comparte la información entre los actores, no existen
analistas ni investigaciones o se realiza un verdadero seguimiento de la obtención de resultados.
5. Por ejemplo, la incapacidad del ministerio público de preparar los casos, trabajar en equipo con
la policía de investigaciones, contar con una organización moderna, eficiente y que asigne
inteligentemente los recursos, no tiene ninguna relación con la existencia de derechos del
imputado sino con deficiencias propias del ministerio público. Por otra parte, la falta de defensa
efectiva de los imputados o la demora en ser juzgados tampoco guarda relación con la eficiencia
de la persecución penal sino que se vincula con la debilidad de la defensa pública, la falta de
organización de las audiencias, la ineficiencia del sistema de fianzas, etc. Superar las falsas
antinomias es el modo de prepararnos para solucionar los verdaderos problemas reconociendo sus
verdaderas causas y no discursos de justificación que nos eximen de afrontar y solucionar las
deficiencias.
Veamos que el nuevo Código Procesal Penal en los artículos 88 al 94 establece las bases para el
trabajo en común con los órganos auxiliares de investigación y sienta las bases también para una
adecuada relación entre ellos. Le corresponde a la restante legislación del Ministerio Público y de
la Policía y en especial a las formas concretas de organización que asuman desarrollar esta forma
mancomunada de trabajo. Algo similar ocurre con la organización de la defensa pública. Decir que
estas tareas no se pueden cumplir por el aumento del derecho de los imputados es evidentemente
falso. La dificultad para llevarlas adelante tiene que ver con la burocratización o con las costumbres
o con los privilegios que algunos sectores gozan gracias a la impunidad, pero no guarda relación
con el aumento de las garantías judiciales.
1. Uno de los mayores problemas de los sistemas de tipo inquisitorial es que han abandonado la
idea de tutela judicial de la víctima. Si bien a ella se la nombra en los discursos y en los reclamos,
en la realidad del sistema de justicia penal la víctima está desprotegida y abandonada y su lugar es
ocupado por un Ministerio Público que en los hechos, en su práctica cotidiana no se ocupa de ella.
Uno de los objetivos del sistema adversarial es recuperar en la práctica el lugar de la víctima y
protegerla de un modo efectivo. Ello se logra de dos maneras: por una parte, evitando que los
fiscales se abstraigan del problema de la víctima, que no se piensen a sí mismos como
funcionarios que defienden un concepto abstracto (el interés general, la sociedad, la legalidad, etc.)
y no se ocupan de las víctimas concretas de carne y hueso que tienen en frente. Cuando decimos
que los fiscales son los abogados de las víctimas, queremos destacar esta necesidad. Por otra
parte, es necesario permitir que la víctima misma asuma un papel importante como acusador
dentro del proceso penal en defensa de sus propios intereses.
2. La primera dimensión influye en la forma en que el Ministerio Público organiza sus tareas de un
modo concreto. En primer lugar, esta nueva actitud se debe poner de manifiesto en la manera
como se trata y se atiende a la víctima. Ella no es la portadora de información que necesita el
fiscal, sino que es la razón de su trabajo. En todo delito hay siempre víctimas concretas. Algunas
veces, son fácilmente identificables, como en un robo, unas lesiones, una estafa o un abuso
sexual. Otras veces son víctimas grupales, comunitarias, colectivas y aun cuando usamos
conceptos tales como “ese delito afecta a la sociedad en su conjunto” ello no es una abstracción
sino el conjunto de dominicanos de carne y hueso. Por otra parte, estos niveles y clases de
víctimas son concurrentes, de tal modo que cuando decimos que un robo violento también afecta a
la sociedad esto quiere decir que dos tipos de víctimas concurren en el daño, con las
particularidades propias década una, pero nunca que una desplace a la otra. En segundo lugar,
esta nueva actitud se debe manifestar en el modo como se prepare el caso. El fiscal debe defender
el interés de la víctima y para ello debe saber con claridad cuál es ese interés. Cuando existan
concurrencias de víctimas deberá atender a todos y si ellos son incompatibles sólo allí deberá darle
primacía al interés preponderante. En tercer lugar, el modelo organizacional del ministerio público
debe ser lo suficientemente abierto como para que sea amable para la víctima, un lugar
institucional donde ella sepa que puede recurrir.
3. Pero este principio es condición necesaria más no suficiente. Ha sido tan intensa la tentación de
utilizar el poder penal para fines espurios que las distintas generaciones (en este campo es
fundamental la perspectiva histórica) han construido otros límites complementarios del principio del
hecho. En primer lugar es necesario calificar ese hecho. Por lo tanto, además de su existencia, se
requerirá que ese hecho esté previsto en la ley como delito. El principio de legalidad que
expresamos con la fórmula “nulluncrimen, nulla poena sine lege” expresa esta necesidad y esta
conquista. Pero tampoco ha sido suficiente con este nuevo principio, ya que la existencia de delitos
fijados con anterioridad al hecho no ha sido suficiente para frenar la arbitrariedad y, en particular,
no ha impedido que se le atribuyan a las personas hecho respecto de los cuales, en realidad, no
eran responsables. Por tal motivo, además de un hecho, previsto con anterioridad por la ley, se
exige que ese hecho sea de tal naturaleza que se pueda decidir que la persona juzgada es
responsable de él, es decir, que lo cometió a pesar de que podía evitarlo. Este principio es lo que
conocemos como principio de culpabilidad.
4. Pareciera que con estos resguardos podemos sentirnos fortalecidos. Sin embargo, la
experiencia histórica también ha demostrado que el poder penal no siempre se ha utilizado para
lograr verdaderas finalidades sociales o se lo ha usado desmedidamente. Por eso, también otras
generaciones han creído que eran necesarios otros límites. En primer lugar, se debe asegurar que
ese hecho del cual soy culpable haya causado un verdadero daño a un tercero. Así evitamos que
el poder penal se utilice para lograr finalidades morales (impropio de la actividad estatal) o
simplemente para fortalecer la autoridad del Estado sin importar si se ha causado algún daño a
otros ciudadanos. Para tratar de evitar estas distorsiones se ha fortalecido el principio de lesividad
(no se puede castigar a alguien si no ha causado un daño a terceros, no se la puede castigar por la
simple desobediencia). Por otra parte, el poder penal y sus instrumentos principales, en particular
la cárcel, es un instrumento muy violento, una forma de intervención en los conflictos de alta
intensidad y se debe evitar que se lo utilice más allá de su justa medida y austeramente (economía
de la violencia). Con este principio de “proporcionalidad” buscamos evitar el efecto de un desborde
del poner punitivo.
6. Pero de poco servirían tantos resguardos si el modo como se comprueba la existencia de esos
requisitos es, en sí mismo, arbitrario. El modo como el juez debe comprobar la existencia de lo que
le proponen los acusadores está sujeto a reglas de conocimiento que constituyen el juicio oral y
público. En primer lugar, de poco servirían tantos resguardos sial juez ya tiene tomada su decisión
antes de conocer las pruebas de los acusadores, tiene preconceptos o prejuicios acerca de lo que
debe decidir o no formará su convicción en base a lo que ocurra en la sala de audiencia sino en
base a otra fuente (documentos, expedientes, etc.). Por ello el juez debe ser imparcial, debe actuar
como tal, y debe construir su decisión sobre la base de lo que las partes le presentan en la sala de
audiencia y él observa directamente (inmediación).
7. Esta decisión del juez no puede ser el resultado de un análisis unilateral. Para que pueda estar
seguro de que su decisión no es arbitraria o incompleta, debe escuchar los argumentos de ambas
partes y permitir que cada una de ellas le brinde los elementos que apoyan su versión del caso y
que puedan examinar las pruebas y los argumentos de su contraparte. El principio de
contradicción, que asegura el carácter adversarial del juicio, es central para permitir que el juez
construya una sentencia segura basada en la fortaleza de las pruebas y su análisis y no en
presunciones de culpabilidad. La imparcialidad del juez y las reglas adversariales del litigio son las
dos caras de una misma moneda. Un juez no puede ser imparcial sino asiste a un litigio adversarial
y no se respetan las reglas de la contradicción si el litigio no se lleva delante de un juez imparcial.
Esto muestra la enorme importancia de respetar de un modo estricto estas reglas de juego, pues
estas son lasque hacen que el juicio penal se convierta en una forma de juego limpio, de juicio
justo o regular.
8. Por otra parte, la posibilidad de que esa decisión sea arbitraria o que se violen las reglas de la
imparcialidad y contradicción aumentan si toda esta actividad se hace de un modo secreto o poco
transparente. Además, existe una larga experiencia de los males que ha causado una justicia penal
secreta. El principio de publicidad asegura que la sociedad pueda controlar que en el juicio se
cumplen las reglas y que las decisiones de los jueces se funden en lo que ocurrió en la sala de
audiencias. Vemos, pues, que cuando decimos que una persona tiene derecho a un juicio antes de
ser condenada, lo que queremos decir es que la decisión de imponerle una pena sólo se puede
tomar después de permitir que esa persona se entere del hecho por el cual es acusada, los
acusadores estén obligados a presentar la prueba de su imputación, ella pueda presentar su
versión de lo ocurrido, presentar su propia prueba, examinar la prueba de los acusadores y discutir
sus argumentos. Decimos, también, que el juez debe tomar la decisión sobre la exclusiva base de
lo que pudo observar y escuchar en esa sala de audiencias y sobre la base de los argumentos y
peticiones de las partes. Finalmente, decimos que todo esto se debe realizar de un modo público y
transparente para que, por más que la decisión final siempre va a dejar a alguien descontento,
todos puedan aprobar que las reglas de juego fueron respetadas y no hubo nada arbitrario. Para
asegurar esta idea tan simple pero tan importante en el desarrollo de una administración de justicia
confiable para la ciudadanía, existe el sistema de garantías.
9. Por otro lado, las partes para fundar sus peticiones deberán presentar información, datos que
permitan reconstruir lo que ha sucedido. Así como el sistema de garantías fija reglas específicas
acerca de lo que debemos entender como un hecho, o fija reglas muy claras acerca de cómo se
debe discutir y decidir, también fija reglas acerca de cómo recolectar, presentar, examinar y
reconstruir la información que permite tomar la decisión. La presentación y el examen y la
discusión sobre la información que nos permite reconstruir lo sucedido y tomar una decisión, es el
núcleo central del debate oral y público y por ello es indispensable que las partes tengan capacidad
para hacerlo (técnicas de litigación). Desde el punto de vista del sistema de garantías, existen
reglas de prueba que establecen límites a la obtención, producción y presentación de la
información, así como reglas acerca del uso posible de la información obtenida de un modo
irregular(prueba ilícita) o la conectada con ella (los frutos del árbol envenenado). Desde el punto de
vista de la valoración de la prueba, existen estándares probatorios que señalan el tipoy el nivel de
información que se necesita para que una decisión no sea arbitraria y esté bien fundada.
En estas líneas abordamos la unidad sobre el procedimiento preparatorio para la Escuela Nacional
de la Judicatura, según las exigencias previamente establecidas en el programa para los cursos de
capacitación de los funcionarios judiciales y para el resto de los operadores del sistema judicial:
defensores públicos, fiscales y policías. En el texto agregamos otros aspectos que en nuestra
opinión también son de gran importancia para abordar la comprensión de esta fase del
procedimiento.
Dentro del procedimiento preparatorio podemos ubicar lo que el propio Código denomina las
“diligencias preliminares”, es decir las indagaciones propias que realiza la policía inmediatamente
después de haber tenido noticia de la posible existencia de un hecho delictivo.
Para proceder a realizar su investigación, la policía tiene una serie de atribuciones que son
señaladas en forma concreta en las disposiciones relativas a los medios de prueba (arts. 166 y ss.
del CPP), como por ejemplo practicar inspecciones (173 CPP), levantamiento e identificación de
cadáveres (174 CPP), practicar registros de personas, lugares o cosas, salvo el que requiere orden
de juez (arts. 175 y 180), entrevistar personas presentes en el lugar del hecho (274 CPP), y lasque
establezcan otras leyes especiales que no contradigan las exigencias previstas en el nuevo Código
Procesal Penal5.
Incluso la policía puede arrestar a una persona cuando se trate de delitos cometidos en flagrancia,
de reos prófugos y cuando tiene en su poder evidencias que permitan deducir que puede ser autor
5Sobre el tema véanse NUVOLONE, Pietro. ¨Segreto istruttorio e informazione¨ En: La ricerca sulla giustizia del Centro per la Riforma
dello Statto. Quali Garanzie (Italia), 199?. pp. 416 ss; y CASTILLO GONZÁLEZ, Francisco. ¨La publicidad en el Código Procesal
Penal¨ En: Revista de Ciencias Penales. San José, 1977. N° 32 pp. 11 y ss.
de un delito y existe la posibilidad de que pueda fugarse (art. 224 CPP). Para tales efectos la
policía debe ponerla inmediatamente a la orden del Ministerio Público, para que éste valore la
situación o si lo estima procedente pida al Juez la aplicación de una medida de coerción, dentro de
las veinticuatro horas contadas a partir de la captura (artículo 224 CPP), para lo cual debe seguir
todas las medidas señaladas en el artículo 276 CPP
La idea de realizar una investigación preparatoria no es nueva. “El antecedente más remoto de
procedimiento preparatorio dirigido por el acusador puede ubicarse en el enjuiciamiento acusatorio
romano –quaestio, acusatio o iudicium publicum– y su sistema de acusación popular-aunque
parece haber tenido también existencia en el acusatorio griego-”. 6
La investigación que realiza el fiscal constituye la actividad más sobresaliente y exte nsa del
procedimiento preparatorio, pero no es la única actividad procesal de esta etapa, razón por la cual
no deben asimilarse los conceptos de procedimiento preparatorio con la investigación preparatoria
o preliminar.
Por esa razón, recordemos, se establece como principio que “el juez no puede realizar actos que
impliquen el ejercicio de la acción penal ni el Ministerio Público actos jurisdiccionales” (Artículo
22CPP).
Lo anterior significa que, en principio, ninguna eficacia probatoria debe otorgársele a los actos
cumplidos por el fiscal en la investigación preparatoria, conforme lo establece el propio Código al
disponer que “…las actuaciones contenidas en el registro de investigación no tienen valor
probatorio para fundar la condena del imputado, salvo las actas que este Código autoriza
incorporar al juicio por su lectura…” (artículo 261 CPP).
Como bien se afirma, “... los elementos de convicción que recoja (el fiscal) durante la investigación
preparatoria, sólo tendrán valor para dar fundamento a la acusación o al sobreseimiento, en su
caso. Si se pretendiera utilizar esas pruebas para fundar la sentencia, habrá que reproducirlas
6MAIER, Julio. La investigación penal preparatoria del Ministerio Público. Buenos Aires: Lerner, 1975. p. 30.
7En general sobre la instrucción en el Código Tipo y en los códigos procesales latinoamericanos, cfr. PELLEGRINI GRINOVER,
durante el juicio, bajo el régimen del contradictoria pleno, salvo que hubiesen sido cumplimentadas
con arreglo al régimen de actos definitivos e irreproducibles...”. 8
La regla tiende a evitar que el fiscal se convierta en un órgano receptor de prueba, principalmente
testimonial y en general reproductible, con algún grado de eficacia para la condena del acusado, o
al menos con suficiente poder de convencimiento para prejuiciar a los jueces del debate.
Sin embargo, en virtud de que el fiscal está autorizado en forma expresa para ordenar y practicar
algunos actos probatorios, según lo señalamos antes, también como excepción a la oralidad se
autoriza introducir por lectura al juicio: “1.Los informes, las pruebas documentales y las actas que
este Código expresamente prevé; 2. Las actas de anticipos de prueba…3. Los informes de
peritos…” (art. 312 CPP).
Se trata precisamente de los actos mencionados en el apartado anterior, los que el fiscal puede
ordenar sin autorización jurisdiccional y con plena eficacia probatoria. El riesgo que se corre con
esta posibilidad, como bien se ha expuesto, es que las indagaciones preliminares se conviertan en
la “instrucción formal” del sistema inquisitivo, lo que tiraría por la borda la reforma. 9
Ese riesgo es minimizado ahora al no estar prevista siquiera como posibilidad la introducción al
juicio de testimonios recibidos por el fiscal o la policía en el curso de un interrogatorio ordinario.
Para hacer esa clasificación, aun cuando formalmente la estructura del Código no lo visualiza
como una fase distinta, entendemos –como lo indicamos al inicio- que los actos realizados durante
la audiencia preliminar constituyen una verdadera fase del procedimiento, denominada la fase
intermedia, dirigida a controlar los requerimientos conclusivos del acusador y determinar la
apertura a juicio o una solución diferenciada del conflicto, a través de alguno de los mecanismos
alternativos que se establecen. Por ello excluimos de las labores del “juez de la etapa preparatoria
“las funciones asignadas también al Juez de la instrucción dominicano que corresponden a la fase
intermedia. En efecto, conforme a la distribución de competencias, el nuevo Código Procesal Penal
le atribuye al juez de la instrucción resolver todas las cuestiones en las que la ley requiera la
intervención de un juez durante el procedimiento preparatorio (art. 73 CPP), aunque también le
asigna las funciones que tradicionalmente se le atribuyen al juez del procedimiento intermedio,
como realizar la audiencia preliminar y dictar sentencia, en los casos en que se trata de
funcionarios distintos según la estructura de los tribunales.
8BERTOLINO, Pedro J. ¨El proceso penal mixto: del sistema de juzgados de instrucción clásicos a la instrucción procesal en
contradictorio¨. En: XIV JORNADAS IBEROAMERICANAS DE DERECHO PROCESAL. La Plata, 24 al 27 de Abril de 1994.
Universidad Nacional de la Plata, Argentina, quien realiza una síntesis de las exposiciones de Chiara Diez, Cafferata Nores, Vasquez
Rossi, Sánchez y D’Gregorio, p.372.- En general, sobre la trascendencia probatoria de los actos del fiscal, véanse GALLI, Guido. Il
pubblico ministero nella prospettiva del nuovo codice di procedura penale. cit., pp. 149 ss.; y FERRUA, PAOLO. Il giudice per le
indagine preliminari e l’acquisizione delle prove. cit. pp. 203 y ss
9Tales preocupaciones expresa PISAPIA, Giandomenico. ¨Il nuovo proceso penale: esperienze e prospettive¨. En: Rivista Italiana di
Diritto e Procedura Penale. Nuova Serie, anno XXXVI, Fasc. 1, gennaio-marzo 1993, pp. 17 y ss
Examinaremos en seguida las funciones que no corresponden más al juez de la etapa
preparatoria, para evidenciar la separación que el sistema desea hacer entre las labores del fiscal y
las del juez, con el fin de desterrar -esperemos que para siempre- la sombra inquisitiva del juez
instructor.10
Todas las partes pueden intervenir en el procedimiento preparatorio, incluso las partes civiles.
Particularmente mencionaremos algunos aspectos relacionados con la intervención del imputado,
la defensa, la víctima y el querellante.
El artículo 12 del nuevo Código señala, conforme al derecho constitucional y convencional, quelas
partes intervienen en el proceso en condiciones de igualdad, de forma que para el pleno e
irrestricto ejercicio de sus facultades y derechos, los jueces deben allanar todos los obstáculos que
impidan la vigencia o debiliten este principio.
Desde ese punto de vista se encuentra legitimado para participar en todas las fases del proceso, y
sus derechos también son especialmente regulados en el ordenamiento, en especial conocer el
motivo de su detención y el funcionario que la ordenó; ser asistido desde el primer momento por su
abogado; derecho a presentarse ante el Ministerio Público para que se le informe sobre los hechos
que se le imputan, cuando todavía no ha sido llamado; abstenerse de declarar; no ser sometido a
técnicas ni métodos que alteren su libre voluntad o atenten contra su dignidad, etc.(véase en
especial art. 95 CPP).11
10Véanse las críticas que se formulan a las funciones del juez de la instrucción en el nuevo Código Procesal Penal de la Nación, en
Argentina, puesto que por intervenir en la investigación se estima que el nuevo texto “...no ha superado el modelo inquisitivo de la
legislación derogada...” CHERÑAVSKY, Nora y LÓPEZ, Mirta. ¨La instrucción¨. En:MAIER, Julio (compilador). El Nuevo Código
Procesal de la Nación. Análisis Crítico. Buenos Aires: Editores del Puerto, 1993. pp. 141 y ss.
11Sobre el derecho de defensa y las consecuencias de su violación véanse CRUZ CASTRO, Fernando. La defensa penal y la
independencia judicial en el Estado de Derecho. San José: ILANUD, 1989. pp. 56 ss.; VÁSQUEZ ROSSI, Jorge. La defensa penal.
Santa Fe (Argentina): Rubinzal y Culzoni, 1978. pp. 63 y ss. y CARULLI, Nicola. La difesa dell’imputato. Jovene, Napoli, 1978. pp. 31
y ss.
Durante la investigación el Ministerio Público debe permitir la presencia de las partes en los actos
que practique, según se encuentran expresamente autorizadas, siempre que no interfieran en el
normal desarrollo de las actividades (286, 287, 290, 292 CPP).
Asimismo, con el fin de que el imputado conozca sus derechos desde los primeros actos del
procedimiento, el nuevo Código exige que “Toda persona tiene el derecho de ser informada previa
y detalladamente de las imputaciones o acusaciones formuladas en su contra desde que se le
señale formalmente como posible autor o cómplice de un hecho punible” (artículo 19 CPP).
También durante el procedimiento preparatorio, si el imputado desea hacerlo, puede declarar ante
el fiscal siempre que esté presente su defensor (arts. 102, 103 y 104 CPP). Como muy bien afirma
Cafferata, “...tratándose de un medio de defensa (y no de prueba) que debe respetar la libre
decisión del imputado, no vemos reparo en que la reciba el ministerio fiscal, en presencia del
defensor. Si tal tarea se pretende poner siempre en manos del juez, se creará una enorme
complicación, pues éste deberá contar con una infraestructura importante a ese fin, y tendrá que
estudiar el caso antes de llevar a cabo el acto, para la declaración tenga un marco de seriedad. A
ello debe sumarse la demora y el papeleo (suplicatorias, libros de entradas y salidas, etc.)...” 12.
Finalmente debe señalarse que las partes tienen derecho a examinar las actuaciones directamente
o por medio de sus representantes (artículo 290 CPP). Nos referimos en concreto al expediente
donde se consignan las actuaciones. Como bien se afirma, “...durante el procedimiento
preparatorio, si bien no es una etapa eminentemente contradictoria como lo es el juicio, deben
existir igualmente amplias posibilidades de defensa: ello supone la posibilidad de proponer
diligencias, de participar en los actos, de plantear incidentes, etcétera. También significa que, si
bien esta etapa no es pública en el sentido en que lo es el juicio oral (abierto a todos los
ciudadanos), no se debe deducir de ello que sea secreta para los distintos sujetos procesales. Al
contrario: el defensor, el querellante, las partes civiles, deben tener acceso al desarrollo de la
investigación”13. La única salvedad la constituye el secreto instructorio en los casos y con los
límites en que es admisible, siempre que contra el imputado no se haya solicitado una medida de
coerción o se hubiere pedido un anticipo de prueba (artículo 291 CPP).
El nuevo sistema por un lado abandona la inflexible posición anterior, según la cual frente a todo
hecho delictivo debía tramitarse un proceso para llegar a la imposición de una pena, basada en
teorías absolutistas y en su lugar se flexibilizan las posibles respuestas frente a la criminalidad, por
medio de distintos mecanismos procesales (principio de oportunidad, suspensión del procedimiento
a prueba, procedimiento abreviado, conciliación, etc.); y por otro lado, se reconocen forma amplia
12CAFFERATA NORES, José I. La investigación fiscal preparatoria como alternativa frente a la instrucción jurisdiccional. cit., p. 683.
13BINDER, Alberto M. Introducción al derecho procesal penal, cit., p. 219.
la participación de la víctima en la búsqueda de esa solución, otorgándosele mayor disponibilidad
sobre el curso del procedimiento y el resultado final de la causa 14.
Esta nueva intervención permite, a su vez, que sean los protagonistas del conflicto quienes
asuman un papel de relevancia en la posible respuesta del sistema penal, con los necesarios
controles y límites que se justifiquen según el sistema de valores y el sistema jurídico.
Como muy bien lo señala Maier al comentar su proyecto, “se decidió mantener al querellante por
delito de acción pública, pues, además de constituir una institución definitivamente arraigada en la
administración de justicia penal de la Nación, se inscribe en la tendencia de incorporar a quienes
afecta el delito al procedimiento que se dispone para la solución del conflicto social en el que
consiste una infracción penal; por otra parte, el interés directo del afectado produce, al menos, el
efecto saludable de evitar, en los casos concretos, la tendencia a la rutina que caracteriza a los
órganos estatales.”15
Conforme al nuevo Código Procesal, la víctima, por el sólo hecho de serlo y sin haberse constituido
en parte, tiene derecho de intervenir en el procedimiento conforme lo autoriza el Código, recibir
trato digno, ser respetada su intimidad, recibir protección, ser informada y recurrir de las
resoluciones que finalicen el procedimiento, ser escuchada en cada decisión que implique la
extensión o suspensión de la acción penal cuando lo solicite (arts. 27 y 84 CPP).
Pero el más importante de todos sus derechos procesales lo constituye, sin lugar a dudas,
coadyuvar en el ejercicio de la acción penal pública por medio de la presentación de una
querella(artículos 85 y 267 ss CPP), y el ejercer de la acción civil resarcitoria (arts. 50 ss. CPP). La
facultad de querellar en forma independiente se encuentra complementada por otras disposiciones
que autorizan al querellante a suplir deficiencias y omisiones en la acusación del fiscal, cuando
este último ha optado por acusar, y tienden a suplir tanto deficiencias en la exposición de los
hechos acusados, cuanto en los fundamentos de la misma y en el ofrecimiento de las pruebas de
cargo.
14Sobre la intervención de la víctima en el proceso penal cfr. ESER, Albin. ¨Acerca del renacimiento de la víctima en el procedimiento
penal¨. En: De los delitos y de las víctimas. Buenos Aires: Ad-hoc, 1992. pp. 13 ss.; HIRSCH, Hans Joachim. ¨Acerca de la posición de
la víctima en el Derecho Penal y en el Derecho procesal penal¨. En: idem. pp. 91 ss.; y GIARDA, Angelo. La persona offesa dal reato
nel proceso penal. Milano, Giuffré, 1971, pp. 61 ss. MAIER, Julio. Exposición de Motivos del Proyecto de Código Procesal Penal de la
Nación. cit., p. 657.
15MAIER, Julio. Exposición de Motivos del Proyecto de Código Procesal Penal de la Nación. cit., p. 657.
16Recomendada en el VII Congreso de las Naciones Unidas sobre Prevención del Delito y Tratamiento del Delincuente, Milán, agosto-
setiembre de 1985, y aprobada por la Asamblea General en resolución 40/34 de 29 de noviembre de 1985.- (Su texto completo aparece
publicado en la Revista del ILANUD, año 7, N° 19, San José, junio de 1986, pp. 74 ss.; también en SAAVEDRA ROJAs, Edgar y
GORDILLO LOMBANA, Carlos. Derecho Penal Internacional. Bogotá: ed. Ibañez, 1995. Tomo I, pp. 768 y ss.)
Estas opciones las puede ejercer luego de dársele traslado sobre el contenido de la acusación
fiscal, ya sea como víctima, como querellante o como actor civil (artículos 295, 296 y 297 CPP).
La acción civil puede ser ejercida por todas aquellas personas que hayan sufrido consecuencias
del delito, así como sus herederos y legatarios, con el fin de obtener resarcimiento de los daños y
perjuicios causados, o bien para obtener la restitución del objeto material del hecho punible, y
puede ser dirigida tanto contra el imputado, principal responsable de pagar los daños y perjuicios
ocasionados, como también contra aquella persona que las leyes señalen como corresponsable
del pago de esa indemnización civil (art. 50 CPP). También el Ministerio Público o bien una
organización no gubernamental especializada, pueden ejercer la acción civil cuando se trate de
infracciones que afecten intereses colectivos o difusos, interviniendo en el proceso como parte civil
(art. 51 CPP).
Esta tiene carácter accesorio respecto de la acción penal, entendida ésta como la principal (art.53),
y debe presentarse durante el procedimiento preparatorio, antes de que se formule la acusación
fiscal o conjuntamente con la querella (art. 121 CPP).El actor civil interviene en el proceso como
parte, pero sus facultades están limitadas a acreditarla existencia del hecho, a determinar sus
autores y cómplices, la imputación de ese hecho a quien considere responsable, el vínculo con el
tercero civilmente responsable, la existencia, extensión y cuantificación de los daños y perjuicios y
la relación de causalidad entre el hecho y el daño(123 CPP). Consideramos que esas potestades,
lejos de constituir una limitación, en realidad le permiten intervenir con plena capacidad en toda la
actividad desplegada durante la investigación del procedimiento preparatorio y durante todo el
proceso. En consecuencia le son aplicables las normas ya señaladas que autorizan la participación
del querellante en esta fase.
El tercero civilmente demandado es la persona que, según las leyes o por relación contractual,
debe responder por los daños y perjuicios que el imputado provoque con la realización del hecho
punible (art. 126 CPP), y desde su intervención goza de las mismas facultades concedidas al
imputado para su defensa, en lo concerniente a sus intereses civiles (art. 131 CPP), por lo que
valen respecto de él las facultades ya descritas aquí para el imputado, durante el procedimiento
preparatorio. Sí debemos resaltar que las partes civiles, tanto el actor como el tercero civilmente
demandado, si bien tienen como objetivo reclamar o defenderse del pago de los daños y perjuicios
ocasionados con el hecho punible, su participación se extiende a todos los aspectos debatidos en
el proceso penal englobados en la acción principal, porque de los hechos descritos en la acusación
en realidad depende siempre la posibilidad de obtener dicha indemnización, pues se trata del
hecho generador, aunque luego la investigación deba extenderse a determinar los alcances de
esos daños y su cuantificación.
2.7. Actos conclusivos del procedimiento preparatorio.
Para hablar de la conclusión del procedimiento preparatorio debemos tener presente las
observaciones hechas con anterioridad, respecto de la estructura del proceso penal en el nuevo
Código Procesal Penal Dominicano, al distinguir también como una fase del procedimiento a la
Etapa Intermedia (Audiencia Preliminar), diferenciándola de la etapa preparatoria.
El procedimiento preparatorio concluye formalmente con las solicitudes realizadas por el fiscal,
cuando adopta una concreta posición sobre el fondo del asunto, o sobre el curso del
procedimiento, luego de comunicada dicha solicitud a la víctima, al querellante o al actor civil,
según corresponda.
El fiscal debe valorar en cada caso concreto el mérito de la investigación, con el propósito de
definir su posición, sin encontrarse obligado a acusar a ultranza. Conforme se exige, el mismo
fiscal que investigó el asunto asiste al juicio, sea como sujeto principal en representación del
Ministerio Público o auxiliar, en consecuencia de él depende no hacer perder tiempo a los
tribunales y al resto de las partes cuando pretenda ir al debate público sin elementos probatorios
que así lo justifiquen.
a. El archivo fiscal
En la experiencia italiana, observa Pisapia, “...es oportuno recordar que, antes de la reforma
de...1944, el Ministerio Público podía ordenar directamente la desestimación de la notitia criminis:
lo que significaba, prácticamente, poder disponer de la acción penal, cuya obligatoriedad venía a
ser gravemente vulnerada...Después de la restauración del régimen democrático se ha
restablecido por ello el sistema vigente con el C.P.P. de 1913, confiando a un órgano
jurisdiccional...el control sobre la decisión del Ministerio Público...” 18.
El nuevo Código Procesal Dominicano, por el contrario, le otorga al Ministerio Público la posibilidad
de disponer en forma directa el archivo de la causa, pero establece siempre controles
jurisdiccionales que dependen de la víctima, de modo tal que finalmente quien adopta la decisión
es el Juez.
17En general véanse nuestras observaciones en GONZÁLEZ ÁLVAREZ, Daniel. La obligatoriedad de la acción en el proceso penal
costarricense. 2° Ed. San José (Costa Rica): Investigaciones Jurídicas S.A., 1992. pp. 175 ss., y en particular véase CARULLI, Nicola.
L’archiviazione. Giuffré, Milano, 1958, pp. 49 y ss.
18PISAPIA, Giandomenico. Compendio di procedura penale. 2° Ed. Padova: CEDAM, 1979. p.139.
En efecto, conforme al artículo 281 del Código Procesal Penal, el fiscal puede disponer el archivo
cuando:
Los primeros cuatro supuestos no constituyen cosa juzgada, pues el archivo puede ser modificado
cuando varíen las circunstancias que lo fundamentan o se supera el obstáculo procesal que
impedía el ejercicio de la acción; mientras que los restantes cinco casos el archivo extingue la
acción penal, siempre que no sea revocado por el juez (art. 281.10 CPP).
Antes de proceder a disponer el archivo en la cuarta o quinta causal, el Ministerio Público debe
ponerlo en conocimiento del querellante o la víctima que ha solicitado ser informada y ha ofrecido
su domicilio, para que hagan las observaciones pertinentes y manifiesten si tienen objeción al
respecto, pero sus apreciaciones no son vinculantes para el fiscal (art. 282 CPP).
Esta comunicación no constituye una notificación formal, pero sí debe reunir algunos elementos
indispensables para asegurar la autenticidad del aviso y el contenido del acto comunicado.
Pero en esos dos casos y en cualquier otro en que se disponga el archivo, debe notificarse a la
víctima que formuló la denuncia y solicitó ser informada y al querellante, para que objeten la
medida ante el Juez, solicitando la ampliación de la investigación, indicando los medios de prueba
practicables o individualizando al imputado, porque hubo aspectos que no fueron indagados por el
fiscal. (art. 283 CPP).
Esa objeción pueden formularla la víctima e incluso el propio imputado, tratándose del archivo de la
causa por conciliación, cuando alguno de ellos invoque haber actuado bajo coacción o amenaza
(art. 283 CPP). Finalmente el juez convoca a una audiencia y confirma o revoca el archivo,
resolución que es apelable (283 in fine CPP).
Es de esperar, como ya se ha evidenciado, que todas estas opciones de las cuales dispone el
fiscal, elimine una práctica ampliamente experimentada en el sistema inquisitivo, que llegó a
constituir una difusa costumbre judicial, de descargar sobre el debate también los casos de incierto
éxito probatorio, y que en su lugar el fiscal asuma con objetividad su función, disponiendo el
archivo en los casos que, según la experiencia, haya escasa posibilidad de condena 19.
Una de las más importantes funciones del Ministerio Público la constituye, sin lugar a dudas, el
ejercicio de la acción penal, con todas sus implicaciones. Todos los actos de investigación forman
parte de esa labor, en la medida en que constituyen el antecedente y el fundamento para promover
la acción.
Ese acto se promueve todas las veces en que el Ministerio Público dirige una concreta solicitud a
un Tribunal, respecto de una notitia criminis, para que éste se pronuncie y resuelva lo que
corresponda20. Esa solicitud no se agota con la acusación, pero ésta forma parte de aquella.
La acusación también constituye otra forma de concluir el procedimiento preparatorio, y la formula
el fiscal cuando “...estima que la investigación proporciona fundamento para someter a juicio
público al imputado...” (artículo 294 CPP).
Se trata de un juicio de probabilidad que realiza el fiscal, según los elementos de prueba que
hubiere podido recoger durante la investigación y los que puedan aportar durante el juicio.
Conforme señalábamos, dependerá del Ministerio Público el que se solicite la apertura a juicio
cuando las condiciones probatorias del caso así lo justifiquen, con el fin de evitar los debates
innecesarios, con la consecuente pérdida de recursos y de tiempo. La acusación fiscal debe
contener los datos que permitan identificar al imputado, una relación precisa y circunstanciada de
los hechos, y la cita de los preceptos jurídicos aplicables; sin embargo, debe contener además, el
ofrecimiento de prueba para el juicio, y también un adecuado fundamento de los elementos de
convicción que motivan la acusación (artículo 294 citado). En otras palabras al acusar el fiscal
debe fundamentaren forma precisa las razones por las cuales en su opinión en el caso se justifica
la apertura a juicio, según los elementos de prueba que se esperan reproducir en la audiencia oral.
Como una fórmula para respetar el principio de correlación entre acusación y sentencia, y con el
propósito de que durante el juicio el Ministerio Público no sorprenda a la defensa argumentando, a
falta de algunas pruebas, que el hecho puede calificarse jurídicamente de otra manera, se
establece la posibilidad de la acusación alternativa o subsidiaria, según la cual el fiscal o el
querellante, pueden señalar en su respectiva acusación, en forma alternativa o subsidiaria, las
circunstancias del hecho que permitirían calificar el comportamiento del imputado como una
infracción diferente de la señalada en forma inicial (artículo 295 CPP).
De acuerdo con esta posibilidad el fiscal o el querellante pueden acusar un hecho principal,
calificarlo jurídicamente y justificarlo en determinados elementos de prueba que espera se reciban
en la audiencia oral; sin embargo puede ser predecible, ante la insuficiencia de alguno de los
elementos probatorios, que no se acrediten ciertas circunstancias, en cuyo caso puede formularse,
de una vez, una segunda hipótesis fáctica y jurídica, que también debe estar debidamente
fundamentada como la acusación principal. Lo mismo sucede cuando sea previsible que puedan
surgir nuevos elementos probatorios que no se tienen a ese momento, que permitan variar la
calificación jurídica a un hecho de mayor gravedad. Tales posibilidades ocurren, por ejemplo,
cuando se acusa a una persona de haber realizado un robo en una casa de habitación, pero
finalmente sólo se acredita que recibió los bienes sustraídos. En tal caso el Ministerio Público
puede argumentar, como acusación principal, el robo, pero subsidiariamente el delito de
receptación respectivo, siempre que haya bases para ello. Lo mismo puede decirse a la inversa.
Si pudiera producir alguna afectación, el agregado debe necesariamente realizarse por medio del
procedimiento de ampliación de la acusación o la querella.
Finalmente debe observarse que el mismo fiscal debe correr traslado de la acusación a la víctima,
al querellante y al actor civil. Al primero, para que manifieste dentro tercero día si decide
constituirse en querellante, caso en el cual deberá presentarla dentro de los diez días siguientes
(artículo 296CPP). Al segundo, suponemos que ello se hace -aunque no lo indica la norma- para
que con vista de la acusación del fiscal amplíe o aclare la relación de hechos contenida en la
querella, así como la fundamentación y ofrezca nueva prueba. Al tercero le corre traslado para que
en el plazo de cinco días concrete sus pretensiones como actor civil, indique la clase y forma de
reparación que demanda, liquide el monto de los daños y perjuicios que estime haber sufrido hasta
ese momento, sin perjuicio de ampliar las partidas por las consecuencias futuras, y a la vez ofrezca
la prueba para el juicio (artículo 297 CPP).
Finalmente, al igual que debe hacerlo si formula algún otro requerimiento conclusivo, con la
acusación el fiscal debe remitir las actuaciones al juez, adjuntando las evidencias en su poder,
siempre que éstas puedan ser incorporadas al juicio (artículo 293 in fine CPP).La acusación y la
querella constituyen el límite del objeto del juicio, pues la sentencia no puede sustentarse en
hechos que no hayan sido previamente acusados, y debidamente informados, salvo cuando
favorezcan al imputado, conforme lo consagran los artículos 19 y 336.Como indicamos antes, a
pesar de que no viene denominada de esa manera en forma expresa, estas actuaciones el proceso
inicia otra fase, denominada intermedia, dedicada a controlar la procedencia de las solicitudes del
Ministerio Público y de la víctima.
Como nos recuerda ZAFFARONI “los procesos penales se desarrollan en un mundo real, en el
cual se violan derechos humanos todos los días”, por otro lado, es evidente que el sistema penal
ha demostrado su inoperancia como instrumento para resolver los conflictos sociales. Al respecto
se ha llegado a decir que: “Las leyes y las estructuras, formuladas teóricamente para proteger al
21En argumento cfr. SANSO, Luigi. La correlazione tra imputazione contestata e sentenza. Giuffré, Milano, 1953, pp. 367 y ss.;
BRICHETTI, Giovanni. La modificazione dell’acussa nell’istruzione e nel giudizio penale. Jovene, Napoli, 1956. pp. 191 y ss. LEMMO,
Elio. L’acussa suppletiva nel dibattimento penale. Giuffré, Milano. 1972. pp. 31 ss.; y TORRES BAS, Eduardo. El procedimiento penal
argentino. Córdoba: Lerner, 1987. Tomo II, pp. 396 y ss.
ciudadano, se vuelven a menudo en su contra, lo estrujan, y terminan empujándolo hacia el abismo
de la prisión y sus secuelas desgarrantes, creando y reforzando las desigualdades sociales. La
casi imposibilidad de que una pena legítima salga del sistema penal, considerando su modo de
operar, su abstracción, su lógica formal, tan ajena a los problemas de la vida cotidiana, son
elementos que fortalecen la idea de buscar, fuera de él, soluciones viables, acordes con
ZAFFARONI, Eugenio Raúl (coord.). El proceso penal. Sistema penal y derechos humanos. San
José (Costa Rica): Editorial Porrúa, México, 2000, p.la realidad”. 22Sin embargo, como ha dicho
EMILIANO BORJA “el Derecho penal, que duda cabe, es derecho. Y también participa en ese
proceso de desarrollo del sistema de convivencia humana. La norma penal, como toda norma
jurídica, coadyuva a la construcción de un mejor orden de coexistencia de los individuos en la
sociedad, del estado de cosas que se ha definido como paz social. Y es que se ha dicho, y con
razón, que toda norma jurídica vive con la pretensión de tener que regular la vida social mejor a
través de su propia existencia que sin ésta”.23
En efecto, es necesario conciliar la cruda realidad que nos presenta la práctica tradicional del
Derecho Penal, con la misión que la sociedad le ha encomendado, lo que obliga a concentrar el
sistema de control penal sobre aquéllas conductas que afectan los bienes jurídicos más relevantes,
y al operar sobre éstas, conservar su misión definitiva, que será alcanzar la paz social.
Y es que en la práctica, como todos sabemos, la respuesta del control social institucionalizado que
se conoce como “sistema penal”, se aplica solamente a unos pocos de los muchos supuestos de
inobservancia de los tipos penales. Cualquier investigación acerca de la llamada cifra negra de la
criminalidad, permitirá comprobar este hecho 24. Hay selección de los casos que ingresan al
sistema penal, y aún dentro de aquellos que ingresan, inevitablemente habrá selección al momento
de ser tramitados. Por eso MAIER identifica al proceso penal como un típico proceso de
selección25.También es un hecho demostrado que el sistema penal no puede tramitar de modo
efectivo la totalidad de las infracciones que, en principio, podrían ser calificadas como “delictivas”.
Esta imposibilidad que la realidad contemporánea demuestra claramente, evidencia que, dadas las
condiciones actuales, la pretensión de investigar, juzgar y castigar cada uno de los hechos
delictivos que pudieran ser cometidos en el país, además de suponer un esfuerzo que el erario
público no está en condiciones de afrontar, es una idea destinada al fracaso que no encuentra
justificación en la práctica.26
22SÁNCHEZ ROMERO, Cecilia; HOUED VEGA, Mario Alberto; CHIRINO SÁNCHEZ, Alfredo. “El Abolicionismo y el rol de las
comunidades indígenas”. Revista de Ciencias Penales, Revista de la Asociación de Ciencias Penales de Costa Rica, Noviembre, 1994,
Año 6, N°9, p. 47.
23BORJA JIMÉNEZ, Emiliano. “Derecho Penal y Paz social, ensayo sobre una aparente contradicción”. Revista de Ciencias Penales,
Revista de la Asociación de Cs. Penales de Costa Rica, Noviembre, 1994, Año 6, N°9, p. 14.
24Cfr. en este sentido la opinión de MAIER, Julio B.J., Derecho procesal penal, op. Cit., p. 832.
25MAIER, Julio B.J., Derecho procesal penal, op. Cit., p. 832.
26Al respecto comenta en Argentina el Dr. Héctor Mario MAGARIÑOS: “(…) es un dato indiscutido que sólo una escasa porción de los
delitos cometidos son denunciados, que de los denunciados sólo algunos pocos son investigados de modo eficiente, y que, de los así
investigados, sólo algunos llegan a sentencia (conf., entre muchos otros MAIER: op. Cit., pp. 832 y ss; del mismo autor, “Política
criminal, derecho penal y derecho procesal penal”, en Doctrina Penal, 1978, pp. 301 y ss., en especial, pp. 321 y ss; COSACOV,
Gustavo: El mito de la no impunidad, Centro de Investigaciones Jurídicas y Sociales de la Universidad Nacional de Córdoba, Córdoba,
1988, passim; KAISER, Günther: Introducción a la criminología, Dykinson, Madrid, 1988, pp. 142 y ss.; también, y en especial, el
mensaje del Poder Ejecutivo al Congreso de la Nación, de fecha 12/8/1992, en ocasión de la elevación del proyecto de ley sobre
suspensión del proceso a prueba y de la reforma al Código Penal en lo atinente al régimen de condena condicional, de libertad
condicional y de suspensión y extinción de las acciones penales, publicado en la Cámara de Diputados de la Nación, “Tramite
Parlamentario”, período 1992, del jueves 13 de agosto de 1992, pp. 3327 y ss., en que se expone y comenta una profunda investigación
realizada por la Dirección Nacional de Política Criminal” (Véase STIPPEL, Jörg y MARCHISIO, Adrián (coord). Principio de
Oportunidad y Salidas Alternativas al Juicio Oral en América Latina, 1° ed., Ad Hoc, Buenos Aires, Argentina, 2002, p. 144). Sobre
este punto comentó el Dr. Daniel González Álvarez cuando fue llamado a comparecer ante la Comisión que estudiaba el proyecto de la
Ley que reformó por última vez el instituto de la “suspensión del proceso a prueba” en Costa Rica (Ley N°8146 de 30 de octubre de
2001): “El proyecto de reforma penal, si bien es cierto y también el tema de las alternativas descansan en una idea básica que deja de
lado un criterio digamos “cantiano” [sic], “geguiliano”, que todos nosotros estamos muy imbuidos de creer, que frente a todo hecho
delictivo necesariamente tiene que haber una consecuencia de proceso de juicio, de sentencia y de condena.[…]Esa duda que frente a
todo hecho delictivo tiene necesariamente que darse ese esquema, es una idea que
Los aportes de la criminología moderna han puesto en crisis el fundamento y la utilidad práctica de
algunas de las instituciones penales más tradicionales, entre ellas la pena privativa de libertad,
destacando la necesidad de transformar la respuesta penal para orientarla a la restauración de la
armonía social alterada por el delito. EUGENIO RAÚL ZAFFARONI, uno de los juristas que más
tiempo ha dedicado al estudio del tema, finalmente ha llegado a la conclusión de que “no hay
ninguna verificación del efecto preventivo general de la pena, ni positivo ni negativo” 27. Menos aún
se podría pensar en efectos preventivos especiales de la prisión, cuando está acreditado que en la
mayoría de los países del mundo constituye un factor de gran poder criminógeno, o, en palabras
de los propios privados de libertad un “sub mundo antisocial”28, una “Universidad del Crimen”29.
Ante esta realidad, lo más razonable es optar por el principio de reacción penal mínima y tratar de
impulsar mecanismos que limiten la violencia generada por el propio sistema penal. De ahí,
entonces, que la reforma del Código Procesal Penal sienta la necesidad de establecer una gama
de soluciones diferenciadas, antes de ser criticadas deben ser bienvenidas y analizadas con
detalle, para evitar que en la práctica se desvíen de sus objetivos, y se constituyan en mecanismos
de extensión de las redes de control social ya existentes, más que verdaderas salidas alternativas.
Por sí solas, estas medidas constituyen solamente el comienzo del movimiento para realizar el
necesario “Derecho Penal mínimo”, y con posterioridad han de ser ineludiblemente
complementadas con la decriminización30 y la tipificación de múltiples penas alternativas31.
la misma práctica se encarga de desnaturalizar, porque hay un proceso selectivo y todos lo sabemos. El sistema penal no funciona igual
frente a todas las personas, ni frente a todos los delitos, ni en todos los casos y hay selección bien intencionada hasta la propia víctima
selecciona. En muchos casos en que la víctima ni siquiera recurre a una denuncia judicial de delitos que podría denunciar y no hablo
sólo de delitos de carácter sexual sino de todo tipo; me robaron el radio del carro y no puse la denuncia, se le robaron a mi hijo la
bicicleta y no puse la denuncia, uno selecciona. Resulta, que desde la policía también selecciona, los tribunales tienen diferente [sic]
mecanismos de selección, o sea, hay una selección del proceso penal.[…] Esta realidad hace [sic] de reconocer primero la necesidad de
que algunas[sic] casos deban necesariamente tener un final diferente, segundo un problema de racionalidad, ya que no es posible
conocer en el sistema judicial de todos los asuntos que se nos someten a conocimiento. Eso es como pretender que frente a todo hecho
selectivo [sic] necesariamente debe de existir un proceso y ese proceso debe culminar con un juicio, ese juicio con una sentencia y esa
sentencia es condenatoria sería como afirma que frente a toda enfermedad debemos pasar frente a una unidad de cuidados intensivos
más o menos, equivale a esa afirmación, lo que es irracional. Es decir, sería desproporcionado no tenemos recursos, bueno igual, el
costo, lo que le cuesta al ciudadano el proceso penal es altísimo, no guarda ni siquiera proporcionalidad con los costos económicos del
hecho delictivo, son totalmente desproporcionados tienen un costo altísimo. En consecuencia es necesario utilizarlo con cierta
racionalidad. De manera que, un flujo de casos tengan una solución diferenciada. De ahí, entonces, sienta el proyecto del código penal,
en el sentido de establecer penas alternativas y soluciones diferenciadas[…]En realidad es impropio, debo decirles y reconocerles, que
es impropio que un Código Procesal se haya preocupado de establecer mecanismos alternos. En realidad estos son mecanismos de
derecho penal sustantivos, son propios del derecho de un Código Penal y no de un Código Procesal, establecer conciliación, reparación
integral del daño, la suspensión del proceso a prueba implica casi clasificar una política criminal, o sea, regular la política criminal del
Estado y de eso se debe encargar un Código Penal y no un Código Procesal Penal”. (Cfr. actas de la sesión ordinaria de la comisión de
asuntos jurídicos de la Asamblea Legislativa En: Expediente Legislativo No. 13891, Tomo I, folios 154-155). Sobre el punto también
véase BOVINO, Alberto. La suspensión del procedimiento penal a prueba en el Código Penal Argentino, Editores del Puerto s.r.l.,
Buenos Aires, 2001, pp. 17-23.
27Véase entre muchas otras obras del autor: ZAFFARONI, Eugenio R., “¿Vale la pena?”. Un debate sobre la pena, Editorial Jurídica
Continental; Buenos Aires, Argentina, INECIP, 2000, p. 28, donde el prof. Zaffaroni defiende la postura que expresa en su libro “ En
busca de las penas perdidas” frente a la crítica del prof. Carlos Santiago Nino.
28Decía R.B. prisionero de “La Reforma” una de las cárceles de Costa Rica: “Llevé mi vida bajo los términos de la normalidad hasta que
cegado por la ira... me convertí en un agresor doméstico, y por muy poco, en victimario de mi propia compañera, por lo que fui
expulsado de la sociedad. Ahora podría decirse que vivo en el exilio, en un mundo que podría llamarse con toda veracidad: “sub mundo
antisocial”. Totalmente antagónico al mundo social. pero quizá debe ser mejor así, pues es la oportunidad de experimentar en carne
propia la otra cara de la moneda, el otro extremo de lo manejable, de lo aceptable. Podría ser que el que sobreviva ante tal prueba, el
que aprenda a manejar lo inmanejable y a aceptar lo inaceptable, podría tener ventaja cuando le corresponda volver”. O.S. también
preso en “La Reforma” decía: “Un día en prisión es más que suficiente par vivir en el infierno sin haber estado allá. Los que estamos a
cartón lleno, 50, 40, 30 años, que son miles y miles de días, mirando muros y barrotes las 24 horas, con el olvido del ser querido y los
hijos botados, que difícil es encontrar una rendija de esperanza, de aliento de oportunidad, en este hueco. No se le habrá ido la mano a
los sádicos de la justicia, porque a la mitad de la sentencia ya estamos recalcinados, fundidos, evaporizados.
¿Pero la idea no era devolvernos como personas útiles a la sociedad? Rehabilitación, o es que esto es un mito, digo un timo para
adormecer la conciencia colectiva e ignorar que lo único que se busca con la cárcel es el encierro, aislarnos y transformarnos en
desecho o en abono orgánico. Levantemos la copa y gritemos una hurra a la democracia que de manera disimulada –al sombrazo- nos
elige la forma de morir, y al final de cuentas siempre quedamos con deuda. ¡Vaya suerte la de los presos !.” Copia textual de las
entrevistas a los privados de libertad. En: MURILLO RODRÍGUEZ, Roy. Ejecución de la Pena, 1° edición, CONAMAJ, 2002, pp. 233-
235.
29Palabras de H.F. en La Reforma, copia textual de las entrevistas a los privados de libertad. En: MURILLO RODRÍGUEZ, Roy.
realidad el principio de intervención mínima, es la decriminización (Sobre todo ello: Llobet. Principio de insignificancia…, pp. 107-
128).” LLOBET RODRÍGUEZ, Javier. Proceso Penal Comentado, op. Cit., p. 82
31Sobre la necesidad de penas alternativas complementarias, véase HOUED VEGA, Mario Alberto. “Modificaciones al sistema punitivo
costarricense: un nuevo modelo procesal penal y la aplicación de penas alternativas”. En: SÁNCHEZ ROMERO, Cecilia (comp.)
Sistemas penales y Derechos Humanos, CONAMAJ, San José, Costa Rica, 1997, pp. 111-118; ISSA EL KHOURY JACOB, Henry.
“Las penas alternativas”. En: SÁNCHEZ ROMERO, Cecilia (comp.) Sistemas penales y Derechos Humanos, CONAMAJ, San José,
Costa Rica, 1997, pp. 119-125 e ISSA EL KHOURY JACOB, Henry. “Solución alternativa del conflictos penales. Una propuesta de
marco teórico.” Revista de
3.1. Principio de oportunidad reglado.
“...la insensata idea de que el derecho punitivo debe extirpar de la tierra todos los delitos, lleva a la
ciencia penal a la idolatría del terror, y al pueblo a la fe en el verdugo...” (CARRARA) 32
Es por todos conocido que uno de los problemas más acuciantes del sistema de justicia penal en la
actualidad es la imposibilidad práctica de investigar y castigar todos los ilícitos que se cometen.
Esto se traduce en un en trabamiento del sistema de justicia, que favorece la impunidad de la
criminalidad menos tradicional, en cuenta los llamados delitos de “cuello blanco”. Como apunta
MARCHISIO: “...en vez de afectar los recursos a la investigación y juzgamiento de los delitos más
graves o de mayor interés social como es la delincuencia organizada, el sistema judicial destina la
mayor parte de sus recursos al tratamiento de los delitos menores o “bagatelarios” como se los
suele llamar en España”33 Ante esta realidad, se impone la necesidad de acelerar la administración
de justicia penal, hacerla más eficiente y sencilla34.
Por un lado, el Art. 30 del Código Procesal Penal 35 establece el denominado principio de
“obligatoriedad de la acción pública”: “El ministerio público debe perseguir de oficio todos los
hechos punibles de que tenga conocimiento, siempre que existan suficientes elementos fácticos
para verificar su concurrencia. La acción pública no se puede suspender, interrumpir ni hacer
cesar, sino en los casos y según lo establecido en este código y las leyes”36.
Ciencias Penales, Revista de la Asociación de Ciencias Penales de Costa Rica, Noviembre, 1994, Año 6, N°9, p. 71. En la primera de
esas obras se indica “Cabe advertir que de nada serviría contar con un proceso ágil y eficiente, si no se tiene la posibilidad de un
adecuado catálogo de penas o sanciones, diferentes de la prisión, que permita el necesario desahogo del sistema punitivo. Es decir, si
sólo pretendemos acelerar los procesos penales pero no buscamos soluciones sancionadoras distintas del tradicional encarcelamiento,
más bien atiborraríamos con mayor rapidez las instituciones penitenciarias. De ahí que se haga indispensable, frente a un proceso
penal ágil y moderno, un código penal diferente en el contenido de sus sanciones.” (HOUED VEGA, Mario Alberto. “Modificaciones al
sistema punitivo costarricense: un nuevo modelo procesal penal y la aplicación de penas alternativas, op. Cit. p. 115)
32CARRARA citado por MARCHISIO, Adrián (coord.). Principio de Oportunidad y Salidas Alternativas al Juicio Oral en América
el proceso implica establecer claramente la primacía de lo sustancial sobre lo formal y lo sustancial es el conflicto humano que subyace
al proceso”. Citado por MARCHISIO, Adrián (coord.). Principio de Oportunidad y Salidas Alternativas al Juicio Oral en América
Latina, op. Cit., p. 25.
35Salvo que se haga una referencia expresa en contrario, todos los artículos que se citan corresponden al texto del nuevo Código Procesal
ámbitos como “legalidad procesal”. La denominación que le brinda el código es más acertada, porque, cuando la ley le permite al
Ministerio Público prescindir de la acción penal, también está actuando en el ejercicio de una facultad legal expresa. Es claro que el
C.P.P. no ha asumido ideas abolicionistas, porque no ha pretendido abolir el sistema penal, sino que, dentro de la corriente que impulsa
la reparación como una “tercera vía” del sistema penal y del “derecho penal mínimo”, ha optado por el principio de oportunidad reglado
al permitírsele al Ministerio Público hacer cesar la investigación en supuestos taxativos. (Al respecto véase las opiniones de TIJERINO
PACHECO, José María. “El principio de oportunidad en el ejercicio de la acción penal”, En: GONZÁLEZ ALVAREZ, Daniel (comp.).
Reflexiones sobre el nuevo Proceso Penal. 2da. Ed.. San José (Costa Rica): Fondo editorial del Colegio de Abogados y la Asociación de
Ciencias Penales, 1997, p.88; también GÓNZALEZ ÁLVAREZ, Daniel. Revista de Ciencias Penales, Revista de la Asociación de
Ciencias Penales de Costa Rica, julio, 1993, Año 5, N°7, p. 47.SCHÖNBOHM, Horst y LÖSING, Norbert, Sistema Acusatorio, Proceso
Penal, Juicio oral en América Latina y Alemania, Fundación Konrad Adenauer, Caracas, 1995, p. 50. Con respecto al tema también
véase RODRÍGUEZ GARCÍA, Nicolás. “Oportunidad y Consenso”. En: La Justicia Penal negociada. Experiencias en derecho
comparado. Ediciones Universidad de Salamanca, Salamanca, 1997, pp. 211 y ss.).
acción penal), en los casos allí contemplados. Ha dicho MARCHISIO: “...no se trata de institutos
opuestos e incompatibles, sino que la elección de un sistema de persecución penal que posea
manifestaciones de oportunidad representa una elección político-criminal de abordar el tema penal
desde una perspectiva integral y realista, en definitiva desde una perspectiva distinta [...]Esta
elección puede resultar mejor o peor que otra, pero de todas formas representa un sinceramiento
de la política estatal de persecución penal frente a los desafíos de la época y la crisis del
sistema.”37
“En el proceso judicial, el drama de la vida se sustituye por una liturgia en la cual los actores
originales son reemplazados y representados por profesionales del rito” (BARATTA)” 38
El derecho a imponer una pena es hoy día un derecho reservado al Estado, quien, según el decir
de CHRISTIE39, le ha “robado” el conflicto a las partes, vaciando al proceso penal de su contenido
vital. Pero si el Estado le prohíbe al individuo tomar la justicia por sus propias manos, debería
ofrecerle mecanismos efectivos para brindarle protección y buscar una solución para su problema,
no relegarlo dentro del proceso y con ello profundizar su impotencia. Esa fue hasta hace no poco
tiempo una “asignatura pendiente” del sistema penal. 40
Cuando la aplicación estatal del Derecho penal (entendido en su sentido amplio) vino a
reemplazara la venganza privada, se monopolizó la persecución penal en el aparato estatal. Lo
que difiere en gran manera del servicio de justicia regular prestado por el gobierno. En éste las
partes acuden al juez en busca de una “solución”, no así dentro del sistema penal, porque es el
Estado en sí mismo quien tiene un interés en la realización del Derecho Penal, interés que tiende
muchas veces a excluir el conflicto social que conforma igualmente su base. Ante esta crisis, se
presenta a la opción de una justicia “restaurativa” como una alternativa “novedosa”41a lo interno del
Derecho Penal, que abre opciones a distintas respuestas sociales al delito, potenciando la
reparación para la víctima, y a la vez la paz y seguridad social para la comunidad, así como nuevas
esperanzas de reinserción para el ofensor.
37MARCHISIO, Adrián (coord.), Principio de Oportunidad y Salidas Alternativas al Juicio Oral en América Latina, op. Cit., p. 551.
38BARATTA citado por KEMELMAJER DE CARLUCCI, Aída. Justicia Restaurativa, Rubinzal – Culzoni Editores, Santa Fe,
Argentina, 2004, p. 16.
39Las ideas de Christie, sintetizadas en su famosa frase: “Jueces y abogados se han convertido en ladrones de conflictos; hay que devolver
a la sociedad civil su posibilidad de solucionar el conflicto; son los propietarios del conflicto los únicos capacitados para resolverlo”
(Citado por KERMELMAJER DE CARLUCCI, Aída. Op. Cit. p. 184.), han tenido un profundo impacto en el desarrollo de las ideas de
justicia restaurativa. Nils CHRISTIE, profesor de Oslo, propuso así en 1977 su teoría del “Conflicts as Property”, y con ella destacó que
perder la posibilidad de resolver nuestros propios conflictos es una gran pérdida para la víctima, el ofensor y la sociedad en general.
40Ha dicho Maier que: “La afirmación de que la mejor forma de solucionar conflictos sociales consiste en regresar las cosas al estado
anterior al hecho – considerado ilícito – que generó el conflicto o, en su caso, colocar el mundo en el estado deseado por las reglas
sociales pertinentes, es casi inmune a la crítica. Contra esta afirmación sólo se ha esgrimido la idea, en el fondo retributivo, del escaso
poder preventivo de un Derecho penal fundado en el “pago del daño”, porque el riesgo corrido por el autor, a lo sumo, es igual al
provecho. De allí que el Derecho penal se conciba como un plus de castigo para el autor, a más de aquél que le corresponde por reglas
del derecho privado; el regreso, de manera natural o simbólica, al statu quo ante (reparación natural o simbólica). [...]Empero, además de
que no se trata aquí, empíricamente, tan sólo del pago del daño provocado por el delito, sino de una efectiva reparación integral a quines
sufren la acción o la omisión ilícita, tampoco es justificable, actualmente, un Derecho Penal que se interese sólo por el plus – la pena – ,
desplazando en importancia la reparación” MAIER, Julio B.J., “El sistema penal hoy: entre la inquisición y la composición”, op. cit., p.
142.
41Para ser sinceros, mecanismos de restitución y restauración se encuentran previstos en los cuerpos normativos de antiguas
civilizaciones, así como en las maneras indígenas de resolver conflictos. El Código de Hammurabi ya preveía la restitución para algunos
delitos contra la propiedad, y en el Perú los “viejos de idea” en la comunidad indígena de Aguarama, ya tenían mecanismos
“restaurativos” dentro de sus prácticas de resolución de conflictos, en que las familias de las partes involucradas participaban
activamente para obtener los acuerdos. Lo único novedoso de esta tendencia, es el impacto que ha tenido en el panorama del moderno
sistema de control penal y su efecto renovador sobre la visión limitada que hasta ahora se tenía de él, de ahí la expresión.
Según se comenta en la doctrina 42, la llamada justicia restaurativa (en adelante “JR”) implica un
diálogo entre el autor y la víctima, usualmente a través de un mediador. Sus orígenes se remontan
al derecho norteamericano, de donde surge en el seno del derecho penal juvenil. Ahí se presenta a
la justicia “restaurativa” como una nueva opción frente los modelos de la justicia “retributiva” y la
justicia “rehabilitadora”. Los primeros proyectos de esta clase se presentan en los EE.UU. y
Canadá, y de allí se trasladan a Europa43, y por esta vía a Latinoamérica.
Una vez probada su eficacia en el derecho penal juvenil, no se tardó en trasladar el enfoque al
derecho penal de adultos.44
42Más adelante se analizan diversos conceptos que han sido utilizados por diversos sistemas para su debida implementación.
43El Proyecto Alternativo alemán sobre reparación del daño (Alternativ – Entwurf Wierdergutmachung) elaborado por un grupo de
profesores alemanes, austriacos y suizos en 1992, recoge todo este movimiento, en particular las ideas de CLAUS ROXIN sobre la
reparación como “tercera vía” del Derecho Penal, según las cuales la reparación cumple con los requerimientos de la prevención general
positiva y especial positiva. No es este el lugar para hacer un análisis detallado de todo este proceso y sus postulados, pero remito al
lector a las siguientes fuentes: ROXIN, Claus. “La reparación en el sistema de los fines de la pena”. Justicia penal y sociedad, Revista
Guatemalteca de Ciencias Penales, Año 1, Nº 1, octubre de 1991, pp. 5-22; HIRSCH, Hans Joachim. “La reparación del daño en el
marco del Derecho Penal Material” Justicia penal y sociedad, Revista Guatemalteca de Ciencias Penales, Año 1, Nº 1, octubre de 1991,
pp.23-45; CREUS, Carlos. Reparación del daño producido por el delito, 1º ed., Rubizal-Culzoni, Santa Fe, 1995, 224 p.; MAIER, Julio
B.J., “El ingreso de la reparación del daño como tercera vía al Derecho penal Argentino”. En: MAIER, Julio B.J. y BINDER, Alberto
(comps.), El Derecho Penal de Hoy, Editores del Puerto s.r.l., Buenos Aires, 1995, p. 27 y ss.; KEMELMAJER DE CARLUCCI, Aída.
Justicia Restaurativa, Rubinzal – Culzoni Editores, Santa Fe, Argentina, 2004, 629 p.; OLSON, Cynthia. “Aplicando la mediación y los
procesos de consenso en el marco de la justicia restaurativa”. En: CARRANZA, Elías (coord.). Justicia penal y sobrepoblación
penitenciaria, ILANUD, Siglo Veintiuno Editores, 1º ed., San José, Costa Rica, 2001 pp. 214 y ss; SOLARI BRUMANA, Juan A.,
Reparación del daño, el particular damnificado en el derecho penal, Desalma, Buenos Aires, 1962; ZULITA FELLINI (directora),
Mediación Penal. Reparación como tercera vía en el sistema penal juvenil, 1º ed., Depalma, Buenos Aires, 2002, 224 p.. ESER, Albin.
“Una justicia penal “a la medida del ser humano”. Revista de Ciencias Penales, Revista de la Asociación de Ciencias Penales de Costa
Rica, Diciembre 1998, Año 10, Nº15, pp. 3-15; BOVINO, Alberto. “La víctima como sujeto público y el Estado como sujeto sin
derecho”. Revista de Ciencias Penales, Revista de la Asociación de Ciencias Penales de Costa Rica, Diciembre 1998, Año 10, Nº 15,
pp.28-34. También en línea: OCROSPOMA PELLA, Enrique. La reparación penal. [en línea] Setiembre 2002. Disponible en:
http://www.derecho. com/boletin/artículos/artículo 0151.htm. [Consulta 18-11- 2004]; DÖLLING, Dieter, El desarrollo de las sanciones
no privativas de libertad en el derecho alemán. Traducción realizada por José Hurtado Pozo y Aldo Figueroa Navarro. [en línea].
Disponible en: http://www.unifr.ch/derechopenal/anuario/97_98/pdf/ Penas_Alemania.pdf. [Consulta 18-11-04]. En inglés: FREHSEE,
Detlev. Restitution and Ofender-Victim Arrangement in German Criminal Law: Development and Theoretical Implications [en línea].
44La búsqueda de mecanismos de JR es una manifestación del cambio de nuestra sociedad en general, en las sociedades posmodernas se
advierte la necesidad de un control, pero no de un control centralizado e imponente, sino descentralizado y participativo. Como destaca
KEMELMAJER DE CARLUCCI, hay una estrecha vinculación entre los valores políticos dominantes en una sociedad y su modelo de
justicia “la justicia rehabilitativa tuvo su lugar en el Estado de bienestar; la JR, en cambio, comienza en un Estado que va perdiendo
poder”. (KEMELMAJER DE CARLUCCI, Aída. Justicia Restaurativa, Rubinzal – Culzoni Editores, Santa Fe, Argentina, 2004, p.
182.). A su vez, cabe destacar que los modelos de justicia restaurativa tienen en gran parte fundamento en la filosofía de Jürgen
HABERMAS, para quien la crisis de motivación y de legitimidad del mundo moderno deben ser resueltas a través de la reconstrucción
del consenso. La au tora nos señala como las propuestas de este tipo presentan las características del “Derecho Reflexivo” que propone
HABERMAS, y por lo tanto encuentra sus raíces profundas en las ideas de este filósofo (ibid., p. 181.)
45KEMELMAJER DE CARLUCCI, Aída. Justicia Restaurativa, op. Cit., p. 109. Múltiples han sido las definiciones que la doctrina le ha
dado al la “justicia restaurativa” (término que es la traducción aproximada al español de la “Restoraritive Justicia” en inglés, y “Justice
Restaurative” en francés, que han sido promovidas en el seno del Congreso Internacional de Criminología de Budapest de 1993 y han
ganado fuerza a través de múltiples conferencias internacionales. Sin embargo, cabe advertir al lector que ese término en es pañol no
conserva enteramente su significado ya que “restauración” en español, es un término que se vincula con actividades más materiales). He
aquí algunas definiciones: BAZEMORE y WALGRAVE: “toda acción orientada primariamente a hacer justicia reparando el daño
causado por el delito” y “puesta cara a cara de la víctima y de la comunidad afectada por un ilícito con los ofensores, en un proceso
informal, no adversarial y voluntario, que se
fusión de tres grandes movimientos: a)el que mostró la fractura de las instituciones tradicionales de
control social, b) el que denunció los efectos perniciosos del sistema penal sobre el delincuente
como ser humano y, c) el que impulsó el desarrollo de los derechos del hombre y de la víctima.
La JR busca el arrepentimiento sincero del autor; por ello, el ofensor debe ser incentivado a
entender cómo su acto ha herido a otra persona y a la comunidad. No requiere como requisito
obligatorio el “perdón” de la víctima, aunque sí se intenta la reconciliación de las partes y la
reparación del daño causado. Punto esencial es que los programas de JR no pueden serle
impuestos ni a la víctima ni al ofensor y son absolutamente voluntarios. A su vez, la propuesta de
la JR va más allá y pretende cambiar nuestra manera de ver y de responder ante los actos
criminales, conservando las garantías constitucionales como presupuesto necesario de cualquier
medida alterna. En suma, la doctrina destaca las siguientes “ideas renovadoras” de la JR:
a. “La reapropiación del proceso por parte de sus dos actores principales: la víctima y el autor
del delito. Este punto inicial supone la revaloración de la víctima dentro del proceso; es ella
quien decide la modalidad a través de la cual se considera adecuadamente resarcida en
sentido moral y material.
b. Un nuevo concepto de responsabilidad por parte del autor del delito, que opera
directamente con la parte ofendida, y para el que las consecuencias del delito son más
importantes que la definición del tipo.
desarrolla en situaciones de seguridad y que normalmente provee el mejor modo de determinar las obligaciones restaurativas”; BRUCE
ARCHIBALD: “modo de resolución de cuestiones de naturaleza penal, de carácter no punitivo, reparativo y deliberativo a través de un
proceso que comprende a la víctima, el ofensor y representante de la comunidad.” y “restauración de los vínculos sociales, sobre la base
de la equidad y de la dignidad humana, en el contexto de la resolución del diferendo suscitado por el hecho ilícito mediante un proceso
deliberativo que comprende al ofensor, la víctima y las comunidades pertinentes”; CERETTI: “justicia que comprende la víctima y el
imputad o y la comunidad en la búsqueda de soluciones a las consecuencias del conflicto generado por el hecho delictuoso con el fin de
promover la reparación del daño, la reconciliación entre las partes y el fortalecimiento del sentido de seguridad colectivo”; la Propuesta
Preliminar de los Principios Básicos del uso de programas de justicia reparadora en asuntos criminales aprobada en el año 2000 por el
CONGRESO DE LAS NACIONES UNIDAS: “un proceso en el cual la víctima, el ofensor y/o cualquier otro miembro individual o
colectivo afectado por el delito participan conjunta y activamente en la resolución de las cuestiones vinculadas al delito, generalmente
con la ayuda de un tercero justo e imparcial”; FORO EUROPEO DE PARA LA “VICTIM-OFFENDER MEDIATION” Y LA
“RESTORATIVE JUSTICE”: “proceso para
responder al delito, basa en la reparación, tan amplia como sea posible, del daño causado por el delito a la víctima, haciendo al
ofensor responsable, y facilitando la comunicación entre ellos, sujeta al consentimiento de ambos”; TONY MARSHALL: “proceso en el
que todas la partes implicadas en un determinado delito, resuelven colectivamente cómo manejar las consecuencias del delito y sus
implicaciones para el futuro”; MARTIN WRIGHT: “proceso por el que todas las partes afectadas por una infracción específica
se reúnen para resolver colectivamente cómo reaccionar ante la infracción y sus implicaciones para el futuro. Sus elementos
esenciales son: (I) parti cipación comunitaria o pública; (II) participación de las partes; (III) colaboración entre las agencias, y
(IV) orientación hacia la resolución de problemas” Todas estas definiciones fueron citadas por KEMELMAJER DE CARLUCCI,
Aída. Justicia Restaurativa, op. Cit., pp. 110-114. 46KEMELMAJER DE CARLUCCI, Aída. Justicia Restaurativa, op. Cit., p. 185, quien
a su vez se basa en las ideas de SCARDACCCIONE y ARCHIBALD entre otros.
“En síntesis, la JR pretende ser una tercera vía (third way) que acumule los beneficios de las
anteriores: la primera fue la tendencia rehabilitativa que, concentrada en el ofensor, atiende
especialmente a su tratamiento, supervisión, control, etcétera; la segunda fue la visión retributiva,
que centraliza la cuestión en el ofensor, la pena y las garantías constitucionales. La tercera pone la
atención en el daño sufrido por la víctima y por la sociedad, y el modo de repararlo, pero sin olvidar
los postulados positivos de las dos primeras.”47
Las ideas de “justicia restaurativa” permean los mecanismos alternativos que incorpora la reforma,
y por lo tanto, es necesario la toma de conciencia de estos postulados básicos, lo que servirá de
faro de orientación ante los casos que pudieran presentarse en la práctica.
Esta posibilidad opera como excepción al principio de “oficialidad” de la acción penal, en virtud del
cual la persecución penal le corresponde por naturaleza al Estado. En estos casos, el Estado
permite que el particular tome el lugar del Ministerio Público y formule la acusación ante el tribunal
competente, lo que ciertamente constituye un instituto que revitaliza la posición de la víctima dentro
del proceso penal.
Al igual que las medidas alternativas analizadas hasta el momento, la conversión de la acción
participa de la orientación que pretende insertar a la víctima en el proceso penal, para así
reconocer la relevancia que tiene como sujeto dentro del sistema penal y no simple espectador
relegado en los procedimientos. El artículo 33 constituye así una excepción al principio de
“obligatoriedad de la acción pública” establecido en el artículo 30, sin que esto suponga un quiebre
a dicho principio, sino su reconocimiento expreso, pues en estos supuestos el propio código
considera que se trata de intereses particulares que no afectan de manera grave a la colectividad y
que pueden ser asumidos de manera eficiente por la víctima. Como vimos antes al tratar el
principio de oportunidad, la introducción de esta clase de mecanismos parte del hecho innegable
de que el sistema penal opera de manera selectiva, y procura orientar esa selectividad de
conformidad con parámetros controlables, logrando a su vez que los recursos del sistema penal se
concentren en los casos más graves. Valga a su vez para el análisis de este instituto lo dicho en
aquél apartado, al cual nos remitimos.
Los requisitos que exige el artículo 33 C.P.P. para que el Ministerio Público pueda autorizar la
conversión de la acción, son los siguientes:
d. Que nos encontremos ante uno de los supuestos de procedencia: la norma contempla tres
supuestos: 1) que se trate de un hecho que requiera instancia privada (Cfr. art.31 C.P.P.);
2) cuando estamos ante un hecho punible contra la propiedad realizado sin grave violencia
contra las personas. En este caso, lo que exige el artículo es que se trate de un hecho que
afecte el bien jurídico “propiedad”, en otras palabras, que se trate de un delito en que el
dolo directo de primer grado esté dirigido a la comisión de un hecho que afecte dicho bien
jurídico del particular o del Estado. Adicionalmente, la norma exige que el delito sea
cometido sin “grave violencia contra las personas”. Dicho criterio es evidentemente
indeterminado, lo que podría implicar un cierto grado de inseguridad jurídica al momento
de llevar a la práctica el instituto. No obstante, lo que es “grave violencia” habrá de ser
resuelto caso por caso, tomando en cuenta lo dicho en líneas anteriores – que gravedad
implica una entidad de importancia y consideración–; por lo tanto, han de entenderse
comprendidos incluso los casos en que medie una violencia leve sobre las personas, como
son aquellos que se conocen en doctrina como “arrebato”. Sin embargo, no puede
hablarse de que concurra este requisito cuando se han causado lesiones a la víctima, o ha
mediado violencia moral de consideración, como sería el empleo de un arma blanca o de
fuego, atendiendo a la gravedad de la amenaza en el caso concreto. Por último, 3) que se
48Con respecto al interés público comenta la doctrina: “En lo concerniente a la ausencia de un interés público se ha dicho que a pesar
de la culpabilidad ínfima puede ser admitida la existencia de dicho interés, ello por razones de prevención general o especial (Cf.
Beulke. Strafprozessrecht, No. 334; Kleinknecht/Meyer. Strafprozessordnung, Par. 153, No. 7; Schroeder. Strafprozessrecht, No. 64;
Zipf. Strafprozessrecht, p. 79). Polémica existe con respecto a si se pueden tomar en cuenta consecuencias extraordinarias del hecho,
aun cuando no puedan ser imputadas al autor (Dudando con razón: Zipf. Strafprozessrecht, p. 79. A favor: Kleinknecht/Meyer.
Strafprozessordnung, Par. 153, No. 7). Discusión ha existido además sobre si la necesidad de que se aclare una discusión jurídica hace
que exista interés público (En sentido negativo con razón: Zipf. Strafprozessrecht, No. 64). Se señala que el transcurso del tiempo entre
el hecho y el descubrimiento del mismo puede hacer disminuir el interés público (Kleinknecht/Meyer Strafprozessordnung, Par. 153, No.
7).” (LLOBET RODRÍGUEZ (Javier), Proceso Penal Comentado, 2° edición, Editorial Jurídica Continental, 2003, p. 88). LLOBET
también comenta que en “Alemania existe una norma en sentido inverso. Así en delitos catalogados como de acción privada el
Ministerio Público puede ejercer la acción pública cuando existe un interés público”. LLOBET (Ibid. p. 79).
49REAL ACADEMIA ESPAÑOLA. Diccionario de la Lengua Española, T. I, Impresión: Mateu- Cromo, Artes Gráficas, Madrid, España, p. 1057.
trate de un caso en que el Ministerio Público haya dispuesto la aplicación de un criterio de
oportunidad (Cfr. art. 34 C.P.P.).
No parece adecuado afrontar aquí un análisis a profundidad acerca de los múltiples institutos
incorporados en el nuevo Código Procesal Penal. Sin embargo, vamos a abordar los elementos
esenciales de cada uno de ellos para dejar abierta la puerta a futuros trabajos en que, sin duda
alguna, los juristas de la república abarcarán la riqueza que está contenida en ellos. Vamos a
comenzar por un análisis general acerca del fenómeno conocido como “desjudialización”, para
luego entrar a conocer de los tres principales mecanismos que incorpora la reforma, esto es: a)
Mediación y Conciliación (art 37 y ss. C.P.P.), b) Suspensión condicional del procedimiento (art.
40y ss. C.P.P.) y, finalmente c) El procedimiento abreviado (arts. 363 y ss. C.P.P)
El hombre de hoy enfrenta ciertamente una paradoja, el juez y el Ministerio Público, ven ampliados
su campo de acción, mientras que las nuevas tendencias buscan la desjudialización de ciertos
conflictos, porque se parte del presupuesto de que el ingreso al sistema de control social supone
un impacto negativo para la persona.50
Así, se afirma que el aparato judicial implica “riesgos” que no se pueden evitar, y que, por lo tanto,
es mejor evitar el ingreso de una persona al sistema que esperar al momento “definitorio” o de la
sentencia. La “desjudicialización” llamada inglés “diversión”51, según nos narra KEMELMAJER, fue
utilizada por primera vez en un informe norteamericano de 1967 y se consagró a consecuencia del
tratamiento empleado por Lemert en su ensayo “Instead of Court. Diversión in juvenile justice”
(1971)52. Según PATANÉ la diversión implica la “no continuación de la acción penal, o su
suspensión anterior al debate, con la eventual posibilidad de sustituir la sanción penal con formas
de tratamiento socio rehabilitativas y comunitarias con el resultado de determinar una desviación
del proceso hacia un epílogo no judicial, o de algún modo extraño a lógica del juicio y a la
sentencia de mérito”53 No obstante, el XIII Congreso Internacional de Derecho Penal (El Cairo,
1984), definió el término en un sentido amplio como “todo desvío o desviación de la secuencia de
los actos normales del proceso penal antes del pronunciamiento sobre la imputación”54 En este
sentido amplio es equivalente a “diversificación” o “desjudicialización” que tiene dos caras: a) es un
proceso que minimiza la entrada del ofensor al sistema de justicia penal, porque se supone que
éste implica en sí mismo un riesgo según los postulados de la teoría del “etiquetamiento” y, b) es a
la vez una alternativa para quien entra al sistema, de manera tal que el ofensor que ingrese al
sistema tenga la opción de ser trasladado a uno alternativo, aminorando así el factor “criminógeno”
50Marcan la paradoja FAGET, CASTAIGNÈDE, NÉRAC-CROISIER entre otros. Cfr. KEMELMAJER DE CARLUCCI (Aída), Justicia
Restaurativa, Rubinzal – Culzoni Editores, Santa Fe, Argentina, 2004, pp. 87 y ss.
51Estamos hablando de diversion en un sentido amplio, equivalente a diversificación o desjudialización.Pues existe el instituto, propio del
sistema angloamericano, y del cual deriva la suspensión condicional del proceso, que muchos han identificado con el nombre de
“diversion”. Existe en castellano poca información sobre los institutos anglosajones de la “probation” y la “diversión”. Básicamente se
puede señalar que la primera es una suspensión condicional de la sentencia y la segunda es una suspensión de la persecución. En esta
materia se seguirá lo indicado por MARINO, Esteban. “Suspensión del procedimiento a prueba”En: MAIER, Julio B.J. (compilador). El
nuevo Código Procesal Penal de la Nación. Análisis crítico, Buenos Aires, Argentina, Editores del Puerto s.r.l., 1993., pp. 29-41.
Además puede consultarse la obra de: DE OLAZABAL, Julio. Suspensión del proceso a prueba, Buenos Aires, Argentina, Editorial
Astrea, s.f.e., pp. 18 y 19.
52Cfr. KEMELMAJER DE CARLUCCI (Aída), Justicia Restaurativa, op. Cit., p. 89. La teoría de LEMERT conocida como el “labelling
approach” explica que el “delincuente” tiende a actuar de conformidad con la etiqueta que el sistema le impone, si evitamos el
“etiquetamiento”, las posibilidades de reintegración del infractor aumentan exponencialmente.
53Citado por KEMELMAJER DE CARLUCCI (Aída), Justicia Restaurativa, op. Cit., p. 89.
54Cfr. KEMELMAJER DE CARLUCCI (Aída), Justicia Restaurativa, op. Cit., p. 89.
implícito en el sistema. A su vez, la doctrina apunta lo siguiente: “La desjudicialización requiere dar
respuesta, entre otras, a dos cuestiones fundamentales: (I) Momento y autoridad a la que se le
faculta para poner fin a la intervención penal , y (II) Supuestos reglados en los que puede ser
utilizado este recurso.”55
Antes de entrar en el estudio de cada uno de los mecanismos con los que la reforma impulsa la
“desjudicialización” dentro del sistema penal, debemos aclarar que no debe confundirse
desjudicialización con “justicia restaurativa”, analizada supra. La justicia restaurativa pretende un
diálogo entre autor y víctima, con el objeto de potenciar soluciones compartidas, y así reparar el
tejido social dañado, el daño producido y la auto-imagen del ofensor. No todas las salidas
propuestas por los movimientos de “desjudicialización” participan de esas características. A su vez,
y esto es muy importante, desjudicialización no es desjuridización, nada más alejado de la realidad,
toda medida “alterna” al sistema de enjuiciamiento tradicional ha de tener en cuenta los derechos
fundamentales implícitos en cualquier proceso, sino se podría llegar a extremos indeseables y
contrarios a los más elementales principios de la reforma.
“En los tribunales se vive, se trabaja, en y por conflictos ajenos. El ser humano se va
descorporizando atrapado en las redes del proceso, sus oscuras entrañas y laberintos. Pasa a ser
un expediente. El conflicto se desplaza y el tiempo, que todo lo pauta, va creando contumaces
incertidumbres. Víctima y victimario quedan a la mala de Dios” (ELÍAS NEUMAN) 56
El desmedido uso del derecho penal en los casos en que otras ramas del derecho podrían asumir
el conflicto, o bien, la insistencia en que un caso se tramite por la vía tradicional cuando bien podría
ser objeto de conciliación, impiden que la víctima alcance una solución satisfactoria a su problema
e impide también que el proceso penal alcance su objetivo final, garantizar la armonía social. Cabe
citar un caso de los tantos que tramitó como juez penal suplente en Costa Rica el fallecido jurista
HENRY ISSA, y al que hacía repetida referencia en sus trabajos sobre el tema:
NEUMAN citado por KEMELMAJER DE CARLUCCI (Aída), Justicia Restaurativa, Rubinzal – Culzoni Editores, Santa Fe,
56
Esto demuestra lo que puede ocurrir si se descuidan los intereses de las partes en la persecución
de una pena que, muchas veces, puede ser inútil en un caso concreto. El paradigma conciliatorio
asume otra posición, como recuerda el profesor ISSA: “…Dentro del proceso conciliatorio interesa
sobre todo la reconstrucción de los hechos para la búsqueda de una verdad; el castigo por la falta
está en último plano; es más importante volver a relacionar a dos miembros de la comunidad
disgustados que castigar a un transgresor…”58
Sin embargo, hay que tener claro que asumir el paradigma conciliatorio no constituye una “salida
fácil” del sistema, ni una privatización de la justicia penal. De hecho, en muchas ocasiones llegara
un proceso de conciliación exitoso puede ser más laborioso que la simple imposición de una pena
tradicional. No obstante, la conciliación y en particular la reparación, tienen la ventaja de que se
puede llegar a una resolución creativa y mutuamente satisfactoria del conflicto, lo que contribuye a
reparar la paz social alterada con el delito.
Entre las novedades59 que incorpora la reforma se encuentran los artículos 37 y ss. del C.P.P. que
permiten conciliar los cargos en cualquier momento de previo a que se ordene la apertura a juicio
en los delitos de acción pública, o bien en cualquier estado de la causa tratándose de infracciones
de acción privada. Estos delitos pueden ser las contravenciones, las infracciones de acción privada
o pública a instancia privada, el homicidio culposo o bien todas aquellas que permitan aplicar el
perdón condicional de la pena60.
Es importante distinguir entre “conciliación” como acto procesal, (el acto en que dos o más partes
se ponen de acuerdo acerca de la solución de un conflicto, mediante soluciones mutuamente
satisfactorias) a que hace referencia el art. 37 C.P.P.; y “conciliación” como el resultado de un
acuerdo negociado entre las partes, el cual, una vez examinado por el juez, tendrá fuerza
ejecutoria (Cfr. Arts. 39, 281.8 y 283 C.P.P.). “Conciliar” del latín “conciliare” significa ajustar los
ánimos de quienes estaban opuestos entre sí61. ORTEGA PINTO se refiere a la técnica de
57 ISSA EL KHOURY JACOB, Henry. “Solución alternativa de conflictos penales. Una propuesta de marco teórico.” Revista de
Ciencias
Penales, Revista de la Asociación de Ciencias Penales de Costa Rica, Noviembre, 1994, Año 6, N°9, p. 68.
58 ISSA EL KHOURY JACOB, Henry. A la armonía por la palabra: la solución negociada de conflictos penales, ob. Cit. p. 11.
59Es claro que la conciliación no es un descubrimiento nuevo en el mundo del derecho, aunque hasta el momento no se le aplicado con la
intensidad que podría serlo a lo interno del sistema penal. Sobre el punto comenta Alfonso E. CHAVES RAMÍREZ: “Desde 1874, una
carta de Voltaire, se lee: La mejor ley, el más excelente uso, el más útil que yo haya visto jamás está en Holanda. Si dos hombres
quieren pleitear el uno contra el otro son obligados a ir ante el Tribunal de los Jueces conciliadores, llamados hacedores de paz. Si la
partes llegan con su abogado y un procurador, se hace de pronto retirar a estos últimos, como se aparta la leña de un fuego que se
quiere extinguir. Los pacificadores dicen a las partes: sois unos locos por querer gastar vuestro dinero en haceros mutuamente
infelices; nosotros vamos arreglaros sin que os cueste nada. Si el furor por pleitear es sobrado fuerte en esos litigantes, se aplaza para
otro día, a fin de que el tiempo suavice los síntomas de la enfermedad; enseguida los jueces les envían a buscar una segunda, una
tercera vez; si la locura es incurable, se les permite litigar, como se abandona a la amputación miembros gangrenados; entonces la
justicia hace su obra[…]También es menester hacer referencia a la conciliación en algunas comunidades indígenas, en las que las
personas que actúan como intermediarias son escogidas por sus méritos y por las labores comunitarias que han desarrollado.
Funcionan como jueces y los conflictos se abordan en una sesión en la que se discuten y la autoridad va orientando esa discusión, hasta
lograr los acuerdos correspondientes.”(CHAVES RAMÍREZ, Alfonso E. “La conciliación” En: GONZÁLEZ ÁLVAREZ, Daniel
(Compilador). Reflexiones sobre el nuevo Proceso Penal. 2da. Ed.. San José (Costa Rica): Fondo editorial del Colegio de Abogados y la
Asociación de Ciencias Penales, 1997, p. 171.
60La remisión al Código Penal es aquí obligada. Sin embargo, cabe destacar que la valoración ha de hacerse desde una perspectiva
concreta, de acuerdo con una estimación “ex ante” de la posible pena a imponer en el caso en cuestión. Por lo tanto, cabría pensarse en la
aplicación incluso en los delitos tentados de gravedad. Es discutible el caso en que el tipo sanciona exclusivamente con penas no
privativas de libertad, ante dicha interrogante bien podría decirse que si el Código permite su aplicación en delitos más graves, en estos
también sería procedente.
61En este sentido la definición de la REAL ACADEMIA ESPAÑOLA. Diccionario de la Lengua Española, T. I, p. 531. CABANELLAS
define conciliación como “Avenencia de las partes en un acto judicial, previo a la iniciación de un pleito. El acto de conciliación, que
también se denomina juicio de conciliación (v.),procura la transigencia de las partes, con el objeto de evitar el pleito que una de ellas
quiere entablar” (CABANELLAS DE TORRES, Guillermo. Diccionario Jurídico Elemental, op. Cit. p. 81); CAPITAN apunta: “Latín
conciliatio, derivado de conciliare, literalmente “congregar”, de donde “conciliar” […] Acuerdo entre dos personasp que se hallan en
pleito, obtenido por intermedio de un juez.” (CAPITANT, Henry. Vocabulario Jurídico, traducción castellana de Aquiles Horacio
Guaglianone, Depalma, Buenos Aires, 1973, p.
conciliación como “un mecanismo con un rol que va más allá de la Observación y/o Verificación y
que muchas veces es lo que facilita y promueve la búsqueda y encuentro de una solución
alternativa del conflicto. Un conciliador busca, principalmente, cambiar la imagen que las partes se
tienen una de la otra y poner sobre la mesa la posibilidad de salidas no violentas. La conciliación
es un proceso en el cual una Tercera Parte (muy difícil que el conciliador se implemente por una de
las partes) facilita la comunicación entre dos o más partes y con la atribución y capacidad potencial
de orientar las discusiones facilitando la obtención de acuerdos diseñados y decididos
exclusivamente por los Actores primarios. Para este mecanismo, es indispensable que el
Conciliador participe a solicitud de las partes.” 62.El art. 37 contempla la posibilidad que el Ministerio
Público solicite el asesoramiento de “mediadores” para facilitar un acuerdo. En cambio, la
“mediación”, aunque semejante a aquélla, es menos formal, y está reducida a una o varias
audiencias “cara a cara”, en donde el mediador intenta encontrar puntos de conexión. Como dice el
mismo ORTEGA PINTO “el mediador facilita las cosas para que los que asisten a la audiencia
puedan hablar francamente de sus intereses, dejando de lado sus posiciones adversas. Mediante
las preguntas apropiadas y las técnicas adecuadas, se puede llevar a las partes hacia los puntos
de coincidencia y, si ellas no llegan a un acuerdo, el mediador no puede tomar ninguna
decisión…”63A diferencia del proceso contradictorio, la mediación tiene una estructura dialogal con
mínimas formalidades, que ofrece un alto grado de participación al imputado y a la
víctima64.Garantía de que esa participación será espontánea y regida por la buena fe, es que, en
caso de no llegarse a un acuerdo, los mediadores deben guardar secreto de lo dicho en estas
deliberaciones y sus manifestaciones carecen de todo valor probatorio.
El fiscal y el juez deberán procurar activamente un arreglo negociado entre las partes, en plano de
igualdad65. Sin embargo, ambos han de tener especial consideración con los casos en que se
ventilen agresiones sexuales (sin que importe la edad de la víctima), violencia intrafamiliar (sin que
importe el sexo del ofendido) y en aquellos supuestos en que el ofendido sea un menor de edad
(sin que importe entonces el delito), porque en esos casos hay una relación especial de poder que
dificulta un acuerdo en el plano de la igualdad. Los dos últimos casos están regulados en el artículo
136 ); por otro lado COUTURE nos brinda la siguiente definición: “Acuerdo o avenencia de partes que, mediante renuncia, allanamiento o
transacción hace innecesario el litigio pendiente o evita el litigio eventual […]Del verbo conciliar, y éste del latín concilio,-are, derivado de
concilium
, -ii “asamblea, reunión” (de con- y calo, -are “convocar”) El concilium romano significaba una asamblea en general, y en particular una
asamblea de la plebe. Como era en estas asambleas donde se reunía la gente para cerrar negocios, resolver diferendos, etc., el verbo
conciliare que originalmente significaba “asistir al concilio”, tomó las diversas acepciones correspondientes a estas actividades. El
derivado popular de concilium es concejo.”(COUTURE, Eduardo J., Vocabulario Jurídico, edición al cuidado de Jorge Peirano Facio y
José Sánchez Fontáns, Depalma, Buenos Aires, 1976, p. 159).
62ORTEGA PINTO, Herbert David, “La teoría del conflicto y la resolución de conflictos”. En: COSTA RICA. ESCUELDA JUDICIAL.
Público, porque, aunque la norma no lo contemple, este órgano puede solicitar el archivo de la causa (art. 281 C.P.P.) y que es necesario
que conozca los términos del acuerdo. Además, si el Ministerio Público considera que ha mediado coacción o amenaza, podrá desestimar
la conciliación e iniciar o continuar la investigación.
65Al respecto comenta: “El plano de igualdad no debe confundirse con igualdad en el asesoramiento letrado, sino que debe existir un
plano de igualdad en las obligaciones y renuncias a las que lleguen las partes, de manera que no se de un desbalance de pode. Conforme
se ha afirmado, lo que se pretende es evitar acuerdos abusivos que afecten los intereses de una de las partes, especialmente de la víctima”
CORTÉS COTO, Ronald. La etapa preparatoria en el nuevo proceso penal, 1° ed., IJSA, San José, Costa Rica, 1988, p. 118.
38 in fine que expresamente le prohíbe al Ministerio Público procurar la conciliación sino ha
mediado una solicitud expresa de la víctima o su representante. Sin embargo, no puede decirse
que en tales delitos hay una imposibilidad absoluta de aplicar la conciliación ya que al tratar
conductas humanas la casuística será siempre la regla.
Los artículos 39, 44.10 establecen el efecto extintivo sobre la acción penal que tiene la conciliación.
No obstante, el archivo dispuesto ha de ser notificado de conformidad con lo dispuesto por el
artículo 283 C.P.P. En efecto, tanto imputado como víctima podrán objetarlo alegando que ha
mediado coacción o amenaza al momento de realizar el acuerdo. De seguido el juez convocará a
una audiencia en el plazo de cinco días, para dictar lo que proceda, y su decisión es pasible de
apelación.
Por último, MAIER nos ha llamado la atención sobre el talón de Aquiles de estas nuevas
soluciones de justicia “negociada”. Dice el ilustre procesalista: “Quizás el único argumento
incontestable en contra de esta diversificación del sistema penal sea el hecho de que, acudiendo a
la verdad consensual como eje del sistema, aún parcialmente, las diferencias socio-económicas
existentes en el seno social son trasladadas directamente a la solución del conflicto.
Históricamente, inclusive éste fue el talón de Aquiles del sistema composicional, vigente en la
primera parte de la Edad media, y una de las bases argumentales de su desaparición a manos de
la Inquisición. Los más poderosos predominan sobre los débiles y, por ello, están en mejores
condiciones de forzar una satisfacción, como de escapar a la pena, reparando el daño causado. El
sistema penal, entonces, produce, directamente, una selección en el sentido expresado, que,
observada modernamente, resulta intolerable.” 67Esta crítica, obliga a que los funcionarios
encargados de poner en la práctica las “modernas” soluciones de justicia restaurativa, procedan
con mucha cautela para no impedir el acceso a la justicia a aquellas personas en desventaja socio-
66ARMENTA DEU, Teresa. “El proceso penal: nuevas tendencias, nuevos problemas”. Revista de Ciencias Penales, Revista de la
Asociación de Ciencias Penales de Costa Rica, Agosto, 1997, Año 9, N°13, p. 22.
67MAIER, Julio B.J., “El sistema penal hoy: entre la inquisición y la composición”, op. cit., pp. 147-148.
económica, ni permitir que se llegue a acuerdos abusivos para una de las partes, sólo así la ley se
aplicará igual para todos.
Uno de los mecanismos que tiende a reparar el tejido social dañado por el delito y a devolver a la
víctima el papel protagónico que hasta ahora se le había quitado, es precisamente la suspensión
condicional del proceso (en adelante la “suspensión”). 68 En este sentido, el citado instituto
constituye una de las transformaciones introducidas por las modernas tendencias que intentan
paliar la crisis que enfrenta la justicia penal. Se ha afirmado con acierto que: “la suspensión del
proceso a prueba tiene su base, entre otros aspectos, en los principios de proporcionalidad y de
racionalidad de la reacción estatal, al estimarse indispensable realizar algún tipo de selección y no
aplicar la sanción penal frente a una persona que ha cometido un hecho delictivo de poca
relevancia, y que hasta ese momento no había delinquido antes, siempre que se pueda sustentar
de alguna manera la probabilidad de que se comportará correctamente al dársele una segunda
oportunidad sin enviarlo a la cárcel.”69
La reforma tiene, al igual que otras naciones del continente, como antecedente el movimiento en
torno al Código Procesal Modelo para Iberoamérica, art. 231, en el que se le denomina
“suspensión del proceso a prueba”70, así como la Ordenanza Procesal Penal Alemana, cuya
disposición 153a establece el “archivo del proceso en caso de cumplimiento de condiciones y
mandatos”, al que denomina también “archivo condicional del procedimiento” 71. Vale aclarar que
pareciera más preciso denominarla “suspensión condicional del proceso” y no del “procedimiento”,
ya que el término procedimiento no es exclusivo del ámbito jurisdiccional (hay procedimientos
administrativos, legislativos, etc.), siendo que “jurisdicción y proceso” son realidades correlativas e
interdependientes conceptualmente: sin proceso no hay ejercicio de la actividad jurisdiccional,
aunque para algunos tratadistas (especialmente del Derecho Administrativo) el proceso – como
institución jurídica - tiene naturaleza administrativa. Lo que sí resulta cierto es que todo proceso se
desarrolla formalmente a través de uno o varios procedimientos.
Los principales fines de este instrumento político criminal son: a) una reasignación eficiente de los
recursos del sistema penal de acuerdo con criterios razonables y controlables de persecución
68Conocida en otros ordenamientos como “suspensión del proceso a prueba”. Decía en Argentina el diputado Hernández al someter a sus
pares el proyecto que finalmente introdujo la suspensión del proceso a prueba en la nación sudamericana (Ley 24.316): “ No se trata de
dejar sin respuesta al delito, como decía Jescheck, sino que se pretende evitar el mal en la aplicación o reducirlo lo más posible… Se
trata de una innovación importante, como parte de un concepto de resocialización que no requiere ni la condena ni la declaración de
culpabilidad por parte del imputado”(Cámara de Diputados de la Nación. Diario de Sesiones”, 6ª reunión, 2/6/1993, pp. 1286 y ss.)
(Véase STIPPEL, Jörg y MARCHISIO, Adrián (coord.). Principio de Oportunidad y Salidas Alternativas al Juicio Oral en América
Latina, op. Cit., p. 144). En este sentido coincidimos con HASSEMER en la conveniencia de aplicar “tanta legalidad como sea posible y
tanta oportunidad como sea… necesaria” (Citado por BOVINO, Alberto. La suspensión del procedimiento penal a prueba en el Código
Penal Argentino, op. Cit. p. 223.
69GONZÁLEZ ALVAREZ, Daniel, en su introducción al libro de PORRAS VILLALTA, Mario Alberto, SALAZAR MURILLO, Ronald
y SANABRIA ROJAS, Rafael Ángel. La aplicación de la suspensión del proceso a prueba en Costa Rica (de la teoría a la praxis), 1
ed., Editorial Jurídica Continental, San José, Costa Rica, 2003, p. 8.
70La exposición de motivos del Código Modelo para Iberoamérica justifica de modo claro la procedencia de dicho instituto afirmando
que: “...es un instrumento probado como eficaz en el derecho comparado, que permite prescindir de la persecución penal íntegra, en
aquellos casos en que no se vislumbra como aconsejable la aplicación final de una pena efectiva. Esta herramienta a la par de
constituir, junto con otras, la forma de diversificar los modos de solucionar ciertos conflictos sociales para los que hoy se receta una
pena, constituye una de las piezas indispensables para descargar la administración de aquellos casos de menor importancia,
prescindibles según las variaciones sociales, con el fin de ingresar al sistema aquellos que, sin duda, deben ser procesados por él.”
Citado por Guillermo Piedrabuena Richard, fiscal nacional de Chile. En: STIPPEL, Jörg. y MARCHISIO, Adrián. coord., Principio de
Oportunidad y Salidas Alternativas al Juicio Oral en América Latina, op. Cit., p. 314
71Cfr. al respecto PORRAS VILLATA, Mario Alberto y otros, La aplicación de la suspensión del proceso a prueba en Costa Rica (de la
teoría a la praxis), op. cit., pp. 21-22 y STIPPEL, Jörg, y MARCHISIO, Adrián,(coord.), Principio de Oportunidad y Salidas
Alternativas al Juicio Oral en América Latina, op. Cit., p. 314. Cfr. al respecto PORRAS VILLATA, Mario Alberto y otros, La
aplicación de la suspensión del proceso a prueba en Costa Rica (de la teoría a la praxis), op. cit., pp. 21-22 y STIPPEL, Jörg, y
MARCHISIO, Adrián,(coord.), Principio de Oportunidad y Salidas Alternativas al Juicio Oral en América Latina, op. Cit., p. 314.
penal; b) disminuir la criminalización secundaria y evitar el etiquetamiento formal de la persona
condenada por el sistema penal, c) un relevante descongestionamiento del sistema judicial, y d)
propiciar la solución del conflicto social e interpersonal provocado por el hecho delictivo.
Es innegable que la exigencia del plan de reparación del daño causado por el delito mediante
acuerdo firmado con la víctima o bien, garantía suficiente de la obligación, que incorpora como
requisito el art. 40 párrafo 2º C.P.P. tiene una fuerte influencia de modernas tendencias político
criminales que impulsan el concepto de la justicia restaurativa y la reivindicación de los intereses
de la víctima dentro del sistema penal.72
En Argentina, cuyo art. 76 bis dispone también la obligación de reparar el daño causado, la
doctrina procesal señala que: “Hay consenso en la doctrina respecto a que, esta exigencia, se
vincula con los nuevos fines que, en los más modernos desarrollos político criminales, se le otorga
a la reparación. Como lo reconoce Luis M. García: “(…) esta norma es novedosa, al hacer
depender la prosecución del juicio, entre otros extremos, de la falta de una satisfacción o
reparación razonable a quien aparecía como afectado por el hecho delictivo. Si hay tal satisfacción
(rectius, como veremos enseguida si hay un ofrecimiento de reparación) el Estado se muestra
inclinado a prescindir del juicio penal, y como consecuencia de ello, de una sentencia de condena,
en la medida en que ello satisfaga aún la conciencia de efectividad o vigencia del orden jurídico.
Aquí se hacen evidentes de modo práctico las relaciones entre el principio de subsidiariedad, la
reparación y la idea de prevención general positiva”73
Medidas de corte similar a la suspensión condicional del proceso ya se han implantado en los
ordenamientos de Argentina74, Brasil75 Bolivia76, Chile77, El Salvador78, Guatemala79, Paraguay80y
Venezuela81, con resultados positivos. Comentaba al respecto el fiscal nacional de Chile: “la
incorporación de este mecanismo de política criminal encuentra sólidas bases, si se piensa, por
una parte, que se trata de evitar los efectos negativos, estigmatizantes y de socializadores que
enfrenan quienes por primera vez toman contacto con el sistema penal, abriendo espacio para
72“Según ROXIN, en la prevención general positiva se pueden distinguir tres fines y efectos distintos, si bien imbricados entre sí: el efecto
de aprendizaje, motivado social pedagógicamente; el ejercicio en la confianza del Derecho que se origina en la población por la
actividad de la justicia penal y, finalmente, el efecto de satisfacción, que aparece cuando el delincuente ha hecho tanto que la
conciencia jurídica se apacigua (por eso, también este efecto lo denomina, indistintamente, como de “pacificación”) acerca de la
infracción al Derecho y da por finalizado el conflicto con el autor.[...] Sobre la base de este último efecto (de “satisfacción” o de
“pacificación”). ROXIN construye el significado preventivo general de la reparación. Al respecto afirma (...) la reparación del daño es
muy útil para la prevención integradora (...), al ofrecer una contribución considerable a la restauración de la paz jurídica. Pues sólo
cuando se haya reparado el daño, la víctima y la comunidad considerarán eliminada –a menudo incluso independientemente de un
castigo- la perturbación social originada por el delito”.(CESANO, José Daniel. “Reparación y Resolución del Conflicto Penal: su
tratamiento en el código penal argentino”. En: Nuevas Formulaciones en las Ciencias Penales, Carlos Julio Lascano, director Editorial,
Marcos Lerner Editora Córdoba, La Lectura libros jurídicos, Córdoba, Argentina, 2001 pp. 504-505. Cfr. también ROXIN, Claus. “La
reparación en el sistema de los fines de la pena”. En: AAVV, De los delitos y de las víctimas, Julio B.J. Maier Compilador, Ad Hoc, 1°
edición, 1992, Buenos Aires, Argentina, pp. 129-156). Es interesante anotar aquí que el Código Penal (federal) de Canadá ya incluye a la
reparación como uno de los fines de la pena (Cfr. Art. 718 citado por CESANO, José Daniel. “Reparación y Resolución del Conflicto
Penal: su tratamiento en el código penal argentino”, op. Cit., p. 505.) Sobre la influencia de esta corriente en el Código Procesal Penal se
ha pronunciado también LLOBET (Cfr. LLOBET RODRÍGUEZ, Javier. Proceso Penal Comentado, 2° edición, Editorial Jurídica
Continental, 2003, p.53). Véase además ARMIJO SANCHO, Gilbert. LLOBET RODRÍGUEZ, Javier, y RIVERO SÁNCHEZ, Juan
Marcos. Nuevo proceso penal y constitución, 1° edición, IJSA, San José, Costa Rica, 1998, pp. 194-196, y PORRAS VILLATA, Mario
Alberto y otros. La aplicación de la suspensión del proceso a prueba en Costa Rica (de la teoría a la praxis), op. cit., pp. 53-55.
73CESANO (José Daniel), Reparación y Resolución del Conflicto Penal: su tratamiento en el código penal argentino, op. Cit., pp. 523-
524.
74Incorporado por la ley nacional N°24.316 en el año de 1994, a través de la reforma del Código Penal, que agregó a su Título XII, los
derecho norteamericano”. Revista de Ciencias Penales. Revista de la Asociación de Ciencias Penales de Costa Rica, Marzo, 2000, Año
12, N°17, pp. 49- 53.
76Incorporado en el nuevo Código de Procedimiento Penal (Ley 1970 del 25 de marzo de 1999), artículos 21-27.
77Artículos 237 y ss. del Código Procesal Penal.
78Artículo 22 del Código Procesal Penal.
79Artículo 27 del Código Procesal Penal.
80Cfr. artículos 21, 22, 23, 25, 68, 301, 308, 309, 314, 351, 352, 353, 354, 356 y 358 del Código Procesal Penal de ese país.
81Artículos 37 al 42 del Código Orgánico Procesal Penal de Venezuela que entró en vigencia el 1 de julio de 1999.
reinserción social y, por la otra, que se persigue descargar el sistema para concentrar los
esfuerzos, como se ha dicho, en los casos más graves que requieren con mayor propiedad de un
juzgamiento pleno”.82
Lo anterior permite afirmar que dicho instituto viene a conformar una nueva forma de extinción de
la acción penal, como expresamente lo establece el artículo 44 inciso 7 (si es que no se produce su
revocatoria antes del término acordado para su cumplimiento), pues, a diferencia del perdón
condicional de la pena, la suspensión no determina una pena, ya que por razones obvias ésta sólo
puede imponerse después de un juicio previo.
Del mismo modo, la doctrina más calificada señala con acierto que se trata de una institución
bifronte, “en cuanto si por una parte tiene la predicada capacidad extintiva de la acción, por otra se
manifiesta claramente como instauradora de un principio de oportunidad en el ejercicio de las
acciones penales”85. Ello ocurre de ese modo por cuanto el otorgamiento al ministerio público y al
juez, e inclusive a la víctima, de la capacidad para decidir acerca de la pretendida paralización del
juicio o de su prosecución, importa introducir una excepción al ejercicio oficioso de las
mencionadas acciones.
El artículo 40 del nuevo Código Procesal Penal regula la procedencia de la suspensión condicional
del proceso, la que relaciona con el instituto de la suspensión condicional de la pena, de la que se
diferencia precisamente por no llegar hasta la sentencia condenatoria, permitiendo hacer al
principio lo que al final está también autorizado. Según lo dispuesto en aquel artículo en los casos
82Informe del Fiscal Nacional de Chile, Guillermo PIEDRABUENA RICHARD. En: STIPPEL, Jörg, y MARCHISIO, Adrián (coord.),
Principio de Oportunidad y Salidas Alternativas al Juicio Oral en América Latina, p. 317.
83Existe en castellano poca información sobre los institutos anglosajones de la “probation” y la “diversión” en el sentido estricto del
término. Básicamente se puede señalar que la primera es una suspensión condicional de la sentencia y la segunda es una suspensión de la
persecución. En esta materia se seguirá lo indicado por MARINO, op. Cit., y por MAIER, Derecho…, op. Cit., Además puede
consultarse la obra de: DE OLAZABAL (Julio), Suspensión del proceso a prueba, Buenos Aires, Argentina, Editorial Astrea, s.f.e., pp.
18 y 19. Cabe advertir que algún sector doctrinal identifica la suspensión del proceso a prueba con la “probation”. Sin embargo, es
criterio mayoritariamente aceptado que deriva de la diversión. “La diversión o suspensión de la persecución penal es un instrumento de
derivación de causas penales por otros conductos formales de control. Esta facultad está a cargo de los fiscales que la disponen por
aplicación de criterios de oportunidad. La diversión consiste en la desestimación de los cargos, por parte del Fiscal, bajo la condición de
que el imputado preste su consentimiento para someterse, por un período de tiempo determinado, a un programa de rehabilitación sin
encarcelamiento, y de que cumpla con las obligaciones que al respecto se le impartan. Si la prueba es satisfactoria, se renuncia
definitivamente a la persecución penal respectiva, sin ninguna consecuencia penal. Si, por el contrario, la persona sometida a diversión
incumple alguna de las observaciones, se retoma la persecución penal contra él.”(Cfr. MARINO, op. Cit., p. 36.) Nótese que la diferencia
entre los dos institutos de comentario es sustancial. Mientras la “diversión” se produce con anterioridad al juicio, la “probation” exige
que este se haya producido y que sólo esté pendiente el dictado de sentencia. Así, el incumplimiento de las condiciones de la prueba
acarrea efectos distintos según se esté en uno o en otro régimen condicional. Si se falla la prueba de la diversión, el resultado es que se
retoma la persecución penal y se inicia el juicio para determinar la culpabilidad del imputado. En cambio, la revocación de la probation
conlleva el dictado - que se encontraba suspendido - de la sentencia.
84En este sentido DE OLAZÁBAL (Julio), Suspensión del proceso a prueba, op. Cit., p. 20.
85Cfr. al respecto op. Cit. de DE OLAZÁBAL, pp. 22-23.
en que proceda la suspensión condicional de la pena 86, el imputado puede solicitar la suspensión
condicional del procedimiento, para lo cual debe presentar: a) un plan de reparación del daño
causado por el delito, que debe estar firmado en conjunto con la víctima, o bien una garantía
suficiente para cumplir con ese plan de reparación y b) una manifestación de conformidad con la
suspensión, lo que implica admitir los hechos que se le atribuyen (aunque no se diga, sería
oportuno que conjuntamente con la solicitud se presente el detalle de las condiciones que estaría
dispuesto a cumplir el imputado, dada la naturaleza voluntaria del instituto). Ese plan podría
consistir en la conciliación con la víctima, la reparación natural del daño inflingido o una reparación
simbólica, inmediata o por cumplir a plazos.
Si no se cumplen las condiciones establecidas por la ley, el juez debe rechazar la solicitud pero, la
admisión de los hechos por parte del imputado no constituye una confesión y carece de valor
probatorio.
La solicitud de suspensión condicional del proceso puede ser verbal o escrita, debe contenerla
admisión de los hechos, un plan de reparación y, en el mejor de los casos, un detalle de las
condiciones que se está dispuesto a cumplir. Es posible plantear el tema hasta antes de que se
ordene la apertura a juicio, sin embargo, el imputado no es exclusivo titular del derecho a solicitarla
suspensión condicional del proceso como ocurre en otras legislaciones del continente 87. Por
ejemplo, el artículo 293 inc. 3) C.P.P. le otorga al fiscal la posibilidad de solicitar la suspensión
cuando concluye su investigación y así lo considere procedente.
Ha de tenerse muy claro que una solicitud de esta clase no implicará jamás una renuncia al
derecho constitucional de la presunción de inocencia, que se mantiene inalterable hasta que exista
una sentencia condenatoria firme88, por lo que todas las medidas que se tomen serán impuestas a
una persona jurídicamente inocente.
86En consecuencia, los presupuestos de admisibilidad y otorgamiento de la suspensión condicional de la pena son trasladados al régimen
de la suspensión condicional del procedimiento, la que a su vez le permite imponer sus mismas reglas a la primera, de acuerdo con el art.
341. Hay que destacar que nuestro código no hace distinciones con respecto a la condición del sujeto activo del delito como lo hacen
otras legislaciones (por ejemplo el artículo 76 bis, párrafo VII de la legislación argentina, que prohíbe la aplicación del instituto cuando
hubiese participado un funcionario público).
87Véase BOVINO (Alberto), La suspensión del procedimiento penal a prueba en el Código Penal Argentino, op. Cit. p. 93 y ss.
88En este sentido LLOBET RODRÍGUEZ (Javier), Proceso Penal Comentado, op. Cit., p. 97.
89El tribunal competente para resolver sobre la suspensión es el de la etapa intermedia (art. 301.3 C.P.P.), aunque no hay
claridad sobre el punto, así parece desprenderse de lo regulado por el artículo 293.3 C.P.P. y 299.3. C.P.P
90Es requisito necesario la realización de la audiencia oral que ordena el art. 41 °, y al finalizar la misma el juez resolverá de inmediato.
En esa audiencia debe estar presente el imputado, y se le debe advertir expresamente acerca de las reglas de conducta y las
consecuencias de su incumplimiento. Lógicamente el señalamiento a la referida audiencia no va a ser necesario si la petición se formula
en la misma audiencia preliminar.
91En el caso de que no hubiera firmado ya el acuerdo de reparación.
92Si efectuada la solicitud aún no existe acusación, el Ministerio Público debe describir el hecho que se le imputa, esto con el objeto de
que el imputado pueda conocer en concreto cuál es la hipótesis fáctica que debe aceptar.
93Los efectos de la resolución que concede la suspensión a prueba son los siguientes: A) Detención del curso del proceso por el plazo de
duración del régimen de prueba. Una vez acordada la suspensión, el fiscal ve limitadas sus facultades de investigación. Sin embargo,
según dispone el artículo 289 CPP “El Ministerio Público debe asegurar los elementos de prueba esenciales sobre la infracción,
aun cuando se haya dictado la
cuales se suspende el proceso, las cuales no pueden tener un plazo menor de un año ni superior
de tres94; si no es así debe rechazar la solicitud. Esto lo hace, conjuntamente con la aprobación o
modificación del plan de reparación (el juez deberá enviar copia de la resolución a la Oficina
Especializada que servirá para abrir el expediente administrativo correspondiente) 95; f) lo resuelto
no tiene apelación, salvo que el imputado considere que las reglas son inconstitucionales o
excesivas, o bien que el juez se haya excedido en sus facultades.
Requisito indispensable para el otorgamiento del beneficio es que el imputado admita el hecho que
se le atribuye96 (art. 40 párrafo 2º), aspecto este que podría ser objeto de cuestionamiento ante la
garantía constitucional que establece que “nadie está obligado a declarar contra sí mismo”.
suspensión del procedimiento…”. B) Suspensión de la prescripción. El art. 48 inc. 5) del C.P.P. establece que durante el plazo del
período de prueba, el cómputo de la prescripción se suspenderá. De no cumplirse con las condiciones o el plan de reparación propuesto,
o bien si se comete un nuevo delito dentro del plazo de prueba, el proceso se reanudará y no podrá solicitarse la prescripción de la acción
penal basándose en el tiempo transcurrido durante el régimen de prueba. C) Toda medida de coerción de carácter personal que haya sido
impuesta antes, será reemplazada por las condiciones establecidas en el régimen de prueba. D) No se produce prejudicialidad con
respecto a los imputados no beneficiados con la suspensión a prueba.
94Hay que destacar que el artículo 41 obliga a realizar una evaluación previa para fijar las reglas de conducta. En ningún caso el juez
puede imponer medidas más gravosas que las solicitadas. Sin embargo, bien podría fijar otras – menos gravosas – que cumplan de mejor
manera los objetivos de la suspensión.
95Es recomendable la existencia de una oficina especializada de control administrativo para facilitar el cumplimiento de las medidas.
96La normativa no requiere que está admisión sea detallada, ni obliga a cumplir con formalidades especiales, por lo que ha de concluirse
que basta una aceptación pura y simple de la hipótesis acusatoria. Como ha dicho BINDER: “…es el imputado quien tiene el señorío y el
poder de decisión sobre su propia declaración. Consecuentemente, sólo él determinará lo que quiere o no le interesa declarar”
(BINDER, Alberto. Introducción al Derecho Procesal Penal citado por GARCÍA AGUILAR, Rosaura. La suspensión del proceso a
prueba en materia penal, op. Cit. p. 114, en nota 195. Como reflexión de lege ferenda debe anotarse que la exigencia de la aceptación de
los hechos por parte del imputado no es esencial para que se configure un procedimiento de suspensión constitucionalmente válido,
bastaría con que el imputado manifestara su conformidad con la aplicación del instituto. Para MAIER el fundamento de la exigencia es
de orden práctico, “…se trata, pues, de asegurar la finalidad preventivo-especial de este beneficio, impidiendo que el imputado deje de
cumplir con las obligaciones legales e instrucciones impartidas por el Tribunal, especulando con la pérdida o destrucción, por el mero
transcurso del tiempo, de los elementos el cargo que sustentan la imputación. Sin embargo, frente a este argumento existen dos
objeciones de importancia que será preciso tener en cuenta al momento de decidir por la inclusión o
exclusión de este requisito. La primera plantea que la aceptación de la veracidad de los hechos provoca una declaración coactiva del
supuesto autor que de otro modo no se hubiera producido. La segunda se refiere a la legalidad de una acusación que se formule sobre
la base de una declaración obtenida coactivamente en el caso de que se retome contra el supuesto autor el ejercicio de la acción
penal”.MAIER citado por MARINO, Esteban. “Suspensión del procedimiento a prueba”En: MAIER, Julio B.J. compilador, El nuevo
Código Procesal Penal de la Nación. Análisis crítico, op. Cit. p. 30. En el mismo sentido se expresa el autor en “La víctima y el sistema
penal”, (Cfr. AAVV, De los delitos y de las víctimas, Julio B.J. Maier Compilador, op. Cit. p. 232.) Ante esta posición cabe argumentar
con BOVINO y LLOBET, que, en todo caso, esa admisión no puede ser utilizada en su contra (Véase el comentario de LLOBET así
como el resumen de la posición de BOVINO en LOBET RODRÍGUEZ (Javier), Proceso Penal Comentado, op. Cit., pp. 96- 97. Allí
LLOBET indica que con la admisión del hecho lo que se trata es de darle legitimidad a la suspensión a prueba, por tratarse de
restricciones importantes a la libertad del imputado. Tal postura no es incompatible con lo que aquí se sostiene, porque bastaría para
darle legitimidad que el imputado consintiera libre y voluntariamente dichas restricciones). En todo caso, cabe decir que el Ministerio
Público tiene la facultad de asegurar los elementos de prueba esenciales sobre la infracción, aún en el caso de que se haya dictado la
suspensión condicional del proceso (art. 289 C.P.P.), de manera que la inquietud de MAIER perdería mucha fuerza en este contexto
normativo.
La resolución del tribunal que ordena la suspensión condicional del proceso podrá ser revocada
cuando a) el imputado, de manera considerable y de forma injustificada, se aparte de las
condiciones que le impuso el órgano jurisdiccional, b) cuando cometa una nueva infracción, para lo
cual se requiere al momento de agotarse el plazo de prueba, la existencia de una sentencia
condenatoria firme que así lo establezca, o c) si el imputado incumple el plan de reparación 97.Para
que se proceda a la revocatoria el juez a solicitud del Ministerio Público puede ordenaren
audiencia, mediante auto fundado, acerca de la reanudación de la acción penal 98. Aunque el
código no lo reguló, debe concluirse que si el imputado cumplió con todos sus compromisos antes
del tiempo fijado en la resolución, nada obsta para que el juez decrete extinción de la acción penal
de forma anticipada99. Por el contrario, al tratarse de circunstancias que limitan el disfrute del
instituto no podrían utilizarse otros supuestos no comprendidos en el artículo para decretar la
revocatoria.100
Por último, si el imputado que se vio favorecido por la suspensión fuere privado de su libertad
debido a la existencia de otro proceso, entonces podrá suspenderse el plazo de prueba 101. En
cambio, si existiere otro proceso en su contra pero no se le priva de su libertad, entonces seguirá
corriendo el plazo de prueba. Sin embargo, no podrá decretarse la extinción de la acción penal,
aun si se vence el plazo de prueba, sino hasta que quede firme la resolución que lo exima de
responsabilidad por el nuevo proceso.
Este artículo lleva a reflexionar que el Código Procesal Penal ha dejado de lado el supuesto en que
el imputado se encuentra en prisión preventiva por otro delito, al momento de solicitarla aplicación
de la suspensión condicional del proceso. En este caso, según el principio de interpretación
restrictiva no se le podría prohibir una suspensión a pesar de que esté preso, siempre y cuando se
establezca que está en posibilidad de cumplir con sus compromisos. El problema real que surge es
que el plazo de suspensión estaría suspendido por orden del art.43 C.P.P., ante lo cual quedarían
dos opciones: a) negar del todo la suspensión, o b) interpretar que ante la ausencia de una
regulación legal del supuesto, y dado que el imputado ha adquirido obligaciones que puede cumplir
Rafael Ángel. La aplicación de la suspensión del proceso a prueba en Costa Rica (de la teoría a la praxis), op. Cit., p 87.
100GARCÍA AGUILAR, Rosaura. La suspensión del proceso a prueba en materia penal, op. Cit. pp. 146-147.
101En otras legislaciones, por ejemplo la venezolana, se distingue el supuesto en que la sentencia por la comisión del nuevo delito resulta
al final ser absolutoria o condenatoria. De tal manera el art. 42 del Código Orgánico Procesal Penal contempla que la suspensión será
definitiva únicamente si la sentencia que se dicta es condenatoria, por ella obliga a revocar la suspensión y reiniciar la causa. Pero si la
sentencia es absolutoria, no habrá motivo para revocar la suspensión y menos aún, para no apreciar el plazo transcurrido durante la
privación de libertad. (Cfr. el informe de Julián I. RODRÍGUEZ DÍAZ, fiscal general de la república de Venezuela. En: STIPPEL, Jörg
y MARCHISIO, Adrián (coord.). Principio de Oportunidad y Salidas Alternativas al Juicio Oral en América Latina, op. Cit., pp. 448-
449). El hecho de que el Código no haga distinciones ha sido criticado por LLOBET: “Lo ilógico es que ello opere, tal y como se prevé
en el código, solamente cuando el imputado esté privado de libertad, haciéndose una diferenciación no razonable entre aquél al que se
le sigue un nuevo proceso y se encuentra privado de libertad, con respecto al cual se suspende el término de la suspensión del proceso y
a prueba, y aquél con relación al cual se le sigue un nuevo proceso y no se encuentra privado de libertad, con respecto al cual sigue
corriendo el plazo de prueba”. LLOBET (Cfr. LLOBET RODRÍGUEZ, Javier. Proceso Penal Comentado, op. Cit., p. 100.
incluso en prisión, en este caso en particular no se le aplicaría la suspensión del plazo porque el
art. 43 CPP se refiere a otros supuestos. Esta última parece que es la opción más sensata.
El desarrollo de este tipo de medidas deriva del sorprendente prestigio e incorporación que ha
tenido el derecho procesal norteamericano en Europa y de ahí en América Latina105, en particular
la práctica del plea bargaining106, que consiste en una negociación llevada a cabo entre la fiscalía y
la defensa del imputado, para obtener una confesión de culpabilidad a cambio de ventajas de trato
de una pena no privativa de libertad aún en forma conjunta”. En este sentido véase: SALAZAR MURILLO, Ronald. El juicio
abreviado. Entre el galantismo y la eficiencia en la justicia penal, 1° ed., IJSA, San José, Costa Rica, 2003, p. 51; MAIER, Julio B.J.
Derecho Procesal Penal Argentino, Buenos Aires, Argentina, Editorial Hammurabi S.R.L., 1989, p. 310.
105Sobre el modelo norteamericano del “plea bargaining” comenta ARMENTA DEU: “...funciona en los EE.UU. de Norteamérica desde
hace cien años, primero sin reconocimiento legal, y actualmente declarada su constitucionalidad en diversas decisiones. Hasta fecha
relativamente reciente era concebido, incluso en su país de origen, como un método poco adecuado para combatir la criminalidad y
para asegurar la ejecución material justa del Derecho penal, al no garantizar un tratamiento igualitario de autores penales de similar
culpabilidad. En Japón donde se instauró en 1945, los especialistas se inclinan hoy por una vuelta al sistema continental europeo. De
ahí que resulte un desarrollo sensacional que el procedimiento penal continental haya caído en una crisis tan profunda, de la que sólo
podrían sacarlo, en opinión de un gran número de autores alemanes, italianos, portugueses y españoles, la adopción del procedimiento
penal norteamericano o al menos partes esenciales de éste (SCHUNEMANN)” ARMENTA DEU, Teresa. “El proceso penal: nuevas
tendencias, nuevos problemas”. Revista de Ciencias Penales, Revista de la Asociación de Ciencias Penales de Costa Rica, Agosto, 1997,
Año 9, N°13, p. 25, nota al pie 7.
106BARBOSA MOREIRA hace una síntesis de las posibles reacciones que tiene el imputado al indictment (decisión por la que el grand
jury formaliza la acusación) dentro sistema norteamericano en los siguientes términos: “El acusado responde a la acusación por medio
de un plea; su respuesta puede consistir no solamente en una declaración de ser culpable (guilty plea) o inocente (plea of not guilty),
sino que también se le permite responder sencillamente, “nolo contendere” – expresión latina que significa “no quiero contestar (la
acusación)” –. En el Derecho federal, toda esta materia está reglada por las Federal Rules of Criminal Procedure: las nociones
expuestas no son puras creaciones doctrinales o jurisprudenciales. […]La inmensa mayoría de los acusados se declaran culpados; por
consiguiente, es ínfimo el número de procesos penales que se prolongan hasta el trial […]. Eso se debe principalmente a la práctica muy
difundida del plea bargaining, una negociación entre el prosecutor y el acusado (rectius: y su defensor), mediante la cual se busca el
consenso de las partes acerca de la pena que será aplicada. Para el acusado, la ventaja habitual consiste en que, si concuerda en
declararse culpable, el prosecutor propone al juez (y éste por regla general asiente) la aplicación de una pena menos severa que la
conminada en la ley para la infracción que se supone haber sido cometida. No obstante, hay distintas posibilidades: el prosecutor puede
prometer que acusará al imputado solamente por un delito menos grave que el sugerido por los elementos probatorios disponibles, o que
renunciará a otras posibles acusaciones contra él, y así en adelante. […]” BARBOSA MOREIRA, José Carlos. “La transacción penal
brasileña y el derecho norteamericano”. Revista de Ciencias Penales. Revista de la Asociación de Ciencias Penales de Costa Rica,
Marzo, 2000, Año 12, N°17, pp. 50-51. El autor también señala que “Muchos temen que en no pocos casos la anuencia del imputado,
aunque aparentemente voluntaria, constituya en realidad el fruto de maniobras reacias a los preceptos éticos, inspiradas en
consideraciones que nada tienen que ver con la justicia o la equidad. Sospechas de este género son tanto más justificables cuando más
bajo el grado de “visibilidad” de las negociaciones entre el prosecutor y el defensor del acusado. Advierte la doctrina que semejantes
negociaciones no suelen desarrollarse “in open court”, bajo la presidencia de un magistrado neutral y a la vista del público, sino más
frecuentemente “over a cup of coffee in a basement court-house cafeteria where the consciente of the two lawyers is the primary guide”.
El juez no dispone de elementos para formarse una idea acerca de la fairness o de la validez del acuerdo.” (Ibid. p. 52). Para un análisis
más detallado acerca del plea bargaining y sus críticas véase DIEGO DÍEZ, Luis Alfredo de. Justicia criminal consensuada: (algunos
modelos del derecho comparado en los EE.UU., Italia y Portugal). Valencia: Tirant lo Blanch; Universidad de Cádiz; Servicio de
Publicaciones, 1999, pp. 23-123. Números autores que han tratado el derecho angloamericano (entre ellos BROWN, CARP –
STIDHMAN, DALEY, FRANKEL, VAN KESSEL, ZIMRING y FRASE, y en lengua española BARNO VILAR, entre muchos otros)
han criticado el plea bargaining, tanto desde la perspectiva garantista cuanto desde una perspectiva de defensa social, y nos advierten de
los altos riesgos que implica su adopción. VAN KESSEL incluso llega calificar la presión que se ejerce sobre el acusado para que se
declare culpable como “the modern form of judicallly sancitioned torture in America” (Citado por BARBOSA MOREIRA, op. Cit., p.
52 en nota 22). A pesar de ello, hay que admitir que en la práctica del sistema norteamericano la utilización del plea bargaining es tan
común que ha sido incluso calificado como “un componente esencial de la administración de justicia” (Santobello v. New Cork, 404
U.S., 257, 260 (1977) citado por DIEGO DÍEZ, Luis Alfredo de. Justicia criminal consensuada: (algunos modelos del derecho
comparado en los EE.UU., Italia y Portugal). Op. Cit., p. 55). ZAFFARONI teme también que las desavenencias encontradas en el
sistema norteamericano puedan reproducirse en el “procedimiento abreviado”: “se está importando a la región distintas variantes del
plea bargaining o regateo (más pudorosamente traducido como negociación). Como es sabido, la misma se convierte fácilmente en una
fuete de extorsión que reemplaza la tortura” citado por SALAZAR MURILLO, Ronald. El juicio abreviado. Entre el galantismo y la
eficiencia en la justicia penal, op. Cit. p. 44.
(disminución de cargos o de la pena). Con respecto a este punto, hay que dejar claro que la figura
incorporada en el código no se identifica con el plea bargaining del sistema norteamericano, pues,
a diferencia de lo que ocurre con el guilty plea, la admisión de los hechos no implica la renuncia a
la prueba sobre los hechos que se admiten, ni tampoco está permitido suprimir hechos o
calificaciones legales107.
Según lo que establece el código, hasta antes de que se ordene la apertura a juicio110, el Ministerio
Público o la Defensa111, pueden solicitar la aplicación del juicio abreviado. El acuerdo sobre el juicio
abreviado puede ser pleno o bien parcial 112. En el primero, cuando se trate de un hecho con pena
máxima inferior a cinco años de privación de libertad 113, y el imputado admita el hecho 114 (previa
acreditación del consentimiento por parte del defensor), el Ministerio Público acusa 115 indicando
una pena concreta – la cual no puede superar el juez en su resolución- 116. Condición para que se
condene mediante la aplicación de esta figura es que la prueba reunida en la investigación sea
idónea para esos efectos, de allí la facultad del juez de “absolver o condenar, según proceda”
(art.364 párrafo 3º). El juez debe ser especialmente cuidadoso al realizar el examen formal y
sustancial del acuerdo. Si no se cumplen los requisitos de ley para la admisibilidad de la medida, el
juez debe ordenar que continúe el procedimiento, en cuyo caso la aceptación de los cargos no
107Sobre este punto véase CAFFERATA NORES, José I. “Juicio Penal Abreviado”. Op. Cit. p. 5. y SALAZAR MURILLO, Ronald. El
juicio abreviado. Entre el galantismo y la eficiencia en la justicia penal, op. Cit. p. 45.
108SALAZAR MURILLO, Ronald. El juicio abreviado. Entre el galantismo y la eficiencia en la justicia penal, op. Cit. p. 59. En el caso
del acuerdo pleno contemplado en el C.P.P., no es el juez de juicio quien resuelve conforme al procedimiento abreviado, sino el juez de
la etapa intermedia de conformidad con lo establecido por los artículos 299.6 y 301.4 del C.P.P.
109El Presidente de la Corte Suprema de Justicia de Costa Rica, en su introducción al trabajo de SALAZAR MURILLO, Ronald. El juicio
cuando ha concurrido una actividad procesal defectuosa y hasta ese momento se declara, esto a fin de corregir el acto viciado
111Cfr. 299.6 C.P.P.
112En el acuerdo parcial se establecen únicamente los hechos y se solicita un juicio sobre la pena, y, a diferencia del acuerdo pleno, se
presenta ante el juez que debe conocer del juicio quien dictará la sentencia de conformidad con la prueba ofrecida (Arts. 366, 367 y 368
C.P.P.) y, en su caso, señalará audiencia para el debate sobre la pena. Cabe destacar que el artículo 366 C.P.P. establece que este
procedimiento cabe “en cualquier caso”, lo que le sustrae de las limitaciones de pena y momento establecidas en el art. 363 C.P.P.
113Así se cumple con la recomendación del Congreso de 1994 de la Asociación Internacional de Derecho Penal, en que instaba a que los
delitos graves no fueran juzgados por medio de procedimientos abreviados. No cabe tampoco en delitos de acción privada, porque el
código no tiene prevista dicha posibilidad.
114Salvo en el caso de inadmisibilidad, esta declaración tiene la naturaleza de una confesión, por lo que el imputado debe ser plenamente
conciente de las renuncias a que se expone. Sería recomendable que el juez se asegurara en la audiencia de que el imputado conozca los
hechos que se le imputan, que su voluntad es libre al momento de aceptar el abreviado y que entiende las renuncias consentidas con ese
acto. Si se trata de varios hechos en concurso material, es posible el abreviado con respecto a algunos de ellos. Asimismo, según
determina expresamente el código, la existencia de coimputados no impide la aplicación de estas reglas, pero ha de garantizarse la
igualdad de trato entre ellos. De tal manera, si se solicita o impone una pena con respecto a uno de los endilgados, es necesario justificar
cualquier diferencia al momento de ocuparse de los restantes.
115Aunque no lo indique el código, el Ministerio Público dispone de la interesante posibilidad de combinar la aplicación de “ criterios de
oportunidad” con respecto a ciertos hechos y negociar un abreviado con otros, lo que amplía el margen de negociación, siempre y cuando
se respeten las disposiciones conducentes.
116Es claro que el juez no puede superar la pena solicitada, sin embargo, nada obsta para que el juez fundadamente disminuya en
Si se cumplen los requisitos de admisibilidad, el juez convoca a una audiencia oral para escuchar
de viva voz lo manifestado por las partes117, y emite la resolución que corresponda,
absolviendo118o condenando119 y dictaminando sobre los intereses civiles. Lo resuelto es
susceptible del recurso de apelación de conformidad con las disposiciones del C.P.P. 120
La primera de las diligencias de comprobación inmediata reguladas en el Título II, del Libro IV,
Medios de prueba, de la Parte General, es la inspección del lugar de comisión del hecho delictivo
(art. 173 CPP). Dicha actuación puede ser realizada por los propios funcionarios del ministerio
público o por funcionarios policiales. Se encomienda a tales funcionarios no solo la inspección sino,
también, la custodia del lugar. La práctica de dicha inspección por parte de los funcionarios
policiales se encuadraría dentro de las denominadas diligencias preliminares cuya finalidad es la
obtención y aseguramiento de las fuentes de prueba (art. 274 CPP).
La inspección abarca no sólo al lugar propiamente dicho sino también a las cosas, rastros y otros
efectos materiales que sean el resultado del hecho punible. La finalidad de la inspección es la
recogida y posterior conservación de tales efectos en cuanto que pueden tener significación
probatoria. Como establece expresamente el art. 173 CPP “el funcionario a cargo de la inspección
levanta acta en la cual describe detalladamente el estado de los lugares y de las cosas, recoge y
conserva los elementos probatorios útiles, dejando constancia de ello en el acta”.
El acta que se levante deberá ser firmada por el funcionario o agente responsable y de ser posible
por uno o más testigos.
117En este caso el querellante, el ministerio público y el imputado. Cabe llamar la atención de que el código no contempla la necesidad de
escuchar a las partes civiles (actor y demandado civil), especialmente al demandado civil, ya que si en sentencia se declarara la existencia
de los hechos acusados no se le estaría dando a éste la posibilidad de combatir la comisión de los hechos por el imputado. Ante esto,
podría interpretarse a la luz de los artículos 131 C.P.P. (que le otorga al tercero demandado civil las mismas facultades de defensa que
al imputado) y
363.2. del C.P.P. (el cual establece la necesidad de acordar los extremos civiles), que se necesita escuchar su criterio para que proceda el
juicio abreviado. En lo referente a los montos de una indemnización, en su caso, es necesario tomar en cuenta la posibilidad de una
condena en abstracto, una vez probada la existencia del daño según los autos. También es aconsejable escuchar a la víctima,
aunque no se hubiera constituido en querellante ni actora civil, para cumplir con la exigencia de un trato digno y respetuoso que
garantiza el código (art. 84 C.P.P.). 118En este caso especial la absolutoria no podría fundarse en la duda (Cfr. SALAZAR MURILLO,
Ronald. El juicio abreviado. Entre el galantismo y la eficiencia en la justicia penal, op. Cit. p. 177). No obstante, sí es posible dictar una
sentencia absolutoria por atipicidad, la existencia de causas de justificación o exculpación, o bien la concurrencia de otra causa legal
que motive la absolutoria, como sería la prescripción, o una causa personal de exclusión de la pena. Asimismo, es posible dar a los
hechos una calificación jurídica más favorable, siempre y cuando no se alteren los hechos acusados y admitidos, porque entonces lo que
procedería es el rechazo del procedimiento abreviado
119Esta sentencia debe cumplir de manera sucinta con los mismos requisitos que la dictada en el procedimiento ordinario y por lo tanto debe:
a) fijar los hechos probados, b) realizar una debida valoración de la prueba, c) pronunciarse acerca de la calificación legal y la
participación criminal, y d) imponer la pena que corresponda, dentro de las limitaciones de esta figura. En síntesis, debe cumplir con las
exigencias que le impone el deber de fundamentación, como componente esencial de un debido proceso.
120Cfr. artículo 364, último párrafo, con los arts. 410 y ss del CPP. Cabe anotar que el imputado puede revocar su decisión de someterse al
abreviado hasta antes del dictado de la sentencia. No obstante, si se anula en apelación la sentencia tendría oportunidad de hacerlo, salvo
que se anule únicamente en lo referente a la pena, en cuyo caso quedaría vigente dicha aceptación.
Se establece que su incorporación al acto del juicio oral se realizará mediante su lectura, sise
cumplen las formalidades antes expuestas, aunque se prevé que el funcionario y el testigo
instrumental puedan ser citados para prestar su testimonio (art. 173, párrafo último, CPP) 121. En mi
opinión, esta debería ser la regla general, mientras que la lectura del acta debería tener un carácter
excepcional. La introducción de elementos probatorios en el acto del juicio oral mediante lectura de
las diligencias documentadas debe ser excepcional.
La práctica de la diligencia de inspección ocular del lugar puede venir complementada por la
adopción de la medida precautoria prevista en el art. 275 CPP. Dicho precepto dispone que cuando
en el primer momento de la investigación de un hecho no sea posible individualizar al autor, al
cómplice ni a los testigos y se deba proceder con urgencia para no perjudicar la averiguación de la
verdad, la policía pueda disponer que los presentes no se alejen del lugar, ni se comuniquen entre
sí antes de informar, ni se modifique el estado de las cosas ni de los lugares, disponiendo las
medidas que el caso requiera. Dicha medida está sometida a una limitación temporal pues no
podrá exceder del plazo de seis horas122.
Dos son los presupuestos necesarios para que la policía pueda adoptar esta medida precautoria.
Por un lado, que de la información que se posea o de los datos recabados hasta ese momento no
se pueda determinar, provisionalmente, quien pueda ser autor, cómplice o testigo de los hechos.
Por otro lado, la necesidad de actuar de forma urgente para evitar que pueda frustrarse la
investigación.
Las medidas que puede adoptar la policía son impedir que las personas que se encuentren
presentes se alejen del lugar así como que se comuniquen entre sí. También deberán adoptarse
las medidas necesarias para evitar que se alteren las cosas o lugares, con la finalidad de impedir la
pérdida de eventuales fuentes de prueba útiles para el esclarecimiento de los hechos.
121Vid. art. 261 CPP, que señala que las actuaciones contenidas en el registro de investigación incoado por el ministerio público no
tendrán valor probatorio para fundar la condena del imputado, salvo las actas que este código autoriza incorporar al juicio por su lectura.
122Una disposición similar encontramos en el CPP de Nicaragua, cuyo art. 229, bajo el epígrafe retención, dispone que “Si en el primer
momento de la investigación de un hecho, no fuere posible individualizar inmediatamente al presunto responsable o a los testigos, y no
pudiere dejarse de proceder sin menoscabo de la investigación, la Policía nacional podrá disponer que ninguno de los presentes se aleje
del lugar por un plazo no mayor de tres horas”. También, el art. 175.5 CPP de Honduras autoriza a la Policía Nacional a aprehender a
cualquier persona “cuando la iniciarse las investigaciones, en la imposibilidad de distinguirse entre las personas presentes en el lugar, a
los partícipes en el hecho y a los testigos, exista necesidad urgente de impedir que alguna de ellas se ausente, o se comuniquen entre sí,
así como evitar que puedan modificar en cualquier forma, el estado de cosas o el lugar del delito”.
123Art. 8.2 CRD. También arts. 7.2 y 3 CADH, 9.1 PIDCP
124Práctica policial denunciada por la ComIDH en su Informe sobre la Situación de los Derechos Humanos en la República Dominicana,
de 7 octubre 1999, apartados 200-204. Vid., también Informe de Seguimiento de las Recomendaciones de la ComIDH sobre la Situación
de los Derechos Humanos en la República Dominicana del año 2001, apartados 52 y ss.
En los casos de muerte con indicios de criminalidad los funcionarios y agentes de policía deben
proceder a la inspección corporal preliminar, en el propio lugar donde es hallado el cadáver,
describiendo la situación o posición del cuerpo y la naturaleza de las lesiones o heridas. El
ministerio público, en su condición de director de la investigación podrá ordenar otro tipo de
diligencias (art. 174, párrafo primero, CPRRD). Se prevé que la identificación del cadáver pueda
realizarse por cualquier medio posible (art. 174, párrafo segundo, CPP).
Se admite que en caso de urgencia y en ausencia del ministerio público la propia policía, luego de
realizar las operaciones correspondientes, disponga el traslado del cadáver al laboratorio médico
forense para practicar la autopsia, efectuar su identificación y entregarlo a sus familiares (art.
174,párrafo último, CPP).
El registro es otra de las diligencias de investigación que pueden ser practicadas para el mejor
esclarecimiento de los hechos. El nuevo CPP prevé tres tipos de registros: de personas, de lugares
y de cosas (art. 175 CPP). En principio, su realización corresponde a los funcionarios del ministerio
público o a la policía, salvo aquellos supuestos en que expresamente se exija una autorización
judicial.
La práctica de dichos registros está sometida al principio de legalidad. Así resulta de lo dispuesto
en el art. 175, in fine, CPP al exigir que se realicen “de conformidad a las normas y previsiones de
este código”.
La práctica de cualquier registro exige la concurrencia de causa probable. Esta exigencia deriva de
lo dispuesto en el propio art. 175 CPP al condicionar su práctica a “cuando razonablemente existan
motivos que permitan suponer la existencia de elementos de prueba útiles para la investigación o
el ocultamiento del imputado”. La concurrencia de “motivos razonables” es una exigencia derivada
del principio de proporcionalidad que inspira la práctica de tales registros, como analizaremos más
adelante.
Concepto
El cacheo se caracteriza por su carácter superficial pues tiene por objeto las ropas o pertenencias
de una persona, cuando se sospecha que ocultar objetos relacionados con un hecho punible.
Como advierte DÍAZ CABIALE debe tratarse de objetos sobre los que se demuestre una inmediata
disponibilidad física por parte del imputado, sin que tengan suficiente entidad propia para constituir
el objeto de un acto de investigación distinto 125. A la vista de la doctrina jurisprudencial del TSE
podemos definir el cacheo como el registro de una persona para saber si oculta, entre sus ropas o
pertenencias, elementos que puedan servir para la prueba de un delito. En la doctrina HUERTAS
MARTÍN nos dice que el cacheo supone únicamente someter al tacto manual, de forma superficial
sobre la ropa, el perfil corporal del sujeto sospechoso con la finalidad de hallaren él algún objeto
DÍAZ CABIALE, J. A., “Cacheos superficiales, intervenciones corporales y el cuerpo humano como objeto de recogida de muestras
125
para análisis periciales (ADN, sangre etc)”, en AA.VV., Medidas restrictivas de derechos fundamentales, Cuadernos de Derecho
Judicial, núm. 12, 1996, págs. 80-81, el autor incluye, por ejemplo, el registro de un vehículo.
peligroso o relacionado con el cuerpo del delito, de modo que no implica la invasión del interior
reservado del cuerpo humano126.
Es cierto que el cacheo afecta a la libertad ambulatoria de la persona, pero con un efecto
cuantitativamente más reducido que el arresto (detención) por su intrínseco
carácter128provisionalísimo. Por esta razón las exigencias previstas en la ley para un arresto no
pueden ser extendidas a la diligencia de cacheo o registro personal 129.
La diligencia de cacheo personal, como control superficial, no conlleva una violación de derechos
fundamentales, especialmente del derecho a la libertad ambulatoria, siempre que la actuación
policial se ajuste a las exigencias del principio de legalidad y de proporcionalidad 130.
El TCE afirma que el derecho a la libertad y como contrapartida el derecho a no ser privado de ella
sino en los casos y en la forma establecida por la ley, así como el derecho a circular libremente por
el territorio nacional, no se ven afectados por las diligencias policiales de cacheo e identificación,
pues aunque éstas resulten inevitablemente molestas, su realización y consecuente inmovilización
del ciudadano o ciudadanos, durante el tiempo imprescindible para su práctica, supone para el
afectado un sometimiento legítimo desde la perspectiva constitucional a las normas de
126HUERTAS MARTÍN, Mª I., El sujeto pasivo del proceso penal como objeto de la prueba, J. M. Bosch Editor, Barcelona, 1999, págs.
414- 415.Vid., también, GIL HERNÁNDEZ, A., Intervenciones corporales y derechos fundamentales, Edit. Colex, Madrid, 1995, p. 69.
127El caso está basado en las SSTSE 15 enero 1993 y 1 junio 2001. En la doctrina, GÓMEZ AMIGO, A., Las intervenciones..., cit.,
pág. 111 , estima que el registro de la cavidad bucal sí que afecta a la intimidad corporal o personal, y excede considerablemente
delmero cacheo superficial, por lo que debe considerarse como una intervención corporal de registro en el interior del cuerpo.
128SSTSE 11 noviembre 1997, 2 febrero 1996, 7 julio 1995.
129SSTSE 2 febrero 1996, 1 marzo 1996, 27 septiembre 1996, 11 diciembre 1998. Auto TSE 4 junio 1997. Uno de los fundamentos
esgrimidos para la impugnación del cacheo ha sido la no presencia de letrado, extremo rechazado por el TSE. Según una doctrina
jurisprudencial consolidada no es exigible la asistencia letrada para practicar el cacheo, aun cuando el sujeto esté detenido, por las
siguientes razones: a) por tener que cumplir siempre una finalidad preventiva de seguridad para los agentes de la autoridad y para el
propio detenido, que por la propia exigencia de immediatez hace imposible su vigencia; b) porque la presencia de Letrado no supone un
“plus” de garantía, dado que se trata d euna actuación objetiva sólo tendente a asegurar que los derechos constitucionales del detenido
sean respetados, no sufra coacción o trato incompatible con la dignidad y libertad de declaración, y tenga el debido asesoramiento
técnico sobre la conducta a observar en los interrogatorios, y no cabe entender que el sometimiento al cacheo imponga una forma de
autoincriminación, siendo comparable a estos efectos al test de alcoholemia” (STSE 31 marzo 2000).
130STSE 29 noviembre 1997.
Policía131.No es necesario, por tanto, que tales diligencias de cacheo o registro personal sean
autorizadas judicialmente, pudiendo actuar directamente la policía siempre que constate la
presencia desospechas razonables.
Como hemos indicado el art. 175 CPP ofrece cobertura o amparo legal a los registros personal eso
cacheos siempre que en su realicen se respeten las exigencias establecidas en dicho
precepto132.Según el referido precepto, las normas que regulan el registro de personas se aplican,
también, al registro de vehículos.
El cacheo practicado sin ningún género de violencia ni coacciones es perfectamente lícito siempre
que concurran sospechas razonables o indicios racionales y suficientes, pues lo que si debe
estimarse prohibido es la práctica de cacheos indiscriminados 134. Debe tratarse de “sospechas
serias”, esto es, que no sean ilógicas, irracionales o arbitrarias 135.
No son suficientes las simples corazonadas policiales para justificar la práctica de un cacheo136, es
necesaria la constatación de datos o circunstancias objetivas. Aunque, por otro lado dichas
sospechas no deben tener la misma intensidad que se exige para la práctica de un arresto o de
una intervención corporal.
La no concurrencia de tales sospechas fundadas torna al cacheo en ilícito y, por tanto, los
elementos probatorios obtenidos no podrán ser utilizados como prueba de cargo 139.
131El caso está basado en las SSTSE 15 enero 1993 y 1 junio 2001. En la doctrina, GÓMEZ AMIGO, A., Las intervenciones..., cit., pág.
111, estima que el registro de la cavidad bucal sí que afecta a la intimidad corporal o personal, y excede considerablemente del mero
cacheo superficial, por lo que debe considerarse como una intervención corporal de registro en el interior del cuerpo.
132La exigencia de norma legal habilitante es uno de los presupuestos esenciales para la práctica de los cacheos: vid. STSE 20 diciembre 1993.
133STSE 31 marzo 2000, en un supuesto de cacheo practicado en relación con la investigación de un presunto delito de tráfico de drogas.
134STSE 27 abril 1994. La STSE de 26 diciembre 1996 afirma que “la justificación de este tipo de intervención policial exige que
existan motivos racionalmente bastantes para estimar que una persona oculta entre sus ropas elementos que pueden servir como prueba
de un delito y la proporcionalidad impone que se trate de un delito que en la consideración del legislador revista una cierta gravedad (en
el caso analizado en esta sentencia se trataba de un delito de tráfico de drogas). También, STSE 29 septiembre 1997.
135En el Derecho Comparado el art. 352 CPP italiano exige para la práctica de registros personales la concurrencia de fundados motivos
para considerar que se encuentren ocultos sobre la persona, objetos o vestigios relacionados con el delito. En Alemania el parágrafo 102
StPO admite la práctica del registro del sospechoso, como autor o partícipe, de un hecho punible.
136Vid., entre otras, SSTSE 2 febrero 1996, 6 octubre 1999.
137LÓPEZ ORTEGA, J. J., “La protección de la intimidad en la investigación penal: necesidad y proporcionalidad de la injerencia como
presupuestos de validez”, Cuadernos de Derecho Judicial, nº 22, CGPJ, Madrid, 1996, págs. 275 y ss.
138HUERTAS MARTÍN, Mª I., El sujeto pasivo..., cit., pág. 417.
139JORGE BARREIRO, A., “La prueba ilícita en el proceso penal”, en AA.VV., Planes Provinciales y Territoriales de Formación año
1992, Recopilación de ponencias y comunicaciones, vol. II, CGPJ, Madrid, 1993, pág. 1245.
35
El TSE viene admitiendo la validez de los cacheos basados en confidencias: SSTSE 14 septiembre 2000, 5
febrero 2000, 19 mayo 2000, 1 diciembre 2000, 26 abril 2001.
36
Este segundo caso está basado en la STSE 23 febrero 1994, que estimó que las sospechas eran fundadas. La
sentencia fue objeto de un voto particular en donde se sostenía precisamente lo contrario...
El art. 177 CPP admite la práctica de registros colectivos de personas o vehículos. Entendemos
que tales registros serán admisibles siempre que no encubran redadas policiales indiscriminadas.
Estos registros, según el referido precepto legal, tienen un carácter preventivo, por lo que no
exigirán la previa concurrencia de indicios fundados, a diferencia de lo que sí se exige en el ámbito
de aplicación del art. 176 CPP. En todo caso, para evitar abusos policiales la ley establece dos
previsiones. Por un lado, su carácter excepcional. Por otro lado, deberá informarse previamente al
ministerio público, a quien le corresponde velar por la constitucionalidad de tales registros y que los
mismos no conlleven una conculcación de los derechos fundamentales de los ciudadanos.
Cuando el registro colectivo se realice a propósito de una investigación penal ya iniciada, se prevé
expresamente que se realice bajo la dirección del ministerio público. El control por parte del
ministerio público tiene como finalidad evitar los abusos policiales durante la práctica de tales
registros colectivos.
El art. 176 CPP exige que del registro practicado se levante un acta, en donde deberá incluirse el
cumplimiento de la advertencia previa sobre el objeto buscado. El acta será firmada por la persona
sometida a registro, y si rehusare a firmar se hará constar esta circunstancia en el acta.
Se prevé, que si el acta cumple estas condiciones podrá ser incorporada al juicio mediante su
lectura. Estamos ante una de las excepciones a la oralidad que menciona el art. 312.1 CPP. No
obstante, estimamos que la regla general debería ser la presencia del funcionario policial que
practicó el registro a los efectos de poder ser sometido al interrogatorio de todas las partes sobre
los extremos de dicho registro140.
Su presencia en el acto del juicio oral y su interrogatorio en calidad de testigo es la única forma de
garantizar la efectiva contradicción 141. La lectura del acta debería reservarse para aquellos
supuestos de imposibilidad material de presencia del funcionario policial al acto del juicio oral.
a. Concepto y clases
Las intervenciones corporales suponen una injerencia de mayor intensidad en el cuerpo del
imputado pues ya no se trata simplemente de un registro superficial del perímetro corporal del
sujeto o de sus ropas o pertenencias como sucede con los cacheos142. Aunque dentro del concepto
de intervenciones corporales podemos, a su vez, distinguir varias clases en función del tipo de
injerencia corporal.
En atención a su finalidad, las intervenciones corporales pueden ser de dos tipos. Aquellas que
tienden a buscar en el interior del cuerpo del sujeto objetos constitutivos del cuerpo del delito
(como es el caso de drogas ocultas en las cavidades corporales). Pero, también, la intervención
corporal puede tener como finalidad obtener muestras o tejidos biológicos del propio sujeto
(cabellos, saliva, semen…), con la finalidad de cotejarlos, a través de los correspondientes análisis
periciales, con los vestigios o huellas localizados en el lugar de los hechos, y determinar su
participación en el hecho punible.
140MIRANDA ESTRAMPES, M., La mínima actividad probatoria en el proceso penal, J. M. Bosch Editor, Barcelona, 1997, págs. 471 y ss.
141Vid. art. 6.3.d) CEDH, y art. 14.3.e) PIDCP
142GÓMEZ AMIGO, A., Las intervenciones..., cit., pp. 107-108, excluye los cacheos del concepto de intervenciones corporales.
En la doctrina española GÓMEZ AMIGO define las medidas de intervención corporal como
aquellas “diligencias sumariales de investigación y de obtención y aseguramiento de las fuentes de
prueba (prueba pre constituida), que recaen o se practican sobre la materialidad física de la
persona a los efectos de comprobar la existencia del hecho punible y la participación en el mismo
del imputado y su grado de responsabilidad, restringiendo o limitando sus derechos
fundamentales(integridad física o intimidad corporal, con carácter general); que pueden practicarse
sin necesidad de que concurra el consentimiento del imputado; y que deberán decretarse en el
curso de un proceso pendiente”143.
El TCE distingue entre las inspecciones o registros corporales y las intervenciones corporales, en
sentido estricto144. Las primeras consisten en cualquier género de reconocimiento del cuerpo
humano, bien sea para la determinación del imputado (diligencias de reconocimiento en rueda,
exámenes dactiloscópicos o antropomórficos….) 145 o de circunstancias relativas a la comisión del
hecho punible (electrocardiogramas, exámenes ginecológicos….) o para el descubrimiento del
objeto del delito (inspecciones anales, vaginales y, también bucales….) 146. En principio no resulta
afectado el derecho a la integridad física, al no producirse, por lo general, lesión o menoscabo del
cuerpo, aunque sí puede verse afectado el derecho fundamental a la intimidad corporal cuando
recaen sobre partes íntimas del cuerpo (por ejemplo, un examen ginecológico) 147, o inciden en la
privacidad.
Atendiendo al grado de sacrificio que impongan a este derecho se pueden clasificar en leves o
graves. Tendrán la consideración de leves cuando, a la vista de todas las circunstancias
concurrentes, no sean, objetivamente consideradas, susceptibles de poner en peligro el derecho a
la salud ni de ocasionar sufrimientos a la persona afectada, como por lo general ocurrirá en el caso
de la extracción de elementos externos del cuerpo (como el pelo o uñas) o incluso de algunos
internos(como los análisis de sangre), y graves, en caso contrario (como por ejemplo, las
punciones lumbares, extracción de líquido cefalorraquídeo….)148.
reconocimiento en rueda y los exámenes dactiloscópicos pues difícilmente se afecta al derecho a la intimidad corporal: IGLESIAS
CANLE, I., Investigación penal sobre el cuerpo humano y prueba científica, Edit Colex, Madrid, 2003, p. 18.
146No debemos estimar incluidos dentro de las inspecciones o registros corporales a los cacheos.
147STCE 37/1989, de 15 febrero.
148En el presente trabajo cuando utilicemos el término intervenciones corporales incluimos tanto las inspecciones corporales como las
La CRD consagra el derecho a la inviolabilidad del domicilio, estableciendo que ninguna visita
domiciliaria puede verificarse sino en los casos previstos por la ley y con las formalidades que ella
prescribe (art. 4.1 CRD). Todo registro domiciliario estará sometido al principio de legalidad, pues
sólo podrá acordarse en aquellos supuestos previstos legalmente y respetando las garantías y el
procedimiento fijado en la ley. La Constitución nacional dominicana delega en el legislador
ordinario la fijación de los supuestos en que puede acordarse la entrada y registro domiciliario, así
como las garantías que deben concurrir y el procedimiento para ello.
Como hemos visto la resolución judicial autorizando el allanamiento debe ser motivada. El art.182
CPP nos indica cuál debe ser el contenido concreto de dicha orden de allanamiento. La misma
deberá contener los extremos siguientes:
Es necesario, por tanto, que exista una determinada conexión entre el delito investigado y el sujeto
o sujetos afectados por la medida 155. La STCE 167/2002, de 18 septiembre, declara, en su fj. 2º,
que “el juicio sobre la legitimidad constitucional de la medida exige verificar si la decisión judicial
apreció razonadamente la conexión entre el sujeto o sujetos que iban a verse afectados por la
medida y el delito investigado (existencia del presupuesto habilitante), para analizar después si el
juez tuvo en cuenta tanto la gravedad de la intromisión como su idoneidad o imprescindibilidad
para asegurar la defensa del interés público, pues la conexión entre la causa justificativa de la
limitación pretendida –la averiguación del delito- y el sujeto afectado por ésta –aquel de quien se
presume que pueda resultar autor o partícipe del delito investigado o pueda haberse relacionado
con él es un prius lógico del juicio de proporcionalidad”.
La necesidad de concurrencia de tales indicioso buenas razones o fuertes presunciones de que las
infracciones están a punto de cometerse, en terminología del TEDH (caso KLASS contra República
Federal de Alemania, de 6 septiembre1978, y caso LUDI contra Suiza, de 15 junio 1992), prohíbe
delimitar los espacios que, en general, pueden y suelen ser utilizados para desarrollar la vida privada”. También, SSTCE 94/1999, de 31
mayo; 8/2000, de 17 enero. El concepto constitucional de domicilio ha sido acogido por el TSE: SSTSE 29 abril 1994, 19 enero 1995, 16
mayo 2001. 151FRANCO ARIAS, J., “La entrada en lugar cerrado”, Justicia, 1988, III, p. 586.
152Es necesario, por tanto, que de alguna forma se individualice la vivienda o lugar donde se llevará a cabo el registro. Ahora bien, no se
exige la identificación del titular del domicilio. El TSE estima que no es necesario la identificación del titular mediante su nombre y
apellidos pues tales extremos pueden no ser todavía conocidos: SSTSE 20 septiembre 1993, 10 mayo 1995, 20 mayo 1996. En la misma
línea el TCE señala que el órgano judicial deberá precisar, de ser posible, las circunstancias personales (titular u ocupantes del domicilio
en cuestión): SSTCE 181/1995, de 11 diciembre; 136/2000, de 29 mayo.
153Vid. entre otras muchas, STCE 239/1999, de 20 diciembre, fj. 5º.
154La STCE 126/1995, de 25 julio, estimó el amparo pues la resolución judicial no mencionaba ni el por qué ni el para qué de la solicitud
del mandamiento judicial, ni hacía ninguna alusión concreta a la índole de la investigación penal para cuyo adecuado desarrollo se
revelaba imprescindible tan drástica medida de intromisión familiar. También, STCE 171/1999, de 27 septiembre. Vid. SSTSE 28
diciembre 1993, 28 junio 1994, 6 noviembre 2001, 21 diciembre 2001.
155Vid., entre otras, SSTCE 8/2000, de 17 enero; 136/2000, de 29 mayo.
que la entrada y registro domiciliario pueda justificarse en meras investigaciones prospectivas ni
para satisfacer la necesidad genérica de prevenir o descubrir delitos o para despejar las sospechas
sin base objetiva que surjan en lamente de los encargados de la investigación penal 156. Por
aplicación del art. 175 CPP se exige la presencia de motivos que razonablemente permitan
suponer la existencia de elementos útiles para la investigación o el ocultamiento del imputado.
CASO:
Sobre examen del contenido de diferentes solicitudes de registro domiciliario
Objetivo formativo concreto: deslindar con precisión lo que constituyen verdaderos indicios
de lo que son simples sospechas o apreciaciones subjetivas carentes de virtualidad para
fundamentar una resolución judicial de entrada y registro domiciliario.
Como toda medida inherente en derechos fundamentales, la licitud de esta diligencia está
condicionada al cumplimiento de las exigencias derivadas del principio de proporcionalidad. La
autorización de la medida está sometida al criterio de indispensabilidad, de tal forma que sólo será
admisible si no existen otras medidas eficaces menos gravosas para el descubrimiento del hecho
156STSE 22 marzo 2004. PRIETO RODRÍGUEZ, J. I., “Entrada y registro domiciliarios en el proceso penal”, Revista de Derecho Penal y
Criminología, Universidad Nacional de Educación a Distancia, nº 6, Madrid, 1996, pág. 905, afirma que son insuficientes las sospechas o
las conclusiones policiales anticipadas, no apoyadas en datos ciertos y objetivos.
delictivo157. Con carácter previo el juez debe efectuar una ponderación de los intereses, público y
privado, en juego como garantía del derecho a la inviolabilidad domiciliaria 158. Ponderación de
intereses que deberá plasmar en la resolución judicial habilitante de la entrada y registro. La
STCE50/1995, de 23 febrero, afirma, en su fj. 5º, que la autorización judicial “vista desde la
perspectiva de quien ha de usarla, o ese mandamiento para quien ha de sufrir la intromisión,
consiste en un acto de comprobación donde se ponderan las circunstancias concurrentes y los
intereses en conflicto, público y privado, para decidir en definitiva si merece el sacrificio de éste,
con la limitación consiguiente del derecho fundamental”159.
La STCE 8/2000, de 17 enero, proclama, en su fj. 4º, que “la autorización judicial tiene que
expresar los extremos necesarios para comprobar que la injerencia domiciliaria está justificada,
como son, junto con el hecho de que se funda en un fin constitucionalmente legítimo y que esté
delimitado de forma espacial, temporal y subjetiva, que, asimismo, sea necesaria y adecuada y
concurra una conexión entre la causa justificativa de la medida –la investigación del delito- con las
personas que pueden verse afectadas por la restricción”.
La proporcionalidad exige que se identifique el delito o delitos para cuya investigación se estima
necesaria la medida de registro160. Sólo cuando se trate de delitos graves, bien en atención a la
pena que llevan aparejada, bien en función de su trascendencia o repercusión social, podrá
estimarse proporcionado el sacrifico del derecho a la inviolabilidad domiciliaria161.En otras palabras,
la gravedad puede venir determinada no sólo por la pena que lleva aparejada el delito, sino por la
naturaleza del bien jurídico objeto de protección, o por su realización mediante una organización
criminal.
El nuevo texto procesal penal distingue entre el registro de moradas y lugares privados y el registro
de lugares públicos, sometiendo cada uno a garantías diferentes. A diferencia de los primeros el
registro de lugares públicos, como veremos a continuación, no precisa de autorización judicial.
157STCE 239/1999, de 20 diciembre, fj. 5º, resumiendo la doctrina constitucional sobre el contenido de la motivación judicial afirma que
se deberán indicar “las razones por las que se acuerda semejante medida y el juicio sobre la gravedad de los hechos supuestamente
investigados, e igualmente, teniendo en cuenta si se está ante una diligencia de investigación encuadrada en una instrucción judicial
iniciada con antelación, o ante una mera actividad policial origen, justamente, de la instrucción penal; y sin que sea necesario cimentar la
resolución judicial en un indicio racional de comisión de un delito, bastando una mera “notitia criminis” alentada por la sospecha
fundada en circunstancias objetivas de se pudo haber cometido, o se está cometiendo o se cometerá el delito o delitos en cuestión
(la idoneidad de la medida respecto del fin
perseguido); la sospecha fundada de que pudieran encontrase pruebas o pudieran éstas ser destruidas, así como la inexistencia o la
dificultad de obtener dichas pruebas acudiendo a otros medios alternativos menos onerosos (su necesidad para alcanzar el fin
perseguido); y, por último, que haya un riesgo cierto y real de que se dañen bienes jurídicos de rango constitucional de no proceder a
dicha entrada y registro, que es en lo que en último término se fundamenta y resume la invocación del interés constitucional en la
persecución de los delitos , pues los únicos
límites que pueden imponerse al derecho fundamental a la inviolabilidad del domicilio son los que puedan derivar de su coexistencia con
los restantes derechos fundamentales y bienes constitucionalmente protegidos a falta de otra indicación en el precepto constitucional
sobre sus límites (juicio de proporcionalidad en sentido estricto)”.
158STCE 160/1991, de 18 julio; 171/1999, de 27 septiembre.
159También, STCE 139/1999, de 22 julio, fj. 2º.
160La STSE 21 junio 1999 declaró la nulidad del registro por vulneración del derecho a la inviolabilidad domiciliaria pues la resolución
judicial dictada no indicó el delito que era objeto de investigación, declarando que “hubo en tal resolución una omisión, entre otras, que
hemos de considerar esencial: no se decía la infracción criminal cuya averiguación era la causa justificadora del registro domiciliario
ordenado. Y ello era imprescindible para conocer si la medida de investigación acordada por el Juez era proporcionada a la gravedad del
delito perseguido, pues sólo cabe limitar un derecho fundamental, como lo es el relativo a la inviolabilidad del domicilio, cuando en un
juicio de ponderación, ello aparece como necesario para el descubrimiento o la obtención de pruebas en relación con un delito grave”.
161La STCE 132/2002, de 20 mayo declara que “la gravedad de la infracción punible no deriva únicamente de la gravedad de la pena con
la que se sanciona, sino que, aunque la pena no sea calificada de grave por le Código Penal, la infracción puede serlo en atención a la
consideración de criterios como la importancia del bien jurídico protegido o la relevancia social de los hechos”. STCE 82/2002, de 22
abril, apreció la gravedad de un delito de contrabando para permitir una entrada y registro domiciliario en virtud de la relevancia social
de la actividad, junto a la circunstancia de que se había realizado a través de una organización. STCE 56/2003, de 24 marzo, nos dice que
la motivación de la decisión judicial que autoriza la entrada y registro en un domicilio comprende “la indicación de las razones por las
que se acuerda semejante medida y el juicio sobre la gravedad de los hechos supuestamente investigados”.
El art. 184 CPP se ocupa de los registros de locales públicos. A dichos efectos se considera como
tales, según el precepto legal, las dependencias estatales, locales comerciales o aquellos
destinados al esparcimiento público o al culto religioso.
La jurisprudencia del TSE ha considerado como lugares o locales públicos los bares, bodegas,
cafeterías, restaurantes, pubs y otros lugares de recreo y esparcimiento abiertos al público (locales
comerciales, tiendas, comercios, mercados )162, supuestos todos ellos que encajan en la fórmula
empleada en el mencionado art. 184 CPP.
No obstante, hay que tener en cuenta que en estos lugares abiertos al público pueden existir zonas
privadas o reservadas destinadas a morada o vivienda, que deberían estar sometidas al régimen
de la previa autorización judicial163.
Como hemos adelantado, el registro de tales locales públicos no está sometido a previa
autorización judicial. La única exigencia legal es que se realicen en presencia del responsable o
encargado del lugar, y en su ausencia, de cualquier dependiente o un vecino o persona mayor de
edad (art 184 en relación con el art. 175 CPP).En relación con su eficacia probatoria, se prevé su
incorporación al juicio oral mediante lectura del acta de registro, sin perjuicio de que el funcionario
y el testigo instrumental puedan ser citados para prestar su testimonio. Como ya hemos dicho en
otras ocasiones, está última debería ser la forma habitual de incorporación de los resultados del
registro en el juicio oral, reservándose la lectura del acta para supuestos excepcionales de
imposibilidad de presencia de los funcionarios policiales y testigos en la vista oral.
No estamos ante un derecho absoluto sin que admite limitaciones o restricciones por parte de los
poderes públicos, tal como reconoce el art. 8.2 CEDH, siempre que la injerencia esté prevista en la
ley y tenga algunas de las finalidades que menciona el propio precepto 164.
162SSTSE 19 julio 1993 (bar), 16 septiembre 1993 (pub), 2 marzo 1994, 3 mayo 1994 (establecimiento dedicado al servicio público de bebidas),
8 junio 1994, 6 octubre 1994, 30 junio 1995, 3 octubre 1995, 3 febrero 1997 (una bodega), 26 diciembre 2000 (pub y cocina anexa al
mismo), 22 enero 2002 (establecimiento comercial). Por su parte, la STCE 10/2002, de 17 enero, fj. 6º, declara que la garantía
constitucional de la inviolabilidad domiciliaria no es extensible a aquellos lugares cerrados que, por su afectación –como ocurre con los
almacenes, las fábricas, las oficinas y los locales comerciales..., tengan un destino o sirvan a cometidos incompatibles con la idea de
privacidad”. No se ha extendido dicha garantía a un bar (STCE 283/2000, de 27 noviembre, fj. 2º), o a unas oficinas de una empresa
(ATCE 171/1989, de 3 abril), o a almacenes de mercancías (STCE 228/1997, de 16 diciembre).
163SSTSE 27 diciembre 1989, 5 junio 1993, 10 diciembre 1994, 25 enero 1995.
164Dicho precepto declara que “No podrá haber injerencia de la autoridad pública en el ejercicio de este derecho, sino en tanto en cuanto
esta injerencia esté prevista por la Ley y constituya una medida que, en una sociedad democrática, sea necesaria para la seguridad
nacional, la
El nuevo CPP regula el secuestro de la correspondencia epistolar o telegráfica como medida de
investigación penal (art. 191 CPP), en cumplimiento de la previsión constitucional. El secuestro se
traduce en la aprehensión material del soporte físico (carta, telegrama....) en el que consta
reflejado el mensaje o la comunicación.
No obstante, el art. 191 CPP no contiene ninguna disposición acerca del acto de apertura y
examen del contenido de la correspondencia secuestrada.
Aunque nada dice el texto legal, a diferencia de la entrada y registro de moradas y lugares privados
(art. 180 CPP), el Juez de la instrucción no podrá actuar de oficio, pues carece de facultades
investigadoras. La orden judicial de secuestro exigirá de previa petición del ministerio público o, en
casos de urgencia, directamente de la propia policía168.
El objeto del secuestro puede ser tanto la correspondencia epistolar como la telegráfica. En ambos
casos el juez podrá acordar el secuestro de la correspondencia remitida por el propio imputado o
destinada a él. El secuestro podrá acordarse aunque se realice bajo nombre supuesto.
seguridad pública, el bienestar económico del país, la defensa del orden y la prevención del delito, la protección de la salud o de la moral,
o la
protección de los derechos y las libertades de los demás”
165La STSE 5 octubre 1996 hace referencia a este carácter instrumental al indicar que la detención de la correspondencia se hace como
correspondencia (arts 584 a 588). Como actuación de distinto alcance prevé la observación de las comunicaciones postales (art. 579.3
LECrim). Como nos dice ZARAGOZA AGUADO, J. A., “El secreto de las comunicaciones postales”, en Estudios Jurídicos. Ministerio
Fiscal, núm. VII-1999, Ministerio de Justicia, Madrid, 1999, pág. 399, la observación consiste en acceder al contenido de la
comunicación – mediante la apertura de la misma- sin interrumpir ésta y sin que lo sepan los comunicantes; aunque también puede
quedar reducida a la constatación de la existencia y de las circunstancias del envío (identidades y direcciones de los comunicante) sin
necesidad de conocer el contenido de la comunicación.
167Esta situación de monopolio jurisdiccional existe, también, en España, salvo en las investigaciones relativas a delitos relacionados con
la actuación de bandas armadas o elementos terroristas o rebeldes, cuando concurran razones de urgencia, autorizando al Ministro del
Interior o al Director de la Seguridad del Estado para acordar la observación de las comunicaciones postales, con posterior control
judicial que deberá realizarse en el plazo de 72 horas desde que fue ordenada la observación (art. 579.1 y 4 LECrim) y Portugal (art.
179.1 CPP). En Alemania se faculta al Fiscal para confiscar la correspondencia en caso de peligro por la demora (parágrafo 100.1 StPO),
aunque esta confiscación debe ser confirmada judicialmente en el término de tres días (parágrafo 100.2 StPO).
168Por aplicación analógica de lo revisto en el art. 180 CPP para el registro de moradas y lugares privados.
Base Tercer Concurso Público de
Oposición a Fiscalizador/a – Ministerio
Público, 2015
CASO:
Sobre el alcance del concepto de “correspondencia epistolar o telegráfica”.
¿Era necesaria la previa autorización judicial para proceder a la apertura del paquete?
(Basado en la STSE 2 junio 1997).
Los límites extraordinariamente difusos que existen entre la correspondencia postal y el paquete
postal aconsejan un tratamiento unitario. Por tanto, la autorización judicial será necesaria, también,
cuando se trate de paquetes postales, con exclusión de los envíos que ostenten etiqueta verde,
sujetos según la legislación internacional a control aduanero de oficio171. Como nos dice NARVÁEZ
RODRÍGUEZ el concepto de correspondencia a efectos de su protección constitucional no queda
circunscrita a la correspondencia epistolar, sino que ha de extenderse a todos aquellos envíos
postales, realizados a través del servicio público de correos, o privados análogos, mediante los
cuales se establezca una relación, generalmente escrita, entre dos o más personas y que a través
de ésta se revelen datos de carácter personal que no deben traspasar la esfera íntima y familiar de
los que la mantienen172.
169El parágrafo 99 StPO alemana dentro del concepto Confiscación de correo, incluye las cartas, los envíos y los telegramas. El art. 179.1
CPP portugués se refiere a las cartas, pedidos, telegramas y cualquier otra correspondencia.
170El TEDH ha optado por una interpretación extensiva del ámbito de aplicación del art. 8 CEDH, incluyendo dentro del mismo no sólo a
las cartas, sino también los envíos postales, en definitiva todos aquellos medios que permitan una comunicación privada: vid., entre
otros, SSTEDH caso GOLDER contra Reino Unido, de 21 febrero 1975; caso SILVER y otros contra Reino Unido, de 25 marzo 1983;
caso PFEIFER y PLANKL contra Austria, de 25 febrero 1992.
171Vid., entre otras muchas, SSTSE 19 noviembre 1994, 23 diciembre 1994, 15 marzo 1995, 3 junio 1995, 20 marzo 1996, 5 noviembre 1996,
20 noviembre 1996, 20 octubre 1997, 29 diciembre 1997, 9 marzo 1998, 25 enero 1999, 8 marzo 1999.
172NARVÁEZ RODRÍGUEZ, A., “Intervenciones postales”, en Estudios Jurídicos. Ministerio Fiscal, núm. VI, Ministerio de Justicia,
142
A.Vlz
&J.Mñz
Base Tercer Concurso Público de
Oposición a Fiscalizador/a – Ministerio
Público, 2015
Estimamos que esta solución debe ser aplicada también en la legislación procesal penal
dominicana. Proponemos que dentro del concepto de “correspondencia epistolar” al que se refiere
el art.191 CPP, se incluya a los paquetes postales, a los efectos de someter su secuestro a la
previa autorización judicial173.
El art. 191 CPP autoriza el secuestro de la correspondencia “siempre que sea útil para el
establecimiento de la verdad”. Aunque la fórmula utilizada en el precepto no sea muy
afortunada175estimamos que la misma hace referencia al su principio de idoneidad integrante del
principio de proporcionalidad. Idoneidad que, como ya sabemos, deberá ser cualitativa y
cuantitativa. La primera exige que la medida por su propia naturaleza sea idónea para el
esclarecimiento de los hechos objeto de investigación. La idoneidad cuantitativa exige que el juez
precise el tipo de correspondencia cuyo secuestro acuerda, así como si incluye tanto la remitida
por el imputado como la destinada a él 176. La utilidad entendida en términos de idoneidad no es el
único requisito que debe concurrir para poder acordar dicha medida. Al igual que toda medida
limitativa de derechos fundamentales son requisitos para su adopción la necesidad y la
proporcionalidad en sentido estricto. Será necesario que el juez identifique el delito o delitos
concretos para cuya investigación se acuerda la medida de secuestro a fin de poder controlar la
proporcionalidad de la intervención177.
En definitiva, la resolución judicial, para que pueda estimarse motivada, deberá precisar, con la
suficiente claridad, el objeto, el sujeto o sujetos afectados, la finalidad de la medida de secuestro
173Quedarían excluidos únicamente los paquetes postales con etiqueta verde, sometidos a control aduanero, conforme a lo dispuesto en el
Convenio de la Unión Postal Universal de Washington, de 14 de diciembre de 1989, que entró en vigor el 1 de enero de 1991, y su
Reglamento de ejecución (art. 11 7). La inspección de tales paquetes podrá ejecutarse de oficio, por las autoridades aduaneras, sin
necesidad de autorización judicial.
174Art. 167 CPPc
175El art. 579.1 LECrim utiliza la siguiente: “Podrá el Juez acordar la detención de la correspondencia privada. , si hubiere indicios de
obtener
por estos medios el descubrimiento o la comprobación de algún hecho o circunstancia importante de la causa”. Como indica
MONTAÑÉS PARDO, M. A., La presunción de inocencia. , cit., pág. 286, con ello se hace referencia a que la medida sea idónea y
necesaria para el fin
perseguido.
176El art. 583 LECrim exige que el auto motivado acordando la detención y registro de la correspondencia o la entrega de copias de
telegramas trasmitidos debe determinar “la correspondencia que haya de ser detenida o registrada, o los telegramas cuyas copias hayan
de ser entregadas, por medio de la designación de las personas a cuyo nombre se hubieren expedido, o por otras circunstancias
igualmente concretas”.
177Al tratarse de una medida restrictiva de un derecho fundamental no puede ser acordada para la investigación de cualquier tipo de delito,
sino que debe tratarse de delitos graves, por la pena que llevan aparejada, por la naturaleza del bien jurídico protegido, por su
trascendencia social o por su comisión a través de una organización criminal. El art. 179.1 CPP portugués exige que se trate de delitos
143
A.Vlz
&J.Mñz
Base Tercer Concurso Público de
Oposición a Fiscalizador/a – Ministerio
Público, 2015
castigados con penas de prisión superiores a tres años.
142
A.Vlz
&J.Mñz
Base Tercer Concurso Público de
Oposición a Fiscalizador/a – Ministerio
Público, 2015
de la correspondencia, el tipo de envíos postales sobre los cuales va a gravitar la medida 178. La
resolución judicial autorizando el secuestro de la correspondencia deberá respetar, por tanto, las
exigencias del principio de proporcionalidad
Toda persona que tuviera en su poder objetos o documentos relacionados con el hecho punible o
sujetos a confiscación o decomiso, relevantes para la investigación, tiene la obligación de
presentarlos y entregarlos cuando sea requerido para ello (art. 186 CPP) 179.
El CPP contempla dos supuestos que están excluidos del secuestro judicial:
El precepto no contempla ninguna excepción a esta prohibición. No obstante, estimamos que esta
exclusión no tendría aplicación cuando existieran indicios suficientes de la participación del
abogado en el hecho delictivo o los efectos o documentos que se pretenden secuestrar constituyan
objeto o elemento de un delito180.
- Orden judicial de secuestro
escritas entre el acusado y su abogado, así como aquellas anotaciones que sobre estas comunicaciones que les ha confiado el inculpado
hayan hecho sus abogados. No obstante, a continuación establece que las restricciones de la confiscación no son válidas cuando dichas
personas (letrados) son sospechosos de una participación o de un encubrimiento, obstaculización de la punición u ocultamiento, o si se
trata de objetos que han sido producidos para un delito, o utilizados o determinados para la realización de un delito, o los que proceden
de un delito (parágrafo 97 StPO). El CPP portugués prohíbe, en principio, la aprehensión de documentos amparados por el secreto
profesional (de abogados y médicos) salvo que los mismo constituyan objeto o elemento de un crimen (art. 180).
181El art. 24 CPP se refiere a la motivación de las decisiones judiciales.
182Es el juez competente para dictar la orden de secuestro (art. 73 CPP).
144
A.Vlz
&J.Mñz
Base Tercer Concurso Público de
Oposición a Fiscalizador/a – Ministerio
Público, 2015
razonablemente permiten suponer la existencia de elementos de prueba útiles para la
investigación.
- Procedimiento
El art. 189 CPP se remite, in totum, al procedimiento previsto para el registro. Estimamos que esta
remisión se refiere al procedimiento previsto en el art. 183 CPP para el registro de lugares.
Aplicando, pues, las previsiones de dicho precepto, la orden de secuestro deberá notificarse a la
persona en cuyo poder se encuentren los objetos o documentos que se pretenden aprehender,
mediante entrega de una copia de la resolución judicial 184. Dicha persona deberá ser invitada a
presenciar el acto del secuestro. Del acto de secuestro y de su resultado se levantará la oportuna
acta, donde se harán constar las incidencias que se hubieren podido producido. Acta que podrá ser
incorporada al juicio oral mediante su lectura.
Los documentos o efectos secuestrados deberán ser exhibidos o leídos en el acto del juicio oral,
cuando pretendan ser utilizados como prueba (cfr. art. 329 CPP).
Cuando se trate de objetos que legalmente deban ser destruidos se procederá a conservar
muestras suficientes que permitan su examen (art. 186 CPP). También cuando los objetos
secuestrados corran el riesgo de alterarse, desaparecer, sean de difícil custodia o perecederos, se
ordenarán reproducciones, copias, pericias o certificaciones sobre su existencia y estado (art.189
CPP).
Con estas previsiones se trata de asegurar la prueba de la existencia y estado de tales objetos, así
como la contradicción en su análisis, disponiendo la extracción de muestras suficientes para un
eventual contraanálisis que pueda solicitar la defensa del imputado o acusado.
Cuando se trate de objetos sujetos a decomiso (drogas, armas, explosivos...) el ministerio público
les dará el destino fijado en las leyes (art. 189, último párrafo, CPP).
estampillas oficiales o de otra forma idónea para la prevención de confusiones (parágrafo 109). Vid., también, art. 184 CPP portugués.
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Oposición a Fiscalizador/a – Ministerio
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Cuando los objetos secuestrados no estén sometidos a decomiso el ministerio público acordará su
devolución a la persona en cuyo poder se obtuvieron tan pronto como se pueda prescindir de ellos
(art. 190, párrafo primero, CPP). Si se pretenden utilizar como prueba en el acto del juicio oral el
ministerio público deberá conservarlos hasta la finalización del proceso.
Cuando hayan transcurrido seis meses sin que nadie haya reclamado los efectos secuestrados ni
se conozca a su propietario o poseedor, se prevé que puedan ser entregados en depósito a un
establecimiento asistencial que los necesite, que sólo puede utilizarlos para cumplir el servicio que
brinda al público (art. 190, párrafo tercero, CPP).
Toda controversia acerca de la tenencia, posesión o dominio sobre una cosa o documento, para su
entrega en depósito o devolución, se resolverá, aplicando analógicamente, las reglas civiles
respectivas (art. 190, párrafo cuarto, CPP).
Por último, se establece que todas las decisiones del ministerio público referidas a la devolución de
los efectos secuestrados podrán ser objetadas ante la autoridad judicial (art. 190, párrafo último,
CPP).
El art. 8.9 CRD consagra el derecho al secreto de las comunicaciones privadas, declarando que
“es igualmente inviolable el secreto de la comunicación telegráfica, telefónica y cablegráfica” 186.
ElTEDH entiende que las comunicaciones telefónicas están incluidas dentro de los conceptos de
“vida privada” y “correspondencia” a los que alude el art. 8.1 CEDH 187.
La STCE 11 4/1984, de 29 noviembre, afirmó que el concepto constitucional de secreto del art.
18.3 CE tiene un carácter formal, en el sentido de que se predica de lo comunicado, sea cual sea
su contenido y pertenezca o no el objeto de la comunicación misma al ámbito de la persona, lo
íntimo y lo reservado, y esta condición formal del secreto de las comunicaciones implica una
presunción iuris et de iure de que lo comunicado es secreto en su sentido sustancial.
186Al igual que el art. 18.3 CE, que se limita a mencionar a las comunicaciones postales, telegráficas y telefónicas, la enumeración que
realiza debe entenderse ad exemplum, por lo que nada impide que caigan dentro de la esfera de protección de este derecho cualquier otro
cauce o sistema, público o privado, que sirva para hacer posible las comunicaciones entre personas (fax, correo electrónico...).
187SSTEDH caso KLASS contra Alemania, de 6 septiembre 1978; caso MALONE contra Reino Unido, de 2 agosto 1984, caso
KRUSLIN contra Francia, de 24 abril 1990, HUVIG contra Francia, de 29 abril 1990.
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Por tanto, el secreto de las comunicaciones no requiere el carácter íntimo de lo comunicado. El
secreto puede invocarse frente a cualquier tercero que no participa del proceso comunicativo con
independencia del contenido de la comunicación 188. Queda fuera del ámbito de protección de este
derecho aquellos supuestos de grabaciones de conversaciones efectuadas por uno de los
interlocutores participantes189, incluso aunque la misma se lleve a cabo por medio del teléfono
(auto injerencia o bugging)190.
El art. 8.2 CEDH establece que, con independencia de otras garantías que después estudiaremos,
no podrá haber injerencia de la autoridad pública en el ejercicio del derecho al secreto de las
comunicaciones sino en tanto en cuanto esta injerencia esté prevista por la ley.
Su regulación legal se halla en el art. 192 CPP, dentro del Título II, dedicado a la Comprobación
inmediata y medios auxiliares, del Libro IV, Medios de prueba, de la Parte General. Su ubicación
sistemática confirma su naturaleza jurídica como acto de investigación penal encaminado al
descubrimiento del delito y/o la averiguación del delincuente. Aunque, también, esta medida puede
cumplir una función de adquisición de fuentes de prueba. En la doctrina LÓPEZ-FRAGOSO nos
dice, referido a las intervenciones telefónicas, que cumple dos funciones principales; por un lado,
desempeña una función probatoria, aunque no es en sí misma un medio de prueba, sino una
fuente de prueba, o, más exactamente, una operación técnica cuyo objeto (la conversación)puede
crear elementos de prueba. En segundo término, cumple también una importante función
investigadora, y ello tanto para obtener otros elementos de prueba como para ordenar sucesivos
actos de investigación191.
Pero no es suficiente con la simple previsión legislativa es necesario, además, que la ley tenga un
contenido mínimo determinado fijando las condiciones y procedimientos que han de respetarse en
la práctica de la medida restrictiva del derecho al secreto de las comunicaciones (calidad de la ley).
188LUCAS MURILLO DE LA CUEVA, P., “Los derechos fundamentales al secreto de las comunicaciones y a la
autodeterminación
informativa”, en Derechos procesales fundamentales, Manuales de Formación Continuada, nº 22, CGPJ, Madrid, 2005, págs. 136 y ss.
189La STCE 11 4/1984, de 29 noviembre, denegó el amparo solicitado por considerar que el derecho al secreto de las comunicaciones no
puede oponerse, sin quebrar su sentido constitucional, frente a quien tomó parte en la comunicación misma así protegida. El bien
constitucionalmente protegido es la libertad de las comunicaciones, precisando que ho hay secreto para a quien la comunicación se dirige.
Posición mantenida, también, por el TSE: SSTSE de 6 julio 2000; 19 noviembre 2001.
190Como nos dice VELASCO NUÑEZ, E., “Presencias y ausencias (aspectos aclarados y discutidos) en materia de intervenciones
telefónicas, en espera de una regulación parlamentaria del tema”, Actualidad Penal, núm. 18, 3 mayo 1993, pág. 248, se trata de una
técnica de observación y registro de una comunicación telefónica que es captada por el aparato de uno de los dos interlocutores con su
conocimiento, pero con el desconocimiento de tal circunstancia por el otro interlocutor.
191LÓPEZ-FRAGOSO ÁLVAREZ, T., Las intervenciones telefónicas en el proceso penal, Edit Colex, Madrid, 1991, pág. 20. El CPP
italiano regula las Intercettazioni di conversazioni o comunicazioni dentro del Título III dedicado a los Mezzi di ricerca della prova, en el
Libro III dedicado a la Prove.
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se autoriza al poder público para hacer uso de este tipo de medidas192. A la luz de la jurisprudencia
del TEDH193 la ley debería definir, como garantías mínimas, los siguientes extremos:
Precauciones que se deben tomar para comunicar, intactas y completas, las grabaciones
realizadas, con el fin de ser controladas eventualmente por el Juez y la defensa.
Circunstancias en las que puede o debe realizarse el borrado o la destrucción de las grabaciones,
sobre todo tras un sobreseimiento o una absolución.
Es indispensable, además, que la regulación normativa sea respetuosa con las exigencias
derivadas del principio de proporcionalidad (necesidad, idoneidad y proporcionalidad en sentido
estricto)194.
- Reserva jurisdiccional
192Vid. STEDH caso MALONE contra Reino Unido, de 2 agosto 1984, apartados 66 y ss. La STEDH caso LAMBERT contra Francia, de
24 agosto 1998, al analizar la regulación de la intervención de las telecomunicaciones contenida en el CPP francés estimó, en su
apartado 28, que sus normas son claras y detalladas y precisan, a priori, con suficiente claridad el alcance y las modalidades del ejercicio
del poder de apreciación de las autoridades en el ámbito considerado. La legislación francesa fue modificada mediante Ley 91-646, de 10
de julio, a raíz de las SSTEDH casos HUVIG y KRUSLIN, de 24 abril 1990, a las que después nos referiremos.
193Vid. SSTEDH casos KRUSLIN y HUVIG contra Francia, ambos de 24 abril 1990: se estimó que la legislación francesa vigente en ese
momento no se ajustaba a al requisito de previsibilidad, pues no definía a quienes se podía someter a una intervención telefónica, ni la
naturaleza de los delitos que la justificaban; no se fijaba al juez ninguna obligación de fijar un límite a la duración de la medida; no se
puntualizaban las condiciones para levantar las actas en las que se recogieran las conversaciones interceptadas, ni las circunstancias en
las que se podía o debía proceder al borrado o destrucción de las cintas. Vid., también SSTEDH caso ROTARU contra Rumanía, de 4
mayo 2000; y casos VALENZUELA CONTRERAS contra España, de 30 julio 1998, y PRADO BUGALLO contra España, de 18
febrero 2003, en donde, también, estimó incumplido el requisito de la previsibilidad, ante la insuficiencia de la regulación legal española
vigente en ese momento. La insuficiencia de la regulación legal española ha sido puesta de manifiesto, también, por el TSE: STSE de 22
enero 2003.
194SSTCE 49/1996, de 26 marzo, fj. 2º; 122/2000, de 16 mayo, fj. 3º; 56/2003, de 24 marzo, fj. 2º.
195La excepcionalidad de la medida es destacada por la doctrina: ALONSO PÉREZ, F., Intervención de las comunicaciones postales,
telegráficas y telefónicas, salvo resolución judicial” (la cursiva es mía). En el Derecho alemán se admite que en casos de peligro de
demora la supervisión y registro de la telecomunicación pueda ser acordada por la Fiscalía, pero deberá ser confirmada judicialmente en
el término de 3 días (parágrafo 100b (1) StPO). También el art. 267.2 CPP italiano admite que en casos de urgencia, cuando exista
fundado motivo para creer que del retraso podría derivarse un grave perjuicio para las investiogaciones, podrá el Ministerio Público
ordenar la intervención mediante
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indiferente el contenido de dichas comunicaciones, mensajes o datos, en todo caso será necesaria
la autorización judicial. El énfasis se pone en el medio, no en el contenido del mensaje.
- Elementos objetivos
Entre los supuestos incluidos en el precepto, sometidos a la previa autorización judicial, debe
mencionarse el comptage, pen register o recuento, consistente en la utilización de aparatos
técnicos que, sin captar el contenido de lo comunicado, registran los números marcados en un
concreto teléfono, así como la hora y duración de la llamada 198. Aunque hay que reconocer que la
intensidad de la injerencia en el derecho al secreto de las comunicaciones es notablemente menor
que los supuestos de grabación del contenido de la conversación. El término legal “interceptación
“utilizado en el art. 192 CPP comprendería dos tipos de actuaciones. Por un lado, la intervención
de la comunicación cuya finalidad sería conocer el contenido de lo comunicado, y, por otro lado, el
referido recuento u observación cuya finalidad es la identificación de los interlocutores así como
conocer aquellos extremos relativos a la hora y duración de las llamadas telefónicas 199.
La interceptación tiene como finalidad conocer el contenido del proceso de comunicación sin
interrumpirlo. El precepto legal no sólo autoriza la interceptación de las comunicaciones sino
también su grabación, fijando la comunicación en un soporte fonográfico, permitiendo, de esta
forma, la posterior utilización del contenido de la grabación como prueba en el proceso penal 200.
El régimen de previa autorización judicial alcanza no sólo a las comunicaciones telefónicas, sino a
todo tipo de telecomunicaciones privadas. El precepto se refiere expresamente a las
comunicaciones, mensajes, datos, imágenes o sonidos transmitidos a través de redes públicas o
privadas de telecomunicaciones201. En la doctrina española PAZ RUBIO nos dice serán objeto
material de esta medida las comunicaciones efectuadas a través de teléfonos móviles o
convencionales, los sonidos o señales emitidos en la trasmisión de faxes, teletipos,
videoconferencias, correspondencia informática o cualesquiera otro sonido que se sirva de la red
telefónica (por cable o por el espacio), para su transmisión 202.
decreto motivado, que deberá comunicar en un término no superior a 24 horas al Juez. Si el decreto del ministerio público no es
confirmado no podrá continuarse la intervención y los resultados de ésta no podrán ser utilizados.
198Como destacó la mencionada STEDH caso MALONE contra Reino Unido, de 2 agosto 1984, en su apartado 83 y ss., mediante este
registro se obtienen informaciones, en especial, los números marcados, que son parte de las comunicaciones telefónicas y que caen dentro
del ámbito de protección del art. 8 CEDH. La STCE 11 4/1984, de 29 noviembre, declaró, en el fj. 7º, que el concepto “secreto”, que
aparece en el art. 18.3 CE, no cubre sólo el contenido de la comunicación, sino también, en su caso, otros aspectos de la misma, como,
por ejemplo, la identidad subjetiva de los interlocutores o de los corresponsales.
199LÓPEZ BARJA DE QUIROGA, J., Las escuchas telefónicas..., cit., pp. 194-195. Para el TCE la entrega de los listados por las
compañías telefónicas a la policía, sin consentimiento del titular del teléfono, requiere, también, de autorización judicial, pues la forma
de obtención de los datos que figuran en los citados listados supone una interferencia en el proceso de comunicación que está
comprendida en el derecho al secreto de las comunicaciones telefónicas del art. 18.3 CE (SSTCE 123/2002, de 20 mayo; 56/2003, de 24
marzo).
200LÓPEZ-FRAGOSO ÁLVAREZ, T., Las intervenciones..., cit., p. 49.
201El parágrafo 100b StPO alemana se refiere, también, a la supervisión y registro de las telecomunicaciones.
202PAZ RUBIO, J. Mª, La prueba en el proceso penal (su práctica ante los Tribunales), Edit. Colex, Madrid, 1999, pág. 210.
RODRÍGUEZ LAINZ, J. L., La intervención.., cit., p. 36, menciona, entre otros, el correo electrónico, modem-fax, videoconferencia,
mensáfonos, mensajes telefónicos, telefonía WAP, buzones de voz, chat. La STSE de 8 febrero 1999 afirma que “no sólo la primitiva
telefonía por hilo, sino también las modernas formas de interconexión por satélite o cualquier otra señal de comunicación a través de las
ondas se encuentran bajo la tutela judicial”, anulando en el caso enjuiciado las pruebas porque fueron obtenidas por la policía
interceptando con un scanner las conversaciones emitidas a través de teléfonos portátiles de titularidad particular, sin que se hubiera
obtenido la necesaria autorización judicial.
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CASO:
Sobre la determinación del alcance del secreto de las comunicaciones y la necesidad
de resolución judicial.
- Elementos subjetivos
Debe existir siempre una previa investigación penal en curso y la medida se adopta precisamente
para el descubrimiento del delito o delitos objeto de dicha investigación. El precepto legal no
autoriza la interceptación de las telecomunicaciones con la finalidad de prevenir la comisión de
posibles delitos ni tampoco a efectos exploratorios o de meros sondeos (exploratory search) 203.
Las sospechas necesarias para adoptar dicha medida deben tener una cierta intensidad. No debe
tratarse de meras hipótesis subjetivas o de simples conjeturas policiales 205. Se requiere la
existencia de datos fácticos (indicios) que permitan afirmar razonablemente, aunque con carácter
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provisional, la eventual participación del sujeto (imputado) en el hecho delictivo objeto de
investigación. Datos que deberán ser accesibles a terceros, en el sentido de que puedan ser
constatadas por otras personas distintas a quienes sostienen o comparten la sospecha 206. Su
accesibilidad exige que no se confunda lo que es el objeto del conocimiento con la fuente del
conocimiento. Como declara la STCE 299/2000, de 11 diciembre, fj. 5º, “la idea de dato objetivo
indiciario tiene que ver con la fuente de conocimiento del presunto delito, cuya existencia puede ser
conocida a través de ella. De ahí que el hecho en que el presunto delito puede consistir no pueda
servir como fuente de conocimiento de su existencia. La fuente del conocimiento y el hecho
conocido no pueden ser la misma cosa” 207. El juez deberá explicitar en la resolución autorizante
cuales son los datos objetivos (indicios) que permiten conectar al sujeto o sujetos que van a verse
afectados por la medida con el delito investigado.
CASOS:
Sobre la calidad de los indicios necesarios para acordar judicialmente una intervención de
telecomunicaciones privadas.
CASO PRIMERO: Se recibe en las dependencias policiales un escrito anónimo, sin fecha
alguna, en donde se dan detalles acerca de la participación de A.V.S en un posible delito de
tráfico de drogas, consistente en la importación vía marítima de cocaína para su posterior
distribución en el interior del país. Se hacen constar endicho escrito numerosos contactos
mantenidos por esta persona con terceros, identificando las fechas y lugares, dando cuenta
además de los vehículos utilizados por dichas personas en sus desplazamientos. Se concluye,
afirmando que se espera en los próximos días una inminente entrega de droga en la que
intervendría directamente A. V. S.
Este escrito da lugar a que la policía, a través del ministerio público, solicite la intervención del
teléfono utilizado habitualmente por A.V.S. con la finalidad de poder confirmar los extremos
apuntados en el mismo, especialmente la fecha y lugar de la entrega de la droga. El Juez
accede a dicha intervención, dada la gravedad de los hechos delictivos objeto de investigación
y la necesidad de la medida de interceptación solicitada para averiguar extremos relevantes.
206Vid., entre otras, SSTCE 49/1999, de 5 abril; 171/1999, de 27 septiembre; 202/2001, de 15 octubre; 167/2002, de 18 septiembre.
207Dicha sentencia censura la utilización en la soloicitud policial de la fórmula “según investigaciones propias de este Servicio ”, sin
dar
cuenta del tipo de investigaciones realizadas ni de las fuentes de conocimiento (seguimientos, declaraciones de terceras personas,
investigación patrimonial ). También, la STCE de 18 junio 2001, fj. 4º, censura que la resolución judicial se limita a
afirmar la existencia de una
investigación previa sin precisar en que había consistido ni cuál había sido su resultado.
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Al amparo de esta disposición legal no podrán interceptarse las comunicaciones del abogado del
imputado, pues quedan amparadas por el secreto profesional y el derecho de defensa. Su
interceptación sólo sería admisible si concurrieran sospechas fundadas de su participación en el
hecho delictivo212. En este caso la ley debe precisar con detalle cómo, en qué condiciones y quién
debe realizar la selección entre lo que queda amparado por el secreto profesional y lo que se
refiere a una actividad que no es la de abogado213. La STSE de 24 octubre 2001 admite que en
208En el Derecho alemán se admite la interceptación de las telecomunicaciones del inculpado así como de terceras personas de las que se
sospecha fundadamente, sobre la base de determinados hechos, que reciben o tramitan para el inculpado determinadas comunicaciones o
comunicaciones provenientes de él, o que el inculpado utiliza su comunicación (parágrafo 100a, in fine, StPO).
209LÓPEZ-FRAGOSO ÁLVAREZ, T., Las intervenciones..., cit., p. 60.
210VILABOY LOIS L., y NOYA FERREIRO, L., La intervención de las comunicaciones telefónicas en el proceso penal, pág. 23,
apuntan que para que la extensión de la intervención a una tercera pesona sea lícita, el juez debe tener constancia, aparte de la relación
que une a ese tercero con el imputado, de que aquél está siendo utilizado por éste para la comisión del hecho delictivo; constancia que, al
igual que la sospecha que se exige para acordar la intervención de las comunicaciones del imputado, ha de ser cierta y no basada en
simples conjeturas o deducciones.
211La STSE de 18 marzo 1994, al analizar el alcance del art. 579.3 LECrim nos dice que el precepto autoriza la intervención de las
comunicaciones telefónicas de las personas sobre las que existan indicios de responsabilidad criminal, así como de las comunicaciones de
las que se sirvan para la realización de sus fines delictivos, añadiendo a continuación que “ ésa es la intención de la norma procesal
invocada, la posibilidad de intervención de teléfono de persona no imputada, ni, en principio, objeto de sospecha de una intervención
directa, cuando tal teléfono es el que utriliza o del que se sirve el sujeto sobre el que existen indicios de actuación criminal, para la mejor
planificación y desarrollo de sus propósitos delcitivos”. Vid., también, SSTSE de 18 octubre 1999; 3 julio 2000. La STSE 3 abril 1998
analizó un supuesto de intervención de un teléfono público utilizado por los imputados para adoptar sus acuerdos relativos a un delito de
tráfico de drogas, habiendo autorizado el juez únicamente la grabación de las conversaciones de dichos imputados, excluyendo en la
resolución judicial toda observación de las conversaciones de terceras personas.
212En algunos Códigos Procesales Penales se exige, como requisito adicional, que se informe al Decano del Colegio de Abogados: art.
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circunstancias excepcionales pueda acordarse la intervención telefónica de aparatos instalados en
despachos profesionales de abogados, pero limita la posibilidad de investigación a supuestos de
incuestionable gravedad y a aquellos caos en que exista una constancia, suficientemente
contrastada, de que el abogado ha podido desbordar sus obligaciones y responsabilidades
profesionales integrándose en la actividad delictiva, como uno de sus elementos componentes.
Como toda resolución jurisdiccional limitativa o restrictiva de derechos fundamentales debe cumplir
con la exigencia constitucional de motivación. Expresamente el precepto analizado (art.192 CPP)
exige que en la misma se indique:
214Como nos dice RODRÍGUEZ LAINZ, J. L., La intervención de las comunicaciones telefónicas, Edit. Bosch, Barcelona, 2002, pág.
127, no se trata, desde luego, de hacer una perfecta determinación del delito y de todas las circunstancias adyacentes al mismo, pues en
ocasiones los perfiles de la infracción criminal investigada estarán difuminados ante el carácter discreto de la investigación y su estado
embrionario, por lo que más que de delitos concretos hemos de hablar en términos de hechos aparentemente punibles, que dentro de los
límites propios de la congruencia y la lógica, podrán ir perfilándose a lo largo de la investigación.
215La STCE 49/1996, de 26 marzo. exige, en su fj. 2º, que “la resolución judicial determine el objeto de la intervención: número o
números de teléfono y personas cuyas conversaciones han de ser intervenidas, que en principio deberán serlo las personas sobre las que
recaigan los indicios referidos, el tiempo de duración de la intervención, quiénes hayan de llevarlas a cabo y cómo, y los períodos en que
haya de darse cuenta al Juez para controlar su ejecución”. Vid., también, SSTCE 299/2000, de 11 diciembre; 14/2001, de 29 enero;
202/2001, de 15 octubre; 167/2002, de 18 septiembre; 205/2002, de 11 noviembre. En el Derecho alemán el parágrafo 100b (2) StPO
exige que en la resolución judicial se haga constar el nombre y domicilio del afectado contra el que se dirige, el modo, alcance y
duración de la medida. En Francia el art. 100-1 CPP exige que la decisión judicial comprenda todos los elementos de identificación de la
comunicación que se intercepte, la infracción que motive el recurso a la interceptación así como la duración de ésta.
216STCE 49/1996, de 26 marzo, fj. 2º. Gravedad que puede venir determinada por la pena legalmente prevista, o por los bienes jurídicos
protegidos o por la relevancia social del delito: STCE 299/2000, de 11 diciembre, en un supuesto de contrabando de tabaco realizado a
través de una organización delictiva; 167/2002, de 18 septiembre.
217En Francia se prevé para delitos castigados con una pena igual o superior a 2 años de prisión (art. 100 CPP). En el Derecho alemán se
optó por el criterio de fijar un catálogo de delitos respecto de los cuales se autorizaba la adopción de la medida de interceptación de las
telecomunicaciones (parágrafo 100a StPO). Entre los delitos enumerados se incluyen los delitos de traición a la paz, contra la defensa
nacional, contra el orden público, falsificación de moneda, asesinato, homicidio y genocidio, delitos contra la libertad personal, tráfico
de drogas ). En
Italia el art. 266 CPP utiliza un doble criterio: por un lado, el de la gravedad penológica de los hechos delictivos (delitos castigados con
penas superiores a 5 años) y, por otro, el de su naturaleza (delitos de tráfico de drogas, de tenencia ilícita de armas o explosivos, de
contrabando ).
Por su parte, el art. 266 bis autoriza la interceptación de las comunicaciones informáticas y telemáticas en los mismos supuestos delictivos.
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el elevado número de imputados o víctimas, o para casos de delincuencia organizada (art. 369
CPP).
CASO:
Sobre hallazgos casuales y su eficacia probatoria.
Objetivo formativo concreto: Identificar los supuestos de hallazgos causales y determinar las
condiciones de validez para su utilización en el proceso.
¿Las informaciones obtenidas relacionadas con este nuevo delito de cohecho pueden
ser utilizadas probatoriamente?
La jurisprudencia alemana del BGH (Tribunal Supremo Federal alemán) ha optado para resolver
dicha cuestión por un criterio amplio, admitiendo la utilización de los conocimientos obtenidos
casualmente, ya se refieran al propio imputado, o a un coautor, cómplice o encubridor, ya a
terceros–tanto sujetos pasivos de la medida como terceros no afectados-, cuando quepa predicar
una conexión de cierto grado entre el hecho descubierto de manera fortuita y algún hecho delictivo
de los catalogados en el parágrafo 100a StPO. Se exige, pues, una conexión -objetiva o subjetiva-,
entre el hecho delictivo directamente investigado y el delito descubierto casualmente, bien sea
imputable al mismo sujeto pasivo de la medida, bien a terceros no imputados
inicialmente218.Existiendo esta conexión, no es necesario, según la posición jurisprudencial, que el
nuevo hecho delictivo descubierto sea uno de los catalogados en el parágrafo 100a StPO.
154
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En la doctrina española se han propuesto diferentes soluciones 219. Aplicando el criterio de
conexión, algunos autores sostienen que no sería utilizable probatoriamente un descubrimiento
casual cuando se trate de un hecho delictivo totalmente independiente del investigado en el
proceso en que se ordenó la medida o cuando se refiera a un tercero no sujeto pasivo de la
misma220.
Para otros autores debe excluirse siempre la utilización de los conocimientos adquiridos que
evidencian la posible comisión de un hecho delictivo distinto por parte de un tercero distinto del
sujeto pasivo imputado221. Con un criterio amplio, GONZÁLEZ-CUÉLLAR defiende la utilización de
los resultados hallados siempre que la gravedad de los hechos descubiertos pudiera haber
justificado la adopción de la medida, incluso en aquellos supuestos en los que las informaciones
incriminen a personas distintas de las inicialmente investigadas 222.
El TCE viene exigiendo que si durante una intervención telefónica autorizada para la investigación
de un delito determinado se tiene conocimiento de un hecho delictivo distinto, este descubrimiento
inesperado debe ponerse inmediatamente en conocimiento de la autoridad judicial que autorizó la
intervención inicial para que valore si procede la ampliación de la intervención para la investigación
de este nuevo hecho delictivo223. La Fiscalía General del Estado (FGE) en su Circular núm. 1/1999,
de 29 de diciembre, sobre la intervención de las comunicaciones telefónicas en el seno de los
procesos penales, tras hacerse eco de esta doctrina constitucional, distingue los supuestos en que
existe conexidad entre ambos delitos (el inicialmente investigado y el descubierto con
posterioridad) o, por el contrario, se trate de un delito totalmente autónomo e independiente del
anterior.
En el primer caso, debería darse una orden judicial ampliatoria del ámbito de la escucha telefónica
y proseguir la investigación en la misma causa; por el contrario, en el segundo supuesto, el Juez
deberá, tras volver a examinar las cuestiones de proporcionalidad dictar una expresa autorización
judicial que permita la continuación de la escucha e incoar el oportuno procedimiento, tras deducir
el correspondiente testimonio, en la que se prosiga una investigación diferente de la que ha sido el
mero punto de arranque.
219Téngase en cuenta que en España no existe un catálogo de delitos respecto de los cuales pueda acordarse la medida de
interceptación de telecomunicaciones.
220LÓPEZ-FRAGOSO ÁLVAREZ, T., Las intervenciones..., cit., p. 72. Fuera de estos casos los hallazgos causales podrán, no obstante,
ser utilizados como notitia criminis, dando lugar a la incoación de otra investigación penal y si concurren los presupuestos
constitucionales autorizar la práctica de nuevas intervenciones telefónicas (págs. 92-93). ASENCIO MELLADO, J. Mª, Prueba
prohibida..., cit., p. 11 5, opta, también, por este criterio de conexidad, admitiendo que sean susceptibles de aprovechamiento aquellas
informaciones obtenidas por medio de la interceptación que vinieran referidas a delitos conexos en cualquiera de las modalidades
previstas en el art. 17 LECrim.
221LÓPEZ BARJA DE QUIROGA, J., Las escuchas , cit., p. 201.
222GONZÁLEZ-CUÉLLAR SERRANO, N., Proporcionalidad..., cit., p. 159.
223La STCE 49/1996, de 26 marzo, analizó un supuesto en que la inicial autorización judicial se había concedido para la investigación de
un delito de tráfico de drogas y durante su realización se descubrió la posible existencia de un delito de cohecho por parte de terceras
personas. El TCE estimó el amparo pues este descubrimiento se había ocultado a la autoridad judicial por lo que no hubo un efectivo
control judicial de la medida de intervención telefónica. También STC 41/1998 de 4 febrero (Caso Juan Guerra). Por su parte, la STCE
166/1999, de 27 septiembre, afirma que “en el supuesto de que se produzca una divergencia entre el delito objeto de investigación y el
que de hecho se investiga, debe adoptar la resolución que proceda, puesto que en otro caso , las intervenciones constituirían una
injerencia de la autoridad
pública en el ejercicio del derecho del afectado al respeto de su correspondencia y de su vida privada”. Esta dación de cuenta inmediata a
la autoridad judicial ya había sido exigida en el ATSE de 18 junio 1992, dictado en el conocido caso Naseiro., en donde se declaró
incorrecto el mantenimiento de la intervención telefónica, con vulneración del derecho a la intimidad y al secreto de las comunicaciones,
por no haberse dictado una nueva y expresa autorización judicial, ya que el Juez, al producirse los hallazgos casuales debería haber
hecho una valoración individualizada en torno a la proporcionalidad de la medida. Vid., también, SSTSE de 12 diciembre 2000, 21 julio
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El CPRRD no fija un plazo máximo de duración de la medida, aunque sí que establece que dicha
medida deberá renovarse cada 30 días (art. 192 CPP)224. Para algunos autores, la indeterminación
del límite máximo de duración de la medida resulta injustificable y resulta contrario a las exigencias
del principio de proporcionalidad225. No obstante, hay que tener en cuenta que en la legislación
dominicana la duración máxima de dicha medida vendrá determinada, siquiera sea indirectamente,
por la fijación de plazos máximos de duración de la fase de investigación 226.
Por otro lado, todo límite temporal está en función de la finalidad de la medida. Por tanto, si la
misma ha cumplido su fin o no se mantienen sus presupuestos, aunque no se haya agotado el
plazo temporal fijado, deberá dejarse sin efecto la medida de interceptación de las
telecomunicaciones.
224En el derecho alemán se fija un plazo máximo de 3 meses, aunque se admite una única prórroga por tres meses más siempre que se
mantengan las condiciones fijadas en el parágrafo 100a StPO (parágrafo 100b StPO). En Francia se prevé una duración de cuatro meses,
admitiéndose su prórroga con las mismas condiciones de forma y duración (art. 100-2 CPP).
225LÓPEZ-FRAGOSO ÁLVAREZ, T., Las intervenciones..., cit., p. 76.
226Vid. arts. 150 y 370 CPP
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derecho, aun cuando sólo sea para poner de manifiesto la persistencia de las mismas razones que,
en su día, determinaron la decisión, pues sólo así pueden ser conocidas y supervisadas”.
Por su parte, la STCE 49/1999, de 5 abril, añade, en el f.j. 11, que “sin que sea suficiente una
remisión tácita o presunta integración de la motivación de la prórroga por aquella que se ofreció al
momento inicial. La necesidad de control judicial de la limitación del derecho fundamental exige
aquí, cuando menos, que el Juez conozca los resultados de la intervención acordada para, a su
vista, ratificar o alzar el medio de investigación utilizado” 227. No es suficiente con la referencia
genérica a que se están realizando activas diligencias policiales encaminadas a la averiguación de
los hechos, sino que deberá hacerse referencia expresa a los resultados obtenidos con la
ejecución de la medida acordada judicialmente. Como vemos, para acordar dicha prórroga será
necesario que el juez conozca el resultado y contenido de las grabaciones efectuadas únicas forma
de comprobar el mantenimiento o no de los presupuestos que justificaron la adopción de la medida
de interceptación.
Son varias las normas que se contienen en el art. 192 CPP relativas al procedimiento de ejecución
de la medida de interceptación de las telecomunicaciones privadas con la finalidad de su
incorporación al proceso como elemento probatorio. Aunque nada se dice en el referido precepto,
la eficacia de la medida exigirá en todo caso, el secreto de las actuaciones, por lo que será de
aplicación lo previsto en el 291 CPP 228. La medida no deberá notificarse al imputado mientras se
mantenga la intervención de sus telecomunicaciones. Una vez la medida ha sido dejada sin efecto
deberá notificarse la resolución o resoluciones judiciales al imputado con la finalidad de que pueda
controlar su constitucionalidad.
dispone la incorporación de las conversaciones que no sean manifiestamente irrelevantes (art. 268.6 CPP). Se reconocen a las partes
amplios poderes para controlar su autenticidad, participando en la selección de las conversaciones relevantes (art. 267.6 y 8 CPP).
231El art. 268.6 CPP italiano establece que ha de darse inmediato aviso a los defensores de las partes de la existencia de la medida para
que puedan examinar los actos y escuchar las grabaciones desde que concluya su ejecución –por un plazo de 5 días (art. 268.4 CPP) o, en
su caso, si puede peligrar la investigación, antes de la terminación de las indagaciones preliminares (art. 268.5 CPP). Por su parte, el
parágrafo 101 (1) StPO alemana dispone que habrá de informarse de la medida a los sujetos pasivos desde que ello sea posible sin poner
en peligro los fines de la investigación.
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En relación a quien o quienes deben efectuar dicha transcripción, el precepto se limita a indicar
que será el “funcionario encargado” (art. 192 CPP). Creemos que debe ser un funcionario del
ministerio público y, en su caso, un funcionario policial que actúe por delegación del primero. Así el
art. 267.4 CPP italiano sólo permite que la ejecución se lleve a efecto por el Ministerio Público,
personalmente o delegando en oficiales de la Policía Judicial, y, según el art. 268.3 CPP,
únicamente mediante aparatos instalados en la Procuraduría de la República o, excepcionalmente
cuando tales instalaciones resulten insuficientes o no idóneas, lo que ha de disponer el fiscal en
una resolución motivada, se permite la instalación de los aparatos técnicos en la compañía pública
o en las dependencias de la Policía Judicial.
- Custodia
Ninguna previsión se contiene en el art. 192 CPP acerca de la custodia de las grabaciones. En
Francia, el art. 100-4 CPP prevé que las grabaciones se guarden bajo precintos cerrados, con la
finalidad de evitar cualquier manipulación o alteración de su contenido. Nada impide que esta
previsión pueda aplicarse al proceso penal dominicano. Durante la fase de investigación el
ministerio público sería el encargado de la custodia de las grabaciones originales 232, sin perjuicio
de que una vez finalizada dicha fase y formalizada la acusación se coloquen a disposición judicial
para su eventual utilización como prueba en el acto del juicio oral 233.
- Eficacia probatoria
El precepto que analizamos prevé que la introducción en el acto del juicio oral de las grabaciones
obtenidas con la práctica de la medida de interceptación pueda realizarse por dos vías: por la
reproducción de la grabación en el juicio oral (documento fonográfico), o por la lectura de la
transcripción, que como hemos visto, constará en un acta detallada, sin perjuicio de que las partes
puedan solicitar su reproducción íntegra.
No hay que olvidar que el objeto directo de prueba lo constituyen las grabaciones y no las
transcripciones que deberían tener un puro valor complementario y de facilitación de la prueba en
el acto del juicio oral234.
232Al igual, por ejemplo, que los supuestos de anticipo de prueba (art. 287 CPP), y en cumplimiento de su función de preservación de los
elementos de prueba (art. 289 CPP). En Italia la custodia corresponde, también, al ministerio público (art. 269.1 CPP).
233Vid. art. 298 CPP
234En este sentido se pronuncia LÓPEZ-FRAGOSO ÁLVAREZ, T., Las intervenciones..., cit., p. 111 .
235Vid., más ampliamente, MIRANDA ESTRAMPES, M., El concepto de prueba ilícita..., cit., pp. 66 y ss. El art. 271.1 CPP italiano
dispone que los resultados de las interceptaciones de las comunicaciones practicadas fuera de los casos previstos en la ley o sin cumplir
con las disposiciones previstas en el mismo Código no podrán ser utilizados.
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- Destrucción
Obviamente aquellas conversaciones grabadas que no tengan relación con el hecho investigado
deberán ser destruidas de forma inmediata, sin necesidad de esperar al transcurso del plazo de
prescripción, pues las mismas no podrán ser incorporadas al proceso como elemento de prueba.
Siguiendo a ILLESCAS RUS podemos definir las medidas cautelares penales como los actos
procesales de coerción directa que, recayendo sobre las personas o los bienes, se ordenan a
posibilitar la efectividad de la sentencia que ulteriormente haya de recaer 238.De forma más
detallada CUÉLLAR CRUZ las define como aquellas que pueden adoptarse motivadamente por el
órgano jurisdiccional, u otra autoridad competente en casos excepcionales, contra un presunto
responsable de un hecho delictivo al estimarse dos aspectos esenciales: por una parte, la
existencia de una imputación basada en la constatación objetiva de un hecho típico y en la
probabilidad razonable de quien sea su autor; y, por otra, en la fundada posibilidad de ocultación
personal o patrimonial del imputado en el curso del procedimiento penal. Teniendo como finalidad
única y legítima, el garantizar los efectos penales y civiles de una futura sentencia
condenatoria”239.De esta definición se infieren las dos notas características de toda medida de
coerción: su instrumentalidad y su provisionalidad. A estas notas nos referimos más adelante.
También los presupuestos que necesariamente deben concurrir para adoptar tales medidas.
Podemos distinguir dos grandes clases de medidas de coerción: personales y reales. Esta
distinción es recogida en el nuevo texto procesal penal. La exposición de motivos del nuevo CPP
se refiere a las primeras señalando que son medidas de coerción personales las que vienen a
limitar la libertad de actividades o de movimiento del imputado (libertad ambulatoria). Su
característica esencial es su afectación a la esfera de libertad personal del imputado. Por su parte,
las reales vienen a conservar los bienes sobre los cuales se ejecutaría una eventual multa o
indemnización o a establecer una garantía accesoria de que el imputado no se sustraerá al juicio.
Estas últimas presentan un carácter patrimonial, pues implican una intromisión en el patrimonio del
imputado con la finalidad de asegurar las eventuales responsabilidades pecuniarias derivadas del
delito.
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Como vemos las finalidades de ambas clases de medidas de coerción son distintas por lo que no
existe ningún obstáculo en admitir su compatibilidad en el ámbito del proceso penal.
- Naturaleza y características
El art. 15 CPP, bajo el epígrafe Estatuto de libertad, dispone que “toda persona tiene derecho a la
libertad y a la seguridad personales. Las medidas de coerción, restrictivas de la libertad personal o
de otros derechos, tienen carácter excepcional y su aplicación debe ser proporcional al peligro que
trata de resguardar”.
Del contenido de dicho precepto resulta que la libertad del imputado debe ser la regla general en el
proceso penal dominicano, pues toda medida restrictiva de la libertad personal debe tener un
carácter excepcional y además debe respetar el principio de proporcionalidad. Más adelante el art.
222 CPP insiste en esta excepcionalidad al disponer que “toda persona tiene derecho a la libertad
y a la seguridad personal. Las medidas de coerción tienen carácter excepcional y sólo pueden ser
impuestas mediante resolución judicial motivada y escrita, por el tiempo absolutamente
indispensable y a los fines de asegurar la presencia del imputado en el procedimiento”.
El contenido de estos preceptos entronca con la proclamación constitucional según la cual “se
reconoce como finalidad principal del Estado la protección efectiva de los derechos de la persona
humana y el mantenimiento de los medios que le permitan perfeccionarse progresivamente dentro
de un orden de libertad individual y de justicia social, compatible con el orden público, el bienestar
general y los derechos de todos” (art 8 CRD).
La finalidad de toda medida de coerción personal es asegurar el resultado del juicio y, por tanto,
garantizar la eficacia del ius puniendi. A esta naturaleza cautelar se refiere el nuevo texto procesal
penal: “a los fines de asegurar la presencia del imputado en el procedimiento” (art. 222 CPP).
El peligro de fuga vuelve a aparecer en el art. 22 6, in fine, CPP cuando establece que “el juez
puede prescindir de toda medida de coerción, cuando la promesa del imputado de someterse al
procedimiento sea suficiente para descartar el peligro de fuga”. Este carácter cautelar condiciona
las dos notas características de dichas medidas: su instrumentalidad y provisionalidad.
La STCE 13/1994, de 17 enero, nos dice que “el punto de partida es que dicha privación de libertad ha de regirse por el principio de
241
excepcionalidad”.
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Su carácter instrumental viene determinado por el hecho de que las medidas de coerción no
pueden considerarse como un fin en sí mismas, sino que su finalidad es asegurar el normal
desarrollo del proceso penal. Nacen además con una vocación de provisionalidad, pues deberán
dejarse sin efecto cuando no sean necesarias para asegurar el cumplimiento de las finalidades del
proceso penal.
Por su parte, el art. 23 8 CPP autoriza al juez, de oficio en beneficio del imputado o a solicitud de
parte, en cualquier estado del procedimiento, a revisar, sustituir, modificar o hacer cesar las
medidas de coerción por resolución motivada, cuando así lo determine la variación de las
condiciones que en su momento las justificaron.
Cuando el juez revise de oficio la medida de coerción no podrá imponer una medida más grave 242,
pues solo está autorizada dicha revisión de oficio “cuando favorezca la libertad del imputado” o “en
beneficio del imputado”. Es una manifestación del principio de justicia rogada al que nos
referiremos más adelante. El juez es erigido es verdadero garante del derecho a la libertad. En
definitiva, la variabilidad es otra de las características esenciales de las medidas de coerción
penales. La garantía de contradicción debe presidir el procedimiento de revisión de toda medida de
coerción.
Aunque, como principio general, las medidas de coerción sólo durarán el tiempo que sea
absolutamente indispensable (art. 222, párrafo primero, CPP). Indispensabilidad que vendrá
determinada por la permanencia de los presupuestos que fundamentaron la adopción inicial de la
medida. Desaparecidos tales presupuestos, aunque no haya transcurrido el plazo máximo legal,
deberá dejarse sin efecto la medida de coerción adoptada.
El cómputo de los plazos en las medidas de coerción se realizará por días corridos, frente a la
regla general de días hábiles (art. 143, párrafo tercero, CPP).
Principios informadores
En este apartado vamos a analizar aquellos principios generales que inspiran la regulación de las
medidas de coerción personales contenida en el CPP.
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- Principio de legalidad
Dicho principio supone que toda medida limitativa de algún derecho fundamental deba estar
prevista en la ley. La ley debe autorizar expresamente a la autoridad judicial adoptar tales medidas
limitativas. En cuanto afectan al derecho a la libertad personal o ambulatoria 243 las medidas de
coerción personales deben cumplir con las exigencias derivadas de dicho principio de legalidad.
Además, cualquier supuesto habilitante de la privación de libertad previsto en la ley debe ser
interpretado restrictivamente. Los textos internacionales de derechos humanos exigen que
cualquier limitación del derecho a la libertad solo sea admisible en aquellos casos expresamente
previstos y con arreglo al procedimiento establecido en la ley. El art. 5.1 CEDH proclama que “toda
persona tiene derecho a la libertad y a la seguridad. Nadie puede ser privado de su libertad, salvo
en los casos siguientes y con arreglo al procedimiento establecido por la ley”. En idénticos términos
el art. 7.2 CADH dispone que “nadie puede ser privado de su libertad física, salvo por las causas y
en las condiciones fijadas de antemano por las Constituciones Políticas de los Estados Partes o
por las leyes dictadas conforme a ellas”244.
El art. 8.2 CEDH exige que toda injerencia de la autoridad pública en la esfera privada ha de estar”
prevista por la ley”. También, el art. 17.1 PIDCP prohíbe las injerencias arbitrarias o ilegales 245,
entendiéndose como tales aquellas que no están previstas en las normas legales. Este principio de
legalidad aparece plasmado, también, en la CRD cuyo art. 40.6 declara que “toda persona privada
de su libertad sin causa o sin las formalidades legales, o fuera de los casos previstos por las leyes,
será puesta inmediatamente en libertad a requerimiento suyo o de cualquier persona”.
El principio de legalidad conlleva la prohibición de toda privación de libertad arbitraria, esto es,
cualquier forma de arresto, detención o prisión que tenga lugar fuera de los supuestos y sin las
finalidades previstas en la norma o sin la observancia del procedimiento previsto en la ley, o con
vulneración de las garantías constitucionales o legales.
243En la doctrina DE HOYOS SANCHO, M., La detención por delito, pág. 21, define la libertad ambulatoria como la libertad para
alejarse del lugar donde no se desea permanecer
244Vid., también, el art. 9.1 PIDCP
245El art. 7.4 CADH señala que “nadie puede ser sometido a detención o encarcelamiento arbitrarios”.
246El TEDH establece que una norma es previsible cuando está redactada con la suficiente precisión que permite al individuo regular su
conducta conforme a ella y predecir las consecuencias de la misma, de modo que la ley debe definir las modalidades y extensión del
ejercicio del poder otorgado con la claridad suficiente para aportar al individuo una protección adecuada contra la arbitrariedad. Vid.
STEDH caso SUNDAY TIMES contra Reino Unido, de 24 abril 1979, apartado 49; caso ROTARU contra Rumania, de 4 mayo 2000,
apartados 52 y ss.
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El principio de legalidad no solo exige la precisa identificación de los supuestos fácticos que
posibiliten la limitación del derecho a la libertad, sino que además, comporta que las autoridades y
sus agentes sólo podrán acordar aquellas medidas limitativas expresamente previstas en la ley.
Queda absolutamente prohibida la imposición de medidas de coerción personales que no estén
previstas y reguladas en la ley. El principio de legalidad se opone a la existencia de medidas
cautelares innominadas. El juez únicamente podrá imponer alguna de las medidas que están
previstas expresamente en la ley (en el propio Código Procesal Penal o en otras leyes). La
STCE169/2001, de 16 julio, apreció una vulneración del derecho a la libertad personal del art.
17.1CE en un supuesto en que el juez como medida cautelar alternativa a la prisión preventiva
había acordado la prohibición de salida del territorio nacional sin autorización judicial y la
consiguiente retirada del pasaporte ante la falta de cobertura legal de la medida en el
ordenamiento procesal penales pañol.
Jurisdiccionalidad
Las medidas de coerción personales sólo podrán ser adoptadas por el órgano jurisdiccional
competente. En sede constitucional el art. 8.2.b declara que “nadie podrá ser reducido a prisión ni
cohibido en su libertad sin orden motivada y escrita de funcionario judicial competente, salvo el
caso de flagrante delito”. Esta naturaleza jurisdiccional resulta, también, del contenido de varios
preceptos del texto procesal penal. El art. 226 CPP indica que es sólo “el juez” que el puede
imponer al imputado alguna de las medidas de coerción que enumera el precepto. El art. 222CPP
exige que las medidas de coerción sólo puedan ser impuestas mediante “resolución judicial
motivada”. Y, por último, el art. 231 CPP se ocupa del contenido que tiene que tener la resolución
judicial que impone una medida de coerción.
El Juez no puede imponer de oficio una medida de coerción, sino que necesita previamente de la
petición del ministerio público o del querellante (arts. 225, 226 y 228 CPP). La petición no vincula al
órgano jurisdiccional que podrá desestimarla (art. 226 CPP), pero para el caso de estimación no
podrá imponer otras medidas más graves que las solicitadas (art. 228, párrafo segundo, CPP). En
este ámbito no puede actuarse con criterios automáticos. El juez debe tener la libertad suficiente
para valorar las circunstancias concurrentes y sobre la base de las mismas tomar una decisión
sobre la estimación o desestimación de la pretensión de las partes acusadoras. La prohibición de
la actuación de oficio pretende garantizar la imparcialidad objetiva del órgano jurisdiccional. Si
durante la tramitación de la causa la única parte acusadora o todas las partes acusadoras
solicitasen la modificación de la medida de prisión preventiva o que se dejase sin efecto, la
autoridad judicial estaría obligada a acordarlo.
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CASO:
Sobre el alcance del principio de justicia rogada en el ámbito de las medidas de coerción.
¿Puede el juez fijar un quantum económico superior al solicitado por las partes
acusadoras?
- Principio de proporcionalidad
En cuanto que las medidas cautelares o de coerción afectan al derecho a la libertad personal,
implicando una limitación, restricción o sacrificio del mismo, su adopción y mantenimiento deben
estar sometidos al principio de proporcionalidad. Principio que aunque no se reconozca
expresamente en los textos constitucionales se puede deducir directamente de la propia
interdicción de la arbitrariedad en la actuación de los poderes públicos y del principio del Estado de
Derecho.
La proporcionalidad exige:
Vid. art. 224 CPPRD. Podríamos incluir, también, los supuestos de restricciones de circulación y ambulatorias que pueden acordar los
247
funcionarios del ministerio público o la policía, en aquellos casos previstos en la ley, con el límite temporal de 6 horas (arts. 175 y 178
CPPRD).
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a. La adecuación o idoneidad de la medida, esto es, que la medida sea adecuada al
fin u objetivo que con la misma se pretende lograr.
La limitación al derecho a la libertad debe ser la alternativa menos gravosa o lesiva de entre todas
las aptas para lograr el fin perseguido. En sede de prisión preventiva, como examinaremos más
adelante, este requisito viene plasmado en el art. 234 CPP al establecer que “Además de las
circunstancias generales exigibles para la imposición de las medidas de coerción, la prisión
preventiva sólo es aplicable cuando no pueda evitarse razonablemente la fuga del imputado
mediante la imposición de una o varias de aquellas que resulten menos gravosas para su
persona”.
Como manifestación de este principio de proporcionalidad, el art. 358 CPP prohíbe la adopción de
medidas de coerción en el caso de simples contravenciones, con la excepción del arresto que en
ningún caso podrá exceder de las doce horas.
La resolución judicial deberá dar cuenta no solo de las circunstancias fácticas y fundamentos
jurídicos que sirven de soporte a la medida adoptada, sino que deberá exteriorizar el juicio de
proporcionalidad que sustenta su imposición. Únicamente la exteriorización de ese juicio de
proporcionalidad permite controlar si en el caso concreto concurren los presupuestos que justifican
la adopción de la medida, permitiendo, además, al sujeto pasivo de la misma impugnar dicha
resolución por los cauces legalmente establecidos.
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o Presupuestos
Dos son los presupuestos comunes a todas las medidas de coerción personales, que aparecen
plasmados normativamente en el art. 227 CPP.
A este presupuesto se refiere el art. 22 7.1 CPP cuando condiciona la aplicación de las medidas de
coerción a que “existen elementos de prueba suficientes para sostener, razonablemente, que el
imputado es, con probabilidad, autor o cómplice de una infracción”. Infracción que debe ser
imputable personalmente al destinatario de la medida de coerción como consecuencia del principio
de personalidad de la persecución consagrado en el art. 17 CPP, según el cual “Nadie puede ser
perseguido, investigado ni sometido a medidas de coerción sino por el hecho personal. La
retención de personas ajenas a la comisión de un hecho punible, con miras a obtener su
colaboración o la entrega del imputado, se sanciona de conformidad con las disposiciones de la ley
penal”. Esta disposición trata de poner fin a la práctica policial consistente en proceder a la
detención arbitraria de familiares de sospechosos para forzar que éstos se entreguen a las
autoridades policiales. Práctica denunciada en el Informe de la ComIDH sobre la Situación de los
Derechos Humanos en la República Dominicana de 1999.
El TEDH viene exigiendo la concurrencia de sospechas fundadas y razonables, para lo cual deben
existir hechos o informaciones que persuadan a un observador objetivo de que el individuo en
cuestión puede haber cometido el delito248.
El peligro de fuga es una manifestación concreta del más amplio periculum libertatis, entendido
este último como la posibilidad de que se frustren los fines del proceso penal a causa de la puesta
en libertad del sospechoso249, esto es, los peligros que pueden derivar del hecho de que el
imputado permanezca en libertad durante el tiempo que dure el proceso.
248STEDH caso LABITA contra Italia, de 6 abril 2000; dicha sentencia analiza la cuestión de si las declaraciones de los “arrepentidos”
pueden servir de fundamento al arresto de una persona, declarando, en su apartado 159, que “aunque las declaraciones de los
“arrepentidos” pueden de forma válida apoyar, en un principio, la detención del interesado, perderán necesariamente su pertinencia con
el transcurso del tiempo, particularmente si el progreso de las investigaciones no permite revelar ningún otro elemento de prueba
posterior”. Se exige, pues, que las declaraciones de los “arrepentidos” sean corroboradas por otros elementos de prueba.
249DE HOYOS SANCHO, M., La detención…, cit., p. 167.
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La proporcionalidad de la medida exige que la privación de libertad sea imprescindible para que el
presunto autor de los hechos delictivos comparezca ante el órgano jurisdiccional.
En Italia, el art. 274 CPP se refiere como presupuesto de las medidas cautelares a situaciones de
“concretto e attuale pericolo”, fundamentadas en circunstancias de hecho.
Para su apreciación el art. 229 CPP menciona las siguientes circunstancias que el juez deberá,
especialmente, tener en cuenta:
La falsedad o falta de información sobre el domicilio del imputado constituye presunción de fuga.
3. La importancia del daño que debe ser resarcido y la actitud que voluntariamente
adopta el imputado ante el mismo.
Se trata de criterios de carácter orientativo que el juez deberá valorar en cada caso para
constatarla presencia o no de dicho peligro de fuga u ocultación. La enumeración contenida en
dicho precepto no es limitativa (numerus clausus), y nada impide que puedan tenerse en cuenta
otros factores relevantes. El propio precepto utiliza la expresión especialmente. Así, cabría
mencionarlos propios antecedentes penales del imputado como exponentes de una habitualidad en
la comisión de hechos delictivos de la que podía deducirse la existencia de un peligro de fuga.
Tradicionalmente la gravedad del hecho ha sido considerada en muchas ocasiones como el único
elemento a tener en cuenta para acordar una medida de coerción personal, especialmente la
prisión preventiva. El contenido del art. 229 CPP nos advierte de que la constatación del riesgo de
fuga exige no solo tener en cuenta la gravedad del hecho cometido y la pena que lleva aparejada,
sino también las circunstancias personales, familiares, laborales y sociales del arrestado (su edad,
su estado de salud…), o por ejemplo, el intento del imputado de fugarse u ocultarse después de la
comisión del hecho o para evitar el arresto, pueden ser datos indicativos de su intención de eludir
la acción de la Justicia; o identificarse con un nombre falso o con documentación falsa 250.
Es en la prisión preventiva donde este presupuesto adquiere un mayor protagonismo. Así resulta
de lo dispuesto en el art. 234 CPP, como veremos más adelante.
La STEDH caso STÖGMULLER contra Austria, de 10 noviembre 1969, en su fj. 15, dice que “se debe observar a este respecto que l a
250
simple posibilidad o facilidad que tiene el acusado para pasar la frontera no implica peligro de fuga (a estos efectos hubiera sido
suficiente, por otra parte, requerir a Stögmuller para que entregase su pasaporte); se requiere la concurrencia de unas circunstancias,
especialmente la pena grave que se prevé, o la singular oposición del acusado a la detención, o la falta de arraigo sólido en el país, que
permitan suponer que las consecuencias y riesgos de la fuga le parecerán un mal menor que la continuación del encarcelamiento”. Vid.,
también, STEDH caso NEUMEISTER contra Austria, de 27 junio 1968; y STCE 128/1995, de 26 julio, fj. 4º.
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Se admite que la promesa del imputado de someterse al procedimiento pueda erigirse en garantía
suficiente, a juicio del juez, para neutralizar y descartar el peligro de fuga, prescindiéndose
entonces de toda medida de coerción (art. 226, último párrafo, CPP).
De la regulación legal contenida en el CPP es posible identificar una serie de principios comunes
que inspiran el procedimiento previsto para la adopción de medidas de coerción personales.
Oralidad
Con carácter general el art. 230, párrafo último, CPP, prevé que con anterioridad a la imposición de
una medida de coerción el juez convoque a una audiencia para oír a las partes. De dicha audiencia
deberá levantarse la oportuna acta.
La celebración de una audiencia está prevista, también, con carácter previo a resolver sobre el
recurso interpuesto contra la resolución de imposición de la prisión preventiva o del arresto
domiciliario (art. 414 CPP).
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Contradicción
La contradicción, como garantía instrumental del derecho de defensa, rige siempre que se haya
solicitado una medida de coerción. De ahí, que solicitada una medida de coerción se prohíba que
el ministerio público pueda acordar durante el procedimiento preparatorio el secreto total o parcial
de las actuaciones (art. 291 CPP).
Como concreción de este principio el art. 245 CPP dispone que “todas las decisiones judiciales
relativas a las medidas de coerción reguladas por este libro son apelables. La presentación del
recurso no suspende la ejecución de la resolución”.
A pesar de la ubicación sistemática del precepto, en sede de medidas de coerción reales, del
propio tenor literal del precepto se infiere que su contenido se aplica a todas las medidas de
coerción previstas en el Libro V de la Parte General.
Clases
Vid art. 23 1 CPPRD que fija el contenido de la resolución que impone una medida de coerción. Y el art. 232 CPPRD prevé que
252
con carácter previo a la ejecución de la medida deberá levantarse un acta con el contenido que el propio precepto establece.
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Base Tercer Concurso Público de
Oposición a Fiscalizador/a – Ministerio
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El art. 226 CPP enumera las distintas medidas de coerción personal que pueden ser adoptadas
judicialmente. Dichas medidas son las siguientes:
1. La prestación de una garantía económica suficiente (arts. 235, 236 y 237 CPP).
Al juez le corresponde fijar el monto, así como la modalidad de prestación y apreciar su idoneidad
(art. 235, párrafo segundo, CPP). El juez deberá valorar para fijar su cuantía los recursos
económicos del imputado, para impedir que su status económico convierta la libertad en un
beneficio inalcanzable. De ahí que el referido precepto disponga que “en ningún caso fija una
garantía excesiva ni de imposible cumplimiento en atención a los recursos económicos del
imputado”253. Aunque, como añade a continuación el juez debe hacer la estimación de modo que
constituya un motivo eficaz para que el imputado se abstenga de incumplir sus obligaciones”.
Se admite la posibilidad de que el imputado y el garante puedan sustituir la garantía por otra
equivalente. Sustitución que requiere la autorización judicial (art. 235, último párrafo, CPP).
El texto procesal enumera, también, las causas de cancelación de la garantía. Según el art.
237CPP la garantía será cancelada devolviéndose los bienes afectados más los intereses
generados, cuando: a) se revoque la decisión que la acuerda, b) se dicte el archivo o la
absolución254, y c) el imputado se someta a la ejecución de la pena o ella no deba ejecutarse.
253La Enmienda VIII a la Constitución de EEUU proclama expresamente que “no deberá exigirse una fianza excesiva”.
254Vid. arts. 281 y 337 CPPRD.
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Quizás debería haberse previsto con mayor detalle en qué consiste la vigilancia que puede
disponer el juez, y quienes pueden ser las personas bajo cuya custodia puede colocarse al
imputado (art.226.6 CPP).
En algunos ordenamientos el arresto domiciliario está configurado legalmente como una modalidad
de prisión atenuada, aplicable específicamente en supuestos de enfermedad cuando el
internamiento entrañase un grave peligro para la salud, o en supuestos de drogadicción.
Tal es el caso de la legislación procesal penal española que autoriza que la autoridad judicial
pueda acordar que la medida de prisión provisional del imputado se verifique en su domicilio, con
las medidas de vigilancia que resulten necesarias, cuando por razón de enfermedad el
internamiento entrañe un grave peligro para su salud.
El imputado podrá ser autorizado a salir del domicilio durante las horas necesarias para el
tratamiento de su enfermedad, siempre con la vigilancia necesaria (art.508.1 LECrim). También en
el caos en que el imputado se hallare sometido a tratamiento de desintoxicación o deshabituación
a sustancias estupefacientes se prevé la sustitución de la medida de prisión provisional por el
ingreso en un centro oficial o de una organización legalmente reconocida para continuación del
tratamiento. Se exige como condición que los hechos objeto del procedimiento sean anteriores al
inicio del tratamiento de deshabituación (art. 508.2 LECrim).
El arresto domiciliario es una verdadera medida cautelar personal privativa de libertad, por lo que
deberá estar sometida a los mismos presupuestos y límites de la prisión preventiva 255.
7. La prisión preventiva.
CASO:
Sobre tipos de medidas de coerción personales que pueden imponerse.
Descripción del supuesto fáctico planteado: La policía procede al arresto del sospechoso
como presunto autor de un delito de amenazas contra el propietario de una empresa
exigiéndole la entrega de una determinada cantidad de dinero. El ministerio público estimando
que los hechos revisten gravedad solicita del juez la medida de prisión preventiva. El juez en
su resolución desestima dicha medida por estimarla desproporcionada, estimando más
adecuado someter al arrestado a una vigilancia policial, al amparo de los arts. 305, 306y 307
CPRD, e imponiéndole además la prohibición de comunicación y acercamiento a la víctima,
así como la prohibición de acudir a la sede de la empresa mientras se sustancie el proceso
penal.
Vid. STCE 56/1997, de 17 marzo, sobre el arresto domiciliario como modalidad de prisión atenuada en el marco de un proceso
255
penal militar.
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La previsión de un cuadro de medidas de coerción personales alternativas a la prisión preventiva
deberá contribuir de forma decisiva a poner fin a la situación de generalización de esta última
medida, en cuanto posibilita al juez adecuar su decisión a las concretas circunstancia
concurrentes, imponiendo aquella medida que siendo menos gravosa para el derecho a la libertad
permita cumplir los fines de toda medida de coerción, garantizándose el respeto al principio de
proporcionalidad. En la Exposición de Motivos del CPP puede leerse “se establecerá una serie de
medidas alternativas a la prisión preventiva a los fines de disminuir los índices de presos sin
condena en las cárceles y asegurando a la vez la presencia del imputado en el juicio (arrestos
domiciliarios, medidas de control judicial, prohibición de salir del país, caución personal y otras)”.
Además se requiere que, mediante el oportuno dictamen pericial, se comprueba que el imputado
sufre una grave alteración o insuficiencia de sus facultades mentales que lo tornan peligroso para
sí o para terceros. La imposición de la medida está sometida a la previa petición del ministerio
público. La exigencia de que concurran los mismos presupuestos de la prisión preventiva evita la
desnaturalización del carácter cautelar de dicha medida, pues no estamos ante una medida de
seguridad pre delictual.
Por último, hay que destacar que es absolutamente necesario que el internamiento se realice en
una institución adecuada desde el punto de vista terapéutico 257.Además de las anteriores medidas
debemos mencionar también el arresto, con sus diversas modalidades (policial y judicial), aunque
para algunos se trate de una medida precautelar.
El juez puede imponer una sola de estas medidas o combinar varias de ellas, en función de las
circunstancias del caso. Aunque esta posibilidad de combinación está excluida cuando se imponga
la medida de prisión preventiva (art. 228 CPP). La previsión contenida en este precepto debe
interpretarse en el sentido de que excluye la posibilidad de combinar la prisión preventiva con
cualquiera otra medida de coerción de carácter personal mencionada en el art. 226 CPP, pero
nada impediría que pudiera adoptarse una medida de coerción de carácter real. Varias son las
razones que avalan esta solución.
Por un lado, la propia ubicación sistemática del precepto en sede de medidas de coerción
personales. Por otro lado, el propio régimen de la prisión preventiva hace que el cumplimiento de
cualquier otra medida de coerción personal que pudiera imponerse resulte materialmente
imposible, lo que viene prohibido en el propio art. 228 CPP.
256La Recomendación Nº R (80) 11 del Comité de Ministros del Consejo de Europa, de 27 de junio de 1980, prevé, también, un catálogo
de medidas alternativas, declarando que “cuando la autoridad judicial examine si puede evitarse la prisión preventiva, deberá tener en
cuenta la posibilidad de recurrir a medidas alternativas….”.
257La STEDH caso AERTS contra Bélgica, de 30 julio 1998, apreció una vulneración del art. 5.1 CEDH pues el internamiento por
razones de salud mental había tenido lugar en una institución no apropiada, según resultaba de los informes periciales obrantes en la
causa, pues no recibió el tratamiento édico adecuado.
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Por último, la razón principal es que las finalidades de ambas medidas son totalmente diferentes
aunque compatibles. Mientras la prisión preventiva trata de asegurar la sujeción del imputado al
proceso neutralizando el riesgo de fuga, las medidas de coerción real tienen como finalidad, según
del art. 243 CPP, asegurar las responsabilidades pecuniarias y garantizar, por tanto, el derecho de
la víctima a ser indemnizada.
A diferencia de las medidas personales que tienen como finalidad garantizar la presencia del
imputado en el juicio, las medidas cautelares reales o patrimoniales tratan de asegurar las
eventuales responsabilidades pecuniarias (responsabilidades civiles, multas, costas procesales…)
derivadas de la comisión del hecho delictivo. Otra de sus características es que recaen sobre
bienes, muebles o inmuebles. Es esta finalidad específica y diferente en relación con las medidas
de coerción personales la que sirve de fundamento para defender su compatibilidad con estas
últimas, incluso con la prisión preventiva, por las razones que antes expusimos al analizar el
significado y alcance de la previsión contenida en el art. 22 8, párrafo primero, in fine, CPP. Nada
obsta a que durante la tramitación del procedimiento pueda adoptarse la medida de prisión
preventiva con la finalidad de neutralizar el riesgo de fuga y, a su vez, se adopten medidos de
coerción reales con la finalidad de asegurar las responsabilidades pecuniarias derivadas del hecho
delictivo.
La víctima tiene derecho a ser resarcida de los daños y perjuicios sufridos como consecuencia de
la comisión del hecho delictivo. De ahí que la legislación procesal penal deba arbitrar los
mecanismos adecuados y suficientes para garantizar este derecho. La Decisión Marco del Consejo
de la Unión Europea, de 15 de marzo de 2001 relativa al Estatuto de la Víctima en el Proceso
Penal, reconoce en el art. 9.1 el derecho a indemnización en el marco del proceso penal,
estableciendo que “Los Estados miembros garantizarán a la víctima penal el derecho a obtener en
un plazo razonable y en el marco del proceso penal una resolución relativa a la indemnización por
parte del autor de la infracción, salvo cuando la legislación nacional disponga que, para
determinados casos la indemnización se efectúe por otra vía”. Por su parte, el art. 9.2 declara que
“Los Estados miembros adoptarán las medidas pertinentes para propiciar que el autor de la
infracción indemnice a la víctima adecuadamente”.
Entre las medidas previstas el art. 243 CPP menciona expresamente el embargo, la inscripción
de hipoteca judicial u otras medidas conservatorias previstas por la ley civil.
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La adopción de tales medidas requiere de la previa solicitud de la partes 261 o del ministerio público
(cfr. art. 243 CPP). Este último podrá solicitar su adopción cuando la acción civil le haya sido
delegada, y para garantizar el pago de las multas imponibles o de las costas.
El art. 223 CPP autoriza tanto al ministerio público como al juez a citar al imputado para que
comparezca cuando sea necesaria su presencia. La citación podrá ser acordada bien por el
ministerio público o por el juez, según corresponda, esto es, según la concreta fase procesal en
donde se acuerde dicha citación.
Presupuesto material para acordar dicha citación es la necesariedad de la presencia del imputado
para realizar el acto para el cual sea citado.
En la citación se deberá hacer constar, con indicación precisa, el hecho atribuido al imputado y el
objeto del acto.
Estimamos que también debería advertírsele que su no comparecencia, sin causa justificada,
podría dar lugar a la conversión de la citación en orden de detención, conforme a lo previsto en el
art. 225 CPP.
En realidad no estamos ante una verdadera medida de naturaleza cautelar. No obstante el
incumplimiento de dicha orden de comparecencia podría dar lugar a la adopción de una medida de
coerción, especialmente el arresto del citado.
5.3. El arresto.
Concepto
Naturaleza
261Sobre las facultades del actor civil vid. arts. 118 y ss. CPPRD.
262Vid. STCE 341/1993, fj.6º.
263El art. 9.1 PIDCP establece que “Nadie podrá ser sometido a detención o prisión arbitrarias. Nadie podrá ser privado de su libertad,
salvo por las causas fijadas por ley, y con arreglo al procedimiento establecido en ésta”.
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El arresto es una medida cautelar de naturaleza personal, aunque para algunos se trata de una
medida precautelar264. Está sometida a los principios generales que presiden la adopción de las
medidas de coerción según el art. 222 CPP, salvo el principio de jurisdiccionalidad, pues como
veremos a continuación puede ser practicado, también, por funcionarios policiales e incluso, bajo
determinadas condiciones, por los particulares.
Su ubicación sistemática en el nuevo CPP, dentro del Título II, bajo el epígrafe Medidas de
coerción personales, del Libro V, Medidas de Coerción, de la Parte General, corrobora su carácter
legal como medida de coerción.
En función de la persona que lleva a cabo el arresto podemos distinguir las siguientes
modalidades: a) arresto por particulares, b) arresto policial y c) el arresto judicial. Cada una de
estas modalidades sólo podrá acordarse por las causas concretas previstas en la ley.
Cualquier persona puede practicar el arresto cuando se trate de supuestos de flagrancia previstos
en el art. 224, núm. 1, CPP. En estos casos el particular tiene la obligación de entregar
inmediatamente a la persona arrestada a la autoridad más cercana 265. Como resulta del precepto
legal mencionado, no se le autoriza al particular a practicar ningún tipo de actividad o diligencia,
salvo la de entregar al arrestado a la autoridad más cercana. Cualquier retardo o demora
injustificada en la entrega tornaría el arresto en ilegal.
En todo caso, no estamos ante una obligación o deber sino ante una simple facultad que el
ordenamiento jurídico otorga a los particulares. Así, el propio precepto indica que cualquier
persona “puede practicar el arresto”, no que esté obligada a practicarlo en los casos de flagrancia.
b) Arresto policial
La policía debe proceder al arresto de una persona cuando exista una orden judicial que así lo
ordene. Aunque, también, deberá acordar el arresto cuando no exista orden judicial en los casos
siguientes:
a. Supuestos de flagrancia266
264La STCE 341/1993, fj.6º, califica a la detención de medida cautelar de privación de libertad de carácter penal.
265El art. 383 CPP italiano faculta también a los particulares a practicar el arresto en caso de flagrancia, debiendo entregar al arrestado sin
demora a la policía judicial. También el art. 255.2 CPP portugués que exige que el arrestado sea entregado inmediatamente.
266La flagrancia es uno de los supuestos admitidos por el CEDH para proceder a la detención del presunto autor de un hecho delictivo,
autorizando el art. 5.1.c), in fine, la detención “cuando se estime necesario para impedirle que cometa una infracción o que huya después
de haberla cometido”.
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La flagrancia se caracteriza por la percepción sensorial directa de la comisión de un hecho delictivo
por parte de un tercero, en este caso, de los agentes policiales que proceden al arresto.
En los casos en que la búsqueda o persecución se hubiere interrumpido, se requerirá orden judicial
para proceder al arresto (art. 224 CPP). La interrupción de la búsqueda o persecución excluye la
necesidad de intervención inmediata que justifica el arresto policial en los casos de flagrancia, por
lo que será necesario, en estos casos, solicitar la oportuna orden de arresto judicial. A sensu
contrario, el arresto podrá practicarse sin orden judicial cuando la persecución iniciada
inmediatamente después de apreciarse la comisión del hecho delictivo no se hubiere interrumpido.
El precepto legal analizado utiliza un concepto amplio de flagrancia que no se limita a los
supuestos en que el delincuente es sorprendido en el momento de cometer el delito o
inmediatamente después de cometerlo. El arresto puede acordarse, también, cuando se le ocupan
objetos o presenta rastros que hagan presumir razonablemente que acaba de participar en la
comisión de un hecho delictivo267.
Se incluyen pues supuestos de cuasi flagrancia, cuya apreciación exige, en todo caso, la
concurrencia del requisito de la inmediatez temporal, de ahí que la fórmula legal emplee el término
“que acaba de participar….”. El espacio de tiempo transcurrido entre la consumación del delito y el
descubrimiento de su comisión debe ser muy corto, lo que ofrece una evidencia razonable de la
participación del arrestado en los hechos.
Por último, cabe el arresto policial cuando el imputado tenga en su poder objetos, armas,
instrumentos, evidencias o papeles que hagan presumir razonablemente que es autor o cómplice
de una infracción y que puede ocultarse, fugarse o ausentarse del lugar (art. 224, núm.3,
CPP).Para que pueda apreciarse este supuesto es necesario que concurran dos requisitos. El
primero, que el imputado se encuentre en posesión de objetos que permitan presumir
razonablemente que ha participación en la comisión de un hecho delictivo (fumus commisi delicti).
Aunque a diferencia del supuesto previsto en el núm. 1 no es necesario que el hecho delictivo
267La fórmula utilizada recuerda las empleadas por los Códigos Procesales Penales italiano y portugués. El primero de ellos, contempla,
en el art. 382.1 el supuesto “...ovvero è sorpreso con cose o tracce dalle qualli appaia che egli abbia commesso il reato inmediatamente
prima”. Por su parte, el segundo menciona, en el art. 256.2 el supuesto “...ou encontrado com objectos ou sinais que mostrem claramente
quer acabou de o cometer ou de nele participar”.
268Vid. arts. 237 y ss. CPRD.
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acabe de cometerse, esto es, no se exige en este último caso el requisito de la inmediatez
temporal.
Y el segundo requisito consiste en la necesidad de que concurran razones para presumir que
puede ocultarse, fugarse o ausentarse del lugar, lo que frustraría la eficacia de la investigación
criminal (periculumin mora, como manifestación concreta del periculum libertatis). No es suficiente
para proceder al arresto con la concurrencia de sospechas o indicios racionales de criminalidad es
imprescindible que concurran también indicios de que la persona arrestada tratará de sustraerse a
la acción dela justicia.
Como declara el TEDH la “racionalidad” de las sospechas en que se funde una detención es una
parte fundamental de la protección que proporciona el art. 5.1.c) CEDH contra las privaciones de
libertad arbitrarias. La existencia de tales sospechas o indicios racionales presupone la de hechos
o informes adecuados para convencer a un observador imparcial de que el individuo de que se
trate pueda haber cometido el delito, aunque lo que pueda considerarse “racional” dependerá del
conjunto de las circunstancias270.
Obviamente la calidad de esta base indiciaria no puede ser la misma que la exigida para
fundamentar una medida de coerción personal más ingerente para la libertad personal como es la
prisión preventiva271.Debe tratarse, además, de sospechas racionales referidas a la comisión de un
determinado y concreto hecho que tenga apariencia delictiva 272. Por otro lado, no es posible
acordar una privación de libertad mediante el arresto con la sola sospecha genérica de que una
persona pueda tener“ intenciones delictivas”, a modo de medida de prevención 273.
269El CPP italiano exige, en su art. 384.1 que exista una persona gravemente sospechosa (indiziata) de un delito.
270Vid. STEDH caso FOX, CAMPBELL y HARTLEY contra Reino Unido, de 30 agosto 1990, donde se apreció una violación del art.
5.1.c) CEDH pues las explicaciones ofrecidas por el Gobierno no reunían las condiciones mínimas exigidas en el precepto para la
racionalidad de las sospechas que permiten detener a una persona.
271Vid. STEDH caso LABITA contra Italia, de 6 abril 2000.
272La STEDH caso LOUKANOV contra Bulgaria, de 20 marzo 1997, apreció una vulneración del art. 5.1 CEDH no estimando que la
privación de libertad impuesta al recurrente hubiera sido una “detención legal” pues no existían indicios de que los hechos en los que tuvo
participación fueran constitutivos de delito.
273SSTEDH caso GUZZARDI contra Italia, 6 noviembre 1980; caso CIULLA contra Italia, de 22 febrero 1989.
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CASO:
Sobre “sospechas razonables” que justifican el arresto policial:
Aunque, como hemos visto, no es éste el único requisito que debe concurrir, pues en todo caso
deberá apreciarse la existencia de un peligro de fuga u ocultación (periculum libertatis)para poder
proceder al arresto policial. La exigencia de estos requisitos es consecuencia de su configuración
como medida de naturaleza cautelar274.
Hemos visto que el arresto, como excepción al principio de jurisdiccionalidad, puede ser
practicado sin previa orden judicial, aunque solo en aquellos casos tasados previstos en la ley.
Este carácter no jurisdiccional impone, como contrapartida, su taxatividad, esto es, que solo se
podrá proceder al arresto por la policía, sin previo mandato judicial, cuando concurra alguno de los
supuestos expresamente previstos en el texto legal.
Principio de taxatividad que se plasma en el art. 276 CPP cuando declara que “Los funcionarios
de la policía sólo podrán arrestara los imputados en los casos que este código lo autoriza….”, y
que es una manifestación del principio de legalidad. La CIDH ha declarado que nadie puede ser
ORTELLS RAMOS, M., “Detención, Retención y Habeas Corpus”, en AA.VV., Seminario sobre Detención y Prisión
274
Provisional, Xunta de Galicia, 1995, págs. 83 y ss. RAMOS MENDEZ, F., El proceso penal, J. M. Bosch Editor, Barcelona, 1999, p.
120.
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privado de libertad personalsino por las causas, casos o circunstancias expresamente tipificadas
en la ley (aspecto material),pero, además, con estricta sujeción a los procedimientos objetivamente
definidos por la misma(aspecto formal)275.
A diferencia del arresto llevado a cabo por particulares, no estamos ante una simple facultad, sino
ante una obligación para los funcionarios policiales que deben proceder al arresto cuando
concurran los supuestos legalmente analizados.
Además, la finalidad del arresto policial en todos los casos analizados es poner al arrestado a
disposición del ministerio público, sin demora innecesaria. Finalidad que actúa como una
verdadera garantía para el arrestado, como analizaremos más adelante.
c. Arresto judicial
El juez podrá, también, ordenar el arresto cuando concurra alguno de los supuestos previstos
legalmente. Según el art. 225 CPP el arresto judicial de una persona podrá acordarse en los casos
siguientes:
Para que pueda acordarse esta segunda causa de arresto el juez debe ponderar la necesariedad
de la presencia de la persona durante la investigación o conocimiento de la infracción penal.
SSCIDH caso GANGARAM PANDAY contra Suriname, 21 enero 1994, párrafo 47; caso SUÁREZ ROSERO contra Ecuador,
275
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En ninguno de estos dos casos puede el juez acordar de oficio el arresto, si no que es necesaria la
previa solicitud del ministerio público (art. 225 CCPRD).
Un supuesto concreto lo encontramos al regular la audiencia preliminar en el art. 300 CPP. Si dicha
audiencia preliminar se suspendió por la incomparecencia del acusado el juez deberá fijar nuevo
día y hora. Además, a solicitud del ministerio público o del querellante, podrá ordenar el arresto del
acusado.
También el art. 306 CPP autoriza el arresto judicial del acusado en sede de juicio oral cuando fuera
necesario para asegurar la realización de la audiencia o de un acto particular de la misma.
Este arresto judicial será acordado previa petición del ministerio público. La declaración de rebeldía
autoriza, también, que el juez pueda dictar orden de arresto, a petición del ministerio público (art.
100 CPP), que se mantendrá hasta la extinción del estado de rebeldía por comparecencia
voluntaria del imputado o porque sea puesto a disposición de la autoridad que lo requiere (art. 101
CPP).
El nuevo texto procesal penal contempla dos supuestos de exclusión del arresto, en función de la
naturaleza de la infracción y de la pena que llevan aparejada. Por un lado los supuestos de
infracciones de acción privada276.
El art. 32 CPP enumera los hechos punibles que sólo son perseguibles por acción privada: 1.
violación de propiedad; 2. difamación e injuria; 3. violación de la propiedad industrial y 4. violación
a la ley de cheques. La exclusión debe entenderse limitada a los supuestos de arresto policial
autónomo previstos en el art. 224 CPP. Nada impediría que si el juez ordenase la citación del
imputado para su comparecencia al acto del juicio oral, en un supuesto de infracción de acción
privada, y el imputado no compareciese se pudiera ordenar judicialmente el arresto para garantizar
la celebración del juicio. Los arts. 306 y 141 CPP ofrecen cobertura normativa a esta solución.
Por otro lado, se excluye también el arresto cuando se trate de infracciones en las que no está
prevista pena privativa de libertad (art. 224 CPP). En la doctrina española GIMENO SENDRA,
afirma que si el hecho punible no lleva aparejada pena privativa alguna o puede en el futuro
beneficiarse el condenado de la suspensión de la pena habrá que presumir la inexistencia de
peligro de fuga por lo que decaerá la necesidad de la medida cautelar 277. La referida previsión
legislativa es consecuencia de la inexistencia en estos casos de peligro de fuga u ocultación
personal. En estos casos el legislador dominicano presume legalmente, con presunción iuris et
deiure, que no concurre el periculum libertatis.
Se admite el arresto para el caso de contravenciones, como única medida de coerción susceptible
de ser adoptada, pero con un límite temporal pues no podrá exceder de doce horas (art. 358CPP).
En el proceso penal español la detención, como regla general, está excluida para el caso de
276Acción privada que se ejerce con la acusación de la víctima o su representante legal y conforme al procedimiento especial previsto
en el CPPRD.
277GIMENO SENDRA, V., con MORENO CATENA, V., y CORTÉS DOMÍNGUEZ, V., Derecho Procesal Penal, Edit Colex, Madrid,
1999, p. 473.
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simples faltas, salvo que el sujeto no tenga domicilio conocido o no preste fianza suficiente ajuicio
del agente policial que pretende detenerle (art. 495 LECrim).
Cuando el arresto haya sido acordado por la policía, deberá ponerse a la persona arrestada, sin
demora innecesaria278, a la orden del ministerio público. Este, a su vez, podrá disponer
directamente su puesta en libertad o solicitar del juez una medida de coerción. En este último caso,
la solicitud deberá formularse luego de realizar las diligencias indispensables y, en todo caso,
dentro de las 24horas contadas a partir del arresto (art. 22 4 CPP).
El texto procesal penal opta por fijar un plazo inferior al de 48 horas previsto en el art. 8.2.d CRD,
que establece que “toda persona privada de su libertad será sometida a la autoridad judicial
competente dentro de las cuarenta y ocho horas de su detención o puesta en libertad”. El precepto
constitucional prohíbe que el legislador ordinario pueda fijar un plazo superior a las 48 horas, pero
nada le impide establecer un plazo inferior, siendo esta última la opción acogida en el nuevo texto
procesal penal.
El precepto exige de la policía que ponga a la persona arrestada inmediatamente a disposición del
ministerio público, sin perjuicio de practicar aquellas diligencias preliminares encaminadas a
obtener y asegurar las fuentes de prueba. En caso de que la demora fuera “necesaria” esta nunca
podría rebasar el plazo de 24 horas que estipula el precepto legal.
El art. 277, párrafo primero, CPP no debe entenderse en el sentido de que el plazo de
comunicación del arresto al ministerio público puede llegar hasta las 24 horas, sino que la
comunicación del arresto deberá hacerse siempre de forma inmediata, sin demora. Otra cosa es el
plazo de informe acerca de las diligencias preliminares de investigación llevadas a cabo por la
policía, que para el caso en que se hubiere arrestado a una persona, se reduce de 72 horas a 24
horas.
Cuando se trate de arresto judicial no podrá prolongarse más allá del agotamiento de la diligencia o
actuación que lo motiva (art. 225 CPP). Concluida la práctica de la diligencia o actuación que
motivó el arresto el juez deberá dejarlo sin efecto acordando la libertad inmediata del imputado.
Si el ministerio público estimara que la persona arrestada judicialmente debe quedar sujeta a una
medida de coerción, deberá solicitarlo al juez en el plazo máximo de 24 horas. La adopción de una
medida de coerción exigirá en este caso de la previa celebración de una audiencia (art.225 CPP).
Como complemento de esta previsión, el art. 284 CPP establece que si el ministerio público
pretende solicitar al juez la aplicación de una medida de coerción para el arrestado deberá ponerle
a disposición judicial sin “demora innecesaria” y siempre dentro del plazo de 24horas de su arresto.
En caso contrario deberá disponer su libertad.
278El art. 9.3 PIDCP declara que “toda persona detenida o presa a causa de una infracción será llevada sin demora ante un juez u
otro
funcionario autorizado por la ley para ejercer funciones judiciales ”. Por su parte, el art. 5.3 CEDH establece que “toda persona detenida
preventivamente debe ser conducida sin dilación a presencia de un juez o de otra autoridad habilitada por la ley para ejercer
poderes
judiciales”. La STEDH caso GÜNAY contra Turquía, de 27 septiembre 2001, apreció vulneración de este precepto en un supuesto de
detención de varias personas por delitos de terrorismo cuya duración había variado entre cinco y once días, sin haber sido puestos a
disposición judicial, y sin que dicha prolongación viniera justificada por la necesidad de realizar investigaciones o averiguaciones
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policiales.
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Para el caso de infracciones que requieren la instancia privada 279, debe ser informada
inmediatamente quien pueda presentarla, y si éste no presenta la denuncia en el término de 24
horas, el arrestado debe ser puesto en libertad (art. 224 CPP).
Conforme a las previsiones del art. 40 numeral 5 CRD, una vez el arrestado ha sido sometido a la
autoridad judicial competente deberá, dentro del plazo de 48 horas, dejarse sin efecto el arresto o
elevarse a prisión. Este plazo constitucional mantiene su vigencia, pues se refiere al tiempo que
tiene el juez para decidir sobre la situación personal del arrestado.
Un plazo especial se establece para el caso de contravenciones o infracciones leves 280. En este
supuesto el arresto, que es la única medida de coerción que puede adoptarse (art. 358 CPP), no
podrá exceder en ningún caso las doce horas. Estimamos que en estos supuestos el arresto debe
tener como único fin la realización de las diligencias necesarias encaminadas a la identificación del
arrestado, de tal forma que una vez identificado plenamente deberá ser puesto en libertad aunque
no hayan concurrido el plazo máximo legal de las doce horas. El establecimiento de este plazo
legal no concede a los agentes y autoridades el derecho a su agotamiento. Podría acordarse,
también, para asegurar la presencia del arrestado al juicio si así se estimara necesario, pero
siempre con el límite máximo de las doce horas.
El cómputo de los anteriores plazos legales deberá hacerse desde el mismo momento en que se
procede materialmente al arresto del sujeto y no desde el momento en que se le informa de su
condición de arrestado y de sus derechos.
La fijación por parte del legislador ordinario de plazos máximos de duración del arresto no concede
a los agentes policiales ni al ministerio público un derecho a agotar tales plazos. El arresto deberá
durar el tiempo estrictamente necesario para la realización de las gestiones encaminada sal
esclarecimiento de los hechos281. Así, debe interpretarse el término indispensable utilizado en el
propio art. 224 CPP cuando declara que “la solicitud del ministerio público debe formularse luego
de realizar las diligencias indispensables y, en todo caso, dentro de las veinticuatro horas contadas
a partir del arresto”. Diligencias que deberán realizarse, por tanto, con carácter preferente,
precisamente para evitar una prolongación indebida de la situación de privación de libertad.
Caben situaciones de prolongación indebida del arresto no sólo cuando la policía no cumple con la
obligación de poner al arrestado inmediatamente a disposición del ministerio público, sino también
cuando este último agota el plazo de 24 horas concedido para solicitar una medidad e coerción, sin
practicar mientras tanto ninguna diligencia que fuera indispensable para la investigación y
esclarecimiento de los hechos.
279El art. 31 CPPRD menciona los hechos punibles cuya persecución requiere de instancia privada: 1. vías de hecho, 2. golpes y heridas
que no causen lesión permanente, 3. amenaza, salvo las proferidas contra funcionarios públicos en ocasión del ejercicio de sus funciones,
4. Robo sin violencia y sin armas, 5. estafa, 6. abuso de confianza, 7. trabajo pagado y no realizado, 8. Revelación de secretos, 9.
falsedades en escrituras privadas.
280Vid. arts. 471 y ss. CPRD.
281El art. 520.1, párrafo segundo, LECrim declara que “la detención preventiva no podrá durar más del tiempo estrictamente necesario para la
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CASO:
Sobre interpretación del término legal “sin demora innecesaria”.
Descripción del supuesto fáctico planteado: Sobre las 12’00 horas del domingo día 3 de
abril de 2005 se procede por parte de la policía al arresto del sospechoso como presunto autor
de un delito flagrante castigado con pena de prisión, recuperándose los objetos sustraídos. El
arrestado es conducido a las dependencias policiales donde tras su identificación manifiesta
su voluntad de declarar únicamente ante la autoridad judicial. Mientras tanto como diligencias
preliminares se procede a la localización del propietario de los efectos, a quien se le toma
declaración y a la inspección ocular policial del lugar de la sustracción en busca de vestigios
del hecho delictivo. El hecho del arresto es puesto en conocimiento del ministerio público a las
14’00 horas, quien ordena el mantenimiento de dicha situación de arresto. A la mañana
siguiente, no habiendo transcurrido aun 24 horas desde el arresto, el ministerio público se
dirige al juez solicitando una medida de coerción.
El TSE en casos de prolongación indebida del arresto más allá del tiempo estrictamente
necesariopara la realización de las averiguaciones tendentes al esclarecimiento de los hechos ha
condenadopor un delito de tención ilegal282.
El nuevo texto procesal penal se ocupa, en el art. 276 CPP, de plasmar aquellos principios
básicosque deben presidir la actuación policial durante la práctica de un arresto. La mayoría de
estasobligaciones se corresponden con el elenco de derechos que ostenta el arrestado,
enumeradosen el art. 95 CPP que analizaremos más adelante.
282STSE de 8 febrero 1994: se estimó que la inicial detención estaba justificada pues el detenido conducía embriagado un vehículo de
motor, pero no así la prolongación posterior de dicha situación, pues una vez pasados los efectos de la embriaguez el detenido había
manifestado su propósito de declarar ante el juez, manteniendo la policía, no obstante, la detención con el argumento de que era
demasiado pronto para llevarlo ante la autoridad judicial, sin que se justificara la permanencia en situación de detención por la pràctica
de diligencias de investigación. El TS estimó que los hechos eran constitutivos de un delito de detención ilegal, pues aunque no habían
transcurrido las 72 horas previstas en el texto constitucional como plazo maximo de detención, ésta se había prolongado de forma
innecesaria, pues el propio texto constitucional afirma que la detención “no podrá durar más del tiempo estrictamente necesario para la
realización de las averiguaciones tendentes al esclarecimiento de los hechos” (art. 17.2 Es una concreción de lo establecido con carácter
general en el art. 10 CPPRD bajo el epígrafe Dignidad de la persona.
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o Identificación
La forma en que puede llevarse a cabo la identificación del funcionario policial actuante
puedevariar en función de las circunstancias.
Se prohíbe, de forma absoluta, cualquier acto de tortura, tormento u otros tratos o castigoscrueles,
inhumanos o degradantes (art. 276.4)283.
Los agentes policiales son garantes de la vida e integridad física del arrestado y también de su
salud. Deben asegurarle la asistencia médica cuando fuere necesaria. El art. 6 de la
Resolución169/34 de 1979, de la Asamblea General de las Naciones Unidas, sobre Código de
conducta para funcionarios encargados de hacer cumplir la Ley, impone a tales funcionarios,
respecto a quienes se encuentren bajo su custodia, la obligación de tomar “medidas inmediatas
para proporcionar atención médica cuando se precise”. También el número 14 del apartado A de la
Resolución690/74, de la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa (Declaración sobre la
Policía) establece que los funcionarios encargados de la custodia de los detenidos “cuyo estado de
salud necesita atención médica debe facilitar tal atención del personal médico y en caso necesario
tomar las medidas para proteger la vida y la salud de esta persona”.
CASO:
Sobre tratos inhumanos o degradantes durante el arresto policial.
283Es una concreción de lo establecido con carácter general en el art. 10 CPPRD bajo el epígrafe Dignidad de la persona.
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o El principio de necesidad y proporcionalidad en el uso de la fuerza
Se prohíbe, en principio, el uso de la fuerza para practicar el arresto. Sólo será admisible su
utilización cuando sea necesaria y proporcionada para su ejecución (art. 276.2 CPP). Necesidad
que concurrirá cuando se produzca una reacción violenta por parte de la persona que va a ser
arrestada, o cuando la actuación policial se inicia como consecuencia de la existencia de un hecho
violento (una pelea, la liberación de una persona secuestrada...), o cuando el sospechoso se diere
a la fuga y es perseguido y alcanzado por los agentes policiales.
La proporcionalidad en el uso de la fuerza exige la idoneidad del medio empleado, optando por
aquél que potencialmente implique una menor injerencia coactiva.
Se prohíbe, también, en principio el uso de armas. Esta regla general tiene la excepción en
aquellos casos en que la resistencia del que pretende ser arrestado coloque en peligro la vida o
integridad física de las personas o, también, en los casos en que sea necesario para evitar la
comisión de otras infracciones. En ambos casos, deben concurrir las notas de necesariedad y
proporcionalidad, exigidas en el supuesto anterior (art. 276.3 CPP). En todo caso debe tratarse de
situaciones en que concurra un riesgo grave. La nota de gravedad debería haberse incorporado al
texto normativo.
Se prohíbe también que los funcionarios policiales puedan presentar al arrestado a ningún medio
de comunicación social o la comunidad. Esta presentación requiere que sea consentida de forma
expresa por el arrestado. Consentimiento que deberá ser prestado ante su defensor, previa
consulta, y se deberá hacer constar en las diligencias respectivas (art. 276.6 CPP).
Esta prohibición no es incompatible con la divulgación de notas de prensa donde las fuerzas y
cuerpos de seguridad del Estado dan cuenta del desarrollo y resultado de las investigaciones de
También la Resolución 690/1979, de 8 de mayo, de la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa, por la que se adopta la
284
Declaración sobre la Policía, en su apartado A, art. 12, dispone que “en el ejercicio de sus funciones, el funcionario de la Policía debe
actuar con toda determinación necesaria, sin jamás recurrir a la fuerza más que en lo razonable para cumplir la misión exigida o
autorizada por la ley”.
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hechos delictivos así como de la detención de personas como presuntos autores de los hechos
investigados.
Ahora bien, esta información deberá ser siempre respetuosa con la presunción de inocencia delas
personas arrestadas, quienes nunca podrán ser presentadas ante la opinión pública como
culpables sin que exista una sentencia judicial que así lo declare.
CASO:
Sobre comunicaciones y notas de prensa relacionadas con una investigación criminal.
Durante el desarrollo de la rueda de prensa y a preguntas de los periodistas presentes, que “el
arrestado. A.R. era el verdadero instigador del crimen cometido y que había actuado con
ánimo de venganza, dada la enemistad y odio que sentía contra la víctima”, añadiendo a
continuación que “las pruebas obtenidas durante la investigación en su contra eran
abrumadoras y que todas ellas le señalaban como instigador del asesinato, sin ninguna duda”.
Durante la rueda de prensa dieron cuenta pormenorizada de cuáles eran esas pruebas, así
como detalles de la investigación llevada a cabo hasta el arresto de A.R.
Por último, al ser preguntados si albergaban alguna duda sobre su culpabilidad los
responsables de la investigación manifestaron que “no, que ninguna duda, que era culpable
del horrendo crimen cometido”.
Los funcionarios policiales están obligados a registrar el lugar, día y hora del arresto, la orden o
circunstancia en que ocurre así como los funcionarios o agentes responsables de su actuación.
Registro que el propio precepto señala que es inalterable (art. 276.8 CPP). Una fiel documentación
de estas circunstancias permitirá controlar jurisdiccionalmente la legalidad del arresto.
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a. El arresto debería practicarse de la forma que menos perjudicara al arrestado. Los agentes
policiales deberán velar por la integridad física de las personas arrestadas que se
encuentren bajo su custodia.
Además de los derechos el arrestado debe ser informado, también, de los hechos y las razones del
arresto, pues tanto unos como otros forman parte del contenido de la información a la que tiene
derecho el arrestado.
El arrestado goza de los derechos enumerados en el art. 95 CPP que, como ya vimos, entran en
juego desde el mismo momento en que se solicite la aplicación de una medida de coerción.
Derechos de los que el arrestado deberá ser informado desde el mismo momento del arres total
como ya indicamos. De entre ellos queremos resaltar los siguientes, algunos de los cuales guardan
correspondencia con las obligaciones de los funcionarios policiales que practican el arresto, a las
que nos hemos referido con anterioridad:
La redacción del precepto plantea el problema de quién es la persona autorizada para llevar acabo
esta comunicación: el propio arrestado o los agentes policiales que le custodian. Parece que, en
principio, será el propio arrestado al reconocérsele el derecho a “comunicarse” y no a que“ se
comunique”. Opción que parece confirmar el reconocimiento, en el mismo precepto, del derecho a
que se le proporcionen los medios razonables para ejercer este derecho.
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Sin embargo, esta previsión parece estar en contradicción con lo dispuesto en el art. 276.7 CPP
que impone a los funcionarios policiales la obligación de comunicar, dando a entender que serán
estos últimos los que llevarán a cabo el acto de comunicación con el familiar o la persona
designada para dar cuenta del arresto. Previsión esta última que, según un sector de la doctrina,
resulta más razonable pues de esta forma queda garantizado en mayor medida el ejercicio de este
derecho, al poder reiterar el acto de comunicación si el primero resulta fallido, actuación que no
podría realizar el detenido cuando se encontrare ingresado en los cuartos de seguridad de la
policía285. No es estala opinión de QUERALT JIMÉNEZ quien defiende que en la medida de lo
posible sería de desear que fuera el propio arrestado el que efectuara la comunicación 286.
En el marco del proceso penal español se prevé la incomunicación del arrestado lo que produce,
entre otros efectos, la suspensión de esta comunicación287. La incomunicación se acordará cuando
sea necesario para la investigación de los hechos (así, por ejemplo, cuando exista un riesgo de
manipulación u ocultación de fuentes de prueba) siempre que resulte justificada desde la óptica de
la proporcionalidad lo que permite sostener la constitucionalidad de la medida acordada
judicialmente288. La CIDH admite la validez de la incomunicación, como medida de carácter
excepcional, cuyo propósito es impedir que se entorpezca la investigación de los hechos. Aunque
dicha validez está sometida a la condición de su previsión legal, pues el aislamiento deberá estar
limitado al periodo de tiempo determinado expresamente por la ley, y deberá en todo caso
garantizarse al incomunicado una defensa efectiva, así como el derecho a cuestionar la legalidad
de la detención289.
Forma parte del contenido de este derecho el reconocimiento de la entrevista reservada con el
letrado, precisamente para poder preparar desde el primer momento la estrategia defensiva.
Es una de las manifestaciones del contenido del derecho a la asistencia letrada que prevé el art.
95.5 CPP. Asistencia letrada que es preceptiva, por lo que si el arrestado no puede pagarlos
servicios de un defensor particular el Estado asume la obligación de proporcionarle uno. El
nacimiento de este derecho se produce desde el mismo momento del arresto, entendemos que esa
debe ser la interpretación de la expresión “desde el primer momento del procedimiento” que utiliza
el art. 95.5 CPP. El término “procedimiento” debe ser entendido en un sentido amplio comprensivo
no sólo de la investigación preliminar llevada a cabo por el ministerio público sino también las
actuaciones previas desarrolladas en sede policial, pues el arresto conlleva por sí mismo una
imputación material de un hecho delictivo. Los agentes o autoridades que practiquen el arresto
deberán informarle inmediatamente del derecho de ser asistido por letrado, sin que puedan tomar
declaración al arrestado sin la presencia y asistencia del letrado. El texto procesal penal prevé la
posibilidad de que el letrado pueda participar en las diligencias preliminares que lleva a cabo la
policía (art. 227, último párrafo, CPP).
285SALIDO VALLE, C., La detención policial, J. M. Bosch Editor, Barcelona, 1997, p. 292.
286QUERALT JIMÉNEZ, J. J., Asistencia letrada al detenido, Edit. Atelier, Barcelona, 1999, p. 75.
287El art. 52 7 LECrim reconoce al incomunicado los mismos derechos que al arrestado con las siguientes modificaciones: a) en todo
caso, el Letrado será designado de oficio, b) no tendrá derecho a la comunicación y c) tampoco tendrá derecho a la entrevista reservada
con su letrado. En todo caso la incomunicación es una medida excepcional prevista para supuestos de especial gravedad, como la
delincuencia terrorista. 52 STCE 196/1987, de 11 diciembre.
288STCE 196/1987, de 11 diciembre.
289SCIDH caso SUÁREZ ROSERO contra Ecuador, 12 noviembre 1997, párrafo 51.
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En cuanto a su contenido, la asistencia letrada no debe limitarse simplemente a la presencia de
letrado, sino que debe reclamarse y fomentarse una asistencia activa, real y eficaz, con la finalidad
de preparar desde el primer momento del arresto una defensa efectiva. Una de las funciones del
letrado será comprobar que el arrestado ha sido informado efectivamente de sus derechos, así
como constatar que el arresto practicado se ajusta a alguno de los supuestos legalmente previstos.
La asistencia letrada no solo cumple una función de asesoramiento técnico sino también una
función tuitiva, asegurando la indemnidad física y moral del arrestado. La STCE 196/1987, de 11
diciembre, en su fj. 5º afirma que la asistencia letrada “responde a la finalidad de asegurar con su
presencia personal, que los derechos constitucionales del detenido sean respetados, que no su
fracoacción o trato incompatible con su dignidad y libertad de declaración y que tenga el debido
asesoramiento técnico sobre la conducta a observar en los interrogatorios, incluida la de guardar
silencio, así como sobre su derecho a comprobar, una vez realizados y concluidos con la presencia
activa del letrado, la fidelidad de lo transcrito en el Acta que se le presenta a la firma”290.
Aunque nada dice la ley acerca del momento en que debe tener lugar esa reunión confidencial
entre el arrestado y su letrado, estimamos que la misma debe realizarse con carácter previo a la
propia toma de declaración (policial, fiscal o judicial). La finalidad de esa entrevista, como hemos
adelantado, es que desde los primeros momentos del arresto pueda diseñarse ya la estrategia
defensiva a seguir por parte del arrestado y su letrado, optando por decidir si se acoge a su
derecho a no declarar o, por el contrario, planificar cual deba ser el contenido de esa declaración.
Esta solución es la única coherente con la configuración de la declaración del arrestado como
medio de defensa. Esta función sólo podrá cumplirse si se garantiza al arrestado el asesoramiento
legal de su letrado con carácter previo a la toma de declaración, fortaleciéndose de esta forma la
garantía del derecho a la no autoincriminación prevista en el art. 95.6 CPP.
La confidencialidad es una de las notas esenciales de esta entrevista entre el arrestado y su
Letrado, de tal forma que nadie deberá oírla ni coartarla 291.
Además, estimamos que en el término imputado, empleado por el referido art. 95.1 CPP, debe
entenderse incluido el arrestado, pues todo arresto conlleva ya una imputación material al exigirla
concurrencia de indicios de criminalidad.
lengua
que comprenda, de los motivos de su detención y de cualquier acusación formulada contra ella”.
293Entre otros, debería haberse reconocido al arrestado el derecho a ser reconocido por un médico.
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La información sobre las razones o motivos del arresto tiene como finalidad que el arrestado pueda
conocer y valorar la legalidad y no arbitrariedad de la medida a efectos, en su caso, de impugnarla
judicialmente.
El contenido de la información debe ser doble: por un lado, los hechos esenciales objeto de
imputación, lo que obliga a realizar una provisionalísima calificación jurídico penal de los mismos
por parte de los agentes policiales actuantes. Por otro lado, hay que informarle, también, de las
razones que motivan el arresto, esto es, del porqué de la privación de libertad personal 294. La
STEDH caso IRLANDA contra Reino Unido, de 18 enero 1978, estimó que se había vulnerado el
art. 5.2 CEDH por cuanto no se informaba a los interesados del motivo de su detención,
limitándose en general, a decirles que se basaba en la legislación de excepción, sin facilitarles más
detalles a este respecto.
La información de los derechos, de los hechos y de las razones del arresto debe hacerse de forma
inmediata295. Inmediatez que exige el propio art. 95 CPP cuando establece que “el ministerio
público y los demás funcionarios encargados de cumplir la ley, así como los jueces, tienen la
obligación de hacer saber al imputado de manera inmediata y comprensible sobre sus derechos”.
Sin perjuicio de que esa información deba hacerse oralmente en el momento de practicar el arresto
para garantizar un conocimiento inmediato por parte del arrestado, debería exigirse, en todo caso,
que dicha información se realizara por escrito, mediante la entrega al arrestado de una “carta de
derechos”, dejando constancia fehaciente de su realización 297.
El que la información sea comprensible exige que su transmisión se realice en una lengua que el
arrestado comprenda298. Exigencia que conecta con el derecho a ser asistido gratuitamente por un
intérprete cuando no comprenda o no hable la lengua empleada por los agentes policiales o
autoridades. Aunque este derecho no aparezca mencionado en el art. 95 CPP debe estimarse
aplicable al arrestado la previsión contenida para el imputado en el art. 18 CPP según el cual “El
estado tiene la obligación de proporcionar un intérprete al imputado para que le asista en todos los
actos necesarios para su defensa, si éste muestra incomprensión o poco dominio del idioma
español”, pues como ya hemos dicho en otras ocasiones todo arresto conlleva una imputación
material.
294La STEDH caso FOX, CAMPBELL y HARTLEY contra Reino Unido, de 30 de agosto de 1990, afirma, en su apartado 40, que “el
apartado 2 del artículo 5 define una garantía elemental: toda persona detenida debe conocer por qué. Forma parte del régimen de
protección que proporciona el artículo 5 en su conjunto, y obliga a notificarle, en palabras sencillas y corrientes, los fundamentos legales
y de hecho de su privación de libertad, para que pueda discutir su legalidad ante un órgano judicial de acuerdo con el apartado 4”. Si bien
en un primer momento cuando la policía detuvo a los recurrentes se limitó a comunicarles que lo hacía por considerarles sospechosos de
terrorismo, lo que no cumplía las exigencias del art. 5.2 CEDH, sin embargo, posteriormente la policía interrogó a cada recurrente sobre
su presunta participación en acciones delictivas concretas y su supuesta pertenencia a organizaciones prohibidas, por lo que concluye el
TEDH “No hay ninguna razón para creer que no pudieron comprender de esta manera los motivos de su privación de libertad. Por
consiguiente, se les dijo durante los interrogatorios por qué se les consideraba sospechosos de terrorismo”. Vid., también, STEDH caso
DIKME contra Turquía, de 11 julio 2000, apartados 51-57.
295El art. 9.2 PIDCP utiliza el término “sin demora”. También el art. 7.4 CADH. El art. 5.2 CEDH se refiere al “más breve plazo”. En
relación con este último la STEDH caso VAN DER LEER, de 21 febrero 1990, estimó que se había producido una violación del art. 5
porque a la recurrente, internada en un hospital psiquiátrico, se le había comunicado la resolución judicial que ordenaba su privación de
libertad, 10 días después de haberse dictado (buscar).
296STEDH caso FOX, CAMPBELL y HARTLEY contra Reino Unido, de 30 agosto 1990, apartados 40-42; entre el momento del
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Además, los agentes policiales y las autoridades públicas deben asegurarse de que el arrestado
comprende el alcance de la información ofrecida, por lo que deberá hacerse en términos
inteligibles para el destinatario, esto es, mediante el empleo de palabras sencillas, corrientes y
asequibles299.
Este derecho corresponde no solo al arrestado sino a toda persona imputada en un proceso penal,
esté o no arrestada300. Específicamente el art. 95.6 CPP reconoce a todo imputado el derecho a no
autoincriminarse, así como el derecho a guardar silencio sin que esto le perjudique o sea utilizado
en su contra301.
Por su carácter problemático, una de las cuestiones que merecen atención es si el derecho al
silencio se opone a la valoración probatoria de las manifestaciones espontáneas y, por tanto,
nunca inducidas por terceros, que realiza la persona arrestada en los primeros momentos del
arresto.
El agente policial deberá plasmar en el informe policial las manifestaciones concretas realizadas
por el arrestado y las circunstancias en que las mismas se realizaron 302.
Valor probatorio del silencio
Del ejercicio del derecho al silencio por aparte del arrestado o imputado no pueden derivarse
consecuencias negativas o perjudiciales. Por tanto, el silencio del arrestado nunca podrá ser
utilizado como indicio de culpabilidad. Su valoración como indicio incriminatorio supondría una
inversión de la carga de la prueba contraria a la presunción de inocencia, al exigir al arrestado o
299SSTEDH caso FOX, CAMBELL y HARTLEY, contra Reino Unido, de 30 agosto 1990, apartado 40; DIKME contra Turquía, de 11 julio
2000, apartado 53.
300 Vid. art. 14.3.g) PIDCP; art. 8.3.g) CADH; y art. 8.2.i CRD. La CE de 1978 reconoce en su art. 17.3 que ninguna persona detenida
puede ser obligada a declarar, y el art. 24.2 reconoce el derecho de todo imputado a no declarar contra sí mismo y a no confesarse
culpable.
301Vid. Art. 52 0.2.a) LECrim, especificamente para el detenido.
302Vid. art. 277 CPPRD.
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imputado una actuación positiva encaminada a acreditar su inocencia. Con claridad se pronuncia el
art. 95.6 CPP cuando proclama que el silencio nunca puede perjudicar o ser utilizado en contra del
imputado.
CASO:
Sobre el valor indiciario del silencio del arrestado
Objetivo formativo: Identificar la validez y la calidad de los indicios para fundamentar una
medida de coerción personal y si el silencio puede ser utilizado con un valor indiciario.
Descripción del supuesto fáctico planteado: En la noche del día 5 de marzo de 2005, en un
pueblo de escasos habitantes, tuvo lugar el atropello del peatón E.R., que falleció en el acto,
dándose a la fuga el conductor del vehículo causante del mismo. Un testigo ocular de los
hechos facilitó a la policía el modelo y el número de matrícula del vehículo, aunque no pudo
aportar ningún dato sobre la identidad del conductor, ni siquiera si era hombre o mujer. Las
investigaciones policiales permitieron identificar al titular del vehículo siendo este la señora
G.A, de 68 años de edad, localizándose el vehículo aparcado en la puerta del domicilio de la
propietaria. En su declaración manifestó que ella no había conducido esa noche el vehículo,
que el coche era de uso familiar utilizado por los diferentes miembros de la familia, y que con
ella vivían dos hijos mayores de edad, un chico, de 23 años, J. M, y una chica de 25 años, M.
M. Que esa noche su hijo no había dormido en casa mostrando a los agentes policiales la
habitación de su hijo, en la que la cama parecía no haber sido utilizada.
En el informe policial se afirmaba que todas las sospechas se dirigían contra J. M., pues era
de conocido por todos que él era el que utilizaba principalmente el vehículo en cuestión;
añadiendo que además no se encontraba en el domicilio tras el accidente y que no había
regresado con posterioridad, no siendo localizado hasta doce horas después, lo que
evidenciaba que posiblemente el sospechoso se encontraba esa noche bajo la influencia de
bebidas alcohólicas, de ahí que no regresara a casa tras el accidente.
El ministerio público solicita la imposición de una medida de coerción sobre la base de tales
datos policiales, añadiendo además que el sospechoso tuvo la oportunidad de ofrecer una
versión diferente de los hechos, aportando las pruebas de descargo que tuviera en su poder y
que se negó a ello.
Análisis de la calidad de las sospechas y de la valoración del silencio del imputado como
elementos fundamentadores de la medida de coerción solicitada. El caso está basado en la
STEDH caso TELFNER contra Austria, de 20 marzo 2001.
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El CPP ha optado, con buen criterio, por prohibir la utilización de técnicas o métodos como el
narcoanálisis o el suero de la verdad, la hipnosis o el polígrafo, en línea con las prohibiciones
contempladas en la mayoría de los códigos procesales penales modernos. En una breve
exposición de Derecho Comparado encontramos una norma prohibitiva similar en el art. 188 CPP
italiano de 1988 cuando establece que “no podrán ser utilizados, tampoco con el consentimiento de
la persona interesada, métodos o técnicas capaces de influir en la libertad de autodeterminación o
de alterar la capacidad de recordar o de valorar los hechos”. El Código Procesal Penal de la
República de El Salvador de 1996 menciona como derecho del imputado el de no ser sometido a
técnicas o métodos que induzcan o alteren su libre voluntad (art. 87.7). Y el art. 262 del mismo
texto procesal penal menciona como métodos prohibidos para la declaración del imputado la
administración de psicofármacos, los sueros de la verdad, el polígrafo y la hipnosis. Idéntica
prohibición encontramos en el art. 126 CPP portugués y en el parágrafo 136a StPO alemana.
No solo el art. 95.6 CPP contiene dicha prohibición sino que de forma más detallada el art.
107,bajo el epígrafe Métodos prohibidos, declara que: “También están prohibidas todas las
medidas que menoscaben su libertad de decisión, su memoria o capacidad de comprensión y
dirección de sus actos; en especial, las violencias corporales o sicológicas, la tortura, el engaño, la
administración de psicofármacos o cualquier sustancia que disminuya su capacidad de
comprensión o altere su percepción de la realidad, como los sueros de la verdad, detectores de
mentiras y la hipnosis”.
Esta presentación debe realizarse, tal como exige el precepto, sin demora 304. El TEDH al
interpretar el término “sin dilación” empleado en el art. 5.3 CEDH 305 considera que se cumpla con
dicha exigencia cuando el detenido es conducido a presencia judicial dentro de un breve margen
de tiempo306.
303El art. 95.6 CPP de Nicaragua de 2001 expresamente declara que el imputado o acusado tiene derecho a “no ser objeto de técnicas o
métodos que alteren su libre voluntad, incluso con su consentimiento”.
304El art. 9.3 PIDCP declara que “toda persona detenida o presa a causa de una infracción penal será llevada sin demora ante un juez u
otro funcionario autorizado por la ley para ejercer funciones judiciales ”. En idénticos términos art. 7.5 CADH.
305El art. 5.3 CEDH declara que “toda persona detenida preventivamente o internada en las condiciones previstas en el párrafo 1, c) del
presente artículo deberá ser conducida sin dilación a presencia de un juez o de otra autoridad habilitada por la ley para ejercer poderes
judiciales ”.
306STEDH caso BROGAN contra Reino Unido, de 29 noviembre 1988, apartados 55 y ss.
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El TEDH en varios pronunciamientos ha censurado las declaraciones públicas efectuadas por las
autoridades encargadas de la investigación penal cuando reflejan una opinión acerca de su
culpabilidad antes de que la misma haya sido acreditada conforme a ley, pues, por una parte, incita
al público a creer en ella y, por otra, prejuzga la apreciación de los hechos que corresponde
realizar a los jueces competentes. Este tipo de declaraciones son contrarias al derecho a la
presunción de inocencia307.
En la misma línea, la SCIDH caso CANTORAL BENAVIDES contra Perú, de 18 agosto 2000,
apreció la existencia de vulneración de la presunción de inocencia del art. 8.2 CADH, por el hecho
de que el arrestado había sido exhibido ante los medios de comunicación social vestido con un
infamante “traje a rayas”, como integrante del PCPSL y como autor de un delito de traición a la
patria, cuando aún no había sido legalmente procesado ni condenado 308.
El control inmediato se concede al ministerio público, pues como hemos visto, la policía debe pon
era la persona arrestada, sin demora innecesaria, a la orden del ministerio público. A éste último le
corresponde examinar las condiciones del arresto policial, esto es, controlar su legalidad (procesal
y material). El Ministerio Público deberá poner inmediatamente en libertad al arrestado si no se
cumplen ninguno de los supuestos fácticos previstos en la ley o si el arresto se ha practicado
vulnerando el procedimiento o las garantías legales establecidas. El art. 224 CPP dispone, en su
párrafo último, que “en todos los casos el ministerio público debe examinar las condiciones en que
se realiza el arresto. Si el arresto no resulta conforme con las disposiciones de la ley, dispone la
libertad inmediata de la persona….”.
La ley le atribuye, también, al ministerio público la potestad disciplinaria (art. 22 4, in fine, CPP),
para sancionar a los funcionarios policiales que actúen en contra de las disposiciones reguladoras
del arresto, siempre obviamente que su conducta no sea constitutiva de delito, ya que entonces lo
que procede es la incoación de la oportuna investigación penal. 309
No debemos olvidar el control jurisdiccional de toda privación de libertad, que incluye a los
arrestos. Los textos internacionales de derechos humanos se refieren a esta revisión judicial de la
privación de libertad como un auténtico derecho del arrestado o privado de libertado 310. El art.
15CPP dispone que “toda persona que se encuentre privada de su libertad o amenazada de ello,
de manera arbitraria o irrazonable tiene derecho a recurrir ante cualquier juez o tribunal a fin de
que éste conozca y decida sobre la legalidad de tal privación o amenaza, en los términos que lo
establece este código”.
El nuevo texto procesal penal admite dos vías jurisdiccionales de control. En primer lugar, el control
de legalidad podrá ser realizado por el propio juez de la instrucción, a quien le corresponde
comprobar la calidad y suficiencia de los indicios sobre los que descansa la medida de coerción
privativa de libertad. En segundo lugar, este control puede efectuarse, también, por el juez de
307Vid. SSTEDH caso ALLENET DE RIBEMONT contra Francia, de 10 febrero 1995; caso BUTKEVICIUS contra Lituania, de 26
marzo 2002.
308Vid. apartados 119-120 de dicha sentencia. También SCIDH caso LORI BERENSON MEJÍA contra Perú, de 25 noviembre
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primera instancia a través del procedimiento especial de hábeas corpus, que analizaremos más
adelante (arts. 381 y ss. CPP). Mediante este procedimiento se pretende poner a disposición
inmediata de la autoridad judicial a toda persona detenida ilegalmente311. Aunque tal como aparece
configurado legalmente el alcance de dicho control se limita a la constatación de las formalidades
legales y de competencia.
- Naturaleza y caracteres
La Exposición de Motivos del CPP señala que dicha medida en cuanto que es la intervención más
grave que el Estado está autorizada a adoptar en ausencia de juicio, y que implica la privación total
de libertad física sin un juicio definitivo, debe estar rodeada de las más estrictas garantías y
reservas. La prisión preventiva es la modalidad más radical de intervención del Estado durante el
desarrollo del proceso penal, pues incide en el núcleo del derecho a la libertad personal del sujeto.
Excepcionalidad reconocida, también, por la jurisprudencia del TCE lo que impone la vigencia del
principio del favor libertatis o del in dubio pro libertate315. La generalización del uso de la prisión
preventiva es absolutamente inaceptable, pues conculca la presunción de inocencia y las garantías
del debido proceso. Deben evitarse los denominados efectos perversos que puede ocasionarla
medida de prisión preventiva. Así, JORGE BARREIRO denuncia que las decisiones a adoptaren el
proceso en el futuro, tanto en sus aspectos procesales como en los sustantivos, van a estar
precondicionadas por la aplicación de la medida cautelar316. El juez o tribunal no es, por mucho que
pretenda aparentarlo o intente seriamente conseguirlo, totalmente ajeno en sus resoluciones al
hecho de que el encausado se halle o no privado de libertad.
refiere expresamente a este carácter excepcional de la prisión preventiva como medida cautelar (véase apartado 12).
315SSTCE 88/1988, de 9 mayo; 156/1997, de 29 septiembre; 147/2000, de 29 mayo.
316JORGE BARREIRO, A., “La reforma de la prisión provisional (Leyes Orgánicas 13 y 15 de 2003) y la doctrina del Tribunal
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Constitucional (I)”, Jueces para la Democracia, Información y Debate, núm. 51, noviembre/2004, pp. 37-38.
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Continúa argumentado dicho autor que el juez de instrucción tiende a legitimar la adopción de la
medida cautelar acentuando la práctica de las diligencias de investigación incriminatorias en
detrimento de las diligencias exculpatorias. Y el juez o tribunal sentenciador se muestra poco
sensible al peso de la pena que y alleva cumplida el acusado en prisión provisional. Contingencia
que acaba repercutiendo, aun quesea de forma inconsciente y encubierta, en aspectos
fundamentales de su decisión, tanto en la propia apreciación probatoria como en la cuantía de la
pena, que en no pocos casos acaba determinándose con la mira puesta en los plazos de la prisión
preventiva.
La SCIDH, caso SUÁREZ ROSERO contra Ecuador, de 12 noviembre 1997, declara que “esta
Corte estima que en el principio de presunción de inocencia subyace el propósito de las garantías
judiciales, al afirmar la idea de que una persona es inocente hasta que su culpabilidad sea
demostrada.
Este concepto está expresado en múltiples instrumentos del derecho internacional de los derechos
humanos y, entre otros, en el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, que dispone que
la prisión preventiva de las personas que hayan de ser juzgadas no debe ser la regla general (art.
9.3). En caso contrario se estaría cometiendo una injusticia al privar de libertad, por un plazo
desproporcionado respecto de la pena que correspondería al delito imputado, a personas cuya
responsabilidad criminal no ha sido establecida. Sería lo mismo que anticipar una pena a la
sentencia, lo cual está en contra de principios generales del derecho universalmente
reconocidos”317.
Estamos ante una medida de naturaleza cautelar que tiende a garantizar la comparecencia o
presencia del acusado al acto del juicio oral y a posibilitar, en última instancia, la ejecución de la
sentencia penal318. La prisión preventiva no puede ser utilizada como vía de imposición de un
castigo o sanción inmediata ante la comisión de un hecho delictivo por muy grave que este
sea319,ni tampoco para la obtención de otros fines incompatibles con su naturaleza cautelar, como
son la prevención general y especial320.
317En la doctrina RAMOS MENDEZ, F., El proceso penal…, cit., pág. 124, nos dice que “aunque la prisión provisional es compatible
con la presunción de inocencia, no por ello es dable perder de vista aquel fundamental principio constitucional. La presunción de
inocencia aboga por el carácter excepcional de la medida, en relación con el único objetivo posible de la prisión provisional: asegurar la
presencia del imputado en el proceso penal en relación con la ejecución. Ninguna otra finalidad es esgrimible como justificación de la
medida. El desvío del fin esencial la convierte en represión anticipada y constitucionalmente vetada”. Sobre la compatibilidad entre la
presunción de inocencia y la prisión preventiva vid. LLOBET RODRÍGUEZ, J., “La presunción de inocencia y la prisión preventiva
(según la doctrina alemana)”, Revista de Derecho Procesal, nº 2, 1995, pp. 547 y ss.
318Vid., entre otras, SSTCE 29/2001, de 29 enero; 60/2001, de 26 febrero. La menciona SSCJ nº 1920-2003, de 13 de noviembre, declara
expresamente, en su apartado 12, que “permitiéndose el estado restrictivo de la libertad como medida cautelar, temporal y dentro del
plazo razonable, no como sanción anticipada capaz de lesionar el principio de inocencia; sino, como una medida cautelar
excepcionalmente admitida cuando concurran razones suficientes para acordar la prisión preventiva. Estas razones deben fundarse, entre
otros elementos, en la presunción de fuga o más bien en la certeza de que el individuo se sustraerá a los actos del procedimiento o al
juicio”.
319La STCE 156/1997, de 29 septiembre, nos dice que “el hecho de que el imputado haya de ser considerado no culpable, obliga a no
nº 2, 1995, pág. 55 6. En la doctrina norteamericana THAMAN S. T., “Detención y prisión provisional en los Estados Unidos”, Revista
de Ciencias Jurídicas, núm. 4, septiembre 2004, pág. 250, denuncia que la prisión preventiva es utilizada como medida de presión sobre
el imputado para que acepte una resolución basada en el pleabargaining.
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La STCE 128/1995 (caso PSV-Sotos) contiene todo un ideario constitucional de la prisión
preventiva, exigiendo:
La prisión preventiva está mencionada en el art. 226.7 CPP como una de las medidas de coerción
personales que puede imponer el juez, previa petición de las partes acusadoras. Está excluida la
posibilidad de su adopción en las infracciones de acción privada (art. 226, penúltimo párrafo, CPP).
La prisión preventiva no podrá combinarse con otras medidas de coerción, como excepción a la
posibilidad de su combinación autorizada por el art. 228 CPP.
La aplicación del principio de legalidad a la prisión preventiva (nulla custodia sine lege) exige que
solo pueda acordarse cuando concurran los motivos o presupuestos que justifican su adopción y
conforme al procedimiento previsto legalmente322.
- Presupuestos
Deben concurrir los presupuestos comunes a todas las medidas de coerción contemplados en el
art. 227 CPP por remisión expresa del art. 234 CPP. En este último precepto se alude al criterio de
necesidad que debe presidir la adopción de toda medida de prisión preventiva, como exigencia
dimanante del principio de proporcionalidad.
El juez deberá examinar no sólo si concurren los presupuestos materiales que justifican su
adopción (fumus commisi delicti y periculum in mora323), sino también si existe alguna otra medida
alternativa menos gravosa para el derecho a la libertad que sea eficaz, esto es, que asegure
321La STCE 47/2000, afirma que “Aunque la Constitución no imponga expresamente la judicialidad de esta medida, es lo cierto que la
doctrina de este Tribunal la ha afirmado reiteradamente desde la perspectiva de que toda medida restrictiva de derechos fundamentales
requiere una decisión judicial motivada”.
322 Vid. art. 9.1 PIDCP; art. 7.2 CADH. La STCE 82/2003, de 5 mayo, dispone, en su fj. 3º, que la regla nulla custodia sine lege obliga a
que la decisión judicial de decretar, mantener o prorrogar la prisión provisional está prevista en uno de los supuestos legales (uno de los
“casos” a que se refiere el art. 17.1 CE), y se adopte mediante el procedimiento legalmente regulado (en la “forma” mencionada en el
mismo precepto constitucional)”. También, STCE 121/2003, de 16 junio.
323Vid. art. 227 CPPRD. En España el art. 503 LECrim exige, entre otros requisitos, “que aparezcan en la causa motivos bastantes para
creer responsable criminalmente del delito a la persona contra quien se haya de dictar el auto de prisión”. El CPP italiano alude en su art.
273 a la necesidad de que concurran “gravi indizi di colpevolezza”. En la doctrina, JORGE BARREIRO, A., “La reforma de la prisión
provisional...”, cit., p. 42, señala que el juicio de imputación que ha de realizarse para acordar la prisión provisional debe contener un
elevadísimo índice de certidumbre y verosimilitud acerca de la intervención del encausado en el hecho delictivo. Pues si va a sufrir la
privación de libertad, aunque sea con fines meramente cautelares y de índole procesal, no cabe operar con meras posibilidades
razonables de que haya ejecutado el delito.
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razonablemente el cumplimiento de los fines de la prisión preventiva sin que suponga un sacrifico
del derecho fundamental a la libertad (principio de subsidiariedad).
Dicha medida debe estar objetivamente justificada para obtener el cumplimiento de los fines
constitucionales que la legitiman, debiendo adoptarse en otro caso la alternativa menos gravosa
para el derecho fundamental. Específicamente el art. 23 4 CPP declara que “… la prisión
preventiva sólo es aplicable cuando no pueda evitarse razonablemente la fuga del imputado
mediante la imposición de una o varias de aquellas que resulten menos gravosas para su
persona”324.
Su naturaleza cautelar obliga a que los presupuestos que fundamentan su adopción tengan
también una naturaleza cautelar (presupuestos cautelares). Por tanto, la gravedad del hecho
delictivo atribuido al imputado no puede por sí sola justificar la prisión preventiva, sino que precisa
ser combinada con otros estándares, tales como los que acrediten el arraigo (familiar, social,
laboral…) del imputado326.
Sin fundada sospecha acerca del riesgo o peligro de fuga del imputado no puede justificarse la
prisión preventiva, pues su finalidad esencial es asegurar la futura presencia del acusado a la
llamada para la celebración del juicio oral327. Es cierto que uno de los factores relevantes para
constatar la presencia de un peligro de fuga es la gravedad de los hechos delictivos objeto de
imputación pero, como hemos dicho, este factor no es por sí solo suficiente para creer que el
sujeto va a sustraerse a la acción de la justicia. La gravedad de la pena correspondiente al delito
objeto de imputación puede legitimar ab initio la adopción de la prisión preventiva, pero a mayor
tiempo de permanencia en prisión preventiva menor riesgo de fuga, lo que obliga al juez a revisar
de oficio la duración de la prisión como exige el TEDH 328.
324El art. 502.2º LECrim proclama que “se adoptará cuando sea objetivamente necesaria…, y cuando no existan otras medidas menos
gravosas para el derecho a la libertad a través de las cuales puedan alcanzarse los mismos fines que con la prisión provisional”. Vid.
STCE 23 /2002, de 28 enero.
325HERRERO-TEJEDOR ALGAR, F., “El Tribunal Constitucional y la nueva regulación legal de la prisión provisional”, Repertorio
Aranzadi del Tribunal Constitucional, núm. 5, 2004, p. 24. HERRERO-TEJEDOR ALGAR, F., “El Tribunal Constitucional y la nueva
regulación legal de la prisión provisional”, Repertorio Aranzadi del Tribunal Constitucional, núm. 5, 2004, p. 24.
326SSTEDH caso LETELLIER contra Francia, de 26 junio 1991, apartado 43; caso TOTH contra Austria, de 12 diciembre 1991,
apartados 71-72; caso CLOOTH contra Bélgica, de 12 diciembre 1991, apartados 47-48.
327STCE 33 /1999, de 8 marzo.
328SSTEDH caso FOX, CAMPBELL y HARTLEY contra Reino Unido, de 30 agosto 1990; caso LOUKANOV contra Bulgaria, de 20
marzo 1997.
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La permanencia o mantenimiento de la situación de prisión preventiva no puede legitimarse
indefinidamente por la única circunstancia de la gravedad del hecho delictivo imputado. La
STCE128/1995, de 26 julio, afirma, en su fj. 4º, que “el mero transcurso del tiempo, al margen de
propiciar la aparición de circunstancias sobrevenidas, va disminuyendo el peligro de fuga puesto
que si bien es cierto que la gravedad de la pena que amenaza al imputado podría constituir enun
primer momento razón suficiente para afirmar un peligro efectivo y relevante de fuga, no
contrarrestable con otras medidas de aseguramiento de menor intensidad coactiva, también lo es
que este argumento se debilita por el propio paso del tiempo y la consiguiente disminución de las
consecuencias punitivas que puede sufrir el preso… Es más, incluso el criterio de la necesidad de
ponderar, junto a la gravedad de la pena y la naturaleza del delito, las circunstancias personales y
del caso, puede operar de forma distinta en el momento inicial de la adopción de la medida, que
cuando se trata de decidir el mantenimiento de la misma al cabo de unos meses.
Además, no sólo deberá atenderse a la pena en abstracto que corresponda al delito imputado, sino
que el órgano jurisdiccional deberá valorar, también, todas aquellas circunstancias que pueden
determinar una atenuación de la pena: grado de ejecución, grado de participación y circunstancias
genéricas y específicas modificativas de la responsabilidad criminal. La Circular de la Fiscalía
General del Estado núm. 2/1996, afirmaba que “no puede olvidarse la doctrina del Tribunal
Constitucional que ha precisado que no puede atenderse a la pena en abstracto, sino en concreto,
es decir tomando en consideración las posibles atenuantes o grado de perfección delictiva o de
329Vid., también, SSTCE 156/1997, de 29 septiembre; 33 /1999, de 8 marzo; 47/2000, de 17 febrero. En la misma línea, SSTEDH caso
NEUMEISTER contra Austria, de 27 junio 1968, apartado 10; caso TOMASI contra Francia, de 27 agosto 1992, apartados 86 y ss.; caso
W contra Suiza, de 26 enero 1993; caso DEBBOUD contra Francia, de 9 noviembre 1999, apartado 39; caso KLAMECKI contra
Polonia, de 3 abril 2003, apartados 118 y ss. La STEDH caso WESOLOWSKI contra Polonia, de 22 junio 2004, afirma en su apartado
52 que “la persistencia de los motivos para sospechar que la persona en prisión ha cometido un delito es una condición “sine qua non” de
la legalidad del mantenimiento en prisión, pero al cabo de cierto tiempo ya no es suficiente”; en el presente caso se estimó que ni la
complejidad del asunto, ni las necesidades de la investigación ni el hecho de que el inculpado estuvieses acusado de un delito que
constituía una seria amenaza para al sociedad justificaban una permanencia en prisión preventiva de tres anos, dos meses y 8 días.
Informe ComIDH nº 2/1997, de 11 de marzo, apartados 26-31.
330Vid. SSTCE 62/1996, de 15 abril, fj. 5º; 94/2001, de 2 abril, fj. 5º; 142/2002, de 17 junio, fj. 3º y 4º. Entre las circunstancias a tener en
cuenta el TCE se ha referido, por ejemplo, a la salud del imputado (STCE 60/2001, de 26 febrero) y a los contactos internacionales
(STCE 146/2001, de 18 junio). Para el TEDH no tener en cuenta estas circunstancias conlleva una violación del art. 5.3 CEDH. Vid.
STEDH caso KUDLA contra Polonia, de 26 octubre 2000, apartados 111 y ss.
331El TEDH considera que ello es contrario al art. 5.3 CEDH: SSTEDH caso SHISHKOV contra Bulgaria, de 9 enero 2003, apartado 58-
59. La STEDH caso NIKOLOV contra Bulgaria, de 30 enero 2003, apreció también una violación del art. 5.3 CEDH pues durante los
tres meses de la detención del demandante las autoridades se basaron exclusivamente en la gravedad de las cusaciones que echaban
sobre el acusado la carga de la prueba de que no había riesgo potencial para evitar la acción de la justicia, de volver a delinquir o de
incurrir en rebeldía.
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participación”332. En la doctrina JORGE BARREIRO nos dice que habrá de efectuarse un juicio
inferencial sobre la pena imponible con arreglo a los datos fácticos subsumibles provisionalmente
en los parámetros del marco legal concreto, interpretando siempre las dudas con arreglo al
principio pro libertate, con el fin de no vulnerar los principios de proporcionalidad y
excepcionalidad333.
La regulación legal del nuevo texto procesal penal se completa con la previsión de determinados
supuestos de exclusión de la medida de prisión preventiva. Así, el art. 234, párrafo segundo, CPP
prohíbe la adopción de dicha medida de coerción en los casos siguientes: a) cuando el imputado
sea mayor de 70 años, cuando en caso de condena no le sea imponible una pena mayor a cinco
años de privación de libertad; b) mujeres embarazadas, c) madres durante la lactancia, o, d)
personas afectadas por una enfermedad grave y terminal 334. Estas exclusiones están basadas en
criterios estrictamente humanitarios.
En algunos casos, esta previsión deja entrever, también, la falta de acondicionamiento de las
cárceles para garantizar unas adecuadas condiciones de seguridad e higiene (como sería el caso
de las madres lactantes). No obstante, si en alguno de estos casos se apreciara la existencia de
riesgo de fuga podrían adoptarse alguna de las medias de coerción personales menos ingerentes
para el derecho a la libertad previstas en el art. 226 CPP, como podría ser el arresto domiciliario.
Esta revisión exige que el juez cite a las partes a una audiencia oral para ser oídas, garantizándose
de esta forma el principio de contradicción. El preso o su letrado deberían tener acceso a los
documentos del expediente que fueran esenciales para poder contradecir eficazmente la legalidad
de la privación de libertad. En algunos casos se ha planteado la compatibilidad de la garantía de
contradicción con la eficacia de las investigaciones penales. La STEDH caso SHISHKOV contra
Bulgaria, de 9 enero 2003, apreció una vulneración del art. 5.4 CEDH en un supuesto en que no se
permitió al abogado el acceso a los documentos esenciales para determinar la legalidad de la
prisión, negativa que se había basado en una simple práctica o uso forense; frente a esto el fiscal
había tenido acceso desde el primer momento a toda la información, pues controlaba la
investigación y se había opuesto al recurso contra la decisión de prisión preventiva.
Para garantizar la contradicción, el art. 291 CPP admite únicamente el secreto total o parcial delas
actuaciones siempre que no se haya solicitado ninguna medida de coerción.
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La decisión debe adoptarse inmediatamente en presencia de las partes que asistan. El juez podrá
ordenar la continuación de la medida, su modificación o sustitución por otra, o la libertad del
imputado (art. 239 CPP).
Además de esta revisión obligatoria, el imputado y su defensor pueden solicitar la revisión dela
prisión preventiva en cualquier momento del procedimiento 335. En este caso la audiencia oral
deberá celebrarse en el plazo de 48 horas contadas a partir de la presentación de la solicitud(art.
240 CPP).
La previsión contenida en el art. 239 CPP sobre interrupción del cómputo del término no debe
interpretarse en el sentido de que en caso de petición de revisión por el imputado y su defensor o
en caso de recurso se interrumpe el plazo máximo de tres meses que tiene el ministerio público
para concluir el procedimiento preliminar o preparatorio fijado en el art. 150 CPP.
5.11. Cese.
El art. 241 CPP fija como causas de cese de la prisión preventiva las siguientes:
a. Cuando nuevos elementos demuestren que no concurren las razones que la motiva ron o
tornen conveniente su sustitución por otra medida.
En este caso, el cese de la prisión preventiva podrá acordarse en cualquier momento durante la
tramitación del procedimiento una vez el juez constate la no permanencia de los presupuestos que
justificaron su adopción. Así, por ejemplo, en la resolución que dicte después de la audiencia
preliminar el juez sustituir o hacer cesar las medidas de coerción (arts. 301.6 y 303.5 CPP).
Plazo que, como ya hemos visto, se amplia hasta los 18 meses en el caso del Procedimiento para
asuntos complejos (art. 370.2 CPP).
El archivo acordado por el ministerio público del procedimiento preparatorio por alguna de las
causas legalmente previstas conlleva, también, el fin de las medidas de coerción acordadas contra
el imputado, entre ellas, la de prisión preventiva (art. 281, in fine, CPP). También cuando el juez
dicta auto de no ha lugar al juicio en el Procedimiento común (art. 304, último párrafo, CPP). Y,
evidentemente, cuando se dicte sentencia absolutoria (art. 337 CPP). En estos casos, la
interposición de un recurso frente a la decisión judicial de libertad no deberá retrasar la efectividad
de dicha libertad. Así se establece en el propio art. 237 CPP cuando dispone que “la libertad del
Por ejemplo, una vez presentado el escrito de acusación el imputado podrá, conforme a lo previsto en el art. 299.5 CPPRD) solicitar
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la sustitución o el cese de una medida de coerción (en este caso, de la prisión preventiva).
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imputado se hace efectiva directamente desde la sala de audiencias y se otorga aun cuando la
sentencia absolutoria no sea irrevocable o se haya presentado recurso” 336.
- Concepto
La acción de hábeas corpus tiene naturaleza constitucional. A ella se refiere el art. 8.g) CRD al
disponer que “La Ley de hábeas Corpus determinará la manera de proceder sumariamente para el
cumplimiento de las prescripciones contenidas en las letras a), b), c). d), e), f) y g) y establecerá las
sanciones que proceda”.
El nuevo texto procesal penal regula dentro del Libro II de la Parte Especial, dedicado a los
Procedimientos especiales, el procedimiento de hábeas corpus como instrumento de control
jurisdiccional de la legalidad de las privaciones de libertad. Como establece el propio art. 381CPP
la petición de mandamiento de hábeas corpus tiene el fin de que el juez o tribunal decida, sin
demora337, sobre la legalidad de la medida de privación de libertad o la amenaza de privación.
La solicitud de mandamiento de hábeas corpus puede ser presentada por cualquier persona
privada o cohibida en su libertad sin las formalidades de ley, o que se viere inminentemente
amenazada de serlo (art. 381, párrafo primero, CPP).
- Competencia
La competencia para conocer de las acciones de hábeas corpus corresponde a los jueces de
primera instancia (art, 72 CPP).
336La STCE 71/1994, de 3 marzo, declaró la inconstitucionalidad del art. 504 bis LECrim, por vulneración del contenido esencial del
derecho fundamental a la libertad personal reconocido en el art. 17 CE, al disponer para el caso de delitos de terrorismo que el recurso
interpuesto por el Ministerio Fiscal frente a la resolución que acordare la libertad del preso deparaba la suspensión de la excarcelación
por un periodo máximo de un mes.
337Vid. art. 7.6 CADH. “A la brevedad posible” según el art. 9.4 PIDCP. “En breve plazo” según el art. 5.4 CEDH. El TEDH
interpretando esta exigencia señala que la brevedad vendrá determinada por el tipo de privación de libertad así como por las
circuntancias del caso (STEDH caso BOUAMAR contra Bélgica, de 29 febrero 1988, apartados 54 y ss.).
338El art. 7.6 CADH dispone que “En los Estados partes cuyas leyes preveen que toda persona que se viera amenazada de ser privada de
su libertad tiene derecho a recurrir a un juez o tribunal competente a fin de que este decida sobre la legalidad de tal amenaza, dicho
recurso no puede ser restringido ni abolido”.
339Hay que recordar que el nuevo texto procesal penal ha incorporado un principio de revisión permanente de las medidas de coerción
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Oposición a Fiscalizador/a – Ministerio
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La Suprema Corte de Justicia tendrá competencia en materia de Habeas Corpus únicamente en
los casos cuyo conocimiento en primera o única instancia le compete excepcionalmente en razón
de la función que desempeña el imputado conforme a lo previsto en el art. 67 CRD y art.377
CPP149.
Procedimiento
El art. 382 y ss. CPP establecen una serie de reglas especiales de procedimiento, previéndosela
aplicación como normativa supletoria de las normas del procedimiento ordinario (art. 392CPP).
a) Solicitud
o Forma y contenido
Como manifestación de ese carácter no formalista se prevé que pueda ser presentada por escrito
firmado o por declaración en secretaría.
o Tiempo
La petición puede ser presentada cualquier día (art. 382, párrafo último, CPP).
Presentada la solicitud el juez, tras comprobar que concurren los presupuestos legales y no se
trata de ninguno de los supuestos de exclusión, ordenará la inmediata presentación del impetrante
a los efectos de ser oído (art. 383 CPP). Como destaca la Exposición de Motivos del CPP la
presentación de la solicitud obliga a una reacción inmediata de presentación del impetrante como
Vid. art. 7.6, in fine, CADH que establece que “Los recursos podrán interponerse por sí o por otra persona”.
340
El TCE ha reconocido legitimación activa al Letrado del detenido para instar el procedimiento de hábeas corpus a pesar de que la ley
341
no lo prevea expresamente, quien actuaría en estos casos en representación de la persona privada de libertad (STCE 61/2003, de 24 marzo).
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Base Tercer Concurso Público de
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una forma de ponerlo bajo protección judicial. Mediante la audiencia a la persona privada de
libertad se garantiza la contradicción en el procedimiento, permitiéndole exponer sus argumentos
contra la situación de privación de libertad o de amenaza de serlo 342.
El mandamiento de hábeas corpus debe ser cumplido y ejecutado sin que puedan invocarse
defectos formales para no dar lugar al mismo (art. 384 CPP).
c) Audiencia y decisión
Tras oír a la persona privada de libertad o amenazada de serlo, el juez podrá resolver
inmediatamente sobre la acción o fijar una audiencia convocando al funcionario demandado para
que comparezca a los fines de exponer los motivos legales que justificaron su actuación. Dicha
audiencia deberá celebrarse dentro de las 48 horas siguientes (art. 383 CPP).
La audiencia no podrá suspenderse por motivo alguno. En la misma el juez o tribunal escuchará a
los testigos e interesados y examinará los documentos que se presenten. El juez o tribunal, tras
apreciar los hechos alegados, deberá decidir en el acto rechazando o admitiendo la solicitud. En
este último caso dispondrá que la persona privada o cohibida en su libertad o amenazada de serlo
sea puesta en libertad o el cese de la persecución (art. 386 CPP).
342El TEDH ha establecido, en relación a los procedimientos judiciales a que se refiere el art. 5.4 CEDH, la necesidad de que el
interesado pueda comparecer ante un órgano judicial y tener la posibilidad de ser oído o, en su caso, mediante alguna forma de
representación, sin lo cual no disfrutará de las garantías fundamentales de procedimiento que se aplican en la materia de privación de
libertad (vid. SST EDH caso WINTERWERP contra Holanda, de 24 octubre 1979, apartado 60; caso NIEDBALA contra Polonia, de 4
julio 2000, apartados 66-67).
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Base Tercer Concurso Público de
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párrafo primero, CPP). El funcionario que se niegue a cumplir, retarde o ejecute negligentemente la
libertad decretada incurrirá en responsabilidad penal como reo de encierro legal, sin perjuicio de la
acción civil por lo daños y perjuicios a que hubiere lugar. Además se procederá a su destitución
(art. 387 CPP). El Estado será responsable solidario del pago de estas indemnizaciones (art. 390
CPP). Mediante estas disposiciones se pretende poner fin a los denominados “presos
desacatados”343.
Todo sistema procesal penal debe tener un propósito definido. Los operadores del sistema deben
tener bien claro cuál será el paradigma del sistema procesal penal que se adopte para el servicio
de la sociedad. Sólo así se podrá saber si se cumplen los propósitos y expectativas que en un
principio se trazaron. Es decir, si no sabemos para dónde vamos, cómo sabremos si hemos
llegado.
No es su carácter oral o escrito lo que define a un sistema como acusatorio adversarial, inquisitivo
o mixto. Lo que distingue a un sistema de otro son los principios rectores que regirán todas las
etapas del proceso. La oralidad o la escritura son simplemente las formas en que puede ser
encauzado o administrado el mismo.
En los procesos acusatorios adversariales las partes litigantes presentan en los tribunales
innumerables escritos en los cuales plantean incidentes y hacen peticiones amparados en las leyes
vigentes. Los jueces, en muchas ocasiones, las resuelven por escrito. El que ello ocurra no lo
convierte en un sistema inquisitivo ni deja de ser oral en su esencia.
La prueba se divide en prueba material, testimonial y documental. La material se utiliza con fines
demostrativos. La evidencia demostrativa se divide en real e ilustrativa. La evidencia real es
aquella que se ofrece para exhibir directamente el objeto pertinente. Tal es el caso de las armas de
fuego, ropa, etc. La evidencia real puede ser, un ser humano mismo que se exhibe o presenta en
Esta previsión de ejecutoriedad inmediata de las órdenes judiciales de libertad con las contundentes consecuencias que conlleva su
343
incumplimiento trata de poner fin a determinadas actuaciones policiales que se negaban a poner en libertad a las personas detenidas a
pesar de tener pronunciamientos judiciales de libertad (vid. Informe de la ComIDH sobre la Situación de los Derechos Humanos en la
República Dominicana de 1999, apartados 111 y 212-214).
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corte como parte de la evidencia. Tal es el caso del niño y el presunto padre que son mostrados al
juzgador para tratar de demostrar o negar paternidad a base de parecido físico entre ambos.
Evidencia ilustrativa es la que se hace con fines de ayudar al juzgador a entender la evidencia.
Tales el caso de los mapas, dibujos, croquis, etc. Las fotografías son también, básicamente,
evidencia demostrativa ilustrativa.
De igual forma existe la evidencia científica. Los experimentos tienen como fin demostrar que
ciertos hechos ocurrieron de determinada manera, la parte que ofrece la evidencia debe persuadir
al tribunal que el experimento se realizó bajo circunstancias sustancialmente iguales o similares a
las que existían al momento de ocurrir los hechos.
La evidencia documental son todos aquellos escritos necesarios para probar determinado hecho
en controversia. Si lo que se quiere probar es el contenido de un escrito se debe requerir la
presentación del escrito original. Si una parte escoge probar determinado hecho mediante el
contenido de un escrito debe exigirse la presentación del original del escrito.
El contenido de un récord público u otro documento que esté bajo la custodia de una entidad u
oficina pública puede ser probado mediante copia certificada del original expedida por funcionario
autorizado, o copia declarada correcta o fiel por un testigo que la haya comparado con el original.
El contenido de escritos que en virtud de su gran volumen o tamaño no pueden ser examinados
convenientemente en la sala del tribunal, podrá ser presentado mediante esquemas, resúmenes, o
cualquier otra evidencia similar. Los originales o duplicados deben ser puestos a la disposición de
las otras partes para ser examinados o copiados, en tiempo y lugar razonables. El tribunal podrá
ordenar que se produzcan en sala los originales o duplicados.
La evidencia testimonial por ser la de mayor importancia práctica en el juicio oral adversarial se
analizará en detalle más adelante.
Para que la prueba sirva en el proceso para demostrar lo que se pretende con ella es necesario
que se presente en condiciones similares a las que tenía en el momento de su recolección. Es por
ello que la policía debe contar con los medios adecuados y la capacitación necesaria para que
cuando recopile la evidencia no se altere la misma.
Cada persona que intervenga con la evidencia recolectada debe marcar la misma con sus iniciales
y asegurarse que no sufra cambios. Debe llevar un seguimiento de los pasos que ha tenido dicha
prueba desde que se recolectó hasta que es presentada en el tribunal. Por ejemplo, si la evidencia
ocupada es droga la misma debe ser custodiada y llevada al laboratorio para su análisis
correspondiente en donde el que la recibe debe marcarla igualmente con sus iniciales. Esto se
hace con el propósito de que en la audiencia se demuestre que dicha droga no ha sido susceptible
de alteración alguna antes de presentarse la misma. En el sistema adversarial, a no ser que la
parte contraria estipule la cadena de custodia como correcta, deben declarar en la audiencia todas
y cada una de las personas que intervinieron en el tracto de la evidencia. Demostrar el cuidado que
tuvieron para con ella, cómo la preservaron para evitar su adulteración, etc.
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El propósito de la cadena de custodia es evitar error en la identificación del objeto y demostrar que
la evidencia presentada no ha sufrido cambios sustanciales desde que fue ocupada el día de los
hechos.
Debido al cambio de sistema procesal penal que se producirá en el país es imprescindible que los
jueces cambien su manera de pensar y de actuar en el proceso. Reconozco que es una tarea nada
fácil, pues estamos hablando de cambiar una forma de pensar y una tradición muy arraigada por
mucho tiempo.
EJEMPLO: Imaginemos un caso donde el fiscal le imputa el delito de robo de un reloj a una
persona y cuando le hace el interrogatorio directo a la víctima del ilícito no logra que ésta
declare que el acusado utilizó violencia contra ella al momento de la sustracción. El juez
actuaría incorrectamente, si le preguntara a la víctima: “Lo cierto es que el señor acusado la
agredió, es decir, utilizó violencia contra usted cuando le llevó el reloj.” Esa pregunta sería
impropia de parte del juez, pues estaría invadiendo la función del fiscal. El juez estaría
ayudando al fiscal aportando prueba (y de manera sugestiva) de un elemento necesario para
que se configure el delito de robo: la violencia ejercida en la víctima. Esa responsabilidad bajo
el nuevo sistema acusatorio es única y exclusivamente del fiscal. De nadie más. Si el fiscal no
lo hace, nadie lo puede hacer por él. Quien no asimile esto no podrá comprender el sistema
acusatorio. Es decir el juez es un árbitro objetivo entre dos partes adversarias.
Esa costumbre de ver y percibir al juez como si fuera un policía con el deber de acabar con la
delincuencia y el crimen, así como, la costumbre de que el juez hará las gestiones para conseguirla
prueba contra un imputado, no tiene cabida en un sistema acusatorio adversarial, si se quiere
reconocer como tal. El juez, bajo el nuevo sistema, tiene que ser una figura totalmente neutral e
imparcial, al menos objetiva. No como en otros sistemas donde se le percibe como un aliado de la
acusación fiscal. Su deber es que el proceso se lleve a cabo de acuerdo a las leyes aplicables y se
garantice siempre el debido procedimiento de ley. Cumplido esto, entonces le corresponde evaluar
la prueba admitida y determinar si el Estado (a través del fiscal) ha logrado destruir la presunción
de inocencia de la que goza el imputado del delito.
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Sócrates dijo en una ocasión: “Cuatro cosas les pertenecen a los jueces: escuchar cortésmente,
contestar sabiamente, considerar todo sobriamente, y decidir imparcialmente”. Soy de la opinión,
que si usted es un juez que entiende que debe hacer lo posible por lograr que el acusado salga
culpable del delito que se le imputa, debe solicitar empleo como fiscal y no en el órgano judicial.
Pero si decide ser juez, por más que entienda, en su carácter personal, que el acusado es el
culpable del delito, deberá absolverlo si el fiscal no cumple con su obligación jurídica de probar los
cargos como lo exige el sistema acusatorio adversarial.
Claro esto debe ser así en un sistema donde cada una de las partes cumple su función. Entiendo
que se presentar áun período transitorio en lo que cada uno de los operadores se acostumbra y
asimila su nuevo rol dentro del nuevo proceso.
La actuación de un juez en Puerto Rico ante un caso que se celebró en su tribunal por el delito de
robo explica este concepto cuando al terminar la presentación de la prueba por ambas partes
litigantes expresó:
“Señor acusado, yo, Charles Figueroa Álvarez, persona, no tengo la menor duda de que usted ha
sido el autor del delito de robo que se le imputa. Ahora bien, yo, Charles Figueroa Álvarez, juez,
tengo la obligación legal de absolverlo y declararlo no culpable del mismo, debido a que el fiscal no
ha presentado la prueba que requiere nuestro ordenamiento jurídico para derrotar la presunción de
inocencia que a usted lo cobija.”
Ese incidente puede resultar impactante para un operador no acostumbrado al nuevo sistema.
El juez en un sistema adversarial debe ser una persona decidida y comprometida a cumplir con su
función ministerial aun por encima de su creencia personal o de cualquier presión pública en
relación con la controversia que tiene ante su consideración. No es fácil lograrlo, sólo aquellos
seguros de sí mismo y estables emocionalmente lo logran. Anímese y forme parte del selecto
grupo.
344La autenticación de evidencia significa establecer que lo que el proponente sostiene que la evidencia es, efectivamente lo sea.Si no lo
fuera no se acreditaría debidamente la pertinencia de la evidencia ofrecida. Por ejemplo, si el fiscal pretende presentarcomo evidencia el
arma alegadamente utilizada por el acusado de homicidio para dar muerte a la víctima, autenticar el armasignifica, sencillamente,
establecer que la evidencia ofrecida - determinada arma y no otra - fue la que utilizó el acusado enla comisión del crimen imputado.
Igualmente autenticar la evidencia ocupada al acusado - digamos la cocaína - y su examenpositivo por el químico que la analizó,
significa establecer que la sustancia analizada por el químico es la misma que le fueraocupada al acusado, y por cuya posesión o
distribución se le acusa. El requisito de autenticación puede satisfacerse medianteel testimonio de una persona que tiene conocimiento de
que lo que se propone, es lo que realmente es. Así, por ejemplo,el testigo que presenció el asalto podría servir para autenticar el arma
utilizada por el asaltante si ésta tiene característicasnotables; el testigo que escribió el documento o presenció su redacción podría
testificar para su autenticació n. Lo mismo valedecir de una persona que estuvo presente o participó en una conversación, para identificar
las voces. Adviértase que no todaevidenc ia auténtica es admisible. La autenticidad, lo mismo que la pertinencia de la evidencia, es
condición necesaria pero nosuficiente para su admisibilidad. Distintas reglas de exclusión pueden ser invocadas para la exclusión de la
evidencia debidamenteautenticada. Por ejemplo, un documento auténtico puede contener materia privilegiada inadmisible.
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De conformidad con el requisito anterior y sin que se interprete como una limitación, son ejemplos
de autenticación o identificación los siguientes:
Un escrito podrá autenticarse mediante evidencia de que la letra del autor es genuina. A esos
fines, un testigo no perito podrá expresar su opinión sobre si un escrito es de puño y letra del
presunto autor a base de su familiaridad con la letra de éste.
La autenticidad podrá demostrarse también mediante la comparación o cotejo que haga el juzgador
o un testigo perito del escrito en controversia con otro escrito debidamente autenticado.
2. Identificación de voz
La voz de una persona podrá identificarse, ya sea escuchada directamente o a través de grabación
o de otro medio mecánico o electrónico, por opinión formada a base de haberse escuchado dicha
voz en alguna ocasión bajo circunstancias que la vinculan con la voz de la referida persona.
3. Escritos antiguos
Cuando se determina que un escrito tiene por lo menos 20 años a la fecha en que se ofrece y que
generalmente es tratado y respetado como auténtico por personas interesadas en conocer su
autenticidad, y que al ser descubierto se hallaba en un sitio en que, probablemente, se hallaría de
ser auténtico, el escrito quedará suficientemente autenticado, salvo que esté en condiciones tales
que cree serias dudas sobre su autenticidad.
4. Contenido de escritos
Un escrito podrá autenticarse con evidencia de que el escrito se refiere a, o contiene, asuntos que
no es probable fueren conocidos por otra persona que no sea la que la parte que presenta la
evidencia alega es el autor del asunto.
5. Documentos reconocidos
345En los siguientes casos el proponente satisface el requisito general de autenticidad con la presentación de la evidencia y eloponente
puede traer evidencia extrínseca de la no autenticidad, en cuyo caso el tribunal tiene que hacer la determinación deautenticidad. Esto es,
de ordinario la carga de producir evidencia extrínseca sobre la autenticidad recae sobre el proponente;pero por efecto de la aplicación de
una de las presunciones de autenticidad, esta carga o peso de la prueba pasa al oponente.
346Se trata de documentos notariados. La fe pública notarial es suficiente garantía para crear esta presunción de autenticidad. Sólose exige
que el reconocimiento o certificación de autenticidad se haga de conformidad con las leyes que gobiernan la materia.Esto no tiene que
ver con la validez del negocio jurídico contenido en el documento; sólo tiene que ver con su autenticidad.
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Concepto y propósito
Las partes se podrán objetar unas a otras, pero siempre por conducto del juez (efecto triangular).
También pueden objetar cualquier pregunta o actuación del juez que no se ajuste a la normativa
probatoria o procesal penal aplicable. Por ejemplo, si un juez hace una pregunta sugestiva a un
testigo que está siendo sometido a un interrogatorio directo puede ser objetado por cualquiera de
las partes. Es el mismo juez objetado quien deberá resolver la objeción. La decisión del juez podrá
ser revisada en casación o en apelación.
Esto es así porque la objeción va dirigida al aspecto sustantivo de la prueba que se pretende
introducir al proceso y no a la parte que pretende hacerlo. Si por algún fundamento jurídico le
estuviera prohibido a alguna de las partes presentar alguna prueba o formular determinada
pregunta, también lo estaría para el juez.
Nada impide que alguna de las partes objete las actuaciones del juez si éstas resultan impropias o
contrarias al derecho aplicable. Si el juez conoce su rol dentro del proceso acusatorio y no tiene
problemas de ego o autoestima declarará “ha lugar” o “no ha lugar” la objeción sin tomar
347El proceso de falsificación en esta zona es mínimo, como puede apreciarse en la zona de leyes, reglamentos, informes anualesde
agencias del gobierno. No se refiere a la verdad del contenido de estas publicaciones, sino a la autenticidad en sentidoestricto. La regla se
extiende a decisiones judiciales, informes legislativos, manuales, catálogos, etc.. No se excluyen publicacionesextranjeras. Que se trata
de una publicación oficial puede establecerse por el contenido de la portada o de la primera página,como el sello de la agencia, la
procedencia de la publicación, etc.
348La regla se justifica por la escasa probabilidad de falsificación. Es un poco absurdo pedirle al proponente que establezca la autenticidad
de lo que luce auténtico, como, por ejemplo, un ejemplar del periódico “Listín Diario”. Debe ponerse en elescéptico la obligación de
presentar evidencia de la no autenticidad. Piénsese en el caso del demandante por libelo que se leobligue a presentar evidencia sobre la
autenticidad del periódico que contiene la información alegadamente libelosa.
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represalias contra la parte que objetó su actuación. Actuando de esta forma, el juez se ganará el
respeto y no el temor de las partes que ante él litigan.
Por último, cuando el juez, ante una objeción de la parte adversa, no le admita en el proceso
alguna prueba, solicite, muy respetuosamente, hacer lo que en el sistema acusatorio anglosajón se
conoce como un ofrecimiento de prueba. Es decir, solicite que quede constancia en las actas del
caso el contenido sustantivo de dicha prueba no admitida por el tribunal. Ello se hace con el
propósito de que en un futuro proceso de casación o apelación, el tribunal que revise dicha
sentencia pueda evaluar el contenido de la prueba rechazada o excluida, y así determinar con
corrección si la determinación del juez de instancia se ajustó al derecho aplicable.
Rige el principio de libertad probatoria, es decir, que los hechos y circunstancias relacionados con
el delito pueden ser probados por cualquier medio de prueba, siempre y cuando sea lícito; o sea,
respetando los derechos fundamentales de la persona, que sean propuestos en la forma y
momento legalmente establecidos por el CPP, y que sean pertinentes para el descubrimiento de la
verdad.
Los jueces tomarán esos factores en cuenta y aplicando el principio de la sana crítica, admitirán o
rechazarán las pruebas que se pretendan introducir al proceso por el fiscal o el abogado defensor
para probar sus alegaciones. El problema con la aplicación de este principio de libertad probatoria
es que el mismo es utilizado por los jueces tanto para la admisión como para la valoración de la
prueba. Al depender sólo de la licitud, la pertinencia y de la sana crítica para la admisión y
valoración de la prueba, sin distinguir entre una fase y otra, se produce lo que he llamado anarquía
probatoria y falta de uniformidad jurídica.
No veo ningún problema en el uso de las reglas de la sana crítica para la etapa de valoración de la
prueba. Sin embargo, sí lo veo cuando de la admisión de ésta se trata. La valoración puede estar
basada en la sana crítica, es decir, en las reglas del entendimiento humano, la lógica y las
experiencias del juez. Pero su admisión debe ser regulada de forma uniforme para que haya
seguridad y uniformidad jurídica tanto para el imputado y su defensor, así como para la víctima y
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para el Estado, representado éste por el fiscal al momento de hacer la investigación del ilícito y en
la etapa del procesamiento penal del imputado.
El fiscal, por otro lado, al momento de decidir qué prueba recolectará y presentará para
fundamentar la acusación y probar sus alegaciones, no puede determinar qué probabilidades
razonables tendrá de que se admita o no determinado material de prueba o determinado testimonio
en el futuro proceso penal. Ello debido a que todo dependerá de la decisión personal y muy
particular del juez de instrucción que presida la audiencia preliminar, o de los jueces de la
audiencia pública, en el caso de la prueba testimonial. Por tanto, todo lo que el fiscal investigue y
recolecte como prueba estará basado en una determinación a ciegas, con la esperanza que le sea
admitido por el juez de turno en la audiencia preliminar. Con igual problema se enfrentará el
defensor al momento de determinar qué prueba utilizará para la defensa del imputado.
Después de todo, los jueces estarían aplicando el derecho positivo al momento de tomar sus
respectivas decisiones, o sea, aplicando su sana crítica particular. Los probables resultados
contradictorios entre ambos casos generarán más críticas e inconformidad de las partes y de la
población con su sistema de justicia penal. Acrecentándose la inseguridad jurídica, ya que ante
iguales situaciones se pueden producir resoluciones y, por ende, resultados diferentes.
En el proceso penal se presenta la situación donde siendo la prueba lícita y pertinente hay
ocasiones en que ésta no debe ser admitida por otras consideraciones. A esto se le conoce en el
derecho probatorio anglosajón como la regla de exclusión de prueba. En aquél, existe la norma
general de que toda evidencia pertinente es admisible por lo que la regla de exclusión es una
excepción a esa premisa. Es por ello, que no se habla de regla de exclusión ante prueba
impertinente, ya que ésta nunca sería admisible.
Otra razón para una regla de exclusión es que haya principios jurídicos encontrados como, por
ejemplo, el principio de pertinencia con el principio de contradicción o con el principio de que todo
acusado será juzgado por el delito imputado y no por su conducta pasada. En estas dos
situaciones el valor probatorio y la pertinencia deberán ceder ante consideraciones basadas en la
búsqueda de la “verdad”, aún siendo las pruebas lícitas y pertinentes.
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- Confianza y seguridad
Si quiere convencer al juzgador de sus alegaciones debe estar convencido primero o por lo menos
parecer que lo está. Al realizar el interrogatorio directo a su testigo debe hacerlo demostrando
confianza y seguridad en lo que está haciendo. No puede dar la impresión de pena, timidez o
inseguridad. Si no demuestra seguridad y confianza, su testigo lo percibirá y también se mostrará
inseguro.
Tiene que hacer todo lo posible para que su testigo sienta confianza en lo que está declarando. La
mejor forma de hacerlo es actuando con seguridad, aplomo y sin titubeos. Para que se le haga
cómodo actuar de esa manera debe estar bien preparado y conocer todos los aspectos y detalles
de su caso. Recuerde que la inseguridad es producto de la ignorancia y ésta a su vez es producto
de la falta de preparación.
El principio general es que toda aquella prueba que se pretenda incorporar al juicio tiene que haber
sido obtenida por medios lícitos. Si se obtiene la misma por medios ilícitos la consecuencia es que
será excluida del proceso como castigo a la parte proponente de la misma, Esto se hace para
desalentar que se violen las garantías constitucionales al momento de investigar los actos
delictivos. También se excluye como prueba en el proceso toda aquella prueba que se advino a
ella como consecuencia de la violación original. Ejemplo: Si se arresta a un acusado y sin
presencia de representación legal se le extrae una confesión es confesión es inadmisible así como
toda aquella prueba obtenida como consecuencia de la información adquirida por medio de la
confesión.
El tratamiento del papel de la víctima en el proceso penal ha impuesto siempre como cuestión
previa la definición del concepto. La “Declaración de la ONU sobre los Principios Fundamentales
de Justicia para las Víctimas de Delitos y del Abuso de Poder” recoge en su artículo 1º que por
“víctima” se entiende “las personas que hayan sufrido daños, inclusive lesiones físicas o mentales,
sufrimiento emocional, pérdida financiera o menoscabo sustancial de los derechos fundamentales,
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como consecuencia de acciones u omisiones que violen la legislación penal vigente en los Estados
miembros”. La descriptiva definición engloba pues dos requisitos sustanciales: la existencia de una
acción u omisión típica y antijurídica, y la derivación de perjuicio a una o varias personas.
En el mismo sentido se encuentra el artículo 1.A de la Decisión Marco del Consejo de la Unión
Europea, de 15 de marzo de 2001, el cual define a la víctima como “la persona física que haya
sufrido un perjuicio, en especial lesiones físicas o mentales, daños emocionales o un perjuicio
económico, directamente causado por un acto u omisión que infrinja la legislación penal de un
Estado miembro”.
El Código Procesal Penal dominicano establece en su artículo 83.1 que se considerará víctima “al
ofendido directamente por el hecho punible”. La definición, coherente en lo esencial con la
normativa internacional antes indicada, no coincide en su literalidad con su ámbito de aplicación: a)
De un lado, la indicación de ofendido hace referencia al sujeto pasivo del hecho punible; a aquella
persona titular del bien jurídico protegido que resulta atacado. Es, pues, un concepto más
adecuado, que evidencia con rotundidad lo que ha identificado ya la totalidad de la jurisprudencia
internacional al extender la acepción de víctima a aquellos supuestos en los que el perjuicio no es
realmente material, sino espiritual, y a todos aquellos casos en los que no llega a haber un
verdadero perjuicio o menoscabo, como en los supuestos de formas imperfectas de ejecución. b)
No obstante, el hecho de que el Código Procesal Penal exija que la ofensa sea “directa” parece
restringir el ámbito de aplicación establecido en la legislación internacional, dejando fuera de la
acepción a todos aquellos que puedan resultar damnificados como consecuencia de una
intervención auxiliadora de la víctima o favorable a la defensa del estado de derecho, lo que
obviamente habrá de ser corregido mediante interpretación jurisprudencial extensiva, siendo como
es que el artículo 1.2 de la Declaración de la ONU reconoce que en la expresión “víctima se incluye
además a las personas que hayan sufrido daños al intervenir para asistir a la víctima en peligro o
para prevenir la victimización”.
Marino consigue sofocar el incendio, sufre quemaduras en su cuerpo que lo imposibilitan para
su trabajo habitual durante dos meses, habiendo estado internado en el hospital por tiempo de
tres días. Marino pretende su consideración de víctima de la infracción, reclamando una
indemnización de 60.000 pesos. La empresa propietaria del camión (Cervezas Presidente)
reclama también por los perjuicios ocasionados con ocasión de la baja, así como el importe del
extintor.
En otro orden de cosas, resulta evidente que en supuestos de muerte del sujeto pasivo, el perjuicio
no se circunscribe al transgredido derecho a la vida de aquel. La acción delictiva entraña un duelo
que constituye un perjuicio directo en la psiquis y calidad de vida de muchas otras personas,
presuponiéndose ex lege tal aflicción con respecto a quienes estaban unidos con el finado por
relaciones personales particularmente intensas. En razón a ello, el Código Procesal Penal añade
en su artículo 83.2 que en aquellos hechos punibles que tengan como resultado la muerte del
directamente ofendido, tendrán también la consideración de víctima, el cónyuge, conviviente
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notorio, hijo o padre biológico o adoptivo, parientes dentro del tercer grado de consanguinidad o
segundo de afinidad o los herederos.
Para todos ellos, el artículo 1.2 de la Declaración de la ONU determina que la consideración de
víctima no se pierde cuando no se haya identificado, aprehendido, enjuicie o condene al
perpetrador.
Es plural la naturaleza de los perjuicios que para la víctima pueden derivarse de un delito. La
clasificación más sencilla de estos menoscabos es aquella que distingue entre el daño psicológico
y los perjuicios económicos. No obstante, a estos perjuicios directos vendrían a añadirse los daños
procesales, es decir, todas aquellas molestias y quebrantos derivados del manejo del proceso y
que han sido agrupados bajo el apelativo de victimización secundaria. Un conjunto de males,
fundamentalmente psicológicos, que no nacen directamente de la actuación criminal, sino que
surgen y se disparan en virtud de la actuación policial y judicial que surge para la represión del
delito.
El estudio de estos perjuicios y sus efectos es crucial a la hora de a empatizar con la posición de la
víctima, constituyendo el paso obligado para sintetizar los principios en veremos.
- El daño psicológico
Las consecuencias que las víctimas suelen considerar más importantes a raíz de la victimización
no son las derivadas de los daños físicos o implicaciones patrimoniales del delito, sino aquellas
que tienen que ver con el impacto psicológico en la persona que sufre la acción delictiva. La
práctica totalidad de los que sufren un delito, aunque éste no haya sido muy grave en términos
objetivos, padecen algún tipo de perturbación de carácter psicológico, emocional o en su
comportamiento que, si bien no tarda en desaparecer en la mayor parte de las ocasiones, es lo
cierto que se vuelve crónico en alrededor de un 20% de las víctimas, causando en ellas algunos
cambios duraderos en su personalidad o comportamiento. Lógicamente estos efectos son mas
frecuentes y graves en los delitos violentos, particularmente en aquellos que atacan la libertad
sexual o la integridad física de la víctima, pero han sido documentados en otras figuras delictivas
como los delitos contra la propiedad, fundamentalmente en los robos en domicilio, o en
defraudaciones de cuello blanco.
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a. La primera etapa o etapa del shock: Es una etapa de desorganización. El momento
inicial puede tener una duración variable, si bien suele comprender un intervalo de
escasas horas después del delito. Se caracteriza por una conmoción posterior al
padecimiento del hecho delictivo, que lleva a que la víctima no pueda asimilar los
acontecimientos acaecidos. La víctima se siente desorientada, sin saber qué hacer y sin
calibrar en su justa medida lo ocurrido. Se puede observar una falta de coherencia en las
acciones inmediatamente posteriores a la comisión del delito, así como en la calidad de
la información que pueda suministrar en aquel momento a testigos de referencia, policía,
ministerio público o al juez. Esta situación debe ser conocida y entendida por quienes en
ese momento puedan tomar declaración a la víctima, y esta situación habrá de ser
ponderada también en el juicio lógico que pueda hacerse después respecto a la
persistencia o volubilidad del relato fáctico que haya hecho la víctima en los distintos
momentos del proceso.
c. La fase traumática: No apareciendo siempre, es propia de los delitos más graves contra
las personas y, en ocasiones, contra los bienes. Puede venir precedida de un periodo de
latencia en el cual se observa una conducta cotidiana normal, o puede ocultarse a la
consciencia. Se integra por alteraciones permanentes en la vida cotidiana: como el
sueño, la atención, la afectividad o las relaciones sexuales, la capacidad de relacionarse
o el aumento de una tendencia a la introspección o al aislamiento. Se pierde la
autoestima, nace la desconfianza en los demás, la angustia, los deseos de venganza y
pueden aparecer depresiones, ansiedad, fobias y –en los casos más graves- lo que se ha
identificado con el término de síndrome de estrés postraumático.
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- El daño patrimonial
El perjuicio económico no es considerado como el principal problema derivado del delito para las
víctimas. Existen estudios que reflejan que sólo un 20% de las víctimas consideraron que la
pérdida económica derivada del delito supuso un verdadero problema. No obstante, la
victimización derivada del perjuicio económico no tiene una relación directa con la naturaleza del
delito, sino fundamentalmente con el importe de lo defraudado y, fundamentalmente, cuando este
montante es puesto en relación a los problemas financieros reales que pueden derivarse de lo
acontecido. Las franjas de población más humildes, entre las que destacan en ocasiones los
ancianos por su incapacidad para ofrecer una resistencia activa o discriminar el ardid, son quienes
exigirán un mayor cuidado en aras de minimizar su victimización secundaria.
- La victimización secundaria
La víctima no sólo está desorientada, sino que siendo consciente de que él es el eje central de una
actuación estatal que ha comenzado, empieza a percibir que es tratado de forma rutinaria y sin
especial atención por los distintos operadores del sistema. Comienza a creer que los encargados
de gestionar su caso no trabajan para él, sino que él mismo es quien va entrando al servicio de
abogados, jueces o fiscales, sufriendo además múltiples inconvenientes. Nunca se tendrá en
cuenta su disponibilidad o sus necesidades para abordar una actuación judicial y para cuando la
citación no se adapte a sus momentos de conveniencia, será amenazado con multas o
admoniciones de arresto y procesamiento. Si cumple con su deber de colaboración deberá hacerlo
en el día y hora que se han considerado oportunos en consideración a la agenda de otros,
debiendo soportar él los gastos de trasporte, el desorden de organización con relación al cuidado
de sus hijos, familiares u obligaciones o actividades cotidianas. Habrá de asumir la pérdida de las
ganancias de su trabajo o la obligación de solicitar un permiso laboral que no siempre es bien
recibido.
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agresiva o sarcástica. Se verá obligado a largas esperas para declarar, muchas de ellas rodeado
de testigos o familiares del propio inculpado, cuando no por el inculpado mismo o su letrado; todo
ello sin que durante la espera haya nadie que parezca estar allí para acudir en su defensa o
protección. A veces su esfuerzo de acudir al juzgado y esta violenta espera puede terminar, no con
la realización del acto judicial, sino con su suspensión y posposición; viéndose obligado a reiterar
su perjuicio sin explicación ninguna o porque otro no ha acudido. En las declaraciones, muchas de
sus acusaciones habrán de hacerse ante la persona del agresor y quienes le acompañen. Las
partes se interesarán además, en público, de aspectos de su vida privada que preferiría mantener
bajo reserva, y no faltarán casos en los que habrá de verse sometido a indecorosas exploraciones
forenses, cuyos resultados serán además expuestos en la vista oral ante todo el público que desee
asistir y antes sus familiares más íntimos. Toda esta presión resultará atroz cuando la víctima es
un niño y particularmente inabordable cuando el testimonio infantil sobre una agresión sexual vaya
a truncar la vida de pareja de su madre y llevar a su padre a la cárcel de forma inmediata y durante
muchos años. En toda esta situación, los comentarios desconsiderados de un juez al que la víctima
veía como último garante de sus derechos, pueden resultar devastadores.
La víctima siente así que se le ha expropiado el conflicto y que este es gestionado por el Estado y
las partes para sus propios fines, convirtiéndose él en un mero instrumento para los particulares
intereses de cada uno de ellos. La persecución del autor se ha tornado prioritaria para el Estado,
despareciendo el interés por la víctima, al tiempo que resulta sustituido por un ostentoso interés
por la respuesta punitiva. La herida se torna sangrante cuando la víctima contrasta la atención que
él suscita, con la garantía plena e inquebrantable de los derechos del inculpado: de su derecho de
defensa, de la protección de su libertad individual, de su derecho a un juicio justo, de su presunción
de inocencia, de la legalidad de las pruebas, de su dignidad en el trato e incluso de su derecho a la
tranquilidad y descanso en sus declaraciones; todo ello sin que nadie le explique que la
inobservancia de estas garantías puede hacer inútil el esfuerzo procesal y sin que nadie le haga
ver cómo la presunción de inocencia no es incompatible con unos indicios serios y firmes de
responsabilidad criminal que justifican la continuación del proceso punitivo.
Si a todo esto se añade la necesidad de aumentar la productividad del sistema judicial ante una
realidad delictiva en permanente aumento, nos encontraremos con que las exigencias de
coordinación, rapidez y eficacia terminan por generar una despersonalización e industrialización
del proceso que aleja definitivamente la última esperanza que tiene el damnificado de que el
sistema judicial pueda satisfacer su desagravio y recomponer su aflicción.
El instrumento que puede remediar esta victimización no es otro que mejorar el trato que los
distintos operadores que intervienen en el proceso penal durante todas sus fases dispensan a la
víctima. Un trato orientado al acercamiento y que pasará esencialmente por:
b. Informar a la víctima sobre los derechos que le conciernen en el seno del proceso.
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c. Informarle sobre la razón de ser de las garantías del inculpado, haciéndole ver que
no entrañan una renuncia a conseguir la reacción punitiva del estado contra los
responsables penales.
Caso: Sobre las situaciones en las que puede asentarse la victimización secundaria.
Objetivo: Establecer una reflexión práctica sobre las actuaciones procesales que pueden
entrañar un perjuicio o situación aflictiva para la víctima, así como las pautas de
comportamiento procesal que puedan conjurarlo sin grandes dificultades.
Reclamación de actividad: El docente, antes de iniciar la exposición del tema, deberá pedir a
los discentes la elaboración en paralelo de las situaciones procesales ordinarias que suponen
una molestia profunda para la víctima y su consideración y la manera de evitar cada una de
ellas.
a. Principio de respeto
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está proscrito por la ley penal por haber sido definido por la sociedad como un padecimiento
inadmisible a todas luces. Es precisamente el principio de intervención mínima el que define a la
víctima penal como aquella que ha sufrido las transgresiones más inadmisibles para el grupo
social, de suerte que una mínima idea de equidad ha de permitir visionar a la víctima como un
sujeto merecedor del máximo respeto y consideración, justificándose la máxima atención y
deferencia en su favor.
Si desde el origen del Estado se proscribió la venganza privada, asignándose a uno de los órganos
de la estructura gubernamental la función de administrar justicia en nombre del Estado, ha de
admitirse la correlativa elaboración de mecanismos para que los ciudadanos obtengan la tutela
estatal en la protección de sus derechos subjetivos reconocidos por el ordenamiento jurídico. La
exigencia no sólo entrañará el establecimiento de estos recursos de acceso del ciudadano a la
justicia, sino que ha de comportar en el poder judicial una disposición a facilitar dicho acceso, de
suerte que la viabilidad no sea meramente formal y aparente, sino una posibilidad efectiva y
práctica, en la que la interpretación sea favorable, no ya que prospere su acción, pero sí a la plena
posibilidad de su ejercicio, con una interpretación restrictiva de aquellas formalidades que puedan
dificultarla o malograrla.
Consecuencia directa del principio de acceso real y operativo a la justicia y del respeto de su
posición, está el derecho a que la víctima –normalmente lega en derecho- sea informada de los
derechos y garantías procesales que le asisten. La Declaración de la ONU sobre los Principios
Fundamentales de Justicia para las Víctimas recomienda a los Estados miembros el
establecimiento y reforzamiento de mecanismos judiciales y administrativos que permitan que la
víctima pueda llegar a conocer su papel y cuál será el desarrollo cronológico de las actuaciones.
La víctima tiene derecho a ser oída en el proceso. Ello determina que la Declaración recoja que las
opiniones y preocupaciones de las víctimas deban ser presentadas y examinadas en las etapas
apropiadas de las actuaciones, siempre que estén en juego sus intereses, y siempre y cuando se
hagan con el debido respeto al resto de partes procesales. Tal principio de audiencia –como se
verá- tiene amplia acogida en el Código Procesal Penal dominicano, debiendo velar sus
operadores jurídicos por que la previsión legal sea una vez más real y operativa y no quede
reducida a meros momentos procesales en los que de forma esteriotipada se haga constar una
manifestación de estilo atribuible al sentir general de los damnificados. El proceso debe dejar
cabida a que la víctima manifieste su opinión en consideración a su vivencia personal y única del
delito cometido, de las consecuencias que reportarán en su futuro y de la satisfacción que pueda
brindarle o no la respuesta procesal iniciada. El Juez podrá después desatender tal consideración,
si bien sobre la base de un juicio exteriorizable que ponga en evidencia su legalidad y
conveniencia.
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La Declaración dispone que los Estados miembros adoptarán medidas para minimizar las
molestias causadas a las víctimas, protegiendo su intimidad y garantizando su seguridad y la de
sus familiares de toda intimidación o represalia. El principio, una vez más, tiene reflejo en el Código
Procesal Penal, si bien su administración por los jueces deberá realizarse en la reflexión de que
tales mecanismos de salvaguarda a la víctima, son tan importantes como el derecho de defensa
del inculpado o la propia publicidad del proceso, de suerte que habrá de ser sesuda y acertada
cualquier decisión relativa a la pertinencia de determinadas preguntas o respecto a la celebración
del juicio a puerta cerrada, sin que el recelo por no contravenir el derecho de defensa pueda llevar
a una complaciente admisión de todo lo pretendido por la defensa, con quebranto a los derechos y
la consideración que la intimidad de la víctima merece.
f. Principio de celeridad
Los responsables de un delito y los terceros responsables de la conducta de aquel, deben resarcir
equitativamente a las víctimas, sus familiares o personas a su cargo. Este resarcimiento
comprenderá la devolución de los bienes o el pago por los daños y perjuicios sufridos, así como el
reembolso de los gastos realizados como consecuencia de la victimización, incluyendo los de
prestación de servicios y la rehabilitación de sus derechos.
Este resarcimiento integral englobará, además, delitos que afectan a los intereses generales como
el medio ambiente, y en la medida de lo posible, la rehabilitación del medio ambiente, la
reconstrucción de las infraestructuras dañadas, la reposición de las instalaciones comunitarias o el
reembolso de los gastos de reubicación cuando estos daños causen el desplazamiento de la
comunidad.
La cuantía indemnizatoria, como deuda de valor que es, debe estar actualizada al poder
adquisitivo imperante al momento de su satisfacción.
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Si bien la celeridad en la plena y definitiva reparación es una exigencia que se integra en el
principio de celeridad que impera con relación a la totalidad del proceso, es lo cierto que la
reparación de los perjuicios presenta una serie de peculiaridades que permiten definir para ella un
régimen jurídico particular. Mientras el pronunciamiento definitivo no llegue, el perjudicado tiene
derecho a que se produzca sin demora la devolución provisional –como mero depositario de los
efectos del delito a los que tenga derecho, así como –cuando proceda-a que se aborde una
reparación económica provisional que le permita hacer frente a sus necesidades más perentorias
durante la sustanciación del proceso.
Sostiene la Declaración que los gobiernos revisarán sus prácticas, reglamentaciones y leyes de
modo que se considere el resarcimiento como una sentencia posible de los casos penales, además
de otras sanciones penales. La prescripción, directamente orientada al aseguramiento cautelar y a
la reparación subsidiaria, no deja de lado aquellos supuestos en los que la ley penal haya sido
violentada por funcionarios públicos u otros agentes que actúen a título oficial, en cuyo caso las
víctimas habrán de ser resarcidas por el Estado; sin perjuicio de aquellos otros supuestos en los
que el Estado, por un mero principio de solidaridad, aborda (normalmente sólo con relación a los
delitos más graves) una compensación económica a favor de la víctima.
El Estado debe instar e incentivar la asistencia integral de la víctima del delito, lo cual significa que
tanto las autoridades nacionales como los particulares que estén en condiciones de prestar
asistencia a la víctima, deberán proporcionarla por interés colectivo. Por ello la Declaración de la
ONU dispone que las víctimas deben recibir la asistencia material, médica, psicológica y social que
sea necesaria por conducto de los medios gubernamentales o voluntarios, comunitarios y
autóctonos y que, para tal efecto, se informará a las víctimas de la disponibilidad de servicios
sanitarios y sociales y demás asistencia pertinente, y se facilitará su acceso a ellos.
b. Principio de solidaridad
Si la indemnización es una obligación del actor del delito, la asistencia a la víctima responde al
principio ético y cristiano de solidaridad humana. Es un deber cívico de todo hombre o mujer que
esté en condiciones de hacerlo, el asistir al necesitado. Por ello, la Declaración de la ONU dispone
que se proporcionará al personal de policía, de justicia, de servicios sociales y demás personal
interesado, una capacitación que lo haga receptivo a las necesidades de las víctimas; habiendo de
cumplir tal exigencia los cursos que ahora abordamos con ocasión de la implementación del
Código Procesal Penal.
La víctima de cualquier delito tiene derecho a pedir la intervención del sistema judicial,
pretendiendo así la satisfacción de sus objetivos reparatorios y vindicativos. Esta pretensión de
reacción ante el delito puede canalizarse de dos maneras: 1. mediante la presentación de denuncia
y 2. a través de la interposición de querella; siendo la diferencia esencial entre ambas que
mediante la primera lo que se hace es poner en conocimiento del ministerio público la realidad de
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unos hechos considerados por el denunciante como infracción penal, mientras que en la segunda
el querellante no sólo participa en unos hechos que tiene por delictivos, sino que manifiesta al
tiempo su voluntad de constituirse en parte acusadora en el proceso penal que por los mismos
pudiera llegar a incoarse.
La manera en que la víctima pretende el proceso penal a través de la querella y participa en él,
será objeto de análisis en el epígrafe posterior. Procede ahora, en consonancia, analizar el modo
en el que la víctima interesa el inicio del proceso punitivo a través de la denuncia de los hechos,
debiéndose tener en cuenta que –a diferencia de la querella, en los términos que veremos- la
facultad de denunciar no es exclusiva de la víctima, sino que se ofrece como una potestad
reconocida a cualquier persona, sin que se precise siquiera la capacidad de obrar, razón por la
cual el artículo 262 del C.P.P no sólo dispone que “toda persona que tenga conocimiento de una
infracción de acción pública puede denunciarla...”, sino que añade que “cuando la denuncia es
presentada por un menor de edad, el funcionario que la recibe está obligado a convocar a los
padres o tutores o persona mayor de edad de su confianza”.
La importancia en la práctica de la denuncia es crucial, pues resulta ser el medio por el cual el
sistema penal conoce prácticamente la totalidad de los hechos delictivos. Según la oficina de
estadísticas judiciales de los EE.UU., el 97% de las investigaciones criminales de la policía resultan
de las notificaciones de los ciudadanos y 60% de estas provienen de las víctimas. En
consecuencia, sin la colaboración de los particulares en general, y de las víctimas en particular, la
inmensa mayoría de los crimines perseguibles por acción pública quedarían impunes, quedando
también impunes todos aquellos que son de acción privada o de acción pública a instancia privada.
Así pues, una generalizada falta de denuncia tendría efectos en la prevención especial (los
potenciales delincuentes se verían más inclinados a la comisión de hechos penados en la ley si
pensaran que no se producirá ninguna denuncia) y en la prevención general (los valores
preventivos generales del derecho penal se desdibujarían ante una sensación de impunidad
generalizada), razón esta que justifica el estudio de cuáles pueden ser las causas que pueden
llevar a que las víctimas presenten o no denuncia por los hechos padecidos:
Esta concepción como derecho determina que la decisión de denunciar dependa únicamente de la
percepción que tenga la víctima sobre la utilidad que le puede reportar una u otra opción.
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Percepción que se conformará a través de:
a. Las características del delito. Cuanto más grave es el delito, mayor es la tendencia a la
presentación de denuncia. No obstante, no es la gravedad en sí misma la que puede
llevar a asumir esta actuación, sino el interés que tiene el denunciante –particularmente
la víctima- en que se inicie el proceso penal. Este interés responderá a 1) la pretensión
que tenga de conseguir una satisfacción frente a la comisión delictiva, 2) la búsqueda
que haga de un alivio o tranquilidad psicológica en la retribución punitiva al ofensor, 3)
su necesidad de protección frente a una posible repetición del ataque sufrido, 4) su
voluntad de obtener una satisfacción económica, que si bien será inalcanzable en los
casos de delincuencia común, puede tener una gran virtualidad en los casos de delitos
imprudentes o delitos económicos. 5) la necesidad de satisfacer intereses posteriores,
como la necesidad de denunciar para pretender la reparación por la entidad
aseguradora. No obstante, son las propias circunstancias que rodean al delito las que en
ocasiones desaconsejan denunciar, como es el caso de la especial relación que se
tenga con el autor o cuando el delito no deja vestigios objetivos de suerte que el
denunciante no cuenta con otra prueba que su propia aseveración o incluso cuando la
víctima no es consciente de la realidad delictiva, como sería el caso de violaciones en el
seno del matrimonio o delitos contra los consumidores.
b. Las perspectivas sociales. Los estudios victimológicos han demostrado que las capas
altas de la sociedad son más propensas a la presentación de denuncias, por tener una
mayor confianza en la policía y en el sistema en general, mientras que las capas más
deprimidas de la sociedad, influidas por una visión negativa del sistema, prefieren remitir
los conflictos que surjan en su seno a medios de resolución propios.
Conocer esta realidad es importante a la hora de prestar la protección que la víctima reclama,
evitar la victimización secundaria que mina al sistema o desplegar la imagen que se percibiría
como adecuada por la ciudadanía, lo que tendrá una crucial trascendencia ante la denuncia de
hechos futuros y –consecuentemente- para la política criminal de un país.
No puede terminarse este análisis sin hacer una mínima referencia a la forma en la que denuncia
ha de presentarse:
1. El artículo 262 del C.P.P establece que la denuncia habrá de presentarse ante el
ministerio público, la policía o cualquier otra agencia ejecutiva que realice actividades
auxiliares de investigación. La prescripción legal no especifica la obligatoriedad de
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hacerlo en el territorio en el que radique el órgano competente para la instrucción penal,
de suerte que la denuncia podrá cursarse en cualquier lugar del territorio nacional,
habiendo de ser canalizada después por los órganos administrativos correspondientes
hacia el lugar donde hayan de ser investigados los hechos referidos en la denuncia. Ello
configura al lugar de presentación de la denuncia como un lugar de libre elección del
denunciante, sin que el hecho de que este opte por un territorio ajeno a la comisión de
los hechos, deba condicionar la calidad del trato o de la información que más tarde
veremos.
2. En cuanto a la forma, el artículo 263 del C.P.P establece que la denuncia puede ser
presentada de forma oral u escrita. Nuevamente la opción por una u otra forma
corresponde al denunciante, sin que pueda imponerse la recepción en una determinada
forma –la práctica suele imponer la escrita- cuando la ley no ha establecido esa
limitación. Cierto es que en ocasiones un servicio administrativo saturado puede llevar a
pedir al compareciente la redacción de su reclamación. La solución funcional puede no
rechazarse de pleno, si bien se debe ser consciente que no puede imponerse y que
habrá de ponderarse la capacidad real del denunciante, no sólo de escribir un texto, sino
de estructurar su escrito y sintetizar en él aquello que puede tener interés jurídico-penal.
4. El artículo 263 culmina indicando que “el funcionario que la recibe comprueba y deja
constancia de la identidad y domicilio del denunciante”. La redacción plantea dos
cuestiones prácticas íntimamente relacionadas:
a. ¿Cabe la denuncia anónima? La cuestión se suscita por ser conscientes que detrás
del velo del anonimato pueden esconderse intereses espurios encaminados al
descrédito del denunciado. En este sentido, la obligatoriedad de identificación fijada
en el artículo 263 sugiere una respuesta negativa, no obstante, el hecho de que el
artículo 273 preceptúe la obligación de actuar en todo caso, estableciendo la
salvedad de tener que confirmar la información cuando esta provenga de fuente no
identificada, pone en evidencia la validez y eficacia operativa de la denuncia
anónima. En este sentido debe destacarse que el TCE (Stcias. 135/89 y 41/98) han
venido a admitir la denuncia anónima como medio de inicio del proceso penal
(incluidas las noticias de prensa), si bien destacando que las mismas no pueden dar
lugar a actuación ninguna respecto del denunciado sin previa comprobación de la
realidad de los hechos.
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La querella, como se ha dicho, es el acto procesal mediante el cual se pone en conocimiento del
Ministerio Público la realidad de unos hechos que se considera que pueden ser constitutivos de
infracción penal, al tiempo que se manifiesta la voluntad del querellante de constituirse en parte en
el proceso penal que pudiera llegar a iniciarse.
a. Ejerciendo la acción penal, así como la acción civil acumulada. En tal sentido, no
sólo el artículo 85 faculta a la víctima al ejercicio de la acción penal, sino que el
artículo 50 del CPP faculta que la acción civil se ejercite conjuntamente con la
acción penal.
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b. Ejerciendo la acción penal y reservándose la acción civil para un ejercicio
posterior y separado. Así se deriva del indicado artículo 85 del CPP, puesto en
relación con que el artículo 50 del CPP permite ejercer la acción civil
separadamente ante los tribunales civiles, bien reservándose inicialmente su
ejercicio, bien desistiendo la ejercida inicialmente para reiniciarla posteriormente
ante la jurisdicción ordinaria.
2. La víctima que se constituya en parte, con independencia de cuál sea la acción que
ejercite, deberá estar asistida de abogado, tal y como preceptúa el artículo 86 del CPP.
4. En aquellos casos en los que los hechos punibles afecten a intereses colectivos o
difusos, la interposición de querella como perjudicados, bien sea en ejercicio de
acciones penales, bien en ejercicio de acciones civiles o de ambas, corresponderá
también a las asociaciones, fundaciones y otros entes, siempre que el objeto de la
agrupación esté vinculado directamente con esos intereses y se hayan incorporado
con anterioridad al hecho (así se establece en el artículo 85 CPP con relación al
ejercicio de la acción penal y en el artículo 51 para los perjuicios económicos derivados
de la acción delictiva).
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La introducción en el proceso penal del principio de oportunidad no es sino una quiebra de los
principios de necesidad y de legalidad, no obstante es un fenómeno que surge en la política
criminal de los Estados como reacción al fracaso de la justicia penal (por la imposibilidad de hacer
frente a la globalidad de los procesos y aparecer como conveniente imponer el principio de
selectividad) y ante el fracaso también de la finalidad de reinserción social de la pena,
fundamentalmente en supuestos de penas de corta duración o delitos de bagatela. No obstante las
aportaciones del principio de oportunidad con relación a las objeciones antes expresadas, es lo
cierto que a la solución se le han apreciado múltiples y graves problemas, como son:
1. Supone un quebranto del principio de igualdad, al tratar de modo diferente a sujetos con
idéntica responsabilidad criminal, en función de que opten por el pacto o renuncien a él a
favor del juicio oral.
3. Modifica el papel de los distintos sujetos procesales en aquellos supuestos en los que la
oportunidad descansa sobre la sentencia de conformidad, pues es en la práctica el
Ministerio Fiscal quien impone la pena, desjudicializándose el proceso penal.
Con relación a la víctima, el principio de oportunidad aporta también una serie de inconvenientes,
como son la desviación en ocasiones de la condena respecto del delito realmente cometido y la
desnaturalización del carácter retributivo de la pena legalmente prevista. No obstante, aporta
también importantes ventajas, cual puede ser la aceleración de la respuesta punitiva, la evitación
del proceso y su victimización secundaria y, cuando la solución del conflicto tiene en consideración
la opinión de la víctima, la satisfacción de sus aspiraciones de represión y el aseguramiento del
resarcimiento de los daños sufridos cuando estos son impuestos como condición a la aplicación de
la solución negociada.
Que la solución dé oportunidad puede seguirse en consideración, no sólo del interés colectivo, sino
del interés individual de la víctima, es algo que está implícitamente reconocido en la Declaración de
la ONU que, en su artículo 7, dispone que se utilizaron mecanismos oficiosos para la solución de
controversias, incluidos la mediación, el arbitraje y las prácticas de justicia consuetudinaria o
autóctonas, a fin de facilitar la conciliación y la reparación a favor de las víctimas.
No obstante, si dentro del concepto genérico de principio de oportunidad estarían incluidas todas
las distintas salidas anormales del proceso penal que aquí vamos a estudiar, en el Código Procesal
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Penal el término de “oportunidad” se aplica exclusivamente al abandono sin más de la acción
pública en la persecución penal, por mero principio de selectividad.
En tal sentido, el artículo 34 permite que el ministerio público pueda prescindir de la acción pública
–con posibilidad de continuar la persecución mediante acción privada según el artículo 36- en
cualquier momento anterior a la apertura de juicio oral, siempre que lo haga por dictamen motivado
y concurra alguna de las circunstancias siguientes:
2. Cuando el imputado haya sufrido, con ocasión del delito, un daño físico o psíquico grave
que torne desproporcionada la aplicación de la pena.
No obstante la soberanía fiscal a la hora de ejercer este principio de oportunidad, lo cierto es que el
Código Procesal Penal tiene muy en consideración la posición de la víctima y que lo hace en varios
momentos procesales:
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que se haga dentro del plazo de diez días contados desde la fecha de la notificación de la
medida.
No resulta difícil pronosticar que, normalmente, siempre que la víctima ejercite la acción privada, se
habrá opuesto anteriormente a la decisión del ministerio fiscal de dar por extinguida la acción
pública. En tal consideración deberá de entenderse que el plazo de los diez días es computable
desde que la medida de extinción es definitiva, esto es, desde la notificación de la decisión del juez
de la instrucción de desestimar la oposición.
Bajo esta acepción se reconocen dos momentos de un mismo proceso, el de conciliación, es decir,
la extinción del ejercicio de la acción penal como consecuencia de la consecución de una solución
negociada entre la víctima y su agresor.
Si la aplicación del principio de oportunidad antes analizado parece más orientado a la satisfacción
de los intereses colectivos, buscando una selectividad en la persecución delictiva y abandonando
la represión en delitos de poca monta, la conciliación prioriza el protagonismo de la víctima,
subordinado su efectividad precisamente a la satisfacción de los intereses de la misma.
Se ofrece así la conciliación como un instrumento para solucionar múltiples facetas del proceso
penal que producen insatisfacción social, ofreciendo como ventajas:
1. Una menor represividad que la que se derivaría de la culminación ordinaria del proceso
punitivo.
3. Las ventajas terapéuticas que con relación a los efectos traumáticos del delito pueden
derivase del proceso de mediación, siempre que estas estén conducidas por
profesionales, tal y como faculta el artículo 38 del C.P.P, al indicar que “para facilitar el
acuerdo entre las partes, el ministerio fiscal puede solicitar el asesoramiento y el auxilio
de personas o entidades especializadas en mediación, o sugerir a los interesados que
designen una”.
4. Una función pacificadora por comportar una solución parcialmente idónea para todos los
afectados.
5. Una consideración del interés de la víctima desde su propio crisol, lo que se garantiza
por supeditarse la conciliación a la previa percepción de satisfacción por parte de la
víctima, a diferencia del resto de soluciones en las que el perjudicado deberá
conformarse con la reparación que otros consideran adecuada.
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No obstante, son también profundos y graves los problemas que puede plantear la conciliación,
destacando así:
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Junto a esta diferencia con relación al ámbito de aplicación, es lo cierto que la víctima se posiciona
de manera diferente en una y otra medida; debiéndose destacar:
No son estos los únicos supuestos en los que la víctima tiene una determinada participación con
relación a la terminación del proceso. Conforme con el artículo 44 del Código Procesal Penal, la
acción penal se extingue por una serie de razones, teniendo la intervención de la víctima una
virtualidad esencial en algunas de ellas. Así:
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3. El número nueve que recoge la extinción en aquellos supuestos en los que se produzca
un resarcimiento integral del daño particular o social provocado, siempre que el
resarcimiento tenga lugar antes del juicio y se trate de infracciones contra la propiedad
sin violencia sobre las personas o infracciones culposas o contravenciones y siempre
que la víctima o el ministerio público – según los casos- lo admitan.
El artículo 294 del CPP RD otorga al fiscal la facultad de concluir la fase preparatoria con la
presentación de la acusación cuando estime que la investigación proporciona fundamento para
someter a juicio al acusado. Constituye, por tanto, un acto discrecional del ministerio público
mediante el cual manifiesta formalmente su intención de dar inicio al proceso penal.
En este escrito se resumen los actos practicados durante la fase preparatoria y se somete al
juzgador para su calificación jurídica mediante la evaluación de criterios formales y sustantivos de
legalidad. La presentación de la acusación puede considerarse como desencadenante del primer
acto jurisdiccional del proceso penal ya que será objeto de un examen judicial conducente a
determinar su admisibilidad y el objeto del juicio.
1. Identificación del imputado: Datos que sirvan para su individualización de modo que pueda
establecerse la conexión clara del imputado con los hechos delictivos. Además de la
obligación jurídica de señalar al autor que surge del principio sustantivo de la individualidad
de la responsabilidad penal, el requisito de la identificación cumple una función procesal
formal de dar a conocer las generales del imputado que permitan a la administración
judicial proceder con las prácticas de notificación de la celebración de los procedimientos
solicitados por el ministerio público al presentar la acusación. 349
2. Relación de los hechos imputados: una descripción de los hechos punibles que se
imputan. Particularmente el numeral segundo del artículo que se comenta establece que la
relación de hechos debe ser precisa y circunstanciada con la identificación específica de la
modalidad y formas de la participación del imputado.
349 A propósito de notificación, la ley procesal penal italiana (art. 417 a)) requiere que en el pliego de acusación se incluyan también las
generales de la víctima. El propósito de esta disposición radica en poner al juez en posición de poder proceder a notificarle a la víctima
interviniente de los actos introductorios a la audiencia preliminar en el caso en que el ministerio público no cumpla con su obligación o
ésta no sea manifiesta. Con el requisito de incluir la identificación de la víctima se garantiza a cabalidad con el cumplimiento de los
derechos que la ley le concede y que forman parte de un proceso debido a la víctima.Debido a que la legislación dominicana se
fundamenta sobre un sistema procesal tripartita, (entiéndase ministerio público- acusado-víctima) la práctica descrita constituiría una
plausible solución de lege ferenda a virtud del cumplimiento con los artículos 296 y 297 del CPP RD que ponen sobre el ministerio
público la obligación de notificar a la víctima, querellante y al actor civil. Asimismo el artículo 298 del CPP RD pone al secretario en
posición de cumplir con la obligación de notificar a las partes sobre la disposición de los elementos de prueba y los términos para la
celebración de la audiencia preliminar.
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3. La fundamentación de la acusación con la descripción de los elementos que la motivan de
modo que se permita al juez aquilatar el alcance del acusación mediante un juicio de las
probabilidades de éxito de la prueba a base de la consideración de su suficiencia.
4. La calificación jurídica de los hechos atribuida por el fiscal en la imputación de modo que el
juez al evaluarla pueda determinar su procedencia ya admitiéndola u ordenando su
modificación. Como surge de la disposición provista por el artículo 303, se faculta al juez
para que en la resolución ordenando la apertura a juicio pueda modificar la calificación
otorgada por el fiscal cuando se aparte de la acusación. Ello evidencia la naturaleza
jurisdiccional de la calificación jurídica del hecho, acto que compete al juez determinar y no
al fiscal.
350 A pesar de que la imposición de medidas de coerción no es objeto de examen directo en este manual instructivo, a manera de
comentario al margen debe señalarse la importancia de someter razones válidas que justifiquen ante el juez de la instrucción la decisión
de restringir la libertad del imputado. En Puerto Rico la aplicación de medidas de coerción no proviene de una solicitud del Ministerio
Público sino la decide el juez a base de recomendaciones de la Oficina de Servicios con Antelación al Juicio (OSAJ), un ente
gubernamental adscrito al Departamento de Corrección y Rehabilitación que investiga sobre criterios de riesgo de incomparecencia y
eventual supervisión en caso de que el imputado permanecezca bajo la custodia y supervisión de la oficina..
Por disposición de ley, antes de imponer una medida de coerción el juez de la instrucción deberá contar con el informe de evaluación y
recomendaciones que rinda la Oficina. La recomendación por un ente neutral, independiente del Ministerio Público, permite que el juez
tome una decisión mediante resolución judicial en la que constan las obligaciones de las partes. La supervisión de los imputados que
permanezcan bajo la custodia de la OSAJ está a cargo de trabajadores sociales y oficiales de seguridad quienes informan periódicamente
al tribunal sobre el progreso del imputado. Este tipo de supervisión ofrece un mayor grado de confiabilidad al procedimiento evitando
todo asomo de intervención fiscal en la imposición de la medida de coerción que permita vulnerar la presunción de inocencia.
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En esta etapa en que, como vimos, la decisión del Estado de acusar es definitiva pero no es el
fiscal quien tiene la autoridad para iniciar la acción penal contra el acusado, sino el juez de la
instrucción. Por tanto, compete a éste tomar una decisión informada sobre la existencia de bases
razonables para sostener la acusación que, además, garantice:
Al imputado:
b. La protección de su dignidad y honra contra ataques abusivos por parte del Estado así con la
exposición ante los medios de comunicación en audiencias públicas.
A los ciudadanos que colaboran en el proceso como testigos o de alguna otra forma que serán
objeto de un trato digno evitando que se disponga de su tiempo innecesariamente.
Por estas razones la audiencia preliminar no puede verse como un mero formalismo procedimental
en el cual el juez se convierta en un mero facilitador de los acusadores para la instancia de la
acción penal. La audiencia preliminar cumple una función de importancia para la garantía del
debido proceso de ley de todas las partes en la relación procesal penal.
Si bien la audiencia preliminar es un acto judicial trascendental para el éxito del proceso penal, no
constituye un juicio oral ni lo sustituye. Se trata esta institución jurídica de un juicio a la acusación y
no contra el imputado. Desde el punto de vista genérico se trata de un juicio sobre la admisibilidad
de las pruebas y la consecuente suficiencia de la acusación, y específicamente de determinar la
validez de las alegaciones que impidan la celebración del juicio oral, particularmente de aquellas
de naturaleza jurídica.
Expresamente establece el art. 300 que no se resolverán en la audiencia cuestiones que son
propias del juicio. Por tanto, el juez no hace una determinación en los méritos del caso sobre la
culpabilidad del acusado sino despeja el camino para evitar la celebración del juicio cuando la
acusación sea injustificada, no descanse sobre fundamentos válidos, existan causas que impidan
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el proceso o se presenten solicitudes de medidas de desjudicialización para celebrar
procedimientos alternos de resolución.351
El artículo 298 del CPP como expresión legislativa de los postulados que inspiraron la Reforma
Procesal Penal, define a la audiencia preliminar como un acto procesal oral y público. Aunque no
define el alcance de la publicidad, la expresión en el artículo 300 sobre el desarrollo de la audiencia
a que en cuanto sean aplicables rigen las reglas del juicio, adaptadas a la sencillez de la audiencia
preliminar, nos lleva mirar a la extensión de las disposiciones que proveen las reglas para la
publicidad del juicio como aplicables a la institución que se comenta, particularmente a la
aplicación de las disposiciones de los artículos 308 y 309 del CPP que abren al público las
sesiones de tribunal y permiten la participación de los medios de comunicación con la utilización de
equipos técnicos de grabación. En ambas situaciones, dentro de los límites legislativos, el alcance
de la publicidad será determinado por el tribunal en su calidad de regulador de la solemnidad del
proceso.
Como vimos, cuando el fiscal decide presentar la acusación deberá notificar al querellante, a la
víctima que haya solicitado ser informada de los procedimientos y al actor civil de modo que
manifiesten sus pretensiones.352 Una vez presentada, es deber del secretario notificar a las partes
e informar al ministerio público de su obligación de poner a disposición para examen por las partes
los elementos de prueba reunidos durante la investigación. La notificación conlleva el aviso
referente al término de tiempo del cual dispone para el examen coincidiendo con el plazo de cinco
días prescrito por el art. 299 del CPP RD para presentar la contestación de la defensa.
El artículo 298 contiene unos términos directivos para la celebración disponiendo un plazo no
menor de diez días ni mayor de veinte que debe entenderse comienzan a contar a partir del recibo
de la notificación. Aunque no aparece una disposición expresa a ese efecto, la lógica jurídica
351Es interesante a estos efectos la definición que de la audiencia hace el código procesal ecuatoriano al describir a la audienc ia
preliminar en su artículo 228 como una diseñada para permitir a las partes presentar sus alegaciones con respecto a la existencia de
requisitos de procedibilidad o de cuestiones prejudiciales, competencia y cuestiones de procedimiento que puedan afectar la validez del
proceso.
352
Artículos 296 y 297 del CPP RD.
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conduce a la inferencia de que la convocatoria deberá tener una fecha cierta por lo que deberán
tomarse en consideración para su fijación los siguientes factores:
Los últimos dos factores son de consideración compulsoria toda vez que se refieren al derecho
constitucional a la asistencia técnica que ampara al acusado según plasmado, inter alia, en el
artículo 111 del CPP RD, en el pronunciamiento a los efectos de que El imputado tiene el derecho
irrenunciable a hacerse defender desde el primer acto del procedimiento por un abogado de su
elección y a que si no lo hace se designe de oficio un defensor público.
Con la advertencia en su oración final a los efectos de que la inobservancia de esta norma
produce la nulidad del procedimiento.
Ya que la audiencia preliminar tiene, entre otros, el propósito de que el juez determine la
admisibilidad de las pruebas que se habrán de debatir en el juicio oral, la fijación de la fecha de
celebración debe hacerse en respeto al derecho a la defensa y a la contradicción no sólo para fines
de la audiencia preliminar sino en consideración de su protección en el juicio.
Como correctamente señala Vecchionacce,27 este contradictorio tiene como propósito dentro de la
fase intermedia, el examen y enjuiciamiento del resultado de la investigación manifestada como
colofón en la acusación y, junto con esto, establecer si es procedente la apertura del juicio oral.
Como vimos, el Código Procesal Penal alude a la oferta de pruebas como obligación del fiscal para
incluirlas como parte del contenido del acto de acusación. Expresamente señala el artículo 294
entre los requisitos de contenido:
El ofrecimiento de la prueba que se pretende presentar en el juicio que incluye la lista de testigos,
peritos y todo otro elemento de prueba, con indicación de los hechos circunstancias que se
pretende probar, bajo pena de inadmisibilidad.
En el mismo texto se le intima para que dentro de los cinco días siguientes a la notificación, el
imputado ofrezca353 los medios de prueba necesarios para resolver las cuestiones propias de la
audiencia preliminar.
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El referido artículo distingue entre la prueba que sustenta sus alegaciones contestarias al acto de
acusación que habrán de presentarse en el juicio y aquéllas que utilizará para derrotar la
suficiencia de la acusación en la audiencia preliminar.
En cuanto se refiere a las primeras, en el artículo 299 numeral 7 la expresión es clara a los efectos
de que se trata de proponer aquella prueba para refutar la ofrecida por el fiscal en el acto de
acusación de forma que se garantice el derecho a la confrontación de las partes. Las segundas se
refieren a los medios de prueba necesarios para resolver las cuestiones propias de la audiencia
preliminar.
Todo lo que puede servir para el descubrimiento de la verdad acerca de los hechos que...
son investigados y respecto de los cuales pretende actuar la ley sustantiva.
La utilización del término prueba en forma genérica induce a interpretar que lo que se requiere es
la indicación de los medios que habrá de utilizar para sustentar en el juicio su defensa contra las
alegaciones y que serán examinados por el juez para determinar su necesidad, legalidad,
admisibilidad y suficiencia como medida de economía procesal evitando así que cuestiones
estrictamente procesales tomen tiempo del juicio oral.
Los artículos 294 y 299 del CPP RD que son complementarios en cuanto el último hace referencia
a que la oferta de prueba de la defensa se hará conforme a las exigencias señaladas para la
acusación lo que significa para ambas partes que habrán de incluir la lista de testigos, los nombres
de los peritos y todo otro elemento de prueba con la indicación de los hechos o circunstancias que
se pretende probar. Éste constituye un criterio jurisdiccional ya que el artículo 294 advierte que su
incumplimiento conlleva la inadmisibilidad del acto de acusación.
El alcance del requisito señalado tiene su fundamento en la esencia del procedimiento intermedio
que es la depuración de las pruebas y la solución de controversias relativas a su admisibilidad para
preparar el camino para el juicio. Como se ve, no se trata de meramente mencionar los medios de
prueba sino de colocar a la parte contraria de objetar y al juez en la posición de aceptar o excluir
las pruebas que, por ejemplo: a. Resulten dilatorias del juicio oral; b. Sean acumulativas; c. No
sean pertinentes; y d. Hayan sido obtenidas de forma ilícita.
El artículo 300 del CPP RD describe sucintamente los pormenores del desenvolvimiento de la
audiencia preliminar. A diferencia de otras jurisdicciones, como Italia y Chile, que establecen
normas procedimentales directivas del desenvolvimiento de la audiencia, el legislador dominicano
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no desarrolló una normativa procedimental detallada al efecto. Surge de su lectura que la
audiencia consiste de dos partes, a saber: La constitución de las partes y la discusión de sus
alegaciones.
De haberse constituido el actor civil de conformidad con los artículos 120 a 125 del CPP RD y
notificado sus pretensiones según la reglamentación provista por el artículo 297, se verificará su
presencia. En ausencia de justa causa, de no comparecer a la audiencia preliminar luego de ser
debidamente citado, se entenderá que ha desistido tácitamente de la acción sin perjuicio de
continuar su reclamación por la vía civil, según disponen los artículos 124 y 125 del CPP RD.
En cuanto respecta a las ausencias del ministerio público y la defensa el código dispone que serán
subsanables de inmediato sustituyendo el fiscal y nombrando un defensor público o permitiendo su
reemplazo. En lo que respecta a la presencia del imputado, como vimos supra, su presencia es
indispensable por lo que, independientemente de las motivaciones para la ausencia, al tenor de la
disposición del artículo 300 se fijará una nueva fecha de celebración, disponiendo todo lo
necesario para evitar su suspensión.
El análisis de la disposición nos lleva a señalar algunas situaciones interesantes que surgen de la
misma y que requerirán de acción e interpretación judicial. Veamos:
La ausencia del abogado del imputado presenta una situación de naturaleza constitucional ya que
puede vulnerar los derechos a la defensa y a la contradicción de la prueba. De ahí que el legislador
haya previsto la necesidad de nombrar un defensor público o un reemplazo. No obstante no previó
que el alcance constitucional del derecho a la defensa no se satisface con el nombramiento.
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De modo que el derecho sea efectivo, el defensor debe ofrecer a su representado algo más que
una defensa pro forma. La obligación constitucional del Estado de proveer la asistencia técnica al
imputado conlleva el ejercicio de una defensa informada. A esos efectos el defensor debe estar en
posición de conocer los pormenores de la acusación y tener la oportunidad de examinar las
pruebas propuestas por los acusadores de modo que pueda contestarlas en forma sustancial.
De ahí la importancia, como vimos, de que el fiscal indique qué intenta probar y cómo, si a través
de prueba documental o testimonial, y la calidad del testimonio, si pericial o de ocurrencia. Debe
considerar el juez que consulta significa algo más que una entrevista.
En cuanto se refiere al reemplazo del fiscal, se pueden señalar argumentos similares en relación
con la protección de la representación de los intereses del Estado. Es obligación del ministerio
público sostener las alegaciones para lograr que se dé paso a su solicitud de apertura a juicio.
En igualdad de condiciones, el nuevo representante del ministerio público debe tener las mismas
garantías de oportunidad que la defensa de modo que pueda ejercer sus funciones conforme a su
obligación durante la audiencia preliminar.
A esos efectos la disposición en el artículo 300 a los efectos de que el juez fijará una nueva fecha
de celebración, disponiendo todo lo necesario para evitar su suspensión deja abierta la puerta
para que éste tome todas medidas para establecer un equilibrio entre la pronta celebración de la
nueva vista y la protección del derecho a la confrontación, incluyendo la imposición de nuevas
medidas de coerción o la modificación de las ya impuestas.
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Como vimos, el artículo 300 dispone que rigen las reglas del juicio adaptadas a la sencillez de la
audiencia preliminar. Ello nos lleva a hacer un ejercicio de interpretación analógica basado en los
propósitos de la audiencia distinguiéndolos de los que fundamentan el juicio oral.
- Secuencia procesal
Una vez constatada la presencia de las partes, el juez procederá a declarar abierta la discusión.
Tendrá la obligación de advertir al imputado y al público que pudiera estar presente sobre los
motivos de la audiencia preliminar.
Se da comienzo con la lectura de los actos acusatorios del fiscal y el querellante y de la demanda
de la parte civil. Como parte solicitante de la apertura a juicio, la discusión deberá iniciarse con una
exposición sucinta por parte del ministerio público del resultado de la investigación y de los
elementos de prueba que justifican su solicitud así como de los fundamentos que la motivaron.
Aunque el artículo 319 no hace referencia a la disposición contenida en el artículo 105 a los efectos
de que el imputado podrá solicitar la práctica de las diligencias que considere oportunas,
entendemos que si bien no se trata de un solicitud compatible con la etapa del juicio, por la
naturaleza de la audiencia preliminar, es procedente hacerlas, sobre todo si conducen a la
adquisición de prueba exculpatoria que evitaría la sumisión al juicio. Por vía de ilustración, podría
solicitarse por el imputado que se obtenga documentación demostrativa de coartada, de
declaraciones anteriores del imputado que demuestren su posición o de las víctimas ante terceros
que puedan ser contra interés y que sirvan para impugnar su veracidad o credibilidad.
La invitación a declarar debe cumplir con las siguientes reglas formales: acompañarse con una
explicación clara y sencilla del hecho que se le atribuye con la advertencia de que puede
abstenerse de declarar sin que su silencio o reserva le perjudique.
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dilatorio del procedimiento y sin que esta facultad dé lugar a indefensión material.
A esos efectos el juez debe estar vigilante de que las declaraciones se refieran al
objeto de la acusación, de lo contrario deberá amonestar al imputado de que si
persiste en querer declarar sobre asuntos ajenos a la acusación, se le impedirá
continuar declarando.
A este respecto deberá también el defensor estar vigilante sobre los actuaciones del imputado e
instruirle sobre el alcance de su declaración.
El imputado deberá estar asistido por su abogado en todo momento y debe permitírsele consultar a
su defensor.
Al terminar su declaración será interrogado por el ministerio público, el querellante, la parte civil, el
defensor y el juez en ese orden. Asimismo podrán las partes y el juez durante la audiencia hacer
preguntas aclaratorias de sus manifestaciones.58 De conformidad con lo dispuesto por el artículo
323, recibida la declaración del imputado, el juez escuchará los argumentos y examinará las
pruebas del ministerio público, el querellante, la parte civil y la defensa, salvo que se hubiera
acordado otro orden. Y tomar una decisión ponderada sobre la admisión de la acusación y la
apertura a juicio.
La decisión del juez de la instrucción de ordenar la apertura del juicio marca el inicio de la etapa de
juicio donde se ventilará la responsabilidad del ahora formalmente acusado. El auto de apertura a
juicio equivale a una acusación formal por lo que deberá contener:
6. Intimación a las partes para que en el plazo común de cinco días comparezcan
ante el tribunal de juicio y señalen el lugar para las notificaciones.
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Aunque no bajo pena de nulidad, en otras jurisdicciones como Italia 354 y Chile355 se incluye como
parte del contenido del auto de apertura a juicio oral las pruebas que deberán rendirse en el juicio
oral de acuerdo con las convenciones probatorias.
Si el fiscal no estuviera conforme con la decisión final podrá utilizar el mecanismo provisto por el
artículo 304 para que la parte afectada con el auto de no ha lugar pueda recurrir a la Corte de
Apelaciones media de modo que el juez pueda valorar los elementos señalados conforme a los
dispuesto por el artículo 172 del CPP RD nte el recurso de apelación.
sobre la solicitud de apertura a juicio podría devolver la investigación al ministerio público para suplementarla. De ser así se pone de
manifiesto la necesidad de reglamentar la situación en función de, entre otros, los siguientes factores: · su procedencia si a solicitud de
parte, motu propio por el juez; · determinación de los plazos dentro del término previsto para la conclusión de la investigación; · si se
trata de pruebas ya adquiridas o por investigar. El ordenamiento procesal italiano contempla la revocación de la resolución de no ha lugar
una vez dictada cuando se descubre nuevas fuentes de prueba que por sí solas o unidas a las ya adquiridas podrían ser determinantes para
decretar la apertura a juicio. De acuerdo con la reglamentación establecida, se puede solicitar al juez de la audiencia preliminar la
celebración de una nueva audiencia dentro de un término de seis meses. La negativa del juez permite al fiscal elevar un recurso de
casación. Ciertamente éste no es el caso provisto por la legislación dominicana ya que el legislador fue explícito al disponer como causal
para dictar un auto de no ha lugar a la apertura sólo cuando no exista la razonable posibilidad de incorporar nuevos elementos de prueba.
Ahora bien, la frase subrayada plantea las siguientes interrogantes: · De existir esa posibilidad, ¿puede el juez de la instrucción
suspender la audiencia para permitir su adquisición y oferta? ·
¿Puede el fiscal luego de emitirse un auto de no ha lugar mediante el recurso de apelación provisto por la disposición del ar tículo 304
solicitar que se celebre una nueva audiencia cuando ha adquirido nueva prueba?
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TEMA 9: EL JUICIO
1- Principio de imputación
Cuando la ley nos informa que el juicio “...se realizará sobre la base de la acusación, se sitúa sobre
el principio de imputación definido como un componente de los derechos de audiencia y defensa,
cuando ha delineado el concepto del debido proceso. Este principio supone la formulación de una
acusación por parte del actor penal (ministerio público o querellante), descriptora del hecho de
modo preciso y circunstanciado con la respectiva calificación legal y, además, la individualización
del acusado”.
La importancia de este principio se establece por los efectos que trae consigo. La actuación del
acusador debe ser transparente en cuanto a los hechos que atribuye al imputado, para efectos de
que no haya trampas para la defensa. Y el tribunal tiene limitada su competencia fáctica a los
hechos objeto del proceso, aunque puede darles una calificación distinta a la propuesta por el actor
penal.
En la fase de juicio el principio de oralidad juega un papel fundamental, en cuanto la mayoría de los
actos de esta etapa del proceso se cumplen de viva voz.
Una rápida remisión al testimonio permite ilustrar esta afirmación. A través de los sentidos el ser
humano recibe constantemente una serie de datos como la temperatura, corrientes de aire,
sonidos, luz, colores, olores, sabores, etc. Sin embargo los datos a nivel cerebral son
concatenados e interpretados; el producto de ese procesamiento es la percepción. El testigo
espontáneamente recibe y percibe los hechos total o parcialmente. Después viene el fenómeno de
la comunicación entre un transmisor (testigo) y un receptor. La riqueza o pobreza cultural e
idiomática del primero le permitirá informar con mayor o menor exactitud su conocimiento, pero
esto dependerá también de la formación del receptor en lo que hace a su cultura y dominio del
idioma.
La oralidad en la recolección de la prueba ubica en el mismo sitio a todas las partes -incluido el
tribunal- como receptor. Esto permite conocer al testigo, durante la brevedad de la declaración, en
los aspectos de educación y uso del lenguaje; las partes pueden descender al nivel del deponente,
para así valorar de la mejor forma el mensaje. Incluso, de ser necesario, este podrá expresar sus
ideas con ademanes o una dramatización en la sala de audiencias, con el uso de una pizarra o
maqueta, etc. Así se conocerá de la mejor forma la versión del testigo. Éste es el valor de la
oralidad en la recolección de la prueba, íntimamente relacionada con la inmediación.
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Como si las limitaciones humanas del testimonio no tuvieran mayor significado, el proceso escrito –
en contraste con el procedimiento oral- introduce varias limitaciones adicionales. Al juzgador llega
un acta levantada por un escribiente o un actuario, quien consigna lo que de acuerdo a su
percepción dijo el testigo, pero limitado el documento a la riqueza o pobreza de lenguaje de su
escritor. De este modo, no es la versión del testigo sino la que percibe el escribiente o actuario,
pero además el deponente no podrá utilizar otros medios le expresión complementarios como
dibujos, mímica, etc. A lo anterior se une la crítica relativa a que el juicio escrito se da en ausencia
de las partes lo que debe suplirse mediante un excesivo formalismo innecesario en el juicio oral.
Por lo dicho hasta aquí, la oralidad está íntimamente relacionada con la inmediación, pues no es
suficiente la forma de cómo se realiza el juramento del testigo, cómo se identifica y cómo habla;
además debe el juzgador estar atento a sus gestos y movimientos, permitiendo inclusive la
demostración corporal y el desenvolvimiento espacial. Este contacto permite otorgar crédito o
desconfianza al testigo, imposible durante el juicio escrito.
La oralidad e inmediación tienen sus excepciones pero sobre ello se volverá posteriormente. Sin
embargo, basta por ahora destacar las ventajas sobre el juicio escrito, agregando a lo expuesto la
realización del derecho de defensa pues la oralidad permite conocer directamente -de primera
mano- la prueba incorporada al debate.
3- Principio de publicidad
4- Principio de contradictoriedad
Supuesto importante del contradictorio es conocer el razonamiento del contrario y las pruebas que
lo sustentan, pues solo de esta manera es posible rebatir u oponerse adecuadamente. A través de
la concentración del debate se logra la imposición de los argumentos por todas las partes, por lo
cual es posible el inmediato cuestionamiento y objeción. Cualquier actuación en quebranto de la
contradictoriedad del debate o en negación a la posibilidad de rebatir, atenta contra el principio de
inviolabilidad de la defensa y abre la posibilidad de recurrir.
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5- Principio de continuidad
Antes de entrar al desarrollo del debate, deben puntualizarse algunos aspectos que, si bien no
guardan organicidad expositiva dentro de este capítulo, deben ser conocidos como requisitos de
entrada -por llamarlos de alguna forma- para la comprensión del debate.
Preparación el debate
Con el nuevo ordenamiento, el tribunal de juicio recibe un legajo de mínima extensión (sin actas de
declaraciones salvo las recibidas par el procedimiento de prueba anticipada), con un auto de
apertura a juicio, dictado por el juez del procedimiento intermedio que ordena -entre otros- «la
prueba ofrecida para el juicio». De esta manera el tribunal de juicio es «virgen» con respecto al
conocimiento de la prueba, no hay posibilidad de prejuicio por esa vía.
Con esta novedad que da al juez de juicio su verdadero papel como juzgador objetivo e imparcial,
cabe detallar el trámite una vez que sea recibido materialmente el proceso.
En lo que respecta al tiempo en que deben cumplirse los actos del debate, el Código Procesal
Penal, establece términos importantes cuyo respeto se traducirá en la realización del principio de
“justicia pronta”. Así, recibidas las acutaciones por el tribunal de juicio -monocrático o colegiado
según las reglas de competencia material- quien lo preside, dentro de las 48 horas que sigan a su
recepción, ha de señalar día y hora para la celebración del debate. La resolución dictada por el
juez que presida en este plazo, precisa así el momento del juicio, y éste iniciará entre los quince a
los 45 según los términos del artículo 405 del Código Procesal Penal dominicano, a partir de la
resolución que fija la fecha de su celebración.
Así, desaparece la posibilidad de suspensión (de hecho) de procesos sin razón atendible, por
semanas, meses o años. Tal posibilidad, como actuación ilimitada, ha sido desterrada del Código
Procesal Penal. Si bien se admiten algunos casos de suspensión, no pueden ser superiores a los
diez días, so pena de interrupción del proceso, reiniciando todas las actuaciones; la negligencia del
tribunal acarrea responsabilidad a los funcionarios de tipo disciplinario. Es lo que resulta del
contenido de los artículos 315 al 317 del Código Procesal Penal.
Una vez iniciado el debate, debe continuar durante todas las audiencias consecutivas que sean
necesarias hasta su terminación, pero puede suspenderse hasta por diez días por cuatro causas
distintas: (i) aspectos incidentales, (ii) necesidades probatorias, (iii) razones de salud y (iv) respeto
de la defensa. Sobre ellas se volverá posteriormente.
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El término de diez días de suspensión del debate se ha fijado como medida protectora de la
inmediatez con que se ha conocido la prueba, en el sentido de evitar que el transcurso de un
tiempo prolongado pueda borrar de la memoria de los jugadores y otras partes los actos del
debate. En consecuencia, cualquier superación del plazo de diez días es causa de anulación del
debate y la sentencia por la vía de impugnación, aun cuando hubiera sido prorrogado el término
con el consentimiento de las partes. Sobre este particular, debe subrayarse, no hay disponibilidad
de las normas procesales. Una característica del término de suspensión es que no se trata de una
medida acumulativa, en cuanto no se suman los diversos períodos de suspensión hasta alcanzar
diez días, pues a partir de cada decreto de cesación de la continuidad comienza a correr el plazo
que en caso de darse tres suspensiones, cada una por el término de cinco días, no implica el
exceso del / plazo por sumar quince días; cada vez que comenzó a correr un tiempo de diez días y
por no haberse excedido nunca, el trámite se encuentra a derecho.
Finalmente, en lo que hace al plazo, debe computarse en días hábiles. Esto no deja de ser un
obstáculo a la inmediación, sobre todo cuando se presentan juntos varios días no laborales como
son por ejemplo: jueves, viernes, sábado y domingo santos.
Si bien la finalidad de justicia pronta es base fundamental del juicio oral, la presteza no debe
sobreponerse a la averiguación de la verdad y a la emisión de una resolución justa. Por ello, de
presentarse alguna situación no postergable hasta el dictado de sentencia el tribunal debe resolver
inmediatamente, pero de no poder hacerlo tiene la facultad de ordenar la suspensión del debate
por el tiempo necesario para la decisión, en un tiempo no mayor de diez días autorizados por el
Código Procesal Penal en su artículo 315, como límite en la duración de toda suspensión. Se trata
aquí de incidentes, recursos y cualquier otro aspecto que por su naturaleza o grado de dificultad
impidan el rápido análisis por parte del tribunal. La suspensión para la solución de estos incidentes,
constituye una excepción expresa al principio establecido en el artículo 146 del mismo código
dominicano, sobre la decisión que sigue a una audiencia oral, en tanto los jueces se toman el
tiempo necesario para proveer la solución, lo cual no está permitido en el tiempo de preparación
del juicio según las normas del artículo 405.
La actividad probatoria durante el juicio oral impone en algunos casos el traslado al exterior del
recinto de audiencias para la producción de una prueba (inspecciones oculares, peritaciones en
laboratorios, reconocimientos, etc.), o la presentación compulsiva de testigos o peritos que
desatendieron la citación del tribunal o del Ministerio Público, y en ocasiones-la información
obtenida en juicio impone la recepción de prueba no ordenada originalmente para la audiencia. En
estos casos es admisible la suspensión del juicio.
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no dictar sentencia y anular el debate a fin de repetirlo integralmente cuando sea localizada la
persona cuya declaración se echa de menos. Refuerza este criterio el principio de irrectractabilidad
de los actos procesales, según el cual “...bajo pretexto de renovación del acto, rectificación del
error o cumplimiento del acto omitido, no puede retrotraerse el proceso a períodos ya precluídos,
salvo los casos expresamente previstos”.
En tanto la salud humana es contingente, el debate puede ser suspendido por enfermedad de los
jueces, fiscales, defensores e imputado. Sin embargo, cuando desde el principio del juicio el
tribunal se hubiera constituido por un número mayor de jueces de los requeridos, en tanto se
conserve el número mínimo exigido por la ley el debate: Lo que no puede admitirse es que los
jueces no presencien completamente el debate, o el dictado de sentencia por juzgadores distintos
a quienes asistieron al juicio oral y público.
El ministerio público, el querellante o ambos a la vez, pueden ampliar la acusación, para introducir
un hecho o una circunstancia nueva no contenida en el requerimiento o en la querella, si modifica
la calificación legal y agrega una agravante o lleva a la configuración de un delito continuado o
contínuo. La ampliación es sumada a la acusación inicial, por lo cual el imputado tiene derecho a la
suspensión del juicio para preparación de la defensa, y hecha la ampliación se integra a la
acusación formando parte de ella, con lo cual se asegura posteriormente la correspondencia entre
la acusación y la sentencia. Es lo que resulta de las disposiciones del artículo 322 del Código
Procesal Penal.
Peritos y testigos
La incomunicación de los testigos plantea un problema material, pues obliga a tener más de una
sala de espera a fin de distribuir a quienes deben declarar en la misma causa. Otro obstáculo a
esta disposición son las suspensiones para el almuerzo o de un día para otro, sobre todo en casos
de fuerte impacto social, pues aunque se quitara comunicación del testigo no puede ser sustraído
de las informaciones periodísticas. Estos aspectos no invalidan por sí solos la prueba, pero deben
ser apreciados por el tribunal de acuerdo a la sana crítica.
En lo que respecta al interrogatorio, será el oferente quien haga uso de este poder y después las
otras partes en el orden indicado por el tribunal, pero la defensa podrá interrogar de último aun
cuando hubiera procedido inicialmente por ser su prueba. Quien presida vigilará porque no se
formulen preguntas capciosas (que induzcan a error al compareciente), sugestivas (una afirmación
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que puede contestarse con un “sí” o un “no” sin mayor explicación) o impertinentes (fuera del
objeto de prueba). La pregunta debe requerir una explicación del deponente.
Sobre este último concepto debe guardarse cuidado. La experiencia enseña que la declaración se
compone de un tema central y de un tema periférico, ambos igualmente importantes. El primero es
el hecho principal, pero el lugar, la hora, vehículos y personas intervinientes en un hecho de
tránsito con resultado de homicidio culposo, corresponden a un tema periférico. Alrededor de esta
información el testigo debe suministrar otros detalles que permiten, en algunos casos, establecer la
credibilidad de su versión; así por qué estaba en el lugar, de dónde venía, hacia dónde iba, con
quién estaba, cuántas personas llegaron al sitio, si se presentó primero la policía de tránsito o la
Cruz Roja, etc. Las partes tienen derecho al interrogatorio central como al interrogatorio periférico,
y ninguno de los dos son impertinentes o fuera de orden.
Una vez recibida la prueba testimonial y pericial, se pasa a la lectura de documentos. Sin embargo,
cabe aclarar que antes de suspender el debate por la falta o incomparecencia de algún testigo o
perito, debe agotarse la prueba que se tiene a mano, donde resulta clara la modificación del orden
de recepción de la prueba y es posible pasar inmediatamente a la lectura de la prueba documental.
Entre ella la más importante es la prueba anticipada.
Esto cambia el concepto mismo de prueba, que será la producida en el debate o incorporada por
lectura cuando excepcionalmente se ha utilizado el mecanismo del anticipo jurisdiccional. En otros
términos, los actos de investigación de la policía y del ministerio público para preparar la acusación
no son prueba ni pueden llegar a tener el valor de tal. El principio esta recogido por el artículo 276
del Código Procesal Penal, que reza así:
«No tendrán valor probatorio para fundar la condena del acusado las actuaciones de la
investigación preparatoria, salvo las pruebas recibidas de conformidad con las reglas de los
actos definitivos e irreproducibles y las que este Código autoriza introducir en el debate por
lectura».
La regla es la ausencia de todo valer a las diligencias policiales y actos del ministerio público, con
las aparentes salvedades: (i) las pruebas recibidas de acuerdo a la regulación de los actos
definitivos e irreproducibles, y (ii) las actuaciones autorizadas a incorporar al debate por lectura. Es
claro que estas dos situaciones no constituyen excepción a la regla, por cuanto la normativa para
la realización de actos definitivos e irreproducibles y cualquiera otro autorizado a introducirse por
lectura al debate, son los anticipos de prueba dirigidos por un juez y no por un policía o un fiscal.
Aquel debe hacer un señalamiento con cita de las partes, y procurar el ambiente del juicio sólo
para el recibo de la prueba, con contradictorio, oralidad e inmediación, y desde luego con el
interrogatorio de las partes.
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Las dos situaciones en que corresponde la realización del anticipo jurisdiccional de prueba, son
correlativas a las indicadas por el artículo 276:
La discusión se realiza con la finalidad -cada una de las partes- de convencer al tribunal.
Obviamente los fiscales y abogados pueden consultar notas, sobre todo las tomadas durante la
audiencia al escuchar a los testigos y las conclusiones de las otras partes, pero no es admisible el
prejuicio que evidencia la lectura del discurso. Cada parte debe elaborar sus conclusiones en la
audiencia, no antes. Por ello, si bien es posible la consulta de apuntes breves, queda prohibido leer
memoriales.
Aunque no se traduce en consecuencias tan severas, llevar las conclusiones escritas al juicio
reviste la misma gravedad -a los efectos del proceso- que si el tribunal redactara la sentencia antes
de cerrar el debate. Probablemente se tocarían aspectos externos al desarrollo del juicio y se
dejarían fuera algunos puntos importantes del debate.
Consecuencia del desgaste de nuestra disciplina ha sido correr el eje del derecho penal, de las
consecuencias del hecho punible al juicio de culpabilidad. Así, el centro de la acusación, de la
defensa y de la decisión jurisdiccional, es la absolución o la condena del culpable; pero la pena,
consecuencia que en mayor forma afecta al imputado, ha sido tratada con descuido -por no decir
desinterés- por parte de los operadores del sistema. Esta denuncia, sin ser novedosa, ya ha sido
afirmada por Binder para destacar la importancia de la división del juicio en dos fases.
1. Una primera fase denominada interlocutorio de culpabilidad, a cuyo término decide el tribunal
acerca del hecho investigado y de la culpabilidad del imputado para lo cual emite una sentencia
fraccionada
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2. Caso de declarar la responsabilidad penal del acusado, continúa el juicio con el capítulo de
punición en el que se recibe la prueba relativa a la individualización de la pena.
Bajo esa fórmula, «químicamente pura», la segunda etapa se destina a decidir acerca de la pena
pero también de la “acción civil resarcitoria”. El Código dominicano no precisa el momento en que
ha de producirse el ordenamiento por el juez de la división del juicio. En la práctica de algunos
países como Costa Rica, la solicitud de realización del debate en dos fases debe formularse ante
el tribunal de la fase intermedia, el que decidirá este aspecto antes de remitir la causa al tribunal de
Juicio. Ese modo de instrumentar la petición y decisión de la cesura, excluyendo de la decisión a
los jueces de juicio, pretende evitar el prejuicio de estos. De consiguiente, la oportunidad para
determinar la división del juicio es durante la etapa intermedia.
Sin embargo, existe una excepción regulada en el citado ordenamiento: El tribunal de juicio puede
escindir el debate en dos etapas cuando el hecho fue cometido (1) en un grupo social con
características culturales particulares, para determinar las reglas de cultura del imputado. Pero esta
resolución no puede darse a priori sino como una necesidad sobrevenida del desarrollo de la
audiencia, de tal modo que se protege al juzgador del prejuicio.
Debe subrayarse, con el fin de aclarar totalmente el tema, que la división del juicio en dos fases no
obedece al curso natural del proceso, sin una petición de la parte interesada o a la necesidad
surgida en el desarrollo del debate. Pero debería ser la regla para todos los juicios.
Desde una óptica economista del proceso resultaría ocioso recibir una gran cantidad de medios y
elementos probatorios relativos a la pena y a la cuestión civil, si el tribunal ya se hubiera formado
criterio para resolver; así, resuelto el interlocutorio de culpabilidad -en algunos casos- se podrá
dictar sentencia definitiva.
Un problema importante es definir los parámetros que en otros ordenamientos han de ser
ponderados por el juez, para con esto rechazar la petición de cesura o división del juicio. Como
resulta obvio, el capítulo de punición responde a un concepto garantista en cuanto a través de él
debe probarse y fundamentarse la pena necesaria, lo cual nos lleva a la idea de conceder siempre
la petición de cesura. Esta debería ser la regla, pues convendría evacuar en todo proceso la
prueba que permita la individualidad de la pena; pero la realidad es otra, las partes no se
preocupan de realizar actividad probatoria sobre estos aspectos. Por ello la cesura debe
concederse, de momento (y con el deseo de un pronto cambio) por razones de orden únicamente,
cuando se ofrezca una buena cantidad de pruebas para la individualización de la pena, que se
reservarán para el eventual capítulo de punición. Igual criterio debe privar en caso de división
solicitada por las partes civiles, cuando se da el ofrecimiento de la prueba. Debe tratarse con
cuidado el punto, pues no siempre que la primera fase termine en absolutoria se podrá prescindir
de la segunda parte de la audiencia, porque en algunos casos a pesar de recaer sentencia
liberatoria de responsabilidad penal habrá de condenarse civilmente. No corresponde ahora hacer
una exposición en extenso acerca de la división del juicio o cesura, como se le suele llamar en
Costa Rica, pero es menester advertir -aunque sea de paso- la existencia de dos situaciones en
que a pesar de la absolución en el primero debe celebrarse el segundo capitulo del juicio.
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culpabilidad el hecho es típico y antijurídico, de donde se ha configurado el injusto y aunque no se
configure el delito y no sobrevenga la pena- la ilicitud podría acarrear responsabilidad civil.
En los casos de responsabilidad civil objetiva (culpabilidad), no originada en una acción típica y
antijurídica. Además podrían darse casos en que se lleva adelante una acción civil resarcitoria,
iniciados bajo la calificación jurídica de esta estafa, estelionato, apropiación indebida, etc., que si
bien podrían resultar atípicos en sentencia, no por ello el tribunal podría dejar de resolver en lo civil
si hay base de orden contractual suficientemente probada.
En definitiva, los parámetros que provee la legislación dominicana no son numerosos, pero
precisan que es inadmisible la revelación de prueba sobre los antecedentes y la personalidad del
imputado en la primera parte del juicio, es decir, en la parte en donde se discute sobre la prueba de
la existencia del hecho y la culpabilidad del imputado (ver Art. 348 CPP-RD). La cuestión de
cuando se produce la orden de división, es tema para discusión y de precisión doctrinal y
jurisprudencial.
9.6. Clausura.
Después de escuchar el resumen final de conclusiones de cada una de las partes, se inicia la fase
de clausura del debate que no está constituida por una simple declaración de cierre, pues se trata
de un acto complejo. Se encuentra regulada en el artículo 331 del Código Procesal Penal.
Las consecuencias de estas manifestaciones y de la víctima, en torno al valor probatorio que se les
atribuye, ha sido causa de interesantes discusiones en Costa Rica. Aquí la legislación no provee la
claridad suficiente para obviarlas definitivamente. La nota de interés la pone la cuestión de que
tales intervenciones ocurren luego de el enunciado del texto en comentario ha dicho, terminada la
recepción de las pruebas, como colocando lo que sigue fuera de la actividad probatoria del juicio.
Por lo que conocemos, las viejas prácticas procesales dominicanas, pueden proveer parámetros
de entendimiento de esta cuestión.
9.7. Deliberación.
El paso siguiente a la clausura del debate es la deliberación, regulada por los artículos 332 y 333
del Código Procesal Penal. Esta se debe iniciar sin espera alguna pues con ello se pretende evitar
los olvidos, se tutela así la inmediación.
Los jueces reunidos en sesión secreta por un plazo máximo de dos días, deben resolver todos los
extremos planteados en el juicio. Sólo se admite como causa de suspensión por un plazo máximo
de tres días, la enfermedad de alguno de los miembros del tribunal.
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Un aspecto importante de la deliberación es su carácter secreto. Por razones deontológicas,
aunque la ley no hubiera dicho nada, debe guardarse reserva acerca de la forma como se produjo
la decisión jurisdiccional.
De acuerdo a lo dispuesto por el artículo 333, la agenda para la deliberación está constituida por
los siguientes temas que deben resolverse en orden: (i) aspectos incidentales. (ii) la existencia del
hecho, calificación legal y la culpabilidad. (iii) individualización de la pena (iv) restitución de las
cosas, y (v) lo relativo a la responsabilidad civil y actos preparatorios.
Votación
El mismo artículo 333 establece la forma de votación. Todo será resuelto por mayoría de los
integrantes, a excepción de la cuantificación de la pena y de los montos de indemnización civil que
-caso de desacuerdo- se fijarán en el «término medio», es decir en el promedio. Interpretada esta
previsión a contrario, revela que en casos distintos a la cuantificación de la pena y de las partidas
de la acción civil, de producirse diversidad de criterios, debe continuar la deliberación hasta que se
forme la mayoría. No deja de ser un problema en este caso el trabajo contra el tiempo.
En algunos casos será suficiente la mayoría con relación al dispositivo, pero en otros la mayoría
debe compartir tanto el fundamento como el dispositivo. Esto último por cuanto en algunos asuntos
dependen del fundamento otras consecuencias no exclusivamente penales.
Cuando la mayoría se forme por el dispositivo únicamente, el fundamento de cada voto debe
incluirse en la sentencia porque el razonamiento de cada Juez pasa a formar la motivación integral
del fallo. Como se ha dicho, la legislación dominicana distingue dos especies del voto minoritario:
el voto salvado y el voto disidente.
En los casos en que la mayoría debió formarse por el fundamento y el dispositivo de los votos,
pero por un error in procedendo los juzgadores consideraron sólo el dispositivo e incluyeron
fundamentos con efectos jurídicos distintos, la sentencia podría ser impugnada por el vicio de
fundamentación contradictoria. Debe así el tribunal cuidar este aspecto para realizar un buen
trabajo.
En lo que respecta al voto de minoría, puede insertarse dentro del «considerando» de una decisión
o sentencia, como un capítulo más, o en su caso puede hacer un apéndice en que el juez disidente
consigne sus razones, pero esto no lo exime de firmar la sentencia junto con la mayoría.
9.8. Sentencia.
Requisitos
Como todo documento público, la sentencia tiene dos perfiles, uno externo y otro interno. Los
requisitos externos están debidamente enumerados en el artículo 363, de manera que no requieren
mayor explicación. Sin embargo, es necesaria una rápida visión de las exigencias internas del fallo.
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Internamente la sentencia está estructurada por la fundamentación o motivación a tres niveles: i) la
fundamentación fáctica; (ii) la fundamentación probatoria, tanto descriptiva como intelectiva; y (iii)
la fundamentación jurídica.
Redacción y lectura
Una vez terminada la deliberación, debe redactarse y firmarse la sentencia, cumpliendo los
requisitos externos e internos apuntados por el código en el artículo 334. El tribunal, después de
convocar verbalmente a las partes debe constituirse en la sala de audiencias, donde será leída «a
quienes comparezcan»; esto es, al imputado, público o periodistas, abogados o al fiscal; con ello
debe eliminarse la mala práctica de no leer el fallo cuando no se presentan las partes a la lectura,
con lo que se ignora la importancia del público que ha concurrido como contralor del tribunal. Si se
dijo que con la clausura del debate terminaba la primera manifestación oral y pública del juicio, con
la lectura y notificación de la sentencia se da la segunda.
Por lo avanzado de la hora o la complejidad del caso, terminada la deliberación el tribunal podrá
redactar y leer únicamente la parte dispositiva del fallo, pero uno de los jueces debe resumir
oralmente las razones en que se basa el dispositivo. En la misma oportunidad se citará a las partes
para la lectura integral de la sentencia, dentro de un plazo no superior a cinco días.
Aquí el Código Procesal Penal tiene una mejora con relación al viejo proceso que sólo daba tres
días para la redacción y lectura diferida. Con ello se podrán cumplir de mejor forma los requisitos
externos e internos de la sentencia.
De recaer sentencia absolutoria, se ordenará la libertad del imputado la que se hace efectiva desde
la sala de audiencias. Al recaer sentencia condenatoria, podrá revocarse incluso la libertad del
condenado mantenerse la prisión preventiva que, de rechazarse la casación, vendría abonar el
descuento total de la pena.
- El Plazo
El artículo 399 del CPP impone una exigencia temporal al establecer que “los recursos se
presentan en las condiciones de tiempo... que se determinan en el código”. Esta obligación de
interponer el recurso en un plazo concreto reside en la aspiración de conjuntar la posibilidad de
revisión de una resolución, con la exigencia de que la decisión adquiera –para que pueda llegar a
ser operativa- los efectos de la cosa juzgada formal.
Los plazos que el legislador otorga para impugnar varían en función de la naturaleza del recurso y
serán objeto de análisis posteriormente, no obstante, sea cual sea este:
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a. Son plazos de caducidad, apreciables de oficio e interrumpibles únicamente por la
presentación de un recurso con todos los presupuestos de admisibilidad. Así se deriva
expresamente del artículo 143, que establece que los plazos son perentorios e
improrrogables... salvo que la ley permita su prórroga o subordine su vencimiento a
determinada actividad o declaración –lo que aquí no ocurre-
No obstante la sencillez de estas normas, son numerosas las cuestiones que con relación al plazo
se van a suscitar:
El Tribunal Constitucional español tiene establecido en reiterada jurisprudencia que una vez que se
prevé legalmente un recurso, el mismo se incorpora al derecho a la tutela judicial efectiva, de
suerte que puede afirmarse la violación del debido proceso cuando se impida el acceso al recurso
por causas no razonables o arbitrarias, o bien por una interpretación rigorista o literal, no acorde
con los fines de la norma legal que autorice el recurso10. No obstante, la exigencia judicial de
observancia de los plazos establecidos por la ley para la interposición de los recursos resulta del
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todo razonable, debiéndose atribuir a su incumplimiento la consideración de defecto insubsanable,
pues debe tenerse presente, como afirma también el Tribunal Constitucional español, que “la
inmodificación de la sentencia integra también el contenido del derecho a la tutela judicial efectiva,
de modo que si fuera del cauce del correspondiente recurso, el órgano judicial modificase una
sentencia, vulneraría el derecho fundamental del justiciable a la tutela judicial efectiva, puesto que
la protección judicial carecería de efectividad si se permitiera reabrir un proceso ya resuelto por
sentencia firme”.
Como se vio, el artículo 143 del CPP establece que los plazos son perentorios e improrrogables,
salvo que la ley permita su prórroga o subordine su vencimiento a determinada actividad o
declaración. Si bien la aludida posibilidad de prorrogar los plazos no se recoge para los recursos
en los artículos 393 y siguientes de la ley rituaria, no obstante, la cuestión surge a la luz del artículo
147 del CPP, el cual establece la posibilidad que tienen las partes de solicitar la reposición total o
parcial del plazo, cuando por defecto de la notificación, por razones de fuerza mayor o por caso
fortuito, no hayan podido observarlo. Nada empece que tal previsión legal pueda entrar
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