Derechos Humanos y Salud
Derechos Humanos y Salud
Derechos Humanos y Salud
Como seres humanos, nuestra salud y la de quienes están a nuestro cuidado es motivo de
preocupación cotidiana. Independientemente de nuestra edad, género, condición
socioeconómica u origen étnico, consideramos que la salud es el bien más básico y precioso
que poseemos. Por otra parte, la mala salud puede impedirnos asistir a la escuela o ir a
trabajar, cumplir con nuestras responsabilidades familiares o participar plenamente en las
actividades de nuestra comunidad. Por la misma razón, estamos dispuestos a hacer muchos
sacrificios si ello nos garantiza a nosotros y a nuestras familias una vida más larga y más sana.
En pocas palabras, cuando hablamos de bienestar, a menudo estamos pensando en la salud.
• El derecho a la salud comprende algunos derechos. Esos derechos incluyen los siguientes:
• Todos los servicios, bienes e instalaciones deben estar disponibles y ser accesibles,
aceptables y de buena calidad:
Para ilustrar lo que significan en la práctica las normas relativas al derecho a la salud, esta
sección se concentra en los grupos siguientes: mujeres, niños y adolescentes, personas con
discapacidad, migrantes y personas que viven con el VIH/SIDA.
A. Mujeres
Convención sobre la eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer,
artículo 12
1. Los Estados adoptarán todas las medidas apropiadas para eliminar la discriminación contra la
mujer en la esfera de la atención médica a fin de asegurar, en condiciones de igualdad entre
hombres y mujeres, el acceso a servicios de atención médica, inclusive los que se refieren a la
planificación de la familia.
2. El Estados garantizarán a la mujer servicios apropiados en relación con el embarazo, el parto y el
período posterior al parto, proporcionando servicios gratuitos cuando fuere necesario, y le
asegurarán una nutrición adecuada durante el embarazo y la lactancia.
Las mujeres comparten con los hombres muchos problemas de salud, pero las afectan de
manera diferente. La prevalencia de la pobreza y la dependencia económica entre ellas, su
experiencia de violencia, los prejuicios de género en el sistema sanitario y la sociedad en
general, la discriminación por motivos de raza u otros factores, la limitada capacidad de
decisión que muchas mujeres tienen con respecto a su vida sexual y reproductiva, y su falta de
influencia en la adopción de decisiones son realidades sociales que influyen negativamente en
su salud. Por tanto, las mujeres se enfrentan con problemas de salud especiales y formas
concretas de discriminación, y algunos grupos, en particular las refugiadas y desplazadas
dentro del propio país, las mujeres que viven en barrios de chabolas y zonas suburbanas, las
indígenas y las mujeres rurales, las mujeres con discapacidad o las que viven con el VIH/SIDA
(véase la sección sobre el VIH/SIDA infra), afrontan múltiples formas de discriminación,
obstáculos y marginación, además de la discriminación por razones de género.
B. Niños y adolescentes
Los niños afrontan problemas de salud especiales de acuerdo con la etapa de su desarrollo
físico y mental, lo cual los hace particularmente vulnerables a la malnutrición y a las
enfermedades infecciosas y, cuando llegan a la adolescencia, a problemas sexuales y de salud
reproductiva y mentales. La mayoría de las muertes durante la niñez pueden atribuirse a un
número reducido de causas principales -infecciones respiratorias agudas, diarrea, sarampión,
paludismo y malnutrición- o una combinación de ellas. A este respecto, tanto en el Pacto
Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales como en la Convención sobre los
Derechos del Niño se reconoce la obligación de los Estados de reducir la mortalidad infantil y
en la niñez y de luchar contra las enfermedades y la malnutrición. Además, el recién nacido
cuya madre ha fallecido a causa del embarazo o de complicaciones durante el parto corre un
riesgo mayor de morir en los primeros años de vida. La salud infantil está tan estrechamente
relacionada con la salud reproductiva y sexual de la mujer que la Convención sobre los
Derechos del Niño requiere que los Estados garanticen el acceso del niño y su familia a los
servicios básicos de salud, incluida la atención prenatal y posnatal de las madres.
Los niños también corren un riesgo cada vez mayor de ser infectados por el VIH, sobre todo
por transmisión de madres a hijos (un niño nacido de una madre seropositiva tiene entre un
25% y un 35% de posibilidades de quedar infectado durante el embarazo, el parto o la
lactancia). En consecuencia, los Estados deben adoptar medidas para prevenir esa transmisión
adoptando, por ejemplo, las medidas siguientes: protocolos médicos para la prueba del VIH
durante el embarazo; campañas de información entre las mujeres sobre estas formas de
transmisión; suministro de medicamentos asequibles, y atención y tratamiento de las mujeres
seropositivas, sus hijos y sus familias, incluidos asesoramiento y alternativas de alimentación
de los niños.
Los gobiernos y el personal de salud deben tratar a todos los niños y adolescentes de manera
no discriminatoria, lo cual significa que deben prestar especial atención a las necesidades y los
derechos de grupos determinados, por ejemplo los niños pertenecientes a minorías o a
comunidades indígenas, los niños intersexuales15 y, en general, las niñas y las adolescentes, a
las que en muchos contextos se impide el acceso a una amplia gama de servicios, incluida la
atención sanitaria. Más concretamente, las niñas deben tener acceso en condiciones de
igualdad a una nutrición adecuada, a entornos salubres y a servicios de salud física y mental.
Deben adoptarse medidas apropiadas para abolir las prácticas tradicionales que afectan de
manera negativa sobre todo a la salud de las niñas, por ejemplo la mutilación genital femenina,
el matrimonio a edad temprana y la alimentación y cuidado preferencial de los niños.
Los niños que han sufrido abandono, explotación, maltrato, tortura o cualquier otra forma de
trato o castigo cruel, inhumano o degradante también requieren una protección especial del
Estado. La Convención sobre los Derechos del Niño (art. 39) subraya la obligación del Estado de
promover la recuperación física y psicológica y la reintegración social de los niños.
Los adolescentes constituyen, en general, un grupo de población sano, pero están expuestos a
un comportamiento de riesgo y a violencia y explotación sexual. Las adolescentes también son
vulnerables a embarazos prematuros y/o no deseados. Por tanto, el derecho de los
adolescentes a la salud depende de una atención sanitaria que respete la confidencialidad y la
intimidad y comprenda información y servicios de salud mental, sexual y reproductiva
apropiados. Además, los adolescentes son especialmente vulnerables a las enfermedades de
transmisión sexual, en particular el VIH/SIDA. En muchas regiones del mundo, las nuevas
infecciones por el VIH se concentran en gran medida en los jóvenes (15 a 24 años de edad)16.
Para que sean eficaces, los programas de prevención deberán ocuparse de la salud sexual y
garantizar la igualdad de acceso a la información sobre el VIH y las medidas preventivas, por
ejemplo mediante asesoramiento y pruebas voluntarias, así como métodos y servicios
anticonceptivos asequibles.
Convención sobre los Derechos del Niño, artículo 24
1. Los Estados reconocen el derecho del niño al disfrute del más alto nivel posible de salud y a
servicios para el tratamiento de las enfermedades y la rehabilitación de la salud. Los Estados se
esforzarán por asegurar que ningún niño sea privado de su derecho al disfrute de esos servicios
sanitarios.
2. Los Estados asegurarán la plena aplicación de este derecho y, en particular, adoptarán las
medidas apropiadas para:
3. Los Estados adoptarán todas las medidas eficaces y apropiadas posibles para abolir las
prácticas tradicionales que sean perjudiciales para la salud de los niños.
El derecho a la salud de las personas con discapacidad no puede realizarse de manera aislada.
Está estrechamente relacionado con la no discriminación y otros principios de autonomía
individual, participación e inclusión en la sociedad, respeto por la diferencia, accesibilidad,
igualdad de oportunidades y respeto de la evolución de las facultades de los niños con
discapacidad.
Las personas con discapacidad afrontan diversos obstáculos para disfrutar de su derecho a la
salud. Por ejemplo, las personas con deficiencias físicas a menudo tienen dificultades de acceso
a los servicios de atención sanitaria, especialmente en las zonas rurales, los barrios marginales
y las áreas suburbanas; las personas con deficiencias psicológicas pueden no tener acceso a un
tratamiento asequible en el sistema de salud pública; las mujeres con discapacidad pueden no
recibir servicios de salud que incorporen una perspectiva de género. El personal médico a
veces considera a las personas con discapacidad más como objetos de tratamiento que como
titulares de derechos, y no siempre procuran obtener su consentimiento libre e informado a la
hora del tratamiento. La situación no sólo es degradante, sino una violación de los derechos
humanos proclamados en la Convención sobre los derechos de las personas con discapacidad,
y una conducta poco ética.
A modo de ejemplo, puede observarse la desatención que padecen las personas con
deficiencias psicológicas o intelectuales. En muchos casos, se les administra un tratamiento sin
contar con su consentimiento libre e informado -una violación clara y grave de su derecho a la
salud. Además, a menudo son internadas en instituciones psiquiátricas simplemente por su
discapacidad, lo cual puede tener graves consecuencias en el ejercicio de su derecho a la salud
y otros derechos.
La Convención sobre los derechos de las personas con discapacidad recientemente aprobada
estipula que los Estado deben promover, proteger y asegurar el goce pleno y en condiciones de
igualdad de todos los derechos humanos y libertades fundamentales por todas las personas
con discapacidad, incluido el derecho a la salud, y promover el respeto de su dignidad
inherente (art. 1). En el artículo 25 se reconoce además el "derecho a gozar del más alto nivel
posible de salud sin discriminación" y enuncia las medidas que los Estados deben adoptar para
garantizar el ejercicio de ese derecho.
Entre esas medidas cabe mencionar la tarea de velar por que las personas con discapacidad
tengan acceso a los servicios médicos y sociales que necesiten específicamente como
consecuencia de su discapacidad, en particular la pronta detección e intervención, servicios
destinados a prevenir y reducir al máximo la aparición de nuevas discapacidades, así como
servicios ortopédicos y de rehabilitación que les proporcionen independencia, eviten nuevas
discapacidades y propicien su integración social. Asimismo, los Estados deben habilitar
servicios y centros de salud lo más cerca posible de las propias comunidades de las personas
con discapacidad, incluso en las zonas rurales. Además, el principio de no discriminación
comporta la exigencia de proporcionar programas y atención de salud "gratuitos o a precios
asequibles de la misma variedad y calidad que a las demás personas" y los Estados "impedirán
que se nieguen, de manera discriminatoria, servicios de salud o de atención de la salud o
alimentos sólidos o líquidos por motivos de discapacidad" (véase, en general, artículos 25 y 26
de la Convención).
Es muy importante que los Estados exijan al personal de salud que preste a las personas con
discapacidad una atención de la misma calidad que a las demás personas, sobre la base de un
consentimiento libre e informado. Con ese fin, los Estados impartirán capacitación al personal
de salud y promulgarán normas éticas para la atención de la salud en los ámbitos público y
privado. En la Convención sobre los Derechos del Niño (art. 23), se reconoce el derecho de los
niños con discapacidad a recibir cuidados especiales y a un acceso efectivo a los servicios
sanitarios y de rehabilitación.
D. Migrantes
La migración se ha convertido en un fenómeno político, social y económico muy importante
que tiene consecuencias muy considerables en los derechos humanos. La Organización
Internacional para las Migraciones estima que actualmente hay cerca de 200 millones de
migrantes internacionales en todo el mundo. Con arreglo a la Organización Internacional del
Trabajo, 90 millones de ellos son trabajadores migratorios. Aunque la migración tiene
consecuencias en el derecho a la salud tanto en el país de origen como en el de acogida, la
presente sección se concentra en los migrantes que se encuentran en el país de acogida. Su
disfrute del derecho a la salud a menudo está limitado por el mero hecho de ser migrantes,
además de otros factores como la discriminación, el idioma y las barreras culturales, o su
situación legal. Aunque afrontan problemas específicos por su condición y situación concretas
(los migrantes indocumentados o ilegales y los migrantes que permanecen en detención corren
más riesgo), muchos migrantes tropezarán con obstáculos similares para disfrutar de sus
derechos humanos, incluido el derecho a la salud.
En general se reconoce que el VIH/SIDA plantea muchas cuestiones en relación con los
derechos humanos. Por el contrario, la protección y promoción de éstos son decisivas para
prevenir la transmisión del virus y reducir el efecto de la enfermedad en la vida de las
personas. Muchos derechos humanos están relacionados de una u otra forma con el VIH/SIDA,
por ejemplo el derecho a no ser objeto de discriminación, el derecho a la vida, la igualdad ante
la ley, el derecho a la intimidad y el derecho al más alto nivel posible de salud.
. Los Estados deben elaborar leyes y políticas contra la desigualdad de género y las normas
sociales que contribuyen a la propagación del VIH/SIDA. También deben asegurar la igualdad
de acceso a la información, la educación, los medios de prevención y los servicios de salud
relacionados con el virus. Es muy importante que garanticen los derechos sexuales y
reproductivos de la mujer, ya que son decisivos para la prevención. A este respecto, es
fundamental prevenir la transmisión del VIH en las mujeres embarazadas, las madres y sus
hijos (véase también el recuadro sobre la Campaña de Acción pro Tratamiento infra). Los
Estados también deben proteger a las mujeres contra la violencia sexual, que las hace más
vulnerables a la infección por el VIH y otras infecciones de transmisión sexual.
Conclusión
La salud debe constituirse en un tema de primer orden en la agenda política, como una
cuestión social con amplias potencialidades redistributivas de la riqueza en el mundo.
Los derechos ciudadanos se convierten en una vía importante para la transformación social, en
una poderosa herramienta para el desarrollo de políticas públicas orientadas a mejorar las
condiciones de salud de la población. Pero se requieren nuevas estrategias y métodos, en su
globalidad, para enfrentar mayores desafíos, como la defensa de los derechos de los
ciudadanos y la salud en instancias donde el Estado no responde ni existe una autoridad
garante.
La salud pública, como bien público global, y las políticas públicas tienen sentido si se apoyan
en los derechos humanos mediante mecanismos de construcción ciudadana y participación
política, de ahí que sea necesario promoverlos, más allá de las acciones encaminadas a resolver
su vulneración en los sistemas de salud. Hoy empieza a reconocerse en el argot político-
académico que los problemas relacionados con las políticas públicas y los derechos humanos
conllevan enfermedades, epidemias y muerte.