Los Triques
Los Triques
Los Triques
Hubo, entre la gente de razón, quien se regocijara; otros concibieron una honda
preocupación porque se sentían cómplices de la injusticia que se estaba
cometiendo; algunos, en fin, se indignaron por el grave error en que incurría el
gobierno, mal informado por las autoridades de Putla y de Oaxaca.
¿Quiénes son los triques, desde el punto de vista antropológico y lingüístico? Buena
parte de ellos se distingue físicamente de los mixtecos y de los tacuates, por su
nariz roma; también los caracteriza su exacerbado espíritu de independencia. Tal
vez esto se deba a que se refugiaron en una región áspera, poco hospitalaria,
muchos siglos antes de la conquista, empujados por otros pueblos más fuertes y
numerosos y con tal de no aceptar su dominación. En la actualidad son alrededor de
siete mil, y tienen un alto índice de natalidad.
Desde luego, los triques poseen una herencia cultural análoga a los demás pueblos
de Oaxaca; los huipiles que tejen y bordan las mujeres son de belleza sorprendente.
Muchos aspectos de su vida no se han estudiado todavía: porque son huraños,
desconfiados. Seguramente conservan, en sus barrios más apartados, costumbres
que aún desconocemos. Parece que allá donde no los pueden descubrir ojos
mestizos, los hombres suelen caminar por los bosques cubiertos apenas por un
maxtle o taparrabo, como los tarahumaras en sus selvas norteñas.
Hasta los primeros decenios de este siglo los triques de copala eran pobres, casi
como sus hermanos de Chicahuaxtla que viven en una tierra paupérrima y
neblinosa y que con frecuencia se alimentan de raíces. En las serranías de Copala
Hace unos treinta años empezaron a cultivar café en las laderas de sus montes y
sus cafetos prosperaron. Ya tenían los triques una producción que les permitía un
intercambio más favorable con los mestizos; ya tenían una riqueza. Y esa riqueza
fue su perdición.
-Este puente también lo quemaron los triques- me dice con reprimida indignación
don Avertano Cruz.
Veo los restos carbonizados de los troncos que, hace todavía pocos meses, unían las
orillas de la carretera. El barranco es hondo: ni con largas desviaciones podría un
vehículo alcanzar al otro lado.
A los puentes quemados por los triques, se añaden cuatro destruidos por las aguas.
Lástima. Un camino bien trazado, flamante. El año anterior llegaron los camiones, el
día de la feria, hasta mero Copala. La civilización alcanzaba, por fin, el corazón del
mundo trique. Pero ellos, se queja don Avertano, no quieren saber nada del
progreso. Son unos bárbaros, sucios, borrachos, rencorosos. Quieren mantenerse,
cueste lo que cueste, en su aislamiento secular, seguir viviendo como animales.
Matar, eso sí les agrada. Están armados hasta los dientes y representan un peligro
constante para sus vecinos.
Estoy en uno de los centros más aislados del México indígena. Copala es un “lugar
de copal” en azteca, nombre que conviene a este antiguo centro religioso. En el
templo se está quemando mucho copal a la imagen, muy milagrosa a juzgar por los
mil exvotos que cuelgan de su túnica, de un santo Cristo. Se trata de una talla
española del siglo XVII, o de su copia, ya que los triques habrían enterrado el
original en un lugar secreto. Representa una caída de Jesús durante el viacrucis.
Hasta hace pocos años, los triques sometían la imagen a un rito de purificación: un
día como hoy, el tercer viernes de cuaresma, lavaban con sumo cuidado a su
Tatachú en el río de Copala. Tatachú equivale a Tata Jesús (Chu es una abreviación
cariñosa del nombre santo en trique, como Chucho o chuy lo son en el español de
México).
Los triques se acercan a su Tatachú con flores moradas y amarillas y las frotan
suavemente contra la imagen. Así las flores se impregnarán de su poder
sobrenatural; y así llevarán a sus hogares los pétalos marchitos, como sifueran
piadosas reliquias cuya posesión otorga la protección divina.
Un viejo trique, tal vez un brujo, realiza, debajo del Tatachú, unas limpias en un
estilo que desconocía: masca la semilla de la virgen (el ololiuqui de la vieja tradición
prehispánica) y la escupe, rociándola, en el pelo de una mujer y en el de un
muchacho. Ha entrado en el templo la banda, y toca, en una sorprendente
traducción trique, la sandunga, en tanto que se hacen los preparativos de la
procesión. El cura bautiza a los niños triques que sus padres han traído de los
lejanos barrios perdidos en la serranía; otro sacerdote, un misionero bilingüe,
prepara los certificados de bautismo y los de matrimonio para el día siguiente,
consagrado a unir religiosamente a las parejas de jóvenes triques, casi unos
muchachos. Las solteras se distinguen por las alegres cintas de colores que cuelgan
de sus espaldas. En el templo han encendido velas delante de la imagen de la
virgen, vestida de trica como ellas; están sentadas en el suelo, la miran
embelesadas y le hablan en voz baja como si rezaran.
….CONTINUARÁ…