Cartas de Un Flojo Caudillaje Teatro Nacional
Cartas de Un Flojo Caudillaje Teatro Nacional
Cartas de Un Flojo Caudillaje Teatro Nacional
i cartas de un flojo
1 el caudillaje criminal
en sud américa
el teatro nacional
ESCRITORES URUGUAYOS
DIRECTOR
NICOLAS LUSCO SANSONE
Vo1 u m e n 1
FLORENCIO SANCHEZ
I
• Cartas de unDEflojo.
LA VIÑETA LA COLECCION BIBLIOTECA
• El teatro nacional.
ESCRITORES URUGUAYOS ES DEL NOBLE
• El caudillaje criminal
ARTISTA Sud América.
ADOLFOenPASTOR.
MI TESTAMENTO
Si yo muero, cosa difícil, dado mi amor a la
vida, muero porque he resuelto morir. La úni
ca dificultad que no he sabido vencer en mi
vida ha sido la de vivir. Por lo demás, si algo
puede la voluntad de quien no ha podido te
nerla, dispongo: primero, que no haya entie
rro; segundo, que no haya luto; tercero, que
mi cadáver sea llevado sin ruido y con olor a
la Asistencia Pública, y de allí a la Morgue.
Sería para mí un honor único que un estu
diante de medicina fundara su saber prove
choso para la humanidad en la disección de
cualquiera de mis músculos.
Florencio Sánchez
^Cartas de un Flojo.
* El caudillaje criminal
en Sud América.
* El Teatro Nacional.
MONTEVIDEO
1962
AUTOGRAFO
No será difícil que una vez que estrene aqui regrese a Mon
tevideo. Batlle con quien he pasado quince días de continuo
contacto me ha dicho que me necesita y que debo marcharme
sino con él cuando inicie su gobierno. El hombre ha tomado
un buen camote conmigo y en cuanto a mi me siento
realmente entusiasmado. Creo que hará una gran presidencia.
PRINTED I N URUGUAY
Cartas de un Flojo
LAS CARTAS DE UN FLOJO se publican el
24 de setiembre, el 8 de octubre y el 16 det
mismo mes del año 1900 en "EL SOL” de Bue
nos Aires, semanario en forma de cuadernos de
arte y letras, dirigido por Alberto Ghiraldo.
Luego, a fines de 1900, fueron leídas por Flo
rencio Sánchez en el Centro Internacional de
Estudios Sociales de Montevideo.
I
¡ORIENTALES Y BASTA!
Mi querido amigo:
Mucha paciencia te pido y que conserves quedas las
manos y la lengua. Si no te sientes con fuerzas para
hacerme esa concesión renuncia a leer estas líneas, róm
pelas y hazte la cuenta de que como tantas otras, he
dejado sin respuesta la última tuya. Porque si tanto te
ha mortificado mi anterior apreciación acerca de los
orientales, tus compatriotas —y los míos, si el hecho
de nacer y educarme en la pintoresca Montevideo de
termina tal afinidad, de lo cual no estoy muy conven
cido,— me imagino el efecto que las verdades de a puño
que aquí pienso estampar, te producirán, y me asalta el
temor de que me sueltes, a pedirme cuenta de mi osadía,
a ese charrúa que tienes adentro, y que parece haberse
parapetado en el espíritu de la mayoría de los orienta
les, desalojado de los breñales del terruño, para asestar
a la Conquista sus últimos tiros de boleadoras.
Es cierto que fué bastante hiperbólico mi calificati
vo de suizos a los orientales, pero sujeta al indio, y
óyeme.
Si me contabas con gran alborozo que en el ejército
conquistador de la China formaban varios orientales,
que otros compatriotas peleaban heroicamente al lado
de Krüger, y que hasta en la revolución colombiana un
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III
IDOLOS GAUCHOS
Mi querido amigo:
Aquí de tu benévola condescendencia. Vojr a ocu
parme de algo que tal vez te hiera más que todas las
cosas dichas en mis cartas anteriores, del partido al
que aún perteneces y al que en otros tiempos estuve yo
incorporado: del partido blanco.
Empezaré con un poco de historia fresca. Allá por
el año 1895, considerando nosotros los blancos: l9 que
hacía 33 años que no gobernábamos, y 29 que Idiarte
Borda lo hacía muy mal, resolvimos adoptar el recurso
extremo de las armas para reconquistar el Estado y la
brar la felicidad de la patria. Al mismo tiempo que a
nosotros se le ocurrió igual cosa a don Aparicio Saravia,
estanciero del Cordobés, ex-Jefe de una revolución bra
sileña, poseedor de cierto prestigio y algunas lanzas, y
todo fué pensarlo y pronunciarse con un puñado de
criollos, ganándonos el tirón. El día de ese pronuncia
miento, el doctor Aureliano Rodríguez Larreta, consti-
tucionalista, comentábalo en mi presencia en las ofici
nas de “La Razón”, y nos contaba que durante los pre
parativos de la revolución del Quebracho había ido a
pedir al doctor Pellegrini una partida de lanzas des
tinadas a la fuerza invasora. —¡Cómo!—había excla
mado éste—¿todavía pelean con chuzas los orienta
les? ... Y aseguraba el doctor Rodríguez muy triste
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r
El caudillaje criminal
en Sud América
(ENSAYO DE PSICOLOGIA)
BIBLIOTECA ESCRITORES URUGUAYOS
‘ JOAO FRANCISCO"
EL DEGÜELLO
La costumbre los ha hecho familiarizar tanto con
el degüello, que él constituye la forma única del homi
cidio y hasta del suicidio. Si se pudiera hacer una esta
dística exacta de la mortalidad en aquellas regiones
tendríamos que el mayor porcentaje lo daría la muerte
violenta y por degüello. Cierto que la “garrucha’’ (pis
tola) se emplea con frecuencia, pero no lo es menos que
el sujeto que mata a otro de un balazo lo degüella en
seguida.
En las disputas no se oye jamás decir “lo mataré
a usted’’ o “te romperé el alma”, sino “cuando lo aga
rre lo degüello”, y creemos que hasta el acreedor manda
mensaje asi: “sino me paga lo degüello”, pues más de
una vez hemos oído recados de esta especie: “dígale a
Fulano que se deje de jeringarme la paciencia con el
pleito, porque el día menos pensado, lo mando degollar”.
El intendente de policía de Santa Ana nos contaba
que cada vez que se cometía un crimen y el criminal era
reducido a prisión, desfilaban por su oficina docenas de
personas pidiéndole que le prestara el preso un ratito
para degollarlo!
Por supuesto que pocos casos como éste se han da
do. Los criminales, si la fechoría es muy gorda y saben
que se les conoce, huyen a tierra oriental, si no se que
dan tan tranquilos o van a presentarse voluntarios al
regimiento de Joao Francisco; pero por grande que sea
el delito, habiendo sido las víctimas gentes desafectas
a éste, gozan de completa impunidad y hasta de pri
vilegios.
Los únicos individuos que suelen ir a la cárcel son
los contrarios a la situación, y por poco tiempo, desde
que no tardan en ser ajusticiados o “escaparse”, como
se dice, por el habitual procedimiento del degüello.
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LAS REVOLUCIONES
Hemos dicho que la revolución ríograndense de 1893
acabó con los escasos progresos de cultura y civilización
de aquellas zonas.
Creemos no haya en la historia de América prece
dentes de una guerra civil más implacablemente san
guinaria y bárbara. Han llegado hasta aquí espeluz
nantes relatos de degüellos, violaciones, incendios, ma
sacres de prisioneros, pero menester es haber atravesa
do las zonas devastadas de aquella provincia, a raíz de
la terminación de la guerra, y oído a los protagonistas
de la gran tragedia, emocionados aún, narrar sus esce
nas, para darse cuenta justa de lo que allí pasó. Quisié
ramos trazar como antecedente útil a las constatacio
nes de esta crónica, una síntesis de aquellos salvajismos,
pero tememos que no nos basten todas las páginas de
esta revista.
Que la supla entonces la imaginación pública exhu
mando sus recuerdos más lúgubres al respecto, sin ex
cluir el de las depredaciones macedónicas de todo tiem
po. El recuerdo del combate de Rio Negro, en que tres
cientos prisioneros fueron encerrados en un corral de
piedras de donde los sacaron uno por uno. a lazo, para
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1
EL CAUDILLO
Lo habréis imaginado, sin duda, un indio alto, em
pacado, cerdudo, con la cara llena de tajos, viruelas y
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FLORENCIO SANCHEZ
EL CAMPAMENTO DE CATY
Todo el sud del Río Grande es en extremo acciden
tado. Entre abruptas serranías, próximas al Cuareim
divisorio, en una profunda y amplia hondonada está
situado el cuartel y campo de maniobras de Joao Fran
cisco, el Caty famoso.
De lejos es un pueblo, o mejor, una toldería, pues
rodean las reparticiones del cuartel todas de paja y
adobe, construidas por la misma tropa, centenares de
ranchitos que sirven de vivienda a las familias de los
soldados. La vida militar es la de todos los cuarteles,
con la única diferencia de que el soldado franco no la
abandona nunca. Bajo el punto de vista pintoresco mu
cho y muy lindo se podría contar, pero no es del caso.
Hablemos del milico. Invariablemente joven, for
nido; bruto para otra cosa que no sea el servicio y la
comprensión de la disciplina, desde que para estar don
de está, menester le ha sido renunciar para siempre a
su individualidad y sabe que la menor falta le cuesta la
vida; inconsciente desde luego, y de sentimientos ¡ima
ginaos que negrura! Ha ido al cuartel, “gurí” todavía,
llevado por la leva; o sino voluntariamente, después de
haberse degollado, por lo menos, una familia, con chi
cos y todo, lo que le da titulo más que eficaz de enro
lamiento.
Estos son los únicos voluntarios del regimiento.
Frugal y sobrio, sólo bebe caña cuando está muy lejos
de la vista de sus superiores, seguro entonces de que no
lo han de descoyuntar de una estaqueadura; su espíritu
de compañerismo es acendrado; no pelea a sus congé
neres ni les hurta nada, pues lo único que la disciplina
permite robar impunemente es la china.
Cualquiera de los ochocientos soldados entra en es
tos lincamientos: todos son iguales.
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biblioteca escritores uruguayos
EN RESUMEN
¿Qué aspira? ¿Cuáles son sus proyecciones? ¿Es un
voluptuoso, un refinado cultor de la muerte, simple
mente?
Estamos sin información a ese respecto. Nada he
mos podido adivinarle. Quizá... lo último; quizá un
caso de misticismo político, quizá —todo cabe en el
terreno de las conjeturas— se trate de un megalómano
acariciando en sus ensueños la idea de un futuro im
perio sobre los hombres y las cosas de su tierra, cuya
realización espera como un predestinado; quizá, y ga
nas nos dan de optar por esto: no es nada más que un
gran vándalo con aspiraciones reducidas a una simple
preponderancia de pago.
Lo que es innegable, como la afrenta que para la
cultura americana representa su actuación en Río
Grande, es que mientras le dejen alas subsistirá con él
un gran peligro para la civilización.
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El Teatro Nacional
BIBLIOTECA ESCRITORES URUGUAYOS
EL TEATRO NACIONAL
(Conferencia)
Enríete Zaccone, el actor genial, describiéndome
una noche la figura apostólica de Giovanni Bovio, me
contaba que cuando se estrenó en Ñapóles el “Cristo en
la fiesta de Purim”, los estudiantes napolitanos colo
caron la tribuna universitaria del filósofo al pie de la
estatua de Giordano Bruno y terminada la representa
ción lo condujeron en triunfo hasta ella, exigiéndole
que hablara. Bovio confuso y sorprendido por la ines
perada demostración, midió con la mirada serena la es
tatua del mártir y le dedicó su oración, comenzando
así:
“Han hecho ustedes bien en traerme a este sitio:
Cristo dijo, sed verdaderamente libres; pero éste aña
dió, sed libremente veraces”.
Conversando ayer el conferenciante, con el distin
guido vicerector de este colegio, interrumpió sus melan
cólicas reflexiones acerca de los destinos de la raza, di-
ciéndole: —Es que no somos sinceros los hombres.—
Permítanme ustedes la inmodestia de esta relación
de una frase personal con la anécdota histórica porque
ambas referencias me dan el tema y la base de esta di
sertación. Libremente veraces y sinceros hemos de ser
los hombres.
Voy a hacerles un poco de crónica del llamado tea
tro nacional, y como actor encargado de un papel, no
del todo despreciable, en esta comedia que se viene re
presentando desde hace algunos años, tendré que rela-
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CARTAS DE UN FLOJO
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