Angel's Promise - Aleatha Romig 32350
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Instagram: Team_Fairies
Tendría que haber estado ciega para no ver cómo Rett apretaba la
mandíbula, cómo se tensaban los tendones de su cuello o cómo se
ensombrecía su mirada. Aunque mi experiencia con este hombre
estaba limitada por la duración de nuestra relación, había sido testigo
de toda su gama de emociones. Actualmente, él no estaba contento. Si
yo fuera uno de sus hombres, podría temer su próxima reacción.
—Mi mujer.
Esta vez fui hacia él, la falda del vestido de novia rozando el
suelo mientras la cola seguía mi estela. —No tienes nada que decir
sobre a quién veo.
Rett curvó las puntas de sus labios con diversión. —Eso está
bien, porque tengo una larga lista de cosas mucho mejores para hacer
cada noche que recitar informes.
—Firmaré.
2
Emma
Mi corazón.
Hermana.
¿Adónde fueron?
Mi Sr. Ramses.
—¿Eso es malo?
—Quiero conocerla.
La Srta. Guidry se puso más erguida -su metro y medio de altura-
mientras su sonrisa se desvanecía. —Ella quiere eso, Srta. Emma. Lo
quiere, no lo dudes. Pero primero, yo estaría muy complacida y
también la Srta. Marilyn si se concentrara en él. —Levantó la barbilla
hacia las puertas delanteras. La silueta de Rett se veía a través del
cristal emplomado—. Él la necesita más de lo que sabe, más de lo que
él sabe. Las oraciones de los espíritus la trajeron aquí a nosotros y a él.
No solo las de la Srta. Marilyn, sino también las de la Srta. Delphine.
Ya ves, les llevó algún tiempo encontrar un terreno común, pero en ti,
lo tienen. Eres la respuesta a sus oraciones, y saben que no los
defraudarás.
—No, su suegra.
—¿Mi promesa?
Lo estaba.
—Sí, querida, todo está bien. Le aseguré que nada de lo que había
presenciado era real. Me preguntó si mañana le interrogarían sobre el
inesperado encuentro.
—¿Por qué...?
—¿Y tú dijiste...?
—Le dije lo mismo que te prometí a ti, Emma. Vivirán para ver
el mañana.
Nos giramos al oír el sonido de unas puertas que se abrían y un
carro que venía en nuestra dirección. Ian y la Srta. Guidry estaban
presentes, con una cubitera de plata y una botella de champán. Una
vez servidas las dos copas, Rett acercó la suya a la mía. —Por el
cumplimiento de las promesas.
—Rett, bájame.
Ella asintió. —Lo sé, pero también quiero que te corras. Quiero
sentirte dentro de mí.
—¿Por qué?
La realidad me golpeó.
Era mi esposa.
—Ramses.
—No lo sabrás.
—La ha cagado, jefe. Pero creo que podemos ver esto como lo
que realmente fue.
—¿Viste la vigilancia?
—No será tan fácil —dijo Leon—. Jezebel North lleva demasiado
tiempo planeando esto como para fallar.
—Sabes —dijo Noah—, si estamos en lo cierto y Jezebel es el
cerebro de esto, eso responde a otras preguntas, como dónde estuvo
Kyle O'Brien durante dos años y medio antes de reaparecer en Nueva
Orleans.
—No quiero saber qué tan bien —respondí con una pequeña
sonrisa.
Hablando de eso...
—¿Qué, Rett?
—Mi regla.
La había seguido al pie de la letra y el hecho de tenerlo cerca
retorcía mi núcleo, de forma casi dolorosa, pero sentía curiosidad. —
Si la rompiera, ¿qué pasaría?
—¿Qué? —pregunté.
—No, déjalo.
—¿Qué? —pregunté.
~Rett
6
Rett
—¿Enfermedad?
—Sí.
—No son los más ricos los que tienen el poder, sino los que
tienen más conocimientos. Como el viejo dicho, el conocimiento es
poder. Jezabel sabía cómo poner a cualquier hombre de rodillas. Ella
compartía esos secretos con sus chicas. Por lo que escuché, eran
buenas, pero no tan buenas como la propia ama.
¿Estaba embrujada?
Su sonrisa creció.
—Una de las razones por las que te llamé para que bajaras
conmigo fue porque sabía que si subía, mi agenda se perdería.
No fue por esto que la llamé. Fue por lo que no subí, pero eso fue
lo que Emma me hizo. Fue lo que Leon me advirtió.
—Dime.
—Dijiste que mi tarea era estar lista para ti sin importar lo que
pidieras.
—Tu nota decía que teníamos cosas que discutir. Esto -Emma
señaló mi creciente erección- no es hablar. Yo también tengo
preguntas.
—Rett…
—Rett, no.
No lo hice.
Le permití que me hiciera lo que Leon describió. Estaba
embrujado por la belleza de Emma, cautivado por su compañía,
cautivado por su conversación y completamente hechizado por su
cuerpo.
—Respóndeme —gruñí.
Joder.
—Eres un idiota.
—Vete al infierno.
Ella no respondió.
Gruñidos.
Gemidos y zumbidos.
Gritos y maldiciones.
—Te lo dije, Emma, solo hay una manera que este matrimonio
termine... y no es con el divorcio. —Sus ojos se abrieron de par en par
cuando repetí—: Hasta que la muerte nos separe. Ten por seguro que
eso también lo haré yo.
En su lugar, incliné la cabeza hacia una puerta que había más allá
de la mesa. —Hay un baño por allí. Ve a limpiarte y hablaremos. —
Como no se movió, añadí—: A no ser, claro, que te guste que mi
semen gotee por tus piernas.
—Jefe.
Crucé los brazos sobre mis pechos mientras mantenía los labios
juntos.
Sin coger los anillos, dejé caer las sandalias al suelo. —Llama a
Ian, o cuando dejes entrar a quien sea que esté en la oficina exterior,
me voy.
—No vas a salir de esta casa.
El Sr. Trahan asintió. —Sus hijos son mayores; uno está aquí en
Nueva Orleans. La Sra. McBride es profesora en el Fifth Ward. Ya se
había ido a trabajar. —Se volvió hacia Rett—. Mi hermano preguntó
por qué estaba aquí anoche. Encontraron tu nombre en su agenda.
Leon asintió. —Sí, eso es lo que pensó Noel también, pero quien
lo hizo fue bueno. La orden de registro debería llegar en cualquier
momento. Los forenses ya han revisado el vehículo y las pertenencias
de McBride en el coche sin hallazgos significativos. Pronto buscarán
en su casa. De momento, parece que solo era un anciano que arrancó
su coche y se olvidó de abrir la puerta del garaje.
—¿Jefe?
—¿Cómo? —pregunté.
2
Un bayou (de la voz choctaw bayuk, que significa arroyo o río
pequeño) es un término geográfico que en Luisiana sirve para
designar una masa de agua formada por antiguos brazos y
meandros del río Misisipi.
—En ninguna parte. —Leon señaló la pantalla—. Jaxon volvió
esta mañana. La ropa que llevaban Ingalls y Boudreau se quedó en el
barco, metida en el fango.
—Así parece.
—¿Y tu accediste?
Ian asintió.
—Emma.
—¿Srta. Emma?
—¿Por qué?
Ian inhaló.
—Sra. Ramses...
—Gracias, Ian.
—Considerando...
—Habla conmigo.
11
Emma
—Sal —susurré.
Con los labios rectos y una expresión sombría, Rett negó con la
cabeza mientras su oscura mirada permanecía fija en mí.
Bien.
Cerrando los dedos, crucé los brazos sobre mis pechos. —No te
quiero aquí.
Rett dio un paso más y se detuvo. —Lo que dijiste antes... actué
como un idiota. Eso no es culpa tuya.
—No lo entiendes.
A salvo.
—Lo prometiste.
Me volví hacia él. —Lo que hiciste abajo me hizo sentir como me
sentí con esos hombres. Aquella noche me salvaste. Hoy has sido mi
agresor.
—¿Qué legalidad?
Sí.
—Quieres honestidad.
—Supongo que...
—Rett.
—¿Acerca de?
La respuesta que quise dar fue que no era asunto de Rett, pero
entonces me vinieron los recuerdos. El vuelo de Ross y el mío habían
sido un desastre con escalas y retrasos, y luego estaban las
confusiones del hotel. —Estaba en su habitación porque la mía no
estaba dispuesta. Hubo una confusión. —Pasé junto a Rett hasta la
puerta y me giré—. Verás, tenía que prepararme para una reunión con
un misterioso hombre de negocios llamado Everett Ramses.
—¿Tus hombres?
Rett asintió. —La policía cree que fuiste tú. Creen que eres un
genio de la tecnología, un hacker capaz de borrar parte de la vigilancia
del hotel.
—Sobredosis.
—¿Qué?
—¿Qué eres?
—Baja a tu suite.
Miré los anillos y volví a mirar hacia arriba. —Quiero algo más.
—¿Qué es?
La esperanza.
13
Emma
—¿Y, Ian?
—¿Sí, ma’am?
—¿Las persianas?
—Sí. —Tal vez era mi primera vez que verbalizaba lo que quería,
pero eso no disminuía su veracidad.
Les decía a mis padres que estaba con una amiga. Él les decía a
los suyos que tenía un entrenamiento de fútbol a última hora. Juntos
nos escapábamos. Sentados en el asiento delantero de su coche,
compartíamos nuestros secretos, esperanzas y planes. Compartimos
más que eso en ese coche.
No fue gradual.
Estaba molesta.
Estaba consternada.
Y sin embargo, como dijo Rett, había sido sincero conmigo desde
la primera noche.
—Estoy lista.
14
Rett
Si hubiera tenido más tiempo, tal vez habría tomado una decisión
diferente. No tuve más tiempo.
Sus labios se curvaron. —Un hombre sabio me dijo una vez que
lo importante era aprender de los errores.
—¿Qué?
—Estoy seguro que podría darte más detalles, pero por lo que me
contaron, la búsqueda de mobiliario fue algo que las dos mujeres
acordaron. Era un proyecto que las unía.
—Suena acogedor.
—Esta es una casa grande. Muchos de los miembros del personal
siguen viviendo aquí o en el edificio de esta propiedad, detrás de esta
casa.
—¿Qué es eso?
Inclinó la cabeza.
—Puesto que todavía estás aquí, supongo que fue una buena.
Sonrió. —¿Salir de la casa era una opción que no sabía que tenía?
Ella asintió.
—Tu suite.
Inclinándose hacia mí, rozó sus labios con los míos. —Es el
mejor regalo que no sé si usaré.
—No quiero que sigas aquí arriba —dijo Rett, de pie junto a mí
en la biblioteca de la suite. Con el techo abierto sobre nosotros, bajo
las estrellas del atardecer, me rodeó la cintura con su brazo y me
acercó.
Este último mes y medio ha sido una locura, por no decir otra
cosa. Mi mundo se había volcado como un barco que zozobra durante
un huracán. Con todo lo que había cambiado, necesitaba aferrarme a
mí de alguna manera. Si me quedaba con la analogía del barco, no
podría hundirme. No podía caer tan lejos en las profundidades del
océano que era Everett Ramses que en el proceso me perdiera en el
mar.
—No mucho —dije con una sonrisa—. ¿De dónde lo has sacado?
Una sonrisa apareció en mis labios. —No estoy segura que estés
acostumbrado a la palabra "no", así que no te presionaré. —Señalé
hacia el largo sofá, lo suficientemente amplio para dos. Esta suite
tenía muchas cosas; un lugar para entretenerse no era una—. ¿Nos
sentamos?
—No entiendo.
—Nunca se lo dije.
—¿Lo sabía?
—¿Yo?
—Entonces enséñame.
Con los pies ahora descalzos, tuve la sensación que había tenido
en nuestro primer encuentro. Los dedos de mis pies se estiraron
mientras nos dábamos un beso de buenas noches. —Gracias por ser
sincero conmigo.
—Buenas noches.
¿Y si no me llevaran?
¿Y si me caigo?
—Ahora...
—FEMA fue casa por casa. Pintaron una gran X. En cada uno de
los cuatro cuadrantes dejaron un código: la hora a la que llegó la
FEMA, y luego, en el sentido de las agujas del reloj, qué peligros se
encontraron, las víctimas, y por último, qué equipo entró o no entró.
Pandillas y muertes.
Drogas y chantaje.
Sin embargo, lo que también escuché fue que el deseo de Rett era
mantener todos los mundos diferentes equilibrados. El mundo que los
turistas y algunos residentes no veían, así como el mundo que sí veían.
—Gracias.
—Cortejada, seducida...
¿Estaba bromeando?
Una vez que pasamos por los aperitivos fríos, nos retiraron los
platos y nos dejaron con agnolotti de zanahoria carbonizada,
espaguetis de langosta en agua caliente y ostras crujientes P & J, que
me decepcionó, pero no me sorprendió saber que no significaba
mantequilla de cacahuete y jalea.
—¿Café?
Cuando llegó al otro lado de la mesa, hice una pregunta que había
estado rondando en los recovecos de mi mente. —¿Estamos aquí por
nosotros o para difundir nuestro matrimonio?
—Fui yo.
—¿Qué me dijo?
—¿Tal vez?
—Sí y no.
—No me preocupa.
Hoy, mi mujer iba vestida con pantalón negro y una blusa blanca.
Llevaba el cabello largo recogido en una coleta que le colgaba por la
espalda, sus pendientes eran unos simples broches de diamante y los
tacones que llevaba le daban unos centímetros más de altura.
—Sí, lo sé.
Soltar a Emma era lo más difícil que había hecho, y sin embargo
lo hice. Solté su cabello y di un paso atrás. Incliné la barbilla hacia
abajo. —De rodillas, preciosa.
—Abre.
—Eres mía.
Me puse de espaldas.
—Móntame.
Desde este ángulo, ver a Emma venirse era mejor que cualquier
cosa que hubiera visto.
—Cuatro días.
—¿Sr. Ramses?
Sus ojos azules se dirigieron hacia mí. —Dijiste que Kyle dejaría
de hacerlo una vez que estuviéramos casados.
—Lo hará. Todavía no hay nada decidido. —Miré a Boyd—.
Excepto que yo voy.
Se cree que entre los residentes de la casa hay una mujer y dos
niños. La casa era la dirección conocida de un miembro de los Tupelo
Money Boys. Se rumoreaba que había una nueva disputa por el
territorio de la droga entre los Tupelo Money Boys y otra banda, los
Park Boys.
Hace unos años, hubo otro incidente entre estas dos bandas.
—Sí, jefe.
Desde que Emma había llegado, había visto cómo se formaba una
conexión entre ella e Ian. No era algo que me desagradara, sino todo
lo contrario. El vínculo que habían creado era la razón por la que
podía dejarla ir al juzgado mientras yo iba al Lower Ninth.
—Sí.
—¿Por qué el Sr. Everett Ramses invertiría en un programa de
edición basado en la literatura?
—¿Con?
—La Srta. Oberyn fue vista con el Sr. Underwood después que
este abandonara el bar donde la Sra. Ramses fue vista por última vez.
—No.
—El Ross que conocí —comencé— tenía una persona por la que
se preocupaba de verdad.
—¿La Srta. Oberyn? —preguntó el Inspector.
—Sra. Ramses.
—Noah, dudo que hubiera otra opción, pero quiero llegar a casa.
—Sí, ma’am.
Alarma.
Pánico.
Preocupación.
Mamá.
Cuando me giré, sus ojos azules -del mismo tono que los míos-
me miraron. La forma de su rostro e incluso su pequeña estatura eran
como si yo hubiera sido creada no por la unión de un hombre y una
mujer, sino por una fotocopiadora.
No respondí, sin saber qué decir. Sabía sin duda que no creía lo
que había dicho. Ian era mi amigo. Aunque no conocía bien a Noah,
Rett aprobaba a ambos hombres. No eran más prescindibles que
Jezabel o yo.
—Antes, lo hice.
5
Un gris-grís es un amuleto protector que trae buena suerte
a la vez que ahuyenta al demonio. Es una palabra de origen
africano que se introduce en Francia en el siglo XVI. En origen
era un demonio, un espíritu portador de mala suerte.
Jezebel sonrió. —No, Emma, tu abuela paterna.
—¿Ella te lo regaló?
—Pero, ¿qué pasa con Kyle? Por lo que he oído, solo estuviste
embarazada una vez. Él afirma que es el hijo que diste a luz y que su
padre era Isaiah Boudreau. ¿Estás diciendo que él no es tu hijo y que
yo lo soy?
—No entiendo.
Jezabel asintió.
—Kyle no es tu hijo.
Hasta donde podía ver, había árboles altos con ramas bajas y
velos de musgo. Sombras oscuras acechaban en la distancia bajo el
dosel del follaje. El suelo duro que pisábamos era una especie de isla,
rodeada de charcos de agua y barro.
¿Srta. Betsy?
Me di cuenta lentamente.
Había visto esa expresión años atrás cuando él quería salirse con
la suya. Cuando teníamos diez y once años significaba que él no
quería escuchar mis pensamientos. Dieciséis años después, creía que
el significado era el mismo.
—En el grifo.
Me preocupaba.
—Joder, el humo.
—¿Hay Internet?
—No, pero...
Una parte de mí temía que fuera una epifanía que había tenido
demasiado tarde.
—Bien, sígueme.
Tomé mi decisión.
Después de todo, ¿cuándo tendría otra oportunidad de hablar
con alguien?
Bien, me entendieron.
—¿Pueden ayudarme? Necesito hacer una llamada telefónica.
Esperé.
—Emma.
—Quiero respuestas.
Primero fue mi conciencia que hoy era una mujer más fuerte y
una persona más fuerte de lo que hubiera sido si mi relación con él
hubiera continuado. No era que Liam mereciera el crédito por mi
crecimiento. Yo merecía ese crédito.
Él no se merecía nada.
Kyle se rió.
Hablé con Kyle. —No sé por qué crees que eres el mandamás y
jefe aquí.
Me puse más firme. —Sean cuales sean tus planes para mí, te
equivocas. No me voy a quedar aquí. Rett me encontrará.
Liam enderezó los labios. —¿Así que te preocupas por él, como
tu guardaespaldas? —Sacudió la cabeza—. Esa lista tuya se acorta por
momentos.
¿Organización?
—Rett.
—Escuchad los tres —dijo—. Les dije a los espíritus que tenía
adultos listos para ocupar su lugar. Parecéis niños. —Se volvió hacia
Liam y su cadencia disminuyó—. William, el pasado ha terminado.
Emma es mi hija y recibirá el respeto que merece. No puedo hablar
por los O'Brien, pero os conozco a ti y a Greyson desde hace cuatro
años. Ambos habéis sido como hijos para mí. —Su expresión se
endureció—. Pero no dejes que eso te engañe. Isaiah y Emma son de
mi sangre. No te excedas, William. Los espíritus no lo aprobarán.
Una vez cogido el vaso y con una botella fría en la mano, asentí
hacia el sótano. El único lugar al que no quería ir era ahora mi refugio,
al menos temporalmente. Di un paso, pero Jezabel me detuvo.
—Emma, necesitas descansar. Toma las pastillas.
Con las manos temblorosas y tres pares de ojos sobre mí, levanté
la mano con las pastillas hasta mis labios abiertos y las seguí con un
sorbo de cerveza. Tragando, me volví hacia las escaleras. Antes de
cruzar la puerta, Kyle me cogió la mano y me abrió los dedos. Sus
ojos azules se encontraron con los míos. Vi su determinación,
queriendo atraparme en el engaño.
Una vez que mis dedos estuvieron estirados, todo lo que quedaba
era una mancha azul en la palma de la mano, dejada por las pastillas
cuando fueron capturadas en mi mano demasiado caliente.
El picaporte no giró.
Pasé las yemas de los dedos por un teclado y una pantalla cobró
vida.
Parecía apropiado.
Creía que ver a Liam era lo que confirmaba lo que tenía miedo de
admitir.
El yin y el yang.
Él me salvó.
El pomo giró.
Recordando el cerrojo, supe que no impediría que el pomo girara,
solo bloquearía la puerta para que se abriera. Agarrando con más
fuerza, giré el pomo y tiré.
27
Rett
Supongo que este tipo era por lo menos veinte centímetros más
bajo que yo y probablemente veinte kilos menos, porque incluso en su
posición actual, yo sobresalía por encima de él.
Hace mucho tiempo, mi padre me dijo una vez que cada alma
merecía un nombre, y entonces, con una carcajada, apretó el gatillo de
su pistola, disparando entre los ojos al hombre que lo había agraviado.
La fuerte explosión resonó, la sangre rezumó del agujero de la bala y
los trozos de materia cerebral salpicaron el suelo y la pared. El muerto
se mojó mientras su cuerpo se convulsionaba, todavía atado como un
cerdo en el suelo de un vagón de carga en el recinto ferroviario. Mi
padre me miró y, con una sonrisa, me dio una palmadita en el hombro
y dijo: —A este lo llamaremos Johnny.
Había muchas razones para creer que este tipo decía la verdad, al
menos en eso. Gracias a las cámaras de tráfico cercanas al accidente,
Ingalls había sido identificado como el hombre que abrió la puerta de
Emma, que la sacó de mi SUV y que la entregó a este tipo, este
Johnny. Johnny entonces la metió en un Cadillac sedán.
Sacudí la cabeza.
—Yo no...
—¿Él?
—Ingalls.
—Emma.
Jezabel asintió.
—¿Tu hermano?
—¿Lo corresponderá?
Jezabel sonrió.
Jezabel asintió.
—Lo hice. Hice una elección. Ahora veo que también fue un
error.
—Él te violó.
—No de inmediato. Me hizo creer que él me ayudaría. Me
preparó para una caída, para un fracaso público que él creía que lo
libraría a él y a Nueva Orleans de mis gustos para siempre. Ese era su
plan. Todo esto ocurrió cuando yo era más joven que tú ahora. En
retrospectiva, debería haber acudido al Sr. Ramses.
Asentí.
—Lo que me faltaba era gente con dinero para hacerlo realidad.
El préstamo bancario era un comienzo, pero había hecho los cálculos
y sabía que, para tener éxito, para ponerme en marcha, necesitaba más
flujo de efectivo. El Sr. Boudreau organizó una reunión. —Respiró
profundamente—. Se suponía que era con otros inversores, gente que
tenía el capital para invertir. Él tenía contactos con algunas de las
personas más importantes e influyentes de Luisiana. —Su barbilla se
levantó—. Algunas de esas personas estaban presentes.
Johnny tosió.
—Sigue.
—Ingalls, dijo que nunca le había dado por el culo. Dijo que ella
era muy buena chupando y que él podría pasarla, pero que quería su
culo. Él dijo que si su culo era tan apretado como su coño...
—La mitad de un G.
Lo está.
Gruñí.
Ella no lo dijo.
—¿Y tu madre?
—¿Advertencia? —pregunté.
—¿Edmée?
Ella asintió. —Sí, y tu hermano finalmente llegó solo antes de la
medianoche.
—Creíamos que, como los niños crecen más rápido que las niñas,
tenía sentido fingir que él era mayor. Tuve la ayuda de un joven
abogado. Él falsificó certificados de nacimiento a cambio de otras
cosas. Es lógico que, aunque Isaiah y Lilith no supieran la fecha en
que naciste, buscaran a un niño adoptado en Luisiana con fecha de
nacimiento de junio.
—¿Lilith?
—Esa es una historia para otra noche, Emma. Verás, toda mujer
se vende. Después de lo que me pasó, decidí que mi mercancía me
ayudaría a prepararme para ahora.
¿Su prometida?
—Oh, Dios mío. —Me acerqué más—. Fuiste tú. Sabías que él
tenía medicamentos para el dolor. Tú lo mataste.
—¿Madre?
—¿Cuándo? —pregunté.
—¿Resuelto?
—No, no lo hice.
Jezabel sonrió mientras se ponía en pie. —Los dos sois mis hijos.
La profecía dice que gobernaréis esta ciudad; habéis sido concebidos
para ello. —Se volvió hacia los tres—. Escucháis demasiado el
folclore y las fábulas. —Me cogió por el codo—. Ven, Emma. Hay
mucho que aprender.
Ambas nos envolvimos con las mantas sobre los hombros y nos
acomodamos en dos grandes mecedoras. El zumbido de los bichos
voladores inició el coro de ruidos nocturnos. Los grillos y los sapos
añadieron sus sonidos hasta que el oscuro mundo más allá del porche
cobró vida en mi mente. No todas las criaturas que imaginaba eran
capaces de mantenerse alejadas con una manta de lana.
—¿Con él?
—¿Cómo?
—Está... mal.
Él inhaló.
—Por supuesto.
—Sí.
—¿Utilizarme?
Kyle continuó: —Hay gente, mucha gente, leal a nuestro padre
que incluso siete años después no está dispuesta a seguir los pasos de
un Ramses.
Frunciendo los labios, asentí. —La verdad está cada vez más
clara. Entiendo que no entiendas el maldito punto. Te doy una pista,
Kyle. Yo soy el punto. Y estoy delante de ti.
Unir la ciudad.
Un Boudreau y un Ramses.
Me encontró a mí.
Alguien se atrevería.
Lo sabía en mi corazón.
Y también la profecía.
Mi ciudad.
Mi gente.
Ahora, mientras miraba por las ventanillas, veía un solar tras otro
en Desire donde antes había casas, ahora vacías. Aunque la mayoría
de las estructuras dañadas en 2005 habían sido removidas, muchas no
habían sido reemplazadas. En su lugar, dejaron hierba y barro, así
como restos de asfalto agrietado, para llenar los espacios.
Podría hacerlo.
Por otra parte, si él lo lograba, las cosas podrían mejorar para los
Johnnys.
Leon habló en voz baja: —Jefe, no hay razón para que Ingalls
tenga que pagar su propia cuenta. Él podría fácilmente enviar a
alguien.
—Joder.
Leon no preguntaba.
—Ahora parece que está con Boudreau. —Leí el texto—. Ahora
mismo están en el Restaurante R'evolution. Estoy enterándome que
antes fueron vistos en Galatoire's 33.
—Sigue.
—¿Por qué?
—Perdona.
—Las mujeres saben cómo funciona esta ciudad tan bien como
sus maridos o sus padres. También hablan con sus maridos e hijos. No
hay hombre que valga la pena que no escuche. Puede que no le guste
escuchar, pero si las mujeres son como Tara —silbó— hablan...
mucho.
Jezebel asintió.
—Detente.
—Juntas, creamos.
Edmée asintió.
Mientras Edmée volvía hacia la cocina, Jezebel se sentó en el
borde del sofá y suspiró.
—No lo entiendo.
—¿Qué hiciste?
35
Rett
—Joder.
Conocía a mi mujer.
Se puso de pie y estiró el cuello. —Iré, jefe. Pero hay algo que no
me cuadra.
Nueva Orleans nunca dormía de verdad, pero esta era más tarde
que los bares y los clientes y más temprano que los madrugadores.
Observé con fascinación cómo las dos partes de Nueva Orleans
llevaban a cabo su cita diaria.
—Lo he hecho.
Hubo palabras que quise decir, pero tuve que recordar que se
trataba de un teléfono móvil y que si bien mi línea era segura, no
podía decir lo mismo de la de Richard.
—¿Qué? —pregunté.
—Las cosas no son lo que parecen. La Sra. North hizo lo que
tenía que hacer. Piénsalo bien, Everett. Sabrás la respuesta y, una vez
que lo hagas, te darás cuenta que tal vez el Isaiah más joven no sea el
enemigo.
Mientras miraba los otros puntos, deseé que uno de ellos fuera
Noah Herbert y que Ian Knolls estuviera de vuelta en la mansión
vigilando a Emma.
Respiré profundamente.
—Que te jodan.
—Lo sé.
—Deja que se la lleven y una vez que esté fuera de aquí, somos
tú y yo. Arreglamos esto de una vez por todas. Incluso enviaré a mis
hombres lejos. Puedes hacer lo mismo, o puedes superarme en
número.
Su arma se disparó.
La habitación resonó con las ensordecedoras explosiones de otras
armas.
—Leon —grité.
Él se apresuró a llegar a mi lado, se agachó y sostuvo el cuerpo
inconsciente, con las manos cubiertas de su sangre.
—Por supuesto que sí. Tú y Kyle. Él era testarudo y tú, oh, niña,
eras ruidosa y exigente.
El sol había salido en la calle St. Peter, pero nadie más había
entrado en la tienda. Estábamos solas como lo estábamos desde que
Jezabel y Daniel nos dejaron aquí.
—Elijah7 ganó.
—Bien por ti. Sin embargo, no fue una batalla justa. Primero, a
Jezabel no se le permitió asistir. Verás, ella era una mujer. La reunión
tuvo lugar en el Mount Carmel para vilipendiar y degradar a Jezabel, y
cuando Elijah ganó, ¿recuerdas lo que hizo?
Sacudí la cabeza.
6
Según las escrituras hebreas en (Reyes I, 18, 20-40) ambos bandos
ofrecieron un reto que consistía en prender la leña donde se había sacrificado
un buey, el dios que invocando lograra prender el fuego sería el verdadero. Baal
no logró encender el sacrificio de sus seguidores, en tanto el dios Yahvé envió
fuego del cielo que quemó el altar de Elías hasta convertirlo en cenizas, aún a
pesar que este había sido mojado en abundante agua. Acto seguido, la
audiencia siguió las instrucciones de Elías y mató a los sacerdotes de Baal,
ganándose la enemistad de Jezabel. Yahveh, entonces decide enviar lluvia al
país después de una fuerte sequía.
7
Elijah; profeta Elías.
—Ella eligió hacer una declaración de fuerza. Eligió un nombre
que ha sido malinterpretado, como a ella. Verás, Jezabel, a diferencia
de la mayoría de las mujeres nombradas en el Antiguo Testamento,
mostró su resistencia al mantener sus creencias. No hay registro de
ella siendo infiel a su marido. Ella lo alentó. La llamaban hechicera
simplemente porque rendía un culto diferente. No fue hasta que el rey
Acab y su hijo mayor murieron que se produjo la difamación. Hubo
una batalla por Israel. El segundo hijo de Jezabel era el rey reinante.
Un día se encontró con su adversario en el campo de batalla y le gritó:
—¿Está todo bien? —La respuesta de su agresor fue la fuente de todas
las connotaciones negativas relacionadas con Jezabel.
Edmée asintió.
—¿Qué hizo?
Era la primera vez que oía a Edmée llamarla por ese nombre.
Sacudí la cabeza.
—Sí, niña. Se suponía que toda la ciudad era para su padre. —Se
encogió de hombros—. Tal vez el trabajo de Abraham había
terminado y estaba listo para que su hijo reinara. No importa, el
triunfo de tu marido fue una sorpresa para muchos de nosotros. Hoy,
tu madre está haciendo lo que puede para devolver el control a los
espíritus, permitirles elegir.
—¿Elegir qué?
Con mis mejillas entre las palmas de sus manos, los ojos
marrones de Rett se clavaron en los míos. —Estaba tan jodidamente
asustado, Emma. Pensé que te había perdido.
—Se acabó.
Rett asintió mientras tomaba mis dos manos entre las suyas. —
Ella estaba. Kyle y William Ingalls también.
—¿Qué?
—A ti, Emma.
Edmée asintió. —Lo hacen. Rezo por eso todos los días. —Se
volvió hacia Rett—. Bala, ¿la bala de quién?
Rett asintió con la cabeza. —Parece que sí, pero no hasta después
que lo hiciera tu madre.
—Sí. Como dijo Leon, la bala le rozó el brazo. Ella estará bien.
—¿Actualmente?
—Lo explicaré, pero primero... —El dedo de Rett se enroscó bajo
mi barbilla mientras limpiaba las lágrimas de mi mejilla con el
pulgar—. Sé que hemos pasado un calvario, pero nos han pedido que
hagamos una declaración pública.
—Para decirle al mundo que estás a salvo y, sobre todo, que eres
mía. —Él sonrió—. Por lo que he oído, Nueva Orleans está ansiosa
por ver y escuchar a su reina.
—Lo ha sabido.
—Tu madre.
—¿Lo sabe?
Era su sueño.
—¿Jezebel? —pregunté.
—¿Antes de la declaración?
—Quiero decir lo que dije cuando hablaste por primera vez del
matrimonio. Estaría de acuerdo con tus estipulaciones siempre que tú
estuvieras de acuerdo con las mías. —Tragué saliva—. Mi
estipulación ha desaparecido, Rett. No sé el momento en que ocurrió,
pero ocurrió. Jezabel me lo pidió y no hubo ninguna duda por mi
parte. Te amo. Mi corazón es tuyo.
—No entiendo.
—¿Invitados?
—Sindicatos nacionales.
—Oh.
—Señor.
—¿Qué?
Ian sonrió. —El Sr. Ramses es muy estricto con ciertas cosas.
Una de ellas es no salir de casa sin llevar kevlar.
Joder.
—¿Jezebel?
—¿Está viva?
—¿Qué hiciste?
—¿Boudreau? —preguntó.
—¿Kyle O'Brien?
—Lo estaban, pero no por ella. —La Srta. Guidry sonrió—. Ella
cumplió su promesa, señor. —Empujó mi brazo—. Ahora vete, y sé
amable.
Esa donación era solo una pequeña parte del dinero que me llegó
de la moneda electrónica de Ross. Al parecer, con algo de persuasión
por parte de los padres de Ross, su muerte pasó de ser un suicidio a un
accidente. Les ofrecí la criptomoneda, pero se negaron, diciendo que
querían que la utilizara para mantener vivo el sueño de Ross. Después
de todo, ambos habíamos ido a la Universidad de Pittsburgh para ser
grandes escritores. Al invertir en bibliotecas y programas literarios,
creía que sus fondos abrirían el mundo de la literatura y la escritura a
la siguiente generación.
—Mrs. Ramses —dijo Leon—. Todavía estábamos en la
carretera, pero por lo poco que podía recordar, la parte secreta de
nuestro viaje estaba a punto de comenzar.
Ian y yo levantamos una venda en los ojos. —Ella dijo que estaba
bien que Leon viera, ya que él ha estado allí una vez.
—Lo prometo.
El SUV se detuvo.
—Viniste.
—Sí.
Rett asintió.
—¿Pista?
—No sabía hasta qué punto tu madre quería que lo supieras. Por
eso acepté venir aquí hoy, para traerte —Rett me hablaba—. Así
sabrás exactamente lo que pasó.
Jezebel soltó mis manos y se sentó. —No dejes que sea modesto.
El Sr. Ramses me salvó, aunque no fuera su intención.
—¿Kyle? —pregunté.
—Así que esa mañana —dijo— atraje a los tres hombres por
separado al almacén. Todos ellos pensaron que venían a por ti, Emma.
—Ella suspiró—. Daniel me ayudó.
—¿Y Kyle?
—¿Quieres ayudarnos?
Jezebel sonrió. —¿Ayudaros?
Jezebel negó con la cabeza. —Tal vez algún día pueda visitarla.
Pero actualmente, estoy donde quiero estar. La ciudad es ruidosa.
Disfruto de la sencilla melodía del bayou. —Sonrió—. Me gustaría
que vinieras de vez en cuando.
—Puedo hacerlo.
Jezebel sonrió. —Sr. Ramses, parece que los espíritus han estado
cruzando nuestros caminos durante años, ya que, sin saberlo, nos
esforzamos por alcanzar muchos de los mismos objetivos. No lo
entendí del todo hasta hace poco. Verá, yo creía saber lo que debía ser,
pero no era así. Nunca soñé que su plan nos llevaría a donde estamos
hoy.
Emma
Un año después…
—¿Saber qué?
—No. —Se rodeó la cintura con los brazos—. Creo que es difícil
explicar la elección de una vida como la mía. Estoy segura que hay
gente que cree que fue un desperdicio, no casarme o tener mi propia
familia. —Se giró mientras unas lágrimas silenciosas brotaban de sus
ojos color avellana—. En tu historia, no nos llamas a la Srta. Marilyn
ni a mí por nuestro nombre, pero tu historia trata de nosotros, y haces
que parezca importante. Es hermoso.
—¿Eso te va a detener?
Emma
—Creí que habías dicho que llegarías tarde —dije con una
sonrisa.
Cada vez me sentía tan cerca, tan preparada, solo para que me
provocara más.
Alcancé sus mejillas y atraje sus labios hacia los míos. Cuando el
beso terminó, le pregunté: —¿Acortaste tu reunión para volverme
loca?
Su mirada fundida era todo lo que podía ver. —Me alegro que
hayas acortado tus encuentros.
—Emma, mírame.
Me volví.
—Habla conmigo.
—Quiero tener hijos algún día, pero ahora mismo quiero que
seamos nosotros. Estoy entusiasmada con el libro, y la construcción en
la biblioteca está avanzando. Mi madre me habló hace poco de un
refugio para indigentes y de un centro de distribución de alimentos en
la zona baja de Lower Ninth que necesita ayuda... —Me incorporé—.
Lo siento si no soy lo que quieres.
—Tú eres todo lo que quiero. No te disculpes por ser la reina que
ama Nueva Orleans. —Rett me rodeó con sus brazos y me acercó
hasta que nuestros labios se tocaron. Cuando nos separamos, él estaba
sonriendo—. Te amo. Nunca pensé que esto fuera a suceder. No sabía
que era capaz de sentirlo, y mucho menos de decirlo. Pero joder,
eres... —Inhaló mientras su pecho se inflaba—. Yo también quiero
tiempo para nosotros, Emma. Y estoy relativamente seguro que,
aunque soy mayor que tú, no soy demasiado viejo para engendrar un
hijo. Además, mi madre sabe que siempre he sido un poco terco. Los
niños pueden estar en nuestro calendario. Puede irse o quedarse.
Espero que se quede.
—¿Lo esperas? ¿Crees a la Srta. Guidry?
—Lo prometo.
Y vivieron felices para siempre.
Bono Extra
—Sr. y Sra. Ramses —la voz del piloto llegó a través de los
auriculares—, bienvenidos a lo que se conoce cariñosamente como la
Isla de Claire.
—¿La isla de Claire? —repetí, volviéndome hacia Rett—. ¿Quién
es Claire y por qué me has traído a su isla?
Rett asintió.
Mis gafas de sol hacían poco por disminuir el sol brillante que
irradiaba de la arena y el agua. Después que el piloto me ayudara a
llegar a la orilla, saqué un sombrero de ala ancha de mi bolsa.
—Sí, esta es la casa principal. Nos dijeron que ustedes dos sólo se
merecían lo mejor para su luna de miel. —Gloria sonrió—.
Enhorabuena. Hay algo en ver a los recién casados que me hace creer
en el poder del amor. Ustedes dos simplemente resplandecen.
—¿Claire? —pregunté.
—Sí.
—¿Tu turno?
Mientras el sol se elevaba sobre las aguas azules del océano, salí
del balcón y volví al interior del dormitorio. Emma seguía durmiendo
mientras sus cabellos se agitaban con la brisa del ventilador. La
abundancia de sol reciente había dejado vetas de luz, dando a sus
mechones dorados un aspecto multidimensional. Tenía los labios
rosados entreabiertos y las mejillas sonrosadas por el sol. La suave
sábana que había echado durante la noche había descendido hasta
cerca de su cintura, dejando a la vista sus sensuales curvas.
—No te detengo.
Más allá de nuestra burbuja, las olas bañaban la costa, los pájaros
piaban sus saludos matutinos y los insectos volaban. El ventilador de
arriba seguía girando y nuestros cuerpos se cubrían de sudor. En algún
momento, cambiamos de posición.
—¿No lo hiciste?
—No, y tú no me querías.
—Lo tenía —dijo ella—. Creo que los espíritus sabían lo que
hacían cuando me concibieron. —Ella sonrió—. Fui creada para ti,
Rett, y tú para mí.
—Tú fuiste creada para mí. Todo en ti es todo lo que nunca supe
que quería y necesitaba. Nueva Orleans te ama y nunca lo olvida, yo
también.
—Esto.
Traducción
Hada Zephyr
Corrección
Hada Aerwyna
Diseño
Hada Muirgen