La Mañana Nació Rota - TESISLICENCIATURA
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La Mañana Nació Rota - TESISLICENCIATURA
Acercamiento a la obra
El abecedario, la ciudad y los días, de Jennie Ostrosky, escritora mexicana
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El abecedario, la ciudad y los días se distingue por los modos de
enunciación del discurso, tan propios del siglo XX: fluir de la conciencia y
monólogo interior; las variaciones temporales, intertextualidad, riqueza de
imágenes líricas dentro de la narrativa y desplazamiento de la función
narrativa, entre otros recursos.
En entrevista personal, la propia escritora comentó que El
abecedario… fue escrito al inicio de la década de los setenta, aunque no
se publicó sino hasta 1981, y es una secuela, tanto histórica y literaria como
emocional, del movimiento estudiantil de México 1968 y sus desencantos.
Es importante, además, observar el tratamiento del tema
relacionado con los conflictos interiores de los personajes, la confrontación
ideológica y el desaliento, con respecto al mencionado movimiento de
México 1968.
Relato literario contemporáneo, El abecedario, la ciudad y los días
se descubre dijimos— lleno de imágenes líricas, lo cual responde al
planteamiento de que no existen los géneros puros; también permite
descubrir cómo actúa el narrador, desde qué voz y punto de vista enuncia
el discurso, para revelar la conciencia de un personaje en el acto de
evocar e imaginar una historia en la que participó o fue protagonista.
Finalmente, la inclinación por el tono, el ritmo y la intensidad
narrativa, y el saber que las inflexiones y variaciones de la voz del narrador
y las distintas perspectivas apoyan la información del discurso narrativo,
llamaron poderosamente mi atención para hacer el intento de penetrar
en la espesura literaria que representa El abecedario, la ciudad y los días
de Jennie Ostrosky.
En esta indagación se detecta el proceso de trastorno mental de la
protagonista de la locura a la lucidez—, provocado por la matanza del 2
de octubre de 1968, en la Plaza de Tlatelolco, en la ciudad de México.
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Uno de los aspectos que animó este proyecto fue el saber que la
narratología (concepción teórica utilizada) y sus conceptos son
únicamente herramientas mediante las cuales se posibilita el estudio y
descripción de los textos narrativos, con el fin de que los resultados
puedan ser accesibles a otros lectores o investigadores, sin el compromiso,
como apunta Bal, de que la teoría deba ser una especie de máquina
generadora de conclusiones únicas y adecuadas para cada texto, puesto
que no existe una sola y correcta descripción de la obra literaria.
Sabemos que la narratología tiene una connotación no siempre
agradable: “cualquier texto literario simplemente se divide en sus partes,
de acuerdo con ciertos mecanismos narrativos, y se inserta en una especie
de esquema rígido que permite sacar conclusiones similares”; sin embargo,
el propio Gérard Genette (1998:51) dice “…no veo por qué la narratología
debería convertirse en un catecismo que tuviera, para cada pregunta,
una respuesta en la que hubiera que marcar sí o no…”
Efectivamente, esta teoría no es un catecismo y podemos afirmar
que en El abecedario, la ciudad y los días no hubiera sido posible aplicar
el procedimiento descrito, puesto que es una novela muy particular, en la
que el recorrido del narrador no es claro ni explícito, por lo que requirió de
un estudio muy cuidadoso para descubrirlo.
Con el acercamiento narratológico del texto se pretende ofrecer
una posible descripción, propuesta que se expone a otros lectores con el
fin de ser discutida; además, tiene la ventaja de estar formulada a partir de
una teoría sistemática, lo cual la enriquece y permite su discusión
académica.
El resultado de este trabajo, como plantea Todorov, tiene también su
dosis de interpretación, aunque siempre justificada por los mecanismos del
texto y con el rigor que propone la teoría, considerando que la reflexión
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teórica que no se base en las obras existentes es estéril e inoperante, pero
al mismo tiempo, el estudio de una obra concreta sólo puede realizarse
utilizando las herramientas de la doctrina (Todorov, 1975:20).
Conjunto, pues, en esta propuesta, el análisis de la obra literaria
anotada, una interpretación que parte de la reflexión narratológica, con
unos resultados espero satisfactorios para la academia y para el lector.
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I. FUNDAMENTACIÓN TEÓRICA
Nociones de narratología
1. Antecedentes
La obra literaria, en tanto obra abierta y polisémica, puede ser analizada
desde una diversidad de métodos que los Estudios Literarios han instituido
a lo largo de su historia. Una de las teorías más destacadas en el siglo XX
para el análisis del texto narrativo es la narratología, derivada del
estructuralismo, que ha dado cauce a una continua renovación de ideas
y postulados que se han plasmado en libros especializados y traducciones
de los originales, a disposición de los estudiosos de la literatura, quienes
podemos utilizarlos para extraer categorías operativas que posibiliten el
análisis de las obras específicas.
Narratología es un término propuesto en 1969 por Tzvetan Todorov
según Gérard Genette (1993:9)— para el estudio de la narrativa literaria.
Apoyan y enriquecen esta disciplina investigadores como el propio
Genette, Franz Stanzel, Mieke Bal, Michael Riffaterre, Brian Mac Hale y
Dorrit Cohn, entre otros.
Mieke Bal, en la introducción a Teoría de la narrativa (Una
introducción a la Narratología), expone:
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única o correcta de un texto, puesto que existen tantas lecturas como
lectores:
Otro individuo podría, quizá, utilizar los mismos conceptos de forma distinta,
hacer hincapié en otros aspectos del texto, y por consiguiente, dar lugar a una
descripción textual diferente. Si la descripción de un texto se entiende como
propuesta que se pueda presentar a otros, el hecho de que se formule dentro
del marco de una teoría sistemática conlleva una ventaja importante: facilita
cualquier discusión sobre la descripción propuesta (Bal, 1990:12).
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Sabemos, sin embargo, que este tipo de apreciaciones no pueden
aplicarse a los estudios literarios; entonces, Genette está de acuerdo y
también nosotros con el criterio de acercamiento científico y riguroso de
la teoría literaria, pero no descarta las disertaciones personales y
extraliterarias que suelen hacerse alrededor del relato:
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no se nutra de observaciones sobre las obras existentes resulta ser
estéril e inoperante […] La interpretación precede y sucede al
mismo tiempo a la poética: las nociones de ésta se forjan según
las necesidades del análisis concreto, el cual por su parte sólo
puede progresar utilizando los instrumentos elaborados por la
doctrina. Ninguna de las dos actividades es anterior con respecto
a la otra: ambas son “secundarias”. Tal interpenetración íntima,
que determina que el libro de crítica sea a menudo un vaivén
incesante entre la poética y la interpretación, no debe impedir
que distingamos netamente en lo abstracto— los objetivos de
cada una de ellas (Todorov, 1975:20-21).
2. El narrador
“El narrador es el sujeto de la enunciación del discurso […] es el ´yo´ en
torno al cual se organizan todas las otras instancias discursivas” (Beristáin,
1984:108), es la figura central de una teoría del relato y objeto de la
principal “actividad” en el pacto de comunicación narrativa; es una
instancia generadora del relato que existe únicamente en la realidad
intratextual y tiene la responsabilidad de administrar desde la ordenación
del material de la historia en un discurso narrativo hasta el uso de
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procedimientos sistemáticos comunes, como la perspectiva, la voz, la
temporalidad (Pozuelo, 1992:240-241) y la espacialidad.
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El narrador siempre ocupa la primera persona; se reconoce,
entonces, por ser quien asume el YO subyacente en todo enunciado, así
como el narratario asume el TÚ (segunda persona subyacente) al cual se
dirige implícitamente la narración. En el nivel de la historia se encuentra la
tercera persona, un ÉL que es el objeto del discurso: de quién o de qué se
habla.
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La distribución canónica de las personas en el relato reserva el YO
para el narrador, el ÉL para aquello de lo que se habla y el TÚ
para el destinatario de la narración. Sobre la base de este
modelo el discurso narrativo literario realiza todo tipo de torsiones
que hacen que el lugar de la tercera persona, inherente al relato
tradicional, sea ocupado por la primera o la segunda, remitiendo
así a otros tipos de texto en los cuales este modo de referir es
dominante (la carta, el diario, la conversación íntima, el
monólogo).
ÉL
yo
tú
YO TÚ
él
(Filinich, 1997:56)
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En consecuencia existen relatos del tipo YO-yo-TÚ, YO-tú-TÚ y YO-él
TÚ. En el relato tradicional la situación narrativa es clara, encontramos YO-
él-TÚ; en cambio en el contemporáneo existen las variantes mencionadas:
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relaciones entre el tiempo de la historia y el tiempo del discurso o
narración (Pozuelo, 1992:240-241).
A) Focalización o aspecto
Cuando se lee una obra de ficción no se tiene una percepción directa de
los hechos de la historia sino que es mediatizada por la percepción del
narrador. Todorov (1999:183) llama aspectos a los diferentes tipos de
percepción que asume el narrador en el relato, considerando el término en
el sentido etimológico más cercano: “mirada”.
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Uno de los componentes básicos en el proceso de enunciación del
relato, expone María Isabel Finilich, es el “punto de mira”, que ofrece una
visión de los acontecimientos narrados (punto de vista o perspectiva), que
“remite al ángulo visual y axiológico— desde el cual se presentan los
acontecimientos, los actores y las coordenadas espacio-temporales”
(Filinich, 1997:16).
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personajes, o “visión desde fuera” (Narrador<personaje); de acuerdo con
el conocimiento que tiene de los hechos con respecto al personaje puede
“…describirnos sólo lo que se ve, oye, etc., pero no tiene acceso a ninguna
conciencia…” (Todorov, 1999:184).
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Focalización cero (o no focalización). El narrador enfoca desde un
punto indeterminado, panorámico, de tal manera que no coincide con
ningún personaje, no se ubica en un lugar preciso y relata los
acontecimientos con libertad, con un mayor conocimiento de los hechos
que los personajes.
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donde se introduce la problemática de la voz narrativa” (Pozuelo,
1992:248). Por su parte, Filinich apunta que la voz narrativa “permite
observar las estrategias discursivas que dan cuenta de quién destina la
historia que se narra, y a quién se dirige…” (Filinich, 1997:16).
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El narrador, entonces, puede relatar una historia propia o ajena, en
la que participó o no; por lo tanto, el análisis de la voz narrativa se precisa
desde esa oposición “yo-no yo”, fuera-dentro, que muestran las dos
actitudes posibles en cuanto a la responsabilidad elocutiva: si hablo de mí,
entonces es homodiégesis, y si hablo de él, de ti es heterodiégesis.
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Seuil, 1972). En ese sentido, Todorov afirma en su Poética que el modo de
un discurso “consiste, pues, en el grado de exactitud con el cual ese
discurso evoca su referente: grado máximo en el caso del estilo directo,
mínimo en el del relato de hechos no verbales” (Todorov, 1975:47-48).
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Estilo indirecto, en el que se conserva el discurso de los personajes,
pero se integra en el relato del narrador; también se habla de “discurso
transpuesto”. Una variante intermedia entre los estilos anotados, es lo que
en francés se denomina “estilo indirecto libre”: “en este caso se adoptan
las formas gramaticales del estilo indirecto, pero se conservan los matices
semánticos de la réplica ´original´” (Todorov, 1975:47).
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Al mismo tiempo, este autor expone una síntesis de la tipología que
Mac Hale propuso en 1978 y ha sido aceptada por Genette como
ampliación a su propuesta, la cual consta sólo de tres tipos. Dicha
ampliación obedece a la necesidad de adecuar la nomenclatura a otras
tipologías más completas, como la de Mario Rojas, que se expone como
una gradación, desde el punto de vista de su capacidad mimética o de
reproducción de lo dicho. El narrador de un fenómeno verbal puede
reproducirlo a mayor o menor distancia, con más o menos lujo de detalles
o fidelidad al hecho discursivo tal como ocurrió (Pozuelo, 1992:254-255).
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Cabe aclarar que, antes del planteamiento del discurso directo libre,
el indirecto libre era la modalidad más adecuada para expresar los
pensamientos y sentimientos de los personajes, hasta que apareció el
monólogo interior:
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conciencia clara de la realidad” (Filinich, 1997:130), y en la segunda, el
discurso se presenta desarticulado, puesto que pretende mostrar el
movimiento de una conciencia en el proceso anterior a la formalización
de la lengua; predomina “…la desestructuración
del discurso (que) intenta borrar las marcas del acto discursivo para
mostrar el carácter fragmentario y contradictorio de la experiencia
perceptiva” (Filinich, 1997:134).
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fragmentación del discurso, tal y como sucedería en el fluir de la
conciencia del personaje.
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II. ANÁLISIS
De la locura a la lucidez
1. Introducción
El texto narrativo El abecedario, la ciudad y los días es una obra que hace
referencia a la matanza estudiantil del 2 de octubre de 1968 en Tlatelolco,
ciudad de México, a la manera del relato que prevalece en el siglo XX
(“YO-yo-TÚ” y “YO-tú-TÚ”) y no a la usanza del relato canónico
predominante hasta finales del siglo XIX (relato tradicional “YO-él-TÚ”), en el
cual el narrador se hace cargo directamente de la destinación y
verbalización del discurso; es decir, expone una historia ocurrida a una
persona distinta y se dirige a un destinatario explícito, marcando
claramente su distancia con los personajes.
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evocar una primera o una segunda persona—) hay, en estos casos,
un desplazamiento de la función narrativa (Filinich, 1997:59-60).
En este desplazamiento, observamos en nuestro texto cómo el
narrador hace que sus personajes realicen actos discursivos tales como
hablar, pensar, escribir o dejar que fluya su conciencia; entonces, les
permite usurpar su función de verbalización casi totalmente (Filinich,
1997:59-60).
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2. Recorrido del narrador
El respeto a los mecanismos del texto estudiado es el principal axioma de
la narratología; por tanto, fue el punto de partida para el análisis de El
abecedario, la ciudad y los días, relato muy complejo debido a la
presentación del discurso, y los recursos narrativos utilizados: modo de
enunciación, variaciones temporales, intertextualidad, riqueza de
imágenes líricas, y desplazamiento de la función narrativa.
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deliciosa no se deja ver fácilmente ni permite acceder directamente a
sus rincones: opone verdadera resistencia.
I II III IV V VI
Capítulo
Categorí
a
YO-yo-TÚ
Tipo de YO-yo-TÚ YO-yo-TÚ YO-yo-TÚ YO-yo-TÚ YO-yo-TÚ
relato YO-él-TÚ
predomi
nante
Interna Interna En “ella” Interna Interna Interna
Focaliza En “ella” En “ella” Interna En “él” En “ella” En “ella”
ción Interna
En su
madre
Autodiegé
Voz Autodie Autodie tica Autodie Autodie Autodie
gética gética gética gética gética
Heterodie
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gética
Fluir de la
Modo Fluir de Fluir de concienci Monólog Monólog Monólog
de la la a o o o
enuncia concien concien Monólogo interior interior interior
ción cia cia interior
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En general, apreciamos al narrador verbalizado en un “yo”, la
venada, excepto en el cuarto (en el que se verbaliza también en un “yo”,
el zurdo) y en parte del capítulo III. Este último es fundamental para el
discurso, y puede percibirse en el giro que da en todas las categorías; en
este caso, el narrador toma sus funciones “originales”, al ser el YO que
relata a un TÚ los hechos sucedidos a una tercera persona (ÉL); por lo
tanto adopta el tipo de relato de “YO-él-TÚ”.
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Todos estos indicios proporcionados, en primera instancia, por el tipo
de relato que tenemos en las manos, tras un análisis más exhaustivo se
fueron comprobando uno a uno, como se detalla a continuación:
A. Mirar la conciencia
Una vez analizado lo anterior proseguimos con la focalización, que,
efectivamente, bajo las categorías operativas de Genette, resultó ser
interna, en la modalidad de “múltiple”.
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vivos y de los muertos… pero, ¿a los muertos en vida, a los que
deambulamos entre el horizonte y la angustia, entre la
mediocridad y la intuición, a los que sólo podemos crear a
medias, a los heridos de penumbra, a los sobrevivientes de
ninguno y de todos los naufragios, a los que llevamos la ciudad y
los días a cuestas, quién, quién, quién nos registra? (p. 23)
Capítulo II
…Y aquí estoy con mi debilidad poseída por el ritmo. Aquí estoy
de regreso de la pesadilla, sin Dios, sin amo, sin ti, de bruces,
muerta de sed, sobre la misma orilla (p. 44).
Capítulo III
Quisiera tener una memoria aunque fuera de vidrio o de hielo en
vez de este muro de paradojas formado de pieles anónimas
carcomidas por la humareda, quemadas en el veneno del
ambiente, calcinadas en el polvo de la ciudad, de esa ciudad
que llevo a cuestas como una cicatriz más (p. 51).
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además, como podemos percatarnos en las citas, proporcionan indicios
acerca de la autodiégesis y del modo de enunciación interior.
38
El cuadro de análisis también muestra que en el capítulo IV el
narrador realiza la segunda variación importante en cuanto a focalización,
porque se traslada a la conciencia del zurdo, quien da cuenta de los
hechos, desde su punto de mira.
Capítulo IV
Fui y soy el pobre imbécil de la familia, el “rebelde”, “el zurdo”, el
“chueco”; el ingenuo que no creyó en la cohesión de la ideología
como cemento del sistema sino que había una forma de
cambiarla, de anularla… El que sintió, el que siente, que no se
puede, no se debe vivir en lo absurdo aun cuando se tenga la
obligación de aceptarlo… (p. 61)
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búsquedas, tus lecturas, tus rabias contenidas, tus raigambres
clasemedieras… Tus laberínticas esperas… algo de felino tenías:
tu cautela, tu ira, tu desesperación, tu ansiedad y sobre todo,
más que todo, tu resistencia… venada disfrazada de pantera…
ya pasada la furia que enrojecía tus mejillas, te acurrucabas
silenciosa, te echabas como yegua… Pienso en ti, yegua,
venada, pantera… (p. 67-68)
Capítulo V
Ahora sólo tengo que olvidar, ahora acabó todo, casi puede
decirse que fue en vano… Sólo el olvido; basta creer que todo
esto nunca existió, que tú fuiste un espejismo, que nuestra lucha
fue una pesadilla –un mal aire que pasa—… (p. 79)
40
día, acaso, cuando nadie quiera recordar este tiempo, podré
parir una existencia a deshora… (p. 81)
Capítulo VI
Ahora corrijo textos en una oficina impecable. Escritorio de vidrio,
silla giratoria y lápices de colores que uso según la falta. Hay
quienes me consideran afortunada porque tengo oficina privada
con muebles blancos donde puedo trabajar cómodamente y
hasta escuchar música o tomar café (p. 99).
B. “Eso” me sucedió
La voz, sabemos, se refiere a la instancia que relata los hechos y desde qué
ubicación lo hace; es decir, da cuenta de la participación/no
participación del narrador en ellos. El narrador autodiegético, recordemos,
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se evidencia si, además de contar los acontecimientos desde dentro, se
refiere a su propia historia.
Voz autodiegética. En los capítulos I, II y parte del III la voz corre a cargo de
un narrador autodiegético que da a conocer, mediante una serie de
referencias, no de manera explícita, el trastorno mental de “ella”, causado
por un “eso” que le sucedió y “los demás” se empeñan en negar, en borrar
todo vestigio, hasta el punto de llevarla a la impotencia y a la
desesperación.
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no definido más allá del “abandono de Dios” y “el alba rota”; b) el rencor
a ese mismo Dios que le defraudó en un ideal supremo que ella deseaba
lograr más allá de su ser; c) ella está profundamente unida a un amante
ausente a causa del mismo “eso”; d) la desesperación de morir viviendo; e)
es una lectora-escritora de literatura, una mujer culta con inclinaciones
hacia otras formas de arte: música y pintura, y f) habla del abecedario, la
ciudad y los días como elementos inseparables de su ser, aspectos que se
verán reafirmados en cada capítulo.
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confunde con el piso de tus sueños y con el peso de esos gritos
redondos y mudos que en ciertos tramos de la espiral escucho...
(p. 27)
Capítulo II
Esta ciudad y sus raíces fracturadas es tan mía como esa mirada
tuya aquella tarde. Esta ciudad es parte de la duda y parte del
profundo coraje porque, después de todo, nosotros somos la
imagen de nuestras ciudades y éstas llegan a ser tan íntimas
como las vísceras (p. 32).
44
En la mitad del cielo había esa noche una señal roja de fuego,
una trampa, un surco en el firmamento. Después los tiros. Después
el desconcierto. A correr. A dispersarse. Los tiros acorralando. Los
cuerpos en el suelo, en las puertas, en las cajuelas (p. 35).
45
…NO DESCANSARÉ HASTA SABER QUÉ FUE DE ELLA. ES POSIBLE QUE
LOS MISMOS QUE LA CALIFICAN DE DESAPARECIDA LA TENGAN EN
ALGÚN SÓTANO, EN ALGUNA CÁRCEL, EN ALGÚN PROSTÍBULO…
NO CLAUDICARÉ, LA PREFIERO MIL VECES MUERTA QUE
TORTURADA… NO DEJARÉ DE BUSCARLA, CUANDO MENOS HASTA
NO TENER LA COMPLETA CERTEZA DE QUE ESTÁ MUERTA... (p. 55)
Ahora sé que acaso los otros esos otros que nos daban forma al
ser vacíos— tenían “razón”... Ahora sucede que el zurdo, el idiota,
la oveja negra de la familia, el “eterno desubicado” no sabe con
exactitud en dónde lo pusieron (p. 62).
46
“Me metieron una rata”, me escribiste, y yo apreté el gatillo, pero
me salvaron... Ahora pienso en ti y por ti me aguanto.
Resistiremos, venada, ya verás, porque nuestro desprecio es eso:
Tus cuencas vacías de lágrimas que encendían su simia furia...
Esa sola palabra: resistencia (p. 66).
47
eran simplemente expulsados por la pluma a pesar del dolor del
parto y de la duda; hoy la escritura es un temblor que se traduce
en último resorte de la voluntad para traer junto a mí a todos los
que yo he querido… para que algo de mí permanezca en ellos
cuando yo me vaya o enloquezca o sea otra (p. 83).
48
de manera temporal, porque quién sabe si es mejor claudicar y vivir una
vida “normal” o continuar en la tortura del hospital de locos o morir; la
venada está segura de lo último, no tiene redención porque no aceptará
la pérdida de sus ideales y su identidad:
Capítulo VI
...pero entiendo la oscuridad secreta que a veces, como tronco
seco, lanza inesperadamente un retoño luminoso. He alcanzado
la armonía de la desarmonía y conozco las texturas blandas del
delirio. Sé dónde está el punto exacto que quebró los brazos de
mi tronco, que canceló la posible extensión de mis ramas (p. 99).
C. De la locura a la lucidez
49
El modo de enunciación, se dijo en el marco teórico, se refiere al aspecto
verbal de la ficción literaria, al tipo de discurso utilizado por el narrador
para relatar los hechos, a la manera en que están expuestas las palabras
que estructuran una historia; además, da cuenta de la distancia
interpuesta entre aquél y los personajes, a través del grado de exactitud
con el que su discurso los evoca.
50
Si observamos el cuadro de análisis nos percataremos de que en el
modo de enunciación el narrador también se comporta de una manera
muy regular, aunque distinta de las otras categorías. Del mismo modo que
focalización y voz, es en el capítulo III en donde da el giro que empieza a
cohesionar la novela, a través del monólogo interior; sin embargo,
permanece en esta variación hasta el final, a diferencia de las otras
categorías, que vuelven a su posición de origen.
51
1968 en la ciudad de México, a la impotencia ante la pérdida de sus
ideales y del amado, y a la tortura brutal que sufrió como presa política,
aspectos no precisados hasta ese momento.
Capítulo I
Dios: ¡en un instante pudo haberse superado el abandono!, ¡en un
instante! Pero la madrugada nació rota como mi guitarra y mi voz
y mi niebla y la niebla de todos. Sí, algo de la niebla cantábamos
aquella vez, algo de la niebla hablaba aquel poema de Alberti;
recuerdo los versos que incansablemente repetíamos a manera
de estribillo me acuerdo de tu mano en mi pecho, del roce de
tus labios; el mundo era ese estribillo y ese estribillo era nuestro.
“Nieblas de pie y a caballo / nieblas regidas / por humos que yo
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conozco / en mí enterrados, / van a borrarme... van a borrarme...
van a borrarme...” (p. 16)
Es esa “otra” vez. Es ese amor y esos dientes y esas uñas que no
bastan. Es la fisura del sueño. Es el alba rota. Es la niebla que
galopa… Y no deja ruinas, sólo deja esa espina ligera que duele y
se clava quiensabecomo y quiensabedonde… Y no deja ruinas
(p. 16).
53
obsesión y sus necedades, de los recuerdos del amor físico, de la unión
interior con sus ideales y con un amante, de la vida y de la muerte; dijimos
antes, salta de un tema a otro sin coherencia ni lógica. Es una forma
sorprendente de relatar, en la que el narrador autodiegético deja brotar
las ideas en un intento muy bien logrado— de borrar el acto discursivo,
en la paradoja de enunciarlo mediante el discurso.
54
Como golpes de bala, el narrador (en “ella”) cuenta su historia,
relata aquel “eso” que vivió y sufrió y no se esperaba. Cual danzante en la
plaza sólo dispuesta a adorar al Dios, no estaba preparada para la guerra.
Sin armas sólo su voz y sus ideales— fue aplastada, fueron aplastados:
Capítulo II
… tú y yo tendremos que recuperar nuestras imágenes rotas —los
otros de los otros que una noche anterior al crepúsculo de los
gendarmes fuimos— en esta rabia de amarnos como en el
derrumbe —ya ni siquiera poder ser otros o en lo eterno ser
estos otros que aúllan su otredad perdida (pp. 38-39).
Era de noche y el helicóptero fingió que era de día. Una voz fingió
también la orden de las balas. Era de noche y la voz no se veía...
Era la fiesta del Tóxcatl… Era de noche y los Dioses dormían.
Ningún rostro podía verse. Sólo la sangre corría, sólo la sangre y en
la frente, una niña muy blanca y muy despierta los protegía y los
guiaba a la victoria (p. 35).
55
La sangre oscura, la sangre cárdena, la sangre noche en la
noche. Las entradas obstruidas; todo fuego, todo sangre en la
Serpiente de los Mil Espejos. Todo reflejo de los ocho presagios
funestos que dieron comienzo con una enorme espiga de fuego
en la mitad del cielo (p. 35).
56
Sácame de este infierno, madre,
sácame de esta noche, vientre.
57
en mi vagina las paredes débiles;
que yo ya no diga, que yo ya no cuente,
que se me acaban las cuentas,
que se me seca la muerte… (p. 38)
58
pesadilla, sin Dios, sin amo, sin ti, de bruces, muerta de sed, sobre la misma
orilla” (p. 44).
... ¿ s a b e s ? , s i e m p r e h e v i s t o l o m i s m o :
e l m a r c o n a n s i a s d e t i e r r a l a m i e n d
o e l v i e n t r e d e l a s p l a y a s , c o n d o
l o r d e q u e r e r q u e d a r s e , p e r o c o n
s i n o n e g r o d e r e g r e s a r a l a s i m a d e l
q u i e t o r e f o c i l a r s e e n l o m i s m o , l
o m i s m o , l o m i s m o , l o m i s m o , l o m i s m
o, l o m i s m o, l o m i s m o , l o m i s m o , l o m i s
m o , l o m i s m o, l o m i s m o , l o m i s m o , l o m i
s m o , l o m i s m o, l o m i s m o , l o m i s m o , l o
59
m i s m o , l o m i s m o,
(p. 50)
60
libre asociación de imágenes, ideas, sensaciones, reflexiones, propias del
fluir de la conciencia.
Fue la angustia.
Un día reventó.
Fue la angustia.
61
Despojada de ti mía, más mía que la mía y la de mi hijo muerto
a medio vientre— tu carne volcaba su ritmo en mi entraña
oscura... (p. 47)
¡El helicóptero! ¡No, no, no! ¡Corre! ¿Dónde estás? ¡Eres un grito
llamándose o devorándose a sí mismo en su eco! ¡Quítate de ahí!
¿Qué haces gimiendo a media plaza?… Pero no, no es eso, es
sólo un vuelco o un anuncio de tormenta (p. 50).
62
b. La aceptación y la lucidez
En el capítulo IV cambia totalmente la forma de enunciación del discurso:
el narrador retoma el monólogo interior, ahora verbalizado en un personaje
que, de inicio, no se sabe quién es, pero luego se explicita que es un varón,
amante de la protagonista.
63
Por otro lado, vale destacar que las manifestaciones líricas y
alusiones a la música y a la situación social en el país son, en general, las
expresadas por la venada; incluso evocan los mismos poemas y canciones;
sin embargo, el zurdo lo hace dentro del monólogo interior, rabioso,
impotente, sí, pero pausado y claro.
La cámara:
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lentamente como campanitas de la orquesta, alfombrada de
sangre, maloliente, virulenta como fosa séptica, donde los
quebrantahuesos ¿Eduardo? ¿Gerardo? ¿Armando?
¿Alejandro? ¿Rolando?— se chupan el hocico y devoran a sus
presas o presos por lo general políticos, de expedientes
desaparecidos o dispersos y paraderos imprecisos (p. 65).
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¿Fuimos, somos acaso nosotros, venada, los sobrevivientes de una
generación trunca, ahistórica, que no soportó una pequeña dosis
de sacrificio para salir a flote, que no supo sostenerse en la lucha
iniciada? ¿Una generación reciclada a la fuerza del estarsiendo,
mimetizada al polvo y a la podredumbre?...
Ahora sólo tengo que olvidar, ahora acabó todo, casi puede
decirse que fue en vano… Sólo el olvido; basta creer que todo
esto nunca existió, que tú fuiste un espejismo, que nuestra lucha
fue una pesadilla un mal aire que pasa—; basta intentar creer,
hacer un esfuerzo hondo y largo como un aullido en una
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porción de selva extraviada en la selva— para instalar entre la
rabia la creencia de que todo esto fue una historia mal contada;
basta repetirle al pensamiento transido que tuve un ataque y que
acabé aquí; basta el olvido…(p. 79).
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De todas formas, veo muebles, veo las placas de las señoras,
veo el camastro, la terraza, la rejilla, la Biblia, veo mis manos, veo
camilleros, camillas, veo a vecesa Patricio, a Casandra, a
Marcia, a otros que no hablan y eso que veo me consuela
porque si no viera nada creo que la desesperación se devoraría
al alma (p. 93).
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Fue esa una señal, el muy imbécil me la hizo transparente. Ahora
sabía la verdadera causa de mi estancia… Ahora tenía la certeza
de que verdaderamente no había perdido la congruencia o el
raciocinio o comoquiera que se llame eso que organiza el
divorcio entre el ser y el mundo (p. 89).
También entra en escena Carlos (p. 92); aunque sólo como una
alusión de “ella”. Carlos es importantísimo porque, no se dice, pero se lee
entre líneas que fue compañero de lucha y mantiene en contacto a la
venada y al zurdo, de alguna manera se intuye— les hace llegar los
mensajes:
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para dormir sino para despertar; mientras tanto, habrá que recuperar el
equilibrio, aunque sea ficticio” (p. 82), y se debate entre la posibilidad de
no recuperarse nunca. Pero la lucidez siempre regresa:
A veces creo que todo sería más fácil sin memoria. A veces siento
que en lugar de buscar y atarme desesperadamente a
la congruencia debería dejarme llevar por el torrente de la
disolvencia… A veces pienso que debería gozar plenamente de
la bondad de la incongruencia, pero la lucidez siempre regresa y
endurece la esperanza de esa peculiar calma; la lucidez retorna
y se instala como una ceremonia solemne adentro de mi cerebro
y de mi cuerpo, una ceremonia en la que debe hablarse como
de niña en el templo— a media voz y en la que el respeto se
torna algo parecido al temor. Pienso en la posibilidad de que la
lucidez no retornase un día… (p. 87).
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El capítulo VI es el colofón de la novela; en este último momento el
narrador refiere, desde el monólogo interior, la “recuperación” de la
venada, su reincorporación, a través de un trabajo de “rehabilitación”, a la
vida “normal”.
Con todo, en esta parte se anuncia que “ella” algún día improvisará
su muerte, que su lucidez es temporal y pasajera, porque nunca se
conformará con la “otredad” perdida:
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“Tú no serás flor, serás mariposa, he visto tus alas en mi sueño; volarás,
te lo prometo”, le dijo Casandra, la loca “vidente desoída” pero siempre
tan certera: “volarás”... Entre líneas se sabe que así improvisará su muerte,
su verdadera liberación; porque la venada nunca recuperará su “ser”, no
podrá vivir en el mundo “normal”; aunque aceptó de alguna manera un
“existir” entre el abecedario de otros, la misma ciudad putrefacta y el peso
de los días que es terrible “para quien está solo, sin Dios y sin amo”, como
ella.
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manifestado a través del fluir de la conciencia, hasta la lucidez, en forma
de monólogo interior.
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CONCLUSIONES
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acción, es el caso del cuadro de análisis y la descripción correspondiente
que, si bien están basados en las categorías operativas expuestas en el
marco teórico, también se utilizaron desde la libertad, de acuerdo con las
necesidades del propio texto.
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BIBLIOGRAFÍA
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