Manc1de1 TCA - Sintomas y Demás
Manc1de1 TCA - Sintomas y Demás
Manc1de1 TCA - Sintomas y Demás
Tesis doctoral
Directoras:
Bellaterra, 2015
Facultat de Psicologia
Tesis doctoral
Autora: Directoras:
Bellaterra, 2015
Tuaxa xawari
’
Ahixie nemutinuiwaxi,
netsuari pemu’eni tikariki
’
axawari ne’itari matia
mexi metseri tanierekai.
’
Aheima tuukari neukakikani ke ti
yaxeikia petitse’iti takwa pemuwe.
Ta’ukitsiema wa’iyari pe’anumaiti pemitiwe
’
ahetia nuiwakate temi’ane.
’
Ketipaimexia ne utatsuakame peminetiuxei,
’
ana nunutsi tsuarieya pemitiu’eni,
hiki ’ukaratsi tsuarieya maniuka, neu’eni.
’
Eki tuaxa, ta’ukitsiema wananá pemihiki,
’axawari neuxatia.
Hojas de roble
Cuando escribo una nota la pongo en un lugar visible por dos cosas: porque es
algo importante para mí y porque no quiero que se me olvide. Ahora les pongo una nota a
aquellas personas que han sido parte de este proyecto y de mi vida porque quiero
decirles que son importantes para mí y quiero que lo tengan presente.
A mis directoras:
Por ser para mí esa ventana que se abre cuando todas las puertas
se cierran. Para usted todo mi reconocimiento y admiración, por ser mí
ejemplo a seguir, por compartir su experiencia y sus conocimientos, por
su gran calidad como ser humano, por creer en mí y acompañarme a
llevar este proyecto a su término.
A mis hermanos
A mis hermanos: Cuauhtémoc, Libertad, Zaynukari y Jorge
Lenin.
La vida me dio a los mejores compañeros de vida. Han sido mi
soporte y una extensión de mi misma en estos años, su apoyo me ha
permitido continuar y cumplir con esta meta.
A Gladys, Aida y Felipe
Con quienes he aprendido que el cariño es importante, pero
no el que se lleva por dentro, sino también el que se demuestra por
fuera.
A Alejandro
Con tu compañía muchas veces has convertido mis días grises
en uno donde he podido ver el sol, cuando me ha faltado una palabra
de apoyo, cuando la situación ha sido difícil, ahí has estado tu
regalándome tu sonrisa y sosteniendo mi mano.
A Lucy
Mi compañera de carrera y mi hermana de vida.
A Rubén y Maritza
Por su apoyo, su compañía, por saber que siempre han estado
en todos los momentos y en todas las circunstancias.
A Marakame
Por todo ese apoyo incondicional que siempre he encontrado
que me ha permitido continuar este proyecto.
A Hortencia:
Textualmente sin ti no lo hubiera logrado.
A Paola:
Con tu solidaridad y apoyo pude seguir adelante.
A Laura:
Siempre juntas en todas las circunstancias.
A Lucero:
Mi compañera, mi confidente, una luz en mi vida.
A Katia:
Por esa fuerza y paz que me has dado.
A Marcela:
Mi refugio en los momentos difíciles.
A Francesca:
Siempre dispuesta a apoyar cuando lo necesité.
A Priscila y Ariadna:
Como decía Sir Francis Bacon, “En su compañía dupliqué las alegrías y
dividí las angustias por la mitad”.
A Mónica, Carla, Estrella, Débora
Mis compañeras y amigas
A Jorge:
Por saber que siempre he podido contar contigo.
A Mery, Pedro, Sofí, Juan, Ainoa, Iris y Nerea:
Mi familia en Barcelona.
A Raquel, Carlos, Frank, Ana, Javier, Jesy, Mariano, Paola y Bárbara:
Por su compañía, por tantos momentos compartidos.
TABLA DE CONTENIDOS
1. INTRODUCCIÓN .......................................................................................................................... 1
1.1. Características de los trastornos de la conducta alimentaria ............................................ 3
1.2. Criterios diagnósticos según el DSM-IV-TR ........................................................................ 4
1.3. Clasificación Estadística Internacional de Enfermedades CIE-10 ....................................... 8
1.4. Criterios diagnósticos según el DSM-5 ............................................................................. 10
1.5. Alteraciones en la anorexia nerviosa y la bulimia nerviosa ............................................. 14
1.6. Factores que influyen en la aparición de los trastornos de la conducta alimentaria ...... 16
1.7. Prevalencia de los trastornos de la conducta alimentaria ............................................... 19
2. EPIDEMIOLOGÍA DE LOS TRASTORNOS ALIMENTARIOS .......................................................... 21
2.1. Diseño de estudios epidemiológicos ................................................................................ 24
2.2. Estudios de prevalencia en función de los instrumentos y la metodología ..................... 24
2.3. Estudios de trastornos de la conducta alimentaria en España ........................................ 28
2.4. Estudios de trastornos de la conducta alimentaria realizados en Centro y Sudamérica . 32
2.5. Estudios de los trastornos de la conducta alimentaria en México .................................. 35
3. FACTORES DE RIESGO DE LOS TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA ...................... 43
3.1. Factores biológicos ........................................................................................................... 45
1
2
1.1. Características de los trastornos de la conducta alimentaria
A los trastornos psicológicos que comportan graves anormalidades en el
comportamiento de la ingesta se les denomina “trastornos alimentarios” (Raich, 2011).
Los trastornos de la conducta alimentaria (TCA) se caracterizan por presentar conductas
de alimentación anómalas como respuesta a su insatisfacción con su imagen corporal.
Son enfermedades heterogéneas y complejas y en su etiopatogenia pueden intervenir
diferentes factores: genéticos, biológicos, psicológicos, individuales, familiares y
socioculturales (Sánchez y Prats, 2006). Incluye dos trastornos específicos: la anorexia
nerviosa (AN) y la bulimia nerviosa (BN); además también se han definido seis trastornos
de la conducta alimentaria no especificados (TCANE), de acuerdo con el Manual
Diagnostico y Estadístico de los Trastornos Mentales, revisado y publicado por la
American Psychiatric Association, DSM-IV-TR (APA, 2000). Estos trastornos afectan
preferentemente a mujeres jóvenes y muy jóvenes, mucho más que a los hombres (Raich,
2011). Es frecuente encontrar en las personas que padecen estos trastornos
pensamientos distorsionados con respecto a su peso (sentimientos de inferioridad,
piensan que no son apreciados debido a su imagen física) y su salud (piensan que estar
delgado es sinónimo de salud o que el peso puede perderse rápidamente sin
consecuencias para la salud). Entre algunos comportamientos frecuentes respecto a la
comida y el peso podemos situar los comportamientos de preocupación por la comida
(contar calorías, medir el contenido de grasa), por la silueta, pesarse muy a menudo,
dietas estrictas, realizar atracones, uso y abuso de laxantes y, en síntesis, sentirse
desgraciada o desgraciado a causa de la propia apariencia y peso (Raich, 2011). Estos
comportamientos los podemos encontrar en la sociedad occidental, considerándolos
dentro de la “normalidad”, pero también se presentan lo que se define como prácticas
extremas de control de peso (tomar píldoras adelgazantes, abusar de diuréticos o
laxantes, ayunar durante 24 horas o más, realizar ejercicio extenuante o provocarse el
vómito) que suelen ser relativamente frecuentes en adolescentes americanos
(Grunbaum, et al., 2004).
Grilo (2006) ha ejemplificado en la figura 1 la magnitud de los trastornos
alimentarios respecto a la preocupación por el peso, la comida y la figura. Desarrolla la
idea de que en la población en general se presenta de manera muy frecuente la
preocupación por la imagen corporal y en los trastornos de conducta alimentaria se
3
encuentra una mayor prevalencia en los llamados TCANE, seguida de la BN y considera la
AN menos común.
Preocupación
por la comida,
TCANE el peso
y la imagen
A BN corporal
N
4
pensamiento inflexible, poca espontaneidad social, perfeccionismo y restricción de la
expresividad emocional y de la iniciativa. En el tipo restrictivo se encuentran problemas
de control de impulsos, abuso de alcohol o drogas, labilidad emocional y mayor
frecuencia de intentos de suicidio. Muchos de los síntomas físicos de la AN son atribuidos
a la inanición. La prevalencia de AN es de 0,5% en mujeres y en hombres es una décima
parte de la de las mujeres (este aspecto se aborda con más detalle en el apartado de
epidemiología). Algunas de las características de la AN forman parte de los criterios para
la fobia social y el trastorno obsesivo-compulsivo que no se relacionan con la conducta
alimentaria y el trastorno dismórfico si la alteración está relacionada con la silueta y el
tamaño corporales (APA, 2000).
Los criterios diagnósticos DSM-IV-TR (APA, 2000) establecidos se resumen en la
tabla 1 para la anorexia nerviosa y la tabla 2 para la bulimia nerviosa.
5
En la BN, las personas afectadas presentan episodios en los que comen enormes
cantidades de comida (atracón) y posteriormente realizan actividades para mantener su
peso. Pueden tener un peso normal o engordar como consecuencia de sus conductas
alimentarias inadecuadas. Pueden presentar procesos depresivos, su temor a engordar y
la falta de control sobre la alimentación puede determinar su estado anímico y mental.
La persona bulímica descontenta por no lograr la delgadez se obsesiona por
alcanzarla, pero no tienen la capacidad para persistir voluntariamente en el ayuno y
enmascaran tras su normopeso o incluso ligero sobrepeso con una alternancia peligrosa
de atracones y vómitos ocasionando un verdadero caos nutricional (Sánchez et al., 2006).
6
Dentro de los TCA se incluye la categoría de trastorno de la conducta alimentaria
no especificado (TCANE), considerado habitualmente como un cuadro de AN y BN
incompleto, por su inicio o porque aún está en vías de resolución (tabla 3). Se presentan
síntomas similares a la AN o a la BN pero no configuran un cuadro completo, aunque no
por ello son menos graves. En los TCANE se incluyen trastornos de conductas
compensatorias inapropiadas, como ingerir cantidades de alimento, masticar y expulsar la
comida y el TA (Trastorno por atracón) que recurre a episodios de ingesta de forma
frecuente pero sin conductas compensatorias; se diferencia de la BN por la ausencia de
los mecanismos compensatorios de los atracones, que con el tiempo se encamina hacia
un problema de sobrepeso u obesidad (Grupo de Trabajo de la Guía de Práctica Clínica
sobre Trastornos de la Conducta Alimentaria, 2009).
7
1.3. Clasificación Estadística Internacional de Enfermedades CIE-10
Es importante aplicar criterios estrictos en los estudios (Roberts, Ramsay y Xing,
2007). Para el diagnóstico de AN y BN estos criterios se definen en el manual Diagnostico
y Estadístico de los Trastornos Mentales, cuarta edición y texto revisado (DSM-IV-TR) de
la American Psychiatric Association (APA, 2000) y en la Clasificación Estadística
Internacional de Enfermedades y otros problemas de salud, décima edición (CIE-10) de la
Organización Mundial de la Salud (World Health Organization, 1992).
El CIE-10 permite el registro, análisis, interpretación y comparación de datos de
mortalidad y morbilidad recolectados en diferentes países y en diferentes épocas.
Convierte los términos diagnósticos y de problemas de salud, de palabras a códigos
alfanuméricos que facilitan su almacenamiento y recuperación posterior para analizar la
información. Es un sistema de clasificación de ejes variables cuyo esquema sirve para
propósitos prácticos y epidemiológicos. La clasificación del CIE-10 para los trastornos de
la conducta alimentaria se presenta en la tabla 4.
Es necesario considerar la inestabilidad entre los diagnósticos de TCA y ser más
precisos en la definición de los fenotipos que dichos trastornos ponen de manifiesto
(Anderluh, Tchanturia, Rabe, Collier y Treasure, 2009). Existe una desproporción entre los
pensamientos anómalos que podemos considerar comunes en la población general no
clínica y los que suelen ser específicos de la población en riesgo, por lo que resulta
evidente marcar esa distinción (Miller, Vaillancourt y Hanna, 2009). Debido al alto
porcentaje de migración entre diagnósticos de TCA, en la actualidad se propone disponer
de criterios que permitan una mejor interpretación y diferenciación de los aspectos de los
TCA con respecto a la población sana (Sekari, 2009; Grave, 2011). De acuerdo con esta
línea, algunos investigadores han encontrado que la prevalencia de los TCA según la
definición que se utilizase variaba del 0,3% hasta el 47% (Bjørnelv, Mykletun y Dahl,
2002). En estudios de seguimiento con mujeres se observó que la mitad de las pacientes
diagnosticadas de AN experimentaban cruces entre AN restrictiva y purgativa y un tercio
entre AN y BN, lo que plantea una implicación seria para el establecimiento de los
diagnósticos de los TCA. Con respecto a la clasificación de los TCA en el DSM-5 se
manifiestan diferentes opiniones; algunos autores (Eddy, et al., 2008) la consideran útil y
otros aseguran que existe gran inquietud sobre ella (Hebebrand y Bulik, 2011; Knoll, Bulik
8
y Hebebrand, 2011). En la presente investigación hemos utilizado los criterios
diagnósticos del DSM-IV-TR.
9
1.4. Criterios diagnósticos según el DSM-5
En el DSM-5 (APA, 2013), respecto al DSM-IV-TR, en la definición de AN se
substituye el criterio “rechazo a mantener un peso mínimo” por “la restricción de la
ingesta energética que conduce a un peso corporal significativamente bajo”. Asimismo, la
amenorrea deja de ser un criterio diagnóstico (tabla 5).
En remisión parcial: Después de haberse cumplido con anterioridad todos los criterios
para la anorexia nerviosa, el Criterio A no se ha cumplido durante un período continuado, pero
todavía se cumple el Criterio B o el Criterio C.
En remisión total: Después de haberse cumplido con anterioridad todos los criterios para
la anorexia nerviosa, no se ha cumplido ninguno de los criterios durante un período continuado.
10
Tabla 6. Criterios diagnósticos de la BN (DSM-5)
A. Episodios recurrentes de atracones. Un episodio de atracón se caracteriza por los dos
hechos siguientes:
1. Ingestión, en un periodo determinado (p. ej., dentro de un período cualquiera de
dos horas), de una cantidad de alimentos que es claramente superior a la que la
mayoría de las personas ingerirían en un período similar en circunstancias
parecidas.
2. Sensación de falta de control sobre lo que se ingiere durante el episodio (p. ej.,
sensación de que no se puede dejar de comer o controlar lo que se ingiere o la
cantidad de lo que se ingiere).
B. Comportamientos compensatorios inapropiados recurrentes para evitar el aumento de
peso, como el vómito autoprovocado, el uso incorrecto de laxantes, diuréticos u otros
medicamentos, el ayuno o el ejercicio excesivo.
C. Los atracones y los comportamientos compensatorios inapropiados se producen, de
promedio, al menos una vez a la semana durante tres meses.
D. La autoevaluación se ve indebidamente influida por la constitución y el peso corporal.
E. La alteración no se produce exclusivamente durante los episodios de anorexia nerviosa.
En remisión parcial: Después de haberse cumplido con anterioridad todos los criterios
para la bulimia nerviosa, algunos pero no todos los criterios no se han cumplido durante un
período continuado.
En remisión total: Después de haberse cumplido con anterioridad todos los criterios para
la bulimia nerviosa, no se ha cumplido ninguno de los criterios durante un período continuado.
La gravedad se basa en la frecuencia de comportamientos compensatorios inapropiados.
11
Tabla 7. Criterios diagnósticos del Trastorno por Atracón (TA) (DSM-5)
Trastorno de atracones
A. Episodios recurrentes de atracones. Un episodio de atracón se caracteriza por los dos
hechos siguientes:
1. Ingestión, en un periodo determinado (p. ej., dentro de un período cualquiera de dos
horas), de una cantidad de alimentos que es claramente superior a la que la mayoría de
las personas ingerirían en un período similar en circunstancias parecidas.
2. Sensación de falta de control sobre lo que se ingiere durante el episodio (p. ej., sensación
de que no se puede dejar de comer o no se puede controlar lo que se ingiere o la
cantidad de lo que se ingiere).
B. Los episodios de atracones se asocian a tres (o más) de los hechos siguientes:
1. Comer mucho más rápidamente de lo normal.
2. Comer hasta sentirse desagradablemente lleno.
3. Comer grandes cantidades de alimentos cuando no se siente hambre físicamente.
4. Comer solo debido a la vergüenza que se siente por la cantidad que se ingiere.
5. Sentirse luego a disgusto con uno mismo, deprimido o muy avergonzado.
C. Malestar intenso respecto a los atracones.
D. Los atracones se producen, de promedio, al menos una vez a la semana durante los
últimos tres meses.
E. El atracón no se asocia a la presencia recurrente de un comportamiento compensatorio
inapropiado como en la bulimia nerviosa y no se produce
exclusivamente en el curso de la bulimia
En remisión parcial: Después de haberse cumplido con anterioridad todos los criterios
para el trastorno por atracón, los atracones se producen con una frecuencia media inferior a un
episodio semanal durante un período continuado.
En remisión total: Después de haberse cumplido con anterioridad todos los criterios para
el trastorno de atracones, no se ha cumplido ninguno de los criterios durante un período
continuado. La gravedad se basa en la frecuencia de los episodios de atracones.
12
Tabla 8. Criterios diagnósticos: Otro trastorno alimentario o de la ingestión de alimentos
especificado y no especificado (DSM-5)
Otro trastorno alimentario o de la ingestión de alimentos especificado
Esta categoría se aplica a presentaciones en las que predominan los síntomas
característicos de un trastorno alimentario o de la ingestión de alimentos que causan malestar
clínicamente significativo o deterioro en lo social, laboral u otras áreas importantes del
funcionamiento, pero que no cumplen todos los criterios de ninguno de los trastornos de la
categoría diagnóstica de los trastornos alimentarios y de la ingestión de alimentos.
1. Anorexia nerviosa atípica: Se cumplen todos los criterios para la anorexia nerviosa,
excepto que el peso del individuo, a pesar de la pérdida de peso significativa, está dentro
o por encima del intervalo normal.
2. Bulimia nerviosa (de frecuencia baja y/o duración limitada): Se cumplen todos los
criterios para la bulimia nerviosa, excepto que los atracones y los comportamientos
compensatorios inapropiados se producen, de promedio, menos de una vez a la semana
y/o durante menos de tres meses.
3. Trastorno por atracón (de frecuencia baja y/o duración limitada): Se cumplen todos los
criterios para el trastorno por atracones, excepto que los atracones y los
comportamientos compensatorios inapropiados se producen, de promedio, menos de
una vez a la semana y/o durante menos de tres meses.
4. Trastorno por purgas: Comportamiento de purgas recurrentes para influir en el peso o la
constitución (p. ej., vómito autoprovocado; uso incorrecto de laxantes, diuréticos u otros
medicamentos) en ausencia de atracones.
5. Síndrome de ingestión nocturna de alimentos: Episodios recurrentes de ingestión de
alimentos por la noche, que se manifiesta por la ingestión de alimentos al despertarse
del sueño o por un consumo excesivo de alimentos después de cenar. Existe consciencia
y recuerdo de la ingestión. La ingestión nocturna de alimentos no se explica mejor por
influencias externas, como cambios en el ciclo de sueño-vigilia del individuo o por
normas sociales locales. La ingestión nocturna de alimentos causa malestar significativo
y/o problemas del funcionamiento.
Trastorno alimentario o de la ingestión de alimentos no especificado
Esta categoría se aplica a presentaciones en las que predominan los síntomas
característicos de un trastorno alimentario o de la ingestión de alimentos que causan malestar
clínicamente significativo o deterioro en lo social, laboral u otras áreas importantes del
funcionamiento, pero que no cumplen todos los criterios de ninguno de los trastornos en la
categoría diagnóstica de los trastornos alimentarios y de la ingestión de alimentos.
13
1.5. Alteraciones en la anorexia nerviosa y la bulimia nerviosa
En las personas con TCA el problema se inicia en las cogniciones distorsionadas
que aparecen en su mente. Éstas se traducen en comportamientos y sentimientos que
van reforzando su pensamiento desequilibrado y una visión negativa de sí mismas. En la
vida real es difícil separar la interpretación cognitiva negativa y los sentimientos y
conductas negativas respecto a ellos mismos. El pensar mal de sí mismos les provocan
sentimientos desagradables y se comportan de una manera diferente a si no los tuvieran
(Raich, 2011). En las tablas 9 y 10 se resumen las alteraciones emocionales,
comportamentales y cognitivas de la AN y BN, respectivamente.
14
Tabla 10. Alteraciones emocionales, del pensamiento y comportamentales en la BN
(Raich, Mora y Sánchez-Carracedo, 2002)
Alteraciones emocionales Alteraciones del Alteraciones
pensamiento comportamentales
Sentimientos Pensamiento Comportamientos
depresivos: lloro, dicotómico: «Si no específicos
tristeza, irritabilidad, peso muy poco, relacionados con la
anhedonia, gran engordaré mucho». comida: comer solo,
inquietud e insomnio. Creencias irracionales comprar y preparar
Cambios bruscos de incorporadas de la comida para los
humor. difusión social: «uno atracones, comer muy
Insatisfacción tiene el cuerpo que deprisa, consumir los
corporal. quiere», «el cuerpo alimentos prohibidos,
Baja autoestima. es infinitamente beber líquidos para
Insatisfacción con su maleable». facilitar vómito
falta de control, Pensamiento durante los atracones,
especialmente en la obsesivo en cuanto al revisar todo tipo de
comida. peso y la comida. dietas…
Sentimientos de culpa Alto conocimiento de Comportamientos
tras la ingesta. dietas y bajo relacionados con el
conocimiento de cuerpo: pesarse
nutrición. mucho o nunca,
cubrirse el cuerpo con
ropa amplia,
comprobar su cuerpo
en espejos o no
hacerlo nunca.
15
1.6. Factores que influyen en la aparición de los trastornos de la conducta
alimentaria
Fairburn, Cooper, Doll y Welch (1999) y Fairburn, Cooper, Doll, Norman y
O'Connor (2000) proponen como factores que influyen en la aparición de AN y BN el
ámbito de la vulnerabilidad personal, ambiental y la dieta (tabla 11).
Tabla 11. Factores que influyen en la aparición de la AN y BN (Fairburn et al., 1999, 2000)
ANOREXIA BULIMIA
Ámbito de la vulnerabilidad personal:
Autoevaluación negativa. Depresión mayor.
Perfeccionismo. Alcoholismo o drogadicción en los
Depresión mayor. padres.
Ámbito ambiental:
Abuso sexual y físico. Trastornos psiquiátricos paternos
Abuso sexual físico
Ámbito de vulnerabilidad a la dieta:
Miembro de la familia que hace
Miembro de la familia que hace dieta para perder peso.
dieta para perder peso. Comentarios críticos de la familia
Comentarios críticos de la familia sobre la silueta y el peso.
sobre la silueta y el peso. Burlas sobre la apariencia.
Obesidad infantil.
Obesidad paterna.
Factor de riesgo adicional:
Menarquia temprana.
16
Figura 2. Influencia de la familia y del grupo coetáneo en la interacción con los medios en
la génesis de síntomas de TCA (Toro, 2004)
FAMILIA INTERIORIZACIÓN
DEL CUERPO FEMENINO IDEAL
INSATISFACCIÓN CORPORAL
La mayoría de los estudios destacan como factores de riesgo para los TCA la
preocupación por el peso y la figura, el género femenino, el neuroticismo, la morbilidad
psiquiátrica y el afecto negativo, que se caracteriza por sensaciones de estados
emocionales aversivos como nerviosismo, miedo, disgusto o ira que conllevan malestar
emocional (Raich, 2011). Los factores de riesgo de un trastorno se determinan después de
estudios preliminares que encuentran asociaciones entre el trastorno y variables
particulares (Agras, 2010).
Raich (2011) propone un modelo explicativo a partir de diversos estudios y de la
revisión de diferentes modelos explicativos de los TCA. Este modelo proviene del
conjunto de factores biológicos, psicológicos, familiares y socioculturales que pueden
favorecer la aparición y el mantenimiento de los TCA. Las presiones socioculturales hacia
17
la esbeltez, junto con la estigmatización de la obesidad, juegan un papel fundamental en
el desarrollo de los TCA. La herencia genética, el contexto educativo y un ámbito familiar
que valore el modelo de belleza de la esbeltez, la dificultad o la falta de habilidades de
afrontamiento, de contacto y de relaciones sociales y una autoestima baja que demande
necesidad de valoración y aprobación y la introyección del mito de la Super woman (altos
niveles de perfeccionismo y necesidad de aprobación social), aunado con
acontecimientos estresantes, podrían llevar a la persona a presentar respuestas
inadecuadas, pudiendo asumir la forma de un TCA (figura 3).
Filtro
Acontecimientos estresantes
Trastornos alimentarios
Conductas
purgativas
18
1.7. Prevalencia de los trastornos de la conducta alimentaria
La prevalencia de la AN y la BN en mujeres jóvenes se sitúa entre 0,5% para AN y
de 1-3% para BN de acuerdo a la Asociación Americana de Psiquiatría (DSM-IV-TR; APA,
2000). Para el protocolo de los TCA del Instituto Nacional de la Salud (Insalud, 1995) las
cifras son similares en mujeres jóvenes de países de Europa: una prevalencia cercana al
1% para AN y de 2-3% para BN. Con respecto a la población general la prevalencia de la
AN y la BN está situada entre el 0,5% y el 1% (Fairburn y Beglin, 1990; Fernández-Aranda y
Jiménez-Murcia, 2009). En población adolescente las cifras aumentan, con una
prevalencia de AN en chicas entre el 0,1-2% y entre 0,1-0,9% en chicos. Respecto a la BN
la cifra se encuentra entre 0,9-4% en chicas y 0,1-2% en chicos. El riesgo total de
desarrollar TCA en chicas oscila entre 8,2-13%, y en los chicos entre 1-2,5% (Pamies,
2011). En estudios de dos fases realizados en España en mujeres con edades de 12 a 21
años, se obtiene una prevalencia del 0,14% al 0,9% para la AN, del 0,41% al 2,9% para la
BN y del 2,76% al 5,3% en el caso de los TCANE. Estaríamos hablando de unas cifras de
prevalencia de TCA del 4,1% al 6,41% (Grupo de Trabajo de la Guía de Práctica Clínica
sobre Trastornos de la Conducta Alimentaria, 2009).
19
20
2. EPIDEMIOLOGÍA DE LOS TRASTORNOS
ALIMENTARIOS
21
22
Los comportamientos de riesgo de los trastornos de la conducta alimentaria en la
adolescencia (tanto temprana como tardía) son difíciles de explicar, si se considera que
no obedecen a un fenómeno unidimensional (Shapiro, Siegel, Scovill y Hays, 1998). Los
adolescentes son el segmento de la población más vulnerable debido a que aún no han
desarrollado los criterios y valores suficientes que les permitan hacer frente a la presión
de los modelos estéticos vigentes, asociados a un cuerpo cada vez más delgado (Brusset y
Bertrand, 1985; Roberts, Attkinsson y Rosenblantt, 1998; Sherman y Sorosky, 1988).
Diversos informes en adolescentes norteamericanos indican que el 65,2% de las chicas y
el 37,2% de los chicos estaban intentando perder peso (Eaton, D, K. et al., 2008), mientras
que el 57% de ellas y el 25,3% de ellos realizaban dietas para conseguirlo (Neumark-
Sztainer, Wall, Guo et al., 2006). Los trastornos alimentarios constituyen un problema de
creciente importancia en la población juvenil. Cada vez es mayor el número de casos que
se diagnostica y que se trata. La mayoría de las veces su diagnóstico se realiza en etapas
avanzadas de la enfermedad cuando el trastorno ya está instalado y el panorama es poco
alentador. La población con más alto riesgo para los trastornos de la conducta alimentaria
lo constituyen principalmente mujeres y chicas adolescentes (Peláez, Labrador y Raich,
2005). En esta población las cifras de prevalencia de TCA alcanzan entre 0,5-1% para la
anorexia nerviosa (AN), 1-3% para bulimia nerviosa (BN) y el 3% para los trastornos de la
conducta alimentaria no especificados (TCANE) (APA, 2000; Hoek y van Hoeken, 2003;
Insalud, 1995) .
Como se verá en más detalle en el apartado de factores de riesgo, las personas
que sufren TCA se caracterizan por un alto grado de comorbilidad, baja autoestima, falta
de habilidades sociales y abuso de drogas (APA, 2000, Gila, Castro, Gómez y Toro, 2005;
Linderberg y Hjern, 2003). También estos trastornos se relacionan con altos niveles de
deseabilidad social, temor a ser rechazado y necesidad de aprobación (Lauer, 1990). Estas
características del trastorno alimentario hacen aún más complejo su tratamiento. Las
repercusiones de los TCA son graves y requieren de un tratamiento largo, delicado y
difícil. Muchas veces los casos pueden cronificarse y traer consigo sufrimiento familiar y
personal (Carrasco, 2000; Figueroa, et al., 2004). En la AN el trastorno se asocia a un
elevado riesgo de mortalidad y el porcentaje de recuperación es muy reducido (Kaye,
Klump, Frank y Strober, 2000; Vitiello y Lederhendler, 2000).
23
Los trastornos de la conducta alimentaria una vez establecidos, son notablemente
persistentes y provocan deterioro físico, discapacidad psicosocial (Walsh, 2013) y costos
personales y sociales importantes (Aigner, Treasure, Kaye y Kasper, 2011). Se estima que
1.5 millones de ciudadanos de la UE (Unión Europea) sufren de AN o BN, con un coste de
la enfermedad de 0,8 millones de euros al año (Gustavsson et al., 2011; Wittchen et al.,
2011). Esta cifra subestima los verdaderos costes de los TCA. El consumo de recursos
ambulatorios, el costo de la pérdida de productividad de las familias y los costos
indirectos debido a la reducción de la duración de vida y la mala salud no se incluyeron en
la estimación (Schmidt y Campbell, 2013). Un informe reciente sobre el costo de los TCA
en Australia estima el gasto de 15.1 billones de dólares australianos en 2012, cifra similar
a la estimada para ansiedad y depresión.
24
a).- Estudios apoyados en cuestionarios de autoinforme para establecer un diagnóstico de
TCA
Estos estudios para establecer un diagnóstico de TCA calculan las tasas de
prevalencia únicamente a partir de las respuestas de los participantes a los cuestionarios.
En la década de los 80 la mayoría de los estudios se realizaban utilizando este método y
sus resultados se consideraban una primera aproximación epidemiológica a los TCA,
cuando aún no se disponía de criterios diagnósticos DSM. Estos estudios son sencillos
dado que no requieren un método para identificar a los participantes y localizarlos en una
segunda fase y la administración de los cuestionarios se puede realizar de forma grupal y
en un sólo periodo de evaluación.
En la interpretación de los resultados de este tipo de investigaciones es
conveniente ser cauteloso por tres cuestiones básicas:
- Elección de las muestras
Las técnicas empleadas en este tipo de muestreo tienen como limitación la
dificultad para generalizar sus resultados. En la mitad de las investigaciones se han
utilizado muestras de estudiantes de psicología o muestras clínicas de pacientes
ingresados. Este tipo de poblaciones no representa a la población general (Whitaker et
al., 1990).
- Tasas de respuesta
En estos trabajos la tasa-media de respuesta obtenida es del 74,4%. Los estudios
con una tasa de respuesta muy baja en los cuestionarios presentan una alta probabilidad
de que los participantes que responden a los cuestionarios no sean representativos de la
población. En poblaciones cautivas (pacientes ingresados) las investigaciones obtienen
alrededor del 90% pero carecen de validez externa (Peláez et al., 2005).
- Método de detección de casos
Los cuestionarios de autoinforme no constituyen un método adecuado para la
detección de casos de TCA, porque no permiten establecer un perfil diagnostico basado
en las respuestas de enunciados que presentan dificultades de interpretación (episodios
de sobreingesta, atracones). En la actualidad existe un convenio en la literatura científica
sobre la necesidad de realizar una entrevista clínica diagnostica presencial con los
participantes para poder establecer diagnósticos fiables (Fairburn y Beglin, 1990;
Steinhausen, Wilkler y Meier, 1997; Sullivan, Bulik y Kindler, 1998).
25
b).- Estudios de doble fase que utilizan entrevista diagnóstica, pero no evalúan la
adecuación del instrumento de cribado.
En epidemiología se denomina metodología de doble fase a los estudios en los que
se administra un cuestionario de barrido a todos los participantes en la primera fase para
detectar la población en riesgo de TCA. En la segunda fase los participantes que superan o
igualan el punto de corte establecido son entrevistados (Nadaoka et al., 1996). Estos
estudios suelen ser económicos y sencillos porque solo se entrevista a los sujetos en
riesgo de TCA y se excluye a los que no están en esta categoría. Esta metodología tiene la
limitación de que no permite estimar la especificidad (detección de los no casos o
controles), ni lo más importante en estudios epidemiológicos, la sensibilidad (capacidad
de discriminar todos los casos) del instrumento de barrido. Sin la realización de una
entrevista diagnostica a una muestra aleatoria de sujetos que puntúan por debajo del
punto de corte no es posible calcular el porcentaje de falsos negativos en la muestra, ni
estimar en forma precisa la prevalencia del trastorno. El porcentaje de falsos negativos
resulta de suma importancia en los estudios epidemiológicos de los TCA, dada la
tendencia de los sujetos afectados a falsear y ocultar su sintomatología (Peláez et al.,
2005).
c).- Estudios de doble fase y evaluación del instrumento de cribado o entrevista a toda la
muestra.
En estos estudios se engloban aquéllos que realizan una entrevista diagnóstica a
todos los participantes de la muestra y también los estudios de doble fase o identificación
de caso en dos etapas (Drewnowski, Hopkins y Kessler, 1988; Hoek, 1991). En estos
estudios también se incluyen los de doble fase que en la primera fase administran un
cuestionario de barrido a todos los participantes para identificar a los posibles casos de
TCA (los que superan o igualan el punto de corte en el instrumento de barrido) y a los
controles (aquéllos que puntúan debajo de dicho corte). En la segunda fase se realiza una
entrevista diagnóstica a todos los sujetos preseleccionados como posibles casos, junto a
un número equivalente de controles elegidos al azar (Hoek 1991; Garfinkel et al., 1995;
Johnson-Sabine, Wood y Patton 1988). Estos diseños son los más complejos porque
implican un mayor coste económico y se requiere de más tiempo. Sin embargo, estos
26
diseños se consideran más fiables para estimar la prevalencia de los TCA, porque aportan
cifras más exactas de casos y no casos y proporcionan un porcentaje aproximado de
falsos negativo entre los participantes no entrevistados (diseños de doble fase) (Peláez et
al., 2005).
Desde los años 70 en el centro y norte de Europa, Canadá, Australia y Estados
Unidos se han llevado a cabo numerosos estudios epidemiológicos con metodologías y
aproximaciones teóricas diferentes. Estos estudios en su mayoría ponen de manifiesto un
aumento en la incidencia y la prevalencia de los TCA (Halmi, Falk y Schwartz, 1981; Hart y
Ollendick, 1985; Hawkins y Clement, 1980; Kendell, Hall, Hailey y Babigan, 1973; Patton,
1988; Turnbull, Ward, Treasure, Jick y Derby, 1996).
De acuerdo a la evolución y el alcance de los TCA en las últimas décadas se pueden
deducir los siguientes puntos (Peláez, 2003):
o Del 90 a 95% son mujeres las que se ven afectadas por los TCA.
o Hasta la década de los 70 la anorexia nerviosa era un trastorno
prácticamente inexistente. En los últimos 40 años en Estados Unidos de América (EUA) y
Europa Occidental ha incrementado su incidencia.
o En este periodo los TCA alcanzaron una tasa media de prevalencia de
1/100.000 en población general y de 0,5% en mujeres adolescentes y jóvenes de países
occidentales.
o Es más frecuente la BN que la AN. Se ha producido un incremento en la BN
en los últimos 30 años de tres a cinco veces en las tasas de prevalencia, dado que afecta
del 1 al 3% de las mujeres adolescentes y jóvenes de los países occidentales.
o Los cuadros de trastornos de la conducta alimentaria no especificada son el
tipo más frecuente y afectan a un 3% de mujeres adolescentes y jóvenes de países
occidentales.
Anteriormente se pensaba que los TCA ocurrían sólo en grupos con poder
adquisitivo alto de las naciones occidentales (Bruch, 1973). Algunos autores han
investigado las tasas de incidencia de los TCA en países como Suiza (Willi y Grossman,
1983), Italia (Dalle, De luca y Oliosi, 1997), España (Morandé, Celada y Casas, 1999),
Suecia (Norring y Sohlberg, 1988), Alemania (Steinhausen, 1984), Inglaterra (Lacey y
Dolan, 1988), Escocia (Kendell, Hall, Hailey y Babigian, 1973) y Países Bajos (Hoek, 1991) y
han encontrado que los TCA se presentan en diferentes culturas, etnias y niveles
27
socioeconómicos. Algunos estudios coinciden en que las mujeres adolescentes o jóvenes
adultas son las más afectadas por los TCA (Levine y Smolak, 1992; Johnson y Connors,
1987; Toro, 1996; Kendler et al., 1991). Sin embargo, en los últimos años se ha reportado
la presencia de TCA en niños con un rango de edad de 7 a 9 años de ambos sexos (Al-
Adawy et al., 2002; Edlund, Halvarsson y Sjoden, 1996; Ricciardelli y McCabe, 2001). En
varones se encuentra un aumento en la incidencia de TCA (Clarkson y Riedl, 1996; Crispo,
Guelar y Figueroa, 1996; O´Dea y Abraham, 2002; Woodside, 2002).
28
Tabla 12. Estudios epidemiológicos de TCA en España
Estudio Lugar Fecha Curso Sexo Edad Muestra Instrumento 1ª fase 2ª fase Dg.
Morandé (1990) 636 M EDI
Madrid 1985-1987 Escolares VyM 15 sí sí sí
86 V GHQ
706 M
Toro et al. (1989) Barcelona 1989 7° y 8° EGB, BUP y COU VyM 12-19 EAT-40 sí no no
848 V
Canals et al. (1990) Reus 1990 Escolares VyM 13-14 520 EAT-40 Sí no no
Carbajo et al. (1995) Reus 1990-1991 Escolares VyM 13-15 225 M EAT-40 sí no no
1.263 M
Raich et al. (1991) 8 ciudades catalanas 1990 BUP, FD VyM 14-17 EAT-40 sí no no
1.155 V
1.373 EEUU
5 ciudades catalanas,
Raich et al. (1992)
EEUU
1991 EGB y BUP VyM 3,544 EAT-40 sí no no
España
725 M EDI
Morandé y Casas (1997) Móstoles 1993 -94 1° y 2° BUP, FP VyM M = 15 sí sí sí
520 V GHQ
VyM EAT-26
Martínez et al. (2000) Gijón (Asturias) 2000 ESO 14-22 430 M sí no no
430 V CIMEC-26
Moraleda et al. (2001) Toledo 2001 2”3° y 4° ESO VyM 13-16 503 EAT-40 sí no no
Rodríguez et al. (2001) Cádiz 2001 ESO VyM 14-18 491 Cuestionario Granada sí no no
Rivas et al. (2001) Málaga 2001 Escolares VyM 12- 21 1.757 EDD-Q sí no sí
29
Estudio Lugar Fecha Curso Sexo Edad Muestra Instrumento 1ª fase 2ª fase Dg.
Sánchez-Carracedo, et al. (1999). Barcelona 1999 1° Carrera M M = 18.7 334 M Three-Factor Eating Questionnaire sí no no
1.260 M
Vega et al. (2001) Castilla-León 2001 ESO VyM 12-18 EAT-40 sí no no
1.220 V
3° y 4° ESO 1° y 2° Bach.
Boletín CAM (2002) CAM 2001
FP
M 15-18 1.534 EAT-26, EDI-1, EDE (12 ed.) sí no sí
Rojo et al. (2003) Valencia 1999 Escolares VyM 12 -18 544 EAT-40, SCAN sí sí sí
Rodríguez, Beato y Belmonte (2005) Ciudad Real 2005 ESO VyM 12-15 1.766 GHQ-28, EAT-40, BITE, BSQ, SCAN sí sí sí
1133 V
Arrufat (2006) Osona (Barcelona) 2006 3° y 4° ESO VyM 14-16 EAT-26, CDRS, DICA-IV sí sí sí
1147 M
Muro y Amador (2007) Barcelona 2007 Escolares VyM 12 -17 1155 EDI-2, EDE-12 sí sí sí
ESO, Bachillerato,
Peláez, Labrador y Raich (2007) Madrid (Comunidad) 2003
Universidad
VyM 12-21 1543 EAT-40, EDE-Q, EDE sí sí sí
Sancho, Arija, Asorey y Canals (2007) Tarragona 2007 Escolares VyM M = 11,4 1336 Cheat, DICA-C,DICA-P, DICA-A sí sí sí
Zaragoza, Santander,
Ruiz-Lázaro et al. (2010) 2007 1° ESO VyM 12 -13 1831 EAT-26, SCAN sí sí sí
Vigo, Orense, Santiago
Abreviaturas: Bach., Bachillerato; BUP, bachillerato unificado polivalente; V: Varones; M: mujeres; X: media; EGB: Educación General Básica; FP: Formación Profesional; COU: Curso de
Orientación Universitaria; CAM: Comunidad Autónoma de Madrid; EAT: Eating Attitudes Test; EDI: Eating Disorders Inventory; BSQ: Body Shape Questionnaire; GHQ: General Health
Questionnaire; CIMEC: Cuestionario de Influencias sobre el Modelo Estético Corporal; EDDQ: Eating Disorders Diagnostic Questionnaire; EDE: Eating Disorder Examination. Parte de los estudios
que aparecen en esta tabla aparecen asimismo en el estudio de Ruiz-Lázaro (2003).
30
La prevalencia de los diferentes estudios epidemiológicos españoles (tabla 13) es
similar en la población adolescente y joven de ambos sexos a las obtenidas en otros
países desarrollados en torno al 4-5% en mujeres jóvenes y adolescentes y al 1-3% en
población adolescente y joven (Peláez, Raich y Labrador, 2010).
31
2.4. Estudios de trastornos de la conducta alimentaria realizados en Centro y
Sudamérica
Los trastornos de la conducta alimentaria son un tema de interés actual para la
investigación clínica, epidemiológica y básica (Rodríguez y Mina, 2008). Aunque los TCA
son más frecuentes en sociedades industrializadas occidentales, en mujeres no
occidentales expuestas a las costumbres de occidentalización se observan patrones
similares de insatisfacción corporal y alimentaria (Anderson-Fye y Becker, 2004;
Rodriguez y Cruz, 2008; Soh, Touyz y Sugenor, 2006). Estos cambios socioculturales
acelerados presentan procesos de transición económica y política (Gordon, 2001) en
países de América Latina como Argentina, Brasil, Chile, México y Venezuela (Mancilla y
Gómez, 2006). Adolescentes de ambos sexos de seis capitales de ciudades
latinoamericanas entre las que se encuentran Santiago de Chile (Chile), Buenos Aires
(Argentina), Ciudad de Guatemala (Guatemala), La Habana (Cuba), Lima (Perú) y Ciudad
de Panamá (Panamá) consideran la silueta de bajo peso como la mejor representación del
atractivo físico y la salud, por su parte las chicas elegían la silueta más delgada como la
más atractiva y presentaron mayor insatisfacción corporal (McArthur, Holbert y Peña,
2005). Con el propósito de comprender cómo el ambiente sociocultural puede influir en el
desarrollo de las alteraciones alimentarias en adolescentes de contextos diferentes se
han llevado a cabo estudios transculturales entre ellos: en jóvenes españoles y mexicanos
(Gómez-Peresmitré y Acosta-García, 2000; Raich et al., 2001; Toro et al., 2006), en
adolescentes españolas y latinoamericanas de diversos países residentes en España
(Rodriguez y Cruz, 2008), adolescentes suizos y argentinos (Holmqvst, Lunde y Frisén,
2007) y en adolescentes españoles y chilenos (Espinoza, Penelo y Raich, 2009). En la tabla
14 se presentan algunos estudios realizados en Centro y Sudamérica.
32
Tabla 14. Estudios de TCA realizados en Centro y Sudamérica
País Estudio Curso Sexo/n Edad Instrumento Fases Resultados
Buenos Aires, Rutsztein, Murawski, Elizathe y Secundaria M y V n= 454 13 a 18 Cuestionario 2 Mayor proporción de mujeres insatisfechas
Argentina Scappatura (2010). Sociodemográfico y de con su imagen corporal, que realizan dieta y
sintomatología especifica se provocan el vómito con el fin de mantener
de TCA, EDI-2, CDRS. o bajar de peso. Los hombres puntuaron más
2° Fase EDE alto en perfeccionismo.
En cuanto a la proporción de TCA las mujeres
presentan un 14,1% y los hombres 2,9%
Argentina Bay et al. (2005) M n = 1.231 10 a 19 EDE-Q 2 BN 0,05%
V n = 740 Entrevista EDE 6,94% TA
19,2% Sospecha de TA
26,4% Sobrepeso u obesidad
Brasil Alvarenga, Lourenço, Philippi y 130 Instituciones M n= 2.489 18 a DEAS (Disordered Eating 1 40,7% utiliza dieta para bajar de peso,
Scagliusi (2013) <50 Attitude Scale) y EAT-26 35,6% realiza métodos compensatorios,
23,9% se salta comidas,
12,6% estaban a base de líquidos y el 3.3% se
provocan el vomitó.
Dejar de comer o saltarse comidas era más
frecuente en personas con sobrepeso u
obesidad.
Chile Behar (2010) Estudiantes, MyV EAT-40 y EDI 1 15% y 41% riesgo para desarrollo de TCA.
adolescentes con N = 2.171 Alta motivación por la delgadez,
sobrepeso, perfeccionismo e insatisfacción corporal.
deportistas, 40,7 % ansiedad social y 18.5% depresión
embarazadas. severa en AN
Behar (2010) Estudiantes de M 23% y V 18% 17 a 25 EAT-40 y EDI 1 18% rango patológico del EAT-40.
medicina, 41% con sobrepeso alcanzaron puntajes
psicología, iguales o mayores en el EAT-40
nutrición y
dietética
Behar (2010) Estudiantes de MyV EAT-40 1 40% puntajes en rango patológico del EAT-40.
33
País Estudio Curso Sexo/n Edad Instrumento Fases Resultados
enseñanza media y Desarrollaron
adolescentes con 18% BN
sobrepeso 9% AN
Chile Urzúa, Castro, Lillo y Leal Adolescentes M n= 835 y V 13 a 18 EDI-2 1 7,4% de los evaluados se encontraban en la
(2011) escolarizados n = 595 categoría de riesgo, aumentando a 8,9% en
n = 1429 mujeres.
Colombia Ortiz, Caro y Mesa (2010) Jóvenes M y V n = 937 12 a 20 Encuesta “ ad hoc” del 1 38% acepto entrevista psiquiátrica con
escolarizados desarrollo y diagnóstico clínico de TCA en el 53.7% de los
mantenimiento de TCA, entrevistados y 93% con TCANE.
EAT-26 y Zung (ansiedad Comorbilidad con trastornos depresivos y
y depresión) ansiosos, así como conductas suicidas.
Cali, Rodríguez y Mina (2008) 6 a 11 grados M n = 198 10 a 18 Cuestionario 1 7,1% vomita para reducir de peso
Colombia estructurado 86,9% usa laxantes para adelgazar.
15,7% utiliza ambos.
3,5% prevalencia de riesgo para los TCA
Lima Perú Martínez, Zusman, Hartley, 3° a 5° secundaria M n = 2141 13 a 19 Inventario de conductas 1 16,4% con uno o más TCA y un 15.1% en
Morote y Calderón (2003) alimentarias (ICA) situación de riesgo.
Venezuela Quintero Párraga et al. (2003) 3° etapa de M y V n = 1.363 12 a 18 lista de chequeo A.B.A 1 0% AN
educación basica M n = 719 1,58% BN
V n = 644 0,66% TA (trastorno por atracón).
Abreviaturas: V: Varones; M: mujeres
34
En estudios realizados en Centro y Sudamérica se informa que en algunos países
como Argentina y Chile se encuentra una alta motivación por la delgadez, el
perfeccionismo y la insatisfacción corporal (Behar, 2010; Rutsztein et al., 2010). En Chile
los grupos de riesgo (estudiantes, adolescentes con sobrepeso, deportistas y mujeres
embarazadas) para desarrollar TCA fluctúan entre el 15% y 41% (Behar, 2010). En
Colombia entre las conductas compensatorias que realizan para reducir el peso se
incluyen la autoinducción del vómito, la realización de dietas y el uso de laxantes y
pastillas para adelgazar (Rodríguez y Mina, 2008). En Brasil dejar de comer o saltarse las
comidas es más frecuentes en personas con sobrepeso u obesidad (Alvarenga, Lourenço,
Philippi y Scagliusi, 2013). Al igual que en los países occidentalizados (Ferrando et al.,
2002; Rodríguez et al., 2005; Peláez et al., 2007; Imaz et al., 2008) las mujeres tienen una
mayor prevalencia de riesgo de trastornos alimentarios (Ortiz, Caro y Mesa, 2010;
Martínez, Zusman, Hartley, Morote y Calderón, 2003).
35
Aunque las investigaciones son recientes, cada vez se generan mayor número de
contribuciones en eventos académicos nacionales e internacionales. El aumento en las
publicaciones con repercusión nacional contrasta aún con el número limitado de
publicaciones a nivel internacional (Mancilla y Gómez, 2006). Ello incluye los estudios
sobre factores de riesgo de los TCA en niños y preadolescentes (Gómez, 1997; Saucedo,
Escamilla, Portillo, Peña y Calderón, 2008).
Los resultados de la encuesta de salud mental en adolescentes del Distrito Federal
informan de una prevalencia de 0,5% para AN y 1,0% para BN (Benjet, Borges, Blanco,
Rojas, Fleiz y Méndez, 2009). Estos datos concuerdan con las cifras a nivel mundial de
prevalencia de los trastornos de la conducta alimentaria (Hoek, 2006; Hudson, Hiripi,
Pope y Kessler, 2007). Entre los primeros estudios de doble fase con el propósito de
estimar la prevalencia de los TCA en mujeres mexicanas, Mancilla-Díaz et al. (2007)
realizaron dos investigaciones en muestras comunitarias. Uno de los primeros estudios lo
llevaron a cabo en 1995 en mujeres con una media de edad de la muestra de 19.48 años.
Se utilizó un diseño de dos fases: en la primera se les administraron instrumentos con
propiedades psicométricas adecuadas en población mexicana (EAT, Álvarez et al., 2002;
BULIT, Álvarez, Mancilla y Vázquez, 2000). En la segunda fase utilizaron la entrevista IDED-
IV (Williamson, Davis, Duchmann y McKenzie, 1990). Los resultados revelaron una
prevalencia de trastornos de la conducta alimentaria de 1,15%, de 0,14% de BN y de
TCANE de 0,35%. En el segundo estudio (2002) estos mismos investigadores utilizaron los
mismos instrumentos y procedimientos y encontraron que la prevalencia en mujeres
había aumentado, alcanzando un 0,24% de BN y 0,91% de TCANE. En ninguno de los dos
estudios se diagnosticaron casos de AN.
En la tabla 15 se muestran algunos de los estudios realizados sobre prevalencia y
factores de riesgo en México.
36
Tabla 15. Estudios sobre la prevalencia y los factores de riesgo de los TCA en México
Estudio Lugar Curso Sexo/n Edad Instrumento Fases Resultados
Medina-Mora et al. Nacional F/M 18-65 Entrevista Internacional Compuesta 1 1,8% BN mujeres
(2003) de Diagnóstico (CAPI Versión 15
N = 5826 Certificada) aplicada cara a cara 0,6% BN hombres
37
Estudio Lugar Curso Sexo/n Edad Instrumento Fases Resultados
Chávez, Macías, Guanajua Bachillerato F/M n = 810 14 a 20 Forma A del “Cuestionario de 1 Hábitos alimentarios de riesgo
Gutiérrez, Martínez y to 53,5% F Estudiantes 2002” 15% nunca desayuna
Ojeda (2004) 46,5% M elaborado por el Instituto Nacional 28% solo hace dos comidas al día.
de Psiquiatría Dos de cada diez ha tenido atracones y uno de cada diez se ha
Ramón de la Fuente (INP) y la provocado el vómito con tal de no subir de peso.
Secretaría de Educación Pública.
Barriguete et al. (2009) Nacional F/M 10 a 19 Cuestionario Breve de conductas 1 F/M 0,8% con alto riesgo de desarrollar un TCA
Alimentarias de Riesgo. M = 0,4%
N = 25.166 F= 1,0%
La edad de mayor riesgo fue de 15 años en hombre y 13 en
mujeres
Unikel et al. (2006) Distrito Secundaria, F/M 12 a 19 Cuestionario autoinformado sobre Incremento en conductas alimentarias de riesgo (hombres,
Federal Bachillerato actitudes y conductas alimentarias 1,3% en 1997 a 3,8% en 2003; mujeres 3,4% en 1997 a 9,6% en
y Técnico N = 9.755 de riesgo, versión incluida en la 1 2003), preocupación por engordar, uso de métodos purgativos
encuesta 1997 (Encuesta sobre y restrictivos para bajar de peso. La relación con la escolaridad
prevalencia del consumo de drogas del jefe de familia muestra una relación positiva en las mujeres.
y alcohol en el Distrito Federal)
Moreno y Ortiz (2009) Xalapa, Secun F n = 153 12 a 14 EAT-40, BSQ y Cuestionario de 1 8% Riesgo de trastorno alimentario
Veracruz daria M n = 145 Evaluación de la Autoestima 10% Patología ya instalada con mayor prevalencia en mujeres
para Alumnos de Enseñanza
Secundaria (CEA)
Nuño, Celis y Unikel Guadalaj 1° Bachille F/M Cuestionario Breve de Conductas 1 Prevalencia de Conductas alimentarias de riesgo (CAR)
N = 1134 15 a 20 Alimentarias de Riesgo. 7,2%
38
Estudio Lugar Curso Sexo/n Edad Instrumento Fases Resultados
Prevalencia
F/M Entrevista Internacional 1 0,5% AN
Benjet, Méndez, Borges y Distrito
12 a 17 Diagnóstica Compuesta (WMH- 1,0% BN
Medina (2012) Federal
N = 3.005 CIDI-A), aplicada cara a cara. 1,4% TA
83 y 100% reportan discapacidad y todos con AN y casi la mitad
con BN y TA reportan discapacidad grave
39
Estudio Lugar Curso Sexo/n Edad Instrumento Fases Resultados
ZONAS RURALES
40
El estudio de Unikel-Santoncini et al. (2010) realizado a nivel nacional proporciona
datos de prevalencia de las conductas alimentarias de riesgo en mujeres adolescentes de
escuelas preparatorias públicas de 17 localidades urbanas de la República Mexicana. En
esta investigación se incluye el estado de Nayarit. Los autores estimaron la prevalencia de
conductas alimentarias de riesgo en una muestra de 4358 mujeres adolescentes de 15 a
19 años de edad. La evaluación se realizó mediante el Cuestionario Breve de Conductas
Alimentarias de Riesgo (CBCAR), validado y estandarizado para adolescentes mexicanas.
Este instrumento ha sido validado en mujeres en el Distrito Federal, (Unikel, Bojórquez y
Carreño, 2004), en el Estado de México y en el de Hidalgo (Saucedo y Unikel, 2010). El
cuestionario tiene dos puntos de corte para determinar los grados de riesgo en las
conductas alimentarias; las puntuaciones mayores a 10 indican conductas alimentarias de
riesgo alto (CAR-alto), a las puntuaciones de 7-10 les corresponde a un riesgo moderado
(CAR moderado) y las puntuaciones menores a 7 indican la ausencia de riesgo. Se halló
una prevalencia de conductas alimentarias de riesgo (CAR) moderado de 14,2% y riesgo
elevado de 6,8%.
Tabla 16. Conductas alimentarias de riesgo con respuesta de dos o más veces en una
semana en el estado de Nayarit (Unikel et al., 2010).
Conducta %
Preocupación por engordar (n= 4354) 17,7
Atracones (n= 4352) 1,7
Sensación de falta de control al comer (n= 4347) 1,3
Vomito auto-inducido (n= 4355) 1,3
Ayunos (n= 4352) 2,1
Dietas (n= 4352) 3,8
Ejercicio (n= 4350) 12,2
Uso de pastillas (n= 4357) 1,7
Uso de diuréticos (n= 4356) 1,4
Uso de laxantes (n= 4356) 1,4
El análisis por estados mostró que las prevalencias más altas de las conductas
alimentarias de riesgo se encuentran en Tamaulipas (19,7%), Nuevo León (19,2%) y
Aguascalientes (16,3%). Las mayores prevalencias de CAR-alto se registraron en el Estado
de México con 12,1%, Chihuahua con 11,3%, y Durango y Tamaulipas con 9,2%. Por el
41
contrario Veracruz y Aguascalientes solo alcanzaron 2,5 y 2,1%, respectivamente. El
estado de Nayarit muestra un riesgo moderado de 15,1% y alto de 6,7% (tabla 16). En
cuanto al porcentaje de conductas alimentarias de riesgo específicas, el estado de Nayarit
muestra los porcentajes más altos en preocupación por engordar 17,7%, en realización de
ejercicio 12,2%, dietas 3,8% y ayunos 2,1% (tabla 16).
En México la mayoría de las investigaciones utilizan la metodología de una fase
para obtener información sobre los TCA (Álvarez- Rayón et al., 2009; Barriguete et al.,
2009; Bojorquez et al., 2013; Camarillo et al., 2013; Chávez et al., 2004; Gómez
Peresmitré, 2001; Guadarrama et al., 2011; Medina-Mora et al., 2003; Moreno et al.,
2009; Nuño et al., 2009; Saucedo et al., 2010; Unikel et al., 2006; Unikel et al., 2002). La
prevalencia de TCA es mayor en mujeres que en hombres (Barriguete et al., 2006;
Medina-Mora et al., 2003; Nuño et al., 2009; Unikel et al., 2002) al igual que en los países
occidentalizados (Ferrando et al., 2002; Rodríguez et al., 2005; Peláez et al., 2007; Imaz et
al., 2008) y en los países de Centro y Sudamérica (Ortiz, Caro y Mesa, 2010; Martínez,
Zusman, Hartley, Morote y Calderón, 2003).
En el estudio de Chávez, Macías, Gutiérrez, Martínez y Ojeda (2004) se
manifiestan hábitos alimentarios inadecuados, considerando que un 15% nunca desayuna
y el 28% solo hace dos comidas al día. Se encuentra una tendencia en ambos sexos a
presentar un mayor de porcentaje de indicadores clínicos característicos de los TCA a
medida que se incrementa el IMC y la edad de los sujetos (Unikel, Saucedo, Villatoro y
Fleiz, 2002). Esta tendencia se observa inclusive en las zonas rurales (Pérez y Romero,
2008). La práctica de dietas, provocación del vómito y de ejercicio para bajar de peso,
aunadas a la preocupación por engordar, se presentan en porcentajes importantes en
diferentes estados de la república mexicana, lo que confirma que esta problemática no es
exclusiva de las grandes urbes (Chávez et al., 2004; Moreno et al., 2009; Saucedo et al.,
2010 y Unikel-Santoncini et al., 2010).
Se plantea, por tanto, la necesidad de evaluar de forma fiable la prevalencia de los
TCA en población general, especialmente en la población de más alto riesgo
(adolescentes y jóvenes); una identificación temprana contribuirá a afrontar este tipo de
patología (Gayou y Ribeiro, 2014; Murphy y Duncan, 1997; Peláez, Labrador y Raich,
2004).
42
3. FACTORES DE RIESGO DE LOS TRASTORNOS
DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA
43
44
Un factor de riesgo corresponde a cualquier variable cuya presencia incrementa la
probabilidad de que se produzca un trastorno (Kraemer et al., 1997). Pueden
determinarse después de estudios preliminares que encuentren asociaciones en
retrospectiva o concurrentemente entre el trastorno y las variables en ambos sentidos.
(Agras, 2010). Los factores de riesgo causales son múltiples y resultan de la compleja
interacción de variables físicas, sociales, culturales y psicológicas que interfieren en el
comportamiento y que dificultan la comprensión de su etiología (American Psychiatric
Association, 2000; Gómez Peresmitré, 1993).
Los trastornos de la conducta alimentaria (TCA) aumentan su riesgo de aparición
en la adolescencia por estas posibles causas: cambios genéticos, cambios corporales en la
pubertad, los ideales de delgadez, la insatisfacción corporal, la presión social por ser
delgado/a, las dietas restrictivas, la baja autoestima y la depresión (Portela, Da Costa,
Mora y Raich, 2012). Los TCA presentan riesgos psicosociales, emocionales, sexuales y
riesgos significativos de morbilidad y mortalidad (Hoek, 2006). En población adolescente y
joven las tasas de mortalidad son de 4 a 10 veces mayores que en la población adulta
(Mitchell y Crow, 2006). Se asocian a complicaciones fisiológicas y presentan un elevado
porcentaje de comorbilidad psiquiátrica, como en los trastornos por ansiedad, afectivos,
de la personalidad y abuso de substancias (Brewerton, 2004). De acuerdo a Levine y
Smolak (2006) y Stice (2002), los factores de riesgo con mayor apoyo empírico son: la
presión social por estar delgado, la insatisfacción corporal, el sobrepeso, las burlas por la
apariencia física, la interiorización del modelo estético delgado, el afecto negativo, el
perfeccionismo, la dieta restrictiva y la baja autoestima. Todos los estudios destacan
como factores de riesgo para los TCA, el género femenino, la preocupación por el peso y
la figura, el afecto negativo, el neuroticismo y la morbilidad psiquiátrica (Raich, 2011).
3.1.1. Genética
Se han desarrollado hipótesis para explicar que diferentes genes, en interacción
con las variables ambientales, pueden influir en la aparición de los TCA (Racine, Burt,
Iacono, McGue y Klump, 2011; Wilksch y Wade, 2009) y esta aparición viene mediada
probablemente por la pubertad (Culbert, Burt, McGue, Iacono y Klump, 2009) y las
45
variables psicológicas (Spanos, Klump, Burt, McGue y Lacono, 2010). Las variaciones
genéticas son responsables de entre un 50% y un 85% de la aparición de sintomatología
de TCA durante la adolescencia (Culbert et al., 2009); Klump, Burt, McGue y Lacono, 2007;
Klump, Suisman, Burt, McGue y Lacono, 2009), así como de la forma corporal y de la
preocupación con el peso (Klump et al., 2010), lo que indica la importancia de estos
factores en la etiología de los TCA.
El riesgo de padecer sintomatología de TCA en adolescentes de 11 años de edad se
atribuye a efectos compartidos con el medio ambiente (40%) y no compartidos (54%),
representando los efectos genéticos sólo el 6%. En edades de 14 hasta 18 años se
mantiene constante un aumento del 46% de la contribución genética (Klump et al., 2007;
Klump, Perkins, Burt, McGue y Lacono, 2007). Algunos estudios hacen referencia a los
efectos genéticos en la sintomatología de los TCA antes de la pubertad (Culbert, Racine y
Klump, 2011; Klump et al., 2007). Algunos autores mencionan que se registra un aumento
en los factores genéticos al inicio de la pubertad en el sexo femenino con la activación de
las hormonas ováricas (Culber et al., 2009; Klump et al., 2007; Klump, Keel, Sisk y Burt,
2010), influyendo en esta etapa la serotonina en la predisposición genética de los TCA
(Klump et al., 2007; Klump et al., 2010). Se han estudiado especialmente la NA
(Noradrenalina) y DA (Dopamina), que son aminas biogénicas centrales, y la serotonina
(5HT), por su posible influencia en la conducta alimentaria (Birketvedt et al., 1999), así
como determinados neuropéptidos como la CCK o colecistoquinina, que es un péptido
segregado por los enterocitos en respuesta a la ingesta de alimentos, funcionando en
parte como señal de saciedad (Woods, 2004). La deficiencia de leptina parece alterar las
señales de saciedad de la CCK, contribuyendo a un aumento de la ingestión de alimentos
(McMinn, Sindelar, Havel y Schwartz, 2000), además del neuropéptido Y como
estimulante principalmente en la ingestión de carbohidratos (Kalra, Dube, Sahu , Phelp y
Kalra, 1991; Lewis et al., 1993). El péptido YY es un polipéptido de origen pancreático
relacionado con el neuropéptido Y, al que se le ha atribuido el posible papel de
desencadenar las copiosas ingestas de los pacientes bulímicos, que responderían así a
concentraciones elevadas de este neuropéptido (Hagan y Moss, 1995). En investigaciones
sobre la leptina resulta atractiva su posible influencia en la regulación del peso corporal e
incluso en conductas de ingesta (Birketvedt., et. al., 1999). Algunos autores consideran
más sugerentes las influencias relacionadas con las disfunciones en el sistema 5HT y B-
46
endorfina (Ericsson, Poston y Foreyt, 1996). El sistema B-endorfina es un péptido
conocido por estimular el deseo de comer, pudiendo encontrarse disminuida su actividad
opioide en la AN debido a que aumenta en bajos niveles y se genera tolerancia a niveles
más altos (Huebner, 1993). Como efecto contrario cuando se administran inhibidores
selectivos de la recaptación de serotonina disminuyen los atracones y se han encontrado
bajos niveles de metabolitos de 5HT en el líquido cefalorraquídeo, que tiene relación con
la apetencia por hidratos de carbono en la obesidad. Se contempla la existencia de un
continuum de trastornos psicopatológicos que median con el sistema 5HT como los TCA,
la depresión y los trastornos obsesivos compulsivo, entre otros (Brewerton, 1995).
47
Sin embargo existen menos presiones para los hombres (Levine y Smolak, 2002).
Socioculturalmente se reproducen estereotipos de belleza de acuerdo al género. La
mayoría de las mujeres experimentan preocupación corporal, llegándose a describir como
una de las características normativas de este género (Rodin, Silberstein, y Streigel-Moore,
1985). Intentando explicar el carácter normativo de la preocupación corporal en la
mujeres, una explicación evolutiva propone que la belleza física lleva implícito el valor de
la salud además de la creencia que las mujeres bellas tienen ventajas en la selección de
pareja (Streigel-Moore y Fanko, 2002). La belleza es un componente central del
estereotipo del rol del género femenino, resultando comprensible la poderosa influencia
del mito de la belleza en las mujeres. Las niñas desde pequeñas están expuestas a las
expectativas sociales sobre el atractivo físico, interiorizando que la aprobación depende
en gran parte de la apariencia física, traduciendo este aprendizaje en auto-comprobación
constante con el fin de alcanzar el estándar de belleza establecido (Fredrickson y Roberts,
1997). En cambio la interiorización del ideal musculoso en los chicos se correlaciona
menos con la imagen corporal negativa en los chicos adolescentes (Levine y Smolak,
2002).
48
delgado es ideal (Montero, Morales y Carbajal, 2004), al vivir en un contexto en el que se
exalta un cuerpo esbelto y se desprecia la gordura (Neumark-Sztainer et al., 2010; Van,
Keery, Eisenberg, y Neumark, 2010). Los años de la adolescencia proporcionan un
ejemplo de la naturaleza del desarrollo de la imagen corporal debido al gran número de
factores biológicos, psicológicos y personales (como las relaciones entre iguales) normales
en su desarrollo que se unen para dar forma a la imagen corporal en los adolescentes. La
mayoría reportan insatisfacción corporal y como consecuencia preocupación por la
imagen corporal, que resulta significativa por el papel central que juega en su desarrollo
intrapersonal e interpersonal (Markey, 2010) y que se asocia a la preocupación por la
belleza (Xu et al., 2010). También se presenta en adolescentes varones aunque con menor
prevalencia (Currin, Schmidt, Treasure y Jick 2005; Nicholls, Lynn y Viner, 2011) y en
edades más tempranas (Madden, Morris, Zurynski, Kohn y Elliot, 2009; Nicholls et al.,
2011; Van Son, et al., 2006).
La etapa más vulnerable relacionada con la imagen corporal es la adolescencia.
Este momento se caracteriza por diferentes cambios fisiológicos, cognitivos, emocionales
y principalmente sociales que provocan preocupación por la apariencia física. Las chicas
se inclinan por ideales de belleza que se asocian a la delgadez, en su mayoría con tallas
por debajo de lo que podríamos considerar saludable, y los chicos se preocupan por una
imagen donde predomine la musculación (De Gracia, Marcó y Trujano, 2007; McArthur,
Holbert y Peña, 2005; Raich, 2004).
49
disminuir la satisfacción corporal. Por otra parte en los chicos los cambios que provoca la
pubertad los acerca a un ideal corporal musculoso (Bearman et al., 2006). En teoría una
elevada adiposidad podría conducir a un aumento de presión de los pares y de la familia
por ser más delgado, y con el fin de lograr la delgadez limitar las calorías que se
consumen. Influenciados por consejos poco saludables intentan acercarse al ideal
delgado (Stice, 2002). Con las presiones se puede conducir a la realización de dietas, al
aumento de la insatisfacción corporal, un afecto negativo y como consecuencia una
patología alimentaria (Cattarin y Thompson, 1994).
En una muestra de 2516 adolescentes (Croll, Neumark-Sztainer, Story, y Ireland,
2002; Neumark-Sztainer et al., 2002) se llevó a cabo un seguimiento durante cinco años
para evaluar factores de riesgos ambientales, personales y conductuales para la
realización de dieta y problemas relacionados con el peso. Los autores concluyeron que
existía una consistente relación en ambos sexos, entre IMC e insatisfacción corporal. Los
adolescentes que disminuyeron su IMC en general estuvieron más satisfechos con su
cuerpo, principalmente las mujeres. Los chicos de peso normal que disminuyeron su IMC
después de los cinco años estuvieron menos satisfechos con su cuerpo (Eisenberg,
Neumark-Sztainer, y Paxton, 2006). En una muestra de 7597 adolescentes de 13 a 18 años
de edad se observaron tendencias a presentar conductas alimentarias de riesgo a medida
que se incrementaba el IMC (Unikel, Saucedo, Villatoro y Fleiz, 2002).
Actualmente vivimos en un ambiente que promueve el desarrollo de la obesidad
con el acceso a alimentos de bajo costo, agradables al paladar, altos en calorías y poco
saludables y en contrapartida con la imposición de una imagen corporal ideal en los
medios de comunicación (Corsica y Hood, 2011). En la adolescencia la obesidad
condiciona de manera importante un riesgo de desarrollo de TCA (Calderón et al., 2010;
Doyle et al., 2007). La insatisfacción con la imagen corporal (Xu et al., 2010) burlas o
críticas por compañeros o por la familia (Carlson y Crawford, 2006) incentivan la
realización de comportamientos inadecuados para la pérdida de peso (Espinoza, Penelo y
Raich, 2010; Ogden, Carroll, Curtin, Lamb y Flegal, 2010), presentando ansiedad y
depresión (Babio, Canals, Pietrobelli, Pérez y Arija, 2009) y al mismo tiempo problemas
con el peso, lo que puede resultar preocupante (Goldschmidt, Aspen, Sinton, Tanofsky y
Wilfley, 2008). Las chicas con sobrepeso u obesidad presentan mayor riesgo de realizar
conductas extremas como saltarse comidas, utilizar sustitutos de las comidas,
50
restricciones de comida extremas como medida de control de peso y realización de
atracones (Neumark-Sztainer et al., 2007). La presión sociocultural para la delgadez, un
IMC alto y la comparación del cuerpo con las imágenes de la publicidad o con otros
cuerpos perfectos con extrema delgadez son factores de riesgo para realizar conductas
para perder peso (Muris, Meesters, Van de Blom y Mayer, 2005).
51
dosis de insulina como método de control de peso, se utiliza de forma deliberada para el
control de peso (Daneman, Olmsted, Rydall, Maharaj y Rodin, 2004). Un considerable
número de mujeres con DM1 admiten como método para bajar y controlar el peso omitir
o emplear dosis inferiores de insulina (Rodenas, 2002). Hasta un 32% de los casos de
pacientes diabéticos tienden a perder peso, aunque sin diferencias estadísticamente
significativas con respecto a la edad y el sexo (Vila, Robert, Jos y Mouren-Simeone, 1977).
Los TCA son frecuentes entre los adolescentes, sobre todo en las chicas con DM1. Un
buen control glucémico es necesario en el tratamiento de la DM1, reduce el riesgo de
complicaciones pero está asociado al sobrepeso. Además de los factores familiares,
socioculturales e individuales en chicas adolescentes pueden incrementar el riesgo de
padecer un TCA, que perturbaría el control glicémico y aumentaría el riesgo de
complicaciones diabéticas (Daneman y Rodin, 1999; Colas, 1991; Hoffman, 2001). La
omisión parcial o total de la dosis de insulina de forma accidental o voluntaria es la causa
más frecuente de cetoacidosis en la adolescencia y de hospitalización del niño diabético
(Smith, Firth, Bennett, Howard y Chisholm, 1998); estos casos se presentan
habitualmente en niñas y se asocia principalmente a AN y BN (Rodenas, 2002).
52
inseguridad, soledad y temor al abandono (Pla y Toro, 1999). En muestras de pacientes
con AN se detecta depresión, fobias, desconfianza interpersonal y mayor perfeccionismo
(Johnson y Connors, 1987; Marsa, Perera, López y Ruiz, 1999).
Los pacientes con BN generalmente actúan de forma impredecible, con excesiva
necesidad de aprobación, elevada sensibilidad, falta de tolerancia a la frustración ya que
fluctúan entre la ansiedad y la depresión, tendencia a tomar decisiones rápidas, poco
control de impulsos y rasgos de acting-out (Williams et al., 1993; Gismero, 1996). Las
pacientes bulímicas tienden a ser más extrovertidas que las anoréxicas, pero manifiestan
más ansiedad, culpa, sensibilidad interpersonal y quejas somáticas (Casper, Ecker, Halmi,
Goldberg y Davis, 1980).
53
abstinencia, de la selección alimentaria o de factores como el ejercicio físico (Gracia,
2002).
Los adolescentes intentan controlar el aumento del tejido adiposo que se da a
partir de la pubertad y así alcanzar el ideal de delgadez (Bearman et al., 2006). El alto
porcentaje de realización de dieta en adolescentes puede reflejar conductas saludables y
no saludables en el control de peso y su rol como factor de riesgo de las alteraciones
alimentarias (Neumark-Sztainer y Story, 1998). Para hombres y mujeres es muy diferente
el cuerpo ideal y es probable que los chicos utilicen métodos para aumentar el tono
muscular y las chicas estrategias como utilizar suplementos alimentarios para el control
de peso (Drewnowski, Kurth, y Krahn, 1995; McCabe y Ricciardelli, 2005). Los
investigadores Neumark-Sztainer, Wall, Eisenberg, Story, y Hannan (2006) mencionan que
las tendencias hacia la adopción de conductas de control de peso se acentúan a través de
las diferentes etapas de la adolescencia. Las chicas entre la adolescencia temprana y
media incrementan el uso de conductas no saludables y extremas de control del peso. En
los chicos también se observan cambios particulares en estas etapas, como un aumento
de la práctica de conductas extremas de control de peso de mediados a finales de la
adolescencia del 3,4% al 6,3%.
Los adolescentes que hacen dietas son los que sienten deseos de ser más
delgados, los que muestran preocupación por su imagen corporal y que experimentan
insatisfacción corporal (Crow, Eisenberg, Story, y Neumark-Sztainer, 2006; McCabe, y
Ricciardelli, 2006). Los predictores de las conductas extremas de control de peso en chicas
se relacionan con el estado depresivo, insatisfacción corporal e importancia de la imagen
corporal. En cambio, en los chicos únicamente el estado depresivo y la importancia de la
imagen corporal fueron los predictores de dichas conductas. Estos resultados sugieren
que la percepción que tienen los adolescentes sobre su cuerpo y su estado de ánimo
general predice si se involucran o no en conductas de riesgo para la salud (McCabe, y
Ricciardelli, 2006). La utilización de las estrategias para controlar el peso en los
adolescentes es frecuente y es importante destacar que su crecimiento y desarrollo se
ven comprometidos y pueden ser causa de deficiencias nutricionales (Calderón, Yu y
Jambazian, 2004). Las adolescentes que realizan conductas no saludables de control de
peso, como ayuno, sustitutos de las comidas, saltarse comidas, fumar, provocarse el
vómito o usar diuréticos o laxantes, presentan un mayor riesgo de seguir una dieta
54
inadecuada, con menor consumo de frutas, vegetales y menor aporte de vitaminas y
minerales que las chicas que realizaban conductas de control de peso más saludables. En
cambio, los chicos que informaron de conductas de control de peso saludables y no
saludables presentaron niveles similares de ingesta de nutrientes que los chicos que no
realizaban técnicas de control de peso (Neumark-Sztainer et al., 2002; Neumark-Sztainer,
Hannan, Story, y Perry, 2004).
Cuando se realizan las llamadas “dietas milagrosas" se producen deficiencias de
vitaminas y minerales, alteraciones metabólicas importantes que explican el rápido
descenso del peso y la tendencia exacerbada a recuperarlo cuando se vuelve a comer de
la forma habitual (Amigo, Fernández y Pérez, 2009; Raich y Gutiérrez, 2009). Los
adolescentes que realizan dietas no saludables incrementan su IMC y el riesgo a presentar
sobrepeso u obesidad, contrariamente a la creencia de las dietas como técnicas de
control del peso (Field et al., 2003; Neumark-Sztainer et al., 2006; Neumark-Sztainer et
al., 2007; Stice, Presnell, Shaw, y Rohde, 2005).
Las dietas incrementan el riesgo de cuadros de TCA parciales y completos (Stice,
Presnell, y Spangler, 2002) y de alteraciones alimentarias como atracones (Neumark-
Sztainer et al., 2006; Neumark-Sztainer et al., 2007). Los adolescentes de ambos sexos
que usan conductas de control de peso no saludables incrementan el riesgo de atracón
con pérdida de control y de conductas extremas de control de peso, comparado con los
adolescentes que no las usan (Neumark-Sztainer et al., 2006). Es posible deducir que de
acuerdo a los resultados de estudios longitudinales es relevante la trasmisión de
mensajes a los adolescentes, familiares y profesionales sobre los riesgos al realizar dietas
restrictivas y conductas no saludables en el control de peso para la prevención del
desarrollo de TCA, alteraciones alimentarias, sobrepeso y obesidad (Eisenberg et al.,
2006; Paxton et al., 2006).
55
y Story, 2006; Jackson y Chen, 2011) que se relacionan con la obesidad, la depresión y la
baja autoestima (Calderón et al., 2010; Markey, 2010). La insatisfacción corporal en la
adolescencia es un factor que motiva a la realización de dietas y conductas no saludables
para el control del peso (Neumark-Sztainer et al., 2006).
La belleza en la actualidad está asociada a los cánones de esbeltez en las mujeres.
Se gastan millones cada año para lograr el aspecto físico deseado, es uno de los negocios
más lucrativos y las mayores consumidoras son las mujeres y esta preocupación de forma
exagerada podría llegar a ser perturbadora (Raich y Torras, 2002). Algunas personas, en el
intento de mejorar su apariencia física, recurren a cirugías estéticas o acuden a centros de
atención cosmética (Altamura, Paluello, Mundo, Medda y Mannu, 2001). La imposición de
un estándar de belleza hace que las personas con exceso de peso sean vulnerables y
tiendan a la insatisfacción corporal (Bearman et al., 2006; Mousa, Mashal, Al-Domi y Jibril,
2010). En la insatisfacción corporal hay elementos importantes como la sobrevalorización
de la apariencia en la construcción de la propia identidad, percepción y sentimiento de
que la forma corporal es diferente a los ideales de belleza interiorizados e irreales,
creencias y sentimientos desadaptativos acerca del propio cuerpo y conductas poco
saludables provocadas por la insatisfacción corporal (Cash, 1997; Cash y Pruzinsky, 2002).
Fairburn (2008) atribuye gran parte del mantenimiento de los TCA a la sobrevalorización
del peso y la figura. La percepción y sentimiento de cómo discrepa la forma corporal con
los estándares ideales de belleza es constante en nuestra sociedad, pues las mujeres son
bombardeadas con modelos estéticos muy delgados y la mayoría muestran gran
insatisfacción por su propio cuerpo al compararse con él (Cash, 1997; Cash y Deagle,
1997; Cash et al., 2002).
56
(McCreary y Sasse, 2000). La interiorización de los ideales de belleza en chicos y chicas los
pone en riesgo de TCA (Lawler y Nixon, 2011; Mousa et al., 2010). La interiorización del
ideal delgado participa como mediador entre las presiones socioculturales y la
insatisfacción corporal (Stice, Nemeroff y Shaw, 1996; Thompson, Heiberg, Altabe y
Tantleff-Dunn 1999). A los niños desde pequeños les llegan mensajes sobre los estándares
del atractivo físico a través de diferentes medios y en la medida que estos estándares son
interiorizados se transforman en ideales personales que pueden afectar a la satisfacción
corporal y llevar a una autoevaluación negativa (Thompson y Heinberg, 1993).
3.2.4. Autoestima
La autoestima influye sobre la persona en cómo piensa, cómo se siente, aprende,
se relaciona y comporta con los demás y en cómo se valora (Clark, Clemes y Bean, 1993).
Las personas se forman una idea de lo que valen como resultado de las propias
experiencias de éxito y fracaso y de las actitudes y opiniones de las personas más
significativas (Rosen y Ramírez, 1998; Toro, 2004). La baja autoestima es un problema
común entre los adolescentes y se asocia con la imagen negativa del cuerpo, siendo las
niñas más susceptibles a la influencia de sus pares en presencia de un alto perfeccionismo
(Shroff y Thompson, 2006). La tendencia a comparar su cuerpo con otros (Muris et al.,
2005) y la insatisfacción corporal se asocian significativamente con baja autoestima
(Paxton, Eisenberg y Neumark-Sztainer, 2006), mientras que una autoestima alta
constituye un factor protector para los TCA (Neumark-Sztainer, et al., 2007).
La presión, las burlas y críticas por estar delgadas por parte de familiares y amigos
(Neumark-Sztainer, et al., 2007; Paxton, et al., 2006) puede favorecer al aumento o
aparición de una baja autoestima y dar inicio a actitudes y comportamientos alimentarios
negativos, agravando la insatisfacción corporal, especialmente en las niñas (Paxton, et al.,
2006). En estudios longitudinales la baja autoestima se señala como factor de riesgo de
bulimia nerviosa, trastorno por atracón y de anorexia nerviosa (Jacobi y Fiting, 2010). Las
mujeres con trastornos alimentarios no se autovaloran y tienen una extremadamente
baja autoestima, con miedo de ser despreciadas o rechazadas y se consideran personas
poco valiosas. Por lo menos un tercio de la propia autoestima resulta de la autoimagen
positiva o negativa que tenga de sí misma. Si a uno no le gusta su cuerpo es difícil que le
guste la persona que vive en él, por lo que resulta muy difícil que se consigan apreciar
57
otras cualidades como la destreza, la inteligencia o el trabajo separadamente del aprecio
por su cuerpo, particularmente en mujeres que subordinan estas cualidades al atractivo
(Mora y Raich, 2005).
Con el objetivo identificar las diferencias en autoestima corporal y general en
niños de 9 a 12 años se halló que las niñas con mayor riesgo de presentar TCA tenían una
menor autoestima, mayor discrepancia entre la imagen ideal y la percibida y el deseo de
un cuerpo más delgado que el real. Sin embargo una mayor autoestima actuaba como
factor protector (Trujano, De Gracia, Nava, Arbonès y Limón, 2010). Los adolescentes con
TCA tienen una autoestima social y corporal más baja que los adolescentes de la
población general (Toro, Castro, Gila y Gómez, 2005).
58
proviene de falta de control sobre la alimentación y sobre otros aspectos en general de su
comportamiento, a diferencia del hipercontrol sobre su vida de la persona anoréxica
(Amigo, 2003).
59
intentan evaluar la relación entre el aumento de la prevalencia de los TCA con
determinados factores de riesgo del contexto sociocultural (Anderson-Fye y Becker,
2004). La alteración de la conducta alimentaria no se limita a una zona geográfica
particular, sino que ha alcanzado una distribución global que involucra sociedades
occidentales y no occidentales en vías de industrialización (Anderson-Fye y Becker, 2004;
Soh, Touyz y Surgenor, 2006). Un número creciente de estudios experimentales y
epidemiológicos han documentado la asociación entre el aumento de la prevalencia de
alteraciones de las actitudes y conductas alimentarias y los TCA con el proceso de
transición sociocultural y económica de sociedades no occidentales (Anderson-Fye y
Becker, 2004).
60
Anteriormente los cuerpos gruesos eran símbolos de salud y bienestar, mientras que en la
actualidad son de falta de valía personal y baja autoestima, dando lugar a cuerpos
delgados y atléticos que casi consiguen anular las características femeninas e imponen
cierta obligación para conseguir un cuerpo que no es natural. Los desórdenes
alimentarios de esta época son síndromes culturales que no se comprenden fuera de un
determinado contexto. El valor cultural que se asocia a la delgadez y a la obesidad
motivan particularmente a las mujeres a bajar exageradamente de peso, camino que
puede conducir a desarrollar trastornos alimentarios (Zusman, 1999).
61
3.3.2. Influencias de los medios de comunicación
Las mujeres y cada vez más los hombres se ven sometidos a permanentes acosos
publicitarios desde los medios de comunicación, con el objetivo de incitar a consumir
productos y servicios que se relacionan con la belleza. Los medios de comunicación
garantizan que las mujeres delgadas serán más felices, con mayor éxito social y
profesional. Por ello es un mensaje repetido reiteradamente sobre la necesidad de
conseguir un cuerpo “perfecto” y “delgado”, asociándolos al “éxito y a la felicidad”, como
si una cosa llevara a la otra automáticamente (Raich, Carracedo y Guimerà, 2008). Los
medios de comunicación incluyen sugerencias e informaciones verbales, imágenes y
especialmente imágenes de cuerpos humanos, que en forma burda o sutil van enviando
mensajes que facilitan la difusión y la consiguiente interiorización de la cultura de la
delgadez (Toro, 1996).
Algunos estudios (Crow et al., 2006) muestran que la relación entre la felicidad y la
satisfacción con la vida y el atractivo físico no es tan directa, ya que señalan que cuanto
más tiempo se preocupa una mujer de cuidar su físico, menos satisfacción siente de él.
Las personas que hacen esfuerzos para adelgazar o las que se ponen a dieta se sienten
tristes más frecuentemente que las que no lo hacen. Cash y Pruzinsky (2002) muestran
que las mujeres delgadas que representan modelos para la población tienen las mismas
posibilidades de satisfacción y felicidad que las demás. Muchas mujeres se culpabilizan
por no conseguir que sus cuerpos sean como las modelos irreales de los anuncios. El
bombardeo constante de la publicidad no se cansa de mostrar cuerpos con extrema
delgadez que cualquier persona puede tener con “fuerza de voluntad”, como si el cuerpo
fuera de plastilina y se pudiera moldear a su antojo. Todo ello genera insatisfacción y
depresión, pues en realidad el cuerpo y la silueta son muy difíciles de modificar y no es un
problema de voluntad sino de biología, de la genética del funcionamiento del
metabolismo, factores que hacen difícil que el cuerpo cambie de manera sencilla (Raich et
al., 2008). En diferentes épocas y sociedades, de acuerdo a consensos establecidos
socialmente, se ha determinado que el tipo de cuerpo aceptado y valorado positivamente
ha determinado las características del vestido femenino principalmente. La manipulación
del cuerpo ha sido la norma y las mujeres han pagado sacrificios y molestias que podrían
haberse invertido en aspectos más fructíferos (Toro, 1996). Contribuyen a reforzar estas
62
creencias los medios de comunicación, que además de culpabilizar a las personas por sus
cuerpos, ponen cientos de medios para alcanzar la perfección. El consumo compulsivo de
productos cosméticos, la obsesión por las dietas y la dependencia de la cirugía se
convierten en comportamientos habituales para intentar buscar la perfección
inalcanzable que estimulan los medios de comunicación (Raich et al., 2008).
En las sociedades occidentales se acepta que las mujeres compitan entre sí por las
formas de su cuerpo; que haya ganadoras y perdedoras y que unas representen la norma
sociocultural por absurda que pueda ser. El cuerpo femenino oficial se ha constituido
públicamente en simple objeto (Toro, 1996). Detrás de los intentos por la delgadez existe
un poderoso mercado internacional que promociona productos mediante los medios de
comunicación de forma masiva (Raich et al., 2008). Al iniciarse la década de los ochenta
se calculaba que los norteamericanos gastaban alrededor de 10.000 millones de dólares
en productos y servicios con el objetivo de perder peso (Chernin, 1981). En 1988 se
gastaron 74.000 millones de dólares en alimentos dietéticos, aproximadamente una
tercera parte de todo el gasto en alimentación de la nación norteamericana (Yates, 1991).
En la década de los ochenta los norteamericanos doblaron sus gastos en programas para
adelgazar, libros de regímenes para perder peso y alimentos dietéticos, alcanzando un
gasto de 30.000 millones de dólares (Brownel, 1991). En EUA en 1988 la ciudadanía
consumió la misma cantidad en productos de belleza que el Estado en educación, empleo
y servicios sociales. Y la industria británica del adelgazamiento factura más de un billón de
libras esterlinas por año (Sanders y Bazalgette, 1994). Los medios de comunicación envían
ideales de perfección manipulados desde su origen, ya que la mayoría de las imágenes de
los/as modelos se alteran mediante trucos y montajes. La publicidad constante conduce a
admirar imágenes falsas de una belleza imposible y sigue patrones claros y perfectamente
diseñados desde el punto de vista comercial. Primero se crea un modelo estético irreal y
la necesidad de alcanzarlo, se mantiene que un cuerpo muy delgado lleva al éxito y a la
felicidad. Después, a pesar de que este ideal es inalcanzable, se trasmite la idea de que se
puede conseguir comprando sus productos, a pesar de que la mayoría de ellos son
ineficaces. Cuando los productos no producen el efecto deseado se cree que en realidad
es culpa del/la comprador/a y con ello se garantiza el negocio (Raich et al., 2008).
63
3.3.3. Influencia de las relaciones interpersonales
La presión por la delgadez también puede encontrarse dentro de la familia,
especialmente una preocupación extrema de las madres para que sus hijas sean
atractivas (Amigo, 2003). El hecho de ser criticado en la infancia o de sufrir burlas por la
apariencia tiene un efecto importante en la formación de la imagen corporal y es
probable que influya en la madurez. Se han recogido bastantes casos en la literatura
científica en los que las burlas de familiares o de amigos actúan como desencadenante de
su trastorno (Fairburn, Cooper, Doll y Welch, 1999). Los comentarios críticos de la familia
sobre la silueta, el peso y las burlas por la apariencia son factores que influyen en la
aparición de AN y BN. En muchos casos las burlas no son intencionadas, pero las personas
lo sufren como si lo fueran (Thompson, Fabian y Moulton, 1990). Las burlas de familiares
y amigos sobre el peso son una cuestión importante en la presencia de la existencia de
insatisfacción con la imagen corporal y TCA. Las niñas que han recibido comentarios sobre
su apariencia física en comparación con sus compañeros presentan conductas extremas
para la pérdida de peso, dietas restrictivas (Haines, Neumark, Eisenberg y Hannan, 2006)
y atracones y los niños comportamientos inadecuados para el control del peso, riesgo de
compulsión alimentaria y sobrepeso (Neumark-Sztainer el al., 2007). Algunos resultados
destacan la influencia de los padres sobre los hijos como el factor de riesgo más grande
en la pérdida de peso y de insatisfacción con el cuerpo en los adolescentes (Mellor,
McCabe, Ricciardelli y Merino, 2008). Los padres con comportamientos muy
controladores sobre la alimentación de sus hijos, junto con la presión de los amigos,
contribuyen a que desarrollen una imagen negativa de sí mismos (Agras, Bryson, Hammer
y Kraemer, 2007) y como consecuencia realizan comportamientos que ponen en riesgo su
salud (Field et al., 2008).
Sin embargo Shroff y Thompson, (2006) indican que la influencia de los
compañeros se asocia a la interiorización del ideal de delgadez y con la comparación
entre las niñas. Salafia y Gondoli (2011) siguieron a chicas de 10 años durante cuatro años
y encontraron que los padres y los amigos tenían efectos importantes en la insatisfacción
con la imagen corporal y síntomas bulímicos. El comportamiento de los amigos influye en
el nivel de satisfacción con la imagen corporal y con comportamientos que se relacionan
con la dieta, ya que son aspectos que se comparten dentro de su relación de grupo
(Woelders, Larsen, Scholte, Cillessen y Engels, 2010; Eisenberg y Neumark-Sztainer, 2010).
64
Cuando se ha examinado la importancia de la influencia de los padres y de los amigos, se
ha podido observar que la de éstos últimos es mayor. Las personas que mantienen
relaciones proximales del mismo sexo que el adolescente son importantes en la
ocurrencia de atracones (Field et al., 2008) y del uso de estrategias tanto para perder
peso como para aumentar el tono muscular (McCabe y Ricciardelli, 2005). En este aspecto
los chicos se ven más presionados para que sean musculosos por sus parejas que las
chicas (Shomaker y Furman, 2010).
65
presiones para ajustarse al modelo ideal, las expectativas de rol contradictorias para la
mujer y el incremento de la connotación negativa del peso son característicos de las
sociedades occidentales que han sido relacionadas con el desarrollo de alteraciones del
comportamiento alimentario (Rathner, 1996).
66
4. OBJETIVOS E HIPÓTESIS
67
68
4.1. Objetivo general
El objetivo de la presente tesis fue estudiar los problemas de la conducta
alimentaria mediante un estudio epidemiológico de dos fases en la población adolescente
escolarizada del estado de Nayarit de México.
1.- Describir y comparar los diferentes aspectos relacionados con la problemática de los
trastornos de la conducta alimentaria en función del sexo y el área de origen en la
muestra total:
Antecedentes familiares: antecedentes de obesidad, anorexia nerviosa, bulimia
nerviosa y entorno familiar.
Autovaloraciones: consideración de salud, emociones, valores, conformidad con su
peso y satisfacción consigo mismo.
Influencia del modelo estético corporal, preocupación por la comida el peso y la
figura, conductas compensatorias y actitudes alimentarias alteradas
IMC y status nutricional.
69
Autovaloraciones: consideración de salud, emociones, valores, conformidad con su
peso y satisfacción consigo mismo.
Influencia del modelo estético corporal
Hábitos de alimentación
4.3. Hipótesis
Para cada uno de los objetivos específicos que acabamos de exponer, nos
planteamos las siguientes hipótesis:
70
corporal y los patrones de ingesta. Estas diferencias irían en el sentido que en el grupo
con trastornos de la conducta alimentaria:
a) Tendrá mayor porcentaje de antecedentes familiares de obesidad, anorexia o
bulimia
b) Será mayor la influencia del modelo estético corporal
c) La ingesta será menor
71
72
5. MÉTODO
73
74
5.1. Participantes y diseño
El estudio se llevó a cabo en dos fases, que se describen a continuación.
75
5.1.2. Participantes de la fase 1
La Secretaria de Educación Pública (SEP) (anexo B) nos proporcionó una lista de las
escuelas de Secundaria y Bachillerato del estado de Nayarit. Entre los municipios se
seleccionaron los que concentran un mayor número de escuelas. La selección de las
escuelas de cada municipio y de las aulas concretas se basó en los siguientes criterios de
conveniencia: (1) se da prioridad a las escuelas más grandes y a las aulas con más
alumnos y (2) se tiene en cuenta la disponibilidad horaria de los centros para efectuar la
recogida de datos. En las zonas rurales, la región Sierra presenta un grado de rezago
social entre alto y muy alto, concentra la mayor parte de la población indígena de Nayarit
y es de difícil acceso y con pocos servicios (CONEVAL). Por lo tanto, de esta región se
excluyeron zonas con valores extremos de rezago por considerar que superaban el grado
de ruralidad que interesaba en esta investigación. Se optó por incorporar áreas rurales
seleccionando algunos municipios que no presentaban criterios tan homogéneos
respecto a la dimensión rural/urbana. Una vez que se contactó con las escuelas de las
diferentes regiones del estado de Nayarit, se realizó un calendario para organizar el
itinerario y establecer el contacto personal con las autoridades de las instituciones,
programamos reuniones para exponerles cuál era el contenido y sentido de la
investigación con el propósito de contar con su apoyo y explicarles los requerimientos de
tiempo y espacio para la recogida de los datos. A los responsables de las escuelas se les
pidió incluir chicos y chicas de todos los grados sin tener preferencia por ninguno en
particular. La selección de los grupos de la muestra la realizó el personal de cada
institución, que nos indicó cuáles eran los grupos participantes y los horarios para
proceder a la recogida de los datos. Los chicos en general se mostraron cooperadores en
todo momento, realizaron preguntas sobre el motivo de la investigación y mostraron
interés en el tema.
76
instrumento diagnóstico la entrevista semi-estructurada EDE (Eating Disorder
Examination) diseñada como medida de la psicopatología específica de AN y BN, con el fin
de confirmar o descartar el diagnóstico de TCA.
5.2. Instrumentos
Cuestionario de datos demográficos. Se elaboró un cuestionario para obtener
datos sociodemográficos como el sexo, la edad, el lugar de nacimiento y el nivel
socioeconómico, basado en el nivel educativo y la ocupación de los padres (Hollingshead,
1975). Se incluyeron preguntas sobre el lugar de origen de los padres, consideración de su
peso, de su salud y sus emociones, quiénes conforman su familia (padre, madre,
hermanos u otros familiares), antecedentes de obesidad, anorexia y bulimia y satisfacción
consigo mismo/a (anexo C).
Talla y peso. En las zonas rurales se tomaron las medidas de peso y altura in situ
con una báscula Seca 761 mecánica de piso; en las zonas urbanas se utilizaron básculas
digitales y estadiómetro manual, con el objetivo de calcular el IMC (índice de masa
corporal) y el estado nutricional de acuerdo a criterios internacionales que consideran el
sexo y la edad (Cole, Bellizzi, Flegal y Dietz, 2000; Cole, Flegal, Nicholls y Jackson, 2007). La
toma de peso y talla se llevó a cabo entre dos personas.
77
y la pérdida de control. Las dos últimas preguntas sólo las responden las mujeres (ítem 37
y 38), y preguntan sobre alteraciones en la menstruación en los últimos tres meses.
El formato de respuesta de los ítems actitudinales es una escala tipo Likert de 7
puntos (0: nunca; 6: siempre). Las puntuaciones de las subescalas se obtienen calculando
la media de los elementos que forman cada subescala, y la puntuación global es la media
de las subescalas. En la versión original las puntuaciones se distribuyen en cuatro
subescalas: restricción, preocupación por la comida, por el peso y por la figura. A partir de
la validación mexicana de Penelo et al. (2013), sólo se derivan dos subescalas: R
(Restricción) y ESWC (Preocupación por la comida, por el peso y por la figura corporal). Se
puede considerar un punto de corte clínicamente significativo de cuatro puntos o más (≥
4) para cada subescala y para la puntuación global (Carter, Stewart y Fairburn, 2001), o de
≥ 2,30 para la puntuación global (Mond, Hay, Rodgers, Owen y Beumont 2004). El alfa de
Cronbach en la presente muestra es de ,79 para la escala R, ,93 para la escala ESWC y ,93
para la escala total.
La frecuencia de los atracones y las conductas compensatorias se evalúa en
términos del promedio de episodios semanales que se producen durante las últimas
cuatro semanas. La ocurrencia regular de estos comportamientos al menos dos veces por
semana se basa en los criterios del DSM-IV-TR (APA, 2000). Además , la restricción
dietética extrema se calculó como "no comer por un período de ocho o más horas de
vigilia con el fin de influir en el peso o la forma"(ítem 2), de por lo menos tres veces por
semana (≥ 13 días) en los últimos 28 días (Fairburn y Cooper, 1993); y el ejercicio excesivo
extremo se calculó como hacer ejercicio vigoroso "como un medio de controlar su peso,
de alterar su forma, o la quema de calorías" (ítem 27), al menos cinco veces por semana
(≥ 20 días) en los últimos 28 días.
78
Es una de las medidas más utilizadas para la evaluación de las características
anoréxicas: miedo a engordar, motivación para adelgazar y patrones alimentarios
restrictivos. Las preguntas se contestan en una escala tipo Likert de seis puntos: de 1
(nunca) a 6 (siempre) y se transforman de manera que se valoran con 0 las tres primeras
posibles respuestas y 1, 2 o 3 las tres siguientes respectivamente, para denotar mayor
severidad. Los autores del EAT-26 sugieren utilizar un punto de corte de 20 puntos para
identificar la posibilidad de algún TCA. La versión original presenta una fiabilidad del 0,79
para el grupo de anorexia y de 0,94 para el grupo control. La confiabilidad de prueba-
postprueba en un periodo de dos a tres semanas es del 84%. La sensibilidad y
especificidad de la prueba para es del 77% y 95%; el poder predictivo positivo es del 79%.
(Mintz y O'Halloran, 2000).
El ChEAT es una adaptación para niños del EAT-26. Esta versión infantil utiliza
sinónimos para reemplazar palabras de difícil comprensión para los niños que en el EAT
habían mostrado dificultad para su comprensión. De la misma forma que para el EAT, una
puntuación mayor a 20 indica la posibilidad presentar TCA. La adaptación española
presenta unos coeficientes de fiabilidad interna suficientes (α = ,71) y una buena
estabilidad test-retest (r = ,56) (Sancho, Asorey, Arija y Canals, 2005). El alfa de Cronbach
de la puntuación total en la presente muestra es ,90
79
consistencia interna (alfa de Cronbach/correlación inter-ítem): Preocupación por la
imagen corporal (8 ítems; ,86/,44), Influencia por los anuncios (8 ítems; ,91/,55),
Influencia por los mensajes verbales (3 ítems; ,73/,47), Influencia de los modelos sociales
(4 ítems; ,61/,30) e Influencia de las situaciones sociales (3 ítems; ,60/,34).
El CIMEC presenta dos versiones, para el sexo femenino (CIMEC-26) y masculino
(CIMEC-V), que adaptan los ítems para su mejor comprensión. Algunos ejemplos para las
chicas serian: “Cuando estás viendo una película, ¿miras a las actrices fijándote
especialmente en si son gruesas o delgadas?” (ítem 1), “¿Envidias el cuerpo de las
bailarinas de ballet o el de las muchachas que practican gimnasia rítmica?”. Y para los
chicos, respectivamente, serían “Cuando estás viendo una película, ¿miras a los actores
fijándote especialmente en si son gruesos o delgados?” y “¿Envidias el cuerpo de
gimnastas, nadadores y otros deportistas?”.
80
Respecto a la versión reducida que aplicamos, el formato de respuesta a los ítems
varía en función del tipo de pregunta. En primer lugar, se usa una escala Likert de 7
puntos (0: no/no es importante; 6: todos los días/extrema importancia) para las preguntas
sobre patrones de ingesta, importancia de la silueta y del peso, miedo a ganar peso y
sentimientos de gordura. En segundo lugar, se emplea una escala Likert de 3 puntos (0:
no; 2: total) para las preguntas sobre restricción. Y en tercer lugar, se obtiene el número
de episodios de diferentes conductas. Además, las preguntas sobre mantenimiento de un
bajo peso en presencia de infrapeso y de menstruación en mujeres se contestan de forma
nominal. En la tabla 17 se muestran los criterios diagnósticos de la entrevista EDE.
81
Trastorno de la Conducta Alimentaria No Especificado (TCANE)
TCANE 2: Anorexia nerviosa excepto en peso extremadamente bajo
A. Manteniendo bajo peso P.33 = 1 o 2
B. Miedo intenso a aumentar de peso: P.27, puntúa: 4, 5 o 6 (cada mes en los últimos 3 meses)
C. Preocupación por el peso, talla o figura: P.25 o 26 o 30 puntúa: 4, 5 o 6 (cada mes en los
últimos 3 meses)
D. Normopeso
TCANE 3: Bulimia nerviosa, en la que atracones y conductas compensatorias son poco frecuentes.
A. Episodios de sobreingesta: P.9 > 0 cada mes (episodios bulímicos objetivos en los últimos 3
meses)
B. Conductas compensatorias:
a. Vómitos, laxantes o diuréticos: P. 14, 15 o 16 < 8 (cada mes en los últimos 3 meses)
b. Restricción o ejercicio: P.10 = 1 o 2 o P. 17 < 20 (cada mes en los últimos 3 meses)
C. Episodios de sobreingesta: P.9 (episodios bulímicos objetivos) < 8 (cada mes en los últimos 3
meses)
D. Preocupación por el peso o la silueta: P. 25 o P. 26 o P.30 = 4, 5 o 6 (cada mes en los últimos 3
meses)
E. Que no cumpla criterio AN
F. Que no haya infrapeso.
Nota criterios A y C: no se cumple que sobreingesta ≥ 8 (C); sólo que es mayor a 0 (A), por tanto P.
9 episodios objetivos estará entre 1 y 7 criterio B: conductas compensatorias poco frecuentes
TCANE 4: Conductas compensatorias posteriores a poca ingesta.
A/C. Episodios de sobreingesta: P.9 = 0 cada mes (episodios bulímicos objetivos en los últimos 3
meses)
B. Conductas compensatorias:
a. Vómitos, laxantes o diuréticos: P. 14, 15 o 16 ≥ 8 (cada mes en los últimos 3 meses)
b. Restricción o ejercicio: P.10 = 1 o 2 o P. 17 ≥ 20 cada mes en los últimos 3 meses)
D. Preocupación por el peso o la silueta: P. 25 o P. 26 o P.30 = 4, 5 o 6 (cada mes en los últimos 3
meses)
E. Que no cumpla criterio AN
F. Que haya normopeso.
G. Episodios de sobreingesta: P.9 (episodios bulímicos subjetivos) ≥ 8 cada mes en los últimos 3
meses)
Nota criterios A/C: no hay sobreingesta (episodios objetivos = 0), pero sí episodios subjetivos
TCANE 6: Presencia de atracones recurrentes en ausencia de la conducta compensatoria
inadecuada típica de la bulimia nerviosa (Trastorno por atracón).
A. Episodios de sobreingesta: P.9 > 0 cada mes (episodios bulímicos objetivos en los últimos 3
meses)
B. Conductas compensatorias:
a. Vómitos, laxantes o diureticos: P. 14, 15 o 16 < 8 cada mes en los últimos 3 meses)
b. Restricción o ejercicio: P.10 = 0 o P. 17 < 20 (cada mes en los últimos 3 meses)
C. Episodios de sobreingesta: P.9 (episodios bulímicos objetivos) ≥ 8 (cada mes en los últimos 6
meses)
D. Preocupación por el peso o la silueta: P. 25 o P. 26 o P.30 = 4, 5 o 6 (cada mes en los últimos 3
meses)
E. Que no cumpla criterio AN
F. Que no haya infrapeso
Nota: Criterio B: no se cumple conductas compensatorias frecuentes
82
5.3. Procedimiento
La realización del estudio se llevó a cabo en el estado de Nayarit de México, y
colaboraron la Secretaria de Gobierno, la Secretaria de Educación, la Secretaria de Salud,
y la Universidad Autónoma de Nayarit, que también incluye la participación del Comité de
Ética de la Secretaría de Salud.
83
educativa de licenciatura. Los entrevistadores, justo después de cada entrevista,
procedían a realizar los diagnósticos. Éstos luego se compararon con los realizados por la
doctoranda de forma independiente. Posteriormente se realizó una tercera revisión por
una persona experta en TCA. Para realizar dichos diagnósticos se siguieron los criterios
mostrados en la tabla 17.
84
6. RESULTADOS
85
86
6.1. Selección y descripción de los participantes de la fase 1
87
Figura 4. Proceso de participación en la fase 1
Región
Norte: 2
Región mun.
Región
Costa
Sierra: 2
norte: 3
Nayarit mun.
mun.
20
municipios
Región 6 regiones Región
Costa sur: Centro: 2
2 mun. mun.R
Región
Sur: 2
mun.R
4 no participan
Aplicación cuestionarios
2452 participantes
2449 participantes
88
Tabla 18. Características sociodemográficas (Fase 1; n = 2449)
Variables Chicas (n = 1307) Chicos (n = 1142)
Edad; M (DE) 15,5 (1,8)
n % n %
Nivel de educación escolar 1° secundaria 220 16,8 242 21,2
2° secundaria 124 9,5 116 10,2
3° secundaria 46 3,5 42 3,7
1° bachillerato 349 26,7 297 26,0
2° bachillerato 288 22,0 226 19,8
3° bachillerato 244 18,7 192 16,8
Sin datos de nivel 36 2,8 27 2,4
Tipo de escuela Privada 56 4,3 32 2,8
Pública 1251 95,7 1110 97,2
Región Norte 58 4,4 61 5,3
Sierra 120 9,2 134 11,7
Centro 413 31,6 390 34,2
Sur 276 21,1 211 18,5
Costa norte 267 20,4 200 17,5
Costa sur 173 13,2 146 12,8
Área Rural 178 13,6 195 17,1
Urbano 1129 86,4 947 82,9
Lugar de nacimiento México 1141 87,3 986 86,3
Estados Unidos 141 10,8 138 12,1
Europa 18 1,4 16 1,4
Sin datos de lugar 7 0,5 2 0,2
Nivel socioeconómico Bajo 470 36,0 362 31,7
(Promedio padre y madre) Medio Bajo 309 23,6 254 22,2
Medio 211 16,1 192 16,8
Medio alto 202 15,5 210 18,4
Alto 108 8,3 114 10,0
Sin datos de nivel 7 0,5 10 0,9
IMC; M (DE) 22,67 (4,59) 22,56 (4,69)
89
En la Tabla 19 se muestra con más detalle la titularidad, ubicación y ámbito
geográfico de los centros que participaron en la investigación, así como el número y
porcentaje de alumnos de cada uno. Por razones de confidencialidad, no se muestra el
nombre de dichas escuelas.
90
6.2. Diferencias en función del sexo y el área de residencia de la muestra total
Las chicas presentan mayor frecuencia de antecedentes de obesidad y AN que los
chicos (p ≤ ,043). Asimismo las chicas se perciben con más sobrepeso y obesidad (p =
,001). Tanto las chicas como los chicos consideran tener una salud regular aunque en el
sexo femenino es mayor. Las chicas manifiestan mayores porcentajes en las emociones
de tristeza y enojo y los chicos en alegría. Al elegir entre los aspectos de “inteligencia”,
“salud” y estar “delgado”, las chicas presentan mayor porcentaje en “estar delgado” y los
chicos en “inteligencia”. Los chicos se sienten más satisfechos con ellos mismos que las
chicas (p = ,028) (tabla 20a).
91
Respecto al CIMEC, las chicas obtuvieron puntuaciones estadísticamente más altas
tanto en la puntuación total como en todos los factores (p < ,001) y, por tanto, más
desfavorables en las medidas del modelo estético corporal. En las actitudes alimentarias
alteradas (CHEAT/EAT) las mujeres presentan una mayor distorsión y en el EDE-Q
muestran asimismo una preocupación mayor por la comida, el peso y la figura (p ≤ ,001)
(tabla 20b).
92
Tabla 20c: Conductas alteradas de alimentación en ambos sexos
2
Frecuencia semanal Conducta alimentaria N Femenino N Masculino x p RR*
Alguna (1) Restricción dietética 270 20,66% 138 12,08% 32,27 <,001 1,71
Episodio bulímico 412 31,57% 354 31,03% 0,08 ,772 1,02
objetivo
Episodio bulímico 215 16,48% 140 12,26% 8,73 ,003 1,34
subjetivo
Vómito autoinducido 67 5,13% 32 2,80% 8,51 ,004 1,83
Laxante 53 4,06% 28 2,45% 4,9 ,027 1,65
Diurético 40 3,07% 33 2,89% 0,06 ,799 0,94
Ejercicio 300 22,99% 328 28,72% 10,49 ,001 0,80
Regular (≥ 2) Restricción dietética 79 6,04% 42 3,68% 7,27 ,007 1,64
Episodio bulímico 264 20,23% 213 18,67% 0,95 ,331 1,08
objetivo
Episodio bulímico 16 1,23% 7 0,61% 2,46 ,117 2,00
subjetivo
Vómito autoinducido 45 3,45% 15 1,31% 11,58 ,001 2,62
Laxante 36 2,76% 14 1,23% 7,12 ,008 2,25
Diurético 28 2,15% 13 1,14% 3,75 ,053 1,88
Ejercicio 230 17,62% 278 24,34% 16,71 <,001 0,72
Extremo Restricción dietética 48 3,67% 18 1,58% 10,21 ,001 2,33
Ejercicio 97 7,43% 121 10,60% 7,51 ,006 0,70
* Categoría de referencia: sexo masculino
93
Tabla 21a: Antecedentes, consideraciones personales y estado nutricional en las áreas
rural y urbana
Rural Urbano
2
Medidas n % n % x p RR*
Antecedentes Obesidad 112 30,11% 823 39,82% 12,57 <,001 1,00
Anorexia 9 2,41% 64 3,09% 0,50 ,480 1,28
Bulimia 6 1,61% 34 1,64% 0,00 ,965 1,02
Salud Buena 202 54,30% 1431 69,13% 32,24 <,001
Mala 7 1,88% 37 1,79%
Regular 163 43,82% 602 29,08%
Emociones Tristeza 25 6,76% 146 7,05% 0,99 ,802
Alegría 303 81,89% 1681 81,13%
Enojo 13 3,51% 59 2,85%
Otras 29 7,84% 186 8,98%
Percepción peso Bajo peso 22 5,91% 170 8,22% 14,59 ,002
Normal 260 69,89% 1230 59,51%
Poco sobrepeso 72 19,35% 550 26,61%
Mucho 18 4,84% 117 5,66%
sobrepeso
Aspectos Inteligencia 76 20,7% 429 20,9% 0,01 ,993
Salud 274 74,5% 1524 74,2%
Estar delgado/a 18 4,9% 102 5,0%
Satisfacción Sí 281 75,3% 1590 77,0% 0,49 ,484 1,02
Estado nutricional Infrapeso 18 4,8% 123 6,1% 12,66 ,005
Normopeso 258 69,2% 1207 59,9%
Sobrepeso 60 16,1% 466 23,1%
Obesidad 37 9,9% 220 10,9%
* Categoría de referencia: área rural
** Restricción dietética extrema (≥ 3/semana)
*** Ejercicio extremo (≥ 5/semana)
94
Tabla 21b: Descriptivos en función de los cuestionarios CIMEC, CHEAT/EAT y EDE-Q en las
áreas rural y urbana
Rural Urbano
Test Escala M DE M DE t p
CIMEC Total 11,58 11,34 11,31 11,24 0,416 ,678
factor 1 3,92 4,06 4,05 4,24 -0,513 ,608
factor 2 2,68 3,75 2,32 3,62 1,749 ,080
factor 3 1,45 1,61 1,42 1,66 0,291 ,771
factor 4 1,99 1,86 2,08 2,08 -0,799 ,425
factor 5 1,64 1,67 1,6 1,51 0,433 ,665
CHEAT/EAT Total 6,21 8,18 7,17 10,78 -1,985 ,048
EDE-Q Global 0,05 0,21 0,11 0,32 -5,332 <,001
Restricción 0,50 0,83 0,74 1,08 -4,946 <,001
Preocupación 0,77 0,94 1,10 1,17 -6,096 <,001
95
Las puntuaciones de preocupación por la comida, el peso y la figura así como la
conducta restrictiva y las actitudes alteradas presentan valores más altos en el área
urbana (p ≤ ,048). En la influencia del modelo estético corporal no hubo diferencias entre
el área urbana y rural (p ≥ ,080) (tabla 21b).
En la tabla 21c se muestran las frecuencias de ocurrencia de conductas alteradas
de alimentación. Solo se hallaron valores significativamente más altos en el área urbana
en la conducta de episodios bulímicos objetivos y en el ejercicio físico extremo (p ≤ ,016).
Para el resto de conductas no hubo diferencias estadísticamente significativas entre
ambas áreas (p ≥ ,052).
96
Tabla 22. Características sociodemográficas (Fase 2; n= 646)
Variables Chicas (N = 361) Chicos (N = 285)
Edad; M (DE) 16.3 (2.0)
n % n %
Nivel de educación escolar Secundaria 134 37,1 138 48,4
Bachillerato/Preparatoria 227 62,9 147 51,6
Tipo de escuela Privada 12 3,3 7 2,5
Pública 349 96,7 278 97,5
Región Norte 13 3,6 11 3,9
Sierra 20 5,5 33 11,6
Centro 111 30,7 95 33,3
Sur 73 20,2 44 15,4
Costa norte 75 20,8 51 17,9
Costa sur 69 19,1 51 17,9
Área Rural 33 9,1 44 15,4
Urbano 328 90,9 241 84,6
Lugar de nacimiento México 300 83,3 238 83,5
Estados Unidos 56 15,6 41 14,4
Europa 4 1,1 6 2,1
Nivel socioeconómico Bajo 123 34,2 86 30,6
(Promedio padre y madre) Medio Bajo 96 26,7 63 22,4
Medio 59 16,4 51 18,1
Medio alto 55 15,3 57 20,3
Alto 27 7,5 24 8,5
Estado nutricional Infrapeso 24 6,6 27 9,5
Normopeso 210 58,2 169 59,3
Sobrepeso 81 22,4 59 20,7
Obesidad 46 12,7 30 10,5
IMC; M (DE) 23,52 (4,88) 22,31 (4,94)
97
6.4. Diagnóstico y prevalencia de TCA
Una vez terminadas las entrevistas se llevó a cabo la realización de los
diagnósticos de acuerdo con los criterios DSM-IV-TR (figura 5).
Cribado
693 seleccionados
para la fase 2
(entrevista)
47 no realizaron
646 entrevistas la entrevista
realizadas
Diagnóstico
Sin TCA Con TCA
405 241 (9,84%)
98
de 6,6%. En la tabla 23 se presentan con más detalle las prevalencias de cada subtipo de
TCA para la muestra total.
En la tabla 24a podemos observar que en función del sexo, la prevalencia de TCA
es significativamente mayor en el sexo femenino (12,7%) que en el masculino (6,6%) (RR =
1,93) (p< ,001). La prevalencia de BN es mayor que la de AN, y mayor en chicas que en
chicos (RR = 2,67). Asimismo los TCANE tienen una prevalencia mayor que la BN y la de
AN, tanto en chicas como en chicos (RR = 1,83). Por subtipos de TCANE, en ambos sexos
los valores más altos se presentan en el TCANE 3 y es mayor en el sexo femenino (5,9%).
En todos los subtipos de TCA son más altos los valores en el sexo femenino (RR ≥ 1,31)
con excepción del TCANE 4 que es muy similar en ambos sexos (RR = 1,05) y la AN
restrictiva que es mayor en el sexo masculino (RR = 0,52) (tabla 24a).
Con referencia a la prevalencia en función del tipo de área, se observa una
diferencia significativa entre ambos contextos (p = ,002). Las zonas urbanas muestran una
prevalencia global del 10,65% y las rurales sólo del 5,36% (RR = 1,99). En los subtipos de
99
TCA el área urbana presenta valores más altos en el TCANE 3 (RR = 2,62) y el área rural
mayor prevalencia de TCANE 6 (RR = 0,38) (tabla 24b).
100
6.6. Eficacia de los instrumentos de cribado usados
Se encontró una sensibilidad de 72,2% y una especificidad de 60,0% teniendo en
cuenta los 646 participantes entrevistados al considerar en conjunto los cuestionarios
CHEAT/EAT y EDE-Q como instrumentos de cribado respecto al diagnóstico mediante la
entrevista diagnóstica EDE (tabla 25).
Fase 2 (entrevista)
Sin TCA Con TCA Total
Fase 1 (cribado) n % n % n
Posible caso 162 40,0% 174 72,2% 336
Posible control 243 60,0% 67 27,8% 310
Total 405 100,0% 241 100,00% 646
101
Tabla 26a: Antecedentes, consideraciones personales y estado nutricional en
participantes sin TCA y con TCA
Sin TCA Con TCA
2
n % n % x p RR*
Antecedentes
Obesidad 152 37,72% 111 46,25% 4,53 ,033 1,23
Anorexia 14 3,47% 15 6,22% 2,68 ,102 1,80
Bulimia 9 2,23% 9 3,73% 1,26 ,261 1,68
Salud Buena 269 66,58% 134 56,07% 7,76 ,021
Mala 8 1,98% 9 3,77%
Regular 127 31,44% 96 40,17%
Emociones Tristeza 37 9,16% 36 15,00% 10,08 ,018
Alegría 320 79,21% 167 69,58%
Enojo 9 2,23% 12 5,00%
Otras 38 9,41% 25 10,42%
Perc. peso Bajo peso 33 8,19% 18 7,50% 46,93 <,001
Normal 251 62,28% 88 36,67%
Poco 95 23,57% 98 40,83%
sobrepeso
Mucho 24 5,96% 36 15,00%
sobrepeso
Aspectos Inteligencia 88 21,89% 57 24,15% 18,14 <,001
Salud 290 72,14% 142 60,17%
Estar 24 5,97% 37 15,68%
delgado/a
Satisfacción Sí 297 73,88% 126 52,72% 29,91 <,001 0,71
Tabla 26b: Distribución del cuestionario CIMEC en participantes sin TCA y con TCA
Sin TCA Con TCA
Test Escala M DE M DE t p
CIMEC Total 13,14 12,45 23,07 14,17 -8,997 <,001
factor 1 4,54 4,59 7,99 5,14 -8,582 <,001
factor 2 2,98 4,01 6,11 4,83 -8,471 <,001
factor 3 1,69 1,80 2,89 1,97 -7,688 <,001
factor 4 2,21 2,15 3,46 2,44 -6,568 <,001
factor 5 1,86 1,66 2,76 1,79 -6,458 <,001
102
Tabla 26c: Patrones de ingesta en participantes sin TCA y con TCA
Sin TCA Con TCA
2
Momento Frecuencia n % n % x p
Desayuno Nunca 48 11,85% 75 31,12% 52,28 <,001
Casi nunca 6 1,48% 8 3,32%
Menos de la mitad de los días 16 3,95% 15 6,22%
Mitad de los días 20 4,94% 14 5,81%
Más de la mitad de los días 26 6,42% 21 8,71%
Casi todos los días 10 2,47% 6 2,49%
Todos los días 279 68,89% 102 42,32%
Media mañana Nunca 67 16,54% 45 18,67% 73,65 ,288
Casi nunca 25 6,17% 6 2,49%
Menos de la mitad de los días 46 11,36% 30 12,45%
Mitad de los días 82 20,25% 41 17,01%
Más de la mitad de los días 42 10,37% 26 10,79%
Casi todos los días 19 4,69% 8 3,32%
Todos los días 124 30,62% 85 35,27%
Comida Nunca 5 1,23% 5 2,07% 13,88 ,031
Casi nunca 0 0,00% 2 0,83%
Menos de la mitad de los días 5 1,23% 9 3,73%
Mitad de los días 6 1,48% 8 3,32%
Más de la mitad de los días 14 3,46% 14 5,81%
Casi todos los días 7 1,73% 4 1,66%
Todos los días 368 90,86% 199 82,57%
Merienda Nunca 69 17,04% 45 18,67% 2,20 ,901
Casi nunca 11 2,72% 10 4,15%
Menos de la mitad de los días 37 9,14% 25 10,37%
Mitad de los días 87 21,48% 49 20,33%
Más de la mitad de los días 50 12,35% 29 12,03%
Casi todos los días 34 8,40% 16 6,64%
Todos los días 117 28,89% 67 27,80%
Cena Nunca 9 2,22% 7 2,90% 65,31 <,001
Casi nunca 3 0,74% 13 5,39%
Menos de la mitad de los días 10 2,47% 18 7,47%
Mitad de los días 21 5,19% 34 14,11%
Más de la mitad de los días 29 7,16% 39 16,18%
Casi todos los días 24 5,93% 7 2,90%
Todos los días 309 76,30% 123 51,04%
Nº ingestas (día) 0 5 1,23% 10 4,15% 48,10 <,001
1 24 5,93% 45 18,67%
2 89 21,98% 66 27,39%
3 173 42,72% 89 36,93%
4 94 23,21% 23 9,54%
5 20 4,94% 8 3,32%
103
El porcentaje de personas que nunca desayunan, comen y cenan es más alto en los
en los participantes con TCA (p ≤ ,031). La comida de media mañana y la merienda son
poco frecuentes en ambos grupos (alrededor de un 28% a 35%). Los porcentajes más
altos en el número de ingestas al día de los participantes con y sin TCA son de 2 a 3 (casi
el 65%), aunque la distribución del número de ingestas más extremas es diferente entre
ambos grupos (p ≤ ,001): una o ninguna ingesta es más frecuente en el grupo con TCA,
mientras que 4 y 5 ingestas diarias son más frecuentes en el grupo sin TCA (tabla 26c).
104
7. DISCUSIÓN
105
106
El objetivo de la presente tesis consistió en estudiar los problemas de la conducta
alimentaria mediante un estudio epidemiológico de dos fases en la población adolescente
escolarizada del estado de Nayarit de México. La muestra constó de 2449 participantes,
1142 chicos y 1307 chicas de 27 centros escolares con edades comprendidas entre los 11
y 20 años. Nuestros resultados muestran una prevalencia de trastornos de la conducta
alimentaria de 9,84%. La prevalencia de AN es de 0,45%, de BN es de 2,8% y de TCANE es
de 6,6%.
La prevalencia que hemos hallado en nuestra investigación (9,8%) es mayor
comparada con otras como la de Peláez, Labrador y Raich (2007), con una muestra de
1543 adolescentes de ambos sexos con edades comprendidas entre los 12 y 21 años en
estudio de doble fase en la comunidad de Madrid, en que obtuvieron una prevalencia de
TCA del 3,3%. También es mayor a la obtenida en el estudio de Gandarillas y Febrel (2002)
en la comunidad de Madrid con una prevalencia de 3,4% en una muestra de mujeres
adolescentes de 15 a 18 años. Muro-Sans y Amador-Campos (2007) en estudiantes de
Barcelona de ambos sexos de 10 a 17 años obtuvieron una prevalencia de TCA del 1,28%.
Sancho, Arija, Asorey y Canals (2007) hallaron una prevalencia inicial de TCA de 3,44%,
que aumentó al 3,81% a los dos años. Rojo et al. (2003) la estimaron en jóvenes de 12 a
18 años en 5,17%. Bay et al. (2005) en una muestra de adolescentes de 10 a 19 años
hallaron que el 6,94% reunió criterios de TCA. Al comparar los resultados obtenidos en
nuestro estudio con estudios de doble fase encontramos mayores prevalencias, como en
el estudio de Rutsztein, Murawski, Elizathe y Scappatura (2010) en Argentina en una
muestra de 454 estudiantes entre 13 y 18 años de edad donde exponen una prevalencia
de TCA en el sexo femenino de 14,1% y el sexo masculino de 2,9%. Asimismo en otro
estudio de doble fase realizado por Piñeros, Molano y López (2010) en una muestra de
947 jóvenes escolarizados de 12 a 20 años de edad en Colombia exponen en una primera
fase de tamizaje un 15,1% de diagnóstico probable de TCA mediante la aplicación del EAT-
26. Un 38,3% aceptó la realización de la entrevista clínica estructurada psiquiátrica. Con
base a los resultados de la entrevista muestran un 53,7% de diagnóstico de TCA donde la
mayoría son mujeres. Asimismo Ángel, Martínez y Gómez (2008) en Colombia
encuestaron a 2770 escolares, se reencuestaron y entrevistaron 708, que mostraron una
prevalencia de AN de 0,28%, BN 3,25% y TCANE 33,6%. En estudios de una fase Martínez,
107
Zusman, Hartley, Morote y Calderón (2003) en Perú informan de una prevalencia de
16,4% en adolescentes de 13 a 19 años de ambos sexos.
La prevalencia de AN en nuestro estudio es de 0,45% y de BN es de 2,8%. Estas
cifras se asemejan a las que cita la Asociación Americana de Psiquiatría (DSM-IV-TR; APA,
2000) que sitúa en 0,5% la prevalencia para AN y 1-3% para BN. Asimismo, en población
general algunos estudios han encontrado prevalencias de AN y la BN situadas entre el
0,5% y el 1% (Fairburn y Beglin, 1990; Fernández-Aranda y Jiménez-Murcia, 2009). Si
comparamos nuestros resultados con estudios realizados en España en adolescentes se
obtiene una prevalencia ligeramente mayor en nuestro estudio al considerar las
prevalencias de 0,17% para AN y para 1,38% BN en el estudio de Rodríguez, Beato y
Belmonte (2005) o menor en AN (0,88%) y mayor en BN (0,37%) en el estudio de Imaz,
Ballesteros, Higuera y Conde (2008). En estudios realizados en México la prevalencia que
nosotros hemos hallado es menor que la informada por Guadarrama y Mendoza (2011)
con una prevalencia de 8% AN y 6% BN y al compararlo con el estudio de Benjet, Méndez,
Borges y Medina (2012) hallaron prevalencias ligeramente mayores en AN (0,05%) y
menores a las nuestra en BN, ya que informaron de tan solo un 1,0%.
En nuestro estudio la AN restrictiva es mayor en el sexo masculino (RR = 0,52) que
en el femenino. Aunque la diferencia es mínima en la frecuencia absoluta de AN total
entre el sexo masculino (6 casos) y el sexo femenino (5 casos). A pesar de esto
encontramos que los chicos se sienten más satisfechos con ellos mismos que las chicas.
Se considera que entre el 5% y 10% de los casos de AN son adolescentes y adultos
hombres (Barry y Lippmann, 1990) y en menores de 15 años los porcentajes alcanzan
entre 20% y 30% (Bryant y Lask, 1995). Recientemente se ha encontrado un incremento
en la prevalencia de TCA en hombres, que tradicionalmente presentaban una proporción
de 1 a 9 (aproximadamente el 10% de los casos en mujeres) (Muise, Stein, y Arbess, 2003;
Nicholls y Viner, 2005; O´Dea y Abraham, 2002). La restricción alimentaria, los atracones y
la insatisfacción corporal son síntomas que coinciden en ambos sexos (Ackard, Neumark-
Sztainer, Store y Perry, 2003; Decaluwé y Braet, 2005; Lysne, Engel, Reza y Wonderlich,
2002; O´Dea y Abraham, 2002; Olmsted y McFarlane, 2004). Entre los jóvenes con mayor
riesgo de TCA se relacionan los factores asociados a la motivación para adelgazar y la
evitación de alimentos que consideran “engordantes” (De la Serna, 2001; Ricciardelli y
McCabe, 2001). Nuestros resultados coinciden con los obtenidos en el estudio de Rivas,
108
Bersabé y Castro (2001) en una muestra de 1555 adolescentes entre 12 y 21 años donde
la prevalencia de AN resulto ser mayor (0,5%) en hombres que en mujeres (0,4%). En este
estudio se observan diferentes características en hombres y en mujeres, ya que en los
hombres se encontró un porcentaje mayor de delgadez extrema aunque ellos niegan que
exista algún peligro que pueda ocasionar ese peso tan bajo y en las mujeres predominó el
miedo a aumentar de peso, la distorsión de la imagen corporal y la exageración de la
importancia del peso o de la silueta. Al mismo tiempo nuestros resultados en BN y TCANE
coinciden con este estudio dado que en ambos las prevalencias son mayores en mujeres
que en hombres.
Por subtipos de TCANE, en ambos sexos los valores más altos se presentan en el
TCANE 3 y en el sexo femenino (5,9%). En todos los subtipos de TCA son más altos los
valores en el sexo femenino (RR ≥ 1,31) con excepción del TCANE 4 que es muy similar en
ambos sexos (RR = 1,05). Los TCANE muestran características de AN y BN y provocan
malestar o deterioro clínicamente significativo (Garfinkel et al., 1995; Hay, Fairburn, y
Doll, 1996). Interfieren en aspectos integrales de salud, trabajo, rendimiento laboral o
académico y en las relaciones interpersonales y como consecuencia dificultan la
capacidad de vivir una vida óptima (Behar, 2008). La nomenclatura de los TCANE es
confusa y comprende un grupo clínicamente heterogéneo de diagnósticos. Se catalogan
como residuales y tienden a ser desatendidos, sin embargo son los tipos más comunes en
la práctica clínica dentro de los cuadros de TCA (Fairburn y Bohn, 2005). Al comparar
nuestros resultados con los obtenidos en el estudio de Peláez-Fernández (2003), la
prevalencia obtenida en los TCANE de su estudio es de 2,2% y en nuestro estudio fue
mayor (6,6%). Asimismo la prevalencia de TCANE en mujeres de su estudio es del 2,73% y
en hombres sólo del 0,48% y en nuestro estudio la prevalencia es mayor tanto en mujeres
(8,34%) como en hombres (4,55%). Los resultados de TCANE de esta investigación (6,6%)
se sitúan entre los encontrados en poblaciones de adolescentes donde la prevalencia
oscila entre 2,4% y 12,6% (Machado, Machado, Gonçalves y Hoek, 2007; Zini, Siani,
Sandri, Soardo y Siciliani, 2007). Sin embargo, hay otros estudios que han encontrado
prevalencias de TCANE de hasta un 42,8% (Button, Benson, Nollett, Palmer, 2005) o un
43,8% (Ricca, et al., 2001).
109
7.1. Confirmación de hipótesis
A continuación discutiremos cada una de las hipótesis y para facilitar la lectura, las
volvemos a proporcionar antes de abordarlas en detalle.
110
Seeley, 2000; Levine y Smolak, 2006; Livingstone, 2000; Neumark-Sztainer, 2005; Toro,
2004). Algunos estudios indican que los padres de pacientes con TCA presentan
problemas de peso y preocupación por la comida (Crisp, Harding y McGuiness, 1974). En
particular los padres de pacientes con AN presentan mayor insatisfacción con su cuerpo y
seguimientos de dietas restrictivas (Kalucy, Crisp y Harding, 1977). De los niños y niñas
que hacen dieta alrededor de los 12 años, la mayoría explica que están bajo el control
alimentario de sus padres (Edmund y Hill, 1999). Los niños se conducen alimentariamente
de manera muy similar a sus padres (Toro, 2004). Moorhead et al. (2003) encontró una
gran influencia en los antecedentes de ambos padres y hermanos para desarrollar un TCA
en las mujeres. La magnitud de la sintomatología es mayor cuando existen antecedentes
de TCA en la familia (León y Aizpuru, 2010). Estos resultados coinciden con los obtenidos
en nuestro estudio, en el que las mujeres con TCA presentan antecedentes familiares de
AN.
En nuestra investigación las chicas manifiestan mayores porcentajes en las
emociones de tristeza y enojo y los chicos en alegría. Aitziber, Etxebarria y Echeburúa
(2011) consideran que debería tenerse en cuenta las variables emocionales y estar alerta
ante personas cuyo estado de ánimo se vea influido de manera excesiva por la
alimentación, el peso y la figura corporal, por su papel como factor de riesgo de los TCA.
Las personas con AN y con BN tienen problemas para enfrentarse a sus emociones y para
expresarlas verbalmente y su estado emocional influye directamente en la ingesta de
comida. La persona con AN es incapaz de ingerir bocado cuando se siente triste, ansiosa o
irritada (emocionalmente disfórica), mientras que la persona con BN realiza atracones de
comida ante estas situaciones (Chatoor, 1999). Asimismo otros autores afirman a la vez
que las personas que padecen un TCA tienen dificultades con el mundo emocional
(Harrison, Sullivan, Tchanturia y Treasure, 2009; Hayaki, 2009; Waller et al., 2010) y
trastornos depresivos (Borda, Torres y Del Río, 2008).
A pesar de que la valoración de la percepción del estado de salud es un factor
subjetivo, es un buen indicador de la satisfacción vital y se acepta una estrecha relación
con la alteración de la imagen corporal y la autoestima. En general las mujeres suelen
percibir peor su salud a todas las edades (Abellán 2003). En nuestros resultados también
observamos que tanto las chicas como los chicos consideran tener una salud regular,
aunque en el sexo femenino el porcentaje es mayor. Urrutia, Azpillaga, de Cos y Muñoz
111
(2010) relacionaron en forma significativa la percepción del estado de salud y la imagen
corporal. Las chicas de nuestro estudio al elegir entre los aspectos de “inteligencia”,
“salud” y estar “delgado”, prefieren “estar delgadas” a los otros aspectos, lo que coincide
con los valores de la modernidad en relación a los estereotipos de belleza, influenciados
por condiciones socioculturales en el marco de una globalización económica (Cogan,
Bhalla, Sefa-Dedeh y Rothblum 1996; Gómez y Acosta, 2002). La presión por un ideal
delgado se ha intensificado (Garner, Garfinkel, Schwartz y Thompson, 1980; Wiseman,
Gray, Mosiman y Ahrens, 1992) insistiendo en el ideal de belleza femenina (Raich, 2011)
con el objetivo de alcanzar la delgadez (Amigo, 2003; Espinoza, Penelo y Raich, 2009). En
México un 77% de chicas de 13 a 19 años interioriza una figura delgada y muy delgada
(Gómez Peresmitre et al., 2001). Asimismo en otros estudios se detecta alrededor de un
50% de anhelo por la delgadez corporal (Pérez y Romero, 2010) y preocupación por
engordar (Unikel et al., 2010).
Respecto al CIMEC, las chicas obtuvieron puntuaciones estadísticamente más altas
tanto en la puntuación total como en todos los factores y, por tanto, más desfavorables
en las medidas del modelo estético corporal. El anhelo de estar delgado se ha convertido
en un valor central de nuestra cultura, y su interiorización está generalizada de manera
indiscutible y esta emotiva vocación de perder peso constituye el más notable factor de
riesgo para los TCA. El modelo estético corporal está asociado a la delgadez, que a su vez
comparte el sentimiento de belleza, elegancia, autoestima alta y aceptación social. La
delgadez corporal es un medio para conseguir sentirse aceptada y los valores que
representa han hecho que se convierta en un fin en sí misma. Los modelos sociales, el
bombardeo publicitario, los cumplidos de quienes “te aprecian” y las propias cogniciones
aprobatorias refuerzan positivamente cualquier conducta que lleve a perder peso (Toro,
2004).
Dada la importancia de lo que representa y lo que significa el modelo estético
corporal, comentaremos algunos aspectos relacionados con la interiorización del modelo
estético, constructo que hemos evaluado con el CIMEC. Williamson, Davis, Duchman,
Mckenzie y Watkins (1990) definen la imagen corporal como la representación mental del
cuerpo que cada individuo construye en su mente. La imagen corporal es un concepto
donde interviene la manera en que cada uno percibe, imagina, siente o actúa respecto a
su propio cuerpo; asimismo influyen aspectos como la satisfacción, la preocupación, la
112
ansiedad y la evaluación cognitiva. Un trastorno de la imagen corporal incluye aspectos
perceptivos, cognitivos y conductuales (Raich, 2004). La insatisfacción corporal es muy
frecuente, sobre todo entre las mujeres que devalúan su apariencia y tienden a
subestimarse, organizan su estilo de vida alrededor de su preocupación corporal. Un
trastorno de la imagen corporal está asociada con un gran malestar subjetivo y puede ser
perturbador principalmente en las relaciones sociales (Phillips, 2005). Algunos estudios
confirman que la autoimagen positiva o negativa que se tenga de sí mismo se relaciona
con la propia autoestima. Las mujeres suelen subordinar sus cualidades separadamente
del aprecio por el propio cuerpo (Raich, 2004). Nuestros resultados coinciden con los de
Rutsztein, Murawski, Elizathe y Scappatura (2010) en una muestra de adolescentes de 13
a 18 años de edad, dado que en los resultados de su estudio hallaron una mayor
proporción de mujeres insatisfechas con su imagen corporal. Asimismo en otros estudios
se encuentra presente el perfeccionismo y la insatisfacción corporal (Behar, 2010) con
prevalencias que llegan hasta un 74% de insatisfacción corporal en adolescentes de 13 a
19 años (Gómez Peresmitré et al., 2001). En el estudio de Álvarez- Rayón et al. (2009) en
participantes con edades de 12 a 46 años divididos en 3 grupos de edad se encontró una
prevalencia de insatisfacción corporal en todas las edades desde el 11 al 18%.
En las actitudes alimentarias alteradas medidas con el EDE-Q las mujeres de
nuestro estudio presentan restricción y muestran asimismo una preocupación mayor por
la comida, el peso y la figura que los hombres. Las preocupaciones por el peso y la figura
se presentan durante el curso de la AN y BN (Pantano y Santoanastaso, 1989). La
tendencia a autovalorarse en términos de peso y figura en niñas de 7 a 8 años son
predictivas de la posibilidad de desarrollar un trastorno alimentario posteriormente
(Kearney-Cooke, 2002). Davison, Markey y Birch (2003) en un trabajo prospectivo
observaron que las niñas que presentaban preocupación por el peso entre los 5 y los 7
años de edad tenían a los 9 años tendencia a realizar dietas y actitudes alimentarias
alteradas independientemente del peso. Las preocupaciones por la imagen corporal que
comienzan en la infancia y continúan en la adolescencia tienen sus orígenes en las
actitudes y creencias de su familia, las experiencias adversas y los factores socioculturales
(Gowers y Shore, 2001). Muchos estudios muestran la relación entre problemas
alimentarios y una pobre estima corporal al mostrar una excesiva preocupación por la
figura, que conlleva la realización de dietas con la finalidad de bajar de peso (Pike y Rodin,
113
1991; Thelen y Cormier, 1996). Las burlas en relación al peso se asocian a estados
psicológicos negativos y a un bajo autoconcepto de sí mismos independientemente del
peso (Hill y Murphy, 2000).
La preocupación por el peso y la figura también se encuentra presente en otras
investigaciones relacionadas con los TCA. Gómez Peresmitré et al. (2001) obtuvieron un
alto porcentaje (64%) de preocupación por el peso corporal en adolescentes de 10 a 12
años. Leiderman y Triskier (2004) en un estudio con adolescentes de 14 a 21 años
encontraron que casi la mitad de los adolescentes no está conforme con su peso. La
preocupación por el peso y la figura eleva los porcentajes de adolescentes que tratan de
perder peso con el fin de lograr una figura delgada, como se muestra en los resultados de
diferentes investigaciones (Behar, 2010; Dominé, Berchtold, Akré, Michaud, Suris, 2009;
McVey, Tweed, Blackmore, 2004; Loreto, Zubarew, Silva y Romero, 2006; Martínez,
Zusman, Hartley, Morote y Calderón, 2003; Vilela, Lamounier, Dellaretti, Barros y Horta,
2004). Es muy probable que este tipo de conductas inadecuadas lleve a algunas personas
a desarrollar un TCA (Alves, Vasconcelos, Marino y Neves, 2008; Behar, 2010; Loreto,
Zubarew, Silva y Romero, 2006; Martínez, Zusman, Hartley, Morote y Calderón 2003;
McVey, Tweed, Blackmore, 2004; Vilela, Lamounier, Dellaretti, Barros y Horta, 2004).
En cuanto a las conductas compensatorias purgativas y restrictivas, las chicas
presentan mayor porcentaje de restricción dietética, vómito autoinducido y uso de
laxantes, mientras que los chicos utilizan el ejercicio físico como estrategia de control de
peso significativamente más a menudo que las chicas. En nuestro estudio, ambos sexos
presentan porcentajes elevados de episodios bulímicos. Con el propósito de lograr una
apariencia ideal, los adolescentes a menudo utilizan comportamientos inadecuados de
control de peso, como la dieta restrictiva, el ayuno, los vómitos autoinducidos, el uso de
laxantes y diuréticos porque creen que lograrán beneficios físicos y psicosociales
(Bearman, Presnell, Martinez y Stice, 2006; Madruga, Azevedo, Araújo, Menezes y Hallal,
2010; Neumark-Sztainer et al., 2006; Stice, Ng y Shaw, 2010; Westerberg, Edlund y
Ghaderi, 2010). Al parecer la dieta restrictiva es una estrategia muy frecuente para lograr
el cuerpo delgado esperado (Madruga et al., 2010). Aunque estudios longitudinales han
demostrado que la dieta restrictiva aumenta el riesgo de problemas de salud relacionados
con la apariencia física, como el aumento de peso, los atracones, la depresión, la bulimia y
la baja autoestima (Neumark-Sztainer et al., 2007; Racine, Burt, Iacono, McGue y Klump,
114
2011). En un estudio realizado por Neumark-Sztainer, Wall, Haines, Story y Eisenberg
(2007), encontraron que el 55,4% de las mujeres y el 28% de los hombres informaron
hacer dieta, colocándose en una posición de vulnerabilidad a la adopción de hábitos de
alimentación inadecuados. Como resultado de algunas investigaciones longitudinales se
ha mostrado una contribución significativa de la restricción dietética en el aumento del
IMC, la realización de atracones y una disminución en la frecuencia del desayuno
(Neumark-Sztainer et al., 2007; Neumark-Sztainer, Wall, Haines, Story y Eisenberg, 2007).
La pérdida de control sobre la ingesta alimentaria se asocia a estrategias frustrantes como
la dieta, la restricción dietética o las purgas para contrarrestar los atracones y el aumento
de peso, generando sentimientos de ineficacia al no producir un cambio ponderal, lo que
puede reforzar un aumento en el nivel de insatisfacción corporal, actitudes alimentarias
inadecuadas (Bearman, et al., 2006; Espinoza, Penelo y Raich, 2010) y la aparición de TCA
(Mousa, Mashal, Al-Domi y Jibril, 2010).
Si comparamos nuestros resultados con otros estudios que también utilizaron el
EDE-Q como instrumento de medición, podemos observar que Villarroel et al. (2011)
encontraron menor frecuencia de conductas de restricción dietética y vomito
autoinducido y mayor porcentaje de uso de laxantes y diuréticos en mujeres
universitarias que en nuestros resultados con las adolescentes de sexo femenino. Penelo
et al. (2012) a su vez encontraron que la frecuencia regular semanal (≥ 2) de dieta
restrictiva, vómito autoinducido y uso de laxantes fue menos frecuente en estudiantes
universitarios que en nuestros chicos adolescentes, mientras que ocurre lo contrario en
cuanto al uso de diuréticos y ejercicio excesivo. Asimismo, la presencia de conductas
alteradas que aparecen en nuestro estudio también las encontramos en diversas
investigaciones. En el estudio de Alvarenga, Lourenço, Philippi y Scagliusi (2013) se
encontró que el 35,6% de las personas realizan conductas compensatorias y entre ellas el
3,3% se provoca el vómito. Rodríguez y Mina (2008) en un estudio observacional tipo
transversal en una muestra de adolescentes encontraron que el 7,1% vomitaba para
reducir de peso. En sus familiares se identifica que el 86,9% usa laxantes para adelgazar y
entre sus amigos y pares el 15,7% utiliza ambas cosas. En el estudio de Gómez Peresmitré
et al. (2001) se encontró que el 53% de los adolescentes de 13 a 19 años realizaba una
dieta restrictiva. Rutsztein, Murawski, Elizathe, Scappatura (2010) en un estudio con
adolescentes con edades de 13 a 18 años de dos fases hallaron que la mayoría de las
115
mujeres realizaron dietas en el último año y se provocaron vómitos con el fin de
mantener o bajar de peso. En los resultados de Rodríguez y Mina (2008) se obtuvo que
entre las conductas compensatorias que realizan para reducir el peso la autoinducción del
vómito, la realización de dietas y el uso de laxantes y pastillas para adelgazar. En el
estudio realizado por Unikel et al. (2010) en el estado de Nayarit se encontraron
conductas alteradas como vómitos autoinducidos 1,3%, uso de laxantes 1,4%, uso de
diuréticos 1,4%, uso de pastillas 1,7% y ayunos 2,1%, dietas 3,8% y ejercicio 12,2%.
Hipótesis 1b.- Las áreas urbanas presentarán mayor problemática de TCA que las
rurales. En el área urbana se observan porcentajes de antecedentes de obesidad más
altos que en el área rural, así como mayor percepción de peso alterada. En cuanto al
estado nutricional, los valores de infrapeso, sobrepeso y obesidad también son más altos
en el área urbana. La hipótesis 1b se confirma dado que las áreas urbanas presentan
mayor problemática de TCA que las rurales en la mayoría de los aspectos evaluados. Estos
resultados coinciden con el estudio de Yepez, Carrasco y Baldeón (2008) realizado en
Ecuador donde el exceso de peso es mayor en la Costa (24,7%) que en la Sierra (17,7%).
Conocer lo que sucede con las mujeres que habitan en las comunidades rurales
mexicanas es un tema nuevo (Pérez-Gil, y Romero, 2010), por lo que resulta difícil
comparar nuestros resultados entre las zonas rurales y urbanas en México. De acuerdo
con los resultados de Romero et al. (2012), (ENSANUT) el 35% de los adolescentes tiene
sobrepeso u obesidad en México. Esto representa alrededor de 6.325.131 individuos
entre 12 y 19 años de edad. Este resultado indica que más de uno de cada cinco
adolescentes tiene sobrepeso y uno de cada diez presenta obesidad. Nuestros resultados
coinciden con otros estudios en los que la preocupación por el peso y la figura y la
presencia de atracones en las zonas urbanas son mayores que en las rurales, tanto en
mujeres como en hombres adolescentes. En el estudio de Barriguete et al. (2009) se
menciona que el temor a aumentar de peso, los atracones y la pérdida de control son un
50% más comunes en las zonas urbanas. Asimismo en el estudio de Fisher, Pastore,
Schneider, Pegler y Napolitano (1994) se observa un deseo de adelgazar y una
autoimagen de obesidad mayores en las mujeres que viven en áreas urbanas.
116
Hipótesis 2.- Prevalencia de los trastornos de la conducta alimentaria y de los
diferentes tipos y subtipos en función del sexo y el área de origen.
Hipótesis 2b.- La prevalencia de BN será mayor que la AN, tanto en mujeres como
en hombres. Nuestros datos van en el sentido esperado, dado que la prevalencia de BN es
mayor que la de AN (Rava y Silber, 2004), y considerablemente mayor en chicas que en
chicos (RR = 2,67). Comparando con otros estudios (Benjet, Méndez, Borges y Medina,
2012; Mancilla-Díaz et al., 2007; Medina et al., 2003; Morandé y Casas, 1997; Quintero
Párraga et al., 2003; Peláez-Fernández, Labrador y Raich, 2007; Rodríguez, Beato y
Belmonte 2005; Swanson, Crow, Le Grande, Swendsen y Merikangas 2011) nuestros
resultados muestran una prevalencia mayor, aunque también es menor que la hallada en
otros trabajos (Arcelus, Witcomb y Mitchell, 2014; Fairburn et al., 2007; Martínez,
Méndez, Sánchez, Seoane y Suárez, 2000; Rebolho, Pelegrini, Corrêa, Petroski, 2010; Tong
et al., 2014).
117
prevalencia mayor que la BN y la de AN, y es de casi el doble en chicas que en chicos (RR =
1,83). Los TCANE en conjunto representan las tres cuartas partes de todos los casos de
TCA (Machado, Machado, Gonçalves y Hoek, 2007); en nuestra muestra este valor es muy
similar aunque ligeramente menor, del 66,8%. La prevalencia de los TCANE en estudios
realizados en España (Imaz, Ballesteros, Higuera y Conde, 2008; Morandé y Casas, 1997;
Peláez et al. 2007; Rodríguez, Beato y Belmonte, 2005), Colombia (Ángel, Martínez y
Gómez, 2008), México (Mancilla-Díaz et al., 2007; Vázquez et al., 2005; Vázquez, López,
Álvarez, Franco y Mancilla, 2004), Reino Unido (Arcelus, Witcomb y Mitchell, 2014; Micali,
Hagberg, Petersen y Treasure, 2013) y Noruega (Kjelsås, Bjørnstrøm y Götestam, 2004) es
mayor que la de BN y AN y los resultados de estas investigaciones coinciden con los de
nuestro estudio.
Hipótesis 2d.- La prevalencia de TCA será mayor en las áreas urbanas que en las
rurales. Se acepta la hipótesis con referencia a la prevalencia en función del tipo de área,
ya que observamos una diferencia significativa entre ambos contextos, en concreto de
prácticamente el doble. Las zonas urbanas muestran una prevalencia global del 10,65% y
las rurales sólo del 5,36% (RR = 1,99). Por subtipos de TCA el área urbana presenta valores
más altos de TCANE 3 (RR = 2,62), mientras que en el área rural la prevalencia de TCANE 6
fue de más del doble que en las zonas urbanas (RRurbano = 0,38, cuyo recíproco
correspondería a RRrural = 2,63). En conjunto nuestros resultados coinciden con otros
estudios donde la prevalencia en las zonas urbanas es mayor que en las rurales
(Barriguete et al., 2009; Fischer, Pastore, Schneider, Pegler y Napolitano, 1994). Parece
existir una cierta diferencia en cuanto a las áreas urbanas o rurales, observándose una
mayor preocupación por la imagen corporal, un deseo de adelgazar y una autoimagen de
obesidad en mayor número en las mujeres que viven en las áreas urbanas (Fisher et al.,
1994; Fischer y Quadflieg, 1999). Hay estudios sobre el TCANE 6 o Trastorno por atracón
(Benjet, Méndez, Borges y Medina 2012; Doyle, Grange, Goldschmidt y Wifley, 2007;
Imaz, Ballesteros, Higuera y Conde, 2008; Smink, Hoeken, Oldehinkel y Hoek, 2014; Vilela
et al., 2004); sin embargo, no hemos encontrado estudios previos que aborden
concretamente el TCANE 6 y que lo comparen entre las zonas rurales y urbanas, por lo
que posiblemente haga falta indagar más sobre este aspecto. En BN, TCANE 3 y TCANE 4
se dan conductas compensatorias en mayor o menor medida. Y todos estos subtipo son
118
más prevalentes en la zona urbana que en la rural. Por tanto, podría pensarse que la no
presencia de conductas compensatorias consideradas globalmente es más probable en
zonas rurales, al menos en cuanto a no alcanzar el mínimo de frecuencia requerida para el
diagnóstico de dichos subtipos de TCA. Ello podría ser una posible explicación en cuanto a
nuestros resultados sobre la prevalencia del TCANE 6 en ambas zonas. No obstante, al
comparar los porcentajes de presencia de cada una de las conductas compensatorias a
partir de las preguntas comportamentales del EDE-Q en la muestra total de la fase 1, no
hubo diferencias estadísticamente significativas en función del área de residencia.
119
administrada una semana después de la aplicación de los cuestionarios, mientras que en
nuestro caso, por razones logísticas, no fue posible hacerlo en un lapso de tiempo tan
breve. El intervalo de tiempo medio entre nuestra fase 1 y nuestra fase 2 fue de 12,7
meses. Aunque un año pueda ser poco tiempo para un cambio de diagnóstico, sí pudiera
darse la circunstancia que algunos adolescentes puntuaran por debajo del punto de corte
en la primera fase, mientras que ya podrían presentar un cuadro de TCA al hacerle la
entrevista unos meses más tarde.
Hipótesis 4.- Diferencias entre los grupos con TCA y sin TCA en cuanto a
antecedentes familiares, consideraciones personales, influencia del modelo estético
corporal y los patrones de ingesta.
120
alimentarias que se relacionan con el peso, desde la imagen negativa y la preocupación
por el peso y la figura hasta trastornos de alimentación como AN y BN (Levine y Smolak,
2006; Neumark-Sztainer, 2005).
Con referencia a las emociones, los porcentajes más altos se concentran en la
tristeza y el enojo y, en cambio, en los participantes sin TCA el porcentaje más alto se
concentra en la alegría. Tanto los psicólogos como los médicos utilizan la palabra tristeza
como uno de los tipos de afectos que presentan los pacientes con depresión y en los
comportamientos más recurrentes está el que “no comen o comen mucho” y entre los
pensamientos recurrentes se encuentra la irritabilidad, la negatividad, la
autodevaluación, asco por sí mismos, culpa, miedo, suicidio y muerte (Escobar y Medina,
2014). Diversos autores (Horowitz, French y Anderson, 1982; Klerman, 1987; Montero,
1998; Ostrowsky, 2000) concuerdan ampliamente al decir que la depresión es una tristeza
patológica. Aunque en nuestro estudio sólo nos enfocamos en la tristeza, podemos
considerar la posibilidad de que esta emoción esté ligada a la depresión y nuestros
resultados vayan en la misma línea que el de Behar, Barahona, Iglesias y Casanova (2007),
donde el riesgo de depresión moderada a severa fue casi 24 veces mayor en las
participantes con TCA que en las sin TCA. También en personas anoréxicas, bulímicas y
con TCA las prevalencias de depresión moderada a severa fueron significativamente
superiores a las del grupo sin TCA. Y también las personas sin TCA mostraron menor
ansiedad social a cualquier nivel en comparación a las mujeres con anoréxica, bulímicas y
con TCANE. En los desórdenes alimentarios, la depresión se asocia a la anorexia, el
insomnio y la tristeza (Silberg y Bulik, 2005).
Los participantes con TCA se muestran menos frecuentemente satisfechos consigo
mismos que los que no padecen un TCA (RR = 0,71). Un aspecto considerado como
relevante en el campo de los estilos de vida es la satisfacción (Kandel, Schwartz y Jessell,
1997; Reeve, 1994). La satisfacción atiende a expectativas, aspiraciones y objetivos
conseguidos y se ve influido por la sociedad y la cultura (Clemente, Molero y González,
2000). La insatisfacción con la imagen corporal es un fuerte predictor de TCA en
adolescentes (Beato, Rodríguez, Belmonte y Martínez, 2004). Las personas anoréxicas y
bulímicas poseen mayor insatisfacción y distorsión en la percepción del cuerpo que las
mujeres sin TCA (Rodgers y Chabrol, 2009; Sepúlveda, Botella y León, 2001). Los
resultados de nuestro estudio coinciden con los del estudio de Behar, Vargas y Cabrera
121
(2011) donde la insatisfacción corporal alcanzó puntajes significativamente más altos en
el grupo con TCA en comparación al grupo sin TCA. En el estudio de Rutsztein, Murawski,
Elizathe y Scappatura (2010) con adolescentes de ambos sexos con edades de 13 a 18
años se halló que la proporción de mujeres insatisfechas con su imagen corporal se
relacionaba con hacer dietas y provocarse el vómito con el fin de mantener o bajar de
peso. Nuestros resultados coinciden con el estudio de Gómez Peresmitré et al. (2001)
dado que en ambos estudios se hallan altos niveles de insatisfacción. Sin embargo, hay
que tener en cuenta que en nuestro caso la pregunta sobre la satisfacción consigo mismo
era de tipo genérico, no centrándose en un aspecto concreto como puede ser la imagen
corporal.
Hipótesis 4b.- La influencia del modelo estético corporal será mayor en los
participantes con TCA. Se confirma la hipótesis dado que a partir de las puntuaciones
medias del CIMEC, los participantes con TCA presentan una mayor influencia del modelo
estético corporal en todos sus aspectos que los participantes sin TCA.
Los trastornos alimentarios tienen como característica central el trastorno de la
imagen corporal (Raich, 2004). De acuerdo con investigaciones recientes las presiones
socioculturales son uno de los aspectos que más influyen en la insatisfacción de la imagen
corporal y la ocurrencia de TCA (Jackson y Chen, 2011; McCabe y Ricciardelli, 2005; Salafia
y Gondoli, 2011). Algunos estudios en adolescentes han demostrado que los trastornos
implicados en la anorexia y la bulimia iban precedidos por una influencia del modelo
estético corporal hacia una figura delgada que se manifiesta en preocupaciones por el
peso, dietas restrictivas o morbilidad psiquiátrica (Mizes y Sloan, 1998; Patton, Selzer,
Coffey, Carlin y Wolfe, 1999). Los trastornos de la alimentación no constituyen una
patología del todo o nada, sino que se extienden a lo largo de un continuum que iría
desde una injustificada preocupación estética corporal hasta casos establecidos
clínicamente (Guerro, Barjau y Chinchilla, 2001; Sánchez, 1993).
La percepción de la imagen corporal está sujeta a cambios debidos a la influencia
sociocultural (Goldschmidt, Aspen, Sinton, Tanofsky y Wilfley, 2008) y es una
preocupación común entre los adolescentes (Espinoza et al., 2010; Jackson y Chen, 2007).
Es importante evaluar las influencias corporales que contribuyen a justificar la
modificación corporal, principalmente por razones sociales o estéticas, dado que son un
122
factor importante en el desarrollo de las psicopatologías relacionadas con los TCA
(Hargreaves y Tiggemann, 2009; Karazsia y Crowther, 2009; Mellor et al., 2008). Los
resultados de nuestro estudio coinciden con los obtenidos por Rodríguez y Cruz (2008),
dado que la puntuación total en el grupo con TCA supera el punto de corte del CIMEC-26
establecido en ambos trabajos. Asimismo en el estudio de Baratelli (2008) se encontró
que la insatisfacción corporal estaba estrechamente relacionada con la influencia de
factores socioculturales, la interiorización de esos factores y el miedo de una evaluación
negativa de la apariencia. En el estudio de Díaz, Rodríguez, Martín y Hiruela (2003) y
usando el CIMEC encontraron que un 13,5% de los adolescentes son significativamente
vulnerables a la presión de los medios de comunicación, resultados que van en la misma
línea que los de nuestro estudio.
Hipótesis 4c.- La ingesta será menor en los participantes con TCA que sin TCA. Se
confirma la hipótesis dado que el porcentaje de personas que nunca desayunan, comen y
cenan es más alto en los participantes con TCA. En el grupo con TCA es más frecuente que
haya una o ninguna ingesta, mientras que en el grupo sin TCA lo más frecuente es realizar
4 y 5 ingestas diarias.
Existe una presión importante sobre el peso que estimula la delgadez. Es
importante valorar los hábitos alimentarios de los adolescentes relacionados con el
control de peso como la restricción calórica, la realización de ejercicio o saltarse comidas
(Del Rio, Borda, Torres y Lozano, 2002). A pesar de que la alimentación se realiza de forma
individual, hay factores de origen social, cultural y económico que influyen en ella (Del Rio
et al, 2002; Sagredo, 1997). En el estudio de Pérez, Ramos, Liberal y Latorre (2005),
realizado con una muestra de 4657 adolescentes de 12 a 18 años de edad se llevó a cabo
una encuesta sobre la actitud hacia la comida y los hábitos alimentarios relacionados con
los TCA. Teniendo en cuenta el total de la muestra se encontró que solamente el 40%
considera que es un placer el acto de comer, el 14% nunca desayuna, el 22% no toman
almuerzo y un 29% no merienda nunca. Un 21% han realizado dieta para perder peso y un
29% ha hecho ejercicio con el fin de bajar de peso. Asimismo en este estudio el 70% de las
mujeres y el 39% de los hombres admite que alguna vez o siempre no comen alimentos
que engordan. Los resultados de esta investigación van en la misma línea que los
nuestros, en el sentido que casi la cuarta parte de los adolescentes no realiza las tres
123
comidas fundamentales, un tercio (32%) de la población femenina no desayuna y un
número importante de adolescentes de ambos sexos no come nada a media mañana.
Asimismo resultados de algunas investigaciones coinciden con los nuestros en el
sentido de que presentan estas mismas conductas alteradas de alimentación, como en el
estudio de Alvarenga, Lourenço, Philippi y Scagliusi (2013) donde se encontró un
porcentaje del 23,9% de personas que se salta comidas y un 12,6% seguían una dieta a
base de líquidos. Chávez, Macías, Gutiérrez, Martínez y Ojeda (2004) en un estudio sobre
hábitos alimentarios de riesgo en edades de 14 a 20 años encontró que el 15% nunca
desayuna y el 28% solo hace dos comidas al día. Dos de cada diez personas ha hecho
atracones y uno de cada diez se ha provocado el vómito para no subir de peso.
124
población piense que el exceso de grasa corporal se debe a la falta de voluntad y del
control individual (Puhl y Brownell, 2003). Nuestros resultados coindicen con el estudio
de Behar (2010) en cuanto a la relación entre el sobrepeso y la mayor presencia de TCA.
Asimismo en el estudio de Calderón, Forns y Varea (2010) en una muestra de
adolescentes entre 11 y 17 años de edad muestran en sus resultados que los jóvenes con
un mayor IMC tuvieron puntuaciones significativamente más altas en las tres escalas del
inventario EDI-2 relacionadas con problemas de TCA.
Los resultados sobre BN de nuestro estudio coinciden con los de Fairburn, Cooper,
Doll, Norman y O'Connor (2000) donde estudiaron de forma prospectiva durante 5 años a
102 adolescentes mujeres y encontraron una relación entre la presencia de BN y el
aumento de peso. Asimismo en el estudio de Guisado et al. (2002) hallaron pacientes con
obesidad que a la vez presentaban BN. En cuanto al TCANE 6 o trastorno por atracón (TA)
nuestros resultados coinciden con el estudio de Neumark-Sztainer et al. (2007) donde
hallaron que alrededor del 40% de las niñas con sobrepeso y el 20% de los niños con
sobrepeso son diagnosticados en al menos uno de los (sub)grupos de TCA, principalmente
el TA (Neumark-Sztainer, et al., 2002). Asimismo en los resultados del estudio de Hudson,
Hiripi, Pope y Kessler (2007) el TA se asocia con obesidad. Estudios clínicos indican que
entre un 23% y un 46% de las personas obesas presentan TA (Spitzer et al., 1992; Spitzer
et al., 1993). Aunque para el (sub) grupo de TCANE 3 no nos consta ningún estudio que
aborde directamente su relación con el sobrepeso/obesidad, podemos considerar que de
alguna manera forma parte del diagnóstico de BN, dado que se cumplen todos los
criterios diagnósticos, con la excepción de que los atracones y las conductas
compensatorias inapropiadas aparecen menos de 2 veces por semana o durante menos
de 3 meses de acuerdo al DSM-IV-TR.
125
representativa de la población del estado. La muestra abarca los niveles de Secundaria y
Bachillerato, que incluye las edades comprendidas entre los 11 y 20 años, que son las
consideradas de mayor riesgo para los TCA. Se incluyeron todas las regiones del estado
con la participación de por lo menos dos de los municipios que las integran incluyendo
zonas urbanas y rurales. Hasta el momento este es el primer estudio epidemiológico de
TCA en adolescentes escolarizados de doble fase en este estado. Se considera una
fortaleza que el estudio se llevó a cabo en 1142 chicos y 1307 chicas, dado que los TCA no
son exclusivos de un género en particular ni de ninguna zona.
126
consideramos que podríamos haber abarcado una muestra mayor en estas zonas. Como
consecuencia de esta dinámica la aplicación de los cuestionarios y la realización de las
entrevistas nos llevaron más tiempo de lo esperado. Podemos pensar que el tiempo que
pasó entre la primera y la segunda fase podría haber influido en los resultados del
estudio. Hubiera sido interesante hacer modelos predictivos con regresión, considerada
como una parte importante del arsenal de la investigación clínica con fines pronósticos en
investigación. Algunos de los adolescentes en el trascurso de las aplicaciones han
solicitado apoyo de forma espontánea, y han surgido comentarios como “yo hago algunas
de estas cosas, pero no sé qué hacer cuando me pasa”. Tambien hemos encontrado
comentarios espontáneos sobre distintas situaciones personales difíciles que atraviesan
algunos adolescentes en estos momentos; por ello, podría resultar muy interesante
realizar estudios de tipo cualitativo en esta área.
Estos resultados son solo un primer acercamiento al campo de los TCA en Nayarit
con un estudio de doble fase. Pienso que futuras investigaciones podrían ampliar el
universo de la muestra y extenderse a todos los municipios de la región de estudio
incluyendo las zonas rurales. Se considera necesario que las próximas investigaciones se
realicen con el personal y el apoyo económico suficiente al considerar el tamaño de la
muestra, los lugares a los que hay que desplazarse y el material necesario para la
investigación y de esta manera tener la oportunidad de que puedan llevarse a cabo este
tipo de estudios en menor tiempo y con menos desgaste personal. Aún hay mucho por
hacer en este campo si consideramos que los TCA han alcanzado una distribución global y
su prevalencia puede variar entre los países y entre las regiones dentro de los países con
la intención de tener la oportunidad de tomar las medidas necesarias para encontrar
soluciones que se adapten a nuestro contexto directamente en los casos de TCA. No sólo
es importante sino necesario continuar con el estudio de los TCA en población
adolescente en México, ya que en algunas zonas no existen datos, por lo que es relevante
extender el universo a diferentes entidades y no centrarse, como ha venido sucediendo,
solo en algunos lugares del país. Es necesario contar con investigaciones de TCA que nos
proporcionen información para conocer su prevalencia, su comportamiento y comparar
resultados en diferentes edades, contextos y culturas, con el fin de hacer uso común de
estrategias que apoyen la elaboración de programas preventivos y tratamientos. Las
127
consecuencias personales, el costo económico y la incesante influencia de los medios de
comunicación para la interiorización de cuerpos con extrema delgadez, además de la
obesidad como un factor de riesgo, son motivos suficientes para saber que es una tarea
que apenas comienza.
128
8. CONCLUSIONES
129
130
La prevalencia de TCA en la población escolarizada en el Estado de Nayarit, México
es del 9,84%. La prevalencia de AN es de 0,45%, de BN es de 2,8% y de TCANE es
de 6,6%; estos resultados siguen parámetros similares a otros estudios anteriores.
Las chicas presentan mayor frecuencia de antecedentes de obesidad y AN que los
chicos. Se perciben con más sobrepeso y obesidad y manifiestan mayores
porcentajes en la emociones de tristeza y enojo.
Las chicas tienen mayor influencia del modelo estético corporal. En las actitudes
alimentarias alteradas presentan una mayor distorsión y una mayor preocupación
por el peso y la figura.
Las chicas presentan mayor porcentaje de restricción dietética, vómito
autoinducido y el uso de laxantes para el control de peso.
Los chicos utilizan el ejercicio físico como estrategia de control de peso
significativamente más a menudo que las chicas.
En función del área de residencia, se observa que en el área urbana los
porcentajes de antecedentes de obesidad son más altos que en el área rural.
La preocupación por la comida, el peso y la figura así como la conducta restrictiva
y las actitudes alteradas se presentan principalmente en personas del área
urbana.
En función del sexo, la prevalencia de TCA es mayor en el sexo femenino que en el
masculino, aunque la prevalencia de AN restrictiva es mayor en el sexo masculino
y la prevalencia del (sub) grupo de TCANE 4 es muy similar en ambos sexos.
Las zonas urbanas muestran una mayor prevalencia global de TCA que las rurales.
Por subtipos de TCA el área urbana presenta valores más altos en el TCANE 3 y el
área rural mayor prevalencia de TCANE 6.
El grupo con TCA con respecto al grupo sin TCA presenta porcentajes más altos de
antecedentes de obesidad y mayor percepción de sobrepeso y obesidad. Con
respecto a las emociones, los porcentajes más altos se concentran en la tristeza y
el enojo y las personas del grupo con TCA muestra menor satisfacción consigo
mismas.
Los participantes con TCA presentan una mayor influencia del modelo estético
corporal que los participantes sin TCA.
131
En cuanto a los patrones de ingesta, el porcentaje de personas que nunca
desayunan, comen y cenan es más alto en los participantes con TCA. En el grupo
con TCA es más frecuente el patrón de una o ninguna ingesta que en el grupo sin
TCA.
El porcentaje de adolescentes con sobrepeso u obesidad es más alto en el grupo
de TCA que en el grupo sin TCA. El grupo con TCA presenta porcentajes más altos y
significativos especialmente en TCANE 6, seguido de BN y finalmente TCANE 3.
132
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Psicología, 17(1), 105-128.
182
10. ANEXOS
183
184
A. Regiones de Nayarit
185
B. Oficio de la Secretaria de Educación del estado de Nayarit
(México)
186
C. Cuestionario de datos sociodemográficos
NAYARIT
ORGULLO QUE NOS UNE
GOBIERNO DEL
SALUD SE
Los datos del cuestionario serán tratados de manera confidencial. Es importante que
respondas con sinceridad y que no dejes ninguna pregunta en blanco. No hay
respuestas “buenas” ni “malas”. Tan solo reflejan tus conocimientos en estos temas.
Nombre: ______________________________________________________________
Lugar de Nacimiento:____________________________________________________
187
De acuerdo a la siguiente escala, escribe en la línea el nivel de estudios de tu padre y de
tu madre.
188
Existen antecedentes en tu familia de Anorexia?
Si ______ No______ quién?_______________________________________________
Existen antecedentes en tu familia de Bulimia?
Si ______ No______ quién?_______________________________________________
Generalmente te sientes satisfecho/a contigo mismo/a?
Si ______ No______ porque?______________________________________________
189
D. Instrucciones para administrar los cuestionarios
190
E. Consentimiento de los padres de familia
Qué hacemos:
Todo esto forma parte de un estudio científico. Los cuestionarios son anónimos y
los datos serán tratados con total confidencialidad. Estos instrumentos contribuirán a
aumentar el conocimiento de las características de la población mexicana sobre estos
temas.
Yo, _____________________________________________________________________
_________________________________________________________________________
Fecha___________________________________________________________________
191
192