Trinidad

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Trinidad, Santísima. Teología B.

Síntesis
Especulativa
 

1. Las procesiones divinas del Hijo y del Espíritu Santo. 2. Las


relaciones y las Personas divinas. 3. La imagen de Dios en el
hombre. 4. Misiones divinas e inhabitación. 5. La Trinidad y la
Iglesia.

La exposición sistemática del misterio trinitario, es decir, el


análisis y comparación de los distintos elementos y conceptos
a través de los cuales la Revelacón nos da a conocer ese
misterio con vistas a obtener una mayor inteligencia del mismo,
es algo que comienza ya en los Padres Apologistas griegos y
que se va perfeccionando más y más hasta llegar a los
grandes tratados monográficos de los s. IV y V y las síntesis
medievales (V. A). El esfuerzo de los Padres por conservar la
pureza de la fe cristiana contra las herejías trinitario-
cristológicas se centra y parte del dato revelado, en el cual
hallan directa o indirectamente todas áquellas analogías
creadas (procesión, relación, persona, misión, imagen) que
expresan de algún modo la realidad sublime de Dios, la no-
contradicción de los elementos del misterio así como su
profunda riqueza espiritual. Es eso lo que vamos a exponer en
este artículo.

Tal vez sea oportuno hacer dos advertencias previas. En


primer lugar, que se trata siempre de analogías y de analogías
imperfectas que no pueden pretender agotar la riqueza de la
Trinidad, porque ésta es un misterio estricto, es decir, una
realidad que excede de tal modo a nuestra razón que sólo
podemos conocer su existencia si nos es revelada y que, una
vez conocida, no podemos abarcarla ni comprenderla
exhaustivamente: el análisis teológico del misterio trinitario
debe no sólo abrirse, sino estar informado, por una actitud de
respeto religioso. En segundo lugar, que la Revelación nos da
a conocer al mismo tiempo una ontología divina, es decir, la
verdad de que Dios es uno en esencia y trino en Personas, y
una economía, es decir, la acción llena de amor y de
misericordia por la que el Dios Trino atrae hacia Sí a los
hombres: el Padre como creador mediante su Verbo; el Hijo,
enviado por el Padre, que se encarna para redimirnos con su
pasión y muerte, y el Espíritu Santo, enviado por el Padre y el
Hijo, que viene al Cuerpo de Cristo y a nuestros corazones
para santificarnos (cfr. Conc. Vaticano II, Const. Lumen
genflum, 2-4). Ambas realidades deben ser tenidas presentes
en todo tratado De Trinitate, de manera que no se olvide el
aspecto vital o activo del mismo, ni -en el otro extremo- se
dejen en la sombra los aspectos ontológicos, antes bien éstos
deben constituir el objeto fundamental de la exposición
sistemática de todo tratado trinitário, ya que, como dice S.
Agustín, es ahí donde «se dan los errores más peligrosos, la
búsqueda más laboriosa y los hallazgos más fructíferos» (De
Trinitate, 1,3,5).

1. Las procesiones divinas del Hijo y del Espíritu Santo. a)


Datos generales. La Revelación divina nos habla de dos
procesiones o procedencias en Dios, cuyos términos son el
Hijo y el Espíritu Santo, a los que atribuye propiedades divinas
o llama expresamente Dios. Así, p. ej., Cristo dice de sí mismo:
«Yo procedi de Dios y vine» (lo 8,42); en donde el término
proceder, si se tiene en cuenta que Cristo es el Verbo o Hijo
Unigénito de Dios encarnado (lo 1,18), resulta referido a la
generación eterna, y el término venir, a su encarnación.
Asimismo, Cristo dice del Espíritu Santo: «Cuando venga el
Abogado, que yo os enviaré de parte del Padre, el Espíritu de
verdad, que procede del Padre, él dará testimonio de mí» (lo
15,16). Los Santos Padres y los concilios recogen esta doctrina
bíblica y la proclaman como dogma de fe. El Símbolo Niceno-
Constantinopolitano profesa su fe en Jesucristo «Dios de Dios,
luz de luz, Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado no
creado» y en el Espíritu Santo «que procede del Padre»
(Denz.Sch. 150). El Conc. Lateranense IV declara
solemnemente que el Hijo naceldel Padre y que el Espíritu
Santo procede del Padre y del Hijo (Denz.Sch 800). De la
misma forma se expresan los Conc. de Lyon (Denz.Sch. 850) y
el Florentino (ib. 1300), etc.

¿Qué significa en general procesión y como se aplica ese


concepto a Dios? Procesión o procedencia significa salir de,
proceder de. Este concepto se ha de aplicar a Dios sólo por
analogía -y no por univocidad- con las procedencias en las
cosas creadas, es decir, hay que apartar de él, al aplicarlo a
Dios, todo lo que indique limitación, potencialidad o
temporalidad. El concepto puro de procedencia indica
simplemente que «uno tiene su origen de otro» (origo unius ab
alio: Sum. Th. 1 q27 al), y la Revelación nos exige
evidentemente entender de ese modo puro las procesiones
divinas. Toda procesión presupone una operación en la que se
funda. Al hablar de las procesiones divinas, no puede tratarse
de una operación transeúnte es decir, que produzca un efecto
realmente distinto de Dios como sucede en la creación (v.), ya
que la Revelación nos dice que el Hijo y el Espíritu Santo son
Dios; sino de una operación inmanente, es decir, en la que,
tanto la acción divina como el término de la misma se realizan
en el interior de la misma naturaleza divina, de tal modo que el
originante y el originado son consustanciales (homooúsioi),
como ha sido definido por la Iglesia contra toda clase de
subordinacionismos (v.) y de modalísmos (v.).

La analogía más perfecta de esas procesiones inmanentes en


Dios nos la ofrece la vida misma de nuestra alma, creada a
imagen y semejanza divina (Gen 1,26). El acto de conocerse,
recordarse y amarse a sí misma es, como puso de relieve S.
Agustín basándose en los datos bíblicos, un reflejo remoto pero
fiel de la vida íntima de Dios. La estructura de nuestro ser,
hecho a imagen divina, deteriorado, pero no destruido, por el
pecado de origen y restaurado por Dios uno y trino, presente
en nosotros, mediante la gracia y las virtudes teologales que
Jesucristo nos mereció con su pasión y muerte, es lo que,
guiados por la Revelación, nos permite conocer algo de la vida
divina, y a la vez la base de toda la antropología cristiana.

b) La procesión del Hijo. La fe cristiana al respecto puede


resumirse así: el Hijo procede del Padre por generación
espiritual, según la operación del entendimiento.

1) Datos de fe. La procesión del Hijo como verdaderamente


engendrado por el Padre es una de las verdades de fe más
explícitas en el N. T.: son innumerables las veces que Cristo
llama a Dios Padre mío, por contraste con todos los demás que
se hacen hijos adoptivos por su gracia (Mt 11,25-27; lo 1,12;
5,18; etc.; cfr. Rom 8,15 y 23; Gal 4,5; Eph 1,5); sólo Él es el
Unigénito, el Hijo propio o por naturaleza del Padre: «Dios
unigénito, que está en el seno del Padre, ése nosle ha dado a
conocer» (lo 1,18; 1,14; 3,18; 1 lo 4,9); «El que no perdonó a
su propio Hijo, antes le entregó por todos nosotros» (Rom
8,32); «¿A cuál de los ángeles dijo alguna vez: Tú eres mi Hijo,
yo te he engendrado hoy; y luego: Yo seré para él Padre, y él
será Hijo para mí?» (Heb 1,5). Es lo que significa también la
expresión «mi Hijo amado» en las teofanías del bautismo de
jesús (Mt 3,16-17, y paral.) y en la transfiguración (Mt 17,5, y
paral.). Es éste un dogma de fe solemnemente proclamado en
el Símbolo Niceno-Constantinopolitano: «Hijo unigénito de
Dios, nacido del Padre antes de todos los siglos... engendrado,
no creado» (Denz.Sch. 150), y reafirmado después múltiples
veces: Conc. de Calcedonia (ib. 302), Lateranense IV (ib. 804),
etc. Es evidente que a Dios sólo se le puede atribuir el
concepto de generación tomándolo en su sentido puro, sin
limitación alguna de espacio o de tiempo, es decir, el que
expresa la definición clásica de los escolásticos: «origen de un
ser viviente de otro ser viviente que le comunica su misma
sustancia o naturaleza» («origo viventis a principio vivente
coniuncto, in similitudinem naturae»). La divinidad del
engendrado nos indica que el Padre comunica al Hijo su misma
sustancia o naturaleza divina mediante una acción vital eterna.
Esto es lo que diferencia al concepto de generación del simple
concepto de origen.

Pero la doctrina cristiana nos dice también que ese origen es


según la operación del entendimiento. Así se nos insinúa en la
S. E. de diversas maneras. El nombre de Verbo (Logos) que se
le da (lo 1,1; Apc 19,13; 1 lo 1,1) ha indicado siempre una
relación especial con el entendimiento tanto en los libros
sapienciales, en los que la expresión palabra (v.) de Dios
(Dabar Yahwéh), designa a la razón que todo lo dirige, al
entendimiento o decreto que procede del mismo, como en el
lenguaje griego. Sentido intelectual tienen también los nombres
Sabiduría de Dios e Imagen atribuidos a Cristo especialmente
por S. Pablo (t Cor 1,24.30; 2 Cor 4,4; Col 1,15). La
unanimidad de los Concilios y de los Padres en atribuir al Hijo
esos títulos bíblicos nos indica que se trata de una verdad
teológicamente cierta. Los Padres, a partir de los apologetas
del s. II, han usado además siempre la analogía de nuestro
verbo o palabra para explicar de algún modo la generación del
Hijo: así S. lustino, Teófilo de Antioquía, Tertuliano, S.
Atanasio, S. Basilio, S. Cirilo Alejandrino, etc. S. Agustín le da
una nueva dimensión o desarrollo en muchas de sus obras,
especialmente en los últimos libros De Trinitate, y los
escolásticos, especialmente S. Tomás de Aquino (Sum. Th. 1
q27 a2; Contra gentes 4,11), recogen la doctrina patrística y
ampliaron y desarrollaron la analogía.

2) Explicación de la analogía con el conocimiento. S. Agustín, a


partir del libro 8 del De Trinitate y basándose en la afirmación
de Gen 1,26, busca en nuestra alma la imagen de la T. y la
encuentra en la tríada de potencias: memoria, inteligencia y
voluntad. Después de un profundo análisis de las mismas, ve
que reflejan mejor la vida íntima de Dios si se las considera en
acto, es decir: como mente, noticia (verbum mentis) y amor. El
Padre, al conocerse a sí mismo, forma una idea (verbum
mentis) o imagen perfecta de sí mismo, distinta de él, pero
inmanente. Es, pues, una generación espiritual (ad modum
prolis) producida por el acto intelectivo divino, de la cual es una
pálida analogía el origen de nuestras ideas, especialmente de
nuestro autoconoc ¡miento: nuestra mente forma una idea o
imagen de nosotros mismos, que es de algún modo distinta de
ella y a la vez interna o inmanente. Sólo que en nuestro
autoconocimiento esa idea o imagen es de un orden
puramente intencional o intelectivo, no constituye una persona
distinta e implica potencialidad, temporalidad y finitud (De
Trinitate, 1,5,22,42). Dada la consustancialidad de las divinas
Personas, se debe aplicar aquí el concepto puro de
generación: el Hijo procede de la acción vital del Padre al
autoconocerse; el Padre le comunica al Hijo su misma
naturaleza divina; el Hijo es por eso su imagen connatural y
perfectísima (cfr. Sum. Th. 1 q27 a2).

c) La procesión del Espíritu Santo. La fe cristiana puede


resumirse así: el Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo
como de un solo principio, a modo de voluntad y, por lo mismo,
no es engendrado.
1) Datos de fe. Cristo dice expresamente que el Espíritu Santo
procede del Padre (lo 15,26) y añade que es enviado por Él, es
decir, por el Hijo (lo 15,25; 16,7), y que recibe de Él toda la
verdad para comunicarla a sus discípulos, porque todas las
cosas del Padre son también del Hijo (lo 16,13-15). Es claro,
por otra parte -así lo exige la consustancialidad e igualdad de
las divinas Personas- que no puede admitirse entre ellas más
dependencia que la de origen o procesión. Las frases bíblicas
indicadas no pueden, pues, interpretarse más que como
indicación de que el Espíritu Santo procede también del Hijo:
de lo contrario, el «ser enviado» y el «recibir» equivaldrían a
una inferioridad entitativa y por lo mismo a una negación de la
divinidad del Espíritu Santo. Así lo ha definido el Magisterio de
la Iglesia: es dogma de fe que el Espíritu Santo procede del
Padre y del Hijo como de un solo principio (ab utroque, ex
Patre Filioque), según lo proclaman los Conc. ecuménicos
Lateranense IV (Denz.Sch. 800) y 11 de Lyon (ib. 850). Los
Padres griegos, aun usando esa fórmula, acuden con más
frecuencia a otra: el Espíritu Santo procede del Padre por el
Hijo (a Patre per Filium). Ambas fórmulas, según la
interpretación dada por el Conc. de Florencia, son equivalentes
(ib. 1300-1301), ya que, como precisa el Concilio, la expresión
«a Patre per Filium» pone de manifiesto que todo lo que tiene
el Hijo, también el que el Espíritu Santo proceda de Él, lo tiene
el Hijo como recibido del Padre. La fórmula «Patre Filioque»
subraya que el Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo
como de un solo principio y por una sola espiraciónl- la «a
Patre per Filium», la fontalidad del Padre: ambas, pues, no se
excluyen, sino que están al contrario íntimamente
compenetradas. Sobre la historia del «Filioque» y su inclusión
en el Símbolo, v. I, B.

Es dogma de fe que el Espíritu Santo no es engendrado, es


decir, que su procesión no es una generación sino algo
diverso. El título de Unigénito, exclusivo del Hijo I nos indica
que en Dios no hay más generaciones. Así lo proclama el
Símbolo «Quicuínque» (V. FE II), cuando dice que el Espíritu
Santo «no hecho, ni creado, ni engendrado, sino procedente»
(Denz.Sch. 75). El Conc. Lateranense IV afirma: «El Padre
engendra, el Hijo nace, el Espíritu Santo procede» (ib. 800); y
lo mismo afirma el Florentino (ib. 1330).
Un tercer punto debe ser precisado: la procesión del Espíritu
Santo es por la voluntad. En la S. E. se nos insinúa que el
Espíritu Santo procede como amor o don de Dios. A él se le
atribuye la donación de la caridad (Rom 5,5) y de los carismas
(1 Cor 12,4 ss.; Gal 5,22); se le llama virtud o fuerza (Act 1,8);
se le atribuyen en general los principales sucesos y medios de
salvación que indican unión o amor entre Dios y los hombres:
la concepción virginal de María, la regeneración po_- el
bautismo, el perdón de los pecados, etc. Toda la Tradición ha
puesto con frecuencia de relieve la relación en - tre el Espíritu
Santo y el amor; S. Agustín es particularmente explícito al
respecto (De Trinitate 15,19,33-36). Es cierto que también se le
llama «Espíritu de verdad» (lo 14, 26; 16,13), y que los Padres
de los s. II-III lo identifican frecuentemente con la Sabiduría,
pero ello no destruye lo anterior sino que debe ser interpretado
a su luz. S. Agustín se planteó esta cuestión en los libros sexto
y séptimo del De Trinitate, y la resuelve diciendo que la
expresión Sabiduría de Dios nos habla principalmente de la
persona del Hijo, pero que, como es propiamente un atributo
esencial de Dios, puede ser atribuido también al Padre y al
Espíritu Santo (7,3,5 y 7,4,6).

2) Explicación de la analogía con el amor. De un modo


desarrollado se encuentra por primera vez en S. Agustín.
Mientras que el entendimiento -dice- produce una imagen
(verbum mentis) del todo semejante al objeto conocido, como
una generación espiritual (ad modum prolis), la voluntad, en
cambio, se limita a dirigirse hacia lo captado por la imagen por
ella engendrada y, por lo mismo, no es una nueva generación
sino una tendencia o lazo de unión. Del mismo modo, el
Espíritu Santo, amor o don mutuo del Padre y del Hijo, procede
de ambos como de un solo principio, al igual que el amor
procede de la mutua relación entre la mente y su imagen, pero
no es una nueva imagen y, por tanto, no es engendrado.
Citemos sus palabras textuales: «Sabes muy bien que hay en ti
un verbo (palabra, idea) verdadero, cuando es engendrado de
tu ciencia o saber, es decir, cuando decimos lo que sabemos;
aunque no pensemos ni digamos la palabra apropiada en
ningún idioma humano, sino formando nuestro pensamiento de
aquello que sabemos, ya se da en el que piensa una imagen
del todo semejante al pensamiento que estaba contenido en su
memoria, siendo la voluntad o el amor como un tercer
elemento que los une a ambos, es decir, como al padre y a su
hijo («ita duo scilicet velut parentem ac prolem tertia voluntate
sive dilectione iungente»). El que pueda que discierna cómo la
voluntad procede del pensamiento (pues nadie quiere aquello
cuyo ser o cualidad desconoce en absoluto), y con todo no es
imagen del pensamiento; de hecho, aquí se nos insinúa en el
mundo inteligible una cierta diferencia entre el nacimiento y la
procesión, puesto que no es lo mismo ver con el pensamiento
que desear o gozar con la voluntad» (De Trinitate, 15,27,50: PL
42, 1097).

S. Tomás recoge y amplía esta explicación agustiniana. Para él


la palabra Espíritu, aunque puede tener un sentido esencial
(Dios es espíritu), en otro respecto indica propiamente a la
tercera Persona de la T. por expresar una cierta moción o
impulso vital, en cuanto que alguien es movido o impulsado por
el amor a hacer alguna cosa (Sum. Th. 1 q27 a4). Y explica y
desarrolla plenamente como ' al ser una procesión por vía de la
voluntad, se explica que no sea generación, aunque -como es
claro- quien de ella se origina el Espíritu Santo, sea de la
misma naturaleza que el P¿dre y el Hijo: «La procesión del
amor en Dios no debe llamarse generación. Para entenderlo
tómese en cuenta que el entendimiento se pone en acto debido
a que el objeto entendido está en él por su semejanza, y, en
cambio, la voluntad se pone en acto, no porque en ella haya
semejanza alguna de lo querido, sino porque hay una cierta
inclinación a lo que quiere. Así, pues, la procesión que se toma
según la razón del intelecto es según la razón de semejanza, y,
por consiguiente, puede tener razón de generación, porque
todo el que engendra engendra algo semejante a él. Pero la
que se toma según la razón de voluntad no tiene razón de
semejanza, sino más bien razón de impulso o movimiento
hacia algo, y, por consiguiente, lo que en Dios procede por
modo de amor no procede como engendrado ni como hijo, sino
más bien como espíritu» (1 q27 a4).

2. Las relaciones y las Personas divinas. a) Las relaciones


reales subsistentes en Dios. 1) Existencia de relaciones en
Dios. La revelación de las procesiones divinas nos conduce a
otra noción que, tomada de la realidad creada, nos ayuda a
conocer la T.: la de relación. El hecho mismo de que haya una
procedencia u origen en las Personas divinas indica que en el
seno de Dios hay unas relaciones reales. Los nombres de
Padre e Hijo son además nombres relativos. Por eso, aunque
la palabra misma relación no aparezca en la S. E., los Padres
acudieron pronto a ella. A partir de S. Atanasio y más
expresamente los Capadocios, emplean abundantemente la
analogía de la relación (siésis, jaraktér) para demostrar de
algún modo a los arrianos que los tres relativos en Dios no
destruyen la unidad de la naturaleza divina. S. Agustín
desarrolla profundamente la doctrina de la relación (De Trín.,
lib. 5), aunque al aplicarla a la T. no habla de tres relaciones
sino de tres relativos, expresión que implica ya en sí la noción
de tres personas o sujetos personales. S. Anselmo (De
processione Spiritus Sancti) y posteriormente S. Tomás (Sum.
Th. 1 q28) desarrollan y perfilan el concepto. El Conc. de
Florencia proclama que en Dios todo es realmente idéntico
excepto cuando hay oposición de relación: «Estas tres
personas son un solo Dios, y no tres dioses; porque las tres
tienen una sola divinidad, una sola inmensidad, una sola
eternidad, y todo es uno, donde no obsta la oposición de
relación» (Denz.Sch. 1330).

2) Concepto de relación. Para entender bien lo dicho es


necesario tener presente el concepto puro o formal de relación,
ya que sólo así puede ser atribuido a la vida íntima trinitaria,
corno sucede con todas las demás analogías creaturales. Por
eso vamos a analizar en primer término la doctrina escolástica
en su esfuerzo por definir la relación con respecto a las
Personas divinas, sin perjuicio de intentar asumir luego algunas
precisiones modernas sobre la persona como ser relacional.

S. Tomás nos da el concepto puro y formal de la relación


diciendo que es la «simple ordenación mutua entre varias
cosas» (ordo unius ad aliud: De Potentia q7 a9 ad7). Dentro del
concepto caben diversas manifestaciones que no presentan
todas las mismas características. Veamos, pues, las diversas
clases de relaciones:a) Relación trascendental es la que existe
entre los primeros principios del ser, y, según S. Tomás, la que
existe entre la potencia y el acto bajo cualquiera de sus formas
(materia y forma, sustancia y accidentes, etc.). Implica, pues,
algo absoluto, como son los principios del ser, pero al mismo
tiempo la ordenación mutua de los mismos para constituir el ser
completo. Se le llama trascendental, porque supera todas las
categorías o predicamentos aristotélicos, que presuponen ya el
ser constituido o completo. Como es lógico, esta relación no se
puede atribuir a Dios, porque implica siempre potencialidad y
composición.

b) Relación predicamental es un accidente que presupone ya el


ser constituido; por eso forma parte de las categorías o
predicamentos aristotélicos. Su razón formal o concepto puro
es ser a (esse ad, tó prós ti: De Pot. q7 a9 ad7). Sólo implica
esa ordenación mutua (ordo,habitudo) entre varias cosas, y no
necesariamente potencialidad o imperfección.

c) Relación predicamental real es la que se da entre seres


reales implicando un fundamento real. Requiere siempre los
siguientes elementos: el esse ad (ser con respecto a otro), que
es el concepto puro o formal de la relación; como esta relación
predicamental en las criaturas es siempre un accidente,
necesita adherirse o estar en (esse in), que es, pues, el
segundo elemento (propiamente hablando el esse in no es algo
realmente distinto del esse ad, e indica sólo que la relación es
un accidente y que inhiere, está en un sujeto); y, finalmente,
tercer elemento, el fundamento real, ya que la relación
predicamental es real cuando una realidad nueva o
fundamento viene al sujeto ya constituido; así, la generación
activa y pasiva son el fundamento real de la relación de
paternidad y filiación.

d) Relación predicamental lógica o de razón es aquella que se


da entre conceptos, aquella que tiene su fundamento en la sola
operación de la mente humana, sin implicar algo en la realidad
extramental de las cosas. Obviamente no es esta relación la
que nos sirve de analogía para expresar el misterio de la T.;
reducir a esto las relaciones divinas sería negar el misterio
mismo, cayendo en el modalismo (v.). Es, pues, la relación
predicamental real la que podemos predicar de Dios, haciendo
todas las correcciones que implica la analogía, según diremos
a continuación.
3) La relación en las criaturas y en Dios. En las criaturas, toda
relación predicamental real al igual que su fundamento son
accidentes. Implica, pues, potencialidad y composición. En
Dios, acto puro y simplicíslmo, no puede haber composición
alguna y, por lo mismo, no puede haber nada accidental; las
relaciones en Dios no son accidentales, sino sustanciales o
subsistentes y realmente idénticos con la naturaleza divina
(relatio subsistens). Por eso, la relación en Dios no es
simplemente predicamental, sino sólo analógicamente o a
modo de la predicamental (ad modum praedicamentalis).
Tengamos presente que el concepto puro o formal de la
relación real (esse ad) no implica de por sí potencialidad o
imperfección alguna, sino sólo pura distinción, oposición y
ordenación mutuas; es por ello por lo que puede atribuirse
analógicamente a Dios (cfr. S. Tomás, In I Sent. d26 q2 a2). El
hecho mismo de la distinción de razón entre el esse ad y el
esse in de la relación en las criaturas nos indica que no
repugna metafísicamente la existencia en Dios de tres esse ad
realmente distintos u opuestos entre sí (paternidad-filiación-
espiración pasiva), aunque su esse in sea idéntico (las tres
relaciones se identifican con la esencia divina).

4) Distinción real entre las relaciones divinas opuestas. De la


doctrina bíblica y teológica sobre las procesiones o
procedencias divinas se deduce que en Dios hay cuatro
relaciones, correspondiendo dos a cada una de las
procesiones: paternidad, filiación, espiración activa y espiración
pasiva. Ahora bien; sólo hay tres relaciones reales opuestas
entre sí y por lo mismo realmente distintas (cfr. Conc. de
Florencia, Denz.Sch. 1330): a) la paternidad y la filiación como
es obvio se oponen entre sí y, por tanto, se distinguen
realmente; b) la espiración activa se dice, según hemos visto,
del Padre y del Hijo como de un solo principio y, por tanto, se
identifica realmente con la paternidad y la filiación; c) la
espiración pasiva se opone a la espiración activa (o paternidad
y filiación) y exige un término real distinto de las mismas: el
Espíritu Santo. Las tres relaciones reales distintas entre sí son,
pues: paternidad, filiación y espiración pasiva (cfr. S. Tomás,
Sum. Th. 1 q28 a3-4).
5) Las relaciones se identifican realmente con la esencia
divina. Así lo def"ó el Conc. de Florencia en el texto ya citado:
las relaciones no guardan con la esencia divina oposición
relativa de ningún género y se identifican con ella. Negarlo
sería poner división en Dios, es decir, afirmar no un Dios en
tres Personas, sino tres dioses. En la Edad Media esta
cuestión dio lugar a varias definiciones: Gilberto Porreta (v.) en
el s. XII defendió la distinción real entre la esencia divina y las
relaciones reales, cayendo así en el error de sostener una
«cuaternidad» en Dios, lo que motivó su condena en el Conc.
de Reims (Denz.Sch. 745); por otra parte, el abad Joaquín de
Fiore (v.) acusó de sostener una «cuaternidad» a Pedro
Lombardo, usando expresiones según las cuales parecía
concebir de tal modo la identidad entre las personas y la
esencia que caía en un triteísmo (v.), siendo condenado en el
Conc. Lateranense IV (Denz.Sch. 803807). Digamos, pues, en
resumen, que las relaciones auténticamente distintas entre sí
se identifican realmente con la esencia divina; sólo cabe entre
ellas y la esencia una distinción de razón fundada en la
diversidad de los conceptos, es decir, lo que los escolásticos
llaman una distinción de razón «raciocinada»: en efecto, la
esencia significa propiamente algo que existe en sí y para sí (in
se et ad se), mientras que las relaciones indican simplemente
una ordenación a otra cosa (ad aliud).

Terminamos diciendo que lo importante en esta exposición


sobre las relaciones en Dios consiste en que nos hace
vislumbrar de algún modo cómo tres relativos distintos y
opuestos entre sí pueden ser idénticos con una misma esencia
o naturaleza divina, conduciendo así a una mayor intelección
del dogma trinitario: tres Personas y un solo Dios.

b) Las Personas divinas. 1) El concepto de persona. La Iglesia


ha expresado su fe trinitaria en una fórmula clara: una
naturaleza, tres personas (cfr. 1, B). Se atribuye así a Dios por
analogía el concepto de persona, que designa el ser más
perfecto en la naturaleza creada. Ahora bien, ¿cómo se puede
definir con precisión la persona? Sin entrar aquí en todas las
dimensiones del tema (v. para eso la voz PERSONA), digamos
que la revelación del misterio trinitario obliga a todos los
cristianos a admitir una distinción real entre la naturaleza y la
persona, y, por tanto, a intentar una definición precisa de la
misma. Hitos en esa línea son los Capadocios, Leoncio de
Bizancio (que la define como «ser según sí mismo»), luan
Damasceno Boecio, y finalmente, S. Tomás, que da una
definición que se ha hecho clásica: «distinto subsistente en la
naturaleza intelectual» («distinctum subsistens in natura
intellectuali» (Sum. Th. 1 q29 al-2). La persona indica un sujeto
particular, concreto, distinto de otros, de naturaleza intelectual.

La reflexión escolástica se prolongó, sobre todo a partir del s.


XIV, intentando determinar con exactitud lo que se denominó el
constitutivo formal de la persona: si la naturaleza y la persona
se distinguen, como indica el dogma trinitario (y el cristológico),
¿qué es exactamente el elemento por el que la naturaleza
deviene persona? La solución que se dé a esa cuestión
contribuye a precisar algunos puntos de la terminología
trinitaria, y a su vez debe ser juzgada desde el dogma mismo.
Para una exposición de las diversas posiciones, v. PERSONA
I, 4.

2) Las Personas se constituyen por las relaciones. S. Tomás


prosigue su exposición diciendo que el nombre de persona,
que indica lo más perfecto que hay en toda lanaturaleza, debe
ser atribuido a Dios, pero, añade, «no le compete del mismo
modo que a las criaturas, sino de modo más excelente» (ib. 1
q29 a3). En el artículo siguiente precisa que en Dios el nombre
de persona significa la relación: «persona, cualquiera que sea
su naturaleza, significa lo que es distinto en aquella naturaleza.
Y así, en la naturaleza humana, significa esta carne, estos
huesos, esta alma, que son los principios que individúan al
hombre y que, si ciertamente no entran en el significado de
persona en general, están contenidos en el de persona
humana. Pero en Dios no puede haber más distinción que la
que proviene de las relaciones de origen. En Dios la relación
no es como un accidente que inhiere a un sujeto, sino que es la
misma esencia divina, que es subsistente... Por consiguiente la
persona divina significa la relación en cuanto subsistente» (ib.
a4).

3) La persona como ser relacional. Los escolásticos siguen un


método que se puede calificar de ascendente, es decir: parten
de una definición filosófica de la persona humana y tratan
después de aplicarla por analogía al misterio trinitario. En
cambio, algunos autores contemporáneos, fundados en que se
trata de una cuestión manifestada únicamente por la
Revelación, proponen un método descendente, que parte de lo
que la Revelación nos dice sobre las Personas divinas para
aplicarlo después por analogía a la subsistencia o razón formal
de la persona humana.

Dejando para luego esta perspectiva, digamos que -a nuestro


parecer- la explicación teológica del dogma trinitario cobra todo
su realce si como analogado supremo tenemos presente un ser
relaciona¡ y no una mera relación. Pensamos que para ello da
apoyo S. Agustín, que define a la persona como poseedora de
la naturaleza racional (habens naturam) y de su triple
dinamismo (memoria, inteligencia, voluntad), imagen pálida de
la Trinidad (De Trinitate, 15,22,42). Sólo que las Personas
divinas se identifican realmente con la naturaleza que poseen,
mientras que la persona humana no se identifica con la suya.
Lo que realmente distingue a las Personas divinas es su ser
relacional o relativo (tria relativa): «porque (la Persona divina)
es lo que posee, excepto lo que se le atribuye relativamente o
con respecto a la otra» (De Civitate De¡, 11,10,1). Ese ser
relacional, que implica alteridad o respectividad, según la
expresión de Zubiri (Sobre la Esencia, Madrid 1962, 433-435),
es lo que constituye propiamente a la Persona divina,4)
Intercomunicación e igualdad de las Personas divinas. Las tres
divinas Personas están mutuamente compenetradas, están la
una en la otra, nunca se separan. Como dice el Conc. de
Florencia: «Por razón de esta unidad, el Padre está todo en el
Hijo, todo en el Espíritu Santo; el Hijo está todo en el Padre '
todo en el Espíritu Santo; el Espíritu Santo está todo en el
Padre, todo en el Hijo» (Denz.Sch. 1331). La razón más honda
de esta intercomunicación (circumincessio, en latín;
perichoresis, en griego) es la unidad numérica de la esencia
divina poseída por las tres Personas (Sum. Th. 1 q42 a5).

Por eso mismo las tres divinas Personas son iguales en


dignidad y poder. La distinción de los tres relativos en Dios es
puramente relacional y, por lo mismo, no implica imperfección
alguna en los otros: el no-ser Padre, o Hijo, o Espíritu Santo no
implica un no-ser en el orden del ser, sino únicamente en el
orden relacionaL Ese ser relaciona¡ es lo único exclusivamente
propio (propiedad) de cada Persona divina; todo lo demás,
tanto en el orden de los atributos divinos como en el de las
operaciones, es común a las tres Personas. «Las obras de la
Trinidad son inseparables», decía S. Agustín (Sermo 213, 6,6);
y el Conc. IV de Letrán enseña que el Padre, el Hijo y el
Espíritu Santo son «un único principio de todas las cosas
creadas» (Denz.Sch. 800). Si algún atributo u operación se
atribuye en ocasiones de modo especial a una Persona es sólo
por apropiación, es decir, por la analogía o relación que guarda
con su propiedad personal, a fin de facilitarnos de esa forma el
relacionarnos vitalmente con cada una de las Tres Personas
(cfr. Sum. Th. 1 q39 a7-8).

3. La imagen de Dios en el hombre. a) Datos generales.


Como hemos visto, la reflexión teológica sobre la T. ha
consistido, en parte, en desarrollar lo que nos dice la
Revelación misma sobre ese misterio con la ayuda de la
analogía que nos ofrece el hombre, basándose para ello en las
afirmaciones bíblicas sobre el hombre como imagen de Dios.
Detengámonos un poco en ese punto, ya que, siguiendo el
método descendente antes apuntado, nos permite poner de
manifiesto algunas cuestiones centrales de la antropología y la
soteriología cristianas.

Las enseñanzas de la S. E. sobre el hombre como imagen de


Dios han sido ya ampliamente estudiadas (v. HOMBRE II;
IMAGEN DE DIOS); centrémonos por eso en los Padres.
Conviene resaltar que los Padres griegos, especialmente
Orígenes, tienden a interpretar el texto de Gen 1,26 sobre el
hombre como hecho a imagen y semejanza de Dios dando a la
imagen un sentido natural o creacional, mientras que a la
semejanza le dan un sentido sobrenatural o de asimilación a
Dios por la gracia. Como fue la semejanza lo que destruyó el
pecado y lo que Cristo restaura por el Bautismo, su
antropología suele moverse con preferencia en el ámbito
sobrenatural. Los Padres latinos, por el contrario, suelen
identificar la imagen y la semejanza, por lo que expresan la
distinción naturalsobrenatural refiriéndola indistintamente a la
imagen o a la semejanza. S. Agustín corrige expresamente a
Orígenes, porque para él no puede haber una imagen que no
sea al mismo tiempo semejante al original; si bien el grado de
esa semejanza es susceptible de variación y de aumento. Un
lenguaje análogo se encuentra en S. Tomás (Sum. Th. 1 q93).

La amplia especulación teológica de S. Agustín en su De


Trinitate, en el que aplica la analogía no sólo a la procesión de¡
Hijo -como había hecho la tradición precedente-, sino también
a la del Espíritu Santo, y en la que estudia no sólo la T. en sí
misma, sino también el desarrollo de la imagen divina en el
hombre, hacen que su obra tenga especial importancia.
Vamos, pues, a fijarnos en él para analizar brevemente este
último tema.

b) Imagen de Dios trino en el hombre: su deterioro y su


reforma. El espíritu humano posee un dinamismo que le es
consustancial; es propio del alma acordarse de sí, conocerse a
sí misma, amarse (De Trin. 14,14,18). Por eso la imagen
trinitaria está naturalmente impresa por Dios en nuestra alma
(«ín sua mente naturaliter divinitus instituta», ib. 15,20,39, cfr.
14,14,19). Sin embargo, esa imagen divina sufrió un deterioro
muy profundo por el pecado de origen; «suo vitio in deterius
commutata», «por su propia culpa fue modificada a un estado
peor» (ib. 15, 20,39), y necesita ser reformada para recuperar
de nuevo el esplendor primitivo. Esta reforma no puede
obtenerla el hombre por sí mismo, sino que la alcanza sólo con
la ayuda de la gracia: «Pudo deformarse a sí mismo, pero no
puede reformarse» (ib. 14,16,22).

A partir de ahí S. Agustín va a desarrollar una exposición del


dinamismo de las Personas divinas en nuestraregeneración,
que pone de manifiesto el carácter escatológico de la gracia
sanante. En la reforma de su imagen en nosotros, Dios nos
otorga primero una justicia inicial, que no es meramente
extrínseca, sino impresa realmente en el alma: «No (es) sólo
aquella (justicia) por la que Él (Dios) es justo, sino la que da al
hombre cuando justifica al impío» (ib. 14,12,15). Esta justicia
inicial reforma el sustrato de nuestra alma, hecha a imagen
divina, a semejanza del Padre, fuente y principio de toda la
vida trinitaria, y el dinamismo de nuestro obrar, a semejanza
del Hijo y del Espíritu Santo. S. Agustín pone en relación las
virtudes teologales de fe, esperanza y caridad que van
sanando las heridas de la ignorancia y la concupiscencia
desordenada y divinizando nuestro actuar, con la Segunda y la
Tercera Persona de la T.; y lo hace acudiendo a los conceptos
de causalidad ejemplar y eficiente; el Verbo, Sabiduría de Dios
encarnado para ser el Medicus humilis de nuestras llagas, es el
ejemplar y, por apropiación, la causa eficiente de la fe o
sabiduría divina que cura nuestra ignorancia; y el Espíritu
Santo, amor mutuo del Padre y del Hijo, es el divino ejemplar y,
por apropiación, la causa eficiente de la caridad que sana la
concupiscencia desordenada y nos hace amar con amor divino
(ib. 14,12,15).

La salud completa, sin embargo, y por ende la restauración


total de nuestra imagen divina solamente alcanzarán su
plenitud en la visión eterna: Sólo entonces la semejanza de
nuestra imagen con su divino ejemplar llegará al grado sumo
de su perfección; «Cuando se dé la perfecta visión de Dios,
entonces habrá en su imagen la perfecta semejanza a El» (ib.
14,17,23).

4. Misiones divinas e inhabitación. a) Las misiones divinas.


La realidad de las misiones divinas es afirmada claramente en
la S. E., en la que se habla expresamente de la misión del Hijo
por el Padre, y de la misión del Espíritu Santo por el Padre y el
Hijo (lo 6,57; 11,42; 17,18; 20,21; 14,26; 16,7; Gal 4,4; Lc
10,16; 24,29, etcétera). Hasta el s. IV los Padres se limitaron a
repetir la doctrina bíblica sin elaborar una teología propiamente
tal de las misiones divinas. Pero la situación cambió
profundamente en el s. iv, cuando los arrianos intentaron
fundarse en las misiones divinas para negar la divinidad del
Hijo y del Espíritu Santo: el enviado, decían, es siempre inferior
que aquel que lo envía; por tanto, el Hijo no es consustancial al
Padre que lo envía, ni el Espíritu Santo es consustancial al
Padre y al Hijo, sino -decían los macedonianos (v.) y
pneumatórnacos (v.)una «criatura del Hijo». Frente a estos
errores, la Iglesia definió la consustancialidad de las Personas
divinas y los Padres griegos comenzaron a elaborar una
teología de la misión divina poniendo de manifiesto su relación
con las procesiones o procedencias eternas en el seno mismo
de la Trinidad. Esa teología fue perfeccionada por S. Agustín y
posteriormente por S. Tomás y los escolásticos hasta nuestros
días.

S. Agustín expone ampliamente el concepto de misión en los


libros 2 a 4 de su De Trinitate. La misión divina --dice- implica
dos elementos: a) la procesión o procedencia en el seno
mismo de la T.; por tanto, el Padre nunca puede ser enviado; el
Hijo es enviado sólo por el Padre, y el Espíritu Santo por el
Padre y el Hijo, puesto que procede de ambos; b) una cierta
manifestación temporal de esa procesión eterna, que puede
ser visible, como en la Encarnación del Verbo y en las
teofanías neotestamentarias del Espíritu Santo en forma de
paloma o de lenguas de fuego, o invisible, como en la
iluminación sapiencial por parte del Verbo, Sabiduría de Dios,
cuando la mente percibe que esa sabiduría procede del Padre,
o en la infusión de la caridad por parte del Espíritu Santo, amor
y don mutuo del Padre y del Hijo, cuando el alma al amar a
Dios y al prójimo por Dios percibe que está en ella de un modo
especial el Espíritu Santo. La relación entre el que envía y el
enviado no es, pues, de inferioridad, sino simplemente de
procedencia.

S. Tomás dedica a las misiones la última cuestión del tratado


sobre la T. de la Sum. Th. «En el concepto de misión se
incluyen dos cosas -explica-, de las cuales una es la relación
del enviado a aquel que lo envía, y la otra la relación del
enviado con el término de su misión... Por consiguiente, la
misión puede corresponder a una persona divina, por una
parte, en cuanto incluye la relación de origen respecto al que lo
envía, y por otra, en cuanto implica un nuevo modo de estar en
alguien» (1 q43 al); la misión, por tanto, «incluye la procesión
eterna, y añade algo, es decir, un efecto temporal» (a2 ad3).
Distingue entre misiones visibles (a7) y misión invisible,
deteniéndose sobre todo en esta última. La misión invisible de
una Persona divina a la criatura racional puede hacerse sólo
por razón de la gracia santificante, ya que «ningún otro efecto
que la gracia santificante puede ser la razón de que la persona
divina esté de un modo nuevo en la criatura racional» (a3; cfr.
a6). Sólo el Hijo y el Espíritu Santo pueden ser enviados, ya
que sólo ellos proceden; el Padre no es enviado, sino que se
da a sí mismo (a4 y S).
b) La inhabitación de las tres divinas Personas en los justos. 1)
El hecho de la inhabitación. Es una verdad de fe que la T. está
presente de un modo especial o habita en las almas de los
justos como en su templo. La S. E. atribuye esta inhabitación
unas veces a Dios y otras veces a las divinas Personas por
separado: «Si alguien me ama, guardará mi palabra, y mi
Padre le amará, y vendremos a él y haremos en él nuestra
morada» (lo 14,23); «¿No sabéis que sois templo de Dios y
que el Espíritu de Dios habita en vosotros? Si alguien profana
el templo de Dios, Dios le destruirá. Porque el templo de Dios
es santo, y ese templo sois vosotros» (1 Cor 3,16-17); «¿No
sabéis que vuestros miembros son templo del Espíritu Santo?»
(1 Cor 6,19); «Vosotros sois templo del Dios vivo» (2 Cor 6,16);
cfr. además lo 15,4; 14,16; 1 lo 4,12; Rom 8,8, etc. Esta
doctrina tan profundamente bíblica ha sido ampliamente
comentada por la patrística y fielmente conservada por toda la
teología católica como un venero de riqueza espiritual. En los
últimos tiempos ha sido objeto de amplia atención por varios
documentos de magisterio eclesiástico: la Enc. Divinum Illud de
León XIII (Leonis XIII Pont. Max. Acta, Roma 1899, vol. 17,
125-148; la Enc. Mystici Corporis de Pío XIL AAS 35, 1943, 79-
80, y la Const. Lumen gentium del Conc. Vaticano 11, no
4,7,9,40,42,48).

Antes de considerar los diversos intentos de profundización


teológica, señalemos que si bien la inhabitación está
relacionada con la misión invisible de las Personas no debe
confundirse con ella: basta pensar que sólo pueden ser
enviados el Hijo y el Espíritu Santo, mientras que la
inhabitación en los justos se refiere a las tres divinas Personas.

2) Explicaciones teológicas. Partiendo del hecho, claramente


afirmado por la Revelación, de la inhabitación de la T. en el
hombre en gracia, los teólogos católicos siguen diversas
opiniones al intentar penetrar en esa verdad y explicar el modo
como esa inhabitación se realiza; lo que implica poner en
relación esa verdad conotros puntos de la fe, concretamente la
omnipresencia de Dios en todas las cosas por vía de su acción
creadora (V. DIOS IV, 9) y el hecho de que las acciones divinas
ad extra sean, como ya decíamos, comunes a las tres
Personas. Exponemos a continuación las diversas posiciones.

(1) Presencia divina por el conocimiento y el amor. Es la


explicación dada por S. Tomás: «Hay un modo especial (de
estar Dios presente) que conviene a la criatura racional, en la
cual se dice que se halla Dios como lo conocido en el que
conoce y lo amado en el que ama. Y puesto que la criatura
racional, conociendo y amando, alcanza por su operación
hasta al mismo Dios, según este modo especial no solamente
se dice que Dios está en la criatura racional, sino también que
habita en ella como en su templo» (Sum. Th. 1 q43 a3; cfr. 1 q8
a3; In I Sent. dl4 q2 al; d37 ql a2). En esa línea se sitúan
numerosos teólogos posteriores, bien ateniéndose a la misma
doctrina literal del Angélico, bien prolongándola en uno u otro
sentido. Así Suárez, y con él Billuart, Gonet, Franzelin, Dalmau,
etc., atienden en especial a la amistad que surge entre el justo
y Dios y que en cierto modo exige la presencia más perfecta
posible o sustancial (cfr. Suárez, De Trinitate 12, cap. 5, no 13-
14). Por su parte luan de Santo Tomás prefiere atender al
conocimiento y amor experimentales que el justo adquiere de
Dios como consecuencia del ejercicio de los dones del Espíritu
Santo; de este modo la inhabitación se diferenciaría de la
omnipresencia en cuanto que por la gracia y por los dones,
especialmente el de sabiduría, Dios está presente en el justo
como un objeto experimentalmente cognoscible y amable
(Tractatus de sacro Trinitaris mysterio, disp. 17 a, 3, no 10-12).
Le siguen en lo esencial A. Gardeil, R. Garrigou-Lagrange, 1.
H. Nicolas, H. Bouessé, etc.

(2) Presencia divina por la producción de la gracia. Gabriel


Vázquez (In Ja- q8 a3 disp. 30, cap. 3, no 11) intenta explicar
el nuevo modo de presencia divina en los justos atendiendo
exclusivamente a la causalidad divina eficiente, y, por tanto, a
la producción y conservación de la gracia y de los dones que le
son anejos. Como en Dios se identifican la virtud operativa y la
esencia, doquier actúe su virtud operativa -afirma- se halla
también presente su esencia. Dios se haría así
sustancialmente presente en los justos por el hecho mismo de
producir y conservar en ellos la gracia santificante y los dones
sobrenaturales; de tal modo que, si no estuviese ya presente
en todas partes, bastaría la producción de la gracia para
hacerse presente en los justos. Siguen esta misma opinión
Ruiz, Alarcón, Oberndórffer y I. B. Terrien. Se suele oponer a
esta opinión que no da razón del carácter vital de la
inhabitación, y que recurre a la discutible hipótesis de que si
Dios no estuviera omnipresente bastaría la producción de la
gracia para hacerlo sustancialmente presente.

Paul Galtier (o. c. en bibi.) ha tratado de completar la opinión


de Vázquez atendiendo al mismo tiempo a la causalidad divina
eficiente y ejemplar en la producción de la gracia. Según él, la
producción de la gracia cumple de por sí todas las condiciones
necesarias para que la inhabitación sea una presencia de
orden ontológico distinta de la simple omnipresencia, condición
que él cree indispensable para respetar la doctrina de la
tradición bíblico-patrística. Porque -dice- la acción de Dios que
produce la gracia no es como la acción creadora: «La imagen
de Dios en nosotros es producida por la aplicación directa e
inmediata que las Personas nos hacen de su sustancia» (p.
218). Por tanto, los elementos que constituyen la inhabitación
no son el conocimiento y amor fruitivos de Dios y la
omnipresencia, sino una presencia ontológica distinta de la
omnipresencia, cuyo elemento específico es la producción
misma de la gracia como una acción especial de Dios, causa
eficiente y ejemplar, directa e inmediata de la misma. Siguen
esta opinión, al menos en lo esencial, Joret, Retailleau,
Chambat, Meriéndez-Reigada, Urdánoz, etc.

(3) Presencia divina por la causalidad cuasi-formal. M. De La


Taille (Actuation créée par Acte incréé. Lumielre de gloire,
gráce sanctifiante, union hypostatique: «Revue de Sciences
religieuses» 18, 1928, 253-268) admite, además de la
causalidad eficiente y ejemplar divina, otra causalidad formal o,
como dice Karl Raliner (v.), cuasiformal. Cada una de las
divinas Personas -dice- comunica al alma del justo la misma
vida divina, y lo hace de un modo relativamente distinto en
conformidad con su propio carácter personal o hipostático y
con su diferencia relativa con respecto a las otras Personas; de
aquí nacerían una relación y unión especiales del alma con
cada una de las divinas Personas. Le siguen junto al ya
niencionado K. Ralmer, P. De Letter, M. J. Donnelly, F.
Bourassa, Ch. Baunigartrier, etc. Se opone a esta teoría que el
concepto de causalidad cuasi-formal no resulta nada claro, ya
que si se lo interpreta en sentido benévolo parece carecer de
contenido, si en cambio se da a las palabras toda su fuerza
parece aproximarse a un cierto panteísmo.

(4) Presencia dinámica de diálogo. Queremos terminar


exponiendo la explicación que puede deducirse de la doctrina
de S. Agustín (cfr. nuestro estudio Eres templo de Dios, o. c. en
bibl.). S. Agustín concibe la omnipresencia de Dios en las
criaturas como resultado de la operación divina continuada que
produce y conserva su ser; Dios, dice, «en aquellas cosas que
ha creado, obra sin interrupción» (De Genesi ad litteram
4,12,22-23). Dios es por eso inmanente a las cosas, pero al
mismo tiempo trascendente, porque es subsistente en sí mismo
(in seipso), es decir, su ser no depende de las cosas creadas:
Dios «no está contenido en aquellas cosas en que está
presente» (Ep. 187, 6,18). Dios es inmutable y eterno y, por lo
mismo, su operación es única e inmanente, aunque produzca
diversos efectos según el propio querer divino. El elemento
específico de la inhabitación es la misma y única operación
divina diferenciada únicamente por el nuevo efecto producido
en la criatura racional, que es específicamente distinto del que
produce en virtud de la omnipresencia puramente creacional.
Ese efecto nuevo es la justicia de Dios participada por
nosotros, que para S. Agustín equivale a la gracia santificante
con su séquito de virtudes.

Esto implica necesarimente en el adulto un diálogo de entrega


amorosa y obediente al Dios Amor que lo justifica. «No de tal
manera debe el hombre convertirse a Dios que se separe de Él
una vez que ha sido hecho justo, sino de tal manera que
siempre esté siendo justificado. Si no se aparta de Él, será
justificado por su presencia, e iluminado, y beatificado por Dios
que obra y defiende a aquel que obedientemente se le
somete» (De Genesi ad litteram, 8,12,25). En este contexto S.
Agustín contempla la unidad real de toda nuestra vida espiritual
y su carácter esencialmente escatológico: la justificación, la
donación del Espíritu Santo, la reforma de nuestra imagen
trinitaria y la inhabitación: «Será plena la justicia, cuando sea
plena la salud; será plena lasalud, cuando sea plena la caridad,
porque la plenitud de la ley es la caridad (Rom 13,10); y será
plena la caridad cuando le veamos tal y como Él es (I lo 3,2)»
(De perfectione ¡ustitiae hominis, 3,8). V. t. GRACIA III, 4;
FILIACIóN DIVINA; ESPíRTU SANTO II, 4 y III.

5. La Trinidad y la Iglesia: V. IGLESIA III, 1; ESPíRITU SANTO


II, 4.
DOCTRINA: LA TRINIDAD
ENLACE A PDF

Para una clase completa sobre este tema,


visite: https://realfaith.com/sermons/doctrine-1-trinity-god-is/

Después del bautismo, mientras Jesús salía del agua, los cielos se abrieron y vio
al Espíritu de Dios descendía sobre él como una paloma. Y una voz [Dios
Padre] dijo desde el cielo: «Este es mi Hijo amado, quien me da un gran gozo».
MATEO 3:16-17

Mi esposa Grace y yo nos conocimos en la escuela secundaria a la edad de


diecisiete años. Yo jugaba béisbol; ella era una velocista en el equipo de
atletismo. Después de correr la pista durante unos años, un día Grace se
sorprendió al enterarse de que había estado mal entrenada. Aparentemente, para
obtener el comienzo más rápido de una carrera, configurando así cada paso de la
carrera, es importante comenzar en la línea de salida con los pies en la posición
correcta. Durante unos años, Grace tenía los pies en la posición incorrecta en la
línea de salida. En cada carrera para su primera temporada, comenzó literalmente
con el pie equivocado. Esto redujo su velocidad y significó que todos sus pasos
no estaban en el orden correcto. Finalmente, un mejor entrenador le posicionó
correctamente en los tacos de salida y ella terminó llegando a las semifinales
estatales en su último año.

No se puede exagerar la importancia de dar el primer paso correcto en cualquier


viaje. A medida que comenzamos nuestra carrera por doce grandes doctrinas de
la Biblia, el primer paso realmente importa. De lo contrario, podría ir en la
dirección incorrecta, desviarse del rumbo o tropezar con sus propios pies.

Algunas declaraciones teológicas comienzan con la humanidad. Por ejemplo,


algo llamado los Cinco Puntos del Arminianismo comienza con la libertad
humana de la voluntad, y los Cinco Puntos del Calvinismo comienza con la
pecaminosidad humana. Pero, ¿enfocarse en la humanidad es el mejor primer
paso en la búsqueda de Dios? probablemente no

Muchos libros de texto de teología comienzan sistemáticamente con revelación y


cómo Dios habla a través de las Escrituras. Este no es un mal primer paso, pero
¿es el mejor primer paso?
Como un entrenador tratando de poner los pies en la línea de salida,
comenzaremos con Dios. Esto es lo que encontramos en los tacos de salida de la
Biblia: «Al principio, Dios … » Comenzamos este libro donde comienza la
Biblia—Dios. Todo lo correcto comienza con Dios. Todo lo malo comienza sin
Dios, o con dioses falsos, que ahora estudiaremos.

LA TEOLOGIA ES EL ESTUDIO DE DIOS

La teología significa literalmente “el estudio de Dios”. Varias religiones y


filosofías han propuesto diferentes definiciones en cuanto a la verdad sobre Dios.
Para ayudar a comprender muchas de las perspectivas competitivas sobre Dios,
exploremos las varias maneras en que las personas comienzan incorrectamente en
sus estudios de Dios para que podamos comenzar con el pie correcto.

El ateísmo

      El ateísmo se deriva del negativo “a-”, que significa “no”, “ni” o “sin”, y
“theos”, que significa “dios”. básicamente, el ateísmo cree que Dios no existe.
Similar al ateísmo son las creencias de que no hay demonios, ni sobrenaturales,
ni milagros ni verdad moral absoluta sobre todas las culturas, y nada más que el
mundo material, por lo que nadie tiene un alma y no hay posibilidad de una vida
espiritual después de la muerte física. Curiosamente, el ateísmo es un concepto
históricamente joven.

La palabra “ateísmo” no existe en el idioma del Antiguo Testamento, el hebreo.


Además, el Antiguo Testamento generalmente asume que todos creen en Dios,
diciendo: «Dice el necio en su corazón: No hay Dios» [NOTA: Sal 14:1, 53:1]

El agnosticismo

      Al decir que no hay dios, el ateísmo tiene que demostrar que dios no existe;
esto requiere que tengamos una comprensión completa, lo cual es imposible. En
consecuencia, el agnosticismo se ha vuelto más popular entre los escépticos de la
existencia de un Dios o dioses. El agnosticismo está derivado de “a-“, que
significa “pecado”, y “gnosis”, que significa “comprensión”. Un agnóstico es
inconsciente o ignorante de Dios. El agnosticismo dice que, aunque podemos
examinar el mundo físico, no tenemos acceso al mundo espiritual, por lo que
nunca sabremos si existe un Dios o dioses.

      El agnosticismo supera la posibilidad de que, si Dios existe, Él podría


revelarse a nosotros y de ese modo darse cuenta a conocer. Este es precisamente
lo que enseña la Biblia. Jesús «descendió de los cielos» [NOTA: Jn 3:13, 6:38].
En Jesus «la Palabra se hizo hombre y vino a vivir entre nosotros. Estaba lleno de
amor inagotable y fidelidad. Y hemos visto su gloria, la gloria del único Hijo del
Padre» [NOTA: Jn 1] Jesús dice de si mismo, «Los que me han visto a mí han
visto al Padre» [NOTA: Jn 14]. Jesús vino de los cielos y reveló Dios a nosotros
para eliminar la nube del agnosticismo para que podamos ver a Dios claramente.

el deísmo

      El deísmo enseña que un dios creó el universo, pero luego dejó su creación
sola y no tiene nada que ver con ella, como un propietario ausente. Con dios
ausente, el deísmo enseña que el mundo se rige por leyes naturales que Dios
estableció para gobernar su creación. Por consecuencia, los milagros son
imposibles porque el universo es un sistema cerrado, y Dios no interviene en su
creación ni anula sus leyes naturales.

El deísta más notable y consistente fue el presidente Thomas Jefferson (1743-


1826). Él se sentó en la Casa Blanca con una navaja de afeitar en una mano y la
Biblia en la otra para recortar aquellas partes de la Escritura que él decidió que no
eran ciertas. El resultado se llamó La filosofía de Jesús de Nazaret, o La vida y
morales de Jesús de Nazaret. Solo uno de cada 10 versículos de las Escrituras
sobrevivió, cero milagros se consideraron factuales y la resurrección de Jesús fue
sistemáticamente eliminada de las páginas de las Escrituras.

Las inconsistencias con el deísmo son abundantes, incluso el hecho de que


niegan los milagros, pero afirman el gran milagro de la creación de Dios.
Además, Jesús no es solo el Dios Creador del universo, sino también el Dios
Sustentador continuo que contradice la creencia central del deísmo: «porque, por
medio de él, Dios creó todo lo que existe en los lugares celestiales y en la tierra.
Hizo las cosas que podemos ver y las que no podemos ver, tales como tronos,
reinos, gobernantes y autoridades del mundo invisible. Todo fue creado por
medio de él y para él. Él ya existía antes de todas las cosas y mantiene unida toda
la creación.» [NOTA: Col. 1: 16-17]

El diosismo finito

      El diosismo finito enseña que dios existe, pero con limitaciones, como no
ser todo consciente (omnisciente) o todopoderoso (omnipotente). La motivación
detrás del diosismo finito es explicar como un buen dios podría existir con todo
el mal y la injusticia en el mundo. El diosismo finito intenta explicar la bondad
de dios y el mal en el mundo al afirmar que, si Dios es bueno, es limitado y no
puede detener el mal en el mundo.
Los problemas con el diosismo finito son muchos. Primero, un dios finito
necesitaría un Dios más grande e infinito para sostener su existencia continua.
Segundo, el mal pasado y presente no niega el hecho de que el Dios
todopoderoso e infinito algún día pondrá fin al mal, como enseñan las Escrituras.
Tercero, la existencia del mal no refuta de ninguna manera la infinita sabiduría y
poder de Dios. Cuarto, un dios finito simplemente no es útil; un dios tan
indefenso realmente no puede ayudarnos en nuestro tiempo de necesidad y, por
eso, no merece adoración ni devoción.

Jesús contesta la pregunta que motiva la creencia en el diosismo finito. En la cruz


de Jesús, vemos la hora más oscura de la historia. A manos de un sistema legal
injusto, rodeado de cánticos de una mafia sedienta de sangre, la persona más
grande en la historia del mundo, Jesucristo, fue brutalmente asesinado. En ese
momento, pareció que Dios era finito porque no hizo nada para intervenir y
detener la injusticia. Sin embargo, tres días después, Jesús se levantó de la tumba,
derrotando al mal. Dios se hizo no tan impotente sino poderoso. Por eso, a través
de la vida, muerte, y resurrección de Jesús, la pregunta es, «¿Dónde está Dios
cuando duele?» Se contesta: Dios es bueno y poderoso y está trabajando en
Jesucristo para lograr la victoria y la vida, incluso a través de lo que aparece en la
primera mirada nada más que derrota y muerte.

El panteísmo

      El panteísmo se deriva de “pan”, que significa “todo” y “teísmo”, que


significa “dios”. El panteísmo es la creencia que todo es dios o que todo el
mundo material en si mismo es dios o divino. Basado en el monoteísmo, que es
la creencia de que toda realidad es un ser interrelacionado, el dios del panteísmo
es impersonal. El panteísmo es popular en el hinduismo y algunas formas del
budismo además de la Nueva espiritualidad (también llamada Nueva era),
Ciencia Cristiana, la Iglesia de la Unificación, Cienciología, y Teosofía. El
panteísmo está generalmente abogado en películas como Star Wars, cuando Dios
no es una persona sino una fuerza impersonal que nos envuelve e incluye a todos

En el panteísmo no hay milagros porque Dios no está sobre este mundo ni


poderoso para cambiarlo. También se dice que el dolor, la materia, y el mal son
ilusiones irreales. Eso no tiene ningún sentido después de que te golpees el dedo
del pie al salir de una clase de yoga.

El panteísmo tiene muchos otros problemas, incluida la negación de que el


universo tuvo un comienzo, aunque las teorías del Big Bang y el Segundo
principio de la termodinámica dicen lo contrario, declarando que el mundo físico
es una ilusión, y la incapacidad de explicar cómo un mundo sin inteligencia o
moralidad creado las dos. El panteísmo se refuta claramente en Romanos 1:25:
«Cambiaron la verdad acerca de Dios por una mentira. Y así rindieron culto y
sirvieron a las cosas que Dios creó pero no al Creador mismo, ¡quien es digno de
eterna alabanza! Amén." Debemos adorar al Creador en lugar de su creación,
como anima el panteísmo.

El panenteísmo

      El panenteísmo se deriva de “pan” (todo) + “en” + “teísmo” (dios), que en


conjunto significa “todo en Dios”. Este es diferente del panteísmo, porque el
panenteísmo enseña que Dios es parte o en la creación para que la creación es
similar al cuerpo de Dios que alberga su espíritu. En el panenteísmo, Dios existe
en dos polaridades: Dios existe en una forma como una realidad presente, y en
otra forma como una posibilidad futura. Se dice que Dios está creciendo,
madurando, y evolucionando de su estado actual hasta su estado potencial, como
la humanidad. Como resultado, se dice que Dios es tanto finito e infinito, y
eterno sin un principio, pero no eterno y con un principio. Contradiciéndose a sí
mismo, el panenteísmo enseña que Dios se hizo a sí mismo, lo que requería que
él existiera antes de existir. Además, el panenteísmo dice que Dios es
actualmente imperfecto, pero siempre está aprendiendo, creciendo, y cambiando
para ponerse más y más perfecto.

A pesar de las auto contradicciones del panenteísmo, fue sostenido en el mundo


antiguo por hombres como Platón. Desafortunadamente, algunos que profesan
ser cristianos también han adoptado la falsa creencia de Dios postulado por el
panenteísmo. Esto incluye algunos teólogos feministas y marxistas, teología del
proceso, y algunas formas de teísmo abierto que enfatizan la inmanencia de Dios
sobre su trascendencia, y el cambio de Dios sobre su inmutabilidad.

El panenteísmo no está de acuerdo con el Dios de la Biblia. Algunos de los


atributos de Dios incluyen su inmutabilidad continua, su perfección eterna, su
soberanía sobre la creación, su infinitud y su independencia del mundo en lugar
de dependencia en el.

El politeísmo

      El politeísmo proviene de “poli”, que significa “muchos”, y “teísmo”, que


significa “dios”.  El politeísmo dice que hay más de un dios. Las religiones que
se adhieren al politeísmo incluyen el hinduismo, el confucianismo, el sintoísmo,
el taoísmo, el jainismo, la mitología griega antigua, el mormonismo, la
cienciología y la Iglesia de la Unificación.
El principal problema con el politeísmo es que es imposible que existan dioses
múltiples, completamente iguales y finitos sin un Dios superior e infinito para
gobernar como su Creador y supervisor. Claramente, la Biblia reconoce que
muchas personas adoran a dioses falsos. Solo hay un Dios verdadero [NOTA: 2
Cró 15:3; Jeremías 10:10; Juan 17:3; 1 Tes 1:9; 1 Jn 5:20–21] y todos los demás
“dioses” son simples ídolos y no “dioses” en absoluto. [NOTA: Deuteronomio
32:21; 1 Samuel 12:21; Sal 96:5; Is 37; 19:41–23, 24; Jeremías 29:2; 11:5; 7:16;
20 Corintios 1:8; 4:10–19].

Dioses falsos

El Antiguo Testamento dice claramente que solo hay un Dios [NOTA: Deut.
4:35, 39; 6:4–5; 32:39; 1 Samuel 2:2; 2 Samuel 7:22; 22:32; Sal 86:8–10; Es
37:20; 43:10; 44:6–8; 45:5, 14, 21–22; 46:9]. El Nuevo Testamento está
totalmente de acuerdo [NOTA: Jn 5:44; Rom 3:30; 16:27; 1 Corintios 8:4–6;
Gálatas 3:20; Ef 4:6; 1 Timoteo 1:17; 2:5; St 2:19; Jud]. La Biblia también
enseña que no hay nadie como Dios [Nota: Éx 8:10; 9:14; 15:11; 2 Samuel 7:22;
1 Re 8:23; 1 Cro 17:20; Sal 86:8; Is 40:18, 25; 44:7; 46:5, 9; Jeremías 10:6–7; Mi
7:18]. Por lo tanto, declararse como Dios es una mentira satánica [NOTA: Gn
3:5; Is 14; Juan 14:8].

Pero, los demonios (seres espirituales caídos) también pueden actuar como dioses
para ser adorados, aunque por sus falsos signos y milagros. Esto también pasa
por el libro del Éxodo cuando el Reino de Dios y el reino de Satanás compiten
por la supremacía en una batalla cósmica.

 Éxodo 12:12 – Esa noche pasará por la tierra de Egipto y heredará de


muerte a todo primer hijo varón ya la primera cría macho de los animales
en la tierra de Egipto. Ejecutaré juicio contra todos los dioses de Egipto,
¡porque yo soy el Señor!
 Éxodo 18:10-11 – ¡Alabado sea el SEÑOR! —exclamó Jetro—. Pues los
rescatados de los egipcios y del faraón. ¡Así es, rescató a Israel del poder
de Egipto! Ahora sé que el SEÑOR es más grande que todos los demás
dioses, porque rescató a su pueblo de la opresión de los egipcios
arrogantes.
 Éxodo 20:3 – No tengas ningún otro dios aparte de mí.
Estos “dioses” son ángeles caídos muy poderosos y otros seres espirituales que se
rebelaron contra Dios. Vilipendian al Dios real y quieren reemplazarlo con
dioses. Prácticamente, esto significa que hay espíritus demoniacos muy
poderosos, con nombres como Baal, Chemosh, Molech, Brahman, Jezabel, Allah,
La Madre Tierra, Mammom (dinero), y Afrodita (sexo), que son adorados
erroresmente por multitudes como dioses. Un tema principal de la Biblia es que
Dios crea y Satanás falsifica. Los falsos dioses están detrás de falsas religiones
dirigidas por falsos maestros que realizan falsos milagros, todos los esquemas
para desviar a las personas del Dios real hacia los falsos dioses.

Desde el principio, el pueblo de Dios ha vivido con la presión constante para


aceptar otras religiones y “dioses” tan dignos de adoración como el Dios de la
Biblia. Muchas veces las personas son como Salomón y dividen su devoción
entre Dios y los “dioses” [NOTA AL PIE: 1 Re 11]. Para envalentonarnos, la
Biblia presenta conmovedoras de seguidores fieles historias como Sadrac, Mesac,
Abednego y Daniel que no comprometerían su devoción a Dios a pesar de
enfrentar oposición y persecución [NOTA: Dn 3:7].

El monoteísmo

      El monoteísmo enseña que solo hay un Dios personal que está separado
(trascendente) del universo, aunque está involucrado en el (inmanente). Como
resultado, muchas personas han considerado el cristianismo como una de las
muchas religiones monoteístas junto con el judaísmo y el islam. En cierto
sentido, el cristianismo es monoteísta, ya que cree en un solo Dios. Sin embargo,
tras una investigación más profunda, la Biblia no está impresionada con el mero
monoteísmo porque el objetivo de Dios no es que simplemente creamos en un
Dios, como dice Santiago 2:19, «Tú dices tener fe porque crees que hay un solo
Dios. ¡Bien hecho! Aun los demonios lo creen y tiemblan aterrorizados.» El Dios
del cristianismo como se revela en la Biblia es un Dios que existe en la
comunidad trinitaria del Padre, Hijo y Espíritu. Ninguna otra religión comparte el
concepto de la Trinidad con el cristianismo. Ahora que hemos eliminado las
formas en que podemos comenzar con el pie equivocado, ahora podemos
comenzar con el pie correcto al aprender sobre el único Dios verdadero.

¿QUÉ ES LA TRINIDAD?

Dios es Padre, Hijo y Espíritu Santo. Un Dios. Tres personas. aunque la


palabra Trinidad no aparece en las Escrituras, este concepto de Uno-que-es-Tres
sí está claramente presente. La palabra Trinidad se emplea como una forma
abreviada de explicar abundantes verdades bíblicas. Fue utilizado por primera
vez por Tertuliano (155-220 dC), un padre de la iglesia. Decir que Dios existe
como Trinidad no significa que haya tres Dioses, o que el único Dios
simplemente se manifieste como Padre, Hijo o Espíritu Santo en diversas
ocasiones.
La Confesión de Fe de Westminster (1647) resume la doctrina, diciendo: «En la
unidad de la Divinidad hay tres personas de una sustancia, poder y eternidad;
Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo».

En este libro, usamos la siguiente definición: La Trinidad es un Dios quien existe


eternamente como tres personas distintas—Padre, Hijo y Espíritu—quienes son
totalmente y también Dios entre si.

Para aclarar, decir que cada miembro de la Trinidad es una «persona» no


significa que Dios el Padre o Dios el Espíritu Santo se apaga en seres humanos.
Más bien, significa que cada miembro de la Trinidad piensa, actúa, siente, habla
y se relaciona, ya que ellos son personas y no fuerzas impersonales. Además,
cada miembro de la Trinidad es Dios, lo que también significa que comparten
todos los atributos divinos como eternidad, omnisciencia, omnipotencia y
omnipresencia.

El Padre, Hijo y Espíritu son declarados Dios también por las Escrituras. Vamos
a conocer más cada persona de la deidad, comenzando con el Padre.

DIOS EL PADRE

Innumerables Escrituras declaran y claramente enfáticamente que el Padre es


Dios [NOTA: Jn 6:27; 17:3; 1 Corintios 8:6; 2 Corintios 1:3; Efectivo 1:3; 1 Ped
1:3]. En la historia del cristianismo y todos los cultos y religiones que han
confundido con la verdad bíblica, nunca ha habido ninguna enseñanza falsa
notable que niegue la deidad de Dios el Padre, porque es tan evidente en toda la
Escrituras.

Sin embargo, trágicamente, ha habido un bajo énfasis en Dios el Padre en


muchos círculos cristianos por causa de la herida del padre. La herida del padre
es un dolor no curado de un padre físico o espiritual o una figura paterna en
nuestra vida. Los padres nos fallan, ya menos que los perdonemos e invitemos a
Dios Padre a curar la herida de nuestro padre, seguimos cargados en lugar de
ligeros, rotos en lugar de sanados, y amargos en lugar de mejores.

Las personas con una herida de padre no curada pueden tener una visión
equivocada y deformada de Dios. Nuestra visión de Dios es frecuentemente una
proyección o rechazo de nuestro padre terrestre imperfecto hacia Dios. Aquí hay
algunos ejemplos específicos:

El ateísmo dice que no tengo Padre.


El agnosticismo dice que es posible que tenga Padre, pero nunca lo he conocido.
No se quien o donde esta, y no me importa saberlo.

El deísmo dice que tengo un Padre, pero, como mi padre que me abandonó
cuando era pequeño, vive muy lejos y no tenemos una relación.

La teología reformada dice que tengo un Padre que es distante, controlador,


dominante y no muy relacional.

La teología arminiana dice que tengo un Padre quien es pasivo y me permite


tomar mis propias decisiones para hacer lo que quiera, como mi padre terrenal
que no fue involucrada en mi vida.

La teología liberal dice que tengo un Padre que actúa más como un hermano
mayor habilitador y no me dice que hacer, pero me ayuda a hacer lo que quiera,
incluso si es tonto o rebelde.

La teología feminista dice que no necesitamos un Padre porque los hombres son
peligrosos y dañinos, entonces debemos seguir adelante y estar felices de ser
criados espiritualmente por un padre soltero y adorar a Dios como Madre.

Dios el Padre es en gran parte olvidado. En las iglesias evangélicas, reformadas y


bíblicas el enfoque está en Jesucristo, el Hijo de Dios. En las iglesias
pentecostales y carismáticas, el enfoque está en Dios el Espíritu Santo. Se
escriben libros sobre el Hijo y el Espíritu, pero casi nada está escrito sobre el
Padre. ya, los mormones y los musulmanes son los que llenan el vacío y hablan
sobre sus visiones demoníacas y falsificadas de Dios como padre. Esto podría
explicar el crecimiento del culto mormón y el atractivo del islam para los
hombres jóvenes de todo el mundo.

Según la Biblia, cuando vemos a Jesús, vemos a Dios el Padre. Dice Jesús, «Los
que me han visto a mí han visto al Padre» [NOTA: Jn 14].

Cuando la Biblia dice que las personas, incluido Jesús, son portadores de la
imagen de Dios, significa que las personas están hechas para reflejar. El trabajo
unico de un espejo es reflejado con precision. Un espejo no existe para crear
ninguna imagen, solo reflejado. Cuando la Biblia dice que Jesús «es la imagen
del Dios invisible» [NOTA: Col 1:15], significa que el carácter del Padre se
refleja perfectamente en la vida del Hijo. En Jesús vemos al corazón paternal de
Dios.
Para curar la herida de padre debes, perdonar a los padres físicos y espirituales
terrenales que te han fallado. Este perdón eliminará el punto de apoyo demoníaco
que trae la amargura. Jesús promete, «No les dejaré como huérfanos» [NOTA: Jn
14]. El Espíritu Santo fue enviado para curar la herida de padre y traer adopción
y filiación. «Pues todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de
Dios.  Y ustedes no han recibido un espíritu que los esclavice al miedo. En
cambio, recibió el Espíritu de Dios cuando él los vestía como sus propios hijos.
Ahora lo llamamos «Abba, Padre». Pues su Espíritu se une a nuestro espíritu para
confirmar que somos hijos de Dios. Así que como somos sus hijos, también
somos sus herederos. De hecho, somos herederos junto con Cristo de la gloria de
Dios; pero si vamos a participar de su gloria, también debemos participar de su
sufrimiento» [NOTA: Rom 8-14].

Cuando te alejas de los espíritus demoniacos de la herida de padre, y por el


Espíritu camina con el Padre, experimentarás un cambio radical en la vida.
Aunque puedes ser cristiano, incluso un cristiano devoto y experimentado, es
posible que aún no haya realizado el viaje completo de Jesús al Padre. Jesús dijo,
«Yo soy el camino, la verdad, y la vida. Nadie viene al Padre sino por mi».
[NOTA: Juan 14:6]

El Espíritu Santo te lleva a Jesús. Luego, Jesús te lleva al Padre. El Espíritu te


convence del pecado y te lleva a Jesús para perdonarlo. Jesús perdona tu pecado
y después te lleva al Padre para que te cure. Muchos cristianos entienden la
convicción y el perdón, pero aún no han experimentado la curación del Padre.
Ser cristiano es experimentar la plenitud de la «adopción como niños» [NOTA:
Gal 4:5].

Cuando un niño es adoptado, se adaptan a tener un padre y pasan tiempo


conociendo a su nuevo padre y familia. Convertirse en cristiano es obtener una
nueva familia (la iglesia), un nuevo hermano mayor (Jesús), y un nuevo Padre
(Dios).

El Antiguo Testamento habla mucho sobre los padres, incluidas las genealogías
que enumeran generaciones de padres. Se refiere a Dios como Padre
aproximadamente quince veces, y esas pocas ocasiones se refiere a la relación de
Dios con la nación de Israel, y no a la comunicación íntima y personal con un
individuo. Todo cambia con la avenida de Jesucristo. Su titulo favorito para Dios
es Padre y, solo en los cuatro evangelios, llama Dios Su Padre aproximadamente
165 veces, específicamente usando la palabra “Abba”, traducida en la mayoría de
Biblias como “Padre”.
Un diccionario teológico dice que «La singularidad de la enseñanza de Jesús
sobre este tema es evidente por varias razones. Por un lado, la rareza de esta
designación para Dios es sorprendente. No hay evidencia en la literatura judía
precristiana de que los judíos se dirigieran a Dios como “Abba”. Una segunda
característica sobre el uso único que hizo Jesús de Abba como designación de
Dios involucra la intimidad del término…Abba era un término que no solo los
niños pequeños usaban para dirigirse a sus padres; También era un término que
usaban niños mayores y adultos. Como resultado, es mejor entender a Abba
como el equivalente de “padre” en lugar de “papá” » [NOTA FINAL 1].

DIOS EL HIJO Y DIOS EL ESPÍRITU

      Jesús es declarado repetidamente como Dios a lo largo de las Escrituras tanto


por los demás [NOTA: Mat. 28:9; Jn 1:1–4, 14; 5:17–18; 8:58; 10:30–38; 12:37–
41; cf. Is 6, 9–11; 20:28–29; Heb 20:28; Rom 1:3–4; 9:5; 1 Corintios 8:4–6;
Gálatas 4:4; Fil 2:10–11; Colosenses 1:16–17; 2:8–9; 1 Timoteo 6:15; Tito 2:13;
Hebreos 1:8; 1 Juan 5:20; Ap 1:8, 17–18; 17:14; 19:16; 22:13–16] como por él
mismo, sin disculpa o corrección [NOTA: Mat 26:63–65; Juan 5:17–23; 8:58–59;
10:30–39; 19:7]. Jesús últimamente fue condenado a muerte por declararse a sí
mismo como Dios, una declaración que, de ser falsa, habría sido una violación
del primer mandamiento y un pecado blasfemo [NOTA: Mat 26:64–66; 14 de
marzo: 62–64; Juan 8:58–59; 10:30–31].

Además del Padre y el Hijo, el Espíritu Santo es claramente llamado Dios a lo


largo de las Escrituras. En el Antiguo Testamento, él posee los atributos de Dios,
que revelan su deidad; es creador [NOTA: Gn 1:2, Sal 104:30], eterno [NOTA:
Heb 9:14], omnipotente, [NOTA: Mi 3:8, He 1:8, Rom 15:13, 19] omnisciente
[ NOTA: Is 40-13, 14 Cor 1], y omnipresente [NOTA: Sal 2]. En el Nuevo
Testamento, el Espíritu Santo es también claramente declarado como Dios
[NOTA: He 10:139-7, Jn 5:3, 4 Cor 14:16-2].

También, el Espíritu Santo no es simplemente una fuerza impersonal sino una


persona que puede ser afligida [NOTA: Ef 4:30], resistida [NOTA: He 7:51] e
insultada [NOTA: Heb 10:29]. La personalidad del Espíritu Santo explica por
que Jesús habla de él como un “él” personal, no como un “eso” impersonal
[NOTA: Jn 14:17, 26; 16:7-14].

Es importante destacar que, aunque un Dios, el Padre, Hijo y Espíritu son


personas distintas. El Padre y el Hijo están referenciados como dos personas
únicas en frecuentes saludos en las cartas en el Nuevo Testamento [NOTA: Rom
1:7; 1 Corintios 1:3; 2 Corintios 1:2; Gálatas 1:3; Ef 1:2; 6:23; Película 1:2; 1 Tes
1:1; 2 Tes 1:1–2; 1 Timoteo 1:1–2; 2 Timoteo 1:2; Tito 1:4; película 3; St 1:1; 2
Ped 1:2; 2 Jn 3], además de otras Escrituras [NOTA: Jn 3; 17:5–31; 32:8–16;
18:11–41; 42:12; 28:14; 31:17–23; Gálatas 26:4; 4 Jn 1]. Las Escrituras también
son claras de que Jesús y el Espíritu Santo no son la misma persona [NOTA: Lc
4:10; Juan 3:22; 14:16; 15:26; 16 Jn 7, 1]. Igualmente, el Padre no es el Espíritu
[NOTA: Jn 2:1, 14:15; Rom 15:26, 8–11; 26 Corintios 27:2–1; Gálatas 3:4].
Jesús fue repetidamente claro que Él y el Padre son personas distintas pero un
solo Dios, diciendo, «El Padre y yo somos uno» [NOTA: Jn 1:1], y «somos uno»
[NOTA: Jn 10:30]. Vamos a estudiar con mayor detalle la persona y la obra de
Jesucristo y el Espíritu Santo en los capítulos siguientes.

¿CÓMO ES EL DIOS TRINITARIO DE LA BIBLIA?

Quizás la declaración más conocida sobre el Dios trinitario de la Biblia se


encuentra en 1 Juan 4:8, que simplemente dice: «Dios es amor». Analizada a
fondo, esta definición de Dios no tiene precedentes.

La Trinidad es la primera comunidad de amigos y el ideal para todas las


comunidades amigables. Esa comunidad sola no ha sido manchada por el
egoísmo del pecado. Por eso, en la diversidad de Dios Padre, Hijo y Espíritu es la
unidad perfecta como un Dios que comunica honestamente, ama sin reservas,
vive conectado, sirve con humildad e interactúa con paz. O, en otras palabras,
Dios es como una familia relacional perfecta y el modelo para todas las familias
que forman la familia humana.

Del amor se habla alrededor de ochocientas veces a través de toda la Escritura. Al


afirmar que «Dios es amor», la Biblia también revela que el Dios trinitario de la
Biblia es al mismo tiempo la definición, el ejemplo y la fuente del amor
verdadero.

En otras palabras, declare que Dios es amor es confesar que Dios es trinitario. En
la naturaleza misma de Dios hay un fluir continuo de amor, de comunicación y
de unidad porque Dios es una comunidad relacional de amor. Por ejemplo, su
vida terrenal, Jesús frecuentemente habló sobre el profundo amor entre Él y Dios
Padre:

 El Padre ama a su Hijo y ha puesto todo en sus manos. [NOTA Jn 3:35]


 El Padre ama al Hijo y le muestra todo lo que hace. [NOTA Jn 5:20]
 Haré lo que el Padre me manda, para que el mundo sepa que amo al Padre.
[NOTA: Juan 14:31]
En el Antiguo Testamento el nombre mas sagrado para Dios
es Yahveh. Yahveh es el nombre propio distintivamente personal para el Dios de
la Biblia. Debido a que es sagrado, nunca se utiliza para referirse a los dioses
paganos, ni es utilizado para referirse a cualquier ser humano. Está reservado
exclusivamente para el único Dios verdadero. El nombre Yahveh aparece unas
6823 veces en el Antiguo Testamento, porque él es el centro y el héroe de las
Escrituras.

El tercer mandamiento nos advierte de no usar su nombre en vano oa la ligera


[NOTA: Éx 20:7]. El nombre de Yahveh es tan sagrado que en Levítico 24:16 se
seguramente que cualquier persona que lo utilizara de una manera blasfema sería
condenada a muerte. Las graves consecuencias asociadas al mal uso del
nombre Yahveh hicieron que el pueblo de Dios lo tuvieran en tan gran reverencia
que ejercitaban muchísima cautela para escribir o aun para mencionar su nombre.
En consecuencia, cuando los judíos leían las Escrituras del Antiguo Testamento,
no mencionaban el nombre Yahveh, sino que lo reemplazaron
por 'Edonai ("Señor", un menudo transliterado del hebreo como "Adonai"). La
antigua Biblia hebrea tenía solo consonantes, por lo que el nombre de Dios se
escribió como YHWH. Cuando en su Biblia aparece la palabra «SEÑOR» en
letras mayúsculas o versalitas, debe saber que se trata de YHWH, el nombre
personal de Dios.

En algún momento entre los años 600 y 900 d. C. Los rabinos comenzaron a
poner puntos y guiones en torno a las antiguas consonantes para que la gente
pudiera ver las vocales. Cuando llegaron al nombre divino YHWH, añadieron las
vocales de 'Edonai'. Esto fue luego transliterado como JeHoWaH. No hay nada
malo con el nombre Jehová, pero estamos seguros de que este no es el nombre
que Dios le dio a Moisés y su pueblo [NOTA: Éx 3:14].

A la luz del poder, la fortaleza y la gloria sin precedentes de Yahveh, es también


asombroso considerar la forma que Dios eligió para revelarse a su pueblo en
Éxodo 34:6-7 (este es el pasaje más citado en la Biblia por la Biblia ):

¡Yahveh! ¡El Señor! ¡El Dios de compasión y misericordia! Soy lento para
enojarme

y estoy lleno de amor inagotable y fidelidad. Yo derramo amor inagotable a mil

generaciones, y perdono la iniquidad, la rebelión y el pecado. Pero no absuelvo al

culpable.

Esta descripción de toda la Trinidad es tan plena que tenemos que considerar
cada verdad que allí se revela.
 Yahveh, el Dios trinitario de la Biblia, es un ser personal con el nombre de
«Señor». En el Antiguo Testamento, el pueblo de Dios fue rodeado por los
asirios, babilonios, fenicios, filisteos y otras naciones, todas con sus
propios dioses. Estos falsos dioses gobernaban sobre un pueblo y sobre un
lugar; pero no lo hacían sobre todas las personas y todos los lugares como
el Señor de la Biblia. Lo mismo se puede decir del Nuevo Testamento,
donde el pueblo de Dios también se encontró en un mundo lleno de ídolos
[NOTA: He 17:16], e incluso en nuestros días, cuando la espiritualidad es
bastante popular, pero muy poca gene espiritual conoce al Señor que
gobierna sobre todos los espíritus y espiritualidades.
 Yahveh, el Dios trinitario de la Biblia, comienza diciendo a Moisés ya
nosotros que él es un ser personal. Él tiene un nombre. Él quiere
relacionarse. Esto es muy diferente de la espiritualidad.
 Yahveh, el Dios trinitario de la Biblia es compasivo con las personas
heridas que sufren. Él ve nuestras vidas, conoce nuestra fragilidad y
responde con compasión.
 Yahveh, el Dios trinitario de la Biblia, nos ayuda. Dios no solamente nos
gobierna y se compadece de nosotros, sino que también actúa por
nosotros. Nuestro Dios es un siervo que se deleita en servir humildemente
a la gente que ha creado; él lo hace no porque tenga que hacerlo, sino
porque él lo desea como una manifestación de su bondad.
 Yahveh, el Dios trinitario de la Biblia, es lento para la ira. A diferencia de
los dioses griegos o romanos que son irritables e inestables y que
descargan su ira sobre los hombres a menos que los aplaquen con
sacrificios o alabanzas, el Dios de la Biblia es lento para la ira. Yahveh
puede enojarse, pero solo después de haber sido provocado por pecadores
determinados a despertar su ira mediante pecados y rebeliones sin
arrepentimiento que abusan su paciencia.
 Yahveh, el Dios trinitario de la Biblia, es amorosamente fiel; esto lo
demuestra la maravillosa y poderosa palabra hebrea jesed, la cual habla del
amor constante, apasionado, desbordante, buscador, espléndido, ilimitado,
confiable y misericordioso de nuestro Dios, que siempre nos busca. Nos
habla de su cuidadoa provisión que viene de su gran misericordia.
 Yahveh, el Dios trinitario de la Biblia, es confiable y veraz. Él nunca falla
y nunca mente. Como resultado, solo él es totalmente digno de fe,
confianza y devoción, porque solo él cumplirá siempre sus promesas.
 Yahveh, el Dios trinitario de la Biblia, es clemente. Dios está plenamente
consciente de nuestro pecado. Sin embargo, en su amor misericordioso él
está dispuesto y apto para perdonar a los pecadores arrepentidos.
 Yahveh, el Dios trinitario de la Biblia, es justo. Al final, nadie que viva en
el pecado y rechace su oferta de relación amorosa a través del perdón de
los pecados tendrá excusa alguna. Dios es totalmente santo y bueno, y
porque es justo, no puede y no perdonará o pasará por alto el pecado de
quien no se arrepintió en relación con él.
Esta revelación de Dios adquiere una profundidad extraordinaria, porque el Señor
la dio en el contexto de la traición y el pecado terrible de Israel cuando el pueblo
adoró al becerro de oro [NOTA: Éx 32]. Yahveh, el Dios trinitario de la Biblia,
es un ser personal compasivo, ayudador, lento para la ira, amoroso, confiable,
clemente y justo para con los pecadores que no se lo merecen. Él es aquel a quien
ve en el Dios-hombre, Jesucristo. Juan nos dice que él está lleno de gracia y de
verdad [NOTA: Jn 1:14]. Esta es una alusión inconfundible a Éxodo 34:6-7. Lo
que Juan está diciendo aquí es que Jesucristo está lleno de Yahveh. Él ha venido
para revelar al Padre.

¿SE ENSEÑA LA TRINIDAD EN EL ANTIGUO TESTAMENTO?

Los primeros versos de las Escrituras revelan a Dios de una manera sorprendente:

En el principio, Dios creó los cielos y la tierra. La tierra no tenia forma y estaba

      vacía, y la oscuridad cubría las aguas profundas; y el Espíritu de Dios se


mueve en

      el aire sobre la superficie de las aguas. [NOTA: Gén 1:1-2]

Aquí vemos que Dios Padre y el Espíritu de Dios tienen parte en la creación.
Solo unos pocos versículos más adelante en el Génesis, Dios habla de sí mismo
con pronombres plurales: «Entonces Dios dijo: “Hagamos a los seres humanos a
nuestra imagen, para que sean como nosotros”» [NOTA: Gn 1:26]. Esto es muy
inusual y ocurre solamente en otros tres lugares en toda la Biblia. No parece tener
ningún sentido, pero cuando se capta de la perspectiva trinitaria de Génesis 1:1-2,
todo «encaja». Además de la deidad, es posible que hubiera ángeles y otros seres
divinos en la presencia de Dios cuando creaba todo.

Encontramos a las tres personas mencionadas en muchos otros pasajes. Uno de


los más importantes es: «El Espíritu del Señor Soberano está sobre mí, porque el
Señor me ha ungido para llevar buenas noticias a los pobres» [NOTA: Is 61:1].
Vemos el «Espíritu», el «mí» que es ungido (el cual es Jesús el Mesías, y el
«Señor» (Dios Padre). Leemos que Jesús comenzó su ministerio público leyendo
este pasaje, y que se identificó como el «mí » de Isaías 61:1 al decir: «La
Escritura que acaban de oír, ¡se ha cumplido este mismo día!» [NOTA: Lc 4:18-
21].
Aquí hay otro ejemplo de la Trinidad que aparece junto a otro pasaje del Antiguo
Testamento:

En toda angustia de ellos él [el Padre] fue angustiado, y el ángel de su faz [el
Hijo]

los salvó; en su amor y en su clemencia los redimió, y los trajo, y los levantaron
todos los días de la antigüedad. Mas ellos fueron rebeldes, e hicieron enojar a su
santo espíritu; por lo cual se les volvió enemigo, y él mismo peleó contra
ellos. [NOTA: Is 63-9]

El «ángel del Señor» es otro fenómeno desconcertante en el Antiguo Testamento,


pero tiene sentido cuando nos damos cuenta de que proviene de una perspectiva
trinitaria [NOTA: Gn 22:11, 15; Éx 3:2; Nm 22, 22-35; Jc 6, 11-22, 13, 3-21; Za
3:1-6]. En Génesis 16 «el ángel del Señor» encuentra a Agar y le habla con
instrucciones y palabras de consuelo. Luego, en el versículo 13, Agar «utilizó
otro nombre para referirse al Señor, quien le había hablado», el-roi, que significa
«Tú eres el Dios que me ve». ¿Es este el Señor (Yahveh) o el ángel, que significa
«mensajero» o «palabra» del Señor? El enigma se resuelve cuando nos damos
cuenta de que es la segunda persona de la Trinidad, el Hijo eterno, que se
encarnó en Jesús. Él vino para consolar y bendecir a Agar en el pozo. Ella
reconoció que fue Dios quien se le había aparecido en amor. En el Nuevo
Testamento, cuando Jesús se encarnó, una vez más consoló e instruyó a una
mujer atribulada no hebrea junto a un pozo [NOTA: Jn 4]. Era la mujer
samaritana, y ella también reconoció que Dios se le había aparecido.

Por último, el Antiguo Testamento da a conocer por adelantado al Hijo divino


que vendría como Mesías, Dios que venía a salvar a los pecadores ya vencer el
pecado en el nombre de Dios Padre:

 El Señor le dijo a mi Señor: «Siéntate en el lugar de honor a mi derecha,


hasta que humille a tus enemigos y los pongas por debajo de tus pies»
[NOTA: Sal 110:1. 19:24; Sal 45:6–7; Is 48:6–7; Os 1:6–7; Za 3:2; and
Mal 3:1–2 son algunos otros pasajes que describen dos seres llamados
Señor o Dios].
 Acérquense y escuchen esto: desde el principio les he dicho con claridad
lo que sucedería. Ahora, el Señor Soberano [Padre] y su Espíritu me [Hijo]
han enviado con este mensaje. [NOTA: Is 48:16]
 Mientras continuó mi visión esa noche, vi a alguien parecido a un hijo de
hombre [Hijo] descender con las nubes del cielo. Se acercó al Anciano
[Padre] y lo llevó ante su presencia. Se le dio autoridad, honra y soberanía
sobre todas las naciones del mundo, para que lo obedecieran los de toda
raza, nación y lengua. Su gobierno es eterno, no tendrá fin. Su reino jamás
será destruido. [NOTA: Dn 7:13-14] [NOTA FINAL 2]
Desde el principio de la Biblia vemos surgir la Trinidad, así como otras doctrinas
clave, como el capullo de una flor. A medida que las Escrituras se revelan a Dios,
lo cual es llamado revelación progresiva, el capullo se abre poco a poco. El
pueblo de Dios del Antiguo Testamento esperaba la venida del Hijo ungido por el
Espíritu Santo quien revelaría al Padre de manera más completa. Entonces ellos
entenderían más sobre esta misteriosa promesa de uno que es Dios pero que es
diferente del Padre, quien sería ungido por el Espíritu divino quien no es ni el
Padre ni el Hijo, y quien cumpliría la antigua promesa de Dios de aplastar la
cabeza de la serpiente y de redimir al pueblo de dios.

¿SE ENSEÑA LA TRINIDAD EN EL NUEVO TESTAMENTO?

El Nuevo Testamento continúa y profundiza la revelación del Dios vivo y activo


en tres personas completamente divinas. Mientras obtenemos algunos índicos de
la vida interior y celestial del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo (lo que los
teólogos llaman la trinidad inmanente u ontológica). [NOTA FINAL 3]

La Escritura se enfoca en los hechos históricos y concretos, por medio de los


cuales la Trinidad es revelada como tres personas que trabajan juntas en la
creación (lo que los teólogos llaman la trinidad economica). Esto es útil porque
nos permite ver cómo Dios trabaja siempre al unísono y lo hace así en la historia
para su gloria y para nuestro bien.

El Nuevo Testamento revela más de la Trinidad haciendo la obra de la creación,


hablándonos sobre el rol del Padre [NOTA: He 17:24; 1 Cor 8], del Hijo [NOTA:
Jn 6; 1 Corintios 2:1; Col 8:6] y del Espíritu Santo [NOTA: Mat 1:16–1; Juan
18:20; 3 Corintios 5:1; Tito 6:11; Gén 3:5; Sal 1:2; 33:6; Is 104, 30-40].

En los Evangelios vemos a toda la Trinidad actuante en la concepción de Jesús


por María. Lucas 1:35 dice: «El ángel le defenderá: “El Espíritu Santo vendrá
sobre ti, y el poder del Altísimo [el Padre] te cubrirá con su sombra. Por lo tanto,
el bebé que nacerá será santo y será llamado Hijo de Dios [Jesús]”». [NOTA
FINAL 4]

En el bautismo de Jesús, somos testigos de una de las más claras imágenes de la


Trinidad. Mateo 3:16-17 dice:

Después del bautismo, mientras Jesús salía del agua, los cielos se abrieron y vio
al Espíritu de Dios descendía sobre él como una paloma. Y una voz [Dios
Padre] dijo desde el cielo: «Este es mi Hijo amado, quien me da un gran gozo».
Las tres personas de la Trinidad están presentes y cada una está haciendo algo
diferente: el Padre está hablando; el Hijo está siendo ungido y capacitado por el
Espíritu Santo para ser Mesías y misionero.

La gran comisión de Jesús también es Trinitaria. Mateo 28:19 dice: «Vayan y


hagan discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y
del Hijo y del Espíritu Santo». El bautismo es en un nombre y en tres personas,
una fórmula inconfundiblemente trinitaria. Además, Hechos 1:7-8 dice: «Él
[Jesús les respondió: “Solo el Padre tiene la autoridad para fijar esas fechas y
tiempos, ya ustedes no les corresponde saberlo; pero tendrán poder cuando el
Espíritu Santo descienda sobre ustedes; y serán mis testigos, y le hablarán a la
gente acerca de mí en todas partes: en Jerusalén, por toda Judea, en Samaria y
hasta los lugares más lejanos de la tierra”».

Otro ejemplo es nuestra salvación, en la que está involucrada toda la Trinidad,


pero con distintas funciones, tal como lo indican los siguientes versículos:

 En amor nos predestinó para adopción como hijos para sí mediante


Jesucristo, conforme al beneplácito de su voluntad, para alabanza de la
gloria de su gracia que gratuitamente ha impartido sobre nosotros en el
Amado. En El tenemos redención mediante su sangre, el perdón de
nuestros pecados según las riquezas de su gracia… En El también
vosotros, después de escuchar el mensaje de la verdad, el evangelio de
vuestra salvación, y habiendo creído, fuisteis sellados en El con el Espíritu
Santo de la promesa…[NOTA: Ef 1:4-13]
 …ustedes lo obedecieron y fueron limpios por la sangre de Jesucristo. Que
Dios les conceda cada vez más gracia y paz. [NOTA: 1 Ped 1:2]
 «Cuando Dios nuestro Salvador dio a conocer su bondad y amor, él nos
salvó, no por las acciones justas que nosotros habíamos hecho, sino por su
misericordia. Nos lavó, quitando nuestros pecados, y nos dio un nuevo
nacimiento y vida nueva por medio del Espíritu Santo. Él derramó su
Espíritu sobre nosotros en abundancia por medio de Jesucristo nuestro
Salvador. [NOTA: Tito 3:4-6]
Dios Padre ideó el plan de salvación y predestinó nuestra salvación. Dios Hijo
vino a morir en la cruz en nuestro lugar por nuestros pecados. Dios Espíritu
Santo habita en los critianos para regenerarlos y asegurar su salvación final. En
ese sentido, vemos con claridad a la Trinidad obrando en nuestra salvación.

Además, toda la Trinidad está involucrada en el otorgamiento de los dones


espirituales: «Hay distintas clases de dones espirituales, pero el mismo Espíritu
es la fuente de todos ellos. Hay distintas formas de servir, pero todos servimos al
mismo Señor [Jesús]. Dios [el Padre] trabaja de maneras diferentes, pero es el
mismo Dios quien hace la obra en todos nosotros». [NOTA: 1 Cor 12:4-6; Ef
4:4-6]

Los autores del Nuevo Testamento suelen utilizar fórmulas trinitarias al


recapitular o concluir sus textos:

 Que la gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios [el Padre] y la


comunión del Espíritu Santo sean con todos ustedes. [NOTA: 2 Cor 13:14]
 Hay un solo cuerpo y un solo Espíritu, tal como ustedes fueron llamados a
una misma esperanza gloriosa para el futuro. Hay un solo Señor [Jesús],
una sola fe, un solo bautismo, un solo Dios y Padre de todos, quien está
sobre todos y vive por medio de todos. [NOTA: Ef 4:4-6]
 Ustedes, queridos amigos, deben […] orar en el poder del Espíritu Santo y
esperar la misericordia de nuestro Señor Jesucristo, quien les dará vida
eterna. De esta manera, se mantendrán seguros en el amor de Dios.
[NOTA: 20-21 de julio]
Finalmente, Jesús mismo describe la Trinidad: «Solo crean que yo estoy en el
Padre y el Padre está en mí; o al menos crean por las obras que me han visto
hacer. […] Y yo le pediré al Padre, y él les dará otro Abogado Defensor, quien
estará con ustedes para siempre. Me referí al Espíritu Santo». [NOTA: Juan
14:11, 16-17]

1.
Pericóresis
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Símbolo de la trinidad cristiana[cita  requerida]

La pericoresis es un concepto teológico cristiano que expresa el grado de unión


entre las personas de la Trinidad. El “ser en” de las personas entre sí: implica el
modo en que el Padre es en el Hijo y el Hijo en el Padre; el Padre es en el Espíritu
Santo, y así sucesivamente.
Esta doctrina presupone la afirmación de que en Dios hay un solo ser, una
sustancia y esencia, una misma naturaleza divina.1 Según la teología católica,
en Dios sólo hay distinción por las relaciones de oposición que se dan entre las
personas: la paternidad y la filiación, la procesión y la espiración.2

Índice

 1Etimología
 2En la Biblia
 3En el Magisterio y la Tradición de la Iglesia católica
 4Notas
 5Bibliografía

Etimología[editar]
La palabra “pericoresis” proviene del griego y significa recirculación o
recapitulación. Del griego pasó al latín con dos expresiones
similares: circumincessio y circuminsessio. La primera, propuesta
por Buenaventura expresa mayor dinamismo: moverse o dar giros alrededor.3 La
segunda, preferida por santo Tomás de Aquino, insiste en la existencia de unos en
otros; literalmente: estar sentados en un mismo sitio.4
“Pericoresis” era también el nombre de una danza, en la que uno gira en torno al
otro, entrelazados mutuamente como si fueran uno solo. La imagen expresa,
aunque de modo análogo, el significado teológico de este término.

En la Biblia[editar]
El evangelio de Juan es el que ofrece el más sólido fundamento a la doctrina de la
pericoresis. Son más explícitas las afirmaciones sobre la relación entre el Padre y
el Hijo, pero la tradición también ha encontrado textos que sostienen la relación
con el Espíritu Santo.
El Hijo no puede hacer nada por su cuenta, sino lo que ve hacer al Padre: lo que hace él, eso también lo
hace igualmente el Hijo.

Jn 5, 19

El que me ha visto a mí, ha visto al Padre… ¿No crees que yo estoy en el Padre y el Padre está en mí?
Las palabras que os digo, no las digo por mi cuenta; el Padre que permanece en mí es el que realiza las
obras. Creedme: yo estoy en el Padre y el Padre está en mí.

Jn 14, 10-11

En el Magisterio y la Tradición de la Iglesia católica [editar]


Gregorio Nacianceno fue el primero en usar el término en ámbito teológico,5 pero
lo hace para explicar la unión de dos naturalezas en Cristo. Fue Juan
Damasceno el primero en usarlo para explicar la unidad y trinidad de Dios.6 Dice
que las personas divinas “se contienen totalmente una en la otra” y utiliza esta
imagen para explicarlo mejor: “la divinidad es indivisa en realidades divisas como
en tres soles que están el uno en el otro, hay una única luz que se funde
juntamente”.
Aunque el término “pericoresis” no se usa expresamente en documentos oficiales
de la Iglesia, su contenido se encuentra expresado en diversos textos del
Magisterio. El más importante es la Bula Cantate Domino, del Concilio de
Florencia (siglo XV), que habla de la “in-existencia”7 (existir en) de las personas
divinas.8
Herman Bavinck
Herman Bavinck (13 de diciembre de 1854 - 29 de julio de 1921) fue un teólogo y clérigo
calvinista holandés. Fue un erudito importante en la tradición calvinista, junto con Abraham
Kuyper y B. B. Warfield.

Biografía
Fondo

Bavinck nació el 13 de diciembre de 1854 en la ciudad de Hoogeveen en los Países Bajos de


padre alemán, Jan Bavinck (1826-1909), quien fue ministro de la Iglesia Cristiana
Reformada teológicamente conservadora y eclesiásticamente separatista (Christelijke
Gereformeerde Kerk). Después de su educación secundaria, Bavinck fue por primera vez a
la Escuela Teológica de Kampen en 1873, pero luego se mudó a Leiden para recibir
capacitación adicional después de un año en Kampen. Escribió en las notas de su diario
estudiantil que la predicación del pastor Johannes Hendricus Donner lo motivó a transferir
sus estudios [nl], quien también estaba ministrando en Leiden en ese momento. Estudió con
profesores prominentes como Johannes Scholten y Abraham Kuenen, y finalmente se graduó
en 1880 de la Universidad de Leiden después de haber completado una disertación sobre la
ética de Ulrich Zwinglio.

Un año después, Bavinck fue nombrado profesor de dogmática en la Escuela Teológica de


Kampen. Mientras servía allí, también ayudó a su denominación que se había formado a
partir de la retirada de los calvinistas ortodoxos del estado Hervormde Kerk, un movimiento
de retirada llamado "Afscheiding" (Secesión) en su fusión con un segundo y posterior
movimiento separatista más grande que también dejó Hervormde Kerk, esta vez bajo el
liderazgo de Abraham Kuyper, un movimiento llamado "Doleantie" (la Queja: una
referencia histórica al término utilizado por los ministros reformados ortodoxos que se
opusieron al arminianismo antes del Sínodo Nacional de Dordt, 1618-19).).

La Iglesia ahora unida combinó "Afgescheidenen" y "Dolerenden" en Gereformeerde


Kerken en Nederland (GKiN). Como resultado de la fusión, GKiN heredó el seminario
denominacional de las iglesias de Afscheiding y ese seminario se convirtió en el seminario
denominacional de GKiN, donde se quedó Bavinck, para facilitar la transición de sus
colegas y personas dentro de la nueva Iglesia mucho más grande. Ya, cuando
Afgescheidenen se fusionó con Dolerenden, había una minoría de Seceders que se mantuvo
fuera del sindicato; formaron su nueva denominación como Christelijke Gereformeerde
Kerken (CGK) y establecieron su propio seminario teológico en la ciudad de Apeldoorn.
Mudarse a Ámsterdam

En medio de todos estos desarrollos, Bavinck se quedó quieto y continuó con sus
conferencias de clase, investigación, escritura y publicación, dejando su marca distintiva
como teólogo calvinista ortodoxo y eclesiástico.

La Universidad Libre de Amsterdam (VU), recientemente fundada, bajo el liderazgo de


Abraham Kuyper, estaba destinada a ser un bastión del aprendizaje reformado en todos los
campos del pensamiento. La Universidad Libre, incluida su Facultad de Teología para la
formación del clero, a diferencia del Seminario Kampen, era independiente tanto del estado
como de todas las denominaciones eclesiásticas. Pero, por supuesto, la teología fue la
principal preocupación inicial de la VU durante algunas décadas. Entonces, Bavinck,
cuando fue invitado por primera vez a unirse a la Facultad de VU, tuvo que sopesar los
méritos de enseñar lo que le preocupaba en su investigación teológica, en un entorno
aparentemente independiente. Con Kuyper en la misma facultad, podría haber llegado a
sentirse bastante abarrotado.

Después de rechazar varias veces la invitación de Abraham Kuyper para venir a Amsterdam,
finalmente Bavinck aceptó la súplica de Kuyper. En 1902 sucedió a Kuyper como profesor
de teología en la Universidad Libre de Amsterdam. El mismo Kuyper había desarrollado
otras cargas de trabajo y simplemente quería al mejor hombre disponible para reemplazarlo.
Así, Bavinck se mudó a la gran ciudad, con su primera edición de varios volúmenes de
Gereformeerde Dogmatiek ya en publicación. Llegó bien acreditado y muy respetado.
Permaneció en VU por el resto de su carrera docente. En 1906 se convirtió en miembro de
la Real Academia de Artes y Ciencias de los Países Bajos.En 1911, fue nombrado miembro
del Senado del Parlamento de los Países Bajos. Ayudó a alentar a la gente de
Gereformeerde a construir sus propias escuelas cristianas, sin ayuda financiera estatal,
hasta que la "Guerra escolar" de 80 años terminó con la concesión de asistencia
gubernamental a todas las escuelas.

En 1908 visitó los Estados Unidos y dio las Conferencias de Piedra en el Seminario
Teológico de Princeton.

Bavinck murió el 29 de julio de 1921 en Ámsterdam.

Bavinck y Kuyper

Inevitablemente ha sido comparado con su contemporáneo Abraham Kuyper. J. H.


Landwehr, el primer biógrafo de Bavinck, dijo lo siguiente de los dos: "Bavinck era un
aristotélico, Kuyper tenía un espíritu platónico. Bavinck era el hombre del concepto claro,
Kuyper el hombre de la idea fecunda. Bavinck trabajaba con lo históricamente dado;
Kuyper procedió especulativamente por medio de la intuición. La de Bavinck era
principalmente una mente inductiva; la de Kuyper, principalmente deductiva". Una
diferencia importante en las ideas entre Bavinck y Kuyper se formula en gran medida en
términos teológicos que contrastan una doctrina llamada "Gracia común" con una doctrina
llamada "la Antítesis". Bavinck enfatizó la Gracia Común, mientras que Kuyper enfatizó (a
veces severamente) la Antítesis. Una comparación de las dos posiciones,
Teología
La doctrina de la revelación de Bavinck

Bavinck intuyó la cuestión abierta provocada por la tendencia subjetivista de la doctrina de


la revelación de Friedrich Schleiermacher. Profundamente preocupado por el problema del
objetivismo y el subjetivismo en la doctrina de la revelación, empleó la doctrina de la
revelación de Schleiermacher a su manera y consideró la Biblia como el estándar objetivo
para su trabajo teológico. Bavinck también destacó la importancia de la iglesia, que forma
la conciencia y la experiencia cristianas. (Fuente: Byung Hoon Woo, Herman Bavinck y
Karl Barth)

Publicaciones
Esta sección solo incluye los escritos de Bavinck que están disponibles en inglés (orden
alfabético).

 cosmovisión cristi ana. Traducido y editado por Nathaniel Gray Sutanto, James Eglinton y Cory
C. Brock. Wheaton: Crossway, 2019. (Original: 1904; versión en inglés traducida de la segunda
edición)

 Ensayos sobre religión, ciencia y sociedad . Traducido por Harry Boonstra, Gerrit Sheeres.
Editado por John Bolt. Grand Rapids: Baker Academic, 2008.

 Herman Bavinck sobre la predicación y los predicadores . Traducido y editado por James P.
Eglinton. Peabody: Hendrickson, 2017.

 En el Principio: Fundamentos de la Teología de la Creación . Editado por John Bolt. Traducido


por John Vriend. Gran Rapids: Baker, 1999.

 Nuestra Fe Razonable. Traducido por Henry Zylstra. Grand Rapids: Eerdmans, 1956. (Original:
1909)

o Versión actualizada:  Las Maravillosas Obras de Dios: Instrucción en la Religión Cristi ana según
la Confesión Reformada . Traducido por Henry Zylstra y Nathaniel Gray Sutanto (Prólogo).
Glenside: Prensa del Seminario de Westminster, 2019.

 Dogmáti ca reformada. Editado por John Bolt. Traducido por John Vriend. 4 vols. Grand Rapids:
Panadero, 2003-2008. (Original: Gereformeerde Dogmati ek, 1895–1901)

o vol. 1 prolegómenos

o vol. 2 Dios y la creación

o vol. 3 Pecado y Salvación

o vol. 4 Espíritu Santo, Iglesia y Nueva Creación

 Dogmáti ca reformada: abreviada en un volumen . Editado por John Bolt. Grand Rapids: Baker
Academic, 2011.
 Éti ca reformada. Editado por John Bolt. 3 vols. Grand Rapids: Baker Academic, 2019-en curso.

o vol. 1 Humanidad creada, caída y converti da

o vol. 2 Los deberes de la vida cristi ana

o vol. 3

 Salvados por gracia: la obra del Espíritu Santo en el llamado y la regeneración . Traducido por
Nelson D. Kloosterman. Editado por J. Mark Beach. Grand Rapids: Libros del patrimonio de la
reforma, 2013.

 La Doctrina de Dios. Traducido y editado por William Hendriksen. Edimburgo: Bandera de la


Verdad, 1977.

 La Familia Cristi ana. Traducido por Nelson D. Kloosterman. Grand Rapids: Christi an's Library
Press, 2012. (Original: 1908)

 Las últi mas cosas: esperanza para este mundo y el próximo . Editado por John Bolt. Traducido
por John Vriend. Gran Rapids: Baker, 1996.

 La fi losofí a de la revelación: las conferencias de piedra de 1908–1909, Seminario Teológico de


Princeton. Nueva York: Longmans, Green and Co., 1909.

o Versión actualizada:  Filosofí a del Apocalipsis: una nueva edición comentada . Editado por Cory
Brock y Nathaniel Gray Sutanto. Peabody: Hendrickson, 2018.

 El Sacrifi cio de Alabanza: Meditaciones Antes y Después de Recibir Acceso a la Mesa del Señor .
Traducido por John Dolfi n. Grand Rapids: Louis Kregel, 1922. (Original: 1901)

o Versión actualizada:  El sacrifi cio de la alabanza . Traducido y editado por Cameron Clausing y
Gregory Parker. Peabody, Hendrickson: 2019.

Artículos:

 Bavinck, Herman (1892). "Pensamiento dogmáti co reciente en los Países Bajos (traducido por
Geerhardus Vos)". La Revisión Presbiteriana y Reformada . 3 (10): 209–28.

 Bavinck, Herman (1894). "El futuro del calvinismo (traducido por Geerhardus Vos)".  La Revisión
Presbiteriana y Reformada . 5 (17): 1–24.

 Bavinck, Herman (1910). "Las iglesias reformadas en los Países Bajos".  La revisión teológica de
Princeton. 8 (3): 433–60.

 Bavinck, Herman (1992). "La catolicidad del cristi anismo y la Iglesia" (PDF).  Revista teológica
de Calvino. 27 (2): 220–251.

 Bavinck, Herman (2017). "Mi viaje a América". Editado por George Harinck. Traducido por
James Eglinton. Travesía Holandesa: Revista de Estudios de los Países Bajos . 41 (2):180–93.
Implicaciones prácticas de la Trinidad

San Agustín dijo de la Trinidad, «en ningún otro tema es más peligroso el
error, ni la investigación más laboriosa, ni el descubrimiento de la verdad
más provechoso». 
De hecho, el estudio de la doctrina de la trinidad tiene muchos beneficios.
Sin embargo, en los últimos 100 años ha habido una falta de estudios
serios sobre la Trinidad y sus implicaciones. En lugar de comprender
verdaderamente la naturaleza de la Trinidad, la Trinidad se ha utilizado
como modelo para el ministerio o para justificar ciertos métodos. En lugar
de una aplicación fiel de la Trinidad, esto ha llevado a que esto afecte
nuestra comprensión de la Trinidad. En otras palabras, los métodos y la
práctica han llevado a un malentendido de esta importante doctrina. 
Quizás muchos eviten un estudio profundo de la Trinidad porque parece
una idea abstracta, difícil de entender y que poco tiene que ver con el día a
día. ¡Pero nada podría estar más lejos de la verdad! El hombre fue creado
a imagen de Dios. Eso significa que fuimos creados a la imagen del Dios
Trino. Fuimos creados para tener una relación de pacto con este Dios
Trino. Entonces, más que ser una doctrina abstracta que poco tiene que
ver con la vida diaria, tiene mucho que ver con la vida. El estudio de la
Trinidad es laborioso, pero da muchos frutos y nos muestra muchas
implicaciones para nuestras vidas. 
Consideremos sólo tres.
I. Su Persona en La trinidad proporciona una base segura para
las misiones y la evangelización.
Que Dios es Padre, Hijo y Espíritu es una verdad que separa al
cristianismo de todas las demás religiones del mundo. Que Dios sea tres
en uno es anatema para musulmanes y judíos. Que haya un solo Dios es
inaceptable para los hindúes y los budistas. Podríamos continuar, pero el
punto es que la doctrina de la Trinidad distingue al cristianismo de otras
religiones. 
Si perdemos la trinidad, perdemos esta marca distintiva, perdemos la
base del amor y perdemos el evangelio. Sin la Trinidad, no hay base para
el evangelismo y las misiones. Los misioneros enviados a lugares donde la
cosmovisión bíblica no es dominante, necesitan tener una comprensión
clara y profunda de la Trinidad para poder presentar el evangelio con
claridad y confianza.
A veces, los aspirantes a misioneros preguntan, “¿por qué debería
tomarme el tiempo para estudiar en un seminario antes de ir al campo
misional? ¡Hay gente muriendo y yendo al infierno!” Tienen razón al
sentir la urgencia de predicar las buenas noticias del evangelio. Sin
embargo, una comprensión profunda de la Trinidad nos prepara mejor
para llevar el evangelio salvador de Jesucristo a aquellos que necesitan.
¿Quieres ser un mejor evangelista o misionero? ¡Estudia la doctrina de la
Trinidad!
II. La Trinidad afecta la forma en que adoramos.
Jesús dijo a la mujer junto al pozo, «La hora viene, y ahora es, cuando los
verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque
ciertamente a los tales el Padre busca que lo adoren. Dios es espíritu, y los
que lo adoran deben adorar en espíritu y en verdad». 
Jesús describe la adoración verdadera como al Padre a través del Espíritu.
Nuestra adoración debe ser trinitaria. Una mirada rápida a muchas
canciones de adoración contemporáneas, muestra una falta de enfoque en
la adoración trinitaria. Sin embargo, si creemos lo que la Biblia enseña
acerca de la trinidad, seríamos más intencionales para glorificar al padre,
al hijo y al espíritu santo en nuestra adoración. 
La relación intratrinitaria está llena de adoración intratrinitaria (Juan
13:31-32; 17:3). Así también debemos adorar al Padre, al Hijo y al Espíritu
Santo. ¿Cuándo fue la última vez que cantaste una canción al Espíritu
Santo? Nuestra falta de adoración trinitaria a menudo revela nuestra falta
de reflexión profunda sobre la realidad de la Trinidad. Para decirlo
positivamente, estudiar la doctrina de la trinidad enriquece nuestra
adoración de nuestro Dios trino.
II. La Trinidad nos enseña cómo tratarnos unos a otros.
Como mencionamos en el punto anterior, los miembros de la Trinidad se
están glorificando unos a otros. Cada uno busca el bien de los demás. Eso
es todo lo contrario a cómo funciona el mundo. Desde Adán en adelante,
nuestro interés ha sido nuestro propio beneficio e intereses. Este egoísmo
sigue causando división en países, iglesias, familias y matrimonios. No
nos sorprende entonces que Pablo en Filipenses 2 nos señala hacia la
Trinidad para aprender a relacionarnos unos con otros.
Pablo dice: «No hagan nada por egoísmo o por vanagloria, sino que con
actitud humilde cada uno de ustedes considere al otro como más
importante que a sí mismo, no buscando cada uno sus propios intereses,
sino más bien los intereses de los demás». Para ayudarnos a
entender cómo hacer eso, Pablo nos señala la interrelación de la Santa
Trinidad. «Haya, pues, en ustedes esta actitud que hubo también en
Cristo Jesús».
En lugar del deseo de buscar nuestro propio interés que infecta este
mundo, los creyentes están llamados a buscar los intereses de los demás.
Y aprendemos a hacer eso de Cristo quien con su obediente muerte en la
cruz demuestra cómo los miembros de la Trinidad buscan los intereses
del otro. A menudo leemos este pasaje y pensamos, “deberíamos ser como
Jesús”. Pero podríamos leer este pasaje con la misma facilidad y decir,
“deberíamos ser como la Trinidad”.
Hay muchas más implicaciones prácticas de la Trinidad desde la política
hasta la oración. Como dijo Herman Bavinck: «la Trinidad es
completamente diferente a cualquier otra cosa, pero todo lo demás es
como la Trinidad». Entonces, rechacemos la idea de que la Trinidad es
una doctrina abstracta que no tiene relevancia para la vida cristiana. En
cambio, reconozcamos que no hay nada más importante que comprender
y vivir en respuesta a la naturaleza de nuestro Dios Santo.
La doctrina de la Trinidad explicada
La doctrina de la Trinidad es fundamental para la fe cristiana. Es crucial para
comprender correctamente cómo es Dios, cómo se relaciona con nosotros y cómo
debemos relacionarnos con él. Pero también plantea muchas preguntas difíciles.
¿Cómo puede Dios ser uno y tres? ¿Es la Trinidad una contradicción? Si Jesús es
Dios, ¿por qué los Evangelios registran instancias en las que Él oró a Dios?

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Si bien no podemos entender completamente todo acerca de la Trinidad (o
cualquier otra cosa), es posible responder preguntas como estas y llegar a una
comprensión sólida de lo que significa que Dios es tres en uno.

¿Qué significa que Dios es una Trinidad?

La doctrina de la Trinidad significa que hay un Dios quien existe eternamente como
tres Personas distintas: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Dicho de otra manera,
Dios es uno en esencia y tres en persona. Estas definiciones expresan tres verdades
cruciales: (1) El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son Personas distintas, (2) cada
Persona es totalmente Dios, (3) hay un solo Dios.

El Padre, Hijo y Espíritu Santo son Personas distintas

La Biblia habla del Padre como Dios (Fil. 1:2), Jesús como Dios (Tito 2:13), y el
Espíritu Santo como Dios (Hch. 5:3-4). ¿Son estas tres formas diferentes de mirar a
Dios, o simplemente formas de referirse a los tres roles diferentes que Dios juega?

La respuesta debe ser no, porque la Biblia también indica que el Padre, el Hijo y el
Santo Espíritu son Personas distintas. Por ejemplo, dado que el Padre envió al Hijo
al mundo (Juan 3:16), Él no puede ser la misma persona que el Hijo. Asimismo,
después de que el Hijo regresó al Padre (Juan 16:10), el Padre y el Hijo enviaron el
Espíritu Santo al mundo (Juan 14:26; Hechos 2:33). Por lo tanto, el Espíritu Santo
debe ser distinto del Padre y del Hijo.

En el bautismo de Jesús, vemos al Padre hablando del cielo y al Espíritu


descendiendo del cielo en forma de paloma cuando Jesús viene del agua (Marcos
1:10-11). En Juan 1:1 se afirma que Jesús es Dios y, al mismo tiempo, que estaba
“con Dios”, indicando así que Jesús es una Persona distinta de Dios Padre (cf.
también 1:18). Y en Juan 16:13-15 vemos que aunque hay una estrecha unidad entre
todos ellos, el Espíritu Santo también es distinto del Padre y del Hijo.

El hecho de que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son Personas distintas


significa, en otras palabras, que el Padre no es el Hijo, el Hijo no es el Espíritu
Santo, y el Espíritu Santo no es el Padre. Jesús es Dios, pero no es el Padre ni el
Espíritu Santo. El Espíritu Santo es Dios, pero no es el Hijo ni el Padre. Son
Personas diferentes, no tres formas diferentes de ver a Dios.

La personalidad de cada miembro de la Trinidad significa que cada Persona tiene


un centro de conciencia distinto. Por lo tanto, se relacionan entre sí personalmente:
el Padre se considera a sí mismo como “yo”, mientras que considera al Hijo y al
Espíritu Santo como “tú”. Asimismo, el Hijo se considera a Sí mismo como “Yo”,
pero el Padre y el Espíritu Santo como “Tú”.
A menudo se objeta que “Si Jesús es Dios, entonces debe haberse orado a sí mismo
mientras estaba en la tierra.” Pero la respuesta a esta objeción radica simplemente
en aplicar lo que ya hemos visto. Si bien Jesús y el Padre son ambos Dios, son
Personas diferentes. Así, Jesús oró a Dios Padre sin orar a sí mismo. De hecho, es
precisamente el diálogo continuo entre el Padre y el Hijo (Mateo 3:17; 17:5; Juan
5:19; 11:41-42; 17:1ss) lo que proporciona la mejor evidencia de que son Personas
distintas. con distintos centros de conciencia.

A veces se aprecia la Persona del Padre y del Hijo, pero se descuida la Persona del
Espíritu Santo. A veces se trata al Espíritu más como una “fuerza” que como una
Persona. Pero el Espíritu Santo no es un eso, sino un Él (ver Juan 14:26; 16:7-15;
Hechos 8:16). El hecho de que el Espíritu Santo es una Persona, no una fuerza
impersonal (como la gravedad), también se demuestra por el hecho de que habla
(Hebreos 3:7), razona (Hechos 15:28), piensa y entiende (1 Corintios 2 :10-11),
quiere (1 Corintios 12:11), siente (Efesios 4:30), y da comunión personal (2
Corintios 13:14). Todas estas son cualidades de la personalidad. Además de estos
textos, los otros que mencionamos anteriormente dejan claro que la Persona del
Espíritu Santo es distinta de la Persona del Hijo y del Padre. Son tres personas
reales, no tres papeles que juega Dios.

Otro grave error que ha cometido la gente es pensar que el Padre se hizo Hijo,
quien luego se convirtió en Espíritu Santo. Contrariamente a esto, los pasajes que
hemos visto implican que Dios siempre fue y siempre será tres Personas. Nunca
hubo un momento en que una de las Personas de la Deidad no existiera. Todos son
eternos.

Si bien los tres miembros de la Trinidad son distintos, esto no significa que
ninguno sea inferior al otro. En cambio, todos son idénticos en atributos. Son
iguales en poder, amor, misericordia, justicia, santidad, conocimiento y todas las
demás cualidades.

Cada persona es completamente Dios

Si Dios es tres personas, ¿significa esto que cada Persona es “un tercio” de Dios?
¿La Trinidad significa que Dios está dividido en tres partes?

La Trinidad no divide a Dios en tres partes. La Biblia es clara en que las tres
Personas son cada una cien por ciento Dios. El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo
son todos completamente Dios. Por ejemplo, dice de Cristo que “en él habita
corporalmente toda la plenitud de la Deidad” (Colosenses 2:9). No debemos pensar
en Dios como un “pastel” cortado en tres partes, cada una de las cuales representa a
una Persona. Esto haría a cada Persona menos que completamente Dios y por lo
tanto no Dios en absoluto. Más bien, “el ser de cada Persona es igual al ser total de
Dios”[1]. La esencia divina no es algo que esté dividido entre las tres personas, sino
que está plenamente en las tres personas sin estar dividida en “partes”.

Así, el Hijo no es un tercio del ser de Dios, es todo el ser de Dios. El Padre no es un
tercio del ser de Dios, es todo el ser de Dios. Y lo mismo con el Espíritu Santo. Así,
como escribe Wayne Grudem: “Cuando hablamos del Padre, el Hijo y el Espíritu
Santo juntos, no estamos hablando de ningún ser más grande que cuando
hablamos solo del Padre, solo del Hijo o solo del Espíritu Santo”.[ 2]

Hay un solo Dios

Si cada Persona de la Trinidad es distinta y, sin embargo, completamente Dios,


¿deberíamos concluir que hay más de un Dios? Obviamente no podemos, porque la
Escritura es clara en que hay un solo Dios: “No hay otro Dios fuera de mí, un Dios
justo y salvador; no hay ninguno fuera de mí. Convertíos a mí y sed salvos, todos
los confines de la tierra”. Porque yo soy Dios, y no hay otro” (Isaías 45:21-22; ver
también 44:6-8; Éxodo 15:11; Deuteronomio 4:35; 6:4-5; 32:39; 1 Samuel 2:2; 1
Reyes 8:60).

Habiendo visto que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son Personas distintas, que
cada uno es plenamente Dios, y que, sin embargo, hay un solo Dios , debemos
concluir que las tres Personas son el mismo Dios. En otras palabras, hay un Dios
que existe como tres Personas distintas.

Si hay un pasaje que reúne todo esto más claramente, es Mateo 28:19: “Id, pues, y
haced discípulos de todas las naciones, bautizándolas en el nombre del Padre y del
Hijo y del Espíritu Santo”. Primero, observe que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo
se distinguen como Personas distintas. Bautizamos en el nombre del Padre y del
Hijo y del Espíritu Santo. En segundo lugar, observe que cada Persona debe ser
deidad porque todos están colocados en el mismo nivel. De hecho, ¿Jesús nos haría
bautizar en el nombre de una mera criatura? Seguramente no. Luego cada una de
las Personas en cuyo nombre hemos de ser bautizados debe ser deidad. Tercero,
observe que aunque las tres Personas divinas son distintas, somos bautizados en su
nombre (singular), no en nombres (plural). Las tres Personas son distintas, pero
sólo constituyen un nombre. Esto solo puede ser si comparten una esencia.

¿Es la Trinidad contradictoria?

Esto nos lleva a investigar más de cerca una definición muy útil de la Trinidad que
mencioné anteriormente: Dios es uno en esencia, pero tres en Persona. Esta
formulación puede mostrarnos por qué no hay tres dioses y por qué la Trinidad no
es una contradicción.
Para que algo sea contradictorio, debe violar la ley de no contradicción. Esta ley
establece que A no puede ser A (lo que es) y no-A (lo que no es) al mismo tiempo y
en la misma relación. En otras palabras, te has contradicho si afirmas y niegas la
misma afirmación. Por ejemplo, si digo que la luna está hecha completamente de
queso pero luego también digo que la luna no está hecha completamente de queso,
me he contradicho.

Otras afirmaciones pueden parecer contradictorias en un principio, pero en


realidad son no. El teólogo RC Sproul cita como ejemplo la famosa frase de
Dickens: “Era el mejor de los tiempos, era el peor de los tiempos”. Obviamente esto
es una contradicción si Dickens quiere decir que fue el mejor de los tiempos de la
misma manera que fue el peor de los tiempos. Pero él evita la contradicción con
esta declaración porque quiere decir que en un sentido fue el mejor de los tiempos,
pero en otro sentido fue el peor de los tiempos.

Llevando este concepto a la Trinidad, no es una contradicción que Dios sea a la vez
tres y uno porque Él no es tres y uno de la misma manera. Él es tres de una manera
diferente a como es uno. Por lo tanto, no estamos hablando con una lengua bífida,
no estamos diciendo que Dios es uno y luego negamos que Él es uno al decir que Él
es tres. Esto es muy importante: Dios es uno y trino al mismo tiempo, pero no del
mismo modo.

¿Cómo es Dios uno? Él es uno en esencia. ¿Cómo es Dios tres? Él es tres en


Persona. Esencia y persona no son lo mismo. Dios es uno en cierto modo (esencia)
y tres en diferente modo (persona). Dado que Dios es uno de manera diferente a
como es trino, la Trinidad no es una contradicción. Solo habría una contradicción si
dijéramos que Dios es tres de la misma manera que Él es uno. Entonces, una
mirada más cercana al hecho de que Dios es uno en esencia pero tres en persona ha
ayudado a mostrar por qué la Trinidad no es una contradicción. . Pero, ¿cómo nos
muestra por qué hay un solo Dios en lugar de tres? Es muy simple: Las tres
Personas son un solo Dios porque, como vimos arriba, son todas de la misma
esencia. Esencia significa lo mismo que “ser”. Así, puesto que Dios es sólo una
esencia, Él es sólo un ser, no tres. Esto debería aclarar por qué es tan importante
entender que las tres Personas son la misma esencia. Porque si negamos esto,
hemos negado la unidad de Dios y afirmado que hay más de un ser de Dios (es
decir, que hay más de un Dios).

Lo que hemos visto hasta ahora proporciona una buena comprensión básica de la
Trinidad. Pero es posible ir más profundo. Si podemos comprender con mayor
precisión qué se entiende por esencia y persona, en qué se diferencian estos dos
términos y cómo se relacionan, entonces tendremos una comprensión más
completa de la Trinidad.
Esencia y Persona</h2

Esencia: ¿Qué significa esencia? Como dije


antes, significa lo mismo que ser. La esencia de
Dios es Su ser. Para ser aún más precisos, la
esencia es lo que eres. A riesgo de sonar
demasiado físico, la esencia puede entenderse
como la “cosa” de la que “consistes”. Por
supuesto, aquí estamos hablando por analogía,
porque no podemos entender esto de una
manera física acerca de Dios. “Dios es espíritu”
(Juan 4:24). Además, es evidente que no
debemos pensar en Dios como “consistente en”
otra cosa que no sea la divinidad. La
“sustancia” de Dios es Dios, no un montón de
“ingredientes” que juntos producen deidad.

Persona: Con respecto a la Trinidad, usamos el


término “Persona” de manera diferente a como
lo usamos generalmente. en todos los días de la
vida. Por lo tanto, a menudo es difícil tener una
definición concreta de Persona tal como la
usamos con respecto a la Trinidad. Lo que no
queremos decir con Persona es un “individuo
independiente” en el sentido de que tanto yo
como otro ser humano somos individuos
separados e independientes que pueden existir
separados unos de otros.

Lo que queremos decir con Persona es algo que


se considera a sí mismo como “yo” y a los
demás como “tú”. Así, el Padre, por ejemplo, es
una Persona diferente del Hijo porque
considera al Hijo como un “tú”, aunque se
considera a sí mismo como un “yo”. Así, con
respecto a la Trinidad, podemos decir que
“Persona” significa un sujeto distinto que se
considera a sí mismo como un “yo” y los otros
dos como un “tú”. Estos sujetos distintos no
son una división dentro del ser de Dios, sino
“una forma de existencia personal distinta de
una diferencia en el ser”.[3]

¿Cómo se relacionan? La relación entre esencia


y Persona, entonces, es la siguiente. Dentro del
ser único e indiviso de Dios hay un
“desdoblamiento” en tres distinciones
personales. Estas distinciones personales son
modos de existencia dentro del ser divino, pero
no son divisiones del ser divino. Son formas
personales de existencia distintas de una
diferencia en el ser. El difunto teólogo Herman
Bavinck ha declarado algo muy útil en este
punto: “Las personas son modos de existencia
dentro del ser; en consecuencia, las Personas
difieren entre sí como un modo de existencia
difiere del otro y, usando una ilustración
común: como la palma abierta difiere de un
puño cerrado”. [4]

Debido a que cada una de estas “formas de


existencia” son relacionales (y por lo tanto son
Personas), cada una es un centro distinto de
conciencia, con cada centro de conciencia que
se considera a sí mismo como “yo” y a los
demás como “tú”. No obstante, estas tres
Personas “consisten en” la misma “materia” (es
decir, el mismo “qué” o esencia). Como ha
explicado el teólogo y apologista Norman
Geisler, mientras que la esencia es lo que eres,
la persona es quien eres. Entonces Dios es un
“qué” pero tres “quiénes”.

La esencia divina no es, pues, algo que exista


“por encima” o “separado” de las tres
Personas, sino que la esencia divina es el ser
del tres personas. Tampoco debemos pensar en
las Personas como definidas por atributos
añadidos al ser de Dios. Wayne Grudem
explica:

Pero si cada persona es totalmente Dios y tiene


todo el ser de Dios, entonces tampoco debemos
pensar que las distinciones personales son
algún tipo de atributos adicionales añadidos al
ser de Dios. . . Más bien, cada persona de la
Trinidad tiene todos los atributos de Dios, y
ninguna Persona tiene atributos que no posean
los demás. Por otro lado, debemos decir que las
Personas son reales, que no son sólo diferentes
maneras de mirar el ser único de Dios… la
única manera que parece posible de hacer esto
es decir que la distinción entre las personas no
es una diferencia de ‘ser’ sino una diferencia de
‘relaciones’. Esto es algo muy alejado de
nuestra experiencia humana, donde cada
‘persona’ humana diferente es también un ser
diferente. De alguna manera, el ser de Dios es
mucho más grande que el nuestro que dentro
de su único ser indiviso puede haber un
desarrollo en las relaciones interpersonales, de
modo que puede haber tres personas distintas.
[5]

¿Ilustraciones trinitarias?

Hay muchas ilustraciones que se han ofrecido para ayudarnos a entender la


Trinidad. Si bien hay algunas ilustraciones que son útiles, debemos reconocer que
ninguna ilustración es perfecta. Desafortunadamente, hay muchas ilustraciones
que no son simplemente imperfectas, sino erróneas. Una ilustración a tener en
cuenta es la que dice “Soy una persona, pero soy estudiante, hijo y hermano. Esto
explica cómo Dios puede ser uno y tres”. El problema con esto es que refleja una
herejía llamada modalismo. Dios no es una sola persona que desempeña tres
papeles diferentes, como sugiere esta ilustración. Él es un Ser en tres Personas
(centros de conciencia), no simplemente tres roles. Esta analogía ignora las
distinciones personales dentro de Dios y las reduce a meros roles.

Resumen

Repasemos rápidamente lo que hemos visto.

1. La Trinidad no es la creencia en tres dioses. Hay un solo Dios, y nunca debemos


desviarnos de él.

2. Este único Dios existe en tres Personas.

3. Las tres Personas no son cada una parte de Dios, sino que son completamente
Dios e igualmente Dios. Dentro del único ser indiviso de Dios hay un
desdoblamiento en tres relaciones interpersonales de modo que hay tres Personas.
Las distinciones dentro de la Deidad no son distinciones de Su esencia y tampoco
son algo agregado a Su esencia, sino que son el despliegue del ser único e indiviso
de Dios en tres relaciones interpersonales de modo que hay tres Personas reales.
4. Dios no es una persona que asumió tres roles consecutivos. Esa es la herejía del
modalismo. El Padre no se hizo Hijo y luego Espíritu Santo. En cambio, siempre ha
habido y siempre habrá tres personas distintas en la Deidad.

5. La Trinidad no es una contradicción porque Dios no es tres de la misma manera


que es uno. Dios es uno en esencia, tres en Persona.

Aplicación

La Trinidad es ante todo importante porque Dios es importante. Entender más


plenamente cómo es Dios es una forma de honrar a Dios. Además, debemos
permitir que el hecho de que Dios es uno y trino profundice nuestra adoración.
Existimos para adorar a Dios. Y Dios busca personas que lo adoren en “espíritu y en
verdad” (Juan 4:24). Por lo tanto, siempre debemos esforzarnos por profundizar
nuestra adoración a Dios, tanto en la verdad como en nuestros corazones.

La Trinidad tiene una aplicación muy importante en la oración. El patrón general


de oración en la Biblia es orar al Padre por el Hijo y en el Espíritu Santo (Efesios
2:18). ¡Nuestra comunión con Dios debe mejorar al saber conscientemente que nos
estamos relacionando con un Dios tripersonal!

La conciencia del papel distinto que cada Persona de la Trinidad tiene en nuestra
salvación puede servir especialmente para darnos mayor consuelo y aprecio por
Dios en nuestras oraciones, así como ayudarnos a ser específicos en la dirección de
nuestras oraciones. No obstante, si bien reconocemos los roles distintos que tiene
cada Persona, nunca debemos pensar en sus roles como tan separados que las otras
Personas no están involucradas. Más bien, en todo lo que una Persona está
involucrada, las otras dos también están involucradas, de una forma u otra.

Notas

1.Wayne Grudem, Teología Sistemática: Introducción a la Doctrina Bíblica,


(InterVarsity Press y Zondervan Publishing House, 1994), p. 255, énfasis añadido.
2. Ibíd., 252.
3. Ibíd., pág. 255. Si bien creo que esta es una definición útil, debe reconocerse que
el mismo Grudem ofrece esto más como una explicación que como una definición
de Persona.
4. Herman Bavinck, The Doctrine of God, (Gran Bretaña: The Banner of Truth
Trust, edición de 1991), pág. 303.
5. Grudem, pp. 253-254.

Recursos adicionales
Agustín, Sobre la Trinidad
Herman Bavinck, La Doctrina de Dios, pp. 255-334
Edward Bickersteth, La Trinidad.
Wayne Grudem, Teología Sistemática, capítulo 14
Donald Macleod, Vida compartida: La Trinidad y la comunión del pueblo de Dios
RC Sproul, El misterio del Espíritu Santo
RC Sproul, Verdades esenciales de la fe cristiana, págs. 35-36
JI Packer, Conociendo a Dios, págs. 57-63.
John Piper, La Los placeres de Dios, capítulo 1
James White, La Trinidad olvidada
HERMAN BAVINCK – LA TRINIDAD
DE DIOS
La Trinidad de Dios.
| 150 | Más rico y más vivo que en los atributos, el Ser Eterno nos
encuentra en la revelación de su existencia trina. En la Santísima
Trinidad el Ser Divino y toda perfección en ese Ser entra, por así decirlo,
primero en su pleno derecho, despliega su más rico contenido, recibe su
más profundo significado. Sólo entonces sabemos quién y qué es Dios;
sólo entonces comprendemos sobre todo quién y qué es Dios para el niño
humano culpable y perdido, cuando lo conocemos y podemos confesarlo
como el Dios Triuno del pacto, como Padre, Hijo y Espíritu Santo.

En el tratamiento de esta parte de nuestra confesión, más de lo habitual,


una santa reverencia y un miedo infantil deben ser el estado de ánimo de
nuestra mente. Fue una hora asombrosa e inolvidable para Moisés
cuando el Señor se le apareció en el desierto, en una llama de fuego, en
medio de la zarza. Cuando Moisés vio de lejos ese fuego ardiente, que
ardía pero no se consumía, y estaba a punto de apresurarse hacia él, el
Señor lo detuvo y le gritó: « No te acerques aquí, quítate los zapatos de
tus pies, para el lugar, donde estás es tierra santa. Y cuando Moisés
escuchó esto, tuvo mucho miedo, y escondió su rostro, y tuvo miedo de
mirar al Señor, Éxodo. 3: 1—6.

Este santo temor también nos conviene, cuando Dios se nos revela como
el Trino en Su Palabra. Siempre tenemos que recordar que en esto no
estamos tratando con una enseñanza sobre Dios, con un concepto sutil de
Dios, con algún sistema filosófico sobre Dios. No estamos abordando
una concepción humana de Dios que nosotros mismos o que otros hemos
inventado, y que ahora intentamos analizar en detalle y tratar de entender
lógicamente. Pero hablamos de la Trinidad, de Dios mismo, del Dios
único y verdadero, que así se revela en su Palabra. Como le dijo a
Moisés: Yo soy el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob,
Éxodo. 3: 6, Él también se revela a nosotros en Su Palabra, y se nos da a
conocer como Padre, Hijo y Espíritu.

| 151 | En este sentido, la congregación cristiana siempre ha aceptado y


confesado la revelación de Dios como Trino. Véalo en nuestros Doce
Artículos de Fe. El cristiano no dice en él que piensa esto y aquello
acerca de Dios. No da un concepto de Dios y declara que no cree que
Dios tenga tales y tales cualidades y que exista tal o cual. Pero él
confiesa: Creo en Dios Padre, y en Jesucristo, su Hijo unigénito, y en el
Espíritu Santo; Creo en el Dios Triuno. Y con esto expresa, que Dios, el
Dios vivo y verdadero, Dios como Padre, Hijo y Espíritu, es el Dios de
su confianza, a quien se ha entregado completamente, en quien confía
con todo su corazón; Dios es el Dios de su vida y de su salvación. Como
Padre, Hijo y Espíritu, Dios lo creó, lo salvó, lo santificó, glorificado. El
cristiano le debe todo. Y es su gozo y consuelo que pueda creer en ese
Dios, confiar en él, esperar todas las cosas de él.

Lo que el cristiano además confiesa acerca de Dios no lo resume en


términos restados, sino que lo describe como una serie de hechos
realizados por Dios desde la antigüedad, en el presente y en el futuro.
Son obras, son milagros, que constituyen la profesión del cristiano; es
una historia larga, amplia y grandiosa que narra en su confesión; una
historia que abarca al mundo entero a lo largo y ancho, en su inicio y
progresión y final, en su origen, desarrollo y destino; desde la creación
hasta el fin de los tiempos. La confesión de la iglesia es una
proclamación de las grandes obras de Dios.

Todas estas obras son muchas y se caracterizan por una gran diversidad.
Pero también forman una unidad estricta; se relacionan, se dan la mano,
se preparan y se funden. En él hay orden y progreso, desarrollo y
ascensión. Va desde la creación a través de la redención hasta la
santificación y la glorificación. El punto final vuelve al punto de partida
y es al mismo tiempo un punto superior que se eleva por encima del
punto de origen. Las obras de Dios forman un círculo que se eleva en
espiral; son una conexión de la línea horizontal y vertical: se mueven
simultáneamente hacia adelante y hacia arriba.

| 152 | Dios es el artista y constructor de todas esas obras, origen y fin; de


cabo a rabo y para él son todas las cosas. Él es el Creador y el Recreador
y el Consumador de ella. La unidad y diversidad en las obras de Dios
parte y apunta hacia la unidad y diversidad que existen en el Ser Divino.
Uno es ese Ser y único y simple; y sin embargo, al mismo tiempo, es
triple en sus personas, en su revelación, en sus operaciones. Toda la obra
de Dios es un todo ininterrumpido y, sin embargo, incluye la variedad
más rica. La confesión de la congregación abarca toda la historia del
mundo e incluye todos los momentos de creación y caída, de
reconciliación y perdón, de renovación y restauración. Procede de Dios
en trino y lleva todo de regreso a Él.

Por tanto, el Artículo de Fe de la Santísima Trinidad es el corazón y el


núcleo de nuestra confesión, la marca distintiva de la religión cristiana, la
fama y el consuelo de todos los verdaderos creyentes cristianos.

Todas las edades pasaron por la batalla a su alrededor y la lucha de los


espíritus. Ella es la joya preciosa confiada a la iglesia cristiana para su
custodia y defensa.

Si esta confesión de la trinidad de Dios ocupa un lugar tan central en la fe


cristiana, es importante saber sobre qué base descansa y de qué fuente
fluyó de la iglesia. No son pocos en la época actual que los consideran un
fruto del razonamiento humano y el aprendizaje académico y, por lo
tanto, los consideran inútiles para la vida religiosa. Presentan, entonces,
que el Evangelio original, tal como fue predicado por Jesús, no sabía
nada de esta doctrina de la trinidad de Dios, no sólo no de la palabra que
luego se usó para designar este artículo de fe, sino ni del asunto que se ha
tratado de expresar con esta palabra. Primero cuando fue originalmente.

| 153 |Pero la propia iglesia cristiana siempre ha tenido una idea diferente
al respecto. Ella vio en la doctrina de la trinidad no una invención de
teólogos astutos, no un producto de la filosofía griega casada con el
Evangelio, sino una profesión que estaba prácticamente encerrada en el
Evangelio y en toda la Palabra de Dios, y que por la fe cristiana desde el
la revelación de Dios fue desviada. A la pregunta: Ya que solo hay un ser
Divino, ¿por qué nombras al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo? el
Catecismo de Heidelberg da esta respuesta breve y contundente: Porque
Dios se ha revelado así en su Palabra, el P. 25. La revelación de Dios es
la base sólida sobre la que también descansa esta confesión de la
congregación; es el principio a partir del cual ha crecido y se ha edificado
esta doctrina de la iglesia cristiana, una, santa, universal. Dios se ha
revelado así; y así se ha manifestado, como Dios trino, porque existe de
esa manera, y lo es, porque así se ha manifestado.
La Trinidad en la revelación de Dios apunta hacia la Trinidad en su
existencia.

Esta revelación no sucedió de una vez, no fue traída y completada en un


momento. Pero ha tenido un largo curso histórico y se ha extendido a lo
largo de los siglos. Ya ha comenzado con la creación, ha continuado
después de la caída de los votos de salvación y los actos de salvación de
Israel, alcanzó su cúspide en la persona y obra de Cristo, en el
derramamiento del Espíritu Santo y la fundación de la iglesia; y ahora se
mantiene a sí misma a través de las edades y contra toda oposición en el
testimonio indestructible de las Escrituras y en la sólida confesión de la
iglesia. Dado que la revelación ha tenido una larga historia, también ha
habido progreso y desarrollo en la confesión de la existencia trina de
Dios. Dios no cambia y permanece igual para siempre, pero en el
progreso de la revelación, Él siempre se hace más claro y glorioso para
los hombres y los ángeles; con su revelación aumenta nuestro
conocimiento.

Si Dios ahora comienza a revelarse a Sí mismo en los días del Antiguo


Pacto, entonces al comienzo de esa revelación ciertamente la unidad de
Dios está al frente.

| 154 | Porque por el pecado de los hombres se perdió el conocimiento


puro de Dios; la verdad, según la profunda palabra de Pablo, fue
subyugada en la iniquidad; incluso lo que es manifiesto de Dios en sus
criaturas fue frustrado por razonamientos y oscurecido por la locura de
corazón; la humanidad fue por todas partes a la idolatría y la adoración
de imágenes, Rom. 1: 18-23.

Por eso la revelación tuvo que comenzar poniendo en primer plano la


unidad de Dios. Gritó a los hombres, por así decirlo: los dioses a quienes
te inclinas no son el Dios verdadero. Solo hay un Dios verdadero, ese
Dios, que en el principio creó el cielo y la tierra y todo su ejército, Gén.
1: 1, 2: 1, quien se dio a conocer a Abraham como Dios Todopoderoso,
Gén. 17: 1, Éxodo. 6: 2, que se le apareció a Moisés como Jehová, como
yo soy el que soy, Éx. 3:14, y quien por gracia gratuita eligió, llamó y
recibió en su pacto al pueblo de Israel, Éxodo. 19: 4 v. De modo que la
revelación tenía como primer contenido: solo Jehová es Elohim, solo
Jehová es Dios, no hay otro Dios sino Él, Deut. 4:35, 39, 23:39, Jos.
22:22, 2 Sam. 7:22, 22:32, 1 Rey. 18:39, Isa. 45: 5, 18, 21 etc.

La revelación de la unidad de Dios también se necesitaba con urgencia


para el pueblo de Israel. Porque no solo estaba rodeada por todos lados
por pueblos paganos, que continuamente buscaban engañarla en la
apostasía y la infidelidad al Señor; pero en cuanto al exilio, una gran
parte del pueblo se sintió atraído por la idolatría pagana y la adoración de
imágenes y cayó en ella una y otra vez, a pesar de la prohibición de la ley
y la advertencia de los profetas. Es por eso que Dios mismo enfatizó que
Él, el Señor, quien ahora se apareció a Moisés y quería redimir a su
pueblo a través de Moisés, era el mismo Dios que se dio a conocer a
Abraham, Isaac y Jacob como Dios Todopoderoso, Éxodo. 3: 6, 15.
Cuando dio su ley a Israel, escribió sobre ella: Yo soy el SEÑOR tu
Dios, que te saqué de la tierra de Egipto, de la servidumbre. y prohibió
severamente en el primer y segundo mandamiento toda idolatría y
adoración de imágenes, Éxodo. 20: 2-5. Puesto que el Señor nuestro Dios
es el Señor uno, Israel debe amarlo con todo su corazón, con toda su
alma y con todas sus fuerzas, Deut. 6: 4, 5. Solo el Señor es el Dios de
Israel y, por lo tanto, también puede servirlo solo a Él.

| 155 |Sin embargo, a pesar del hecho de que la unidad de Dios se destaca
con tanta fuerza y constituye, por así decirlo, el primer artículo de la
constitución de Israel, a medida que avanza la revelación en la plenitud
del ser divino se produce la diversidad, en la unidad de Dios se produce
el discernimiento personal. a la luz. El nombre con el que generalmente
se llama a Dios en hebreo tiene algún significado aquí. Porque este
nombre, Elohim, es una forma plural, y no designa, como a menudo se
pensaba en el pasado, a las tres personas en el ser Divino, pero, sin
embargo, como un llamado pluralis intensivo, apunta a la plenitud de
vida y poder, que en Dios está presente. Indudablemente asociada a esto
está también la forma plural, de la que Dios a veces se sirve de sí mismo,
hablando de sí mismo, y mediante la cual hace distinciones en sí mismo,
que tienen un carácter personal, Gen. 1:26, 27, 3:22, Isa. 6: 8.
Más significativa es la enseñanza del Antiguo Testamento, que Dios
produce todas las cosas en la creación y mantenimiento a través de su
Palabra y Espíritu. No es una persona que, con gran esfuerzo y esfuerzo,
forma algo más a partir de un material disponible; pero Él, simplemente
hablando, saca todas las cosas de la nada.

En el primer capítulo del Génesis se nos presenta de la manera más


sublime, y en otros lugares se habla y se canta no menos gloriosamente:
Dios habla y está ahí, manda y está ahí, Sal. 33: 9. Envía su palabra y
derrite los trozos de hielo, Sal. 147: 18. Su voz está sobre las aguas, hace
temblar el desierto, hace saltar los montes como un becerro y desnuda los
bosques, Sal. 29: 3-10.

Hay dos cosas implícitas en esta noble descripción de las obras de Dios:
primero, que Dios es Todopoderoso, que Dios, hablando solo, llama a la
existencia a todas las cosas, que su palabra es un mandamiento, Sal. 33:
9, que su voz es con poder, Sal. 29: 4. Pero también, en segundo lugar,
que Dios no realiza todas sus obras de manera inconsciente y sin
pensamiento, sino con la más alta sabiduría. La palabra que Dios habla es
poder, pero también conlleva pensamiento; Él hizo la tierra con su poder,
preparó el mundo con su sabiduría, expandió los cielos con su
entendimiento, Jer. 10:12, 51:15. Todas sus obras están hechas con
sabiduría, la tierra está llena de sus bienes, Sal. 104: 24. Y esa sabiduría
no vino a Dios desde afuera; | 156 |pero estuvo con Él desde la eternidad,
lo poseyó como el comienzo de Su camino antes de Sus obras. Y cuando
preparó los cielos, trazó un círculo sobre la faz del abismo, estableció las
nubes arriba, estableció las fuentes del abismo, y estableció los límites
del mar, y puso los cimientos de la tierra; entonces la sabiduría ya estaba
allí, ella era enfermera con él, su deleite diario, y siempre jugando ante
él, Prov. 8: 22-31, Job 28: 20-28. Dios se deleitó en la sabiduría con la
que creó el mundo.

Además de la palabra y la sabiduría, el Espíritu de Dios ahora actúa


como Mediador de la creación. Como Dios es Sabiduría y al mismo
tiempo la tiene, para que pueda impartirla y manifestarla en Sus obras;
así es él mismo en su ser Espíritu, Deut. 4:12, 15, y tiene un Espíritu que
le permite habitar en el mundo y estar presente en él en todas partes, Sal.
139: 7. Sin el consejo de nadie, el Señor ha producido todas las cosas por
su propio Espíritu, Isa. 40:13 v. Ese Espíritu al principio se cernía sobre
las aguas, Génesis 1: 2, y permanece activo en todas las cosas creadas.
Por ese Espíritu Dios adorna los cielos (Job 26:13), renueva la faz de la
tierra, Sal. 104: 30, Da vida al hombre, Job 33: 4, Mantiene el aliento en
su nariz, Job 27: 3, Le da entendimiento y sabiduría, Job 32: 8, y también
hace que la hierba se seque y la flor se marchite, Isa. 40: 7. En una
palabra, por la palabra del Señor fueron hechos los cielos, y por el
Espíritu de su boca todo su ejército, Sal. 33: 6.

Esta auto-distinción de Dios resulta aún más rica en las obras de


recreación. Entonces no es Elohim, sino Jehová, no Dios en general, sino
el Señor, el Dios del pacto, quien se manifiesta y se da a conocer en
milagros de redención y salvación. Como tal, no salva y conduce
desnudo a su pueblo por la palabra que les habla o les ha traído, sino que
les envía también el Ángel de la Alianza (el Ángel del Señor), quien, ya
en la historia de los Patriarcas, en Agar, Gene. 16: 6 v. Abraham, Gén. 18
a.C., y Jacob, Gen. 28:13 v., Pero especialmente en la liberación de Israel
de la casa de servidumbre de Egipto revela su gracia y poder, | 157 |Ex.
3: 2, 13:21, 14:19, 23: 20-23, 32:34, 33: 2, Núm. 20:16. Este ángel del
Señor no está en línea con los ángeles creados, pero es una revelación y
aparición especial de Dios. Por un lado, se distingue claramente de Dios,
que habla de él como de su ángel, y sin embargo, por otro lado, es uno
con Dios mismo en nombre, poder, redención y bendición, adoración y
honor. Se le llama el Dios de la vista, Gen. 16:13, el Dios de Betel, Gen.
31:13, alternar con Dios o el Señor mismo, Gén. 32:28, 30, Ex. 3: 2, 4,
lleva el nombre del Señor en sus entrañas, Éx. 23:21, librado de todo
mal, Gen. 48:16 Libra a Israel de la mano de los egipcios, Éx. 3: 8,
divide las aguas y seca el mar, Ex. 14:21 Mantén al pueblo de Dios en el
camino, llévalo a salvo a Canaán, haz que triunfe sobre sus enemigos,
Éx. 3: 8, 23:20, debe ser completamente obedecido como Dios mismo,
Ex. 23:20 Y acampa siempre alrededor de los que temen al Señor, Sal.
34: 8, 35: 5.

Y así como en la recreación Jehová ejerce su actividad redentora a través


de este Ángel del pacto, así por medio de su Espíritu distribuye toda
clase de dones y poderes a su pueblo. En el Antiguo Testamento, el
Espíritu del Señor es la fuente de toda vida, salvación y habilidad. Él da
valor y fuerza a los jueces, Otoniel, Juez. 3:10, Gedeón, Jue. 6:34, Jefté,
Jue. 11:29, Sansón, Jue. 14: 6, 15:14; obra de arte para los modistas del
sacerdocio, y el tabernáculo y el templo, Ex. 28: 3, 31: 3-5, 35: 31-35, I
Cr. 28:12; inteligencia y sabiduría a los jueces que llevan la carga del
pueblo con Moisés, Núm. 11:17, 25; el don de profecía a los profetas,
Núm. 11:25, 29, 24: 2, 3, Miqueas 3: 8, etc., renovación y santificación y
guía para todos los hijos de Dios, Sal. 51:13, 143: 10.

En una palabra, la palabra, la promesa, el pacto que el Señor hizo con


Israel en el éxodo de Egipto, y el Espíritu que dio a Israel, perduró por
todas las edades y permaneció incluso después de la cautividad en el día
de Zorobabel. ayuno en medio del pueblo, que no tuvieran miedo, Hagg.
2: 5, 6. Cuando el Señor sacó a Israel de la tierra de Egipto, se convirtió
para él en su Salvador. Y esta disposición de Dios para con su pueblo se
cumplió, que en toda su aflicción él mismo fue afligido (el | 158 |
consideraba el sufrimiento de su pueblo como propio); que, por tanto, les
envió el ángel de su rostro para salvarlos; que por su amor y gracia los
libró, los tomó y los llevó todos los días de antaño; y que también les dio
el Espíritu de su santidad, para guiarlos en los caminos del Señor, Isa. 63:
9-12. El Señor en los días del Antiguo Pacto por medio del sumo
sacerdote depositó su triple bendición sobre el pueblo de Israel, la
bendición de la tutela, la gracia y la paz del Señor, Núm. 6: 24-26.

Así, en la historia de la guía de Dios con Israel, el triple discernimiento


en el ser y las obras divinos ya emerge, y cada vez con mayor claridad.
Pero el Antiguo Testamento también contiene la promesa de que en el
futuro seguirá una revelación más alta y rica. Israel rechazó la palabra del
Señor y entristeció a su Espíritu Santo, Isa. 63:10, Sal. 106: 130. La
revelación de Dios en el Ángel del pacto y en el Espíritu del Señor
resultó insatisfactoria; si Dios confirmaba su pacto y cumplía su
promesa, se necesitaba otra revelación superior.

Y esto fue declarado por los profetas. En el futuro, en los últimos días,
entonces el Señor levantará un profeta como Moisés de entre Israel, a
quien el Señor pondrá sus palabras en la boca, Deut. 18:18; un sacerdote
que será sacerdote para siempre, según el orden de Melquisedec, Sal.
110: 4; un rey, de la casa de David, 2 Sam. 7: 12-16; uno que se eleva del
tallo cortado de Isaí, Isa. 11: 1; un brote que reina como rey, y hará juicio
y justicia en la tierra, Isa. 23: 5. Será hombre, hijo de mujer, Jer. 7:14, sin
forma ni gloria, Isa. 53: 2 v.; pero al mismo tiempo será Emmanuel, Isa.
7:14, el Señor justicia nuestra, Isa. 33:16, el Ángel del Pacto, Mal. 3: 1,
el Señor mismo se apareció a su pueblo, Sal. 45: 8, 110: 1, Hos. 1: 7,
Mal. 3: 1, con el nombre de Admirable, Consejero, Dios fuerte, Padre de
la eternidad, Príncipe de paz, Isa. 9: 5.

Y esta aparición del siervo del Señor será seguida por una dispensación
más rica del Espíritu Santo. En una medida extraordinaria, como Espíritu
de sabiduría e inteligencia, aconsejará y de | 159 | la fuerza del
conocimiento y el temor del Señor descansa en el Mesías, Isa. 11: 2, 42:
1, 61: 1; pero de nuevo será derramado sobre toda carne, sobre vuestros
hijos e hijas, vuestros ancianos y jóvenes, vuestros siervos y siervas, Joel
2:28, 29, Isa. 32:15, 44: 3, Eze. 36:26, 27, Zac. 12:10 Y dará a todos un
corazón nuevo y un espíritu nuevo, para que anden en sus estatutos,
guarden sus juicios y cumplan, Ez. 11:19, 20, 36:26, 27, Jez. 31: 31-34,
32: 38-41.

Así, el mismo Antiguo Testamento indica que la plena revelación de


Dios consistirá en la revelación de su ser trino.

El cumplimiento en el Nuevo Testamento responde a esta promesa y


predicción. También aquí la unidad de Dios es el punto de partida de
toda revelación. 17: 3, 1 Cor. 8: 4, 1 Tim. 2: 5. Pero de esa unidad
emerge ahora mucho más claramente la diversidad en el ser Divino; en
primer lugar en los grandes actos de salvación de la encarnación, la
satisfacción y el derramamiento, y luego también en la enseñanza de
Jesús y sus Apóstoles. La obra de salvación es un todo, una obra de Dios
desde el principio hasta el fin. Pero todavía tiene tres momentos
principales, elección, perdón, renovación, y en ellos apunta a una triple
causa en el ser Divino, de regreso al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
Ya la concepción de Cristo nos muestra inmediatamente una triple
actividad de Dios. Porque mientras el Padre da al Hijo al mundo, Jn.
3:16, y el Hijo mismo desciende del cielo, Jn. 6:38, es concebido en
María del Espíritu Santo, Mat. 1:20, Luk. 1:35. En el bautismo, Jesús,
ungido con el Espíritu Santo, es declarado abiertamente por el Padre
como Su Hijo Amado, en quien se complace, Mat. 3:16, 17. Las obras
que Jesús hace le son mostradas por el Padre, Juan. 5:19, 8:39, y son
completadas por Él en el poder del Espíritu Santo, Matjh. 12:28. En su
muerte, se sacrifica a sí mismo sin tacha a Dios por el Espíritu eterno,
Heb. 9:14. La resurrección es un avivamiento del Padre, Hechos. 2:24, y
al mismo tiempo la propia obra de Jesús, por la cual ha sido probado
poderosamente, ser el Hijo de Dios según el Espíritu de santidad, Rom.
1; 3. Y después de su resurrección| 160 | en el cuadragésimo día asciende
al cielo en el Espíritu que lo vivificó, y somete a sí mismo los ángeles,
los poderes y la fuerza, 1 Ped. 3:19, 22.

Las enseñanzas de Jesús y los Apóstoles se corresponden con esto.

Jesús vino a la tierra para declarar al Padre y dar a conocer su nombre a


los hombres, Jn. 1:18, 17: 6. El nombre del Padre también era habitual
para Dios como Creador de todas las cosas entre los gentiles y en este
sentido también tiene apoyo en las Escrituras, Lucas. 3:38, Hechos.
17:28, Ef. 3:15, heb. 12: 9. Además, el Antiguo Testamento designa
repetidamente a Dios como Padre en su relación (teocrática) con Israel,
porque Él lo creó y preservó por Su maravilloso poder, Deut. 32: 6, Isa.
63:16. Pero en el Nuevo Testamento, una luz nueva y gloriosa brilla
sobre este nombre Padre de Dios. Porque Jesús siempre hace una
distinción esencial entre la relación en la que Él mismo y en la que otros,
los judíos o también los discípulos, están con el Padre. Por ejemplo,
cuando pone el Padre Nuestro en sus labios a petición de ellos, dice
explícitamente: cuando rezas, así dice Luk. 11: 2; y cuando, después de
la resurrección, da a conocer a María Magdalena su inminente ascensión
al cielo, dice: Subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios ya vuestro
Dios. 20:17. Porque Dios es su propio Padre, Juan. 5:18. Él conoce y
ama al Hijo de una manera y en cierta medida, cuando nuevamente solo
el Hijo conoce y ama al Padre, Mat. 11:27, Marcos. 12: 6, Jn. 5:20. Con
los Apóstoles, por lo tanto, en cada caso Dios es llamado el Padre de
nuestro Señor Jesucristo, Ef. 1: 3. Esta relación entre Padre e Hijo
(Cristo) no comenzó en el tiempo, pero es desde la eternidad, Juan. 1: 1,
14, 17:24. Dios, entonces, es Padre en primer lugar, porque en un sentido
es Padre del Hijo; esta Paternidad es su calidad personal original,
especial.

En un sentido derivado, Dios pasa a ser llamado Padre de todas las


criaturas, porque Él es su Creador y sustentador, 1 Cor. 8: 6, Ef. 3:15,
heb. 12: 9, de Israel, porque por la elección y el llamado de sus manos es
la obra, Deut. 32: 6, Isa. 64: 8, y de la iglesia, y de todos los creyentes,
porque el amor del Padre al Hijo por medio de Cristo pasa a ellos, Juan
16:27, 17:25, y son adoptados a sus hijos | 161 | y nacieron de él por el
Espíritu, Jn. 1:12, Rom. 8:15.

Así, pues, el Padre es siempre el Padre, la primera persona, de quien


procede la iniciativa en la esencia de Dios, en el consejo de Dios y en
todas las obras exteriores, en la creación y el mantenimiento, la
redención y la santificación. Dio al Hijo para que tuviera vida en sí
mismo, Jn. 5:26, y saca de él el Espíritu, Jn. 15:26. Su propósito,
elección y buen placer, Matt. 11:26, Ef. 1: 4, 9, 11. De Él proceden la
creación y el mantenimiento, la redención y la renovación, Sal. 33: 6, Jn.
3:16. A Él pertenece en un sentido especial el poder y el poder y la
gloria, Mat. 6:13. Sobre todo lleva el nombre de Dios, para distinguirlo
del Señor Jesucristo y del Espíritu Santo, 1 Cor. 8: 6, 2 Cor. 13:13. Sí,
Cristo mismo como Mediador lo llama no solo Su Padre, sino también
Su Dios, Mat. 27:46, Jn. 20:17, y él mismo es llamado el Cristo de Dios,
Lc. 9:20, 1 Cor. 3:23, Apoc. 12:10. En una palabra, la primera persona en
el Ser Divino es el Padre, por Él son todas las cosas, 1 Cor. 8: 6.

Si Dios es Padre, esto implica que también hay un Hijo que recibió la
vida de Él y participa de Su amor. Ahora el nombre del hijo de Dios ya
estaba en el Antiguo Testamento antes de los ángeles, Job. 38: 7, para el
pueblo de Israel, Deut. 1:31, 8: 5, 14: 1, 32: 6, 18, Os. 11: 1, y
especialmente para el rey teocrático, 2 Sam. 7: 11-14, Sal. 2: 7, 82:27,
28, en uso. Pero en el Nuevo Testamento este nombre adquiere un
significado mucho más profundo. Porque Cristo es el Hijo de Dios en
todo un sentido; Él es exaltado sobre ángeles y profetas. 13:32, 21:27,
22: 2, diciendo que nadie conoce al Hijo sino el Padre, y nadie conoce al
Padre, sino el Hijo, Mat. 11:27. A diferencia de los ángeles y los
hombres, Él es el propio Hijo, Rom. 8:32, el Hijo Amado, en quien el
Padre se complace, Mat. 3:17, el Hijo unigénito, Juan 3:17. 1:18, a quien
el Padre dio vida en sí mismo, Jn. 5:26.

Esta relación totalmente única entre el Padre y el Hijo no surgió en el


tiempo, por la concepción sobrenatural del Espíritu Santo, o por la
unción en el bautismo, o por la resurrección y la ascensión, como
muchos han afirmado, sino que consiste en todos | 162 |eternidad.
Después de todo, el Hijo, que en Cristo asumió la naturaleza humana,
existía como Verbo al principio con Dios, Jn. 1: 1, entonces ya estaba en
la forma de Dios, Fil. 2: 6, rico y revestido de gloria, Jn. 17: 5, 24, la
aparición de la gloria de Dios y la imagen expresada de su
independencia, Heb. 1: 3, y por esta misma razón pudo ser enviado,
dado, traído al mundo en el cumplimiento de los tiempos, Jn. 3:16, Gá. 4:
4, Heb. dieciséis. De ahí la creación, Juan. 1: 3, Col. 1:15, y el
mantenimiento, Heb. 1: 3, y la adquisición de toda salvación, 1 Cor.
1:30, se atribuyen. Él no es, como las criaturas, hecho o creado, sino que
es el primogénito de todas las criaturas, es decir, el Hijo, que tiene la
preeminencia y los derechos del primogénito sobre todas las criaturas,
Col. 1:15. Así como también es el primogénito de entre los muertos, el
primogénito entre muchos hermanos, y por lo tanto el primero entre
todos y en todo, Rom. 8:29, Col. 1:18. Aunque también en el
cumplimiento de los tiempos tomó la forma de un siervo, sin embargo,
tenía la forma de Dios; y en todas las cosas él es como Dios el Padre, Fil.
2: 6, vivo, Jn. 5:26, en conocimiento, Mat. 11:27, en poder, Jn. 1: 3, 5:21,
26, en honor, Jn. 5:23. Él mismo es Dios, sobre todo digno de alabanza
por los siglos, Jn. 1: 1, 20:28, Rom. 9: 5, Heb. 1: 8, 9. Como todas las
cosas proceden del Padre, así también son todas por medio del Hijo, 1
Cor. 8: 6. . Después de todo, tenía la forma de Dios; y en todas las cosas
él es como Dios el Padre, Fil. 2: 6, vivo, Jn. 5:26, en conocimiento, Mat.
11:27, en poder, Jn. 1: 3, 5:21, 26, en honor, Jn. 5:23. Él mismo es Dios,
sobre todo digno de alabanza por los siglos, Jn. 1: 1, 20:28, Rom. 9: 5,
Heb. 1: 8, 9. Como todas las cosas proceden del Padre, así también son
todas por medio del Hijo, 1 Cor. 8: 6. . Después de todo, tenía la forma
de Dios; y en todas las cosas él es como Dios el Padre, Fil. 2: 6, vivo, Jn.
5:26, en conocimiento, Mat. 11:27, en poder, Jn. 1: 3, 5:21, 26, en honor,
Jn. 5:23. Él mismo es Dios, sobre todo digno de alabanza por los siglos,
Jn. 1: 1, 20:28, Rom. 9: 5, Heb. 1: 8, 9. Como todas las cosas proceden
del Padre, así también son todas por medio del Hijo, 1 Cor. 8: 6. .

Ambos, Padre e Hijo, se unen y se unen en el Espíritu Santo, y por Él


habitan en todas las criaturas. Dios, según su naturaleza, es Espíritu.
4:24, y también santo, Isa. 6: 3; pero el Espíritu Santo es claramente
distinto de Dios como Espíritu. Como a modo de comparación, el
hombre es espíritu en su lado invisible, y también tiene un espíritu por el
cual se conoce a sí mismo; así que Dios mismo es Espíritu según su ser,
y también tiene un Espíritu que escudriña las profundidades de ese ser, 1
Cor. 2:11. Como tal, se le llama Espíritu de Dios o Espíritu Santo, Sal.
51:13, Isa. 63:10, 11, en discernimiento del espíritu de un ángel o de un
hombre o de cualquier otra criatura. Pero aunque se distingue de Dios,
del Padre y del Hijo, sin embargo, está en íntima comunión con ambos.
Se le llama el aliento del Todopoderoso, Job. 33: 4,| 163 | PD. 33: 6, es
enviado por el Padre y el Hijo, Jn. 14:26, 15:26, y proceden de ambos; no
solo del Padre, Juan. 15:26, pero también del Hijo, porque también se le
llama Espíritu de Cristo, o Espíritu del Hijo, como Espíritu del Padre,
Rom. 8: 9.

Cuando el Espíritu Santo es dado o enviado, derramado o derramado por


el Padre y el Hijo, a menudo aparece como un poder, o como un don, que
capacita a los hombres para su llamamiento y ministerio; lo mismo
ocurre, por ejemplo, con el Espíritu Santo en la mano. 8:15, 10:44, 11:15,
15: 8, 19: 2, para pensar en el don de glosolalia o profecía. Pero muchos
deducen erróneamente que el Espíritu Santo no es más que un don o
poder de Dios. Porque claramente Él está actuando en otra parte como
una persona que lleva nombres personales, tiene cualidades personales y
hace obras personales. Así dice Cristo en Juan. 15:26 y 16:13, 14, aunque
la palabra griega traducida por Espíritu en nuestro idioma es neutra, pero
con un pronombre masculino, Él dará testimonio de mí y me glorificará;
y también lo llama en el mismo lugar por el nombre de Consolador, ya
otros Consolador, es decir, por el mismo nombre que está en 1 Juan. 2: 1
de Cristo se usa y ha sido traducido al holandés por Advocate.
Además de estos nombres personales, todo tipo de atributos personales,
como Iness, Hechos. 13: 2, autoconciencia, Hechos. 15:28,
autodeterminación o voluntad, 1 Cor. 12:11, y toda clase de actividades
personales, como consultas, 1 Cor. 2:11, escucha, John. 16:13, hablando,
Rev. 2: 7, enseña, Jn. 14:26, ora, Rom. 8:27 etc. otorgado. Si bien todo
esto es más claro y supremo en el hecho de que Él está colocado en una
línea con el Padre y el Hijo, quienes sin duda son personas, Mat. 28:19, 2
Cor. 13:13.

Sin embargo, este último ya contiene más, y lo señala, que el Espíritu


Santo no es solo una persona, sino que también es verdaderamente Dios.
Y también en este sentido la Sagrada Escritura ofrece todos los datos
necesarios para esta importante confesión. Solo debe notarse que, a pesar
de la distinción mostrada anteriormente, que existe entre Dios y su
Espíritu, los dos se alternan una y otra vez en las Escrituras, de modo que
es exactamente lo mismo si Dios o su Espíritu dice o hace algo. . En
mano. 5: 3, 4 se convierte en mentirle al Espíritu | 164 |llamado mentir a
Dios; en 1 Cor. 3:16 a los creyentes se les llama templo de Dios, porque
el Espíritu de Dios habita en ellos. Además, varios atributos divinos,
como la eternidad, Heb. 9:14, omnipresencia, Sal. 139: 7, omnisciencia,
1 Cor. 2:11, omnipotencia, 1 Cor. 12: 4-6, así como varias obras divinas
en la creación, Sal. 33: 6, mantenimiento, Sal. 104: 30, y recreación, Jn.
3: 3, se atribuyen tanto al Espíritu Santo como al Padre y al Hijo. Y, por
tanto, también con ellos comparte el mismo honor; Él toma un lugar
junto al Padre y el Hijo como causa de salvación, 2 Cor. 13:13, Rev. 1: 4.
Somos bautizados en su nombre, Matt. 28:19, y bendito, 2 Cor. 13:13. Y
la blasfemia contra el Espíritu Santo es incluso un pecado imperdonable,
Mat. 12:31, 32. Aunque todas las cosas proceden del Padre y por medio
del Hijo,

Todos estos elementos de la doctrina de la Trinidad, esparcidos por toda


la Escritura, son, por así decirlo, resumidos por Jesús en su orden
bautismal y por los Apóstoles en su bendición. Después de su
resurrección y antes de su ascensión, Cristo manda a sus apóstoles que
vayan y hagan de todas las naciones sus discípulos, y los bauticen en un
nombre, en el que, sin embargo, se han revelado tres temas diferentes.
Padre, Hijo y Espíritu están en su unidad y disciernen la revelación
completa de Dios. Asimismo, según los Apóstoles, toda salvación y
salvación para el hombre está contenida en el amor del Padre, la gracia
del Hijo y la comunión del Espíritu Santo, 2 Cor. 13:13, 1 Ped. 1: 2, 1 Jn.
5: 4-6, Apoc. 1: 4-6. El beneplácito, la presciencia, el poder, el amor, el
reino y el poder son del Padre. La Mediación, reconciliación, gracia,
redención es del Hijo. El nuevo nacimiento, la renovación, la
santificación, la comunión es del Espíritu. Con la relación en la que
Cristo está con el Padre, corresponde plenamente a aquella en la que el
Espíritu Santo está con Cristo. Como el Hijo no habla ni hace nada por sí
mismo, sino que recibe todo del Padre, Jn. 5:26, 16:15, entonces el
Espíritu Santo saca todo de Cristo, Juan. 16:13, 14. Como el Hijo
testifica del Padre y glorifica al Padre, Jn. 1:18, 17: 4, 6, así el Espíritu
Santo testifica del Hijo y lo glorifica, Juan 1:18. 15:26, 16:14. Como
nadie viene al Padre El espíritu está para Cristo. Como el Hijo no habla
ni hace nada por sí mismo, sino que recibe todo del Padre, Jn. 5:26,
16:15, entonces el Espíritu Santo saca todo de Cristo, Juan. 16:13, 14.
Como el Hijo testifica del Padre y glorifica al Padre, Jn. 1:18, 17: 4, 6,
así el Espíritu Santo testifica del Hijo y lo glorifica, Juan 1:18. 15:26,
16:14. Como nadie viene al Padre El espíritu está para Cristo. Como el
Hijo no habla ni hace nada por sí mismo, sino que recibe todo del Padre,
Jn. 5:26, 16:15, entonces el Espíritu Santo saca todo de Cristo, Juan.
16:13, 14. Como el Hijo testifica del Padre y glorifica al Padre, Jn. 1:18,
17: 4, 6, así el Espíritu Santo testifica del Hijo y lo glorifica, Juan 1:18.
15:26, 16:14. Como nadie viene al Padre| 165 | luego a través del Hijo,
Juan. 14: 6, nadie puede decir que Jesús es el Señor excepto por el
Espíritu Santo, 1 Cor. 12: 3. Por el Espíritu tenemos comunión con el
Padre y con el Hijo mismo. En el Espíritu Santo, Dios mismo habita en
nuestros corazones a través de Cristo. Si todo esto es así, entonces el
Espíritu Santo, con el Hijo y Padre, es el único Dios verdadero,
eternamente alabado y alabado.

La iglesia cristiana ha dicho sí y amén a esta enseñanza de las Sagradas


Escrituras en su confesión de la Trinidad de Dios. Ella no llegó a esta
rica y gloriosa confesión sino a través de una terrible y larga lucha de los
espíritus. Durante siglos, la experiencia más profunda de la vida
espiritual de los hijos de Dios y el poder de pensamiento más audaz de
los padres y maestros de la iglesia ha estado trabajando diligentemente en
este punto para comprender plenamente la revelación de las Sagradas
Escrituras, y nuevamente puramente en la confesión. dar. Y la
congregación, sin duda, no habría tenido éxito en esta obra fundamental,
y no habría obtenido ningún buen resultado, si no hubiera sido guiada a
la verdad por el Espíritu Santo, y en Tertuliano e Ireneo, Atanasio y los
tres Capadocios, Agustín e Hilario. y tantos otros que no habían recibido
hombres,

Nada menos que la naturaleza misma del cristiano estaba en juego en


esta batalla de los espíritus. Y la congregación estuvo expuesta por
ambos lados al peligro de ser arrancada de los sólidos cimientos sobre los
que fue construida y de hundirse en el mundo.

Por un lado estaba la dirección del arrianismo, llamado así por un


presbítero alejandrino Arrio, que murió en 336. Sostuvo que el Padre es
el único Dios eterno y verdadero, porque en el sentido pleno, no fue
generado ni generado; pero en cuanto al Hijo, el Logos, que se había
hecho carne en Cristo, enseñó que, por haber sido engendrado, no podía
ser Dios, sino que era una criatura antes que todas las demás criaturas,
pero aún así como éste de nada y fue producido por la voluntad de Dios;
Asimismo, se pensaba que el Espíritu Santo era una criatura, o incluso un
mero poder o don de Dios.

Del otro lado vino el partido del sabelianismo, | 166 | así llamado así por
un tal Sabelio, que vivió en Roma a principios del siglo III. Esto tomó al
Padre, al Hijo y al Espíritu como tres designaciones del mismo Dios,
quien sucesivamente, a medida que avanzaba su revelación, se había
dado a conocer en diversas formas y formas. En la forma del Padre, Dios
trabajó primero como Creador y Legislador; después trabajó en la forma
del Hijo como Redentor, y ahora obra en la forma del Espíritu Santo
como Creador de la iglesia.

Mientras que el arrianismo busca mantener la unidad de Dios, al colocar


al Hijo y al Espíritu fuera del Ser Divino y degradarlos a criaturas, el
Sabelianismo busca lograr el mismo objetivo de despojar a las tres
personas de su independencia y transformarlas en tres sucesivas.
manifestaciones del mismo Ser Divino. En la primera dirección, la forma
de pensar judía, deísta y racionalista es más prominente; en la segunda
dirección, se expresa más la idea del panteísmo pagano (todos los dioses)
y el misticismo. Tan pronto como la congregación comenzó a darse
cuenta con cierta claridad de la verdad, que luego se plasmó en la
confesión de la trinidad, estas direcciones surgieron a izquierda y derecha
de ella, y la acompañan hasta el día de hoy. La congregación y cada uno
de sus miembros tiene que estar siempre alerta, por un lado para no
privar a la única esencia de Dios y por otro no a las tres personas en ese
ser Divino. La unidad no debe sacrificarse por la diversidad, ni la
diversidad debe sacrificarse por la unidad. Mantener tanto en su conexión
inseparable como en su relación pura, no solo teóricamente para el
pensamiento sino también práctica en la vida, es el llamado de todos los
creyentes.

Para cumplir con este llamado, la iglesia cristiana y la teología al


principio comenzaron a usar varias palabras y frases que no aparecen
literalmente en la Sagrada Escritura. Ha llegado a hablar del único ser de
Dios y de tres personas o modos de existencia en ese ser; de trinidad y
trinidad; de ser características humanas; de la generación eterna del Hijo,
y de la salida del Espíritu Santo del Padre y del Hijo, etc.

No hay ninguna razón por la cual la iglesia y la teología no deberían usar


tales palabras y frases. Por las Sagradas Escrituras | 167 | fue dado a la
congregación por Dios, no simplemente para imitarlos sin pensar, sino
para comprenderlos en toda su plenitud y riqueza, para recibirlos en la
conciencia y volverlos a hacer en su propia proclamaría. Además, tales
términos y expresiones son necesarios para mantener la verdad de la
Escritura contra sus oponentes y para salvaguardarla de todo
malentendido y error. La historia ha aprendido a través de los siglos que
la leve desaprobación y el rechazo de estos nombres y formas de hablar
conduce a diversas desviaciones en la confesión.

Sin embargo, por otro lado, al usar estos nombres siempre recordaremos
que son de origen humano, limitados, defectuosos, falibles. Los Padres
de la Iglesia siempre lo han reconocido; dijeron, por ejemplo, de la
palabra personas, por la cual los tres modos de existencia se denotan en
el Ser Divino, que esta palabra no expresa el asunto de manera igual sino
que sirve como medio para mantener la verdad y cortar el error. Esta
palabra fue elegida, no porque fuera correcta en todos los sentidos, sino
porque no había otra mejor que encontrar. Así que aquí también la
palabra queda muy por detrás del pensamiento y el pensamiento de
nuevo muy por detrás del asunto. Aunque no podemos preservar la
materia en su forma defectuosa, nunca debemos olvidar que no se trata
principalmente de la palabra, sino para hacer la cosa. En la dispensación
de la gloria, ciertamente seremos puestos en nuestros labios con nombres
diferentes y mejores.

Lo mismo que se trata de la confesión de la Santísima Trinidad es de


suma importancia, tanto para comprender un solo corazón.

Porque mediante esa confesión, la iglesia mantiene en primer lugar tanto


la unidad como la diversidad en la esencia de Dios. El Ser Divino es uno;
hay un solo Ser, que es Dios y puede ser llamado Dios. En la creación y
la recreación, en la naturaleza y la gracia, en la iglesia y el mundo, en el
estado y la sociedad, en todas partes y siempre tenemos que ver con el
único, el mismo, vivo y verdadero Dios. De esa unidad de Dios depende
la unidad del mundo, la unidad de la humanidad, la unidad de la verdad,
de la virtud, de la justicia y la | 168 | belleza. Tan pronto como se niega o
se debilita esa unidad de Dios, se abre la puerta al politeísmo.

Pero esa unidad de Dios, de acuerdo con la revelación de las Escrituras y


la confesión de la congregación, no es una unidad retraída, sin sentido, ni
soledad, sino plenitud de vida y poderes. Incluye diversidad. Y esa
diversidad se manifiesta en las tres personas o modos de existencia del
Ser Divino. Estas tres personas no son solo manifestaciones, sino formas
de estar en el Ser de Dios. Padre, Hijo y Espíritu comparten la misma
naturaleza y atributos Divinos; una vez son seres. Pero cada uno tiene su
propio nombre; cada uno tiene una cualidad especial por la que se
distingue entre sí: al Padre sólo pertenece la Paternidad, al Hijo la
generación, y al Espíritu Santo la salida de ambos.
A ese orden de existencia en el Ser Divino corresponde el orden de las
tres personas en todas las obras Divinas. Es el Padre de quien; es el Hijo
por quien; y es el Espíritu en quien están todas las cosas. Del Padre, por
medio del Hijo y el Espíritu, proceden todas las cosas en la creación y la
recreación; y en el Espíritu y por el Hijo todos regresan a Él. De modo
que agradecemos al Padre especialmente por su amor de elección; el Hijo
por su gracia redentora; el Espíritu Santo por su poder regenerador y
renovador.

En segundo lugar, con esta confesión, la congregación se opone


firmemente a los errores del deísmo (creencia en un solo Dios sin
revelación) y el panteísmo (algodismo) del judaísmo y el paganismo.
Siempre hay una doble tendencia en el corazón humano; una tendencia a
pensar lejos de Dios y a desprenderse de Dios con el mundo entero, y
también una tendencia a atraer a Dios al mundo, a identificarse con el
mundo y así deificarse con el mundo. los cadáveres. Cuando la primera
tendencia predomina en nosotros, llegamos a pensar que extrañamos a
Dios en la naturaleza, en nuestra profesión, en nuestro negocio, en
nuestra ciencia, en nuestro arte o también en la obra de redención, y
extrañamos a Dios. puede ahorrar. Por otro lado, cuando la segunda
tendencia es la más fuerte en nuestro corazón,| 169 | el sol, la luna y las
estrellas, o el arte, la ciencia y el estado, y en la criatura, a menudo en la
creación de nosotros mismos, rezan por nuestra propia grandeza. Allí
Dios está solo de lejos, solo aquí de cerca. Allí está Él arriba, afuera,
apartado del mundo; aquí está solo y uno con el mundo.

Pero la congregación confiesa ambas: Dios está por encima del mundo,
distinto de él en esencia, y sin embargo con todo su estar presente en él y
en ninguna parte, en ningún punto del espacio, y no separado de él ni por
un momento. Está lejos y cerca; elevado y también descendiendo
profundamente a todas sus criaturas. Él es nuestro Creador, quien, a
diferencia de Su ser, nos produjo por Su voluntad. Él es nuestro
Redentor, que nos salva, no por nuestras obras, sino por las riquezas de
su gracia. Él es nuestro Santificador, morando en nosotros como en Su
templo. Como Dios trino, es un Dios arriba, para y en nosotros.
Finalmente, en tercer lugar, esta confesión de la congregación es también
de suma importancia para la vida espiritual. De manera bastante errónea,
a veces se afirma que la doctrina de la Trinidad es solo un dogma
filosóficamente retirado y no tiene valor para la religión y la vida. Los
Nederlandsche Geloofsbelijdenis lo vieron de manera completamente
diferente; lo expresó en el artículo IX: que Dios es uno en esencia y tres
en personas, todo esto lo sabemos por los testimonios de las Sagradas
Escrituras, como también por su funcionamiento, y principalmente por
los que sentimos en nosotros mismos. Sin embargo, es cierto que no
basamos la fe en la Trinidad en el sentimiento y la experiencia; pero si lo
creemos, encontramos que está íntimamente relacionado con la
experiencia espiritual de los hijos de Dios.

Porque los creyentes llegan a conocer dentro de sí mismos las obras del
Padre, el Creador de todas las cosas, quien también les dio vida y aliento
y todas las cosas. Llegan a conocerlo como el dador de la ley, quien dio
sus santos mandamientos para que pudieran caminar en ellos. Llegan a
conocerlo como el Juez, que está terriblemente enojado con toda la
iniquidad de los hombres, y de ninguna manera absuelve al culpable. Y
por fin llegan a conocerle como el Padre, quien por amor a Cristo es su
Dios y su Padre, en quien confían tanto que no dudan, o les dará toda la
necesidad de | 170 |para nutrir el cuerpo y el alma, y también todo el mal
que les envía en este valle de los lamentos, para volverse hacia ellos para
lo mejor; porque él puede hacer esto como un Dios todopoderoso, y
también quiere como un Padre fiel. Y así confiesan; Creo en Dios, Padre,
Todopoderoso, Creador de los cielos y de la tierra.

De la misma manera también aprenden en sí mismos la obra del Hijo,


que es el Unigénito del Padre, y que es concebido en María del Espíritu
Santo. Llegan a conocerlo como su Profeta y Maestro supremo, quien les
ha revelado plenamente el consejo oculto y la voluntad de Dios de su
redención. Llegan a conocerlo como su único Sumo Sacerdote, quien los
redimió con el único sacrificio de su cuerpo, y quien interviene por ellos
con su intercesión ante el Padre. Llegan a conocerlo como su Rey eterno,
quien los gobierna con Su Palabra y Espíritu y los protege y mantiene en
la redención alcanzada. Y así confiesan: Creo en Jesucristo, el Hijo
unigénito de Dios, nuestro Señor.
También aprenden en sí mismos las obras del Espíritu Santo, quien los
restaura y los guía a toda la verdad. Llegan a conocerlo como el
Trabajador de su fe, quien a través de esa fe los hace partícipes de Cristo
y de todos sus beneficios. Llegan a conocerlo como el Consolador, que
ora en ellos con indecibles gemidos y testifica con su espíritu que son
hijos de Dios. Llegan a conocerlo como las arras de su herencia eterna,
guardándolos hasta el día de la redención. Y confiesan: Yo también creo
en el Espíritu Santo.

Por tanto, la confesión de la trinidad es el núcleo y el principio de toda


religión cristiana. Sin él, ni la creación ni la redención ni la santificación
pueden mantenerse puramente.

Cualquier desviación en esta confesión conduce a un error en las otras


doctrinas, así como, a la inversa, una tergiversación de estos artículos de
fe se remonta a una falacia de la doctrina de la Trinidad. Entonces solo
podremos proclamar las grandes obras de Dios en verdad cuando las
reconocemos y confesamos como la única gran obra del Padre, el Hijo y
el Espíritu.

En el amor del Padre, la gracia del Hijo y la comunión del Espíritu Santo
es toda la salvación y la bienaventuranza del hombre.

Magnalia Dei, Capitulo X


Herman Bavinck: El desafío de la teología
del gran teólogo holandés
Un esbozo de la vida y teología de Herman Bavinck, el gran teólogo holandés.
POR Israel Guerrero
Diciembre 9 de 2021
Foto: Cristobal Rios Montaner

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Escucha un resumen de este artículo en formato podcast:

El 29 de julio de 1921 murió uno de los teólogos que de acuerdo con James I.


Packer (1926-2020), estuvo a la altura de Agustín de Hipona (354-430), Juan
Calvino (1509-1564) y Jonathan Edwards (1703-1758). Su nombre fue Herman Bavinck,
un pastor que sin lugar a dudas puede ser de tremenda importancia para el desarrollo de la
teología reformada en nuestros seminarios e iglesias hispanohablantes. ¿Por qué motivo?
Porque Bavinck heredó, estudió, enseñó, desarrolló y aplicó —en su contexto eclesiástico y
social— las verdades escriturales de la confesionalidad cristiana reformada. Estas
declaraciones evangélicas las podemos resumir en lo que enseñan las primeras preguntas y
respuestas del Catecismo de Heidelberg (1563) y del Catecismo Menor de
Westminster (1647), es decir, que el cristiano no se pertenece a sí mismo, sino a su fiel
Salvador Jesucristo, y que, a la vez, el único fin principal del hombre es el de glorificar a
Dios y gozar de Él para siempre.
Herman Bavinck y su esposa.

En este artículo, describiremos un esbozo de la vida y teología de Herman Bavinck.

Herman Bavinck nació el 13 de diciembre de 1854 en el pueblo de Hoogeveen,


Holanda.1 Hijo de Jan Bavinck (1826-1909), un pastor de la Iglesia Cristiana Reformada
(Christelijke Gereformeerde Kerk), cuyos comienzos se remontan a la Secesión de 1834.
Los orígenes de esta denominación son claves para entender la teología y cosmovisión de
Bavinck. A comienzos del siglo XIX, la teología protestante holandesa se vio influenciada
por el espíritu de la Ilustración y Revolución, trayendo como consecuencia una oposición a
las clásicas doctrinas de la ortodoxia cristiana, como, por ejemplo, la doctrina de la
Trinidad y la doble naturaleza (humana y divina) de Cristo. No sólo la ortodoxia cristiana
fue atacada, sino también la ortodoxia reformada fue desplazada, reflejándose en el olvido
de la doctrina y piedad enseñada en los Cánones de Dort (1618-19) y Catecismo de
Heidelberg. Lamentablemente, la predicación cristiana reformada fue reemplazada por
predicaciones moralistas, reflejándose en dichos como “Niet de leer, mar het leven… niet
de leer mar de Heer”. Es decir, “No a la doctrina, pero sí a la vida... no a la doctrina, pero sí
al Señor”.
Ilustración de Herman Bavinck / Imagen: Caleb Faires

Frente a este panorama, y ante la intervención del Estado en asuntos eclesiásticos, se


levantan algunos hombres que se contraponen a los principios revolucionarios. Esta
oposición se fundamentó en el inquebrantable compromiso con la Palabra de Dios y con los
estándares confesionales reformados. Fue en este contexto donde el padre de Herman
experimenta su conversión, educando posteriormente a su hijo Herman en un ambiente
familiar nutrido por la herencia calvinista experiencial de los viejos teólogos reformados
holandeses. 

La educación de Bavinck es un aspecto que no debe ser descuidado a la hora de estudiar su


pensamiento. Si bien luego de terminar su educación secundaria Bavinck se inscribe como
estudiante en la Escuela Teológica de Kampen, su tiempo ahí no fue muy extenso. Después
de un año como estudiante en el seminario de la denominación reformada ortodoxa, donde
además su padre era ministro en Kampen, Herman toma la decisión de estudiar teología en
el centro del modernismo o liberalismo teológico: la universidad de Leiden. Este hecho no
debe ser visto como un abandono de su fe cristiana y reformada, sino por la búsqueda de
una educación teológica más rigurosa, académicamente hablando. Dicho sea de paso, fue
justamente en Leiden, bajo la predicación de un pastor reformado de su denominación,
donde Bavinck participa por primera vez de la Santa Cena en Octubre de 1875. En un
futuro, él escribirá un libro devocional con respecto a piedad que se desarrolla antes, en y
después de participar en la Mesa del Señor. De esta manera, Bavinck fue consolidando una
formación teológica que tomaba en serio la academia, la confesionalidad y la piedad. 

El artículo continúa después del anuncio


Mientras sus profesores negaban puntos esenciales de la fe cristiana, la fe viva y
confesional de Bavinck se fortalecía al entrar en contacto con un pastor que había
experimentado una cierta conversión de un cristianismo reformado liberal a un cristianismo
reformado ortodoxo y experiencial. Aquel hombre era el mismo que había conocido
previamente en su periodo en Kampen, y que además, se estaba levantando como uno de
los líderes de un movimiento posteriormente denominado como neo-calvinismo: Abraham
Kuyper (1837-1920). De hecho, Herman Bavinck se convertiría en uno de los exponentes
de este movimiento. 
Sala de lectura, Biblioteca Universitaria de la Universidad de Leiden hacia 1880.
Cuando Bavinck tenía 19 años, escuchó las siguientes palabras de Kuyper en Kampen: “El
calvinismo no es un poder rígido e inalterable que había alcanzado sus conclusiones finales,
[y] su forma definitiva, ya en los tiempos de Calvino. Por el contrario, es un principio que
solamente revela gradualmente su poder, que tiene una visión única para cada época, [y]
que asume una forma adecuada para cada país”.

De esta manera, un joven Bavinck comenzaba a formar una cosmovisión reformada


ortodoxa que respondía a los desafíos de la modernidad europea. Cosmovisión, que, dicho
sea de paso, comenzaba en una comunión íntima con Dios, y que se extendía a cada
centímetro cuadrado del orden creado. Esa cosmovisión fue consolidada a través del neo-
calvinismo holandés. 
Abraham Kuyper

Es importante detenernos en este punto. ¿Qué es el neo-calvinismo? Es un movimiento que


comienza a finales del siglo XIX y comienzos del XX en Holanda. Frente al liberalismo
teológico que atacaba a los seminarios reformados —reflejándose en predicaciones
moralistas en los púlpitos— Kuyper y Bavinck se levantan para proclamar y desarrollar las
viejas verdades reformadas en un nuevo contexto. En otras palabras, Bavinck y Kuyper
recuperaron y aplicaron la visión y confesionalidad del viejo calvinismo dentro de los
desafíos que planteaba el nuevo contexto social de la modernidad tardía. Ante las corrientes
teológicas revolucionarias que se infiltraban en las iglesias y universidades holandesas,
Kuyper se levanta para decir que todo el orden creacional debía reflejar el fin por el cual
fueron creados: la gloria de Dios. Una frase que resume la cosmovisión reformada del neo-
calvinismo nace justamente en la Universidad fundada por el propio Abraham Kuyper. En
octubre de 1880, en plena inauguración de la Universidad Libre de Ámsterdam, Kuyper
declaró que “no hay una pulgada cuadrada en todo el campo de la existencia humana sobre
la que Cristo, que es Señor sobre todo, no clame ‘¡mío!’” Fue en esta universidad donde a
partir de 1902 Herman Bavinck comienza a enseñar dogmática.

Luego de terminar sus estudios doctorales en 1880 en Leiden —presentando una tesis sobre
la Ética de Zuinglio— Bavinck acepta el llamado pastoral de una congregación en Franeker
en 1881. Un año después es elegido como profesor de teología en la Escuela Teológica de
Kampen. Dentro de las distintas asignaturas que enseñó, Bavinck enseña “Dogmática
Reformada”, material que durante su periodo en Kampen será publicado en cuatro tomos,
desde el 1895 a 1901, y en una segunda edición revisada durante su periodo como profesor
en la Universidad Libre de Ámsterdam. 
Universidad Libre de Amsterdam alrededor de 1900.
Uno de los aspectos más importantes que se refleja en su dogmática, y en general en todo el
pensamiento de Bavinck, es una teología profundamente trinitaria. En su magnus opus, el
profesor reformado describe que “la mente del cristiano no está satisfecha hasta que toda
forma de existencia haya sido referida al Dios Trino y hasta que la confesión de la Trinidad
haya recibido el lugar de preeminencia en nuestro pensamiento y vida”.

Esta teología trinitaria lo llevó a desarrollar una cosmovisión trinitaria y práctica. De esta
manera, la dogmática reformada estaba unida a una ética reformada. De acuerdo con
Bavinck, ”La dogmática describe las obras de Dios para, en y dentro del hombre. La ética
describe las obras que el hombre renovado ahora realiza basado en y en el poder de las
obras de Dios... Dogmática es el sistema del conocimiento de Dios, ética es aquel del
servicio de Dios”. En otras palabras, la teología sistemática y la ética son disciplinas que se
encuentran orgánicamente unidas. De esta manera, el estudio de la teología de Herman
Bavinck nos presenta un panorama donde no es posible tener una doctrina reformada sin
vidas reformadas por la Palabra de Dios y el Espíritu de Dios.

Esta concepción de la doctrina como algo teorético-práctico llevó a Bavinck a aplicar la


teología reformada en las distintas esferas de la vida. Debido a que el modernismo
teológico no lograba satisfacer las necesidades más profundas del hombre, fue entonces
necesario desarrollar una misma teología que lograse impactar desde las ciencias, el arte, la
política, y la familia hasta el lecho de muerte. Esta teología era una ciencia que llevaba a
cada hombre y mujer a vivir en la presencia de Dios. En otras palabras, era un calvinismo
experiencial para toda la vida. De hecho, así describe Bavinck la vida del reformador de
Ginebra: “Para Calvino, Dios no era meramente un Dios que estaba lejos; él también estaba
cerca. Él sintió la presencia de Dios. Él caminó en la luz de su rostro. Él dirigió toda su
alma y cuerpo a Dios como una ofrenda y fue consumido por su obediencia. Para él, la
doctrina y la vida eran una. Él quería que la vida cristiana fuese así. La palabra tenía que
actuar en él, la doctrina tenía que vivir, la fe tenía que convertirse en acción”.

Al desarrollar una teología delante del rostro de Dios, Bavinck logró relacionarla y aplicarla
en distintas áreas de la sociedad. De esta manera, se convirtió en un reformador educacional
(apoyando la educación y el sufragio femenino), un parlamentario, un pionero en
psicología, y en un hombre de ciencias. Todo esto lo pudo lograr porque su vida estaba
escondida en su Creador y Redentor mientras era profesor de teología (tanto en Kampen,
como luego en la Universidad Libre de Ámsterdam) y miembro activo de su iglesia. De
hecho, Bavinck luchó por la unión de dos denominaciones reformadas en Holanda. La
catolicidad reformada era un aspecto importantísimo en su mente y corazón. En sus
palabras: “las Iglesias Reformadas nunca deben descansar hasta que los hermanos que
pertenecen a la misma casa se reúnan en amor y paz bajo un mismo techo”.

En 1920, y luego de participar en el Sínodo de Leeuwarden, Herman sufre un ataque al


corazón, debilitando su salud. Al siguiente año, Bavinck parte a la presencia del Señor el
día 29 de julio de 1921, es decir, hace exactamente cien años atrás.
Algunos libros de Herman Bavinck

Conclusión

Dios está despertando a la Iglesia Hispana a volver a la única regla de fe y conducta: la


Biblia. Esto nos debería llevar tanto a profundizar como también a desarrollar la fe y
doctrina confesada por la iglesia cristiana a lo largo de los siglos. Esta fe tiene su origen y
propósito final en la gloria del Dios Trino. Sin la doctrina de la trinidad no hay teología, ni
vida ni mucho menos una cosmovisión cristiana. En otras palabras, necesitamos una
teología reformada que predique que el mismo Dios que es soberano en la salvación, es
también Señor en todas las áreas de la vida. Tal como dijo Bavinck en su
libro Cosmovisión Cristiana, “el mismo Dios necesitado por el creyente piadoso y el
filósofo, es aquel que se hace a sí mismo conocido a ambos en sus obras. Es la misma
Palabra que hizo todas las cosas, y que, en el cumplimiento del tiempo, se hizo carne. El
mismo Espíritu que renueva la faz de la tierra, cambia el corazón del pecador. Y, por lo
tanto: verus philosophus amator Dei (El verdadero filósofo es un amante de Dios),
y Christianus verus philosophus (Un cristiano es un verdadero filósofo)”.

Este amor por Dios nos debe llevar las buenas nuevas a todas las esferas de la vida. En su
discurso titulado El Reino de Dios, el Bien Supremo, Bavinck indicó que “la iglesia es lo
que debería ser cuando ella trabaja más allá de sí misma, y no está satisfecha cuando la
gente es piadosa solamente los domingos en la iglesia”. A cien años de su muerte, Bavinck
nos desafía a no estar satisfechos con buenas publicaciones en redes sociales, sino más bien
a trabajar comprometidamente en nuestras iglesias locales, a prepararnos teológicamente lo
mejor posible (humildemente y seriamente, tanto en las iglesias locales como también en
seminarios o universidades) y velar activamente por la unidad, santidad y catolicidad de las
iglesias hispanas que proclaman fielmente que “el fin principal del hombre es el de
glorificar a Dios y gozar de él para siempre”.

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