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XVII
Las monarquías absolutistas de Europa occidental que gobernaron entre los siglos XVI y
XVII fueron modelo de régimen donde el rey poseía todos los atributos de la soberanía:
elaboraba las leyes, administraba la justicia, recaudaba impuestos (mediante funcionarios) y
mantenía un ejército permanente. Luis XIV, por ejemplo, afirmó: “El Estado soy yo”. Eso
representó un avance en el aspecto político, ya que desarrolló la centralización y contribuyó
a la unificación territorial de Inglaterra, Francia, España y Austria principalmente. Los
ciudadanos partidarios de esta forma de gobierno, como el pensador político francés
Bousset, afirmaban que el poder era transmitido directamente por Dios, y éste era el único
ante el cual el rey respondía de sus actos.
El inglés Thomas Hobbes, en su obra Leviatán (1651), menciona que la autoridad del
monarca provenía de un acuerdo establecido entre él y sus súbditos, y no de la autoridad de
Dios como sostenían los monarcas. Sin embargo fundamenta el principio del Despotismo
Ilustrado según el cual el Estado es el garante y tutor del pueblo.
"Ilustración" fue el término que escogieron los humanistas para referirse a la época de
cambios en el pensamiento y las letras que sacudieron a Europa durante el siglo XVIII.
Cuando los científicos, filósofos y escritores se referían a la Ilustración, querían establecer
que sus actividades estaban rompiendo con el pasado, remplazando la obscuridad e
ignorancia del pensamiento europeo medieval con la luz de la verdad emanada de la razón.
Luis XIV
Luis XIV (1638-1715), Hyacinthe Rigaud, 1701
Aunque los pensadores ilustrados diferían ampliamente entre ellos, compartían ciertos
conceptos que constituían la filosofía de la Ilustración. Los tres conceptos más importantes
fueron: la razón, la naturaleza y el progreso.
El universo está constituido en una forma racional, esto es, puede ser comprendido a través
del uso de la razón.
Se puede llegar a la verdad a través de la observación empírica, el uso de la razón y la duda
sistemática.
Las experiencias humanas son el fundamento del conocimiento de la verdad; por lo que no
se debe privilegiar lo que digan las autoridades.
Todo lo humano, tanto en lo colectivo como en lo individual, puede ser comprendido en la
misma forma en que se puede entender el mundo natural. Una vez captada la esencia de la
naturaleza social, tanto en lo colectivo como en lo individual, puede ser manipulada o
reestructurada de la misma forma en que se puede manipular y reestructurar al mundo
natural.
La historia humana es el desarrollo del progreso.
Los seres humanos pueden ser mejorados por medio de la educación y el desarrollo de sus
capacidades racionales.
Las doctrinas religiosas no pueden tener lugar en la comprensión del mundo físico y
humano
El antiguo régimen y sociedad estamental
La expresión Antiguo Régimen designa los siglos finales (XVII y XVIII) de la Edad
Moderna -que va desde 1453 en que Constantinopla cae en poder de los turcos hasta 1789,
con la
Revolución francesa-, por oposición a los caracteres del mundo surgido de las revoluciones.
La sociedad del Antiguo Régimen es estamental, ya que se encuentra dividida en tres
estamentos o grupos sociales: nobleza, clero y tercer estado o estado llano. También es
piramidal,
porque la mayoría de la población, el tercer estado, carece de poder por lo que ocupa la
base,
mientras que la minoría, que detenta el poder, ocupa la cúspide. Entre ambas está el clero,
que se
nutre de nobles, que ocupan los altos cargos, y del estado llano, que integran el bajo clero.
Esta sociedad está basada en el privilegio del que gozan nobles y clérigos, por el que no
pagan impuestos o tienen prohibido realizar trabajos manuales. Es además, una sociedad
estática,
porque, salvo excepciones, si alguien nace en la nobleza, muere en ella, y si lo hace en el
tercer
estado, en él muere. No existe la movilidad social tan frecuente en la sociedad
contemporánea.
En el terreno político, la mayoría de los Estados de Europa eran monarquías en las que el
rey concentraba en sus manos los tres poderes: el poder de hacer leyes -legislativo-, el
poder para
gobernar -ejecutivo- y el poder para impartir justicia -judicial-. Y como el rey los ejerce sin
que
ninguna institución lo controle, decimos que es un monarca absoluto. Además, el rey es
irresponsable, es decir, no tiene que dar cuentas a nadie de lo que hace, salvo a Dios, ya que
el
poder del monarca deriva de la voluntad de Dios. Esta teoría recibe el nombre de
providencialismo
y fue formulada de modo definitivo por Jacques Bossuet. Se basa esta teoría en la idea de
que es
Dios el verdadero protagonista de la Historia al servirse de los reyes, los gobiernos, los
ejércitos ...
Una de las figuras que encarnan la monarquía absoluta es Luis XIV de Francia, el Rey Sol.
En Inglaterra se dio una forma particular de monarquía llamada limitada o controlada, en
la que el Parlamento ejercía un verdadero control sobre el monarca. Cuando el rey Carlos I
Estuardo
trató de gobernar como los demás monarcas, los nobles se rebelaron y le cortaron la cabeza.
A partir
de este momento, los sucesivos reyes tomaron buena nota de lo que le había pasado a
Carlos.
La mayoría de la población vivía en el campo, que trabajaba del mismo modo que se había
hecho en los últimos siglos. Las técnicas (como el barbecho o el sistema de rotación bienal)
y las
herramientas (como el arado romano) no habían cambiado mucho por lo que la
productividad era
muy baja, dedicándose casi todo lo producido al autoconsumo. Esta agricultura de
subsistencia les
impedía acumular cualquier tipo de riqueza por lo que en los años de malas cosechas tenían
lugar
terribles hambrunas.
Además, buena parte de estos campesinos estaban sometidos al régimen señorial, por el que
debían obediencia al señor, que además de impartir justicia, tenía derecho a cobrar
impuestos.
En las ciudades las cosas eran un poco diferentes, ya que se respiraba un clima de mayor
libertad. La mayor parte de la población urbana se dedicaba a la artesanía y al comercio
local.
La economía en el antiguo régimen
Las principales potencias europeas del siglo XVI, España y el Imperio otomano,
comenzaron a declinar. Su hegemonía comenzó a ser cuestionada por nuevas potencias en
ascenso: Francia, Inglaterra, las Provincias Unidas (hoy Países Bajos), Suecia y el Imperio
ruso.
La monarquía absoluta fue la forma de gobierno predominante en el continente europeo. Se
caracterizó por la concentración de todos los poderes del Estado en manos de un rey o
monarca que accedía al trono a través de su herencia familiar. La Francia de Luis XIV
(1643-1715) es el ejemplo más acabado de monarquía absoluta.
El sustento ideológico del absolutismo fue la teoría del derecho divino, según la cual el
origen de la autoridad del rey era Dios. De acuerdo con este postulado, el monarca podía
ejercer un poder ilimitado y no estaba obligado a rendir cuentas de sus actos ante sus
súbditos.
El absolutismo no logró consolidarse en Inglaterra, donde luego de una etapa de guerras
civiles entre la Corona y el Parlamento, durante la llamada Revolución inglesa, se instauró
en 1688 una monarquía parlamentaria. En este sistema, el rey comparte el poder con el
Parlamento. Además, se elige a un primer ministro que actúa como jefe de gobierno.
Una forma de gobierno distinta a la monárquica fue la república parlamentaria, que se
instauró en las Provincias Unidas en 1648. Los representantes de las 7 provincias que
integraban el Estado se reunían en los Estados generales, los cuales elaboraban las leyes
comunes. Cada 5 años designaban al Gran Pensionario, quien dirigía la administración
pública, y al Gran Estatúder, quien estaba al mando de las milicias.
Las sociedades europeas de la época eran estamentales. Esto significa que estaban
legalmente divididas en privilegiados y no privilegiados. El lugar que ocupaba cada
persona en estos dos grandes grupos lo determinaba su nacimiento. Entre los privilegiados
estaban el rey, los nobles y el clero. Los no privilegiados eran los burgueses, artesanos y
campesinos, los cuales en Francia conformaban el llamado tercer Estado. La burguesía
experimentó un vertiginoso ascenso social y económico en Inglaterra y las Provincias
Unidas, debido al incremento de ingresos que provenían del comercio y las finanzas.
En la Europa del siglo XVII no había tolerancia religiosa. Los súbditos estaban obligados a
profesar la misma religión que su rey. Si este cambiaba de religión, las personas debían
hacerlo también o se exponían a la prisión, el exilio, la confiscación de bienes o la muerte.
En este contexto hubo numerosas guerras de religión entre católicos y protestantes, las
cuales provocaron cientos de miles de víctimas, tanto en combates como en saqueos y
quema de pueblos y aldeas.
La doctrina económica predominante fue el mercantilismo, que afirmaba que la nación más
rica era la que tenía más oro y plata. Las maneras de conseguir metales preciosos eran la
piratería, la guerra y una balanza de pagos favorable, en la que las exportaciones fueran
mayores que las importaciones.
Se produjo una crisis económica, demográfica y social, que muchos autores denominan
«crisis del siglo XVII». Se trató de una etapa de estancamiento caracterizada por la
disminución de la producción agrícola, hambrunas, pestes, revueltas urbanas y rurales y un
aumento de la tasa de mortalidad.
En el sur de Europa, la producción artesanal siguió controlada por los gremios, lo que
dificultó las innovaciones tecnológicas. En Inglaterra y los Países Bajos se extendió, en
cambio, el sistema de producción domiciliario, en el cual un comerciante entregaba
materias primas a los campesinos para que elaboraran textiles baratos y competitivos en sus
hogares.
La búsqueda de conocimiento a través de la razón humana, característica de la Edad
Moderna, alcanzó todas las áreas del saber. Como consecuencia, hubo un fuerte desarrollo
de la astronomía, la biología y la física, que se plasmó en la invención del telescopio y el
microscopio; en el descubrimiento de la célula y en la formulación de la teoría de la
La etapa de la industria y el despotismo ilustrado
Por lo tanto, la opinión de los súbditos era lo que menos importaba, esto se
resumía en la frase “El soberano debe ver, pensar y actuar por toda la
comunidad” que emitida por Federico II, rey de Prusia se conoce más como
“Todo para el pueblo, pero sin el pueblo”. Los representantes del Despotismo
Ilustrado más destacados fueron Federico II de Prusia, Catalina la Grande de
Rusia, José II de Austria y Carlos III de España. gravitación universal. A este
movimiento se lo denomina Revolución científica y continuó durante el siglo
XVIII.
El movimiento artístico del siglo XVII fue el Barroco. Dentro de este estilo, la
literatura, el teatro, la música y las artes plásticas tuvieron un gran desarrollo.
En literatura se destacaron el francés Molière, el español Miguel de Cervantes
Saavedra y el inglés William Shakespeare. La trayectoria literaria de
Cervantes se inscribe en el llamado Siglo de Oro, denominado así por la
calidad alcanzada
El despotismo ilustrado
Constituyó una forma de gobierno que trataba de conciliar el absolutismo con
las nuevas ideas de la Ilustración, intentando para ello conjugar los intereses
de la monarquía con el bienestar de los gobernados. Se desarrolló durante la
segunda mitad del siglo XVIII.
El término tiene su origen en la palabra italiana "Déspota", es decir, soberano
que gobierna sin sujeción a ley alguna.
Carlos III de España (Madrid, 20 de enero de 1716 — Madrid, 14 de
diciembre de 1788).
Carlos III de España
Buena parte de los soberanos europeos desarrollaron en mayor o menor
medida esta forma de gobernar, utilizando su indiscutible supremacía como
herramienta para incentivar la cultura y la mejora de las condiciones de vida
de sus súbditos.
Pero al hacerlo, prescindieron de su concurso y opinión. La famosa frase
acuñada “Todo para el pueblo, pero sin el pueblo” se hizo eco de una realidad
que intentaba aunar la tradición con la novedad.
Para llevarla a cabo se valieron de una serie de reformas que en cierto modo
buscaban modernizar las estructuras económica, administrativa, educativa,
judicial y militar de sus respectivos estados.
Sebastião José de Carvalho e Melo, más conocido como Marqués de Pombal o
Conde de Oeiras, (Lisboa, 13 de mayo de 1699 - Pombal, Coimbra, 8 de mayo
de 1782). Ministro del rey José I de Portugal. Marqués de Pombal