Dominic
Dominic
Dominic
como tú. Está hecho sin ningún ánimo de lucro por lo que queda
totalmente PROHIBIDA su venta en cualquier plataforma.
El único pecado que Maria quiere que él pague es uno que su familia
no cometió.
Maria suavemente abrió sus ojos, lista para mirarlo una vez más. Sin
embargo, solo se encontró con una cama vacía. Estirando su mano
bronceada, tocó el lugar donde él había yacido cuando sus ojos se
habían cerrado hace horas. Ni siquiera estaba caliente, haciéndole
preguntarse si todo había sido un sueño. La única prueba que tenía que
él había estado allí eran sus recuerdos y el hundimiento de la cama a
su lado.
Rriiiing…
Rriiiing…
Rriiiing…
Rrii…
¡BANG!
La respiración al otro lado de la línea hizo eco cada vez más fuerte
hasta que la lluvia y cada otro sonido se apagaron, el silencio
magnificándose como el timbrado que había atormentado su tímpano
cuando recién había llamado.
Kayne.
Maria abrió la boca para decir el nombre del que comenzaba a
enamorarse, pero antes de poder formarlo, una voz solemne la detuvo,
haciendo que caiga de rodillas, junto con su destrozado corazón.
—Ya has ido donde los Caruso, rogando por perdón, y entregando
a tu propio hermano sin siquiera luchar. Nuestro padre te mataría aquí
mismo por lo que has logrado hacer al apellido Luciano.
Lucifer Luciano había sido tan depravado como podía llegar a ser
una persona, y desconocido para Dominic, hace años atrás, su padre
había dejado su marca en una chica de catorce años con un cuchillo,
prometiéndole que volvería para reclamarla a los dieciocho años. El
segundo al mando de los Caruso también tuvo una fijación por la
misma chica, y mientras los dos hombres estaban cortados por la
misma psicopatía, Lucca no solo la había salvado del agarre de Lucifer,
sino también había tomado su corazón. Incapaz de aceptar la derrota
después de años de esperar su precio, Lucifer entró a la casa de los
Caruso, disparando al guardaespaldas de Lucca cinco veces antes de
tomar a la simple cosa que comenzaría una guerra.
Chloe Masters.
—Envíalos aquí.
—Como todos saben, tuve una reunión con los Caruso, y para
poder arreglar la pila de mierda que Lucifer nos dejó, tuve que acordar
sus términos. El primer término nos herirá a todos. Acordé entregar
50% de nuestras ganancias.
Los ojos del hombre fueron hacia los dos hermanos Luciano que
estaban a cada lado.
Bang.
Bang.
Bang.
Bang.
Bang.
Bang.
—¿Alguien más tiene un problema con los términos con los que
he acordado? —preguntó Dominic, limpiando la gota de sangre que
había salpicado por encima de su ceja.
Nunca antes, al estar sentado allí de niño, había soñado con este
día. Siempre había sabido que, si tocaba la silla de su padre, el castigo
no hubiera valido el sueño.
Dominic, 5 años
S
entado de piernas cruzadas en el polvoriento suelo de
madera, un joven Dominic miraba fijamente el pequeño
televisor que estaba a unos centímetros de distancia. Una
película del Salvaje Oeste estaba reproduciéndose, que se vio borroso
cuando la señal se fue. No era solo su programa favorito de ver, era lo
único que veía. Pensó que era todo lo que reproducía la caja de dos por
dos. Cuando había ido al jardín de infancia y estuvo rodeado de niños
por primera vez, le preguntaron cuál era su dibujo animado favorito, y
cuando dijo que no sabía, todos lo miraron con diversión.
Dominic rápidamente aprendió que era mucho más diferente que los
otros chicos en la escuela. Ellos querían jugar a policías y ladrones, y él
todo lo que quería jugar era a vaqueros e indios. Los chicos hablaban de
programas como Bugs Bunny, Rugrats, y algo tonto llamado Los Felinos
Cósmicos —que se veía como un jodido gato humano—, mientras todo
lo que conocía era a John Wayne, Mediodía, y Clint Eastwood. Cuando
le preguntaron qué quería ser cuando fuera grande, Dominic
confiadamente se irguió, diciéndole a la clase que quería ser Jesse
James.
Jesse James era un pesado hijo de perra que podía pelear y llevar
dos pistolas mientras cabalgaba un caballo. Era el mejor forajido que
jamás había existido, y un día quería que el nombre Dominic Luciano
permanezca en la historia, justo al lado de Jesse James.
Carla había sido tan buena con él e incluso le había dado helado un
par de veces como desayuno cuando Lucifer todavía estaba durmiendo.
Pensó que finalmente tendría una mamá, pero incluso a los cinco años
de edad, sabía que no volvería a ver a Carla. Cuando se fueron al
hospital, su padre había estado mirándole de la misma forma en que
Clint Eastwood hacía justo antes de sacar su pistola y disparar a
alguien.
—Angel.
—Y, Matthias.
—Está bien.
—Anda, búscala.
—Mi padre…
Bajando las escaleras, fue igual de rápida, solo con unos cuantos
tropiezos por la dormida. Si Dominic no hubiera estado bajando frente a
ella, DeeDee no hubiera sido capaz de mantenerse erguida y se hubiera
tambaleado por las escaleras, borracha.
—¿Sí, Lucifer?
—De acuerdo. —Sonrió, yendo a mirar a los bebés—. Son tan lindos,
al igual que su pad…
—¿Para qué?
Clic.
No fue hasta que lo último del sol estaba por irse, su padre regresó
para quitarle el arma, diciéndole que podía regresar adentro.
Y ya no estaba solo.
2
Paciencia
Dominic, 6 años
D
ominic estaba de pie en el mismo lugar donde siempre se
ponía afuera, la tierra ahora ligeramente hundida por su
constante peso. Yendo a través de los simulacros en los que
su padre le había entrenado, sacó la pistola de su cintura, la cargó, la
balanceó, apuntó, apretó el gatillo antes de colocarla de vuelta en su
cintura; luego repitió el proceso una y otra vez, hasta que el sol se
ocultó. El único problema era… no había pistola.
Había pasado todo un año desde que había tocado la pistola, doce
meses de simulacros de Lucifer sin arma, y su padre diciéndole que sea
paciente. Al principio, Dominic había pensado que solo sería una
semana hasta que tuviera la pistola de vuelta en sus manos, y cuando
eso no sucedió, estaba seguro que la conseguiría en un mes. Cuando
eso aún no sucedió, el tiempo comenzó a nublarse, y lo único que lo
mantenía en vela, era que la había sostenido una vez en sus manos. La
esperanza era todo lo que tenía para continuar, ser capaz de volver a
tocar ese precioso metal.
Lo que odiaba más era la estúpida lata de soda arrugada que tenía
que ver, aquella que su padre había colocado en el muñón. Durante
doce meses miró esa cosa, esperando poder explotarla hasta hacerla
añicos, como Jesse James lo hubiera hecho. La sucia lata era su
constante recuerdo de cómo no se había acercado ni un poco a volverse
el gran forajido que quería ser.
—Estás listo.
Esa era una de las cosas buenas que le había enseñado su padre.
Dominic, 7 años
P
reparándose un cuenco de cereal Fruity Pebbles,
accidentalmente salpicó un poco de leche en la encimera,
demasiado emocionado por volver a la película del oeste que
había regresado luego del comercial en la televisión. Era sábado, y sus
hermanos gemelos estaban dormidos en su habitación después de
haber almorzado, así que él podía ver su programa sin tener que
supervisar a Matthias para evitar que haga algo que lo meta en
problemas.
Enamorada era lo que decían los niños en la escuela, pero no era así
como él llamaría a la mujer que venía a ver a su padre. Se supone que
debías gustar de tus novias, y a Lucifer no le gustaba nadie. Ni siquiera
sus propios hijos.
—Vamos.
Tomando un último gran y dulce bocado, estaba por saltar fuera del
sofá cuando Lucifer cruzó con rapidez la sala, tirando de él fuera del
sofá y salpicando su cuenco de cereal por todos lados.
Abriendo los ojos, vio a Lucifer lanzando fuera viejos y sucios trajes
de un armario y al suelo. Cuando caminó hacia él de nuevo, Dominic
estaba seguro que iba a golpearlo ahora, pero entonces, se sorprendió
cuando Lucifer lo arrastró al armario por la camisa.
—¡Una chica! —Escuchó a su padre rugir tan fuerte que llegó hasta
la sala de estar.
Dejó caer su cabeza. Eso era lo último que quería; incluso el director
lo miraba con miedo en sus ojos. La única adulta que siempre era
buena con él era su profesora, la Srta. Smith, y si su padre visitaba la
escuela, quizás ella dejaría de ser buena con él.
Mirando a su hijo indefenso, que veía un par de años menor que él,
le recordó lo hambriento que podía llegar a estar.
Dom solo había pasado una semana sin comida; ¿cuánto tiempo
había pasado para la madre y su hijo? Esperaba nunca saberlo. Así que
bajó la cabeza y continuó a la escuela, incapaz de robar comida o comer
por sí solo sabiendo que ellos estaban también hambrientos.
—Dominic, ¿te sientes bien? —La Srta. Smith vino antes que
empezara la clase y colocó su mano en su sudorosa frente para sentir si
tenía fiebre—. Debería llamar a tu padre para que te recoja…
Toda la mañana comió los caramelos uno por uno hasta que solo
quedaban unos cuantos. Cuando la manija del reloj estaba por alcanzar
la hora de almuerzo, temía que alguien se robara su caja de caramelos
—después de todas las miradas de envidia que había obtenido—, así
que escondió cuidadosamente los caramelos en su pequeño bolsillo de
pantalón, luego tiró la caja mientras todos salían en una sola fila.
Llegando al comedor, y oliendo la comida, hizo que su estómago
gruña de nuevo. Deseaba haberse parado suficientemente rápido para
estar al frente de la línea en lugar de atrás, pero pacientemente esperó
hasta que consiguió su bandeja de bajo presupuesto y se sentara.
Así que, cuando salió hoy, hizo lo que usualmente hacía y jugó por
sí solo a la jungla. Subiendo al enorme domo de plata, comenzó a trepar
las barras hasta lo alto, hacia su lugar favorito donde le gustaba
sentarse. Yendo sobre la pequeña curva, vio a un chico ya sentado
arriba. Estaba por sentarse en la barra dónde él estaba cuando los ojos
del niño se ampliaron al verlo. El niño ni siquiera le dio una
oportunidad a Dominic de decirle que podía sentarse ahí, antes de
moverse rápidamente, bajando de la estructura.
¿Tal vez era culpa de Dom? Podría haberlo intentado mejor, podría
haberle gritado que se podía sentar con él, pero no lo hizo. En su lugar,
mantuvo su boca cerrada y tomó su lugar favorito.
Escuchando al niño gritar debajo de él, Dom bajó la mirada para ver
a un niño rubio molestando a Bristol, una niña que estaba en clase de
la Srta. Smith con él.
—¡No! ¡Tú me lanzaste muy fuerte la pelota hacia mí! ¡No pude
atraparla! —La niña sacudió la cabeza con tanta fuerza que sus colitas
rubias volaron con el viento.
—Es correcto; tú solo eres una… —El niño sonrió con malicia,
claramente contento de haber golpeado un punto débil, y dijo las
siguientes palabras con tanta rudeza que prácticamente escupió sobre
todo su rostro—: ¡tonta… estúpida… rubia!
—Si las rubias son tan estúpidas, ¿entonces, en qué te convierte eso
a ti? —preguntó Dom, de pie cara a cara con el niño molestoso—. ¿O
eres tan jodidamente estúpido que olvidaste el color de tu propio pelo,
Kayne?
—Todos saben que las rubias tontas solo pueden ser rubias.
—¿Dice quién?
—¡Mi padre!
—¿Estás bien?
—Está bien. —Se limpió las lágrimas de las mejillas con la palma de
la mano—. Los chicos solo se fijan en ti cuando les gustas.
—Eh…
Temo herirla.
Dom agarró la barra más cercana, corriendo lejos de ella antes que
le ofreciera trepar con él. Le hizo sentir realmente horrible observar a la
triste Bristol alejarse mientras él trepaba a lo alto de su domo.
Dominic, 8 años
D
om entrecerró los ojos hacia el objetivo minúsculo que
Lucifer había colocado en el nudo del árbol. Apretó su
agarre en la pistola mientras se preparaba para tirar del
gatillo.
Dom giró su cabeza entre los dos hombres, esperando que Lucifer lo
mate ahí mismo ante la forma malcriada que estaba hablando Anthony.
—Tus bromas conseguirán que seas enterrado a seis pies bajo tierra
un día —le advirtió su padre.
—Urie.
Él asintió.
—Sí.
—Muéstrame.
—Maldición. Eres bueno, chico. Mejor que yo, sin duda. —Dejando
caer el cigarrillo al suelo, aplastó lo poco que quedaba debajo del talón
de su bota de cuero—. ¿Tu viejo te ha enseñado la lección más
importante sobre las armas?
—¿Lo harías?
Anthony entrecerró sus ojos hacia él, luego levantó la mirada hacia
la distancia, como si debatiera su respuesta.
—¿Cuántos?
—Doscientos tres.
—No puedo…
—Mi error.
Dominic podía lidiar con eso, era uno más de lo que jamás había
tenido.
5
El pequeño secreto en el cañón
D
ominic se sentó en la oscuridad, a ciegas buscando en el
bolsillo de su pantalón. Sacó uno de los caramelos que
mantenía consigo todo el tiempo. Desenvolviendo la
envoltura, lo puso en su boca, lentamente chupando el sabor a cereza
para poder hacerlo durar tanto como podía.
Era un truco que había aprendido ese día, tanto tiempo atrás. Su
antigua profesora, la Srta. Smith, había llamado a su padre justo
después de la escuela, preocupada de que Dominic tal vez no estaba
comiendo suficiente. Nunca se olvidaría el momento en que atravesó esa
puerta y encontró a Lucifer esperándolo. Lo había arrastrado al armario
para sentarse durante otra noche sin comida o agua.
Eso era un dicho que escuchaba casi todos los días. Su padre
constantemente le recordaba lo no especial que era, sin importar cuántas
veces golpeara el dado en el blanco, o cuán lejos eran colocados los
objetivos.
—Pero aprender cómo cuidar de tu arma, saber para qué sirve cada
pieza… eso te convierte en un maestro.
—Tres días.
—¿Mi propósito?
—Son como nosotros, pero con mucho más dinero. —Lucifer bajó la
mirada hacia las pilas de dinero que estaba contando como si no fuera
nada—. Y más hombres. Pero planeo que tú tengas más hermanos para
que nos ayuden a pelear cuando llegue el día.
2
N.T. Miniserie histórica del 2012, basada en el conflicto entre los Hatfield y los
McCoy.
—No. —Su padre golpeó la mesa de madera—. Estamos luchando
por poder. Más tierra significa más dinero. —Recogió la pila de dinero,
abanicándose—. Y dinero te da poder.
Dominic asintió.
—¿Por qué?
11 años
El golpeteo en la puerta comenzó cuando la última arma había sido
balanceada, y cuando su padre no hizo ningún movimiento, Dominic se
levantó para responder. Casi lo pierde al principio, al no ver a nadie de
pie al otro lado de la puerta, pero entonces vio algo retorcerse a sus pies
y supo lo que yacía en el porche.
—Papá…
—Ella es…
—Bien, yo lo haré.
—¿Nuestra hermana?
Angel alzó la mirada hacia él con casi los mismos ojos oscuros que
ella llevaba.
—¿Cuál es su nombre?
Bajando sus brazos cuando ella movió la sábana, Dom tocó el mono
de la rechoncha bebé que era de un rosa ligero y cubierto de pequeños
lindos gatos.
—Katarina.
—No, no lo haré.
—¿No puedes, verdad? —Dom miró hacia los ojos fríos y negros de
su padre—. Mi muñeca vale más para ti que yo, y lo sabes. Cuando la
rompiste la primera vez, la hizo más fuerte. Por eso puedo sostener
armas pesadas perfectamente. —Una esquina de su labio se curvó hacia
arriba ante la burla—. Más derecho que tú.
—Katarina.
—¿Qué dijiste?
Había escogido.
No lo sabía aún, pero sabía en sus entrañas que Katarina sería más
valiosa para los Luciano que sus hermanos y él jamás lo serían.
D
ominic bajó corriendo los escalones del sótano desde su
primer día de vuelta a la escuela; solía ser su refugio, pero
ahora sus pensamientos estaban en Kat y si estaba a salvo
mientras él no estaba.
—Seis.
—¿Qué dijiste?
—Seis bloques —dijo DeeDee con una risa nerviosa. Yendo hacia
donde ellos estaban, comenzó a contar los bloques—. Mira, uno, dos,
tres, cuatro… —Cuando se quedó sin bloques, volvió a contar los
mismos una y otra vez—, ¡cinco, seis! Muy bien cariño. ¡Buen trabajo!
Eres tan inteligente.
Dom puso los ojos en blanco, pero la pequeña Kat fue la que
sacudió su pequeña cabeza rubia.
—¿Liberarme? —susurró.
Dom señaló hacia su nariz, cerrando una de sus fosas nasales para
respirar rápidamente con la que estaba libre.
Dom tomó un paso hacia ella, prometiéndole el mundo con sus ojos
avellana.
Aunque tenía tres años y hablaba mucho mejor que los niños de su
edad, todavía tenía problemas pronunciando los nombres de sus
hermanos gemelos, pero siempre lo hacía sonreír.
Sacudió su cabeza.
—Bien.
Sosteniendo la mano de Kat, la observó saltar a su lado, mientras
su pequeña mochila rosa se veía demasiado grande en ella y volaba con
cada salto.
—¿Estás emocionada?
—Yo también.
—Ir a la escuela significa que eres una niña grande ahora, y las
niñas grandes van solas a la escuela.
—Adiós…
Un año después
Dominic le dio a Kat el abrazo más grande cuando ella salió
corriendo de la escuela.
—¿Dominic?
—Oye Kat, ¿por qué no vas a sentarte en esa banca ahí y me dejas
hablar con tu profesora un minuto, de acuerdo?
—Sí, está bien. —Dom la dejó ir, luego esperó hasta que ella estaba
fuera de oído para continuar con la Srta. Smith—. Kat no tiene madre, y
su padre es el mismo que el mío, y sé que ha pasado mucho tiempo
desde que estuve en su clase, pero estoy seguro de que sabe que lograr
que venga mi padre es imposible.
—Y-yo… —La Srta. Smith tuvo que pensar sobre lo que quería decir
después, sorprendida por la rápida respuesta de Dominic—. No creo
que pertenezca a primer grado. Infiernos, no creo que Katarina
pertenezca en esta escuela. Hay muchos mejores colegios ahí afuera…
—Lo hizo —dijo, tomando un paso adelante para colocar una mano
en su hombro—. Me dio un refugio seguro durante ocho horas, cinco
días a la semana… y ahora eso es lo que necesito que haga por Kat.
La Srta. Smith alzó la mirada del suelo y logró ofrecer una sonrisa.
—Te diré qué… —Se inclinó hacia ella para susurrar, como si lo que
estuviera por decirle era un sumo secreto y la cosa más importante en
el mundo—. Si me cuentas qué sucedió en la escuela hoy, haré que tu
hermanito venga a jugar contigo.
—Toda la noche.
Dom tomó una respiración profunda. Sabía que llegaría este día,
pero había esperado que el hecho que Kat fuera mujer, de alguna
manera haría menos amenazante su apellido. Diablos, incluso entendía
por qué un padre les diría a sus hijos que se mantengan alejados de los
hombres Luciano, incluso si solo eran dos chicos. Toda la ciudad sabía
qué futuro les esperaba.
Pero Katarina era diferente. Ella era todo para él y sus hermanos
no. Ella era inteligente, buena, encantadora, y graciosa. Si pasaban solo
cinco minutos con ella, querrían que sus hijos estén con ella con la
esperanza que los haga divertir. Nadie en este lado de la ciudad era un
ciudadano de primera. Todos eran pedazos pobres de mierda, que
tenían un problema de droga, de bebida, o eran proveedores de aquellos
problemas. Nadie aquí era mejor que el otro, excepto Kat.
—¿Lo es?
—Sí, igual que a ti. Jardín estuvo bien, porque los niños realmente
no escuchan a sus padres a esa edad, y no les importa cosas estúpidas
como: cómo te ves o cuánto dinero tienes. Solo quieren divertirse, sin
importar con quién van a jugar. Pero cuando crecen y entienden mejor
lo bueno y malo, correcto e incorrecto, comienzan a escuchar a sus
padres, incluso si ellos están equivocados.
—Eso es estúpido.
—Volveré enseguida.
7
El último Luciano
Dominic, 17 años
Y
endo hacia la puerta del baño más pequeño de la casa, se
estiró por encima del marco de la puerta, agarrando la
pequeña llave dorada para quitarle el cerrojo a la puerta.
Abriéndola, vio lo que siempre veía: DeeDee dormida en la vieja
alfombra. Esta era su hora de siesta del día, y ella continuaba haciendo
lo que había hecho desde que él era un niño: encerrarlos en una
habitación segura y llamarlo ser niñera. Sin duda lo era, pero si
realmente era un cuidado de niños, era debatible. Imaginó que era
efectivo, y ninguno de ellos había sido realmente herido… todavía.
—Cassius —dijo Dom para lograr que el niño de cuatro años alce la
mirada de los mismos bloques con los que había visto jugar a Kat.
Sin saber qué hora era, subió las escaleras para ver si necesitaba
comenzar a alistarse para la escuela mientras su hermanita dormía
plácidamente.
—H-hola —dijo la mujer con voz ahogada varios minutos después con
una rápida mirada hacia Lucifer, asegurándose que estuviera bien que
continuara hablando—: Soy Elena.
Dom no se movió.
—Hola.
—Sí.
Elena miró a Dominic por un minuto más, sin escuchar las palabras
de su padre hasta que él le tocó el brazo.
Pensó que tal vez una parte de él debió advertirle, aunque parecía
saber que esta mujer no necesitaba una advertencia. La verdadera razón
por la que desesperadamente quería correr tras ella, no lo había sabido
en ese entonces…
Seré maldecido…
Sangre.
La banda que había estado sonando antes que las palabras salieran
de sus labios era lo único que podías escuchar cuando todos callaron.
Incluso sus hermanos gemelos que estaban cambiando las ruedas de
sus patinetas en el suelo, no hicieron sonido alguno.
—De acuerdo, aquí está tu jodida verdad. —Su padre se puso de pie
así sus hijos podían verlo mientras las duras palabras salían de su
malvada boca—. Carla era débil, y la única razón por la que la escogí
fue porque sabía que había gemelos en su familia. Pensé, ya que yo era
el padre y sería el que los criaría, no había forma de que fueran débiles,
pero claramente, estuve equivocado. —Lucifer miró a Angel cuando dijo
la última parte—. Cuando ella estaba dando a luz, hubo una
complicación, y el doctor me hizo escoger entre salvar la vida de Carla o
la de ellos. No dudé en mi decisión, porque ya había decidido su destino
incluso cuando nos dirigimos al hospital. No quería que criara a mis
hijos. —Enfatizó en la creencia de que sus hijos no estaban destinados a
ser compartidos, como si fueran solo de su propiedad.
Su padre les había dicho una mierda enferma durante los años,
pero para lograr que sus hijos de doce años crean que eran menos que
sus otros hermanos era algo que hacía que Dom quiera volar en
pedazos el reinado.
Por suerte, para la seguridad de Katarina, ninguna de las armas
estaba cargada. Le dio un momento de claridad.
Dominic, 18 años
Q
uieres que seamos compañeros? —preguntó Bristol con
una sonrisa cuando la profesora de historia les dijo que se
—¿ emparejaran.
—Sí.
—¿Por qué estás actuando todo sorprendido que te haya pedido ser
mi compañero?
—No lo sé. —Se rio ante la pregunta ligera—. Solo pensé que le
dirías a una de tus amigas.
—Lo sé. —Le dio una gran sonrisa cursi—. Solo me gusta hacerte
sentir mal.
Su boca formó unas palabras, pero ella vaciló, y antes de que pueda
decir algo, Bristol de repente fue agarrada y lanzada hacia un casillero.
—Detente.
Dominic sabía que el ojo negro que llevaba era por saltarse el
almuerzo hoy. Kayne siempre estaba peleando con alguien detrás de la
escuela en un lugar secreto llamado el hoyo. La razón por la que Kayne
era popular en Secundaria Blue Park era por el miedo que emitía. Si
alguien lo miraba jodidamente mal, él los haría encontrarse en el hoyo
si no querían que un estatus de pequeño perro. Cuando eras criado en
la pobreza, todo lo que tenías era tu orgullo, así que cada perdedor lo
encontraba allí, incluso si sabían que iban a perder… y cuando
luchabas contra Kayne, sabías que lo harías.
Kaynte trató de alejarse del casillero con su mano libre para salir del
agarre, pero no tuvo éxito.
—¿Por qué diablos harías eso? —le gritó Bristol a través de lágrimas
mientras iba donde Kayne, quien sostenía contra su pecho, indefenso,
la mano de su dedo roto. Tres cortes horizontales comenzaron a emanar
sangre, ahora acompañando a su ojo negro—. ¿Qué está mal contigo?
Todos estos años, ella nunca había creído que él fuera algo como la
reputación que decía su apellido. Ahora que lo había visto por sí misma,
Bristol lo miraba como el resto del mundo miraba a un Luciano… como
un monstruo.
9
Lucifer es dueño de cada vertedero del que tomo
Dominic, 19 años
—¿Estamos bien?
—No, no lo harás. Solo espero vivir lo suficiente para ver ese día.
—¿Estás enfermo?
—Yo lo haré.
—¿Estás seguro?
Dom asintió.
—Por ahora.
—No, gracias.
—Que hasta que él esté listo, yo solo tendré lo que él quiere que yo
consiga.
—Gracias chico.
—¿Por qué?
Dominic, 20 años
S
aliendo del auto, Dominic se arregló el horrible traje marrón
oscuro que su padre le había obligado a llevar. Prácticamente
podías oler el polvo en él donde colgaba en la parte de atrás
del armario de su padre durante todos esos años. Amplio de los
hombros, el viejo traje encajaba, pero el resto colgaba como si todavía
estuviera en un colgador.
—No. —Dominic dejó en claro que el trono Luciano era suyo y solo
suyo—. Pero alguien se sentará debajo de mí.
Dominic conocía al viejo. Una vez al año, las dos familias del crimen
de Ciudad de Kansas se encontraban afuera de la ciudad en suelo
igualitario para asegurar la paz que habían creado después de la
guerra. La guerra había sido donde todo empezó, y casi ocasionó que el
apellido Luciano cese de existir. Si no hubieran llegado a ese acuerdo,
su padre y él no estarían aquí ahora. Simultáneamente, sin embargo,
era la razón por la que su padre trataba a sus hijos como soldados,
arruinando cualquier esperanza de una niñez normal.
Ella tenía pelo rubio que se veía como si hubiera sido hecho de oro,
y su piel bronceada de alguna manera la hacía brillar más. Su rostro
era tan asimétricamente perfecto que, desde que era la única vestida de
blanco contra un mar de negrura, Dominic —siendo honesto consigo
mismo—, pensó que estaba viendo a un ángel. Pensando que la había
imaginado, sacudió su cabeza para ver que ella no había sido la que
había muerto trágicamente demasiado joven.
Dominic asintió brevemente hacia el afligido jefe antes que sus ojos
fueran hacia la chica. Como si no fuera suficientemente bonita desde
lejos, era mucho más hermosa vista de cerca; su pelo que parecía que
estuviera hecho de oro, complementaba sus ojos esmeraldas que le
daría un verdadero valor a la gema.
Ese nombre no solo encajaba con un ángel, sino que encajaba con
una princesa italiana.
—Hola.
—Cuando gustes.
Era una tradición católica para los niños llevar color blanco en los
funerales, así el mal no los tocaría; pero cuando vio la fresca canasta
blanca que llevaba la última esposa del jefe, Melissa Caruso, había otra
razón. Maria no pertenecía al color negro, al igual que su madre que se
veía pacíficamente dormida en un ligero vestido rosa.
El joven Caruso que estaba sentado a su lado era como los Luciano
en ese aspecto: odiaba llevar trajes. Lo único que había visto Dominic
que él llevara, eran pantalones oscuros y camisetas negras, incluso en
sus reuniones oficiales. Pero el traje no era el motivo por el que la nube
oscura se había evaporado. El aire a su alrededor fue reemplazado
por… ¿tristeza?
Dominic entrecerró sus ojos, pensando que no podía poseer estos
sentimientos, incluso por su madre. Siempre había pensado en él como
Lucifer: incapaz de amar a otra persona. Dom se sintió mal por la
muerte y por aquellos que ella dejó atrás, pero nunca había sentido una
onza de cariño por el chico de dieciocho años… hasta ahora.
—Te conozco, ¿verdad? —dijo Dom, haciendo que los tres se miren
de manera incómoda entre sí—. Eres de nuestra parte de la ciudad,
¿verdad?
—Sí, lo es.
—Igualmente.
Dominic no pudo evitar reírse ante el hecho que había pensado que
ella era un ángel.
P
arecía como un completo pecado lanzar tierra en tal hermoso
y blanco ataúd. Cada pala emitía un golpe por el impacto,
hasta que se volvió más suave cuando la tierra comenzó a
llenar el hueco de seis pies de profundidad.
E
l regreso a Blue Park sin duda iba a ser incómodo mientras
subían al viejo Cadillac negro de Lucifer. Era otra cosa que
los separaba de los Caruso: ver todos los nuevos modelos
Cadillac rodeándolos.
—¡Su madre era una perra! —rugió Lucifer—. ¡Podría haber sido de
cualquier hombre!
Lucifer pisó los frenos y detuvo el auto cuando Dominic saltó fuera
del mismo.
—¡Su madre era la perra más grande de Blue Park! No quería que
nadie supiera que me había acostado con ella.
La madre de Sal no había sido una perra; el hombre asqueroso que
la había empujado contra la esquina de la calle y le había pagado para
acostarse con ella… él lo era.
—¿De qué diablos te ríes? —siseó Lucifer—. Que me acosté con una
per…
—No.
—Creo que es gracioso que el único hijo con el que no tuviste nada
que ver… terminara siendo tu mejor creación hasta ahora, y lo llevaste
directamente hacia los brazos de tu enemigo.
—¿Cuál era el apuro por el que tenías que encontrarme aquí tan
rápido? Estaba…
—¿Qué…?
—¿Crees que eres más hombre que yo? —rugió Lucifer mientras lo
pateaba de nuevo.
—No lo entien…
—No voy a follarla —dijo Dom con voz ahogada mientras la mujer
rodeaba la cama y se colocaba a su lado. No encontraba nada atractivo
en la mujer, y se notaba que estaba aterrada.
—Ella no es suficiente para mí, pero es la perra correcta para ti. Ese
pequeño pájaro carpintero nunca ha salido de su casa. Es tiempo que
salga a jugar.
Ella no quería estar en esta situación, así como él. Ambos sabían
que eran peones en el juego de Lucifer, y entregarse era su única llave
para sobrevivir.
Cerrando sus ojos con fuerza ante las miradas fijas de Anthony y
Lucifer, Dominic utilizó su imaginación para alejarse de la habitación
que probablemente había sido utilizada cientos de veces para completar
las fantasías de los clientes en el prostíbulo que Lucifer seguramente
tenía.
Brring.
—Veré qué puedo hacer —respondió Lucifer tan duro como miraba a
su hijo, luego lanzó el teléfono contra la pared.
Quería sangre.
—¿Quién era?
—La escuela.
No fue hasta que Angel pausó el juego que notó el cambio en el aire
que su gemelo ya había notado.
Incluso el pequeño Cassius, quién había estado mirando fijamente
la televisión mientras ellos asesinaban a muertos vivientes Nazi, giró su
cabeza también.
—Voy a dejar que Kat venga a jugar ahora. —El pequeño Cassius se
levantó, caminando hacia la puerta del sótano.
—No, no es s…
—Ve —articuló hacia ella para que corra. Cada terminación nerviosa
se llenó de miedo helado mientras observaba a Kat correr, horrorizada.
—¿Listos?
Dominic abrió la puerta de golpe una vez que escuchó a Kat cerrar
la puerta del sótano detrás de ella, sabiendo que no podía sostener para
siempre al diablo.
—¡No!
Lo que le dolió más fue que ella no estaba mirando a Lucifer, quién
se estaba acercando; estaba mirando a sus ojos, rogando por ayuda, y
no había nada que pudiera hacer sobre ello.
Lucifer vivía por una sola razón: romper almas. Marcaba a los vivos.
Era la firma que dejaba en un alma que solo podías ver a través de los
ojos de alguien que había sido tocado por Lucifer. Ese era el motivo por
el que, con el tiempo, cuando dejaba que Dominic saliera del armario, él
miraría a sus ojos, buscando la marca que le decía que finalmente lo
había roto.
Lucifer levantó sus muertos ojos negros hacia su hijo ante el insulto.
Lucifer solo moriría bajo las manos que ahora llevaban la palara S-
U-P-E-R-A-R escritas en sus dedos.
—¿Importaría?
Dominic, 23 años
Saldré con Luke esta noche.
D
ominic leyó el mensaje de texto que había recibido de su
hermano de diez años Cassius antes de guardar el celular
en su bolsillo y terminar con la tarea pendiente. Colocando
la boquilla en el tanque de gas de su auto, Dom hizo clic en el mango en
lugar de observar las monedas desvanecerse en el contador.
—¡Hola Dom!
—Será mejor que entre antes que se quede sin cerveza helada
durante la hora pico.
Dándole un ligero asentimiento al chico, Dom removió la boquilla de
su tanque, siguiendo al larguirucho adolescente adentro y dejando sin
seguro el auto de Lucifer. Nadie era suficientemente estúpido en este
barrio infestado en crimen para tocar el auto que Lucifer tenía. La única
razón por la que tenía permiso de conducirlo era porque su padre
pensaba que llenar el tanque de gasolina era una tarea muy baja para
él. Aunque pronto, Dominic tendría su propio auto.
Bueno… mierda.
Lucca logró salir por la puerta primero ya que estaba más cerca,
pero Dom ya estaba detrás de él mientras el cómplice corría como el
infierno, tratando de desaparecer por la calle. El hijo de puta estaba
embalado, no lo suficientemente drogado para saber que era hombre
muerto si era atrapado. Había llegado lo suficientemente lejos que casi
había llegado al final de la cuadra. Si lograba rodear la esquina, sería
capaz de desaparecer fuera de vista. El hombre podría ser considerado
un jodido maratonista Olímpico; se movía tan jodidamente rápido que
Dom solo pudo vislumbrar el color de su camiseta roja.
—Fue solo un rasguño —dijo Dom, al tanto del dolor punzante por
primera vez.
Sosteniendo las bolsas en una mano, utilizó la otra para tomar otra
arma, dándole un arma no rastreable a Carlos.
—Déjame verlo.
—¿Hay algo más que pueda hacer por usted, Sr. Caruso? —
preguntó nervioso el guardia.
—No. —Lucca agarró el cigarro entre sus labios y lo extinguió entre
el hueco de la bala que estaba justo entre los ojos del ladrón.
Observando el pequeño humo subir, retrocedió un paso—. Mételo.
—¡Sí! —El trabajador parecía tan aliviado, parecía que estaba por
llorar—. Por favor, no es necesario el dinero.
Dominic, 26 años
Gino dejó el lado del jefe Luciano con su cuerpo temblando, y rodeó
el escritorio para enfrentarlo.
—Y-y-yo traté todo lo que pude para encontrarlo, pero sabía que, si
no te decía que lo había matado pronto, tú… —Tragó saliva mientras
imágenes claras llegaban a su mente. Gino, quién había comenzado
valiente, ahora rogaba de rodillas mientras tartamudeaba—: ¡Te juro
que iba a matarlo! Se supone que nunca debías de enterarte, e iba a
hacer como si nunca hubiera sucedido nada una vez que descubriera
dónde se estaba escondiendo. Por favor Lucifer, te lo ruego, degrádame
o corta mi jodida mano, ¡pero por favor solo muéstrame piedad!
Tú eres el próximo.
16
Lucca, Angel, y Drago
Dominic, 28 años
A
l segundo en que sonó el teléfono de Dominic, lo respondió,
sin poder hablar antes que lo hiciera su padre a través de la
línea.
Una chica estaba atada a la silla. Se veía joven, muy joven para que
su padre la tenga aquí.
—¡Los Caruso! ¡No nos dijiste que serían ellos! —Los Luciano
retrocedieron, susurrando mientras la familia opuesta comenzaba a
rodearlos, superándolos en números.
El Coco.
—Chloe es mía.
POP.
—Ella es mía.
Llegó la hora.
Dejar que su padre muera fue fácil, pero tener que acordar a los
términos que los Caruso demandaban no lo era.
Bang.
Bang.
Bang.
Bang.
Bang.
Bang.
Sonaron los disparos, perforando las orejas de los vivos y los
cráneos de los muertos.
—No.
Un día…
Él.
Pagará.
17
Por el Amor de Dios, sé jodidamente fea
E
l enojo que Dominic sintió durante las siguientes semanas
estaba por alcanzar un punto de ebullición. Nunca en su
existencia se había sentido tan indefenso, y eso era decir
mucho, considerando el infierno por el que su padre le había hecho
pasar al segundo en que nació.
—Es la jodida hija del jefe —dijo Matthias sin poder creerlo—. Maria
Caruso.
Mierda.
—Hola princesa.
—Él está conmigo. —La hija del jefe entró sin permiso para salvar la
pobre vida del imbécil.
Dominic no pudo evitar mirar sus piernas, cuando ella pasó entre
ellos; era mucho más alta que cualquier mujer clásica. Dominic siempre
había sido alto, siendo más alto que la mayoría de profesoras femeninas
desde sexto grado. Para cuando había ido a la secundaria, parecía que
pertenecía en la universidad. Cuando ella se detuvo frente a él, unas
cuantas pulgadas más bajas que él, los ojos de Dom viajaron por su
cuerpo.
Cuando sus ojos verdes —que de alguna manera brillaron más que
esmeraldas—, le dieron una mirada completa, el corazón de Dominic se
detuvo cuando pareció que a ella le gustaba lo que veía.
—Tócame y te mataré.
—Espero que el pobre imbécil sepa que lo que sea que le prometiste
no valdrá la pena para cuando Lucca termine con él. —Dom volvió a
mirarla.
—No voy a dejar que Lucca descubra que las dejé ir a ustedes dos
solas con este maldito idiota. —Jodidamente no confiaba en que riegue
bien una planta, mucho menos que cuide a su hermana y a la hija del
jefe Caruso.
—Discúlpa…
Fue todo lo que el perrito faldero de Maria necesitó para irse con el
rabo entre las piernas.
Mierda. Si iba a morir bajo las manos de los Caruso por esto,
entonces su viaje al infierno iba a valer la pena.
18
Nunca cierras un trato hasta que has ganado
D
ominic aparcó su Mustang negro en el costoso
estacionamiento. Se veía como una maldita mansión
comparado con su casa, y honestamente podría serlo por
cómo se veía el barrio. La perfecta casa blanca encajaba para un rey, ya
que estaba destinado a iluminar la perfecta fachada que realmente era.
Era la primera vez que entraba a la casa de la familia Caruso, y
viniendo de su lado de la ciudad a éste, hizo que Dominic jurara que no
existía la clase media.
—Bueno, muy mala suerte —le dijo él con una sonrisa cohibida.
—Claro.
—Sobre Katarina.
—Cassius.
—Te lo contó todo, y no hay una maldita cosa que no sepas sobre
nosotros.
El calor que vino de Dominic eran tan caliente como la punta del
cigarro de Lucca. Ser forzado a escoger entre dejar que mate a Angel o
terminar el futuro de Katarina no se sentía como una elección.
—Dije el Omertá.
—No lo sé… —le dijo Dom, exasperado, sintiéndose como que había
alcanzado el final de la cuerda para salvar a su hermana—. ¿Por qué
encaja en una de tus enfermas agendas? Lucifer casi lo mató, así que lo
escogiste a él, sabiendo que él escogería a Katarina al segundo en que
supiera que era su hija.
—¿Sabía que Drago la escogería? Sí —le dijo Lucca sin una pizca de
remordimiento. Aplastando el final de su cigarro en el cenicero, vio a
Dominic directamente a los ojos—. Pero escogí a Drago porque, no solo
es leal, fuerte, y determinado, sino que es el maldito mejor hombre que
tengo. ¿Sabes por qué Lucifer casi tuvo éxito en matarlo? Porque es el
único hombre que he confiado en que cuide de Chloe, y tomó cinco
balas al pecho para tratar de salvarla.
—Tú.
Dándole una mirada fija, sus ojos color avellana buscaron al azul
verdoso por respuestas para dar sentido a esto. Había una razón por la
que él estaba poniendo todo en movimiento cuando el segundo al
mando claramente tenía todo lo que alguna vez había querido: la
ciudad, el dinero, el trono, y Dominic de rodillas, tratando de salvar a
su familia, gracias a su padre, entonces…
—No.
—¿Qué hay sobre mí, sin embargo? He tomado pérdida tras pérdida.
¿Qué asegura mi trato contigo? Tienes que darme algo que pruebe tu
trato y que no me apuñalarás en la espalda un día.
—Maria.
—Trato.
—Trato.
—Si crees que mi hermana escuchará una sola orden que le dé,
entonces no conoces para nada a Maria.
—¿A qué le temes más? —tanteó Lucca con voz inquietante—. ¿Qué
no serás capaz de lograr que Maria se enamore de ti… o que puedas
descubrir que ella nunca te podrá amar?
—Una chica solo puede caminar hacia el altar por primera vez una
vez. Así que tiene que ser de diseñador.
—La princesa tiene razón. —Dominic tomó el otro brazo que no tenía
una mano con manicura, alrededor de la de Kat. Su hermana podría no
haber necesitado, menos querido, un bonito vestido, pero si los Caruso
iban a hacer que su hermana se case, por Dios, iban a pagar por ello.
—Bien. —Kat cedió antes de mirar a Maria con preocupación—.
¿Acabas de decir, por primera vez una vez?
Maria sonrió.
Pasaron tienda de diseñador tras tienda, hasta que fue aparente que
habían llegado a una tienda de novias, ya que todo adentro era blanco.
Entrando a la tienda, fueron saludados por un simpático hombre.
Dominic no pudo evitar pensar que los dos se veían como si Barbie y
Ken hubieran resucitado a la vida como si estuvieran juntos. Sin
embargo, en esta casa de sueños de Barbie, a Ken no le gustaba Barbie.
—Gracias.
Dominic le sonrió cortésmente mientras, sin querer que crea que sus
nervios tenían algo que ver con el coqueteo inofensivo de Ken. Escucharlo
dar órdenes había vuelto todo realidad. Estaba por ver a su pequeña
hermana que había criado, probarse un jodido vestido de novia para un
hombre con el que no quería casarse, haciéndolo sentirse como que iba a
vomi…
—¿Nervioso?
—¿Qué? —bromeó él, sin miedo de haberle dicho algo que no debía.
Dom podía importarle menos en este punto, y no era como si Maria fuese
un pequeño e inocente ángel, de todos modos—. ¿Papi no te cuenta los
secretos familiares?
—No me gusta.
Maria se rió.
—N…
—Oh, sí. Ken le da a Maria una llamada cada vez que llega una
nueva colección.
—El vestido que tengo está bien, Maria —gruñó Kat, claramente no
gustándole esta experiencia.
Sabía del vestido que estaban hablando. Era uno sin mangas, blanco,
con una falda corta y con tul. Dominic la había sorprendido con éste
cuando había convertido el sótano en una fiesta falsa de secundaria. No
pudo lograr que ella vaya a su fiesta, ya que había sido como él en no
tener amigos. Así que como no quería que se pierda una experiencia como
él, le hizo su propia fiesta. Dom incluso logró que Lucifer salga por la
noche así podían subir el volumen de la música, y sus hermanos y él, y
Kat, rieron y bailaron toda la noche. Kat de alguna manera había logrado
que Cassius baile con ella. Al día de hoy, era uno de sus recuerdos
favoritos. El único recuerdo que ligeramente hacía que todos los otros
recuerdos horribles de esa casa sean soportables.
—¿Qué pasa?
—No me gusta para ti… —Se puso de pie, haciendo que mueva a un
lado el vestido cuidadosamente, sin gustarle verla en ese color—, pero
para Kat, es perfecto.
Kat lentamente salió, esta vez con una sonrisa. Finalmente, se miró a
sí misma.
—Guau.
—Los Caruso.
Cuando una carta negra apareció detrás de ellos, junto con esa voz
helada, Dominic no tuvo que voltear la mirada.
—Maria, tienes cinco segundos para decirme por qué estás aquí.
A ella no le importó una jodida mierda mientras colocaba un mechón
rubio detrás de su hombro.
—¿Y dónde diablos están mis hombres? —La voz de Lucca era baja,
lo que la hacía más letal.
—Nos vamos.
—Adiós Kat.
Cuando colocó ese vestido negro contra ella, él tuvo que quitárselo
porque el único pensamiento que tenía era querer tenerla en un hermoso
vestido blanco… para casarse con él.
Por ese motivo sabía que Maria estaba destinada para él.
Dom nunca tendría que pretender ser algo que no era cuando estaba
con ella, o esconder lo que era o las cosas que hacía. No solo su cuerpo
gritaba por ella, pero por primera vez, no temía estar alrededor de una
mujer y hacerle daño.
Sin embargo, fue mucho más fácil tragar aquellas palabras y soltar
estas:
Dominic le dio una mirada final. Era hora de hacerle saber que
estaba haciendo un reclamo:
D
ominic se ajustó la chaqueta de su traje, sintiéndose raro de
no tener su gran abrigo de cuero en su lugar. Al crecer,
siempre había querido vestirse como un Caruso, pero ahora
que estaba en este traje costoso alquilado que encajaba a la perfección,
no sentía correcto.
—Gracias.
—Sí.
—Asegúrate que ella sea cuidada en lugar de mí, no solo por Drago
sino por cada uno de ellos.
—Lo intentaré.
—¿Lista?
—Sabíamos que este día llegaría Katarina —le recordó Dom las
tantas charlas que habían tenido antes del fallecimiento de su padre.
—Sí, lo sabíamos.
—Planeo hacerlo.
Se sintió tan enfermo con cada paso más cerca, para cuando
llegaron al altar, no estaba seguro de ser capaz de entregar a su
hermana. No fue hasta que sus ojos atraparon al ángel vestido de
blanco, sentada en una de las bancas, que fue capaz de darle un abrazo
final a Kat.
Los dos hermanos, que eran más como padre e hija, se abrazaron
por un precioso momento, y Dominic podría haber jurado que vio la
vida de Kat destellar frente a sus ojos: desde el momento en que recién
la recogió, hasta cuando yacía rota mientras Lucifer la golpeaba, y todo
el camino hasta el momento donde estaban ahora.
Y si no conseguía su ángel…
Jodidamente mataré a cada uno de ellos.
N
o era la primera vez que Dominic escuchaba eso, y había
apostado cada centavo que no sería la última. Diablos, lo
había escuchado cinco veces desde que había comenzado la
recepción de la boda, de parte de cada rico y perro imbécil aquí, pero
por la mirada en el rostro bonito de Maria, no lo había experimentado
todavía.
—Pensé que le daría más uso a un vestido negro Luisa. —Los ojos
verdes de Maria brillaron hacia la anciana, quién claramente estaba del
lado Caruso por el broche de diamante que llevaba—. Le diré que lo use
en tu funeral.
—Debo decir que eso fue mucho mejor que cualquier cosa que se me
hubiera ocurrido, princesa —dijo Dominic con una sonrisa. Había sido
la primera vez que había escuchado a alguien defender a la familia
Luciano y que no llevara el apellido, y solo hizo que le gustara más
Maria.
Debe haber estado totalmente loco de amor de ella a los veinte años.
Ni siquiera la amnesia podría haberle dejado olvidar la primera vez que
había creído ver a un ángel caminando por la tierra.
—¿Cuándo fue?
—Bueno, quién dijo que quería bailar contigo frente a todos, ¿eh?
Sí, Cassius podría ser joven, pero los pensamientos que pasaban en
su mente estaban mucho más allá que la de un chico de quince años.
Era la razón por la que había dejado que Cass se una a la reunión
familiar, aquella que Dom había convocado cuando había tomado el
trono Luciano después que Angel fue llevado.
—Sí, no para ti. —Sus ojos podrían haber rodado, pero su voz lo
había hecho.
—Es cierto. Estoy seguro que estoy disfrutando de esto más que tú
—admitió libremente con una risa.
—¿Qué hay de ti? ¿Eres como él también? —preguntó, sin negar sus
propios demonios.
Inclinando sus labios en una media sonrisa, él quería dejar una sola
cosa en claro:
—Lo lamento, pero no lo hago. —Su voz claramente le dijo que solo
se disculpó para ser educada—. Estoy bailando contigo como querías,
así que dímelo ya.
BANG.
—Si permito que la hija del jefe salga allí y sea lastimada, entonces
mi familia y yo estaremos igual de muertos de todos modos.
Mientras abría la profunda cámara de congelamiento, luchó con
más fuerza contra él.
—Estás borracha.
—No, yo… —De repente, vio a Maria darse cuenta de ello, pero
continuó negando a través de sus palabras balbuceantes—: No lo estoy.
Rogó para que ella entendiera, sin saber si haría que se quede aquí
si continuaba resistiéndose. No dudaba que ella pudiera cuidar de sí
misma, pero no podía arriesgar su seguridad. Dominic necesitaba salir
de aquí sabiendo que al menos una persona que quería estaba a salvo.
—Bien.
Gracias. Quería decirle las palabras, pero no quería que sepa que él
había cedido.
Juro por Dios, Dominic, si voy hacia esa puerta cuando crea que es
seguro y la encuentro con seguro… —Hizo una pausa, convirtiendo su
advertencia en una promesa—, nunca te perdonaré.
Mierda.
Lucifer podría haber estado loco, pero una cosa que era cierta era
su odio hacia el jefe Caruso, y su padre estaba por conseguir su deseo
de muerte.
A punto de darle la orden a sus hombres para que peleen con lo que
tenían a mano, Dominic se detuvo cuando la puerta del salón de baile
se abrió de golpe de nuevo.
Sin pensar que alguna vez agradecería a Dios por ver a ese imbécil,
Dominic bajó de un salto de la mesa tan pronto como cada arma fue
bajada, y fue directamente hacia Lucca.
—¿Qu…?
—Estoy bien.
L
ucca se sentó en su auto Escalade lleno de humo y con lunas
polarizadas, afuera del enorme edificio, observando a los
cientos de personas retirándose. Llevando el cigarro a sus
labios, observó a cada persona que salía, pensando que los había
perdido o no era cierto en absoluto…
bRRing.
bRRing.
bRRin…
—¿Sí?
Chasqueando el final de su cigarro por la ventana, Lucca miró sus
manos que se balanceaban entre la pareja… juntas.
—Tenemos un problema.
—No. Te. Atrevas —la interrumpió Dominic con el mismo golpe que
ella había hecho en su corazón—. No te atrevas a jugar a la jodida
estúpida rubia conmigo.
Bajando la mirada hacia ella, todos los sentimientos que sentía por
la belleza de repente se convirtieron en completa decepción
Kayne.
Una parte de él rogaba que ella lo viera antes de que saliera por la
puerta para siempre, pero lo dudaba. Maria no era la clase de chica que
cambiaba de idea.
Supo que ella había tenido los mismos sueños por la forma en que
lo miró y aun así tenía que detestarlo.
Dominic podía ver el ruego en sus ojos, e iba a darle una probada de
lo que ella quería…
Por el rabillo del ojo, atrapó a Leo de pie ahí, pero simplemente se
giró para irse en otra dirección. Volviendo por las largas escaleras,
Lucca esperaba de pie en el vestíbulo, pero Dom simplemente se dirigió
hacia la puerta principal.
—No voy a decir que lo que hice fue correcto —admitió suavemente
Lucca, una verdad que nunca antes había dicho, pero no estaba para
nada arrepentido—. Pero hice lo que tuve que hacer, no solo para
protegerla de su peor pesadilla… sino para conseguir a la mujer que
amo.
Cada fibra de su ser supo lo que estaba por venir incluso antes que
sucediera. Su instinto de salvar a Maria lo abrumó mientras corría para
cerrar la distancia entre ellos.
BOOM.
—¡Leo!
Había estado furioso ese día, su enojo sacando lo peor de él, pero
esa explosión puso las cosas en perspectiva. Y no ver su hermoso rostro
hasta ahora solo lo solidificó.
—No te atrevas a actuar como que te importa o das una mierda sobre
mí después de cómo acabas de hablarme.
Todo lo que pudo hacer él fue quedarse ahí mientras veía caer su
primera lágrima… luego otra mientras ella seguía golpeándole. Sería la
primera vez que la princesa, hecha de hielo, lloraría.
Eventualmente, se derretía.
Dom esperó darle una última mirada para ver lo que veía. Ambos
estaban demasiado destrozados como para pelear, y todo lo que
quedaba en él por hacer era estirar su mano hacia ella y rezar que la
tome…
Un auto se estacionó entre ellos. Dominic no tuvo que ver dentro del
auto azul marino para saber quién era. Él había encubierto el auto para
ella durante los últimos treinta minutos. Lo supo porque había estado
de pie aquí durante los últimos siete días.
¡No! Su alma gritó por ella cuando Maria dejó caer sus ojos y los
dirigió hacia el hombre dentro del auto.
Dominic ni siquiera supo qué fachada puso por Maria, pero al mirar
dentro de sus ojos dorados a través de la ventana atenuada, conoció
más al verdadero Kayne Evans…
A
briendo la puerta del auto, el hombre se deslizó dentro del
asiento frontal detrás del volante, solo notando la presencia
de otra persona cuando miró a través del espejo retrovisor.
—Tú lo hiciste —le aseguró él, manteniendo su voz tan estable como
su arma—. Me has quitado todo… Angel… Kat… y ahora Mari…
—No tengo nada sin Kat, y ahora especialmente sin Maria —dijo
Dominic con tanto dolor que sacudió la tierra—. Me dijiste cincuenta-
cincuenta Lucca. Mentiste mientras sacudiste mi mano y me miraste
jodidamente a los ojos.
—Oh, vamos, ambos sabemos que no saldrás de este auto con vida
—dijo Dom, deteniéndolo. Inclinando su pistola, el sonido hizo eco a
través del pequeño espacio—. No apuntas un arma contra el Coco y
vives.
—Ese fue también el día en que supe que tendría que matarte. —
Aplastó su cigarro en el cenicero sin apartar la mirada de Dom—. La
primera oportunidad real que conseguí, supe que tenía que tomarla,
porque ningún hombre que solo toma una vida al mirar en sus ojos y
poseer tu habilidad estaría feliz con ese pequeño pedazo de mierda de
ciudad que te dieron.
—Fue el día del funeral de tu madre que supe que podía matarte. —
Dominic llevó sus ojos hacia el arma cargada en su mano, contándole
su propia historia—. Pensé que eras como mi padre, pero él nunca amó
a nadie. Podía ver la forma en que amabas a tu mamá cuando miraste
su ataúd. Supe que amarías de nuevo… pero también supe que
morirías si la perdías.
—Relájate —le dijo Dom—. El arma está apuntada hacia ti, no ella.
Mi padre ya la tocó de todos modos, y no tengo placer en herir a alguien
que Lucifer ha marcado.
Tomando su respuesta totalmente sincera, Lucca encendió otro
cigarro, el brillo del Zippo en el oscuro auto encendiendo su rostro.
Dom podía ver que todavía quería que trabajaran unidos, pero
todavía tenía que probarlo.
Una vez que fueron las cinco de la mañana, Dom abrió la puerta de
su auto, necesitando vomitar. Había pasado mucho tiempo desde que
sus emociones lo enfermaban. Justo antes de que lo poco que había
comido ayer estuviera por salir, vislumbró a una figura saliendo del
edificio.
Lo supuse.
Era otra forma de que el hombre perteneciera ser algo que no era.
Saltando fuera de su auto, Dominic corrió tras de él, su furia
logrando que lo alcance. Entonces esperó hasta que estuvo a unos
pasos de distancia antes de hacerle saber su presencia.
bRRing…
bRRing…
bRRing…
—¿Confiar en ti? —Dominic se rió enloquecido—. ¿Por qué no
respondes y le cuentas a Maria la verdad sobre ti?
bRRi…
—¡Planeaba decirle!
¡BANG!
—Hola Maria.
24
Te mataré
M
aria había estado sentada, totalmente inmovilizada, en el
suelo del departamento de Kayne por lo que parecieron
horas. La única luz entrando a la habitación provenía de
la ventana por la que estaba mirando. Había estado tan
irrevocablemente inerte y fuera de sí, que ni siquiera había escuchado
que no estaba a solas.
Sabiendo a quién pertenecía la voz, igual tuvo que darse vuelta para
mirarlo. No podía creer la cantidad de pelotas que tenía ese hombre
para estar aquí después de lo que había hecho.
—Lo que sentías por Kayne no era amor princesa. —Los ojos color
avellana de Dominic se enfocaron en los de ella, sin temor.
—¿Y supones que lo siento por ti? —se burló malvadamente.
Después de su baile, Maria había tenido un jodido sueño sobre el
hombre de pie ante ella y estaba más interesada si Dominic realmente
tenía los hoyuelos cuando sonreía, era lo más importante de todo lo
demás que había sucedido en el sueño—. Nunca sentí nada por ti
Dominic Luciano, y jodidamente nunca lo haré. —Presionando su
afilado tacón contra su piel bronceada, continuó—: Ni siquiera sentiré
odio por ti cuando termine de matarte. Ni siquiera mereces eso después
de lo que has hecho.
—No voy a matarte. Quiero que sufras con la idea de que prefiero
amar a un hombre muerto y estar a solas el resto de mi vida que amarte
alguna vez. —Liberando el tacón de su cuello, levantó sus pestañas
hacia sus ojos—. Ahora jodidamente sal de aquí y de mi vida, porque
juro por Dios Dominic, si te vuelto a ver, me llevaré la cosa que más
amas y la mataré… al igual que hiciste conmigo.
Si Dominic y el resto del mundo habían creído antes que ella era
fría…. No habían visto nada todavía.
—Adiós Maria.
Observando al jefe Luciano alejarse, una parte de ella no había
creído las palabras cuando las había dicho antes. Esta vez… supo que
jodidamente las decía en serio.
Era algo no propio de él. Sí, Lucca mantenía secretos, pero también
decía muchos de ellos cuando necesitaba pensar en voz alta o pedir un
consejo. Esta información particular, pensó que debería haberle dicho.
Los asuntos de los hombres hechos a sí mismos no eran de su
incumbencia, gracias de haber nacido mujer, pero Lucca siempre le
había dado un pequeño pedazo de sueño, haciéndola parte de ello.
Últimamente, la miraba casi igual a como la veía su padre.
—Sí.
—Y vas a continuar trabajando con Dominic, ¿no? —preguntó, de
nuevo ya conociendo la respuesta.
—Sí.
—Yo lo hice.
Maria pensó que sus rodillas iban a rendirse por completa sorpresa
mientras observaba las luces de la ciudad bailar sobre su rostro. Ni una
sola idea se le vino a la cabeza, solo la acción de ondear su mano con
fuerza contra el rostro de su hermano.
—No es por eso que murió…. —La voz oscura de Lucca hizo eco en
la habitación. La segunda verdad que estaba por escuchar sería más
difícil que la primera revelación—. Kayne era un…
Años atrás…
—¿Quién?
—Gabriel Evans.
—Sí.
—¿Me hiciste salir con esta lluvia intensa solo para decirme algo que
sucede todo el tiempo? —Dominic comenzó a empujar al chico fuera del
auto, buscando la llave para volver a encender el auto.
Dom jadeó. ¿Kayne era policía? Dominic sabía que Gabriel no estaba
hablando sobre su otro hijo.
—Oh, seguro. Luis dijo que tuvieron que forzarlo a mover su borracho
trasero fuera de la celda.
—Tu relación y todo lo que compartiste con ese hombre fue una
mentira.
—Nop. —La voz helada de Lucca terminó con sus sueños con un
duro golpe de realidad—. No cuando estabas preparada para lanzar tu
vida y todo lo que creías, por un hombre que hizo que tu cerebro no
pudiera descifrar si era amor o lujuria. Y especialmente no cuando
había otro hombre que podría haberte dado todo lo que tu pequeño
corazón negro podría haber deseado.
Sus ojos susurraron la palabra no dicha, la única cosa que ella
quería —poder—, antes de continuar.
—Ya no importa.
Todo lo que quedaba del pobre Leo en ese momento era un cascarón
de lo que solía ser.
—No creo que algún día perdone a Lucca por lo que hizo. No por
quitarle la vida, sino por no decirme quién era Kayne.
—No, no lo hizo.
Discúlpame…
—The Walking Dead. —Cassius, que tenía sus ojos color avellana
engomados a la pantalla, le dio una rápida mirada—. Nunca lo has
visto, ¿verdad?
¿Él piensa…? Una lenta sonrisa inclinó sus labios y fue imposible de
esconderla.
—Ya veo de dónde Kat consigue sus gustos por los programas de
televisión.
—Mujeres Mortales.
—Creo que Kat todavía tiene algo aquí —dijo él, levantándose para
poner una bolsa de palomitas en el microondas.
Su palma picaba por tocar sus bíceps, sentir los músculos debajo.
Era la primera vez que sentía algo más aparte de… entumecimiento.
—Quería hablar.
—Está bien —le dijo él, abriendo el refrigerador—. No hay algo que
Cass no haya oído, y no nos está prestando nada de atención de todos
modos.
—De acuerdo. —Se aclaró la garganta, sin saber por dónde empezar.
Cuando lo observó sacar la leche y beber directamente del cartón, no
pudo evitar su disgusto—. Ew.
—Lo acabo de hacer —dijo Dom antes que ella terminara de hablar.
Eso era lo que más la molestaba: los secretos que los hombres le
escondían. Era cansado y enloquecedor, especialmente cuando la
involucraban a ella. Maria no sabía de qué estaban tratando de salvarle
los hombres, pero sin duda no le había ayudado en nada cuando su
corazón se había roto en incluso pedazos más pequeños. La ironía era
que, mientras más trataban de proteger a Maria, más le dolía.
Vamos...
—Vete Cassius.
Cass hizo lo que le ordenaron, rápidamente apagando la televisión,
luego levantándose.
—Yo…
Dominic levantó su mentón, forzando a que su mirada vuelva hacia
él.
—Gracias. —Le dio una sonrisa dulce que Dominic vio cuando le
abrió la puerta del auto.
Maria esperó hasta que él cerró la puerta para lanzarle una mirada
malvada, encerrándola dentro de la cubierta tintada de las ventanas
polarizadas mientras se abrochaba el cinturón de seguridad y lo
observaba caminar hacia al otro lado del auto. Se aseguró de limpiar de
su rostro la promesa de retribución cuando abrió la puerta del
conductor.
—¿Lucca sabe…?
—Le dije a Lucca que ya me cansé de tener a uno de sus hombres
siguiendo cada uno de mis movimientos.
Dom estaba por explotar en risas, pero luego dio una rápida mirada
hacia ella.
Esa era otra razón por la que había aceptado sus disculpas: Maria
estaba comenzando a ver que quizás sería capaz de confiar en Dom
después de todo.
—¿Y?
Dominic podría no haber girado su cabeza hacia ella, pero sin duda
movió sus ojos, siendo menos obvio cuando recorrió sus piernas
bronceadas.
—No. —Dom se rio—. Cada auto que ves en Blue Park ha sido
ensamblado de alguna manera. La mayoría de ellos con cinta adhesiva y
un rezo.
—Algo así —le dijo Dom antes de cambiar de tema—. ¿Qué Cadillac
conduces?
Con su tono de voz, le hizo saber que no sabía que fuera gran cosa.
—Eso creo.
Era divertido.
—Bueno… —dijo ella, con el mismo tono que él, mientras miraba al
jefe Luciano a través de sus pestañas—, yo podría volverlo divertido
para ti.
E
stacionándose frente al Casino Hotel, Dom aparcó el auto.
—O… —Maria miró hacia la mano con las letras S-U-P-E escritas en
sus dedos que todavía yacían encima de la palanca de cambios—.
Podrías subir y asegurarte que llegue a salvo a mi habitación.
—Y-yo no creo que sea una buena idea, Maria. —Su repentina
jadeante voz, reveló que pensaba lo contrario.
Maria continuó con sus caricias, su jadeante voz diciéndole que ella
quería lo mismo.
El gran hombre calvo que trabajaba para su padre hizo una doble
mirada, observando a Maria y Dominic pasar. Demasiado
conmocionado para cuestionar o hacer algo, considerando quién era
ella, simplemente se quedó ahí.
—Posiblemente.
—Oh.
—Hola Ed. —Maria tomó el brazo de Dom para poder tirar de él.
—Adiós Ed.
De nuevo, el guardia Caruso no dijo nada, claramente sorprendido.
Haciendo lo que ella quería hacer abajo, entrelazó todos sus dedos
con los de él.
Maria le dio la sonrisa más dulce, sin permitirle entrar más allá.
Imbécil.
Golpeando con fuerza la puerta, Dom rugió, sabiendo muy bien que
podía escucharlo.
—¿Qué noticias?
3
N.T. Uno de los criminales de mujeres más enigmáticos de Estados Unidos.
para ahogar las calientes palabras de Dom que de repente se
detuvieron.
Maria podía ver lo que sea. Su helado y muerto corazón evitaba que
reaccione incluso a las cosas más aterradoras. Pero esta escena era
demasiado real mientras observaba la sangre caer por su rostro.
Dominic se detuvo en seco, mirando hacia los ojos azul oscuro del
hermano que había sido alejado de él: Salvatore.
Sus hermanos eran sus únicos puntos débiles. Sería tonto pensar
que Sal no lo usaría, especialmente con lo que Lucifer le había hecho a
él. En verdad, Dom no lo culparía. Sal había tenido una historia de
origen que rivalizaba la suya, y hasta que Dominic lo descubriera, Sal
no era ningún hermano suyo.
—¿Cómo te va?
—Podría ser mejor. —era decir poco, comparado con lo que Maria le
había hecho creer que él debería estar haciendo ahora mismo.
Acercándose al final del viaje, Sal le dio un ultimo giro a las llaves
en su mano, atrapándolas así lo único que podía escucharse era su voz.
—Así que Maria, ¿eh?
—Sip.
—Dominic…
—Buena suerte.
Bip.
D
ominic se sentó en la esquina de atrás de la pizzería,
observando a la gente entrar y salir del establecimiento.
Todavía sin ver a la persona con la que se iba a reunir,
buscó su celular para ver qué hora era… de nuevo.
Dominic le puso los ojos en blanco, luego le hizo un gesto para que
tome asiento en la butaca. Deslizándose al frente de ella, se giró para
buscar a la mesera, atrapando su atención antes de volver con Bristol.
—¿Sin anillo? Pensé que estarías casada para ahora. Los hombres
en Florida deben ser estúpidos si te han dejado ir.
Bristol le dio una sonrisa triste.
—Este lugar trae buenos recuerdos para mí. ¿Recuerdas venir aquí
y trabajar juntos en nuestros proyectos?
—Lo recuerdo —le dijo Dom—. Pero también recuerdo que dejamos
de venir aquí por Kayne.
—Espero que sepa tan bien como solía. He imaginado lo rico que
sabrá desde que me bajé del avión.
—No volví a casa por sí sola. —Bristol hizo una pausa—. Mi hijo
está conmigo.
—¿Tu hijo? ¿Por qué eso impor…? —Dom se detuvo, viendo su
avergonzada expresión. Las ruedas finalmente hicieron sentido—.
Kayne es el padre; por eso esperaste a volver cuando muriera.
—Sí.
Por una vez, Dominic realmente se sintió mal por Kayne. Siendo
enviado a su muerte sin siquiera saber que tenía un hijo era duro.
—Lo sé.
Ding.
—¿Qué haces?
—¿Disculpa?
Gracias a Dios.
—Sé cosas.
Ding.
Ah… mierda.
Ding.
Con ojos amplios, Maria miró fijamente a Dom, cuyo rostro estaba a
una pulgada del de ella mientras él se inclinaba, encerrándola en sus
brazos. No se atrevió a tocarla, como ella le había advertido.
—¿Cómo se siente? —las palabras retadoras de Dominic enviaron
escalofríos por su cuerpo—. Eso es solo una probada de lo que tú me
hiciste sentir.
Por primera vez, Maria se quedó sin aliento. Tragó con fuerza,
mirando todas las emociones que claramente sentía en sus ojos color
avellana.
Dom giró su cabeza para mirar a Bristol de pie allí, luego dejó ir la
bicicleta.
—Adiós Dominic.
Maria regresó sus ojos hacia la rubia. Lo que había dicho sobre
Bristol, lo decía de todo corazón. La hermosa mujer probaba que
Dominic definitivamente tenía un tipo. Podía reclamar que ella era solo
una amiga, pero vio el dolor en sus ojos cuando la llamó así. Maria no
podía culparla tampoco, pero no iba a permitir que Dominic la engañe
pensando que no había nada ahí cuando había entrado al restaurante
para verlos sostenerse de la mano.
Cass no respondió.
¿Ahora vuelve a quedarse callado?
—¿Problemas?
—No.
—Caminaré a casa.
—No, no lo harás. —El tono de Cassius le dijo que creyó que era
una broma.
—Así he oído.
Maria miró hacia el hombre mayor al que Cass había asentido. Era
calvo y enorme, haciendo una parrilla en su patio delantero mientras la
miraba.
—¿Seguro de eso?
—Hola Vic.
—Hola Cass. —Enorme Vic le dio una sonrisa cálida con un gesto de
su mano—. Dile a Dom que le agradezco por el regalo de bienvenida.
—Lo haré.
—Oh.
Cassius continuó acompañándola.
—Sí. —Cassius le lanzó una mirada ominosa con una ceja alzada—.
¿Te suena familiar?
—Dominic y yo no estamos…
—Sí, sí, sí —dijo Cassius, queriendo que guarde esas palabras para
alguien que las creyera—. Ahora, ¿por favor puedes volver aquí así
podemos llegar a casa?
—No. —Maria colocó su pelo dorado detrás de su hombro—. Todavía
sigo enojada contigo por no advertirme sobre su pequeña cita y evitar
convertirme en una tonta.
Se dio cuenta de lo mayor que se veía, por lo joven que todavía era.
Era como un niño preguntando si estaba en problemas, como su padre
Lucifer y su hermano Lucca, las emociones de Cass no eran mínimas,
sino que no existían. Todavía no había logrado mezclarse ente la gente,
como encontrarse con alguien en el supermercado y decir lo siento
porque era lo educado por hacer. Era lo que la gente como Cassius
necesitaba aprender para sobrevivir así podían vivir sin ser detectados
como peligro a la sociedad. Maria lo sabía… ella era una también.
—Kat.
Maria volteó el cuello con furia. Tenía razón, pero ese no era el
punto. Este Luciano de repente fue completamente noqueado.
T
an pronto como Cassius se detuvo, Maria saltó fuera.
Teniendo que caminar descalzo en el sucio suelo la puso
lívida. Viendo que solo el auto de Matthias estaba aparcado
significaba que Dominic todavía no había vuelto, y no sabía si eso la
hacía más feliz o enojada.
—No —le dijo con la verdad. Incluso su voz hizo claro que estaba
mirando por curiosidad no lujuria—. Solo no te pensé como un
masoquista.
—Pero no a ti.
Matthias sonrió.
—Entonces, estarás sorprendida de descubrir que no fue Angel
quien primero los quiso, princesa.
—Última oportunidad…
—¿O qué?
Maria estaba por saltar, pero al ver la acción, tuvo que detenerse
tan rápido como nunca lo había hecho en su vida.
—Ew, no.
O el cielo y el infierno.
—¿Qué sentimientos?
—Sé que Cassius quiere a Kat, pero no estoy seguro si alguna vez
sentirá amor.
—Bueno, odio tener que decirte esto, pero tenías razón: no tengo
sentimientos.
Una pequeña Maria había mirado sus zapatos por casi la mitad del
funeral, tratando de parecer triste. En algún momento, cuando una sola
lágrima había corrido por el rabillo del ojo de Lucca antes de
rápidamente limpiarla, había sabido lo muy jodida que ella estaba.
Había una clase de culpa que cargaba por no ser capaz de derramar
una lágrima por su hermosa, muerta madre. Había probado lo
inhumana —no, monstruosa—, que realmente era.
Ella no dijo nada, continuando mirando los suelos viejos, sin querer
ser recordada de ese horrible día.
—Y Kayne… —continuó él con su voz quebrada.
—¿Qué haces?
—Duele, ¿verdad?
—Pero te prometo esto Maria, lo que sea que te hizo sentir nunca se
comparará con el dolor que me ocasionaste al escoger a Kayne.
—Pero lo que no sabía era que ese pequeño retorcimiento que sentí
en mi helado y muerto corazón me estaba tratando de decir que él no
era el indicado para mí.
—Volví para decirte lo que debería haber hecho ayer. Decirte que lo
lamento Dominic. Lamento por todo lo que hice para hacerte daño. Por
escoger a Kayne, y especialmente por las cosas horribles que te dije. No
te merecías eso… pero yo tampoco me merezco esto. —Yendo hacia la
puerta del cuarto, giró el cerrojo antes de mirar hacia un sorprendido
Dominic, necesitando decir una última cosa mientras abría la puerta—:
Este juego en el que estamos fue divertido al principio, pero ya he
terminado con ello.
Bajando corriendo las escaleras, yendo a través de la casa, temía
que, si volvía la mirada o Dom la atrapaba, no se iría; y esa la única
cosa que necesitaba hacer.
Matthias asintió.
—Entonces trae tus llaves ahora y vamos —le dijo Maria, abriendo
la puerta principal.
D
iablos, puedes bajar la velocidad? —Maria se aferró al oh-
mierda agarre en el auto, sus uñas largas y en forma de
almendra arañando su palma por sostenerse con tanta
fuerza—. Puede que tengas un deseo de muerte, pero personalmente,
me gusta vivir.
—No me conoces.
Maria sabía que era una pregunta, que honestamente estaba curioso.
Estaba claro que estaba intentando encontrar una respuesta para
ayudarse a sí mismo. Ella le dijo la verdad:
—No, ya no.
—¿Por qué?
—La única razón por la que lo hice fue porque tenía que hacerlo. La
gente teme a aquellos como yo, y deberían. Tú, por otro lado, temes a la
gente que descubra quién eres realmente porque temes ser juzgado y
ser tratado diferente. —Maria enfocó sus ojos esmeraldas con fiereza en
aquellos grises rotos—. No todos nacen con un escudo, Matthias. Ser
débil solo es una mala cosa cuando eres demasiado terco para pedir
ayuda.
Maria salió del auto, tomando unos cuantos pasos hacia las enormes
rejas cubiertas de vides que tenían la letra B escritas en ellas en hierro.
Podías decir que el color era por la cantidad de años de tierra que había
manchado la cursiva letra.
—La historia dice que la última familia que vivió ahí fue brutalmente
asesinada una noche por un hombre que entró a robar un camión de
dinero en el que fue construida la casa. Algunos creen que el asesino
tuvo éxito y otros creen que nunca lo encontró. Pero la leyenda es que,
cualquiera que entra para tratar de encontrar el dinero nunca sale vivo,
porque los fantasmas de la familia asesinada lo están cuidando.
—Entonces, ¿me estás diciendo que todo Blue Park teme esta pequeña
historia de fantasmas? —La mayoría de los criminales más duros de
Ciudad de Kansas venían de aquí.
—Sí —le dijo él—. Hemos sido desensibilizados de muchas cosas desde
que nacimos: armas, asesinatos, drogas; pero, no nos metemos con una
cosa: los fantasmas. Esa mierda es para los ricos y tontos.
—Entonces, adelante.
—Dímelo a mí.
33
La hendidura que esperaba estuviera allí
M
aria se sentó en el sofá en el ático de la familia Caruso,
observando la televisión silenciosamente reproducirse al
lado de un durmiente Leo. Había estado allí, demasiado
temerosa de levantarse, ya que podría despertarlo, pero no le
importaba. Le gustaba ver dormir a Leo. Se preocupaba cuando estaba
despierto.
Cuando vio que su puño se retiró para tocar otra vez, Maria
urgentemente abrió la puerta.
—Oh, deja de ser tan dramático. —Maria lo silenció con sus ojos en
blanco—. No solo me hubieras hecho un favor de nunca más tener que
escucharlo, sino que también le hubieras hecho uno a Lucca.
—Lo sé. —Maria fue a cerrar la puerta de nuevo, pero esta vez
Dominic la detuvo con su mano—. ¿Puedo ayudarte?
—¿Estará bien?
—Vamos.
—No te enojaste con él, ¿verdad? —preguntó ella antes que pueda
terminar. Dom parecía suficientemente enojado cuando Cassius la
había llevado a verlo al restaurante.
—Pero Cassius tenía razón; nunca hubiera entendido sin verte con
ella. Ella es bastante…
—No.
—¿No te molesta…?
Santa… mierda.
34
“Amor Cerebral”, Parte Dos
—Creo que nunca antes sonreíste para mí —le dijo ella sin aliento.
Levantando su mano, dejó que la palma de sus dedos frote gentilmente
y se hunda en su perfecta hendidura—. Esto puede que suene muy
extraño Dominic, pero creo que soñé contigo. —Maria no pudo creer su
admisión hasta que fue demasiado tarde. Lo único que la salvó fueron
las siguientes palabras que pasaron por los labios de Dominic.
—¿Disculpa?
—Lo sé.
Él inclinó su cabeza al otro lado con un dedo, pero esta vez cuando
bajó hacia su carne necesitada, no le dio la misma atención que al otro
lado. Lentamente lamió la parte de su cuello que no había sido capaz de
resistir, luego chupó la carne húmeda entre sus labios.
Nunc…
Este no era un primer beso tierno entre dos amantes; este era un
beso violento que solo terminaba con el otro tomando tu alma.
Maria corrió sus manos por su pecho. Sin importarle una mierda
que solo hubieran compartido su primer beso, rápidamente le quitó la
chaqueta, dejándola caer al suelo. Dominic la besó más profundo, su
lengua tomando un clavado en su boca.
—Maria, tú nunca…
—Estás mintiendo.
—No, yo no…
—Detente Maria —demandó. Confusión golpeó cada parte de su
rostro—. Pensé que Kayne y tú… —Dom no pudo terminar la oración.
—Asumiste.
Dominic besó con fuerza sus labios durante varios minutos, luego
se obligó a retirarse.
—Princesa, tienes que parar.
—Cambia todo.
—Él no quería hijas mujeres, y la única razón por la que Kat está
aquí hoy es porque él hubiera perdido a su mejor soldado si no me
hubiera dejado cuidar de ella. Hice lo mejor que pude para protegerla y
cuidarla, igual que con mis hermanos. Pero, ¿sabes por qué nunca
pretendí creer que podía tener una relación con Bristol, o con alguna
mujer?
Yo…
—Sí.
—No me quiero casar contigo por las razones que mi hermana tuvo
para casarse con Drago. —Dominic fue rápido en entender a qué se
refería ella con el último comentario—. El motivo por el que me quiero
casar contigo no tiene nada que ver con tus apellidos, y tiene todo que
ver sobre cómo me siento por ti.
—No lo soy —le aseguró ella—. No hay nada que hayas hecho que
me sorprendería, menos preocuparía. Puedes creer que mi cuerpo es
puro, pero no lo es. No solo me he quedado quieta y observado suceder
cosas horribles, también he hecho cosas horribles.
Discúlpame…
Dam la miró con fiereza, dejándole saber que no era ningún ángel.
—No.
—¿Necesitas ayuda?
—Tengo…
—Gracias Angel.
—Sin problema.
Había pasado unos cuantos días desde que Dominic y ella se habían
visto… y Maria había estado desesperada por comprar para dejar ir el
estrés. Ir al centro comercial era terapéutico, y realmente necesitaba
tiempo a solas para pensar, pero también para no pensar.
Leo había ido a casa de Nero y Elle, queriendo pasar tiempo con él y
darle a ella un respiro, lo que apreciaba.
Angel asintió, dejándolas al lado de las bolsas que ella había subido.
—Gracias —le dijo de nuevo.
—De nada.
—¿Angel?
—De acuerdo.
—Estoy al tanto —le dijo Angel—. Cassius de hecho tiene una gran
boca a veces.
—Estoy dándome cuenta de eso —espetó, pero por suerte tuvo que
evitar la parte donde no sabía cómo explicar su relación con Dominic, y
pasar a una parte más incómoda…
—Lo que sea que quieras decir Maria, dilo. No mantenemos secretos
entre nosotros.
Colocando sus manos en sus bolsillos, Angel movió sus ojos hacia el
suelo.
Maria nunca antes había visto enojado a Angel, pero podía ver la
furia justo debajo de la superficie en la que él se sostenía.
—Cinco. Años —dijo las duras palabras con dolor—. Dominic tuvo
que vivir en esta tierra a solas con nuestro padre, y nunca sabré cómo
sobrevivió a ello. —El orgullo que brilló en sus ojos demostró lo mucho
que amaba a su hermano mayor y el respeto que le tenía—. Ninguno de
nosotros hubiera sobrevivido sin él, pero él hubiera sobrevivido sin
nosotros igual de bien… si no mejor.
Ella quería enterrar sus largas uñas en su pecho así podía arrancar
su corazón muerto y hacer un hueco que nunca podría ser llenado por
el hombre por el que estaba comenzando a sentir cosas, sin importar
cuánto lo negara.
—Gracias Angel.
—No.
—Él no es mi…
—¿Cassius?
—¿Qué haces?
—La última vez que hice eso, le diste a un perro un juguete para
morder de doscientos dólares —le recordó Maria, tomando asiento en el
techo a su lado.
—Oh, claro.
—Tan adorables que Kat siempre pincha mis mejillas para verlas. —
Se frotó su pequeña mejilla, deshaciéndose del dolor inexistente.
—Bueno, por lo que puedo ver, no son tan profundas como las de
Dominic. —Maria se rio—. Estoy segura que ella solo quería tener una
buena vista.
—Sip.
—Sí, tal vez. —Era mucho más diferente que la vista nocturna a la
que estaba acostumbrada—. ¿Aunque, la habitación de Dominic no te
asusta?
—No.
—Así es como supiste que yo solía meterme por ahí cuando era
pequeña. —Maria continuó mirándolo de forma extraña—. ¿Cuánto
tiempo has estado hablando con él?
—Un largo tiempo… —Su voz pasó a estar sin emoción a tener un
poco de enojo—. Pensé que era mi amigo.
—¿Qué sucedió?
—Sí.
Cassius sacudió su cabeza con confianza, pero Maria vio cómo tuvo
que pensarlo al principio.
Ugh. Tanto como esta familia la hacía jalarse los pelos, mientras
más venía aquí más atada comenzaba a sentirse.
Maria siempre había creído que solo quería estar a solas, pero ahora
que había tenido su tiempo a solas —finalmente—, y con solo Leo con
ella, resultó que de alguna forma extrañaba a sus hermanos y cómo
siempre estaban metiéndose con el otro, aunque solía enojarla
demasiado.
—¿Maria?
Maria miró indefensa hacia él. El acto que acababa de hacer hizo
que su estómago revolotee, y cuando dejó ir su cintura, pudo ver que el
tiempo que había pasado lejos de Dominic lo había afectado a él
también. Parecía triste cuando había dejado su casa, y ahora parecía
incluso más.
Tomando un paso hacia él, pudo ver que apenas había dormido,
haciendo que el hueco en su pecho sea más profundo. Maria estiró su
mano, pasando sus dedos a través de su pelo.
Ante su toque, Dom de repente abrió los ojos y estaba incluso más
sorprendido cuando encontró que los brazos de ella se envolvían
alrededor de su cuello.
—Hablé con Angel —dijo ella contra su piel, odiando tener que
decirle esto, jodidamente odiando que esto le haya sucedido a él—. No
me contó exactamente lo que sucedió, pero me dijo que tú no pudiste
escoger tu primera vez.
—Oh.
—Maria.
—Solo quiero que sepas que la única razón por la que quiero
proteger tu virginidad es porque yo no pude proteger la mía.
—Lo sé —le dijo antes de colocar su rostro de vuelta en el hueco de
su cuello, gustándole lo cálido que estaba allí—. Pero tú tomando mi
virginidad, con o sin un estúpido pedazo de papel, no es protegerla,
porque es algo que yo quiero. Yo escojo.
—Bueno… —Ella llevó sus labios más cerca de los de él—, vas a
estar esperando mucho tiempo.
—Está bien.
—Nunca.
Él la miró confundido.
Las plantas de mis pies son ásperas —le informó ella, dejándole
saber la desventaja de ser capaz de soportar dolor—. Puedes tocar mis
pies en tacones, pero no querrás hacerlo sin ellos.
—Eres tan hermosa —le dijo él, anhelante, sin estirarse para
tocarla.
Él la había llamado hermosa, pero Maria creía que era horrible. Por
fuera, sí, Maria sabía que era hermosa, pero eso no era realmente lo
que importaba. Aquellas cosas se desvanecían con el tiempo y eran
superficiales, como yo.
Había una razón por la que Maria se pretendía a sí misma por fuera;
porque por dentro era horrible.
Sin embargo, Dominic era diferente. No solo era hermoso por fuera,
pero por dentro, era igual —si no más—, asombroso… y en este mundo
cruel, eso era todo lo que importaría.
—Sí.
E
l sol saliendo hizo que Maria comience a despertarse, pero
antes de abrir los ojos, su primer pensamiento fue que Dom
ya no estaría. El trauma de despertarse y no ver al último
hombre con el que había compartido una cama permanecía. Pero ahí
estaba Dominic, completamente dormido, pacífico.
—De acuerdo. —Se movió para servirle un vaso de agua—. ¿Qué tal
huevos y una tostada?
—Bien.
Eso es gros…
—¡Kétchup!
Tomó otro trago de agua, preguntándose por qué diablos pensó que
estaba bien comer huevos pintados de rojo en primer lugar. Maria ni
siquiera había permitido que su lengua toque la comida el suficiente
tiempo para saber qué diablos era, pero de una cosa estaba segura: el
motivo por el que DeeDee pertenecía en la cárcel.
—Eso es vil —lo regañó ella. Tanto DeeDee como él necesitaban ser
encerrados.
—Nada.
Creo que…
—Oh Dios mío. —Matthias miró con maldad hacia ella y no hacia su
hermano, quién estaba comenzando a poner reglas.
—De acuerdo —le dijo Maria, entendiendo. No sería genial para ella
tampoco, pero si enojaba a Matthias, funcionaba.
—Hoy no.
—De acuerdo.
A
l escuchar el golpe en la puerta, Maria no pudo evitar sonreír
mientras se miraba en el espejo. Sus pies estaban tan
suaves como el trasero de un bebé, y sus dedos y uñas
estaban recién pintadas de blanco... tal como Dominic había querido,
pero ahí era donde terminaba.
Maria tomó su mano, haciendo girar sus dedos entre los de ella,
tratando de acercarlo más y colocarlo en su lugar.
—¿Parar qué?
—Mover las piernas así —ordenó mientras miraba por el rabillo del
ojo mientras conducía—. Lo estás haciendo a propósito.
Queriendo que se acercara más al dolor que sentía, pasó sus uñas
largas y recién cortadas a lo largo de la mano tatuada que sujetaba la
palanca de cambios.
—Todo estará bien —le dijo con fuerza, aunque no estaba segura de
ello. Al igual que Dominic no lo estaba. Pero haría todo lo que estuviera
en su poder para ayudarlo a evitar que Cassius caminara demasiado
por ese camino oscuro en el que estaba—. Es tu hermano enteramente,
¿no? —Maria se atrevió a hacer la pregunta que había contestado una
vez que vio a Cassius sonreír, cuando Dom la miró de manera extraña,
ella le contó cómo lo había descubierto—. Él también tiene hoyuelos.
Son genéticos.
—Lo sient…
—No lo estés. —Le aseguró, haciéndole saber que era otra cosa con
la que hizo las paces—. Es difícil extrañar algo que nunca tuviste.
La miró de reojo.
—Sí.
—¿De qué?
Exactamente.
—Sí.
—¿Por qué?
—Esto debería ser suficiente. Nada para ti con lo que puedas chocar
de refilón o pegarle en la parte trasera —bromeó Dom, cerrando la
puerta del lado del pasajero.
Maria sonrió.
—Buena salvada.
—¿Crees que estás lista para intentarlo? —Le dio una mirada
pensativa.
—Lo detuve.
—Neutral.
—Y... ¿qué pedal tiene tu pie derecho?
—¡Ese es el embrague!
Otra ceja perfecta se arqueó ante la rapidez con que Dominic había
cambiado su postura sobre que ella aprendiera a conducir.
—¿Eso es todo?
Maria rió.
—Intenté decírtelo.
—¿Y todavía piensas que eso sería algo malo? —preguntó, poniendo
su Mustang en primera marcha. Su pequeño único problema aún no se
había resuelto.
—Sí, no necesito que nadie más salga herido o muera por mí —le
dijo Maria, decidida—. Especialmente considerando que acabo de
enterrar a mi cuarto guardaespaldas…
—¿CUARTO?
38
Perra difícil de complacer
—Nunca supe que había tanta gente interesada en los coches viejos.
—Aburrida, Maria trató de forzar un interés en algo que obviamente
Dominic tenía—. ¿Cuál es tu favorito?
—¿Se necesita una reservación para mirar coches? —Maria dio una
breve mirada a su alrededor—. Lo he visto todo. Vámonos.
—Luciano.
—Gracias.
Guau... Por primera vez esta noche, Maria se quedó sin palabras.
Ugh. Maria quería que le dijera cosas sucias, no cosas dulces que la
hicieran pensar en casarse con él.
Tomando otro pequeño bocado del pan, Maria casi se atragantó con
la forma en que él la estaba mirando a la luz de las velas. En broma,
Maria se inclinó un poco hacia adelante.
—Si la comida es tan buena como el pan, señor Luciano, puede que
tenga suerte esta noche.
Finalmente, llegó a la R.
—Creo que eso es algo que una mujer debería saber sobre un
hombre antes de aceptar casarse con él —respondió ella.
Ella sonrió.
—Posiblemente.
—Dime.
—¿Qué deseas?
—¿No te molesta?
—Princesa, puedes ser tan mala como quieras, y nunca te diré que
no.
Maldita sea. Dominic se estaba volviendo cada vez más difícil de
resistir cuando intentaba cortejarla con tan gloriosa libertad, pero
incluso Maria sabía que era solo una artimaña.
—No, confío en ti. —Dominic retiró la mano del brazo de la silla para
dejar que su palma vagara arriba y abajo por su pierna larga y sedosa
que pareció durar días. Inclinándose, le dio un beso en la parte interna
del muslo—. Y no te atreverías, princesa —dijo con una sonrisa.
—Por favor…
Cuando le quitó las manos del trasero, pensó que iba a evitar que
continuaran, pero él colocó la mano en la parte inferior de su cuello,
estirando su cuello hacia él.
—¡Más!
—Dom…
Mi turno.
—No, princesa.
—Maria, algo me dice que se supone que no debo ver lo que hay
detrás de esa puerta.
L
a mandíbula de Dominic se flexionó, preguntándose por qué
diablos se bajó estúpidamente del ascensor con ella en el
sótano. Y si eso no fuera lo suficientemente suicida, se
permitió caminar junto a ella mientras recorrían un pasillo largo y
espeluznante hacia una puerta sospechosa.
Maria tuvo que tocar la puerta dos veces, ¡dejándole aún más
jodidamente claro que se supone que no debo estar aquí!
Su suspiro duró poco, ya que solo tenía más problemas para venir.
De cualquier manera, esta era una jodida prueba para ver cómo
reaccionaría con otras mujeres, y podía hacerse la tonta todo lo que
quisiera, pero Dominic no pudo evitar preguntarse por qué no se podía
haber enamorado de alguien… normal.
—Oye, pastelito. —Una mujer con las tetas más grandes miró
dulcemente a Maria, recogiendo la baraja de cartas sobre la mesa.
Comenzó a moverse a la velocidad de la luz mientras sus ojos iban
hacia él—. ¿Y quién es este que tienes contigo?
Obviamente, eso era una broma interna entre las dos, pero Dominic
entendió bastante bien la referencia, a pesar de que deseaba no haberlo
hecho.
—Agua.
—Absolutamente no…
Ambas van a hacer que me maten. Dominic miró a Maria sin tocar
las patatas fritas.
—¿Lo rechazaste?
—Él no está aquí para ti ni para ninguna otra perra que tengo
trabajando aquí —siseó Sadie, regañando a la mujer y dejándolo claro
no solo a Cherry sino a cualquier otra persona que lo mirara o lo frotara
de pasada—. Les traerás sus bebidas y eso es todo. Te daré una
bofetada si te veo tocar o seguir mirando al hombre de Maria así de
nuevo.
Dios santo... Verla chupar ese limón hasta que no quedó nada lo
hizo acomodarse en su asiento. Le estaba haciendo pagar por no dejarla
envolver su bonita boca alrededor de su pene, y Dominic le preguntó en
silencio a Dios por qué tenía moral en primer lugar. ¡No era un maldito
santo!
—No.
No follar con ella, porque Dios sabía que quería hacerlo, era la única
forma de conseguir que Maria se casara con él, y conseguiría que se
casara con él. Maria era su futura esposa, y tenía que superarlo.
Sadie les repartió nuevas cartas, pero la mano duró poco, ya que dio
la vuelta a un as con sus diez abajo.
— L
su padre.
o siento, cariño, pero es hora de que te detenga —dijo Sadie
cuando Maria pidió retirar otros mil dólares de la cuenta de
—Sí, creo que nos hemos divertido lo suficiente por una noche.
—Igualmente.
—Ya veo.
Oh, Dios, amaba la forma en que se sentía, pero aun así, dejó que
su moral ganara.
—Sabes que soy yo quien tiene que estar borracho para que te
aproveches de mí, ¿verdad?
—Oh.
—Sí.
—Oh, Dios mío —gimió Maria, dejando caer la cabeza hacia atrás
una vez que sus manos fuertes comenzaron a frotar la loción espesa y
blanca en su pie—. Sabes que estás haciendo que sea muy difícil seguir
rechazándote.
Maria se apoyó en los codos. Todavía estaba muy ebria, pero por un
momento pareció que no lo estaba cuando se puso seria.
—¿De verdad fue en serio cuando me dijiste que podía hacer y ser lo
que quisiera si me casaba contigo?
—Puedes decir eso ahora, pero todos los hombres me tratan igual al
final.
—Dominic, yo no ...
—Gracias.
—De nada. —Le dio una vista rápida de sus hoyuelos, pero
lamentablemente era hora de irse.
—Bien. —Dom capturó su labio inferior entre sus dientes para darle
un mordisco tierno—. No me iba a quedar, de todos modos, porque no
confío en que no me engañes para que te folle cuando estás borracha.
—No.
Los pensamientos que tenía sobre Maria eran más sucios que los de
ella, y eso decía mucho. Era todo lo que podía hacer para mantener las
manos a los lados, cuando todo lo que quería era golpear su cabeza
contra la almohada mientras la follaba por detrás.
Maria se arrastró hacia él, sin detenerse hasta que su cuerpo estuvo
pegado al de él. Soltó el abrigo que sostenía entre ellos, para poder
envolver sus brazos alrededor de su cuello. Un movimiento en falso, y la
chaqueta se deslizaría, entonces no habría nada que separara su
cuerpo del de él.
Dominic la miró fijamente sobre las sedosas sábanas sin nada más
que su chaqueta cubriéndola, y definitivamente se arrepintió más
cuando la cubrió con el edredón para meterla en la cama.
Si bien podía mirar aquí toda la noche las cosas que esperaba verla
usar, se interesó especialmente en sus tacones. Escogió unos cinco
pares en los que pediría verla antes de irse.
C
errando la puerta del departamento de Maria en silencio,
Dominic caminó un metro en la otra dirección y golpeó una
puerta. No trataba a la persona que vivía allí con el mismo
respeto.
—Si te sientes así, ¿por qué no haces que uno de tus malditos
hombres la vigile?
—Gracias.
—Haré eso.
—Hola.
Sal presionó los botones para llevarlos al piso del casino, y las
puertas se deslizaron lentamente hasta cerrarse.
—Bien.
—No lo hice por ti. —Sal habló por encima del sonido metálico del
acero—. Lo hice por ella.
—No... —susurró Dom, sin saber cómo sentirse sobre ese hecho—.
Y, ¿cómo esto tiene que ver con que te llame besador de culos?
—Bueno, pensé que sabrías mejor que nadie que los hermanos
pelean.
—Lo sé.
El sol brillando a través de sus altas ventanas hizo que las manos
de Maria fueran a su cabeza palpitante. Tardó un minuto en
despertarse hasta que olió el aroma ardiente de Dominic, junto con el
calor de la lana que la envolvía bajo las mantas.
Bip.
—Confié en ti...
Al escuchar el sonido del teléfono en su mesita de noche, Dominic
quiso fingir que no lo había escuchado. Deseó haber tirado el teléfono.
De esa manera, nunca habría sabido que la mujer de la que estaba
enamorado todavía estaba enamorada de otro hombre.
Dominic tendría que seguir orando por el día en que Maria dejara de
llamar a Kayne.
43
Cena del infierno
Q
uién diablos se levanta a esta hora del día? —murmuró
Maria, tratando de no provocar otra ronda de dolor
haciendo que sus cuerdas vocales funcionasen.
—¿
—Son las siete de la noche —le informó Dom
mientras caminaban la corta distancia hasta la casa de Kat y Drago.
—Creo que fue en el trago de tequila número cinco que te advertí ...
—Intenta decirme eso antes del trago número cinco la próxima vez
—dijo Maria con una sonrisa falsa. Agarrando el pliegue de su brazo
para ayudar a equilibrarse, llegaron al apartamento de Kat y Drago.
—Sí. —Maria se sintió un poquito mal por darle una mirada llena de
dolor. Trató de lograr una mirada desamparada, esperando que se
metiera en sus pantalones—. Solo puedo estar aquí contigo porque me
pediste que cenara contigo y con tu hermana.
Créeme, yo tampoco.
—La dejé en casa —dijo Dom antes de cambiar de tema—. ¿Qué hay
para cenar?
Con los ojos bailando entre los dos, Dominic se inclinó y le preguntó
en voz baja a Maria:
Oh, ella es buena. Era obvio que su preciosa mujercita no estaba tan
domesticada después de todo. Todavía le quedaba algo de bravura.
—No Dom. —Kat negó con la cabeza con una sonrisa ante un viejo
recuerdo—. Una maestra me dijo eso una vez porque un niño no dejaba
de molestarme en la escuela, y mi hermano se enojó tanto, cuando me
dejó en la mañana, vino a mi clase y le dijo al maestro en voz muy alta:
Ese chico no se está metiendo con mi hermana porque le guste, se está
metiendo con ella porque es un maldito matón. Mi maestra se asustó
mucho y dijo que lo manejaría. Y, no bromeo, al salir, Dom miró al
chico que no quería dejarme en paz y dijo: Ya lo hice. Y tenía razón; ese
pequeño imbécil nunca volvió a molestarme.
—¿D-Dominic te dijo eso? —preguntó Maria con incredulidad,
sintiendo que su pecho se apretaba—. ¿Hizo eso?
Era demasiado obvio para no darse cuenta. Lo había visto con sus
hermanos, pero con Kat, él era diferente. Maria no pensó que sería
posible que existiera un hombre así, pero realmente es el hombre
perfecto. Era el hecho de que había visto a Lucifer abusar de las
mujeres, o tener que cuidar de una hermana a una edad temprana, o
tal vez una combinación de ambos lo que lo había hecho así.
—No. —Kat se rió—. Quiero que Dom sea tan feliz como yo, y así
luce contigo, Maria.
Eso hizo que Maria se sintiera confusa por dentro, pero no pudo
evitar preguntar:
—No lo hice, pero también sabía que Dom nunca me habría dejado
casarme con él si tuviera alguna duda sobre el tipo de hombre que era
Drago.
Maria se sintió mal por decir la siguiente parte:
—La cena está lista. Todos tomen asiento —dijo Kat, orgullosa,
colocando una fuente sobre la mesa.
Mirando al plato, tuvo que darle crédito a Kat. Parecía una foto en
una revista. Maria se sentó junto a Dominic en la mesa y esperó a que
los hombres atacaran la comida, pero cuando la miraron, se dio cuenta
de que la dejaban servirse ella misma primero.
¿Qué mierda? La comida era tan mala que supuso que no había de
otra si no ir a mejor.
—Mmmhmm...
Una cosa era segura, tenía razón cuando dijo que Katarina estaba
envenenando a Drago. Maria comenzó a sentirse un poco mal por el
hombre al que despreciaba.
—Te espera una delicia esta noche, Maria —dijo Kat, levantándose
de la mesa—. También hice el postre favorito de Dom. —Kat se dirigió al
frigorífico y volvió con un pastel—. Pastel de saltamontes.
—Galletas de chocolate…
—Mantequilla...
—Mitad y mitad.
Mmm….
Kat continuó:
—Crema de cacao...
—Crème de Menthe.
—¿Estás segura?
—Hay suficiente para que cada uno coma otro trozo —dijo Kat,
dándole más a cada uno de los hombres—. No me gusta el sabor. Me
recuerda al enjuague bucal. DeeDee solía prepararlo para nosotros
cuando éramos pequeños y luego dejó de hacerlo.
Maria supo que estaba jodida cuando Dominic pidió el último trozo
de pastel y Drago comenzó a ponerse de un verde enfermizo. Estaba
recibiendo la bala por el equipo. ¿Cómo podría ser derribado por algo
tan simple como un pastel de saltamontes?
Maldición.
44
Dolor
—La próxima vez que quieras cenar con Kat y Drago… —Maria
extendió la mano, agarrándolo ligeramente por la barbilla como lo había
hecho anoche en el casino—, traeré un banquete, o le dices que estoy
muerta. —Le dio un ligero beso en los labios.
Dominic le dio otro beso, revelando sus hoyuelos que le encantaban
ver.
—Perfecto.
—Nop.
—Sí —aseguró, pero hizo todo lo posible por dar un buen bostezo—.
Todavía tengo sueño después de anoche.
—Buenas noches.
¿Por qué le dolía tanto que no pudiera decirle esas tres palabras? Y
sólo le hizo sentir más dolor tener que cerrarle la puerta cuando no
quería nada más que Dominic pasara la noche con ella.
—Adelante.
—¿Cómo estás con ella? —susurró a los ojos con el corazón roto—.
¿Cómo te permites siquiera estar con Chloe con lo que eres? — Los ojos
de Maria no solo estaban en el suelo, sino también su voz caída—.
¿Como estoy…?
Lucca entendió lo que estaba preguntando, ya que había pasado por
los mismos sentimientos cuando eligió a la bellamente cicatrizada
Chloe. Dolía para algo tan malvado tocar algo tan puro, y era la única
vez que podían sentir dolor.
—Te juro, Maria, por todo lo que amo y por mi vida, que dije en serio
esas palabras y cualquier otra palabra que te haya dicho.
Maria levantó sus ojos de la chaqueta para mirar los intensos ojos
de Dominic, viendo que decía la verdad completa y absoluta. Había
tomado una decisión antes de venir aquí, pero no fue hasta ahora que
se comprometió por completo mientras le tendía lentamente la
chaqueta.
—Finalmente.
Mirando el anillo más perfecto, tamaño seis, sintió que sus ojos se
empañaban un poco.
—Lo sé, princesa. —Rodó sobre ella y besó sus labios con una
sonrisa con hoyuelos—. ¿Te gusta?
—No. —Maria negó con la cabeza, sin mirar el hermoso rostro, sino
el hermoso anillo de oro que sostenía un enorme diamante cristalino—.
Me encanta.
—Creo que es dulce —dijo Elle con una dulce sonrisa, su estado de
ánimo cambiando instantáneamente. La romántica sin remedio se
dejaba influir fácilmente.
Dominic asintió.
—Sí.
—¿Maria Caruso? —preguntó solo para asegurarse de que Dom lo
entendiera correctamente.
—Sí.
—Créeme; lo hace.
Lucca no se movió.
Afortunadamente por el bien de Vincent, Drago se levantó...
¿Por qué?
Por suerte para ellas, Maria se sentía un poco menos fría hoy con
un anillo en el dedo.
—De todos modos… —Maria volvió a explicar por qué estaban todos
aquí—, pensé que ustedes, chicos, podrían tener una pequeña
despedida de soltero mientras las chicas y yo salimos a mi despedida.
—Rápidamente saludó mientras se giraba para irse con cuatro chicas
muy emocionadas—. ¡De acuerdo, adiós!
—No. —La voz grave de Lucca hizo que todas las chicas se
detuvieran menos ella.
—No.
—Bien. —Ya sabía que Lucca nunca dejaría que Chloe saliera sin un
guardia. Era hora de contrarrestar—. Llevaremos a Vincent. Todos
ustedes no lo quieren de todos modos.
—No será ese tipo de fiesta —siseó Dominic antes de volverse para
estar de acuerdo—. Bien por mí.
—Es un idiota, pero está loco —dijo Maria a Lucca, sabiendo que no
era inútil cuando se trataba de eso.
—Oh, ya sabes, comprar vestidos. Eso es todo. —Eso era todo lo que
Maria estaba dispuesta a regalar.
¿En serio?
—Gracias.
—Lake es mi novia...
Drago fue el siguiente, pero solo estaba nervioso porque temía que
Maria metiera el trasero de Kat en problemas, ya que las dos juntas no
eran una buena combinación para los hombres.
Angel estaba nervioso, sabiendo que Adalyn estaba loca por los
chicos, como Lake, y sabía que, si los hombres estaban involucrados,
podría ser malo.
Sin decir una palabra, Leo se puso de pie y subió los escalones
mientras todos en la habitación lo miraban con simpatía.
Dominic no sabía qué era tan jodidamente divertido hasta que dos
mujeres entraron en la habitación.
Oh no.
—Me has traído tantas chicas bonitas. —Las miró a todas con
envidia—. ¿Cuál es la afortunada hoy?
—Yo.
—Era ese hombre con el que estabas la última vez, ¿eh? El hermano
de Kat. ¿Cómo se llamaba? ¡Dominic! Oh, niña, yo también me enamoré
de él. —Ni siquiera esperó una respuesta, sino que simplemente
extendió la mano para chocar los cinco.
Si bien Maria se alegró de que funcionara, pudo ver que algo andaba
mal con Sherry. Había venido aquí docenas de veces, pero nunca la
había así de desanimada.
—¿Cuál es su nombre?
—Nop.
—Oh diablos n…
Miró a su hermano.
—¿Angel?
—Váyanse. —La voz fría de Lucca hizo que las chicas tomaran el
dinero y se fueran.
—¿Qué carajo? —Matthias las vio partir con lágrimas en los ojos.
Por un momento, claramente había olvidado con quién estaba
hablando—. ¿Por qué hiciste eso?
¡Ding!
—¿Qué es? —preguntó Chloe cuando pudo ver las ruedas girando
en la cabeza malvada de Maria.
—Chicas, vamos a necesitar mucho brillo.
—Gracias Dios.
—Hola de nuevo, Sr. Luciano —dijo Sadie con una sonrisa mientras
él y Lucca se sentaban y les servían bebidas de inmediato—. Escuché la
buena noticia de que sacará a mi chica del mercado.
Dominic pudo haber querido decir las palabras al jefe de sala, pero
estaba mirando a Lucca cuando dijo:
—Gracias.
Maria pudo ver que los hombres se ponían nerviosos, pero al ver el
brillo en los ojos de Lucca, decidió prescindir de ellos.
L
as chicas observaron a los hombres apartar los muebles del
camino con una mezcla de emociones. Después de descubrir
por qué habían hecho un pequeño viaje al juego de hockey,
los hombres miraron a sus mujeres de manera ligeramente diferente, y
cuando los hombres de Caruso escucharon a Dominic decirle a Maria
que podía pelear, querían que lo probara. Todo Ciudad de Kansas
conocía las habilidades de Dom como pistolero, pero solo los de Blue
Park conocían la brutalidad de sus puños.
—¿Ningún contrincante?
—Tres…
—Uno...
—Dos...
—¿Quién es el siguiente?
—Podría haber vivido sin escuchar eso, pero apuesto quinientos por
Drago. —Sacó su billetera.
Maria dejó escapar un ligero grito mientras juraba que lo había visto
en cámara lenta. Pensando que estaría muerto si ambos eran enormes y
caían al suelo, estaba sorprendida cuando Dominic no se inmutó y se
había maniobrado de alguna manera para colocarse encima de Drago.
Dominic levantó el puño hacia atrás, sin vacilar ante sus palabras,
mientras el agarre que Drago tenía en el cuello de Dom se apoderó de él.
—¿Pensé que había dicho que no fueras por la cara? —siseó Maria
sobre los muebles en movimiento a Drago, quien estaba siendo
examinado por Kat.
—Oye. —Vincent los detuvo antes de que nadie pudiera irse para
hacer la pregunta que podría llevarlo a la tumba—. ¿Cómo es que no te
ofreciste a pelear con él, Lucca?
Esa fue la diferencia que separó a los líderes de los soldados. Los
líderes sabían cuándo rendirse para tener éxito, y era sabiduría que
casi todos los hombres de la sala necesitaban aprender.
—Sé que lo harás. —Se rió, conociéndola demasiado bien—. Pero no.
—No —dijo entre dientes, amando esa acción de ella, pero todavía se
mantuvo fuerte—. Por eso que tengo que irme.
—¿Lo prometes?
—Lo prometo, princesa. —Hizo la promesa más fácil que haría
jamás cuando la selló con un beso—. Ahora realmente tienes que
dejarme ir.
—Entonces, ¿no fue una broma? ¿De verdad querías strippers aquí?
Maria sonrió.
—Pensé que te gustaría.
—Te veré en el altar. —Maria le dio un último beso que le robó los
pensamientos y el aliento en un instante. Complacida consigo misma,
cerró la puerta—. Buenas noches.
Dom sabía que esto no iba a terminar bien, y aunque Lucca le había
dicho que manejaría a su padre, Dominic todavía necesitaba
enfrentarlo, de hombre a hombre. Si no tenía las pelotas para enfrentar
al padre de su prometida, entonces no merecía casarse con ella en
absoluto.
—Ya lo sabes —dijo Dominic, sin ver ningún odio adicional en los
ojos azul hielo del hombre que el que ya estaba allí.
—No vine aquí como el jefe de Luciano; vine aquí como hombre para
hablar con el padre de la mujer que amo.
—¿Decirme qué?
La rabia que fluyó a través de Dominic tomó todo lo que tenía para
no dejar que su puño chocara contra el rostro de ese hombre.
No solo Lucca le había dicho que no lo viera; Maria también lo había
dicho. No era de extrañar que no quisiera invitarlo a la boda. Dom no
quería que ella se arrepintiera algún día, y era parte de la razón por la
que había venido, con la esperanza de que su padre estuviera allí para
ver casarse a su única hija. Por otra parte, Maria ya no lo veía como un
padre, y no había forma de que pudiera hacerlo después de que él la
repudió.
S
i fuera por Maria, habrían ido al juzgado y se habrían casado
justo después de que le pusieran ese anillo en el dedo. Una
imitación de Elvis Presley podría haberse casado con ella por
todo lo que le importaba, pero Dominic no lo permitiría. No quería una
boda que fuera una broma o una que pareciera una decisión
espontánea, incluso si lo fuera. Maria, sin embargo, nunca se vio a sí
misma comprometida a pasar una eternidad con un hombre en una
iglesia para que todos pudieran ser testigos. Diablos, Maria nunca se
había visto casándose con nadie. Entonces, habían hecho un
compromiso. Tendrían una pequeña boda solo para la familia, no una
unión de las dos familias de la mafia.
Para mí.
Por primera vez, Dominic usó un verdadero traje italiano que era
adecuado para un Caruso, pero hecho a su medida. Tenía zapatos, pero
al mirar la caja, pensó que podría cambiarlos cuando recogió la nota.
Para mi hombre de suela roja.
Para mí.
—Probablemente —concordó.
Maria no podía creer que esa fuera la razón por la que su padre no
aprobaba su matrimonio y que pensara que de repente vería a Dominic
de manera diferente.
Aún.
M
ientras Maria caminaba por el pasillo junto a su hermano,
sintió como si estuviera flotando en el aire por estar tan
alto en el cielo abierto. El sol comenzaba a ponerse y la
brillante ciudad de abajo comenzaba a brillar. En la parte superior del
Hotel Casino, con solo las pocas personas con las que habían
compartido el día anterior, esta era la única boda aceptable y más
perfecta a sus ojos.
Mirar a Dominic mientras daba cada paso, hizo que su corazón frío
y muerto se sintiera como si lo hubieran golpeado con un desfibrilador
por la forma posesiva en que la estaba mirando.
—Te ves hermosa, princesa —susurró las palabras para que solo
ella las oyera.
—Sí.
—Sí —dijo Maria las palabras que nunca pensó que diría cuando le
hizo el juramento.
Sal fue a su otro bolsillo y le entregó el anillo que había elegido para
Dominic a una hermana.
Las chicas que tenían lágrimas en los ojos en la parte superior del
edificio ahora se sentaban con lágrimas frescas en los ojos por una
razón completamente diferente.
—¿Lo es?
—Pero no tú. —La hizo girar—. ¿Ni siquiera Jordan James tiene un
efecto sobre Maria Caruso?
—No es mi tipo. Solo tengo uno de esos. —Su falda giró ligeramente
a su alrededor—. Tú.
—Nunca había sido tan feliz en mi vida, Maria —susurró con tanta
honestidad, mientras colocaba su frente contra la de ella—. Solo quiero
que sepas esto.
—Te ves tan hermosa como siempre, Maria —elogió Jordan con una
sonrisa astuta mientras la asentía con la cabeza antes de mirarlos a
ambos—. Tu padre quería que te dijera que lamentaba no haber podido
asistir, y quería que los felicitara a ambos, pero creo que eres tú quien a
quién debo felicitar. —Le tendió una mano a Dom.
Tanto Lucca como Dominic sabían lo que era que la mujer les
sacara sangre y se veían tremendamente complacidos.
—No... cristales.
Cassius fue el que recogió el zapato. Le dio la más mínima
insinuación de una sonrisa cuando se la devolvió.
—¡Ahh!
Maria no pudo evitar reír, disfrutando del dolor de Drago. Era obvio
que su esposo se había divertido criando a una niña entre un montón
de niños.
—Sí, porque estos dos ni siquiera se las pudieron arreglar para salir
por cinco jodidos segundos —les lanzó Vincent—. Te dije que esto
pasaría. Todos esperan que ahora nos pongamos de rodillas.
Podía ver que los hombres estaban divididos entre amar y odiar ese
hecho, mientras que uno de ellos simplemente lo odiaba ...
—Gracias por eso —gruñó Dominic, tomando el resto del contenido
de su vaso mientras se sentaba junto a Drago.
Maria les dio a todos una mirada atrevida, pero al que nunca haría
daño habló:
D
ominic no dejó que los pies de Maria golpearan el suelo
hasta que estuvieron en el apartamento. No parecía confiar
en sí mismo para llevarla escaleras arriba hasta su
dormitorio después de traerla hasta aquí.
Maria podía sentirlo en él. No eran los nervios; era más como...
ansiedad. ¿Tal vez? No estaba realmente segura, pero sí sabía que se
sentía más relajada de lo que él parecía, y no era él quien estaba a
punto de perder su virginidad.
De pie sin ropa ante su esposo por primera vez, los ojos color
avellana de Dominic se deslizaron desde su rostro hacia su cuerpo,
haciendo que Maria jurara que podía sentir el calor de su toque solo
con sus ojos.
—He soñado con este momento cada segundo de cada día, Maria —
dijo mientras deslizaba la mano de su cabeza que había guiado a la
cama antes de bajarla por la espalda en una, larga línea—. Me dejarás
tener mi sueño, y luego te daré el tuyo.
Sabía que ya estaba mojada, así que Dom inclinó la cabeza hacia
abajo y lamió el capullo hinchado antes de viajar a través de los
pliegues de su vagina y luego su culo en una lamida completa.
—Podría haberte hecho venir tres veces por mí ya. —Le hizo saber
que estaba seguro de esas palabras, Maria no lo dudaba, mientras le
llevaba la boca a su nalga y le daba un mordisco juguetón que le dolió
antes de calmarlo con un beso—. Pero no vas a poder follarme fuera de
tu torrente sanguíneo, princesa.
—Soy consciente.
Tomando su dedo medio, dejó que sus jugos mojaran su dedo antes
de deslizarlo profundamente en su vagina y sacarlo en el siguiente.
—Fóllame.
—Más rápido.
—¿Pensé que tendrías más tatuajes? —Al menos así era como lo
había soñado.
Sacudió la cabeza.
Lo que ella no entendía era por qué se había esforzado tanto para
evitar que viera su cuerpo, negando su petición cada vez. Hasta ahora,
mientras las luces de la ciudad captaban las imperfecciones de su piel
bronceada. Las pequeñas cicatrices que acribillaban su cuerpo, Maria
no tuvo que preguntar de quién o de qué venían. Por eso, esa palabra de
siete letras que descansaba en sus dedos tenía significado.
—¿Qué guerra?
—¿Crees que esto es una guerra...? —Se detuvo. Sus ojos habían
viajado hacia abajo, tomando un vistazo—. ¿Y quién folla mejor es el
ganador?
—Sí. —Le dio un beso en medio de la barriga—. Será una pena que
te lo quites una vez que estés embarazada.
—Cua…
—¡Cuatro!
—¿Quieres?
—Me gustan las niñas —dijo Dom en voz baja, sin tener ningún
problema con eso—. Pero tendrás niñas.
Maria Caruso era todo lo que pensó que sería y algo más. Pero la
mejor parte era...
55
El trono
él.
L os tacones de Maria resonaron cuando entró en la habitación.
Tomando asiento frente al escritorio, sonrió al hombre detrás de
—Bien…
—Sé que hay una razón por la que querías que me casara con él,
Lucca —insinuó, sabiendo muy bien que no hacía las cosas por la
bondad de su negro corazón. Todo lo que hacía, cada movimiento que
hacía el Coco era por una razón.
—Me has dicho muchas cosas, hermano. Es posible que debas ser
específico.
Lucca sonrió.
—¿No te lo dijo?
—La primera vez que fui a Blue Park… me gustó —admitió Lucca—.
Seguí yendo, y cada vez que iba, más adicto me volvía. No fue hasta que
vi a Dominic asesinar a un hombre en la calle y vi que recogían el
cuerpo un momento después, como si nada hubiera pasado, no supe lo
que iba a hacer. —Su voz fría de alguna manera se volvió más oscura—.
Planeaba tomarlo.
Disfrutaba estar ahí. Blue Park tenía una cualidad cruda y áspera
que lo hacía adictivo para sus naturalezas oscuras.
—Sólo la más pequeña probada de poder te hará desear más, Maria
—dijo la verdad de la naturaleza humana básica—. Lo sé porque eso es
exactamente lo que me pasó a mí y lo que sé que le pasará a él. Un
hombre como Dominic puede estar satisfecho un poco con la mitad,
pero nunca estará completamente satisfecho. Un día vendría por más.
Todo lo que hacía era por Chloe, y este fue el movimiento más
inteligente que pudo hacer. Solidificó el reinado de Dominic y Lucca
juntos como uno. Incluso la amenaza más pequeña se había ido. Dom
nunca iría tras los Caruso si ella era consejero, ni ningún otro Luciano,
mientras que Lucca no se arriesgaría por Chloe, pero su consejero
también estaría casada con el jefe Luciano.
—¿Qué tipo?
—Trato.
Esta era una decisión que no había tomado a la ligera. Era una que
podía romper la familia y los lazos si escogía mal o si un hermano se
sentía menospreciado por otro. La única razón por la que Katarina no
estaba aquí era porque Lucca había notado su talento y la había
empleado como contadora de los Caruso. Ese trabajo Caruso la excluía
de cualquier poder en la familia Luciano, como lo hacía con su esposa
Maria. Esas dos acciones por sí solas hicieron que Dominic le diera toda
su confianza al segundo al mando y futuro jefe de Caruso de una vez
por todas.
—He tomado una decisión —dijo, mirando a los ojos a cada hombre
antes de pasar al siguiente—. Dirigimos esta familia…
—… juntos.
56
Tu alma para tomar
P
uedo verte finalmente disparar ahora o qué? —preguntó,
de pie en su patio trasero. Había estado casada con este
—¿ hombre durante una semana, y aunque habían follado
durante la mayor parte, necesitaba ver a la legendaria Glock en acci...
Dominic se rió.
Mirando hacia atrás desde la lata hacia él, arqueó una ceja y sonrió.
—¿Puedo intentar?
Asintió.
—Lo sé. —Maria le besó los labios con fuerza—. Sé que no lo habrías
hecho. —Besó sus labios una y otra vez, tratando de hacerle ver que él
era puro, que nunca habría hecho algo que la hubiera lastimado.
Viendo sus armas sobre la mesa, Maria lo había visto limpiar esas
cosas todas las noches desde que había estado aquí. Sí, solo llevaban
casados una semana, pero era extraño. Al menos cuando pasó esos dos
primeros días juntos en su ático, no lo había hecho, y su casa no le
daba escalofríos. Iba a tener que hacer algo con respecto a su situación
de vivienda porque, aunque sí, Maria estaba muy malcriada, no era la
casa lo que la molestaba; era la presencia remanente de cierto alguien.
—No creo que esto sea algo que tengas que hacer todos los días,
Dominic. —Tomando su mano, trató de llevarlo de regreso a la cama—.
Vamos, estará aquí por la mañana...
¿Qué demonios…?
Maria nunca lo había visto así. No había estado con él por mucho
tiempo pero, de cualquier manera, este no era su Dominic quien la
trataba de la forma en que todas las chicas soñaban ser tratadas.
—Está bien —susurró ella, dándole un beso. Maria podía ver que no
estaba ni cerca de estar listo para romper ese hábito. Era algo en lo que
tendrían que trabajar poco a poco—. Te dejaré terminar. Vuelve a la
cama cuando estés listo.
—¿Puedo entrar?
—Tú.
—La amo. Me voy a casar con ella. Tendremos hijos. Y esta sangre
de Luciano que se asienta en mis venas se mezclará con las que más
odias. Duerme bien esta noche, padre… —De repente, Dominic soltó la
presión en su cuello—, porque te quedan veintisiete malditos años más.
58
Mi turno
L
os tacones de Maria golpearon con fuerza el porche cuando
entró en el oscuro monasterio que era la casa de Lucifer. No
hubo un momento en que ella hubiera venido en el que no
hubiera sentido el alcance de su vileza que había estado oculta a la
vista.
—¿Fuiste a verlo?
—Sácame de mi miseria.
—No, no lo haremos.
—Te mataría antes de dejar que me dejes —dijo las duras palabras
en un tono dulce mientras lo agarraba del pelo para levantarle la cabeza
y mostrarle que estaba bromeando... algo así. Ella lo mataría antes de
dejar que otra mujer tuviera esto.
—¿Lo tienes?
—No, no lo hice.
—Sí.
Maria se bajó del capó del coche y dio un paso hacia la puerta de
hiedra. Miró más allá y directamente a Blue Manor. Dándose la vuelta,
miró a Dominic.
—Yo diría que estabas más loca de lo que pensaba, princesa —dijo
Dominic antes de sonreír—. Pero no esperaría nada menos.
—Mi padre creó un fondo fiduciario el día que nací. El acuerdo era
que tendría que estar casada para recibirlo. —Dio un paso hacia él—. Y,
bueno, ya la compré.
—Uno.
Está bien...
—Dos.
Respuesta final...
—Tres.
De nuevo, solo un poco más cerca, pero sus labios aún no habían
tocado los de ella.
L
morir.
as flores de cerezo estaban en el apogeo de su belleza. Sentada
en un banco, una flor cayó sobre su regazo, ya comenzando a
Bip.
Ya no había nada.
»Engañaste a Leo.
»Tu amor fue tan frágil como las flores de cerezo y duró lo mismo. Lo
que tengo con Dominic durará años, crecerá a través de las estaciones
y, año tras año, se hará más fuerte. Eso es amor de verdad, Kayne... y
no lo que tenía contigo.
Lo trajo porque sabía que Maria llamaría, sabiendo que ella y Kayne
habían estado aquí hace un año. No había llamado al teléfono de Kayne
en mucho tiempo, y temía lo que pudiera decir.
—Es hermoso, ¿no? —dijo Maria mientras las flores caían sobre
ellos.
—Lo es.
—Papi….
Por mucho que no quisiera que fuera al jardín de niños, tenía que
hacerlo.
Ella miró el salón de clases con sus pequeñas mejillas con hoyuelos.
Estaba lleno de niños, ya corriendo.
—¿Qué pasa?
—Al principio, puede que no —le dijo la verdad sobre cómo era
llevar el apellido Luciano—. Pero sé que una vez que te conozcan,
llegarán a amarte, Angelica Luciano.
Dom hizo todo lo que pudo para contener las lágrimas en el primer
día de clases de su hija.
El hombre ya no merecía usar el abrigo de cuero que todavía usaba
todos los días de su vida ... porque una sola niña lo había convertido en
una masa blandengue.
Maria apretó la mano que tenía entre las suyas por su vida.
—Lo estás haciendo muy bien. Solo unos empujones más, princesa.
—Sonrió, dándole sus hoyuelos mientras le quitaba el cabello dorado de
la cara—. Te dije cuatro, y es el último que te haré darme.
—Lo juro por Dios, Dominic, me voy a atar las trompas después
de… ¡¡ahhhh !! —gritó, tratando de sacar la cabeza. Quería estrangular
el cuello de su marido cuando todo lo que tenía era su mano tatuada
para asesinar.
—Ella está casi fuera... sólo un empujón más —dijo, mirando hacia
abajo mientras su último hijo estaba naciendo.
Por última vez, Maria hizo el último gran empujón que jamás haría.
Ni siquiera sabía cómo debía sentirse, sin estar preparada para este
momento. ¿Y si no pudiera amar a un hijo como a sus hijas? Pero luego
el médico acostó a su hijo recién nacido sobre su pecho.
Tres bebés antes de esto, y mientras que sufrió con cada uno,
ninguno de ellos tuvo lágrimas cayendo por sus mejillas.
Q
ué está haciendo? —preguntó Maria, deteniendo al
trabajador antes de que le quitara la gran letra B de la
—¿ puerta. La remodelación acababa de comenzar, y tenían
un largo camino por recorrer, considerando que la compañía que
accedió a hacerlo no era de Blue Park y venía con un precio alto.
Habían dicho que no trabajarían en ningún momento después de que
comenzara a ponerse el sol.
—¡Mamá! ¡Papi!
—¿Dónde estás?
—Qué es…
—No.
—¿Deberíamos abrirlo?
Un grito los hizo girar la cabeza para ver a un hombre que había
sido tatuado cientos de veces saltando diez pies hacia atrás. Matthias
parecía como si hubiera visto un fantasma...
El peso me recuerda a…
Sarah Brianne
NO ESTÁS SOLO.
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