Relación Intersacramental, Matrimonio Sacerdote
Relación Intersacramental, Matrimonio Sacerdote
Relación Intersacramental, Matrimonio Sacerdote
120.- La relación intersacramental, la podemos definir como una toma de conciencia de que el
sacerdocio y el matrimonio son dos sacramentos que deben tener una relación en la que ambos se
santifiquen y se ayuden a vivir según los valores del plan de Dios y evitar todos los riesgos que
pudiesen hacer peligrar esta relación.
121.- Como matrimonios sacramentados, debemos descubrir la identidad e importancia real que
tiene la persona del sacerdote en nuestra vida de sacramento y en la Iglesia. Con frecuencia
pensamos y concebimos la vida del sacerdote como una vida solitaria, digna de lástima y de
compasión. O bien, lo contemplamos, lo escuchamos y lo conceptuamos como si fuera un ser
superior al que admiramos y consultamos como si fuera un solucionador infalible de conflictos y
problemas. Es decir, muchas veces vemos al sacerdote como un superhombre, dotado y elegido de
Dios que no debe tener fallas humanas, como alguien sagrado y que está fuera de nuestro alcance;
otras veces, se le usa como el amigo para darnos importancia ante los demás, usamos su amistad
para lograr la dispensa de ciertos requisitos de la Iglesia o para compensar nuestras necesidades
de escucha y de consejo; también como alguien que nos sirve para confesarnos cuando lo
queramos, para el bautismo de nuestros hijos, para auxiliar a nuestros enfermos, oficiar nuestras
ceremonias, pero al final de cuentas, el sacerdote resulta ser alguien con quien no tenemos ningún
compromiso ni relación.
122.- Muchas veces descargamos en el sacerdote nuestra responsabilidad de ser Iglesia, pues lo
consideramos como el único responsable del buen funcionamiento de la Iglesia. Esto es, se tiene la
visión distorsionada sobre el ser y el quehacer del sacerdote. Como cristianos, nos conformamos
con ser “simplemente feligreses de su parroquia”. Cuando nos integramos a las actividades de la
Iglesia, somos solamente ejecutores y no corresponsables de la vida de la Iglesia. Creemos que
nuestro compromiso como cristianos consiste sólo en asistir a misa y frecuentar los sacramentos y
nada más. En el peor de los casos, sin conocer al sacerdote y con prejuicios se le juzga y hasta se le
ataca llevados por lo que otros dicen.
123.- La Iglesia a través del Concilio Vaticano II nos invita a entender y contemplar con ojos nuevos
la figura real del sacerdote cuando enseña: “El señor Jesús a quien el Padre santificó y envió al
mundo, hace partícipe a todo su Cuerpo Místico de la unción del Espíritu con que fue ungido, y es
así que en él, todos los bautizados somos hechos sacerdotes”. Por eso, el ministerio de los
sacerdotes supone desde luego los sacramentos de iniciación cristiana; sin embargo se confiere
por aquel especial sacramento con el que los sacerdotes, por la unción del Espíritu Santo, quedan
sellados con un carácter o marca particular, y así se configuran con Cristo Sacerdote, de suerte que
pueden obrar con el poder y en el nombre de Cristo Cabeza, así pues el fin que los sacerdotes
persiguen con su ministerio y su vida es procurar la gloria de Dios en Cristo.
Los sacerdotes del Nuevo Testamento, por su vocación y ordenación, son ciertamente segregados
en cierto modo en el pueblo de Dios para consagrarse totalmente a la obra para la que el Señor los
llama. No podrían ser ministros de Cristo si no fueran testigos y dispensadores de una vida distinta
de la terrena, ni podrían tampoco servir a los hombres si permanecieran ajenos a la vida y
condiciones de los mismos.
Los sacerdotes tienen como deber primordial el anunciar a todos el Evangelio de Cristo, de forma
que cumpliendo el mandato del Señor vayan por el mundo anunciando la Buena Nueva, formando
y acrecentando el pueblo de Dios. Su misión es siempre enseñar, no su propia sabiduría, sino la
palabra de Dios e invitar a todos a la conversión y a la santidad. Por tanto, la predicación
sacerdotal no debe exponer simplemente la palabra de Dios de modo general y en abstracto, sino
aplicándola a las circunstancias concretas de la vida del pueblo que Dios le ha encomendado” (86).
124.- La relación intersacramental muestra la riqueza del testimonio de éstos dos sacramentos
unidos, que ayuda tanto a los matrimonios como a los sacerdotes a crecer y madurar como
personas. Nosotros como matrimonio, con nuestro testimonio de amor dentro de nuestro
sacramento, podemos impulsar a los sacerdotes a vivir en lucha por ser mejores, a sanar sus
heridas de relación, a tratar a los demás con amor, viviendo con alegría su sacramento, orando y
fortaleciendo su sacramento con otros sacramentos como es el nuestro.
Como matrimonios debemos ser testimonio de unidad en nuestra vida y en nuestro ambiente,
brindando a los sacerdotes nuestro respeto, amor y confianza. De aquí se desprende el
preguntarnos: ¿Desde que vivimos nuestra EAM, qué significado han cobrado los sacerdotes para
nosotros en nuestra vida y en nuestra relación? ¿Cómo es nuestra relación con los sacerdotes de
nuestra parroquia y qué podemos hacer para que ésta sea más cercana?
125.- El Papa Juan Pablo II, en su carta Familiaris consortio, nos dice: “formar relación sacramental,
es responder a una vocación con nuestra capacidad de amar y siendo responsables de formar
comunión” (87). Esto nos lleva a pensar y vivir una relación intersacramental madura entre
matrimonios y sacerdotes.
Es por esto, que debemos tener en cuenta cuáles pueden ser las fallas que debemos evitar en
nuestra relación con los sacerdotes. Antes que nada, es importante tener en cuenta que no
siempre sabemos tener una relación intersacramental sana y madura, como ya se ha hecho notar
en los nn 121.122. Es por eso que hemos de tomar en cuenta los siguientes puntos a fin de poder
mejorar nuestra relación:
Invadir su privacidad
Sentir celos
2.- No relacionarnos con el sacerdote que nos exige y nos reta a vivir mejor nuestro sacramento.
2.- Tomarlo como mensajero o para que nos ayude a resolver problemas de nuestra vida diaria.
3.- Tener al ministro amigo prácticamente para todo lo que se nos ofrezca.
3.- Hacer del sacerdote un árbitro o referí en nuestros conflictos o problemas conyugales.
3.- No nos confesamos con tal sacerdote por que es nuestro amigo y nos conoce, para no perder
imagen.
4.- No compartimos con él nuestros problemas y nuestras luchas. Sólo convivimos cuando todo
está bien.
1.- No nos preocupamos por conocer o saber de su familia, no nos interesan sus cosas.
126.- En repetidas veces, en diferentes espacios de éstos Estatutos, se ha dicho que más que
técnicos en Experiencias Alvernia, lo que se necesitan son hombres y mujeres de Dios en acción;
esto mismo se debe aplicar en nuestra relación intersacramental; más que expertos en relación de
matrimonio o en ministerios sacerdotales, lo que la Iglesia necesita de nosotros es que seamos dos
sacramentos caminando hacia Dios.
Tomar conciencia de que Matrimonio y Sacerdocio nos complementamos y nos ayudamos a vivir
según los valores del plan de Dios:
— Escucharnos
— Mutua confianza
— Diálogo
— Mutua aceptación
— Valorarnos y estimarnos
— Ser auténticos
— Corrección fraterna
— Madurez y responsabilidad
127.- Cuando tomamos la decisión de unir nuestras vidas sacramentando nuestro amor, el
sacerdote nos invitó a celebrar nuestro sacramento como testigo cualificado, él fue quien escuchó
nuestro sí y contempló nuestra mutua donación, bendijo en el nombre de Cristo nuestro amor.
Pues bien, es ahí donde comenzó nuestra relación intersacramental.
Matrimonio y sacerdote sacramentados, dos sacramentos unidos en busca de medios para una
superación como personas y crecimiento en la fe; animándose, motivándose unos a otros para que
en la fortaleza de familia, se refleje en una funcionalidad para la Iglesia. Esto es, matrimonio y
sacerdote, en la diferencia de personas aportan sus ideales y sus ilusiones, con sus visiones
diferentes en busca de la unidad en la diversidad de funciones. Somos diferentes como personas,
en cultura y en ambientes, pero nos une un ideal común: la fortaleza y fidelidad en el matrimonio
y en el sacerdocio.
128.- En nosotros debe existir un respeto mutuo, un amor de relación intersacramental, una
relación que debe impulsarnos a ser útiles a un fin. En este caso, el fin es Dios a través de la Iglesia,
en una comunidad de matrimonios, en una familia, en un matrimonio.
Cuando en la diversidad de puntos de vista o concepción de ideas, uno se apoya y así en esa
situación se vive una pertenencia que viene a enriquecer nuestros sacramentos.
129.- En la problemática que a veces suele ensombrecer el matrimonio, contemplar como éste se
desmorona como consecuencia del mundo moderno que hace en él, un blanco de una manera
cruel y despiadada; también ante la problemática del sacerdocio donde se experimentan
profundos y graves ataques al sacerdote en su vida como sacramento, la desacralización, pérdida
de su identidad en su ser y quehacer y desequilibrio afectivo, surge la necesidad de que sacerdote
y matrimonio estrechen su decisión de amar y elaboren más que un rescate el afianzamiento de la
fidelidad y perseverancia del amor por nuestros sacramentos.
131.- Un matrimonio que vive una relación intersacramental es matrimonio y sacerdote, donde se
convive en escucha, donde se comparten sentimientos, necesidades y aspiraciones; donde
matrimonio y sacerdote viven momentos de lucha y de apoyo, donde se ha vivido el dolor de verse
a sí mismos y hacer los cambios que sean necesarios. Es vivir una lucha por la responsabilidad
adquirida y no saber si podríamos pastorearnos o mantener el ánimo y disponibilidad para saber
sobrellevar los problemas de la vida cotidiana. Sin embargo, la lucha de matrimonio y sacerdote
juntos, trabajando con ahínco, proporciona la felicidad y se llega lejos. Superando los obstáculos
para llegar a la meta que es Dios, donde él extiende sus brazos más allá de nuestro alcance. Es
mejor mirar hacia donde vamos que donde hemos estado.
132.- Los sentimientos que hemos experimentado matrimonio y sacerdote cuando nos reunimos,
son momentos de alegría y gozo; donde compartimos el alimento espiritual como un buen platillo,
donde hemos vivido momentos en que compartimos nuestros corazones desgarrados, como
cuando compartimos las necesidades del mundo que nos rodea; son momentos donde el
sacerdote y matrimonio sufrimos y reímos con nuestros hijos y con los demás jóvenes y nos
alimentamos con el diálogo, saciando así nuestra hambre y sed de ser escuchados, de ser
comprendidos y valorados, viviendo una relación intersacramental tanto de convivencia y de
respeto, como dándonos el lugar que merecemos por nuestros sacramentos, compartiendo la
lucha con un mismo ideal, siendo como personas muy diferentes, pero en una complementariedad
que Dios nos da.
133.- La EAM nos ha llevado a caminar juntos, a saber tomar decisiones y grandes retos, como la
paciencia, la escucha y el diálogo, a enriquecernos como matrimonio y sacerdote, donde nos
damos la oportunidad de vencer actitudes viejas; el escribir talleres y escucharnos nos ha
permitido ver las necesidades y realidades de nuestra Iglesia, que juntamente como sacerdote y
matrimonio debemos luchar por llevar el Evangelio a los demás, pero más que llevarlo, vivirlo con
los demás para que cuando ya no estemos, se haya dejado la llama encendida del Espíritu de la
Experiencia Alvernia, que con fidelidad y perseverancia logremos el cambio de este mundo cada
vez más sofisticado en un mundo de amor, de entrega y de servicio donde Jesús, María y José
como Sagrada Familia sea nuestro modelo y nuestro testimonio y así, poder lograr vivir
matrimonio y sacerdote sacramentos unidos en una genuina vida cristiana intersacramental.