La Revolución en Blanco, Negro y Rojo...
La Revolución en Blanco, Negro y Rojo...
La Revolución en Blanco, Negro y Rojo...
ISSN: 1665-4420
[email protected]
Universidad Autónoma Metropolitana Unidad
Iztapalapa
México
LEAR, JOHN
La revolución en blanco, negro y rojo: arte, política, y obreros en los inicios del periódico El Machete
Signos Históricos, núm. 18, julio-diciembre, 2007, pp. 108-147
Universidad Autónoma Metropolitana Unidad Iztapalapa
Distrito Federal, México
• • • • •
This essay explores the first year of the newspaper El Machete, when it
functioned as a vehicle for the politically engaged artists of the Sindi-
cato de Obreros Técnicos, Pintores y Escultores de México. It positions
that endeavor at the intersection between politics, social mobilization
and culture in Mexico City in the 1920s, particularly in relation to the
rise of the CROM labor federation and the critique of official unionism
from the left. It addresses the text and images of the newspaper as the
products of a particular historical moment, as a collective artistic and
ideological project that combined elements of Modernism with popular
and radical traditions, and as an important element in the development
of graphic representations of the revolution and its iconic social
protagonists, workers and campesinos.
KEY WORDS: UNIONS • ART • POLITICS • DAVID ALFARO SIQUEIROS • JOSÉ CLEMENTE OROZCO
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La revolución en blanco, negro y rojo... Signos Históricos, núm. 15, enero-junio, 2006, 108-147
JOHN LEAR*
University of Puget Sound
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• • • • •
1
Deseo agradecer a los dos dictaminadores anónimos por las sugerencias que hicieron a la primera versión de este artículo. Sobre
el discurso de la revolución, véase Ilene O’Malley, The Myth of the Revolution: Hero Cults and the Institutionalization of the
Mexican State, 1920-1940, Nueva York, Estados Unidos, Greenwood Press, 1986; Thomas Benjamin, La Revolución: Mexico’s
Great Revolution as Memory, Myth, and History, Austin, Estados Unidos, University of Texas Press, 2000. Véase también el
estudio del desarrollo del paradigma del “campesino posrevolucionario”, en Guillermo Palacios, La pluma y el arado, México,
México, El Colegio de México, 1999.
2
El redescubrimiento de la novela Los de abajo de Mariano Azuela en 1925, quizá matizó esta aseveración. Daniel Cosío Villegas,
“La pintura en México”, en El Universal, 19 de julio de 1923, citado en Esther Acevedo, “Las decoraciones que pasaron a ser
110
La revolución en blanco, negro y rojo...
• • • • •
revolucionarias”, en El Nacionalismo y el arte mexicano, México, México, Instituto de Investigaciones Estéticas-Universidad
Nacional Autónoma de México, 1986, p. 194.
3
Jean Charlot, Mexican Art and the Academy of San Carlos, 1785-1915, Austin, Estados Unidos, University of Texas Press, 1962.
4
Para el cambio de los estilos murales, véanse Esther Acevedo, op.cit., 1986; Alicia Azuela, “Vasconcelos: educación y artes. Un
proyecto de cultura nacional”, en Elisa Vargaslugo y José Rogelio Álvarez Noguera (eds.), Antiguo Colegio de San Ildefonso,
México, México, Nacional Financiera, 1997, pp. 113-163. Dos excelentes estudios acerca de El Machete son Alicia Azuela, “El
Machete and Frente a Frente”, en Art Journal, vol. 52, primavera, 1993, pp. 82-87; Mari Carmen Ramírez-García, “The ideology
and politics of the mexican mural movement: 1920-1925”, tesis doctoral, Chicago, Estados Unidos, University of Chicago,
1989. El relativo descuido quizá también se deba al hecho de que, al parecer, sólo existe una colección impresa del primer año
del periódico preservada en la actualidad y se encuentra fuera de México en el Instituto Hoover de Stanford en Estados Unidos.
5
José Clemente Orozco, Autobiografia, México, México, Ediciones Era, 1985, p. 59.
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dad de historiadores del arte, organicé este ensayo en dos partes. En la primera,
considero el contexto político y organizacional de 1924 para los artistas y la
nación; en la segunda, examino a El Machete como periódico, analizando sus
experimentos gráficos, particularmente sus representaciones de trabajadores y
campesinos, y las relaciones de esos experimentos con la creación, más general,
de una representación visual de la revolución.
Como José Clemente Orozco anotó en su autobiografía, el movimiento que
después se llamó el renacimiento mexicano “encontró en 1922 la mesa puesta”.5
Desde finales del Porfiriato y durante la revolución, los artistas habían cuestio-
nado el formalismo de la pintura académica, se habían acercado a las vanguar-
dias europeas, además de abarcar temas emergentes de nacionalismo, ponderar
el pasado prehispánico y admirar a los indígenas contemporáneos y las tradi-
ciones artísticas populares. Distintas tendencias que desde antes de la revolu-
ción se encontraban latentes o a la espera, surgieron con efervescencia e
innovación cuando México emergió de años de lucha. Después de 1920, los
artistas inicialmente recibieron el generoso apoyo de un gobierno autodeclarado
revolucionario que buscaba proyectar, en el país y más allá de las fronteras, una
imagen de unidad nacional, justicia social y un ethos de reconstrucción creativa.
El respaldo oficial fue personificado por el ministro de Educación del presidente
Álvaro Obregón, José Vasconcelos, y sus comisiones para pintar murales en las
paredes de edificios públicos. Al mismo tiempo que los artistas se beneficiaron
del patrocinio del Estado, y absorbieron y compartieron muchos de los objeti-
vos ideológicos de la administración, también ayudaron a formar el discurso
nacionalista estatal y, ocasionalmente, lo desafiaron. En esa dialéctica, los acon-
tecimientos y circunstancias alrededor de 1924 —el último año de la presiden-
cia de Obregón y el primer año de publicación de El Machete—, son en particular
relevantes.
Un punto de partida para el diálogo entre muralismo y arte gráfico puede
encontrarse en los primeros —y quizá menos conocidos— murales pintados
por Diego Rivera y José Clemente Orozco en 1922 y 1923 en la Escuela Nacional
Preparatoria (Antiguo Colegio de San Ildefonso). El primer mural de Rivera es
el ahistórico y neocristiano Creación, pintado en un estilo clásico/cubista. El
• • • • •
6
David Craven, Diego Rivera as Epic Modernist, Nueva York, Estados Unidos, G.K. Hall & Co., 1997, p. 72.
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único mural que queda de los primeros trabajos de Orozco es una pintura tipo
Botticelli comúnmente conocida como Maternidad. David Craven resume esta
primera fase del muralismo, refiriéndose a la Creación de Rivera:
Uno de los factores que más influyó en los artistas fue el hecho de que se
hicieron más conscientes de la clase trabajadora, este incremento en la concien-
cia estuvo arraigado en el dramático crecimiento que experimentó el movi-
miento obrero en la década de 1920. Trabajadores y sindicatos surgieron de la
revolución entusiasmados y envalentonados debido a la experiencia de organi-
zación durante el conflicto y a las garantías del artículo 123 de la Constitución.
Al mismo tiempo, los trabajadores recibían un constante escarmiento dada la
continua represión de huelgas realizada por Venustiano Carranza desde 1916.
El crecimiento del movimiento obrero después de 1920 se debió, en parte, a una
alianza formal entre un sector de los trabajadores organizados y Álvaro Obregón.
Esta alianza precedió y fortaleció la exitosa rebelión de Obregón contra el pre-
sidente Venustiano Carranza.
A pesar de que una variedad de trabajadores especializados y de industrias
estratégicas permanecieron independientes y de que algunos se unieron a la
Confederación General de Trabajadores (CGT), de inspiración anarquista, fue
la oficialista Confederación Regional Obrera Mexicana (CROM), liderada por
Luis N. Morones, la que emergió como la central obrera dominante para la
mayoría de los trabajadores organizados durante casi toda la década de 1920.
Las políticas reformistas de esa central defendían la cooperación entre capital y
trabajo y promovían la necesidad de emprender acción múltiple (es decir accio-
nes políticas) que los acercaran al Estado; dicha relación era reforzada por el
Partido Laborista, afiliado a la CROM. Esa estrategia pragmática trajo benefi-
cios inmediatos en las luchas contra los patrones y las centrales obreras rivales.
• • • • •
7
Marjorie Ruth Clark, La organización obrera en México, México, México, Era, 1979, pp. 59, 62-68 y 100.
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8
Alicia Azuela, op. cit., 1997, pp. 116, 148-149.
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1922, como un delegado del Grupo Solidario y, Vida Mexicana —el periódico
del grupo—, condenó la huelga de los trabajadores de tranvías en la Ciudad de
México porque estaban afiliados a la CGT, una central rival.9
La participación en el grupo también permitió la colaboración artística.
Diego Rivera ilustró un panfleto de Vicente Lombardo Toledano que publicó el
grupo en 1922, llamado “El Reparto de tierras a los pobres no se opone a las
enseñanzas de nuestro señor Jesucristo y de la Santa Iglesia”. En la portada había
un dibujo de Jesucristo frente a un campesino arando el campo, bendiciendo el
deseo del campesino de ser propietario de una parcela de tierra, y oponiéndose
a los reclamos del clero conservador y los hacendados (figura 2). Una de las
primeras pinturas políticamente explícitas de Diego Rivera, relaciona las pre-
ocupaciones de obreros y campesinos al tiempo que incorpora la iconografía
cristiana y utiliza la forma del panfleto como una estrategia de mayor alcance.10
Sin embargo, la familiaridad no siempre implica solidaridad y muchos artis-
tas del grupo pronto se desilusionaron con la CROM y su cúpula cada vez más
corrupta, centralizada y conservadora. En 1923 y 1924, la CROM se distinguió en
una variedad de acciones públicas. Además de los constantes ataques a sindica-
tos rivales, los líderes de la CROM debilitaron la huelga de inquilinos de la Ciu-
dad de México, iniciaron el sangriento “motín de agua” contra el gobierno rival
municipal en la misma ciudad y, posiblemente, participaron en el asesinato del
senador Field Jurado, un simpatizante del rebelde Adolfo de la Huerta. Muchos
artistas que anteriormente formaban parte del grupo, se unieron al Partido
Comunista formado en 1919. Para finales de 1923, Diego Rivera, David Alfaro
Siqueiros y Xavier Guerrero ya ocupaban tres de las cuatro posiciones en el
Comité Ejecutivo del partido. En palabras de Bertram Wolfe: “de ser un partido
de políticos revolucionarios, se convirtió en uno de pintores revolucionarios”.
Esta doble militancia les permitió a esos artistas un mayor contacto con las
ideologías radicales que circulaban en la primera etapa del Partido Comunista
• • • • •
9
“J.C. Orozco y el Movimiento Obrero”, en Universidad Obrera de México, octubre, 1983, pp. 256-259; José Clemente Orozco,
op. cit., 1985, p. 74; Paco Ignacio Taibo II, Los Bolshevikis: historia narrativa de los orígenes del comunismo en México, 1919-
1925, México, México, Joaquín Mortíz, 1986, p. 369; “Las Juntas de Conciliación y Arbitraje”, en Vida Mexicana, marzo, 1923.
Este fue el segundo de dos números y el único en el que el periódico fue identificado como el órgano del grupo.
10
La portada del panfleto de Rivera y Lombardo Toledano se reprodujo en la revista del grupo, Vida Mexicana, núm. 2, marzo,
1923, p. 13.
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11
Paco Ignacio Taibo II, op. cit., 1986, p. 202; Jean Charlot, The Mexican Mural Renaissance, 1920-1925, New Haven, Estados
Unidos, Yale University Press, 1967, p. 280; Bertram Wolfe, The Fabulous Life of Diego Rivera, Nueva York, Estados Unidos,
Stein and Day, 1963, p. 151.
12
Diego Rivera, “Plan de Estudios para la Escuela Central de Artes Plásticas de México”, reproducido en Francisco Reyes Palma,
Historia social de la educación artística en México (notas y documentos): Un proyecto cultural para la integración nacional.
Periodo de Calles y el Maximato (1924-1934), México, México, Instituto Nacional de Bellas Artes, 1984.
13
El nombre del sindicato se cambió después por Sindicato de Obreros Técnicos, Pintores y Escultores de México. Jean Charlot,
op. cit., 1967, pp. 242-243; José Clemente Orozco, op. cit., 1985, pp. 66-67.
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• • • • •
14
Jean Charlot, op. cit., 1967, pp. 241-244 y 286-293; Mari Carmen Ramírez-García, op. cit., 1989, pp. 291-325; Paco Ignacio
Taibo II, op. cit., 1986, pp. 204-205.
15
José Clemente Orozco, op. cit., 1985, pp. 62-63; David Alfaro Siqueiros, Me llamaban el coronelazo, México, México, Grijalbo,
1977, p. 215.
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tra los ataques de los críticos, además de denunciar actos de vandalismo. Crucial
en sus aspiraciones públicas así como para su entendimiento de la política mexica-
na, fue la rebelión liderada por Adolfo de la Huerta en diciembre de 1923 —con el
apoyo de una variedad de fuerzas progresistas y conservadoras— contra Álvaro
Obregón y el sucesor que éste había escogido. En respuesta, el sindicato apoyó
públicamente a Obregón y a Plutarco Elías Calles y empezó a armarse para
ayudar a las fuerzas del gobierno (la imagen cómica de artistas obesos y mal
armados que se preparaban para la batalla, se repite en varias memorias). En
cambio, la movilización de agraristas y afiliados a la CROM que defendieron al
gobierno fue mucho más significativa. A los artistas del sindicato la moviliza-
ción de campesinos y obreros así como la muerte del gobernador socialista de
Yucatán, Felipe Carrillo Puerto, a manos de fuerzas conservadoras insurrectas,
los obligó a regresar al tema de la revolución armada.16
Fue en ese contexto, que inauguraron su periódico, El Machete, en marzo de
1924. La decisión de producir un periódico no es sorprendente. Durante la
mayor parte del siglo XIX, diarios de corta duración habían proliferado para
expresar las visiones de grupos políticos y organizaciones sociales, tanto de
la oposición como oficialistas; estaban dirigidos a audiencias de elites políticas,
o bien, a un grupo social específico. Antes de 1923, José Clemente Orozco fue
conocido principalmente como caricaturista de periódico y, junto con David
Alfaro Siqueiros, colaboró con el Dr. Atl en el periódico constitucionalista de
Carranza, La Vanguardia, en 1914. En el renacimiento cultural de principios
de la década de 1920, proliferaron los diarios políticos y culturales que incorpo-
raban escritura y dibujos de artistas. En 1920, desde Barcelona, Siqueiros publi-
có un solo número de Vida Americana como un vehículo para su manifiesto
pionero y, en 1921 y 1922, Manuel Maples Arce publicó tres pequeños números
de Actual, un manifiesto/cartel/panfleto que lanzaría el movimiento avant garde de
los estridentistas. En 1923, el Grupo Solidario publicó dos números de Vida
Mexicana y el movimiento estridentista publicó tres números de Irradiador, el
cual era un ejemplo de un periódico producido completamente por artistas,
además de ser el modelo de un estilo gráfico vívido que incluía imágenes de
artistas afiliados al sindicato como Jean Charlot, Alva de la Canal y Fermín
Revueltas.
• • • • •
16
Jean Charlot, op. cit., 1967, pp. 244.
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Para los artistas del sindicato, la creación de El Machete debió parecer algo
natural y obvio. Finalmente, la ausencia de un periódico oficial del Partido
Comunista en el momento de mayor debilidad desde su fundación en 1919, les
daba un incentivo mayor, además de que —para artistas clave en el sindicato co-
mo Siqueiros y Rivera— representaba una forma de fortalecer sus vínculos con
el partido que estaba en apuros.17
Los principales artistas involucrados en la organización inicial del periódico
fueron Guerrero, Siqueiros y Rivera, quienes formaron el comité ejecutivo.
Algunos miembros del sindicato, como Jean Charlot, estaban ausentes de sus
páginas, mientras que otros, como Amado de la Cueva, contribuían
esporádicamente o llegaron tarde a sus páginas como José Clemente Orozco.
Debido a que Diego Rivera continuó pintando en la Secretaría de Educación
Pública (SEP), sus contribuciones principales en los primeros meses fueron tres
artículos y un generoso aporte financiero. La gestión cotidiana y mucho del
contenido dependían de Guerrero —quien aparecía como “responsable”—, de
Siqueiros y de su esposa, la actriz Graciela Amador —administradora del pe-
riódico—. Acerca de la única mujer involucrada en el periódico, José Clemente
Orozco reconoció más tarde que: “tal empresa no hubiera sido posible sin la
colaboración e indiscutible ayuda de Graciela Amador [quien] redactaba la ma-
yor parte de los artículos y componía los magníficos corridos”. El Machete invi-
taba a los lectores para que participaran mandando artículos, pero con excepción
de una carta ocasional, la mayoría del contenido era trabajo de los miembros
del sindicato o del Partido Comunista. Una variedad de comunistas extranje-
ros, como el estadounidense Bertram Wolfe, el alemán Adolf Goldschmidt y el
español R. Gómez Lorenzo asesoraban a los artistas en la organización del pe-
riódico y contribuían con artículos acerca del marxismo y la Revolución rusa.
Los artículos y las imágenes eran generalmente anónimos o utilizaban
pseudónimos, quizá para aparentar un número mucho mayor de colaborado-
res así como para ocultar la identidad del autor.18
• • • • •
17
Jaime Soler y Lorenzo Ávila (coords.), Posada y la prensa ilustrada: signos de modernización y resistencias, México, México,
Museo Nacional de Arte, 1996; Barry Carr, Marxism and Communism in Twentieth-Century Mexico, Lincoln, Estados Unidos,
University of Nebraska Press, 1992, pp. 36-37.
18
José Clemente Orozco, op. cit., 1985, p. 73. Véase la invitación a los lectores en el núm. 2, segunda quincena de marzo de 1924,
y una carta de un empleado del gobierno quejándose de que éste estaba atrasado en el pago a sus empleados y preguntándose
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• • • • •
como un gobierno de ese tipo podía llamarse asimismo revolucionario en El Machete, primera quincena de mayo de 1924.
Charlot contribuyó con un artículo y con un sorprendente grabado en madera titulado “Los ricos en el infierno” que nunca se
publicó. Sus diferencias con el grupo son sugeridas en una anotación de su diario que se refiere a su grabado para el periódico:
"No es político sino religioso, el ojo de la aguja. Era un pequeño punto de contacto con los artistas políticos”. Peter Morse, Jean
Charlot's Prints: A Catalogue Raisonné, Honolulu, Estados Unidos, University of Hawaii Press, 1917, p. 34.
19
El Machete, primera quincena de marzo de 1924.
20
David Alfaro Siqueiros, op. cit., 1977, p. 217.
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• • • • •
21
Barry Carr, op. cit., 1992, pp. 30-31.
22
Jean Charlot, op. cit., 1967, pp. 250-251. Acerca de la distribución del periódico en México y Cuba véase, El Machete, 4 de
septiembre de 1924; David Alfaro Siqueiros, op. cit., 1977, p. 217.
121
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• • • • •
23
Anuncios de la segunda quincena de marzo de 1924 y primera quincena de abril de 1924; Bertram Wolfe, op. cit., 1963,
p. 154. Los contribuyentes aparecen en El Machete, segunda quincena de junio de 1924, p. 3; David Alfaro Siqueiros, op.
cit., 1977, p. 193.
24
David Alfaro Siqueiros, op. cit., 1977, p. 193.
122
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• • • • •
25
El Machete, primera y segunda quincena de junio de 1924.
26
El Machete, primera quincena de mayo de 1924.
27
“El jurado de los intelectuales enemigos del pueblo”, en El Machete, primera quincena de junio de 1924, “Los murciélagos y las
momias”, segunda quincena de julio, 1924 y “Los rorros fachistas”, 28 de agosto de 1924.
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Aunque los artistas se esforzaron por desarrollar sus habilidades como escri-
tores, el periódico hizo de las imágenes la parte central del contenido. Una
innovación principal fue combinar las tradiciones de la prensa popular del
Porfiriato con el universo ideológico y los temas del radicalismo posrevo-
lucionario. Dicha innovación trató de resolver un problema principal que exis-
tía en el ciclo inicial de murales pintados en las paredes de la Escuela Nacional
Preparatoria pero también en las imágenes estridentistas, a saber: los estilos
avant garde y el lenguaje visual abstracto eran inaccesibles para el amplio públi-
co al que los artistas querían llegar, además de ser inadecuados para comunicar
los mensajes más radicales en el contexto de los acontecimientos de 1924.28 Por
otra parte, si algunos de los artículos más densos y didácticos presuponían un
grupo de lectores bastante sofisticado, las imágenes y los corridos condensaban
los mensajes del periódico en su esencia gráfica. Recordando esa experiencia,
Siqueiros nota el consenso de los artistas acerca de que “los artículos ilustrarán
los dibujos” y no al revés; una inversión más académica podría describir los
artículos como densas y dogmáticas notas al pie para los mensajes esenciales y
accesibles de las imágenes.29
El Machete se nutrió directamente de dos tradiciones que habían sido utiliza-
das por las hojas volantes y la prensa de centavo del siglo XIX, para capturar
sentimientos populares, apelar a un público semi-alfabetizado y desafiar la au-
toridad política y la injusticia social: la primera fue el uso de prominentes imá-
genes que podían aparecer solas o acompañadas de textos y la segunda consistió
en utilizar pequeñas obras satíricas, poemas y corridos, la mayoría de los cuales
eran escritos por Graciela Amador.30 El diseño del periódico como un posible
• • • • •
28
Acerca de esta paradoja inherente al primer muralismo, véase Carmen Ramírez-García, op. cit., 1989, pp. 289-290.
29
David Alfaro Siqueiros, op. cit., 1977, p. 217.
30
Alicia Azuela, op. cit., 1993, p. 82; Carmen Ramírez-Gracía, op. cit., 1989, pp. 337-339.
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cartel le daba particular importancia a las imágenes. La esperanza era que los
lectores de El Machete pudieran embellecer las paredes de sus propias casas con
el periódico y, por lo tanto, muchas de las imágenes eran reproducidas y vendi-
das por separado o eran premios en alguna rifa.31
El redescubrimiento del grabado a principios de la década de 1920 propor-
cionó una base crucial para las innovaciones gráficas del periódico. Una figura
fundamental fue el francés Jean Charlot, quien llegó a México en 1921 con un
pequeño portafolio de impresiones y algunas experiencias como grabador. En
la Escuela de Pintura al Aire Libre en Coyoacán, Charlot introdujo a varios
artistas —sobretodo Francisco Díaz de León, Gabriel Fernández Ledesma y
Fernando Leal— en las técnicas y posibilidades del grabado en madera. Los
audaces experimentos de grabado en blanco y negro fijaron un patrón estilístico
que ciertamente influyó en los artistas de El Machete, así como en el grabado en
general durante las siguientes tres décadas. Los temas de los primeros grabados re-
flejaban los paisajes pastorales y los estudios de personajes populares de las
pinturas de la propia escuela. El enfoque en los trabajadores y los escenarios
urbanos sólo emergió mediante la creación de nuevas escuelas en el corazón de
la Ciudad de México en 1925 y 1927. Entre 1921 y 1924, los veteranos de la
Escuela —Charlot, Leal, Fermín Revueltas y Alva de la Canal— produjeron
una gran variedad de grabados en madera para ilustrar libros estridentistas y
periódicos, aunque en esas innovadoras impresiones, inspiradas en el futurismo
italiano, no había trabajadores o personas de ningún tipo, sino más bien una
utopía fragmentada y urbana con rascacielos, radios y alambres eléctricos.32 En
pocas palabras, esos experimentos tempranos en el grabado fueron cruciales
para los artistas de El Machete, aunque no habían creado todavía una iconogra-
fía que se adecuara a los objetivos del periódico.
En el contexto de esas innovaciones técnicas y estilísticas, los artistas de El
Machete buscaron tradiciones artesanales y populares que pudieran ofrecer un
• • • • •
31
“Camarada trabajador: Si quieres tener en tu propia casa, Sindicato o Cooperativa, el dibujo original...”, en El Machete, 30 de
octubre de 1924.
32
Laura González Matute, “A new spirit in post-revolutionary art: the open-air painting schools and the best maugard drawing
method, 1920-1930”, en Luis Martín Lozano, Mexican Modern Art, 1900-1950, Montreal, Canadá, National Gallery of Canada,
1999; Karen Cordero Reiman, “Ensueños artísticos: Tres estrategias plásticas para configurar la modernidad en México,
1920-1930”, en Modernidad y modernización en el arte mexicano, 1920-1960, México, México, Museo Nacional de Arte, 1991.
125
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• • • • •
33
Véase la entrevista que Katherine Anne Porter le hizo a Diego Rivera en The Survey, 1 de mayo de 1924, vol. LII, núm. 3; Mexican
Folkways, núm. 3, octubre-noviembre, 1925.
34
El Machete, 3 de agosto de 1924.
35
Acerca de la mala interpretación que Jean Charlot hizo de las técnicas de Posada, véase Thomas Gretton, “De cómo fueron
hechos los grabados de Posada”, en Jaime Soler y Lorenzo Ávila (coords.), op. cit., 1996, pp. 121-149.
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• • • • •
36
A finales de 1924, Diego Rivera incorporó calaveras en su mural “The day of the dead”, en el Patio de Trabajo de la Secretaría
de Educación Pública. Orozco utilizó calaveras en sus caricaturas para L’ABC, en 1925. Véase “Sainete, drama y barbarie”,
México, México, Museo Nacional de Arte, 1983, pp. 72 y 74.
37
Para las imágenes de la prensa porfirista véase John Lear, Workers, Neighbors, and Citizens: The Revolution in Mexico City,
Lincoln, Estados Unidos, University of Nebraska, 2001, pp. 102-106 y María Elena Díaz, “The satiric penny press for workers
in Mexico, 1900-1910: a case study in the politicization of popular culture”, en Journal of Latin American Studies 22, núm. 3,
1990, pp. 497-526. Un típico ejemplo es el grabado de Posada, “Parece chía; pero es horchata”, en Jaime Soler y Lorenzo Ávila
(coords.), op. cit., 1996, p. 162.
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• • • • •
38
El Machete, primera quincena de junio de 1924 y primera quincena de mayo de 1924. Acerca de las contradicciones del
marxismo y el comunismo mexicanos, con algunas referencias al muralismo, véase Barry Carr, “The Fate of the Vanguard
under a Revolutionary State: Marxism’s Contribution to the Construction of the Great Arch”, en Gilbert Joseph and Daniel
Nugent (eds.), Everyday Forms of State formation: Revolution and the Negotiation of Rule in Modern Mexico, Durham, Estados
Unidos, Duke University Press, 1994, pp. 326-352.
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Una variedad de sus grabados pueden ser vistos como descubrimiento y cele-
bración del trabajo —un tema que había empezado a interesar a una genera-
ción anterior de pintores como Saturnino Herrán—. David Alfaro Siqueiros
introdujo esa temática en su pequeño mural de la Escuela Nacional Preparato-
ria (“El entierro de un obrero sacrificado”) y, al mismo tiempo, Diego Rivera la
desarrolló ampliamente en el Patio de Trabajo de la SEP. Como en muchos de los
murales de Rivera en ese lugar, el trabajo es reducido a sus elementos más bási-
cos, un artesano o trabajador manual y sus herramientas, con pocas referencias
a la tecnología y al ambiente fabril. Es típico el grabado en madera de Guerrero
donde aparecen tres trabajadores empuñando palas y picos de la refinería El
Águila (figura 3) —esta imagen acompañaba un artículo acerca de la huelga—, o
bien, la fina imagen de un artesano con overol y empuñando una regla T, para-
do frente a una mesa con un libro, un martillo y una hoz. En éstas y otras
imágenes, la habilidad, la musculatura y el esfuerzo de los trabajadores eran
características celebradas, de la misma manera en que los tirantes de sus overo-
les eran signos de identidad y elementos del orgullo de clase. Igualmente impor-
tante fue la representación de la explotación de los trabajadores. En la leyenda
del grabado (figura 3), decía “Como se trabaja en la Refinería de ‘El Aguila’, con
trapos en las manos en lugar de guantes”. En otro grabado en madera hecho por
Siqueiros —lo que Charlot llamó “una versión marxista del peculiarmente
mexicano Cristo de la Soledad”— un trabajador de rodillas, con el torso desnu-
do y despojado de su contexto o herramientas de trabajo, muestra sus múltiples
heridas y su condición de esclavo y víctima (figura 4). El pie de foto decía: “Así,
desarmado de rodillas, azotado e implorando caridad, es como los hacenda-
dos, los industriales, los petroleros y todos los ricos de México en general, qui-
sieran ver para siempre a los trabajadores”.39
Más numerosas y didácticas que esas imágenes de trabajadores laborando y
sufriendo, fueron aquellas que los mostraron en relación directa con sus enemi-
gos y aliados. Por ejemplo, la contraportada del primer número estaba domina-
da por un enorme grabado de Siqueiros titulado “La Trinidad de los
Sinvergüenzas” (figura 5). Los tres sinvergüenzas: un “capitalista europeo” a la
izquierda con un fajo de billetes en la mano y un globo de diálogo en el que
declara “saqueo al mundo”; al centro de la imagen hay un “político mexicano”
• • • • •
39
El Machete, primera quincena de abril y primera quincena de mayo de 1924; Jean Charlot, op. cit., 1967, p. 248.
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40
El Machete, primera quincena de marzo y segunda quincena de abril de 1924.
41
Jean Charlot, op. cit., 1967, p. 248.
42
Para una selección de los grabados religiosos de Posada véase la categoría “Religious” del archivo digital, Mexican Popular
Prints: José Guadalupe Posada [ http://elibrary.unm.edu/posada].
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43
“Manifesto”, en El Machete, segunda quincena de junio de 1924; “Sigue el desarme”, en El Machete, primera quincena de mayo
y segunda quincena de julio de 1924.
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“burguesía”, mientras que un martillo y una hoz flotan separados en cada una
de las esquinas inferiores.
La imagen resulta más impactante por su contenido que por su ejecución,
pues está repleta de gente y sus figuras primitivas ejemplifican la carga limitada
de información del grabado en bloque de madera.
La preocupación por el campesinado y la imagen específica de la reforma
agraria emergieron como temas centrales en los murales de ese periodo, parti-
cularmente en los de Diego Rivera, quien pintó una escena casi idéntica, “La
dotación de ejidos”, en el Patio de Fiestas en 1924 y en Chapingo en 1926. En
cada una, la figura con traje está en el centro de la composición, ya fuera el
profesionista urbano al servicio de las bases populares de la revolución, o bien,
el instrumento jerárquico del estado revolucionario. Los campesinos son presu-
miblemente mestizos, sin alguna referencia específica a la identidad indígena
celebrada en los manifiestos del sindicato. Es difícil determinar si las imágenes
de Rivera fueron anteriores a la de Guerrero o viceversa. El grabado de Guerre-
ro quizás antecede la terminación del mural de Rivera en la SEP, pero su trabajo
como asistente de Rivera en esa institución y los escritos y colaboraciones finan-
cieras de éste en el periódico, sugieren un diálogo continuo entre los dos artistas
y sus diferentes medios. Ya se mencionó que otros grabados de Guerrero —como
los que representan a los trabajadores de la refinería de petróleo— se inspira-
ron en los murales que Diego Rivera pintó en el Patio de Trabajo de la SEP. Sin
embargo, una diferencia fundamental en sus visiones de la reforma agraria
—quizás indicativo de las posibilidades de expresión en un periódico indepen-
diente comparado con un mural en un ministerio— es sugerida por lo que dice
la bandera que encierra a las figuras en el grabado de Guerrero: “Después de 12
años de lucha la tierra debe ser de quienes la trabajan con sus manos”. Los
murales de Diego Rivera pueden ser fácilmente interpretados por los espectado-
res como una reflexión de los logros de la reforma agraria en las administra-
ciones de Obregón y Calles, en cambio, la imagen de Guerrero es una clara
protesta contra la limitada reforma oficial.
El poderoso retrato que hizo Xavier Guerrero de Emiliano Zapata y que
aparece acompañado de un corrido en el quinto aniversario de su asesinato
(figura 9), fue mucho más exitoso estéticamente, e incluso más importante para
los discursos emergentes de la revolución (oficiales y opositores). Lo que domi-
na la imagen es la figura de Zapata con un rifle en la mano y carrilleras en el
pecho. Su sombrero forma una aureola alrededor de su cabeza con la leyenda
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44
Carmen Ramírez-García, op. cit., 1989, p. 340. Para las caricaturas de Zapata, incluyendo las de Posada, véase Manuel
González Ramírez, La caricatura política, México, México, Fondo de Cultura Económica, 1955.
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te función dándole al caudillo del sur una posición central en el panteón de los
héroes revolucionarios. La conmemoración de su muerte por los artistas del
sindicato en abril de 1924, coincidió con —y quizás aceleró— el proceso gra-
dual de rehabilitación de la figura de Zapata, que empezó con la alianza entre
Álvaro Obregón y los zapatistas rebeldes que luchaban en 1920 contra Venustiano
Carranza. En la misma semana que El Machete publicó su homenaje a Zapata,
Plutarco Elías Calles, el candidato presidencial, se sumó a la conmemoración
anual de su muerte en Cuautla, Morelos, donde indicó un giro más hacia la
izquierda al declarar que “El programa de Zapata es mío”. Entre los asistentes al
evento estaba Diego Rivera. La santificación de Zapata culminó en un voto del
congreso que, en 1931, lo declaró héroe nacional junto con Carranza, quien en
última instancia había sido responsable de su asesinato. Pero como anota Samuel
Brunk, el destino de la imagen de Zapata no estaba claro en la conmemoración
de 1924 y “la sensación común se relacionaba menos con estar de acuerdo que
con el producto de una coincidencia inestable de distintas posiciones”.45
El Emiliano Zapata de El Machete es parte de un proceso para incorporar
posiciones diversas y contestatarias implicadas en la creación de una iconogra-
fía de la revolución. Si los martillos y las hoces de Zapata no fueran suficientes
para diferenciar a la iconografía de Xavier Guerrero del icono del agrarismo
oficial (o de la ideología agraria del propio Emiliano Zapata), los textos que
acompañan al grabado se encargarían de eso. La leyenda explica que Zapata
fue el precursor de la verdadera Revolución mexicana, el iniciador de la “guerra
de clases” y un “apóstol” para los “trabajadores de México”, hasta que fue asesi-
nado por seudorevolucionarios. La larga lista de éstos incluía liberales, socialis-
tas moderados y “traidores al proletariado” y, desde la perspectiva del sindicato,
podía incluir fácilmente al gobierno de Obregón o al de Carranza. Debajo de la
leyenda hay un corrido de Graciela Amador, un recurso común en la folletería
y la prensa de centavo, y uno que Rivera incorporó después en algunos de sus
murales de la SEP. En ese corrido que se desarrolla como una obra, el espíritu de
Zapata regresa a Morelos en 1923, sólo para descubrir que sus seguidores “han
claudicado” o han sido asesinados y que los hacendados siguen siendo podero-
sos. Entonces, él pregunta: “¿Pero la sangre, entonces, de vidas a millares, por
• • • • •
45
Ilene O’Malley, op. cit., 1986, pp. 50-60; Samuel Brunk, “Remembering Emiliano Zapata: three moments in the posthumous
career of the martyr of Chinameca”, en Hispanic American Historical Review, vol. 78, núm. 3, 1998, pp. 464-467.
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46
Expediente personal, José Clemente Orozco, Archivo Histórico de la Secretaría de Educación Pública, O-2, exp. 6, f. 80.
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47
Alicia Azuela, op. cit., 1997, p. 153; Leonard Folgarait, Mural Painting and Social Revolution in Mexico, 1920-1940, Cambridge,
Inglaterra, Cambridge University Press, 1998, p. 74; Jean Charlot, op. cit., 1967, pp. 280-293.
48
Para los estilos cambiantes de Orozco, véase Raquel Tibol, José Clemente Orozco, una vida para el arte: breve historia documental,
México, México, Secretaría de Educación Pública, 1984. Para el historiador de arte Luis Cardoza y Aragón, estos murales son
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• • • • •
problemáticos porque, aunque provenían de las tradiciones de la prensa popular, carecían de accesibilidad y “perdían resonancia
en el fondo de los patios de una escuela”. Para Leonard Folgarit, es precisamente la subversión de los géneros de la caricatura
política y de los murales al fresco lo que los hace efectivos, al menos en término de provocar una respuesta de la audiencia.
Luis Cardoza y Aragón, Orozco, México, México, Instituto de Investigaciones Estéticas-Universidad Nacional Autónoma de
México, 1959, p. 68; Leonard Folgarait, op. cit., 1998, p. 62.
49
Esta sugerencia y mi identificación de los dibujos anónimos como los de Orozco es confirmada por los cálculos del personal del
Museo Nacional de Arte en Sainete, drama y barbarie, op. cit., 1983, pp. 91-92. Orozco también publicó de forma anónima
durante el siguiente año en el periódico L’ABC.
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cos”, un capitalista sonríe con gran alborozo —sus manos están llenas de dinero
y en la cabeza tiene una aureola hecha de signos de pesos— mientras preside la
división entre los trabajadores organizados y los que no lo están. Los trabaja-
dores libres “apuñalean (con el puñal de los ricos) a sus hermanos de clase y con
ellos a sus propios libertadores”.50
A diferencia de los grabados en madera de Siqueiros y Guerrero o de sus
propios murales en la preparatoria, José Clemente Orozco, al menos en tres
imágenes, da al “traidor” una identidad específica: Luis N. Morones, el líder de
la CROM. En una de ellas (figura 11), un enorme Morones con esmoquin y con
los dedos rebosantes de sus característicos diamantes, abraza y besa a un traba-
jador. En la banda que le atraviesa el pecho está la leyenda “Judas Morones”.
Detrás de ellos hay una fila de capitalistas con sombrero de copa y puñales en la
mano. Esta imagen impactó entre los lectores de El Machete, o al menos entre
sus editores, ya que se reimprimió varias veces en ediciones posteriores y se
ofrecía también como el premio de alguna rifa. En otra imagen de Morones, el
elegido por Plutarco Elías Calles como ministro de industria, comercio y traba-
jo es etiquetado como “Ministro Agente de Wall Street”. La enorme figura de
Morones está cubierta con un atuendo religioso, su pecho está expuesto y su
dedo señala una herida de bala, resultado de un acalorado intercambio en el
congreso. Una mitra de obispo corona su sombrero de copa y lleva un manus-
crito con el nombramiento “Industria, comercio y rompimiento de huelgas”.
En la tercera imagen, Morones y un sacerdote enfermo de sífilis blanden látigos
sobre sus cabezas, uno sostiene una cadena y el otro un rosario atado a un
trabajador servil.51
En estas imágenes, las preocupaciones de Orozco coinciden con El Machete,
pero no están guiadas por las del periódico ni por las del Partido Comunista.
Morones tenía muchos enemigos en el campo político. De hecho, los dibujos de
Orozco coinciden con las imágenes previas de sus murales en la preparatoria y
con las caricaturas igualmente ácidas que dibujó para la revista no comunista,
L’ABC en 1925. Una sospecha de que la CROM estuvo involucrada en los ataques
• • • • •
50
El Machete, 4 de septiembre de 1924.
51
Para las reimpresiones, ventas y rifas de esta imagen, véanse los números 30, 22 de enero de 1925 y 34, 12 de marzo de 1925;
otras imágenes están en El Machete, 9 y 30 de octubre y 11 de diciembre de 1924.
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• • • • •
52
El Machete, 30 de octubre de 1924.
53
El Machete, 23 de octubre de 1924 y 18 de mayo de 1925.
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54
El Machete, 25 de septiembre de 1924 y 19 de marzo de 1925.
55
Charlot destaca el tabú en las caricaturas de José Clemente Orozco, Jean Charlot, op. cit., 1967, p. 251.
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• • • • •
56
Renato González Mello, Orozco ¿Pintor revolucionario?, México, México, Instituto de Investigaciones Estéticas-Universidad
Nacional Autónoma de México, 1995, p. 60.
57
Jean Charlot, op. cit., 1967, p. 248.
58
David Alfaro Siqueiros, op. cit., 1977, p. 218.
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59
Wolfe menciona a dos mujeres en el sindicato, Nahui Olín y Carmen Foncerrada. Bertram Wolfe, op. cit., 1963, p. 157. Para la
representación de mujeres en las publicaciones de la CROM, véase John Lear, “Representing labor: artists, workers and unions
in the 1920s”, ponencia presentada en la Rocky Mountain Conference of Latin American Studies, Santa Fe, Nuevo México, del
24 al 27 de enero de 2007.
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“Los rorros fachistas”, retrata a un grupo de artistas asociados con Jaime Torres
Bodet y Salvador Novo a su regreso del acto de bienvenida que se ofreció para la
delegación cultural de la Italia fascista (figura 13). Tanto la imagen de Orozco
como el poema que la acompaña —en el cual “mancebos eruditos” se desmayan
y tiernamente recuerdan su visita a los artistas de la Italia fascista— se derivan de
manera directa del “baile de los 41”, un escándalo social de 1901, en el que hom-
bres jóvenes de familias porfirianas respetables fueron arrestados en la Ciudad
de México por vestir como mujeres en un baile. El episodio fue inmortalizado en
varias imágenes de Posada, algunas acompañadas de corridos, y ayudó a definir
la homosexualidad como un comportamiento afeminado durante el siglo XX en
México. Los seis “rorros lindos” no llevan los vestidos de los 41, pero son repre-
sentados como catrines, con tacones altos, mechones sueltos y bigotes ridículos,
con flores o plumas en la mano. En sentido formal, no están bailando pero dan
pequeños saltitos como si fueran parejas con los codos y las manos en posiciones
muy sugerentes. En caso de que sus poses femeninas no fueran suficiente indicio
para revelar su orientación sexual, uno de ellos está acariciándole las voluptuo-
sas nalgas a otro. El Machete ayudó a santificar la problemática asociación de
masculinidad con revolución, por un lado, y feminidad y homosexualidad con
arte y política no revolucionaria, por el otro.60
CONCLUSIÓN
A pesar de la salida de Diego Rivera del sindicato en agosto de 1924 y de su
eventual disolución, El Machete continuó publicando regularmente durante
ese año, en parte, fortalecido por la participación de José Clemente Orozco. A
finales de octubre, el periódico anunció su nuevo estatus como órgano oficial de
la Liga de Impresores, Escritores y Dibujantes Revolucionarios —a la que es
posible pensar como sucesora del sindicato—, probablemente con lazos más
estrechos con el Partido Comunista. En la primavera de 1925, el editorial insi-
nuó el problema financiero del periódico (“¿Morirá El Machete?”, es la pregunta
• • • • •
60
Héctor Olea, “El prestridentismo: Siqueiros, un antihéroe en el cierne del antisistema manifestario”, en Oliver Debroise, Otras
rutas hacia Sequeiros, México, México, Instituto Nacional de Bellas Artes, 1996, p. 93. Robert Mckee Irwin, “The famous 41:
The scandalous birth of modern mexican homosexuality”, en Gay and Lesbian Quarterly, Journal of Lesbian and Gay Studies,
vol. 6, núm. 3, pp. 353-376.
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61
Alicia Azuela, op. cit., 1993, p. 85.
62
John Lear, op. cit., 2007.
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(LEAR) o los del Taller de Gráfica Popular. Aunque a final de cuentas sus imáge-
nes contribuyeron a la creación de un “mito de la revolución” oficial, en el que
los trabajadores y los campesinos eran los sujetos principales, eso apenas fue una
visión en blanco y negro, o rojo.63 El lenguaje visual variaba de un artista a otro
y de un medio a otro y probó ser lo suficientemente flexible a lo largo del tiempo
como para que los artistas, funcionarios y audiencias lo dotaran de múltiples
significados y pudiera servir tanto a propósitos oficialistas como opositores.
• • • • •
63
La referencia aquí se debe a la influyente afirmación revisionista de Octavio Paz, acerca de que “el gobierno les permitió a los
artistas pintar en las paredes de sus edificios una versión pseudo-marxista de la historia de México, en blanco y negro, porque
las pinturas ayudaban al gobierno a dar la impresión de tener una mentalidad progresista y de ser revolucionario”. Octavio
Paz, “Re/visions: mural painting”, en Octavio Paz, Essays on Mexican Art, Nueva York, Estados Unidos, Harcourt, 1993, p. 132;
también se hace eco del título de la versión española del libro de Anita Brenner, La Revolución en Blanco y Negro, México, México,
Fondo de Cultura Económica, 1971.
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