Los Beneficios Penitenciarios...
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LA LEY 1726/2004
Resumen
Los denominados beneficios penitenciarios son, en los estrictos términos del art. 202
del Reglamento Penitenciario, medidas que permiten la reducción de la duración de la
condena impuesta en sentencia firme o de la del tiempo efectivo de internamiento. Y el
art. 203 del mismo texto añade que responden a las exigencias de la individualización
de la pena en atención a la concurrencia de factores positivos en la evolución del
interno, encaminados a conseguir su reeducación y reinserción social como fin principal
de la pena privativa de libertad. En este art. se analizan su concepto y su actualidad
legislativa y jurisprudencial.
I. INTRODUCCIÓN
La anticipación de la salida de las personas reclusas ha sido un elemento vertebral de los modernos
sistemas penitenciarios. Este tipo de medidas atenuatorias o específicos beneficios penitenciarios,
como hoy son entendidos, cuando supongan un efectivo acortamiento de la duración de la condena
impuesta o del tiempo de internamiento, fueron los mecanismos articulados, con carácter
individualizador (1) , con anterioridad incluso a la introducción de los criterios de acumulación
jurídica en el Código Penal, para evitar el cumplimiento íntegro de las penas impuestas y previstas en
la rigurosa legislación penal; orientados entonces a criterios como la enmienda y corrección de los
penados, humanizándose en multitud de ocasiones la rigurosa previsión de la ley penal por la vía de
la ejecución penitenciaria. Hoy los criterios son diversos, adecuados a los principios constitucionales
que informan la pena privativa de libertad, fundamentados en la consecución de la reeducación y la
reinserción social de los penados. Y la exégesis de los supuestos prácticos que surgen de la
aplicación diaria se aprecia en constante jurisprudencia que también analizaremos para una mejor
perspectiva.
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en mayor medida a tal definición y especialmente del Reglamento Penitenciario de 1996, aprobado
por Real Decreto 190/1996, de 9 de febrero (LA LEY 664/1996), que si bien vino a delimitar la
polémica, no terminaría de solventarla (6) .
Como se ha dicho, el criterio normativo, más restrictivo, iba a llegar con el Reglamento penitenciario,
subrayando una limitación en la enumeración y descripción de los beneficios penitenciarios en su art.
202 (LA LEY 664/1996), como sigue: «1. A los efectos de este Reglamento, se entenderá por
beneficios penitenciarios aquellas medidas que permiten la reducción de la duración de la condena
impuesta en sentencia firme o de la del tiempo efectivo de internamiento. 2. Constituyen, por tanto,
beneficios penitenciarios el adelantamiento de la libertad condicional y el indulto particular». El
apartado primero, relativo a la reducción de la duración de la condena hace así referencia, en primer
término, al indulto particular, que encontrará su específica regulación reglamentaria en el art. 206 (LA
LEY 1726/2004), y la referencia al adelantamiento de la libertad condicional habrá de ponerse en
relación con el art. 205 (LA LEY 664/1996) del mismo cuerpo normativo. No obstante, si bien la
mayor parte de la jurisprudencia y la doctrina actual asumen tal clasificación y siguen una línea
aparentemente uniforme, todavía se advierten concepciones diversas al respecto (7) .
En cuanto a la naturaleza jurídica de tales beneficios penitenciarios, la doctrina y jurisprudencia se
muestran prácticamente unánimes en el sentido de entender que se trata de auténticos derechos
subjetivos, condicionados a que concurran los requisitos legales y reglamentarios. En este sentido,
como afirma Rodríguez Alonso, «el interno en relación con los beneficios penitenciarios se encuentra
en una situación de espera, «expectativa de derechos» (8) , hasta tanto se den o produzcan las
circunstancias legales para su adquisición». De ello se deriva que el interno pueda renunciar a ellos o
que pueda recurrir en queja o por vía de recurso ante el Juez de Vigilancia Penitenciaria cuando se
vea privado del disfrute de tales beneficios teniendo cumplidos los requisitos o presupuestos
necesarios para obtenerlos. Otra posición minoritaria entiende, en cambio, que los beneficios
penitenciarios tienen en esencia un carácter premial o gracial, continuador de la práctica penitenciaria
secular, siendo su concesión una facultad discrecional de los órganos competentes.
En cualquier caso, al margen de la polémica, a la que podría incorporarse la tan debatida naturaleza
de la propia libertad condicional (9) , la finalidad de los beneficios penitenciarios se encuentra
recogida también en el vigente Reglamento Penitenciario de 1996, en el art. 203 (LA LEY 664/1996),
que dispone: «Los beneficios penitenciarios responden a las exigencias de la individualización de la
pena en atención a la concurrencia de factores positivos en la evolución del interno, encaminados a
conseguir su reeducación y reinserción social como fin principal de la pena privativa de libertad».
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de la contienda civil, ampliándose posteriormente tal posibilidad a los presos comunes por Orden
Ministerial de 14 de marzo de 1939.
La incorporación de la redención de penas al Código Penal de 1944 se hacía integrando el art. 100 de
aquel cuerpo legal, para permitir, en su modalidad ordinaria, redimir un día por cada dos de trabajo.
En cualquier caso, la institución de la redención de penas por el trabajo vino a derogarse con el
Código Penal de 1995, si bien en virtud de su Disposición Transitoria Segunda (LA LEY 3996/1995) se
previó, con toda lógica, que siguieran aplicándose las disposiciones sobre la misma únicamente a los
condenados conforme al Código derogado, sin que puedan gozar de ellas aquellos a quienes se
aplique el Código Penal vigente. Es por ello que, aun en el ocaso de su trayectoria histórica, puede
ser de utilidad el examen somero del funcionamiento de tal institución, habida cuenta del decreciente
pero todavía relevante numero de penados adscritos a esta posibilidad reductora de la condena.
El mecanismo de concesión de este beneficio, a raíz de la promulgación del Código de 1995, exigía
uniformidad de criterios. En este sentido, entre las cuestiones generales relativas a la redención y
respecto a las redenciones acumuladas conforme al Código de 1973, se ha seguido el razonamiento
establecido tras las Sentencias del Tribunal Supremo de 13 y 22 de noviembre de 1996, la última de
las cuales, apoyándose en Sentencias del Tribunal Constitucional de 30 de octubre de 1989, y 3 de
marzo de 1994, resolvía que todo el beneficio penitenciario acumulado hasta la entrada en vigor del
Código de 1995 configuraba una pena efectivamente cumplida que debía ser liquidada hasta ese
momento temporal. Posteriores Sentencias del Tribunal Supremo de n.º 395/1997, de 24 de marzo, y
663/1997, de 7 de mayo, abundaron en esta cuestión señalando que la condena o la revisión de la
misma, conforme a las disposiciones del Código siguiente, no afecta a los beneficios penitenciarios
ganados hasta la entrada en vigor del actual Código Penal. En el mismo sentido se expresaron los
Jueces de Vigilancia Penitenciaria en su IX Reunión de 11 y 12 de abril de 1996, en su apartado
vigésimo, y en la misma dirección se pronunció, por vía de Instrucción de 29 de noviembre de 1996,
la Subdirección General de Gestión Penitenciaria.
En este sentido, más recientemente, se ha pronunciado la Audiencia Provincial de Madrid por Auto n.º
34/2002, de 31 de enero, rescatando los criterios a seguir en los supuestos de redención de penas
conforme a ambos códigos penales y abordando los posibles problemas en estos útiles términos:
«debe tenerse también presente en este caso que, coincidiendo condenas impuestas con arreglo al
Código Penal antiguo y al nuevo, el orden de cumplimiento de las mismas no es el de su respectiva
gravedad, sino el determinado por la Disposición Transitoria Primera del Reglamento Penitenciario en
su apartado 4 (LA LEY 664/1996)». Según esta norma reglamentaria, «cuando un penado deba
cumplir dos o más penas privativas de libertad, unas de las cuales se deban ejecutar conforme a las
normas del Código Penal derogado y otras con arreglo a la Ley Orgánica 10/1995, de 23 de
noviembre, del Código Penal (LA LEY 3996/1995), comenzará el cumplimiento por las penas cuya
ejecución deba regirse por el Código derogado, aplicándose, entre éstas, el criterio de prelación
fijado en el art. 70.1 (LA LEY 3996/1995) del mismo»; para seguidamente añadir que «cumplidas
todas éstas, se iniciará la ejecución de las penas impuestas o revisadas al amparo de la Ley Orgánica
10/1995 (LA LEY 3996/1995), aplicándose entre las mismas el criterio de prelación del art. 75 (LA
LEY 3996/1995) de dicho Cuerpo legal». Esta disposición resuelve así los problemas surgidos al
compatibilizar el cumplimiento de penas de diferente forma de ejecución, en las que sería difícil en
muchos casos establecer a priori un orden de gravedad al ser algunas susceptibles de ser rebajadas
en su duración por la redención de penas por el trabajo, optando por la aplicación sucesiva de penas
en razón del Código aplicable. Ello obligará a la Administración Penitenciaria a establecer dos bloques
de penas pendientes de cumplimiento: «el primero con las impuestas en aplicación del Código
antiguo, susceptibles de redención de penas por el trabajo, y el segundo con las impuestas o
revisadas conforme al nuevo Código, que sólo podrán empezar a cumplirse cuando se hayan
extinguido totalmente las del primer bloque» (...). «Caso de que la fecha de inicio de cumplimiento
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de estas dos penas fuera anterior al 24 de mayo de 1996, fecha de entrada en vigor del nuevo
Código, les serían aplicables hasta esa fecha las redenciones de penas por el trabajo consolidadas en
ese momento, esto es, las correspondientes al período transcurrido desde la fecha de cumplimiento
de las condenas impuestas con el Código antiguo hasta el 24 de mayo del 1996. De ese modo, solo
las redenciones de penas por el trabajo posteriores a esta fecha podrían anularse por aplicación de
las anteriores disposiciones transitorias. Sólo se aprecia un obstáculo más: que la revisión de las dos
condenas anteriores se hubiera realizado al considerar que era más beneficioso el Código Nuevo si se
aplicaban también a esas dos penas la redención de penas por el trabajo consolidadas hasta la fecha
de entrada en vigor de la nueva normativa. En tal caso, deberá ser el Tribunal que ha realizado esa
revisión quien, a la vista de la liquidación de condena realizada con arreglo a las bases anteriores,
decida si continúa siendo más favorable o no el nuevo Código».
En lo que respecta a las redenciones que vienen otorgándose (conforme al Código Penal, texto
refundido de 1973 (LA LEY 1247/1973)), entre las medidas aplicables para el procedimiento de
cálculo de las condenas y en lo relativo al cómputo de las redenciones obtenidas por los internos, se
ha establecido que la posibilidad o no de disfrutar permisos, o de obtener la libertad condicional en
un futuro, no debe afectar al cómputo de la condena extinguida por el interno, y ello se aplica en los
Centros penitenciarios desde que se dictara la Instrucción 3/2000, de 31 de enero (LA LEY 7/2000),
modificando parcialmente la anterior Instrucción 19/1996, de 16 de diciembre. En este sentido, el
procedimiento a seguir para el cálculo de las condenas, «cuando concurran de uno u otro Código,
derogado y vigente, se sumarán como si de una sola pena se tratara, sobre la que se calculará el
cumplimiento de la fracción que corresponda (1/4, 2/3 y 3/4). En consecuencia, la redención
consolidada se abonará a todo el período de la condena «acumulada» sobre la que se realiza el
cálculo y no sobre la fracción correspondiente a la condena redimible. La baja en redención, por lo
tanto, se producirá cuando se cumpla la totalidad de la/s condena/s y/o período con derecho a
redención».
El procedimiento garantista para la defensa del interno, afirmando las obligaciones de la
Administración en los supuestos de denegación del beneficio de la redención de penas, se ofrece
cristalino en los términos que siguen, extractados del Auto n.º 1656/2003, de 4 de julio, de la
Audiencia Provincial de Madrid: «Cuando se realiza una propuesta de redención para ser aprobada
por el Juez de Vigilancia Penitenciaria --trámite este sí previsto en el Reglamento de Servicios de
Prisiones, aunque referida al Patronato Nuestra Señora de la Merced--, o cuando se reclama por el
interno que se realice una propuesta respecto de un período no reconocido por la Administración
Penitenciaria, se garantice la defensa del interno respecto a esa negativa a reconocerle redención de
penas por el trabajo. De ese modo, en primer lugar, la Administración es la que deberá acreditar
cumplidamente (al tener la obligación de conservar el expediente penitenciario y hacer constar en él
todas las incidencias producidas) que, en los períodos reclamados, no se daban las condiciones
objetivas para ganar esa redención por haber cometido el interno una segunda o sucesivas faltas
graves o muy graves sin haber obtenido la convalidación de las anteriores. En segundo lugar,
presentada la documentación correspondiente por la Administración, deberá posibilitarse al interno
para que discuta el mantenimiento o no de esas sanciones en los períodos correspondientes y la
posibilidad de que pudiera alguna de ellas haber sido cancelada anticipadamente. Y, con todo lo
anterior, favoreciendo siempre al interno las omisiones probatorias que pudieran haberse producido
por causa sólo imputable a la Administración, deberá resolverse por el Juez de Vigilancia
Penitenciaria el reconocimiento o no del derecho a redimir reclamado».
Por otra parte, el beneficio de la redención se ha aclimatado a la realidad penitenciaria y ha extendido
sus efectos a las carencias de la práctica regimental. Ésta ha difuminado la nítida distinción teórica al
respecto de las posibilidades laborales en los Establecimientos penales. De un lado, se encuentra el
trabajo penitenciario propiamente dicho, esto es, aquel que configura como derecho-deber del
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interno el art. 26 de la Ley Orgánica General Penitenciaria (LA LEY 2030/1979). De otro, las llamadas
prestaciones personales obligatorias, que en este ámbito se detectan en los arts. 29.2 (LA LEY
2030/1979) in fine de la citada Ley y en los arts. 5.2 f) (LA LEY 664/1996) y 78 del Reglamento
penitenciario (LA LEY 664/1996). No obstante, la anterior distinción para determinadas y muy
usuales labores llevadas a cabo en el establecimiento no se halla corroborada en la práctica, pues
como certeramente señala la Audiencia Provincial de Cádiz, en Auto de 11 de marzo de 2003,
constatando y validando la realidad de nuestros Centros en relación con las labores de limpieza de
las instalaciones, «es evidente que materialmente ambos trabajos o servicios se confunden; se trata,
en definitiva, de la limpieza de las instalaciones bajo un título u otro. Pero es más, ante las obvias
dificultades de la Administración penitenciaria para dar efectivo cumplimiento al derecho de todos los
internos a acceder a alguno de los trabajos dispuestos como tales en el art. 27 de la Ley General
Penitenciaria (LA LEY 2030/1979), tradicionalmente se ha optado por proporcionar con carácter
general destinos de limpieza, que formalmente se integraban en el supuesto de "servicios auxiliares",
pero que, materialmente, no podían ser distinguidos de las prestaciones obligatorias generales». Esta
argumentación es la que acompaña a la que sigue para entender aplicable el beneficio en cuestión a
tales labores de limpieza. Así se señala: «Desde otro punto de vista, el trabajo consistente en la
limpieza de la celda y de las zonas comunes del módulo --extendido en los términos vistos-- no
parece que quede fuera de las previsiones legales sobre redención (...). Nada nos dice, por otra
parte, ni el art. 100 del Código Penal de 1973 (LA LEY 1247/1973), ni el Reglamento de los Servicios
de Prisiones que lo desarrollaba, salvo la mención contenida en su art. 68 (LA LEY 3/1956) que
preveía que "el trabajo de los penados podrá ser retribuido o gratuito, intelectual o manual, dentro
de los establecimientos o fuera de ellos, pero en todo caso habrá de ser de naturaleza útil". Y útil es
sin duda procurar la limpieza de las prisiones».
A) Redención ordinaria
La más usual redención ordinaria de penas por el trabajo encuentra su regulación en el Reglamento
de los Servicios de Prisiones de 2 de febrero de 1956 (LA LEY 3/1956), en sus arts. 65 a 73 (LA LEY
3/1956); en el Código Penal de 1973, en su art. 100 (LA LEY 1247/1973); e n l a Disposición
Transitoria Primera del vigente Reglamento Penitenciario (LA LEY 664/1996); y en las Disposiciones
transitorias Primera y Segunda del Código Penal vigente.
Se trata de un beneficio penitenciario aplicable a penados por sentencia firme --si bien es aplicable
también a quienes hayan estado privados provisionalmente de libertad (prisión preventiva)-- a penas
del Código Penal de 1973 (LA LEY 1247/1973) consistentes en reclusión, prisión y arresto mayor, con
el mecanismo de reducción de pena consistente en abonar un día de redención por cada dos de
trabajo. La propuesta para tal beneficio recae en la Junta de Tratamiento (antes Junta de Régimen) y
la aprobación la lleva a cabo el Juez de Vigilancia Penitenciaria.
Un problema surgido de la práctica y contemplado en la jurisprudencia es el de la interpretación de la
compatibilidad o no de la libertad condicional y la redención de penas por el trabajo. Al respecto, la
Audiencia Provincial de Madrid se expresó en Auto n.º 1183/2000, de 15 de septiembre, como sigue:
«la redención de penas por el trabajo obtenida por el interno es incompatible con la concesión de la
libertad condicional anticipada al cumplimiento de las 2/3 partes de la condena» (...), «la propia
limitación que establecía la Disposición Transitoria 2.ª del Reglamento Penitenciario de 1981 (LA LEY
955/1981) (según redacción dada por el Real Decreto 787/1984 (LA LEY 788/1984)) de excluir de los
beneficios penitenciarios de su art. 256 (LA LEY 955/1981) (adelantamiento de la libertad
condicional) a los que disfrutaran de redención --citada en las resoluciones aquí recurridas--
constituye un argumento más en contra del criterio que han aplicado, puesto que con arreglo a esa
anterior normativa no podría realizarse esta anticipación».
En los supuestos en los que el interno está ya en libertad condicional, la redención de penas por el
trabajo sigue desplegando sus efectos reductores de pena por no existir un impedimento legal para
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ello, y así quedaba resuelto por la Audiencia Provincial de Madrid, a partir de los Autos n.º 495/1998
de 5 de mayo, 907/1998 de 16 de julio y 2442/2003, de 16 de octubre, señalando el último citado
que «el art. 100 del Código Penal del año 1973 (LA LEY 1247/1973) únicamente recogía dos
supuestos en los que no se podía redimir la pena por el trabajo, no refiriéndose ninguno de ellos a la
libertad condicional que por otro lado está considerada como la última fase de cumplimiento de la
condena». Igual consideración se ha puesto de manifiesto por la misma Sala de Madrid en Auto n.º
2115/2003, de 23 de septiembre, en relación con los supuestos de internos en Centro de Inserción
Social redimiendo en tercer grado por su trabajo exterior.
B) Redención extraordinaria
La redención extraordinaria y los efectos asociados a ella --un día por cada jornada de trabajo, con
un límite de ciento setenta y cinco días al año-- se encuentran regulados en el art. 71.3 de la Sección
segunda relativa a las clases de trabajo a realizar y su regulación a efectos de la redención de penas,
del Reglamento de los Servicios de Prisiones de 2 de febrero de 1956 (LA LEY 1726/2004), declarado
vigente en la ejecución de las penas impuestas con arreglo al Código Penal de 1973 (LA LEY
1247/1973) por la Disposición Transitoria Primera del Reglamento Penitenciario de 1996 (LA LEY
664/1996), estableciendo como condiciones de su aplicación la concurrencia de especiales
circunstancias de laboriosidad, disciplina y rendimiento en el trabajo (10) . Este tipo de redenciones,
de menor incidencia práctica, no se basan en la prestación del trabajo, sino en la forma concreta en
que se desarrolla dicha labor o actividad, requiriendo que concurran tales circunstancias especiales
conforme al citado art. 71.3 del Reglamento de 1956. O, como ha resuelto la Audiencia Provincial de
Lleida en Auto n.º 432/2002, de 20 de junio, para diferenciar este modo de redención de las
ordinarias, «aun cuando es cierto que las redenciones extraordinarias por el trabajo exigen como
presupuesto básico los mismos requisitos que las ordinarias, ha de concurrir un plus de méritos
reales en la forma concreta de efectuar el trabajo» (11) .
Esta forma de reducción del cumplimiento de las penas, que como se ha visto excede de las
condiciones establecidas en el art. 100 del Código Penal de 1973 (LA LEY 1247/1973) --un día de
redención por cada dos de trabajo--, aunque se incluya entre las recompensas que preveía el art. 105
del Reglamento Penitenciario de 1981 (LA LEY 955/1981) y prevé el vigente Reglamento en su art.
263 (LA LEY 664/1996) para dotarla de cobertura legal por remisión al art. 46 de la Ley Orgánica
General Penitenciaria (LA LEY 2030/1979), no por eso deja de participar del régimen específico para
las redenciones por el trabajo establecidos en los arts. 65 a 73 (LA LEY 3/1956) del citado
Reglamento de los Servicios de Prisiones, pues como se ha señalado por la Audiencia Provincial de
Madrid, en Auto n.º 1748/2001 de 22 de septiembre, destacando su asimilación a las recompensas
penitenciarias, «reconocida la posibilidad de la redención extraordinaria en un artículo, el 71 (LA LEY
3/1956), de este último Reglamento (...), no hay razón para considerarlo separadamente del resto de
las disposiciones contenidas en esa regulación, aunque la cobertura legal de esas disposiciones
reglamentarias sea diferente en la redención ordinaria y la extraordinaria. Desde otro punto de vista,
coinciden, sin embargo, los presupuestos de las recompensas y los de la redención extraordinaria,
pues en aquéllas y en ésta se exige la concurrencia de circunstancias especiales en el interno: de
«buena conducta, espíritu de trabajo y sentido de responsabilidad», en las primeras, de
«laboriosidad, disciplina y rendimiento en el trabajo», en el citado art. 71 (LA LEY 3/1956). Esto es,
no basta la realización normal del trabajo, sino que se exige un «plus» en el comportamiento,
esfuerzo o dedicación del interno que le haga merecedor de ese beneficio, de los más favorables para
el interno en cuanto recorta considerablemente el tiempo de prisión, duplicando los efectos del
cumplimiento».
Respecto a qué específicas actividades tienen cabida en los supuestos de redención extraordinaria, la
redacción del precepto que las regula no establece una enumeración determinada siempre que
concurran los requisitos expresados, por lo que la necesaria homologación de tales actividades ha de
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normas para la determinación de las sanciones correspondientes, exigiendo a tal efecto, para
considerar que existe repetición de la infracción, la firmeza de la sanción cometida.
En cualquier caso, como recuerda más recientemente la Audiencia Provincial de Las Palmas en su
Auto n.º 551/2003, de 20 de noviembre, la inexistencia de esa resolución judicial aprobando la
propuesta de baja en el régimen de redención y, en consecuencia, la ausencia de notificación de la
misma, lleva como lógica la declaración de nulidad de la decisión de no computar el tiempo a que se
refiere el recurso para la redención de penas por el trabajo, pues la falta de notificación llevaría
consigo la producción de indefensión, que proscribe el art. 24 de la Constitución Española (LA LEY
2500/1978), puesto que si no, se le privarían de los recursos que la Ley establece contra las
resoluciones del Juez de Vigilancia. En este sentido garantista se han expresado los Autos n.º
83/2002, de 2 de diciembre, de la Audiencia Provincial de Cáceres, y n.º 25/2003, de 12 de febrero,
de la Audiencia Provincial de Albacete.
En la cuestión relativa a si las causas de pérdida de los beneficios de las redenciones ordinarias lo
son también de las extraordinarias, ni los escasos preceptos vigentes del citado Reglamento de 1956
(LA LEY 3/1956), ni del derogado Código Penal de 1973 (LA LEY 1247/1973), ofrecen un tratamiento
distinto de ambos tipos de redenciones. Además de este criterio sistemático, se ofrece por la
Audiencia Provincial de Cádiz, en Auto de 13 de septiembre de 1999, un criterio normativo, «ya que
la Sección Segunda del aludido Reglamento de Prisiones regula conjuntamente en los arts. 65 (LA
LEY 3/1956) y siguientes ambos tipos de redenciones, dedicando la Sección Tercera, en la que se
incluye el art. 73 (LA LEY 3/1956), a las causas por las que se pierde el beneficio de redención y
rehabilitación, con lo que las causas allí enumeradas son de aplicación tanto a las redenciones
ordinarias como a las extraordinarias, las cuales no pueden confundirse con las denominadas
recompensas, ya que son diferentes los requisitos de su concesión y la finalidad de las mismas».
Finalmente, en lo relativo a las bajas en redención para presos preventivos, se ha pronunciado la
Audiencia Provincial de Madrid, en Auto n.º 1163/2001, de 19 de junio, como sigue: «cuando se trata
de preventivos, como la aplicación de la redención está condicionada a la posterior adquisición de la
condición de penado, difícilmente pueden dictarse las correspondientes resoluciones de baja y alta en
redención hasta que inicie el cumplimiento de la condena, ni puede proponerse hasta ese momento la
aprobación de las redenciones. Es más, en esos casos puede admitirse que en una resolución
posterior al inicio de cumplimiento de la condena se apruebe al mismo tiempo la redención propuesta
y las correspondientes altas y bajas en redención, posibilitando así que el interno pueda impugnar, no
sólo el tiempo de redención reconocido, sino si en su momento se dieron o no las condiciones para la
suspensión de la redención, pues, en definitiva, lo importante es posibilitar el control judicial de las
condiciones de la redención y el ejercicio de su defensa por el penado».
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los Códigos de 1932, 1944, 1973, ni en los Reglamentos de los Servicios de Presidios y Prisiones de
5 de marzo de 1948 y 2 de febrero de 1956 (LA LEY 3/1956), se hace referencia alguna al mismo.
Habría que esperar hasta la aprobación del RP de 1981 para reencontrar este beneficio penitenciario
en su art. 256 (LA LEY 955/1981)» (13) . La consecuencia práctica de la reincorporación de dicho
beneficio será la conjunción normativa con la institución de la redención de penas por el trabajo,
prevista en el art. 100 del Código Penal de 1973 (LA LEY 1247/1973), circunstancia de solapamiento
que dará lugar a múltiples cuestiones prácticas y a una surtida agrupación de críticas doctrinales. La
falta de respaldo legal del citado art. 256 del Reglamento penitenciario de 1981 (LA LEY 955/1981)
supuso la inclusión en el Código Penal de esta modalidad de libertad condicional adelantada en el art.
91 (LA LEY 3996/1995), que se verá finalmente desarrollada en el art. 205 del Reglamento
Penitenciario vigente (LA LEY 664/1996).
El adelantamiento de la libertad condicional exige así, en virtud de lo dispuesto en el art. 91.1 CP (LA
LEY 3996/1995) (14) , la extinción de las dos terceras partes de la condena, así como el
merecimiento de tal beneficio por haber desarrollado continuadamente actividades laborales,
culturales u ocupacionales. El término «excepcionalmente» con el que da inicio el precepto citado ha
sido interpretado en reciente Auto n.º 108/2003, de 12 de diciembre, por la Audiencia Provincial de
Cádiz, en el sentido de resaltar el carácter premial de este beneficio (15) , que de este modo
adquiere caracteres propios de las recompensas. No obstante, tal excepcionalidad ha sido explicada
dentro de unos límites, también recientemente, en Auto n.º 700/2003, de 24 de noviembre de la
Audiencia Provincial de Zaragoza, en el sentido de no exigir que se alcance un nivel de participación
excepcional. Se veta, en cualquier caso, sin posibilidad de exención, con la nueva redacción tras la
Ley 7/2003 (LA LEY 1123/2003), la aplicación de este beneficio a los penados por delitos de
terrorismo o cometidos en el seno de organizaciones criminales. Por otra parte, para la concesión de
tal beneficio, por el Juez de Vigilancia a propuesta de Instituciones Penitenciarias, han de entenderse
cumplidos los demás requisitos necesarios para el acceso a la libertad condicional a excepción del
cumplimiento de las tres cuartas partes en virtud del art. 91.1 CP (LA LEY 3996/1995).
El art. 205 del Reglamento penitenciario añade que serán las Juntas de Tratamiento de los Centros
penitenciarios, las que previa emisión de un pronóstico individualizado y favorable de reinserción
social, podrán proponer al Juez de Vigilancia competente el adelantamiento de la libertad condicional.
En este sentido, el art. 204 del Reglamento (LA LEY 664/1996) hace referencia a tal propuesta,
indicando que la misma requerirá, en todo caso, «la ponderación razonada de los factores que la
motivan, así como la acreditación de la concurrencia de buena conducta, el trabajo, la participación
del interesado en las actividades de reeducación y de reinserción social y la evolución positiva en el
proceso de reinserción».
El pronóstico de reinserción social al que hace referencia el art. 205 (LA LEY 664/1996) puede
contemplarse a la luz de la interpretación que ofrece la Audiencia Provincial de Madrid en Auto n.º
682/2000 de 25 de mayo, como sigue: «El pronóstico de reinserción social ha de existir (...), y no
puede eludirse el requisito o hacer como si no existiera. No puede sin embargo olvidarse que todo
juicio de probabilidad está sujeto a error y, si es un juicio de futuro, más aún. Y aquí tres
consideraciones: 1) El juicio no puede ser voluntarista ni inspirarse en la piedad sino que ha de ser
razonable; 2) El juicio no puede tampoco emitirse desde el miedo absoluto al error aun sabiendo que
ese error, de producirse, puede traer consecuencias dolorosas para el propio interno, y caso de
delinquir, para terceros totalmente inocentes y cuyos derechos deben ser salvaguardados por el
derecho penal y el penitenciario; ni menos aún desde el miedo a un reproche, en ocasiones
dolorosamente injusto, que tiende a convertir en partícipe del eventual delito del liberado al autor del
pronóstico que, a priori razonable, resultó a posteriori equivocado; y 3) Es lícito en este pronóstico
conjugar los factores que permiten que se trate de un vaticinio autocumplido, esto es, el pronóstico
puede resultar más o menos favorable en función de las condiciones económicas, sociales, familiares,
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y, en su caso, el daño o entorpecimiento producido al servicio público, así como la naturaleza de los
daños y perjuicios causados por el delito, el número de perjudicados y su condición».
Al respecto, el Consejo General del Poder Judicial había expresado en su Informe a la Ley Orgánica
7/2003 (LA LEY 1123/2003) que «el requisito de la satisfacción de las responsabilidades civiles para
acceder al tercer grado o a la libertad condicional no puede ser establecido como condición absoluta
para el disfrute del beneficio sino que debe abordarse desde una perspectiva preventivo-especial,
exigiendo que el penado haya puesto de manifiesto la tendencia a adecuar su conducta al respeto de
la norma y a la víctima de su delito (...). Entiende este Consejo que el acceso al tercer grado o a la
libertad condicional no puede ser condicionado al previo pago de la indemnización señalada en la
sentencia. La vía de apremio de la que dispone el Tribunal constituye suficiente garantía para la
reparación del daño. Se trata de que el comportamiento postdelictivo observado por el penado es una
circunstancia de especial significación a los efectos de realizar el juicio pronóstico de conducta
futura» (16) .
El desarrollo de aplicación práctica de la norma se articulaba en la Instrucción 2/2004, de 16 de
junio, que modificaba y sustituye a la anterior 9/2003, de 25 de julio (17) , de la Dirección General
de Instituciones Penitenciarias, y que contiene las «Indicaciones para la adecuación del procedimiento
de actuación de las Juntas de Tratamiento a las modificaciones normativas introducidas por la Ley
Orgánica 7/2003, de 30 de junio, de medidas de reforma para el cumplimiento íntegro y efectivo de
las penas (LA LEY 1123/2003)». En tales indicaciones se confirma el carácter de los requisitos
aludidos y se califica el primero de objetivo y el resto de «eminentemente valorativos». El
procedimiento para resolver la exigencia del requisito primero (objetivo) será «confirmar ante el
Tribunal sentenciador tal cumplimiento o la declaración de insolvencia del penado en la sentencia
condenatoria, por lo que se solicitará del Tribunal sentenciador el informe correspondiente o una
copia de la pieza de responsabilidad civil. En el caso de los criterios valorativos sobre el
comportamiento postdelictual del interno recogidos en el n.º 5 del art. 72 de la LOGP (LA LEY
2030/1979), éstos serán valorados ponderadamente por la Junta de Tratamiento a la hora de realizar
las propuestas de tercer grado, siendo necesario acompañar a la propuesta copia de la resolución
judicial de declaración de insolvencia del penado dictada en los correspondientes procesos penales,
así como justificar la situación económica actual del interno que le impide afrontar el pago (extracto
de la hoja de peculio que refleje la escasez de ingresos, informe de los servicios sociales al
respecto...), y el compromiso firmado por el mismo de comenzar a satisfacerla si durante el tercer
grado o el disfrute de la libertad condicional desarrolla un trabajo remunerado. Si el interno ya
viniere pagando fraccionadamente la responsabilidad civil se señalará y documentará tal extremo. En
los supuestos expresamente previstos en el art. 72.5 de la LOGP (LA LEY 2030/1979) --delitos
patrimoniales de notoria gravedad y perjuicio a generalidad de personas, contra los derechos de los
trabajadores, contra la Hacienda Pública y contra la Seguridad Social y contra la Administración
Pública comprendidos en los capítulos V al IX del Título XIX del Libro II del Código Penal-- se deberá
exigir, en todo caso, el criterio objetivo, es decir que el penado haya satisfecho la responsabilidad
civil o presente el aval suficiente de que podrá hacerlo en un futuro. Lógicamente, las Juntas de
Tratamiento deberán tener en cuenta el cumplimiento del requisito establecido en el art. 72.5 de la
Ley Orgánica General Penitenciaria (LA LEY 2030/1979) para los acuerdos de clasificación inicial en
tercer grado de penados a condenas de hasta un año que tengan la consideración de resolución,
conforme al art. 103.7 del Reglamento Penitenciario (LA LEY 664/1996)».
Ésta, que ha sido novedad valorada positivamente por parte de la doctrina, no está exenta de
dificultades en la aplicación práctica. Así, el usual problema de la insolvencia ante la exigibilidad
legal del pago de la responsabilidad civil para el acceso al tercer grado, y consecuentemente a la
libertad condicional, también en su modalidad de beneficio penitenciario por otorgarse adelantada,
que se prescribe en el nuevo art. 90.1 CP (LA LEY 3996/1995) y por derivación en el 91.1 CP (LA LEY
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3996/1995), puede desembocar en supuestos insolubles, habida cuenta que en muchos casos, como
se ha resuelto revocando la denegación y acordando la libertad condicional en Auto de la Audiencia
Provincial de Madrid de 27 de abril de 2004, «la libertad es la única forma de conseguir trabajo y con
ello de, eventualmente, satisfacer lo debido en concepto de responsabilidad civil, y lo que no puede
hacer la ley es exigir lo imposible, y menos aún incurrir en un círculo vicioso, en el que la posibilidad
de pago pase por la libertad (o la semilibertad) y ésta no sea alcanzable por imposibilidad de pago».
Con anterioridad, abría esa misma vía la Audiencia Provincial de Barcelona, que por Auto de 17 de
febrero de 2004, adoptaba la sensata postura como sigue: «si bien es cierto que no ha satisfecho la
responsabilidad civil, de acuerdo con el art. 72.5 de la citada LOGP (LA LEY 2030/1979), deben
tenerse en cuenta también "... las circunstancias personales y patrimoniales del culpable, a efectos de
valorar su capacidad real presente y futura para satisfacer la responsabilidad civil que le
correspondiera;...", es decir se debe tener en consideración su capacidad de abono y habiéndose
dictado auto declarándolo insolvente por el momento debe entenderse acreditada una imposibilidad
real de satisfacer la responsabilidad civil a la que fue condenado. Nótese además, que la suspensión
de la ejecución de la pena privativa de libertad (remisión condicional) puede ser concedida a quienes
no satisficieran la responsabilidad civil si se declarara su imposibilidad total o parcial de que el
condenado pueda hacer frente a las mismas de acuerdo con el art. 81.3.º del Código Penal. No es
congruente que sea posible dejar de cumplir toda pena privativa de libertad impuesta por la falta de
satisfacción de la responsabilidad civil en caso de imposibilidad de hacer frente a la misma y en
cambio se tengan mayores exigencias para otorgar la libertad condicional cuando ya se ha cumplido
una parte relevante de la pena impuesta».
A) La novedad introducida por la Ley 7/2003 (LA LEY 1123/2003): El adelantamiento cualificado de la
libertad condicional (18)
La más sugerente novedad de la reforma introducida por Ley Orgánica 7/2003, de 30 de junio (LA
LEY 1123/2003), en el ámbito de la ejecución penal, localizada en el art. 91.2 CP (LA LEY
3996/1995), es la aparición del que ha sido denominado por la Instrucción 2/2004 «beneficio
penitenciario cualificado» que, como se recuerda en la misma, no es aplicable a penados por delitos
de terrorismo o integrantes de organizaciones delictivas. Se trata, en cualquier caso, de un nuevo
supuesto sobre la base de la excepcionalidad, de anticipación de la salida, que no aparecía ni en el
Anteproyecto ni en el Proyecto de Ley Orgánica presentado por el Gobierno y que, introducido por
enmienda del grupo catalán CiU, viene a conformar el envés positivo de una regulación caracterizada
por el endurecimiento de la ejecución y la pérdida de flexibilidad en el sistema de individualización
científica. No obstante, con esta figura parece restituirse la posibilidad para el penado, anterior a la
vigencia del Código Penal de 1995, de cumplir aproximadamente la mitad de la condena, que si bien
era el resultado de una deformación de la práctica sumándose la redención ordinaria y extraordinaria
con el posterior acceso a la libertad condicional, no deja de suponer un favorable estímulo para el
penado en su vida participativa y regimental, así como un interesante impulso de los programas de
reparación a las víctimas del delito.
Se trata, en fin, de un precepto complejo y de confusa redacción a partir del cual un interno que se
halle en tercer grado de tratamiento penitenciario, cumplida la mitad de su condena, que haya
observado buena conducta y respecto del mismo se emita un pronóstico individualizado y favorable
de reinserción social, que asimismo haya satisfecho la responsabilidad civil ex delictum y
desarrollado continuadamente actividades laborales, culturales u ocupacionales y acreditado, además,
una participación efectiva y favorable en programas de reparación a las víctimas o programas de
tratamiento o desintoxicación, en su caso, podrá ser propuesto por el Equipo Técnico de Tratamiento
para que el Juez de Vigilancia pueda acordar, previo informe del Ministerio Fiscal y de las demás
partes, el adelantamiento de la libertad condicional en relación con el plazo previsto en el art. 91.1
CP (LA LEY 3996/1995), relativo a las dos terceras partes, hasta un máximo de noventa días por año
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3. El indulto particular
Como reminiscencia de una posibilidad histórica permanece en nuestra legislación penitenciaria el
indulto particular, que supuso el instrumento de mayor utilidad para el acortamiento de la condena
cuando aún no existía la libertad condicional y, especialmente, habiendo desaparecido la
decimonónica institución de la rebaja de penas (20) .
No obstante, la institución del indulto, como tal beneficio penitenciario, no supone propiamente una
especialidad en el sistema de ejecución de la pena, pues la concesión queda en manos del Gobierno y
únicamente su fase inicial en el procedimiento de solicitud tiene alguna particularidad reseñable. Así,
los trámites para su efectiva concesión pasan en primer término por la propuesta motivada del
Equipo Técnico a la Junta de Tratamiento. La solicitud de ésta al Juez de Vigilancia Penitenciaria
instando su tramitación en la cuantía que aconsejen las circunstancias. La aprobación y remisión del
anterior de tal solicitud al Ministerio de Justicia y éste al Consejo de Ministros, que si lo aprueba lo
remitirá al Rey para su resolución definitiva. En última instancia quedaría la comunicación a la
Dirección del Centro penitenciario de la concesión o no del beneficio y la reactualización de los
cálculos con abono de la cuantía de tiempo concedido.
Al igual que el indulto no penitenciario, encuentra su regulación en la Ley provisional de 18 de junio
de 1870, estableciendo Reglas para el Ejercicio de la Gracia de Indulto, modificada por Ley 1/1988,
de 14 de enero; así como en el art. 18.3 LOPJ (LA LEY 1694/1985); y en la Orden Ministerial de 10
de septiembre de 1993, por la que se dan instrucciones sobre la tramitación de solicitudes de indulto.
Si bien en la práctica se ha recurrido en escasas ocasiones a tal beneficio, corresponde, en cualquier
caso, iniciar la tramitación del procedimiento a la Administración penitenciaria, pues como se
confirma en el Auto del Juzgado de Vigilancia de Ocaña, de 23 de abril de 2002: «se trata de un
mecanismo vinculado a la evolución favorable de la persona del recluso, para decidir conmutar la
pena cuando esa evolución de su personalidad hiciera inútil, contraproducente o injusta la
continuación de su cumplimiento (...). Es el Equipo Técnico quien tiene un conocimiento directo de la
concurrencia o no de esos méritos extraordinarios en la persona del interno capaces de justificar tal
beneficio», si bien como se afirma en Sentencia del Tribunal Supremo n.º 1586/2003, de 3 de febrero
en ocasiones es lo más ajustado a derecho «poner en marcha los mecanismos reductores previstos en
la legislación penitenciaria y proponer por el Juez de Vigilancia Penitenciaria un posible indulto que
acomode la respuesta penal a la entidad de los hechos».
En todo caso, habrá de ser aprobada tal solicitud por el Juez de Vigilancia Penitenciaria en virtud del
art. 76.2 c) LOGP (LA LEY 2030/1979). No obstante, si bien la competencia para conocer de las
peticiones de indulto corresponde, como beneficio penitenciario, en un primer momento, a las Juntas
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indulto el comportamiento en prisión y fuera de ella del penado pueda, al menos, ser calificado de
aceptable. En otros términos, el art. 206 del Reglamento Penitenciario (LA LEY 1726/2004) n o
permite, haciendo abstracción de la restante historial penal y penitenciaria de un penado, tomar solo
en consideración, aisladamente, los dos últimos años de condena a efectos de considerar si
concurren o no las circunstancias previstas en el precepto».
Por otra parte, si bien la denegación puede llegar, v.gr., por la no aceptación del interno de un
programa individualizado de tratamiento impidiendo, como señala el Auto n.º 586/2003 de la
Audiencia Provincial de Lleida, «apreciar la concurrencia del tercer requisito previsto en el art. 206
del Reglamento penitenciario (LA LEY 1726/2004)» ; o p o r n o h a b e r c o n c u r r i d o e n g r a d o
extraordinario el citado requisito tercero, como se advierte por la Audiencia Provincial de Barcelona
en Auto de 18 de febrero de 2004, «la denegación, aunque prima faciae pudiera parecerlo, no
significa que el Juez de Vigilancia Penitenciaria tenga indirectamente conferidas facultades de
denegación del indulto --lo que sería contrario al art. 62.i) de la Constitución Española--, sino tan
solo el cierre de la vía específica de propuesta de indulto, dejando incólume las vías "ordinarias" de
los arts. 19 y siguientes de la Ley de Indulto».
Otra vía de aplicación del beneficio del indulto es la relativa a los casos en que el indulto particular
se activa como solución ante penas excesivas en materia de acumulación. En este sentido, se trataría
de atender a los supuestos previstos en el art. 4.3 del Código Penal (LA LEY 3996/1995) (22) , para
evitar, como se afirma en el Auto del Juzgado de lo penal n.º 4 de Alicante, de 5 de septiembre de
2002, «que de la rigurosa aplicación de las disposiciones de la Ley (...), resultase una pena
notablemente excesiva atendiendo al mal causado por los delitos y las circunstancias personales del
reo», tratándose de un supuesto en que el penado debía cumplir un total de más de cuarenta y un
años de privación de libertad (de los que ya había extinguido una buena parte) como autor de varios
delitos de robo, tenencia ilícita de armas, detención ilegal, injurias y desacato. En tales casos, como
se afirma en el citado Auto, «una privación de libertad de más de cuarenta años por los delitos
cometidos (...), se aleja del principio de humanidad de las penas que debe caracterizar el Derecho
Penal del Estado Democrático, máxime cuando el mal causado por el delito no es de extrema
gravedad».
La exigencia de motivación para las resoluciones judiciales es objeto de conocimiento del Tribunal
Constitucional en materia de indultos penitenciarios en la Sentencia n.º 163/2002, de 16 de
septiembre, que a este respecto expresa tal exigible fundamentación en los términos que siguen: «El
déficit de fundamentación imputado al Acuerdo del Equipo Técnico no es en sí mismo constitutivo de
una vulneración autónoma de un derecho fundamental susceptible de amparo, por más que, en caso
de verificarse, supusiese la infracción del art. 54.1 f) de la Ley 30/1992 (LA LEY 3279/1992) y,
consiguientemente, la lesión de la interdicción de la arbitrariedad de los poderes públicos (art. 9.3 CE
(LA LEY 2500/1978)). La vulneración del derecho fundamental a la tutela judicial efectiva se achaca
por el recurrente, como no podía ser de otro modo, a los órganos judiciales porque su rechazo a
revisar el acto administrativo al considerarlo no fiscalizable supone denegar al recurrente la respuesta
solicitada sobre las condiciones necesarias para la tramitación de un indulto particular conforme al
art. 206 del Reglamento Penitenciario (LA LEY 1726/2004)» (...), «no obstante, existen diversos
supuestos en los que se exige un específico y reforzado deber de motivación (por todas SSTC
116/1998, de 2 de junio, F. 4; y 5/2002, de 14 de enero, F. 2). Así sucede, en lo que ahora interesa,
en los casos en que la resolución judicial decide sobre una materia conectada con otros derechos
fundamentales o libertades públicas o incide de alguna manera en la libertad como valor superior del
ordenamiento jurídico. En particular, resulta afectada la libertad como valor superior del
ordenamiento jurídico cuando las resoluciones judiciales adoptan decisiones sobre beneficios
penitenciarios, como la libertad condicional (STC 79/1998, de 1 de abril, F. 4), o sobre los permisos
de salida (por todas, SSTC 2/1997, de 13 de enero, F. 2; 79/1998, de 1 de abril, F. 4; y 109/2000, de
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según informe médico, se trate de enfermos muy graves, con padecimientos incurables». Del mismo
modo, el art. 104 del Reglamento Penitenciario (LA LEY 664/1996) recoge casos especiales para el
procedimiento de clasificación. En este sentido, el apartado 4.º del mismo dispone que «los penados
enfermos muy graves con padecimientos incurables, según informe médico, con independencia de las
variables intervinientes en el proceso de clasificación, podrán ser clasificados en tercer grado por
razones humanitarias y de dignidad personal, atendiendo a la dificultad para delinquir y a su escasa
peligrosidad». Éstos últimos son los criterios que suponen un filtro al automatismo en la concesión
de tal posibilidad anticipadora de la salida. En este sentido, el pronóstico individualizado y favorable
de reinserción social habrá de acompañarse de los informes emitidos por especialistas en
gerontología y peritos en prognosis criminal y ciencias de la conducta, para ser ponderados por el
Juez de Vigilancia.
En esta materia se expresó el máximo intérprete Constitucional consolidando una línea de aplicación
y los fundamentos de tal institución a partir de su Sentencia 48/1996, de 25 de marzo, en virtud de
la cual «la puesta en libertad condicional de quienes padezcan una enfermedad muy grave y además
incurable tiene su fundamento en el riesgo cierto que para su vida y su integridad física, su salud en
suma, pueda suponer la permanencia en el recinto carcelario. Por consiguiente, no exige la existencia
de un peligro inminente o inmediato ni tampoco significa que cualquier dolencia irreversible
provoque el paso al tercer grado penitenciario, si no se dieren las otras circunstancias antes
indicadas, además de las previstas en el Código Penal, entre ellas, como aquí ocurre, la menor
peligrosidad de los así libertos por su primera capacidad disminuida. En definitiva, no pietatis causa
sino por criterios enraizados en la justicia como resultado de conjugar los valores constitucionales
implicados en esta situación límite, insoluble de otra guisa».
Asimismo explicativa del interés humanitarista legislativo e ilustrativa en esta materia surge la más
reciente argumentación de la Audiencia Provincial de Madrid desplegada en el Auto n.º 1418/1999, de
30 de noviembre, como sigue: «Las razones de estas normas pueden en síntesis encontrarse en el
respeto a la vida y a la integridad física y moral como derechos fundamentales más fácilmente
vulnerables en prisión que fuera de ella, en la prohibición constitucional de penas inhumanas que,
aunque no sean en abstracto reputadas como tales en nuestra cultura, pueden en concreto y en
ejecución devenir tales si el sufrimiento inherente a la enfermedad supone un añadido o cargo
adicional al que supone la pena tal que el cumplimiento de ésta lleve al preso (y a tercero, muchas
veces) a simas de dolor. Ciertamente la ley, tanto el Código Penal derogado como el vigente exigen
además de la presencia de la enfermedad unas ciertas garantías de hacer vida honrada en libertad
(texto refundido de 1973) que se concretan en un pronóstico individualizado y favorable a dicha vida
honrada (Código de 1995). Pero este requisito debe analizarse, si bien siempre con prudencia,
también con elasticidad. Pues en una tierra como la nuestra más proclive a buscar culpables que a
buscar soluciones el miedo al error siempre posible en ese pronóstico podría tener tales efectos
paralizantes que jamás nadie arriesgara el vaticinio salvo en los supuestos de enfermedades en fases
tan avanzadas y tan terriblemente incapacitantes en que pudiera afirmarse la imposibilidad física de
delinquir. Y ello sería tanto como reducir el beneficio de libertad condicional al derecho a sobrevivir
(si acaso) y a agonizar y morir, como si la vida en libertad, por condicional que sea ésta, fuera un
concepto compatible con tan pobres extremos y no se extendiera a la capacidad de convivencia, de
dar, además de recibir, y de integrarse lo más plenamente posible en la sociedad a la que siempre se
afirma que el preso no ha dejado de pertenecer. Así pues, si en el presente momento la presencia de
enfermedades graves y con sufrimientos incurables es patente (...), su capacidad criminal aunque
persista (cabría preguntarse en quién no), está atenuada, el pronóstico de vida no es muy largo, el
riesgo de acordar la libertad condicional es asumible y sobre todo es preferible al riesgo, si no es ya
lesión, de estar sometiendo a un preso a una pena que por sus circunstancias es inhumano que
cumpla. Pues sólo la función retributiva de la pena puede explicar la presencia en prisión hasta la
pre-agonía y esa retribución sumada a la enfermedad sería cruel, y carece de sentido orientar a la
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reinserción a quien sólo hubiera de salir de prisión para agonizar y morir. Puede, sin embargo,
añadirse a la condición general de no delinquir durante la libertad, la cautela de acordar que quede
bajo acogida en la Asociación Horizontes Abiertos, ofrecida por el Organismo Autónomo de Trabajo y
Prestaciones Penitenciarias».
No obstante, también expresando el contenido efectivo de los requisitos reglamentarios aludidos, la
Audiencia Provincial de Madrid, en Auto n.º 212/2003, de 13 de junio, nos aporta una visión más
restrictiva cuando afirma que «no basta pues para la obtención de la libertad condicional la
constatación del dato objetivo de la enfermedad grave con un pronóstico fatal inevitable con los
conocimientos actuales de la ciencia, sino que también ha de valorarse la previsibilidad acerca del
comportamiento del penado de forma tal que aun concurriendo la primera, puede denegarse la
libertad cuando no exista la razonable impresión de que el penado no delinquirá, exigencia esta que
resulta tanto de lo prevenido en el art. 90.1.3.ª del Código Penal (LA LEY 3996/1995), que requiere
que el penado haya observado buena conducta y exige constancia de un pronóstico favorable de
reinserción social». En este sentido restrictivo se han expresado igualmente, desestimando
pretensiones de libertad condicional bajo estos presupuestos, entre otros, los Autos n.º 720/2000 de
31 de enero, 148/2001 de 25 de enero y 516/2002 de 19 de noviembre, 1545/2003 de 26 de junio, y
454/2003 de 17 de octubre de la Audiencia Provincial de Madrid, así como el más reciente Auto n.º
251/2004, de 23 de marzo de la Audiencia Provincial de Zaragoza. En cambio, en sentido contrario,
se han revocado denegaciones de libertad condicional en tal modalidad de beneficio humanitarista,
en los Autos n.º 682/2000, de 25 de mayo, de la Audiencia Provincial de Madrid; n.º 619/2002, de
25 de noviembre, de la Audiencia Provincial de Zaragoza; y en las Sentencias n.º 9/2002, de 14 de
enero y 353/2001, de 15 de octubre, de la Audiencia Provincial de Girona.
La vigencia de la Ley Orgánica 7/2003, de 30 de junio (LA LEY 1123/2003), ha supuesto algunas
cuestiones exegéticas que han sido subsanadas en esta materia por la Instrucción 2/2004 de la
Dirección General de Instituciones Penitenciarias, reiterando lo dispuesto en la anterior Instrucción
9/2003, en estos términos: «Al no haberse visto reformado el art. 92 del Código Penal (LA LEY
3996/1995) en lo relativo a la dispensa del requisito de cumplimiento de las tres cuartas partes o, en
su caso, dos terceras de la condena para la concesión de la libertad condicional a enfermos muy
graves con padecimientos incurables, debe entenderse que las propuestas y resoluciones de tercer
grado formuladas sobre la base de las previsiones del art. 104.4 del Reglamento Penitenciario (LA
LEY 664/1996)no resultan afectadas por el «período de seguridad». En consecuencia, pueden
realizarse tales propuestas con independencia del tiempo de condena extinguido, por razones de
humanidad y de dignidad personal».
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(1) Como recordara Antón Oneca, delimitando el alcance del indulto como instrumento individualizador, «ciertas instituciones
individualizadoras modernas, como la libertad condicional, la sentencia indeterminada, la condena condicional y el perdón
judicial, harían innecesaria la única aplicación aceptable que hoy puede tener el indulto como instrumento, aunque imperfecto,
de individualización». Cfr. Antón Oneca, J.: Derecho Penal. Tomo I. Parte General, Madrid, 1949 (2.ª Ed. Anotada y puesta al día
por Hernández Guijarro, J. J. y Beneytez Merino, L., Madrid, 1986, por la que se cita), págs. 608 y ss.
(2) Vid., al respecto de la diversidad de concepciones en lo relativo a tales beneficios, García Valdés, C.: Comentarios a la
legislación penitenciaria. 2.ª ed. 1.ª reimpresión, Madrid, 1995, págs. 142 y ss.; el mismo: «Beneficios Penitenciarios», en
Derecho Penitenciario (Escritos, 1982-1989). Madrid, 1989, págs. 239 y ss.; Bueno Arús, F.: «Los beneficios penitenciarios
después de la Ley Orgánica General Penitenciaria», en Revista de Estudios Penitenciarios, Extra 1, 1989, págs. 51 y ss.; el
mismo: «Los beneficios penitenciarios a la luz del Código penal y de la legislación penitenciaria vigentes», en VV.AA., Cerezo Mir,
J., Suárez Montes, R. F. Beristain Ipiña, A., Romeo Casabona, C. M. (Eds.), El nuevo Código Penal: presupuestos y
fundamentos. Libro Homenaje al Profesor Doctor Don Ángel Torío López. Granada, 1999, págs. 575 y ss.; el mismo: «Los
beneficios penitenciarios», en VI Reunión de Jueces de Vigilancia Penitenciaria. Consejo General del Poder Judicial, Madrid,
1994, págs. 203 y ss.; más recientemente, Gracia Martín, L.: «La ejecución de las penas privativas de libertad», en Gracia
Martín, L. (Coord.), Boldova Pasamar, M. A., Alastuey Dobón, M. C.: Las consecuencias jurídicas del delito en el nuevo Código
penal español. Valencia, 1996, págs. 305 y ss.; García Albero, R.: «Beneficios penitenciarios», en Tamarit Sumalla, J. M.,
Sapena Grau, F., García Albero, R.: Curso de Derecho penitenciario. Barcelona, 1996, págs. 136 y ss.; Armenta González-
Palenzuela, F. J., Rodríguez Ramírez, V.: Reglamento penitenciario comentado. Sevilla, 1999, págs. 335 y ss.; Sanz Delgado,
E.: «Beneficios penitenciarios», en Diccionario de Ciencias Penales. Madrid, 2000, pág. 83; Vega Alocén, M.: La libertad
condicional en el Derecho español. Madrid, 2001, págs. 117 y ss.; el mismo: «La naturaleza jurídica de la libertad condicional»,
en Revista de Estudios Penitenciarios n.º 249, 2002, págs. 177 y ss.; Fernández García, J.: «Beneficios penitenciarios», en
Fernández García, J., Pérez Cepeda, A., Sanz Mulas, N., Zúñiga Rodríguez, L., [Berdugo Gómez de la Torre, I., Zúñiga Rodríguez,
L. (Coords.)]: Manual de Derecho Penitenciario. Salamanca, 2001, págs. 377 y ss.; Cervelló Donderis, V.: Derecho
penitenciario. Valencia, 2001, págs. 239 y ss.; Martín Diz, F.: El juez de vigilancia penitenciaria. Garante de los derechos de los
reclusos. Granada, 2002, págs. 170 y ss.; Téllez Aguilera, A.: «La Ley de cumplimiento íntegro y efectivo de las penas: Una
nota de urgencia», en Revista Jurídica La Ley, n.º 5837, 14 de agosto de 2003, págs. 4 y ss.; el mismo: «La reforma del
Código Penal y sus implicaciones penológicas», en La Ley Penal, n.º 1, enero 2004, pág. 45; Rodríguez Alonso, A.: Lecciones
de Derecho penitenciario. 3. ª ed. Granada, 2003, págs. 339 y ss.; Renart García, F.: La libertad condicional: Nuevo régimen
jurídico. Madrid, 2003, pág. 204; García Albero, R., Tamarit Sumalla, J. M.: La reforma de la ejecución penal. Valencia, 2004,
págs. 71 y ss.
(3) Así se dispone: «2. Corresponde especialmente al Juez de Vigilancia penitenciaria: (...) c) Aprobar las propuestas que formulen
los establecimientos sobre beneficios penitenciarios que puedan suponer acortamiento de la condena»; y «d) Acordar lo que
proceda sobre peticiones y quejas que los internos formulen en relación con el régimen y el tratamiento en cuanto afecte a los
derechos y beneficios penitenciarios».
(4) Vid.Bueno Arús, F.: «Los beneficios penitenciarios...», op. cit., pág. 203.
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(5) Cfr. García Albero, R., Tamarit Sumalla, J. M.: La reforma de la ejecución..., op. cit., pág. 72.
(6) Ante tal indefinición, la extensión conceptual máxima la vino a aportar Bueno Arús, al afirmar que «el término podía haber
abarcado igualmente los permisos de salida y la prisión abierta, que sin duda alguna reducen el tiempo de estancia dentro de los
muros de los establecimientos». Cfr. Bueno Arús, F.: «Los beneficios penitenciarios después de la Ley Orgánica General
Penitenciaria», en Revista de Estudios Penitenciarios, Extra 1, 1989, pág. 51.
(7) Ejemplos jurisprudenciales atinentes a esta diversidad terminológica se hallan en la idea de considerar como un beneficio a la
libertad condicional advertida aún desde el ámbito jurisprudencial, como así sucede en el Auto n.º 16/2004, de 23 de enero, de
la Audiencia Provincial de Soria, que reitera la expresión «beneficio de la libertad condicional»; o en el Auto n.º 635/2003, de 30
de diciembre de la Audiencia Provincial de Las Palmas, con los mismos términos; o equiparando las recompensas penitenciarias
a los beneficios, los términos de la Comisión Disciplinaria del Consejo General del Poder Judicial en Acuerdo de 23 de marzo de
1999, citado en Sentencia del Tribunal Supremo, Sala de lo Contencioso Administrativo, de 13 de octubre de 2003, como
sigue: «al ser competente la Comisión disciplinaria para el otorgamiento de las recompensas reguladas en el art. 46 de la LOGP
y arts. 203 y 204 del Reglamento Penitenciario». En similar consideración, entre los que defienden la libertad condicional como
un beneficio penitenciario, vid.Berdugo Gómez de la Torre, I., Arroyo Zapatero, L., García Rivas, N., Ferré Olivé, J. C., Serrano
Piedecasas, J. R.: Lecciones de Derecho Penal. Parte General. 2.ª ed., Madrid, 1999, pág. 350; en el mismo sentido, Vega
Alocén, M.: «La naturaleza jurídica de la libertad condicional...», op. cit., págs. 177 y ss.
(8) Cfr. Rodríguez Alonso, A.: Lecciones..., op. cit., pág. 341.
(9) Vid., por todos, Vega Alocén, M.: «La naturaleza jurídica de la libertad condicional...», op. cit., págs. 171 y ss.; Renart García,
F.: La libertad condicional... op. cit., págs. 65 y ss.
(10) El citado art. 71.3 dispone: «Igualmente, serán otorgables redenciones extraordinarias en razón a las circunstancias especiales
de laboriosidad, disciplina y rendimiento en el trabajo que a propuesta de la Junta de Régimen --hoy Junta de Tratamiento--
podrán concederse, mediante la misma correspondiente equiparación, por el Patronato, con el límite de uno por cada día de
trabajo y de ciento setenta y cinco días por cada año de cumplimiento efectivo de la pena, compatible con lo establecido en el
párrafo anterior».
(11) Más recientemente, en el mismo sentido, la Audiencia Provincial de Madrid, en Auto n.º 2838/2003, de 28 de noviembre,
expresa al respecto que «la redención extraordinaria requiere de una laboriosidad, disciplina y rendimiento en el trabajo o
actividad especialmente intenso».
(12) En este sentido, el art. 73 RSP establece: «El beneficio de redención de penas por el trabajo se perderá: 1. Cuando se realice
intento de evasión, consiga o no su propósito. En este caso quedará inhabilitado para redimir en lo sucesivo; 2. Por la comisión
de dos faltas graves o muy graves. El penado podrá ser rehabilitado y continuar redimiendo una vez que le haya sido invalidada
en su expediente la anotación de la falta conforme al art. 116 y previa aprobación del Patronato a propuesta de la Junta de
Régimen. Los días ya redimidos serán computables para reducir la pena o penas correspondientes».
(13) Cfr. Renart García, F.: La libertad condicional..., op. cit., pág. 196; con anterioridad, Vega Alocén, M.: La libertad condicional en
el... op. cit., págs. 119 y ss.
(14) El art. 91.1 CP dispone: «Excepcionalmente, cumplidas las circunstancias de los párrafos a) y c) del apartado 1 del art. anterior,
y siempre que no se trate de delitos de terrorismo de la sección segunda del capítulo V del título XXII del libro II de este Código,
o cometidos en el seno de organizaciones criminales, el juez de vigilancia penitenciaria, previo informe del Ministerio Fiscal,
Instituciones Penitenciarias y las demás partes, podrá conceder la libertad condicional a los sentenciados a penas privativas de
libertad que hayan extinguido las dos terceras partes de su condena, siempre que merezcan dicho beneficio por haber
desarrollado continuadamente actividades laborales, culturales u ocupacionales».
(15) En el mismo sentido se ha expresado parte de la doctrina al respecto. vid.Calderón Cerezo, A., Choclán Montalvo, J. A.:
Derecho Penal. Parte General. Tomo I, 2.ª ed., Barcelona, 2001, pág. 494; Renart García, F.: La libertad condicional... op. cit.,
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pág. 206.
(16) Cfr. Consejo General del Poder Judicial: Informes del Consejo... op. cit., págs. 45 y 46.
(17) Vid. Dirección General de Instituciones Penitenciarias: Circulares e Instrucciones de Instituciones Penitenciarias 2002-2003.
Secretaría General Técnica. Madrid, 2004, págs. 88 y ss.
(18) El art. 91.2 CP establece: «A propuesta de Instituciones Penitenciarias y previo informe del Ministerio Fiscal y de las demás
partes, cumplidas las circunstancias de los párrafos a) y c) del apartado 1 del art. anterior, el juez de vigilancia penitenciaria
podrá adelantar, una vez extinguida la mitad de la condena, la concesión de la libertad condicional en relación con el plazo
previsto en el apartado anterior, hasta un máximo de noventa días por cada año transcurrido de cumplimiento efectivo de
condena, siempre que no se trate de delitos de terrorismo de la sección segunda del capítulo V del título XXII o cometidos en el
seno de organizaciones criminales. Esta medida requerirá que el penado haya desarrollado continuamente las actividades
indicadas en el apartado anterior y que acredite, además, la participación efectiva y favorable en programas de reparación a las
víctimas o programas de tratamiento o desintoxicación en su caso».
(19) Vid.Téllez Aguilera, A.: «La Ley de cumplimiento íntegro...», op. cit., pág. 8.
(20) Vid., al respecto de la institución de la rebaja de penas y su conversión circunstancial en el indulto particular Vid.Castejón, F.: La
Legislación Penitenciaria española. Ensayo de sistematización comprende desde el Fuero Juzgo hasta hoy. Madrid, 1914, pág.
279; Antón Oneca, J.: Derecho penal. Parte general... op. cit., págs. 517 y 518; Jiménez de Asúa, L.: Tratado de Derecho
Penal. Tomo I. 3.ª ed. Buenos Aires, 1964, pág. 757; García Valdés, C.: Régimen penitenciario de España (investigación
histórica y sistemática), Madrid, 1975, pág. 30; el mismo: Comentarios a... op. cit., pág. 141; el mismo: «Beneficios
penitenciarios», en Derecho penitenciario (Escritos, 1982-1989), op. cit., pág. 239; el mismo: Del presidio a la prisión
modular. 2.ª ed. Madrid, 1998, pág. 18; el mismo: «Estar mejor y salir antes: premios y beneficios condicionados a la
conducta del recluso en la legislación penitenciaria del XIX y principios del XX», en Anuario de Derecho Penal y Ciencias Penales.
Vol. LIV, 2001, pág. 32; Burillo Albacete, F. J.: El nacimiento de la pena privativa de libertad. Madrid, 1999, pág. 280; y más
extensamente, Sanz Delgado, E.: El humanitarismo penitenciario español del s. XIX. Madrid, 2003, págs. 211 y ss.
(21) A este respecto en términos del máximo intérprete constitucional en Sentencias 82/1986 y 2/87: «existe, ciertamente, un
específico deber de la Administración Penitenciaria de crear y proporcionar los puestos de trabajo que permitan sus
disponibilidades presupuestarias, y un mandato, incluso, al legislador, conforme al art. 53.3 de la CE, de que atienda a la
necesidad de pleno empleo de la población reclusa, según las posibilidades socioeconómicas y sin perder de vista,
precisamente, la indicada finalidad reeducadora y de reinserción social, que por disposición constitucional tiene la pena. Y, desde
el punto de vista subjetivo de quien está cumpliendo pena de prisión, es un derecho de aplicación progresiva, cuya efectividad
se encuentra condicionada a los medios de que disponga la Administración en cada momento, no pudiendo pretenderse,
conforme a su naturaleza, su total exigencia de forma inmediata».
(22) El art. 4.3 citado dispone: «Del mismo modo acudirá --el Juez o Tribunal-- al Gobierno exponiendo lo conveniente sobre la
modificación o derogación del precepto o la concesión de indulto, sin perjuicio de ejecutar desde luego la sentencia, cuando de
la rigurosa aplicación de las disposiciones de la Ley resulte penada una acción u omisión que, a juicio del Juez o Tribunal, no
debiera serlo, o cuando la pena fuera notablemente excesiva, atendidos el mal causado por la infracción y las circunstancias
personales del reo».
(23) Cfr. Bueno Arús, F.: Prólogo a Renart García, F.: La libertad condicional... op. cit., pág. 24.
(24) Téngase en cuenta la modificación de este art. prevista por Ley Orgánica 15/2003, de 25 de noviembre, con efectos a partir
del día 1 de octubre de 2004, que añade dos párrafos al primero vigente como sigue: «2. Constando a la Administración
penitenciaria que el interno se halla en cualquiera de los casos previstos en los párrafos anteriores, elevará el expediente de
libertad condicional, con la urgencia que el caso requiera, al Juez de Vigilancia Penitenciaria que, a la hora de resolverlo, valorará
junto a las circunstancias personales la dificultad para delinquir y la escasa peligrosidad del sujeto. 3. Si el peligro para la vida del
interno, a causa de su enfermedad o de su avanzada edad, fuera patente, por estar así acreditado por el dictamen del médico
forense y de los servicios médicos del establecimiento penitenciario el Juez de Vigilancia Penitenciaria podrá, previa en su caso
la progresión de grado, autorizar la libertad condicional sin más trámite que requerir al centro penitenciario el informe de
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pronóstico final al objeto de poder hacer la valoración a que se refiere el párrafo anterior, todo ello sin perjuicio del seguimiento
y control previstos por el art. 75 de la Ley Orgánica General Penitenciaria».
(25) Vid., al respecto, López Gómez, S.: «Asesoramiento, Representación y Defensa en la Institución Penitenciaria», en VV.AA., El
Tratamiento Penitenciario. Recursos y necesidades. II Jornadas de la Asociación de Técnicos de Instituciones Penitenciarias.
Cáceres, 2003, págs. 80 y ss.
(26) Esta competencia, como se recuerda por la Audiencia Provincial de Zaragoza, en Auto n.º 56/2004, de 23 de enero, ha sido
ratificada por Sentencia del Tribunal Supremo de 9 de julio de 2002, relativa al grado de clasificación, y en el Auto del mismo
Tribunal de 5 de abril de 2003 concerniente a la libertad condicional, resoluciones que tienen su precedente en el Acuerdo del
Pleno no jurisdiccional de 28 de junio de 2002, que hace alusión a la clasificación.
(27) El nuevo art. 78 CP dispone: «1. Si a consecuencia de las limitaciones establecidas en el apartado 1 del art. 76 la pena a
cumplir resultase inferior a la mitad de la suma total de las impuestas, el juez o tribunal sentenciador podrá acordar que los
beneficios penitenciarios, los permisos de salida, la clasificación en tercer grado y el cómputo de tiempo para la libertad
condicional se refieran a la totalidad de las penas impuestas en las sentencias. 2. Dicho acuerdo será preceptivo en los
supuestos previstos en los párrafos a), b), c) y d) del apartado 1 del art. 76 de este Código, siempre que la pena a cumplir
resulte inferior a la mitad de la suma total de las impuestas. 3. En estos casos, el Juez de Vigilancia, previo pronóstico
individualizado y favorable de reinserción social y valorando, en su caso, las circunstancias personales del reo y la evolución del
tratamiento reeducador, podrá acordar razonadamente, oídos el Ministerio Fiscal, Instituciones Penitenciarias y las demás
partes, la aplicación del régimen general de cumplimiento. Si se tratase de delitos de terrorismo de la sección segunda del
capítulo XXII del libro II de este Código, o cometidos en el seno de organizaciones criminales, y atendiendo a la suma total de
las penas impuestas, la anterior posibilidad sólo será aplicable: a) al tercer grado penitenciario, cuando quede por cumplir una
quinta parte del límite máximo de cumplimiento de la condena. b) A la libertad condicional, cuando quede por cumplir una
octava parte del límite máximo de cumplimiento de la condena».
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